Yo te he visto en la Novena - un canto a santa ana un canto a tudela

YO TE HE VISTO EN LA NOVENA
1975
Yo te he visto en la Novena
juventud maravillosa,
con frescor de hierbabuena
llenando la Catedral
como una espléndida rosa
bajo el más bello fanal.
Como el iris irreal
de la más preciada gema
que en cien matices diversos
iba tejiendo un poema
sobre un piélago de versos.
Yo te he visto en la Novena
juventud maravillosa
y te doy mi enhorabuena
por sana, por fervorosa.
Por buena. Por generosa,
por entera... Por leal
a esta Tudela amorosa
que hoy llena la Catedral.
Que Santa Ana, ¡La Abuela!,
¡La Nuestra!, ¡La de Tudela!
Raíz del Fruto Divino
haga fácil tu camino...
Te dé paz, salud, amor
y presida tu destino
en el gozo y el dolor.
Y en ese último momento,
en Ese... el de la Verdad,
se lleve tu pensamiento
en alas de un tenue viento
a gozos de Eternidad...

PERO SANTA ANA ESTA TRISTE
1953
Mucha luz en la capilla
hecha de mármol y bronce,
jugando el sol a dar brillo
a los lazos y a las flores,
que en la bóveda tendidos
sostienen cien angelotes.
Brilla también en el rostro
de vírgenes y doctores
y en los Reyes de Israel
sus grandes antecesores.
La verja que le da entrada
convierte en oro su bronce
y los manteles del ara
son como nieve en el monte.
Los pájaros en la Reja
cantan sus trinos de amores
y es un cielo la Capilla
inundada de fervores.
Pero Santa Ana está triste
y en sus ojos soñadores
hay una luz que se clava
en lejanos horizontes.
Como una paloma blanca
una niñita pequeña
va subiendo las tres gradas
del altar, y allí se queda,
diciéndole muchas cosas
con su mirar a la Abuela.
Un chiquitín, tan chiquito
que apenas un año cuenta
le ha echado su primer beso
sin que nadie lo pidiera.
Luce el sol en la mirada
de la Santica Morena
que se traduce en sonrisa
y en bendición que aletea,
sobre el alma de los niños
que ya aprenden a quererla.
33
La han distraído un instante
los pequeños de su pena...
pero ellos se van... Y al punto
la dulce mirada vuela
hacia horizontes lejanos
embriagada de tristeza.
Yo he querido adivinarle
el por qué de aquella pena
y a través del pensamiento
me lo ha ido diciendo Ella.
Es el 16 de Julio.
Víspera de la Novena,
cuando nuestro pueblo siente
la alegría de sus fiestas...
Y yo pienso en los ausentes,
en los que tras las fronteras
no pueden vivir la dicha
de las fiestas de Tudela.
En los que en cada campana
oída en tierra extranjera
añorarán este día
el don dilindón que vuela
de la torre, a la Mejana
y del Ebro a la Bardena.
En los que en cada armonía
de una música selecta
hallarán las dulces notas
clásicas de la Novena.
En los que en cada macizo
de la avenida o la selva
verán un ramo de albahaca
con brotes de flor pequeña,
un pañuelo en cada rosa
y un cirio en cada palmera.
¡Bajo un sol, que será el mismo
sol, que iluminará a Tudela!

En ellos estoy pensando;
por ellos siento yo pena;
porque sé que ni uno solo
se olvidará hoy de la Abuela.
Porque igual que ese chiquito
y esa niñita pequeña,
vinieron cientos de veces
en su infancia, hasta mi vera.
Y me hablaron de sus juegos.
Más tarde, de sus empresas.
De su amor, de su alegría;
de su ambición; de sus penas.
Me rondaron cuando mozos
con sus jotas en mi Reja;
vistieron su mejor traje
para asistir a mi Fiesta
y antes faltará en su casa
el pan o el vino en la mesa
que en mi procesión un cirio
flor de albahaca o una vela.
¡Y por ellos estoy triste!
Por ellos hoy siento pena;
por ellos, hundo a lo lejos
la mirada con tristeza.
Y otra vez los ojos dulces
de la Santica Morena
se han mecido en el espacio
con un rebrillo de pena.
La Catedral tiene un brillo
reluciente de limpieza...
En un estuche han traído
el vestido de la Fiesta.
34
Y ya vienen por Santa Ana
la corte y las camareras
para ponerle el vestido
que luce en cada Novena.
Pero Ella, sigue mirando
más allá de las fronteras,
ajena a todos los mimos
a toda la pompa ajena
recordando a aquellos hijos
que están lejos de Tudela.

¡SANTANICA... ABUELA!
1979
Leída en su honor por Mariluz Milagro en el día del funeral de la autora (4/7/2008)
Yo quisiera Santa Ana este día
decirte en mis versos, tantas cosas... ¡Tantas!
que llenando tu nombre de gloria
con mi amor y mi fe, traspasaran
el espacio que lleva a tu trono
más allá de lejanas galaxias.
Y jinete a la grupa de estrellas
que pálidamente tu luz reflejaran,
ofrecerte la llama de un cirio
hecho cera con flor de Mejana
por abejas de Montes de Cierzo,
abrazado en un ramo de albahaca.
Y enlazarlo a la orilla del Ebro
por la cinta de cielo, arrancada
a ese sol de Tudela, que hoy brilla
con más luz al besarte en la cara.
Yo quisiera Santa Ana este día
al dejar este cirio a tus plantas
que allá en las Alturas...
Donde todo es verdad... Donde nada
ni poder... ni dinero... ni gloria
con falsos señuelos embotan el alma...
Con la voz de los muertos que viven
allá en tu morada;
con la fe de los vivos que esperan
merecer tu Gracia.
Entre jotas riberas que rezan
y versos que cantan
yo... al prender este cirio quisiera,
con la Fe de Tu Pueblo en su llama,
esa Fe, que en tu Luz reverbera
suplicarte a gritos con toda mi alma:
¡Santanica! ¡Abuela!
¡Santanica! ¡Guapa!
¡Bendice a Tudela!
¡Bendice a Navarra!

AL PIE DE LA REJA
Para los Auroros, heraldos en la alborada
de nuestras Fiestas más entrañables durante
todo el año, con admiración.
Va asomando el alba tímida en la noche
de estrellas y luna con airón de enebro;
paso a paso, el día se abrirá en derroche
de luces y músicas inundando el Ebro.
Habrá un mediodía de luz esplendente
dorando las calles para que la Abuela
en medio de un pueblo gozoso y ferviente
bendiga en amores la Fe de Tudela.
Pero antes, al borde de la amanecida
que cierra la noche del Señor Santiago;
tras la dura fiesta, como adormecida
la Ciudad, respira quietudes de lago.
Por las viejas calles del viejo Tudela
con fervor silente un grupo camina.
A veces, se enciende la luz de una vela
que apenas la escrita música ilumina.
Y como si un ángel en el firmamento
deshiciera en láminas de plata las nubes
y a mecerlas fueran en alas del viento
en suave vaivenes, cientos de querubes,
la voz atiplada de una campanilla
rompe el gran silencio de la Plaza Vieja.
Y el alma se asoma a la maravilla
de sentir su encanto al pie de la Reja.
Llegan los auroros... Y es tan fervorosa
la canción de amores que su Fe desgrana
que abre la sonrisa más esplendorosa
que la luz del cielo trazó en la mañana.
Y que ya prendida igual que una rosa
irá todo el día luciendo Sta. Ana...

CON AQUEL DON, DILINDON
¡Santa Ana!... Ya no suena.
Ya no suena la campana
que llamaba a tu Novena
con aquel don, dilindón
que era toque de atención
de Velilla a la Bardena
de la Albea a Soladrón.
Don, don, don, don
don, dilindón, dilindón...
Así llamaba el Macero
a tu Novena en su día
y el "toque", se transmitía
de uno en otro campanero,
haciendo con su alegría
en piropo mejanero
música de artesanía.
Era un sonido especial
el de la misma campana
pues que no tocaba igual
a actos en la Catedral
que a los propios de Santa Ana.
En su compás inicial
sonaba al principio grave;
para volar como un ave
en remolino espacial
abriendo en mágica llave
algo sobrenatural.
Yo rezo un Réquiem de pena
por aquel ¡Don, dilin, don!
que ponía en tu Novena
un trémolo de emoción.
Un gozo, de ilusión plena,
que llenaba el corazón
de Velilla a la Bardena,
de Mosquera a Soladrón.
¡Cuántas cosas se han perdido
que sin valor aparente
tenían hondo sentido
en ligazón permanente!
Nadie se paró a pensar
si en legítima conciencia
hubo derecho a privar
a Tudela, de una herencia
que aún poder disfrutar..

¡MIENTRAS TU LE SONRÍES...!
Como el agua del Ebro que día a día pasa
colmando gota a gota su profundo caudal;
tejiendo con estrellas en las noches de luna,
bajo el puente dormido, su tapiz de cristal;
copiando a la alborada sus pétalos de rosa,
reflejando la aurora en luz aún irreal
y estallando en mil luces engarzadas en oro
al Mediodía grande de tu Día triunfal.
¡Y parece que el agua fuera siempre la misma!
¡Y parece que nunca sufriera un vendaval!
¡Se nos queda tan quieta al morir de la tarde
cuando el sol, ya rendido, se duerme en su fanal!...
Yo he visto en tu Capilla pasar a cada instante,
mirándote a los ojos ferviente su mirar;
sonriendo... llorando... pidiendo... agradeciendo...
a un Tudela que te ama como ella sabe amar.
Desde la joven madre que ya siente a su hijo
y sueña en ofrecértelo tras irle a bautizar
hasta el doliente anciano que ya ve su carrera
tan cercana a la meta, que teme no llegar.
Yo he visto en tu Capilla padres de recia hombría
con un hijo en los brazos acercarse al altar,
y enseñarle a ofrecerte, volando de su boca
con sus dedos de nardo, sus besos de azahar.
Y a los niños que hicieron su Comunión Primera.
Y a aquellos que a tus plantas se van a desposar.
Y a cientos de jóvenes rondándote en la Reja
dejándote sus flores en la Ofrenda al pasar,
encendiendo en su alma la luz de Tu Gran Día
que ya siempre en su vida latente va a brillar.
Y así día tras día... Como el agua del Ebro
que bajo el puente labra su tapiz de cristal...
Un pueblo ante Ti pasa... Y en floración de amores
renueva en tu Capilla su Fe viva y leal,
mientras Tú le sonríes con esa Gracia tuya
hecha para Tudela de un amor especial.

NO PERMITAS, SEÑORA
Al viento el gran pinar se desmelena
y una nube plomiza
aprieta más la pena
en que al mirarla el alma se desliza.
El río, apenas sobre piedra riza
un leve florecer de blanca espuma.
El sol quiere brillar tras la roquiza
montaña coronada por la bruma.
La campana, en la torre puntiaguda
sobre la iglesia inhiesta
hoy nos quiere anunciar con voz aguda
que es Santa Ana tu fiesta.
Y yo, recuerdo el sol cuando calcina
las calles de Tudela
y tu Imagen camina
sobre una larga estela
de la Fe de tu pueblo que ilumina
la procesión gozosa de la Abuela...
Y me invade el pesar, como si fuera
una punzante y honda mordedura
no estar hoy a tu lado en la Ribera.
Cuando en su luz más pura
el sol sobre tu manto reverbera
y Raíz, Fruto y Flor en su hermosura
son esa Trinidad: Obra cimera
de Dios sobre la humana criatura...

Y esta primera vez, que de tu lado
en este único día estoy ausente,
me siento como barco abandonado
en la intensa corriente
de un añorar tu luz; y el perfumado
aliento de la albahaca floreciente
sobre el cirio doblado
en más de tres mil manos de creyentes
que te adoran con pecho enamorado.
No permitas, Señora, que este duelo
me vuelva ya a alcanzar más en mi vida.
Que no sienta otra vez el desconsuelo
de esta dicha perdida.
De este día de anhelo
que es Tudela en tu Fiesta, cuando unida
a su amor, por sus calles vas prendida
entre una Fe y un sol que en este suelo
es la dicha tal vez más parecida
a la que puede dar a un tudelano el cielo.
(Ezcaray de Rioja, julio 1966)

A NUESTRO SEÑOR, EN SU NUEVO
PASO LA ORACION DEL HUERTO
1959
Hoy te he visto Señor.... con la agonía
de tu sudor de sangre sobre el Huerto,
cuando tranquila la amistad dormía.
Cuando el ángel del Cielo descendía
y en su Cáliz abierto,
gota a gota, pasmado recogía
el mérito grandioso de tu pecho.
Cuando el traidor llegaba, con el gesto
ensayado de sus labios que temblaban
al besar al Maestro.
Cuando Cielo e Infierno te miraban
pendientes de aquel Sí. De aquel ¡Acepto!
Si no puede pasar de Mí este Cáliz...
¡Hágase como quiere el Padre Eterno!
Y en tu inefable amor lo formulaste.
Y el corazón latió con tal esfuerzo,
que atravesó la piel tu ardiente sangre
hasta regar el suelo.
Y los hombres, aquellos por los cuales
de Cruz te hiciste reo,
después de veinte siglos de tu muerte,
aún pierden tu amistad por el dinero...
Y a veces, te traicionan
después de comulgar y darte un beso.
Por esto, hoy Viernes Santo, al contemplarte
entre estos hortelanos encubiertos,
pasar con tu dolor por nuestras calles
rememorando La Oración del Huerto,
digo al verte: ¡Señor!... Vinieron pocos.
Son muchos los que faltan... ¡Muchos!... Pero
es tanta la ilusión de los que vienen....

De estos hombres riberos,
que tal vez no sabrán de Gregorianos...
que tal vez al hablarte lo harán recio...
que no comulgarán todos los días...
que temblarán a veces como Pedro...
Pero escucha Señor: Ve confiado
entre estos hortelanos encubiertos,
porque en su doble fila, los traidores
no podrán entregarte con un beso.
Habla al Padre Señor. Dile despacio,
cómo van a tu lado estos riberos
que darían su vida por el "Paso"
de Nuestro Dios en la Oración del Huerto.

EN NOMBRE DE TUDELA
A don Julio Segura, por la concesión de la Cruz de San Raimundo de Peñafort
En nombre de Tudela, la de vegas feraces.
La del trabajo honrado y timbres de nobleza.
La de hortalizas verdes... La de dorados haces.
La de recias casonas donde se ama y se reza.
La de calles en cuesta... La de amplias avenidas.
La del Ebro en la noche convertido en espejo.
La de pesca en pontones con redes extendidas.
La de antigua almadía con difícil manejo.

La de la torre aquella que parece un juguete;
con sus rotas almenas y curvos torreones
donde juegan a Patria sus mejores mocetes,
sintiendo lealtades de hidalgos e infanzones.
La del Gallo, que al viento hunde el pico en caricia.
La del Concejo, nido de la erguida cigüeña.
La majestuosa torre mayor catedralicia
y tantas de campana danzarina y pequeña.
La de pastos bravíos y vinos de solera.
La industrial que al sol limpio de sus albores nace.
La de frutas y olivos pendón de la Ribera.
La del blanco rebaño que en sus linderos pace.
La de las rosas frescas de la sin par Mejana.
La de la albahaca verde que tras el rayo asoma.
La que va derramando el día de Sta. Ana
como nuevo incensario su delicado aroma.
La del Puente de Piedra sobre el Ebro fecundo
que se cree inspirara la esposa de don Sancho.
La del Queiles humilde que en ansia de ver mundo
atraviesa gozoso la luz del Puente Mancho.
La del Rey de Las Navas donde Cristo preside
el vivir de este pueblo que en labor cotidiana
sabe obtener del cielo cuando del cielo pide
por medio de la Abuela, nuestra Excelsa Santa Ana.
La que tiene a la Virgen del Monumento en vela
¡Nuestro pueblo D. Julio! ¡Nuestro Pueblo! ¡Tudela!
En el nombre de todos, que a todos ofreciste
el triunfo de tu insigne Concesión merecida,
quiero darte las gracias por esto que tú hiciste.
¡Qué Sta. Ana ilumine las sendas de tu vida!
Del que tus libros dejan imborrable memoria.

AL SERÁFICO
P. SAN FRANCISCO DE ASÍS
En la conmemoración del centenario de la venida de
los Rvdos. PP. Capuchinos a Tudela Navarra.
1999
Va Francisco, de cara a la ribera,
al otero, o al monte más lejano.
Va Francisco, avanzando por doquiera
donde haya un ser a quien llamar hermano.
Hermano llama al lobo, a la paloma, al risco;
al sol, la flor, el río o la fontana.
Y hasta a la misma Muerte, da Francisco
tratamiento de hermana.
Siembra a todos los vientos su Doctrina.
De campos y ciudades hace un templo;
donde en la hondura, hacia la luz germina
la semilla abonada con su ejemplo.
Va haciendo el bien, por todo donde pasa,
y sólo por hacer el bien suspira.
En cada despoblado, en cada casa;
porque Francisco, en sólo Dios se mira.
Y de tal modo en Cristo se contempla.
Y de tal forma, en Él tanto se embriaga,
que el mismo Cristo sus fervores templa,
marcándole el estigma de sus llagas.
Y al final, aún en vida, ¡La victoria!
Cuando bajando de la Cruz su brazo,
se apoya en él, mientras le envuelve en gloria
con la dicha inefable de su abrazo.
224