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Cuadernos Semanasanteros - Radiotobarra

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A mi primera nieta, Inés Hurtado Alves,<br />

que ya es todo el siglo XXI.<br />

Nacida el 20 de septiembre de 2000.<br />

Con la esperanza de que sea semanasantera<br />

tobarreña… como vengo escribiendo y deseando<br />

desde el inicio de los tiempos.<br />

3


POR SI SE ME OLVIDA...<br />

Estas palabras están escritas al final, cuando ya no me queda ni una sóla<br />

línea que modificar ni una nueva idea que aportar... aquí, en lo que fue la idea<br />

primigenia de los <strong>Cuadernos</strong>.<br />

(Prueba evidente es que entre este autoprologarme y los <strong>Cuadernos</strong> en sí,<br />

me ha nacido Memoria e Historia en la Semana Santa de Tobarra y un par o<br />

tres de artículos para las publicaciones semanasanteras tobarreñas. Luego, hay<br />

en mi un definitivo y decidido continuará...).<br />

Por supuesto, estas palabras también están escritas por mí, después de<br />

haber leído, releído y contraleído a los amigos –todos semanasanteros cabales-<br />

que me han hecho el inmenso honor de acompañarme como prologuistas<br />

particulares a lo largo del texto.<br />

A todos ellos, ya, aquí, mi gratitud personal. No tenían obligación alguna de<br />

“mojarse” opinando en un tema tan “complicado y divergente”, como es la Semana<br />

Santa... y lo han hecho por mi.<br />

Pero...<br />

Estas palabras en concreto –y sólo éstas- están escritas desde el dolor.<br />

Dolor de escritor... que no de semanasantero. Y es que, al final, parece que vayan<br />

saliéndose con la suya los que nos consideran “corrico aparte” a todos aquellos<br />

“que escribimos sobre la Semana Santa”. Pero, ¿sólo somos eso?<br />

Tan es así, que si yo no fuese –además- un empecinado practicón<br />

semanasantero, dejaría ahora mismo de escribir sobre la misma. ¡Menudo<br />

complejo de teórico/teorizante podría entrarme!<br />

Digo todo esto, por el poquísimo interés que parece despertar lo<br />

semanasantero escrito. Empezando por el borrador de estos <strong>Cuadernos</strong>. Pero<br />

concluyendo... ¡me atrevo a decirlo...! por Capuz, la Revista, et alii. A ver, ¡que<br />

levante la mano quien se las lea de pitón a rabo todos los años! Leído todo, todito,<br />

todo... (Otra cosa es ver las fotos).<br />

La Semana Santa...<br />

N.del A. Cuando escribo esto –noviembre 2004– acabo de recibir una carta de la Asociación de Cofradías en la<br />

que me hablan de Usted, firma un Comité de Redacción de la Revista y me dicen que “eso es un rollo” y no me<br />

publicarán los dos tercios que faltan (Me publicaron 1/3 en 2004).<br />

5


...es para vivirla. (O eso se piensa, se dice... y se vive).<br />

La Semana Santa es...<br />

...para que no te la cuenten.<br />

...Etc<br />

Eso es lo que se dice... ¡y se hace!<br />

Por lo visto, la Semana Santa no es para leerla... ni para opinarla. Por mas<br />

que algunos nos empeñemos en añadirle perdurabilidad, carácter, condición y<br />

magnificencia mediante la sociología, la historia y, sobre todo, la etnografía y la<br />

literatura, disciplinas humanísticas que requieren una ontología de escritura y<br />

transcripción.<br />

¡Y digo eso públicamente antes de abrir el libro y ofrecerlo a un grupo muy<br />

reducido de lectores!<br />

Aviso gorra, al que le dé...<br />

¿Y por qué lo digo? Porque necesito “desahogarme”, aunque sea en plan<br />

“chivateo” y contar el tremendo esfuerzo que me ha supuesto (por activa; por<br />

pasiva; por vendedor; por pesao; con amenazas, con premios...) el tener todos los<br />

PRÓLOGOS de los Capítulos “a tiempo y en mi mano”. Ya se que no es lógico ser<br />

equitativo. Alguno puede decir:<br />

- “Hombre, no seas injusto conmigo; yo tardé... nada... en darte el mío...”<br />

¡Y es verdad! Pero, ¡que paguen justos por pecadores! ¡La Tobarra<br />

“prologuista” en el mismo saco! La verdad es esa: Interesa vivir, practicar la<br />

Semana Santa. Leer sobre Semana Santa, bastante menos. Escribir sobre ella...<br />

apenas, casi nada... nada. Pero he de considerarlo normal.<br />

- “Después del esfuerzo de... no querrás que aún me queden ganas da...”.<br />

Sí, en la Semana Santa nos esforzamos todos. Tanto, que he llegado a la<br />

conclusión –solemne en la idea y en el decirla- de que la Semana Santa de<br />

Tobarra es el denodado esfuerzo de una comunidad anónima –que me atrevo a<br />

calificar de común, trivial, por autopresentarse diferente al mundo mediante la<br />

6


elaboración de una metasustantividad temporal con caracteres de prodigio y<br />

sorpresa, aún en su reiteración anual.<br />

Esta es, solemnemente, mi observación de este momento. Caben muchas<br />

más. Ideas y desenlaces. Seguro. Pero es que ni aún haciéndolo cum amore espero<br />

no hacer nunca un análisis definitivo, ab institucione, de la Semana Santa<br />

tobarreña. Si algún día tuviese que poner un punto y final (un a modo de<br />

conclusión definitiva) sería porque todos nos habríamos muerto un poco.<br />

Modestia, aparte.<br />

Y en la eternidad, no nos engañemos, nunca llegará el Miércoles Santo.<br />

Por otro lado, me dicen algunos amigos, armados de cariño y halagos<br />

¿también de esperanza?:<br />

- “¡Ay, el día que dejes de pensar en la Semana Santa...!”.<br />

Y uno, claro, se lo cree. Y continúa –sin esfuerzo alguno- pensando en ella<br />

todos los días. Lo demuestro. ¿Por qué no “inventamos algo” para que todas las<br />

Hermandades tengan sus cinco minutos de particular gloria en la Semana Santa?<br />

¿Por qué sólo “sacan pecho” Nuestro Padre Jesús o La Virgen o El Sepulcro o La<br />

Caída o El Prendimiento o...? En 2003 –gracias sean dadas- se ha conseguido que La<br />

Cruz de la Toalla sea “la reina” del Lunes con La Procesión del Recuerdo. Una más.<br />

Pero El Moniquí, El Ecce Homo, El Señor de la Sangre, La Verónica, San Juan... sólo<br />

hacen que acompañar el protagonismo de los demás. Pongamos algunos ejemplos:<br />

- El Señor de la Sangre podría ser protagonista de un Descendimiento<br />

entre Bendición y Entierro, con un Auto Sacramental representado en<br />

la Plaza. (Me comprometo a escribir el guión).<br />

- La Verónica (¡lo habré pedido veces!) podría “esperar” a La Caída<br />

después de LA BAJADA y hacer alguna ceremonia con El Lienzo.<br />

- El Señor de la Caña y El Moniquí podrían protagonizar un Auto<br />

Sacramental ruano (facilísimo de escribir) el Jueves por la mañana.<br />

- Etc.<br />

¡Que nadie se sorprenda ni, menos, se escandalice! Quedan muchas horas<br />

libres: Martes Santo completo, Miércoles y Jueves por la mañana, Sábado<br />

7


completo, etc. En Sevilla, por ejemplo, hay Semana Santa por la mañana y por la<br />

tarde, de Domingo a Domingo, ambos inclusive. ¡Y no se cansan!<br />

Creo estar demostrando que aún cabe “inventar” mucha Semana Santa<br />

tobarreña. Espero estar ratificando que soy un semanasantero integral, total...y<br />

que esa es mi misión de escritor. Como ha sido la de mis prologuistas, raudos o<br />

lentos, breves o extensos, sencillos o abigarrados, fáciles o esforzados.<br />

A todos ellos –otra vez- mi gratitud.<br />

He querido que me arropen... pero también que sean co-protagonistas.<br />

Podría haber escrito 200 capítulos para que me hubiesen amparado 200<br />

prologuistas. ¡Ni más ni menos que 200 semanasanteros amigos! Pero, no. Eso lo<br />

dejo para un punto y seguido que escribiremos entre todos con “Los 104 nombres<br />

de la Semana Santa en el siglo XX”. En eso, opinaremos todos.<br />

¿Protagonismo? ¿Quién se escandaliza? En las Fiestas de San Roque de<br />

2003, la noche de las Carrozas, tomando una cerveza en el Bar Naim II (Bizca<br />

l’Espanyol!) se me acercó un hombre ya maduro (mi hermanico Pedrín y mi primo<br />

Use fueron testigos) que me dijo:<br />

- “¿Me conoces? ¡Eres un orgulloso de mierda! Nunca has escrito ni una sóla<br />

palabra sobre mi... que soy un tamborilero cojonudo. Podrías haberte<br />

fijado!”.<br />

¡Lo siento! ¡Vaya ahora mi palabra por él! Y por todos los que gustarían de<br />

verse en mis escritos. Bueno, aunque sin nombre ni apellidos, que todos nos<br />

veamos reflejados en estos <strong>Cuadernos</strong>.<br />

Tobarra somos todos. Y en la Semana Santa, más.<br />

No obstante he titulado este libro <strong>Cuadernos</strong> autoetnográficos<br />

semanasanteros. ¡Ahí va! ¿Qué quiero esto decir? Que he cometido la chulería -<br />

¡porque se puede!– de escribir mi propia etnografía. Como no iba a ir –uno por<br />

uno- preguntando a cada agarráor, a cada tamborilero, a cada nazareno...<br />

...¿Y tú que piensas de...?<br />

Me he puesto en el pellejo de cada uno. Empatía pura. De ahí,<br />

antropología. ¡Atié usté...! ¡Pos no es ná...! ¡Tó eso!<br />

8


Algún día, con tiempo, conocimientos y pachorra, escribiré la etnografía<br />

de todos. ¡Que me la blinque la máma!<br />

No espero que se me entienda mucho, pero –como siempre- habré puesto<br />

mi cultura al servicio de –algunos de– mi pueblo. Es lo lógico y lo justo. Los demás,<br />

¿pá qué?<br />

Aún hay un último punto que quisiera tratar... y que confieso haberme<br />

sorprendido en mi propio opinar. Lo dicen un par o tres de<br />

amiguetes/prologuistas. Nunca hubiera podido imaginarme en pesimista. Pero, por<br />

lo que escriben, en algunos puntos muy concretos se me escapa un adarme de<br />

pesimismo hacia ciertos aspectos del futuro semanasantero.<br />

Puesto que a quienes dicen, los admiro, los quiero, los respeto... y, sobre<br />

todo, los considero semanasanteros ejemplares, me veo obligado a aceptarlo. No<br />

le quito hierro... pero lo justifico.<br />

¡Ojalá haya hecho “venta negativa”! He sido larguísimos años –modestia<br />

aparte- ejemplo teórico y práctico en técnicas de motivación de vendedores. He<br />

dicho a algún vendedor “miá qu’eres malo” convencido de que podía ser bueno; de<br />

que mi afirmación “le iba a picar” e iba a hacer por mejorar.<br />

Esa y no otra era la intención.<br />

Eso sí: De quien nada opina, nadie discrepa.<br />

Finalmente, optimista o pesimista, acertado o errado, este es el primer<br />

escrito de más de doscientas páginas sobre nuestra enamorada Semana Santa. Y<br />

vamos a esperar a que alguien escriba otras seiscientas páginas sobre el mismo<br />

tema. Y otros, otro tanto. Y alguno más...<br />

Como en tantas otras veces: ¡Qe cunda el ejemplo! No me gustaría<br />

morirme sin haber leído, releído y contraleído otras opiniones, otras voces, otras<br />

ideas con la misma amplitud que estos <strong>Cuadernos</strong>. ¡Aunque sean para discrear!<br />

Será la mejor señal de que la Semana Santa goza de esa buena salud que yo le<br />

deseo por los siglos de los siglos.<br />

¡Y que así lo vean mis nietos, bisnietos, tataranietos, choznos y los<br />

choznos de sus choznos!<br />

Amén.<br />

9


P.S: Este libro se ha escrito a lo largo de varios años. Y, por supuesto, a<br />

intermitencias. En algún momento he respetado la fecha en que escribía. En otros,<br />

he intentado parecer intemporal.<br />

Espero que se acepte y se comprenda que la ortodoxia metodológica<br />

hubiera sido, aquí, un auténtico e imposible lujo.<br />

10


Toda la facilidad de mi larga vida de escritor<br />

semanasantero, radica en que puedo arracimar<br />

dulcemente a mi madre, “manola” en El Calvario, el<br />

Viernes Santo de 1.950 (hay fotografías), con mi hija<br />

María del Mar en el año 2.000, tocando el tambor allí,<br />

mientras mi hijo Íñigo agarra en la Virgen hasta la<br />

Ermita. Es decir, toda la segunda mitad del siglo XX.<br />

En medio yo, niño procesionero desde siempre y después<br />

hombre tamborilero y agarráor, agarráor y<br />

tamborilero, con toda la Semana Santa como unción,<br />

tradición, eslabón y perdurabilidad.<br />

Desde 1965, con el apoyo y la devoción de mi esposa,<br />

manisera, pero desde el primer momento,<br />

semanasantera y risqueña.<br />

En medio, también, la más que aceptada duda de si mis<br />

bisnietos serán tamborileros, agarráores, espectadores<br />

o nada semanasanteros.<br />

En cualquier momento, además, todas las utopías de mis<br />

letras.<br />

Al final, la convicción de que la Semana Santa de<br />

Tobarra es más fuerte que el nombre y los apellidos.<br />

Mi padre, Paco Hurtado, (tobarreño de fría e<br />

inteligente observación) no pudo ser –por su poliomielitis<br />

aguda- tamborilero ni agarráor. Pero fue un magnífico<br />

y decidido espectador semanasantero. Mi madre, Pepita<br />

Ríos, risqueña no nacida en Tobarra, hizo<br />

semanasanteros a sus hijos en cuantico que supimos<br />

andar.<br />

¡Dios los bendiga!<br />

Por todo ello, me planteo como hermosa realidad la<br />

dicotomía entre lo heredado/vivido/gozado y lo<br />

estudiado/escrito/transmitido.<br />

Y en ello me dedico.<br />

11


¿Y LA PRECLARA REALIDAD DE MI SEMANASANTERA<br />

ESPOSA, CON SUS CASI CUARENTA SEMANAS SANTAS<br />

PARTICIPADAS POR GUSTO Y POR AMOR,<br />

QUE NO POR CUNA?<br />

¿POR QUÉ NO DECÍRSELO AL PRINCIPIO DEL LIBRO?<br />

¡ES DE JUSTICIA HACERLO!<br />

Y SE LO DIGO.<br />

Querida Anamaría:<br />

Tengo, desde hace muchos años, la triste convicción de que soy yo lo<br />

que menos te gusta de Tobarra. Y, a lo peor, hasta tienes razón para<br />

pensarlo y, en el colmo de mi desdicha, así decirlo.<br />

Tobarra es para ti -¡Toma expresión tobarreña!- como el gorrino, del<br />

que aprovechamos todo. Pero, sin duda, la Semana Santa es, como el pernil,<br />

lo mejor.<br />

Déjame que te lo recuerde, aunque sea una cosa que no perdonas<br />

nunca que te digamos. Tú, Anamaría, como no has nacido en Tobarra y viste<br />

tu primera Semana Santa ya con 20 años cumplidos, eres espectadora, feliz<br />

y serena, de cuanto en Tobarra pasa. De su Semana Santa, muy<br />

especialmente. Y eso que en la primera que viviste –absolutamente elegante<br />

y participada desde fuera- el ruido del tambor te resultó especialmente<br />

mortificante. Lo resolviste felizmente colgándote uno al año siguiente. Y<br />

hasta ahora. Has participado siempre y en todo.<br />

Y así lo has ido enseñando a nuestros hijos, no nacidos en Tobarra. Y<br />

nos han salido semanasanteros cabales. Y has empezado a enseñarlo a<br />

nuestra nieta Inés.<br />

Han pasado casi 40 años. Se dice pronto. Has vivido todos los Viernes<br />

Santos en El Calvario o en mi nostalgia, cuando, muchos años atrás, alguno lo<br />

pasábamos en el extranjero: New York, Londres, Río de Janeiro, El Cairo…<br />

Yo, pendiente de ti, del reloj y de la hora de la Bendición. Pero desde 1978,<br />

todos en Tobarra. Y has sido testigo y partícipe de cómo, cuánto y de qué<br />

manera los tobarreños hemos ido mejorando nuestra Semana Santa. Todos.<br />

Todos. Desde los románticos como yo (que hemos dedicado miles de horas<br />

de nuestra vida a plasmar cosas concretas para la Historia: Museo del<br />

13


Tambor, origen del tambor, acercamiento a nuestros hermanicos hijaranos,<br />

etc., o bien a estudiar, a investigar, a escribirla) hasta los que –ignorantes,<br />

mediocres, envidiosos- critican casi todo lo que se haga... sólo por el simple<br />

hecho de que otros lo hacen y no lo hacen ellos… normalmente, porque no<br />

sabrían hacerlo. ¡Ni más ni menos!<br />

No importa: Cada cual “hace” Semana Santa como sabe, como puede,<br />

como quiere. Y hay que respetarlo. Porque, en el fondo, todos pretendemos<br />

“hacer” más importante a Tobarra; que su Semana Santa tenga un lugar de<br />

honor en los caminos de España. Porque lo que está claro es que hasta el más<br />

clamoroso de los pasivos o de los estúpidos se siente orgullosísimo de ella.<br />

Por eso hay que aceptarlos. Y se aceptan. También forman parte de la<br />

Historia y de la Sociología semanasanteras.<br />

Hoy, Anamaría, pregonas la jactancia de tocar el tambor en Tobarra.<br />

Y de que nuestra hija María del Mar lo toque contigo. Y te llena de total<br />

satisfacción cuando nuestro hijo Íñigo va en la punta del palo del anda de La<br />

Guapa el Viernes o el Domingo para entrarla en la Plaza. Déjame que me lo<br />

crea: También te gusta que éste, tu viejo tobarreño, aún haya tenido ganas<br />

y orgullo para BAJAR el Paso Gordo el Jueves Santo del 2002,<br />

precisamente en el Cincuentenario de La Bajada. Y en el 2003. Y en 2004.<br />

¿Y en…? ¿Ya no más? ¡Tengo 62 años...!<br />

Y ahora, ya, también puedes contar públicamente que la primera foto<br />

que hiciste a nuestra primera nieta (Inés) conmigo en brazos, fuese en sus<br />

primeros días de vida y dulcemente embozada, precisamente con túnica<br />

tamborilera, pañuelo y cordón. Fuera de España, como ya está dicho.<br />

Dolorosamente dicho.<br />

Por todo ello, por haberte dejado conquistar por mi pueblo, por el<br />

coraje semanasantero con que lo vives, tienes que estar presente en el inicio<br />

de estos <strong>Cuadernos</strong> <strong>Semanasanteros</strong>, que serán amplios ¿y exhaustivos?<br />

pero que no serán mi ópera magna porque si no, sólo me quedaría cortarme la<br />

coleta o cortarme las venas. Y no me apetece ninguna de las dos cosas.<br />

Pero, también, porque representas nada menos que a los forasteros<br />

que viven la Semana Santa como el que más… ¡o más que el que más!<br />

14


Espero, eso sí, que sigas ayudándome, para que este loco risqueño, en<br />

el fondo, aún no haya empezado a escribir sobre la Semana Santa de<br />

Tobarra. Porque esa locura tobarreña –una más- también me es posible.<br />

Como siempre, a mayor Gloria de Tobarra, claro.<br />

15


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE JJEESSÚÚSS GGAARRCCÍÍAA MMAARRTTÍÍNNEEZZ<br />

Quiero comenzar por algo visceral, importándome un bledo que esto se<br />

parezca o no a un prólogo. Echaré por delante una explicación, cuasi excusa,<br />

aunque, a estas alturas de nuestra vida, no sea necesaria. Cuando me diste a leer<br />

el primer borrador de tus “<strong>Cuadernos</strong> <strong>Semanasanteros</strong>” te hice un comentario<br />

sobre lo que, a mi juicio, constituían excesos y omisiones. Creía que era todo lo<br />

que tenía que recibir. Pero, cuando me llegó la segunda y definitiva entrega,<br />

comprendí rápidamente que la verdad era que yo tenía una información<br />

incompleta de tu proyecto, no que tu hubieses hecho una visión parcial de nuestra<br />

Semana Santa. Me alegro de haberme equivocado, aunque haya sido<br />

temporalmente.<br />

El cronista, aunque visceral, tremendamente visceral (¡cómo no serlo!) ha<br />

de ser también imparcial y debe medir con el mismo rasero a todos los<br />

participantes en este drama universal que es nuestra Semana Santa. (Universal<br />

para los tobarreños, que hemos hecho de ella nuestro mundo). Ahora, leída al<br />

completo esa docena larga de <strong>Cuadernos</strong> afirmo que nadie que yo vea ha sido<br />

ignorado, ni nadie por omisión, puede sentirse ofendido. Digo que todos los<br />

actores de esta obra son tratados con idéntico cariño y rigor histórico. Con la<br />

misma imparcialidad tratas al que da el “do de pecho” bajo el palo que al que<br />

“hace la gata”; al que va a los oficios como al quemaCristos; al devoto como al<br />

soplaina. Repito: me alegro. Así, si tuviera el honor de pregonar por segunda vez<br />

la Semana Santa de nuestra Tobarra, no tendría que incluirte en aquel grupo de<br />

miopes que sólo ven la cultura o el folclore en el todo completísimo de nuestra<br />

Celebración Mayor.<br />

Bueno: ya está bien de alabanzas; si no, esto se va a parecer de verdad a un<br />

prólogo, cosa que, a estas horas, no está en mis cálculos hacerte, así que me<br />

limitaré a tener contigo algunas reflexiones que me apetece hacer.<br />

Cuando terminé de leer “todo”, la primera sensación que casi se me escapó<br />

en voz alta fue:<br />

- “¡Coño! ¡Qué difícil lo van a tener algunos que yo me sé para escribir algo<br />

más sobre Semana Santa!”.<br />

Recordarás nuestras conversaciones de hace 25 años, cuando yo intervenía<br />

en la elaboración de nuestras Revistas y cómo se excusaban algunos cuando les<br />

pedía un trabajillo para publicar:<br />

- “¡Ay, Jesús! –me decían- ¡está todo tan tocado...! ¡Están tan manidos los<br />

temas de Semana Santa! Bendición, tambores... ¿Qué vas a decir que ya no esté<br />

dicho?”.<br />

Se me ocurren unos cuantos motes que ponerte a partir de la publicación<br />

de los <strong>Cuadernos</strong>. (Ya sabes lo proclives que somos los tobarreños a poner motes).<br />

4


Ahora podré llamarte “Azote” de los faltos de tema”; “Martillo” de<br />

capitidisminuidos semanasanteros; “Espolique” de los pobres de espíritu<br />

tobarreño”; “Acicate” de los cortos de imaginación”; “Machacador” de los que<br />

perdieron la memoria por los caminos de la estulticia”; etc, etc.<br />

Para consuelo e inspiración de toda esta avifauna de escritores fracasados<br />

antes de escribir, hago aquí donación gratuita (”a mayor gloria de Tobarra”, yo<br />

también) de unos cuantos títulos (temas al fin y al cabo) para que puedan escribir<br />

sobre nuestra Semana Santa, sin buscar pretextos:<br />

- “El año que llovió Viernes Santo”.<br />

- “El tocador de los tambores de los muertos”.<br />

- “El día que la Magdalena madrugó para comprar perfumes”.<br />

- “En la esquina te espero, Verónica”.<br />

- “Desdichas de un Socio diestro al que dieron “pica de zurdo”.<br />

- “El año en que Sixto no pudo arrancar el puñal a la Virgen”.<br />

- “El orgullo de mi primer cardenal al hombro”.<br />

- “Aliagas, oliveras y otras plantas semanasanteras”.<br />

- “Juan Barunda o la liga antitabaco en la Hermandad de San Juan”<br />

- “Acróstico para el Judío de la Guita”.<br />

- “Los tomillos del Calvario, especie protegida”.<br />

- Etc.<br />

Bien: creo que no hace falta que elevemos esta lista a nivel de desafío para<br />

llevarla a los cien títulos ¿verdad? Quede ahí, pues, a los efectos indicadores más<br />

arriba.<br />

Y para ti, para que no te pongas “chulico” porque te diga que has hecho una<br />

aproximación bastante completa a nuestra Semana Santa, para ti, conocedor de<br />

datos, desenterrador inmisericorde de anécdotas, investigador “ténue” de<br />

vivencias, para ti, una pregunta/obsequio/desafío:<br />

- “¿Sabías que hubo un paisano nuestro, allá por los sombríos cincuenta,<br />

que se iba “de putas a cá la Mora” el Viernes Santo por la mañana para<br />

demostrar –según se decía- su ateísmo?”.<br />

¿No lo sabías, verdad? Pues ahí tienes tema:<br />

5


- “Perfil psicológico de un semanasantero algo raro”.<br />

Espero haber conseguido que “esto” no se parezca a un prólogo y que tu lo<br />

publiques como tal.<br />

6


JESUCRISTO<br />

Jesús, Jesucristo, hijo de María, nieto de Joaquín y Ana, antes de David, antes<br />

de Abraham, antes de Isaac, antes de Jacob, antes de Judá...<br />

Jesús, Jesucristo, hijo de José, hijo de Elí, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de<br />

Melquí, hijo de Jana…<br />

Nacido en Belém de Judea (en días del Rey Herodes) situada a 8 km. al Sur de<br />

Jerusalém.<br />

Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Nuevo Testamento. San Mateo,<br />

capítulos 26, 27 y 28. San Marcos, capítulos 15 y 16. San Lucas, capítulos 22 y<br />

23. San Juan, capítulos 18, 19 y 20.<br />

Monte de los Olivos, Getsemaní, Caídas, Gólgota… Lugares de Jerusalém, hoy<br />

Estado de Israel. Allí estuve (como turista, como puro observador, no como<br />

peregrino) y viví la mayor desilusión de mi ya muy larga vida de viajero. ¡Cuánto<br />

sarcasmo! ¡Cuánta mentira histórica! Para empezar, los Santos Lugares, son –in<br />

situ- un “invento” de Santa Helena, madre de Constantino El Grande, Emperador<br />

de Bizancio… siglos después de la Muerte de Cristo. Algo así, como:<br />

- “Aquí debió ser…”.<br />

- “Probablemente esto fue…”.<br />

Y quien no se lo crea, ¡que viaje!<br />

Tobarra recuerda activamente este hecho histórico incontrovertible, ocurrido en<br />

el año 33 de Nuestra Era. Y lo conmemora mediante una fiesta, que se llama<br />

Semana Santa, que se celebra a veces a finales de marzo, pero casi siempre a lo<br />

largo del mes de abril.<br />

Esta fiesta ha sido declarada “De interés Turístico Regional” por el Gobierno de<br />

la Comunidad Autónoma a que pertenecemos (Castilla-La Mancha) y “De interés<br />

Turístico Nacional” por el Gobierno del Estado Español.<br />

La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo dio origen a la Religión Cristiana<br />

(y especialmente a la Católica dentro de ella) cuyo eje radica en la Redención o<br />

Salvación (Apolytrosis en Griego; Redemptio en latín), que obtuvo Jesucristo<br />

(ante Dios Padre) mediante su Muerte y Resurrección, para todo el género<br />

8


humano. Esta Redención supone la posibilidad de acceso del hombre a la Vida<br />

Eterna.<br />

Todo eso es la ortodoxia católica, con su carga teológica.<br />

Pero también cabe aceptar la Semana Santa sólo como un hecho histórico. El<br />

cristianismo puede ser mucho más que teología. Hay en él mucha ética, mucha<br />

sociología. Y, al ser así, una gran carga política.<br />

El hecho es que Tobarra rememora estos hechos históricos y/o teológicos –al<br />

inicio del siglo XXI- mediante el toque del tambor (solos o en cuadrillas) durante<br />

104 horas y celebrando siete procesiones (La Burrica, El Recuerdo, El<br />

Prendimiento, Jueves Santo, Subida al Calvario para la Bendición, Santo Entierro<br />

y Encuentros).<br />

Pero lo celebra de tal manera, que se ha convertido en la fiesta tobarreña<br />

antonomástica y ha pasado a ser el hecho común en el que todos los tobarreños<br />

nos sentimos identificados como protagonistas.<br />

Lo he escrito alguna vez: En la Semana Santa de Tobarra caben, cabemos todos.<br />

Y es porque durante ese tiempo los tobarreños nos sentimos pequeños dioses. La<br />

Semana Santa de Tobarra genera un delicioso panteísmo: Todo es deidad. Desde<br />

el anda al caramelo, desde el tambor a la aliaga.<br />

Lo reitero aquí: La Semana Santa la “salvaremos” los semanasanteros, no<br />

necesariamente teófilos ni teófanos. Pese a quien pese. Sorprenda a quien<br />

sorprenda (aunque cada vez vaya sorprendiendo menos).<br />

Y, desde luego, que nadie se escandalice: Todos tenemos derecho a ser<br />

semanasanteros como nos dé la gana.<br />

Dios no muere. En Jerusalem murió Cristo, el Hombre. En Tobarra lo<br />

conmemoramos –desde siempre- hombres.<br />

Y, a partir de aquí, la tradición. En esto, hay la más absoluta unanimidad. Para<br />

cualquier tobarreño, ateo o creyente, Semana Santa equivale a tradición. Y no<br />

hay cuestión ni discusión. Todos de acuerdo.<br />

Cualquiera sabe que la tradición es más que suficiente para sustentar lo<br />

sustentable. Y es que la tradición es cultura, herencia colectiva, aquello que<br />

merece la pena salvaguardar, enriquecer y transmitir a los que nos siguen.<br />

9


La Semana Santa empezó por ser sólo una fiesta religiosa. En los últimos tiempos<br />

y para la mayoría, es lúdica. ¡El tobarreño se divierte en Semana Santa!<br />

No verlo así, sería puro fanatismo, integrismo, fundamentalismo, dogmatismo<br />

absurdo en defensa de unos muy concretos intereses, no especialmente<br />

tobarreños, por supuesto.<br />

Cuestionarla sería estúpido (lo fue en 1.936). Pero reducirla a dogma no lo sería<br />

menos. Y, sobre todo, sería minimizarla ante los no creyentes.<br />

Esta ahí y cada cual la vive a su manera. Todas valen, todas cuentan, todas son<br />

dignas, ninguna es en vano. ¡Pero que nadie intente imponer la suya! ¡Sería inútil…<br />

y contraproducente!<br />

Pero esto no es nuevo, ni lo digo yo por vez primera. Eleazar Huerta Valcárcel, lo<br />

escribe así en 1966 (Vide Revista de Semana Santa 1988) referido a los años 20<br />

del siglo XX:<br />

= “Cada cual tenía su propia Semana Santa”.<br />

Pues hemos entrado en el siglo XXI, exactamente igual: Cada tobarreño tiene su<br />

propia Semana Santa… que, a lo mejor, no se parece en nada, o muy poco, a la de<br />

su hermano y, absolutamente nada, a la de sus hijos.<br />

¡Y esto es lo grande de nuestra Fiesta!<br />

Personalmente, sólo creo en la historicidad del hecho. Y muy vivamente en la<br />

carga ética de la vida y la doctrina de Cristo. Soy un auténtico fan de Jesucristo.<br />

Es más que suficiente. Y con ello demuestro –además- que la Iglesia Católica no<br />

tiene el copyright, la exclusividad sobre lo cristiano. ¿Por qué habría de tenerlo?<br />

¿Kant o Mozart o Picasso no son de todos los hombres? ¿Por qué no va a serlo<br />

Cristo?<br />

Eso sí: Tobarra se siente orgullosísima de su Semana Santa. Fuera de ella…<br />

10


LECTURAS<br />

Como éste no es un trabajo universitario no profundizo en las fichas<br />

bibliográficas. Me limito a exponer título y autor, donde proceda.<br />

- Antiguo Testamento.<br />

- Nuevo Testamento.<br />

- Evangelios Apócrifos. (Edición de la BAC, 1999).<br />

- El Libro del Mormón.<br />

- Traducción del Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras. (Difusión de los<br />

Testigos de Jehová).<br />

- Popol Vuh.<br />

- “Jesús, el Judío”. Geza Vermes.<br />

- “Jesús de Nazaret, un drama histórico”. Francisco Alfaro.<br />

- “Jesús y la violencia revolucionaria”. Martín Hengel.<br />

- “Jesús de Nazaret”. Joachim Gnilka.<br />

- “Jesús, hombre libre”. Christian Duquoc.<br />

- “Jesús”. Jean François Six.<br />

- “Jesús, vida de un campesino judío”. John Dominic Crossan.<br />

- “Jesús, ese gran desconocido”. Juan Arias.<br />

- “El hombre que se convirtió en Dios”. Gerald Messadié.<br />

- “Santa María Magdalena”. Susan Haskins.<br />

- “Las cuatro mujeres de Dios”. Guy Bechtel.<br />

- “El misterio del Sudario de Cristo”. Thomas Humber.<br />

11


- “Dictamen sobre la sábana de Cristo” de Stevenson y Habernos.<br />

- “El enigma de la Sábana Santa” de P. Guirao.<br />

- “La Pasión de Cristo, vista por un médico”. Antonio Hermosilla Molina.<br />

- “Carta de Jesús al Papa”. Fernando Sánchez Dragó.<br />

- (Por puro divertimento, “El Enviado”, “Caballo de Troya” y “El ovni de<br />

Belén” de J. J. Benítez. “Extraterrestres y religión” de Salvador Freixedo.<br />

“El Evangelio, según Jesucristo” de José Saramago).<br />

- Etc.<br />

12


DESDE LO MÁS VEHEMENTE DE MI SUBJETIVIDAD<br />

Eso, sí: Todo cuanto he escrito lo es desde la subjetividad más acendrada.<br />

Así lo digo, porque me lo advirtió uno de los amiguísimos que leyeron las primeras<br />

100 páginas del libro, y les planteé si valía la pena seguir escribiendo. Pedí<br />

opiniones:<br />

- “Chácho, te sobra Bajada y te falta religiosidad. Sobra ateísmo. ¡Y ten algún<br />

detalle con todas las Hermandades!”.<br />

Fue (¡Gracias, Chato!) tan inteligente observación como casi utópica su inmediata<br />

solución, su regate, su posible soslayo. Pero, claro, es que aún no había escrito<br />

<strong>Cuadernos</strong> de Procesioneros ni de Espectadores ni de Borias…<br />

¿Habrá algo con más condición de subjetivo que un tobarreño pensando o<br />

actuando en la Semana Santa? Lo personal, lo íntimo, lo privado, lo egoísta, le<br />

nace a cada uno separadamente, desde el tambor, desde las andas, desde las<br />

filas… Cada tobarreño es “su” Semana Santa. Y “esa” Semana Santa sólo puede<br />

ser parcial. Nadie toca el tambor y agarra en el mismo momento. Nadie sale en<br />

dos Hermandades al mismo tiempo.<br />

Y es que, en cualquier caso, no hay (porque no puede haber) semanasanteros<br />

prácticos totales, integrales. Lo impide la misma condición humana, su falta de<br />

ubicuidad.<br />

En cada tobarreño, la Semana Santa sólo es gusto personal y todo es gusto<br />

personal.<br />

Si acaso, si acaso, pluriformidad… pero de otra forma. Soy tamborilero el<br />

Miércoles, el Sábado… Soy hermano de todas las Cofradías (menos de una, que<br />

me echaron [sic]). Pago religiosamente las cuotas. Las amo por igual el Martes<br />

Santo, el Sábado Santo… Pero, a partir de ahí… todo es subjetivo en mi. No<br />

quiero –ni puedo- ser objetivo.<br />

En la religiosidad versus ateísmo, pasa tres cuartos de lo mismo. Me emociona<br />

–como al más creyente- la Cruz, la Bendición, La Guapa, El Sepulcro… Como el<br />

Cristo Moreno, San Roque… en extraendolencia pura… Pero la teología es otra<br />

cosa.<br />

Nada es mejor ni peor, puesto que la verdad está en cada uno.<br />

¡Gracias a Dios!<br />

13


EL PREGÓN<br />

El Pregón, los Pregones, forman ya un todo inseparable de la Semana Santa.<br />

Como el que hace lo que sabe, no está obligado a más y nadie ha dicho, “quiero ser<br />

pregonero”, en este libro integral semanasantero, quiero dejar constancia que<br />

todos los Pregones deben tener el mismo valor y todos han sido dignos. ¡Qué<br />

menos decir! Naturalmente, sin engañarme ni intentar engañar a nadie. Pero es<br />

que es así: Si Tobarra en un momento determinado, decidió que el Pregonero,<br />

fuera Fulanico y Fulanico habló de lo que él creía que era válido y contó lo que<br />

para él era importante y lo contó lo mejor que supo y pudo, ¿quién se atreve a<br />

criticarlo? ¿Que a veces no se puede ser tan osado en la vida y hay que saber<br />

aceptar las limitaciones de cada uno? Sí, pero no en Semana Santa. Y menos en<br />

Tobarra.<br />

Por tanto, para todos los Pregoneros de la Semana Santa de Tobarra ¡mi redoble!<br />

¿Que con esto soy injusto ante esos Pregones geniales, que los ha habido…? ¿Que<br />

hablando así, soy, incluso, faltón con mi deber de amistad hacia Pregoneros que<br />

echaron extraordinarios Pregones y que, encima, son muy, muy, muy amigos<br />

míos…? ¡Que me perdonen! Pero, ¡todos buenos!<br />

Este libro semanasantero no se ha pensado como exégesis de tal. Pero en este Ad<br />

Introitum hay que constatar que el Pregón, los Pregones ya no deben faltar en la<br />

Semana Santa de Tobarra. Y si Tobarra ha decidido “que ya no salgan de<br />

Tobarra… pues bien decidido está.<br />

¿Qué otra cosa puedo decir si tengo el inmejorable recuerdo de haber sido el 1 er<br />

Pregonero –1980- de haber repetido en Barcelona –1989- y de haber escrito el<br />

de Lisboa, para Víctor Mendes, en 1991?<br />

¿No le hace justicia a Tobarra mi curriculum foráneo: Pregonero en la Semana<br />

Santa del Bajo Aragón –1988- y en la Semana Santa de Calasparra –2002-?<br />

Poder, poder, aún puedo decir una chulería. Que sí, que me lo pido: No me<br />

gustaría morirme sin haber escrito el gran pregón tobarreño, que tengo en mi<br />

mente desde hace mucho tiempo. Por pedir…<br />

El Pregón. Un alarde de dignidad tobarreña.<br />

14


SEMANA SANTA, SÓLO EN SEMANA SANTA<br />

Ayer, martes, 28 de agosto de 2001, enterramos a Sixto Gómez Yáñez, años y<br />

años Presidente de la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores y largo<br />

tiempo Presidente de la Asociación de Cofradías. Ambas circunstancias, en<br />

tiempos difíciles para las dos instituciones. Sixto fue responsable directísimo del<br />

inicio del auge de la Hermandad de La Virgen y de la Asociación.<br />

Con el fin de asistir a su entierro, he ido a Tobarra con mi hermanico Pedrin. Al<br />

ir, al volver, al “estar”, al ir a la Iglesia, al ir al Cementerio, tuve tiempo de<br />

pensar sobre esto: ¿Semana Santa? Sí, pero sólo en Semana Santa. ¿Qué quiero<br />

decir con esto?: Que no se notó absolutamente nada públicamente que estábamos<br />

enterrando a un gran semanasantero. Privadamente, sí. A Sixto, sí, lo<br />

amortajaron con “su túnica de La Virgen” -¡Faltaría más!- y tanto la Hermandad<br />

como la Asociación enviaron sendas coronas de flores. Pero, ¡nada más! Y yo creo<br />

que eso no fue suficiente, públicamente.<br />

A nadie se le ocurrió pensar que se pudiese hacer algo más. Prefiero pensar que<br />

es por esto, porque Tobarra decide “hacer cosas de Semana Santa, sólo en<br />

Semana Santa”.<br />

Si yo hubiese “mandado algo en el pueblo”, el Estandarte de la Asociación y el de<br />

La Dolorosa hubiesen cubierto el féretro de Sixto hasta su misma tumba y, por<br />

supuesto, la Guapa Dolorosa hubiese presidido su funeral en San Roque. Si estas<br />

cosas no se le “han hecho” a Sixto, ¿a quién se le van a hacer? Y cuando a Sixto<br />

se le ha hecho –públicamente- exactamente lo mismo que se haría al menos<br />

semanasantero de los tobarreños, yo empiezo a plantearme algunas cosas.<br />

Pero es que –encima- está el recuerdo. ¿Qué se hizo cuando murió Francisquete<br />

Sabina (Don Francisco Martínez García) el gran semanasantero del siglo XX? ¿En<br />

qué se notó que habían muerto Manolo el Zoril (Don Manuel Sahorí García) y<br />

Andresico, Don Andrés Pérez Cañete? Sólo en que sonó un brevísimo Zapatata en<br />

el Cementerio. Y, ¡menos mal!, en el especialísimo entierro de Pablo García<br />

Carrillo, los sanjuaneros cubrieron el féretro con el estandarte del Evangelista.<br />

Nada más.<br />

Una de las cosas que más me ha impresionado en mi cada vez menos emocionante<br />

viajar, fue en New Orleans, patria del Jazz, donde vimos –por casualidad- el<br />

entierro de un músico. Delante del coche fúnebre sonaban cientos de trompetas,<br />

saxos, trombones, trombones de varas, clarinetes, flautas, etc., etc.<br />

15


= “Es un músico y los jazzmen lo despiden así”.<br />

El que haya sido así, tan común el entierro de Sixto (en Tobarra ha llegado a<br />

decirse “La Virgen de Sixto”, refiriéndose a la Dolorosa) sólo puede ser<br />

consecuencia de que:<br />

= Tobarra tiene muy asumido que “Semana Santa, sólo en Semana Santa”.<br />

= Hay falta de sensibilidad hacia ciertas situaciones.<br />

= Superstición, pura y dura.<br />

Cuestionable, pero cambiable, la primera; triste la segunda y lamentable la<br />

tercera.<br />

Por supuesto, Tobarra no debe echar la Bendición cuando se muera… ni hacer el<br />

Encuentro en el entierro de… ni hacer una Tamborada Escolar cuando se despida<br />

a…<br />

¡Pero ni tanto ni tan poco!<br />

En mi opinión, cuantas más “cosas de Semana Santa” se hagan, mejor para la<br />

Semana Santa y, por supuesto, mejor para Tobarra. Ni se le falta el respeto a los<br />

días, ni a las fechas, ni a las imágenes, ni a lo mismo Sagrado, que no dejará de<br />

serlo por eso.<br />

Prefiero pensar “que no se cae en la cuenta…”. ¡Cómo nunca se ha hecho…! Bueno,<br />

para todo hay una primera vez. Y lo clamo y lo reivindico aquí, para el próximo<br />

gran semanasantero que nos deje.<br />

Machado decía que “por mucha importancia que tenga un hombre, no tendrá más<br />

importancia que el haber sido hombre”. Lo diría, porque él no conoció a alguno de<br />

los buenos semanasanteros tobarreños. A Sixto, por ejemplo. Pero también se<br />

dice en El Quijote que “cada cual es hijo de sus obras”.<br />

Y lo cuento al principio de un libro de 600 páginas dedicado a la Semana Santa de<br />

Tobarra.<br />

Addenda:<br />

En la Semana Santa de 2002 mi hermanico Pedrín y yo nos pusimos un lazo negro<br />

en el brazo izquierdo de nuestras túnicas. ¡Qué menos! ¿Quién se os ha muerto?<br />

¡Pues Sixto!<br />

16


Cuando empecé a pensar que Tobarra toma conciencia de que su auténtica<br />

personalidad es la de su Semana Santa, nació en mi un interés concretísimo por<br />

un lenguaje, que me había pasado desapercibido hasta entonces. ¡Como tantas<br />

otras circunstancias tobarreñas!<br />

Centrándome en el tiempo, me sitúo hacia 1970/1975.<br />

Me considero un afortunado, considero afortunada mi generación, porque nuestra<br />

madurez vital ha coincidido con el nacimiento –en unos casos-, con la<br />

consolidación –en otros-, de ese lenguaje semanasantero que prácticamente no<br />

existía o que, existiendo, era tan desesperadamente pobre, que pasaba<br />

inadvertido. Aunque posiblemente sea más acertado decir -como remate- que, tal<br />

vez pasara inadvertido porque formaba parte de nosotros mismos tan<br />

íntimamente, que “no lo notábamos”.<br />

Item más: Si ese lenguaje existía, nadie se había preocupado por salvarlo,<br />

trascendiéndolo. (Estas circunstancias sólo se salvan aderezándolas con cultura,<br />

amor e imaginación).<br />

El lenguaje (eso que se dice ser el pensamiento) es la herramienta de unión entre<br />

personas para hacer algo en común o, simplemente, para entenderse. Se recoge la<br />

ropa tendida, se recoge la fruta de los árboles, pero en Tobarra también se<br />

recoge la Procesión y se recoge la gente:<br />

- “¡Chácho! ¿Es que no te recoges, aún no?”.<br />

¿Sólo se dice así en Tobarra? Pues no lo sé, pero desde luego, en Tobarra se dice.<br />

Por su especialísima importancia no debe aparecer como un todo al inicio de estos<br />

<strong>Cuadernos</strong>, ese lenguaje semanasantero oficial. ¡Pero el inventado, sí! Así que,<br />

¡véngame la lira, que me lo invento!<br />

El otro, el lenguaje real, ese que hablamos los tobarreños en Semana Santa, debe<br />

juntarse por parcelas: El lenguaje del agarráo, el lenguaje del tambor, etc. Y es<br />

porque ya es hora de poner cada “cosa semanasantera” en su sitio. Aglutinándolas<br />

todas después, saldrá lo que saldrá: Ese todo genial, singular, irrepetible,<br />

distinto, completo, que es nuestra Semana Santa.<br />

Después, deberemos ejecutar el proceso inverso: Que se “saque” el lenguaje<br />

particularizado y se haga con él un todo. Nacerá una obrilla que deberá titularse:


(Ya está in mente).<br />

Ξ ASÍ HABLA TOBARRA EN SEMANA SANTA Ξ<br />

Será nuestro orgullo: Garuto, Bajada, Bordonera, Cuadrilla, Agarrar… son<br />

palabras semanasanteras tobarreñas. Cuando decimos Bajada sabemos a la que<br />

nos referimos. ¿O no, Jueves, Encarnación y Paso Gordo? Por lo mismo,<br />

distinguimos perfectamente “cuadrilla” de “peña”. Eso es parte de nuestra<br />

grandeza: Cuadrilla... de tamborileros. Peña… “pá las Fiestas”.<br />

Pero, p’abril boca, me se hace a mí qu’es güeno seguil siendo una miajica poeta.<br />

Por ello, en tal me afano, inventando verbos, palabras, frases, que entronicen lo<br />

tabarreño en la misma Tobarra.<br />

No hablamos así (como diré después) pero nos lo merecemos.<br />

¡Se lo ofrezco a Tobarra por si le interesa usarlo!<br />

20


A LO CLÁSICO<br />

La Cruz brujulea.<br />

El Prendimiento confirma.<br />

El Moniquí primaverea.<br />

El Señor de la Caña timidece.<br />

Nuestro Padre Jesús Nazareno dignifica.<br />

La Verónica pregona.<br />

El Paso Gordo acoquina.<br />

El Señor de la Sangre angustia.<br />

La Magdalena perfuma.<br />

San Juan mima.<br />

La Dolorosa acoge.<br />

Los Socios tobarrean.<br />

El Sepulcro dogmatiza.<br />

El Resucitado presume.<br />

23


A LA TOBARREÑA<br />

La Cruz chocea.<br />

El Prendimiento ablenta.<br />

El Moniquí aguasalea.<br />

El Señor de la Caña cascañetea.<br />

Nuestro Padre Jesús farracacheirea.<br />

La Verónica lilea.<br />

El Paso Gordo asorrata.<br />

El Señor de la Sangre la cuca.<br />

La Magdalena golismea.<br />

San Juan mamolea.<br />

La Virgen lastimea.<br />

Los Socios picatean.<br />

El Sepulcro calvariea.<br />

El Resucitado chulea.<br />

24


Lunes de espera.<br />

Lunes impaciente.<br />

- LUNES -<br />

Lunes desconcertado.<br />

Lunes de blanqueos.<br />

Lunes de Recuerdos.<br />

Martes de prisas.<br />

- MARTES -<br />

Martes suplicante.<br />

Martes de acicales.<br />

Martes de garutos.<br />

Martes de caminos.<br />

Martes de Sepulcro abajo.<br />

- MIÉRCOLES -<br />

Miércoles de mojetes.<br />

Miércoles de regresos.<br />

Miércoles de redobles.<br />

Miércoles de escampavía.<br />

Miércoles de chiquillos.<br />

Miércoles de Zapatatas.<br />

Miércoles de grilletes.<br />

Miércoles de besos fátuos.<br />

Miércoles de traiciones.<br />

Gran Jueves.<br />

Jueves mágico.<br />

- JUEVES -<br />

Jueves prodigioso.<br />

Jueves taumatúrgico.<br />

Jueves sorprendente.<br />

Jueves de Bajadas.<br />

Jueves de Cuestas.<br />

27


Gran Viernes.<br />

- VIERNES -<br />

Viernes de Calvarios.<br />

Viernes de arcanos.<br />

Viernes Nazareno.<br />

Viernes de ancestros.<br />

Viernes de panecicos.<br />

Viernes de himnos.<br />

Viernes de Mektub.<br />

Viernes de Gastadores.<br />

Viernes de manolas.<br />

Viernes de túnicas negras.<br />

Viernes de tambores hueros.<br />

- SÁBADO -<br />

Sábado de paréntesis.<br />

Sábado de espera.<br />

Sábado de abstracción.<br />

Sábado de improvisos.<br />

Sábado de vacíos.<br />

- DOMINGO -<br />

Domingo de Encuentros.<br />

Domingo de puñales.<br />

Domingo de piropos.<br />

Domingo de mediasnoches.<br />

Domingo de muchachas.<br />

Domingo de tracas.<br />

Domingo de palomas.<br />

Domingo de palillos.<br />

Domingo de adioses.<br />

28


TIEMPO Y MAGIA<br />

En los últimos años del siglo XX, hemos alargado considerablemente el tempus<br />

semanasantero. Puesto que el Pregón se echa el Sábado de Pasión y la Procesión<br />

de la Burrica la celebramos el Domingo de Olivos, hemos hecho durar a la Semana<br />

Santa ocho días completos y cuatro horas de otro, es decir, una semana entera y<br />

28 horas, lo que no está mal.<br />

Si a ello añadimos el que las 104 horas tamborileras han prolongado notablemente<br />

el tamborear, resultará que el siglo XX ha supuesto un pulso continuado entre el<br />

tobarreño y su tiempo semanasantero. Piensese que el Art. 59 de las Ordenanzas<br />

Municipales de 1906 decía: “La salida de nazarenos con tambor, podrá efectuarse<br />

en la tarde del Miércoles Santo, desde las 3 de la misma hasta terminada la<br />

procesión y desde las cinco de la madrugada hasta la bajada del Calvario de la<br />

procesión el día de Viernes Santo”. (Obviamente, en esto, no prevalece el texto<br />

ordenancista, sino Bandos o normas posteriores).<br />

Calculemos: ¿Unas 9 horas tamborileras el Miércoles y otras 9 horas<br />

tamborileras el Viernes? Eso, si acaso. En total, 18 horas de tambores, frente a<br />

las 104 actuales.<br />

Pero a mí me gustaría dejar claro que todo el tiempo semanasantero no admite<br />

magia, “encanto, hechizo o atractivo con que una cosa deleita y suspende”. Así,<br />

¿es un tiempo mágico el Sábado Santo por la mañana? ¿Lo es el Viernes Santo<br />

después de comer? ¡No creo!<br />

En este tempus literario voy a deleitarme levemente en mis tiempos mágicos<br />

semanasanteros, creándolos conforme los vaya escribiendo, gozándolos al tiempo<br />

que los vaya inventando, asentándolos en el mismo momento en que los piense.<br />

Pero, claro, la grandeza del tempus semanasantero es que admite desde un<br />

momento, apenas un instante fascinador (cuando el Nazareno despega su Mano<br />

Derecha de la Cruz por primera vez) de la misma manera que caben veinte<br />

minutos absolutamente teúrgicos (la Bajada del Paso Gordo) o cuatro horas<br />

maravillosas (de 20 a 24 en la noche del Sábado de Gloria) con el tambor colgado.<br />

Y yo, voy a escudriñarlos.<br />

El valor del tempus semanasantero depende mucho de la propia conciencia del<br />

tiempo que presente cada sujeto. El valor del tiempo no es mismo en el<br />

ambulatorio que en el bancal, en la oficina que en el bar. Pero la clave de mi<br />

30


planteamiento temporal reside en saber disfrutar lo mismo el instante que la<br />

hora. ¿Vale lo mismo la medalla de los 100 metros lisos que la de la maratón?<br />

Seguro, pero sus tempus no son, no pueden ser los mismos.<br />

Si la Bendición dura unos doce minutos, la magia concurre en los tres o cuatro<br />

primeros. El resto es celebración, incluso adoración, pero ya no es magia. En<br />

cambio, es casi imposible que haya un Zapatata mágico, porque el tamborear<br />

exige minutos, horas, continuidad.<br />

Esto no es malo ni bueno, si sabemos combinar magia y tiempo.<br />

“Procesión, que breves son mis gozos”.<br />

Me valió –el decirlo- una Flor Natural. Pero ¿quién piensa que la Procesión dura<br />

poco cuando va entre los palos media hora, sin relevo?<br />

Realmente, una semana entre las cincuenta y dos que componen un año, es muy<br />

poco tiempo. Pero la clave del “hacer durar” cada Semana Santa reside en saber<br />

ir llenándola de momentos mágicos. Por ejemplo, ahora que lo pienso, hay que<br />

buscar la magia de lo que hasta ahora sólo me ha supuesto una curiosidad o una<br />

rutina: La visita a la Iglesia el Jueves por la mañana para ver como arreglan<br />

algunas andas. Y tendría que provocar situaciones que no he vivido nunca. Por<br />

ejemplo: Bajar El Sepulcro el Martes Santo. ¿Por qué no hacerlo? ¡Probaré!<br />

Tiempo. Magia. Decir que la Semana Santa es tiempo, es tautología: Decimos<br />

“semana”. Que sea magia sólo depende de nosotros. Razones, actos, situaciones<br />

para haberla, le sobran y nos sobran.<br />

TARDE<br />

En primavera, la caída natural del sol compensa esa especie de huída pavorosa del<br />

mismo que se produce a lo largo del invierno. Caer/huir. No es lo mismo, no. En<br />

primavera se disfruta de la tarde; en invierno, no; en verano, agota.<br />

El Pregón, los Pregones, desde hace diez o doce años, que se echan en la<br />

Asunción, el Sábado de Pasión, quieren ser compinches del atardecer.<br />

Tarde y Pregón. Palabra semanasantera y magia.<br />

31


Cruz de la Toalla y tarde. Paso de San Roque y tarde. ¡Qué maravilla! Dos andas,<br />

dos Hermandades buscando su confluencia, con las últimas claricas del Miércoles.<br />

La Bajada. Punto y aparte. El sol del Jueves aún se entera. Cuando La Caída sale<br />

de La Encarnación, el sol aún alegra levemente Los Pinicos, Pedro Barro… Cuando<br />

La Caída llega a la Replaceta de la Iglesia, ya no hay sol, pero sí toda la luz de la<br />

atardecida. Y durante la Cuesta (la Cuesta como tiempo; aquí, no como lugar) ha<br />

habido connubios cromáticos que no querían perderse la Bajada.<br />

Aún es de día, aún es tarde en la Plaza cuando el Jueves, salen la Cruz, la Olivera,<br />

el Moniquí, el Señor de la Caña…<br />

Tarde, tarde, tarde y magia.<br />

El Entierro y la noche.<br />

NOCHE<br />

“Cuando llegó la noche…”. (S. Mateo, 27, 57).<br />

“Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir la víspera del día de<br />

reposo…”. (S. Marcos 15, 42).<br />

La noche antonomástica de la Semana Santa tobarreña es la noche del Entierro.<br />

No es que El Entierro “se haga de noche”. No. Es que la noche se hizo para El<br />

Entierro de Cristo. Nadie concebiría en Tobarra al Sepulcro saliendo a la cuatro<br />

de la tarde o a las diez de la mañana. El Entierro exige noche y magnitud, túnicas<br />

negras, tiempo de azabache y tezado.<br />

Cierre tamborilero y noche. Media noche, hora de brujas, adiós a los tambores, la<br />

magia de un morir las saetas del Domingo en la concienciación, en la sensatez, en<br />

la serenidad.<br />

Tobarra apaga sus tambores sin dolor. Lo decía Manolo el Zoril en una de sus<br />

tantas Coplas Tamborileras, llenas de magia y candor:<br />

Toca y toca tu tambor<br />

cuando se deba tocar,<br />

y no salgas a tocarlo<br />

el Lunes de Mona, ya,<br />

por la calle solitario<br />

que das una cencerrá.<br />

32


MADRUGADAS<br />

Madrugada del Jueves, y madrugada del Sábado… Tambores, tambores… Sólo<br />

esas dos madrugadas, que en las demás hay que dormir, porque espera la<br />

horquilla.<br />

Madrugadas y tambores. Tambores antes del amanecer, que al tambor, a mi<br />

tambor, no le gusta, nunca le ha gustado ver salir el sol.<br />

Pero siempre, claro, madrugadas redoblantes, sin malos vinos, sin bascados<br />

cuerpos. Madrugadas de manos destroncadas, de pies cansíos, de espíritus<br />

rendidos.<br />

Madrugadas tamborileras, ahítas de felicidad y magia.<br />

POR LA MAÑANICA…<br />

… cuando te despiertan los tambores, el Viernes o el Domingo, que la Procesión<br />

tiene otro color, otro aroma, otro ritmo.<br />

Con el cuerpo presto, las mañanicas son sólo magia, todo magia. La propia<br />

conciencia de palparse las manos, los hombros y sentirse Semana Santa,<br />

comporta un derroche de magia.<br />

Oír los tambores, concienciarse, ponerse la túnica y salir a la calle cuando el sol<br />

aún no es del todo huésped es un puro fascinio, un seguro hadar de la maravilla de<br />

ser tobarreño y estar en Tobarra.<br />

La magia de las mañanicas me fue durante muchos años, sacar a la Guapa de la<br />

Iglesia el Viernes o el Domingo y que le diese el sol en la cara. Desde hace<br />

tiempo, la Bajada Chica.<br />

Más magia, imposible.<br />

MEDIO DÍA<br />

No hay tiempo más inconcreto para un tobarreño que “el medio día”. Cuando<br />

quedamos “al medio día” ¿a qué hora quedamos? Desde luego, no a la hora solar de<br />

33


medio día, a las 12 en punto, a las 12 in meridian, que ni A.M. ni P.M. El portugués<br />

a las doce y un minuto ya te saluda “Boa tarde”. Ellos lo tienen más claro que<br />

nosotros.<br />

¿Nos entenderemos si digo que, para nosotros, medio día es “hasta que<br />

comemos”? Me baso en nuestro propio lenguaje: Nadie dice en Tobarra que come<br />

“por la tarde”. Se come, pues, a medio día, cuando sea. Y hasta que se ha comido,<br />

aún decimos “Buenos días”.<br />

¿Y el medio día semanasantero? No hay mucha duda: Burrica, Bendición,<br />

Encuentros. ¿Hay quién de más?<br />

Y mi viejo sueño, que nunca más veré cumplido: Que terminen las Procesiones al<br />

media día, pero de verdad. Y poder estar comiendo a las dos de la tarde. Así era<br />

en los años 50. Que lo vuelva a ser no sería mágico, sería mirífico. Y no creo en<br />

–estos- milagros.<br />

EN FIN… CONSTRUYAMOS EL TIEMPO SEMANASANTERO<br />

Lo decía Saint-Exupéry: “Es bueno que el tiempo sea una construcción”. Me<br />

apunto a construir todos mis nuevos tiempos semanasanteros, para cumplir la<br />

utopía de que todos los minutos de esa Semana Santa de ocho días y cuatro horas<br />

sean absolutamente mágicos. Y si creemos a Shakespeare y nos convencemos de<br />

que “en un minuto hay muchos días”, habremos conseguido hacer del tiempo, no<br />

de los actos, un paraíso.<br />

El buen semanasantero, se lo merece.<br />

34


La Cruz es llave conquistadora de las calles procesioneras.<br />

El Prendimiento huele a Mediterráneo en la Olivera; a maternidad frustrada<br />

en el nido; a mentira en Judas y a tobarreño con un par, en la espada de San<br />

Pedro.<br />

El Señor de la Caña planta ribazos de Verdad entre sus manos, mientras<br />

Pilatos adamasea zafas inícuas.<br />

El Moniquí le roba guielos a marzo y apedreaos a junio.<br />

Nuestro Padre Jesús desfila angustias presentidas.<br />

La Verónica torea las esquinas y las cornetas.<br />

El Paso Gordo se aprieta en músculos imposibles de bravías Bajadas.<br />

El Señor de La Sangre clama relámpagos de expiración.<br />

La Magdalena canta amores y perfumes en su femineidad aterida.<br />

San Juan –vigía amado- arma Carricos canoros para convocatorias inútiles.<br />

La Guapa. Punto y aparte, en su Total Belleza y Dolor.<br />

El Sepulcro. Silencio de palios y Tobarra de luto.<br />

El Resucitado toca el Cielo con sus dedos en V de Victoria.<br />

Los Socios arman picas de orgullo en sus policromas pintas.<br />

La Semana Santa del mundo se reconoce cada año en Tobarra.


Dirige, oh Cruz de la Toalla, los pasos tobarreños todo el año.<br />

Patrocina, Jesús del Prendimiento, los pleitos en los que no quisiste<br />

defenderte.<br />

Protege, Jesús Flagelado, los frutos en los árboles hasta que maduren (y<br />

especialmente los moniquíses).<br />

Garantiza, Señor de la Caña, la justicia que no impartieron contigo.<br />

Bendícenos, Nazareno.<br />

Ayúdanos, Santa María Verónica, en sudores y aflicciones.<br />

Apadrina, Cristo Caído, nuestros tropezones cotidianos.<br />

Auxilia, Señor de la Sangre, la angustia del día a día.<br />

Perfuma, Santa María Magdalena, miserias y penurias.<br />

Congrega con bien, San Juan Evangelista, tambores y redobles.<br />

Acógenos bajo tu manto, Madre Guapa.<br />

Ampáranos, Señor del Calvario, en la hora final.<br />

Aumenta, Cristo Resucitado, nuestro gozo y nuestra vida, en esa otra Vida<br />

Tuya.<br />

P.D. : ¿Y los Socios? ¡Que nos transmitan su elegancia y su bravura!


LOS QUEMACRISTOS<br />

Es historia, es parte de la Historia, es dolor en nuestra pequeña historia.<br />

Todo está prescrito, casi nada es recuerdo, para apenas nadie es recuerdo, o sólo<br />

para los que “blinquen” los 80 en el 2000.<br />

Julio de 1936.<br />

Manos tobarreñas destruyen todos los objetos públicos semanasanteros: Andas,<br />

imágenes…<br />

El hacha, el fuego, el odio, la incultura…<br />

Nunca entenderé julio.<br />

Quede claro: Nunca movería un solo dedo para que hubiese o no hubiese curas en<br />

Tobarra, pero daría mi vida por la Semana Santa. No hay contradicción. Allí no<br />

veo valores ni razones. Aquí, todos.<br />

Por supuesto, es tarde para hacerlo pero, aunque no lo fuera, me gustaría haber<br />

tenido la oportunidad de inquirir a los pirófilos de entonces:<br />

- “Tú, quemaCristos en julio, ¿tocaste el tambor en abril del 36? ¿Agarraste en<br />

algún anda?”.<br />

Por supuesto, es tan imposible preguntarlo, como, aunque fuera posible, me<br />

hubiera gustado saber si alguna otra vez, Tobarra había quemado también su<br />

Semana Santa: ¿1808, 1868…?<br />

¿A dónde quiero ir a parar?<br />

Intento poner en orden las intuiciones, aunque sea a base de interrogantes, en un<br />

intenso proceso de dialéctica:<br />

= Hasta 1936, ¿se identificaba Semana Santa con Iglesia Católica? ¿La<br />

Semana Santa era sólo cosa de curas y creyentes? ¿Era culto y sólo culto?<br />

¿Era sólo un acto de fe católica? (Los tambores, aparte. Siempre aparte).<br />

41


= En 1976, después de morir Franco, ¿no hubo alguien que intentó cargarse la<br />

Semana Santa? (Yo lo recogí en mis “Cartas sobre la piel de mi tambor”,<br />

publicadas en la Revista de 1979).<br />

= ¿Hemos sido nosotros, semanasanteros 1950-2025, los que estamos<br />

consiguiendo que la Semana Santa sea algo endógeno, una institución que se<br />

genera y desarrolla desde sí misma? Si es así, ¿por qué repele aún a una<br />

minoría el que se analoguice (permítaseme el verbo) Semana Santa<br />

generalmente con pueblo y raramente con fe?<br />

= Por todo ello, ¿es la Semana Santa, sólo antropología (“comportamiento del<br />

hombre como miembro de la sociedad”); sólo cultura popular (“conjunto de las<br />

manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”); sólo<br />

folclore (“conjunto de creencias, costumbres, artesanías, etc., tradicionales<br />

de un pueblo”)? No es sólo eso, ya lo sé. No es sólo eso, ¡pero también es todo<br />

eso!<br />

= ¿No es la Semana Santa un proceso de enculturación? Si otra cosa fuese, la<br />

Semana Santa se aprendería en “la doctrina”, en “los sermones”. Pero no lo es,<br />

porque la Semana Santa se aprende en la familia, en los amigos, en la calle:<br />

¡enculturación pura!<br />

= ¿No se demostró en 1937, 1938 y 1939 que la Semana Santa forma parte del<br />

espíritu colectivo (Volksgeist) de Tobarra? ¡Sería eso que se dice “llevarla en<br />

la sangre”! Se interrumpió tres años y se reanudó como si también se hubiese<br />

hecho el año anterior.<br />

No me atrevo a llegar a una conclusión, 1936. Si acaso, voy a decir con rotundidad<br />

que no lo entenderé nunca, que no justificaré nunca la destrucción. Por mucho<br />

odio, por mucho hartazgo, por mucha repugnancia que provocase lo eclesial a los<br />

“libertadores mediante el fuego”, prefiero pensar que una parte de Tobarra (de<br />

España entera ) estaba enferma y la pus le reventó por las hogueras.<br />

¿Tendría que ponerme en el pellejo de los incendiarios? ¿Estoy obligado a<br />

empatizar con ellos? ¿Debería inyectarme su axiología? ¡Ni aún así!<br />

Empiezo a ver claro: No sé si para los semanasanteros de 1936, todo era culto,<br />

pero de lo que no cabe duda es que pensaban que así era los que lo<br />

destruyeron. Y como odiaban la institución (Iglesia) masacraron su manifestación<br />

más pública (imágenes).<br />

42


Homo hominis lupus est.<br />

Julio. Eran tobarreños, claro.<br />

¿Qué agravios guardarían los incendiarios? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Cuántos<br />

porqués se habrían planteado? ¿De qué estarían vengándose? ¿Qué pensaron que<br />

irían a arreglar, así actuando?<br />

Memoria beneficiorum fragilis, iniuriarum tenax.<br />

Lo dijo Machado:<br />

De las potencias del alma,<br />

la memoria es la cruel,<br />

porque causa el mayor mal<br />

recordando el mayor bien.<br />

43


CONQUISTA<br />

Esto si ha sido asunto resuelto por mi generación: 1950-2000.<br />

He sido testigo de la evolución y el desenlace y así lo plasmo:<br />

En la Semana Santa de Tobarra mandamos los semanasanteros, sólo los<br />

semanasanteros.<br />

He sido testigo de los últimos y vanos intentos eclesiales en contra de este<br />

hecho y así lo cuento:<br />

Ξ Hacia 1954. Estábamos en la Sacristía de La Purísima. Don Luis García Azorín,<br />

párroco de la Plaza y los semanasanteros Don Jorge Carcelén y Don Francisco<br />

Martínez García (Francisquete Sabina).<br />

- “Yo creo que lo que deberíamos hacer…”<br />

= “Don Luis, déjenos que los tobarreños organicemos la Semana Santa como<br />

nos dé la gana, como lo hemos hecho siempre”.<br />

(Yo, monaguillo, único testigo).<br />

Ξ Don Ramón Más Casanellas, filipense titular de San Roque, hacia 1955, en un<br />

sermón dominguero:<br />

- “La Bendición es una mascarada para ignorantes. Sería preferible que un<br />

sacerdote, con el Lignum Crucis…”.<br />

(No se le hizo ni caso. ¡Menos mal!).<br />

Ξ Año 1962. Don Juan Arconada. Intentó que no se tocase el tambor el Viernes<br />

por la tarde… pasándolo al Sábado. Eso, sí: Indirectamente, gracias a él se<br />

toca Viernes y se toca Sábado. ¡Qué bien!<br />

(De esto, no he sido testigo, pero sí fedatario de los testigos/sujetos).<br />

= Vide “50 años del Paso Gordo en la Semana Santa de Tobarra”. Una cacicada<br />

de Don Luis García Azorín no consintiendo que El Paso Gordo entrase en El<br />

Convento (1952, con la Iglesia hundida) dio lugar a la Bajada.<br />

44


= Hacia 1970. Unos curas llamaron la atención a mi hermanico Pedrín en la<br />

Iglesia la tarde del Jueves Santo “porque hacía mucho ruido”. Estaban<br />

arreglando el anda de La Guapa. Mi hermano (de general, pacífico) les dijo que<br />

“estaban haciendo lo que habían hecho siempre”. Los curitas, jóvenes ellos, no<br />

conformes, cogieron a mi hermano cada uno de un brazo, con intención de<br />

sacarlo de la Iglesia. Mi hermanico, se “los sagudió” de sendos manotazos en<br />

los brazos y les dijo aquello tan tobarreño:<br />

- “Si tenís cojones, probal otra vez a tocalme”.<br />

Naturalmente, no se atrevieron.<br />

Los de La Virgen, siguieron con lo suyo.<br />

El camino no tiene vuelta atrás… ¡gracias a Dios! Porque aún podría ratificarse<br />

transcribiendo a Eleazar Huerta Valcárcel tantas veces citado (Vide Revista<br />

1988) cuando dice: “… un cura forastero, recién llegado, quiso que las barbas (de<br />

los Socios) estuviesen en su sitio y fracasó”.<br />

Esto sucedía en los años 20 del siglo XX. Como se comprueba, el afán de ciertos<br />

curas por “arreglarnos” la Semana Santa, ha sido una constante.<br />

Como conté en su día, Manuel Andrade Guerra, periodista portugués, amigo y<br />

huésped mío en la Semana Santa del 91, publicó, en Correio da Manhá de Lisboa,<br />

su extrañeza “porque no hubiese curas en las Procesiones”.<br />

No tengo duda: El futuro de la Semana Santa pasa –entre otras cosas- por el<br />

hecho de que sólo sigan haciéndola semanasanteros. Sólo semanasanteros.<br />

<strong>Semanasanteros</strong> creyentes o no, practicantes o no, pero semanasanteros por<br />

encima de cualesquiera otros valores.<br />

¿No resulta curioso, muy significativo además, que los tres curas tobarreños que<br />

conozco (José Luis García Cañada, Fernando Ugena Honrubia y Pío Paterna<br />

Callado) jamás hayan intentado mandar/intervenir/opinar en temas de Semana<br />

Santa?<br />

Gracias a Dios.<br />

Conste que estoy constatando hechos, realidades.<br />

45


Pues sí, la Iglesia –la institución más inteligente y protéica en la historia del<br />

mundo occidental- ha asumido su no papel en la Semana Santa tobarreña de<br />

finales del siglo XX. ¡Mejor así… y que no se le ocurra otra cosa! Aunque tal vez lo<br />

deseable sería que tuviese su papel, para quienes así lo quisieran. Pero, desde<br />

luego, sin imponerse a los que tengan otra visión semanasantera.<br />

La Iglesia se conforma con salir en alguna Procesión –no molestan así; al<br />

contrario- y echar los Sermones del Calvario, el Viernes Nazareno y el Domingo<br />

de Encuentros. Tampoco en esto estorban; al contrario, si son breves y no hacen<br />

demagogia. Pero, rebus sic stantibus ¿por qué, además, cada año no dice unas<br />

palabras un representante de cada Hermandad, escogido el turno por sorteo, en<br />

plan rotatorio? Más semanasantero sería, sin duda.<br />

Cuando esto escribo –diciembre de 2000- la Hermandad de La Dolorosa ha<br />

decidido “prestar” la imagen de La Guapa al Obispado de Albacete para una<br />

exposición que conmemore el quincuagésimo aniversario de la creación de tal<br />

Episcopado. (Nos pidió opinión Ramón Merino Ortiz a mi hermanico y a mí, que<br />

asentimos entusiasmados. Las ideas, claras).<br />

Ha sido la Hermandad quien ha decidido. Y es porque creo que las imágenes<br />

pertenecen (en su propiedad más estricta) al propio pueblo, a las Hermandades.<br />

En el Templo se encuentran en simple depósito. ¿Se atrevería la Iglesia a<br />

plantear otra cosa? ¡Ya se guardará!<br />

Nadie discute nada, nadie disputa nada - ¿Quién alega usucapión?- nadie<br />

cuestiona nada. Pero estos son unos <strong>Cuadernos</strong> <strong>Semanasanteros</strong> que me he<br />

propuesto escribir en profundidad. Y tienen que constar todas las posibilidades<br />

de estudio; tienen que cerrarse todos los caminos; tienen que firmarse todas las<br />

glosas.<br />

La Semana Santa, sobre todo y ante todo, ¡es Tobarra misma!<br />

P.S: En la Semana Santa de 2003, un cura, Antonio Carrascosa Mendieta, ha<br />

tocado el tambor. He querido que Guillermo Paterna me fotografiase con él. Le<br />

he pedido ser amigo suyo (¡Encima es taurino!). Ya era hora de que un cura “nos<br />

entendiese”.<br />

46


EL CONCEPTO<br />

“Observancia de las leyes y ordenamientos…”.<br />

Una de las circunstancias dignas de ser estudiadas –una más- es la disciplina del<br />

semanasantero. En los extremos, desde el cumplimiento absoluto de la norma<br />

(escrita o no) del agarráor, hasta la anarquía más exagerada del tamborilero. En<br />

el medio, la transigencia en lo formal del procesionero y del espectador.<br />

Semana Santa y norma. Semana Santa y costumbre. Semanasantero y disciplina.<br />

Semanasantero y desorden. ¿Cómo se casa el rigor del agarráor en la Bajada con<br />

el relajo del tamborilero media hora antes? ¡Y son las mismas manos las que<br />

empuñan la horquilla y los palillos!<br />

Veamos.<br />

DISCIPLINA DEL AGARRÁOR.<br />

El agarráor se ve sometido a una doble normativa:<br />

= La endógena. Se la impone su propio raciocinio. Es, por tanto, pura<br />

autodisciplina.<br />

= La exógena. Mandan el entorno, el andero y “el timbre”.<br />

La disciplina endógena es consecuencia de sentirse parte de un “equipo” de<br />

agarráores –los compañeros de láo- que hacen caminar al Santo de una<br />

determinada manera. Esta disciplina –que nace en la propia consciencia- es la que<br />

hace, por ejemplo, llevar bien el paso. Yo, agarráor, soy consciente de que iré más<br />

cómodo adaptándome al paso de los demás, y me adapto.<br />

[Inciso. Por alusiones. El agarráor –es curiosísimo- sólo “reconoce” a “los<br />

compañeros de láo” sólo se identifica con “los de alante” o “los de atrás”; nunca<br />

con el completo de agarráores. Se comentará, también, más adelante].<br />

La disciplina exógena nace de un tercero: El andero (nominaré siempre así al<br />

“encargado del trono”, “al que toca el timbre”). El andero impone su gusto, su ley<br />

y su disciplina: Para arrancar, para parar, para los relevos, etc.


El agarráor tobarreño es, en la mayoría de las Hermandades, absolutamente<br />

disciplinado. ¡Ay, si así no fuese! ¿¡Quiénes y cómo se llevarían los andas!?<br />

Ambas disciplinas –la interna y la externa- son aceptadas con naturalidad. Vamos,<br />

es un asunto que ni se plantea. Es así y ya está. Pero es interesante constatar su<br />

carácter de colectivas. El agarráor forma parte de un conjunto, que marca su ley<br />

(llevar el paso) o al que imponen una ley (el ritmo, las paradas, los relevos, etc.).<br />

Si un agarráor “lleva el paso cambiao”, desde las mismas horquillas se le advierte<br />

y corrige:<br />

= “¡Chacho, cambia el paso!”.<br />

¿Cómo osa alguien ir a su aire?<br />

Lo encandilante del asunto es que estamos contemplando grupos de personas que<br />

no tienen más en común que su propia disciplina de agarráores. Esa emocionada<br />

disciplina –cuasimilitar- los uniformiza.<br />

Como viejo agarráor, me encanta constatar cuanto escribo y cuanto vivo.<br />

AUTODISCIPLINA DEL TAMBORILERO<br />

El tamborilero tobarreño es todo y sólo libertad. Libertad que no empece ni su<br />

propia incardinación en una cuadrilla.<br />

Digo autodisciplina como una solemne paradoja, como una pura antinomia, pues el<br />

tamborilero tobarreño es la anarquía más latente, viva y solemne (¿hay<br />

solemnidad en la anarquía?) de la Semana Santa.<br />

El tamborilero empieza y termina cuando quiere. Toca lo que le apetece, donde le<br />

apetece y como le peta. Va y viene sin norma que se lo imponga. Para, sigue, entra<br />

o no entra en los bares…<br />

El tamborilero se marca su propia disciplina en la más clara falta de método que<br />

imaginarse pudiera. Sólo una cosa tiene prohibida: Tocar en las Procesiones,<br />

tocar en la calle mientras éstas pasan. (El Calvario ya no es calle y la Plaza, “a la<br />

vuelta”, tampoco). No sé desde cuando, pero es así y así lo respetamos.<br />

En estos años a caballo de los dos siglos, tal vez la cuadrilla, acaso el garuto,<br />

posiblemente la imitación a pueblos con espíritu de uniformidad…<br />

50


Tal vez, tal vez…<br />

Es que ni siquiera hemos querido imponernos un único modo de dormir los<br />

tambores a las cero horas del Lunes de Mona. Ni siquiera. Cada cual se ha callado<br />

a su aire.<br />

Y, sin embargo…<br />

Yo propugno la unicronía, la unifonía en los toques. Luce mucho más. Uno de los<br />

momentos más emocionantes de mi vida tamborilera fue tocando “todos” La<br />

Magdalena por las estrechas calles del Bairro do Castelo de Lisboa (Portugal)<br />

cuando acompañamos Ao Senhor dos Passos (Pregón 1991). Este hecho se repitió<br />

en el Lunes Santo de 2000 en Manises (Valencia) con la mayoría de los<br />

tamborileros, críos de las Escuelas de Tobarra.<br />

Cuando en las Jornadas Nacionales oyes (que no ves) desfilar a Híjar o Alcañiz,<br />

te das cuenta de que su tamborear no tiene nada que ver con el de Hellín,<br />

Moratalla, Mula ni con el nuestro. Pero, sinceramente, siento un tremendo<br />

desasosiego y una furibunda y reconocida envidia. ¡Ay, esa Palillera! ¡Ay, aquella<br />

Correata!<br />

¿Autodisciplina? ¿Anarquía?<br />

Tobarra y yo somos así, Mío Cid.<br />

REGLA DEL NAZARENO<br />

El nazareno de las filas aprende unas normas consuetudinarias que nadie impone,<br />

pero que todos respetan. La regla nazarena obliga/invita a estos a ir uno detrás<br />

de otro, en dos filas, a ambos lados de la calle, pegadicos a las aceras.<br />

Ocupan lo que ocupan, pues no hay unos metros predeterminados de calle para<br />

cada Hermandad. Un nazareno se separa de otro, normalmente, un metro y medio<br />

por delante y otro metro y medio por detrás. Y así, desde el estandarte hasta la<br />

presidencia de la Hermandad, normalmente, hasta ocho o diez metros detrás del<br />

anda.<br />

Esa es la regla de consueto.<br />

Como lo es que vayan en silencio, que no crucen las filas, que no hablen, que no<br />

tiren caramelos…<br />

51


Hace tantos años que no soy nazareno (el agarráor que va tras el anda esperando<br />

que le manden entrar en los palos nunca es nazareno, pues sigue siendo agarráor)<br />

que me resulta difícil apuntar emociones, juzgar reglas, afirmarme en pasiones. Y<br />

tengo que ir aprendiendo a serlo (reaprender) por edad y lógica.<br />

ORDEN DEL ESPECTADOR<br />

Hasta el Pregón de Víctor Mendes en Lisboa, en 1991 (que yo le escribí) no tengo<br />

conciencia de que las letras semanasanteras tuvieran en cuenta al espectador en<br />

general como parte integrante de la fiesta. Apenas una insinuación mía en “Cartas<br />

sobre la piel de mi tambor”. (Revista 1979). Eleazar Huerta, también pasa de<br />

puntillas sobre el tema (Vide Revista 1988, ya citada).<br />

Siempre ha habido espectadores, claro, pero no se les ha tenido en cuenta. Si<br />

acaso, el orden, pero en el peor de sus sentidos: Como orden público.<br />

El espectador semanasantero es el único participante (¡participante, sí!) que<br />

actúa bajo lex loci, lex lata, lex scripta. El espectador está sometido a toda la<br />

normativa pública sobre actividades en la calle.<br />

Voy a demostrarlo, en su obviedad.<br />

Si un nazareno o un agarráor se pusieran “a hacer el burro” dentro de las filas<br />

¿entraría la auctoritas en la Procesión para actuar en consecuencia? ¡Seguro que<br />

no! Serían los propios hermanos los que impondrían orden. Al revés: Si un<br />

espectador da la nota en una esquina, ¿saldrían los nazarenos a marcar la pauta?<br />

Seguro que tampoco. Serían los espectadores de alrededor los que le llamarían la<br />

atención.<br />

Es parte de la leyenda de El Paso Gordo que un Jueves Santo, hacia 1950, hubo<br />

un agarráor (Chito o Lerel.le) que se puso farruco, nada más salir la Procesión.<br />

Pues bien, unos cuántos agarráores metieron al tal en el portal de Ochando (más<br />

o menos, en el nº20 de la Calle Mayor) le dieron p’al pelo lo que se merecía… y<br />

otra vez a ocupar todos (el de la somanta, también, por supuesto) su lugar en los<br />

palos. Es leyenda también que El Paso Gordo, no se detuvo. Y como iban los<br />

justos, pues lo llevaron un ratico sólo entre diez o doce agarráores.<br />

(Si non é vero, é ben trovatto).<br />

52


El espectador es, por derecho propio, protagonista de la Semana Santa, como<br />

veremos en sus <strong>Cuadernos</strong>. Ahora, aquí, hay que dejar constancia que la norma,<br />

las ordenanzas, los códigos, son objeto de derecho (derecho público, por<br />

supuesto) para quien se sienta en una silla puesta en la acera o en un portal o en<br />

un balcón a ver la procesión.<br />

Y Tobarra, claro (el agarráor, el nazareno, el tamborilero, el espectador) conocen<br />

la disciplina, la autodisciplina, la regla, el orden, la norma semanasantera en<br />

general y la cumplen gustosos.<br />

En Tobarra, en Semana Santa, nunca pasa nada, nunca ha pasado nada, nunca<br />

pasará nada. ¿Qué iba a pasar?<br />

Pax et bonum, pax et unanímitas.<br />

53


¿HORQUILLA VERSUS TAMBOR?<br />

En Tobarra, jamás se plantea como contraposición, como resistencia, como a una<br />

de dos: ¿Tamborilero? ¿Nazareno? ¡Qué más da! Realmente hay muy pocos<br />

“puros”, casi todos somos “mixtos”.<br />

Un rato, la horquilla (o la túnica, quien ya no puede agarrar) y otro rato el<br />

tambor.<br />

Así, la inmensa mayoría.<br />

Más singular es encontrar el espectador puro, el que jamás se ha puesto una<br />

túnica (procesionera o tamborilera). Porque lo que todavía no se ha dado en<br />

Tobarra –que yo sepa- es “el que se va fuera del pueblo” los días de Semana<br />

Santa, aún viviendo en él. ¡No puede haberlos tan raros! Porque, por ejemplo, hay<br />

valencianos que no aguantan las Fallas o pamplonicas que no soportan los<br />

Sanfermines. ¡Y se van a pasarlos fuera!<br />

En Tobarra somos íntegros, completos, universales. Somos semanasanteros<br />

plenos. Yo creo que es mejor así. No se plantean conflictos sobre gustos, no hay<br />

enfrentamientos, porque no puede haberlos. Así, la Semana Santa es una y<br />

solidaria. Todos somos todo.<br />

No es difícil adivinar que quien va a nacer en Tobarra,<br />

SERÁ SEMANASANTERO<br />

Si te sientes muy risqueño,<br />

con tambor o con horquilla,<br />

serás semanasantero.<br />

Con mucho o con poco empeño,<br />

si ha prendido la semilla,<br />

tal vez seas tamborilero,<br />

de tambor grande o pequeño,<br />

redoblante o pesadilla,<br />

solitario o cuadrillero.<br />

55


¿Te gustaría ser el dueño<br />

de un tambor de maravilla<br />

de Antoñico el Batanero?<br />

Alegre o de duro ceño,<br />

por las calles de la villa<br />

serás común timbalero.<br />

Resacoso o muy risueño<br />

-de plástico o cabritilla-<br />

serás tambor calvariero.<br />

¿Quizás agarráor roqueño<br />

rey de la cabecerilla<br />

sobre unos hombros de acero?<br />

¿De cualquier anda condueño,<br />

arrimando la costilla<br />

en desplante comunero?<br />

La túnica de tu sueño<br />

será la veste sencilla<br />

de un uniformado austero.<br />

Dios dibujará el diseño<br />

de una encunada capilla<br />

en tu hombro cargadero.<br />

¡Que sí, que sí, tobarreño!<br />

¡Que serás, de orilla a orilla,<br />

agarráor o tamborero!<br />

Tu futuro es halagüeño,<br />

pues seas chiquillo o chiquilla,<br />

¡serás semanasantero!<br />

Y lo dejo aquí con mi firma y mi rúbrica. Porque el más alto honor de mi vida<br />

tobarreña ha sido ser, sencillamente, semanasantero. Y espero que todas mis<br />

faltas y defectos se olviden si se me reconoce haber sido, indiscutiblemente, un<br />

buen semanasantero.<br />

56


ME HUBIERA GUSTADO, HABER VIVIDO…<br />

Si durante tantas páginas –todas- he caminado y voy a caminar a lomos de la<br />

verdad, a horcajadas de lo vivido, cabalgando sobre lo visto en la Semana<br />

Santa, ¿por qué no puedo permitirme un par de páginas de ensoñación, de<br />

fantasía, de ilusión, de quimera? Siempre, por supuesto, en relación a/con<br />

temas semanasanteros.<br />

El futuro, sí, está donde debe. Pero yo no puedo inventarlo. Y, desde luego,<br />

tampoco puedo imaginarme mucho. Simplemente, porque si en 1970 no se me<br />

ocurrió plantearme como sería la Semana Santa del 2000, tampoco quiero<br />

hacerlo ahora con la del 2.030. Pero, en cambio, el pasado, sí, está ahí, es<br />

incontrovertible. El pasado, lo leí en Umbral, es un presente a salvo. ¿Y cómo<br />

fue? Con lo que sé, con lo que he vivido, tal y como soy y pienso, me hubiera<br />

gustado ver, como en una gran pantalla, desde cerca, pero sin participar y,<br />

simplemente, para saber lo que pasó, estos cuatro asuntos:<br />

A) LA BATALLA DE ZALACA.<br />

En Zalaca, Zallaca o Sagrajas (cerca de Badajoz) el 24 (¿ó 26?) de<br />

octubre de 1086, se produjo la derrota de los ejércitos castellanoleoneses,<br />

mandados por Alfonso VI, frente a los almorávides, gente<br />

guerrera, africana, mandados por Yusuf-ibn-Tashufin, a quienes los<br />

Reinos de Taifas habían pedido ayuda.<br />

He estado (con Anamaría) en Zalaca, en las inmediaciones de Badajoz, al<br />

Norte, cerca del Guadiana. Es una llanura inmensa, hoy causa de una<br />

agricultura de regadío, digna de toda consideración. Hablamos con la<br />

gente, en la calle, en los caseríos… Yo era un tamborilero de Tobarra.<br />

¿Tambor? ¡Ufff! ¿1086? ¡Ufff!<br />

Lo escribí en la Revista de 1981: “El profesor Torres Fontes (de Murcia)<br />

da por sentado en la carta que me dirige (y no me cuesta trabajo<br />

creerlo) que el tambor lo traen a España los africanos, los almorávides,<br />

que forman el primer ejército uniformado en su ataque por el tambor, lo<br />

que infunde pavor, ante el uniforme y mantenido toque, a los cristianos,<br />

en Zalaca”.<br />

Años después, he oído tambores en Marrakesh (Marruecos) ciudad<br />

fundada por Yusuf-ibn-Tashufin, y he visto allí esos hombres azules<br />

(almorávides) cubiertos con telas teñidas hasta las cejas, y me los


imaginé 900 años antes en los llanos del valle del Guadiana con sus<br />

Prrrouuumpom, Prrrouuumpom, poniendo en solfa a los cristianos.<br />

Recientemente, José Leandro Martínez-Cardós ofreció pruebas de que<br />

Sancho Ramírez (1063-1094), derrotado también en Sagrajas con<br />

Alfonso VI, llevó los tambores a Aragón. El resto, Hijar-Tobarra…<br />

Zalaca, Zallaca, Sagrajas… el tambor atronando por primera vez bajo el<br />

cielo peninsular. No era un tambor semanasantero, claro, era un tambor<br />

guerrero, pero me hubiera gustado verlo y oírlo…<br />

B) LOS HIJARANOS EN TOBARRA.<br />

No me quedaré con las ganas de inventarlo. Espero tener vida para<br />

continuar con las ocho o diez páginas de la novela –otro género,<br />

imposible- que ya tengo empezadas, con este tema.<br />

Enero/abril de 1266. Hijaranos en Tobarra. ¿Cómo saldrían por primera<br />

vez a la calle con sus túnicas (negras, por supuesto) y sus tambores?<br />

Me hubiera gustado verlos.<br />

En el siglo XIII, Procesiones (dicho a lo tobarreño) no, aun no.<br />

Tambores, sí; Procesiones, no. No soy un especialista en arte, pero sin<br />

serlo, puedo afirmar que es un hecho constatado que la imaginaría en esa<br />

parte de la Baja Edad Media (arte románico) prevalece en la creación de<br />

Vírgenes sedentes (con el Niño en brazos) de las que La Virgen de la<br />

Vega de Salamanca o la catalana Mare de Dèu del Montserrat, tan vistas<br />

y queridas por mí, son una excepcional muestra. En cuanto a Cristo, se<br />

representa a “Cristo en majestad”. Las imágenes, y por ende, las<br />

representaciones pasionales son (creo) post-trentinas, como he escrito y<br />

escribiré cien veces.<br />

¿Cómo reaccionarían los musulmanes tobarreños ante los primeros<br />

tambores hijaranos?<br />

Me hubiera gustado vivirlo.<br />

C) LA PRIMERA BENDICIÓN.<br />

En cuanto al tempus, nada que decir, porque no puedo ni sé decirlo. En<br />

cuanto al origen, menos. En cuanto a la razón, nada.


Y no es ocasión de inventar, de intuir, de imaginar. Aquí, no.<br />

Pero alguna vez habría una primera vez, cuando Jesús Nazareno (pues su<br />

Cofradía ya existe en Tobarra el 16 de octubre de 1770, Informe<br />

Aranda) con su Brazo Derecho articulado, diera la Bendición. O el Brazo<br />

y la Bendición se introdujeron después. ¡Quién lo supiera!<br />

En El Calvario o no en El Calvario. Con tambores o sin tambores. Con más<br />

imágenes o sin imágenes. (Por supuesto, La Guapa ya estaba en Tobarra<br />

en 1770 pero, por lo visto, leído y documentado, aún no tenía su<br />

Hermandad).<br />

¿Qué mano daría la 1ª Bendición? ¿Con qué mérito? ¿Cómo se decidió?<br />

Cuando fuera, me hubiera gustado verlo.<br />

D) EL FUEGO Y EL HACHA.<br />

Ya lo he dicho. Final de Julio de 1936. Probablemente hacia el 25, 26 ó<br />

27. Albacete fue “nacional” por unos días.<br />

Vide Revista Semana Santa 2004. Tobarra, 1936: ¿Qué pasó con el<br />

patrimonio artístico? Francisco José Peña Rodríguez.<br />

Tobarra, gente de Tobarra, fuego y hacha, destruyó lo semanasantero…<br />

menos los tambores. (Y la Guapa y el Ecce Homo, off course). Nunca se<br />

ha sabido de nadie que destruyese su tambor.<br />

Estar y haber vivido las piras en la Placeta de San Roque, en La<br />

Encarnación, en La Plaza. Preguntar los porqués, hablar con quienes,<br />

saber en profundidad las razones.<br />

Habría sido duro, pero me hubiera gustado vivirlo.<br />

Cabe imaginarla en este Introito.<br />

LA UCRONÍA


Vivirlo… Zalaca, hijaranos, Bendición, fuego… Vivirlo. Lo hubiera contado, lo<br />

habría escrito. No sé si esto, hoy, al leerlo, hubiera interesado a alguien.<br />

Bueno, por lo menos, a un tobarreño, a un semanasantero: A mí.<br />

Me hubiera gustado vivir todo eso… y algunas cosas más. ¿El futuro? ¡Ya lo<br />

vivirán los choznos de mis choznos!<br />

¡Y creo haber cumplido con casi 80 páginas de Introito!


A mi hijo Íñigo.<br />

A mis sobrinos Francisco, Joaquín y<br />

Pedro. Y a los hijos varones de sus<br />

hijos. Para que nunca falte un Hurtado<br />

agarrando, por los siglos de los siglos.<br />

A mi Jesusico, Jesús García Martínez,<br />

maestro de agarráores.<br />

A Pepe Garrido Cabañero, mandato, eco<br />

y acicate de mi vocación agarráora, en<br />

mis casi 25 BAJADAS DEL PASO<br />

GORDO (1981-2004. Por ahora...).


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE JJOOSSÉÉ GGAARRRRIIDDOO CCAABBAAÑÑEERROO<br />

Cuanto aquí dice Josemari sobre agarrar y agarráores es la pura verdad. Y<br />

puesto que estoy implicado directísimamente en ello, doy fe por activa y por<br />

pasiva.<br />

No se si escribo este prólogo del Cuaderno de Agarráores, como el agarráor que he<br />

sido, como Presidente de la Hermandad de la Caída (Paso Gordo y Resucitado) o<br />

simplemente como amigo entrañable del autor del libro. Me gustaría pensar que<br />

por las tres cosas. Empiezo por el final: Hasta donde me alcanza la memoria me<br />

unen a Josemari más de 50 años de ser semanasanteros –él, en la Virgen; yo, en<br />

la Magdalena– cuando ninguno de los dos podíamos imaginar que la Semana<br />

Santa iba a llegar a donde ha llegado …ni que un día acabaríamos unidos y bien<br />

unidos en El Paso Gordo.<br />

Pero no debo olvidarme del agarrar, puesto que así lo quiere Josemari: El<br />

Cuaderno de agarráores está escrito –o así me gustaría creerlo– por quien está<br />

culminando su vida de agarráor en los palos y en la disciplina del Paso Gordo del<br />

Jueves (en frase que al autor le gusta escribir). Hace más de 20 años que<br />

Josemari (a quien nombramos por unanimidad Cófrade Honorífico del Paso<br />

Gordo en 1982… incluso antes de que fuera designado Hijo Predilecto de<br />

Tobara... como le gusta aclarar) nos acompaña en la BAJADA (que él escribe<br />

siempre con mayúsculas). Y en los últimos diez o doce años, sólo “sale” con El<br />

Paso Gordo y El Resucitado.<br />

Como Presidente del Paso Gordo -¡Pero también como tobarreño y como<br />

semanasantero!– ¿no habría de compartir cuanto aquí se dice sobre el mundo de<br />

los agarráores? Digo compartir. ¡Hermosa palabra! Porque Josemari confiesa<br />

sentirse orgulloso de que tuviese que sacarlo de los palos en mitad de la Cuesta<br />

en el Jueves de 2003... para que entrasen otros 30 agarráores, deseosos de hacer<br />

la BAJADA. ¡Señal de la buena salud del acto! Como está encantado –y así me lo<br />

dijo– de que hubiese 120 hombros (cuatro relevos completos) para llevar “su” Paso<br />

Gordo en ese Jueves. ¿Y qué decir del anda de los críos y de esa Escuela de<br />

Agarraóres, con la que me venía insistiendo hace muchos años?<br />

Agarrar. Agarráores. Fuera de este libro, quedarán pocas cosas que contar, por<br />

observar, por escribir. Pocas. Pienso que ya era hora de que alguien diese a este<br />

singular hecho semanasantero la importancia que tiene. Se lo merecía la Semana<br />

Santa, pero sobre todo, se lo merecía Tobarra. ¡Y los propios agarráores, claro!<br />

Hace años que “meto en verea” a Josemari en las filas y en los palos del Paso<br />

Gordo y del Resucitado. Doy fe de que es absolutamente coherente en lo que<br />

escribe y en lo que hace sobre la disciplina del agarráor. Como Presidente del<br />

Paso Gordo me siento orgulloso de haber llevado a sus palos el orden, el orgullo,<br />

el honor, el gusto por soportar disciplinadamente una carga tan pesada.


Y desde luego, sí, tiene razón. Hace diez o doce años, quería “retirarse”. Pero no<br />

se lo consentimos:<br />

“¡Hasta el año que viene... ¡Y a callar!”.<br />

¡Qué Dios se lo pague!


A MODO DE CONFESIÓN DESESPERADA<br />

Si yo hubiera de tener un epitafio, que no lo tendré por aquello de las cenizas y<br />

los Cerros, pediría que pusieran eso, sólo eso:<br />

¿Para qué más?<br />

AGARRÁOR<br />

En el invierno de 1.992, con 50 años ya cumplidos, escribí a la gente del Paso<br />

Gordo:<br />

- “No puedo más. Me retiro. El año que viene no haré la BAJADA”.<br />

¡Vaya bronca que me llevé!<br />

= “¡Ni hablar!, me dijeron. ¡A BAJARLO!”.<br />

Naturalmente, lo BAJÉ.<br />

Han pasado más de 10 años. Lo sigo Bajando. Pero desde entonces, cada Semana<br />

Santa nueva supone una decididísima lucha anual contra mi cuerpo y, sobre todo,<br />

contra mi raciocinio. Nunca contra mi voluntad. Podré/no podré. Ahí se enfrentan<br />

mi cuerpo y mi razón, pero sigue prevaleciendo mi voluntad.<br />

Desde 1.992 (¡Con 50 años semanasanteros!) mi vida –más allá del trabajo, de los<br />

viajes, de la familia, de las letras, de…- se ha convertido en un “lo BAJARÉ/NO<br />

VAS A PODER BAJAR el Paso Gordo”.<br />

Todos los días del año, todos, sin faltar uno, esté donde esté, pienso en ello. Es<br />

mi más dulce fijación. Y la acreciento escribiendo sobre el asunto.<br />

Así que, voy a ponerme chulico, voy a sacar pecho.<br />

¡Por y para Tobarra!<br />

¡Sin quedarme otra!: Este escrito mío sobre el agarráo supondrá un antes y un<br />

después en la pequeña historia de la Semana Santa de Tobarra. Quedará bien<br />

poco por decir sobre el tema, en Tobarra o fuera. (Si acaso, lo técnicoanatómico.<br />

¡Pero no soy médico para escribirlo! ¡Pediré que lo hagan ellos!).<br />

11


¿Soberbia? No, ¡tobarreñismo! Que vengan después otros –de tierras próximas-<br />

creando “concursos nacionales, literarios, de historia e investigación sobre los<br />

tronos y sus portadores”. ¡Ya me pasó con el origen del tamborear! Y tuvieron que<br />

envainársela enseguida y dejar de convocar los premios, porque ya estaba todo<br />

dicho en Tobarra y por un tobarreño. Amén.<br />

¡Envidia de Tobarra, sí señor!<br />

Así que, sí: ¡Ahí queda eso! ¿Pura chulería? ¡Porque se puede!<br />

Dimpues desto… ¡Qué me la blinque la máma!<br />

Porque –además de la poca, mucha o nula calidad de cada trabajo- sigo<br />

demostrando, desde hace 30 años, que el tema semanasantero es inagotable para<br />

la investigación.<br />

Porque –además del poco, mucho o nulo interés de cuanto cada año digo- continúo<br />

demostrando, como toda mi vida, que la Semana Santa de Tobarra es de las pocas<br />

instituciones que permite aunar teología, rigor, cientifismo, historia,<br />

antropología, cultura y lirismo, en la heurística semanasantera.<br />

No obstante, espero tener la paciencia suficiente –que no la tendré- como para<br />

no hacer públicos estos <strong>Cuadernos</strong>, hasta después de un Jueves Santo en que no<br />

haya BAJADO el Paso Gordo. Simplemente PORQUE YA NO HAYA TENIDO<br />

FUERZA. (Las ganas nunca me fallarán. Seguro).<br />

Con ello me reconfortaré ¡del disgusto! de no haber podido BAJARLO.<br />

Con ello homenajearé (en el sentido de sumisión, de respeto) mi alma de agarráor.<br />

Con ello espero haber contribuido a que la cultura semanasantera tobarreña<br />

reconozca la fundamentalidad del “agarráo” en el desarrollo de la Fiesta. Y<br />

contribuir de una manera definitiva. Es fácil: Nadie escribe, ha escrito –si no con<br />

lira y excepcionalmente- del agarráo, del agarrar, del agarráor. En Tobarra,<br />

seguro. ¿Y fuera?<br />

Personalmente, en lo que se refiere a mi particular itinerario de agarráor, no<br />

quiero volver locos a los exégetas.<br />

Lo aclaro.<br />

12


A modo de, digamos, clásico, he sido agarráor de La Dolorosa desde que alcancé,<br />

a mis 16 años (1.959). Antes, en 1.958, saqué parriba y pabajo a la Verónica todo<br />

el Domingo de Tracas, con otros tres críos. Yo tenía 15 años. (Hay una foto que lo<br />

demuestra en la página 139 de la Revista 2004). Pocos años después y por<br />

amistad con mi Jesusico, agarré dos o tres Semanas Santas en San Juan. (A salir<br />

y entrar, en un anda de seis).<br />

Desde 1.981, además de sacar la Guapa, he “hecho” ininterrumpidamente La<br />

Bajada del Paso Gordo desde la Encarnación. ¡¡Han sido casi 25 BAJADAS<br />

seguidas, a cual más emocionante!!<br />

Desde, más o menos, 1.990, he dejado definitivamente de salir en La Virgen para<br />

agarrar el Jueves en La Caída y el Domingo en El Resucitado. Y lo seguiré<br />

haciendo, mientras… o hasta…<br />

Y cuando no tenga fuerza… ¡veremos lo que hago!<br />

Últimamente, he agarrado también en La Magdalena y en El Sepulcro. (Para<br />

contarlo en la Revista).<br />

Como soy hermano de todas las Hermandades, he podido permitírmelo.<br />

No hay más explicaciones. Y menos por escrito. No quiero que conste diatriba<br />

alguna en esta historia semanasantera. (Nadie habla ni escribe mal de sus hijos.<br />

Ni de sus Hermanos, claro. ¡No voy a hacerlo yo!).<br />

EL AGARRÁO, ESE GRAN OLVIDADO DE LAS<br />

LETRAS SEMANASANTERAS<br />

Efectivamente, repasad, buscad, escudriñad periódicos, revistas, escritos<br />

semanasanteros… No encontraréis nada… o apenas nada. Ni en Tobarra, ni fuera.<br />

Del tambor, de la Procesión, de los andas, de los días Santos, de la Bendición, del<br />

Prendimiento, del Encuentro… leeréis cuanto queráis. Pero de un tobarreño<br />

pegado a una cabecerilla y con una horquilla en la mano… ¡qué bien poco se ha<br />

escrito! Al menos, en profundidad. Anécdotas sueltas, recuerdos aislados,<br />

situaciones concretas… Poco más.<br />

Y con los costaleros en el resto de España, idem de lienzo.<br />

13


Y no es lógico. Ni siquiera coherente.<br />

Del tambor, del tamborear poco me queda por decir. ¡Pero letras adelante lo diré!<br />

A la Bendición no me atrevo aún a hincarle el diente. Pero el agarráo es el gran<br />

desconocido –a nivel técnico y cultural- de la Semana Santa tobarreña. (Pasa lo<br />

mismo con el costal y los costaleros en cualquier lugar). Y no es justo. Somos<br />

buenísimos agarráores. Buenísimos. Pero… pasamos desapercibidos. Simplemente,<br />

porque a nadie le ha dado por la exégesis.<br />

Este es el intento.<br />

¡Que no vuelva a quejarse nadie…!<br />

En JUVENTUD, el 16 de abril de 1.924, Agustín Munera Cañadas, Pbro,<br />

Presidente, a la sazón, de la Hermandad de La Dolorosa, se dolía:<br />

“Es lamentable que los cristianos antiguos de este pueblo no se cuidaran en<br />

legarnos en documento fehaciente el origen de los templos, imágenes y demás<br />

cosas sagradas, así como la infancia de estas solemnes procesiones y demás<br />

costumbres santas que, no sólo han resistido el paso de los siglos, sino que viven<br />

aún cual fértil y lozana planta que medra y se robustece”.<br />

Hermoso lamento, bellísimo lenguaje, tristísima verdad. ¿Válida en el 2.005?<br />

¡Claro que sí!<br />

También lo dije: “Semana Santa de Tobarra, entre la Historia y el desafío”.<br />

1.979. Misma verdad, idéntica queja. (Y eso que entonces, aún no había caído en<br />

mis manos JUVENTUD).<br />

Así que, ¡manos y a trabajar! Como diría El Zoril: “¡Uñas al pisto, muchachos!”.<br />

“El hombre nuevo, el hombre moderno, era un hombre que se estaba<br />

haciendo, que se construía, y que era consciente de este hacerse. Era,<br />

precisamente, el hombre del Renacimiento” (Pág. 15, El hombre del<br />

Renacimiento, Eugenio Garín y otros. Alianza Editorial).<br />

Mutatis mutandis, ¿qué somos nosotros –hombres de 1.950/2.025- sino los<br />

tobarreños del Renacimiento semanasantero?<br />

14


Ante la misma cita, ¿no empezamos a tener bien clara la nueva filosofía de la<br />

S.S., la historia de la S.S. y la delimitación de nuevos tipos y asuntos<br />

semanasanteros?<br />

Resumiendo: ¿No estamos –algunos- cumpliendo una grata misión para la Historia,<br />

la Continuidad y el Futuro de la Semana Santa tobarreña?<br />

La Semana Santa de Tobarra es tan perfecta como obra e invento humanos, que<br />

hasta tiene un punto de injusta. Esa es su grandeza, eso es lo que consagra su<br />

carga de humana.<br />

Veamos.<br />

Para empezar: No hay que confundir “tamborilero” con “redoblante”. En Tobarra<br />

somos buenos tamborileros. Buenísimos. Difícilmente mejorables: Tambores,<br />

manos, redobles, Monumento, Museo… En cuanto al toque, horarios y días… El<br />

tamborilero de Tobarra es espejo y ejemplo. Pero tamborilero es también quien<br />

ama el tambor. El mejor de la Historia, el hijarano Mariano Laborda Gracia, no<br />

“ha echao un redoble” en su vida. ¡Ni falta que te hace, maño! Redoblante es,<br />

obvio, quien lo toca bien. Todos los redoblantes son tamborileros. Pero no todos<br />

los tamborileros tienen que ser forzosamente buenos redoblantes. Yo me tengo<br />

por un buen tamborilero. ¿Redoblante? ¡Miau!<br />

Pero es el caso que hay 10 pueblos que son tan buenos o mejores redoblantes que<br />

nosotros. Desde que nos conocemos, no nos duelen prendas en reconocerlo.<br />

Simplemente, salta a la vista… y al oído.<br />

¿Procesiones? Sí, ahí están las nuestras. Pero, ¿y Zamora o Salamanca o Málaga o<br />

Murcia?<br />

¿Somos los mejores del mundo en el tambor… o en las procesiones metiendo<br />

el hombro?<br />

¿Agarráores? ¡Ahí entramos nosotros! Nos la echamos con cualquiera. Y vuelvo a<br />

decirlo:<br />

- ¡Que me la blinque la máma!<br />

Decir que somos buenísimos agarráores sin dar alguna razón, puede parecer una<br />

baladronada. Pero no lo es, si lo justifico. Veamos:<br />

15


1º) El cociente “peso total del anda dividido entre el número de agarráores” es<br />

alto en casi todas las andas. En algunas, altísimo. Quiero decir que tocamos a<br />

un montón de kilos por hombro. En otros sitios hay tronos mucho más<br />

pesados, pero los llevan dos o trescientas personas.<br />

2º) En Tobarra no ensayamos nunca. Agarramos a pelo. Cuando llega el Miércoles<br />

o el Jueves… el primer timbrazo… y ¡arriba!<br />

3º) El número de horas que agarramos. Hay Santos que hacen cinco procesiones.<br />

Y en cada procesión, le echamos unas cuantas parás.<br />

4º) Nuestra particular técnica agarráora, como después explicaré, la hace<br />

especialmente dura. ¡Ese agarrar retorcío! Tenemos columnas vertebrales<br />

dignas de mejor causa. Y ahí estamos.<br />

5º) Hay momentos verdaderamente duros: esa BAJADA del Paso Gordo; ese<br />

subir la Cuesta del Calvario; esos Encuentros, subiendo y bajando el Santo a<br />

puro brazo…<br />

6º) La falta de descanso. Terminar el Jueves a las tantas, echarse un redoble y,<br />

sin apenas dormir, coger el Viernes, bien temprano, otra vez la horquilla…<br />

7º) Como he sido “costalero” en Sevilla y andero (agarráor) en Calasparra, puedo<br />

dar fe –por comparación- de lo duros que somos los agarráores tobarreños.<br />

8º) Pero sobre todo –y es razón capital- porque es muy difícil encontrar una<br />

población con mayor cociente al dividir el número de habitantes entre el<br />

número de agarráores. No es la primera vez que lo escribo ni será la última.<br />

¡Tiene que decirse y significarse en estos <strong>Cuadernos</strong> de Agarráores! Tobarra<br />

es capaz de generar en Semana Santa y Jueves Santo, unos 700 ú 800<br />

agarráores. Incluyo los locales y “los visitantes”. Pero eso, en un pueblo de<br />

8.000 habitantes, supone un cociente altísimo, teniendo en cuenta que no<br />

agarran ni los viejos ni los niños ni los tamborileros ni los nazarenos ni (casi)<br />

las mujeres.<br />

Etc.<br />

En Tobarra, no sé si como lujo o como complemento del tambor, lo que somos de<br />

verdad es buenos agarráores.<br />

¡Somos buenísimos agarráores!<br />

16


Cuando el Domingo de Inicios, ansiosos por empezar, nos cargamos La Burrica<br />

agarráores de todas las Hermandades, nuestra naturalidad es lo unimismado.<br />

Vamos, como si hubiésemos agarrado toda la vida juntos: Uno cualquiera se erige<br />

en cachicán… manda… los relevos se producen con naturalidad… el timbre… ¡Y a<br />

darle la vuelta al pueblo! Todo parece fácil. Para nosotros lo es. ¡Somos buenos<br />

agarráores!<br />

Cuando el Domingo de Cierres las agarráoras toman cuenta de la Magdalena, tres<br />

o cuatro años han bastado, para que agarren como el que mejor.<br />

En Tobarra somos buenos agarráores. ¡Ya lo creo que sí!<br />

Aparentemente, cuando un Anda cualquiera entra en la Calle Mayor o sale del<br />

Paseo, todos los agarráores son iguales. La túnica los identifica. La horquilla, el<br />

horquillazo los uniforma. El paso los equipara. El palo los empareja. El agarráo es<br />

una falsa clonación. Porque no hay tal igualdad: Los hay buenos y mejores. Malo,<br />

¡ni uno! ¿O es que pasan desapercibidos los efaratatronos?<br />

He ahí la grandeza del agarráo tobarreño. Y alguien tenía que contarlo.<br />

¿AGARRAR? ¿AGARRÁOR?<br />

Agarrar y agarráor son modismos tobarreños en su más pura calidad de<br />

endolencia (indulgencia; decíase en días de Semana Santa).<br />

Difícilmente “agarramos” (ahora, sí, entre comillas) en San Roque o en el Cristo.<br />

“Llevamos” San Roque, “llevamos” el Cristo. Hacemos exactamente lo mismo, pero<br />

lo decimos de otra manera, simplemente porque lo sentimos de distinta manera.<br />

Esto, entre mil cosas, demuestra otras dos:<br />

1º) Que el tobarreño es “semanasanterocéntrico”, hace de la Semana Santa el<br />

eje de su vida. Cree, por tanto, en la “semanasantacracia” y permite que la<br />

prevalencia –normativa y fáctica- de la Semana Santa llegue hasta sus<br />

últimas consecuencias, inclusive las lingüísticas.<br />

2º) Que, aunque en la memorística, la Semana Santa de Tobarra sea una y la<br />

misma, esta nunca es rutinaria. Para nada ni para nadie.<br />

17


Digo esto último, porque agarrar y agarráor son modismos tobarreños de nuevo,<br />

de novísimo cuño; tanto, que lo ha impuesto nuestra generación.<br />

En el JUVENTUD de 16 de abril de 1.924, se dice de “llevar los Pasos”.<br />

Concretamente, lo que se escribe es: “El Domingo de Ramos tienen todos una<br />

reunión donde se ultiman toda clase de detalles relativos a las procesiones,<br />

acordándose el orden de las mismas y pujando los respectivos pasos quienes<br />

demuestren más interés en llevarlos”.<br />

[Inciso: ¡Qué curioso! En 1.924, se pujaban los pasos semanasanteros y no había<br />

un orden preestablecido para los mismos: Se acordaba cada año. Pregunto: ¿Qué<br />

importancia tendría ir el primero o el quinto o el último?].<br />

Así pues, en Tobarra anduvimos “llevando los Pasos” (o las Andas o los Tronos)<br />

hasta los años 50/60. Salvo que se me demuestre lo contrario, las palabras<br />

“agarrar” o “agarráor” referidas a “llevar las Andas” (o los Pasos o los Tronos) no<br />

aparecen ni una sola vez en escrito tobarreño alguno hasta que en la Revista de<br />

Semana Santa de 1.973 “le pido al Boria,<br />

= ¿Me vas a dejar agarrar…?”.<br />

(Me retrotraigo –en el cuento- a mi infancia nazarena).<br />

Es más: en la Revista de 1.971, en las Notas adicionales de la Asociación de<br />

Cofradías, aún se dice literalmente:<br />

- “Los portadores (sic) de los tronos lo harán con la máxima corrección y<br />

silencio”.<br />

Pero yo, terne que terne, insisto en la Revista de 1.974, en un Soliloquio:<br />

= “Este año no agarro en la orilla, porque no me da la gana…”.<br />

¡Y ya lo escribo sin entrecomillarlo! Definitivamente, terco por manchego, en la<br />

Revista de 1.975 (“Cristo resucitó entre rascacielos”) me atrevo a pontificar:<br />

= “Los hombros de los que agarraban (que en otros sitios se llaman<br />

“porteadores" o “hermanos de carga” o “costaleros”, pero que en Tobarra no<br />

tienen nombre y son «los que agarran») ya se habían enfriado y empezaban<br />

a doler”.<br />

18


Yo, duro que duro. Por supuesto, no inventé la palabra “agarrar” pero, por lo<br />

menos he intentado ser el primero en recogerla y trascenderla. ¡Qué menos!<br />

[Otro inciso. Es como la palabra “semanasantero”. En Tobarra no teníamos un<br />

término propio para designar “al que le gusta la Semana Santa”. Aprendí de Híjar<br />

–a partir de 1.981- lo de “semanasantista” y me quedé con la copla. ¡Pós nosotros<br />

“semanasanteros”! ¡Ahí está!].<br />

Por lo tanto, cambié la seda por el percal: Nada de “los que agarran”. Hay que<br />

inventar un sustantivo. He ahí:<br />

= “Agarráor”, “agarráores”.<br />

Como años después:<br />

= “Las «agarráoras» de la Magdalena”.<br />

Pero no como femenino de “agarráor”, sino como sustantivo propio.<br />

HETERÓCLITOS<br />

“Agarrar”, “agarráor” (pronúnciese así: Agarráor; no agarraór) “semanasantero”…<br />

son precisamente heteróclitos: “Adj. Aplícase rigurosamente al nombre que no se<br />

declina según la regla común, y en general, a todo paradigma que se aparta de lo<br />

regular”.<br />

De entre los 12 significados que da el D.R.A.E.L. al transitivo agarrar, ninguno es<br />

aplicable ni asimilable a “llevar las andas a hombros”. Existe, sí, una cierta<br />

analogía (“hacer presa”, “asirse fuertemente de alguna cosa”) por lo que acudimos<br />

a un heteróclito para sustantivizarlo. Pero seguimos inmersos en la irregularidad<br />

(¡Bendito sea el lenguaje de mi pueblo!) puesto que el que agarra es “agarrante” y,<br />

en cambio, nosotros decimos agarráor. Y la acción de agarrar es “agarre” o<br />

“agarro” y, sin embargo, nosotros decimos “agarráo” semanasantero. No sé por<br />

qué lo decimos, no conozco la razón, pero el hecho es que lo decimos… ¡y que lo<br />

decimos todos! Y no deja de sorprenderme que en 2003 aún haya quien escriba –<br />

refiriéndose a Tobarra y en Tobarra- “portadores”, “costaleros”. Si hemos<br />

querido distinguirnos con un neologismo (único en el mundo) ¿por qué no<br />

respetarlo?<br />

¡Olé por Tobarra!<br />

19


SINÓNIMOS<br />

Espero haber dejado claro que en Tobarra somos agarráores. Y así lo decimos.<br />

Agarráor. Nunca agarraór.<br />

Naturalmente, es un sustantivo masculino. Es un puro heteróclito; ni siquiera<br />

decimos “agarrador”, que también lo sería. Las vocales a y o de la tercera y<br />

cuarta sílaba forman hiato puesto que la a y la o son vocales abiertas. Y el hacer<br />

de agarráor una palabra llana –nunca aguda- es un capricho del habla tobarreña.<br />

Como en tantas otras: aperáor, capáor, enterráor, regáor…<br />

Agarráor. Es tobarreño puro, modismo exclusivo. ¡Porque se puede!<br />

Pero, hay otros muchos lugares en donde “llevan los tronos a hombros”. ¿Y cómo<br />

lo dicen? Doy por supuesto que es imposible ser exhaustivo. Casos singulares en<br />

el lenguaje, como pasa con el tobarreño, puede haberlos por docenas (puede, pero<br />

me extrañaría) y es imposible recogerlos todos. No obstante, vamos a hacer un<br />

muestreo que esperamos sea suficiente. (Para exponerlos... hay muchas cartas,<br />

muchas lecturas, muchas llamadas, mucha investigación tras ello...).<br />

Y así:<br />

A) Anderos.<br />

Es propio de Murcia / capital donde también usan “estantes”. “A hombros de<br />

sus veinte anderos, va el Cristo de la Sangre”. (Antonio Sáez. Parte de<br />

Murcia).<br />

También es usado así en Archena y Calasparra, en la Región murciana.<br />

B) Banceros.<br />

Debe ser exclusivo de Cuenca. Los banceros llevan los banzos (palos). (Me lo<br />

hizo saber hace muchos años Miguel Guerrero Perona, exAlcalde y amigo).<br />

C) Braceros.<br />

20


Lo he visto recogido –por dos veces- en una sola ocasión: Nº 299 (21-III-<br />

2002) de Alfa y Omega, Semanario de Información religiosa del ABC.<br />

Artículo de Inés Vélez. Lo plasma como sinónimo de costalero.<br />

D) Cargadores.<br />

Lo utilizan en la Semana Santa de Guadalajara y en la de Zamora.<br />

También en la de Cádiz. Y aún especifican: Llaman manigueteros a los<br />

cargadores que van por fuera (van en las maniguetas).<br />

E) Costaleros.<br />

Es el más común. Lo son, por ejemplo, en Sevilla. También en nuestro vecino<br />

Hellín. Pero, en cualquier caso, es una palabra introducida en el lenguaje al<br />

uso. Sería muy difícil hacer una encuesta en cualquier lugar de España y que<br />

los solicitados no supieran lo que es ni lo que hace un costalero.<br />

El D.R.A.E.L. lo reconoce como andalucismo. “Hoy –dice- se denominan así los<br />

que llevan los pasos a hombros en las procesiones”. Viene de “costal” y este<br />

del latín “costa”, costillas.<br />

Lo reconoce Antonio Burgos: “Folklore de las Cofradías de Sevilla”. Y matiza:<br />

Los costaleros que van en los puestos exteriores de cada trabajadera<br />

(nuestro “palo”) se llaman costeros. Los dos que van inmediatamente al lado,<br />

hacia el interior, son los fijadores. Y los dos que quedan en el centro,<br />

corrientes. (Antonio Burgos. Obra citada).<br />

Los costeros que van inmediatos a las patas son los pateros. (Antonio Burgos.<br />

Obra citada). Por cierto que las “patas” o “bancos”, en Sevilla se conocen<br />

como “zancos”. Y así, “cuando los cuatro zancos se posan en tierra, el<br />

costalero…”.<br />

También llaman “costaleros” en Ronda (Málaga) a los que agarran como en<br />

Sevilla.<br />

Como he dicho, es el término más común.<br />

F) Estantes.<br />

21


Es una singular nominación –una más- que dan en Murcia/capital. Es<br />

denominación por extensión, puesto que realmente, “estante” sería nuestra<br />

horquilla.<br />

No obstante, me sorprende que Julio Casares en su Diccionario Ideológico<br />

también lo defina así. Estante: “El que en compañía de otros, lleva los pasos<br />

en las procesiones de Semana Santa”. Me parece una exageración supina de<br />

un localismo murciano. Pero, ¡dicho queda!<br />

G) Hombres de trono.<br />

Así los llaman, por ejemplo, en Málaga.<br />

H) Horquilleros.<br />

Llaman así en Ronda y Marbella (Málaga) a los que agarran sobre un hombro<br />

como nosotros. Sorprendentemente, no llevan “horquillas”.<br />

I) Pianeros.<br />

Es un capricho de nuestros hermanicos de Híjar (Teruel). Pianero es el que<br />

lleva (a hombros o empujando un “carrico”) las pianas/peanas.<br />

J) Portadores de tronos.<br />

Así lo decía una nota de la Asociación de Cofradías de Tobarra en la Revista<br />

de 1.973 (ya citada). Y portadores son los que portan a hombros los pasos en<br />

la Semana Santa de Albacete/capital, aunque también los llamen “costaleros”.<br />

K) Portapasos.<br />

En Cartagena (Murcia) así los llaman. Se pueden decir que, en puridad, se<br />

denominan “caballeros portapasos”. Muy especialmente lo son los que portan<br />

tronos con la Virgen.<br />

L) Santeros.<br />

Así los llaman en Lucena (Córdoba).<br />

Un singular punto y final: Cargueros.<br />

¡Cuánta hermosa concomitancia! Veamos: Cargueros son los agarráores que en<br />

Santa Fé de Bogotá, capital de Colombia, BAJAN a Cristo CAÍDO desde el<br />

22


CERRO de Montserrate hasta la Catedral de la Ciudad. La última vez fue el 22 de<br />

noviembre de 1.998. Lo BAJAN dos o tres veces por siglo en fechas aleatorias y<br />

siempre con un motivo muy concreto. Allí estaba yo –por pura casualidad<br />

profesional- ese día. ¡Imagínese mi emoción presencial como lo que soy:<br />

BAJÁOR/AGARRÁOR de la CAÍDA tobarreña desde nuestro CERRO de La<br />

Encarnación!<br />

(Traje documentación con el evento, que se conserva en la Hermandad).<br />

Y una especial nota de gratitud.<br />

Como se ve, recopilar sinónimos de agarráores ha sido laborioso. Como siempre,<br />

para mi suerte y la de Tobarra, mis compañeros de Mapfre, me han ayudado<br />

muchísimo.<br />

Como colofón, ratifico lo singular de nuestro “agarráor”. Confirmo lo común de<br />

costalero.<br />

23


MANERAS DE AGARRAR<br />

En memoria de Pablo García Carrillo.<br />

Con el sentido que damos en Tobarra al término agarrar y referido a Semana<br />

Santa, voy a intentar exponer las técnicas agarráoras que conozco. Para mí son<br />

númerus clausus, puesto que describo las que sé, pero no cierro la posibilidad de<br />

que en algún sitio se haga algo distinto. No obstante, matizo que he visto agarrar<br />

en España, en Portugal, en Italia y en Colombia. Y a través del cine en Francia,<br />

México, Brasil, etc., etc.<br />

Antes, el concepto. Propongo el siguiente: Agarrar es la técnica por la que se<br />

sostiene quieto o se desplaza un anda (o trono o paso, que son sinónimos)<br />

mediante el contacto que tenga con una parte concreta del cuerpo humano,<br />

normalmente un hombro.<br />

Debería añadir “el contacto que tengan los palos” pero no siempre “hay palos”.<br />

(No obstante, esta situación no la contemplaremos).<br />

Veamos las posibilidades técnicas:<br />

A) Con los palos en sentido paralelo al tronco (de izquierda a derecha o<br />

viceversa) y desde dentro de las andas.<br />

Así se agarra en Sevilla.<br />

Los costaleros apoyan sobre su nuca –apófisis espinosa de la 7ª vértebra<br />

cervical -protegida por “la morcilla”, la “trabajadera” o palo.<br />

Andan a pasos muy cortos –arrastrando los pies- balanceando el anda hacia<br />

los lados. Es lo que llaman “paso racheao”. Las manos, que quedan libres, las<br />

apoyan en “la trabajadera” de delante.<br />

Agarran “por dentro”. Es decir, el anda lleva faldones hasta el suelo y los<br />

costaleros no son vistos desde fuera.<br />

B) Con los palos en sentido perpendicular al cuerpo (de atrás hacia delante y<br />

viceversa) y desde fuera de los andas.<br />

Hay varias técnicas:<br />

26


a) El palo sobre un hombro, sobre un solo hombro. Admite dos variantes:<br />

1. Nuestra manera de agarrar en Tobarra. Como hay que darle un<br />

nombre, voy a denominarla para siempre “el agarráo retorcío”.<br />

2. En plataforma de hombros. Los agarráores van muy pegados los unos<br />

a los otros, con la mano libre cogiendo el hombro del agarráor que<br />

precede. De hecho, pues, los hombros, muy juntos, forman una<br />

auténtica plataforma. Así van en Málaga, Cartagena, etc., donde los<br />

tronos/andas son enormes y muy pesados. Hay tronos que son llevados<br />

por 300 hombres.<br />

b) El palo sobre los dos hombros, simultáneamente. Es decir, hay dos palos<br />

–menos gruesos, es obvio- y el agarráor mete entre ellos la cabeza de tal<br />

manera que cada palo descansa sobre un hombro. Así agarran en Granada,<br />

en Zamora y en Calanda (Teruel). (Animus jocandi: ¿Qué harán con los<br />

muy “cabezones”?<br />

c) El palo sobre los brazos doblados, en un ángulo casi siempre recto que<br />

forman el húmero con el cúbito y el radio, en la parte opuesta del codo.<br />

Así, por ejemplo, sacamos las andas de la Iglesia para que no rocen contra<br />

el techo. Se responde a la voz de:<br />

= ¡Al brazo!<br />

d) El palo asido con ambas manos abiertas y, normalmente los brazos<br />

estirados, bien hacia arriba, bien hacia abajo. Lo utilizamos para<br />

compensar el desnivel que se produce al subir o bajar escaleras. Se<br />

responde a la voz de,<br />

= ¡Arriba!<br />

ó<br />

= ¡Abajo!<br />

dependiendo del “lao”: “Alante” ó “atrás”.<br />

Es particularmente espectacular ver salir el Paso Gordo de La<br />

Encarnación para iniciar la BAJADA, con los brazos de los de “alante”<br />

estirados y arriba.<br />

27


Por su parte, al brazo y abajo –a las manos- es la posición de los de<br />

“alante” en Los Encuentros: La Virgen, El Resucitado, La Magdalena,<br />

durante algunos momentos de la ceremonia.<br />

NUESTRO AGARRÁO RETORCÍO<br />

Naturalmente, en Tobarra y para Tobarra, interesa hacer una descripción de<br />

nuestra técnica agarráora.<br />

Vamos a recurrir a la antología. ¿Cómo agarramos los tobarreños? ¡Dios mío!<br />

¡Cómo agarramos los tobarreños!<br />

Nadie mejor que Jesús García Martínez (mi adorado Jesusico) para explicar<br />

como es nuestro agarráo retorcío. Dicho ya sin comillas. Él, el mejor agarráor que<br />

yo he conocido, lo explicó así en La Revista de Semana Santa de 1.982,<br />

respondiendo a mi desafío.<br />

“¡Venid a mí Newton y Pitágoras! ¡Ayudadme, Galileo y Pascal! Enunciado<br />

fundamental: «Un cuerpo sometido a un empuje vertical permanece en equilibrio<br />

estable si la perpendicular trazada por el punto de aplicación de la fuerza cae<br />

dentro de la base de sustentación». Corolario: no se puede agarrar inclinándose<br />

en ningún sentido (salvo como después diré) sin peligro de deslomarse y,<br />

consecutivamente, deslomar a los agarráores colindantes. No me puedo liberar en<br />

este momento de la visión de mi amigo Odón Pont, el eterno masacrado. No me<br />

puedo olvidar de sus hematomas monstruosos en mitad de la espalda, parte de su<br />

alongada anatomía que cae a la altura de los hombros de sus cofrades más<br />

espigados. No, Odón: aunque tu pundonor de agarráor veterano te impida «hacer<br />

la gata», tú mejor que nadie, sabes que no se puede agarrar encorvado, pues la<br />

perpendicular trazada por tu hombro en el momento de agarrar, cae un paso por<br />

delante de tus pies. Por el bien de tu anatomía no debieras agarrar con un relevo<br />

que no alcance tus ciento noventa centímetros y mientras eso no sea posible, que<br />

el Judío de la Guita te conserve el pundonor, las vértebras lumbares y tu única y<br />

maltrecha choquezuela.<br />

Inclinar el cuerpo hacia el lado que se lleva el palo, es igualmente desaconsejable<br />

por idénticas razones a las expuestas. Además, el palo irá resbalando de nuestro<br />

hombro, con perjuicio de los demás, que llevarán nuestra carga. Sólo una pequeña<br />

inclinación es, no sólo permisible, sino aconsejable para una perfecta ejecución de<br />

la técnica de agarrar: se debe inclinar el cuerpo lateralmente y en dirección<br />

contraria al hombro con que se lleva el palo. Me explico: si se carga sobre el<br />

28


hombro derecho, hay que inclinar lateralmente el tronco hacia la izquierda. De<br />

esta manera, la vertical trazada por el hombro caerá sobre el centro de la pelvis<br />

y ambas piernas se repartirán el peso por igual. De paso, la única parte de la<br />

columna vertebral que se tuerce, es la fuerte zona lumbar, la de vértebras más<br />

anchas y la protegida por los más potentes músculos. Para que esta inclinación de<br />

nuestro eje sea mínima, se debe apoyar el palo sobre los trapecios, acercando el<br />

peso a la columna, junto al mismo cuello. Los que somos de naturaleza huesuda,<br />

sabemos que se ha de buscar apoyo sobre el músculo y no en los huesos del<br />

hombro, confluencia de omóplato y clavícula.<br />

Hablo de la posición para la marcha, con el cuerpo erguido, pero el momento de<br />

cargar, también es importante. Evidentemente, el agarráor, cualquiera que sea su<br />

estatura, para cargar ha de humillarse hasta la honrosa altura de una horquilla.<br />

Como si de halterofilia se tratase, no hay que levantar con los músculos de la<br />

espalda, sino con los de las piernas. El tronco ha de permanecer en vertical y las<br />

piernas, en flexión, auparán la preciada carga. Idéntica técnica se seguirá en la<br />

descarga.<br />

Podría complementar estas técnicas fundamentales con otras parciales pero no<br />

menos importantes. Vayan algunas como ejemplo: es aconsejable rodear el palo<br />

con el brazo correspondiente al hombro que agarra, con el fin de aumentar la<br />

superficie de contacto y ¡Oh, Pascal!, disminuir la presión que no es otra cosa que<br />

el peso recibido por unidad de superficie; hay que evitar las prendas con costura<br />

en los hombros y las cadenas de cuello, que pueden producir heridas; se debe<br />

llevar un calzado fuerte y apretado y unos calcetines gruesos: el primero evitará<br />

que los pies se nos abran «como trillas» y los calcetines absorberán el sudor<br />

impidiendo que nos «blandeemos» tras una larga procesión; es bueno comer<br />

caramelos, pues los azúcares son fácilmente asimilables; no hay que apoltronarse<br />

tras una procesión fatigosa…”.<br />

¿AGARRAMOS TÓS IGUAL?<br />

¡Qué va! ¡Qué va! Hay agarráores buenos y mejores, como hay tamborileros<br />

buenos y no tan buenos.<br />

En cambio, es difícil discernir si un nazareno es mejor que otro, cuando va en las<br />

filas. ¡Pero, agarráores…!<br />

He hecho procesiones completas, agarrando, en La Virgen de los Dolores, en La<br />

Soledad, en San Juan, en El Paso Gordo, en La Verónica, en Santa María<br />

29


Magdalena, en El Sepulcro, en El Resucitado y en La Burrica. Pero a raticos, he<br />

agarrado en casi todas las andas: La Cruz, El Moniquí, El Ecce Homo, etc.<br />

Históricamente, he agarrao en andas con 4 agarráores, con 6, con 12, con 16, con<br />

20, con 24, con 30 y con 32 agarráores.<br />

Agarré por primera vez en 1.958, con 15 años y la última (por ahora) en 2004 con<br />

61.<br />

Dicho esto, ¿puedo opinar desde lo personal, más allá de lo técnico, de lo<br />

expositivo, sin que nadie se enfade conmigo… más de lo que ya es costumbre y<br />

moda?<br />

Agarrando, en unos Santos se va mucho mejor que en otros. Y no sólo depende<br />

del peso ni del número de agarráores. Depende, sobre todo:<br />

- Del espíritu colectivo de la Hermandad.<br />

- De la cultura agarráora que la presida.<br />

- De la humildad o la soberbia con que se plantee cada pará.<br />

- Etc., etc.<br />

Pero también depende sobremanera del andero, del Boria, del que toca el timbre,<br />

del “que manda en el trono”. Su vigilancia, su marcar el ritmo, su quitar de los<br />

palos a quien no va bien, su acierto en la elección de los relevos, su decisión a la<br />

hora de parar o seguir… Todo eso. Nada más, pero nada menos.<br />

Por otro lado, hay Hermandades que no presumen de nada, que no se las dan de<br />

nada, que no se creen nada. Y, claro, da gusto participar de esta humildad. En<br />

cambio, parece haber otras que se creen ombligo de la Semana Santa. Y se nota –<br />

para mal- a la hora de agarrar. ¡Vaya que si se nota!<br />

En cualquier caso, ¡loor para todas, puesto que todas son tobarreñas!<br />

(Recuérdese que soy hermano de todas… menos de una).<br />

Por todo ello, ni se me ocurre hacer una exposición desmenuzada con opiniones y<br />

datos, pero hay mucha diferencia agarráora entre Hermandades. Esto no es<br />

bueno ni es malo. Es así. Y no tiene, no puede tener más importancia, puesto que<br />

todas “salen” y todas “entran”. Pero, para mi satisfacción personal de agarráor,<br />

quiero dejar bien claros los conceptos: En unas Hermandades –agarrando- se va<br />

más a gusto que en otras. Lo he vivido in person.<br />

30


¡He dicho!<br />

AGARRÁOS: EL SEMANASANTERO Y LOS OTROS<br />

¿Es lo mismo agarrar en San Juan que en San Roque? ¿Supone lo mismo agarrar el<br />

Gran Jueves que el 16 de agosto o que el 17 de enero?<br />

¿Es el mismo agarráo el del anda del Cristo que el del Paso Gordo? ¿Es el mismo<br />

en La Agonía que en Santa Cecilia?<br />

Estoy seguro de que no. Pero lo estoy constatando ahora, que me veo metido en el<br />

tema, intentando llegar hasta las últimas consecuencias del agarráo tobarreño.<br />

Voy a permitirme una licencia personal, rotundamente elucidativa. El día 5 de<br />

enero de 1.989 enterramos a mi tío Joaquín Hurtado Moya, el último Hurtado –de<br />

primer apellido- con domicilio en Tobarra. Lo “llevamos” a hombros (desde su casa<br />

enfrente de Los Escolares, hasta San Roque) mi hermanico Pedrín, mis primos<br />

Ochoa Hurtado (todos agarráores) y los amigos de la familia. Como es costumbre<br />

en Tobarra: Un anda de a cuatro con el féretro encima, inmovilizado por correas.<br />

Me dio por pensar, reiteradamente, como rebelándome contra una falsa verdad…:<br />

- “¡Vaya agarráo más triste!”.<br />

Pero “aquello” no era agarrar.<br />

Hoy, puedo contarlo para ratificarme. “Llevamos” a San Roque, a San Antón, al<br />

Cristo, a La Encarnación, a nuestros muertos… Pero no agarramos. (Aunque la<br />

técnica sea la misma parece que queramos reservar la palabra agarrar para<br />

Semana Santa).<br />

Tal vez sea el peso ontológico de la Semana Santa sobre nuestras conciencias (la<br />

individualizada y la colectiva) que nos invita subconscientemente a exclusivizar en<br />

ella actos y conceptos. Tal vez.<br />

Puede que sea la ausencia de túnica y la falta de sentido al no estar dentro de<br />

una Hermandad. Puede ser.<br />

En cualquier caso, como se ve, es más fácil constatarlo que justificarlo. Por eso,<br />

sé plasmarlo, pero no me atrevo a razonarlo.<br />

31


La Semana Santa… es mucha Semana Santa y nos gusta reservarle su privilegio y<br />

su salvedad.<br />

Por lo mismo: El que “toca el tambor” en la Banda de la Verónica o de la Cruz<br />

Roja, ¿se siente tan tamborilero como cuando toca con su cuadrilla? ¡No lo creo!<br />

Y las manos son las mismas. Y el tambor es un tambor.<br />

No sé si me explico…<br />

32


AGARRANDO, ¿COMO ANDANDO?<br />

Sirva el pareado como entradilla para recrear los conceptos que explican las tres<br />

o cuatro maneras de andar, mientras agarramos.<br />

1º) Paso arrastrao<br />

Es el más clásico de los tobarreños.<br />

Arrastramos los pies… pero no tanto como en el “paso racheao” sevillano.<br />

Apenas los levantamos del suelo. Damos pasos muy firmes, muy cortos, con lo<br />

que el trono apenas se mueve, aunque avance.<br />

2º) Marcar el paso<br />

Los pasos son más largos y hacia los lados, con lo que damos la impresión de<br />

“mercer” al Santo. Es el más solemne y también el más duro para agarrar,<br />

pues, en algún momento, la propia inercia del vaivén puede dar la sensación de<br />

que se va el anda, si esta es muy pesada. Y esta sensación la perciben los<br />

espectadores y, lo que es peor, la sentimos los propios agarráores que, en<br />

algún momento, si el vaivén es muy largo, podemos llegar a sentir la terrible<br />

impresión de que se nos va el anda hacia los lados y no la podemos controlar.<br />

3º) Paso sanjuanero<br />

Es lo más parecido a una cabalgada: Se dan pasos muy largos y muy ligeros,<br />

con lo que San Juan parece que vaya a caballo.<br />

Nunca se aplica durante las procesiones, salvo al llegar al Calvario.<br />

Ni que decir tiene que se introdujo en San Juan (en los años 50) cuando<br />

llevaban el anda seis agarráores. (Yo lo hice alguna vez, como ya he dicho).<br />

4º) Bailar el Santo<br />

Se dan pasos cortos y firmes hacia los laterales flexionando las piernas y el<br />

tronco rápidamente (todo lo que el equilibrio permita) hacia arriba y hacia<br />

abajo, y hacia los lados, en puro vaivén.<br />

Es muy divertido para los agarráores, pero raramente utilizado, porque<br />

parece que se considere poco respetuoso. ¡A ver quién se atreve a hacerlo en<br />

33


El Paso Gordo, mientras el andero sea Pepe Garrido! (En El Resucitado, algún<br />

ratico, sí, sobre todo al entrar en la Plaza).<br />

Si el Santo es especialmente pesado –Paso Gordo, Agonía- es muy<br />

espectacular y vistoso. Y no hay duda: A la inmensa mayoría de los agarráores<br />

nos gusta bailar el Santo. (Malgré tout).<br />

5º) Quietos, sobre el hombro<br />

El Santo sobre el hombro, pero “merciéndolo” sin andar.<br />

Suele practicarse mientras se canta una saeta.<br />

El hombro no sufre especialmente; las piernas, sorprendentemente, tampoco.<br />

Pero… ¡los riñones!, ¡ay, los riñones…!<br />

6º) Paso “ladeao”<br />

Como su nombre indica, se anda hacia los lados. Se hace en muy concretas<br />

ocasiones y casi nunca todo el anda. Por tanto, sólo los de “alante” o los de<br />

“atrás”.<br />

Es imprescindible para doblar ciertas esquinas:<br />

- ¡Quietos los de “alante”!<br />

Los de “atrás”, por fuerza, como el anda no avanza, tienen que ir “de lao”.<br />

Por la misma razón técnica, se utiliza cuando “se vuelve” un Santo, o cuando<br />

terminan los Encuentros, en que la Guapa y su Hijo se vuelven hacia el pueblo.<br />

7º) ¡Tós p’atrás!<br />

En Los Encuentros, para separar los Santos es imprescindible andar para<br />

atrás. Por la rapidez del momento, es mejor que darse la vuelta los<br />

agarráores y cambiarse de hombro y, por ende, el sentido de sus pasos.<br />

34


Lenguaje de agarraóres, claro. Particularidades, modismos, palabrejas de<br />

agarráores tobarreños.<br />

No pueden ser muchas palabras, porque en el agarráo se habla poco, que bastante<br />

tenemos con hacer fuerza y aguantar el peso. Pero lo que haya que salvar, se<br />

salva. Lo que hay que contar, se cuenta.<br />

¡Abajo los de alante!: El agarráor coge el palo con las dos manos, con los<br />

brazos estirados y baja el anda hasta el suelo. Típico en Los Encuentros.<br />

¡Al brazo!: Poco hay que decir.<br />

¡Al hombro!: Menos aún.<br />

Al hombro, sin cantearse: Aguantar el anda sobre el hombro, a pié firme y<br />

sin moverse. Por ejemplo: Para poner y quitar los bancos.<br />

Arranarse: El agarráor se arrana –es un puro intransitivo- cuando no puede más<br />

y se le doblan las piernas, como si fuera una rana. No aguanta el peso.<br />

Es un acto involuntario y, normalmente, deshonroso. (Antes que arranarse,<br />

“salilse o no habel entrao”).<br />

¡Arriba de un tirón!: En el Calvario, los tronos/machos suben de un tirón el<br />

último repecho: Desde el último giro, hasta la Ermita. Se dice como un grito. Un<br />

grito bien tobarreño.<br />

Atacacina: En general, hartazgo de cualquier caso. Pero, cuando se trata de<br />

agarrar… ¡Menuda atacacina!<br />

Bambolear el anda: Mover el trono de un lado para otro, sin razón y sin<br />

sentido.<br />

Brujón: Bulto en la piel. En el agarráor, obvia y antonomásticamente, sale en<br />

el hombro.<br />

Campanear el anda: Mover el trono de una determinada manera,<br />

normalmente hacia los lados.<br />

Descanso…: … Entre pará y pará. El anda reposa sobre los bancos. Hasta hace<br />

unos años, sobre cuatro horquillas.<br />

36


Entrar: Meterse entre los palos. Iniciar una pará.<br />

Esollejao: Quedarse sin piel una parte del cuerpo. En el agarráor,<br />

antonomásticamente, en el hombro.<br />

¡Este no se queda aquí!: Exclamación que, alguna vez, se dice dentro de La<br />

Encarnación por la gente de El Paso Gordo, antes de iniciar la Bajada. Sirve para<br />

darse ánimos.<br />

Hacer la gata: ¿Quién no ha visto a los gatos estirar las patas de delante y<br />

encorvar la columna vertebral, en un puro acto de desperezo? Pues eso: El<br />

agarráor que no puede, se encorva voluntariamente, parece cifótico, y sí, va en el<br />

palo, pero no hace fuerza. Simplemente, “hace la gata”.<br />

Es un acto alevoso, cobarde y estúpido. ¡Quién no pueda, que se salga!<br />

Irse a mear: En general, es la excusa utilizada para “escaquearse” durante un<br />

rato, por cansancio, por pasar por calles poco lucidas, para ir a pegarse un tiento,<br />

etc.<br />

Los de alante: Suelen ser los más altos.<br />

Los de atrás: Los bajicos.<br />

Pará: Ya dicho: El trozo de calle que se hace andando con el Santo a hombros. Es<br />

una contradicción lingüísitica, pero es muy tobarreña: “He hecho tres parás”.<br />

Ponel la horquilla: Pues eso: Se pone y ya está. (Sólo cuatro, claro).<br />

¡Ponel los bancos!: Sin cantear el anda, “entran” en los faldones –normalmente<br />

dos o cuatro nazarenos- para fijar los bancos.<br />

Punta (del palo): Las indican las almohadillas más alejadas del anda.<br />

Curiosamente, “sólo hay” punta del palo en la parte de delante. Nunca se emplea<br />

para la parte de atrás. Nunca. Es como si detrás, no tuviese importancia. (No<br />

obstante, en las subidas duras –Encarnación, Calvario, escaleras…- alguien “echa<br />

una mano” en la punta de los palos de atrás).<br />

Quietos, sobre el hombro: Ya dicho. No se avanza, pero se “merce” el anda.<br />

Quital la horquilla: Se quita. Pues, eso.<br />

37


¡Quital los bancos!: Sin cantear el anda, “entran” a los faldones –normalmente<br />

dos nazarenos- para quitar los bancos. Entonces, hay que poner horquillas.<br />

Relevo: Turno de agarráores que agarran al mismo tiempo.<br />

Remolerse: Atracarse de agarrar hasta quedar sin fuerza: “Estar remolío”, “se<br />

ha remolío”.<br />

Salir: Dejar los palos para descansar. Cambiar de “relevo”.<br />

(Ya dicho: ¿Convertirse en nazareno? ¿Paso de agarráor a nazareno? ¡No creo! El<br />

agarráor lo sigue siendo, aunque no vaya agarrando. Agarrar o esperar agarrar<br />

imprime carácter).<br />

Timbre, el: Cualquiera de los diferentes artilugios que se han utilizado para que<br />

al sonar parase o empezase a andar el anda. Al inicio, era un puro y simple timbre<br />

de bicicleta. De ahí el nombre.<br />

ADENDA:<br />

No se incluyen aquí palabras que por sí solas requieren un tratamiento particular:<br />

Anda, banco, horquilla, etc. Se verán en Complementos Directos.<br />

38


Venimos escribiendo sobre agarrar, el agarráo,<br />

agarráores… El hombre, en suma. El hombre<br />

tobarreño, el agarráor que se mete en un palo para<br />

llevar su Santo una, dos o cien “parás”; una, dos ó<br />

cinco procesiones.<br />

Estos son los <strong>Cuadernos</strong> de Agarráores. He querido<br />

llamarlos así, porque el protagonista es el agarráor,<br />

el hombre; o la agarráora, la mujer. En definitiva, el<br />

ser humano, el tobarreño haciendo fuerza, utilizando<br />

una técnica concreta para desplazar las andas y<br />

lucirlas en las procesiones.<br />

A mayor gloria de Tobarra.<br />

Naturalmente, el hombre/hombro necesitan<br />

complementos (directos) para efectuar el agarráo.<br />

Son, principalmente, los que exponemos.<br />

41


El anda, las andas, “los Santos”.<br />

EL ANDA<br />

El anda, masculino singular. Las andas, femenino plural. ¡Caprichos!<br />

Angarillas, parihuelas, árguenas… (En Híjar las llaman pianas, por peanas. Ya<br />

dicho).<br />

Como hemos venido observando, en Tobarra se reconoce sobradamente trono<br />

(que es malagueño puro) y no siempre paso (que es sevillano legítimo). Pero es muy<br />

difícil concretar la realidad semántica a cada realidad semanasantera. Una idea:<br />

La Caída o La Agonía serían Pasos (representan un suceso bíblico) pero La Virgen<br />

o San Juan, no, (pues representan una figura).<br />

El anda, las andas, “los Santos”. Prefiero anda antes que trono y que paso y<br />

probablemente es el nombre más antiguo referido al caso. Conozco un documento<br />

de 1779 (A.H.N. Orden de San Juan. Calasparra, leg. 24, 2ª Serie, nº6) en el que<br />

se dice –refiriéndose a la Iglesia Parroquial de la Ciudad del Arroz- que “en la<br />

Capilla de Jesús Nazareno están las andas”.<br />

Yo prefiero hacer trascender la palabra andas, aunque sólo sea para<br />

diferenciarnos de Hellín y de Albacete. Y como realmente lo decimos…<br />

El anda sobre la que yo saqué a La Verónica el Domingo de Aleluyas del 1.958<br />

–agarrábamos cuatro críos- se parece a la de La Virgen de 2.004 sólo en dos<br />

cosas: En que se llaman igual y en que sirven para lo mismo. Sólo en eso. Han<br />

cambiado la forma, el volumen, la dimensión, el número de agarráores…<br />

Las andas semanasanteras han evolucionado en la segunda mitad del siglo XX con<br />

idéntica importancia a la del tambor. Pero el hecho ha pasado más desapercibido.<br />

Como las Hermandades admiten poca revolución hacia fuera, la han puesto en<br />

práctica hacia dentro.<br />

Me explico.<br />

Es difícil que una Hermandad pueda introducir cambios sustanciales en algún acto<br />

semanasantero o creando alguno nuevo. De ahí la trascendencia de la BAJADA<br />

del Paso Gordo o del Encuentro con La Magdalena. En el mismo sentido, las<br />

importantes mejoras que se han introducido en El Prendimiento, con su aire un<br />

43


Auto-Sacramental breve. Pero mirando a su propio centro, las Hermandades han<br />

ido buscando su perfección, bien en el número de nazarenos, bien en su<br />

vestimenta o, definitivamente, en la dimensión de las andas.<br />

En los años 50, en la mayoría de las andas (Cruz, Ecce Homo, Nuestro Padre<br />

Jesús, Verónica, Magdalena, San Juan…) agarraban 6. (Ninguna pasaba de 16<br />

agarráores. El Paso Gordo fue la primera en la Historia de la Semana Santa). La<br />

Virgen llevaba 12. Jesús del Prendimiento, 8. Etc.<br />

A caballo entre el siglo XX y el XXI, predominan los 32 agarráores. Las andas<br />

han multiplicado por más de 5 el número de agarráores desde mitad del siglo XX,<br />

pero Tobarra no ha multiplicado por 5 sus habitantes. ¿Tiene esto algo que ver?<br />

¿Quiere decir algo? ¡Seguro! Y nada bueno. No obstante, a partir del 2000<br />

parece que empezamos a “espabilarnos”. Se ha quitado peso al anda de La Agonía,<br />

y La Verónica y El Moniquí han estrenado andas menos pesadas, a base de palos<br />

reforzados con aluminio. (También, por cierto, han estrenado “almohadillas<br />

corridas”. ¡Buen invento!).<br />

El tema me preocupó hace unos 20 años, hacia 1.980. Lo dije por escrito: Antes<br />

de 50 años no habrá suficientes agarráores en Tobarra y algunos Santos se<br />

quedarán en la Iglesia… ¡o vuelven las andas con 6!<br />

Hoy, ¡Carpe diem!, el tema –aunque siga pensando lo mismo- me preocupa bastante<br />

menos o nada.<br />

¡Vivamos el presente, luzcamos nuestras procesiones, aprovechemos esos casi mil<br />

hombros dispuestos a agarrar (por ahora) la noche de cada Jueves Santo!<br />

Cuando llegue la crisis… ¡que le quiten a Tobarra lo bailao! Y llegará –y lo digo por<br />

enémisa vez- porque nuestros nietos, los nietos de los que vivimos fuera, no irán a<br />

Tobarra… o, mucho me temo que la mayoría de los que vayan estarán metidos en<br />

los garutos o en casa durmiendo. ¡Y faltarán hombros para las andas actuales!<br />

¡Ojalá me equivoque!<br />

El anda, las andas, “los Santos”.<br />

Agarramos en el anda. Por tanto, el anda, las andas, “los Santos”, son el principal<br />

complemento directo del agarráor. ¿Cómo existirían agarráores sin andas?<br />

Imposible.<br />

44


EL ANDERO<br />

Ya está decidido: no me gusta excesivamente“trono”.<br />

No me entusiasma “paso”.<br />

A Pepe Garrido, ejemplo sin par.<br />

Prefiero “andas”, “las andas”. ¡Incluso, en lo global, “los Santos”, “sacar los<br />

Santos”!<br />

“Trono” me suena a película de reyes y espadachines.<br />

“Paso” es, ante todo, una manera concreta de andar y, por ende, de llevar las<br />

andas. Y así: “Marcar el paso”, “Paso sanjuanero…”.<br />

Por lo tanto, me quedo con “andas”, “las andas”, que es tobarreño y bien<br />

tobarreño. Pero es que, además, en Tobarra ya tenemos a “Jesús del Paso” o<br />

“Paso de San Roque” y sonaría a redundante y/o tautológico decir, “yo agarro en<br />

el paso de Jesús del Paso”. Y tenemos también un Paso Gordo, por lo que tampoco<br />

suena bien eso de “yo agarro en el paso de El Paso Gordo”.<br />

Por otro lado, llamar trono al Sepulcro, no me encaja. Suena mejor decir: “las<br />

andas con el Sepulcro” o “las andas de La Magdalena”.<br />

Concreto: Andero, uno. Agarráor, todos.<br />

“Andero” es, por tanto, el que manda en las andas. ¿Habrá expresión más cursi –<br />

por menos tobarreña- que “el encargado del trono”? Y, sin embargo, aún con mi<br />

protesta, puede terminar imponiéndose, está imponiéndose. Pero con mi protesta.<br />

= “Buenas. Por favor, ¿me podría Ud. indicar quién es el encargado del trono?”<br />

¡Parece que vayan a cobrarle la contribución o a entregarle un mandamiento<br />

judicial!<br />

En cambio, “el andero” parece ser el cachicán, el caporal, el manijero, el Boria.<br />

Andero suena a tío que manda mucho en el anda.<br />

“El andero” y los agarráores.<br />

No hay confusión posible. Hombre, el andero, si le peta, también puede agarrar.<br />

Pero no es lo normal.<br />

45


“El andero” debe ser el amo, el jefe, quien manda en el anda. En las filas puede<br />

haber, sí, un “encargado de las filas”, pero no importa, pese a que suena como a<br />

más blandengue, a menos bravío, que un nazareno nunca apechuga como un<br />

agarráor, (y, encima, sin mojete previo). No es lo mismo.<br />

“El andero” exige, mejor dicho, el ser “andero”, un buen “andero”, comporta<br />

valores, parámetros, virtudes, mañas… El primero es el carisma. El andero, en la<br />

Procesión y fuera de ella, debe ser alguien absolutamente aceptado por todos los<br />

agarráores. A veces, basta un gesto, un grito, una mirada… para imponer una<br />

decisión. “El andero” atrae por su sabiduría, seduce por su personalidad,<br />

conquista con su experiencia y ejemplo.<br />

Ese es un milagro continuado en el agarráo: Que exige disciplina, orden, urgencia,<br />

dureza… Y “el andero” no tiene más fuerza ejecutiva que la de su propia<br />

capacidad de persuasión. Ese es el prodigio: Que impone la razón sin más razones<br />

que su autoridad, su prestigio, su palabra y su carisma.<br />

“El andero” influye muchísimo en el buen o mal agarráo de un anda. Y a quien no lo<br />

sabe, no se lo parece. Tal vez porque en la Semana Santa –desde que soy<br />

agarráor- apenas haya conocido tres o cuatro buenos “anderos”. Los demás, se<br />

han limitado a tocar el timbre.<br />

El buen “andero” está pendiente de todo. Tanto, que es capaz de “leer”, uno por<br />

uno en los hombros de las dos docenas y media de agarráores, si van o no van<br />

haciendo fuerza, si van a gusto o “remolíos”, si hay o no que relevarlos, etc.<br />

El buen “andero” no está quieto ni un segundo. De “atrás” a “alante”, de “alante” a<br />

“atrás”, de punta a punta del anda, pendiente también de los que no van<br />

agarrando…<br />

El buen “andero” normalmente, no agarra. Pero cuando el anda descansa en la<br />

Iglesia, hasta el día siguiente, está tan “remolío” como el que más. No tiene el<br />

hombro “esollejao”, pero lleva el alma llena de pequeñas fatigas, de diminutas<br />

heridas, de infinitas emociones…<br />

¡Que su Santo lo bendiga!<br />

P.S.: No es un capricho escribir unas veces andero con y otras sin comillas. ¡Es<br />

para ir dándole normalidad! (Ya pasó con agarráor. ¿Quién lo escribe hoy entre<br />

comillas? Idem con semanasantero. ¡Nadie! Hoy son vocablos normalizados y<br />

forman parte del lenguaje cotidiano).<br />

46


LOS PALOS<br />

Los palos. ¡Y tan palos! ¡Dios sepa de que buen árbol salieron!<br />

“Trozo de madera más largo que ancho…”.<br />

En las andas, cuando el palo no era muy grueso solía ser cilíndrico. Si lo es,<br />

cuadrado o rectangular.<br />

Por su longitud, en las andas actuales es muy difícil que el palo sea de una sola<br />

pieza, por lo que suele ser de dos, sujetos al anda por unos tirantes metálicos,<br />

fortísimos, que permiten fijar el tal palo y que este aguante todo el peso del anda<br />

en el trozo que va en el interior del anda.<br />

El número de palos y su longitud son los que indican, los que deciden el número de<br />

agarráores. Así, cuatro palos largos permiten 32 agarráores, 16 delante (4 en<br />

cada palo) y 16 detrás. Cuatro palos cortos aceptan 16 agarráores, 8 delante (2<br />

en cada palo) y 8 detrás.<br />

Pero no hace falta ir tan lejos ni abarcar tanto. El palo, en el lenguaje agarráor,<br />

es, simplemente, solamente, el trozo de ídem donde se coloca cada uno:<br />

- “Mi palo”.<br />

- “Entré en los palos”.<br />

- “Dentro del palo”.<br />

No hace falta que sea todo el palo. Bastan los 40 ó 50 cmtrs. Lo que un hombro<br />

ocupa y un piacico más pá podel andal.<br />

El palo, tu sitio en el palo, tu trozo de palo, tu piacico é palo, es tu cómplice, tu<br />

compañero imprescindible para agarrar. Es tu casa, tu habitat, tu rincón, tu sitio.<br />

Yo suelo besarlo discretamente al entrar y al salir. Y es que acaba por tener<br />

mucho de amigo, pero también algo de novia y un tanto de pareja, en el sentido<br />

más “civilero” del término:<br />

- “Mi palo y yo”.<br />

Hablamos como si todo el palo fuese nuestro. Por lo menos, medio palo, delante o<br />

detrás, que no tiene nada que ver el sitio del láo donde te pones. Y terminamos<br />

por ser xenófobos:<br />

47


= “Los de alante no tién ná que vel con los de atrás”. (O al revés).<br />

Y terminamos creyéndonoslo. Y más, desde que se impuso –tácitamente- la<br />

costumbre de que los altos agarrasen “alante” y los bajicos “atrás” durante toda<br />

la Procesión. En la Virgen, hasta los años 80, los bajicos “subían alante”, hasta el<br />

Cuartel (Cruce de la Calle de las Columnas con el Paseo) y eran los altos los que se<br />

ponían “alante” “pá bajal”. En la esquina de Castico/Manolico el Aperáor se<br />

producía el cambio. Pero hoy, salvo para salvar desniveles –Calvario, escaleras,<br />

etc.- los altos van siempre “alante”. Y, claro, por lo dicho, para entrar en la<br />

Iglesia o subir la cuesta del Calvario, se ponen atrás.<br />

Realmente, sólo ocupamos 40 ó 50 cmtrs. de palo, pero pensamos que to el láo nos<br />

pertenece, puesto que es nuestra casa el tiempo que dura la pará y nuestro<br />

amparo el tiempo que dura el descanso.<br />

Y si, encima, nos gusta agarrar siempre en la misma cabecerilla…<br />

En Tobarra decimos palos. En Sevilla dicen trabajaderas; en Cuenca, banzos; en<br />

Calasparra y en Híjar, varas…<br />

Pero estoy seguro de que en todas partes los queremos igual.<br />

48


LA HORQUILLA<br />

La horquilla tiene mucho de amante. Y como todas, te complace a veces, pero te<br />

molesta otras; no puedes pasar sin ella, pero a veces quisieras quitártela de<br />

encima, perderla de vista.<br />

El agarráor tobarreño no es nada sin su horquilla. Prueba evidente es que lo<br />

primero que pide cuando el Santo ya ha salido de la Iglesia o ha enfilado la cuesta<br />

abajo en El Calvario es su horquilla:<br />

- “¿Y las horquillas?”.<br />

- “¿Quién reparte las horquillas?”.<br />

- “¿Quién tié mi horquilla?”.<br />

La horquilla, hoy, supone una pura dependencia. Horquillodependencia agarráora.<br />

Y es que, realmente, no sirve para nada… que no sea la seguridad psicológica que<br />

dá el llevarla y la facilidad para marcar el paso. Desde que se impusieron los<br />

bancos fijos, la horquilla no tiene más función y utilidad que la de dar seguridad,<br />

hacer compañía al agarráor. La horquilla es un puro bastón.<br />

- “El láo de la horquilla”.<br />

Hasta los años 70, sí. Cada anda, entre pará y pará, en los descansos, se posaba<br />

en el suelo sobre cuatro horquillas (dos delante, dos detrás) en las esquinas, por<br />

fuera, pegando al mismo trono. Había Hermandades que tenían cuatro horquillas<br />

especiales, precisamente para descansar el trono. Eran un poquico más grandes y<br />

estaban reforzadas –en la horquilla propiamente dicha- por hierros doblados que<br />

se ajustaban a la forma del palo.<br />

Sólo cuatro horquillas, propiamente dichas. Entonces. Eran una especie de<br />

horquillas/macho, capaces de aguantar todo el peso del anda.<br />

Así descubrías a quien agarraba por primera vez: Ponía la horquilla/hembra donde<br />

no debía.<br />

¿Por qué sólo cuatro? Por la pura irregularidad del suelo. Cuatro era suficiente.<br />

Más, habría supuesto pura confusión física en los puntos de apoyo.<br />

Desde luego, al que le tocaba el láo de la horquilla, iba listo. En la marcha, en las<br />

parás, agarraba como cualquiera. Pero en los descansos, no podía descuidarse. El<br />

que se cayese o no se cayese el anda dependía de él. Claro que, en los años 50,<br />

49


con las andas pequeñas, un agarráor podía levantar el anda él sólo y rectificar la<br />

posición de la horquilla que, con el mismo bamboleo del trono, -aún estado parado-<br />

tendía a descolocarse. Pero hoy, en las andas grandes, tienes que pedir auxilio.<br />

¿Quién levanta El Paso Gordo, él solo?<br />

- “Ayudadme a levantarlo…”.<br />

Entre tres o cuatro, meten el hombro y ponen la horquilla “en su sitio”.<br />

Desde luego, el que iba en el “láo de la horquilla” agarraba por tres o cuatro.<br />

Que nadie espere leer en el diccionario que “la horquilla es… para descansar las<br />

andas en las procesiones”. No lo reconoce, pero, claro, por extensión, sirve. La<br />

horqueta, por ejemplo, sí dice que es para sostener las ramas de los árboles.<br />

En Murcia, como he dicho en otro lugar, los llaman “estantes”.<br />

En el año 2100 cuando ya no estemos los que aún “hemos puesto” o “hemos visto<br />

poner” la horquilla, todavía resultará más anacrónica su utilización. Pero seguirá<br />

siendo amorosamente imprescindible. El agarráor tobarreño ya nunca podrá<br />

prescindir de la horquilla. Formará parte, por siempre, de la Procesión.<br />

¡Bendita horquilla! No sabríamos agarrar sin horquilla. Ella nos transmite<br />

seguridad, nos permite escucharnos a nosotros mismos en cada horquillazo, nos<br />

sirve –poco o mucho- para medir nuestros propios pasos.<br />

Lo tengo pedido: Cuando la cuque, (aunque la idea no sea original, pues ya la<br />

manifestó mi Jesusico en su mejor poema, cuando murió su tío Francisco<br />

“Sabina”) que pongan una horquilla en mi mano izquierda y un par de palillos en la<br />

derecha. ¡Qué mejores heraldos tobarreños ante la eternidad! ¡Y después, mis<br />

cenizas… al Cerro del Reloj!<br />

50


LA CABECERILLA<br />

La cabecerilla, la almohadilla, sinónimos puros, que nos sobra vocabulario<br />

semanasantero. Somos ricos en decirlo y en sentirlo.<br />

Con lo que pesan las andas, sería imposible apoyar un palo directamente en el<br />

hombro sin que el dolor nos rindiese. Para eso se inventó la cabecerilla, la<br />

almohadilla, aunque no sea autóctono tobarreño, seguro que no.<br />

Las cabecerillas son de piel o de tela fuerte (pana o similar). Tienen una<br />

superficie de, más o menos, 35X30 y disponen de correas con agujeros y hebillas<br />

para sujetarlas al palo. La piel o la tela –dobles- llevan en su interior, lana, borra,<br />

esponja o algo blando, para que haga de muelle ¿muelle? en el hombro.<br />

Poner las almohadillas en el palo tiene su maca. Hay que apretarlas con exactitud<br />

para que –en algún momento concreto- puedan deslizarse un poquico, lo justo.<br />

Pero si se aprietan poco, se escurren a lo largo del palo y chocas con el de<br />

delante. Si, por el contrario, se aprietan mucho, pueden hacer saltar las hebillas<br />

en algún momento.<br />

Por otro lado, debe procurarse que la parte de la hebilla coincida con el láo donde<br />

el agarráor va a poner la cabeza. Es que si se pone en la parte donde queda suelta<br />

la correílla, ésta roza en las orejas y es cosa incomodísima.<br />

El agarráor que mete bien el hombro, llega a fusionarse, a fundirse con la<br />

cabecerilla y hace un todo. Es natural: La oreja, parte la cara, el parietal, el<br />

hombro, deben ir completamente pegados a la almohadilla. ¡Mal agarráor es el que<br />

le baila el hombro contra la cabecerilla!<br />

Hace 40 años, era entrañable la figura del agarráor después de la procesión<br />

llevando la horquilla al hombro y la cabecerilla en ella. Era señal inequívoca de que<br />

agarraría en el primer relevo de la Procesión siguiente. Hoy ya no se ve esta<br />

figura por las calles tobarreñas. Y la echo de menos.<br />

Las cabecerillas, la horquilla… hermanas del agarráor, cómplices o coautoras,<br />

testigos del esfuerzo y del amor a los palos.<br />

¿Estoy escribiendo en pasado? Como ya he dicho, en 2001, El Moniquí y La<br />

Verónica han introducido el palo con cabecerilla corrida incorporada. ¿Será todo<br />

el futuro? ¿Se acaba el poner y quitar cabecerillas? ¡Pudiera ser ¡ Desde luego,<br />

¡más cómodo es!<br />

51


LOS BANCOS<br />

Hasta los años 80 –es muy difícil concretar las fechas- las andas se sostenían<br />

quietas –descansaban- fuera de las Procesiones, sobre unos artilugios llamados<br />

“bancos”. Eran dos. Consistían en un gran tablón de madera en cuyas puntas y<br />

pegadas al suelo se colocaban dos tablas en forma de letra uve (v) inversa. A su<br />

vez, en la abertura de esa uve, otra tabla cruzada y fija. Cuando se posaba el<br />

anda, el travesaño evitaba que la uve se abriera a causa del peso.<br />

En su aplicación 3ª, el D.R.A.E.L. lo define como “Madero grueso escuadrado que<br />

se coloca horizontalmente sobre cuatro pies y sirve como de mesa para muchas<br />

labores de los carpinteros, cerrajeros, herradores y otros artesanos”.<br />

Como se ve, no dice que sirva “pá ponel los Santos”. ¡Pero servía, ya lo creo!<br />

No sé –otra cosa mas, imposible de saber en Tobarra- quien inventaría el banco<br />

semanasantero o, mejor dicho, quién sería el primero que utilizó los bancos para<br />

posar las andas.<br />

¡Gloria sin memoria!<br />

Estos bancos, obviamente, iban de aquí para allá, de la Iglesia al Calvario, del<br />

Calvario a la Iglesia. Hasta 1.960, 1.970, en el Calvario, no todas las andas se<br />

dejaban sobre los bancos. Las menos pesadas, simplemente, se posaban en el<br />

suelo durante la Bendición, el Encuentro, el Entierro...<br />

Normalmente, eran dos críos o dos zagalotes los que, a cambio de unas perras,<br />

subían los bancos hasta el Calvario las mañanas del Viernes y del Domingo. Se<br />

echaban por los callejones –algunos- o se iban por San Roque el Viejo, los más, a<br />

fin de no interferir las Procesiones.<br />

Esos bancos pasaron a la Historia.<br />

Un día –hacia 1.975- don Francisco Martínez García (Francisquete Sabina), Boria<br />

de Nuestro Padre Jesús Nazareno y el semanasantero más semanasantero del<br />

siglo XX, pensó que, poniendo algún artilugio fijo en las andas –horquilla, banco…-<br />

no habría que andar quitándolos y poniéndolos en cada descanso. Lo intentó, pero<br />

no terminó de conseguirlo, porque el anda se movía, privandola de seguridad y<br />

garantía de sostenimiento. Era peor el remedio que la enfermedad.<br />

52


Al año siguiente ya cumplieron su función sin problemas, porque se añadieron unos<br />

tensores o vientos de pata a pata. En otras andas –hoy, en la mayoría– se<br />

“encasquetan” en una “hembra” metálica.<br />

Hoy, en el siglo XXI, todas las andas llevan bancos fijos, que se ponen y se quitan<br />

con la mayor facilidad. Ello es natural, porque para entrar y salir de la Iglesia,<br />

para hacer los Encuentros, etc., hay que quitar los bancos, so pena de tropezar<br />

en ellos o que ellos tropiecen contra el suelo, contra los escalones, etc.<br />

Los bancos fijos son una hermosa y utilísima aportación tobarreña al agarráo, a lo<br />

procesionero. Realmente, como dije al escribir sobre la horquilla, el hecho de<br />

poner y quitar la horquilla en cada descanso, con el volumen y peso de las andas<br />

actuales, supondría una dificultad añadida que no conduciría a nada. Por el<br />

contrario, podría acarrear algún problema de seguridad.<br />

Hoy, en que todos los Santos llevan faldones, los bancos fijos son un logro<br />

definitivo al lucimiento de las Procesiones. ¡Y un alivio pá los del láo de la<br />

horquilla!<br />

Con la misma técnica que los bancos fijos, El Paso Gordo ha inventado “las<br />

ruedas”, a fin de poder mover las andas con muy poco esfuerzo dentro de La<br />

Encarnación, donde es bien sabido que permanecen todo el año. Realmente “las<br />

ruedas” se inventaron en los años 90, para mover las andas –Paso Gordo y<br />

Resucitado- dentro de la Sede (en la Plaza) los años en que La Encarnación vivió<br />

sus reformas. “Las ruedas”, técnicamente, no son sino bancos fijos, mucho más<br />

cortos que los normales, apenas la mitad, con ruedas. Se colocan en la mañana del<br />

Viernes, en El Paso Gordo, en el mismo momento del fin de la Subida y del<br />

Domingo en el Resucitado, después de la Subida Chica.<br />

Así, resulta sorprendente, como apenas tres o cuatro personas, empujando, son<br />

capaces de hacer maniobrar la mole de El Paso Gordo para dejarla donde<br />

descansa todo el año.<br />

Los palos, “las ruedas”, la Semana Santa que “espabila” para lucirse más, sin<br />

quitarle un ápice a su solemnidad y majestuosidad.<br />

¡Benditos inventores semanasanteros!<br />

53


LA SAETA<br />

Es el banco de pruebas más duro al que debe someterse un agarráor… si mientras<br />

cantan una saeta no sólo no paran el anda, sino que -¡encima!- hay que mercerla.<br />

En ese par de minutos que dura una saeta, el agarráor pasa las de Caín.<br />

Surge así, como un de pronto, sin esperártelo. En una pará cualquiera, suena<br />

–aguda- una voz, empieza a oírse una saeta. No se hace sonar el timbre sino que,<br />

automáticamente, como en un reflejo instantáneo educado con el oficio, todos los<br />

agarráores nos paramos, dejamos de dar horquillazos, nos espatarramos bien<br />

espatarraos y nos ponemos a mercer el Santo.<br />

Al menos, así lo hacemos en El Paso Gordo.<br />

(Digo de nuevo, para quien aún no lo sepa que, para el lenguaje tobarreño, pará es<br />

el espacio de calle que recorremos entre dos descansos. Caprichos del lenguaje<br />

semanasantero, porque pará suena a pararse. Y es al revés).<br />

Pues bien, oír la saeta y separar las piernas es todo uno. Y es que si no, con los<br />

pies juntos, al mercer el Santo, la inercia, el bamboleo, el campaneo del anda, nos<br />

haría caer hacia uno de los lados.<br />

La saeta.<br />

No lo notas en el hombro, que ya viene caliente. Empiezas a notar como se te<br />

clava una aguja a la altura de ambos riñones, especialmente en el del láo en cuyo<br />

hombro descansa el palo.<br />

No lo notas en las piernas, que ya se han endurecido. Es toda la zona lumbar la<br />

que siente una presión distinta.<br />

No lo notas en los pies, viejos amigos de la calle. Empieza a ser en la espalda<br />

entera, desde el final de los omoplatos hasta la curcusilla.<br />

La saeta.<br />

El agarráor más bragao empieza a sentirse asustado e inseguro.<br />

- “¡No puó más!”.<br />

54


Pero aguantas. Nadie las pía.<br />

Arriba, en un balcón de la Calle Mayor o de la Calle de las Columnas (nunca se<br />

oyen saetas en la Plaza, ni en el Paseo, y raramente en la Calle de San Roque…)<br />

una voz mejor o peor timbrada (sólo se tiene en cuenta la intención) desgarra<br />

todos sus agudos, devocionadamente. El agarráor no oye la letra, no se entera de<br />

la música, no está pendiente de las voces. El agarráor sólo está pendiente de su<br />

afligida espalda, de su capitidisminuido coraje, de sus dorsales apuñalados.<br />

Arriba, en el balcón (que sólo excepcionalmente es en una ventana) los<br />

aaaaaayyyy, ayayayay, continúan su decir desgarrado. El agarráor –que nunca lo<br />

dirá, que ni siquiera lo reconocerá ante su caletre- es maldición contenida,<br />

reconcomio silente, blasfemia álala. Pero lo piensa:<br />

- “¡Que acabe ya, pijo!”.<br />

No se le ocurre decirlo. Pero así lo siente.<br />

Por fin, el timbre. Ha terminado la saeta. ¡A los bancos! A respirar.<br />

La saeta es una propina de veneno añadida para la noche del Jueves. Y digo<br />

noche, porque hasta el Domingo de Aleluyas del 2001 yo no había oído saetas de<br />

día. Pero esta vez se las “han echao” al Resucitado.<br />

No es error conceptual decirlo, no: ¡Cuando se oye una saeta, te duele hasta el<br />

alma!<br />

55


UNA EXTRAVAGANCIA: EL CAPUZ BAJO<br />

A mi hermanico Pedrín y a mi hijo Íñigo,<br />

agarráores con el capuz bajo.<br />

Es una pura extravagancia, algo fuera de orden, tradición y lógica tobarreños. En<br />

la Semana Santa de Tobarra hace muchos años que es excepción agarrar con el<br />

capuz puesto, pero levantado. Pero, encima, agarrar con el capuz bajo ¡y de noche!<br />

es algo que rompe todo el sentido común, toda la tradición, todo el tobarreñismo.<br />

Sólo lo he visto en el anda de La Soledad, el Viernes Santo por la noche. Pero<br />

como es agarrar, es Semana Santa y es Tobarra, debe quedar constancia en un<br />

Cuaderno de Agarráores que intenta ser universal.<br />

Agarrar con el capuz bajo ¡y de noche!, para los que usamos gafas, debe ser un<br />

martirio añadido (los cristales se empañan) que no me puedo imaginar.<br />

Con su pan se lo coman.<br />

Y ni una palabra más.<br />

56


LAS TABLAS<br />

Aquí no hay la más pequeña duda. Las tablas las ha popularizado don Jesús García<br />

Martínez, mi entrañable Jesusico, muy sanjuanero él, que, harto de llevarse las<br />

raciones de tres o cuatro agarráores, por ser el más alto del anda, se le ocurrió<br />

pensar que si los agarráores no podían crecer, el palo sí podía bajar. ¿Cómo? Muy<br />

sencillo: El huevo de Colón. ¡Pero había que inventarlo! Y eso es lo que había hecho<br />

don Francisco Martínez García (¡tantas veces citado y por tantas razones!) pero<br />

el invento no fue muy bien acogido para los palos de Nuestro Padre Jesús<br />

Nazareno… simplemente porque les sobraban hombros y combinaciones para los<br />

relevos. Pero, claro, en San Juan, con los hombros justos… había que<br />

ingeniárselas para compensar las distintas estaturas.<br />

Entre la almohadilla/cabecerilla y el palo se colocan una, dos ó tres tablas, de tal<br />

manera que estas compensen con centímetros los que les faltaban a los<br />

agarráores sanjuaneros para poder hacer pareja con Jesús.<br />

Como se ve es un invento desesperado; es como una protesta intelectiva del<br />

agarráor alto que se harta de llevar más ración de la que le tocaría, si todos<br />

fuesen de su estatura. Y el cacumen se le agudiza hasta encontrar una<br />

pseudosolución a sus “males de altura”.<br />

El agarráor más bajo, si las tablas están bien puestas, no nota absolutamente<br />

nada. Si son más estrechas que el palo o bailan, sí, puesto que son como puñales<br />

añadidos.<br />

Las tablas son tablas de salvación para el agarráor alto.<br />

No sé que se hayan puesto en otras andas que en San Juan ni la historia requiere<br />

más ringorrangos.<br />

Pero tiene que dejarse constancia de esta sofisticación semanasantera.<br />

57


LOS GUANTES BLANCOS<br />

Se están imponiendo. Hoy, en Tobarra, en la mayoría de las andas, para agarrar,<br />

hay que ponerse guantes blancos (y eso que “gato con guantes no caza ratones”).<br />

Lo llevo con una resignación digna del mejor encomio. Resignación, ¿por qué? Pues<br />

porque al llevar guantes (no sé de que estará hecho el tejido) la horquilla se<br />

“efarra”, se escurre, te se va al pijo si le pegas con ganas contra el suelo, rebota<br />

contra el mismo y salta, porque la mano no es capaz de sujetarla.<br />

¡Manazas!<br />

(El próximo paso que yo daría, si mandase algo, es que todos los agarráores<br />

llevásemos el mismo tipo de calzado: modelo, color, diseño, etc.).<br />

Los guantes blancos añaden uniformidad. Es suficiente con la túnica. Pero los<br />

guantes la refuerzan. El mismo calzado la completaría.<br />

Cada año, me pongo con toda solemnidad la túnica de agarrar, me ciño el cíngulo<br />

con espíritu de ceremonia, me pongo despaciosamente la pañoleta de El Paso<br />

Gordo (como antes me ponía la túnica de La Guapa). Llevo un par de años<br />

entrenándome para calzarme los guantes devocionadamente. Poco a poco lo voy<br />

consiguiendo.<br />

Por supuesto, el guante, si guante, blanco. Para agarrar, blanco. Es mucho más<br />

elegante, es la elegancia absoluta.<br />

No puedo remediarlo. Cuando veo a esos compañeros de palo, en la BAJADA del<br />

Paso Gordo, con espaldas de metro y medio y manos como baleos que jamás se<br />

ponen guantes el resto del año, me enternezco píamente. ¿Qué pasará por sus<br />

cabezas al ponerse los guantes blancos? ¿Qué pensarán? Probablemente, nada,<br />

porque prevalece el amor al anda y el gusto por el agarráo. Y si hay que llevar<br />

guantes blancos, pues se llevan. ¡Faltaría más!<br />

El guante blanco pone “a touch of class” en la noche del Jueves de Guantes<br />

Blancos. Y Tobarra se siente orgullosa.<br />

Yo, voy acostumbrándome. Muy a mi pesar. (Soy muy tobarreño y “gato con<br />

guantes…”).<br />

58


EL CLÁSICO<br />

A la hora de hacer literatura semanasantera, en este capítulo tan especial, el<br />

agarráor clásico tiene que ir por delante, partir plaza, ser presentado el primero.<br />

Entre otras razones, precisamente, por la literaria, porque es más fácil empezar<br />

a escribir de lo normal, de lo mayoritario, de lo común, de lo abundante, de lo<br />

general.<br />

Y lo más normal y abundante en Tobarra es el agarráor clásico, el que sirve de<br />

modelo, el que pasa desapercibido, el que no llama la atención. Puede llegar a<br />

cuarentón agarrando y nunca haber llamado la atención. Esa es su grandeza.<br />

Un día, cuando jovencico, se metió en un palo, le dieron una horquilla y se puso a<br />

hacer fuerza sin que nadie le enseñase. Y un día, años después, dejó de meterse<br />

en el anda y nadie lo echó de menos.<br />

Esa es su gloria, que no otra, puesto que no ha forjado leyenda ni desprecio a su<br />

alrededor. Ha sido uno más, que nunca ha sobresalido ni en lo bueno ni en lo malo.<br />

Se ha metido entre los palos cuando y donde le han dicho. Nunca ha protestado<br />

de nada y por nada.<br />

Jamás ha fallado a la procesión del Jueves, porque estaba convencido de que era<br />

la Procesión con mayúscula.<br />

Es, por supuesto, un buen tobarreño, un buen semanasantero. Es uno “de los de<br />

toda la vida”, de los que escriben la historia de la Semana Santa sin grandes<br />

batallas pero sin ninguna derrota. Unamuno lo hubiese incluido en su intrahistoria,<br />

en la intrahistoria semanasantera.<br />

El agarráor clásico es el más abundante, gracias a Dios. Sin ellos, la Procesión no<br />

sería lo mismo. Pero lo es, porque es clásico, perdura, permanece, proyecta.<br />

Agarrar junto a un clásico es toda una suerte. Sabes que nunca fallará. Es toda<br />

una garantía. Te da seguridad. Y uno, si es poeta y observador, le agradece con<br />

endechas todo el esfuerzo que te ha ahorrado, toda la firmeza que ha<br />

derrochado, todo el amor semanasantero que ha puesto entre los palos.<br />

Si en Tobarra hay un monumento al tambor, propugno un monumento al agarráor.<br />

Aunque sea una placa de piedra en la pared de la Ermita del Calvario.<br />

El agarráor clásico se merece ese poema en piedra, que yo escribiría si me lo<br />

pidiesen.<br />

60


EL PADRE Y EL HIJO<br />

A Guillermo. A Guille. Palo imposible de Paternas.<br />

A Jesús. A Pablo. Palo sanjuanero frustrado<br />

tristemente.<br />

Decide la edad, manda el tiempo. Para juntar en el mismo anda –juntarlos en el<br />

mismo palo es el súmmum- a un padre y a un hijo, hay que pedir permiso a los<br />

calendarios.<br />

Habrá quien piense que no, pero es mucho más entrañable ver pater et filius en<br />

los palos del anda que con el tambor en la misma cuadrilla. Es menos abundante,<br />

más ocasional. Diría, incluso, que hermosísima excepción.<br />

Tiempo, edad, crono, facultades…<br />

No es fácil, no, pero se puede tocar el tambor con 80 años. Con esa edad puedes<br />

llevar en la cuadrilla a tus hijos y a tus nietos. Pero para meter a un hijo en los<br />

palos, el hombro ha de rondar los 45 años… y a esa edad son –somos, ¡qué suerte!-<br />

ya pocos los que agarramos.<br />

Pues por eso.<br />

Mi primo Juan Abellán Hurtado y su hijo; Diego Ortiz Martínez… ¡sus dos hijos y<br />

su hija! Odón Pont Poyatos y sus dos hijos…; mi Jesusico y sus hijos…; mi<br />

hermanico Pedrín y alguno de mis sobrinos; mi hijo Íñigo y yo…<br />

Somos reatas largas, tobarreñas y bien tobarreñas…<br />

Cualquier padre semanasantero cuando su guacho empieza a andar, le compra un<br />

tambor o lo mete en las filas de su Hermandad… O las dos cosas juntas.<br />

Si, además de semanasantero, es un buen agarráor, seguro que piensa:<br />

- “En cuantico albance, ¡conmigo a agarral!”.<br />

Y ve pasar un año. Y otro. Y el chiquillo le cumple los 10, los 12… ¡Ya falta menos!<br />

Pero, claro, el padre ha tenido, también, que ir aguantándose los años y tirando<br />

de horquilla cada Jueves de Hombros. Lo lógico: El crío p’arriba y el padre<br />

p’abajo. Lo normal.<br />

61


Mientras tanto, el ejemplo. El hijo ve como el padre, Jueves tras Jueves, hinca el<br />

lomo en el anda. Y oye como le dice, horquillazo a horquillazo:<br />

- “Algún día, tú también…”.<br />

Mentalización, siembra amorosa, creación de deseo, simiente cognitiva,<br />

imaginación esparcida…<br />

El hijo –si tobarreña gleba- siente como le duele la estatura. Sólo los<br />

centímetros, que voluntad, deseo y vocación ya le han prendido. Y se prueba de<br />

puntillas con el anda en los bancos. Y va calculando:<br />

= “En un par de añicos…”.<br />

Y llega el día. Y ese día ve:<br />

- TOBARRA A HOMBROS () -<br />

“Ya soy más alto, más grande, tengo un año más. ¡Ya puedo agarrar con los<br />

«bajicos» de la Virgen!.<br />

Y mi padre decía:<br />

- «¿Agarrarás en la Virgen? Este año sí, con los «bajicos» ya puedes».<br />

Jueves Santo del 85, mi alternativa como hermano de la Virgen de Los Dolores.<br />

Mi padre fue a buscar mi túnica, roja con adornos dorados. Me la puse. Me<br />

llegaba hasta la espinilla, tenía la misma sensación que Superman con su traje, me<br />

comía el mundo.<br />

Salimos a la calle en dirección a la Iglesia. Subimos a La Encarnación. Desde allí<br />

arriba, todo el pueblo, el Calvario, el Cerro del Reloj, la Estación, se me habían<br />

quedado pequeños. Mi padre tenía que bajar el Paso Gordo. Veía cómo bajaban, en<br />

sus rostros se reflejaba el esfuerzo que hacían y, aunque La Dolorosa pesa menos<br />

que El Paso Gordo, tenía miedo, estaba nervioso. ¿Y si de repente me caigo? ¿Y si<br />

me fallan las piernas? ¿Y si me arrano? ¿Qué hago?<br />

Llegamos a la Iglesia, La Dolorosa estaba más guapa que nunca, su trono era el<br />

mejor, no había flores iguales, el manto era precioso.<br />

() N. del A.: Íñigo Hurtado Alpuente. 14 años. Revista de Semana Santa, 1.986.<br />

62


Salían todas las Hermandades. La última era La Virgen. El turno era para San<br />

Juan, y mi padre me dijo:<br />

- «Toma esta horquilla y colócate aquí».<br />

Yo tenía miedo, no quería, pero en el fondo sí tenía ganas. Ahora nos toca a<br />

nosotros.<br />

- Ringgg…<br />

El timbre sonó. Rápidamente nos agachamos, metimos el hombro debajo del palo y<br />

con grandes esfuerzos nos levantamos. La Virgen se balanceó. Notaba en el<br />

hombro un gran peso, me hacía daño, y como dice mi padre: «Se te hunde el<br />

mundo».<br />

Nos colocamos delante de la puerta para bajar las escaleras y salir a la Plaza.<br />

Descansamos un momento. Mientras, veíamos cómo San Juan se alejaba. El<br />

timbre sonó otra vez. Con La Virgen a hombros empezamos a bajar las escaleras.<br />

- «Vosotros, haced fuerza».<br />

- «Una horquilla en este palo».<br />

- «Los de atrás empujad «p’alante»».<br />

La Virgen se inclinaba, daba la sensación que se caía. Al bajar las escaleras, la<br />

Virgen se estabilizó. En el hombro se notaba, cada vez, más el peso; parecía como<br />

si un martillo te estuviera golpeando en el hombro constantemente, y te clavase<br />

en el suelo.<br />

Salimos a la Plaza. En ese momento, la Banda de Música de Tobarra, interpretaba<br />

el Himno Español. Me emocionó. Tenía el palo en el hombro, pero no me daba<br />

cuenta, estaba abstraído, en ese momento me encontraba muy bien. La banda se<br />

calló. Noté el peso, el hombro me hacía daño. Cogimos el paso. Al principio me<br />

costaba, luego me acostumbré.<br />

Llevábamos unas tres paradas, el hombro me dolía. Al principio hacía la gata, no lo<br />

hacía a propósito, pero me dolía más que llevando la Virgen bien, pedí un relevo<br />

porque no podía más. En seguida me recuperé.<br />

Luego hice dos o tres relevos más y el Viernes Santo otros tantos. Acabé la<br />

Semana Santa con el hombro rojo y con algún que otro arañazo.<br />

El Domingo no pude agarrar, pero espero el año que viene y los demás repetir la<br />

experiencia”.<br />

63


EL DE: YO, “NAMÁSQUECONUNHOMBRO”<br />

Nunca sabrá el porqué, tal vez porque nunca se lo haya preguntado. Sólo sabe que<br />

no se apaña con el izquierdo. O sólo sabe que no se apaña con el derecho.<br />

No tiene nada que ver con el dextrismo ni con la zurdez, puesto que a lo mejor es<br />

zocato y sólo carga sobre el hombro derecho. O puede ser diestro y toda su<br />

desteridad agarráora caiga sobre el hombro izquierdo.<br />

Se siente incompleto, infeliz en su propia servidumbre. Y pasa los mil y un apuros,<br />

cuando le dicen:<br />

= “Tú, ahí”.<br />

Y tiene que dejar claro, que:<br />

- “No, que con ese hombro no me apaño”.<br />

A veces, se hace el ánimo, aguanta lo que no está en los escritos y es capaz de<br />

echar una paráica con el hombro malo. Pero sólo eso y rechinando los dientes y<br />

maldiciendo la ocurrencia y viendo las estrellas y pensando desde el primer<br />

horquillazo que cuándo tocarán el timbre, que ya no púo más.<br />

Lleno de tristeza, con la ternura saliéndose por entre los dedos, con humildad<br />

franciscana, pide que le busquen una cabecerilla en el otro lao “quesque con este<br />

hombro no sé”.<br />

Es, por supuesto, un buen agarráor. Pero lo es en su hombro, que Raúl no sabe<br />

chutar más que con la zurda y no pasa ná.<br />

Ya nunca tiene pesadillas (una Procesión entera con el hombro malo) ni cree en<br />

milagros (el año que viene, seguro que sí).<br />

Se busca sus macas, claro, como meterse el primero en el palo o andar sólo en un<br />

láo de las filas. Porque lo que no puede esperar nunca es que venga el andero y le<br />

diga:<br />

= “Ah, no, tú ahí, no, que con ese hombro no puedes”.<br />

Nadie merece tanto milagro. Y agarrando, menos.<br />

64


No lo conoce nadie o casi nadie.<br />

EL QUE HA HECHO PROMESA<br />

Se presenta un año cualquiera, con aire de no haber roto nunca un plato, diez<br />

minutos antes de empezar la Procesión.<br />

Se acerca hasta el anda con timidez claustral y pregunta por el Presidente con la<br />

misma solemnidad que si quisiera hablar in person con el mismísimo Santo titular<br />

de la Hermandad. Se lleva a aquel a un aparte y con gesto de asentación parece<br />

contarle secretos de la III Guerra Mundial, a juzgar por un movimiento como de<br />

asentimiento que imprime aquel a su cabeza.<br />

= “Es c’a hecho promesa”.<br />

Entre los agarráores, se produce un clima de complicidad con el promitente.<br />

¡Cómo no! Enseguida hay un conchabeo de hombros comprensivos dispuestos a ser<br />

mucho más que testigos del ofrecimiento, de la promisión y, quien sabe, si del<br />

juramento.<br />

Naturalmente, el oferente viene impecable, impoluto, límpido, como de estreno.<br />

No pierde ni un instante su aire de monaguillo asustado o de trapense votivo.<br />

Todos saben que estas oblaciones se hacen a limine et in extenso, es decir<br />

“sacarlo y meterlo”. No hace falta ni preguntarlo. En Tobarra somos así. O nos<br />

ponemos o no nos ponemos.<br />

Por si las moscas, colocan al prometiente entre buenos hombros, para que se<br />

sienta cómodo y seguro. Todos quieren que quede bien con Dios.<br />

Al principio, con tantos brazos en las andas, pasa desapercibido. Lo malo empieza<br />

con la procesión encarruchá, en que un hombro que no apenca o un paso que no se<br />

marca, se nota y mucho.<br />

= “¡Pobrecico, ha hecho promesa, pero no sabe agarrar ni tié fuerza pá lleval el<br />

anda”.<br />

Bueno, no pasa ná. Una ración más entre los que somos…<br />

65


Pero, paráica tras paráica, el formal de palabra va cantando la gallina. Por<br />

supuesto, fuerza no hace. Pero es que encima, tropieza, no sabe picar con la<br />

horquilla y empieza a poner cara de puro escagarruciao.<br />

Le piden, cordial pero firmemente, que se salga, que va jodiendo la Procesión.<br />

- “Es qu’hecho promesa”.<br />

= “Sí, pero los demás, no. Así que, o das veinte mil duros pal Santo o te<br />

descalzas y vas detrás del anda o te la machacas con dos guijarros”.<br />

Y, como mal menor, tié que salil hincando. No termina de entenderlo. Él había<br />

hecho promesa de agarrar. Hacer fuerza es otra cosa. Se trataba de cumplir con<br />

el rito, con los demás agarráores. Pero, claro, por él no ha quedado. Dios no<br />

puede exigirle más. Quería cumplir, pero no le han dejado.<br />

Ad imposibilia, nemo tenetur.<br />

¡Pós váya un pijo!<br />

P.S.: Cuando un agarráor clásico hace promesa de agarrar… pues agarra y sólo<br />

se entera él. Aquí se contempla el caso del que ha hecho promesa sin ser<br />

un agarráor “de los de toda la vida”.<br />

66


EL VIAJERO<br />

Muchos, muchísimos agarráores vivimos fuera de Tobarra. Y tenemos que viajar<br />

hasta allí en Semana Santa.<br />

Pero no lo decimos en voz alta, no le damos importancia, lo consideramos normal,<br />

no le damos un cuarto al pregonero para que lo proclame por las esquinas.<br />

El viajero, sí, claro.<br />

- “He venío apostica dende… ná más que pá sacal el Santo”.<br />

Pero sus palabras no emocionan a nadie. ¿Por qué habrían de emocionar?<br />

- “Ayel estaba yo en…”.<br />

¡Pós bueno! Y yo en…<br />

Pero el viajero considera su asunto como intrínsecamente encomiable, está<br />

seguro de que tiene un gran mérito llegar desde tan lejos, como si viniese a la<br />

fuerza, como si le obligasen, como si fuese el sacrificio de los cien bueyes.<br />

- “Ya veis. Dos mil kilómetros p’allá y p’acá. En cuantico termine, me güervo”.<br />

Eso es. Lo termina de arreglar. Está diciendo que Tobarra le importa un pijo; el<br />

tambor, dos y los tobarreños, tres. Lo suyo es sacal el Santo y a lo demás que le<br />

vayan dando.<br />

Es un buen agarráor, claro. Incluso muy bueno. Pero le gusta presumir de<br />

kilómetros y viajes exclusivos. También “es buena gente”. En el fondo, no se le<br />

tiene en cuenta la paliza de escuchar el rollo de su coche y su geografía. Y se le<br />

permite que lo cuente tós los años.<br />

Incluso hay que bendecirlo. Que nunca falte en Tobarra. Que venga mientras<br />

pueda. Aunque cada año vuelva a soltarnos la murga de sus caminos y sus horas.<br />

67


EL PROTESTÓN<br />

Desde que mete el hombro por primera vez, hasta que lo echan, literalmente, de<br />

los palos, se pasa todo el rato protestando.<br />

- “¡Uuuuy, qu’esto no va bien!”.<br />

Parece como si su voz fuese la que clama en la verdad, puesto que emplea un tono<br />

entre admonitorio y dogmático, como quien piensa que hay que escucharle para<br />

andar por el camino correcto.<br />

- “Pero, ¿es que aquí nadie hace fuerza?”.<br />

Eso piensa. Y eso, claro, es imposible, físicamente imposible, porque si así fuese<br />

el anda no se despegaría del suelo.<br />

Obviamente, es un puro quejica, un niñato que no tiene fuerza ni para llevar un<br />

botijo. Él no lo sabe, no es consciente, no se percata. Y ese es su mal.<br />

- “¿Por qué va esto tan mal esta noche?”.<br />

Quien va mal es él, que ni sabe ni puede.<br />

Como es obvio, es un pésimo agarráor, que nadie se explica por qué y cómo le dio<br />

por agarrar, con lo bien que estaría con un tambor sobre la barriga o sentáico en<br />

una silla en la Calle de las Columnas. Pero alguien lo engañó o se engañó él sólo. Y<br />

todos los Jueves de Horquillas entona su misma cantinela de impotencia y quejas.<br />

Pero, claro, ¿quién le dice: “Largo de aquí, que lo tuyo no es esto”? Lo hace él<br />

solico cada dos o tres paráicas.<br />

- “¡Sácame, que me remuelen”.<br />

Aunque, no escarmienta. Y en cuanto se le pasa la pesaombre, o toma resuello o<br />

se autoconvence, ¡hále, otra vez adentro!<br />

Da lo mismo. Aguanta otras dos parás. Y vuelve a quejarse. Y sigue protestando.<br />

Y así un año y otro y otro.<br />

Realmente, tiene derecho a agarrar. Y la Semana Santa se lo reconoce,<br />

sufriéndolo y aguantándolo. Él también es semanasantero. Y está ¡Pá que haiga de<br />

tó!<br />

68


En la mili, fue banderín de su Compañía.<br />

Se lo tomó a bien. Se lo toma a bien.<br />

EL BAJICO<br />

Está convencido de que no hay cabecerillas de primera ni de segunda. Todas valen<br />

lo mismo. El anda pesa lo mismo en todos los palos.<br />

Es un buen agarráor. Tan bueno como el que más. Lo único que pasa es que nunca<br />

irá en la punta del palo de delante cuando su Santo entre en la Plaza el Viernes<br />

de Soles dehiscentes.<br />

¿Y qué?<br />

Pues nada, pues eso, que es tan importante como cualquiera. Él piensa, convencido<br />

está, de que como agarra más pegado a la tierra, más fuerza hace, más controla<br />

la ley de la gravedad. En cambio, esos altirujos…<br />

Y, a lo mejor, hasta es verdad.<br />

De cuando en cuando, surge la entelequia, lo irreal. Y, con el anda en la Iglesia o<br />

en el Calvario, “se mete en lo sin coger”. Pero no faltará el desfacedor de sueños,<br />

que le pinchará el globo:<br />

- “Chácho, ¿tú qué pijo haces aquí? ¡Tira p’atrás con los bajicos!”.<br />

Y el bajico sale de su palo virtual y se mete en su palo real. Sin acritud y sin<br />

soberbia herida. Él es un agarráor tobarreño. Eso es lo importante.<br />

Como ya he contado, en algunas Hermandades, pá que tós pudián sacal pecho,<br />

ponían a los bajicos delante cuando la Procesión iba p’arriba y los pasaban detrás<br />

en el cruce de Columnas con el Paseo. Pero otras, nunca lo hicieron. Y los altos,<br />

siempre fueron delante, p’arriba y p’abajo.<br />

Cosas.<br />

El bajico, eso sí, tiene también su piacico é gloria semanasantera. Tamién.<br />

Bajico. ¡Porque se puede!<br />

69


EL ALTIRUJO<br />

Sería un buen campeón de recolecta de higos sin escalera. Pero un pésimo<br />

“mendimiador”. Es un Furia () , una güena espingarda, un tío más largo que un día<br />

sin pan, un zagal más grande que la Bondad del Señor.<br />

Tó eso.<br />

Pero le gusta agarrar. Le gusta y es una jodienda pá él y pá tós, porque no<br />

encuentra compañero de palo ni, casi, de sitio: Ni alante ni –por supuesto- atrás.<br />

Él se mete, eso sí, estira la cabecerilla hasta la puntica del palo de delante, que<br />

casi se sale, con la esperanza de que ceda y se acomode a su altura. ¡Ni por esas!<br />

Y entonces, una de dos: O agacha el lomo tanto que tié que hacel fuerza en mitad<br />

de la espalda, (lo que resultaría inútil por imposible) o se retuerce muchísimo, en<br />

la confianza de que su hombro baje hasta la altura de los otros.<br />

¡Ná que hacel!<br />

Es demasiado alto.<br />

No es que sea el más alto, es que es alto de más para ser agarráor tobarreño.<br />

Pero lo es, siente que lo es, y, aunque sea pá catal.lo es capaz de hacer dos<br />

paráicas, aunque se remuela y se haga terretremo.<br />

Él, lo intenta. ¡Y a fe que lo consigue! Que se lo pregunten a Odón Pont Poyatos,<br />

“el primer” altirujo de mi generación.<br />

Los demás, lo miran con pena, con infinita pena, con decidida conmiseración,<br />

porque saben de su lucha entre la vocación y la estatura.<br />

Menos mal que, de esos, en Tobarra, sólo hay cuatro o cinco. Y perfectamente<br />

localizados: Ricardo Pérez en el Paso Gordo, Antonio Martínez en Nuestro Padre<br />

Jesús, El Largo en San Juan… No dan ni para un relevo en La Burrica, que sería<br />

una solución: Que sólo saliesen en La Burrica. Pero nadie quiere irse de su<br />

Hermandad. O, ahora que lo pienso: También sería solución que algunos bajicos<br />

subíos a la monita de otro les hicieran una paráica para que los altirujos pudieran<br />

cumplir con su imposible vocación de agarráores tobarreños.<br />

() N. del A. El Furia fue una persona de La Nava que, en los años 50 destacaba por su<br />

estatura. Vide mi libro El Patato.<br />

70


EL HORTERA<br />

Él piensa –bueno, pensar no piensa- que, como la túnica iguala, puede y debe<br />

mostrar sus singularidades, dejando ver sus dudosos gustos.<br />

Realmente, hasta que se pone la túnica –que no hace sino paliar sus escasos<br />

imagen y criterio- parece como que haya dejado aparcada la moto –una moto de<br />

manillar alto y amplio- en el mismo Camino de Hellín. En otro tiempo y lugar,<br />

habría dejado atado el caballo en la puerta del saloon.<br />

Es agarráor, claro, agarra como cualquiera, pero es un hortera. Y eso no se puede<br />

remediar. Se es hortera como se es rubio o bajico.<br />

El hortera tiene el mal gusto de meterse en el palo con sus gafas de sol –cristal<br />

negro combado y anchísimas patillas negras- dejadas caer más atrás de la frente.<br />

No es que el sol del Calvario le vaya a herir sus lindos ojos. No. Bueno, tal vez<br />

mañana, pero es que esta es la Procesión del Jueves de Bombillas.<br />

El hortera da la nota apareciendo a agarrar con zapatillas de deporte, de esas<br />

que tienen una suela muy gorda con plásticos como de aire, trasparentes. Lleva,<br />

claro, calcetines blancos. Todo ello por más que en los últimos años se venga<br />

rogando que no se vista así.<br />

¿Y los tejanos? ¡Cómo no va a venir el hortera con tejanos! ¡Pues claro que sí!<br />

Ojo, que no es un problema de edad, que el hortera ya no cumple los 30. Por lo<br />

menos eso dice la fecha de una pulsera de oro, gordísima, que asoma bajo la<br />

manga de la túnica de su gobanilla derecha, que él tiene buen cuidado en dejar<br />

ver abrazando el palo por encima.<br />

El hortera agarra. Y hace fuerza. Y apenca cuando le mandan. Y hace lo que le<br />

dicen.<br />

El hortera es buen chico. Seguro. Pero le pierden el mal gusto y la falta de<br />

discernimiento.<br />

Agarráor y hortera.<br />

¡Mecachis! Nadie es perfecto.<br />

71


Le animan o se anima.<br />

EL DE “UNAPARÁICANAMÁS”<br />

Se ha hecho viejo o está, coyunturalmente, enfermo.<br />

Sabe que no podrá mucho y como no quiere fastidiar a los demás, se resigna a<br />

hacer una paráica na más. Habla con el andero. Le habla como haciendo catarsis o<br />

como confesándose o como pidiendo perdón. Es natural: Es agarráor, pero las<br />

circunstancias, la edad, la puta vida, lo que sea, sólo permitirá que haga<br />

“unaparáicanamás”.<br />

Se decide, como “pá que no se le salte la hiel”, que el anda es manjar y banquete<br />

para el buen agarráor.<br />

Se empeña, como “pá quitarse la golica”, que el palo es envidia y celos para el<br />

buen semanasantero.<br />

Todo, menos no agarrar, que el día que no agarre empezará a ser viejo. Y lo sabe.<br />

El andero lo consiente, claro. Como debe ser. Incluso le da a elegir:<br />

- “¿Quiés en la Plaza o en el Paseo?”.<br />

Y el agarraór de “unaparáicanamás” se devana los sesos ante la disyuntiva.<br />

Por supuesto, no tiene nostalgia de la Semana Santa del año anterior. O de la de<br />

hace 20 años. Entonces… entonces era entonces… Ahora es tan agarráor como el<br />

que más, pero haciendo “unaparáicanamás”.<br />

Mandan las circunstancias.<br />

Es un tiempo breve. De timbrazo a timbrazo. Veinte o veinticinco horquillazos. Ni<br />

tiempo de calentarse el hombro. Pero el agarráor de “unaparáicanamás” ha tocado<br />

el cielo con los dedos durante treinta metros de Procesión, Calle Mayor arriba.<br />

Y el año que viene, más.<br />

¡Que su Santo le siga animando!<br />

72


UN TÍO COMO UN PINO<br />

Se ve, se nota. Marca presencia. Suele rondar el 1’80 mtrs. y tiene unas espaldas<br />

como un saco de 100 kgrs. Es como un tronco bien crecido.<br />

Es un lujo en el anda.<br />

Encima, suele ser buena persona, disciplinado, obediente, sufrido, cordial…<br />

Acostumbra a ponerse en la punta del palo de fuera, derecha o izquierda, le da lo<br />

mismo, pues los dos hombros le sirven.<br />

Normalmente, lleva el pelo corto, como el de un fraile, que deja escapar un<br />

pescuezo como de buitre.<br />

Es como un mastodonte bonachón, con pinta de no matar ni una mosca, pero que<br />

insufla tranquilidad a quien agarra cerca de él, como dando la sensación de que “si<br />

me salgo del palo, pós no pasa ná, que pá eso está éste aquí al láo”.<br />

Es un espléndido ejemplar tobarreño.<br />

Todo el mundo le quiere, le respeta, porque toda la Hermandad sabe que se<br />

cuenta con él para lo que sea, que nunca ha dicho a nada que no, que está<br />

dispuesto a hacer lo que le digan.<br />

Es como una nota de dignidad entre los palos.<br />

Jamás presume de nada y mucho menos de fuerza, de cargar más que nadie, de<br />

tapar a otros que pueden menos.<br />

Por desgracia, no abunda. Porque estos tarzanes no tienen nada que ver con esos<br />

animalacos que provocan estúpidamente en las esquinas de las madrugadas<br />

tamborileras.<br />

El cachas es todo un alarde de presencia y majestad, Calle Mayor adelante. Pero<br />

sobre todo es imprescindible a la hora de “mercer el anda” cuando cantan una<br />

saeta. Ahí el forzudo da todo un concierto de riñones.<br />

Se le jalea con facilidad, se le anima con poca cosa:<br />

- “¡Ahí, que duro eres!”. “¡Miá qu’eres ten.ne!”.<br />

Y el tiarrón sonríe complacido, con la sencillez de los sencillos.<br />

73


EL SOPLAO<br />

Hay quien se pasa todo el año soplao, menos la tarde del Jueves de Alardes para<br />

sacar su Santo. Es como un ritual de familia y siglos: No lo cata desde que deja<br />

quieto el tambor en la trasnochá del Miércoles. Ese día duerme el Jueves, su<br />

Jueves de abstinencia –gazpachos viudos y botijo- hasta las dos de la tarde.<br />

Pero no es del caso.<br />

El soplao es el caso, sí, de quien, sin voluntad ni consciencia, por razones de<br />

amistad y endolencia, se avía –como sin querer- a la hora de comer del Jueves y,<br />

casi sin enterarse, le llega la hora de la Procesión. Naturalmente, se presenta en<br />

ella como siempre, con la misma formalidad de siempre, con el mismo espíritu de<br />

siempre y con el mismo “sin quedarle otra” de siempre.<br />

Pero está soplao.<br />

Es como la machadiana primavera, que llega y “nadie sabe cómo ha sido”.<br />

En principio no se lo nota nadie. Él es “de los de siempre”. Con lo fragoroso de la<br />

Iglesia – Santos por aquí, horquillazos por allá, himnos por acullá – no se entera<br />

nadie. Él ha cogido una horquilla, ha respondido a la voz de,<br />

= “¡Arriba!”,<br />

y ha intentado hacer fuerza con el hombro. Mejor dicho, con los riñones, pero<br />

desde el hombro.<br />

Arrastrando los pies, medio tropezando, baja los escalones de la Iglesia y casi se<br />

enreda con la horquilla, cuando se la dan, después de llegar el Santo a la<br />

replaceta.<br />

Y ahora y ahí, sí.<br />

Sus compañeros de láo empiezan a notar algo raro. Rareza que se acrecienta<br />

cuando el anda llega a la puerta de don Antonio Redondo y empieza a enfilar la<br />

cuestecilla camino de la Plaza.<br />

= Chácho, ¡tú has mamáo!<br />

- ¿Yo? ¡Un pijo!<br />

74


Pero, sí.<br />

¡Odo! Un soplao en la cuadrilla, vale, que hasta es lo normal, pero en los palos, no,<br />

que con lo que pesa el Santo, tenemos que hincarla tós.<br />

Se ratifica el dogma: Beborreo y horquilla… incompatibles.<br />

Tienen que llamar al andero, porque el tío se ha apestillao en el palo y quié lleval<br />

el Santo el sólo.<br />

Cuesta Dios y ayuda convencerlo.<br />

Al final, lo chocean como pueden y se echa por los callejones en busca de no se<br />

sabe qué justicia.<br />

El olvido.<br />

En la mañana del Viernes de Soles se presenta en la Iglesia más tieso que un<br />

cetro y más fresco que un babáol. Coge una horquilla y se mete en el palo.<br />

¡Aquí no ha pasao ná!<br />

75


EL ATILDADO<br />

Es un cromo, es todo un figurín. Sus zapatos y pantalones, a juego con el color de<br />

la túnica, que para eso los ha escogido especial y previamente. Se ha dejado las<br />

uñas en el cepillo con que ha sacado lustre al cuero de su calzado. Ha examinado<br />

la raya de la pernera con rigor de biólogo, con seguridad de astronauta, con<br />

firmeza de teólogo.<br />

Su túnica es todo un ejemplo: Limpia, relimpia, planchada, requeteplanchada, que<br />

para eso ha querido estar presente mientras lo hacían, como quien no se fía. La<br />

ha puesto en sitio seguro con el ceremonial del mejor mozo de espadas cuando<br />

“hace la silla” para torear en La Maestranza: Túnica, cordón y pañoleta para el<br />

cuello. Ah, y los guantes blancos, que en Tobarra se han puesto de moda para<br />

agarrar, convirtiéndose en obligación para meter el hombro en muchas andas.<br />

Exactamente, una hora antes de la procesión entra en el cuarto de baño para<br />

arreglarse como si fuese el novio de la boda. Se lava los dientes, se los enjuaga<br />

una y otra vez porque sabe que el aliento se escapa en algún repecho o al sacar el<br />

Santo de la Iglesia o al pasar alguna esquina o…<br />

La obligada ducha tiene mucho de ablución, bastante de bautismo, algo de<br />

catarsis y una pizca de purga en los poros.<br />

No hay bastante desodorante en el mundo para embadurnarse la sobaquera. Una<br />

pasada y otra. Y esta para arriba y esta para abajo y esta para la derecha…<br />

Se inventó la colonia para este momento y acto.<br />

¿El pelo? Una pasá del peine y otra y otra…<br />

Cuerpo, uniforme, alma…<br />

Las uñas de las manos, las uñas de los pies, calcetines nuevos, calzoncillos de<br />

estreno, la camisa puesta una vez…<br />

Es el agarráor atildado.<br />

Hace que le vistan como a un novio, como a un torero, como a un general.<br />

¡Cuidado! La túnica puede arrugarse cuando pasa por la cabeza y desciende por el<br />

cuerpo. Manos arriba para que el cinto, cíngulo, cordón… caiga en el sitio exacto;<br />

76


para que los nudos no estén más arriba ni más abajo, que luego las borlas<br />

bailotean contra las rodillas al marcar el paso y hace muy feo. La pañoleta al<br />

cuello. Ahí quiero verte: Primoroso, peripuesto, que es lo que distingue al<br />

agarráor del nazareno, porque estos llevan capuz y eso está bien pá las mujeres y<br />

los guachos.<br />

Es el agarráor relamido.<br />

No baja nadie tan pulquérrimo hacia la Plaza, Calle Mayor adelante o San Antón<br />

p’arriba.<br />

Atusado, impecable, perfectamente emperejilado.<br />

Es una gloria que te toque en el palo un tío así. Cierras los ojos entre pará y pará<br />

y hay un vago rumor de rosas sincopadas en el consciente. Lo malo es el peso…<br />

P.D.: No sé si seré o no un agarráor atildado, pero conste aquí para siempre<br />

que yo hago todo eso… menos –imposible- lo del pelo y el peine. Ha sido<br />

todo un gustazo en los últimos 24 años, acicalarse así para BAJAR El<br />

Paso Gordo. Si he preparado mi psique y mi cuerpo durante 51 semanas,<br />

¿cómo no atusarme durante una hora para la Gran Ceremonia?<br />

Antes de la BAJADA, me siento “novio” de Tobarra. Y para ella preparo<br />

toda mi liturgia corporal: Limpio, lamido, pulcro, impoluto, aljofifado…<br />

Perfumado, aromoso, bienoliente… ¡Hecho un pincel!<br />

¡Faltaría más!<br />

77


EL MARRANDÓN<br />

Es una tristísima excepción. Así: Tristísima y excepcional. Pero existe. Aquí sí<br />

que se trata de fauna, de pura fauna, de animalidad pura.<br />

A veces, rara vez (gracias sean dadas al Santo titular del anda) aparece entre los<br />

palos un guarro. Si: Un guarro/marrano/cochino/espeso/gorrino. Vamos, un<br />

agarráor que no se lava nunca o que, por lo menos, no viene lavado a la Procesión.<br />

¡Quién lo diría!<br />

A simple vista, es obvio, no se nota. Va sucio, pero es por dentro. Y, claro, pasa<br />

desapercibido. Es después, “parás” adelante, cuando te percatas.<br />

Si. El buen agarráor suda. Suda como un condenado en el Infierno. Es más: Hay<br />

una transpiración típica del agarráor y que no se produce más que agarrando. Ni<br />

en la playa ni haciendo deporte ni amando desaforadamente. Es un sudor que<br />

nace, el muy jodío, en el mismo cogote y busca con desesperación la espalda hacia<br />

abajo, vértebra a vértebra, canalillos despiadados que recorren presurosos los<br />

paravertebrales hasta la mismísima curcusilla.<br />

Y ahí, ¡sálvese quien pueda!<br />

En el agarráor atildado, no produce nada. Ni efluvios, vamos. Pero en el guarro,<br />

nacen un serie de ácidos, bases o sales (la química no es lo mío) que provocan<br />

odorinas y pestilencias, flagelo de colindantes, castigo de compañeros de palo,<br />

suplicio de penitentes en general. Si el tema es serio puede llegar a provocar<br />

protestas del portaestandarte de la Hermandad siguiente.<br />

¡Ah, dios de las ciecas, musa de las balsas, santón de los hilos! ¡El marranaco no se<br />

lava desde el Lunes de Mona y estamos en Jueves Santo!<br />

Se produce la debacle. La sobaquera, la entrepierna, los propios pinreles…<br />

¡Relévame, andero! Me rilo, me rajo, me escagarrucio, me salgo del anda y me voy<br />

al Cerro a respirar…<br />

El marranuzo.<br />

Ni una palabra más. Pero ni un testimonio menos.<br />

78


EL CALVO<br />

A mi padre, calvo que nunca pudo agarrar por su cojera.<br />

Como agarráor, es uno más. Ni bueno ni malo, ni mejor ni peor. Pero desde los<br />

balcones es todo un punto de referencia entre los palos, donde todas las cabezas<br />

parecen iguales, menos la suya.<br />

¡Fritilla, molondra, bombilla…!<br />

Enseguida suda. O suda cuando los demás, pero le brilla más la calva y pone una<br />

luz especial entre las cabecerillas.<br />

- “¿Dónde va Juan?”.<br />

Es muy fácil encontrarlo:<br />

= “Delante del calvo, a la derecha del calvo, dos más p’alante que el calvo”.<br />

Es, sin duda, el primero que se ve, que se nota, cuando se echa una miráica rápida<br />

entre imágenes y palos, que hay que empapusarse bien de Procesión y lo mismo<br />

vale el Santo que la peana.<br />

El privilegio del calvo es la fotografía, radica en las fotografías. Como es lógico,<br />

es el primero que se ve, el que más se ve. Simplemente, porque marca la<br />

diferencia en una perspectiva general, aunque él no la provoque, pues no se va a<br />

poner peluca p’agarral.<br />

Suele aguantar siempre la misma broma:<br />

- “A ver si te enreda la melena entre los palos…”.<br />

Y el calvo se pasa la mano por “la pelambrera”, protegiéndola del peligro de tal.<br />

También suele oír de los que en ese momento no van dentro, mensajes de ánimo,<br />

tan claros como:<br />

- “¡Aprieta, pelucas, que apretando te hicieron!”.<br />

El calvo se resigna con paciencia de pastor de Abenuj.<br />

Lo que está claro es que todas las luces del Jueves tienen envidia de su espejo y<br />

celos de su dehiscencia.<br />

79


EL GUAPERAS<br />

Guapo y agarráor. ¡Pá qué quiusté más, señorito!<br />

Generalmente, coincide por guapo y por alto. Alto, lo justo. Guapo, de sobra.<br />

Agarráor, convencido.<br />

Pasa por la Calle Mayor rompiendo corazones, destrozando los sentidos de las<br />

sillas y las rejas, haciendo temblar de languidez los balcones y las saetas.<br />

El guaperas provoca un deseo en cada horquillazo, lanza un beso al aire en cada<br />

paso, despierta un piropo en cada timbrazo.<br />

¡Qué guapo es, mecachis en la mar!<br />

Y luego, encima, coincide con que sale en una Hermandad puntera, que si saliese<br />

en las pobrecicas (oh, Dios del Jueves; en Tobarra ¿hay Hermandades pobres y<br />

ricas?), pasaría desapercibido y nadie repararía en él.<br />

Los pobres nunca son guapos. Pero es que los pobres, además, no encajan en una<br />

Hermandad de señoritos. Por eso, todos los guapos salen en esas Hermandades<br />

que todos sabemos que se inventaron para la beautiful people. ¿O no es así? Es<br />

como si se hubiese hecho aposta. La naturaleza es sabia y termina de arreglarlo.<br />

Todo ayuda. Hasta el color de la túnica.<br />

El guaperas no hace nada por serlo. Es que lo da la mata. Él se limita a ir en la<br />

punta del palo, delante, a meter el hombro cuando lo dice el timbre y a mirar<br />

hacia el suelo en un puro rubor. Es consciente de que si, encima, agarrando, se<br />

cruzase su mirada con la de alguna muchachica, podría provocar síncopes y<br />

vahídos. Y tampoco es eso.<br />

El guaperas sería una flor inútil si en Tobarra agarrásemos con el capuz bajado.<br />

Pero no es el caso… salvo en La Soledad.<br />

Alto, fuerte, guaperas… Tobarra se hace milagro en el hombro de un muchacho<br />

que va pegando horquillazos Paseo abajo, conquistando esquinas/hembra y<br />

enamorando cetros femeninos. ¡Porque se puede!<br />

80


EL DEVOTO<br />

En Tobarra difícilmente se agarra por un espíritu penitencial. Nos gusta agarrar<br />

y lo que complace es imposible que mortifique. La auténtica manera tobarreña de<br />

demostrar –para la endolencia- dolor de atrición y contrición, sería –pudiendo<br />

hacerlo- no agarrar. El martirio de Tántalo debe ser cosquillas y mimitos<br />

comparado con el ir detrás de tu Santo y no echar ni una sola pará, simplemente<br />

porque encontrándote bien y en forma, has hecho promesa de no agarrar. Eso sí<br />

que debe ser un auténtico martirio, insoportable castigo, inaguantable dolor.<br />

Claro que nadie hace promesa de no agarrar. ¡Cómo hacerla!<br />

Pero, sí, de cuando en cuando, notas que tu vecino de palo es un devoto. Incluso<br />

alguna vez, notas que, horquillazo a horquillazo, dice una jaculatoria o murmura<br />

una oración. No es lo normal, pero pasa. Naturalmente que pasa. Una parte de la<br />

Semana Santa se siente penitencial y arranca desde la penitencia. El devoto se<br />

siente partícipe de un acto de fe y lo demuestra agarrando. Él no lo pregona, no<br />

lo cacarea, pero lo siente así.<br />

Lo que debe quedar claro es que la fe es una cosa, la práctica religiosa, otra, y el<br />

agarrar por devoción un tercer asunto que no tiene nada que ver con lo anterior.<br />

En alguna Hermandad –Paso Gordo antes de la Bajada, por ejemplo- se reza un<br />

Padre Nuestro con toda solemnidad, inmediatamente antes de levantar el anda<br />

por primera vez. Pero eso no quiere decir que a mitad de la Cuesta, los<br />

agarráores piensen que vayan haciendo penitencia. O, al menos, nadie lo nota.<br />

El devoto.<br />

No es fauna abundante, sino todo lo contrario. Pero tiene que dejarse constancia<br />

aquí por disciplina de observador y, sobre todo, para evitar que luego, quien le<br />

busca tres pies al gato, se regodee en su recriminación:<br />

- “Macho, te has olvidado de…”.<br />

Y, claro, yo no me lo perdonaría, porque faltaría una parte –pequeña- de la verdad<br />

semanasanera.<br />

81


EL PILLÍN<br />

Pillín/pillico, que es la terminología tobarreña para nominar lo que en otros sitios<br />

es un listín/listillo.<br />

El pillín es el que nunca está cuando lo necesitas. Se pone la túnica, eso sí, pero<br />

sólo se deja ver cuando ya está el Santo en marcha, y dice muy solemnemente:<br />

- “Bueno, si alguien se cansa, aquí estoy yo”.<br />

Pero desaparece inmediatamente. Cuenta las estaciones por bares y aparece en la<br />

puerta de La Roja o de El Palmar con un botellín de cerveza en la mano derecha,<br />

como “dando novedades”, como un “aquí me tenéis, que no me he ido”.<br />

El pillín no es ni agarráor ni hombre de fila, porque realmente tampoco se mete<br />

entre estandarte y Santo para hacer bulto y Procesión. Mucho menos, ponerse<br />

detrás del Santo, porque entonces pueden cazarlo y meterlo en los palos.<br />

Eso sí, tiene muy concretos intereses: Le gustaría agarrar precisamente en una<br />

calle concreta y en unas parás concretas para seguir manteniendo su leyenda<br />

particular ante su familia o sus amigos. Para eso sí que se prestaría gustoso,<br />

puesto que para eso se ha puesto la túnica. Su concreción es tanta, que suele ser<br />

imposible. Su coartada es tan corta, que nunca puede defenderla.<br />

El pillín no engaña a nadie, claro. Por lo menos, en su Hermandad. Son muchos<br />

años haciendo las mismas pillerías. Y es que es tan pillo, que se le vio el plumero la<br />

primera vez y no ha hecho nada por remediarlo.<br />

Su sueño dorado e irrealizable (no le dejan, faltaría más) sería entrar el Santo<br />

en la Plaza, delante y por fuera, el Viernes de Expectativas por la mañana.<br />

Siempre se queda con las ganas. Precisamente, por ser un pillín.<br />

82


EL ZAGAL<br />

Tal vez aún no se afeite todos los días. Pero o él mismo o su padre o quien sea,<br />

han pensado que ya debía tener fuerza y redaños para empuñar una horquilla.<br />

Y lo ponen a disposición del mandamás, del andero.<br />

- “¿No has agarrao nunca? ¿Es la primera vez?”.<br />

Si no fuese demasiado serio el asunto, podría escribir diez bromas para<br />

situaciones de primerizos. Ni se me ocurre hacerlo.<br />

El zagal está nervioso, metido en el miedo de la piel de sus 14, sus 15, sus 16<br />

años, que en esto manda sólo la estatura. El tobarreño es orgulloso y piensa que…<br />

… para agarrar,<br />

“albanzar”.<br />

Sólo eso. Se cree que la fuerza influye menos. Pueden más las ganas y los<br />

centímetros que la técnica y la fuerza.<br />

Y así, un casi crío ve que de un año para otro le sacan de la fila para meterlo<br />

entre los palos.<br />

- “Este no vuelve a estar cerca del estandarte, en su vida”.<br />

Ya se sabe: De Estandarte a Cetro Mayor, la Hermandad. Pero el estandarte<br />

queda lejos del trono.<br />

Eso sí, el zagal va hacia la Plaza, antes de la procesión, sacando pecho, pensando<br />

que esos mismos pasos en la Calle Mayor los dará dentro de un rato, pero en<br />

sentido contrario y cargando su Santo.<br />

Se lo ha contado a sus amigos, a las zagalicas y, sobre todo, a esa zagalica tan<br />

especial.<br />

- “Este año, voy a agarrar”.<br />

Daría cualquier cosa por que esa zagalica estuviese en la esquina, en su esquina,<br />

en esa esquina donde han aherrojado sus respectivas timideces para arrojarse al<br />

83


unísono una mirada distante, una frase de doble sentido, y hasta quien sabe si se<br />

han robado un beso.<br />

En el anda, todos lo reciben de mil amores. Unos por pura casta de agarráor;<br />

otros porque piensan que “uno más, una ración de peso menos”. La mayoría porque<br />

cumplen una ley heredada: La de la solidaridad de las andas que es mucho más<br />

compacta y mucho más fluida (es bidireccional) que la de la propia Hermandad.<br />

En el agarrao hay compincheo. Y deben enseñarle al zagal que empieza, todos los<br />

secretos.<br />

- “No te preocupes, nene”.<br />

El agarráo tiene mucho de iniciático y si la Hermandad está bien aglutinada, el<br />

agarráo tiene mucho de sectario.<br />

Gracias a Dios.<br />

Los zagales, los novatos, se estiran, quieren ser más altos, como si estatura y<br />

agarráo “tuvian argo que vel”.<br />

Se sienten solos, eso sí. Saben que el trago lo tienen que pasar ellos solos, que<br />

eso no se lo quita nadie.<br />

El novato tiene miedo. Mucho miedo. Miedo a no poder. Miedo a escagarrizarse (o<br />

escagarruciarse, que es su primo filológico). Miedo a que lo echen del anda porque<br />

alguien se ha equivocado y aún no está en condiciones de agarrar.<br />

El novato es un catecúmeno consciente de que su fuerza y su decisión son el agua<br />

de su bautismo. La horquilla le parece mucho más peligrosa que el arma<br />

reglamentaria a un recluta. Pero la toma con firmeza.<br />

Conforme se va acercando mi final como agarráor, siendo ya abuelo, me<br />

entretengo en educar “nietos” ajenos en el tobarreño empeño de agarrar. En el<br />

año 2002 tuve la satisfacción de ver delante de mí, con los altos del Paso Gordo a<br />

El Chispa, el torero tobarreño, que a sus 18 años creció con respecto al 2001, en<br />

que aún agarró con los bajos. Y el Domingo de Callejones, San Antón adelante, en<br />

El Resucitado, hemos llevado a la hija de Antonio Sardina…<br />

- “… ¿cuántos años tienes, nena?…”.<br />

84


= “¡Catorce!”.<br />

… entre Antonio y yo. Y a mi derecha, en el lao de la horquilla a otra guacha.<br />

- “… ¿y tú?”.<br />

= “¡Diez y ocho!”.<br />

Pero el record personal ha sido en 2004, cuando me he percatado –Viernes de<br />

Tomillos– que un zagalote a quien no conocía, se ha pegado a mí –detrás, en el<br />

Calvario pá subil; delante, calle abajo– y hemos hecho toda la procesión juntos. En<br />

el mismo palo. ¡Dieciséis años! “¿Va Vd. bien?”. Una vez... otra vez... (Se han<br />

“chivado” las fotos. Alguien le dijo que “se pegase a mi p’aprendel”. ¡Gloria a sus<br />

bisabuelos Presenta y Puche!<br />

¡Gloria bendita! El zagal, la zagala. La Tobarra agarráora presentida y esperada.<br />

Les inyectas orgullo y vocación con las ganas y el ejemplo. Te divierte que te<br />

hablen de Usted porque, como es natural, no es que puedas ser su padre. Es que,<br />

biológicamente, podrías ser su abuelo.<br />

El zagal, la zagala, confían en ti y tú lo notas. Les transmites seguridad. Te ven<br />

como un Ángel de la Guarda algo mayor, pero muy decidido que impide que pueda<br />

pasar algo no deseado.<br />

Naturalmente, no pasa nada. Nunca pasa ni pasará nada. El novato agarrará por<br />

primera vez con la misma naturalidad que si echase las uñas a un mojete.<br />

Al atardecer del Jueves de Principiantes o al medio día del Domingo de<br />

Debutantes, Tobarra da un abrazo a un nuevo agarráor para que siga haciendo<br />

Historia, como está escrito.<br />

85


EL VETERANO<br />

A Diego Ortíz, el alfarero, el “masetas”, el<br />

más bragao de los agarráores de la Bajada,<br />

en los años 90 del siglo XX.<br />

Dios sepa qué motivaciones le empujan a seguir entre los palos. Pero, claro,<br />

también sepa Dios cuando un agarráor es considerado viejo o cuando se es viejo<br />

para agarrar. Hay quien con 30 años no puede ni con la horquilla y hay quien<br />

“blinca” sobradamente los 50 y continúa entre los palos. También depende, es<br />

obvio, del anda y de los relevos.<br />

Cuando escribo esto, concretamente esto, es agosto de 2.000, sábado 26, y hace<br />

exactamente 10 días que me cayeron los 58. En la última Semana Santa cumplí<br />

como los buenos en el Paso Gordo y en el Resucitado, y precisamente el último 16<br />

de agosto, en que pillé los dichos 58, llevé a San Roque toda la Procesión. (En otro<br />

lugar he hablado del agarráo semanasantero y de “llevar los Santos” fuera de<br />

Semana Santa. Parece lo mismo, pero Tobarra se demuestra a sí misma que no lo<br />

es).<br />

Ya lo he dicho: Desde hace, más ó menos, una década, -en mi mente y en mi<br />

sueño- BAJO el Paso Gordo todos los días del año. Y estoy seguro (y así se me ha<br />

profetizado por quien está muy cerca de mis manías- Elena, seis años ya mi<br />

secretaria-) de que al día siguiente, justo al día siguiente de mi última pará, sea<br />

cuando sea y en el anda que sea, empezaré a ser un anciano, empezaré a sentirme<br />

definitivamente viejo de alma y de cuerpo.<br />

Sic transit gloria mundi.<br />

Entre tanto, Carpe diem, aprovecho ¿desesperadamente? (ilusión –toda- y<br />

fuerzas – justas para cumplir-) cada uno de mis momentos para sentirme, como<br />

se siente torero un torero, para seguir sintiéndome agarráor tobarreño.<br />

Más adelante escribiré sobre motivaciones. No voy, por tanto, a hacerlo aquí.<br />

Porque aquí, en esta fauna de agarráores, prefiero objetivizar. Y contar mi puro<br />

sentir de viejo y de agarráor. Y contar mis batallitas, que son las de muchos<br />

tobarreños… que no saben contarlas, como yo no sé informática o física.<br />

En el Paso Gordo (que, con la Dolorosa, han sido mis dos andas de agarráor,<br />

digamos, institucional) en el Paso Gordo, decía, está el mejor grupo de<br />

agarráores de la Semana Santa de Tobarra. Sin duda. Allí se tienen en cuenta<br />

todos los pequeños detalles que conducen a la perfección agarráora. Pepe Garrido<br />

86


elige uno por uno los que van a hacer el próximo relevo. Y así, hasta 30 hombros<br />

cada vez. Pepe Garrido sabe que desde hace un par o tres de años, aspiraba a<br />

quedarme “como el más viejo de los agarráores del Paso Gordo”. Era –es- una<br />

ilusión inefable, mágica, tal vez genética, seguro que soberbia, pero<br />

absolutamente risqueña.<br />

¡Quería ser el más viejo de los agarráores del Paso Gordo! ¿Y qué?<br />

Viernes Santo 2.000. Mañana de Manos y Marchas. Al volver del Calvario, en los<br />

Caños, Pepe Garrido me dice “que entraré en el Teatro y que necesita un tío<br />

veterano que dirija desde los palos, Calle Mayor Abajo”.<br />

Me gustó, me encantó. En Viernes Santo, saberme veterano, tobarreño y<br />

agarráor del Paso Gordo… Con eso… ¡qué más quería de la vida…!<br />

Efectivamente, me metí… ¡y adelante! El Paso Gordo casi se lleva solo, pero aún<br />

me permití decir un par de veces.<br />

- “¡Quietos…! ¡Despacio…! ¡Venga…! ¡Ahora…! ¡El paso más corto…!”.<br />

No me había fijado, pero al dejar el relevo en la Purísima, una miajica más pallá<br />

de mi casa de la Calle Mayor 46, (-ahora, nº48-) me pidió Pepe Garrido que<br />

reparase en la edad de mis compañeros de láo en ese relevo. (Él sabía que yo no<br />

había caído en la cuenta).<br />

- “Ninguno de ellos es mayor que el más pequeño de tus hijos”.<br />

¡Me metió en un relevo de veinteañeros! Todos tenían menos de 25 años. ¡Lo había<br />

hecho aposta! Y es que lo normal en el Paso Gordo es repartir jóvenes con viejos…<br />

pero no como esta vez: ¡Un viejo y catorce jóvenes!<br />

Una vez comprobado, ya hacia la Plaza, todo fue andar y llorar. ¿Qué me hubiese<br />

importado morir entonces?<br />

Hoy, 127 días después, todo es escribir y seguir llorando. ¿Qué me importa morir<br />

ahora?<br />

Tobarra, El Paso Gordo y yo somos así.<br />

La veteranía, esa bendita e inevitable circunstancia que nos obliga a más, que<br />

nunca nos condiciona a menos.<br />

87


EL BUENO<br />

Es casi toda Tobarra. La que come recio y agarra recio.<br />

Reivindico un letrero en la Carretera que diga:<br />

¿Por qué no?<br />

“TOBARRA, PATRIA DE LOS BUENOS AGARRÁORES”.<br />

Como la palabra es nuestra y sólo nuestra, no la entenderían y tendríamos que<br />

explicar lo que es un agarráor y así seguiríamos vendiendo Semana Santa.<br />

El tambor ya está vendido en el mundo. ¿Por qué no vender el agarráo?<br />

Es que estoy haciendo justicia a la Semana Santa de Tobarra:<br />

- Tambor.<br />

- Bendición.<br />

- Procesión.<br />

- Espectadores.<br />

¿Por qué no también…<br />

- … Agarráores?<br />

La Procesión es la Procesión. Pero dentro de ella hay que discernir: Estandarte,<br />

Filas, Andas, Cetros, Agarráores…<br />

No se hace. No se ha hecho. Pero yo lo estoy haciendo porque creo que es justo,<br />

porque aumenta la categoría de Tobarra, porque nos hace más semanasanteros.<br />

El ser buen agarráor es lo normal en Tobarra. Lo común. Lo que predomina. Lo<br />

que prevalece. ¿Por qué no decírselo al mundo?:<br />

¡Ay, agarráor de Tobarra,<br />

cuánto honor y agarracina!<br />

Tu gente sufre y agarra<br />

en silencio y disciplina.<br />

¡Vivan los hombres con garra,<br />

que agarran como doctrina!<br />

88


SIN MUCHOS PORQUÉS<br />

Los que llevamos recorridos unos cuántos meridianos y paralelos, estamos<br />

acostumbrados a oír en la voz de los guías de turismo que “aquí, tal día de tal mes<br />

se celebra una fiesta, un suceso, un hecho, un gesto, en el que se vuelca todo el<br />

pueblo”.<br />

Da lo mismo que sea un pequeño pueblo de Sicilia que la capital de México o una<br />

playa de Thailandia.<br />

Alguien –uno, cien- se preguntará si vale la pena dedicar todo un año de<br />

esfuerzos e ilusiones para confeccionar un vestido o un artilugio que se va a<br />

utilizar una sola vez y durante unas horas. O a madurar largos meses un licor que<br />

se va a libar de un solo trago. O a preparar un baile que a va a durar diez minutos.<br />

O a ensayar una pieza musical que se va a tocar en tres.<br />

O a soñar todo un año una Bajada que va a durar veinte minutos.<br />

¡Sí. Sí. Sí! Vale la pena. Nos motiva. Sentimos motivación. “Ensayo mental<br />

preparatorio para animar o animarse a ejecutarla con interés y diligencia”.<br />

Después de pensármelo mucho, he decidido plantear la motivación semanasantera<br />

refiriéndome exclusivamente a la motivación agarráora. No a la tamborilera ni a<br />

la procesionera. ¿Por qué? Baste un argumento: Sólo agarrar exige un esfuerzo<br />

físico claro. Sólo agarrar es duro, incluso durísimo. Tocar el tambor divierte.<br />

Lucirse en las filas, gratifica. Pero agarrar exige sacrificio. Eso sí, sacrificio que<br />

se hace gustosamente. Pero es un sacrificio, hay esfuerzo, hay dolor, hay<br />

cansancio. ¡Y mucho!<br />

He planteado estas motivaciones como “sin porqués”. Pero lo he pensado mejor y<br />

he añadido “muchos”. “Sin muchos porqués”. Agarramos, sí, pero no hay muchos<br />

porqués que lo justifiquen. Pero esos pocos son claros y rotundos.<br />

Puede que sorprenda leer que alguna de las motivaciones del agarráor sean –en<br />

puridad- pecados o yerros. Así, la vanidad, el elitismo. Otros, en cambio, no. La<br />

purificación, la afirmación de tierra, no dejan de ser sino asuntos encomiables.<br />

En el fondo, este viejo agarráor hace catarsis, confesión pública de sus<br />

motivaciones ante sus congéneres agarráores. No puede haber duda: La vanidad,<br />

si es vanidad estúpida, es asunto execrable. Pero si la vanidad es motor de<br />

belleza o de creación ¡bendita sea!<br />

90


Es doloroso recordar ya en el siglo XXI cómo en nuestra infancia –años 50- había<br />

gente –la excepción, eso sí- que agarraba para matar el hambre. Pero matar el<br />

hambre en su más duro sentido: Antes de la Procesión, la Hermandad hacía un<br />

mojete y algunos –pocos- se apargataban por pura necesidad. (Hoy, obvio, el<br />

mojete previo tiene otro ritual. Gracias a Dios).<br />

Motivación agarráora: Comer, matar el hambre. ¡Es duro haberlo visto, vivido y<br />

oído a tu alrededor! Pero así debe constar, así quiero que conste, en estos<br />

<strong>Cuadernos</strong>. Era excepción, pero pasaba. España estaba así de mal.<br />

Hoy –gracias sean dadas- nos mueven otros motivos, nos guían otras<br />

motivaciones. En cualquier caso, son razones nada primarias, mucho más<br />

sofisticadas.<br />

91


ESCUELA DE TRADICIÓN<br />

En el agarráo hay una predisposición hereditaria. Es obvio: Muchos agarráores<br />

son, a su vez, hijos de agarráores. (Mi hijo Íñigo, por ejemplo). Pero también hay<br />

algo de adquirido fuera. Así lo digo para no cargar excesivamente las esquinas<br />

que sostienen lo troncal, lo transmitido.<br />

Pero, sí: Agarrando estoy cumpliendo con la tradición (lo tantas veces dicho:<br />

Traditio-onis, entrega). Mis antepasados agarraban y yo sigo la tradición<br />

agarrando a mi vez. (Mi tío Joaquín Hurtado agarró de jovencico en El Paso de<br />

San Roque y me he complacido viendo a mi tío Antón Churras agarrando en El<br />

Señor de La Caña, hasta hace ná).<br />

Cuando Tobarra (léase Juan García) se hartó, dulcemente, de ver sobre un<br />

carrico de ruedas al Señor de la Sangre, volvió a cargárselo sobre los hombros. Y<br />

así no dio tiempo a que se convirtiese en tradición el bienaventurado y<br />

bienintencionado carrico, que apenas vivió 20 años.<br />

Tradición, sí. Pero yo reivindico para los tobarreños del último tercio del siglo XX<br />

la consolidación del agarráo, tal y cual. Antes, sí, también. Pero ese saber –<br />

consúltese Juventud, ya reiterado- que en los años 20 se pujaban los tronos<br />

semanasanteros, me produce cierto desasosiego. Tanto, que me lleva a pensar en<br />

otra Semana Santa agarráora. ¿Cuándo se acabaron las pujas semanasanteras?<br />

No lo sé, no lo sabe nadie. Pero me inclino por afirmar que la Guerra 1.936-1.939<br />

partió, separó este modus. ¿Alguna prueba? Pues, sí: Que El Paso Gordo no fue<br />

pujado en 1.946 en su primera Semana Santa. Es de suponer que ya no fuese<br />

costumbre hacerlo, pues Miguel Carcelén tuvo que buscar agarráores (Vide “50<br />

años del Paso Gordo en la Semana Santa de Tobarra. 1.996”) entre los hiláores.<br />

Y, desde luego, la prueba de mi memoria: En el año 50, en la Semana Santa de<br />

Tobarra agarraban los nazarenos de cada Hermandad. ¡Nada de pujas!<br />

Sí: Agarrando estoy reforzando una tradición tobarreña. Y como me gusta lo<br />

tobarreño y lo tradicional, me “agarro al enlucio” de mis pocas fuerzas para<br />

seguir viviendo esta esforzada tradición con mis más de 60 años en el hombro.<br />

92


PURIFICACIÓN<br />

Tal vez ni lo pretendía, pero Pepe Garrido, en una de tantas conversaciones<br />

semanasanteras, me lo puso en bandeja:<br />

- “Aquel hombre iba agarrando como si quisiera purificarse…”.<br />

Yo le tomo la palabra, como él ha tomado tantas otras veces la mía, puesto que<br />

hemos sido siempre comunión de comuniones (comunio, onis: “participación en lo<br />

común”, “trato familiar”).<br />

Sí. Estoy de acuerdo. En este mi final como agarráor, en este morir por primera<br />

vez que es llegar a una edad en que me fallan las fuerzas para llevar un trono tan<br />

pesado como el Paso Gordo, me veo retrospectivamente y lo afirmo:<br />

- “Yo necesito agarrar para purificarme”.<br />

Está muriendo muy lentamente el pequeño héroe semanasantero que he creído<br />

ser. A partir de muy pronto tendré que sentirlo de otra manera. No sé cómo,<br />

pero ya lo inventaré.<br />

Sí: Agarrando, me purifico: “Quito de mi cuerpo lo que le es extraño, dejándolo<br />

en el ser y perfección que debe tener según su calidad”.<br />

Sólo el cuerpo, nada más que el cuerpo. Cada año, soy cincuenta y una semanas<br />

impuro y una semana puro. O mejor, un año impuro y una tarde, una mañana, una<br />

procesión, dos procesiones, soy puro, vivo lleno de pureza, me siento<br />

rematadamente puro.<br />

Nunca había reparado en ello.<br />

Bajando el Paso Gordo me siento purificado. Al llegar a la Plaza me veo puro.<br />

El alma es otra cosa. La psique aglutina en mí toda la tradición tobarreña, la<br />

Pasión de Cristo como Hecho Histórico, el despertar de la pubertad en la<br />

convicción de que ya podías meterte entre los palos, el latirte la primera<br />

juventud, el tobarreñismo… Todo eso.<br />

A veces (ya lo he dicho y escrito) agarrando me siento cuerpo y alma como algo<br />

indisoluble, como elementos irremediablemente unidos. Es más, cuando Bajo el<br />

Paso Gordo en el 2004, lo estoy Bajando también en 1.981 y en todos los años<br />

93


posteriores. Lo bajo 24 veces en una sola. Eso es alma y cuerpo en un solo acto,<br />

en una sola esencia.<br />

Todo ello, todo esto es oración, esta es mi oración, este es mi modo y manera de<br />

sentirme ser espiritual también. Es así como el razonamiento “mueve mi ánimo”.<br />

Es mi modo de ser Cristiano, que lo soy. Cristo-Hombre. Cristo es Modelo, estoy<br />

segurísimo. El clero, la institución eclesial, aparte. Es obvio.<br />

Pero es, claro, el orar de un no deico; es el rezar de un arreligioso.<br />

Precisamente por eso, como embajador de algunos o de muchos, oro una Proclama<br />

en voz alta; recito una Arenga dentro de la Encarnación para todos mis Hermanos<br />

del Paso Gordo (más de cinco años seguidos; ya es tradición) antes de la Bajada y<br />

permanezco en silencio mientras otros, los que son creyentes, rezan el Padre<br />

Nuestro católico.<br />

Precisamente por eso, por esta dicotomía, escribí la Oración de los Agarráores<br />

del Paso Gordo. Es otra manera de orar, deíca para quien lo prefiera,<br />

absolutamente purificadora para quien así guste, totalmente íntima para mí.<br />

También por eso, distingo perfectamente mi oración previa en La Encarnación de<br />

mi purificación posterior en las Cuestas o en la Calle de las Columnas.<br />

Efectivamente, se han “chivado” los videos: Mis labios no se mueven en el Padre<br />

Nuestro, antes de “quitar los bancos”. Pero también lo atestiguan: Mi alma ha<br />

gritado su Exhortación instantes antes.<br />

Que nadie se escandalice, que yo no me escandalizo: Todo es lo mismo. Aunque<br />

realmente estoy escribiendo para ser entendido con normalidad en el año 2.096,<br />

exactamente “a los 150 años del Paso Gordo en Tobarra”.<br />

Yo preparo meticulosamente mi cuerpo todo el año para su imprescindible<br />

purificación, agarrando. Cuando he salido a las pistas de atletismo en las noches<br />

de invierno, cuando me largo a las carreteras los sábados por la mañana a hacer<br />

marcha atlética, cuando veo amanecer andando en Las Canteras de Las Palmas o<br />

en Riazor en A Coruña, cuando en el gimnasio machaco cada madrugada el<br />

romboides mayor, el dorsal ancho, el romboides menor y, sobre todo, el trapecio,<br />

estoy preparando mi cuerpo para su purificación definitiva el Jueves de Cuestas<br />

al atardecer. Yo Bajo simbólicamente el Paso Gordo 364 veces al año. Pero sólo<br />

me purifico en una: La tarde del Jueves de Arengas.<br />

Esto es, lógicamente, el orar de un no deista.<br />

94


Ya lo decía antes: El alma es otra cosa. El alma de un hombre que lleva una vida<br />

como la mía necesita obedecer, sentirse obediente, saberse obediente, aunque<br />

sea una o dos veces al año. No sólo en una obediencia colectiva, dentro del Trono:<br />

- “Venga, marcad el paso”.<br />

- “Arriba de un tirón”.<br />

- “Más despacio”.<br />

E incluso, y sobre todo, necesito vivir un sentirme individualmente obediente unas<br />

horas al año.<br />

- “Josemari, entras ahora”.<br />

- “Josemari, fuera”.<br />

- “Josemari, tú ahí”.<br />

El alma se siente dócil, maleable, sumisa. La túnica imprime carácter de<br />

resignado, de aquiescente, de obediente.<br />

Agarrar ennoblece, humaniza, atempera el alma.<br />

La física y la metafísica del agarráor. Los músculos dorsales y los sentimientos.<br />

La purificación total.<br />

He oído mil veces que el torero “debe vivir en torero” todo el año. Me descubro<br />

aquí, viviendo en agarráor todo el año.<br />

Es curioso: Mis manos, desde que años atrás robaron mi tambor del coche, sólo<br />

cogen los palillos el Miércoles de Zapatatas. Se despiden de ellos el Domingo de<br />

Dormidas… y, adiós, hasta que los días vuelvan a ser Santos.<br />

En cambio, ahora que se me va la vida (la fuerza es vida) vivo en agarráor<br />

siempre: En la copa de menos, en el azucarillo que me ahorro, en la cucharada que<br />

no disfruto, en el buscar un hito kilométrico más, en cualquier camino, cuando<br />

hago jogging, en el dormir suficiente, en la disciplina de horarios…<br />

Agarro, vivo, soy feliz. Me purifico.<br />

95


Veremos qué modus operandi purificador inventa mi devenir, cuando ¡ya mismo! la<br />

horquilla no me quepa en la mano, cuando la Cuesta deje de ser cómplice, cuando<br />

la túnica sólo sea uniformidad, que no ornamento, cuando la piel del hombro no se<br />

enrojezca el Jueves de Bajadas…<br />

¿Y si volviera a ser discípulo del Cristo-Dios, a sentirme trascendente, a<br />

volcarme en rezos…?<br />

Definitivamente: Non aetate, verum ingenio, apiscitur felicitate. (No es la edad,<br />

sino el ingenio, quien proporciona la felicidad).<br />

96


LECCIÓN DE VANIDAD<br />

Mazéiotes, mazeiótetos kai panta mazéiotes. Vanidad de vanidades y todo es<br />

vanidad.<br />

¿Y qué?<br />

¿Agarramos por presumir? Sí. ¿Aunque sea de noche y sin espectadores? ¡Si!<br />

¡Presumimos ante nosotros mismos!<br />

¿Y qué?<br />

Cuanto digo tiene más de verdad enrabietada que de verdad objetiva.<br />

A quien le gusta agarrar, quien disfruta cuando lleva un palo sobre el hombro, no<br />

lo hace por vanidad. Realmente, sólo pasamos una vez por “cá la novia”; sólo te ve<br />

un ratico la mujer; entrar en la Plaza son cinco minutos… El resto de la Procesión<br />

es obscuridad y anonimato. Es más: De 30 ó de 32 agarráores, los “espectadores”<br />

sólo ven claramente a dos o tres. El resto pasan desapercibidos. Físicamente, se<br />

diluyen en el anonimato. Pero da lo mismo: Si no te ve tu novia, tal vez tu sí la<br />

veas a ella. O, por lo menos, tú sabes que ella sabe que tú vas entre los palos.<br />

Los agarráores somos vanidosos ante nosotros mismos. Nos sentimos “voyeurs”<br />

de nuestro propio paso; ritualizamos nuestro anónimo horquillazo; somos sujetos<br />

activos de nuestro propio orgullo; nos regodeamos en la soberbia de ser<br />

agarráor; nos…<br />

En el fondo, somos exhibicionistas de nuestra propia satisfacción.<br />

Martes Santo 1.996. Tal vez el del 97. (Da lo mismo y no lo voy a preguntar). A<br />

las 10 de la noche subimos El Paso Gordo desde la Sede (en la Plaza) hasta la<br />

Encarnación. Sin espectadores, claro.<br />

La noche tobarreña y la gente del Paso Gordo. Ni un solo espectador, ajeno a la<br />

Hermandad. (A mí me acompañó mi hija María del Mar llevándome la pelliza, pues<br />

hacía un frío… y con la sudáera…).<br />

Me metí detrás, en el segundo palo de la derecha, pegado al Anda. ¡Arriba,<br />

arriba, arriba! Vanidad pura. Por supuesto, amor al agarráo tobarreño. Pero<br />

también, presunción, presumir simplemente. Presumir ante uno mismo, que es la<br />

manera más vanidosa de ser presuntuoso. Autoestima pura, sentirse a gusto<br />

dentro de la piel propia.<br />

¡Porque se puede!<br />

97


AFIRMACIÓN DE TIERRA<br />

Cuando voy agarrando, yo soy Tobarra. No digo que yo soy de Tobarra. No. Es que<br />

Tobarra es mi hombro. Con ello quiero decir que cada Jueves de Andas, por la<br />

Calle Mayor de Tobarra desfilan casi cuatrocientas Tobarras: Las mismas que<br />

agarráores.<br />

Es más fácil hacerlo que explicarlo.<br />

Efectivamente, cuando voy agarrando me afirmo tanto como tobarreño que un<br />

proceso de endósmosis a través de mi piel, hace que yo sea Tobarra. No es<br />

simbiosis, no. No somos Tobarra y yo en pura solución química. No es azúcar en el<br />

agua. Es mucho más.<br />

Eso sí. Soy una Tobarra nueva. Tal vez la más auténtica. Ojo, ¿y el tambor? ¿Me<br />

olvido del tambor? No, por supuesto. Pero en esta afirmación de patria, creo que<br />

cabe más pureza en el agarráo. En el tamborilear puede haber un adarme de<br />

excentricidad –cuadrilla, mocho, garuto- que no cabe en el agarráor.<br />

O eso es así, o me estoy volviendo loco. (Bueno, será loco de amor por la Tobarra<br />

abstracta).<br />

Ahora, ahora, sí. Necesitaba encontrar el concepto “Tobarra abstracta”, para<br />

poder insistir en esta afirmación de tierra que soy yo agarrando. Efectivamente,<br />

agarrando, convierto la Tobarra abstracta en algo castizo, genuino, puro,<br />

absolutamente risqueño: Un tobarreño, una horquilla, una almohadilla, un trozo de<br />

palo y el amparo de un anda.<br />

Veo que Tobarra sería menos Tobarra sin el agarráo semanasantero.<br />

¿Agarran forasteros puros? No me atrevo a decirlo. Alguna vez yo lo he<br />

intentado. He metido entre los palos –sobre todo- a los amigos no tobarreños de<br />

mis hijos. Aguantan lo que aguantan. Da lo mismo que sean fuertes o más fuertes.<br />

Es que no les va el tema o les va poco. (En cambio, se enganchan al tambor como<br />

al más definitivo de los vicios).<br />

Pues, sí. Ves forasteros en las cuadrillas, en los garutos. En las andas, bastante<br />

menos. Parece como si agarrar tuviese algo de genético.<br />

Lo afirmo, me afirmo: En la tarde del Jueves de Horquillas, Tobarra es carne<br />

mortal pero espíritu vivo, pues cabe toda en el hombro de un agarráor.<br />

98


RAZÓN DE FUERZA<br />

Agarrar en la Semana Santa de Tobarra, hoy, es todo un alarde. Bueno,<br />

realmente, desde lo subjetivo lo ha sido siempre. Pero, hoy, la dimensión ciclópea<br />

de todas las andas parece que hagan del tema algo sobrehumano.<br />

En Tobarra, siempre, desde siempre, nos ha gustado hacer fuerza. No<br />

levantamos piedras, no hacemos concursos, pero siempre nos ha llamado la<br />

atención el apretar de manos o de brazos o de hombros.<br />

Y agarrar, no hay duda, exige hacer fuerza. El tobarreño, el semanasantero, el<br />

agarráor –desde lo universal a lo concreto- se siente feliz haciendo fuerza. Le<br />

gusta. Le produce satisfacción. Le reconforta el alma. Le llena. Le entusiasma.<br />

Nunca se me ha ocurrido pensar que sea por contraposición tambor/habilidad<br />

versus anda/fuerza. Pero tal vez lo sea. Porque si hago un recuento –que no lo<br />

había hecho nunca- no hay semanasantero completo. Ningún tobarreño es<br />

maestro en el tamborear y en el agarrar. O, al menos, yo no he conocido a<br />

ninguno. Buenos en las dos facetas, sí. Pero excepcionales en ambas, ninguno.<br />

Fuerza. Razón. Jurídicamente, socialmente son conceptos contradictorios. Pero<br />

en el agarráo tobarreño no son, sino complementarios. La fuerza de la razón nos<br />

hace agarrar en razón de la fuerza.<br />

No he jugado con las palabras. Al contrario, estoy hablando de motivaciones y<br />

hacer fuerza, sentirnos fuertes, nos motiva. Pero sentirnos fuertes,<br />

precisamente así: Agarrando.<br />

Fuerza. Se tiene o no se tiene. Se emplea o no se emplea. Aquí no caben tiquismiquis.<br />

Se notaría.<br />

¿Qué motivación primaria le cabe al bajico que va detrás y dentro, con la cabeza<br />

pegando a la talla del anda cuando lleva más de una hora de Procesión y deja la<br />

Calle de San Roque para entrar en la Calle de las Columnas? Pues esa.<br />

Simplemente esa. Que le gusta hacer fuerza. Y, desde luego, agarrando, se<br />

hincha.<br />

99


MANIFESTACIÓN DE ELITISMO<br />

Sentado en la acera, no me sentiría importante. En los palos o detrás, en espera<br />

de un relevo, me siento héroe, me veo en pequeño dios de la tarde.<br />

Tal vez sea mucha soberbia pensarlo y, mayor, decirlo. Pero Cristo baja del anda<br />

para ser Hombro conmigo. Cristo pisa Tobarra cada Jueves Santo. Y se<br />

transforma en Horquilla y Esfuerzo.<br />

Soy agarráor. Pertenezco a una elite de seiscientas o setecientas personas que<br />

hacemos algo importante, único: La Procesión semanasantera tobarreña. Soy uno<br />

más de esos setecientos, pero nadie podrá ningunear mi esfuerzo, como yo no<br />

ninguneo el de los otros.<br />

La verdad es que servimos pocos, nos sentimos minoría, pero minoría cualificada<br />

de esforzados.<br />

Agarrando veo como late mi superego, mi superyo. Agarrar es toda una función<br />

de autoestima, porque cumplo ante mí un puro compromiso ontológico. Mi propio<br />

ser se realiza en cuanto que es minoría, excepción, grupúsculo. Lo común, lo<br />

vulgar, lo general, minoriza el propio ego. La preterición, la salvedad, lo cualifica.<br />

Ese creerme diferente agarrando, conduce a que me sienta bien, muy bien,<br />

exageradamente bien conmigo mismo. Tan bien como en ninguna otra faceta o<br />

actividad en la vida. No hay triunfo profesional ni literario ni… que me llene de<br />

tanta satisfacción como el agarrar. Si acaso, si acaso, la familia. Por eso,<br />

sentirme dos veces Tobarra en el anda –mi hijo y yo- es estar en el Cielo. Hay un<br />

cielo para semanasanteros no creyentes: Está entre los palos. Y sé lo que digo.<br />

Pero, al mismo tiempo, mi exclusividad es compartida, hace que mi ser singular<br />

revierta en un yo colectivo. Sé que mi hombro solo no podría sacar el Santo, pero<br />

sin mi hombro tampoco sería lo mismo. Soy una unidad que suma en la consecución<br />

de algo diferente: La Procesión Semanasantera. La sabemos excepción. El tambor<br />

no es excepción: Cualquiera se cuelga uno y no pasa nada. El espectador tampoco:<br />

Cualquiera se sienta en la acera y nadie le dice nada. El agarráor, sí. Sólo se sirve,<br />

excepcionalmente.<br />

Soy un aristócrata de la Semana Santa: Soy un agarráor. Cuando vuelvo hacia la<br />

Plaza, el Jueves de Relevos, noto que mi corazón no cabe en la Calle Mayor. Tengo<br />

que ir apartando esquinas. Y me dedico a dar gracias a la vida por este gusto de<br />

agarrar y por la posibilidad singular de poder seguir haciéndolo con más de 60<br />

años.<br />

100


CONSTATACIÓN DE CLAN<br />

Una o dos veces en toda la Procesión, cuando no voy de agarrando, me salgo de<br />

detrás del Anda y me voy hasta el estandarte. Suelo hacerlo en la Calle de las<br />

Columnas, la peor iluminada –no sé por qué, pero así es- de toda la Procesión.<br />

Voy y vuelvo. Sin más.<br />

Necesito sentirme Hermandad, Paso Gordo todo, entero. (En la Dolorosa, hasta<br />

que dejé de salir, hacía exactamente lo mismo).<br />

Me siento Hermandad ante la nazarena, ante el crío. Detrás del Anda, entre los<br />

agarráores, me siento bien. Pero somos un clan ex-sanguinis, con afinidades muy<br />

cortas, pero concretas y muy firmes. Yo diría que tenemos algo de clan totémico,<br />

puesto que nos une un Anda que vemos como algo más allá o más acá de lo<br />

sagrado, puesto que –Cristo Caído aparte- el Cirenéo, el Romano, el Judío de la<br />

Guita y el Judío de la Aliaga implican esa carga totémica, única, que nos aglutina,<br />

nos solidifica.<br />

El nazareno de la fila no puede sentir esto. Es imposible. Para el nazareno es suya<br />

la Hermandad. Para el agarráor es suya el anda.<br />

Los agarráores nos sentimos amigos. Sinceramente amigos. Todos. El de 20 y el<br />

de 50 años, nos vemos “entrañablemente unidos por lazos de amistad”. Nos<br />

sentimos a gusto los unos con los otros. Es más, fuera del clan agarráor no<br />

tenemos nada –la mayoría- en común. Incluso es imposible que seamos amigos en<br />

octubre o en julio: No nos une nada. ¡Ah! Pero el Jueves de Hombros, sí. Ahí<br />

somos uno y lo mismo. Y queremos que así sea.<br />

Cuando presenté mi libro “Tobarra, nombre y gente”, se me acercó un<br />

veinteañero del que yo no tenía más conocimiento –ni nombre ni destino- que el<br />

haberle visto en El Paso Gordo. Esa fue mi dedicatoria: “Para que Bajemos<br />

muchas veces juntos El Paso Gordo”. Algo así. En ese momento, durante un<br />

minuto, él y yo, volvimos a ser clan.<br />

Agarrando sentimos como muy pocas veces una dulcísima sensación de<br />

heterofilia: Queremos al “otro”, amamos al “otro”, nos gusta el “otro”, nos<br />

sentimos íntimamente ligados al “otro”. Sabemos que tenemos algo en común y lo<br />

multiplicamos, lo cultivamos, lo acrecentamos.<br />

101


Esa sensación sólo la he sentido en el equipo de fútbol y en el Anda. Por supuesto,<br />

nada más lejos que haberse acercado a ello en la “mili” o en la empresa. Aquí,<br />

podíamos “estar bien” con uno o con dos soldados, con uno o con dos colegas, pero<br />

nunca con el colectivo. Agarrando, por supuesto, sí. Se produce esa sensación<br />

general de heterofilia.<br />

Es más: Yo creo –convencido estoy- de que si el Viernes de Subidas, tras la<br />

Bendición, una vez que hemos dejado El Paso Gordo en La Encarnación (hasta el<br />

siguiente Jueves de Bajadas); yo creo, decía, que si, en ese momento, se nos<br />

pidiese a los agarráores que hiciésemos algo tobarreño en común (apagar un<br />

fuego, coger una arbolea, dar sangre, descargar un camión…) lo haríamos con el<br />

mayor gusto del mundo. Somos un clan, respondemos a una voz, seguimos una<br />

consigna. Aunque el Anda ya está quieta –por Subida- aún sentimos ese regusto<br />

de sabernos uno. Y haríamos lo que se nos pidiera con la mayor convicción, con<br />

inusitado interés, con espíritu de común-unión.<br />

Hemos pasado juntos y convictos unas cuantas horas, hemos cumplido felizmente<br />

una concreta misión. Nos sabemos almas entrelazadas.<br />

Efectivamente, el agarrar nos une mucho más que la sangre. Sólo por unas horas,<br />

pero mucho más.<br />

Agarrar es “cosa nostra”, lo nuestro es ser agarráores, sentirnos unidos por un<br />

“nos”, por una “cosa”, por un único asunto. Y lo defendemos como si en ello nos<br />

fuese vida y hacienda.<br />

102


El tambor tobarreño está seguro y bien seguro. La gente seguirá saliendo a la<br />

calle con tambor por los siglos de los siglos. No sé si lo tocarán, porque la gente<br />

se esconde en los “garutos”, pero salir, saldrán a la calle con tambor.<br />

¿Y la Procesión? Ningún problema. Nazarenos-críos y, sobre todo, nazarenosmujeres,<br />

sobrarán para unas cuantas generaciones.<br />

¿Y las andas? ¡Ah! Ese es otro problema. Vale cuanto dije hace años sobre la<br />

fusión de Hermandades. Pero ahora, añado: ¿Por qué no una escuela de<br />

“agarráores”? ¿No hay una escuela del tambor?<br />

Con la Escuela de Agarráores pretendo que los críos se aficionen a agarrar. Y,<br />

sobre todo, que se motiven, que les guste agarrar. Agarrar, si se vende bien,<br />

dejará de ser una cruz para ser un honor. ¿Cómo? Enseñando a los críos desde<br />

pequeños. Tengamos en cuenta que, hoy por hoy, quien se acuesta el Jueves de<br />

Horquillas a las cinco de la madrugada, no le apetece agarrar a las ocho de la<br />

mañana después de dormir tres horas. Simplemente, ¡les motiva más la noche<br />

tamborilera que agarrar al día siguiente! Tengo un ejemplo clarísimo en mi hijo<br />

Íñigo.<br />

Ahora bien, La Escuela de Agarráores debería ser una iniciativa, un patrocinio de<br />

la Asociación de Cofradías.<br />

Puntos a tratar:<br />

1º) Habría que implicar a todos los maestros de todas las Escuelas de Tobarra.<br />

La clave está en que sea una Escuela de Agarráores de Tobarra. Es decir,<br />

pueden y deben ser alumnos los niños de todas las Hermandades.<br />

2º) Quien enseñaría agarrar. Habrá cola de voluntarios. Seguro. Y si no, sobran<br />

con tres o cuatro. Mi Jesusico, seguro. Odón Pont, también. Pepe Garrido,<br />

Paco Peña, etc., etc. En esto, no habría problemas.<br />

3º) Material. Un trono viejo, sirve cualquiera. Cabecerillas, horquillas, etc. Unos<br />

cuantos sacos de cemento para quitar y poner, según la edad de los alumnos.<br />

Digo cemento o harina o nuegados. Algo que pese y no abulte mucho.<br />

4º) Sitio. El Campo de Fútbol o cualquier sitio aislado: El Calvario mismo. Tampoco<br />

habrá problemas.


5º) Programa. Es largo. Habría que enseñar:<br />

- Paso procesionero o tobarreño.<br />

- Marcar el paso.<br />

- Bailar el Santo.<br />

- Paso Sanjuanero.<br />

- Poner horquillas.<br />

- Santo a las dos manos<br />

- Santo al brazo.<br />

- Santo arriba con los brazos estirados.<br />

- Hacer el Encuentro.<br />

- Andar p’atrás.<br />

- Andar de láo.<br />

- Subir y bajar escalones.<br />

- Etc., etc., etc.<br />

6º) Habría que estudiar una edad y una estatura mínima. ¿A qué edad pueden<br />

empezar a motivarse? Esto es clave.<br />

7º) De acuerdo con todas las Hermandades, podría estudiarse otorgar:<br />

- Título de Agarráor de 1º ó 2º año.<br />

- Dar la alternativa saliendo algún rato:<br />

8º) Etc., etc.<br />

Bien en su Hermandad.<br />

Bien en La Burrica.<br />

La escuela podría funcionar un par de horas a las semana (sábado por la mañana)<br />

desde enero hasta Semana Santa.<br />

Este tema tendría que ser tomado muy en serio, porque cualquier observador<br />

semanasantero habrá podido constatar –como yo- que quienes tienen 20 años el<br />

año 2004, son mucho más altos y mucho más fuertes que los que los teníamos en<br />

1960. Pero son mucho menos sufridos. Eso de “apencar…” ¡Uf! ¡Con lo que pesa!<br />

Lo tengo en primera mano. Y así, intentando que alguien muy cercano a mí (pero<br />

no tobarreño) empezase a salir conmigo agarrando para “ir relevándome poco a<br />

poco” (el tema de mi hijo, es otra cosa; él se siente semanasantero tobarreño)<br />

me contestó:


- “Y yo, ¿qué gano con eso?”<br />

Efectivamente, yo no había caído en la cuenta de que él “no ganaba nada”. Sólo<br />

ganábamos, yo y mi satisfacción por la continuidad.<br />

En cambio, toca el tambor un montón de horas. ¡Se motiva solo!<br />

Con el agarráo yo había llegado tarde. Ya no podía meterlo en un proceso<br />

iniciático, de convicción paulatina, de asentimiento doctrinario. Ya no estaba a<br />

tiempo de hacerlo “secta”.<br />

Eso sólo se logra desde la cuna o desde la escuela.<br />

Y es que agarrar es otra cosa. Agarrar es duro, cuesta trabajo, hay que<br />

esforzarse, sacrificarse, incluso sufrir físicamente. ¡Claro que sí!<br />

Y como los que vienen detrás no están tanto por la labor o lo están menos que los<br />

agarráores de la 2ª mitad del siglo XX, no veo más salida que el fomento de la<br />

vocación agarráora desde la escuela.<br />

Naturalmente, desde la Escuela Tobarreña de Agarráores que debe patrocinar la<br />

Asociación de Cofradías.<br />

A mayor gloria de Tobarra.<br />

P.S: Pero mientras Tobarra se lo piensa, el Paso Gordo se ha anticipado en 2003<br />

sacando un anda para críos entre las filas de la Hermandad en la noche del<br />

Jueves y la mañana del Viernes.<br />

Después de haber escrito estas ideas, en 2003 y en 2004 el Paso Gordo ha<br />

sacado en sus filas un “anda pequeña” para que sus críos empezasen a aficionarse<br />

al agarrao. Pero el hecho no empequeñece lo aquí dicho. Al contrario, lo ratifica.


¿Y EL ESFUERZO FÍSICO?<br />

Ahí está cada año, como un inmenso alarde de quien trabaja sentado y utilizando<br />

el intelecto. Pero también, como una aportación especial en el menestral que<br />

utiliza la fuerza –más o menos- para ganarse la vida.<br />

Ahí están esas tres, esas cuatro horas que nos baldan las piernas, que nos<br />

machacan los hombros, que nos quebrantan los riñones.<br />

Ahí están esos 20 ó 30 guachos que cada año agarran por primera vez entre<br />

todas las Hermandades, y se dicen:<br />

- “He podío”.<br />

Ahí están esos 20 ó 30 “rendíos” en toda la Semana Santa, que saben –o aún no<br />

saben- que “este año ha sío la última vez”.<br />

Detrás de todos, el esfuerzo físico, un denodado derroche de fuerzas, un<br />

generoso “echar el resto”, hombro arriba.<br />

Pero tiene que quedar muy claro para la Historia, que lo físico manda sólo<br />

desde/en la segunda parte del siglo XX. Me atrevería a decir que desde que El<br />

Paso Gordo está en Tobarra (1946). El Paso Gordo marcó una pauta agarraora y<br />

hoy, ya en el siglo XXI, todas las andas semanasanteras tobarreñas se llevan con<br />

un gran esfuerzo físico. (Podría demostrar que hay un par de excepciones en<br />

contra, pero levantaría tantas ampollas, que no vale la pena intentarlo y, mucho<br />

menos, decirlo).<br />

Lo he planteado en otro lugar: ¿Pesa el Cristo? ¿Pesa San Antón? ¿Pesa Santa<br />

Cecilia? Aquí hay esfuerzo físico, es obvio, pero es liviano, no machaca, no debe<br />

plantearse como tal.<br />

El agarráo semanasantero pone al esfuerzo físico en su lugar. Y no debe pasar<br />

desapercibido, puesto que es una pequeña heroicidad, una más, en la Semana<br />

Santa tobarreña.<br />

109


¿JUEVES NOCHE O VIERNES MAÑANA?<br />

La eterna dicotomía, la duda esencial, la contínua conjetura, la aporía, la aoristia,<br />

la hesitación…<br />

¿Agarro el Jueves o el Viernes?<br />

A los 20 años ni te lo planteas: Agarras en las dos Procesiones… ¡y tan campante!<br />

Pero cuando los doblas y los triplicas, te lo piensas. Y es que si –encima- agarras<br />

en un “anda dura”, la cosa se complica, de tan sencilla: Sencillamente, es que no<br />

tienes resuello para agarrar en las dos Procesiones.<br />

Antes, a los 40, te lo montabas bien: Un hombro p’al Jueves y el otro p’al Viernes.<br />

Y aguantabas.<br />

En cuantico que “blincas” los 50, ya no es sólo un problema de hombros. Es que<br />

todos los músculos –desde las orejas a las uñas de los pies- quedan tan<br />

maltrechos, tan “heridos”, tan fatigados, que no resisten “brearlos” en dos<br />

Procesiones… tan seguidas.<br />

En La Hermandad lo saben, claro.<br />

- “Fulanico es del Jueves”.<br />

- “Menganico es del Viernes”.<br />

Se trata –obvio- de un Santo de dos Procesiones, que los otros –Verónica, San<br />

Juan, Virgen, Magdalena, Cruz- que salen en más, tienen que hacer otros cálculos<br />

más complicados.<br />

¿El Jueves o el Viernes?<br />

Hombre, en principio, el Jueves. Es como un día más “procesionero”. La noche<br />

añade solemnidad. Encima. Y luego esa BAJADA del Paso Gordo…<br />

Pero ¿quién se priva del placer –sic, placer- de subir de un tirón al Paso Gordo<br />

hasta El Calvario?<br />

¿Jueves o Viernes?<br />

Aquí, el menda que suscribe, cualquier año, los dos días… ¡pero en una carretilla!<br />

110


¿CALLES BUENAS Y MALAS?<br />

No depende de nada racional, explicable, cuerdo, lógico. Pero me pasa.<br />

Tiene mucho de manía, de rareza, de capricho. Pero lo noto.<br />

Agarrando, algunos tenemos calles buenas y calles malas. Unas nos gustan más.<br />

Otras, nada.<br />

Se nota. Lo notas. ¿Lo notan?<br />

No es un problema de luz ni de estrechez ni de espectadores ni de…<br />

Todo eso tendría una explicación.<br />

Tampoco es un asunto de horario ni de merienda ni de…<br />

En ello aún cabría una lógica.<br />

Ni siquiera es un problema de…<br />

Agarrando, hay calles mejores y peores, sitios donde te encuentras más a gusto,<br />

“piacicos” por donde no quisieras pasar, rincones malditos, esquinas detestables.<br />

No lo puedes remediar. Pero lo sufres.<br />

Te concienciaste un día, hace cien juventudes, un Jueves de Horquillazos. Lo<br />

constataste sin saber cómo ni porqué. Te diste cuenta de golpe, en un de pronto,<br />

como si hubiese sido un aldabonazo en un hombro atípico, tal cual si la horquilla<br />

hubiese sonado de un modo distinto. Para mal, claro; que una música, si execrable,<br />

retumba como el miserere mei en los tejados, descoyunta el pentagrama de los<br />

balcones.<br />

En las calles buenas te dan ganas de decirle a tu relevo que se salga, que tú solo<br />

puedes con el anda.<br />

En las calles malas, sientes voluntad de salir corriendo, sin que nadie se percate,<br />

que bastante cruz tienes con tu consciencia y tu servidumbre.<br />

De la euforia al abatimiento, en un simple problema de topografías, de curvas de<br />

nivel, de nomenclaturas ruanas.<br />

Cada año la misma pesadilla, el mismo equilibrio, con solo doblar una esquina.<br />

Bajo el anda, un ángel y un diablo se van echando un pulso de pasos y de prosas.<br />

111


Celos, envidia, rivalidad…<br />

CELOS<br />

Es una pura sensación de agarráor, que difícilmente padece el tamborilero. No<br />

digo que no las sienta nadie, pero muy raramente. Aquí, en el tambor, nadie siente<br />

celos del redoblar de Manolete el Zoril ni de los tambores de Cachito o de<br />

Antonio el Batanero. Hay como un conformarse tácito, como una total<br />

satisfacción con lo que se tiene, se es, se hace, se sabe, se dispone, se practica…<br />

En el anda, no.<br />

Nos gustaría ser los únicos en la Procesión.<br />

No admitimos de manera alguna que haya mejores hermandades que la nuestra.<br />

Ni se nos ocurre pensar que ellos agarren mejor que nosotros.<br />

No cabe aceptar que tal Imagen es más hermosa que la nuestra.<br />

Celos, puros celos.<br />

Pero, curiosamente, no son celos como enfermedad, sino como soberbia.<br />

Veamos: “La presencia o los actos de un rival provoca un sentimiento de temor,<br />

irritación y envidia”. (Marina y López Penas. Diccionario de los sentimientos).<br />

Son “celos morales” (Montesquieu, cit. Por Vigil Rubio “Diccionario razonado de<br />

vicios, pecados y enfermedades morales”) porque rechazan… los usos… de los<br />

otros. Son fuente de xenofobia.<br />

¡Claro! Somos capaces de despreciar a los de la hermandad tal; realmente,<br />

miramos por encima del hombro a los de la hermandad cual; pensamos que los<br />

imbéciles de delante tienen la culpa de que la Procesión vaya despacio o los chulos<br />

de detrás de que vaya deprisa…<br />

¿Quién agarra tan bien como nosotros? ¡Nadie! ¿Qué andas son las mejor<br />

llevadas? ¡Las nuestras!<br />

Estoy convencido: Los celos no son sentimiento del nazareno de las filas. Es<br />

sentimiento de agarráores, de todos los agarráores. (Lo he vivido en todas las<br />

andas que he llevado).<br />

¡Porque podemos!<br />

112


ADMONICIONES DEL QUE NO LO ENTIENDE<br />

= ¿¡Pá que tanto!? ¡Estáis locos! ¡Os vais a hacel mal! ¡Algún día…!<br />

En Tobarra, se nos dice (excepcionalmente). Se nos recrimina (ocasionalmente).<br />

Se nos advierte (alguna vez). Pero todo acaba aquí.<br />

Nosotros, agarráores, ni caso.<br />

Pero, sí: De cuando en cuando, se quiere llegar más lejos, en el momento en que<br />

aparece un meteco (profeta del Apocalipsis) que nos escupe el eco de su<br />

ininteligibilidad. No nos entiende, no lo entiende, no se lo explica:<br />

= “¿Por qué no le ponéis ruedas?”.<br />

Nosotros, agarráores, a lo nuestro.<br />

En el fondo, es la admonición del cojo (a sus amigos) ante el león:<br />

- “No corrais, que es peor”.<br />

Hay un tanto de envidia y una pizca de impotencia, en esa manifestación de<br />

denuesto que acaba por ser un reproche. Pero, ¿un reproche de qué y por qué?<br />

Nosotros, los que agarramos, como el que oye llover.<br />

Porque sí, de cuando en cuando aparece un raro, un tobarreño distinto, que vende<br />

su extravagancia en las esquinas de la Procesión, o en el púlpito de los bares, o…<br />

Lo dice un profeta de mocho, un sabio de garuto, un predicador de bancales… Y,<br />

claro, según él, agarramos porque somos unos chulos de mierda.<br />

¡Porque se puede!<br />

Nosotros, los de la cabecerilla, oídos sordos. Nosotros, a nuestra horquilla, a<br />

nuestro timbrazo, a nuestro “dale, que te pego”, un piacico de calle más, que ya<br />

llegamos al Paseo.<br />

Pero el admonitor admonitorio, a su runrún, a su tole-tole:<br />

- “¿Pá qué tanto esfuerzo?”.<br />

113


Le molesta que nos machaquemos, todo le parece un esfuerzo baldío, un aria<br />

absurda, un poema en ripios. Y nos lo recrimina a socapa del peligro de accidente,<br />

de lesión, de disgusto.<br />

Él podría, claro, que lo que le falla es la voluntad, la convicción, la vocación, el<br />

gusto. Y no entiende ni respeta el de los demás.<br />

Él, y su sonsonete de tristezas previstas.<br />

Él, y sus profecías de males imprevisibles.<br />

Él, carcoma moral entre los palos.<br />

No lo entiende. No se molesta en entenderlo. No lo entenderá nunca. Para el<br />

“rollero” de las reflexiones duras, los agarráores somos unos salvajes, unos<br />

tarzanes locos, unos animales de yunta.<br />

¿El alma? ¿Cómo le explicamos que agarramos desde el alma?<br />

114


NUNCA, JAMÁS…<br />

Jamás, nunca ha pasado nada agarrando. Nada. Ni un incidente, ni una desgracia,<br />

ni un susto, ni un disgusto. (Hay quien dice que alguna hernia, alguna vértebra…<br />

¡Pos güeno!).<br />

La anécdota de algún palo roto, pero sin consecuencias. Una vez, siendo yo niño,<br />

en La Dolorosa “de a doce”. Después, en el Viernes Santo de 2000, en El Paso<br />

Gordo.<br />

Naturalmente, no existen los milagros continuados. Por tanto, ha sido una<br />

cuestión de pericia, fuerza, tino y suerte. Eso… y que somos buenos agarráores.<br />

Ya está dicho hasta hartarme.<br />

¿Qué pasaría si se cayese un anda al suelo? Como no va a pasar nunca, no hay ni<br />

que planteárselo. Los Santos van a seguir “saliendo” y “entrando”; la Procesión<br />

continuará haciendo su camino p’arriba y p’abajo; la Cuesta del Calvario seguirá<br />

estando “empiná”; El Paso Gordo presumirá Bajando el Jueves y Subiendo el<br />

Viernes; los Encuentros se harán a su hora y en su sitio…<br />

Es la suerte de los campeones. Nos la merecemos, por nuestro empeño, nuestra<br />

vocación agarráora, por toda nuestra voluntad y esfuerzo…<br />

Tobarra seguirá estando orgullosa de sus hombros, de sus horquillas, de sus<br />

Procesiones, de sus ¡Arriba de un tirón! Y el agarráo será algo consustancial,<br />

sólido, normalizado. Tanto como el tambor.<br />

Tobarra –me gustaría- debe mentalizarse a que el siglo XXI sea el siglo del<br />

agarráo. El tambor está absolutamente consolidado. La Bendición, también. La<br />

Revista, los Pregones…<br />

¿Por qué Tobarra no toma conciencia de la importancia colectiva de su agarrar?<br />

¿Por qué no añadimos un heraldo más a nuestro publicitar la Semana Santa? ¿Por<br />

qué no nos consideramos punto y aparte? ¿Por qué no hacer intercambios con<br />

otros “pueblos costaleros”?<br />

Hagamos del agarrar tobarreño un beneficio que añadir a la Semana Santa de<br />

Tobarra.<br />

Y seguirá sin pasar nada.<br />

115


SE ACABÓ<br />

(Soliloquio inventado. ¿Será así cuando me llegue?)<br />

Se acabó. No puedo más. No agarro ni un metro más. No me quedan fuerzas. Es<br />

inútil. Machaco mi hombro contra la almohadilla y noto que no aprieto hacia<br />

arriba.<br />

Esta sensación de esfuerzo inútil no me la tiene que contar nadie. Y es porque<br />

aún el año pasado, apretando en serio, notaba en los de alrededor como un…:<br />

= “Esto va bien”.<br />

= “¡Venga! ¡Vamos p’alante!”.<br />

Por supuesto, no era yo solo el que arreaba, pero yo lo notaba, ellos lo notaban, el<br />

anda lo notaba.<br />

Ahora, es inútil.<br />

Tenso las piernas, tenso los riñones, pego el hombro al palo con rabia… y nada.<br />

Pero… ¿y mi orgullo? ¿Orgullo? ¿Qué orgullo? Aquí, ya no es un problema de<br />

orgullo. Es un problema de crono. ¿De crono? Sí, de crono, de calendario<br />

enquistado en las fibras, en las células, en los huesos...<br />

Me he hecho mayor.<br />

Ayer aún era joven. Podía. Pude. Yo lo notaba.<br />

Hoy, no, no puedo. Lo noto.<br />

Me he hecho mayor.<br />

La fuerza, el poderío físico no es un cara o cruz, un sí o un no. Es un grifo que se<br />

cierra paulatinamente, una vela que se apaga despaciosamente, una mano que se<br />

va cerrando perezosamente.<br />

La fuerza es un reloj de arena –“un río lentísimo de fuego”, que diría Carmen<br />

Conde- que se agota despacico.


Pero, técnicamente, hay un último grano de arena ante la retina, una última<br />

pavesa, la gota final.<br />

Todo eso ya ha pasado ante mí.<br />

Pero yo no soy capaz de hacer la gata, ni de fastidiar a los compañeros de láo.<br />

A ver como suenan por última vez en mi voz de viejo agarráor:<br />

= “¡Búscame a alguien que se meta aquí. Yo no púo más!”.<br />

Sin que se note, algo llorará mansamente en algún rincón de mi ego<br />

semanasantero.<br />

(Aunque, siempre quedarán un tambor y un cetro).


RATIFICACIÓN FINAL<br />

¿No habrá sido una exageración de lugareño? ¿No será una hiperbólica manía de<br />

pequeño escritor? ¿Cómo pueden haberse escrito más de 100 páginas en torno a<br />

un hecho aparentemente trivial cual es llevar a hombros en procesión a figuras<br />

que simbolizan la Pasión y Muerte de Jesucristo?<br />

Por mi parte, no. Ni hablar. Imposible. Juraría que aún me he quedado corto, que<br />

no he sabido abarcar todo cuanto el tema da de sí, lo que el asunto simboliza.<br />

Veamos: Cuando una materia tan sacrificada físicamente, es capaz de poner de<br />

acuerdo a gente tan heterogénea en edad, educación, cultura, oficio y gusto, es<br />

porque ampara en su substrato un algo mágico, con un claro alcance de<br />

taumatúrgico, de esotérico, de iniciático. De inefable, en suma.<br />

Porque a la hora de meter el hombro, todos somos uno. Cuando se oye,<br />

= “¡Arriba!”,<br />

son treinta esfuerzos en el mismo. Es más, antes decía “meter el hombro”. Pero si<br />

hay una paremia que ha salido del agarráo y se ha enquistado en lo cotidiano, esa<br />

es:<br />

¡Arrimar el hombro!<br />

Cuando las cosas se ponen difíciles, hay que “arrimar el hombro”. Cuando aparece<br />

un problema serio para cualquier colectivo, todos tienen que “arrimar el hombro”.<br />

¿Y qué es el agarrar tobarreño sinó “arrimar el hombro”? Pero arrimarlo<br />

seriamente, con fiereza, con vigor, con rabia.<br />

Esos seiscientos ú ochocientos hombros tobarreños dispuestos agarrar la tarde<br />

del Jueves de Hombros, bien valían este arrimar las letras a los hechos, este<br />

agarrar con palabras lo constatado. Y, sobre todo, bien me ha merecido la pena<br />

algún esollejao del alma al recordar lo vivido… agarrando.<br />

En suma, el agarráo nos distingue a los tobarreños, nos da categoría a través de<br />

la Categoría Suprema Tobarreña que es la Semana Santa.<br />

Lo que decía. Cien páginas sobre el agarráo, aún me parecen cortas.<br />

120


Y me voy a atrever a terminarlas con una pregunta:<br />

¿Estás preparado, agarráor, por si un día<br />

te toca morir entre los palos?<br />

121


122


Estas mismas son las palabras que<br />

mandé a Sevilla tras mi experiencia<br />

costalera.<br />

Quiero que formen parte en estos<br />

<strong>Cuadernos</strong> de Agarráores.<br />

125


126


No me hubiera gustado morirme sin haber vivido esta experiencia agarráora.<br />

Probablemente, ni hubiera sido justo. Un tan estudioso y tan practicón<br />

semanasantero como yo, no podía quedarse con esa voluntad/¿frustración? A<br />

pesar de mis 58 años de vida física, mis 42 años (1958-2000) como agarráor<br />

(costalero) semanasantero (tobarreño, por supuesto) me daban “derecho” a<br />

intentarlo. ¡Y a conseguirlo! Sevilla es reconocida mater et magistra<br />

semanasantera. Tenía que ser allí. En el 2001.<br />

No me atreví a pedir ser costalero directamente en una Procesión. ¡Dios mío!<br />

¡Qué osadía! Sin haber visto jamás la Semana Santa sevillana, ¿quién se<br />

arriesgaba a meterse bajo un Paso y a servir como costalero? Bueno, pero yo<br />

sabía que en Sevilla “ensayan” antes de la Semana Santa. ¡Ahí iba a ser!<br />

¡Quiero salir! ¡Aunque sea en un ensayo! ¡Qué más da, si técnicamente no puede<br />

haber diferencias!<br />

Lo intenté en La Macarena. ¡Gloria Bendita! Para eso uno es colega en Mapfre y<br />

buen amigo de José Antonio Fernández Cabrero, Consiliario del Apostolado de<br />

Formación y Juventud de la Hermandad de La Macarena. ¡La Macarena! ¡Ahí es ná!<br />

¡Tóa Sevilla! ¡Palanganillas y verderones juntos! ¡Curristas y Puertistas en un solo<br />

lance! ¡José y Juan en el mismo quite! ¡Triana y Los Remedios en el mismo verso!<br />

Pero, ¡ni caso! La Regla XXXVIII de su Fervorosa Hermandad y Cofradía dice que<br />

“dado el alto honor que ello representa” “los que deseen efectuar” “como<br />

costaleros” “deberán tener diez y ocho años cumplidos y un año de antigüedad<br />

como mínimo” “lo solicitarán…”.<br />

En La Macarena, ni flowers. Uno a cero. No obstante, ahí va mi respeto. ¿Quién<br />

es Tobarra para creerse con derecho a…? Pero yo, manchego y terco…<br />

Paco Galán, otro querido colega, terne que terne, buscó otros rumbos.<br />

Por fin, iba a ser admitido “en el traslado” que se hace, antes de la Semana<br />

Santa, de los pasos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de las Penas y<br />

Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, que salen de la Parroquia de San Roque.<br />

¡Qué premonición! ¡San Roque! El Santo en cuyo día de 1942 nací (16 de agosto)<br />

cuando “el paso con San Roque” pasaba por la puerta de la casa de mis padres.<br />

¡Cuánto honor y cuánta coincidencia!<br />

Otro colega de Mapfre (Javier) hijo de Francisco Fernández-Palacios, Teniente<br />

Hermano Mayor de la Hermandad de San Roque, lo había conseguido.<br />

127


Iba a ser costalero “del traslado” que se hace de los Pasos/ andas/ parihuelas,<br />

desde donde “duermen” todo el año, hasta la Iglesia.<br />

Viernes, 23 de marzo del 2001. A las 21 horas.<br />

Días antes fui a Tobarra, apostica, apostica, para coger “mis zapatos de agarrar”.<br />

Fuertes, duros, con suela rasgada, firme, para fijarse bien al suelo en las Cuestas<br />

Abajo, en La Bajada del Paso Gordo tobarreño. Y marrones, claro, como<br />

nuestras túnicas. Hay que estar pendientes de todos los detalles.<br />

Y empiezo a “comerme el coco”: Si se llama “Paso Gordo”, por algo será. Porque<br />

Pasos, en Tobarra, hay otros 15 ó 20. ¿Cómo no voy a poder ser “costalero” en<br />

Sevilla, si soy “agarráor” del Paso Gordo tobarreño?<br />

Por fin, iba a sufrir “el sombrío aplastamiento que sufren los conductores”.<br />

(Eugenio Noel. Semana Santa en Sevilla). ¡Y me entraba una congoja…!<br />

Comida ligera. Siesta en el hotel. Ducha en paz. Leche edulcorada para la<br />

merienda. Cuerpo limpio y perfumado. Esa es mi praxis.<br />

Iba a resumir mis 42 años de agarráor/ costalero tobarreño en una hora<br />

sevillana. Pero…<br />

Con displicencia. Con pena. Con no disimulada sorpresa. Con algo de menosprecio.<br />

Me miró de arriba abajo. (La primera en la frente).<br />

= “¿Qué me han traído aquí?”.<br />

Eso pensó el capataz. Seguro. Por mi edad, tengo mucha más experiencia<br />

costalera/ agarráora que él. He estado muchísimas más horas entre (y bajo) los<br />

Pasos que él. Me la juego a que pensó eso: ¡Un tío viejo, calvo, con gafas, con algo<br />

de barriguita, con pinta de…! ¡Flojucho no parece, pero…!<br />

= “¡Póngase por ahí y luego le llamaré”.<br />

¿Las 21 horas? Bueno. Me tomé otro montón de vasos de leche con azúcar. Meé<br />

treinta veces. (Me aprendí todos los WC de la zona). Los nervios… Mira que si te<br />

rajas… Mira que si haces el ridi… Mira que si…<br />

Tobarra, mi pueblo… Yo me sentía Tobarra… Me mantengo en perfecta forma<br />

psíquica y física todo el año para cada Jueves Santo al atardecer. Por fuerza, por<br />

128


hacer fuerza, a mí, aún con mi edad, no hay costalero que me achante. Pero, ¿y la<br />

técnica? ¿Y si no sé agarrar con la técnica sevillana? Porque, por lo visto, no es<br />

sólo un problema de fuerza, sino que hay que servir para aguantar otras muchas<br />

cosas…<br />

Sevilla, los Pasos, las trabajaderas… Y yo, “acojanao perdío”, invocando a todas<br />

las teocracias, apelando a todas las teosofías, para quedar bien ante Tobarra<br />

(por supuesto) ante mí mismo (como es lógico) y ante mis amigos sevillanos (como<br />

se puede suponer).<br />

= “Ud., pá Cristos. Luego le igualaré”.<br />

El capataz había vuelto a dirigirse a mí. ¿Qué me habría querido decir? ¿Cristos?<br />

¿Igualar?<br />

En el almacén donde los Pasos viven la paz de 51 semanas, ya había surgido el<br />

runrún de que, “un escritoh iba a jasé un páh é shicotáh”.<br />

Me dolió. Así que yo no era un tobarreño, semanasantero cabal, con 42 semanas<br />

Santas “agarradas”, sino un escritor que luego lo tendría que contar. Sólo así me<br />

admitían. Nada más que por eso. Es lo que habían “vendido” para mi incardinación.<br />

Ante ellos, mis “méritos” semanasanteros eran nulos. ¡Ya podía yo hablar de mi<br />

pueblo! Y el caso es que como los agarráores/ costaleros tobarreños vamos fuera<br />

de los Pasos, me había llevado fotos del Jueves Santo de 2000, con El Paso Gordo<br />

tobarreño en plena Cuesta y yo entre los palos (trabajaderas). ¡Ni caso!<br />

Me lo aclaró Paco Galán:<br />

= “Tú, pá Cristos, quiere decir que por tu estatura no podrías salir en un Paso de<br />

Virgen. Ahí van los más bajos, porque como las Vírgenes llevan palio, los<br />

costaleros han de ser más bajitos o no podrían salir de las Iglesias”.<br />

Bueno, empate a uno. Por lo menos, respetan mis 174 ctmrs., calva incluida.<br />

= “Igualar es medir a los costaleros para que los que van en cada trabajadera<br />

sean iguales”.<br />

Había dos Pasos. El de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza, que estaba<br />

delante, y el de Nuestro Padre Jesús de las Penas y Simón de Cirene. O sea, que<br />

yo saldría en el último. Alguien –con la intención de prepararme mentalmente- me<br />

metió bajo el trono. (“¿Hah disho «trono»? Ezo, en Málaga. No lo güervah a desí”.<br />

129


En Zevisha, Paso). ¡Ah! En Tobarra decimos “anda”, “trono” y algo menos, “paso”.<br />

Alguien, también, -desde abajo y a obscuras- me hizo ver y tactar las 7<br />

trabajaderas y me explicó hasta el último detalle, lo que es la levantá, la chicotá,<br />

el patero, la zambrana, el cuadrante, el contraguía… (Todo un lenguaje costalero<br />

que yo ya llevo en mi corazón de viejo agarráor tobarreño).<br />

Me notaba inefablemente protagonista (indirecto y ajeno) de un misterio, de un<br />

embrujo, “de un miedo a que te hagas daño y te dehgrasies pá tóa la vía…”. ¡Y te<br />

lo dicen, por si tú aún no tuvieras bastante jinda encima!<br />

Consejos, consejos, consejos…<br />

= “Tienes que poner los pies asá…”. “Las piernas así”. “Notarás aquí…”.<br />

“Acostúmbrate a estar en cuclillas. En los pasos de palio el costalero nunca<br />

puede ponerse de pié. Ni en las parás”.<br />

Empezó “la igualá” para el Paso de la Virgen. El capataz –con más poder que un<br />

general- iba colocando (de espaldas) a los hombres, de cinco en cinco. Primero,<br />

los de la última trabajadera. Tactaba con los dos pulgares –como masajeándola,<br />

como mimándola, como salvaguardándola- la apófisis espinosa de la 7ª vértebra<br />

cervical. Ese es el punto de apoyo de la trabajadera. Comprobaba la altura de ese<br />

punto de la columna. No importan la cabeza, ni los hombros. Sólo la altura de esa<br />

vértebra. Tactaba con un pulgar, con otro, recreándose, afirmándose,<br />

convenciéndose… Cambiaba a los hombres. Quitaba alguno. Ponía otro. Cuando ya<br />

no le quedaban dudas, lo decía, y el cuadrante, después de preguntarlo<br />

individualmente, anotaba en una hoja ad hoc, nombre, apellidos y sitio exacto de<br />

cada costalero. Y les advertía que “el Domingo de Ramos a tal hora…”.<br />

Así, hasta siete trabajaderas. Desde los más pequeños a los más altos.<br />

Efectivamente, ninguno de los 35 costaleros de la Virgen era más alto que yo. Y,<br />

mirándolos chulescamente, me empeciné en mentalizarme suficientemente, en<br />

poner en solfa mi autoestima, mi preocupado ego:<br />

- “Ese no es más fuerte que yo”. “A aquél le pego yo un porrazo”. “Este tiene 30<br />

años menos que yo, pero le gano el pulso”. “Si esos pueden, yo más”.<br />

Por fin, me hicieron salir a la calle “pá jasé la ropa”. Iban a montar mi costal y me<br />

iban a vestir a modo. Se ofrecieron 20 “mosoh d’espáh”. Pero, ¿cómo se habían<br />

enterado de que yo no era “de esa historia”? ¡Cuánta amabilidad! ¡Qué cortesía!<br />

¡Qué solidaridad! ¡Qué denonado interés en que yo estuviese bien, en que todo<br />

saliese bien! (Sevilla, ¡te quiero! Capillitas ¡os amo!). Gentes a las que yo no había<br />

130


visto en mi vida, ni sabía quienes eran, dispuestas a ayudarme, a aconsejarme, a<br />

animarme…<br />

Yo había venido “de uniforme”: Una camiseta blanca, de manga corta, y un<br />

pantalón negro. Ya dicho: Y mis zapatos de agarráor. Me habían advertido que<br />

hay que saber marcar el paso y arrastrar los pies, pues “ahora iremos en paso<br />

racheao”.<br />

¡No te jode! ¿Arrastrar los pies? ¡A mí! ¿Marcar el paso? ¡Como un sargento<br />

legionario! Pero, ¿qué se han creído? El costal, la morcilla…<br />

- “Hay que encasquetárselo bien, para que no haga rozaduras. El costal tiene<br />

que apretar. Así que, ¡fuera las gafas!”.<br />

Efectivamente, notas el costal como una segunda piel, que te cubre todo el<br />

cráneo, desde las cejas y hasta mitad de la espalda.<br />

¡Abajo los pantalones! Hay que ajustar la faja, girando sobre ti mismo. Y allí que<br />

me vi enseñando el muslamen a la noche sevillana.<br />

Empecé a sentirme como un luchador de Sumo. ¡La barriga pá dentro y el pecho<br />

pá fuera!<br />

Por fin, dispuesto a hacer el paseillo. Me veía en torero. Sí, señor: Torero. Nunca<br />

me he puesto un vestío de luses, pero seguro que habría sentido lo mismo.<br />

Iba tomando confianza. En ese momento, me acordé de mis múltiples lecturas<br />

semanasanteras sevillanas, guardadas para este momento:<br />

- “En 1973 salen los primeros costaleros hermanos/ cofrades. Hasta entonces,<br />

todos eran profesionales, «gallegos», palanquines, mozos de cuerda”.<br />

Pero… ¡Padre Jesús de las Penas!… en 1973 yo había «agarráo» ya en 15 Semanas<br />

Santas tobarreñas. ¿Por qué tener miedo? ¿Y el orgullo tobarreño?<br />

Ya estaba en la calle el Paso de Nuestra Señora de Gracia y Esperanza.<br />

Naturalmente, sólo la parihuela, puesto que –como ya he dicho- la Virgen y<br />

Nuestro Padre Jesús de las Penas están en San Roque (o en la Sede de la<br />

Cofradía, que aún no lo sabía) durante todo el año. Ya había oído al capataz echar<br />

su arenga, antes de la primera levantá. Confieso que no le entendí una palabra.<br />

Desde donde vi salir el Paso, no oía nada. Pero como imaginación sí que tengo,<br />

131


arrunto al capataz apelando al honor y a la gloria de ser costalero, de saberse<br />

los mejores.<br />

Me habían dicho exactamente dónde tenía que colocarme. Exactamente.<br />

Inapelablemente. Matemáticamente. Acudí otra vez a mis lecturas previas:<br />

- “Voy en la tercera trabajadera, segundo por la izquierda. Llevo a mi izquierda<br />

al costero; a mi derecha al corriente. Luego voy de fijador”.<br />

Eso, sí. En cuanto me coloqué en mi trabajadera, comprobé que los hombres de<br />

ambos lados, eran absolutamente “cachas”. Miré detrás. Mi homónimo de la 4ª<br />

era un auténtico “tarzán”. Ellos tres estuvieron constantemente pendientes de<br />

mí, me decían algo cada cinco segundos… ¡Qué el San Roque de Tobarra los<br />

bendiga!<br />

(¡La veteranía! Al terminar, quise dar un abrazo de sumisión y respeto al capataz.<br />

Me perdonó la vida:<br />

= “Usté es de cuarta trabahaera. Pero he querío aliviarlo una chispilla y le he<br />

puesto en la tercera”.<br />

¡Cachis en la mar! No se han “fiado de mí” ni un segundo. Aunque sólo me enteré<br />

después, me alivian, me rodean de tíos “cachas”…).<br />

Por fin, íbamos a hacer la levantá. Por haber visto hacerla en el Paso de la Virgen,<br />

yo me imaginaba que tenía que ser un momento difícil utilizar esa técnica de<br />

emplear las piernas flexionadas como ballestas para levantar la parihuela a pulso<br />

unos centímetros por encima de la morcilla para que, al caer, se ajuste sobre ella.<br />

¿Difícil? ¡Sí! ¡Pero no tanto! Levantar no es difícil ni duro, pero cuando la<br />

trabajadera cae sobre la morcilla, todo el costal se estira y se produce un “golpe<br />

de sangre” como el que sufre un boxeador cuando le golpean en la frente. No te<br />

mareas, pero durante unas décimas de segundo, “pierdes el mundo de vista”. Eso<br />

sí, te recuperas inmediatamente, en una milésima. Otra vez, ¡listo! ¡A hacer<br />

fuerza!<br />

Con “la sangre en su sitio”, el Paso arriba, sobre la morcilla. El cuerpo, ya erguido.<br />

Mis brazos, estirados, se posan en la trabajadera de delante. Noto la piel de los<br />

brazos de mis compañeros pegada a la de los míos. Contacto, piel con piel. Sin<br />

timidez. Obscuridad total. Anonimato total. Calor. Tardamos diez segundos en<br />

empezar a sudar. Se mezcla el mío con el sudor de los brazos de los hombres de<br />

los lados. Crea una sensación de intimidad distinta, de complicidad absoluta. No<br />

132


cabe mayor hermanamiento físico. Ni en la mili había sentido esa sensación táctil.<br />

Me veía en mi infancia pegado a mi hermanico Pedrín, durmiendo en la misma<br />

cama. Te sientes humano, vivo y útil. ¡Y costalero sevillano, coño!<br />

Ni había leído ni me habían hablado del “latigazo” de la trabajadera al ajustarse a<br />

la morcilla y, por ende, a la cerviz, tras la levantá. Es, sin duda, el momento más<br />

difícil, el único momento realmente difícil que he vivido.<br />

¿Peso? No, peso exagerado, no. En ningún momento me he sentido “clavado al<br />

suelo” como llevando El Paso Gordo tobarreño. ¿Incomodidad? ¡Toda! Pero han<br />

vencido la ilusión y el amor semanasanteros.<br />

“¡Arriba, arriba!” “¡Quietos!”<br />

Alguien da una orden de avance.<br />

Avanzo el pié izquierdo. Ahora, el derecho. Paso racheao. Froto literalmente los<br />

pies contra el suelo. Fffsss, fffsss, fffsss… Es un sonido divino y lo disfruto<br />

intensamente. Estoy gozando apasionadamente. Por debajo de los faldones, veo<br />

los zapatos de mis compañeros de Mapfre. Los imagino pendientes de mis pies.<br />

¡No se fían!<br />

Una chicotá. Un descanso.<br />

No era misión imposible. Tobarra, a salvo. Me encuentro divinamente. No puedo<br />

ponerme en pié, pero busco un tranquillo, la manera de acomodarme a la postura,<br />

unos segundos. Otra levantá. Otro latigazo en el cerebro. Otra vez, fffsss,<br />

fffsss, fffsss… ¡Música celestial! Y así, hasta…<br />

Empiezo a entender la heroicidad del costalero sevillano. Seis u ocho horas bajo<br />

el anda, a oscuras, piel con piel, en cuclillas, con “una caló” de mil… ¡ángeles! (Bajo<br />

un Paso no caben demonios).<br />

Vuelvo a decir que peso excesivo, no. No experimentas esa sensación de que “se<br />

te doblan las piernas” o “se te parten los riñones”, como sientes desde el primer<br />

momento bajo El Paso Gordo. ¡Pero todo es igualmente heróico! ¡Meterse bajo un<br />

Paso sevillano es heróico! Aliviao o sin aliviar. (¿De qué me sorprendo? ¿No<br />

hacemos lo mismo en Tobarra –ponérselo fácil- a quien agarra por primera vez?).<br />

Por fin, nos relevan. Me quito el costal. Me pongo un jersey, por el sudor. No<br />

quiero enfriarme.<br />

133


= “¡Arsa, si tiéh la ezparda colorá!”.<br />

Mis compañeros sevillanos me han levantado la camiseta. ¡Tela! Se sorprenden de<br />

que tenga la cerviz encarnada.<br />

- “Claro. Yo no he venido a pasearme. He venido a hacer fuerza”.<br />

Me invitan a cenar a lo grande. Se nos hacen las tantas de la madrugá. Y aún<br />

hemos de ir a tomar cazalla o anís u orujo o algo así enfrente de La Macarena. ¡Y<br />

vamos!<br />

¿Cómo no ir? Me rodean mis escépticos “apoderados”, mis desconfiados<br />

“managers”, mis descreídos colegas. Noto que el verme indemne les ha hecho la<br />

misma ilusión que a mí vivirlo “sano y salvo”. Todos nos hemos relajado. Ellos, al<br />

comprobar que “he podío” y estoy intacto. Yo, al saberme (también y para<br />

siempre) costalero sevillano.<br />

Una copa. Y otra. Dentro de cuatro horas sale mi avión. ¿Y qué?<br />

Zoi er gashó mah felí<br />

de Serva la Barí.<br />

¿Cómo no llevar ya para siempre –ahora, por un motivo muy especial- a Sevilla en<br />

mi corazón? ¡Aunque viviera 100 años más!<br />

¡Costalero en Sevilla! Ya puedo cortarme la coleta. ¡Y las venas! Nunca he salido<br />

por la Puerta del Príncipe, pero no lo cambio por esta experiencia costalera<br />

sevillana. Ya no me acuerdo de que sólo era un escritor, de que no se han fiado de<br />

mí, de que me han considerado un novato, ¡en el 2001!, a mis 58 años y agarrando<br />

desde los 15.<br />

Hay libros técnicos, pero no conozco la literatura del costalero sevillano y yo no<br />

soy quien para escribirla. Tal vez esta falta, esta ausencia de letra dura,<br />

perdurable, se deba a que aún no es larga la tradición… amateur. Habiendo sido<br />

profesionales los costaleros hasta 1973, no cabía romanticismo, ni poesía, ni<br />

meditación, ni carga antropológica alguna. Costal, dinero. Poca prosa cabe así.<br />

¡Pero ya la escribirán! Así lo brindo y lo deseo.<br />

Yo lo que sí sé es que no he cuidado nunca tanto –como éste- un escrito<br />

semanasantero. Ni tobarreño, ni no tobarreño. Pero es porque la Semana Santa<br />

de Sevilla es mucha Semana Santa. Vamos, es “la Semana Santa”, la<br />

134


antonomástica, la conjunción de todas, la suma, la multiplicación, la<br />

geometrización…<br />

Es más. Ahora estoy en disposición de comprender que el costalero sevillano<br />

aglutina todo lo que puede hacer un cuerpo de hombre o de mujer (porque ya hay<br />

muchas “costaleras” repartidas por España) con un Paso sobre sus hombros.<br />

(Hombros, hombro, cerviz, tómese como pura metáfora).<br />

El costalero/agarráor es el único sujeto activo de la Semana Santa que admite<br />

toda una cultura sobre sí: Literatura, antropología, sociología… Y el que quiera,<br />

también devoción, mística, liturgia… (En el tamborilero no cabe todo eso. En el<br />

nazareno/penitente, bastante menos).<br />

Por todo ello, me he sentido partícipe de una gran responsabilidad. Doble<br />

responsabilidad. Como pequeño escritor y como semanasantero. Sabía, así, que<br />

tenía entre mis manos la ocasión, doble posibilidad también, de ofrecer a Tobarra<br />

la oportunidad de “exportar” su orgullo agarráor. Pero también la dicha de contar<br />

por escrito a Sevilla algo muy suyo –el costalero- pero visto de manera diferente.<br />

Y más, siendo forastero. He leído los Pregones sevillanos de los últimos 50 años.<br />

¡Qué poquita atención se le presta al costalero! Y no es justo. Porque no hay<br />

saeta sin costalero. No hay llanto ruano sin costal anónimo que lo provoque. No<br />

hay Procesión sin vértebras masacradas.<br />

Estoy seguro. Si. Equivocado o no, pero estoy seguro: Más que la lírica, el costal;<br />

más que la devoción, el esfuerzo; más que la oración, el sudor. ¡Y lo dice este<br />

pequeño poeta!<br />

Por eso, he reincidido. Sin suerte, pero lo he pretendido. ¿Qué perdía? Lo<br />

intenté, claro. Me habría gustado salir en la Procesión “de verdad” el Domingo de<br />

Ramos. ¡Imposible! ¿Quién soy yo? Lo entiendo, lo respeto y lo acepto. Demasiado<br />

honor me han hecho. Y lo agradezco desde mi cerviz ya sevillana, desde mi<br />

hombro siempre tobarreño, desde el pequeño rincón de mi orgullo semanasantero,<br />

donde acumulo fuerzas para el próximo Jueves Santo, aplicándome en letras, en<br />

emoción, en fustigar ese misterio que nos empuja –irremediable y libremente-<br />

una vez al año, a hacer fuerza bajo el palo de un Paso. En fin, a sentirnos Cirineos<br />

junto al Guadalquivir sevillano o en el Calvario tobarreño.<br />

135


136


137


La vida me está permitiendo cerrar ciclos vitales, con la inmensa fortuna de<br />

clausurarlos mucho más que satisfactoriamente. Precisamente, de ponerles<br />

fin, en palabras del calasparreño José Antonio Moya “El abuelo”, de manera<br />

“entre muy buena y cojonuda”.<br />

Así, cerrado el largo proceso de paternidad activa, el más que suficiente<br />

proceso profesional (en este marzo 2002 ha cesado mi vida laboral<br />

remunerada), estoy en vías de cerrar mi vida de agarráor. Vengo así<br />

diciéndolo a lo largo de todo el libro y así será, porque así debe de ser. Y,<br />

claro, como me llena tantísimo, me aferro al clavo ardiendo de las últimas<br />

posibilidades.<br />

He tenido el inmenso honor (es tópico decirlo de tan veraz) de ser<br />

Pregonero en la Semana Santa de Calasparra en 2002. Después de tres<br />

conferencias taurinas a la largo de un lustro, “me han hecho Pregonero”. Allí<br />

hemos estado una docena de tambores tobarreños (la mayoría, gente del<br />

Paso Gordo), un grupo de leales amigos y mi entusiasmada voz pregonera. Y,<br />

como tantas veces y tan distintas, en estos últimos años, acompañado por<br />

ese fiel mozo de estoques que es mi hermanico Pedrín.<br />

Como la más elemental muestra de generosidad, cortesía y honestidad hacia<br />

el pueblo calasparreño me ha obligado a conocer exhaustivamente –aún sin<br />

haberla vivido- vía entrevistas y estudio, su Semana Santa, yo sabía que<br />

podía vivir con ellos dos Procesiones sin perderme ni un solo minuto de las<br />

de Tobarra.<br />

Así ha sido.<br />

El Viernes de Dolores he sido andero (agarráor) del Cristo de la sangre, en<br />

el Vía Crucis. El Cristo de la Sangre es una hermosísima imagen de Cristo<br />

Crucificado en las manos, y ¡sorprendentemente, peripatético! Nunca había<br />

visto nada igual. El anda del Cristo de la Sangre lleva 16 anderos<br />

(agarráores) pero… ¡como lleva almohadillas corridas! pueden agarran 24.<br />

Túnica roja. Sin horquilla, pues sólo la llevan “las cuatro horquillas” para los<br />

descansos. Sin relevo. Procesión/ Vía Crucis “a salir (Iglesia de los Santos) y<br />

entrar(Iglesia de San Pedro)”. Una muy agradable experiencia. ¡Un aperitivo<br />

semanasantero incluso para los calasparreños!<br />

Insistiré hasta el hartazgo: Como el Vía Crucis tiene un carácter puramente<br />

religioso (y me parece muy bien) muy poca gente en las filas y menos<br />

espectadores. Lo natural.<br />

138


Ya he inscrito al Cristo de la Sangre Calasparreño entre mis amores<br />

semanasanteros.<br />

El Domingo de Ramos, el traslado/ venida del Ecce Homo desde su Ermita<br />

al pueblo para hacer la Procesión del Encuentro con la Dolorosa. Aquí,<br />

¡palabras mayores! El Ecce Homo calasparreño es una imagen de tamaño<br />

medio, desnuda, con una hermosa capa granate sobre sus hombros y hasta<br />

los pies. Lleva, por supuesto, una caña.<br />

El traslado se hace en un anda para 16 agarráores (que van de paisano) con<br />

almohadillas corridas. Sólo llevan horquilla “los del lao de la horquilla”.<br />

Realmente, este traslado/ venida al pueblo tiene mucho de romería hasta un<br />

lugar concreto (Calle del Ecce Homo) donde en una casa concreta se cumple<br />

con el ritual de tomarse unas cervezas y ponerse las túnicas y las capas. Ahí<br />

empieza realmente la Procesión, que sale al encuentro de La Dolorosa que ha<br />

partido desde la Iglesia. (Como tobarreño, me choca. Recuérdese que aún es<br />

Domingo de Ramos).<br />

El camino desde la Ermita hasta el pueblo supone un recorrido en plena<br />

huerta calasparreña, de un par o tres de kilómetros. Si lo parangono con<br />

algo tobarreño, supondría llevar un Santo desde Alboraj o desde Aljubé<br />

hasta el Paseo.<br />

Luego, la Procesión tiene toda la solemnidad del mundo. Y El Encuentro del<br />

Ecce Homo con La Dolorosa toda la majestuosidad imaginable. Se acercan<br />

ambas andas marcando el paso y como la calle es recta, se ven<br />

perfectamente desde mucho tiempo antes. Se acercan lentamente, muy<br />

lentamente, hasta juntarse prácticamente palo contra palo. Como yo iba en<br />

medio y en la punta, sentía la respiración de la agarráora correspondiente<br />

de La Dolorosa. Es que, además, ambas andas se mecen simultáneamente<br />

durante unos largos segundos, hasta que alguien da orden de hacer una<br />

doble reverencia. Ahí, estalla Calasparra de jubilo.<br />

La técnica agarráora calasparreña, es como la nuestra, de “agarráo<br />

retorcío”. El paso, siempre “marcando el paso”. Siempre.<br />

Nunca había agarrado sin horquilla y con túnica y capa. Por cierto que, como<br />

me las han regalado, me he comprometido ante mí mismo a hacer más<br />

venida/ traslados del Ecce Homo calasparreño.<br />

139


¡Agarráor/ andero en Calasparra en el 2002!<br />

Como Chavela Vargas: ¡Gracias a la vida, que me ha dado tanto!<br />

140


Dedicado a Guillermo A. Paterna Alfaro,<br />

cronista acérrimo del tambor tobarreño<br />

en el siglo XX y enamoradamente<br />

empeñado en “salvar” su presente y su<br />

pasado inmediato.<br />

Con mi afecto personal, mi aplauso por<br />

su labor y mi admiración por su<br />

quehacer.<br />

Y es porque, sin su esfuerzo de<br />

investigador, sin su calidad de escritor, el<br />

tambor tobarreño, hubiera nacido ayer.<br />

3


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE JJOOSSÉÉ GGAARRCCÍÍAA BBLLEEDDAA..<br />

La Historia de un pueblo es también la historia de los hombres que, con su<br />

particular manera de entender sus vivencias y decidida actitud y esfuerzo por<br />

defender sus tradiciones, han contribuido con sus aportaciones ya no sólo a<br />

mantenerlas sino de manera notable, a difundirlas.<br />

José María Hurtado Ríos es uno de los más aplicados defensores de todas<br />

nuestras tradiciones y, especialmente, de las relacionadas con nuestra Semana<br />

Santa. Así ha quedado reflejado en sus numerosos escritos y con gran acierto en<br />

sus observaciones, de tal modo que sus investigaciones, por su particular visión,<br />

enfoque y rigor en la comprobación de datos y contraste de opiniones, constituyen<br />

una obligada referencia y un valioso legado para generaciones futuras.<br />

Su deseo de que escriba esta líneas a modo de introducción a su trabajo sobre los<br />

tamborileros constituye motivo de satisfacción por tal deferencia.<br />

El tamborilero es, sin duda, el protagonista fundamental de nuestra tamborada<br />

por el sentimiento que transmite al convertir en redoble los golpes al parche de<br />

su tambor. Ciertamente, el tambor en si es también protagonista, pero sólo<br />

realmente este instrumento cobra vida en las manos del tamborilero.<br />

Cualquiera en Tobarra podría hablar sobre el tema, ya que posiblemente todos<br />

los tobarreños en mayor o menor medida somos tamborileros. No importa tocar<br />

bien o mal. Simplemente en Tobarra, en Semana Santa, se toca el tambor,<br />

reflejándose así de modo espontáneo un estado de ánimo, perdiéndose la<br />

identidad del toque individual en pro del toque en cuadrilla, siendo así el<br />

tamborilero en perfecta simbiosis con su tambor, el protagonista anónimo de lo<br />

que supone la tamborada como sentimiento colectivo.<br />

Nos incorporamos así los tobarreños y los que comparten con nosotros estos días<br />

a las tamboradas con la mayor naturalidad como si se tratara de ir al campo o a<br />

la oficina, participando en el ir y venir de las cuadrillas y en el cruce e<br />

intercambio de redobles sin que importe demasiado el virtuosismo de los<br />

redoblantes.<br />

Capítulo aparte merecerían, los virtuosos del tambor, pues, sin duda, alguna vez<br />

todos nos hemos estremecido de emoción al escuchar determinados toques<br />

aislados, que en la mayoría de las ocasiones, espontáneamente se traducen en un<br />

respetuoso silencio por parte de los otros tamborileros cuando uno o varios<br />

elegidos matizan su habilidad con esos redobles superiores que sólo están a su<br />

alcance sintiendo así que algo indescriptible sale de lo más profundo de sus<br />

corazones. En esos momentos, aunque uno no sea el protagonista, se siente más<br />

identificado con el sentimiento colectivo de tragedia y de dolor que<br />

conmemoramos con nuestra tamborada.<br />

El tema de los tamborileros es elemento esencial en nuestra Semana Santa y es<br />

seguro que en la forma que ha sido tratada por José María Hurtado supondrá, sin<br />

5


duda, para cada uno de los lectores una renovada vivencia de los distintos<br />

momentos que cada uno ha vivido como tamborilero. Resulta, pues, obligado<br />

agradecerle su esfuerzo y méritos por este y otros trabajos en pro de mantener<br />

nuestras tradiciones.<br />

6


HISTORIA<br />

¿Desde cuando somos tamborileros? ¿Por qué somos tamborileros en Tobarra?<br />

Es un tema que creo haber dejado suficientemente claro, a nivel de hipótesis, por<br />

supuesto.<br />

Nada tengo que añadir a lo que dije en la Revista de Semana Santa de 1981:<br />

“Nos repoblaron o se mezclaron con los moros tobarreños gentes tamborileras<br />

aragonesas que acompañaron al Primer Señor de Híjar, Don Pedro Fernández, en<br />

tiempos de Jaime I, a la reconquista de Murcia, inmediatamente después de<br />

enero de 1266, año en que en la capital del Segura es aplastada la revolución<br />

nazarí”.<br />

Meses después (agosto 1982) “descubro” un Híjar, muy cerca de Tobarra. La<br />

visito. Híjar en Albacete. Híjar en Teruel. ¡Oh!<br />

No tenía dudas, pero por si quedaban.<br />

Tengo pendiente de escribir (será un compendio de lo escrito por otros sobre<br />

ese tiempo en Tobarra) un libro que titularé “Tobarra en el siglo XIII”.<br />

Seguiremos sin encontrar documentos que demuestren la veracidad de lo intuído.<br />

Pero…<br />

Como me había advertido el Profesor Doctor Manuel Riu en Barcelona: “Su<br />

hipótesis es muy verosimil y ya que no la puede demostrar, quédese con la<br />

satisfacción de que nadie podrá refutársela. Ahora bien, en su tierra no va a<br />

gustar nada que fuese Aragón quien la repobló. Una vieja pugna entre estudiosos<br />

castellanistas y aragonesistas”.<br />

Así fue. Los profesores González (de Madrid), Torres Fontes (de Murcia) y<br />

Pretel (de Albacete) se pusieron “orijialtos”.<br />

No obstante, la repoblación hijarana/tamborilera en Tobarra se me ha<br />

reconocido, siempre a nivel de hipótesis, naturalmente:<br />

1º) En Híjar, mi hermanico Mariano Laborda Gracia. (Recuerdos de Híjar II).<br />

2º) En Moratalla: “El tambor en la Semana Santa de Moratalla”, de R. Fernández,<br />

J. Luleña, J. Navarro, M. García, J. Martínez, G. Romera y J. J. Sánchez.<br />

8


3º) En Cuenca, Luis Calvo Cortijo en “El Rito de las Turbas”.<br />

4º) En Hellín, J. F. Jordán Montes y A. González Blanco “Los tambores. Sonido,<br />

comunicación y sacralidad”. Primer Premio del I Certamen nacional de ensayo<br />

sobre los orígenes del tambor. En la página 63 tienen la desfachatez de decir<br />

en 1992 lo que yo ya había dicho nueve años antes. Eso sí, sin citarme. Menos<br />

mal que en la página 73 dicen: “Completar la cuestión con Hurtado Ríos, J. M.<br />

sobre el origen de los tambores. Rev. de la Semana Santa de Tobarra.<br />

Tobarra 1981. El autor también (el subrayado es mío) avanza la hipótesis de<br />

una repoblación aragonesa para justificar la presencia de los tambores”.<br />

¿Cómo que también avanzo? ¡Pero si ya lo había dicho nueve años antes! Ellos<br />

son los que también dicen, lo que yo dije antes. ¿No lo reconocen así<br />

expresamente en la página 15 de la Revista hellinera Tambor de ese año<br />

1992? ¿Por qué no lo dijeron claramente en el trabajo citado?<br />

Por su parte, el ínclito A. Losada Azorín insiste en “lo aragonés”, pero sin<br />

citarme, claro. Vide página 7 de su título “El tambor en Semana Santa”.<br />

Accesit en el II Certamen nacional de ensayo sobre los orígenes del tambor.<br />

En cambio, sí me cita el sacerdote hellinero J. Fernández Selva, en una tesina<br />

aprobada en la Universidad de Comillas. Eso sí, con error histórico incluido.<br />

Yo no hablo para nada del Cid... Simplemente porque es un personaje de un<br />

par de siglos antes de 1266. Pero, en cualquier caso, agradezco a Fernández<br />

Selva su cita y el envío de sus textos.<br />

Finalmente, me cita con un gran cariño, respeto y rigor, mi amigo José<br />

Antonio Iniesta Villanueva, en su obra “Origen del Tambor y su repercusión<br />

en la tamborada hellinera”, que fue Primer Premio en el II Certamen, ya<br />

relatado.<br />

5º) Por el Profesor Pedro Voltes en su “Rarezas y curiosidades de la Historia de<br />

España”.<br />

6º) Aún podría citar a la Revista de Información de la Junta de Comunidades de<br />

Castilla-La Mancha, nº 33, de marzo de 1988. Se hace eco, largo eco, de mi<br />

hipótesis.<br />

Etc., etc., etc.<br />

9


No voy a decir que la lista sería interminable, pero sí abundante. He escrito un<br />

artículo sobre ello para la Revista de Semana Santa de 2003, con el título: “Una<br />

hipótesis mayor de edad”.<br />

El tema estuvo de moda en un par de universidades a mitad de los años 80 y tuve<br />

en mi despacho de Barcelona a bastantes alumnos de Medieval, interesándose por<br />

el asunto. (Gracias, claro es, a la amabilidad de mi orientador, el Profesor Riu).<br />

Y eso que sólo 23 años después de mi primigenia tesis de 1980 he pisado como<br />

alumno una Facultad de Historia. Ahí he aprendido (con casi cinco lustros de<br />

retraso) lo que es investigación ex-novo, investigación ex-silentio.<br />

Y, ¿qué decir del profesor Americo Castro en España en su Historia, asunto<br />

recién leído en 2003? Dice el maestro:<br />

- “No proyectemos sobre un fenómeno de vida ningún escepticismo intelectual”.<br />

A propósito del Sepulcro de Santiago dice lo mismo que yo dije (por pura<br />

intuición) del origen del tamborear hijarano/tobarreño:<br />

- “Si no es verdad, merece serlo”.<br />

En cualquier caso, el hermanamiento Híjar/Tobarra y las veces que nos visitan o<br />

los visitamos, completa cualquier hipótesis histórica.<br />

10


LO INMEDIATAMENTE ANTERIOR<br />

Tobarra nunca agradecerá bastante el tenaz, denodado, duro y riguroso esfuerzo<br />

de investigación del tambor de los siglos XIX y XX, que ha hecho Guillermo A.<br />

Paterna Alfaro, Cronista Oficial y Archivero Municipal.<br />

Guillermo salva lo que el tambor tenía de salvable en el siglo XX. Incluso en el<br />

anterior.<br />

No se puede decir más ni se puede decir mejor. Pero es que, además, es imposible<br />

ir más lejos. Por lo menos, en Tobarra. El tema tambor, el tema Semana Santa no<br />

ha interesado como tema cultural hasta los tobarreños de nuestra generación. Y<br />

eso, sólo a una minoría. Me atrevo a decir que ello es consecuencia de que lo<br />

religioso no se planteaba –ni, menos, se cuestionaba- hasta el final del siglo XIX.<br />

El tema no admitía bromas: O fe u hoguera inquisitorial.<br />

El tambor, el objeto tambor, pasa por las manos de Guillermo como si fuese un<br />

cuerpo vivo: Hace una total vivisección del mismo, a través de sus creadores, de<br />

sus innovadores, de sus inventores, de sus revolucionarios.<br />

Como demuestra Guillermo, no es difícil adivinar que el objeto tambor, evolucionó<br />

poco o muy poco desde que nos lo trajeron los hijaranos en 1266, hasta bien<br />

entrado el siglo XX. Eso es exactamente lo que ha sucedido en todos los pueblos<br />

tamborileros desde Híjar a Baena, desde Moratalla a Alcañiz.<br />

Por otra parte, es lo natural. ¿Qué materiales podían utilizar los tobarreños de<br />

los siglos XVIII y XIX para hacer sus tambores? Pues los mismos que los del<br />

siglo XIV. En esto, la vida no cambió en seis o siete siglos. Hasta la Revolución<br />

Industrial (¿llegó a Tobarra?) hablar de evolución técnica es un puro sarcasmo, al<br />

menos con nuestros valores actuales.<br />

Y como sería inútil, injusto y estúpido añadir algo más a lo que dejó escrito<br />

Guillermo en las Revistas de Semana Santa de 1988 y 2000, lo dejamos aquí. Él<br />

ha sido cátedra, última palabra y dogma. ¡Mi admiración!<br />

Del tambor, ni una palabra más. Si acaso, literatura. Los inventores la merecen.<br />

11


BUENA PARTE DE LA HISTORIA DEL TAMBOREAR ES LA<br />

CONSTATACIÓN DE SU SER CUESTIONABLE.<br />

Hoy, siglo XXI, el tambor no admite disidentes en Tobarra. Que se sepa, que se diga,<br />

no hay ni uno. Pero cuando la Semana Santa, su celebración, abarcaba mucho de<br />

religioso y la Iglesia Católica tenía un determinante peso específico en la sociedad,<br />

el tambor sufrió (sin comillas) poca o mucha persecución.<br />

Está justificado:<br />

= Tocar el tambor es divertido. Siempre lo ha sido. El tamborilero se divierte<br />

tocando.<br />

= Mientras se toca, se come y se bebe, casi siempre, exageradamente.<br />

= Hasta hace 80 años se tocaba con el capuz bajo; el tamborilero iba mascarado,<br />

como en carnaval.<br />

= Etc.<br />

Todo esto, obvio, comporta poca carga de endolencia. Poca no, ninguna. Y eso hace<br />

chirriar fechas, actos y sentido penitencial semanasantero.<br />

La Iglesia ha tragado (sin comillas) con el tambor. Luego, claro, ha dependido mucho<br />

de la inteligencia, de la soberbia o la buena voluntad de los respectivos curas, el que<br />

el tema haya sido más o menos cuestionado. Y dentro de esto, con más o menos<br />

virulencia.<br />

Lo que sí garantizo es que jamás he visto a cura alguno tocando el tambor. Yo no he<br />

visto a ninguno ni sé de ninguno que lo haya tocado. Esa es mi experiencia personal.<br />

(Pero se me manifiesta que en la Semana Santa del 2004, los curas de Tobarra han<br />

tocado el tambor. Yo no lo he visto, pero…). <br />

Pero no es sólo en Tobarra. Así, Lourdes Segura (Percusión e identidad. 1987) afirma<br />

en la pág. 181 y referido al Bajo Aragón que “ha habido sacerdotes que han querido<br />

prohibir las celebraciones tamborileras”.<br />

Como siempre (y así, casi 20 siglos) la Iglesia Católica intentando que el hombre no<br />

sea feliz en la tierra… o que sólo lo sea como ella diga, claro. El hombre debe esperar<br />

a ser feliz en el Cielo. (O eso es lo que predica la Iglesia).<br />

N.del A. El artífice de esto ha sido Antonio Carrascosa Mendieta. He tenido mucho<br />

interés –y lo he conseguido- en hacerme amigo suyo... ¡Olé sus cojones!<br />

12


Por suerte, el tambor semanasantero está por encima del bien y del mal, está más<br />

allá de cualquier norma, humana o divina, estatal o eclesial.Y lo seguirá estando.<br />

Gracias a Dios.<br />

13


¡Bendito sea quien las inventó!<br />

104<br />

Sí –como he dicho otras veces- el tambor es la máxima expresión de libertad<br />

individual para un tobarreño, ¿por qué ponerle barreras de cualquier tipo? ¿Quién<br />

es la “auctoritas” para definir horarios, concretar lugares, circunscribir modos<br />

tamborileros? ¿Límites? ¡Sólo estos!: El respeto al prójimo al paso de la<br />

Procesión, al tempus Semana Santa y a los toques de Silencio. Lo que no sea eso,<br />

me parece una herejía, un abuso, fascismo del más duro, integrismo,<br />

fundamentalismo, una pura invitación a la rebeldía contra la norma.<br />

Yo me invento una lex patriae tamborilera que está por encima de lo<br />

ingenuamente municipal. El tamboreo (semanasantero, eso sí) se debe regir por<br />

una lex non scripta que cualquier tamborilero lleva implícita (“incluida sin<br />

expresarse”) en su corazón.<br />

Definitivamente, lex non cogit ad impossibilia.<br />

Con el tambor, me siento el anarquista más noble, preclaro, puro y decidido. Mis<br />

normas: Lo que moleste a los demás es malo y fuera de Semana Santa, nada.<br />

¡Aquellas ridículas carreras de los policías municipales detrás de los tamborileros<br />

en los años 50, “a partir de la hora”, conchabándose callejones y portales…! Ya lo<br />

sé: Era la norma de nuestros repobladores hijaranos. Pero es duro –hoy-<br />

aceptarla. Aunque sea conceptualmente.<br />

Hoy, 104 horas. Gracias a Dios.<br />

Pero hasta los años 80, ahora tocas, ahora está prohibido, ahora vuelves a tocar,<br />

ahora te callas… Pero ¿qué es eso? Se calla el tambor en el Silencio del<br />

Prendimiento, en el Silencio de la Bendición, en el Silencio del Entierro y en el<br />

Silencio del Encuentro. Nada más. Ni un minuto más.<br />

El ejemplo más claro del definitivo respeto del tamborilero por el tiempo se<br />

demuestra, lo demostramos en “la noche de aciares”, en El Paseo, cuando van a<br />

llegar las Cero horas del Lunes de Mona. El tamborilero sabe que ha terminado la<br />

Semana Santa, que él es tambor semanasantero y que su tocar acaba con ella. Y<br />

acaba. Y calla. Y hasta el año que viene.<br />

Tambor es libertad, es anarquía…<br />

Las 104 horas es la conquista tamborilera más romántica del siglo XX.<br />

¡Benditos quienes así lo decidieron!<br />

14


UN TESTIMONIO EXCEPCIONAL: EL DE ELEAZAR HUERTA<br />

VALCÁRCEL.<br />

Tan faltos como estamos de testimonios documentales, yo creo que Tobarra no le<br />

dio la importancia que yo le veo a la publicación en la Revista del 1988 del artículo<br />

de Eleazar “Semana Santa en Tobarra”, publicado en Mapoche, Tomo V, Nº I de<br />

1966, en la República de Chile. (Ya citado atrás reiteradamente).<br />

No me canso de leer y releer el artículo. Lamentablemente, los hechos que relata<br />

no están datados, pero me arriesgo a situarlos en 1920. Si Eleazar nació en 1903,<br />

bien puede referirse a la Semana Santa de 1920, con sus 17 años. Antes, difícil.<br />

Después, no lo creo. Así me lo parece por el texto y el contexto: Sus<br />

interlocutores consideran aún a Eleazar como “un muchacho”. Me baso también en<br />

que se menciona reiteradamente a Eduardo “Chaparro”, que había nacido en 1894.<br />

Por tanto, a la sazón tendría 26 años. Sí, sí, Eleazar y Chaparro cabían en la<br />

misma cuadrilla (Eleazar, como diré en otro lugar, escribe pandilla).<br />

Si traigo aquí, en estos <strong>Cuadernos</strong> Tamborileros, el artículo de Eleazar es por<br />

dos razones:<br />

1º) Porque describe su experiencia tamborilera de aquel año. (Es imposible<br />

imaginar si era o no la primera vez que tocaba el tambor. Pero me inclino por<br />

que estrenase tambor y toque).<br />

2º) Porque, según dice Eleazar, “la procesión quedaba reducida a un paréntesis de<br />

lo principal: la orgía de los tambores”.<br />

Por ello no puedo colocar el escrito en otros <strong>Cuadernos</strong> que no sean los<br />

Tamborileros.<br />

Por su gran valor histórico –aunque sea reciente- y las definitivas conclusiones<br />

que pueden sacarse sobre ciertos aspectos semanasanteros, me atrevo a<br />

calificar el escrito como el documento más importante de la primera mitad del<br />

siglo XX, junto con la Revista Juventud, en el número referido a la Semana Santa<br />

de 1924.<br />

Es más: Me atrevo a decir, como en el caso de Juventud, que las circunstancias<br />

que cuenta Eleazar tenían arranque desde muy atrás. La vida cambiaba poco<br />

entonces… porque poco podía cambiar. No creo, sin embargo que en 1966 –cuando<br />

publica Eleazar- tuviese intención y, sobre todo, conciencia, de estar “haciendo<br />

historia tobarreña”. No lo creo, porque Eleazar, aunque profesional del Derecho y<br />

15


la Literatura, tenía los suficientes conocimientos –y mentalidad- históricos, como<br />

para imprimir otro cariz al escrito. En el fondo, lo que narra es costumbrismo<br />

puro, folklore, antropología social. Algo muy arraigado en Tobarra. Y para<br />

Eleazar, por su expatriación en 1939, ya no hubo evolución, cambio. En el escrito<br />

de Eleazar termina la Semana Santa del siglo XIX… y tal vez la de varios siglos<br />

atrás.<br />

Aunque –que sepamos- Pérez Pastor no escribió ni una sola palabra sobre la<br />

Semana Santa, debe ser considerado un hombre del siglo XIX. Por eso, me<br />

apetece plantear aquí la importancia del escrito de Eleazar, como precisamente<br />

salido de la mano del tobarreño más “preparado en letras” (permítaseme lo común<br />

de la expresión) de la primera mitad del siglo XX, como José Leandro Martínez-<br />

Cardós Ruiz lo es de su segunda mitad. <br />

Veamos.<br />

Asuntos (semanasanteros o no) que deben ser destacados del escrito de Eleazar.<br />

La mayoría están transcritos aquí ad pedem litterae:<br />

= Las fiestas eran religiosas de un modo especial, con mucho de paganas y de<br />

tradicionales. (Como en el siglo XXI).<br />

= Los nacidos en el pueblo acudían a la Semana Santa, aunque viviesen en Sevilla.<br />

(Como en el siglo XXI).<br />

= La vigilia, guardar la vigilia, el no comer carne en Semana Santa, aparece en el<br />

escrito como una obsesión de las tobarreñas de entonces. (Como hasta, más o<br />

menos, 1960).<br />

= No había horas fijas para nada. (Como en el siglo XXI).<br />

= Las dos costumbres más tradicionales eran los tambores y la Bendición. (Como<br />

en el siglo XXI).<br />

= La costumbre más pintoresca eran los socios. (Bueno…).<br />

= La pandilla, la banda, como sinónimos de la actual cuadrilla tamborilera. (En el<br />

siglo XXI, están mucho más de moda).<br />

N.del A: En Tobarra (verano 2004) ya tenemos un Catedrático de Universidad:<br />

Francis Martínez Ortiz. Pero... al serlo de Físico-Química (ciencias puras) está<br />

“en otra órbita”. A lo mejor hasta más difícil...<br />

16


= Cuadrillas (pandilla) que se cruzan tocando cada una cosas distintas e intento<br />

de confundir a la otra, “consiguiendo que toque lo que la nuestra”. (Algo<br />

queda…).<br />

= Los tamborileros usaban túnicas viejas de nazarenos, pero se echaban el<br />

capuz a la espalda, de lo que se deduce que en la Procesión llevaban el capuz<br />

sobre la cara. (En el siglo XXI, nada).<br />

= El buche. El tamborilero comía incesantemente caramelos y los repartía a las<br />

muchachas. (Apenas queda…).<br />

= Una frase tremenda de Eleazar, ya dicha, pero que hay que repetir: “La<br />

procesión quedaba reducida a un paréntesis de lo principal: la orgía de los<br />

tambores”. (No, hoy no. La Procesión es algo excepcional y mágico,<br />

intrínsecamente ¡gracias a nuestra generación!).<br />

= La novedad de aquel año (Repito: ¿fue 1920?) es que las muchachas empezaron<br />

también a tocar el tambor la tarde del Viernes Santo. Con el capuz calado, eso<br />

sí. (En el siglo XXI ya es normal. Se ha impuesto, más o menos, desde mitad<br />

de los 60).<br />

= Eleazar demuestra ser (lo fue toda su vida) un hombre con gran curiosidad<br />

cultural. Y así, mantiene con los viejos “conversaciones sobre el origen de la<br />

tradición tamborilesca” (sic). Naturalmente, no entra en el asunto, como nunca<br />

se entró en el tema ni en Tobarra ni en pueblo tamborilero alguno –que se<br />

sepa- hasta 1981, en que lo hice yo, por encargo de la Asociación de Cofradías<br />

(Concretamente de Paco Paterna Alfaro y Paco Peña Gómez. Que conste así<br />

también para la Historia. Ellos me lo encomendaron). ¿Qué voy a añadir yo en<br />

el siglo XXI?<br />

= Mirar la procesión era compadecerla, pues decaía año tras año: Cada vez<br />

menos hermanos, con túnicas viejas, imágenes deslucidas… Los muchachos<br />

preferían tocar el tambor, divertirse a desfilar encapuchados y santurrones.<br />

(En el siglo XXI, eso no es ya ni recuerdo).<br />

Inciso: es hora de reiterar ad nauseam que los <strong>Semanasanteros</strong> nacidos entre<br />

1910 y 1960, hemos recreado parte de la Semana Santa, hemos hecho una<br />

procesión nueva, diferente. Basada, sí, en la herencia y la tradición. ¡Pero no<br />

tanto! Me pregunto: ¿Reconocería Eleazar la procesión del Jueves Santo del<br />

año 2004, Bajada incluida, o la del mismo Viernes hasta el Calvario?<br />

17


¿Reconocería Eleazar la entrada de los Santos en la Plaza el Domingo de<br />

Resurrección? ¡Seguro que no! ¡Algún mérito tendrá nuestra generación…!<br />

= Cada cual tenía su propia Semana Santa. (Naturalmente. ¡Eso pasaba en<br />

tiempos de Eleazar y en el año 2004!).<br />

= Los socios. El Prendimiento se efectuaba dos veces: En la Placeta de San<br />

Roque y en la Plaza (que él llama Plaza Mayor, que yo no digo que no se llame<br />

así, pero que no hace falta adjetivarla).<br />

= La barba de los socios. (Más que barba, era un disfraz: ¡Les tapaba hasta la<br />

nariz!).<br />

= Tambores en la noche del Jueves Santo que “al amanecer recuperaban su<br />

furia”. Pero antes, “la noche se había puesto mágica”. (Hermosa metáfora,<br />

como hermosa es “cuestas de silencio oscuro” ¡Cómo se nota que Eleazar era<br />

un gran poeta… aunque nunca tuviese a Tobarra como musa!).<br />

= En lo que hoy sería un garuto, (túnicas puestas y tambores descansando),<br />

alguien “echa a la lumbre una brazada de carretillas y petardos”. Se lía una<br />

buena, pero nadie se cantea. (Hoy, esto es impensable).<br />

= Juanillo el Tejedor. Coplero. Me interesa este personaje, porque nunca nadie<br />

–ni antes ni después- había dicho nada de él. Y vale la pena destacar a alguien<br />

que es capaz de escribir lo que sigue. Aunque no venga a cuento<br />

semanasantero. Es cultura tobarreña y cabe en cualquier lado.<br />

¡Más te valiera callar<br />

hombre escandaloso y vil!<br />

¿A qué enciendes el candil<br />

si lo tienes que apagar?<br />

Ese oficio de alcahueta<br />

quien lo ejerció fue tu madre,<br />

a la que jamás tu padre<br />

pudo mantener sujeta.<br />

Se lo largó Juanillo el Tejedor a un individuo que vino a quejarse ante él de su<br />

amparo a la fuga de una muchacha con el novio.<br />

¡Qué ingenio poético! ¡Qué capacidad de trova!<br />

18


= Túrbura, Túrbura, Túrbura… Creo haber demostrado en “Tobarra, nombre y<br />

gente” que Tobarra no fue Turbula. (Que esa es su grafía correcta).<br />

= Para la Bendición “venían los ganados que se instalaban en cabezos y lomajes<br />

aparte, pero donde les llegara visible la Bendición del Nazareno”. (¿Dónde<br />

quedan esos hechos, Dios?).<br />

= La Bendición se daba “a la luz indecisa del alba, después del toque de silencio<br />

que daba el cornetin de los socios para los tambores, con las luces de la<br />

procesión apagadas”. (¡La Bendición al alba del Viernes Santo! ¡Igual que el<br />

2004! ¡Qué envidia de horario, hoy!).<br />

= Eleazar dice “que Juan Iniesta, el Sacristán, le hiciese el milagro de<br />

levantarle el Brazo…”<br />

¿Juanico Iniesta daba la Bendición en el año 20? ¡Lo dudo mucho, pero no es<br />

imposible! Yo, desde luego, no lo había oído nunca.<br />

= Etc.<br />

Estoy convencido de que esta hermosa lección/crónica no merece pasar tan<br />

desapercibida como pasó en 1988. Por eso la saco a colación.<br />

Sorprendentemente –al menos para mí- podemos comprobar que no se habla del<br />

toque del tambor ni del objeto tambor. En cambio, tenemos un magnífico punto<br />

de referencia para constatar que la Procesión, la Procesión pura y dura, es casi<br />

obra de nuestra generación, de la anterior a la mía y de la posterior. La<br />

Procesión, en el comienzo del siglo XXI, no tiene nada que ver con la<br />

absolutamente ramplona que describe Eleazar, en los años 20 del siglo XX.<br />

Gracias a Dios.<br />

19


¡ENSAYEMOS!<br />

El 31 de marzo de 1985, Domingo de Ramos, Tobarra y sus tambores llegaron a<br />

Híjar, 719 años después de que Híjar –así lo creo- llegase a Tobarra con sus<br />

tambores (1266).<br />

Allí estuvimos Anamaría, Íñigo, María del Mar y yo. (Personalmente, era mi<br />

tercera o cuarta visita a Híjar).<br />

Devolvíamos la visita. Volvíamos a casa. Siglo XIII/ Siglo XX. Híjar y Tobarra.<br />

En la Plaza Mayor de Híjar, el Aragón tamborilero concursaba por cuadrillas en el<br />

XX Concurso de Tambores y Bombos. (Vide Revista 1986).<br />

Cuando un auténtico y reconocido maestro como Paco Morella empezó –en nombre<br />

de Tobarra y fuera de concurso- su exhibición redoblante (perfecta, claro) con<br />

el resto de tambores tobarreños callados, pensé, por vez primera en mi vida:<br />

= “¿Qué hace Tobarra, tocando así? ¿Por qué no tocamos como ellos?”.<br />

Desde entonces pongo mi voluntad y esfuerzo para que los tambores de Tobarra<br />

toquemos, toquen lo mismo. Conste: No quiero “alejarme” de Tobarra, de su<br />

personalidad y modus, perdiendo el redoble individual. No. Quiero acercarme a<br />

quien sabe más, a quien es mejor. Quiero ser como Aragón, imitar lo bueno sin<br />

perder lo nuestro.<br />

¿Tamborileros individuales? ¿Redoblantes a su aire? Sí, siempre. Que no se<br />

pierdan. Pero, poco a poco, sin prisa, como evolución, nunca como revolución, que<br />

haya cuadrillas que toquen lo mismo, más allá del Zapatata y de La Magdalena.<br />

Ya se intenta, ya. Los Osos lo están consiguiendo. Los Calañas, también. Pero<br />

como no ensayan, todo sabe a poco… aún.<br />

A Tobarra, al tambor tobarreño, a su toque, lo ha condicionado siempre el no<br />

tocar en las Procesiones. Lo ha condicionado el ser como es: Individual, aislado,<br />

díscolo, indócil… Anarquía pura.<br />

De lo que no cabe duda es de que –en un principio- tambor y Procesión fueron<br />

unidos: Se tocaba el tambor en las Procesiones. En estas, todos los nazarenos –o<br />

casi todos- llevaban tambor. Después, el tambor empezaría a ser tocado<br />

–además- fuera de las Procesiones.<br />

22


Así es en Aragón y así lo ha sido siempre. Allí no hay dos tamboradas: Una en la<br />

Procesión y otra la margen de ella. Hay simplemente, dos modus tamborileros,<br />

dos toques nacidos de las mismas manos, aunque en dos lugares y momentos<br />

distintos.<br />

Pero en cualquier caso, en Aragón, no hay tamborileros aislados. Prevalece la<br />

cuadrilla y en la Procesión “todo es una cuadrilla”. Quiero decir que en Aragón<br />

cada cuadrilla conoce los toques de la Procesión y los toques propios de esa<br />

cuadrilla.<br />

No consigo imaginarme cual es el origen del modus tobarreño: Sólo se toca fuera<br />

de las Procesiones. No me imagino el tiempo ni el porqué.<br />

En Hellín, el ínclito e inefable Losada Azorín se empeña en situar la separación<br />

tambor/procesión en una fecha fija, sólo por el hecho de que en ella visitó Hellín<br />

un tal Picatoste (¡mira que llamarse picatoste…!) y lo contó por escrito. Es como<br />

decir que América sólo existe desde 1492, porque hasta entonces no se conocía,<br />

ni había documentos que hablasen de su existencia.<br />

Amén.<br />

Una de las cosas que más lamento de mí, es el ser un vulgar redoblante. No tengo<br />

habilidad ni sapiencia para inventar toques, marchas, uniformidad tamborilera…<br />

Pero, otros, sí. Y así, todos los sábados desde enero… a ensayar. ¿Para qué? Para<br />

buscar la perfección colectiva o, al menos, la perfección por grupos (léase<br />

cuadrillas). Los aragoneses, es obvio, ensayan. Yo he ensayado con ellos… y me<br />

pedían que tocase nuestro Zapatata.<br />

Hace años que Tobarra no celebra sus concursos de redobles. ¿Late en ello una<br />

protesta subconsciente de cuanto vengo diciendo aquí, que todos sentimos, pero<br />

que a nadie se le había ocurrido plasmarlo por escrito?<br />

¿Por qué no otra vez un Concurso en Tobarra… pero por cuadrillas que toquen<br />

todas lo mismo? <br />

Ensayemos, ensayemos…<br />

N.del A. Esto está escrito antes de la Semana Santa de 2003, en la que se han<br />

“resucitado” los Concursos. He asistido al triunfo y exhibición del ganador Lauria<br />

junior. ¡Vaya clase, vaya escuela!<br />

23


El toque hellinero, ¡miau!<br />

¡MIAU!<br />

No nos gusta, es superior a nuestras fuerzas. No lo soportamos. No podemos con<br />

él.<br />

El Racataplá… ¡Miau! ¡Viva el Zapatata!<br />

Nos llenamos de buena voluntad, nos predisponemos a favor, hacemos toda clase<br />

de gimnasia mental para convencernos… Pero es inútil.<br />

- “Chácho, cállate ya, que paeces hellinero!<br />

Lo reconocemos, se lo reprochamos y le hacemos callar. Un nenete del pijo se<br />

pone a tocar como en Hellín y nos da el telele.<br />

¡Racataplá… racataplá… racataplácataplá…!<br />

- ¡Veste al pijo, chácho!<br />

Por más que nos empeñemos, no lo tragamos.<br />

Las Jornadas, los Encuentros, las Sesiones de Buena Voluntad Tamborilera, los<br />

Hermanamientos, las más decididas autococofagias…<br />

Es inútil. Son muchas generaciones de inquina, de no entenderse, de querer<br />

diferenciarse mutuamente. ¿De despreciarse?<br />

Dicen que la culpa es siempre del pequeño. Lo diré una vez más: Portugal versus<br />

España, Bélgica versus Francia, Tobarra versus Hellín. El grande nos ignora, no<br />

está pendiente de nosotros. Nosotros estamos demasiado pendientes del grande.<br />

¿Lo envidiamos?<br />

¡Y una mieeerda!<br />

24


EL BUEN TAMBORILERO<br />

¿Quién es un buen tamborilero? ¿El que hace bonitos tambores? ¿El que toca<br />

bien el tambor? ¿El que lo zurre durante muchas horas?<br />

Un buen tamborilero es –sobre todo- el que ama el tambor, el tamborear. Eso sí,<br />

cada cual ama como sabe, como puede, como le dejan, como le pide su corazón.<br />

He escrito en otro lugar que el mejor tamborilero que conozco es mi hermanico<br />

hijarano Mariano Laborda Gracia. ¡Cuánto le debemos los tamborileros<br />

semanasanteros! Pues bien, Marianico “no se ha colgao” nunca un tambor. ¡Pero<br />

cómo lo ama, redios, cómo ama el tambor este bajoaragonés!<br />

Hay buenos tamborileros en la calle, zurriéndolos.<br />

Los hay en el taller, ante el banco, haciéndolos.<br />

Hay buenos tamborileros en su cámara, acicalándolos.<br />

Los hay “en el laboratorio”, inventándolos.<br />

Algunos, modestamente –o sin modestia- somos buenos tamborileros en los<br />

caminos, en las bibliotecas, en los archivos, en las cátedras...<br />

Hay buenísimos tamborileros con sus manos, compincheando el metal, el plástico,<br />

la madera…<br />

Los hay excepcionales con su inteligencia, inventando, creando, haciendo<br />

tambores diferentes.<br />

Otros “somos lo buenos que podemos”, con la palabra, el diálogo, la investigación,<br />

el verso, el viaje…<br />

En general, empieza a entenderse y aceptarse así. Mi Jesusico propone como<br />

solución semántica:<br />

- Que tamborilero sea el que lo toca.<br />

- Tamborero el que los hace (como herrero, gorrero).<br />

- Tamborista el que lo defiende o, por extensión, lo estudia o reivindica (como<br />

franquista, andalucista…).<br />

25


¡No está mal!<br />

Ha podido caerse en la injusta falacia de confundir buen tamborilero con buen<br />

redoblante; incluso buen tamborilero con buen constructor o “hacedor” de<br />

tambores. O, realmente, más que confundir, exclusivizar, pensar que sólo puede<br />

ser un buen tamborilero quien redobla bien o quien se hace su propio tambor o<br />

quien crea tambores artísticos. Por supuestísimo, todos estos son buenos<br />

tamborileros. Pero yo creo que en el III Milenio, cabemos algunos más:<br />

¿Cómo no amar el tambor<br />

siendo un buen tamborilero<br />

si cada vez que yo quiero<br />

le escribo versos de amor<br />

en el taller del cerebro?<br />

(Echo mano de un viejo poema de mi amigo el abogado murciano Emilio Masiá<br />

Clavel, para remedarlo con éste).<br />

Hace 50 años sólo habría sido un buen tamborilero quien bien lo tocase. Aunque<br />

exactamente mirado, tampoco era cosa que despepitase a Tobarra. La<br />

competitividad, el deseo de superación tamborilero como algo válido para todos,<br />

no surge hasta casi 1970 o por ahí. Hasta entonces no destacaron “los<br />

tamborileros”, ni uno por uno, ni como bloque. O dicho correctamente: La Tobarra<br />

tamborilera era una colectividad en la que todos cabíamos. Tobarra era una<br />

inmensa gallina clueca que nos amparaba a todos por igual.<br />

Un día, a alguno le dio por tocar mejor… y demostrarlo… A otro por hacer un<br />

tambor diferente… A aquel… A otros nos dio por pensar, por investigar, por<br />

visitar otros pueblos tamborileros…<br />

Desde entonces, Tobarra, el tambor, el tamborear, todo eso, es otra cosa.<br />

Bastante mejor, por supuesto.<br />

No quiero caer aquí en la reiteración de extenderme en buenos constructores de<br />

tambores, en buenos redoblantes. Eso ha quedado suficientemente plasmado<br />

–como ya he dicho- en los trabajos de investigación de Guillermo A. Paterna<br />

Alfaro en las Revistas de 1988 y 2000. No obstante no me quedaré con las ganas<br />

de nombrar a algunos más adelante.<br />

26


¿GENÉTICA, HERENCIA, CULTURA U OFICIO?<br />

Cuando hay una reata da buenos redoblantes y todos lo son, se pone en pié la<br />

genética:<br />

- Los Zoriles.<br />

- Los Morellas.<br />

- Los Cuervos.<br />

- Los Merinos.<br />

- Los Bataneros.<br />

- Etc.<br />

Cuando en una parentela, casi todos son buenos redoblantes, mandan la herencia<br />

y el oficio:<br />

- Los Mosos.<br />

- Los Escarchas.<br />

- Los Casones.<br />

- Los Ussis.<br />

- Los Casimiros.<br />

- Etc.<br />

Cuando en una familia aparece –aisladamente- un buen tamborilero, es<br />

consecuencia de la cultura, el cultivo, la imitación, la casualidad…<br />

- El Tirria.<br />

- El Lauria.<br />

- El Lauria junior.<br />

- Ñico.<br />

- Etc.<br />

El tambor está en los genes, en la sangre, en la biología: Todos.<br />

El tambor está en el patrimonio familiar, en la tradición: Casi todos.<br />

El tambor está en el ambiente: Alguno.<br />

En el fondo, ¡qué más da! El buen tamborilero no se lo pregunta ni se le pregunta:<br />

- ¿Eres bueno por genes, por herencia, por imitación o por oficio?<br />

27


Pero a la hora de decidirse por la teoría, se puede y se debe entrar en<br />

disquisiciones. Así, es mucha casualidad que abuelos, hijos y nietos sean –todos-<br />

buenos tamborileros (Zoriles, Merinos y Bataneros, que a su vez están<br />

emparentados). Por lo mismo, entra la herencia, los principios familiares, la<br />

tradición, cuando son buenos tamborileros, pero no todos.<br />

Los demás, están ahí por influencia del entorno, por la cultura social del pueblo<br />

en que se vive.<br />

El resto no somos sino pobres zurriores que hacemos bulto el Miércoles Santo.<br />

Con honor y con gusto, eso sí.<br />

28


EL LENGUAJE DE LAS MANOS<br />

Si: El tambor es el Ruido de Dios. (Así lo dijo Isabel Montejano). Pero también es<br />

el lenguaje de las manos tobarreñas, la voz de nuestras manos.<br />

Ante el tambor, hablan las manos, sí. El cerebro no sabría explicarlo y el idioma,<br />

menos. Nadie gastará más de diez palabras en explicar por qué toca. Ni los más<br />

versados de entre los locuaces, ni los más facundos de entre los bien hablados.<br />

Es más fácil colgarse el tambor y tocar. Y entonces todo es expresión, oraciones,<br />

sintaxis, decires.<br />

El tobarreño está mudo todo el año, menos 104 horas. Ni una más ni una menos.<br />

Pero en esas 104 horas todo es elocuencia, persuasión, eubolía, bien decir,<br />

acierto en la expresión.<br />

Hablan las manos, claro. Hay un acopio de tiempo sobre las pieles, todo un<br />

diccionario iniciático que se abre de par en par desde el Miércoles de Elocuencias<br />

hasta el Domingo de Conticinio. Tobarra habla desde él, habla, habla, se expresa,<br />

dice cuanto sabe y quiere…<br />

Las manos. Un palillo, otro palillo, una piel, la otra, los bordones… glotis, epiglotis,<br />

lengua, cuerdas vocales, laringe… Tobarra echa su discurso anual en la tribuna de<br />

sus esquinas, en el ágora de sus callejones. A veces, como mandan los cánones,<br />

descansa un minuto para refrescarse con un quintico, otro…<br />

Las manos improvisan, claro. Discurso, apertura, exordio, introito, exposición<br />

rotunda… Las manos lo dicen todo, es obvio. Perístasis, ilación, réplica,<br />

contraréplica, digresión… El tambor como tribuna de un pueblo que es capaz de<br />

decir todo en 104 horas. Es el tiempo de todas las normas, de todos los arreglos,<br />

de todos los contratos, de todas las convivencias, de todos los decires…<br />

El lenguaje de las manos ante el tambor. Las manos son todo el pensamiento y el<br />

tambor todo el lenguaje. Prosa, verso, pausa, aria, romanza, ripio…<br />

Al atardecer del Viernes, un tomillo sorprendido se sacude frases, se espolsa<br />

lileos, de despereza de los mil cabildeos que ha recogido en El Calvario.<br />

Y un eco de pieles cantarinas aún se empeña en un blá, blá, blá de púlpitos, que<br />

llevan hasta el horizonte un escuchar de cerros aquiescentes.<br />

29


¿INMANENTE O EXÓGENO?<br />

El quehacer tamborilero, el toque ¿nos es inmanente o exógeno? La primera vez<br />

que oímos el Zapatata ¿está ya en nuestra esencia tobarreña o lo absorbemos?<br />

¿Repetimos lo que estaba en nuestro inconsciente o lo que ha asimilado nuestro<br />

consciente?<br />

Platón se preguntaba si son las sombras las que hablan. Otros discernirían si el<br />

tambor es psicología o sociología y, en un paso ulterior, si es hedonismo (placer) o<br />

es eudemonismo (consecuencias de ese placer).<br />

Colgarse un tambor y salir a la calle con él a zurrirlo es la cosa más sencilla del<br />

mundo. Justificárselo, el más absoluto de los imposibles.<br />

En Tobarra nos explican por qué debemos ponernos la bufanda en enero y por qué<br />

no comer albaricoques verdes en mayo. Se nos dice por qué debemos lavarnos las<br />

manos antes de comer y los dientes después. Pero nadie justifica por qué<br />

debemos colgarnos el tambor. Nos lo colgamos sin preguntas ni respuestas y<br />

cuando llegamos a la edad de las dudas, ya es tarde. Nos da lo mismo. Hemos<br />

llegado a deshora para planteárnoslo. ¡Qué más nos da! Nos lo ponemos sobre la<br />

barriga… ¡y ya está!<br />

Puede ser un asunto suprafamiliar, pues hay quien jamás ha salido a tocar el<br />

tambor con su padre. Pero si es familiar, tampoco se justifica.<br />

No me imagino al Zoril diciendo a Manolete la primera vez:<br />

- “Hijo mío, ponte el tambor, como hizo mi padre y harán tus hijos”.<br />

El tambor es música que no se aprende en un conservatorio. Ni siquiera en la<br />

Escuela del Tambor, pues ¿son tamborileros todos los alumnos de la Escuela?<br />

Antes propugné una Escuela de Agarráores. Claro: El tambor divierte, el agarráo<br />

–aparentemente- no.<br />

“Conjunto de costumbres tradicionales de un pueblo”. Folclorismo puro. Estoy<br />

escribiendo como un simple folklorista, pero alguien puede ofenderse al leerme.<br />

Se ofenderá sin razón y sin caer en la cuenta de que cuando se cae en costumbre<br />

ya no es tiempo de preguntas; cuando se alcanza la tradición, es porque se han<br />

acabado las razones.<br />

Yo toco el tambor. Mis hijos tocan el tambor. Pero nunca nos lo hemos planteado<br />

como un foro para debatir ni como una cátedra para sacar conclusiones técnicas.<br />

¡Pufh!<br />

30


NO NOS PREOCUPA<br />

Ni nos preocupa, ni nos interesa. El tamborilero tobarreño está más ocupado en<br />

tocar que preocupado por tocar bien.<br />

La cuestión es tocar. Como sea.<br />

El toque tobarreño, ese redoblar que no es asunto armónico, está muy ligado a<br />

nuestra hospitalidad semanasantera. Cuando ponemos la túnica y colgamos el<br />

tambor a quien viene por vez primera a nuestra Semana Santa, ¿qué le decimos?:<br />

- “Toca a tu aire”.<br />

Ni nos molestamos en enseñarle, convencidos como estamos (con o sin razón):<br />

1) De que el tambor no se enseña, se aprende solo.<br />

2) De que sería inútil improvisar unas clases particulares, para salir del paso.<br />

Eso sí, debemos convencer al neófito tamborilero de que no se preocupe, que<br />

nadie va a estar pendiente de él, de si toca bien o mal ni de lo que toca:<br />

- “Nadie se fijará en ti”.<br />

Es la regla del juego. Un juego que permite que en la Semana Santa de Tobarra<br />

“nadie se sienta forastero”. Esa es otra de las grandezas de la fiesta. Esa es otra<br />

de las razones de su universalidad: Caben todos, no se exige examen previo, no se<br />

cataloga a nadie.<br />

El tamborear tobarreño es un comodín lúdico con el que envida quien se lo<br />

propone. Sin más.<br />

Nadie –tobarreño o foráneo- podrá decir jamás que “se han reído de él por lo mal<br />

que tocaba el tambor”. Es natural: El toque tobarreño, sin reglas, casi sin nexos<br />

de unión, sin marchas comunes ¿cuándo es ortodoxo y cuando heterodoxo? Bien<br />

es verdad que se reconoce al buen redoblante, pero pasa desapercibido el malo.<br />

Simplemente, no nos preocupa.<br />

31


TAMBOR: LA DISCIPLINA DEL SILENCIO<br />

(A Rafael Requena Díez, manisero,<br />

tamborilero en 2000. Volverá).<br />

Disciplina. Silencio. Tambor. Parecen incompatibles, pero no lo son. Para el buen<br />

tamborilero todo es silencio a su alrededor. El buen tamborilero sólo debe oír su<br />

tambor y todo lo más, los de su cuadrilla. De hecho es así: El buen tamborilero<br />

sólo se oye a sí mismo, ya toque solo, ya acompañado.<br />

Una circunstancia que distingue a las buenas cuadrillas o a los buenos redoblantes<br />

es que no se les hace cambiar nunca el toque al cruzarse con ellos. Si una<br />

cuadrilla de buenos tamborileros va tocando el Zapatata y se cruza con otra de<br />

menos fuste que va tocando otra cosa, esta última terminará tocando el<br />

Zapatata.<br />

Es una vieja ley/praxis tamborilera.<br />

La disciplina del silencio. Me la aplico rabiosamente para oír sólo mi tambor,<br />

dialogar con él, recrearme en mi personal toque, regodearme en mi redoble,<br />

escuchar mi nueva voz a través de las pieles.<br />

Sólo tengo oídos para mi tambor. Me aíslo del mundo. Y consigo quedarme a solas<br />

con el sonido que genero. No hay más. No siento más. No oigo más.<br />

La disciplina del silencio. El tambor convierte en álalo mi decir, todo en mi es<br />

conticinio, soy mi propio silenciero. ¡Quiero oír mi tambor! ¡Necesito sentirme la<br />

voz de Tobarra! ¡Toda la Historia está en el sonido que yo sea capaz de crear!<br />

¿Cómo no imponerme la disciplina del silencio?<br />

Nunca es tan grato callar… para oír. Nunca es tan placentero enmudecer… para<br />

escuchar. Nunca es tan agradable sigilar para gozar de otra voz. Es la voz de mi<br />

tambor. Es la voz de mi padre. Es la voz de mi raza. Es la voz de mi pueblo. Es la<br />

voz de mi sangre.<br />

Para eso, para todo eso, me impongo amorosamente la dulce disciplina del silencio.<br />

34


EL NÚMERO DE TAMBORES EN LA SEMANA SANTA DE<br />

TOBARRA<br />

Dice Luis Buñuel en “El último suspiro” que, cuando él era niño (más o menos, hacia<br />

1910) en Calanda no pasarían, el Viernes Santo, de los 200 tambores. Cuando<br />

escribe estas palabras (1980) son 600 tambores y 400 bombos.<br />

¿Cuántos son y han sido los tambores de Tobarra?<br />

Habría que escribirlo, pero no se ha hecho ni se hará… simplemente porque nos<br />

gusta mantener en pie el misterio y la leyenda.<br />

Tobarra dobla en habitantes a Calanda. ¿Somos el doble de tambores? La verdad<br />

es que no estaría nada mal.<br />

El número de tambores en Tobarra, depende, como es obvio, “del día”. El<br />

Miércoles no toca el mismo número que el Sábado. Pero es que, realmente, ahora,<br />

en los 2000, es un tema que tampoco nos preocupa. Preocupó –y mucho- hacia<br />

1965, con casi toda la emigración puesta y los dineros escasos. Yo creo que todos<br />

los tambores que estábamos en la calle nos juntábamos en “Los Caños de San<br />

Roque” en la madrugada del Jueves… y aún sobraban esquinas.<br />

El tambor tiene un futuro claro. Simplemente, porque es muy divertido.<br />

El acceso de la mujer ha permitido casi duplicar el número de tambores.<br />

Pero no le demos vueltas. Yo he oído decir a un Alcalde que “el Viernes Santo del<br />

año pasado había 30.000 tambores en el Calvario” ¡Ahí, sus co… y sus números!<br />

¡Viva Tobarra! Contando tomillos, cetros, horquillas, Osos, Soplas, Zorras y<br />

demás tambores, no creo que lleguemos a 20.000 seres –animados o inanimados-<br />

en el Calvario. Pero como soy de letras puras no insisto, aunque soltarse faroles<br />

en esto queda bien, quedamos bien.<br />

El número. ¡Qué más da!<br />

Somos muchos. Eso sí es seguro.<br />

35


NUNCA SE ES ANCIANO PARA TOCAR EL TAMBOR<br />

Nunca. Esa es la suerte del tobarreño.<br />

Para colgarse un tambor no hace falta estar en el milagro de la edad, ni en el<br />

concurso de la fuerza, ni en el desafío de la arrogancia, ni en el ardor de la<br />

oportunidad.<br />

Y si no se puede con un tambor grande, cuélguese uno pequeño. Y si no se tocan<br />

seis horas, tóquense dos. Y si no se le da la vuelta al pueblo, recórrase El Paseo.<br />

Aunque ya no se pueda con el alma, el tobarreño debe intentar poder<br />

eternamente con el tambor. Porque cuando el tobarreño ya no se cuelga un<br />

tambor, ¿qué le queda?<br />

Hablar de tambor, de toque y de edad, tiene algo de “epístola moral”, de<br />

“celestineo”, de “gran teatro del mundo”, de “rayo que no cesa”, de eterno<br />

“romancero”. Todo lo clásico de las letras.<br />

En el tambor no caben retiradas, todas las batallas son victorias, todas las<br />

escalas, do de pecho.<br />

No hay cosa que más me emocione el Miércoles de Estrenos, que ver una cuadrilla<br />

de viejos. Hay una que se hace llamar “Los yayos” pero que no pasan de<br />

sesentones, con lo que la piedad no existe. Aquí hablamos de ese abuelete que<br />

arrastra los pies, que encorva el pecho, que tiembla de manos, que se angustia,<br />

pero aún tiene agallas para echar un Zapatata.<br />

No hay mayor nostalgia que acudir de tambor hasta la silla de un viejo y<br />

espetarle:<br />

- “Chácho, ponte la túnica y sal…”.<br />

= “¡Ay, nene…!<br />

Se acepta el no agarrar. Difícilmente se acepta no tocar.<br />

Y es que no hay ley que lo justifique.<br />

36


CUADRILLA (NUNCA PEÑA NI BANDA, NI PANDILLA)<br />

Tobarra toma de conciencia de cuadrillera casi al final del siglo XX. Los amigos<br />

siempre han/hemos salido a tocar juntos, pero casi sin consciencia/conciencia de<br />

nexo, de unidad, de conjunto, de algo aparte y singularizado.<br />

En la Revista de 1994, Isabel M. Ruiz Sánchez firma un extraordinario trabajo<br />

de investigación, un auténtico ensayo en el que identifica más de 125 cuadrillas.<br />

Como el estudio se refiere a 1992, no se corre mucho riesgo afirmando que en el<br />

2000 hubiera 200 cuadrillas tamborileras en Tobarra. Puede ratificarse lo dicho<br />

constatando que la mayoría de esas cuadrillas han sido fundadas entre 1985 y<br />

1992, con lo que la progresión se acelera años adelante.<br />

¿Qué exigiría la ortodoxia para reconocer una cuadrilla?<br />

1º) Probablemente, ante todo, conciencia, voluntad de serlo.<br />

2º) Un nombre diferencial.<br />

3º) Uniformidad en las túnicas.<br />

4º) Un garuto.<br />

La institución “cuadrilla” está perfectamente estudiada, recogida y fotografiada<br />

en las Revistas de Semana Santa. Falta prestarle atención literaria. Sólo eso.<br />

Desde luego, no me atrevería a hacerlo públicamente después de haber leído a<br />

Lourdes Segura Rodríguez en “Percusión e identidad”. Hace una auténtica<br />

exhibición antropológica de lo que es una cuadrilla tamborilera. Bien es verdad<br />

que no tienen por qué coincidir su visión –documentada, erudita, incluso científica<br />

y supongo que veraz- con la mía de tamborilero puro.<br />

Todas mis dudas radican en que yo no tengo cuadrilla. Me gusta demasiado ir a mi<br />

aire como para someterme mucho tiempo a la disciplina de una cuadrilla. Por<br />

cierto, lo compruebo ahora: Cuando escribí la disciplina semanasantera no incluí la<br />

disciplina cuadrillera. Y la hay, claro que la hay. Y de las más radicales.<br />

Lo hago ahora.<br />

En mi casa hay 15 tambores “buenos”. Eso no significa que formemos una cuadrilla<br />

de a 15. Realmente, salvo las primeras horas del atardecer del Miércoles de<br />

Picas, no tocamos todos juntos… y eso durante un ratejo, hasta que nos<br />

38


esparcimos, pues los jóvenes tienen su cuadrilla –informal-; a las mujeres –<br />

ninguna es tobarreña- les gusta tocar a su aire y a mí me gusta buscar a mi<br />

Jesusico pá dal.le la güerta al pueblo, echando Zapatatas por las personas que<br />

vivían en las casas por donde vamos pasando. Solemnidad, apenas un par de veces:<br />

- Frente al Parador, por el abuelo Sabina. (Francisco Martínez Navarro).<br />

- Al salir de la Placeta del Coronel, por Paco Hurtado.<br />

Después, le echamos dudas, mezclando sentimiento, recuerdos y buen humor:<br />

- “¿Por Don Gregorio López, el Veterinario o por Don Diego Bleda, el<br />

Farmacéutico?”.<br />

Y antes de los Arcos:<br />

= “¿Por El Sapo o por Don José Poyatos?”.<br />

Algún año castigamos algún recuerdo, porque así nos peta:<br />

- “Este año… Fulanico… se queda sin Zapatata”.<br />

Y seguimos, pueblo alante.<br />

He titulado Cuadrilla (Banda, Pandilla) alargando el lenguaje de Eleazar Huerta,<br />

del que he hablado en otro lugar. Yo no sé si Banda y Pandilla fueron un capricho<br />

de Eleazar o era expresión común en los años 20. Desde luego, Tobarra estrena<br />

el siglo XXI reconociendo sólo Cuadrilla. Es más, Banda y Pandilla repugnan,<br />

porque contienen una carga cuasidelictual. No obstante hay algunos heterodoxos<br />

que se reconocen públicamente como Peña. ¡Y eso, no! Peña, sólo para las Fiestas<br />

de San Roque. En Semana Santa, ¡sólo cuadrilla! Mi amigo Miguel Morella ha<br />

escrito magistralmente sobre este tema en Capuz 2001. ¡Ojalá cundiera su<br />

ejemplo cuadrillero!<br />

Cuadrilla, cuadrilla… La cuadrilla ha puesto un touch of class en el tamborear<br />

tobarreño.<br />

¡Gloria a la cuadrilla!<br />

39


GARUTO<br />

El garuto es una aportación semanasantera a la lexicografía tobarreña. El<br />

diccionario de la R.A.E.L. no reconoce garuta ni garuto. El maestro José S. Serna<br />

en “Como habla La Mancha”, recoge garuta como vulgarismo de garita, que,<br />

obviamente, sí viene en el diccionario oficial.<br />

Pero de lo que no hay duda es de que garuto ha trascendido a garuta, como ésta,<br />

en Tobarra, es mucho más que garita.<br />

En cualquier caso, hoy, garuto es un sustantivo masculino que indica el “lugar<br />

donde se convoca, reúne o cita una cuadrilla tamborilera para descansar y,<br />

especialmente, para comer y beber”.<br />

En los años 50, en Tobarra, garuto era un lugar –natural o artificial- para<br />

esconderse, para refugiarse. Garuto era un absoluto despreciativo de casa mal<br />

aviá:<br />

- “Ese vive en un garuto”.<br />

Hoy, en el siglo XXI, garuto es una exclusiva lingüística tamborilera.<br />

En Tobarra “no hacemos rondas” como en Híjar (Vide ob. De L. Segura. Pág. 241).<br />

Es decir, no vamos de casa en casa a tocar el tambor en la puerta de cada uno de<br />

los de la cuadrilla, esperando que nos obsequien con comida y bebida.<br />

En Tobarra, sí, se come y se bebe en los bares, ¡y de que manera!, pero el<br />

cuadrilleo necesitaba un lugar propio, como una plasmación urbana de la<br />

personalidad, de la afirmación de la cuadrilla como tal.<br />

He ahí el garuto.<br />

En este principio rabioso del siglo XXI, el garuto es la gran moda tamborilera.<br />

(Lo es también “la sede” de la Hermandad, como diré en su momento). La Cuadrilla<br />

gira alrededor del garuto. Hay un a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde… el<br />

garuto.<br />

Yo me alegro, pero dejo aquí una preocupación.<br />

El tamborear tobarreño está empezando a comprometerse muy seriamente con la<br />

existencia y el planteamiento que está haciéndose de los garutos. Especialmente,<br />

40


para la gente joven. Está iniciándose una dicotomía terrible, que pido al Cielo con<br />

todas mis ansias risqueñas que no llegue a producirse:<br />

- O toque o garuto.<br />

Quiero decir que los tamborileros jóvenes empiezan a estar demasiadas horas<br />

metidos en los garutos. Con ello, puede ocurrir que haya vestidas cientos de<br />

túnicas tamborileras… y se oigan muy pocos tambores: La mayoría duerme en un<br />

rincón del garuto.<br />

No exagero: Se ha iniciado una tendencia. Espero y deseo que todo quede ahí.<br />

Mientras tanto, el garuto es templo, iglesia, catedral, eremitorio, adoratorio y<br />

santuario donde se reúne la cuadrilla. Me atrevo y lo digo: ¿Serrallo para los más<br />

jóvenes? Conste: ¡Qué envidia!<br />

Está convirtiéndose en culto el preparar el garuto: Aseo higiene, policía… El<br />

garuto debe estar como los chorros del oro.<br />

Está alcanzando la categoría de rito el avituallar el garuto: Logística,<br />

abastecimiento, avío…<br />

- “Tocamos a tanto”.<br />

Cada cuadrillero suelta la guita que le corresponde a “tanto por uno, San Bruno”.<br />

Alguien, claro, tiene que encargarse de llevar, sobre todo, cerveza. En el garuto<br />

se rinde un culto encerrijado y acérrimo a la cerveza.<br />

Yo pondría a la entrada de cada garuto una señal, algo que lo identificase,<br />

cualquier cosa que obligase a iniciar un ceremonial solemne, antes de entrar, un a<br />

modo signo, como si el garuto fuese una logia o una ermita. ¿Por qué no?<br />

En el garuto puede estar la perdición o la salvación del tamborear tobarreño.<br />

¡Que sea lo segundo!<br />

Amén.<br />

41


MONUMENTO<br />

Allí, donde se parte La Avenida en dos (que la trasversal cuenta algo menos), allí,<br />

donde nacen hitos como manos y crecen manos como jalones, Tobarra plantó su<br />

tambor, el tambor, todo el tambor.<br />

El monumento al tambor es la chulería de cincuenta y una semanas. Es como una<br />

conciencia tamborilera enhiesta y férrea. Es el recordatorio empinado de que<br />

somos tamborileros.<br />

El monumento al tambor de Tobarra llega hasta el mismísimo Cielo, sube<br />

infinitamente, se proyecta a las alturas, es una oferta a la misma eternidad<br />

ageográfica.<br />

El monumento al tambor le da categoría a Tobarra y se la añade a la Semana<br />

Santa.<br />

Si yo viviese en Tobarra, pondría flores de cuando en cuando en el monumento al<br />

tambor. Y tocaría la Oración legionaria en el silencio de mi garganta. Y haría<br />

alguna guardia al amanecer. Y desfilaría marcial a su alrededor.<br />

Fecit Jesús Damián Jiménez, hijo de Antonio, de la tercera generación de<br />

Bataneros por mi conocida, glorias tamborileras todos, poetas del tambor, genios<br />

del ingenio tamborilero, amigos queridos que me honran con su amistad.<br />

El monumento tiene algo de batuta, bastante de fálico, mucho de árbol, todo de<br />

estandarte. Es toda una simbiosis de lo nuestro, el compendio metálico de<br />

nuestra fiesta. Faltaría una bota de vino propio asperjando su circunferencia<br />

palillera.<br />

No es mi caso, que yo quiero mis cenizas al viento en Santa Bárbara, pero brindo<br />

la idea de hacer un cementerio con las cenizas de tamborileros singulares en el<br />

círculo del monumento. Y que sean los primeros Mariano El Petro, El Pulga, El<br />

Zoril, Capazuros y El Casón.<br />

(Esto no chocaría en los países nórdicos, donde los cementerios son urbanos. He<br />

visto –en Oslo- tomar el sol en bañador, sobre una tumba).<br />

A Tobarra no le cabría mayor honor.<br />

42


MUSEO<br />

El Museo del Tambor de Tobarra es mi ojito derecho. Claro, como que es hijo<br />

mío, es mi tercer hijo.<br />

El Museo es un amor nuevo, que toda Tobarra debería cultivar, propugnar,<br />

incentivar.<br />

El Museo implica modernidad –tiempos modernos- que nada sino antiguo puede<br />

ser museable y crear un museo es símbolo de modernidad.<br />

El Museo es el marchamo diferencial del tamborear tobarreño. Es nuestra<br />

personalidad, lo que nos distingue como tamborileros, lo que nos hace mejores.<br />

Sin embargo, yo creo que hay una parte de la Tobarra oficial con un golpe de<br />

complejo de inferioridad ante su Museo. Parece como si a esa parte de la<br />

oficialidad le viniese grande el Museo, como si fuese una gala excesiva para el<br />

cuerpo social.<br />

Pero, no lo es. Debemos gritar sin miedo que el Museo del Tambor de Tobarra es<br />

–en el tiempo- el primer Museo del Tambor del mundo; que fuimos los primeros;<br />

que nos adelantamos; que dimos dos veces; que el que venga atrás, que arree; que<br />

nos quiten lo bailao.<br />

Todo eso.<br />

Tobarra debe prestar más atención a su Museo. No es un problema de dinero,<br />

sino de pura iniciativa y dedicación.<br />

El Museo del Tambor debe ser el inicio de toda una cultura tamborilera. Por<br />

ejemplo, el inicio de un archivo documental, de un fondo fotográfico y<br />

videográfico, de un refugio para tambores que vayan pasando de moda, etc., etc.<br />

Yo lo tengo claro. Algunos vamos a intentarlo. Ya tenemos pensado crear la<br />

Asociación de Amigos del Museo del Tambor de Tobarra, más allá de las<br />

estupideces, de las inquinas y de la política.<br />

43


¿TAMBORILERAS?<br />

A mi hija María del Mar.<br />

Si es riguroso y veraz históricamente lo que dice Eleazar Huerta en la Revista<br />

del 1988, las primeras tamborileras aparecen en Tobarra en 1920.<br />

Eso sí: Tapadas por el capuz y tocando solamente el Viernes por la tarde.<br />

Se adelantaron 80 años a las hijaranas, que empiezan a tocar ahora. (Claro. En<br />

Tobarra no tocaron antes porque en Híjar no tocaban en 1266 y así continuó<br />

hasta el siglo XX).<br />

Tiene que quedar muy claro que me siento orgulloso de que mi mujer y mi hija<br />

toquen el tambor. Orgullosísimo. ¡Y qué decir de mi nieta Inés!<br />

Desgraciadamente, la memoria es el principal acusica de cada vida. Y me resulta<br />

inevitable recordar la tremenda vergüenza que vi pasar a una muchachica muy<br />

querida en mi familia, Anuncica Villena García (Coquis) cuando, hacia 1950,<br />

Viernes-tarde, claro, iba tocando el tambor por la Calle Mayor y alguien –que salió<br />

corriendo- le arrancó el capuz. Su rubor es una imagen doliente en mi recuerdo.<br />

Han pasado 50 años. Y entonces –puro niño, de 8 ó 10 años- me hice dos<br />

preguntas tremendas que sólo me respondieron los años… y mi propia capacidad<br />

de investigación.<br />

1º) ¿Por qué tocaba con la cara tapada?<br />

2º) ¿Por qué le dio tanta vergüenza que “la hubieran descubierto”, arrancándole<br />

el capuz?<br />

Tambor y mujer. Mujer y tambor. Por suerte, no tuve que discriminar y mis hijos<br />

empezaron a tocar el tambor el mismo día y a la misma hora. Si no hubiera podido<br />

ser, ¿qué le habría dicho a mi hija? “No, hija mía, tú no puedes tocar el tambor,<br />

porque eres mujer”. Esa podría haber sido la norma, pero ¿cómo la habría<br />

justificado?<br />

Tamborilera. Agarráora. Semanasantera, en suma. ¡Benditas las mujeres de<br />

Tobarra!<br />

44


Yo creo que gran parte del porvenir del tamboreo está en manos de la mujer.<br />

Como toda cultura. Como toda lengua. Como toda tradición. La mujer es la<br />

transmisora ideal. Mucho más que el hombre. Yo no me imagino a mi padre<br />

-tobarreñísimo- arrimándome a la Semana Santa y a mi madre –meteca-<br />

apartándome pugnazmente. No lo concibo. No puedo inventarme una situación así.<br />

Imposible. Pero, no sé por qué, tampoco me imagino a mi madre o a mi tía Pepa<br />

Hurtado o a mi Herminia tocando el tambor en 1950. No sé por qué, no encuentro<br />

explicación, pero tampoco la necesito.<br />

Lo que estoy deseando es “que salga una tía” –este sí que es lenguaje machista-<br />

que moje la oreja a todos los virtuosos. Porque mucho me temo que en el año 2010<br />

aún no haya ni un solo nombre de redoblanta digno de ser tenido en cuenta. Claro<br />

que habría de preguntarse si es eso lo que pretenden las tamborileras<br />

tobarreñas. Me imagino y me temo que se conforman con seguir disfrutando de<br />

su sacrosanta libertad tamborilera. Y poco más.<br />

Pero sí, me apunto: ¿Cuándo habrá en Tobarra tamborileras equiparables? Porque<br />

públicamente, aún no las hay. Mi Zorililla me tiene prometido dejarme con la boca<br />

abierta el día que ella piense que es ocasión propicia. Pero mientras tanto…<br />

En algún Pregón, alguna zagala empieza a perder los miedos históricos.<br />

Pero lo que yo propugno es una mujer que diga: “¡Ahí queda eso!” después de un<br />

redoble que haga temblar las canaleras.<br />

¡Que alguna mocica tire la primera piedra!<br />

Como siempre, a mayor gloria…<br />

45


LOS OSOS<br />

Yo los osos.<br />

Sí, yo quiero a Los Osos, esa ejemplar cuadrilla de tamborileros que tiene<br />

pendiente de que se le organice un homenaje tamborilero. ¿Qué por qué? Por su<br />

ejemplaridad. Son una cuadrilla casi perfecta, en lo tobarreño. Veamos:<br />

- “Salen” siempre. De Miércoles a Domingo. No sé las horas que le echarán al<br />

tambor, pero son muchas.<br />

- Tienen conciencia de cuadrilla:<br />

= Visten igual: túnica, pañuelo y cordón.<br />

= Llevan su propia enseña, que preside su tamborear.<br />

= Tienen garuto.<br />

- Normalmente, tocan siempre lo mismo. Y aunque no son innovadores en el<br />

toque (eso les falta para ser perfectos) van mucho más lejos de lo tradicional.<br />

Si viviesen juntos, si estuviesen todos en Tobarra y pudiesen ensayar e<br />

inventar, seguro que “le echarían la pata” a muchas cuadrillas aragonesas<br />

(porque Los Osos también llevan bombos).<br />

- Son absolutamente serios y formales, que es como yo entiendo el tamborear.<br />

- Son comeóres y bebeóres, como buenos tobarreños.<br />

- Son muy hospitalarios. Desde hace unos diez años, no me quedo con las ganas<br />

de meterme en la cuadrilla y tocar un ratico con ellos. Ni de visitar su garuto.<br />

- Están en una edad como para ser ya ejemplo: Andan –la mayoría- entre los 50<br />

y los 60 años. Luego ya saben donde van y lo que quieren.<br />

- Son un grupo homogéneo. No dejan que destaque ningún “solista”.<br />

Yo creo que Tobarra necesita muchas cuadrillas como Los Osos. No son los<br />

únicos, pero sí –para mí- los más cercanos al ideal cuadrillero tamborilero.<br />

46


Como en mis gustos mando yo y en mis palabras, más, digo exactamente lo que<br />

pienso y lo que creo que se merecen Los Osos. No obstante, nada me dolería más<br />

que, por decir esto, alguna otra cuadrilla me negase la cerveza o el saludo.<br />

Cuadrillas como Los Osos eran impensables hasta, más o menos, 1970. Como<br />

tantas otras cosas de la Semana Santa. Por eso los destaco en estos Tiempos<br />

modernos y por eso me atrevo a calificarlos de ejemplares. Revolucionarios no,<br />

pero tampoco hace falta. Les basta con ser grandes innovadores. Porque esa es<br />

otra: Nada pretenden, no presumen de nada, de bien poco alardean. Ello es parte<br />

de su grandeza cuadrillera, tamborilera, semanasantera y risqueña.<br />

Los Osos añaden dignidad a una Semana Santa con tantas cosas dignas. ¿Qué más<br />

se puede decir de ellos?<br />

47


COLORES<br />

Caleidoscopio ruano, espectro cuadrillero, prisma caprichoso, matices<br />

esquineros…<br />

El color bien, gracias. ¡Nos importa tan poquico…!<br />

Amarillo, anaranjado, añil, azul, rojo, verde y violeta… los siete colores del<br />

arcoiris en las calles tamborileras. Aún faltaría el blanco, que existe, pero es la<br />

suma de todos los colores. Y nos sobraría el negro, que es la ausencia de color.<br />

- “En Alcañiz no toman cubatas pá no mancharse la túnica”.<br />

Lo he oído en El Bajo Aragón, como señal de menosprecio ante los tiquis-miquis<br />

alcañizanos, que, en cambio, tan orgullosos se sienten de sus azules túnicas.<br />

Ni quito ni pongo…<br />

En Tobarra “gastamos túnicas de tós los colores”. Nunca mejor dicho ese<br />

comodín del lenguaje “de tós los colores”, que tantas veces nos evita en lo<br />

cotidiano, perífrasis y paráfrasis. Problemas “de tós los colores”, golpes “de tós<br />

los colores”, coches de “tós los colores”. ¿Para qué dar más explicaciones?<br />

En El Bajo Aragón el tema está sacralizado: Negras en Híjar, moradas en<br />

Calanda, azules en Alcañiz… En Tobarra, no. En Tobarra no lo tenemos en cuenta,<br />

salvo en el negro que nadie lo usa, ¡ni se le ocurre!, por ser hellinero. Eso es lo que<br />

nos diferencia. ¿Túnica negra en el Paseo? ¡Hellinero seguro! ¿Túnica de colores<br />

en el Rabal? ¡Pues es tobarreño!<br />

En mi casa nadie tiene túnica propia. Nos ponemos “la primera que pillamos”.<br />

Bueno, yo busco la más grande, para que no se me acabe la manga en el codo. Pero<br />

sólo por eso.<br />

Colores, colores, colores…<br />

En Tobarra, eso es seguro, empezaríamos a tocar con túnica negra. Hijaranía<br />

pura. ¿Cuándo empezó la disidencia? ¿Fue un tema oficial, para distinguirnos de<br />

Hellín o fue de motu propio tamborilero?<br />

Ahora da lo mismo puesto que ya no va a sacar gusto el aceite. Eso, sí:<br />

¡Ni aún por amor a Híjar!<br />

¿El negro?<br />

¡Ni verlo!<br />

50


CALLES<br />

En el agarrar, ya está dicho: Agarramos –sin saber el porqué- más a gusto en unas<br />

calles que en otras.<br />

¿Y tocar? ¿Nos pasa lo mismo?<br />

Qué pocas veces se oirá mi tambor en la Calle de los Caños o en la de Joaquín<br />

Velasco. Que poco eco el de mi redoble en la Calle Toros o en La Alameda o en…<br />

Pero no sé por qué. Lo constato ahora que escribo en la primera madrugada del<br />

primer enero ¿o es el segundo? del tercer milenio. Y me fijo en eso: ¿Me<br />

reconozco tamborilero en tal calle? ¿Me recuerdo tamborilero en tal otra?<br />

Hubo un tiempo –principios de los 80- en que nos dio por tocar en calles donde<br />

sabíamos que no íbamos a toparnos ni con un solo tamborilero: Los Castillejos, las<br />

Calles Altas de San Blas, etc. A las cuatro de la mañana del Jueves Santo,<br />

conseguíamos que abrieran postigos y ventanas para vernos pasar y oírnos tocar.<br />

Éramos puro capricho y había que golismiar para constatar quien era el cachondo<br />

que le daba por tocar ahí. Nos imaginarían una cuadrilla de soplaos que se habían<br />

perdido o un grupo de forasteros buscando rincones en la madrugada. Ninguno de<br />

aquellos pacíficos vecinos, que pocas o ninguna vez habían oído tambores ante su<br />

puerta, podía imaginar que íbamos rindiendo homenajes a una parte de Tobarra<br />

de la que nadie se acordaba.<br />

La noche y el día, la Procesión y la no Procesión condicionan el sitio donde tocar.<br />

Es natural.<br />

Personalmente, la Calle Mayor. Dadme la Calle Mayor. Si acaso, El Paseo. Y poco<br />

más. Son recorridos de infancia y juventud. Hoy, La Avenida, el Monumento, Los<br />

Escolares, San Roque, todo eso prevalece.<br />

Tocar, no sé dónde. Pero oír, sí. Mi sueño es tener una casa en Tobarra bajo dos<br />

condiciones: Que quepamos toda la familia, hermanos, hijos, amigos de los hijos,<br />

cuñados, novios… Y que se oigan los tambores al acostarse y al despertarse.<br />

Porque que te haga recuperar la consciencia el balamío de los tambores es música<br />

celestial. Realmente, sólo hay un sonido mejor que el despertarse tamborileando:<br />

Es el dormirse acunado por el uh uh uh uh de los tambores.<br />

(Me gustaría saber plasmar con letras el sonido de los tambores desde la cama, al<br />

dormir o al despertar).<br />

Lo demás… ¡qué más da!<br />

51


PIELES<br />

Los años han minimizado el conflicto más castizo del tamborear tobarreño: Si<br />

pieles de plástico, si pieles de piel. No hay duda que fue un atolladero entre<br />

minorías, un embrollo menor, un avispero en el que cabían los dedos de las manos.<br />

Y es que para opinar había que ser tamborilero cum laude y haber hecho el<br />

doctorado en el Molino de la Agustina. ¿Cómo, si no?<br />

Era una guerra entre pocos, pero esos pocos eran los cabales. Tuvo que intervenir<br />

el Zoril con sus versos para poner orden en la terrible “discursión” entre Blas “el<br />

Torcío” y Bruno “el Tremendo”.<br />

Di sentencia corta y breve,<br />

hice justicia a los dos:<br />

el de plástico si llueve;<br />

el de piel, con aire y sol.<br />

Piel, Plástico, las dos Pés mayúsculas del vibrátor percutor, que Tobarra se tomó<br />

muy a pecho, cuando la técnica empezó a echar un pulso a la tradición.<br />

Debió pasar algo así cuando ¡quién sabe cuándo! empezaron a utilizarse pieles de<br />

cabrito en sustitución de las más primitivas, aún de cabra.<br />

En el tambor, hasta la segunda mitad del siglo XX en Tobarra (los de mi<br />

generación hemos sido los más revolucionarios) todo debieron ser cambios<br />

diminutos, novedades casi imperceptibles.<br />

En el siglo XXI han asomado todas las banderas blancas y se han firmado todos<br />

los armisticios. No hay batalla posible. El plástico es soldado más numeroso y<br />

duro. La piel sigue siendo toda la poesía. El plástico es la comodidad. La piel es<br />

darse el gustazo.<br />

Y digo yo –por decir-: ¿Por qué no de plástico la redoblante y de piel la<br />

bordonera? Así hacemos caso a El Zoril por aquello de la lluvia, pero echamos un<br />

pulso a la modernidad en el puro envés. ¿He dicho envés? ¿Tiene haz y envés el<br />

tambor? ¿Tiene cara y cruz? ¿Tiene anverso y reverso? ¿Tiene faz y dorso?<br />

¿Tiene proa y popa? ¿Tiene principio y fin?<br />

Y una leyenda: Que las pieles de gato hacían saltar los cristales de las ventanas<br />

en su puro vibrar en agudo.<br />

La piel, ay, la piel, las pieles, dicotomía añorada, pugna imposible, guerra olvidada.<br />

52


¡Toma tetrásforo monorrimo!<br />

MENTAS<br />

Noche, tambor y menta.<br />

Con una voz que disienta.<br />

Verde hasta perder la cuenta,<br />

¡vaya estúpida herramienta!<br />

La menta es un ritual nochiérnigo, de sapo y aceituna. La menta es la enseña del<br />

basqueo noche alante, el banderín de enganche de la náusea y el asco. Por lo<br />

menos para mí.<br />

La menta es un insulto verdegay que se escupen los tamborileros cuando ya no les<br />

queda nada que decirse:<br />

- “¿Quiés una mentica?”.<br />

Lo han intentado por activa y por pasiva, con sonrisa o con reproche, en prosa y<br />

en verso. Y mi respuesta verdinegra:<br />

- “Pero, si yo no me tomo una menta el 20 de enero o el 15 de octubre, ¿por qué<br />

me la tengo que tomar Miércoles Santo?”.<br />

La menta es una moda de dudosos tamborileros. Y no deja de ser una repugnancia<br />

verde, una aversión verdecida en mi noche de clorofilada abstemia y libertad<br />

clariverde.<br />

Todos los poetas que han escrito lo verde…<br />

(Bécquer: “Porque son verdes tus ojos…”).<br />

(Federico: “Verde, que te quiero verde…”).<br />

(Machado: “Pasados los verdes pinos…”).<br />

(Alberti: “Yo soy el verdemar…”).<br />

(Miguel: “Del verde mundo cuelgas…”).<br />

… todos ellos, hubiesen maldito lo verde de la menta tamborilera.<br />

53


Por allí “por las mentas”… la menta, las mentas, es hora de echarnos una menta,<br />

vamos a las mentas… Se está convirtiendo en geografía, en gramática, en cultual<br />

(nunca en cultural), en crono…<br />

Queda en pie mi rebeldía verdinoche. Soy el último mohicano, el último de<br />

Filipinas, el último tren verde esperanza. Las mentas, por mi galillo abajo, ¡no<br />

pasarán! Aduno lo green con el peace en mis noches de no catal.lo, que al día<br />

siguiente me espera la horquilla.<br />

Mi inútil lucha contra las mentas es mi más íntima epopeya, mi mejor bandera,<br />

noche adelante del Miércoles. Sé que es una guerra perdida y que va a añadir<br />

pólvora a mis incomprensiones semanasanteras. Pero no me rindo. Soy terco y<br />

manchego, como ante tantos planteamientos.<br />

¡Menta go home!<br />

Y, qué pijo, que no, que en el fondo de mi libertad de poeta, menta rima en<br />

asonante con mierda.<br />

54


LA AFOTO<br />

A Román. A Príncipe. A Guillermo. A Marisol.<br />

Una de las cosas que no entiende Anamaría (sí que lo entiende, pero le choca) es<br />

que nos guste tantísimo hacernos “afotos” tocando el tambor.<br />

Personalmente, soy un vicioso de los retratos tamborileros. Las tengo colgadas en<br />

las paredes de mi despacho en casa, las tenía en mi despacho profesional, las<br />

llevo en mis viajes, las tengo siempre a pie de archivo... Me encantan.<br />

Claro: Quiero detener el tiempo. Y lo consigo. Voy más allá de Proust.<br />

Foto, al fin y al cabo, quiere decir luz, en griego. Y no hay luz más hermosa que la<br />

del tiempo acaparado en un papel. Es como un altar gráfico y solemne en el que<br />

rezo a Tobarra cuando me apetece. Y el caso es que me apetece siempre.<br />

Pero me recreo en mi propia convicción cuando constato que, donde realmente me<br />

reencuentro, es en las fotos de mis hijos tamborileros. (Y ahora, en las de mi<br />

nieta).<br />

Ver crecer, volver a ver crecer a tus hijos a través de fotos tamborileras es un<br />

hermosísimo privilegio, que me satisface plenamente.<br />

Ya he dicho antes (o diré después) que los semanasanteros de tanto ser memoria,<br />

no tenemos memoria, porque sólo somos una Semana Santa. Una y la misma. Pues<br />

bien, las fotos tamborileras de tus propios hijos te llevan a otra realidad<br />

temporal, tal vez la única posible: La del pasado, la del presente y la del futuro.<br />

El amor semanasantero crece a través de las fotos de los hijos tocando el<br />

tambor.<br />

Anamaría piensa que todo esto es vanidad. No, no lo es, porque con las fotos no<br />

se presume de guapo ni de listo. Sólo se presume de “tamborilero en el tiempo”.<br />

Aunque, bien pensado, tal vez sea ésta la manera de ser más vanidosos que nos es<br />

dada a los tobarreños. Pues, ¡bendita sea!<br />

La foto. La cuadrilla posando para la foto: Unos de pie, otros acurrucados, alguno<br />

de puntillas…<br />

El tiempo hecho luz y la luz hecha trazo. Y en medio, los tambores.<br />

55


Al fondo, el deseo inconsciente, la voluntad ácrona de ser tamborileros antes y<br />

después del tiempo.<br />

56


TAMBORILERUS COMUNIS<br />

De entre las tonterías más gordas que he leído en el Ínclito, Glorioso e<br />

Impertérrito Diccionario Conservado por los Jóvenes Académicos de la Lengua<br />

(el más pibe tiene 2.435 años… y la lengua es una “cosa” viva) destaco ésta. Pero<br />

se la brindo a Tobarra.<br />

- ¡Tobarra, va por ti!<br />

D.R.A.E.L. Vigésima Edición 1984. Página 1284, del Tomo II.<br />

- “Tamborilero, ra. m. y f. Persona que tiene por oficio tocar el tamboril”.<br />

En estos días ando yo “calentito” con la R.A.E.L. Me ha dicho el Alcalde de<br />

Tobarra que han rechazado la aprobación del gentilicio “tobarreño” cuyo<br />

expediente se inició a mis instancias. ¡Mecagüén! ¡Y eso que teníamos enchufe, a<br />

través de Antonio Mingote, buen amigo de la Fundación Cultural de mi empresa!<br />

Veamos: Yo soy tamborilero tobarreño. Lo juro por san Pedrobarro, san<br />

Ojomanzano y santa Balsilla. Pero por lo visto, no. Para la R.A.E.L., no. Veamos:<br />

1) No tengo por oficio tocar el tamboril. Luego no soy tamborilero.<br />

2) No se ha aceptado “tobarreño” como gentilicio de los nacidos en Tobarra. Los<br />

nacidos en Tobarra no nos llamamos de ninguna manera. No tenemos ni<br />

gentilicio ni paragentilicio ni pseugentilicio. (Distinción que hace Cela en su<br />

Diccionario Geográfico Popular de España).<br />

Luego, entonces, ¿qué soy?<br />

Me acuerdo de Rudí, el pastor inmortalizado en El Patato.<br />

- “Mecagüen tós los académicos de la R.A.E.L., menos en el Secretario General…<br />

Y en ese no, ¡porque lo quió pá limpiarme el culo!<br />

¡Toma ya!<br />

Decía antes –en broma- tamborilerus comunis. En Tobarra hay 7000 (de los 7800<br />

habitantes). Es el tamborilero feliz que no presume de nada, que no va de nada<br />

por los Viernes Santos, que no reivindica nada el resto del año.<br />

58


Es feliz. Se cuelga su tambor. Va a su garuto. Toca o no toca mucho. Sale o no<br />

sale mucho.<br />

La Semana Santa es suya. Él es la Semana Santa.<br />

El tamborilerus comunis va de acá para allá en una cuadrilla normal, de las que<br />

pasa desapercibida y en la que pasa desapercibido. Lleva un tambor ni bueno ni<br />

malo ni nuevo ni viejo. No toca ni bien ni mal. No bebe ni mucho ni poco. No sale el<br />

primero pero tampoco se recoge el último. Nadie se para para oírlo pero tampoco<br />

da risa.<br />

Es un tamborilero más. Como el 95% de los tamborileros (¡¿Eh?!) tobarreños<br />

(¡¿Cómo?!)<br />

Sin él, no existiría nuestra Semana Santa, como tal. La verdad es que no le añade<br />

ni una sola luz, pero tampoco pone sombras. No le acrecienta fama, pero tampoco<br />

se la resta.<br />

El tamborilerus comunis lleva la mochila llena de siglos. No esconde en ella un<br />

bastón de mariscal, pero tampoco da la espalda en la batalla. Ni laureado por<br />

héroe, ni fusilado por felón.<br />

Ya tocó con su padre y espera tocar con sus hijos.<br />

Jamás escribirá artículos en la Revista ni será Pregonero de la Semana Santa ni<br />

Presidente de cualquier Hermandad ni serán célebres sus mojes ni famosas sus<br />

soplacinas.<br />

El tamborilerus comunis deja en mal lugar a la Real Academia y a quien se le<br />

tercie. No toca el tamboril por oficio, pero toca el tambor por devoción. Y si eso<br />

no se llama ser tamborilero, que venga Dios y lo vea. Pero, además, ha nacido en<br />

Tobarra y pregona ante quien se le pone por delante ser tobarreño y bien<br />

tobarreño, por más que la Academia diga que no, que no existe el gentilicio.<br />

Menos mal que el tamborilerus comunis no se desconcierta por nada. Y si tocaba<br />

–su gente- antes de que existiese la R.A.E.L., seguirá tocando una vez que sean<br />

inútiles las oficialidades de la misma.<br />

Eso sí: Seguirá siendo imprescindible en la Semana Santa, pero seguirá pasando<br />

desapercibido en la misma. Esa es su gracia y su mérito.<br />

Tamborilero tobarreño, ¡A la mierda la Academia!<br />

59


EL MAESTRO<br />

Él lo sabe y se regodea en su suerte. ¿Cómo no habría de saberlo si tiene oídos y<br />

es consciente de lo que oye a su alrededor?<br />

El magisterio tamborilero no es cuestión de edad. El maestro tamborilero suele<br />

ser –es- precoz, por lo que disfruta mucha vida de su fruir. El niño/maestro suele<br />

ser –es- tamborilero prodigio, por lo que destaca pronto.<br />

Ahora que caigo. Una tremenda reflexión: ¿Quién tocaba bien el tambor en<br />

Tobarra en 1950? Y al que lo tocaba bien, ¿se le reconocía públicamente? No es<br />

difícil ni duro constatar que no. O al menos, no lo suficiente. O, por lo menos,<br />

como yo lo concibo.<br />

El tamborear tobarreño era absolutamente endogámico y, hasta tal punto<br />

cerrado, que se producía un proceso de fagocitación: Los buenos –maestros- eran<br />

pocos y ellos se lo guisaban y ellos se lo comían.<br />

Tiene que llegar, como para tantas cosas, la conciencia del ser Semana Santa.<br />

Entonces, sí. Nos diferenciaba el tambor, pues sintamos el tambor como ens<br />

vanitate.<br />

La verdad es que hasta el último cuarto del siglo XX el maestro tamborilero lo<br />

era per se, sin comparación ni juicio público. Su magisterio nacía y moría en él. Y<br />

es que el tambor, si bien no era algo vergonzante, si que era absolutamente<br />

popular. Pero popular en el puro sentido de pueblo como último escalón social. Y<br />

dentro de él, Eleazar “lo deja caer” en su escrito: En 1920 el tambor sólo era<br />

cosa de muchachos.<br />

Va a sorprender que yo diga en el 2004 que en 1950 “los señoritos” no tocaban el<br />

tambor en Tobarra. Voy a dar tres o cuatro pruebas irrefutables:<br />

- ¿Los médicos tocaban el tambor?<br />

- ¿Y los maestros?<br />

- ¿Y los Ladrón de Guevara, los Carcelén, etc.?<br />

Tobarra conquista el tambor en 1266, pero también el tambor conquista todo<br />

Tobarra hacia 1970. Y entonces el pueblo se ensancha. Ya no es clase sino campo<br />

social amplio, lato, exhaustivo.<br />

60


A la sazón, aparece el maestro tamborilero y se le reconoce. Constátese ¿con<br />

dolor? Por edad –visto desde el 2004- los primeros maestros así reconocidos son<br />

los Morella. Hablo de reconocimiento común, general, universal. Que en 1930 dos<br />

cuadrillas se admirasen mutuamente no pasa de ser una anécdota. En 1936 se<br />

quemaron los Santos, pero nadie sacó a la hoguera sus tambores. Esto, sólo esto,<br />

refuerza cuanto vengo diciendo.<br />

Retomo. Los Morella. Pero son maestros tamborileros sólo desde su puesto de<br />

cabo en las Bandas de Tambores.<br />

Tienen que llegar los Concursos. Estamos en 1970. Ahí, sí. Tobarra encuentra su<br />

púlpito y el tamborilero su cátedra. Pero se abandonan. Se recuperan en los años<br />

2000…<br />

Antonio el Batanero, El Ñico, El Lauria, El Lauria junior, El Casón junior, El<br />

Cuervo, Manolete El Zoril… Y otros que muy pocas veces o nunca fueron amigos<br />

de concursar ni representaron a Tobarra como “tamborileros oficiales”:<br />

Capazuros, Antonio Merino, Vicente Merino, Juan el Zoril… Pero no son númerus<br />

clausus.<br />

Maestros.<br />

El torero es torero siempre. Incluso fuera de las Plazas. Al futbolista se le nota<br />

en cualquier tiempo y en cualquier parte. Y al actor, no digamos. Pero el maestro<br />

tamborilero duerme su magisterio durante 51 semanas. Claro, no puede ser de<br />

otra manera. Y ese ser maestro así, imprime carácter.<br />

Hace muchos años declaré públicamente que hubiera cambiado todos mis versos<br />

por ser un buen redoblante (Entonces dije “tamborilero”. Pero hoy creo ser un<br />

buen tamborilero). ¿Cambiar poemas por redobles? Lo dije, lo dije…<br />

Tobarreño, tamborilero y maestro tamborilero. Demasié…<br />

61


SIEMPRE TAMBOR. SÓLO TAMBOR<br />

A la saga Zoril: Manolo, in<br />

memoriam; Juan y Manolete.<br />

En Tobarra, generalmente, compartimos tambor con procesión. Por lo menos, en<br />

la segunda mitad del siglo XX. Pero, excepcionalmente, hay sagas que jamás han<br />

tomado una horquilla ni se han puesto una túnica procesionera.<br />

Tamborileros. Sólo tamborileros. Siempre tamborileros.<br />

No es difícil colegir que el fenómeno es singular en 1990, pero no debió serlo<br />

tanto ni antes ni después de la Guerra. Al menos, si creemos a Eleazar –y lo<br />

creemos- y nos hacemos eco de lo que leemos en Juventud –que creemos igual-.<br />

Con una procesión “pobretica” y unos Santos “pequeñicos”, en la procesión debían<br />

ir 25. El resto, al tambor. Pero la procesión empieza a ser clave en la Semana<br />

Santa, las andas empiezan a “crecer”… y sin “robarle gente al tambor” había que<br />

compaginarlo.<br />

Fue mi caso y el de buena parte de mis amigos de infancia y juventud. Veamos. A<br />

mis 14 años yo era monaguillo Miércoles Santo (en El Prendimiento) y el Viernes<br />

noche (en El Entierro). Salía en La Guapa el Jueves noche, el Viernes mañana y el<br />

Domingo mañana. ¿Cuándo iba a tocar el tambor? Es que ni me lo planteaba.<br />

El último cuarto del siglo XX trae “la normalización”. Y estamos enseñando a<br />

nuestros hijos –con la palabra y con el ejemplo- que hay que ser tamborilero y<br />

procesionero con la misma ilusión, con idéntico orgullo, con parigual énfasis.<br />

Algunos, ¿sólo tambor? ¡Claro! Deben servir de paradigma, ser otro arquetipo<br />

semanasantero, aparecer como un prototipo singular: Ser sólo tamborileros en<br />

una Semana Santa tamborilera.<br />

Hay muchos: Juan Ignacio Claramonte, Cachito, José Antonio Onrubia Morcillo<br />

(Chita de Casimiro), los Zoriles… Y montones de cuadrillas: Osos, Zorras,<br />

Pioneros, Soplas…<br />

¡Larga vida para seguir siendo sólo tambor!<br />

62


EL SOLITARIO<br />

A Andrés Pérez Cañete.<br />

In memoriam<br />

El tamborilero solitario es el personaje más literario de la Semana Santa. Es el<br />

más castizo, el más puro, el absoluto. Él es toda la Semana Santa y la Semana<br />

Santa es él.<br />

El tamborilero solitario es Tobarra hecha catarsis, la raza encontrándose a sí<br />

misma, el pasado en pie, el futuro achulado, la ablución de un ritual.<br />

El tamborilero solitario se salva a sí mismo, pero libera a todo el pueblo a través<br />

suyo. Él es lo incólume, lo incorruptible, lo homogéneo.<br />

Es un místico, sin mixtificaciones.<br />

No abundan, no se prodigan, no asoman, apenas se dejan ver. Porque el que toca a<br />

su aire dentro de su cuadrilla no es un solitario. Toca solo, pero no sale solo. Me<br />

cuesta trabajo imaginarme que Juan y Manolete, los Zoriles, vayan tocando lo<br />

mismo en su cuadrilla. Seguro que cada cual va inventando su redoble.<br />

El solitario. En mis cincuenta años de observador, apenas recuerdo algún rato de<br />

Ñico (Antonio Gómez Serrano), de mi pariente Antonio Merino Moya, de su padre<br />

Antonio Merino Gómez… Poco más. Un tambor solo, calle arriba, calle abajo,<br />

redoblando constantemente que, claro es, no se va a echar un Zapatata él solo.<br />

Y mi Jesusico, caprichoso de las horas y la compañía.<br />

Y Capazuros, claro. Punto y aparte. Como aquí hago otro punto y aparte en su<br />

memoria, porque sólo después de su muerte (silencio antonomástico tamborilero)<br />

me he enterado de que no le gustaba su mote. ¡Pido perdón por haberlo citado con<br />

tal, tantas y tantas veces!<br />

El tamborilero solitario es gloria bendita, sólo por serlo.<br />

Si algún día, un Ángel envidioso se viste de tamborilero, le veremos solo, Paseo<br />

adelante, buscando la pureza de lo esencial y lo mirífico.<br />

63


MIGUELITO<br />

A Miguel Ruiz Reina.<br />

El Diccionario recoge “virguería”, pero no reconoce “virguero”. Tal vez porque los<br />

académicos nunca hayan visto tocar a Miguelito. Yo, sí, muchas veces y por eso<br />

tengo que recogerlo en esta fauna de tamborileros.<br />

Miguelito es mucho más que un artista del redoble. Ha ido más allá de lo<br />

imaginable, poniendo en juego sus manos y su ingenio, para hacer lo que no he<br />

visto hacer a nadie: Es capaz de redoblar simultáneamente por las dos pieles, una<br />

mano en cada una, la derecha –normal- sobre la piel redoblante y la izquierda, por<br />

debajo, sobre la piel bordonera. Lleva, naturalmente, dos ritmos, dos cadencias,<br />

pero ambas acompasadas.<br />

Miguelito, así, consigue… ¡lo nunca oído!… un redoble, como suma de dos medios<br />

redobles.<br />

Todo eso con la mayor naturalidad del mundo, sin esfuerzo, sin escorzo alguno,<br />

sin retorcimientos…<br />

Yo, lo confieso, intenté hacerlo una vez, hace muchos años. Bueno, se consigue<br />

durante cinco segundos, lo que supone escaso o nulo mérito ni gracia. (Algo así me<br />

pasó con “El Tren” de El Batanero).<br />

Miguelito es un “tocado” por la gracia. Precisamente, porque su tocar produce<br />

sorpresa, pero también una sonrisa (Esta última ya la producía hace más de 50<br />

años, cuando era tenor cómico).<br />

Miguelito es irrepetible. Su estilo nació con él y acabará con él. Por eso alguien<br />

tenía que trascenderlo e inmortalizarlo.<br />

Naturalmente, si a Miguelito le da por lo clásico, también “es un hacha”. Pero, de<br />

cuando en cuando, le viene el ramalazo, se encana… ¡y hale!… por las dos pieles.<br />

Entonces hace corro.<br />

Miguelito es un encanto como persona. Sabe que la vida le ha dado unos dones<br />

irrepetibles, los prodiga… y hace feliz a su pueblo la tarde de Miércoles Santo.<br />

(Habría que preguntarle a su tambor que piensa de estas fazañas).<br />

64


EL DE TOCAL MUNCHO Y BEBEL POCO<br />

Es un cabal. Sale a tocar y toca. Si se tercia, se echa una cervecica para no<br />

desentonar, pero, vamos, no es eso. Y es porque normalmente ya ha salío de su<br />

casa bebío y meao, que pá eso se ha echao una güena merienda y aún piensa en ir<br />

a cenar ahí a la media noche.<br />

Luce y cuida el tambor constantemente y si hay que tomarse un golpe entra en el<br />

bar con el tambor a la espalda, más serio que un ajo. Se toma el golpe… y a seguir<br />

zurriendo, que es para lo que se ha puesto la túnica.<br />

Suele pagar casi todas las rondas que se toma. Y no paga las demás porque<br />

siempre hay alguien más pesao o más soplao y no lo permite. Pero sólo por eso.<br />

Llena con orgullo las calles, entra con dignidad en los bares, toca lo que y como<br />

está mandado.<br />

Puede salir quien piense que si todos fuesen así, la Semana Santa sería muy<br />

aburrida. Por lo menos, el tamborear. No lo creo. Simplemente porque nunca he<br />

creído eso de que “pá tocal, hay que bebel”. Eso forma parte de las leyendas<br />

fátuas de Tobarra, que nosotros mismos nos encargamos de fomentar como si<br />

hiciese falta para mantener en pie el tambor.<br />

Se bebe y se come. ¿Y qué? ¿Que porque es Semana Santa? ¡Ah bueno! ¿Y qué?<br />

¡Pues que por eso hay que pimplarse! ¿Y quién lo ha dicho?<br />

El buen bebeór (aquí no cabe bebéor, no sé por qué) el buen bebeór es como el<br />

buen redoblante. No se notan entre tanto ruido, pero están ahí, poniendo cordura<br />

y distinción.<br />

Tocar mucho. Beber, lo justo, que tampoco se trata de hacerse socio de la liga<br />

antialcohólica semanasantera.<br />

El tamborilero que toca mucho y bebe lo justo pone una nota de cordura y<br />

distinción en las esquinas. Sabe tocar y sabe beber y compone una ecuación sin<br />

incógnitas en la que el resultado es siempre el mismo: ¡Qué orgullosa se siente<br />

Tobarra de sus tamborileros!<br />

65


EL DE BEBEL MUNCHO Y TOCAL POCO<br />

No se atreve a cantarlo, simplemente porque no es Navidad y desentonaría. Pero<br />

no es por falta de ganas:<br />

“¡Amos a bebel,<br />

amos a bebel,<br />

que si no bebemos<br />

esto no pué sel!”<br />

Es Miércoles Santo, claro, pero su oración favorita es,<br />

- “¿Nos tomamos un quintico?”.<br />

Es incapaz de decir otra jaculatoria y dice constantemente la que le gusta.<br />

Es curioso: Es incapaz de tomarse dos quintos en el mismo mocho, no sabe por<br />

qué, es como si pimplara menos o como si tuviese una deuda de gratitud con todos<br />

los bares de Tobarra.<br />

Él no sabría inventarse un verbo, pero le cuadra con exactitud: Mochear que es,<br />

obvio, frecuentar mochos, visitarlos asiduamente.<br />

Como tamborilero, claro, deja mucho que desear y es que sus redobles sólo duran<br />

lo que se tarda en llegar de un mocho a otro y si en la misma calle hay tres o<br />

cuatro, pocas pieles va a romper.<br />

Realmente, más que tocar, da el follón, que es deporte bastante común en una<br />

parte de la fauna, abundante pero inofensiva.<br />

El tambor es una excusa “pá bebel”. Ni engaña ni se deja engañar. Tampoco<br />

intenta convencer a nadie. Va a lo suyo y ya está.<br />

- “¿Nos echamos un quintico?”.<br />

Es capaz de tomarse 15, 20 quintos en una tarde/noche tamborilera, lo que<br />

comporta “15 ó 20 meás ande le pille”.<br />

Es un tamborilero absolutamente imprescindible. Que conste en acta. Pero si<br />

todos fuésemos como él, el tamborear tendría que reinventarse.<br />

66


EL SOPLÁINA<br />

No es que “beba muncho y toque poco”. Es que bebe munchismo y no toca ná. Y<br />

claro, se sopla. Pero tampoco es que se sople y se vaya a un ribarzo a dormirla.<br />

No. Es que tié que dal el follón. Si no, no se divierte.<br />

Esa es su Semana Santa. Soplarse.<br />

Yo, lo siento, pero ese no es mi tamborear.<br />

Lo ideal –en quien le guste- es alcanzar un punto en el que estás “una miajica<br />

p’allá” pero aún no te has pasao. El arquetipo –en quien disfrute- es mi amigo<br />

J.I.C.F. (como nadie sabe su segundo apellido, nadie lo descubrirá) que todas las<br />

Semanas Santas, todas, desde hace 30 años, cada vez que nos cruzamos en la<br />

calle –si él va con túnica y tambor- me casca dos besos… que yo le correspondo,<br />

claro. A Anamaría le besa la mano con un ceremonial que ya quisiera practicar el<br />

Jefe de Protocolo de la Corona Imperial Japonesa.<br />

Yo, lo adoro.<br />

Aquel (borrachuzo) molesta en el paisaje tobarreño. Este (sopláina) lo<br />

engrandece. Porque es el caso que, hasta hace muy poco tiempo, cuando me lo<br />

encontraba fuera de Semana Santa, si yo intentaba cascarle dos besos, como no<br />

formaba parte de su cultura, los rechazaba como a la bicha. ¡Que mariconada,<br />

besarse dos tíos! (Por suerte, los tiempos y los gustos cambian y como nos<br />

queremos todo el año…).<br />

Yo creo que si a mis 62 años no me he soplao nunca en Semana Santa, la cucaré<br />

sin haberme mamao. Pero entiendo y aplaudo estas excepciones (porque lo son)<br />

que llegan hasta el punto justo en que no molestan y, en cambio, alegran el<br />

tamboreo.<br />

Borrachuzos, no. Porque, encima, se ponen impertinentes y agresivos. Y ponen las<br />

calles perdidas. Y te “ejarran” la túnica cuando tropiezan contigo. Y…<br />

En Tobarra, en Semana Santa, nunca pasa nada, nunca ha pasado nada. Tobarra<br />

nunca se ha lamentado de nada. Yo creo que, en esas fechas, bajan unos ángeles<br />

tamborileros que van guardando calles, nombres, vinos, gestos, intenciones,<br />

hígados, palabras…<br />

Y a fe que lo hacen bien.<br />

67


EL CORRICO DE A DOS<br />

No son dos amigos ni dos amigas. “El corrico de a dos” es una pareja heterosexual<br />

que… ¡oh, gran fortuna de Eros!… se han hecho novios.<br />

Y entonces tienen que salir a tocar juntos, solos, a solas los dos, que ya no hay<br />

amigos ni cuadrilla ni ná.<br />

Ellos han descubierto el amor, porque, realmente, hasta ellos, enamorarse, lo que<br />

se dice enamorarse, no se había enamorado nadie. Ellos lo han inventado y tienen<br />

la exclusiva. Y, claro, ellos tienen que celebrar su mérito a solas.<br />

Se miran, se mandan besitos, se “dicen” un Zapatata… ¿Qué otra cosa podrían<br />

decirse en la Calle Mayor después del Prendimiento…?<br />

- ¡Te quieeeero!<br />

= ¿Qué?<br />

- ¡Que te quiero, leche!<br />

= No, aún no me apetece.<br />

- ¡No, que digo que te quieeero, pijo!<br />

= ¿Y pá que quiés un botijo ahora?<br />

Así, es imposible entenderse.<br />

Porque es que –además- podrían llevarse su “corrico de a dos” al cerro o a la<br />

güerta o a los Castillejos, pero entonces no se enteraría nadie de su parejidad<br />

recién estrenada.<br />

Eso pasa, es obvio, el primer año de noviar. Al siguiente, volverán al cuadrilleo,<br />

como está escrito. Y si no, peor para ellos, porque como han estado todo el año<br />

diciéndose que se querían, pues ya no podrán decirse nada nuevo el Miércoles<br />

Santo. Y aunque se les ocurriese, tampoco se oirían y seguirían confundiendo un<br />

café con leche con un botijo.<br />

El “corrico de a dos” es un paisaje imprescindible en el tamborear. Es la garantía<br />

de que algún día no muy lejano traerán tamborilericos nuevos al mundo. (Porque<br />

estos dos -seguro- son de los que pasearán al guacho dormío en el cochecico y<br />

con el tamborcico colgao. Y eso ya hay que tomárselo en serio, totalmente en<br />

serio. Tanto, tanto, como el mismo futuro de Tobarra).<br />

68


EL FORASTERO<br />

A mi primo Use (Eusebio Ochoa Hurtado),<br />

consumado especialista en soplar a todos los<br />

amigos de mis hijos, la primera vez que vienen a<br />

Tobarra.<br />

Toca en Tobarra por primera vez. Y, claro, está lleno de miedo, porque piensa que<br />

va a examinarse de percusión en el Conservatorio de Viena. Por más que se le<br />

haya advertido, que se le haya dicho que, tranquilo, que nadie te va a decir ná,<br />

que no pasa ná…<br />

Normalmente, es amigo de algún emigrante joven o de algún hijo de emigrante<br />

mayor. Lleva años oyendo hablar del tambor hasta que, por fin, lo convencen y<br />

viene a Tobarra.<br />

En mi casa han dormido por docenas. Los estudio, los mimo, los advierto, los<br />

educo, los mentalizo… y, ¡hále!, a la búsqueda de su felicidad tamborilera.<br />

Y la encuentran fácilmente, claro.<br />

El tamborear, para el forastero, supone un proceso iniciático, una conversión, una<br />

mutación pura, una absoluta metamorfosis. En un principio, se sorprenden del<br />

peso del tambor en la barriga –que, encima, ha soportado un merendar recio-.<br />

Después, piensan que no van a ser capaces de hacer sonar el tambor y, ya en la<br />

calle, se sorprenden infantilmente tocando.<br />

= ¡Pom”<br />

¡Andá… si suena!<br />

Después, un pasito más:<br />

= ¡Prrrrrooom póm!<br />

Eso ya es como una Quinta Sinfonía percutora.<br />

Terminan “enganchados”, como es natural.<br />

El problema del forastero no es el tambor. Es el sople. Si no está acostumbrado –<br />

o aunque lo esté- puede terminar a botijazos de Primperán. Y es porque nos luce<br />

aviar al forastero. Es como una querencia, mucho más seria que una tentación y<br />

que empieza a adquirir caracteres de costumbre. Un deporte, vamos. Si el<br />

forastero es un poco marchoso, sólo un poco, ¡pá que más, mundo amargo!<br />

El forastero es un lujo que Tobarra debe cuidar con primor. Y que así sea, por los<br />

siglos de los siglos.<br />

69


PALILLOS<br />

Los palillos son los dedos de Tobarra. Unos dedos que son la inteligencia<br />

prolongada, el eco percutor, la sabiedad del redoble.<br />

Los palillos son jilgueros que danzan sobre la piel redoblante, en su ballet gozoso<br />

y grácil, irrepetible minuto a minuto.<br />

Los palillos son mi mejor embajador como tobarreño. Me gusta regalar palillos.<br />

Pero han de ser palillos estrenados por mí, zapatateados reiteradamente en la<br />

tarde del Miércoles de Palillos. Los ofrezco como prueba de amistad, de afecto,<br />

de lealtad. Doy algo bien mío, elementos bien sagrados, objetos místicos que me<br />

han acompañado unas horas en el gesto más tobarreño: Tocar el tambor.<br />

Palillear.<br />

Hay un momento, el último momento de la Semana Santa, precisamente cuando ya<br />

no es Semana Santa, que son los primeros segundos del Lunes de Mona, en que los<br />

palillos son protagonistas.<br />

Es el Adiós, el Omega/tamborilero.<br />

Chocamos uno contra otro, otro contra uno, que las pieles ya no existen, sólo son<br />

año que viene.<br />

= Clí, clí, clí, clí… Clí, clí, clí, clí…<br />

Eso decimos. Ya no es Semana Santa. Ya no es tambor. Pero sí palillos. Son<br />

abanderados de la rebeldía contra el tiempo ido, el crono frustrado y sangrante,<br />

el ayer concluso, la imposibilidad de detener todo un amor, que se escapa relojes<br />

abajo.<br />

Palilleros.<br />

Cientos de palillos. Hemos dejado de ser –que no de sentirnos- tamborileros y le<br />

endilgamos a la noche nuestro clí, clí, clí, clí enrabietado.<br />

Manolico el Aperáor, el Maestro Manano, Cachito… pequeños dioses palilleros, a<br />

ambos lados de la vida, ante los que me postro serenamente.<br />

72


TÚNICA<br />

Alifafe, túnica, saya, alba, aljuba… la túnica tamborilera casi nunca es ceremonia<br />

ni presunción para un tobarreño. Faltándole el respeto –con permiso- me<br />

atrevería a decir que tiene más de guardapolvo (¿o sería guardavino?) que de<br />

uniforme. Y si le echo más travesura, aún diría que es un mal necesario. Nos la<br />

ponemos porque si no, aunque no estuviese taxativamente prohibido tocar el<br />

tambor sin túnica, sería de un mal gusto elemental el hacerlo.<br />

Túnica tamborilera versus túnica procesionera. Nosotros mismos nos<br />

preocupamos de poner las dos cosas en su sitio, que lo que también está<br />

tácitamente prohibido es tocar el tambor “con la túnica de la Hermandad”. Eso si<br />

que es casi peor aún que tocar sin túnica.<br />

La verdad es que tampoco necesitamos más. Cuando tocamos el tambor, ¿quién no<br />

se sienta en el suelo del Paseo para ver la Procesión? ¿Quién no descansa en los<br />

riscos del Calvario, poniendo precisamente la túnica sobre la piedra para<br />

proteger el pantalón o la falda? ¿Quién no se pega un güen refregón en los<br />

morretes con la bocamanca después de un trago de la bota?<br />

Naturalmente, todo esto dicho y hecho con el más candoroso afecto, con el más<br />

afectuoso candor. Quede claro que ningún tobarreño le falta el respeto a su<br />

túnica tamborilera. Faltaría más. Al contrario, la ama, incluso con bastante más<br />

ternura que a la túnica de la Hermandad. Y es porque es como el hijo menos listo<br />

o el hermanico más pequeño. Está constatado.<br />

- “Esa es de las que beben solas”.<br />

La broma está más que arraigada en la peremiología tamborilera. Estaba oída en<br />

mi infancia, pero me la retrotrae Eleazar en su escrito, a los años 20. Y eso que<br />

aún no existían las malhadadas mentas.<br />

La túnica tamborilera. La túnica “de agarrar”. ¿Ponen las manos solemnidades<br />

diferentes al plancharlas? Me negaría a aceptar la afirmación.<br />

Lo que si me apetece exaltar es la sabiedad de la túnica, su confort, su amistad,<br />

su compañía. Yo no sabría tocar el tambor sin túnica. Y la túnica tobarreña ha<br />

sido mi estandarte tamborilero en Hellín, en Mula, en Moratalla, en Híjar, en<br />

Alcora, en Manises, en Barcelona, en Calasparra, en Lisboa… Aunque sólo sea por<br />

eso, ya me apetece encasquetármela el próximo Miércoles de Túnicas<br />

Arrogantes.<br />

73


¿CORDÓN? ¿CÍNGULO?<br />

A Marisol Sahorí Catalán.<br />

Cíngulo, cordón… Así, con interrogante, porque es la prenda menos usada del<br />

uniforme tamborilero. Ningún nazareno saldría en las filas sin cíngulo. Que se<br />

atreva un agarráor a no ponérselo. Pero hay muchos tamborileros que no se ciñen<br />

un cíngulo sobre la túnica. Habría que preguntar por qué, si es que hay respuesta.<br />

Parece como si hubiese una mortificación (evitada) de barrigas; puede ser como<br />

una penitencia no merecida.<br />

El cordón es Tobarra constreñida, el tamborear aprisionado, el agobio abdominal.<br />

El cordón es el garrotevil del ombligo, el “bocao” de la cintura, el acial de la<br />

panza, el martirio del tamborilero hambrón.<br />

¿Quién se atrevería a ponerle un cordón al Cerro del Reloj? Porque bien pensado,<br />

“la vuelta al pueblo” es como un cíngulo tamborilero con el que Tobarra se siente<br />

Semana Santa todo el año.<br />

Pero, ¿quién se atreve a tocar sin cordón? Yo, desde luego, no, que a mí la túnica<br />

sin cíngulo me parece más camisón que otra cosa. Pero hay muchos tamborileros<br />

que no se sentirían cómodos con él y ni se plantean el ponérselo. Lo encuentran<br />

inútil, postizo, angustioso. (Hay quien piensa plantear, incluso, una cruzada anticordón).<br />

Eso sí: El cordón en su sitio. Ni a la altura de las costillas ni en pleno coxis, como<br />

Cantinflas.<br />

Sin cordón no hay “buche” posible. Y ahí sí que no. Un tamborilero sin “buche” es<br />

un semanasantero castrado (o castrada, que la tamborilera echa un pulso de<br />

teticas al propio “buche”).<br />

Soga de ahorcar, guita de ronzal, látigo de pastor… El cíngulo, el cordón es el<br />

maldito (mau dit, mal dicho) del tamborear. En eso estamos casi todos de<br />

acuerdo.<br />

74


PAÑUELO AL CUELLO<br />

He ahí, el último capricho del tamborilero, su último reclamo, le dernière crí, el<br />

no va más.<br />

Hasta hace ná, capuz to p’atrás. Desde hace ná, pañoleta: Un pañuelo ad hoc,<br />

arrodeao al pescuezo. Es tan nuevo, que aún no tiene nombre tobarreño, que<br />

pañoleta es foráneo. Parece catalán, pero me apura la vieja Plaza de Toros de<br />

Camas (Sevilla) “La Pañoleta”.<br />

La pañoleta suena a femenino y a diminutivo. La Pañuela. (Perdón, tendría que<br />

ponerla entre comillas: “pañuela”). Su diminutivo, “pañueleta”, que nos cae como<br />

un horror, porque en Tobarra no construimos así y debemos hacerlo irregular: o<br />

por ue.<br />

Pero, sí. El pañuelo al cuello es la futura moda, lo nunca visto. Es como el remate,<br />

pues es lo último que se pone el tamborilero antes de colgarse el tambor. Es la<br />

ceremonia de un cura al revés. Antes, el cura, para la Eucaristía, lo primero que<br />

se colocaba era el amito, que no es sino una pañoleta anticipada.<br />

Me resulta fascinante mi propia digresión, porque, desde hace años, yo “agarro<br />

con pañoleta” en El Paso Gordo y en el Resucitado. Y ni me lo planteo ni lo<br />

cuestiono. Y hay otras Hermandades que también usan pañoleta: La Cruz, El<br />

Moniquí, La Magdalena… (Escribo lejísimos de mi rincón. El papel y yo a solas. No<br />

puedo ir a buscar fotos ni revistas…).<br />

La pañoleta tamborilera pone a touch of class en la calle, sobre todo si es blanca<br />

sobre túnica morada y especialmente si lo luce alguna tobarreñica… Pero, ¿qué<br />

digo? ¡Me enternece mi hija con pañoleta! ¡Me enamora Anamaría en parigual! Y<br />

me muero de ganas de volver a ver a mi nieta Inés andar por Tobarra con su<br />

pañoleta.<br />

La pañoleta. Podría tener algo de capote de paseo mal puesto o de mantón de<br />

Manila venido a menos o de toquilla en Navidad o de velo en Misa Mayor… Podría.<br />

He tenido que ensayar diez años para saber hacerle el nudo a mi pañoleta. Y<br />

pongo todo mi arte y habilidad en mis dedos, para que luego me salgan redondos<br />

los Zapatatas.<br />

Tengo que aprender a amar la pañoleta. Y es porque no es infancia, no es<br />

juventud, no es madurez. La pañoleta me llega ¿tarde? en un camino vital de<br />

recuerdos asustados, y no sé si estaré preparado para llevarla, algo menos para<br />

lucirla y, sobre todo, mucho menos, para merecerla.<br />

75


… Y GUANTES<br />

Al escribir el agarráo, finalicé con los guantes blancos. Al escribir las armas<br />

tamborileras, terminaré con los guantes.<br />

Los guantes de tocar el tambor. Ya he roto unos cuantos. Se rompe, sobre todo,<br />

la parte exterior de la segunda falange del dedo índice de la mano derecha. ¡Ahí<br />

es ná!<br />

En Aragón sería una aberración. No es de machos tocar con guantes, que hay que<br />

esollejarse los dedos contra la piel del bombo a través de una técnica que<br />

permite eso: Dejarse la epidermis. Porque, no nos engañemos, yo he tocado el<br />

bombo… y de pelarme, nada. Simplemente, no permito que los dedos que agarran<br />

el mazo rocen la piel del bombo.<br />

Los guantes tamborileros, para mi, son una pura “nesecidá”. No aguanto una hora<br />

redoblando sin que se me ponga en carne viva… esa parte externa de la segunda<br />

falange del dedo índice de la mano derecha. Y con el dedo “esollejao” yo no pego<br />

un palillazo… ni harto de mentas.<br />

Ponerse guantes pá tocal el tambol es una pura mariconá. Lo sé. Pero es que mi<br />

piel está en relación inversamente proporcional a mis ganas tamborileras: Piel<br />

débil, ansia fuerte. Y no consigo ponerlas de acuerdo. Por eso acudo a los guantes<br />

que, en principio, si eran de lana, me aguantaban “dos tardes” y ahora, que son de<br />

piel, pues dos Semanas Santas.<br />

Los guantes pá tocal ya forman parte de mi tamborear. Es curioso: Y no se me<br />

escapan los palillos, como se escurre la horquilla con los guantes blancos, según ya<br />

he dicho.<br />

Los guantes, “gato con guantes…”. No cazaré ratones, pero no me quedaré sin la<br />

piel de la parte…<br />

Que sí, que guantes pal tambor.<br />

76


Y TODO ELLO PORQUE YO NECESITO…<br />

… tocar el tambor en mi pueblo, por lo menos, una vez al año. Sea una hora o diez.<br />

Sea un día o cinco.<br />

… ponerme la túnica tamborilera y salir a la calle, tocar el cielo con los palillos,<br />

volver a la tierra y darle la vuelta al pueblo, echando Zapatatas.<br />

… tener la convicción de que sigo siendo tamborilero tobarreño… a pesar de la<br />

dichosa Academia.<br />

… notar que se apagan las gobanillas, que se me escacharran los dedos, que me<br />

duelen las manos, que me apuñalan los brazos.<br />

… sentirme cuadrilla.<br />

… creerme que estoy entre los mejores.<br />

… pasar desapercibido.<br />

… saberme pueblo.<br />

… comprobar, año tras año, que Tobarra late en mis pulsos y mis pulsos hacen<br />

zurrir un tambor.<br />

… reiterar que tengo memoria de esquinas, remembranza de rejas, evocación de<br />

nombres.<br />

… revivir a los muertos, evocar los latidos, regenerar los ancestros.<br />

… saberme patria en mi tambor.<br />

… ser portento tamborilero, milagro redoblante, prodigio timbalero.<br />

… echarle un pulso a mis padres, ganándolo para mis hijos. Y ahora ya, para mis<br />

nietos.<br />

77


OBJETO<br />

¡Qué habilidad de manos para hacer tambores, para inventar tambores!<br />

El tambor como objeto. El bombo, como complemento. Me apetece trascender<br />

aquí que siempre me resulta un momento muy entrañable, cuando veo a la<br />

cuadrilla de los Osos, echarse un tiento con las viandas y las botellas que han<br />

depositado sobre el bombo y este, a su vez, sobre el suelo. El bombo es, para Los<br />

Osos, en ese momento, un objeto útil, como una mesa.<br />

Y yo lo aplaudo.<br />

El tambor tobarreño es objeto, cosa, criatura, obra, algo tactable, tangible, algo<br />

que se ve, que se hace, que se rompe, que se limpia, que se guarda, que se puede<br />

besar, que pesa, que es bonico o feo, que hace bulto.<br />

El tambor, objeto.<br />

El tambor forma parte de nuestro paisaje social, como un árbol o una reja. Y lo<br />

tratamos como tal.<br />

El tambor tobarreño se diferencia de los demás objetos, de las demás cosas, en<br />

que tiene alma, es animado, vive, late, suena, se le oye, se hace oír.<br />

El tambor es el objeto más amado en la simbología tobarreña.<br />

INSTRUMENTO<br />

El más sencillo, el más duro, el menos delicado de los instrumentos musicales, es<br />

el tambor.<br />

Lo digo aquí en esta trilogía como una pura reivindicación, puesto que el<br />

tobarreño del Miércoles no tiene conciencia ni de que está tocando un<br />

instrumento ni de que lo que toca es música.<br />

Pero si que lo es.<br />

Tobarra se resiste a reconocerlo. Prueba evidente es que el tambor de la Banda,<br />

de las Bandas, es, ha sido siempre la caja. Y quien la tocaba, El Caja. Y su hijo, El<br />

Cajeta.<br />

80


En Tobarra distinguimos perfectamente el tambor de la caja. Con mucha más<br />

fuerza, incluso, que el propio diccionario.<br />

La transcripción musical del opus tamborilero al pentagrama es un puro<br />

monocorde en do. Do, do, do, do, do… El tambor no admite otras notas ni otras<br />

claves.<br />

Pero eso es cosa de El Caja, que a los demás tobarreños no nos interesa o nos<br />

interesa bastante menos.<br />

¿El tambor, instrumento? ¡Ah, bueno!<br />

SIMBOLO<br />

El tambor es el símbolo, todo él es símbolo, va más allá de los símbolos.<br />

El tambor nos une, nos eterniza.<br />

El tambor es el símbolo que representa a Tobarra, a toda Tobarra, a la Tobarra<br />

si no eterna, si a la post-musulmana (no me atrevo –aún- a llamarla cristiana).<br />

El tambor es mucho más que una bandera, que un escudo, que un emblema, que un<br />

icono, que una alegoría, que una reliquia.<br />

El tambor es toda la mitología de lo tobarreño.<br />

El tambor es lo imperecedero tobarreño. Es atemporal, intemporal,<br />

supratemporal. Es pasado, es presente, va a ser todo el futuro. El tambor es<br />

ácrono.<br />

Sin el tambor, nada. Con el tambor, todo. Y es que el tambor es sueño, es utopía,<br />

es deseo, es logro.<br />

Cuando pensamos en Elche, nos imaginamos una palmera. Si en Almería un Indalo.<br />

Identificamos a La Coruña con su Torre de Hércules y a Madrid con el oso en pie.<br />

¿Y Tobarra? ¿Cabe otro símbolo que no sea el tambor?<br />

Tobarra, una parte muy importante de Tobarra, tiene forma de tambor. Hay una<br />

calle que se empalma con otra, sin solución de continuidad (la vuelta al pueblo) y<br />

qué es ello sinó el aro del tambor.<br />

El tambor, símbolo. Y en él, todo el nombre de Tobarra.<br />

81


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE GGUUIILLLLEERRMMOO AA.. PPAATTEERRNNAA AALLFFAARROO<br />

No existen más que dos reglas para escribir:<br />

tener algo que decir y decirlo bien.<br />

Oscar Wilde.<br />

Este cuaderno o esta libretica que está dentro del Cuaderno Semanasantero<br />

forma parte del Tomo correspondiente (Procesión, Tambor, Hermandades,<br />

Recursos, Preceptos, Comunicación, Arte, Literatura, Anales...) extendido en<br />

varios Volúmenes, los mismos que recogen la Pasión Tobarreña al completo y que<br />

son sólo un capítulo dentro de la Magna Enciclopedia de Semana Santa que entre<br />

todos estamos naciendo.<br />

Hora es ya de que nos pongamos a escribirla –lo mucho que falta-, a recopilarla,<br />

sistematizarla e inventar todo lo que reste.<br />

Lo que más nos gusta, además de agarrar y tocar el tambor, es descubrir la<br />

Historia de nuestra Semana Santa, aunque hasta ahora hayamos ido<br />

conformándonos con espiar pequeñas historias para satisfacer nuestras ansias de<br />

encendidos fisgones: observad cómo se devora un artículo en la Revista que hable<br />

del pasado y aporte cualquier dato nuevo, descubra algún asunto olvidado,<br />

desvele algo oculto... Y las fotos, las más comentadas y sorprendentes son<br />

siempre las más antiguas.<br />

Nos apasiona saber cosas de antes, ir encajando las piezas del rompecabezas que<br />

es el ayer de la Semana Santa. Nos gusta lo que huele a histórico más que la<br />

realidad de hoy.<br />

Buena parte de nuestra Semana Santa es el pasado de la Semana Santa. Pasado<br />

que sigue estando presente y al que constantemente recurrimos. (Esto se está<br />

haciendo así “de toda la vida”). Más de una vez hemos visto cómo el peso de la<br />

tradición ha dado al traste con nuevas ideas o proyectos de innovaciones. Es el<br />

aplastante poder de la Historia.<br />

Nuestra infinita capacidad de asombro se pone a prueba cada vez que en un cajón<br />

aparece la cabeza de la Virgen o un asustado chiquillo devuelva la mano de la<br />

Verónica, 60 años después.<br />

Contemplamos con orgullo y vanidad los tronos de la Agonía y “El Moniquí”, pero<br />

nos emociona saber que una mano de Jesús del Prendimiento es la que talló<br />

Roque López, como nos conmueve ver a Diego “El Ronco” vestir la capa de Socio<br />

que se hizo “Longino” el Viejo, o que Conchi toque el tambor con unos palillos que<br />

cinceló su abuelo Manolico “El Aperáor” a golpe de azuela y escofina, reformados<br />

después por su padre –el buenazo de Juan– ya en el torno automático.<br />

Cuando se publica una foto de la cuadrilla de Manolo “El Zoril” y Ramón Merino<br />

–paradigmas del pasado tamborilero– se eclipsan los brillos del cuché offsetiano<br />

enriquecido por millones de pixels.<br />

3


Cuando la túnica y los tambores de Andrés “Capazuros” salen a la calle Mayor,<br />

sólo engendros como la mítica “Tira” (que ya tiene más de 30 años) pueden<br />

igualar la emoción con que vibramos al evocar el recuerdo de tan grandes<br />

protagonistas de nuestra Historia.<br />

Decididamente, la Historia de Tobarra de los últimos cinco siglos se llama<br />

Semana Santa.<br />

Pero, ¡cuidado!... Recuerdos, emociones, nostalgias... Eso es lo que con mayor<br />

voracidad engulle el olvido. El Lunes de Mona cada Semana Santa es historia y el<br />

calendario –a pesar de los ruegos de Joaquín Sabina– siempre viene con prisas.<br />

Un cuaderno y un apunte. Una libretica y un glosario de nombres y de números.<br />

¡Alerta contra la omisión y el silencio! ¡Aviso al repertorio, al nomenclátor, al<br />

registro y al archivo!<br />

Memoria, la justa; tradición, la suficiente; apunte, el necesario; estudio, todo.<br />

Si del espíritu del lector depende la suerte de los libros, de la esencia tobarreña<br />

seguirá manando el espíritu semanasantero.<br />

4


ES EL MOMENTO DE HACER UN ALTO<br />

Después de los “<strong>Cuadernos</strong> de Agarrárores” y de los “<strong>Cuadernos</strong> de<br />

Tamborileros”, creo que ha llegado el momento de hacer un alto, sobre todo si<br />

tengo en cuenta que –según calculo- me encuentro aún a la mitad del/de los<br />

libros.<br />

Incluso es la ocasión de plantearme el orden de los cuadernos. Bien están como<br />

hasta aquí. El que hayan ido por delante los <strong>Cuadernos</strong> de Agarráores, se debe a<br />

dos cosas:<br />

1ª.- A mi puro capricho personal. Cuando escribo esto ya tengo 58, 59, 60, 61,<br />

62 años, por lo que se me acerca un lógico final de cuatro décadas y media<br />

bajo los palos. Por tanto, es una concesión que me hago, como casi<br />

exagarráor. (Por lo menos, de El Paso Gordo. En un anda más liviana, aún<br />

aguantaré unos años más).<br />

2ª.- Porque (vuelvo a repetirlo) en Tobarra somos unos buenísimos agarráores y<br />

nunca le hemos dado importancia hasta que, a principios de los 80, me decidí<br />

a hacernos justicia. Por lo menos, literaria. Empecé por La Bajada, ¿qué<br />

menos?<br />

Después de los “<strong>Cuadernos</strong> de Agarráores”, he colocado “<strong>Cuadernos</strong> de<br />

Tamborileros”… ¿Cómo, no? El tambor es la Semana Santa y había que ponerlo en<br />

su sitio. Ha habido una voz en mi subconsciente que, como la de esos<br />

banderilleros malos y lameculos que no saben qué decirle a su matador cuando<br />

está haciendo la faena de muleta, sacan la cabeza por la tronera del burladero y<br />

le cantan:<br />

- “¡Dále importanciaaaaaaaa…!”.<br />

Claro que es más fácil darle importancia al tambor tobarreño que a una tanda de<br />

naturales. Y esa voz tobarreña, cuando cada sábado me he puesto a enjaretar lo<br />

tamborilero, me ha espetado estas palabras en la pared:<br />

- “¡Chácho, dále importancia al tambor!”.<br />

Es lo que he hecho.<br />

Después vendrán “Procesioneros”, “Espectadores”, “Borias”, “Corazones”…<br />

Me queda mucha Semana Santa por escribir. Me sobra agua pá fregar<br />

tartanas.<br />

En ello estamos.<br />

5


LA SEMANA SANTA COMO UNA REFLEXIÓN<br />

Jesús García Martínez, mi adorado y leal Jesusico, en la presentación de la<br />

Revista de 1979 dice que la Semana Santa es “tema inagotable, musa perpétua,<br />

inspiración constante”.<br />

¡Seguro que lo es! Y lo es, sobre todo; y es así, por lo menos, para los que nos la<br />

planteamos como una larga reflexión, como un objeto de meditación profunda y<br />

constante.<br />

Cada cogitación semanasantera es toda una esencial abstracción sobre la propia<br />

Tobarra. Cada cavilación semanasantera supone todo un acto de recogimiento<br />

íntimo hacia lo intráneo, pero social hacia lo contornal.<br />

Y así nos va de bien.<br />

La realidad es que algunos le hemos cogido el tranquillo al tema y nos<br />

encontramos en él como pez en el agua. ¿Algunos? Bueno, muchos. Todos los que<br />

no nos limitamos a esperar que llegue el Miércoles de Inicios. Es decir, los que<br />

meditamos positivamente todo el año sobre la Semana Santa. Y meditar es<br />

pensar, sí, pero también lo es armar un tambor.<br />

(Aprovecho. El 20 de septiembre de 2001 he traido y he enseñado Tobarra (en<br />

plan “puro turismo”) a las dos docenas de hombres de mi equipo profesional: Un<br />

representante de cada Región o Comunidad, desde un gallego hasta una canaria,<br />

pasando por catalanes, andaluces, etc. Les ha llamado la atención una expresión. Y<br />

lo han preguntado: “¿Qué es armar un tambor?”. Una vez que lo han sabido, han<br />

vuelto a preguntar: “¿Y cómo están los tambores el resto del año?”. ¡Se han<br />

sorprendido!).<br />

Reflexión, reflexión, la Semana Santa como una reflexión. Más: La Semana Santa<br />

como objeto de reflexión. No es lo mismo. Parece lo mismo, pero no lo es.<br />

Me atrevo. Esta reflexión semanasantera ¿es como una oración pagana? Estoy<br />

seguro de que sí. Yo me estoy sumergiendo en una Oración Semanasantera –por<br />

ejemplo- en este 29 de septiembre en que escribo. Puesto que reflexiono, estoy<br />

haciendo oración. Esta es mi oración laica. Este es mi modo de ser semanasantero<br />

en este último sábado del septiembre de 2001. ¿Soy menos semanasantero –hic<br />

6


et nunc- que el próximo Miércoles de Bordones, cuando me calce mi tambor?<br />

¡Seguro que no!<br />

Reflexionar es ser. Reflexionar es sentir. ¡Así es nuestra Semana Santa<br />

reflexionada!<br />

NUESTRA SEMANA SANTA NO TIENE HISTORIA<br />

Dedicado a Francisco Fuster Ruiz y<br />

a Aurelio Pretel Marín, maestros.<br />

“Me atrevería a decir que no tenemos historia”.<br />

1979. Revista de Semana Santa. Me cito aquí.<br />

No recordaba haber escrito esto, puesto que, de haber sido así, lo hubiese destacado en el “Ad<br />

Introitum”. Pero ha habido en mí una especie de chispazo memorístico, cuando he leído –<br />

septiembre 2001- el prólogo de Francisco Fuster Ruiz al libro de Cano Valero, Losa Serrano,<br />

Pretel Marín, Requena Gallego y Sanz Gamo. “Historia de la Provincia de Albacete”.<br />

Azacanes, 1999.<br />

¡Cuánta coincidencia, Señor de la Caída!<br />

Fuster intenta, durante buena parte del Prólogo, demostrar que, “ahora, sí”, “Albacete sí tiene<br />

Historia”. Pero antes ha tenido que soportar un paseo entre eruditos que –con sobrada razón-<br />

dijeron lo contrario, a caballo entre los siglos XIX y XX. Y así, cita Fuster a:<br />

- Rodrigo Amador de los Ríos: “La ciudad de Albacete no tiene historia”. (Dicho a finales<br />

del siglo XIX).<br />

- Emilio Menéndez Pallarés (8 de febrero de 1908, en el Ateneo): “Albacete no conserva<br />

nada de ciudad histórica”.<br />

- Miguel de Unamuno (1932): “He observado que el orgullo de Albacete parece ser el de<br />

no tener Historia”.<br />

(Naturalmente, cuanto Fuster dice se refiere no sólo a la ciudad de Albacete, sino también a su<br />

provincia).<br />

¿Y qué decir yo ahora, Señor de la Sangre, más allá de lo que dije en la Revista de 1979? Pues<br />

lo mismo que dice Fuster de Albacete: Que ahora si tenemos historia. Y, sobre todo y<br />

especialmente, que la Semana Santa de Tobarra empieza a tener su historia.<br />

Remedando a Fuster y referido a la Semana de Esencias, “sin ayuda de nadie, estamos<br />

transformando vertiginosamente la Semana Santa”; “la Semana Santa está engendrada a<br />

golpes de voluntad de los tobarreños”. Etc. , etc., etc.<br />

¡Cuánta doble verdad! ¡Qué hermosos paralelismos! ¡Cómo haber tenido la misma intuición,<br />

puesto que, para mí, en 1979, la Historia de Albacete era absolutamente desconocida! Bueno,<br />

7


la de Albacete y la de Tobarra, pues en ese mismo escrito de la Revista de 1979 me sorprendo<br />

“de que alguien haya dado en Tobarra una conferencia sobre la Historia de Tobarra”.<br />

(Había sido el mismo Fuster, según supe después).<br />

= “Este libro no tendría que haberse escrito”.<br />

Lo sigue diciendo Fuster (¡Gracias, maestro!) referido al libro que prologa. Y lo digo yo,<br />

refiriéndome a estos <strong>Cuadernos</strong> <strong>Semanasanteros</strong>.<br />

No tendrían que haberse escrito… ahora… si se hubiesen escrito muchos años antes.<br />

Pero tampoco debemos tomar el hecho, sino como lo que es. Me resulta difícil opinar sobre<br />

esos “años de dejadez y de pereza” referidos a la capital. Pero realmente, me resulta duro<br />

aceptar que no hayamos hecho ni caso historiográfico a nuestra Semana Santa. He escrito en<br />

estos <strong>Cuadernos</strong> la queja del cura en Juventud (1924) y la constatación de Eleazar Huerta,<br />

referida a Pérez Pastor. Vuelvo a decir: ¿Se había escrito y se perdió en alguna guerra o<br />

incendio? ¿Se había escrito y anda perdido en algún archivo?<br />

El hecho es que sí, que yo tomo conciencia histórica semanasantera en la Revista de 1979 y<br />

hago un toque a rebato para que intentásemos escribir la Gran Enciclopedia –o algo así- de la<br />

Semana Santa de Tobarra. A partir de ahí, yo me lo tomé muy en serio.<br />

Donde no me tomaron nada en serio fue en Albacete. Pasé a ser “el loco de los tambores de<br />

Tobarra”. ¡Pós güeno! Digamos con orgullo que, poco después, se abrió una rendijica –<br />

basada en mi teoría expuesta en la Revista 1981 sobre Híjar/Tobarra, 1266- para iniciar los<br />

estudios medieval, semanasantero y tobarreño. ¡Menos mal!<br />

Hoy, sí. Hoy “hemos dejado de creer que no somos nada cuando somos todo”. (Azorín,<br />

referido a Albacete). Hoy “nos sentimos padres de una Semana Santa que nosotros mismos<br />

estamos construyendo” (Una vez más, remedando a Fuster Ruiz).<br />

Construir, construir, construir… ¡Eso hacemos!<br />

Por más que a algunos les duela –que les duele- parece que yo esté cometiendo<br />

constantemente el pecado de sacar a Tobarra de la ignorancia y el olvido. Parece que sea<br />

deleznable el que yo haya investigado el origen del tambor tobarreño, Mektub, La Virgen de<br />

los Dolores en Tobarra, el nombre de Tobarra, los habitantes de Tobarra, etc., etc., etc. Y aún<br />

cabrían muchos más et cétera. Por ejemplo: El haber escrito tres Pregones (1980, 1989 y<br />

1991), el haber tenido la iniciativa en la Declaración de Fiestas de Interés Turístico, el haber<br />

creado el Museo del Tambor, el haber llevado los tambores de Tobarra a Barcelona, a Híjar, a<br />

Lisboa, a Manises, a Calasparra… dicen ser actos de chulería. Pero ¡bueno! ¿Por qué? Está<br />

claro: No es porque la investigación, las conclusiones, el saberlo, el hacerlo, no sean útiles o<br />

no gusten. ¡Es porque llevan mi firma!<br />

= ¿Que qué me habré créido?<br />

= ¡Ya está el listo de siempre!<br />

Bueno, pues sí. Hago lo que es bueno para la Tobarra del futuro. Por tanto, sí.<br />

8


Definitivamente, sí. Nuestra Semana Santa sí tiene Historia. Y empieza a tener historiografía.<br />

Nos hemos empeñado vehementemente en ello en el último cuarto del siglo XX. Y a fe que lo<br />

estamos consiguiendo.<br />

9


NUNCA FUI UN ARBITRISTA<br />

“Le debemos a la Historia de Tobarra una obra escrita en la que recojamos todo lo que ha<br />

sido y es nuestra Semana Santa”.<br />

1979. Revista de Semana Santa. Me cito aquí.<br />

Nunca “he inventado planes ni proyectos disparatados”. Ni en lo profesional (ahí está mi<br />

curriculum) ni en lo tobarreño (ahí están mis escritos y mis obras).<br />

Jamás he pretendido la gollería de lo imposible.<br />

Ni se me ha ocurrido –me permito unas licencias del catalán- somniar truites y mucho menos,<br />

fer volar coloms () . (Es propio de arbitristas e ilusos).<br />

Todo cuanto me he propuesto hacer, ha sido asequible. De ahí que haya temas semanasanteros<br />

–La Bendición- o tobarreños – La Guerra Civil en Tobarra- en los que no he querido ni entrar.<br />

Es que no me atrevo. Por lo difícil o por lo imposible. Por lo delicado o por lo picajoso. Sobre<br />

la Bendición no se me ocurre ni como entrar. Sobre la Guerra, estoy seguro de no saber ni<br />

poder salir.<br />

Demasiado riesgo.<br />

El resto, sí. La Semana Santa, su Crónica más rabiosa, está ahí, al alcance de la observación<br />

desde que La Burrica sale de la Iglesia hasta que cerramos con la llave de la Omega el último<br />

palillazo.<br />

¡Lástima no haber sido antropólogo, psicólogo o sociólogo! Como también lamento no ser<br />

Licenciado en Historia. Porque con esa o esas bases universitarias habría sido capaz de<br />

captar muchos más matices. Pero, en fin, quejarse de esto entra en el terreno de lo inútil y es<br />

fecunda suerte sólo el haber sido semanasantero. ¡Para qué más! Y, qué caramba, el ser<br />

abogado ha facilitado muchas tareas y logros semanasanteros… que no han trascendido como<br />

míos. Porque esa es otra: He tenido que hacer muchos trabajos, instancias, escritos, etc. sin<br />

que se supiese que habían salido de mí… ¡para que no se los cargasen! No me quejo. Con<br />

ello, así, hay muchos testigos de mi apasionado y parigual trabajo desde la sombra, “sin sacar<br />

el buche”, sólo pensando en Tobarra.<br />

Arbitrista, nunca. Utópico, menos. Posibilista, siempre. Agarrándose a un clavo ardiendo<br />

dialéctico, se es capaz de enjaretar una cuartilla semanasantera. Y es que en la Semana Santa<br />

todo es “escribible”, narrable, cualquier detalle merece ser contado con enjundia. Esta es una<br />

de sus grandezas. ¡Si, encima, hubiera sido arbitrista…!<br />

() N. del A. : En castellano, “soñar tortillas”, “hacer volar palomas”.<br />

N.del A.: En 2004 sí puedo presumir de haber estudiado los dos Cursos Comunes (1º y 2º)<br />

de esa Licenciatura. Ahora, me paso a Filosofía. Después...<br />

10


LAS LETRAS Y LA VIDA<br />

Perderme en estas heurísticas semanasanteras (completas, eso sí, y de manera imprescindible)<br />

es librarme de “la venganza de la provincia honda que no perdona al que se ha salvado del<br />

tedio y de la larga murmuración del agua”. (Umbral, Los alucinados).<br />

Así se lo digo a Tobarra. ¿Por qué y para qué callarme más tiempo?<br />

Yo no estoy en ese día a día de que “mi tambor es mejor que el tuyo” o “mi hermandad<br />

quiere mandar más”. Porque, en el fondo del momento ex-tempore, es lo que suele pasar en<br />

Tobarra. Hay quien me ha echado en cara que “todo lo que hago por Tobarra, debería<br />

hacerlo en Tobarra”. ¿Cómo, Señor de la Caña, cómo? Hago lo que hago, porque estoy fuera<br />

de Tobarra. ¡En Tobarra no tendría nostalgias!<br />

Es la vida, la lejanía, las que me llenan de letras los instantes. Y los reflejo por escrito.<br />

También sigo a Umbral cuando digo que la Semana Santa me ha semanasanterizado y cada<br />

vez más. Tanto, que me duele la nimiedad de una sola vida, de un solo cuerpo, de un solo<br />

hombro. En el Jueves Universal me gustaría ser quince o veinte yoes para poder estar y<br />

sentirme en los palos de todas las andas, en el tambor y en la silla de anea o en el escalón de<br />

mi casa de la Calle Mayor, espectadoreando hermandades y tamborileros.<br />

Y luego contármelo, claro, pero contármelo para mi caletre, que cada vez tengo más claro lo<br />

que gusta y lo que no gusta a Tobarra y en Tobarra y empiezo a aceptar que incluso de las<br />

Revistas gusten más las fotos que las letras, por lo que el ser más trascendido de la Semana<br />

Santa es y será Guillermo Paterna, poeta de la fotografía, músico de la imagen, escultor del<br />

instante. ¡Que la Santa Cruz de la Toalla lo guarde muchos años y le conserve sus aficiones y<br />

su voluntad!<br />

Prevalece el redoble sobre el adjetivo, la horquilla ante el sustantivo. Cualquier breve<br />

Procesión valdrá siempre más que éste voluminoso libro. Incluso para mí, que soy tobarreño<br />

puro. O tal vez por serlo.<br />

Todo yo soy Semana Santa, que me rebosa, y es por eso por lo que quiero ser toda la Semana<br />

Santa posible. Aunque sea en forma de libro.<br />

11


LA ACELERACIÓN DE LA SEMANA SANTA<br />

El siglo XX se ha caracterizado por una decidida aceleración de la Historia. La<br />

técnica, los inventos, las guerras, la ciencia… Todo ello ha conducido a que la<br />

humanidad, el nivel de vida (eso que ahora se llama calidad de vida), la gente, la<br />

sociedad, hayan evolucionado en un siglo por el valor de diez. Estamos en la Edad<br />

Universal, en la Era de la Globalidad. Todo es uno y lo mismo. Lo individual, lo<br />

particular, cuenta menos. Apenas algunas situaciones, actividades, instituciones,<br />

son capaces de escapar de ese pez, universal y devorador. Ahí estamos nosotros,<br />

semanasanteros particulares.<br />

Con nuestra Semana Santa, y referida muy concretamente al último cuarto de<br />

siglo XX (1975-2000), ha pasado algo parecido.<br />

La Semana Santa de Tobarra se ha acelerado, sí. Ha conseguido alcanzar una<br />

velocidad en las mejoras, innovaciones y planteamientos que (y ese es el mérito)<br />

sin hacer revolución alguna, ni el más optimista y brillante de los semanasanteros<br />

nacidos entre 1920 y 1950, podíamos haber imaginado en nuestras infancia y<br />

juventud. Es más, para nosotros, la Semana Santa iba a ser siempre “así”, tal y<br />

como lo era en 1955 o en 1960, por poner algún año.<br />

Bien es verdad que esa velocidad la hemos impulsado nosotros mismos y ha sido<br />

casi como sin querer y, por supuesto, sin darnos cuenta. Todo ello, en un principio.<br />

Después, sí. Cuando tomamos consciencia de que, tal y como escribí, “Tobarra es<br />

lo que es su Semana Santa”, entonces, sí. Todo empieza a ser volitivo. Después no<br />

ha cabido ya ni la más pequeña mácula de casualidad. A partir de, más o menos,<br />

1980, ya nada es albur en esos avances/acelerones de la Semana Santa. Y pongo<br />

esa fecha por poner alguna o por poner el año en que empiezan los Pregones.<br />

Aunque tanta o más carga histórica que los Pregones la tiene el nacimiento de la<br />

Asociación de Cofradías. Hay un antes y un después de su nacimiento. Yo diría<br />

que, más o menos, hasta el inicio de la década de los 80, hubo una especie de<br />

acumulación de ese patrimonio tradicional intangible que supone nuestra Semana<br />

Santa. Se consolidó, se sedimentó y se intentó proyectar y acelerar.<br />

Inconscientemente, al principio. Conscientemente, después.<br />

Cuando Antonio el Batanero estaba haciendo La Tira; cuando yo viajé a Híjar por<br />

primera vez; cuando se proyectó definitivamente la Asociación de Cofradías;<br />

cuando las Revistas y las Crónicas de Guillermo Paterna toman carta de<br />

naturaleza; cuando creé el Museo del Tambor… Nada fue por acaso, pero ninguno<br />

pensábamos que estábamos acelerando la Semana Santa. Nadie pensó en la<br />

Historia ni en la trascendencia.<br />

12


Pero las estábamos consolidando. Y escribiéndolas, para siempre.<br />

En Economía, se habla del “factor multiplicador”, explicado por John Meynard<br />

Keynes. En el Semanasanterismo tobarreño de los últimos años, sirve la misma<br />

teoría: Un principio, una decisión, una actividad, una idea, empujan a otros y<br />

proyectan su calidad en progresión geométrica.<br />

Nunca me ha preocupado especialmente el futuro… lejano. He demostrado ser el<br />

más empecinado cantor del ayer tobarreño, pero como lo veo aceptablemente<br />

bien salvaguardado, por primera vez en mi vida empieza a corroerme una<br />

curiosidad utópica: ¿Cómo será nuestra Semana Santa dentro de 100 años? Voy a<br />

cometer el mismo error de tantos falsos profetas. Y así, digo que, salvo una<br />

inimaginable revolución, el cénit, el súmmum, el non plus ultra de la Semana Santa<br />

lo estamos viviendo ahora. Otra cosa sería que –nos lo merecemos, y por ello,<br />

¡soñemos!- llevásemos los tambores a Tokio. (Hace más de diez años, después de<br />

ir con los tambores a Lisboa, me comprometí a llevarlos a Argentina. Nadie se<br />

hizo eco). O que Nuestro Padre Jesús diese la Bendición en el Everest o en el<br />

Machu Pichu. O que un chozno de nuestro Príncipe Felipe –Rey de España, por<br />

supuesto- aceptase ser pregonero el Sábado de Pasión o pidiera Bajar el Paso<br />

Gordo. ¡Gloria si así fuese! ¡Esas cosas sí que serían revolución!<br />

En los últimos ocho o diez años, la Semana Santa tobarreña –una institución<br />

totalmente hija de su tiempo y de la sociedad en que se desenvuelve- está<br />

viviéndose como una competición, como un campeonato, como un “echarle la pata<br />

a…”, “mojarle la oreja a…”. Es un camino peligroso: Las andas no deben ser cada<br />

vez más grandes; las Revistas tampoco pueden ser cada vez más gordas y<br />

rimbombantes; veremos donde se encuentran (sin repetir) pregoneros locales<br />

adecuados dentro de 15 ó 20 años. Etc.<br />

Cada cuatro años, la Asociación de Cofradías parece plantearse como misión<br />

imposible el mejorar la obra de la anterior.<br />

No sé si será ese el camino.<br />

No quiero caer en el conservadurismo ni en la cerrazón. Partiendo de atrás,<br />

siempre he propugnado un mirar hacia delante. Pero me preocupan los desafíos<br />

desatinados. Consolidemos, consolidemos… Esa Procesión del Jueves es muy<br />

mejorable; esa falta preocupante de tambores en El Calvario (en La Bendición y<br />

sobre todo en El Entierro, al que ya no sube nadie con tambor); ese estúpido<br />

estancamiento del Museo del Tambor, que se ha “secado” por falta de interés y,<br />

sobre todo, de inteligencia…<br />

13


Naturalmente, la Semana Santa de Tobarra no se acaba aquí. Al menos, mientras<br />

haya soñadores como yo. Todavía no es “de Interés Turístico Internacional” ni<br />

“Patrimonio intangible de la Unesco”. Debemos intentar serlo. He ahí dos<br />

objetivos plausibles, concretos, asequibles… y gratuitos. ¿Intentamos<br />

conseguirlos? ¡Tobarra puede contar conmigo para el empeño! ¿Inicio los<br />

expedientes e instancias, como tantas otras veces? Aunque sólo sea para seguir<br />

demostrando mi amor a Tobarra a esos que dicen (con nombres y apellidos) que<br />

“¡ya está bien de que todas las iniciativas de Tobarra sean de Josemari<br />

Hurtado!”. ¿Qué mal hago con seguir pensando en el bien (futuro, off course) de<br />

Tobarra? ¿Por qué –si tengo ideas tobarreñas- tengo que dejar de ofrecerlas?<br />

¿Sólo para que se pongan contentos los que –sin razón y sin motivo- no me pueden<br />

ni ver? ¿Sólo para eso?<br />

Me pongo a soñar desde este momento.<br />

¿Cómo alcanzar que todo esto no quede en alucionaciones hipnagógicas –mientras se<br />

concilia el sueño- ni hipnopómpicas –las que se producen al despertar-? Es más o menos<br />

sencillo: Que la Semana Santa siga siendo una eterna insatisfacción. Que nadie diga,<br />

¡Misión cumplida! A mí no se me ocurre hacerlo, pese a lo que se creen y gustaría a mis<br />

“enemigos”. ¡Nadie podrá conmigo! (Aunque tenga que seguir escribiéndolo y guardándolo<br />

para dentro de 100 años, cuando todos hayamos muerto).<br />

Por el tiempo, por la perfección, por el pasado, por el futuro…<br />

En el tambor, en el anda, en El Calvario, en la cuadrilla… Que todo sea insatisfacción en<br />

torno a ellos. ¡Todo es futuro!<br />

Que ningún año parezca la misma -aún siéndolo- ya supone una pura insatisfacción. Así,<br />

nuestra Semana Santa seguirá pareciéndonos como un puro objeto de aceleración histórica<br />

hacia un camino de mejora y perfección.<br />

Tobarra se lo merece. ¡A por ello!<br />

14


Neo, del griego VЄОζ, nuevo.<br />

NEOSEMANASANTEROS<br />

Después de su consolidación en el último cuarto del siglo XX, la Semana Santa de Tobarra<br />

necesita neosemanasanteros. Pero debo matizarlo. Neosemanasanteros, no en el sentido de<br />

“gente nueva”, sino en el aspecto de “gente diferente”, gente que aporte algo distinto, que<br />

enriquezca, que invente, que proyecte hacia delante la Semana Santa.<br />

Todo ello, conste, sin abdicar ni un ápice del pasado. ¡Faltaría más! Que los demás, ya<br />

mantenemos lo mantenible.<br />

No se trata de un asunto de sustituciones, de cambios, sino de sumas, de enriquecimiento, de<br />

aportaciones.<br />

La Semana Santa de Tobarra necesita neosemanasanteros, pero con un valor similar al de:<br />

- Francisquete Sabina. (Don Francisco Martínez Gracia). E.p.d.<br />

- Manolo, El Zoril. (Don Manuel Sahorí García). E.p.d.<br />

- Sixtín, el de las gorras (Don Sixto Gómez Yáñez). E.p.d.<br />

- Pepe Garrulo. (Don José Garrido Cabañero).<br />

- Antonio, el Batanero. (Don Antonio Jiménez Ortiz).<br />

- Guillermo Cavalcanti. (Don Guillermo A. Paterna Alfaro).<br />

- Jesús Perijuan. (Don Jesús García Martínez).<br />

- Fernando Cachito. (Don Fernando Reina Escribano).<br />

- Etc.<br />

Todos, todos ellos han planteado y resuelto un gran valor añadido a la Semana Santa de su<br />

tiempo. Unos, desde la universalidad, otros desde la investigación, algunos desde el anda,<br />

otros desde el repique, etc., etc. Todos, eso sí, desde el semanasanterismo más radical.<br />

O aparecen neosemanasanteros así… o la Semana Santa caerá en recesión, en involución. O,<br />

por lo menos, no avanzará.<br />

Acudamos a los clásicos:<br />

= Nihil perpetuum, pauca diuturna sunt. Nada es perpetuo, pocas cosas son duraderas.<br />

= Nihil perfectum est, dum aliquid restat agendum. Nada está acabado, mientras queda algo<br />

por hacer.<br />

Nada más duro que leer a Sánchez Albornoz –el gran paradigma de la historiografía española<br />

del siglo XX– cuando escribe de la historia como “magistra vitae” y demuestra que todas las<br />

15


instituciones ¡todas! son falibles, caducas. Esa es la constante. Y si cayeron la esclavitud, el<br />

feudalismo o el Muro de Berlín...<br />

¿Y qué decir cuando se estudia a Spengler o a Toynbee? ¿Cómo no aceptar que las<br />

civilizaciones, las culturas nacen y mueren?<br />

Es duro imaginar a Tobarra sin Semana Santa. ¡Por eso me planteo un ejército de salvadores!<br />

Simplemente, me rebelo contra lo perecedero... ¡y le pongo medios concretos!<br />

Lo ideal –por menos complicado- sería que cada Asociación de Cofradías crease una<br />

“Comisión de búsqueda y consolidación de genios semanasanteros”. Algo así.<br />

La Asociación de Cofradías (que debe pasar a ser y actuar inmediatamente Asociación de<br />

Cofradías y Tamborileros) como institución rectora de la Semana Santa, podría crear en su<br />

seno una comisión encargada precisamente de eso: Averiguar y fomentar las “promesas”<br />

semanasanteras. Es decir, identificar y acompañar a aquellos jóvenes sobre los que se barrunte<br />

que pueden enriquecer la Semana Santa del futuro. Naturalmente, con la imprescindible ayuda<br />

de las Escuelas de Tobarra. Pero no hay problema: Hay Maestros (alguno, ya jubilado),<br />

exquisitamente semanasanteros (Juan Sánchez, Pepe Cañeñe, Paco Peña, Guillermo Paterna,<br />

etc.).<br />

Naturalmente, los trabajos de esas comisiones pasarían de Asociación en Asociación,<br />

conforme fuesen venciendo sus mandatos.<br />

Propugno, sencillamente, la creación de “ojeadores” semanasanteros. ¡Ahora nos hemos<br />

entendido!<br />

Como persigo un fin muy claro, voy a utilizarme como medio: Desde hace unos pocos años,<br />

estoy buscando -¿cómo decirlo?- un “sucesor”, un “ayudante”, alguien a quien yo pueda<br />

ayudar a investigar ad nauseam la Semana Santa. Guillermo Paterna lo fue y en bastantes<br />

aspectos, ya me ha superado, a Dios gracias. ¿Lo serán Juan Enrique Morcillo, Juan Ángel<br />

Sánchez Huedo, Ana Paterna Morán, Francisco José Peña Rodríguez...? ¿Y esas docenas de<br />

licenciados universitarios tobarreños...?<br />

Acudo a los amigos: ¿Se negarían Fernando Cachito o Antonio el Batanero a echar una mano<br />

a una promesa en la creación de tambores diferentes? ¡Seguro que no! ¿Pondría Manolete el<br />

Zoril junto a él a una promesa redoblante? ¡Seguro que sí! ¿No se alegraría Guillermo Paterna<br />

de que un jovenzuelo demostrase garra, sapiencia y enjundia investigadora? ¡Ni lo dudo!<br />

Neosemanasanteros, sí. Futuros genios de la progresión semanasantera, gente joven, pero<br />

diferente, que tengan cosas que decir en la mejora de la Semana Santa.<br />

Como se ve, una vez más, procuro aportar ideas, dar sugerencias cuyo coste sea cero. Es la<br />

manera más lógica de hacer Semana Santa.<br />

¡Contad conmigo para lo que sea! “Olfato” no me falta.<br />

A mayor gloria de la Semana Santa.<br />

16


LA SEMANA SANTA, UNA PATRIA IDEOLÓGICA<br />

“Elucubrar una patria ideológica”. Ortega y Gasset.<br />

Por rigor, respeto profundamente la idea y la cita orteguianas para, a continuación, verme<br />

gratamente obligado a parafrasearlas y alcanzar así una mayor proximidad con mi verdadero<br />

pensamiento: La Semana Santa, es una patria en acción. La Semana Santa, es una<br />

ideología indeleble.<br />

Efectivamente, por un lado, la patria es mucho más que un lugar. Pero por otro, no hay duda,<br />

la ideología va más allá de una doctrina, de unos simples principios.<br />

Patria. La Semana Santa de Tobarra, claro, es lugar, son lugares muy concretos. Cuando<br />

pienso en Tobarra, pienso también en el Cerro del Reloj. Pero cuando imagino Semana Santa,<br />

nunca o muy difícilmente.<br />

Ideología. La Semana Santa de Tobarra es fundamento de muchos de mis actos, es coherente<br />

con mi modo de imaginar la vida, la sociedad, el prójimo todo.<br />

Efectivamente, la Semana Santa es una patria ideológica.<br />

Precisamente por serlo y sólo por serlo, empiezan a ser posibles ciertas manifestaciones del<br />

ser humano en colectividad que están íntimamente ligadas a patria y a ideología, amén de<br />

alguna de sus derivaciones: Raza, credo, etc. Y así, están empezando a producirse atisbos de<br />

etnocidio. (¡Cuidado, amable lector!: No confundas etnocidio con genocidio. ¡No<br />

exageremos!). Por ejemplo: Los garutos. Veámoslo, desde el punto de vista antropológico: A<br />

través de los garutos se está produciendo una deculturación (“Empobrecimiento y pérdida<br />

de elementos de una configuración cultural”. A. Aguirre. Diccionario temático de<br />

Antropología) que puede llegar al etnocidio (“Destrucción… mediante aculturación forzada”.<br />

Ibidem). Es una afirmación grave, pero muy meditada. Abundo: Los garutos se cargarán – si<br />

siguen así- una parte importante de la Semana Santa. (Antes, no me atreví a decirlo tan<br />

claro en los <strong>Cuadernos</strong> tamborileros).<br />

Los garutos, están produciendo un cambio negativo en el devenir semanasantero: Se duerme<br />

de día, con lo que se trastoca lo presencial de los tambores en la calle, de agarráores y<br />

nazarenos en las procesiones, etc.<br />

Por supuesto, si los garutos hubiesen sido un invento de gente de mi edad, el tema no tendría<br />

importancia, porque “nosotros” nos estamos yendo. El problema es que los garutos están<br />

llenos (y nunca mejor dicho) de adolescentes, de jóvenes, de muchachos. Y, claro… El<br />

futuro…<br />

Desde hace cinco o seis años, todos los Viernes Santos por la mañana temprano, vivo la<br />

misma constatación doméstica: Mi hermanico Pedrín poniéndose la túnica de La Virgen y yo<br />

la tamborilera para subir al Calvario con tambor o la del Paso Gordo para ir a la Procesión.<br />

Mis hijos, mis sobrinos, sus amigos forasteros… todos duermen. Normalmente, ninguno<br />

subirá a ver la Bendición. Les da lo mismo. Piénsese que apenas hace 30 años algunos<br />

escribíamos: “Tobarra se vacía de hijos en El Calvario”. Y era verdad: En “el pueblo” no<br />

quedaba un alma, ni dormida ni despierta. Estábamos todos en El Calvario.<br />

17


¿Y el Domingo de Comanditas? Pues peor aún. La Bendición aún sigue produciendo respeto,<br />

pero… ¡El Encuentro!… bastante menos. Y la noche del sábado es larga. Los Encuentros<br />

cada vez los vemos menos gente.<br />

Habrá quien piense que, en realidad, de etnocidio, nada, que lo único que pasa es que están<br />

cambiando las bases que han sostenido así, de esta manera, tal y como es, esa patria<br />

ideológica que es la Semana Santa. Y que no pasa nada.<br />

¡Ojalá!<br />

Por supuesto, el sentido de patria ideológica no era el mismo para el tobarreño de 1812,<br />

cuando nos invadieron miles de franceses, que será el del día de San Antón del 2020, fiesta<br />

local. Y en ambos late lo patriótico y lo ideológico.<br />

Dicho muy a la tobarreña: ¡Que todo sea para bien!<br />

Y cambio de tercio, pero no de enunciado ni de principio.<br />

Con el asentamiento de los valores individuales (el egocentrismo se impone firmemente sobre<br />

lo social) la Semana Santa, como patria ideológica, puede estar empezando a caer, (aunque<br />

sea muy lentamente, pues es un proceso que dura décadas) en un empecinado error: El de las<br />

iconolatrías diferenciales. Lo explico con ejemplos: ¿Es más Cristo el de la Agonía que el del<br />

Prendimiento? ¿Merece más culto de latría El Sepulcro que el Ecce Homo? ¿Cabe más culto<br />

de dulía en La Magdalena que en La Verónica o que en San Juan?<br />

Yo tengo bien claro que las respuestas a las tres preguntas es la misma: No. Y probablemente<br />

todos los tobarreños pensamos lo mismo en el mes de junio. Lo malo es que después llega<br />

noviembre, pensamos en el Jueves Santo… y ahí empiezan a jugar sentimientos de<br />

Hermandad, afectos de túnica, emociones de horquilla. Y subjetivizamos tanto el tema que<br />

aparecen esas iconolatrías diferenciales.<br />

El tema no es negativo mientras no haya intereses –pequeños intereses- encontrados. Porque<br />

si los hay, que los hay, “los de La…” piensan “que” y “los de El…” piensan “ca”. Y ahí la<br />

Semana Santa como patria ideológica colectiva empieza “en mi estandarte” y termina en “el<br />

cetro de honor” de mi hermandad. No hay más.<br />

Ruego encarecidamente que se interprete este escrito, como un himno de grandeza ante mi<br />

patria semanasantera; como un canto de unción a todas las ideologías semanasanteras; como<br />

una oda de elemental esperanza ante un futuro que será mejor, eso seguro, si aquellos<br />

“etnocidios” y estos subjetivismos se compensan con grandezas e ilusiones. Por tanto, que<br />

nadie piense que me estoy haciendo viejo y empiezo a estar convencido de que “mi Semana<br />

Santa” fue la mejor. Ni lo pienso ni deseo que haya sido así. Pero es que tengo la puñetera<br />

costumbre de mirar, observar… y sacar conclusiones.<br />

A mayor gloria de Tobarra.<br />

18


LA CAUSA<br />

Me estoy entreteniendo en el vino rancio del unitema, en el clavel ufano del monoritmo, en el<br />

pez surgente de lo irrepetible.<br />

La Semana Santa es todo un Universo, horneado y ornado de situaciones diminutas; de<br />

personajillos protagonistas que yo intento evitar sean hueros; de anécdotas sin valor que<br />

transformo en episodios.<br />

He ahí.<br />

Me siento sacerdote, plébano, doctrinero, predicador de la Causa. La Causa con mayúsculas,<br />

nuestra Causa, la Causa de Tobarra. Causa como razón, motivo, doctrina, interés…<br />

Estoy merodeando entre una filosofía de la Semana Santa, en la que no me atrevo a entrar,<br />

salvo como atisbador de lo psicológico, de lo sociológico, de lo antropológico o de las tres<br />

cosas juntas. Al final, lo común en pleno.<br />

Por suerte, para quien sabe escribirlo y describirlo, la Semana Santa es un puro devaneo en lo<br />

estético durante cincuenta y una semanas y un profundo baño en lo lírico durante una. Y así,<br />

lo estético y lo lírico son yunta, yugada, una sola cosa que termina siendo Causa.<br />

La Semana Santa es la Unidad total, la unicidad más clara. El Domingo de Burricas se<br />

entierran las hachas de guerra, se limpian las pipas de la paz, se esconden las diatribas, se<br />

tapan los particularismos. Y devenimos en la Causa. Tobarra pasa a ser una Gran Causa, de la<br />

que todos somos fanáticos, ferventísimos, fundamentalistas. Y nos aplicamos en ello como<br />

única bandera, consigna, vivencia, actuación.<br />

Durante una Semana no nos atrevemos ni a pensar. Probablemente, si lo intentásemos, ya no<br />

sabríamos. Pero, ¡qué bien nos va! Hemos sido capaces de edificar una Causa común y única<br />

en la que todos los tobarreños somos inefablemente felices.<br />

19


UN SOLO CÁNTICO<br />

Este es el cántico de la Semana Santa de Tobarra. Y yo soy su payador.<br />

Esta es su épica, su égloga, su epopeya. Y yo soy su más decidido vate, su más rendido aedo,<br />

su más fiero rapsoda.<br />

Esta es, pues está aquí, o estará cuando la complete, toda la Semana Santa del siglo XX en<br />

Tobarra, la Semana Santa toda. Sin fisuras, sin resquicios, sin olvidos. Toda.<br />

Pero este quiere ser el himno de las cosas perfectas. Y la Semana Santa de Tobarra lo es.<br />

Estoy cantando una obra sobrehumana por mágica, su condición de sublime, alcanzada por un<br />

pueblo pequeño a través de su Semana Santa.<br />

Estoy cantando lo heróico, lo denodado, lo intrépido, todo lo conseguido con las manos, con<br />

los hombros, con los paisajes, con las horas, con las fechas.<br />

He aquí la excelencia, la madurez, la perfección. ¡Demos gracias al Señor de los Azotes por<br />

haberlo hecho, visto y vivido!<br />

Y, sin embargo, aspiramos a más, no nos conformamos, nos regodeamos en nuestro futuro, en<br />

lo que aún nos falta por alcanzar, que realmente no sé lo que es, pero tampoco me preocupa,<br />

porque ya lo averiguaremos.<br />

En este momento, odio a Oswald Spengler y a su pensamiento, pero no puedo obviar el<br />

conocerlo y ser su más decidido epígono. Así, su “aplicación del método morfológico a las<br />

culturas”; “la cultura es un organismo viviente que brota, florece, se marchita y muere”.<br />

Oh, no ¡Cristo de la Agonia! eso no; y referido a Tobarra, menos; y en relación a su Semana<br />

Santa, imposible. ¡No lo consientas!<br />

En fin…<br />

Me está dando miedo escribir lo magistral como conclusión, lo cabal como prototipo. Porque<br />

yo soy, he sido y seré un semanasantero esperanzado y este cascabeleo de mis letras no deben<br />

ni quieren ser sino horizonte, expectativa, futuro.<br />

Este es el Cuaderno de la conciencia histórica semanasantera. La Historia, sí. Ya la<br />

tenemos. Y un excelso presente. Asistamos, pues, a un denodado y esforzadísimo futuro.<br />

¡Tobarra no se merece otra cosa y su Semana Santa, menos!<br />

20


PPRRÓÓLLOOGGOO PPEEDDRROO HHUURRTTAADDOO RRÍÍOOSS<br />

Probablemente desde los tiempos –años 60 del siglo XX- en que<br />

firmábamos temas deportivos en común en Radio Manises, no aparece<br />

mi nombre por escrito al lado del de mi hermano Josemari. Ello no<br />

obsta para que compartamos recuerdos, vida, gustos y, sobre todo,<br />

amor por Tobarra y su Semana Santa.<br />

Tengo que prologar estos <strong>Cuadernos</strong> Procesioneros. Las Procesiones<br />

Semanasanteras tobarreñas son mi debilidad. Josemari lo sabe y de<br />

ahí, su encargo.<br />

Firmo, afirmo y confirmo todo cuanto mi hermano escribe aquí –o ha<br />

escrito en tantos otros lugares y tiempos- sobre nuestra infancia en<br />

las filas de La Dolorosa, nuestra adolescencia en los palos de la<br />

Guapa, nuestro devenir en las calles semanasanteras el Jueves, el<br />

Viernes, el Domingo… Y le digo en este Prólogo de <strong>Cuadernos</strong><br />

Procesioneros lo mismo que le dijo nuestro tío Joaquín Hurtado:<br />

- “Cháche, no es que tú quieras la Procesión más que nadie. Tu suerte<br />

es que sabes contar cómo y cuánto la quieres”.<br />

Sólo he faltado una vez en mi vida a la Semana Santa de Tobarra.<br />

Sólo una. Fue en 1961 y me conjuré para no faltar nunca más. (Lo he<br />

conseguido).<br />

No soy hombre de versos ni siquiera de letras porque mi preparación<br />

es puramente técnica, pero creo estar en condiciones de afirmar que<br />

la Semana Santa de Tobarra necesitaba de estos <strong>Cuadernos</strong><br />

<strong>Semanasanteros</strong>. Mi hermanico (sin que siempre se le entienda)<br />

quiere trascender la Semana Santa; “darle aire”, como decimos en<br />

Tobarra; llevarla hasta el último rincón del universo. Se empeñó hace<br />

muchos años en que Tobarra y la Semana Santa de Tobarra no<br />

debían quedarse en el ámbito de nuestro término municipal… y lo<br />

está consiguiendo. He viajado mucho con él en su deambular por los<br />

caminos semanasanteros –Híjar, Baeza, Calasparra…- y he<br />

comprobado nuestro eco y nuestra grandeza.<br />

Soy “un hombre de la Virgen”. Lo soy desde que nací. La Procesión es<br />

mi vocación y mi destino. Y, al final, como un tobarreño más, animo a<br />

327


mi hermanico Josemari a que, más allá de incomprensiones y de<br />

aplausos, continúe en su línea semanasantera.<br />

¡Y que nunca deje de escribir, de pensar, de tener ideas que la<br />

enriquezcan!<br />

El tambor nos distingue. La Bendición nos categoriza. Por eso es<br />

“fácil” cantarlos. Pero hacer de la Procesión un milagro literario no<br />

está al alcance de cualquier voz. Creo que Josemari lo ha conseguido y<br />

como procesionero, como semanasantero, como tobarreño, se lo<br />

agradezco con todo mi fraternal cariño.<br />

327


327


Murcia, Cehegín, Manises y Lisboa…<br />

MADRE, mamá, esposa, hija, nieta…<br />

Mujeres, las cinco de mi vida,<br />

y ninguna ha nacido tobarreña.<br />

Pero aún puedo hoy hacer milagros<br />

-de voces bien rimadas y de letras-<br />

porque es lo que hemos hecho siempre<br />

los que un día nacimos en poeta.<br />

Pues, sí. Les doy al momento pasaporte<br />

de amor y de patria bien risqueñas.<br />

Lo doy por adopción –et magnum opus-<br />

porque son semanasanteras.<br />

¡Y pongo su cuna y corazón<br />

bajo mi misma bandera!<br />

A Dolores, la Guapa. MADRE.<br />

A Pepita, mamá.<br />

A Anamaría, esposa.<br />

A María del Mar, hija.<br />

A Inés, nieta.<br />

¡Ay!, las mujeres de mi vida.<br />

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… Y EN SU NOMBRE, MADRE TOBARREÑA<br />

Si no fueras de aquí, ¡vaya quimera!,<br />

del bullir de mi alma tobarreña<br />

arrancaría mi honor y contraseña<br />

p’adoptarte, feliz… y a la carrera.<br />

Si no fueras de aquí, Madre primera,<br />

destroncaría mi sangre bien risqueña<br />

para hacerte de mi cuna dueña,<br />

deviniendo conmigo en sanroquera.<br />

Al ángel de las patrias gritaría,<br />

al Dios de los paisajes convocara<br />

y al mismo firmamento yo obligara<br />

a otorgarte mi pueblo y su hidalguía.<br />

Un milagro de letras y de rosa<br />

p’hacerte tobarreña, Dolorosa.<br />

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SIEMPRE PROCESIÓN. SÓLO PROCESIÓN<br />

A Sixto Gómez Yáñez. In memoriam.<br />

¡Claro! Si hay tobarreños que son tambor, sólo tambor, ¿por qué no los va a haber<br />

que sólo sean procesioneros, siempre procesioneros?<br />

Bueno. Es una opción.<br />

No es que no les guste el tambor ni tengan nada contra el tamborear. ¡Qué va!<br />

Son semanasanteros cabales, totales, pero para su caletre, para su particular<br />

actividad, sólo existe la Procesión. Y en ella se aplican.<br />

Estoy convencido de que si el tambor peligrase en su continuidad, ellos se<br />

colgarían uno. Seguro. Y así sería, porque les gusta la Semana Santa tal y como<br />

es, sin añadirle un ápice, pero, ojo, tampoco sin quitarle nada. Y así, con el tambor<br />

en causa, ellos lo defenderían.<br />

El problema -¿problema? es que el tambor/sólo/tambor es, son conocidos, bien<br />

conocidos, tienen “fama” semanasantera, consiguen eco popular, simplemente<br />

porque el tambor es el pueblo. Pero lo procesionero pasa, sencillamente,<br />

desapercibido. ¿Quién ha oído decir alguna vez…?:<br />

“… ¡Chácho! ¡Qué bien desfilaba aquel nazareno!…”.<br />

Eso, con ser importante, no concede “celebridad”. Celebridad exterior, porque el<br />

procesionero/sólo/procesionero sufre o goza la misma fachenda que el mejor<br />

tamborilero, idéntica jactancia que el más enconado redoblante. Pero es una<br />

presunción sin rebote, interna, endógena, íntima. Pasa desapercibida. De ahí su<br />

enorme mérito.<br />

El procesionero/sólo/procesionero que, a lo mejor ni agarra, tiene su sitio de<br />

honor entre mis letras. Y yo se lo otorgo.<br />

Lo sé. Es sexismo lo que voy a decir. Pero lo digo. Procesionero/sólo/<br />

procesionero (que es la excepción) se refiere al procesionero varón.<br />

Procesioneras/sólo/procesioneras, hembras, las hay a cientos. Las constato, las<br />

ensalzo, las distingo. Pero en su normalidad.<br />

Pero que un varón sea procesionero/sólo/procesionero…<br />

334


CALLE Y AMOR<br />

En la Procesión, todo es amor, amor, amor… No es difícil: La Procesión es el<br />

tiempo en que Cristo y su Madre se hacen calle tobarreña.<br />

No es nada complicado: La Procesión es la cátedra donde enseñamos nuestros<br />

más tobarreños sentimientos. Luego, unos “nos aprenden” y otros, no. Pero<br />

quienes “aprueban” son personas muy selectas. Lo tengo comprobado. Aprobar el<br />

tambor es facilísimo, porque divierte. Aprobar la Bendición, también, porque<br />

sorprende. Pero aprobar la Procesión tobarreña, tiene el valor de un cum laude.<br />

Hablo, como se habrá entendido, de lo foráneo, porque los de casa no<br />

necesitamos hacer examen alguno.<br />

Si tuviera paciencia –que no la tengo- escribiría lo que siento, palmo a palmo, en<br />

todos los rincones del itinerario de cada una de las Procesiones.<br />

Sería una excepcional prueba de calle y amor. Porque durante cada Procesión, el<br />

procesionero está viviendo un auténtico romance con las calles por donde va<br />

pasando, una por una, pero también en su conjunto. Sí, amor, en su más elemental<br />

sentido: “Afecto por el cual busca el ánimo el bien verdadero o imaginado…”.<br />

El Jueves por la tarde, yo enamoro las Cuestas de la Encarnación, la Plaza, la<br />

Calle Mayor, la Calle de San Roque, la Calle de las Columnas, El Paseo…<br />

El Domingo por la mañana enamoro –otra vez- las Cuestas de la Encarnación, la<br />

Calle Correos, el Portachuelo, la Calle Cristo de la Antigua, la Calle Ramón y Cajal,<br />

la Calle de las Peñas, la Calle Hielo, la Calle de las Columnas, las Calles Calvario 1ª<br />

y 2ª, El Paseo, la Calle Mayor…<br />

En octubre o en enero esas calles –por sí solas- pueden importarme menos e<br />

importarme –en cambio- toda Tobarra. Pero el Jueves y el Domingo sólo soy<br />

absolutamente fiel a esas calles citadas. Mi túnica y yo no admitimos otros<br />

amores, Tobarra “solo” son esas calles. Esas y ninguna otra. Ni siquiera en la que<br />

vivo. Ni siquiera en las que toco el tambor el Miércoles o el Sábado.<br />

Es natural: La Procesión es calle y amor.<br />

335


UN APUNTE SANANTONERO<br />

Cabe aquí, puesto que de Procesiones se trata, reiterar la nula participación del<br />

Barrio de San Antón, como tal, en las Procesiones semanasanteras. Y es cada vez<br />

más injusto. (Porque la Burrica y el Resucitado son dos felices anécdotas).<br />

¿El Cristo de la Antigua es más Dios que el Cristo de la Agonía? Pues si aquel<br />

Cristo pasa por San Antón, ¿por qué no pasan por allí las Procesiones de Semana<br />

Santa?<br />

Por favor, a mí, que no me invoquen la tradición. Que la tradición no sea arma<br />

arrojadiza contra mí, precisamente contra mí, que –digo yo- algo tendré que ver<br />

con tradiciones tobarreñas, algo sé de tradiciones tobarreñas. (Por lo menos...<br />

¡algo las habré estudiado! ¡Digo yo!).<br />

Los que invoquen la tradición, que se lean el Artº 59 de las Ordenanzas<br />

Municipales de 1906 y verán que sorpresa se llevan, cuando comprueben que hay<br />

Procesiones con menos tradición de la que se piensan. O que echen una ojeada a<br />

“Juventud” de 16 de abril de 1924.<br />

Pues bien, alguien tiene que demostrarme las desventajas que tiene:<br />

A) El que la Procesión de Jueves Santo “le dé la vuelta al pueblo”.<br />

B) El que la Procesión del Viernes por la mañana (a la vuelta del Calvario) eche<br />

unas hermandades por la Calle Mayor y a otras por la Calle de las Columnas,<br />

Hielo, Peña, Ramón y Cajal, etc., y se junten todas en la Plaza para la<br />

Bendición.<br />

Yo diré las ventajas: El Jueves habrá terminado la Procesión a las once de la<br />

noche. El Viernes estará todo el mundo comiendo a las dos de la tarde.<br />

Y nadie acabará “hinchao de Procesión”, que es lo que ahora ocurre para las<br />

Hermandades que desfilan al final: San Juan, La Virgen, etc.<br />

¿Tradición? Sí. Toda. Pero inteligencia, lógica y equidad, también. Porque, por<br />

desgracia, la Calle Mayor sigue ganándole muchos pulsos a la Procesión<br />

semanasantera y no es lógico. Porque no sólo es Tobarra la Calle Mayor –donde yo<br />

viví- ni El Paseo –donde nací-. (No soy sospechoso de arrimar el ascua… a mis<br />

balcones).<br />

336


UN AMOR MUY ESPECIAL: EL SEPULCRO<br />

¡Media Procesión! ¡Sólo media Procesión! El Sepulcro sólo es media Procesión.<br />

Vivirlo así, ¿es ortodoxia procesionera? ¿No será plenitud procesionera sólo el<br />

subir sin bajar? La media Procesión del Sepulcro, ¿no vale por veinte<br />

procesiones? Estoy convencido de que sí.<br />

He salido dos veces, dos Viernes/noche, en El Sepulcro. Por supuesto, he sido dos<br />

veces agarráor de El Sepulcro. Y confieso haberme sentido un agarráor muy<br />

especial.<br />

Para empezar, quien sale en El Sepulcro parece identificarse en agarráor de<br />

todas las andas. Pero no en el sentido sincrético, ecléctico, de La Burrica, sino<br />

como un plus ultra, un más allá de la noche del Jueves y la mañana del Viernes.<br />

Para continuar, diré que para salir en El Sepulcro, no puedes relajarte el Viernes<br />

por la tarde. Ya sé que eso también pasa con la Cruz, la Verónica, la Magdalena y<br />

la Virgen/Soledad. Pero no es en ese sentido. Veamos: En mi opinión, en Tobarra<br />

difícilmentes se puede ser solemne el Viernes/mañana y el Viernes/noche. Puedes<br />

salir en la misma Hermandad. Incluso puedes ponerte la misma túnica (por la<br />

noche, con un lazo negro en la manga izquierda) pero no es la misma solemnidad.<br />

La noche del Viernes es toda la solemnidad. Es negritud a tope, negritud<br />

absoluta. Toda la Semana Santa está en El Sepulcro.<br />

En Tobarra, la horquilla es ruidosa, quiere marcar presencia, le gusta decir: “Aquí<br />

estoy yo”. La horquilla (desde La Burrica hasta El Resucitado) es señora de la<br />

calle, odalisca, musa, hembra fauna, sacerdotisa… La noche de El Entierro,<br />

Sepulcro arriba, es silencio, condena, sumisión, contrición…<br />

El Viernes/noche es noche de agarráores sin horquillas. La Cruz, la Soledad, San<br />

Juan, caminan como con miedo. Los Socios, por supuesto, no pican.<br />

Tobarra, salvo los tambores que no cesan, hasta después de Silencio en El<br />

Calvario, es quietud.<br />

El Sepulcro es Procesión sin vuelta, ida sólo, viaje a medias, llegada pura, yente<br />

absoluto, celemineo inacabado, tornada imposible, regreso impensable.<br />

Pero, ¡cuánto amor!<br />

337


“PROCESIONAR LAS ANDAS NO ES LO MISMO QUE ADORAR<br />

AL SANTO QUE VA SOBRE ELLAS”<br />

Antonio Lasala Meseguer. Tambores confusos<br />

(Refiriéndose al Bajo Aragón).<br />

¡Ay, Semana Santa en El Bajo Aragón! ¡Ay, hermanicos! Ellos han ido –siempre-<br />

por delante. En el tambor, en el estudio, en la observación. Pero –alguna vez- sin<br />

que los árboles les dejen ver el bosque. Esta, este. Y ello porque entre tanta<br />

antropología, ha habido quien ha perdido otros rumbos. Rumbos compatibles, sin<br />

engañarse, pero, sobre todo, sin zaherirse ni zaherirnos a los demás.<br />

Claro, hermanico, claro. Procesionar no es adorar. Ya lo sabemos. ¿Quién lleva una<br />

estampa de La Verónica en la cartera? ¿Quién le pone una vela a La Magdalena?<br />

¿Quién dice una Misa por San Juan? ¿Quién le echa un triduo al Moniquí? ¿Quién<br />

celebra una novena por La Caída? Nadie, como es natural. Pero es porque<br />

procesionar, adorar, sentir, vivir, no tienen el mismo contenido el Gran Jueves<br />

que un jueves de noviembre. Y eso, ¿sorprende a alguien? En Tobarra, por<br />

supuesto, no, porque nos basta con una tarde, una hora, una Procesión.<br />

Procesionar es adorar. A nuestra manera, claro. Pero no es una manera menos<br />

importante, menos plena.<br />

¿Tendré yo las ideas claras? Porque habiendo mucha gente que piensa lo mismo<br />

–la mayoría- muy pocos se atreven a confesarlo. Arreligioso puro: Agnosticismo,<br />

ateismo, apostatismo, arrianismo… ¡Átame esa mosca semanasantera por el rabo!<br />

¿Quién se atreve, quién osa, quién es el guapo que…?<br />

Bueno, pues héme aquí, con dos, convencido, pero sin hacer alardes, sin chulerías<br />

(en esto) porque tampoco es para tanto.<br />

Procesionar es procesionar y adorar es adorar. Procesionar y adorar es –alguna<br />

vez- compatible. Alguna vez. Pero no hay que echar al carro por el pedregal, no<br />

hay que meter la cabra en la alfalfa, no hay que sacar los pies de las aguaeras.<br />

La clave está en el respeto. Con o sin deidad, el Ecce Homo debe ser magia todo<br />

el año, San Juan debe ser misterio costantemente, La Agonía debe suponer<br />

veneración día a día.<br />

Después, procesionaremos con la misma intensidad. Unos y otros.<br />

338


En el fondo, es un problema de sustantivos. ¿Por qué utilizar piedad, devoción,<br />

fervor? Pero, ¿por qué no aceptar plenamente respeto, veneración, exaltación?<br />

Yo me rindo, me prosterno, reverencio…<br />

Andas, adoración. Y toda mi capacidad de lenguaje para expresar lo que siento.<br />

Como yo, muchos. Otra cosa es que sepan o quieran decirlo.<br />

339


LA SEDE<br />

He ahí una gran conquista –concreta y clara- de la última década del siglo XX: Un<br />

sitio para estar la Hermandad, para reunirse, para serse propios, distintos,<br />

hermanos.<br />

Hasta entonces, la casa del Presidente, de algún hermano rumboso, la misma<br />

Iglesia, la nada…<br />

= “Nos vemos en la Sede”.<br />

Lo decimos con dos… “galones”, con todo el orgullo ¿del pobre?, con la<br />

rimbombancia del deber cumplido. Y es que hace 50 años, nadie, nadie, nadie<br />

tenía sede.<br />

¿Cuál fue la primera? ¡Estúdiese!… ¡Que yo lo sé, pero no lo digo!<br />

Hemos estrenado el siglo XXI con una Sede para cada Hermandad. Y si no todas,<br />

casi todas, que no he hecho ni voy a hacer una encuesta. Y si alguna no la tiene, la<br />

tendrá enseguida, porque se ha demostrado ser un objetivo prioritario de todas…<br />

por más endeudamiento que el tenerla comporte. El ser hermano de todas, menos<br />

de una (que no me presenta los recibos al cobro, por lo que deduzco que “me<br />

echó”) me concede información completa.<br />

La Sede debería ser un auténtico motivo para “hacer todo el año Hermandad”. Y<br />

así, la Hermandad, como he dicho hasta la saciedad, sería algo más que una simple<br />

razón de ser (¿excusa?) para sacar un anda en Semana Santa.<br />

Nunca me he planteado a fondo por qué Tobarra no tiene –como Híjar- un lugar<br />

donde guardar todas las andas, las peanas, como dicen ellos. Vamos, lo que sería<br />

una Sede de Sedes, o la Sede de la Asociación de Cofradías, andas incluidas.<br />

Por cierto, a base de escribir Sede, Sede, caigo en la cuenta de la rimbombancia<br />

del sustantivo. Porque para el lenguaje, Sede es muchas más cosas que lugar o<br />

domicilio de una entidad. Sede es, también jurisdicción, capital, etc. Vamos que<br />

en Tobarra no nos hemos andado con chiquitas a la hora de palabrear lo<br />

procesionero.<br />

¿No es curioso que vayamos desde lo ínfimo –garuto- para el tambor, hasta lo más<br />

excelso –sede- para la Hermandad? ¡Hasta en esto es inefable nuestro<br />

semanasanterismo! Y con qué gran orgullo lo medito, lo colijo y lo digo.


EL ESTANDARTE<br />

Llevar el estandarte de tu Hermandad es toda una responsabilidad y, por tanto,<br />

no se le da a cualquiera. El estandarte abre paso, marca el ritmo de la Procesión<br />

y, sobre todo, salvo los de La Cruz y el de la Dolorosa son nexo de unión entre las<br />

filas.<br />

Está por escribir la Historia de los estandartes de Tobarra. Del Estandarte<br />

como hombre, no como enseña. Y ha habido alguno, como Daniel, “el Sordo Lañáor”<br />

que ha sido más de 40 años el Estandarte de Jesús del Paso. Y ahora lo es su hijo<br />

y lo será su nieto.<br />

El Estandarte se siente Lábaro, guía, brújula. Sabe que tiene en sus pies el ritmo<br />

de su Hermandad y disfruta marcándolo. Él no puede ni debe sentirse un<br />

nazareno más. Por eso, una de las poquísimas veces que grito al viento de La<br />

Semana Santa un “¡Suerte!” que haga temblar las estrellas, es cuando veo a un<br />

guacho llevando un estandarte. Como lo considero inexperto le deseo suerte,<br />

acierto, sapiencia… ¡Que lo haga bien!<br />

En mi infancia, el Estandarte de La Virgen era Mateo. Muy al principio de los<br />

1950, Mateo era, además, el único nazareno/hombre que vestía túnica, capuz alto<br />

y capa para llevar el estandarte. Y era proverbial que el Jueves noche nos<br />

durmiésemos andando, agarrados a una de las cintas del estandarte.<br />

El Estandarte es un procesionero completamente distinto, simplemente, porque él<br />

se siente diferente, tiene otras metas, disfruta de otros valores.<br />

Espero no morirme con las ganas de hacer la Procesión del Jueves, la procesión<br />

antonomástica, llevando un estandarte, a salir y entrar, sin hacel una paráica ni<br />

pá meal. Seguro que tendré muchas cosas para contar, bastantes observaciones<br />

para hacer y no poca literatura para trascender.<br />

Si he propugnado en otro lugar una Asociación de Anderos, ¿por qué no una<br />

Asociación de Estandartes? Desde la Asociación se pueden ir aglutinando tales<br />

colectivos, estos parcelados modos de ser semanasanteros. Todo ello<br />

enriquecería la Semana Santa, porque –seguro- algún valor añadido aportarían.<br />

El Estandarte, mito. El estandarte, bandera. Enseñas orgullosas de lo<br />

procesionero.<br />

342


EL NAZARENO<br />

El nazareno puro existe, pero no abunda. Me refiero, claro, a quien no siendo<br />

chaval ni viejo ni mujer, sale en las filas. Simplemente, sale en las filas, pero no<br />

agarra ni ha agarrado nunca. Conozco a alguno, claro, no muchos, pero los hay.<br />

¿Son criticables? ¡Qué va! ¡Todo lo contrario! Son encomiables. Por lo menos, para<br />

los que seríamos –hoy- incapaces de hacerlo. ¡Cuando no podamos con la<br />

horquilla…!<br />

Me enternezco ahora al recordar aquellas Hermandades de los años 50 en los que<br />

sólo iban críos –algunas, ni eso- y agarráores. ¡Qué gusto produce ver ahora ya en<br />

el siglo XXI Hermandades con parejas y más parejas de nazarenos a lo largo de<br />

la Procesión. Porque esa es otra, un nazareno sin el nazareno del otro lado de la<br />

calle, siente una orfandad exclusiva.<br />

El nazareno, no hay duda, es el procesionero puro. Es fila y sólo fila. No pretende<br />

ser otra cosa. Se encuentra a gusto dentro de su túnica y más aún, dentro de su<br />

capa, si la lleva la Hermandad. Llega pronto a la Procesión y deja su Santo en la<br />

Iglesia. Es de los que se ponen donde le dicen y hace lo que le mandan.<br />

El nazareno es un hermano cabal, que tiene su equipo completo, que paga sus<br />

cuotas, que hace lucir la Hermandad y, por ende, la Procesión y, por tanto, la<br />

Semana Santa.<br />

Nunca se le ha ocurrido pensar que se podría hacer otra cosa. Su vocación y su<br />

gusto no es agarrar, pero tiene conciencia de que, sin él, la Procesión sería un<br />

poquito menos brillante y, sobre todo, bastante menos formal. Porque él es la<br />

formalidad absoluta: Nunca saluda, no se cantea, no reparte caramelos, no lilea…<br />

Sólo habla con su cetro y tampoco mucho.<br />

El nazareno puro, el nazareno de filas, sin más, es un semanasantero que pasa<br />

desapercibido, tal vez porque no haya tenido nunca interés en parecer de otra<br />

manera. Y claro, pocas epopeyas se han planteado en torno suyo.<br />

Mi duda final es lo penitencial. ¿Reza el nazareno en la fila? ¿Se acuerda de lo<br />

trascendente? ¿Cae en endolencia? ¡Qué más da! Lo que importa es que vale tal y<br />

como es y forma parte de la fauna procesionera.<br />

343


EL VETERANO<br />

Al Cholo.<br />

En su Hermandad ha hecho de todo: Desde apencar entre los palos hasta llevar el<br />

estandarte. Ahora, no hace sinó arrastrar sus pies en las filas, enarbolando su<br />

definitiva dignidad hermandadera en mitad del Jueves Procesionero.<br />

Una de las circunstancias más interesantes de adivinar ahora –sociológica y<br />

antropológicamente- es quien será un veterano en el año 2050. En el 2000 es<br />

fácil que yo los defina, pues me son casi contemporáneos y puedo dar fe de que<br />

en sus hermandades han hecho de todo: Mi pariente Paco Honrubia Hurtado<br />

(Chiripa) y Pepe Valenciano González (Carretillas) en El Sepulcro; Vicente Esteve<br />

García en El Paso de San Roque; Paco Guerrero (Camarasa) en La Virgen; Amador<br />

Sánchez (El Chita) en El Paso Gordo; etc., etc.<br />

También, una de las circunstancias más interesantes de mi memoria es constatar<br />

que, en los años 50, con mis ocho o diez años de vida y mis tiempos de<br />

becerrista/novillero semanasantero, en La Virgen, sólo recuerdo a los<br />

agarráores, al Estandarte, a los Presidentes… y a los veteranos: Araceli, Coloma,<br />

Antonio Merino Sahorí, Antonio Serrano Vico…<br />

Si hay lugares y situaciones en que un hombre es ejemplo para los jóvenes, en una<br />

Hermandad es el súmmun. Sócrates, el Padre Vitoria, Sartre… han sido maestros<br />

diminutos comparados con lo hermandadero. El niño procesionero (yo) envidia al<br />

agarráor, pero se fija en el veterano. Le adivina en ejemplo, le intuye en espejo.<br />

Y normalmente, no se equivoca.<br />

El veterano, (el veterano que recuerda mi infancia, pues en 2004 yo soy ya<br />

veteranísimo) casi siempre, ha llenado de apellidos la Hermandad y de orgullo a la<br />

familia. ¿Su deseo más íntimo? Que le enterrasen con la túnica. ¿Su recuerdo<br />

más duro? ¡La Guerra 1936-1939!<br />

Uno de los pormenores que nunca averiguaremos es por qué se deja de salir en la<br />

Procesión. “Desde la horquilla a la orilla”. “Desde la infancia, a la distancia”. Me<br />

las acabo de inventar, pero así es.<br />

El veterano, árbol solitario y bien mirado, que se pasea el Jueves/noche, con toda<br />

la contemporaneidad de la Hermandad sobre su cetro.<br />

344


EL PRESIDENTE<br />

Aquí, en esta fauna procesionera, no puedo aludir al Presidente en su más pura<br />

semántica (salvo excepciones). Aquí, el presidente es el que preside la Procesión,<br />

nunca el que preside la Hermandad. Es más: Raramente coinciden en la misma<br />

persona. Simplemente porque no me imagino a Pepe Garrido o a Serafín Martínez<br />

Ruiz o a Falín Vergara presidiendo nada, sino más bien zascandileando de aquí<br />

para allá o, simplemente, pendientes del anda.<br />

Pero todas o casi todas las Hermandades, en la Procesión, las cierra, lógico; las<br />

preside, elemental, un presidente. Incluso en los últimos 25 años se ha creado un<br />

cetro especial, “el cetro del Presidente”, que es –junto al estandarte- el principio<br />

y el fin de las filas, el abre y cierra de la parte de la Procesión que ocupa cada<br />

Hermandad. Es más, el estandarte de una y el presidente de otra (salvo en La<br />

Cruz y en La Virgen, alfa y omega) deben formar una simbiosis para que la<br />

Procesión sea una y no una serie de compartimentos estancos.<br />

El presidente es, normalmente, nazareno, veterano y carismático. Si se le pone<br />

ahí, por algo será. Normalmente, rumia nostalgias, apacienta pasados, cultiva<br />

ayeres… Y se pasa la Procesión pensando en la Procesión del ayer, que él<br />

considera suya:<br />

= “Aquellos años…”. “En aquellos tiempos…”.<br />

No me imagino presidiendo a nadie que no sea eso, que no haya sido tal:<br />

Nazareno, veterano y carismático. La Hermandad sabe y él mismo sabe que lo<br />

simbólico, sobre todo en la Procesión del Jueves, puede más que cualquier rito o<br />

norma. El presidente sabe –y pocos más saben- que aglutina en su cetro toda la<br />

Hermandad (anda y gente). No le importa, ni siquiera lo piensa, que si se<br />

preguntase entre los palos o en las filas, “¿Quién preside hoy?”, pocos o ninguno<br />

lo sabrían.<br />

Él es el presidente, ¡y preside!<br />

345


LA ZAGALICA… Y LA MENOS ZAGALICA<br />

No me gustaría que la memoria me traicionase pero, si le hago caso, tengo que<br />

escribir que la primera Hermandad en la que salieron mujeres fue en La Dolorosa<br />

entre 1950 y 1955. Salieron primero niñas, con lo que entonces se llevaba en las<br />

filas de La Guapa: Túnica azul, capa blanca y capirote.<br />

Recuerdo perfectamente que el entonces Presidente, Paco Alonso (un hombre<br />

cordial, amable, abierto y cariñoso, casado con “la Sole de Pelayo”) me encargó<br />

que “pusiese orden en las filas”. Yo tendría 12 ó 14 años. Más no, porque con 15 ya<br />

agarré en La Verónica y con 16 en La Virgen.<br />

Efectivamente, yo me colocaba en medio de la calle, buscando equidistancias,<br />

acurrucando silencios, templando pasos, formando parejas a uno y otro lado de la<br />

calle…<br />

Era una gozada, porque en La Virgen empezaron a salir guachejas por las que uno<br />

bebía los vientos. Y, claro, era imposible no “hacerse el chulico”.<br />

Historia y anécdota.<br />

La mujer en la fila. La zagalica y la no tan zagalica. En el final del siglo XX es más<br />

que probable que –sobre todo, en la Procesión del Jueves- salgan en las filas más<br />

hembras que varones. A mí me parece de perlas. La Gran Procesión se ha<br />

convertido en un río de tobarreñas guapas, cinta policroma que solivianta y<br />

aturde, que anima y minimiza.<br />

La tobarreña –joven y no tan joven- deja en las calles su sencillo nazarenear, su<br />

semanasantero andar, su decidido ser protagonista.<br />

No se hizo la túnica para la belleza ni el cetro para el palmito. Pero ahí andan,<br />

calle adelante, poniendo luz y magia en la Procesión más procesionera del año.<br />

¡Benditas sean! Sobre todo porque muchas, muchas, van de la mano de guachos<br />

que aún no saben casi ni andar. Y más entrañable es, si “los llevan tomaos”.<br />

Así, así se hace el futuro. Mujeres/ángeles en las filas.<br />

¡Guapas!<br />

346


EL GUACHEJO<br />

Como acabo de decir, “los llevan tomaos”.<br />

No levantan dos palmos del suelo, pero hay que acostumbrarlos desde que nacen y<br />

para ello nada mejor que ponerles una minitúnica –con minicapa, parecen<br />

escapados del Cielo- para que vayan “haciendo boca”.<br />

Llaman la atención, claro. Pero para eso salen. La noche tobarreña (es curioso, de<br />

día salen menos o apenas sale ningún guachejo) los acoje como un ave clueca,<br />

amorosa y comprensiva.<br />

Los lleva la madre o la tía o la abuela o la hermanica o la vecina…<br />

Empiezan a ser semanasanteros activos, nazarenos mínimamente actuosos pero<br />

presentes, en las filas de la Hermandad. No todos aguantan todo que, algunos,<br />

hay que sacarlos de la fila al llegar al Teatro o al Cuartel Viejo o al…<br />

Muchos hacen la Procesión dormidos. Y un rosetón perfecto en sus mejillas<br />

permite imaginar que les hubiese subido de golpe a la cara todos los Zapatatas de<br />

sus ancestros.<br />

El guachejo “tomao” es parte ya del paisaje del Jueves Santo con la misma<br />

naturalidad que el estandarte o el cetro.<br />

El guachejo es todo el vivero procesionero de Tobarra. A lo mejor, cuando pies y<br />

voluntad decidan, nunca vuelve a calzar túnica de Hermandad. Pero mientras<br />

dure, duró, que no hay que andarse con remilgos.<br />

El guachejo es el toque a rebato cuando “va a llegar a la puerta de su casa” y lo<br />

esperan todas las vecinas, todos los compinches, que sabían de sus primeras<br />

andanzas procesioneras. Y se despepitan en carantoñas, en palabrerío, en “míalo,<br />

tú, si páece…”. Interrumpen la fila, pero qué más dá…<br />

Todo es Semana Santa, todo vale.<br />

El guachejo es la solemnidad… a nuestra manera, lo procesionero a nuestro estilo.<br />

Es otro modo de entender la Semana Santa.<br />

De cuando en cuando, alguien se despista y “lleva tomao” un ángel juguetón que no<br />

quiere perderse el Jueves Santo tobarreño.<br />

347


348


EL ENCARGÁO DE LAS FILAS<br />

Me niego a llamarle “filero”. Andero –ya sin negrita ni comillas- sí, pero “filero”,<br />

no, que suena a cachondeo.<br />

El encargáo de las filas suele ser un viejo agarráor al que conceden la hermosa<br />

dignidad del retiro con esta canongia de poner orden en las filas. ¿Orden? Pues,<br />

sí, orden, porque salvo en ciertas Hermandades, hay una tendencia bastante<br />

general a que el nazareno se despiste, se pare más de lo debido, no esté<br />

pendiente ni del de delante ni de su pareja del otro lado de la calle.<br />

¿Sorprendente? Pues quien no se lo crea… ¡a fijarse y a no rajar del escritor!<br />

El nazareno no es un militar, por lo que su sentido de la disciplina, del control de<br />

su movimiento, es escasa. El nazareno tiende a ir a su aire, y si es nazarena,<br />

mucho más.<br />

Pero ahí está el encargáo de las filas, yendo de estandarte a anda, de anda a<br />

estandarte, arriba y abajo, que hace su particular maratón, su voluntario y<br />

peripatético deambular con una única consigna: Que ni se adelanten ni se atrasen,<br />

que la Hermandad no llame la atención en su desfilar. Casi, casi, que pase<br />

desapercibida. En el fondo, el encargáo de las filas es consciente de que lo que<br />

prevalece es el anda, el Santo, que ahí sí que hay que echar el resto. Prueba<br />

evidente es que –como he escrito ya- hasta los años 60, aunque no saliese el<br />

Santo –Viernes noche, sobre todo- sí salía el estandarte y algunos<br />

nazarenos. Eso, hasta que dejó de ser así, porque las Hermandades se<br />

concienciaron de que nazareno sin Santo, poco cuenta.<br />

El encargáo de las filas tiene algo de sargento chusquero, bastante de guardia de<br />

tráfico y mucho de director de orquesta. Y es que las filas, a veces, pueden<br />

llegar a desafilar. Y el encargáo de las filas es consciente de que cada nazareno<br />

es como un instrumento y él debe poner en solfa a todos.<br />

Y cada año, el Jueves casi Viernes, cuando se va a dormir, le dice a su vieja<br />

túnica:<br />

= “Hasta mañana. ¡Ah! Y un año más, misión cumplida”.<br />

350


EL PENITENTE<br />

Estamos en un apartado muy especial: La “otra” Procesión. La otra, esa “otra”<br />

entre comillas, porque realmente la Procesión es una, pero los procesioneros son<br />

bien diferentes. Absolutamente distintos. Radicalmente dispares. ¿Qué tienen<br />

que ver, qué hay en común entre el nazareno y el penitente? Esencialmente, nada.<br />

Accidentalmente, algo. Procesionalmente, todo.<br />

Pero tampoco se puede decir que el penitente sea antónimo del nazareno. No lo<br />

es, no puede serlo. En el penitente hay todo un juego de circunstancialidades<br />

diferenciadoras. Pero circunstancias, en plan Ortega “yo soy yo y mi<br />

circunstancia”. En el penitente, todo es voluntad circunstancial, tal vez (o sin tal<br />

vez) una concreción promisoria, singular y única. Pero en cualquier caso,<br />

condicional:<br />

= “Si se me concede esto, salgo de penitente en…”.<br />

Conforme estoy escribiendo sobre el penitente, me voy sobrecogiendo. Me están<br />

empezando a nacer unos deseos –muy controlados, eso sí- de sacrificar toda la<br />

procesión del Jueves –Jueves de Penitentes- o, ya sin sacrificio, dedicar la noche<br />

del Viernes –Viernes de Promesas- para, magnetófono en mano, entrevistar a<br />

todos los penitentes… que se dejen entrevistar. Entrevista anónima, claro:<br />

Palabras de origen incógnito, razones secretas, promesas abscondidas,<br />

declaraciones recónditas…<br />

Puede colegirse toda una lección de fe tobarreña. Y con más concreción aún, de<br />

ética semanasantera, lo que supondría una creencia absolutamente<br />

particularizada, dirigida, decantada: Prevalece lo tobarreño sobre lo cultural, lo<br />

devocional sobre la latría. Es como si el anda, “el Santo” (ahora entre comillas) le<br />

ganase un pulso al sagrario. Parece como si una túnica vieja y los pies descalzos le<br />

echasen la pata al Corpus Cristi.<br />

Estoy convencido de que en el penitente semanasantero tobarreño prevalece “la<br />

fe del carbonero”.<br />

En cualquier caso, he ahí una estupenda ocasión de literatura, una inefable tesina,<br />

un excepcional artículo semanasantero… que yo difícilmente escribiré, pero que<br />

ofrezco a los jóvenes intelectuales semanasanteros en bandeja.<br />

El penitente, suele ser “la” penitente. Predomina la mujer, casi siempre. Me<br />

arriesgo a decir que no hay penitentes/varón a palo seco, sino como<br />

351


complementarios madre/hijo, esposa/esposo. De la misma manera que tampoco<br />

hay mucha “mujer a solas”. Generalmente, van dos mujeres del bracete, muy<br />

junticas, como cómplices de algo, como yunta devota, como pareja en contrición,<br />

como dualidad en atrición.<br />

La escritura me está provocando cada vez más esa curiosidad controlada que se<br />

me está escapando de las manos ante la posibilidad de saber qué hay tras cada<br />

“cumplir la penitencia”, tras esa decisión irrepetible y única –supongo- desde la<br />

vieja túnica, el cordón bien atado, el capuz ceñido… y con la mano apretando bajo<br />

la barbilla, no sea cosa que el viento juegue a liberaciones de sigilos voluntarios.<br />

Es esta la segunda vez semanasantera que me sumerjo en el penitente. La<br />

primera fue en la Revista conmemorativa de los 50 años de El Paso Gordo en<br />

Tobarra (1996). La segunda, ahora, cuando me percato descaradamente de la<br />

fuente de inspiración literaria que suponen los penitentes semanasanteros.<br />

Nuestro Padre Jesús, La Dolorosa, El Sepulcro… He ahí los leit motivs<br />

penitenciales. Ellos tres acaparan salidas y promesas. Habría que preguntar por<br />

qué.<br />

¿Por qué no planteo un cuestionario? Por ejemplo:<br />

= ¿Por qué sale Ud. como penitente?<br />

= Salir aquí, ¿es la única “promesa” o una de las que hizo?<br />

= ¿Es la primera vez que sale?<br />

= ¿Sale porque se le ha concedido algo o simplemente porque sí?<br />

= ¿Por qué esta y no otra penitencia?<br />

= ¿Por qué sale aquí y no tras otro “Santo”?<br />

= ¿Cumple otras promesas a lo largo del año o sólo esta?<br />

Algo así o algo como eso.<br />

Después, lo heróico: La identificación… siempre voluntaria:<br />

- Nombre.<br />

352


- Edad.<br />

- Profesión.<br />

- Estado civil.<br />

- Creyente/practicante asíduo; creyente sólo; creyente/practicante<br />

esporádicamente.<br />

- Etc., etc.<br />

Él/La penitente tobarreño/a no es alardoso. Normalmente, túnica, cordón, capuz<br />

bajo y piés descalzos. No arrastra cadenas ni carga cruces ni utiliza cilicios ni se<br />

aplica azotes. Tampoco es –me parece- muy rezador durante. Es, aparentemente,<br />

un simple acompañante del Santo elegido. Eso sí: A salir y entrar, a dar la vuelta,<br />

como los buenos procesioneros.<br />

En mi memoria, una vez, tan solo una vez, muy al principio de los años 50, hubo un<br />

penitente –no recuerdo tras que Santo- que se calzó grilletes a los tobillos,<br />

arrastró cadenas bien armadas y cargó con una cruz. Tobarra se murió de ganas<br />

de identificarlo. Así: De ganas. Pudo más la curiosidad ante lo novedoso que<br />

cualquier otra noticia:<br />

= “Es el hijo de Manolo el de las maderas”.<br />

Así se dijo.<br />

Y en la leyenda, que no en mi memoria, la fama y leyenda de El Farracacheiro, que<br />

aceptó cargar la cruz de un penitente, mientras este “iba a mear”. Y, como el<br />

penitente nunca volviera, El Farracacheiro acabó la involuntaria penitencia,<br />

porque no tuvo coraje para salirse de la procesión.<br />

El penitente/La penitente. ¡Qué hermoso modo tobarreño de entender la<br />

procesión de otra manera!<br />

353


LA MANOLA<br />

A Encarni Ortiz Coloma.<br />

En puridad semántica, manolo/manola es “Mozo o moza del pueblo bajo de<br />

Madrid, que se distinguía por su traje y desenfado”.<br />

Nosotros, en Tobarra y en Semana Santa, no lo reconocemos así. Para nada.<br />

Nuestra manola ha sido una señora con vestido negro, normalmente ceñido, de<br />

tejido como de frú frú, con mantilla larga, que nace en una peineta alta. Nuestra<br />

manola es la elegancia femenina al servicio de lo semanasantero.<br />

En un principio, hasta los 80, las manolas salían exclusivamente acompañando al<br />

Sepulcro. Después hubo un grupo disidente (o así lo entendió la Hermandad del<br />

Sepulcro, en confesión que se me hizo) que empezó a salir en La Soledad. Y ya en<br />

el siglo XXI manolas (pero de blanco, como corresponde) han empezado a<br />

acompañar al Resucitado tras El Encuentro en El Calvario. Y llama la atención,<br />

porque algunas de esas manolas de El Resucitado han sido agarráoras en La<br />

Bajada chica y a lo largo de San Roque el Viejo. Es decir que, deprisa, deprisa, se<br />

metamorfosean en su talante, intención y aspecto y… ¡¡a cumplir perfectamente<br />

su doble función!!<br />

La manola de El Sepulcro (y después la de La Soledad) lleva, generalmente, un<br />

ramo de flores que, normalmente, debería dejar en la Ermita, tras El Entierro.<br />

Pero sorprende sobremanera verlas venir, Calle Mayor abajo, a la vuelta, con su<br />

ramo de flores entre las manos. O sea, que “no lo sueltan”.<br />

Nunca he sido aficionado a la fotografía, a hacer fotografías. (Eso sí: Soy un<br />

devoto de verlas, de recrearme ante ellas, de regodearme en el recuerdo que<br />

reflejan, de asentarme en el momento que guardan). Pero una vez, por una vez,<br />

sólo una vez, deseé con toda mi alma haber tenido una cámara a mano o que<br />

hubiese estado conmigo Guillermo Paterna, el mejor fotógrafo semanasantero de<br />

la Historia. El Viernes de manolas, sentado en la acera, con mi tambor en el suelo,<br />

en pleno Paseo, viendo pasar la Procesión, un tamborilero ofreció su bota a una<br />

manola, cuyo nombre (S…) recuerdo perfectamente. La manola dejó su ramo de<br />

flores en las manos del tamborilero, se “espatarró”, levantó la bota y se echó un<br />

tiento digno del mejor soplaina. Desde mi perspectiva (abajo a arriba) mi retina<br />

captó el conjunto tamborilero/ramo/manola “espatarrá”/Sepulcro/arcos con<br />

luces/noche tobarreña…<br />

Inolvidable cuadro. Inmejorable foto. ¡Digna de un Premio Poulitzer!<br />

354


Sería digno de estudiar el origen social de la manola tobarreña. Y aquí no es<br />

difícil constatarlo –como lo es con el penitente- puesto que van a cara destapada.<br />

En cambio, ante la manola, no siento ninguna curiosidad por conocer sus<br />

motivaciones para salir, puesto que son facilísimas de adivinar: Lucir su palmito. Y<br />

me parece perfectamente bien, porque ponen una nota de distinción, de<br />

elegancia, incluso de solemnidad y majestuosidad en el Viernes de Negruras.<br />

Como las manolas de El Resucitado aún no tienen carga tradicional en el momento<br />

en que escribo (otoño 2001), no me atrevo a decir en lo sociológico, lo que no sea<br />

piropearlas en lo poético:<br />

Manoleando blancuras, Cerro abajo,<br />

muchachas en flor del Resucitado,<br />

desfilan El Calvario en feminado,<br />

enchidas de guapura y desparpajo.<br />

Agarráoras hacia arriba, tajo a tajo<br />

-hombro en Bajada Chica, muy cuidado-<br />

conquista de horquillazo bien ganado<br />

y voz del Paso Gordo en agasajo.<br />

Ay manola novel, nueva manola<br />

que cambia lo negro por la albura<br />

de la blanca mantilla, a la española.<br />

Mujer procesionera en donosura<br />

que acrecienta en las filas su ventura<br />

al Cristo de la Vida y la Aureola.<br />

355


EL GASTADOR<br />

Soy un decidido admirador de la Guardia Civil. Adoro al “cuerpo”. Pero no me<br />

gusta verla junto al Sepulcro. ¡Y mira que tiene tradición en Tobarra!<br />

Tres números de la Guardia Civil –arma a la funerala- han escoltado al Sepulcro<br />

desde siempre. Uno a cada lado y un tercero, detrás. Eran, lógico, miembros del<br />

Cuartel de Tobarra.<br />

Con su paso lento, piernas rectas, pies estirados, una mano en la cintura, la otra<br />

junto al arma, han desfilado lentamente junto al Sepulcro, desde que tengo<br />

memoria.<br />

Tobarra ha querido añadir una porción de solemnidad a la noche del Entierro, que<br />

yo no he sido capaz de ver nunca.<br />

(O desde cierto día).<br />

Cuando yo hacía las prácticas de la I.P.S. (Milicia Universitaria) en el Regimiento<br />

Guadalajara 20 de Paterna (Valencia) en el verano de 1965, me tocó escoltar el<br />

anda del Cristo de la Salud en una Sección de Infantería. Uniforme de invierno<br />

(era a final de agosto), casco y subfusil boca abajo. Las tres o cuatro horas que<br />

duró la Procesión, me las pasé pensando, “¿y qué coño hago yo aquí? Yo soy un<br />

cuerpo armado, un soldado, la representación de la fuerza… Cristo es la paz, «pon<br />

la otra mejilla»; «el que a hierro mata, a hierro muere»”…<br />

En los últimos años, Tobarra presenta alternativas: La Guardia Civil o una<br />

Escuadra de Gastadores de la Base Aérea de los Llanos.<br />

Un Guardia Civil o un Soldado de Aviación. Noche del Viernes Santo. Seguro que<br />

piensan: “¿Qué coño hago yo aquí”, “¿Qué solemnidad añado?”, “¿Qué tienen que<br />

ver Ejército y Semana Santa?”.<br />

Y si no lo piensan ellos, lo pienso yo.<br />

Viernes, noche, Sepulcro, Procesión…<br />

No, definitivamente no me gusta ver fusiles en las filas. Es añadir muerte a la<br />

muerte.<br />

356


Me apunto a ver niños con túnica blanca –en los mismos sitios- con claveles<br />

blancos por todo armamento.<br />

¿Fusil y poesía? Incompatibles, claro.<br />

El resto del año, ¡loor a la Guardia Civil!<br />

357


SEÑORES ALUMBRANDO<br />

A mi primo Juanito Abellan Hurtado.<br />

Fue todo el cachondeo gráfico del final de los años 50. Y creo que aún aparece el<br />

gazapo de cuando en cuando. Cuando, en los programas oficiales de la Semana<br />

Santa, se iban desgranando los distintos participantes, apareció aquello de<br />

Soldados Romanos, Banda de Música, Señores alumbrando… Tobarra se<br />

cachondeó de su propia e involuntaria gracieta, de su inesperado juego de<br />

palabras. Los hombres, obvio, no pueden alumbrar, dar a luz…<br />

Pero, sí. Un hombre bien trajeado, con una vela encendida, al final de la<br />

Procesión, tras los Santos, es paisaje bien tobarreño, la noche del Viernes Santo.<br />

Fijándote bien, ves a la Tobarra/hombre confesional, a la varonía católica ahita<br />

de formalidad y respeto. Deja a un lado el tambor, la horquilla, la cuadrilla, la<br />

Hermandad… Intenta ser el eco mundano de la fe, la luz de la Iglesia llevada<br />

hasta sus más sencillas y públicas consecuencias…<br />

Es “otra” Procesión. Es semanasantera, como podría ser otra cosa. En los<br />

“hombres alumbrando” cabe bien poca antropología, es todo parte de una<br />

sociología diminuta, pero firme, en la que la fe se hace vox populi, aunque casi<br />

toda la vox esté fuera, en el tamborear y, últimamente, en los garutos.<br />

En cualquier caso, es Semana Santa y, por ende, es tan absolutamente respetable<br />

como el resto. Precisamente por eso, la acojo entre letras, le hago un lugar entre<br />

los párrafos, la acomodo en un lugar bien digno.<br />

Los “señores alumbrando” forman parte de la Semana Santa ceremoniosa,<br />

creyente, etiquetera, protocolaria, lejos de la Semana Santa llana, bullanguera,<br />

sonriente. Es lo pacato frente a lo audaz, lo acompasado frente a lo espontáneo.<br />

Los hombres alumbrando son, probablemente, lo más ritual de lo “civil” en la<br />

Semana Santa de Tobarra.<br />

Y yo lo destaco como se merece.<br />

358


EL SOCIO<br />

A Ana Paterna Morán.<br />

El Socio, los Socios, esa decimotercera Hermandad, la única Hermandad sin anda,<br />

pero con toda la tradición tobarreña encima.<br />

El Socio, los Socios, son, “la otra Procesión”. Es más, si en Tobarra no tuviesemos<br />

las ideas semanasanteras tan claras, podrían ser, incluso, una Procesión contra<br />

natura, la más pura antinomia procesionera. Porque, claro, ellos representan “la<br />

oposición”, pues son –y así se llaman- Hermandad de Soldados Romanos. Y Roma,<br />

aquí, es el verdugo, el juez, el opresor: El Senatus Populusque Romanum (que<br />

tanta gracia hacen sus sílabas y ritmos, a quien no sabe latín) es lo establecido<br />

por invasión, lo imperial, lo agresor.<br />

Eso sería el Socio, el soldado romano a flor de libro. Pero en Tobarra es otra<br />

cosa. Siempre lo ha sido. Y eso que los Socios han sido una Hermandad de<br />

múltiples vaivenes. Por lo leído, hasta los años 10 del siglo XX, el Socio era lo<br />

rico, lo burgués, la muestra de quien le sobran los duros para hacerse un traje de<br />

Socio, que debe valer un buen dinero. Hablo de unos tiempos económicamente<br />

difíciles, en los que mucha gente subía al Calvario con túnica –tamborilera o<br />

procesionera- para ahorrarse el hato, el avío, el traje nuevo que hubiera<br />

correspondido a una mañana de Viernes Santo.<br />

El Socio se identificaba –a caballo entre los siglos XIX y XX- con lo rumboso, la<br />

esplendidez, lo boyante.<br />

Eran tiempos en que “El cuadro”, El Monumento y, sobre todo, El Prendimiento,<br />

destacaban como especiales protagonistas y primates de la Semana Santa.<br />

Después –entre los 50 y los 80- hubo una crisis flagrante. Casi nadie quería salir<br />

de Socio. Lo recuerdo perfectamente.<br />

Pero en los años finales del siglo XX los Socios vuelven a estar de moda y, sobre<br />

todo, entran “Socias” con lo que las posibilidades de desfile –son cinco<br />

Procesiones- se multiplican por dos. Y suele provocar una sonrisa, una mueca de<br />

sorpresa, el ver salir de Socio a ese tamborilero contumaz, que aparca el tambor<br />

por una vez; a ese andero feliz, capaz de desertar, para que no se diga, de su<br />

rutina y su ritual.<br />

359


El Socio, los Socios, siempre han generado leyendas. Perico “el Pregonero” fue<br />

una. Como antes Longino, el primer Longino, el padre de los Bueno Escribano.<br />

Como lo habían sido El Calero, Federo “el de los zapatos”, etc.<br />

El Socio, los Socios, son, sobre todo, El Prendimiento, la ceremonia del<br />

Prendimiento, que ya se verá.<br />

El Socio, los Socios son, también, el picar de las picas, de las que ya hablaremos.<br />

Confieso que nunca me he decidido a salir en los Socios, a pesar de las muchas<br />

oportunidades que se me han presentado, pues, obviamente, también soy hermano<br />

de los Socios. Siento –cosa rara- un extraño pudor ante lo –en mí- exótico; como<br />

un miedo a dar risa, dado mi aspecto físico. Sentirlo así es una tremenda<br />

estupidez. Espero que el decirlo lo sea bastante menos.<br />

Siempre he pensado, eso sí, que los Socios deberían ser una Hermandad neutral,<br />

como la Burrica, y por supuesto, sostenida por todas las demás Hermandades.<br />

También podría ser la Hermandad oficial de la Asociación de Cofradias.<br />

Lo digo así y lo expongo así, porque Socios recalcitrantes, Socios de las cinco<br />

Procesiones, no los hay o no abundan. Es decir, que la mayoría salen de Socio a<br />

falta de tambor o de Santo al que sacar. Y ello minimiza el colectivo. O así lo<br />

creo. Aunque en el inicio del Siglo XXI sean docenas y docenas en las filas.<br />

El Socio, los Socios, tienen un gran arraigo en Aragón (Putumtunes, Alabarderos,<br />

etc.) por lo que nuestros gustos han ido paralelos en el tiempo.<br />

Eso sí, quede claro: No concebiría una Semana Santa sin ver pasar los Socios.<br />

360


LAS AUTORIDADES<br />

La Tobarra oficial se empeñó hace muchísimos años (por lo menos, desde 1939<br />

para acá) en demostrar que la Procesión “oficial” es la del Entierro, el Viernes<br />

por la noche. ¿Por qué esa y no la del Prendimiento o la del Encuentro? No lo sé ni<br />

lo sabré nunca, porque no pienso preguntarlo.<br />

Pero, sí, las autoridades de Tobarra sólo son procesioneros la noche del Viernes<br />

Santo. El Alcalde, el Juez, el Presidente de la Asociación de Cofradías, el<br />

Comandante de Puesto de la Guardia Civil, el Jefe de la Policía Municipal, los<br />

Pedáneos… Las autoridades, las fuerzas vivas, la oficialidad que con sus mejores<br />

trajes, sus varas de mando, los símbolos de su poder, etc., etc., cierran la<br />

Procesión.<br />

Todos los años, todos, cuando veo pasar las autoridades me hago un enconado y<br />

difícil planteamiento antinómico: Desde el más duro anarquismo (¿Qué coño hacen<br />

esos ahí?) hasta el más exagerado ordenancismo, disciplinarismo (¿Qué mejor<br />

para representar a Tobarra en lo más tobarreño, la Semana Santa, que sus<br />

propias autoridades?).<br />

Por un lado, la Semana Santa de Tobarra no necesita la formalidad de lo oficial.<br />

Pero, por otro, lo oficial otorga el espaldarazo de que “Tobarra es lo que es su<br />

Semana Santa”.<br />

Bien está.<br />

El Viernes Santo por la noche, la Procesión del Entierro demuestra que no hay<br />

partidos políticos confesionales ni aconfesionales, que no hay autoridades<br />

creyentes ni agnósticas, que lo único que cuenta es presidir la Procesión… y se<br />

preside. Como está mandado. Luego, lo que sienta en su fuero cada uno, es<br />

problema de cada uno. Con lo que cada cual se identifique, allá cada cual. Pero de<br />

lo que no cabe duda es de que, en todo el trayecto, las autoridades se sienten<br />

semanasanteras. Yo creo, incluso, que contagian de tal al mando de la Guardia<br />

Civil que, por ser forastero, no debe estar muy al tanto de cuestiones<br />

antropológicas.<br />

Las autoridades son la llave con que Tobarra cierra toda su voluntad de ser<br />

Procesión y solemnidad.<br />

361


LA HERMANDAD DEL CAÑAMÓN<br />

No hacía falta pagar cuotas ni apuntarse en ningún sitio ni ponerse túnica ni<br />

guardar un orden.<br />

La Hermandad del Cañamón era –esto es puro pasado; reciente, pero pasado- un<br />

grupo de tobarreños –diez, cincuenta- que “iba detrás del tó” de la Procesión.<br />

No sé si serían siempre los mismos o si alternarían. No puedo imaginarme los<br />

valores que animaban su postura. No se me ocurre pensar si se sentirían parte de<br />

un todo o algo aparte. Pero, desde luego, acompañaban a la Procesión sin solución<br />

de continuidad. Luego, físicamente, eran Procesión.<br />

En el siglo XXI ha desaparecido la Hermandad del Cañamón o ha quedado<br />

reducida a su mínima expresión.<br />

Cañamón. Simiente del cáñamo, o cannabis, planta anua, de la familia de las<br />

cannabáceas…<br />

Hoy, en Tobarra no se encuentra ni una sola mata de cáñamo. Las leyes prohíben<br />

su cultivo, porque es madre de la grifa, hachis, marihuana, etc. pero fue base de<br />

la economía de Tobarra hasta los años 60 del siglo XX.<br />

Se llamaba Hermandad del Cáñamón porque, durante la Procesión, sus<br />

componentes hablaban de eso: Del cáñamo, de la huerta… Una denominación<br />

espuria de la misma era “Hermandad de la Crilla”, lo que no deja de ser una<br />

variante demostrativa del ingenio tobarreño a la hora de poner en solfa motes,<br />

apodos y alias.<br />

La Hermandad del Cañamón es la demostración más palpitante de que en Tobarra<br />

es Semana Santa todo ser humano con capacidad de desplazarse, porque el<br />

“cañamonero” no era agarráor ni nazareno ni tamborilero. Ni siquiera espectador.<br />

Era, simplemente, como un procesionero sin uniforme que, en vez de hablar de<br />

filas o de Santos, hablaba de cañamones o de crillas.<br />

Se los engulló la Historia. Pero han sido parte de las Procesiones y yo les dedico<br />

mi manojo de oraciones y de pulsos.<br />

362


LOS PULICÍAS<br />

Son cuatro. Dos delante y dos detrás. En medio, toda la Procesión.<br />

Los pulicías son guardaespaldas apócrifos de las filas, vigilantes ful de los cetros,<br />

escoltas trápalas de los estandartes. Pero sólo tienen un enemigo, numeroso, eso<br />

sí, pero sólo uno: El tamborilero.<br />

Los cuatro pulicías –dos delante, dos detrás; en medio, la procesión- tienen como<br />

sacrosanta misión el evitar que los tamborileros toquen inmediatamente delante<br />

del estandarte de La Cruz de la Toalla e inmediatamente detrás del último<br />

nazareno de La Dolorosa que, en los últimos años, a falta de curas, de Banda de<br />

Música y de la Hermandad del Cañamón, cierran la Procesión. Todo eso el Jueves,<br />

claro. El resto de los días, delante, lo mismo, salvo el Domingo, por San Roque el<br />

Viejo. Detrás, quien corresponda.<br />

¡Sape!<br />

El tamborilero puede empezar a ser un semanasantero vergonzante, como nos dé<br />

por exacerbar estas situaciones. Y es porque con sociedades cada vez más<br />

violentas, asuntos triviales como un redoble más, un Zapatata aquí, un palillazo<br />

allá, pueden producir situaciones y enfrentamientos menos gratos. El colmo de los<br />

colmos ha sido en el 2002 con la Guardia Civil cerrando filas.<br />

¿Cuál es el miedo? ¿Cuál es el valor guardado? ¿Quién protege a quién?<br />

El pulicía, los cuatro pulicías, esa es otra, son procesioneros coyunturales,<br />

rémoras ocasionales, parásitos involuntarios por unas horas. Probablemente, ellos<br />

preferirían estar tocando el tambor, pero prevalece una extraña inercia ¿de<br />

siglos? que lleva a “proteger” la Procesión de los tamborileros, y hay cuatro<br />

pulicías –dos delante, dos detrás- que la protegen.<br />

Probablemente, las Procesiones se protegerían solas, que en Tobarra nunca ha<br />

pasado nada y cada cual sabe lo que tiene que hacer.<br />

Pero este es un Cuaderno de Procesioneros y existe “otra” Procesión, que<br />

empieza y termina en cuatro pulicías –dos delante, dos detrás- que tienen su<br />

puesto y su perorar entre estas letras.<br />

Ellos cierran ese otro modo de ser procesionero. Amén.<br />

363


364


SUBIDA Y BAJADA. SALIDA Y ENTRADA<br />

La Procesión sube; la Procesión baja.<br />

La Procesión sale; la Procesión entra.<br />

Así lo decimos en Tobarra.<br />

En el “salir” y en el “entrar” cabe bastante menos dialéctica y casi ninguna de la<br />

retórica que cabe en el “subir” y en “bajar”. Se sale de la Iglesia; se entra en la<br />

Iglesia. No hace falta decir en qué Iglesia, pues todos sabemos que es la de la<br />

Plaza. En puridad, deberíamos decir Iglesia de La Asunción, pues esa es su<br />

invocación, pero realmente, salvo el 15 de agosto –y poquico- no nos acordamos de<br />

ella.<br />

La Iglesia de la Plaza. ¿Qué Plaza? ¡Ah! pero ¿en Tobarra hay alguna otra Plaza?<br />

(Bueno, sí, la Plaza de los Toros, pero no es del caso).<br />

Por tanto, en el salir y en el entrar, poca filosofía. Pero en el subir y en el bajar,<br />

sí.<br />

Nadie sube o baja si no es en relación a una posibilidad de hacerlo a través de las<br />

curvas de nivel, de los grados topográficos, de las puñeteras cuestas. Y en<br />

Tobarra sabemos mucho más de cuestas de lo que nos imaginamos, pues nos son<br />

tan naturales, son tanto paisaje propio, tanta cotidianeidad, que no reparamos en<br />

ellas sino los poetas, que estrujamos y exprimimos la realidad hasta no caberle ni<br />

un solo adjetivo más.<br />

El Miércoles, La Cruz sube hasta las Pescaderías, pero el Jueves sube hasta el<br />

Cuartel Viejo y el Viernes y el Domingo, sube hasta El Calvario.<br />

A partir de ahí, desde donde he dicho de cada día, La Cruz baja.<br />

Si Tobarra hubiera sido llana, la Procesión habría sido bien diferente. Ya está<br />

dicho y repetido. Pero las Cuestas nos singularizan.<br />

Algún día de locuras y homenajes me gustaría subir al Paso Gordo hasta el Reloj.<br />

O verlo trepar por la Cuesta de la Perrería. ¿O es que no son parte de Tobarra?<br />

En el fondo, puesto que no supondrían heterodoxia (novedad, sí, es obvio) ya he<br />

empezado a soñar. Porque nadie me discutirá que cualquier palmo del suelo<br />

tobarreño merece ser milagro y Procesión.<br />

366


ENCARNACIÓN<br />

Las Cuestas saben y esperan que otro año más se produzca su milagro.<br />

La Encarnación, más; porque durante La Bajada todos nuestros pasos navegan<br />

hacia un rumbo de himnos.<br />

La Encarnación es la Cuesta, toda la Cuesta, es el más difícil todavía de lo<br />

empinado. La Encarnación tiene mucho de récord mundial.<br />

(Se me acaba de ocurrir. ¿Por qué no –una vez medidos los grados topográficos-<br />

intentar presentar La Bajada ante el Libro Guinness de los récords? ¡Sería un<br />

modo más de honrar a Tobarra y a la Semana Santa!).<br />

La Encarnación es Tobarra en escalada, el do de pecho de sus calles, el pueblo<br />

mirando por encima del hombro, la soberbia de La Vega, un derroche de líquenes<br />

virtuales.<br />

La Encarnación ha sido la última conquista semanasatera de los hachos. Hasta<br />

1953, la Cuesta era bastante menos Semana Santa… si no creemos en la fuerza<br />

del eco.<br />

Que sí, que sí. Que La Cuesta de La Encarnación es una jovencita semanasantera,<br />

que sólo tiene algo más de 50 Bajadas, aunque la hayamos emancipado como con<br />

prisa. Y es que El Paso Gordo le ha prestado sus faldones marrón para vestirla de<br />

largo, para que la sociedad semanasantera le reconociera su palmito y su<br />

personalidad.<br />

La Cuesta de la Encarnación ha pasado de niña a mujer, pero no en la voz de Julio<br />

Iglesias, sino en los horquillazos de los bajáores. Cada uno de ellos ha sido como<br />

un evitar el acné, un punto y raya en el documento de su inventada y deseada<br />

mayoría de edad.<br />

La Cuesta de la Encarnación tiene que chocear a sus pretendientes una vez al año.<br />

Es el Jueves de Declaraciones imposibles. Es la tarde de rondas sincopadas. Es la<br />

hora en que cada horquilla se convierte en boca enamorada que besa los ángulos<br />

en los que Tobarra se dignifica y sobrecoge.<br />

367


CALVARIO<br />

Los agarráores versificamos el aire y, si es en cuesta, rimamos en la más difícil<br />

consonante.<br />

Eso es lo que pasa en El Calvario.<br />

La Cuesta del Calvario, breve, dulce, liviana, pedregosa siempre, elíptica, soporta<br />

toda una imposible leyenda procesionera. Es, sin duda, la gran dama de todos los<br />

itinerarios semanasanteros. No es por su dificultad –que no la tiene- ni por su<br />

longitud –apenas es un suspiro- sino por toda una trayectoria temporal que se<br />

esconde y se pierde, más allá de la memoria y lo intuído.<br />

Pero es una dama poco conocida y apenas codiciada.<br />

La Cuesta del Calvario tiene tres tempos absolutamente dispares en el horario,<br />

en la ocasión y en capricho.<br />

El Viernes Mañanero es runrún, agobio, pasos sin medir, horquillazos en desatino,<br />

himnos sobrantes, Santos a codazos, andas al allez-up! y a la carrera.<br />

La cima, la replaceta, es como una venganza en paz de la Cuesta, como las veras<br />

de unas bromas en subida, que no han terminado de concretarse.<br />

El Viernes de Obscuridades, con toda la noche en las Estaciones, la Cuesta del<br />

Calvario es sigilo, duda, tendencia. Sorprendentemente, en el final del siglo XX,<br />

La Cruz, La Verónica, La Magdalena y San Juan han renunciado a ella, y se<br />

repantigan abajo, en los bancos, mientras El Sepulcro y La Soledad echan un<br />

mano a mano de subidas diminutas. Como, desgraciadamente, los tambores han<br />

renunciado a subir, sin que nadie lo haya prohibido.<br />

Queda el Domingo de Redenciones. La Cuesta sabe que ya no es protagonista,<br />

porque los pesos pesados –Paso Gordo, Agonía- se durmieron el Viernes al<br />

mediodía y echarse el resto al ¡Arriba de un tirón! no tiene más misterio ni<br />

dificultad.<br />

Que conste que estoy reivindicando aquí un lugar de mérito y encono para la<br />

Cuesta del Calvario. Es tanta la Cima, que pasa desapercibida la Cuesta. Y tal vez<br />

no sea justo ni lógico. Pero en cualquier caso, lo que no es, porque nos hemos<br />

empeñado en que no sea, es, siquiera sea una miajica, gloriosa y legendaria.<br />

368


TARANTA<br />

La Procesión se abre por primera vez al amplio eco de fachadas en la Placeta del<br />

Coronel. Desde la Plaza hasta allí, todo ha sido llanitud en concordancia,<br />

estrechez de miras en los frontispicios, la Calle Mayor blasonada, la Tobarra de<br />

los cristianos viejos, que no dieron amplitud a lo ruano.<br />

La Placeta del Coronel es un buen momento para respirar, para dejar el anda en<br />

los bancos y recrearse en que es Jueves de Horquillas, en que Tobarra es todo el<br />

gozo, la plenitud, la mujer recién parida, la huerta recién regada, la prenda recién<br />

tejida. Nunca cada Tobarra es más Tobarra que el Jueves Santo por la noche. Y<br />

es que el Viernes ya tiene otros –lógicos- Protagonismos. Protagonismos con<br />

mayúsculas.<br />

Nadie lo diría, pero la Cuesta de Taranta es una Cuesta en la que hay que<br />

remangarse las enaguas, que dura hasta El Parador y si el andero no anda listo,<br />

puede escagarruciarse alguna horquilla.<br />

Cuenta la leyenda –vivida, dicha y escrita- que a los agarráores que sacaron por<br />

primera vez El Paso Gordo la noche del Miércoles Santo del 1946 (no hay error<br />

en el día) se les atragantó la Cuesta de Taranta y tuvión que dejal.lo “en las<br />

farmacias” y esperar a que bajara La Olivera para volver a la Plaza.<br />

La Cuesta de Taranta -¡quién lo diría!- es el primer lamento de las cabecerillas, el<br />

primer ¡esto va mal! de los quejicas, el primer apretón del resuello para los más<br />

valientes.<br />

Luego, cuando la Procesión baja, la Cuesta de Taranta pasa desapercibida. La<br />

noche del Jueves de Vueltas es así: Y es porque la prisa, la impaciencia, el sueño,<br />

la eterna falta de espectadores al bajar, y una égloga de agarráores y dulzuras,<br />

hacen que los hombres sean ya cunas definitivas, nanas improvisadas, eclosión del<br />

descanso presentido.<br />

369


SAN ROQUE<br />

Quien sube entre los palos la Cuesta de Taranta y después la Cuesta de San<br />

Roque, al llegar a Las Columnas es compasión y sacrificio.<br />

La Cuesta de San Roque –imperceptible también- es más larga, bastante más<br />

larga que la de Taranta, pues va desde las Pescaderías hasta –casi- la esquina de<br />

Las Columnas. Y en ella, la Procesión empieza a pesar, los hombros a doler, las<br />

piernas a quejarse.<br />

Cuenta además con la desventaja añadida de la estrechez de la calle y una pésima<br />

iluminación. Ahí está, probablemente, el itinerario más angosto de la noche del<br />

Jueves. Tanto, que es casi imposible que quepa el anda y los nazarenos al mismo<br />

tiempo. Así que, o filas o andas, por lo que los nazarenos han de andar ojo avizor<br />

y salir hincando, si ven acercarse el Santo.<br />

Porque estrechez, estrechez, el Portachuelo en la rinconá del Espatarrao y<br />

después al llegar al callejón del Aire. Como estrechez es, también, el principio de<br />

Las Columnas, inmediatamente después de haber tomado la falsa curva –es un<br />

puro ángulo recto- al haber dejado la Calle de San Roque y la Calle de Las Peñas.<br />

La Cuesta de San Roque, en la Gran Procesión, es como una “etapa reina” en la que<br />

hay que echar el resto, pues a partir de ahí, todo es llano o cuesta abajo. Tiene<br />

una ventaja, eso sí, y es que puedes subirla con los ojos cerraos, lo que siempre<br />

es más relajado y reconfortante. Realmente, da lo mismo que lleves los ojos<br />

cerraos o abiertos, porque no se ve un pijo. Nunca ha estado bien iluminada esa<br />

calle (será porque es la entrada al Barrio de los Judios y ya se sabe lo roñosos<br />

que estos son).<br />

Y la gente. En la Cuesta de San Roque hay más espectadores de los que caben. Se<br />

agolpan en las aceras los que bajan de Don Alonso, Parador, Rabal, Perrería… Y en<br />

la misma Placeta de San Roque los que vienen del Paseo, Calle Mayor…<br />

La Cuesta de San Roque es la prueba de fuego de las horquillas. Quien sale<br />

indemne, entra en un coser y cantar en el que los hombros empiezan a recrearse<br />

en la suerte.<br />

370


PASEO<br />

El Paseo en cuesta arriba –Viernes noche y Domingo mañana-.<br />

El Paseo en cuesta abajo –Jueves, Viernes mañana y noche y Domingo-.<br />

Quien –al volver- tiene la suerte de entrar en los palos en el Cuartel Viejo y<br />

llevar el Santo, por ejemplo, hasta los Caños… Si es Viernes y hace sol… si es<br />

Domingo bien luminoso… Haber cumplido la misión de la Bendición, o el cometido<br />

del Encuentro… Bajar, volver, sentirte bien contigo mismo y con Tobarra… El<br />

Paseo en cuesta abajo y de día es todo un Paraíso procesionero en el que las<br />

horquillas cantan, los pies recitan, los hombros se encocoran. El agarráor se<br />

siente distinto. La propia anchura de El Paseo, la distancia hasta las aceras, los<br />

espectadores jaleando –sí, jaleando; por la mañana azuzan- el calor cogido en El<br />

Calvario…<br />

Todo eso significa un puro enardecerse las Hermandades… y los Santos.<br />

Parece mentira, sí, pero las andas se automotivan en determinados lugares. Los<br />

agarráores dejan de compadecerse al pasar por ciertos sitios. El Paseo es uno de<br />

ellos.<br />

En cambio, los nazarenos suelen cantar la gallina en El Paseo. La anchura provoca<br />

la dispersión, la pérdida de la simetría, la caída de la disciplina.<br />

¡Pobre Paseo!<br />

El Paseo es, sin duda, la calle más ancha de Tobarra. Y, para los que hemos nacido<br />

en él, la más hermosa. El Paseo es una Calle con carisma. Si se piensa bien, el<br />

Paseo es una calle/macho, con todo lo que ello comporta. Se puede contraponer a<br />

la misma Calle Mayor o a la Avenida, que son Calles/hembra. Y ahí, en ese cruce<br />

mañanero, Paseo/Avenida/Caños, el Viernes al volver, el Domingo al bajar, hasta<br />

los Santos se sienten distintos. Lo notas, lo vives, lo palpas.<br />

El Paseo en cuesta abajo es el reino de los agarráores bravos. Las horquillas<br />

suenan más. Los caramelos tienen otro sabor. Las nazarenas están más guapas.<br />

No hay duda: Tobarra se siente distinta en El Paseo. Y si encima es Viernes<br />

Santo por la mañana y vuelve la Procesión…<br />

371


ENTRA LA PROCESIÓN<br />

He dicho o insinuado aquí que en el salir y en el entrar la Procesión cabía poca<br />

paráfrasis y menos perífrasis. ¡Pero poesía, sí!<br />

No sé por qué se me ha ocurrido mezclar salida con subida y entrada con bajada.<br />

No me explico que mecanismo subconsciente se me ha enredado entre los temas.<br />

¿Por qué he paralelizado la Cuesta de San Roque con la Entrada en la Plaza?<br />

Estoy cayendo en un frivolizar los conceptos, puesto que no he tenido en cuenta,<br />

tanto como lo tengo ahora, que no es lo mismo “entrar en la Plaza” el Viernes por<br />

la mañana que “entrar en La Iglesia” el Jueves por la noche.<br />

Pero, sí. Voy a terminar este capítulo de Cuestas, con “la entrada en la Plaza”, que<br />

tiene tanta singularidad, que es otra Procesión dentro de la Procesión.<br />

Probablemente, no había caído en la cuenta hasta que salí con las agarráoras de<br />

La Magdalena, en plena década de los 90. Para mí, hasta entonces, entrar en La<br />

Plaza, había sido sinónimo de descansar, pero de un cansancio exclusivo por feliz,<br />

claro; era culminar gratamente una atacacina de palo; era el regodeo de la misión<br />

procesionera cumplida. Pero las agarráoras se refocilaron en la plenitud de una<br />

solemnidad desconocida, o casi, para mí. La entrada en La Plaza era la última y la<br />

mejor ocasión para el lucimiento. ¡Nunca me lo hubiera imaginado!<br />

Entrar de día, claro. El Viernes y el Domingo. La Burrica cuenta menos. El<br />

Miércoles, el Jueves y el Viernes, con la noche entre los lirios, la entrada en La<br />

Plaza no encierra simbolismo alguno.<br />

Pero el gozo de la entrada en La Plaza está en su poesía. La poesía del sol, por<br />

ejemplo. La poesía de la obra satisfactoriamente hecha. La poesía del “apurar del<br />

cáliz, hasta las heces”.<br />

El agarráor, cuando entra en La Plaza se imagina a toda Tobarra allí. Y no es<br />

verdad. De ahí su poesía. En La Plaza hay muchos tambores, que nunca miran la<br />

Procesión. Y entre la dimensión de la fachada del Ayuntamiento y la extensión del<br />

frontis de las casas que le siguen –amplias de siempre- no se puede decir que el<br />

cúmulo de espectadores se produzca allí. Pero da lo mismo, porque el gozo está en<br />

la imaginación. Basta con saber que están ahí los espectadores que se sientan,<br />

casi acurrucados, en una parte del poyo que circunda el jardín. O con la propina<br />

de los que se agolpan en la puerta del Vaticano.<br />

333


La entrada en La Plaza es, por otra parte, el único momento en que los nazarenos<br />

ven pasar a su Santo pues, normalmente, le cubren la carrera, le protegen el<br />

camino (le salvan el camino, mejor) cogidos de la mano o haciendo una hilera con<br />

los cetros agarrados por las puntas a modo de vallado y exclusivo. Y ahí sí que se<br />

produce el más hermoso conchabeo entre las horquillas y los cetros, entre los<br />

pies y los hombros, entre los esfuerzos y las sonrisas. Ahí, donde terminan los<br />

jardines de la Plaza, en el mismo Callejón del Horno, la Hermandad se siente más<br />

Hermandad que nunca, precisamente en torno a su Santo al que han dado guardia<br />

–blanca e inócua- para que se recrease en la entrada. Hay alguna Hermandad que<br />

tiene el gusto y el capricho de aplaudir la entrada de su Santo, no sé si como<br />

enhorabuena a los agarráores o como fraternal orgullo. Ahí, donde se ensancha la<br />

Plaza, al terminar los jardines, cada Hermandad se convierte en secta enamorada<br />

antes de su punto y final, antes de entonar su misión procesionera cumplida.<br />

El agarráror, cuando llega a Los Arcos, echa el resto. Se le produce un cansancio<br />

añadido o esa es la imagen que quiere aparentar. Porque, además, el sol –<br />

normalmente, el sol es buen cliente del Viernes Santo- hace guardia en la<br />

hoya/olla de los Cerros y emperegila de rojo las frentes y los pómulos.<br />

Durante muchos, muchos años, fui punta del palo de La Guapa para entrar en La<br />

Plaza el Viernes y el Domingo. Pero no tuvo la menor importancia, no me supuso el<br />

vivir un momento especial. Ha tenido que ser la mujer, las agarráoras, los sujetos<br />

antonomásticos de vanidad y estética, quienes me han descubierto esa Procesión<br />

dentro de la Procesión.<br />

Ahora, sí. La vivo y la viviré especialmente el resto de mis soles clientelizados.<br />

Procesión. Procesión. Con el latir de los años, uno sabe que, algún día, ya sólo será<br />

Procesión, procesionero, nazareno puro. Y mirará atrás con gratitud y orgullo por<br />

los tantos años en que la vida le ha permitido ser hombro y horquilla para entrar<br />

en la Plaza absolutamente desanchao.<br />

P.S. El Viernes Santo 2004 al dejar El Paso Gordo en los bancos, Pepe Garrido<br />

nos dijo (veníamos dentro... ¡desde El Calvario!):<br />

- “¡Así se entra un Santo en la Plaza!”.<br />

Es imposible sentir más orgullo procesionero que en ese momento. Lo<br />

recordaré... aunque viva cien años más.<br />

334


A quienes –desconocidos- dieron<br />

la Bendición antes de 1900.<br />

A Fernández, a los Fernández,<br />

artífices de la Bendición en casi la<br />

primera mitad del siglo XX.<br />

A Martínez, a todos los<br />

Martínez ligados a la misma, en más<br />

de la segunda mitad. Desde Martínez<br />

Navarro ayer, pasando por Martínez<br />

García, Martínez Ruiz, Martínez<br />

Ortiz, hasta Martínez Zoroa y<br />

Martínez López mañana, incluyendo<br />

todos los colaterales.<br />

3


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE FFRRAANNCCIISS MMAARRTTÍÍNNEEZZ OORRTTÍÍZZ<br />

Para dejarlo claro desde el principio: este trabajo me viene grande. Sin<br />

falsa modestia, porque en otras facetas de la vida me considero suficientemente<br />

competente. Me viene grande, porque resulta contra natura que un no-escritor<br />

prologue la obra de un buen escritor. Lo único que puedo conseguir es<br />

empequeñecer tu trabajo: pero bueno, tú lo has querido.<br />

Mintiendo un poco, pero con credibilidad, he de confesar que espero que la<br />

redacción de este prólogo no me ocupe mucho tiempo (a pesar del ya transcurrido<br />

desde el encargo) pero sí he dedicado bastante a la lectura de los diferentes<br />

<strong>Cuadernos</strong>. En ellos he encontrado pasajes optimistas y otros más pesimistas,<br />

progresistas y conservadores. No puede ser de otro modo dada su extensión y<br />

alcance. Presentas en estos <strong>Cuadernos</strong> una obra ingente, variopinta, muy<br />

trabajada y dignísima, en la que nos descubres, redescubres, interpretas, por<br />

supuesto, como tú mismo dices, subjetivizas y clarificas nuestra Semana Santa,<br />

unida a Tobarra de forma indisoluble, fundiendo en un todo coherente<br />

costumbres, historia, antropología y alguna cosa suelta de religión, convirtiendo<br />

en cultura lo que durante décadas ha sido menospreciado (o, simplemente,<br />

olvidado, porque ha parecido ser obvio) por los intelectuales y pensadores locales<br />

y foráneos.<br />

Este párrafo debe comenzarse con la necesaria aclaración de que, al<br />

escribirlo, no me ciega la pasión amorosa, la consanguinidad o los intereses<br />

crematísticos, pero sería ilegítimo no llamar a las cosas por su nombre.Así pues,<br />

hemos de reconocer que eres un personaje irrepetible en el contexto de la Tobarra<br />

contemporánea, y lo eres porque es sumamente infrecuente que una persona de<br />

tu talla intelectual haya dedicado tantos esfuerzos a su pueblo: has escrito, has<br />

investigado, has promovido, has opinado y has creado opinión, siempre con<br />

valentía, sobre temas tobarreños. Creo que lo único que te ha faltado es un<br />

ambiente más rico, en el que el intercambio y contraste de opiniones con otras<br />

personas hubiera tenido, sin duda, un efecto sinergético.<br />

No quiero extenderme en estas líneas más allá de los límites<br />

medianamente razonables, por lo que dejaré fuera de este prólogo aspectos<br />

fundamentales de tu trayectoria e importantísimos para nuestra propia<br />

identidad, como son tus investigaciones históricas (aunque, cómo no mencionar,<br />

al menos, tus hipótesis sobre el origen del tambor en nuestro pueblo) pero sí<br />

quiero hablar de algunas de tus opiniones que, en su momento, quizás por mi<br />

carácter impresionable, produjeron en mi inmaduro cerebro un fuerte impacto y<br />

un sentimiento de cuasicomunión. Me refiero, claro está, a tu consideración de la<br />

Semana Santa de Tobarra como un hecho extrarreligioso. Yo creo que la primera<br />

vez que se escribió y se dijo en público tal cosa fue en el Cine Avenida, el 1 de<br />

abril de 1980 (Martes Santo, creo) en el primer Pregón de nuestra Semana Santa,<br />

al que yo, entonces inexperto presidente de la Hermandad de Nuestro Padre<br />

Jesús, llegué tarde, porque había estado con Francis (Martínez Molina) –hoy,<br />

como tantos otros, ausente– arreglando la instalación eléctrica del Anda. Creo<br />

5


que ese Pregón, 23 años después, no ha perdido vigencia, y que debería editarse y<br />

darse a conocer a las generaciones más jóvenes que en su momento no pudieron<br />

conocerlo.<br />

Escribir sobre la Bendición es complicado y del momento físico hay poco<br />

que decir: en medio del silencio solemnizado por los acordes de Mektub, una<br />

imagen de Nuestro Padre Jesús repite por cuatro veces el movimiento de su<br />

Mano derecha marcando el signo de la cruz. Por ello, para comprenderlo y<br />

contextualizarlo hay que ir algo más allá, como tú haces en estos <strong>Cuadernos</strong>. Hay<br />

que hablar del antes, del después y del por qué de las cosas. En primer lugar,<br />

haces referencia al resto de poblaciones en las que tienen lugar manifestaciones<br />

similares, después hablas del Cerro, del gentío, del Silencio, del Sermón, del<br />

Brazo, del balamío, de la Bendición en la Plaza, de la Bendición vista desde donde<br />

no la ve nadie y de las tres cruces del Calvario.<br />

De momento, ni siquiera tu has podido arrojar luz sobre el origen de la<br />

Bendición. Puede haber sido la pescadilla que se muerde la cola: ya que hacemos<br />

una procesión larga de ida y vuelta al Calvario, hagamos algo allí para justificar<br />

el necesario descanso y la propia presencia de la comitiva en el cerro. ¿Qué, por<br />

ejemplo? Una oración, un sermón... y aprovechando la orografía del terreno,<br />

movamos la mano de una imagen para que el movimiento sea visto desde las<br />

faldas del cerro y llegue donde no llega la palabra. Pero, claro como ese acto pudo<br />

despertar la curiosidad (o la devoción) popular, cada vez iba yendo más gente, con<br />

lo que fue adquiriendo mayor solemnidad, y con la solemnidad fue atraída más<br />

gente... En fin, de lo que no cabe duda es de lo que es hoy: el símbolo y la<br />

comunión de todo un pueblo y un momento al que, además, acuden gentes de<br />

otros lugares. Para la gran mayoría de nosotros es un momento de reflexión y de<br />

recuerdo de los ausentes (de los momentáneamente ausentes y de los<br />

definitivamente ausentes), de interiorización de nuestras frustraciones pero, a la<br />

vez, de exaltación de ese elemento que nos diferencia de otros y que nos confiere<br />

una personalidad que no nos ha dado la Historia, el Arte, la Cultura o la<br />

prosperidad. Sin embargo, es innegable que otros acuden por motivos<br />

exclusivamente religiosos (muchos vienen de lejos y se van inmediatamente<br />

después de terminar, sin tomar cervezas ni hacer turismo) y algunos por puro<br />

folclore o simple curiosidad.<br />

Yo no creo que haya que pensar en modificar mucho la Bendición (ya se<br />

sabe: “si funciona, no lo arregles”) excepto, como tu tan acertadamente señalas,<br />

la Bendición de la Plaza, en particular, en lo referente a lo inapropiado de la hora<br />

a la que tiene lugar o, desde un punto de vista puramente técnico, la<br />

posiblemente exagerada lentitud con que tienen lugar los movimientos del Brazo<br />

(por alguna razón, yo prefiero decir de la Mano). Sin embargo, creo que es<br />

correcto que el Sermón lo pronuncie un cura. No quiero definirme desde el punto<br />

de vista religioso, para no ofender a nadie, pero esta afirmación no la hago<br />

movido por instrucciones recibidas en el confesionario. Es cierto que ha habido<br />

sermones que han resultado auténticos ladrillos soporíferos y otros que han<br />

resultado profundamente desafortunados. Sin embargo, creo que el Sermón de la<br />

Bendición, es un momento idóneo para poner sobre la mesa, con el mayor tacto e<br />

6


inteligencia posibles, las situaciones que en cada momento se viven, dando la<br />

ración justa de nostalgia y de emoción bien medida. Cuando ese tacto e<br />

inteligencia se han utilizado, los Sermones han resultado el reflejo de cada época<br />

y momento social, creo que en los años 60-70 (los primeros que yo recuerdo) había<br />

que hablar de los tobarreños como emigrantes pero, ahora, es más adecuado<br />

hablar de los emigrantes que hay en Tobarra, por ejemplo.<br />

Supongo que la invitación a escribir estas líneas procede del hecho de<br />

haber sido el más joven de aquella reunión “en la que cuatro hombres acabaron<br />

llorando arrodillados con sus pies formando los vértices de un cuadrado”. De lo<br />

que acontece en los momentos que conducen a llorar de rodillas he preferido<br />

siempre hablar lo menos posible. Pero mi situación actual es muy diferente de la<br />

que era hace veinte años. Para empezar, ya no soy el más joven del grupo; soy<br />

casi el más viejo y mi grado de responsabilidad es mucho menor. Ahora,<br />

afortunadamente, soy completamente prescindible. Sin embargo, me enorgullezco<br />

de ser ya muy veterano en estas lides (desde 1975, con las únicas interrupciones<br />

que me he concedido para homenajear a los compañeros que han faltado,<br />

involuntaria y dramáticamente, a la cita anual), y de haber visto lo que no ha<br />

visto nadie (por ejemplo, túnicas de dos Hermandades diferentes a la mía debajo<br />

del Anda en la mañana de Viernes Santo, en el Calvario) y de haber hecho lo que<br />

no ha hecho casi nadie. Pero, creo, no obstante, no haber perdido de vista el<br />

carácter meramente accidental y fortuito de mi papel.<br />

Enhorabuena, y sigue trabajando con las mismas ganas.<br />

7


NO SOMOS LOS ÚNICOS<br />

Gracias a Dios. Ni en el tambor… ni en la Bendición.<br />

Después de haber viajado por casi todo el mundo, he llegado a la conclusión de<br />

que no son buenas ciertas exclusividades sociales.<br />

Creo que el tiempo me va dando la razón a través del orgullo colectivo de las<br />

Jornadas Nacionales de Exaltación del Tambor y del Bombo. Los veintitantos<br />

pueblos tamborileros nos sentimos uno.<br />

Los pueblos “bendicioneros” son otra cosa. No se conocen entre sí. Tal vez sea yo<br />

el único testigo que ha estado en todos ellos y que ha visto a todos los N.P.J.N.<br />

que dan la Bendición. Por mi parte –además– llevo muchos años investigándolos en<br />

los libros… o in situ.<br />

En esta ocasión voy a centrarme en la Bendición que se da en Semana Santa por<br />

el Brazo Articulado de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Sólo en Semana Santa y<br />

sólo como Bendición. Por eso excluyo amorosamente a Nuestro Padre Jesús “El<br />

Rico” de Málaga, que mediante un movimiento de su Brazo, indulta a un preso<br />

común.<br />

También excluyo, no menos amorosamente, a Nuestro Padre Jesús de Motril<br />

(Granada) que el 11 de enero (¡vaya fecha más tobarreña!) bendice al pueblo en<br />

conmemoración de una catástrofe producida muchos años atrás.<br />

En Arriate (Málaga) muy cerquita de Ronda (en donde hice la Milicia<br />

Universitaria) hay un hermosísimo Nuestro Padre Jesús Nazareno que dio la<br />

Bendición “hasta un poco antes de la Guerra”. La daba “donde se la pedían”, tal y<br />

como ocurre ahora en Archena (lo veremos después). ¿Que por qué dejó de<br />

darla?<br />

- “Cosas de los pueblos”.<br />

¡Y no se me dieron más explicaciones! Este Nuestro Padre Jesús Nazareno tiene<br />

una figura bastante encorvada, serena, en un escorzo común a todos los Nuestros<br />

Padres Jesús Nazareno. Quizás esta talla, sobre todo su cara, sea la más<br />

importante de entre las que conozco. En la Guerra lo decapitaron, pero pudieron<br />

salvar la cabeza y las manos.<br />

9


La manera técnica de dar la Bendición en Arriate era tan rudimentaria como lo<br />

era la tobarreña hasta el invento de Pepe Leocadio, perfeccionado por mi<br />

Jesusico: Se movía el brazo, estirando con cuerdas. Por supuesto, el pueblo “veía”<br />

a quien daba la Bendición.<br />

Imágenes articuladas semanasanteras hay bastantes. Tengo localizadas las de<br />

Ocaña (Toledo), las de Baeza (Jaén), etc.<br />

Descendimientos de la Cruz tengo documentadísimo el de Pruna (Sevilla) y<br />

conozco –como es natural- el de Manises (Valencia) pueblo de Anamaría y en el<br />

que estoy empadronado. Aquí, el Viernes por la tarde celebran un solemnísimo<br />

Davallament (Descendimiento, en valenciano) y colocan a Cristo Crucificado y<br />

Muerto en una Urna, tras desarticularlo. (También hay un Descendimiento en<br />

Benetusser [Valencia]), y en bastantes otros pueblos, por lo que es imposible<br />

concretarlos (Intenté “cerrar” el asunto pero, ante la abundancia de noticias, lo<br />

dejé).<br />

Como se puede leer, he trabajado profundamente en el tema, porque esta<br />

información es consecuencia de muchas cartas, muchos palos de ciego y muchos<br />

kilómetros. Por eso he dicho alguna vez que me resultaría más fácil escribir una<br />

tesina sobre Imágenes Articuladas que contar la Historia de la Bendición<br />

Tobarreña.<br />

Bendición, Bendición, como la nuestra, que yo sepa, sólo en Arcos de la Frontera<br />

(Cádiz), en Baena (Córdoba) tierra de nuestros hermanos tamborileros<br />

coliblancos, colinegros y beregenos y en Baeza (Jaén) cabeza de partido de<br />

Ibros, patria de mis tatarabuelos, Francisco Hurtado Tirada y Trinidad González<br />

Martínez.<br />

Conozco los tres Nuestro Padre Jesús. Incluso en Baeza, nos dieron<br />

privadamente la Bendición (en agosto, a principio de los 80).<br />

Por cierto, me sorprende que Baena (Córdoba) y nosotros, no hayamos<br />

compartido oficialmente el tema “bendicionero”. (O, al menos, si se ha<br />

compartido, yo lo desconozco).<br />

Eso sí, Calvario, sólo en Tobarra. Esa ventaja añadida hemos de agradecérsela a<br />

la orografía… y a los hijaranos que ¿crearon? el Calvario tobarreño, después de<br />

1266, a imagen y semajanza del hijarano.<br />

10


UN CASO MUY ESPECIAL: ARCHENA (MURCIA)<br />

Tan cerca y tan lejos. Hace muy pocos años descubrí una Bendición en Archena<br />

(Murcia): La de su Cristo Feo. Y así lo conté en la Revista de la Semana Santa de<br />

Archena de 1998, aunque lo escribí “Mientras se acababa 1996”.<br />

Decía:<br />

“Después de tantos años, tantos sitios, tantos viajes, tantas cartas, tantos<br />

libros, tantos coloquios, tanta investigación semanasantera, confieso dulcemente<br />

que nunca había sentido parigual sensación de ternura y amor como ante la<br />

presencia y el nombre de este Cristo Feo de Archena.<br />

¡Dios, Cristo, es un Cristo y tan Feo! Y es porque realmente el antropomorfismo<br />

cristiano nos había regalado serenidad en Velázquez, exotismo en Dalí, patetismo<br />

en El Cachorro, dolor en Limpias, agonía en cualquier rincón vallisoletano,<br />

serenidad y muerte en El Pardo…<br />

Pero fealdad, nunca.<br />

Oh, Dios, Cristo, Pimpollo, Camino, Pastor, Monte, Cordero, Príncipe de la Paz,<br />

Faces de Dios ..... y ahora Feo. En Archena, Feo.<br />

Es duro aceptarlo y asimilarlo. Como fué duro comprobarlo. Sobre todo, porque<br />

sólo se me había dicho:<br />

- "En Archena hay un Cristo que dá la Bendición".<br />

= "¿En qué Iglesia está? ¿A qué hora puedo verlo?".<br />

- "Bueno, es que no está en ninguna Iglesia. ¡Está en un almacén de bebidas!".<br />

Y a investigarlo fuí. Como tantas veces en otros temas de Semana Santa.<br />

Sentí -al mismo tiempo y en un solo golpe de dedos, cálidos y suaves- la mano de<br />

Nuestro Padre Jesús El Rico de Málaga, del de Baeza, del de Baena, del de Arcos<br />

de la Frontera... de todos los Nuestro Padre Jesús Nazareno que dan la<br />

Bendición, vistos in situ, estado allí, comprobados y amados por mí, a través del<br />

mío, del tobarreño, del que sube al Calvario de Tobarra el Viernes de Emoción por<br />

la mañana y bendice primero a los Muertos, luego al Reloj, después a la Vega y,<br />

finalmente, a los Tambores.<br />

11


Los cuatro puntos cardinales tobarreños: Los Muertos, el Reloj, la Vega y los<br />

Tambores. Amén, Jesús: El Guapo, el Risqueño, el Tobarreño, el Calvariero.<br />

Esto en Tobarra, Castilla-La Mancha.<br />

En Archena, Comunidad Autónoma de Murcia, Estado Español, junto al Río<br />

Segura, el Cristo Feo que dá la Bendición, está en donde termina el Valle de<br />

Ricote, en la Carretera de Villanueva, kmtro. 1, 30.600 Archena, Almacén de<br />

Bebidas José Brando Asensio, Tlf.: (968) 67.11.99. Tlf. particular: 67.02.14.<br />

¿Así son las cosas de esta Iglesia...?<br />

Como brotes de olivo,<br />

en torno a tu mesa ......<br />

¡Señor! .......<br />

Así son los hijos de tu Iglesia.<br />

El que teme al Señor,<br />

será feliz,<br />

feliz el que sigue su ruta .....<br />

En 1984, diez amigos archeneros, quisieron llenar un hueco Bíblico-Pasional en la<br />

Semana Santa Archenera aportando una imagen de Cristo Todopoderoso que,<br />

como sacado de un calco del Jesús del Gran Poder de Málaga, ofreciese un<br />

remedo perfecto del que iba a morir en la Cruz.<br />

Antes, viajaron. Vieron. Estudiaron. Decidieron.<br />

Fué malagueño, pero pudo haber sido zamorano o sevillano o tobarreño.<br />

Diez archeneros quisieron hacer algo nuevo, a mayor gloria de la Semana Santa<br />

archenera.<br />

Encargaron a Carrillo, el escultor ciezano, un Cristo del Gran Poder. Era 1.987.<br />

Pero antes de terminarlo, el escultor murió. Su hija Carmen Carrillo, que lo<br />

continúa, entrega a Archena un Cristo posado en el suelo sobre su Rodilla<br />

Derecha y genuflexo en su Rodilla Izquierda, camino del Calvario, con la Cruz<br />

sobre el Hombro Izquierdo y la Mano Derecha extendida y abierta hacia delante.<br />

Es el Cristo Feo que, mediante un mecanismo electrónico, dá la Bendición en<br />

Archena, el Viernes de Ilusión por la mañana.<br />

12


Tiene una Faz longuilínea, muy barbada, boquiabierta, narizona, de asustados y<br />

separados ojos. Su largo pelo, basto y denso, caído y tallado, está coronado de<br />

espinas. Su aspecto, Sangrante, pomuloso, de enjuto rostro, de alargadas<br />

facciones...<br />

Es Feo. Es Feo con avaricia. Dicho en tobarreño, es tan Feo que "se atira".<br />

¡Chácho, qué Feo!<br />

Pero me ganó desde el primer momento. Me enamoró. Me cautivó. Me emocionó.<br />

Pero si bien lo pienso, ¿El Cristo es Feo...? No, no lo es. No puede serlo.<br />

El Cristo de Archena, el Cristo que dá la Bendición en Archena, es<br />

definitivamente, el Cristo Diferente.<br />

¿Por qué permitirlo, Dios, por qué dejar que el pueblo sabio, un sabio pueblo,<br />

moteje, apocope, diagnostique, califique de Feo a Cristo?<br />

¿Por qué dejar, oh Dios, que la imaginación de tu gente vuele hasta lo prosaico, a<br />

lo banal, a lo secundario, a lo físico y defina a Cristo como Feo?<br />

Cristo no es Feo, no puede ser feo, porque, ontologicamente, es imposible que lo<br />

sea. Digamos que el Cristo es tierno, dulce, amoroso, cálido, embaucador.<br />

Enhechiza, subyuga, conquista…<br />

Se me encoje el alma en pura intrinsiqueza. Nunca como hoy, ahora, aquí, me he<br />

visto tan en misión de apologar bellezas crísticas, de encimar beldades<br />

nazarenas.<br />

¡Cristo no es Feo nunca. No lo es. Ni siquiera en Archena, tampoco el de Archena!<br />

Ars plena. Ars cheia. Archena.<br />

Archena... la de Don Rodrigo López de Mendoza... la de la Orden de San Juan o<br />

del Hospital...<br />

Se funda la Cofradía del Cristo del Gran Poder el 15 de Mayo de 1988. Se<br />

aprueban sus Estatutos el 13 de Febrero de 1989.<br />

Por tanto, nihil obstat. Oficialmente.<br />

13


¿Nihil obstat? ¿Némine discrepans?<br />

El Viernes Santo de 1988, el 1º de Abril de 1988 se dá la primera Bendición en<br />

las Calles de Archena. El Cristo Feo dá la Bendición.<br />

Para los diez amigos archeneros que quisieron hacer algo diferente a mayor<br />

gloria de la Semana Santa de Archena, la Bendición del Cristo Feo fué un<br />

acto puramente religioso, solamente religioso, enteramente religioso.<br />

¡Ya! ¿Así de fácil?<br />

¿Y la ortodoxia de la Iglesia Católica?<br />

¿Y el protagonismo del Cabildo Superior de Cofradías Archeneras?<br />

¿Un Cristo articulado y, para más inri, un Cristo Feo, les iba a hacer sombra a<br />

ambos, les iba a tapar su preponderancia? ¡Ni hablar!<br />

La Iglesia, el stablishment, les pone la proa: El Cristo Feo no cabe en la Iglesia. Y<br />

no se guarda "todo el año" en la Iglesia.<br />

El Cabildo Superior de Cofradías dice: ¡Anatema! y les multa "por mover la mano".<br />

El Cristo Feo de Archena empezó dando la Bendición donde la gente lo pedía, lo<br />

reclamaba: Aquí un enfermo, allá un viejecico, acullá el gentío...<br />

En Archena han vivido, estan viviendo, vivieron recientemente, el mismo factum<br />

eclesial que en Tobarra hace 45 años. Entonces, un cura filipense quiso eliminar la<br />

Bendición de Tobarra. Hoy, en Archena, el Clero regular (y detrás o delante,<br />

quien sabe, el Cabildo Superior de Cofradías) quiere impedir que la Bendición, las<br />

Bendiciones del Cristo Feo, tomen protagonismo. En el Viernes Santo del 96 dió<br />

la Bendición por tres veces. Pero sin mover el trono y sin haber tocado Silencio.<br />

Y, en cualquier caso, se había tenido que solicitar previamente por escrito. Y si<br />

ha habido cuatro solicitudes, una quedará para el año siguiente. Y ha habido años<br />

en que se ponía un cura al lado del trono para mandar, para mangonear, para<br />

evitar, para imponer el qué, el cómo y el cuando.<br />

Hoy, la Cofradía Archenera del Cristo del Gran Poder, tiene diez vocales y en<br />

Octubre de 1996, contaba con 64 Cofrades. No hay Presidente, porque no lo<br />

necesitan. Pagan una cuota de 1.000 ptas. al mes, pero no todos los Cofrades lo<br />

hacen. Por supuesto, quieren ampliar el número.<br />

14


Es duro aceptar la postura de los curas archeneros y del Cabildo Superior de<br />

Cofadrías. Es duro para un semanasantero integral como yo, autenticamente<br />

convencido de que algunas Semanas Santas son el alma de los pueblos, eso que los<br />

alemanes llaman Volksgeist. Por lo menos, desde un punto de vista muy general.<br />

Las Semanas Santas ceremoniales (Bendición, Encuentro, etc.) e incluso las<br />

procesionarias (que no las litúrgicas ni las penitenciales) estan sociologicamente<br />

por encima de cualquier institución, sea un Cabildo de Cofradías o sea la<br />

mismísima Santa Madre Iglesia Católica. ¿Dónde estan en ellas los dogmas? Y<br />

esto no es herejía, es pura observación sociólogica. ¿Cuántos nazarenos, cuántos<br />

"agarraores" o anderos, van a Misa los domingos o cumplen los Mandamientos de<br />

la Iglesia? ¿Cuántos? ¿Un 10 %? ¡Contadlos!<br />

En Tobarra durante muchos años no han salido curas en casi ninguna de las<br />

Procesiones de Semana Santa. Y en Archena, es que no me lo explico, con un río<br />

tan cercano...<br />

Claro que para un tobarreño es más fácil decirlo, dado que el protagonista<br />

semanasantero por antonomasia es el tambor y ahí entra de lleno la antropología.<br />

En el tambor semanasantero no hay dogma ni religiosidad alguna. Nada. Es el<br />

hombre y la ocasión. Sólo eso.<br />

Yo he conocido al Cristo Diferente de Archena en el otoño del 96. He visitado el<br />

rincón de un despacho donde espera la llegada de la mañana de cada Viernes de<br />

Osadías. He mirado y remirado al Cristo. He besado sus manos, su Mano, la<br />

Derecha, la que dá la Bendición. He tactado suavemente su túnica y su Rostro. Me<br />

he fotografiado con él.<br />

Y me he emocionado y compungido. En toda mi alma nazarena.<br />

A través de este escrito pido humildemente ser admitido como Cofrade de la<br />

Cofradía Archenera del Cristo del Gran Poder. Es, precisamente, un Cristo Caído,<br />

no es un clásico Nuestro Padre Jesús Nazareno con la Cruz a Cuestas.<br />

Nunca veré dar la Bendición al Cristo Feo de Archena en la mañana del Viernes<br />

de Archenidades. Ni veré nunca otra Semana Santa que no sea la de Tobarra.<br />

Mientras pueda. Pero todo ello no quita para que en mi ateo corazón no quepa un<br />

altar muy especial para el Cristo Feo, el Cristo Diferente de Archena. Y en él, yo<br />

ponga, cada Viernes de Corazones, desde el Calvario de Tobarra, el nexo de un<br />

tám, tám espiritual, en el que la poesía y el milagro unan dos Bendiciones: La<br />

Archenera y la Tobarreña.<br />

15


Cristo echó a los mercaderes del Templo. La Historia echará de la memoria a los<br />

curas intransigentes y a los Cabildos vanidosos. Y dentro de 1.000 años, el Cristo<br />

Feo de Archena será Bendición y Normalidad, Tradición y Protagonismo. Y ello,<br />

por obra y gracia de 10 buenos hijos de Archena, que todo lo hacen a mayor<br />

gloria de su pueblo y de su Semana Santa.<br />

Con este artículo, lo que yo quería demostrar a Archena es que la Semana Santa<br />

es cosa de semanasanteros, no de curas ni de instituciones para-eclesiales. Pero<br />

no es fácil. Y así, El Cristo bendicionero de Archena languidece… en su corta vida.<br />

A efectos tobarreños, la importancia del artículo archenero radica en que<br />

intento demostrar la sencillísima manera en que nace una tradición: Basta que se<br />

empeñen unos pocos… y lo acepten todos los demás.<br />

Tobarra, la Semana Santa de Tobarra visitó al Cristo Feo de Archena. Y así lo<br />

conté en la Revista de nuestra Semana Santa del año 1998.<br />

16


CERRO<br />

Para La Bendición se inventó El Calvario. ¿O fue al revés? ¿Se inventó La<br />

Bendición para El Calvario?<br />

Da lo mismo.<br />

Si yo tuviese que explicar un ejemplo de complementariedad, diría: Calvario y<br />

Bendición. Lo diría el mismo Machado en Los Complementarios:<br />

Riman la sed con el agua,<br />

el fuelle con la candela,<br />

----------<br />

la jarra con la moneda.<br />

Y se lo pido prestado a Don Antonio, para parafrasearlo en tobarreño:<br />

Riman la sed con el agua,<br />

la bruja con el rosario<br />

----------<br />

y Bendición con Calvario.<br />

Antonio Machado vivió en Baeza en donde se da La Bendición (como ya he dicho,<br />

la vimos en privado, para Anamaría y para mí) aunque no sé si él la vería alguna<br />

vez. Pero en Baeza hay Plaza, no hay Calvario, y robo el honor de cerrar una<br />

cuarteta con Antonio Machado, trastocando versos.<br />

La Bendición y El Calvario, esos complementarios, han merecido este devaneo de<br />

investigación machadiana buscando un verso que rimase con Calvario. Más fácil<br />

hubiese sido encontrarle rima a Bendición, pero me parecía traicionar mi propia<br />

inspiración.<br />

Dicho queda.<br />

Como tengo que escribir después sobre Plaza y Bendición, no puedo minimizar a<br />

esta desde aquí, puesto que tan voluntad tobarreña es una Bendición como otra,<br />

desde hace, ay, ¿cuántos años? ¡Yo no lo sé!<br />

He dicho en público, y hay bastantes testigos, que el primer suelo que piso<br />

siempre que voy a Tobarra son esos cuatro metros cuadrados de cemento, en la<br />

17


cima del Calvario donde se posan las andas del Nazareno, para dar las cuatro<br />

Bendiciones. (Subo con el coche hasta allí sin haber entrado en el pueblo).<br />

Me lo pido: Cuando la cuque, que posen en ese suelo mis cenizas, antes de<br />

esparcirlas por el Cerro del Reloj.<br />

¿Qué mejor eternidad?<br />

18


Nos recreamos en la suerte del decirlo:<br />

- “Había un gentío…”.<br />

GENTÍO<br />

Para el tobarreño, el gentío por antonomasia es el de La Bendición. Nunca se<br />

junta en Tobarra tanta gente como en El Calvario para verla. No hay<br />

acontecimiento tobarreño con mayor poder de convocatoria.<br />

- “Toda Tobarra”.<br />

Esa es la afirmación más universalizada, la aseveración más veraz, el<br />

asentimiento más generalizado.<br />

En El Calvario está siempre toda Tobarra, Tobarra entera sube hasta El Calvario.<br />

¿Toda? Me entero tarde, muy tarde, con muchos años de retraso, de que aún hay<br />

gente que no sube al Calvario. No por gusto, sino porque su trabajo no se lo<br />

permite. Son semanasanteros laborans… a los que compruebo ahora que no he<br />

incluído en ningún Cuaderno… aún. Francis, el de la Roja de Pepado, lo confesó no<br />

ha mucho en la Revista. Pedrete el del Bar de Juan –condiscípulo mío en La<br />

Academia de Don Luis Magro- se ha ido a un Calvario de humo y acronía, con las<br />

ganas de subir alguna vez al Calvario. Antón, el del Vaticano, también tendría<br />

mucho que decir.<br />

El gentío convierte en decididamente humano a El Calvario. Es más, yo diría que la<br />

gente, las personas, cada una, nazarenos o espectadores, somos las células de ese<br />

cuerpo social que se llama Viernes Santo y tiene en el Cerro el corazón. Así, la<br />

Procesión sería caudal de sangre enamorada que deviene en vida tobarreña.<br />

De lo que no hay duda es de que el gentío, ese gentío tiene alma. Y todos y cada<br />

uno de los que pisamos El Calvario nos sentimos doblemente tobarreños: Por serlo<br />

y por estar allí.<br />

¿Y los enfermos? ¿Y los dolientes? ¿Y los ancianos? ¿¡Y los muertos!? Están en El<br />

Silencio, en Mektub, en la mano de quien mueve el Milagro, en el eco, en la espera,<br />

en el tiempo…<br />

19


SILENCIO<br />

La grandeza del Silencio, la manifestación palpable del Silencio, el respeto claro<br />

del Silencio, la tobarreñidad del Silencio.<br />

La Bendición del Silencio.<br />

El Silencio es nuestro himno álalo, nuestro grito arrumbado,nuestro epinicio<br />

áfono. Pero ese silencio, el Silencio Calvariero para la Bendición, es comunicación<br />

pura, como lo es la mirada, como lo es el tacto.<br />

No hay más comunicación tobarreña que el Silencio del Calvario. Ni mayor<br />

imperativo. Tobarra le comunica a Tobarra que ha llegado la hora del Silencio.<br />

Tobarra le dice a Tobarra:<br />

- “¡Cállate!”.<br />

Y Tobarra se calla.<br />

Hay una convocatoria cabal, formal, concreta. Una corneta, un cornetín, ese<br />

taratatíííííí, aguantando ese íííí como si fuese en ello la vida, que está presente en<br />

esa pausa antes del tátaróóóóóóóó, rotundo, solemne, mágico. Y vuelta otra vez a<br />

empezar… taratatííííí… que ya es como un juego entre el agudo del viento y los<br />

tambores rebeldes, que quieren marcar su presencia antes de la más absoluta de<br />

las sumisiones.<br />

Tobarra acallantada, enmudecida, silente. Es, pasa a ser, la Tobarra de los ojos,<br />

de la ternura, de la emoción. Y quiere serlo sin voz, sin alboroto.<br />

El Silencio de la Bendición es la voz de la herencia, la fonación de los ausentes, la<br />

oratoria de los muertos. Todo el ayer semanasantero se hace patente mediante<br />

el sigilo. Todo el ululato del mañana se adivina chiticallando.<br />

El Silencio es el ofertorio pagano que hace Tobarra al Nazareno, la dádiva<br />

inrugiente de los tambores a Cristo, la exquisita manera de presentar armas los<br />

insomnios y los vinos.<br />

El Silencio de la Bendición es un brindis de cerro y oro, una dedicatoria de cruces<br />

y ermitas, toda una consagración colectiva.<br />

El Silencio ha comenzado. El Brazo Derecho de Dios toma la palabra.<br />

20


SERMÓN<br />

Estaría siendo indecentemente reticente si en estos <strong>Cuadernos</strong> de la Bendición<br />

no aludiese a los sermones pre-Bendición.<br />

Eso, nunca: Deshonesto con la Historia de Tobarra, nunca.<br />

El Sermón del Calvario es la formalidad institucional que Tobarra le reconoce a la<br />

Iglesia Católica. Su único protagonismo público semanasantero.<br />

Esto es lo que debe decir la crónica. Y se dice. Pero, ¿qué pasaría si un año no<br />

hubiese sermón? ¿Lo echaríamos de menos?<br />

Yo –nostalgia pura- no entiendo el Sermón del Calvario si no es para recordar a<br />

los que no están: Ausentes y muertos. Ahí, sí. En la Transición democrática<br />

(1976-1982, más o menos) algún curita “progre” echaba unos sermones cargados<br />

–ingenuamente- de politiquería de callejón (Ay, Zoril, cuanto te echo de menos).<br />

No nos conocían, claro. El Sermón de la Bendición debe dirigirse al corazón, nunca<br />

al consciente.<br />

Vuelvo a reivindicar aquí, el que una Hermandad, por sorteo, cada año, tenga la<br />

oportunidad de perorar durante cinco minutos. Una especie de arenga<br />

semanasantera. Y cuando hayan intervenido todas, trece años después, vuelta a<br />

empezar.<br />

¡Don Antonio Redondo, viejo cura de mis nostalgias de infancia! Desde su cascada<br />

voz, regaba nuestros ojos; desde su tobarreñísimo decir, llenaba todo El Calvario;<br />

desde su dignísimo papel semanasantero, nos sorprendía cada año con los mismos<br />

conceptos, con las mismas ideas, ante los mismos sentimientos.<br />

El Sermón. Debo decirlo aquí y lo digo. Pero no deja de ser un paréntesis entre<br />

Silencio y Brazo.<br />

21


BRAZO<br />

El mundo empieza y acaba en el Brazo Derecho de Nuestro Padre Jesús<br />

Nazareno de Tobarra. Hay un Norte, un Sur, un Este y un Oeste. Y si la Mano<br />

llega hasta arriba, ahí está el cielo. Y cuando la Mano se desplaza hacia la<br />

derecha, esa es la frontera. Y cuando la Mano vuelve a la Cruz, es porque marca<br />

el Finis Terrae.<br />

Arriba, abajo, derecha, izquierda. Ese es todo el lenguaje del Cúbito, del Radio,<br />

del Húmero, de los Metacarpos, de los Dedos de Cristo. Basta con un Brazo, el<br />

Derecho, para convencer al mundo a través de Tobarra.<br />

¿Cómo puede algo tan pequeño ser lo ontológico durante un cuarto de hora? Un<br />

Brazo es el Discurso, el Poema, el Documento. Así, con mayúsculas, que es Dios<br />

quien lo decide.<br />

Una Mano envuelta en morado y mañana es capaz de acogotar a “tó lo que se<br />

menea”. Una Mano que deja su nido de siglos, asoma al horizonte, mientras se<br />

empapa de miradas, se rebosa en emociones, se reboza en corazones.<br />

El Brazo es icono desplazable, estalagmita móvil. Ese Brazo y sólo ese es el ir y el<br />

venir del mundo, durante un cuarto de hora.<br />

Cristo muestra su capacidad de antropometría para hacerse notar como Él<br />

quiere, porque Él quiere, porque así lo ha decidido. Podría haber escogido el<br />

Brazo Izquierdo o su Cabeza, pero decidió que fuese su Brazo Derecho.<br />

El Brazo se recrea en la suerte. Yo, por lo menos, no puedo evitar lo taurino,<br />

porque la Mano templa como un perfecto derechazo al viento del Calvario.<br />

Despacito, lentamente, pausadamente… dan ganas de gritar ¡Olé! a modo de<br />

oración “bendicionera”. Puede… y suele haber más violencia en el agitarse el Lacio<br />

Pelo del Nazareno que en el desplazamiento de la Mano.<br />

El Brazo, la Mano, todo en el Nazareno es armonía, reposo, dulzura, templanza.<br />

El Brazo, la Mano, un solo Dedo bastaría para ser batuta del Silencio. Y Tobarra<br />

obedece, como estaba escrito.<br />

22


ROMERÍA<br />

Es oficio de escritor –desde que Larra tuvo conciencia de tal- el observar, meditar,<br />

razonar y criticar la vida, las cosas, las gentes, los hechos.<br />

Pues bien, lleno de orgullo tobarreño, me atrevo a profetizar que –en 50 años- la<br />

mañana del Viernes Santo acabará siendo, pura y simplemente, una romería hasta el<br />

Calvario. Una gran romería. Una hermosísima romería.<br />

“Romería. 1. Viaje o peregrinación, especialmente, la que se hace por devoción a un<br />

santuario. 2. Fiesta popular que con merienda, bailes, etc. se celebra en el campo<br />

inmediato a alguna ermita o santuario el día de la festividad religiosa del lugar. 3.<br />

(Figurado). Gran número de gentes que afluye a un sitio”.<br />

Así lo dice el diccionario de la RAE.<br />

El caso es que nos encontramos ante un fenómeno nuevo, novísimo, nacido de manera<br />

natural y espontánea a mitad de la década de los 80. Se ha iniciado con algo tan<br />

simple como el hecho de repartir bocadillos y bebidas entre la gente de las<br />

hermandades. A partir de ahí, si se sofistiza la situación, habrá nacido una romería.<br />

Y eso no creo que sea malo. Al contrario.<br />

Pero hay más: La procesión del Viernes Santo sale de la Iglesia cada año un poco más<br />

tarde. Por eso mismo, llega al Calvario casi al mediodía y se encierra en la Iglesia a<br />

las tres de la tarde. Obsérvese una particularidad: Las procesiones del Jueves y del<br />

Viernes –a la vuelta- tienen cada vez menos “espectadores”, menos gente viéndola<br />

bajar. Es natural: Se han ido a sus casas a hacer de comer o a preparar cosas del día<br />

siguiente. Y además de los nazarenos ¿quién ve la Bendición en la Plaza?<br />

La Historia “se tragó” a las tobarreñas que subían el Viernes al Calvario con teja y<br />

mantilla. La Bendición pierde formalidad. Prueba evidente es el sube-baja, el molesto<br />

movimiento de personas en la Cuesta después de que el Nazareno haya dado la<br />

primera Bendición. Debería prohibirse que la gente se moviese del sitio durante los<br />

15 minutos que transcurren en las cuatro Bendiciones.<br />

No sé si todo esto será bueno o muy bueno. Aunque no haya duda de que toda<br />

tradición que nace naturalmente, acaba siendo aceptada. Pero el caso es que, cuando,<br />

además de los bocadillos y la bebida, a alguien le dé por llevarse al Calvario una olla<br />

con mojete, habrá nacido una romería… con todas sus consecuencias. Y no falta<br />

mucho para que así sea. De hecho, ya las he visto en el 2003 y en el 2004.<br />

Pues, nada, ¡Seremos romeros!<br />

¡Y no pasará nada!<br />

23


BALAMÍO<br />

Siempre, siempre, siempre, cuando el Brazo está para posarse en la Cruz por<br />

cuarta vez, cuando Mektub empieza a dormirse en el pentagrama, el mismo<br />

cornetín, que convocó Silencio, invoca con un casi cómico ¡Zapatata! a la<br />

proclamación del alboroto, del ruido, de la algarabía. (En Tobarra diríamos<br />

“balamío”).<br />

La algarabía es el Silencio masacrado. Pero es ya tan rito, que impresiona. O, por<br />

lo menos, sigue sorprendiendo.<br />

Al Silencio le sigue una Tobarra de bullanga y ruido, absolutamente distinta.<br />

Nunca he entendido la algarabía que sigue al Silencio de la Bendición. Podría ser<br />

algo así como una catarsis, pero no adivino de qué ni por qué.<br />

La algarabía post-Bendición es una de las poquísimas circunstancias tobarreñas<br />

ante las que me pierdo, no encuentro razón, no sé justificarla. Y eso me produce<br />

un extraño desconcierto nazareno.<br />

La Tobarra silente y plácida se vuelve tarumba en ruido y ebullición. Tras el<br />

Silencio, el clamor. Tras la quietud, el bullicio. Tras la atención, el desmadre.<br />

Los tambores se recuperan en un frenesí impensable. Los nazarenos de las filas,<br />

convergen en concretos sitios, predispuestos al pulso entre el bocadillo y la mano<br />

que lo solicita a base de algarabía. Es la costumbre reciente, sustitutoria del<br />

buche, casi olvidado.<br />

Conste: La algarabía me confunde, pero me gusta. Es tan Tobarra como lo demás.<br />

El Viernes todo es Tobarra en Tobarra. Conste.<br />

A la algarabía le sigue el bajar hacia la Plaza. O el volverse a Elda o a Valencia o a<br />

Albacete, que sólo se ha venido a ver la Bendición y no hay más razón para estar<br />

más tiempo en Tobarra.<br />

El Calvario va a quedarse solo. Es el momento de mirar al Nazareno. Nadie le dice<br />

¡Macho, enhorabuena! o ¡Gracias, chico! que es lo que debería decirse, como señal<br />

de absoluto cariño y admiración.<br />

La Cruz vuelve a ser calle en cuesta abajo, mientras se diluye el balamío.<br />

La Plaza es flor dehiscente dispuesta a que liben en ella todos los tiempos<br />

acendrados y los semanasanteros reincidentes…<br />

24


EN LA PLAZA<br />

Está por hacer la estadística que aclare que porcentaje de cuantos vemos la<br />

Bendición en El Calvario, volvemos a verla en La Plaza. No es más o menos<br />

importante saberlo, pero sí un dato más con que contribuir a la grandeza o a la<br />

miseria de la Semana Santa. En cualquier caso, de poner en solfa otra verdad<br />

semanasantera.<br />

Personalmente, siempre que he estado en El Calvario, he estado en La Plaza. No<br />

concibo el Viernes de otra manera.<br />

En la Bendición de La Plaza hay un problema capital: La hora en que se da. Ha<br />

habido años en que se ha terminado después de las 3 de la tarde y esa no parece<br />

ser hora ni para solemnidades ni para públicos, a juzgar por lo que se ve.<br />

Estoy constatando, no juzgando.<br />

Pero la hora de la Bendición en La Plaza es consecuencia de la lentitud con que la<br />

Procesión baja de El Calvario y la mayor lentitud con que se entra en La Plaza.<br />

Ello puede parecer natural, porque para muchas Hermandades es la última<br />

procesión y, claro, quieren apurarla y, como es obvio, lucirla. Hasta hace unos 30<br />

años, las Hermandades salían –sin anda- el Viernes por la noche y el Domingo por<br />

la mañana. Salían los estandartes y algunos, pocos, nazarenos. Pero salían y hay<br />

que dejar constancia. (Lo hago por segunda vez, puesto que ya lo he contado<br />

atrás. ¡Historiografía recalcitrante!).<br />

Cada imagen que entra el Viernes en La Plaza es una auténtica exhibición. Es,<br />

probablemente, el momento más emocionante para docenas de agarráores. Y,<br />

claro, eso se nota en el paso, en el “mercer el anda” con que se entra desde Los<br />

Arcos.<br />

Después, la Bendición. Claro, ya no es lo mismo. La Plaza no es El Calvario. Incluso,<br />

propugno la colocación de Nuestro Padre Jesús más en el Centro de la<br />

Calle/Plaza, porque tal y como se hace, una de las cuatro veces, parece como si el<br />

Nazareno estuviese bendiciendo la pared, de tan cerca.<br />

Soy capaz de diagnosticar, pero no de curar. Y bien que lo siento. Pero de lo que<br />

estoy seguro es que la Bendición de la Plaza exige un revulsivo, un cambio, algo<br />

que le dé toda la importancia que tiene… que es mucha.<br />

25


ABSOLUTO SIGILO<br />

Nadie se lo pide, no hay norma que se lo prohíba, pero ¿quién/quiénes? “dan la<br />

Bendición/ echan la Bendición desde abajo”, no lo dicen nunca, no reconocen<br />

nunca hacerlo.<br />

No hay, es que ni siquiera existe un gentlemen agreement, un pacto entre<br />

caballeros para que se guarde discreción –no el secreto, que no es tal- sobre el<br />

asunto.<br />

Incluso entre la gente de la misma Hermandad de Nuestro Padre Jesús<br />

Nazareno.<br />

Es que nadie habla de ello.<br />

¡Ni falta que hace!<br />

Hay más: En Tobarra nadie se lo plantea. La segunda mitad del siglo XX ha<br />

dejado correr el asunto. Incluso yo, tan investigador de lo tobarreño, confieso<br />

ahora (a la vejez, viruela) que el tema de quien echa la Bendición no me lo planteé<br />

hasta 1982… y porque tenía que contarlo.<br />

= “¿Pos quién pijo va a echar la Bendición? ¡Pos nadie!”.<br />

Realmente, a los tobarreños, ¡qué más nos da! Pero, claro, la realidad sólo es una<br />

y, como milagro no hay, tiene que ser mano humana quien mueva El Brazo. ¡Y lo<br />

mueve! Nadie engaña a nadie, no nos engañamos, todos somos conscientes… pero<br />

ni siquiera nos lo planteamos.<br />

Eso sí: Quien mueve El Brazo es mano, Historia y maca… pero no voz. Nadie dice:<br />

= “Tengo el inmenso honor de –en nombre de Tobarra y de la tradición- echar la<br />

Bendición”.<br />

Y Tobarra se lo/ se los agradece, porque aumenta el arcano, la solemnidad, la<br />

galanura del acto.<br />

Incluso, me atrevo a decir que la discreción es tanta, que el Viernes Santo de<br />

madrugada, a la hora de las abluciones, antes de la Procesión, alguien se mira al<br />

espejo, mientras se lava las manos y dice como con sorpresa:<br />

= “¡Ah! Pero, ¿soy yo?”.<br />

Lo demás, duerme en la leyenda<br />

26


LA OTRA BENDICIÓN<br />

Incluyo aquí mi escrito “He sido honor Tobarra, y testimonio” publicado en la<br />

Revista de 1983, página 26. Fue tanta la distinción y tan fuerte la emoción, que<br />

no me canso de contarlo. Así lo dije:<br />

Sí, sí, sí, no cabe duda. La década de los 80 está resultando definitiva para<br />

Tobarra y para su Historia. Estamos avanzando, estamos cimentando, estamos<br />

llenando de hitos el camino. Es mucha la gente que ha respondido y muchos los<br />

alientos que nos animan. Hay un gran empeño en que “demos fe pública” de los<br />

acontecimientos tobarreños. Y algunos, gozo y honor, damos gracias, por el papel<br />

que nos ha tocado vivir, aunque no siempre se nos entienda.<br />

Era Jueves Santo en pleno. Era el atardecer y la espera. Se acercó mi Jesusico:<br />

“Que mañana «te metas» en Nuestro Padre Jesús para ver la Bendición”. Así, sin<br />

más. Una voz convierte a la carne en osadía y al nombre en privilegio.<br />

= “¿Quién te lo ha dicho?”.<br />

- “Quien puede”.<br />

Se me había escogido para ser la única persona –viva o muerta- que hollase el<br />

tabanco inaccesible del tabernáculo, en toda la Historia de la nueva Bendición.<br />

Confluyen –en esta sucesión de horas y pasos- la alegre senda del honor y la<br />

simple presunción de sacrilegio. Por eso no me atrevo a decir, sencillamente:<br />

= “He visto dar la Bendición debajo del anda de Nuestro Padre Jesús”.<br />

Cualquier hombre tiene los actos a su alcance. Sólo el poeta, es capaz de<br />

desnudar de velos la emoción, para aprenderla y enseñarla. Por eso lo llaman, no<br />

por otro mérito.<br />

Amaneció el último Viernes Santo antes de que la vida me cantase los cuarenta.<br />

Desde mi túnica roja/granada/burdeos de la Virgen, llegué al Calvario cuando<br />

todos los Hermanos de Nuestro Padre Jesús rodeaban esa mastaba amorosa que<br />

es cada trono. El Calvario era una legítima batahola. Cien túnicas moradas eran<br />

guardia feliz y pared de carne del misterio y la razón de ser de mi pueblo. Bastó<br />

un cruce de miradas. Dos cuerpos –sin solicitarlo, con total anuencia- se<br />

apartaron al verme llegar. Levanté el faldón morado y me metí bajo el trono:<br />

palos desnudos, clavos, olor a sudor, a pintura, a flor muerta-viva. Reconocería el<br />

27


olor de un trono en mil olores. Mi propio silencio se contagió de la penumbra y<br />

sentí una acucia, aguanosa y dulce, de vivir mi propio honor.<br />

Tobarra era, con la mañana rota, una luciérnaga que tamborileaba de lámparas<br />

mis oídos. En unos minutos, mis ojos recorrieron nuevamente aquella umbría<br />

fortaleza hecha de faldón y pies, de corazón y custodia. Me senté en uno de los<br />

tablones que cruzan los bancos. No sabía quién o quienes me acompañarían.<br />

Rápidamente entró un nazareno. Con él, había compartido altares en la Purísima.<br />

Uno más: Fuimos juntos a la Academia. Un tercero: Ya le he visto nacer, como<br />

quien dice. Tres amigos (innominada clausura se me impone para que sea Tobarra<br />

y no un hombre o dos o tres, quien dé la Bendición; y lo respeto) que sabían por<br />

qué estaba yo allí y que lo tenía que contar. Temblaban los tres. Así, temblaban:<br />

Sus manos, sus bocas, sus almas. El más joven me dijo:<br />

- “Josemari, ponte aquí, que lo verás mejor”.<br />

Mientras se tocaba “Silencio”, el tiempo era una lenta culebra que mordía<br />

nuestros cuerpos a placer. Se jaleaban: “Ánimo”, “venga”, “no es nada”. Los tres<br />

estaban pendientes de sus manos, sudorosas y devotas. Sus voces eran aliento<br />

vivificante para sí y para los otros. Yo, sólo era recato, privilegio y testimonio.<br />

Oímos como comenzaba Mektub. Se encendió una linterna –pequeña sacerdotisa<br />

de la luz- que dejó ver un mango de madera de unos pocos centímetros en el que<br />

acababa una barra de hierro que se proyectaba hacia arriba. Dos manos<br />

–temblequeo y amor- comenzaron a hacer fuerza –pulso y miedo- en el trajineo<br />

más dulce que yo haya visto nunca. La barra de hierro se salió de una muesca<br />

protectora y empezó a pasearse por un canal metálico, mordido en recovecos.<br />

- “Despacio”.<br />

- “Así”. “Ahora está a la derecha”.<br />

- “Ahora, arriba”.<br />

Se referían, obviamente, al Brazo de Nuestro Padre Jesús Nazareno, del que<br />

todo el pueblo, menos nosotros cuatro, estaba pendiente.<br />

La barra de hierro volvió a su sitio. Se oyó un timbre y giró el trono noventa<br />

grados. Tres hombres en cuclillas hicieron lo mismo. Yo me quedé quieto. Otras<br />

manos repitieron la oración de dedos y ceremonia y llevaron un mensaje de<br />

tobarreñismo a los cuatro vientos. Y después, otro nombre. Y, a la cuarta vez,<br />

repitió el primero. Yo, lo juro, ni siquiera pensé en pedir:<br />

28


- “Dejadme a mí”.<br />

No me hubiese atrevido a empuñar el mango y decirle a mi pueblo:<br />

- “Esta es nuestra herencia. Tomadla y transmitidla por los siglos”.<br />

Mi agnóstico corazón rezó: “Domine,non sum dignus”. Porque allí no cabía razón<br />

alguna.<br />

Con el primer Zapatata, cuatro hombres arrodillados, con nuestros pies formando<br />

los vértices de un cuadrado, lloramos. Llorábamos. Nuestros brazos se<br />

enroscaron en el cuello de los otros formando un enramado de emoción.<br />

Mektub había sido fúnebre jilguero. Cuatro hombres, llanto. Tobarra, su Historia.<br />

Seis manos, intrumento. Mis ojos, testigos. El poeta, notario que lo cuenta.<br />

Lloramos hasta vaciarnos. Besé las seis manos. ¡¡Fue una canción de labios y de<br />

lágrimas!!<br />

Salimos ceremoniosamente. Me fui al trono de la Virgen. Apoyé mi espalda contra<br />

él. Cogí una horquilla y esperé a que llegase el momento de bajar la Dolorosa.<br />

Tobarra volvía a esparcirse lentamente.<br />

El sol, desde arriba, me empujó de la nube de introversión que me sostenía.<br />

Abajo, en la casa de siempre, levanté al infinito un botijo.<br />

Un chorro de agua fresca mantuvo el primer diálogo con mi conciencia.<br />

29


LAS TRES CRUCES<br />

Tobarra tuvo el buen gusto y el acierto de colocar tres cruces enormes, en lo<br />

más alto de El Calvario. Por supuesto por encima de la cota de La Ermita, de tal<br />

manera que sean visibles desde cualquier lugar del Cerro, pero también desde El<br />

Reloj, desde La Encarnación, etc. No recuerdo el año exacto, pero debió ser al<br />

principio de los 80.<br />

Personalmente, me parece más Calvario así.<br />

La calidad de distintas, las consigue su tamaño, dignas de un Cristo y de aquellos<br />

Dimas y Gestas –el buen y el mal ladrón- que lo acompañaron. A mí,<br />

personalmente, las tres cruces (a las que miro inmediatamente antes del Silencio)<br />

me recuerdan lo histórico, lo Histórico, que es casi toda mi justificación<br />

semanasantera, completada por la Tradición.<br />

Las tres altas cruces, son centinelas de La Bendición, en la misma simpleza de su<br />

carpintería simple, que hasta en eso ha acertado Tobarra, madereando los<br />

símbolos sin sofisticación alguna.<br />

Creo que hago justicia a los símbolos y a lo simbólico si cierro este Cuaderno de<br />

La Bendición, con esas tres cruces a las que han cantado más las fotografías<br />

(fueron portada de la Revista en 1986) que las letras.<br />

Cruces de palo,<br />

tres cruces plenas,<br />

cima y Calvario<br />

Tobarra entera.<br />

Cruces testigos<br />

en Bendición,<br />

fonemas limpios<br />

de mi oración.<br />

30


Dedicado a:<br />

José Leandro Martínez-Cardós Ruiz. Con mi<br />

total afecto personal, mi devota admiración y<br />

mi unción y comunión con él, hacia Tobarra y lo<br />

tobarreño.<br />

3


408


PRÓLOGO DE JOSÉ LEANDRO MARTÍNEZ-CARDÓS RUIZ<br />

Hace algunos meses, que sumados hacen más de un año, Josemari Hurtado me<br />

envió su nuevo libro, dedicado a todos los protagonistas de la Semana Santa, con el<br />

encargo de que le redactara la introducción a uno de sus capítulos: el relativo al<br />

espectador. Se trataba de una obligación con incertus quando en lo tocante a su<br />

plazo de cumplimiento. ¡Error! Marcador no definido.<br />

Hace unos días, cuando ya había transcurrido con creces el "desde luego" que dice el<br />

Código Civil para ejecutar la prestación, recibí la intimación formal para su<br />

cumplimiento, con clara amenaza de resolución de contrato. Y, estando en eso que<br />

los juristas llamamos posición antijurídica, no queda sino cumplir, aunque sea<br />

morosa e inexactamente; aunque sea en estos postreros y ajetreados días del mes<br />

de julio en los que el tiempo resulta más que escaso; aunque sea redactando estas<br />

líneas sin contar a mano con libros en que apoyarse por encontrarme fuera del lugar<br />

de asiento cotidiano; aunque sea a estas tardías horas de madrugada en que<br />

comienzo a redactar estas líneas.<br />

Ha dado en el clavo Josemari al encomendarme las palabras de apertura al capítulo<br />

sobre el espectador. Porque el papel me viene como anillo al dedo; porque, ante todo,<br />

soy un espectador de la Semana Santa. De los que integran mi familia, soy el único<br />

que, salvo de chiquillo, no ha tocado ni toca el tambor; el único que no ha salido en<br />

ninguna procesión; el único que no pertenece a ninguna hermandad. Pero, al tiempo y<br />

he aquí la paradoja, soy el único que no concibe el tiempo de semana santa, sin estar<br />

en la Semana Santa de Tobarra; el único que aguanta, a pie firme, las procesiones y<br />

actos...; soy el espectador arquetípico.<br />

Decía Ortega que hay dos clases de personas: los ocupados y los preocupados; los<br />

que hacen y los que miran. Se admira de ordinario a los primeros y se ignora,<br />

cuando no se desprecia, a los segundos. Y es que, se dice, sólo los ocupados, sólo<br />

los que hacen, tienen vivencia de las cosas. No los segundos, los que miran. García<br />

Morente, creo que en las Lecciones preliminares de Filosofía, señalaba que las cosas<br />

debían ser vividas; que una persona podía estudiar minuciosamente el plano de<br />

París, estudiarlo muy bien, notar uno por uno los diferentes nombres de las calles,<br />

estudiar sus direcciones, los monumentos que hay en cada calle y podía llegar a<br />

tener una idea regularmente clara, muy clara, clarísima, detalladísima, de París, Pero<br />

siempre sería una mera idea. En cambio, veinte minutos de paseo a pie por París,<br />

son una vivencia, mucho más real, auténtica y enriquecedora que horas de estudio.<br />

Entre una idea y una vivencia hay un abismo. Al espectador, se le remite al fondo de<br />

ese abismo; se considera que no tiene vivencia alguna de las cosas observadas.<br />

Craso error: el espectador tiene su propia vivencia; distinta de la de quienes son<br />

actores. El espectador mira pausadamente; ve detenidamente y, en su caso, se<br />

admira. Algunos espectadores hacen de su mirar el punto de partida de geniales<br />

recreaciones: Platón decía que del asombro nacía el pensamiento; Balzac notaba que<br />

sus tipos, arquetipos humanos, eran gentes conocidas y observadas en su etapa de<br />

oficial de notarías; al igual que Pérez Galdós hacía en sus cafés. Mariano de Cavia,<br />

quizás el mejor crítico taurino de los habidos, no era espectador de las corridas, sino<br />

409


que, aposentado en un café cercano a la antigua plaza de toros del ensanche,<br />

observaba a los espectadores a la salida de los festejos e hilvanaba entonces sus<br />

crónicas. Aun hay algo más: sin los espectadores, la labor de quienes hacen carece<br />

de sentido; porque todos hacen para ser vistos, mirados, observados. No tendrían<br />

sentido las procesiones, los actos, el mismo toque del tambor... sin destinatarios que<br />

las miraran y observaran. Los que hacen sólo existen en la medida en que son vistos<br />

y, en su caso, admirados. Las leyes del teatro y el teatro mismo las dan los<br />

espectadores, afirmó Aristófanes.<br />

Yo soy un espectador de limitados y estrechos márgenes. Orillo los ambientes<br />

semanasanteros. Mi perspectiva, casi única, de la Semana Santa, de las procesiones y<br />

del tambor tiene los estrechos límites de algunas conversaciones y, como sede, el<br />

escalón del portal de mi casa, desde donde, a pie firme, las contemplo y veo deambular<br />

a los tamborileros. El espectador tiene siempre su perspectiva: hay quien se<br />

desparrama por todos los lugares del pueblo; hay quien se asienta en una silla, quizás<br />

de anea, en las aceras por las que discurren los pasos; hay quien observa desde los<br />

garutos o los bares. Mi madre tiene, desde hace años -como lo tenía mi abuela-, una<br />

concreta perspectiva: la que da el ver discurrir pasos y gente a través del cristal de la<br />

estancia donde estuvo la tienda. Y esa perspectiva sólo se quiebra, reiteradamente en<br />

cada procesión y todos los años, cuando pasa Nuestro Padre Jesús y la Virgen.<br />

Entonces, su perspectiva cambia, pues se sitúa bajo el dintel de la puerta de la casa. Mi<br />

cuñado, gallego de fina intuición prematuramente fallecido, tenía otra perspectiva: la<br />

del balcón. Podrá pensarse que es igual el lugar donde se ubica el espectador. Nada<br />

más erróneo. Lo que se ve depende desde donde se mira; es decir, mirar es, como<br />

señalaba Ortega, pura perspectiva. Así lo nota Josemari en las páginas que siguen.<br />

¿Acaso es lo mismo la bendición del Calvario junto al paso que en la falda del Cerro?<br />

¿Acaso no son distintas de las que tienen quienes la ven desde la lejanía de otros<br />

cerros o de las que imaginan, que también es una forma de contemplación, quienes<br />

están lejos y no la ven? El espectador contempla, pero también piensa, escudriña ... No<br />

en vano la palabra lleva en su raíz la partícula griega "sko", que denota voluntad de<br />

averiguar, de investigar...<br />

Las cosas se pueden ver; se pueden mirar; y se pueden observar. Sólo quienes miran y<br />

observan son espectadores. Es más, me atrevería a decir que sólo quienes observan<br />

merecen tal calificativo. El espectador vá más allá del simple mirar. Se recrea en lo<br />

visto. Deja constancia de su percepciones. Eleazar Huerta plasmó su contemplación<br />

semanasantera hace muchos años con tono vitriólico e hiriente, rezumando un<br />

corrosivo y despreciativo ánimo. Otros muchos lo han hecho con sentido espíritu,<br />

algunos más afectivos que los demás. La lectura de sus escritos trasciende un espíritu<br />

completamente distinto según los casos. Nada tiene que ver la pobredumbre moral y<br />

social de lo descrito por Huerta con la ilusión y ufanía de lo dicho por tantos otros que<br />

dejan constancia de sus contemplaciones en las Revistas de Semana Santa. Es cuestión<br />

de perspectiva, aunque prefiero las segundas: las que se complacen en la vida, las que<br />

ven lo delicioso de la Semana Santa.<br />

410


Qué ve quien observa la Semana Santa en Tobarra. Ve, puede mirar y<br />

observar un pueblo, una fiesta y una tradición: pintura parlante de las grandezas y<br />

flaquezas de un pueblo. No quiero dejar constancia de muchas cosas vistas sobre las<br />

que Josemari escribe. Josemari las cuenta en las líneas que siguen: la silla, el balcón,<br />

la ventana, el tambor, de cuyo redoble, dijo Nietsche en La Gaya Ciencia, que era la<br />

elocuencia más persuasiva... Todas están dichas y muy bien dichas. Incluso no olvida<br />

algunas. La Semana Santa tenía -y tiene- un proemio muy característico en Tobarra:<br />

la limpieza de las casas; el blanqueo de las paredes; la costura de los trajes a<br />

estrenar; la preparación de algunos alimentos... Es todo un quehacer, un azogue, un<br />

continuo trajín de efímera vida. Cualquiera puede pensar que es una labor cotidiana,<br />

ordinaria, casi rutinaria. Pero se equivoca. Baste un botón de muestra: la limpieza de<br />

Semana Santa es algo distinto. Es el primer paso a la semana grande. Es el inicio de<br />

un largo recorrido que culmina en Viernes Santo. Esa labor de limpieza anuncia los<br />

días de fiesta. Y además tiene tintes singulares. Conviene pararse a observar cómo<br />

se hace, porque define un alma. Decía Azorín que el ideal de la mujer levantina -y la<br />

tobarreña es en esto más levantina que manchega- está en comer arroz y en golpear<br />

los muebles.<br />

En mi casa, ese ideal era todavía más; y aún se superaba en Semana Santa. Se<br />

comenzaba rojíando la calle y barriendo la acera y la calzada. Tanto cuando no<br />

estaba asfaltada como después. Luego, los patios, orillando la aljuma caída del pino.<br />

Además, se barría cada una de las habitaciones con la escoba de palma, corriendo<br />

los muebles y produciendo un ligero ruido. Se comenzaba por la tienda; después, el<br />

despacho; luego, la casa; más tarde, las alcobas, como decía la Juana la<br />

Mondonguera; por último, la escalera. A veces les tocaba a las cámaras y a la<br />

bodega. Barridas cada una de las piezas, empezaba el uso del espolsador. Las sillas,<br />

las mesas, las perchas, los sillones, las ventanas recibían furiosos golpes. El polvo se<br />

levantaba por los aires y caía sobre los mismos muebles de que había sido levantado.<br />

Pero no importaba, porque después, se pasaba un trapo, resto de alguna camisa.<br />

¿Terminaba la faena y el trajín? ¡No!. Había que fregar el suelo. Otra vez a mover las<br />

sillas, las mesas, los sillones, el muchos años, la fregona, bataneara el suelo.<br />

Atronaban los muebles al moverlos, de un perchero, la mecedora... para que la<br />

balleta del suelo, antes, y, después ya de lado para otro. Pero no era el único ruido.<br />

El fregado del suelo iba además acompañado de los chirridos, suaves pero metálicos,<br />

de los cubos de latón arrastrados por el pavimento. Curiosa sinfonía de limpieza.<br />

Quedaba, en fin, la escoba de trapos, que zapateaba los suelos con extraordinaria<br />

habilidad a la vez que empujaba suavemente las sillas, las mesas, los sillones... Su<br />

conductora la manejaba con asombrosa rapidez, al tiempo que, a su hombro,<br />

colgaban todavía los zorros, por si alguna osada mota de polvo todavía se asentaba<br />

en los muebles. Pobre mota la que quedara, puesto que, con inusitada violencia, se<br />

descargaba sobre ella, nuevamente, el golpe certero de los trapos...<br />

El ruido de los muebles, de las sillas, de las mesas, del perchero viajero, de los sillones<br />

y de la mecedora; el ruido del espolsador y el ruido de los cubos iba acompañado<br />

además de gritos de la dueña o de cualquier otro: ¡No paséis que voy a fregar!; ¡No<br />

paséis que acabo de fregar!; ¡Habéis puesto la casa...!; ¡Eres peor que la Tula, el perro<br />

del Abuelo que siempre atravesaba la casa cuando estaba limpia!; ¡No subáis a la casa<br />

que acabo de fregar la escalera!.<br />

411


Terminaba la mañana. El rimero de visitas, que también ensuciaba la casa, iba<br />

decayendo. La puerta al patio se cerraba y las largas cortinas de la casa se corrían,<br />

quedando el hueco en la penumbra. Terminaba la limpieza; terminaba el ruido: pero<br />

sólo hasta el día siguiente, que se vislumbraba todavía peor: se iba a blanquear. Y,<br />

todo esto, por qué; para qué: porque se acercaba la Semana Santa.<br />

Treinta y dos minutos han transcurrido desde que comencé estas líneas. Lo bien<br />

entrado de la noche y el cansancio de un ajetreado día me llevan a concluir. Treinta y<br />

dos minutos que debieron haber sido muchos más y mucho antes dedicados a cumplir<br />

una encomienda, fruto de la amistad y la común pasión por las cuestiones tobarreñas.<br />

Treinta y dos minutos, en fin, que evidencian una nota definidora del espectador: su -<br />

mi- pereza. Ver, mirar y observar es una labor tranquila, placentera, ajena al ajetreo<br />

del hacer. Ortega, que no en vano recogió cientos de artículos periodísticos bajo el<br />

título de "El espectador", decía que mirar era descansar. Quizás por ello, por nuestra -<br />

mi- propia haraganería, algunos somos espectadores y no actores.<br />

412


¿CÓMO NO…?<br />

¿Cómo no escribirle endechas<br />

a quien, bien desde su casa,<br />

-en su balcón, en su puerta,<br />

en su mismica ventana-<br />

o desde cualquier tronera<br />

ve Procesionar Tobarra?<br />

¿Cómo no considerarlos<br />

en Procesionera causa<br />

si es que, sin espectadores,<br />

la Procesión sería nada,<br />

pues son actores pasivos<br />

de nuestra Semana Santa?<br />

¿Cómo no cantar la gloria<br />

de quien en su puerta aguanta<br />

las cuatro horas de la noche<br />

-concierto de luz y de andas-<br />

emocionándose siempre<br />

desde La Cruz a La Guapa?<br />

¿Cómo no darles cum laude<br />

de protagonismo y magia<br />

si son los espectadores<br />

destinatarios de gala<br />

de ese ver y ser visto<br />

que es la Procesión en marcha?<br />

413


UNA APROXIMACIÓN GLOBAL A LA SEMANA SANTA<br />

Sin espectadores en la calle, en las esquinas, en los callejones, en las placetas, la<br />

Semana Santa de Tobarra sería bastante menos.<br />

Sin “gente en las aceras”, de pie o sentada, valdría bien poco.<br />

Sin los balcones llenos, sin las ventanas a tope, tendríamos que hablar y, sobre<br />

todo, escribir, de “otra” Semana Santa.<br />

Y no caigamos en ese error de perspectiva de pensar que sólo la Procesión tiene<br />

espectadores. El tambor también los tiene. ¡Y tanto que los tiene!<br />

Por todo ello, una aproximación global a la Semana Santa, implicaría –a nivel de<br />

exigencia expresa- el tener muy en cuenta a los espectadores, no como<br />

complemento de la Fiesta, sino como Fiesta misma.<br />

Espectador –de spectator- es “el que mira con atención… aquello que se ofrece…<br />

a la contemplación intelectual…”.<br />

Encajan las palabras, las semánticas y los hechos.<br />

El espectador semanasantero admite una manifestación doble:<br />

= Por un lado, como espectador/contemplador.<br />

= Por otro, como espectador/contemplado, ahora ya como parte, como sujeto<br />

activo –en su exquisita pasividad- de la Semana Santa.<br />

Ambos son perfectamente válidos y, lo que es indudable, es que son<br />

absolutamente reales. No hay en estos conceptos elucubración alguna, pues tanto<br />

el contemplador como el contemplado son protagonistas.<br />

El espectador/contemplador admite poca diatriba. Aunque tal vez sea esta la<br />

primera vez que se profundiza en el espectador/contemplado. Pero, sí: Desde la<br />

fila, desde los palos, el nazareno y el agarráor buscan a ese espectador para<br />

contemplarlo a su vez. Nadie, ninguno de ellos se atrevería a negar que es así.<br />

Hay una contemplación mutua. De ahí esa aproximación global, tan sencilla de<br />

entender.<br />

414


TEORÍA DE LA SEMANA SANTA<br />

Teoría: Conocimiento especulativo, leyes, hipótesis… Th, e, o,r,e,o. Del Griego,<br />

contemplar.<br />

Teoría: ¡Procesión religiosa entre los antiguos griegos!<br />

¡Vaya hayazgo lingüístico! De modo que teoría y procesión son una misma cosa.<br />

Procesión igual a teoría. Teoría igual a contemplar. Luego Procesión igual a<br />

contemplación.<br />

La Procesión es, pues, toda la teoría semanasantera posible. Y el<br />

espectador/contemplador sería, de esta manera, la Semana Santa misma.<br />

El espectador no ha sido tenido en cuenta oficialmente en la Semana Santa de<br />

Tobarra. En otras, sí –Sevilla, Málaga- y buena prueba de ello es que se paga (¡y lo<br />

que se paga!) por un asiento –si lo encuentras- para ver las Procesiones desde las<br />

tribunas montadas con ese exclusivo fin.<br />

En Tobarra, cada cual contempla la Procesión (centrémonos en los espectadores<br />

procesioneros) donde “puede”. Se “coge” , se “pilla” sitio, colocando sillas en las<br />

aceras y, como he dicho tantas veces, la contemplación por mi parte (recuérdese<br />

que hay una mutua contemplación) de la hilera de sillas vacias antes de pasar la<br />

Procesión, para mí, encierra una ternura especial. Tal vez porque no hace muchos<br />

años que lo he descubierto: Los pocos años en que –alguna vez– toco el tambor el<br />

Viernes por la mañana y bajo desde el Calvario a la Plaza, con la Calle Mayor vacía<br />

de nombres pero ahita de sillas en las aceras.<br />

Con mi escrito, estoy reivindicando unos hipotéticos derechos de los<br />

espectadores semanasanteros. ¿Quién vela por ellos? Veamos. ¿Tengo yo derecho<br />

a presentarme con mi silla en la Calle Mayor y colocarla donde me dé la gana?<br />

¿Puedo plantar mi silla en la acera de la fachada de una casa que no es mía?<br />

¿Tengo derecho a invadir ese teórico lugar de espectador que correspondería al<br />

dueño de la fachada?<br />

La verdad es que nunca ha habido problema alguno. Ni más ni menos que porque,<br />

como he dicho tantas veces, la Semana Santa es la autoregulación antonomástica.<br />

¡Y que así siga siendo!<br />

415


UNA DEVOCIÓN SIN HISTERIAS<br />

Lo más deslumbrante de los espectadores semanasanteros tobarreños es su<br />

profundo silencio.<br />

Propongo una encuesta –la enésima; antes penitentes, ahora espectadores- en la<br />

que se pregunten las motivaciones de esos espectadores. Y no deberíamos<br />

admitir la validez del:<br />

- “¡Porque me gusta!”.<br />

Tendríamos que profundizar en esos valores, que hoy nos son totalmente<br />

desconocidos. ¿Siente lo mismo el marido que la mujer? ¿El viejo que el joven?<br />

¿El tamborilero/espectador que el espectador a palo seco?<br />

¡Cuánta Semana Santa aún pendiente de escribir, Cruz de la Toalla!<br />

Practicamos una contemplación sin histerias. Ahora bien, para hablar de mi virtud<br />

no debo poner en tela de juicio los pecados del prójimo, pero es bien sabido que<br />

nosotros no gritamos al paso de los Santos, ni les decimos piropos, ni nos<br />

manifestamos con alardes estentóreos.<br />

Yo creo que la razón más palpable de que Tobarra separase (¡Dios sepa cuando!)<br />

los tambores de la Procesión fue el poder verla en absoluto silencio. No en ese<br />

Silencio mandado en El Calvario para la Bendición, sino que es un silencio tácito<br />

que convierte a la calle en tabernáculo, a las aceras en eremitorios y a cada<br />

espectador en celebrante de su propio procesionar pasivo.<br />

En Tobarra, el espectador no es gritón, ni se pone histérico al paso de su anda<br />

favorita o de su particular devoción. Repito que no voy a criticar a quienes gritan<br />

o se ponen en trance. Si esa es su manera de ser felices, hacen muy bien.<br />

Si acaso, en algún momento, ante algún recuerdo concreto, por una razón muy<br />

clara… ¡las lágrimas! El viejecico que ya no puede andar cuando pasa su Santo de<br />

toda la vida. La viuda que siempre veía ahí a su marido. Eso, sí. Ahí, sí. El<br />

espectador se derrite en llanto y seguro que piensa, ¡a munchisma honra!, ¡porque<br />

se puede!<br />

Ninguna histeria, pero toda la sensibilidad a flor de piel.<br />

¡Benditos espectadores de la Semana Santa! ¡Gloria!<br />

416


LA CALLE<br />

La calle, las calles por donde pasa la Procesión, proscenio, palco, nunca escenario,<br />

que estamos en unos <strong>Cuadernos</strong> de Espectadores y el escenario queda para quien<br />

actua, para los nazarenos, para los agarráores, nunca para los espectadores, que<br />

no son sino pura pasividad, pasividad pura, inercia y omisión.<br />

La calle, las calles de Tobarra, algunas, las de los privilegiados, las escogidas –por<br />

aquí, sí; por ahí,no- para que Tobarra sea mujer que se ofrece a sí misma, modelo<br />

urbano, muestra ruana para el desfile tobarreño por antonomasia.<br />

La calle, las calles tobarreñas lo son más en Semana Santa. El resto del año no<br />

son sino circunstancia, algo que está, accesoriedad supina, pura casualidad. Pero<br />

en Semana Santa, no, que sin calles no habría Semana Santa y Tobarra sería<br />

bastante menos.<br />

¿Calle? ¿Calles? Sí, pero sólo las Procesioneras, únicamente aquellas que toman<br />

los espectadores. Tomar en el más puro significado militar. Tomar manu militari,<br />

tomar por la fuerza de los pasos, de los pies, de los asientos, del situarse como<br />

posesión, del aposentarse como título. Posesión más dura y efectiva que<br />

propiedad, que mi puerta deja de ser mía y es del primero que llega.<br />

La calle, las calles, como protagonistas puros por una semana.<br />

Tambor, Procesión… En la calle, sólo en la calle, siempre en la calle, que no son<br />

nada fuera de ella, que no hay huerta o caminos para la Semana Santa y no nos la<br />

imaginamos sino en la calle.<br />

La calle, las calles como pasarelas. Tobarra como muestrario de lo que quiere ser,<br />

de lo que sabe ser. De lo que es, en suma.<br />

¿Por qué esas calles y no otras? Esa es una vieja historia en la que me guardaré<br />

muy mucho de meterme, que cambiar los itinerarios podría engandrar una guerra.<br />

Y no es el caso.<br />

La Procesión pasa por donde pasa… ¡y ya está! Los espectadores no se imaginan en<br />

la Carretera. Las sillas no se conciben en el Camino de Hellín. Los cetros no<br />

sabrían desfilar por las Calles Altas.<br />

Los espectadores se conocen la calle, las calles, como su propia alcoba. Y las<br />

sillas, más. Y cada año cumplen su papel.<br />

Como está escrito.<br />

417


LAS SILLAS<br />

La silla, las sillas, las aceras llenas de sillas, muletas de la noche, tronos amigos,<br />

sedes procesioneras, cátedras de la contemplación.<br />

La silla, las sillas, presidencias ruanas, púlpitos de las posaderas, asientos de la<br />

Historia.<br />

La silla, las sillas, tribunas de lo sabido, armones de la paz, motivo mueble de la<br />

más tobarreña de las complacencias.<br />

La silla, terreno de juego, estadio, campo, cancha para el más tobarreño de los<br />

espectáculos.<br />

Pero la silla también es territorio conquistado, franquicia, exclusividad… ¡… el<br />

primerico, yo…! ¡… que tengo el sitio pillao…!<br />

Y no digamos anticipo, que el poner la silla sobre la acera supone más que un<br />

reconocimiento registral de posesión sobre un metro cuadrado de terreno<br />

municipal y concreto: Las aceras.<br />

La silla es artilugio procesionero desde la pared hasta el bordillo.<br />

Y, sobre todo, la silla es protagonismo.<br />

De madera, de anea; altas, bajas; vulgares, de diseño; cómodas, incómodas;<br />

butacas, butacones; viejas, nuevas… ¡Qué más da!<br />

Sillas de Tobarra, sillas –sobre todo- de las Calles Altas, del Parador, del Rabal,<br />

de Don Alonso, de la Perrería, okupas de la Calle Mayor por cuatro horas,<br />

banderas corsarias de las orillas, rebelión a cuatro patas de madera en las<br />

aceras, transmutación de lo mueble en inmueble.<br />

Sillas procesioneras, ecos de un, ¡… aquí estoy…!, cántico de lo expectante, grito<br />

doméstico decantado en lo vial.<br />

Sillas a las cinco de la tarde, cuando la procesión aún no ha empezado a<br />

desperezarse. Sillas en la madrugada, cuando la Procesión ha empezado a ser<br />

recuerdo.<br />

Una mujer que baja a la Calle Mayor con su silla. Una mujer que vuelve hasta los<br />

Castillejos con su silla. En medio, toda una posibilidad de Procesión contemplada y<br />

vivida.<br />

418


PONERSE DE PIÉ<br />

A Pepe Garrido, como tantas veces.<br />

La Procesión pasa. Un hombre, sentado en una silla, hace guardia sobre la acera<br />

de la Calle Mayor.<br />

¡Ay, que tentación de remedo en el paisaje y, sobre todo, en las letras…!<br />

“Ladran, luego cabalgamos…”.<br />

Y Sancho –calzando su rusticidad- se complace en su andar.<br />

“Sillean, luego procesionamos…”.<br />

Un hombre –sin boina, desde horas atrás- sentado en una silla, ve pasar la<br />

Procesión. De pronto, en una arranque de sorpresa y respeto, se pone en pie. Sus<br />

piernas, sus caderas, muelles casi en superstición -¿de superstición?- han sido<br />

impulsadas desde lo recóndito. Un puro resorte.<br />

Un hombre se ha puesto en pie. La silla ya no le sirve para nada. Ha olvidado la<br />

comodidad, el santiguarse, el Jueves, la noche… Se pone en pie en un puro salto.<br />

Es que ha llegado ante él, todo El Paso Gordo.<br />

En ese respingo no hay devoción, que para eso están El Sepulcro o El Nazareno.<br />

Tampoco hay ternura, que para eso está La Guapa.<br />

Tengo observado que cuando alguien se pone en pié, de un brinco, al llegar El Paso<br />

Gordo, es por puro sobrecogimiento. No hay susto, pero sí sorpresa. Y<br />

distracción del espectador, por supuesto. La silla, el espectador, eran un puro<br />

relajo, una simbiosis de placer contemplativo, que altera sin remisión el<br />

horquillear de El Paso Gordo. De pronto, la calma del espectador, la paz de la<br />

silla, se ha visto modificada ante la mole de El Paso Gordo, que ha llegado ante su<br />

consciencia, como un sin advertirlo.<br />

El hombre se cuadra. Así: Se cuadra como un soldado. Sólo le falta armar el<br />

brazo en ángulo y llevarse la mano extendida hasta la sien. Ha juntado los pies, ha<br />

estirado las piernas, ha erguido el torso, ha extendido sus brazos a lo largo del<br />

cuerpo…<br />

419


En un de pronto, un espectador sentado en una silla, ha visto –como por sorpresa-<br />

aparecer ante él al Paso Gordo. Y se ha puesto en pié, como por ensalmo.<br />

Suele pasar un par de veces cada Jueves de Sorpresa. Porque realmente, con él,<br />

se pone en pié toda Tobarra, durante un ratico procesionero, ante la presencia de<br />

un impresionante Paso Gordo.<br />

420


NI TAMBOR NI PROCESIÓN. SI ACASO, ALGUNA VEZ,<br />

MÚSICO. O “CURRANTE”. O…<br />

A Marisol Sahorí Catalán, una vez más.<br />

¿En qué Cuaderno? ¿Dónde colocarlo? ¿En qué lugar incardinarlo? ¿Cómo<br />

ubicarlo?<br />

Lo recuerdo sentado en su puerta, en San Roque el Viejo, casi siempre de negro,<br />

boina negra, gafas negras…<br />

Pedro Catalán, “Cache” (1905-1991), fue músico alguna vez, pero nunca tocó el<br />

tambor ni salió en la Procesión. Fue un espectador puro. Más o menos, pero alguna<br />

vez, sí, espectador. Esa fue su voluntad.<br />

Mi homenaje.<br />

Lo he dicho más atrás o lo diré más adelante: En Tobarra nadie es “nada” en<br />

Semana Santa. Todos somos “algo”. Nadie se queda en su casa, antes, en la mesa<br />

camilla; ahora, frente al televisor.<br />

O muy viejos o muy enfermos. Y sus acompañantes, claro.<br />

O casos inauditos. Porque un día te enteras de que lo filosófico –lo ideal- no se<br />

enraiza a veces en lo cotidiano. Y así, en la Revista de 1998, “yo, Francisco,<br />

«Francis», hijo de la Roja de Pepado que nací y me crié en Tobarra… de verdad…<br />

creedme… yo nunca había visto la Bendición”.<br />

Pues, sí. Aún hay gente en Tobarra que no toca el tambor, no sale de nazareno, no<br />

es espectador ni músico… Pero tampoco es “nada”. Simplemente, es un “currante”,<br />

dicho con el término/argot más actual. Es un trabajador que sirve cervezas en su<br />

bar de El Paseo, mientra El Calvario es ombligo del mundo.<br />

Hay un tobarreño que está trabajando. Es Viernes Santo y El Calvario está lleno.<br />

Todo es Silencio, hollado por Mektub. El Brazo ya es El Brazo.<br />

Pero hay quien está ganándose la vida. Forma parte de otra Semana Santa que yo<br />

nunca hubiera podido imaginar que existiera. Y aún, después de saberlo, me<br />

produce casi una desazón, que va más allá de la sorpresa y, por supuesto, de la<br />

ternura.<br />

Nunca terminaremos de conocernos.<br />

421


LA MANTICA PÁ LOS PIES<br />

In memoriam. A Manolo el Zoril, en su último Gran Jueves.<br />

Es una inequívoca figura de los años 50. Cuando el frío era frío –y no sufro, al<br />

decirlo, un ataque de nostalgia- pasarse cuatro o cinco horas en la Calle Mayor<br />

sentado en una silla mientras la Procesión iba pasando, era toda una temeridad.<br />

Siempre en la noche, siempre por la noche, me refiero sólo a la noche.<br />

Puesto que esto es –además- crónica de la Semana Santa que yo he vivido, tiene<br />

que quedar claro que el frío de los años 50 del siglo XX era mucho más frío que<br />

cualquier otro de los vividos por un tobarreño ya con más de 60 años al brincar<br />

el siglo XXI.<br />

La noche de algún Jueves, de algún Viernes, era un puro aterirse. Ver la<br />

Procesión sentado suponía quedarse “arrecío”.<br />

De espectador se pasaba a ser héroe.<br />

Pero todo o casi todo se arreglaba “con una mantica pá los pies”.<br />

La Procesión esparcia por las aceras un dulcísimo olor a antipolilla. Un “olisqueo”<br />

de arca recién abierta, de armario profanado, se perdía entre los cetros.<br />

Desde la lírica, nunca se sabrá si “la mantica pá los pies” se quitaba de alguna<br />

cama, como procesionera coyuntura, o salía de cualquier fondo de ajuares<br />

olvidados.<br />

De lo que estoy seguro es de que “la mantica pá los pies” es improvisación pura. O<br />

sea, que no es que se prepare durante la Semana de Pasión, como se preparan las<br />

túnicas o los tambores o los mantecaos.<br />

En “la mantica pá los pies”, mandan las “heliscas” inesperadas, que nadie sabe a<br />

mediodía si se va a necesitar o no por la noche. Por tanto, “la mantica pá los pies”<br />

exige decisiones rápidas y firmezas duras.<br />

= “Sácame una mantica pá los pies”.<br />

Es un decir que forma parte de lo semanasantero, como el calzarla es paisaje y el<br />

disfrutarla, un gozo añadido a todos los gozos procesioneros.<br />

422


Mi último recuerdo de El Boria es exactamente el mismo que el del Zoril: En su<br />

portal, viendo pasar la Procesión, la antonomástica, la del Jueves, con “las piernas<br />

envueltas en una mantica pá los pies”. (Aquella es la verdad, pero lo decimos así).<br />

Y un beso. Cuando di al Zoril aquel último beso, él era ya fragua eterna, paisaje<br />

semanasantero, poesía infinita, “mantica pá los pies”.<br />

Era Jueves, todo el Jueves, era de noche, pasaba la Procesión y hacía frío en la<br />

Calle de las Columnas. Por eso “había sacao la Juana una mantica pá los pies”. Los<br />

pies de un tamborilero, “del tamborilero antonomástico”, pues bajo aquella<br />

“mantica pá los pies” cabía todo el tamborear tobarreño.<br />

423


EL BALCÓN<br />

El balcón es el palco donde cabe toda la envidia de Tobarra. Lo sé, porque nunca<br />

he tenido un balcón para mí solo. En mi casa de la Calle Mayor 46, sólo había un<br />

balcón. Uno. Estaba en el cuarto donde dormían mis padres. Desde él, podía verse<br />

perfectamente El Reloj, La Encarnación, La Huerta a la izquierda y la Calle Mayor<br />

hasta Los Arcos del Convento. Pero estaba, ay, en un segundo piso y eso es<br />

demasiada altura para ver, con detalle y con ansias, los Santos de la Procesión.<br />

Algún día –sigo soñando- tendré en Tobarra un balcón para mí solo al mismo nivel<br />

de calle por donde pasa la Cara de La Guapa o el Pelo de Nuestro Padre Jesús.<br />

Probablemente –bueno, probable no, seguro- no veré a los agarráores ni a los<br />

nazarenos, pero ya me dará lo mismo, porque estaré tan viejo que me conformaré<br />

con oír los horquillazos y el zarpazo de algún cetro travieso, incapaz de desfilar<br />

en silencio.<br />

Por una vez, no soy solo Semana Santa. Y, desde mi balcón, veré pasar al Cristo y<br />

a San Antón y a Santa Cecilia. Yo estaré muriéndome, pero no me importará,<br />

porque tendré mis ojos llenos de Procesión, de procesiones, de una y de todas, de<br />

la misma, que ya no podré ser sino espectador.<br />

El balcón, los balcones en la Calle Mayor me llenan de soberbia. Ahora sí que soy<br />

soberbio, porque pasa la Procesión del Jueves Santo por la puerta de mi casa y yo<br />

estoy en mi balcón, viéndola. No se puede ser más tobarreño. El balcón es toda la<br />

culminación de mi carrera semanasantera, que es tan larga que ya crucé todas las<br />

cabecerillas de agarraor, ay, rompí todas las cinchas de tamborilero, ay, no me<br />

queda resuello para ser nazareno, ay, y sólo puedo ser espectador quieto, ojos<br />

avariciosos, ávidos de andas a mi altura, de Santos a mi nivel visual.<br />

El balcón es balaustrada lejana, que ni siquiera me acerco a ella, porque estoy<br />

sentado en mi mesa camilla. Ese es el pequeño mundo al que me veo reducido, de<br />

tan antiguo.<br />

Ahora, ya, en este 2.000 y pico, en ese dos mil y muchos, mi Semana Santa es un<br />

balcón en la Calle Mayor de Tobarra. Pero he sido tanta, que me refugio<br />

poéticamente en él, como anticipo de la Gloria.<br />

424


LA VENTANA<br />

“Ese espacio de duda que hay entre el vidrio y la realidad”<br />

Francisco Umbral. Mortal y rosa.<br />

Si el balcón es palco, la ventana es proscenio. La ventana tiene la ventaja añadida<br />

de la intimidad, del anonimato, del sigilo. Si veo la Procesión desde la ventana,<br />

puede que no me vea nadie, si me empeño.<br />

Como en esto, como en todo, hay una Tobarra que me impresiona. Son ocho o diez<br />

espectadores, nunca más. Están en las ventanas/ventanucas de las casas que<br />

bajan -Domingo de Auroras- desde el Callejón del Aire, pasado El Portachuelo,<br />

hasta la replaceta donde se abre San Antón en dos –Escuela/Estanco/Falsa<br />

Fuente- en plena Calle Cristo de la Antigua. Ahí, donde digo, Domingo adelante,<br />

Tobarra se despereza en ocho o diez –nunca más- cuerpos de mujer –nunca<br />

hombres- que ven pasar al Resucitado –ahora, también, gracias a Dios y a la<br />

lógica, a La Magdalena- camino de El Calvario.<br />

Son las ventanas más ventanas de Tobarra.<br />

Espero cada Domingo de Ventanas para topetarme con ellas, como una venganza<br />

de moros/moriscos contra las chulescas ventanas de la Calle Mayor,<br />

protagonistas cotidianos versus protagonistas de año en año.<br />

Tobarra resucita con El Resucitado en esos cincuenta metros de ventanucas<br />

asimétricas de las que empecé a enamorarme desde que salí, ay, la primera vez<br />

con El Resucitado.<br />

Ya lo he dicho: La chulería de las ventanas de la Calle Mayor minimiza mi amor por<br />

las ventanas. No obstante, están ahí, con un ventaneo protagonista que acaba<br />

imponiéndose. Y lo más curioso es que en esas ventanas haya gente con túnica<br />

tamborilera, como si la pura calle no fuese escenario para ver La Procesión.<br />

Ventanear es, también, hacer Semana Santa espectadora. Y yo tengo que<br />

recogerla en estos <strong>Cuadernos</strong> para que algunos/muchos se sientan identificados<br />

con esa voluntad, ese modus de ser semanasantero. Al fin y al cabo,<br />

Semana<br />

-rima con-<br />

ventana.<br />

Balcón, ventana, sillica en la calle, la Tobarra espectadora ensoberbece su<br />

Semana Santa. Y yo le reconozco su protagonismo.<br />

425


LOS CALLEJONES<br />

Cuando un pueblo está situado alrededor de un cerro y hay otros cerros que lo<br />

acordonan, el callejón, los callejones son sustantividad propia. En Tobarra no<br />

tenemos “callejas” ni “callejuelas” (en mi Salamanca de los veranos abundan) pero<br />

hay muchos callejones (“Paso estrecho y largo entre paredes, casas o elevaciones<br />

del terreno”). El diccionario no es perfecto, pues debería añadir “que vayan<br />

necesariamente hacia el cerro”. Callejón de Faco, Callejón de la Andrea, Callejón<br />

de San Roque… Antes, Callejón del Hoyo, Callejón de la Balsilla, que hoy no son,<br />

sino recuerdo.<br />

Los callejones me enamoran. Sólo una vez –y por voz de maestro- oí en Tobarra<br />

como se utilizaba el callejón como despectivo. Era en la voz sabia de El Zoril:<br />

- “¡Politiquillos de callejón!”.<br />

Cuánta sabiduría hay en el decirlo.<br />

¿Por qué aquí los callejones en estos <strong>Cuadernos</strong> de Espectadores? No hay<br />

digresión sino pura realidad en el Domingo de Callejones. También es realidad<br />

recientemente aprendida. Portachuelo adelante, “el Resucitao” sólo para “de<br />

callejón en callejón”: Calle de la Parra, Primera del Collado, Segunda del Collado,<br />

etc. Es un capricho de la Hermandad de la Caída, que respeta escrupulosamente<br />

quien toque el timbre en el anda del Resucitao, al pasar por ellos.<br />

Y se ha convertido en una costumbre de adivinación y magia el que la gente vea la<br />

Procesión desde la misma puerta de su casa. Simplemente, se asoman en cuanto<br />

barruntan que va a pasar el Santo. Normalmente, son mujeres, aún en bata, con o<br />

sin rulos en el pelo, que salen en zapatillas de estar por casa.<br />

La gente “de los callejones” no baja hasta San Antón, hasta el itinerario de la<br />

Procesión, para verla, como ocurre el Jueves en la Calle Mayor. No. Ven pasar al<br />

Resucitao desde su puerta, esté cerca o lejos, que algunos están a más de cien<br />

metros.<br />

Para la gente del Paso Gordo, ya se ha convertido en una figura entrañable este<br />

agarrar de callejón en callejón, como un homenaje de respeto a quien allí vive y no<br />

hace camino procesionero, sino que deviene en espectador especial, pero<br />

entrañable, en un paisaje de Domingos sanroqueros.<br />

426


GOLVEL EL ANDA<br />

Se “güelve” el anda, lógico, a un espectador. La Procesión sigue su marcha, calle<br />

arriba/calle abajo y se para en un de pronto. Algo, sobre todo alguien, es el<br />

motivo. El anda deja su paralelidad a las fachadas y se convierte en pura<br />

verticalidad a las mismas.<br />

Cuando se “güelve” el Santo es que hay un espectador superespecial que merece<br />

la mayor distinción procesionera. Golvel el anda es el cum laude, pues no hay<br />

mayor mérito en la Procesión. Prueba evidente es que pueden pasarse años y<br />

años, Semanas Santas y Semanas Santas, Procesiones y Procesiones, sin que se<br />

“güelva” un exclusivo de nadie, de ninguno.<br />

El ritual es sencillo para los agarráores, pero majestuoso y solemne en su<br />

ceremonial. Pretende, simplemente, que el espectador objeto de la particularidad<br />

vea el Santo de cara. Al menos, eso es lo que, aparentemente, se consigue con el<br />

fasto. Pero es mucho, muchísimo más. Es demostrar públicamente el respeto, el<br />

cariño, la capacidad de particularizar un nombre, una persona, un honor, la más<br />

alta distinción profesionera que se hace a un espectador.<br />

¡Qué pocas veces se “güelve un anda” a alguien joven y sano! Y es porque, casi<br />

siempre, “golvel el anda” tiene mucho de despedida para un hermano viejo y<br />

enfermo. En la Semana Santa de 2002, en la Calle de Las Peñas, frente al<br />

Frontera hemos vuelto El Resucitado (Domingo de Tristezas, por una vez) a<br />

alguien que acababa de morir. Abrieron puertas y ventanas de par en par. Como,<br />

para mí, era la primera vez que se volvía el anda a un difunto, no he querido<br />

preguntar quien era para no romper el simbolismo de lo general desde lo<br />

individual. Aquí, no.<br />

Aquí, sí. El Viernes Santo de 1984 por la mañana, al bajar, se le volvió La Dolorosa<br />

al Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Excelentísimo<br />

Señor Don José Bono Martínez. Yo iba con él de cicerone (naturalmente,<br />

entonces con la túnica de La Dolorosa) y pedí que se le volviese. Obviamente, le<br />

expliqué a Pepe Bono (ahora ya, sin más tratamiento que el de la amistad) el<br />

significado de la ceremonia. Lo agradeció mucho. Y es que nunca había tenido la<br />

Procesión tobarreña un espectador tan distinguido. Después, lo ha sido más<br />

veces. Y yo se lo agradezco, como tobarreño, haciendo que su nombre cierre este<br />

Cuaderno de Espectadores.<br />

427


428


429


PRÓLOGO DE MARÍA DEL MAR HURTADO ALPUENTE<br />

El hecho de que mi padre me haya encargado el Prólogo del Cuaderno de<br />

Borias, sólo puede deberse a dos razones:<br />

A/ A que quiere “castigarme” por ser tan poco (o tan nada) procesionera. Soy<br />

totalmente semanasantera, eso sí, pero no salgo –aunque las veo con deleite– en<br />

ninguna procesión.<br />

B/ A que tiene que ser un hijo suyo quien diga que lo único que mi padre no<br />

podría ser nunca en la Semana Santa de Tobarra es un Boria, pues es tan manazas<br />

que no distingue una tulipa de una batería. (Y, mucho menos, sabría qué hacer con<br />

ellas).<br />

Bueno, nadie es perfecto.<br />

No obstante, aún podría añadir como justificación a mi firma del Prólogo, que<br />

mi padre quiere tener bien claro que nos ha transmitido a mi hermano y a mi su<br />

amor semanasantero. “Sin ser (como él) Semana Santa todo el año”, creemos haber<br />

demostrado que nos gusta la Semana Santa como al que más… y que ahí estamos<br />

demostrándolo año tras año y estemos donde estemos. La Semana Santa ya es<br />

sagrada para nosotros. Nuestra presencia anual en ella, más.<br />

Mi padre puede estar tranquilo. Su semilla ha fructificado. Y ya tiene una<br />

nieta, mi sobrina Inés, semanasantera pura.<br />

Del libro, ¿qué puedo decir? He visto a mi padre escribir toda mi vida sobre la<br />

Semana Santa. Le he visto convencernos –bueno, él y mi madre, no hay que<br />

olvidarlo–de su singularidad: Su tambor, su Virgen de los Dolores, su Paso Gordo, su<br />

Bajada (auténtica obsesión desde hace muchos años…). ¡Su Semana Santa en pleno!<br />

No obstante, sí me ha sorprendido que haya alguien que, habiendo escrito<br />

antes páginas y páginas sobre el tema, aún sea capaz de rematar un libro con más<br />

de 600 páginas. Y aún se permite decir que “todavía no ha empezado”. Como testigo<br />

de su vida y de su amor por Tobarra y su Semana Santa, no tengo inconveniente en<br />

creérmelo.<br />

3


POR SI VALIESEN –AQUÍ- LOS CONCEPTOS<br />

La Revista de Semana Santa de 1986 contiene en ocho o diez de sus páginas<br />

pares, unas elegantísimas citas, párrafos, impactos literarios, en los que los<br />

redactores de la revista, pues son aparentemente apócrifos, combinan la ficción<br />

con la buena letra.<br />

Una de mis más gratas impresiones semanasanteras fue leer –illi et tunc- estas<br />

palabras de Guillermo A. Paterna Alfaro:<br />

= “Un Boria encantado, que ha madrugado más que el Sol, repite sin pestañear<br />

estas palabras: «Lo he visto. Ha cruzado el pueblo por el cielo, de cerro a<br />

cerro. Ha ido a la Plaza a buscar a su Madre. Me ha dicho que volverá, pero<br />

dando un rodeo por San Roque el Viejo. Tenemos que esperarlo aquí. Llamad a<br />

los demás y que avisen al Cholo»”.<br />

Me complace… Un Boria… Llamad a los demás… El Cholo…<br />

Alguien había recogido el desafío literario. ¡Bendito Guillermo!<br />

Boria, El Boria, es un personaje de ficción, protagonista de un cuento que escribí<br />

para la Revista de Semana Santa de 1973. Decía así:<br />

CUENTO DE JUEVES SANTO<br />

APOLOGÍA<br />

“Nosotros, españoles, hemos sido el pueblo más poderoso de la Tierra: Hemos<br />

vencido en Flandes y en Lepanto; hemos descubierto América (cuando era una<br />

conquista técnica más difícil que hoy la de la Luna); hemos armado un 2 de Mayo;<br />

hemos tenido la fuerza que supusieron ver Eugenio D’Ors y Ramiro de Maeztu. Y<br />

sin embargo, la Historia, nos obligó a ser también, un pueblo modesto. No hay<br />

mayor modestia que la de ese hombre que coge su legón o su arado y sale a la<br />

huerta o al campo para escribirle a la tierra su cántiga de sudores y de fríos con<br />

punzadas de telúrica resignación. Y nosotros, los del tambor y la horquilla,<br />

llevamos en el alma la mística de Santa Teresa y la sencillez de Juan Ramón<br />

Jiménez. ¡Fuertes, místicos, sencillos… hombres de Tobarra, adalides de tantas<br />

cosas!<br />

Está de moda el término “ejecutivo”. Ejecutivo es, por antonomasia, realizador.<br />

Es un término con profundo contenido empresarial. Es un vocablo que está en<br />

5


íntima concomitancia con gerente, jefe o director. Y yo quiero poner un<br />

marchamo de gloria en mi cuento, dedicado a ese factotum que se decanta en<br />

auténtica alma mater de las Hermandades de Semana Santa. Es ese hombre<br />

sencillo, fuerte y místico que, impregnado Dios sabe de qué ocultas devociones,<br />

pone en marcha esa obra que la mayoría de vosotros contempla sentado en la<br />

puerta de su casa, cuidando del silencio de sus hijos o en una esquina con el<br />

tambor –dormido- en la espalda. Me refiero –esa obra- a la Procesión. Esas<br />

procesiones, irrepetidas, que no empiezan a las ocho de la tarde del Miércoles<br />

Santo, sino muchos días, muchas semanas antes. Esas procesiones que tanto<br />

admiramos y que no serían posibles sin el quehacer de esos personajes a los que<br />

intento glosar. Para el hombre de mi cuento y para los que, como él, hacen posible<br />

nuestra Semana Santa, quiero forjar unas endechas de homenaje. Quiero dar fe<br />

de su fuerza, de su mística, de su sencillez, de su espíritu de soldado más que de<br />

capitán. Me obliga a ello la grandeza de un quehacer que pasa desapercibido. Me<br />

impulsa a ello la razón de quien rompe su lanza por quienes, sin pretenderlo, son<br />

el eje de nuestra Semana Santa, los auténticos ejecutivos de la misma.<br />

EL BORIA<br />

Hacía tiempo que veníamos cansados. Ya no nos quedaban ganas ni de marcar el<br />

paso, ni de picar fuerte con la horquilla, ni de pensar en cual de los hombros<br />

teníamos más “colorao”. Sólo teníamos ganas de llegar a la Iglesia. Padecíamos<br />

una dulce borrachera de sueño y cansancio. No nos dábamos cuenta de que era el<br />

primer día. Ni de que quedaban tres procesiones más. Deseábamos oír el<br />

golpetazo final del anda al descansar en los bancos, para liberarnos hasta que de<br />

nuevo entonase su cántico a la huerta el sol de Viernes Santo.<br />

Atrás quedaban la calle de las Columnas, el Paseo, los Caños… Íbamos en cuesta<br />

abajo. En una de las paradas, alguien dijo que había que volver la Virgen. Cada año<br />

sucede una o dos veces. Es emocionante. Sabes que alguien –enfermo o<br />

moribundo- quiere ver a la Virgen de frente. Los que íbamos pegados al trono en<br />

la parte de dentro, no nos enterábamos de mucho. Es la verdad. Pero teníamos la<br />

ventaja de que, a veces, hacíamos menos fuerza, “hacías la gata”, mientras que<br />

los que iban en las orillas, no tenían más remedio que “apencar” a cambio de que lo<br />

viese su novia o su mujer en primera fila. Decía que, los de delante, levantamos el<br />

anda y permanecemos quietos, girando sobre nuestro propio eje mientras que los<br />

de detrás hacían su recorrido de noventa grados, para encarar la imagen hacia<br />

quien lo había solicitado… ¡Dios mío! ¡Si era El Boria! ¡Cuántos años sin saber de<br />

él! ¡Y qué poco quedaba de aquel Boria al que yo conocía desde muchos años atrás,<br />

cuando me llevaba –yo dormido- en sus brazos, porque ya no resistía los últimos<br />

metros de la Procesión! Aquel Boria que me hacía coger una de las cintas del<br />

6


estandarte, para que –casi dormido- el estandarte tirase de mí. Era aquél:<br />

“Boria: que dice mi madre que no ha encontrado un lazo negro para<br />

ponérmelo en la manga de la túnica”. “Es igual, hijo mío. El Viernes Santo,<br />

el luto se lleva en el corazón”. Y aquél mismo: “Boria: ¿Me vas a dejar<br />

agarrar en el anda el año que viene?”. “¡Pero nene, si aún no alcanzas ni con<br />

los bajicos!…”. Allí estaba lo poco que quedaba del Boria. Un montón de huesos,<br />

sentado en una mecedora, con las piernas cubiertas bajo una manta. Allí se veía<br />

hasta qué punto transforma la enfermedad y la vejez. Le miré el hombro. Aquel<br />

hombro fuerte que llevó –muchos años atrás- el viejo trono de La Dolorosa (en el<br />

que “agarraban” doce, porque aún no llevaba manto) precisamente sin almohadilla,<br />

en un palo hecho astillas que se había roto en el Calvario. Miré sus manos.<br />

Aquellas manos que arreglaban el manto; que colocaban los claveles que mandaban<br />

ex profeso desde Murcia o Valencia; que repartían el coñac “que se había pagao el<br />

señorito”; que quitaban el puñal del pecho de la Virgen, el Domingo de<br />

Resurrección después del Encuentro (Un, dos, tres. ¡Arriba! ¡Al hombro, los de<br />

atrás! ¡Vosotros, al brazo! Un, dos, tres. ¡Vuelta!…). Miré el rictus de su boca,<br />

vacía y silenciosa. Aquella boca alegre que nos decía a los críos que “era un honor<br />

salir en la Virgen” y después –mayores-: “Vosotros, hasta el Teatro;<br />

vosotros hasta el Cuartel; vosotros, hasta el Callejón de la Balsilla y tú,<br />

Manolo, no te duermas mañana, como tós los años. Y el que se arrane antes,<br />

que lo diga”.<br />

El Boria no hablaba, ni se movía. Su mujer, sus hijas, lloraban. Y la Virgen del<br />

Jueves Santo en la noche, cien bombillas en la cara, clavel azul, brazos abiertos,<br />

lo miraba de sesgo, perdida en el infinito, ausente, como la gitana que copió<br />

Salzillo, su anónimo modelo. Y El Boria a sus pies, pequeño, enjuto, cabalgando en<br />

su sueño de mil Semanas Santas, contento porque había visto a su Virgen en el<br />

último Jueves Santo de su vida.<br />

Sonó el timbre. Volvimos el anda. Los de detrás, quietos. Los de delante, haciendo<br />

el giro de noventa grados. El trono, un segundo en el aire. Diez y seis pies<br />

delante. Y otra vez: Trac. Silencio. Trac. Silencio. Trac. Horquillazos, sudor y<br />

sueño. Diez y seis gargantas emocionadas. Diez y seis lágrimas contenidas. Sentí<br />

un pinchazo en el hombro. Como el año anterior. Como el que viene. Como siempre.<br />

Permitídme una larga dedicatoria final,<br />

Para Paco Alonso, Mateo y Coloma (q.e.p.d.), Antonio Claramonte, Antonio<br />

Serrano, Merino, Sixto, Conrado, El Cholo, Rosendo, mi hermano Pedro y otros<br />

muchos que pueden ser la reencarnación de “El Boria” de mi cuento en la<br />

Hermandad de la Virgen.”<br />

7


Recuérdese que este cuento se publicó en la Revista de 1973.<br />

Y cuando escribo esto, en pleno 2002, ¡cuántos muertos más, desde la<br />

dedicatoria, cuántos Borias menos!<br />

Eso es un Boria. No existió con ese nombre. Pero en Tobarra abundan en lo que<br />

significan.<br />

Como se ve, los redactores de la Revista de 1986 reconocen –ya- la mitología del<br />

nombre y de la figura, que yo creo había quedado bastante bien reflejada en el<br />

cuento de 1973. ¿Qué es, pues, un Boria? Mejor decir que es lo que yo quisiera<br />

que fuese. Si se admite y populariza podría ser un neologismo semanasantero que<br />

enriqueciese nuestra ya rica Semana Santa. La Semana Santa de Tobarra admite<br />

docenas de neologismos. ¡Inventémoslos!<br />

Un Boria sería, ante todo y sobre todo, un hombre de hermandad. El Boria no lo<br />

concebí para ser tamborilero. Ni tampoco cabría en El Boria un semanasantero<br />

integral. No. Hay que concretar: El Boria, un Boria sería esa persona que en una<br />

hermandad hace todo y de todo, sale todos los días junto a su Santo, es<br />

sacrificado, está todo el año pendiente de la hermandad, etc. El Presidente de la<br />

hermandad no tiene por qué ser, necesariamente, un Boria. Es más, El Boria es<br />

esa persona sencilla para la que todo son obligaciones, porque él se las crea; que<br />

da todo por la hermandad, sin esperar nada a cambio; que, normalmente, pasa<br />

desapercibido fuera de su hermandad, etc.<br />

Por otro lado, tampoco tiene por qué haber un Boria en cada hermandad y, en<br />

cambio, aunque no sería normal ni abundante, si que pueden “cohabitar” dos o más<br />

Borias en una misma hermandad.<br />

Yo nunca sería un Boria: No distingo una vela de una bombilla; no sé coger un<br />

martillo, soy incapaz de armar el estandarte, etc. Soy un buen semanasantero, sí,<br />

pero no podría ser un Boria. Ese honor, en el fondo, en mis más de 60 años de<br />

vida, además, hoy, sólo se lo reconocería a ocho o diez personas.<br />

Ser tobarreño y Boria. ¡Pá que más!<br />

8


EL BORIA Y LAS ESENCIAS<br />

Un Boria es el único capaz de entender las entrañas inexcrutables de las<br />

Hermandades de la Semana Santa. Pero actúa y actúa, sin explicárselas a nadie.<br />

Por eso un Boria nace y muere en él mismo.<br />

Por mucho que se empeñase un padre, su hijo no heredaría, necesariamente, el<br />

marchamo de Boria. Bueno, para empezar, nadie se reconoce a sí mismo la<br />

condición de Boria. Se es Boria, sin saberlo. Nadie se dice a sí mismo:<br />

= “Soy Don Imprescindible en mi Hermandad. Sin mí…”.<br />

Todas las Hermandades tiene su “maca” o sus “macas” pero dicho entre comillas y<br />

sólo en el sentido tobarreño de “maca”, que casi nunca es peyorativo, aunque para<br />

el Diccionario R.A.E.L., sí lo sea. Pero ya sabemos que la Academia… Pues bien, El<br />

Boria se sabe todas las macas: Las del Anda, las del Santo, las de las luces, las<br />

del adorno, las de las filas, las de las Procesiones…<br />

En El Boria subyacen gloriosamente todas las esencias de su hermandad. Todas.<br />

Se las sabe de pé a pá y se las sabe de memoria. Y, además, como para eso es<br />

Boria, las pone en práctica de principio a fin.<br />

Realmente, la Borialogia no es una ciencia con valor de discente. Se es Boria<br />

“porque lo da la mata”. No se aprende a ser Boria, nadie aprende. En el fondo es<br />

una virtud, un mérito que exige unas muy variadas aptitudes –innatas siempre; no<br />

aprehensibles, aunque sí cultivables- pero, sobre todo, unas muy cortas, pero muy<br />

concretas actitudes, unos muy específicos talantes. Por ejemplo, el único “qué<br />

dirán” que tiene en cuenta un Boria, es el de su propia conciencia. Él hace eso por<br />

su hermandad porque cree que es lo mejor para ella. Y debe pensar más en su<br />

hermandad que en la Semana Santa que en Tobarra. Al final, está el amor a<br />

Tobarra, siempre Tobarra, sólo que aquí por añadidura.<br />

Al Boria es al único semanasantero al que le está permitido ser egoista. Egoista<br />

de su hermandad, por supuesto. ¡Y a muncha honra!<br />

9


EL BORIA Y EL TIEMPO<br />

“Todo escritor se alimenta de su tiempo”<br />

(Francisco Umbral. Los alucinados).<br />

El Boria, cada Boria, también. Porque conforme barro Semanas Santas ante mis<br />

ojos, voy convenciéndome –como con ternura y pena- de que El Boria es un<br />

semanasantero del siglo XIX, que aún colea a mitad del siglo XX. ¿Hay, habrá,<br />

Borias en Tobarra hacia el 2050? Me parece que no y, venga, dígase, mejor que<br />

no los haya, porque será señal de que en cada hermandad prevalece un equipo y no<br />

una persona. El equipo –no la individualidad- está más acorde con los tiempos del<br />

futuro para cualquier organización o institución.<br />

En los años 50 y 60 del siglo XX, si a mi Jesusico no le hubiese dado por<br />

“arreglar” San Juan, San Juan no habría salido. Así de simple. Jesús García<br />

Martínez, tercera generación de Perijuanes Sanjuaneros, se ocupaba del anda,<br />

del Santo, de la palma, de las túnicas, de las filas, del carrico, de los relevos…<br />

Eso, además de ser el sanjuanero más agarráor de los agarráores.<br />

Es un ejemplo.<br />

Probablemente, sería porque las cosas, entonces, tenían que ser así. Y como<br />

tenían que ser así, pues eran así. Un Boria movía una hermandad. Y sin él…<br />

Hoy es más difícil que así sea y, por supuesto, menos deseable. Hoy, en este siglo<br />

XXI, prevalece el sentido de equipo. Las Hermandades, durante casi todo el siglo<br />

XX, eran instituciones sencillas, poco o nada complejas, sota, caballo y rey. Los<br />

Borias tenían que surgir. Y surgían. Hoy, como digo, es más difícil. Una<br />

hermandad tan extraordinariamente bien organizada a caballo de los siglos XX y<br />

XXI como es La Caída, tiene un excepcional presidente (Pepe Garrido) pero tras<br />

él hay, sobre todo, un gran equipo. Eso tiene su mérito, pero es así. ¡Hay que<br />

saber crear y dirigir ese equipo!<br />

¿Borias en la mitad del siglo XXI? ¡Mejor que no! ¡Que decidan los equipos!<br />

Así lo creo. Precisamente por eso, dedico un Cuaderno de Borias. Con la<br />

esperanza de que la perfección semanasantera los convierta en recuerdo y<br />

glorioso honor. En pasado, por supuesto.<br />

10


CON PERMISO DEL BORIA: ¿CAMARERA O CAMARERO?<br />

A Mari Ruiz Huedo.<br />

Hay Santos de talla y Santos de vestir. La Cruz de la Toalla o El Moniquí o San<br />

Juan tienen poco que vestir, pero La Virgen, El Ecce Homo, Nuestro Padre Jesús,<br />

sí que lo tienen. Y vestir un Santo (¿quién dijo aquello de “quedar pá estir<br />

Santos”?) tiene mucho de amor, algo de arte, bastante de técnica e incluso su<br />

pizca de magia.<br />

No es que sea mejor ni peor un Santo de talla que un Santo de vestir o viceversa.<br />

Cuando se decide la compra, la traída, la venida de un Santo para la Semana<br />

Santa, se decide por lo más conveniente en el momento y ya está. Uno de los<br />

arcanos de la Semana Santa es que aunque todos los Santos son Santos, el mío es<br />

el mejor o yo me lo creo así.<br />

¿Quién viste a un Santo? ¿Un camarero o una camarera? Me resulta<br />

especialmente curioso que el Diccionario recoja los dos vocablos por separado y<br />

no sea éste como femenino de aquél. En cualquier caso, es sustantivo con<br />

rimbombancia, con ringo-rango, cosa de reyes y así. Pues si es de reyes, ¿qué no<br />

se merecerá El Señor o La Virgen o…?<br />

En Tobarra, vestir al Santo no ha sido oficio de Borias. Testigo, sí, pero meter la<br />

mano, eso es harina de otro costal. Y opinar, también, que si el pico por aquí, que<br />

si la peluca por acá. Pero poco más.<br />

La única concesión que se permitía hacer El Boria en su hermandad, es no vestir<br />

al Santo. Le daba un como así… Y otorgaba ese privilegio a otra persona.<br />

Por otro lado, he dicho, he dudado si camarero o camarera, pero El Boria bien<br />

sabía que jamás hubiese consentido otro tío vistiendo al Señor o a La Virgen.<br />

Pero como se trataba de una mujer…<br />

Realmente, El Boria no dejaba de serlo por no vestir al Santo. En el fondo, ¡que<br />

más le daba! Y tenía que hacer una concesión. Todos tenían derecho a demostrar<br />

su amor a la hermandad, aunque El Boria bien barruntaba que como el suyo…<br />

Mi madre, sin ser camarera de La Virgen, ayudaba siempre a Jacoba Rodríguez<br />

de Vera a vestir a La Guapa en el filo de los años 50 del siglo XX. Ese fue<br />

siempre uno de los orgullos más grandes de mi madre. Después, cuando murió<br />

Jacoba en 1956, ya nunca más lo intentó.<br />

11


Dificultad clara sería vestir al Cristo Caído del Paso Gordo, por lo complicado del<br />

escorzo y por esa situación de tenguerengues que hace que Cristo vaya a caerse,<br />

(pero Caerse del todo) no arrodillarse, sobre la camarera, con la sensación de<br />

angustia e impotencia que ello provoca.<br />

La camarera ¿hay o ha habido algún camarero? es hada, modista, freira, devota y<br />

siempre, bienaventurada. Cuando ve pasar por su puerta el Santo que ha vestido,<br />

no despierta hasta que no se empeña un Ángel en ello.<br />

12


LA AGONÍA, EL ÚLTIMO ALARDE, LA ÚLTIMA AMOROSA<br />

REBELDÍA DE UN BORIA<br />

A Juan García García.<br />

Crónica y lírica. Testimonio y complicidad. Semanasanterismo y amistad. Juan<br />

García, algunos otros y yo.<br />

Es imprescindible apelar al nombre y a los apellidos, dejar constancia de la<br />

persona, encaramarse a los hechos, encariñarse con las consecuencias, dejar en<br />

paz las modestias…<br />

La Agonía, El Señor de la Sangre, el único Cristo Crucificado de la Semana Santa<br />

tobarreña. (El Cristo de la Antigua -¿por qué?- no ha sido nunca semanasantero).<br />

La hermandad… ¿Por qué las hermandades florecen y decaen? ¿Qué mecanismos<br />

internos (externos, ni uno) de autodestrucción anidan? No hay hombros, no hay<br />

horquillas, no hay…<br />

En mi recuerdo, Maxi Zorrica (Maximino Moya García), Pepe Cañeñe (José Moya<br />

Rodríguez), Pepe Ruiz Parras, Guillermo Monte, Leandro Magro, Dieagaco, el de<br />

Morella… cargando durante bastantes años con La Agonía sobre un carrico. Algo<br />

normal en cientos de Semanas Santas, pero impropio en la de Tobarra.<br />

Pero surge un hombre sin vocación de Boria, pero con hechos de Boria. Un<br />

hombre “de la Virgen”. Un hombre excesivamente bondadoso y modesto. Mi amigo<br />

Juan García García.<br />

Yo vivía en Portugal.<br />

= “Josemari, vamos a cambiar por completo la Hermandad de La Agonía. Vamos,<br />

incluso, a hacer un trono nuevo en Sevilla. ¿Estarías dispuesto a poner algunos<br />

cuartos…?”.<br />

- “Por supuesto, Juanico, por supuesto. ¿Es suficiente con…? Por curiosidad,<br />

¿quién te ayuda?”.<br />

= “Pues están… Como ves, hay bastantes”.<br />

- “Oye, si es en Sevilla, llama a mi amigo Paco Madera, teléfono tal. Te será muy<br />

útil”.<br />

13


La Agonía.<br />

Esto es pura épica semanasantera. Juan García es el último Cid, el último Martín<br />

Fierro, el último Fernán González. Su canto es como una rebeldía. Como los de<br />

Miguel Carcelén y Juan Perijuan y Francisco Sabina y Cristóbal Sánchez Onrubia<br />

y La Chava y David Aroca y…<br />

No llega más lejos mi memoria. Y bien que lo siento. Pero creo abarcar todo el<br />

siglo XX. Y si no, recuérdese que la memoria, como la inteligencia, como la<br />

estatura no son criticables. Lo da o no lo da la mata.<br />

= “En principio, es un préstamo a devolver sin fecha. Pero, ¿y si fuese un<br />

donativo? ¿Qué pasaría?”.<br />

- “Nada, Juanico. Considéralo un donativo”.<br />

Y La Agonía vuelve a salir a hombros. Y hay relevos. Y ha cambiado la hermandad.<br />

Y volvemos a ser todos iguales. Y Tobarra se pone contenta…<br />

Tenía que contarse. Y se cuenta.<br />

En nombre de la Tobarra eterna, ¡gracias Juan García García!<br />

14


LO ABSOLUTO<br />

Hegel, lo absoluto. Yo veo así al Boria. Lo absoluto es “la idea universal y única<br />

que, juzgando y discerniendo, se especifica en el sistema de las ideas<br />

particulares”. Lo explica más claramente María Mercedes Meya en “Albacete<br />

antiguo: Las devociones perdidas”:<br />

- “Un espíritu superior que absorbe el alma individual del hombre, de tal manera<br />

que perdiendo su conciencia individual y su colocación temporal, pasa a formar<br />

parte de él”.<br />

La Hermandad, el Santo, son ese Absoluto para El Boria.<br />

Cáigase en la cuenta que estoy empleando nombres, conceptos, ideas filosóficos.<br />

Por tanto, dialecticamente (otra vez Hegel) cabe decirlo. En El Boria,<br />

generalmente, no cabe sólo teología (¿la mayoría? ¿bastantes? ¿algunos? no son<br />

hombres de misa, confesión, Pascua Florida, diezmos, etc.) y hablar de devoción<br />

minimizaría el papel del Boria. Por tanto, hemos de acudir a la filosofía.<br />

La Hermandad, el Santo, su Santo. Son ese Espíritu Absoluto para El Boria, lo<br />

ilimitado, lo infinito.<br />

Para El Boria todo gira en torno a ese Absoluto. El Boria no quiere más, no sabe<br />

más, no puede más, no necesita más. Por eso hay tan pocos Borias, como hay<br />

pocos sabios o pocos deportistas de élite.<br />

El sentir de El Boria es la Abstracción Absoluta. Él no ve una fila, una túnica, un<br />

anda, un Jueves Santo. La concepción de El Boria de su parcela semanasantera<br />

está por encima de todo eso, lo supera. ¿Cómo si no, es posible ser Boria de<br />

hermandades –no voy a nombrarlas, para no caer en la trampa- con menos carga<br />

déica? Realmente, a El Boria le da lo mismo. Si exagero, pondría un ejemplo<br />

clarísimo: El Boria sería capaz de traer a la Semana Santa al mismísimo Judas<br />

Iscariote, el Apóstol traidor. Realmente, El Boria, desde ese Absoluto, es que ni<br />

siquiera se cuestionaría el intríngulis de Judas en el absoluto de la Pasión.<br />

Creo que El Boria cabe en una tesis doctoral que, obviamente, no me decido a<br />

escribir y es que es un asunto mucho más profundo de lo que parece, aunque haya<br />

tenido su origen en la enamorada ficción de un cuento semanasantero tobarreño.<br />

15


FLORISTA<br />

El florista/la florista es un mal necesario en la Semana Santa. Si El Boria<br />

pudiera, hasta cultivaría las flores para su Santo y, por supuesto, se las pondría<br />

él. Pero no puede, porque su negocio es una tienda o el transporte o es maestro…<br />

Y toda la tierra que posee cabe en tres macetas.<br />

Por tanto, El Boria tié qu’echal mano del florista/la florista que, normalmente es<br />

de Murcia o de Valencia o de Cieza o, ay, de Hellín. Y se hace el trato, tanto por<br />

venir, tantas docenas de… no, este año, no que están muy caros, pon… total,<br />

tanto. ¡Ah! Y a las doce, el Jueves, el Santo arreglao, que a mí no me vas “a tenel<br />

pillao” hasta última hora, que luego se hacen las siete de la tarde y me comen los<br />

nervios, porque aún no está el anda a punto.<br />

Las flores, así, en general, que luego veremos las particularidades, las flores son<br />

una preocupación especialísima de El Boria, pues su Santo es de los que “admiten<br />

flores” y no podemos dar imagen de miserables. “Que luego protestan, que<br />

protesten. Cuando arregle las cuentas…<br />

= “Arreglo del trono… tanto”.<br />

… y si les conviene bien, y si no también, que es muy bonico quejarse, pero quien<br />

se preocupa del florista soy yo, que cada año es más difícil que vengan, y no es<br />

por las flores, es por ponerlas, que eso ellos lo saben hacer muy bien”.<br />

El florista/la florista, Flores Gómez, Murcia, teléfono…<br />

“Cada vez están más «desanchaos». Pero si es algo que debería hacer «de a<br />

por…». Menudo honor para ellos arreglar al Señor o a La Virgen o a… Pero ¡quiá!”.<br />

El Boria rezonga hasta que le toca el turno a su Santo en la Procesión. Procesión<br />

del Miércoles o del Jueves o del Viernes noche… Procesión, cualquiera. Entonces<br />

mira a su Santo con todo el orgullo del mundo y piensa –convencido- que no hay<br />

otro mejor arreglao ni con más flores, ni mejor dispuesto.<br />

En ese momento, El Boria ya no se acuerda del florista/la florista. Todo el<br />

mérito es del Santo, que es lo más bonico del mundo…<br />

18


OLIVERA<br />

A Jesús Remolinos.<br />

De entre la simbología semanasantera tobarreña, la olivera –La Olivera, con<br />

mayúsculas- tiene razón y protagonismo. En realidad, La Olivera debería aparecer<br />

en los <strong>Cuadernos</strong> de Símbolos, pero la flora –La Flora- quedaría coja sin ella en<br />

este Cuaderno de Borias.<br />

Tan símbolo es que El Paso de la Olivera tiene Denominación de Origen, como lo<br />

tiene su secuencial, El Moniquí.<br />

La Olivera trae consigo un recuerdo de “almarzaras” extinguidas y de dichos<br />

presentes, “no va a sacal gusto el azaite”, de aquella Tobarra, ay, tan olivarera<br />

ayer.<br />

La Olivera del Paso de San Roque, la Olivera del Prendimiento, es una buena<br />

ocasión para inmortalizar a Pedrete “el de la almarzara”, aquel que le decía al<br />

“burrera” de mi padre en el Casino de la Plaza…<br />

= “Ay, Paquico, si no hubiás estudiao…”.<br />

O para salvaguardar “el chispe” que es palabra de la tierra e identifica a la placa<br />

de detritus que dejan las olivas después de ser molidas: “Ollejo” y hueso<br />

prensados. Se quemaba, pero daba el humo más horrible de todos los<br />

combustibles usados.<br />

La Olivera es Miércoles Santo y dicen sus agarráores que produce una desazón<br />

en el anda, por aquello del bamboleo.<br />

La Olivera es/era –hasta La Burrica- todo el inicio de la Semana Santa, Cruz<br />

aparte. Creo que la Hermandad de Jesús del Paso debería escribir la Historia de<br />

la Olivera. (Aquí estoy yo, dispuesto a hacerlo… si me lo piden).<br />

El nido.<br />

A La Olivera se le pone un nido o un remedo de nido. Es parte del paisaje del<br />

anda. Y así desfila San Roque abajo, después de que el Miércoles nos haya<br />

aproximado a los tambores.<br />

He tenido la inmensa suerte de haber estado en el Huerto de Getsemaní, en<br />

Jerusalem, allá donde hay centenarios olivos y atiborrados nidos. Me hubiera<br />

19


traído uno para Tobarra, para el Paso de San Roque, la hermandad de siempre de<br />

mi tío Joaquín.<br />

Algún día, me gustaría ser mano que colaca el nido, rama que simboliza el Huerto,<br />

Miércoles de lógicas y abrazos.<br />

¡Ay, si me dejaran!<br />

20


MONIQUÍ<br />

A Lucas Codinillo.<br />

Tobarra y el moniquí son un matrimonio bien avenido. La Semana Santa y El<br />

Moniquí, mucho más.<br />

La Hermandad del Cristo de la Columna –que eso diría su carnet de identidad-<br />

podría ser La Flagelación o el Señor de los Azotes, pero nos empeñamos en que<br />

sea El Moniquí, porque en Tobarra sabemos de floras y, sobre todo, de motes.<br />

Porque también podría ser “el abercoque” o “el búlida”, pero, no, queremos que<br />

sea El Moniquí, ya sin comillas porque adquiere carta de naturaleza.<br />

Lo que ya no sabemos es si El Moniquí es la Hermandad o el anda o el mismo<br />

Cristo Flagelado. Porque ¿cómo le dirán los hermanos? ¿Dirán “El Señor”? ¿Habis<br />

arreglao ya el Señor? ¿Habis arreglao El Moniquí?<br />

El Moniquí es flora, porque adornan el anda con moniquís/ moniquises, que serían<br />

los plurales ortográficos, pero no sabemos decirlo o no nos da la gana decirlo<br />

bien: Moniquíes. La huerta de Tobarra, lo mejor de la huerta, uno de los milagros<br />

que nos distingue, está presente en La Procesión con todo honor, gracias a El<br />

Moniquí. Y es porque no queremos que se nos olviden los orígenes.<br />

Hay veces que “los guielos” se empeñan en que tengamos que inventarnos la fruta,<br />

de tan poquica como hay, a pesar de que el moniquí sea un abercoque macho y<br />

pueda con el frío. Bueno con alguno, que los febreros de Tobarra…<br />

Yo no sé quien inventaría eso de poner moniquís en el anda de El Moniquí. Pero me<br />

gustaría saberlo, para escribirle un poema o inmortalizar su nombre en algún<br />

escritico. No es justo que hayan desaparecido su idea y su gesto.<br />

El Moniquí, los moniquises, los fruteros, la Semana Santa. Somos lo que somos y<br />

nos gusta reconocerlo. Por eso nos decidimos a pasear en La Procesión aquello que<br />

nos distingue. Cristo Flagelado y el moniquí son ya mucho más que pareja, que<br />

simbiosis, que… Son la Tobarra huertana que saca pecho en la Calle Mayor en<br />

cuanto anochece el Jueves Santo.<br />

21


LIRIOS Y ALIAGAS<br />

A Pedro Ruiz Cuenca.<br />

Maridando lirios con aliagas nacen unas flores mulatas o mestizas o zambas que<br />

tienen el color de las túnicas de El Paso Gordo. No sé la razón botánica de tal, e<br />

incluso es difícil justificar científicamente que un blanco más un amarillo den un<br />

marrón, pero las cosas de El Paso Gordo son así: Inexplicables, sobrenaturales.<br />

Esas flores marrones nacen en los recuerdos, en las fotografías y no tienen<br />

clorofila. Se reproducen sólo una vez al año y duran bien poquico: Apenas unas<br />

horas, desde un jueves por la tarde hasta un viernes por la mañana. Y, oh<br />

casualidad, siempre coincide su floración con tiempo de Semana Santa.<br />

Son flores inodoras, que los agarráores machos sienten alergia ante ciertos<br />

refinamientos y les repele.<br />

Todavía no he inventado un nombre para esas flores marrones, híbridas de lírio<br />

(papá) y aliaga (mamá), pero habrá que hacerlo cualquier Jueves Santo.<br />

Sorprendentemente, las paredes de la Sede del Paso Gordo dan un abono muy<br />

bueno para ellas.<br />

Lirios y aliagas ya no son toda la flora de La Caída. Deberían serlo, como cuando<br />

Tobarra era pobre y no había para más. Pero nos parece que Cristo Caído merece<br />

más y se emborrona el piso del anda con otras flores.<br />

La aliaga, en realidad, se dice aulaga. ¡Qué me la blinque la máma y que me ampare<br />

el Judío é la aliaga! ¡Aulagas! El nombrecico tiene pinchos, espinas, púas, como la<br />

propia aliaga. Quienes lo entienden son los colombianos, que dicen “estar en<br />

aulagas” a quien está en dificultades. Claro, como la aliaga pincha…<br />

El lirio, en cambio, es flor de inocencia y candor y quien “va con un lirio en la<br />

mano” es porque no tiene intención de agredir ni de ofender. En Manises aluden a<br />

aquella “delicá de Gandía”, tan delicada que “le cayó un lirio y la mató”.<br />

Lirios y aliagas, El Paso Gordo floral y clásico, tradicional y florido, que<br />

encapricha su peso con botánicas dispersas para recrearse en La Bajada. El Paso<br />

Gordo que se disfraza de jardín para la tarde del Jueves.<br />

Aliagas y lirios. Se inventaron para adornar El Paso Gordo, cuando Tobarra no<br />

estaba para flores mariquitas.<br />

22


CLAVEL<br />

La flor semanasantera por antonomasia es el clavel. Clavel, clavel, clavel… Rojos,<br />

blancos, amarillos, rosa, hasta azules, que la jardinería está haciendo diabluras.<br />

Las andas tobarreñas rebosan clavelería por los cuatro costados y aquí no hay<br />

figura literaria que valga. Claveles al norte, claveles al sur…<br />

Adornar las andas tiene su ciencia y es propio de un oficio el florista/la florista,<br />

ya dicho al principio de esta flora propia de Borias.<br />

Pero hay un clavel muy especial. Sólo uno. Es El Clavel del Resucitao.<br />

Voces antiguas que cercan<br />

voz de clavel varonil.<br />

Moreno de verde luna,<br />

voz de clavel varonil.<br />

Lo dice Federico para Antoñito el Camborio y lo digo yo para El Resucitao, que en<br />

Tobarra no decimos nunca Resucitado porque quedaría demasiado finolis y no<br />

estamos para eso.<br />

El Clavel del Resucitao, ponerle el clavel al Resucitao en su Mano Derecha, la<br />

Mano Triunfante, después del Encuentro con su Madre Guapa, es ya una<br />

tradición. Reciente, pero tradición.<br />

La ceremonia es sencilla: Después de los Himnos y las palomas, un nazareno, una<br />

nazarena tal vez un aprendiz de Boria, se encarama, anda arriba, y coloca entre<br />

los Dedos Victoriosos un Clavel, El Clavel, sujeto con una gomica para que no se<br />

caiga. Y así baja hasta la Plaza.<br />

El rito es sólo el rito, pero el honor de ponel.le El Clavel al Resucitao es algo muy<br />

especial dentro de la Hermandad del Paso Gordo.<br />

(En el anda de al lado, alguien, con parigual honor, seguramente también remedo<br />

de Boria, le quita el puñal a La Guapa, con idéntico ritual).<br />

El Clavel del Resucitao pasa a convertirse en referencia geográfica<br />

semanasantera, en brújula de gloria, en detalle de postín.<br />

Alguien recordará toda la vida “aquel año en que le puse El Clavel al Resucitao…”.<br />

23


TOMILLO, ROMERO Y GOBANITA<br />

No son propiamente plantas semanasanteras, pero pueden llegar a serlo por<br />

derecho propio. El tomillo, el romero, las gobanitas, son parte de la botánica de<br />

nuestros cerros y algunos de nuestros cerros –esos, sí- son absolutamente<br />

semanasanteros. El Cerro de La Encarnación y El Cerro del Calvario son<br />

protagonistas sublimes del acontecer semanasantero y el tomillo, el romero y las<br />

gobanistas son testigos principales del paso de los tambores, del redoblar de las<br />

horquillas.<br />

Parece como si el propio Cristo fuese Boria de su mismo Calvario, para que nunca<br />

falten tomillo, romero y gobanitas en la mañana del Viernes Santo.<br />

Si por El Boria fuera, en el anda, en cada anda, en todas las andas, una mata de<br />

tomillo, un manojo de romero, un plantel de gobanitas, deberían ser “de obligado<br />

ornamento”. Sería Tobarra al pleno, la plenitud vegetal de Tobarra.<br />

Una figura entrañable, tal vez poco o nada cantada y que pasa desapercibida es la<br />

del tamborilero que baja de El Calvario el Viernes o el Domingo, con una matica<br />

de tomillo entre los tornos y la caja de su tambor. Es todo un poema vegetal en el<br />

que el tamborilero recita, con todos los Borias enternecidos:<br />

“Vengo, contento, del Calvario<br />

y traigo un concierto de tomillo.<br />

Tambor, romero, itinerario:<br />

En ellos me paro y encuadrillo”.<br />

Y la Calle Mayor y, antes, El Paseo, se encandilan en perfumes viejos, se<br />

engalanan con arcaicos ritos, se emperegilan con olvidados aliños. Y toman un aire<br />

distinto, porque los tamborileros son distintos. Se han purificado en el Cerro y se<br />

han exorcizado con tomillo y romero. No cabe más.<br />

Por su parte, los tambores atomillados o arromerados suenan mejor. Es como un<br />

misterio de notas vegetales. El tambor es más tambor el Viernes o el Domingo,<br />

cuando se consagran al aroma y al ceremonial. Arrancar tomillos, cortar romeros,<br />

estirar gobanitas.<br />

Tobarra se reconoce en la flora de sus Sagrados Cerros.<br />

24


VER<br />

La Semana Santa es toda la fiesta de los sentidos. Ver, oír, oler, gustar y tocar.<br />

Me los sé de memoria, puedo recitarlos todos y voy a escribirlos de carrerilla.<br />

La Semana Santa es un festín o –perdón- un fiestón, que empleo las palabras<br />

inadecuadamente.<br />

Ver.<br />

La Semana Santa es un concierto de ojos, una conmemoración visual, una<br />

percepción constante y variada, que no hay peor desgracia que ser ciego en<br />

Granada, que vaya mentira, que no hay más grande putada en la vida que no poder<br />

ver la Semana Santa de Tobarra.<br />

Ver.<br />

Se ve la Procesión, se ven los Santos, se ven las cuadrillas (¡no te jode! ¡los<br />

hellineros dicen “peñas”!) se ven los tambores, se ven los cerros…<br />

Ver.<br />

Los ojos son libros en blanco, páginas impolutas en las que escribir cada instante<br />

de la Semana Santa. Y de lo que no cabe duda es que cada cual vemos/escribimos<br />

lo que más nos apetece, lo que nos va inspirando en cada momento.<br />

Ver.<br />

La Semana Santa, ¿por qué no decirlo? es, sobre todo, espectáculo, que ahí están<br />

esos <strong>Cuadernos</strong> de Espectadores para corroborarlo. Y como el espectáculo que<br />

es, hay que verlo.<br />

Ver.<br />

Durante la Semana Santa, sentimos con los ojos. Mejor dicho, sentimos desde los<br />

ojos, que pasan a ser algo así como dos corazones en mitad de la cara. El mundo<br />

semanasantero gira en derredor de los ojos, como si ellos fueran periscopios<br />

decididos que se asomasen definitivamente a un mar llamado Semana Santa.<br />

26


Ver.<br />

En Semana Santa, ver es vivir. Y nos da lo mismo el día que la noche, la luz que la<br />

sombra, la casa que la calle, la cuadrilla que la fila. Vemos todo, vivimos todo.<br />

La Semana Santa es una señorita pudorosa, en la puerta de cuyo cuarto llama<br />

prudentemente el Boria-Universal el Domingo de Burricas, preguntando:<br />

- “¿Está Ud. visible?”.<br />

Y Tobarra le dice:<br />

= “¡Adelante!”.<br />

El resto, es un concierto de ojos nazarenos.<br />

27


Nuestra Semana Santa es para ser oída.<br />

OÍR<br />

En los cerros, desde los cerros, días antes, cuando aún somos impaciencia y<br />

espera, un runrún de tambores desesperados asoma su incontinencia desde<br />

alguna cámara y le escribe al eco un tám tám de presagios imparables.<br />

En las casas, techo abajo, un frú frú de túnicas recién lavadas, estira la<br />

reverberación de su desperezo de felino hibernado ante una plancha urgente.<br />

En los talleres, más que los martillos y los metales, pueden oírse los dedos y las<br />

prisas.<br />

En los hornos, una voz se solivianta ante levaduras canoras y tasas recién<br />

medidas.<br />

En las escuelas, ay, en las escuelas, el Viernes de Dolores, es cantiga<br />

semanasantera, más allá de Cervantes y Pitágoras.<br />

Eso, en Tobarra es así, sí. Pero, ¿y en el destierro? ¿Qué se oye en la fábrica de<br />

Barcelona, en el taller de Elda, en el despacho de Valencia? Ahí, no hay duda, se<br />

escucha el candor de la infancia, se siente el orgullo de lo perdido, se ausculta el<br />

silencio del pasado.<br />

Y en todas partes, en todas, tras el pingorotar de un tobarreño, se trasoye la<br />

falsedad de quien se sabe sonido único.<br />

Y eso que aún no somos tambor, ni horquilla, ni tulipas campanilleras, ni voces de<br />

Boria, ni saeta, ni banda.<br />

Y eso.<br />

Pero queremos serlo, vamos a serlo, tenemos la gozosa esperanza de serlo. Y<br />

afilamos los sonidos, afinamos los oídos, aficionamos los ruidos.<br />

El Boria Universal sabe oír en Semana Santa. Por eso repugna la falta de<br />

sincronía en las horquillas (“¡Eso paece una traca!”). O un tambor como puchero,<br />

como pandero, como zambomba. O una banda “mal armá”. El tobarreño, en Semana<br />

Santa, es capaz de distinguir el sonido de un estandarte y no digamos la<br />

especificidad sónica de un anda: La Olivera suena, como es natural, a arbolea; el<br />

28


horquilleo de San Juan es rápido, Nuestro Padre Jesús mide aritméticamente los<br />

pasos, el cascabeleo de las tulipas se intuye en…<br />

Oír, una bendición para quien lo disfruta. ¿He dicho bendición?<br />

Es que la Bendición también se oye, no es Mektub lo que se oye.<br />

Oír, oír, una Semana Santa para ser oída.<br />

29


OLER<br />

Cada año (pues sucede cada año), una semana sólo es olor, todo es olor. El tiempo,<br />

que no el paisaje, huele como huele la Semana Santa. O tal vez sea la Semana<br />

Santa que huele como el tiempo. Y el tiempo es plenilunio, que nadie lo diría, pues<br />

la luna huele, los cerros huelen, Tobarra huele a Semana Santa.<br />

Es un olor perfumado de esquinas, embebido de rincones, empapado de esperas.<br />

Los calendarios han aguardado cincuenta y una semanas para oler así. Y hay una<br />

borrachera de pituitarias, en la que no tenemos mesura, ni se nos ocurre tenerla.<br />

Los talleres huelen a tambores, los hornos a “untaos”, la iglesia a Santos, los<br />

garutos a limpio, las calles a primavera. Pero, en realidad, se produce una<br />

simbiosis de olores, porque sólo hay uno y es el mismo: Tobarra huele a Semana<br />

Santa. Y se impregna en las paredes, en los cerros. Incluso en los cuerpos, porque<br />

los tobarreños olemos distinto durante una semana. Parece que las túnicas,<br />

cualesquiera, nos embeban la piel y generemos efluvios muy concretos.<br />

Menos mal que aquí, en estos <strong>Cuadernos</strong> de Borias, quiero que prevalezca la<br />

lírica, por aquello de la trascendencia de los nombres y las cosas. Porque si me<br />

pongo borde, aún saco aquí los callejones que huelen a “vinos mal digeríos” y las<br />

esquinas que “apestan a riñón”.<br />

¡Por Dios! ¡Ni se me ocurre!<br />

Tobarra huele a Semana Santa. Ni más ni menos. Y la anosmia es desgracia<br />

supina, servidumbre dura. Vale más constatar como se encalabrinan las tejas en<br />

tardes bienolientes.<br />

El Boria se emperejila, se lava, se perfuma, se atusa. Las rejas le abren paso,<br />

Calle Mayor adelante, cuando va hacia la Plaza a recoger su Santo.<br />

Oler, oler… Una Semana Santa para ser olida.<br />

30


GUSTAR<br />

Gustar, me gustas, el gusto, tanto gusto… No, no es eso. La Semana Santa es<br />

como el bouquet de un vino imposible. Y se puede –y se debe- catar momento a<br />

momento. Yo me convierto en sumiller por una semana y consigo encontrar<br />

retrosabores a canela. Mi paladar ha sido despertado con leve contacto de<br />

frutos del bosque…<br />

En Semana Santa, hasta la cerveza sabe distinta.<br />

¿Cómo no gustar, degustar, catar, saborear, en una semana donde “hay que comel<br />

y bebel”, porque así nos enseñaron?<br />

<strong>Semanasanteros</strong> “comeores”, semanasanteros “bebeores”. Es nuestro sino. Y nos<br />

recreamos apasionadamente en él.<br />

Desde el mojete al “mantecao”, desde el quintico a la menta… (¡No la menta, no,<br />

que es un maldición, ya dicha!).<br />

Nos da lo mismo dulce que “salao”, almuerzo que merienda, altramuz que “tajá”…<br />

El Boria sabe cuanto ha cambiado la Tobarra gastronómica en Semana Santa. Y<br />

ha cambiado para bien. Ya no nos entran los vinazos, puñaladas rubí a los galillos<br />

más duros. Hemos desterrado “la cascaruja”, piedra de moler los hiatos más<br />

sufridos.<br />

Semana Santa gustativa. Eso es Tobarra.<br />

El Boria ha trocado “el chatico” por “el cortao”, “el quintico” por “el cubata”. El<br />

gusto semanasantero de mitad del siglo XX se ha desvanecido<br />

imperceptiblemente. Los garutos han cambiado ese gusto arcaico, pero solemne,<br />

en el que nos recreábamos convencidos. El nazareno no lleva buche. Las andas no<br />

reparten “la coñá”.<br />

Pero Tobarra no deja ni puede dejar los principios, los conceptos. El dios Baco se<br />

enseñorea entre tambores voraces, se hace fuerte entre horquillas ávidas, se<br />

inviste en presidente de cuadrillas insaciables. Lo dionisíaco como cultura.<br />

Primera, segunda, tercera cartilla, enciclopedia… Tobarra tiene un gusto cum<br />

laude por y para la Semana Santa.<br />

No obstante, El Boria sigue predicando templanza como un Apolo morigerado y<br />

casi abstemio.<br />

31


TOCAR<br />

Tocar, de tacto, de quinto sentido, de tactar, palpar, tangir, tentar.<br />

(El tambor, tocar el tambor no juega aquí, si no es con las palabras y las<br />

realidades).<br />

La Semana Santa es un lujo para los dedos, para las manos, para las yemas,<br />

tentáculos sagrados de lo palpable, que el Boria-Universal provoca con su<br />

sapiencia, su voluntad y su quehacer.<br />

Se toca una mano contra otra al saludarse, como canción de año en año; se toca el<br />

anda, como si fuese una cuna de encumbrada prole; se toca la túnica, que no hay<br />

mayor sacralidad ni ceremonia; se toca la horquilla casi con un sobo lujurioso; se<br />

palpa uno su propio cuerpo, semanasantero y táctil.<br />

Tocamos el tiempo, como quien manipula cuidadosamente un artefacto o un cáliz.<br />

Tenemos 104 herramientas a las que llamamos horas y procuramos manosearlas<br />

con disciplina de historiador arrogante.<br />

Ese Boria-Universal es capaz de estimular, de inspirar (que también eso es<br />

tocar) cada Semana Santa, como si fuese el único depositario de lo inmutable, de<br />

lo eterno, de lo transmisible.<br />

La Semana Santa está tocada por la mano de Dios.<br />

Pero en algún momento, somos tan pasivos para el tacto, que notamos que nos<br />

cosquillean el ego al tamborear, nos manosean el alma en alguna esquina de la<br />

procesión. Somos un puro dejarnos hacer a tientas por la noche y el reloj.<br />

Y la contradicción.<br />

Bajo el palo, toqueteando mi cabecerilla con el hombro, hurgando en mi horquilla<br />

con la mano, yo, semanasantero viejo, me considero intocable, no hay tacto que<br />

pueda profanarme, no hay pulso que consiga quebrantarme.<br />

En Semana Santa, tactando o tactado, me siento sacerdote de enardecidas<br />

pieles.<br />

32


… Y UN SEXTO SENTIDO<br />

Tendría que inventarme otro nombre, yo tan inventor de nombres. Ver, oír, oler,<br />

gustar, tocar y… semanasantear. Pero aquí, no sólo como verbo (ver/vista;<br />

oír/oído, etc.) sino como la acción de un sentido: El semanasantero.<br />

El ojo, el oído, el olfato, el gusto, el tacto, el semanasantero. Si. Definitivamente,<br />

sí. Para un tobarreño, en todo tobarreño nace un sexto sentido, el<br />

semanasantero, que es genéticamente social, socialmente genético. Nace<br />

espontáneamente, se desarrolla naturalmente y sólo acaba con la muerte. Luego<br />

es un sentido más, que termina ejercitándose como cualquier otro. La edad<br />

agudiza el semanasantero. Ves cada vez menos, oyes peor, hueles más o menos<br />

bien, el gusto se refina –eso, sí- y el tacto se aristocratiza. Pero ¿y el<br />

semanasantero? ¡Ah! Ahí se puede y se suele alcanzar la perfección. La edad<br />

contribuye a perfeccionar ese sexto sentido, sagrado pero natural en un<br />

tobarreño.<br />

En El Boria-Universal, el sentido semansantero es hipersensible, está<br />

¿excesivamente? muy desarrollado. El Boria-Universal se regodea en su<br />

elefantiasis semanasantera.<br />

Con el semanasantero pasa como con cualquiera de los otros cinco sentidos: Que<br />

lo usamos alguna vez, cuando viene al caso. Cuando dormimos ni vemos ni oimos ni<br />

olemos ni gustamos ni tocamos. Ahora mismo estoy utilizando la vista para<br />

escribir, pero mi olfato está medio dormido y mi gusto completamente apagado.<br />

El semanasantero, que es un sentido capital, suele empezar a “espabilarse” al<br />

“blincal” San Antón y alcanza su mejor forma el sábado de Pasión, en El Pregón.<br />

Semanasantero es un milagro fisiológico exclusivo de tobarreños.<br />

Mi semanasantero está muy bien educado, es absolutamente disciplinado y se<br />

pone en solfa muchísimos sábados del año. Por ejemplo, hoy es 31 de diciembre<br />

de 2001 y aquí lo tengo, bien despierto y en forma. Me siento Semana Santa a<br />

pesar de la fecha, porque está trabajando ese sexto sentido, el semanasantero.<br />

Para quienes no tengan desarrollado el semanasantero ¿qué prótesis habrá que<br />

aplicarle? ¿Gafas? ¿Audífonos? ¡Pobrecitos! Es como si fuesen tobarreños a<br />

medias, almas venidas a menos, enanitos sociales. ¡Mi conmiseración y mi duelo!<br />

En el Boria-Universal el semansantero es cátedra de Sociología y Medicina.<br />

33


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE EEUUSSEEBBIIOO OOCCHHOOAA HHUURRTTAADDOO..<br />

Escribir el prólogo de un libro siempre implica una gran responsabilidad. Aún<br />

más, si el autor tiene tu mismo apellido, es tu amigo y su obra trata de algo tan<br />

cercano y entrañable, como es la Semana Santa de Tobarra,<br />

Creo ser de las pocas personas que han tenido la oportunidad de haber leído todo<br />

lo que Josemari ha publicado: poesía, toros, actividad profesional y especialmente<br />

sobre Tobarra y su Semana Santa y he podido comprobar que en todos sus<br />

escritos ¡en todos!, traten de lo que traten, siempre menciona a su querida<br />

Tobarra.<br />

El autor, Josemari, qué bien me conoce, ha reservado para mi, dentro de un texto<br />

extenso y que recoge prácticamente todo el elenco Semanasantero, la parte más<br />

sentimental: el CORAZÓN.<br />

En los <strong>Cuadernos</strong> <strong>Semanasanteros</strong> se mezclan recuerdos, situaciones vividas…<br />

Pero también hace un muy interesante repaso de la Semana Santa en todos sus<br />

aspectos. Es lógico, por otra parte, que, aún cuando no en lo fundamental<br />

(nuestro amor por Tobarra y su Semana Santa) tengamos puntos de vista<br />

diferentes en lo relativo a alguno de los temas tratados.<br />

Reconozco que la lectura de este nuevo libro semanasantero, me haya hecho vivir<br />

de nuevo mis Semanas Santas de ayer. (¿No te recuerda esto a una poesía de tu<br />

libro, Los Claros Conceptos?).<br />

Es costumbre en ti, Josemari, incluir retos para futuros estudiosos de Tobarra y/o<br />

su Semana Santa. Yo, que me siento muy tobarreño, aunque no risqueño, que me<br />

sigue pareciendo un distingo de clases, no tanto por el concepto de risqueño, sino<br />

por quienes quieren hacerlo patrimonio exclusivo de unos cuantos, me siento<br />

incapaz de profundizar en algunos temas.<br />

Aun así contestaré una de las preguntas que dejas abiertas en este libro: el pelo<br />

que actualmente luce el Señor de la Caña, se confeccionó en Sabadell (Barcelona)<br />

y se debe a Meritxell Lladó Ochoa, nieta de tobarreños, hija de tobarreña y<br />

catalán, agarráora y tamborilera.<br />

La verdad, Josemari, es que en este nuevo libro no te dejas nada en el tintero:<br />

Semana Santa, tronos, agarráores, cofrades, tambor, tamborileros, procesiones,<br />

espectadores, tradiciones, gastronomía, etc. Y todo desde un punto de vista<br />

objetivo (hasta el punto que le sea posible a un tobarreño), pero por lógica, no es<br />

única esa forma de ver la Semana Santa en su conjunto (sería muy triste esa<br />

circunstancia, o bien un punto y final después de este libro).<br />

En infinidad de ocasiones, y en muchas tertulias, hemos hablado de nuestros<br />

diferentes puntos de vista, sobre temas tan profundos como nuestra Semana<br />

Santa, nuestra querida Tobarra y sus gentes. Y desde siempre mantengo una<br />

misma opinión: las cosas no se hacen nunca “porque sí”, todas tienen un motivo<br />

3


final (que no quiere decir que no sea bueno, malo o incluso intrascendente).<br />

Entiendo que todos estamos influidos por la edad, por la familia, por interés, por<br />

desinterés, por envidia, por bondad, por nuestra cultura, por nuestra incultura,<br />

por nuestra inteligencia y por nuestra estupidez y que todos estamos<br />

contaminados por las urnas (este es posiblemente el mayor de los problemas en<br />

un pueblo de las dimensiones de Tobarra). Insisto en que todas las posiciones son<br />

positivas, ¡hasta la más ruin!, y que en lo único que influirán será en la rapidez<br />

en llegar a las metas señaladas y que incluso en la mayoría de los casos no<br />

sabemos cual es la meta a que nos dirigimos. Pero aún así, estamos siempre en el<br />

camino.<br />

Por todo ello, es por lo que creo que todos hacemos Semana Santa: tamborileros,<br />

nazarenos y espectadores. Todos de formas diferentes y todos a mayor gloria de<br />

nuestra Semana Santa.<br />

Siempre hemos discutido, especialmente en lo relacionado a la “formalidad” tanto<br />

de tamborileros como de nazarenos e incluso de los agarráores, y sigo teniendo<br />

muy claro que Tobarra no es Sevilla y que no se puede encorsetar una tradición<br />

semi-anárquica e imaginativa como son los tambores en Tobarra (siempre te<br />

respondo que la gente joven se hace mayor y con ello cambia su forma de vivir la<br />

Semana Santa). Siempre digo que los niños son niños y que intentar que se<br />

comporten como adultos en las “filas”, es tan absurdo como ponerle puertas al<br />

campo y lo queramos o no, son el embrión del futuro de las procesiones. De igual<br />

forma mantengo que hay que cuidar a la gente joven agarráora (no cabe la menor<br />

duda que es más divertido tocar el tambor que agarrar en el Santo) y darles<br />

responsabilidades dentro de la organización de los tronos y de la Asociación de<br />

Cofradías.<br />

Yo me pregunto: sin las mujeres y los niños en las “filas” y sin los jóvenes debajo<br />

del trono, cómo se harían las procesiones. El resto, lo queramos o no, sólo<br />

hacemos bulto. Es cierto que la experiencia es importante para mantener vivas<br />

las tradiciones y evitar errores (por otra parte, ya cometidos) pero también es<br />

cierto que si imponemos esa experiencia, estaremos cortando las alas a las<br />

nuevas iniciativas y a los avances que sólo la gente joven puede llevar a cabo.<br />

Tu mismo hablas en este libro de una generación, la tuya, que de alguna forma<br />

empieza a notar el cansancio (más por edad que por ganas) de ser pilar de<br />

Semana Santa y reclamáis un puesto en la comodidad, merecida sin lugar a<br />

dudas,de ser memoria. Sobre esto sólo he de decir que ¡a ver si cunde el ejemplo!<br />

Como inicio de esta etapa, creo que se debería decir a las generaciones presentes<br />

y venideras, que aun cuando la Semana Santa se hereda como un mito, el mito<br />

tiene significados diferentes para el creyente, para el antropólogo, para el<br />

investigador de la cultura popular, para el psicólogo o para el filólogo, siendo una<br />

de las funciones del mito, consagrar la ambigüedad y la contradicción. Nunca el<br />

mito ofrece un mensaje único, claro y coherente. Los relatos se adaptan y se<br />

transforman según quien los cuenta y según en el contexto en que se cuentan.<br />

Los mitos no son inmutables y dogmáticos, sino fluidos e interpretables.<br />

4


Animemos a que otros escriban sobre el Mito Semanasantero desde otras<br />

perspectivas y con otras interpretaciones.<br />

Duele, Josemari, como dice tu hermanico Pedrín, que alguien como tu, que le ha<br />

dado “aire” a la Semana Santa, que la ha internacionalizado en sus pregones, que<br />

le ha quitado tiempo a su vida para dárselo a su pueblo y a sus gentes, se vea<br />

cuestionado, como si los sentimientos se pudiesen cuestionar por quienes son tan<br />

cortos de miras, que sólo saben mirarse el ombligo. Yo desde aquí te aliento para<br />

que los ignores y sigas en tu objetivo de engrandecer a Tobarra y a su Semana<br />

Santa. Y si te siguen molestando con sus complejos, no te olvides que es más fácil<br />

entenderse con un malo que con un tonto, ya que el malo, a veces, descansa en su<br />

maldad, pero el tonto siempre es tonto y, como decíamos de pequeños “aviso<br />

gorra, al que le de que se joda”.<br />

Es tremendamente importante que tobarreños como tu, mantengan una línea<br />

firme en su amor por Tobarra y su Semana Santa. Esto permitirá que otros que<br />

han de llegar (ruego por que así sea) recojan el testigo, marcándose nuevos retos<br />

en la investigación, la mejora y el engrandecimiento de nuestro Pueblo.<br />

5


CORAZONES<br />

Corazón, corazones, tiempo de corazones. La Semana Santa es tiempo de<br />

corazones. Pero de corazones sincopados, sístoles uniformes, diástoles<br />

monorítmicas, que todos latimos en uno. Tobarra es un solo corazón, uno sólo, que<br />

presenta el mismo bombear y en el que nos nutrimos de vida todos los<br />

tobarreños.<br />

<strong>Cuadernos</strong> de corazones. Uno que vale por todos. Un corazón es Tobarra, y<br />

Tobarra es sólo corazón.<br />

En un solo corazón nos sentimos, nos damos, vivimos. Por eso hay unidad. La<br />

Semana Santa es una porque todos somos uno y lo mismo.<br />

La Semana Santa es lo único uniforme de Tobarra. Su unicidad es plausible. Es<br />

unívoca. Unicorde. Unicolor. Unisonante. Unitaria. Unimismada. Unificada…<br />

Un corazón, unible y unitivo.<br />

En la Semana Santa todo es corazón. Incluso es tiempo de dejarse ver el<br />

corazón.<br />

Se dice: “Es todo corazón”.<br />

Es verdad. En la Semana Santa somos todo corazón. Todos y cualquier<br />

semanasantero merece mi devoción más atrevida, mi reconocimiento más<br />

fecundo. La Semana Santa es el tiempo de la adición: Un tamborilero más un<br />

nazareno, suman dos semanasanteros. Así. Siempre así, en perfecto equilibrio<br />

aritmético.<br />

Uno solo no sería nada. ¿Quién piensa en una sola horquilla o en un solo tambor?<br />

Uno más uno, sí. Así se hace Semana Santa. Somos el más perfecto conjunto de la<br />

tierra. Siete mil unidades, ocho mil forasteros, diez ocasionales, uno detrás de<br />

otro, hacemos la Semana Santa. Sin faltar uno.<br />

Corazón y tiempo único. Que así conste.<br />

Pero la Semana Santa es un tiempo sin angustia. No la hay, no las hay. Somos la<br />

paz total, el sosiego absoluto, la tranquilidad más conseguida, la única<br />

despreocupación posible para un tobarreño vivo. Y la rotundidad acumulada del<br />

recuerdo o del olvido para un tobarreño muerto.<br />

7


La Semana Santa no sabe de inhibiciones ni de complejos ni de prejuicios ni de<br />

traumas. Somos como somos, más allá de la cultura y los principios, más acá de las<br />

normas y los mitos.<br />

Es así: No queremos ser de otra manera.<br />

La Semana Santa es un reloj libertario, en el que estiramos o encogemos los<br />

momentos en la más plausible de las voluntades. Lo mejor es que somos maestros<br />

del tiempo, contumaces y consumados catedráticos del transcurrir. Medimos los<br />

momentos por calles, las horas por redobles, los días por procesiones. (Como el<br />

valor del corazón se mide en sístoles y diástoles).<br />

La Semana Santa es el tiempo perfectamente controlado, un Heráclito de Efeso<br />

a contraestilo, un Einstein a machamartillo.<br />

No nos dejamos ir, no lo vemos pasar, no le hacemos lado. Al contrario. Cogemos<br />

el tiempo por los mismísimos y le decimos que aquí mandamos nosotros, que nada<br />

de eso de ser inexorable, inaprehensible. ¿El tiempo inaprehensible? En Semana<br />

Santa, no, que mandamos en él y lo sometemos.<br />

No hay masa ni velocidad ni espacio ni tiempo. En Semana Santa, Tobarra los<br />

controla y los detiene.<br />

La Semana Santa nunca defrauda. Nunca. Tal vez porque la enfrentamos sin<br />

esperar nada de ella. Pero, aunque se esperase mucho. O todo. Daría lo mismo.<br />

Cuando se entra en la celosía ineludible del Domingo de Impaciencias, ya nada es<br />

inimaginable, todo es asequible, conocido, fácil.<br />

La Semana Santa es un poema hermosamente recitado, una lección bien sabida,<br />

un pasillo que transitamos a obscuras, una piel perfectamente recorrida y<br />

gozada.<br />

Más que nunca, como nunca, esa contigüidad de las horas, 104, ni una más ni una<br />

menos, como suceso más peregrino. Nos sabemos avariciosos, una hora tras otra,<br />

que no se acabarán nunca, son 104, más de cien, que es cifra como alarde, en el<br />

contar de un niño.<br />

¿Quién se sabe un poema de 104 estrofas? Nosotros, sólo nosotros. Lo llevamos<br />

escrito como corazón. Y nos lo recitamos de año en año.<br />

Semana Santa, corazón.<br />

8


QUINARIO<br />

Decimos Semana Santa, porque nuestro corazón quiere ser semana y siete, pero<br />

es quinario y cinco. Así, días seguros, Miércoles, Jueves, Viernes y Domingo. Y de<br />

entre dos, a elegir uno: Domingo de Impaciencias o Sábado de Desconcierto. El<br />

Domingo de Ramos es Semana Santa in pectore: Hay Procesión, pero no hay<br />

tambores. El Sábado Santo también lo es: Hay tambores, pero no hay Procesión.<br />

Quinario, cinco corazones hechos para 24 horas, pero que laten como una semana,<br />

que valen como una Semana. El quinario como medida del tiempo, mano cronológica<br />

que mide el devenir tobarreño, el único tiempo en que la consciencia está en el<br />

corazón, el único crono en que la conciencia alcanza carácter fisiológico de<br />

cordial.<br />

Quinario, cinco días mágicos que valen, no por siete, sino por trescientos sesenta<br />

y cinco (y para algunos semanasanteros, por toda una vida).<br />

Quinario es una palabra nueva para un semanasantero como yo. Pero me la aplico<br />

con fruición por su inmensa verdad, por su despiadada certeza, por su cruel<br />

realidad. Siempre hablamos de Semana, pero son cinco días, o sea, un puro<br />

quinario.<br />

A partir de ahora, mi corazón latirá en quinario, en sus cinco vasos principales,<br />

que son los cinco días completos: Tambor/ Procesión. El resto son arterias/ venas<br />

colaterales, de esas que cuando la cornada es fuerte, se dice en los partes de la<br />

cogida: Rompe también las colaterales. Entonces, los que entendemos de toros<br />

decimos: Le ha pegao un “tabaco”. O sea, que lleva una cornada gorda.<br />

Quinario, quinario.<br />

Si la mano o el pie tuvieran cuatro o seis dedos, el número cinco no tendría valor<br />

poético o místico o fisiológico. Pero son cinco, como los días de nuestra Semana<br />

Santa (en Málaga o Sevilla son ocho, de Domingo a Domingo, inclusive) y echo<br />

mano de capricho lingüístico, para recrearme en la suerte.<br />

Quinario, quinario. Ya lo he dicho. ¿Por qué no recreamos el Lunes, Martes y<br />

Sábado Santos? Son días de vaciedad injustificada. ¡Si somos Semana Santa,<br />

seámoslo una semana entera!<br />

9


P.S: Estos <strong>Cuadernos</strong> lo son del s.XX. El XXI (2003) ha visto nacer la Procesión<br />

del Recuerdo el Lunes Santo. ¡Que cunda el ejemplo y se cambie el quinario por el<br />

hebdomadario!<br />

10


RITUALES<br />

En la Semana Santa todo es cultual. Laico, pero cultual. (¿A alguien sorprende lo<br />

de laico?). Somos culto, practicamos el culto, “admiración afectuosa de que son<br />

objeto algunas cosas”, nos morimos de gusto por los ritos, “costumbre o<br />

ceremonia”.<br />

Yo quiero trascender aquí, en estos <strong>Cuadernos</strong> de Corazones, unos pocos rituales<br />

laicos vividos por mí. Unos serán más “universales” que otros. Algunos totalmente<br />

íntimos, vividos por esas quince o veinte personas que pueden dar fe.<br />

Sirvan, eso sí, para representar a esos otros, tantos otros rituales que nadie<br />

contará nunca, pero que son intrahistoria semanasantera, sin poeta que los cante.<br />

Hoy, son nostalgia pura.<br />

Los panecicos de la Cande<br />

En realidad los panecicos los hacía La Rosarico –Dña. Rosario Onrubia Córcoles-<br />

pero en Tobarra siempre se ha dicho “Los panecicos de La Cande” –Dña.<br />

Candelaria Onrubia Córcoles-.<br />

Por supuesto, todos hemos sabido que los panecicos los hacía La Rosarico, pues su<br />

propia hermana –La Cande- lo decía a voz en pecho.<br />

El tema surgió hace algo más de 30 años, hacia 1965/ 1970. Al terminar la<br />

Bendición en La Plaza los de la Hermandad de la Dolorosa íbamos “cá la Cande, la<br />

Fondista” a su casa de la Calle Mayor, a comernos los típicos panecicos dulces<br />

(miga, huevo, canela, almíbar, etc.) que se suelen hacer en Tobarra, sobre todo,<br />

en Semana Santa. Suelen ser un postre, pero los de la Virgen nos los tomábamos<br />

como aperitivo (las 2, las 3 de la tarde) antes de irnos a comer a casa.<br />

Años después, ya no fue sólo la Hermandad de La Virgen. Era la Tobarra<br />

semanasantera, los que iba “cá la Cande” a comer panecicos cumpliendo un ritual<br />

–cultual- que cada vez iba siendo más conocido. La Rosarico hacía tres o cuatro<br />

ollas de panecicos y quien acudía, panecicos comía.<br />

La consagración del rito se alcanzó el Viernes Santo de 1984, cuando –como he<br />

contado tantas veces- fui el cicerone oficial (me lo pidieron el Ayuntamiento y la<br />

Asociación de Cofradías) de Pepe Bono, primer Presidente electo de Castilla-La<br />

Mancha. Hablé con la Cande, por si le apetecía que aparecíesemos en su casa<br />

11


después de la Bendición en la Plaza. Y hablé –es obvio- con Pepe Bono, por si<br />

quería cumplir un ritual totalmente semanasantero.<br />

Fuimos, claro. (Es muy difícil que Pepe Bono ponga alguna pega en Tobarra). Hay<br />

unas magníficas fotos que lo acreditan y se publicó la visita en la Revista del año<br />

siguiente. El ritual ha pasado a la pequeña historia de la Semana Santa.<br />

Sé que Pepe Bono no ha perdido el contacto con las Fondistas. Tan es así que<br />

cuando murió la Rosarico, llamé a Fuensalida, a Toledo, para informar a Pepe<br />

Bono. Se habían anticipado desde Tobarra.<br />

Los panecicos de la Cande. ¡Gloria a la Rosarico!<br />

La Caja de Puros<br />

La Antoñica del Estanco –Doña Antonia Esteve- es uno de los personajes más<br />

entrañables que han pasado por mi vida. Ya su padre –el abuelo Arenas- era muy<br />

cariñoso conmigo y toda su vida, toda, y toda la mía, claro, ha venido diciéndome:<br />

= “Nene, este año sí que famos á il a loh toroh a Hellín”.<br />

Arenas, el estanco de Arenas. La Antoñica del estanco de Arenas.<br />

Hasta que estuvo abierto el estanco en la Calle Mayor semiesquina a Pérez<br />

Pastor, y desde tiempo inmemorial, la Antoñica del estanco, en el momento en que<br />

El Paso Gordo pasaba por la puerta del estanco de Arenas, sacaba una caja de<br />

puros para que se los fumasen los agarráores de La Caída.<br />

El Botijo de la Corralica<br />

Como se dirá al hablar del buche, en los últimos diez o quince años han<br />

proliferado en El Calvario, para después de la Bendición y el Encuentro, las sedes<br />

o las furgonetas/sedes desde las que cada Hermandad ofrece un bocadillo y una<br />

bebida a sus nazarenos y agarráores. Bueno, en Tobarra somos hospitalarios: En<br />

realidad, se ofrece a quien los pide.<br />

Hoy, pues, no se pasa hambre ni sed en El Calvario. Pero hace 30 ó 40 años, quien<br />

quería comer, tenía que ser de su “buche” (que, hoy, -ya contado- se ha perdido)<br />

y beber…<br />

12


La mañana del Viernes o el Domingo era un auténtico suplicio el aguantarse la sed<br />

del Calvario. Era el martirio de Tántalo. Sobre todo los agarráores, si la mañanica<br />

era calurosa…<br />

Desde siempre, la Hermandad de La Virgen de los Dolores –no sé si alguna otra-<br />

al llegar a las portás de La Corralica –en el mismo cerro- era obsequiada con un<br />

buen trago de agua del botijo. Se paraba la Virgen y el botijo iba pasando entre<br />

los palos, de agarráor en agarráor. Primero los de delante y luego los de detrás.<br />

(No sé por qué, pero era así).<br />

Con el paso de los años, el botijo de La Corralica, se convirtió en los botijos de La<br />

Corralica. Uno, dos… los que hicián farta. Yo creo que La Corralica, al blincal San<br />

Antón, estaba pendiente del, de los botijos y de los agarráores de la Virgen.<br />

Ya lo conté –obiter dicta- cuando “vi dar la Bendición desde dentro”.<br />

Hoy, el botijo de La Corralica forma parte de mis más queridas leyendas de<br />

corazones semanasanteros.<br />

El Pelo Pal Señol<br />

En la Semana Santa de Tobarra sólo cuatro imágenes de Cristo llevan peluca de<br />

pelo natural: El Señor del Prendimiento, el Ecce Homo, Nuestro Padre Jesús<br />

Nazareno y Cristo Caído. El resto –El Moniquí, El Sepulcro, La Agonía- son<br />

Cristos/tallas completas que no se pueden “vestir”.<br />

¿De quién es el pelo con que se han hecho aquellas cuatro pelucas? ¿Cuántas<br />

“pelucas” han llevado cada uno de ellos desde que empezaron a procesionar?<br />

¿Quién hizo esas pelucas? No lo sé, por lo que para mí entra en la leyenda. Pero<br />

sería objeto de un buen artículo para la Revista de Semana Santa el averiguarlo.<br />

Ofrezco la idea, pues este tipo de investigaciones a pie de calle son más propias<br />

de quien viva en Tobarra.<br />

La Palma de San Juan<br />

San Juan/Sanjuanico/Sanjuanero siempre ha lucido una hermosa palma rizada<br />

desde que Juan Perijuán trajo el Santo a Tobarra, después de la Guerra. Antes<br />

de ésta, el olvido.<br />

No conozco la razón de esa palma, pero el hecho es que San Juan, la palma y el<br />

carrico forman parte de nuestra tradición. El Carrico de San Juan está<br />

13


justificado históricamente: El discípulo predilecto de Cristo convoca al resto<br />

mediante un cuerno de ovino (sonoro, por supuesto) que en Tobarra se ha<br />

materializado en el Carrico. Pero, ¿y la palma, la tan arrogante y adornada palma?<br />

No lo sé.<br />

No es fácil adornar una palma. Supongo que en Elche de Alicante habrá cincuenta<br />

personas capaces de ornamentarlas. Pero en Tobarra, no. Era algo singular. Sólo<br />

Emilia “la Zarza” sabía hacerlo. Y en los años cuarenta y cincuenta ella era la<br />

encargada.<br />

Emilia “la Zarza” vivía en un enclave situado detrás de La Trenzadora y detrás<br />

del Campo de La Bola. Y de allí salía cada Jueves Santo la palma de San Juan.<br />

Esta es la leyenda, el corazón.<br />

A su muerte y desde entonces, las monjas Clarisas de Hellín, se encargan de rizar<br />

la palma. Pero San Juan y los Sanjuaneros siguen echando de menos las manos y la<br />

magia de la Emilia “la Zarza”.<br />

Mi Tía Pepa y Hacel de Comel<br />

Mi tía Pepa, la Pepica de Hurtado, hermana menor de mi padre, Josefa Hurtado<br />

Moya, es una de las personas más nobles que yo haya conocido nunca.<br />

Generosa, hospitalaria, sufrida…<br />

Para ella, la Semana Santa es hacel de comel. Para quien sea: Sus hijos, sus<br />

amigos, sus visitantes de un rato… Pero que no falte a nadie de nada.<br />

= “¡Ea, nene…!”.<br />

- “Pero, tía Pepa, descansa una miajica…”.<br />

= “¿Y qué quiés que haga?”.<br />

A cualquier hora, cualquier día, con cualquier ocasión, casa de mi tía Pepa, la<br />

Pepica Calabaza en La Plaza, habrá un plato lleno, un “piazo” pan y una cerveza.<br />

¿Cómo no ser corazón y leyenda? ¿Cómo no representar a la mujer tobarreña que<br />

contribuye más que ayuda a cumplir uno de los ritos semanasanteros más<br />

arraigados: Comel y bebel?<br />

14


El Jueves, Cá la Herminia<br />

La Herminia y Lucas, mi Herminia (Moya Rodríguez) y Codinillo (Lucas Martínez<br />

Martínez). ¡Vaya anfitriones semanasanteros!<br />

No tiene una gran tradición en el tiempo, pero sí en intensidad. El Jueves Santo<br />

por la noche, mi familia cena “cá la Herminia”. ¡Y vaya cena!<br />

Tiene que quedar claro que en mi casa, en Semana Santa, nos juntamos 15 ó 16<br />

personas. Hermanos, hijos, sobrinos, novios, invitados, amigos… Esa es mi familia<br />

en la Tobarra semanasantera.<br />

Yo subo hasta Las Columnas con el Paso Gordo.<br />

Normalmente, “me he apargatao” en el mojete de la sede después de La Bajada,<br />

pero debo pasar por “cá la Herminia”, en la Calle las Columnas, enfrente de la<br />

Fragua del Zoril, para comprobar que “no hay novedades”.<br />

Si esa cena del Jueves sale en este Cuaderno de Corazones es porque “mis<br />

convidaos forasteros” comprueban la hospitalidad, la generosidad de Tobarra en<br />

Semana Santa y mi Herminia y Lucas son una buena muestra. ¡Comida pá cien!<br />

No suelo cenar.<br />

= “¡Chácho, come algo!”.<br />

Pero yo vengo ahito de Paso Gordo y aún esperan los palos, Paseo abajo.<br />

Tobarra, mi Herminia y Lucas son así.<br />

15


UN RITUAL SUI GENERIS: ALMORZAR EL DOMINGO CON “EL<br />

TRONO”<br />

Para mí, almorzar en el garuto de la Cuadrilla El Trono el Domingo de<br />

Resurrección se ha convertido en uno de mis más estimados rituales. Estimado y<br />

cordial.<br />

Y lo conté así (1998):<br />

EL TRONO, LAS CRILLAS Y EL DOMINGO<br />

Dedicado a Antonio García Navarro, Juan "el Moso", José García Martínez,<br />

Antonio Sánchez Ramón, Andrés Sánchez Escribano, Fernando "Flautas",<br />

Juan Antonio Ruiz Huedo, Juan Francisco Lázaro Coy y a mi entrañable Juan<br />

García García.<br />

Y, sobre todos, a mi hermano Pepe Garrido, que les dice que: "cuidáico con<br />

lo que decís, que luego Josemari le saca punta a tó".<br />

Ya en la nostalgia, Lunes de Mona.<br />

En el final de mayo, con el Cristo, Calle Mayor arriba, nacarado de<br />

pétalos y lluvia.<br />

En la incompatibilidad del tiempo y la procesión. 1.998.<br />

“Nunca había sentido tanto frío ni tanto desconsuelo en Semana Santa. 1.998.<br />

Nunca. Frío, día por día. Desconsuelo, la noche del Jueves, agarrando en los palos<br />

del Paso Gordo, cuando, en la puerta de la Purísima, se puso a llover y sólo salí del<br />

anda en la Calle de San Roque, ya en la confluencia con la calle de las Columnas.<br />

Agua en la calva, en las manos, en los pies... ¡hasta en la cencerreta!<br />

Agua, frío y desconsuelo en el alma.<br />

Pero allí no se canteaba nadie. Somos agarráores del Paso Gordo. ¡Pós no es ná!<br />

En cambio, el Domingo de Soles, el Rey Sol cumplió como un tío. El Resucitado,<br />

alegre y por segunda vez tras La Magdalena, San Roque el Viejo adelante, estaba<br />

llegando a la encrucijada de La Granja (Calles: Las Peñas, a Pozohondo, al<br />

Cementerio y a San Antón).<br />

16


Pepe Garrido es mi compinche. Él es el Presidente. Me manda y yo obedezco.<br />

Estabamos conchabados, gazuza y tiempo.<br />

Lo sabía. Sabía que pronto me haría un guiño complice para dejar el grupo de<br />

agarráores que "librabamos" en ese momento y desfilabamos detrás del<br />

Triunfante. Me gustaba la idea. Sabía a donde iba, a lo que iba y con quien iba. En<br />

el 41 de la Calle Las Peñas, frente al 38, tras unas "portás" metálicas, se<br />

escondía/ofrecía un "garuto" semanasantero.<br />

- "¡Leche! ¿Es que te ibas sin pasal?".<br />

No. Nunca lo hubiera hecho. Mi cuadriculatura de hábitos, en el amanecer del<br />

Domingo de Claveles, me había conducido a desayunar (mantecaos, suspiros,<br />

rollos, un litro de leche...) lo suficiente como para Bajar al Resucitado desde La<br />

Encarnación, hacer el Encuentro con La Magdalena en la Cuesta de Correos y<br />

llevarlo, más o menos, hasta la Calle La Parra, donde me imaginaba que me iban a<br />

relevar.<br />

Así fué. Lo adiviné. ¿Imaginación o veteranía?<br />

Es decir, que yo sabía que el Resucitado iba a pasar por el 41 de la Calle de Las<br />

Peñas a tal hora y yo ya tendría hambre otra vez.<br />

- "¡Hola, Josemari! ¡Otra vez, como el año pasao! Entra y come. Come y bebe lo<br />

que quieras. Estás en tu casa. Estás entre amigos".<br />

La eterna hospitalidad semanasantera. Todo es de todos. Todo es para todos.<br />

Todos somos todo.<br />

Una cuadrilla y su "garuto".<br />

Fotografías de la cuadrilla, carteles de la Semana Santa de años anteriores,<br />

platos, vasos... El ordenado desorden de un "garuto" de buenos tamborileros.<br />

En el centro de la sala, una sartén enorme, una gran "sartená de crillas fritas con<br />

ajetes". Por encima, huevos fritos "dejáos cáer".<br />

Un tenedor y un "piazo é pan" como herramientas. (Me los ofrecen con la<br />

naturalidad de lo campechano, que es principio en Tobarra).<br />

17


Empiezo. Entro directamente a matar. Le arreo un meneo a un huevo frito y me<br />

llevo la mitad en el tenedor. Bocao al pan. Gloria bendita.<br />

Soy feliz. No es la comida. Mejor dicho, no es sólo la comida. Es el habitat, el<br />

ambiente, la hora, los anfitriones, el día, el camino hacia el Calvario, mi orgulloso<br />

hombro de agarráor ¡en 41 Semanas Santas! hic et nunc bajo la sacrosanta túnica<br />

marrón de la Caída... Ellos visten, llevan una túnica azul de tamborileros, con<br />

pañoleta blanca. En el lado derecho del pecho, su emblema: "Cuadrilla, El Trono".<br />

Mastico solemnemente. Pero tampoco atascan. Con el primer tiento a lo sólido ya<br />

me largan el porrón. ¡Pero si aún no tengo hecho piso...!<br />

(Por cierto, vino blanco con patatas y huevos fritos. No pegan. Me autonomino<br />

asesor gastronómico "in pectore" de El Trono: el año que viene, en el porrón, vino<br />

tinto, sólo vino tinto. El vino blanco, para la pescailla y los calamares).<br />

¡Qué espectáculo es la sarten!<br />

Las patatas, enteronas. Enteronas, por estar "cortás a rulajas" y por estar poco<br />

hechas. Los ajetes, blancos, duros, "entereticos". Los huevos, vírgenes y<br />

esparcidos. ¡Viva, viva!<br />

El revuelto de huevos, ajetes y patatas, es un grave error. Cada uno en su sitio,<br />

juntos, pero no revueltos. (Ya se revolverán en la barriga).<br />

En estas, estando en plena faena -yo daba la cara a las "portás"- veo entrar a un<br />

cura. ¡El cura! No lo conozco, no los conozco. Pero te das cuenta de que es el más<br />

joven, más terciao que el otro. Aquel tiene cara de listo. Este, como de gorrión<br />

asustao. (¿Quién lo habrá convidao? ¡Qué más dá!). Obviamente, tal como Garrido<br />

y yo, también se ha salido de la procesión. Viene "de durse": Capa pluvial, blanco y<br />

oro; alba impoluta, abrochada en un cíngulo dorado; estola blanca, a juego con la<br />

capa... (Sólo Juan Antonio Ruiz Huedo y yo, por viejos monecillos, nos sabemos el<br />

nombre de las prendas sacerdotales).<br />

- "Tengo que il con muncho cuidao. Me puó manchal y en el alba se notaría<br />

munchísmo".<br />

Le dicen, con retranca:<br />

= "Come lo que quieras, pero no bebas muncho que, si te avías, luego nos soltarás<br />

un güen rollo en El Calvario".<br />

18


- "Tranquilos. No más de cinco minutos".<br />

Me estoy "apargatando", como un buen agarráor. "Mojá y paso atrás", como un<br />

buen tobarreño. "Un ajete, un traguete", como un buen semanasantero.<br />

Mojá. Traguete. Agarráor. Tobarreño. Semanasantero.<br />

Si la vida me sigue dando derecho a ser feliz dos o tres veces por año que, por lo<br />

menos una, sea como aquí, como ahora. Tal y cual. Es el pequeño, puro y simple<br />

placer de estar en Tobarra, en Semana Santa... ¡Con gente que me quiere, con<br />

amigos a los que quiero!... comiendo y bebiendo de manera anómala, a una hora<br />

infrecuente. Insólitos en tiempo y cantidad, para quien practica ese horroroso<br />

hábito de "medirse y cuidarse" el resto del año. Vivo en plan ponderado todo el<br />

año, para poder "burrear" y "apargatarme" una semana.<br />

Pero vale la pena.<br />

Me están demostrando en mi pueblo -una vez más- que la amistad es una sartén<br />

de crillas fritas con gente cojonuda alrededor. ¡Risqueños puros!<br />

Somos felices. Lo noto. Somos felices porque tenemos en común la infancia, la<br />

túnica, las crillas, el buen humor, el buen amor a lo nuestro. Somos complices<br />

semanasanteros. Ellos subirán al Calvario con tambores. Pepe Garrido y yo somos<br />

horquilla. ¡Qué más dá! Todo es Semana Santa.<br />

De pronto, hay un improvisar de gestos y de intentos. Yo lo noto. Aparece una<br />

musa traviesa, dispuesta a la broma definitiva. La fiesta tiene que acabar a lo<br />

grande. El almuerzo no puede terminar así: Hay que intentar un más difícil<br />

todavía.<br />

Ingenio, buen humor, tobarreñismo...<br />

Y dice Garrido al cura:<br />

= "Voy a traerte a la oposición".<br />

¿La oposición? ¡La oposición! Está tan metida en el alma, a nuestro pesar, la<br />

dicotomía partidocrática, (la democracia es otra cosa) que me imaginaba que iba a<br />

por un cualquier «politiquillo de callejón», en boca del Zoril. Bueno, me<br />

extrañaba... ¿La oposición?... Tras un instante de duda, no lo admitía como<br />

posible. Compartir plato y tajás... sólo con amigos por amistad o con desconocidos<br />

19


por hospitalidad. ¡Pero meter vivorillas en el cesto de las habas...! Eso, nunca. No<br />

me lo creía. Entonces... ¿qué pijo de oposición? ¿a por quién iba Garrido?<br />

Pero, efectivamente, era la oposición, llegaba la oposición.<br />

Se abre la puerta y entra... ¡el mismo Poncio Pilatos! Es Juan, un amiguete más, un<br />

"Socio" que viene hecho un dandy, con su corona metálica de palmas, sus pantys<br />

blancos, su sobrecapa azul, sus altas botas...<br />

¡Qué risa!<br />

El cura y Pilatos. El stablishment y la oposición. Cristo y los romanos.<br />

Tobarra es así. En Semana Santa, más.<br />

Y la cuadrilla. Amorosa envidia me aparece.<br />

Antonio, que para mí siempre será «Antonio, el del Camino Hellín», sentadico, a su<br />

chano-chano, que va comiendo más de lo que dice su escaso cuerpo. Andrés, digna<br />

ralea «Chaquetona», poniendo guasas y sonrisas. Juan, banquero siempre,<br />

acostumbrado al ceremonial del dinero, indicando como se debe ahorrar vino en<br />

un porrón que se "esparrama". El Moso, hombre bondadoso, ofreciendo "chullas<br />

de pernil" a cada momento...<br />

Echo de menos a Juanico García, a Antonio García...<br />

Garrido, nervio puro, de aquí para allá... No para, el muy jodío.<br />

La institución y la oposición.<br />

El Cura y Pilatos. Domingo de Resurrección en Tobarra.<br />

El Trono ha conseguido juntar al defensor y al fiscal de lo cristiano. Un "garuto"<br />

de tamborileros es cátedra de armonía y almuerzo.<br />

Yo le pongo la puntilla al almuerzaco (segunda pitanza de este frío, friísimo<br />

Domingo de Globos y Palomas) repelando los restos de un plato con lomo<br />

embuchao. Y me arreo el último lingotazo... aunque sea de vino blanco.<br />

20


Pepe Garrido y yo nos reincorporamos a la Procesión. La Calle de las Columnas nos<br />

viene pequeña. Vamos felices, bien comíos y bebíos, optimistas, tobarreños...<br />

Dispuestos a lo que sea...<br />

¡Que nos dejen el Resucitao pá nosotros sólos...! ¡Arriba de un tirón!<br />

¡Y hasta las crillas del año que viene!”.<br />

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21


REINCIDENCIA<br />

Pero no me conformé y repetí lisonjas tres años después. 2001.<br />

A LA CUADRILLA “EL TRONO”<br />

Ajeteando la patata, el huevo frito,<br />

para almorzar muy recio “los del Trono”,<br />

preparan bien la sed y el apetito<br />

y cada cual “currela” en co-patrono.<br />

Compinches del garuto o del garito,<br />

es cuadrilla cabal, sin abandono.<br />

Antes de ir al Encuentro, como un rito,<br />

le “pegan” a las crillas con encono.<br />

Por fin, hay buen vino en el recinto;<br />

la magra, las morcillas, el buen lomo…<br />

Se olvidaron del blanco (¡Viva el tinto!)<br />

y no aparece allí ni por asomo.<br />

Como ya soy convidado por sistema,<br />

¡les pago mi ración con un poema!<br />

22


Paco es corazón, todo corazón.<br />

PACO, EL BATANERO<br />

Me ocurre a mí y ocurrirá con otros muchos: Alguien “limpió” el tambor/ los<br />

tambores de otros, cada año, antes del Miércoles Sagrado.<br />

Paco, Don Francisco Jiménez Ortíz, Paquico el Batanero, el más joven de todos<br />

ellos, mi amigo de la Academia de Don Rafael Gallego, corazón apriorístico de mi<br />

tamborear. Guardián de mis redobles, pulcridor (invento aquí la palabra para él)<br />

de mis cajas, armador de mis pieles, puestaapuntodor (otro neologismo) de mis<br />

torretas, tensador de mis bordones… En suma, acicalador de los tambores de mi<br />

casa. (Unos 15 ó 20).<br />

Cada año, cada vida, al iniciarse marzo –o por ahí- llama cá mi Herminia, en la<br />

Calle Las Columnas y pide la llave de mi casa tobarreña.<br />

Han pasado…<br />

Ya no le llamo. Él no me llama. Nuestros corazones –ordenador perfecto- lo<br />

intuyen…<br />

= “Ya habrá ido Paco…”.<br />

- “Tengo que ir cá Josemari…”.<br />

Yo sólo sé que el Miércoles Santo tendré los tambores a punto. Es más, desde<br />

que las Jornadas nos aprietan, mucho antes, Paco el Batanero tiene los tambores<br />

de mi familia a punto… “pol si quiés il a …”.<br />

Él no lo sabe, puesto que nunca se lo he dicho. Pero si un año se olvidara de mis<br />

tambores, de acicalarlos, yo me iría a Pedro Barro a llorar mi frustración.<br />

Él sí lo sabe, puesto que siempre se lo he dicho… “no distingo una piel de una<br />

torreta…” que estoy en sus manos, que él es parte sagrada de mi felicidad<br />

semanasantera.<br />

En el fondo, soy injusto con él. Hace 25 años yo escribía poemas para sus<br />

hermanos, Manolo y Antonio. Hace 50 años yo ya abrazaba a su padre, el<br />

Batanero viejo…<br />

23


- “Nene, tengo ya más de 90 años…”.<br />

… pero a Paco sólo le pago con dinero. Soy injusto en sentimientos por más que<br />

sea justo en estipendio.<br />

Paco, Paquico el Batanero, el día en que me presente en mi casa un Miércoles<br />

Sagrado y no tenga los tambores acicalados, una parte de Tobarra habrá muerto<br />

en mí…<br />

24


BLANQUEAO<br />

A mis amigos Silas.<br />

Tobarra enjalbega su cara y su corazón antes del Miércoles Santo. Bien es<br />

verdad que la construcción civil de los últimos 25 años han convertido las<br />

fachadas, las paredes, las cocinas, en otra cosa. Pero cuando el paisaje urbano<br />

tobarreño era manchego puro (hoy es más difícil distinguir un pueblo aragonés de<br />

otro andaluz) con viviendas de una sola planta o con dos plantas y una sola<br />

fachada –blanca y bien blanca- el blanqueao era un ritual tan sentido y vivido<br />

como el mismo tambor. Y mis mayores –que cada vez, obvio, son menos- no me<br />

dejarán en mal lugar.<br />

¡El blanqueao! Brocha gorda, cubo, cal, larga caña, manos dispuestas… y Tobarra<br />

emblanquecida, enjalbegada, encalada. El lenguaje reconoce el verbo blanquear, el<br />

sustantivo blanqueo. Y al reconocer el infinitivo blanquear, reconoce el participio<br />

blanqueado. Pero nosotros decimos “el blanqueao” como puro sustantivo, como<br />

acción, como hecho. Casi –o sin casi- como un gesto.<br />

En Semana Santa, una parte de Tobarra tiene el corazón en sus caras. ¡Claro! La<br />

fachada es el testigo ruano más preclaro de la Procesión, del Tamborear y<br />

Tobarra quiere lucir su palmito exterior, blanqueciéndolo, albayaldándolo. El<br />

blanco como pureza. Y se exhibe en las fachadas.<br />

El blanco como bandera de higiene exterior en La Mancha, en Murcia, en<br />

Extremadura, en Andalucía, en la España meridional ahíta de soles que ciegan. He<br />

ahí la reverberación, el rechazo blanquinoso de los rayos que hieren las siestas y<br />

los gorriones.<br />

Blanqueao y Semana Santa. Tobarra no envidia a los pueblos blancos de Cádiz. No.<br />

¿Por qué? Tobarra es blanca y bien blanca, que la brocha, las largas cañas, los<br />

cubos, las cales… son batutas pretamborileras.<br />

Cales, Calero… son motes tobarreños acusicas de modos y oficios orgullosos.<br />

Tobarra blanquea su corazón en Semana Santa. Los cetros agradecen tanta<br />

albura y presunción.<br />

26


LIMPIEZA GENERAL<br />

Tobarra limpia sus casas durante todo el año, como se lavan los gatos. Pero una<br />

vez al año, antes de Semana Santa se hace limpieza general. Por lo menos, una<br />

vez al año –como la Confesión… o “antes si se espera peligro de muerte o si se ha<br />

de comulgar”-. Puede acudirse a otro zafarrancho por Pascua, o después del<br />

mataero o se ha tenío un enfermo “malismo” o un muerto en casa, como si estos<br />

“empuelcasen” más de la cuenta.<br />

Tobarra hurga en los intersticios de su cuerpo, para limpiarlos bien “limpiaos”.<br />

Repárese en este capricho de nuestro habla: Tiramos de participio, que no de<br />

sustantivo. En Salamanca dirían “limpiarlo bien limpio”.<br />

Cubo, bayeta, agua, escoba, mocho, cepillo, estropajo… desde las cámaras hasta<br />

los cántaros, hay que recibir a los tambores en perfecto estado de revista, por si<br />

a Cristo le da por buscarse cuadrilla y viene a la casa a tomarse un chatejo.<br />

Mi abuela y mi tía Pepa. Mi madre y mi Herminia. La preocupación de una limpieza<br />

general, en la que parece estar en juego el honor y la honra. La preparación ritual<br />

de las voluntades, los saberes y las herramientas para la pulcritud. Un aseo que<br />

ahora, en vísperas de Semana Santa, adquiere carácter de absoluto.<br />

Limpieza general de suelos, de techos, de paredes, de rincones… Ya no digo lavar<br />

las túnicas o desempolvar los cetros, porque eso se da por supuesto. Y si al<br />

blanquear se cuida lo externo, al limpiar se preocupa lo interno. Y así aparece<br />

ante el Miércoles de Descansos Infinitos –para blanqueáores y limpiáoras- una<br />

Tobarra impoluta en la que, dígase una vez más, “se púen comel sopas”.<br />

27


HORNO<br />

Las “cosas de horno” suelen comprarse hechas en el siglo XXI. Pero en el siglo<br />

XX, un altísimo porcentaje de las “cosas de horno” que se comían en las casas de<br />

Tobarra, las habían hecho –en un horno, por supuesto- las propias mujeres/<br />

madres/ amas de casa tobarreñas.<br />

Harina, manteca, almendra “molía”, huevos, azúcar, cáscara de limón “rallao”,<br />

nueces, piñones… y todo el corazón.<br />

Caigamos en la cuenta de nuestro lenguaje: Para nosotros, horno es todo: Desde<br />

la puerta de la calle hasta el corral donde está la leña. Pero ahí sí que<br />

empobrecemos el lenguaje, porque el obrador no es horno, la capilla no es horno y<br />

el corral es corral.<br />

Por razón de los ritos, el horno es tan Semana Santa como la Calle Mayor y hacer<br />

cosas de horno es tan semanasantero como pelar las pieles en ese<br />

sanctasanctorum que es el Molino de la Agustina.<br />

El escriño, la tabla… altares.<br />

La tasa, la docena… mandamientos.<br />

La tradición, las manos… sacramentos.<br />

Soy consciente de que incluyo al horno en un Cuaderno de Corazones. Pero es<br />

porque lo es.<br />

El horno, los hornos, el Viernes de Dolores o el Lunes Santo son nervio, algarabía,<br />

ir y venir, madrugás, trasnochás, una familia –la del hornero, que raramente se<br />

nomina panadero en esas fechas- que no sabe lo que es la tranquilidad ni el<br />

descanso.<br />

En los años 40, seguro que sí. En los 50, en algunas. Pero ya en los 60 no faltaban<br />

las cosas de horno en las casas. Los tambores no pasarían gazuza.<br />

Mantecao y copazo anís.<br />

Rollico y copica mistela.<br />

Con el corazón engrasado… ¡A la calle, a inventarse Zapatatas!<br />

28


Palabras mayores.<br />

MOJETE<br />

El mojete es una de las quintaesencias semanasanteras. Algo así como un heraldo<br />

gastronómico que solemos enarbolar el Miércoles por la tarde y que, si somos<br />

exagerados, que lo somos, puede permanecer enhiesto hasta el Domingo.<br />

Lo mejor del mojete es su polivalencia, puesto que es tan propio de la cuadrilla<br />

como de la hermandad. Incluso es tan adecuado para guachos de ida (críos) como<br />

para guachos de vuelta (viejales).<br />

En la ausencia, en mis infinitas ausencias, en mis ausencias infinitas, tengo la<br />

suerte de que me hagan mojetes en febrero o en agosto o en diciembre. Esa<br />

suerte está provocada porque yo tengo todo el año en mi casa –Barcelona, Lisboa,<br />

Alicante, Valencia…- tomate en conserva de Tobarra que me lo hace mi Herminia.<br />

A partir de ahí, el milagro.<br />

Convierto en Miércoles de Mojetes cualquier sábado/ noche de noviembre.<br />

El mojete es una exhibición cultural que se regala Tobarra cada Semana Santa. El<br />

lebrillo (cuanto más grande, mejor) es todo el ara posible. El tomate es la reliquia<br />

principal. El resto son monaguillos celebrantes que acaparan la soberbia de ser<br />

manjar tobarreño: Olivas, huevos duros, atún, el caprichoso pimiento, aceite/<br />

azaite a discreción, sal… y el punto de ortodoxia.<br />

Tobarra se convierte en corazón en un mojete. El pan es el sacerdote supremo.<br />

Ya están preparados los mojetes.<br />

Puede empezar la Semana Santa.<br />

29


BUCHE<br />

¿Se puede tener el corazón en el buche? ¡En Semana Santa, sí!<br />

El buche, copla bien vivida hasta el final del siglo XX, apenas es latido en el siglo<br />

XXI. Cosas del nivel de vida, de la conservación de las bebidas, de la facilidad del<br />

transporte, de la comodidad de los habitáculos: Una camioneta transportando<br />

bocatas y latas de cerveza, el patio de una casa de El Calvario, han acabado con<br />

ese pacífico animal monocigótico, que era el buche.<br />

El buche latía como un corazón, estaba vivo, se enardecía o se entristecía como<br />

un perrillo. Ahora que lo pienso, el buche, era como un corazón complementario.<br />

Un nazareno sin buche era mucho menos nazareno. Y un tamborilero, no digamos…<br />

El buche era propio de un tiempo y dos figuras: Semana Santa y nazareno o<br />

tamborilero. El tamborilero, el nazareno, salían de su casa con buche, esto es, con<br />

un acopio de comida, normalmente de “cosas de horno”, que almacenaba entre la<br />

túnica y la ropa, amparadas por el cíngulo.<br />

Tal que un buche de colombofilia y macho, que es el buche más buche de toda la<br />

zoología.<br />

El buche era algo tan vivo y útil que moría en El Calvario –nazareno- o en cualquier<br />

calle –tamborilero-. Moría por pura consunción, por auténtica buchofagia<br />

semanasantera.<br />

Camionetas, bocatas, botes, garutos… Los cuatro enemigos del buche.<br />

Mis hijos ya no han conocido el buche. Son nazarenos/ tamborileros incompletos<br />

y no sé si imperfectos. Desde luego, a caballo entre las dos partes del siglo XX,<br />

un niño nazareno, se lavaba, se vestía, se ponía la túnica y se llenaba el buche.<br />

¡Y tirando p’al Calvario!<br />

30


La ceremonia semanasantera del “sople”.<br />

QUINTICO/ VASO VINO<br />

Un quinto de cerveza. Otro. Otro. Un vasico é vino. Otro. Otro. Ritual de darle al<br />

alpiste a tope, que estamos en Semana Santa.<br />

Los tobarreños ensayamos el resto del año “pá dal.le” en Semana Santa. O eso<br />

parece.<br />

El síndrome del codo. Lo levantamos, no sé si demasiado, pero el caso es que lo<br />

levantamos.<br />

En el siglo XX, nuestro corazón se ha decantado por el tinto y por la cerveza. Lo<br />

dice El Zoril en sus versos. Lo dice Eleazar en su prosa. Lo digo yo en mis<br />

recuerdos.<br />

Vino tinto y cerveza. Eso soplamos todos. (Unos cuantos “raros” le pegan también<br />

a las mentas, muy al final del siglo, pero no me da la gana de hacer publicidad a<br />

tan funesta bebida). ¿Un cubata? ¡Ah! Se me olvidaba. Sí. Pero es que ya no<br />

forma parte de mis hábitos semanasanteros.<br />

¿Whiskie, dices? ¡Ay! Sólo ya de muy mayor, a partir de los 70 o poláhi –mis<br />

cuarenta y muchos calendarios- con mi primo Domingo Sidera pimplando y<br />

haciéndonos pimplar a morro. ¡Antes, no!<br />

El corazón en su vaso. Un vaso alegrando el corazón. Éticas heredadas,<br />

costumbres imitadas, hábitos repetidos. Un chatico y un botellín.<br />

El lenguaje. Un chatico y un botellín. Todos sabemos lo que son. Están en nuestra<br />

cultura semanasantera.<br />

31


CARAMELO<br />

El caramelo es una moneda con la que la Procesión compra y vende presencia,<br />

amistades, cansancios y ritos:<br />

- “Dáme un caramelo”.<br />

- “¿Me das un caramelo?”.<br />

- “¿Tiés un caramelo?”.<br />

- “¿Cuándo reparten los caramelos?”.<br />

Es nuestro lenguaje procesionero, sobre todo –o exclusivamente- al empezar la<br />

Procesión. Hablamos, lo decimos, lo preguntamos, como si tratase de algo<br />

vergonzante, rozando el sigilo de los traficantes, pero convencidos como<br />

cualquier adicto.<br />

Una hermandad que no reparte caramelos, es una hermandad pobretica. Los<br />

caramelos se reparten entre los críos de las filas, pero a las hermandades más<br />

pudientes les sobran incluso para los agarráores.<br />

Y no es cualquiera quien sacerdocia el evento, que es gran ofensa si no lo hace el<br />

encargado/ de/ repartir/ las/ bolsas/ de/ caramelos, pues indica gran confusión<br />

y desorden en la organización de la hermandad.<br />

Cuando niños (nazarenos pobres de los años 50) todo el estipendio iba pá compral<br />

caramelos, como he contado en otros llantos. Pero hoy, corazones ahítos de<br />

mojete y bocadillos, echamos de menos los caramelos, en el momento en que<br />

llegamos a la Plaza, desde la Iglesia, y las filas empiezan a estirarse:<br />

- “Joder, ¿es que aquí nadie reparte los caramelos?”.<br />

Lo decimos así, con palabrota y enfado, que estamos cerca del Ayuntamiento y<br />

aún no tengo mi bolsa de caramelos en el buche.<br />

En Tobarra no llegamos a la exageración de Orihuela o de Murcia, en donde se<br />

plantean verdaderas batallas de caramelos nazarenos/ espectadores. Pero<br />

también ponemos nuestro corazón en el ritual.<br />

El caramelo. Los caramelos. Una bolsica de caramelos.<br />

Un buche. Un nazareno. Una moneda de azúcar y magia.<br />

El resto del año, ni catal.los, claro.<br />

32


MANTO<br />

Millán. 1956. Así se decía en alguna parte del anda nueva de La Guapa. O yo me lo<br />

he inventado, que no creo, puesto que fue el gesto semanasantero por<br />

antonomasia del segundo lustro de la década de los 50: El anda grande y el manto<br />

de La Dolorosa.<br />

No sé quien sería Gloria Higuera o no lo recuerdo, pero si sé que fue quien dio el<br />

manto para La Virgen y yo siempre he guardado ese nombre en mi corazón,<br />

porque su donación fue un alarde que Tobarra en pleno agradeció.<br />

La Virgen Dolorosa, su anda nueva, su manto… épica semanasantera pura en un<br />

tiempo de pocas emociones, de escasos vaivenes, de nulos episodios. El manto<br />

marcó un antes y un después en el procesionar tobarreño. Aunque sólo fuese por<br />

la dimensión exigida, por la volumetría del anda, por la presencia de La Guapa.<br />

Ya teníamos andas como decían que había en Sevilla, en Málaga…<br />

El Manto, ahora con mayúscula, el Manto fue un privilegio que Tobarra se<br />

merecía, pero que quien se lo merecía de verdad era La Guapa.<br />

El Manto. Hubo que inventarle un esqueleto de tablas sobre el que sostenerlo,<br />

sobre el que crear su oquedad. La pollera. Eso es, así se dice. Una palabra<br />

semanasantera más. Una obra que pasará desapercibida. La pollera merece un<br />

artículo semanasantero que debe escribirse desde la Hermandad, con datos y<br />

gestación. Como se lo merece el Manto, (los Mantos ahora).<br />

La idea está ahí.<br />

Estamos en 1956. Yo tengo 14 años. La Semana Santa de Tobarra empieza “a<br />

sacar cabeza”. Orgullo no nos falta. Y asuntos para “presumir”, menos.<br />

33


PUÑAL Y CLAVEL<br />

Así, metíos los dos en el mismo saco, pulso de corazones enfrentrados. Un poner<br />

y un quitar bajo el cielo del Calvario, honor con honor. Tobarra, sístole, diástole,<br />

corazones aproximados.<br />

Se le quita el puñal a La Guapa. Se le pone el clavel a su Hijo.<br />

Ceremonias simultáneas post-Encuentro, una vez que se aherroja el dolor y se<br />

siega toda la gloria.<br />

Puñal y clavel son pasos de un latir en lo íntimo, puesto que quitarlo y ponerlo<br />

pasan desapercibidos en lo público y apenas trascienden de lo doméstico:<br />

Agarráores, Borias… y poco más, que estoy seguro de que hay muchos nazarenos<br />

de La Virgen y de La Caída que no conocen el asunto, simplemente, porque no<br />

suben hasta la cima el Domingo de Aleluias o, porque aún subiendo, no se acercan<br />

a las andas para ver El Encuentro.<br />

Dicen los que los ponen/ quitan, que les supone emoción infinita, taquicardia<br />

ferviente, honor a tope. Lo veo, lo creo.<br />

Antes, previamente, hay conciliábulos y sigilos: Hay que decidir –cada Hermandad<br />

lo suyo- quien pone y quien quita. Se espiga, se monda, se clarea… Nombres,<br />

méritos… hay que decidirse. ¡Y se decide!<br />

En esos segundos de subir al anda, en un puro trepar palos arriba, dos manos, una<br />

que suma y otra que resta, son todo el simbolismo de sus respectivas<br />

Hermandades.<br />

Dos manos de cuerpos distintos se convierten en corazón tras la plata y tras los<br />

pétalos.<br />

34


GUISAO DE PANECICOS<br />

El panecico, ¿existe el panecico? los panecicos que son plurales pero no por el<br />

sustantivo, sino por las clases, los gustos, la realidad, forma parte del corazón<br />

gastronómico semanasantero tobarreño. Corazón dividido: Panecicos, los<br />

panecicos versus el guisao de panecicos. Se dice lo mismo, pero nadie pondría<br />

“panecicos” (que son dulces) en un “guisao de panecicos” que aquí jamás aparecen<br />

como algo propio y no son sino complemento del guisao de panecicos (que son<br />

salaos).<br />

Los panecicos –ya dichos- forman parte del ritual (los panecicos de la Cande, que<br />

hacía la Rosarico) y por sí solo tienen poco misterio, si no van ligados a aquellas.<br />

Pero el guisao de panecicos es otra liturgia, enraizada en lo cuaresmal, en lo<br />

eclesial, en la vigilia/ que/ es/ vigilia/ y/ no/ se/ puede/ comer/ carne. Y como no<br />

se pué comel calne, se come guisao de panecicos, donde late el corazón de una<br />

Tobarra perdida pero que mantiene el guisao de panecicos, porque si<br />

desapareciera sería, casi, como un mal fario, como una fauna en vías de extinción,<br />

como un sacrilegio.<br />

En mi casa no se come guisao de panecicos, pero cá mi agüela Pepa, sí. Garbanzos,<br />

patatas, acelgas ¿acelgas?, bacalao, panecicos a base de pan rayado, huevo<br />

batido, etc. Digo etcétera porque no sé lo que llevan los panecicos y le estoy<br />

poniendo valor y jeta en este deambular gastronómico, que es digno de mejor<br />

causa, mejor pluma y más profundos conocimientos culinarios. ¡Que se decida a<br />

escribirlo mi primo El Use!<br />

Los panecicos del guisao, merecen estar en un libro semanasantero, porque<br />

forman parte del Viernes de Panecicos, con el mismo honor que un cetro.<br />

El corazón de Tobarra está escondido en un guisao de panecicos que preside las<br />

mesas del Viernes, pero que nadie sabe de donde han salido ni a qué hora se han<br />

hecho. Que ese es otro de los misterios de la Semana Santa.<br />

Algún día, por San Roque (precisamente por San Roque), me presentaré cá mi tía<br />

Pepa y le diré solemnemente:<br />

- “Tía Pepa: Quiero ser Tobarra y sacerdocio, ara y ceremonia. ¿Te importaría<br />

prepararme un guisao de panecicos? Me inventaré un poema como conjuro, por<br />

si soy capaz de describir la Tobarra de los siglos y los orgullos”.<br />

35


A PACO PEÑA Y PACO PATERNA, QUE ME<br />

ELIGIERON 1 ER PREGONERO DE LA<br />

SEMANA SANTA DE TOBARRA EN 1980,<br />

CON TODA LA CARGA DE SIMBOLISMO<br />

QUE ELLO COMPORTA.<br />

3


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE JJUUAANN GGAARRCCÍÍAA GGAARRCCÍÍAA<br />

“VIVIR SIN AMIGOS NO ES VIVIR”<br />

(Cicerón)<br />

Con mucha antelación a estos <strong>Cuadernos</strong> y a tantas y tantas publicaciones<br />

que a lo largo de los tiempos han ido brotando de sus excepcionales conocimientos<br />

semanasanteros, por encima de determinadas incompatibilidades de carácter,<br />

formas y opinión, José Mª Hurtado me ha demostrado su amistad en cantidad de<br />

ocasiones. Me la he demostrado a su manera, lógico, pues Hurtado y yo somos<br />

personas distintas, y ni a él ni a nadie se le puede, se le debe exigir que se sea<br />

amigo “según convenga”.<br />

Todos hemos de aceptarnos y querernos por encima de cualquier<br />

circunstancia, practicando dentro de la idea central del humanismo una actitud<br />

ética ante la vida en general y los amigos en particular.<br />

Yo he de confesar con toda sinceridad que,por encima de situaciones<br />

puntuales, me siento cómodo y, sobre todo, me he sentido amigo de Hurtado en<br />

justa correspondencia.<br />

En Tobarra, José María Hurtado tiene ¡faltaría más!, partidarios y<br />

detractores –para todos mi consideración- pero lo que queda claro es que a<br />

ninguno de los que le conocemos bien, nos deja indiferentes, y ello,al menos desde<br />

mi observación, dice mucho de su recia personalidad.<br />

<strong>Cuadernos</strong> <strong>Semanasanteros</strong> es la nueva y, posiblemente, la más<br />

importante aportación de lo mucho que tiene publicado, con el peculiar estilo<br />

literario que le caracteriza a la hora de crear y hacer hablar a sus personajes.<br />

Una vez más ¡felicidades! Josemari.<br />

No descubro nada si aseguro que Hurtado es hombre de talento y pluma<br />

rápida que, recordando el pasado, actuando en el presente y con grandes ideas de<br />

futuro, continuará transmitiendo sus extraordinarios conocimientos<br />

semanasanteros, fruto sin duda de una exhaustiva y profunda investigación.<br />

Y así, a través de sus magníficas crónicas, hará llegar a las actuales y<br />

futuras generaciones toda su sabiduría, tan real como desinteresada.<br />

5


LA LLEGADA<br />

La relajante lumbrarada de los tambores, va echando bazas acústicas sobre el<br />

aquilatado horquillear de La Cruz.<br />

La calle. Todo es calle.<br />

En una esquina golfa, se abrazan dos palillos con un cetro, celebrando la llegada.<br />

La llegada. Han llegado “esos días”.<br />

La verde cabalgada de las habas tiernas se esparce en piropos hacia un pernil<br />

colgando.<br />

Garuto. Todo es garuto.<br />

En un rincón impío, un quinto de cerveza besa impúdicamente a una garrafa de<br />

vino,congratulándose de la llegada.<br />

La llegada. Ha llegado “ese tiempo”.<br />

La mágica mano de un Boria acaricia un cubo de claveles blancos.<br />

La sede. Todo es sede.<br />

Bajo el anda, una tulipa traviesa muestra su intimidad a las baterías, con un deseo<br />

de poseerlas.<br />

Ya es la llegada.<br />

Ha llegado la Semana Santa.<br />

7


ALIAS<br />

Una Tobarra que se sabe nueva una vez al año, que adquiere consciencia de<br />

distinta cada cincuenta y dos semanas, que toma posesión de su diferencia con<br />

convicción y soberbia, surge en la geografía. Tobarra se desfila ante sí misma con<br />

su aire entre sacerdotal y mundano; se regodea en su propio ser nuevo con tonos<br />

de impaciencia y festín.<br />

Tobarra es espectadora definitiva de su devenir implacable. (Había escrito –<br />

inconscientemente- implicable. ¡Es que es verdad! También es implicable. A tope).<br />

La Semana Santa –entonces- es un puro antropomorfismo. Es ese momento por un<br />

milagro de la antroponimia, en el mapa de España, 50 kmtrs. al Sur de Albacete,<br />

en la vieja carretera 301, inmediatamente después de Navajuelos, puede leerse:<br />

SEMANA SANTA<br />

El nombre de Tobarra desaparece, se trasmuta e hiberna. Es una hibernación<br />

marceña, he ahí, o abrileña, que dura lo que dura una semana.<br />

En los hitos kilométricos se produce un juego de alfabetos y aritméticas. Se<br />

puede leer:<br />

“A la Semana Santa, tantos kilómetros”<br />

Un pueblo ha pasado a llamarse Semana Santa. Puro autobautismo. Sí, sí,<br />

bajando, se deja El Raso a la derecha, La Tedera a la izquierda, más allá Abenuj,<br />

al fondo El Reloj de las 104 esferas, a lo lejos, La Encarnación… ¡Hemos llegado a<br />

la Semana Santa!<br />

No hay error. Estamos nominando a Tobarra/Semana Santa. ¿Cuál es el nombre y<br />

cuál es el alias? Pero lo mejor es que no pasa en ningún otro pueblo del mundo. Y<br />

con Tobarra pasa, porque hay un motivo muy serio: La propia voluntad de los<br />

habitantes.<br />

El pueblo se llama Semana Santa y el gentilicio semanasantero.<br />

- ¿De dónde eres? = ¡De Semana Santa!<br />

- ¿Dónde vas? = ¡A Semana Santa!<br />

8


Durante 51 Semanas soy tobarreño. Una completa, semanasantero. Toda mi vida,<br />

¡risqueño!<br />

Cuadrillas de tamborileros se reconocen en grupos de nazarenos que van Calle<br />

Mayor abajo. Las flores que han sacado a la puerta para ser vendidas, echan<br />

piropos a las rejas de la casa de enfrente. Se anuncia un concierto de toñas en un<br />

escaparate anónimo. Alguien bendice un garuto con vino de la Cooperativa. Los<br />

Santos han empezado a impacientarse ante tanto Rezo y tanto Oficio… Ellos son<br />

Procesión, no liturgia, y quieren ser Procesión. Los tambores... Los tambores<br />

quieren ser voz y propugnan un acopio palillos.<br />

Es Semana Santa, todo es Semana Santa. Todo por la Semana Santa, pero con la<br />

Semana Santa. Esa es la ley. Y es más antigua que los cerros. Más futura que las<br />

constelaciones. Más fuerte que veinte millones de Plenos Municipales. Y está por<br />

encima de todos los partidos políticos que en la Historia han sido. ¡Qué lástima!<br />

Se apagan los últimos néones donde habían escrito “Tobarra”. Se encienden las<br />

primeras estrellas en las que se puede leer:<br />

SEMANA SANTA DE ESPAÑA<br />

En los caminos, se autoinmolan las aliagas. En La Plaza, brota una fuente<br />

nazarena, que se desparrama, Portachuelo arriba.<br />

Ha sido como si de pronto, en un calendario cualquiera, todos los nombres del<br />

mundo, todos los motes de la Historia se convirtiesen en uno solo, por obra y<br />

gracia de un milagro de la química, de las letras, de la cronología, de las<br />

voluntades. Un nombre, sólo un nombre, todo un nombre. Un pueblo (ex–Tobarra)<br />

deja de serlo para pasar a llamarse como neologismo soberbio, como topónimo<br />

aguerrido, nada más y nada menos que:<br />

SEMANA SANTA DE ESPAÑA<br />

Un tambor dice Amén, entre silla y silla. Un cetro aplaude. Una horquilla jadea.<br />

Todas las esquinas se conchaban y pontifican.<br />

9


LA FUSIÓN DE HERMANDADES, OTRA VEZ<br />

Ya está pensado y dicho. En otro tiempo, en otra ocasión, publicado está en Tobarra,<br />

escribí sobre la absoluta conveniencia de la fusión de algunas Hermandades. Y<br />

afirmé que el mismo Nuevo Testamento nos daba pistas.<br />

Eso dije. ¿Algo que añadir? Pues, sí. Que si hace unos años estaba convencido de la<br />

bondad del proyecto/ idea, mucho más lo estoy en 2004.<br />

“Sacar un Santo”, es poco nexo de unión para aglutinar una hermandad. Por tanto,<br />

una hermandad puede “sacar dos… o tres Santos”, y no pasaría nada. Las dos últimas<br />

Semanas Santas con las que he estado en contacto –Manises y Calasparra- sólo<br />

tienen cuatro Cofradías. Entre todas, sacan bastante más de cuatro andas.<br />

Ahora puedo aportar alguna solución. Por ejemplo, que para respetar las legítimas<br />

vanidades y los normales intereses de cada hermandad, la hermandad resultante se<br />

llamase adicionando el nombre de las fusionadas. Así, si se fusionasen la Hermandad<br />

de San Agustín con la Hermandad de Santo Tomás, la hermandad resultante pasaría<br />

a llamarse “Hermandad de San Agustín y Santo Tomás”.<br />

¿Presidencia? Un año, el presidente de una y otro año, el presidente de la otra.<br />

Directiva: Pues lo mismo, pero más fácil. En vez de haber cinco directivos, que haya<br />

diez.<br />

De esta manera en unos pocos años, la normalidad –elecciones, dirección, directrices,<br />

espíritu…- pasará a ser lo cotidiano en la nueva hermandad.<br />

Normalmente, al cabo del tiempo, con generosidad, las cosas buenas de cada una de<br />

las fusionadas habrá impregnado el quehacer de la nueva.<br />

¿Ventajas? ¡Las diré una vez más!<br />

1º.- Que las hermandades se equilibren, evitando las fuertes y las menos fuertes.<br />

2º.- Que es más fácil poner de acuerdo a cinco que a catorce.<br />

3º.- ¡El agarrao! He ahí el leit motiv. Sobrarán hombros siempre.<br />

Etc.<br />

Ahora que venga alguien a decirme los inconvenientes. ¡Lo escucho!<br />

10


FRATRIAS<br />

Somos fratria, nos subdividimos en hermandades, cuadrillas, garutos, amigos…<br />

Toda la tribu semanasantera, se parte en fratrias que forman EL TODO.<br />

Somos taifas. Cada cual, cada cuales, mandan en lo suyo y no consentimos que<br />

nadie interfiera.<br />

La individualidad es absolutamente imposible en el anda. En el tambor, sí, pero ya<br />

hemos visto que el tamborilero aislado sólo es excepción.<br />

Parece, pues, que la Semana Santa la inventamos para ser compartida.<br />

Pero sin pasarnos.<br />

Quiero decir que, al final, en el anda terminas hablando con tres o cuatro. En las<br />

filas, lo mismo; y en la cuadrilla, no digamos.<br />

Así que sí, ni lo individual ni lo masificado: Grupo, fratrias, taifas. Desde ellas<br />

alcanzamos dos plenitudes. Una hacia lo individual. Otra hacia lo colectivo. Es una<br />

proyección ambivalente que da una fuerza total al todo semanasantero. Mi<br />

cuadrilla me refuerza el ego. Pero también la cuadrilla refuerza la fiesta toda.<br />

El grupo, lo grupal. Me gustaría tener conocimientos antropológicos y sociológicos<br />

para estudiar el asunto en profundidad: Individuo, Grupo, Tribu. ¿Dónde estaría<br />

la verdad? Aquí, tal y como lo enfoco en el Grupo, la Fratria, que refuerza al<br />

Individuo pero también a la Tribu/ Sociedad/ Colectividad.<br />

El yo; el yo compartido; el yo colectivo. Así hacemos la Semana Santa.<br />

11


LO CLÁSICO VERSUS LO INNOVADOR<br />

Lo clásico, lo eterno. Lo innovador, lo novedoso. Tobarra ha sabido<br />

compatibilizarlo, astuta, sagaz, sabiamente.<br />

El hecho puede deberse a que nunca, nadie, en serio, ensoberbecido, ha querido<br />

romper con los principios, con lo eterno, con lo válido. Al mismo tiempo, en serio,<br />

convencido, nunca, nadie ha intentado un cambio radical, una metamorfosis<br />

absoluta. Algún anecdótico rifirrafe y poco más.<br />

¿Lo hubiese consentido Tobarra? ¿Habría aceptado una ruptura con lo simbólico?<br />

¿Cómo habría protestado? ¿De qué manera se habría rebelado?<br />

La clave de la tradición es su enriquecimiento, nunca su cambio, puesto que este<br />

comportaría una quiebra de su esencia. Y la Semana Santa ha ido<br />

autoabasteciéndose, enriqueciéndose en cualquier caso.<br />

Se me está ocurriendo una idea auténticamente perversa, pero no me<br />

autocensuro. ¡Adelante! ¿Alguien ha caído en la cuenta de que las tres o cuatro<br />

ocasiones –contemporáneas- en que ha habido alguna “fricción” semanasantera<br />

(intento de cambios de profundis) el “friccionario” era un cura… pero sobre todo,<br />

era forastero? En cualquier caso, hablo de hace más de 25 años, en plenos<br />

tiempos de total concomitancia Iglesia/ Estado pues, desde la Transición, los<br />

curas han tenido la inteligencia y el buen gusto de “no meterse en lo sin coger”.<br />

Abundo: Ningún tobarreño –contemporáneo- ha tenido el atrevimiento de<br />

intentar “cambiarle el agua a las olivas”. Vamos, es que ni se ha intentado.<br />

¡Gracias a Dios!<br />

El tobarreño, el semanasantero, saben aferrarse a lo simbólico, a lo<br />

trascendente, a lo clásico. Y su voluntad de innovación –que no su capacidad- ha<br />

sido parca y siempre muy medida. Y así, lo clásico no cabe versus lo innovador,<br />

sino como complemento, como añadido, como fenómeno enriquecedor.<br />

Una de las grandezas de la Semana Santa es que, como en Juan Ramón:<br />

= No la toquéis<br />

que así es la rosa.<br />

Y los tobarreños lo tenemos tan claro, que no nos atrevemos a tocarla. Ni para<br />

limpiarle el polvo. Y, menos, claro, el polvo de la Historia.<br />

12


FILOSOFANDO<br />

¿Cuál es la verdad semanasantera? ¿La realidad radical de la misma, esa de la de<br />

que habla Ortega, esa realidad máxima? ¿O, es por el contrario, la idea, el<br />

concepto que tenemos de esa realidad?<br />

¿Prevalezco yo como nazareno o prevalece lo que yo creo que es y representa un<br />

nazareno?<br />

La grandeza de la Semana Santa es que conviven perfectamente ambas<br />

situaciones/verdades/creencias. Son perfectamente compatibles porque –en el<br />

fondo- muy pocos semanasanteros intentamos llegar ad finem. Nuestra Semana<br />

Santa se desarrolla por sí, se manifiesta per se, independientemente de sus<br />

influencias, si es que estas existen; y, si estas existen, suponiendo que sean<br />

perceptibles; y si lo son, si es que al final consiguen influir.<br />

Pero la Semana Santa admite dos posibilidades. La primera como ser, como modo<br />

de ser realidad, como ens, como algo ontológico que está ahí, inmutable, esencial,<br />

conceptual, real. La segunda como categorías, como manifestaciones, como<br />

consecuencias, como modos de ser aquella. El Prendimiento, el tambor, la<br />

horquilla, son modos de ser categorías, cualidades de una realidad única, amplia,<br />

absoluta, total, que se llama Semana Santa.<br />

Aquella puede, cabe, vale, por sí sola. Estas, nunca, salvo como mundanizaciones<br />

de la otra. Aquella existe sin nosotros. Nosotros manifestamos, hacemos vivir lo<br />

circunstancial. Aquella es independiente de todo, es en sí. Las otras están sólo si<br />

nosotros las valemos.<br />

Hacerse estos planteamientos sólo tiene cabida –o así lo creo- dentro de un libro<br />

sobre la universalidad semanasantera. Y, por supuesto, siempre dentro de la más<br />

profunda filosofía. Hacérselos desde la teología es superfluo. La teología no<br />

justifica, sino que expone, sencillamente expone. La fe es así. Si tuviese<br />

explicación sería filosófica, pero no en la fe, por más que Santo Tomás y los<br />

escolásticos silogizasen en torno a ello, que no lo hicieron.<br />

Detrás de la filosofía, estarían la sociología y la antropología, claramente.<br />

Decía. El planteamiento teológico de la Semana Santa de Tobarra (teo-logia:<br />

exposición de Dios) es incompatible con un planteamiento apud fidei, en tanto en<br />

cuanto que fe y razón sólo pueden ser paralelas. Por supuesto, no necesariamente<br />

contradictorias, pero tampoco nunca complementarias. Sólo paralelas, que no es<br />

13


poco. ¿Teodicea? ¿Teología a través de la razón? No lo veo, no lo creo, no me lo<br />

imagino.<br />

En la Semana Santa de Tobarra la Cristología deica es sólo una pequeña parte<br />

(Resurrección). Casi todo el resto sería Cristología humana. Y aún quedaría una<br />

parte esencial, capital, importante, sin contenido trascendente: El tambor y, si se<br />

me apura, la Bendición. Son realidad virtual, pero sólo ritual.<br />

La última realidad ontológica de una Gran Realidad, como es la Semana Santa, en<br />

el fondo, es una nimiedad, algo banal, que sólo nos interesa a ¿cuatro chalaos?<br />

Pero el interés –máximum en lo mínor- está ahí, no decae, se acrecienta con lo<br />

vivido, con lo madurado, con lo observado. Esto puede –repito, puede- ser propio<br />

de los que no nos limitamos a dejar que la Semana Santa pase sobre nosotros, sin<br />

más. Puede ser propio –insisto, puede- de los que nos sabemos Semana Santa y la<br />

vivimos sumergiéndonos en ella a través del pensamiento, del raciocionio, de la<br />

cogitatio. Y que aparece así, con el tambor a cuestas o subiendo un repecho con la<br />

horquilla. La Semana Santa practicada (cuadrillas, anda) es la más maravillosa<br />

sensación de intimidad, de introspección, que siento a lo largo del año. Y eso es<br />

filosofía pura, aunque doy derecho a pensar al lector que estoy trivializando los<br />

conceptos.<br />

No obstante, he ahí el misterio, la magia, lo inaccesible –por sublime- de nuestra<br />

Semana Santa. Hemos sido capaces de crear una obra majestuosa, solemne y<br />

concreta, que ya sería inútil justificar. Yo no lo intento. Ni siquiera aquí.<br />

Medito, medito, medito…<br />

Cogitatio, cogitatio, cogitatio…<br />

Pero el Miércoles, cojo mi tambor. El Jueves me agarro a mi horquilla.<br />

Lo demás, son disquisiciones de aprendiz de filósofo. Por tanto, ¡ni caso! O, si<br />

acaso, todo el caso... por si acaso.<br />

14


EGOTISMO<br />

Es de suponer –y así lo espero- que una gran parte de este ¿macrolibro?<br />

semanasantero se haya leído dejando a un lado la inteligencia lógica, la racional,<br />

la silogística, como cuando uno va al cine y acaba creyéndose cualquier guión,<br />

precisamente porque se ha sentado en la butaca de la inteligencia imaginativa,<br />

desde la que cualquier historia es posible y, por ende, creible.<br />

Inteligencia racional, inteligencia lógica, inteligencia emocional, inteligencia<br />

imaginativa... Se puede escoger. ¿En cual de ellas se asienta nuestra<br />

particularísima Semana Santa? ¿Dónde nos situamos cada uno de los<br />

semanasanteros?<br />

Egotismo: “Sentimiento exagerado de la propia personalidad”.<br />

El simbolismo acendrado de nuestra Semana Santa alcanza una cota altísima de<br />

egotismo –que es positivo- bien lejano del egoísmo y de la egolatría, que son<br />

negativos.<br />

No hay Semana Santa sin sentimiento. No hay Semana Santa sin exageración. No<br />

hay Semana Santa sin personalidad. Sentimiento más exageración más<br />

personalidad. Es la adición egotista que pone en marcha cada Semana Santa. Todo<br />

ello, obvio, bajo el aura de lo simbólico.<br />

El semanasantero es egotista, puesto que es todo sentimiento, pero precisamente<br />

un sentimiento exagerado que subyace en la personalidad propia. En cambio, el<br />

semanasantero no es egoista, puesto que se apoya en el interés de los demás:<br />

Somos cuadrilla, somos relevo, somos fila… Y aún cabe decir que el<br />

semanasantero no es, en absoluto, ególatra: Nos pasamos la Semana Santa<br />

metidos en una túnica igualitaria, rompedora del yo individual, masacradora de la<br />

vanidad personal.<br />

El egotismo es arma semanasantera con que se vencen cincuenta y una semanas.<br />

El egotismo es fuerza definitiva que redunda en siete días diferentes. Y en ellos<br />

desbordamos nuestra personalidad, sin miedo a que se nos note lo exagerados<br />

que somos en aquello que sentimos. (Y, sobre todo, en cómo lo contamos, en las<br />

letras que algunos somos capaces de generar en torno a ello).<br />

15


I<br />

Una miajica é calentura. Una miajica ná más, después de tantos días jodío. Pero<br />

no ha podío sel. El médico me lo ha dicho:<br />

= “Después de tóa la calentura que has tenío, si no estás limpico del tó, el<br />

Viennes Santo no subes al Calvario”.<br />

Quiá, si es que no hubiá ni podío. Sigo malucho.<br />

Pero no he querío. No me ha salío del pijo que se quedara nadie conmigo. ¡Tós pal<br />

Calvario! ¡He dicho que tós! Aunque me quede solico. No van a venil los mengues a<br />

comelme. Y el Viennes Santo por la mañana ningún tobarreño con las patas güenas<br />

debe fartal del Calvario. ¡Atié Ud.! ¡Yo que hubía podío!<br />

No se oye un alma. Ni un tambol. Claro: Tó el pueblo está en el Calvario. ¿A<br />

cuántos les pasará lo que a mí? ¿Seré yo el único? ¿Habrá más? ¿Pensarán lo que<br />

yo estoy pensando?<br />

Tengo hambre de Semana Santa. Ni de tambor ni de horquilla ni de ná. De<br />

Semana Santa. De tóa. Porque no he querío que toquen mi tambor y he querío<br />

tenel.lo cerquica de mí, áhi, encima del almario, apretao y a punto. Pero si yo<br />

nunca he tocao el tambor el Vien.nes Santo por la mañana. Si siempre he llevao el<br />

Santo. ¿Se acordarán de mí los del palo? ¿Me echarán de menos?<br />

Seguro que ya han llegao tos los Santos al Calvario. Y yo aquí, mirando el techo,<br />

que si miro al tambor me hincho de llorar. Y vaya un pijo: ¡Si yo nunca he tocao el<br />

tambor el Vien.nes Santo! Claro: Pero tengo hambre de Semana Santa.<br />

Y cuando güervan los guachos, ¿qué me van a contar que yo no sepa? Son ya<br />

munchos horquillazos cerro arriba, calle abajo, timbrazo va, relevo viene.<br />

¿Y en coche, bien tapáico? ¡Es que no hubiá podío ni subil al coche! Pero esto es<br />

una desesperación. Me cago en los riles, candiles, que nunca más, que aunque me<br />

esté muriendo ¿o es que no estoy aquí más muerto que otra cosa, yo solico, en la<br />

cama, con tóa Tobarra en el Calvario?<br />

18


II<br />

Breve, como un Zapatata. Una palabra, un beso, un hasta luego, que no, que no viá<br />

bebel, un quintico o dos, que me recojo pronto, joel, que lo que yo te diga, mujel,<br />

que ya no tengo treinta años.<br />

Largo, como un Viernes Santo. Un amanecer, un sueño, un vámonos ya, que si, que<br />

tenemos que sacal el Santo de la Iglesia, que tós acuden a los Arcos.<br />

Lavarse como los gatos.<br />

Solemne, como un mediodía en el Calvario.<br />

Y un tomillo, aguanosico, de esos que mandan chitón tras el Silencio.<br />

Y un tejo que se sabe Mektub desde el primer tachán, tachán, hasta el Da capo.<br />

Y un recuerdo, hijo del pasado, rebrote del presente, capotazo de nombres a<br />

cielo abierto.<br />

Un brazo, ay, El Brazo, Tobarra y tiempo.<br />

III<br />

Una almorzáica más, una miajica más de harina, que esto son toñas, no tortas de<br />

manteca y admiten tóa la que le eches. Y venga, dale que te pego, soba que te<br />

soba, que a ver si me salen tortas dormías de tanto restregón, de tanto tino<br />

entre los dedos, de tanto magrear la masa, de tanto toqueteal.la.<br />

Pero, no.<br />

Las nueces, almendras, piñones, heridicas de lujo, berruguicas de cielo que no<br />

admiten repizco sin gusto.<br />

Pero, sí.<br />

Que me van a salir buenas, que no hay más que ver la masa, golel.la, golelse las<br />

manos.<br />

Y un chorretón de miel ande me salga el pijo.<br />

19


Martes Santo.<br />

El horno es altar incruento, reclinatorio en tradición y donosura, utilidad de<br />

mujer, orgullo de receta memoriada, toñas de Tobarra.<br />

Los hombres, a lo suyo, a apretal los tambores, a lleval las andas vacías pá la<br />

Iglesia.<br />

IV<br />

¡No púo dormilme! Y es porque mañana estreno mi tambor. El primero pá mi solico.<br />

Tó el tambol pá mí.<br />

Estáhi al láico, encima é la silla, que no he querío qu’estuviá fuera, por si lo<br />

tocaban, por si me lo efarataban.<br />

¡Chácho, que ganas tengo de que sean las cuatro é la tarde! Viá salir con tós los<br />

críos y me pienso quedal hasta las tantas, que ni Prendimiento ni ná, que me viá<br />

pasal tóa la noche, dále que te pego, Zapatata va, Coconono viene, que no viá paral<br />

hasta la madrugá.<br />

Pero agora… ¡Si pudiá echal un sueñecico! ¡Ná, aunque sea un ratejo! Qu’es que son<br />

ya las tres mil, que ya he oído algún gallo y no he conseguío pegal un ojo. ¡Me cago<br />

en los riles, con el sueño y el tambol! Yo no sabía que m’iba a pasal esto. Pero,<br />

claro, es qu’esto no pasa tós los días. ¡Un tambol nuevo!<br />

¡Si pudiá…!<br />

20


PASADO<br />

“Dosis, casi mortal, de pasado”. Lo dice Gil de Biedma, referida a Roma y lo digo<br />

yo para la Semana Santa.<br />

Dosis, exagerada dosis de pasado, no sé si mortal o no, que aquí es vivificante y a<br />

lo mejor tiene mucho de medicina, incluso de droga benéfica.<br />

Tengo que interpretar que, para Gil de Biedma, el pasado es, puede ser, una<br />

enfermedad. Nunca me lo había planteado, pero estoy dispuesto a hacerlo,<br />

porque ahí tengo mis viejos versos, en algún sitio…<br />

… y volver a ser ayer,<br />

ayer,<br />

que es lo único que he sido.<br />

No es que yo suela recordar palabras y motivos, pero ahí, sí. ¡Tan convencido!<br />

Pero, claro, la Semana Santa, o es pasado o no es. Somos símbolos de lo<br />

heredado. Heredar/adquirir, he ahí la diferencia, jurídicamente.<br />

Borrachera de pasado. El pasado como bebida hors d’âge, super-reserva, gran<br />

cata, que nos lo mamamos a gollete, glú, glú, glú, que ni saborearlo ni nada por el<br />

estilo. Y, claro, nos puede, nos tumba, que llegamos al Lunes de Mona con<br />

aparente resaca, con supuesto mal cuerpo, pero con el alma purificada.<br />

Pasado, pasado... La Semana Santa como un pasado etéreo, intangible, que pasado<br />

es La Encarnación y Pedro Barro y El Castellar, pero no nos los imaginamos como<br />

dosis ni, mucho menos, como borrachera.<br />

Bueno, la Semana Santa es pasado. Si. ¿Y qué?<br />

21


ERES TAN ANTIGUA MÍA…<br />

Pedro Salinas. La voz a ti debida.<br />

Me gusta ese verso de Salinas, el poeta que vocativiza (¿suena bien?) a la mujer,<br />

pues todo su empeño es hablarle y hablarle…<br />

Pero no van por ahí mis palabras –ahora- que si acudo a Salinas es porque<br />

usufructúo lo de “antigua” porque, por primera vez, en Viernes Santo 2001 he<br />

querido ser del Cristo, de cerro a cerro. Y hasta allí he subido, con mi Jesusico y<br />

mi tambor, entre Calvario y Plaza. En El Calvario, La Agonía. En La Encarnación, el<br />

Moreno, el Cristo tobarreño por antonomasia, que me maravillé cuando mi amigo<br />

Xavier Noguera llamó a N.P.J. Nazareno, “El Cristo”.<br />

Lo simbólico.<br />

Viernes. Tambor en El Calvario. Bendición. Deprisa, deprisa, hacia la Plaza.<br />

¡Arriba! Tambor en La Encarnación ante el Cristo de La Antigua, venga a echarle<br />

Zapatatas, hasta que se me saltaron las manos y me dolieron las lágrimas.<br />

Éramos mi Jesusico y yo.<br />

El invento de hacer semanasantero al Cristo de la Antigua, no es nuestro. Lo<br />

bebimos de La Cuadrilla El Trono, que cierran –como ha contado Juan García en la<br />

Revista de 2004- su tamborear, al atardecer del Domingo de Aciares, subiendo<br />

hasta la Encarnación, rezando un Padre Nuestro y echando tres Zapatatas ante<br />

El Moreno. ¡Eso debe ser gloria bendita!<br />

Para mí, todo lo semanasantero de La Encarnación eran El Paso Gordo y El<br />

Resucitado. A partir de ahora, también El Cristo de la Antigua, porque he vivido<br />

la magia de un Viernes tamborilero en su ermita. Nunca se me hubiese ocurrido.<br />

Lo simbólico.<br />

¡Oh, Cristo Moreno, eres ya tan antiguo tamborcico mío…!<br />

22


SEIS MESES: ENTRE LA AÑORANZA Y LA ESPERANZA<br />

En la Revista de 2002, página 124, se escribe lo que creo puede ser una de las<br />

más altas conquistas semanasanteras para el siglo XXI. (Ya no es siglo XX. Pero<br />

es una conquista “desde la sangre contemporánea”).<br />

Ha sido desde la Hermandad de La Caída. Una vez más.<br />

Se trataba de partir en dos el tiempo de espera entre una Semana Santa y otra.<br />

Un año es mucho tiempo de espera. Y así, celebrando un acto que sirva para<br />

recordar la Semana Santa anterior y empezar a vivir la próxima, parece que el<br />

tiempo sea menos duro.<br />

Una cena de hermandad. Ese fue el acto. El Paso Gordo, que es una hermandad<br />

humilde, modesta, no ha querido hacer alarde de nada. Al fin y al cabo, se trata<br />

del primer año y, sobre todo, se intentaba clavar un hito… por si toda la Semana<br />

Santa quería tomar ejemplo. Así siendo, ya habría de celebrarse un acto más<br />

solemne, más importante… pero ya desde una perspectiva general.<br />

¿Fecha? Se puede elegir entre dos: O a los seis meses del Miércoles Santo<br />

pasado o a los seis meses del próximo. Eso no es lo más importante… siempre que<br />

se parta el tiempo en dos.<br />

En cualquier caso, desde la sencillez del Paso Gordo, una manera más de vivir la<br />

Semana Santa.<br />

N.del A. La Asociación de Cofradías se quedó con la copla. ¡Gracias, Señor del Calvario!<br />

Tobarra entera ya es “Medioaño”. ¡Porque se puede!<br />

Pero yo quiero dar un paso más: Que un sábado de octubre –a mitad del año<br />

semanasantero–podamos echar una horica o dos con el tambor colgao. Se trataría de hacer<br />

un acto público, común, en la Plaza o en El Calvario o en El Paseo, en el que fuésemos un<br />

tiempo breve –de cornetín a cornetín– tambor otra vez, entre Lunes de Mona y Miércoles<br />

Santo.<br />

24


CETROCRACIA<br />

En Tobarra, en su Semana Santa, hay un tiempo en que mandan los cetros, todo el<br />

poder está en los cetros, hay una teoría del Estado –soberanía, territorio,<br />

personas- en la que prevalece la cetrocracia.<br />

El Gobierno de los cetros. Pero cetros en horizontal, en paralelo al suelo, una<br />

mano en la punta del tuyo, y la otra en la punta del de otro. Los cetros como<br />

cadena humana –Las Navas, Miramamolín- que nadie se atreve a invadir. Un Santo<br />

está llegando a la cima o está entrando en la Plaza, y los cetros forman guardia<br />

para marcar posiciones, salvar la territorialidad, evitar la profanación.<br />

Los cetros, pacíficos, presentan armas.<br />

Es un gesto solemne, medido, bien planteado, en el que los cetros/ manos marcan<br />

el territorio de la hermandad…<br />

… “aquí estamos nosotros”…<br />

… y que al mismo tiempo facilita el paso del anda, contribuye a la comodidad<br />

agarráora de no tener que ir apartando gente.<br />

La cetrocracia se ha impuesto en las Procesiones “con luz del día”, es decir en la<br />

del Viernes de Soles y en la del Domingo de Astros. Habría que fijarse en los<br />

porqués. Y así, constataríamos que en las noches no se producen aglomeraciones:<br />

Ni en El Prendimiento, ni en El Entierro. Ni siquiera el Gran Jueves a la vuelta. Es<br />

así y probablemente no caben porqués.<br />

La cetrocracia es un gobierno equilibrado y armónico al que se ha apuntado la<br />

Semana Santa con decidida convicción. Y está dispuesta a practicarla por los<br />

siglos de los siglos.<br />

25


EL BUEN SEMANASANTERO, UN SANTO LAICO<br />

Santidad como virtud, santidad como ejemplo, santidad como perfección. No<br />

hace falta darle otro sentido ni yo estoy dispuesto a dárselo aquí. Por eso<br />

escribo santo laico. Podría añadir, santo civil.<br />

Efectivamente, el buen semanasantero es todo un símbolo, un perfecto<br />

espejo en el que mirarse. Precisamente por eso propugno la aparición de un<br />

rincón escrito (en la Revista, en Capuz, donde sea) bajo el epígrafe “Vidas<br />

Semanasanteras ejemplares”. Con ello Tobarra honraría su propio ser.<br />

Es constatable que buenos semanasanteros los hay a cientos en Tobarra.<br />

Buen semanasantero no es análogo ni parangonable a semanasantero<br />

excepcional. Para ser un buen semanasantero no hace falta inventar el<br />

tambor sin pieles ni el mantecao sin harina. Bastaría con amar y cumplir.<br />

¡Amar y cumplir! ¡Pós no es ná! Amar es sencillo. ¿Quién no ama la Semana<br />

Santa? Cumplir es más concreto, más tangible y, por ende, más complicado.<br />

¿Cumplir qué? Como siempre, la parábola de los talentos: Que cada<br />

semanasantero desarrolle las potencias de su espíritu. Y si Antonio el<br />

Batanero estaba capacitado para hacer “La Tira” ha cumplido como un buen<br />

semanasantero. Y si Cachito ha sido capaz de inventar… pues también ha<br />

cumplido. Y sí mi Jesusico o Pepe Garrido o Guillermo o...<br />

Pero no hace falta ir tan lejos. El ama de casa que limpia, guisa y tiene todo<br />

a punto es una buena semanasantera. Y por ello, digna de imitación. Y, desde<br />

ahí, una santa laica.<br />

Simbolismo. La Semana Santa de Tobarra en plenitud, permite estas<br />

disquisiciones. Es más, invita a plantearlas.<br />

La perfección semanasantera, lo simbólico, esos “conceptos morales,<br />

intelectuales” en los que ideologizamos nuestra Semana Mayor. Quien los<br />

practica, cae en santidad. Y mi voz es prédica convencida que se derrama en<br />

el invierno en busca de prosélitos y de apóstoles.<br />

26


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE FFRRAANNCCIISSCCOO PPAATTEERRNNAA AALLFFAARROO<br />

Para el hombre, a lo largo del año, seguramente que no habrá un tiempo,<br />

un acontecimiento, más propicio para la reflexión que el de Semana Santa.<br />

Los tobarreños, que tenemos el privilegio de contar con una Semana Santa<br />

de excepción, basada en la más singular de las tradiciones, debemos de estar en<br />

continuo estado de reflexión, de alerta, para que los grandes y vertiginosos<br />

cambios a que está sometida nuestra actual sociedad no la adulteren, y en ella,<br />

como nos dice Josemari, “nos encontremos y seamos siempre nosotros mismos”.<br />

Aceptando las innovaciones que la evolución normal de los tiempos nos aporta:<br />

“la Semana Santa mira hacia adelante en todo, pero no tiene interés en dejar de<br />

ser nada”.<br />

Infatigable investigador, estudioso, descubridor de nuevas facetas de<br />

nuestra Semana Santa, Josemari nos presenta en este XI cuaderno una serie de<br />

reflexiones necesarias para su comprensión y correcta evolución.<br />

Coincido con él al indicar que Semana Santa debería de ser una asignatura<br />

obligatoria en los centros docentes de Tobarra; garantía de que esa cultura<br />

surgida en torno a ella se afianzaría e incrementaría.<br />

Nos aporta otro nuevo vocablo al ya rico y variado léxico semanasantero:<br />

semanasantólogo.<br />

Y en su ORACIÓN nos presenta un compendio de sus buenos deseos, de los<br />

que me quedo con los dos últimos: “…No nos dejes caer en lo no tradicional ni<br />

sagrado/ Mas líbranos de todo mal semanasantero”.<br />

3


EFETÁ<br />

Ábrete, Semana Santa, ábrete. Muéstrate, por fin, plasmación de cincuenta y<br />

una. Culmina sin recato nuestra fe semanasantera, que es unción de tiempo y<br />

posibilidad.<br />

Ábrete, efetá, et ad aperire… Ábrete, efetá, y al abrirte, et ad aperire, seremos<br />

Tobarra, definitivamente. Definitivamente, Tobarra. Habremos recorrido un<br />

largo camino hacia el Parnaso, hasta que nos encontremos a nosotros mismos.<br />

Ábrete, efetá, consigna amada, razón de ser de nuestras vidas, romance<br />

definitivo que nos recitamos, agua para beber, pan para comer.<br />

Ábrete, vida toda.<br />

Ya estamos dentro, libres de todo mal, limpios de toda impureza, rescatados de<br />

todo sinsabor. Ya somos nosotros, nos palpamos el alma, nos sentimos, nos<br />

sabemos, nos reconocemos.<br />

Ahora somos lo que queremos ser, somos lo que sabemos ser, somos lo que, en<br />

definitiva, somos.<br />

Somos Semana Santa.<br />

5


PADRE NUESTRO, NUESTRO PADRE JESÚS<br />

NAZARENO, QUE ESTÁS EN EL CIELO DEL<br />

CALVARIO Y DEL VIERNES.<br />

SANTIFICADOS SEAN TU NOMBRE Y EL DE TU<br />

MADRE.<br />

VENGA A NOSOTROS EL REINO DEL TAMBOR,<br />

EL IMPERIO DE LA HORQUILLA.<br />

HÁGASE TU VOLUNTAD PROCESIONERA ASÍ EN<br />

LA PLAZA COMO EN EL PASEO.<br />

EL PAN NUESTRO DE LOS BUCHES Y LOS<br />

MOJETES DÁNOSLO DE MIÉRCOLES A<br />

DOMINGO.<br />

PERDONA NUESTROS ENAMORADOS EXCESOS,<br />

ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS AL<br />

CANSANCIO Y AL SUEÑO.<br />

NO NOS DEJES CAER EN LO NO TRADICIONAL<br />

NI SAGRADO.<br />

MÁS LÍBRANOS DE TODO MAL<br />

SEMANASANTERO.<br />

AMÉN.<br />

ORACIÓN<br />

6


PRECULTURA Y CULTURA SEMANASANTERAS<br />

Hasta –más, menos- 1970 todo en la Semana Santa fue precultura. A partir de<br />

ahí, cultura.<br />

Consecuencia de lo dicho inmediatamente antes, debe hacerse constar que lo<br />

cultural semanasantero, el paso de la precultura a la cultura comienza con la<br />

primera investigación, se pone en marcha tras el primer intento de echar<br />

cientifismo, método, rigor, en un acto semanasantero. Pero arranca un poco<br />

antes, con la toma de conciencia de que la Semana Santa fuese algo ajeno a la<br />

lírica. Es decir, cuando se escribe tras la observación, no desde la emoción.<br />

Pero voy a permitirme insistir en que cultura es creación, no sólo erudición. La<br />

concepción y el nacimiento de la Asociación de Cofradías son actos puramente<br />

culturales en su origen.<br />

Hasta ahí, hasta 1970, más o menos, se produjo acumulación, consolidación, la<br />

Semana Santa de Tobarra construyéndose a sí misma. No es difícil constatar que<br />

ha sido un embrión de gestación larga, larguísima, secular. Inevitablemente.<br />

¿Qué pensarían los Borias, los simples semanasanteros cuando organizaron la<br />

Semana Santa del 1904, hace cien años? ¿Qué se plantearían los tamborileros de<br />

entonces cuando acicalaron sus tambores?<br />

Probablemente ni pensaron nada aquellos, ni se plantearon nada estos. Se<br />

limitaron a actuar y a vivir, sin ser conscientes de que estaban asentando en el<br />

modus y en el tempus una manera de ser tobarreños.<br />

Esto es cuestionable. Pero lo es mucho menos que pudiesen imaginarse que sólo<br />

cien años después, se estuviese plasmando la realidad de una Tobarra unánime,<br />

solidaria, consciente, y una decidida y grandiosa voluntad de ser semanasantera,<br />

por encima de cualquier otra de las maneras de ser.<br />

8


CULTURA POPULAR<br />

La Semana Santa, esa cultura. Cultura como cultivo, de cultus, cultivado. La<br />

Semana Santa como “resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y<br />

de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre”. Sí.<br />

Eso es. Como también es “el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la<br />

vida tradicional de su pueblo”.<br />

Cultura como vida tradicional. ¿Qué es, sino eso? ¿Quién se manifiesta sino el<br />

pueblo que hace patente su tradición?<br />

Pero, ojo, recordemos al tristememente citado y asentido Oswald Splengler:<br />

Toda cultura comporta una deculturación, o sea “el empobrecimiento y pérdida de<br />

una configuración cultural”. Y en el final, el etnocidio, “la extinción espontánea o<br />

intencional de una cultura o modo de vida”.<br />

El tobarreño, el semanasantero, tiene –por nacer, sólo por nacer- el deber moral<br />

de investigar, aherrojar y sucumbir lo que traiga deculturación, lo que acabe en<br />

etnocidio.<br />

Y no es difícil saberlo, tras haberlo buscado. Basta con buena voluntad e<br />

inteligencia. Y hacerle eco a lo negativo, para evitarlo.<br />

La vida va por delante de la sabiduría, que no es sino consecuencia de aquella. Sin<br />

vida no hay saber. Pues bien, la conquista de la cultura popular –el simple hacer,<br />

por sabido, del pueblo- va más allá de Aristóteles y de Kant. Cultura no es,<br />

necesariamente, erudición. Esto es: Cultura no es necesariamente instrucción,<br />

conocimiento, doctrina. ¿Cuántos eruditos semanasanteros hay en Tobarra?<br />

¿Quién se atreve a decirlo?<br />

Un grave peligro: Que quien ostenta el poder (y, sobre todo, el poder de los<br />

votos) piense que, sólo por ser poderoso (sólo por haber sido elegido munícipe),<br />

ya es erudito, es culto, tienen validez intrínseca sus opiniones. Eso, sólo eso, ya<br />

empieza a ser decadencia. Y quien pueda, tiene el deber de evitarlo. ¡Cuidado con<br />

ciertos políticos con iniciativas! Pueden ser masacradores de siglos. ¡Que dejen a<br />

la Semana Santa en paz! Si no lo consiguieron ni ciertos curas...<br />

9


De όγος (griego) y logus (latín).<br />

SEMANASANTÓLOGOS<br />

Especialista, conocedor, versado, práctico, avezado, informado.<br />

Todo eso.<br />

Reivindico el nombre y la figura para Tobarra, desde aquí y para siempre. Y lo hago<br />

casi al final del libro. La Semana Santa ha sido capaz de inspirar un libro de<br />

seiscientas páginas. Como es suficiente cada año para poner en pie otras cientos de<br />

páginas a través de la Revista. O de Capuz. O de trabajos aislados.<br />

¡Y lo que –a algunos– nos queda por escribir!<br />

Por supuesto, yo no me voy a quedar aquí. Espero –deseo- que así no sea. Pero me<br />

gustaría que se tomase conciencia de ese ser especialista, de ese sentirse<br />

conocedor, por parte de quien lo sea. Algo así, como un:<br />

= “Buenas tardes. Me llamo Fulano de Tal y soy semanasantólogo tobarreño. ¿En qué<br />

puedo servirle?”.<br />

O que alguien se atreviese a poner en su tarjeta de visita:<br />

= Pepito Pérez García<br />

Semanasantólogo tobarreño.<br />

O que cada Miércoles Santo, La Asociación de Cofradías pusiese a disposición de los<br />

turistas, de los forasteros, de quien lo solicitase, un servicio oficial de<br />

Semanasantólogos.<br />

Y que en el Museo del Tambor hubiese un Semanasantólogo de guardia.<br />

Todo eso está muy bien. Pero ¿quién otorgaría ese título? ¿Qué conocimientos darían<br />

derecho a ostentarlo?<br />

Todo esto, que puede parecer una locura (pero piénsese que está escrito en un<br />

Cuaderno de Reflexiones) debería ser el punto de partida temporal para que lo<br />

pusiese en marcha la Semana Santa tobarreña del futuro.<br />

¡Ay, mi viejo sueño, reiterado e inextinguido de poner en las Escuelas tobarreñas la<br />

asignatura “Semanas Santas”!<br />

Semanasantólogos tobarreños. ¡Qué hermoso título!<br />

10


LA SEMANA SANTA ¿TIENDE A ALEJARSE DE SU PASADO?<br />

Es un problema de evolución natural. No hay por qué sorprenderse ni<br />

escandalizarse ante la pregunta. La Semana Santa no está atada/ anclada a las<br />

cabecerillas de las andas ni ahogada en la sangre de nuestros Cristos o en las<br />

lágrimas de nuestras Vírgenes.<br />

La Semana Santa mira hacia adelante en todo, pero no tiene interés en dejar de<br />

ser nada. Sería imposible una Semana Santa ex-novo. Sería impensable una<br />

Semana Santa distinta.<br />

Yo recuerdo perfectamente la Semana Santa de 1950 ó 1951 (con mis ocho o<br />

nueve años). ¿La reconozco en la de 2004, más de 50 años después? Por supuesto,<br />

sí. En su esencia, es la misma. El presente sirve como pasado y a la inversa.<br />

Hay que ir más lejos.<br />

¿Reconocería la Semana Santa del 2004 el bisabuelo de mi tatarabuelo (vía<br />

Calabaza) José Moya Martínez, nacido en 1822 y fallecido en 1907?<br />

Para poner un ejemplo. Los aviadores que volaron de España a Argentina –Rada,<br />

Franco- en los años 20 del siglo pasado, ¿qué harían hoy en la carlinga de un Airbus<br />

340-300? Probablemente desesperarse buscando los mandos del timón. ¿Qué haría<br />

hoy Cristóbal Colón en la cabina de mando del portaaviones Príncipe de Asturias?<br />

¿Preguntar por el Norte y la fuerza de los Alisios?<br />

La navegación, la aerostación, cada vez más, se alejan de su pasado. Nuestra<br />

Semana Santa, no. El abuelo del abuelo Arenas –que testificó su tamborilear en<br />

una Revista de los años 80- seguro que se encontraría feliz, si le hubiesen<br />

colgado un tambor de madera de Cachito o La Tira del Batanero. A lo bueno, a lo<br />

fácil, es cómodo acostumbrarse.<br />

Por tanto, no. Definitivamente, no. Nuestra Semana Santa –en lo esencial- no<br />

tiende a alejarse de su pasado. Al contrario. Tiende a reconocerse en él.<br />

Precisamente, el pasado es lo que más satisface a cualquiera que se pare a pensar<br />

un segundo, qué es, donde está y qué hace con un tambor en la barriga o con una<br />

horquilla en la mano.<br />

11


“Acción y efecto de entender”<br />

Entender a…<br />

Entender de…<br />

INTELECCIÓN UNIVERSAL<br />

Todos los tobarreños, todos, entendemos a (y de) la Semana Santa.<br />

Absolutamente todos.<br />

Bastantes tobarreños entienden (o eso creen) de fútbol. Pero sólo una minoría<br />

entiende de toros y apenas una elite de pintura. Pero, ¿de Semana Santa? ¡Todos!<br />

La Semana Santa es una pura intelección universal en Tobarra.<br />

Siempre ha estado en la naturalidad de lo tobarreño, la expresión “entender<br />

de…”. Se entendía de huerta, se entendía de gorrinos, se entendía de nublaos…<br />

Realmente, hoy estas expresiones pueden resultar anacrónicas a los tobarreños<br />

menores de 30 años, pero bien sabe Dios que eran reales y tenían una gran carga<br />

de pragmatismo hace 50 años.<br />

Si. Los tobarreños entendemos de Semana Santa. Y el caso es que no es una<br />

intelección útil o práctica, puesto que no hay ni un solo tobarreño, ni uno, que viva<br />

exclusivamente de la Semana Santa. Pero el hecho es ese: Que entendemos. Y<br />

nos produce una especial satisfacción.<br />

¿Algún tobarreño de 10 años no sabría decir si un tambor suena bien o mal?<br />

Es una intelección natural. Está en el ambiente. Vamos, eso que se dice “que se<br />

mama”, “que lo da la mata”. ¡Y es verdad!<br />

Incluso sería una ofensa insoportable para un tobarreño oír que alguien le dice:<br />

- “Chácho, ¡cállate, que tú no entiendes de Semana Santa!”.<br />

Mejor mentarle a su madre.<br />

Los tobarreños entendemos. La intelección semanasantera es total. Y nadie se<br />

atreve a toserle a nadie.<br />

12


ÉPICA SEMANASANTERA<br />

Espero que este libro haya supuesto el nacimiento de una épica: La<br />

semanasantera.<br />

No he tenido el más pequeño reparo en presentar lo semanasantero como<br />

heróico, memorable, trascendente. No me ha supuesto ningún esfuerzo. Mi<br />

convicción es absoluta. Creo firmemente que la Semana Santa de Tobarra es “un<br />

conjunto de hechos gloriosos dignos de ser cantados épicamente”. Eso es la<br />

epopeya.<br />

La Semana Santa no puede dar un Cid Campeador, un Ulises, un Pedro Crespo,<br />

pero sí que da, año tras año, un solar de innumerables héroes diminutos. Héroes y<br />

heroínas, claro.<br />

¿Es que no exige abnegación y renuncia la Semana Santa? ¿Es que no hay un<br />

exceso de altruismo y desinterés en lo semanasantero? ¿Dónde está el egoismo<br />

semanasantero?<br />

Esa mujer que se acuesta a las tantas para dejar medio hecha la comida del<br />

Viernes y ha de levantarse temprano “pá que los guachos lleguen pronto a la<br />

Procesión”… Encima, se presenta en El Calvario perfectamente emperejilá.<br />

¿Y los horneros? ¿Y las horas y horas que se echan en los talleres para que todos<br />

los tambores estén a punto? ¿Y el que ha de recuperar las horas que ha echado<br />

de menos en su fábrica pá estal el Miélcoles en Tobarra?<br />

Todo eso es épico. Y todo este libro quiere ser la manifestación épica de la<br />

Semana Santa. Podría haberlo titulado así: Épica Semanasantera. Como también<br />

cabía: Lírica semanasantera. Al final, el tambor, el anda, la fila, todo es lírico,<br />

todo es épico, todo es epopéyico.<br />

El Lunes de Mona se han desvanecido los héroes, se han apagado las liras, se han<br />

clausurado los versos. Y Tobarra vuelve a ser humanidad doliente, colectividad<br />

corriente.<br />

Un pueblo más.<br />

Entre tanto, este libro pretende, nada menos, que ser la reflexión más decidida<br />

de nuestra heroicidad anual.<br />

13


PARASCEVE<br />

“Del latín parascēve y este del griego πσκη, preparación. Nombre que se<br />

daba al viernes…; por excelencia se aplica al Viernes Santo”.<br />

Mágica por el cielo<br />

La luna fulge llena<br />

Luna de parasceve<br />

Azahar, luna, música.<br />

(Luis Cernuda. Luna llena en Semana Santa).<br />

Parasceve. No lo ha inventado Tobarra. Y bien que lo siento. ¡De modo que el<br />

Diccionario y Cernuda reconocen una palabra que simboliza el Viernes Santo, y no<br />

se ha inventado en Tobarra!<br />

Parasceve. ¡Oh Dios de los hombres cultos que no has acudido con musas a<br />

nuestro palabrear semanasantero…!<br />

Luna y magia, luna del Viernes Santo, luna de Parasceve, que Cernuda llena de<br />

azahar y música.<br />

Me atrevo a llenar esa luna de cerro y repique, de Entierro y manola, de Paseo y<br />

palio, de Semana Santa en pleno.<br />

16


COMO EN EL ROCÍO<br />

Es una afirmación reciente. De Anamaría tenía que ser. (Anamaría es una fuente<br />

inagotable de observación, pero luego no quiere ser protagonista de nada).<br />

= “En casa, en Tobarra, en Semana Santa, dormimos como en El Rocío”.<br />

¡Olé!<br />

Efectivamente, dormimos, vivimos –humanamente- de cualquier manera. No nos<br />

importa lo físico.<br />

En Semana Santa, Tobarra dialoga consigo misma, y es por ello por lo que no<br />

caben remilgos ni prejuicios.<br />

En ese tiempo, la cama es un medio, nunca un fin, que es lo normal en lo cotidiano.<br />

La cocina está pá que haiga de tó, pues el arma fundamental de lo gastronómico –<br />

el tiempo- se dedica a otras cosas. La higiene, en fin, vale solo por lo<br />

imprescindible, que nadie se recrea en abluciones mágicas.<br />

Semana Santa en Tobarra. El Rocio, en la Andalucía profunda de las Marismas<br />

onubenses. Pascua allí, Pascua aquí. Tamboril allí. Tambor aquí.<br />

Resurrección, Pentecostés. El Calvario. Almonte.<br />

Dos maneras paralelas de vivir fuera de lo cotidiano.<br />

17


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEELL MMAAEESSTTRROO PPEEPPEE AAUUÑÑÓÓNN<br />

He de reconocer que me ha sorprendido muchísimo el encargo, por parte<br />

del autor de este exhaustivo trabajo, de realizar un prólogo a uno de sus<br />

capítulos, el que titula Cuaderno de Pentagramas. Prólogo que, dicho sea de paso,<br />

no necesita, debido a la profundidad de sus reflexiones y a la poesía de tantos<br />

“kilates” de que hace gala. Pues bien, tras algunas jornadas de reflexión, pensé<br />

que si alguien como Josemari me ha confiado tal misión, será porque sabe<br />

estimar y valorar la importante participación de la Música en nuestra Semana<br />

Santa. He de reconocer que es la primera vez que me entrego a la noble tarea de<br />

escribir sobre Semana Santa, así como de hacer de prologuista, y tan sólo diré<br />

que espero estar a la altura de las circunstancias.<br />

A nivel personal, me siento muy honrado de ser uno de los “colaboradores”<br />

de Josemari, de estar entre los “escogidos” para apuntalar esta obra, junto a<br />

personas muy queridas y admiradas por mí. Agradezco la alta distinción que<br />

supone lo escrito hacia mi persona, si bien no estoy seguro de merecerlo. Es para<br />

mí todo un honor prologar una obra tan importante para nuestra literatura<br />

semanasantera, que sin lugar a dudas, pronto se convertirá en nuestra “Biblia<br />

Tobarreña”, en un tratado que recoja un amplio espectro de Tobarra, sus gentes,<br />

su forma de ser y su Fiesta Mayor, la Semana Santa. Es un placer aprovechar la<br />

oportunidad que aquí se me brinda, para expresar cosas, que de otra manera, se<br />

hubiesen quedado para mis adentros.<br />

Al mismo tiempo, es de agradecer la deferencia del autor hacia la<br />

MÚSICA, (sí, sí,… con mayúsculas). Y cuando digo Música, no me estoy<br />

refiriendo solamente a nuestras Bandas (tanto de Cornetas y Tambores, como de<br />

música propiamente dicha, nuestra Sociedad Unión Musical “Santa Cecilia”, de la<br />

que soy orgulloso Director), o a los miembros que la componen… Me quiero<br />

referir aquí al término más genérico de la música, un concepto más amplio que<br />

llega más allá de las personas o las instituciones: la música como Arte.<br />

Porque, ¿quién puede imaginar una Bendición sin Música, sin “Mektub”<br />

interpretado por los instrumentos de músicos tobarreños? ¿Quién imagina las<br />

procesiones sin el complemento de una Banda? Y todavía diría más, ¿quién<br />

supone un solo acto semanasantero o una Semana Santa sin MÚSICA?<br />

Es un elemento de colorido esencial en el marco de nuestra Fiesta, lo cual<br />

no resta ni un ápice de importancia a los verdaderos protagonistas (tambores,<br />

imágenes, Hermandades, etc, ni a los ritos religiosos y al drama de la muerte de<br />

Jesucristo). Antes al contrario, sirve para proporcionarles una mayor brillantez y<br />

esplendor. No obstante, no siempre se aprecia en su justa medida dicha<br />

colaboración al realce semanasantero. La Música es a la Semana Santa lo que la<br />

Banda Sonora a una película, contribuyendo de forma activa a hacerla más viva.<br />

Sus aportaciones más relevantes deben ser:<br />

3


a) Crear una atmósfera adecuada en tiempo y lugar. Basta oír a unos<br />

zagales repiquetear un Zapatata en su tambor, o escuchar a la Banda ensayar las<br />

marchas procesionales para notar en el ambiente primaveral el olor a Semana<br />

Santa.<br />

b) Subrayar sentimientos, psicología pura. “Allá donde terminan las<br />

palabras, comienza la Música”. Cuántas emociones contenidas, cuántos recuerdos<br />

hacia seres queridos, cuántas lágrimas de Viernes Santo, de Bendición…<br />

c) Servir de fondo neutro a toda clase de actos semanasanteros, de nota de<br />

color para llenar espacios vacíos, para ilustrar recuerdos, imágenes, etc…<br />

d) Dar un sentido de continuidad a una secuencia de unidades que<br />

continuamente está en peligro de desmembrarse. Las Hermandades conocen bien<br />

cómo utilizar la Música para dar unidad a su presencia en las procesiones. Por<br />

eso, unos prefieren llevar las Bandas delante de su imagen; otras, detrás; e<br />

incluso algunos en medio de sus propias filas.<br />

Hacía falta una obra que se ocupase exclusivamente y por entero de los<br />

temas de nuestra Semana Santa. Bien es cierto que muchos de los temas que<br />

aquí se contemplan han sido ya tratados en otras publicaciones (Libros, Revistas<br />

de S.Santa, artículos de prensa, etc). Pero en mi opinión era preciso un estudio<br />

sistemático, nada oportunista ni influido por el prisma de aquellos que rigen<br />

transitoriamente los designios de nuestra celebración; más bien todo lo contrario,<br />

independiente y riguroso, pero tocando todos los temas con el “gracejo” de un<br />

lenguaje llano, sin renunciar en ningún momento a un rico vocabulario y a una<br />

amplia cultura. Saber presentarse “arreglao”, pero informal.<br />

Quiero decirte, amigo Josemari que, quizá por mi condición de profesional<br />

de la Música, no soy amigo de acoplar letra a la música instrumental, ya que<br />

sería imbuirla de unas connotaciones que a lo peor no profesaba el compositor.<br />

Me estoy refiriendo a tus intentos de poner letra a “Mektub”. Pero te quiero dejar<br />

claro que tus sentimientos y refinamientos psicológicos hacia dicha música me<br />

parecen no sólo correctos, sino admirables. Pero es que, además, en honor a la<br />

verdad, he de decir que Mektub no es una pieza escrita para Tobarra, como<br />

mucha gente cree.<br />

En la Revista de Semana Santa de 1984, Hurtado firma un interesante<br />

proyecto de investigación del que extraigo algunas notas: “Mektub parece escrito<br />

por y para Tobarra. Mektub es patrimonio tobarreño”. Remito al lector a este<br />

trabajo por su gran valor documental sobre este tema.<br />

Mariano San Miguel escribió esta marcha fúnebre como tantas otras, con el<br />

fin de crear un repertorio bandístico para la Semana Santa de España pero nunca<br />

conoció nuestra Bendición. Tal es así, que es una de las piezas más interpretadas<br />

en otras ciudades, todo un clásico.<br />

Voy a contarte a propósito una anécdota: Hace unos cuantos años que<br />

nuestra Banda viene participando en la procesión de Lunes Santo en Alicante;<br />

pues bien, puedes imaginarte qué cara se me quedó cuando se me acerca el<br />

Capataz (encargado de Banda) y me pide que la pieza siguiente sea Mektub.<br />

4


¿Mektub en Lunes Santo? ¿En Alicante? ¿Por la noche y desfilando? En principio<br />

me pareció una locura, pero luego comprendí que Mektub no es sólo de Tobarra.<br />

Es una pieza del repertorio semanasantero y no podíamos privar a los alicantinos<br />

de la bondad de su música y de nuestra interpretación. Pero, eso sí, amigo mío,<br />

¡ni punto de comparación con lo que suena en el Calvario en la mañana del<br />

Viernes Santo! Los músicos, como buenos tobarreños, se resistían a tocar dicha<br />

obra de arte como una pieza más, no transmitían nada de la emoción de una<br />

Bendición, nada de su lirismo, nada de magia… Era, sin lugar a dudas, otro<br />

Mektub.<br />

También voy a aprovechar aquí para responderte a lo que me cuestionas en<br />

una de las páginas de tu Cuaderno de Pentagramas referente al repertorio de<br />

Semana Santa. Efectivamente, no es el mismo un día que otro, pues el carácter,<br />

el sentimiento es distinto. Yo sólo puede hablarte del período que va desde que yo<br />

asumiera la dirección de la Banda, ya que como sabrás, el tema del repertorio es<br />

competencia del Director y en esto “cada maestrillo tiene su librillo”. Pues bien,<br />

cada año se preparan unas 25 marchas de distintos grados de solemnidad; las<br />

hay fúnebres, lentas, regulares, de procesión (algo menos serias), etc. Cada día se<br />

suele interpretar un cierto tipo de marchas,de acuerdo como decía, con la<br />

gravedad de la circunstancia (bajo mi criterio). Para verlo más claro, éste fue el<br />

repertorio del año 2002 en cada una de las procesiones:<br />

Pregón de Semana Santa: Es el marco para incluir alguna partitura nueva<br />

que se va incorporando cada año. “Pasan los campanilleros” y “Estrella sublime”<br />

de Martín Farfán, fueron los estrenos del 2002.<br />

Domingo de Ramos: La Procesión de la Burrica con Jesucristo entrando en<br />

Jerusalem en un desfile de palmas y ramas de olivo es más bien una<br />

circunstancia alegre. Por eso se suelen interpretar las marchas más ligeras (en<br />

cuanto a la carga dramática que conllevan): “Madre Inmaculada de la Veracruz”<br />

de Julio Paez, “Hermanos Costaleros” de Abel Moreno, “Virgen de la Salud” de<br />

Enrique Pastor, “Plegaria Alicantina” de Francisco Grau, “Pasan los<br />

Campanilleros” de Martín Farfán, etc.<br />

Miércoles Santo: El Prendimiento de Jesús va a ser la primera<br />

circunstancia lamentable, y por ello, la primera ocasión para incluir partituras no<br />

tan festivas, sino más graves, sobre todo en el recorrido de bajada, tras el acto del<br />

Prendimiento. Entran en liza obras como “Nuestro Padre Jesús” de Emilio<br />

Cebrián, “La Quinta Angustia” de Francisco Grau, además de alguna de las ya<br />

citadas.<br />

Jueves Santo: La Procesión de la Amargura, tras la Última Cena,<br />

intensifica el dramatismo: Es el momento de tocar las marchas de mayor<br />

intensidad emocional, si lo permite la situación. Me explico: si la Cofradía a la<br />

que se acompaña se acopla bien al paso, ya que estas marchas son menos rítmicas<br />

y, por tanto, más difíciles de marcar el paso: “Mater Mea” de Ricardo Dorado,<br />

“Paz Eterna” de Jaime Teixidor… También es el momento de otro cuyo ritmo es<br />

5


más marcado como “Soledad” y “Agarráores de la Caída” de José Auñón, “Cristo<br />

del Perdón” de José Gómez, etc.<br />

Viernes Santo (mañana): La primera marcha de la mañana es obligada:<br />

“Viernes Santo en Tobarra” de Pedro Gil Lerín. Tras ésta, el repertorio es más o<br />

menos el mismo que el día anterior. Al llegar al Calvario, no es preciso ni decirlo,<br />

“Mektub” de Mariano San Miguel. Para la bajada, se tocan las mejores marchas<br />

procesionales: “Nuestro Padre Jesús”, “La Quinta Angustia”, “Matar Mea”,<br />

“Hermanos Costaleros”,… Y cómo no la popular “Saeta” de Joan Manuel Serrat<br />

que hace las delicias del espectador, ya que es un arreglo muy rítmico, y los<br />

agarráores no quieren parar mientras esté sonando.<br />

- “Maestro, toca El Cristo del Madero y no pares en to el Paseo”.<br />

Eso me dicen.<br />

Viernes Santo (Noche): El Santo Entierro hace que todos nos pongamos de<br />

luto. Sustituimos la corbata granate habitual, por una de color negro. Las cajas<br />

(redoblantes) tocan sin bordón en señal de duelo. Hacia el Calvario, sólo dos<br />

marchas: “España Llora” de Contreras y “Marcha Fúnebre” de Chopin. Para la<br />

bajada, ya con bordón, marchas de tipo fúnebre como “Paz Eterna”, “Mater Mea”,<br />

“Soledad”, “Cristo del Perdón”,…<br />

Domingo de Resurrección: Día de alegría y celebración, es el momento de<br />

músicas más bien ligeras, de tonalidades un poco más alegres, dentro de lo que<br />

permite el repertorio. Aquí, quizás sería procedente la interpretación de marcha<br />

ordinaria, es decir, Pasadobles no demasiados festivos, (por lo irreverente que<br />

puede resultar), pero sí otras piezas que acompañen mejor la Resurrección de<br />

Cristo. Se suelen tocar marchas como “Hermanos Costaleros”, “La Quinta<br />

Angustia”, “Agarráores de la Caída”, “Pasan los Campanilleros”, etc.<br />

¿Qué decir de Josemari y su fervorosa pasión por Tobarra y su Semana<br />

Santa? Pues yo creo que no es preciso decir mucho más: Que se ha convertido en<br />

un personaje de referencia por méritos propios, por sus investigaciones, poemas,<br />

pregones, etc. que le valieron el reconocimiento como Hijo Predilecto de la Villa.<br />

Sabe ejercer de Tobarreño como pocos, un genuíno risqueño, como le gusta<br />

autollamarse. Para hilvanar tanta literatura, tantos versos, tanta investigación…<br />

es preciso tener unas raíces tobarreñas muy profundas, una capacidad de entrega<br />

singular y un ejemplar amor a su Patria chica.<br />

¡Cuánta razón llevaba Paco Huerta (Descanse en Paz) cuando me veía<br />

involucrarme en la música, en la Banda de nuestro pueblo, y me decía:<br />

- “Nene, ten cuidado que Tobarra te va a pegar más cornás que un Miura”!<br />

Paco se refería a esa generosa entrega que él también realizó por su pueblo y<br />

que no siempre fue debidamente apreciada (Vaya desde aquí mi reconocimiento<br />

más respetuoso y cariñoso a este buen tobarreño).<br />

6


Y, efectivamente, Josemari, se lleva uno muchas “cornás”, pero por<br />

abundar en el argot taurino, más que para hacerte cortar la coleta, sirvan para<br />

reafirmar tus convicciones y continuar la faena con más ganas que nunca.<br />

¿Verdad?<br />

Hoy en día,la validez de esta obra no ha perdido ni perderá vigencia, a<br />

pesar de estar escritas sus páginas en diferentes momentos. Su gran acierto<br />

estriba en el empeño demostrado por escapar, en cuanto a su discurso interno,a<br />

una concreta localización temporal. Su contenido trasciende a un época<br />

determinada gracias a un esfuerzo de abstracción que le otorga unas<br />

características de universalidad que favorecen el acercamiento al estudio de la<br />

fiesta semanasantera desde unos presupuestos exclusivamente tobarreños.<br />

Estoy seguro de que el amante de la Semana Santa,sea tobarreño o sea<br />

foráneo, encontrará en esta obra mucho de lo que Tobarra puede ofrecer y hará de<br />

este trabajo un libro recurrente al que poder acudir de cuando en cuando para<br />

acercarse a su Semana Santa.<br />

7


UNA SEMANA SANTA PARA SER OÍDA<br />

Corazón semanasantero. El corazón. Tobarra practica en Semana Santa un<br />

autofonocardiograma, escucha su propio corazón.<br />

Más allá del tambor, la Semana Santa de Tobarra se significa en lo acústico. Son<br />

cuatro o cinco sonidos diferenciales que nos recrean lo vivido durante una semana<br />

y el recuerdo durante cincuenta y una.<br />

Sonidos semanasanteros. Se ha escrito antes, al narrar los sentidos: Oír.<br />

Sí. Nos gusta echar mano de la memoria auditiva para arrojarlos/ retrotraerlos a<br />

un nítido pero inventado presente, cuando nos sentimos a solas, Robinsones<br />

cotidianos, en la vulgaridad de una oficina o fábrica o viaje o noche. Esa es una –<br />

otra más- de nuestras fuerzas/ milagros semanasanteros. Somos capaces de<br />

“oírnos” cualquier día del año. También somos capaces de “vernos”, pero exige<br />

otro tipo de esfuerzos y, a lo peor, no nos compensa en su propia dificultad.<br />

Los sonidos semanasanteros nacen en el corazón, desde el corazón. Pero lo mejor<br />

es que se oyen también con el corazón. Así, el corazón pasa a ser “la cepa<br />

l’aureja” del tobarreño, cuando de sonidos semanasanteros se trata.<br />

Es más, estos sonidos son archivados en una extraña memoria que también<br />

llamamos corazón, mucho más perfecta, por supuesto, que la que conserva los<br />

nombres, los lenguajes, los números, los artículos del Código Civil…<br />

Autofonocardiograma. Las variaciones, los ecos –es un puro sónar- del tóc-tóc del<br />

corazón semanasantero. Se plasma en cuatro o cinco realidades mágicas. Cada<br />

semanasantero es más o menos rico, según conozca/domine uno, dos o varios. El<br />

tamborilero puro siempre será incompleto –aunque sea perfecto ante el tambor-<br />

porque no sabe la emoción que produce oír el trác/ trác/ trác del horquillazo.<br />

Pero el agarráor genuino se pierde la emoción de escuchar un super-redoble o un<br />

majestuoso Zapatata.<br />

Me embriagan los sonidos de mi Semana Santa. Conozco todos. Bueno, todos no,<br />

porque me falta el sonar de la pica de los socios, oído con mi corazón desde el eco<br />

de mi propia mano.<br />

Mi autofonocardiograma también es imperfecto.<br />

9


EL MÚSICO<br />

Al Maestro Pepe Auñón, de quien<br />

espero que sea el músico más<br />

importante que haya dado Tobarra.<br />

Cuando digo “el músico” me voy a referir a los músicos de la Banda de Tobarra, no<br />

a los que vienen de fuera –Almansa, Caudete, Elche de la Sierra…- a tocar en<br />

alguna procesión.<br />

En los últimos años del siglo XX, la Asociación de Cofradías tomó la ecuánime y<br />

sabia decisión de que la Banda de Tobarra –por sorteo- acompañase a<br />

Hermandades distintas, Procesión a Procesión. Eso es lo lógico, puesto que la<br />

Banda es de todos. Y a este propósito me llamó la atención el que en la Asamblea<br />

de La Hermandad de la Virgen celebrada el 18 de agosto de 2001, un hermano se<br />

quejase de esto… y de que los tambores fuesen “demasiado pegados a La Virgen”.<br />

¡Claro! Habían sido tantos años en que la música iba tras La Guapa que podía dar<br />

la impresión de que formaba parte de la Hermandad. ¡Pero no era así!<br />

Bueno, ahora se les hace justicia a todos saliendo con todas, cuando así lo decida<br />

el sorteo.<br />

El músico, es, lógico, “otra Procesión”.<br />

Su manera de incardinarse en la misma no puede ser la misma que la del nazareno.<br />

¿Y cómo será? También se podría hacer una encuesta para sacar conclusiones.<br />

Porque el músico no es tamborilero, no es agarráor, no es nazareno… pero es tan<br />

procesionero como el que más. Yo me imagino, no ya cuando hace sonar Mektub,<br />

sino cuando desgrana “España llora”, “Nuestro Padre Jesús”, “Cristo del Perdón”,<br />

etc. que el músico tobarreño se ve como el más importante de los<br />

semanasanteros.<br />

En los últimos años, además, la Banda de Tobarra está empezando a interpretar<br />

piezas escritas en Tobarra y por tobarreños (“Agarráores de La Caída”), lo que le<br />

aporta un doble gozo.<br />

Piénsese que estamos hablando de una institución –la Banda- que se remonta al<br />

siglo XIX. Con razón hay quien la considera como la Hermandad número 14. ¿Será<br />

por gusto o por méritos? Pero en cualquier caso, orgullosamente.<br />

10


Estaba escrito, sí.<br />

MEKTUB<br />

Lo dijo el clarinete de San Miguel y lo ratifican Sagi Barba, Gil Lerín, Auñón…<br />

Cerro, Silencio, Brazo, Mektub, las cuatro patas que sostienen el banco incólume<br />

del Viernes Santo tobarreño. Mañana y Bendición son los ojos del puente de la<br />

Historia. La Banda de Música testifica el misterio y el milagro.<br />

Tachán, tachán… tatáta tachán…<br />

Propongo que a los niños de Tobarra se les enseñe Mektub antes de que conozcan<br />

el alfabeto. Es –por lo menos- más identificativo, más autóctono. Es –como<br />

mínimo- más nidal, más genuino.<br />

Mektub, ya lo he escrito, es el himno nacional tobarreño. Un himno sin letra, que<br />

lo he intentado… y me crea un gran apuro, como un Non sum dignum, como un<br />

pudor de no estar a la altura.<br />

Hace muchos años que le doy vueltas a la letra de Mektub… y no me atrevo a<br />

cerrarla. Incluso, buscando un cómplice, lo intentamos mi Jesusico y yo, pero<br />

nuestros respectivos versos no casaban, no pegaban ni con cola. ¡Cosa de las<br />

musas! Pero voy a demostrar que sí, que lo he intentado. He ahí. Dígase desde el<br />

principio: ¡Tachán, tachán…!<br />

Música: Mariano San Miguel.<br />

MEKTUB<br />

(Marcha fúnebre)<br />

Tobarra, ¡oh Dios!<br />

postrada a tus pies,<br />

espera humilde otra vez<br />

tu Bendición.<br />

Tobarra es fiel…<br />

11


Tobarra es fiel<br />

al Viernes Mayor<br />

y lanza al Cerro su voz<br />

como hizo ayer.<br />

Despierta, sol,<br />

que es Viernes Mayor…<br />

‘<br />

‘<br />

‘<br />

Vieja canción,<br />

nueva oración,<br />

vieja canción,<br />

himno de sumisión.<br />

‘<br />

‘<br />

‘<br />

Tobarra es tambor,<br />

redoble lleno de fervor.<br />

‘<br />

‘<br />

‘<br />

¡Tambor…!<br />

Tobarra se abre en corazón<br />

desde el Calvario…<br />

¡Tambor…<br />

palillo al viento que suspira<br />

enamorado…<br />

Tambor…<br />

del Viernes Santo,<br />

que repicas cansado<br />

en mandato y legado<br />

de perpetuación.<br />

12


‘<br />

‘<br />

‘<br />

Tobarra en pos…<br />

Tobarra en pos<br />

de todo cuanto es,<br />

renace en buen feligrés,<br />

con devoción.<br />

Tobarra, ¡oh Dios!<br />

postrada a tus pies,<br />

te rinde, dócil, también,<br />

genuflexión…<br />

Naturalmente, ahora se trataría de identificar los versos en la música. Yo me los<br />

oigo acompañando lo que conservo en mi memoria de lo acústico… y casan. Ahora<br />

se trataría de poner técnica musical en mi intuición.<br />

He ahí.<br />

¿Para quién suena Mektub? ¿Para el Nazareno? ¿Para el pueblo? ¿Para la<br />

ceremonia? ¿Para el rito?<br />

Mektub suena para ser oído con el corazón, para ser escuchado en la conciencia.<br />

Mektub es un puro cántico para la introversión.<br />

Cuando Tobarra quiere contar su biografía manda a la Banda que toque Mektub.<br />

Cuando Tobarra se mira al espejo, enciende Mektub. Cuando Tobarra visite la<br />

eternidad, será en un infinito da Capo de Mektub.<br />

Mektub es, ¡porque se puede!, toda la música de una raza. Por eso, cuando acaba,<br />

Tobarra despierta con algarabía.<br />

Eso sí, desde Mektub se puede viajar directamente al Paraíso. (Yo lo hago de<br />

cuando en cuando. Basta con cerrar los ojos y escuchar como me lo recreo).<br />

13


TAMBOR<br />

Ya sé que no tiene mérito ninguno, pero que tampoco quede por no decirlo: Yo no<br />

me canso de escribir sobre el tambor. Caben en torno a él toda la posibilidad de<br />

paráfrasis, toda la capacidad de perífrasis. Incluso, sobre lo ya dicho, el tambor<br />

permite una larga heurística, una florida hermenéutica.<br />

¿Qué menos que hacer para quien –como yo- es incapaz de apretar una palometa o<br />

tensar unos bordones?<br />

El tambor es literatura, es historia, es antropología, es sociología, es psicología…<br />

El tambor es arte y artesanía. Es técnica y ritual. El tambor es inventiva y<br />

creación.<br />

El tambor es pueblo, es raza, es cuna.<br />

El tambor es geografía concreta, hermandad concisa, unidad clara.<br />

Pero, por encima de eso, sobre todo eso, el tambor sigue siendo poesía:<br />

Tambor,<br />

es amor.<br />

Tobarra<br />

alrededor.<br />

Tambor,<br />

mi pueblo<br />

adorador.<br />

Tambor,<br />

Semana<br />

en esplendor.<br />

Tambor.<br />

Siempre<br />

tambor.<br />

¡Qué hermosa y fácil rima! ¡Qué sencillez!<br />

Un desafío para los niños tamborileros. Que escriban su propio poema, rimando<br />

tambor con:<br />

14


- Abrumador.<br />

- Actor.<br />

- Admirador.<br />

- Adulador.<br />

- Antecesor.<br />

- Ardor.<br />

- Arrebatador.<br />

- Atronador.<br />

- Calor.<br />

- Candor.<br />

- Civilizador.<br />

- Clamor.<br />

- Colaborador.<br />

- Color.<br />

- Competidor.<br />

- Compositor.<br />

- Conductor.<br />

- Confabulador.<br />

- Confesor.<br />

- Confortador.<br />

- Conspirador.<br />

- Conocedor.<br />

- Conquistador.<br />

- Continuador.<br />

(Tambor,<br />

¡mi pueblo<br />

atronador!).<br />

(Tambor,<br />

Tobarra<br />

es un clamor).<br />

¡Qué fácil!<br />

¡Qué hermoso!<br />

(Y así, hasta…).<br />

(Tambor,<br />

mi pueblo percutor,<br />

mejor embajador,<br />

sin par compositor).<br />

15


- Creador.<br />

- Cultivador.<br />

- Decidor.<br />

- Descubridor.<br />

- Despertador.<br />

- Detractor.<br />

- Deudor.<br />

- Director.<br />

- Dolor.<br />

- Educador.<br />

- Emperador.<br />

(Tambor;<br />

de ayer,<br />

continuador;<br />

de mañana,<br />

convocador).<br />

(Es su misión…).<br />

¿O no?<br />

(Tambor,<br />

leal definidor<br />

de un pueblo encantador).<br />

¿A que sí?<br />

(Tambor,<br />

nunca es dolor.<br />

Tampoco es error.<br />

En cambio, es fervor).<br />

(Tambor,<br />

del Calvario<br />

Emperador;<br />

del Zapatata<br />

escritor;<br />

del gozo<br />

portador.<br />

Tambor,<br />

hijarano<br />

Poblador).<br />

¡Todo eso!<br />

16


- Encontrador.<br />

- Ensalzador.<br />

- Entendedor.<br />

- Esgrimidor.<br />

- Espectador.<br />

- Esplendor.<br />

- Exhortador.<br />

- Expendedor.<br />

- Expugnador.<br />

- Fascinador.<br />

- Fundador.<br />

- Glosador.<br />

- Historiador.<br />

- Honor.<br />

- Humor<br />

- Ilustrador.<br />

- Impulsor.<br />

- Incitador.<br />

¡Jamás!<br />

(Tambor,<br />

¿sonido? ¿estridor?<br />

¡Qué estupor!<br />

(¡Chulo!)<br />

(Tambor,<br />

pueblo fascinador.<br />

Tambor,<br />

galanteador.<br />

Tambor,<br />

halagador).<br />

(Tambor<br />

honor<br />

mayor.<br />

Tambor<br />

pacificador).<br />

(¡Olé!)<br />

17


- Innovador.<br />

- Inquiridor.<br />

- Inspirador.<br />

- Libertador.<br />

- Luchador.<br />

- Madrugador.<br />

- Magnetizador.<br />

- Mediador.<br />

- Mejor.<br />

- Merecedor.<br />

- Moderador.<br />

- Narrador.<br />

- Observador.<br />

- Orador.<br />

- Pacificador.<br />

- Pensador.<br />

- Pormenor.<br />

- Portador.<br />

- Poseedor.<br />

- Pastor.<br />

- Preceptor.<br />

- Predicador.<br />

- Primor.<br />

- Procurador.<br />

- Progenitor.<br />

(¡Ahí es ná!).<br />

(Tambor<br />

musa e inspirador<br />

en Tobarra morador,<br />

seguro trovador).<br />

(Tambor,<br />

de Tobarra<br />

su postor;<br />

protector<br />

de un pueblo<br />

muy señor).<br />

(¿A que sí?)<br />

18


- Propagador.<br />

- Propulsor.<br />

- Proveedor.<br />

- Provisor.<br />

- Provocador.<br />

- Pudor.<br />

- Pundonor.<br />

- Purificador.<br />

- Razonador.<br />

- Recitador.<br />

- Reconciliador.<br />

- Rector.<br />

- Redentor.<br />

- Regenerador.<br />

- Relator.<br />

- Renovador.<br />

- Resplandor.<br />

- Retador.<br />

- Revelador.<br />

- Rigor.<br />

- Rubor.<br />

- Rumor.<br />

- Sabedor.<br />

- Sabor.<br />

- Salvador.<br />

(¡Y cómo!)<br />

(Tambor,<br />

sin par recitador;<br />

redactor<br />

de un toque seductor;<br />

trovador<br />

de un pueblo tocador).<br />

(¡Ya!)<br />

(Tambor<br />

en pieles relator;<br />

ruiseñor,<br />

redoble y pundonor).<br />

19


- Seguidor.<br />

- Soñador.<br />

- Subyudador.<br />

- Suscriptor.<br />

- Tenor.<br />

- Trabajador.<br />

- Traductor.<br />

- Trasnochador.<br />

- Triunfador.<br />

- Ulterior.<br />

- Valedor.<br />

- Valor.<br />

- Vaticinador.<br />

- Vencedor.<br />

- Versificador.<br />

(¡Tobarra!)<br />

(Tambor,<br />

de un nombre vendedor).<br />

Es muy difícil encontrar en el castellano una palabra con una rima tan fácil, tan<br />

larga y tan proteica como tambor.<br />

¡Hasta eso! ¡Bendito sea!<br />

20


EL RUIDO DE DIOS<br />

¡Salve, autor de la metáfora! ¡Salve! ¡Salve, Isabel Montejano, Antonio el<br />

Batanero, Guillermo Paterna, Pablo García Carrillo en la presentación como<br />

Pregonero de su padre en 1996! Salve todos los que “dais aire” a la frase, que no<br />

puede ser más hermosa ni más afortunada.<br />

El ruido de Dios. Así: El-ru-i-do-de-Di-os-.<br />

No cabe más enjundia.<br />

Desde luego, si Dios hace ruido, es a través de los tambores de Tobarra. No cabe<br />

la menor duda, no puede caber la menor duda.<br />

Ni trueno ni volcán ni tornado. Bastan diez tambores, tres, uno. Un tambor, uno<br />

solo, y he ahí a Dios, haciendo ruido, dejando constancia canora de su Presencia.<br />

Así, el Zapatata sería una pura oración tabaleante, una ida y vuelta, una<br />

jaculatoria (Ave… Zapatata) y un rezo (… que Estás en los Cielos… que ha dicho mi<br />

madre…).<br />

Creo que en este libro ha sido la primera vez en mi vida que lo he escrito: El ruido<br />

de Dios. Sentí un tremendo pudor la primera vez que lo oí/leí y lo siento ahora.<br />

Me he hecho la idea, me he atrevido –Dómine, non sum dignum- y lo aplico en unos<br />

<strong>Cuadernos</strong> de Pentagramas que serían algo menos sin decirlo.<br />

¿Todo tambor es el ruido de Dios? ¿Lo son todos los tambores? Claro, desde el<br />

del Lauria hasta el del recién llegado. Todos.<br />

Habría que inventar un toque con esta letra:<br />

Ruido de Dios,<br />

ruido de Dios,<br />

el tambor de Tobarra<br />

es siempre el mejor.<br />

Ruido de Dios,<br />

ruido de Dios<br />

repítelo de siglos<br />

como ley del honor.<br />

Los cristianos en Las Cruzadas gritaban: ¡Dios lo quiere! Los mahometanos, en su<br />

desgracia lo decían: ¡Mektub! ¡Estaba escrito! Dígalo Tobarra el Miércoles a las<br />

16 horas: Ruido de Dios, ruido de Dios, ruido de Dios…<br />

21


REDOBLE<br />

Es el sonido tobarreño más antiguo, más autóctono. Es una aria, nunca una nota;<br />

es un poema, nunca un verso. Es una oda, una cantata, un cantar de gesta, ruidoso<br />

y tobarreño.<br />

El redoble es la firma, donde Tobarra se afirma, el tobarreño se confirma y la<br />

Semana Santa se reafirma.<br />

El redoble es un carnet de identidad fónico para quien lo practica, pero es fuero<br />

secular para quien lo enarbola.<br />

El redoble está inscrito en esa heráldica invisible –invisible, sí, pero no<br />

imperceptible- que crea cada tobarreño para su íntimo batallar contra la nada. Y<br />

ahí, el redoble se convierte en canción de una guerra, inocua e incruenta, que<br />

mantiene el reloj contra el calendario.<br />

En Tobarra, cada despertador debería llevar incorporado un ejarrao soberbio,<br />

desde cuyo parabám pám pám nos incorporásemos a la vida cada mañana. El<br />

tobarreño debe despertarse con un redoble. Por lo mismo, en las casas, los<br />

timbres no deberían ser sino llamadas de Zapatata que nos pide que abramos la<br />

puerta de la calle.<br />

¡Za-pa-ta-ta!<br />

Ya lo sabemos. Alguien está llamando a la puerta de nuestra casa, de nuestra<br />

vida. Y lo hace, llamando,<br />

¡Za-pa-ta-ta!<br />

El redoble debería ser, también, canción de cuna. Así, mi nieta no ve la televisión<br />

si antes no se ha echao un redoble en el tambor que le compramos como primer<br />

juguete de su vida. ¡Y en el adiós! Al tobarreño no se le deben echar gori-goris y<br />

misereres en su entierro, sino redobles y más redobles.<br />

Y deberíamos cambiar las campanas por Zapatatas…<br />

Y…<br />

El redoble, nuestra música celestial.<br />

22


Soy un enamorado del bombo.<br />

La primera, en la frente.<br />

BOMBO<br />

El bombo fue un descubrimiento del Aragón tamborilero –en Alcañiz no lo tocan-<br />

de hace 200 años. Yo lo oí por primera vez, es obvio, cuando estuve en Hìjar por<br />

primera vez. Y pensé:<br />

- “Tobarra merece tocarlo”.<br />

Pero, claro, no iba a aparecer yo en la Calle Mayor con un bombo. Precisamente<br />

yo, no. Simplemente, para evitar odios eternos hacia el bombo, sólo por venir de<br />

mí.<br />

Ya hay alguna cuadrilla tobarreña que lleva bombo. Se me cae la baba, oyéndola.<br />

El bombo exige un tocar en serio. Un tocar uniforme, un ensayo. Y eso parece que<br />

nos cuesta.<br />

El bombo es como un tambor hipocorístico tocado por un niño mayorzote y malo.<br />

- Prorroooomp… diría un tambor.<br />

- Pom… diría un bombo.<br />

Es el mismo lenguaje percutor, ahito de pieles, macho o mariquita. El tambor<br />

actual es un aullido femenil. El bombo es un berrido macho.<br />

Los amo.<br />

El bombo es, siempre, un hermoso beneficio añadido, un lujo, un alarde, una<br />

exhibición, una exageración, un farde.<br />

Una cuadrilla sin bombo es una frustración, una espada roma, un sábado sin sol,<br />

una mocita sin amores.<br />

Reivindico una Tobarra bombista, una dictadura del bombo, una conquista<br />

cuadrillera del bombo. Es curioso: En Alcañiz no tocan el bombo, pero tienen<br />

como monumento oficial un enorme tambor–bombo, timbal exagerado, posado en<br />

23


el suelo sobre una de las pieles. Son conscientes de su imperfección, de su<br />

percutir incompleto, de su parcial tamborear.<br />

Reclamo el bombo para mi pueblo. Que él ponga dureza, imponga ritmo, acapare<br />

orgullo, enardezca esquinas.<br />

En mi próxima reencarnación tamborilera tocaré el bombo.<br />

El bombo es un amor nuevo, lejos de todos los amores de adolescencia. El bombo<br />

es un amor sereno, como los amores de la madurez.<br />

Me enamora –hoy- el bombo. Me enamoró la primera vez que lo oí en Híjar como<br />

parte del tamborear.<br />

Naturalmente, el bombo también fue Mochica en la Banda de Música, con Don<br />

Pedro Gil Lerín, diciéndole con la mano(los músicos hablan con la mano),<br />

- “Va, Joaquín, diga Boum, Boum, Boum, para que todos estén atentos”.<br />

Y Joaquín Mochica, venga a decir, Boum, Boum, Boum, que era como una especie<br />

de diana para músicos dormidos detrás de la procesión.<br />

Pero no es ese el bombo del que estoy hablando. Aquel se tocaba en vertical. Este<br />

en horizontal al suelo.<br />

El bombo tamborilero es como un tambor macho que impone sus cojones. El<br />

bombo cuadrillero es todo un capitán que manda sin réplica.<br />

El bombo es todo un tío, sí señor.<br />

En Tobarra no tocamos el bombo porque los hijaranos no lo tocaban en 1266,<br />

cuando nos enseñaron. Ellos lo adaptaron –parece- hace un par de siglos y me<br />

gustaría que Tobarra lo adaptase para los dos próximos milenios. Aquí, el tiempo…<br />

Cuando el tambor es tenor, el bombo es bajo. Cuando el tambor es un verso<br />

octosílabo, el bombo lo es tetradecasilabo. Si el tambor es fonema, el bombo es<br />

aria. Si el tambor es ecuación y línea, el bombo es polisarcia.<br />

O así.<br />

24


Encima, el bombo es un lujo liviano, que apenas pesa, que se transporta bien, que<br />

agradece que le pongas sobre la piel la mano izquierda, cuando bates con la<br />

derecha, que…<br />

El bombo. El Domingo de Aciares de 2002 he despedido el tambor a solas en El<br />

Paseo, arreándole al mío fiaremente, teniendo como único compinche –frente a<br />

frente- a un crío con bombo, de unos ocho o diez años. (En el 2001 lo había<br />

cerrado con Los Osos). Ya había oído tocar a ese guacho en la Iglesia, durante El<br />

Pregón de Pepe Garrido. Un crío con bombo y yo con tambor en el Omega del<br />

2002. ¿Tocando qué? ¡Lo que salía! Zapatatas, Magdalenas, Raspas… El crío, duro<br />

que duro y yo, enardecido. A las cero horas –silencio absoluto- me he llevado la<br />

sorpresa de que “viniese su madre a recogerlo”. ¿Más sorpresa? Es hijo de una de<br />

las hijas de mi primo segundo Chiripa (Francisco Onrubia Hurtado) por lo que mi<br />

pequeño bombo aún lleva Hurtado como sexto apellido. Al terminar, consciente de<br />

la reata, le he dado el beso más amoroso de un tiempo de besos como es la<br />

Semana Santa.<br />

El bombo. En cualquier futuro Miércoles Santo buscaré al Chiripetín con toda mi<br />

devoción para compartir calles y tambores.<br />

El bombo.<br />

A Tobarra le falta una Asociación de Amigos del Bombo que lo imponga, dulce y<br />

paulatinamente. Yo le escribiría un himno de letra firme y música pomposa, con el<br />

que cada cuadrilla estrenaría todos los Miércoles Santos.<br />

El bombo es un ángel gordo que echo mucho de menos en los callejones de<br />

Tobarra.<br />

25


TOQUES<br />

Ay, el tambor tobarreño. Ay, su lenguaje y rima, su facundia airada, su filología.<br />

Ay, el charloteo de las pieles, su farfulla, su faramalla, su perorata y despepite.<br />

Ay.<br />

Nuestro tambor habla. Nosotros, nuestras manos, con ellas le hacemos hablar, el<br />

tambor se comunica.<br />

Pero Tobarra es lista y apela a la multiplicidad del lenguaje tamborilero.<br />

Monólogo.<br />

Un redoble, un repique es un puro monólogo. El tamborilero toca para sí, sin<br />

esperar eco alguno.<br />

Cuando Manolete el Zoril toca Calle Mayor abajo, él sólo, con su cuadrilla más<br />

adelante o que se le ha quedado atrás, está echando un monólogo. Un monólogo<br />

arbitrario, irrepetible, diferente al anterior y al siguiente. No hay da capo. No<br />

hay, en resumen, orden ni concierto.<br />

Toca para su túnica. Es un perfecto soliloquio.<br />

El tambor tobarreño monologa, soliloquía.<br />

Así es. Es así ¿y así ha sido siempre?<br />

Diálogo.<br />

Ay, el Zapatata. El Zapatata es un puro diálogo, hablan dos tambores. Dice uno:<br />

- ¡Zapatata!<br />

Y le responde el otro:<br />

= Que ha dicho mi madre<br />

que me de usté un pan,<br />

(Bis)<br />

que mañana cuando amase<br />

se lo volverá.<br />

(Bis).<br />

26


Esta es una primera y más genuina versión. Pero hay otra, sin letra en la<br />

respuesta:<br />

- ¡Zapatata!<br />

= Patapataplám,<br />

patapataplám,<br />

patapatapataplámplámplám.<br />

Y aún hay otra tercera, más moderna, también sin letra.<br />

En los años 50, se impuso otra llamada al Zapatata, cambiándolo por:<br />

- ¡Coconono!<br />

(Coconono era un señor cojísimo –como mi padre- que vivía en la Calle Pozo de la<br />

Nieve. Yo aún lo conocí).<br />

Y también:<br />

- ¡Va a lloveer!<br />

Desde luego, responder, respondíamos. No sé qué, pero respondíamos.<br />

Epigrama.<br />

Es un toque breve, con letra anterior a 1950 e incluso es probable que sea<br />

anterior a 1936.<br />

Es breve, claro y jocoso:<br />

- Parampámpám,<br />

la Jobita está preñá.<br />

No hay mucho más, sino repetirlo hasta lo exhausto.<br />

Marcha/Himno.<br />

Es muy reciente, apenas tendrá 20 años. Es el toque favorito de la generación de<br />

mis hijos (Para entendernos: Tamborileros a partir de finales de la década de<br />

1.970).<br />

Es La Magdalena. Tiene dos partes:<br />

En la primera:<br />

27


= Patapatán<br />

patapatán<br />

patapatapatapám.<br />

En la segunda:<br />

= Patapatapatampatapatapampatapatam.<br />

¿Le han puesto letra?<br />

= ¡Qué guapa es,<br />

qué guapa es,<br />

guapa es María Magdalena…!<br />

He oído que su inventor es Totoni, junior. ¡Gloria para él!<br />

Al Dios te ampare.<br />

¿Cómo catalogar el toque de los que no saben tocar, no tienen interés en saber,<br />

pero les gusta tocar, son tamborileros y tocan?<br />

Pues, eso, al Dios te ampare.<br />

En una cuadrilla de cinco, cada uno puede ir tocando a su aire, sin nada que les<br />

una y sin vocación de ir unidos. Pero les ampara Dios, con su ruido. (Bendita<br />

Isabel Montejano, que creó la figura, como ya he dicho antes).<br />

La Raspa.<br />

De entre los toques aragoneses actuales, el más fácil es La Raspa. Sí, sí, La<br />

Raspa, como aquel baile de los años 50:<br />

La raspa la inventó<br />

una vieja con un candil.<br />

Por eso la bailamos<br />

hasta la Guardia Civil.<br />

Dame un brazo<br />

para bailar,<br />

ahora el otro para cambiar.<br />

Pues La Raspa tamborilera debe tener las mismas o muy parecidas notas.<br />

En Tobarra la he oído a tres o cuatro cuadrillas (llevan bombo) que, estoy seguro,<br />

la tocan por imitación a Aragón, pero ¿sin saber que es “La Raspa”?<br />

Toques, toques, toques… Inventemos toques… ¡Pero, toquemos todos lo mismo!<br />

28


HORQUILLAZO<br />

Así que, sí. He ahí que un día, en un de pronto, me digo, nos decimos, le decimos al<br />

paisaje:<br />

= “Trác, trác, trác…”.<br />

Es la onomatopeya de lo bravío, el eco de lo viril, el grito de lo procesionero.<br />

Somos la presencia de nuestra propia horquilla, la oímos respetuosamente, desde<br />

nuestro corazón, en el silencio de un domingo de invierno, en la majeza de un<br />

caminar urbano, entre dos semáforos, en la lontananza de un avión que nos lleva a<br />

La Coruña o a Las Palmas o a Bogotá o a Pekín.<br />

Estamos oyéndola dulcemente. Es la voz de nuestra horquilla. No la sentimos en la<br />

mano (tacto de volante o de periódico o de vaso de vino) pero está presente en<br />

nuestro oído.<br />

El tacto, sujeto pasivo ahora, es una pura inutilidad. Ni manda ni prevalece. Nos<br />

sobran las manos. No son ellas las protagonistas, sino la inteligencia selectiva, que<br />

se planta en la trompa de Eustaquio, en el tímpano, en el caracol, en el yunque, en<br />

el laberinto, y nos recrea el horquillazo con solemnidad acústica y aristocrática.<br />

Cuando queremos, oímos nuestros propios horquillazos. Misterios del amor y de<br />

una memoria auditiva y virtual. Bien es verdad que lo real es una voz<br />

semanasantera que sólo recitamos algún ratico cada Jueves de Horquillazos,<br />

algún Viernes de Relevos, todos los Domingos de Alburas. Dura lo que dura una<br />

paráica. Es mucho más breve que una romanza, una pastorela. Apenas un adagio,<br />

un andante, un trémolo, un pizzicato. Pero embaraza el oído, hasta rebosarlo para<br />

el resto del año, para lo que nos queda de vida.<br />

El horquillazo es golpe, púm, tras, páf, tan, tác, trác, disparo acústico, sílaba sola,<br />

zurriagazo breve, nota aislada, concierto brevísimo. Apenas un do. Somos solistas<br />

empecinados de un instrumento llamado horquilla que interpretamos<br />

magistralmente. Y nos aplicamos en la solemnidad de lo fugaz, en la especialidad<br />

de lo difícil, en la esencialidad de lo singular.<br />

Pero el horquillazo es un da capo terne, que ejecutamos sin que nos lo mande “el<br />

maestromúsica”. Incluso, podemos decir que el horquillazo es el único sonido<br />

musical con nombre propio. Un piano no genera un pianazo ni una flauta un<br />

29


flautazo (que sería golpe, pero no sonido). En cambio, el horquillazo es sonido,<br />

nunca golpe. ¡Cosas de Tobarra!<br />

El horquillazo. Vivido o recordado. Asistido o memorizado. Pero el sonido es el<br />

mismo. La ceremonia es idéntica. La acústica, semejante. El momento, calcado.<br />

Sí. En Tobarra, desde Tobarra, hay un trueque de fisiología/ anatomía en<br />

imaginación/ recuerdo; hay un intercambio de ruido y ensoñación en los que la<br />

vida es un sonido breve, singular, (apenas es un trác/ trác/ trác) que vale por<br />

trescientas cincuenta y nueve sinfonías: Las del resto de los días del tiempo sin<br />

Semana Santa.<br />

30


TIMBRAZO<br />

Una vez, escribí en un suplemento semanasantero tobarreño de La Voz de<br />

Albacete, esta greguería:<br />

- “Los sordos no pueden agarrar; no oyen el timbre”.<br />

Se me echó encima –vía terceros- una asociación de sordomudos (me lo contó<br />

Juan Sánchez García) de la capital.<br />

Como no tenía ¡Dios me libre! la más pequeña intención de ofender, sino sólo de<br />

provocar una sonrisa y veo que no lo conseguí, pido perdón un montón de años<br />

después. (Aprendí de mi padre, cojísimo, a aceptar los ¿defectos?, las taras<br />

físicas, con naturalidad. ¿Alguna vez me ha preocupado ser miope o estar calvo?)<br />

El timbre. ¡El timbre del anda! ¡Cuánta gloria semanasantera!<br />

¡La disciplina del timbre! ¡El timbrazo! ¡El descanso! ¡Arriba!<br />

El timbre como instrumento musical. El timbrazo como ejecución. Lo es, lo son.<br />

Por eso se incorporan a un Cuaderno de Pentagramas y no al de Agarráores. Es<br />

lo natural.<br />

Propongo una grabación musical para caprichosos. Se trataría, por un lado, de<br />

inmortalizar técnicamente el timbrazo de todas y cada una de las andas:<br />

Timbrazo de la Cruz… Timbrazo del Prendimiento… Timbrazo del Moniquí…<br />

Después, hacer sonar todos los timbres simultáneamente.<br />

Pentagrama.<br />

El timbre ¿toca en do, en re, en mi…? Me gustaría saberlo para constatarlo. ¿Y la<br />

aldaba? Tampoco lo sé. El timbre ¿es un sostenutto? ¡Riiiiiing!<br />

El Maestro Auñón debería dar el primer timbrazo de cada anda, el Jueves de<br />

Timbrazos, aún en la Iglesia, para empezar la Procesión. Y, por supuesto, sugiero<br />

a la Hermandad de La Caída la introducción de un nuevo honor y distinción: Dar el<br />

timbrazo para iniciar la Bajada. ¿Cabría más emoción? Ahora se hace, casi, como<br />

una rutina más. ¿Por qué no añadir ceremonial y rito? ¿Por qué no lo da alguien<br />

“especial” cada año por los méritos adquiridos y se dicen unas palabricas al<br />

respecto? Sería, algo así como un “saque de honor”, salvando las distancias.<br />

31


Dicho queda.<br />

Hoy, realmente, apenas usamos timbres. Normalmente, las andas llevan una<br />

especie de aldaba horizontal que produce un golpe seco:<br />

- “¡Uno, para prepararse! ¡Dos, para levantar!”.<br />

Hasta hace veinte años, el timbre era pura y simplemente eso: Un timbre (¡Ring,<br />

Ring!) que se quitaba del manillar de una bicicleta y el Lunes de Mona se volvía a<br />

colocar en ella.<br />

¡”Llevar” el timbre, tocar el timbre!<br />

Eso es harina de otro costal. Para eso no sirve cualquiera. Por eso no se da a<br />

cualquiera esa responsabilidad. Del timbre depende un buen o mal agarráo,<br />

remolerse o no remolerse, lucir el Santo o no lucirlo… Y muchas cosas más.<br />

El timbre, para empezar, debe tocarlo un veterano. Alguien que haya pateado la<br />

Calle de las Columnas desde dentro del anda, muchos Jueves Santos. Debe ser,<br />

obviamente, un agarráor. Pero no el mejor agarráor ni el más duro de los<br />

agarráores, porque si lo ha sido, o no entenderá o entenderá con más dificultad<br />

“las debilidades” del prójimo, el cansancio lógico. Y puede hacer “parás de media<br />

legua”.<br />

El timbre, para el agarráor, acaba por convertirse en un reflejo. Tanto para<br />

arrancar como para parar. Realmente, el buen agarráor no está muy pendiente<br />

del timbre. Por eso: Porque se convierte en un reflejo acústico.<br />

El timbre, para el agarráor remolío, acaba por convertirse en una obsesión.<br />

- “¡Qué toque el timbre! ¡Qué toque el timbre, Señor, que no púo más, que quió<br />

paral ya!”.<br />

El ruido del timbre (hoy, el aldabonazo) y el horquillazo, son toda la cultura<br />

acústica del agarráor. En mi juventud, cuando el Viernes de Cerros oía (yo, aún en<br />

la cama) los horquillazos de La Cruz y el primer timbrazo, desde mi casa de la<br />

Calle Mayor (46 entonces; 48 ahora) creía despertar en el Cielo. Enseguida, una<br />

lavá de gato y pá la Plaza. Había que sacar la Dolorosa de La Iglesia, en el primer<br />

(¡primer y único!) relevo.<br />

¡Bendito recuerdo!<br />

32


El timbre. Suele ser un privilegio de Borias. Pero no necesariamente. Bien es<br />

verdad que muchas veces, “el andero” y “el del timbre” son la misma persona.<br />

Propugno el reconocimiento oficial de la figura “del timbre”, (del encargado del<br />

timbre, obviamente). Y que hagan sus corricos aparte, sus asambleas, sus<br />

reuniones. Nadie lo ha dicho, pero ellos (y no los Presidentes de las<br />

Hermandades) tienen en sus manos el mayor o menor lucimiento de la Procesión<br />

(sobre todo, el Jueves de Vueltas y el Viernes de Entradas a la Plaza), que haya<br />

más o menos terretremos en las andas, más felicidad o infelicidad en las<br />

horquillas.<br />

= “María, sal a abril c’an dao un timbrazo”.<br />

Nadie habla así en Tobarra. Timbrazo es palabra semanasantera. Exclusivamente.<br />

Y todos nos entendemos.<br />

El timbrazo es un “toque de diana” breve y autóctono. Es un piccolo himno, que<br />

cada Hermandad reserva para su satisfacción desfilante.<br />

El timbre y su voz, el timbrazo.<br />

Ser “timbre” en la Semana Santa de Tobarra: Un honor añadido. ¡Y bien orgulloso<br />

que me siento de que mi hermanico Pedrín sea timbre en La Guapa y en La<br />

Soledad desde hace un montón de años!<br />

33


CARRICO<br />

En Tobarra, en los años 50, había dos carricos con igual fama: “El carrico de la<br />

leche” y “El carrico San Juan”.<br />

Dios me libre de parangonarlos ni de asociarlos ni de mezclarlos, salvo en lo<br />

lingüístico, que es su única coincidencia.<br />

De “El carrico de la leche” (Rigoberto López, leche pura de vaca- familia<br />

Sánchez/Gómez) ya escribí bastante en El Patato.<br />

Ahora, aquí, en este Cuaderno de Pentagramas, “El carrico San Juan” ocupa un<br />

lugar de honor, puesto que –aparte de símbolo y orgullo sanjuanero- es música,<br />

peor o mejor tocada.<br />

Bien recordado, ya di suficiente coba al susodicho carrico sanjuanero en un viejo<br />

artículo de alguna vieja Revista, en el que lo piropeé como “bozaina” que es el<br />

nombre chinchillano para un parigual.<br />

El carrico tiene su música, su toque, su do-re-mí, por lo que debe figurar aquí<br />

como sujeto de melomanía y ritual.<br />

El carrico San Juan, más allá de la música, esconde ¿o muestra? todo lo simbólico<br />

de la Hermandad. Los sanjuaneros no deberían (deberíamos, pues buen hermano<br />

soy) rendir pleitesía al Carrico el Jueves de Carricos por la tarde, con la<br />

Procesión en marcha. Podría ser un beso en la barriga o un versico o un piropo.<br />

Pero todos los hermanos deberían ser conscientes de lo mítico que encierra.<br />

¿Quién traería el primer Carrico a Tobarra? ¿Por qué lo traería? ¿Será verdad<br />

que en la dichosa Guerra lo tiraron al cerro y alguien lo encontró?<br />

Hoy, en este siglo XXI, con el Carrico nuevo –hace ocho o diez años- San Juan<br />

ejecuta (no digo interpreta, porque no es cierto) música virtual. Ejecución en el<br />

peor sentido y virtual en su valor de apariencia. ¡Qué le vamos a hacer!<br />

Pero todos nos sentimos orgullosos del Carrico San Juan, como algo nuestro. Tal<br />

vez porque todos nos sentimos capaces de meter el morro en la boquilla y decir<br />

¡Uuuuhh! (Lo que salga es otra cosa).<br />

34


PICA<br />

Para el final de estos mis particulares pentagramas, vaya ese pequeño dolor mío<br />

que es la pica de los Socios.<br />

Nunca he picado. Ni a derecha ni a izquierda. Y espero no morirme sin haberlo<br />

hecho. No sé por qué. Tal vez un problema de pudor estúpido.<br />

Picar, pica, Socio. Cada tres segundos, la onomatopeya de la pica, que cuelga en el<br />

aire, en ese particular escorzo que hace el Socio, antes de arrear el mochazo<br />

contra el suelo.<br />

La pica no es música, pero sí sonido. Es percusión pura, un objeto (pica) golpeando<br />

a otro (suelo) y produciendo un sonido. Ese que tan bien conocemos los<br />

semanasanteros.<br />

Pica, lanza, garrocha.<br />

Socio, soldado, picador.<br />

He ahí los connubios.<br />

En Tobarra la gracia de la pica no es el objeto, sino su golpear contra el suelo.<br />

Ese es su simbolismo, que debe figurar en un pentagrama único, puesto que únicos<br />

nos sentimos.<br />

Nunca he marcado el ritmo con una pica. Pero he jugado a ser socio, cuando niño.<br />

Con tres emblemas: Gorro de papel, barba de papel y una caña como pica. La clave<br />

estaba en batirla. Era lo divertido. Ahora, que he entrado en mi última infancia,<br />

me vestiré de socio, cogeré mi pica –diestra o zurda- y pegaré cuatro mochazos<br />

bien pegaos el Miércoles de picas. Y tendré la osadía de preguntar al Maestro<br />

Auñón:<br />

= “Maestro, ¿esto es un do o un re?”.<br />

Y el Maestro, como es un poco poeta, me contestará:<br />

- “Eso, es nada más y nada menos que la voz de Tobarra, impostada en Olivo y<br />

Prendimiento”.<br />

35


MARCHA<br />

En las Plazas de Toros, las Bandas de Música plantean un repertorio para el<br />

Paseillo; seis pasodobles, uno para cada toro (bien para banderillas; bien para la<br />

faena de muleta) y un pasodoble de despedida. Naturalmente, si las faenas no son<br />

merecedoras de músicas, se guarda parte del repertorio para otro día.<br />

En las Ferias importantes, se imprime “el concierto” y se entrega a los<br />

espectadores. Así, en el tendido, sabemos exactamente que en el 3 er toro<br />

oiremos Nerva.<br />

Gallito, El Gato Montés, Domingo Ortega, Manolete, Puerta Grande, España Cañí,<br />

Nerva, Lucio Sandín, Martín Agüero, Ragón Falez, Amparito Roca… El buen<br />

aficionado, los conoce, los identifica y se recrea.<br />

¡Ay, Santa Cecilia, ay, he tenido que echar mano del binomio toro/pasodoble, para<br />

propugnar desde este Cuaderno de Pentagramas la popularización de las<br />

Marchas Procesioneras hasta las filas, hasta los nazarenos, hasta los<br />

espectadores!<br />

¿No tendríamos una Semana Santa más completa –por más culta- si todos<br />

supiésemos qué marcha está tocando la Banda más allá de Mektub y del Himno<br />

Nacional?<br />

¿Se tocan las mismas marchas procesioneras el Viernes/ noche de Lutos que el<br />

Domingo de Aleluias? No creo. Pero no sabemos por qué. La Banda sí que lo sabe,<br />

pero no lo trasciende.<br />

Estoy propugnando, desde mi locura semanasantera, que se enseñe a que Tobarra<br />

conozca sus marchas y sus oportunidades. En las escuelas, en los conciertos…<br />

Donde sea y como sea.<br />

Música y Semana Santa. estoy poniendo el chím-púm de estos <strong>Cuadernos</strong> de<br />

Pentagramas, desde el cántico de mi devoción más urgente hacia mi Banda y<br />

hacia mi gente.<br />

36


PPRRÓÓLLOOGGOO DDEE JJUUAANN YY RRAAFFAAEELL SSÁÁNNCCHHEEZZ GGAARRCCÍÍAA<br />

En el transcurso de los últimos 30 años, mucho ha cambiado sustancialmente y<br />

mucho se ha escrito, en la revista anual, en la prensa provincial, regional y<br />

nacional e incluso en la prensa extranjera de nuestra Semana Santa. Pero no<br />

vamos, ahora, a detallar la calidad y contenido de titulares y textos, no. No es el<br />

momento adecuado, quizás merezca capítulo aparte.<br />

Nuestra intención se presta, en esta ocasión, en prolongar los <strong>Cuadernos</strong><br />

semanasanteros, esritos por un tobarreño por todos conocido: José María Hurtado<br />

Ríos, Josemari, como llamamos cariñosamente.<br />

<strong>Cuadernos</strong> semanasanteros contiene en sus 600 páginas, los últimos cincuenta<br />

años de nuestra Tobarra Cofrade y Tamborilera, nuestras costumbres, nuestra<br />

idiosincrasia particular, hasta nuestro modo de hablar, con palabras, algunas,<br />

que no figuran en el diccionario de la R.A.E.L y que todos los tobarreños<br />

entendemos a la perfección. Todo ello reflexionado, pensado, meditado, estudiado,<br />

vivido y plasmado en sus páginas con la maestría del mejor de los orfebres con<br />

detalles, lugares, anécdotas, vivencias, recuerdos, etc. cuidándolo hasta el último<br />

e insignificante detalle.<br />

Casi nada le ha pasado desapercibido al autor. Ha explorado con toda destreza,<br />

año tras año, lustro a lustro, la evolución de la Semana Santa de Tobarra con el<br />

fin de transmitirla, con la máxima exactitud, de unas a otras generaciones.<br />

<strong>Cuadernos</strong> <strong>Semanasanteros</strong>, nos hace recordar también a nuestros progenitores,<br />

que acertadamente pusieron firmes pilares en los cuales se asienta nuestra<br />

Semana Santa. Un ejemplo: En el capítulo complementos directos, en el apartado<br />

guantes blancos, aconsejas que todos los agarráores llevasen el mismo tipo de<br />

calzado. Ya en los primeros años 50, hubo un presidente que en su hermandad,<br />

calzaban todos sus hermanos, zapato azul con ribete blanco, durante el desfile<br />

procesional. ¡Dios le bendiga! <br />

Fuiste, Josemari, el primer pregonero de la Semana Santa de Tobarra. La<br />

pregonaste también en la Ciudad Condal. Gestionaste que se nos conociera en la<br />

capital lusa y ahora nos obsequias con el contenido de esta obra, inquieto artista<br />

de la pluma y la palabra –permíteme este calificativo-. Confío en que se reciba<br />

con el aplauso de todos (o casi todos) pues como bien dices; la Semana Santa de<br />

Tobarra es más fuerte que cualquier nombre y apellidos.<br />

N.del A. Se refieren a su padre, el muy ilustre semanasantero Don Cristóbal<br />

Sánchez Honrubia, a quien tanto debe la Verónica.<br />

3


NO PUEDE ENTENDERSE ZAMORA SIN SU SEMANA SANTA<br />

(Florian Ferrero Ferrero. Guía de la Semana Santa de Zamora. 2001).<br />

¡Pues anda que Tobarra! ¿Alguién entiende a Tobarra sin imaginarse su Semana<br />

Santa? ¿Alguién ha intentado “explicar” la otra Tobarra, la que no deviene como<br />

semanasantera? ¿Alguien consigue imaginársela fuera de ella, con otro latido y<br />

contenido?<br />

Imposible.<br />

¿Qué queda de Tobarra al día siguiente del Lunes de Mona si no es el recuerdo<br />

semanasantero? Apenas la próxima Semana Santa, un aguantarse el tiempo en los<br />

bolsillos, un apresurarse de estaciones, un puro desespero.<br />

Tobarra no es si no es esperanza semanasantera. ¿Cómo sería Tobarra todo 1937<br />

y todo 1938? Yo, desde luego, no me la imagino, no puedo imaginármela, no quiero<br />

imaginármela. Tobarra no existió durante esos dos años completos sin Semana<br />

Santa por causa de la Guerra Civil. No fue, no estuvo, no contó para el mundo. No<br />

podía contar.<br />

La Semana Santa es un status, fuera del cual sólo hay vacío, nada, cero absoluto.<br />

Pero dentro de él, es infinito, creación, gloria, ser.<br />

No, no conozco la Semana Santa de Zamora y apenas conozco Zamora. Pero la<br />

aseveración –primera del libro- de Florián Ferrero me la subrogo<br />

concienzudamente. No puede entenderse Tobarra sin su Semana Santa. Pero, en<br />

ella y desde ella, ¡qué bien nos explicamos! ¡Qué elocuencia! ¡Qué claridad! ¡Qué<br />

grandeza!<br />

Lo increíble es que no necesitamos más, no queremos más. Y si sólo somos Semana<br />

Santa es porque no queremos ser otra cosa. Ni lo intentamos, ni se nos ocurre, ni<br />

nos lo imaginamos.<br />

Semana Santa de Tobarra. Nos basta y nos sobra para ser, para sernos a<br />

nosotros mismos.<br />

6


ES CONVENIENTE ASOMARLA AL EXTERIOR<br />

En los años 50, en todos los trenes de España, unos letreros advertían que “era<br />

peligroso asomarse al exterior”. La Semana Santa de Tobarra ha estado muchos<br />

años “sin asomarse al exterior”. La Semana Santa era casi algo íntimo, que no<br />

teníamos interés en mostrar fuera de Tobarra.<br />

Personalmente, siempre he creído tener entre mis años “algo maravilloso” y lo he<br />

enseñado hasta aburrir. Únase además el que mi trabajo me ha obligado a viajar<br />

más de lo que hubiera querido y he aprovechado la posibilidad de comunicar la<br />

Semana Santa en cuatro partes del mundo (me falta Oceanía).<br />

He contado alguna vez la anécdota de que en mi empresa, desde siempre, en esas<br />

reuniones que son normales con las organizaciones periféricas, era costumbre<br />

echar una partidita de cartas. Casi siempre, las mismas personas. Eso quiere<br />

decir que la partidita se ha mantenido más de 30 años.<br />

En los primeros años, tomé la costumbre, entre baza y baza, de tocar el Zapatata<br />

con los dedos encima de la mesa.<br />

- “¿Qué ruido es ese?”.<br />

Y yo… ¡venga a explicar el tamborear, el Zapatata, la Semana Santa!<br />

- “Estáis locos en tu pueblo”.<br />

Evolución de 180º. Con los años, ahora una preguntita, ahora un explícame, ahora<br />

un como es eso…<br />

Alguno ya se sabe perfectamente el Zapatata y lo toca sonriente al mismo tiempo<br />

que yo.<br />

Comunicación.<br />

7


LITERATURA SEMANASANTERA: AMOR Y PALABRA<br />

“Sin verdad no hay historia. Sin ficción no hay poesía”.<br />

(Leído en alguna parte).<br />

No tengo conciencia de que se haya intentado nunca: Nadie ha probado a mezclar<br />

–de profundis- “lo técnico” con “lo literario” en nuestra Semana Santa. Es decir,<br />

que aquí -hecho semanasantero aparte- he querido presentar a Tobarra una obra<br />

en la que la Semana Santa apareciese también como sujeto y objeto literario.<br />

Valía la pena intentarlo ante una institución tan singular, que consagra la división<br />

temporal de Tobarra en dos: Una, dura cincuenta y una semanas y un par de días,<br />

y la otra ciento cuatro horas (con el ensayo general que suponen La Burrica... y en<br />

el s.XXI la Procesión del Recuerdo.).<br />

La Semana Santa ha sido aquí musa global. No es la Procesión del Jueves ni El<br />

Encuentro… Es toda la Semana Santa presentada como un solo crono literario,<br />

esparcido en varios hitos.<br />

¿Literatura? No ha sido Semana/ficción, no ha sido novela ni cuento. No ha sido<br />

–o ha sido poco- una Semana Santa fabulada, porque no me atrevo a inventar aquí<br />

(lo he hecho cien veces antes y lo seguiré haciendo) ni un solo asunto, pero sí que<br />

–en momentos muy concretos, ocasionalmente- la distorsiono enamoradamente<br />

para intentar darle- ¡cómo si cupiera tal!- una mayor enjundia, una más alta<br />

dignidad social, a través de la observación y la literatura.<br />

Ha sido, ¡mecachis!, como una rebeldía de mi madurez existencial, como una<br />

concesión a mi eterna manía (que tal parece ser; que no virtud) de redomado<br />

observador, a través del encantado púlpito de mi lira.<br />

Ha sido, ¡mecágüen! como una protesta ante la vacía respuesta al desafío que<br />

lancé en la Revista 1979 pidiendo la creación de la Gran Enciclopedia de la<br />

Semana Santa de Tobarra. ¡Anda que se presentó un solo voluntario, para ser<br />

“compañero de palo” conmigo, o tambor en esa cuadrilla! ¡Ni uno! Después, con<br />

enciclopedia o no, alguno ha ido creando Semana Santa y trascendiéndola<br />

enamoradamente en “plan guerrillero”. Y Tobarra debe agradecérselo: Guillermo<br />

Paterna, Rafael Sánchez, etc. ¡Y menos mal que está ahí esa página Web!<br />

Bueno, pues me basto y me sobro. No escribiré yo solo una enciclopedia<br />

semanasantera, pero he parido unos cientos de páginas entre la realidad y la<br />

literatura. Eso sí, mis letras ya no pueden ni deben ser reflejo de la emoción de<br />

una muchachica recién menstruada ni la nostalgia de un tobarreño en Elda ni la<br />

8


emigrada soledad de un Viernes Santo en Cornellá de Llobregat. No, señor.<br />

Tampoco he contado la Historia del tambor ni de las Hermandades. No es este<br />

lugar. Ni ocasión.<br />

Las letras han sido, porque así me place, hijas del puro oficio de escritor que<br />

adorna con palabras lo pequeño -¿pequeña, la Semana Santa de Tobarra?-<br />

magnificándolo. Veamos: “Un nazareno pasando por mi puerta en plena procesión”<br />

no tiene ninguna importancia ni por sí solo ni ante lo inmanente semanasantero.<br />

Pero si digo que “está desfilando ante mis ojos la sangre misteriosa de la<br />

devoción más plausible en los pies menudos de una tercera generación de<br />

sanjuaneros”, ahí, para quien así lo reconozca, podrá haber literatura.<br />

¿Literatura? ¿Por qué no? Palabra y arte. Arte y palabra. La palabra como<br />

instrumento. Entiéndase, como instrumento de creación. Por tanto, muchas<br />

páginas no deben tomarse “al pie de la letra”. Nadie debe pensar –en algún<br />

momento- que “no hay agarráores así” o que “eso no pasa en Semana Santa”. En<br />

estos cientos de páginas me he remitido descaradamente al lector culto e<br />

inteligente, absolutamente capaz de distinguir la realidad técnica de una torreta,<br />

o la utilidad supina de una horquilla, del recreo absoluto de mi capricho literario.<br />

El resto -aquí- me importan menos. En otro lugar y ocasión, todo. Conste.<br />

Hay que elevar el nivel cultural de la Semana Santa a través de una Literatura,<br />

que no hará sino empujar, reforzar la Crónica y la Historia, ya intentadas,<br />

cultivadas y consagradas.<br />

¿Técnico? ¡Claro! Aquí se podrá aprender mucha Semana Santa. Nunca conseguirá<br />

el verso distorsionar lo científico. Ni se me ocurre. No describiré aretes de oro<br />

ni palillos de nácar. Pero tampoco inventaré un campeón de halterofilia bajando<br />

conmigo el Paso Gordo. ¡Ni loco!<br />

Este es el libro de texto de mi propia cátedra. Es un nuevo catecismo<br />

semanasantero. Es un descarado catón. Es, en suma, un intento enamorado de<br />

añadir algo distinto a la inefabilidad de nuestra Semana Santa.<br />

Es como un estar convidado a su eterno bautizo, pero ya en el siglo XXI.<br />

¡Se lo merecía Tobarra, nos lo merecíamos los semanasanteros!<br />

He intentado escribir un libro “para tener otra Semana Santa a mano”. Por un<br />

lado, la colección de Revistas y Periódicos y la posibilidad informática del<br />

Internet, en esa magnífica página Web creada por Guillermo Paterna. Por otro,<br />

9


estos cientos de páginas en los que he intentado “meter la pluma de una vez”,<br />

para que no queden dudas ni vacíos.<br />

La Semana Santa de Tobarra es tan protéica, tan lauta, tan fecunda, tan<br />

polimorfa, tan rica en figuras, que hasta puede inventarse sin que nadie lo note.<br />

Por tanto, sí, habrá –también- una Semana Santa imaginada. ¿Qué otra cosa<br />

puede hacer quien no vive el día a día de las Hermandades, de la Asociación de<br />

Cofradías, del preparar las andas, del acicalar los tambores? ¿Qué intentar sino<br />

escribir, aquellos que vivimos cincuenta y una Semanas Santas de ficción y una,<br />

sólo una, de realidades? ¿Qué aportar un inhábil de manos como yo, incapaz de<br />

colocar una aliaga o de apretar una piel?<br />

Pues eso: Amor y palabras. Ahí quedan, en un cincuenta por ciento absolutamente<br />

natural y lógico.<br />

A la Semana Santa de Tobarra –creo- le faltaba literatura está en estado puro,<br />

prosa fluida sobre lo pequeño: Un crío en las filas, un agarráor bien perfumao, un<br />

clavel, una vieja sentada en la Calle Mayor viendo la procesión, la Cuesta de San<br />

Roque… En resumen, nadie se había ocupado literariamente de lo que Umbral<br />

llama “la genialidad de lo pequeño”, eso que está “en el forro de la Semana Santa”<br />

(Umbral dice “el forro de la Historia”).<br />

Y eso, porque hay una Semana Santa de uso y otra de meditación. Yo estoy<br />

empezando a tirarme de bruces sobre la segunda, desde el trampolín de mis<br />

ocios, porque otra cosa empiezo a no poder, so pena de ahogarme en el agua dura<br />

de la primera.<br />

Empero, en cualquiera, unanimidad, adhesión, universalidad. La Semana Santa de<br />

Tobarra, némine discrepante, némine contradicente, aglutina todo: El pasado con<br />

el niño, el futuro con el anciano, la geografía con el reloj, la huerta con el cerro,<br />

el origen con la causa… Y es porque es toda la filosofía posible, es la única<br />

tobarreñidad sin disidencias.<br />

Por lo dicho, escribir sistemáticamente sobre ella, como yo he hecho durante<br />

meses y meses todos los fines de semana, conduce a un cerecear las ideas, de tal<br />

manera que unas estiran de las otras y conducen a esta acumulación de páginas.<br />

En este tema, yo mismo me practico a mí propio, y empleo conmigo ese<br />

bouche/oreille de los franceses. Mi misma boca va añadiendo en mi oído, temas,<br />

substratos, asuntos, anécdotas que no suelen aparecer, que no se adunan cuando<br />

sólo se intenta escribir el típico articulillo –dignísimo, eso sí- para la Revista<br />

anual.<br />

10


¡Quien me lo hubiera dicho! Termino siendo musa de mí mismo, pues todo yo soy<br />

Semana Santa: Estoy construído de hermandades, argamasado de tambores,<br />

encofrado de cetros. Soy la Semana Santa hecha corporeidad y espíritu, hombre<br />

al fin que la ha puesto en práctica durante más de 50 años/niño/cetro/horquilla/<br />

tambor/espectador.<br />

Modestia, aparte, (¿Modestia, aparte?) he sido –y pienso seguir siendo- su<br />

Libertador en letras. Soy un Simón Bolívar de las prosas y los versos<br />

semanasanteros. El tambor habría sido lo mismo sin mis manos, el anda sin mi<br />

hombro, la fila sin mi cetro, la calle sin mi presencia. Pero, ¿qué habría sido de<br />

parte del Jueves Magno sin mis prosas? Alteridad, desde luego. Tal vez<br />

(¿aldeanada?) pasión sin épica. Y no hubiera sido justo. ¡Es algo grandioso para el<br />

canto!<br />

He intentado denodadamente quitar con mis letras y mis versos algo de una<br />

natural común semanasantera para convertirla en mágica. Mis palabras han<br />

luchado para convertir en eterno lo inactual. Porque ahora me apetece que la<br />

Semana Santa no sea tiempo. Vuelvo a insistir en ello. Y es que no es presente, no<br />

es pasado, no es futuro. La Semana Santa es una alucinación porque ha superado<br />

en mí toda y cualquier realidad. La Semana es –ya- un talante, un modo de estar<br />

en la vida: Soy presencia/tambor, esfuerzo/horquilla y gozo/espectador.<br />

Ese es mi sacerdocio.<br />

Me hago eco de José Antonio Marina. La exaltación contínua sólo es posible en la<br />

literatura.<br />

He ahí.<br />

Esta literaturidad semanasantera mía, se ha construído para la trascendencia.<br />

¡Así de claro! Esta rebeldía mía –postrera a la fuerza, es obvio- de ser cada vez<br />

más letra semanasantera y menos horquilla; de ser cada vez más metáfora y<br />

menos redoble, se acantona desesperadamente en este libro, puesto que supone<br />

mi última protesta ante una juventud semanasantera que se me ha ido para<br />

siempre. ¡Aunque yo no lo haya solicitado!<br />

De tanto ya no ser madrugada tamborilera, se me han acumulado los himnos en<br />

este libro semanasantero –el más voluminoso, el único monotemático en Tobarra y<br />

para Tobarra- que podría ser una venganza contra las Semanas Santas que ya no<br />

voy a poder vivir… como a mí me gustaría vivirlas, aunque, lógicamente las viviré<br />

de otra manera, totalmente nueva y distinta para mí. O también (¡Venga, hombre,<br />

11


sé más positivo!) una constatación de la plenitud y el gozo con que he vivido lo que<br />

se me ha permitido vivir. (Ahora, sí: Asertividad total).<br />

¿El 2104? Escribir sobre la Semana Santa de dentro de 100 años es –como dice<br />

Umbral- “egiptología inversa”. ¡Y no me apetece hacerlo! Ni sabría,<br />

probablemente. En cambio… ¡La memoria!… Ay, la memoria, que no es “fuente del<br />

dolor” como acaba de decir Cela en “Memorias, entendimientos y voluntades”.<br />

¿Memorias del dolor? ¡Qué va! La memoria semanasantera es fuente bienamada<br />

de gozo. ¡Qué bien lo sabemos los tobarreños!<br />

Lo fácil es poner letras en el recuerdo. Y así, desde ese principio, intento, donde<br />

me parece, plasmar los hechos semanasanteros con palabras ineludibles, con<br />

ideas inevitables. Incluso, en algún ¿frecuente? alarde, con metáforas adorables.<br />

Y todo ello es porque se me enraizan aquellos hechos de manera indeleble.<br />

Para y desde mi Semana Santa, hago magia con las palabras.<br />

¿Mi Semana Santa he dicho?<br />

La Semana Santa está dentro de mí –de nosotros- como un embarazo de<br />

cincuenta y una semanas. Y la alumbro –la alumbramos- de año en año, para que la<br />

prohije Tobarra. Pero el hecho es que yo la siento sólo mía, soy propietario de su<br />

infinitud, hay como un arregosto en el Código Civil, que me lo permite, y una<br />

querencia en el Diccionario que me lo corrobora. Por edad y vida, usacapión pura.<br />

Propiedad: Derecho o facultad de gozar y disponer de una cosa.<br />

¿Gozar? ¿Disponer? ¡La Semana Santa es mía y sólo mía!<br />

He acabado por creérmelo. ¡Nos lo creemos todos!<br />

En la Semana Santa no cabe lo gramatical clásico. ¿O es que no hay –en ella- otra<br />

gramática posible? La Semana Santa no es la suma de un sustantivo femenino<br />

–Semana- y de un adjetivo –Santa-. Yo sólo la concibo ya como un verbo y, como<br />

tal, indica acción o estado. Semanasantarear:<br />

A) Es predicativo completo (acción), puesto que es transitivo (afecta a otros<br />

seres). Es intransitivo (no afecta). Es recíproco (se realiza entre varios). Es<br />

impersonal (no debe caber el, ella, ello). No tiene sujeto: Pasa. Es defectivo<br />

(suele). Etc.<br />

12


B) Es copulativo. ¡Es y ya está!<br />

En la Semana Santa, como en el verbo, cabe voz, modo, tiempo, número, persona y<br />

aspecto.<br />

Creo haberlo demostrado.<br />

He aplicado –a mí, a Tobarra, a la Semana Santa- lo que se dice Umbral:<br />

- “Los elogios y los ataques van dirigidos a un yo interior que ya no soy yo”.<br />

- “Creo que el mejor Hurtado semanasantero –el más esencial, acrisolado y<br />

risqueño- está aún por venir”.<br />

- “La Semana Santa elige a unos pocos para expresarse, para salvarse, para<br />

decir todo lo mucho que tiene que decir, que es decirse a sí misma”.<br />

Y es porque en Tobarra –cada vez menos- y en la Semana Santa –cada vez más-<br />

ya nadie podrá conmigo:<br />

- Ni los que practican sistemáticamente el acoso y derribo del Hijo Predilecto.<br />

- Ni los turiferarios desacompasados.<br />

Me quedan los amigos. Ellos están ahí, como siempre, como antes del Verbo y del<br />

Misterio.<br />

A lo largo de todo este libro he buscado –a través del lenguaje, como es obvio- lo<br />

más claro, lo más genuino, lo más castizo de la Semana Santa como un todo, como<br />

un algo, un ens que tiene alma. Es Leibnitz con su mónada. Es Descartes con su<br />

método. Es Ortega con su circunstancia. Es Kant con su idea.<br />

He buscado la lógica de la Semana Santa, la Semana Santa en estado puro.<br />

He buscado la historia de mi Semana Santa creándose a sí misma. Mi palabra la<br />

ha purificado y la ha eximido de cualquier posible vulgaridad.<br />

Una vieja en la acera, sentada en una silla viendo pasar la Procesión, cuando la he<br />

convertido en objeto literario, adquiere una más que deslumbrante dimensión. Un<br />

muchacho desconocido, tirando de horquilla en la Calle de las Columnas, ha llegado<br />

13


a ser Ulises o Perseo en mi vehemente prosa. Un tamborilero vulgar, cuando lo he<br />

trascendido como sujeto histórico, he entrado en lo épico.<br />

Debemos creer en la literatura como probeta de transformación de lo nímio en<br />

heróico, de lo banal en mágico, de lo prosaico en mirífico.<br />

Este ha sido mi intento.<br />

Y aún, la megalomanía: Devolver a nuestros nietos una Semana Santa<br />

acrecentada, mucho más rica en lo esencial y en los matices.<br />

Y para ello, la escritura. La Semana Santa es vivir escribiéndola. Mi vida es<br />

escribir la Semana Santa. Yo me siento Semana Santa escrita, Semana Santa<br />

creada en palabras, en sintaxis, en literatura. Luego, algún rato soy agarráor o<br />

tamborilero o espectador. Pero en mi esencia, me veo –porque así me construyo-<br />

palabra semanasantera.<br />

Dice Umbral –tan reiteradamente citado- que “cuando dos se aman mucho, luego<br />

forman en el cielo un solo ángel”. Eso es lo que espero yo/de/mi/conmigo/Semana<br />

Santa. Ser un solo ángel los dos. Como espero que este sea el libro de la<br />

definitiva mayoría de edad literaria de la Semana Santa de Tobarra.<br />

La Semana Santa ha crecido como un niño despabilado, pero pobre, hasta los años<br />

70 del siglo XX. Ahí, entonces, empieza a ser un jovenzuelo achulado, un mozo<br />

arrogante. Y aquí, ya en el siglo XXI, varias centenas de páginas monomaníacas<br />

semanasanteras, deberían suponer su mayoría de edad lírica, su puesta de largo<br />

estética, su espaldarazo cultural, su consagración dialéctica.<br />

¡Literatura! ¿Hay una manera más humana de comunicar? ¿Para qué se inventó la<br />

escritura sino para comunicar?<br />

Literatura es igual a comunicación.<br />

A partir de aquí, todo el futuro.<br />

14


¿A DÓNDE VAN NUESTROS DESGUACES?<br />

¿Qué hace Tobarra con sus tambores viejos, con sus túnicas raídas, con sus<br />

andas superadas, con sus obsoletos cetros? ¿Dónde llevamos las sagradas<br />

reliquias hechas objeto y realidad tangible para que se hagan eternamente<br />

semanasanteros? ¿Los rompemos? ¿Los tiramos al cerro? ¿Los enterramos? ¿Los<br />

guardamos en la cámara?<br />

“La destrucción o el amor”. Me convierto en Vicente Aleixandre para pensarlo,<br />

para comprobarlo, para escribirlo,<br />

luces o aceros aún no usados,<br />

que no es nuestro caso, pues manejamos y gastamos hasta hartarnos todo lo<br />

semanasantero. Lo muy usado.<br />

Estoy pidiendo a gritos una necrópolis semanasantera en la que perennizar los<br />

desechos, en la que adornar lo abandonado, en la que adorar eternamente lo<br />

adorado un tiempo. En Tobarra había –hay- un “Cerro de los Buitres”, por detrás<br />

del Depósito del Agua, más allá de El Calvario. Que nadie piense que parangono un<br />

burro muerto con un tambor viejo, pero aquel era herramienta sagrada y tampoco<br />

sacaría gusto el aceite.<br />

Estoy pidiendo algo normal, puesto que el hombre es consciente de su finitud y<br />

aspira a convertir en infinito lo que ama.<br />

Si. Un camposanto semanasantero, un lugar de peregrinación cada Viernes de<br />

Dolores, para recordar aquel tambor, esa túnica, cualquier anda. Allí, adoraríamos<br />

lo adorable, veneraríamos lo perdido, idolatraríamos lo no útil. Incluso podríamos<br />

llevar flores y escribir epitafios sinceros.<br />

Sería una manera de que no muriese del todo la Semana Santa del pasado. Porque<br />

cada tambor que no nos sirve, cada túnica vieja, son familia y reliquia, algo propio<br />

y sagrado que no podemos ¿no debemos? echar al cubo de la basura, como si<br />

fuera una botella vacía.<br />

Huesa o mausoleo, cárcava o cripta, un lugar donde descansasen en paz nuestros<br />

objetos semanasanteros, nuestras esencias, aquello que fue un día Viernes Santo<br />

y Procesión, ilusión y Tobarra.<br />

15


CEREMONIAL<br />

La Semana Santa guarda, encierra, comporta incluso, el misterio de cómo, desde<br />

el cuerpo rudo de un jornalero, puede obtenerse un hierofante, con solo calzarle<br />

una túnica. Es un travestismo ocasional como milagro, pues convertirse en<br />

sacerdote de los más reconditos cultos y creencias, sólo es posible en Tobarra y<br />

por Semana Santa.<br />

El misterio dura, lo que dura un vestirse, meter la cabeza en la abertura y dejar<br />

caer la túnica. Sólo eso, que no hay más. Porque, después, ponerse el cordón o el<br />

pañuelo al cuello es un puro regodearse en lo sublime.<br />

Y unas manos como de piedra –unas nobles manos de trabajador, de menestral-<br />

son capaces de transformarse en oración, alas de pájaro dispuestas al rezo,<br />

obleas de nácar ablentando redobles, extremidades que devienen en banderas y<br />

consignas. Manos de rugosos himnos, de costrosos poemas, que devienen en<br />

batutas, en melodías, en repiques. Manos bastas de tobarreños artistas que<br />

cambian por unos días astiles duros por palillos redoblantes.<br />

Al fondo, el corazón.<br />

Se impacientan los Zapatatas, himnos presurosos del Miércoles. Se angustian los<br />

palillos en su añoranza vegetal. Se encocoran las palometas hasta demostrar su<br />

buena forma.<br />

Un sacerdote, dos celebrantes, tres arúspices, cien augures… Tobarra empieza a<br />

rebosar ceremoniantes.<br />

Crecen tamborileros tras las ventanas.<br />

Cada cuadrilla se trueca en cónclave, cada garuto en sínodo, las calles se<br />

convierten en concilios y aparece un 104 en el horizonte.<br />

Tobarra se consagra al tambor y un concierto de diáconos se afina en los<br />

portales. Los ángeles percutores se despiertan. Arman sus ringo-rangos con<br />

donosura. Se echan un tiento. Se ajustan las cajas en la barriga.<br />

Ya todo es calle.<br />

Paraparabám, paraparabám…<br />

La rudeza se disuelve en coplas redoblantes, mientras las templadas pieles se<br />

sacuden su último escalofrío.<br />

16


UN PIROPO DEL TIEMPO<br />

Tobarra tamboreando es un piropo de la Historia al Futuro. Cuando suenan los 104<br />

tambores (¿o son 104 horas?) empieza a versificarse un tiempo entreverado, mucho<br />

más que el ayer, mucho menos que el mañana, tal vez con un algo de presente,<br />

aprehensible apenas, relojes hueros, quinarios o hebdomadarios profanos que nunca<br />

cristalizan.<br />

Lisonjas inquietantes de todos los cronos detenidos, de todos los siglos derramados,<br />

de alguna repoblación furtiva, de alguna reconquista oficial, consigna de reyes<br />

extranjeros, de Aragón –el Bajo- presentándose en los cerros dispuesto a ser<br />

Miércoles y Santo.<br />

Paraparabám, paraparabám… Comunicación pura.<br />

Tambor. Vino a España con los infieles africanos, feroces y guerreros, los<br />

almorávides –1096- pero nos lo traen a Tobarra los cristianos aragoneses –1266-. Y<br />

Tobarra adopta al tambor como su más distinguido heraldo. Adopción plena,<br />

sustantiva, ontológica, pura. Los tambores trascienden en mensajes de seda,<br />

mientras se esparcen sus primeros rubores entre aliagas y gobanitas.<br />

El tambor ha prendido en los cerros sin pregón que lo anuncie ni palabra que lo abone.<br />

Cristianos y tambor. En principio, obvio, asusta. Después, impresiona. Finalmente,<br />

subyuga. Así es cada redoblar y, ésta vez, no iba a ser menos. Las pieles tienen algo<br />

de arenas movedizas, en las que es facilísimo caer, pero de las que es imposible salir.<br />

Mejor, plantarse. Y eso hacemos. Nos dedicamos para siempre a injertarnos<br />

porrompones entre los dedos. Es una manera como otra cualquiera de crearse una<br />

fama, de alcanzar una personalidad definida.<br />

Tamborear en Tobarra. Es nuestra manera de comunicarnos.<br />

Ya lo hemos convertido en algo normal, en lo nuestro, en lo lógico. Tanto como la<br />

sangre. Bueno, es que es la sangre, el latido, la vida, lo que somos, nuestro orgulloso<br />

corazón.<br />

Cuando escribimos las 104 horas (¿o son 104 tambores?) nos sabemos poetas bien<br />

rimados, músicos bien escritos, conciertos definidos, compases tobarreñados. Y nos<br />

deleitamos en esas letras como únicos alfabetos.<br />

Como sin querer, tras del Calvario, empiezan a amanecer siete siglos de soberbia.<br />

17


FIESTAS DE INTERÉS TURÍSTICO<br />

Fue, simplemente, un gesto de comunicación externa.<br />

Tenemos derecho a pensar –puesto que es obra de nuestra generación- que, para<br />

el mundo, Tobarra alcanza su mayoría de edad social con la Declaración de la<br />

Semana Santa como Fiesta de Interés Turístico. Que después lo haya sido, se<br />

haya concretado en “Interés Turístico Regional” e “Interés Turístico Nacional”,<br />

hombre, no voy a decir que sea un matiz diferencial, que lo es, pero, al final, con<br />

el primer paso –Regional- nos hubiésemos conformado. ¿A que si?<br />

Ahí, sí.<br />

Tobarra pide a las instituciones que tomen conciencia formal, magnificada por la<br />

norma, de que su Semana Santa está ahí, existe, tiene calidad de “exportable”,<br />

significa algo en el día a día de lo español.<br />

Con ello, Tobarra pierde el pudor social: Quiere salir de su frontera, esparcirse,<br />

darse eco, presentarse en sociedad. Y elige a su Semana Santa como medio.<br />

No fue fácil. Hubo que insistir. Mejor. Así nos demostraron desde el Gobierno<br />

Regional y desde el Gobierno del Estado que la Declaración no fue en vano, que no<br />

fue algo improvisado y ligero.<br />

Lo somos, lo somos…<br />

- “Semana Santa de Tobarra. Declarada Fiesta de Interés Turístico Regional”.<br />

- “Semana Santa de Tobarra. Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional”.<br />

¡Cuánto orgullo!<br />

Voy a reiterarlo. Será difícil que nos declaren Fiesta de Interés Turístico<br />

Internacional. ¡Difícil! Veo en cambio más fácil que nos reconozcan Patrimonio<br />

Intangible de la Humanidad, por la Unesco. ¿Por qué no intentarlo?<br />

20


¡Visítenos en Semana Santa!<br />

A GRITOS EN EL CAMINO<br />

Se lo decimos al viajero, al ave de paso en nuestra flamante –y, ahora, íntima-<br />

Carretera Nacional 301, la de Madrid a Cartagena.<br />

Eso es comunicación pura. Y, además, es comunicación cordial: Estamos<br />

ofreciéndonos al viajero. Cuando alguien dice: ¡Ven! no es pensando en fastidiar a<br />

quien viene, sino dispuesto a favorecerlo.<br />

Ese ¡Visítenos en Semana Santa! es el marchamo de nuestra hospitalidad<br />

semanasantera.<br />

Es también un Pregón gráfico y perenne. Ya nos gustaría tener un pregonero en<br />

cada una de las dos esquinas del pueblo, para así detener a cada coche que pasa y<br />

decirle:<br />

- “Señores, somos la Semana Santa de Tobarra. Vengan a verla”.<br />

Pero como eso no es posible, lo escribimos a la entrada y a la salida para que no<br />

queden dudas.<br />

- “Tobarra, Viernes Santo de España”.<br />

¡Qué hermosa realidad! No se puede decir más con menos palabras. Realmente, no<br />

sé quién inventaría el principio (se me hace duro llamarle slogan) pero no es justo<br />

que pase desapercibido en la intrahistoria tobarreña.<br />

- “¡Viernes Santo de España!”.<br />

¿Cabe más poesía? ¿cabe más enjundia? ¿cabe más… chulería?<br />

Aquí, como en muy poquitas ocasiones, me hubiese gustado escribirlo. Pero como<br />

no, me postro ante el autor.<br />

Y, la definitiva.<br />

- “Villa Hermana de Híjar (Teruel)”.<br />

¡Olé! ¡Olé!<br />

21


Lo comunicamos al mundo. Tenemos un pueblo hermanico, en el Bajo Aragón, que<br />

allá por 1266 nos repobló y nos enseñó a tocar el tambor.<br />

Como dice Umbral –citado aquí, en lo mismo- Híjar y Tobarra serán un solo ángel<br />

en el Cielo.<br />

22


LA REVISTA<br />

Que un pueblo como Tobarra, con menos de 8.000 habitantes publique una<br />

Revista de Semana Santa con la calidad general de la nuestra, es como para<br />

quitarse el sombrero. En lo intrínseco, la publicación de la Revista tiene todo el<br />

mérito del mundo. Después, alguna parte del contenido será más o menos<br />

cuestionable o gustará más o menos, pero eso ya entra en el campo de lo<br />

subjetivo y ahí, todo vale.<br />

Antes de 1970, algún esfuerzo aislado. Desde 1970, continuidad, continuidad,<br />

continuidad. Y van más de 30 Revistas. Y algunas, son auténticas antologías, en<br />

tanto en cuanto que permiten trascendentalizar obras, gestos, actos, hechos,<br />

recuerdos, que sin las Revistas se habrían perdido para siempre.<br />

Quizás lo más entrañable de la Revista es que está permitiendo el paso literario<br />

para contar sus recuerdos a muchos tobarreños que jamás habían pensado que<br />

serían capaces de escribir más de 20 líneas seguidas fuera de lo epistolar. Pero<br />

esa es otra de las grandezas semanasanteras: La nostalgia es tanta, que permite<br />

el pequeño milagro de hacer capaces, de poner en solfa palabra tras palabra para<br />

contar, sobre todo, su particular pasado semanasantero. La emoción engendra<br />

líricas endechas, lo perdido origina magnificencias impensables.<br />

La Semana Santa es así y se nota en las Revistas.<br />

Aquí, sí. Sería absolutamente injusto no sacar a la luz esos “cerebritos” que<br />

trabajan en la sombra durante meses y a los que no se les agradece ni reconoce<br />

como se merecen: Guillermo A. Paterna Alfaro, Juan Sánchez García…<br />

Y el esfuerzo singular y reciente de esa Revista hermana que es Capuz. ¡Que no<br />

decaiga, Rafael Sánchez García!<br />

Lo que sí tengo cada vez más claro es que la Semana Santa sería un poco menos<br />

sin la Revista.<br />

23


EL CARTEL<br />

A muchos buenos semanasanteros les gratifica más un buen Cartel que una buena<br />

Revista. No se lo plantean –ni ellos ni nadie, claro- como algo incompatible, sino<br />

como dos comunicaciones complementarias.<br />

Yo entiendo que a quien la literatura no produzca satisfacción alguna, la Revista<br />

no puede llamarle la atención. En cambio, el Cartel es algo tan sencillo, tan<br />

concreto, tradicionalmente tan bien conseguido, que no puede desagradar a nadie.<br />

De lo que no cabe duda, es de que a uno se le alegran las chirivitas cuando en<br />

algún taller –que suelen ser los mayores heraldos de la cartelería- ves carteles<br />

con 20 años, que allí están alegrando las paredes.<br />

Y, alguna vez, la sorpresa. En la pared de un bar de Barcelona o de Valencia o de<br />

Alicante, aparece un cartel de la Semana Santa tobarreña. Suele estar<br />

justificada su presencia, pero no siempre:<br />

- “Pues no lo sé. Lo trajo alguien, me gustó, lo puse… y ahí está. Pero no, no he<br />

estado nunca en Tobarra”.<br />

¡Cumplió su papel!<br />

24


PÁGINAS WEB Y CD-ROM<br />

Dado mi analfabetismo ontológico en temas técnicos/ informáticos y a que un<br />

extraño pudor me impide pedir un auxilio escrito (lo que se dice buscar un<br />

“negro” en literatura; uno escribe, otro firma) me limitaré a constatar la<br />

existencia de ambos, obra de Guillermo A. Paterna Alfaro ¡como no! y nacidos en<br />

2002.<br />

No tengo preparación para decir más.<br />

Aprovecho: ¿A qué esperará la Semana Santa de Tobarra para hacer a Guillermo<br />

el homenaje que se merece?<br />

25


UN RESUMEN MÁGICO<br />

Este Cuaderno de Comunicaciones, quiero que termine con un resumen, una mera<br />

exposición de las comunicaciones semanasanteras tobarreñas. Es una simple<br />

muestra de asuntos semanasanteros gráficos, que no admite más comentarios.<br />

Escritos:<br />

- Juventud 1924.<br />

- Colección de Revistas de Semana Santa. La primera ¿fue la de 1947?<br />

- Colección Capuz. Nacido en 1999.<br />

- Revistas de la Hermandad de La Caída:<br />

= La conmemorativa del cincuentenario del Paso Gordo en Tobarra. 1996.<br />

= La conmemorativa del cincuentenario de la Bajada 2002.<br />

- Revista de la Hermandad de La Virgen de los Dolores. Ha nacido en 2002.<br />

- Colección de La Verdad.<br />

- Colección de La Tribuna.<br />

- Crónica.<br />

- La Actualidad. (Revista comarcal independiente). Se publica en Hellín.<br />

Fotógrafos:<br />

- ¿López Acosta?<br />

- ¿Fuentes?<br />

- Juan Andrés Guirado.<br />

- Román.<br />

- Príncipe.<br />

26


- Guillermo A. Paterna Alfaro.<br />

- Sol Sahorí.<br />

Videos:<br />

Tradicionalmente Román viene haciendo un vídeo de la Semana Santa.<br />

La Asociación de Cofradías ha hecho lo propio en 2002.<br />

27


Nuestro tiempo.<br />

Nuestro ser.<br />

Nuestro corazón en danza.<br />

Nuestra realidad más definida.<br />

Nuestros amores anuales.<br />

BENDITOS SEAN…<br />

Nuestro agarráo retorcío, tan sofisticado, tan heterodoxo, tan raro, tan nuestro,<br />

tan así.<br />

Nuestra horquilla, tan imprescindible, tan compañera, tan inseparable, tan inútil,<br />

ya.<br />

Nuestro esfuerzo en puro escorzo, en desequilibrio, casi cayéndonos, un hombro<br />

sí, otro, no, un riñón libre, otro a tope.<br />

Nuestro recuerdo del cántaro en la cadera, del saco en el costao, del guacho<br />

espatarrao sobre la pelvis.<br />

Nuestro tamborear, tan antiguo, tan arraigado, tan desconocido, tan apasionado.<br />

Nuestro tambor, tan solemne, tan soberbio, tan majestuoso.<br />

Nuestro redoblar, tan simple, tan sencillo, tan de andar por casa, tan nuestro.<br />

Nuestro procesionar, tan orgulloso, tan veraz, tan completo.<br />

Nuestro nazareno, tan erguido, tan ufano, tan convencido.<br />

Nuestra Semana Santa.<br />

En definitiva, nuestro corazón.<br />

Ay, bendita sea nuestra Semana Santa. Ay.<br />

4


ECHAL EL CIERRE<br />

¿He conseguido demostrar la infinitud semanasantera del idioma? ¿He podido<br />

resolver todas las encrucijadas de los asuntos, el caleidoscopio caliente de los<br />

temas? ¿He sabido captar la llama protéica de los ritmos?<br />

Creo, eso sí, haber jugado todos los triunfos y haber ganado todas las bazas. Y<br />

aún me recreo en estas diez de últimas de la despedida en el momento de “echar<br />

el cierre”.<br />

= “¡Échame el cierre!”.<br />

Es un modo tobarreño de esperar una sorpresa en el final. Pero aquí, final, sí;<br />

sorpresa, menos, porque no es el caso.<br />

En este libro, he apostado en firme en la bolsa no vacilante de la cultura y la<br />

observación total y me han crecido unos cientos de páginas semanasantaras.<br />

Ahora, ya escritas, se me escapan entre los dedos como si no me perteneciesen y<br />

formasen ya parte del imperio vestal de la Semana Santa. No sé si es que mis<br />

palabras han impregnado ya definitivamente los modos y las fechas ¿o es que he<br />

construido con sintaxis (¿e inspiración?) una Semana Santa inaudita, imposible e<br />

inventada?<br />

Por una vez, no me importaría haber secado el Hilo Gordo de la inspiración, haber<br />

seccionado el Hilete de las prosodias y las ideas. ¡Qué más me da! Habrá sido un<br />

feliz vaciarme, un gozoso agotarme, un radiante esquilmar los asuntos y los<br />

himnos.<br />

Por mí, no ha quedado.<br />

Como han sido meses (y aún años) tan largos de escribir (aunque haya escrito a<br />

rachas, a impulsos), me ha pasado lo que casi nunca: Que he necesitado descansar<br />

días y temas, que me he visto obligado a decir, alto, basta, que la Semana Santa<br />

me estaba agobiando, de tanto como se me acudía, de tanto como soy capaz de<br />

escribir. Aún.<br />

Tras de mí, no el Diluvio, sino el relevo. ¿El relevo? ¿Quién? ¿Voy a tener la<br />

pachorra de ver la pluma quieta, la mesa vacía, los tambores mudos, las andas<br />

pairando? ¿Voy a consentirlo? Los viejos rockeros nunca mueren y los toreros<br />

siempre lo siguen siendo. Torero, rockero… semanasantero… ¡Riman!<br />

5


¿Echar el cierre yo? ¿Acabárseme las ideas semanasanteras? ¡Qué va! Este libro<br />

de 600 páginas es sólo un hasta luego…<br />

Por cierto, se me acaba de ocurrir.<br />

Había una vez un tambor…<br />

6


INÉS, OTRA VEZ<br />

Termino estas páginas a mediodía del 10 de junio de 2002. Aunque luego, haya<br />

estado dos años “dándoles vueltas”. En Tobarra, es un día más. Para Inés, mi<br />

nieta, no lo es. Hoy celebra Portugal (es fiesta nacional) el Día de Camoēs, el día<br />

de la lengua lusa, el día de las letras lusitanas.<br />

He aquí lo simbólico, lo casual, lo concomitante. Lo premonitorio, en suma:<br />

Terminar hoy este libro que me ha durado –con intermitencias- un par o tres de<br />

años/ Semanas Santas. Y dejarlo dormir, corregirlo, pulirlo, otros tantas.<br />

Letras, lengua… Tengo la sensación de que podría escribir ahora mismo otro libro<br />

de igual magnitud sobre nuestras amadas Fechas. Seguro.<br />

No sé lo que algún día interesará este libro a mi nieta Inés. Tampoco sé lo que<br />

interesará hoy a Tobarra. ¿Interesará al menos a esa docena larga de<br />

tobarreños, a los que he pedido que me prologuen/epiloguen cada uno de los<br />

capítulos, y el final del libro?<br />

No sé, no sé…<br />

Vuelvo a decirlo. Este es el libro que me hubiera gustado leer de la Semana Santa<br />

tobarreña del siglo XIX. Y del siglo XVIII. Y del siglo XVII…<br />

Bueno, pos pá que otros no se queden con el bollo, escribo yo la del siglo XX.<br />

Quede claro: Si un semanasantero, cualquier, el más humilde, el menos docto, el<br />

más joven, el más viejo, espectador, tamborilero, agarráor… se siente<br />

identificado con una sola página de las de aquí, habré cumplido mi –no me atrevo a<br />

decir misión- sueño.<br />

¿Y mis hijos? Ellos no necesitan leer este libro para sentirse y ser<br />

semanasanteros. Lo son excorde.<br />

¿Inés? ¡Claro! ¿Tendré vida para verla con un Zapatata o con una horquilla?<br />

Ad perpetuam memoriam.<br />

José Mª Hurtado.<br />

7


Lo que acabas de leer es la Semana Santa de Tobarra: un auténtico festín<br />

para los sentidos, una catarata de sentimientos, una piña de generaciones, una<br />

multitud de pequeños detalles que, sumados gota a gota, contribuyen a crear ese<br />

océano de gigantescas olas que golpean la vida de los tobarreños, y de quienes así<br />

quieren sentirse, de Lunes de Mona hasta el último de los Zapatata palilleado en<br />

la piel del Domingo de Resurrección.<br />

Pero, ¿eso es todo?, ¿ya no hay más?<br />

No, hay más, mucho más. Como bien dice José Mari, lo que has leído es<br />

sólo una visión personal que, para que esté completa, debería sumarse a la de<br />

todos y cada uno de los tobarreños. Ésa sí sería nuestra Semana Santa.<br />

Porque la Semana Santa de Tobarra no es una sola. Cada uno tenemos<br />

nuestra forma de vivirla, de contarla y de trabajar por ella. Y todas, sin<br />

excepción, tienen validez por sí mismas, con la única condición de que no se<br />

intente imponer sobre las de los demás. Desde la libertad del tamborilero (no hay<br />

nadie más libre que un tamborilero en Semana Santa) hasta la libertad del<br />

agarraor (con la mente desbocada y el corazón rebosando recuerdos bajo el peso<br />

del anda), sólo se exige una condición: el respeto a los demás.<br />

Y Tobarra, su Semana Santa, tiene larga trayectoria en respetar a quienes<br />

la han engrandecido con su esfuerzo personal, a quienes la aman, a quienes<br />

simplemente la toleran e incluso a quienes la denuestan. Todos, sin excepción,<br />

son necesarios.<br />

Por ello, y gracias a ello, han tenido cabida todas las formas de entender la<br />

Semana Santa de Tobarra, tal y como la concibe José Mari, o tal y como la<br />

conciben quienes la entienden de manera totalmente opuesta. Nuestra Semana<br />

Santa admite todas las interpretaciones, se nutre de ellas y se enriquece con<br />

ellas.<br />

Pero todo ello a un tempo lento, pues se sabe dueña del tiempo y de la<br />

historia y camina a sus lomos sin prisas pero sin pausas, aglutinando personas e<br />

ideas, manteniendo la fuerza de sus orígenes y engrandeciéndose con las<br />

aportaciones que las sucesivas generaciones han ido planteando.<br />

Así, hemos podido dar un relajado paseo a lo largo de las páginas de este<br />

canto a la Semana Santa, contemplando el rico caudal cultural que transcurre<br />

entre sus márgenes y siendo testigos de los avances que ha ido experimentando a<br />

lo largo de su historia.<br />

Cualquiera que conozca nuestra Semana Santa, o que la viva, se verá<br />

ampliamente representado en muchísimos de los elementos que José Mari ha ido<br />

diseccionando. Pero también, podrá sentir que hay aspectos en los que discrepa.<br />

Y, en mi caso, me reconozco en los que aquí se describe y me siento en<br />

desacuerdo con otras afirmaciones que aquí se realizan.<br />

12


Cómo no estar de acuerdo con hombres y mujeres de nuestra Semana<br />

Santa y a los que se rinde un sincero homenaje en estas páginas, homenaje al<br />

cual me sumo con todo agrado. Cómo no estar de acuerdo con la rica descripción<br />

de nuestras singularidades tan bien plasmadas. Cómo no estar de acuerdo con el<br />

transcurrir de las páginas de este libro puesto que va transcurriendo por los<br />

lugares que transita nuestra Semana Santa. Incluso el futuro del que habla ya<br />

está escribiéndose en las páginas del diario de nuestra Semana Santa: la vieja<br />

aspiración de la Casa de la Semana Santa, que está a punto de culminar con la<br />

finalización de las obras de restauración del Convento de San José, la ampliación<br />

de desfiles procesionales para que nuestra Semana Santa tenga contenido todos<br />

los días de la semana…<br />

Pero a la vez, discrepo. Tengo otra manera de entender algunos de los<br />

aspectos. ¿Por qué no podemos decidir que queremos que nuestros nazarenos<br />

lleven el capuz bajo, si todas las Hermandades están en ello y los nazarenos las<br />

apoyan? ¿Por qué no podemos dejar a nuestros curas que, en uso de la libertad<br />

que todos deseamos para nosotros, escriban y echen el sermón del Calvario de<br />

acuerdo con sus convicciones y conciencia? ¿Por qué no debemos seguir<br />

manteniendo nuestras costumbres propias y, aun sin prohibirlo, defender que el<br />

bombo no es parte de nuestra Semana Santa?<br />

Y por último, en mi discrepar, rebato el sentimiento de pesimismo que, a<br />

veces, parece transpirar José Mari, para decir, alto y claro, que estoy convencido<br />

de que nunca faltarán hombros en Tobarra. Si, como dice José Mari, no vendrán a<br />

Tobarra los nietos de los que viven fuera será porque hemos fallado en lo que les<br />

hemos transmitido o en cómo se lo hemos transmitido. Pero aun fallando, que<br />

podemos fallar, por encima de ello hay un sentimiento interior, no razonado, cual<br />

gen específicamente tobarreño, que te llama con una voz superior a la que no<br />

puedes hacer oídos sordos. Esa voz es la de la Tobarra intemporal que nos hará<br />

pervivir en el tiempo cuando nosotros sólo seamos recuerdo.<br />

Y a eso, contribuyen las iniciativas que, como estos <strong>Cuadernos</strong><br />

<strong>Semanasanteros</strong>, sirven para arraigarnos en el tiempo y para estimular el futuro.<br />

Pero esto es sólo otra Semana Santa particular, la mía. Sumadas con todas<br />

las demás, conforman una sola Semana Santa que es nuestro orgullo y emblema.<br />

13

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