Entrevista Javier Elzo - Revista Jóvenes y más
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ENTREVISTA A JAVIER ELZO IMAZ:<br />
“LO QUE CARACTERIZA A LOS JÓVENES ES EL PRESENTISMO, EL VIVIR AL DÍA, LO<br />
QUE PUEDE SER POSITIVO”<br />
<strong>Javier</strong> <strong>Elzo</strong> (Beasain, 1942), catedrático emérito de Sociología de<br />
la Universidad de Deusto, lleva toda la vida “radiografiando” a los<br />
jóvenes y adolescentes españoles. Sus investigaciones sobre<br />
diversos aspectos de la juventud actual –que no en vano le<br />
hicieron acreedor en 2009 del Premio Eusko Ikaskuntza Caja<br />
Laboral de Humanidades, Cultura, Artes y Ciencias Sociales- son<br />
un elemento fundamental para entender gran parte de las<br />
dinámicas juveniles. Hemos tenido el privilegio de poder charlar<br />
con él de valores, de las familias y, en concreto, de emancipación.<br />
Es común referirse a “los valores de los jóvenes” como unos valores diferentes a los del resto<br />
de la sociedad, pero al observar los estudios específicos al respecto lo cierto es que la<br />
jerarquía de valores de adultos y jóvenes es muy similar… ¿Existen valores diferenciales,<br />
específicamente juveniles? ¿Cuáles serían en este momento?<br />
Los jóvenes son parte de la sociedad, luego sus valores se modifican como se están<br />
modificando en el conjunto social. Así y todo, básicamente en razón de su edad, luego tienen<br />
<strong>más</strong> futuro que pasado obviamente y, teniendo en cuenta que crecen en una sociedad muy<br />
volátil, lo que les caracteriza sería el presentismo, el vivir al día. Pero este presentismo,<br />
precisamente por la volatilidad e incertidumbre de la sociedad adulta, se puede convertir en los<br />
jóvenes en una virtud, en un valor positivo por lo que indica de acomodación al tiempo presente<br />
en notorio mayor grado que sus padres. Es lo que explica, por ejemplo, que sus padres estén<br />
<strong>más</strong> preocupados que sus hijos por los fracasos escolares o las dificultades laborales de estos.<br />
La contrapartida residiría en la ausencia de implicación en proyectos colectivos de futuro salvo<br />
en colectivos relativamente reducidos. Recuérdese el 15 % de alternativos de la tipología del<br />
estudio de la FAD de finales de 2006, “<strong>Jóvenes</strong>, valores, drogas”, que ya prefiguraba los<br />
jóvenes del movimiento del 15 M del año pasado.<br />
Añadiría como otros valores positivos de los jóvenes de hoy el rechazo al amiguismo, a todo lo<br />
que suene a enchufismo y picaresca, la demanda de transparencia en las cosas públicas, etc.<br />
Los adultos dicen que cuando crezcan, los que tengan poder, se olvidarán de esos valores. Lo<br />
que está por demostrar.<br />
<strong>Entrevista</strong>: <strong>Javier</strong> <strong>Elzo</strong> Imaz <strong>Revista</strong> <strong>Jóvenes</strong> y <strong>más</strong> Nº2 Enero 2012<br />
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¿Considera que se ha podido producir un cambio en la jerarquía de valores como<br />
consecuencia de la crisis en que estamos inmersos?<br />
En el Congreso “Hablemos de drogas”, organizado por la FAD en<br />
Barcelona los día 3, 4 y 5 de junio de 2009, intervine con una<br />
ponencia que titulé “Permanencia y evolución de valores en<br />
España 1981-2008”.<br />
Sostuve que limitándonos al tránsito de los valores de la<br />
sociedad moderna a la postmoderna (luego mas allá de la<br />
sociedad tradicional) tiene como línea dominante la dilución de<br />
proyectos globales en la suma de proyectos individuales: en la<br />
sociedad moderna se magnificaba la plausibilidad de un proyecto global, holístico, de una idea<br />
matriz, de un norte como faro de acción social a diferencia de lo que sucede en la sociedad<br />
emergente, que se caracteriza por la incertidumbre, la duda, el repliegue en lo cotidiano, en lo<br />
emocional, en la proxemia. Remito a las Actas del Congreso para el detalle.<br />
En junio de 2009 ya estábamos en la crisis y se hablaba de “brotes verdes”. Pero ahora en<br />
enero de 2012 hablamos de recesión. Sin embargo, los valores no cambian con tanta rapidez.<br />
El año 2011 publicamos el estudio catalán de valores, con trabajo de campo anterior, y<br />
pudimos comprobar, en comparación con la submuestra catalana de la encuesta española de<br />
2008, que lo esencial (las prioridades vitales, los criterios éticos etc.) se mantenía, pero se<br />
acentuaba el individualismo y la preocupación por los próximos (la familia) así como el hecho<br />
de tener un trabajo (o el miedo a perderlo), <strong>más</strong> allá de la calidad de ese trabajo.<br />
¿Qué cabida tienen valores como el emprendimiento, el esfuerzo o la abnegación en la<br />
jerarquía de valores de los y las jóvenes en España? ¿En qué medida influyen en sus<br />
trayectorias formativas y laborales?<br />
Como consecuencia de todo lo anterior se valora <strong>más</strong> lo subjetivo sobre lo objetivo, la fiesta<br />
sobre la formación, la deconstrucción sobre la construcción, el cuerpo sobre el espíritu, la<br />
responsabilidad diferida sobre la autorresponsabilidad. Se acepta el compromiso puntual sobre<br />
todo si es lejano, pero no el duradero, especialmente si es próximo por ser <strong>más</strong> personalmente<br />
implicativo. Ade<strong>más</strong>, al valorar el presente sobre el futuro hace que los jóvenes prefieran<br />
retrasarlo lo <strong>más</strong> posible instalándose en el presente incierto mientras dure el cobijo familiar. El<br />
emprendimiento y el esfuerzo son valores dominantes en un núcleo relativamente reducido de<br />
jóvenes que no llega al 20% de la población juvenil española.<br />
¿Cómo cree que encaja el valor responsabilidad en nuestra sociedad, especialmente en<br />
relación a los y las jóvenes?<br />
En diferentes ocasiones he indicado que un rasgo central de los jóvenes es el de su implicación<br />
distanciada respecto de los problemas y de las causas que dicen defender. Incluso en temas<br />
frente a los cuales son adalides, como el ecologismo y el respeto por la naturaleza por señalar<br />
un caso paradigmático, no puede decirse que conforme, salvo en grupos muy restringidos de<br />
nuevo, un campo de batalla, una utopía sostenida en el día a día, en la acción libremente<br />
decidida a la hora de ocupar sus preocupaciones y el tiempo disponible. Por eso he insistido<br />
repetidas veces que en los actuales jóvenes hay un hiato, una falla, entre los valores finalistas<br />
y los valores instrumentales: los actuales jóvenes invierten afectiva y racionalmente en los<br />
<strong>Entrevista</strong>: <strong>Javier</strong> <strong>Elzo</strong> Imaz <strong>Revista</strong> <strong>Jóvenes</strong> y <strong>más</strong> Nº2 Enero 2012<br />
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valores finalistas, (pacifismo, tolerancia, ecología, exigencia de lealtad, etc.) a la par que<br />
presentan, sin embargo, grandes fallas en los valores instrumentales sin los cuales todo lo<br />
anterior corre el gran riesgo de quedarse en un discurso bonito. Me refiero a los déficits que<br />
presentan en valores tales como el esfuerzo, la auto-responsabilidad, el compromiso, la<br />
participación, la abnegación (que ni saben lo que es), la aceptación del límite como baliza de<br />
comportamiento, el trabajo bien hecho, etc. Pienso que la escasa articulación entre valores<br />
finalistas y valores instrumentales está poniendo al descubierto la continua contradicción —<br />
amén de la dificultad— de muchos jóvenes para mantener un discurso y una práctica con una<br />
determinada coherencia y continuidad temporal, allí donde se precisa un esfuerzo cuya utilidad<br />
no sea inmediatamente percibida. Sabemos también que esta situación no es propia de los<br />
jóvenes sino de la sociedad en su conjunto aunque, de forma prioritaria, la atribuye a los<br />
jóvenes.<br />
La actual crisis no ha modificado sustancialmente este diagnóstico aunque hayamos vivido el<br />
fenómeno del 15 M pero, como ya he indicado en una respuesta anterior, estamos hablando de<br />
un porcentaje pequeño (aunque significativo) de jóvenes, que ya se apreciaba nítidamente el<br />
año 2006.<br />
¿Ha variado en algún modo la consideración de la familia, como valor en sí mismo? ¿En qué<br />
sentido y qué influencia puede tener ello en el proyecto o en las expectativas vitales de los y<br />
las jóvenes?<br />
La familia sigue siendo plebiscitada por la sociedad española. Lo es<br />
así desde que hay encuestas y estudios sociológicos, por ejemplo<br />
desde los estudios Foessa de los años ‘60 del siglo pasado. Más<br />
recientemente, en el estudio de la FAD “Valores sociales y drogas”<br />
publicado el año 2010, en la jerarquización de valores finalistas de los<br />
españoles, esto es, los valores considerados <strong>más</strong> importantes en la<br />
vida, aparece en primer y destacado lugar la familia. En una escala de<br />
1 a 10, en grado de importancia, la familia obtiene una media de 9,14, lo que indica la potente<br />
unanimidad que suscita la familia.<br />
Como siempre hay que añadir que este plebiscito familiar lo es <strong>más</strong>, mucho <strong>más</strong>, al deseo de<br />
una familia que funcione bien (digamos en breve, una familia donde haya armonía y respeto<br />
entre sus miembros) que una valoración de cómo funciona en realidad la familia en la que se<br />
vive.<br />
También hay que añadir que la altísima valoración de la familia va mas allá del modelo formal<br />
de familia (nuclear, reconstituida, monoparental, etc.) y se refiere, lo repetimos, a la bondad del<br />
contenido de las relaciones intrafamiliares.<br />
¿En qué medida adquieren importancia los valores independencia y autonomía en el seno de<br />
las relaciones entre padres e hijos? ¿En qué se diferencian y cómo influyen en los procesos<br />
de emancipación de los y las jóvenes?<br />
En el Congreso de la FAD sobre Familia y Ciudadanía en Madrid del año 2007, compartí una<br />
mesa redonda con una colega española, Sandra Gaviria, que trabaja en la Universidad<br />
francesa de Le Havre. Comparando los hábitos de los jóvenes españoles y franceses afirmaba<br />
refiriéndose a los españoles que “sus progenitores aceptan esta situación (de no emancipación<br />
<strong>Entrevista</strong>: <strong>Javier</strong> <strong>Elzo</strong> Imaz <strong>Revista</strong> <strong>Jóvenes</strong> y <strong>más</strong> Nº2 Enero 2012<br />
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del hogar hasta edades tardías) e incluso la viven con orgullo. Si un hijo se marcha pronto, lo<br />
viven como una decepción o como si hubiesen hecho algo mal. Los que trabajan y conviven<br />
con sus padres no se consideran ni son considerados como adolescentes tardíos o como<br />
adultos inmaduros. El trabajo es una condición necesaria pero no suficiente para irse, ya que<br />
desean marcharse en buenas condiciones económicas, tener ahorros e, incluso, en algunos<br />
casos, haber empezado ya a pagar una hipoteca para comprar un piso. No existe la idea de<br />
que un individuo que se asume económicamente es <strong>más</strong> autónomo de su familia y que tiene<br />
menos obligaciones hacia ella. Las obligaciones familiares no tienen nada que ver con los<br />
ingresos de sus miembros o con su autonomía económica. Por lo tanto, las obligaciones de un<br />
joven hacia los suyos, que trabaje o no, que se vaya o que se quede, no cambian”.<br />
Estoy plenamente de acuerdo con ese diagnóstico al que, en el momento actual, solamente<br />
cabe añadir el correctivo estructural del número creciente de núcleos familiares con procesos<br />
de separación o divorcio, de tal suerte que se convierten en núcleos familiares monoparentales<br />
lo que conlleva, muchas veces, una aceleración en la emancipación de los hijos.<br />
Bastantes estudios señalan que una de las razones del retraso en la emancipación juvenil,<br />
<strong>más</strong> allá de cuestiones estructurales, es el deseo de los y las jóvenes (habitualmente en<br />
consonancia con lo que piensan sus padres y madres) de no perder calidad de vida, nivel<br />
social o estatus. ¿Cómo se interpreta esto en término de valores?<br />
En efecto, parece un lugar común decir que estamos ante la<br />
primera generación que vivirá peor que sus padres. Pero no es<br />
cuestión de ahora. En plenas “vacas gordas”, cuando decíamos<br />
que la economía iba bien, sin ir <strong>más</strong> lejos los siete primeros años<br />
de la década recién terminada, ya se oían voces y se leían textos<br />
donde se decía que las nuevas generaciones no podrían<br />
mantener el mismo nivel de vida que el de sus propios padres.<br />
Que por primera vez el ascensor social estaba averiado.<br />
También que el implícito contrato social intergeneracional se<br />
había roto. Que se había roto el contrato social que venía a decir que “yo, generación adulta, te<br />
ofrezco a tí, generación joven, las mejores posibilidades formativas posibles, y en todo caso<br />
bien superiores a las que nuestra generación tuvo en sus días, lo que te permitirá insertarte<br />
laboralmente, también en mejores condiciones que nosotros cuando teníamos tu edad”.<br />
En consecuencia no es difícil imaginar que ahora, con la crisis de 2008, esa vieja idea de<br />
pérdida en el nivel social y económico de los actuales jóvenes, respecto del que disfrutaron sus<br />
padres, parece haberse convertido en una profecía. Pero las cosas son <strong>más</strong> complicadas.<br />
Telegráficamente diría lo siguiente:<br />
1º: No vale comparar los hijos de hoy con sus padres de hoy, sino con sus padres de hoy<br />
cuando tenían la edad de sus actuales hijos.<br />
2º: Ciertamente el incremento especulativo del precio de la vivienda hace <strong>más</strong> difícil la<br />
emancipación familiar y la inserción social. Toda España está padeciendo esta desmesura y<br />
esta codicia.<br />
3º: La sociedad se está americanizando, esto es, se está haciendo meritocrática cuando la<br />
ideología políticamente correcta, extendida por doquier, es la igualitaria. Luego quiénes no<br />
se den cuenta, y vivan en el sueño del Estado protector (a no confundir con el Estado del<br />
<strong>Entrevista</strong>: <strong>Javier</strong> <strong>Elzo</strong> Imaz <strong>Revista</strong> <strong>Jóvenes</strong> y <strong>más</strong> Nº2 Enero 2012<br />
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Bienestar) lo van a pasar mal, pues el Estado protector, por mor de la crisis, está, valga la<br />
redundancia, en crisis.<br />
4º: El nivel de vida al que aspira la generalidad de los jóvenes ¿es igual, mayor o menor al<br />
del que aspiraban sus padres, cuando tenían su edad? Porque puede ser que la<br />
comparación haya que hacerse por partida doble: entre los niveles de vida de unos y otros,<br />
sí, pero entre sus aspiraciones, también. Y,<br />
5º: También hay jóvenes (y adultos), pocos ciertamente, que, cubiertos unos niveles básicos<br />
de trabajo, emancipación familiar e inserción social, se plantean que el decrecimiento, si se<br />
da, puede ser una bendición y que, al fin, empecemos a pensar en calidad de vida<br />
arrinconando la esclavitud del nivel de vida. Y se planteen la vida de otra manera con otras<br />
aspiraciones cuantitativas. Quizás quieran hacer realidad en su vidas aquello de “ser <strong>más</strong>”<br />
en lugar de “tener <strong>más</strong>”.<br />
<strong>Entrevista</strong>: <strong>Javier</strong> <strong>Elzo</strong> Imaz <strong>Revista</strong> <strong>Jóvenes</strong> y <strong>más</strong> Nº2 Enero 2012<br />
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