Juan Andrés Herrera Aceves a Mónica - Litoral e

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Tres
poemas
Juan Andrés Herrera Aceves
a Mónica

Esta ciudad. Esta ciudad.
Esta ciudad que me mira con sus ojos
y me devora entre su gente
me dice que ya no puede más
a través de mi experiencia.
Esta ciudad que se atraganta con mi ausencia
y se debilita en los excesos,
que se ahoga entre mis Adioses esta noche.
Y justo hoy que te largas
hay futbol en la televisión.
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Tornados convergen en tu vagina lunar.
Como electroshocks
Las cosas fabulosas están ocurriendo allá afuera.
Nos trenzamos.
Pienso en una boca.
La tormenta nos devora como un sapo inmenso.
Estos huesos derruidos son un recuerdo.
Déjame tocarte el cabello.
Déjame oler este ratito.
Puedo guardarlo todo,
o tirarlo todo,
u olvidarlo todo
otra vez.
Que no quede esta cara de ventana rota.
Sobre un jugo celeste
veo una boca.

Como electroshoks
tus piernas
confunden mi sexo.
La noche croa.
Un satélite estalla en su órbita.
Planetas en combustión/ el núcleo de la
tierra implota/ algo se derrite.
Nos miramos serios.
Escuchamos:
Todo cruje en silencio.
Parece que las cosas fabulosas ocurren
allá afuera.
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Quiero entregarte toda la violencia de mi cuerpo…
Quiero entregarte toda la violencia de mi cuerpo
de un zarpazo entre tus labios
y sentir la lengua quemándome el sitio más sensible del aire.
Esto cuando estás ya presente
con el cuerpo humeando
y te lo digo:
“no, flaca, no hubieras hecho eso…”
Cuando tus ojos y el fuego pasan al lado,
somos más veloces.
Por aquí también anduvo ella,
me dicen los cráteres
en el tiempo.
Dejó su huella,
se voló como todo
lo que nace infinito.
Como cerebros a la expectativa son todos los síntomas
de mi cuerpo,
que se enferma
en cada célula
y desea con todo alboroto,
y no se tranquiliza si no hay un perfume
como de aliento de poesía
rozándole ese punto que ya conoces detrás de mis ojos.
Yo quiero atarme a ti del ombligo
para siempre como algunas cosas
que se encontraron porque perdieron el camino.
Quiero repegarme con toda locura
a tus estallidos
porque vienes y te posas delante de mí
con tu cuerpo despreocupado
y no me queda más lucidez mortal
y me matas con tus voces,
pero ahí sigue tu constancia

illando como ciertos detalles
de la selva.
Me atraganta tu luz,
soy in-forme sensación de infinidad
y tú ofreciéndome tu cuerpo,
que es verde y transpira los calores de la lluvia
de la noche anterior;
que es voluntad humana,
energía de dios petrificada:
mares celestes,
lejanas dimensiones atemporales,
donde vive una hormiga,
todo el pan, otras pieles
y esta cama donde estoy sentado
y tú estás a punto de entregar
la cadencia de tu cuerpo.
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