Relatos campesinos del Plan Chontalpa - Colegio de Postgraduados

DE LA SELVA A LA FRONTERA
Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Elsa Chávez García
Compiladora

DE LA SELVA A LA FRONTERA
Relatos campesinos del Plan
Chontalpa
Elsa Chávez García
Compiladora
2010

301 C8 Chávez García, Elsa
De la selva a la frontera : relatos campesinos del Plan Chontalpa / Elsa
Chávez García. -- H. Cárdenas, Tabasco, México : CP, 2010.
89 p ; 22 cm.
ISBN 978-607-7533-82-5.
Incluye bibliografía.
1.Desarrollo Rural. 2.Relatos campesinos-Plan Chontalpa-Tabasco.
3.Migración 4.Género. I. Título
Esta publicación ha sido posible gracias al financiamiento del Fondo Mixto de
Fomento a la Investigación Científica y Tecnológica CONACYT-Gobierno del
Estado de Tabasco.
Diseño de portada: Arnulfo Triano Sánchez y Elsa Chávez García
Fotos: Elsa Chávez García
Comité Revisor: Ángel Galmiche Tejeda
Rodolfo Uribe Iniesta
Mepivoseth Castelán Estrada
© 2010. Colegio de Postgraduados-Campus Tabasco
Apartado Postal 24. C. P. 86500.
Cárdenas, Tabasco.
Prohibida la reproducción parcial o total de esta publicación, su tratamiento
informático y la transmisión de cualquier forma o por cualquier medio, ya sea
electrónico, mecánico, por fotocopia o registro, sin el permiso expreso del titular
del copyrigth.
ISBN: 978-607-7533-82-5
Publicación impresa en papel reciclado.
Impreso y hecho en México.

PRESENTACIÓN
Contenido
_____________________________________ 4
INTRODUCCION ______________________________________ 6
I. LA VIDA EN LA MONTAÑA ___________________________ 9
Lili Pérez Izquierdo y Delia Montiel
Relato de mujer de familia sin tierra __________________ 9
Relato de mujer de familia con tierra ________________ 19
II. LA VIDA CON EL PLAN CHONTALPA _________________ 27
Delia Montiel
III. CRUZANDO LA FRONTERA ________________________ 41
José Reyes de la Cruz Hernández
El inicio _________________________________________ 41
Los preparativos __________________________________ 41
La Frontera y el primer intento ______________________ 42
El segundo intento ________________________________ 45
Moisés __________________________________________ 57
La casa de Juan Diego ____________________________ 63
El segundo viaje __________________________________ 66
La Migra mexicana _______________________________ 68
El asalto _________________________________________ 70
Los polleros ______________________________________ 72
El segundo regreso _______________________________ 77
El recuento ______________________________________ 79
EPILOGO ___________________________________________ 82
BIBLIOGRAFIA ______________________________________ 89

PRESENTACIÓN
Este libro compilado por Elsa Chávez es uno de los escasos
testimonios que tenemos donde se escucha a los campesinos
tabasqueños, los mayores afectados por las extraordinarias
transformaciones ocurridas en la región en los últimos 40 años.
Es un libro que presenta material muy rico para leerse desde
diversas perspectivas: quienes se interesen por los procesos
de desarrollo, por entender los cambios ambientales, las y los
estudiosos de género, de la cultura, las migraciones y hasta de
la sociología de las emociones, encontrarán en él una
inigualable fuente de información.
El libro recoge de manera puntual la perspectiva desde abajo, a
nivel de tierra, de quienes sufrieron y trabajaron bajo el sol ese
momento histórico crucial que caracterizó a la segunda mitad
del Siglo XX: el desarrollo. Se trata de testimonios espontáneos
y honestos que nos muestran las vivencias cotidianas del
proceso que cambió el paisaje de los trópicos a nivel mundial,
el cual se caracterizó, como ya lo anunciaba en su momento
Simone Veil, por el desarraigo de millones de seres humanos.
Desarraigo que según los distintos momentos del proceso de
capitalización del territorio y los recursos, lo mismo se da
obligando a los actores a un cambio brutal de vida, sin
posibilidad de desplazamiento, debido al arrasamiento del
paisaje y del entorno natural, que mediante la expulsión directa,
contra la cual, con un gran esfuerzo y jugándose la vida, los
campesinos responden con sus cambiantes y sacrificadas
estrategias de adaptación que marcan con crisis y tragedias las
historias personales y familiares. Contra la inhumana lógica de
las leyes económicas que condenan a las personas a seguir las
leyes de óptima localización económica, la voluntad personal
de las familias y los individuos lucha por el derecho a vivir ahí
4

donde se siente arraigada e identificada en una batalla desigual
y cruel.
Este es un libro muy importante porque en conjunto conforma
un testimonio de una cultura que en su mayor parte ha
desaparecido: el de la vida campesina. Y más particularmente
da voz y muestra la perspectiva de las mujeres de este
proceso. Llama la atención la ingenuidad con que sus grandes
esfuerzos y sacrificios son expuestos sin recurrir a tonos de
quejas o a un lenguaje de particularismos. De esta manera
muestran, con la sencillez de la tradicional cultura campesina
tropical, la aceptación de un mundo duro e incluso violento
como un hecho natural, el cual es confrontado por igual por
todos los miembros de los grupos familiares. Esta actitud es
sostenida por una callada y dura voluntad, y por una amorosa
solidaridad interna. Quienes han recorrido el campo
tabasqueño y escuchado a sus pobladores siempre quedan
impresionados por el enorme esfuerzo y la intensidad de las
emociones con que se vive, que al mismo tiempo se acompaña
por esa gran alegría cotidiana que caracteriza a la gente
tropical. Un logro muy poco habitual en la literatura científica es
que en este libro se recoge y comunica esta intensidad y el
clima emocional tan particulares.
Rodolfo Uribe Iniesta.
Investigador CRIM-UNAM.
5

INTRODUCCION
El propósito de publicar estos relatos de vida es difundir y
reflexionar sobre la percepción que tienen los propios
habitantes de una comunidad del municipio de Cárdenas,
Tabasco, la cual forma parte del Plan Chontalpa, en relación a
los cambios que han ocurrido en sus formas de vida cotidiana a
partir de tres momentos importantes de la historia regional: a)
en la década de los cincuentas, cuando Tabasco contaba con
extensas superficies de selva y aún no se construían las presas
que conforman el complejo del Alto Grijalva 1 ; b) durante la
década de los setentas, con la puesta en marcha del proyecto
de desarrollo regional “Plan Chontalpa” y c) la experiencia
migratoria hacia los Estados Unidos que se inicia en la última
década del presente siglo dentro del marco de la globalización
económica.
El Plan Chontalpa fue un proyecto impulsado por el gobierno
federal y financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo
que transformó 91 mil hectáreas (43 % con selva tropical) de
los municipios de Cárdenas y Huimanguillo para intensificar la
agricultura y promover la ganadería extensiva. Implicó la fusión
de 37 ejidos, la expropiación de tierras a 6,830 campesinos y el
reacomodo de 4,634 familias en 22 poblados urbanizados. Uno
de los principales cambios fue la sustitución de la organización
familiar de producción por la organización colectiva y la
contratación de trabajo asalariado (Barkin, 1978; Flores, 1993).
Para la década de los ochentas, la inversión pública fue
gradualmente retirada al evidenciarse el fracaso técnico y
social de dicho Plan.
1 El complejo de presas del Alto Grijalva comprende las presas Netzahualcóyotl
(1959-1966); La Angostura (1969-1974), Chicoasen (1974-1980) y Penitas
(1979-1987) (Tadashi, 2005).
6

Todos los relatos aquí presentados provienen de registros
originales que respetan el lenguaje coloquial y el estilo de los y
las autoras, quienes son campesinos y campesinas del
Poblado C-9, ubicado en la región del Plan Chontalpa.
En el primer capítulo titulado “La vida en la Montaña” se
presentan los relatos de vida de Lilí Pérez Izquierdo y Delia
Montiel que describen las formas de vida de las familias
campesinas en los años cincuentas. Lilí es una mujer
campesina de 65 años cuya infancia se desarrolla en el
contexto de una familia sin tierra. Ella se casó con un ejidatario
del Plan Chontalpa, pero emigró con su familia a un ejido del
Plan Balancán-Tenosique, en el mismo estado de Tabasco,
donde vivió por 20 años. Hace 16 años regresó al Poblado C-9
donde subsiste del trabajo por jornal y la pensión jubilatoria de
su esposo, así como de la producción de la pequeña parcela
de su hija. Delia por su parte, es una mujer campesina de 64
años que desde su infancia perteneció a una familia ejidataria.
Ya casada, se integró con su familia al Plan Chontalpa. Esta
etapa es la que describe en su relato titulado “La vida con el
Plan Chontalpa”, el cual da cuenta de algunos de los cambios
que provocó dicho Plan en la vida cotidiana de los pobladores
durante los primeros años de su implementación.
Finalmente, José Reyes de la Cruz Hernández es un
campesino de 38 años de edad quien migró temporalmente a
los Estados Unidos, para trabajar. Hijo de ejidatarios, heredó
los derechos de una pequeña parcela de menos de una
hectárea. Reyes nos describe en “Cruzando la frontera”, las
situaciones materiales y emotivas que involucra la experiencia
de la migración ilegal, a la que muchos campesinos y sus
esposas en esta comunidad se han visto obligados a realizar
en los últimos años.
7

De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Quiero agradecer profundamente a Lili, Delia y Reyes por su
tiempo y su paciencia durante las largas entrevistas, y por
aceptar compartir sus relatos, ya que ello contribuye a la
recuperación de la historia local del Poblado C-9 desde la
propia voz de sus pobladores. De igual manera, agradezco a
los investigadores Ángel Galmiche Tejeda, Mepivoseth
Castelán Estrada y Rodolfo Uribe Iniesta por los comentarios y
correcciones que realizaron al presente trabajo, que sin duda
contribuyó a mejorarlo y enriquecerlo. Al Fondo Mixto
CONACYT-Gobierno del Estado de Tabasco, que a través del
Proyecto TAB-2007-C09-74580 financió la presente publicación
y al Colegio de Postgraduados por el apoyo recibido.
Elsa Chávez García 2
Compiladora
2 Investigadora del Campus Tabasco, Colegio de Postgraduados.
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I. LA VIDA EN LA MONTAÑA
Lili Pérez Izquierdo y Delia Montiel
Relato de mujer de familia sin tierra
Cuando tenía 11 o 12 años, era yo muy rebelde, para que lo
voy a negar. Era yo rebelde en asunto de que no me gustaba
que las maestras me pusieran las manos en el banco. Era yo
muy molesta, no sé si molesta o muy creída, no sé, porque me
encerraban en la escuela. En aquel tiempo cuando nosotros
estábamos chicas y llegábamos a la escuela, eran escuelas de
tablitas, de palitos, así de palitos de acahual [monte] 3 , éramos
gente pobre ¡Pobrecitos pa’ mejor decirle! Las necesidades las
hacíamos en los montes.
Mi papá nos decía,
- ¡Aquí van a hacer sus necesidades!
Eran acahuales, ahí hacíamos nuestras necesidades ¡No
conocíamos que cosa era un baño! Hasta ahora ya grandes
nosotros fue que conocimos lo que era un baño, pero de hecho
nosotros no sabíamos lo que era ponernos un zapato.
En aquél tiempo nos decían los maestros y las maestras,
- Vamos a hacer unas actividades, va a ver una fiestecita.
¡Y todos en chanclas! ¡Sin ni un zapato! Nosotros no sabíamos.
Mi papá nos compraba una telita, en aquel tiempo, que se
llamaba “tusor”, era un tusor floreadito [estampado con flores]
3
Para mejor comprensión de los textos se aclara entre corchetes el significado
de las expresiones locales.
9

De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
que valía doce pesos ¡Yo me acuerdo como si fuera ahorita! En
aquel tiempo mi mamá nos hacia las ropitas. Nos cortaba la
ropa a la medida de nosotros, nos medía lo largo, y a la pura
mano, con agujita nos fabricaba mi amá nuestra ropita.
- Con eso van a ir- dice- al día festivo de la escuela.
No nos daban nada. Na’ mas íbamos a la fiestecita pero no nos
daban nada ¡Todos agarrábamos para nuestra casita!
¡Vivíamos en la montaña con los monos! Se llamaba montaña,
Montañón, y era aquí mismo.
- ¿A dónde viven?- decían.
- En el Montañón.
Estábamos rodeados de selva, eran montañas [selva] y ahí
estaban las casitas. En aquel tiempo lo que comíamos era
camaroncito canasteado, de arroyo, ralladito, camarón de
piedra ¡Que todavía hay! ¡Todavía hay de esos rojitos que
levantan las manitas así! Esos agarrábamos pa’ comer.
Pescadito canasteado que agarrábamos en la pozas pa’ comer.
Caracoles, sí, caracolitos ¡Eso era lo que comíamos! El finado
mi papá, en aquel tiempo, sembraba la calabaza. Cuando no
teníamos que comer, lo que comíamos era un ollón [olla
grande] de calabaza, eso comíamos. La semilla la agarraba mi
mamá y la lavaba, la ponía al sol, era para que desayunáramos
en la mañana. La tostaba y hacía las gruesotas así de maicito
[tortillas de maiz]. Agarraba mi mamá y tostaba las frutas de
calabaza, las molía en el molino y ya sabía bien cuántos
éramos. Porque tengo una hermanita de ocho y un hermanito
muerto de siete años, más nosotros que somos tres hermanas
y dos varones. Murieron de comer tierra. Mi papacito anduvo
con ellos en los doctores, pero no los pudieron curar. Echaron
millones de animales por la boca cuando murieron, por tanto
consumo de tierra. Me acuerdo que mi mamá les daba puras
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
cosas apestosas para que les diera asco. Luchó mi mamá y mi
papá pero no dejaron ese vicio ¡Se los llevó y ya grandes!
Nosotros ya estábamos de buen tanto, ya con nuestros senos,
ya señoritas ¡Ah! Y nosotras nos íbamos a las montañas con
una perrita y un machete. Yo y mi hermana la mayor le
decíamos a mi mamá,
- Mami, si ves que llegan las tres o cuatro de la tarde y
estamos perdidas, suénanos el cayuco [canoa de madera],
pa’ que sepamos a donde suena, pa’ que vengamos a la
casa.
- ¡No se vayan a perder chamacas! - decía mi mamá.
¡Pero es que nos gustaba rehundirnos en las montañas!
Encontrábamos pozas con pescaítos ¡Pero éramos reinteligentes!
¡Porque llegábamos a encontrar mucho! Quizás el
Señor nos presentaba esas cositas. Decía mi hermana,
- ¡Mira ahí! ¡Cómo es que hay pescaditos!
Pero íbamos preparadas. Llevábamos unas bolsitas nylon y
encontrábamos siempre que comer ¡Encontrábamos! Entonces
ya veíamos el sol y decíamos,
- Ya es tarde. Vámonos. No nos vaya a pasar algo – decía
- Pues vámonos ¿Te acuerdas por dónde venimos?
¿Qué se hacía? A según nos íbamos rehundiendo pa’ adentro
de la montaña, íbamos picando (hace movimiento como si
cortara con machete), palito, palito, palito. Agarrábamos unos
árboles, unas ramitas, y los íbamos dejando para que por
medio de eso, pudiéramos ir saliendo pa’ fuera otra vez ¡Así lo
hacíamos! Y por ahí mismo volvíamos a regresar ya en la
tarde. Mi mamá le pensaba, pero gracias a Dios supimos
defendernos. Quizás Diosito que es tan poderoso y tan grande
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
veía nuestras necesidades, veía la pobreza de aquel tiempo.
En aquel tiempo también comimos mucho palmiche [retoño de
palma], de la palma de corozo, ésa era nuestra comida
también. Mi papá nos decía,
- Hijas, yo voy a venir hasta tal hora, y hasta esa hora voy a
traer el dinero para que comamos. Les voy a dejar un
palmiche castrado para que coman su pedazo y con eso
se van a aguantar.
¡Con eso nos aguantábamos! Comíamos el palmiche dulce,
bueno. Hasta en la noche comíamos, hasta que llegaba mi
papá. ¡Porque él era de esa gente de antes, de sol a sol
trabajaba! Mi papá era machetero, campesino, no tenía tierra y
nosotros éramos conscientes. A esa hora mi papá iba a buscar
arroz y sardina, porque antes le decíamos “machichaco” a la
sardina de ahorita. Decía mi papá,
- Vayan a buscar un machichaco. Hagan arroz con
machichaco para que coman.
Y comíamos con candil:
- Compongan el candil antes de que entre la noche porque
van a comer y no van a ver.
Y así lo preparábamos [el candil o quinqué] con un pomón
llenito con un mechón. Todos comíamos en el suelo. Ya que
comíamos, pues a dormir. Comíamos de noche porque en la
mañana no comíamos nada, solo pozol, pero si ni eso había
entonces cocía mi mamá calabaza y eso desayunábamos,
calabaza y café de maíz. No era de ese café que se compra
ahorita, sino que era el maíz que tostaba mi mamá, bien
quemao y lo molía en el molino. Con eso hacía café mi mamá,
¡Ese era nuestro café! En aquel tiempo no había tampoco
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
dinero para comprar el azúcar. Mi papacito tenía que ir a
trabajar y nosotros luchábamos por nuestro lado. Nosotras
mujeres, yo y mi hermana María, la más grande. Decía mi
papá,
- Yo me voy a trabajar, a ganar pa’ la comida. Ustedes
váyanse pa’ allá, a las montañas, busquen a ver si hay
pijón [abeja silvestre], a ver si hay mosca real [idem] y
cástrenla [coséchenla], lleven el hacha.
Llevábamos una hachita aquí (muestra la cintura) y nunca nos
cortamos. Llevábamos una hachita, íbamos viendo los palos a
ver si veíamos pijón ¡Así eran los carrizones [troncos de árbol]
de gruesos!
- ¡Aquí hay uno! - dice mi hermana María.
- El palo está grueso ¿cómo le vamos a tumbar?- le digo.
- Pues ahí le vamos a dar- dice mi hermana María- ahí le
vamos a dar.
Pero a mí me dolían los brazos, le dábamos al palo ¡Y lo
chalaneábamos [cortábamos] por donde quiera hasta que Dios
permitía que cortáramos el palo! ¡Brumm! De ahí a castrarlo.
Llevábamos una ollita, sacábamos la miel y ¡Ya teníamos pa’
endulzar el café! En aquel tiempo, nuestra vida era dura para
nosotros, pero aquí estamos vivas y no nos pasó nada.
En aquel tiempo yo tenía doce años y mi hermana la mayor
trece. A esa edad íbamos a ayudar pero no íbamos con nada
de chanclas, íbamos con los pies así (desnudos) y decía mi
papá,
- Les voy a hacer un par de chanclas.
- ¿De qué papá?
- De cuero de venado.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Porque en aquel tiempo había mucho venado, mmmh ¡Había
venado! ¡Comimos nosotros venado! Mi papá nos hacía
huaraches, les hacía un hueco aquí y otro allá ¡Así como esta
chancla! Caminábamos re-bien con aquel cacte [sandalia de
piel], ¡Le decíamos cacte! Tampoco nunca nos compraron un
brasier de muchacha. Así llegábamos a la escuela con nuestros
senos, sin nada, na’ mas con el calzón que nos hacía mi mamá
de manta ¡De manta! Lo hacía mi mamá, lo costuraba a la
mano, le hacía una pretina y luego con eso nos amarrábamos.
Mi papás eran tabasqueños de aquí mismo. Yo viví con mis
papás hasta la edad de diecisiete años, ayudando a mi papá a
tumbar montaña, a trabajar. Nos daba tristeza ver a mi papá
porque sus hijos los varones fueron los últimos, quiere decir
que las primeras fuimos nosotras. Nosotras llegábamos a
ayudar a mi papá, nos ponía en donde podíamos tumbar
árboles más pequeños y él ¡Pura mangana! [derribar árboles]
Ponía mi papá palos enterrados, a modo de se pudiera
detener, de ahí le daba con el hacha al palo ¡Pero palos! no
delgaditos sino gruesos, y nosotras de buen lejos gritando a mi
papá,
- ¡Papi, ya se mueve! ¡Ya se mueve papi!
¡Que no lo fuera a matar! Ya cuando se oía “crashh” mi papá se
bajaba, se iba por donde estábamos nosotras y al rato se iba el
tremendo palo ¡Pura montaña! ¡Pura montaña era! Él tumbaba
para ganar dinero, o sea que los que tenían dinero le pagaban
a mi papá hasta una hectárea o dos hectáreas de montaña, por
“tanto”.
- “Tanto” le voy a dar Don Felipe - así se llamaba mi papá -
tanto le voy a dar porque me tumbe una hectárea de
montaña.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Y lo hacía mi papá por un “tanto”. Lo ayudábamos a él para
que ganara y nos comprara un cortesito [tela para vestido].
Sufrimos mucho, sufrimos. Por eso es que yo se los digo, a
veces yo regaño, porque nosotros sufrimos en vestidura,
calzado y comida. No sabíamos lo que era bañarnos con algún
champú, con alguna otra cosa, puro jabón de corozo. Ya casi
no hay gente que use el jabón de corozo, ya ahorita no quieren
ni echar tortilla. Antes ponía mi papá el trapiche para pelar el
corozo, todito lo echábamos a una toya o lo que se le nombra
cayuco, ahí tirábamos el coyol [fruto del corozo] ¡Sacos de
coyol! No lo acabábamos ese día, ni al siguiente, ni al
siguiente, ni al siguiente día ¡Nos llevábamos semanas para
pelar todo lo que es la cordelería del corozo! [fibra externa del
fruto] Ya que lo acabábamos de pelar, le echábamos agua, ahí
nos metíamos, íbamos y veníamos dentro del corozo,
batiéndolo [con los pies] para dejarlo preparado, para lavarlo
hasta dentro de tres días. Ya lavado el corozo ¡A sacar las
bolas de manteca para el pan de corozo! Ese jabón era para
lavar ropa, para bañarnos y después de eso, lo que es la fruta,
lo que es el corozo, lo echábamos en el patio, regado a que le
diera el sol. Ya de ahí que estuviera seco todo ese corozo, lo
íbamos a meter para adentro, a quebrarlo y a sacar lo que tiene
adentro ¡La semilla! Y vamos a venderlo para poder comprar lo
que es la cal, pa’ comprar azúcar, pa’ comprar arroz, el frijol,
una pastilla de Desenfriol, Mejoral [nombre comercial de
analgésicos de venta libre] ¡Esa era nuestra medicina! Íbamos
a comprar con los Zavaleta, quedaba pa’ acá de la Azucena,
pa’ allá donde hay mucho cangrejo y camarón, por El
Santuario, pa’ allá era que llegábamos a dejar el corozo, a
venderlo para traer las cosas. En aquel tiempo, el refresco que
bebíamos era ¡Gaseosa! No había como ahora que si Coca,
que si Big Cola, que si Manzanita ¡Bueno, un poconón [mucho]
de cosas ahora! Solo gaseosa.
- ¡Deme una gaseosa!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
¡Esa era nuestra alegría! Beber una gaseosa y comernos un
pancito ¡Eso era nuestro desayuno! O sea que
aprovechábamos del corozo la manteca y la semilla.
Pescábamos en una poza muy grande, muy grande. Se
llamaba “La poza del Pejelagarto”. Había multitud de
pejelagarto, pochitoque, topén, sangrino, mojarra, mucha
mojarra. No como éstos pescados de ahora, que si carpita, que
si… ¡Bueno, puro de los que crecen con puro alimento! Los de
ahora son como el pollo de granja, que lo están creciendo pero
tenés que echarle alimento, puras cosas que no son buenas.
Pues no, nosotros en esa época pescábamos en una poza que
Dios nos bendecía, porque eran unos canastos que tenían,
unos canastotes grandes ¡Y con esos canastos era la
bendición de Dios!
- Vamos mañana a pescar - Decía mi hermana María.
- ¡Pero eso ha de estar hasta aquí de hondo! - le digo.
- Vamos aunque sea a la orilla - me dice.
- ¡Iche! [interjección] pero me da miedo.
Siempre me daba miedo ¡Porque nos espantó una terrible
nauyaca [serpiente venenosa] entre el agua! ¡Si Dios no lo
permitiera, ese animal nos hubiera dejado en el mismo lugar!
- ¡Ay! - le digo a mi hermana - ¿será que yo vaya? es que a
mí me da miedo.
- ¡Vamos! ¡No nos hace nada! ¿Qué vamos a comer
ahora?- dice.
- Mmm - le digo.
- Pues aunque sea calabaza ¡No vayan! ¡Les vaya a picar
algún animal! -dice mi mamá.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
¡Había anguilla! [anguila] Que es como culebra que se pega al
pie y esa te la vas a quitar y cuando te la vas arrancando ¡Te
desangra!
- ¡Hay Dios! - le digo - ¡Es que me da miedo la anguilla!
- ¡Pero esa se arranca! – dice - ¡Y no pasa nada!
- Pero ¿y la sangre? ¡Se pone así de gruesa! - le digo -
vamos pues ¡En el nombre de Dios!
¡Así nos íbamos! ¡Pero cuando pegábamos las canastadas y
al ratito chapoteaba! [agitaba el agua] ¡Jah! era un pejelagarto
que nos salía de buen tamaño ¡Ay! ¡Cómo nos poníamos
alegres porque íbamos a comer pescado! Ahí había unos
zapotes de agua que en las raíces de abajo tiene huecos. Ahí
en esos huecos ¡Había hasta tres o cuatro pochitoques!
[tortugas] ¡Zas! los sacábamos pero nos regañaban ¡Que
podía haber una culebra adentro y que nos podía picar! Pero
como que pa’ nosotros no había nada ¡Nos bendecía Dios!
Nos íbamos con un puñito de pescado a la casa y ¡Que
alegría! Mi mamá los hacía en posta [rebanadas] con ese
momo [planta condimenticia] que teníamos ahí ¡Ese momo es
bueno! ¡Con eso la pasábamos re-bien! comíamos calabaza,
chayote, aunque no era de nosotros, lo llegábamos a pedir.
Decíamos,
- ¡Mejor pedir y no robar!
Es que en aquel tiempo había gente que tenía manera. Había
chayote, chayotito, ¡Pero lo tenía otra gente! nosotros
llegábamos a pedir “que si nos regalaban un chayotito”, y eran
buena gente. Ya comíamos un chayote cocido con sal ¡Pero
una vez na’ más, no tantos días! No podíamos pedir a cada
rato ¡Nada más una vez!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
En la montaña había miel, de mosca real, pijón que le dicen.
Había animales, pero no había con que matarlos
¡Encontrábamos unos micos de noche! [tipo de monos] ¡Que
micones! ¡Se comen! ¿Pero con qué los matamos? Se nos iban
delante de las dos ¿Con qué matarlos? Comida había,
encontrábamos puerco de monte ¡Pero no lo podíamos matar!
Porque solo llevábamos machetito. Nuevamente lo que
encontrábamos eran unas pozas, encontrábamos los
pescaditos y los lográbamos agarrar ¡Había monos que ni se
diga! ¡Había tigre real! Porque nos encontramos un animal que
estaba como tapado de basura. Yo y mi hermana María
encontramos una cosa así, como tapado,
- ¡Ve, que hay ahí adelante! - dice mi hermana María.
- ¡Iche! Estate tu aquí, voy a destaparlo a ver que hay -le
digo.
Que lo arranca y ¡Ay! un animal que tenía rajado aquí (indica
pecho y vientre).
- ¡Vámonos que puede ser el tigre real y lo quiere tapar! ¡A
lo mejor nos está viendo! - dice María.
Yo sentía aquí en el pecho que no tenía corazón, me bajaban
unas cosas frías. Corrimos ¡Pero corrimos! y nos fuimos a parar
hasta no sé dónde. Yo ya llevaba la lengua así de fuera, ya no
aguantaba yo.
- ¡Ya María, aquí vamos a parar, yo ya no aguanto, ya me
quiero morir, ya mi corazón se me quiere salir!
Nos fuimos y ¡Ay Dios! Será que llegamos anca mi mamá bien
espantadas.
- ¡Ay mamita, si tú supieras lo que encontramos!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- A ustedes de repente se las va a comer el tigre ¡De
repente les va a comer el tigre!
Siempre nos daba miedito. Ya íbamos a las montañas pero ya
no nos profundizábamos, ya íbamos con desconfianza, ya no
nos metíamos tan adentro. Pero sí ¡Nos encontramos un
animal que lo había rajado, aquí se veía abierto! ¡Se veía que
le había comido todo el hígado! ¡Le comió todo aquí adentro!
¡Sangre! Se conoce que en la noche se lo comió y lo tapó con
basura ¡Nosotros pasamos por unas cosas increíbles! Por eso,
yo a veces cuando platico con las compañeras les digo,
- Ustedes no sufrieron como nosotros sufrimos. Quizás si lo
hubieran visto ¡Qué bueno fuera que ustedes lo hubieran
presenciado!
¡Y aquí estamos! Ya no viven todos los que nos conocimos
antes ¡Ya no! De los que éramos, que nos crecimos juntos, de
nuestras compañeras, ya hay muchas debajo de la tierra.
Relato de mujer de familia con tierra
¡Antes allá era grandísimo! Abajo estaba ralito [con poca
vegetación] de puro palito, sencillo, ralicito. Ahí se podía uno ir
¡Se iba uno entre los barrancales! [vegetación del sotobosque]
Sonaban los barrancales secos y ahí iba uno. En marzo que
floreaban todititos los árboles, se oía nada más el ruido de las
abejas. Las abejas que había se le llamaba la mosca real, esas
son las que hacían la miel ¡Pero era el ruido que nada más se
oía de las abejas! ¡Y el aroma de los árboles! De distintos
árboles que floreaban ¡Cómo se sentía el aroma entre las
montañas ¡Pero era una cosa preciosa!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Mi papá en aquel tiempo tenía siempre su dinero, cosechaba
mucho cacao, tenía siempre su ganado y además de eso, él
era carpintero, trabajaba en la carpintería. A veces trabajaba en
el monte, pero casi siempre era los trabajadores que los
hacían, él se dedicaba a trabajar en la carpintería.
Nosotros éramos seis mujeres y cuatro varones, además de
dos pares de gemelos que murieron, dos varoncitos y dos
niñas, nacieron muertos. Cuando mi mamá dio a luz dice que
nacieron muertos. Y es por eso que esos hermanos quedaron
sepultados allá. Mis papás vivieron hasta la edad de ochenta
años, vivieron juntos, esos nunca se separaron. Murió primero
mi papá y después mi mamá.
Yo nomás estudié hasta el cuarto año. Era costumbre antes
que cuando uno tenía ya diez años, los papás ya no nos
querían seguir mandando a la escuela porque decían que los
chamacos, los varones, que no fueran a hacerle algo a uno. La
escuela quedaba lejos, quedaba como a un kilómetro.
Caminaba uno en puras trillitas [veredas], así de anchas, nada
más entre el acahual, con el agua y el lodo hasta la rodilla. Ahí
iba uno con su morralito y su cuaderno. Llevaba uno su pozolito
[masa de maíz con cacao] envuelto en hoja y allá en la escuela
llevaba uno su cucharita, sacaba uno su pelotita de pozol, su
jícara a la hora del recreo y batía uno su pozolito [mezclar con
agua]. Tomaba uno su pozol y de ahí, volvía uno a entrar a la
clase.
Yo na’ más aprendí a escribir así de corrido, pero de cuentas
no aprendí. Yo aprendí a sacar cuentas de memoria cuando
puse una taquería, pero así que a multiplicar, que a restar,
sumar, todo eso no lo aprendí en la escuela, no nos enseñaron.
Cuando estaba yo en cuarto año, ya tenía diez años, vino mi
papá y me sacó de la escuela. Ya después me dediqué a
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
trabajar en el monte ¡A puritito en el monte na´ más trabajaba
yo con ellos!
Cuando me casé yo no sabía lavar, ni cocinar, ni hacer tortillas,
no sabía nada. En mi casa nomás me llevaban a trabajar al
monte. Nunca me ponían a trabajar en la cocina. Tenía yo mi
hermana la mayor la que está enterrada aquí mismo, ésa era la
encargada de la cocina. A mí me llevaban al monte a tapizcar
[cosechar] maíz, a sembrar frijol, a sembrar arroz, a cosechar
frijol, a cosechar cacao. Dos hermanos teníamos ahí nomás,
esos eran los dos que había en la casa. Esos se iban con mi
papá y yo también. Quién sabe, yo pienso que mi papá quizás
no me quería porque a mí me trabajaba en el monte todo el
tiempo.
Yo todo el tiempo sentí que no me quería mi papá, porque
cuando yo me iba a casar él nunca estuvo de acuerdo. Nunca
estuvo de acuerdo que yo me casara con este hombre.
Tardamos un año noviando [noviazgo] y después le pidió a mi
papá que le fijara una fecha para que llevara a sus papás a
arreglar el matrimonio para que nos casáramos. Pero él dijo
que no le podía decir cuándo, porque todavía no había
platicado con mi hermano y no sabía lo que iba a decir mi
hermano, si estaba de acuerdo o no. Como yo digo siempre, si
mis hermanos no tenían que ver en esto, el que iba a decidir
era él. Y pasaron los días y los días, le volvió a decir a mi papá
que si iban sus papás de él porque querían arreglar el
matrimonio, para alistarse para el casamiento. Entonces le
volvió a decir mi papá,
- No, que no le he dicho nada a sus hermanos y no sé si
estarán de acuerdo. Cuando yo lo platique con ellos, ya te
voy a decir si sí o no.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
A mí nunca me dejaron platicar con él. Llegaba mi esposo a
noviar, y el que noviaba era mi papá y mi mamá, porque ellos
eran los que platicaban con él ¡Nunca me dejaron platicar con
él! Na’ más nos veíamos, él llegaba a la casa, porque era la
casa grande, y desde allá me decía “Buenas tardes”. Pero
nosotros nos relacionábamos por medio de puras cartas. Tenía
un medio hermano que se crió en la casa y estaba solterito, ese
sí, todo el tiempo se llevó mucho con él. Ése era el que me
traía las cartas. Entonces ya después de eso él me empezó a
mandar cartas para que yo me fuera con él. Ellos vivían solos,
su papá y su mamá de él se dejaron [separaron]. Ellos antes
vivían en el municipio de Comalcalco, en la ranchería de
Madero, ahí por Aldama, ahí vivían ellos. Como se dejó su
papá con su mamá entonces se vinieron todavía chamacones
[niños] pa’ acá con su papá y acá se acabaron de criar ellos.
Ellos vivían solos con su papá y con sus hermanos. Él era ya
un muchacho de 27 años. Yo tenía, según dice mi papá por el
acta, tenía yo doce años, pero el acta no tiene todos los años
que yo ya tengo.
Entonces ya me empezó a mandar cartas, que yo me fuera con
él y yo le decía que no, que yo no quería, hasta que después
me convenció y le dije que sí, que me iba yo a ir con él. Pero mi
madre nos vigilaba a sol y a sombra. Si agarraba agua y tenía
que ir al pozo a la orilla del monte, entonces ella se paraba en
la puerta a vernos. Y no sé porqué, las casas antes estaban
lejos y no se relacionaba uno ni con los vecinos ni con ninguno.
Pero el error que cometimos es que mi esposo me mandó a
decir que nos íbamos a las doce del día y mi mamá quizás me
notó nerviosa o no sé qué pasó. Entonces salí yo al camino y
me fui. Ahí él me estaba esperando cuando yo iba llegando,
pero quizás yo iba tan rápido que no volteé a ver que mi mamá
iba atrás de mí. Cuando yo iba llegando vi que él me estaba
esperando y me dice,
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¡Vámonos pues!
- ¿Y pa’ onde es que van? - dice mi mamá.
¡Iba atrás de mí y yo no la había visto! Y no hice más que me
quedé parada. Me dice él,
- ¡Regrésate con tu mamá!
Y me regresé con ella. Ya de ahí mi mamá le mandó a avisar a
mi papá. Vino mi papá enojadísimo, agarró y me pegó bien
fuerte y me encerró en la casa, en un cuarto de la casa ahí me
encerró. Ahí estuve bajo llave quince días, estuve encerrada
ahí. Entonces fue mi papá con la autoridad y arreglaron que
dentro de un mes nos íbamos a casar. Ya después, como a los
quince días que estuve encerrada me sacó y me dijo que yo no
me fuera a ir.
- No, yo no me voy a ir - le digo - si yo me iba a ir es porque
usted no quiere que me case.
Entonces me dice que ya lo habían arreglado, que nos íbamos
a casar dentro de un mes, pues. Ya después, quizás como a
los ocho días, me dice un día mi apá,
- No, ustedes no me van a ver la cara de tonto a mí. Ahorita
voy a ir a decirle a la autoridad que lleve a ese
sinvergüenza a la cárcel y que esté prisionero allá hasta
que te cases.
¡Que se va pues mi papá y va hablando con el delegado! Ya
fueron a agarrarlo a él, lo fueron a agarrar donde estaba
trabajando y se lo llevaron prisionero a Cárdenas. Antes, aquí
era una ranchería y para llegar a Cárdenas se hacían dos días
a pié. Pues allá se lo llevaron a pié prisionero. Ya viendo eso
vino mi suegro, como tenía ganado vendió unas reces y se fue
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
a arreglar el problema. Como a los dos días regresó y le dijo a
mi papá,
- Aquí le traje esta orden del Presidente Municipal, que
presente usted a la muchacha porque se van a casar y mi
hijo no puede estar prisionero, porque él no tiene ningún
delito. Mañana presente usted a la muchacha porque los
van a casar.
Le digo que mi apá era bravo [de carácter fuerte] ¡Pero bravo!
Y ya quiso o no quiso, nos alistamos y me llevó. Pero antes a
los prisioneros se los llevaban a trabajar a los caminos, porque
antes los caminos los rellenaban con tierra, los baches, las
cuevas. Eran así las carreteritas de terracería ¡Y se hacían
grandes cuevas! Ahí todos los que estaban prisioneros en
Cárdenas los llevaban a tapar ¡A la pura pala! Ese día cuando
llegamos nos dijeron que a mi esposo lo habían llevado a
trabajar y que no nos podíamos casar, que hasta el siguiente
día. De ahí dijo mi papá,
- Pues ahí le dejo a esa chamaca - le dice al final a mi
suegro - yo ya me voy a mi casa, vea usted que va a hacer
con ella.
Na’ más firmó el acta y se vino. Allá me dejo con mi suegro y
hasta el siguiente día nos casaron. Ya nos venimos a la casa
donde vivía pues mi esposo con su papá.
Ya casados nosotros vivíamos en la orilla de un repasto
[pastizal] de mi suegro. Ahí solamente teníamos un tramito
donde limpiaban en redondo de la casa, porque estaba así de
cerquita el pasto del ganado. Era un cerro grande que había y
todo lo demás se iba el agua. Solamente en ese cerro crecían
plantas pues ahí no se iba al agua. Quizás como a los veinte
metros de mi casa era que mi suegro tenía sus plantas. En ese
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
cerro tenía piña, plátano manzano, coco, guayaba, yuca y
mango. El que tenía era mi suegro, porque era donde no se iba
al agua. Ya lo demás, donde estaba la montaña [selva],
tumbaba una o dos hectáreas para la milpa. Había años que
cosechaban y años que no, porque era mero bajo y todo se iba
el agua. Había veces que agarraba el maíz la creciente
[inundación anual] y todo se moría, pero cuando daba tiempo
para que madurara, sí lo cosechaban. Antes se cultivaba al
puro machete. Los insecticidas y los herbicidas los venimos a
conocer cuando ya nos venimos aquí al Plan, cuando hicieron
el Plan Chontalpa, cuando hicieron el poblado. Entonces
sembraron ese maíz que le llaman híbrido. Mi papá puro de ese
maíz sembraba, quién sabe dónde lo conseguía. Había
también del criollo, había uno que era amarillito y uno que era
rojo de la mazorca pero blanco el grano.
Cuando yo me caso me voy a vivir con mi cuñada, pero tardo
nada mas un mes viviendo con ella y después nos fuimos a
nuestra casa ¡Estábamos nosotros adentro, en el centro de la
montaña! Nos fuimos a vivir ahí los dos solitos, solamente la
compañía que teníamos eran dos perros y una carabina, una
carabina de cartuchos.
Tardamos nosotros viviendo quizás como unos tres o cuatro
años. Allá nació mi hija mayor. Salíamos nosotros como tres
kilómetros caminando para llegar a la casa de mi suegro, con el
agua y con el lodo hasta la rodilla en el tiempo del norte
[vientos del norte]. Vivíamos una extrema pobreza, vivíamos en
una pobreza más grande, nosotros no teníamos nada de qué
echar mano, nada más el jornal que ganaba mi esposo. Mi
esposo no tenía tierra, el que tenía era mi suegro. Ellos
trabajaban en común, mi suegro, mi cuñado y mi esposo, eran
tres y ellos trabajaban en común, ellos hacían milpa juntos,
todo en el terreno de mi suegro. Mi esposo no tenía terreno
pero al final, cuando mi esposo ya se quiso independizar de mi
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
suegro, nos dijeron que para afuera de las montañas vendían
un terreno. Entonces dijo mi esposo que él lo quería comprar,
pero como no teníamos las posibilidades de comprarlo habló
con mi papá, porque mi papá sí tenía sus posibilidades, y le
dijo que sí lo iba a apoyar para comprar el terreno. Porque nos
queríamos salir de las montañas, entonces le dijo mi papá que
sí, qué lo iba a apoyar. Lo vendían en mil quinientos. En
aquellos tiempos ¡Mil quinientos era un dineral! Entonces mi
suegro vendió dos reses de las vacas que tenía y le dio el
dinero a mi esposo, mi papá puso el resto. Ya entonces
compramos el terreno y fue entonces cuando nos salimos para
acá. Ese terreno tenía cacao sembrado, todavía estaba el
cacao pequeño y lo empezamos a cultivar. Cuando vino el Plan
Chontalpa, el cacao era “soltero” [plantación nueva],
cosechábamos bastante cacao, bastantísimo, cuando nos
dijeron que compartiéramos la tierra y ese terreno de nosotros
le quedo a otro. Ya después nos dieron terreno acá, pero nada
más nos dieron doscientas matas de cacao. Nosotros teníamos
antes ochocientas matas pero cuando nos dieron solo dos
hectáreas, nada más nos tocaron doscientas matas de cacao.
El terreno era puro terreno bajío, sin nada. Entonces mi esposo
empezó a tumbar esos acahuales que le dieron ¡Eran puros
gigantales! Puro monte que se mal enyerba. Lo empezó a
tumbar mi esposo y le empezó a sembrar cacao, es el cacao
que tiene ahorita.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
II. LA VIDA CON EL PLAN CHONTALPA
Delia Montiel
Resulta que cuando vino el Plan Limón, primero era el Plan
Limón y después le cambiaron a Plan Chontalpa, pues
despropiaron a los propietarios, repartieron las tierras y a ellos
no les dieron derecho ni a parcela ni a casa. Todos los que
eran propietarios salieron de aquí, de este lugar y se fueron.
Entonces mi hermana se fue con la familia de su esposo,
porque el papá de su esposo era propietario, ella se fue con
todos sus hijos. Mi hermana se fue para el rumbo de Zanapa
(Huimanguillo) y por allá falleció. Mi otra hermana, la mayor, se
fue a vivir al Poblado C-10 con su esposo, porque a ellos les
dieron terreno pa’ allá, y allá falleció mi hermana. Mi otra
hermana que vivía por el rumbo del Poblado C-10 igual murió.
La traían para acá al médico, pero murió en el camino y ya no
la velaron en su casa, sino que la velaron aquí en el Poblado
C-9, está sepultada aquí en el panteón. Mis tres hermanas
murieron de parto, ya estaban grandes, mi hermana la mayor
estaba con más de cuarenta años cuando murió y las otras
estaban como de treinta años cuando murieron.
Mi papá tenía ganado, tenía cacao, tenía bastante tierra
cultivada en cacao y bastantes animales, bastantes reses. Mi
hermano el mayor igual era propietario, tenía sus hectáreas,
tenía su propiedad, tenía su ganado igual, tenía mucho cacao
también, pero igual lo despropiaron a mi hermano. Ahora ese
vive en el centro de Huimanguillo, compró tierra allá en la
Colonia Mercedes Gamas que le llaman, allá tiene sus
terrenos, pero él vive en el centro del pueblo. En un lugarcito
que le llaman Villas Flores, después de Huimanguillo, vive mi
otro hermano, todos se fueron. Otro hermano vive en Chetumal
y otro vive en un lugarcito, una ranchería que le llaman Buena
Vista. Todos viven por allá, mi hermana, la única que queda,
vive en Mercedes Gamas también y la otra vive en Cárdenas,
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
en el mero centro, enfrente del hotel San Pedro, por el
restaurancito “El Arrollo”.
Mi suegro tenía como ochenta hectáreas, tenía su ganado,
tenía bastante ganado. Pero mi suegro no era propietario, él
era ejidatario, pero igual le compartieron sus tierras, no se
quiso quedar aquí y se fue a vivir a Tenosique. Mi suegro se
fue a vivir a un lugarcito que se llama Nueva esperanza, allá se
fue a vivir y allá murió al final mi suegro. Mi suegro tenía tres
hijos. Mi cuñada, que allá murió, le fue muy mal, la engañó un
hombre, tuvo un hijo y se quedó madre soltera. Después tuvo
otro y se quedó siempre al lado de mi suegro, siempre al lado
de él estuvo. Pero después de haber tenido a su bebé, le pegó
una enfermedad, dicen que le pegó el derrame cerebral. Estuvo
entre la vida y la muerte. Después de eso se recuperó pero
quedó como trastornada, le quedó muerto un brazo, ya no era
útil para nada. La recogió su hijo el mayor y con él vivió hasta
que murió.
Cuando hicieron el poblado nos dijeron que toda la gente de las
parcelas se tenía que venir a vivir aquí al poblado. Hicieron el
poblado y midieron el cuadro. Este poblado tiene mil por mil,
así cuadrados. Lo midieron y formaron las calles y las filas de
las casas, hicieron las casas y cuando ya las iban a entregar lo
hicieron sorteado, fue un sorteo para ver a quienes les iba a
quedar cada casa. La primera vez hicieron doscientas casas,
pero ya después las ampliaron para que alcanzara para todos
los ejidatarios. Después le hicieron al poblado dos líneas más
para allá de casas, hasta la calle once.
Aquí los solares los entregaron limpios [sin vegetación] sin
nada ¡Limpios que no había ni de dónde agarrar sombra ni
nada! Ni un arbolito había aquí ¡Esto era un campo limpio y sin
nada! Todito lo que hay ahorita es porque la gente lo sembró,
desde que se cambiaron empezaron a sembrar árboles de
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
sombra porque no había en dónde sombrearse ¡Todo era un
campo limpio! Para hacer el poblado metieron todos los
tractores y los dejaron limpios, sin nada para hacer, las casas
las entregaron limpias sin nada, limpio eso se veía, todo limpio.
Desde aquí se veía al otro vecino ¡Se veía todo, todo esto se
veía, todito se veía! Porque no había ni un árbol.
Entonces se empezaron a cambiar unos cuantitos [pocas
personas], la gente no quería dejar su costumbre de las
parcelas, no les gustaba aquí. Para acostumbrarnos ¡Es que
nos costó! Es que estábamos acostumbrados a la parcela. Al
menos nosotros vivíamos al lado de los madreales
[plantaciones de cacao], de las haciendas [idem], yo ahí tenía
mis animales. Cuando vivíamos acá en el terreno tenía
siembras de distintas clases, igual tenía albahaca y tenía yo de
todo, teníamos más terreno y los animales tenían espacio, a
dónde ir y dormir. Eran seis hectáreas, teníamos los cerdos
sueltos, los animales todos sueltos. Al fin de todo, nosotros no
nos queríamos venir al poblado, pero como la mayor parte de la
gente se había venido y nosotros nos habíamos quedado en la
parcela. Decían que si no veníamos pues nos iban a quitar la
tierra y la casa.
Ya de al tiempo, yo iba a dar a luz a mi hijo y me dijo mi
esposo:
- ¿Qué vamos a hacer acá? Ya ves que ya ahorita toda la
gente se fue para allá y para ir a buscar partera o un carro
para llevarte al doctor ¿Cómo le voy a hacer? nos vamos a
tener que ir al poblado.
Ya fue cuando decidimos venirnos porque iba a nacer mi hijo.
De ahí ya nos venimos, pero no nos acostumbramos, porque la
casa que nos había tocado en el sorteo fue la de aquí, en la
calle diez Nos había tocado en la casa 240, ahí ahora vive mi
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
consuegra. ¡Pero entonces nos va tocando con un vecinito que
Dios nos ampare la hora! Le digo que era una gente que ¡Yo
creo que era Satanás! ¡Era él que estaba transformado en esa
gente! ¡Esa gente peleaba, pero peleaba! Tenían una chamaca
chica, más grandecita que ésta, o quizás así como el tamaño
de ésta ¡Pero le digo que esa niña qué barbaridad! Esa niña
salía al patio y como estaba todo limpio, nada mas había
escombro donde habían trabajado con el block, ya se
encontraba cualquier pedazo del block, lo agarraba y como
estábamos juntos así, ya agarraba y ¡Trashh! A la teja de su
casa y salía corriendo,
- ¡Mamá, mamá ¡Ve a los chamacos de la vecina que están
escombreando [destruyendo] la casa!
¡Si era ella misma! Ya salía la señora y ¡Ah! empezaba a
maldecir a los chamacos. Llegó el día en que yo a mis niños los
mantenía encerrados ¡Encerrados! ya no los dejaba salir ni al
patio porque esa niña ¡Ay Dios! Y la señora ¡Ah! Una vez mi
esposo le dijo que la iba a matar, cansado de los pleitos ya casi
los iba a machetear. La señora ya estaba grande, tenía sus
hijos grandes. Un día le dijo mi esposo,
- ¡No! ¡Yo la voy a matar! ¡No voy a dejar…!
Y se puso a afilar el machete. Quizás a él también se le había
metido Satanás. Se puso mi esposo afilar el machete,
- ¡Hoy la voy a descabezar, a ella y a sus chamacos!
Me puse a llorar y le dije,
- ¡No hagas eso hijo! ¡No hagas eso! ¡Vámonos mejor de
aquí, a la casa de la parcela!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Y ahí estuve con él, convenciéndolo y convenciéndolo, hasta
que lo pude convencer de que no fuera a hacerlo.
- ¡Vámonos de aquí! Yo voy a ir a buscar una camioneta ¡Y
nos vamos a ir de aquí otra vez a la parcela!
Buscó una camioneta. A esa hora subimos todo lo que
teníamos y nos fuimos a la parcela. Yo le dije,
- ¿Sabes qué? Yo de aquí ya no me muevo ¡Ya al poblado
yo ya no voy! Si un día salimos de aquí, de la parcela ¡Que
nos saquen! Y nos vamos a ir pero a otro lado ¡Pero al
poblado y con esa gente, ni lo quiera Dios!
Y es que había veces que “Doña esa” [mujer soberbia] decía,
- ¡Voy a agarrar el machete y ya va a usted a ve’ cómo la
voy a picotear [herir]
Yo le decía un día a mi esposo,
- Te juro que yo corto una vara de buen largo, que no esté
ni muy pesada ni muy delgadita, te juro que salgo, “Doña
esa” con el machete y yo con mi vara, yo de un varazo le
tumbó el machete y con la misma vara le voy a dar hasta
que me canse, ya va a saber cómo la voy a dejar a “Doña
esa” ¡Porque ya me trae cansada!
Porque ya lo habían llevado a él hasta el Ministerio Público de
Cárdenas por los pleitos que ellos formaban. Porque esa
señora formaba pleito nada más de que se le ponía y entonces
mi esposo me decía,
- Ya no te compares con ella, nunca te vayas a comparar
con ella. Déjala que diga y haga lo que quiera, porque ella
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
es una mujer que no tiene dominio de naiden [nadie]. Tú
eres una mujer de hogar, tu eres una mujer que tiene
dominio, no eres una mujer de pleito y no quiero que te
vayas involucrar con ella ¡Déjala!
Entonces nos fuimos a la parcela. Yo le dije,
- ¡Ya no regreso!
Y tardamos quizá allá como tres años en la parcela. Pero el
finado mi consuegro, que es el suegro de mi muchacho, vivía
aquí en esta casa. Antes esta casa era suya pero igual con
esta vecina, que es ahora mi consuegra, tampoco podía
convivir. Dice que le hacía pleito cuando llegaba de trabajar, le
decía cualquier cosa ¡Quién sabe por qué! Entonces él también
se había ido a su parcela y tenía esta casa sola. Nuestra casa
del poblado estaba sola, porque nosotros también habíamos
regresado a la parcela. Entonces un día fue a hablar con mi
esposo para ver si le cambiábamos la casa y mi esposo le dijo
que sí, que se la iba a cambiar. Entonces me dice,
- Ahora que cambiemos la casa, ya nos vamos a ir para la
calle nueve.
Porque era en la calle diez donde antes vivíamos, pero la
cambiamos para que al final de todo nos viniéramos aquí. Pero
si era cierto que era un problemita la señora. Y con la hermana
de su finado esposo, que vive ahí enfrente, se juntaban las dos.
Yo como todo el tiempo he trabajado, trabajé cuando yo tenía
mis niños en la escuela. Llegué el grado que tenía ¡Siete hijos
en escuela! Y no nos daba con lo que mi esposo ganaba, no
nos daba para sostenerlos. Entonces me dijo mi esposo,
- Vas a trabajar también porque no nos da para sostener los
niños en escuela.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- Pues ni modo - le digo- voy a trabajar.
Me fui trabajar al monte, a jornalear como cualquier hombre.
Como yo me iba a jornalear se quedaba mi muchacha, dos
chamacas solteras que tenía yo. Entonces venia del trabajo y
me decían el problema,
- Vieras que fulana esto y esto.
- Déjalo hijo, no le hagan caso – les decía.
Volvía yo al siguiente día y otra vez lo mismo. Entonces yo era
presidenta de la parcela industrial de la mujer, ahí estábamos
quince mujeres con caña. Tenía que salir todos los días a
trabajar. Mi hijo mayor ya se había traído a su esposa a la casa
y cuando venia yo de trabajar de la cañera, como a la una o
dos de la tarde, me decía mi nuera,
- Viera usted que la señora me dijo esto y esto.
- Déjalo hija, no se metan, no hagan caso – les decía.
Bueno, y así, y así, hasta que un día vine de trabajar, fui y se lo
dije al delegado,
- Mire delegado, pasa esto y esto con mi vecina. Ya ve que
yo trabajo y cuando llego solo me dan quejas, que las
insultan, que les dicen a mis chamacas y a mi nuera.
- Déjalos, si siguen pues me vienes a avisar – me dijo.
Mi hijo estaba internado en el Colegio de Policía en
Villahermosa y solo venia cada ocho días. Un día me fui a
trabajar y me dice mi nuera,
- Viera que el vecino me dice que mi esposo me deja así y
asá.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
¡Y delante de las chamacas! ¡Que tenían como catorce y
quince años!
- ¿Y te dijo palabras obscenas?
- Sí, me dijo palabras obscenas.
- Ah, bueno - le dije,
Agarré y me fui. Le dije al delegado,
- Mire que yo trabajo y no es justo que esa señora le haga
eso a mi nuera, a mis niñas que no tienen necesidad de
estar escuchando palabras obscenas. Yo sé que mi nuera
no se mete con nadie.
- Ah, bueno - dice el delegado - lo que va a pasar es que
ahorita le voy a hacer un oficio y se va a Cárdenas.
Agarró, me hizo el oficio y me fui a Cárdenas. Entonces era
comandante aquel mentado “Caporalito”, era un hombre que
¡Ah! ¡Era pero de aquellos! Entonces él era el comandante y de
ahí le dije,
- ¿Está el director de seguridad pública?
- No, no está, estoy yo. Yo soy el comandante - me dice.
Y entonces lo conocí al mentao “Caporalito”, y le dije,
- Ta’ bueno pues
- ¿Qué quería?
- Es que traigo este oficio del delegado.
Agarró, lo sacó, lo leyó y me dice,
- ¿Y tú qué quieres que haga con ellos?
- Pues yo lo que usted diga y lo que usted ordene.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- Ah bueno, pues no tengas cuidado, hijita –dice - a las seis
de la tarde voy por ellos.
- Ah bueno, pues está bien - le digo.
Y a las seis de la tarde vino con un carrito particular ¡Y que se
las va llevando! A la hija y a la señora. Entonces me dice,
- Te presentas mañana para que vean que es lo que van a
hacer.
Y entonces allá, con el juez calificador, yo le explique todo. Le
dije,
- Mire, yo soy presidenta de una sociedad de mujeres de la
parcela. Yo trabajo todos los días. A veces llego a la una o
a las dos a mi casa y me encuentro pleitos.
Como también fue mi esposo, el juez calificador dijo,
- Yo veo que ustedes son gente de trabajo y que esta
señora es de las que nada más se mantienen repelando el
chisme.
Entonces fueron por su esposo y ella ¡Uh! ¡Será que los regañó
el juez! ¡Pero los regañó! les dijo,
- Si usted no tiene el rigor [disciplina] de regañar a su
esposa ¡Llévesela al monte a trabajar como trabaja esta
señora! para que tenga en que entretenerse y deje de
estar molestando a la gente. Por hacerle mal, por hacerle
daño a una familia que trabaja, por decirle palabras
obscenas a unas niñas inocentes, van a tener un año de
prisión –les dice el juez calificador.
- Nada más que van a tener que regresar ustedes dos – nos
dice.
35

Y le dice mi esposo,
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- No, yo trabajo y el día de hoy lo estoy perdiendo, para mí
es un día perdido ¿Quién me lo da? Yo no tengo tiempo
de perder más, yo lo que quiero es que se arregle esto,
que me firmen un acta donde ya no sigan molestando a la
familia.
- Bueno - dijo el juez calificador- pues si así lo piden, así
será.
Así se hizo. Firmaron que si ellos volvían a hacer lo mismo, yo
me iba a presentar. Ahí se arregló todo y vino a terminar todo el
problema. Ahí acabo todo, se quedó en santa paz.
Es así como yo he venido trabajando toda mi vida. Yo trabajé
como cinco años jornaleando, porque había plantíos de
plátano, grandes plataneras había en aquel tiempo. Mi esposo
trabajaba ahí deshojando en las plataneras y nosotros
trabajábamos jileando [deshierbar una plantación], jileando
platanera, barriendo [cortar la hierba]. Como dos años, junto
con una tía, trabajamos jileando platanera. Ya después me
cambiaron a la empacadora de plátano. Donde ahora es la
secundaria [escuela], ahí era la empacadora de plátano. Ahí
trabajé como dos años lavando plátano. Después me salí
porque vinieron los temporales y arrasó con las plataneras, se
paró la empacadora. Después me fui a la cacaotera
[cacaotales], porque toditos los cacaotales, toditos estaban en
colectivo y los cosechaba el Comisariado Ejidal. Él era el que
mandaba y él era el que cosechaba. Porque pagaban
trabajadores para cosechar. Nosotros entonces no teníamos
nada, sin nada nos habían dejado aquí. Entonces trabajaba yo
cosechando cacao, cortábamos cacao y lo pagaban por
destajo. Le llaman por destajo lo que uno corte diario,
quinientas, mil, dos mil mazorcas [frutos de cacao]. Yo me
cosechaba lo que era hasta tres mil mazorcas en un día. Así
36

De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
iba yo a cortar con mi hijo el mayor que estaba ya de 15 años,
con ese trabajaba yo. Trabajé ahí con la cacaoteras y cuando
se terminaba el cacao, trabajábamos desmamonando [podar] el
cacao.
Pero terminamos de ese trabajo y yo ya no quise seguir
trabajando en el monte. Me vine aquí en la esquina y puse un
puesto de lámina de cartón. Aquí en la casa puse un puesto,
una taquería. Ahí fue que aprendí a sacar cuentas de memoria,
a pura de memoria. Yo tardé cinco años viajando a Cárdenas,
viajando a diario, sin fallar un día, porque para entonces aquí
no había tortillera [maquiladora de tortilla], ni había matanzas
de carne de ganado. Yo tenía que ir diario a buscar la tortilla a
Cárdenas, la carne de res, los melones, la leche, el repollo y la
tortilla. Yo vendía tamalitos, tacos, licuados y “Chocomilk”
[polvo para preparar bebida sabor a chocolate ®] ¡Yo vendía!
Le digo que llegó el día que yo vendía ¡Ocho kilos de carne en
dos horas! Tenía una clientela que hasta de los otros poblados
venían acá ¡Pero era una clientela! Diez rejas de refrescos no
me daban sino solo para dos días, cada dos días tenía que
surtirme. De ahí compré mi refrigerador. Pero yo siempre le
digo a mi esposo, si aquí la gente no fuera mala ¡Uuh, yo
fuera…! ¡Porque yo llegué a tener dinero en el banco! ¡De
zapatería [zapatos] que yo tenía! Pero cuando vieron que yo
empecé a prosperar ¡Quién sabe qué cosa me hicieron! Le digo
que empezó a bajar la venta, y a bajar la venta, y a bajar la
venta, que de ocho kilos de carne que yo vendía, llegó el día
que yo vendía solo kilo y medio en dos días. Entonces lo cerré
y lo dejé. De vieja se cayó la casita, el puesto, y le dije a mi
esposo,
- Bueno ¡pues ya no puedo con eso!
Entonces me dijo mi esposo,
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- Te voy a comprar un molino eléctrico.
- No - le digo - yo voy a comprar el molino eléctrico.
¿Sabe cuánto valían los primeros molinos eléctricos? Valían
veinticinco pesos ¿Y sabe a dónde lo conseguí? En la
Comisión Nacional de Electricidad [Comisión Federal de
Electricidad] en Villahermosa. Ahí los empezaban a dar a
crédito y yo lo fui a sacar a crédito. Yo pagaba como dos
cincuenta (pesos) o quien sabe cuánto pagaba mensual. Allá lo
llegaba yo a pagar a Villahermosa.
- ¡Yo voy a sacar mi molino!- le dije a mi esposo - ¡Y yo voy
a vender pozol y masa!
Y lo fui a sacar a la Comisión, allá en Villahermosa. Empecé a
vender pozol y masa. Yo tenía que pagar cocinera para que me
ayudara, porque tenía una clientela ¡Que hacían cola! Yo cocía
cien kilos de maíz diario. Yo misma lo compraba. Salía a los
poblados a que me lo vendieran. Compraba por quinientos
kilos. Desde las cuatro de la mañana me ponía a cocer el
nixtamal, cincuenta kilos de maíz de nixtamal los dejaba
bajados y ponía otros cincuenta kilos para pozol. Desde las
seis de la mañana empezaba a moler y pagaba para que
alguien me ayudara ¡La gente hacía cola! Que cuatro kilos de
masa, que cuatro de pozol, que quien sabe que ¡Hasta las
cuatro de la tarde le paraba! No me daba tiempo de hacer
comida y compraba la comida hecha. Tardé cinco años así,
pero igual, quien sabe por qué empezó a bajar la clientela, a
bajar y a bajar, apenas dos kilos se vendían en el día.
Entonces dejé el molino, ahí lo deje en un rincón, ahí se
herrumbró [oxidó], ahí se pudrió. Un señor me lo compró para
repararlo porque ya estaba todo amolado ¡Y me quedé sin
nadita!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Después me fui a la sociedad que tenemos de la caña. Dijeron
que iban a sacar una tortillera y me fui a trabajar en la tortillería.
Ahí trabajamos y tardé doce años en la tortillería. Nos
cansamos de tener esa tortillería y la vendimos. Estaba como
socia pero casi no nos resultaba. Había veces que repartíamos
utilidades, cinco mil, seis mil pesos al final del año. Como que
no nos daba mucho resultado, o sea que solo el resultado que
teníamos es que de ahí agarrábamos la tortilla y el pozol,
porque también vendíamos pozol. Doce años tardamos
trabajando ahí y a los doce años decidieron venderla. La
vendieron y nos repartimos el dinero. Nos quedamos nada más
con la cañera [parcela colectiva de mujeres cultivada con caña].
La cañera si la tenemos todavía. Son catorce hectáreas y
veinte mujeres. Pero yo ahorita ya la dejé de trabajar porque
cuando a mí me vino eso de la menopausia, me empezó a
subir la presión, y a subir la presión, y ya no me podía yo
asolear, ya no podía llegar a trabajar. Entonces a mi hijo el
mayor le dije que se hiciera cargo de la cañera, y ya él se hizo
cargo de eso. Él es quien la trabaja. Al final de la zafra a veces
nos queda a liquidar ciento cuarenta mil o ciento cincuenta mil
pesos. Ya eso se reparte por jornal, a según tenga cada quien
de jornal; las que tienen menos alcanzan menos, las que tienen
más alcanzan más. Cuando mi hijo cobra, a veces le dan nueve
mil y los reparte cuatro mil quinientos para mí y cuatro mil
quinientos para él, pues él lo está administrando ahorita. Yo ya
la dejé pero antes ahí trabajaba igual. Llegaba a trabajar a la
cañera, a destroncar cuando se cortaba, a cortar caña, a jilear,
a fumigar, a barrer callejones, ahí trabajaba.
Ahorita solo me quedé con la venta de los tamalitos. A veces le
digo a mi hija, yo ya me siento cansada, ya no quisiera trabajar.
Pero también es la costumbre, porque yo no puedo estar ni un
día sin quehacer. El día que no hago nada, es el día que me ve
botada en la hamaca, que ya no me quiero parar, me agarra
una “bosteceadera” [bostezar repetidamente] y un
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
“destemplamiento” [dolor] del cuerpo ¡Que no me quiero
levantar! Ya me voy pa’ allá y salgo a la puerta, ya camino y
ando pa’ acá y no siento consuelo. Entonces, aunque me duela
el cuerpo y yo me sienta cansada (risa), todos los días hago lo
mismo porque ya es una costumbre, no puedo estar sin
quehacer ¡Ay, yo quisiera vivir como vivía en la montaña! Era
una vida feliz y tranquila, no había esa pestilencia que hay
ahorita aquí, que ya va usted por allá, por la esquina del
poblado y se siente que apesta a muerto. Porque los animales
que se mueren, gallinas, perros, puerquitos, todo allá los
avientan nomás por la orilla de la carretera, de todo eso se
siente la pestilencia.
Como le hiciéramos que aquí hay una chamacaza
[chamacada], aquí no hay autoridad, ni Ministerio público, ni
judicial ¡Nada! Aquí en la calle 19, ahí machetearon el domingo
a una señora y a otro muchacho. Dicen que a la señora ni
siquiera se lo quitaron, dicen que le dieron un machetazo
[herida con machete] pues ya traían pleito. También aquí
asaltaron a un pobre muchacho que vendía “Bombonai” [helado
industrial Bon Ice ®]. Pasaba ese pobre muchacho vendiendo
siempre en su triciclo [vehículo de carga y transporte] ¡Pues
que lo asaltaron aquí, delante de nosotros! Esa chamacada le
quitó el dinero y todito lo chicharrones [fritura de maíz] que
cargaba, le picaron el triciclo, le trozaron la llanta de un
machetazo. Eso fue como a las doce del día. Salimos nosotras,
un mujeral [grupo de mujeres] ¡Y delante de nosotros esos
chamacos dándole [destruyendo] al triciclo! Na’ más que
nosotros no nos quisimos meter con ellos, entonces se fue una
muchacha al Ministerio público para que vinieran a agarrar a
esos chamacos y dicen que nada les hicieron ¡Ni siquiera
justicia le hicieron a ese pobre muchacho! ¡Aquí todo está
acabado!
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El inicio
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
III. CRUZANDO LA FRONTERA
José Reyes de la Cruz Hernández
Yo tengo ahora treinta y ocho años. Como a los veintiocho
años me fui a los Estados Unidos, de eso ya tiene diez años,
apenas iba a cumplir un año mi hija. Yo me junté a los veintiún
años con mi esposa, no tenía solar ni en donde caerme muerto.
Yo me junté con mi esposa y me fui con mi mamá, pero ahí no
tarde mucho, no sé, ahora sí que no congeniamos con mi
mamá. Luego nos venimos con mi suegra, aquí mismo, en esta
calle pero más allá tantito, con la mamá de Bartola. La gente de
aquí de Tabasco casi no migraba mucho, le estoy hablando del
noventa y ocho o algo así, porque yo recuerdo que cuando
Vicente Fox ganó yo ya estaba en Estados Unidos. Sí, porque
recuerdo que cuando ganó Vicente Fox iba a recibir en el dos
mil, decían que se iba a acabar el mundo y yo ya estaba allá en
Estados Unidos.
Los preparativos
Aquí hay un muchacho que llevaba gente, ese tiene un
hermano que estaba allá [Estados Unidos]. No es porque na’
más uno se quiera ir na’ mas porque sí, pues yo la verdad no
tenia solar, no tenía yo casa, no tenía yo nada más que la
mujer y la cama. Como todo, empezamos a hacer reuniones,
pues me iba a ir pa’ el otro lado [Estados Unidos]. Pero el
problema es que no teníamos quien nos pagara “la pasada” (de
la frontera). En aquel entonces creo que cobraban mil dólares,
que son diez mil pesos de aquí. Éramos once, entre ellos iban
dos muchachas de aquí del poblado. Se hacían reuniones y
¡Que ya mero! ¡Ya mero! La idea era grata de que nosotros
íbamos a engañar a los polleros [personas que cobran por
ayudar a cruzar la frontera ilegalmente] cuando estuviéramos
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
ahí en la frontera, que a nosotros nos iban a pagar “la pasada”
pero ¡Era una mentira! La cosa era que llegando allá nosotros
íbamos a salir huyendo pues. El pollero era de allá de la
frontera. A la frontera llega uno rápido. Su hermano ya estaba
allá, ya sabía, él fue quien sacó la idea de que los
engañáramos, de que el hermano iba a pagar, pero llegando a
Houston ¡Jálate huyendo! Esa era la idea pues, el plan. Todo
estaba hecho, nos reuníamos cuando un día dijeron:
- No pues ya, pa’ tal día nos vamos.
- Ya está pues -le digo a Bartola- ya me voy a ir.
Yo en aquel tiempo conseguí tres mil pesos, alquilé tres mil
pesos con una señora de aquí y nos fuimos.
La Frontera y el primer intento
Llegamos a la Frontera y sí, rápido, eso es rápido pa’ contactar
un pollero, es lo más fácil del mundo. Se baja uno del autobús
y ahí están, “que si va uno pa’ el otro lado”, “sí, pa’ el otro lado”
y rápido hay quien le responde:
- Pos tal persona.
Y decíamos el mismo nombre de los que estaban allá,
- Es el que paga por mí y por el otro.
- Okey –dice- nos vamos.
Y sí, me acuerdo que caminamos ese día toda una noche,
caminamos toda la banda pues no nada más éramos nosotros,
casi éramos como cuarenta. Por Texas no hay desierto, ahí es
casi como aquí, tropical, es tierra igual. Empezamos a caminar,
pero ya llevábamos como un día y siempre preguntábamos a
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
qué distancia estábamos de llegar, hasta que nos dijo un
muchacho:
- Ya estamos por llegar.
- ¿Saben qué? Nos vamos a ir quedando atrás pa’ dejar que
el pollero se vaya y nosotros nos vamos a ir por otro lado.
Según él ya conocía porque nadie de nosotros conocía. Toda
esa noche caminamos, todos nosotros, los once nos fuimos
quedando atrás, pero quedó uno de esos chavos, porque el
guía va adelante y otro va atrás, así le hacían. Entonces nos
fuimos quedando pero se fue quedando el chavo de atrás
también, me acuerdo que era de Zacatecas y todos nosotros
nos fuimos quedando. Cuando venimos a ver, ya en la noche,
los otros ya se habían ido y nos dice el chavo:
- ¿Ya ven? ¿Por qué no caminaron? ya nos dejaron - dice.
Y entonces se empezó a hacer la enferma la esposa de un
chavo de nuestro grupo, que dizque no podía caminar y la
ayudaron. La cosa es que se fueron y ya quedamos nosotros
ahí con el pollero, pero se nos acabó el agua y dice el pollero:
- ¿Sabes qué? yo voy a salir a tal parte, a buscar agua y
aquí me van a esperar.
- Si, okey.
Se fue el pollero pero nosotros ¡Jálale! con el grupo. Pero este
chavo no sabía y me acuerdo que caminamos por un Wallmart,
por atrás, ahí llegamos en la mañana y como a las tres de la
tarde todavía ahí estábamos. Entonces nos dice el chavo:
- Nos vamos a ir a un hotel.
- ¿A un hotel? - le digo, y pensé “Quizás aquí no hay
migración”.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Y nos salimos todos ya oscureciendo. Caminábamos cuando
nos cae la primera migración, a mí y a otro compa [compañero],
nos agarraron, nos subimos y fue la primera vez que conocí la
migración, nos llevaron. Cuando al rato veo que traen a todos
los demás,
- ¡Dios mío! ¡Chín! ¡Ya nos cayó!
Pero lo que pasó es que el chavo que nos organizó aquí, hizo
una lista de los nombres de todos nosotros y llevaba un mapa
de Estados Unidos, de ahí de Texas ¡Eso es penado pues!
Porque te acusan de pollero. A ese muchacho lo agarraron con
esos papeles, a mí y a otro nos agarraron a lo último y ya nos
iban a sacar cuando nos dicen,
- ¿Verdad que éste es el pollero? - nos decían que
señaláramos al chavo que nos organizó.
- No, no, no es - le digo.
- Pues si ya me dijo aquel que sí, con el que te agarramos.
Se van a quedar unos seis meses, se van a quedar
estancados - dice.
Querían pues que lo acusáramos.
- ¡Pues ni modo! - le digo.
Cuando llego el carro todos estábamos detenidos, todos
estaban afuera, na’ mas yo y otros dos estábamos ahí y me
dice,
- ¿Ya ves que si te da miedo? Entonces quiere decir que si
es, ¿Pa’ que te quedaste adentro?
Ya me estaban diciendo que yo me iba a quedar, pero yo
siempre atenido a que no, no y no.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Vas a regresar? - me dice.
Me subí al autobús, cuando al rato venía atrás otro compa, se
subió conmigo pero luego lo bajan.
- ¡Hey tu! ¡Bájate! - le dicen.
Y bajaron al compa. Me acuerdo que me dije “Tal vez a mí al
rato me bajan”. Entonces arranca el carro pa’ la frontera. Me
acuerdo que estaban las mujeres, ya éramos como siete que
regresábamos a la frontera. Estaba un chavo que yo le digo
“Mole”, otros dos y yo. Las mujeres dijeron que ya no iban a
seguir porque ya no tenían dinero y nosotros dijimos que si
seguiríamos. Éramos cuatro, pero sin conocer nada.
- ¡Que! ¿Vamos a seguir?- le digo.
- Sí – dice - vamos de frente.
- Ya está -le digo.
Ese día nos pusimos de acuerdo y fuimos allá donde deportan
a la gente, a ver si encontrábamos a nuestro compa, al que
habían detenido, a ver si llegaba pero no, nunca llegó.
- ¿Qué hacemos?, ¿Nos aventamos? - Me dice mi compa.
- Está de pensarlo porque no sabemos - le digo.
- ¡Vamos, vamos! - Me dice el Mole.
- Pues vamos - le digo.
El segundo intento
Y sí, esa noche ahí dormimos, en un hotelito. Al día siguiente,
de Matamoros a Reynosa, a un lugar que no recuerdo como se
llama, ahí bajamos en es el pueblito, ahí compramos frijoles,
compramos agua. ¿Sabe lo que me da risa a mí? ¿Qué fue lo
difícil de encontrar en esa zona fronteriza? ¡Un cortaúñas de
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
destapador! ¡No encontrábamos! porque todo mundo es lo que
compra ¡Será que dábamos vueltas por un bendito cortaúñas!
- ¡Y allá que hasta uno los tira! - decían éstos.
¡Bueno! ¡Hasta que lo encontramos! ¡Llevábamos una mochila
pero grande! Ahí llevábamos todo ¡Hasta papel de baño
llevábamos! ¡Bueno! Llamamos a un taxista. Es que los taxistas
están igual de aliados ahí ¡Es negocio hasta de los taxistas!
- Fíjate que vamos pa’ el otro lado, pero quiero que nos
dejes en un punto clave más o menos - le digo.
- Si - dice - yo les llevo. ¡Súbanse!
Ese taxista corrió más o menos como de aquí a Cárdenas. No
sé si nos dio vuelta ahí alrededor ¡Pero como uno no sabe! Ya
fue cuando nos dejó ahí, cerca había un arado [cultivo],
- Allá está el río – dice- saben que deben de esconderse
porque aquí caen mucho los judiciales y aparte hay
maleantes, no les vayan a ganar - O sea que nos advirtió
el taxista ¿no? - ¡Escóndanse!, busquen donde
esconderse ¿Quién de ustedes es el guía?
- Pues ninguno.
- ¿Y cómo se van aventar así chavos?- dice.
Ya nos estaba metiendo más miedo.
- Así no – dice - así no.
- Así vamos pa’l otro lado- le dijimos.
Allí nos escondimos en las alcantarillas que estaban ahí, nos
metimos a esperar la noche hasta que llegaron las once, doce
de la noche, cuando nos dice,
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¡Ya! vámonos, vámonos.
Llegamos y estaba fea la entrada del río ¡Ja! ¡Pa’ pasarle! Pero
seguimos hasta que encontramos un lugar más o menos. Dice
el Mole, que era el más aventado,
- Yo voy a calar primero el río, a ver como está, a ver qué
tan hondo está.
- ¡Órale pues! - le digo.
Cuando veo que se mete a la orilla ¡Cuando veo que se pierde!
Se fue todo y yo decía: ¡Mole! ¡Mole! Cuando veo que vuelve a
subir y dice:
- ¡Si aquí esta hondísimo Dios mío!
Cómo éramos cuatro nos pusimos a preguntar si todos sabían
nadar bien.
- Si - yo digo.
- Yo sí
- Yo también pero ¿quién se va aventar con la mochila?
- Yo, yo la llevo - dice Mole
- Ya está – le digo.
Nos aventamos y gracias a Dios pasamos los cuatro bien el río.
Pero el problema fue que empezamos a caminar,
caminábamos y caminábamos y volvíamos a salir a la bendita
orilla del río.
- ¡Bueno! ¿Qué pasa aquí?
Y ahí nos vamos y otra vez. Dice un chavo:
- Creo que nos perdió el duende.
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- ¿Será? – le digo.
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Había un árbol así cerquita del río y dice Mole,
- Yo me voy a subir aquí - y se subió.
Dijo que vio una torre
- Aquí nos vamos a ir, aquí vamos a seguir esa luz.
- ¡Sale! ¡Órale pues! Aquí nos vamos.
Se bajó y uno que era soldado decía,
- No, es que el norte es así, porque los árboles están así. Y
empezaron a discutir,
- No, aquí nos vamos.
- Sale pues.
Y sí, salimos de la orilla pero batallamos pa’ salir. Seguimos
esa noche, caminamos no sé qué tanto, hasta que iba
amanecer y llegamos a una orilla, ahí fue donde empezamos a
sacar las latas. Esa noche caminamos un buen tramo porque
de día no se puede caminar. Ahí todo estábamos tranquilos
pero al día siguiente uno decía que era así y el otro que no.
Estábamos como perdidos porque uno decía es pa’ acá y el
otro decía es pa’ allá.
- No, que aquí es Houston.
- No, es pa’ acá - decía el otro.
- ¿Y ahora a quien creer? Estamos caminando a lo güey,
estamos caminando alrededor- decía yo.
- No pues, es aquí - y que nos vamos pues.
- ¡Vámonos ahí!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Esa noche nos llovió ¡Cayó un aguacero de esos! Pasamos un
arado y llegamos esa noche a unas matas de naranja, ya
estaba amaneciendo y dice el chavo:
- Aquí nos vamos a quedar.
- ¡Órale! aquí nos vamos a quedar.
Estábamos acostados ahí en el suelo, cuando pensamos que
venía gente,
- ¿Qué será?
¡Cuando vemos que le metieron riego a las naranjas! pshh
(risa) ¡Y ahí vamos pa’ arriba de las matas de naranja!
estábamos los cuatro, cada quien en una mata (risa), ahí
teníamos que estar hasta que entrara la noche. Ahí estábamos
todos, nos volvimos a ver hasta que entró la noche y que
vuelve a llover, quien sabe por qué. Ya llevábamos tres
noches, teníamos tres noches caminando y seguimos. Ya pa’
ese entonces na’ mas llevábamos tres latas de fríjol, pero
empezamos a caminar. Ya en el camino empiezan otra vez a
discutir, Mole y el chavo, que era pa’ acá, que era pa’ allá,
hasta que llegamos a una vía.
- Aquí vamos a esperar el tren - dice.
- No, aquí no pasa - Y que sigue la discusión.
La carretera federal, así como le decimos nosotros, estaba
lejos, como a tres kilómetros, se veía como pasaba el pasaje
[vehículos] en la oscuridad.
- La verdad Mole, yo ya no voy a seguir, ya estamos
caminando a lo menso, imagínate tres noches y no
sabemos ni cómo vamos -le digo- yo me voy a salir solito
aquí - le digo.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Te vas a ir solito?
- Si - le digo - me voy solito a que me agarren, ya voy a salir
a esa calle.
Mole le decía a los otros dos que eran hermanos,
- No, no hay que descontrolarse, ya ves cuanto hemos
caminado ¡Ya la vamos a hacer!
- Ya no - le digo a Mole.
Pero Mole tenía el cortaúñas y cargábamos como tres latas de
frijol,
- Yo me voy contigo, que nos agarren pues - me dice Mole.
- No pues ¡Danos el cortaúñas! - dice el otro.
- No – dice - no te lo voy a dar.
- No que ¡Dámelo!
La cosa es que no se lo dio y se llevaron ellos su lata de frijol
¡Quién sabe si la destaparían! (risa) Ellos se fueron y nosotros
nos quedamos.
- Ya aquí nada más nosotros nos vamos - Le digo a Mole.
Agarramos y no paramos, ya iba amaneciendo cuando salimos
a la calle y llegamos a una iglesia. Nos paramos enfrente de
una iglesia y ahí estábamos, sentados, viendo la iglesia cuando
llego un carrito bonito, era un pastor.
- Vamos a pedirle un refresco o algo- dice Mole.
- ¡Y qué muchachos!
- Nada - le digo - ¿Qué tan lejos estamos de la frontera de
México?
- Si esa está ahí na’ más - dice.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Y entonces? ¿Y lo que hemos caminado? - le digo a
Mole.
Y no le pedimos nada, sino que volvíamos a agarrar la misma
carretera. Íbamos caminando por toda la orilla y los carros
pasaban, yo y Mole caminando, íbamos caminando cuando un
muchacho con una camioneta roja y un viejito nos dicen,
- ¿Qué onda paisa?- iban tomando cerveza - que onda
paisa ¿Pa’ donde van?
- Pa’l otro lado - les digo.
- Aquí los va agarrar migración- dice y se para - ¡Aquí hay
migración de a madre! Aquí los va agarrar ¡Súbanse!
Y nos subimos a la camioneta, estábamos todavía del otro lado
en Estados Unidos.
- ¡Súbanse! – dice -¿Quieren?
Y pues sí, llevábamos sed,
- Pues danos una na’ mas- le digo.
Eso sí, Mole y yo tomábamos, pa’ que voy a decir que no, pero
imagínate ¡Sin comer y mala noche!
- ¿Se van a echar una?- me dice.
- Na’ mas dame una - le digo.
Llegamos a un pueblito que se llama "Brownsville", de Texas,
creo que es el segundo pueblito de ahí de la frontera, es el
segundo de Estados Unidos.
- Entonces ¿Qué van a hacer ustedes? - nos dijeron.
- Pues la verdad, yo voy a ir a que nos agarre la migración.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Quieren que los agarre migración?
- Sí, ya no aguantamos - le digo.
- Ah pues, los voy a dejar en el parque, ahí pasa migración
a cada rato, ahí los van a agarrar ¡Sale pues chavos!
Y ahí nos dejaron. Nosotros cargábamos dólar pero no
sabíamos sacar refrescos, o sea la verdad, pues no.
- Yo tengo sed y cargo - dice Mole.
Pero ni yo ni el otro. Había un "Oxxo" [cadena de tiendas] y le
digo,
- ¡Vamos ahí, vamos a pedírsela! Porque aquí si hablan
español todavía - le digo - se escucha.
En eso estábamos cuando llegan unos muchachos en un jeep,
- ¿Qué onda paisa? ¿Pa’ dónde van?
- Pues vamos pa’ el otro lado.
- ¿Ahí hay quien les pague?
- Allá sí - le digo.
- ¿De veras?
- Si.
- ¡Súbanse al jeep!
Y nos fuimos al jeep, nos sentamos ahí, estábamos
sentándonos cuando llegó el carro de migración.
– ¡Ya no me voy a esconder - le digo.
Y los chavos salieron huyendo, los que nos habían dicho que
nos subiéramos al jeep y nosotros ahí sentados,
- A ver si nos agarran, que nos bajen ya.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Pero no sé qué pasó que ni nos tomaron en cuenta. Cuando
regresaron los chavos dicen,
- ¡Ah la madre! Pensábamos que ya no estaban ustedes
aquí.
- Si, aquí seguimos - le digo.
- ¡Vámonos! - dice.
Llegamos a una casa bonita pero había migrantes adentro, yo
pensé que éramos nosotros nada más. Había muchachas de
Centroamérica, eran quizás como ochenta ¡Tenían gente esos
chavos ahí adentro! Llegamos y nos dice,
- ¡Que! ¿Van a comer?
- Pues sí.
Ellos eran chicanos, puro chicano.
- A ver, dame el teléfono de tus cuates, de los que van a
pagar allá.
Y sí, como lo cargábamos apuntado y todo, hablaron.
- ¿Saben qué? – dice - quiero que me manden la mitad.
Ahí ya empezó a chafiar [descomponerse] la cosa.
- No pues sí, ya la vamos a reunir.
¡Ahí tardamos cuatro días en esa casa! Nos daban de comer y
decían,
- ¿Que hicieron pues con su familia? ¿Qué hicieron pues?
- Nada, que dicen que no reúnen el dinero todavía.
- ¡No, no, no!
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Llegó una muchacha guapa, bonita recuerdo, igual pasaba a la
gente y siempre nos veía ahí, porque se empezó a ir la gente y
na’ más quedábamos nosotros dos. Que nos dice,
- Yo muchachos, yo les pasara, pero es que el problema
que como somos varios contactos, van a pensar que yo
me voy agarrar el dinero de ustedes. Yo les hiciera el paro
[apoyarlos] porque yo veo que ustedes…
Y un señor que llegó de ahí, de esa casa nos dice:
- ¿Saben que muchachos? Mejor se deben de ir a su casa,
están lejos, mejor váyanse ¿Qué pueden hacer si no los
quieren ayudar sus amigos? Mejor váyanse, que los
saquen de aquí, les deportan.
- Sí - le digo - yo creo que si va a ser así, ya no la vamos a
hacer.
Ahí estábamos cuando llego el chavo otra vez con su esposa.
- ¿Que hicieron pues? - dice -¿Sabes que chavo? estos
cabrones no reúnen la feria. Dicen que no tienen.
- Eso me lo hubieran dicho al principio – dice.
- Pues ya nos vamos - le digo.
- ¡Cómo, cómo! ¡No, no, no se salgan así! - dice. Y traía una
"Sabritas" [marca comercial de frituras ®] por acá y agua
ese chavo - les voy a ser una valona [un favor], los voy a
llevar por donde antes yo pasaba gente, por el tren, pero
esa ya va a ser suerte de ustedes. Los voy a llevar.
- Pues no sé ¡como quieran!
- Sí, súbanse a la camioneta.
Ahí iba su esposa, su hija de él y nosotros pues. Ahí nos
subimos.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- Llévense el agua y la Sabritas – dice.
Yo recuerdo como corrió el chavo, cuando nos dice,
- Bájense aquí y métanse a ese zacatal - ¡Había un zacatal!
¡Ahí métanse!
Nos bajamos y las vía del tren estaban cerca de una Federal,
un “free way” [autopista] de allá, entradas y salidas, salían los
carros y nosotros estábamos de aquel lado y las vías del tren
estaban allá, o sea que estaba peligroso pa’ pasar corriendo.
- ¡Tengan cuidado! No les vaya a golpear un carro aquí
cuando salgan, fíjense por los dos lados - dice.
Y nos dio el agua ese cabrón y las Sabritas.
Nos dice - El tren pasa de dos a tres de la mañana, no se
vayan a dormir - nos llevo como a las siete - No se vayan a
dormir.
¡Azu! Pa’ mala suerte ¡Es que había hormiga en ese zacatal!
¡Pero bastante! Y nosotros ahí. Yo ya no aguantaba, nos
picaba la hormiga, pero ni modo.
- ¡Aquí la hormiga no nos va a vencer! - le digo.
Ahí estábamos cuando en eso le digo a Mole,
- ¿Cómo qué hora será?
No cargábamos reloj, no cargábamos nada y dice Mole:
- Ya ha de ser cerca de las dos - dice.
- ¿Será? - le digo.
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- Sí - dice.
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Pero cuando el tren se acerca ¡Ése hace un escándalo! Y venia
pitando. Luego me dice Mole:
- Ahí viene - me dice.
- ¡De veras! Sí.
Salimos corriendo ¡Pero había gente por donde quiera
escondida! ¡Y nosotros pensamos que éramos los únicos! El
tren iba fuerte, me acuerdo que Mole, mi amigo, se quiso subir
y allá lo tiró.
- Vamos a agarrarnos - dice Mole.
- ¡Agarrarnos mangos! - le digo - tu sabes que por poco y te
mata.
Y el tren pasando, entonces le digo a Mole
- Ya no la hicimos ¿cómo nos vamos a subir aquí? - le digo.
Pero en una de esas, cuando se detiene el tren y ya ve que los
últimos de atrás son como pipas ¿No? Y se quedó la pipa así
cerca de nosotros.
Le digo a Mole:
- ¡Vamos a subirnos aquí!
Afuera na’ mas había un espacio pa’ sentarse. Me senté yo,
Mole igual y ahí nos quedamos. Se escuchaba que venían
revisando porque es un punto de revisión ahí. Yo vi que todos
los demás se regresaron pa’ atrás, a esconderse y nosotros no,
nosotros ahí nos quedamos y nos subimos ahí a la pipa.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¡Reyes! - me dice Mole,
- ¿Qué onda?
- Yo antes llegaba al templo - me empezó a decir - vamos a
orar el Salmo noventa y uno - parece que me dijo.
- ¿Te lo sabes Mole? - le digo.
- Si –dice. Y empezó a orar.
- Pues vamos a orar pues.
Y ahí estábamos orando. Escuchamos que venía migración,
pero en una de esas tardó como media hora parado el tren,
cuando escucho que empezó a tronar todo.
- Eso es - le digo a Mole – que ya nos vamos Mole.
- ¡Cómo!
- ¡Hijo de la fregada! Si, pues - le digo a Mole.
Moisés
Y ya nos fuimos. Ese tren corrió como de las tres de la mañana
hasta por la una del día siguiente. Le digo que pasábamos
pueblitos y nos veía la gente y nosotros ahí agarrados.
- ¿No te vas a dormir?- me decía Mole.
- No ¡Si es que veo esos llantones! [ruedas del tren]
Y ya ahí pasábamos pueblitos y pueblitos, y le digo,
- ¿Tan lejos estamos de Houston pues?
Cuando se detiene el tren y como antes atrás habíamos visto
un carro de migración, le digo a Mole.
- Creo que ya nos vieron.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Se detuvo el tren, pero de ahí había un campo y mas allá puro
zacate. Nos bajamos corriendo al parar el tren, nos saltamos.
Yo iba corriendo y volteo así pa’ atrás cuando veo a un chavo
que estaba igual ahí, en un vagón.
- Ahí está un chavo ¿Y cómo ese no se bajó? - le digo a
Mole.
La cosa es que nos fuimos, nos escondimos en ese zacatal,
estábamos acostados.
- Cuando escuches el tren, vamos a salir otra vez - le digo a
Mole - hay que agarrarlo porque no queda de otra aquí.
- ¡Qué! ¿Vamos a seguir caminando? ¿Pero a donde?
Cuando al rato escucho que empieza el tren otra vez y salgo
yo, pero yo me acordaba en que vagón venia el muchacho y le
digo a Mole,
- Tú sígueme.
Y salimos corriendo. Tenía que saltar una cerca antes que el
tren agarrara, cuando el chavo se asoma, agarra y saca el
brazo, salto yo y me agarra. Cuando Mole salta igual y ahora
pa’ arriba. Entonces nos dice,
- ¿Qué onda? ¿Por qué se bajaron? Si aquí ya no hay
peligro de migración.
- ¡No chingues! - le digo.
- No, aquí no hay nada ya.
- Ah, bueno.
Estábamos alegres celebrando los tres. Ese muchacho llevaba
un jugo y una hamburguesa.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Qué onda?, ¿Ya comieron?
- No - le digo - no hemos comido nada.
Andábamos sucios, no llevábamos nada, na’ mas nosotros.
- ¿De dónde eres?- le pregunto.
- Pues soy de Jalisco.
- ¿Cómo te llamas?
- Moisés.
Y como yo le decía a mi compañero Mole, el otro igual le
empezó a decir Mole. Bueno, llegó la noche y parte del
siguiente día, ese muchacho cuando se paraba el tren, porque
a veces se paraba, tardaba hasta dos, cuatro horas, ese
muchacho se bajaba a buscar agua. Él conocía más que
nosotros. Nosotros no nos bajamos. Una vez se bajó ese
muchacho y nunca regresó al tren.
- ¡Ya se quedó Moisés! -le dije a Mole.
- Si –dice- y ahora nosotros pues aquí hasta donde llegue.
Cuando se vuelve a parar el tren y al rato veo que se sube.
- Es que cuando yo venía de allá vi que arrancaba y ya no
me dio tiempo de subir en este vagón - ya nos traía agua -
¡Órale! Tomen.
Llegamos como a las once de la noche a otra estación y
estábamos acostados, ahí pensando, cuando en eso nos
alumbran de repente,
- ¡Chíngale! ¡Ya nos agarraron!
Se para Moisés, el chavo, y veo que empieza hablar en inglés
con él ¡Uta! ¡Hablaban en ingles! era un moreno.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Qué onda Moisés?
- Es que el tren ya no va a Houston, dice que va a pasar
otro como a la una o dos de la mañana, que va a Houston
- nos dice.
- ¿De veras tú hablas ingles Moisés?- dice Mole.
- Si -dice.
- Por un lado esta bueno. Fíjate que si nosotros hubiéramos
ido solitos no íbamos a saber que nos iba a decir.
Hasta ahí íbamos porque nos había avisado el garrotero.
Entonces nos bajamos de ese tren y empezábamos a
acostarnos cuando venía el tren. Dice Moisés,
- Ese es el que va pa’ Houston.
Y otra vez a subirnos. Mole y Moisés se subieron arriba y yo
igual me subí. Ya caminando en el tren ¡Cuando empezamos a
ver los edificios de Houston, Texas! Dice Moisés,
- Ahí es Houston.
- ¿De veras?- le digo.
- Sí, ya la hicimos.
¡Azu! llegamos a la seis de la mañana donde estaban todos los
trenes.
- ¿Qué onda? ¿Traen ustedes dólares? - dice Moisés.
- Yo traigo aquí como ciento diez - le digo.
Mole igual traía algo así.
- ¿Quieren café? - dice Moisés.
- Sí - le digo - pero nosotros no sabemos comprar.
- Yo sí – dice. Y se metió y nos trajo café con unos panes -
Yo la verdad, voy a Dallas, allá con mi familia ¿Y ustedes?
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- No, nosotros queremos llegar a una casa de Juan Diego,
es una casa de inmigrantes que nos dijeron, pero la
verdad no sabemos llegar - le digo.
- ¿De veras no saben llegar?
- No - le digo.
- Los voy a llevar. Es que hay que tomar un bus aquí - dice.
Pero aquí uno va a pagarle al chofer ¡Y allá no! Allá es con
unas máquinas que le metes el dólar y ya te tira el ticket. Nos
dice ese Moisés,
- ¿Traen cambio?
- No - le digo.
Ya cambió y él era el guía de nosotros allá. Nos subimos y
vimos que se nos quedaban viendo ¡Llegamos al mero centro
de Houston! pero había gente que parece que nos conocían y
nos decían:
- ¡Qué onda chavos! ¿Van llegando no?
- Si, vamos llegando.
- ¿Dónde se encuentran los taxis aquí? - preguntaba
Moisés.
- No, están hasta la terminal – le dice un chavo.
- Vamos a la terminal, tienen que agarrar tal bus - dice
Moisés - esos son los que van a la terminal.
Nos subimos y ahí iba una señora y nos dice,
- ¿Van llegando?
- Sí, vamos llegando.
- Tengan diez dólares, a ver pa’ que les sirve muchachos,
yo igual así pase de inmigrante - dice.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Bueno y llegamos a la Terminal y ahí estaban los del taxi, eran
puros negros y dice Moisés,
- ¡Esos son! - y le habló al taxista, como él sabía inglés.
- Dice que nos va a llevar por cuarenta dólares.
Después de que llegamos íbamos en el camino y discutía con
Moisés el negro,
- ¡No, si gasté tanto!
- Dice que nos va a cobrar sesenta dólares.
- Ya déjalo pues - le digo, pues nosotros con las ganas de
llegar no nos importaba pagar más.
Nosotros íbamos sin conocer nada y estábamos llegando
cuando vemos la imagen de la Virgen con Juan Diego. Se nos
acerca un señor, un güero, un gringo [estadounidense] que
hablaba español correcto:
- ¿Van pa’ la casa Juan Diego?
Nosotros todavía estábamos arriba del taxi, como iba
despacito,
- Si - le digo.
- Ahí es, donde está esa virgen, está pintada la casa de
Juan Diego, ahí es pues.
- Nos bajamos y ya – pensamos nosotros. Pero dice
Moisés,
- ¡Hasta aquí ya les traje!
Me acuerdo que el chavo es alto,
- Se acabó ya el guía - pensé.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Y no sé, en ese tiempo que convivimos nos dio tristeza de que
nos haya dejado y hasta el día de hoy. Ya nos abrazó y dice,
- Suerte chavos. Cuídense, aquí en Estados Unidos ya no
están como en su tierra.
- Sale pues.
Pues ya habíamos convivido con él y sí, se fue, nos dejó ahí.
La casa de Juan Diego
Entonces nos pasaron a la casa, nos tomaron los datos, de
dónde éramos, si íbamos enfermos.
- No, pues no - le digo.
Si íbamos pues flacos, así llegamos. Nos tomaron nuestros
datos, de dónde éramos y nos dicen,
- Ahorita váyanse a la casa San José Obrero, ahí con
chance y vayan a trabajar ahorita, pero como vienen, no
creo. Vayan a bañarse, porque la casa San Juan Diego na’
mas se abre en la tarde para dormir. Váyanse mientras
allá y se vienen a las cuatro.
- Pero no conocemos ahí.
Entonces mandó un chavo,
- Vayan, él les va a enseñar dónde es la otra casa.
No estaba muy lejos. Ya a las cuatro nos dicen,
- Véngase a la casa, a las cuatro está abierta pa’ que
vengan a comer y para darles su dormitorio.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Me acuerdo que fuimos allá y nos bañamos, la misma ropa nos
pusimos, y lo que queríamos era hablar por teléfono pa’ acá,
porque acá no sabían nada, casi un mes sin saber de nosotros.
Me acuerdo que Bartola ya preguntaba y como los otros dos
chavos los agarraron, ya llegaron al poblado y les fueron a
preguntar.
- Esos agarraron pa’ otra parte y no sabemos nada.
¡Imagínese como estaban! Entonces queríamos marcar pa’ acá
y como todavía nos había quedado un dinero, le digo a un
muchacho,
- Fíjate que queremos hablar a Tabasco, pero no sabemos
¡No sabemos pero ni comprar una tarjeta!
- ¿De cuánto van a comprar la tarjeta? - dice.
- No sé cuanto valgan – le digo.
- Hay de diez, de cinco, de dos dólares.
- Una de diez pa’ que nos dé – le digo.
- Sí - dice.
Agarró el muchacho y se metió ahí a comprarla.
- ¿Pero sabes cuál va a ser el otro favor? Pues que no
sabemos marcar, si sabemos pero no de aquí, de Estados
Unidos fíjate que no sabemos marcar - le digo.
- ¿De veras no saben? -dice.
- No, pues no.
Entonces nos hizo un papelito,
- Así van a marcar.
Nos hizo los números, cero, uno, cincuenta y dos y luego la
Lada de nosotros. Pero teníamos que marcar primero el de la
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
tarjeta ¡Era una numeración grande! Hasta que logramos
meternos en una caseta, porque era la única caseta. Eso fue
como a las dos cuando marqué aquí, mi mujer no se lo creía.
Le digo a Bartola,
- ¡Ya estoy aquí!
- ¡Es verdad!
Y nosotros no hallábamos que hacer, ya nosotros llorábamos y
decía Mole,
- ¡Que manden a buscar a mi esposa también!
- ¡Ya llegamos! ¡Cómo no pues, estamos bien!
Y bueno, gracias a Dios llegamos. Luego nos fuimos a la casa
Juan Diego y ahí pues si te visten. Dice el muchacho:
- Vayan allá, que les van a dar ropa.
Ropa ya usada, pero en buena condición, es de la iglesia
católica. Allí nos dijeron,
- Escojan - dice.
Zapatos, de todo hay ahí. Lo único que te dan nuevecito son la
pasta dental, tu jabón y no recuerdo que otra cosita. Escogimos
la ropa y ya al rato nos dicen,
- Pasen a comer.
¡Eso está bonito! En esa casa tardamos diez días. Ahí los
miércoles se hace misa, se reúnen y hay también casa de
mujeres, la de Juan Diego es solo para hombres porque no
está permitido mujeres, aunque sea su pareja, su esposa,
tienen que estar separados y si se van hablar, tiene que ser en
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
un parque, fuera del ambiente, porque así es el reglamento que
hay ahí. El dueño de esa casa es un gringo, Marcos, todavía
recuerdo su nombre, es muy católico ese señor y ahí en esa
casa no puede entrar migración, no sé a qué se debe, saben
que existe esa casa y que ahí encuentra uno brasileños, de
argentina ¡Bueno, de todo hay! .
Ya de ahí fue que nos dieron trabajo, ahí fue que completamos
pa’ irnos con el muchacho que era el contacto, el que según
nos iba a pagar la pasada. Nos movimos hasta Georgia, hasta
allá fui a parar. Entré a trabajar en una que se llama “Ki and Pi”,
una camaronera. Ahí los trabajadores, casi la mayoría, eran
puros indocumentados. Saca uno una credencial chueca y el
seguro, ya con eso entra uno a trabajar, pero creo que esa
compañía fue multada. Ahí desde que llegué en esa me quedé.
Tardé un año y siete meses, con eso compré este solar, aquí
armé una casita de madera. Cuando yo me fui, mi niña apenas
iba a tener el año. Cuando me fui compré este lugar. Aquí
ganaba yo poco, ganaba yo doscientos sesenta, doscientos
setenta, variaba. Le decía yo a Bartola,
- Ya tengo la casa pues, mi casita de madera - era de
madera- ya con esa, pues hay que ser conformista, ya me
voy.
- Pues vente - dice.
El segundo viaje
Regresé aquí y me quedé como dos años o más, pero ya no
me empezó a gustar la casa que tenía yo. A tiempo otro amigo
me dice un día, él era soldado,
- ¿Qué onda huesos? Vámonos pa’ el otro lado. Yo tengo
unos amigos allá en California ¡Vámonos para allá! - dice.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Yo igual andaba en planes de irme, otra vez al lugar donde
antes estaba trabajando y le digo,
- ¿Será?
- ¡Vámonos a California! ¡Vámonos pa’ allá!
- Bueno pues ¡Vámonos a California! - le digo.
Y nos fuimos a California. Pero también esa pasada fue un
problema. Cuando nos iban a pasar nos asaltaron con una
pistola. Eso fue como a las once de la noche. Estábamos todos
ahí, esa vez nos fuimos en avión, llegamos rápido, pero yo ya
tenía una idea de cómo se sufre en la frontera. Yo recuerdo
que na’ más le dije a mi esposa,
- Ya me voy Bartola.
Estaba Noemí, mi niña, y empezó a llorar.
- ¡No papi, no te vayas!
Recuerdo que hasta me tuve que esconder por ahí y me tardé
quizás como cinco minutos escuchando a Noemí llorando.
- ¡Me quiero ir contigo!
¡Azu!, se me hacía un nudo aquí. Bartola dice que pensaba que
yo me iba a regresar porque ella, mi mujer, se me quedó
viendo. Dice,
- Yo pensé que te ibas a regresar.
- Ganas no me faltaron, porque ahí me paré y escuchaba a
Noemí llorando - le dije.
¡Si es la única hija! ¡Azu! Pero me dije, “¡No! Me voy a ir”.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Lo que hice fue que me persigné,
- En el nombre sea de Dios - fue na’ mas lo que dije - Si
Dios quiere que yo regrese a mi casa y si no, pues
también en el nombre sea de Dios.
Yo fui el que pasó a buscar mi amigo. Él si estaba llorando
¡Azu! ¡Será que lloraba! y le digo,
- ¡Que! ¿Lloraste?
- No - dice.
Pero tenía todo esto hinchado (risa). Entonces le digo,
- Es saludable llorar - ¡Pero si yo mismo tenía ganas de
arrodillarme y gritar!
- Na’ mas no te pongas checho [mimado], tú que fuiste
soldado - le dije.
La Migra mexicana
Pa’ mala suerte esa noche que llegamos a la frontera que nos
agarra la policía de aquí, de México. Pero la policía de México
¡Cómo es corrupta! Por eso cuando a veces pasan en los
noticieros y Bartola la está viendo, le digo,
- ¡Está bien! ¡Que les den en la madre!
Porque nos agarraron y el delito que nos pusieron fue porque
estábamos en las láminas [muro fronterizo]. Van, nos agarran,
nos meten a la patrulla y nos llevan al Ministerio Público. Nos
encerraron y nos pedían tres mil pesos pa’ salir de ahí. Éramos
seis, con otros chavos que habían llegado ahí, y nos dicen,
- Tres mil pesos si quieren salir.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Un muchacho andaba cargando el dinero y cuando lo
agarraron se lo contaron. Yo lo traía aquí, en esto del pantalón,
yo traía como cuatro mil acá que metí en esto del pantalón y mi
amigo también traía. En la cartera yo na’ mas traía ciento
cincuenta pesos pero a este pobre muchacho, como le
encontraron el dinero los policías, lo llevaron allá y le pidieron el
dinero,
- Tu cargas, tú tienes dinero, allá lo tienes - dice.
- No, pero yo no voy a pagar.
- Pues aquí se van a quedar - dice.
Y ahí nos encerraron. Como a las once o doce del día nosotros
seguíamos ahí encerrados y le digo,
- ¿Qué onda pues?
- ¿Cuánto? ¿Cuánto? ¿Cuánto dan pues? - nos llegó ahí el
policía.
Le digo al otro chavo que era grande y fuerte,
- ¿Cuánto te agarraron?
- Me agarraron tres mil pesos - dice.
- Dennos mil pesos y se van pa’ afuera los tres peludos
[hombres] - dice.
- ¿Sabes qué? Yo te voy a dar doscientos pesos - le digo al
chavo.
- Yo igual te voy a dar doscientos- dice otro.
- Yo na’ mas cien – dice otro más.
- ¡Sale pues!
Y ya pagamos esa multa y vamos pa’ afuera. Del dinero que
yo traía, de ahí se los pasé, porque si por desgracia nos
sienten el dinero que traemos ¡Ese era el miedo de nosotros!
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El asalto
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Ya de ahí con el pollero ¡Será que batallábamos! Íbamos y nos
agarraban, hasta que una noche nos asaltaron. Estábamos en
un callejón, estábamos escondidos, yo estaba así sentado,
cuando veo que pasa uno enfrente de nosotros ¡Chin! y
siempre mi amigo al lado y el otro chavo, así los tres
estábamos siempre juntos. Cuando de pronto dice,
- Nadie le haga al héroe
Volteo así, cuando veo la pistola ¡Chíngale!
- ¡Este es un asalto!
Cuando volteo a ver el otro estaba allá ¡Ja! ¡Y nosotros con
esta feria aquí! ¡Ya nos iban a registrar todo! Como había unas
muchachas con nosotros, nos sacaron de ahí.
- ¡Ora! Todos así al suelo
Así encañonándonos el otro empezó a revisarnos a mí y a mi
amigo. Me acuerdo que empezaron a revisar primero a mi
amigo, lo pusieron de rodillas ¡Ta, ta, ta, ta, ta! Pero cuando
registran a un chavo,
- ¿Y ese anillo qué? ¿Es de oro?
- No - dice.
- Si llega a ser de oro ahorita te lo voy a quitar con todo y
dedo.
Cuando lo ve (risa) ¡Si lo iban a matar casi por nada! Se lo sacó
y luego me empezaron a catear a mí. Cuando me encontraron
dinero, porque yo siempre así lo hacía, traía dinero suelto y lo
dejaba en la cartera, esa vez dejé trescientos pesos, entonces
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
agarran y encuentran la cartera, sacan el dinero y tiran la
cartera, me volvieron a acostar y así seguían. A una muchacha
será que le tocaron todo ¡Todo pues! Y otro muchacho llevaba
setecientos dólares y uno llevaba una chamarra bonita.
- Esta chamarra ahí está, te la regalo - dice.
Se repartían entre ellos. Lo que no me gustó fue que el pollero
de nosotros, cuando llegaron esos chavos preguntaron,
- ¿Quiénes son los guías?
- Pues nosotros.
- Pélense [huyan] pa’ acá. Con ustedes no hay problema.
Los apartaron pues, pero ¿Qué podemos reclamar con este
hombre? Bueno, hasta que nos revisaron a todos y ya pasó “el
mosco”, así le llaman al helicóptero de migración, el mosco
venía alumbrando. Sin mentirle que pasó por esos árboles y
ahí alumbró. Yo decía,
- ¡Dios mío, ojalá llegue y nos alumbre a nosotros!
Porque migración ¡Será que a esos ladrones los siguen y los
enfrentan! Porque son los delincuentes más buscados en
Estados Unidos. Yo decía,
- ¡Dios mío, ojalá y nos alumbren! ¡Aunque nos agarren!
Pero eso no llegó ahí, no llegó el mosco. Ya que iban pa’
afuera los ladrones nos gritaron,
- Vayan con Dios.
No sé cómo lo dijeron que todavía una muchacha que les
contesta,
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- Gracias (risa).
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
¡Y nosotros nos reíamos! Le digo a mis amigos, ya que
estábamos en confianza,
- ¿Y el anillo?
- ¡Quien sabe que madres le hice!
Los polleros
Bueno, esa noche nos volvimos a regresar porque no pasamos
y al día siguiente por ahí teníamos que caminar otra vez y le
dijimos al guía,
- ¿Y si nos vuelven agarrar esos bajadores? Porque ahora
sí, nos van a dar pa’ abajo.
- No, ya no – dice.
Ya llegamos temprano, quizás a la misma hora al lugar dónde
íbamos a cruzar, pero estábamos relajeando [bromeando] con
el chavo del anillo,
- ¿Dónde está el anillo? - dice (risa).
Que lo recoge y se lo volvió a poner, porque como no era de
oro, ellos lo botaron [tiraron] y el chavo lo encontró ahí mismo.
Aquella vez si nos robaron, todos corríamos y nos agarraban, si
la vi difícil, yo dije “¡Hasta aquí!” Y es que los mismos policías
nos pasaron porque íbamos caminando, íbamos puros
cabrones ya, puros chavos, las mujeres ya no querían nada
¡Pobres mujeres! Íbamos caminando cuando nos llega una
patrulla. Le digo a mi amigo,
- ¡Chin! ¡En la madre! ¡Ya nos dieron en la madre, otra vez
la policía!
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Se paran y nos dicen,
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Qué onda? ¿Van pa’ el otro lado?
- No pues sí.
- ¿Qué? Todos pagan ¿no?
- No pues sí.
- Súbanse a la patrulla.
Y todos pa’ la camioneta, era la policía de México ¡Jálale! corrió
y se metió en el fondo en una calle cuando sale un chavo,
- Aquí te traigo ocho pelos [hombres]- le dice el policía -
cien por cada uno, cien dólares, cien por cada peludo,
todos pagan.
Agarra el pollero y ¡pas, pas, pas! ochocientos pesos le tiró.
- ¿Qué onda? ¿Todos pagan?
Llegó una Van [modelo de camioneta], sin sillas atrás,
- ¡Órale! Súbanse.
Todos ahí escondidos porque ahí nos metieron. Corrimos hasta
otra casita. Llegando allá había otros chavos también y unas
muchachas, entonces nos dicen los chavos,
- ¿Todos pagan?
- Si, a esos números de teléfono.
Y a esa hora empezaron hablar, ése na’ más nos iba a
completar porque ya nosotros llevábamos el resto. Entonces
nos preguntó,
- Ustedes ¿traen el dinero?
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- Sí, nosotros lo traemos
Entonces pagamos, en total era mil seiscientos por cada
persona.
- ¿Ya comieron? - nos dice.
- No pues, ojalá y nos caiga un sándwich.
- Anímense porque al rato nos vamos, hagan lo que vayan a
hacer. Y todas las mujeres igual. A las mujeres no las
quiero ver con carga ni nada, na’ mas el pantalón y su
playera, playeras oscuras, de preferencia que sean
negras, nada de blancas que se vean.
Yo cargaba una playera blanquita y me la quité por una negra.
- ¡Órale, vamos!
Y sí nos salimos. Esa vez caminamos y como estaba feo para
pasar por ahí yo iba caminando por una orilla, estaba un río, se
veía hondo, caminamos a la orilla de una montaña, de un cerro
quizás como cinco kilómetros por abajo. Me decía un chavo,
- Ve, si yo me llego a caer, yo no sé nadar.
- Si no sabes nadar cuídate porque si yo me tiro a sacarte
¡Me vas a matar igual! - le digo.
¡Será que ese muchacho temblaba! Luego saltamos a otra
¡Cuando veo que venía migración! Se escuchaban los perros,
nos escondimos y luego pasó el mosco. Cuando llegamos
estaba la carretera ahí cerquita, y nos dicen,
- Va a venir la Van, va a tardar máximo unos tres minutos.
Cuando abran la puerta van a salir pero nadie se quede
porque no puede tardar ahí parada.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Y sí, todo estaba feo pa’ salir por dónde íbamos a agarrar la
Van. Cuando vemos que para una Van ¡Pas! sale uno y ¡Zun!
se abre la puerta. Siempre yo y mi compañero.
- ¡Abusado! que ninguno se quede.
Cuando pa’ mala suerte nosotros fuimos los primeros, pero
fuimos los pendejos porque nos cayeron todos encima ¡Será
que mi amigo gritaba! (risa) y es que nos cayeron encima ¡No!
¡Es que íbamos incómodos! Éramos casi como veinte ¡Ja! Yo
no me podía mover y ahí otra muchacha ¡Ahí si se pierde la
pena! No porque seas mujer vas a ir más cómoda ¡Como caiga!
Salimos del río y llegamos a una casa. Igual allá había gente
¡De a chingo! Ahí es donde te mandan,
- Tu vas pa’ tal parte, tu vas pa’ allá.
Esa noche nos dijeron,
- Ustedes ¿pa’ donde van?
- Pa’ “Vitorville” - le digo - en California, aquí está cerca.
Ya fue que nos mandaron en un carrito, con otra muchacha. Un
día estábamos platicando aquí en el poblado con la mujer de
mi compa y nos dice,
- Yo me quisiera ir – dice.
Entonces le digo a mi amigo,
- ¿Te acuerdas de esa muchacha que delante de nosotros
se la fregaron los mismos polleros? ¡Hasta embarazada
estaba la pobre muchacha! ¡En el mismo coche, ahí
delante de nosotros! - le digo - ¿Y uno que puede hacer?
- ¡Pues que me violen!- dice la esposa de mi compa.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¡Eso es otra cosa! ¡Pero delante de nosotros! ¡Y uno sin
poder hacer nada! Uno sin poder hacer nada.
A la muchacha la entregaron, pero esa llevaba su recuerdo
pues no sé si la amenazaban, no sé, eso fue rápido, ahí, en el
mismo auto, ahí en su carro, ahí nosotros atrás. Porque esos
no te dejan que te bajes, pa’ que no te les vayas a pelar, ahí
mismo, pa’ saber si traen armas, de por sí esos cargan pistola.
Nosotros llegamos con un amigo, el que según pagó, pero ya
delante de los chavos sacamos el dinero, nos metimos al baño
y sacamos el dinero.
- Aquí están su camaradas, ya llegaron - dice.
Bajando y órale, ahí está la feria, sin quedarle a deber pero ni
un peso, todo completito. Es que son chicanos, los chicanos
son los de más cuidado, por eso le digo a muchos,
- Es bonito ya cuando uno pasa, pero el problema es la
pasada ¡Te llegas a encontrar con tantas cosas!
Le digo a mi esposa,
- ¡Será que ahí en las láminas hay cruces! Crucecitas así
con los nombres abajo ¡Pero hay muchas!
Eso le digo a Bartola. La vez pasada estuve viendo un
programa de ése que se llama “Solórzano en la red”, en el
Canal de TVT pasó el programa de los inmigrantes, de acá
hasta la frontera. Le digo a Bartola,
- En ésas laminas estuve, ¡Será que hay cruces! ¡Las hay!
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El segundo regreso
De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Esa fue la segunda ida, a California. Mi amigo se fue a vivir con
otros compañeros y yo con otros contactos. Dos años seis
meses tardamos allá. Cuando mi amigo regresó no me quiso
dejar allá. Llegaba y me decía,
- ¿Qué onda, hueso? ¿Cuándo nos vamos?
Yo quería tardar un poquito más, pero él acá no conocía a su
hijo, estaba embarazada su esposa cuando salió. La verdad, yo
quería tardar un poquito más pero él ahí, de tanto y tanto
“Vámonos”, salimos de Estados Unidos en noviembre creo.
Cuando venimos pa’ acá como que nos dio tristeza dejar ese
país. Es que te da de comer, tanto acá como allá. Allá es una
vida más fácil que aquí, porque aquí pa’ conseguir un trabajo
¡Te piden una de papeles! Aquí tienes que tener experiencia en
todo y allá no, solo te preguntan si tienes ganas de trabajar y
es todo. Allá puedes ser doctor, puedes ser lo que tú quieras,
ganas, trabajas igual y sacas. Si yo voy sin leer y le gano al
doctor pues me suben el sueldo. Allá en Estados Unidos así es,
no ven diferencia de edad, ni sexo, así estén cojos, estén
mochos ¡Les dan trabajo! Acá no ¡Jum! está difícil. Todas las
veces yo tuve una oportunidad y la verdad, la desaproveché.
La vez primera que estuve en Estados Unidos conocí a un
pastor que se llama Tito Vergara, brasileño de su mamá pero
de papá americano. Ese señor quizá le caí en gracia, no sé,
brasileño. Me llegaban a buscar en su carro los fines de
semana, me llegaban a buscar y siempre me preguntaban por
mi familia y por mi hija Noemí ¡Y sin conocer a Noemí! Una vez
se me enfermó mi hija y oraban ellos desde allá, querían venir
hasta acá a ver a Noemí. Yo no podía regresar y me dijo el
pastor Tito.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
- ¿Qué hicieras si yo te trajera a tu esposa y a tu hija? ¿Te
quedarías acá en Estados Unidos?
- No le haga - le digo - no me gusta los Estados Unidos.
Porque creo que el pastor quería venir a buscar a Noemí y
pasarlas ¡Fíjese! Porque ese pastor era productor de cine o sea
que hacía películas de cine y siempre me llegaba a buscar.
Le decía - ¡Qué pastor!
Pero el problema que a mí me jodió fue que yo tomaba mucho
con otros cuates. Se enojaba, me regañaba el pastor. Su
esposa llegaba y una vez recuerdo que estaba yo
borrachísimo, la mujer y él me llevaron a la cama, me quitaron
los zapatos ¡Peor que si fuera yo el hijo! ¡Viera como se ponían
los dos a orar! Ahí donde estaba yo, y yo roncando ¡Pero era
jovencito el pastor! y su esposa guapísima. Pero luego me
llegaba a buscar y yo me escondía,
- ¡Allá viene Tito!
- Díganle que no estoy aquí - le digo.
- ¿Qué quieres hacer? - a veces me preguntaba.
- Pues de vez en cuando jugar.
Un día llegó la mujer y me dice,
- ¡Sorpresa! Vieras que te trae Tito un juego de ajedrez.
Quiere que juegues con él.
Y siempre así la esposa. A veces me llegaba a buscar,
- Quiere Tito que vayas al templo pues van a hacer una
fiesta.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Una vez fui, tenía rato que no iba y sí, había comida bastante.
Cuando me ve el pastor,
- ¡Reyes! - me dice y me abrazó.
Entonces me habló su esposa Regina,
- Reyes – dice - vieras como esta alegre Tito de que estas
aquí.
- ¡A poco sí! - le digo.
- Sí ¡Vieras como esta alegre! - dice.
Una vez estábamos ahí, cuando mandaron a Corea al pastor.
- Dice Tito que se va, se vino a despedir. A ver que les trae
de regalo. Lo mandaron a Corea y me dejó de encargo
que yo te esté vigilando.
A mí na’ mas risa me daba. Cuando yo me vine ya nunca lo vi,
ni él me vio y por mala suerte se me olvidó el ajedrez. Eso le
platico a mi esposa,
- ¡Ah! se me olvidó el regalo del pastor - le digo.
Jovencito el pastor, muy alegre. Me acuerdo cuando me dijo
¿Qué haría yo si tuviera allá a mi esposa y a mi hija? ni modo,
perdí.
El recuento
Mi amigo regresó por segunda vez, al año y una semana, o
algo así. Lo que pasa es que él trabajó bastante en Estados
Unidos, y yo, por culpa de él, por irme a California, perdí un
buen dinero. Cuando estábamos allá así le decía. En la primera
pasada con otro compa, trabajábamos en esa camaronera, la
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
“Kingfory”, hicimos antigüedad. Ése se fue otra vez pa’ allá, y
entró otra vez a la compañía, pero yo me fui a California con mi
amigo. Tenía yo como dos meses cuando me habla ése compa
de Georgia a California,
- Compa – dice - ¿Qué onda? – Como ese es groserísimo
[muy mal hablado] me empezó a insultar - Ve de lo que te
estás perdiendo, la compañía está liquidando y tú estás en
la nómina de pagos.
Es que en la compañía tu vas tardando ¿Cómo es que le
dicen? cuando tienes un tiempo trabajando ahí,
- ¿A poco sí compa?
- Vente pa’ acá.
- ¿Qué cosa compa?
- Si - dice.
A otro compa que estaba aquí en el poblado también le
hablaron. Ese si se fue de aquí hasta allá a cobrar. Tenía el
mismo tiempo que yo. A ese le dieron setenta mil en pesos,
setecientos dólares le dieron a ese. Eso era lo que yo habría
alcanzado pero igual, a mí se me fue de las manos ese dinero.
Le digo a la madre de mi amigo,
- Con ese dinero yo me regreso y ya hubiera hecho acá
algo.
Pero dice que la cosa ahorita en Estados Unidos está, que hay
días que trabaja y días que se la pasa sin nada. Pero lo que
pasa allá también es que muchos van y agarran el vicio. Uno se
aloca porque no ha tenido mucho dinero, o sea, la verdad, uno
aquí en México ¿Cuándo vas a reunir? ¿Cuándo vas a cargar
cinco mil pesos a la semana? Si aquí acaso cargaremos unos
cien pesos pero allá no, allá tu raya es de quinientos dólares. Y
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
pues luego la cerveza y los bares, como sabes que la próxima
semana vas a volver a tener lo mismo. Con la droga, aquí lo
hacen escondiditos, allá no, allá tanto las mujeres como los
hombres, los gringos, las gringas lo hacen. Allá las mujeres
venden su cuerpo por nada. Y el mexicano pues como tenemos
la mala influencia, el mexicano agarra hasta un perro si es
posible. Yo una vez vi un reportaje de los que está pasando en
Oaxaca ¡Será que hay mujeres con sida! porque le digo, ahí
llega una mujer, llega borracha al cuarto donde estamos puros
hombres viviendo,
- ¡Denme cinco dólares y métanse conmigo!
¡Uh! La ven todos y como uno esta jarioso [con mucho deseo
sexual]. Muchos sí usan sus condones pero muchos no. Eso es
lo que pasa. Porque allá llegan las mujeres, rápido y fácil
ganan el dinero. El mexicano es lo que tenemos, como saben
que el mexicano es puerquísimo, aunque ven que esta uno
como a un tramo, ahí va el otro y ahí es donde viene el
contagio. También por la droga, muchos fuman su droguita
aquí, su marihuanita que le llaman, pero allá ya no fuman
marihuana, allá ya fuman piedra, coca o sea, ya cambian pues.
Muchos van pa’ allá y te mientan la madre en inglés (risa) y
otras cosas que se aprenden también, bueno y malo lo traes de
allá, acarreas, pero lo más difícil es el sida que puede uno traer
de allá.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
EPILOGO
El concepto de desarrollo moderno que predomina en la
actualidad tuvo su origen dentro del marco de la Economía
Neoclásica de Europa y Estados Unidos de finales del siglo
XIX. Se le concibe como un proceso de crecimiento económico
único, lineal y unidireccional que involucra un cambio de un
nivel menor a otro mayor, el cual presupone mejores y mayores
condiciones de vida para toda la especie humana. Esta idea de
desarrollo se sustenta en la premisa de que los mecanismos
del libre mercado, crecimiento económico e industrialización,
aseguran una eficiente distribución de la riqueza y beneficios
para toda la sociedad. Sin embargo, después de más de medio
siglo de haberse impuesto como modelo hegemónico, éste ha
tenido serios problemas para cumplir las expectativas de
bienestar creadas, pues ha generado crisis económicas,
desigualdad y deterioro del ambiente (Peet, 1999; Esteva,
2003). El desarrollo desde esta perspectiva, se plantea como
un fenómeno “natural”, sin embargo se trata más bien de un
proceso de dominación económica, social e ideológica para
mantener la hegemonía de la cultura de los países
industrializados. Con ello se busca anular la diversidad de
manifestaciones culturales que difieren del mismo,
designándolos como “primitivos” o “atrasados” (Pett, 1999). De
esta forma, las políticas de desarrollo moderno implementadas
en los países en desarrollo son presentadas como bondadosas
y solidarias cuando en realidad buscan un mayor control sobre
la producción, el mercado y el consumo de los países
dominados (Esteva, 2003).
Teniendo como valor central el dinero o capital, todo lo que
toca lo convierte en mercancía. Fomenta además la
competencia individualista, el consumo impulsivo, los riesgos
del lugar donde se habita, los alimentos inseguros, los
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
medicamentos riesgosos, la patología individual y colectiva, el
terrorismo civil y de Estado, entre otros aspectos. Los procesos
de modernización afectan tanto la vida de los individuos como
las relaciones que éstos establecen en sociedad.
El Poblado C-9, perteneciente a la región del Plan Chontalpa,
no ha quedado exento de dichos procesos. Los cambios que se
han producido en la historia de dicha comunidad no han sido
resultado de eventos espontáneos o autogestivos de la
población local, sino de los procesos de colonización,
modernización y de reciente globalización económica. Éstos se
han dado a través de diferentes mecanismos interrelacionados
como son: el despojo de las tierras, la fragmentación del
territorio, la modificación del marco religioso, la destrucción del
entorno, la sustitución de sistemas diversificados de producción
por monocultivos y ganadería extensiva, la disminución del
autoabasto familiar, comunitario y regional, la desintegración
familiar y comunitaria y la mercantilización de la vida cotidiana
(Uribe, 2003).
En los relatos de “La vida en la montaña”, se puede apreciar la
condición de desigualdad social que vivían las familias
jornaleras quienes trabajaban “desmontando” la selva para el
uso ganadero de unas cuantas familias quienes, desde la
época Colonial, se apropiaron de grandes extensiones de
tierra. A pesar de que el reparto de tierras ejidales en Tabasco
se había iniciado desde 1937, muchas familias terratenientes
conservaron sus privilegios hasta la década de los sesentas en
la región del Plan Chontalpa. También dichos relatos describen
como los procesos productivos y la vida cotidiana dependían
más de las propias capacidades de las personas que de
decisiones externas o del dinero. Los sistemas productivos
estaban adaptados a las condiciones de las tierras bajas y al
ciclo anual de inundaciones que permitía de forma natural, la
recuperación de la fertilidad de los suelos agrícolas. Al igual
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
que sus antepasados prehispánicos, la milpa y el cacaotal se
cultivaban en las partes más altas y su producción estaba
dirigida principalmente al autoabasto pero también a la
comercialización en el mercado regional. Las plantas y
animales de la selva, así como la fauna presente en los ríos y
en las lagunas, contribuían de manera importante para el
sustento de las familias. La casa se construía utilizando
materiales locales como la palma de guano y la madera; al
ubicarse dentro de la misma parcela, el espacio para la familia
y los animales domésticos era más amplio y se percibía
confortable. El núcleo familiar era muy importante en la
organización para la producción y estaba conformada por los
padres, hermanos, suegros, nietos, así como las familias de los
hermanos casados. Todos ellos formaban una importante red
de ayuda para distintos momentos en la vida. La identidad
familiar y el arraigo a la comunidad se mantenían hasta el final
de la vida, pues se deseaba ser enterrado en el mismo lugar en
donde se había nacido, junto a los familiares, ya que lo
contrario favorecía el abandono de sus tumbas y la pérdida del
recuerdo de su existencia en sus descendientes. En aquellos
tiempos, cuando había conflictos se recurría a las autoridades
locales a quienes se les confiaba la aplicación de la justicia. En
esa época se tenía muy poco acceso a los servicios de salud y
educación, debido a la deficiente infraestructura educativa y a
las malas condiciones de los caminos. Las enfermedades más
frecuentes eran las gastrointestinales, así como las
relacionadas con las vías respiratorias que causaban la muerte
sobre todo de la población infantil.
Bajo estas condiciones se implementó el Plan Chontalpa. La
puesta en marcha de este proyecto se justificó en la necesidad
de mejorar las condiciones de vida de la población local, sin
embargo, la producción se dirigió principalmente a satisfacer
las demandas de la zona urbana del centro del país, así como
la demanda de carne en los Estados Unidos (Flores, 1983:17-
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
18). Concebido desde una visión externa a las comunidades,
dicho Plan no consideró la participación de la población local
en la toma de decisiones sobre el destino de sus propias vidas.
Esto se refleja en el segundo relato titulado “La vida con el Plan
Chontalpa”.
La modernización de la región del Plan Chontalpa requirió el
desmonte y quema de 32 mil hectáreas (Concheiro y Sandoval,
en Flores, 1983:63), así como la construcción de cuatro
hidroeléctricas que alteraron de manera importante la dinámica
hidrológica de la región. Esto provocó la disminución y
desaparición de animales silvestres que contribuían a la
alimentación de la población local sin ningún costo. También
modificó el proceso natural de fertilización de los suelos
agrícolas que se daba durante las inundaciones anuales - más
frecuentes pero de menor intensidad que las actuales - y el
descanso de la tierra como parte del sistema agrícola de roza
tumba y quema. Con el Plan Chontalpa se perdieron las
semillas criollas, la familia extensa, el espacio amplio para la
vivienda, la tranquilidad y la armonía entre los vecinos, los
aromas de los árboles, la posibilidad de ser enterrado junto con
la familia y la libertad de decidir qué, cómo y para quién
sembrar. Si bien es cierto que permitió un mayor ingreso por
medio de créditos y contratación de trabajo asalariado, se
instalaron los servicios de electricidad, agua entubada y
drenaje en la vivienda, se mejoró el acceso a las escuelas y a
los Centros de Salud y favoreció la comercialización de los
productos agrícolas; también conllevó el endeudamiento con
los bancos, mayores gastos en la educación, en los servicios
de salud y en el pago de electricidad; incrementó la inseguridad
y la violencia, generó migración y desintegración familiar,
incrementó el alcoholismo, la drogadicción y los suicidios, y
modificó la alimentación generando nuevas enfermedades
como la obesidad, la diabetes, el colesterol y el sida.
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Particularmente el fenómeno de migración ilegal hacia los
Estados Unidos, abordado en “Cruzando la frontera”, ha tenido
grandes costos para las familias campesinas como la
desintegración familiar y la introducción de nuevos patrones
culturales que impiden la continuación de la transmisión del
conocimiento y los valores de la cultura local. Esto se refleja en
el hecho de que la población joven ya no considera la actividad
agrícola como una opción de vida, en la generación de nuevas
necesidades en la construcción y el mobiliario de la vivienda,
en la disminución del tiempo disponible de las esposas para el
cuidado de los hijos, la elaboración de los alimentos y la
producción del huerto, al quedarse solas a cargo de la parcela,
además que altera el bienestar interno de las familias y del
propio migrante.
La migración en el Poblado C-9 se ha dado en tres momentos:
a) Cuando se realiza la expropiación de las tierras afectadas
por el Plan Chontalpa, pues muchos propietarios y
ejidatarios no se integraron al sistema colectivo e iniciaron
la migración hacia municipios vecinos dentro de la misma
región de la Chontalpa.
b) El segundo momento se inició a mediados de la década de
los ochentas, cuando se retiran los apoyos económicos
gubernamentales que permitían la contratación masiva de
jornaleros y el pago adelantado de las cosechas a los
ejidatarios. La dependencia monetaria creada por los ciclos
productivos de la caña de azúcar y el cacao, provocó un
periodo de inactividad económica durante los meses de
julio a octubre, mayor desempleo, disminución del poder
adquisitivo de las familias y mayor demanda de gastos por
el inicio del nuevo ciclo escolar de los hijos. La capacidad
de las redes sociales locales no fueron suficientes para
cubrir dicho período de crisis económica y por ello, primero
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
los hombres y luego las mujeres, empezaron a migrar por
periodos de dos a cuatro meses hacia el polo turístico
internacional de Cancún, ubicado en el estado de Quintana
Roo. Los porcentajes negativos del saldo neto migratorio
del estado de Tabasco durante el periodo 2000 al 2005 fue
de -1.9%, el cual contrasta con el referido para el estado de
Quintana Roo, con un saldo neto migratorio de 8.1%, el
mayor del país para el periodo señalado (INEGI, 2007).
c) El tercer momento migratorio se inicia en la década de los
noventa hacia los Estados Unidos y cobra mayor auge en
los primeros años del presente siglo, como resultado de la
aplicación de las políticas neoliberales que provocaron la
caída de precios de la caña de azúcar y del cacao (Flores,
1996; Espinosa, 2005). Esta migración es realizada
principalmente por los hombres, aunque en los últimos
años incluye también a las mujeres, y comprende periodos
de cuando menos dos años. El salario recibido por jornada
de ocho horas de trabajo en dicho país representa diez
veces más que el salario obtenido en la comunidad. Las
remesas contribuyen de manera importante para los gastos
de alimentación y vestido de la familia, pero principalmente
se destinan a la mejora de la vivienda. Para migrar
ilegalmente a los Estados Unidos se debe contar con un
capital para pagar al “coyote” o persona que les facilita las
formas de cruzar la frontera. Este dinero se obtiene
muchas veces hipotecando la tierra y/o la vivienda bajo
condiciones desventajosas.
La migración si bien es un derecho universal que permite la
búsqueda de mejores condiciones de vida para las personas
que la realizan, se vuelve negativa cuando es una opción
impuesta por falta de opciones e involucra condiciones
desventajosas y limitantes para aquellos que se incorporan a
un nuevo lugar. Esto es lo que sucede bajo el contexto del
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De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos
y Canadá, en el cual se pactó el libre flujo de capitales, bienes
y servicios entre dichos países, pero se evadió negociar el flujo
de mano de obra en condiciones más dignas (Ochoa, 2008).
La exposición de este marco teórico y contextual para el
análisis de los relatos de vida presentados busca facilitar la
reflexión del lector, que le permitan responder a las preguntas
¿El desarrollo moderno implementado desde principios del
Siglo XX en la región, ha logrado generar mayor bienestar,
justicia social y libertad en la población local?, o por el
contrario, ¿Las mejoras solo han sido temporales e ilusorias al
fomentar en la población rural mayor consumo, mayor
dependencia del trabajo asalariado, y la pérdida de su entorno
natural y los conocimientos que les legaron sus antepasados?
Las respuestas deberán buscarse en el trasfondo de las
historias mismas y en el reconocimiento de los contrastes
actuales que se viven cotidianamente en las comunidades
campesinas de Tabasco.
88

De la selva a la frontera. Relatos campesinos del Plan Chontalpa
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Investigaciones Multidisciplinarias. UNAM. Cuernavaca. F. 451
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DE LA SELVA A LA FRONTERA
Relatos campesinos del Plan Chontalpa
de Elsa Chávez García se terminó de imprimir el día 20 de diciembre de 2010,
con un tiraje de 625 ejemplares, forros en selección a color sobre
cartulina couché brillante de 250 g, e interiores sobre papel cultural de 90 g.
La edición estuvo al cuidado de la Subdirección de Vinculación del Campus
Tabasco, Colegio de Postgraduados.
Impreso en los talleres de Imprenta Yax-Ol, S.A. de C.V.
Corregidora Josefa Ortíz de Domínguez No. 121, H. Cárdenas, Tabasco.
Tel: (01 937) 372 14 16 y (01 937) 372 10 13
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