y abandónate en los brazos de Dios - Pastoral Misioneras Claretianas

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VIDA VOCACIÓN >>> HOJA VOCACIONAL >>> Adviento 2010
Lo que tú quieras…
y abandónate en los brazos de Dios
SALMO 130 Abandono confiado en los brazos de Dios
1 Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
2 sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
3 Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.
El lema pastoral propuesto para este curso puede resultar engañoso, pero no lo es. LO QUE TÚ QUIERAS… Nos
toca afrontar el mundo de los deseos, complejo mundo de los deseos. ¿Puedo realmente ser todo lo que
quiero? ¿Cómo? A medida que vamos creciendo en edad y estatura crecen también nuestros deseos, es lo
lógico. Pero ¿hasta dónde nos hace bien soñar y soñar? ¿Cuál es la medida realista de nuestros deseos? Si
doy rienda suelta a todo lo que mi corazón desea me puedo ver reflejado en ese versículo de este salmo que
afirma: mi corazón es ambicioso, pretendo grandezas que superan mi capacidad… por eso nos viene bien
meditar este salmo que pone una buena dosis de realismo a nuestros deseos omnipotentes. Cuando nosotros
tendemos a ir hacia arriba, Dios Padre se empeña en venir hacia abajo, y nos muestra un camino. Es otro modo
de decir lo que celebramos en Adviento...
El centro del Salmo resalta la imagen de una madre con su hijo, signo del amor tierno y materno de Dios, como
ya lo había presentado el profeta Oseas: «Cuando Israel era niño, yo lo amé... Con cuerdas humanas los atraía,
con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le
daba de comer» (Os 11,1.4).
¿Cómo situarme correctamente frente a mis deseos…? Sueña realista y adultamente, pero sueña como un
niño. ¿Habéis contemplado alguna vez la escena de un niño durmiendo en brazos de su madre, que acaba de
mamar? El niño está sereno, feliz, satisfecho… Es como si lo tuviera todo. No desea nada más. El regazo
materno nos da la confianza necesaria para sentirnos bien con lo que somos, sin desear grandezas que
superen nuestra capacidad, que nos agobian y nos cansan, y nos da la fuerza necesaria para afrontar todo lo
que de verdad nos nace de dentro, sin recortar ninguno de nuestros deseos, cargando con el precio de ellos y
las tareas que comporta.
Pronto contemplaremos una escena muy típica y familiar: la del Niño Jesús en brazos de María, su madre. Es la
escena central de la Navidad. Quizá ahí aprendió Jesús la confianza básica en la vida, en las relaciones con los
demás, consigo mismo, en su misión de anunciar la Buena Noticia… ahí, en el regazo de María aprendería a
amar y dejarse amar, a escuchar los latidos del corazón de María, aprendería a alimentarse de la Voluntad del
Padre, como María. Porque eso era la oración de Jesús. El Padre era el regazo al que volvía una y otra vez,
depositando ahí, en comunión serena y confiada, lo que vivía, lo que sentía, deseaba, le preocupaba… Un
abismo de ternura y amor se encierra en la palabra “infantil” llena de confianza, con que se dirigía al Padre:
¡¡ABBA!! HÁGASE. La Voluntad del Padre su alimento, NO COMO YO QUIERA, SINO LO QUE QUIERAS TÚ…
Como Jesús, el regazo de Dios Padre-Madre es el ámbito donde podemos soñar adecuadamente, sin temor a
quedarnos cortos o largos en nuestros deseos. Es el lugar donde nada tememos, porque sabemos que nada
malo nos puede pedir. Lugar de descanso confiado, de aceptación serena de lo que somos y proyección de lo
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que podemos llegar a ser. Ahí, en el regazo de Dios Padre-Madre podemos ciertamente pronunciar: PADRE, LO
QUE TÚ QUIERAS. Los discípulos, impresionados por la oración de Jesús a con el Padre, desean entrar en una
relación parecida con ÉL. El Padrenuestro es la respuesta de Jesús a su deseo. No dudes en rezarlo cuando no
sepas qué hacer con tus deseos. Cuando te asusten tus deseos. Entrarás en comunión con el corazón de Jesús
que tenía por alimento hacer la voluntad del Padre. Podemos acallar y moderar nuestros deseos, ahora ya en
brazos de Dios Padre-Madre. Podemos esperar confiada y filialmente ahora y por siempre, también en los
brazos de la Madre, María Inmaculada.
Para orar con el salmo:
Imagina cómo rezaría Jesús este salmo. Él siendo Dios, no pretendía grandezas que superaran su capacidad
plenamente humana, sino que se asemejó en todo a nosotros… ¿Cómo influyeron los brazos y el regazo de su
Madre en los deseos de Jesús?
¿Cómo sientes en tu vida los Brazos de Dios, las manos de María…? ¿Son para ti fuente de confianza?
Puede también ser de ayuda esta otra oración de Carlos de Foucauld:
Padre:
Me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea,
te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo,
con tal que tu voluntad
se realice en mí
y en todas tus criaturas.
Es lo único que deseo, Padre.
Te confío mi vida,
te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y me es una necesidad de amor
darme,
ponerme en tus manos sin reservas,
con una infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.
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