Juan Albañil: cerquita de la igualdad - Correo del Orinoco

2 14 / septiembre / 2010 CRÓNICAS NUESTRAS
So l i d a r i d a d y a m o r
Comida caliente
Beatriz Terán y sus tres hijos son beneficiados todos los días con el almuerzo y la merienda que ofrece una de las 68 casas
de alimentación ubicadas en la parroquia La Vega
A Beatriz le toma 20 minutos llegar
a la casa de alimentación en Los
Paraparos de La Vega, popular
parroquia caraqueña. De repente, el
sol ilumina su rostro, cubre buena
parte de su cuerpo delgado y la luz
decide abrazar sus pies.
Esos mismos pies visitan distintas
casas en otras partes de la ciudad.
“Desde las 8 de la mañana hasta las
2:30 de la tarde limpio casas por día
y no puedo buscar un trabajo fijo
porque tengo tres hijos especiales”.
Cuenta que la más pequeña, Karla,
con una discapacidad motriz, “asiste
a la escuela de 7:00 am a 3:30 pm,
ese horario me permite recogerla
cuando sale de clases para después
llevarla a sus terapias”.
Cuando no le toca trabajar, sube
con pasos firmes los once escalones
de la vivienda donde 150 personas
reciben de las manos tibias de
Maribel Martínez, encargada de la
casa de alimentación, una vianda
con sopa, cuatro arepas, jugo y
galletas, de lunes a sábado, a partir
de las 11:00 de la mañana.
“La comida que ofrecen aquí es
variada, a veces dan arroz con carne,
pabellón, otras pollo, también jugo
natural, leche, galleta o avena para
la merienda. Cuando tengo trabajo
uno de mis hijos viene a retirarla”,
comenta Beatriz Terán quien es
también madre de Luis (17) y Diana
(20), dos jóvenes que presentan
dificultades de aprendizaje.
Beatriz está inquieta, quizá algo
nerviosa. Pregunta la hora, es la
una de la tarde. Necesita saber de
sus hijos. Antes de regresar por el
callejón El Limón, manifiesta que
está consciente de que la casa de
alimentación significa “una gran
ayuda para las madres que a veces
quedamos sin trabajo y no tenemos
qué darles de comer a nuestros hijos.
Sé que por mi casa vive una muchacha
con seis niños y no puede ofrecerles
los alimentos necesarios, por eso
este lugar que está cerca de nuestras
casas nos resuelve la vida”.
Maribel Martínez y Beatriz Terán
Se abrió la puerta
Maribel Martínez, responsable de la
casa de la alimentación de la calle 23
de julio, llegó a la vida de la familia
Terán un mediodía. Beatriz hace una
pausa en la conversación porque se
da cuenta de que es momento de
regresar a su casa con la comida,
sus hijos la están esperando.
Sin embargo, decide terminar la
historia: “Maribel tocó a mi puerta
hace cuatro años, recuerdo que
era la hora del almuerzo y salía
hacia la calle. Me dijo que estaba
pasando una lista para anotarse
Después del sabotaje petrolero,
el Gobierno Bolivariano creó en
2004 las Casas de Alimentación,
con el propósito de garantizar la
seguridad alimentaria de aquellas
personas en condiciones de mayor
vulnerabilidad y exclusión social,
brindándoles atención mediante
los Programas Mercal Máxima
Protección, de la Fundación Pro-
como beneficiado de la casa de
alimentación. Le comenté que
tenía tres hijos y no siempre podía
asegurarles el almuerzo o la cena”.
Ese día, un día no como cualquier
otro, Beatriz Terán y su familia le
abrieron la puerta a la esperanza.
Desde 2006 esta mujer de 39
años de edad es una de los 94 mil
350 beneficiados con las casas
de alimentación que existen en el
Distrito Capital, las cuales funcionan
en hogares de alguna familia, donde
se suministra comida preparada a
las personas que viven en condición
de pobreza.
Para los más vulnerables
grama de Alimentos Estratégicos
(Fundaproal), los cuales han permitido
mejorar la calidad de vida,
proporcionar alimentos de primera
necesidad al pueblo venezolano
y reducir la pobreza extrema
de 20,1% (1999) a 7,2%
(2009). Actulamente, 6 mil casas
de alimentación benefician
a 870 mil 300 venezolanos.
La satisfacción
Hace cuatro años, los habitantes
de la comunidad del sector Los
Paraparos propusieron a Maribel
Martínez que su vivienda se convirtiera
en una casa de alimentación.
“Como tenía un segundo
piso desocupado, la idea me pareció
maravillosa y acepté ayudar a
mi comunidad”, recuerda.
“Pienso que hay que tenderle la
mano a los más necesitados. Yo
soy muy feliz haciendo lo que hago,
es una satisfacción para mí”, dice
Martínez, quien junto a sus tres
colaboradoras inicia la preparación
de los alimentos a las 6:30 de la
mañana para distribuirlos entre
niños, jóvenes y adultos mayores.
Rita Lucas