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<strong>ciudad</strong>-<strong>espejo</strong>
<strong>ciudad</strong>-<strong>espejo</strong><br />
natalia gutiérrez<br />
NACIONAL<br />
FACULTAD DE ARTES
NACIONAL<br />
FACULTAD DE ARTES<br />
Rector<br />
Moises Wasserman<br />
Vicerrector sede Bogotá<br />
Fernando Montenegro<br />
Decano de la Facultad de Artes<br />
Jaime Franky<br />
Director del Instituto de Investigaciones Estéticas<br />
Francisco Montaña<br />
Director del Instituto Taller de Creación<br />
Gustavo Zalamea<br />
Director del Centro de Divulgación y Medios<br />
Alfonso Espinosa<br />
Ministerio de Cultura<br />
República de Colombia<br />
Proyecto de investigación realizado<br />
con el apoyo de una Beca de<br />
Investigación en Artes<br />
del Ministerio de Cultura, 2006.<br />
Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia<br />
Gutiérrez Echeverri, Natalia, 1954-<br />
Ciudad-<strong>espejo</strong> / Natalia Gutiérrez. – Bogotá : Universidad Nacional<br />
de Colombia.<br />
Facultad de Artes, 2009<br />
254 p.<br />
ISBN : 978-958-719-182-0<br />
1. Arte contemporáneo – Bogotá - Fotografías 2. Vida Urbana – Bogotá<br />
– Fotografías<br />
CDD-21 704.94486148 / 2009<br />
© Natalia Gutiérrez<br />
© Universidad Nacional de Colombia<br />
© Facultad de Artes<br />
Primera edición, marzo de 2009<br />
Impreso y hecho en Colombia<br />
ISBN: 978-958-719-182-0<br />
Cubierta<br />
Tangrama. Fotografía basada en el Atlas Histórico<br />
de Bogotá. Cuellar, Mejía. Planeta 2007.<br />
Diseño editorial<br />
Marcela Godoy<br />
Edición digital de fotografías,<br />
diseño y diagramación<br />
Alejandro Medina<br />
Corrección de estilo<br />
Javier Correa<br />
Impresión<br />
Kimpres Ltda.<br />
La Facultad de Artes no se responsabiliza<br />
por las ideas emitidas por el autor.<br />
Todos los derechos reservados.<br />
Esta publicación no puede ser<br />
reproducida ni total ni parcialmente, ni<br />
entregada o transmitida por un sistema<br />
de recuperación de información, en<br />
ninguna forma ni por ningún medio,<br />
sin el permiso previo del autor.
Contenido<br />
1 “Nada está flotando...” 9<br />
2 Más allá de la National Geographic 13<br />
3 Lugares comunes: ¿<strong>espejo</strong> o autoconciencia? 15<br />
4 “La locura, la muerte son preferibles al interminable domingo”<br />
Zona Rosa. Eduardo Consuegra 17<br />
5 “La mirada se deslizaría, primero, por la moqueta gris…”<br />
Residencia en Bogotá. José Tomás Giraldo 25<br />
6 “El poeta sabe con el cuerpo, mira desde las manos,<br />
desde el pelo”<br />
Bricolaje. Colectivo Bricolaje. Pablo Adarme, Sandra Mayorga<br />
y Carolina Salazar 31<br />
7 “Cansa más el viaje que el empleo”<br />
Plano transitorio. Milena Bonilla 39<br />
8 “Traes la misma camiseta que ella… Es una coincidencia curiosa”<br />
Lo uno y lo otro. María Isabel Rueda 45<br />
9 “El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo”<br />
La vida es una pasarela. Jaime Ávila 51<br />
10 “Una aparición impura que pudiera contaminarlos<br />
con su aliento”<br />
Esquinas Gordas. Rosario López 59<br />
11 “HE aquí, pues, mis citaciones a la audiencia”<br />
Constelaciones y Museo fuera de lugar. Jaime Iregui 69<br />
12 “Jamás tan cerca arremetió lo lejos”<br />
Atrio y Nave Central. José Alejandro Restrepo 83<br />
13 “Amodorrado en el fondo de un Sahara brumoso…”<br />
Corte en el ojo. Miguel Ángel Rojas 95<br />
14 “Y saldrás de ti hacia nuevos y vastos territorios donde<br />
la palabra y el gesto no caerán en el olvido”<br />
Proyecto Prometeo. Colectivo Mapa Teatro-Proyecto Cúndua,<br />
dirigido por Rolf y Heidi Abderhalden 101
15 –¿Dónde mierda estoy? –En Kennedy, churro. ¿No conocía?<br />
Ciudad Kennedy: Memoria y Realidad. Proyecto Colectivo de<br />
Creación Plástica, dirigido por Raúl Cristancho 119<br />
16 Notas sobre cómo construí este libro 133<br />
Entrevistas<br />
Entrevista a Rolf Abderhalden 143<br />
Entrevista a Pablo Adarme 151<br />
Entrevista a Jaime Ávila 161<br />
Entrevista a Milena Bonilla 175<br />
Entrevista a Eduardo Consuegra 183<br />
Entrevista a Raúl Cristancho 187<br />
Entrevista a José Tomás Giraldo 197<br />
Entrevista a Jaime Iregui 205<br />
Entrevista a Rosario López 219<br />
Entrevista a José Alejandro Restrepo 227<br />
Entrevista a Miguel Ángel Rojas 231<br />
Entrevista a María Isabel Rueda 235<br />
Bibliografía 249
1 “Nada está flotando...” 1<br />
Año 2004: Salón Nacional de Artistas número 39. Este salón se convirtió en<br />
un dique que permitió mostrar el interés de muchos artistas colombianos<br />
por la <strong>ciudad</strong>. Artistas que caminaban por las calles con una cámara de<br />
fotografía o de video.<br />
Parece increíble, pero la pregunta de las personas a mi alrededor,<br />
incluso profesores de arte, era: ¿Por qué en este salón sólo hay fotografías?<br />
La pregunta no se formulaba en ese momento, ni creo que se formula<br />
hoy, de manera inocente; por el contrario, es una crítica que culpa a un<br />
sinnúmero de circunstancias, entre ellas a la universidad, porque, al parecer,<br />
en esa institución no se enseña a pintar y los profesores decidieron<br />
sustituir “el oficio” por el facilismo de hacer “clic”.<br />
Todas estas conversaciones estimulaban en mí el interés por<br />
indagar sobre esa tendencia manifiesta de los artistas sobre la <strong>ciudad</strong>.<br />
Pero el comentario definitivo que me motivó a empezar este trabajo fue<br />
uno, francamente despectivo, de un amigo que incluso ha sido profesor<br />
de Teoría e Historia del Arte en Bogotá, quien comentaba que “ese arte<br />
urbano”. Hablaba en “un tonito sociológico” como si hubiera contraído<br />
una enfermedad peor que la peste negra. Y además, ese desprecio por<br />
un arte que muestra la <strong>ciudad</strong> en fotografías, aparentemente “objetivas”,<br />
ocultaba la urgencia de un predicador que buscaba en el arte una trascendencia<br />
mística. Y no es que el arte no deba tenerla; cada espectador<br />
busca en el arte lo que le falta. Lo que me interesa precisar es que, para<br />
encontrarle un sentido al arte contemporáneo es decir, para que ilumine<br />
nuestra propia experiencia, es necesario tal vez remover la idealización<br />
y mirarlo desde otro lugar; procurar plantearse, frente a las obras, otras<br />
preguntas: ¿cómo ven estos artistas a las <strong>ciudad</strong>es colombianas? ¿Cuáles<br />
aspectos de la <strong>ciudad</strong> revelan estas obras que no conocíamos? ¿Qué<br />
métodos se inventan los artistas para vivir y registrar la <strong>ciudad</strong>?<br />
En realidad, al enfrentarnos al arte contemporáneo y rechazarlo<br />
de plano y eso ya ha sucedido varias veces en Colombia, estamos<br />
expresando un patrón de conocimiento muy bien definido por George<br />
Steiner: lo que nos rige son las imágenes del pasado que están a menudo<br />
en alto grado estructuradas, y son muy selectivas, como los mitos. Es<br />
por eso que pensamos siempre en un célebre verano que quedó atrás.<br />
Medimos el presente como frío, teniendo en cuenta nuestros recuerdos<br />
1 Pablo Adarme. Entrevista. Para leer las entrevistas citadas, remitirse al capítulo 17.<br />
c i u d a d e s p e j o 9
o la interpretación selectiva siempre maravillosa, de una época que, si la<br />
miramos con atención, también tuvo no sólo sus fríos, sino sus hielos.<br />
Tejiendo estas y otras ideas, Steiner se propone en El castillo de<br />
Barba Azul, mirar la crisis de la Europa del siglo XIX que se escondía<br />
detrás de los jardines de Renoir y de Monet. Es bueno recordar también<br />
que hasta bien entrado este siglo XIX, los cuentos infantiles, generalmente<br />
terroríficos, se modificaron para que terminaran en final feliz, tal vez<br />
porque la realidad era tan cruda que sólo era posible aceptarla idealizada.<br />
Desde esa época, entonces, el pasado siempre es un paraíso perdido.<br />
Para decirlo de otra manera, la memoria embellece las experiencias<br />
del pasado; según los psicoanalistas, cuando nos contamos la historia<br />
de nuestra vida, siempre es aquella que nos resulta más tolerable;<br />
por su parte, la historia oficial idealiza los conflictos y todo eso impide<br />
entender lo que sucede en el presente. Me parece que en la obra de algunos<br />
artistas contemporáneos que miran a Bogotá, la idealización se<br />
erosiona un poco.<br />
Con esa primera motivación, me propuse recopilar algunas<br />
obras de artistas que se interesan por la <strong>ciudad</strong> y específicamente por<br />
Bogotá. Artistas que usan la cámara de fotografía y de video, y que<br />
la usan como un sentido de hacer conciencia. Me explico: no me voy<br />
referir a todos los fotógrafos y video artistas que participaron en ese<br />
39 Salón, porque no todos me interesan. Por ejemplo no me interesan<br />
aquellos que usan la cámara como reporteros gráficos, porque ponen<br />
frente al espectador una realidad cruda –y tal vez es necesario–, pero<br />
sin desdoblarla; sin ningún giro que estimule el análisis o el comentario.<br />
Es curioso pero la realidad cruda es invisible. Me parece que el campo<br />
del arte es establecer vínculos o ir minando la idealización y el miedo<br />
a enfrentar nuestra propia historia, con ironía y puntos de vista que<br />
logren entrar en el campo visual del espectador y también que permitan<br />
hacer otras preguntas.<br />
Precisamente, para Joan Fontcuberta, una de las características de<br />
la fotografía ha sido dejarse tiranizar por el poder de un objeto que esta<br />
ahí inmóvil y aunque sea violento resulta glamoroso porque se ofrece<br />
como todo un emperador frente a la cámara. Me parece que el reportero<br />
gráfico, a veces, y digo a veces, queda sepultado e inmóvil frente al poder<br />
del objeto; es como si con éste el artista apelara al nivel emocional del<br />
espectador y curiosamente el contexto donde ese objeto esté inmerso,<br />
se hace invisible.<br />
Tampoco voy a referirme al uso hoy tan común, de la cámara como<br />
instrumento para mirar la realidad desde afuera: me refiero a aquellos<br />
artistas que usan la cámara para hacer un inventario del amoblamiento<br />
10 n a d a e s t á f l o t a n d o
urbano en nombre de una supuesta etnografía o arqueología. Estos<br />
métodos de investigación utilizados por las ciencias sociales, nunca<br />
fueron considerados sólo para rescatar fragmentos. Se trata, siempre, de<br />
reconstruir con ellos el sentido que tienen estos indicios en la sociedad<br />
que los creó.<br />
A propósito, nunca he podido olvidar –y tal vez lo que vi guía<br />
mi visión–, una mesa de madera, larga, llena de fragmentos de cerámica,<br />
numerados y dispersos por ahí. Era la mesa del laboratorio de arqueología,<br />
que quedaba justo a la izquierda de la entrada del Departamento<br />
de Antropología de la Universidad de los Andes, en los años 70. Estos<br />
pedazos permanecían ahí, sin sentido, durante meses hasta que un día<br />
comenzaba a aparecer la base y después el cuerpo de urna de la cultura<br />
de Tierradentro. Me daba cuenta, sólo hasta ese momento, que la inmovilidad<br />
de los fragmentos era aparente y que, en efecto, se habían movido<br />
a lo largo de la mesa, imperceptiblemente, por lo menos para mí, hasta<br />
encajar y dar forma también a los vacíos.<br />
Tampoco voy a tomar en cuenta las obras que tratan supuestamente<br />
lo urbano, con una cámara estratégicamente situada para captar el<br />
gamín o el consumidor de drogas, pero que al final la cámara y la edición<br />
espectacular resulta ser la protagonista. Algunas obras convierten a la<br />
<strong>ciudad</strong> y su pobreza en un espectáculo de luz y sonido, y entonces el<br />
otro, el espacio o a la idea –lo que sea–, se pierden en los efectos visuales<br />
y sonoros, y el espectador queda asombrado con el dispositivo, flotando<br />
solo en busca de cualquier indicio de sentido.<br />
Me propongo entonces aprender de los artistas que recorren la<br />
<strong>ciudad</strong> y, específicamente, la <strong>ciudad</strong> de Bogotá y que la entienden como<br />
un objeto construido de personas, casas y calles, sí, pero sobre todo como<br />
una serie relaciones y de fuerzas que le dan forma y que también son<br />
fotografiables. Esa fue mi guía: artistas que lograron evadir la idea de<br />
convertir un objeto en y logran –vamos a ver cómo–, develar algunas de<br />
las fuerzas en las cuales el objeto está inmerso.<br />
Arthur Danto (2002:49 y 51) en La transfiguración del lugar común,<br />
lo dijo de una manera plástica. Siempre cabe la posibilidad de<br />
suspender un objeto y verlo desde un punto de vista privilegiado:<br />
contemplar sus formas y colores e incluso coleccionarlo. Pero –se<br />
pregunta Danto–, ¿tiene sentido adoptar distancia frente a ciertos<br />
objetos? por ejemplo, ante unos disturbios en que la policía aporrea a<br />
los manifestantes, ¿puede ser posible ver estos enfrentamientos como<br />
una especie de coreografía? O, el aviador de un bombardero, ¿podría<br />
mirar hacia abajo y contemplar la explosión de las bombas como si<br />
fueran crisantemos místicos?<br />
c i u d a d e s p e j o 11
Adelantando una respuesta, hay que decir que ciertas circunstancias<br />
son más importantes que el objeto; tanto, que le dan forma. Y es ahí<br />
donde radica la clave de algunos artistas colombianos contemporáneos.<br />
Lo que intentan es hacer “fotografiables” las fuerzas ideológicas que<br />
tienen como escenario la <strong>ciudad</strong>.<br />
Y sí, en algunas de estas fotografías la <strong>ciudad</strong> aparece como un<br />
escenario aparentemente objetivo. Pero, si se mira con atención, se ve<br />
una <strong>ciudad</strong> nerviosa, gris, con una experiencia humana densa, marginal,<br />
erótica, transitoria, teatral; una <strong>ciudad</strong> creadora de lugares comunes,<br />
territorios de nadie y, paradójicamente, lugares donde se cumplen algunos<br />
de los deseos inconfesables y se conocen aspectos desconocidos<br />
de la propia personalidad.<br />
Entonces, quiero celebrar la ampliación de la percepción que<br />
algunas de estas obras logran en el espectador. Porque la <strong>ciudad</strong> que<br />
vemos, a pesar de su apariencia desaliñada y desteñida, prosaica, que,<br />
como dice el diccionario, es algo falto de poesía o de elevación, nos rescata<br />
aunque parezca increíble, de la indiferencia.<br />
12 n a d a e s t á f l o t a n d o
2 Más allá de la National Geographic<br />
Es indudable que la fotografía y el video han afectado los mecanismos<br />
de percepción, básicamente porque modifican la estructura de nuestros<br />
intereses. Cada vez más la fotografía amplía el archivo de las “cosas” en<br />
las cuales pensamos, es decir, ha completado el banco de imágenes acumuladas<br />
en la memoria.<br />
Una consecuencia del uso de la fotografía es que nos permite conocer<br />
aspectos lejanos del mundo que, difícilmente, podríamos visitar a través<br />
de la experiencia directa. Dicho de otra manera, la fotografía ha modificado<br />
el área en la cual se desarrollan nuestros pensamientos. Cada vez con más<br />
frecuencia, recorremos lugares que no han sido abiertos por la lectura o la escritura.<br />
Simplemente, una imagen viene y irrumpe en nuestro pensamiento,<br />
y funda un territorio para siempre; ¿cuáles territorios? pues se me ocurren en<br />
este momento algunos: el desierto del Serengeti o la estación de alpinismo<br />
más cercana a la cima del K2 en Pakistán o la superficie de Marte. Pero, es<br />
importante resaltar, ya desde ahora, que escogemos algunas fotografías y,<br />
por lo tanto, pensamos en unas áreas más que en otras. Ya Steiner lo dijo:<br />
pensamos en imágenes, que son tan selectivas como los mitos.<br />
Pero, en este asunto de las fotografías acumuladas en la memoria,<br />
hay algo que despierta mi curiosidad: en los ejemplos que acabo de<br />
“sacar” de “mi” banco de imágenes y sin pensar demasiado, prima lo<br />
salvaje, lo exótico, las hazañas, lo que está lejos. Sin embargo, es probable<br />
que nuestro archivo guarde imágenes de banalidades o de ruinas, como<br />
la calle bogotana desbaratada o el bus que contamina, pero son cosas que<br />
no “saltan” fácilmente: no queremos verlas.<br />
Esta es una diferencia del uso que algunos artistas colombianos<br />
hacen de la fotografía; más allá de la National Geographic, se podría decir,<br />
más allá de los encuadres heroicos. Hoy, con la cámara como un bisturí,<br />
estos artistas se internan en barrios y calles, en territorios descoloridos<br />
y develan el “campo” en el cual están inmersos.<br />
En efecto, Pierre Bourdieu (2002) nos advierte que una obra literaria<br />
puede ser comentada mil veces; pero cuando es leída de verdad, ella<br />
misma proporciona todos los elementos necesarios para su propio análisis<br />
sociológico. Saca a la luz el espacio social en el cual se desarrollan los<br />
personajes y el espacio social en el cual el propio autor está situado.<br />
Y no se trata de que el especialista en las ciencias sociales proyecte<br />
sus intenciones y cubra la obra con una sombra sociológica. El reto es otro:<br />
la obra habla de su época, como si no hablara de ella. Esto es bellísimo,<br />
c i u d a d e s p e j o 13
porque no se trata de representar con una fotografía la miseria o las contradicciones<br />
políticas. Se trata de estar atentos a sus huellas. En realidad,<br />
algunos fotógrafos colombianos quedan inmóviles, una inmovilidad activa,<br />
ante los indicios que la sociedad y sus vaivenes ha dejado en los objetos,<br />
y no tienen otro camino que fotografiarlos.<br />
Continuemos con Bourdieu. Los personajes en las obras literarias<br />
y, podríamos decir, los objetos en las obras de arte, han dejado de<br />
ser los protagonistas para convertirse en posiciones en el espacio social.<br />
Los objetos, entonces, son indicios, pistas, que nos hablan de fuerzas,<br />
de haces de trayectorias que ejercen su poder sobre el objeto y le dan<br />
forma. A esas fuerzas ideológicas en el sentido amplio Bourdieu (2002)<br />
las llama campo.<br />
El campo también son reglas de juego. Y, bueno, es así; en algunas<br />
fotografías aparentemente objetivas, lo que estamos viendo son las reglas<br />
de juego en las cuales los objetos son fichas con vida propia, pero fichas<br />
al fin, participantes de un sistema. Y cuando el interés es la <strong>ciudad</strong>, acaba<br />
revelándose también parte del juego que nosotros como <strong>ciudad</strong>anos<br />
jugamos. El juego tiene que ver con el poder y sus efectos. Y, entonces,<br />
algunas áreas de la <strong>ciudad</strong> son coloridas y vistosas y otras de un grisáceo<br />
desvanecimiento, como diría Steiner. Sin el interés por el espectáculo, se<br />
convierten en lugares comunes, tan vistos que no se ven.<br />
14 m á s a l l á d e l a n a t i o n a l g e o g r a p h i c
3 Lugares comunes: ¿<strong>espejo</strong> o<br />
autoconciencia?<br />
Y ¿qué es un lugar común? Podríamos usar una primera definición y decir<br />
que es un lugar tan visto que no se ve, y deja de interesarnos. Arthur<br />
Danto, en el mismo libro citado anteriormente, los define como banalidades<br />
hechas arte, y nos recuerda que ya Marcel Duchamp había declarado<br />
como obras de arte los objetos sin importancia. Pero, lo más clave de este<br />
concepto es que era necesario declararlos así, porque los objetos domésticos<br />
ya empezaban a sumergirse en capas de indiferencia y olvido. Los<br />
objetos eran sustituidos por aquellos de moda, que merecían el calificativo<br />
de espectaculares.<br />
Y si la indiferencia ya era una constante en la actitud de los <strong>ciudad</strong>anos<br />
de 1913, qué podría decirse hoy, cuando el exceso de cosas ha<br />
convertido a la mayoría de los objetos en deseados y a la vez en desechables;<br />
y deseados principalmente por inútiles. Sólo una pequeña muestra<br />
del deseo y el desecho, son los restaurantes de comida rápida que ofrecen<br />
“una cajita feliz” muy sugestiva, para empacar una hamburguesa con<br />
papas fritas. Pero, además, la “cajita” esconde un premio, casi siempre un<br />
animal sonriente y con zapatos, o un boceto en cartón del castillo de Blanca<br />
Nieves. ¿La cajita feliz se desea por la hamburguesa? Se desea también<br />
por estos otros acompañamientos que terminan, curiosamente y, casi de<br />
inmediato, en la basura. Se puede vivir entonces rodeado de objetos banales<br />
sin cuestionarlos; pero cuando el arte se relaciona con ellos, surge la<br />
polémica. Todavía para el público que asiste a una exposición, conocedor<br />
o no, el arte es el lugar de la idealización: el lugar de “lo que debemos ser”<br />
o, mejor, el lugar donde no “debemos parecernos a nosotros mismos”.<br />
Danto continúa con sus reflexiones sobre los lugares comunes y<br />
establece un diálogo muy sensato y por momentos divertido con Sócrates:<br />
este filósofo, dice Danto, no creía que el arte fuera un <strong>espejo</strong>; habría<br />
para él otra condición de lo artístico. Si la intención del artista era imitar<br />
fielmente lo que lo rodea, Sócrates sugería que era posible conseguirlo de<br />
un modo más sencillo que el prescrito por los métodos habituales de la<br />
educación artística, a saber: mediante el simple experimento de sostener<br />
un <strong>espejo</strong> frente al mundo. Enseguida se “harían” en el <strong>espejo</strong> “el sol y<br />
los cielos, y la tierra y tú mismo” (Danto: 31).<br />
Danto continúa: se pregunta Sócrates: ¿Cuál puede ser el propósito<br />
de tener duplicados de una realidad que ya tenemos delante? ¿Quién necesita<br />
imágenes-<strong>espejo</strong>, si en ellas no se ve nada que no esté ya en el mundo<br />
c i u d a d e s p e j o 15
y puede verse sin la ayuda de aquél? Estas preguntas son de una lógica<br />
contundente, y no se alejan demasiado de los críticos desesperanzados de<br />
la fotografía contemporánea, aparentemente tan objetiva.<br />
Danto responde los <strong>espejo</strong>s, sin embargo, tienen ciertas propiedades<br />
cognitivas: hay cosas que no veríamos sin su ayuda, por ejemplo,<br />
no nos veríamos a nosotros mismos. Mirarse al <strong>espejo</strong> y reconocerse, no<br />
es una operación tan simple: Narciso se enamoró de su propia imagen,<br />
pero no sabía que se enamoraba de sí mismo (Danto: 31 – 32).<br />
¿Qué se necesita entonces para mirarse en un <strong>espejo</strong> y reconocerse?<br />
El reconociendo depende de diferentes niveles de conciencia. El<br />
reconocimiento se puede alcanzar estableciendo diferentes distancias<br />
psíquicas (Danto: 33).<br />
16 l u g a r e s c o m u n e s : ¿e s p e j o o a u t o c o n c i e n c i a ?
4 “La locura, la muerte son preferibles al<br />
interminable domingo” 2<br />
Zona Rosa. Eduardo Consuegra<br />
Detengámonos en el trabajo de Eduardo Consuegra (Bogotá, 1974). Cuando<br />
se ven por primera vez sus fotografías parece que, literalmente, hubiera<br />
levantado un <strong>espejo</strong> en una calle de Bogotá. Además, una calle de edificios<br />
comunes y corrientes, desteñida y donde no suceden ni maravillas ni<br />
grandes tragedias. Espejo frente a la realidad. Pero, poco a poco, se van<br />
revelando los diferentes niveles de conciencia. Las fotos de Eduardo Consuegra<br />
son de Bogotá sí, y de la Zona rosa (2001), la zona de los almacenes<br />
“elegantes” y de la rumba, pero tomadas a las siete de la mañana de un<br />
domingo. Bajo un cielo neutro, lechoso, aparecen ciertos indicios.<br />
En estas fotografías se ven las casas de arquitectura moderna de los<br />
años sesenta, con el ante-jardín convertido en parqueadero, a esa hora abandonado<br />
y fantasmal. Y qué decir de sus fachadas con ventanas simétricas<br />
y puertas de proporciones generosas ahora cubiertas de una escenografía<br />
para un almacén de “marca”. Pero es una escenografía no tan bien puesta<br />
como en “Rodeo Drive”. Por lo menos, no nos parece permanente. Después<br />
de todo, si miramos con detenimiento, en algunos de sus muros se ven los<br />
vestigios de otros letreros de una marca de moda que, años atrás, eran sólidos<br />
e iluminados. La edificaciones son el telón de un sistema inestable.<br />
Una de las más inquietantes fotografías de esta serie la Zona Rosa,<br />
es la de la esquina de la calle 85 con carrera 12. En efecto, la esquina está cubierta<br />
por una fortaleza, de cemento blanco, con el nombre de una heladería<br />
de moda en letras doradas. El único testimonio de que ese “bunker” fue en<br />
otra época una casa residencial, es una araucaria de más de diez metros de<br />
alto, que se resiste a ser arrasada y que insiste en echar raíces en un pedazo<br />
de jardín interior, precario sobreviviente de alguna casa vecina. Ese árbol<br />
nos recuerda que las casas del barrio original tenían no solo antejardín sino<br />
patio trasero donde, probablemente, el sol bogotano del domingo iluminaba<br />
el almuerzo y los juegos de la familia sobre el pasto. Pedazos de <strong>ciudad</strong><br />
tan comunes que no se ven. ¿Espejo? Sí, pero reflexivo. ¿Jardines perdidos<br />
detrás de la fachada? Es probable, pero Consuegra acepta que ya no están<br />
y que lo que quedó es un escenario de contradicciones.<br />
2 Steiner cita las palabras de Julien Sorel, el protagonista de obra de Stendhal, Rojo y negro, para desarrollar<br />
la idea “del gran tedio”, como otra forma de ver el siglo XIX (Steiner: 34).<br />
c i u d a d e s p e j o 17
Carrera 14 A, calle 84.<br />
Carrera 13, calle 83.<br />
Calle 83, carrera 14.<br />
Eduardo Consuegra. Zona Rosa. Fotografías 30x35 cm. 2001.<br />
18 “l a l o c u r a , l a m u e r t e s o n p r e f e r i b l e s a l i n t e r m i n a b l e d o m i n g o ”
Sus fotografías son una manera de asumir el “interminable<br />
domingo” que los primeros artistas modernos pretendían evadir aun a<br />
costa de la muerte. Es posible que en esta actitud de Consuegra se esconda<br />
un reclamo a una sociedad cada vez más cómoda, predecible, sin<br />
riesgos y sin lucha, pasiva frente a los intereses que la maquillan. Una<br />
realidad gris, como llamaba Freud a la vida, que en realidad transcurre,<br />
la mayoría de las veces, sin grandes emociones. La ilusión para él debía<br />
desmoronarse, para que el sujeto se parara frente a la realidad y pudiera<br />
constatar, no sin cierta ironía y, por qué no, con atención afectuosa, la<br />
ruina y el paso del tiempo.<br />
En otra de sus fotografías 3 , Eduardo Consuegra se localiza en<br />
un punto de vista estratégico del centro de la <strong>ciudad</strong>, para encuadrar<br />
el edificio de Avianca y el de Bavaria –los edificios paradigmáticos de<br />
Bogotá–, pero esta vez rodeados de parqueaderos ruinosos y de techos<br />
de zinc. Es inevitable la pregunta: ¿Modernidad en Colombia? Parece<br />
que por ahora lo que se ve es una superposición de tiempos.<br />
El objeto más aparatoso que un fotógrafo puede escoger, el más<br />
alejado del supuesto facilismo de hacer “click”, es una cámara de placa.<br />
Con un cuerpo enorme y un trípode inseparable, hay que respirar profundo<br />
hasta encontrar el lugar perfecto y además entender una imagen<br />
que aparece invertida detrás de un vidrio esmerilado. En fin, es la cámara<br />
que Consuegra usa porque busca la nitidez; en efecto, en sus fotografías<br />
todos los planos se ven con detalle ante los ojos del espectador. Y es que<br />
la cámara tiene su estética y él quiere rescatarla. A principios del siglo XX,<br />
la principal conquista de la fotografía como arte fue independizarse de la<br />
pintura y sacarle partido a lo que la cámara podía hacer. Y esta conquista<br />
fue la nitidez, que consiste en describir, con la mayor precisión posible,<br />
el aspecto tangible de las cosas; dejar que la apariencia se comunique sin<br />
trucos. Alfred Stieglitz, ya desde 1902, se comprometió con la nitidez y<br />
años después, Walker Evans, dejó en sus fotos un testimonio de la textura<br />
de las <strong>ciudad</strong>es y los pueblos de Los Estados Unidos de los años treinta.<br />
Y qué decir de Serguei Eisenstein o Manuel Álvarez Bravo, quienes<br />
encontraron en la nitidez una buena forma de conciliar la estética de la<br />
cámara de fotografía “nítida”, “exacta”, “honesta” con la revolución.<br />
Ahora bien; en la fotos de Consuegra, el tema es la <strong>ciudad</strong> y la<br />
<strong>ciudad</strong> se entiende como un tejido de fuerzas ideológicas que le van dando<br />
forma. La Bogotá de 2000 es indudable que se sometió a un proceso de<br />
transformación. El bus rojo que la atraviesa con líneas eficientes, unió zonas<br />
alejadas unas de otras. El embellecimiento de los andenes convertidos en<br />
3 La fotografía del centro de Bogotá que Consuegra presentó en el Salón Nacional, no tiene título.<br />
c i u d a d e s p e j o 19
paseos peatonales y la construcción de ciclo-vías y alamedas, son una de<br />
las rutas ideológicas sobre las cuales está construida esa nueva <strong>ciudad</strong>.<br />
Pero hay otras rutas que no son tan visibles. Alrededor de las estaciones<br />
de Transmilenio, símbolo del progreso, crece la <strong>ciudad</strong> aglomerada –la que<br />
registra Jaime Ávila, de quien hablaremos más adelante–, y a la que le dan<br />
forma procesos económicos y sociales con otros ritmos. Simplemente no<br />
se invierte en ciertas zonas y se transforman poco a poco en pedazos de<br />
<strong>ciudad</strong> que dejan de seducir a la mirada, y pierden interés.<br />
La <strong>ciudad</strong> entonces es productora de lugares comunes cuando<br />
amplias zonas se segregan y se olvidan. Pero también cuando barrios<br />
enteros se usan casi como muros transitorios para publicitar un consumo<br />
inestable; pasan de moda, cambian de maquillaje. Son zonas pasivas<br />
esperando que el dinero les dé forma.<br />
El filósofo Georg Simmel 4 tiene mucho que decir sobre la <strong>ciudad</strong><br />
contemporánea. Fue el primero en concebir el proceso de industrialización<br />
como hilos abstractos que daban forma a las <strong>ciudad</strong>es. Según Simmel, la<br />
industrialización aceleró el movimiento, acortó las distancias y por eso<br />
cambió la manera de pensar de las personas y sus relaciones.<br />
Simmel describe la vida en las <strong>ciudad</strong>es y sus cambios cuando<br />
las prioridades son el intercambio nervioso y transitorio de objetos y de<br />
encuentros. La esencia de la sociedad es el intercambio, de modo que<br />
tienen más importancia para él los conceptos relacionales, que describe<br />
como “formas en movimiento”, breves e infrecuentes. Tienen más<br />
importancia que los objetos mismos; éstos pasan de moda, superados<br />
rápidamente por otros nuevos.<br />
Los trabajos de Simmel exploran la psicología del <strong>ciudad</strong>ano:<br />
los gestos de los rostros, el miedo al contacto, el amor, la neurastenia,<br />
y son suyas palabras como indiferencia e indolencia para analizar la<br />
<strong>ciudad</strong> que se describe, de este modo, como un tejido de grupos humanos<br />
sometidos a todo tipo fuerzas. El embotamiento por el exceso<br />
de información que le impide al sujeto percibir las diferencias entre las<br />
cosas, es para él la indolencia 5 .<br />
4 David Frisby (1988: 52) afirma que las ideas del filósofo alemán Georg Simmel (1859-1918) fueron<br />
tomadas despreocupadamente por la mayoría de los analistas de la modernidad. Sin embargo, una<br />
nueva lectura de sus libros, en los años ochenta, permite ver que este filósofo-sociólogo, anticipa la<br />
importancia del fragmento, la psicología y el dinero, en el análisis de la sociedad moderna y, por tanto,<br />
se convierte en un pensador clave, para analizar la sociedad contemporánea.<br />
5 “ La esencia de la indolencia es el embotamiento frente a las diferencias de las cosas, no en el sentido<br />
de que no sean percibidas, como sucede en el caso del imbécil, sino de modo que la significación y,<br />
con ello, las cosas mismas, son sentidas como nulas” (Simmel, 2001: 383).<br />
20 “l a l o c u r a , l a m u e r t e s o n p r e f e r i b l e s a l i n t e r m i n a b l e d o m i n g o ”
A la red del progreso<br />
se le superpone un <strong>ciudad</strong>ano<br />
que, conscientemente, asume la<br />
mecanización del tiempo y las<br />
exigencias productivas, pero<br />
que, inconscientemente, reacciona<br />
y defiende su naturaleza<br />
laberíntica y no lineal, con la<br />
apatía y la anestesia. Y también,<br />
claro está, en la <strong>ciudad</strong> deambulan<br />
miles de otras personas<br />
que los procesos productivos<br />
no necesitan y en consecuencia<br />
viven en la marginalidad y<br />
reaccionan construyendo su propio espacio-tiempo.<br />
Calle 83, carrera 14A . Eduardo Consuegra.<br />
Zona Rosa. Fotografías 30x35 cm. 2001.<br />
El intercambio por excelencia que lo transforma todo es para Simmel<br />
el dinero; convierte a la indolencia en una actitud generalizada. El<br />
<strong>ciudad</strong>ano, más que cualquier otro individuo, se somete a leyes abstractas<br />
de mercado que no puede controlar. La indolencia tiene para Simmel un<br />
color: gris; la rapidez con que las cosas pierden interés, las decoloran.<br />
Pero advierte que es mucho más preocupante esta decoloración en el<br />
espíritu público, es decir, en la <strong>ciudad</strong> misma.<br />
No es difícil encontrar ejemplos de este color gris indiferente, en<br />
nuestras propias <strong>ciudad</strong>es. Barrios enteros se someten a las fuerzas de<br />
especulación, pasan de moda, pierden su color y caen en esa zona gris<br />
de la indolencia. Dejan de interesarnos y no los vemos. Lugares comunes<br />
grises, sin importancia.<br />
Podríamos decir que es otro tipo de ruina. La Habana de las fotografías<br />
del artista cubano Carlos Garaicoa (Gutiérrez, 2000), con sus edificios<br />
desbaratados por el bloqueo económico o por el reciente huracán, es<br />
una <strong>ciudad</strong> que se desmorona frente a los ojos del transeúnte. En cambio,<br />
las <strong>ciudad</strong>es colombianas, con su apariencia de desarrollo, son un espacio<br />
ideológico abonado para reflexionar acerca de qué puede significar la ruina<br />
y sobre la importancia de una posición ética del arte frente a ella.<br />
Voy a intentar explicar la comparación entre estos dos tipos de<br />
ruina con una experiencia de viaje. Si hace unos años, un viajero sin<br />
mucho tiempo, tal vez una semana, recorría algunas <strong>ciudad</strong>es como Barranquilla<br />
o Bogotá y otras medianas como Neiva, Pereira, Santa Marta<br />
o Manizales, podía percibir las particularidades de la plaza central de<br />
cada una y los pequeños almacenes, los billares o los cafés. Hoy, años<br />
después, el viajero encuentra esas mismas <strong>ciudad</strong>es uniformadas. Los<br />
c i u d a d e s p e j o 21
lugares con sabor local están tapados, prácticamente sepultados por letreros,<br />
gigantescos e iluminados, de bancos y corporaciones financieras.<br />
Además son los mismos en todas las <strong>ciudad</strong>es. Se pierden las particularidades<br />
y solo es visible el valor del dinero. Joaquín Sabina (1992) volvió al<br />
mismo pueblo, el verano siguiente, a buscar a “aquella” que era la reina<br />
del único bar, y nos cuenta:<br />
“No había nadie detrás<br />
de la barra del otro verano.<br />
Y en lugar de tu bar<br />
me encontré una sucursal del Banco Hispano<br />
Americano.<br />
Tu memoria vengué<br />
a pedradas contra los cristales.<br />
–”sé que no lo soñé”–<br />
protestaba mientras me esposaban los<br />
municipales”.<br />
La ruina puede ser en un caso, el deterioro; pero en otro, es la<br />
sepultura de unas características culturales particulares que han sido<br />
“literalmente” enterradas por una situación económica que es capaz de<br />
colarse, invadir y cambiar la fisonomía de las <strong>ciudad</strong>es y el comportamiento<br />
de sus habitantes.<br />
Pero también esos dos tipos de ruina, es posible que motiven una<br />
actitud psicológica distinta en los habitantes. Los de la <strong>ciudad</strong> arrasada<br />
permanecen en contacto con sus posibilidades afectivas y creativas para<br />
sobrevivir. En los espacios en apariencia de desarrollo, sus habitantes se<br />
acostumbran a “ser” y a vivir sólo si se rodean de baratijas.<br />
“Esa calle 82 de las fotografías, es una ruina del mito urbano de mi<br />
adolescencia. La relación que hay entre el primer y tercer mundo<br />
es para nosotros mitológica. No podemos desprendernos de las<br />
referencias, y nuestro espacio-tiempo está dominado por las de<br />
otros. En consecuencia, como es imposible seguirlas al pie de la<br />
letra, se convierten en mitos. Las fotografías de la “Zona Rosa”,<br />
del Centro, quieren desmitificar estas narrativas dominantes<br />
(Consuegra, entrevista p. 183)”.<br />
La <strong>ciudad</strong> de Consuegra, a las siete de la mañana, se ve desteñida;<br />
calles y casas están sometidas a unas leyes que las desfiguran y<br />
las maquillan. Han sido ocupadas de manera transitoria por discotecas<br />
y almacenes. Cuando pasan de moda cambian de estilo, pero dejan los<br />
indicios de los antiguos “deseos”. Dice Consuegra:<br />
22 “l a l o c u r a , l a m u e r t e s o n p r e f e r i b l e s a l i n t e r m i n a b l e d o m i n g o ”
“Para mí es muy importante la posición de Benjamin cuando dice:<br />
“No tengo nada qué decir, sólo mostrar.””(Ibid).<br />
La fotografía-<strong>espejo</strong> entonces no es un capricho del arte contemporáneo.<br />
¿Qué otra área de la cultura se interesa en señalar la paradoja<br />
de un publicitado progreso convertido en ruina?<br />
Calle 80, carrera 14 Calle 85, carrera 13<br />
Eduardo Consuegra. Sin título. Bogotá. 30x35 cm. 2003.<br />
c i u d a d e s p e j o 23
5 “La mirada se deslizaría, primero, por<br />
la moqueta gris…” 6<br />
Residencia en Bogotá. José Tomás Giraldo<br />
Exploremos otro caso. La pregunta de José Tomás Giraldo (Bogotá,<br />
1974) es acerca de la forma de habitar. Las casas que una vez fueron<br />
el hogar de una familia, se someten a sucesivas y poco románticas<br />
ocupaciones: dentisterías, veterinarias, casinos, institutos de idiomas,<br />
sociedades de servicios como SAYCO –la sociedad de autores y compositores<br />
de Colombia–, o simplemente se encuentran abandonadas. Las<br />
casas construidas por Germán de Vengoechea, que en los años treinta<br />
era uno de los arquitectos de moda, son el motivo de reflexión de las<br />
fotografías de Giraldo.<br />
El proyecto empezó con la casa de Guillermo Wiedeman, un<br />
pintor alemán radicado en Colombia. Giraldo asistió al cambio de uso<br />
de esta casa de dos plantas amplias y luminosas, hasta convertirse en<br />
un espacio sin ningún uso; un espacio fantasmal. En realidad, Guillermo<br />
Wiedeman donó su casa en el norte de Bogotá a la Facultad de Artes<br />
de una universidad de Bogotá. Por un tiempo los estudiantes la usaron<br />
para mostrar sus proyectos de grado. Después, dejó de usarse. Tal vez<br />
el cambio de uso tenga que ver con que se trata de una casa enclavada<br />
en un barrio residencial, vecina de la casa del embajador de Estados<br />
Unidos y no creo que este embajador se sintiera tranquilo con vecinos<br />
artistas. Bueno, pero sigamos con los intereses específicos de Giraldo:<br />
6 Perec, 1992.<br />
“La problemática del espacio concebido para vivienda y su<br />
cambio de uso, es una situación de enorme interés para mí. Las<br />
tensiones entre lo institucional, el compromiso con lo público y<br />
la atención a las transformaciones de la propiedad privada en<br />
el contexto de la <strong>ciudad</strong>, le dan otra forma a los espacios. Este<br />
interés me llevó a profundizar en el arquitecto responsable de la<br />
existencia de una construcción que consideraba como un ejemplo<br />
sorprendente del pensamiento modernista en Bogotá. Y me<br />
encontré en el desarrollo del trabajo, con la transformación de ese<br />
pensamiento, con el tiempo y con otros usos” 7 .<br />
7 José Tomás Giraldo no participó en el 39 Salón Nacional de Artistas. (entrevista p. 197).<br />
c i u d a d e s p e j o 25
José Tomás Giraldo. Residencia en Bogotá. Carrera 4 calle 74, “Wiedemman”. 2002.<br />
Las primeras fotografías que hizo en este espacio moderno, vacío,<br />
con ventanales soleados hacia el jardín, llevó a Giraldo a buscar otras casas<br />
del mismo arquitecto. Con una cámara de treinta y cinco milímetros y la<br />
luz natural –“solo corro la cortinas”–, se encontró con una transformación<br />
innombrable, tal vez solo fotografiable. Se puede ver en una de las casas<br />
por ejemplo, indicios de un casino que hace posible sospechar que se trate<br />
de una casa comprada por la mafia triunfante del narcotráfico de los<br />
ochenta, hoy abandonada. Otra, amoblada con mesas de metal y plantas<br />
impersonales, cuyo efecto “cosmopolita” es eficaz para la imagen de un<br />
instituto de idiomas. Otra, es el ejemplo de las clases emergentes de nuestro<br />
país a través del fenómeno del gusto que se manifiesta en los objetos.<br />
Las fotografías que más me impresionaron son las de una casa<br />
señorial, casi un palacete italiano en nuestro contexto, que muestra las<br />
huellas de un desalojo. Ocupada anteriormente por la redacción de una<br />
famosa revista, en el momento de las fotografías se ve el abandono en los<br />
vidrios en el piso y en las paredes falsas semi derruidas que se convierten<br />
en una extraña “instalación”. Y hay objetos protagonistas: las máquinas<br />
de escribir inservibles se arruman como basura sólida o como fantasmas<br />
de una tecnología y de un oficio periodístico en el piso.<br />
José Tomás Giraldo. Residencia en Bogotá. Carrera 7 con calle 82. “Goethe”. 2002.<br />
26 “l a m i r a d a s e d e s l i z a r í a , p r i m e r o , p o r l a m o q u e t a g r i s …”
José Tomás Giraldo. Residencia en Bogotá. Carrerea 7 calle 81.”Casino” 2002.<br />
Podríamos decir que son imágenes de un éxodo de un país<br />
que está en medio de una guerra, pero también en la guerra de la especulación.<br />
Las casas ya no pueden ser habitadas y se convierten en<br />
el soporte de actividades financieras y de servicio que acaban ocupándolas<br />
a medias. Están habitadas por la indiferencia que se evidencia<br />
en los objetos.<br />
Georg Simmel (op cit: 384) de nuevo, reconoce que hay un abismo<br />
que se abre cada vez más profundo entre la cultura de las cosas y<br />
el hombre. Las máquinas y el desarrollo de la técnica han multiplicado<br />
las formas de la división del trabajo. Pero la multiplicidad de las formas<br />
que hoy pueden tomar los objetos, hace que su control quede fuera de<br />
las manos del sujeto y la cultura de las cosas toma vida propia.<br />
Se hace cada vez más difícil reaccionar frente a los objetos. Así,<br />
pues, las sillas en las fotografías de Giraldo están en cualquier lugar; ni<br />
arrinconadas ni a la espera de un encuentro interesante. Están por ahí,<br />
sin sentido. La cama del portero a un lado de la cocina o sus pertenencias<br />
en cualquier asiento. Silenciosa aversión a los contenidos de la vida del<br />
trabajo, incapaces de reaccionar al nerviosismo de las transacciones que<br />
todo lo vuelven transitorio. Esa es la esencia de la indolencia.<br />
José Tomás Giraldo. Residencia en Bogotá. Calle 32 carrera 16. “ Dentistería”. 2002.<br />
c i u d a d e s p e j o 27
José Tomás Giraldo. Residencia en Bogotá.<br />
Avenida Caracas calle 45. “Boyacá”. 2002.<br />
28 “l a m i r a d a s e d e s l i z a r í a , p r i m e r o , p o r l a m o q u e t a g r i s …”
José Tomás Giraldo. Residencia en Bogotá.<br />
Carrera 9 calle 71.”Cromos”. 2002.<br />
c i u d a d e s p e j o 29
6 “El poeta sabe con el cuerpo, mira<br />
desde las manos, desde el pelo” 8<br />
Bricolaje. Colectivo Bricolaje. Pablo Adarme, Sandra<br />
Mayorga y Carolina Salazar<br />
¿Qué se necesita para mirarse en un <strong>espejo</strong> y reconocerse? El reconocimiento<br />
depende de diferentes niveles de conciencia. Se es consciente de<br />
los objetos en tanto cosas del mundo y se pueden entonces aislar por su<br />
color y su’ forma; incluso coleccionar. Pero también se puede preguntar<br />
por el pensamiento que los creó. Y esa es la actitud del Colectivo bricolaje.<br />
Son tres artistas: Pablo Adarme (Bogotá, 1976), Sandra Mayorga (Bogotá,<br />
1976) y Carolina Salazar (Bogotá, 1978).<br />
Ellos se dedicaron a registrar un hecho curioso. En la <strong>ciudad</strong>,<br />
aparecen objetos que se construyen a partir de otros que la gente ya no<br />
usa. Por ejemplo, con un carrito de bebé y un cajón de plástico, los vendedores<br />
ambulantes ensamblan un aparador para exhibir sus productos<br />
o instalar los termos de tinto y agua aromática para vender en las calles.<br />
Estas vitrinas ambulantes son eficientes porque lo más pequeño, colombinas<br />
y chicles, son los protagonistas y atraen al transeúnte; y además<br />
son carritos con ruedas, por si acaso hay que salir corriendo cuando la<br />
policía los persigue.<br />
El grupo descubrió que en lo doméstico también se solucionan<br />
problemas cotidianos con objetos usados: así pues, fotografiaron un<br />
balón-florero, un casco-lámpara, un tenis- matera, una nevera- armario<br />
y un televisor- mesa, que sostiene otro televisor.<br />
El interés del Colectivo bricolaje es registrar el ingenio detrás de<br />
esas construcciones. A través de encuadres casi taxonómicos, registra el<br />
objeto desde el punto de vista que los describa mejor. De ahí el tamaño<br />
postal de las fotografías, porque permite verlas en un “golpe de ojo”. Le<br />
permite al observador capturar el pensamiento del bricolador común a<br />
todos. El espectador logra así “llevarse” en la memoria no tanto un objeto<br />
sino un sistema de pensamiento.<br />
Es un grupo que, como la mayoría de los artistas de esta generación,<br />
han estudiado en la universidad y leen textos de filosofía y de<br />
antropología, principalmente. Esta es una característica particular del<br />
arte contemporáneo y común a las facultades de arte desde hace ya unos<br />
8 Cortázar, 1996: 37.<br />
c i u d a d e s p e j o 31
años; es “su forma de operar”, apropiándome de sus palabras. Pero en<br />
este caso el grupo no substituye la reflexión plástica por los conceptos<br />
leídos, sino que usan la teoría para ver. Así pues, el libro escrito por<br />
Claude Levi-Strauss, El pensamiento Salvaje, en el cual el autor analiza el<br />
concepto de bricolaje, es una base conceptual del trabajo de este grupo,<br />
pero una base para nada acrítica, ya que el grupo continúa revisando y<br />
enriqueciendo los conceptos con el de otros autores.<br />
Levi-Strauss define bricolaje como un modo de pensar diferente<br />
del pensamiento científico. Si el hombre de ciencia busca reglas abstractas,<br />
el bricolador se guía por las particularidades de las cosas. Y la verdad es<br />
que sobrevivir en Bogotá requiere de ingenio para solucionar problemas<br />
inmediatos. Pero no de cualquier manera; el bricolador ejercita su capacidad<br />
de observación sobre las cosas comunes y corrientes y atiende a<br />
los pequeños detalles. Cae en la cuenta, por ejemplo, de la utilidad de las<br />
ruedas de un juguete o del manubrio de una bicicleta; evalúa el tamaño<br />
de cada cosa para que funcione en su nueva utilidad. El bricolador es<br />
un estudioso del medio que lo rodea y por esto, para Levi-Strauss, el<br />
bricolaje es la ciencia de lo concreto.<br />
Podríamos decir también que el bricolador es un habitante de la<br />
<strong>ciudad</strong> que vive en el presente, diferente de aquel personaje que vaga por<br />
las calles para matar el tiempo; ese habitante moderno, con su cerebro<br />
nervioso, estimulado por la luz eléctrica y la novedad de las vitrinas 9 .<br />
Al contrario, el bricolador busca el deshecho que en la <strong>ciudad</strong> es todo<br />
un universo. El bricolador es un recolector atento.<br />
Los artistas de este grupo, Adarme, Mayorga y Salazar, se muestran<br />
desencantados con la <strong>ciudad</strong> como espectáculo y a la vez maravillados con<br />
lo que ven en ella, en lo prosaico, en los lugares comunes. Y encuentran<br />
otras lógicas que permanecen debajo del predominio de las lógicas del<br />
urbanismo. Encontrar estas lógicas implica otra manera de percibir:<br />
“Nada está flotando. Hay un contexto y esto tiene que ver con la<br />
percepción. Yo no percibo una silla flotando en la nada; la veo en<br />
relación con el piso, con la pared y con los otros objetos; incluso<br />
con la ventana, el edificio y la calle.<br />
Yo percibo los objetos en relación con aquello que lo soporta; a<br />
veces los objetos se soportan por las narraciones de las personas.<br />
Los objetos nos conducen a esas personas que los produjeron”<br />
(Adarme, entrevista).<br />
9 Marshall Berman (1982) analiza al hombre moderno teniendo en cuenta los estímulos de la <strong>ciudad</strong><br />
del siglo XIX, con la transformación del espacio público y la novedad, en el capítulo “Baudelaire: el<br />
modernismo en la calle” de su libro Todo lo sólido se desvanece en el aire.<br />
32 “e l p o e t a s a b e c o n e l c u e r p o , m i r a d e s d e l a s m a n o s , d e s d e e l p e l o ”
Colectivo Bricolaje. Bricolaje. Fotografías 13x18 c/u. 2003 -2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 33
Bricolaje, según el diccionario, tiene que ver con trabajos manuales<br />
hechos por personas no profesionales 10 . En francés significa eso<br />
mismo, pero es una palabra que se usa también para algunos juegos,<br />
como el billar, donde un golpe lleva a otro golpe, donde un movimiento<br />
incide en otro (Levi-Strauss, 1997: 35). Es probable que por esta razón<br />
se le da el nombre de bricolador a quien trabaja con lo ya hecho, a<br />
quien construye un “Ready Made” a lo Marcel Duchamp, pero útil.<br />
Precisamente, por el uso de estos objetos para sobrevivir, es que Levi-<br />
Strauss lo diferencia del collage: el collage, dice, es un bricolaje con<br />
fines contemplativos 11 .<br />
Hemos aprendido históricamente que el arte debe establecer una<br />
distancia con los objetos comunes, limpiándolos o embelleciéndolos. Por<br />
el contrario, este grupo encuentra la belleza en las estrategias que tienen<br />
los habitantes urbanos para sobrevivir.<br />
Las fotografías del grupo bricolaje son de pequeño formato,<br />
porque no quieren darle importancia a un solo objeto para convertirlo<br />
en heroico y glamoroso, como si fuera el registro de una escultura<br />
monumental. Y las pegan diseminados por toda la pared, como estos<br />
vendedores ambulantes y sus carritos que están por todas partes en<br />
la <strong>ciudad</strong> aunque no nos percatemos de ellos. El modo como instalan<br />
sus fotografías insiste en una red insistente. En este grupo, el pensar<br />
y el hacer están muy cerca. Si la idea es registrar las estrategias de<br />
los habitantes que sobreviven del trabajo “informal” en la calle, es<br />
innecesario mostrar los resultados mediados a través de una compleja<br />
intervención técnica. El montaje está cerca de las estrategias que<br />
registran; se llaman a sí mismos Grupo bricolaje, caminan con los<br />
bricoladores, al lado de sus prácticas.<br />
La contraposición que establece Levi-Strauss entre el pensamiento<br />
del técnico y el del bricolador, ayuda a aclarar también el uso mesurado<br />
que hacen estos artistas de la puesta en escena. Así, el técnico interroga<br />
al universo y necesita unas herramientas ilimitadas. Las reglas del juego<br />
del bricolador, por el contrario, es arreglársela con lo que tengan. Recogen<br />
elementos a ver si algún día sirven para algo y los ensamblan para<br />
crear otros nuevos en su propia casa, como nos recuerda la definición<br />
del diccionario.<br />
10 Bricolaje: (del francés bricolage) Actividad que consiste en realizar trabajos manuales de decoración,<br />
reparación, etc., en la propia casa, por parte de personas no profesionales (Moliner, 1998).<br />
11 “La boga intermitente de los collages nacida en el momento en que el artesanado expiraba, podría<br />
no ser por su parte mas que una transposición del bricolaje al terreno de los fines contemplativos”<br />
(Levi-Strauss, Op.Cit.: 55).<br />
34 “e l p o e t a s a b e c o n e l c u e r p o , m i r a d e s d e l a s m a n o s , d e s d e e l p e l o ”
Colectivo Bricolaje. Bricolaje. Fotografías 13x18 c/u. 2003 -2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 35
El bricolaje es una estrategia también ideológica. El técnico opera<br />
por medio de conceptos, el bricolador opera por medio de signos. El<br />
signo le pertenece a alguien y el bricolador no quiere borrarlo; los objetos<br />
conservan marcas y colores distintivos porque en el fondo quien<br />
ensambla colecciona mensajes.<br />
El bricolador representa el objeto en sus dimensiones sensibles:<br />
a escala humana. Y por eso los objetos construidos con el bricolaje<br />
estimulan en el espectador operaciones parecidas. En virtud de la<br />
contemplación, el espectador se convierte, sin que lo sepa, en coautor.<br />
Frente a él se encuentran objetos que él mismo podría hacer si no<br />
fuera un engranaje en la red paralizante del consumo y si confiara de<br />
nuevo en sus manos para construir pequeñas y eficientes cosas. El acto<br />
fotográfico de este grupo es acercarse a los objetos, sin que pierdan sus<br />
dimensiones humanas.<br />
Todas estas observaciones del grupo bricolaje son posibles por un<br />
hecho importante: su puesto de observación es la calle, que les permite<br />
mirar las pequeñas cosas y relacionarse con ellas, como unos Autonautas<br />
de la cosmopista de nueva generación. Es bueno recordar aquí un ejercicio<br />
que Julio Cortázar consideró cercano al sen y que deja al descubierto<br />
una de las actitudes claves en el arte. Se trata de rescatar la decisión de<br />
manejar el tiempo, consciente de que se vive inmerso en el tiempos de<br />
las obligaciones del trabajo y del reloj –recordando a Simmel–, pero que<br />
se puede estar fuera de él, darse vacaciones de ese tiempo impositivo por<br />
instantes y así aprender a observar los pequeños eventos que suceden<br />
en medio del caos de la vida contemporánea.<br />
Pues bien: en el verano de 1982, Julio Cortázar (2004: 149, 59,100)<br />
y Carol Dunlop decidieron escaparse de la rutina de sus trabajos para<br />
imponerse ellos una, y viajar por la autopista del sur desde París<br />
hasta Marsella. Planearon detenerse en cada uno de los “parkings”<br />
que encontraron en el camino. Hicieron un viaje con anotaciones en<br />
un diario de ruta que incluye el menú del desayuno, el almuerzo y<br />
la comida, “castillo fortificado a la izquierda”, el estado del tiempo y<br />
observaciones científicas:<br />
“Almuerzo: huevos fritos con queso, ensalada, queso, manzanas.<br />
Estación de servicio con tienda: la “Samaritaine” de la autopista:<br />
se puede incluso comprar televisores (y potes de mostaza en<br />
forma de W.C.).<br />
Los verdaderos W.C. son limpios, y hay papel. Agua caliente.<br />
Contactos con la civilización: ¡Periódicos!<br />
En las Malvinas, los ingleses y los argentinos se matan cada vez<br />
más salvajemente, según la radio.<br />
36 “e l p o e t a s a b e c o n e l c u e r p o , m i r a d e s d e l a s m a n o s , d e s d e e l p e l o ”
Observamos una cantidad anormal de urracas que dan la impresión<br />
de querer disfrazarse de cebras.<br />
“15.30h. Hora en que todos los autos se detienen para que los<br />
perros hagan pipí”.<br />
“Observaciones científicas: en el segundo paradero habíamos<br />
observado una babosa de color terracota, que metía la cabeza en<br />
una botella de cerveza vacía tirada en el suelo”.<br />
Ejercicios de observación: resistirse a la rutina, encontrar historias<br />
inesperadas en lo y el cuerpo convertido en laboratorio para percibir.<br />
c i u d a d e s p e j o 37
7 “Cansa más el viaje que el empleo” 12<br />
Plano transitorio. Milena Bonilla<br />
De nuevo Julio Cortázar resumió en una frase el rumbo definitivo que iba<br />
a tomar la <strong>ciudad</strong> contemporánea. Una <strong>ciudad</strong> donde las historias se viven<br />
en la calle y en el bus. Y Milena Bonilla (Bogotá, 1975) entra en el flujo de<br />
la <strong>ciudad</strong> y se deja llevar por sus recorridos. Tal vez porque la <strong>ciudad</strong> se<br />
ha vuelto más de puntos de cruce que de puntos de llegada. Una <strong>ciudad</strong><br />
líquida, dice el antropólogo Manuel Delgado (1999), una red de ríos de<br />
tránsito interrumpidos por las acciones intempestivas de la gente atrapada<br />
en sus flujos y por la indiferencia.<br />
Para Milena Bonilla, la <strong>ciudad</strong> es ante todo un plano de circulación.<br />
“Delgado dice que si nos movemos en bus o caminamos, el lugar<br />
donde se está físicamente no es el lugar donde se está mentalmente.<br />
Los recorridos son nodos que uno no amarra conscientemente.<br />
Eso fue lo que yo quise hacer por medio del bordado de las sillas<br />
de las busetas. Coser, era un ejercicio para hacerme consciente<br />
de que estaba en ese momento desplazándome, pero separada<br />
del recorrido del bus.<br />
“El bordado es muy íntimo, muy femenino y todo lo que quieras,<br />
pero en realidad su función principal era mantenerme en ese<br />
proceso mental del desplazamiento” 13 .<br />
Milena Bonilla, como todo urbanita está en constante movimiento;<br />
se deja llevar por el recorrido del bus. Se podría decir que la <strong>ciudad</strong> no<br />
es para ella un territorio sino un hilo que la lleva de un sitio a otro. En<br />
el bus ella percibe eventos singulares si se obliga a permanecer en él y a<br />
no dejar que su mente divague.<br />
“¿Cómo narrar el viaje y describir el río a lo largo del cual –otro<br />
río– existe el viaje, de tal modo que resalte, en el texto, aquella frase<br />
más recóndita y duradera del evento, aquella donde el evento,<br />
sin comienzo ni fin, nos desafía móvil e inmóvil?” 14 .<br />
Cómo narrar el viaje de tal modo que… En plano transitorio, la<br />
experiencia del viaje es sin pensar ni en el punto de salida ni en el de<br />
12 Cortázar, 1997:132.<br />
13 Milena Bonilla (entrevista p. 175).<br />
14 Osman Lins, Avalovara. En: Cortázar, 1997, Epígrafe.<br />
c i u d a d e s p e j o 39
Milena Bonilla. Plano Transitorio.<br />
Mapa bordado. 2002-2004.<br />
llegada y al permanecer en el<br />
flujo, dejarse sorprender por los<br />
eventos que por insignificantes<br />
que sean pueden llegar a ser desafiantes,<br />
ese es el problema de<br />
percepción de este trabajo.<br />
Es posible afirmar que<br />
una característica de los artistas<br />
que hemos nombrado hasta<br />
ahora, es “permanecer ahí” y<br />
no fugarse en una metáfora. Y<br />
es que uno de los recursos del<br />
arte era “trastear” la realidad gris y obvia, a otra distinta, “mejor vista”<br />
en palabras de “la buena educación”. Milena Bonilla se encuentra con<br />
lo que está viviendo en el momento, la cojinería de los buses rota, y<br />
resuelve remendarla como una acción que le permite permanecer en<br />
el desplazamiento, “en la carretera”.<br />
Plano Transitorio (2002-2004) está compuesto por fotografías con<br />
el método tan conocido del “antes y después”. Antes, se ven los rotos de<br />
los cojines de un bus, huellas que dejaron cuchillos y navajas. Después,<br />
se ven los remiendos hechos por ella con hilos de colores, y un mapa<br />
de Bogotá con las rutas de los buses por las que ha transitado, cosidas<br />
también con hilos de colores. Ella comenta:<br />
“Una noche de insomnio, de esas en la que tu no duermes<br />
pero los pensamientos van a mil, apareció claramente en mi<br />
cabeza el mapa. Me sorprendí muchísimo porque pensé que<br />
era el resumen de todo lo que me estaba pasando: En ese momento<br />
leía y tenía en mi cabeza Rizoma de Deleuze y Ciudad<br />
líquida de Delgado, y también me movía en bus. Cada vez era<br />
más claro para mí que me convertía en un nodo de una red de<br />
comunicación. Entonces, comencé a coser ‘en forma’” (Milena<br />
Bonilla, entrevista).<br />
En Milena Bonilla existe el interés por dejar aparecer procesos<br />
mentales; rescatar el evento y además pasar a la acción vital de reconstrucción<br />
de lo colectivo pero sin olvidar que ese pequeño gesto hace<br />
parte de un flujo ideológico que lo contiene. Ser observador de uno<br />
mismo dentro de un sistema es entender las redes abstractas en las que<br />
los movemos. De esta manera la acción de remendar logra inscribir lo<br />
que ella experimenta en la calle dentro de fuerzas más amplias.<br />
40 “e l p o e t a s a b e c o n e l c u e r p o , m i r a d e s d e l a s m a n o s , d e s d e e l p e l o ”
Milena Bonilla. Plano Transitorio.<br />
Intervención urbana/registros fotográficos. 2002-2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 41
Los procesos mentales quedan en evidencia también en obras<br />
posteriores. En Jardín urbano (2003), Milena siembra plantas en empaques,<br />
como las abuelas de la zona cafetera quienes siembran toda clase de matas<br />
en tarros de avena “Quaker”. En Jardín urbano, las materas tienen una<br />
carga económica y política: una mata de coca en una caja de Coca-cola<br />
o una de maíz en una caja de Corn-flakes. El arte hace visible el hilo que<br />
conecta la vida cotidiana con procesos de globalización. Hace visible el<br />
poder de ciertas lógicas sobre otras.<br />
Mantenerse alerta a los hilos conductores que modifican la conducta<br />
pero que no se ven, hace que los lugares comunes tengan para esta artista una<br />
connotación política. Su obra Lugares comunes: bocetos para jardín (2004), son<br />
parejas de fotografías, una de nombres de <strong>ciudad</strong>es o países, al lado de otra<br />
fotografía de “maticas” urbanas, de esas que crecen en las esquinas y en los<br />
andenes de cualquier <strong>ciudad</strong>. Esta obra parte de una experiencia profunda:<br />
constatar que la naturaleza vuelve a renacer después de un terremoto. Se refiere<br />
al terremoto de Armenia del 25 de enero de 1999, a la una de la tarde.<br />
“Quiero confrontar la memoria “natural”, si cabe el término, y<br />
nuestra amnesia y arrogancia sociales. Las plantas, la mala hierba,<br />
lo irregular, toda la naturaleza acaba imponiéndose, parasitando<br />
todos los sistemas de domesticación que nos inventamos los seres<br />
pensantes” (Idem).<br />
Milena Bonilla comenta que quisiera tener la posibilidad de hacer<br />
un jardín en todo el planeta y fotografiar las plantas que crecen en las comunas<br />
de Medellín o en Afganistán. Y aunque todavía no le es posible viajar<br />
y sembrar un jardín en cada <strong>ciudad</strong>, sí puede hacer un jardín en boceto en<br />
Bogotá, ya que si permanece atenta a sus recorridos, encuentra por todas<br />
partes “Manhattan”, “Jerusalén”, “Kosovo” y “Managua”, nombres de<br />
restaurantes y droguerías. Y cerca de cada letrero, generalmente encuentra<br />
también una planta, tímida, en medio del deterioro urbano.<br />
Es inevitable recordar Lugar común la muerte, un libro de Tomás<br />
Eloy Martínez, en el que la muerte, que en un principio parece intolerable,<br />
es aceptada inevitablemente y después de un<br />
tiempo, con indiferencia y olvido. La obra de<br />
Milena Bonilla da un giro y la naturaleza se<br />
impone sobre la destrucción, poniendo en su<br />
lugar al artista y al proceso creativo. La fotografía<br />
es una buena herramienta para construir<br />
mapas “con la vida que no habla que<br />
escucha y que espera” (Deleuze y Guattari,<br />
Milena Bonilla<br />
1997: 82) y contribuir a regar un rumor.<br />
42 “c a n s a m á s e l v i a j e q u e e l e m p l e o ”
Milena Bonilla. Plano Transitorio. Intervención urbana/registros fotográficos. 2002-2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 43
44 “c a n s a m á s e l v i a j e q u e e l e m p l e o ”<br />
Milena Bonilla. Jardín urbano. 2003.
8 “Traes la misma camiseta que ella…<br />
Es una coincidencia curiosa” 15<br />
Lo uno y lo otro. María Isabel Rueda<br />
Y es que interrogar a “lo dado” es todo un método. María Isabel Rueda<br />
(Cartagena 1972) dice:<br />
“Leí una frase de Robert Rauschenberg que me encanta: Si usted<br />
no puede encontrar todo su trabajo y su obra en dos cuadras a la<br />
redonda de donde usted vive, entonces usted está viviendo en<br />
el barrio equivocado” (entrevista p. 235).<br />
María Isabel Rueda se mueve por las calles vecinas a su casa<br />
en el centro de Bogotá. Pero la <strong>ciudad</strong> es tan densa que al quedarse en<br />
pocas calles “salta” de pronto algún principio de relación, un campo de<br />
fuerzas en el que el <strong>ciudad</strong>ano está inscrito sin saberlo. En pocas calles<br />
las coincidencias se ven cuando ocurren y de pronto intuir hacia donde<br />
mueven el mundo. En una <strong>ciudad</strong> donde casi nadie se conoce es posible<br />
reconocerse en un lenguaje compartido que es la ropa.<br />
María Isabel Rueda explora la manera de vestirse de los que<br />
pasan por ahí y se encuentra con la imagen del Che que hoy es un<br />
logo de camisetas y jeans. La fotografía y el video como mecanismos<br />
de percepción amplían el archivo de imágenes y en este caso incluyen<br />
imágenes-símbolo que “saltan” de ese archivo no necesariamente para<br />
comunicar sino por su poder como imagen, y se “hacen visibles” en los<br />
lugares más insólitos.<br />
El Che parece haber perdido, para algunos, su trascendencia<br />
ideológica pero para la mayoría de jóvenes, el retrato de este hombre<br />
tan atractivo, además, sintetizado en blanco y negro por los carteles<br />
cubanos, es un dato sugerente que “salta” desde el banco de imágenes.<br />
¿Una separación entre conocimiento y pensamiento? Es una pregunta<br />
que amerita toda una discusión, pero que no es pertinente aquí. El arte<br />
no juzga; sólo señala. Y, en este caso, señala; al interrogar lo dado, lo<br />
individual y lo colectivo se conectan en las decisiones de uso de cierta<br />
manera de vestir.<br />
15 Auster, 1996: 45.<br />
c i u d a d e s p e j o 45
A propósito, para Erving Goffman (1979) uno de sociólogos<br />
interesados en el comportamiento del urbanita en el espacio público,<br />
resulta clave estudiar las micro-relaciones que los sujetos establecen en la<br />
vida cotidiana. Los territorios, como él llama a los lugares de encuentro<br />
consigo mismo del sujeto en sus recorridos, tienen límites que a veces<br />
son fijos (por ejemplo, el paradero, la cafetería) y otras son flexibles<br />
(miradas, ropa, gestos). Estos territorios son para Goffman territorios<br />
de yo; son casi necesidades existenciales porque el hombre en constante<br />
movimiento necesita defenderse en algún territorio que puede decir<br />
“es mío”: territorios-gesto, territorios-mirada. Uno de esos territorios<br />
es la forma de vestir, último refugio del cuerpo en el trajín de la calle y<br />
entonces es un problema de micro-política usar cierta ropa y aprender<br />
a leerla. El vestido revela, por ejemplo, cómo se mueven los símbolos<br />
culturales, y, en este caso, cómo hay sujetos que necesitan exhibir el logo<br />
de una multinacional y otros se evaden de ser “marcados” y buscan otras<br />
imágenes en el archivo cultural disponible.<br />
“Uno puede ver la moda como pequeños discursos de personas<br />
que no están incluidas políticamente. Por ejemplo, los jóvenes<br />
no votan, pero a su manera lo hacen; hablan de otra forma.<br />
Así después cambien, así sólo sea una cosa juvenil, ellos, con<br />
su ropa, se están expresando en ese momento” (María Isabel<br />
Rueda, entrevista).<br />
Es conocido el libro de Naomi Klein y su teoría del “nologo”,<br />
un libro que trata del comportamiento político y cultural detrás de las<br />
grandes marcas. La apuesta de Klein es por un sujeto exasperado por el<br />
bombardeo de marcas que rechazará frontalmente a las empresas transnacionales:<br />
la respuesta de María Isabel Rueda indica la duda acerca de<br />
los sistemas de pensamiento.<br />
“Es muy curioso porque las “Gothic Lolitas” del Japón, por ejemplo,<br />
usan carteras de Vivian Westwood que valen 500 dólares. Y<br />
ni qué decir de los zapatos y las camisas que son todas de marcas<br />
especializadas y costosísimas, mientras que muchas de las góticas<br />
del Chopo mexicano diseñan su propia ropa en la casa, imitando<br />
las prendas que ven en las revistas; ¡las que usan las japonesas!...<br />
El resultado es un Frankenstein increíble que más que hablar de<br />
las grandes marcas, habla de lo complicado que es el deseo y<br />
de todo lo que se está dispuesto a hacer para satisfacerlo, así el<br />
resultado sea un híbrido monstruoso. Eso para mí es una forma<br />
de individualidad” (Idem).<br />
46 “c a n s a m á s e l v i a j e q u e e l e m p l e o ”
María Isabel Rueda. Lo uno y lo otro. Fotografías 50x70 c/u. 2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 47
Precisamente, Lo uno y lo otro (2000-2004) es el título la obra de<br />
María Isabel Rueda que consiste en una serie de fotografías de transeúntes<br />
bogotanos con camiseta del Che. Me recuerdan esas imágenes, que según<br />
el punto de vista, se ven de una manera o de otra. En este caso, se trata<br />
de una imagen en la que interactúan el lenguaje privado con el lenguaje<br />
colectivo, sin que sea posible precisar la imposición de lo uno o lo otro.<br />
Y, además, deja inservibles ciertas palabras, como identidad, que es una<br />
etiqueta que pretende agrupar a las personas como si compartieran los<br />
mismos valores, para dar paso a múltiples identificaciones del sujeto,<br />
a veces por casualidad, en el uso del lenguaje. Estos sujetos usarán la<br />
camiseta del Che hoy, pero no es seguro que la usen mañana porque de<br />
ninguna manera es un uniforme permanente.<br />
María Isabel Rueda comparte “la locura” de muchos fotógrafos<br />
por los retratos. Con una cámara de 35 milímetros –una fotógrafa en<br />
tránsito a lo digital en ese momento–, ha retratado, entre otros, góticas,<br />
vampiras, roqueros y transeúntes con camisetas del Che. A ellos los<br />
detiene de su flujo y les pide que posen en los sitios de la <strong>ciudad</strong> que<br />
resaltan su personalidad. Y un buen retrato es asunto de miradas. Las<br />
que captan sus fotografías le dan un carácter único: las miradas de sus<br />
modelos resultan cómplices, aburridas, sonrientes, distantes, a veces<br />
coquetas; quién sabe qué les estará diciendo ella detrás de la cámara,<br />
porque, como buena retratista, la cámara es un instrumento para relacionarse<br />
con los demás; es un pretexto cortés. Ya nos lo habían enseñado<br />
a todos las obras de Jaime Ávila: la cámara no es para robar una imagen<br />
y salir corriendo. Es para establecer un diálogo.<br />
Estas fotografías, como todo buen retrato, son un autorretrato.<br />
No hay nada más refrescante que dejarse sorprender por los otros, y<br />
dejar que sus actitudes definan, en secreto, los fragmentos de muchas<br />
posibilidades de nuestra personalidad.<br />
Lo uno y lo otro nos pone a pensar en una identidad contaminada,<br />
una palabra liberadora porque quiere decir que es una sustancia<br />
permeable construida con los residuos procedentes de una actividad<br />
humana. Contaminarse implica escuchar y aceptar. Exige contar con<br />
acciones dispersas en el espacio y en el tiempo que se encuentran por<br />
coincidencia y van apareciendo con ellas rutas de sentido.<br />
48 “t r a e s l a m i s m a c a m i s e t a q u e e l l a … e s u n a c o i n c i d e n c i a c u r i o s a ”
María Isabel Rueda. Lo uno y lo otro. Fotografías 50x70 c/u. 2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 49
9 “El mundo está en mi cabeza. Mi<br />
cuerpo está en el mundo” 16<br />
La vida es una pasarela. Jaime Ávila<br />
Y es que contaminarse es aceptar que el propio cuerpo está en el mundo.<br />
Las vías rápidas y los nuevos parques con lozas de cemento pretenden<br />
domesticar a la <strong>ciudad</strong> con símbolos de orden; pero el poder es siempre una<br />
ficción, por lo menos para estos artistas que han experimentado la <strong>ciudad</strong><br />
no solo desde la zona más glamorosa. Ahí es donde Jaime Ávila (Saboya,<br />
1966) se cuela y nos muestra los territorios de la <strong>ciudad</strong> segregada 17 .<br />
Pero vamos por partes. Ávila ya tenía claro, desde sus primeros<br />
trabajos, que la <strong>ciudad</strong> planificada tenía un anverso, Ciudad Bolívar, esa<br />
<strong>ciudad</strong> amontonada que va tomando forma como un organismo con vida<br />
propia. De esa apreciación parten obras como Un metro cúbico (2003) o<br />
los Radioactivos (1996).<br />
En La vida es una pasarela (2002-2004) son evidentes otras condiciones<br />
de lo urbano: ser peatón. Y lo específico del peatón, es caminar.<br />
Un peatón como Ávila, con una conciencia alerta, se da cuenta de que<br />
sólo cuenta con su cuerpo, como dice Delgado y establece una relación<br />
con lo que sucede en el mismo lugar por donde se desplaza 18 .<br />
Esta actitud de Ávila me recuerda a Paul Auster, el escritor norteamericano,<br />
especialmente su novela, El Palacio de la Luna. El autor describe<br />
lo que siente en sus recorridos por la <strong>ciudad</strong> y constata que en la calle se<br />
es solo un cuerpo, además sometido a un rígido protocolo de conducta: ir<br />
más rápido o quedarse más atrás es un motivo de perturbación para los<br />
demás. El protagonista de su novela va profundizando en sus sensaciones<br />
y nos hace caer en la cuenta de lo que vivimos todos los días y no vemos.<br />
16 “En 1944 encontré un cuaderno de mis tiempos de estudiante. Lo usaba para tomar notas, para guardar<br />
mis ideas. Hubo una cita que me impresionó especialmente: “el mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo<br />
está en el mundo”. Tenía diecinueve años y mi filosofía sigue siendo la misma. Mis libros se limitan<br />
a desarrollar esa constatación” (De Cortanze, 1996: 31).<br />
17 “Los procesos de segregación establecen distancias morales que convierten a la <strong>ciudad</strong> en un mosaico<br />
de pequeños mundos que se tocan pero que no se compenetran. Esto hace posible que los individuos<br />
pasen rápidamente de un medio moral a otro, y estimula el fascinante pero peligroso experimento<br />
de vivir al mismo tiempo en varios mundos diferentes y contiguos, pero por lo demás muy alejados<br />
entre sí” (Delgado: 98).<br />
18 Según el diccionario: Peatón: “Con referencia al tránsito por las calles o caminos, persona que anda<br />
(marcha a pie). Transeúnte: “Se aplica a las personas que pasan por un sitio en el momento de que se<br />
trata… Se aplica a la persona que está en el sitio de que se trata, solamente de paso (Moliner).<br />
c i u d a d e s p e j o 51
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Matthew. 2002-2004.<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Pollock. 2002-2004.<br />
Creo que es una novela que Erving Goffman, con su interés por los comportamientos<br />
en el espacio público, hubiera disfrutado enormemente.<br />
El protagonista de la novela de Auster (1996: 66), mientras camina<br />
por las calles de Nueva York piensa en la importancia de los peinados<br />
y las vestimentas de la gente en la calle, muchas veces extravagantes y<br />
por momentos sorprendentes pero que inexplicablemente y después<br />
de un tiempo pasan desapercibidos. Para el protagonista hay algo más<br />
corporal aún, y es el modo de actuar dentro de la ropa.<br />
“Los gestos raros de cualquier clase son automáticamente interpretados<br />
como una amenaza. Hablar en voz alta tú solo, rascarte<br />
el cuerpo, mirar a alguien directamente a los ojos, estas desviaciones<br />
pueden provocar reacciones hostiles y a veces violentas de<br />
las personas que te rodean. No debes tambalearte ni desmayarte,<br />
no debes agarrarte a las paredes, no debes cantar, porque todas<br />
las formas de conducta espontánea o involuntaria darán lugar<br />
con seguridad a miradas reprobatorias, comentarios cáusticos e<br />
incluso a veces un empujón o una patada en la espinilla”.<br />
Ávila entra en contacto por nosotros con aquellos que no queremos<br />
ver, con su actitud “fresca” para relacionarse, y solidaria con el<br />
lado más contradictorio de la naturaleza humana. Las vestimentas de<br />
los adolescentes de los años noventa ya le habían permitido establecer<br />
contacto con ellos; afinó su método de trabajo, que consiste en usar la<br />
fotografía no para capturar lo exótico y congelarlo, sino para entrar en<br />
contacto con este grupo de jóvenes que él llamó, Los radioactivos.<br />
“Los radiactivos son “pelados” tirados por ahí, en la <strong>ciudad</strong>,<br />
al azar. Radiactivo es un termino que me gusta porque es algo<br />
nuclear o pos-nuclear que sobrevive aunque a nadie le interese”<br />
(Jaime Ávila, entrevista p. 161).<br />
52 “e l m u n d o e s t á e n m i c a b e z a . m i c u e r p o e s t á e n e l m u n d o ”
El trabajo de Ávila también es un asunto de miradas que, en la<br />
<strong>ciudad</strong>, son las manifestación de una indiferencia necesaria para poder<br />
conservar una noción de privacidad dentro de la masa y del caos, pero<br />
también son la herramienta para establecer una distancia moral –de la que<br />
habla Delgado (entrevista)–, y expresar rechazo. En la <strong>ciudad</strong> se mira de<br />
lado o de manera intermitente, al otro y al reloj. Pero sobretodo se desvía la<br />
mirada, que es la descalificación por excelencia para decir: no quiero verlo,<br />
le tengo lástima, le tengo miedo, me produce asco. La indiferencia es una<br />
manera de mantener funcionando en el mismo espacio lo incompatible.<br />
Jaime Ávila mira de frente a los “ñeros” esa palabra tan tribal<br />
–la mitad de la palabra compañero–, con la que se designa comúnmente<br />
a la gente que vive en la calle. En la costa colombiana “compa”, suena<br />
como una palabra amiga; en Bogotá escogemos la otra parte de la palabra,<br />
“ñero”, y estos sujetos quedan automáticamente en el limbo de las<br />
relaciones y del afecto.<br />
Los personajes de las fotos de Ávila son jóvenes de 19 años y en su<br />
actitud se nota que no siempre han vivido en la calle; tal vez pertenecen a<br />
aquellos que no caben dentro un sistema de una sola vía y que se llaman<br />
“fracasados”. En la fotografías se ve, casi sin necesidad de relato, que<br />
Ávila se relaciona cuerpo a cuerpo con ellos; los interpela y lo interpelan;<br />
hay una conversación que se ve en el gesto a escala humana. La mirada<br />
en estas fotografías sí que es un asunto de análisis micro-político.<br />
Para La vida es una pasarela, Ávila escribió un texto en letras doradas<br />
como parte de la obra:<br />
“Fue un texto que fluyó; yo no quería que el texto fuera complemento<br />
de la obra sino que fuera su música, y como yo no soy músico,<br />
lo hice en letras doradas” (Jaime Ávila, entrevista p. 161).<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Picasso. 2002-2004.<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Gauguin. 2002-2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 53
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Oiticica. 2002-2004.<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. David. 2002-2004.<br />
El texto es como un manifiesto afectivo, una maldición a la droga<br />
como barrera afectiva.<br />
“Margen de error.<br />
En 1993 llegó Fernando de Boston, estudiaba literatura, lo conocí<br />
en la barra de un bar y nos hicimos amigos, nunca entendí por qué<br />
gritaba de pánico cada vez que pasábamos el semáforo en verde de<br />
la circunvalar con 84, tampoco entendí por qué después de vivir<br />
cuatro meses juntos la vecina del cuarto piso me contaba más cosas<br />
de lo que yo veía, tampoco entendí el día que se lo llevaron en una<br />
ambulancia por sobredosis, ni los llantos monótonos de su refinada<br />
madre que le hacía visita en un BMW rojo. Lo único que entendí es<br />
que su mirada nunca tenía foco y que por eso nunca veía lo que le<br />
hablaba, maldije haber sido su amigo, maldije a todos mis amigos<br />
que perdí, maldigo la herencia maldita del narcotráfico, y maldigo<br />
haber perdido a David. La última vez que lo vi fue en la zona rosa<br />
a las dos de la madrugada, lo vi entre una caneca escarbando y mi<br />
corazón se desplomó como si hubiera caído en coma.<br />
Maldigo la estupidez de Paola, y sus estrafalarios atuendos de niña<br />
ruda. Maldigo a todos mis amigos ricos que se visten con ropa engrasada<br />
artificialmente, deshilachada, con dobladillos desleídos como<br />
si trataran de cumplir una resistente penitencia contra su educación<br />
antiséptica de mundo millonario y exclusivo. Maldigo a Douglas por<br />
venirse de Pereira y dejarse llevar por la miseria. Maldigo el bazuco<br />
y el olor a mierda. Maldigo a Jenny y sus harapientos toques de<br />
muñeca sucia. Maldigo el vaho de sus ropas después del aguacero.<br />
Los maldigo porque son miles y el día que le los encuentre no les<br />
miraré su pupila negra sin fondo y su boca sin dientes” 19 .<br />
19 Este escrito parte de la obra La vida es una pasarela. Catálogo Salón Nacional de Artistas 39. Ministerio<br />
de Cultura IDCTB. Bogotá, 2004: 131.<br />
54 “e l m u n d o e s t á e n m i c a b e z a . m i c u e r p o e s t á e n e l m u n d o ”
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Van Gogh. 2002-2004.<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Niña Árbol. 2002-2004.<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Arturo Calle. 2002-2004.<br />
c i u d a d e s p e j o 55
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Etíope. 2002-2004.<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Boticcelli. 2002-2004.<br />
Jaime Ávila. La vida es una pasarela. Tyson. 2002-2004.<br />
56 “e l m u n d o e s t á e n m i c a b e z a . m i c u e r p o e s t á e n e l m u n d o ”
Todas las obras de Jaime Ávila, pero ésta en particular, La vida<br />
es una pasarela (2002-2004), es también una reflexión sobre las profundas<br />
paradojas del espacio público. Se ha definido de muchas maneras:<br />
el espacio público, un espacio diferente del hogar o del trabajo donde<br />
todo está, más o menos, bajo control. Un espacio ocupado de manera<br />
transitoria; por momentos es un territorio de alguien y por momentos<br />
de nadie. Ya Cortázar había descrito los transeúntes como olas que aparecen<br />
y desaparecen.<br />
El espacio público es también territorio de encuentro de las diferencias:<br />
es el escenario de la transgresión, de lo inapropiado, de lo sorprendente<br />
y de lo absurdo. “Todas las comunidades en algún momento<br />
tendrán que salir de sus getos, sus guaridas, sus trincheras y quedar a<br />
la intemperie a la plena exposición” (Delgado: 143).<br />
Pero la obra de Ávila no se trata de un carnaval o de pandillas<br />
juveniles que irrumpen en el espacio público para hacer valer, de alguna<br />
manera, sus derechos, como hemos visto repetidamente en las películas,<br />
sino que se trata de individuos solitarios que desfilan separados unos<br />
de otros, con su individualidad excitada, que juegan a integrarse en un<br />
momento de performance.<br />
Entonces, más que definido por sus límites, el espacio público<br />
es una práctica de espacio. Hablamos de espacio público describiendo<br />
lo que se hace en él. Siendo más precisos, lo que se está haciendo en ese<br />
momento. Por eso, Goffman y Delgado lo definen como un escenario<br />
donde cada uno juega un papel, pero un escenario con actuaciones superficiales,<br />
también transitorias.<br />
Si Delgado (Ibid: 145) define el espacio público como un territorio<br />
inhabitado e inhabitable, el drama en las fotos de Ávila es que no se<br />
trata de transeúntes, sino de hombres que viven en la calle y se cubren<br />
de harapos exuberantes para marcar su diferencia; con su atuendo ejercen<br />
su derecho de ocupar un lugar en ese territorio transitorio. Tratan<br />
de construirse una precaria intimidad en un rincón y, con sus ropas, un<br />
lugar donde se pueda vivir siendo cada vez más sucio que el día anterior<br />
o donde se pueda comer lo que se recoge y vivir en la noche. Con sus<br />
ropas, los “ñeros” reclaman el derecho de vivir en lo inhabitable.<br />
Otras veces sus ropas les permiten expandirse y apropiarse del<br />
aire y de la calle y protegerse, porque en la <strong>ciudad</strong> lo visual es un campo<br />
de batalla y la noche y la ropa como único territorio permite evitar<br />
y también responder a las miradas agresivas. Y así, la calle es también<br />
protagonista en la obra de Ávila. El yo, dice Goffman, es una unidad de<br />
geometría variable –¿qué tal esta definición?–, es decir, el yo cambia con<br />
el contexto y se amplía o se expande según la relación que tenga con otros<br />
c i u d a d e s p e j o 57
y con los estímulos de la <strong>ciudad</strong>. En la obra de Ávila, la calle y el sujeto<br />
se presentan en una relación que los transforma a ambos.<br />
Cuando se vive en la calle, la transformación del cuerpo se hace todavía<br />
más importante. En las fotos de Ávila los protagonistas se exponen a<br />
los otros en performances esporádicos y la calle se vuelve una pasarela.<br />
¿A qué me refiero con performance? A una acción literal que no<br />
tiene un objetivo. Un gesto, el gesto humano imperceptible, dice Barthes<br />
(1995) 20 , y que no lo puede captar sino la fotografía. Ocurre en ese sitio,<br />
es una reacción al aquí y al ahora.<br />
Definitivamente pensar es un acto moral y algunos artistas como<br />
Ávila se preguntan por las barreras sólidas e invisibles que construimos<br />
entre nosotros.<br />
Otros artistas también lo hacen. Por ejemplo, el ruso Ilya Kabakob,<br />
quien reflexiona acerca de la basura; y no hay que olvidar que<br />
a los “ñeros”, que por lo menos es la sombra de la palabra compañero,<br />
también los llamamos “desechables”.<br />
Kabakob se pregunta si la basura es distinta de las otras cosas<br />
del mundo o es la manifestación de una actitud de separación de algunas<br />
de ellas de nosotros mismos. Acercamos, dice, las cosas con las que<br />
queremos entrar en relación y separamos aquellas que no nos interesan;<br />
a éstas las llamamos basura y por eso quedan fuera de nuestra vista y<br />
de una experiencia sensorial con ellas. Kabakob establece una diferencia<br />
entre la basura mojada, que se vuelve masa, de la seca que es un estado<br />
intermedio de las cosas antes de pasar al olvido.<br />
Kabakob ha trabajado los materiales a partir de la anterior reflexión,<br />
como basura seca, porque piensa que la basura subvierte la usual<br />
distinción entre sobrevivencia y la muerte. Es consiente de que la basura<br />
seca, por intermedio del arte, se impregna de respeto (Groys, 1998).<br />
Las fotografías de los hombres que llamamos “desechables”<br />
entran al museo y la operación, además de respeto, en el fondo es una<br />
pregunta por el arte. Es una pregunta acerca de si el museo se puede<br />
convertir en un espacio para ver y discutir los límites de hierro que<br />
construimos para relacionarnos con los demás y donde sean posibles<br />
transacciones más amplias.<br />
20 Delgado (Ibid: 134), en Ciudad líquida <strong>ciudad</strong> interrumpida, escoge algunas teorías sobre el Performance,<br />
que tienen un denominador común: una acción que no tiene objetivo, ni juzga, ni pretende regular o<br />
argumentar. Es una acción que acontece. Es, a lo sumo, una reacción.<br />
Sin pretender abarcar todas las definiciones de performance, éstas son muy pertinentes para entender<br />
las actitudes de las fotografías de la obra la vida es una pasarela. Precisamente Ávila, a mi modo de<br />
ver, aprende de lo que ve en la calle y lo lleva al arte.<br />
58 “e l m u n d o e s t á e n m i c a b e z a . m i c u e r p o e s t á e n e l m u n d o ”
10 “Una aparición impura que pudiera<br />
contaminarlos con su aliento” 21<br />
Esquinas Gordas. Rosario López<br />
Y si de desechables se trata, una obra percibió el contexto de la intolerancia<br />
de los bogotanos contra ellos. Rosario López (Bogotá, 1970), ha sido<br />
escultora desde siempre. No sé de dónde le viene su interés. Tal vez de<br />
ser consciente de la ausencia; de entrever cuerpos en el vacío. Tal vez en la<br />
Universidad de los Andes –y digo tal vez porque las influencias son huidizas<br />
y difíciles de precisar–, donde estudió en los años noventa, participó<br />
de un espíritu en el que la materia “hablaba”. La materia era protagonista<br />
y con ella la manera de concebir el mundo de Joseph Beuys, un artista<br />
dedicado a la comprensión de la realidad en su compleja totalidad. Esta<br />
comprensión, según él, no se logra racionalizándola, pues incluye procesos<br />
enigmáticos e imposibles de medir que son finalmente su esencia.<br />
En una de las primeras exposiciones de Rosario López, en 1996,<br />
la artista presentó unos Bojotes de látex que ya eran una manifestación<br />
de su interés por advertirnos que la materia tenía vida propia y al desplegar<br />
sus posibilidades aparecían ciertas “cosquillas emocionales”.<br />
Parece que con esta expresión, Rosario quiere invocar algo que queda<br />
por fuera de una formalización predeterminada e incluye rondar un<br />
material y sospechar que hay un objetivo vital y emocional contenidos en<br />
la materia informe. Como diría Beuys (1994: 288) adivinar en la materia<br />
su voluntad emocional.<br />
“Un bojote es una masa amorfa, que no tiene estructura, que<br />
carece de cualquier soporte que lo mantenga firme; es una masa<br />
que se ha formado (o ha sido creada) para llenar un lugar, invadirlo<br />
y apropiarse de él. En este sentido, pienso que mi escultura<br />
bien puede ser llamada escultura de bojotes, de anti-formas, de<br />
cuerpos amorfos, de esculturas blandas.<br />
El látex me da la oportunidad de comunicar estas cosquillas<br />
emocionales y me permite la construcción de formas irregulares,<br />
ilógicas, absurdas, que se salen de cualquier raciocinio intelectual<br />
y apelan más a la espontaneidad y a la libertad de pensar, a la<br />
libertad de expresión del pensamiento” 22 .<br />
21 Paredes, 1997: 139, 140.<br />
22 “Contaminados”, Nuevos Nombres, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, 1996: 11.<br />
c i u d a d e s p e j o 59
Bueno, pero ¿a dónde quiero llegar? A que el interés que pone<br />
Rosario López en el comportamiento de la materia, sólida, amorfa o casi<br />
invisible, como el viento –recuerdo sus Trampas de viento de 1998–, pone<br />
en evidencia su voluntad de observación de la no-forma. En sus recorridos<br />
cotidianos, esta voluntad que la hace estar pendiente de bojotes y<br />
masas tal vez sin proponérselo, la habilita para “saltar” sobre “la presa”<br />
sin pensarlo demasiado. “Lo cotidiano se inventa con mil maneras de<br />
cazar furtivamente” (De Certeau, 2004: 242). A esta frase de Michel De<br />
Certeau, quería llegar.<br />
En noviembre de 2000, en la VII Bienal de Arte de Bogotá, en<br />
el Museo de Arte Moderno, Rosario López presentó una serie de 11<br />
fotografías y una escultura. La obra se llamó Esquinas Gordas y obtuvo<br />
el premio –único– del evento. El proyecto empezó con un cambio en<br />
su vida. El interés de una mujer joven por independizarse, la llevó a<br />
trabajar como funcionaria del Ministerio de Cultura en una casa de la<br />
calle once con carrera quinta en Bogotá, en pleno centro de la <strong>ciudad</strong>.<br />
De pronto se vio a sí misma desterrada de su taller, caminando de su<br />
casa al trabajo todos los días. Es una funcionaria, pero no se resigna a<br />
serlo por completo; me parece genial. Y digo que no se resigna, porque<br />
en su recorrido de su casa a la oficina, un recorrido manso como el de<br />
cualquier funcionario, de pronto encuentra una masa, una “escultura”<br />
que estaba ahí en las esquinas, pero que no había visto. Yo, por lo<br />
menos, no las había visto a pesar de recorrer las calles del centro de<br />
Bogotá con cierta frecuencia. En realidad en este proyecto no se trata<br />
de fotografiar lo marginal, sino la <strong>ciudad</strong> que funciona todos los días<br />
ante nuestros ojos y que no vemos.<br />
Para referirme a este trabajo me acompaña un texto que se llama<br />
Andares de <strong>ciudad</strong>, y en él encuentro que el caminante en la <strong>ciudad</strong> usa<br />
de manera sorpresiva y silenciosa el espacio urbano; entra en un diálogo<br />
con las calles y “produce” e “inventa” sin hacer demasiado ruido o<br />
demasiadas metáforas. Ella nos cuenta en la entrevista (Capítulo 16):<br />
“Yo tenía un circuito establecido: caminaba entre mi casa –que<br />
quedaba en ese momento en la calle veintidós, al lado de la Universidad<br />
Jorge Tadeo Lozano–, y el trabajo –en el Ministerio de<br />
Cultura–, que quedaba en la calle once con carrera quinta.<br />
Caminaba sin fijarme mucho en el paisaje, pero al encontrarme<br />
con estas formas inmediatamente algo hizo “clic” dentro de mí.<br />
Me remitieron a una de las obras de Robert Morris, que son unas<br />
piezas blancas, muy geométricas, rígidas y formales en su construcción;<br />
son unas piezas minimalistas. Las esquinas gordas me<br />
interesaron como algo post-minimalista, un gesto de minimalismo<br />
totalmente criollo.<br />
60 “u n a a p a r i c i ó n i m p u r a q u e p u d i e r a c o n t a m i n a r l o s c o n s u a l i e n t o ”
Rosario López. Esquinas Gordas. Serie de fotografías. 2000.<br />
c i u d a d e s p e j o 61
Mi trabajo en ese momento era el de una burócrata en el Ministerio<br />
de Cultura, y como yo no tenía taller en mi casa, la<br />
única manera de continuar vinculada con mi trabajo artístico<br />
la encontré en la documentación fotográfica. Me inspiré en lo<br />
más próximo en ese momento y, ya ves, descubrí esas relaciones<br />
entre lo escultórico y la nueva <strong>ciudad</strong> que se abría para mí.<br />
Siento que me apropié realmente de ese espacio y a su vez el<br />
espacio se apoderó de mi”.<br />
En este “equipaje” de referencias que tiene un caminante es donde<br />
encuentro al cazador que reinventa lo cotidiano del que habla De Certeau.<br />
Sin proponérselo, Rosario López busca lo escultórico donde no espera<br />
encontrarlo; lo intuye en la calle; encuentra lo escultórico finalmente en<br />
una materia casi amorfa que quiere camuflarse con la pared a la que está<br />
recostada y en la que intuye una “voluntad” que resulta ser un cuerpo<br />
humano que no está presente. En estas esquinas, abultadas con cemento,<br />
ella reconoce el cuerpo humano y, en una inversión de valores, adivina<br />
que están construidas precisamente para rechazarlo: están construidas<br />
para que los indigentes no duerman allí.<br />
Un indigente. ¿Cómo describirlo? La literatura describe a los seres<br />
humanos en su abandono y en su complejidad. Un cuento de Julio Paredes<br />
(Ibid: 139-140), demuestra una sensibilidad que ha sido entrenada<br />
recorriendo las calles de Bogotá.<br />
“Era un cuerpo sucio y pensé que así olerían las curtiembres.<br />
Estaba descalzo y metido en una especie de cápsula de costal.<br />
Una cabuya desgastada enlazaba su cintura a manera de cordón.<br />
Una maraña de pelos deformaba su cabeza y la barba,<br />
tupida y densa, cubría parte de su rostro, de piel oscurecida a<br />
fuerza de sol y viento. Por el abandono de las manos parecía un<br />
muerto pero me tranquilizó no ver rastros de sangre. Imaginé<br />
que el calor agudizaba aún más su inconsciencia. Quisieron<br />
saber dónde dejarlo y les indiqué un cuarto al fondo, detrás<br />
de lavadero.<br />
Después de acomodarlo, los tres observamos el bulto durante<br />
un rato, en silencio. Desde el hueco que hacía de entrada, uno<br />
de los perros que tenía en la casa olisqueó el aire y gruñó con<br />
disgusto, alejándose. De repente, por entre una de las ventanas<br />
un rayo de luz iluminó, como un foco de escenario, la mitad<br />
del cuerpo. Descubrí en los otros una mirada de inquietud y<br />
desconfianza, como si tuvieran al frente una cosa que no era de<br />
este mundo, una aparición impura que pudiera contaminarlos<br />
con su aliento. Tal vez el tremendo olor y los detalles despertaban<br />
una vieja sospecha de peste”.<br />
62 “u n a a p a r i c i ó n i m p u r a q u e p u d i e r a c o n t a m i n a r l o s c o n s u a l i e n t o ”
Rosario López. Esquinas Gordas. Serie de fotografías. 2000.<br />
c i u d a d e s p e j o 63
Francesco Careri (2002) escribe sobre la “emergencia” de un<br />
nuevo paisaje descrito por los caminantes urbanos, errabundos, sin<br />
objetivo; un paisaje construido de formas en movimiento, un espacio<br />
mutante. En algunos casos esto puede ser verdad, pero a mi modo<br />
de ver, el trabajo de las Esquinas Gordas se trata de otra cosa. “Uno<br />
está en lo que ve”, y la fotografía entonces es un “<strong>espejo</strong> construido”<br />
donde el fotógrafo encuadra sus referencias. Se trata de un paisaje<br />
que se busca conciente o inconcientemente. Me acuerdo de Steiner:<br />
“Lo que nos rige son las imágenes del pasado que están a menudo<br />
en alto grado estructuradas, y son muy selectivas como los mitos”.<br />
Podemos cruzar esta idea con el pensamiento de Roland Barthes y con<br />
Michel De Certeau para mostrar que el caminante no sólo describe<br />
un espacio cambiante; el caminante busca sus intereses, los busca y<br />
los caza furtivamente. Para Barthes (1995) por ejemplo, la fotografía<br />
está más cerca del teatro que de grabar con luz, como se creía en el<br />
siglo XIX. Para él, la fotografía no tiene que ver con un objeto que<br />
“aparece” casi de manera mágica en una superficie sensible por<br />
acción de la luz; la fotografía es poner en escena “lo que yo quiero<br />
mostrar”. Para De Certeau, el caminante caza lo que le interesa, y<br />
escondido en el acto de cazar hay un deseo. Si alguien se detiene con<br />
una cámara frente a otro, se evidencian más que espacios cambiantes,<br />
duraciones. El recorrido de esta artista se parece más un desarraigo;<br />
me dejo llevar y podría decir que es la búsqueda de un lugar y de un<br />
tiempo perdidos, el tiempo y el lugar de su taller de escultura que se<br />
encuentran de otra manera en el recorrido. Para De Certeau, andar es<br />
no tener lugar; se trata de un proceso indefinido entre estar ausente<br />
e ir en pos de algo propio.<br />
Considero necesario reiterar las constantes en el pensamiento<br />
de Rosario López, ya que se apoyan en el conocimiento de los problemas<br />
escultóricos que plantea el arte contemporáneo (Krauss, 1996)<br />
y que modifican radicalmente la manera de ver y el problema de la<br />
forma. Encuentro significativa, por ejemplo, la idea de que la escultura<br />
contemporánea suma otras dimensiones a la forma más allá del<br />
material con la cual está hecha. Suma el contexto donde se encuentra<br />
y entonces, en el caso de las fotografías de las Esquinas Gordas, vemos<br />
la basura, los desechos orgánicos, los graffiti, las alcantarillas destapadas,<br />
los vidrios rotos, en fin, acciones de transeúntes y vecinos.<br />
Estas fotografías suman también el cuerpo del indigente ausente que<br />
se intuye. Pienso que Esquinas gordas se convierte en un manifiesto,<br />
para decirle al espectador que vea lo que no ve y para situarlo en el<br />
espacio donde vive.<br />
64 “u n a a p a r i c i ó n i m p u r a q u e p u d i e r a c o n t a m i n a r l o s c o n s u a l i e n t o ”
“La fotografía en este proyecto era una forma de tomar posición<br />
frente a “lo escultórico”. Creo en la propuesta de Rosalind Krauss<br />
de expandir el espacio y los propios términos de la definición de<br />
escultura. Expandir el pensamiento escultórico. Los parámetros<br />
tradicionales en los que se basa la definición de escultura: que se<br />
sostiene por sí misma, que está en un pedestal, que es transparencia<br />
o solidez, en fin, los parámetros clásicos tienen la posibilidad<br />
de ampliarse y redefinirse. En el conjunto de fotografías de las<br />
Esquinas gordas pueden estar condensadas propiedades escultóricas<br />
convencionales tales como el peso, el volumen, la ubicación.<br />
Lo que sucede en el recuadro fotográfico conecta al espectador<br />
con un lugar. Puede crear la experiencia de lugar.<br />
Lo escultórico en esta definición ampliada puede no construirse,<br />
no fabricarse; puede en cambio sí fotografiarse, y traducir los<br />
gestos de una problemática escultórica. La fotografía es un problema<br />
de situación del objeto. En las fotografías uno ve al objeto<br />
en relación con los detalles del contexto, las alcantarillas, las rejas,<br />
lo grafitos” (Rosario López, entrevista).<br />
En la obra de Rosario López hay una reflexión compleja sobre<br />
“lo fotográfico” en relación con “lo escultórico”:<br />
“Siempre he pensado que la fotografía va más allá de la documentación.<br />
Es, ante todo, una constatación del lugar en toda<br />
su complejidad. Y ya que me preguntas por lo fotográfico y las<br />
operaciones que hice allí, con el hecho de enmarcarlas las quería<br />
encapsular y conservarlas como un objeto que contenía su “lugar”,<br />
en contraposición precisamente con la esquina que construí allí,<br />
en el museo mismo” (Ibid.).<br />
Si en estas fotografías el contexto “nos mira”, pues hay que decir<br />
que Bogotá año 2000 es una <strong>ciudad</strong> paradójica. Una <strong>ciudad</strong> “diseñada”<br />
en un estilo marcado por la globalización y que sin embargo conserva<br />
reglas de juego escondidas, que se sienten como permanencias de una<br />
estructura ideológica propia de la segregación de la <strong>ciudad</strong> colonial. Los<br />
dueños de las casas subvierten las “normas arquitectónicas” de un barrio<br />
de conservación histórica construyendo estas esquinas para reafirmar<br />
su intolerancia. Para evitar convivir con la miseria.<br />
“La Candelaria es un barrio de conservación patrimonial y “construir<br />
una esquina” tiene algo de “ilegal”. Cambiar la fachada<br />
atenta contra “el patrimonio”. Lo paradójico es que si los vecinos<br />
continúan el color de zócalo sobre la esquina, por ejemplo, no se<br />
ven “tan” ilegales. La arquitectura tuvo que ceder poco a poco y<br />
adaptarse a estas formas, eso sí, camuflándolas un poco” (Ibid.),<br />
c i u d a d e s p e j o 65
La Corporación del barrio La Candelaria evita actuar según<br />
sus propias reglas y no toma decisiones acerca de las construcciones<br />
en las esquinas, porque es más fácil decidir a medias sobre la forma<br />
y el diseño de una <strong>ciudad</strong> que enfrentar la solución de los problemas<br />
humanos. Entonces, en la <strong>ciudad</strong> hay unos “usuarios” que “ablandan<br />
las esquinas” para defenderse.<br />
Los perros de Tíndalos, flacos y hambrientos, en ellos se concentra<br />
toda la maldad del universo. Halpim Chalmers, un escritor ermitaño<br />
que vive en Central Square en Londres, interesado en extrañas geometrías,<br />
reconoce en ellos a los muertos que recorren los ángulos de las<br />
habitaciones:<br />
“Me han olfateado. Los hombres despiertan en ellos un hambre<br />
cósmica. Hemos escapado momentáneamente de la impureza que<br />
los circundaba. Tienen sed de aquello que hay limpio en nosotros,<br />
de aquello que dimana de las acciones sin mancha. Hay una parte<br />
de nosotros que no participa de la acción, y que ellos odian. Pero<br />
no imagine que son literalmente, prosaicamente malvados. Están<br />
más allá del bien y del mal, según los conocemos nosotros. Son<br />
ellos quienes se apartaron del principio de la pureza. Por medio<br />
de la acción se convirtieron en cuerpo de muerte, receptáculos de<br />
toda impureza. Pero no son malos en nuestro sentido, porque en<br />
las esferas, a través de las cuales se mueven, no existe el pensamiento,<br />
ni la moral, ni lo justo, ni lo injusto, según lo entendemos<br />
nosotros. Únicamente existe lo puro y lo impuro. Lo impuro<br />
se expresa mediante el ángulo; lo puro mediante las curvas. El<br />
hombre, su parte pura, procede de la curva. No se ría. Me refiero<br />
literalmente” (Lovecraft, 1981: 155).<br />
En este cuento de Howard Phillips Lovecraft, el protagonista,<br />
para protegerse y para impedir que entren los perros de Tindalos que<br />
se cuelan en su habitación a través de los ángulos, resuelve rellenarlos<br />
con yeso hasta redondearlos y en eso trabaja febrilmente durante toda la<br />
noche. Cubre con yeso las cuatro esquinas de la pared y las intersecciones<br />
entre el piso y el suelo y entre la pared y el techo. Redondea también los<br />
ángulos de las ventanas. La historia finaliza con la noticia en el periódico<br />
del hallazgo de su cuerpo muerto en esa misma habitación:<br />
“La habitación presentaba un aspecto de lo más singular. Las<br />
intersecciones de las paredes, techo, suelo, habían sido rellenadas<br />
con yeso de París, si bien algunos trozos se habían resquebrajado<br />
y desprendido, y alguien había reunido los cascotes en el suelo<br />
alrededor del hombre asesinado de suerte que formaban un<br />
triángulo” (Ibid: 159).<br />
66 “u n a a p a r i c i ó n i m p u r a q u e p u d i e r a c o n t a m i n a r l o s c o n s u a l i e n t o ”
Según esta noticia, amasar una materia para redondear las<br />
esquinas no es tan gratuito ni inofensivo como parece. Rosario López<br />
(entrevista) recuerda a Joseph Beuys.<br />
“Recuerdo que él relacionaba su esquina de grasa con la materia<br />
contenida en la unión geométrica de los tres planos que conforman<br />
una esquina. Es como si esa unión fuera racionalmente tan<br />
forzada con respecto al cuerpo, que tarde o temprano la materia<br />
que hay contenida en ella termina cediendo. La escultura para<br />
Beuys está relacionada con el cuerpo”.<br />
Y es que la plástica, “lo escultórico” para Beuys, es una constelación<br />
de fuerzas que se componen de energías caóticas, inconcretas,<br />
no dirigidas, tanto en el sentido físico como psíquico. En lo psíquico se<br />
dilatan: el tiempo, como en el cuento de Lovecraft, complica el espacio; en<br />
lo psíquico, la voluntad emocional de la materia vive de manera informe.<br />
En lo físico, esa voluntad emocional se cristaliza. Por eso, en la plástica,<br />
las voluntades emocionales que cristalizamos de manera permanente<br />
son todo un presupuesto ético.<br />
Para Beuys, “la voluntad de la materia” contenida en las esquinas,<br />
tarde o temprano termina por ceder y acaba deformándolas. Beuys<br />
confiaba en la naturaleza humana y es probable que creyendo en él,<br />
pensemos que las esquinas de las calles del centro de Bogotá, con el indigente<br />
envuelto en sus ropas y recostado en ellas, es la “materia viva”<br />
que le falta a un desarrollo urbano que organiza y limpia, y lo que sobra<br />
o lo que no encaja, lo “desaparece” o lo esconde. Pero no siempre es así.<br />
En una inversión de valores, el temor y la defensa del territorio propio<br />
se cristalizan en una materia dura que remeda el cuerpo.<br />
Parafraseando a De Certeau (Ibid: 302), podríamos decir que<br />
en el estadio del <strong>espejo</strong> las impresiones dispersas se ordenan de pronto<br />
en una imagen a la que llamo “yo”. Ese yo es una imagen y me miente<br />
siempre porque eso que llamo “yo” es solo una imagen. El espacio de<br />
la fotografía es como el <strong>espejo</strong>: experiencias dispersas que la imagen<br />
ordena. Se ordenan en una ficción, pero se ordenan al fin. En las fotografías<br />
de Esquinas Gordas, veo un orden que me miente. Aparece una<br />
<strong>ciudad</strong> extrañamente ordenada; en las calles del centro, las esquinas<br />
se ven redondas de cemento, algunas de colores inofensivos, que son<br />
continuación del zócalo. Pero eso que veo, conscientemente me miente<br />
porque esa imagen busca lo que no está. Lo que no está en mis intereses<br />
como habitante urbano, lo que no quiero ver.<br />
c i u d a d e s p e j o 67
11 “HE aquí, pues, mis citaciones<br />
a la audiencia” 23<br />
Constelaciones y Museo fuera de lugar. Jaime Iregui<br />
Los artistas que se interesan por la <strong>ciudad</strong> no sólo muestran lo que no queremos<br />
ver. También muestran tensiones. Jaime Iregui (Bogotá, 1956) hizo<br />
un “giro” en su práctica como artista. Un “giro de mirada” del cubo blanco<br />
hacia los trabajos de la gente común y corriente que vive en la <strong>ciudad</strong>. Me<br />
acuerdo de una de sus obras que, me parece, sintetizó sus primeros intereses.<br />
Me refiero a la que presentó en el Planetario Distrital para El Premio Luis<br />
Caballero en el año 2000. Se llamaba Del cielo y, según el crítico Jaime Cerón,<br />
incorporaba rasgos formales de la cúpula y de los eventos “astronómicos”<br />
del Planetario de Bogotá. Esta pintura mural ocupaba toda la pared blanca<br />
con mucha fuerza, con el impulso de un intruso. Directamente sobre el<br />
muro, dibujó líneas de fuerza y entre ellas sobresalían poliedros blancos en<br />
madera y rectángulos y cuadrados de colores, naranjas, lilas y verdes. Era<br />
una descripción abstracta de intensidades y tensiones.<br />
Después de esta obra, no me parece difícil que tomara la decisión<br />
de recorrer las calles de Bogotá y tratara de traducir en fotografía las intensidades<br />
y tensiones que encontraba. La primera de estas incursiones<br />
fue Constelaciones (2002). Esta obra consiste en una serie de fotografías “de<br />
caminante” por diferentes calles y barrios de Bogotá: el barrio Restrepo,<br />
la calle 53, la vía a La Calera, la Avenida Jiménez, el barrio Gaitán, las<br />
calles cercanas a la Carrera 30 y el barrio Siete de Agosto. Iregui se detuvo<br />
en las tácticas de exhibición de mercancía de vendedores y artesanos y<br />
las registró en estas fotografías.<br />
Constelación es una palabra clave para los estudiosos de Walter<br />
Benjamin. Sin pretender agotar su definición, me parece que tiene que ver<br />
con establecer un punto de vista a partir del cual se describen las tensiones<br />
en un universo aparentemente en caos pero que sin embargo, se manifiesta<br />
de una determinada manera. Un punto de vista que, para Benjamin, tiene<br />
sentido si se compromete con desenmascarar las tensiones y fuerzas del<br />
sistema capitalista. En este razonamiento creo que Jaime Iregui va por pasos;<br />
uno muy importante es “aterrizar” el punto de vista desde “el cielo”, y<br />
localizarse con su cámara frente a toda a una serie de personas que, desde<br />
el subempleo, crean tácticas de exhibición para sobrevivir.<br />
23 Zalamea, 2000: 12.<br />
c i u d a d e s p e j o 69
Jaime Iregui. Constelaciones. Barrio Siete de Agosto, Bogotá. Fotografías 25 x 32 cm. c/u. 2002.<br />
70 “h e a q u í , p u e s , m i s c i t a c i o n e s a l a a u d i e n c i a ”
De nuevo De Certeau me ayuda a ver esta obra con su insistencia<br />
en la creatividad del sujeto escondido en la gran masa urbana.<br />
En cada párrafo de La invención de lo cotidiano, este autor desarrolla la<br />
idea de que los usuarios en general y los de la <strong>ciudad</strong> en particular, han<br />
sido considerados por la sociología moderna como pasivos, y para él<br />
no lo son en absoluto. El uso que el “consumidor” le da a la televisión<br />
cuando cambia de canal, a la <strong>ciudad</strong> cuando la recorre, a la memoria<br />
con su irrespeto por las convenciones de tiempo, a la lectura, en fin,<br />
todos estos usos son creativos. Nos dice que cada uno de nosotros nos<br />
ingeniamos estrategias a veces silenciosas, apelando a nuestro instinto<br />
de cazadores, para “vivir a nuestro aire” –para decirlo de alguna manera–<br />
y la mayoría de las veces silenciosamente. Nos habla por ejemplo de<br />
acontecimientos-trampa para reescribir las normas y así acomodarlas<br />
a las propias necesidades.<br />
Acontecimientos-trampa describe las tácticas de los vendedores<br />
ambulantes de Bogotá que tienen que llamar la atención de los transeúntes.<br />
Los vendedores ambulantes disponen sus productos como una<br />
instalación (espacio, formas, colores, ritmos visuales, combinaciones)<br />
y se apropian de un “campo” sobre la acera o los muros. En el barrio<br />
Restrepo las “copas de los carros, robadas” parecen estrellas; las lajas de<br />
piedra de la calera son agudas señales. Los zapatos del barrio Restrepo<br />
son un cuadro abstracto de colores-diseño. Las bicicletas y los “metros de<br />
manguera” son dibujos. Los asientos parecen un desfile de dignatarios.<br />
Los aparadores de metal en la calle del barrio Gaitán, son bultos gigantes,<br />
“surrealistas” esculturas. La calle 53, ¡dios!, en la calle 53 desfila el<br />
fenómeno de gusto: Artesanía-París-Miami; simulacros, adaptaciones,<br />
apropiaciones. Todas estas “ instalaciones” aparentan que tienen un<br />
lugar. Aparentan, sí; los vendedores se ingenian un acontecimientotrampa<br />
momentáneo, que les permita exhibirse y también esconderse,<br />
camuflarse o salir corriendo cuando llega la policía.<br />
Me voy a devolver en el tiempo unos años, porque me parece<br />
importante recordar que en los años noventa, Jaime Iregui hizo parte de<br />
un grupo de artistas –el grupo GAULA (1990)–, quienes se manifestaban<br />
“desesperados” con el cubo blanco. Lo intervinieron de muchas maneras.<br />
Parecía que en vez de trabajar colgando pinturas en él, trabajaran<br />
como “aspirando” materiales comunes que iban a parar a la superficie<br />
bidimensional. Enchapes de fórmica, tablas recogidas en la calle, bombillos<br />
de neón, eran “atraídos” por el muro 24 . Empezó a sentirse en el<br />
24 Me refiero a la obra de Danilo Dueñas. Al grupo GAULA pertenecieron Jaime Iregui, Carlos Salas y<br />
Danilo Dueñas.<br />
c i u d a d e s p e j o 71
ambiente artístico una tensión entre el “cubo blanco” (los museos y las<br />
galerías de arte), un cubo blanco limpio, vacío, cada vez más solitario, y<br />
la calle. Me parece que estos artistas de GAULA nos hicieron sentir que<br />
el museo era un lugar apartado de los acontecimientos de todos los días<br />
y de los modos de hacer de los “no artistas”, es decir, de todos nosotros.<br />
Y también nos demostraron que ese cubo blanco podía convertirse en<br />
un laboratorio experimental.<br />
Es interesante darse cuenta de las transformaciones de la mirada<br />
de un artista. Un cambio de interés en la mirada abre mundos. Caminar<br />
como todos los días por la Carrera Séptima o por la avenida Jiménez de<br />
Bogotá y de pronto interesarse literalmente por otras “cosas”, es darse<br />
cuenta también de que aquello del <strong>espejo</strong> es construido. “Metido” como<br />
estaba en el cubo blanco, Jaime Iregui enfocaba eventos abstractos. Incómodo<br />
y deportado de la costumbre de remitir todas las experiencias<br />
a la pared blanca, de pronto enfoca y “refleja” eventos humanos, curiosamente<br />
insisto, en el mismo recorrido de todos los días que no había<br />
visto. Con este “giro” del <strong>espejo</strong>, Jaime Iregui comenzó a reconocer las<br />
actividades anónimas coloridas que tenían “cosas” que decir, sobre la<br />
condición de vida de estos usuarios.<br />
“CONSOLACION de los colores: el inquieto, el incierto, el tímido<br />
descendimiento de la muchedumbre por las escalinatas, se afirma<br />
e ilumina con las rojas trenzas de turbante, los pliegues de manto<br />
amarillo, los visos de un sarí violeta, el breve vuelo de un velo<br />
verde y la azorada palpitación de un gran lienzo blanco entregado<br />
al mudo furor del viento” (Zalamea: 24).<br />
Bogotá es una <strong>ciudad</strong> que ha invertido en infraestructura<br />
urbana y a la vez es lugar de prácticas al margen del sistema económico:<br />
el “rebusque”. Estas prácticas son “ingenios” que el hombre<br />
anónimo se inventa para “brillar” de alguna manera. Son “inventos”<br />
para iluminarse a sí mismos y de esa manera sobrevivir. Entonces la<br />
exhibición, esa característica de la mercancía en el sistema capitalista,<br />
les viene como “anillo al dedo”. Al fotografiar sus puestos de venta,<br />
Jaime Iregui les da un lugar definitivo que no han tenido en la percepción,<br />
en el museo, en las galerías. Estas fotografías se superponen<br />
al olvido: los vendedores de zapatos, los vendedores de bicicletas, los<br />
vendedores de extrañas decoraciones, los vendedores de asientos, de<br />
enchapes, los talladores de piedra, los ensambladores de metal, los<br />
vendedores de tornillos, de empaques y repuestos para los carros, los<br />
vendedores “copas” robadas. Me acuerdo de El sueño de las escalinatas<br />
de Jorge Zalamea.<br />
72 “h e a q u í , p u e s , m i s c i t a c i o n e s a l a a u d i e n c i a ”
Jaime Iregui. Constelaciones. Barrio Quiroga, Bogotá. Fotografías 25x32 cm. c/u. 2002.<br />
“!CRECE, crece la audiencia!”. “¡NOMBRARLOS, enumerarlos!<br />
Cada nombre será una nueva brasa y cada número otra ira”.<br />
“¡CENSAR, censar es mi retórica! ¡VEDLOS aquí:!”. QUE vengan<br />
todas las gentes de sudor y de pena de la India, pues plantearemos<br />
un gran pleito y fomentaremos una gran querella con su<br />
asentamiento y testimonio” (Ibid: 34, 27, 28, 18).<br />
La modernidad se asocia con el cubo blanco. Para Kenneth<br />
Gergen (1997: 75), ésta es una buena metáfora para decir que las primeras<br />
cinco décadas del siglo XX, el pensamiento occidental de punta<br />
se dedicó a implementar un saber “objetivo”, unos procedimientos<br />
científicos, asegurados por un tipo de “racionalidad” y “limpieza”<br />
aplicados a la vida cotidiana. Por esta razón, algunos textos se refieren<br />
al urbanismo en los años cincuenta, como decidido a “limpiar” los<br />
eventos demasiado humanos de la calle y rodear los edificios blancos<br />
de luz y aire.<br />
De todas maneras, Jaime Iregui quedó sorprendido al encontrar<br />
que el “cubo blanco” también intentó tomarse la calle. La Revista Proa,<br />
en 1947, lideró el pensamiento de la renovación urbana de Bogotá y aparentemente<br />
moldeó la mentalidad de los arquitectos. En la investigación<br />
Jaime Iregui. Constelaciones. Barrio Quiroga, Bogotá. Fotografías. 2002.<br />
c i u d a d e s p e j o 73
que adelantó Iregui, El museo fuera de lugar (2005), donde explora estas<br />
peripecias del cubo blanco en el diseño urbano, encontró otros censos,<br />
muy diferentes a los de Jorge Zalamea, y cercanos a los intereses del<br />
urbanismo moderno.<br />
“10 puestos de frutas familiarmente establecidos; 2 puestos de<br />
fruta en sórdidos cajones; 4 mercachifles de joyería falsa; 2 vendedores<br />
ambulantes de corbatas; 2 terrestres sala-cunas de cajones<br />
de cinco niños; 6 puestos de periódicos y revistas; 4 fotógrafos<br />
de oportunidad; 12 vendedores de lotería; 2 carros que rifan con<br />
pregones mecanizados; 2 vendedores de plantas de jardín; 11<br />
vendedores de tarjetas para la fiesta del momento; 2 ruidosas<br />
ventas de antenas para radio; 4 vendedores de chales; 1 ventanilla<br />
para venta de entradas a lucha libre; 1 hombre que vende<br />
sombreros y que además imita el canto de las aves; 2 pregoneros<br />
de esferográficos; 2 ventas de maíz tostado” 25 .<br />
Nos cuenta Iregui que ésta es la lista de “las cosas caóticas”<br />
que encontró en su recorrido por la carrera séptima de Bogotá, el arquitecto<br />
Dicken Castro en 1957. Es curioso, pero estas “incómodas”,<br />
“inconvenientes”, “sórdidas”, “ruidosas”, apropiaciones de la calle<br />
por parte de los vendedores ambulantes, diseñan el funcionamiento<br />
de la <strong>ciudad</strong> con tensiones que siempre han estado ahí. Bogotá, desde<br />
la colonia, ha querido parecer limpia y blanca en el sentido literal y sus<br />
habitantes, los marginados en todos sus niveles, se han apoderado de<br />
un campo que les pertenece, a pesar del urbanismo oficial, son tácticas<br />
ingeniosas. Como no tienen un lugar, se insinúan, capturan al otro y el<br />
poder no los puede mantener a distancia. La táctica es una victoria de<br />
la estrategia de alguien que quiere tener voz, sobre el lugar del poder<br />
(De Certeau, 2004: 251).<br />
“los vendedores de tortillas;<br />
los vendedores de especies;<br />
los vendedores de hojas de betel;<br />
los vendedores de buñuelos en que se arraciman las abejas;<br />
los vendedores de pájaros;<br />
los vendedores de emplastos;<br />
los vendedores de bálsamos y laxantes;<br />
los vendedores de ceniza;<br />
los vendedores de sal;<br />
los vendedores de agua…<br />
25 Jaime Iregui. Ibid, tomado a su vez de la revista Proa #100, Junio de 1956.<br />
74 “h e a q u í , p u e s , m i s c i t a c i o n e s a l a a u d i e n c i a ”
¡OH delirante confusión de comercio de las cosas nimias y<br />
necesarias! El comerciante cuenta en fracciones de céntimo sus<br />
ganancias…”<br />
QUE vengan también los herboristas y el sacamuelas; el botero y<br />
el guía; el alfarero y el tejedor de mimbres; el astrólogo y el sastre;<br />
el homeópata y el acupuntista…<br />
Los colectores de boñiga;<br />
Los cornacas;<br />
Los hombres que cuidan de los monos<br />
en los templos olorosos a orina y benjuí;<br />
Los remendadores de babuchas;<br />
¡Oh inacabable necesidad de las manos que ofrecen su trabajo!<br />
¡Oh codicia fatal de las manos que reciben el trabajo!” (Zalamea:<br />
15, 16, 17).<br />
Son censos diferentes y <strong>espejo</strong>s diferentes. El de Jorge Zalamea,<br />
es el de un escritor y activista político de izquierda comprometido con la<br />
pregunta y la suerte de la condición humana. El <strong>espejo</strong> de Jorge Zalamea<br />
constata, describe, despliega, desenmascara, suena, acusa. El recorrido del<br />
arquitecto moderno es un <strong>espejo</strong> que juzga. Lo que ve en su recorrido lo<br />
compara con las reglas del “buen gusto” y con las reglas del cubo blanco<br />
del diseño. El de Iregui es un <strong>espejo</strong> que tiene que ver con La deriva.<br />
La deriva es el método de los situacionistas (1957-1972), un movimiento<br />
que aparece en escena en Inglaterra y Francia (hijos de mayo<br />
del 68). Surge 40 años después del movimiento dadaísta de 1917 y, sin<br />
embargo, recupera muchos de sus manifiestos,<br />
sobre todo el vínculo del arte<br />
con el impulso vital. Los situacionistas<br />
sienten, como Artaud, que los deseos<br />
individuales se encuentran cada vez<br />
más arrinconados por el capitalismo,<br />
y para Debord y sus amigos, por un<br />
urbanismo en extremo planificado. Los<br />
situacionistas se adhirieron a ciertas<br />
prácticas de liberación del azar, como<br />
los dadaístas, pero también criticaron<br />
sus posturas evasivas. Si bien el dadaísmo<br />
descubrió los altibajos vitales de<br />
la creatividad, se quedó en un estado<br />
de denuncia pasiva: “Pintaron encima<br />
de Mona Lisa en lugar de sublevar el<br />
museo” (Varios, 2004). Y, por su parte,<br />
el surrealismo, que entendió cómo la<br />
Jaime Iregui. Constelaciones. La Calera.<br />
Fotografías 25x32 cm. c/u. 2002.<br />
c i u d a d e s p e j o 75
Jaime Iregui. Constelaciones. Barrio Restrepo,<br />
Bogotá. Fotografías 25x32 cm. c/u. 2002.<br />
76 “h e a q u í , p u e s , m i s c i t a c i o n e s a l a a u d i e n c i a ”<br />
represión se manifiesta en las experiencias<br />
más cotidianas y casi imperceptibles,<br />
los situacionistas cayeron en<br />
formas tradicionales de expresión que<br />
se unieron al espectáculo y al dinero.<br />
Los situacionistas (Debord,<br />
1999) indudablemente tienen como<br />
antecedente también a Walter Benjamin<br />
y su observación de un hombre urbano,<br />
el flâneur, que va de aquí para allá<br />
como una mariposa y se deleita con el<br />
brillo de las vitrinas y de las mercancías<br />
(Back-Morss, 1989). Benjamin celebra<br />
en los surrealistas y en los dadaístas esa<br />
acción radical de desplazar la mirada<br />
desde las representaciones idealizantes<br />
–la <strong>ciudad</strong> incluida–, hacia el subconsciente<br />
humano, caótico, pulsional<br />
–como la <strong>ciudad</strong> y sus escondites–. Benjamin celebra también en estos<br />
artistas la actitud de sentirse extraños en su propio lugar, una estrategia<br />
muy interesante para recorrer la <strong>ciudad</strong>. Celebró ese “efecto de extrañamiento”,<br />
siempre y cuando los artistas no se acomodaran en una realidad<br />
paralela y apartada; al contrario, “el extrañamiento” podía permitirles<br />
“volver” enriquecidos, para denunciar el silencio y la oscuridad en la<br />
que quedaban las grandes masas de trabajadores.<br />
“PERO ya están aquí las víctimas con nosotros, sobre las escalinatas.<br />
Y tienen voz y voto y veto en nuestro pleito.<br />
¡CRECE, crece la audiencia!..<br />
¡Que numerosa audiencia!<br />
¡Que tumultuosa audiencia!” (Zalamea: 34, 30, 31)<br />
Jorge Zalamea denuncia los mitos que encierran a su audiencia<br />
en un sueño. Porque a veces los mitos, cuando no se reescriben, se<br />
multiplican, se “pulverizan” (para usar la expresión de Levi-Strauss) o<br />
proliferan en prácticas y deseos creativos (De Certeau), se convierten en<br />
una herramienta para endurecer como una estatua de piedra las condiciones<br />
sociales y culturales.<br />
“¡OH indecente complicidad del mito fluvial!<br />
¡PERO también el hombre en cuclillas que soy yo, tu acusador<br />
y tu cantor; el hombre en cuclillas sobre las grandes losas de las
escalinatas; el hombre rodeado por gentes de toda condición;<br />
el hombre obsedido por la belleza del mundo y agobiado por<br />
la infinita tristeza de la condición humana; el hombre que echa<br />
sobre sus hombros el censo de la miseria; este pobre hombre<br />
sobresaltado por su propia audiencia; tiene ¡Oh Río! que bajar<br />
hasta tus aguas para decirte:..”<br />
¡POBRES hombres!<br />
¡POBRES dioses!<br />
¡POBRE Río!<br />
¡ACUSA, acusa la audiencia!” (Ibid: 43, 45)<br />
La deriva, como modo de operar, se puede inferir de los diferentes<br />
manifiestos de la “Internacional Situacionista”. Saco algunas<br />
conclusiones: ante todo, los integrantes de este grupo pretenden definir<br />
la actividad artística como una participación inmediata en la vida, que<br />
consideran variada y apasionante, y ahí me parece que la <strong>ciudad</strong> se<br />
muestra muy generosa en posibilidades. La creatividad, entonces, son<br />
momentos transitorios y es necesario vivirlos, pero a la vez se necesita<br />
una observación consciente de estos momentos, un registro, unos mapas<br />
creativos y “raros”, para que realmente puedan convertirse en una propuesta<br />
contra-cultural o, de alguna manera, en “productivos” para un<br />
cambio de conciencia. La deriva es un recorrido “despierto” por la vida<br />
cotidiana y también por la <strong>ciudad</strong>. Es una táctica para superar, en parte,<br />
la separación que el capitalismo generalizado impuso entre el hombre y<br />
las cosas y así en esos recorridos azarosos pero conscientes, se capturan<br />
de nuevo para la percepción “situaciones”, es decir, vivencias (tiempos<br />
y espacios reales) capaces de afectar de nuevo al caminante.<br />
Los situacionistas incluso proponen un cambio en el rol del artista,<br />
para convertirlo en un investigador de la percepción, para decirlo<br />
de alguna manera. Por eso resultan tan importantes la fotografía y los<br />
mapas en talleres colectivos donde es “un trabajador necesario”, en vez<br />
de dejarlo al margen construyendo esculturas en su taller.<br />
La deriva era para unos, explícitamente, un antídoto contra el aburrimiento<br />
y, para otros, una crítica al capitalismo. A mí me parece que los<br />
recorridos que hace Iregui por Bogotá tienen que ver con la necesidad por<br />
lo menos de ampliar la descripción de una <strong>ciudad</strong> que se considera moderna,<br />
laboralmente activa y de clase alta, y resulta que Bogotá es un tejido de<br />
muchas otras clases y dinámicas. “Las derivas” de Iregui por Bogotá, son<br />
de diferente naturaleza: toma fotografías de maneras de vivir en la <strong>ciudad</strong><br />
con lenguajes superpuestos y en capas de tiempo: vendedoras de origen<br />
campesino y mercancía “made in Taiwán”; diseño rococó artesanal; el lugar<br />
donde mataron a Jorge Eliécer Gaitán, hace más de 60 años, hoy un altar<br />
c i u d a d e s p e j o 77
Jaime Iregui. Constelaciones. Calle 53, Bogotá. 2002.<br />
cubierto de flores que si se mira mejor están recostadas contra un letrero de<br />
“Davivienda”. Iregui también deriva por un ¡almacén de botones! Escribe<br />
lo que ve y lo que piensa acerca de lo que ve, relaciona lo que ve con lo que<br />
ha visto. Acompaña a diferentes personas, por ejemplo historiadores y arquitectos,<br />
en sus recorridos por la calle y graba sus historias. Y también lee<br />
como una forma de deriva. En El Museo fuera de lugar, muestra la memoria<br />
de la mentalidad moderna de los arquitectos bogotanos con su lectura de<br />
las revistas especializadas. Leamos apartes de este trabajo donde Iregui cita<br />
y comenta las apreciaciones de un arquitecto. Con el título: la mirada que<br />
ordena y con la fecha, 10.06.1956 alas 11:30 a.m., Iregui cita:<br />
“En junio de 1956 el joven y prometedor arquitecto Dicken Castro<br />
realizó un recorrido por la carrera séptima de Bogotá desde la<br />
Avenida Jiménez hacia la calle 26, pues, entre las calles 11 y 14, se<br />
iniciaba la ampliación de esta vía. Este recorrido encarna esa mirada<br />
estética y ordenadora que está estipulada en las regulaciones que<br />
hoy en día tiene la <strong>ciudad</strong> con respecto a la altura de los edificios,<br />
la “contaminación” visual y, obviamente, la explotación económica<br />
del espacio público por parte de la economía informal:<br />
Es interesante hacer un recorrido por la carrera séptima entre calles 16<br />
y 26. Si se observa lo que por el bullicio pasa muchas veces desapercibido,<br />
se encuentran escenas y aspectos urbanos desconcertantes.<br />
Claro que no se pretende herir con lo que diga a entidades o personas<br />
que de una u otra manera se sientan ligadas a estas fotografías. El<br />
propósito es contribuir al embellecimiento y mejor presentación de<br />
esta <strong>ciudad</strong> tan lamentablemente olvidada en su estética.<br />
El anuncio de mal gusto se encuentra por doquier. Es algo confuso<br />
y agobiante. La vida de los carteles es efímera. Grandes y<br />
complicadas estructuras soportan avisos mayores que las edificaciones<br />
mismas. Entidades comerciales aprovechan los avisos<br />
de la circulación para acreditar sus píldoras, jabones, pastillas,<br />
ungüentos y pócimas, y casi siempre estos reclamos son de más<br />
categoría gráfica que el aviso oficial. El resultado de tanto afán,<br />
de tanta competencia, es un desazonado aspecto de caóticas y<br />
78 “h e a q u í , p u e s , m i s c i t a c i o n e s a l a a u d i e n c i a ”
apabullantes formas. La vía principal de esta <strong>ciudad</strong> que era<br />
antes un paseo agradable, se ha convertido a ras de suelo en el<br />
más sórdido mercado, donde los pregones personales y los altavoces<br />
exaltan baratijas, frutas y loterías o las cualidades de un<br />
esferográfico, las del automóvil que se rifa, las del sahumerio, las<br />
de las fritangas y el vocerío atolondra e indispone.<br />
Es cierto que estos trastornos y tantos otros con los que a diario<br />
se tropieza, se pueden remediar en pocos días.<br />
Por supuesto, en cuestión de días –o de horas- se puede expulsar a los<br />
pregoneros y las ventas ambulantes. Pero esa solución, que históricamente<br />
se le ha dado al problema no lo soluciona, pues la constante y<br />
uniforme acción reguladora de la administración es sistemáticamente<br />
burlada y transformada por las tácticas y los ágiles dispositivos con<br />
que la economía informal ha respondido y resistido a cada nuevo<br />
despliegue de la normatividad oficial” (Iregui) 26 .<br />
El Museo fuera de lugar es una investigación teórica y también una<br />
cartografía. Jaime Iregui ha construido mapas que pregonan, huelen,<br />
saborean. Mapas que incluyen “vendedores ambulantes de corbatas”<br />
y a los nuevos “hombres que venden sombreros y que además imitan<br />
el canto de las aves”. Mapas con las situaciones de las que el arquitecto<br />
moderno se lamenta. Ojala escucháramos la voz de los vendedores que<br />
imitan los turpiales, porque, la verdad, las ventas ambulantes en el 2006<br />
han cambiado mucho. No son, por lo menos en su colorido, las escalinatas<br />
de Benares, ni son el escenario de los inmigrantes campesinos de<br />
los cincuenta como en la <strong>ciudad</strong> de Dicken Castro. Las derivas de Jaime<br />
Iregui por la carrera Séptima de Bogotá en el 2006, muestran una calle<br />
con pasajes de nostalgias de otros tiempos, menos ruidosa, un poco<br />
silenciadas por la globalización. Iregui y sus derivas:<br />
“Es una mañana soleada de abril del 2005 en Bogotá, camino por<br />
la carrera novena entre calles trece y doce, donde casi todos los<br />
almacenes pertenecen al gremio de los textiles. Me interesa visitar<br />
este sector a menudo y observar la singular forma de exhibir sus<br />
mercancías. A un lado de la calle hay una constelación de almacenes<br />
que disponen sus telas en vitrinas creando formas geométricas, rombos,<br />
cuadrados, diagonales, triángulos y un sinfín de posibilidades<br />
de exhibición que cautivaría tanto a artistas como a seguidores de<br />
la pintura abstracta de la década de los sesenta conocida como color<br />
field painting: grandes campos de color crean tensiones que, en este<br />
caso, se encuentran contenidas por el marco de las vitrinas.<br />
26 La cita incluida en el texto de Iregui es de Revista Proa #100. Junio de 1956.<br />
c i u d a d e s p e j o 79
“Atraen mi atención los almacenes de botones y adornos que se<br />
encuentran al otro lado de la calle, cuya estrategia de exhibición<br />
hacia el exterior es apenas una extensión de los meticulosos sistemas<br />
de clasificación ubicados adentro del establecimiento. Una<br />
vez entro al almacén puedo apreciar sus paredes cubiertas de piso<br />
a techo por cientos de pequeños cajones, cada uno con un botón<br />
adherido, idéntico a los que guarda en su interior.<br />
“En este enorme archivo, el surtido de botones se organiza de<br />
acuerdo a parámetros como material, color y modelo: los de plástico,<br />
los de metal y los de carey, se disponen de los más pequeños<br />
a los más grandes, en modelos clásicos, estándar, modernos y toda<br />
una serie diseños que van de lo simple a lo barroco. Hay también<br />
pequeñas retículas con series de cuatro o cinco botones del mismo<br />
modelo, creando un orden similar al de las fichas de dominó, los<br />
dados y, por qué no, al de algunas obras de artistas conceptuales<br />
(Dan Graham, Joseph Kosuth) que trabajaron a partir de series<br />
y conjuntos numéricos.<br />
“A lo largo de una cuadra es posible encontrar entre 40 y 50 puestos<br />
de vendedores ambulantes que ofrecen mercancía pirata como<br />
las pilas “Pannausuannic”, celulares “Noquea”, complejos juegos<br />
de cuchillos importados por la módica suma de cinco mil pesos,<br />
decodificadores de la señal de televisión por cable que permiten<br />
al usuario acceder a CNN y HBO sin pagar un solo peso a los<br />
operadores autorizados.”<br />
“Encuentro también las películas que aún están en cartelera en<br />
versiones de DVD a diez mil pesos. Cortaúñas, linternas, barbies,<br />
CDs, destornilladores, calculadoras, porta-celulares, todo “made in<br />
Taiwán” y “made in China”. La denominada invasión del espacio<br />
público parece ser espacialización perversa de toda la mercancía<br />
que viene del lejano oriente. Cruza nuestras fronteras sin pagar<br />
impuestos y se instala en los andenes de la centralísima carrera<br />
Séptima que día a día se toma el aspecto de un mercado oriental.<br />
“Cierro el periódico y observo a través de la ventana del Oma<br />
cómo esta esquina de la séptima con 17 se ha llenado en cuestión<br />
de minutos de exhibiciones de corbatas, que muy al estilo de<br />
estrategias de artistas como Daniel Buren, se disponen sobre<br />
soportes móviles que en cualquier momento se pueden dejar<br />
apoyadas contra una pared o un poste.<br />
“Así como la 17 ha sido tradicionalmente la esquina de las<br />
corbatas, este largo pasaje que es la séptima tiene sus secciones<br />
instituidas: entre la 21 y la 19 están las revistas, los<br />
dibujantes, los libros y en la plaza de las Nieves, las apuestas<br />
con animales.<br />
“Pasando la 19, encuentro los zapatos deportivos y una pequeña<br />
calle ciega dedicada a venta de corbatas. Más adelante, llegando<br />
al Parque Santander, están los indios ecuatorianos que sus jefes<br />
80 “h e a q u í , p u e s , m i s c i t a c i o n e s a l a a u d i e n c i a ”
Jaime Iregui. Constelaciones. Barrio Gaitán, Bogotá. Fotografías 25x32 cm. c/u. 2002.<br />
colombianos disfrazan de Pielrojas y disponen a modo de grupo<br />
musical que simula interpretar melodías andinas que reproduce<br />
un pequeño amplificador. Es la escena perfecta para el turista,<br />
el curioso y el aprendiz de etnógrafo.<br />
“Me pregunto si este recorrido no es una proyección más en ese<br />
círculo reflexivo de observación, en el que como artista busco<br />
reflejar problemáticas de mi contexto en ese otro que es la <strong>ciudad</strong>.<br />
¿Se da realmente esa suerte de idealización de lo primitivo, de<br />
lo popular? ¿Será posible discernir qué relaciones ocultan estas<br />
exhibiciones de mercancía? ¿O será que como transeúnte, uno es<br />
una especie de rey que al circular por esta vía es bombardeado<br />
sin piedad por los relatos y representaciones de los tableaux vivant<br />
de la economía informal?<br />
“Sigo caminando y unos metros más adelante una persona ofrece<br />
un servicio de llamadas por celular a $300 pesos el minuto. Llego<br />
a la avenida Jiménez y me detengo a escuchar las noticias del<br />
día que un voceador espontáneo emite a todo volumen desde la<br />
esquina del edifico de El tiempo: ‘Uribe en el rancho de Bush’.<br />
“Cruzo la carrera Séptima –en este día soleado que promete<br />
aguacero– para tener una mejor vista de los edificios emblemáticos<br />
de los medios de comunicación ( El Tiempo) y la<br />
economía oficial (Banco de la República) y me encuentro con<br />
la constelación de vendedores de esmeraldas que desde hace<br />
décadas tiene esta esquina como lugar de operaciones y que<br />
como gremio económico no tiene nada que envidiarle al grupo<br />
económico de los Santos y a la primera institución financiera<br />
del país” (Iregui).<br />
Todos los recorridos urbanos son distintos porque el <strong>espejo</strong>-especular<br />
es relativo a lo que se quiere ver. Iregui registra situaciones. Sus<br />
fotografías capturan relaciones. El objeto no se describe suelto, separado<br />
por su color y su forma. Como fotógrafo, se para detrás o de lado del<br />
c i u d a d e s p e j o 81
protagonista para describir su condición y los cruces de miradas. A veces<br />
toma fotografías sentado desde una cafetería y esa posición elimina la<br />
visión del otro un poco desde arriba, que siempre es sutilmente clasificatoria.<br />
Sentado, parece que Iregui no es sólo fotógrafo, sino que es una<br />
mezcla ambigua de paseante-permanente, que se decide a usar la cámara<br />
después de un tiempo de estar en el lugar, o a no usarla, y en ese caso se<br />
dedica a escribir lo que ve.<br />
De Certeau dice que, dedicada compulsivamente a mostrar, la<br />
sociedad necesita volver a una lectura-escritura, y en los ejemplos que<br />
acabamos de leer, Iregui pasa de la cámara a la posibilidad de comentar<br />
la imagen en el texto, de derivar, poco a poco, de las historias de la calle<br />
a su historia personal y combinarlas. Es como una especie de técnica de<br />
archivo, donde imagen y relato son inseparables. Y también donde cada<br />
situación lleva a cambiar la manera de registrarla. ¡Qué delicia no caminar<br />
con la obligación de tomar fotografías! Caminar y luego decidirse o no.<br />
Me parece que la deriva es volver a enriquecer los caminos mentales.<br />
¿Qué hacer con ellos? Vendrá después.<br />
Cuando leo y veo sus “situaciones” me parece que Bogotá se<br />
repite. Recuerdo a Omar Calabrese, y pienso que lo que encontró Iregui<br />
en la calle del 2005 se parece al orden de la repetición en las series de<br />
televisión; siempre los mismos protagonistas: el poderoso espacio público<br />
contra los excluidos vendedores ambulantes. La estructura por capítulos<br />
es la misma: capturar el espacio urbano mediante estrategias. En cada<br />
capítulo está planteada aparentemente la misma situación histórica pero<br />
cada situación, cada vendedor callejero, es un capítulo en sí mismo y la<br />
historia se abre. De pronto los protagonistas se repiten pero con variaciones,<br />
sobre todo los vendedores ambulantes que son los mismos pero<br />
distintos. Mutan; asumen tan diversas cualidades y estrategias, sus vestidos<br />
y pregones son mezclas de tiempos. Por eso es clave describirlos,<br />
censarlos, insistir en que son la historia urbana. El que ha cambiado es<br />
quien mira y la cámara <strong>espejo</strong> ve otras cosas diferentes a las de 1946 y<br />
1957 y de 1990 al 2006.<br />
Tal vez estos “capítulos” que las fotografías y los relatos muestran<br />
permitan pensar que estamos asistiendo a un sistema en el que el “duro”<br />
protagonista de paso a una combinación flexible de sensibilidades, aunque<br />
este <strong>espejo</strong> sólo sea la manifestación de un deseo.<br />
82 “h e a q u í , p u e s , m i s c i t a c i o n e s a l a a u d i e n c i a ”
12 “Jamás tan cerca arremetió lo lejos” 27<br />
Atrio y Nave Central. José Alejandro Restrepo<br />
Empiezo con una entrevista que le hice a José Alejandro Restrepo (París 1957),<br />
en 1996, porque describe de manera densa la obra a la que voy a referirme:<br />
Atrio y Nave Central (1996). Digo que describe la obra de manera “densa”,<br />
porque el artista cuenta lo que va a suceder en esta video-instalación y sus<br />
complejas –míticas–, motivaciones. Doce años han pasado después de la<br />
última vez que la vi, y con este texto cumplo el deseo de visitarla de nuevo.<br />
27 Vallejo, 1985.<br />
“Quiero hablar de la pieza que voy a presentar en la Bienal del<br />
Museo de Arte Moderno de Bogotá. Me encanta porque tiene<br />
que ver con esa manera increíble como aparecen los proyectos.<br />
Todavía ni siquiera sabes que son obras pero están allá guardados<br />
desde hace diez o quince años. Comienzan a conjugarse hasta que<br />
finalmente llegan a su punto de madurez en el momento justo y<br />
no antes. Me parece maravilloso que vayas archivando en una<br />
memoria ideas, imágenes, vivencias que empiezan a combinarse<br />
de pronto. Es lo que le digo a los alumnos: hay que dejar el afán y<br />
permitir que las ideas se vayan decantando en procesos largos.<br />
“Este trabajo viene desde la adolescencia y tiene que ver con mi<br />
fascinación por las mujeres: un ser extrañísimo y encantador.<br />
Comparando a los hombres y a las mujeres que he ido conociendo<br />
a través del tiempo, ellas me deslumbran y por el contrario los<br />
hombres me parecen cada vez más predecibles y aburridos.<br />
“Pero esa fascinación tiene que ver también con un problema metafísico<br />
muy importante para mí, y es la imposibilidad de llegar o<br />
de acceder a “otro”. Una vez tuve una experiencia sorprendente<br />
y maravillosa a la vez. Fui a San Basilio de Palenque, como en el<br />
año 91, y en medio de ese calor infernal les pregunté a unos niños<br />
dónde quedaba el río para darme un chapuzón. Seguí las señas y<br />
llegué a un río bellísimo y de pronto empiezo a ver una cantidad<br />
de mujeres desnudas… en el agua… divinas, peinándose unas<br />
a otras, y enjabonándose la espalda. Estaba paralizado frente al<br />
espectáculo, cuando una anciana vino hacia mí con un tabaco en<br />
la mano, gesticulando y dando gritos en su lengua bantú, regañándome,<br />
me imagino, porque estaba invadiendo ¡el gineceo!<br />
¡Porque eso era un gineceo!, ¿me entiendes? El lugar íntimo de<br />
las mujeres absolutamente prohibido para hombres, al que yo<br />
c i u d a d e s p e j o 83
de pronto entré. Me fui, claro, con vergüenza, dando toda clase<br />
de excusas. Lo maravilloso de la historia es que yo sé que hay<br />
gineceos y según mi punto de vista, enriquece la manera como<br />
tú, hombre, te relacionas con el mundo de la mujer.<br />
“Pero esta experiencia se teje poco a poco con muchas otras. Por<br />
ejemplo con un mito griego que siempre me ha impactado que<br />
es el de Diana y Acteón. Diana, la mujer inaccesible, cazadora,<br />
intrépida, hermosa mujer, y Acteón, que ha conquistado a todas<br />
las mujeres, menos a Diana. Acteón se inventa una estratagema<br />
y se disfraza de venado para observarla en el momento en que<br />
Diana toma sus baños (fíjate de nuevo el agua). La observa pero no<br />
la toca; su goce es simplemente ver su cuerpo desnudo. Mientras<br />
él está en ese éxtasis, casi místico, no cuenta con los perros furiosos<br />
que la acompañan y que finalmente lo devoran.<br />
“Y mira como las cosas se entrelazan: aquí en Colombia tenemos<br />
unos dispositivos sexuales que me parecen encantadores y son las<br />
residencias de Chapinero y del Centro. Su sofisticación logística<br />
es lo que podríamos llamar la estética de la desaparición y el<br />
disimulo; las materas y el bambú en el andén y el “lujo” de los<br />
pisos de mármol y las paredes de <strong>espejo</strong>… Los relacioné con el<br />
mito y fue el momento de ponerlos en escena.<br />
“El trabajo tiene que ver entonces con esos intersticios de la<br />
vida cotidiana que aparecen de pronto y te permiten entrar al<br />
mito. Como ese encuentro en San Basilio de Palenque: pasé de<br />
la anécdota al mito atemporal, a-histórico. O como los que se<br />
encuentran en esta <strong>ciudad</strong>. Esos pasajes por donde te cuelas, que<br />
yo quiero convertirlos en entradas, no a un mundo profano, sino<br />
a un mundo mítico. La obra se llama Atrio y Nave Central, como<br />
los espacios de una catedral.<br />
“Ya en el museo te encuentras con una entrada, como la de los<br />
hotelitos que te cuento, camuflada con materas en bambú y cuatro<br />
monitores en el piso con una imagen continua de parejas que<br />
pasan frente a la puerta y desaparecen. Se oye el sonido de la calle<br />
y de los carros. Entras a un cuarto oscuro con dos monitores, uno<br />
en el piso con el agua corriendo sobre el pubis de una mujer, y<br />
otro vertical con la mirada del ciervo nervioso. Y se oye la música:<br />
una aria de Isolda, seguida por truenos, la tormenta y finalmente<br />
el ladrido de los perros. Va a sonar a todo volumen para que de<br />
verdad el sonido sea un choque.<br />
“–¿Qué es el mito para usted?<br />
“El mito es un aparato de visión. Una manera de ver bajo otra luz o<br />
desde otra perspectiva de tal manera que las cosas adquieren una<br />
significación distinta. En la historia de occidente, a partir del Renacimiento,<br />
se dejaron algunos conocimientos ocultos entre ellos<br />
los mitos, porque a la luz de la razón no eran de fiar. Sin embargo<br />
84 “j a m á s t a n c e r c a a r r e m e t i ó l o l e j o s ”
siguieron allí como substrato rescatado por algunos movimientos<br />
como el de los simbolistas. Ahora ha empezado a ser reconsiderado<br />
pero no como mentira o como verdad; el mito evade la trampa<br />
racionalista y se convierte en una alternativa para la historia.<br />
Está al lado del problema. No se trata de imponer el mito sobre<br />
la razón; simplemente cuando hay realidades complejas, como<br />
ciertos episodios de crueldad que exceden cualquier explicación<br />
“lógica”, es cuando aparece esa fisura, y me atrevo a pensar en<br />
santa Bárbara o en Diana y Acteón que son como diásporas que<br />
proyectan el problema y le dan múltiples significados.<br />
“El mito también es un problema musical. Lévi-Strauss encontró<br />
analogías entre mito y música primero, porque tienen una naturaleza<br />
discontinua, aparecen y desaparecen en intervalos de<br />
tiempo. Y segundo, porque al ser interpretados por diferentes<br />
culturas tienen que ver con la composición. Los mitos están ahí<br />
para ser reinterpretados” 28 .<br />
Bogotá es una <strong>ciudad</strong> de<br />
escondites. Y es que los habitantes<br />
de la <strong>ciudad</strong> tienen la capacidad y el<br />
derecho de esconderse sin romper.<br />
Me explico: la modernidad proclamaba<br />
“lo uno o lo otro”. Había que<br />
cambiar radicalmente y romper.<br />
Con el tiempo hay que reconocer<br />
que la naturaleza humana se manifiesta<br />
más en los escondites que en<br />
los rompimientos. Por eso Bogotá<br />
no se puede definir como un espa-<br />
cio del que se puede decir que “es” de una sola manera: hay muchas<br />
actitudes que ponen la definición de esta <strong>ciudad</strong> en suspenso.<br />
“Estoy en Texas<br />
o en Berlín occidental?<br />
Y de todos modos,<br />
¿qué hora es?<br />
¿Hay algún pensamiento<br />
que sea mi aliado?<br />
Rezo pidiendo que se suspenda<br />
todo pensar<br />
Absoluta suspensión<br />
espacio en blanco.” (Shepard, 1985: 20).<br />
28 Cruces. Natalia Gutiérrez. IDCT. Bogotá, 2000.<br />
José Alejandro Restrepo. Atrio y Nave Central.<br />
Video- Instalación. Atrio. Fragmentos del video. 1996.<br />
c i u d a d e s p e j o 85
Decidirse a entrar en suspenso, dejarse raptar para entrar en<br />
suspenso, tiene que ver, a mi modo de ver, con la primera parte de<br />
Atrio y Nave Central. En este Atrio, que es el espacio que antecede al<br />
lugar “sagrado” y el más cercano a la calle, las parejitas caminan por<br />
el andén y de pronto son absorbidos por un inesperado pasadizo.<br />
Caminantes -aspirados. En verdad el habitante de la <strong>ciudad</strong> usa el<br />
espacio público de maneras impredecibles. En la <strong>ciudad</strong>, el caminante<br />
es un interlocutor y lo que piensa, (¿quién puede asegurar lo que piensa<br />
un caminante?) sus pensamientos son sitios y muchos, y muchas<br />
relaciones. Aparentemente los bogotanos aceptamos las condiciones<br />
del tiempo mecánico y del trabajo en las oficinas y el rebusque, pero<br />
el deseo abre huecos, y en las mañanas o en las tardes las parejas se<br />
escapan y se esconden.<br />
“Una y otra vez las tardes suspendidas” escribió Miguel Ángel<br />
Rojas, en una de sus fotografías del teatro Faenza de Bogotá (otro escondite)<br />
al que entraba a la una y media de la tarde en 1979. El Faenza era un<br />
teatro donde se encontraban los homosexuales; era un espacio robado a<br />
la sociedad y resultó para muchos un “lugar” de identificación más que<br />
la propia casa. Pero esa es otra historia. Por el momento me quedo con<br />
poner en suspenso, como una forma de prolongar el tiempo.<br />
Igual que con el clima, es difícil saber cómo es ese asunto del<br />
tiempo en Bogotá. Se podría decir que es una <strong>ciudad</strong> donde se manifiesta<br />
una superposición de tiempos pero sería una manera de salir del paso.<br />
De Certeau escribe sobre Nueva York y entiendo al leerlo que las <strong>ciudad</strong>es<br />
se definen más por sus tiempos que por sus espacios. Se definen por<br />
una superposición de tiempos o mejor por cómo viven sus habitantes el<br />
presente, el pasado o el futuro, y lo que entienden por esas clasificaciones<br />
tan complejas. El autor dice acerca de Nueva York:<br />
“Esta <strong>ciudad</strong> nunca ha aprendido el arte de envejecer al conjugar<br />
todos los pasados, y su presente se inventa cada hora en el acto<br />
de desechar lo adquirido y desafiar el porvenir” (De Certeau,<br />
2004: 261).<br />
Definitivamente este no es el caso de Bogotá. En Bogotá se intenta<br />
desafiar el porvenir, pero el pasado pasa su cuenta de cobro a cada rato<br />
y se nota en miles de detalles. Un ejemplo son sus calles. Algunas se han<br />
modernizado con andenes más anchos que comparten la circulación con<br />
unas extrañas –holandesas– ciclovías. Las avenidas principales son el “reino”<br />
de la inversión de dinero: adoquines, paraderos, transporte masivo,<br />
arborización. Pero al lado, al cruzar la esquina de la gran avenida, hay calles<br />
oscuras o semi-iluminadas, calles de “oficios varios”: papelerías, cafeterías<br />
86 “j a m á s t a n c e r c a a r r e m e t i ó l o l e j o s ”
y fotocopiadoras, ventas de arepas,<br />
edificios de apartamentos donde<br />
viven algunas familias, personajes<br />
solitarios, estudiantes. Los apartamentos<br />
se ven un poco sospechosos<br />
con las cortinas a punto de caerse definitivamente<br />
y letreros de antiguas<br />
oficinas abandonadas, universidades<br />
“aprobadas” o “reprobadas”, toda<br />
clase de “institutos”, cines en ruina o<br />
“convertidos” en foro permanente de<br />
alguna iglesia cristiana. En fin, calles<br />
José Alejandro Restrepo. Atrio y Nave Central.<br />
Video- Instalación. Atrio. Fragmentos del video. 1996.<br />
de andenes por donde no ha pasado el urbanismo oficial y la iniciativa<br />
del ordenamiento urbano está a cargo de los dueños de los grandes o pequeños<br />
negocios. Y no me refiero a la <strong>ciudad</strong> segregada que muestra Rolf<br />
Abderhalden o Jaime Ávila. Me refiero a algunos lugares de Chapinero,<br />
Quinta Camacho o La soledad, satélites sólo un poco alejados del centro.<br />
Los “oficios varios” no convierten las calles necesariamente en “zonas<br />
rojas”, por lo menos de día, ya que hay que recordar que en Bogotá, la<br />
misma calle, cambia de “color” según la hora.<br />
Detengámonos en sus andenes. Algunos de ellos, los de La Soledad<br />
por ejemplo, han conservado, como una especie de reliquia, los<br />
mismos huecos y grietas, por años. Pero a veces sobre esos restos del<br />
pasado, aparecen unas materas cuadradas de cemento y en ellas crece<br />
una mata frondosa para ocultar una puerta siempre abierta que deja ver<br />
un pasadizo. En algunos se insinúan mosaicos de baldosas y <strong>espejo</strong>s. Al<br />
ras de suelo no se necesitan demasiados rodeos de los caminantes; sólo<br />
decidirse a entrar. La primera parte de Atrio y Nave Central entonces, es a<br />
ras de suelo. La obra empieza en una callecita perdida “el lugar invisible<br />
donde viven los practicantes urbanos” (Ibid: 263).<br />
A pesar de tratarse de moteles de carretera, que son muy diferentes<br />
a estos, porque, como alguien me dijo, están diseñados para esconderse<br />
por meses, cambiar de identidad o planear un asesinato, sin embargo,<br />
Sam Shepard “suelta” algunas impresiones claves en sus crónicas.<br />
“Encontró un motel que se anunciaba: “suave como el terciopelo:<br />
Habitaciones de lujo.” Pensó que tenía merecido el terciopelo. Lo que<br />
más ansiaba era ese terciopelo precisamente el tacto del terciopelo.<br />
Ese terciopelo podía ser un refugio después de tanta carretera”.<br />
“Sabía que ella podía oírme”. “Sus ojos estaban recogidos muy<br />
hacia dentro, como si ya no quisiera volver a ver nada que se<br />
pareciese a la vida real” (Shepard, 1984: 33,44,50).<br />
c i u d a d e s p e j o 87
Las parejas del video de Atrio y Nave Central van vestidas de<br />
manera convencional. Él, de Everfit (la marca del vestido que siempre<br />
encaja) y ella, de minifalda y chaqueta. Se trata –quién podría saberlo–,<br />
del jefe y la secretaria o de compañeros de trabajo por la mañana o a la<br />
hora del almuerzo. Sólo sabemos que son absorbidos.<br />
“¿Quién los ve andar por la <strong>ciudad</strong> si todos están ciegos?<br />
Son los amantes, su isla flota a la deriva<br />
Hacia muertes de césped, hacia puertos<br />
Que se abren entre sábanas…<br />
Ya están vestidos, ya se van por la calle.<br />
Y es sólo entonces<br />
cuando están muertos, cuando están vestidos,<br />
que la <strong>ciudad</strong> los recupera hipócrita<br />
y les impone los deberes cotidianos” (Cortázar, 1974: 218).<br />
Qué tendría de importante constatar que alguien en la <strong>ciudad</strong><br />
va por ahí y se esconde para satisfacer un deseo. Pues, por lo pronto,<br />
para enterarnos de que el caminante no deja la <strong>ciudad</strong> intacta sino que la<br />
transforma. Las pequeñas decisiones son defensas del individuo contra<br />
la ley. Estos caminantes toman decisiones en espacios que no se ven, en<br />
esas pequeñas callecitas perdidas a una hora cuando la vigilancia del<br />
trabajo y de la policía o de la familia está desatendida. A ras de suelo,<br />
deciden alterar la trayectoria y los moteles, ahí en la esquina o en la mitad<br />
de la calle, son guaridas. “El usuario de la <strong>ciudad</strong> toma fragmentos del<br />
enunciado para actualizarlos en secreto” (De Certeau: 271). La frase de<br />
Roland Barthes en esta obra toma un sentido literal.<br />
Atrio y nave central tiene, pues, dos partes. La primera parte “se<br />
da cuenta” sin juzgar. Sin embargo, me recuerda a Toni Negri, que insiste<br />
en el deseo de los sujetos sometidos a los mecanismos de la globalización<br />
y al flujo del dinero de las multinacionales. Frente al imperio del capital,<br />
escribe, toda crítica frontal, lejos de destruirlo, lo consolida. Lo que lo<br />
destruye es la deriva del deseo. Lo destruye la resistencia de la gente<br />
que no se deja definir como fuerza de trabajo y, como forma de protesta,<br />
así sea inconsciente, proponen la ley del que desea. Manifiestan lo que<br />
hay de político en las pasiones y pulsiones. Proponen que por debajo<br />
del orden, late lo que el orden mismo reprime.<br />
Esta es una de las razones por las cuales quería volver a visitar<br />
esta obra. Porque se localiza en la vida de todos los días y con personas<br />
comunes. No son historias extremas y por eso resulta –no sé si romántico<br />
pero por lo menos es una promesa–, que todos los días el sujeto en las<br />
pequeñas cosas, cuando se decide prolongar, alterar la línea, interrumpir<br />
88 “j a m á s t a n c e r c a a r r e m e t i ó l o l e j o s ”
los significados, escuchar los miles de dialectos que hablan dentro de<br />
él, cuando construye atajos, flujos subterráneos o manchas de aceite,<br />
entonces toma decisiones políticas 29 .<br />
Bueno; retomo el hilo de la <strong>ciudad</strong> y sigo “pegada” al recorrido<br />
de De Certeau por Nueva York. Nos dice que es probable que de esta<br />
<strong>ciudad</strong> tengamos visiones de conjunto desde la altura de algún edificio<br />
(la cámara ha sobrevolado tantas veces las cúpulas y terrazas de Manhattan).<br />
Al contrario, Bogotá es difícil de ver como un conjunto. No<br />
imposible. Desde el avión que aterriza o desde Monserrate, podemos<br />
establecer relaciones “macro” de la <strong>ciudad</strong> con los cerros, con la Sabana<br />
y ahí, inevitables, los cultivos comerciales que la cubren con plásticos.<br />
Una panorámica:<br />
“Fueron a almorzar a un restaurante que quedaba subiendo<br />
hacia La calera. Tomaron una mesa en el segundo piso, junto a<br />
la ventana, y Barragán le mostró la hermosa vista de la <strong>ciudad</strong>.<br />
Nancy volvió a ponerse roja y pensó que era una boba, que<br />
con lo amable y educado que era el doctor no tenía por qué<br />
pasar vergüenzas. —Usted conoce Nueva York, Nancy? —No,<br />
doctor. Yo soy poco viajada. —Es que este sitio es lo más parecido<br />
a Nueva York que tenemos en el país. La vista siempre<br />
me ha recordado un restaurantito delicioso que hay en New<br />
Jersey. Desde las ventanas se ven los edificios de Manhattan”<br />
(Gamboa, 1997: 66).<br />
Pero esa visión global no muestra cómo funcionan los bogotanos<br />
en las calles y en sus recorridos. Bogotá es una <strong>ciudad</strong> para<br />
experimentar a pedazos. Es como para preguntarse acerca del espacio<br />
a nivel de la calle ¿qué verán los que<br />
transitan por ahí?.<br />
Cuando decimos “La <strong>ciudad</strong>”,<br />
nos referimos a un concepto general<br />
pero, como todo concepto general,<br />
no nos permite “ver” de qué estamos<br />
hablando. De Certeau me parece que<br />
pide la invención de métodos cualitativos<br />
que permitan ver las prácticas de<br />
espacio que hace el caminante. En ellas<br />
aparece la <strong>ciudad</strong> posibilidad; se abre lo<br />
impensado en esa <strong>ciudad</strong> “concepto”.<br />
29 Decidirse a parafrasear a Deleuze no es fácil: Deleuze (1997).<br />
José Alejandro Restrepo. Atrio y Nave Central.<br />
Video-Instalación. Atrio. Fragmentos del video. 1996.<br />
c i u d a d e s p e j o 89
La <strong>ciudad</strong> que se piensa en general, está llena de vacíos y de espacios de<br />
escape. El arte, la eterna invención de estrategias, completa la idea de <strong>ciudad</strong>,<br />
explorando la propia vida y la vida de sus habitantes; muestra el uso íntimo<br />
de las calles y los cuartos. Esos moteles al ras de la calle abren boquetes en el<br />
“continuum” espacial y rompen los nexos; son islotes separados de tiempo<br />
y de prácticas (De Certeau: 271).<br />
“La <strong>ciudad</strong>-panorama es un simulacro teórico –es decir visual–,<br />
en suma un cuadro, que tiene como condición de posibilidad un<br />
olvido y un desconocimiento de las prácticas” (Ibid: 263).<br />
Volvamos a la obra. En el andén, una mata esconde la entrada a un<br />
discreto motel: un cuarto y una cama. De nuevo Sam Shepard: “Habitaciones<br />
con olores sintéticos difíciles de identificar”. (Baldosas, a veces tapete<br />
y televisor negro atornillado a la pared, <strong>espejo</strong>, amor estéreo). (En París,<br />
Texas, veo lámparas de caperuza quemada – indolencia que se ve en los<br />
objetos–, televisión, ruido, rayitas, estática). “Conectó la T.V. un predicador<br />
predicaba con lenguaje de signos para sordomudos”. “En él se instaló como<br />
si fuera su casa” (Shepard: 33). Augé dice que en el espacio contemporáneo<br />
nos movemos del “lugar” al “no lugar”. A veces los sitios de paso se sienten<br />
como si estuviéramos en casa y a la inversa el hogar se convierte en un “no<br />
lugar”, cuando se dan en él las prácticas de los desencuentros.<br />
Atrio y Nave Central es una obra que muestra la imposibilidad de<br />
ver en perspectiva con un “ojo totalizador” a una <strong>ciudad</strong> como Bogotá,<br />
y hace más compleja su lectura. Propone una <strong>ciudad</strong> que para verla hay<br />
que “entrar” y preguntarle al cuerpo. La obra funciona entonces como un<br />
espéculo en el sentido literal de la palabra. Un espéculo, “instrumento”<br />
que entra en un cuerpo y muestra partes; explora cavidades interiores<br />
del organismo (Moliner, 1998: 1200). Y esas partes se ven desde el lugar<br />
donde el espéculo se localiza.<br />
Después de ver las parejitas en la calle que son aspiradas por<br />
esos pasadizos desconocidos, la obra entra y muestra. ¿Muestra? Vamos<br />
a ver si en realidad muestra. En su obra, José Alejandro Restrepo<br />
ha usado de diferentes manera este asunto de mostrar o no mostrar:<br />
“Adorar” o “destruir” la imágenes, mostrar o no mostrar. Ha usado en<br />
otras obras las imágenes de los noticieros de televisión que muestran<br />
el cuerpo mutilado como sentido del espectáculo y resultan tan pornográficas.<br />
Las ha contrapuesto a las imágenes religiosas, más seductoras<br />
en su complejidad, difíciles de definir en esto de mostrar y no mostrar.<br />
La seducción es una táctica para entrever y necesita que el espectador<br />
complete la imagen con su imaginación y sus deseos (Barthes: 1995).<br />
(La táctica no tiene más lugar que el otro (De Certeau: 280)). Es el caso<br />
90 “j a m á s t a n c e r c a a r r e m e t i ó l o l e j o s ”
de Atrio y Nave Central. En los televisores<br />
vemos las parejitas que<br />
entran por una puerta-escondite y<br />
cuando pasamos al segundo espacio,<br />
a la Nave Central, resulta que<br />
nos encontramos con fragmentos de<br />
imágenes y de sonidos. En el piso,<br />
una pantalla plana de televisión con<br />
la imagen del tronco de una mujer<br />
desnuda bañándose en un río de<br />
aguas cristalinas. En la pared, un<br />
televisor con un ciervo ¿desatento?<br />
José Alejandro Restrepo. Atrio y Nave Central.<br />
Video- Instalación. Atrio. Fragmentos del video. 1996.<br />
¿nervioso? en fin, “atravesado” por los ladridos de los perros. Se oye<br />
una voz femenina, un aria de Tristán e Isolda, la ópera de Wagner.<br />
Resulta, pues, que al entrar nos encontramos con un universo<br />
“opaco”. La Nave Central nos propone un mito, y el mito es un <strong>espejo</strong><br />
opaco porque frente a él nos “entrevemos”. Los personajes y sus dramas<br />
se desenvuelven frente a nosotros de manera paradójica. Por momentos<br />
nos reconocemos en algún matiz del carácter de uno de los personajes o<br />
en un gesto, que, como un resplandor (me robo las palabras De Certeau),<br />
deja ver el comportamiento de otro.<br />
“Los relatos diversifican”.<br />
“Los relatos se privatizan y se hunden en los rincones de los<br />
barrios” (Ibid: 281).<br />
Espéculo es una palabra que tiene que ver con “especular” y sus<br />
definiciones: aprovecharse o sacar ventaja (del mito). Comerciar, negociar<br />
(con nuestras propias experiencias). Examinar (recorrer, vincular,<br />
reconocer en el mito los pedazos escondidos de nosotros mismos).<br />
Joan Fontcuberta nos cuenta que al seguirle el rastro al uso de la<br />
palabra “especular” se encontró con una de las tradiciones de observación<br />
que tiene “fama” en el mundo de la percepción, de ser científica y exacta.<br />
Fontcuberta (1998: 39) se refiere a la astronomía. Su investigación etimológica<br />
lo llevó hasta Italia en el siglo XVI y a los hombres dedicados a la<br />
observación de los astros. Las estrellas se reflejaban en un <strong>espejo</strong>. Pero este<br />
reflejo tal cual, algunas manchas luminosas, bellísimas, eran incomprensibles.<br />
Para entender sus movimientos y sus relaciones, tenía necesariamente<br />
que cruzarse otro <strong>espejo</strong>, un poco transversal y “ especulativo”, que es el<br />
de la interpretación. La observación de los astros en el <strong>espejo</strong> entonces es<br />
una operación intelectual y especulativa. Por rutina cultural creemos que<br />
ese reflejo uno a uno lo dice todo y olvidamos que dentro de la naturaleza<br />
c i u d a d e s p e j o 91
José Alejandro Restrepo. Atrio y Nave Central. Video-Instalación. Nave Central. Fragmentos del video. 1996.<br />
especular hay que proponer una interpretación a ese reflejo. Entonces, como<br />
la astronomía, los mitos están ahí para ser reinterpretados.<br />
Volvamos a los Andares de <strong>ciudad</strong>. El caminante urbano crea “lapsus”<br />
de visibilidad; en sus decisiones cambia de dirección o desaparece.<br />
Después de lo literal, de las parejitas en la calle, La nave central reintroduce<br />
una historia opaca y especular. Escribe de nuevo o, mejor, combina mitos<br />
sobre el amor y diferentes encuentros de miradas y conversaciones. Lo<br />
que sucede en esos cuartos de hotel es difícil de ver en una panorámica.<br />
Paris, Texas: ver y no ser visto, hablar para verse.<br />
Bueno; a veces son necesarias las preguntas “esencialistas” y llegó<br />
la hora de preguntar: ¿Qué es un mito? Es una manera de organizar los<br />
datos de la experiencia sensible en una narración (Lévi-Strauss, 1969:<br />
206). ¿Por qué proponer un mito en una obra que se refiere tan explícitamente<br />
a la <strong>ciudad</strong>? Tal vez porque el sentimiento y las prácticas de<br />
los habitantes de una <strong>ciudad</strong> no son tan evidentes y se “intuyen” mejor<br />
a través de un <strong>espejo</strong> opaco, un <strong>espejo</strong> que no refleja completamente y<br />
que necesita del punto de vista de quien mira. ¿Para qué proponer un<br />
mito? En realidad el arte está para darle otro orden a lo dado y en esta<br />
obra una mujer, un ciervo, y ciertos intermediarios permiten construir<br />
una especie de “arte combinatoria”. Lo que quiero decir es que Atrio y<br />
Nave central se toma la libertad, como pocas obras en el arte colombiano<br />
contemporáneo, de convertirse en un “arte combinatoria”.<br />
Siguiendo a Levi-Strauss, los mitos siempre nos llegan por fragmentos<br />
y los ordenamos de diversas maneras según nuestras preocupaciones.<br />
En la Nave Central, incluso están organizados espacialmente para hacer más<br />
evidente la confusión de los protagonistas. Las miradas se orientan en muchas<br />
direcciones, el desnudo femenino en el piso, el ciervo “voyerista” en la pared,<br />
y sonidos que resuenan en el espacio. Los temas del mito están organizados<br />
como <strong>espejo</strong>s oblicuos, no frontales, donde la mujer a la vez se ofrece desnuda<br />
a la mirada y la recibe del espectador y del ciervo, por instantes.<br />
92 “j a m á s t a n c e r c a a r r e m e t i ó l o l e j o s ”
Diana es un personaje con muchos matices: la luna, la diosa celosa<br />
de su virginidad que sin embargo se hace acompañar por ninfas desnudas<br />
que corren por los bosques y, entonces, siempre se encuentran asediadas<br />
por la mirada de los cazadores que pasan por allí. Diana se abandona<br />
a su propia desnudez. ¿Tal vez solo es posible en un anónimo cuarto<br />
de hotel? Diana es también la hermana gemela de Apolo, lo convierte a<br />
veces en su rival y maneja con destreza el arco y la flecha. Bondadosa,<br />
consejera en asuntos de amor y cruel en sus decisiones.<br />
Acteón se esconde para ver y en la obra aparece ya convertido en<br />
ciervo, detenido justo antes de morir. La muerte de Acteón queda en suspenso<br />
y es el momento en que las interpretaciones pueden diversificarse<br />
más todavía porque no hay una historia con un final definitivo. El ciervo<br />
aquí resulta ser un “voyerista” tontamente inquieto. El “voyerista” cree que<br />
tiene el poder pero queda atrapado en la imagen. Es como si este hombre<br />
“moderno” del que hablaba Baudelaire, con sus sentidos agudos y vibrantes,<br />
su espíritu dolorosamente sutil, casi un héroe (Berman, 1989: 130), se<br />
convirtiera, por esa misma exceso de imágenes en esta época en un ciervo<br />
manso, devorado. Claro; otras interpretaciones del mito podrán hacerse.<br />
Alguien que conoce la naturaleza humana me dijo que Acteón es como el<br />
crítico de arte que mira pero es devorado más tarde por los mismos artistas<br />
a quienes mira. La venganza de Acteón sería entonces dejar de mirar. Los<br />
mitos entonces se pueden reorganizar por “temas y variaciones”.<br />
Ladridos de perros y el aria de Tristán e Isolda, otro mito. Tristán,<br />
es el encargado de custodiar a Isolda que, desconsolada, va a casarse con<br />
un rey anciano. Su madre le prepara un bebedizo de amor para tranquilizarla<br />
y lograr que se enamore del rey y así consolidar el matrimonio<br />
perfecto. Pero la historia toma un “giro” y Tristán e Isolda lo beben y se<br />
enamoran. Isolda, aunque se casa con el rey, se encontrará con Tristán a<br />
escondidas y cometerán adulterio eternamente hasta su muerte. La música<br />
abre otros caminos diferentes a los de la mirada. Del tema principal<br />
surge otro en una estructura de formas intercaladas.<br />
Es probable que el hombre urbano cada vez más separado de<br />
una sola explicación del universo, necesite organizar los temas mitológicos<br />
a su manera para entender las trasformaciones ambiguas de su<br />
propia naturaleza. En el caminante siempre hay una historia personal,<br />
una manera de organizar su experiencia, que lo lleva a dar “vueltas” y<br />
“giros” simbólicos. Los mitos, porque proporcionan interpretaciones a<br />
una existencia urbana tan fragmentaria, “medios para salir y volver a<br />
entrar, y por tanto espacio de habitabilidad” (De Certeau, 2004: 280).<br />
Atrio y Nave central, porque la <strong>ciudad</strong> tiene espacios aquí tan cerca con<br />
su propio tiempo y no recuerda que jamás tan cerca arremetió lo lejos.<br />
c i u d a d e s p e j o 93
13 “Amodorrado en el fondo de un<br />
3 0<br />
Sahara brumoso…”<br />
Corte en el ojo. Miguel Ángel Rojas<br />
En 1979, el teatro Faenza en Bogotá 31 era un escondite para Miguel Ángel Rojas<br />
(Bogotá 1946). Él entraba a eso de la una y media de la tarde, a ver una película<br />
de vaqueros o de karatekas. Era también un teatro de encuentro de los homosexuales.<br />
Un día Miguel Ángel decidió tomar fotografías de estos encuentros,<br />
y en una de ellas escribió: “una y otra vez las tardes suspendidas”. Esta frase<br />
me parece clave para describir lo que sucede en ciertos espacios de la <strong>ciudad</strong><br />
que son como una bolsa con un tiempo propio. Frente al tráfico de la calle y<br />
cuando el comienzo de la tarde se hace agobiante, una forma de hacer callar<br />
el desasosiego es entrar en una sala de cine, que es el templo de la ilusión.<br />
El sociólogo Georg Simmel describe al hombre urbano en medio<br />
de las carreras de la <strong>ciudad</strong>: su seguridad interior se convierte en “un débil<br />
sentido de tensión y una vaga nostalgia”, en una “insatisfacción oculta”,<br />
por una “urgencia desasistida”, que “se origina en la hiperactividad y la<br />
excitación de la vida moderna” (Frisby, 1988: 62). Y es que es tanta la información<br />
simultánea que reclama la atención y las respuestas de quien vive<br />
en la <strong>ciudad</strong>, y en temas que, la mayoría de las veces, no le interesan y en los<br />
que no quiere participar, que tal vez por eso es mejor esconderse y rescatar<br />
la posibilidad de suspender el tiempo.<br />
Corte en el ojo (2000) es una obra de Miguel Ángel Rojas, y en ella<br />
se percibe esa sensibilidad privada característica del habitante urbano. Se<br />
trata de un video de doce minutos, en el que el artista recoge y revisa la<br />
experiencia vivida en las salas de cine en el 79. Para Corte en el ojo, Miguel<br />
Ángel grabó las fotografías que tomó en ese año, las grabó en video, iluminadas<br />
con luz estroboscópica; por eso se siente un pulso intermitente que<br />
30 Charles Baudelaire (Citado por Steiner, 2001).<br />
31 El teatro Faenza, calle 22 # 5-50 en pleno centro de Bogotá, fue construido en 1924. Diseñado por<br />
Arturo Tapias y Jorge Muñoz, es un ejemplo de las influencias francesas en la <strong>ciudad</strong> que fueron<br />
substituyendo poco a poco a la <strong>ciudad</strong> colonial. Los arquitectos llaman a este período como Republicano,<br />
y se caracteriza por fachadas con puertas y decoraciones en cemento que recuerdan los<br />
movimientos de las enredaderas y las olas del mar. La puerta del teatro está enmarcada por un gran<br />
arco de cemento con molduras, cariátides a los lados y la fachada está rematada por tres acroteras. Al<br />
comienzo fue el escenario donde los bogotanos podían ver las obras de teatro que venían de Europa<br />
y con el desplazamiento de las clases altas fuera del centro, el teatro cambió de uso hasta convertirse<br />
en una sala de cine. En el 2004 fue restaurado por la Universidad Central. www.ucentral.edu.co<br />
c i u d a d e s p e j o 95
se hace más intenso cuando se oye por momentos un ritmo de flamenco.<br />
Esas secuencias, constituyen la primera parte de la obra.<br />
Digo que este video permite leer las más humanas, casi inexpresables<br />
actitudes de un <strong>ciudad</strong>ano y voy a intentar explicarlo. Ya vivir<br />
una experiencia erótica en la sala de cine, permite definir los lugares de<br />
la <strong>ciudad</strong> no sólo arquitectónicamente sino por las prácticas que cada<br />
sujeto vive en ellos. Esa es la esencia de las definiciones de “lugar” y “no<br />
lugar” de Marc Augé. Este antropólogo define los espacios urbanos por la<br />
manera como sus habitantes los viven, y esas vivencias son paradójicas.<br />
Por un lado, los <strong>ciudad</strong>anos van y vienen en permanente movimiento,<br />
pero, por otro, hay sentimientos que permanecen. La experiencia que<br />
describe Augé es como un tejido entre la duración y el movimiento, entre<br />
una cierta presencia de las emociones y la memoria, y este presente,<br />
rápido y globalizado, en cada uno. En lo urbano, entonces, no todo es<br />
cambio: hay sentimientos que permanecen, aunque sea en la ilusión.<br />
Miguel Ángel Rojas. Corte en el ojo. Video. Fragmentos del video. 2000.<br />
Esta paradoja es la que permite a Augé (1992) proponer la pareja<br />
de situaciones que ha llamado “lugar” y “no lugar”. Si “el lugar” es un<br />
espacio donde el sujeto afirma su sentido de pertenencia y de identidad,<br />
en contraposición, el “no lugar” se define como un espacio de tránsito,<br />
en el que no se puede vivir de manera permanente ni fundar el sentido<br />
de la propia historia. Pero también los “no lugares” son los espacios del<br />
anonimato donde se juegan emociones, deseos y múltiples identificaciones,<br />
de manera silenciosa.<br />
Corte en el ojo permite pensar en esa paradoja de los espacios<br />
urbanos, que consiste en que en lo transitorio es posible satisfacer los<br />
más íntimos deseos. Para decirlo de otro modo, allí, en una sala de cine<br />
que es un espacio público, nuestra identidad puede desplegarse en los<br />
aspectos más escondidos.<br />
Una posible definición de paradoja es “lo uno y lo otro”. La<br />
paradoja es una experiencia que incluye emociones contradictorias. Es<br />
totalmente diferente a “lo uno o lo otro”, que es una visión excluyente<br />
96 “a m o d o r r a d o e n e l f o n d o d e u n s a h a r a b r u m o s o …”
de las experiencias. En realidad, “lo uno o lo otro”, es la premisa básica<br />
de la educación que recibimos en el colegio, para no decir la educación<br />
moderna, como si el hombre se guiara por una lógica abstracta y mecánica,<br />
sin sobresaltos de tiempo, sin memoria, sin emociones que conviertan<br />
su vida en un remolino. Para Augé, la paradoja en la cual se mueve el<br />
hombre contemporáneo es ir del “lugar” al “no lugar”, del deseo de<br />
permanencia a la evasión y, en este movimiento, descubre una nueva<br />
versión de la soledad. Pero no se trata de una soledad nostálgica que<br />
tiene que ver con lamentarse por la pérdida; de lo que se trata es de un<br />
estado inevitable de aceptación de las experiencias pasajeras. Tal vez se<br />
puede entender mejor este movimiento, si pensamos en un transeúnte<br />
que decide entrar en una sala de cine y vivir una ilusión y, cuando se<br />
encienden las luces, la ilusión termina. La soledad del hombre contemporáneo,<br />
según Augé, sería la capacidad que el sujeto tiene de decidir,<br />
no sin cierta valentía, entrar y salir de la ilusión.<br />
Continuemos con lo que se descubre en el video. La sala de cine y<br />
su anonimato, permitió a muchos hombres y mujeres en esa época, en el<br />
79, y también hoy, por qué no, vivir la sexualidad que probablemente en<br />
la familia, el lugar por excelencia, no se podía vivir con plena libertad. El<br />
“no lugar” se convierte en “lugar” donde se expresa la propia identidad.<br />
He ahí la paradoja.<br />
La obra, en su primera parte, es un despliegue de micro-relaciones<br />
en espacio público. Es importante recordar aquí una sugerente<br />
definición de espacio público; para Manuel Delgado, es un territorio<br />
que suprime los límites entre lo público y lo privado y por eso es un<br />
escenario de actitudes teatrales (Delgado, 1999). La sala de cine es un<br />
tipo particular de espacio público: encerrada, oscura y de uso transitorio,<br />
estimula y permite encuentros afectivos y eróticos. Más que<br />
coreografías, como llama Delgado al comportamiento en la calle, la<br />
obra de Miguel Ángel Rojas es el registro de un cortejo de hombres<br />
que esperan, se intuyen mientras se acercan, y se tocan. En esa primera<br />
c i u d a d e s p e j o 97
parte del video, desocupados, mirones, exhibicionistas, voyeristas,<br />
todos estos habitantes urbanos, aparecen allí.<br />
La obra no explora la sensibilidad urbana solo en lo sexual. El<br />
video tiene una segunda parte que son las grabaciones que hizo Miguel<br />
Ángel cuando volvió a entrar al Faenza, en el 2000, veinte años después,<br />
a la una y media de la tarde. El teatro estaba aparentemente vacío; se<br />
oían los tiros y los gritos de una película de detectives. Con una cámara<br />
de video, lentamente, con atención afectuosa, Miguel Ángel grabó cada<br />
una de las sillas de cuero rojo, el único color en el video. La cámara recorre<br />
los balcones, los detalles de la madera y el zócalo. Al final se abre la<br />
platea frente al espectador, y la cámara se encuentra por casualidad con<br />
un hombre solitario, de camisa blanca, hundido en la penumbra, atento<br />
a la pantalla, una imagen arenosa, casi un dibujo, otra ilusión.<br />
Veo esta segunda parte de la obra, como un homenaje a las salas<br />
de cine, un espacio que le permitió a Miguel Ángel dejar pasar las horas,<br />
superar el día en esa bolsa de tiempo, en un encuentro consigo mismo.<br />
A mí me parece interesante pensar en espacios que permiten guardar<br />
un tiempo en el que el sujeto se sumerge y puede hacer toda clase de<br />
vínculos nuevos. Me acuerdo de una imagen del video de Bill Viola,<br />
The Passing (1991), en la cual el estudio del artista se inunda y todos los<br />
objetos flotan. Así mismo habla Orhan Pamuk (2007: 57) de su mesa de<br />
trabajo en una habitación donde todo se toca y todo se relaciona.<br />
Esta idea del espacio especial con su propio tiempo, puede ser<br />
una manera menos metafórica y más cercana para definir el oficio del<br />
artista. Por eso quiero pensar que Corte en el ojo es un homenaje también<br />
a un espacio que le permitió a Miguel Ángel afirmarse como artista; allí<br />
decidió cambiar su papel de protagonista de los encuentros sexuales,<br />
a fotografiarlos. Quiero recordar también que Miguel Ángel Rojas no<br />
aprendió fotografía en la universidad sino en un ejercicio experimental<br />
y solitario a los nueve años. En su Primera Comunión, recibió el mismo<br />
regalo varias veces, cámaras Kodak, y empezó a explorarlas hasta que una<br />
noche dejó la cámara con el obturador abierto e hizo unos autorretratos<br />
Miguel Ángel Rojas. Corte en el ojo. Video. Fragmentos del video. 2000.<br />
98 “a m o d o r r a d o e n e l f o n d o d e u n s a h a r a b r u m o s o …”
Miguel Ángel Rojas. Corte en el ojo. Video. Fragmentos del video. 2000.<br />
de larga exposición con negros y blancos intensos y amplias zonas grises.<br />
Creo que su habilidad como dibujante la complementó con este ejercicio<br />
de mirar por el visor. Y creo, además, que ese profundo aprendizaje del<br />
conocimiento del blanco y el negro y sus matices es importante en la<br />
construcción de sus primeras imágenes y en la estructura de este video,<br />
donde los grises parecen granos de arena que envuelven el espacio y al<br />
personaje anónimo en la platea.<br />
“(Nada es tan interminable como los cojos días<br />
cuando por debajo de los pesados copos de los años nervosos<br />
El tedio, fruto de la lúgubre apatía,<br />
toma las proporciones de la inmortalidad.<br />
En adelante, ¡oh materia viviente! ya no eres más<br />
que un bloque de granito rodeado de un vago espanto,<br />
Amodorrado en el fondo de un Sahara brumoso,<br />
Vieja esfinge ignorada del mundo despreocupado,<br />
Olvidada en el mapa y cuyo humor violento<br />
Sólo canta a los rayos del sol que se pone)” (Baudelaire).<br />
André Bazin (1990) dice que cuando la realidad no nos interesa,<br />
inventamos el enriquecimiento erótico de la vida y también le apostamos a<br />
la ilusión del cine y del arte. Es como la experiencia de Miguel Ángel en este<br />
video. En su caso parece que el “no lugar” es la experiencia, y la fotografía<br />
es “el lugar” de reafirmación de la identidad como sujeto y como artista.<br />
Los 36 negativos del 79, han sido la realidad para él. Los ha guardado<br />
celosamente, reducido hasta el tamaño de una córnea para contar otras<br />
historias y en esta obra ampliados en la pantalla de cine, toman aún más<br />
cuerpo. Los hombres se ven bañados por la luz de la película como una<br />
fuerza que los rodea y les da sentido a una vida real, tal vez sin sentido.<br />
Más que un video con su edición fragmentaria, esta obra tiene<br />
la estética de algunas películas inolvidables. No es un corto-metraje<br />
que cuenta una historia, sino que se siente un el hilo conductor como<br />
soporte, que es la experiencia misma: la experiencia vivida en la sala de<br />
c i u d a d e s p e j o 99
cine en el 79 y en el 2000, y también la experiencia del blanco, negro y<br />
el gris que mutan; asistimos a un imagen que también es experiencia.<br />
Para André Bazin, en el mismo texto citado, la fotografía y el cine<br />
pudieron satisfacer el deseo (de todas maneras en la ilusión), de ver la<br />
vida, tal cual. Por esta razón, estos dos medios tienen el encanto para<br />
nosotros de establecer de alguna manera un vínculo con un espacio y<br />
un tiempo conocidos.<br />
Este hombre en la platea del Faenza, un poco borroso, puede ser<br />
cualquiera de nosotros. Es una imagen, esa sí, que tiene el encanto de<br />
vernos a nosotros mismos embelezados frente a una película, protegidos<br />
por la oscuridad de la sala aunque sea por unas horas.<br />
Vuelvo a la pregunta: ¿por qué en el arte colombiano hay sólo<br />
fotografías y videos? Porque en la fotografía podemos admirar el original<br />
que nuestros ojos no habrían podido amar, dice Bazin. Porque en el<br />
“campo” que nos movemos, no nos enseñan a amar los lugares comunes,<br />
grises, desaliñados, las cosas sin elevación pero que nos rescatan, aunque<br />
parezca increíble, de la vida sin sentido y de la indiferencia.<br />
Miguel Ángel Rojas. Corte en el ojo. Video. Fragmentos del video. 2000.<br />
100 “a m o d o r r a d o e n e l f o n d o d e u n s a h a r a b r u m o s o …”
14 “Y saldrás de ti hacia nuevos y vastos<br />
territorios donde la palabra y el<br />
3 2<br />
gesto no caerán en el olvido”<br />
Proyecto Prometeo. Colectivo Mapa Teatro-Proyecto<br />
Cúndua, dirigido por Rolf y Heidi Abderhalden<br />
El parque Tercer Milenio en Bogotá fue inaugurado en el año 2005. Un<br />
parque de veinte hectáreas con plazas de losas de piedra blanca y zonas<br />
verdes, construido para erradicar el barrio llamado El Cartucho. El parque<br />
se construyó después de demoler por completo las construcciones que allí<br />
se encontraban y de reubicar a sus habitantes; fue un proceso que duró<br />
aproximadamente cinco años. Las calles, alrededor de quince cuadras,<br />
hacían parte del antiguo barrio Santa Inés, de antiguas casas señoriales<br />
en el centro de la <strong>ciudad</strong>. Las viejas casas se habían convertido, a través<br />
de los años, en locales de actividades marginales. Primero fueron inquilinatos,<br />
luego bodegas de mercancías, habitaciones para comprar, vender y<br />
consumir drogas y garajes donde se almacenaba la basura reciclable.<br />
El barrio Santa Inés se transformó socialmente a través del tiempo.<br />
Las clases altas a principios del siglo XX, habitaron el barrio, en amplias<br />
casas republicanas, de techos altos con decoraciones de yeso. En los años<br />
cuarenta, estos primeros habitantes emigraron un poco más lejos del centro,<br />
hacia El barrio Santafé, Chapinero o Avenida Chile y las casas republicanas<br />
cambiaron de uso; fueron ocupadas por el comercio y los terminales de<br />
las empresas de transporte. Allí llegaban los inmigrantes que huían de la<br />
violencia en el campo y es probable que muchos de ellos alquilaran cuartos<br />
en aquellas antiguas casas, sin exigir demasiadas condiciones.<br />
En los cincuenta y sesenta, se empezaron a consolidar en Santa Inés<br />
otras actividades urbanas, informales, ilícitas que, sin embargo, hacen parte<br />
de la historia de la <strong>ciudad</strong>. Por la actividad del reciclaje el barrio empezó<br />
a llamarse El Cartucho. “Un lugar, si bien marcado por la delincuencia,<br />
conserva las marcas de múltiples relaciones humanas” (Lulle, 2005: 56).<br />
Podríamos decir, parafraseando lo anterior, que El Cartucho es el<br />
resultado de la tendencia del urbanismo y de la renta del suelo en Bogotá,<br />
que se caracteriza por la emigración de las clases altas del centro y como<br />
contraparte el cambio de uso y el abandono de grandes zonas que así resultan<br />
incómodas e intentan borrarse del imaginario urbano. Sin embargo,<br />
32 Mendoza, 1997.<br />
c i u d a d e s p e j o 101
cada barrio de Bogotá insiste y sigue “contando su historia”. Precisamente,<br />
las intervenciones de Rolf Abderhalden en la <strong>ciudad</strong> me parece que intentan<br />
narrar los olvidos y los silencios de la historia urbana oficial y también la<br />
que tenemos todos, inmóvil, en nuestro imaginario.<br />
El antropólogo Germán Piffano describe con precisión “la evolución<br />
de clase” del barrio y comenta que después del Bogotazo en 1948:<br />
“En medio del bullicio, por entre tiendas y cafetines y compraventas<br />
y bodegas se vieron los primeros borrachitos, fumadores<br />
de marihuana y vendedores de pipo: los piperos. Eran los 70,<br />
los años de la psicodelia y Santa Inés se vistió para la ocasión.<br />
Poco a poco empezaron a poblar el barrio personajes trashumantes,<br />
pequeños delincuentes, personas de paso que con el<br />
movimiento del sector llegaban y se iban de la <strong>ciudad</strong> en busca<br />
de suerte. De aquella época se recuerdan las primeras bodegas<br />
de reciclaje, el traslado de compra-ventas hacia la carrera décima,<br />
la proliferación de hospedajes, hoteluchos e inquilinatos.<br />
Aparecen también los ñeros: personajes hechos “de” y “para”<br />
la calle. Envueltos en una bocanada de humo, que llevando y<br />
trayendo mercancías del rebusque, escribieron desde entonces<br />
en todas las calles de la <strong>ciudad</strong> su propia historia a fuerza de<br />
pasos y recorridos impredecibles…<br />
“Se fueron también las empresas de los buses a principios de los<br />
80 y se quedaron algunos comerciantes y personas que habían<br />
hecho de Santa Inés su hogar: botelleras, bodegueros, herramenteros,<br />
ropavejeros, papeleros y trabajadores. Todo un mundo<br />
que vivía a su propio ritmo, sacando de la <strong>ciudad</strong> lo suficiente<br />
para vivir. Y entre ellos estaban desde entonces los buscasuerte,<br />
los que ya no tendrían a donde ir: los habitantes de la calle que<br />
entre droga, humo y basura saludaban la noche del Cartucho. Y<br />
con la noche vendría el carnaval, la euforia, el estruendo de las<br />
radiolas, la muerte fácil y los ganchos: bandas de delincuentes y<br />
narcotraficantes que marcarían para siempre en la memoria de la<br />
<strong>ciudad</strong> la relación entre Cartucho e infierno urbano.<br />
Limpiezas de los establos de Augías. Fragmentos del video. Colectivo Mapa teatro-Proyecto C’úndua, dirigido<br />
por Rolf y Heidi Abderhalden. 2004. Fotografía, Lucas Maldonado<br />
102 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
Se terminó el milenio y con él, Santa Inés; El Cartucho cedió su<br />
suelo para un parque. Quedarán atrás casas y vecinos, experiencias,<br />
recuerdos y memorias de un barrio que vio desfilar por sus<br />
calles varios hitos que dibujan a la vez, en un recorrido imperceptible,<br />
la historia del país” (Ibid:47).<br />
En fin, en el imaginario de los bogotanos del 2000, El Cartucho<br />
era el lugar de las “ollas de bazuco”, un espacio invisible para los demás<br />
habitantes de Bogotá, pero que en la conversación con Rolf Abderhalden<br />
se percibe como un colectivo más complejo. Él cuenta:<br />
“Cuando inicié el trabajo allí, me encontré con un barrio habitado<br />
por todo tipo de gente. Me sorprendí al encontrar, por ejemplo, ancianas<br />
que vivían en una especie de mansión medio en ruinas y que<br />
necesitaban alquilar piezas. Estas casas inmensas se fueron poblando<br />
de recicladores, drogadictos... Se convirtieron también en bodegas de<br />
reciclaje, almacenes, hoteles, “ollas de bazuco”. Se des-configuró la<br />
arquitectura y ese lugar sólido y con simbología de “cierta elegancia”<br />
se pobló con otras experiencias. Pero, precisamente por eso, encontré<br />
un barrio con leyes propias, estrictas y precisas. La comunidad se<br />
auto-regulaba, obviamente con unas relaciones de fuerza terribles,<br />
sobre todo los expendedores de droga, que controlaban a gran parte<br />
de los habitantes y manejaban grandes cantidades de dinero […].<br />
“Pero también vivían en él personas que construían otras redes y<br />
así el barrio cumplía funciones inesperadas. Allí –y para comentarte<br />
sólo un aspecto– mucha gente podía sobrevivir con pocos<br />
recursos. Te cuento: “el combinado” era un cucurucho de papel o<br />
un plato desechable con fríjoles, verduras, pasta, en fin, un combinado<br />
–como su nombre lo indica–, y costaba $500. ¿Dónde se<br />
puede alimentar una persona en Bogotá por $500? La señora que<br />
los preparaba nos decía, de manera enfática, que nadie, pero nadie,<br />
se moría de hambre en El Cartucho. Muchos habitantes del barrio<br />
no tenían nada que ver con la droga, ni con el tráfico de armas,<br />
ni con el robo. Muchos llegaban allí, sencillamente porque era el<br />
único lugar donde podían sobrevivir.<br />
c i u d a d e s p e j o 103
Testigo de las ruinas. Fragmentos del video. Colectivo Mapa teatro-Proyecto C’úndua, dirigido por Rolf y<br />
Heidi Abderhalden. 2004. Fotgrafía, Natasha Iartovska y Lucas Maldonado.<br />
“El Cartucho era entonces un lugar paradójico; era el infierno pero<br />
también la salvación para una persona que podía sobrevivir alquilando<br />
una pieza por un peso y donde comía por quinientos” 33 .<br />
Rolf Abderhalden fue uno de los primeros artistas que trabajó de<br />
manera interdisciplinaria en Colombia. Su práctica reúne intereses en arteterapia,<br />
en teatro y en la búsqueda de un lugar evasivo de la representación.<br />
Poco a poco él mismo lo ha ido definiendo como el lugar de las Artes vivas.<br />
¿Qué podrían significar las Artes vivas? Concluyo, después de las conversaciones<br />
que he sostenido con el artista y de reflexionar acerca del proyecto<br />
Prometeo, que implican poner en relación varias metodologías interpretadas<br />
de manera personal. Las Artes vivas parten de una experiencia del artista con<br />
la comunidad. Parten así mismo de la ampliación de la escena del teatro,<br />
explorando “nichos” urbanos diferentes, como casas y calles; de esta manera<br />
no aceptan pasivamente el espacio del museo o del escenario del teatro,<br />
como único y privilegiado lugar del arte. Y además, se localizan más allá de<br />
la representación –incomodidad con los actores y rescate de la participación<br />
del sujeto común y sus experiencias. Las Artes vivas permiten que sujetos<br />
anónimos construyan sus propios significados.<br />
Le pregunto al artista qué entiende por Artes vivas y su respuesta<br />
incluye lo anterior, aunque insiste en actos de resistencia y, sobre todo,<br />
en algo que considero clave para entender la estructura de lo cotidiano,<br />
y es que las Artes vivas están al acecho de las “grietas”, de los “huecos”<br />
del relato oficial. Él lo expresa así:<br />
“El término Live Arts, acuñado por los anglosajones, no apunta a<br />
definir una nueva categoría artística que delimite campos de acción<br />
con respecto a otros (si es escultura, no es pintura; si es danza, no<br />
es ballet, etc.), sino más bien a abrir un campo de acción ilimitado a<br />
33 Entrevista p. 143.<br />
104 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
todos aquellos artistas cuya práctica o modo de hacer es generado<br />
por múltiples, heterogéneos, eclécticos procesos de contaminación,<br />
hibridación, interacción, entre la esfera íntima y la esfera pública: se<br />
trata originalmente de actos de resistencia de los cuerpos contra la<br />
materia inmutable, contra el consumo, la acumulación, la permanencia,<br />
lo inalterable, en fin, contra todo aquello que promulgue el<br />
orden definitivo de las cosas y los fanatismos estético-religiosos.<br />
“Los franceses lo adjetivaron y lo volvieron Arts vivants (todo lo<br />
que no cabe ni en el teatro ni en la plástica ni en la danza ni en la<br />
arquitectura); allí perdió su origen político y se cristalizó en una<br />
idea formal (obras efímeras, esquematizando un poco).<br />
“ Las Artes vivas (noción geográfica por excelencia) constituyen<br />
un modo de enmarcar todo tipo de actividades que, por decirlo<br />
de algún modo, son más conceptuales y dirigidas por ideas, que<br />
referentes a la forma o a la técnica. Son actividades que no están<br />
constreñidas por conceptos de lugar o espacio, sino que se basan,<br />
en cierta manera, en ideas de presencia.<br />
“ Las Artes vivas acechan en las grietas y exploran los huecos y, los<br />
artistas, al erosionar las fronteras entre las estructuras artísticas<br />
formales, contribuyen a derrumbar todo tipo de categorizaciones<br />
culturales y sociales, desafiando al mismo tiempo la naturaleza<br />
y la experiencia del arte contemporáneo y quebrando los modos<br />
aprendidos de ordenar el mundo” 34 .<br />
En el año 2001, Rolf Abdelharden (2004: 15) fue director de<br />
C’úndua, un proyecto interdisciplinario en el que trabajaron artistas,<br />
historiadores, antropólogos y Mapa teatro. El grupo se formó para<br />
intervenir algunas zonas de Bogotá, de manera simbólica; querían<br />
poner en práctica una nueva posibilidad del arte como “provocador”<br />
de nuevos vínculos.<br />
“C’úndua es un laboratorio del imaginario social para poner en<br />
escena el mito, el relato” (Entrevista p. 143).<br />
Los integrantes del grupo trabajaron primero en Usaquén, un<br />
barrio de antiguos inmigrantes campesinos que se asentaron cerca de las<br />
canteras de los cerros orientales de Bogotá. Debido a la historia de cambios<br />
y adaptaciones de esta comunidad, el grupo decidió rescatar sus historias<br />
de vida; para lograrlo repartieron cien cuadernos en blanco para que cada<br />
uno de los habitantes escribiera sus recuerdos, sus impresiones cotidianas<br />
y pegara sus fotos. Estos cuadernos se convirtieron en libros de memoria.<br />
34 Entrevista p. 143.<br />
c i u d a d e s p e j o 105
“Réplicas” de esta investigación en el espacio urbano vinieron<br />
después. Y su vida cuenta, consistió en proyectar videos en la Plaza de<br />
Bolívar de Bogotá con los rostros y los relatos de los habitantes de Usaquén,<br />
el 15 de diciembre de 2001. La casa en la calle, eran fotografías que<br />
se colgaron en los espacios dedicados a la publicidad de los paraderos<br />
de buses por toda la <strong>ciudad</strong>; eran historias de vida compuestas de relatos<br />
e imágenes fuera del museo, en plazas y calles, como una manera<br />
de romper los “muros” de la percepción y los muros ideológicos que<br />
separan los barrios de Bogotá. Escojo algunas frases de Abderhalden del<br />
catálogo-memoria del proyecto C’úndua, porque explican los intereses<br />
específicos que tenían al trabajar con la comunidad:<br />
“Nuestra práctica no se puede clasificar como ninguna práctica<br />
conocida de animadores sociales, recreacionistas o terapeutas. Es<br />
un experimento para redefinir las prácticas del arte más allá de<br />
las fronteras de la representación.<br />
“Los efectos del proyecto C’úndua bien pueden haber sido reparadores,<br />
dignificantes y por ende terapéuticos o socializadores,<br />
pero no era ésa la finalidad.<br />
“Sólo la no sujeción a una finalidad desencadena procesos de<br />
experimentación.<br />
“Mi trabajo como director del proyecto fue imaginar un proceso<br />
artístico en el interior de una comunidad específica a partir de<br />
un mito o un relato fundador capaz de generar la producción de<br />
narraciones e imágenes constructoras de subjetividad. Más que<br />
producir objetos, mi trabajo consistió en orientar sensibilidades<br />
en la gestación de una experiencia humana colectiva.<br />
“Esa comunidad construyó el laboratorio de imaginarios”<br />
(Ibid: 16).<br />
Entre 2001 y 2003, el grupo comenzó a trabajar en la zona del centro<br />
de la <strong>ciudad</strong>, a través de varias intervenciones. La primera de ellas fue un<br />
recorrido por la Avenida Jiménez, con habitantes del barrio, historiadores<br />
y antropólogos. La Avenida Jiménez atraviesa el centro de la <strong>ciudad</strong> de<br />
oriente a occidente, y es el eje de pequeños y cruciales acontecimientos de<br />
la capital. Una conversación acerca de esta vía con personas de experiencias<br />
tan diversas, permitió encontrar nuevos significados a la historia urbana.<br />
La siguiente intervención fue en la calle de El Cartucho entre el<br />
2002 y el 2003: Prometeo I y II. En este proyecto se pusieron en práctica<br />
diversas acciones con la comunidad; por ejemplo, la lectura en grupo de<br />
un mito, ejercicios de escritura, videos, exposiciones y performances en el<br />
lugar del cual los habitantes habían sido desalojados; Rolf Abderhalden<br />
llama esta propuesta, Instal-acciones. Prometeo a mi modo de ver, es una<br />
106 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
invención de intervenciones, a medida que el artista conoce la comunidad<br />
y, al mismo tiempo, la comunidad va planteando estrategias a medida<br />
que va reconociendo su propia voz.<br />
Le pregunto a Rolf cómo empezó a trabajar en El Cartucho.<br />
“El alcalde Antanas Mockus estaba interesado en darle un giro a<br />
la intervención en el sector de su antecesor, el alcalde Peñalosa,<br />
orientada principalmente a la planificación urbana. Mockus creía<br />
que había que preguntarse por las condiciones simbólicas y de vida<br />
de los bogotanos y con este propósito fundó las DABS. Eran organizaciones<br />
con promotores sociales que trabajaban directamente con<br />
las personas y a través de ellos conocí los alojamientos de los desplazados<br />
del Cartucho. Eran una especie de hospedajes transitorios.<br />
Conocí así mismo sus intereses por rehabilitarse y dejar de consumir<br />
bazuco. Estos alojamientos eran casas con infraestructura mixta entre<br />
inquilinatos y hospital, con enfermeras y trabajadores sociales. La<br />
gente que entraba allí no podía salir porque se encontraba en fase<br />
de desintoxicación. Encontré familias viviendo en un cuarto con<br />
algunos de los objetos traídos de sus casas del barrio, ya demolidas:<br />
el televisor, las porcelanas, sus cosas. Todo su mundo trasladado a un<br />
cuarto. Empecé con el trabajo de campo conociendo a la comunidad y<br />
proponiendo la lectura de Prometeo. Realizamos el Proyecto Prometeo,<br />
primer acto y Prometeo, segundo acto” (Entrevista p. 143).<br />
El proyecto se inició con una lectura en grupo y ejercicios de<br />
escritura alrededor de un mito. Exploremos estas prácticas en conjunto.<br />
La palabra uso, aquí, tiene una importancia antropológica, filosófica<br />
y efectiva en la práctica artística. Recordemos que para Wittgenstein,<br />
el sentido es el uso 35 ; esto quiere decir que el uso que les damos a las<br />
cosas y a los relatos, es el sentido que tienen en la vida de cada uno. En<br />
ese mismo orden de ideas, para Michel De Certeau (2004), el uso que de<br />
las representaciones simbólicas hace un individuo en su vida cotidiana,<br />
desencadena un proceso transformador y creativo aunque esté oculto.<br />
En Prometeo, me parece que las representaciones simbólicas de cada<br />
participante “se movieron” con varias intervenciones: con la lectura que cada<br />
uno hizo del mito, que desencadenó asociaciones y nuevas interpretaciones<br />
de su vida; con la escritura de un texto personal y vital que se convirtió en<br />
un mapa personal para volver a El Cartucho, el lugar del cual habían sido<br />
desalojados; con las acciones que se llevaron a cabo para habitar el espacio<br />
por última vez, en un acto a la vez individual y colectivo. Y también, al ocupar<br />
una galería para ser vistos y oídos con sus objetos, sus rostros y sus voces.<br />
35 Natalia Gutiérrez. Cruces. IDCT. Bogotá, 2000.<br />
c i u d a d e s p e j o 107
Rolf Abderhalden ha trabajado como integrante de Mapa Teatro,<br />
utilizando los mitos de diferentes maneras. Esta vez en El Cartucho, se<br />
propusieron usar Prometeo para entrar en diálogo con la comunidad. En<br />
la entrevista, el artista dice:<br />
“Los mitos son relatos y hay que traerlos a colación porque resultan<br />
ser muy estratégicos en el acercamiento, en el encuentro, en<br />
el diálogo. Yo no creo que sea efectivo llegar con una grabadora<br />
y decirle a una persona: “cuénteme un relato”. El mito, por el<br />
contrario, es un mediador de la conversación a partir del cual<br />
surgen los relatos del sujeto pero como respuesta al mito. El<br />
mito es detonante. Además, lleva implícita la posibilidad de una<br />
construcción poética. En el segundo acercamiento al barrio El<br />
Cartucho, comenzamos directamente con Prometeo”.<br />
¿Por qué leer la historia de Prometeo? Tal vez porque se trata de<br />
un barrio habitado por héroes anónimos, psicológicamente “encadenados”,<br />
marginados por su condición de “desechables” –como se les dice<br />
comúnmente–, vestidos con ropas viejas, sometidos y cubiertos con el<br />
olor de la basura, al igual que Prometeo cubierto por los excrementos<br />
del águila que lo devora.<br />
“Prometeo atado por orden de los dioses al Cáucaso, por Hefestos,<br />
el herrero. Allí un águila con cabeza de perro comía cada día de<br />
su hígado que se reproducía sin cesar. El águila, que lo tomaba<br />
por un trozo de roca parcialmente comestible, capaz de realizar<br />
pequeños movimientos y, sobre todo, de emitir un canto disonante<br />
cuando se lo comía, también hacía sus necesidades sobre<br />
él. Este excremento era su alimento. Él lo devolvía transformado<br />
en excremento sobre la piedra de abajo, de manera que cuando<br />
Heracles, su liberador, escaló la montaña después de tres mil<br />
años vacía de hombres, fue capaz de localizar desde muy lejos al<br />
cautivo, todo blanco y brillante de excrementos, pero era repelido<br />
continuamente por el muro de hediondez; tres mil años más dio<br />
la vuelta a la montaña, mientras que el ser con cabeza de perro<br />
seguía comiendo del hígado del prisionero y alimentaba a éste<br />
con su excremento, tanto que la hediondez aumentaba a medida<br />
que el liberador se acostumbraba. Al fin, favorecido por una lluvia<br />
que duró quinientos años, Heracles pudo llegar hasta un alcance<br />
de tiro, tapándose con una mano la nariz” 36 .<br />
36 Versión que se utilizó en los talleres de El Cartucho. Traducción de Heidi Abderhalden de la versión<br />
de Heiner Müller.<br />
108 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
El artista contactó entonces a los inquilinos de los alojamientos<br />
transitorios y les planteó la posibilidad de hacer una obra de teatro a<br />
partir de una historia que se llamaba Prometeo. Rolf me cuenta que se los<br />
planteó así, porque hablar de una intervención artística, exigía numerosas<br />
explicaciones. La historia se leía en grupo. El artista anota al respecto<br />
algo muy importante:<br />
“Empecé a conocer su forma de hablar y de expresarse y a advertir<br />
que era gente muy diversa” 37 .<br />
Me doy cuenta de que para Rolf, el gesto es crucial en su práctica<br />
artística y específicamente en esta lectura colectiva. Un gesto: Giorgio<br />
Agamben dice que ante la parálisis o el acartonamiento del sujeto en la<br />
imagen cultural en la que está inscrito, se necesita invocar el gesto en<br />
el cual se adivina “alguien”, casi de manera imperceptible; se añora un<br />
gesto humano, y no una actuación. El gesto no hace ni actúa, sino que “se<br />
asume” y “se soporta”. El gesto abre el espacio humano por excelencia.<br />
Hacer y actuar, ambos son diferentes del gesto: hacer, es buscar un fin;<br />
actuar, es un fin en sí mismo. Por el contrario, el gesto es un medio sin<br />
fin, un medio como tal, un medio en el que se entrevé a un ser humano,<br />
37 Entrevista p. 143.<br />
Proyecto Prometeo Segundo Acto. El Cartucho Bogotá. Colectivo Mapa teatro-Proyecto<br />
C’úndua, dirigido por Rolf y Heidi Abderhalden. 2004. Fotografía: Fernando Cruz.<br />
c i u d a d e s p e j o 109
suspendido, sin ningún fin (Agamben, 2001). Pienso que probablemente,<br />
es al rescate del gesto humano a lo que se refiere Rolf Abderhalden<br />
cuando expresa un cierto cansancio con la representación.<br />
Además del gesto, en estas lecturas colectivas del proyecto Prometeo<br />
también está la voz, que es la presencia de “muchos” otros dentro mí<br />
(Deleuze, 1997). (Las Artes vivas buscan presencias.) El gesto y la voz son<br />
presencias; permiten que la historia de cualquiera de nosotros, cuente.<br />
“Cada uno escogió un pedazo del texto y elaboró a su vez otro<br />
de manera progresiva. Por las tardes charlábamos y el texto<br />
final se fue formando de pequeños micro-relatos” (Entrevista<br />
con Abderhalden).<br />
En Prometeo se construyó también una plataforma de lectura y cada<br />
participante la “usó” a su manera. Para De Certeau (2004: 254), el lector es un<br />
arrendatario; alquila un espacio que es de otro, pero lo habita, lo reordena y<br />
lo vive: leer para abrir tantos textos y espacios como sea posible; para permitir<br />
que muchos se apropien de una porción de lo sensible (Rancière, 2005)<br />
que les pertenece, y que se les roba permanentemente por la segregación y<br />
el desalojo geográfico y simbólico de un lugar donde puedan reconocerse.<br />
También escribir, para ver cómo la tinta raya un papel, para aclarar las ideas,<br />
para defender al papel que muchas veces es el único espacio personal en<br />
el hacinamiento, para hablar mal del vecino, para jugar con las reglas, para<br />
esconderse camuflado en un personaje o detrás de una puerta. Una plataforma<br />
de escritura por fuera del colegio y sus idealizaciones, me parece que<br />
es lo más parecido a una práctica artística.<br />
Proyecto Prometeo Segundo Acto. El Cartucho Bogotá. Colectivo Mapa teatro-Proyecto<br />
C’úndua, dirigido por Rolf y Heidi Abderhalden. 2004. Fotografía: Fernando Cruz.<br />
110 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
Sigamos con el rastreo del uso del mito como trabajo artístico en<br />
una comunidad. El mito permite entender las paradojas del propio comportamiento<br />
y “abrir” el espacio a la historia privada; y lo permite, porque<br />
en las historias que recogen los mitos –o en un libro–, lo sorprendente es<br />
que “otros” vivieron algo semejante “a lo que yo viví”, incluso experiencias<br />
que no me había atrevido a expresar. Así, el mito o un libro le permite al<br />
lector decir: “El libro soy yo”, “porque el libro, o eso me parecía, explicaba<br />
para qué estaba yo en el mundo” (Pamuk, 2006: 23). La historia de otro,<br />
incluso en lugares desconocidos, es más vinculante que la descripción<br />
directa de mis propias condiciones. Hablo de otro pero a la vez hablo de<br />
mí, a escondidas.<br />
También encuentro que dentro de la cultura tradicionalmente<br />
católica, las parábolas del sermón y los mitos se parecen; sin embargo,<br />
como el mito no es “la palabra de Dios”, es posible interpretarlo libremente<br />
y en su ambigüedad evadir el juicio.<br />
Para De Certeau, la estructura de lo cotidiano aparece como estructura<br />
mítica. Los caminantes trazan en la calle recorridos que tienen<br />
que ver con su propios recuerdos e historias; actualizan su propia historia<br />
cuando se detienen en un lugar, conversan con otros, se esconden, perciben<br />
olores, “caminan por la sombrita”, maldicen, violan la ley, recuerdan.<br />
Esas pequeñas historias personales crean vacíos o agujeros en los relatos<br />
de la planificación urbana, en los mandatos “oficiales”. Precisamente,<br />
debido a las prácticas uniformizantes de la sociedad moderna sobre el<br />
espacio urbano, el autor habla de la <strong>ciudad</strong> como una simbología en<br />
suspenso a la espera de un sujeto que la construya. Es el sujeto con sus<br />
“usos de <strong>ciudad</strong>” la que le da sentido. Las historias de cada uno son la<br />
<strong>ciudad</strong>-posibilidad. De Certeau (Op. cit: 280) dice sobre los mitos:<br />
“Es por la posibilidad que ofrecen de embodegar ricos silencios y<br />
de entrojar historias sin palabras o más bien por su capacidad de<br />
crear por todos los lados bodegas y graneros, como las leyendas<br />
locales –legenda: lo que debe leerse pero también lo que uno<br />
puede leer– permiten salidas, medios para salir y volver a entrar,<br />
y por tanto espacio de habitabilidad”.<br />
Una invención de intervenciones para entrar en contacto con<br />
una comunidad y su manera de vivir es clave en este proyecto. ¿Para<br />
qué tratar de entrar en contacto con una comunidad en nombre del arte?<br />
Para tratar de romper la casilla en la que quedó archivado para la historia<br />
urbana una zona como El Cartucho. Al proponerles a sus habitantes<br />
otras acciones y otros lugares de encuentro, estas personas “se asoman”<br />
detrás de su estigmatización. Y es que hacer otras preguntas acerca de<br />
c i u d a d e s p e j o 111
la misma situación es una manera de hacer mundos (Goodman, 1990).<br />
Hacer mundos: narrar de manera diferente lo que para la historia oficial<br />
privada o colectiva aparentemente ya está descrito, clasificado, archivado,<br />
muerto, es para mí la principal intervención artística en una comunidad.<br />
Abrirles la posibilidad a las personas de que se cuenten su propia historia<br />
de nuevo con otras preguntas para que desordenen las categorías en las<br />
que clasificaron sus propios relatos.<br />
La lectura de un mito como estrategia de encuentro con otros, y<br />
en este caso entendido como una práctica artística, plantea semejanzas<br />
y diferencias con otras disciplinas. La antropología, el psicoanálisis y el<br />
chamanismo consideran el mito como una clave para acercarse al comportamiento<br />
humano. Entiendo que un antropólogo solicita y rescata<br />
el relato fundacional en una comunidad para encontrar los sistemas de<br />
pensamiento en los cuales está organizado el comportamiento colectivo.<br />
El psicoanalista, por su parte, permite que el paciente reconozca el<br />
mito a través del cual ha interpretado el desorden de su experiencia. Es<br />
decir, mientras habla el paciente va descubriendo cuál es la historia que<br />
se ha contado a sí mismo sobre su propia vida. El chamán le propone<br />
al enfermo un mito colectivo –los héroes y sus luchas–, y lo acompaña<br />
a enfrentarlas. El psicoanalista escucha, el chamán habla y canta (Lévi-<br />
Strauss, 1969: 180).<br />
¿Y la práctica artística? Hay que seguir la ruta de lo dicho por Rolf<br />
y decir que la práctica artística se localiza entre varias metodologías. El<br />
artista “explora presencias” que no han tenido voz, “quiebra los modos<br />
aprendidos de ordenar el mundo”, “permite que sujetos anónimos construyan<br />
sus propios significados”. Y también disloca, es decir, sigue una<br />
ruta hasta cierto punto; dislocar es no seguir la ruta para cumplir con las<br />
exigencias de un método. En algún momento es necesario interrumpir la<br />
ruta y conectar con otras acciones cuando lo vital lo necesite y cuando el<br />
espacio ideológico se cierra, que es la otra cara de la moneda.<br />
Los artistas también “acechan en las grietas” y entonces hay que<br />
reconocer que escoger “el mito detonante” para una comunidad implica<br />
un cierto nivel de anticipación del sentido. Claude Lévi-Strauss (Idem),<br />
en el articulo La eficacia simbólica, un texto que evalúa el uso del mito en<br />
el psicoanálisis y en las prácticas chamánicas entre los indios Cuna, dice<br />
que los médicos indígenas conocen los cantos y los poderes curativos de<br />
las plantas, pero uno de ellos, Nele, además de todo este conocimiento,<br />
tiene el poder de la clarividencia. Nele descubre la causa de la enfermedad,<br />
reconoce la parte del cuerpo donde han sido secuestradas las<br />
fuerzas vitales del enfermo por los malos espíritus. Parece ser que esta<br />
fuerza vital es la existencia de varios dobles dentro de él, que luchan.<br />
112 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
Testigo de las ruinas. Colectivo Mapa teatro-Proyecto C’úndua, dirigido por Rolf y Heidi Abderhalden. 2004.<br />
Fotografía: Malcom Smith.<br />
Nele intenta reconstituir esa fuerza vital, propiciando en el habla y en el<br />
canto un concurso armonioso de todos esos dobles.<br />
“Más agitado que nunca entre sus cadenas, ultrajó a su liberador,<br />
tratándolo de asesino e intentó escupirle al rostro. Heracles se<br />
torcía de asco, sin embargo buscaba los lazos con los cuales el<br />
enfurecido estaba amarrado a su prisión” 38 .<br />
En un mito siempre hay varias voces en tensión y el héroe las<br />
sufre. Prometeo no quiere liberarse; tiene más miedo de la libertad que<br />
de su captor que se lo come vivo (Lévi-Strauss. Op.cit: 185). Prometeo<br />
no quiere curarse. La decisión y la lucha de Heracles para rescatarlo son<br />
dolorosas. La sumisión de un hombre ante una situación que lo oprime<br />
y la resistencia a cambiar suscita interpretaciones personales en los participantes<br />
del taller. Uno de ellos escribe:<br />
En este lugar, un hombre con cara de buitre devoraba todos los<br />
días el dinero de mis bolsillos, que tenía que llenarlos sin parar.<br />
38 Versión que se utilizó en los talleres de El Cartucho. Traducción de Heidi Abderhalden de la versión<br />
de Heiner Müller.<br />
c i u d a d e s p e j o 113
El hombre, que me miraba como algo insignificante que podía devorar<br />
cuando quisiera, carramaniao y con un suspiro agonizante,<br />
sobre todo cuando consumía, también descargaba sus porquerías<br />
sobre mí. Yo me alimentaba de esta porquería y lo devolvía en mi<br />
propia degradación sobre el suelo de este lugar” 39 .<br />
Sigamos, pues, con el texto de Lévi-Strauss. El chamán proporciona<br />
un lenguaje en el cual se pueden expresar inmediatamente<br />
estados informulados e informulables. Llegar a expresar verbalmente<br />
sus contradicciones, le permite al enfermo ordenar su experiencia que<br />
la siente anárquica y permite desbloquear del proceso fisiológico. El<br />
psicoanálisis, por su parte, lleva a la conciencia conflictos y resistencias.<br />
Por la transferencia, el psicoanalista es un protagonista de carne<br />
y hueso con referencia al cual el enfermo puede restablecer y explicitar<br />
una situación inicial que había permanecido informulada. ¿Y el artista?<br />
Permite que la experiencia aparezca; como en el psicodrama, las luchas<br />
internas de un individuo son los personajes. Estamos frente a la invención<br />
y mezcla de metodologías en la práctica artística.<br />
Quiero referirme a una práctica más. El trabajo de Rolf Abderhalden<br />
en El Cartucho no sólo es una plataforma de la lectura y<br />
de escritura, ni una reorganización de la experiencia en un nuevo<br />
relato. El grupo propuso ocupar de nuevo con símbolos y acciones,<br />
el espacio del que fueron desalojados y más tarde intervenir una<br />
galería. Se involucró entonces el cuerpo, los objetos, El Cartucho en<br />
ruinas y la <strong>ciudad</strong>.<br />
A propósito, Charles Baudesson, el protagonista de “Malokai”,<br />
se encuentra encerrado en una isla de leprosos sin poder salir 40 . El libro<br />
tiene este epígrafe:<br />
“Estando en la cruz extrañas imágenes te visitarán. Y saldrás de<br />
ti hacia nuevos y vastos territorios donde la palabra y el gesto<br />
no caerán en el olvido”.<br />
Mahmud Saleh, Los guerreros del aire.<br />
39 Carlos Carrillo, antiguo habitante del barrio Santa Inés. Citado por Thierry Lulle, en Abderhalden<br />
(2004: 63).<br />
40 La travesía del vidente es un libro de cuentos de Mario Mendoza, y es diferente de sus novelas posteriores,<br />
en las que se despliegan las condiciones de vida marginales de la <strong>ciudad</strong>. En estos cuentos –un<br />
homenaje a Ray Bradbury y Edgar Allan Poe, como lo expresa el autor en la Introducción– es probable<br />
que se entrevea, como me lo advirtió un conocedor de la obra de Mendoza, la relectura de Cuatro<br />
años a bordo de mí mismo (1934), de Eduardo Zalamea Borda. El libro de Mendoza (1997) propone una<br />
travesía personal que se transforma en historias míticas.<br />
114 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
En el cuento hay una promesa de salir del encierro:<br />
“Allí estuve seis días y seis noches, amarrado a una columna que<br />
dividía el lugar en dos partes. Por ser una estancia subterránea, el<br />
sol no entraba y el aire era escaso. Muy pronto mis excrementos<br />
dieron origen a una fetidez insoportable y el cuerpo se me fue<br />
cubriendo de pequeñas manchas violáceas. De esta manera, como<br />
cadáver insepulto, comencé a orar (Mendoza, 1997: 34).<br />
[…] No resisto más. Hoy, cuando el sol desaparezca, me mataré.<br />
¿Para qué prolongar una agonía que me desgasta y me reduce a<br />
una pestilente masa de carne?<br />
En la noche:<br />
Tengo en mis manos un afilado pedazo de madera. Dentro de<br />
algunos segundos habré partido para siempre. No sé por qué<br />
ahora, pensando en Kintyre y en los vastos océanos que juntos<br />
atravesamos, siento la necesidad de evocar mi infancia. ¿Serán<br />
los recuerdos una forma de abrir con dulzura los surcos de la<br />
muerte?” (Ibid: 36).<br />
Intuyo en este cuento una posibilidad de salida al enfrentar la<br />
historia personal, al embarcarse a bordo de sí mismo, para decirlo de<br />
alguna manera, pero también en la construcción de un barco; en la construcción<br />
de un objeto, en la acción, como los que propondrá más adelante<br />
Rolf Abderhalden a los habitantes del Cartucho.<br />
“Prometeo primer acto, surgió, lentamente, de la necesidad de<br />
devolver los relatos a su lugar. La gente con la que trabajamos,<br />
había sido desplazada de sus casas y entonces resolvimos que<br />
estas historias debían ser devueltas a su lugar, al barrio mismo,<br />
y realizamos acciones y videos allí. Cada uno escribió o memorizó<br />
un texto y escogió un mueble especial de su casa y lo instaló<br />
en el lugar arrasado. Los muebles nos permitieron articular las<br />
historias con los espacios. Cuando iniciamos la instalación-acción<br />
el 13 de diciembre de 2002, aún quedaban unos cuantos muros<br />
de casas en pie. Cada uno escogió algunos muebles y una parte<br />
de la casa que quería recuperar: la cocina o el baño, el otro la<br />
sala o el comedor. Articulamos las historias al lugar-origen de<br />
los muebles” (Entrevista con el artista).<br />
Vestidos de gala, cada uno leía o repetía el texto que había escrito<br />
en el taller, recorrían el espacio “propio” o los espacios de los otros espontáneamente.<br />
Pantallas de video reproducían la experiencia.<br />
c i u d a d e s p e j o 115
Recojo apartes del testimonio de un asistente al evento:<br />
Al lado del parque recién construido se localizaron las tribunas<br />
para ver lo que estaba pasando en la zona recién demolida. Muebles<br />
antiguos y braseros delimitaban microespacios, circulaban<br />
personas vestidas de blanco y negro y traje de gala: ancianos,<br />
payasos, mariachis. Instalación-teatral. Dura una hora. Dos pantallas<br />
en el escenario proyectan fragmentos del archivo fílmico<br />
de la <strong>ciudad</strong>, el espacio público y el transporte entre 1950 y 1960,<br />
tomas de la demolición del barrio y, luego, después de la imagen<br />
de un águila negra dando vueltas por el cielo, el título de la obra:<br />
Prometeo, primer acto. Se proyectan también las caras y siluetas de<br />
los que están allí moviéndose, antiguos habitantes del barrio. Se<br />
desplazan, y este desplazamiento se alterna con relatos y fragmentos<br />
del mito. El ascenso, la caída, la degradación, las pasiones,<br />
la liberación de las cadenas que dejan cicatrices en el cuerpo; una<br />
mujer describe la relación con su hija como insoportable e indestructible<br />
y la compara con Prometeo y el águila. Algunas imágenes<br />
proyectan la manera como se recuerdan episodios del barrio. El<br />
payaso hace una descripción de los muebles de su propia casa,<br />
la comida, la ropa, los cambuches. Juego entre los dos textos, el<br />
de Müller y el de cada sujeto. Un pedazo de <strong>ciudad</strong> en vías de<br />
desaparición se reinventa (Lulle: 62).<br />
El payaso era un antiguo habitante del barrio cuyo oficio es<br />
recorrer el centro de Bogotá vestido de payaso, a cambio de trabajos<br />
transitorios y limosnas. En el video y frente a la cámara, don Daniel<br />
se vuelve a vestir cuidadosamente con sus ropas y también le da los<br />
últimos toques al traje de payaso de su nieto. Juntos muestran el cuarto<br />
donde vivían antes de ser demolido y cada cosa cuenta: “mis tijeritas”,<br />
“mi maleta”, “mis muletas”, “mi sombrero”. Otro participante grabó las<br />
cicatrices de su cuerpo. Otro cuenta cómo era vivir en la noche cerca de<br />
la calle de la muerte.<br />
Testigo de las ruinas. El Cartucho Bogotá. Colectivo Mapa teatro-Proyecto C’úndua, dirigido por Rolf y<br />
Heidi Abderhalden. 2004. Fotografía: Rolando Vargas.<br />
116 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
Un año después, el 12 de diciembre de 2003, con la participación<br />
adicional de 100 antiguos habitantes de esta zona y con El Cartucho<br />
completamente demolido, se hicieron varios eventos: Testigo de las ruinas,<br />
es un video en el que un señor que vivió en la última casa antes de ser<br />
demolida, recorre la zona. La limpieza de los establos de Augías son relatos<br />
e imágenes de los habitantes en el momento del desalojo. Se instalaron<br />
monitores de televisión en el límite entre la zona construida del parque<br />
y la zona arrasada y esas imágenes se transmitían en directo al Museo<br />
de Arte Moderno de Bogotá, donde se exhibía el 39° Salón Nacional de<br />
Artistas del 2004.<br />
Luego se realizó Prometeo Segundo acto, una exposición en Mapa<br />
Teatro. En la entrevista, Rolf Abderhalden comenta:<br />
“La segunda parte fue menos performática y más plástica. Era<br />
una instalación. Pero lo interesante es que la casa de Mapa estuvo<br />
abierta y la gente del cartucho venía a “verse”.<br />
En la casa de Mapa Teatro los participantes hicieron una instalación<br />
de objetos sonoros. Una de ellas se podría describir como un “bosque de<br />
radios”; a veces, a través de las grietas de los muros, se oían las historias<br />
de cada habitante, de su desalojo y de su traslado. También se mostraron<br />
objetos, fotografías y videos, que ocuparon la galería, en palabras de Rolf,<br />
como “12 nichos de memoria”. La idea con esta exposición era “sacar” a<br />
los habitantes de El Cartucho, en lo posible, de ese “gueto” histórico al<br />
resto de la <strong>ciudad</strong>. Y es que, en realidad, los bogotanos no sabíamos con<br />
certeza qué había pasado realmente con el barrio y, sobre todo, a dónde<br />
habían ido a parar sus habitantes. En la galería, El Cartucho era parte de<br />
la estructura urbana de la que todos éramos partícipes.<br />
El famoso artículo de Lacan sobre el <strong>espejo</strong> 41 , de entrada reconoce<br />
como base este otro, el que hemos citado: La eficacia simbólica de Levi-<br />
Strauss. La relación entre el <strong>espejo</strong> y el mito son inseparables: existe un<br />
<strong>espejo</strong> que permite reflejar una naturaleza humana ambigua, que no ha<br />
tenido ni imagen ni voz. Este <strong>espejo</strong> es el mito.<br />
Resulta pues que el mito es un aparato de visión 42 . Verse en los<br />
mitos para reconocer, en lo que le sucede a otro y en lo que dice, lo que<br />
no nos hemos dicho. Leer para verse; escribir para ocupar un lugar;<br />
41 Jacques Lacan. El estado del <strong>espejo</strong> como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia<br />
psicoanalítica (2001).<br />
42 Así se refiere al mito José Alejandro Restrepo: “El mito es un aparato de visión. Una manera de ver bajo<br />
otra luz o desde otra perspectiva de tal manera que las cosas adquieran una significación distinta.”<br />
Cruces, p.82.<br />
c i u d a d e s p e j o 117
volver al lugar en el que he sido desalojado y habitarlo simbólicamente;<br />
en la galería, mostrar para ser vistos y oídos. Las Artes vivas se inventan<br />
estrategias porque reclaman la presencia de un grupo de personas que<br />
desapareció de nuestros ojos y de nuestro afecto. Las artes vivas son un<br />
acto de resistencia, de testimonio de estar al tanto, de vincular:<br />
“Hago parte de una generación de artistas que ha sido testigo de<br />
los paradójicos desplazamientos y dislocaciones de las prácticas<br />
artísticas en las últimas décadas. También he sido testigo, como<br />
<strong>ciudad</strong>ano común, de los grandes cambios del paisaje urbano<br />
de Bogotá. Y, en medio del progreso urbanístico y del desarrollo<br />
del capital económico de la <strong>ciudad</strong>, sigo siendo testigo de la<br />
impresionante miseria humana y del declive de nuestro capital<br />
simbólico” (Abderhalden, 2004: 18).<br />
118 “y s a l d r á s d e t i h a c i a n u e v o s y v a s t o s t e r r i t o r i o s d o n d e l a p a l a b r a ...”
15 –¿Dónde mierda estoy? –En Kennedy,<br />
churro. ¿No conocía? 43<br />
Ciudad Kennedy: Memoria y Realidad. Proyecto Colectivo<br />
de Creación Plástica, dirigido por Raúl Cristancho<br />
Ciudad Kennedy: memoria y realidad (2002) fue un proyecto de creación colectiva,<br />
un experimento muy complejo en términos intervenciones en un<br />
barrio tal vez el más complejo desarrollado hasta el momento en Bogotá.<br />
Y complejo en términos de la concepción y uso de la fotografía. Fue una<br />
decidida búsqueda de la relación del arte con “lo social”, fuera del taller del<br />
artista y del salón de clase. En él se pusieron a prueba múltiples experimentos<br />
plásticos. Pero sobre todo fue un proyecto acerca de los usos colectivos e<br />
individuales de la memoria. Podría decir que las obras intentaron explorar<br />
algunos enclaves metidos en las profundidades de la mentalidad de un<br />
barrio y por tanto muestra las miles de “realidades” en las cuales viven los<br />
bogotanos. Por los menos aquellas resultado de las tensiones de nosotros<br />
como sujetos por conservar a toda costa un legado que queda grabado de<br />
manera indeleble en la memoria por acción de un nombre y de las imágenes<br />
de una suerte de “héroes” glamorosos modernos. Y estos héroes se conservan<br />
a toda costa en la imaginación como colonizadores indelebles, a pesar de que<br />
en el presente se haya impuesto el rebusque y la precaria globalización.<br />
“Así, se impone un “mito fundacional” contemporáneo: el garantizado<br />
por el emblema del gobernante norteamericano benefactor<br />
y adalid de la democracia continental” (Cristancho, 2003: 5).<br />
Es importante traer a cuento que su director, Raúl Cristancho<br />
(Moniquirá, 1955), siempre sintió curiosidad por los nombres. Y es que,<br />
en realidad, los nombres son indicadores de itinerarios trans-culturales,<br />
como los llamaría James Clifford; la cultura para este antropólogo es una<br />
serie de apropiaciones. Entonces, “John Ramírez”, “Jacqueline Rodríguez”,<br />
en fin, unidos a tantos otros, “Marylin Pérez”, “Leididí González”<br />
o a los recientes “Jarrypoter Gutiérrez”, son una muestra de que a un<br />
niño recién nacido se le inscribe en una forma de identidad que resulta<br />
ser el deseo de sus padres de pertenecer a un grupo determinado y, por<br />
qué no, de olvidar “algún posible” lugar de origen. El nombre resulta<br />
43 Gamboa, 1997: 82.<br />
c i u d a d e s p e j o 119
ser un <strong>espejo</strong> en el que el sujeto se refleja, pero no nos damos cuenta de<br />
que incluye una imagen cultural predeterminada invisible, en la que él<br />
queda irremediablemente inscrito.<br />
Esther Cohen (1999: 16) nos dice que el Golem o el Frankenstein, criaturas<br />
sin nombre, muestran la fuerza del nombre como lugar y su ausencia<br />
como no lugar. Ambos, por carecer de nombre, son criaturas sin territorio.<br />
Pero también podría ser cierto que Laidí o Jacqueline pueden convertirse<br />
en un no-lugar debido al nombre, difícil de escribir, de pronunciar, con una<br />
imagen tan poderosa con la que habría que competir… Bueno, también<br />
podría ser todo lo contrario: podría ser un pasaporte para el ascenso social;<br />
cada uno tendrá su propia experiencia con su nombre. Lo que importa aquí<br />
es que el interés por el nombre como mito fundacional de un sujeto y de un<br />
barrio que, me parece, fue entre otras la motivación de este trabajo. Johnes<br />
y Jackelines es una de las obras de este proyecto y consistió en impresiones<br />
serigráficas de fotografías de retratos de tantos Johnes y Jackelines que el<br />
artista, en este caso el mismo Raúl Cristancho, encontró en las crónicas de<br />
prensa, algunos en el barrio y otros a quienes el artista conocía en otros lugares<br />
y le donaron sus imágenes para ser usadas en el proyecto en el barrio”.<br />
Detrás del nombre hay lo que no se nombra” 44 .<br />
El barrio Kennedy, al sur occidente de Bogotá, es gigantesco. A<br />
veces sitiado por la delincuencia pero también motor de cambios y asimilaciones<br />
muy rápidas de flujos culturales casi imposibles de describir.<br />
“En la carrera 13 paró un taxi y fue a la casa de Quica. De pronto,<br />
la <strong>ciudad</strong> en la que había vivido siempre se convertía en un lugar<br />
hostil. Al llegar al barrio Kennedy se sentía francamente mal; podía<br />
soportar el espectáculo de la pobreza pero no sus olores, el acopio<br />
de basuras y los muros raídos por el orín. Encendió un cigarrillo<br />
y subió las escaleras con miedo de no encontrarla. Anhelaba su<br />
compañía. Llegó a la puerta y dio dos golpes (Gamboa: 153).<br />
Según la alcaldesa del barrio en el 2006, es un barrio donde conviven<br />
todos los estratos socio-económicos “desde el dos hasta el cuatro”<br />
(Amézquita, 2006: 21). En él vive la mayor concentración de población<br />
afro-colombiana de la <strong>ciudad</strong> y es un barrio con gran cantidad de jóvenes.<br />
Corabastos, el centro de abastecimiento de alimentos más grande<br />
de la <strong>ciudad</strong>, se encuentra en Kennedy, y así asociamos el barrio con<br />
mazorcas, bultos de papas, cáscaras de frutas en el suelo, camiones y<br />
grandes negocios, bancos, entidades financieras. Sigamos: partidos de<br />
fútbol, rock, bazares, novenas, rumba, hospital, La avenida Primero de<br />
44 Jorge Luis Borges. Citado en Esther Cohen (Op. cit.: 9).<br />
120 –¿d ó n d e m i e r d a e s t o y ? –e n k e n n e d y , c h u r r o . ¿n o c o n o c í a ?
Mayo es un desfile de discotecas famosas en toda la <strong>ciudad</strong>, el espacio<br />
público es centro del comercio informal:<br />
“Las calles suelen estar ocupadas por caminantes y vendedores<br />
que extienden sobre ellas algunas colchas y los productos para la<br />
venta. Desde objetos de primera necesidad hasta cremas de “baba<br />
de caracol”, carteras, discos compactos, accesorios y perfumes<br />
hacen parte de esta composición callejera de esta parte de la <strong>ciudad</strong>.<br />
Los olores se confunden en cada esquina: buñuelos calientes,<br />
empanadas, el humo de los carros y en incienso. Los vendedores<br />
conocen los lugares estratégicos para la venta: los carritos de tinto<br />
y agua aromática al lado de los bancos; los carritos de los helados<br />
en el parque y los desplazados descalzos al lado de las panaderías.<br />
Las ventas callejeras llenan de colores y olores las calles, mientras<br />
los transeúntes se detienen constantemente a mirar los objetos que<br />
comprarán en la próxima quincena” (Artistizábal, 2006).<br />
Cito la descripción del barrio, al consultar otras fuentes diferentes<br />
a las de los participantes de esta propuesta artística, precisamente para<br />
recalcar que la obra se aparta del recorrido fotográfico por la <strong>ciudad</strong>, a<br />
veces tan colorido, que han hecho otros artistas en nombre de “lo etnográfico”<br />
y periodístico. Al contrario, el grupo estudió las fotografías del<br />
Archivo Distrital y del álbum familiar de algunas familias del barrio.<br />
Los artistas concentraron su investigación y sus intervenciones en las<br />
casas de la primera etapa del barrio. Kennedy se ha transformado con<br />
el paso del tiempo.<br />
Ciudad Kennedy memoria y realidad fue ante todo un proyecto colectivo<br />
de creación que se creó en un taller de la Escuela de Bellas Artes<br />
de la Universidad Nacional, sede Bogotá, en el año 2002. El proyecto<br />
fue ideado y dirigido por el artista Raúl Cristancho, quien conformó un<br />
grupo de trabajo compuesto por egresados de la misma escuela: Catalina<br />
Rincón, Luís Carlos Beltrán, Ricardo León, Camilo Martínez, Miler<br />
Lagos, Michael López, Jaime Barragán, Máximo Flórez y Fernando Cruz.<br />
La idea partió, como dije antes, del interés por los nombres.<br />
Cada uno se ideó una metodología para acercarse a los habitantes:<br />
visitas a los archivos, a las juntas de acción comunal, a los primeros fundadores<br />
que vivían todavía allí, instalaciones, fotografías localizadas en otros<br />
lugares, en fin. Fue todo un reto salir “del taller de artista” y contactarse con<br />
la gente, hacer preguntas. Aquí las metodologías fueron reinventadas mas<br />
allá de las que se conocían, mezcla de la propia subjetividad y de una especie<br />
de bricolaje. Lo que quiero decir es que de cada tipo de acercamiento surgió<br />
un material artístico que se presentó por primera vez en una de las casas del<br />
lugar y luego en un museo. Si bien la propuesta se concibió para el barrio,<br />
c i u d a d e s p e j o 121
John Kennedy y Alberto Lleras en Bogotá 1961.<br />
Foto de la investigación Ciudad Kennedy<br />
Memoria y realidad. Archivo Argeil Plazas.<br />
también tiene sentido en el museo; las<br />
estrategias de estos artistas para explorar<br />
el problema de la memoria, pienso que<br />
nos interesan a todos.<br />
El 17 de diciembre de 1961, el<br />
presidente estadounidense John F. Kennedy<br />
y su esposa Jacquelin aterrizaron<br />
en el aeropuerto de Techo en Bogotá. Lo<br />
esperaban en la puerta del avión Alberto<br />
Lleras Camargo, en ese momento el presidente<br />
del país, y su esposa; (¿Nombre?<br />
No nos acordamos de la esposa del presidente<br />
colombiano. Otra demostración<br />
del poder de la imagen). Y, por supuesto, asistieron al aeropuerto miles<br />
de bogotanos que querían celebrar el acontecimiento. El presidente de los<br />
Estados Unidos venía a cumplir con uno de los lemas de la Alianza para el<br />
progreso: “El hombre no es libre hasta que tiene un techo”. El presidente y su<br />
esposa visitarían la <strong>ciudad</strong> por pocas horas para poner la “primera piedra”<br />
de un barrio que originalmente se llamó Ciudad Techo y que después de la<br />
muerte de Kennedy, en 1963, recibió el nombre de Ciudad Kennedy.<br />
En el catálogo-memoria del trabajo, Raúl Cristancho escribe que<br />
los medios de comunicación contribuyeron a crear un mito fundacional.<br />
Es posible que sea cierto. Los medios de comunicación contribuyeron<br />
a idealizar aún más, si cabe, a una pareja que encarnaba el progreso y<br />
además “bajaba del cielo” como salvadora de la miseria.<br />
Casi nunca, ni hoy, ni menos hace 40 años, los medios construyen<br />
figuras con características complejas como los mitos griegos, por ejemplo. Al<br />
contrario: siguiendo la metodología de las telenovelas, los personajes de la<br />
televisión son buenos o malos, bellos y glamorosos o feos e insignificantes.<br />
Los medios construyen personajes extremos. Con la ayuda de los medios de<br />
comunicación es posible pensar que el mito fundacional del Barrio Kennedy<br />
fue un mandato idealizante, inconsciente, sin fisuras, y por tanto difícil de<br />
pulverizar, como lo he venido señalando de la mano de Levi-Strauss.<br />
En este caso se trataba además de una pareja cuya imagen satisfacía<br />
todas las exigencias visuales. Vemos las fotografías de archivo rescatadas<br />
por el proyecto, y hay que detenerse y decir que ella, Jacqueline, se bajó<br />
del avión con un abrigo blanco, cruzado, con un discreto cuello Nehru, un<br />
abrigo de mangas tres cuartos –detalles que ella se encargó de imponer<br />
en el vestuario femenino de todo el mundo– y con un sombrero que la<br />
coronaba de manera sutil. Se dirigió a la audiencia en español, palabras<br />
que volvimos a oír porque el grupo de artistas se encargó de recoger.<br />
122 –¿d ó n d e m i e r d a e s t o y ? –e n k e n n e d y , c h u r r o . ¿n o c o n o c í a ?
Es significativo que Catalina Rincón, una de las artistas del grupo,<br />
reuniera algunas mujeres para volver a hacer el abrigo “mítico”. Catalina<br />
organizó un costurero, un recurso que me parece genial, porque es una táctica<br />
que no aprendió en la universidad, sino que salta de sus recuerdos y le<br />
parece útil aplicarla allí y para entrar en relación con las mujeres del barrio.<br />
Arte como invención de tácticas para entrar en relación. Los costureros de las<br />
mamás y de las tías, eran unas reuniones de mujeres y, si mal no recuerdo, se<br />
citaban una tarde a la semana para arreglar la ropa propia o ajena o para coser<br />
la ropa necesaria para una “obra de caridad”. Y, claro, para chismosiar, que<br />
en el fondo es aplicarles sanciones sociales a los demás a partir de la ironía.<br />
El costurero también tenía la función de hacer un vestido parecido al de las<br />
estrellas de cine, y así resulta aún más encantadora para mí, la estrategia de<br />
Catalina. Cuántas tías y mamás se vistieron con un Coco Chanel, “salido”<br />
de los costureros caseros. El costurero que propuso Catalina Rodríguez aquí<br />
es para darse cuenta del imaginario que “nos cubre”.<br />
En las fotografías de Las Jackelines, la artista le propuso a un grupo<br />
de mujeres del barrio que “posaran como si”, y en las fotos es evidente<br />
la superposición de imaginarios; pero el gesto, es la conciencia misma<br />
de “sentirse y no sentirse” como el modelo.<br />
¿Una obra de detalles insignificantes? Pues voy a detenerme en<br />
esto de los detalles insignificantes. El antropólogo Marc Augé (1994), nos<br />
recuerda que la memoria se convierte en un fenómeno privado y se invoca<br />
y convoca de manera privada y fragmentaria. Dice algo que me parece muy<br />
clave para este proyecto y es que el antropólogo<br />
interroga y se interroga sobre la significación<br />
de ésta o de aquella modalidad particular de<br />
memoria. Aprende por ejemplo a interrogar los<br />
silencios, los olvidos, las deformaciones de las<br />
genealogías, aprende a apreciar el papel que los<br />
recuerdos cumplen en la vida del sujeto. Este<br />
proyecto está compuesto por una serie de fotografías<br />
en las que todas se miran con el abrigo<br />
mítico, y la serie funciona como una baraja de<br />
<strong>espejo</strong>s donde esa historia idealizante aparece y<br />
es irónica y en parte cada uno acaba quitándose<br />
la máscara, mirándose y mirando a la otra.<br />
Sigamos con los ritos de fundación del<br />
barrio. Los terrenos en los cuales se iba a construir<br />
el barrio, en 1961, ya habían sido asignados<br />
por el Instituto de Crédito Territorial,<br />
como otros barrios de auto-construcción que<br />
Jacquelin Kennedy y Alberto Lleras<br />
en Bogotá 1961. Foto de la<br />
investigación Ciudad Kennedy<br />
Memoria y realidad. Archivo<br />
Argeil Plazas.<br />
c i u d a d e s p e j o 123
Catalina Rincón. Las Jackelines. Fotografía 2002.<br />
124 –¿d ó n d e m i e r d a e s t o y ? –e n k e n n e d y , c h u r r o . ¿n o c o n o c í a ?
se levantaron en la <strong>ciudad</strong>. Pero éste en particular dio un giro de identidad y<br />
quedó nombrado como la pareja de la leyenda moderna. De todas maneras en<br />
el imaginario de la <strong>ciudad</strong> se cree que John Kennedy había regalado (palabra<br />
imprecisa) el barrio a Bogotá, o por lo menos que era un barrio diferente,<br />
con un benefactor, un padre que le había dado su nombre.<br />
“Yo no imaginaba Bayeux, ni sus casas ni sus gentes, sino como<br />
una criatura toda hecha de Nombre, surgida del nombre”.<br />
“El nombre…he aquí el único objeto y la única posibilidad de la<br />
memoria” (Proust: 9).<br />
La investigación de los participantes del equipo en los documentos<br />
de fundación y a través de las conversaciones con los primeros fundadores,<br />
llegó a la conclusión-sospecha de que el barrio hacía parte de la modalidad<br />
de auto-construcción, y entonces el terreno y los materiales fueron pagados,<br />
a bajo precios, pero pagados, por el bolsillo de los habitantes del barrio.<br />
“El éxito o el fracaso de esta política ha tenido su propio espacio<br />
de discusión y excede los límites del presente proyecto. No obstante<br />
es interesante anotar que durante la construcción inicial del<br />
barrio, cada ladrillo que se pegaba, cada pared que se levantaba,<br />
contribuyo a construir una identidad histórica a ese barrio. El mito<br />
y la historia reciente dan como resultado una fusión constante<br />
entre mito e historia, imaginario oficial y popular, entre memoria<br />
y realidad” (Cristancho: 5).<br />
Uno de los aportes del proyecto es el uso diverso de la fotografía.<br />
Me refiero por ejemplo al uso de la fotografía de archivo. Estas son fotografías<br />
muy interesantes: en primer lugar hay que rescatar las de Jacqueline<br />
y las de John Kennedy, en ese orden, porque no hay que olvidar que John<br />
Kennedy, reconociendo el éxito de la imagen de su esposa, en un discurso<br />
al regreso de un viaje oficial a Francia comentó que él era el hombre<br />
que había acompañado a Jacqueline en su viaje a Paris. Pero también se<br />
rescataron, para el proyecto, fotos de los protagonistas en el momento de<br />
su llegada y de los discursos, y fotos de los nuevos habitantes, algunos<br />
evidentemente de origen campesino, en momentos del trabajo con pico<br />
y pala. Usos de la memoria. Recordemos: desordenar las genealogías,<br />
interrogar las deformaciones de las genealogías, confrontar la imagen de<br />
los mitos magnificados por la tradición, interrogar los olvidos.<br />
Las fotografías de los espacios privados resultan ricas en información.<br />
Las relaciono con las obras de Ilia Kabakov, el artista contemporáneo<br />
que en los ochenta hizo instalaciones que recordaban su Ucrania natal y<br />
en ellas hacía evidente que había nacido en una <strong>ciudad</strong> de pequeñas y<br />
c i u d a d e s p e j o 125
modestas habitaciones colonizada por recuerdos personales e imágenes<br />
religiosas. Desarraigado de su lugar tuvo que vivir durante los años<br />
cincuenta en un internado en Moscú y aunque la arquitectura moderna<br />
se ve en sus instalaciones espaciosa e iluminada, es sin embargo explícitamente<br />
fantasmal. Fernando Cruz y Luis Carlos Beltrán fotografiaron<br />
los espacios privados de los primeros habitantes del barrio Kennedy.<br />
Todavía se ven algunos techos en obra negra de hace muchos años.<br />
Cuartos limpios y ordenados que parecen existir sólo para las imágenes<br />
sagradas: el Sagrado Corazón, un retrato de Alberto Lleras, de Jorge<br />
Eliécer Gaitán –en color sepia– la mesa de la plancha cerca de la Virgen,<br />
colchas de flores y carpetas de crochet.<br />
“El baño tenía una minúscula ventana que daba a un patio. Al<br />
fondo, como una mancha oscura detrás de las nubes, vio la efigie<br />
de los cerros y enfrente una hilera de edificios de cemento con<br />
diminutas ventanas de las que colgaban cuerdas de ropa, ruedas<br />
de bicicleta, tapetes raídos” (Gamboa: 82).<br />
Raúl Cristancho resalta las fotografías de la sala de Argenil Plazas, no<br />
solamente uno de los fundadores, sino la persona invitada por el presidente<br />
Kennedy para visitar oficialmente varias <strong>ciudad</strong>es de Estados Unidos. Don<br />
Argenil Plazas dispuso en su sala hileras de recuerdos de viaje, fotografías,<br />
documentos, discursos. La familia Real, de Ricardo León es una fotografía<br />
de una de esas decoraciones. Se trata de una imagen a color del clan de los<br />
Kennedy y al lado pequeñitas fotografías de la familia Plazas.<br />
Fontcuberta (1998: 37) nos habla del <strong>espejo</strong> narciso-vampiro que<br />
define la sociedad actual (con un presente inseguro de su identidad,<br />
recordemos la frase de Augé). Un <strong>espejo</strong> narciso- vampiro es un <strong>espejo</strong><br />
que cuando me miro en él no me veo –al igual que el vampiro. Y esto<br />
sucede porque construyo en el <strong>espejo</strong> la imagen idealizada que deseo. Los<br />
trabajos de estos artistas son testimonios<br />
significativos de cómo sus estrategias hicieron<br />
evidente la incidencia en lo privado,<br />
en un sujeto y en una familia, de un suceso<br />
idealizado por la tradición.<br />
Se hicieron también retratos de los<br />
protagonistas, de los habitantes del barrio.<br />
Alicia Peñuela: profesora. William Fortich:<br />
director de teatro. Victor Cañón: uno de los<br />
Raúl Cristancho, Fernando Cruz.<br />
Registro de intervención de hogares.<br />
Fotografía Fernando Cruz. 2002.<br />
primeros adjudicatarios. Mario Vallejo: director<br />
del Consejo de Cultura de la Localidad. El<br />
roquero, ancianos, jóvenes raperos.<br />
126 –¿d ó n d e m i e r d a e s t o y ? –e n k e n n e d y , c h u r r o . ¿n o c o n o c í a ?
Raúl Cristancho, Fernando Cruz. Ventanas. Registro de intervención de hogares.<br />
Fotografía Fernando Cruz. 2002.<br />
La secuencia de fotografías de los exteriores de las casas es muy<br />
significativa. En ellas se puede “leer” el esfuerzo de la autoconstrucción<br />
y las pequeñas reformas que se han hecho con el tiempo. Son casas de<br />
dos pisos, una puerta en el centro y cuatro ventanas de metal –con algunas<br />
variaciones–, pero se podría decir que son la imagen de “la casa<br />
básica”. En algunas el color es el único lujo. Esta secuencia abre paso a<br />
las intervenciones en el espacio público.<br />
“El edificio de Quica le pareció mucho más viejo y desconchado<br />
a esa hora de la mañana, apenas una estructura de cemento gris<br />
llena de manchas de moho. La fachada del primer piso estaba<br />
cubierta de rayones de tiza y los vidrios rotos habían sido reemplazados<br />
por plástico. Subió por la escalera seguido de un intenso<br />
olor a gas y golpeó varias veces en la puerta. Al cabo de un rato<br />
escuchó una voz débil” (Gamboa: 274).<br />
La intervención más paradójica, el afiche diseñado por Ricardo<br />
León, Camilo Martínez y Luis Carlos Beltrán. Aparece en uno de ellos la<br />
imagen de Kennedy con una casa en la mano en el momento de ponerla<br />
–¿o quitarla?– no queda muy claro, pero su mano se ve extendida sobre<br />
un plano arquitectónico (recuerdo los afiches del constructivismo ruso:<br />
Lenin llevando la torre de electricidad al pueblo ruso). La frase: “El<br />
c i u d a d e s p e j o 127
Jaime Barragán. Proyecciones del álbum familiar sobre las<br />
fachadas del barrio. 2002.<br />
128 –¿d ó n d e m i e r d a e s t o y ? –e n k e n n e d y , c h u r r o . ¿n o c o n o c í a ?
hombre no es libre sino hasta que tiene<br />
techo”. La discusión: El sentimiento<br />
pro-Kennedy y anti-Kennedy.<br />
Se disolvieron los límites entre<br />
lo público y lo privado. Fernando Cruz<br />
y Raúl Cristancho registraron algunas<br />
fotografías del álbum familiar, las ampliaron<br />
al tamaño de las ventanas y las<br />
pusieron en ellas con vista a la calle.<br />
Jaime Barragán proyectó, en la noche,<br />
también las fotografías de cada familia<br />
sobre los muros de sus casas.<br />
La intervención hizo de los<br />
héroes unas figuras transitorias. Miller<br />
Lagos y Camilo Martínez construyeron<br />
siluetas de cartón de los Kennedy, de<br />
tamaño natural. Las ubicaron en dis-<br />
Luís Carlos Beltrán, Raúl Cristancho.<br />
Video- Instalación. Un monitor de televisión<br />
transmitía los discursos oficiales sobre<br />
la fundación del barrio y el otro, las<br />
entrevistas con la comunidad. Edición del<br />
video: Camilo Martínez y Ricardo León.<br />
Fotografía, Pablo Adarme.<br />
tintos lugares del barrio: en una calle comercial, en un salón de belleza,<br />
en una carnicería. En cada una motivaron una respuesta diferente de<br />
cada transeúnte.<br />
La instalación hizo conciencia de la “realidad” del héroe. En la<br />
plaza de la Macarena, donde se construyó la primera etapa del barrio,<br />
existe una plataforma para un monumento que nunca se construyó. La<br />
plataforma era así un monumento ausente. Miller Lagos, Luis Carlos<br />
Beltrán y Máximo Flórez propusieron realizar un monumento “virtual”.<br />
Una fotografía de un busto en bronce de Kennedy se instaló horizontalmente<br />
sobre la plataforma. Desde ésta, y atravesando la plaza, se pintó<br />
una franja roja a manera de tapete. Era un monumento horizontal, virtual.<br />
(Interrogar los silencios, el abandono, los sucesos magnificados).<br />
La instalación hizo evidente los cruces de discursos. Raúl Cristancho<br />
y Luis Carlos Beltrán mostraron en el museo una sala con dos televisores<br />
por donde se emitían al mismo tiempo el discurso oficial sobre el<br />
barrio y la Alianza para el Progreso, y la historia de la autoconstrucción.<br />
Es muy difícil evadir las opiniones de Hal Foster en un artículo que<br />
escribió a mediados de los años noventa y que llamó El artista como etnógrafo<br />
(2001). Es difícil evadir sus opiniones porque Ciudad Kennedy memoria y realidad<br />
es un proyecto que se inscribe dentro del trabajo con un barrio y con el<br />
otro. Voy a comparar lo que a mi modo de ver sucedió en este proyecto a la<br />
luz del artículo, aunque suene reiterativo, pero me parece que es un artículo<br />
que ha sido leído de manera superficial. No es una glorificación del artista<br />
como etnógrafo sino una crítica, o mejor, un llamado a la cordura.<br />
c i u d a d e s p e j o 129
Pero vamos por partes. El<br />
artículo empieza con una discusión<br />
sobre el texto de Walter Benjamin, el<br />
autor como productor, un texto escrito<br />
1934 en el que Benjamin interpela<br />
al artista y se pregunta acerca<br />
de su intervención en la transformación<br />
de la cultura burguesa.<br />
Hal Foster indica, con razón,<br />
que a veces este ensayo se lee<br />
como si el lugar de la participación<br />
Miler Lagos. Dummies. 2002. Fotografía Catalina Rincón.<br />
del arte fuera igual a la participación<br />
política, definida con las estrategias<br />
revolucionarias o “democráticas” de los partidos tradicionales. No Benjamin,<br />
pero si sus lectores presentaron una escisión entre el artista y el trabajador.<br />
Con el tiempo, la participación del artista en los procesos sociales<br />
se ha vuelto más compleja. Es indiscutible también que el arte contemporáneo<br />
se interesa de manera expresa en salir del taller e intervenir en<br />
los procesos culturales, a veces pretendiendo borrar las fronteras entre el<br />
científico social y el artista, o sin tenerlas claras en absoluto. Me parece que<br />
el proyecto de Ciudad Kennedy tiene una ventaja y es que no se localiza en<br />
ninguno de los dos extremos: sale del salón de clase y del taller del artista<br />
y se localiza en un barrio, pero parte de la curiosidad por lo cercano, por<br />
la curiosidad por el nombre. No es ni siquiera por la curiosidad de otro<br />
como “distinto a mí” sino por el nombre como fundador de identidades y<br />
en esa pregunta arrastra el nombre y las identidades de todos. No se trata<br />
de ninguna manera de salvar al otro o simplemente describir al otro.<br />
Hal Foster habla de una envidia de doble vía: envidia de los<br />
artistas hacia los etnógrafos, ya que en el trabajo de campo teoría y<br />
práctica parecen conjugarse. Envidia también de los antropólogos hacia<br />
los artistas, precisamente por localizar su práctica dentro de la red de<br />
significados eliminando la práctica, “praxis”, como compromiso activo.<br />
La envidia de los antropólogos por los artistas se debe finalmente a que<br />
su práctica se hace más libre e imaginativa.<br />
Ventilar estas envidias me parece sano en el artículo de Hal Foster<br />
y de nuevo creo que tiene razón. En la envidia de su práctica, ambos,<br />
artistas y antropólogos, pueden quedarse cortos. Los antropólogos,<br />
porque su materialización puede llegar a ser muy pobre, y los artistas,<br />
porque el análisis social se empobrece también. En este proyecto sobre<br />
“Kennedy”, me parece que la actitud desprevenida de estos artistas en<br />
un barrio, lo que produjo fue una invención de acciones que señalaron<br />
130 –¿d ó n d e m i e r d a e s t o y ? –e n k e n n e d y , c h u r r o . ¿n o c o n o c í a ?
aspectos de la identidad y de la autoconciencia: monumentos virtuales,<br />
costurero, revisión del álbum familiar, confrontación de discursos,<br />
revisión de fotografías de archivo. En estas prácticas en el terreno, lo<br />
contingente, el sentido del humor, la inversión de realidades, lograron<br />
insertarse en la comunidad más acá de lo sociológico y más cerca de lo<br />
artístico entendido como observación de los detalles que vinculan y de<br />
la creación de imágenes espontáneas.<br />
Hal Foster critica los recorridos etnográficos que llama horizontales;<br />
dice que son recorridos de un nuevo flâneur, de un nuevo nómada urbano<br />
que va de aquí para allá, sin crear una tensión productiva entre lo que ve<br />
y un eje histórico. En eso, Hal Foster tiene mucha razón y eso lo dije al<br />
principio. Nunca la etnografía ha sido solamente tomar fotos o poner fragmentos<br />
sobre una mesa. La etnografía se hace una pregunta por el sentido<br />
de las cosas, por su uso y, hay que decirlo, en muchos casos hoy en el arte<br />
colombiano solamente se toman fotografías. Al contrario, en el proyecto de<br />
“Ciudad Kennedy” hay una tensión entre un eje histórico y yo diría que<br />
con muchos, y las imágenes. Ejes históricos tales como los “slogans” y las<br />
imágenes de La Alianza para el Progreso, el glamour de los años cincuenta,<br />
la creación de modelos a través de imágenes, la memoria de los habitantes,<br />
sus archivos personales, los espacios institucionales. Todos esos ejes de<br />
alguna manera históricos o, mejor, de duraciones, se pusieron en tensión<br />
con las fotografías y las acciones y se desenmascararon discursos. Por lo<br />
menos uno: la imagen y el nombre construyen mitos fundacionales; los<br />
mitos construyen realidades.<br />
Me parece que la fotografía en “Kennedy” fue más que tomar fotografías.<br />
Por ejemplo la revisión del álbum familiar es muy importante hoy,<br />
porque se crean nuevos archivos de la propia historia: el óleo de Ricardo<br />
León basado en una fotografía de<br />
la familia Kennedy que encontró en<br />
una de las casas de los fundadores y<br />
su decisión de rodearla con las fotos<br />
de la familia misma es poner en<br />
tensión los deseos y el origen. Proyectar<br />
imágenes del álbum familiar<br />
en las fachadas (Jaime Barragán) o<br />
cubrir las ventanas con impresiones<br />
de fotografías familiares también<br />
(Fernando Cruz y Raúl Cristancho),<br />
es tensionar arquitectura e imagen a<br />
tal punto que se obligan a traer los<br />
olvidos al presente. Miler Lagos. Dummies. 2002. Fotografía Catalina Rincón.<br />
c i u d a d e s p e j o 131
Las figuras de cartón de Miller<br />
Lagos generan tensiones entre<br />
esta pareja presidencial sonriente,<br />
impecable, salvadora, frente a los<br />
espacios de un barrio agobiado por<br />
las labores diarias. Y las tensiones<br />
de las fotos de las Jackelines, como<br />
ya dije, son un <strong>espejo</strong> construido,<br />
múltiple, demoledor y constructivo<br />
a la vez.<br />
Hay una crítica de Hal Foster<br />
al mapeado sociológico, catalogándolo<br />
de abstraer la cultura de<br />
estudio, y de nuevo Hal Foster tiene<br />
razón pero hasta cierto punto. Es tal<br />
vez menos abstracto el relato de un<br />
antropólogo. No estoy diciendo que<br />
sea verdadero; eso ya lo puso en tela<br />
de juicio Clifford Gertz, al explicar<br />
que el relato de un antropólogo<br />
sobre una cultura es subjetivo. Sin<br />
embargo, parecería que la narrativa<br />
está más cerca de la experiencia. Pero el mito como aparato de visión 45 que<br />
guía la fotografía sí puede construir mapeados más complejos.<br />
En fin. Esa fusión entre mito e historia de la que hablaba Cristancho<br />
se tradujo en eventos visuales. Las obras interrogaron los diferentes grados<br />
de “historicidad” y los distintos usos de la memoria. Lévi-Strauss ve una<br />
diferencia entre sociedades calientes y frías y la diferencia radica en la forma<br />
como viven su historia. Las frías, se preocupan por conservan “un” propio<br />
modo de ser, “un” legado histórico para identificarse. Las calientes apelan<br />
a sus contradicciones internas porque de ella extraen energía y promesa de<br />
futuro. El proyecto de Ciudad Kennedy, Memoria y realidad, permite explorar<br />
las dos actitudes en la <strong>ciudad</strong> de Bogotá. Enclaves protegidos de memoria,<br />
asediados por la fuerzas del contexto.<br />
45 José Alejandro Restrepo: ver nota 152.<br />
132 –¿d ó n d e m i e r d a e s t o y ? –e n k e n n e d y , c h u r r o . ¿n o c o n o c í a ?<br />
Miler Lagos. Dummies. 2002.<br />
Fotografía Catalina Rincón.
16 Notas sobre cómo construí este libro<br />
1<br />
Esta reflexión sobre arte y <strong>ciudad</strong> comenzó como respuesta a las críticas<br />
de un amigo sobre el 39 Salón de Artistas, del 2004. Con indignación<br />
y curiosidad comencé a recopilar la obra de un grupo de artistas que<br />
participaron en dicho salón y a “inventarme” una reflexión sobre ellas<br />
para mis clases en la Universidad Nacional. Me entrevisté con ellos y<br />
escribí un primer ensayo. Luego presenté una beca de investigación al<br />
Ministerio de Cultura para reflexionar acerca de otro grupo de artistas<br />
interesados también por la <strong>ciudad</strong>. Este texto es la recopilación de<br />
ambas investigaciones.<br />
2<br />
Con indignación escribí el principio de este libro y con una idea que me parece<br />
básica hoy para futuras investigaciones, y es que pensamos por inercia.<br />
Es decir, pensamos sin pensar en las premisas con la cuales pensamos. Dos<br />
de ellas: Pensamos que todo pasado fue mejor y que en el presente no hay<br />
nada. Que todo pasado fue mejor, parece responder a una idealización que<br />
aprendimos como necesaria para sobrevivir, y es una “ley” que la mayoría<br />
de las veces no nos atrevemos a cuestionar. Que en el presente no hay nada,<br />
tiene que ver también con ese fantasma de la idealización pero para evitar<br />
hacer un esfuerzo y por fin ver. Y es que lastimosamente ver no es un ejercicio<br />
tan automático: a veces veo solo lo que está en mí, que no está mal, pero no<br />
reconozco que “yo” tapo el resto. Por lo menos para un fotógrafo ambas<br />
reflexiones son útiles: tener en cuenta que arrastra toda su subjetividad en<br />
el acto de ver y que a su vez esas premisas tapan el resto.<br />
Es curioso, pero cuando la gente que me rodea se refiere al arte,<br />
nunca he quedado satisfecha con eso de que en el presente no hay nada.<br />
Yo tiendo a confiar en lo que se hace en nombre del arte; por lo menos<br />
confío más en los artistas que en lo que dicen los políticos y los curas.<br />
Pienso que lo que hacen los artistas en el presente son aspectos sensibles<br />
que yo no conocía y por eso las críticas reiteradas al arte que se hace en<br />
el presente, despiertan mi curiosidad, a tal punto que me han llevado<br />
casi siempre a escribir para tratar de entender. También entiendo que esa<br />
confianza me aleja de un pensamiento crítico, entendido como juzgar.<br />
Este libro entonces está pensado como es una recopilación de información<br />
para los estudiantes de la universidad, básicamente.<br />
c i u d a d e s p e j o 133
134 n o t a s s o b r e c ó m o c o n s t r u í e s t e l i b r o<br />
3<br />
Pienso que faltan artistas y por eso dudé en publicarlo, pero otra de las premisas<br />
con las cuales pensamos es en la Enciclopedia, y resulta que esa premisa<br />
en realidad son dos: detrás de la Enciclopedia que en algunos sectores de la<br />
academia “debemos hacer”, está el convencimiento de que se puede hacer<br />
porque tenemos todo el tiempo del mundo para hacerla. Y no se trata de decir<br />
que no tenemos tiempo porque resulta que efectivamente no lo tenemos,<br />
sino que sucede algo peor: en esa dilación entran nuevas lecturas y puntos de<br />
vista que van erosionando la idea y el ensayo inicial hasta dejarlo sin piso. Un<br />
ensayo sin piso sería lo más conveniente pero tal vez recoger un pensamiento,<br />
así sea transitorio, permite revisitarlo y cuestionarlo en el futuro. Corté<br />
aquí, pero estoy segura que hay material para otros artistas más a quienes les<br />
interesa Bogotá, y artistas que se interesan por Cali, Cartagena, Medellín o<br />
Pasto. Porque sí, este libro debería llamarse Bogotá-Espejo pero tampoco da<br />
cuenta de Bogotá, un mundo desconocido, y entonces Ciudad es más general<br />
e impreciso, pero me permite decir por lo pronto que la idea de una <strong>ciudad</strong><br />
“entrevista”, es un motivo más que suficiente para futuras investigaciones.<br />
4<br />
Los artistas a los que mi amigo se refería tan “objetivos”, artistas “con un<br />
tonito sociológico”, usaban la cámara de fotografía y de video para registrar<br />
a Bogotá. Empecé a sospechar entonces que esas fotografías aparentemente<br />
“objetivas” sobre la <strong>ciudad</strong>, mostraban aspectos que no vemos a<br />
pesar de recorrer las mismas calles todos los días. Algo tendrían que estar<br />
haciendo los artistas diferente al caminante común. Lo diferente tal vez<br />
es que usan la cámara con un efecto de extrañamiento para encuadrar el<br />
contexto. Sospechaba que “el objeto”, “las cosas”, no eran el centro de la<br />
fotografía porque no estaban flotando aisladas por su color y su forma,<br />
sino que de alguna manera mostraban las fuerzas del sistema social y de<br />
los sujetos que tratan de sacar la cabeza de la rutina y volver a habitar una<br />
porción de lo sensible. Entonces pensé que los artistas usan la fotografía<br />
y el video como instrumento de autoconciencia.<br />
5<br />
Esta investigación empezó con Eduardo Consuegra, que toma fotografías<br />
de la “zona rosa” de Bogotá, pero a las 7 de mañana, de tal manera que<br />
vemos las huellas del comercio inestable sobre un barrio. El comercio<br />
convierte las fachadas de este barrio en “travestis” arquitectónicos, y por<br />
momentos también lo somete al abandono.
Algo parecido sucede en la obra de José Tomás Giraldo, que<br />
muestra el uso de las casas de Germán de Vengoechea, un reconocido<br />
arquitecto colombiano de los años cuarenta. En sus fotografías podemos<br />
reconocer un uso indolente de espacios y de objetos, transitorio y sin<br />
sentido de pertenencia.<br />
Los ejemplos de artistas que recorren la <strong>ciudad</strong> como forma de<br />
conocimiento crítico, son Milena Bonilla y su “dedicada” costura sobre<br />
los cojines rotos de los asientos de los buses. Jaime Ávila y sus encuentros<br />
con los indigentes en la calle. María Isabel Rueda, fotógrafa de la “moda<br />
callejera”. El Colectivo Bricolaje, constituido por Sandra Mayorga, Pablo<br />
Adarme y Carolina Salazar, quienes reconocieron la inventiva de los<br />
vendedores ambulantes. Rosario López en sus recorridos dio cuenta de<br />
unas intolerantes “esculturas” urbanas.<br />
Miguel Ángel Rojas y su video Corte en el ojo sobre el teatro Faenza,<br />
me permitió entender que un teatro puede ser un espacio de relación y<br />
de identidad en la <strong>ciudad</strong> a pesar de considerarse como un “no-lugar”.<br />
Atrio y Nave central, Prometeo y Ciudad Kennedy memoria y realidad, me<br />
permitieron aprender sobre las consecuencias de la relectura de los mitos<br />
y sobre el poder del nombre.<br />
Después de reflexionar sobre estos artistas puedo constatar que<br />
en la aparente movilidad hay constantes afectivas que permanecen.<br />
Permanencias en las discontinuidades, una premisa estructuralista; un<br />
estructuralismo hecho de individualidades que son las que hacen valer<br />
y actuar las duraciones.<br />
6<br />
¿Como usé las ideas de teóricos? Como acompañamiento de lo visual y a<br />
medida que la obra me los iba solicitando. Arthur Danto le da importancia<br />
al lugar común. George Simmel describe la <strong>ciudad</strong> como un campo<br />
de fuerzas. Claude Lévi-Strauss desentraña las lógicas de pensamiento.<br />
Manuel Delgado ve la <strong>ciudad</strong> como flujos de relaciones, de encuentros y<br />
desencuentros. Marc Augé pone a bascular al sujeto entre los lugares y<br />
los no lugares. De Michel de Certeau, me quedó la apuesta decidida por<br />
la creatividad del sujeto a pesar de estar prácticamente aplastado por la<br />
estructura social.<br />
7<br />
Desde el primer ensayo que escribí sobre los primeros artistas, me enfrenté<br />
con la pesadilla de escribir y sobre todo con la pesadilla de mi vocabulario<br />
lleno de conceptos, vacío de personas, de cosas, de verbos específicos, de<br />
c i u d a d e s p e j o 135
palabras que establecieran relaciones y vínculos. Pienso que el estudio de<br />
las ciencias sociales castra el lenguaje. Me hubiera encantado escribir sobre<br />
arte sin haber ejercido durante tantos años el oficio de profesora. Desde<br />
ese lugar arrastro una especie de obligación de explicar lo que dicen Michel<br />
De Certeau o Roland Barthes y con seguridad la lectura de los textos<br />
directamente lo explicaría mejor. Aburrida del lenguaje de la universidad<br />
y sin palabras, decidí usar frases sueltas de algunos escritores; las palabras<br />
de los escritores precisas y frescas, tan humanas, se convirtieron en los<br />
títulos de cada aparte, títulos más cercanos a la experiencia que yo había<br />
tenido con las obras.<br />
Así, “La locura, la muerte, son preferibles a este interminable<br />
domingo”, una frase de Stendhal, me pareció que era perfecta para<br />
enfatizar esas raras fotos de domingo de Eduardo Consuegra. “El poeta<br />
sabe con el cuerpo, mira desde las manos desde el pelo”, una frase<br />
de Julio Cortázar, me sirvió para entender el método del “Colectivo<br />
Bricolaje. “Llevas la misma camiseta que ella… es una coincidencia<br />
curiosa”, de Paul Auster, describe los encuentros urbanos de María<br />
Isabel Rueda. “Cansa más el viaje que el empleo”, de Julio Cortázar,<br />
sintetiza los afanes de Milena Bonilla. “El mundo está en mi cabeza<br />
pero mi cuerpo está en el mundo”, de Paul Auster, parece definir el<br />
método de Jaime Ávila. “Amodorrado en un Sahara brumoso”, de<br />
Charles Baudelaire, transmite el clima de la obra de Miguel Ángel<br />
Rojas. “Una aparición impura que pudiera contaminarlos con su aliento”,<br />
de Julio Paredes, describe la intolerancia, que finalmente Rosario<br />
López desenmascara. “HE aquí, pues, mis citaciones a la audiencia”,<br />
de Jorge Zalamea, es un inventario ético que Jaime Iregui emprende<br />
de nuevo. “Jamás tan cerca arremetió lo lejos”, de Cesar Vallejo, es<br />
la descripción perfecta, para mí, de cómo el tiempo se enreda o se<br />
detiene, cuando un habitante urbano decide desviarse de la ruta y<br />
esconderse, como las parejitas de la obra de José Alejandro Restrepo.<br />
“Y saldrás de ti hacia nuevos y vastos territorios donde la palabra y el<br />
gesto no caerán en el olvido”, de Mario Mendoza, rescata los gestos,<br />
que aparecen como puerta al sentido en las obras de Rolf Abderhalden.<br />
“–¿Dónde mierda estoy?– En Kennedy, churro. ¿No conocía?”<br />
es un diálogo de una novela de Santiago Gamboa que deja ver otro<br />
aspecto de Ciudad Kennedy. Pero tengo que decir que las frases de<br />
los escritores son solo un pretexto para escribir; están en el texto por<br />
el placer de copiarlas; no analicé las novelas.<br />
De todas maneras, leer las novelas y compararlas con las imágenes<br />
me dejó pensando que las artes plásticas, así hoy se interesen por la<br />
forma de la vida cotidiana, resultan más idealizantes que la narrativa.<br />
136 n o t a s s o b r e c ó m o c o n s t r u í e s t e l i b r o
No sabría muy bien explicar por qué. Tal vez porque las novelas y los<br />
cuentos describen con más detalle las relaciones entre la personas y las<br />
cosas y describen relaciones más paradójicas.<br />
Las novelas, por lo menos la experiencia que tuve al leerlas en esta<br />
investigación, son un espacio de mayor inclusión. Esa negociación con<br />
la paradoja le permite al escritor reflexionar de manera más inmediata<br />
quizás y con infinitos matices acerca de cómo está experimentando los<br />
espacios y escuchando las conversaciones que están en el ambiente, siempre<br />
cambiantes, y cómo a su vez todo esto lo transforma. La narrativa es<br />
probable que sea un instrumento más auto-reflexivo. La cámara todavía,<br />
y a pesar de los intentos de que no sea así, es un aparato de captura y la<br />
retroalimentación de la imagen sobre el fotógrafo o el video-artista no es<br />
tan claro o no es posible todavía. No creo que sea justo hablar en general<br />
de novelas, cuentos o de artes plásticas; cada caso vincula de manera<br />
particular la narrativa y la imagen. Pero me parece que los artistas que<br />
consideran el mito como aparato de visión logran una imagen narrativa<br />
más cercana de las experiencias del habitante de ese cosa compleja<br />
llamada <strong>ciudad</strong>.<br />
8<br />
Ciudad de Dios, Ciudad-Monasterio, Ciudad-Jardín, Ciudad-Radiante,<br />
Ciudad-Líquida, Ciudad-Polvo, Ciudad-Imaginada, Ciudad-Fragmentada,<br />
Ciudad-Invisible, Ciudad-Express, Ciudad-Posibilidad y ahora<br />
Ciudad-Espejo. Me parece que las palabras que acompañan a la <strong>ciudad</strong><br />
han evadido la definición de “<strong>ciudad</strong>”, o mejor, creo que buscan definirla<br />
de manera transversal. Lo que quiero decir es que los autores que<br />
usan dos palabras unidas por un guión, convierten la segunda palabra<br />
en “aparato de visión” para ver la primera. Esta no es la excepción. Es<br />
difícil para mí definir la <strong>ciudad</strong>. No lo hice. En este trabajo hay pinceladas<br />
que la describen.<br />
En los años setenta el libro de Manuel Castells (1974), La cuestión<br />
urbana, definía la <strong>ciudad</strong> de lo general a lo particular: un lugar geográfico<br />
donde se instala la súper-estructura político administrativa de una sociedad;<br />
un espacio con un alto grado de complejidad y de concentración, que<br />
va cambiando los valores campesinos por otros definidos como urbanos.<br />
Esta es una <strong>ciudad</strong> vista desde la mesa de un planificador.<br />
Puedo decir, sin embargo, que la <strong>ciudad</strong> de los teóricos que leí,<br />
la describen sin referirse a los limites geográficos precisos pero sí a las<br />
barreras que aunque se nombren como líquidas o fluidas, resultan de<br />
todas maneras determinantes como sistemas de segregación de barrios y<br />
de grupos humanos. Fuerzas, límites, líquidos son barreras emocionales<br />
c i u d a d e s p e j o 137
e ideológicas, incluso inconscientes, que se manifiestan por ejemplo en<br />
las miradas y en los gestos del cuerpo, en la indolencia con los objetos y<br />
con los espacios, en el abandono, en la imposibilidad de entrar en relación<br />
con el vecino y mucho más con un vecino “que no se parece a mí”.<br />
En estos teóricos que leí, la <strong>ciudad</strong> es un espacio donde se manifiesta<br />
el poder pero no solo en “la superestructura político-administrativa”<br />
sino molecularmente instalado en cada gesto. Todos estos teóricos:<br />
Simmel, De Certeau, Delgado, invitan a pensar métodos cualitativos que<br />
permitan ver las prácticas de espacio que cada sujeto efectivamente lleva<br />
a cabo en la <strong>ciudad</strong> y son esas prácticas las que permiten definirla. Para<br />
De Certeau, en esas prácticas de espacio aparece la Ciudad-Posibilidad,<br />
porque con ellas el habitante usa la <strong>ciudad</strong> y ese “uso” es transformador<br />
y creativo aunque esté oculto.<br />
Después de escribir este trabajo, Bogotá aparece como una <strong>ciudad</strong><br />
de pequeños relatos, como lo planteó hace ya tiempo Ciudad-Express,<br />
un libro de Juan Carlos Pérgolis. Bogotá aparece como una <strong>ciudad</strong> donde<br />
sus habitantes pulverizan y reescriben los mitos y también los conservan<br />
sin cuestionarlos. Es una <strong>ciudad</strong> que se muestra a la defensiva en pequeños<br />
detalles, pero también una <strong>ciudad</strong> donde sus habitantes se inventan<br />
tácticas para “salirse con la suya”. Es una <strong>ciudad</strong> de escondites y de<br />
acontecimientos-trampa en los cuales el habitante se manifiesta como<br />
un cazador para poner en práctica su personal manera de sobrevivir. De<br />
todo este recorrido sobre la definición de <strong>ciudad</strong>, me quedo con Ciudad-<br />
Posibilidad, porque es el lugar del arte.<br />
138 n o t a s s o b r e c ó m o c o n s t r u í e s t e l i b r o<br />
9<br />
Si evado la definición de <strong>ciudad</strong>, intenté reflexionar acerca del uso de la<br />
fotografía y el video en relación con el concepto de <strong>espejo</strong>. El análisis de<br />
la obras me llevó a encontrar diferentes facetas del <strong>espejo</strong>.<br />
Partí, claro, de la lectura de un artículo: El estado del <strong>espejo</strong> como<br />
formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica,<br />
de Jacques Lacan. Curiosamente y de entrada, Lacan reconoce que<br />
este artículo tiene como base otro, La eficacia simbólica, de Levi-Strauss, y<br />
me encontré de lleno con los chamanes Cuna y el uso de los mitos como<br />
método de curación. Todas esas peripecias del mito al <strong>espejo</strong> y del <strong>espejo</strong><br />
al mito están por ahí en medio de algunos de los análisis de las obras.<br />
Por lo pronto puedo concluir que existe un <strong>espejo</strong> que permite reflejar<br />
una naturaleza humana ambigua, que no ha tenido ni imagen ni voz.<br />
Este <strong>espejo</strong> es el mito.<br />
Con el análisis de la obra de los artistas, confirmé también que el<br />
<strong>espejo</strong> es construido. La fotografía es un <strong>espejo</strong> construido. El fotógrafo
encuadra sus referencias, enfoca eventos, ilumina, desenfoca, evade y<br />
esconde otros.<br />
Una manera más compleja de decir lo mismo es que la fotografía<br />
es un <strong>espejo</strong> construido porque la fotografía lleva implícito el “Yo estoy<br />
en lo que veo” y en la intención de mostrar lo que “yo quiero mostrar”.<br />
La fotografía hoy está más lejos de la definición del siglo XIX, dibujar<br />
con luz, y más cerca del teatro, es decir, de poner en escena.<br />
El problema del <strong>espejo</strong>, todo un problema. En realidad, Richard<br />
Rorty (2001) se empeñó en demostrar que las premisas con las cuales<br />
pensamos nos hacen ver el mundo de una manera absoluta y que de<br />
pronto al cambiar las premisas el mundo cambia. Una de ellas es la idea<br />
de que la mente es un <strong>espejo</strong> que refleja la imagen de la naturaleza. Rorty<br />
desmorona pacientemente esa idea de la mente como <strong>espejo</strong>, para demostrar<br />
que entre ese mundo “dado” y nuestra mente, empiezan a suceder<br />
muchas cosas que enrarecen ese reflejo concebido como automático;<br />
hechos imprevistos y creencias definen incluso qué es lo dado, y por lo<br />
tanto no permiten un reflejo directo de la naturaleza en el <strong>espejo</strong>. No hay<br />
nada más parecido a la idea de la mente como <strong>espejo</strong> que la cámara de<br />
fotografía: creemos que frente a un objeto la visión de la cámara es uno<br />
a uno y nos olvidamos de que escribimos encima de la imagen nuestros<br />
preconceptos o nuestras intenciones.<br />
El problema del <strong>espejo</strong>, todo un problema. Según Lacan, en el<br />
estadio del <strong>espejo</strong> las impresiones dispersas se ordenan de pronto en una<br />
imagen a la que llamo “yo”. Ese yo es una imagen y me miente siempre,<br />
porque precisamente eso que llamo “yo” es sólo una imagen. El espacio<br />
de la fotografía es como el <strong>espejo</strong>: experiencias dispersas que la imagen<br />
ordena. Se ordenan en una ficción, pero se ordenan al fin. Se ordenan<br />
en una ficción que finalmente es un “acto de mostrar” y por eso, por lo<br />
menos en el caso de los artistas que escogí, tiene un sentido ético: los<br />
artistas quieren mostrar a los antiguos residentes desplazados del barrio<br />
El Cartucho; quieren mostrar la intolerancia en “extrañas esculturas que<br />
se encuentran en las esquinas; quieren mostrar los escondites del deseo<br />
donde los sujetos desatienden la ley; quieren mostrar las tácticas de los<br />
vendedores ambulantes para apropiarse de un espacio y así lograr sobrevivir.<br />
En fin, el espacio de las fotografías de estos artistas resulta ser un<br />
<strong>espejo</strong> conscientemente construido para mostrar lo que como habitante<br />
urbano, anestesiado, no veo y no quiero ver.<br />
10<br />
Este trabajo tiene un capítulo con las entrevistas a los artistas. Quiero<br />
que ellas hagan parte del texto porque siento que la voz de los artistas<br />
c i u d a d e s p e j o 139
debe quedar para que los lectores puedan sacar otras conclusiones<br />
y establezcan otros vínculos diferentes a los míos. Agradezco a los<br />
artistas sus ideas, sus imágenes y el interés por este trabajo y a Juan<br />
Carlos Pérgolis. Siempre he creído que el conocimiento tiene la forma<br />
de una conversación.<br />
140 n o t a s s o b r e c ó m o c o n s t r u í e s t e l i b r o
Entrevistas
Entrevista a Rolf Abderhalden<br />
Bogotá, abril de 2006<br />
Proyecto Prometeo Segundo Acto. El Cartucho Bogotá. Colectivo Mapa teatro-Proyecto<br />
C’úndua, dirigido por Rolf y Heidi Abderhalden. 2004. Fotografía: Fernando Cruz.<br />
Usted ha trabajado en los barrios de Bogotá desde el año 2001.<br />
¿Qué visión tiene de Bogotá?<br />
Formo parte de una generación de artistas que ha sido testigo de los<br />
paradójicos desplazamientos y dislocaciones de las prácticas artísticas<br />
en las últimas décadas, y así mismo también he sido testigo, como <strong>ciudad</strong>ano<br />
común, de los grandes cambios del paisaje urbano de Bogotá. Y, en<br />
medio del progreso urbanístico y del desarrollo del capital económico de<br />
la <strong>ciudad</strong>, sigo siendo testigo de la impresionante miseria humana y del<br />
declive de nuestro capital simbólico. Sin embargo, Bogotá es una <strong>ciudad</strong><br />
fascinante porque es una <strong>ciudad</strong> paradójica.<br />
Mi primer trabajo artístico en un “barrio” de Bogotá lo hice en<br />
1993 en la Penitenciaría Central de Colombia “La Picota”, al sur de<br />
la <strong>ciudad</strong>. Heidi Abderhalden y yo pasamos un año allí creando una<br />
obra con un grupo de internos, condenados por distintos crímenes,<br />
c i u d a d e s p e j o 143
a partir de la lectura de un texto de Heiner Müller, Horacio, y de los<br />
relatos de los mismos internos.<br />
En 2000 nació el Proyecto C’úndua y realizamos una primera<br />
experiencia en Usaquén, una localidad al nor-oriente de Bogotá, al borde<br />
de las montañas, cuyos barrios nacieron alrededor de la explotación<br />
de las canteras. Me encontré con otra <strong>ciudad</strong>, con otra perspectiva de<br />
la vida. Un mundo desconocido para mí, con personajes sorprendentes<br />
como aquel zapatero dedicado a su oficio; cuando el trabajo de zapatería<br />
andaba mal, entonces se dedicaba a enderezar puntillas. El hijo o el<br />
sobrino –no recuerdo– le llevaba “montones” de puntillas que recogía<br />
por toda la <strong>ciudad</strong>. Puntillas torcidas, viejas, oxidadas –las puntillas que<br />
uno bota–, y este señor cogía puntilla por puntilla, las enderezaba y las<br />
limpiaba hasta dejarlas como nuevas. Luego las empacaba en una cajita<br />
que regresaba a la <strong>ciudad</strong> para que de nuevo otras personas las usaran.<br />
Ese gesto, el gesto de la necesidad y de la urgencia, aparece en todos los<br />
intersticios de esta modernidad a empujones que es Bogotá.<br />
Trato de explorar su manera de concebir el arte y me parece hasta ahora<br />
que es importante para usted rescatar los relatos de otros. En los relatos se<br />
encuentran las diferencias pero también las cercanías y los vínculos que antes<br />
no se habían descrito y que no conocíamos.<br />
Bogotá es una <strong>ciudad</strong> de relatos muy diversos, paradójicos, crueles y<br />
fantásticos a la vez; estos relatos configuran también sus propios mapas,<br />
sus propios territorios. Usaquén, por ejemplo, fue fundado por gente que<br />
llegó del campo; se instalaron en esos terrenos en las laderas de la montaña<br />
y después de muchos años consiguieron ser un “barrio legalizado”. El<br />
barrio nació entonces de un grupo de personas que pelearon hasta lograr<br />
tener gas, luz, agua y crear una red de solidaridad. Usaquén nació y creció<br />
como lo hace un pueblo, pero en medio de la <strong>ciudad</strong> y no por voluntad<br />
del Estado, sino por la necesidad y la voluntad de la gente. Esta es una<br />
diferencia sustancial entre nuestras <strong>ciudad</strong>es colombianas y las <strong>ciudad</strong>es<br />
del “primer mundo”, donde la intervención estatal es absoluta, definitiva.<br />
La gente acá ha podido, paradójicamente, hacerse dueña de un pedazo de<br />
tierra abandonado y pelear hasta legalizarlo como suyo, hasta escriturarlo<br />
y hacerlo parte del mapa de la <strong>ciudad</strong>.<br />
¿Qué significa el proyecto C’úndua?<br />
C’úndua es una palabra Aruhaca que significa “el lugar a donde se va a morir”.<br />
C’úndua reunió a un grupo de personas de distintas disciplinas, artistas<br />
y científicos sociales, interesados en trabajar con los imaginarios urbanos de<br />
144 e n t r e v i s t a s
Bogotá. El grupo se reunió en el año 2001, por iniciativa de Alicia Eugenia<br />
Silva, que trabajaba entonces en el despacho del alcalde Antanas Mockus,<br />
para impulsar una reflexión y una serie de acciones relacionadas con la percepción<br />
y la representación de los habitantes de ciertas zonas de la <strong>ciudad</strong>,<br />
en estados límites de vulnerabilidad (social, económica, cultural).<br />
Con respecto al proyecto C’úndua y su intervención en El Cartucho, quiero<br />
saber cómo los micro-relatos del sujeto y el mito, en un momento dado, se<br />
pueden convertir en herramientas artísticas.<br />
Los mitos son relatos fundacionales y hay que traerlos a colación porque<br />
constituyen un mecanismo privilegiado para el acercamiento al otro,<br />
para el encuentro y el diálogo con el otro. Yo digo relato, José Alejandro<br />
Restrepo dice máquina de visión, que es un término más sofisticado: él<br />
antepone la visualidad a la oralidad, que para mí es fundamental. El mito<br />
hace parte constitutiva del pensamiento y por tanto del lenguaje. El mito<br />
es un detonador de relatos, desde los grandes relatos de la polis hasta las<br />
mitologías personales y los micro-relatos de los <strong>ciudad</strong>anos. Además, está<br />
inscrita en él la potencia de cualquier construcción poética. Por esta razón,<br />
iniciamos el segundo proyecto en el barrio Santa Inés-El Cartucho, de la<br />
mano de un mito occidental: el de Prometeo, ladrón del fuego. El pre-texto<br />
de la puesta en escena de este mito, es una versión contemporánea (Heiner<br />
Müller) que nos abrió el camino del encuentro con decenas de relatos del<br />
barrio. Leer, literalmente, este mito fue el primer acto relacional de nuestra<br />
acción en El Cartucho.<br />
Lo clave de este método para mí es que se encuentran relaciones entre los<br />
mitos y la vida de hoy. Pienso, por ejemplo, en los barrios configurados por<br />
la migración y la relación con Atlas que transporta el mundo sobre sus<br />
hombros y lo instala en un lugar diferente. Esto me permite también entender<br />
lo particularmente artístico del mito más allá de la utilización de un método<br />
antropológico. Me explico: un antropólogo solicita y rescata la historia que se<br />
ha contado la comunidad sobre sí misma. En cambio aquí se propone leer un<br />
mito, que le permite a cada uno reinterpretar su propia historia.<br />
Las lecturas de Prometeo pueden ser infinitas porque el mito desencadena<br />
todas las asociaciones posibles, como en los sueños. Cada uno, de acuerdo<br />
con su historia cultural y personal, interpreta el mito y re-elabora su propio<br />
relato que es absolutamente subjetivo. El mito “original” es traducido por<br />
cada lector y en su re-escritura genera nuevas conexiones con la vida, con<br />
los otros. Por ejemplo, una de las jóvenes del barrio decía que para ella<br />
la cadena que unía a Prometeo y al águila, la hacía pensar en la cadena<br />
c i u d a d e s p e j o 145
que la ataba a ella a su compañero de vida. La sentía como parte suya y<br />
aunque tuviera la posibilidad de deshacerse de ella no podría vivir sin ella.<br />
A partir del mito, esta mujer reescribe su propia historia. Problematiza la<br />
pregunta sobre el amor, sobre la libertad, sobre la vida misma.<br />
El mito tiene una virtud adicional y es permitir una metamorfosis<br />
de la propia conciencia; convierte a ese hombre en águila y a su hija en<br />
piedra, convierte la relación en cadena, una manera de hacer visibles los<br />
sentimientos y le da propiedades visibles. ¿Cuál es la diferencia entre<br />
imagen y relato, entre los relatos orales y relatos visuales?<br />
En la imagen hay siempre un relato que muchas veces permanece<br />
callado. Al ver una imagen nos “contamos” algo pero no siempre<br />
lo comunicamos o está latente aquello que yo debo completar; a ese<br />
potencial de la imagen es a lo que llamo relato visual. Pero la imagen<br />
es para mí fundamentalmente “gesto”, inscrito no solamente en el<br />
espacio sino también en el tiempo. Es un instante de algo que ya pasó<br />
y algo que va a venir. La cadena es una palabra que es objeto, que es<br />
imagen, que es gesto.<br />
¿Cuál es el lugar de lo político en su trabajo?<br />
La tensión que existe entre mi mitología o mis mitologías con las mitologías<br />
de otros (seres, organizaciones, estados). Lo privado en tensión con<br />
lo público, lo íntimo atravesado por lo colectivo; el deseo perforado por<br />
la cultura, los intersticios por donde se cuela en mi vida la ideología: eso<br />
creo que es el lugar donde lo político se hace trabajo. Yo no hago un arte<br />
político. Como dice Edward Bond, intento hacer políticamente mi arte.<br />
¿Estos proyectos en El Cartucho fueron interdisciplinarios?<br />
Transdisciplinarios. No conozco otra forma de trabajo. No concibo los proyectos<br />
artísticos como la acción de un sujeto solitario. Para mí los proyectos<br />
artísticos son esencialmente relacionales. Por eso, a pesar de haber crecido<br />
en el mundo del arte, encontré en el teatro un modo de hacer mucho más<br />
dinámico y vital. He tenido la suerte de trabajar durante más de veinte<br />
años con Heidi Abderhalden, con quien construyo prácticamente todos<br />
mis proyectos, incluso aquellos que solo están “firmados” por mí. En mis<br />
instalaciones siempre yace, silenciosa o evidentemente, una conversación<br />
con otro. Ese otro casi siempre es Heidi.<br />
¿Como podría describir el barrio Santa Inés-El Cartucho?<br />
El barrio Santa Inés fue uno de los más “distinguidos” de Bogotá. Emblema<br />
inicial de una burguesía que terminó siendo el emblema de la<br />
146 e n t r e v i s t a s
degradación. Sin embargo, al llegar allí me encontré todavía con un barrio<br />
habitado por todo tipo de gente. Me sorprendí al encontrar, por ejemplo,<br />
ancianas que vivían en una especie de mansión medio en ruinas y que<br />
alquilaban piezas. Estas casas inmensas, muchas de estilo republicano,<br />
se fueron llenando a lo largo del tiempo de moradores temporales, contrabandistas,<br />
recicladores, vendedores o consumidores de droga, desplazados<br />
económicos del campo o desplazados por la violencia. Poco a<br />
poco las casas se convirtieron también en bodegas de reciclaje, almacenes,<br />
hoteles, “ollas de bazuco”. Se des-configuró la arquitectura y ese lugar<br />
sólido y con simbología de “cierta elegancia”, se fue poblando con otras<br />
experiencias hasta afirmarse como un barrio con leyes propias, estrictas<br />
y precisas reguladas por lazos de solidaridad incríbles al mismo tiempo<br />
que por relaciones de fuerza implacables.<br />
Allí, y para citarte sólo un aspecto, mucha gente podía sobrevivir<br />
con muy pocos recursos. Te cuento: “el combinado” era un cucurucho de<br />
papel o un plato desechable, con fríjoles, papa, verduras, pasta, en fin, un<br />
combinado –como su nombre lo indica– y costaba $500. ¿Dónde se puede<br />
alimentar alguien en Bogotá por $500? La señora que los preparaba nos<br />
decía, de manera enfática, que nadie, pero nadie, se moría de hambre en<br />
El Cartucho. Muchos habitantes del barrio no tenían nada que ver con<br />
la droga, ni con el tráfico de armas, ni con el robo. Muchos llegaban allí,<br />
sencillamente porque era el único lugar donde podían sobrevivir.<br />
El Cartucho era entonces un lugar paradójico: era el infierno pero<br />
también la salvación para alguien que podía sobrevivir alquilando una<br />
pieza por mil pesos y comiendo por quinientos.<br />
Cuando llegamos estaba construyéndose la primera fase del<br />
Parque Tercer Milenio, que era solo una pequeña parcela. Las negociaciones<br />
avanzaban y muchos de los predios habían sido ya vendidos por<br />
sus propietarios al Distrito. Casa vendida, casa demolida. Los inquilinos<br />
debían negociar con la <strong>ciudad</strong> su próximo destino, incierto para casi<br />
todos. El Departamento Administrativo de Bienestar Social, DABS, dirigido<br />
en ese momento por una mujer inquieta y lúcida, nos proporcionó<br />
toda la ayuda posible para facilitar nuestra entrada a las entrañas de El<br />
Cartucho. Pasamos varios meses simplemente conversando con la gente,<br />
hasta que le propusimos a un grupo de quince familias más o menos que<br />
montáramos el mito de Prometeo.<br />
Usamos una versión contemporánea, muy corta y condensada.<br />
Leíamos todos, buscando afinidades entre los lectores y la fábula. Los<br />
que no sabían leer, escuchaban. Y repetían. Jugamos de muchas maneras<br />
con ese texto “extraño” y distanciado. Hasta que el juego nos llevó a la<br />
construcción de otros relatos “familiares”, cercanos e íntimos.<br />
c i u d a d e s p e j o 147
Es interesante ese uso del mito hoy, ya que de todas maneras nosotros nacimos<br />
dentro de la tradición católica del sermón, pero como no es una palabra<br />
“revelada por Dios”, de pronto cada uno la puede interpretar o “usar” a su<br />
manera. Además, está lleno de imágenes. ¿Ellos respondían a las imágenes?<br />
Claro. Ese hombre, condenado al abandono en las montañas del Cáucaso<br />
por los dioses, atado a una piedra, con un águila sobre él que le devoraba<br />
el hígado todos los días: todo eso resultaba inmediatamente muy evocador<br />
para ellos. Las demoliciones aumentaban y poco a poco desapareció El<br />
Cartucho; el barrio había sido arrasado. Entonces nos fuimos para Mapa<br />
Teatro. Mapa Teatro es una casa republicana en el centro de Bogotá, de la<br />
época de Santa Inés-Cartucho: ese lugar degradado no les era ajeno y allí<br />
empezamos a improvisar.<br />
Cada uno escogió un pedazo del texto y elaboró su propio texto de<br />
manera progresiva. Por las tardes charlábamos y el texto se fue formando<br />
de pequeños micro-relatos. Cada relato se fue tejiendo, como hilos, con<br />
las leyendas locales, el recuerdo de las experiencias memorables y el<br />
sueño de las historias personales.<br />
¿Y Prometeo I?<br />
Surgió, lentamente, de la necesidad de devolver los relatos a su lugar. La<br />
gente con la que trabajamos, como te dije, había sido desplazada de sus<br />
casas y entonces resolvimos que estas historias debían ser devueltas a<br />
su lugar, al barrio mismo, y realizamos acciones y videos allí. Cada uno<br />
escribió o memorizó un texto y escogió un mueble especial de su casa<br />
y lo instaló en el lugar arrasado. Los muebles nos permitieron articular<br />
las historias con los espacios. Cuando iniciamos la instalación-acción el<br />
13 de diciembre de 2002, aún quedaban unos cuantos muros de casas en<br />
pie. Cada uno escogió algunos muebles y una parte de la casa que quería<br />
recuperar: la cocina o el baño, el otro la sala o el comedor. Articulamos<br />
las historias al lugar-origen de los muebles. Y marcamos el lugar, calles y<br />
paredes, con miles de velones que “iluminaron” de nuevo el barrio.<br />
Después de Prometeo I (2002) y II (2003) hicimos una gran instalación<br />
interactiva en Mapa Teatro con los “restos” de El Cartucho (objetos<br />
encontrados): Re-corridos. Después de esto, en 2004, hicimos varias videograbaciones<br />
adicionales mientras se construía el Parque Tercer Milenio: proyectamos<br />
sobre el cerramiento del parque el relato de una señora que había<br />
vivido en la última casa, antes de ser demolida, y esa imagen era proyectada<br />
a su vez en Museo de Arte Moderno de Bogotá en tiempo real, enlazando<br />
los dos lugares. Los trabajos de Heracles - La limpieza de los establos de Augías se<br />
presentó en el marco del 39° Salón Nacional de Artistas del 2004.<br />
148 e n t r e v i s t a s
Quiero hacerle una pregunta acerca de la especificidad del trabajo artístico: de<br />
todo este trabajo tan extenso con la comunidad y con la gente, ¿qué operaciones<br />
artísticas rescata? Se lo pregunto porque lo que me cuenta son operaciones<br />
muy híbridas: unas les pertenecen a las ciencias sociales, otras al teatro y a la<br />
literatura y otras más al arte definido en términos convencionales.<br />
Si en un encuentro humano tan poderoso como el que vivimos allí, la operación<br />
“artística” debería entrar en una categoría de orden relacional. Esta<br />
“obra de arte relacional” generó muchas obras que pueden ser analizadas<br />
desde su materialidad artística (video, sonido, instalación, acción) pero<br />
estas obras no tienen sentido para nosotros por fuera de la experiencia de<br />
relación que tuvo lugar allí. Fue el proceso humano el que permitió el encuentro<br />
entre nuestros mundos y nuestras visiones de mundo, un proceso<br />
que permitió la gestación de formas diversas, de mundos posibles.<br />
¿Qué diferencia encuentra entre el montaje teatral en el sitio de donde fueron<br />
desplazados los habitantes del barrio, y el montaje en la galería?<br />
El lugar de la experiencia original es importante, pero después nos pareció<br />
importante también trasladarla a otro lugar. El objetivo de presentar la obra<br />
en El Cartucho no era mantenerlos en un gueto, sino exorcizar y hacer una<br />
ceremonia en el lugar. Pero después de eso había que intentar otro tipo de<br />
visibilidad, de público, de tiempo. La experiencia en el lugar de origen es<br />
temporal e histórica; en la galería la experiencia es espacial. Tiene mucho<br />
sentido lo que una señora del grupo decía y era que El Cartucho no había<br />
desaparecido aunque ya nadie viviera allí. El lugar es una dinámica que<br />
se transfiere a otro espacio. Es un modo de sobrevivir y de relacionarse.<br />
El lugar es el tiempo, es el tiempo vivido re-memorado.<br />
Y si le pregunto entonces ¿qué sería para usted el lugar en el mundo?<br />
Es la experiencia del tiempo en el cuerpo. El lugar es una duración, un<br />
tiempo invertido, un afecto incrustado en el cuerpo. Es memoria.<br />
Las prácticas que veo aquí son desestructurantes para las artes<br />
plásticas pero también son desestructurantes para el teatro. ¿Qué conflictos<br />
tiene con el teatro y qué rescata?<br />
Para mí la representación de la vida en el teatro es problemática:<br />
me refiero a la reproducción o la ilustración de la vida, la ilusión de la<br />
vida. Pero el teatro ofrece todavía la posibilidad de compartir la vida:<br />
un lugar posible de encuentro, es decir, de presencia, más que un lugar<br />
de representación.<br />
c i u d a d e s p e j o 149
Entrevista a Pablo Adarme<br />
Bogotá, septiembre de 2004<br />
Pablo Adarme. Labores de amor. Fotografía, objeto, intervención urbana. 2001-2006.<br />
Entrevista sobre la obra Labores de amor, de Pablo Adarme, y sobre el<br />
Colectivo Bricolaje al cual pertenecen: Pablo Adarme (Bogotá, 1974),<br />
Sandra Mayorga (Bogotá, 1976) y Carolina Salazar (Bogotá, 1978).<br />
Quiero empezar, Pablo, preguntándole:¿Cómo describiría de manera sintética<br />
una <strong>ciudad</strong> como Bogotá?<br />
Para mí, Bogotá es una especie de tejido conformado por diversos hilos,<br />
los cuales en algunos puntos se unen, se separan y se rompen. Es un lugar<br />
inestable, contradictorio, conflictivo, informe…<br />
Le pregunto por Bogotá, porque usted trabaja con la <strong>ciudad</strong> desde que estudiaba<br />
Arte en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. ¿A qué se debe ese interés?<br />
Bueno: la <strong>ciudad</strong> de Bogotá, como espacio inestable, contradictorio y<br />
conflictivo, exige que sus habitantes desarrollen diferentes estrategias<br />
para solucionar sus problemas diarios y son estas estrategias las que me<br />
interesan. Recuerdo una frase que he escuchado muchas veces en Bogotá:<br />
¡arrégleselas como pueda!<br />
c i u d a d e s p e j o 151
Uno de los primeros trabajos suyos fue en La tercera Bienal del Barrio<br />
Venecia, “Labores de amor”, en el 2001.<br />
Sí, fue realmente uno de los primeros trabajos fuera de la universidad. La<br />
Bienal de Venecia buscaba que los artistas desarrollaran proyectos a partir<br />
de su experiencia en el barrio. Se trataba también de perderse y realmente<br />
yo me perdí en Venecia, en autobús o caminando, porque procuré utilizar<br />
todos los días una ruta diferente, desconocida. En mis recorridos empecé<br />
a notar constantes y una de ellas fue el color pastel de las fachadas de las<br />
casas, sobre todo de las primeras que se construyeron en el barrio: eran<br />
rosadas, amarillas, verdes…<br />
Una de las inquietudes que se me presenta y quiero compartirla, es el<br />
concepto de peatón, que considero clave en algunos artistas a quienes les<br />
interesa la <strong>ciudad</strong>. Una cosa es ver a la <strong>ciudad</strong> desde un carro o desde un bus<br />
y otra cosa muy distinta es ser peatón, el que camina por la calle, y me parece<br />
importante porque el peatón se relaciona con la <strong>ciudad</strong> desde el cuerpo.<br />
Eso es muy importante, porque así funcionó el proyecto Bricolage con<br />
Sandra Mayorga y Carolina Salazar. Partió de caminar por el centro de<br />
Bogotá y eso nos permitió dialogar con los vendedores ambulantes y explicarles<br />
lo que estabamos haciendo, antes de tomar las fotografías para<br />
el proyecto. En Venecia, Franklin Aguirre, el director de la Bienal, también<br />
nos invitó a recorrer el barrio como peatones; fue la mejor manera de<br />
aproximación al barrio.<br />
Perdido en Venecia, si se puede decir, empecé a identificar las<br />
casas de colores y ¡a timbrar!, o, a veces me encontraba con los mismos<br />
dueños en la puerta. Les preguntaba por los colores de las casas, la decoración<br />
de las fachadas y el tiempo que llevaban viviendo en el barrio.<br />
Me interesé por entender la situación del barrio desde su arquitectura,<br />
teniendo presente las narraciones de los habitantes y los textos sobre<br />
la <strong>ciudad</strong> que contenían información sobre el barrio.<br />
Esa tercera Bienal tenía un tema que era arte y gastronomía, y<br />
Venecia, realmente, es una mesa servida. Si vas caminando tienes que<br />
comer ¡de todo!: dulces, empanadas, obleas, jugos. Es un barrio con<br />
muchísimas panaderías y pastelerías, de gran fuerza visual; son súper<br />
atractivas, decoradas con colores muy vivos. Las vitrinas son toda una<br />
puesta en escena. Ahí, en estos recorridos, surgió la relación entre el<br />
color pastel de las casas y los pasteles de las panaderías del barrio.<br />
152 e n t r e v i s t a s
¿Qué le respondían los dueños de las casas cuando usted les preguntaba por<br />
los colores de las fachadas?<br />
Algunos de ellos me comentaron que el color lo cambiaban antes de la<br />
época de navidad, con la intención de tener una feliz navidad y recibir<br />
un próspero año.<br />
Esa costumbre de cambiar de color a las fachadas parece ser un rasgo que<br />
viene de la sociedad campesina o de los pueblos, porque en la <strong>ciudad</strong> es casi<br />
imposible ejercer el derecho de cambiar el color de la fachada.<br />
Sí, y es importante señalar que Venecia es un barrio de inmigrantes. En<br />
este momento es un barrio muy central, ya que la <strong>ciudad</strong> ha crecido, pero<br />
antes se consideraba un barrio de la periferia. Esos primeros inmigrantes<br />
contribuyeron en términos de gusto a la configuración del barrio. Te<br />
podría decir que ese cambio de color funciona también como resistencia<br />
ante la homogenización del gusto. En varios sectores de la <strong>ciudad</strong> están<br />
prohibidos el cambio de color y la modificación de las fachadas.<br />
Le cuento que fue impactante para mí ver las fotografías de las maquetas de<br />
sus pasteles –yo tengo la tendencia a decir ponqués–, en las vitrinas de las<br />
panaderías del barrio Venecia. Eran impactantes esas maquetas y luego los<br />
ponqués en forma de casa, de una planta y de dos, junto con otros en forma de<br />
muñecos más globalizados.<br />
Las maquetas y los ponqués no resultan tan globalizados. “Picachú”, por<br />
ejemplo, ese muñeco amarillo con cachos que sale en televisión, puede<br />
sufrir transformaciones durante el proceso de reproducción manual que<br />
realiza el pastelero o según el capricho de cliente. Le puede salir otro<br />
cuerno y cambiar de color o llevar puesta una camiseta de Santa Fe o de<br />
Millonarios, toda una transformación que depende de las relaciones locales.<br />
Se trata de estrategias de apropiación y resignificación que funcionan<br />
con fines comerciales.<br />
La arquitectura de Venecia y sus pastelerías me han permitido<br />
reflexionar sobre las construcciones sociales: hombre, mujer, familia:<br />
“todo hombre debe tener una familia”, “toda familia debe estar conformada<br />
por una pareja heterosexual” y “toda familia debe tener una casa”.<br />
Son ideales sociales adecuados y morales desde una idea heterosexual.<br />
Lo que todos desean: “casa, carro, beca y familia”. Hay que trabajar y<br />
trabajar para conseguirlos.<br />
c i u d a d e s p e j o 153
Sí. De hecho uno de los tantos motores y motivos de la prostitución o de las tantas<br />
formas de la llamada delincuencia, es comprar un lote o terminar una casa.<br />
Es también una de las primeras ideas condicionadas por la escuela; en<br />
el momento en que te enseñan la forma adecuada de representar tu vida<br />
aparecen la casa, la familia, los hijos y el éxito. También, fíjate, cuando<br />
presentamos un tets psicológico para conseguir empleo, es la casa y la<br />
familia lo primero que nos hacen representar y lo primero que analizan.<br />
También me pregunté muchas veces si la casa como deseo cumplido se<br />
puede disfrutar. ¿No será una carga? Uno tiene que seguir trabajando<br />
por esa casa, cambiarle la fachada, “echar la segunda plancha”, pagar los<br />
impuestos, ampliarla, en fin, trabajar por ella. Definitivamente, la casa no<br />
se puede disfrutar completamente, es imposible, es como el pastel que no<br />
se puede comer; por esa razón decidí producir maquetas –casas-pastel– no<br />
comestibles, basándome en los falsos pasteles que colocan en las vitrinas<br />
de las pastelerías, puros señuelos….<br />
Al decidir hacer pasteles con la forma de las casas del barrio, ¿cómo fue su<br />
relación con el pastelero?<br />
Fue como una relación amorosa; me encantaban todos sus diseños, sus modelos,<br />
me fascinaba todo lo que hacía. El pastelero es la estrella de la pastelería, es<br />
el maestro, el director. Él decide, mezcla modelos y produce formas diferentes.<br />
Aprendí con él muchas cosas sobre los pasteles: los más vendidos, los colores<br />
preferidos por la clientela y la manera de producirlos. El pastelero compartió<br />
todos sus conocimientos conmigo y me siento muy agradecido.<br />
Entonces ¿los pasteles en las vitrinas no son de harina y azúcar, sino<br />
maquetas de cartón atractivas?<br />
Son modelos para seducir, luego se mandan a hacer y se pueden comer.<br />
Es como la casa: un modelo de seducción en el que inviertes dinero y más<br />
dinero; la casa te va pidiendo una suma tras otra y sigues trabajando por<br />
ella. Si estás descansando un domingo, es probable que te pases toda la<br />
tarde pensando en el dinero que debes conseguir para continuar con los<br />
arreglos, tal vez un nuevo baño, un cambio de pintura, una puerta o un<br />
grandioso piso de madera, en fin….<br />
Las casas-pastel que hice son de cartón y se encuentran recubiertas<br />
con pintura acrílica, aplicada con los mismos instrumentos que<br />
se emplean para decorar pasteles: una boquilla y una manga llena de<br />
acrílicos. En mi trabajo siempre suelo basarme en técnicas y modelos de<br />
producción existentes y a emplear plataformas y estrategias de circulación<br />
y difusión que se encuentran en funcionamiento.<br />
154 e n t r e v i s t a s
Las maquetas o casas-pastel las<br />
coloqué en la vitrina de la pastelería<br />
Prexto-Pan del barrio Venecia, junto a<br />
las maquetas de los pasteles que usualmente<br />
exhiben. Definitivamente las casas-pastel<br />
llamaron la atención de varios<br />
residentes del barrio; algunos lograron<br />
reconocer que correspondían a las fachadas<br />
de las casas que se encuentran<br />
en el barrio y las cuales algunos habitan;<br />
Pablo Adarme. Labores de amor. Fotografía,<br />
objeto, intervención urbana. 2001-2006.<br />
muchos se identificaron con el proyecto a tal punto que encargaron sus<br />
propias fachadas como pasteles para sus celebraciones.<br />
El arte usa las estrategias que ya están planteadas en la sociedad, pero<br />
también la gente que en este caso compraba los pasteles completaba el proceso.<br />
Me parece muy importante la interacción y el intercambio de ideas. Hay<br />
personas que desarrollan mejor las ideas que los mismos artistas, y no<br />
solo en el campo material; las personas utilizan estrategias muy inteligentes<br />
para sobrevivir. Pienso en las estrategias de movilización que en un<br />
momento dado les permitieron a los vendedores ambulantes evadir las<br />
sanciones impuestas por la policía y continuar con sus actividades. La ley<br />
solo contempla como falta, la ocupación permanente de un lugar, alegando<br />
invasión y obstrucción del espacio público. La ocupación transitoria, por<br />
el contrario, es una falta menos clara. Una vez conocí a un vendedor que<br />
sujetaba los productos a su cuerpo y los iba vendiendo mientras caminaba.<br />
Su cuerpo funcionaba como herramienta de trabajo.<br />
Tengo una inquietud que se las he planteado a algunos de ustedes que<br />
trabajan con la <strong>ciudad</strong>: la fotografía antes estaba sometida a la tiranía<br />
del objeto, pero ahora la atención se centra en hacer visibles las fuerzas<br />
ideológicas a los que está sometido. ¿Qué piensa? Sus casas de Venecia,<br />
por ejemplo, no son solo el objeto sino que las mostró en la vitrina de la<br />
panadería sobre un plato de ponqué y acompañadas de la foto de la casa, que<br />
inmediatamente se conecta con el contexto.<br />
Me interesa desarrollar proyectos a partir de situaciones en contextos específicos.<br />
Me parece que la fotografía como signo-índice en dicho proyecto<br />
me permitía reforzar la noción de lugar específico o contexto; la fotografía<br />
dirigía rápidamente la mente del espectador hacia el lugar donde se encontraba<br />
en dicho momento. Realmente en este proyecto el significado de<br />
la obra dependía directamente del lugar donde ésta es percibida.<br />
c i u d a d e s p e j o 155
¿Cómo opera un artista hoy?<br />
Bueno, yo opero desde la duda y la pregunta, las cuales me conducen a<br />
la investigación. La discusión sobre el bricolage comenzó en el 99 con un<br />
grupo de amigos en una página web. Luego con Sandra Mayorga y Carolina<br />
Salazar decidimos formar un colectivo y trabajar juntos. Pensamos<br />
que el concepto bricolaje nos permitiría generar otro tipo de dinámicas y<br />
discusiones en la práctica del arte.<br />
Entonces comenzamos a compilar información visual y a utilizar<br />
el concepto de bricolaje como medio de acercamiento y análisis de las<br />
construcciones que en ese entonces, Bogotá 2002, realizaban los vendedores<br />
ambulantes para movilizar y exhibir la mercancia.<br />
El trabajo colectivo nos permitió reunir mucha información y<br />
acercarnos al objeto de estudio desde las ideas señaladas por Levi-Strauss<br />
en El pensamiento salvaje. En algunas ocasiones nos reunimos con antropólogos,<br />
sociólogos y economistas con el objetivo de abordar el concepto<br />
desde diferentes miradas y generar discusiones más interesantes.<br />
¿Cuál es la principal característica del concepto de bricolaje para el grupo?<br />
La construcción con sobras o pedazos de acontecimientos.<br />
¿El bricolaje es un tipo de conocimiento alternativo?<br />
Levi-Strauss construye un discurso científico para demostrar que los “llamados<br />
primitivos” generan conocimiento incluso de manera más sagaz y<br />
amplia que el científico. Un ejemplo que me impactó es el de los aborígenes<br />
en Indonesia que pueden llegar a utilizar incluso diez nombres distintos<br />
para referirse a un solo objeto o a una planta, mientras en occidente o en el<br />
lenguaje científico convencional, se reduce a un solo nombre. Otra idea que<br />
me impresionó es el interés por rebatir que “los llamados primitivos” actuaban<br />
por necesidad, casi por instinto, para demostrar que, por el contrario,<br />
estos pueblos hacen un inventario de posibilidades que están allí esperando<br />
para ser utilizados y así solucionar un problema cuando se presente.<br />
En realidad este encuentro con las construcciones de los vendedores<br />
ambulantes estuvo muy mediado por la lectura del texto y por<br />
las discusiones en la universidad sobre Ready Made, collage, objeto<br />
encontrado y apropiación. Nos preguntábamos sobre esos momentos<br />
de trance, para decirlo de alguna manera, que ayudaron a ampliar las<br />
estrategias utilizadas en las prácticas del arte. El concepto de bricolaje<br />
nos permitió abordar de mejor manera ciertos aspectos de la cultura,<br />
los cuales eran completamente imposibles de abordar desde conceptos<br />
acuñados en el campo del arte.<br />
156 e n t r e v i s t a s
¿Cuáles fueron las decisiones que tomó el grupo para definir las tomas<br />
de las fotografías?<br />
En nuestros recorridos por la calle observamos varias construcciones: un<br />
coche de bebé con ruedas de triciclo, un carro de mercado con <strong>espejo</strong>s de<br />
automóvil, una mesa de noche con sombrilla, todos eran empleados para<br />
movilizar y exhibir la mercancía de los vendedores ambulantes, que nos<br />
llevó a exclamar: “algo está pasando aquí”: era un síntoma.<br />
Para volver a la inquietud que tienes del artista-peatón, recorrimos<br />
diferentes lugares de la <strong>ciudad</strong> y hablamos con los vendedores, les<br />
explicamos el proyecto y les pedimos permiso para que nos permitieran<br />
fotografiar sus construcciones. Les proponíamos un trueque muy simple:<br />
una impresión fotográfica del objeto construido como agradecimiento.<br />
Estoy pensando en el taller del artista, un espacio que siempre nos lo imaginamos<br />
solitario, como la celda de San Jerónimo. Parecería que algunos artistas hoy<br />
necesitan estar en medio del tráfico. El taller se vuelve la calle misma.<br />
La calle es un espacio que te permite interactuar con otras personas bajo<br />
las dinámicas de la <strong>ciudad</strong> y conocer las estrategias que cada persona<br />
desarrolla para desenvolverse según la situación en la que se encuentre.<br />
Me gusta compilar ideas del día día en la calle.<br />
Es otra estrategia...<br />
Además es más consecuente en este momento con los medios de comunicación<br />
y reproducción; más consecuente con la vida. Tengo muchas<br />
ocupaciones y actividades y no puedo excusarme y dedicarme a una sola<br />
actividad. Los proyectos en los que trabajo están enteramente relacionados<br />
con lo que hago las 24 horas del día. No hay una separación.<br />
Los objetos que los vendedores ambulantes utilizan son objetos que la mayoría<br />
de la gente bota a la basura y que ellos recogen en algún lugar o, por el<br />
contrario, son objetos que tienen en su casa.<br />
Las dos cosas. A veces los encuentran en compraventas, en ventas de garaje,<br />
en la calle o simplemente en la casa; son, sin duda alguna, objetos reutilizados<br />
y a los cuales se les puede dar cualquier uso, incluso múltiples usos,<br />
según la situación en la que se encuentre su poseedor. La reutilización de<br />
los objetos y las ideas me parece una forma de resistencia ante la idea de<br />
obsolescencia que interponen el mercado y la cultura del consumo.<br />
Es una forma de resistencia porque el mercado dicta que si un<br />
objeto ya está viejo o ha sido utilizado, no tiene valor y se debe botar.<br />
c i u d a d e s p e j o 157
Además dice: “cómprate algo nuevo”. Si el objeto vuelve a circular, al<br />
mercado no le favorece.<br />
Continuemos con las decisiones acerca de las tomas de las fotografías.<br />
En el grupo reflexionamos sobre el dispositivo fotográfico. La fotografía<br />
como índice o huella, la estrecha relación que existe entre la imagen<br />
fotográfica y su referente. De esta manera nos dedicamos a compilar en<br />
imágenes las ideas que ya habían sido materializadas por varias personas.<br />
Las imágenes de los artefactos nos conducían directamente a las personas<br />
y a su contexto, sin necesidad de tenerlos físicamente.<br />
La decisión de mostrar varias fotografías de pequeño formato y no una<br />
fotografía gigantesca, pienso que obedece al interés por registrar una forma<br />
de pensamiento y no un objeto. Algunos artistas, en este 39 Salón Nacional,<br />
sacaron el objeto del contexto, un bus por ejemplo, y lo convirtieron en un<br />
objeto de contemplación. Por el contrario, me parece que ustedes mostraron<br />
muchas y pequeñas imágenes para subrayar que el bricolaje es una forma de<br />
ganarse la vida utilizada por miles en la <strong>ciudad</strong>.<br />
Me interesan las ideas y el bricolaje como forma de pensamiento. Creo que el<br />
proyecto funciona como un gran archivo en el cual las imágenes no son mera<br />
información; las imágenes me permiten plantear reflexiones y discusiones<br />
sobre aspectos antropológicos, estéticos, sociales, políticos, económicos, entre<br />
otros. No me interesa estetizar la información y por eso pienso que hay que<br />
tratar las imágenes como cualquier otro tipo de información; de hecho el proyecto<br />
no solamente alberga información visual. Los bricolaje-objeto funcionan<br />
materialmente en los contextos específicos donde fueron desarrollados y no<br />
tiene sentido sustraerlos del contexto. Esta afirmación es personal, y no es<br />
compartida en su totalidad por los integrantes del colectivo.<br />
Sacar el objeto totalmente del contexto es una operación de limpieza que<br />
convierte al objeto en exótico y pide una actitud contemplativa que elimina<br />
las preguntas. Me gustaría profundizar también en las decisiones de no<br />
acercarse ni alejarse demasiado del objeto al tomar la fotografía. Escoger un<br />
punto de vista también es una decisión que idealiza o por el contrario muestra<br />
el objeto en relación con los vínculos que tiene con el contexto.<br />
Nada está flotando. Las fotografías funcionan como signo–índice o huella.<br />
Conducen hacia el referente y mantienen una cercanía con él pero no<br />
lo suplantan. Las huellas que ha dejado una persona sobre la arena o el<br />
silbido de un pájaro existen porque el referente existe (persona, pájaro),<br />
pero mantienen cierta distancia.<br />
158 e n t r e v i s t a s
Ustedes también conservan la consciencia de su condición de observador.<br />
Por eso prefiero hablar de señalamiento. El dispositivo fotográfico nos<br />
ayudó a señalar, a decir: “Qué buena idea tuvo esa persona”. Por ese<br />
encuentro, por ese señalamiento, es posible que ahora puedas asumir de<br />
diferente manera las construcciones de los vendedores ambulantes y las<br />
ideas desarrolladas por cualquier persona. Las ideas aparecen en la mente<br />
y solo algunas llegan a materializarse, otras simplemente se desarrollan<br />
como un proceder en una determinada situación y contexto. Por eso utilizamos<br />
diferentes medios de compilación y buscamos plataformas que<br />
promuevan el intercambio y circulación de las ideas.<br />
c i u d a d e s p e j o 159
Jaime Ávila. Panorámica de la exposición Cuarto mundo:<br />
diez metros cúbicos. Fotografía- objeto, Instalación. 2003.<br />
Entrevista a Jaime Ávila<br />
Bogotá, julio de 2008.<br />
Jaime Ávila. El Dios de la miseria.<br />
Fotografía.150 x100 cm.<br />
Voy a preguntarle primero por la cámara de fotografía: ¿Cómo la usa?<br />
Yo nunca me sorprendí con la cámara de fotografía. Cuando hice los<br />
comics pornográficos en el colegio no eran caricaturas sino imágenes<br />
híper-realistas y casi cinematográficas; me encantaban los espacios, las<br />
calles, las avenidas, los detalles de los postes, los graffiti, los personajes<br />
que pasaban por las calles. Yo nací en un pueblo de Boyacá con iglesia y<br />
techos coloniales, metido entre las montañas, pero estaba fascinado con<br />
Barnaby Johns y los Ángeles de Charlie y obviamente mis comics tenían<br />
un contexto ciento por ciento norteamericano; pienso que los latinoamericanos<br />
somos norteamericanos, aunque queramos negarlo.<br />
Cuando cogí la cámara por primera vez no la vi como un objeto<br />
tecnológico o mecánico, como puede ver un niño hoy la tecnología del<br />
computador o del el i phone; yo lo único que quería era que me ayudara<br />
a hacer mis dibujos más rápido. Ahora la sigo usando igual; la cámara<br />
para mí es un lápiz mágico para obtener una imagen en un instante.<br />
c i u d a d e s p e j o 161
Pero una imagen que usted ya tiene en la cabeza.<br />
Claro. Por ejemplo en La vida es una pasarela, la imagen ya existía durante<br />
muchos años frente a mí sin que yo tomara fotos. Existía en la calle; estos<br />
niñitos eran mis vecinos y mis compañeritos de época del 96, que ya<br />
en el 2002, cuando hice las fotos, se habían convertido en indigentes. Es<br />
increíble como se repite y se repite la situación; es una imagen que existe<br />
todavía hoy en la calle. Hace poco yo estaba esperando un taxi por aquí<br />
cerca de mi casa y oigo que me dicen: –”¡Quiubo Jaime!”, y lo vi, todo<br />
despelucado, con una bolsa en la mano. Yo me quedé mirándolo y se rió:<br />
–”jijiji, Jaime”. Pensé: se volvió indigente. Yo ya sabía que estaba metiendo<br />
bazuco porque un día lo vi con los labios reventados. Es un niñito que<br />
cuando lo conocí tenía 17 años, hoy tiene como 30 –ya no es niñito–, con<br />
papás divorciados, un niñito que vivía, antes de terminar en la calle, en el<br />
barrio El Salitre, un barrio con todas las comodidades y que, sin embargo,<br />
ha crecido solo. Las imágenes de La vida es una pasarela todavía están por<br />
todas partes alrededor mío.<br />
La cámara me permite pasar esas imágenes al papel y no más.<br />
Siento algo parecido con las imágenes por Internet; no me interesan<br />
tanto. Las imágenes en Internet son tan frágiles y tan efímeras que<br />
siento lo mismo que en esa época del colegio con la competencia entre<br />
el comic y el cine: Los comics en las revistas uno podía guardarlos entre<br />
el closet y sacarlos cuando quería, mientras que la película se acababa<br />
en dos horas y ya no existía. Eso me pasa también con la fotografía<br />
digital; siento que no existe. Siempre he pensado mis fotografías impresas<br />
para un espacio.<br />
Cuando tengo las fotos en el computador me siento defraudado: se<br />
pueden borrar, están en peligro de ser atacadas por un virus. El computador<br />
es como una enfermedad mental. La gente sufre con una cosa impuesta<br />
que no existe, que es virtual. Cuando yo compro una cámara nunca pienso<br />
en una sofisticadísima sino en la que me sirva como un lápiz.<br />
Esto lo he contado muchas veces, pero insisto que yo no soy fotógrafo.<br />
Oigo los fotógrafos y sus discusiones y no me interesan; sacar<br />
fotos es muy fácil: se trata de pensar en la luz y ya, pero quedarse ahí<br />
no es lo interesante. La foto para mí no es un fin.<br />
Este libro tiene varios ejes: uno es la cámara y otro es el deambular como<br />
método. Usted vive “metido” en la <strong>ciudad</strong>. Pienso en este taller gigantesco al<br />
fondo de un centro comercial en pleno centro de Bogotá, no digamos en ruinas<br />
pero casi, lleno de locales de “oficios varios”.<br />
Es una cueva urbana de Narnia.<br />
162 e n t r e v i s t a s
Antes nos encontrábamos de pronto por ahí como peatones y ahora me lo<br />
encuentro en bicicleta, es que como de mensajero de droguería.<br />
Me enamoré de la bicicleta porque en carro me siento como si estuviera<br />
todo el tiempo en la cama con el control remoto.<br />
¿Usted qué piensa del deambular y el arte?<br />
A mí no me gusta ser espectador y no me parece que uno pueda tener una<br />
experiencia solamente mirando sin que lo que pasa tenga que ver con su<br />
vida. Si hago una auto-evaluación de lo que he hecho, siempre he estado<br />
ligado al lugar donde me movilizo. Inclusive cuando salgo de viaje trato<br />
de no informarme de los sitios de a mucho, para no llenarme de falsas<br />
expectativas porque con las expectativas uno entra en un proceso acelerado<br />
de juicios que aniquilan la misma percepción real de las cosas.<br />
Quiero preguntarle por la indigencia; cuénteme qué siente viendo amigos y<br />
conocidos que cayeron en la indigencia.<br />
Cuando yo hice La vida es una pasarela, me sentí en la obligación de hacerla;<br />
era inevitable. Yo no hice la obra; la obra me hizo a mí. Siento que yo la<br />
tuve que producir. La obra me buscó.<br />
Como un secretario, que toma un dictado; así se refiere Coetzee, el escritor<br />
sudafricano, al oficio de escribir.<br />
Yo venía de un pueblo y de pronto me encuentro viviendo en Bogotá, en el<br />
barrio La Macarena, caminando por la séptima y por toda la zona del centro y<br />
pues imagínate cómo no me iba a dar cuenta de la indigencia; fue lo que más<br />
me impresionó y me afectó. Obviamente en Saboyá no existía, por lo menos<br />
en esa época, la droga; la gente se emborrachaba con chicha y con cerveza,<br />
pero meter marihuana, bazuco o drogas químicas, eso no se conocía.<br />
¿Y específicamente qué lo conmovió tanto?<br />
La transformación física de la gente. Los bogotanos están acostumbrados<br />
a convivir con los indigentes desde siempre. Cuando yo llegué en 1983,<br />
tenía 17 años, te digo que yo no conocía los gamines, porque la pobreza<br />
en Boyacá tiene una dignidad fuerte; allá la pobreza tiene leche recién<br />
ordeñada y si no hay nada, siempre se puede hacer un sancocho de arvejas<br />
con habas y queda delicioso; comer como un pobre en Boyacá es comer<br />
un banquete. Uno tiene la piel curtida de estar bien alimentado.<br />
Cuando llegué acá a Bogotá a estudiar en la universidad, obviamente<br />
conocí la rumba del 90 al 93, que fue la abundancia del narcotráfico,<br />
c i u d a d e s p e j o 163
una época de consumo de cocaína altísimo y conocí gente que consumía<br />
cocaína en cantidades exageradas y empezaba a comercializarla.<br />
Cuando mataron a Pablo Escobar en el 93, yo estaba trabajando<br />
con Penélope Richardson en la cárcel de La Picota, dictando un taller de<br />
arte que nos inventamos y que hacía parte de los planes de la primera<br />
alcaldía de Mockus. Penélope es una artista australiana que vino con una<br />
beca a Colombia y trabajamos un año en La Picota y seis meses en La Modelo<br />
entre 1993 y 1994. Los ojos azules de Penélope y su expresión dulce<br />
permitían tener un encuentro amable y sincero con los prisioneros.<br />
Penélope y yo sabíamos que en La Picota había sicarios, psicópatas,<br />
lo que fuera, pero los talleres de arte que hacíamos con los presos<br />
eran muy espontáneos y relajados; no teníamos ningún interés morboso<br />
por saber por qué se estaban matando, ni queríamos hacer un perfil psicológico<br />
o psiquiátrico; que de eso se encargaran los que saben. Nosotros<br />
queríamos hacer un rescate de la memoria humana de la gente, que canta<br />
o compone música o pinta al mismo tiempo que está en el abismo, pero<br />
son momentos muy vitales. Todos los prisioneros pasan por un estado<br />
de auto reflexión y necesitan alguien que los escuche y que los haga reír<br />
porque ellos sólo reciben reacciones violentas a sus comportamientos.<br />
El proyecto se llamó Patios urbanos y los talleres se fundamentaban<br />
en la memoria “recluida” de los internos. Había presos que no conocían<br />
Bogotá y solo tenían las referencias de los noticieros. Muchos llevaban<br />
35 años de cárcel. Publicamos un libro de dibujos que se llamó La virgen<br />
desnuda voladora.<br />
Luego empecé a hacer las fotografías de los Radioactivos. Yo lo<br />
llamé así porque eran niñitos que me parecían indestructibles, niños en<br />
cuerpos de adolescentes de 15, 17 años, y los sentía como niños nuevos<br />
que habían crecido súper fuertes en medio de un conflicto familiar y de<br />
una <strong>ciudad</strong> violenta. Pero de pronto, como en el 96, empecé a ver a los<br />
primeros Radioactivos caídos, y entonces se me ocurrió hacer La vida es una<br />
pasarela. Creo que la primera fotografía que hice fue la de una niñita que<br />
había sido mesera en Quiebra Canto, y de un momento a otro apareció como<br />
indigente. Como era tan bonita, rápidamente vi el “deshilachamiento”<br />
de su cuerpo, la vi reventada en la calle; había tocado fondo. Empezó a<br />
perder los dientes y se transformó en esa fealdad siniestra y comenzó a<br />
sentir el rechazo absoluto de todo el mundo; los indigentes no tienen ni<br />
idea de lo asquerosamente fuertes que se ven y del miedo que producen.<br />
Ella empezó a vivir en la calle y me di cuenta de que estaba metiendo<br />
bazuco. Antes de tocar fondo fue a mi casa: ella tenía 15 años, era divina,<br />
flaca, alta, estudiaba derecho en el Externado. Yo estaba con una amiga<br />
argentina tomado mate, y nos dijo que iba a meter “susto”; me acuerdo<br />
164 e n t r e v i s t a s
Jaime Ávila. Los Radioactivos. Fotografías. 1996.<br />
porque fue la primera vez que vi todo el ritual: cogió uno de los cartuchos<br />
donde venían los rollos de fotografía, le echó esa pasta amarillenta, fue a<br />
la cocina, rasgó un papel de aluminio, tapó el cartucho, cogió un esfero<br />
kilométrico, lo partió por la mitad, le abrió un hueco, y empezó a chupar:<br />
nosotros tomábamos mate y ella chupaba bazuco.<br />
En el 93 mataran a Pablo Escobar y en el 94 llegaron a La Perseverancia<br />
muchos de los sicarios de las comunas y se establecieron en<br />
este barrio de ollas y de rumba, hay que decirlo. Yo vivía sobre la carrera<br />
quinta, arriba de uno de esos rumbeaderos en el tercer piso, y a las tres de<br />
la mañana se oían tiros y si uno se asomaba por la ventana veía patrullas<br />
de la policía, toda una redada, y los tipos encerrados defendiéndose y<br />
tratando de salir y era la guerra, el tiroteo…<br />
Estos niñitos trabajan ahí en la calle y les vendían droga a todos<br />
el mundo, a toda la “farzándula” criolla; era el rebusque de la droga.<br />
Estos niñitos de 12 y 15 años vivían en un parche, trabajaban a veces en<br />
una verdulería o en una de las marqueterías del barrio; eran el parche<br />
del desparche y se movían como una nube de esquina en esquina y a<br />
veces llegaban hasta Las Torres del Parque. La Macarena era un barrio de<br />
vecinos, todo el mundo era amigo de todo el mudo, todos se saludaban<br />
con todos y todos los saludábamos.<br />
En el 94 la llegada de la gente de las comunas de Medellín complementó<br />
el panorama de la droga, porque estos eran los tipos de las motos con<br />
imágenes muy magnéticas de poder y de dominio gafas negras, llegaban<br />
a los restaurantes con dos nenas, y la bandeja paisa y los banquetes…<br />
c i u d a d e s p e j o 165
¿Con armas?<br />
No era tan cinematográfico. En esos grupos sobrevivieron los más duros,<br />
los que se fueron para Miami o a España; sobrevivieron los que se fueron.<br />
Muchas de las niñas se volvían putas y regresaban de Miami como si hubieran<br />
colonizado Hollywood. Los otros son los feítos, los más vulnerables<br />
que acaban en la calle. La gente bonita, aunque suene duro decirlo, o se<br />
pudre o llega alguien y la salva. Para otros es más difícil. Por ejemplo un<br />
moreno que esta todavía en la calle, en esa época tenía como 17 años, y era<br />
el guapo, el que andaba con niñas lindas, bien vestido y con mucho dinero.<br />
Ahora se lo pasa parado por ahí con el cerebro de mantequilla y lo único<br />
que escucha es el sonido de las monedas y las monedas son drogas.<br />
Cuando me fui del barrio y volví estaban por ahí dos niñitos que<br />
no reconocí y se me acerca uno y me dice: –“¡hola, viejo Jimmy” “es el viejo<br />
Jimmy”, cierto que usted está exponiendo mucho, huy ,viejo Jimmy!<br />
Es un saludo cariñoso.<br />
Es más una manipulación que ellos tienen para conseguir dinero.–”Viejo Jimmy,<br />
regáleme una moneda”. Y me empezó a perseguir y estaba furioso pero<br />
no conmigo, sino con el mundo. –”Y a usted le debe sobrar esa plata, se volvió<br />
tacaño, viejo Jjimmy”. De la melosería algunos pueden pasar al asesinato.<br />
¿Cuáles serían los factores que se enredan para que uno acabe en la indigencia?<br />
Yo te digo que la indigencia es una cosa urbana macabra siniestra; es el<br />
coro satánico del himno nacional; el cóndor se vuelve buitre, la abundancia<br />
se vuelve cocaína, la gloria se vuelve putrefacción, el honor se<br />
vuelve asesinato.<br />
Estoy pensando en el escudo de Colombia de Bernardo Salcedo:<br />
“No hay Cóndores. No hay abundancia. No hay libertad. No hay Canal.<br />
No hay Escudo. No hay patria”.<br />
Cuando hice las fotos de los Radioactivos para mí eran imágenes<br />
de niñitos que sobrevivían después de una explosión nuclear, pero<br />
también tenían que ver con la jerga de gente de esa edad.<br />
Y con la emisora que se llamaba Radioactiva. Eran imágenes muy luminosas<br />
las de Los Radioactivos.<br />
Radioactivos es una palabra que suena a toda esa ficción, destructiva y<br />
eventual que a los jovencitos les encanta, y a la vez se refiere a ese mundo<br />
que ellos hacían reactivar. Nunca había contemplado la posibilidad de que<br />
algunos de los radioactivos me enfrentaran con ver de frente el fracaso. En<br />
166 e n t r e v i s t a s
La vida es una pasarela yo me encuentro con el fracaso. Todos son jovencitos<br />
que se criaron en los ochenta, con papás jóvenes, también drogadictos o<br />
permisivos; papás sobre todo permisivos.<br />
Para La vida es una pasarela escribí un texto que hace parte de la<br />
obra y que simplemente fluyó; yo no quería que el texto fuera complemento<br />
de la obra sino que fuera su música y como yo no soy músico, lo<br />
hice en letras doradas. Es como un bolero o como una canción de Miguel<br />
Bosé. Muchos de mis amigos se sintieron sugeridamente incluídos, pero<br />
siempre que uno escribe algo que no es un texto documental, como las<br />
canciones, es un texto completamente abierto; lo que menos importa es<br />
la veracidad sino lo que el texto produce. Y lo que producía el texto era<br />
un cierto miedo o un cierto fatalismo porque era escrito por una persona<br />
igual a todo el mundo. Ya no me acuerdo muy bien lo que escribí.<br />
Citémoslo:<br />
“Margen de error.<br />
En 1993 llegó Fernando, de Boston, estudiaba literatura, lo conocí<br />
en la barra de un bar y nos hicimos amigos, nunca entendí por qué<br />
gritaba de pánico cada vez que pasábamos el semáforo en verde de<br />
la circunvalar con 84, tampoco entendí por qué después de vivir<br />
cuatro meses juntos la vecina del cuarto piso me contaba más cosas<br />
de lo que yo veía, tampoco entendí el día que se lo llevaron en una<br />
ambulancia por sobredosis, ni los llantos monótonos de su refinada<br />
madre que le hacía visita en un BMW rojo. Lo único que entendí es<br />
que su mirada nunca tenía foco y que por eso nunca veía lo que le<br />
hablaba, maldije haber sido su amigo, maldije a todos mis amigos<br />
que perdí, maldigo la herencia maldita del narcotráfico, y maldigo<br />
haber perdido a David. La última vez que lo vi fue en la zona rosa<br />
a las dos de la madrugada, lo vi entre una caneca escarbando y mi<br />
corazón se desplomó como si hubiera caído en coma.<br />
Maldigo la estupidez de Paola y sus estrafalarios atuendos de niña<br />
ruda. Maldigo a todos mis amigos ricos que se visten con ropa engrasada<br />
artificialmente, deshilachada, con dobladillos desleídos como<br />
si trataran de cumplir una resistente penitencia contra su educación<br />
antiséptica de mundo millonario y exclusivo. Maldigo a Douglas por<br />
venirse de Pereira y dejarse llevar por la miseria. Maldigo el bazuco<br />
y el olor a mierda. Maldigo a Jenny y sus harapientos toques de muñeca<br />
sucia. Maldigo el vaho de sus ropas después del aguacero. Los<br />
maldigo porque son miles y el día que los encuentre no les miraré<br />
su pupila negra sin fondo y su boca sin dientes” 46 .<br />
46 Este escrito parte de la obra La vida es una pasarela. Catálogo Salón Nacional de Artistas 39. Ministerio<br />
de Cultura IDCTB. Bogotá, 2004: 131.<br />
c i u d a d e s p e j o 167
Es un texto conmovedor. Muestra las barreras que la droga construye frente<br />
al afecto y es una muy bella queja. “Maldigo a todos los amigos que perdí.<br />
A su mirada sin foco”. Tengo que decirle: ¡Viejo Jimmy: ¡qué texto!…”Los<br />
maldigo porque son miles y el día que le los encuentre no les miraré su pupila<br />
negra sin fondo y su boca sin dientes”.<br />
¿La mamá de Fernando de verdad pasaba a visitarlo en un BMW?<br />
La mamá de Fernando era igualita a él, llegaba en BMW rojo, era como<br />
Margaret Thatcher, como una inglesa con el pelo esponjado, elegantísima<br />
con collar de perlas y chofer. Cuando yo hablé con ella, Fernando ya estaba<br />
guardado en la clínica; me dijo: –Jaime, tiene que ir a visitarlo, él no tiene<br />
amigos, él pregunta por usted.<br />
Y cuando usted veía estos niñitos y su transformación, ¿qué hacía?<br />
Fernando fue mi primera experiencia, yo no sabía que había estudiado en<br />
Los Andes y que el papá era archimillonario…<br />
Usted lo dice en el texto:”tampoco entendí por qué después de vivir cuatro<br />
meses juntos la vecina del cuarto piso me contaba más cosas de lo que yo veía”.<br />
Cuando ve La vida es una pasarela de nuevo, ¿qué piensa?<br />
Cuando veo las fotos siento algo parecido al guayabo y me silban los<br />
tímpanos. La obra, a pesar de ser tan esquemática y tan sintética en la<br />
composición, tiene una cantidad de historias de las que no quiero acordarme.<br />
Pero por otro lado, es una obra viva, tan viva que todavía me los<br />
encuentro en esta cuadra y les doy a veces monedas; el de aquí abajo me<br />
tiene como amigo; sé que me siente como parte de él y sé que es capaz<br />
de defenderme si alguien quisiera hacerme daño, pero ese tipo de cosas<br />
trato de evitarlas porque yo estoy en otro capítulo, como cuando hice<br />
historietas, no quiero volver a hacerlas, quiero olvidarme de esa película.<br />
Lo que tenía que hacer ya lo hice, y afortunadamente la hice para poner<br />
en claro muchas cosas: De pronto es algo psicoanalítico: el loco que está<br />
guardado se diferencia de un loco que está cuerdo, en que el loco que está<br />
guardado no era inteligente o siempre estuvo abandonado.<br />
Eso pasa con los indigentes: todos podemos ser indigentes porque<br />
todos somos susceptibles pero hay gente que no supo como engranar su<br />
vida. Hay gente que ha pasado por situaciones muy difíciles y han salido<br />
muy bien. Cuando yo hablaba del éxito de lo Radioactivos, para mí eran<br />
un ejemplo espectacular porque muchos eran hijos de papás con una<br />
cantidad de problemas que habían fracasado y sin embargo, ellos tenían<br />
un grupo para hacer música y cantaban y componían líricas.<br />
168 e n t r e v i s t a s
Y se inventaban una moda. Me acuerdo de las fotos de sus radioactivos la<br />
mirada intensa, las camisetas raras y pantalones anchos de los ochenta, los<br />
tenis de tractor, la pose.<br />
Sí, ellos heredaban toda esa esencia terrible de los papás pero, sin embargo,<br />
la transformaban o por lo menos la querían ver diferente.<br />
Ahí está el arte.<br />
Claro; uno siente cuando ve este tipo de transformaciones como las de los<br />
radioactivos, que el ser humano tiene la capacidad y el poder de hacer de<br />
su vida algo maravilloso y eso puede sonar extraño o cristiano pero lo que<br />
quiere decir es que uno puede respirar diferente si piensa diferente.<br />
Hablemos del nombre de la obra.<br />
Yo creo que La vida es una pasarela es como el purgatorio. Es inevitable evadir ese<br />
pensamiento religioso, porque yo soy de un pueblo completamente católico y<br />
además es una zona de violencia, de la violencia política de los años cuarenta,<br />
desde la época de Efraín González, con historias de gente decapitada y cabezas<br />
colgadas, historias que siguen hasta hoy; todavía se siguen matando.<br />
Cuando uno va llegando a Saboyá, la carretera cada vez se va volviendo<br />
más y más silenciosa, estrecha, con muchísimos robles altísimos<br />
y gruesos, una carretera sin pavimentar, de piedras grandes que se ven<br />
por blancas y cuando hay verano hay muchísimo polvo. Cuando vivía mi<br />
abuela íbamos a visitarla, yo era pequeño, y teníamos que pasar por una<br />
casa que tiene cruces de piedra alrededor, como recuerdo de una masacre,<br />
y yo pasaba por ahí y me daba muchísimo miedo. Mis tíos me asustaban<br />
diciéndome que ahí salía un tipo sin cabeza; me asustaban muchísimo.<br />
Recuerdo esa carretera perfectamente: después de una encrucijada se<br />
llega al “abismo del diablo”, donde cuentan que botaban mucha gente<br />
en la época de la violencia; botaban a liberales y muchos godos o yo no<br />
sé; es un pueblo liberal entonces es probable que los del abismo fueran<br />
godos pero no puedo asegurarlo. Nunca me asomé a ese abismo porque<br />
me daba mucho miedo. Pero después de la subida uno ya entraba en la<br />
zona de los cultivos de maíz y de arveja rodeados de robles y, más arriba,<br />
en la parte alta de la montaña, quedaba la finca de mi abuela. Desde allá<br />
se vía la bajada de la montaña cubierta de hojarasca y nosotros cogíamos<br />
las artesas de machacar el maíz, y hacíamos unas canoas pequeñitas con<br />
lazos y pedazos de troncos y nos agarrábamos, como Heidi en la colina,<br />
y ¡suaz!, nos deslizábamos a toda, porque cuando calentaba el sol todas<br />
las hojas se volvían lisas, y caíamos a orillas de la quebrada con bosques<br />
y brisa y rocas, que producen mucho eco. Esos bosques eran llenos de<br />
c i u d a d e s p e j o 169
conejos silvestres, liebres de pelo café –me acuerdo que un día se creció el<br />
río y todos esos conejos se ahogaron. En la casita de mi abuela todo era de<br />
piel conejo: las vigas del cuarto, las agarraderas de las carretillas y había<br />
colas de conejo en las vigas de la casa.<br />
Pero Jaime: esa vida suya chiquito y que recuerda ahora, no es como un<br />
antídoto para que usted vaya por esta <strong>ciudad</strong>…<br />
¿Sin que me robe?<br />
Sí, porque me parece que usted se deja tentar pero se devuelve.<br />
Es que yo me siento como un turista en Bogotá.<br />
Usted se siente de allá.<br />
Sí tengo una conexión. Yo no nací huérfano. Es que el mundo está hecho<br />
de gente huérfana. Los niñitos de La vida es una pasarela, aunque tengan<br />
papás, son huérfanos.<br />
Pero vuelvo al purgatorio: hace poco me contaron que un jueves<br />
santo el día en que todos los del pueblo van a misa, dos viejitos que<br />
vivían en una casa durante años sin salir, unos campesinos autosuficientes<br />
que solamente salían a la puerta a sacar la leche al camión pero<br />
de todas maneras con peleas con los vecinos, ese jueves santo salieron<br />
a misa, dejaron a los dos hijos en la casa y cuando llegaron encontraron<br />
sus cabezas colgadas de las vigas. Duraron 15 años sin salir de la casa y<br />
un solo día por fuera y les mataron los hijos.<br />
Es que este país… A uno se le olvida el corte de franela y el corte de florero de<br />
la violencia política de los años cincuenta. Exploremos el título de la obra: La<br />
vida es una pasarela.<br />
El título empezó a construirse mentalmente en el 99 en Brasil. Cuando<br />
llegué a Río conocí a unos niñitos, como los que viven en este centro<br />
comercial, alternativos, súper bonitos como ese Brasil de todas las razas,<br />
calvos “súper fashion” con un cuerpo anatómicamente perfecto, como<br />
de playa, y les pregunté por un sitio para rumbear y quedamos de encontrarnos<br />
frente al Copacabana Palace, como a las seis de la tarde. Cogí<br />
un taxi, me agarré con el taxista como toca en Brasil, y cuando me bajé,<br />
me encontré en una calle llena de niños súper arreglados; ellos salen a<br />
rumbear acicalados, espectaculares y empecé a caminar por ahí a buscar<br />
a los que había conocido, y de pronto los veo de lejos, súper arreglados<br />
que venían hacia mí y se cruzaron con un grupo de frente y hubo como<br />
170 e n t r e v i s t a s
un encuentro y un “chao” y cuando llegaron hasta mí les pregunté –¿qué<br />
pasa? Y me contestaron: –A vida é uma pasarella.<br />
Con frecuencia me acuerdo de una foto de David Hockney: la primera<br />
imagen es un tipo caminando de frente por una calle; en la segunda imagen<br />
se encuentra de frente con otro y cada uno sigue su camino. En la tercera<br />
imagen uno de ellos se voltea y mira al otro que está de espaldas y la cuarta<br />
imagen es el turno del otro que voltea a mirar al que está de espaldas.<br />
¡Es una historia de amor!<br />
Tengo una foto que no incluí en la serie que llamé James Dean y tiene una<br />
composición de frente y de espaldas.<br />
Yo me imagino a los tipos del Brasil ¡divinos! Algún día, porque no quiero<br />
que esta conversación con usted se acabe, hablamos de belleza y de la<br />
“bonitud”. El título de la obra sí que tiene vigencia porque la vida es una<br />
pasarela. Es como pasearse por una ficción.<br />
Pasarela tiene que ver con hablar de la vida no de alguien en particular,<br />
sino de todos, incluyéndome a mí. Todos nos sentimos mirados por<br />
los otros. El mismo título La vida es una pasarela, es también una forma<br />
de inmunidad a la que tú referías, porque es irónico y la ironía es una<br />
forma de separarse. Lo irónico lo involucra a uno con lo que pasa, pero<br />
le permite esconderse.<br />
La obra también, insisto, es el purgatorio. Cuando te hablaba de<br />
Boyacá, pues todos saben que allí las imágenes religiosas son fuertísimas;<br />
en los sermones, el apocalipsis y el purgatorio son recursos de la<br />
de iglesia para hablar de lo que sucedía en el pueblo, un pueblo durante<br />
mucho tiempo sin cine ni televisión; había ficción mental y por eso las<br />
imágenes de los sermones eran muy fuertes. Cuando entré a Los Andes,<br />
los cursos de literatura medioeval fueron impactantes para mí, por todos<br />
esos personajes mendigos de la literatura que eran expulsados fuera del<br />
feudo; eran como personajes expulsados al purgatorio; personajes que<br />
tenían que ser desechados y separados a través de una barrera y quedaban<br />
por fuera de la vista, deambulando en el espacio abierto.<br />
La obra habla superficialmente de un tema tenebrista. Se trata<br />
aparentemente de la moda pero está encubriendo toda una tragedia. Me<br />
he dado cuenta con el tiempo cómo la gente ve la obra: tiene un instante<br />
de vida como de 2 minutos que es lo que uno se demora recorriéndola;<br />
uno se detiene frente a uno foto 10 centésimas de segundo; uno no se<br />
queda más tiempo viendo una foto. En ese recorrido casi cinematográfico,<br />
circunstancial, los personajes se van repitiendo, son casi iguales, no<br />
c i u d a d e s p e j o 171
están documentados como trágicos sino que todos tienen cierta belleza,<br />
serenidad y su calma. De las 45 fotografías que tomé escogí las 13 poses<br />
menos dramáticas. Ninguno se ve sufriendo sino que lo que uno ve en<br />
primera instancia es gente joven que parece disfrazada de mugre pero<br />
con cierta belleza.<br />
Cuando la gente empieza a mirar la obra, ríe: –“un desechable<br />
posando, ¡qué tal!”. –”¡Miren este modelo!”. Pero la obra poco a poco<br />
se va convirtiendo en una tragedia y ven que son indigentes, un hecho<br />
masivo, un hecho social.<br />
Era el mismo efecto de Los diez metros cúbicos: cuando la gente<br />
entraba a la exposición veía cubos de <strong>ciudad</strong>es que podían ser bellas, pero<br />
como la exposición era un embudo quedaban atrapados, se encontraban<br />
con el texto sobre el cuarto mundo y cuando se devolvían se daban cuenta<br />
que la miseria de América Latina es exponencial, una cosa inmanejable<br />
en un continente.<br />
La vida es una pasarela son dípticos: el personaje y la calle iluminada con<br />
bombillitos de navidad...<br />
La idea de los bombillos es de un radioactivo. Yo le tomé una foto porque<br />
él pintaba busetas y paisajes y les ponía luces y enchufes de navidad. Le<br />
hice una foto en la séptima, de cuerpo entero, y sus cuadros en la foto<br />
quedaron 1a1. Yo repetí los bombillos sobre la fotografía y los seguí usando<br />
en las demás fotos.<br />
¿Tuvo problemas para tomar las fotografías?<br />
Casi nunca. Yo salía a las 5 de la tarde y me sentaba por ahí al lado de El<br />
Cartucho y conocía sus ritos. Una vez le dije a uno gigantesco que encontré<br />
cerca de la calle 19 ¿Te puedo tomar una foto?<br />
¿Usted les pide permiso?<br />
¡Claro! Él me dijo que sí y apenas vio la cámara me sacó un chuzo gigantesco,<br />
disparé y salí corriendo; fui la única vez que salí corriendo<br />
No incluí la foto en la serie porque no tiene el formato de serenidad<br />
que buscaba y éste quedaba como el demonio. Yo siento que el ser humano<br />
se avergüenza de ser animal. Los indigentes van perdiendo “lo<br />
humano’ y aparece una bestialidad sin sentir vergüenza; va quedando<br />
lo primitivo.<br />
Otro día volví a ver a un muchachito que había conocido<br />
hace algún tiempo, de pelo largo, muy tímido, bello, y cuando me<br />
encontré de nuevo con él, eran como las tres de la mañana, estaba<br />
172 e n t r e v i s t a s
vestido todo de negro, “dark”, elegantísimo. Vi su silueta de lejos y<br />
tenía manchas de colorete rojo. Pensé: este terminó travesti. Luego<br />
me lo encontré por la calle 63, desechable, desechable con la ropa<br />
raída y dudé mucho antes de hacerle la foto pero había sido parte<br />
de mi vida y me decidí. Le pregunté: ¿Te puedo tomar una foto? Me<br />
contestó: –¿te gusto? –Sólo te quiero tomar una foto porque me pareces<br />
especial. Párate aquí. Pues me mandó la mano y le dije: –qué<br />
pasa, un momento. Entonces se metió la mano lentamente por entre<br />
la falda, sacó un cuchillo y me posó, un poco ido, con el cuchillo en<br />
la mano medio escondido entre la ropa. No incluí la foto porque la<br />
obra se convertía en un asunto documental.<br />
c i u d a d e s p e j o 173
Entrevista a Milena Bonilla<br />
Bogotá, septiembre de 2004.<br />
Milena Bonilla. Jardín Urbano. Instalación 2003.<br />
Conversemos primero acerca de Plano Transitorio, la obra que presentó en el<br />
39 Salón Nacional de artistas del 2003.<br />
En esta obra la idea de plano es muy importante y se relaciona con<br />
vivencias y lecturas a la vez. En ese momento estaba leyendo muchas<br />
cosas que me impactaron porque sentía y siento todavía, que en ellas se<br />
mueve la <strong>ciudad</strong>. Por ejemplo, Rizoma –la introducción de Mil Mesetas,<br />
el libro de Deleuze y Guatari– y el libro de Manuel Delgado, Ciudad<br />
líquida, <strong>ciudad</strong> interrumpida. Delgado dice algo “súper bonito” y es que el<br />
hecho de caminar por la <strong>ciudad</strong> está atravesado por el azar. Y, además,<br />
dice que si nos movemos en bus o caminamos, el lugar donde uno está<br />
físicamente no es el lugar donde uno está mentalmente. Es decir, uno se<br />
está desplazando en un bus pero no está allí mentalmente. Los desplazamientos<br />
entonces son como nodos que uno no amarra conscientemente.<br />
Eso fue lo que yo quise hacer por medio del bordado de las sillas de<br />
las busetas; coser era un ejercicio para concientizarme de que estaba<br />
c i u d a d e s p e j o 175
en ese momento desplazándome pero separada del recorrido del bus.<br />
Era una especie de metáfora para conectar los dos recorridos.<br />
A veces llegaba a sitios que no conocía; me bajaba, y no sabía en<br />
qué parte de la <strong>ciudad</strong> estaba. El bordado es muy íntimo, muy femenino<br />
y todo lo que quieras, pero en realidad su función principal era mantenerme<br />
en ese proceso mental del desplazamiento.<br />
Todos hemos viajado en un bus con las sillas rotas. ¿En qué momento a usted<br />
le empezaron a llamar especialmente la atención?<br />
Yo comencé a trabajar con pantalones y sacos rotos desde la universidad.<br />
Tenía una especie de fetiche con los rotos de la ropa, que me parecían<br />
interesantes. Ese proyecto se llamó Marca Registrada y lo que hacía era<br />
bordar sobre los rotos, una palabra que reemplazara la marca real. Una<br />
vez iba en un bus bordando el pantalón de un amigo que se había caído<br />
después de una rumba horrible; estaba muy concentrada bordando “Keep<br />
Walking” –la frase de “Johnnie Walker”–. De pronto, levanté los ojos y<br />
apareció frente a mí el roto de la silla; fue un detonante. Y ¡claro!, pensé que<br />
era ahí donde tenía que coser; era más útil. La funcionalidad, la utilidad<br />
que puede tener ese tipo de intervención, me pareció muy bonito.<br />
Una noche de insomnio, de esas en la que no duermes pero los<br />
pensamientos van a mil, apareció claramente en mi cabeza el mapa. Me<br />
sorprendí muchísimo porque pensé que era el resumen de todo lo que<br />
me estaba pasando: En ese momento leía y tenía en mi cabeza Rizoma de<br />
Deleuze y Ciudad líquida de Delgado, y también me movía en bus. Cada<br />
vez era más claro para mí que me convertía en un nodo de una red de<br />
comunicación. Entonces, comencé a coser “en forma”.<br />
A veces en la lectura encontramos imágenes que son el pedazo del<br />
rompecabezas que faltaba para entender lo que estamos viviendo. ¿Qué<br />
recuerda de la lectura de Rizoma?<br />
La confrontación que Deleuze establece entre pivote y rizoma. El pivote<br />
se comporta como una raíz, es decir, de él salen todas las líneas y<br />
es una estrategia de las estructuras jerárquicas, precisamente como el<br />
capitalismo. El rizoma en cambio es una estructura totalmente anárquica.<br />
Yo la relaciono con el jengibre, amorfo pero al mismo tiempo se<br />
pueden ver en él ciertos recorridos. En el rizoma todo se conecta con<br />
todo, pero sus líneas no van en una sola dirección. El ejercicio que hice<br />
en los buses era lo mismo que el rizoma, porque yo no iba realmente<br />
a ningún lugar de la <strong>ciudad</strong> específicamente; yo escogía el recorrido<br />
al azar. Cuando el bus paraba, dejaba de coser automáticamente, me<br />
176 e n t r e v i s t a s
ajaba y tomaba otra ruta, la primera que apareciera. Eran conexiones<br />
que no tenían un objetivo específico.<br />
Y ¿qué pasaba con los pasajeros del bus?<br />
Al principio yo le pedía al chofer que me dejara subir y no me cobraban<br />
el pasaje; ¡eran “súper queridos”! Pero después me pareció más bonito<br />
dejarles la sorpresa, como un gesto cercano al afecto. Me parecía increíble<br />
que el “man” fuera a lavar la buseta y se encontrara con esa sorpresa<br />
y pensara: bueno, pero… esta gente que se sube a mi buseta ¿quién es?<br />
¿qué le pasa?, –quería que el chofer pudiera reírse–; que dijera un ¡¿qué<br />
les pasa?!, pero positivo. Me gusta mucho pensar en esa reacción. Una vez<br />
en Los Laches, el barrio de sur oriente de Bogotá, una viejita me miraba y<br />
me decía emocionada que le parecía muy bonito lo que estaba haciendo,<br />
pero no era frecuente que la gente me hablara.<br />
¿Bordaba con aguja curva?<br />
Bordaba con una aguja recta, larga, e hilo de colores. Es raro, pero mi relación<br />
con la costura empezó con Marca Registrada, como te dije, pero yo<br />
nunca tuve contacto con el bordado cuando niña; no era una tradición en<br />
mi casa, no. Resultó sin saber muy bien por qué.<br />
¿Qué decisiones tomó con respecto a la fotografía? Es decir, al registro<br />
de la experiencia.<br />
Eso fue entre “craneado” y al azar. Durante los dos primeros recorridos<br />
no pensé hacer registros porque estaba concentrada en lo que esa experiencia<br />
detonaba interiormente en mí; era excitante. Después, decidí<br />
tomar fotografías.<br />
Mi intención inicial no era hacer encuadres estéticamente tan<br />
planeados como resultaron. Simplemente quería mostrar la silla, antes<br />
y después, y mostrar las dos fotografías una al lado de la otra. Pero de<br />
pronto en el proceso aparecieron las dos imágenes juntas, como aplanando<br />
las dos temporalidades o las dos instancias en una sola imagen<br />
y esa fue la resolución final.<br />
En la obra instalada en el Salón Nacional, usted eliminó las fotos que la<br />
muestran a usted cosiendo.<br />
Sí, porque la gente las lee como un performance. Cuando yo presenté el<br />
proyecto para los Salones Locales de Bogotá, Miguel Huertas hizo la misma<br />
pregunta. La verdad es que yo tengo un problema con mi imagen; trato<br />
c i u d a d e s p e j o 177
de anular mi presencia. Pero la razón principal es que no quiero que se<br />
lea como un performance. Un amigo me hizo caer en la cuenta de que el<br />
hecho “performático” en esa obra no se puede negar. Pero yo no quiero<br />
que la atención del espectador se desvíe del problema básico que estoy<br />
planteando, que es el de los mapas mentales.<br />
Sí. El trabajo se podría relacionar con una obra de misericordia.<br />
Sí. La gente lee la obra como si yo estuviera haciendo una metáfora de la<br />
reconstrucción, un intento simbólico por sanar la violencia o me convierten<br />
en la Florence Nightingale de los buses, como dijo Beatriz González<br />
en la Revista Cambio. Yo no puedo controlar las respuestas del espectador<br />
y, por eso, sí quiero resaltar que mi intención es la relación del bordado<br />
y el recorrido con la noción de mapa. Además, porque yo me he alejado<br />
siempre del tono lastimero del arte o del uso que se pueda hacer de la<br />
pobreza y de la miseria en nombre del arte.<br />
Quiero que hablemos de La huerta casera, porque es una obra donde<br />
confluyen muchos de sus intereses.<br />
La huerta casera tiene muchos antecedentes, entre ellos la instalación que<br />
hice en el Jardín Botánico de Bogotá, en el año 2001. Se llamaba Marcas<br />
Registradas, amnesia corporativa. Cuando llegué allí, me encontré con<br />
un bosque de pinos romerones 47 , pero sembrados en una retícula muy<br />
cerquita el uno del otro. Yo tengo una relación estructural con las cosas<br />
cuando las veo, y lo primero que me impactó del bosque fue la retícula,<br />
una estructura racionalista tratando de domesticar un proceso natural.<br />
Era patética esa construcción artificial.<br />
Intenté establecer un puente entre esa retícula del Jardín Botánico<br />
y los otros procesos de domesticación de la naturaleza en que vivimos.<br />
Utilicé el frasco de Cresopinol –el limpiador que tiene aroma de pino–,<br />
que intenta adaptar la naturaleza, con todo el artificio del mundo, a un<br />
espacio privado y urbano. El aroma y la etiqueta con el dibujo del pino<br />
verde, pretende hacerte recordar que hay un pasado perdido natural<br />
que puedes recuperar en tu casa por medios artificiales. Construí unas<br />
bases de madera como imitando una baldosa típica de baño –de las que<br />
se limpian con Cresopinol–, e hice una retícula dentro de la retícula del<br />
Jardín Botánico y encima le puse los tarros del limpiador.<br />
La huerta casera, ya como tal, apareció de nuevo en uno de esos insomnios.<br />
Las planticas envasadas empezaron a aparecer, y yo no entendía<br />
47 Pino Romerón es una especie de pino nativo de la Sabana de Bogotá.<br />
178 e n t r e v i s t a s
muy bien por qué. Pero después de un tiempo entendí el sentido: era el<br />
proceso inverso que había hecho en el Jardín Botánico. No estaba partiendo<br />
del árbol para encontrar el producto industrial que se le pareciera, sino<br />
partía del envase, lo abría conceptualmente, y lo utilizaba como matera.<br />
El envase tiene una carga de consumo muy fuerte.<br />
Pensé entonces que lo que estaba haciendo era un bricolaje. Es decir,<br />
hacer lo mismo que hacen las señoras en Armenia –mi abuelita, por ejemplo–,<br />
cuando siembran las matas en tarros de Avena Quaker. Y además, apareció<br />
otro libro. En este caso, fue La crítica a la economía política del signo, de Jean<br />
Baudrillard; de nuevo había fragmentos de esa lectura que iluminaban lo<br />
que estaba haciendo. Baudrillard comenta las nociones de lujo en el primer<br />
mundo y las compara con las nociones de lujo entre los indígenas que viven<br />
en la frontera del Río Grande. Ellos practicaban el “potlatch” 48 que era un<br />
sistema económico de distribución. Entre los indígenas el mostrarse ricos,<br />
el derroche en su vestimenta y sus intercambios, yo lo veía traducido a lo<br />
que somos ahora nosotros. La diferencia es que, con la relación que tenemos<br />
con el primer mundo, ese derroche se vuelve muy triste; vivimos con las<br />
ganas de lujo pero bajo el régimen del capitalismo que, si en un principio<br />
se basaba en el ahorro, ahora se basa en el crédito.<br />
Es decir, el derroche se basa en el endeudamiento; se basa en una ficción.<br />
Esa conexión hizo que yo pensara en el bricolaje en términos de economía<br />
del tercer mundo. Además, uno se imagina esas matas sembradas en<br />
tarros destinados a parar a la basura, solo en el tercer mundo o en zonas<br />
empobrecidas del primer mundo; en este momento no lo sé, pero me di<br />
cuenta de que éste es un bricolaje políticamente muy cargado, porque los<br />
empaques que usé son producidos por las empresas multinacionales.<br />
Entonces sembrar una mata de café en un tarro de Nescafé, no es<br />
sólo remitirme a la costumbre del viejo Caldas; es referirme a algo mucho<br />
más complejo, que tiene que ver con los problemas de intercambio entre<br />
el primer mundo y el tercer mundo y las consecuencias alimenticias y de<br />
marginamiento y, en fin, de todo tipo. Investigué y encontré –y creo que para<br />
nadie es un secreto–, que todas esas multinacionales están demandadas por<br />
contaminación y uso de sustancias cancerígenas y así el problema se abre de<br />
manera impresionante. Sembré entonces una mata de coca en una maleta<br />
de Coca Cola, una de maíz en una caja de Corn Flakes. Con estas dos ya hay<br />
muchísimo por hacer porque se relacionaba con las dos plantas que los indígenas<br />
más consumían y aún lo hacen. Leí que el país mayor consumidor de<br />
48 Potlatch: ceremonia de los indios del pacífico, en la que la propiedad se regala o distribuye con largueza,<br />
a fin de adquirir o mantener determinado status social. Baudrillard, 1987.<br />
c i u d a d e s p e j o 179
Coca-cola hoy, es México y, obviamente, de maíz. Definitivamente la relación<br />
entre estas dos plantas es muy fuerte política y culturalmente.<br />
Son importantes en su reflexión los procesos abstractos, como el que me<br />
comentaba anteriormente, el del mapa como abstracción de sus recorridos por<br />
Bogotá en bus. Lo que quiero decir es que usted no se queda solo en lo local o en<br />
lo anecdótico sino que, a partir de ahí, se pregunta por relaciones más amplias.<br />
Yo creo que los procesos locales no se pueden ver cuando uno tiene la<br />
perspectiva de estar en medio de ellos; es una visión muy cerrada y acaba<br />
limitando y matando el trabajo. A veces oigo comentarios: ¡es estúpido que<br />
algo local sea universal! Yo, por el contrario, pienso que lo local puede detonar<br />
pensamientos y desenmascarar procesos universales, por decirlo de<br />
alguna manera. Hay parámetros de comportamiento y acciones detonadas<br />
desde esa diversificación comercial, que se encuentran en varias situaciones<br />
sociales; radicalizar ideológicamente una práctica desde lo local no creo<br />
que sea muy benéfico; la interacción “glocal” es inevitable.<br />
¿Usted tiene espíritu de jardinera?<br />
Soy brutísima con las matas; tengo “mala mano”. A nivel afectivo esa huerta<br />
casera era un reto. Como contraste familiar, mi abuela es muy “pila” con<br />
ellas; conoce todas las matas y para qué sirven: para el riñón, para el pelo,<br />
“esta pone bonita la cara”, “esta hace que brillen los ojos” y además tiene<br />
“una mano” increíble; yo no sabría cómo hacerlo. Este trabajo de La huerta<br />
casera era una forma de sublimar esa carencia y por eso necesito relacionarme<br />
con las matas de alguna manera –tal vez, a mi manera–. Para el proyecto<br />
sembré también, en un empaque de Sunkist –la bebida de fresa que es anilina<br />
pura–, una matica de fresa; usé una bolsa gigante de Marlboro, para sembrar<br />
un tabaco; sembré fríjoles en latas de Heinz; maracuyá en tarros de Tang,<br />
cacao, tomates, en fin, en su “respectivo” envase. Mi intención no es crear<br />
un proyecto de beligerancia política. La crítica yo la quiero hacer sutil; no<br />
me interesa la literalidad política. Soy muy cuidadosa con la forma como<br />
digo las cosas. Sin embargo, la imagen de esta huerta tiene que ver con lo<br />
que uno compra en el supermercado todos los días, comida enlatada, sin<br />
saber de qué sustancias está hecha. Es en lo micro político donde puedo<br />
establecer un vínculo real, que me toca como sujeto social.<br />
Me gustaría detenerme en Lugares comunes, la obra que presentó en La<br />
Alianza Colombo Francesa del centro en Bogotá en el 2004. Yo defino<br />
lugar común como un sitio tan “visto” que no se ve. Pero usted le da una<br />
connotación política muy pertinente: Afganistán, Manhattan, Beirut,<br />
180 e n t r e v i s t a s
logran el giro que usted misma me acaba de mencionar: vinculan lo local con<br />
procesos globales. Pero aun más: es como si desde lo local también pudiéramos<br />
opinar sobre las políticas a las que está sometido todo el planeta. El subtítulo<br />
de esa obra es importante: bocetos para jardín.<br />
Yo lo que realmente quiero, es ir a los sitios que se han hecho visibles por<br />
diferentes tipos de conflicto: Afganistán, Beirut, Moscú, las Torres Gemelas.<br />
Quiero recolectar las especies que me encuentre allí, sembrarlas y clasificarlas.<br />
Es una utopía pero voy a intentar lograrlo. Claro que hay que empezar<br />
por Colombia, por Medellín, por Urabá, y por Bogotá. A mí me preocupa<br />
la memoria selectiva de la que tanto se habla. No puedo asegurarlo, pero<br />
puede ser que esa memoria selectiva a nivel individual sea efectiva para<br />
olvidar los propios problemas; pero es muy nociva cuando tiene que ver<br />
con procesos de aprendizaje a nivel social.<br />
El proyecto realmente empezó después del terremoto de Armenia<br />
49 . Yo estaba en la universidad cuando ocurrió y quedé incomunicada<br />
durante horas con mi familia, que vivía allí. Las imágenes de la televisión<br />
eran terribles. Yo sabía que mis papás tenían muchas posibilidades<br />
de salvarse, porque ellos viven en una finca a las afueras, pero era<br />
angustiante tratar de comunicarse con todas esas dificultades y viendo<br />
las noticias que llevaban las estadísticas y los nombres de los muertos.<br />
Cuando oí finalmente la voz de mi mamá por el teléfono me volvió el<br />
alma al cuerpo. No le pasó nada a ninguno de mis familiares, pero la casa<br />
quedó destruida. Se murieron mis perros, los venados y el jardín quedó<br />
en ruinas. Fue una época de crisis psicológica para toda la familia. Para<br />
mí fue dejar de ser niña, empezar a trabajar y asumir mi vida.<br />
Pero lo más impactante del desastre fue que cuando regresé a la<br />
casa, encontré que el musgo, los helechos, toda clase de matas, habían<br />
nacido en cada hendidura. Imagínate la exuberancia de la zona cafetera<br />
tomándose la casa en ruinas. Me pareció bonita esa metáfora. La gente<br />
habla de ecología pero de manera simplista. Es decir, “salvemos el planeta”<br />
y no, “¡salvémonos nosotros!”, porque la tierra se sacude y ¡adiós!<br />
Ella se recupera, y nosotros para la mierda.<br />
Vuelvo a mis lecturas: un amigo en ese momento llegó casualmente<br />
con un regalo y era un ensayo de Walter Benjamin que se llama El carácter<br />
destructivo. Ahí se me enredó, en el buen sentido, la vida. Benjamin habla<br />
de la destrucción de otra manera y sobre todo de los desastres naturales<br />
en relación con una naturaleza viva y la renovación de la cultura. ¡La vida<br />
es tan importante, y al mismo tiempo tan frágil! No tomé fotos de mi casa<br />
49 El terremoto de Armenia ocurrió el 25 de enero de 1999.<br />
c i u d a d e s p e j o 181
porque el impacto fue muy fuerte para mí. Es impactante sentir el dolor<br />
que se siente en un proceso de destrucción y al poco tiempo comprobar<br />
que la vida sigue; para mí comprobar este hecho fue muy fuerte. La vida<br />
está por encima de lamentaciones sociales y culturales.<br />
Quiero confrontar la memoria “natural”, si cabe el término, y nuestra<br />
amnesia y arrogancia sociales. Las plantas, la mala hierba, lo irregular,<br />
toda la naturaleza acaba imponiéndose, parasitando todos los sistemas<br />
de domesticación que nos inventamos los seres pensantes. Así arranca el<br />
proyecto. Me gustaría hacer un jardín con las planticas que nacen en los<br />
sitios. Un desastre natural como el de Armenia es doloroso, pero es peor<br />
cuando sus causas son problemas políticos y económicos. Las recientes<br />
imágenes de Kabul eran como si hubiera pasado un terremoto.<br />
Un día, deambulando por Bogotá, encontré un sitio que se llamaba<br />
Manhattan; pensé: “los sitios están aquí”. De cada construcción<br />
arquitectónica nace una planta en Bogotá. Fotografié el letrero y la matica<br />
que encontraba al lado. Entonces el trabajo no es un montaje fotográfico.<br />
La planta está en el mismo lugar del letrero.<br />
¿Qué es una <strong>ciudad</strong> para usted?<br />
Es un organismo con muchos problemas. Paul Virilio dice que la caída de<br />
las Torres Gemelas comprueba el fracaso de la <strong>ciudad</strong> del siglo XX; con<br />
sus pretensiones, ganamos solo muerte y destrucción.<br />
¿Y Bogotá?<br />
Es una <strong>ciudad</strong> con muchos lenguajes encontrados, aparentemente invisibles,<br />
si no se les pone atención.<br />
¿Qué hace alguien que trabaja en nombre del arte?<br />
Es un observador. Creo –y me imagino que muchos otros lo han dicho–,<br />
que los procesos artísticos actualmente son señalamientos. Y suponiendo<br />
que nunca podamos evadir lastimosamente la absorción del arte por el<br />
mercado, los procesos entonces tienen que ser “mercados” de pensamiento<br />
y comunicación. El arte es tal vez el único lugar en el que se puede<br />
vivir un proceso de destrucción del capital. Puede ser romántico, pero<br />
es la anticipación del fin de algo que, aunque inoperante, es vigente:<br />
me refiero al capitalismo. Por eso el arte pone en evidencia formas de<br />
operar y desenmascara “una patica, muy chiquita” de lo que realmente<br />
sucede. Es posible que esto lo vivamos en un círculo muy pequeño, pero<br />
una persona le cuenta a la otra y se comunica acá y otra contesta allá;<br />
así puede venir un cambio.<br />
182 e n t r e v i s t a s
Entrevista a Eduardo Consuegra<br />
Bogotá, septiembre de 2004.<br />
Eduardo Consuegra. Sin título. Fotografía. Bogotá, 2003.<br />
¿Cómo se desarrolló el proyecto de La Zona Rosa?<br />
Estas fotografías surgieron de dos inquietudes, una fotográfica y, otra,<br />
conceptual. Escoger el lugar para mí es “súper importante” por dos cosas:<br />
una, es la “Zona rosa” en un país pobre y la otra son las estrategias de seducción.<br />
Me explico: es importante pensar en lo que significa culturalmente<br />
una “Zona Rosa” dentro de una sociedad capitalista; es el lugar donde las<br />
nuevas mercancías se ponen en exhibición. Se hace un gran esfuerzo por<br />
tratar de que todo lo que rodee al lugar sea novedoso, llamativo, en fin, se<br />
le invierte mucho dinero para que cumpla su función de seducción. Otra<br />
cosa muy diferente, es la relación que tiene una “Zona Rosa” en una sociedad<br />
subdesarrollada y pobre. Resulta muy inquietante porque es posible<br />
identificar algunos elementos que pertenecen a una economía globalizada<br />
o universal, como Versace, las grandes marcas, la decoración de los cafés,<br />
c i u d a d e s p e j o 183
etc., pero, por lo menos en el momento en que tomé las fotografías, en el<br />
momento de depresión económica que atravesaba el país, estos almacenes<br />
parecían “los originales” pero en realidad imitaban lo global. Pero lo más<br />
interesante es lo que tiene que ver con la seducción, pues esto dice mucho<br />
de la cultura en que vivimos: la referencia está cerca, pero el escenario se<br />
resuelve de manera precaria.<br />
Estas reflexiones acerca de la situación ambigua de una “Zona Rosa”<br />
en un país como Colombia, me llevaron a tomar decisiones fotográficas,<br />
como el tipo de cámara que utilicé. Necesitaba objetividad en las fotos porque<br />
es muy delicado hablar de la pobreza en un país pobre. Traté el tema<br />
haciendo las fotografías con una cámara de placa con un el negativo de 10 x<br />
12 centímetros. Construí una escena donde me pudiera distanciar un poco de<br />
cualquier comentario, por lo menos en la composición. La luz es otra cosa,<br />
porque en ella sí hay algo subjetivo; deprimente quizá. Entonces la composición<br />
busca un alto grado de objetividad y la luz hizo lo que quiso.<br />
Quería que las relaciones económicas y sociales de este país<br />
aparecieran a partir de la arquitectura, del espacio construido. Lo que<br />
me interesa es la estructura de la sociedad y por esto escojo lugares tan<br />
emblemáticos como la Zona Rosa o los edificios del centro. Busco estas<br />
estructuras en un país que se pregunta todos los días por qué estamos<br />
tan mal. La objetividad pretende tomar distancia de lo sentimental y<br />
ver lo que hay. Pienso con frecuencia en la frase de Walter Benjamin:<br />
“no tengo nada que decir, sólo mostrar”. Lograr esto es difícil, pero me<br />
parece importante para un país que es tan pasional.<br />
¿La Zona Rosa fue el barrio de su niñez?<br />
La Zona Rosa no fue específicamente el barrio de mi niñez, pero muy cerca<br />
vivían mis abuelos. Vi cambiar entonces la zona y sobre todo la Calle 82,<br />
que fue muy importante en los ochentas, y era un fenómeno social bien<br />
interesante: uno de los bares se llamaba Cats –como el musical de Broadway–;<br />
City Rock Café, el que tenía un carro empotrado en la fachada, –una<br />
copia del Hard Rock Café–. Y existía un lugar que muy poca gente recuerda<br />
pero yo sí y con gran entusiasmo y era Jenpaz. Era un almacén de camisetas<br />
y “sweatshirts” muy de moda en los ochenta, donde se podían mandar a<br />
hacer camisetas y sacos con las marcas de moda de la época, como Coca<br />
Cola, Benetton, News staff, Vans, etc. Para toda una generación eran muy<br />
significativos esos primeros símbolos de globalización, muy lejanos, y que<br />
tenían su representación “chiviada” en la 82, en ese Jenpaz. Era además un<br />
lugar prohibido, un bar en que como muchos otros, se debatía, sin saberlo<br />
conscientemente, la educación burguesa cerrada y la vida en calle. Un<br />
lugar donde la mentalidad conservadora se estaba desmoronando.<br />
184 e n t r e v i s t a s
La Calle 82 de estas fotografías, es una ruina del mito urbano de<br />
mi adolescencia. Todos estos elementos están ahí en las fotos que intentan<br />
desmitificar el lugar.<br />
¿En la luz, hay algo de Eugéne Atget? Se lo pregunto porque usted se acaba<br />
de referir a Walter Benjamin, y también, porque yo soy del siglo pasado.<br />
Cuénteme si hay en ese proyecto un recorrido por algunos fotógrafos.<br />
No específicamente a Atget. La verdad, la luz la escogí intuitivamente,<br />
como tratando de transmitir mi estado emocional y atmosférico que tiene<br />
Bogotá y que la hace, a veces, terriblemente desoladora. Evidentemente,<br />
hay referencias a Thomas Struth y en general con la posición de la fotografía<br />
alemana de la escuela de los Becher.<br />
Cuénteme acerca de su interés por Walter Benjamin.<br />
Mi interés por Benjamin fue un poco casualidad. El planteamiento de la tesis<br />
que fue el trabajo de la Zona Rosa, surgió antes de que yo leyera a Benjamin.<br />
Cuando lo descubrí, para mi sorpresa encontré una similitud muy grande<br />
con el Proyecto de los Pasajes que me ayudó a enriquecer muchísimo el trabajo.<br />
Tanto, que me parecía un poco estúpido decir las cosas con mis palabras.<br />
Además, establecí otro nexo: la importancia que tienen para<br />
Benjamin las citas. Las fotos se relacionan con esa manera de proceder,<br />
una acumulación de referencias, y el espectador es invitado a apropiarse<br />
y a transformar como quiera esta información.<br />
¿Cómo ve la discusión entre objetividad y subjetividad en arte?<br />
En este trabajo aparentemente no aparece la huella del artista, pero de<br />
eso precisamente se trata. Es una forma de tomar distancia, de alejarse<br />
del juicio y desaparece un poco la huella del artista. Es el camino de la<br />
fotografía de la escuela de los Becher.<br />
¿Usted piensa que ha cambiado el papel del fotógrafo? ¿Se interesa no tanto<br />
por el objeto sino por el contexto que lo rodea, por el “campo” ideológico en el<br />
cual el objeto está, de alguna manera, sumergido?<br />
Sí. Y yo lo relaciono con la realización de la utopía. La sociedad materialista<br />
con su carácter científico se puede plantear unas metas y ponerlas<br />
en acción y hemos llegado al punto donde todo se ha materializado y las<br />
imágenes de la sociedad son muy similares a lo que se piensa de ella. Yo<br />
creo que en el principio del siglo XX, las cosas apenas se estaban concretando<br />
y por eso el futuro se planteaba como utópico e imaginario. En la<br />
c i u d a d e s p e j o 185
segunda mitad del siglo se consigue lo que se busca a nivel industrial y los<br />
objetos ya son la prolongación del “campo”. Los objetos están construidos<br />
y simbolizados por las fuerzas económicas. Todo es cultura y todo está<br />
sometido a las mismas fuerzas.<br />
Pero yo creo que nuestra realidad en Latinoamérica es más bien de<br />
carácter mitológico. La relación que hay entre primer y tercer mundo, es<br />
una relación completamente mitológica. Es decir, como nos es imposible<br />
desprendernos de la referencia extranjera, entonces siempre “somos” en<br />
relación al “otro”, que es el primer mundo. Esto genera unas narrativas de<br />
nuestro espacio-tiempo dominado por las de ese “otro” y, como es imposible<br />
seguirlas al pie de la letra, pues para nosotros se convierten en mitos.<br />
Cuénteme acerca del proyecto que presentó en este 39 Salón Nacional que,<br />
entre otras cosas, ganó una mención. Usted escogió un punto de vista muy<br />
poco heroico de los edificios modernos de Bogotá.<br />
En el proyecto del Salón que no tenía título pero que se podría llamar<br />
Centro, mi búsqueda tiene que ver con ese interés por mostrar la relación<br />
de dominio de nuestro espacio-tiempo por el de ese otro, entendido como<br />
el primer mundo. El centro de Bogotá es interesante arquitectónicamente,<br />
es emblemático del desarrollo de las <strong>ciudad</strong>es modernas. Los edificios<br />
altos generaron una visión panorámica de la <strong>ciudad</strong> que no existía antes.<br />
Por lo general estos edificios son hoteles, oficinas, torres de vivienda,<br />
construidos por el sistema económico que desencadena una cantidad de<br />
efectos urbanos y sociales; desencadena una cosa detrás de la otra.<br />
Nuevamente mi mirada va hacia esta relación mitológica que<br />
tenemos con la industrialización. Los estilos internacionales de la Calle<br />
19, del Centro Internacional o del Edificio Bavaria, no generaron una<br />
transformación radical en sus alrededores. Esto es muy interesante y<br />
a la vez muy bello, porque son edificios que quedaron aislados y uno<br />
ve la intención pero también la precariedad del impulso económico. Lo<br />
mitológico, la idea de desarrollo y la sumisión, es clave para entender<br />
como funciona nuestra sociedad.<br />
Si yo le digo <strong>ciudad</strong>, ¿en qué piensa?<br />
Es una representación chiquita del mundo. Es la acumulación de lo mejor<br />
y lo peor. Es una pequeña Torre de Babel en la que lo local es el archivo<br />
de una cultura.<br />
186 e n t r e v i s t a s
Entrevista a Raúl Cristancho<br />
Bogotá, 25 de julio de 2008.<br />
Luís Carlos Beltrán, Camilo Martínez, Ricardo León. Afiche promocional de<br />
la exposición: Ciudad Kennedy memoria y realidad. 2002.<br />
El proyecto de Ciudad Kennedy, memoria y realidad, entre otras cosas, es<br />
una muestra de un cambio de actitud frente a la academia y frente a las<br />
experiencias de un profesor en el salón de clase. ¿Cómo cambió su actitud<br />
como profesor con este proyecto?<br />
Cuando las ideas adquieren una dimensión de proyecto no se generan de<br />
la misma forma como cuando uno decide crear un cuadro o una obra convencional.<br />
Generalmente comienzan dos o tres años antes de concretarse<br />
y tomar la decisión. En mi caso, venía pensando en este proyecto desde<br />
el año 99. Como sabía que era un proyecto de largo aliento, solo lo pude<br />
c i u d a d e s p e j o 187
ealizar en 2002 y 2003 haciendo uso de mi año sabático como profesor<br />
de la Universidad Nacional. Así que tuve tiempo para ir relacionando las<br />
ideas que partían de diversas motivaciones desde mi propio trabajo: de<br />
esa estructura norte-sur, de lo trans-cultural y de la geopolítica que a mí<br />
me interesa y que había trabajado sobre todo en pintura.<br />
Coincidieron muchas cosas porque yo en ese momento también<br />
estaba pensando en reestructurar mi pintura y ya intuía que esa noción de<br />
lo fundacional como una operación de hibridación y mestizaje que había<br />
mirado en relación con las culturas indígenas y lo europeo, quería trasladarla<br />
a los nombres que son unas coordenadas más precisas en la historia, en el<br />
tiempo y en la memoria, y entonces Kennedy me daba una relación histórica<br />
concreta y menos idealizada para seguir trabajando en mis intereses.<br />
Una motivación que estaba en el aire, a finales de los años noventa<br />
en Bogotá, tenía que ver con el discurso urbano que se pensaba en la<br />
academia y que estaba muy presente en el discurso de Antanas Mockus,<br />
quien como alcalde nos hizo pensar diferente acerca de la convivencia<br />
<strong>ciudad</strong>ana. Esto fue muy importante y hay que decirlo.<br />
Las conversaciones que sostuve para este libro con Rolf Abderhalden y con<br />
Jaime Ávila concuerdan en lo mismo.<br />
El discurso de Antanas Mockus permeó todos los ámbitos con una actitud<br />
que invitaba a la percepción de la <strong>ciudad</strong> y muchos de nosotros desde las<br />
artes nos dimos cuenta de que había que acercarse a estudiar su dimensión<br />
simbólica, pensar lo que para los bogotanos –y para nosotros como<br />
artistas– significaba estar en esta <strong>ciudad</strong>. Esa actitud fue también un marco<br />
para mí, que me permitió entender también que esa visión de la <strong>ciudad</strong><br />
anunciaba un cambio en las prácticas estéticas. Todo ese movimiento<br />
contribuyó a abrirme un espacio mental para percibir lo urbano como un<br />
ámbito donde podía localizar mis intereses y sacarlos de esa realidad un<br />
poco mitológica que yo había creado desde el 92 en pintura. Lo urbano me<br />
situaba aquí y ahora, y eso sí cambió la perspectiva de mi trabajo.<br />
Cuando te aproximas al barrio ¿cómo fue ese encuentro?... La realidad<br />
siempre supera a la imaginación.<br />
La realidad siempre nos confunde: ¡cuál realidad en el texto! La realidad,<br />
en la realidad, es brutal. No entendí nada en un comienzo, pero hice mis<br />
pesquisas: la primera fue rastrear mi interés por los nombres como vestigio<br />
particular de la memoria kennediana. Me acerqué a la parroquia con el fin<br />
de consultar archivos, el cura me puso miles de problemas. Finalmente,<br />
éste se enfermó y el secretario me dejó mirar los archivos de la época y,<br />
188 e n t r e v i s t a s
evidentemente, había montones de Johnes, Jackelines y Carolinas. Continué<br />
mis pesquisas en la notaría y en la secretaría de cultura del barrio;<br />
allí conocí a un antropólogo de la Nacional, muy interesante, que me hizo<br />
ver la complejidad histórica del lugar. Confirmé que efectivamente sí había<br />
una historia como yo sospechaba, que sí había una memoria urbana<br />
escondida detrás de los nombres y que vivían todavía fundadores del<br />
barrio, ancianos ya, que podían contar la historia.<br />
Voy a retroceder en la conversación para puntualizar una idea: su interés<br />
por los nombres. No es que yo quiera psicoanalizarlo, pero de dónde viene ese<br />
interés por los nombres.<br />
Puede tener que ver con un problema psicoanalítico, quién sabe, pero en<br />
realidad el interés por los nombres está conectado con mi interés por los<br />
problemas del mestizaje que ya había planteado de otra manera en mi<br />
trabajo. Los nombres tienen un sentido de hibridación cultural contemporánea<br />
y también van delineando coordenadas históricas precisas. Fíjate<br />
que si uno averigua en la generación de los abuelos no hay ni Johnes ni<br />
mucho menos Jackelines. Tal vez en las clases altas…<br />
Cuando quisieron ser ingleses.<br />
Sí; tal vez John Restrepo un cafetero millonario, pero el pueblo se llamaba<br />
Chucho, Jacinto y José. A mí me parece que a partir de John y Jackeline comienza<br />
esa noción de identidad cultural volcada hacia lo global de manera<br />
muy fuerte. Si un papá o una mamá en Boyacá, en la zona cafetera o en el<br />
Chocó nombra a su hijo así, es un indicar claro de que quiere ponerlo en<br />
un status que no tiene y está lazándole un mensaje identitario, si quieres<br />
inconsciente, de aprobación a una noción global de pertenencia.<br />
Los nombres son indicadores históricos: si yo le pongo a mi hijo<br />
José, en el año 2000, lo inscribo en parte en medio de todo un imaginario<br />
del siglo XIX. Mi interés por el nombre es esa respuesta positiva a<br />
pertenecer a una cultura dominante.<br />
Veo más claro cómo usted encontró esa coordenada especifica en Kennedy<br />
que se conectó con los intereses por la hibridación que estaba en su pintura de<br />
manera más general.<br />
Como te dije, eso me situó en el aquí y el ahora. Yo abandono esa representación<br />
idílica de mi pintura, sin condenarla, porque también hacía parte del<br />
discurso sobre la identidad de los noventa, un discurso de cierta manera<br />
alimentado por la transvanguardia, donde se movían también fuerzas<br />
transculturales y una reclamación de lo local, aspectos que habían hecho<br />
c i u d a d e s p e j o 189
parte de mi trabajo. Si Cuchi pintaba con un sentido trágico el paisaje<br />
italiano y Kieffer representaba alegóricamente el paisaje alemán, ¿por qué<br />
yo no podía referirme a mis referentes culturales y geográficos? Subyacían<br />
discursos políticos sobre lo identitario que ponían, por ejemplo, sobre el<br />
tapete la pregunta de por qué un alemán puede venir al Orinoco y tener<br />
el poder de hablar sobre los indígenas y nosotros, no.<br />
La Transvanguardia recogió los pedazos de aquello que había condenado<br />
la modernidad.<br />
Sí, y me ayudó a comprender la precariedad de un discurso modernista<br />
a ultranza, en países como el nuestro con necesidades de definición de<br />
principios, de pertenencia a una época y luego, de referirse a un sentido de<br />
una realidad propia. Mi tesis de grado de maestría fue sobre ese problema<br />
en el momento histórico en que llega Marta Traba a Colombia.<br />
¿En el cambio al aquí y al ahora, también contribuyó la fotografía?<br />
Yo siempre he hecho fotografía no con el rigor del fotógrafo, pero siempre<br />
he entendido, desde el arte conceptual, la importancia que tiene la fotografía<br />
como pensamiento y como registro de ciertas prácticas artísticas.<br />
Corro el riesgo de ser simplista pero se podría decir que el arte era pintura y<br />
escultura y se volvió fotografía. Usted que ha sido pintor,¿ por qué cree que<br />
esto sucede?<br />
Yo pienso que es una perfecta involución de los procesos del arte contemporáneo.<br />
En los noventa hubo un proyecto casi internacional, como una<br />
conspiración contra la pintura. Las curadurías, las bienales negaron el<br />
neo expresionismo y la Transvanguardia como fuerza de representación<br />
contemporánea.<br />
Sí. Lo banalizaron, tal vez desde Kathrine David y su documenta.<br />
Pero a la vez los artistas de los noventa, Andreas Gorski, por ejemplo, y<br />
tantos otros, habían sido los estudiantes de grandes pintores: Kiefer, Immendorff,<br />
Polke Rihter. Creo que se rindieron a ser mejores pintores que<br />
ellos y descubrieron lo obvio –a veces hay hechos tan evidentes que no se<br />
ven–que el papel fotográfico se podía considerar como un lienzo. ¡Imagínate<br />
algo tan obvio nadie lo había pensado! y comienzan a hacer fotografía<br />
desde un estatuto pictórico porque habían sido formados por pintores; y<br />
luego viene lo digital, que permite hacer transformaciones de orden pictórico<br />
e imprimir en grandes dimensiones. Lo que te quiero decir es que la<br />
190 e n t r e v i s t a s
fotografía le ha pedido prestadas cosas a la pintura desde sus comienzos y<br />
viceversa. En este momento la pintura le pide de nuevo cosas a la fotografía<br />
como siempre: Delacroix e Ingres se apropiaban de las fotografías de los<br />
primeros daguerrotipistas para hacer sus pinturas y Nadar como fotógrafo<br />
hacía lo propio con ciertos códigos visuales de la pintura. ¿Por qué no puede<br />
suceder este intercambio ahora? El paradigma fotográfico surge alrededor<br />
de lo real pero se vuelve muy complejo; si existen unos programas digitales<br />
que transforman pictóricamente la fotografía, entonces, ¿cuál real?<br />
Este es un caso para ilustrar un hecho: que la historia de arte está mal<br />
contada; generalmente se presenta una separación entre pintura y fotografía,<br />
entre la pintura como el mundo de la ficción y la fotografía como el mundo<br />
de lo real, como usted dice, y resulta que eso no es tan cierto. Pero volvamos<br />
a Kennedy por otro atajo, no importa que sea largo porque quiero explorar<br />
sus referentes: usted estudió una maestría a mediados de los ochenta en el<br />
Art Institute de Chicago y estaba vinculado desde esa época a los discursos<br />
teóricos contemporáneos que se dieron alrededor de la ampliación del concepto<br />
de arte. Incluso conoció a Hal Foster.<br />
Yo me encontré en Estados Unidos en medio de una discusión teórica que<br />
en los ochenta era alrededor del problema de la posmodernidad. Después<br />
de terminar mi beca y de graduarme, decidí quedarme por mi cuenta y<br />
tuve que buscar trabajo. Lo encontré en un periódico hispano haciendo la<br />
página cultural pero dentro de la escuela yo era el encargado de proyectar<br />
las diapositivas en las clases de historia del arte.<br />
Entonces usted era “el chino” del proyector.<br />
Sí. Yo era el que cargaba el proyector y lo instalaba en el salón y el profesor<br />
me decía: the next one, y yo pasaba la siguiente imagen.<br />
¿Y le pagaban por eso?<br />
No solamente me pagaban sino que ahí sí me encontré en medio de toda<br />
la historia del arte imaginable: arquitectura, arte africano, arte oriental,<br />
moderno y contemporáneo, porque el departamento de historia de la<br />
universidad examinaba todas las épocas y los lugares y, claro, también vi<br />
todo el arte contemporáneo posible.<br />
Yo me quedé en Chicago para hacer un diplomado en historia y<br />
crítica de arte contemporáneo porque la escuela era el centro del debate.<br />
Invitaban por ejemplo a Donald Kuspit con su teoría de la nueva subjetividad,<br />
proclive a la sensibilidad germana, a Craig Owens interesado<br />
en la otredad y en los problemas de definición de género, o a Thomas<br />
c i u d a d e s p e j o 191
McEvelley, un crítico importante que cuestionaba la hegemonía cultural<br />
del eje Europa-Estados Unidos y había publicado un texto titulado Arte<br />
y Otredad. Hal Foster (1985) se dio a conocer como editor en el 85 cuando<br />
recopiló ensayos importantes en un libro que se volvió muy famoso, que<br />
se llamó “The Anti-aesthetic. Esseys on Postmodern culture. Este texto reunió<br />
todos los debates sobre la posmodernidad. También se empezaban a leer<br />
a los filósofos franceses: Lyotard y Derrida.<br />
Los latinos además teníamos un mentor, Robert Letcher, porque<br />
Chicago es una <strong>ciudad</strong> muy etnocentrista, que promovía la discusión<br />
sobre la identidad de manera intensa en la que participaban los problemas<br />
afros, hispanos y de género. Era una discusión sobre el quiebre del<br />
discurso moderno y la aparición de las periferias y las otras culturas.<br />
Letcher era un gran lector de García Márquez y un convencido de que<br />
los artistas podíamos replantear todas esas nociones de identidad latinoamericana,<br />
renovarla moviendo el presente y pasado. Entendí más<br />
claramente, cómo no, la dimensión política del arte.<br />
En el 92, ya radicado en Colombia, fui invitado por el Instituto<br />
de Arte de Chicago a participar en una exposición de artistas latinoamericanos<br />
egresados que se llamó Encuentro. Participaron muchos artistas,<br />
que incluso hoy son bien reconocidos, como Ana Tavares y Rafael Franca,<br />
del Brasil, Arnaldo Roche y Viviana Suarez, de Puerto Rico, y sobre todo,<br />
Íñigo Manglano, un artista colombo-español radicado en Chicago que<br />
trabajaba sobre la identidad de una manera muy experimental. Él llevó<br />
a cabo un proyecto que se volvió paradigmático en medium, evento de<br />
escultura pública en Chicago: un proyecto de video comunitario en el<br />
barrio Pilsen, de Chicago, que es el barrio de los chicanos. Es un barrio<br />
muy particular porque los mexicanos viven en las arquitecturas que<br />
dejaron los alemanes y entonces todas nociones de hibridación y de<br />
apropiación se movían allí. El barrio Pilsen es un barrio con huellas y<br />
emblemas germanos pero se asoman a las ventanas personajes mexicanos,<br />
entonces todo ese tipo de cosas, aunque diez años antes del proyecto<br />
Kennedy, me alimentaron.<br />
Chicago era una <strong>ciudad</strong> muy activa en arte urbano: en un parque<br />
baldío en la mitad de la <strong>ciudad</strong> se invitaba a los escultores y hacían obras<br />
que por muy experimentales de todas formas se argumentaban desde<br />
la obra única de autor. Poco a poco este evento dio curso a proyectos<br />
que se plegaron a la idea de “arte en acción” y se diseminaron por toda<br />
la <strong>ciudad</strong> como otras prácticas estéticas. Estos proyectos arrastraron<br />
otra discusión y era la del ego del artista que se disolvía, esta vez, en<br />
acciones comunitarias. Fue una respuesta a los proyectos de proyección<br />
comunitaria que en Nueva York habían realizado Martha Rosler y Group<br />
192 e n t r e v i s t a s
Material, en el 89. Con todos los problemas que estos proyectos pudieran<br />
tener, sí hubo un cambio radical en la concepción de arte público y<br />
entonces es cuando Hal Foster empieza a discutir el problema del artista<br />
como etnógrafo.<br />
Hay que entender también que hubo un antecedente definitivo y<br />
fue el famoso derrumbamiento del Tilted Arc de Richard Serra, en Nueva<br />
York, en el 85. Esto fue un mensaje poderosísimo para el mundo del arte:<br />
la caída del genio que pone una “cosa” en la mitad de una plaza por<br />
encima de la voluntad de la gente. Aunque los republicanos intentaran<br />
darle a la escultura ribetes políticos desde su óptica conservadora, el stablishment<br />
cultural liberal intentó convertir a Richard Serra en un político<br />
de izquierda, que no lo era…<br />
Era muy formalista.<br />
Y no sólo eso, también muy imperialista porque coloca una barrera de<br />
metal en medio de una plaza porque sí, en nombre del arte. Pero lo más<br />
importante fue lo que sucedió: la gente se aburrió del muro hasta protestar<br />
y gritar: ¡Quítenlo! Y se vuelve una lucha de los agentes culturales del<br />
“gran arte” a favor del genio ante los jueces y finalmente la comunidad<br />
gana y quitan la escultura. Fue un mensaje definitivo de la necesidad de<br />
un cambio de actitud del artista frente a la obra en el espacio público.<br />
Sí, eso es clave y me parece muy importante que usted lo recuerde; a mí se me<br />
había olvidado; creo que los transeúntes de esa plaza alegaron que se sentían<br />
sometidos a maltrato psicológico y a desgaste emocional.<br />
Y ganaron la demanda.<br />
Es un derrumbe parecido al de los edificios de Minoru Yamasaki en St. Louis<br />
en el 72, que fueron dinamitados y se dice que la razón fue porque se habían<br />
vuelto un centro de vandalismo ya que fueron diseñados en un lenguaje<br />
tan purista que no concordaba con el imaginario de los habitantes. Si yo le<br />
preguntara qué operaciones se hicieron en el proyecto Kennedy que se puedan<br />
nombrar como arte, qué me dice (Jencks, 1977).<br />
Para dar una respuesta duchampiana, cínica diría: porque fueron hechas<br />
por artistas y arte es lo que hacen los artistas. Pero en realidad, yo diría que<br />
la clave está en que todo el trabajo se fundamentó sobre una experiencia,<br />
esa es la diferencia. No se trató de sacar la inspiración del bolsillo, sino<br />
que cada obra fue determinada por una experiencia, después de un acercamiento<br />
a un territorio. Llegamos sin ideas preconcebidas y los prejuicios,<br />
por lo menos los que yo tenía, la realidad los desbarató.<br />
c i u d a d e s p e j o 193
Lanzábamos ideas en una mesa de trabajo, muchas, que incluso<br />
no se pudieron hacer. Por ejemplo se pensó en un proyecto muy bonito<br />
con los grupos juveniles de rap del barrio y no lo pudimos hacer porque<br />
simplemente se necesitaba más tiempo y más compenetración. Pero fíjate<br />
que también esos proyectos me enseñaron a ver los límites y a entender<br />
que realmente se necesita otro tipo de artista en la base, que desarrolle<br />
las ideas mediante una praxis continua en el tiempo.<br />
Como vivió a Bogotá desde ahí.<br />
Ciudad Kennedy es una maravilla en su complejidad. Los problemas del<br />
país están presentes en él como en todos los barrios de Bogotá; pero lo más<br />
importante fue que la gente del barrio pudo reconstruir una historia conversando<br />
sobre el mito fundacional de los Kennedy, que los viejos recordaban<br />
con nostalgia y los jóvenes no querían reconocer, pero que funciona todavía<br />
como registro colectivo; y a partir de allí aparecieron personas de carne y<br />
hueso que nos comentaron su vida, su experiencia y sus lágrimas.<br />
Después de trabajar en Kennedy siento que ellos nos hablaron de<br />
un país que en los años sesenta estaba en construcción, nos hablaron de un<br />
momento de cierta ingenuidad cuando el país intentaba cambiar, cansado<br />
de la violencia, y nos hablaron de una <strong>ciudad</strong> que quería acomodar a todas<br />
estas personas que eran nuestros primeros desplazados campesinos que<br />
venían del Tolima, de Boyacá, desplazados por la violencia y sin programas<br />
de vivienda. El Instituto de Crédito Territorial estaba haciendo una<br />
labor muy seria de construcción de vivienda masiva: ellos manejaron el<br />
proyecto de la antigua Ciudad Techo, los habitantes construyeron sus casas,<br />
se embarraron, las pagaron y en realidad Kennedy puso la propaganda, el<br />
“elah”, el espíritu del proyecto y como propaganda fue súper efectiva.<br />
Me queda la idea de un barrio ligado a la experiencia humana,<br />
a pequeñas historias de personas anónimas pero inscritas en un gran<br />
discurso ideológico global, enorme, de política internacional, dominante<br />
que decide la vida de seres de carne y hueso.<br />
Esa última frase nos describe a todos nosotros. En términos pedagógicos,<br />
¿cómo construiría una reflexión sobre arte y <strong>ciudad</strong>?<br />
Hay instrumentos que son necesarios que comprenden las referencias teóricas<br />
y los procesos de producción artística propiamente dichos. Procurar esa<br />
conexión entre poéticas y memorias urbanas con los estudios culturales que<br />
hablan de procesos complejos de transformación de culturas y subculturas<br />
urbanas. Me refiero a los estudios culturales que enfrentan al artista con las<br />
realidades inmediatas y con su responsabilidad cultural y social.<br />
194 e n t r e v i s t a s
Y de ahí el artista se inventa sus formas de entrar en ese mundo tan complejo<br />
a su manera.<br />
Nosotros somos asociativos, relacionales, intuitivos y perceptivos y ahí<br />
vamos construyendo sentido con un sesgo creativo sobre el proceso. Lo<br />
bueno es que no hay reglas ni instrumentos: todos los medios sirven, desde<br />
el dibujo hasta la cámara de video.<br />
¿Y la investigación en arte?<br />
En arte no se investiga de la misma manera que en otros campos. En arte<br />
hay muchos tipos de investigaciones: desde las formales o la especificidad<br />
de los medios, investigaciones que todavía están vigentes, pero cuando se<br />
desbordan estos límites y aparece lo contextual o ese lugar deseado, localizado<br />
más allá de los ámbitos normales, y se aborda, por ejemplo la <strong>ciudad</strong>,<br />
hay que buscar datos en la vida y en la experiencia que soporten lo que<br />
yo voy a hacer. Y no solo datos a nivel estadístico, sino datos soportados<br />
por una aproximación al lugar y de pronto en toda esa información hay<br />
un vestigio que conduzca hacia lo visual o lo sensible, ese es el material<br />
con el cual trabaja el artista.<br />
El artista no se detiene en los datos; los datos sirven para orientarse<br />
hacia lo sensible y su material está, generalmente, en los residuos<br />
de ese mundo de experiencia, en los residuos de memoria que pueden<br />
constituirse en una imagen.<br />
c i u d a d e s p e j o 195
Entrevista a José Tomás Giraldo<br />
Bogotá, octubre de 2004.<br />
José Tomás Giraldo. Residencia en Bogotá. Carrera 9 calle 71 “Cromos”. Fotografías.2002.<br />
¿Cuáles inquietudes y experiencias tenía en el momento en el cual empezó el<br />
proyecto: Residencia en Bogotá?<br />
Es difícil ser preciso, pero empezaría diciendo que el Departamento de<br />
Arte de la Universidad de los Andes tuvo a su cargo por unos años, una<br />
casa construida en la Carrera 4 con Calle 78 en el barrio Rosales, en Bogotá.<br />
Esta casa fue donada al Departamento de Arte por la viuda del pintor<br />
Guillermo Wiedemann, inmigrante alemán nacionalizado en Colombia<br />
en 1946, siete años después de haber llegado desde Hamburgo al puerto<br />
de Buenaventura.<br />
Durante la segunda mitad de los años noventa, la casa fue ocupada<br />
esporádicamente con trabajos de los estudiantes. Algunos eventos se<br />
realizaron allí para tratar de conformar un espacio institucional de uso<br />
público que no estuviera en los predios de la Universidad que, como se<br />
sabe, queda en el centro de Bogotá.<br />
c i u d a d e s p e j o 197
Visitar la casa, cuando fue posible, se convirtió en una experiencia<br />
muy agradable; la encontraba clara y sobria en su arquitectura y me sorprendía<br />
una ventana enorme en la sala que delimitaba el interior del exterior. Esta<br />
“pared de vidrio” iluminaba casi la totalidad del interior de la construcción<br />
y hacía innecesaria la iluminación artificial durante las horas del día.<br />
Poco tiempo después percibí un interés colectivo por la casa,<br />
pues varios estudiantes y profesores compartían mi opinión sobre su<br />
valor espacial y su importancia conceptual, como una “extensión” de la<br />
escuela-departamento de Arte de la Universidad. Para muchos, la casa<br />
se convirtió en algo así como un lugar de ensoñación.<br />
Posteriormente, el uso de la casa se complicó por problemas con la<br />
logística de los eventos que se realizaban en ella. Aunque muchos piensan<br />
lo contrario, la casa requería un manejo más sobrio y cuidadoso, que fuera<br />
consciente de lo que implicaba tener a disposición un espacio como éste<br />
en un sector de la <strong>ciudad</strong> como Rosales, un barrio residencial. El hecho es<br />
que a raíz de los problemas, el espacio fue abandonado por varios años,<br />
con el riesgo de sufrir un deterioro físico irreversible. Por fortuna, hace<br />
poco la casa volvió a ser utilizada como lugar de vivienda.<br />
En medio de esa problemática se gestó el proyecto. Reflexiones sobre<br />
el cambio de uso de espacios concebidos para vivienda –situación de enorme<br />
interés para mí–, las tensiones entre lo institucional y su compromiso con<br />
lo público, y la atención a las transformaciones de la propiedad privada en<br />
el contexto de la <strong>ciudad</strong>, me llevaron a cavilar un poco más. Además de<br />
Wiedemann, el primer dueño de la casa, despertaron interés en mí el grupo<br />
que lo rodeaba y particularmente quise saber quién era el responsable de la<br />
existencia de una construcción que yo consideraba como un ejemplo sorprendente<br />
del pensamiento moderno aplicado a la arquitectura en Bogotá.<br />
Como su proyecto nos lo hace saber, Manuel de Vengoechea fue el arquitecto<br />
de la casa. ¿Quién era él?<br />
Manuel de Vengoechea y Mier nació en París, en 1910. Su padre, de origen<br />
vasco, murió cuando era muy joven y su madre tuvo que volver a Colombia<br />
para encargarse de los terrenos bananeros de propiedad de su familia,<br />
dejando la educación del futuro arquitecto a cargo de la Escuela de Bellas<br />
Artes de París y al cuidado de una de sus abuelas. A finales de la década<br />
de 1930, poco tiempo después de haber terminado sus estudios, regresó<br />
para establecerse en Bogotá y comenzar su carrera como arquitecto.<br />
En asocio con diferentes arquitectos españoles, como Ricardo<br />
Ribas Seva y José de Recasens, diseñó y construyó amplias viviendas de<br />
familia y algunos edificios para uso comercial, privado e institucional. En<br />
1948 fue alcalde de Bogotá designado por unas semanas, siendo a su vez<br />
198 e n t r e v i s t a s
el jefe de las obras que se adelantaban para la Conferencia Panamericana<br />
celebrada en Bogotá ese mismo año y que fue bruscamente interrumpida<br />
por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.<br />
Entre sus clientes se encontraban familias bogotanas, como los<br />
Umaña, los Echavarría, y los De Brigard; sus vínculos con la familia<br />
Gómez, de gran influencia política, permitieron que diseñara y construyera<br />
el edificio para el periódico El Siglo, que reemplazó la sede que fue<br />
quemada durante los disturbios de Bogotá en 1948.<br />
En 1954 terminó la casa para Guillermo Wiedemann. Trabajó<br />
constantemente hasta finales de los setenta en Bogotá y en Santa Marta,<br />
donde construyó también varias casas para familias de tradición política<br />
en la región. Murió en Barranquilla en 1983.<br />
El trabajo de Manuel de Vengoechea despierta muchos cuestionamientos<br />
entre los historiadores de la arquitectura en Colombia; algunos<br />
afirman que su trabajo se limitaba a establecer los contactos con los<br />
clientes y a hacer relaciones sociales, pero es indudable que gozaba de<br />
prestigio. Sin importar cuál fuera su labor dentro de la firma que presidía,<br />
su nombre está de hecho grabado en placas de piedra en muchas<br />
fachadas de casas en Bogotá, asignándole su autoría. En Residencia en<br />
Bogotá traté de incluir la mayoría de sus casas.<br />
¿En qué barrios de Bogotá se encuentran las casas de este arquitecto?<br />
Principalmente en los sectores de Teusaquillo y Chapinero. A pesar de<br />
haber recibido datos específicos sobre su ubicación, casi todas las casas<br />
las encontré después de largas jornadas a pie por esas zonas y estos encuentros<br />
fueron las experiencias más interesantes dentro del desarrollo del<br />
trabajo. Encontré casas muy cerca las unas de las otras, en sectores como<br />
Teusaquillo, La Cabrera, Quinta Camacho o El Retiro –todos estos barrios<br />
tradicionales de Bogotá– cuyo desarrollo más importante es de comienzos<br />
de la década de los veinte hasta finales de la década los cincuenta.<br />
Lo más extraño de esos recorridos fue encontrar en un mismo<br />
barrio un despliegue de estilos de construcción –árabe, europeo, americano–,<br />
mezclados entre sí y muy cerca encontrar también casas construidas<br />
con la forma y el pensamiento de la arquitectura moderna, siendo todas<br />
de un mismo arquitecto.<br />
El trabajo, entonces, tiene características de rescate de un tipo de arquitectura.<br />
Creo que la principal característica es reconocer en esa manera de hacer<br />
arquitectura, una ausencia de coherencia formal, lo que para mí es un<br />
testimonio del tipo de discurso del poder social en un momento histórico<br />
c i u d a d e s p e j o 199
específico. En ningún momento intenté consolidar una conclusión. Es más<br />
bien el reconocimiento de una encrucijada que no tiene resolución. Las<br />
fotos son un registro de un sistema de pensamiento.<br />
¿Las fotografías son tomadas con una cámara de 35 milímetros?<br />
Sí y usé lentes fijos de 24 y 28 m., dependiendo de la situación. Trabajé<br />
siempre con el mismo rollo de película, siempre relevándola en el mismo<br />
almacén, la cámara siempre sobre un trípode para todas las tomas. Realicé<br />
el trabajo en muy poco tiempo; aproximadamente dos semanas. No<br />
me interesó usar iluminación adicional a la disponible en los diferentes<br />
lugares. Sólo abría las cortinas. A pesar de ser lugares diferentes entre sí,<br />
tenían elementos en común; algunos de ellos relacionados con su estructura<br />
física y con su uso y con otros elementos históricos invisibles al ojo; me<br />
refiero a la reflexión acerca del grupo social de gran influencia política y<br />
económica que mandó a hacer estas casas.<br />
Antes del proyecto me interesó desde siempre la arquitectura<br />
moderna de los años cincuenta y sesenta, pero también las urbanizaciones<br />
desarrolladas durante los años setenta y ochenta en Bogotá. Estos conjuntos<br />
de vivienda multifamiliar me interesaban porque representaban<br />
en su estructura una transformación en las expectativas y en el ámbito<br />
social y económico de la clase media. Toda la situación de la seguridad<br />
con la cual se rodeaban estos conjuntos y su aislamiento, me interesaron<br />
profundamente. Es decir, me interesaban los límites que se establecían<br />
entre lo privado y el espacio público. Pronto el asunto de la estratificación<br />
socio-económica y su relación con el desarrollo urbano comenzó a<br />
ampliar la discusión.<br />
La pregunta sobre la modernidad en Colombia parece ser muy importante<br />
para usted.<br />
El asunto de lo moderno y cómo se desenvolvían estas ideas en Bogotá era<br />
claramente lo que imponía el ritmo y el sentido del trabajo. Pero surgían<br />
otras inquietudes, como la voluntad de evadir la apariencia de decadencia<br />
obvia de la estructura de la modernidad como lo evidenciaba el trabajo<br />
de Gunther Forg o algunos fotógrafos europeos, como Matthias Schimdt,<br />
cuyos trabajos me interesaban en ese momento. Es decir, no fotografiar la<br />
ruina, más obvia, sino verla desde otro lugar.<br />
Me entrené tomando fotografías previamente en apartamentos<br />
y casas vacías –en arriendo o en venta–, para asegurarme de ser capaz<br />
de captar ese vacío, de captar un ambiente de transición y también de<br />
abandono. Y también para dirigir la atención a la arquitectura y no a los<br />
200 e n t r e v i s t a s
objetos que demuestran un estilo de vida específico, como las fotografías<br />
de las revistas de decoración o los programas de televisión sobre las<br />
celebridades del mundo del espectáculo lo evidencian. Claro: mientras<br />
toda esta reflexión se producía, preguntas sobre lo ordinario y lo refinado<br />
aparecían. Es decir, sobre el “gusto”.<br />
Tomó las fotografías de los interiores de las casas y luego las de las fachadas,<br />
¿por qué?<br />
Las fotos de los interiores eran una manera de reconocer procesos colectivos<br />
asociados a la estructura social. Todas las tensiones del espacio privado<br />
inevitablemente están relacionadas con el poder; es casi una succión que<br />
ejercen el espacio exterior y el espacio social sobre el privado. Por eso era<br />
importante que las fotos fueran iluminadas en su mayoría por la luz que<br />
entraba por las ventanas de las casas. En el caso de la arquitectura moderna,<br />
la idea de recogimiento y protección fue claramente cuestionada y<br />
conceptualmente la ilusión de transparencia era señalada por esa idea de<br />
un “flujo interminable de aire y de luz”, donde la división entre interior<br />
y exterior se esperaba invisible.<br />
Sabía que después saldría a hacer fotos desde afuera, para ver<br />
precisamente la relación entre el interior y el exterior.<br />
Y las sillas, los cuadros, los objetos ¿qué importancia comenzaron a tomar en<br />
el trabajo?<br />
Como decía antes, me entrené como fotógrafo en espacios vacíos, sin gente<br />
y sin objetos. Al imponerse como regla no modificar los espacios encontrados<br />
(evadir la puesta en escena), la aparición de objetos resultó inevitable. Y<br />
sin negar que fuera interesante –pues revelaba una drástica transformación<br />
en los habitantes de esos lugares–, siempre tuve mayor apego a las fotos<br />
sin objetos, donde las paredes se erigían como testigos y como móviles de<br />
una parcelación específica de las condiciones ideológicas.<br />
Aparte, hacer fotos de interiores me permitía asignarme a mí mismo<br />
la conciencia de un desplazamiento y un recorrido por un espacio.<br />
He oído comentarios acerca de sus fotografías, como por ejemplo, que son muy<br />
objetivas. Yo no lo creo, porque cada uno “está en lo que ve” .Ya lo han dicho<br />
Barthes, Maturana, Bateson, la lista es interminable. ¿Usted qué diría?<br />
Me sorprendería. Pero creo que están lejos de serlo. Podría decir que el<br />
arte, entre más objetivo es más relevante y por lo tanto más útil. Sin embargo,<br />
no creo que se pueda hablar de objetivo o subjetivo como categorías<br />
definitivas. El intento de separar lo objetivo y lo subjetivo por medio de<br />
c i u d a d e s p e j o 201
la teoría resulta inútil, pues no son excluyentes. Hablar de una voluntad<br />
de objetividad sería más apropiado.<br />
En el caso de este trabajo, al hacerle seguimiento a la obra de un<br />
arquitecto, las referencias personales se desplazaron hacía atrás y las consideraciones<br />
históricas y sociales colectivas cobraron mayor importancia.<br />
Veo un cambio en la fotografía contemporánea. De manera sintética le diría<br />
que es un cambio de interés del objeto al “campo”. La fotografía se interesa<br />
menos por el objeto y más por el “campo” en el cual el objeto está inscrito; por<br />
el sistema ideológico en el cual está inmerso.<br />
Es tal vez esa noción de campo o el terreno donde se gestan las relaciones<br />
sociales, la que le interesa más a la fotografía contemporánea. A partir de transformaciones<br />
en la organización del conocimiento y en las prácticas sociales y<br />
artísticas, se ha despejado ese terreno para que sea precisamente ese campo<br />
del que usted habla, el protagonista en una imagen fotográfica, que se podría<br />
decir más “efectiva” sin punctum. Más abierta y permeable a recorridos, que<br />
dedicada a registrar fenómenos demasiado específicos. Creo que es importante<br />
en esa noción de campo, el lugar y el aire donde se producen las relaciones; el<br />
lugar donde han tenido lugar la historia de las sociedades modernas.<br />
El trabajo del que estamos hablando fue concebido, desde su<br />
inicio, pensando en “campo” o, más exactamente, en terreno y en territorio.<br />
Cuando se piensa en el desarrollo urbano moderno, es inevitable<br />
pensar en la modernidad como un territorio ideológico. Las <strong>ciudad</strong>es<br />
se entienden, en su lectura más superficial, como el opuesto de la naturaleza:<br />
es el lugar de la confusión y la esquizofrenia donde se rozan las<br />
multitudes. El lugar de la densidad.<br />
El interés por la historia y este trabajo en particular, ponen sobre<br />
la mesa una imagen “pre-moderna” de <strong>ciudad</strong>. Resultó inevitable<br />
reconocer que las casas fueron construidas sobre terrenos de haciendas<br />
parceladas por los terratenientes, para construir su lugar de vivienda<br />
y las de sus conocidos y así conformar los primeros barrios de Bogotá.<br />
Y luego la parcelación con fines de lucro que dio lugar a los urbanizadores<br />
modernos.<br />
En el caso de estas casas construidas para la clase dirigente durante<br />
los años treinta y cuarenta, fue ese campo urbanizado el terreno<br />
donde se desarrollaron las políticas que habrían de regir al país y que<br />
comenzarían a influir en lo colectivo al poco tiempo de ser implementadas.<br />
Como escogí fotografiar interiores, ese terreno era, precisamente, las<br />
salas y los comedores (más que los dormitorios o los depósitos), donde<br />
los protagonistas de las relaciones sociales de la época pensaban cómo<br />
debía conformarse una parte considerable de la sociedad local.<br />
202 e n t r e v i s t a s
¿Cómo opera un artista hoy?<br />
De muchas maneras. Hay artistas con ‘taller limpio’ y ‘taller sucio’; artistas<br />
que hacen emisiones de radio; artistas que hacen televisión. Desde hace<br />
mucho tiempo, artistas que dan conferencias y artistas que, a pesar de todo,<br />
siguen dibujando o pintando. Hay artistas que leen y hay artistas que no<br />
hacen nada. Unos hacen curaduría y otros, relaciones sociales. Todas estas<br />
aproximaciones implican diferentes maneras de operar.<br />
Desde mi punto de vista y desde mi manera de proceder, el<br />
taller del artista separado, aislado, es para mí un espacio innecesario.<br />
Entendiendo el taller como el espacio donde se gestan y se desarrollan<br />
las ideas; es entonces el lugar de vivienda sin divisiones específicas el<br />
más apropiado para este fin. Es allí donde se conversa, donde se estudia<br />
y donde se guardan los equipos, la ropa y los libros. Es el lugar donde se<br />
reconocen y donde se proyectan los intereses recogidos durante el día.<br />
En colaboración con espacios públicos, comerciales e institucionales es<br />
el lugar donde se piensa, se convive y donde finalmente se conforman<br />
los trabajos.<br />
¿Cómo definiría a Bogotá?<br />
Insoportablemente encantador.<br />
c i u d a d e s p e j o 203
Entrevista a Jaime Iregui<br />
Bogotá, agosto de 2006<br />
Jaime Iregui. El museo fuera de lugar. Fotografías.2004.<br />
¿Desde cuándo le interesan los recorridos como método para conocer la <strong>ciudad</strong>?<br />
Creo que desde siempre; recorrer es una actividad que uno hace mucho<br />
antes de ser artista y específicamente en el caso de Constelaciones fue una<br />
mezcla de recorridos y ejercicios con mis estudiantes. El proyecto empezó<br />
realmente a articularse un día que llevé el carro a un taller del barrio Siete<br />
de Agosto, en Bogotá, y me encontré con un montón de exhibiciones sobre<br />
las mismas fachadas de los talleres. Inmediatamente eso me conectó con el<br />
proceso de un proyecto que alguna vez expuse en Espacio Vacío en Bogotá<br />
50 , un espacio en la calle 57 debajo de la Caracas, un espacio de exhibición<br />
de proyectos enclavado en medio de un barrio residencial, comercial y de<br />
tolerancia a la vez. En esa exposición mostré las colecciones que los vecinos<br />
50 Espacio Vacío fundado por José Hernández, Jaime Iregui y Carlos Salas.<br />
c i u d a d e s p e j o 205
del espacio tenían en sus casas; llevé el espacio privado de los vecinos a la<br />
galería. Tal vez con esa idea de colecciones en la cabeza, vi en los talleres<br />
mecánicos del Siete de Agosto la misma idea: la colección de la mano de<br />
la exhibición, pero en este caso estaban en un espacio que jugaba entre lo<br />
público y lo privado, pertenecían a un negocio que exponía sus mercancías<br />
como “colecciones” sobre una fachada que da a la calle.<br />
Recordemos esa exposición de las colecciones privadas en Espacio vacío.<br />
En realidad fueron dos exposiciones. Una, fue la exposición de artistas y la<br />
otra, fue la de los vecinos del Espacio vacío; en realidad la que me cautivó fue la<br />
exposición de los vecinos porque eran las colecciones que tenían en sus salas:<br />
porcelanas, cristales, ceniceros, lechuzas de cerámica, cosas insólitas. Luego,<br />
en la Bienal de la Habana del 2000, continué el proceso de trabajar con vecinos<br />
y sus colecciones en el centro histórico de la <strong>ciudad</strong>. Entré a algunas casas,<br />
hablé con los dueños y averigüé un poco más acerca de las historias de cada<br />
colección; obviamente el proceso más importante en todo este recorrido fue<br />
estar en el lugar y hablar con la gente porque cada objeto tiene una historia.<br />
El proyecto todavía está vigente porque es un tema del que hablo<br />
en mis clases: las exhibiciones privadas me permiten hablar del origen<br />
del coleccionismo y del museo.<br />
Volvamos al proyecto de Constelaciones. Según lo que me cuenta, encontró en<br />
el barrio Siete de Agosto un comportamiento de coleccionista-exhibisionista<br />
pero en el espacio público.<br />
Sí. Desde que yo vivía en Estados Unidos en los años ochenta, me gustaba<br />
tomar fotos de las vitrinas como lo haría una persona que recorre la <strong>ciudad</strong><br />
y tiene una fijación por cierto tipo de objetos. A mí me parece muy poderosa<br />
una de las imágenes que capté en el Siete de Agosto y es la de la fachada<br />
azul llena de “copas” para las llantas de los carros, porque ahí encontré<br />
un verdadero dispositivo para cautivar a la gente; un dispositivo que<br />
muestra fetiches que atraen a las personas. Entonces empecé a relacionar<br />
estos dispositivos con la colección, la exhibición, el acto de clasificar y los<br />
museos. Al principio yo solo pasaba por ahí, por el simple gusto de ver el<br />
lugar. Después empecé a registrarlo; es como si uno estuviera de cacería:<br />
primero acecha el lugar y luego caza lo que quiere de ese lugar.<br />
No se trata entonces de tomar fotos desde la primera vez que se hace el<br />
recorrido sino primero deambula por el lugar y se deja sorprender.<br />
Claro; los registros fotográficos son lo último que se hace. Inclusive a veces<br />
las fotos se toman solo porque la fachada va a cambiar, pero lo realmente<br />
206 e n t r e v i s t a s
Jaime Iregui. El Museo Fuera de lugar, Carrera 7a, Bogotá. 2004.<br />
importante es el hecho de buscar, de asechar y recorrer este tipo de espacios.<br />
Cuando empecé a reunir todo el material y se lo fui mostrando a algunos<br />
amigos, ellos me indicaban otros lugares donde podía encontrar nuevos<br />
objetos. Las fotos de Constelaciones muestran formas de exhibición con tipologías<br />
muy específicas que trabajan con la idea de series y principios de<br />
organización explícitos. Son espacios que saltan de lo abstracto a lo figurativo<br />
y de lo figurativo a las estructuras abstractas con las cuales se ordena<br />
cada exhibición. Lo que a mí me gusta de las colecciones son los vínculos<br />
que pueden hacerse entre ellas y otro tipo de comportamiento urbano.<br />
Por ejemplo, hay conexiones con las redes de distribución de mercancía,<br />
hay conexiones hasta con principios de organización social y gremial muy<br />
autónomos con respecto a la institución del Estado. Las exhibiciones se convierten<br />
en referencias de ciertas prácticas que la modernidad quiso arrasar.<br />
Se pueden relacionar también con altares y dispositivos precolombinos o<br />
coloniales, si cabe la asociación.<br />
Observando estos dispositivos se puede aprender mucho. Aprendí<br />
que además son manifestaciones gremiales de un oficio en particular y de<br />
materiales específicos. Por ejemplo, en el Siete de Agosto se trabaja con<br />
metal, con repuestos y con caucho; en La Calera se trabaja con la piedra<br />
para tallar; en el barrio Restrepo se usa el cuero para hacer zapatos; en el<br />
barrio Gaitán se ensamblan muebles, al principio muy artesanalmente, y<br />
luego el barrio se convirtió como en un archivo o un catálogo de series importadas<br />
desde Venezuela, en gran cantidad. Se logra percibir una relación<br />
entre los elementos preindustriales, el oficio y la exhibición final.<br />
Si le pregunto cómo ha cambiado su manera de recorrer una <strong>ciudad</strong>, por<br />
ejemplo Nueva York o Barcelona, <strong>ciudad</strong>es donde vivió en los ochenta, y la<br />
manera como las recorre actualmente, qué me diría.<br />
Recorrer la <strong>ciudad</strong> es algo que he hecho desde mucho antes de estar familiarizado<br />
–o insertado– en el contexto del arte. Creo que eso es algo que<br />
c i u d a d e s p e j o 207
de alguna forma todos hacemos. En los recorridos que hacía en <strong>ciudad</strong>es<br />
como Barcelona y Nueva York me dejaba sorprender por la arquitectura,<br />
por la idea de que esas <strong>ciudad</strong>es tenían una homogeneidad que extrañaba<br />
bastante en una <strong>ciudad</strong> como Bogotá, donde todo era heterogéneo, desigual,<br />
sin planificar. Ahora es al contrario, esa uniformidad de las <strong>ciudad</strong>es<br />
europeas y americanas me resulta un tanto aburrida. Bogotá la experimento<br />
como una <strong>ciudad</strong> plena de complejidades, flujos y contradicciones. Esa<br />
falta de homogeneidad hace que uno atraviese por tiempos y espacios<br />
muy distintos: se pasa del primero al tercer mundo constantemente. De<br />
una <strong>ciudad</strong> que después de haber queridos ser francesa, norteamericana,<br />
como que encontró que su naturaleza no tiene, como pasa con muchas<br />
obras de arte, un estilo definido.<br />
Después de hacer esos recorridos, ¿qué aprendió de Bogotá?<br />
Aprendí que existen ciertas prácticas, ciertas costumbres y ciertas formas<br />
de habitar el espacio que permanecen y a veces son reticuladas por el Estado<br />
y luego estas formas de habitar aparecen en otros sitios. Quiero decir<br />
que la <strong>ciudad</strong> se desborda por muchos lados y en ese sentido siempre va<br />
a haber en la <strong>ciudad</strong> lugares que no se dejan ubicar dentro de un patrón.<br />
Los dueños de esos espacios entran a negociar sus límites de manera individual<br />
y con astucia con la autoridad del Estado y, por decirlo de alguna<br />
manera, se forman pequeños estados con autoridad propia. Así, se pude<br />
establecer un paralelo entre la gente que habita estos espacios, los artistas,<br />
y las instituciones fuertes, como los museos o las galerías, en la medida en<br />
que se negocia con los límites.<br />
¿Podríamos aventurarnos y decir que lo estético, en estas puestas en escena<br />
callejeras, es la negociación de esos límites?<br />
Exacto; es el caso del Siete de Agosto, un barrio donde todo es negociable y por<br />
eso no se encuentran límites fijos. De alguna manera esa <strong>ciudad</strong> concebida por<br />
el Estado y el mercado oficial está negociando los límites constantemente. Por<br />
ejemplo, el problema del espacio público en la Carrera Séptima es un problema<br />
de economía formal y economía informal; es un problema de la gente que<br />
paga los impuestos y de la gente que no los paga y de prácticas informales<br />
que el Estado no tolera porque la modernidad tiene la intención de limpiar<br />
lo que no es geométrico y lo que no está dentro de las normas; lo geométrico<br />
hace parte de lo utópico y está al servicio del control y del mercado. Todo en<br />
la <strong>ciudad</strong> gira alrededor del control. Por ejemplo, la geometría de Mondrian<br />
se basa en modelos utópicos que en las <strong>ciudad</strong>es modernas han sido creados<br />
para darle al mercado cierta estética y ciertas herramientas de control.<br />
208 e n t r e v i s t a s
¿Recorrer la <strong>ciudad</strong> sí es una metodología para hacer arte?<br />
Sí, claro, en la medida en que la mirada del que recorre conecte elementos.<br />
Recorrer un lugar es permitir que la mirada propia se articule con<br />
elementos claves que suceden en lo cotidiano. Precisamente por eso me<br />
intereso en metodologías como la deriva, que vienen de las vanguardias<br />
situacionistas. Si quiere mi opinión, yo no pienso que exista una metodología<br />
específica para recorrer la <strong>ciudad</strong>; yo pienso que recorrerla es<br />
algo natural que se da sin un objetivo claro en cada persona que observa<br />
mientras recorre.<br />
¿Esta reflexión sobre los recorridos hace parte de sus clases en la universidad?<br />
La idea que manejo con mis estudiantes es similar a esta metodología<br />
de recorrer. Primero que todo, hay que desbaratarles a los estudiantes la<br />
idea de que el espacio está dado, limitado y determinado. Los mando a<br />
recorrer un espacio de una manera diferente, ya sea a través de una deriva<br />
o a través de un lugar de su preferencia.<br />
¿Una deriva es ir caminando por el espacio sin un objetivo?<br />
Se recorre sin un objetivo aunque se supone que la deriva se traza desde<br />
un punto “A” hasta un punto “B”. Lo que pasa es que como se está a la<br />
deriva, uno nunca llega al punto “B” porque uno se deja llevar por la<br />
<strong>ciudad</strong>; deja que la <strong>ciudad</strong> esté dentro de uno, y sin racionalizar nada, el<br />
punto “B” queda olvidado.<br />
¿Al principio esas derivas son sin cámara?<br />
Sí, son sin cámara porque así es más interesante; si uno lleva una cámara<br />
va a estar todo el tiempo pensando en hacer buenas tomas y se perdería<br />
el sentido del recorrido. Si en la deriva hubo cosas físicas que llamaron la<br />
atención del caminante, puede volver y sacar un registro fotográfico de<br />
lo que quiera.<br />
¿Constelaciones es una palabra que tiene que ver con sus lecturas<br />
de Walter Benjamín?<br />
Tiene que ver con Benjamin, pero al momento de pensar en esa palabra<br />
tenía en mente la exposición Del cielo con la que participé en la segunda<br />
versión del Premio Luis Caballero. Es decir, pensaba en algo relacional,<br />
en redes, sistemas, y la acumulación como principio organizativo de las<br />
exposiciones de copas, cauchos y partes de los carros en el Siete de Agosto.<br />
Sí, es como eso, la constelación como principio organizativo.<br />
c i u d a d e s p e j o 209
Vale la pena anotar aquí que esa búsqueda de “principios organizativos”<br />
está de alguna forma relacionada con buscar las “estructuras<br />
internas” de las cosas, solo que en este caso no se hace en la dimensión<br />
de las ideas y los conceptos, sino en una zona de la <strong>ciudad</strong> que tiene sus<br />
propias reglas para exponer sus cosas, muy distintas, eso sí, a las de la<br />
<strong>ciudad</strong> como cubo blanco.<br />
Está también la Constelación de estas zonas en distintos lugares de<br />
Bogotá. La forma como emergen y se apropian de los barrios, las dinámicas<br />
comerciales, los usos del espacio que producen y, en definitiva, su<br />
diferencia profunda con las formas de exhibir genéricas y estandarizadas<br />
que la norma urbana trata de imponer en la <strong>ciudad</strong>.<br />
¿Y cómo usa la palabra constelación?<br />
Como acumulación, red, solidaridad. Es como un principio organizativo<br />
que emerge espontáneamente en diferentes lugares de la <strong>ciudad</strong>, desafiando<br />
la regulación y lo genérico: el Siete de Agosto, la 53, el Restrepo.<br />
¿Qué tiene que ver su proyecto Constelaciones con lo que usted<br />
llama observatorio?<br />
El observatorio es la parte colectiva de Constelaciones.<br />
Usted siempre ha tenido la tendencia a crear colectivos para sumar ideas,<br />
como una especie de espacio ampliado de conexión de ideas.<br />
Si, además porque me interesa que otras personas puedan participar dentro<br />
de este tema para descubrir nuevas miradas con respecto a la <strong>ciudad</strong>.<br />
¿Cómo funciona ese observatorio?<br />
Inicialmente se abrió un espacio virtual para que la gente mandara fotos que<br />
tuvieran que ver con el espacio público. Las fotos no eran pensadas como obras<br />
de arte, precisamente para evitar el tipo de fotos que tomaría un típico estudiante<br />
de fotografía; las fotos debían ser un registro de lo que estaba sucediendo<br />
en la <strong>ciudad</strong>. En esta primera parte participaron como sesenta personas y últimamente<br />
he estado trabajando con el material que ha salido de Cali, Buenos<br />
Aires y San Sebastián, siguiendo ese mismo patrón de los recorridos.<br />
¿Cómo funcionan esos talleres?<br />
Se arma un grupo de no más de veinte personas y se hace un recorrido por<br />
un espacio que escogemos. Primero se hace el recorrido sin cámara y les doy<br />
unas herramientas teóricas. Hacemos lecturas claves: Henry Lefebvre, que<br />
210 e n t r e v i s t a s
sacudió el racionalismo arquitectónico al develar que las utopías modernas<br />
hicieron del suelo urbano una mercancía, y Michel de Certeau, para enfatizar<br />
que el espacio está concebido desde el urbanismo, pero el caminante escribe<br />
un texto sobre él. Leemos estos autores, entre otros. Así, los talleristas van<br />
“direccionando” la mirada con relación al espacio que han recorrido. Después<br />
del primer recorrido se vuelve a hacer otro para capturar las imágenes que<br />
cada uno prefiera.<br />
Por ejemplo, en el caso de San Sebastián –y en el marco de un<br />
observatorio comisionado por Arteleku– se propuso una experiencia<br />
del espacio público no solo como estructura física (parques, bulevares,<br />
edificios), sino también como dimensión relacional producida desde tres<br />
instancias distintas:<br />
La primera experiencia es aquella que, en su producción, está ligada<br />
a las representaciones del poder y el capital: se trata del espacio concebido por<br />
el Estado, los urbanistas y los arquitectos (proyectos de renovación urbana,<br />
bulevares, edificios emblemáticos, regulación de los flujos y prevención de<br />
conflictos). La segunda experiencia es el espacio vivido por sus habitantes a<br />
través de símbolos, imágenes e intercambios. Allí se puede constatar cómo<br />
una imagen de <strong>ciudad</strong> es construida colectivamente a partir la experiencia<br />
y el diálogo entre las observaciones de cada <strong>ciudad</strong>ano y la forma como se<br />
apropian de lugares específicos para cargarlos de sentido y significado. Por<br />
ejemplo: ¿qué representa para cada <strong>ciudad</strong>ano el espacio público?, ¿es lugar<br />
de encuentro o de paso?, ¿es público o privatizado? Por último, tenemos<br />
el espacio practicado, es decir, los modos en que cada <strong>ciudad</strong>ano habita,<br />
recorre e interpreta el espacio de la <strong>ciudad</strong> 51 .<br />
El punto de partida para este recorrido en San Sebastián fue elKursaal,<br />
edificio diseñado por el arquitecto Rafael Moneo para la realización de<br />
congresos y actividades culturales. A un costado de la desembocadura del<br />
río Urumea, en el Cantábrico, se levanta este edificio de vidrio translúcido,<br />
como un intento –según el arquitecto– por “perpetuar la geografía y, en la<br />
medida de lo posible, subrayar la armonía entre lo natural y lo artificial”.<br />
El Mercado de San Martín es un espacio público transformado:<br />
de mercado municipal de frutas y verduras, carne y pescado, después<br />
de su intervención se convirtió en centro comercial con las marcas de las<br />
principales franquicias internacionales.<br />
51 Estas tres instancias se relacionan con los planteamientos de pensador francés Henri Lefebvre en su<br />
obra La producción social del espacio, en la que propone desfetichizar el espacio para dejar de percibirlo<br />
como dimensión inerte y predeterminada: el espacio es algo vivo y dinámico, que se produce e instituye<br />
no solo desde la normatividad del Estado y el diseño de urbanistas y arquitectos, sino también<br />
desde las vivencias cotidianas (imágenes, percepciones, representaciones) y los modos que tiene el<br />
<strong>ciudad</strong>ano común de practicarlo y observarlo.<br />
c i u d a d e s p e j o 211
Parking subterráneo del Mercado San Martín: situación fantasmagórica<br />
en la presentación de ciertos elementos: la antigua muralla<br />
aparece por un lado detrás de un cristal, bajo una luz amarilla, tal como<br />
si de una vitrina que muestra una ruina se tratase. En otro lugar aparece<br />
sin ninguna protección supurando agua.<br />
Descubrimos un museo histórico que muestra la evolución de la<br />
<strong>ciudad</strong> de Donostia a lo largo de diferentes siglos, mediante representaciones<br />
bidimensionales en una de las paredes del parking del Mercado.<br />
Por un lado dan visibilidad a este hecho, pero de una forma invisible a<br />
la vez que peligrosa, ya que no es posible verlo porque hay un continuo<br />
tránsito de vehículos.<br />
El Boulevard: el mobiliario urbano y las bancas para sentarse,<br />
cambiaron de diseño con la finalidad de que no se pueda dormir sobre<br />
ellos. Otra vez un proceso de higienización del espacio público, en aras<br />
de invisibilizar lo que no es agradable para el ojo del transeúnte. Esconder<br />
la pobreza y la miseria para no herir sensibilidades o provocar<br />
incomodidad en el <strong>ciudad</strong>ano.<br />
La Plaza de la Trinidad: el espacio es un patio abierto que queda<br />
a un lado de la parte trasera de una iglesia, al otro con un Museo, en lo<br />
alto una sociedad gastronómica, en la parte de atrás naturaleza salvaje<br />
y en el frente una casa y algunos bares.<br />
Antes era un lugar de encuentro de diferentes grupos sociales.<br />
Era el punto de encuentro de los jóvenes, donde se reunían a veces<br />
para alguna asamblea o simplemente como lugar de ocio. Compartían<br />
el espacio con niños y “chavales” que jugaban en la cancha de<br />
baloncesto y con los padres que se reunían mientras que los niños<br />
jugaban. Un día se decidió que era un sitio conflictivo y se puso una<br />
impresionante valla negra, que a la noche está bajo llave, imposibilitando<br />
el acceso. Los motivos para instalarla fueron, entre otros,<br />
que era un zona por donde la gente se podía escabullir en caso de<br />
altercados callejeros. Los padres también protestaron porque veían<br />
amenazada la seguridad de sus hijos en ese ambiente con jóvenes<br />
que beben o fuman, inmigrantes que alborotan... en fin, la diversidad<br />
que el espacio público puede albergar. Así que ahora se sentirán más<br />
tranquilos, con sus pequeñuelos encerrados en una prolongación de<br />
lo que en realidad la escuela y el hogar ya les ofrece: un espacio para<br />
protegerse de los males del mundo.<br />
¿Estos ejemplos de San Sebastián pretenden desenmascarar los procesos de<br />
globalización que borran lo local?<br />
Sí.<br />
212 e n t r e v i s t a s
¿Usted en sus recorridos sólo hace fotografías, o también hace video?<br />
No, video no he hecho porque no me interesa tanto; más que el video, me<br />
interesa capturar sonido sin imágenes; me interesa lo que va más allá de<br />
la imagen.<br />
¿Cómo es entonces esa relación entre relato, sonido e imagen en su trabajo?<br />
Los relatos son material para crear archivos alrededor de la historia<br />
del lugar.<br />
Cuando lo oigo hablar sobre su trabajo y veo los registros de sus recorridos,<br />
me parece interesante la diferencia que hay entre captar un objeto y captar<br />
una situación en una fotografía. Las fotografías de sus recorridos por la<br />
carrera Séptima de Bogotá me parece que no buscan registrar objetos sino<br />
capturar, yo diría entender, una situación, captar lo que está pasando entre<br />
personas y vitrinas y cosas.<br />
Es complicado captar las situaciones primero, porque uno tiene que<br />
estar ahí y hacer parte de ella; si eso se logra se gana mucho. Segundo,<br />
porque al querer capturar una situación, muchas veces la fotografía<br />
resulta insuficiente.<br />
Entonces ¿cómo entiende la fotografía?<br />
Como dispositivo para capturar situaciones, cosas, personas, objetos.<br />
Cuando supe que etimológicamente “concepto” quiere decir “asir fuertemente”,<br />
pensé en la fotografía como dispositivo de caza, una percepción<br />
que se vio reforzada cuando leí que “investigar” viene de vestigio, que<br />
quiere decir: seguir las huellas de la presa....<br />
Le propongo que hagamos entonces un recorrido por las diferentes formas de<br />
exhibición que usted ha practicado. Constelaciones, la primera vez que la vi,<br />
estaba presentada en una galería y era una serie de fotos en la pared.<br />
Las primeras Constelaciones estaban diseñadas para mostrarlas por internet,<br />
luego las expuse en una galería, pero finalmente comprendí que no era<br />
un buen espacio para esas fotos.<br />
¿Por qué?<br />
Porque las imágenes las entiendo más como documento que como obra. Es<br />
decir, al imprimirlas y montarlas sobre una superficie dura y exponerlas se<br />
transforman en algo muy distinto, adquieren una connotación artística y<br />
c i u d a d e s p e j o 213
estética que no me interesa para nada. En Internet o proyectadas en un videobeam<br />
–como se hizo en MDE07– conservan el carácter documental.<br />
Sin embargo, en el Salón Nacional del 2006, las imágenes<br />
acompañaban un diagrama geométrico de la <strong>ciudad</strong> y las fotografías<br />
entonces adquirieron un papel diferente: la fotografía tuvo un carácter<br />
de registro paralelo y los diagramas trajeron al museo de manera<br />
abstracta la carrera séptima.<br />
Me acuerdo muy bien de ese rectángulo negro que instaló sobre la pared en el<br />
Archivo de Bogotá: su idea era “traer” en ese rectángulo la forma abstracta<br />
que tiene la carrera Séptima vista desde arriba, que permite además constatar<br />
la presencia de un urbanismo geometrizante y, por otro lado, las fotografías<br />
eran las encargadas de mostrar los acontecimientos. ¿Algo así?<br />
Sí. Pero en realidad la abstracción no está en el diagrama sino que siento<br />
que en la Séptima encontré un principio organizativo que tiene la <strong>ciudad</strong>.<br />
Es decir, la Séptima es el patrón inicial de ciertas formaciones que hay por<br />
toda la <strong>ciudad</strong>. Por ejemplo, todos los barrios tiene su pequeña Séptima,<br />
su calle comercial; por eso llegué a la conclusión de ver a la Séptima como<br />
un esquema esencial de todo Bogotá.<br />
Usted es como un nuevo estructuralista.<br />
Un “espacialista”, si esa palabra existe. Mi preocupación sigue siendo el<br />
problema del espacio; el problema de comprender el espacio donde uno<br />
está. Para tratar de modificar el entorno se debería pensar en cómo el recorrido<br />
puede cambiar a las personas en relación con el espacio urbano.<br />
Antes de transformar la <strong>ciudad</strong> a nivel físico hay que cambiarla a nivel<br />
de sentido.<br />
¿Pensar en un urbanismo a partir de los recorridos?<br />
Si entendemos el urbanismo como la producción del espacio desde el Estado<br />
y el capital, la forma como lo recorremos es otra manera de producir<br />
el espacio. Es leer críticamente el texto de los urbanistas.<br />
De todas maneras su concepto de espacio ha cambiado.<br />
Claro que sí; antes mi concepto de espacio se centraba en lo abstracto y<br />
casi lo microfísico-abstracto. Ahora, el espacio cotidiano es algo que está<br />
empezando a aparecer con los flujos de la gente y las fuerzas que mueven<br />
los elementos dentro de él. A mí me cautivan las fuerzas y puntos de<br />
tensión que se crean en las calles.<br />
214 e n t r e v i s t a s
Llegó un momento en que la llamada “abstracción” no era más que<br />
un representación que no lograba re-presentar lo que vivía en la <strong>ciudad</strong>, en<br />
sus calles, en la forma como la recorría. La abstracción se quedaba bastante<br />
corta y, en últimas, perdía todo su sentido.<br />
Le pregunto por la manera como ha exhibido su trabajo porque me parece que<br />
es un tipo de experimentación con la exhibición. Me parece que sintetiza su<br />
trayectoria con relación al museo. Usted empezó a mostrar en GAULA en el<br />
90, un espacio que quería romper con la idea de museo y convertirse como en<br />
un laboratorio espacial, aunque suene a la NASA.<br />
Luego se volvió muy crítico con el museo, lo abandonó y no quiso saber nada de<br />
él por un tiempo. ¿Ahora ha vuelto a él para moverle un poco los cimientos? Me<br />
refiero a ese juego de palabras que está en sus obras y en sus comentarios: El museo<br />
fuera de lugar, el museo en la calle, el museo en un centro comercial o el centro<br />
comercial en un museo… ¿Cómo ha evolucionado en usted la idea de museo?<br />
Ha pasado de ser una institución con un discurso, un edificio y una misión<br />
formativa, a ser la sede de un institucionalismo corporativo donde priman<br />
los indicadores cuantitativos (entre más público, mayor apoyo estatal y<br />
privado), donde la capacidad de generar reflexión está siendo reemplazada<br />
por la de producir entretenimiento.<br />
¿Cómo se imagina el museo del próximo siglo?<br />
Salvo uno que otro museo histórico, me los imagino haciendo parte de un<br />
centro comercial, algo así como un híbrido donde finalmente convergen las<br />
prácticas expositivas y fantasmagóricas del pasaje y la feria universal.<br />
Volvamos a la calle. Así como me describió lo que sucede en los barrios de<br />
Bogotá con sus Constelaciones, descríbame la carrera Séptima.<br />
Para mí la carrera Séptima es el corazón de la <strong>ciudad</strong>; es el centro cargado<br />
y denso. En mi niñez la veía tan<br />
moderna y ahora la veo como una<br />
escenografía de una modernidad<br />
que no se cumplió y que es habitada<br />
por la misma gente y casi en<br />
las mismas condiciones en que<br />
siempre la habitó. Las prácticas de<br />
espacio que tiene ahora la Séptima<br />
tienen que ver con la modernidad<br />
y a la vez la niegan; Es un espacio<br />
con una tensión muy fuerte. Jaime Iregui. Escenas de caza. 2000.<br />
c i u d a d e s p e j o 215
Hay una relación en su trabajo entre arte y comunicación. Siempre le ha<br />
interesado crear redes de comunicación. Me acuerdo de su proyecto TANDEM.<br />
¿Qué matices en la manera de comunicarnos encuentra ahora en los recorridos<br />
y las derivas por la <strong>ciudad</strong>?<br />
En realidad el problema que se le presenta a uno como artista es estructural<br />
y relacional con el espacio, y allí aparece la dimensión comunicativa. Si tú<br />
revisas las vanguardias puedes ver que todos estos grupos artísticos publicaban<br />
revistas como un intento de plataforma para cambiar el mundo. Hoy en<br />
día, pienso que las publicaciones son esa misma plataforma que, obviamente<br />
no van a cambiar el mundo, pero se enfrentan el problema de generar tipos<br />
de relaciones diferentes. En esa medida el Internet es una herramienta que<br />
funciona muy bien porque resuelve problemas espaciales y vincula horizontalmente<br />
a más personas atravesando los límites; Internet es espacio sin<br />
estructuras arquitectónicas; es un espacio de reflexión; a mí lo que me interesa<br />
es crear esferas públicas como espacios de discusión.<br />
No podría dejar de preguntarle por su experiencia como invitado a la<br />
Documenta de Kassel en el 2007. ¿Cómo vio y cómo evalúa ahora ese aparato<br />
sofisticado de exhibición?<br />
En mayo del 2006 recibí por correo electrónico un mensaje de Cordula<br />
Daus, coordinadora editorial de D12M, (Documenta 12), donde me decía<br />
que estaban muy interesados en que Esfera Pública participara en el proyecto.<br />
Este correo me llegó de forma imprevista, pues no tenía conocimiento<br />
de que Documenta estuviese trabajando en torno a propuestas editoriales<br />
independientes. Es más, cuando recibí el correo, pensé que era una broma<br />
de algún miembro de Esfera.<br />
Desde ese momento se dio un diálogo constante con Cordula<br />
Daus, donde intercambiábamos opiniones tanto sobre los modos de<br />
discusión de Esfera Pública, como sobre los planes que tenían en torno<br />
a D12M, entre ellos el de una plataforma on line que diera cabida a las<br />
contribuciones de las publicaciones invitadas.<br />
Para las posibles contribuciones de Esfera Pública, lo primero que<br />
hice fue enviar una invitación a todos sus miembros para que, en caso<br />
de estar interesados en reflexionar a partir de los temas de Documenta,<br />
enviasen sus propuestas. Igualmente, así estas preguntas pudiesen resultar<br />
interesantes, lo importante era contextualizarlas, repensarlas y, en<br />
lo posible, redefinirlas en relación con el contexto local.<br />
La participación de Esfera Pública en las actividades de Documenta<br />
12 en Kassel se desarrolló en varios niveles: las reuniones entre los editores<br />
para concretar temas a discutir e intercambiar experiencias, la exposición de<br />
216 e n t r e v i s t a s
los magazines en el Documenta Halle y, por último, la presentación pública<br />
de cada proyecto en una serie de paneles llamados lunch lectures.<br />
Dado que hubo más de ochenta proyectos invitados, el equipo de<br />
Documenta 12 magazines (D12M) programó las presentaciones a lo largo<br />
de los cien días que dura Documenta 12. Para el caso específico de Esfera<br />
Pública, su presentación se hizo en una serie de lunch lectures que con el<br />
título de Paper and píxel reunió experiencias que utilizan tanto plataformas<br />
on line como impresas y buscaba, a su vez, resaltar sus implicaciones en<br />
la esfera pública del campo artístico y cultural.<br />
La exposición de los magazines en el Documenta Halle (del 16<br />
de junio al 23 de septiembre) había causado más de una pregunta por<br />
parte de los participantes: ¿cómo presentar unos proyectos cuyo valor es<br />
más discursivo que expositivo?, ¿se trata de promocionar con volantes<br />
y afiches las publicaciones, o de propiciar la lectura de sus contenidos?,<br />
¿van a estar la publicaciones complementadas con presentaciones por<br />
parte de sus editores, charlas y discusiones, o se van a disponer como<br />
objetos artísticos?<br />
Finalmente se optó por una forma de presentación muy sencilla<br />
(nada de volantes, afiches y videobeams) donde lo que se privilegia no<br />
es la promoción sino el acceso a los contenidos. Para los magazines impresos<br />
el asunto era relativamente sencillo, pues se trataba de seleccionar<br />
un número del magazine y disponerlo en la mesa.<br />
Para Esfera Pública se pensaron varias posibilidades, entre ellas un<br />
computador para que el público la accediera directamente o una versión<br />
impresa de los debates y contribuciones con que participó Esfera Pública<br />
en D12M. Se optó por ambas, pues permite la lectura de las contribuciones<br />
en un formato electrónico, y en uno impreso directamente de la<br />
red, tal y como queda cuando los usuarios de Esfera Pública imprimen<br />
en sus casas los debates o artículos de su interés.<br />
La plataforma on lin (Documenta magazines on line journal) reúne<br />
las contribuciones de todos los participantes y es la fase de D12M que<br />
está pensada más a largo plazo, pues seguirá abierta de forma indefinida<br />
una vez termine la exposición. Aunque se pensó –ver entrevista a<br />
Cordula Daus– que además de espacio de intercambio de contenidos,<br />
lo sería también de debates; éstos no se han producido todavía, en parte<br />
porque entró a funcionar más tarde de lo proyectado, y por la gran<br />
cantidad y diversidad de contribuciones. La plataforma es por ahora un<br />
archivo cuyos contenidos se organizan a partir de las pregunta o leitmotifs<br />
planteados por Documenta 12.<br />
Habrá que esperar un tiempo para ver cómo es apropiada por<br />
los proyectos involucrados y los lectores, pues tanto las dinámicas de<br />
c i u d a d e s p e j o 217
discusión, como el intercambio y articulación de nuevos temas, preguntas<br />
y contenidos es algo que, a estas alturas, se ha de producir desde el<br />
público y los mismos espacios participantes.<br />
¿Después de su experiencia en Kassel cómo concibe el proceso<br />
de curaduría?<br />
En Kassel se trató de pensar la exposición como medio, como<br />
vehículo para la producción de una esfera pública. De pronto lo más<br />
interesante era que Roger Buergel –su director– concebía la disposición<br />
de las obras en constelaciones, pero lo dejaba abierto al espectador. No<br />
había esa necesidad de guión en el que apareciera una y otra vez la obra<br />
y su vínculo con el país de origen. Es decir, se buscaba una relación<br />
directa con la obra al omitir en fichas y catálogo la nación de donde<br />
venían. Era como darse un descanso luego de más de una década de<br />
obra que venían con su “kit” etnográfico: Colombia = problema social<br />
= violencia = narcotráfico...<br />
218 e n t r e v i s t a s
Entrevista a Rosario López<br />
Bogotá, septiembre de 2006<br />
Rosario López. Mapa de Bogotá. Esquinas Gordas. 2000.<br />
En una entrevista anterior hablamos de objetos, materia, espacio y vacío. En<br />
esta ocasión quiero que hablemos de la fotografía y de las Esquinas gordas del<br />
año 2000. Antes de este proyecto ya era importante para usted la fotografía.<br />
Algunos de sus estudiantes la recuerdan por sus ideas iluminadoras sobre ese<br />
tema y fue curadora de una exposición en la Galería Santafé de Bogotá que trajo<br />
a cuento una reflexión sobre fotografía y objeto, inédita en nuestro medio.<br />
En este proyecto fue muy interesante la posibilidad de replantear la fotografía<br />
como objeto. Con esto quiero decir que la fotografía remplaza en<br />
c i u d a d e s p e j o 219
el interior del museo, al objeto escultórico. La fotografía en este proyecto<br />
era una forma de tomar posición frente a “lo escultórico”. Creo en la propuesta<br />
de Rosalind Krauss de expandir el espacio y los propios términos<br />
de la definición de escultura; de expandir el pensamiento escultórico; de<br />
expandir los parámetros tradicionales en los que se basa la definición de<br />
escultura. Por ejemplo, que sostiene por sí misma, que está en un pedestal,<br />
que es transparencia o solidez, en fin, los parámetros clásicos pueden<br />
ampliarse y redefinirse. En un conjunto de fotografías como estas de las<br />
Esquinas gordas, pueden estar condensadas propiedades tales como el peso,<br />
el volumen, la ubicación. Lo que sucede en el recuadro fotográfico conecta<br />
al espectador con un lugar. Puede crear la experiencia de lugar.<br />
Lo escultórico, en esta definición ampliada, puede no construirse,<br />
no fabricarse; puede en cambio sí fotografiarse, y traducir los gestos de<br />
una problemática escultórica.<br />
La fotografía es un problema de situación del objeto. En la fotografía<br />
uno ve el objeto en relación con los detalles del contexto, las alcantarillas,<br />
las rejas, los grafitos. Es diferente y fue diferente en el museo en esa oportunidad,<br />
porque al construir una “esquina gorda” en el museo el espectador<br />
se acercaba a su tamaño y a su textura pero era una forma sin contexto.<br />
Siempre he pensado que la fotografía va más allá de la documentación.<br />
Es, ante todo, una constatación de lugar en toda su complejidad.<br />
Y ya que estamos hablando del recuadro fotográfico yo agregaría<br />
algo más, y es que a mí me parece que en este caso, el hecho de enmarcar<br />
las fotografías contribuye aún más a la separación del objeto del espacio<br />
como una pieza escultórica. Entonces yo puedo argumentar que el marco<br />
es el que señala y le da la validez como una pieza artística a la fotografía;<br />
por eso las fotos de “las esquinas gordas” fueron ampliadas manualmente<br />
en el laboratorio y fueron enmarcadas para encapsularlas y conservarlas<br />
como un objeto, a pesar de haber construido algunas de las esquinas en<br />
el interior del museo. Eso también fue muy bonito porque la fachada del<br />
museo se convirtió y se desdobló para “inflar” esas esquinas, y como las<br />
esquinas estaban hechas de cemento, muchas veces la gente no reconocía<br />
que no eran parte de la arquitectura habitual del museo.<br />
Con esto llego a otro punto que me parece interesante y es la<br />
pregunta de ¿hasta dónde la geometría se ablanda? Por ejemplo: la<br />
arquitectura de Rogelio Salmona es muy cuadriculada, pero no está<br />
exenta de sufrir un cambio, como una esquina abultada o formas que no<br />
pueden estar muy controladas, y esa es una manifestación que me parece<br />
muy especial, porque yo he tratado de entender estas formas como una<br />
sucesión de fuerzas que interactúan entre sí, pero que no se rigen por<br />
parámetros geométricos.<br />
220 e n t r e v i s t a s
Hablemos del recorrido. Creo que sólo un caminante puede darse cuenta de<br />
un objeto como éste, en una esquina de una calle cualquiera en Bogotá.<br />
Claro. Dentro de un bus o un automóvil no se logra, y mucho menos se<br />
logra ver ese nivel de detalle. Yo tenía un circuito establecido: caminaba<br />
entre mi casa –que quedaba en ese momento en la calle veintidós, al lado<br />
de la Universidad Jorge Tadeo Lozano–, y el trabajo –en el Ministerio de<br />
Cultura–, que quedaba en la calle once con carrera quinta. Caminaba sin<br />
fijarme mucho en el paisaje, pero al encontrarme con estas formas inmediatamente<br />
algo hizo “clic” dentro de mí. Me remitieron a una de las obras<br />
de Robert Morris, que no tiene título, pero que son unas piezas blancas,<br />
muy geométricas, rígidas y formales en su construcción; son unas piezas<br />
minimalistas. Las esquinas gordas me interesaron como algo post-minimalista,<br />
un gesto del minimalismo totalmente criollo.<br />
En mis primeros recorridos entonces me preguntaba sobre<br />
el porqué de estas formas, por qué se repetían. Luego me decidí a<br />
timbrar en las casas y en algunas me cerraron la puerta en la cara.<br />
En mis averiguaciones en la Corporación La Candelaria entendí que<br />
este es un barrio de conservación patrimonial y que “construir una<br />
esquina” tiene algo de “ilegal”. Cambiar la fachada atenta contra “el<br />
patrimonio”. Lo paradójico es que si los vecinos continúan el color<br />
de zócalo sobre la esquina, por ejemplo, no se ven tan ilegales. La<br />
arquitectura tuvo que ceder poco a poco y adaptarse a estas formas,<br />
eso sí, camuflándolas un poco.<br />
Después pensé en otro vínculo que también me gustó mucho y<br />
fue la cercanía con la obra de Beuys. Su esquina de grasa la relacionaba<br />
con la materia contenida en la unión geométrica de los tres planos que<br />
conforman una esquina. Es como si esa unión fuera racionalmente tan<br />
forzada con respecto al cuerpo, que tarde o temprano termina cediendo<br />
la materia que hay contenida en ella. La escultura para Beuys está relacionada<br />
con el cuerpo.<br />
¿Y esos zócalos los hace la Corporación la Candelaria?<br />
No; los construyen los mismos habitantes de las casas. La Corporación<br />
les da los materiales para que conserven el patrimonio y ellos, por iniciativa<br />
propia, se preocupan por la estética del lugar. Estas esquinas<br />
son mutantes; van cambiando según el dueño de la casa o según los<br />
transeúntes. Algunas ya no existen, otras son aún más gordas o empinadas,<br />
algunas se ver erizadas por los vidrios añadidos. Lo cierto es<br />
que la gente se sigue orinando en las esquinas y los indigentes siguen<br />
durmiendo allí.<br />
c i u d a d e s p e j o 221
¿Cómo supo que estas esquinas se construían para impedir que la<br />
gente y los perros se orinaran en las esquinas, o para que los indigentes<br />
durmieran allí?<br />
Me lo contaron los vecinos; es más: varias veces tuve la oportunidad de<br />
ver la construcción de una esquina gorda en vivo y en directo.<br />
Últimamente se ha usado mucho la metodología del recorrido para hacer<br />
proyectos y crear obras de arte; personalmente pienso que el recorrido se ha<br />
vuelto algo muy simple y carente de método. ¿En qué medida cree que el<br />
recorrido es una estrategia para hacer arte?<br />
Esa pregunta me recuerda una historia que me gusta mucho. Delcy Morelos<br />
y yo tenemos una afición en común y es que nos encanta la moda, nos<br />
encanta coser y diseñar atuendos. Delcy piensa que cada vez que ella va a<br />
comprar una tela es como ir de cacería, porque le encanta dejarse atrapar<br />
por un color o por las texturas. El artista se ha convertido en un cazador<br />
que muchas veces no tiene muy claro qué es lo que está buscando, pero<br />
que se guía por el instinto y en ese punto me parece que hay que rescatar<br />
algo muy valioso y es que ningún recorrido es predeterminado, es decir,<br />
que no hay un recorrido previamente calculado sino que el artista se deja<br />
llevar; ir a la deriva sin destino alguno. Me gusta mucho que nos podamos<br />
dar el permiso de ser muy intuitivos y nos podamos dejar llevar por<br />
cualquier cosa que capte nuestra atención. Creo que esa es la razón de que<br />
surjan tantos proyectos en el espacio urbano.<br />
En este proyecto, cuando identifiqué la estrategia durante el recorrido<br />
de mi casa al Ministerio, traté de señalarlo o enmarcarlo dentro de<br />
las coordenadas de La Candelaria, ya que también hay esquinas gordas<br />
en otros lugares de Bogotá, como en la calle 53 o en la 127.<br />
Después de demarcarlo geográficamente, conseguí una fotografía<br />
aérea de La Candelaria y empecé a señalar la ubicación de cada<br />
una de las esquinas. Cuando caí en la cuenta de que en cada cuadra o<br />
cada dos cuadras había una de estas esquinas, me pareció tan bonito<br />
que pensé escribir en las fotos la dirección de la esquina para que los<br />
espectadores pudieran visitarlas. Desistí de la idea porque me pareció<br />
que la fotografía iba a quedar muy cargada de información. Se idealizaba<br />
un poco la figura y el margen de ficción que puede sugerir la<br />
fotografía se perdía.<br />
¿Cuántas fotos tomó para el proyecto?<br />
En total, hay entre 50 y 60 fotos, pero para la serie definitiva seleccioné<br />
solo 11 para exhibir.<br />
222 e n t r e v i s t a s
¿Le ha sacado mucho provecho a “lo fotográfico”?<br />
Pienso que el provecho surge de la relación que plantean la fotografía y el<br />
cine con respecto al espectador. Estas dos técnicas generan una experiencia<br />
en el espacio a través de una imagen. Lo que es interesante es el puente de<br />
observación que se establece entre el espectador y el objeto que está ahí, como<br />
documento o como registro, en el interior de un museo o de una galería. El<br />
espectador tiene que dejarse seducir por la imagen para lograr transportarse<br />
al interior del espacio. La conexión depende entonces de la cantidad de detalles<br />
que el espectador pueda reconocer en la fotografía. Así es como este<br />
recurso crea un entendimiento que va más allá de lo documental. Además,<br />
lo bueno de esto es que puede hacer un señalamiento universal, porque<br />
aunque la imagen muestre un lugar específico, la sumatoria de elementos<br />
que están reunidos en ese recuadro puede ser leída en muchos contextos.<br />
En este caso, las fotografías tienen un poder significativo específico pero si<br />
se desvinculan, cada una conserva un valor. El espectador es quien termina<br />
la composición porque yo solamente estoy dando una serie de pautas y,<br />
finalmente, es él quien determina una lectura específica.<br />
Esto me da pie para formularle una pregunta importante para el proyecto que<br />
estoy desarrollando, que a última hora tomó el nombre de Ciudad- Espejo.<br />
Con el tiempo me gustó mucho el nombre y entonces estoy en la tarea de<br />
saber de qué se trata. La primera idea que tengo sobre Ciudad- Espejo es que<br />
la gente usa la cámara de fotografía o de video como un <strong>espejo</strong>, pero como un<br />
<strong>espejo</strong> que refleja el contexto. Para usar de ejemplo su proyecto, veo el objeto<br />
y además un mundo de fuerzas sociales ¿En qué piensa cuando hablo de la<br />
cámara como un <strong>espejo</strong>?<br />
Vuelvo a insistir en que el espacio en lo fotográfico está señalando o encasillando<br />
una serie de relaciones, de elementos o de fuerzas. Lo interesante<br />
es que cuando tenemos la foto enfrente, ese <strong>espejo</strong> está funcionando porque<br />
en ese momento se articulan todas esas relaciones, se afectan y cambian de<br />
perspectiva. En realidad es uno, como espectador o como fotógrafo, quien<br />
está organizando el <strong>espejo</strong>; uno es el que edita lo que quiere ver reflejado<br />
en él. El fotógrafo también es un cartógrafo que define las coordenadas y<br />
sus líneas de proyección para establecer su propio mapa.<br />
La definición de fotografía es el <strong>espejo</strong> de la naturaleza; pero Barthes dice que<br />
la fotografía es poner en escena, mostrar, un acto teatral.<br />
Claro. Pienso que eso es lo que hace la diferencia en comparación con un<br />
fotógrafo-turista. El fotógrafo caza su presa y se va feliz con esa imagen; en<br />
cambio, el fotógrafo-artista es el que trata de organizar los elementos dentro<br />
c i u d a d e s p e j o 223
de la pequeña caja escénica que es la foto. Además, su ubicación también es un<br />
punto clave de influencia en la construcción de ese escenario. El fotógrafo “se<br />
implica” en un recorrido, en un movimiento, en un momento de quietud. Por<br />
eso los recorridos no solo son caminatas para asociar un número determinado<br />
de puntos y tomar fotos, sino que uno como artista debe lograr ponerse en<br />
relación con el espacio y con lo que hay dentro de él. Yo hablo de fotografía y<br />
de fragmento, porque los fragmentos funcionan de manera diferente dependiendo<br />
de donde yo me sitúe y, al mismo tiempo, los elementos que estoy<br />
viendo se afectan según mi movimiento y el movimiento de la escena.<br />
¿Tomó todas las fotos a la misma hora?<br />
No. Las tomas las hice a diferentes horas aunque hice varias muy temprano<br />
en la mañana, porque creo que la hora de la toma es clave para capturar<br />
lo que uno quiere. La ventaja de tomar las fotos por la mañana es que no<br />
hay tráfico vehicular o demasiada gente en las calles, y yo no quería la<br />
presencia de un sujeto porque la esquina gorda era el cuerpo y, además,<br />
era el cuerpo de la negación a una acción.<br />
¿Alguna vez oyó hablar a la gente por las calles sobre estas esquinas? o, ¿alguna<br />
vez le preguntaron qué estaba haciendo cuando la veían tomar las fotos?<br />
No exactamente; a los que les causó mucha sorpresa fue a los arquitectos<br />
de la Corporación La Candelaria, porque les parecía que yo estaba perdiendo<br />
el tiempo tomándoles fotos a estas esquinas. Además, para ellos<br />
esas esquinas son una piedra en el zapato y es hasta cómico porque las<br />
llaman “retrocesos de fachada”; por eso su actitud hacía ellas siempre era<br />
despectiva, y hasta estaban pensando en removerlas.<br />
Antes de este proyecto de las esquinas gordas ¿ya había trabajado la <strong>ciudad</strong><br />
como objeto artístico?<br />
No. Antes de este proyecto venía trabajando con el paisaje y las trampas<br />
de viento; venía trabajando en hacer un señalamiento del vacío. Las esquinas<br />
gordas se dieron en un momento importante para mí, que fue cuando<br />
abandoné mi casa y todo el ambiente familiar para irme a vivir sola en el<br />
centro de la <strong>ciudad</strong>. Mi trabajo en ese momento era el de una burócrata en<br />
el Ministerio de Cultura, y como no tenía taller en mi casa, la única manera<br />
de continuar vinculada con mi trabajo artístico la encontré en la documentación<br />
fotográfica. Me inspiré en lo más próximo en ese momento y, ya ves,<br />
descubrí esas relaciones entre lo escultórico y la nueva <strong>ciudad</strong> que se abría<br />
para mí. Siento que me apropié realmente de ese espacio y que a su vez el<br />
espacio se apoderó de mí.<br />
224 e n t r e v i s t a s
Después de la Bienal me di cuenta de que ya no quería volver a<br />
trabajar con la <strong>ciudad</strong>, porque descubrí que se estaba convirtiendo en una<br />
plataforma para mostrar y relatar la “porno-miseria”. Volví entonces sobre<br />
mis pasos y retomé el paisaje. Estuvo bien porque de cierta manera eso hace<br />
que el trabajo de las esquinas sea especial. Muchos piensan que la idea de<br />
trabajar con el paisaje es una idea hasta cursi; yo pienso que en un espacio así<br />
se pueden identificar los mismos problemas que se identifican en la <strong>ciudad</strong>,<br />
solo que las relaciones que aparecen en la fotografía son otras; pero siempre<br />
se trata de la existencia del vacío y el señalamiento del cuerpo.<br />
Pedagógicamente hablando, ¿cómo aborda el problema de la <strong>ciudad</strong> en sus clases?<br />
Yo nunca hablo de <strong>ciudad</strong>, ni de contexto ni de espacio; abordo el problema<br />
escultórico desde la materia; entonces la materia empieza a crecer y a apropiarse<br />
del lugar. De esta manera los estudiantes, a través de la repetición, la<br />
modulación y el ablandamiento de la geometría, van conformando con el<br />
material elementos que empiezan a tomar vida propia al ocupar un espacio,<br />
y la relación entre objeto y espacio se va dando por sí sola. Dejo que partan<br />
de lo más propio y de lo más intuitivo para crear una red de conexiones que<br />
más tarde tomará forma en el espacio o en su cuerpo, que tiene su estructura,<br />
que puede ir del interior hacia el exterior o del exterior hacia el interior.<br />
Durante el tiempo que estuvo en Londres, ¿pudo comparar<br />
a Londres con Bogotá?<br />
Claro. En Londres tenía la sensación de estar todo el tiempo en San Victorino<br />
porque hay mucha gente y demasiada información por todas partes; a mí<br />
me hacía mucha falta el paisaje, y la única relación que tenía con el paisaje<br />
era el pequeño jardín de la casa donde vivía. Entonces me llamaba mucho la<br />
atención el esfuerzo de los ingleses por domesticar ese paisaje, mientras que<br />
en Bogotá uno ya tiene la oportunidad de ver los cerros y las montañas de<br />
una manera espontánea. Yo creo que mi añoranza más fuerte estuvo ahí, en<br />
esa falta de paisaje; obviamente también sentí que estaba en una cultura que<br />
no me pertenecía y en una lejanía constante. Entonces, todos los ejercicios<br />
que desarrollé allá estaban cargados de esa nostalgia por el paisaje y por las<br />
señales que estaban presentes en el escenario del que hablábamos antes; ahí<br />
descubrí algo muy bonito y fue la construcción de imágenes por medio de<br />
una superposición de planos, y llegué a la conclusión de que esta técnica,<br />
por decirlo de algún modo, venía propiamente del Renacimiento, donde se<br />
lograban unos espacios interiores que al mismo tiempo estaban conectados<br />
con el paisaje, donde ocurrían un montón de cosas. De esta forma el espacio<br />
exterior se idealiza, mientras que dentro de la escena doméstica pasan cosas<br />
c i u d a d e s p e j o 225
dramáticas. Yo creo que de ahí surge la necesidad de construir un espacio ideal<br />
donde yo puedo ensamblar los elementos uno tras otro para que todo ocurra<br />
en el interior del recuadro, y así sea un recuadro en video o en fotografía, existe<br />
un margen de realidad a partir del borde hacia adentro y hacia afuera.<br />
¿Me está planteando que el pensamiento artístico decide qué es exterior o qué<br />
es interior, y cambia el punto de vista de objetivo a subjetivo y viceversa?<br />
Claro, porque el movimiento siempre está sugerido por la imagen, y en ese<br />
aspecto es fundamental que el espectador no sea meramente un espectador<br />
pasivo sino que tiene que ser alguien que tome partido para poder conectarse<br />
con esas imágenes; de lo contrario la lectura no va a ser completa.<br />
¿Qué es Bogotá para usted?<br />
Yo siento a Bogotá muy orgánica: se expande, se contrae; la siento como<br />
algo totalmente amorfo porque en realidad no existe ninguna planeación<br />
espacial; pero precisamente eso es lo que me gusta de Bogotá. Yo creo que<br />
Bogotá es como una esquina gorda que se instaura en unos límites que no<br />
le dan cabida y se va abultada.<br />
226 e n t r e v i s t a s
Entrevista a José Alejandro Restrepo<br />
Bogotá, 1998<br />
José Alejandro Restrepo. Atrio y Nave Central. Video- Instalación. Atrio. Fragmentos del video. 1996.<br />
“Quiero hablar de la pieza que voy a presentar en la Bienal del Museo de<br />
Arte Moderno de Bogotá. Me encanta porque tiene que ver con esa manera<br />
increíble como aparecen los proyectos. Todavía ni siquiera sabes que son<br />
obras pero están allá guardados desde hace diez o quince años. Comienzan<br />
a conjugarse hasta que finalmente llegan a su punto de madurez en el<br />
momento justo y no antes. Me parece maravilloso que vayas archivando<br />
en una memoria ideas, imágenes, vivencias que empiezan a combinarse de<br />
pronto. Es lo que les digo a los alumnos: hay que dejar el afán y permitir<br />
que las ideas se vayan decantando en procesos largos.<br />
Este trabajo viene desde la adolescencia y tiene que ver con mi<br />
fascinación por las mujeres: un ser extrañísimo y encantador. Comparando<br />
a los hombres y a las mujeres que he ido conociendo a través del<br />
tiempo, ellas me deslumbran y por el contrario los hombres me parecen<br />
cada vez más predecibles y aburridos.<br />
Pero esa fascinación tiene que ver también con un problema<br />
metafísico muy importante para mí, y es la imposibilidad de llegar o<br />
de acceder a “otro”. Una vez tuve una experiencia sorprendente y maravillosa<br />
a la vez. Fui a San Basilio de Palenque, como en el año 91, y en<br />
medio de ese calor infernal le pregunté a unos niños dónde quedaba el<br />
río para darme un chapuzón. Seguí las señas y llegué a un río bellísimo<br />
y de pronto empiezo a ver una cantidad de mujeres desnudas… en el<br />
c i u d a d e s p e j o 227
agua… divinas, peinándose unas a otras, y enjabonándose la espalda.<br />
Estaba paralizado frente al espectáculo, cuando una anciana vino hacia<br />
mí con un tabaco en la mano, gesticulando y dando gritos en su lengua<br />
bantú, regañándome, me imagino, porque estaba invadiendo ¡el gineceo!<br />
¡Porque eso era un gineceo!, ¿me entiendes? El lugar íntimo de las<br />
mujeres absolutamente prohibido para hombres, al que yo de pronto<br />
entré. Me fui, claro, con vergüenza, dando toda clase de excusas. Lo<br />
maravilloso de la historia es que yo sé que hay gineceos y según mi<br />
punto de vista, enriquece la manera como tú, hombre, te relacionas con<br />
el mundo de la mujer.<br />
Pero esta experiencia se teje poco a poco con muchas otras. Por<br />
ejemplo con un mito griego que siempre me ha impactado, que es el de<br />
Diana y Acteón. Diana, la mujer inaccesible, cazadora, intrépida, hermosa<br />
mujer, y Acteón, que ha conquistado a todas las mujeres, menos a Diana.<br />
Acteón se inventa una estratagema y se disfraza de venado para observarla<br />
en el momento en que Diana toma sus baños (fíjate de nuevo el<br />
agua). La observa pero no la toca; su goce es simplemente ver su cuerpo<br />
desnudo. Mientras él está en ese éxtasis, casi místico, no cuenta con los<br />
perros furiosos que la acompañan y que finalmente lo devoran.<br />
Y mira como las cosas se entrelazan: aquí en Colombia tenemos unos<br />
dispositivos sexuales que me parecen encantadores y son las residencias<br />
de Chapinero y del Centro. Su sofisticación logística es lo que podríamos<br />
llamar la estética de la desaparición y el disimulo; las materas y el bambú<br />
en el andén y el “lujo” de los pisos de mármol y las paredes de <strong>espejo</strong>…<br />
Los relacioné con el mito y fue el momento de ponerlos en escena.<br />
El trabajo tiene que ver entonces con esos intersticios de la vida<br />
cotidiana que aparecen de pronto y te permiten entrar al mito. Como<br />
ese encuentro en San Basilio de Palenque: pasé de la anécdota al mito<br />
atemporal, a-histórico. O como los que se encuentran en esta <strong>ciudad</strong>. Esos<br />
pasajes por donde te cuelas, que yo quiero convertirlos en entradas, no<br />
a un mundo profano, sino a un mundo mítico. La obra se llama Atrio y<br />
Nave Central, como los espacios de una catedral.<br />
Ya en el museo te encuentras con una entrada, como la de los<br />
hotelitos que te cuento, camuflada con materas en bambú y cuatro monitores<br />
en el piso con una imagen continua de parejas que pasan frente<br />
a la puerta y desaparecen. Se oye el sonido de la calle y de los carros.<br />
Entras a un cuarto oscuro con dos monitores, uno en el piso con el agua<br />
corriendo sobre el pubis de una mujer, y otro vertical con la mirada del<br />
ciervo nervioso. Y se oye la música: un aria de Isolda, seguida por truenos,<br />
la tormenta y, finalmente, el ladrido de los perros. Va a sonar a todo<br />
volumen para que de verdad el sonido sea un choque.<br />
228 e n t r e v i s t a s
¿Qué es el mito para usted?<br />
El mito es un aparato de visión. Una manera de ver bajo otra luz o desde<br />
otra perspectiva de tal manera que las cosas adquieren una significación<br />
distinta. En la historia de occidente, a partir del Renacimiento, se dejaron<br />
algunos conocimientos ocultos, entre ellos los mitos, porque a la luz de la<br />
razón no eran de fiar. Sin embargo siguieron allí como substrato rescatado<br />
por algunos movimientos, como el de los simbolistas. Ahora ha empezado<br />
a ser reconsiderado pero no como mentira o como verdad; el mito evade la<br />
trampa racionalista y se convierte en una alternativa para la historia. Está<br />
al lado del problema. No se trata de imponer el mito sobre la razón; simplemente<br />
cuando hay realidades complejas, como ciertos episodios de crueldad<br />
que exceden cualquier explicación “lógica”, es cuando aparece esa fisura,<br />
y me atrevo a pensar en santa Bárbara o en Diana y Acteón, que son como<br />
diásporas que proyectan el problema y le dan múltiples significados.<br />
El mito también es un problema musical. Lévi-Strauss encontró<br />
analogías entre mito y música primero, porque tienen una naturaleza discontinua,<br />
aparecen y desaparecen en intervalos de tiempo. Y segundo, porque al<br />
ser interpretados por diferentes culturas tienen que ver con la composición.<br />
Los mitos están ahí para ser reinterpretados” (Gutiérrez, 2000).<br />
c i u d a d e s p e j o 229
Entrevista a Miguel Ángel Rojas<br />
Bogotá, 2000 52<br />
Miguel Ángel Rojas. Corte en el ojo. Video. Fragmentos del video. 2000.<br />
Corte en el ojo es un video de 12 minutos que usted hizo en el año 2000.<br />
Es clave ese título. Sin querer psicoanalizarlo, “después del golpe” (“aprés<br />
cup”), para algunos psicoanalistas quiere decir que algo que ocurrió en el<br />
pasado, algo que dejó un golpe, un corte, una herida sentido de pronto en<br />
el presente. Para Hal Foster, la historia del arte debería contarse solamente<br />
volviendo a esos cortes que quedaron por ahí. Y si son cortes en el ojo…<br />
imagínese lo interesante.<br />
Antes del arte está el sufrimiento. Yo les decía a mis estudiantes que sacaran<br />
provecho de las experiencias negativas y muchas veces como chiste he<br />
52 Este es un aparte esencial de la entrevista de Miguel Ángel Rojas, en proceso de publicación.<br />
c i u d a d e s p e j o 231
dicho que si no sufrí me corto para poder hacer arte. Hablando en serio,<br />
el arte viene del dolor.<br />
Entremos al teatro Faenza de Bogotá donde usted tomó su serie de fotografía<br />
en 1979. François Truffaut dice que entrar a cine tiene que ver con evitar el<br />
aburrimiento y Andrés Caicedo escribió que es una forma de vivir la soledad.<br />
Me encontré con una frase más posmoderna porque es toda una apuesta por<br />
la ficción, una frase de Ricardo Silva que dice que el cine le devuelve a uno las<br />
horas que se pierden en la vida. Me acuerdo de una frase suya en una de las<br />
fotografías del Faenza: una y otra vez las tardes suspendidas:¿qué era para<br />
usted entrar a cine por las tardes?<br />
Entrar a cine es vivir la vida ajena; es enriquecer la vida propia con la<br />
vida ajena.<br />
¿Y entrar a la sala de cine a buscar un encuentro sexual?<br />
Evasión. Yo tenía problemas emocionales, conflictos con el medio y, a la<br />
excitación de encontrar satisfacción sexual en el lugar, se sumaba también<br />
el deseo de evadir lo que tenía que afrontar.<br />
Cómo era ese ritual de ir a las salas cine. Cuénteme sobre los días, las horas:<br />
¿siempre iba solo?<br />
Sí, siempre iba solo a principios de la tarde porque había menos gente y<br />
era mas fácil pescar.<br />
¿Por qué el Faenza?<br />
Porque era el teatro más propicio para esos encuentros. Yo de todas maneras<br />
siempre admiré su arquitectura decó, pero era el teatro más propicio<br />
para los encuentros gay porque los corredores que daban acceso a la platea<br />
y a los palcos se habían convertido en un gran orinal; era un corredor<br />
larguísimo que era un solo orinal, el orinal más grande de Colombia.<br />
Toda una pasarela, ¿cómo hizo estas fotos?<br />
La cámara tenía que llevarla oculta. Cubría la cámara con cinta negra de<br />
enmascarar para que no brillara en ninguna parte y tenía una linternita<br />
pequeña, una bola de pasta limpiatipos y un disparador. Todo eso lo llevaba<br />
en una mochila. Llegaba y me sentaba en la mitad del bloque de sillas. Yo<br />
contaba las sillas, cada uno tenía 50 cm., y entonces calculaba: 6 sillas son<br />
tres metros y entonces cuadraba en la cámara esos tres metros y enfocaba.<br />
Luego anclaba la cámara con la pasta limpiatipos al brazo izquierdo de<br />
232 e n t r e v i s t a s
la silla y con un disparador largo y mirando todo el tiempo a la pantalla,<br />
disparaba y contaba treinta segundos.<br />
¿Y sonaba el clic que lo podía delatar?<br />
Yo tosía.<br />
¿Cuanto tiempo le tomó hacer la serie del Faenza?<br />
Duré todo un año. En las primeras fotografías no salió absolutamente nada<br />
y tuve que ir cuadrando la toma a medida que iba revelando los negativos<br />
en el laboratorio. Empecé a ver cierta definición de la arquitectura, de los<br />
palcos, de las columnas del teatro de los extinguidores colgados en las<br />
paredes, empecé a ver algún asomo de definición formal. Eso me permitió<br />
ir ajustando el tiempo de exposición. Yo revelaba la fotografía en el cuarto<br />
oscuro de mi taller y volvía nuevamente, hacía la toma con más o menos<br />
tiempo, mejoraba el ángulo.<br />
¿Hubo momentos de violencia en el teatro, peleas o encuentros con la policía?<br />
Yo sabía que era muy riesgoso tomar fotos en el teatro y en una ocasión<br />
alguien que estaba adelante se dio cuenta de que yo tenía la cámara, se levantó<br />
y sin previo aviso me dio un golpe en el ojo izquierdo sobre las gafas<br />
y en ese momento una esquirla me hizo un corte pequeño pero profundo<br />
en el centro de la córnea y perdí el 80% de visión. Por eso la charla que di<br />
en Houston en la Universidad de Texas en el 90 se llamó de The cut in the<br />
eyes, “el corte en el ojo” y así se llama el video que hice en el 2000.<br />
¿Usted qué sintió al volver a entrar al Faenza?<br />
Fue casi como si no hubiera pasado el tiempo; como si no hubieran pasado<br />
21 años. Sentí el mismo olor, incluso exactamente el mismo nerviosismo<br />
de lograr un encuentro y el mismo nerviosismo que sentía al final,<br />
cuando iba a capturar el sitio con una cámara, sentí la misma excitación.<br />
Ya no era de origen erótico pero era una excitación de capturar algo, de<br />
tomar posesión.<br />
Lo que quise hacer con este video fue mostrar el mismo sitio en<br />
dos épocas completamente diferentes distanciadas 20 años. En la primera<br />
parte refuerzo el documento: foto fijas, acercamientos y travellings de las<br />
fotos, mostrando detalles, grabadas con un pulso de luz roja intermitente.<br />
Y el sonido. Siempre quise grabar estas fotografías con percusión: jazz<br />
o Tito Puente, sonidos puntuales. Tuve en mente una grabación muy<br />
buena de sonido que capturé en un salón de clase en La Nacional y era<br />
c i u d a d e s p e j o 233
un rumor que iba creciendo, bellísimo, el rumor de una manifestación<br />
adentro de la universidad, que cuando pasó por el frente del Salón ya<br />
era “ajá, ajá, ajá ajá”. Finalmente me decidí por el flamenco porque es un<br />
sonido puntual muy relacionado con la pulsión. Cuando hice las tomas,<br />
la película que estaban proyectando tenía sonido ambiental y una música<br />
que resultó ser parte de la suite de los planetas Gustav Holtz.<br />
La segunda parte en roja. Es el video que hice cuando entramos,<br />
con la luz de una camarita y como conocía sus limitaciones me acerqué a<br />
las sillas lentamente. En la tercera parte fue otro video que hice algunos<br />
días después y prendieron la luz y entonces encontré algunos personajes<br />
solitarios como si el tiempo se hubiera suspendido. La situación era<br />
exactamente igual a la que se viví hace 20 años, las personas estaban en<br />
las mismas actitudes sentadas en los mismos sitios con las mismas ropas<br />
era como si no hubiera pasado un solo día.<br />
¿La serie de fotos del Faenza son un documento? ¿De qué tipo?<br />
Es una serie documental porque estoy registrando situaciones reales sin<br />
ponerle ningún toque de ficción. Pero es una serie documental de vivencias,<br />
entonces sí existe la conjunción ente lo subjetivo que ese mundo<br />
del que yo participaba y lo objetivo que es el documento que muestra el<br />
comportamiento de una colectividad.<br />
¿Y el video es un documento más nostálgico?<br />
Igual. Es también mi experiencia; es volver y recobrar el tiempo pero no<br />
por nostalgia sino recuperarlo para el presente de la imagen.<br />
234 e n t r e v i s t a s
Entrevista a María Isabel Rueda<br />
Bogotá, septiembre de 2004<br />
María Isabel Rueda. New Pollution. Fotografías.<br />
México, 2005-2007.<br />
¿Cuál es el origen de Lo uno y lo otro? Usted se encuentra en la calle, en su<br />
posición de peatón, con las personas con camisetas del Che o ¿las busca?<br />
Generalmente trabajo así: voy caminando y veo algo que me inquieta y<br />
comienza a “moverse” en mí un posible proyecto. Hace como cuatro años,<br />
en el 2000, bajaba por acá donde vivo, cerca del planetario de Bogotá, vi<br />
a alguien con una camiseta del Che y pensé lo que todo el mundo podría<br />
pensar: ¿por qué hay tantas personas que tienen camiseta del Che Guevara?<br />
Ese fue el origen de la idea.<br />
c i u d a d e s p e j o 235
¿Qué decisiones fotográficas hay detrás del registro de estas personas con<br />
camisetas del Che?<br />
Antes de este trabajo ya había hecho otra serie de retratos que expuse en<br />
el teatro Jorge Eliécer Gaitán, en Bogotá. Esa serie de fotografías las llamé<br />
Revés (2001) y son personas que iba encontrando por la calle; las seleccionaba<br />
porque se vestían de una forma diferente al resto de la <strong>ciudad</strong>. Después<br />
buscaba un paisaje falso, en el sentido de que no era el paisaje de calles<br />
urbanas donde ellos se encontraban sino un paisaje totalmente diferente;<br />
buscaba que personajes tan urbanos contrastaran con la naturaleza. Con<br />
el rectángulo de la cámara podía inventar una <strong>ciudad</strong>. Entonces tomaba<br />
fotos en El Parque Nacional de Bogotá como si fuera una naturaleza súper<br />
exótica y salvaje. Ellos vestidos con taches y el pelo pintado me hacían<br />
pensar en “Adanes y Evas” expulsados del paraíso, no desnudos sino<br />
vestidos en medio de la naturaleza.<br />
En relación con el retrato, ¿cómo podría definirlo?<br />
No sé; en realidad, aunque parezca mentira, a mí no me importa tanto la<br />
imagen que voy a sacar; lo que me interesa es conocer a las personas. Lo<br />
que quiero es encontrar una disculpa para relacionarme con la gente que<br />
no conozco y que tiene algo que me atrae muy fuertemente; me invento la<br />
forma de llegar a ellas y conversar y con frecuencia nos hacemos amigos.<br />
Te podría decir que un retrato es mostrarse ante alguien con confianza. Yo<br />
nunca saco fotos al azar; necesito conectarme con esa persona de alguna<br />
forma. A mí me gusta hablarles mientras tomo la foto y entonces pasa algo<br />
y la persona se entrega a la imagen.<br />
¿Y cómo aborda a los peatones?<br />
En la calle les digo: “Hola, mira, soy María Isabel, estudio en la Universidad<br />
Nacional, estoy haciendo un trabajo sobre este tema; me pareces perfecta<br />
para el proyecto que estoy haciendo por cómo te ves y la forma en que<br />
estás vestida ¿Quieres que te tome una fotografía?”. Siempre la gente me<br />
dice que sí. A veces, cuando no llevo la cámara, los cito en un lugar y las<br />
personas siempre llegan; nunca me han dejado metida. Generalmente<br />
llegan a la cita felices a tomarse una foto. Yo no creo que a la gente no le<br />
guste tomarse fotos; a la gente le fascina, le parece lo máximo.<br />
¿Usted les pide que posen?<br />
Sí, yo los pongo a posar. No es una foto a escondidas y no los tomo desprevenidos,<br />
para nada.<br />
236 e n t r e v i s t a s
Y escoge el fondo.<br />
Sí, muy rápido, sin planear demasiado. Yo me sé muchos sitios de la <strong>ciudad</strong><br />
de memoria. Cuando voy en carro, en bus o caminando, veo sitios. En mi<br />
cabeza siempre hay pedacitos de la <strong>ciudad</strong> que me sirven de fondos.<br />
Por ejemplo, las fotos de Vampiros en la Sabana (2003) eran mujeres<br />
góticas, todas de negro, y yo quería una naturaleza con lagos o pantanos y<br />
árboles caídos. Las citaba entonces en el sitio apropiado que generalmente<br />
eran lugares comunes y rodeados de espacios urbanos pero que en las<br />
fotos se ven como locaciones en sitios muy apartadados en medio de la<br />
naturaleza; son fragmentos de <strong>ciudad</strong> como el campus de la Universidad<br />
Nacional, La Circunvalar, El Parque Nacional, etc., que se ven alejados<br />
del caos al ser editados por el visor de la cámara.<br />
¿Cómo es la relación de la figura y el fondo en sus fotografías?<br />
En los vampiros es más buscado. A mí me fascina dibujar. Entonces, a veces<br />
antes de tomar fotos, dibujo. Para esa serie dibujaba porque quería que se<br />
mezclaran el fondo y la figura. Además, el dibujo es lento y permite pensar.<br />
Yo quería que el paisaje se tragara a las personas y que uno no supiera si<br />
era fondo o era figura. Me interesan mucho las ideas de Bataille y por eso<br />
buscaba que el espacio convulsionara y, a su vez, la figura convulsionara<br />
también; quería que se desdibujaran los límites entre los dos. Oí decir que<br />
algunos animales que se camuflan no<br />
lo hacen para salvarse porque a los<br />
animales los cazan no por la vista sino<br />
por el olfato. Entonces el camuflaje<br />
no tiene importancia para sobrevivir,<br />
sino que es una especie de psicosis<br />
en la que ellos se transforman y se<br />
pierden con el medio; es decir, convulsionan:<br />
¡qué idea tan increíble! La<br />
convulsión es algo mental. Yo pensaba<br />
mientras hacía este trabajo, que el<br />
espacio transformaba a los vampiros<br />
y a la inversa.<br />
María Isabel Rueda. Vampiros de la Sabana.<br />
Fotografías. 2003.<br />
Bataille es muy importante entre otras miles de cosas porque permite<br />
hacerle una trampa a la lógica de la educación artística hoy, un poco<br />
“profesionalizada” ¿No le parece?<br />
Sí. Me encantan las ideas de Bataille, tan cercanas a un estado y a una<br />
forma de pensar más salvaje, animal, visceral, instintivo, menos cultural,<br />
c i u d a d e s p e j o 237
que comparto y que nunca dejan de sorprenderme. Su forma de ver el arte<br />
y el mundo me influyeron muchísimo cuando empecé a estudiar arte, y<br />
en cierta forma dirigieron mi forma de ver las cosas.<br />
¿Trabajar por series es importante para usted?<br />
Sí. En la serie de las vampiras, por ejemplo, unas chicas están vestidas<br />
súper a la moda, otras son más románticas, otras se hacen ellas mismas<br />
la ropa, otras son súper sexis, etc., y así voy armando la serie. Yo quería<br />
conseguir una foto de cada una de ellas para que así todas las que se le<br />
parecieran se sintieran incluidas y se reconocieran, así no hayan sido<br />
fotografiadas. Me gusta la idea de repetir una imagen muchas veces<br />
y que vayan apareciendo cambios sutiles; por eso disfruto el trabajo<br />
por series.<br />
Ha dicho que la fotografía es un asunto relacional. Lo es también<br />
para Jaime Ávila.<br />
Él me influyó mucho. Cuando empecé a estudiar artes fui muy amiga<br />
de Jaime Ávila. Lo que me decía me calaba. Y sí, puedo decirte que la<br />
fotografía para mí es una forma de entrar en relación. En el caso de<br />
las fotografías del Che, yo les hablo a las personas y ellas me hacen<br />
comentarios, pero a mí no me interesa emitir ningún juicio moral. Me<br />
interesa más bien el vínculo que formamos a través de la imagen, así<br />
sea muy fugaz.<br />
Yo sé que su interés es señalar; pero si le preguntara a las personas que<br />
encuentra en la calle por qué usan las camisetas del Che, ¿usted qué cree que<br />
le contestarían?<br />
Por la misma razón que uno usa una marca como Nike. Hay personas a<br />
quienes les parece chévere la imagen, hay otras comprometidas con lo<br />
latinoamericano y otras que no saben quién es el Che. Yo hubiera podido<br />
hacer fotos de Nike, de John Lennon o de Jim Morrison y el trabajo saldría<br />
igual. Pero el Che Guevara es Latinoamérica, es como el único símbolo que<br />
representa Latinoamérica a nivel de iconografía, y como yo en esa época<br />
estudiaba en la Universidad Nacional, entonces la imagen me intrigaba<br />
porque era muy cercana para mí, por lo recurrente.<br />
Generalmente son retratos de gente joven.<br />
Hay unos no tan jóvenes. A mí no me importa la edad. La serie no es sobre<br />
ser joven o mayor.<br />
238 e n t r e v i s t a s
Esta es una pregunta clásica y pasada de moda. Si yo le pregunto qué es<br />
la belleza, usted ¿qué me dice? O mejor: ¿qué es la belleza aquí, en estas<br />
fotografías de la gente con camisetas del Che?<br />
Puede sonar como un cliché, pero creo que alguien es bello si tiene una<br />
manera única de ser, coherente con su “sí mismo”; si siente orgullo de ser<br />
lo que es, a mí me parece bello. Me encanta la gente a la que se le nota que<br />
ha vivido, así sea muy joven; gente rodeada de un cierto misterio y con<br />
esa capacidad de no dejárselo capturar.<br />
Esta serie a mí me parece una belleza porque son retratos de gente vital<br />
sin idealización.<br />
Sí, pero la verdad, a mí lo que me parece bello es la muerte; por eso soy<br />
fotógrafa. Yo creo que la fotografía habla de la muerte y la muerte a su<br />
vez es la conciencia de la vida.<br />
Esta respuesta me permite profundizar en los Vampiros de la Sabana. Según Joan<br />
Fontcuberta, en sus análisis sobre la fotografía dice que los vampiros no se reflejan<br />
en el <strong>espejo</strong> porque viven en una segunda naturaleza invisible a la modernidad.<br />
Por el contrario, los vampiros de su serie, los Vampiros de la Sabana, salen a la<br />
luz. ¿Por qué le interesan los vampiros urbanos contemporáneos?<br />
A mí me encanta la película Vampiros en La Habana –el documental animado<br />
de Juan Padrón– porque los vampiros no son como los demás: se emborrachan,<br />
usan gafas de sol, dicen vulgaridades, tienen acento costeño, etc.<br />
¡Trasgreden todos los estereotipos de los vampiros! Yo quería conseguir eso<br />
mismo con los Vampiros de la Sabana: meterle un poco de humor, un poco<br />
de descontrol a la cosa; poner a esas mujeres en situaciones no comunes, en<br />
espacios con los que ellas fantaseaban y que no existían sino en el marco de<br />
la foto. Quería pasármela bien con ellas y así compartir su lado oscuro desde<br />
otro punto de vista, más gótico-tropical. Los <strong>espejo</strong>s de mis vampiros son<br />
polarizados, como los vidrios de los carros y de los edificios en la costa.<br />
Se reflejan pero no se ven completamente. Es como hablar con alguien con<br />
gafas oscuras; se ve, pero a la vez se esconde. Si pudiera escoger los elementos<br />
claves que la ayudaron a dedicarse a esa actividad que llamamos arte, cuáles<br />
elementos escogería.<br />
Primero, escogería que no soy de ningún lado. Soy cartagenera y vivo en Bogotá,<br />
pero en Bogotá soy costeña y en la costa soy cachaca. Además, antes de<br />
estudiar arte, estudié primero publicidad en la Tadeo. Trabajé como creativa<br />
en una agencia de publicidad, en Leo Burnett, y llegué a odiar con toda mi<br />
c i u d a d e s p e j o 239
alma la publicidad. Ya no tanto; ahora reconozco que me sirvió. Me gradué<br />
y a los 20 ya trabajaba y ni siquiera sabía qué era lo que quería hacer.<br />
Un día me salí del trabajo y viajé durante varios años. Viví en Londres<br />
y en París sin hacer nada: veía cosas, oí música, conocí los museos.<br />
En mi familia no hay nadie artista pero es curioso, una imagen produjo<br />
en mí una profunda sensación. No se precisarla; tal vez fue un conjunto<br />
de imágenes. Creo que se trataba de una exposición en el “Palais” de<br />
Tokio en París. Lo que recuerdo vivamente es una mesa llena de objetos<br />
de Man Ray: el metrónomo, un ojo recortado, dibujos y sobre todo una<br />
cabeza negra que parece una forma escultórica tradicional pero que, a<br />
la vez y de lejos, se ve que gira sin parar aunque la imagen esté quieta.<br />
Ahora esa imagen me recuerda a una escena del exorcista, en la cual algo<br />
quieto parece en constante movimiento y mira para todos los lados, como<br />
si pudiera tener una visión total. No sé qué pasó en mí pero ya no puedo<br />
recordarla ni nombrarla de otra forma: la cabeza que gira pero que en<br />
realidad está quieta. Espero no sonar como una completa demente.<br />
Ahí, por primera vez, pensé: “quiero ser artista”. Sé que suena<br />
como una locura pero es así. Me devolví para Colombia y entré a estudiar<br />
arte en la Universidad Nacional.<br />
¿Qué odia y qué cualidades encuentra en la publicidad? Acuérdese que uno<br />
de los mejores artistas del mundo, Warhol, estudió publicidad.<br />
En la publicidad importa más el negocio que la idea. Pero hoy rescato algunas<br />
cosas que aprendí. Por ejemplo, aprendí a defender las ideas, a revisar<br />
lo que funciona en una imagen y lo que no. Lo que aprendí en publicidad<br />
me sirve hoy para cuestionarme. En el caso de los retratos del Che, pensé<br />
en el tamaño de la imagen, en los acercamientos, si era de cuerpo entero<br />
o no. También la publicidad me dejó la necesidad de investigar, porque<br />
en ese trabajo necesariamente hay que investigar sobre la cultura y sus<br />
estrategias: para este caso del proyecto de las camisetas del Che, leí a García<br />
Canclini y a Naomi Klein. De ella me interesó su teoría del “no-logo”.<br />
Yo entré a estudiar artes buscando algo más visceral, menos conceptual,<br />
pero la academia ofrece puros conceptos, así que, como yo venía<br />
de ese mundo de la publicidad donde precisamente todo son estrategias<br />
y manejo de conceptos, entonces, irónicamente me quedó muy fácil. Entré<br />
a la universidad decepcionada de la publicidad pero la academia me<br />
decepcionó también, porque me encontré con que los artistas empezaban<br />
a utilizar las estrategias de la publicidad pero de una forma más ingenua<br />
y yo había entrado a artes huyendo de todo eso. El resto del tiempo me<br />
la pasé luchando un poco contra esa forma de aproximarse al arte… ¡Yo<br />
buscaba un poco más de animalidad!<br />
240 e n t r e v i s t a s
María Isabel Rueda. Vampiros de la Sabana. Fotografías.2003.<br />
c i u d a d e s p e j o 241
Veo muy claramente en esa cabeza que gira su interés por el cine de terror- kitsch.<br />
Me encantan las películas de terror: ¡todas… las buenas y las malas! ¡ he<br />
visto todas las que he podido! En una época iba todos los viernes a unos<br />
ciclos que organizaba Zinema Zombie, los viernes en la noche. Quedaba en<br />
la cinemateca del Museo Arte Moderno. Había que llegar como una hora<br />
antes para conseguir boleta, el cine repleto, puro cine serie B en pleno<br />
centro de Bogotá. Los asistentes siempre eran los mismos, se sentaban en<br />
las mismas sillas, los organizadores rifaban flores, afiches, ¡empanadas!<br />
Para mí no había nada mejor; me encantaba y fantaseaba haciendo una<br />
película… Todavía hago lo mismo: ¡Alucarda y Necromantik 2… Hubiera<br />
dado la vida por haberlas hecho!<br />
¿Cómo definiría el oficio de fotógrafo para nosotros? ¿Cómo lo aprendió en la<br />
universidad y cómo lo empezó a redefinir en la práctica?<br />
En la universidad, Rosario López nos dio ideas sobre la fotografía que uno<br />
puede durar mucho tiempo en encontrar por sí solo. Por ejemplo, que con<br />
la fotografía se pueden llevar cosas de un sitio a otro, que la foto son las<br />
ideas que uno tiene en la cabeza y que uno debe pensar fotográficamente<br />
y es posible que otra persona tome las fotos según instrucciones. Ella me<br />
enseñó mucho y yo me enamoré de la fotografía. Estudié “todos” los libros,<br />
miré a “todos” los fotógrafos, sus biografías, sus escritos, era como<br />
una obsesión.<br />
En la universidad tomé otras clases que me marcaron, como<br />
la clase de política y estética, de Amparo Vega. Estudiamos a Kant y a<br />
Lyotard, y me impactó la idea de rescatar los discursos individuales y<br />
olvidarse de la obligación de encajar en discursos globales.<br />
Ahí me di cuenta de que la moda es un problema político. Cierta<br />
ropa, la de las mujeres góticas, por ejemplo, es una manera de decir:<br />
“mírenme, no estoy de acuerdo con lo que usted piensa, pero puedo salir<br />
así y nadie me calla, nadie me lo puede impedir”.<br />
La moda son pequeños discursos de personas que no están incluidas<br />
políticamente. Por ejemplo, los jóvenes no votan pero a su manera lo<br />
hacen; hablan de otra forma. Así después cambien, así solo sea una cosa<br />
juvenil, ellos, con su ropa, se están expresando en ese momento.<br />
Se refirió anteriormente a No logo, el libro de Naomi Klein. Voy a citar un<br />
párrafo porque me parece pertinente en relación con lo que me acaba de decir:<br />
“Este libro se basa en una hipótesis sencilla: a medida que los secretos que<br />
yacen detrás de la red mundial de las marcas sean conocidos por una cantidad<br />
cada vez mayor de personas, su exasperación provocará la gran conmoción<br />
242 e n t r e v i s t a s
política del futuro, que consistirá en una vasta ola de rechazo frontal a las<br />
empresas transnacionales, y especialmente aquellas cuyas marcas son más<br />
conocidadas”. Para usted, María Isabel, entonces, la ropa es un territorio<br />
de defensa de una individualidad antes de entregarse por completo en la<br />
globalización; y ademas de una individualidad que no tiene dinero para<br />
comprar las grandes marcas.<br />
Es muy curioso porque las “Gothic Lolitas” del Japón, por ejemplo, usan<br />
carteras de Vivian Westwood, que valen 500 dólares. Y ni qué decir de los<br />
zapatos y las camisas que son todas de marcas especializadas y costosísimas,<br />
mientras que muchas de las góticas del Chopo mexicano diseñan su propia<br />
ropa en la casa, imitando las prendas que ven en las revistas; ¡las que usan<br />
las japonesas!... El resultado es un Frankenstein increíble que más que hablar<br />
de las grandes marcas, habla de lo complicado que es el deseo y de todo lo<br />
que se está dispuesto a hacer para satisfacerlo, así el resultado sea un híbrido<br />
monstruoso. Eso para mí es una forma de individualidad.<br />
Pero entonces, la cámara es un vehículo que permite ver más claramente las<br />
influencias ideológicas.<br />
Sí.<br />
Antes se pensaba que la cámara de fotografía permitía que el objeto se<br />
“dibujara”a sí mismo con la luz; hoy parece que es un aparato transparente<br />
por donde se cruzan flujos de pensamiento.<br />
Sí. Cuando hice Vampiros, muchas personas me decían: “usted también<br />
es un vampiro, inclúyase usted también en la serie”. Es interesante lo que<br />
me decían, pero no quise y no quiero incluirme, porque mi motivación es<br />
conversar y relacionarme con ellos.<br />
Entonces, tal vez, ese diálogo que usted establece al hacer la fotografía, es una<br />
forma de reconocerse.<br />
Sí; yo me pienso a mí misma en las fotografías que les hago a otros.<br />
Continuemos con este recorrido para descubrir cómo se reveló en usted la idea<br />
de que se iba a dedicar al arte. Concluyo, por lo que me dice, que empezó con<br />
un efecto de extrañamiento; de sentirse extraña en Cartagena y en Bogotá en<br />
la publicidad y en el arte. ¿Qué otros elementos podría señalar?<br />
Creo que influyó también moverme en diferentes mundos. Mi primer<br />
negocio, por ejemplo, fue diseñar camisetas. También fui teclista de un<br />
grupo que se llamaba Radiosónica. Ya no toco porque no tengo tiempo, pero<br />
c i u d a d e s p e j o 243
María Isabel Rueda. Prácticas fotográficas de los estudiantes de los talleres de fotografía<br />
impartidos por María Isabel Rueda en el programa, Jóvenes Tejedores de sociedad,<br />
Localidad de Usme, Bogotá. Registros de objetos. Fotografías. 2004.<br />
244 e n t r e v i s t a s
voy a conciertos. Trabajo en una revista que algunas personas consideran<br />
“súper comercial”, que se llama Shock y a mí me fascina; no me interesa<br />
esa separación entre lo comercial y lo culto. Cubro conciertos de Hip-Hop<br />
al Parque y de Rock y me encanta fotografiar a estas bandas. Hago en esa<br />
misma revista una nota sobre arte y moda. Es decir, yo mezclo cosas y me<br />
gusta la revista porque es la tercera revista más leída del país. Es posible<br />
pensar entonces que la gente joven puede ver algo diferente de lo comercial<br />
y eso me parece igual de emocionante que exponer en una galería.<br />
¿Algunos artistas han influido en su trabajo?<br />
Jaime Ávila –ya hablamos de su influencia– y Antonio Caro. Yo empecé a<br />
exponer muy rápido: mi primera serie fotográfica la hice en un taller con<br />
Rosario López y luego la expuse en un Salón de Arte Joven. Yo no sabía<br />
qué era un Salón de Arte, no tenía idea del arte y entonces llegué súper<br />
ingenua. Expuse en “Doméstica” –una exposición curada por José Ignacio<br />
Roca–, unos autorretratos como ama de casa en blanco y negro. En esos comienzos,<br />
Antonio Caro siempre me decía cosas que considero muy claves.<br />
Me acuerdo de una vez que me dijo –no lo recuerdo exactamente pero sí<br />
la idea–: “María Isabel, si usted no es capaz de llevar toda su exposición<br />
debajo del brazo en una buseta, es el momento de cuestionarse y pensar<br />
qué tipo de artista es”. Y tiene razón; aunque siempre me toca coger taxi<br />
y aunque en ese momento no entendía muy bien lo que me quería decir,<br />
lo que sí entendí es que era un mensaje de humildad y de poner los pies<br />
sobre la tierra.<br />
Me interesa también Wilson Díaz, porque está entregado al arte.<br />
La vida existe para él a través del arte. A mí me pasa algo parecido. Yo<br />
no puedo vivir sin el arte, y como te decía, me preocupan cada vez menos<br />
las imágenes y más lo que descubro de la gente. Ahora trabajo en<br />
Jóvenes Tejedores de Sociedad, el proyecto del Distrito, y la relación con<br />
los estudiantes es fundamental.<br />
Conocerlos me ha permitido replantear mi condición de profesora<br />
y de fotógrafa. Un salón de clases es un sitio muy neutro: es un lugar<br />
donde usted es juzgado por lo que sabe y por lo que es capaz de dar.<br />
Decidí plantearme un ejercicio en clase y fue averiguar dónde vivían<br />
mis estudiantes y, con los nombres escritos en papelitos y al azar, cada<br />
alumno sacaba un nombre e invitaba a esa persona a la casa; conocíamos<br />
a la familia y tomábamos fotos. Pudimos asistir y ver cosas muy íntimas,<br />
como los interiores de las casas, las familias, los secretos. Hay fotos bellas:<br />
la mamá de uno de mis estudiantes, por ejemplo, mostrando orgullosa<br />
todos los dibujos que hacía su hijo; chicas jóvenes con sus hijos y esposos;<br />
conocimos los cuartos de los estudiantes con sus afiches y sus ídolos.<br />
c i u d a d e s p e j o 245
Es el momento entonces de hablar de nuevo del proyecto, Prácticas<br />
fotográficas. Programa Jóvenes Tejedores de sociedad, Localidad<br />
Usme (2004) 53 . El proyecto fue un ejercicio de clase donde los estudiantes<br />
construían una cámara.<br />
Cuando enseño fotografía a jóvenes que desconocen por completo el tema,<br />
me encanta comenzar la clase proponiéndoles que fabriquen ellos mismos<br />
una cámara que se adapte a sus necesidades, con elementos que encuentren<br />
a la mano. Mi favorita la inventó Gabriela, una joven cuya cámara ideal<br />
tiene un “chip” con todas las imágenes del mundo. El único problema,<br />
dice Gabriela, es que hay que estar muy seguro de la imagen que se busca<br />
para poder encontrarla entre tanta cantidad. ¿Ves? Las cámaras fabricadas<br />
por estos jóvenes talleristas de la localidad de Usme, plantean una forma<br />
particular de entender la práctica fotográfica.<br />
Un chico roquero construyó una sofisticada cámara de bolsillo<br />
dentro de un casete de audio, mientras otro, cuyo padre ha trabajado<br />
toda la vida fabricando materiales para puntos de venta publicitarios,<br />
consideró adecuado crear su cámara dentro de una lata de Coca- Cola.<br />
Lo mismo pasa con una jovencita cuya cámara es la transformación de<br />
una caja de chocolatinas Jet, su favorita. Otra tallerista utilizó un rollo de<br />
papel higiénico para hacer un lente muy sofisticado. Para uno de ellos,<br />
su cámara no sólo captura las imágenes sino que las revela al instante,<br />
al girar un palito de colombina BomBom Bum, mordido. Y se logra ya<br />
que las “fotografías” son delicados dibujos de sus compañeros de clase.<br />
Otra, tiene ojos de icopor guardados en su interior, con diferentes aberturas<br />
que funcionan como diafragmas intercambiables. Con éstos, cito<br />
solamente algunos de los casos.<br />
Es necesario poner atención a cada una de estas cámaras e intentar<br />
descubrir las propuestas: unas son conceptuales, otras son estéticas,<br />
otras son emocionales, etc., pero todas plantean una actitud en común,<br />
que consiste en asumir la fotografía como una práctica a través de la<br />
cual es posible al menos emprender la búsqueda de las imágenes como<br />
una forma de relacionarse con los demás y con el mundo.<br />
¿Qué es para usted vivir en Bogotá?<br />
Lo más irónico es que yo no me muevo casi por la <strong>ciudad</strong>. Yo vivo en el<br />
centro y lo más lejos para mí es el Parque Nacional y Chapinero. Con el<br />
trabajo en Usme y en Kennedy, se me abrió parte del sur, pero me mue-<br />
53 Apartes de esta entrevista está en el catálogo del 40 Salón Nacional de Artistas. Ministerio de Cultura,<br />
Bogotá 2006.<br />
246 e n t r e v i s t a s
vo en un espacio muy reducido. Hay una frase que a mí me encanta de<br />
Robert Rauschenberg: “si usted no puede encontrar todo su trabajo y su<br />
obra en dos cuadras a la redonda de donde usted vive, entonces usted<br />
está viviendo en el barrio equivocado”. Me encanta, porque en un pedazo<br />
muy pequeño uno duplica todo un mundo. Todo lo que está aquí, está<br />
allá si se mira con atención.<br />
A mí me hablan de vivir en el exterior y me pregunto: ¿qué<br />
puedo hacer en otro país que no pueda hacer aquí? Viví en Londres, en<br />
París y en Amsterdam; allá hay más información, libros, películas, exposiciones;<br />
genial, pero tú encuentras las mismas operaciones en todos<br />
los lugares.<br />
Para seguir con la filosofía, dicen que Kant nunca salió de su<br />
pueblo y es un pensador universal. Es curioso pero mira: con mis alumnos<br />
de Usme, salimos a otros sitios de la <strong>ciudad</strong>, al parque de la 93, a la<br />
plaza de Bolívar, a los espacios-íconos de la <strong>ciudad</strong> y las fotos que toman<br />
son idénticas a Usme: el carro, la buseta, el mugre en el piso, el árbol, el<br />
perro; es la misma <strong>ciudad</strong>.<br />
Entonces aquí ya nos estamos acercando a una posible definición de arte.<br />
¿Que es cuál?<br />
No sé… yo misma me metí en este enredo y entonces me arriesgo. Desenterrar<br />
intereses del hombre que la educación intenta silenciar y vincularlos con lo que<br />
nos sucede en la vida cotidiana. Yo me acuerdo de que cuando vi los retratos<br />
romanos de los muertos en el fayum, los relacioné con los retratos de Marilyn<br />
de Warhol y con el álbum familiar. Es reconocer afuera los recuerdos que uno<br />
carga para todas partes… ¿no será esa una parte de la definición?<br />
Puedo contestarte con mi experiencia como profesora. Yo creo que no hay<br />
nada que me guste más que ser profesora y no es que yo sepa muchas cosas<br />
de fotografía; lo que me impacta es que encuentro que para algunos la vida<br />
comienza a tener sentido tomando fotos; pueden pensar por sí mismos y de<br />
una manera diferente de la sociedad, que es muy importante para mí.<br />
La clave para mí es que piensen por sí mismos. Yo les leo El Elogio<br />
de la dificultad, de Estanislao Zuleta; me gusta cuando reflexiona sobre la<br />
felicidad como la imagen que tenemos de islas paradisíacas y castillos.<br />
Zuleta plantea que hay que pensar la vida en lo difícil. No se trata de que<br />
la gente no logre lo que desea sino que desea mal y por eso necesita una<br />
filosofía que lo abarque todo y necesita una vida sin problemas donde se<br />
esté seguro. Al contrario, para Zuleta la vida tiene sentido si se piensa en<br />
la muerte. La vida es disfrutar de lo problemático, es ahí donde está lo<br />
c i u d a d e s p e j o 247
interesante. Hay una parte que me parece “bacanísima” y es cuando le<br />
da gracias a Eva por haber sacado a Adán del Paraíso, porque ya no nos<br />
toca vivir donde no pasa nada y todo está solucionado. Estos alumnos<br />
lo intentan.<br />
¿Por qué la serie de fotografías de la gente que usa las camisetas del Che se<br />
llama Lo uno y lo otro?<br />
Latinoamérica siempre es “lo otro” para el primer mundo, y para nosotros<br />
es “lo uno”. La verdad, uno es lo uno y lo otro.<br />
Pienso en la imagen a la que se refería, quieta pero con un movimiento<br />
interno permanente.<br />
Pues, ¡como una fotografía!<br />
¿Qué pregunta hubiera querido que le hiciera?<br />
¿Todo esto ha valido la pena? Y contestaría: ¡Sí!<br />
248 e n t r e v i s t a s
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<strong>ciudad</strong>-<strong>espejo</strong><br />
se terminó de imprimir en<br />
el mes de marzo de 2009,<br />
en los talleres de Kimpres,<br />
Bogotá, D.C., Colombia.