sigue siendo un fruto seco? - Punto de Lectura

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Un cacahuete flotando
en una piscina...
¿sigue siendo un fruto seco? 2

Luis Piedrahita (A Coruña, 1977), guionista,
escritor y humorista, empezó escribiendo teatro,
donde, en colaboración, estrenó las obras
5hombres.com, 5mujeres.com, La vida según
San Francisco y Entre fuerte y flojo. En televisión
ha sido guionista de El club de la comedia
y del programa de Cruz y Raya. También ha colaborado
en El Hormiguero y, en las dos últimas
temporadas del programa de magia Nada
x aquí, trabajó como director y guionista. Asimismo,
continúa participando en el programa
de radio No somos nadie. Hasta la fecha, ha
publicado los libros Un cacahuete flotando en
una piscina... ¿sigue siendo un fruto seco?
(2005), ¿Cada cuánto hay que echar a lavar un
pijama? (2006) y Dios hizo el mundo en siete
días y se nota (2007).

Un cacahuete flotando
en una piscina...
¿sigue siendo un fruto seco? 2
LUIS PIEDRAHITA

© 2005, Luis Piedrahita
© De esta edición:
2010, Santillana Ediciones Generales, S.L.
Torrelaguna, 60. 28043 Madrid (España)
Teléfono 91 744 90 60
www.puntodelectura.com
ISBN: 978-84-663-2422-9
Impreso en China – Printed in China
Fotografía de portada: Pedro Menéndez de la Cuesta Quejido
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de la editorial.

Un cacahuete flotando
en una piscina...
¿sigue siendo un fruto seco?
2

Índice
Prólogo de Pablo Motos:
El hombre que sonríe con las gafas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
IV. Cosas del ocio… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Los juegos de playa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Los pasatiempos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
El verano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Los helados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Las chanclas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Los fascículos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Las tarjetas de Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Las tiendas de campaña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Las cosas que relajan. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
V. Cosas del mundo… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
Las hormigas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Las flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Los columpios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Las capuchas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Las tiendas de regalos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

Las burbujas y las pompas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
La publicidad previsible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Los charcos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
VI. Cosas de la mesa… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
Los manteles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Los cereales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Los palillos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Las bolsitas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
Las aceitunas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
El café . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Las barras de los bares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
La bollería industrial. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
El fiambre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
VII. Cosas de las cosas… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Cosas olvidadas que no llegaron a imponerse . . . . . . . 121
Cosas maravillosas que no sabemos valorar . . . . . . . . . 125
Cosas de los kleenex . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Cosas sobre los sobres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Cosas de los clips y las grapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Cosas de las pegatinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Cosas de las carteras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Raspones y arañazos en el coche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

Prólogo
Decía Heráclito de Éfeso (540-480 a.C.) que nadie se
baña dos veces en la misma agua del río. Se equivocaba.
No contaba con los castores. Los castores son unos
animalitos tozudos que dedican su vida a detener la
corriente de los ríos, construyendo presas. Las hacen
contra corriente, acarreando sin descanso ramitas y
hojarasca para, tejiéndolas con barro, crear auténticos
alardes de ingeniería.
Luis Piedrahita es un castor. Sólo hay que verle el pelo
indómito. Lo mismo que hacen los castores con los ríos
lo hace Luis Piedrahita con el río de la vida. Luis colecciona
con paciencia los cacharros, los cachivaches, los
objetos insignificantes, la bisutería de todo a un euro
que nos rodea para tejerlo todo con humor e inteligencia
y crear diques contra el poderoso río de la rutina.
Luis detiene la rutina y de esa forma nos permite
bañarnos más de una vez en el río de la vida.
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JUAN HERRERA

Los juegos de playa
Aunque tienen asas,
no hay por dónde cogerlos
Habría que prohibir el verano.
Como hace calor, la gente seria se coge vacaciones,
y bajamos el listón hasta el punto de que el listón deja de
ser un listón para convertirse en una raya de tiza pintada
en el suelo. En invierno, a nadie se le ocurre, por ejemplo,
comer en un restaurante que tenga en la puerta las
fotos de los platos combinados. Pero en verano… como
que bajamos el listón.
Exigimos muy poco a los artículos veraniegos, sobre
todo, a los juguetes de playa: el cubo, la pala y el rastrillo
vienen envueltos en una red como si fueran patatas.
Son un cúmulo de despropósitos.
El cubo, para empezar, parece que sirve para llevar
arena de un sitio a otro, o para llenarlo de agua y mojarle
los pies a la abuela… Pues no, lo llenes de lo que lo llenes,
el asa no aguanta ni quince segundos. Aunque no lo
llenes de nada, el solo peso del aire ya rompe el asa del
cubo. Por eso lo venden todo envuelto en una red, porque
como lo agarres por el asa, con la pala y el rastrillo
dentro, se te rompe en la misma tienda. El cubo queda
relegado a un único uso: hacedor de flanes. Bueno, y
tambor: dándole con la pala. La pala sirve para coger arena
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y dar al tam, tam, tam. Pero ¿para qué sirve el rastrillo?
¿Para rascar la espalda a la abuela? Ya que no le refrescas
los pies, pues le rascas la espalda, y que se relaje.
¡Manda narices…! El verano es para relajarse y al
pobre niño le dan una pala, un rastrillo, ¡y a cavar zanjas
en la playa! Sólo falta que le den un botellín de Mahou.
Y para que parezca lúdico, dentro de la redecilla vienen
una especie de moldes de repostería con motivos marinos:
un pulpo, una estrella de mar, una sirena… Y que
no salen nunca. Lógico: ¿sabéis cómo funciona un molde
de repostería? Para que saliera la sirenita, habría que
untar el molde con mantequilla. Yo lo hice una vez en mi
casa, en La Coruña, y parecían galletas. Eran otros tiempos…
galletas en las playas, todos tan relajados… Pero
después del Prestige ya no está el horno para bollos.
Una de las cosas que más me cuesta entender es lo
de las cosas hinchables. Ya lo hay todo: orcas, cocodrilos,
manos, mujeres con cara de susto, bolis Bic… ¡Todo!
Hay hasta teléfonos móviles hinchables. Me imagino yo
a las madres gritando a sus hijos: «¡No os vayáis tan a lo
hondo, que no hay cobertura!».
La ciencia de lo inflable ha llegado lejísimos, pero
aún no han encontrado la manera de quitar ese borde
cortante, esa costura que tienen las colchonetas. Vas
tumbado, nadando con los brazos, te los corta, y se te
van al fondo del mar. ¿Y cómo vuelves? Eso no puede ser
tan difícil de quitar. Mi madre lo hace cuando cose los
calcetines. Se hace la costura y luego se le da la vuelta.
Podéis decir: «No, es que está hecho a mala leche por un
supervillano que quiere destruir el mundo». Vale, pues
entonces que lo ponga de metal, que con el agua se oxida
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y, además de cortarte los brazos, te mata de tétanos. Yo he
estado investigando y creo que el responsable del borde
cortante es el mismo que inventó los flashes, esa golosina
que se congela y se chupa, y que te raja la boca por las comisuras
dejándote con una sonrisa como la raja de un culo.
Hay un juguete de playa que, por cómo está hecho,
puede valer para cualquier cosa menos para jugar en la
playa: el balón de Nivea. Es imposible jugar al fútbol o al
voleibol, porque sirven sólo para una patada. En cuanto
le das, ya no para nunca, hasta que otra familia lo encuentra.
Y le dan una nueva patada y ¡hala…! Yo creo
que debe de haber sólo seis o siete balones de Nivea en
el mundo, lo que pasa es que van pasando de familia en
familia.
Por eso, desde estas líneas, pido balones de Nivea
un poco más pesados, colchonetas hinchables sin bordes
cortantes y cubos con asas más resistentes.
Hemos estado trabajando todo el año y creo que
nos lo merecemos.
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Los pasatiempos
¿Qué pasa con todo ese tiempo que pasa?
¿Se pierde?
El otro día entro en mi casa y veo a mi portero —en
la portería— muy concentrado con un cuadernillo de
pasatiempos.
—¿Qué tal, Jesús? ¿No prefieres leer un libro normal?
No sé… algo de Lucía Etxebarría…
Y levanta la cabeza, me mira fijamente y me pregunta:
—«¿Ninfa acuática del paraíso de Indra, en la mitología
hindú?».
—¿Qué?
Y dice:
—Seis letras… ¡Claro! ¡Apsara!
Una persona que sabe eso se lo sabe ya todo. Por
eso no lee un libro normal, porque ya los ha leído todos.
Necesitan pasatiempos porque ya lo han hecho todo en
la vida, han viajado, han estudiado aldehídos anísicos, se
saben los meses del calendario hebreo… Cada vez que
paso por delante de mi portero, me dice:
—¡Eh! A ver si nos peinamos…
Dice eso para que lo entienda yo. Si quisiera, podría
decirme:
—¡Eh! A ver si tañes esa cabellera con un cepillo de
cerdamen hirsuto.
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He comprado un cuadernillo de crucigramas. Lo
más curioso de estas revistillas son las portadas, porque
¿qué portada le pones a una de estas revistas? Si la revista
fuese de motos, pues una moto. En el Jara y Sedal ponen
un silbato para ir al rececho de la perdiz. Pero… ¿en
una revista de pasatiempos? En la mía han puesto una
señora haciendo piragüismo, que no tiene nada que ver
con nada, pero al menos bonito tampoco es.
Dentro hay sopas de letras. Tanta sabiduría y tanta
cultura, pero vienen sin un solo acento. «Utensilios del
hogar: telefono, video, lampara…». Lo harán así para relajar
la mente, como lo de unir los puntos: una serie de dispersos
puntos numerados, y hay que unirlos con el boli.
¿Cuál es ahí la dificultad? ¿Saber contar? Además, parece
que lo hacen con recochineo: «Descubre la figura secreta»,
y se ve una nube de números sobre un lago, rodeada
de patos y con pico de pato… ¿Qué será?
No hace falta irse a estas revistas: en los periódicos
también hay pasatiempos. Lo que más me intriga de los
periódicos son los dibujos de Laplace de buscar las diez
diferencias. Este señor lleva toda la vida dibujando, pero
no aprende. Hace un dibujo, le queda perfecto, pero luego
lo intenta repetir y la caga por todas partes. Mejor para
él, porque el día que lo clave, lo despiden. Y no es fácil
encontrar las diferencias. Primero pones un ojo en
cada dibujo… que el pobre Laplace los tiene que tener
ya como el Dioni. Te quedas mirando al señor cazando
mariposas… y encuentras enseguida los primeros cuatro
errores, pero los otros… Te mueres por saber dónde están.
El problema es que en el periódico te viene la solución
del día anterior, en pequeñito, que parece que lo
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han tiroteado. Es como Bush: si hay un error, se tapa con
un disparo. Como no vas a esperar al día siguiente para
mirar la solución, lo que hago yo es recortar los dibujos,
poner uno encima del otro al trasluz y ya está.
Una de las cosas más terribles de los pasatiempos
son los jeroglíficos. ¿De qué van los que hacen los jeroglíficos?
¿El señor Ocón de Oro se ha vuelto loco? Se
ven unas flechas, una «A», una «D» y un «1». Y pregunta:
«¿Cómo recibieron las palabras de Juan?». ¡Y a mí
qué me importa! ¡Me voy a poner a descifrar todo eso
para saber cómo recibieron las palabras de Juan! ¡Si no
sé ni quién es Juan! El problema del jeroglífico no es que
sea difícil, es que no interesa.
Pero, por si hay alguien interesado, hay tres cosas
que, si te las sabes, te sirven para resolver todos los jeroglíficos
del mundo: la tabla periódica, los números romanos
y las siete notas musicales. Alguna de estas tres
cosas cae fijo.
Aún menos nos interesan las partidas de ajedrez a
medias. Aparecen unas fichas de ajedrez y dice: «Negras
juegan y ganan». Pues vale, ya está hecho. Es que te da
pereza: «Blancas mueven y dan mate en dos». Por mí
como si las matan a todas.
Pero lo más interesante de estos cuadernillos de
crucigramas es que sólo al final sabemos si lo hemos hecho
bien o mal. Como en la vida. La única diferencia es
que, en uno de los dos, la gente hace trampas.
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El verano
Un periodo del año que es tío
El verano no lo inventó Dios. Él se fue de vacaciones
y el verano se lo encargó a otro, al becario. Si os fijáis,
el verano está lleno de fallos tontos.
Dios no habría puesto un calor tan infernal. Y los
pobres curas, de negro de la cabeza a los pies…
—¡Se me ha aparecido la Virgen! ¡Se me ha aparecido
la Virgen!
—No, a ti te ha dado una insolación.
Y el Papa, de blanco. Claro, como es el jefe. ¿Por
qué no les hacen a los curas un traje de verano? Podría
ser igual, pero de manga corta y pantalón corto. Claro
que… parecerían árbitros, verían a una chica en top less y
silbarían con el pito:
—¡Blasfemia! ¡Fuera del área…!
Otro fallito tonto del verano son los mosquitos. ¿Para
qué sirven los mosquitos? ¿No podríamos prescindir de
ellos? Es un tema que enfada a los ecologistas, que siempre
salen con que «los mosquitos son necesarios porque
sirven de alimento a las arañas peludas».
Vale.
Y yo me pregunto: ¿para qué demonios queremos
las arañas peludas?
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—Es que las arañas peludas sirven de alimento al
sapo verrugoso, y al sapo verrugoso se lo come la rata almizclera,
y a la rata almizclera, la serpiente…
Vale.
¿Y no podemos prescindir de todos esos animales
de la cadena? ¿No te das cuenta de que si la serpiente, en
vez de ratas, comiese manzanas, aún estaríamos en el Paraíso?
A mí, los ecologistas, que me resuelvan otra duda:
los mosquitos, en invierno, ¿qué comen? ¿Ya no necesitan
sangre? Yo creo que para esos bichos la sangre es un
capricho, como para nosotros la horchata. Está muy bien
en verano, pero tampoco es supernecesaria: si no la hay,
no pasa nada.
Imaginaos que cada vez que nosotros nos tomáramos
una horchata, a los osos panda, por ejemplo, les saliese
un ronchón molesto. Pues eso se habla:
—Oye, humanos, que soy el oso panda, portavoz de
los míos, y mirad, es que resulta que cada vez que os tomáis
una horchata, pues nos sale este ronchón, y pica.
¿No os importaría pasaros al granizado?
Las cosas se hablan.
Y ahora que hablo del granizado, el granizado de limón
es otro de los fallos del verano. Yo no digo que esté
mal… sólo digo que le falla el final. Desde que lo pides,
un granizado de limón sólo puede ir a peor. Es como el
matrimonio, los primeros sorbos son muy sabrosos, pero,
al final, aquello se convierte en un bloque de hielo.
Otro fallo tonto del verano es el «horario de verano».
Llamas a Telepizza y te dicen: «No, es que estamos
en horario de verano». Yo, directamente, llamo al
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hemisferio sur. Llamo a Madagascar y que me manden la
pizza desde allí, que están con horario de invierno.
Otro error terrible del verano surge de combinar el
catarro de los aires acondicionados con la vejiga llena de
beber para no deshidratarse. Hay que visitar los urinarios,
ya estás entrado en el acto… ¡y notas que vas a estornudar!
Y piensas: «No, por Dios, esto no me puede estar pasando
a mí». El cuerpo humano no está preparado para esas dos
acciones a la vez.
Hay una cosa que no es un fallo, pero la gente cree
que sí. La gente dice: «Madrid sería perfecto si tuviera
una playa». Vamos a ver… ¿Os imagináis los atascos que
habría en Madrid si Madrid tuviese una playa? La gente
moriría en los atascos a la ida. Los supervivientes morirían
a la vuelta: nadie regresaría con vida para contarlo.
El verano está lleno de pequeñas molestias, pero
son errores tontos, no catástrofes… En agosto todo el
mundo se coge vacaciones y el mundo sigue girando. Yo
me pregunto: ¿qué hacemos trabajando el resto del año?
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