Panorama histórico de la literatura cubana I - Editorial Universitaria

Panorama
Histórico de la
Literatura Cubana
I
Maz Henriquez Ureña

PANORAMA HISTORle(
DE LA LITERATURA CUBANA

o Prólogo
La conciencia de la nacionalidad cubana comenzó a gestarse en una
época de ingentes transformaciones históricas franqueadas por movimientos
revolucionarios de honda raíz y durables resonancias.
El siglo XVIII gastaba entonces sus últimas décadas ya que no su
capacidad de iluminar el vasto mundo de las ideas y de impulsar
éstas a la acción. Las convulsiones sociales y políticas -cercanas
como las de Haití y Norteamérica o le;ana como la Revolución
Francesa- coincid,eron en el tiempo con la plasmación en las
colonias españolas «de ultramar» de una conciencia criolla, distintiva.
En la isla de Cuba, el proceso de esa conciencia nacional
asumió, como en las otras Antillas, sus propias características,como
producto de la lenta y desigual convivencia de los colonos y mercaderes
españoles blancos con los negros africanos que tra;eron
sometidos a vil esclavitud. Una sociedad sui generis, en grado
superlativo de evidente anacronismo, formada por opresores y oprimidos
de diverso ortgen pero ya desprendidos de éstos y asimilados
a la tierra de su nacimiento, aunque también fueran diversos sus
respectivos estratos y situaciones.
Ese hallazgo del sentimiento de la nacionalidad, confundido de
micio con resabios y limitaciones colonialistas, habría de evolucionar
progresivamente para precisarse y definirse a plenitud, en
la medida en que la naciente burguesía criolla afirmaba su posesión
de los resortes económicos isleños, y se desarrollaba la epopeya
de la independencia de las demás colonias españolas del continente.
Al servicto de esa definición nacional en proceso funcionaron
todas las reservas espirituales del pueblo insurgente. Los
pensadores, los sociólogos, los economistas, los pedagogos, los literatos
surgidos de ese pueblo que encontraba su identidad, no concebían
otra olora qUé aquella que expresara los acentos distintivos

8 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
de la nación de que formaban parte y en cuya formación partIcIpaban
decisivamente. Dentro de una tradición cultural ya permeada
del aliento revolucionario que inauguraron el filósofo Félix Varela
y el poeta José María Heredia, la literatura en Cuba no deió de
actuar como causa y como efecto en el proceso de formación de la
conciencia nacional cubantl.
Así lo reconoce el autor de esta obra cuando a sus puertas
apunta que «el desenvolvimiento de la vida literaria en Cuba está
tan estrechamente ligado al de la historia política, que se hace
imposible disociarlos». En definitiva, lo que ya es un axioma, el
proceso cultural de un país es parte de su proceso histórico general,
aunque no falten especialistas que pretendan aislar el fenómeno
literario del contexto histórico, como si el desarrollo artístico de
un pueblo tuviera sus propias leyes independientes del desarrollo
global de la nación.
A Aurelio Mit¡aliS hay que acreditarle el primer intento de re­
/leiar el proceso de la cultura cubana como parte del proceso político
de la Isla. Su valioso Estudio sobre el movimiento científico
y literario de Cuba (1890), que la muerte deió trunco y que fue
publicado póstumamente, es el fruto de una rigurosa revisión de
las indagaciones y aportaciones anteriores, con un lúcido criterio
científico y patriótico. Sus antecesores en el camino de la historiografía
literaria en Cuba, acarrearon elementos de que no dispusieron
Domingo del Monte en 1846 -con su relación de los libros
sobre la Isla y de los que en ella hubieron de publicarse hasta
entonces- ni Antonio Bachuler y Morales con sus fundamentales
Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública
en la isla de Cuba (1859-1861).
Además de la consuita crítica de la valiosa bibliografía de libros
y folletos publicados en Cuba entre 1724 (año de la introducción
de la imprenta en la Isla) y 1849, Y de publicaciones periódica.f
desde 1871 a 1840, aportada por Bachiller, tuvo a su disposicron
Mit;ans obras de tanta utilidad para su empresa como el Diccionario
geográfico, estadístico, hist6rico de la isla de Cuba (1863-1878)
de Jaeobo de la Pezuela, el Diccionario biogdfico cubano (1878)
de Francisco Calcagno '1 estudios parciales de significación como
el de Antonio López Prieto en su imprescindible Parnaso cubano
l' 'I I

9 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
(1881). Es evidente, también, que Mitjans acudió a fuentes originales
en la medIda que se lo permitieron las dificultades propias
del régimen colontal y la circunstancia desgraciada de su quebrantada
salud.
Ya en el trance de apuntar antecedentes, en un recuento urgente
de esta disciplina no podría omitirse la Reseña históricocrítica
del movimiento literario de la isla de Cuba, 1790-1890,
de Manuel de la Cruz, que en 1891 publicó la Revista Cubana.
Tanto en Mitjans como en De la Cruz, la tradición revolucionaria
de la cultura cubana pudo calar hondo, hasta transvasarla a sus
obras sin mengua del rigor crítico ni de la l'1etodología científica,
aunque se reserve a la reseña el carácter de tal, por debajo del
estudio de Mitjans. Durante el período de la república mediatizada,
las historias de la literatura cubana fueron escritas con fines didácticos
conforme a los programas de la enseñanza oficial. En términos
generales, no sobrepasaron la categoría de esquemas. Salvo
alguna que otra excepción, sus autores se limitaron a usufructuar
el patrimonio legado por sus predecesores, sin enriquecerlo con
aportes originales como resultado de investigaciones en fuentes
directas o de mterpretación científica y crítica, ni con aprovechamiento
de teorías y metodologías renovadoras de la estimativa
literaria.
Como caso típico de esta última afirmación, puede citarse el
que, además, (;'s el intento más ambicioso y sin embargo más infortunado
en sus resultados por su mediocridad innata: el de Juan ].
Remos con su Historia de!a literatura cubana en tres tomos (1945).
Enfoques convenCIOnales y obsoletos, pobreza de método y estilo,
ausencia de profundidad y de criterio, repetición de datos, y juicios
erróneos invalidan esta obra en lo científico, si de entrúda no la
invalidara, en lo cíVICO, el servicio reiterado del autor a regímenes
tiránicos fomentados y sostemdos por el dominio extranjero en su
patria. Mal podía mostrarse la tradición revolucionaria de la sensibilidad
y el pensamiento cubanos por quien era capaz de desconocerlos
y trazcionarlos con su conducta.
Entre las excepciones aludidas en estas líneas, habría que incluir
el Esquema histórico de la& letras en Cuba, 1548-1902, que publicó,
en 1948, José Antonio Fernández de Castro. Desde el título de-

10 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
clara su carácter de esquema, pero contiene tarea de primera mano
junto a la tarea de acopio de quienes le precedieron. Y ya, dentro
del período revolucionario, el jugoso Bosquejo histórico de las letras
cubanas (1960), de José Antonio Portuondo, donde en el más breve
espacio posible se ofrece una amplia panorámIca del proceso de la
literatura cubana con un enfoque marxista, que aporta una nueva
visión del fenómeno cultural isleño, dentro del acontecer histórico
insular.
No hay dudas de que la aparición, en 1963, del Panorama histórico
de la literatura cubana de Max Henríquez Ureña, constituyó un
acontecimiento editorial, tanto porque contribuía a llenar una necesidad
de la historIOgrafía literaria del país, como por la oportunidad
en que se publicaba: cuando la isla mayor de las Antillas se insertaba
en la actualidad internacional al impulso de la revolución nacionalista,
antimperialista y socialista encabezada por Fidel Castro. La
hazaña revolucionaria del pueblo cubano, aclamada por los demás
pueblos solidarizados con las luchas por la libertad y vituperada por
los gobiernos enemIgos de ellas -particularmente el de Estados
Unidos de Norteamérica-, concitaba la curiosidad universal hacia
los antecedentes históricos de la isla del Caribe que osaba reclamar
su derecho 4 la independencia y soberanía plenas frente a la prepotencia
imperialista yanqui. Los lectores extranjeros del Panorama ... ,
pues, tuvieron ocasión de explicarse muchas cosas, al conocer el
origen y proceso de la nación cubana a travé.- del proceso de su literatura
y la calidad y tradición revolucionaria de ambos procesos
paralelos.
Aunque su cuna fue Santo Domingo -allá nació en 1885-,
Max Henriquez Ureña, por su vida y por su obra, también puede
ser considerado cubano, no obstante ciertas veletdades que empañan
esa porción de cubantdad. Por azares políticos emigró a esta isla
desde la suya vecina, a comienzos del siglo y en los inicios de la
ilusoria república, el abogado dominicano Francisco Henríquez y
Carvajal, hermano de don Federico, el fraterno amigo quisqueyano
de José MarlÍ. Le acompañaban su esposa, la poetisa Salomé Ureña,
y sus hijos, entre los que no era Max el único llamado a brillar:
Pedro, maestro de la cultura latinoamericana, habría de alcanzar
más dilatada y profunda nombradía,. y Camila, ejemplar en su sabi-
,111 I II

12 O MAX HENRfQUEZ UREÑ,.
una profunda información de todo el proceso hist6rico de Cuba,
un conocimiento exhaustivo del quehacer literario mediante la ínz,'estigación
y la consulta en fuentes originales, la lectura directa de
libros y de publicaciones periódicas. Pero, además, constituye el
vivo testimonio de un protagonista destacado del proceso cultural
cubano desde princIpios de nuestro siglo. Toda la etapa que comprende
el primer cuarto de siglo estuvo signada por el apogeo y
declinación del modernismo y es precisamente ésta una de las partes
del Panorama más movidas y documentadas, como de actor y testigo.
(De ahí tamb,én el interés y valor de la monografía de Henríquez
Ureña, Breve historia del modernismo, México, 1954.)
Todo lo contrario su,cede con el período que le sigue, a partir de
los años 30 -la última parte del libro-, que resulta un examen
urgente y superfictal, meramente informativo, como lo reconoce
el autor, y aun así la informaci6n es insuficiente y a veces errónea.
Porque es natural que la obra adolezca de deficiencias y limitaciones
que es precIso señalar. Por ejemplo, quizá el método utilizado
en su estructura no sea el más afortunado. Habría que analizar
si el transfondo h,stórico que corresponde a cada etapa de la
literatura es el más adecuado para establecer una correcta periodización
de nuestras letras. Ese mismo transfondo, tan detallado
hasta el siglo XIX, no aparece en los capítulos consagrados al presente
siglo, por lo que se escamotea al lector la significación capital
del dominio imperialista sobre el país y la sumisión de los gobiernos
y tiranías padecidos por Cuba. Es evidente la ausencia de un certero
enfoque en cuallto a interpretación histórica y teoría literaria.
A veces el estilo es descuidado, y en otras hay prolijidad en reseñas
y juicios de autores y obras. En este punto, por otra parte, hay
que tener en cuenta que Henríquez Ureña cita más que conoce, por
lo que a tJeces otorga en demasía o limita con exageración, a la
hora de distribuir laureles. Además .. el lector no puede olvidar
que su cl?utela ante el capítulo final debe agudizarse no sólo en lo que
se reftere a las consideraciones literarias acerca de ciertos autores.
El triunfo de la Revoluci6n en enero de 1959 dio un tajo a la
historia y planteó dramáticas alternativas a los hombres de pensamiento
y sensibilidad. Los que permanecieron fieles a la tradición
revolucionaria de la cultura cubana, quedaron en Cuba, junto al

13 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
pueblo que combada por su independencia y por su derecho a
forjar un futuro de libertad y de ;usticia. Otros, por complicidad
culpable con el pasado ignominioso, por intereses egoístas, por deformaciones
Inconfesables o por ignorancia, tomaron el camino
inverso que conduela a la traici6n, al desarraigo, a la triste condici6n
de apátrida. Unos y otros son fácilmente discernibles en el
capítulo que remata el panorama, y en muchos casos se advertirá
que la significaci6n literaria atribuida entonces a algunos de los
que desertaron del ptÚS era tan falsa como su aparente ciudadanía
cubana.
Pudieran hacérsele más reparos, quizás, a este panorama de las
letras cubanas. Pero por sobre todos los reparos que pueda merecer,
hay que reconocerlo como el más serio y completo escrito
hasta ahora y como s6lido punto de partida para más logradas realizaciones.
De las nuevas promociones de investigadores y críticos
que forja la Cuba revolucionaria, saldrán quienes sean capaces de
superar esta obra, lo que sin duda será alto mérito.
ÁNGEL AUGIER

o Al lector
El desenvolvimiento de la vida literarta en Cuba está tan estrechamente
ligado al de la historia politica, que se hace imposible disociarlos.
He preferido, por tal causa, dar a este libro el título de
Panorama histórico, en vez del de Historia de la literatura cubana,
como es usual en trabajos de pareja índole.
No quiere esto dectr que la historta literaria esté subordinada
a la historia políttca: antes al contrarIO, el acontecer histórico depende,
en buena parte, de la evolución de las ideas políticas, que
tienen eficaz vehículo en la obra de los pensadores y de los poetas,'
pero, en rigt)r, se trata de dos procesos paralelos que convergen
hacia el b¡finito, esto es, hacia. el porvenir.
Ter¡i;¡,.do en cuenta ese paralelismo, he aspirado a ofrecer un
panorama, una visión de conjunto de la vida literaria de Cuba al
través del tiempo, en consonancia con la evolución del pensamiento
político y, por ende, del acontecer histórico.
La primera manifestación que conocemos, todavía en los albores
de la colonia, del sentir y el pensar de los nativos, tiene alcance
político. «¡Triste Iterrfl, como tierra tiranizada y de señorío!», exclama
en 1547 el canónigo Miguel Velázquez, nacido en Cuba, mestizo
de español y de india. ¿Qué anhela Velázquez? No pretende
apuntar soluciones o aspiraciones, que habrian sido en aquel entonces
extrañas y prematuras, sino condenar, como lo hace en sentencia
severa y rotunda, el sistema colonial imperante. Su actitud
es simplemente negativa: Miguel Velázquez sabe 10 que no quiere,
que es la supervivencia del sistema¡ pero sin duda no sabe todavía
lo que quiere en lugar del régimen establecido.
Ese orden de ,deas preside la formación de una nueva sociedad,
en cuyo seno caben, ¡unto con los pobladores españoles y alguno

16 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
que otro inmigrante del resto de Europa, los criollos firmemente
enraizados en la tierra que los vio nacer, además de los supervivientes
de la raza zndígena, que a la larga se diluye y extingue, de
los negros venidos de Afrzca y sus descendientes criollos y, por
último, del abzgarrado mestizaje que resulta del cruce de esas diversas
razas.
Esa nueva sociedúd va formándose gradualmente bajo el mismo
signo de Miguel Velázquez: sabe 10 que no quiere, pero todavía
no sabe lo que quiere, pues sólo ha de saberlo en el transcurso de
los siglos. En el andar del tiempo, soluciones diversas van perfilándose
en el ánimo de los cubanos y culmznan, ya iniciado el
siglo XIX, en fórmulas concretas, como aquel primer proyecto de
régimen autóctono ideado por el padre Caballero. * Ya los criollos,
en su mayoría, están contestes en que el viejo sistema colonial debía
ceder el paso a otro régimen de administración y de gobierno; es
decir, coinciden en lo que no quieren; pero las opiniones se subdividen
y toman rumbos diferentes cuando aspiran a precisar lo que
quieren. Surgen así fórmulas diversas y contrapuestas que aspiran
a encauzar el cambtante proceso de los acontecimientos: ya es el
reformismo o el autonomistno; ya, en un momento dado, el anexionismo;
ya, en fin, el separattsmo o independentismo, en pugna con
otras fórmulas que no varían en sustancta el sistema colonial, como
el asimilismo, que es apenas una velada manifestación del viejo
e intransigente integrismo.
La historia literaria de Cuba en el siglo XIX, vista al través de sus
personalidades más conspicuas, produce la sensación de un campo
de batalla en el cual es incesante el choque de tendencias políticas
inconciliables. No pocas veces hay que dar acogida en la historia
de las letras a polemistas o expositores de soluciones políticas o
proyectos económicos, aunque no sean hombres de letras y desde
el punto de vtsta pura y estrictamente titerario no tengan mayor
* Como estaba vedada la expresión de las ideas, sólo una lectura cuidadosa
y suspicaz nos puede revelar, entre lineas, cierto espíritu de inconformidad
que se manifiesta en algunas observaciones y reparos de autores del siglo XVIII.
Baste recordar que al publicarse en 1830 la Historia de Arrate, escrita a mediados
del siglo XVIII, la censura juzgó oportuno mutilar o suprimir determinados
párrafos cuya lectura estimaba inconveniente.

17 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
significación, cualquiera que sea su capacidad técnica en agricultura
o economía política: la historia literaria quedaría trunca si se
suprimiese la mención de esos batalladores de la pluma, orientadores,
muchas veces, del espíritu público.
y es que la literatura cubana del siglo XIX, en su mayor parte,
está consagrada a despertar la conciencta de los cubanos, ya merced
al estudio de la problemática cubana, como lo hicieron pensadores
y sociólogos, ya merced a la expresión lírica del sentimiento patriótico,
como lo hicieron sus poetas.
En la literatura cubana prevalece el tono polémico durante todo
ese largo período. Las ideas políticas que se debaten vienen insinuándose
de algún tiempo atrás. Son el fruto de una larga labor
preparatoria. Luz y Caballero no fue un revolucionario en el orden
político: su ardor polémico se circunscribe al campo de la filosofía,
y su prédica magisterial se concentra en los fueros de la dignidad
del hombre y en el amor a la verdad y al bien. Sin embargo, su
famoso Colegro del Salvador fue una almáciga de patriotas que
fueron a engrosar en 1868 las filas de la revolución iniciada por
Carlos Manuel de Céspedes.
A las enseñanzas de imtgnes pensadores, como el padre Caballero,
Varela, Saco, Luz y Caballero, el Conde de Pozos Dulces y
tantos otros, sin olvidar a los que, como Arango y Parreño, confinaron
sus esfuerzos en el progreso agrícola de Cuba, se debe el
despertar de la conciencia cubana.
¿Qué hacen, a su vez, los poetas y los costumbristas, sino mirar
hacia adentro, hacia la esencia misma del sentir cubano? ¿A qué
otra cosa, SinO al empeño de buscar las esencias de lo cubano, se
debe la difusión que alcanzaron, no sólo la poesía patriótica, sino
también la poesía criolla, que se inspira en el espíritu popular, o
la poesía indigenista, o la rica y variada literatura de costumbres,
que abarca desde el articulo descriptivo o el cuadro gráfico y pintoresco
hasta el divertido sainete de ambiente local y la novela que
hace revivir toda una época?
La historia literaria de Cuba representa, en sus líneas generales,
el empeño constantemente renovado de lograr que el pueblo cubano
adquiera plena conCIencia de su destino histórico; y los

18 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
hombres de pensamiento son los que abren el camino que han de
seguir después los hombres de acci6n.
La historia literarIa, que Importa no disociar del acontecer histórico,
no puede tampoco prescindir de la biografía, al menos cuando
la vida del hombre de letras está indisolublemente ligada a ese acontecer.
Ejemplo sin par tenemos en José Martí, la más alta personalidad
literarIa con que cuenta Cuba en su historia. La producción
literaria de Martí se inicia con un soneto al 10 de Octubre de 1868
y un drama, Abdala, de ardoroso sentido patriótico, que escribe
todavía adolescente; y a esos valientes balbuceos subsigue un folleto,
El presidio político en Cuba, que reproduce, con palabras
de fuego, escenas dantescas que se desarrollaron ante su vista, para
no hablar de sus sufrimientos propios como presidiario y picapedrero.
Si ésos son sus prImeros escarceos literarios, no olvidemos
que la última págma que se debe a su pluma es una carta inconclusa
que empezó a escribir en el campamento de la revolución que
él preparó y organzzó, momentos antes de la escaramuza en que
perdió la vida. De principio a fin, su obra literaria forma estrecha
amalgama con su actividad politica. ¿Cómo separar en Martí vida
y obra, si rara es la página suya que no tiene íntima relación con
algún hecho de su vida excelsa?
Hay en este Panorama algunos aspectos que en cierto modo tienen
carácter polémico, como la rectificación de datos equivocados y falsas
atribuciones que, sin llevar adelante nuevas mvestigaciones, han
venido repitiéndose como artículo de fe; y en igual caso se encuentra
la revisión de valores que es forzoso acometer, prescindiendo
del juicio cortés o apasionado con que poetas y escritores
de inferior cale goda fueron premiados muchas veces por sus contemporáneos.
No niego que sea oportuna la mención de autores de categoría
menor, con tal de que la valoración de sus méritos no resulte excesiva.
En ocaszones, esa mención es útil para dar un fiel y completo
trasunto del momento liter:zrio en que tomaron parte. Para recons-

PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA 19 o
truir, valga el ejemplo, el ambiente r.ultural de la ciudad de Santiago
de Cuba en el momento en que floreció el talento juvenil de
Luisa Pérez y Montes de Oca, forzoso es desentrañar del fondo del
pasado los nombres de algunos modestos cultivadores de las letras
que formaban parte del grupo literario allí constituido y contribuían
a dar animación a ese consorcio intelectual, no menos fecundo
que el que dio vida a las diversas tertulias literarias que
tuvieron su aSIento en La Habana durante el siglo XIX.
Podrá argüirse que la bistoria literaria, si se ajusta a un criterio
estricto, sólo necesita registrar y enjuiciar las grandes personalidades
que puede,. considerarse de primera línea en atención al
mérito intrínseco de su producción, y junto a ellas sólo cabe agregar,
reconociéndoles un valor cronológico, muy contadas figuras de relativo
mérito y sigmflcación menor, por su participación en determinadas
manifestaciones y tendencias literarias, que contribuyeron a
orientar y definir.
No he querido ceñirme en este Panorama a ese criterio limitativo
y justo, porque pienso que el estudio histórico de las letras
cubanas se encuentra todatJía en el período de acumulación de materiales
y revisión de valores. Quede mi esfuerzo como una contribución
a la labor más depurada que otros podrán emprender
mañana.
Río Piedras, Puerto Rico, 29 de junio de 1962
MAX HENRÍQUEZ UREÑA

11111

o Libro Primero
DESCUBRIMIENTO Y COLONIZACIÓN
I
l.-Período micial de la conquista y la colonizaci6n.
2.-Cuba vista por Colón. J.-Fundaciones de Diego Velázquez.
4.-Las Casas como retratista. 5.-Las Elegías
de Juan de Castellanos. 6.-La maestrescolía de Santiago
de Cuba. 7.-Festejos populares. B.-Muestras de
capacida¿ de los flativos. 9.-Miguel Velázquez, primer
maestro cubano
1 O PERÍODO INICIAL DE LA CONQUISTA
Y LA COLONIZACIÓN
Durante el primer período de la colonización española no fue la
isla de Cuba objeto de atención preferente en el orden de la cultura,
ni se pretendió hacer de ella firme asiento de la civilización
de los conquistadores. Su posición geográfica la había colocado
entre los dos principales centros de acción que tuvo la conquista en
la América del Norte: la Isla Española, primera colonia organizada
administrativamente y primer centro de la civilización hispánica
en el Nuevo Mundo; y la Nueva España, que bien pronto, por su
importancia y sus riquezas, atrajo a la gente ganosa de fortuna y
de aventuras. Situada como puente entre el mundo prodigioso sojuzgado
por el esfuerzo de Hernán Cortés, y la isla primitivamente
elegida por el Descubridor como punto de partida de la conquista,
Cuba permaneció relegada a un lugar secundario en las empresas
de los colonizadores. Santo Domingo, México y el Perú tuvieron
universidad desde mediados del siglo XVI. Cuba sólo la tuvo ya
terminado el primer cuarto del siglo XVIII. La organización guber-

22 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
nativa creada en la Española mantuvo por largo tiempo la importancia
de esa isla como asiento de la primera Real Audiencia, con
jurisdicción sobre Cuba y otros territorios. La edad de oro, de
prosperidad inmediata, y el afán de alcanzar la gloria y el poderío,
hacían de México campo favorito de explotación y de aventuras.
Dijérase que los conquistadores, sin oír la voz del Almirante, que
al tropezar con Cuba en su camino la proclamó «la isla más hermosa
que ojos hayan visto», no pararon mientes en sus veneros naturales,
seducidos por el espejismo del oro virgen que se escondía en
las entrañas del mundo maravilloso de tierra firme.
2 O CUBA VISTA POR COLÓN
Cristóbal Colón, en la Relación del viaje del Descubrimiento del
Nuevo Mundo, describió, con poética emoción, las bellezas y riqueza's
naturales de Cuba.
Fue de allí en demanda de la isla de Cuba al Sursudueste, a
la tierra della más cercana, y entró en un río muy hermoso
y muy sin peligro de bajas ni otros inconvenientes, y toda costa
que anduvo por allí era muy hondo y muy limpio fasta tierra:
tenía la boca del río doce brazas, y es bien ancho para barloventear;
surgió dentro, diz que a tiro de lombarda. Dice
el Almirante que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles,
todo cercado el río, fermosos y verdes, y diversos de
los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno de su manera.
Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente; había
gran cantidaJ de palmas de otra manera que las de Guinea y
de las nuestras: de una estatura mediana los pies y sin aquella
camisa, y las hojas muy grandes, con las cuales cobijan las
casas; la tierra muy llana: saltó el Almirante en la barca y fue
a tierra, y llegó a dos casas que creyó ser de pescadores y
que con temor se huyeron, en una de las cuales halló un perro
que nunca ladró, y en ambas casas halló redes de hilo ck
palma y cordeles, y anzuelo de cuerno, y fisgas de hueso'
otros aparejos de pescar, y muchos huegos dentro, y crey
que en cada una casa se juntan muchas personas; mandó qU(

23 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
no se tocase en cosa de todo ello, y así se hizo. La yerba era
grande como en el Andalucía por abril y mayo. Halló verdolagas
muchas y bledos. Tornóse a la barca y anduvo por el
río arriba un buen rato, y diz que era gran placer ver aquellas
verduras y arboledas, y de las aves que no podía dejallas para
se volver. Dice que es aquella la más hermosa que ojos hayan
visto, llena de muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar
que parecía que nunca se debía de alzar porque la yerba de
la playa llegaba hasta cuasi el agua, la cual no suele llegar
donde la mar es brava: hasta entonces no había experimentado
en todas aquellas islas que la mar fuese brava. La isla,
dice, ques llena de montañas muy hermosas, y aunque no son
muy grandes en longura salvo altas, y toda la otra tierra es
alta de la manera de Sicilia: llena es de muchas aguas, según
pudo entender de los indios que consigo lleva, que tomó en la
isla de Guanahaní, los cuales le dicen por señas que hay diez
ríos grandes, y que con sus canoas no la pueden cercar en
veinte días ...
Es, pues, con el propio Descubridor, primero en describir los
atractivos y encantos de la Isla, con quien se inicia la historia de
las letras en Cuba.
No obstante las alabanzas de Colón a la isla que acababa de
descubrir, largo tiempo pasó antes de que se pensara en explotar
con superior empeño la feracidad asombrosa del suelo cubano. En
la primera etapa de la conquista, Cuba no fue sino la llave que
abría, más allá del golfo mexicano, el paraíso inexplorado. De sus
costas salieron audaces capitanes: ya, como Hernán Cortés, para
ver colmada su ambición de poder y de grandeza; ya, como Hernando
de Soto, para encontrar, como único premio a su arriesgada
empresa, la muerte prematura, aunque hermanada a la inmortalidad.
3 O FUNDACIONES
DE DIEGO VELÁZQUEZ
En 1510 llegó de la Isla Española Diego Velázquez a iniciar la obra
de la conquista y la colonización de Cuba. Fundó a Baracoa, primera

24 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
ciudad y, por 10 tanto, primera capital, en 1511; y en años subsiguientes,
a Bayamo (1513), Trinidad (1514), Sancti Spíritus
(1514) y Santiago de Cuba (1514). La Habana, futura capital de
la Isla, fue fundada, también en ese entonces (1514), en la ensenada
de Batabanó, y trasladada pocos años después al puerto llamado
de Carenas, donde quedó definitivamente establecida. El
conquistador murió en 1524, después de haber visto salir con
rumbo al continente las expediciones de Francisco Hernández de
Córdoba (1517), Juan de Grijalva (1518) Y Hernán Cortés
(1519), no sin haberse opuesto tardíamente a esta última.
4 O LAS CASAS COMO RETRATISTA
Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566) enumera y describe abundantemente
en su Historia de las Indias muchos aspectos y circunstancias
de la Isla, singularmente su «grandeza y sitio» su fauna y su
flora, y su población, con mención detallada de las costumbres y
las dotes de carácter de sus moradores. Ejercitó Las Casas además
sus cualidades excepcionales de retratista para dejarnos, en párrafos
concisos y gráficos, un fiel trasunto de la contextura física y moral
de los principales colonizadores con quienes estuvo en Cuba.
De Diego Velázquez dice que «era muy gentil hombre de cuerpo
y de rostro, y así amable por ello; algo iba engordando, pero todavía
perdía poco de su gentileza; era prudente, aunque tenido por grueso
de entendimiento; pero engañólos con él», y agrega: «cuando estaba
en conversación era muy afable y humano, pero cuando era menester
y si se enojaba, temblaban los que estaban delante dél, y quería
siempre que le tuviesen toda reverencia, y ninguno se sentaba en su
presencia aunque fuese muy caballero».
Una pincelada le basta para pintar a Pánfilo de Narváez: «alto
de cuerpo, algo rubio, que tiraba a ser rojo, honrado, cuerdo, pero
no muy prudente, de buena conversación, de buenas costumbres y
también para pelear con indios esforzado, y debíalo ser quizás con
otras gentes, pero sobre todo tenía esta falta: que era muy descuidado».
'1 11111

25 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
También nos da noticias precisas de la índole de Hernán Cortés:
Tenía Diego Velázquez dos secretarios: uno, este Rernando
Cortés, y otro, Andrés de Duero, tamaño como un codo, pero
cuerdo y muy callado y escribía bien. Cortés le hacía ventaja
en ser latino, solamente porque había estudiado leyes en
Salamanca y era en ellas bachiller; en lo demás, era hablador
y decía gracias, y más dado a comunicar con otros que Duero,
y así no tan dispuesto para ser secretario. Era muy resabido y
recatado, pues que no mostraba saber tanto ni ser de tanta
habilidad como después lo mostró en cosas arduas; era natural
de Medeliín, hijo de un escudero que yo cognosd, harto
pobre y humilde, aunque cristiano viejo y dicen que hidalgo.
Elogia a Juan de Grijalva como «mlwcebo sin barbas, pero mancebo
de bien», además de «cuerdo y de buenas costumbres», y
anota:
Juan de Grijalva era de tal condici6n de su natural, que no
hiciera, cuanto a la obediencia y aun cuanto a humildad y
otras buenas propiedades, mal fraile, y por esta causa, si se
juntaran todos en el mundo, no quebrantara por su voluntad
un punto ni una letra de lo que por la instrucci6n se le mandaba,
aunque supiera que lo habían de hacer tajadas. Yo lo
cognosd e conversé harto y entendí siempre dé! ser a virtud
y obediencia y buenas costumbres inclinado y muy subjeto
a lo que sus mayores le mandasen.
5 O LAS «ELEGÍAS»
DE JUAN DE CASTELLANOS
La obra realizada por Diego Velázquez como gobernante fue cantada
por Juan de Castellanos (1522-1607) en la Elegía VII de sus
ElegÚls de varones ilustres de Indias, y a juzgar por su relaci6n,
rica en pormenores y detalles, de la colonización de la Isla, y por.
su descripción exactísima de algunos lugares, como el puerto de
Santiago, es evidente que estuvo' en Cuba.

26 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
El nombre de Juan de Castellanos, asociado al de Cristóbal
Colón y al de fray Bartolomé de las Casas, representa el inicio de
la producción literaria relacionada con la Isla.
Castellanos nos ofrece este retrato de Diego Velázquez:
Fue persona de cuerpo bien dispuesto,
robusto de sus miembros y velloso,
algo moreno, pero de buen gesto,
suelto, valiente, fuerte y animoso;
gastó sus bienes, mas con todo esto
fue menos liberal que codicioso;
tuvo gran copia de oro, plata, cobre
y al fin de su ¡omada murió pobre.
y se refiere de este modo a la llegada de Velázquez a la Isla,
y a la fundación de las primeras ciudades:
Año de once hizo su llegada,
sobre mil y quinientos ya pasados;
comenzó la conquista deseada
con diestros y fortísimos soldados.
Sucedióle muy bien en la ¡omada
por no tener rencuentros porfiados;
y ansí, aunque tuvieron riesgo poco
no hago mención dellos ni los toco.
Hallaron potentísimos asientos,
y con gran cantidad de naturales.
Deltos destribuy6 repartimientos
por todos los soldados principales;
descubriéronse ricos yacimientos
de oro y abundancia de metales,
y luego por los puertos destos mares
fund6 ciudades, villas y lugares.
La prrmera de quien memoria hago
por ser tambtén primera del concierto,
11111 l'

27 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
es la ciudad que dicen Santiago,
puerto de todas partes encubierto;
pero con grande loa yo no pago
tas muchas que se deben a tal puerto;
pues hasta la ciudad conmemorada
es casI de dos leguas el entrada.
A los principios es un angostura,
buena de defender por cada lado;
pero dentro contiene gran anchura,
mar fondo, limpio, bello, sosegado,
donde surge la nave tan segura,
que el marinero duerme sin cuidado;
tIene islas, verdores, praderías,
insignes y admirables pesquerías.!
60 LA MAESTRESCOLÍA
DE SANTIAGO DE CUBA
No son muchos los datos que se conocen respecto a la cultura de
la Isla durante la época de Velázquez. El obispo fray Juan de
Witte 2 erigió, pOl" disposición de fecha 8 de marzo de 1523, seis
dignidades en :a catedral de Santiago de Cuba, entre ellas la de
I Las Elegías de varones iiustres de Indias aparecen (primera, segunda y
tercera parte) en el vol. IV de la Biblioteca de Autores Españoles, publícada
por Rivadeneyra, Madrid, 1874. La cuarta parte fue publicada por Antonio
Paz y MeHa (Historia dé Nuevo Reino de Granada, en la Colección de Escritores
Castellanos, vols. XLIV y XLIX, 1886-1887). Todavía después se publicó
(Madrid, 1921) el Diset;rso del capitán Francisco Drake, que corresponde a la
tercera parte y no había sido incluido antes. En Venezuela se hizo, en 19.32,
una edición de la obra completa, con prólogo de Caracciolo Parra León, con
el título de Obras de Juan de Castellanos. Después se ha hecho otra en
Colombia.
2 Witte (o Ubite, como aparece en diversos documentos) era natural de
Brujas y fue allí un propulsor de la cultura pública. Dice Ad. Duelos en su
obra Bruges: Histoire et SotlVenirs (Brujas, 1910): «Nuestro compatriota Jean
de Witte, de la orden de Santo Domingo, obispo de Cuba, que había sido pre-

29 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
hará relación a V. M. de lo tocante al culto divino ques bien
entendido en el10.,.4
7 O FESTEJOS POPULAUS
A la llegada de Hemando de Soto a Santiago de Cuba, en 1.538.
que coincidi6 con la del nuevo Obispo, se celebraron festejos en
honor de ambos, pero en dichos actos de expansi6n y regocijo públicos
no hubo ningún torneo o certamen que pusiera a prueba el
ingenio y las aficiones literarias de los vecinos. El Inca Garcilaso
de la Vega, en su Historia de la Florida, describe así los juegos y
torneos que hubo en aquella ocasión:
Viéndose la ciudad con dos personajes tan principales para el
gobierno de ambos estados eclesiásticos y seglar, no cesó en
muchos días de festejarlos, unas veces con danzas, saraos y
máscaras que hacían de noche, otros con juegos de cañas y toros
que corrían y alanceaban; otros días hadan regocijo a la brida,
corriendo sortija, y a los que en ella se aventajaban en la destreza
de las armas y caballerías, o en la discreci6n de la letra,
o en la novedad de la invenci6n, o en la lindeza de la gala,
se les daban premios de honor, de joyas de oro y plata, seda
y brocado, que para los victoriosos estaban señalados; y al
contrario daban asimismo premios de vituperio a los que lo
hadan peor: no hubo justas ni torneos a caballo ni a pie por
falta de armaduras. 5
4 Colección de documentos inéditos rdativos al Descubrimiento, conquista
y organizaci6n de las antIguas posesiones de ultramar, publicados por la Real
Academia de la Historia, 2! serie, vol. 6, Madrid, 1891 (p. 138).
s Al extractar este párrafo en The Early History 01 Cuba, la acuciosa historiadora
miss Irene A. Wri.ght supuso que la frase «la discreci6n de la letra»
se refería a composiciones poéticas y tradujo: «To Ihose who excelleá in skill
al arms or in riding, or in composition 01 poetry lor ¡he occasi01l ... » (p. 169).
Pero «la discreci6n de la letra» se refiere al dibujo de los distintivos caballerescos,
si bien el laborioso bibliógrafo Carlos M. Trelles omiti6 la compulsa de
esa interpretación con el texto ori3inal del Inca y publicó en El Pig4fo de La
Habana (5 de mayo de 19H!) un breve trabajo sobre «La poesía cubana en

32 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
quien toca la misión de enseñar, es, en el fondo, un rebelde. Desde
los primeros tiempos de la colonia puede apreciarse, por lo tanto,
el antagonismo secular entre el espafiol nacido en América y el
español llegado de la metr6poli: éste no siente gran apego a la
tierra conquistada, a la cual lo trajeron la ambici6n, la necesidad
o el infortunio; aquél, en cambio, se siente en suelo propio, y sufre
con las vicisitudes de su tierra, como que a ella está firmemente
vinculado.
Es así como surgen, lentamente, las dos tendencias principales
y paralelas que siguieron las ideas políticas en Cuba y que, pasando
por diversas transformaciones, se intensifican y definen durante el
siglo XIX: la que viene de fuera y sustenta la adhesi6n incondicional
al régimen establecido para la colonia; y la que surge de adentro,
cual si brotara de la propia tierra, y aspira a encauzar y reformar
ese régimen para que satisfaga las verdaderas necesidades de la
Isla, hasta que, al fin, no pudiendo encauzarlo ni modificarlo, cul.
mina en una nueva aspiraci6n: la de superar los destinos de la
colonia de los de la metr6poli.
II1 I I f

II
l.-Las letras en los albores de la colonización. 2.-Los
areítos indígenas. 3.-EI falso areíto de Anacaona.
4.-Reptesentaciones teatrales en el siglo XVI. 5.-Una
superchería lzteraria: la crónica apócrifa atribuida a Hernando
de la Parra. 6.--Un título fuera de época. 7.-EI
probable autor de esa superchería
1 O LAS LETRAS EN LOS ALBORES
DE LA COLONIZACIÓN
Las incipientes manifestaciones literarias que hubo probablemente
en el primer siglo de la colonización, no podían ser otra cosa que
el producto de la imitación, esto es, el reflejo de las formas, los
gustos y tradiciones de la metrópoli. Fuera de la posible descripción
de sitios y costumbres, ningún elemento autóctono pudo
entrar seguramente en ella, tal como puede apreciarse también en
las muestras de poesía de ese mismo período en la Isla Española.
La importancia administrativa que se concedió en un principio a la
Española ha SIdo la causa de que respecto a dicha isla se haya podido
reunir mayor suma de datos, aunque tampoco sean muchos.
2 O LOS AREÍTOS
INDÍGENAS
La poesía primitiva de los indígenas, en su propia lengua, desapareció
totalmente y ninguna influencia tuvo sobre las manifestaciones
de habla española en las Antillas .. Poco se sabe, en verdad,
de la cultura de los aborígenes de Cuba, aunque, según parece, al
igual que los indios de otras Antillas, componían canciones en un
todo semejantes a los areítos de los indios de la Isla Española.
2-PANORAMA HISTÓRICú

34 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
3 O EL FALSO AREfTO
DE ANACAONA
Mucho se ha escrito, no siempre con tinO, sobre un supuesto areíto
conocido como «Areíto de Anacaona»; pero es ap6crifo y fue atribuido
a los aborígenes de la Isla Española y no a los de Cuba. Fue
impreso por primera vez, letra y música, en 1852, en el segundo
volumen de esta obra: Information respecting the history, condition
and prospects 01 the Indian tribes 01 the United States, collected
and prepared by Henry R. Schoolcralt (6 vols., Filadelfia, 1851-
1860). El reverendo Hamilton W. Pierson escribió para ese volumen
esta breve noticia con el título de «Anacoana» (en vez de
«Anacaona» ), y acompañó la música y la letra del supuesto areíto:
La canción que acompaño me fue dada a conocer por el señor
William S. Simonise, que vive en Port-au-Prince y es nativo
de Charleston (Carohna del Sur), pero ha residido en Haití
por muchos años y es allí uno de los principales abogados.
En mis viajes por la isla no he encontrado ninguna otra cosa
que se considere una reliquia del lenguaje o la música de los
aborígenes que la habitaban. Por 10 que toca a la autenticidad
de esta canción, no tengo conocimiento de música ni ningún
otro medio de investigación que me faculte para dar una
opinión inteligente sobre el asunto. En consecuencia, la presento
tal como ha llegado hasta mí.
La música de esa canción se ajusta a la escala eptafónica, y no
a la pentafónica, que se entiende era la usada por los indígenas, y
la melodía es semejante a la de una candón francesa que se conocía
en la isla de Santo Domingo en los comienzos del siglo XIX:
«Monsieur Contin». Además, no hay en el supuesto areíto una sola
palabra que pueda reconocerse como perteneciente al lenguaje taíno
que hablaban los aborígenes de la Isla Española, excepto el nombre

39 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Esperamos sacar todo el partido que nos sea posible de estos
preciosos documentos, sentimos que no todo sea inteligible,
y el público encontrará en ellos notas muy curiosas, que
explican el estado de civilización, usos y costumbres de esta
ciudad a fines del siglo XVI y principios del XVII. El lenguaje
lo hemos arreglado a la época en que escribimos.
A continuación de esta advertencia, en la misma página, se insertan
fragmentos de la anunciada crónica, con algunos datos sobre
la vida y las costumbres de La Habana a fines del siglo XVI, pero
es en la entrega de octubre de 1845 donde están estos párrafos
que pueden tener especial interés para la historia literaria:
Los bailes y diversiones en La Habana son graciosos y extravagantes,
conservan todavía los primeros la rudeza y poca
cultura de los indígenas, y las segundas la escasez y ningunos
recursos de una población que comienza a levantarse. Hay
en esta villa cuatro músicos que asisten a los actos a que se
les llaman mediante un previo convenio. Son estos músicos,
Pedro Almanza, natural de Málaga, violín; Jácome Viceira,
de Lisboa, clarinete; Pascual de Ochoa, de Sevilla, violón;
Micaela Ginez, negra horra (es decir, libre), de Santiago de
los Caballeros, vigiielista, los cuales llevan generalmente sus
acompañados para rascar el calabazo y tañer las castañuelas.
Estos músicos siempre están comprometidos, y para obligarlos
a la preferencia es preciso pujarles la paga, y además de ella,
que es exorbitante, llevarles cabalgadura, darles ración de
vino y hacerles a cada uno, también a sus familiares (además
de 10 que comen y bt:ben en la función) un plato de cuanto
se pone en la mesa, el cual se 10 llevan a sus casas; y a este
obsequio llaman propina de la función. Estos mismos músicos
concurren a las fiestas solemnes de la parroquia, que
son las de san Cristóbal, san Marcial, Corpus, etcétera.
En obsequio de nuestro Gobernador, los mancebos de esta
poblaCI6n dispusieron una comedia la noche de san Juan,
para cuyo efecto hicieron construir una barraca en las cercanías
de la fortaleza. Titulábase esta comedia: Los buenos

40 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
en el cielo y los malos en el suelo. Era el primer espectáculo
de esta clase que se hada en La Habana; y atrajo a todos
sus moradores. Hubo mucho aiboroto durante la representación,
porque la gente, no acostumbrada a comedias, charlaba
en voz alta, y no quería callar; hasta que el Gobernador
le dirigió la palabra, amenazando con el «cepo» al que no
guardase el debido orden. La comedia se acabó después de
la una de la mañana, y la gente regustada, quedó tan complacida,
que insistió en que volviera a principiar.
Hay algunos párrafos incompletos, pero si alguna noticia importa
recoger entre las que aporta el cronista, es la siguiente:
Después de cerrada la noche, nadie sale a la calle, y el que
tiene que hacerlo con urgencia va acompañado de muchos
armados y con linternas; así lo ecsige el crecido número de
perros monteses que vagan (gibaros) por ellas, y el atrevimiento
de los cimarrones que vienen a buscar recursos en
el poblado.
Tanto Pérez Beato como Arrom señalaron este grave error
en la supuesta crónica: es falso que ésta fuera, de haberse celebrado,
la primera función de teatro que hubo en La Habana, y
no se explica que el cronista no recordara que el año anterior se
habían representado obras de teatro en la festividad de Corpus,
como ya era costumbre hacerlo cada año.
Hay que señaiar, además, una contradicción en la propia crónica:
si el autor hace constar que en La Habana, «después de
cerrada la noche, nadie sale a la calle», ¿cómo iba a celebrarse
una función nocturna que se acab6 después de una hora insólita
como la una de la mañana? Y aquí encaja otra objeción del profesor
Arrom: «tanto en España como en Cuba no hubo funciones
nocturnas hasta bien adelantado el siglo XVIII».
Pérez Beato estima, por otra parte, que el lenguaje de la crónica
fue «arreglado a la época» de su publicación porque el autor
no se creyó capaz de imitar los rasgos peculiares del habla de 1598
La apreciación es justa, pues se comprende que el autor de la super

41 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
chería, temeroso de no acertar, optó por escribir lisa y llanamente
en el idioma de su tiempo, escudándose en la infundada excusa de
que el original estaba en muy mal estado y por momentos resultaba
ilegible.
Otra observación menos afortunada hizo Pérez Beato: que ya
para 1598 La Habana tenía rango de ciudad y el cronista la califica
de villa; pero no fijó Pérez Beato su atención en que en otro
lugar de la propia crónica se hace constar que «había sido elevada
últimamente al rango de ciudad».
En otro reparo tampoco acertó Pérez Beato: al afirmar que
de las personas mencionadas en la crónica, a excepción del gobernador
Maldonado, las demás no aparecen en los archivos municipales
y tampoco en los parroquiales, que él tenía copiados de 1582
en adelante. Tal vez quiso referirse a dos boticarios cuyos nombres
ahí figuran; como pudo referirse al propio Hernando de la Parra,
que no está incluido en las listas de vecinos, aunque dice García
que era «criado del Gobernador»; pero no ocurre lo mismo con
los músicos a quienes alude el cronista, pues eran de sobra conocidos,
aunque inútil sería buscar en Cuba sus partidas bautismales:
Almanza era de Málaga; Viceira, de Lisboa; Ochoa, de Sevilla, y
Micaela Ginés era negra horra de la Isla de Santo Domingo, al
igual que su hennana, Teodora Ginés, la que cantaba el «Son de
la Ma Teodora», famcso en la historia folklórica de Cuba. En
Santiago de Cuba el recuerdo de las hermanas Ginés ha perdurado
durante siglos en la tradición oral, y Laureano Fuentes y Matons
(1825-1908), recogió en su libro Las artes en Santiago de Cuba
(1893), junto con los nombres de las dos hermanas, la transcripción
de la música de ese «Son de la Ma Teodora», que supervivió
a lo largo del tiempo en la memoria del pueblo. De acuerdo con
datos reunidos en los comienzos del siglo XIX (y, por lo tanto,
antes de pubiicarse el Protocolo de García) por José de la Cruz
Fuentes, padre de Laureano, las Ginés, con algún otro de los músicos
que en la asendereada crónica se mencionan, estaban en Santiago
de Cuba haCIa 1580. De los otros músicos mencionados estaban
allí también, por lo menos, el sevillano Ochoa, tocador de
violón. No es, pues, un invento del que fraguó la crónica la meno
ción de esos nombres; acaso 10 sea, porque no hay constancia di

43 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
que tímidamente sugieren una enseñanza moral, como La fuerza
del interés, de Gasl'ar de Aguilar, y La burladora burlada, de Ricardo
de Turia. Después vienen otros, más sugestivo:::, de Lope
de Vega, francamente ejemplificadores algunos: Nunca mucho
cuesta poco, En los indicios la culpa, Contra valor no hay desdicha,
Más vale salto de mata que ruego de buenos, que ya entran en
la misma categoría del mencionado en el Protocolo de García,
como es el caso de otros que subsiguen: Di mentira y sacarás verdad
y Dar al tiempo lo que es suyo, publicadas en 1629-1636, por
MatÍas de los Reyes; Del cielo viene el buen re)', de la tierra lo que
se espera y La fe no ha menester armas, por Rodrigo de Herrera
y Rivera (1592-1657); El marido hace mujer y el trato muda costumbre,
No hay amor donde hay agravtO, Más merece quien más
ama, Quien más miente medra más, publicadas de 1623 a 1631,
por Antonio HUltado de Mendoza, y, en fin, otras muchas que
ganaron gran fama, como Casa con dos puertas mala es de guardar,
de Calderón.
¿A qué invocar más ejemplos? El autor de la superchería inserta
en el Protocolo de García hizo uso de un título fuera de
época; pero ni siquiera lo inventó: ese título amparaba una obra
teatral de fines del siglo XVIII, que no sé si fue creación, como
otras muchas, del actor y autor Francisco Covarrubias, pero sí que
él la representaba. Calcagno, en su Diccionario biográfico cubano
(artículo «FranciS(.'(l Covarrubias», página 214), apunta: «Apareció
Covarrubias por primera vez de aficionado en la pieza Los
buenos en el cielo J los malos en el suelo, y ante el público en
1791 en la comedia de figurón titulada Más sabe el loco en Stl casa
que el cuerdo en la ajena.»
7 O EL PROBABLE AUTOR DE LA SUPERCHERÍA:
JOAQUÍN JosÉ GARcrA
Ahora bien: ¿quién es el autor de la superchería? Pérez Beato
apunta el nombre de Laureano José Miranda y para ello se basa
en que «sólo un hombre muy conocedor de nuestra historia local

44 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
pudiera atreverse a semejante empresa».u Sin embargo, el que
escribió esa falsa relación no demuestra ser muy versado en la historia
local de La Habana, y los errores en que incurrió bastan para
comprobarlo.
Miranda, auditor de guerra, regidor de La Habana en más de
una ocasión, miembro de mérito de la Sociedad Económica, había
obtenido autorización para publicar en las Memorias de esa institución
algunos extractos de actas capitulares del cabildo habanero,
y al parecer vio con disgusto que en el Protocolo de García
se publicaran también extractos de esas actas. Así se estableció
cierto antagonismo entre Miranda y Garda.
¿ Fue acaso esa circunstancia la que inspiró a Gard'a la travesura
de publicar una misteriosa crónica habanera del siglo XVI,
tal vez para burla o engaño de Miranda? Podrá ser esa u otra
la razón, pero a todas luces el autor de la supuesta crónica atribuida
a Hernando de la Parra no es otro que el propio compilador
y editor del Protocolo de antigüedades, o sea Joaquín José García,
y al efecto es útil observar que la advertencia preliminar que encabeza
la crónica de De la Parra aparece como de redacción, esto
es, sin firma, inicial o seudónimo.
¿ Llegó Miranda a tener dudas sobre la autenticidad de esa
crónica? No parece haberse detenido a investigar el asunto, pero
su antagonismo con Garda fue cada vez más agudo, y el final del
diferendo surgido entre ambos fue que en 1846 el cabildo acordó
que sólo con asistencia de uno de los regidores, y Miranda 10 era,
pudiera sacarse copia de las actas capitulares.
Conviene tener en cuenta que Garda solía solazarse en entretenimientos
humorísticos, y figuró entre los redactores de El Esquife
Arranchador (1820), periódico nada parco en bromas y
burlas de todo género. Escribía sin arte, pero con soltura, sabía
varios idiomas y había traducido Los bandidos, de Schiller. Hablaba
en serio de astrología: uno de sus libros es un Juicio astrol6gico
del año 1828. No creo que otro sino un humorista travieso, como
u Véase: El Curioso Americano, año VI, no. 1, La Habana, julio-agosto
de 1920 (p. 26).
1111 I

45 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
él, se atreviera a inventar la existencia de una cronica en la cual,
por otra parte, se advierte el gracejo peculiar de su estilo periodístico;
y, en suma, la advertencia preliminar es suya, pues aparece
como de redacci6n, y en ella lo que resalta es el mañoso empeño
de evitar, con explicaciones especiosas, que se descubra su ingeniosa
superchería. u
13 DeI Protocolo de antigiiedades, literatura, agricultura, industria, comercio,
etcétera, por Joaquín José Garda, t. 1, imprenta de M. Soler, La
Habana, 1845 -fuente única de las noticias dadas por el supuesto Hemando
de la Parra-, copiaron o extractaron ese texto: José María de la Torre (Lo
que fuimos y lo que somos, o La Habana anttgua y moderna, 1857, p. 119);
Antonio Bachiller y Morales (Apuntes para la historia de las letras y de la
instrucci6n pública en Cuba, t. n, 1860, p. 47); Antonio L6pez Prieto (Parnaso
cubano, t. 1, único publicado, 1881, pp. IX.X); Aurelio Mitjans (Estudio sobre
el movimiento cien/lfko y literario de Cuba, 1890, p. 32), y posteriormente
otros muchos escritores.

47 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
cabildo. El tema cantado por Balboa s610 tiene importancia local.
Los hechos a que se contrae son los siguientes: el obispo de Cuba,
fray Juan de las Cabezas y Altamirano, fue hecho prisionero cerca
del puerto de Manzanillo en 1604 por el pirata francés Gilberto
Gir6n y libertado mediante costoso rescate. Después, el capitán
Gregorio Ramos, al frente de veinticuatro hombres, concibe y rea·
liza la idea de vencer y dar muerte al pirata, cuya cabeza conduce
triunfante a Bayamo.
El Espejo de paciencia fue incluido por el obispo Pedro Agustín
Morell de Santa Cruz en su Historia de la isla y catedral de Cuba,
cuyo manuscrito, en muy mal estado, se conserv6 en la Sociedad
Económica de Amigos del País hasta mediado el siglo XIX, y en
definitiva se destruy6 por acci6n del tiempo. Afortunadamente
el historiador José Antonio Echeverrfa 10 había copiado íntegro en
1837, y merced a esa copia pudo ser impresa la obra de Morel1
por la Academia de la Historia de Cuba. 14
El poema debe haber sido escrito en 1608, si nos atenemos
a la fecha, 30 de julio de dicho año, que tiene la carta.dedicatoria
al obispo Cabezas y AItamirano, inserta después de un breve pr6logo
«Al amigo y curioso lector». Vienen luego seis sonetos para
ser leídos «al principIo» de la obra, a la usanza de la época, y
suscritos por seis diferentes autores; y antes de la estrofa que
cierra el poema se incluye un «Motete» que se dice cantado a
raíz de los sucesos que se narran, ocurridos en 1604.
14 Tomándolo de la copia de Echeverría (hoy inexplicablemente desaparecida),
el poema de Balboa se publicó íntegro por primera vez en la segunda
edición de la Bibliografia cubana de los siglos XVII y XVIII (1927), por Carlos
M. Tre11es, y después en el tomo primero de la Evolución de la cultura cubana
(1928), por José Manuel Carbonell, y en la Historia de la isla y catedral de
Cuba, por el obispo Morell de Santa Cruz, edición de la Academia de la Historia
de Cuba, 1929; y, por último, como volumen independiente, en la quinta
serie de los Cuadernos de Cultura, publicaciones del Ministerio de Educación,
precedido de un estudio de Felipe Pichardo Moya. Con prólogo y notas de
Cintio Vider hay una nueva y cuidadosa edición en la Colección Textos Cubanos,
de la Universidad Central de Las Villas (1960).

48 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
2 O DIVISIÓN Y ARGUMENTO
Divídese el poema en dos cantos. El primero tiene setenta octavas
reales. Al empezar, de acuerdo con la costumbre, el autor se encarga
de decirnos 10 que va a cantar:
Las armas cantaré con que la ofensa
dio al ofensor la pena merecida.justo
castigo de la mano inmensa
a una maldad tan grande y atrevida:
que el gran señor que todo lo dispensa
y a todos con su gloria nos convida,
si disimula como padre amigo,
como severo juez nos da el castigo.
También diré el valor y valentía
de veinte y cuatro mílites monteros,
que con agilidad y bizarría
mostraron contra Francia sus aceros,
y desnudos de escudos en un día
dieron la muerte a veinte y seis guerreros,
y un capitán ilustre, grande hombre,
que Gilberto Girón había por nombre.
Expuesto el móvil del poema, Balboa describe el viaje del obispo
Cabezas y Altamirano, que llega a Yara, entre Bayamo y Manzanillo,
en visita pastoral. El pirata Gilberto Girón, que tenía
anclado su bergantín en el indefenso puerto de Manzanillo, se
lanza a la captura del prelado, con veintiséis hombres, cae de improviso
sobre Yara y consigue su objeto. Maniatado y descalzo
se llevan los franceses al Obispo hacia el navío pirata. En viéndolo
llegar, se agita el océano, y tanto T atis como Anfitrite, las nereidas
y otros seres mitológicos, salen del seno de las ondas para ofrecerle
ayuda, la que el Obispo, confiado sin duda en la bondad
divina, no acepta. A la forma aparatosa y solemne que desde un
'Jrincipio asume el poema, cuyo metro es la pomposa octava real.
1II I ,1

49 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
se agrega esta inútil e incongruente intervenci6n mitol6gica, como
imitaci6n y reflejo de antiguos poemas épicos.
Los vecinos se reúnen y acuerdan pagar el rescate. Las negociaciones
con tal objetivo se inician en el bergantín pirata. Mediante
cierta cantidad de dinero, carne, tocino y cueros, queda concertada
la operación, y para que el Obispo pueda bajar de una vez
a tierra se deja como rehén al can6nigo Puebla, que 10 acompañaba,
además de hacerse entrega de la suma de dos mil ducados. La
recepci6n que al Obispo hacen los fieles asume un aspecto singular:
en ella toman parte también no pocas náyades, semicapros,
faunos, silvanos, sátiros, napeas y otros engendros mitológicos,
que traen al señor Obispo los frutos más sustanciosos y agradables
de la naturaleza tropical; y, en fin:
Luego, de los estanques del contorno,
vienen las lumoníades, tan hermosas
que casi en el donaire y rico adorno
pudieran parecer celestes diosas,y
por regaladisimo sahorno
le traen al buen Obispo, entre otras cosas,
de aquellas hicoteas de Masaba,
que no las tengo y siempre las alabo.
El canto primero termina con la vuelta del Obispo. El canto
segundo, que tiene setenta y siete octavas (a más del «Motete»
que se intercala al final) está consagrado a la hazaña de Gregario
Ramos, que reúne veinticuatro hombres --{;uyos nombres, con
individual elogio, figuran en el poema- y marcha en busca del
pirata, al cual consiguen hacer descender a tierra mediante una
estratagema, lo atacan después bruscamente y logran darle muerte,
lo mismo que a varios de sus acompañantes, de los cuales s610 se
salvan cuatro. Los vencedores, después de cortar la cabeza a Girón,
para llevarla como trofeo, se dirigen con el Obispo hacia Bayamo;
el río Bayamo «sale de sus cavernas de ovas lleno», y saluda al
Obispo en largo discurso: después ...
No dijo más; y al punto con ruido
se sumergió en las aguas cristalinas,

JU o MAX HENRÍQUEZ UREÑA
deiando al buen Obispo suspendido
de su extrañeza y partes peregrinas.
Nuestro fuerte escuadrón que notó y vido
del andano Bayamo las divinas
razones, rostro y talle de contento,
entran cruzando el líquido elemento.
Hacen guirnaldas de sus varzas flores,
blancas, azules, rojas y moradas;
y como valerosos vencedores
ciñen sus sienes con razón honradas.
En esto ya el cabildo JI regidores,
con las demás personas señaladas,
los frailes todos JI la clerecía,
los salió a recibir con alegría.
Encuéntranse con ellos en Macaf!.ua,
ameno sitio, rico de labranzas,
donde al corto camino ponen tregua
mientras duran abrazos y alabanzas.
Luego caminan la pequeña legua
con músicos a coros JI mudanzas,
hasta que todos vieron el Bayamo,
el ameno lugar que tanto amo.
Iba delante el capitán experto,
representando un Marte fiero armado,
llevando la cabeza de Gilberto
un paje en un puñal ensangrentado;
y luego en sus hileras en concierto
el valeroso ejército preciado;
y por la retaguardia las coronas
del sacro Obtspo JI las demás personas.
Con esta majestad JI este aparato
entró GregarIo Ramos en la villa,

52 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
He aquí el «Motete» que, habida cuenta de esos antecedentes,
parece ser la más antigua composición poética, escrita en Cuba,
de que se tiene notida:
La paciencia y la humildad
hoy muestran su ma;estad/
y a Ramos le dan la gloria
de tan lamosa victoria.
La divina omnipotencia
para regalar al ¡usto
le suele dar un disgusto
para probar su paciencia.
Del prelado la inocencia
el cielo nos demostr6,
y don Gilberto pag6
su tiranía y violencia.
¡Ay, Días, y qué gran bondad.'
La paciencia y la humildad
hoy muestran su ma;estad,
y a Ramos le dan la gloria
de tan famosa victoria.
Ueváronlo maniatado
los heréticos sayones,
dándole mil empellones,
y con un cordel ligado.
De alli sali6 más honrado,
que el humilde es bien que suba.
¡Dichosa la isla de Cuba
que goza de tal prelado!
Publlquese su bondad.
La paciencia y la humildad
hoy muestran su ma;estad,
y a Ramos le dan la gloria
de tan famosa victoria.

53 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Ramos, capitán famoso,
al buen Obispo vengó
, a los franceses mató
como fuerte , animoso.
Un hecho tan milagroso
publique siempre la fama,­
'1 a la luz de clara llama
nuestro siglo venturoso
publicando su lealtad,
la paciencia y la humildad
boy muestran su maiestad'
y a Ramos le dan la gloria
de tan lamosa victoria.
4 O INFLUENCIAS
QUE PUEDEN SEÑALARSE
Leyendo el Espe;o de paciencia puede apreciarse en Balboa un versificador
menos que mediano. Su lenguaje, a más de artificioso,
suele ser pedestre. Puera de probables lecturas de los épicos españoles
entonces en boga, no cabe señalar en Balboa influencias concretas,
pero tal parece que conocía la producci6n de los poetas del
grupo de Antequera, encabezados por Pedro de Espinosa (1578-
1650), que en su deliciosa «Fábula del Genil», hace que el río
salga de sus «grutas hondas», y enumera las flores que crecen en
sus márgenes, donde están «los contentos ruiseñores trinando»,
de igual manera que Balboa hace salir «de sus cavernas de ovas
lleno» al río Bayamo, que pronuncia un discurso en loor del Obispo
y anuncia que «brotarán todas las flores con que se matizan» sus
orillas y «cantarán sin dolor los ruiseñores».15
Estos ligerísimos puntos de contacto difícilmente podrían bastar
para establecer concretamente una influencia; pero conviene no
IS La «Fábula del Genib fue escrita por Espinosa a principios del
siglo XVII. Después de 1605, año en que publicó sus Flores de poetas ilustres,
en las cuales se incluy6 él mismo, decidi6 vestir el sayal del ermitaño, y ya
no escribió sino poesías de inspiración devota, con el nombre de Pedro de Jesús.

55 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
5 O DATOS SOBRE
SILVESTRE DE BALBOA
Fuera de esas aproximaciones circunstanciales que revelan la lectura
de algunos poetas españoles, y de la intervención de seres
mitológicos en la acción

56 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
documentos en que se le menciona hacen suponer que su muerte
acaeció de 1647 a 1649. Cas6 con Catalina de Coba, que le sobrevivió.
De ese matrimonio nacieron seis vástagos. Una de sus hijas
casó con Lorenzo Barrero Trujillo, y de esa unión proviene una
familia de intelectuales, a la cual pertenecen los Barrero Echeverría.
6 O LOS SEIS SONETISTAS
DE «AL PRINCIPIO»
El Espejo de paciencia nos descubre, detrás de Balboa, un mundo
intelectual desconocido, del cual apenas quedan huellas en la tradición.
En la villa de Puerto Príncipe resídían entonces, además de
Balboa, seis versificadores que escribieron sendos sonetos para
exornar el pórtico del libro. Algunos eran nativos de Cuba. Es
probable que esos versificadores no fueran los únicos que había
en Puerto Principe, ya que, como observó Rafael Altamirano, la
literatura era, en la España de aquel tiempo, un «fenómeno verdaderamente
colectivo en que participaba la mayoría de la nación».
De esos versificadores que allí residían al mismo tiempo que
Balboa han negado hasta nosotros muy escasas noticias; hay un
Bartolomé Sánchez, que a su nombre agrega la circunstancia de
ser «alcalde orrullarío de esta vílla»,18 y un Alonso Hernández el
Viejo, de quien sólo se sabe que era natural de Canarias. En
cuanto a Juan Rodríguez de Cifuentes, a quien se menciona en
el texto del poema, hay sólo estos datos: era natural de Bayamo
y regidor de la villa de Puerto Príncipe.
Los otros tres sonetistas eran nativos de la villa de Puerto
Príncipe: el capitán Pedro de las Torres Sífontes, hijo de don
Diego Sifontes, que fundó el vínculo de las Torres o la Torre, y
por tal causa ese apellido pasó a sus sucesores y perduró sobre
18 En un artículo sobre «Los primeros poetas de Cuba», Néstor Ponce
de León (Revista Cubana, mayo de 1892) dice, respecto a Sánchez, que lo cree
«natural de la villa, por encontrar el nombre de Bartolomé Sánchez entre los
primitivos colones de Cuba que fueron con Cortés a México y seguir encontrando
el mismo nombre y apellidos juntos entre los vecinos de Puerto Príncipe
durante el siglo XVI».
'1 I

57 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
el de Sifontes; el alférez Cristóbal de la Coba Machicao, regidor
e hijo de uno de los primeros pobladores de la villa. Una hermana
suya contrajo matrimonio con otro de los sonetistas, Bartolomé
Sánchez; y otra hermana, Catalina, caro en segundas nupcias con
Silvestre de Balboa.
El último de los sonetistas, el alférez Lorenzo Laso de la Vega
y Cerda, era criollo, nieto del conquistador y poblador Vasco Porcayo
de Figueroa.
Esos sonetistas no son superiores a Balboa, versificador fácil
aunque incorrecto y pedestre. Balboa era, probablemente, la figura
principal de aquel grupo literario.
De esos sonetistas, menos que mediocres, que cuando mucho
se distinguen por algún rasgo poético ocasional y aislado, se ha
señalado más de una vez como más apreciable a Juan Rodríguez
de Cifuentes, que ensalza así a Balboa:
Las siete fortunadas islas bellas,
donde Marte y Amor tienen su asiento,
salen surcando el líquido elemento,
acompañadas de dos mil estrellas.
y de aquel ámbar-gris que en todas ellas
cría el dIVino autor del firmamento,
llega el suave olor que lleva el viento,
por donde se conoce que son ellas.
Uegan a donde vive el que las loa;
y como a hijo dulce y regalado
le puso cada cual su laureola.
y así quedó Silvestre de Balboa
de estas siete diademas coronado,
todas ganadas por su virtud sola. 19
19 Este soneto fue dado a conocer por Ramón de Palma en su trabajo
«Un episodio áe la hIStoria de Cuba», inserto en El Aguinaldo Habanero
(1837), con el texto modificado, y en igual forma lo incluyó Antonio López
Prieto en su Introducción al Parnoso cubano (1881). En el octavo verso, en

58 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
No se encuentran en todo el siglo XVII subsecuentes manifestaciones
de la vida literaria. El rastro del cultivo de las letras
se pierde después para el historiador, aunque la instrucción pública
y, por ende, la cultura general, se extendiera cada vez más en
ese siglo.
7 O PRESENCIA DEL ACENTO CUBANO
En esos primeros balbuceos de la poesía en Cuba cabe señalar ya
la presencia del acento cubano. A pesar de la fantástica intervención
de seres mitológicos, los personajes que toman parte en
la acción -europeos, criollos, etiopes e indígenas: trasunto de un
conglomerado social en formación-, la abundante mención de
ejemplos diversos de la faillla tropical y la enumeración de flores
y frutos de la tierra, traen una nota de novedad y de criollismo
que forma contraste con esas manifestaciones exóticas y librescas.
Balboa se complace en presentar a sus lectores a todos y cad"
uno de los improvisados guerreros que castigaron la audacia de ¡
pirata Girón y sus secuaces: unos son españoles de la Península
o de las Islas Canarias, y alguno que otro es italiano o portugués'
otros son criollos blancos, esto es, españoles de América; otro.
son de ascendencia indígena, otros son de la raza negra, y entre
ellos los hay criollos. De ese conjunto abigarrado ha de surgir
una sociedad nueva que irá perfilándose en el andar del tiempo.
vez de «ellas» dice «bellas», lo que no tiene explicación ni fundamento, salvo
el deseo de evitar que la misma voz sea consonante de sí misma en el mismo
cuarteto; y los dos tercetos quedan en esta forma:
Llegan a donde vive el que las loa,
y como a hiio dulce y regalado
laureóle las sienes cada una.
y así quedó Silvestre de Balboa
de estas siete diademas coronado
premio de su virtud, no de fortulla ...
En la copia que Echeverda hizo del poema, ese soneto aparece tal como se
inserta arriba. Palma se tomó la libertad de retocar el texto a su libre antojo,
y el soneto quedó peor de 10 que estaba.

61 D PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Salta de pronto una pincelada original, más auditiva que
pict6rica:
Embraveci6se el mar en aquel punto,
como sentido de la humana afrenta,
y con el viento hizo contrapunto ...
Son abundantes las referencias a los frutos de la tierra:
.. . le ofrecen frutas con graciosos ritos:
guanábanas, gegiras y caimitos ...
Bajaron de los árboles en naguas
las bellas amadríades hermosas
con frutas de siguapas y macaguas
y muchas pitajayas olorosas.
De virijí cargadas y de ¡aguas
salieron de los bosques cuatro Diosas ...
No es reducida ta:npoco la nomenclatura de la fauna insular:
.. .le ofrecieron, con muchas cortesías,
muchas iguanas, patos y ;utías ...
Le traen al buen Obispo, entre otras cosas,
de aquellas hicoteas de Masabo,
que no las tengo y siempre las alabo ...
.. . salen náyades puras cristalinas
con mucho ¡aguará, dijao y lisa,
camarones, viajacas y guabinas ... 'JIJ
20 Hay que suponer errata en d;;ao (por da;ao). La ortografía de otras
voces citadas en eses versos se aparta de la más aceptada por lexicógrafos y
naturalistas: gegira (por ;e;ira o ;;#ra); siguapa (por ciguapa, nombre que se
da al sapote culebra), ptta;aya (por pitahaya), viriH (por biriH). via;aca (por
bia;aca).

IV
1.-Fundaci6n de planteles de enseñanza. 2.-La Universidad.
J.-Juristas cubanos en Salamanca. 4.-Predicadores
cubanos, emigrados a México. 5.--Olros emigrados
distinguidos. 6.-Condici6n precaria de la Isla
al terminar el siglo XVII. 7.-Introducción de la imprenta
1 O FUNDACIÓN DE PLANTELES
DE ENSEÑANZA
El nombre de fray Juan de las Cabezas Altamuano --obispo de
Cuba y antiguo catedrático, en Santo Domingo, de la Universidad
de santo Tomás de Aquino--, que figura como personaje principal
en el poema de Balboa, está asociado a uno de los primeros empeños
en favor de la enseñanza en la Isla: fundó, en 1607, el
Seminario Tridentino, cuyos gastos, en parte, sufragaba el vecindario
de La Habana. Este plantel tuvo mayor fortuna que una
miciativa adoptada en 1603 por el Cabildo de La Habana, que
asignó cien ducados de retribución a «un profesor de Gramática
que enseñara Latín a los hijos y vecinos de la ciudad»: hubo que
desistir de ese propósito porque no mereció la aprobación del Rey.
En La Habana, de todas suertes, religiosos de la orden de los agustinos
daban clases de Gramática en su convento y gozaban de una
subvención transitoria asignada por el cabildo.
Fuera de la Scholatria de la catedral de Santiago de Cuba, que
llenaba su misión probablemente desde 1523, no consta en ningún
documento conocido la fundación de otros centros de enseñanza
durante el siglo XVI. En 1568, según afirma el historiador Pezuela,
se creó en La Habana «un plantel fijo para las misiones de la
Florida», en los solares que más tarde ocupó el hospital de San
Juan de Dios. Ese establecimiento, encomendado a los jesuitas,
fue trasladado poco después a la ciudad de San Agustín, en la Flo-

67 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
con los restos del colegio de los jesuitas --expulsados por Carlos III
en 1767-, para formal' el Real Seminario de san Carlos y san Ambrosio,
por iniciativa del obispo Santiago José de Hechavarría, tenía
un programa todavía más amplio que el que regía en san Basilio.
Los jesuitas enseñaban, de antiguo, Latinidad, Filosofía y Matemáticas;
y a esto se agregó en el Seminario la Retórica, a más de
unas clases tripartitas de Filosofía, Lógica, Metafísica y Física
experimental.
La enseñanza se mantuvo en análogas condiciones hasta fines
del siglo XVIII, en que mejoró notablemente durante el gobierno de
don Luis de las Cases (1745-1800). Algo se habían acrecentado
ya las escuelas primarias y secundarias y la Universidad era, de
todas suertes, timbre de orgullo para la Isla, aunque sólo fuera por
la pompa de su nombre de «Real y Pontificia», pero con la llegada
de Las Casas, cuyo gobierno empezó en 1790 y duró seis años, se
inició una etapa superior en la vida de la cultura cubana.
3 O JURISTAS CUBANOS
EN SALAMANCA
Algunos cubanos alcanzaron significación intelectual en el siglo XVII,
aunque adquirieron su cultura, en buena parte, fuera de la Isla:
Juan Aréchaga y Casas [1637-1695],* natural de La Habana, jurisconsulto
y poeta, algunas de cuyas obras jurídicas, escritas en latín,
aparecen citadas por Nicolás Antonio en su Biblioteca Hispana Nova
(Roma, 1672), estudió en Salamanca y fue catedrático de esa Universidad;
y Tomás Recino (1642-?), también habanero, dictó a
su vez cátedras de Derecho en Salamanca. 28
* Las fechas que aparecen entre corchetes han sido rectificadas (o actualizadas,
por 10 que respecta a los fallecimientos) tomando como base el Diccíonario
de la literatura cubana confc.x:cionado por investigadores del Instituto
de Literatura y Lingüístita de la Academia de Ciencias de Cuba. (N. del E.)
28 Las fechas de nacimiento de Aréchaga y de Recino fueron comprobadas
por Manuel P¿rez Beato. Arrate (op. cit.) cita con encomio a Aréchaga, lo
mismo que a Rt'cino, y menciona el título de un tratado escrito por éste.

68 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
4 O PREDICADORES CUBANOS
EMIGRADOS A MÉXICO
No pocos cubanos ilustrados emigraron durante el siglo XVIII.
Entre los oranores sagrados que alcanzaron en México estimación
pública en ese entonces se distinguen tres cubanos: fray José Manuel
Rodríguez, José Julián Parreño y Francisco Javier Conde y Oquendo.
A éstos podrían agregarse otros de menor relieve, como fray Juan
Manuel Estrada, del cual se conservan impresos un Elogio de santa
Ana (México, 1735) y una Oración panegírica de la virgen María
(México, 1741). Por Beristáin sabemos que Estrada profesó en
México en 1714. 29
Fray José Manuel Rodríguez desplegó sus actividades en México
de 1754 a 1773. Dentro de esas fechas quedan comprendidas las
numerosas publicaciones que de él se conservan: una vida de fray
Sebastián de Aparicio, varios informes teológicos y múltiples sermones,
panegíricos (de san Ignacio de Loyola, Nuestra Señora de
Aranzazu, san Luís Rey de Francia, Nuestra Señora de Guadalupe),
oraciones fúnebres y otras de diversa índole. Fue, a juicio de Beristáin,
«uno de los mgenios más sobresalientes y universales de su
tiempo», y a él «se debió en México, en gran parte, la reforma
de la oratoria del púlpito».
José Julián Parreño (1728-1785), además de predicador, fue
profesor y escribió textos en latín, entre ellos uno de elocuencia,
publicado en Roma en 1788. Según Francisco Pimentel;JO historiador
de las letras mexicanas, Parreño fue uno de los restauradores
de la oratoria sagrada en México. Beristáin afirma: «Parreño se
dedicó al ejercicio de la oratoria sagrada con tanto juicio y tan
feliz suceso, que se concilió el aplauso general y el título de Primer
predicador a la moderna.» Uno de sus prelados, imbuido todavía
en el método de Vieyra y bien hallado con los defectos del gerundismo,
quiso reprenderle diciéndole que no introduiese novedades
29 Biblioteca hispanoamericana septentrional, 3 vols., México, 1816-1821,
por José Mariano Beristáin de Souza.
30 Obras completas de don Francisco Pimentel (t. V, «Novelistas y oradores
mexicanos», México, 1904).

69 O PANORAhlA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
en el púlpito. «Yo no introduzco novedades [respondió Parreño]'
sigo el ejemplo dt: Cicerón y lo cristianizo, como hicieron Granada
y Bourdaloue.»
Las disertaciones de Parreño, al igual que las de Rodríguez, se
distinguieron por la claridad y corrección del lenguaje, pero parecen
llamadas a demostrar que hay oratoria sin elocuencia. El caso de
Francisco Javier Conde y Oquendo (1733-1799) es distinto: alguna
elocuencia hay en su prosa clara y rotunda. Conde y Oquendo es,
en el orden del tiempo, el primer orador cubano de algún relieve.
Extensa fue su fama, robustecida por un segundo premio que concedió
la Academia Española, en concurso memorable, a su «Elogio
de Felipe V» (Madrid, 1779. Se le aplicó el dictado de Primer
orador de América y se le tributaron no pocos juicios entusiásticos.
Hoy, sin duda, lo leemos sin entusiasmo; pero pasajes hay en sus
discursos -ai menos alguno que otro-- que resisten la prueba de
la lectura al cabo de tanto tiempo. Aunque en Madrid fue donde
primero se dio a conocer Conde y Oquendo, una parte muy importante
de su labor pertenece a México: allí escribió a fines del
siglo XVIII su voluminosa Disertación histórica sobre la aparición
de la portentosa imagen de María de la Guadalupe de México, que
no se imprimió sino pasado medio siglo (2 vols., 1852-1853); allí
pronunció algunas de sus más famosas piezas oratorias, entre ellas
su

70 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
de México; y hombres de ciencia como Marcos Antonio Gamboa y
Riaño (1672-1729), médico y catedrático de Matemáticas; José
Escobar y Morales (1677-1737), también médico, profesor en la
misma Universidad, y muchos otros de menor relieve.
México ejercía, según lo comprueba ese proceso emigratorio,
poderosa atracción, como centro superior de actividades intelectuales,
sobre los hombres de pensamiento que florecían entonces
en Cuba.
6 O CONDICIÓN PRECARIA DE LA ISLA
AL TERMINAR EL SIGLO XVII
El progreso de la Isla había sido lento antes del siglo XVIII. Al
finalizar el siglo XVII no había en Cuba más de cincuenta mil habitantes;
la raza aborigen estaba ya casi extinguida, la raza negra,
traída para sufrir los rigores de la esclavitud, aumentaba en número,
merced a su creciente importación, más que a su reproducción;
la población blanca, castigada por frecuentes epidemias,
en vez de acrecentarse estaba expuesta a disminuir. En tales condiciones
no podía ser muy rápido el incremento de la producción
agrícola e industrial, aunque el primer ingenio de azúcar databa
del siglo XVI, acaso de 1534, el cultivo del tabaco rendía ya pingües
beneficios.
Si a esto se agrega el continuo sobresalto en que vivían los habitantes
de la Isla, por causa de los ataques de piratas y corsarios
a ciudades mal defendidas, fácil será comprender que la colonia
llevaba una vida precaria, agravada por el rígido sistema de gobierno
existente y por las leyes del monopolio mercantil, que impedían
el comercio con el extranjero y hacían más angustioso aún
la condición de los productores de la Isla.
Al comenzar el siglo XVIII, la situación mejoró, pues el cultivo
del tabaco aumentó, así como la explotación de la caña de aZÚcar.
Con ello se acrecent6 el comercio de esclavos. A mediados del siglo,
Cuba tenía ya más de ciento cuarenta mil habitantes: en menos de
cincuenta años había triplicado su población.

71 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
7 O INTRODUCCIÓN DE LA IMPRENTA
La imprenta existió en La Habana, probablemente, desde los primeros
años del siglo XVIII. El folleto más antiguo que se conoce
es de 1723, Y procede de la tipografía de CarIos Habré: T arif a
general de precios de medicinas. Otro hay de la misma imprenta,
con fecha de 1724: Méritos que ha ;ustificado y probado el licenciado
don Antonio de Sossa. 31 En Santiago de Cuba no parece que
hubo imprenta hasta 1792, año en que la estableció Matías AIqueza.
32 Sólo pasados veinte años la hubo en Matanzas, Trinidad
y otras poblaciones.
31 No se conoce ejemplar alguno de la Dlsertauu" médica sobre que las
carnes de cerdo son saludables en las islas de Barlovento, por el médico cubano
Francisco González del Alamo citada por Beristáin como publicada en La
Habana en 1707. Aunque José Toribio Medina (La imprenta en La Habana,
Santiago de Chile, 1904) acepta esa fecha como la de la introducción de la
imprenta en La Habana, no hay dato que confirme esa hipótesis. Es probable
que ese trabajo fuera impreso fuera de Cuba.
32 En el libro de Ambrosio Valiente, Tabla cronológica de los sucesos
ocu"ídos en la ciudad de Santiago de Cuba (Nueva York, 1853), se dice que
la imprenta fue introducida allí en 1698, «primera que se introduce en la
Isla». El error de Valiente, cuyo origen se desconoce, ha quedado destruido
por posteriores investigaciones.

73 O F.\NORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUDAC\,\
acatamiento. Esta actitud le valió ser reducido a prisión y expulsado
de la Isla por un tiempo. MoreH, que era hombre activo y
enérgico, había nacido en la ciudad de Santiago de los Caballeros,
en la antigua Isla Española; cursó sus estudios en Santo Domingo,
y en la Universidad de santo Tomás de Aquino obtuvo el bachillerato
y la licenciatura en cánones. A los veintiún años era canónigo
doctoral de la catedral de Santo Domingo. Fue deán de la
catedral de Santiago de Cuba, obispo de Nicaragua en 1751, Y
obispo de Cuba en 1753. Se doctoró en cánones en la Universidad
de La Habana en 1757. De los diversos traba jos que escribió
parece haberse perdido una Relación de las tentativas de los ingleses
en América; pero su Visita apostólica a Nicaragua y Costa
Rica ha sido publicad,¡ en 1909 en la Biblioteca del Diario de Nicaraguaj
y su proyectada e inconclusa Historia de la isla y catedral
de Cuba, fue dada a la estampa en 1929 por la Academia de la
Historia, de Cuba.
Tres cuadernos que contenían parte del manuscrito de esa obra
y q;Je ya no eran más que un amasijo de papeles en pésimo estado
se conservaron en La Habana hasta mediados del siglo XIX, en la
Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País. El con_
tenido de esos cuadernos pudo salvarse merced al empeño que en
ello puso José Antonio Echeverrfa, que los copió íntegramente con
su clara y elegante caligrafía, y así ha podido llegar hasta nosotros
el poema de Balboa, que Morell de Santa Cruz incluyó en la síntesis
biográfica que hace el obispo Cabezas y Altamirano. En suma,
sólo se ha salvado una parte de la obra de MoreIl: la contenida en
los tres cuadernos que copió Echeverría, pero consta que ecm algunos
más.
El Índice de los cuadernos publicados señala en esbozo la Jivisión
que Morell daba a su obra: un primer libro, que Jebía
empezar por las vicisitudes de Cristóbal Colón y el Descubrimiento
l l e América, para continuar con el proceso de la conquista y la colonización
de la Isla; y un segundo libro que seguiría cronológicamente
el desenvolvimiento de la colonia a través de sus diferentes
obispos y gobernadores, esto es: una relación de los cambios y actividades
del gobierno eclesiástico que formara paralelo con otra del
gobierno secular.

77 O PANOR.\;l.lA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
la ardiente devoción del humilde poeta, sino la facilidad y donaire
con que versificaba»:
En los éxtasis de Patmos,
Juan, águila caudalosa,
la gran ciudad del Empíreo
VIO y descrtbe en esta forma.
Los fundamentos del muro
eran de piedras preciosas,
;aspe, zafiro, topacio,
esmeralda y calcedonia,
de crisólito y berilo,
sardio, ¡acinto, sardonia,
crisopacio y ametisto
de estructura cuadrilonga.
Reducidas doce puertas
teltía la ciudad hermosa,
tres a Oriente, tres al Austro,
sets a Occidente y al Bóreas:
Ult querubín cada puerta
guardaba, y la ciudad toda
era de oro acrisolado,
cristalino y sin escoria:
doce raras margaritas
eran las puertas vistosas,
y para que todos entren,
abtertas a todas horas
del día, que en tal ciudad
no habrá noche tenebrosa,
nt entrará cosa manchada,
porque tal comercio estorban
los valientes capitanes
de las invencibles tropas
que defienden el recinto
de esta ciudad portelttosa.
En ella no se vio templo,
que Dios por templo la honora,

78 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
5 D OTROS VERSIFICADORES
y el Cordero, sol y luna,
tampoco en ella se notan.
Pues un brillo inaccesible
la ilumina y la meiora.
La lucerna es el Cordero}
y las gentes más remotas
con sus tetrarcas o reyes
llevarán a ella su glorza.
González menciona en su obra otros versificadores de escasa valía,
a juzgar por alguna muestra que de sus aficiones poéticas se conserva:
Lorenzo Martinez y Avileira y Pérez de Corcho (1722-
1782) Y Mariano José de Alva y Monteagudo (1761-1800), que
apenas merecen los honores de una cita. No debe atribuirse mayor
significación al d0ctor Manuel González de Sotolongo, desmedrado
autor de décimas en latín, de las cuales Antonio Bachiller}' Morales
ha conservad0 un'I,37 sin que se tengan más noticias de su vida.
Tampoco se tienen muchas del ciego doctor Juan Miguel de Castro
Palomino, que igualmente vivió en la segunda mitad del siglo XVIII,
y compuso veinte décimas con el título A mis ojos, bastante fáciles,
aunque sin méritG artístico, en las que se lamentaba de haber perdido
no sólo la vista, sino también el oído. Por último se menciona
en esta misma época al presbítero Manuel José Serrano, domiciliario
de Santiago de Cuba, de donde era nativo, que en 1766
hizo imprimir en México sesenta y seis octavas reales, vulgares y
mal medidas, amparadas por este título: Trágica descripción que
bosqueja la momentánea lamentable desolación de la muy noble
y muy leal ciudad de Santiago de Cuba, causada por el horrendo
terremoto acaecido a las once y cincuenta minutos de la noche del
miércoles once de junio de mil setecientos sesenta y seis.
37 Apuntes para la historia de las letras, etc., t. I1, pp. 40-41.

79 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
6 O FRAY JOSÉ RODRÍGUEZ UCARES
Mayor importancIa se ha querido conceder al fácil e ingenioso versificador
fray José Rodríguez Vcares, también conocido por el apodo
de Padre Capacho. Rodríguez Vcres, Vcares o Uscarrés (cuyo verdadero
nombre se ha conjetulado que fuera el de Gregorio Uscarrel,
que era profesor de la Vniversidad de La Habana), alcanzó gran
popularidad a me:Jiados del siglo XVIII, y escribió décimas sobre
un viaje que hizo a México y sobre las excelencias del número siete,
además de las quejas de un amante despreciado y la respuesta que
da al mismo una dama desengañada, en quintillas; un «Vejamen»
a la Universidad (pieza jocosa que habitualmente se escribía cada
año por algún miembro del claustro al "brirse los cursos), y otras
obras de mero pa¡.atiempo y escaso valor, recogidas en un volumen
de Poesías, publicado en La Habana en 1823 por el editor José
Boloña.
7 O «EL PRÍNCIPE JARDINERO»
Y SU VERDADERO AUTOR: SANTIAGO PITA
A Rodríguez Vcares fue falsamente atribuida, durante largo tiempo,
una comedia que lleva por título El príncipe ;ardinero y fingido
Cloridano, a pesar de que había sido impresa en Sevilla hacia 1730,
amparada bajo el nombre de Santiago Pita.
La obra había Sido, sin duda alguna, escrita por un habanero,
y así lo dice al final:
y el príncipe tardinero,
de un ingenio de La Habana,
hecha en Sevilla, da fin.
Perdonad sus muchas faltas.
Antonio Bachiller y Morales, en sus Apuntes para la historia de
las letras y de la bzstrucción pública de la isla de Cuba atribuyó esa
comedia al padre Rodríguez Vcares, y afirmó que «era su festivo
autor sacerdote y fraile por añadidura, y no le pareció decoroso

80 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
estampar su nombre en la obra: no es, pues, extraño que aparezca
con diversos autores y hasta en varias copias sea atribuida a Lope
de Vega». Y aunque hace constar que en más de una de las diversas
ediciones que tuvo esa comedia figuraba como autor Santiago
Pita, reitera que «toda La Habana se sabía de memoria escenas
del drama, y que era su autor un fraile juaninQ».38
El parecer de Bachiller y Morales fue repetido después por otros
escritores que se escudaron en la autoridad de aquel infatigable
bibliógrafo, a pesar de que el mismo año en que Bachiller publicó
el segundo tomo de sus apuntes, o sea en 1860, Cayetano Alberto
de la Barrera recogía como auténtico el nombre de Santiago Pita
en su Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro español, desde
sus orígenes hasta mediados del siglo XVIII.
Poco a poco el error en que incurrieron los que artibuían la
paternidad de El príncipe jardinero a Rodríguez Ucares fue desvaneciéndose.
Carlos M. Trelles, en su Ensayo de bibliografía cubana
dé los siglos XVII y XVIII, publicado en 1907, comentaba:
Aunque Bachiller cree que Santiago Pita es un seudónimo, no
huelga hacer constar que en La Habana existía en el siglo XVIII
una familia de ese apellido, y miembros de ella fueron el capitán
Santiago Pita (1742) y el fraile predicador Felipe Pita.
Pudiera haber sucedido que el capitán Pita se hubiese trasladado
a España y allí escribiese la mencionada comedia.
Por primera vez en una compilación de literatura cubana, el nombre
de Santiago Plta figuró como el del autor verdadero de la citada
comedia, en la Antología cubana de las escuelas, publicada por Max
Henríquez Ureña en 1930. 39 El compilador tuvo principalmente en
cuenta dos argumentos para reconocer como autor de la obra a Santiago
Pita y no a Rodríguez Ucares: primero, el haberse comprobado
que hubo a mediados del siglo XVIII un militar, nativo de La Habana,
que se llamó realmente Santiago Pita, pues dado ese antece-
38 Ibid., vol. II, La Habana, 1860 (pp. 48-53). En el vol. lB, p. 167,
teiteró Bachiller la afirmación de que el autor era Rodríguez Ucares.
39 De esa Antologfa se publicó un primer y único fascículo (Santiago de
Cuba, 19JO, 144 pp.). La referencia a Santiago Pita, en las pp. 13-14.

81 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
dente sería inexplicable que el padre Rodríguez Ucares hubiera
usado como seudónimo el nombre de una persona cuya existencia
debía constarle, puesto que ambos eran de La Habana; y segundo,
el estilo poético de El príncipe ;ardinero, próvido en elegancias y
sutilezas de lenguaje, muy distante de la forma pedestre y a veces
chocarrera que gastaba el padre Rodríguez Ucares.
No obstante todas estas circunstancias, la errónea atribución
a Rodríguez Ucares se mantuvo en no pocos estudios y trabajos
sobre la histona literaria de Cuba. Todavía en 1944, en su Historia
de la literatura dramática cubana, el profesor José Juan Arrom
dejaba subsistente la duda respecto al verdadero autor de esa comedia
y explicaba que la falta de documentos hacía imposible resolver
la controversia. 4O
Al propio profesor Arrom se debió, pocos años después, el esclarecimiento
defmitivo de la cuestión, pues sus constantes pessuisas
dieron por resultado el hallazgo de algunos documentos
esenciales sobre Santiago Pita. De esos documentos resulta lo
siguiente, tal como lo expone Arrom en el estudio preliminar que
en 1?51 puso a una nueva edición de El príncipe jardinero, publicada
por la Sociedad Económica de Amigos del País. 41
Fue don Santiago de Pita (que firmaba también Santiago
Antonio Pita y Borroto), natural y vecino de La Habana, e
hijo legítimo de don Isidro Pita y doña Constanza Recio,
también naturales y vecinos de la misma ciudad y pertenecientes
a dos de sus más antiguas y prominentes familias. Por
el poder para testar que extendió el 25 de mayo de 1742,
que hemos localizado en el Archivo General de Protocolos
de La Habana, consta que ya en esa fecha estaba casado con
doña Caterina María de Osés, y que era capitán de una de las
compañias del Batallón de Milicias de La Habana. Allí se de-
40 Véanse pp. 32-35. Este libro de Arrom fue editado por la Yale Uníversity
Press, New Haven, 1944.
41 Para est

82 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
clara, además, que extendió dicho poder por hallarse próximo
a partir en una expedición «con ánimo fijo de combatir el
enemigo». De la fecha del referido documento se desprende
que aquella expedición sería la que en ese mes de mayo salió
para San Agustín de la Florida a reforz!!r las tropas que atacaron
las posesiones inglesas de Georgia, y que, cumplido
su propósito, regresó a La Habana en agosto de dicho año de
1742. Por el acta capitular del Ayuntamiento de La Habana
fechada a primero de enero del siguiente año de 1743 nos
enteramos de que nuestro capitán fue elegido alcalde ordinario
de esa ciudad, de la cual era regidor. Y sabemos, finalmente,
por la partida de defunción hallada en el Archivo de la Catedral,
que murió sin descendencia y fue enterrado en el Convento
de Santo Domingo el dos de febrero de 1755.
José Juan Arrom hizo otro descubrimiento de importancia: el
título y 10 esencial del argumento de El príncipe iardinero los tomó
Pita de una obra escénica en tres actos y en prosa del florentino
Giacinto Andrea Cicognini (1606-1660): Il príncipe giardiniero.
La comedia de Pita, es, en rigor, una refundición o arreglo de otra
anterior; pero no se trata de una mera traducción, pues aunque
Pita se inspiró manifiestamente en Cicognini (dejando a un lado
la posibilidad remota de que ambos acudieran a una misma fuente
que se desconoce), modificó la trama, eligió un lugar distinto para
situar la acción y prefirió el verso a la prosa.
La comedia de Pita, que encaja dentro del molde artificioso de
la época, con ocasionales reminiscencias de Lope de Vega, Calderón
y Moreto, «tiene buenos versos», según reconoció Menéndez y Pelayo.
Basten, como mutstra, estas espinelas que pone el autor en
boca del protagonlsta:
Si he de morzr de miraros
y de no veros también
digo que elijo más bien
morir antes que dejaros.
Imposible es olvidaros,
y así, en tan severo mal,

83 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
de mi destino fatal
quiero a muerte condenarme,
por no llegar a ausentarme
de vuestra luz celestial.
No me da el morír temores
que ya lo que es morir sé,
porque ha muchos días que
me tenéis muerto de amores.
Testigos son estas flores
y estas cristalinas fuentes
de mis suspiros ardientes,
pues de mi llanto el raudal
suele aumentar el cristal
de sus líquidas comentes.

VI
1.-Cubanos emigrados: Cigala, Manuel del Socorro Rodríguez.
2.-Oradores sagrados: González FonsecQ, Castillo
y Sucre, Barea, Sanamé, Montes de Oca. 3.-Estudios
hist6ricos de varia índole. 4.-Arrate. 5.-Urrutía.
6.-Valdés. 7.-Callejas. 8.-La literatura de costumbres:
Buenaventura Pascual Fcrrcr. 9.-La Gaceta de La
Habana. IO.-La Guia de Forasteros. ll.-Inicio del
gobierno de don Luis de las Casas
1 O CUBANOS EMIGRADOS:
CIGALA, MANUEL DEL SOCORRO RODRÍGUEZ
Entre los cubanos que en el siglo XVIIl pasaron a residir en otras
posesiones españolas se cuenta Francisco Ignacio Cigala (n. 1712),
que se distinguió como físico y matemático, y además fue autor
de unas interesantes cartas (de las cuales se conserva la segunda,
impresa en México en 1760), dirigidas a fray Benito Jerónimo
Feyj60 Montenegro con motivo de la publicaci6n del Teatro crítico
universal. Cigala, que no sólo cultiv6 la prosa sino que también se
ensayó en el verso, se había formado en el convento que tenían
los franciscanos en La Habana, que era su ciudad natal. Joven
aún se traslad6 a México, donde residió el resto de sus días y ganó
consideración y aprecio en los círculos intelectuales.
No a la Nueva España, como Cigala, sino a la Nueva Granada,
se trasladó Manuel del Socorro Rodríguez [1754?-1819], que allí
se distinguió como propulsor del periodismo y como escritor fecundo
y versificador a veces apreciable. Su nacimiento aparece
inscrito en 1758, en el libro de bautismos de blancos de la parroquia
de Bayamo. Era hijo de padres pobres, que quisieron dedicarlo
al oficio de carpintero, pero él aspiraba a más, y con ejemplar
constancia robó muchas horas al descanso para educarse a sí mismo.
Cuando se consideró con preparación suficiente, se dirigió al rey
Carlos III en solicitud de un empleo que pudiera ser adecuado

85 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
a su capacidad. Oida su peticIón, pasó por las pruebas que se le
impusieron, entre ellas la de escribir distintos trabajos en prosa
y en verso, todo lo cual realiz6 a satisfacci6n de sus jueces. Con
el beneplácito del monarca, se le nombro bibliotecario de Santa
Fe de Bogotá, y allí fue donde Rodríguez llevó a cabo la mayor
parte de su labor intelectual:_ fund6 en 1791 el Papel Periódico,
de Santa Fe, y en 1806 El Redactor Americano; y escribió buen
número de composiciones poéticas de mediana inspiración, entre
ellas «Las delicias de España», y centellares de epigramas.
2 O ORADORES SAGRADOS:
GONZÁLEZ FONSECA, CASTILLO y SUCRE,
BARBA, SANAMÉ, MONTES DE OCA
La oratoria sagr2da, a la cual varios cubanos fueron a ciar lustre
en México, tuvo a mediados del siglo XVIII otros representantes
dignos de nota, como el habanero fray José González Fonseca,
de quien se han conservado quince sermones, reunidos en un volumen
con el título de Sermones varios, impreso en Madrid en
1776. González Fonseca fue profesor de la Universidad de La
Habana, y varias veces desempeñó la rectoría de esa casa de
estudios.
Mayor relieve tuvieron el doctor Rafael del Castillo y Sucre
(1741-1783), cat

87 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
la catedral, en una conferencia del clero, quedó tan admirado
que le acogió en su palacio, le dio licencia de hábitos, le dispensó
edad, le dio congrua de la mitra, que gozó hasta su
muerte, lo ordenó finalmente de sacerdote, y el joven clérigo,
a pesar de las vivas instancias del prelado, partió para Baracoa,
nombrado cura de esa feligresía, donie residían sus
padres; de allí pasó a Santo Domingo para sus grados, y como
la fama de su saber le precedía, el canónigo magistral de
aquella catedral le encargó el sermón de la nube, el que
desempeñó con tal éxito que declaraba el señor Maldonado,
de la misma catedral, no haberlo oído más elocuente. Donde
adquirió mayor renombre de sabio fue en su controversia
con un rabino muy sabio, de Jamaica, que por los periódicos
desafiaba a los cristianos para probarles la falsedad del Nuevo
Testamento: Sanamé sostuvo la controv/!rsia con permiso dd
prelado, y quedó en ella triunfante quien no era ni deseaba
ser más que cura de Baracoa.
Otro sacerdote que alcanzó algún renombre como orador sagrado,
y Manuel Sanguily así 10 recuerda en su trabajo sobre
«Los oradores de Cuba»,4.2 fue Alvaro Montes de Oca (1768-
1848), natural de Bayamo y residente !:J. mayor parte de su vida
en Camagüey, donde ejercía su ministedo. Nada parece haberse
conservado para damos un trasunto de su elocuencia, pero José
Ramón Betancourt, en su nO\iela Una feria de la Caridad en 18 ... ,
pone en labios de uno de sus personajes esta apreciación acerca
de él:
Es sensible que este nombre no sea conocido en toda Cuba,
porque lo lleva uno de nuestros primeros oradores sagrados,
aparte de ser poeta distinguidí-,imo ...
y más adelante:
Terminada la ceremonia, el padre Montes de Oca se volvió
hacia nosotros y pronunció uno de aquellos discursos que
4l Revista de Cuba, t. II y IV, 1886. Reimpreso en el vol. III de las
Obras completas de Sanguily, La Habana, 1926.

90 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Al referirse Arrate a la Universidad de La Habana, enaltecía
de esta suerte a los profesores de la institución:
Aunque ro tienen hasta ahora dotación ni congrua ninguna,
se leen y asisten las cátedras con esmero y aplicación, siendo
muy frecuentes las conferencias, actos y quodlibetos en que
manifiestan los catedráticos su literatura y los discípulos su
aprovechamiento, admirándose en los tempranos despuntes
de unos y de otros aquellas sublimes y anticipadas luces de
entendimiento que celebró la elegancia del Conde de la Granja
en los ingenios peruanos y de que gozan los de este país, adelantándose
en ellos la razón y la edad, pues aun en 10 más
florido de los años son muy proveetos en las ciencias: ejemplo
que bastaría, cuando faltasen otros en las Indias, para desmentir
el concepto o desvanecer el error del deán de Alicante
que, dormitando como Homero, estampó en una de sus epístolas
latinas. Pues no sólo nos hizo el poco favor de persuadirse
que en estas partes no había maestros para enseñar, pero
añadió la injuria de decir que no había tampoco quien desease
saber: lüpétbole con que quiso encartamos con los
brutos y degenerarnos de hombres, cuando según axioma
filosófico: «Omnis homo naturalitcr scirc appctit.» Lastimosa
ceguedad de un varón tan autorizado como instruido,
el no haber encontrado, en tantos escritos como corren, noticia
de las muchas escuelas que hay en estas regiones y sujetos
insignes con que han ilustrado la república de las letras,
para no haber ofendido la verdad, agraviando su estimación
y el crédito de los indianos.
Pero por más que se pretenda deslucir la habilidad de éstos
o hacer creer 1,. ninguna aplicación a las letras que hay en
estas partes, bastan a acreditar 10 contrario las famosas universidades,
insignes colegios y célebres ingenios que gozan
estas regiones e ilustran estos países, sobrándonos los testimonios
que podíamos alegar, cuando sólo en el nuestro, que
es de los más ceñidos, hay personas que enseñen e individuos
que aprendan, como se verifica en la copia de oyentes
y multitud de cursantes que ocurren de la Isla a las

93 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
6 O VALDÉS
Antonio José Valdés (nacido en Matanzas, 1780, y muerto después
de 1830), prescindi6 casi por completo de hacer referencias a la
vida de la familia cubana en su Historia de la isla de Cuba y en
especial de La Habana. Reunió, en forma resumida, bastantes
datos sobre hechos históricos, no obstante 10 cual su Historia
no tiene, como documento de la época, el interés de la de Arrate.
Valdés fue un hijo del propio esfuerzo: sus ascendientes eran
pobres; de niño, 10 dedicaron a las artes manuales; trabajó en
una platería y a la vez fue ampliando sus estudios y conocimientos
en las ciencias y las letras; fue también dependiente de comercio,
hasta que pudo encaminarse por la vía que más se avenía con sus
aficiones, pues logró adquirir una imprenta, ejerció el magisterio,
y fundó y dirigió periódicos. De su dedicación al magisterio hablan
su Tratado de arItmética y sus Principios generales de la lengua
castellana, que sirvieron de texto en algunos colegios. De sus actividades
periodísticas dan testimonio La Cena (que vio la luz en
La Habana en 1812) y El Censor, fundado por él en Buenos Aires,
adonde se trasladó en 1816. De Buenos Aires pasó en 1820 a
México, donde fue impresor de Cámara durante el imperio de Iturbide
y allí falleció años después. 48
7 D CALLEJAS
No debe quedar sin mención un historiador regional de esa época:
Tasé María Callejas [nacido en El Caney, 1772, y muerto en La
Habana, víctima de la epidemia de cólera en 1833], autor de una
Historia de Santiago de Cuba, deplorable en la forma y en el plan,
pero en la que no faltan datos de algún interés. Callejas se basó
en la relación cronológica de gobernadores de Cuba que el obisp(}
Morell de Santa Cruz incluyó en su Historia de la isla y catedral
de Cuba, la cual conocía, aunque inédita, y amplió esa relación
48 La obra de V?ldés se encuentra en el t. III de Los tres primeros historiadores
de Criba, 1877. Unica edición anterior: 1811.

% o MAX HENRÍQUEZ UREÑA
durante un tiempo, la Gacela. A partir de 1811 se llamó Guía
de Forasteros de la Isla de Cuba y subsistió hasta 1884. Ese importante
anuario alcanzó a tener, a veces, quinientas páginas. 51
11 O INICIO DEL GOBIERNO
DE DON LUIS DE LAS CASAS
Al ser nombrado capitán general de la Isla don Luis de las Casas,
en 1790, se opera una transformaci6n sustancial en la vida intelectual
de Cuba: surge el Papel Peri6dico de La Habana, se organizan
y prosperan instituciones que se proponen aumentar y difundir
la ilustración, cobra vuelo la instrucción pública. Don Luis
de las Casas fue un gobernante civilizador. Su mando en Cuba
significa el advenimiento de una era de esplendor para la inteligencia.
Es entonces cuando en verdad se inicia para Cuba la vida
literaria.
52 El bar6n Alejandro de Humboldt, en su Ensayo político de la isla de
Cuba, que data de 1826, califica de esta suerte la Guia de Forasteros: «almanach
statisque beaucoup míeux redigé que la plupart de ceux qui paraissent
"n Europe». (Nota 8 al cap. l.)

o Libro Tercero
FLORECIMIENTO
DE LAS LETRAS COLONIALES
VII
l.-El Papel Periódico de La Habana. 2.-Los «tres
Manueles»: lequeira, Rubalcava, Pérez y Ramírez.
3.-Zequtira. 4.-Rubalcava. 5.-Los Ocios de Guantánamo,
firmados: Doctor Crea. 6.-Pérez y Ramírez
1 O EL «PAPEL PERIÓDICO DE LA HABANA»
Don Luis de las Casas (1745-1800) asumi6 el gobierno de Cuba
el 9 de julio de 1790. Iniciativa suya fue la publicación del
Papel Peri6dico de La Habana, cuyo primer número circuló el 24
de octubre del mismo año. Las Casas redact6, en parte al menos,
ese número, que consta de cuatro páginas en octavo mayor. La
dirección del Papel fue confiada al capitán Diego de la Barrera,
que la desempefi.6 hasta 1793.
En el articulo que le sirve de programa se indica que la publicación
tiende a satisfacer un fín útil de carácter informativo,
principalmente en la esfer9 de los negocios, pero más adelante se
hace esta declaración: «A imitación de otros que se publican en
Europa, comenzarán también nuestros papeles con algunos retazos
de literatura, que procuraremos escoger con el mayor esmero.»
Sólo meses después aparecieron en las páginas del Papel Periódico
trabajos de índole literaria. En la mayor parte de esos
escritos se advierte un propósito didáctico. La crítica de las costumbres
es uno de los temas más favorecidos por los colaboradores
de la publicación. Los bailes públicos, el lujo de los carruajes, los
convites familiares, dan motivo para artículos en prosa. La afec-
+-PANORAMA HISTÓJUCO

98 O MAX HENRiQUEZ UREÑA
tación en las modas y en los modales es asunto explotado en verso.
Las quintillas «Retrato de Siparizo»S3 y el soneto «Devoción de
un petimetre en día de fiesta»S4 son muestra curiosa de estos ensayos
que, no obstante su escaso mérito literario, tienen cierto
interés como expresi6n de la época. Esta cIase de temas alcanz6
creciente favor, que más tarde dio vida a una abundante literatura
de costumbres. Producciones de la misma índole aparecieron en
otros peri6dicos que se fundaron pocos años después. El Criticón
de La Habana, que empez6 a publicarse el 7 de octubre de 1804,
y subsistió breve tiempo, pues s6lo llegaron a salir nueve números,
publicó una epístola satírica, «El gusto del día».55 El Aviso, que
vio la luz en 1805 como continuaci6n del Papel Periódico, insertó
en sus columnas composiciones como el soneto «Descripción
de un currutaco»S6 y las décimas «Instrucción de la política que se
usa».57 Estas décimas se publicaron con una firma femenina:
Rafaela de Vargas. 58 Dentro de ese espíritu moralizador y didáctico
caben igualmente il1gunas fábulas publicadas en el Papel Periódico,
que acusan la lectura de Iriarte y Samaniego.
Fuera de estas producciones, en el Papel Peri6dico vieron la
luz no pocos ensayos de poesía lírica: la paz del campo, la soledad,
53 Papel Peri6dico, 15 de julio de 1792. Estas quintillas llevan la firma
de Izmael Raquenue, anagrama de Manuel de Zequeira y Arango, y dieron
motivo a que el autor se enz

99 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
el abandono de los placeres mundanos, sirven como temas de
muchas composiciones que tienen inspiración horaciana, pasando
por fray Luís de Le6n; una égloga, debida a Izmael Raquenue
(Manuel de Zequeira y Arango), demuestra que no se echaba en
olvido ese género grato a Garcilaso; algunas anacreónticas recuerdan
a Meléndez; no faltan ecos perdidos de Villegas; una letrilla
evoca la manera de Iglesias. Las influencias que pueden
señalarse en toda la producción poética inserta en el Papel Periódico
son españolas. Ecos del siglo de oro e imitaciones de los poetas
seudoclásicos del siglo XVIII: he ahí la síntesis de este período
balbucíente de la poesía cubana. 59
2 O LOS «TRES MANUELEs..:
ZEQUElRA, RUBALCAVA,
PÉREZ y RAMÍREZ
Los únicos poetas de este momento que merecen una mención más
detenida, siquiera sea por la resonancia que alcanzaron en su
época, son Manuel de Zequeira y Arango, Manuel Justo de Rubalcava
y Manuel María Pérez y Ramírez, los «tres Manueles».
3 O ZEQUEIRA
Manuel de Zequeira y Arango (1764-1846) nació en La Hahana 60
y curso estudios en el Seminario de san Carlos, donde cobró afición
S9 José María Chacón y Calvo (Los orígenes de la poesía en Cuba,
La Habana, 1913) copia una «Oda a la soledad», de Pope, traducida del inglés
para el Papel Peri6dico (17 de junio de 1791), pero declara con acierto que
esa traducción «no es sino un mero comentario al tema eterno de la vida
del campo», explotado en otras doce odas «A la soledad», publicadas en el
mismo periódico, imitaciones horacianas que acusan una influencia «más castellana
que latina».
60 López Prieto publicó en su Parnaso cubano (Introducción, XLVI),
una partida de bautismo de Manuel Tiburcio Zequeira, nacido el 15 de agosto
de 1760. Otra partida tue publicada por Sergio Cuevas Zequeira, en la revista
Las Antillas (La Habana, 1921), y es la de Manuel Augusto Zequeira, que
es la del poeta, nacido el 28 de agosto de 1764. En la partida de defunci6n,
del 19 de abril de 1846 (Zequeira murió la víspera), se hace constar que
tenía 82 afies.

100 O MAX HENRÍQUEZ UmA
a las lecturas clásicas y se ejercitó en traducciones latinas. Fue
poeta y soldado. Tomó parte en la lucha que las fuerzas españobs
libraron en 1793 contra las armas francesas en la isla de Santo
Domingo; regresó a La Habana en 1796 con el grado de subteniente
y contrajo matrimonio con dofia María de Belén Caro Oviedo
y Campuzano, descendiente del historiador Gonzalo Fernández de
Oviedo; en 1810 fue enviado a la América del Sur, y allí figuró
en acciones de guerra frente a los soldados de la independencia;
asumió el cargo de comandante militar de Coro en 1810, el gobierno
de Río Hacha en 1814, el mando militar y político de
Santa Marta en 181', y la tenencia real de Cartagena en 1816.
Esas actividades militares no le impidieron consagrarse al cultivo
de la poesía, hasta que en 1821 perdió la razón. En tal condición
sobrevivió hasta 1846.
La poesía de Zeque1ra peca por excesivo retoricismo y no brilla
por su corrección. Basta señalar endecasílabos tan mal metidos y
defectuosos como éstos:
La nave abordan con ánimo atrevido ...
¿Quién consolará mi ánima afligida? ..
Quien sobre el Lago fatal yace deshecho ...
Éste a impulsos de mortal fiereza ...
(Batalla naval de Cortés en la Laguna.)
Así intrépido Velarde, así Daoiz ...
No el temor, empero, los conturba ...
Víctimas serán del cruel tiraI10 ...
Ardió la esfera de fúlgidas centellas...
(

101 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Zequeira compuso un breve poema épico: Batalla naval de
Cortés en la Laguna. El procedimiento retórico de este poema
no se diferencia mucho del que adoptó Balboa en su Espeio de
paciencia, si bien en Zequeira hay mayor alarde de ingenio. Al
igual que Balboa, Zequeira hace intervenir seres mitológicos en
el poema:
Con armónicas voces de sirenas
al dulce son de sus templadas liras
alegraron de T etis las arenas
y entristecieron ltl! sangrientas Diras;
más canortl! que amantes Filomenas
también aplacan ltl! lunesttl! ¡ras
gratas Nereydas, sin cesar cantando
la ,,¡ctOrta del Inclito Fernando.
Esta intervención pagana resulta tanto más incongruente cuanto
que un pasaje del poema está consagrado a proclamar el triunfo
de la fe cristiana en el Nuevo Mundo. La religión, personificada
en una aparición celeste, se presenta alos ojos de Cortés, el cual
se siente entonces inspirado por «el Olimpo»:
... EI Olimpo;"spira
nuevo aliento a mi brazo, él nos sustenta.
SI qtliere que olvidando el rilo inmundo
ti Jesucristo adore un Nuevo Mundo ...
Ni este ensayo épico, ni algunas odas de esphitu heroico como
las consagradas «A Daoiz y Velardelt> y «Al primer sitio de Zaragoza»,
ni otros conatos semejantes constituyen la parte más
apreciable de la obra de Zequeira, a pesar de que temas de tal
índole eran los que mejor encuadraban en el carácter y los sentimientos
del poeta, que a más de haber abrazado la carrera militar,
abrigaba sincero amor a la patria española y vivo entusiasmo
por sus glorias. Su oda a «La nave de vapor» es un ensayo fatigoso
del género que cultivó Quintana en composiciones como la
oda «A la invención de la imprentalt>. Más corrección y más sol-

105 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
sólo es apreciable a retazos. Su extensa elegía «A la noche», en
la que hay alguno que otro rasgo delicado, abunda en pasajes que
merecen desecharse por lo prosaicos y prolijos.
Rubalcava se hace apreciar mejor en sus obras menores, entre
las que se cuentan dos o tres anacre6nticas y algún madrigal disfrazado
en oda, como el que comienza:
Si cuando te serenas
y engalanas de risa tu semblante
desenoJas tu amante,
quitándole sus males 'J sus penas
con sólo abrir tus labios carmesies,
¿por qué, RoselJa amada, no te ríesl
Cierta donosura para el galanteo madrigalesco acusa el más popular
y conocido de sus sonetos: cA Nise bordando un ramillete»:
No es la necesidad tan solamente
inventora suprema de las cosas
cuando de entre tus manos primorosas
nace una primavera floreciente.
La seda en sus colores diferente
toma dzversas formas caprichosas,
que aprendiendo en tus dedos a ser rosas
viven sin marchitarse eternamente.
ltfe parece que al verte colocada
cerca del bastidor, dándole vida,
sale Flora a mirarte avergonzada;
llega, ve tu labor meior te¡ida
que la suya de abril, queda enojada,
y sin más esperar, vase corrida.
A pesar de sus aficiones pictóricas, escasos son sus intentos
de poesía descriptiva. Un «Fragmento descriptivo. que encontró
Baralt entre sus papeles inéditos, aunque tiene aliÚD rasgo feliz,

106 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
es de inspiración libresca y no responde a la realidad que él conocía:
en más de una ocasi6n alude a una fauna y una flora de
otras regiones:
Si admiro al elefante por lo fuerte,
por lo veloz al ave, no hay criatura
que no me abstraiga de la propia suerte.
Mas al oir el músico silbido
del ruiseñor, al punto despertando,
presto a su dulce voz atento oído.
Luego insensiblemente caminando
por las orillas de la fuente amena,
voy mi cuerpo con flores solazando.
Ya el vástago le arranco a la verbena
y el arrayán su flor, entrecogiendo
el encarnado lirio y la azucena:
prosigo mós, y de mi vista huyendo
salta la liebrecilla temerosa,
y sin hacerle mal, la voy siguiendo.
5 D LOS «OCIOS DE GUANTÁNAMO»,
FIRMADOS: DOCTOR CREA
El compilador Baralt dio cabida en el tomo de Poesías de Rubalcava,
impreso en Santiago de Cuba en 1848, a una «Silva cubana»
en la que se enumeran las principales frutas que abundan en
Cuba. Esa silva había sido impresa por primera vez en el segundo
tomo de la Colección de poesías arreglada por un aficionado a las
musas, editada en La Habana, en 1833, por el impresor José
Boloña, pero ahí aparece en una sección que lleva la firma del
Doctor Crea y está amparada por el título general de Ocios de
Guantánamo, que incluye otras dos silvas, ambas en elogio del
tabaco. La segunda de estas silvas al tabaco fue también atril-mida
a Rubalcava e incluida por Baralt en su colectánea del poeta

107 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
santiaguero; pero nada se ha alegado acerca de la paternidad de
la primera.
En la colección Boloña los Ocios de Guantánamo se suponen
escritos en 1829, a juzgar por esta mención que aparece debajo
de ese título general: «Silvas dirigidas al señor brigadier don Sebastián
Kindelán el día 24 de junio del año 1829.» Esto resulta
a todas luces extraño, porque Kindelán había muerto antes de esa
fecha: su fallecimiento acaeció en Santiago de Cuba el 4 de mayo
de 1826, y ya no era brigadier, sino mariscal de campo.
La copia de la «Silva cubana» dada por Baralt no coincide
exactamente con la que da Boloña: la estrofa duodécima es diferente,
y hay ligeras variantes en unos cuantos versos. A su vez,
la segunda silva al tabaco sólo tiene en la colección Boloña once
estrofas, número que en el tomo de Rubalcava se eleva a diecisiete.
Del estudlo de estos antecedentes surgen dos cuestiones principales
en relación con los Ocios de Guantánamo: Una: ¿son de
RubaICava esas silvas? Y la otra: ¿quién era el Doctor Crea?
Para dilucidar la primera cuestión es preciso tener en cuenta
el lugar y la fecha en que por primera vez aparecieron esas silvas,
ya manuscritas, ya impresas. No se conoce versión alguna que sea
de fecha anterior al año de la publicación de Boloña, 1833, y no
es posible, en cor.secuencia, asignar a esas composiciones ninguna
fecha anterior al 24 de junio de 1829, la más remota que resulta
del manuscrito utilizado por Boloña. Rubalcava había fallecido
veinticuatro años antes, en 1805. Quince años después de publicadas
en la coleccIón Boloña, es Baralt el primero que atribuye a
Rubalcava la paternidad de esas composiciones, sin justificaci6n
alguna, de igual manera que le atribuye dos sonetos de Zequeira,
que en Santiago de Cuba la voz popular adjudicaba también a
Rubalcava.
A la segunda cuestión -«¿quién era el Doctor Crea?»-- no
es fácil contestar con precisión, pero sí cabe hacer constar que el
apellido Creagh (esa es su legítima ortografía), pertenece a una
familia que tuvo antiguo arraigo en la provincia oriental de Cuba.
En los siglos XVIII y XIX hubo varios «doctores Creagh», de ilustración
reconocida, que ocuparon cargos de importancia, y algunos
de ellos tuvieron posesiones en Guantánamo, donde explotaban

109 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Por otra parte, el estilo y el contenido de esas silvas no se
aviene con el de las poesías auténticas de Rubalcava, de las cuales
está ausente el elemento descriptivo de tipo criollista. No aparecen
en Rubalcava la flora_ ni la fauna insular, y en cambio recuerda
las de otras regiones:
Yo escucho al ruiseñor tal vez en la haya
Ya el aquil6n con Impetu soplando
que arranca con las mieses y las chozas.
(

111 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
6 O PÉREZ y RAMfREz
Manuel María Pérez y Ramírez (1781.18'3), hijo de Santiago de
Cuba y amigo personal de Zequeira y de Rubalcava (por su mediación
entablaron amistad, a su vez, esos dos poetas), siguió
la carrera de las armas y estuvo también en una campaña militar
de Santo Domingo, pero se licenció bien pronto. Incansable trabajador,
fundó varios periódicos, y durante la primera mitad del
siglo fue, según Bachiller y Morales, «el ilustrado consultor de
la juventud de Santiago de Cuba». Como versificador es inferior
a Zequeira y a Rubalcava, pero intentó obras de algún aliento,
como el poema «EmanueI» (del cual sólo se conserva un fragmento) ,
varios autos sacramentales y otros ensayos dramáticos, que se
han perdido como casi toda su producción.
Su soneto «El amigo reconciliado» desarrolla una alegoría que
guarda estrecha semejanza con la que inspiró, años más tarde, las
elegantes estrofas de «Le vase brisé», de Sully Prudhomme. El
soneto de Pérez y Ramírez dice así:
Por algún accidente no pensado
suele quebrarse un vaso cristalino¡
trátase de soldar con barniz fino
y lógrase por fin verlo pegado.
Pero por más que apure su cuidado
el ingenio más raro y peregrino,
dejarlo sin señal es desatino:
siempre quedan señales de quebrado.
Así es una amistad de mucha dura:
qutébrase la amistad que hermosa fuera,
suéldala el tiempo con su gran cordura¡
cierto es que la amistad se mira entera,
pero con la señal de quebradura
nunca puede quedar como antes era.

114 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
y desde enero de 1792 circulaba los jueves y los domingos; cambi6
su nombre por el de El Aviso en 1806, y después llegó a publicarse
cotidianamente con el título de Diario de La Habana (1910).
La Sociedad resolvió imprimir sus Memorias en fascículos
anuales. El primero corresponde a 1793. Tuvo a su cargo su publicación
el presbítero Félix Fernández de Veranes,67 laborioso
hijo de Santiago de Cuba y escritor de escaso vuelo. El padre
Veranes alcanzó cierto rehombre, bien es verdad que circunstancial
y efímero, como orador sagrado: del efectismo de sus discursos
pueden dar idea los dos o tres sermones suyos que por azar se
conservan y no justifican la fama que le atribuyeron sus contemporáneos.
También cultivó el padre Veranes la poesía, siempre
con poca fortuna: sus versos no son mejores que la descuidada
prosa suya que encontramos en las Memorias de la Sociedad Económica.
Interrumpidas esas Memorias años después, volvieron a ver
la luz, en forma de publicaci6n mensual, desde 1817, y continuaron,
con algunas interrupciones, durante la mayor parte del siglo XIX.
En ellas se conservaron datos de sumo interés para el estudio de
la cultura cubana, por cuyo engrandecimiento realizó tan útiles
esfuerzos la Sociedad Econ6mica.
2 O LABOR DB ESA SOCIEDAD
EN PRO DE LA ENSEÑANZA
La primera preocupación de la Sociedad Económica fue la de mejorar
las condiciones de la enseñanza en Cuba. Sus empeños parecieron
estériles durante un tiempo, en buena parte por la oposición
tenaz del obispo Felipe José de Trespalacios, que miraba
con recelo toda obra emprendida o patrocinada por Las Casas.
Más tarde la Sociedad pudo desenvolver sus iniciativas bajo me-
67 No se tienen datos exactos respecto a las fechas de nacimiento y muerte
je! presbítero Veranes. Uno de sus sermones fue el primer trabajo impreso
:n la primera tipogratía que se estableci6 en Santiago de Cuba,. la de Matías
.\lqueza, en 1792. (Véase Bacardí: Cr6nicas de Santiago de Cuba, vol. 1,
9arcelona, 1908.)

115 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
jores auspicios. El Marqués de Someruelos (1754-1813), nombrado
capitán general en 1799, quiso emular el ejemplo de Las
Casas, cuyo mando había cesado en 1796, y el díscolo obispo
Trespa1acios (fallecido en 1799) fue reemplazado en 1802 por Juan
José Diaz Espada y Landa (1756-1832), que prestó cálido apoyo
a la obra emprendida en favor de la enseñanza, reformó el Seminario
de san Carlos y el Colegio de san Francisco, estableció las
primeras cátedras de Derecho civil y Matemáticas, y aceptó la dirección
de la Sociedad Económica.
El cargo de director de la Sociedad fue desempeñado más tarde
(1816) por el superintendente de Hacienda, Alejandro Ramirez
(177 7 -1821 ) , cultivador, 11 ratos, de las letras, y propulsor
de la cultura pública: bajo su inspiración se fundaron la Sección
de Educación de la Sociedad y la Academia de Dibujo y Pintura
que en honor suyo recibió el nombre de San Alejandro. 68 Muchos
de los proyectos de antiguo acariciados por la Sociedad pudieron
realizarse gradas al celo de Ramírez, entre ellos la creación del
Jardín Botánico y del Museo Anatómico, la fundación de una
cátedra de Economía Política y de una Escuela de Química.
3 O VISITA DE HUMBOLDT
En 1801, durante el gobierno de Someruelos, visitó la Isla el barón
Alejandro de Humboldt (1769-1859), que reunió más tarde sus
observaciones sobre los recursos naturales y la potencialidad económica
de ia Isla en su «Ensayo político sobre la isla de Cuba»,
que forma parte de su extensa obra Vía;e a las regiones equinocciales
del Nuevo Continente (1807). El paso de Humboldt por
Cuba, donde estuvo por segunda vez en 1804, sirvió de acicate
a los cubanos para estudiar su propia tierra y aumentó en ellos
el interés por las investigaciones científicas. De José de la Luz
y Caballero es una frase que ha corrido fortuna: «Humboldt descubrió
por segunda vez la isla de Cuba.»
68 El primer director de esa Academia, que ha subsistido en el andar del
tiempo y tiene hoy carácter oficial, fue el pintor francés Juan Bautista Vermay
(178+1833).

116 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
4 O ARANGO Y PARREÑO
Entre los prosIstas de este período inicial del siglo XIX --colaboradores
del Papel Peri6dico y miembros de la Sociedad Económica
muchos de ellos-, sobresale Francisco de Arango y Parreño (1765-
1837), cuya abundante producción, consagrada principalmente a
elltudios de índole. económica, fue compilada después de su muerte
en dos gruesos volúmenes. 69 Alejandro de Humboldt lo calificó de
estadista eminente. «Fue su alma [decía la Condesa de Merlín],
de las más puras; su espíritu, de los más esclarecidos; su entereza,
de las más firmes, y su vida, una de las más generosas que
deben ser orgullo de nuestra época.»70
Arango era hijo de familia acomodada y pudo recibir desde
temprano la educación esmerada que merecía su precoz talento.
Cursó humanidades en el Seminario de san Carlos. A los veintiún
años, cuando apenas era bachiller en Leyes, defendió en la Audiencia
de Santo Dommgo, previa autorización especial que hubo de
solicitar en razón de sus años y de no estar investido del título
de abogado, un litigio relacionado con los bienes paternos. En
1787, poseedor ya del diploma académico que lo facultaba para
el ejercicio de la abogacía, se trasladó a Madrid. El Ayuntamiento
de La Habana lo nombró su apoderado en la Corte, y Arango,
que entró a desempeñar esa misión a los veinticuatro años, la
cumplió de modo satisfactorio.
Dedic6 Arango constante atención a la agricultura. Su Discurso
sobre la agricultura en La Habana 'Y medios de lomentarla
( 1792) señala el inicio de una nueva etapa en el progreso económico
de Cuba, pues abarca un extenso plan de reformas que, en
buena parte realizadas en los años subsiguientes, fueron la base
del engrandecimiento material de Cuba durante el siglo XIX. Ese
Discurso, unido al viaje de investigación que hizo Arango en 1793
con el Conde de Casa Montalvo, por disposición oficial, a Inglaterra
69 Obras del Exmo. señor don Francisco de Arango y Parreño, La Habana.
1888. Una segunda edición vio la luz en 1952, por iniciativa de la Dirección
de Cultura.
70 La Havllne, vol. 11, París, 1844 (pp. 31-42).

117 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
y Francia, así como a algunas colonias, tanto británicas como francesas,
determinó la creación del Real Consulado de Agricultura,
Industria y Comercio de La Habana, en 1794. Arango regresó a
La Habana en 179;, y ocupó el cargo de síndico del Consulado,
que después se llamó Junta de Fomento. Implantación de nuevos
métodos agrícolas, así como de maquinarias y procedimientos de
cultivo, protección y estímulo a la industria agrícola y defensa de
sus productos: he ahí la labor de Arango traducida en resultados
prácticos.
Arango acometió más tarde una empresa aún más ardua: el
desarrollo de la agricultura necesitaba, como natural complemento,
la libertad del comercio, y a obtenerla consagró su esfuerzo, iniciado
con el informe que presentó en 1808, como síndico del
Consulado, «sobre los medios que conviene proponer para sacar
la agricultura y el comercio de la Isla del apuro en que se hallan».
Diez años después, en momentos en que Arango se encontraba
investido, junto con José Pablo Valiente, con el cargo de consejero
de Indias, fue decretado el libre comercio de los puertos de
Cuba con los mercados extranjeros, en virtud de lo cual desapareció
el monopolio mercantil sostenido durante siglos por España. A
esta resolución cooperó con su influencia el superintendente de
Hacienda, Aiejandro Ramírez.
Arango tomó parte activa en los trabajos de la Sociedad Económica,
de la cual fue director. Entre los importantes cargos públicos
que desempeñó conviene no olvidar el de diputado de Cuba
en las Cortes de Cádiz. En 1810 habían sido electos para la diputación:
Andrés de Jáuregui, por La Habana, y Juan Bernardo
O'Gavan, por Santiago de Cuba. A ambos correspondió estampar
su firma al pie de la Constitución liberal del 18 de marzo de 1812.
Al ponerse en vigor la Constitución hubo elecciones para nuevas
Cortes, y esta vez fue Arango el elegido por La Habana. La
reacción absolutista de 1814 disolvió las Cortes, y el mismo año
fue Arango nombrado consejero de Indias. Retornó a La Habana
algún tiempo después, y allí permaneció hasta su muerte, atento
al desempeño de comisiones oficiales que continuamente se le conferían
sin perjuicio de sus prerrogativas como consejero de Indias,

118 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
aumentadas con otras dignidades, entre ellas la de Pr6cer del
Reino, que le fue otorgada en 1834.
En sus últimos años defendió la supresión del tráfico de esclavos
y sugirió un plan de emancipación gradual para declarar
abolida la esclavitud. Rectificaba de ese modo ideas que sostuvo
en otro tiempo, en que las necesidades de la agricultura lo llevaron
a recomendar la libre introducción de los esclavos, y a oponerse,
en las Cortes de 1813, a las proposiciones que se presentaron para
suprimir la esclavitud.
La prosa de Arango era transparente y sin aliños. Arango
prescindía, por 10 general, de las galas retóricas. Sabía ser elocuente
en la expresión, a fuerza de sobriedad. La importancia de
su producción escrita estriba, no tanto en su forma cuanto en su
clara visión de muchos problemas económicos de su patria, con
relación al momento histórico en que le tocó vivir. Más que un
escritor, fue un estadista, como supo apreciarlo Alejandro de
Humboldt, y como 10 comprueba, además de sus infatigables esfuerzos
y trabajos por el desarrollo económico de Cuba, su exposición
Al público tmparcial de la Isla, relativa al proyecto de creación
de una Junta de Gobierno -análoga a las que se fundaron
en España con motivo de la Ínvasión napoleónica-, que en 1808
quiso establecer en Cuba el Marqués de Someruelos. Ese propósito
tropezó con la fuerte oposición de los jefes de algunos importantes
departamentos burocráticos -la intendencia de Hacienda,
la superintedencia de Tabacos y la comandancia de la Marina, entre
otros-, que temían que la Junta llegase a tener demasiada autoridad
sobre ellos y fuese el punto de partida de un régimen de
autonomía local que podía culminar algún día en el separatismo;
y a pesar de que Arango y Parreño fue el primero en desistir de
la idea, al ver la acritud con que era combatida, los adversarios
de su modo de pensar y de sus iniciativas y reformas lo señalaron
desde entonces con el mote de «independiente».

119 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
5 O TOMÁS ROMAY
El doctor Tomás Romay y Chacón (1764-1849) tiene en la historia
de Cuba significación bien ganada como hombre de ciencia.
Romay fue el introductor y propagador de la vacuna en la Isla.
Escribió una valiosa memoria sobre la fiebre amarilla y múltiples
trabajos de vulgarización científica. Se esforzó, además, en obtener
útiles reformas en la enseñanza de la Medicina. Su importancia
como escritor es, sin embargo, secundaria, y la parte literaria de
su labor escrita no ofrece mayor interés, aunque era diserto en
letras y en filosofía, y tuvo a su cargo, en la Universidad, la enseñanza
del texto aristotélico conjuntamente con una cátedra de Medicina.
Su estilo era confuso y ampuloso, y a lo largo de su produtción
se nota el empeño de hacer gala de vacuo retoricismo y
de abrumar al lector con citas y comparaciones históricas dignas de
un escolar aprovechado. Sería difícil entresacar del cúmulo de escritos
de Romay algún trabajo que mereciera especial consideración
de la crítica p6stera. Quizá sí, dentro de un criterio tolerante,
podría citarse su elogio de don Luis de las Casas. Ningún escritor,
empero, fue más celebrado por sus contemporáneos: sin duda influía
en este hecho la gran estimación de que Romay gozaba por
sus cualidades de carácter y por sus servicios eminentes a la sociedad
en que vivfa. 7I
1J Un volumen de Obras escogidas de Romay vio la luz en 1858.

o Libro Cuarto
CONATOS EN FAVOR DE LA INDEPENDENCIA POLtTICA
y DE LA INDEPENDENCIA INTELECTUAL
IX
l.-Dos iluminadores: l. José Agustín Caballero.
JI. Félix Varela
lODOS ILUMINADORES
l. José Agustín Caballero
En el campo de los estudios filosóficos se operaba, al propio tiempo,
una revoluci6n. Fue el presbítero José Agustín Caballero (1762-
1835) el primero que se apartó, en su cátedra de Filosofía, del
sistema escolástico imperante. Se graduó de doctor en Teología
a los veintiún afios y poco después obtuvo, mediante oposici6n,
una cátedra de Filosofía en el Seminario de san Carlos, del cual
fue más tarde director y reformador. Desde esa cátedra inició
su labor renovadora.
Caballero [dijo su sobrino José de la Luz y Caballero] fue
entre nosotros el que descargó los primeros golpes al coloso
del escolasticismo, que después acabó de derrocar y pulverizar
en la misma arena el Hércules de sus disdpulos con su robusta
maza;72 Caballero fue el primero que hizo resonar en
nuestras aulas las doctrinas de los Locke y los Condillac,
de los Verulamios y los Newtones; Caballero fue el primero
que habi6 a sus alumnos sobre experimentos y física experimental
... 73
72 Alude:tI presbítero Félix Varela.
73 Artículo necrológico a la memoria de Caballero, Diario de La Habana,
20 de abril de 185'.

121 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Los esfuerzos de Caballero por dar a la enseñanza filosófica
nuevas orientaciones se desenvolvieron dentro de los lúnites reducidos
de una reglamentaci6n contraria a la libertad del profesorado.
En favor de esa libertad magisterial, sin la cual ninguna
enseñanza puede ser fecunda, abog6 Caballero más de una
vez, como abogó también por la necesaria y urgente reforma de
la enseñanza pública. En 1795, durante una sesi6n memorable
de la Sociedad Econ6mica, de la cual fue miembro prominente,
se expresó de esta suerte:
El sistema actual de 1a enseñanza pública retarda y embaraza
los progresos de las artes y las ciencias, resiste el establecimiento
de otras nuevas, y por consiguiente, en nada favorece
las tentativas y ensayos de nuestra clase. Esto no es paradoja:
es una verdad clara y luminosa como el sol en mitad
del día. Mas, confieso simultáneamente, que los maestros
carecen de responsabilidad sobre este particular, porque ellos
no tienen otro arbitrio ni acci6n que ejecutar y obedecer.
Me atrevo a afamar en honor de la justicia que les es debida,
que si se les permitiese regentear sus aulas libremente, sin
precisa obhgaci6n a la doctrina de la escuela, los j6venes
saldrían mejor instruidos en la latinidad, estudiarían la verdadera
filosofía, penetrarían el espíritu de la Iglesia en sus
cánones y el de los legisladores en sus leyes; aprenderían una
sana y pacífica teología, conocerían la configuraci6n del cuerpo
humano, para saber curar con tino y circunspección sus enfermedades,
y los mismos maestros no lamentarían la triste
necesidad de condenar, tal vez, sus propios juicios y explicar
contra lo mismo que sienten.
No es de extrañar que Caballero fuese uno de los amigos y
colaboradores más eficaces que tuvo don Luis de las Casas. Su
nombre va ligado al de Las Casas en la fundaci6n del Papel Periódico
y en otras iniciativas de cultura. Su influencia moral e
intelectual fue considerable. Supo ser un verdadero maestro, en
la cátedra y fuera de ella. A pesar de sus prop6sitos como reformador,
Cabaliero no pudo romper de un modo absoluto con la

122 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
escolástica. Oficialmente su reforma hubo de ser tímida: apenas
si despejó de sutilezas ba!días el círculo de las cuestiones metafísicas.
Tampoco penro, como 10 lúzo después su discípulo Varela,
en desterrar la lengua latina de la enseñanza filosófica; bien
es verdad que, excelente launil>ta, se solazaba con el uso de ese
idioma, en el cual escribió sus Lecciones de filosofía elcctiva,74
y a veces compuso dáctilos y espondeos. Pero aun ajustándose en
la cátedra a las normas tradicionales, con su ascendiente personal
logr6 despertar la curiosidad y el interés de sus discípulos y amigos
por conocer y estudiar las transformaciones del pensamiento filosófico
de su tiempo, a las cuales estaba atento.
Caballero defínió su posición ante las nuevas tendencias filosóficas
pOl" medio de conceptos que plantea como encabezamiento
de uno de los capítulos de su libro: «Sobre si conviene más al
filósofo seguIr una sola escuela y un solo maestro en cuya autoridad
se apoye, que estudiarlos todos seleccionando lo que haya
dicho cada uno de verdad, o por lo menos de más verosímil, dando
modestamente de lado lo demás.» En respuesta, Caballero llega
a esta conclusión: «Es más conveniente al filósofo, incluso al
cristiano, seguir varias escuelas a voluntad, que elegir una sola
a que adscribirse .•
El proceduniento electivo de Caballero señala más una actitud
que un programa: la actitud del que no somete su pensamiento
a la esclavitud de un sistema. Varela acentuó después el alcance
de esa actitud, que asumió por su parte, aún con más independencia
y con mayor energía: «Yo no hablaré [decía] de las autoridades
de los filósofos como Aristóteles, Cartesio y Newton, pues
no hay cosa más despreciable que decir que una cosa es cíerta
porque ellos lo han afirmado.»
Caballero fue también un escritor de fibra, que muchas veces
encaró con claridad y valentía los problemas sociales y políticos
de su patria. Fue orador majestuoso, a quien sus contemporáneos
tributaron encendidos homenajes. Su elogio de Colón, pronun-
74 Esta obra no fue impresa hasta 1944, vertida al español, por la Universidad
de La Habana.

123 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
ciado en 1796,75 se conserva como uno de los más interesantes
modelos de oratoria cubana de aquel tiempo. Y fue, por último,
varón austero y fuerte, que mereció el amor y la veneración de
sus coterráneos.
En el orden político abogó, en 1811, por una fórmula de Constitución
de la monarquía y sus colonias, que sentaba las bases de
un régimen autonómico para Cuba y los restantes dominios españoles.
Nadie, antes que él, llegó tan lejos.
JI. Félix Varela
Las reformas en la enseñanza filosófica, iniciadas por Caballero,
fueron continuadas, desde la misma cátedra, por Félix Varela y
Morales (1787 -18.5 3 ) . En 1811 se ordenó Varela como sacerdote,
siguiendo el impulso de espontánea vocación, y ya para entonces
había obtenido, por oposición celebrada el mismo año, la
cátedra de Filosofía del Seminario de san Carlos, el mismo plantel
donde había cursado sus estudios. Pudo tomar posesión de esa
cátedra a virtud de licencia que le fue concedida por el obispo
Espada, pues faltábanle meses para llegar a la mayoría de edad,
exigida para su desempeño por el reglamento. Al año siguiente
publicó en latín Jos dos primeros volúmenes de sus Instituciones
de filosofía ecléctica (1812), que había escrito, a petición del
arzobispo de Santo Domingo, doctor Pedro Valera y ]iménez,
para servir de texto en el Seminaro Conciliar de la ciudad capital
de la antigua Isla Española. A esos dos primeros tomos, que
comprendían la «L6gica» y la «Metafísica», subsiguieron otros
dos (

124 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
escribió en espafiol por haberlo autorizado así el obispo Espada.
Cuando vio la luz este último volumen, ya Varela había obtenido
que la cátedra de Filosofía se dictara en español y no en ladn.
También consiguió que se estableciera en el Seminario una cátedra
de Física y Química, y que las enseñanzas de estas disciplinas científicas
se basaran en prácticas experimentales. A sus primeros
libros de filosofía siguieron sus Apuntes filos6ficos (1817) Y sus
nuevas Lecciones de filosofia, en cuatro volúmenes (1818-1820).
Aplic6 a su filosofía el dictado de «ecléctica», antes que Víctor
Cousin (1792"1867) diera particular significaci6n a ese vocablo
en la historia del pensamiento filos6nco. 76
Varela señala en ese campo un cambio sustancial. Dirigió sus
ataques contra la escolástica, y en combatirla puso toda la vehemencia
de que su espíritu severo era capaz. No reverenci6 a Aristóteles
como autoridad ÚOlca y suprema: bien se ve que había
leído a Gassendi. De Descartes tomó el sentido del método: «El
verdadero filósofo [decía], cuando empieza una investigación, debe
figurarse que nada sabe sobre aquellas materias y entonces debe
poner en ejercicio a su espíritu hasta ver todos los pasos que
puede dar, según enseñaba Cartesio.» En Thomas Reíd aprendi6
el valor de la experiencia interna. Rechazó con Locke las ideas
innatas, busc6 en ias sensaciones la fuente del conocimiento, y
para robustecer esta posición sensualista se afianz6, aún más que
en Locke, en Condillac.
Varela se abraz6, por lo tanto, a la escuela sensualista, aunque
con espíritu prudente o, para emplear un vocablo que le era grato,
con criterio ecléctico. Su máximo empeño fue buscar la necesaria
armonía entre la firmeza de sus sentimientos religiosos y las innovaciones
de la ciencia y la filosofía de su tiempo.
Varela no fue solamente profesor: fue mentor: fue, como
Caballero, yen grado aún más alto, un verdadero maestro. Formó
escuela. Enseñ6 a pensar. «Mientras se piense en Cuba [declaró
José de la Luz y Caballero] se pensará con respeto y veneraci6n
76 Las Lecciones de /tlosofía alcanzaron varias ediciones. En vida de Varela,
la última, con retoques y adiciones, es de Nueva York, 3 vols., 1841.
Varela había publicsdo ya sus Instituciones (1812-1814) cuando Cousin se dir
a conocer, al dictar sus primeras lecciones universitarias (1818).

125 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
en el primero que nos enseñó a pensar.» Bajo su inspiración se
formó una juventud inquieta y estudiosa, fuerte por el hábito del
raciocinio y por la integridad del carácter, cualidades que en grado
eminente atesoraba el maestro.
En 1816 ingres6 Varela en la Sociedad Económica, en cuyo
seno realizó importantes trabajos y pronunció algunos de sus dis­
(.'llfSOS académicos más notables, entre ellos el elogio fúnebre de
José Pablo Valiente. Como orador gozó de prestigio, y en la tribuna
académica se distinguió, tal como lo hace resaltar Manuel
Sanguily, «por la reflexión, por la seca energía de su estilo». Estas
cualidades contribuyeron a dar extraordinario interés a la cátedra
de Constitución, que Varela entró a desempeñar en 1820, año
en que fue creada en el Seminario de san Carlos, por iniciativa de
la Sociedad Económica, al ser restablecida en España la Cons.
titlición liberal de 1812. A fines del año siguiente fue electo dipu·
tado a Cortes, junto con Tomás Gener (1787.1835) y Leonardo
Santos Suárez í1795-1856], y poco después embarcó para España;
en la cátedra de Filosofía fue reemplazado por José Antonio Saco,
a quien después sustituyó Luz Caballero, y la de Constitución fue
confiada a Nicolás Manuel Escobedo (1795-1840), orador afamado,
que fue su disclpulo. Tanto Saco como Escobedo habían
sido, con Prudencio Hechavarría y O'Gavan (1796.1846),77 sus
contrincantes en las oposiciones a la cátedra de Constitución. Varela
señaló en las Cortes la necesidad de extinguir la esclavitud y
la de dotar a Cuba de un régimen autonómico. Más tarde abogó
por la independencia, al estimar que la cuestión de Cuba no había
de resolverse ya por la autonomía.
En 1823 sobrevino la segunda reacción absolutista de Fernando
VII, y Varela, condenado a muerte al igual que sesenta
y tres compañeros de labores congresionales que votaron el nombramiento
de una regencia que asumiera temporalmente los po-
77 Hechavarría y Q'avan era hijo de Santiago de Cuba. Tuvo fama
como jurisperito, pero no desdeñ6 el cultivo de la poesía, si bien sus fragmentos
líricos son de poca elevaci6n y se le recuerda mejor por su epístola
al superintendente Ramírez y por su vena satírica, puesta de relieve en una
Sátira contra el estudio preferente del derecho romano en ntlestras aulas
(La Habana, 1820).

126 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
deres del monarca, Il quien se juzgó como incapacitado, escapó
a Gibraltar, y de alli se traslad6 a los Estados Unidos de América.
Fundó en Filadelfia un peri6dico, El Habanero (1824), cuya circulación
fue prohibida en Cuba. En Nueva York continuó después
la publicación, imprimió algunas obras y se consagró al ejercicio
de su ministerio sacerdotal. El respeto que llegó a inspirar por
su virtud y su saber lo hizo exaltar, en 1837, al cargo de vicario
general de Nueva York. Colaboró, de 1828 a 1830, en El Mensaiero
Semanal, que publicaba Saco en Nueva York, y en la
Revista Bimestre, editada en La Habana por la Sociedad Económica,
e intervino en polénúcas religiosas que le dieron renombre
en los Estados Unidos. A su actuación como polemista en defensa
de la Iglesia católica consagró Varela la mejor época de su
vida. Para sostener esa campaña no le bastó el púlpito, y fundó
una publicación periódica: T he C/llbolic Expositor and Literary
Magazine, que de 1841 a 1843 redactó casi íntegramente en unión
del reverendo Charles C. Pise. Esta publicación tuvo vida más
larga que un primero ensayo de igual índole que había acometido
años antes: Tbe Protestant Abridger and Expositor (1830),
del cual sólo vieron Ji luz tres números.
La última obra que publicó Varela lleva por título Cartas a
Elpidioj el primer tomo, sobre la impiedad, se imprimió en 1835;
el segundo, sobre la superstición, en 1838. El tercero y último,
sobre el fanatismo, aunque anunciado, no llegó a escribirse.
La significación de Varela en la vida intelectual y política de
Cuba es considerable. Varela es el punto de partida de una lucha
ideológica. La libertad de pensar en el campo de la filosofía, sin
sujeción a postulados escolásticos inmutables, fue a reflejarse en
la esfera de los problemas sociales y políticos, que empezaron a
ser encarados con espíritu independiente. Los cubanos habían
aprendido a pensar y aspiraban cada día más a actuar por cuenta
propia.

X'
l.-Heredía: rasgos principales de su poesía. 2.-Perrodo
de formación. J.-El e;emplo paterno. 4.-Confianza
en su propio genio. J.-La emoción de la naturaleza.
6.-Poeta politico y poeta civil. 7.-Cantor de
la libertad. B.-La estrella de Cuba. 9.-Expatriaci6n
y evocación de la tierra nativa. lO.-Vida mexicana de
Heredía. ll.-Desencanto y amargura. l2.-Temperamento
romántico y antirretórico. 13.-Influencias circunstanciales.
14.--Chateaubriand y Heredía ante el
Niágara. H.-Desigualdades y limitaciones. 16.-Poeta
de la dignidad humana
1 O HEREDIA:
RASGOS PRINCIPALES DE SU POESÍA
Naci6 José María Heredia y Heredia (1803-1839) en días de inquietud
y de espetanza. La independencia de América iba a nacer.
Continuos azares presidieron su vida. Por el origen, secularmente
consagrado, de sus antepasados, era dominicano, pero no
fue Santo Domingo su patria. Por la cuna y por el sentimiento
era cubano, y apenas vivi6 en su tierra natal. México --que lo
acogi6 como a hijo-, le dio sepultura, pero sus restos fueron
arrancados de la fosa que los abrigaba y confundidos en la huesa
común.
Vivi6 aprlsa: se anticipó 8 la gloria y al esfuerzo. Hizo versos
antes de los nueve años; a los diecisiete --edad en que compuso
una de sus obras más notables, «En el Teocalli de CholoIa»-, era
un alto poeta; fue abogado a los dieciocho, conspirador a los diecinueve,
juez a le,s veintitrés.
Poeta descriptivo, tuvo el sentimiento de la naturaleza americana.
Poeta civil, esgrimió «la alta espada del canto», dicho sea
con frase de Gutiérrez Nájera. Sentíase investido de una misión
profética y terrible. «El' huracán y yo solos estamos», gritaba con

128 O MAX HENRíQUEZ UREÑA
júbilo salvaje cuando sentía llegar la tempestad. « Y o digno soy
de contemplarte», decía al Niágara, elevando su voz por encima
¿el estrépito de la catarata. Amaba a la libertad como a una novia.
¡Guay de los que osaren ultrajar esa deidad hierática! La mera sos·
pecha de que Bolívar pudiera atentar contra ella después de haberla
entronizado con su espada, le arrancaba este apóstrofe: «Brillante
Lucifer, ¿caerás del cielo?» Para revocar el estallido de su
indignación bastaba un vocablo constantemente repetido a 10 largo
de su obra poética: la tiranía. Ni la soportó en Cuba esclava, ni
la acató en México libre. Quiso ser Tirteo; ambicionó morir como
Chénier:
Si el cadalzo me aguarda, en su altura
mostraré mi sangrtenta cabeza
monumento de hispana ftereza
al secarse a los rayos del sol.
2 O PERfoDO DE FORMACIÓN
En Santiago de Cuba nació Heredia. Allí habían encontrado momentáneo
refugio sus padres, don José Francisco Heredia y Mieses
y doña María Mercedes Heredia y Campuzano, a quienes la invasión
de Toussaint Louverture hizo emigrar de Santo Domingo
en 1801. 78 Mas no halló tregua la peregrinación de sus progeni-
78 La fecha del nacimiento de Heredia es el 31 de diciembre de 1803.
Sus padres emigraron de Santo Domingo a Jamaica, y algún tiempo después
pasaron de Jamaica a Cuba. La emigraci6n de dominicanos distinguidos a
Cuba, por causa de la primera invasi6n haitiana, fue considerable, y la mayor
parte de las familias emigradas permanecieron en Cuba. De origen dominicano
son, no sólo los Heredia, sino otros muchos cubanos de significaci6n intelectual,
como los Angulo, los Bernal, los Del Monte, los Fernández de Castro,
los Foxá, los Lavastida, los Márquez, los Monteverde, los Morillas, los Pi·
chardo, los Ravelo, los Salcedo, los Sterling, etc. Otros dominicanos emigraron
a Puerto Rico (de abolengo dominicano son el pensador y pedagogo
Eugenio María Hostos y la poetisa 1o1a Rodríguez de Ti6) , y a Venezuela,
como los Baralt, los Rojas y los Tejera. A la rama de los Heredia que se
estableci6 en Cuba pertenece también el académico francés José María de
Heredia, autor de Los trofeos, nacido en las cercanías de Santiago de Cuba,
primo hermano y hom6nimo del cantor del Niágara.
(

129 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
tores: la inestabilidad de su suerte los hizo trasladarse a la Florida
dos años después, regresar a Cuba ya Santo Domingo, encaminarse
luego a Venezuela, volver otra vez a Cuba y establecerse por último
en México.
3 O EL EJEMPLO PATEltNO
La escuda de Heredxa fue el hogar. Su padre -var6n ejemplar,
rico en virtudes y en saber- lo inici6 desde temprano en las lecturas
clásicas y en los estudios de humanidades. Su hijo así lo
recuerda en unos versos de aniversario:
De mi eJucaci6n el peso
Il cargo tuyo tomaste
y nunca a manos ajenas
mi tierna infancia Jejaste.
¿ y quién mejor que don José Francisco para encaminar en
el estudio al nifio extraordinario? Antes de los diez años, Heredia
leía y comentaba a Homero, y traducía de corrido a los poetas
latinos. El maestro, con paternal orgullo, retocaba los versos infantiles,
que compilaba el nifio en un cuaderno, para solaz de la
familia deslumbrada por su genio reIampagueante. 79 A esos Ensayos
poéticos pertenecen varias fábulas que cuando contaba diez
79 Elias Zerolo, en su prologo a las Poeslas ¡¡ricas de Heredia (edici6n
Garnier, París, 1892) dice que «en poder de su primo, el autor de Los trofeos,
existe un cuadernito de versos que a su padre, tío carnal de nuestro poeta,
dedic6 éste cuando tenía diez años». No obstante, por mediación dd ilustre
poeta Henri de Régnier, yerno del académico de Los trofeos, obtuve la seguridad,
de labios de la señora viuda de Heredia, en 1922, de que ese cuaderno
no se encontraba entre los papeles de su difunto esposo. La mención hecha
por Zerolo hace suponer que quizá una copia de los primeros ensayos poéticos
de Heredia habia sido hecha por él para su do Domingo, padre dd autor
de Los trofeos. El original de esos Ensayos poéticos se conserva en manos
del eminente heredista José Maria Chacón y Calvo. Una copia del mismo se
conserva en la Biblioteca Nacional de La Habana, y fue utilizada en la cui·
dadosa edici6n de sus Poeslas completas (1940-1941, 2 vols.), hecha por d
Municipio de La Habana. (Publicaciones de la Oficina del Historiador de
la Ciudad.)
5-PANORAMA HISTÓRICO

130 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
años de edad tradujo de Florian, entre ellas «El filósofo y el búho»,
de correcta factura, y algunas poesías originales, escritas de los
catorce a los quince años.
La existencia azarosa de sus progenitores fue para Heredia
maestra elocuente de la vida y el carácter. Vio a su padre resistir
con serena dignidad las injusticias de los hombres. Conoció países
diferentes y en todos sintió el guantelete de hierro de la opresión.
En Venezuela presenció los horrores de la guerra sin cuartel decretada
entre españoles y nativos. Las hazañas de los libertadores
despertaron su asombro. Las crueldades de Bobes lo hicieron
temblar de ira. Ese espectáculo encendió la chispa de sus rebeldías,
que sólo la inalterable lealtad de su padre al régimen español pudo
contener.
Era don José Francisco oidor de la Audiencia de Caracas.
Cumplió de manera estricta con su deber como funcionario del
gobierno español, pero su conciencia de hombre justo le impidió
compartir la intransigencia despiadada de los mandatarios políticos
de la metrópoli. Su recto proceder dio origen a enojosas controversias
oficiales, cuya solución fue su traslado a México. En 1820,
al morir don José Francisco, no contaba Heredia diecisiete años.
Sus estudios de Derecho, que empezó en La Habana y continuó en
México, estaban aún sin terminar. Se encontró de súbito con la
seria responsabilidad de atender a la manutención de su madre enferma
y de cuatro hermanas menores. Regresó a Cuba en 1821
y allí obtuvo a raíz de su llegada el grado de bachiller en Leyes. 80
Empezó a ejercer poco después la abogacía y se estableció en la
ciudad de Matanzas.
4 O CONFIANZA EN SU PROPIO GENIO
Débiles parecían sus juveniles hombros para resistir el peso de su
renombre, amamantado desde la infancia precoz. Heredia, empero,
80 Véase Chacón y Calvo: Vida universitaria de Heredía (La Habana,
1916), donde se publican importantes documentos que desvanecen los errores
en que habían Incurrido muchos biógrafos de Heredia respecto al lugar y a
la fecha de sus estudios universitarios.

131 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
no dudaba de sí. Rasgos significativos de su carácter son el amor
a la gloria y la inalterable confianza en su propio genio. Proclamaba,
con ingenuo orgullo, que la inmortalidad le estaba reservada.
Si apostrofaba a la novia inconstante era para fulminar sobre ella
la amenaza de perpetuar en versos su ingratitud:
Cuando el fatal prestigio con que ahora
la juventud y la beldad te cercan
haya Ir.: parca atroz desvanecido)
para salvar tu nombre del olvido
el triste amor de tu infeliz poeta
será el único timbre de su gloria.
La mitad del laurel que orne mi tumba
entonces obtendrás; y de tus gracias
y de tu ingratitud y mi tormento
prolongará mi canto la memoria.
La juventud y el amor coronábanle de rosas, mas ¡cuántas veces
entre rosas lo acechaba el áspid! Lesbia hoy, Flérida mañana, junto
con otras figuras de mujer -cuyos nombres silencia el poeta con
igual cautela que los que al amparo de esas ficciones de sabor clásico
quedaron encubiertos- ofrendáronle «La prenda de la fidelidad»
para torturarlo después con su recuerdo en la ausencia o para provocar
su «Misantropía» y sus «Recelos». En el amor, su temperamento
impresionable y vibrante había de encontrar siempre una
vena inagotable de inquietud y sufrimiento. De los arrebatos
de la pasión se libertaba sólo para entregarse a la melancolía o al
desencanto.
5 O LA EMOCIÓN DE LA NATURALEZA
En sus líricas explosiones de amor interpolaba desde temprano las
emociones que en su ánimo provocaba la naturaleza. El poeta descriptivo
suplantó bien pronto al poeta del amor. Encarcelaba en
pocas palabras la complejidad de un vasto paisaje. Jamás descendía
al detalIe ¡¡ecundario ni a la enumeración fatigosa: su visión era

132 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
siempre sintética y, por 10 mismo, intensa. Modelo elocuente de
su procedimiento descriptivo es la más célebre estrofa de su composici6n
«En el Teocalli de Cho1u1a», «verdadera poesía de puesta
de sol», al decir de Menéndez Pelayo:
Era la tarde: su ligera brisa
las alas en silencio ya plegaba
y entre la hierba y árboles dormía
mtentras el ancho sol su disco hundía
detrás del Iztaccihual. La nieve eterna,
cual disuelta en mar de oro, semejaba
temblar en torno de élj un arco inmenso
que del empíreo en el cénit finaba
como espléndido pórtico del cielo,
de luz vestido y centelleante gloria,
de sus últimos rayos recibía
los colores riquísimos. Su brillo
desfalleciendo fue: la blanca luna
y de Venus la estrella solitaria
en el ctelo desierto se velan.
¡Crepúsculo feliz! Hora más bella
que la alma noche o el brillante día,
¡cuánto es dulce tu paz al alma mía!
Habitual en sus descripciones es la concordancia que busca
entre su propio estado de ánImo y el espectáculo que la naturaleza
le brinda: la emoci6n se convierte en elemento descriptivo. Hermanada
al estruendo del huracán, su voz llena la comba celeste
de fragorosas armonías. Frente al Niágara, bástale reflejar su
propia agitaci6n interior para traducir la terrible majestad de la
catarata.
Torrente prodigioso, calma, calla
tu trueno aterrador: disipa un tanto
las tinieblas que en torno te circundanj
dé¡ame contemplar tu faz serena,
y de entusiasmo ardiente mi alma llena.

133 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Yo digno soy de contemplarte: siempre
lo común y mezquino desdeñando
ansié por lo terrífico y sublime.
Al despeñarse el huracán furioso,
al retumbar sobre mi frente el rayo,
palpitando gocé: vi el Océano,
azotado por austro proceloso,
combatir mI bajel, y ante mis plantas
v6rtice hirviendo abrir y amé el peligro.
Mas del mar la fiereza
en mi alma no produ;o
la profunda impresión de tu grandeza.
6 O POETA POLíTICO Y POETA CIVIL
No pretendía Heredia ser un mero adorador contemplativo de las
maravillas del mundo físico. Queda que su voz estallara como
trueno apocalíptico. Deseaba ser apóstol o profeta, «meditar en
el tiempo futuro, contemplar en el tiempo que fue». Desde el
T eocalli de Cholula escudriñó las edades muertas y condenó «la vil
superstición y tiranía» de los monarcas de Anáhuac, que creyeron
«fatigar a la tierra con su gloria» y no pensaron en que «todo perece
por ley universal». Más tarde no hubo de conformarse con
enlazar sus ideas pol1ticas y filosóficas a los fantasmas del pasado.
Al volver los ojos al presente no encontró ya acentos de piedad
como aquellos que, con la complicidad del crepúsculo, puso en sus
versos la perspectiva de maravilla que contemplaba desde la pirámide
choluteca. La tiranía no había muerto con los monarcas de
Anáhuac: ¡paseaba todavía por el mundo su túnica ensangrentada!
Contra ella se desat6 el furor de Heredia. El poeta descriptivo
era, a la vez, poeta político y poeta civil.
Es de lamentar que en la poesía civil de Heredia predomine
la tónica prosaica y declamatoria: muchas de sus composiciones de
esa índole son arengas o discursos rimados o, en ocasiones, artículos
editoriales en verso, tal como a veces parecen anunciarlo el
tema y el título: «En la apertura del Instituto Mexicano», «Progreso
de las ciencias ... » Aunque con innegable inspiración, no

135 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Heredia que el verso fuera su única ofrenda a la libertad. ¡Anhelaba
teñir con su sangre la túnica de esa deidad majestuosa y terrible!
Jóvenes, como él, eran en su mayoría los conspiradores,
entre los cuales no era Heredta el único que traducía en ardoroso
apóstrofe su rebeldía. Soñaban con arrastrar a las turbas, como
Camilo Desmoul:ns, con el ímpetu de su verbo, comunicándoles
la romántica embriaguez del sacrificio, y veían alzarse en el horizonte
de la historia «la estrella de Cuba», que fue cantada por Heredia
y quedó como símbolo en la bandera nacional.
Al oír nuestra voz elocuente
todo el pueblo en furor se abrasaba
y la estrella de Cuba se alzaba
más ardiente y serena que el sol.
9 O EXPATRIACIÓN Y EVOCACIÓN
DE LA TIERRA NATIVA
La infidencia los acechaba. Anónimo delator descubrió al Capitán
General los hilos de la urdimbre revolucionaria. Heredia encontró
seguro refugio en hogar amigo y escapó a los Estados Unidos.
Allí le alcanzó la sentencia que lo condenaba a perpetuo destierro.
Con clarividencia profética vaticinó, al ver fracasar esa conspiración,
que el siglo había de transcurrir antes de que Cuba pudiera
llamarse in¿ependiente:
Nos combate feroz tiranía
con aleve traición conjurada,
v la estrella de Cuba eclipsada
para un siglo de horror queda ya.
En los Estadcs Unidos vivió Heredia horas de amargura y sufrimiento.
Sus relaciones, que no eran muchas, las constituían
principalmente algunos cubanos distinguidos, como el padre Varela
y Tomás Gener. La estación invernal hizo estragos en sus débiles
pulmones. El país no le era grato. Le era imposible adaptarse a

136 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
aquel ambiente, para él exótico. Le entusiasmaba la figura de
Washington, a quien consagró una semblanza en prosa y una oda;
admiraba las instituciones políticas de la nación norteamericana,
porque era partidario de la forma republicana de gobierno; pero
la vida y las costumbres de los Estados Unidos le arrancaron más
de una vez acres comentarios. El idioma inglés, que logró aprender
con dificultad, antojábasele «execrable jerigonza». «Tan sólo escucho
de extranjero idioma los bárbaros sonidos», decía en su espístola
«A Emilia», escrita «desde el suelo fatal» de su destierro. En ninguna
composición sintetizó mejor sus nostalgias de desterrado:
Heme libre por fm, heme dtstante
de tiranos y siervos. Mas, Emilia,
¡qué mudanza cruel! Enfurecido
brama el viento invernal: sobre sus alas
vuela y devora el suelo desecado
el yelo punzador. Espesa niebla
vela el brillo del sol, y cierra el cielo,
que en dudoso horizonte se confunde
con el oscuro mar. Desnudos gimen
por doquiera los árboles la saña
del viento azotador. Ningún ser vivo
se ve en los campos. Soledad inmensa
reina " desolaci6n, y el mundo yerto
sufre de invierno cruel la tiranía.
¿Y es ésta la mansi6n que trocar debo
por los campos de luz, el cielo puro,
la verdura inmortal y eternas flores
y las brtsas balsámicas del clima
en que el primero sol brill6 a mis o;os
entre dulzura y paz? ... -Estremecido
me detengo, y ag6lpanse a mis o;os
lágrimas de furor... ¿Qué importa?, Emilia,
mi cuerpo sufre, pero mi alma fiera
con noble orgullo y menosprecio aplaude
su libertad. Mis o;os doloridos
no verán ya mecerse de la palma

137 D PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
la copa gallardísima, dorada
por los rayos del sol en occidentei
ni a la sombra de plátano sonante
el ardor burlaré del mediodía,
inundando mi faz en la frescura
que espira el blando céfiro ...
Más breve, pero no menos intensa como muestra de su poder
descriptivo, es su evocación de las palmas frente al Niágara:
Mas, ¿qué en ti busca mi anhelante vista
con inútil afán? ¿Por qué no miro
alrededor de tu caverna inmensa
las palmas, ¡ay!, las palmas deliciosas
que en las llanuras de mi ardiente patria
nacen del sol a la sonrisa, y crecen,
y al soplo de las brisas del Oceano
bajo un cielo purísimo se mecen?
Este recuerdo a mi pesar me viene ...
Nada, ¡oh, Niágara!, falta a tu destino,
ni otra corona que el agreste pino
a tu terrible maiestad conviene.
10 D VIDA MEXICANA DE HEREDlA
Año y medio vivió Heredia en los Estados Unidos. Allí publicó,
en 1825, la primera edición de sus poesías. En el mismo año
emprendió viaje hacia México, correspondiendo al llamamiento
del presidente Guadalupe Victoria. «Vuelta al Sur» puso por título
a la composición, rebosante de fervor patriótico, que escribió
al abandonar las playas norteamericanas. El buque que lo conducía
cruzó frente a las costas de Cuba, donde estaba vedado a Heredia
poner la planta. «El himno del desterrado» reflejó su emoción al
contemplarlas:
¡Tierra!, claman: ansiosos miramos
al confin del sermo horizonte,

138 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
y a lo lefos descúbrese un monte ...
¡Lo conozco!... ¡Dios tristes, llorad!
..............................
¡Dulce Cuba!, en tu seno se miran
en el grado más alto y profundo
las beliezas del físico mundo,
los horrores del mundo moral.
Aunque viles traidores le sirvan,
.del tirano es inútil la saña,
que no en vano entre Cuba y España
tiende znmenso sus olas el mar.
México fue para Hererua campo de lucha y de esfuerzos. Allí
siguió conspirando en favor de la independencia de su patria: en
1829 la justicia colonial española lo condenó, en contumacia, a
la pena de muerte, por hallarse complicado en la Conspiración
¿el Águila Negra, que desde México se tramaba. En México formó
Heredia su hogar, uniendo su destino al de Jacoba Yáñez, hija de
un magistrado de la audiencia, Isidro Y áñez, que fue excelente
amigo de don José Francisco. Public6 en Toluca (1832) la segunda
edición de sus poesías, que ofrend6 a su esposa con la misma
devoción con que el navegante que se ve libre del naufragio
consagra fiel a la deidad que adora
las húmedas reliquias de su nave.
Heredia fue empleado de la administración pública de México
apenas llegó, pero a poco, como si estuviera llamado a perpetuar
allí la tradición paterna, fue nombrado juez; más tarde, fiscal; y
por último, ministro de la Audiencia. Su rectitud en el desempeño
de esos cargos y su laboriosidad constante le dieron alto
prestigio. Consagró también su talento a la enseñanza pública: fue
catedrático de Literatura y de Historia, y rector del Institut{
Mexicano.

139 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
11 O DESENCANTO Y AMARGURA
No podía un espíritu inquieto como el de Heredia mostrarse indiferente
ante la evolución política del país que lo adoptaba como
hijo. Fue diputado, y sólo alzó la voz para defender -como
Andrés Quintana Roo, su hermano en ideas y en nobleza de co·
razón- el respeto a las libertades humanas. Cuando creyó que
no podía cumplir decorosamente su misión, renunció al cargo. Más
de una vez juzgó necesario aceptar las responsabilidades de una
aventura revolucionaria, pero jamás consideró que el triunfo de su
grupo o de su partido lo obligaba a aceptar en un gobierno de
amigos los errores que había combatido en sus contrarios. Los
caudillos que lo tuvieron a su lado en la hora del peligro y de las
reivindicaciones violentas, no lograron sumarlo, después del triunfo,
a la camarilla que los aplaudía en el abuso del mando. Tal ocurrió
con el presidente Santa Ana, según explica el propio Heredia en
los siguientes párrafos de una carta:
Yo no tengo hoy ni valimiento ni influjo con el gobierno.
Es verdad que el general Santa Ana, omnipotente hoy cuanto
aquí lo puede ser un hombre, fue mi amigo; que en 1832,
cuando peleaba por derrocar la usurpación y tiranía, seguí sus
banderas con no poco peligro, y en la última parte de la
campaña fui su secretario y vivíamos en la más estrecha intimidad
hasta dormir en un mismo cuarto. Al año siguiente
contribuí con mi voto como diputado a hacerlo presidente.
Pero desde sus atentados de 1834 nos hemos extrañado uno
de otro, y si se acuerda de mí es para aborrecerme, sólo
porque no apruebo sus yerros y felonías como la nube de
parásitos que lo rodea.
Durante este lapso de su vida su actividad intelectual se manifestó
en campos diversos: su afición al teatro lo impulsó a imitar
y a traducir del francés varios dramas que se representaron con

140 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
éxito feliz;!1 adaptó, refundió y amplió en español, con buen aporte
de conceptos originales, las lecciones de historia universal de Tyt1er,
prepar6 leyes para el Congreso, entre ellas un proyecto de c6digo
penal que no llegó a ser sometido a discusión, pronunció discursos,
llenos de fogosa elocuencia, en numerosos actos patrióticos, y alentó
siempre con su poesía civil el culto de la democracia republicana.
También ejerció el periodismo con firme constancia y entusiasmo;
merecen recordarse las revistas El Iris (1826) Y La Miscelánea
(1829 a 1832), que fundó y dirigió en México. En ambas
escribió artículos de crítica literaria que, si bien en un principio
acusan o excesiva benevolencia o inseguridad de juicio, y esto se
advierte en la mayoría de los trabajos publicados en El Iris, llegan
en el andar del tiempo a un sorprendente grado de madurez y
firmeza de juicio, cualidades que prevalecen en sus artículos de
La Miscelánea. Después de leer el Ensayo sobre la novela y otros
escritos de esta etapa de la vida mtelectual de Heredia, Amado
Alonso y Julio Callet-Bois, en un breve estudio sobre Heredia como
crítico literario, proclaman que no había en aquel entonces, en lengua
española, un crítico que pudiera equiparársele.
Cuando Heredia escribe reseñas teatrales para El Iris, en 1826,
todavía tiene el elogio fácil y sus juicios son generalmente benévolos:
el Pelayo, de Manuel José Quintana, es para él «la mejor
tragedia espafiola»; aplausos fervorosos le merece una tragedia de
Arnault, traducida por Juan Nicasio Gallego: Osear, hiio de Ossian¡
y con parecido entusiasmo encomia otra tragedia, Inés de Castro,
de un autor hoy justamente olvidado, Estremera.
Su juicio va afinándose con el tiempo y ya cuando publica La
Miscelánea es de admirar la agudeza de sus observaciones. Señala
los rasgos principales de Walter Scott en forma que no cabría rec-
81 Las obras dramáticas de Heredia, casi siempre imitaciones o refundiciones,
más que traducciones, son las siguientes: Pirro (Crébillon), Aireo
(Crébillon), Sita (Jouy), Abufar (Ducis), El fanatismo (Voltaire), Cayo Graco
(Marie-Joseph Chénier), Tiberio (M. J. Chénier) Saúl (Alfieri). Obras originales:
Eduardo IV, la primera de todas, representada en Matanzas, en un
teatro de aficionados, entre los cuales se contaba el autor, en 1819; el sainete
El campesino espantado,- la tragedia Los últimos romanos, y otra tragedia,
Moctezuma, de la cual sólo se conserva el primer acto y parte del segundo.

141 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
tificar hoy. Sostiene que Scott no fue un creador de caracteres
y que su propósito era «resucitar a nuestra vista los pormenores
de lo pasado». Y agrega: «El gusto y la exactitud de los pintores
holandeses se hallan en sus cuadros ... », para afirmar después:
El movimiento, la gracia, la vida que presta Walter Scott
a las escenas de los tiempos pasados, la rudeza y aun la inelegancia
de sus narraciones, que parecen en perfecta armonia
con las épocas bárbaras a que se refieren; la variedad de sus
retratos singulares, que en su extrañeza misma tienen cierto
aspecto de antigüedad salvaje, la rareza del conjunto y la exactitud
minuciosa de los pormenores, han hecho populares las
novelas que nos ocupan. Produjeron emociones universales,
a cuyo favor se han ocultado sus defectos.
Los últimos acentos que en la poesía política de Heredia parecían
evocar el ímpetu de los primeros años fueron sus epístolas
«A Quintana Roo», y sus odas «A los mexicanos en 1829» y «Al
genio de la Libertad». Decepciones profundas amortiguaron, en
el correr del tiempo, sus juveniles entusiasmos. Las revoluciones
y tiranías sucesivas en que México era pródigo, colmaron su espíritu
de desencanto. ¿Era ésa la independencia que ambicionaba
para su isla natal? ¿Qué independencia podía ser digna de tal
nombre si no daba como fruto el mayor respeto a las libertades
humanas? Para Heredia la independencia no era sino un medio,
el más legítimo y seguro, de garantizar los derechos inmanentes a
la personalidad del hombre; y s6lo si se conseguía tal objeto valía la
pena conquistarla. ¿Qué más daba, de lo contrario, colonia o república?
«Cada día me convenzo más [decía en carta a Tomás Gener
en 1828], de que esto no tiene atadero, y que la profunda inmoralidad
e ignorancia de estas gentes les impedirán por un siglo o
dos tener un gobierno, cualquiera que sea, que marche de un
modo regular y seguro .•
No son extrafias -como hijas de un espíritu radical y vehemente
cual era el suyo-- las palabras, llenas de honda desilusión,
que estampó en una instancia dirigida en 1836 al Capitán General
de Cuba, para obtener, al amparo de la amnistía decretada por la
Corona, la autorizaci6n de visitar la Isla por breve tiempo, con

142 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
el objeto de ver a su madre y a otros familiares. Decepcionado,
perseguido, reducido a la miseria, presa ya de enfermedad mortal,
escribió con hondo abatimiento:
Es verdad que ha doce años la independencia de Cuba era
el más ferviente de mis votos y que por conseguirla habría
sacrificado gustoso toda mi sangre j pero las calamidades y
miserias que estoy presenciando hace ocho años han modificado
mucho mis opiniones, y vería como un crimen cualquiera
tentativa para transplantar a la feliz y opulenta Cuba los
males que afligen al continente americano.
Más que una abjuración de su credo político es ésta una manifestación
de desencanto profundo. Durante su corta permanencia
en Cuba -del 4 de noviembre de 1836 al 15 de enero de 1837-,
Heredia, siempre vigilado y amenazado a pesar de esas declaraciones,
sufrió amarguras y aun humillaciones. Nada de cuanto vio
entonces podía inducirlo a preferir la continuación del régimen
colonial a la inestabilidad y los extravíos de toda nacionalidad en
formación. En otro tiempo su espíritu vehemente habría estallado
en yambos de indignación; pero el poeta civil había enmudecido
ya. La fe que aprendió de niño inspiró sus Últimos versos. Murió
en la ciudad de México el 12 de mayo de 1839. Tenía treinta y
cinco años.
12 O TEMPERAMENTO ROMÁNTICO Y ANTIRRETÓRICO
Por la sensibilidad de su temperamento y por la exaltación con
(me expresaba sus emociones, era Heredia un romántico. Nada
más lejos de ese temperamento que la severidad del espíritu clásico.
Alguna huella habían de dejar en su poesía los estudios humanísticos
que hizo en su infancia, pero aunque el culto amanerado de
un clasicismo ficticio imperaba todavía en la poesía española de su
tiempo, Heredia se apartó de esa tendencia seudoclásica. No cuadraban
a su temperamento el excesivo amor a los primores retóricos
ni la sujeción a reglas estrechas o artificiales. El verso le
salía impetuoso y natural: más que presentarlo con aliño, se cui-

143 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
daba de que respondiese a su estado de ánimo. ¡Cuán distante se
hallaba del pulido Meléndez, a quien sin embargo tomó por arquetipo
en algunas de sus primeras composiciones! En cambio, de
Cienfuegos -poeta inferior a él- hay huellas desde el punto de
vista de la forma externa. La raz6n es obvia: Cienfuegos, que
había vivido y florecido años atrás, era un temperamento romántico
encarcelado en el retoricismo seudoclásÍco. Pugnó por romper las
mallas y consiguió tener, al menos, un modo de expresión diferente
del que adoptaban sus contemporáneos. «Sucedióle lo que a
todos los innovadores que llegan antes de tiempo [dice Menéndez
y Pe1ayo]. La literatura de su siglo lo excomulgó por boca de
MoratÍn y de Hermosilla, y los románticos no repararon en él
porque estaba demasiado lejos y porque conservaba demasiadas
reminiscencias académicas.»
13 O INFLUENCIAS CIRCUNSTANCIALE¡'
Diversas influencias circunstanciales podrían señalarse en Heredia:
la de Quintana, en algunos rasgos de poesía civil y, de manera esporádica,
la de Jovellanos, la de Gallego, acaso la de Lista. Son,
en general, las influencias españolas las que prevalecen en él, si
bien, entre las que provienen de otras literaturas, importa señalar
la de Byron, de cuyos primeros cantos de Chzlde Harold encontramos
eco manifiesto en los arrebatados acentos con que Heredia
describe el imponente espectáculo de las tempestades.
Al través de las diversas traducciones y adaptaciones que hizo
Heredia podría buscarse el rastro de otras influencias, pero sólo
afinidades no muy precisas pueden sugerirse entre Heredia y alguno
de los poetas que tradujo, y esas afinidades son las que caracterizan
y acercan a los hombres de una mIsma época, pues Heredia tradujo
preferentemente a los que eran sus contemporáneos: ya a
algunos que murieron cuando él era todavía niño ( los franceses
Parny y Millevoye, y el portugués Bocage), ya a otros que vivían
y escrihían al mismo tiempo que él, como Goethe y Byron, el inglés
Thomas Campbell, los italianos Ugo Fóscolo e Hipólito Pindemonte,
o a los franceses Antoine Vincent Arnault, Casimir Dela-

144 O MAX HENRíQUEZ UREÑA
vigne, Pierre-Jean de Béranger, Alphonse de Lamartine y Ernest
Legouvé, longevo que muri6 de noventa y seis años al cumplirse
el primer centenario dd nacimiento de Heredia.
Aparte de esos autores que vivieron y escribieron durante la
primera mitad del siglo XIX, aunque algunos, como Goethe, habían
realizado la mayor parte de su obra durante la centuria precedente,
Heredia sólo tradujo fragmentos de un poeta de la antigüedad
clásica: Virgilio; y de diversos poetas del siglo XVIII: James Macpherson
(, falso Ossian), Edward Young (el famoso poeta de los
Nigbt Thougbts), los franceses Jean-Antoine Roucher, Charles
Albert de Moustier (autor de unas Cartas sobre la mitología, en
prosa y verso), que tuvieron gran circulación durante el último
cuarto del siglo XVIII, el fabulista francés FIorian y el fabulista
italiano Aurelio Bertola. A éstos cabe agregar al notable poeta
guatemalteco que escribió en latín, y que también pertenece al
siglo XVIII: el presbítero Rafael Landívar, de cuya Rusticatio
Mexicana tradujo Heredia varios fragmentos.
14 D CHATEAUBRIAND y HEREDIA
ANTE EL NIÁGARA
Chateaubriand se anticipó a Heredia en la descripción del Niágara,
que constituye una de las más bellas páginas de Atala. Heredia
lo había leído, y así nos 10 revela una composición que escribió
inspirándose en la famosa narración de Chateaubriand. La descripción
que Heredia hace del Niágara no difiere, en lo externo,
de la de Chateaubriand; pero ¡cuán distintas son las emociones de
uno y otro frente al mismo panorama! 82 Chateaubriand se dejaba
guiar por la imaginación, copiaba rara vez la realidad exterior de
manera fiel: en ocasiones pintó, con inexactitud evidente pero con
minuciosidad pasmosa en los detalles, lugares que jamás visitó.
Heredia, en cambio, reflejaba emociones directas: cuando describía,
sólo hablaba de los aspectos que se le entraban por los ojos. La
12 Joeeph Bédier ha demostrado que Chateaubriand describió muchos lugares
que no visitó. Descartó, sin embargo, la posibilidad de que no hubiera
visto el Niágara, que describi6 de modo tan brillante.

145 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
impreslOn que deja es profunda, porque sugiere más de lo que
dice. Chateaubriand veía el paisaje americano con los ojos del
europeo que busca una nota de novedad y de exotismo, y se asoma
al pórtico de un paraíso desconocido. Heredia no se internaba
en una selva ignorada: cantaba aspectos diferentes del mundo en
que había nacido, y aspiraba solamente a traducir su proyío yo
frente al alma del paisaje. Es la nota subjetiva, la eminentemente
personal, la que nos hace admirar sus descripciones. Heredia es,
ante todo, Heredia.
15 O DESIGUALDADES Y LIMITACIONES
Heredia fue un poeta desigual. En su tiempo se le acusó de no
pocas incorrecciones. La mayor parte de las censuras puramente
retóricas que se le hicieron, hoy no tienen valor, pues obedecían
al estrecho criterio en que se inspiró la escuela seudoclásica; pero
es indudable que el prosaísmo y la escasez de su léxico restan esplendor
a su expresión poética. Sus versos políticos, acaso los
menos pulcros en la forma, tienen, empero, vigor poético. La
poesía política de Heredia es como un bloque de mármol sin tallar:
áspero, rugoso, pero duro y deslumbrante.
Heredia tuvo el sentimiento del paisaje. Llevó a la poesía la
emoción genuina de la naturaleza americana. Andrés Bello, elegante
y frío, se esforzó en conseguirlo en su silva inimitable: su
en.umeración de los frutos en que es pródiga la zona tórrida podría
traducirse en un admirable cuadro de naturaleza muerta. En
Heredia la naturaleza palpita con la vida que él le trasmite o con
la que capta en una estrofa llena de agilidad y colorido.
16 O POETA DE LA DIGNIDAD HUMANA
Poeta civil, en toda su obra -aun en sus versos de amor- palpita
el sentimiento de la patria. Este sentimiento es a veces tan sólo
un recuerdo nostálgico, pero se repite a lo largo de toda su producción
en formas diversas. La posteridad le reservó la más alta
gloría a que puede aspirar un poeta político: durante el período

146 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
de las conspiraciones, los cubanos emigrados repetían, de generación
en generación, las estrofas de «El himno del desterrado»,
sin otra música que la de los consonantes, como si fueran las de
una marsellesa. «¡Danos, oh, padre [clamaba José Martí en memorable
discurso], virtud suficiente para que nos lloren las mujeres
de nuestro tiempo como te lloraron a ti las mujeres del tuyo;
o haznos perecer en uno de los cataclismos que tú amabas, si no
hemos de saber ser dignos de ti!»
La poesía de Heredia, que revela el sentimiento de la patria,
tuvo, al propio tiempo, una alta significación continental, porque
reflejaba el espíritu de la América independiente. Heredia es el
poeta de la democracia republicana: cantó los ideales de todo un
continente.
Aun hay más en la poesía de Heredia: hay en ella un sentimiento
que va más allá de las fronteras de la patria nativa y de
los contornos del continente que fue su «magna patria»: es el de
la humanidad y la civilización. Su poesía mira al porvenir, se sale
de los horizontes que circunscriben una comarca determinada, se
detiene ante los problemas de la naturaleza y el destino, exalta las
manifestaciones del progreso humano, y cuando habla de libertad,
reclama la libertad de todos los pueblos y rinde pleitesía a «la
sublime dignidad del hombre».

XI
l.-Preliminares de la independencia de las colonias españolas
de América. 2.-Conspiraciones de Cuba. J.-El
periodismo durante la vigencia de la Constitución liberal.
4.-La Academta Cubana de Literatura. 5.-Personalidad
de O'Gavan. 6.-Supresi6n de la Academia y destierro
de Saco
1 O PRELIMINARES DE LA INDEPENDENCIA
DE LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE AMÉRICA
Durante el último cuarto del siglo XVIII y el primero del XIX se
desarrollaron en Europa y América acontecimientos históricos llamados
a influir decisivamente en el movimiento de las ideas y en
el porvenir político de Cuba.
Hubo, ante todo, dos hechos de excepcional trascendencia dentro
del proceso político del mundo occidental: la proclamación de la
independencia de los Estados Unidos de América (1776) Y la Revolución
Francesa de 1789. La América española se mantuvo en muda
expectación ante esos acontecimientos. La única consecuencia directa
e inmediata de la Revolución Francesa en el Nuevo Mundo
fue la insurrección de los esclavos en la colonia francesa de Haití
( 1791 ), que culminó en la declaración de independencia de aquella
porción de la antigua Isla Española (1803).
En 1808 un conjunto abigarrado de circunstancias preparó y
favoreció e! advenimiento de la independencia en casi toda la América
española. El pensamiento separatista y republicano, incubado
lentamente como una consecuencia natural del ejemplo de los Estados
U nidos y de las ideas filosóficas que inspiraron en Francia
la revolución, encontró la oportunidad propicia para manifestarse.
La abdicación de Carlos IV y Fernando VII en Bayona, y la protesta
armada de! pueolo español contra el reinado de José Bonaparte
y contra la ocupaci6n francesa, provocaron en las colonias españolas
de América un estado pasajero de incertidumbre que en algunas dio

148 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
por resultado la creaci6n de Juntas de Gobierno semejantes a las
que en Espafia habían asumido la direcci6n de la cuesti6n púo
blica. De ese estado de cosas surgi6 la guerra de independencia
hispanoamericana.
Cuba se mantuvo ligada a la metrópoli. A ello contribuyeron,
primero, su condici6n insular, que la separaba geográficamente de
la influencia y del auxilio que podrían prestarle las colonias suble·
vadas; después, la esperanza, que abrigaban cubanos de significación,
de que la Isla pudiera alcanzar bajo un régimen liberal en la metró·
poli un estado polftico de libertad y bienestar; y, por último, la
afluencia de una fuerte inmigración de elementos adictos a España,
provenientes de las colonias en guerra y de la misma Península.
Descartada la idea (que sustentaron Arango y Parreño y otros)
de constituir en Cuba una Junta de Gobierno que se encargara de
la dirección de los asuntos públicos, el capitán general y gobernador
don Salvador de Muro y Salazar, marqués de Someruelos, se sometió
a la autoridad de la Suprema Junta Central y Gubernativa de España
y de las Indias, constituida en Aranjuez, y en cumplimiento
de instrucciones de la propia Junta convocó a elecciones para cubrir
las plazas de diputados que debían representar a Cuba en las Cortes
de Cádiz, que votaron la Constitución liberal de 1812.
La anulación de esa Constitución por Fernando VII en 1814,
una vez reintegrado al trono de España, segó en flor la esperanza
de los que anhelaban en Cuba mayores libertades y derechos. Esta
esperanza renaci6 -un momento no más- con el movimiento
liberal de 1820, y Cuba pudo enviar otra vez sus representantes a
las Cortes, pero ese efímero parlamento fue disuelto por la reacción
absolutista de 182.3.
2 O CONSPIRACIONES DE CUBA
No era posible que Cuba se sustrajese a la agitación separatista que
prevalecía en el Nuevo Mundo. En 1812 descubrió el marqués de
Someruelos una conspiración -la de Aponte- que al parecer sólo
era un movimiento en favor de los esclavos. Empezaron a organi.

149 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
zarse a poco logias masónicas y sociedades secretas, unas y otras
con propósitos políticos. El capitán general Francisco Dionisio Vives
descubrió en 182.3 la Conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar,
cuya finalidad era la de establecer la República de Cubanacán. En
esta conspiración figuraban muchos cubanos de relieve social e intelectual,
como el poeta José María Heredia y el abogado José Teurbe
Tolón, que fueron condenados a extrafiamiento perpetuo. Es verdad
que en ese entonces la idea de la independencia era en Cuba tan
sólo el patrimonio de una élite que en gran parte emigró de la Isla
pero que, engrosándose cada día, se mostró incansable en el logro
de sus aspiraciones. Otras conspiraciones abortaron después: la de
Francisco de Agüero y Andrés Manuel Sánchez, en 1826; y tres años
más tarde la del Águila Negra, que tenia su base principal en las
logias mas6nicas de la legión de ese nombre en México, donde en
1825 se había constituido una Junta Promotora de la Libertad Cubana.
Una comisión de cubanos había embarcado anteriormente
para la América del Sur con el propósito de impetrar el concurso de
Bolívar para esa magna empresa. Bolívar, que se entrevistó con los
comisionados José Aniceto Imaga y José Agustín Arango en 1825,
había acariciado siempre, según manifestó, el proyecto de libertar
a Cuba, como complemento necesario de la emancipaci6n americana,
pero en aquel momento no podía prestar el auxilio que se le pedía.
La idea tropezaba, además, con un nuevo obstáculo: la oposición del
gobierno de los Estados Unidos. En 1826 se había celebrado en
Panamá un congreso de repúblicas americanas, y uno de los puntos
que, según el propósito de Bolívar, debieron discutirse en ese congreso
-cuyos resultados no correspondieron a las esperanzas que
en él se fundaron- era la independencia de Cuba. Los delegados
de los Estados Unidos de América (Richard G. Anderson y John
Sergeant) no llegaron a participar en las deliberaciones de la
asamblea, pero habían recibido de su gobierno instrucciones para
no contraer alianzas ofensivas y para asegurar la neutralidad de
los Estados Unidos frente a Espafia y sus colonias.
Cuba se mantuvo, pues, en la condición de colonia, pero las
ideas políticas dieron en la Isla un paso de avance y quedaron claramente
delimitadas: frente a los que sustentaban la adhesión al
régimen espafiol y reclamaban, dentro del mismo, reformas liberales,

150 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
se encontraban los que defendían el ideal separatista y, en consecuencia,
la independencia absoluta, aunque no faltaban quienes,
faltos de fe en esta idea, abogaban por la anexión de la Isla a los
Estados Unidos. El debate provocado por tan opuestas tendencias
duró casi un siglo.
3 O EL PERIODISMO DURANTE LA VIGENCIA
DE LA CONSTITUCIÓN LIBERAL
Los movimientos liberales que hubo en España durante el primer
cuarto del siglo XIX, aunque ahogados cada vez por reacciones absolutistas,
son los que provocan los primeros brotes de la libertad
de pensamiento en Cuba: por primera vez, de 1812 a 1814 y
después en 1820, hizo su aparición en Cuba el periodismo político.
Algunos cubanos de prestigio intelectual patrocinaron la fundación
de publicaciones periódicas y libraron polémicas tan porfiadas como
interesantes desde el punto de vista de las ideas políticas.
Durante la segunda vigencia de la Constitución, de 1820 a
1823, los periódicos que defendían las tendencias liberales eran
El Argos (1820-1821), El Americano Libre (1822-1823) Y El
Revisor Político (1823), además de la Biblioteca de las Damas
( 1821), dirigida por José María Heredia y El Observador Habanero
( 1820-1821 ), redactado por José Agustín Govantes, Leonardo
Santos Suárez y Nicolás M. Escobedo.
Los partidarios del régimen imperante contaban con el importante
diario El Notictoso y diversas hojas volantes, entre ellas El
Tío Bartolo (1820-1821), fundado por el habanero José María
Aguiar. Ese periódico fue el vocero del bando llamado piñerista,
que acaudiIlaba el presbítero Tomás Gutiérrez de Piñeres (17 ... -
1828), furibundo enemigo del intendente Ramírez, de Arango y
Parreño, del doctor Romay y, en general, de los que propugnaban
mejoras y reformas. Gutiérrez de Piñeres, natural de Castilla la
Vieja, dotado de viva inteligencia y buena cultura, era un curioso
ejemplar de paranoico demoledor, atacado de energumenia. Las agitaciones
políticas de la Península lo hicieron venir a Cuba en
1811, por segunda vez, pues ya había estado a fines del siglo

152 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Ticknor y otros extranjeros ilustres a quienes reveló una actividad
intelectual que apenas concebían.
4 O LA ACADEMIA CUBANA DE LITERATURA
El resurgimiento de algunas libertades públicas después de la muerte
de Fernando VII animó a los miembros de la comisión literaria
de la Sociedad Econ6mica a solicitar la autorización necesaria de
la Reina Gobernadora para establecer en Cuba una Academia de
Literatura. Esta autorización fue concedida por Real Orden dictada
el 23 de diciembre de 1833 y, de acuerdo con sus previsiones,
el 6 de marzo de 1834 quedó constituida la Academia Cubana de
Literatura.
En Nicolás de Cárdenas y Manzano (1793-1863), entonces vicedirector
de la Sociedad Económica, hombre ilustrado y distinguido,
que por dos veces fue alcalde de La Habana, recayó el cargo de
director de la Academia; el de vicedirector en el licenciado BIas
Osés (m. 1874), y el de secretario en Domingo del Monte y
Aponte (1804-1853). Entre los académicos de número había figuras
tan conocidas como las de José de la Luz y Caballero (1800-
1862); José Antonio Saco y López (1797-1879); Nicolás Manuel
Escobedo y Rivera (1795-1840); Felipe Poey y Aloy (1799-1891);
Manuel González del Valle y Cañizo (1802-1884); Ignacio Valdés
Machuca (1792-1851); el presbítero Francisco Ruiz (1797-1858),
profesor de Filosofía en el Seminario de san Carlos; José Luis Alfonso,
marqués de Montelo (1810-1881), cultivador ocasional del
verso y hombre dotado de buena ilustración; y a ellos pueden agregarse
otras personalidades prestigiosas: un grupo de letrados distinguidos,
como el licenciado Anastasio Carrillo de Albornoz y
Arango (1800-1860). que era entonces alcalde de La Habana; el
licenciado José Agustín Govantes (1796-1844), catedrático de Derecho
patrio en el Seminario de san Carlos; el auditor de guerra,
doctor Prudencia Hechavarría y O'Gavan (1796·1846); el licenciado
José Antonio Cintra y Collazo (1802.1868), profesor de
Derecho; el licenciado Francisco Javier de la Cruz (1800-1865),
también catedrático; el licenciado José Bruzón y Rodríguez, caba-

153 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
lIero de Montesa (1802-1867); el licenciado Anastasio Orozco
y Arango (1803-1864), y otros más, de quienes se tienen datos
incompletos; el segundo fiscal de marina, licenciado Domingo
André; el doctor Francisco Eusebio de Hevia, catedrático de la Universidad
en 1828; el auditor honorario licenciado Cornelio Coppinger;
el licenciado Clemente Blanco; el capitán (también licenciado
en Derecho, Pedro Pascual Sirgado y Zequeira (1798-1855),
autor de algunos ensayos poéticos y artículos periodísticos; y el
licenciado Esteban Morís. Se completaban los académicos de número,
hasta veintisiete, con Joaquín Santos Suárez y Pérez (1798-
1869), que era uno de los miembros más laboriosos de la sección
de educación de la Sociedad Económica; el doctor Vicente Osés y
el profesor andaluz Juan Justo Reyes (n. 1844) autor de manuales
de geografía, gramática y teneduría de libros, de quien dijo Saco,
refiriéndose en tono pintoresco a los incidentes que vinieron
después: «Este señor, lejos de defender la Academia, o de mantenerse
neutral, como hicieron algunos, se pasó a las filas enemigas.»
Fueron nombrados, además, siete corresponsales en Madrid:
Francisco Martínez de la Rosa, primer ministro en este momento;
Manuel José Quintana; Agustín Durán; Dionisio Solís (o sea Dionisio
Villanueva y Ochoa); el doctor Juan de la Cruz Osés (hermano
de BIas y Vicente, que eran académicos de número); Tomás
Quintero (escritor colombiano que residía en Madrid); y el licenciado
José María Montreal. Cinco en Puerto Rico: José Ramón
Osés (m. 1848), oidor decano y luego regente de la Audiencia de
esa Isla; el fiscal Antonio Benavides y Navarrete (1807-1844); el
oidor Jaime María de Salas: el relator licenciado Agustín Sirgado
y Zequeira, hermano de Pedro Pascual, académico de número;
y el doctor José Espaillat; uno en Matanzas, el poeta Féliz Tanco y
Bosmeniel [1797-1871]; y dos en Puerto Príncipe: el notable
hombre de ciencia dominicano Manuel de Monteverde y Bello
(1793-1871) Y el oidor de la Audiencia, licenciado Bruno González
de la Portilla, autor de unos Elementos de prosodia de la
lengua castellana.
La Comisión de Literatura se convertía de ese modo en una institución
independiente, hasta cierto punto, de la Sociedad Económica.
No obstante, como se prevenía en la Real Orden que le dio

154 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
existencia legal, la Academia debía rem1t1r su reglamento a la
Sociedad Económica para que ésta 10 aprobase. El cumplimiento
de esta formalidad fue el punto de partida de un incidente que
significó la muerte definitiva de la Academia.
Los miembros de la Comisión de Literatura habían elevado
directamente su solicitud a la Reina Gobernadora, sin intervención
alguna de la Sociedad a que pertenecían. Este proceder irritó los
ánimos del grupo dirigente de la Sociedad Económica, a cuyo frente
se encontraba, ejerciendo el cargo de director, el doctor Juan Bernardo
Q'Gavan y Guerra (1782-1838), cuyos altos prestigios, que
en aquel momento mucho significaban en el orden de la influencia
oficial, 10 hacían temible como enemigo de la recién nacida
Academia.
5 O PERSONALIDAD DE O'GAVAN
Q'Gavan era hombre de viva e inquieta inteligencia, de buena preparación
intelectual y de espíritu combativo. Hijo de casa rica,
realizó holgada y brillantemente sus estudios: primero en el Seminario
de san Basilio, de Santiago de Cuba, su ciudad natal, y
después en la Universidad de La Habana, donde obtuvo el doctorado
en Derecho canónico. Años más tarde le otorgó la Audiencia
el título de abogado. Su vocación fue el sacerdocio, y entró a ejercerlo
desde muy joven. Mereció la simpatía intelectual y el afecto
del obispo Espada. Bajo tales auspicios empezó, desde temprana
hora, a obtener cargos y distinciones: fue fiscal eclesiástico a los
veintiún años; profesor de Filosofía en el Seminario de san Carlos,
a los veintitrés; juez eclesiástico y vicario general de La Habana,
a los veintiocho, edad en que también fue electo, por Santiago de
Cuba, diputado a las Cortes de Cádiz; después oidor honorario
de la Real Audiencia, deán de la Catedral, comisario de Cruzada,
juez de medias anatas, encargado provisional del obispado de La
Habana ...
No siempre la fortuna fue su aliada. Frente a la adversidad,
mucho le valieron su sagacidad y su energía. Era altivo, dominante,
y apasionado, pero domeñaba sus ímpetus merced a la reflexión y

156 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
formas benéficas que ha promovido el congreso y al establecimiento
del nuevo régimen constitucional.
La actitud de O'Gavan en las Cortes de Cádiz lo señaló como
hombre de tendencias liberales. Su firma quedó estampada en la
Constitución de 1812. No obstante, cuando la obra de esas Cortes
quedó nulificada por la primera reacción absolutista, no fue O'Gavan
objeto de persecuciones ni represalias, como 10 fueron otros diputados
que defendieron los mismos puntos de vista. Muy por el contrario,
supo inspirar confianza y ganar esÚIDación dentro del nuevo
orden polítICO, y en 1815 regresó a Cuba investido de honores y
nombrado oidor honorario de la Audiencia.
El reflorecimiento del régimen liberal en 1820 lo devolvió al
seno de las Cortes, a las cuales llegó tardíamente en 1821, después
de haberse repetido, por vicios de nulidad, el proceso electoral en
el que resultó triunfante. En Madrid le ofrecieron, en 1823, un
obispado vacante en España y, más tarde, el arzobispado de Cuba.
O'Gavan presintió que la situación política liberal, merced a la
cual se le hacían tales ofrecimientos, no se sostendría mucho tiempo,
y los rechazó, no por humildad, sino por sagacidad y previsión.
Joaquín Francisco Pacheco, a quien se debe la más completa biografía
de O'Gavan, reconoce que éste actuó de ese modo porque
«recelaba de la duración de aquel sistema político, y no quería
que se añadiese su nombre al de los obispos presentados y no confirmados,
largo catálogo ya en aquella sazón».8S
Restablecido el absolutismo poco después, O'Gavan fue mirado
con algún recelo por los dirigentes del nuevo régimen. Aunque
regresó a Cuba y el obispo Espada lo propuso para las funciones
de coadjutor del episcopado habanero --cosa que no pudo obtener--,
recibió orden de volver a Madrid. Caído en desgracia,
castigado con semejante traslado de residencia, que no obedecía a
causa inmediata conocida, desplegó allí nuevamente sus artes de
inteligencia y diplomacia, y tres años más tarde pudo reintegrarse
a Cuba con nuevas distinciones, que de entonces fueron en aumento:
85 La biografía de O'Gavan por Joaquín F. Pacheco (1808-1865) se publicó
en un folleto (Madrid, 1848). La reprodujo la Revista de Cuba, t. V,
La Habana, 1879.

157 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
de 1829 data su nombramiento de deán, el de comisario de Cruzada
y el de juez de medias anatas; de 1832, la concesi6n que se
le hizo de la gran cruz de Isabel la Cat6lica, su designaci6n para el
gobierno, sede vacante, de la di6cesis de La Habana; su elecci6n
para el cargo de director de la Sociedad Econ6mica de La Habana
y para el de presidente honorario de la de Santiago de Cuba. En
1834 fue designado por Martfnez de la Rosa, que en aquel momento
era ministro de Estado, para desempeñar las funciones de
auditor de la Rota Romana.
O'Gavan no sobresali6 como escritor, pero su estilo era correcto,
y su lenguaje, conciso y claro. En la tribuna brilI6 siempre
que le toOO defender con sinceridad un prop6sito o una idea. Su
trabajo más celebrado fue el elogio de José Pablo Valiente, leído
en 1818 en la Sociedad Econ6mica. Sus Observaciones sobre la
suerte de los negros de A/rica,''' al través de las cuales se advierte
el prop6sito de justificar el comercio de esclavos, fueron duramente
censuradas por José Antonio Saco yel inglés Bowring.
6 O SUPRESIÓN DE LA ACADEMIA
Y DESTIERRO DE SACO
En 1834, cuando se plante6 el conflicto de la Academia, se encontraba
O'Gavan en el apogeo de su prestigio y de su influencia.
T om6 resueltamente el partido de destruir el proyecto de Academia,
pues los organizadores no habían contado con él, y tuvo
el poderoso apoyo del Conde de VilIanueva,87 personaje de gran
valimiento en las esferas gubernamentales. Villanueva veía con
antipatía a Saco y a otros miembros de la Academia.
86 El Elogio de Valiente fue publicado en folleto (La Habana, 1818)
yen las Memorias de la Sociedad Económica, t. XVI, 1842. Las Observaciones
sobre la suerte de los negros en Africa son un folleto de 24 pp. (Madrid, 1821).
El inglés Bowring lo impugnó el mismo año en otro folleto, también impreso
en Madrid.
87 Claudio Martínez de Pinillos, conde de Villanueva (1782-1866), nativo
de La Habana, fue sllperintendente general de Hacienda y organizó la recaudación
y administración de las rentas públicas de manera bastante eficaz. Favoreció
el progreso material de la Isla y prestó alientos a la construcción del

158 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
La Sociedad reclamó a la Academia que le remlt1era, junto
con su reglamento, la exposici6n inicial elevada a la Reina. La
Academia no se plegó a esa exigencia, y sus estatutos quedaron
pendientes de la aprobación de la Sociedad, requisito sin el cual
no podía constituirse legalmente.
¿ Por qué no envió la Acadetnia copia de la exposición a la
Reina? Bias Osés informó de palabra, en junta que celebró la
Sociedad Económica el 28 de febrero de 1834, que esa exposición
era obra suya en particular, y que no conservaba ni aun el borrador,
y así lo ratificó en el acto de la instalación de la Academia. Sin
embargo, alguna copia quedó del documento, pues años más tarde,
en 1858, Saco publicó su texto en el tomo tercero de sus Papeles,
e hizo constar que nunca lo vieron los enemigos de la Academia y
que ésta «fue, sin embargo, calumniada por ellos, pues se imaginaron
que contenía falsedades y ofensas contra la Sociedad Económica
de La Habana».88 Resulta algo extraña la ocultación de ese
papel, pero sean cuales fueren las razones por las cuales no se
remitió la copia solicitada, lo cierto es que una y otra institución
quedaron frente a frente, mientras José Antonio Saco se aprestaba
a defender con su pluma los derechos de la Academia.
La cuestión así planteada tenía otros aspectos. En aquel momento
la Academia aparecía como un organismo en cierto modo
rebelde, constituido principalmente por nativos de Cuba, que por
Cuba vivían y pensaban; y junto a ellos figuraban algunos españoles
de tendencias liberales, como los hermanos Osés. La Sociedad
Económica era, en cambio, una institución ligada por vínculos
oficiales al gobierno colonial, al cual, por lo tanto, dehía mostrarse
adicta. El conflicto que surgió en tomo a la fundación de la Academia
Cubana es un ejemplo típico del criterio prevaleciente en
muchos hombres de la administración colonial de Cuba durante el
siglo XIX: establecer un centro de cultura que no obedeciese a inspiraciones
directas del gobierno se consideraba un peligro.
88 Colección de papeles sobre Cuba, t. IlI, París, 1859 (pp. 3-5).
acueducto de La Habana y a la introducción de máquinas de vapor en los
ingenios. A sus empeños se debió la construcción del ferrocarril de La Habana
a Güines. Fue presidente de la Junta de Fomento. Abrió algunos puertos
de Cuba al comercio extranjero. Era enérgico y apasionado.

159 O PANORAMA f-fISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
En el debate que en torno a la Academia se promovió en la
prensa, y llegó a ser enconado, no se hizo públicamente la imputación
de que la nueva institución representaba una amenaza, probable
o remota, en el orden politico; pero no era otro, en el fondo,
el problema que se planteaba, aunque envuelto en el ropaje de
susceptibilidades de lndole personal o de rivalidades de índole colectiva.
No podía declararse siquiera sospechoso de adhesión a
las ideas separatistas a ninguno de los miembros de la Academia
Cubana, pero todos, o casi todos, eran hombres de pensamiento
independiente y de espíritu avanzado. Mucho se comentaba que
Saco, valga este solo ejemplo, había defendido contra los ataques
de Ramón de la Sagra,89 la gloria literaria de Heredia y habia declarado
la guerra al illcito comercio de esclavos. No convenía, dentro
de un régimen que no permitía sino contadas libertades, que un
grupo de hombres, convictos del grave delito de pensar libremente,
constituyese un organismo autónomo, llamado a ejercer, sin duda.
vasta influencia moral en el país.
Al decir de Jacobo de la Pezuela,
cierta parte, la más activa e influyente de la población, que
desde el primer tratado supresorio de la trata se ha abrogado
[sic] el derecho de ser la única que allí ame a la metrópoli,
precisamente en el simple hecho de aparecer entre los
nuevos académicos Saco, y dos o tres que tenía por enemigos,
halló arbitrio para inspirar recelos al influyente canónigo Juan
Bernardo O'Gavan de que la nueva academia se iba a absorber
89 Ramón de la Sagra (1798-1871) era gallego. Llegó a La Habana en
1822 y se hizo cargo de la recién fundada cátedra de Botánica. Era hombre
de gran voluntad y constancia en el trabajo y, salvas las deficiencias inevitables,
hijas de la precipitación de quien desea obtener rápido éxito, es innegable que
su labor fue útil y que desde la fecha en que llegó a Cuba hasta que, en
1836, se trasladó a Europa, donde compuso, con la colaboración de distinguidos
hombres de ciencia del viejo continente, su Historia fisica, política y
natural de la isla de Cuba (12 vols., París, 1842-1851), obtuvo gran riqueza
de datos sobre la Isla, los ordenó y clasificó con alguna habilidad. Sus ataques
a Heredia fueron absurdos y revelan ausencia completa, no sólo de sentido
crítico, sino también de sentido literario.

160 O MAX HENRfQUEZ uuiA
todo el presúgio de la antigua Sociedad Económica, de donde
había salido,-
Herido O'Gavan en su vanidad, y receloso de que se preten­

161 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Después recoge el guante y reconoce la influencia moral, y por
lo tanto la significación elevada que en el orden político debía
alcanzar una institución de esa índole:
Ni es la religión la única arma formidable de que se han
valido para asesinar a los académicos. Vibran también contra
ellos el rayo de la política, pero de una política oscura a la
que con énfasis malicioso se alude siempre que los perversos
quieren desbaratar los planes de los buenos. Se habla de la
influencia que la Academia puede tener directa o indirectamente
en el orden político; yen verdad que la tiene de ambos
modos, pues procediendo los males que afligen a la nación del
largo reinado de la ignorancia, claro es que todas las instituciones
que contribuyan a disipar las tinieblas y a esparcir
la ilustración, deben ser de alta trascendencia política.
El general Tacón, que había reemplazado a Ricafort en el
mando, entendió sin duda que un hombre tan tenaz en sus empeños
y tan recio en la dialéctica no convenía en Cuba a los fines
políticos del gobierno colonial, a menos de mantenerlo bajo vigilancia
y fuera de La Habana, donde gozaba de tanto prestigio y
tantas simpatías. Ordenó, en consecuencia, que Saco pasara a residir
a la ciudad de Trinidad. Saco sostuvo una entrevista con
Tacón, quien le declaró sin reservas que uno de los motivos determinantes
de esta medida era la gran influencia que él (Saco) ejercía
sobre la juventud habanera. Saco prefirió el extrañamiento al destierro
dentro del propio país, y pidió pasaporte para Europa. No
volvió a residir en Cuba, pues sólo en 1861 visitó la Isla por
breve tiempo.
Casi al par que la defensa de Saco se publicaron en La Aurora
de Matanzas concisas y categóricas declaraciones de Domingo del
Monte sobre el asunto de la Academia. Ardientes comentarios
provocó el siguiente párrafo, lleno de veladas invectivas contra
O'Gavan:
¿Qué interés puede tener una Sociedad Económica en que no
haya academia de literatura en La Habana? ¿Qué temores
puede infundirle, qué linaje de rivalidad puede esperar de la
Cr--PANOIUMA HISTÓRICO

162 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Academia Cubana, compuesta en la mayor parte de unos
hombres sin pretensiones de empleos ni de riquezas, ni condecoraciones,
que tienen la sencillez de espíritu que siempre
ha sido peculiar a los que se han dedicado al estudio y al
ejercicio de la filosofía; que nunca han desertado del comercio
y trato de las musas, por lanzarse ciegos tras de los
fantasmas peligrosos de la ambición y de la codicia; que
nunca han sacrificado a ningún Moloch ni han vendido sus
conciencias ni sus almas a ninguna especie de tiranía? ¿Por
qué inventarles trabas en vez de destruírselas, crearles inconvenientes
imaginarios en vez de remover los reales que pudieran
detener el curso de sus ocupaciones; armarles pérfidas
celadas y buscarles pretextos injustos, pueriles, maliciosos,
para mortificarles solamente para que no tengan ni aun la
sencilla facultad de poderse reunir bajo la protección y amparo
de las leyes? He aquí el verdadero punto bajo el cual
debe considerarse esta reñida cuestión. Si la Sociedad Económica
hubiera estado libre del influjo maligno del partido
apagador y oscuro, ¿por qué había de indignarse por la publicación
de la real orden de erección, ni de las reuniones, tanto
más inocentes cuanto que no se tuvo el menor inconveniente
en publicar sus actas? ¿Por qué había de consentir que su
secretario, don Antonio Zambrana, insultase desmandadamente
a una corporación aprobada por la Reina, y no compuesta
de pillos ni de perversos, denominándola conventículo?
El grupo de fundadores de la Academia no perdonó nunca a
O'Gavan su tortuosa conducta y el destierro de Saco; y puede
afirmarse que ante una gran parte de la opinión pública quedó
de entonces muy quebrantado el prestigio del Deán. Otro tanto
cabe decir del licenciado Antonio Zambrana y Valdés (1813-1865),
que era en aquel momento secretario de la Sociedad Económica. 92
Con el seudónimo de Un socio amante de la literatura y el orden,
Zambrana fue quien inició en el Diario de La Habana los ataques
92 Antonio ZambIana y Valdés, habanero cuya personalidad carece de
mayor interés para las letras, fue director de la Sociedad Económica en 1855
y rector de la Universidad de 1856 a 1861.

163 D PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
contra la Academia. En el Cent6n epistolario de Domingo del
Monte puede apreCIarse cuál era el estado de los ánimos. Las
cartas que allí figuran, escritas en el llano lenguaje de la intimidad,
revelan cuáles fueron las preocupaciones de orden político que
originaron el conflicto y cuáles las pasiones que entraron en juego.
BIas Osés, buen español, se indigna al igual que los cubanos:
Ya ve Ud. [dice a Del Monte, que se encontraba en Matanzas]
la furibunda persecución que nos ha acarreado el
establecimiento de nuestra malhadada Academia; ya ve Ud.
que los paladines Zambrana y Candonga se han presentado
en el campo con armas muy dignas de ellos y de su pandilla;
y ya ve Ud. que hasta el señor O'Gavan ha salido con su
oración ad Iratres, suponiéndose él el pobrecito objeto de
nuestra ira y venganza, porque es eclesiástico, y porque nosotros
como jacobinos enragés andamos maquinando la destrucción
de la Iglesia de Jesucristo. Cosa más infame y más
ridícula al mismo tiempo es bien difícil que pueda ocurrir
a nadie. Y no es lo peor lo que hacen en público, sino que
se prevalen de todos los medios posibles para desacreditarnos
y pintarnos con los más negros coloridos, dando a entender
y aun diciendo terminantemente que todos somos
unos revolucionarios y unos díscolos que merecemos ir a
presidio. 93
y como se acordó redactar una representación para enviarla
a España en demanda de justicia, firmada por todos los académicos,
días después el propio Osés se quejaba de que Nicolás de Cárdenas,
nombrado director de la Academia, se había negado a
firmarla:
Nuestro menguado director, el sesudo y benemérito don
Nicolás (como Ud. lo llama, señor don Domingo, y no se
lo perdono) no quiso firmar la representación, y está lleno
93 Esta carta y las que a continuaci6n se citan figuran en el t. II del
Centón epistolario, de DotDÍ1lgO del Monte (La Habana, 1924).

166 O MAX HENRíQUEZ UREÑA
La pugna entre los dos núcleos antagónicos subsistió dentro
de la Sociedad Económica. En las elecciones reglamentarias que
a fines de ese mismo año celebró la corporaci6n, se hizo patente
la rivalidad entre el grupo de la malograda Academia y el de
los adictos a O'Gavan. Para el cargo de director fue electo Francisco
de Arango y Parreño.
Comenzamos ganando la elección de director [comenta José
Luis Alfonso], pues sacó Pancho Arango 59 votos contra
48 que obtuvo Zamora. [José María Zamora y Coronado.]
Al momento salió el padre O'Gavan tachándola, porque dice
no se debía considerar el candidato como elegido, por no
ser elegible, residente; y que no era residente, porque tenía
orden de marchar inmediatamente a desempeñar sus prosaicas
funciones en España. Valle [Manuel González del Valle]
y otros contestaron y al fin quedó como legalmente elegido,
pero con la coleta de una indecente protesta, siendo de observar
que sólo Zambrana tomó la palabra, por el monigote
[O'Gavan], mientras que otros muchos hablaron en contra.
En la elección del vice director triunfamos nuevamente, teniendo
Pepe de la Luz los mismos 59 votos, aunque es de
advertir que se aumentó con tres o cuatro en el número
total de votantes, que fue entonces de 112, aunque hubo
varios volados.
La votaci6n para secretario quedó indecisa entre Zambrana y
Del Monte, por dos veces, y el general Tac6n, que presidía el acto,
hizo prevalecer una interpretación del reglamento que favorecía a
Zambrana. Incidentes análogos surgieron en las elecciones de los
años subsiguientes.
tieron a esa Junta, además: Tomás Agustín Cervantes y Castro Palomino
(1782-1848), prodirector; Angel José Cowley y Albirle (1797-1859), contador;
Antonio Viera, tesorero; Domingo Rosain (1791-1855); Joaquín José García;
Juan José Presno; Agustín Fossati y Francisco Camilo Cuyás.

167 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
En carta fechada el 13 de diciembre de 1838,95 Domingo del
Monte comunica a José Luis Alfonso la siguiente noticia:
«El padre Q'Gavan murió hace cuatro días y el Intendente convidó
al entierro, que fue suntuoso. Dios 10 haya perdonado, que
bien lo ha menester el bueno del deán.»
95 Revista de la Biblioteca Nacional, año n, t. IV, p. 91, La Habana, 1910.

XII
l.-Personalidad de Saco. 2.-Empeños reformistas.
3.-La concepción política de Saco. 4.-Campaña antianexionista.
5.-Petición de derechos políticos para
Cuba. 6.-Posibilidad, aunque remota, de la independencia.
l.-La Historia de la esclavitud. B.-Final de
su vida. 9.-Saco, gran vidente
1 O PERSONALIDAD DE SACO
La personalidad de José Antonio Saco adquirió, después de la injusticia
que entrañaba su extrañamiento de la Isla, mayor relieve
que la de ningún otro cubano de su generación.
La mayor parte de su vida transcurrió en el extranjero. Nació
en Bayamo el 7 de mayo de 1797 y murió en Barcelona el 26
de septiembre de 1879. De sus ochenta y dos años de vida pasó
cincuenta y uno fuera de Cuba: en su juventud hizo dos viajes
a los Estados Unidos de América y esas dos visitas suman poco
más de seis años (del 12 de mayo de 1824 a diciembre de 1826,
y del 18 de mayo de 1828 a febrero de 1832); desterrado pot
Tacón, salió de Cuba el 13 de septiembre de 1834; sólo retornó,
por muy breve tiempo, en 1861, y volvió a expatriarse, esta vez
para siempre.
Fue tierra inglesa la primera que pisó cuando abandonó a Cuba
en 1834. Años más tarde, en 1856, contrajo matrimonio en Inglaterra
con María Dolores de Frías, viuda del general Narciso
López y hermana del Conde de Pozos Dulces. Recorrió después
diversos países de Europa (Italia, Bélgica, Portugal), pero vivió
casi siempre en Francia o en España.
Saco fue un gran carácter. Su energía moral realzaba sus dotes
de polemista. Su producción escrita es una larga, inacabable polémica
sobre problemas cubanos. Menospreció la elegancia de la
forma con tal de no empañar su vigor y su claridad. La preocu-

169 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
pación de todo polemista es la de convencer por el razonamiento,
y no fue otro el móvil que guió a Saco en todos sus escritos.
Dos grandes cuestiones estudió Saco con preferencia: la necesidad
de obtener para Cuba libertades políticas, y la supresión
del comercio de esclavos. Nadie las trató con mayor clarividencia
ni con mayor firmeza de criterio.
2 D EMPEÑOS REFORMISTAS
El padre Varela fue quien primero defendió, en las Cortes de
Cádiz, la conveniencia de dotar a Cuba de un régimen autonó·
mico que tuviera por base la existencia de un congreso insular permanente,
y esta fórmula fue recogida, andando el tiempo, por
Saco, que se convirtió en constante y decidido campeón del reformismo.
Su voz vibró durante medio siglo para reclamar las reformas
políticas que Cuba necesitaba.
Al igual que otros polemistas, Saco adoptó la forma del folleto
para divulgar sus ideas. Inició en 1835 su propaganda en favor
de las reformas por medio de un folleto que subrepticiamente logró
imprimir en Cádiz,96 y después, electo tres veces seguidas diputado
a Cortes (sin que nunca llegara a tomar posesión del cargo,
porque, a causa de las alternativas de la política española, una vez
tras otra se frustraba el intento), le tocó redactar la protesta final
que elevaron los diputados cubanos electos 97 cuando se les expulsó
% «Carta de un patriota, o sea, Clamor de los Cubanos, dirigido a sus
procuradores a Cortes», Cádiz, 1835. Sin firma. (Inserta en el vol. III de
la Colección de papeles científicos, históricos, políticos y de otros ramos sobre
la isla de Cuba, ya publicados, ya inéditos, por don José Antonio Saco. París,
1858-1859, 3 vols.) A esta colección dirigida y revisada por Saco, se agrega
el volumen de la Colección póstuma de papeles, etc., publicada gracias al celo
de Vidal Morales (1881). Hay además una edición de Obras de J. A. Saco
(Nueva York, 1853,2 vols. l , que con.iene algunos de esos «papeles».
97 «Protesta de los diputados electos por la Isla a las Cortes generales
de la Nación.» Círcnló en hoja suelta como suplemento a El Mundo del 22
de febrero de 1837, y la firman en Madrid, el 21 de febrero, Juan Montalvo
y Castillo (18 ... -1858), Francisco de Armas y Carmona (1804-1844) y José A.
Saco. Está en el vol. III de la Colección de papeles.

170 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
de las Cortes en 1837 al amparo del subterfugio de que Cuba
y Puerto Rico habían de regirse por leyes especiales. Tras la protesta
vino la impugnación hecha por Saco al informe de la comisión
especial que las Cortes nombraron antes de acordar la expulsión
definitiva de los diputados de ultramar,98 y poco después
el Paralelo entre la isla de Cuba y algunas colonias inglesas. 99
La expulsión de los diputados cubanos de las Cortes españolas
en 1837 fue un acto impolítico que indignó a unos y decepcionó
a otros. Muchos cubanos que esperaban las reformas, dudaron ya
de que España las concediera, y mientras los partidarios de la independencia
absoluta preparaban nuevos movimientos revolucionarios,
la idea de la anexión de Cuba a los Estados Unidos comenzó
a ganar prosélitos.
Saco fue contrario a la tendencia anexionista, pero no tuvo
fe en el éxito de un movimiento armado en favor de la independencia
y siempre descartó esta posibilidad, no porque no la deseara,
sino porque la juzgaba imposible, por el momento al menos.
«Si algún día se acomete una revolución, sea solamente cuando
se tenga la certeza de que redundará en bien y gloria de nuestra
patria.»loo
3 O LA CONCEPCIÓN POLÍTICA DE SACO
La concepción política de Saco está patente a 10 largo de su obra:
perseguía, por medio de una evolución política, un régimen de
libertad. Si más tarde esa misma evolución llevaba a Cuba hacia
la independencia, se habría alcanzado el modo de perpetuar la nacionalidad
que para él, como concepto moral y abstracto, ya existía
en Cuba. Saco evitaba hablar de la independencia en términos
concretos: no confiaba en el método que para conseguirla se consideraba
necesario: la revolución; pero la idea de la independencia
98 Examen analítico del informe de la comisión especial nombrada por
las Cortes sobre la exclusión de los actuales y futuros diputados de ultramar ...
(Madrid, 1837). Está en el vol. II de la Colección de papeles.
99 Madrid, 1837. Inserto en el vol. III de la Colección de papeles.
100 Papeles, vol. III, p. 313.

171 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
por medio de la evolución, si posible fuere alcanzarla, colmaba
las ambiciones de su espíritu.
10 primero que deseo [dice en sus apuntes sobre el origen
del movimiento anexionista en Cuba] es que Cuba libre y
justamente gobernada viva unida a España. 10 segundo,
que disuelta esta unión, ora por la madre, ora por la hija,
Cuba trate de conservar su nacionalidad, y de constituirse
en estado completamente independiente. 10 tercero, que si
las circunstancias le fueran tan adversas, que no pueda existir
por sí sola ni salvarse de su total ruina sino arrojándose en
brazos de los Estados Unidos, entonces y sólo entonces lo
haga como la única tabla a que puede asirse en su naufragio. lol
De esta suerte, cada vez que Saco sugirió la posibilidad de
que la anexión pudiera aceptarse, 10 hizo como hipótesis extrema
adonde la desgracia y la desesperación podrían llevar a los cubanos.
4 O CAMPAÑA ANTIANEXIONISTA
La campaña que Saco inició contra la anexión de Cuba a los Estados
Unidos provocó la protesta acerba de no pocos de sus admiradores;
muchos cubanos que antes 10 seguían, habían llegado a
identificarse con los planes anexionistas -a ello los impulsaba la
conducta negativa de España en cuanto a las reformas políticas-,
y la actitud de Saco fue para ellos desconcertante. Sin embargo,
Saco señaló de manera tan precisa y luminosa los peligros de la
anexión, ante la cual tantos se inclinaban, que la tendencia anexionista
sufrió un serio quebranto. Su opúsculo Ideas sobre la
incorporación de Cuba a los Estados Unidos lO2 es acaso el más brillante
de todos sus trabajos. En nuestros días la lectura de ese
estudio -inflamado en la más noble pasión, pero sin que por
tal causa se oscurezca la claridad y precisión del razonamientotiene
igual interés que el que pudo tener en su época, porque a
101 Papeles, vol. lII, p. 309.
lD2 París, 1848. Inserto en el vol. III de los Papeles.

172 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
una centuria de distancia la voz de Saco se escucha como si hablara
para los hombres de hoy, acaso también para los de mañana:
... A pesar de que reconozco las ventajas que Cuba alcanzaría
formando parte de los Estados Unidos, me quedaría en el
fondo del corazón un sentimiento secreto por la pérdida de
la nacionalidad cubana... La anexión, en último resultado,
no sería anexión sino absorción de Cuba por los Estados
Unidos. Verdad es que la Isla, geográficamente considerada,
no desaparecería del grupo de las Antillas, pero yo quisiera
que si Cuba se separase, por cualquier evento, del tronco a
que pertenece, siempre quedase para los cubanos, y no para
una raza extranjera... No olvidemos que la raza anglosajona
difiere mucho de la nuestra por su origen, por su lengua,
su religión, sus usos y costumbres, y que desde que se sienta
con fuerzas para balancear el número de cubanos, aspirará
a la dirección política de los negocios de Cuba; y la conseguirá,
no sólo por su fuerza numérica, sino porque se considerará
como nuestra tutora y protectora, y mucho más adelantada
que nosotros en materias de gobierno... Yo desearía
que Cuba no sólo fuese rica,. ilustrada, moral y poderosa,
sino que fuese Cuba cubana y no angloamericana. La idea
de la inmortalidad es sublime, porque prolonga la existencia
de los individuos más allá del sepulcro; y la nacionalidad es
la inmortalidad de los pueblos y el origen más puro del patriotismo.
5 O PETICIÓN DE DERECHOS POLÍTICOS PARA CUBA
La misma clarividencia con que Saco encaró el problema de la
anexión, la tuvo para proclamar reiteradas veces la necesidad de
que España concediese a los cubanos las libertades que pedían.
Esta fórmula suya, concreta y exacta, equivale a una profecía:
«O España concede a Cuba derechos políticos, o Cuba se pierde
para España.»103 El dilema era terminante, pero la vida política·
lOO Cuesti6n de Cuba, París, 1852. (Inserto en el vol. III de los Papeles.)

173 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
española siguió desenvolviéndose azarosamente, sin que, en medio
de tantas alternativas y zozobras, nadie en España propusiera una
solución satisfactoria a las cuestiones de Cuba. Y sin embargo,
algo debía hacerse en tal sentido: así lo aconsejaban, con la elocuencia
de los hechos, las dos expediciones malogradas de Narciso
López, una en 1850 y otra en 1851, y las continuas conspiraciones
de ese período, que se cierra en 1855 con las ejecuciones
de Ramón Pintó y de Francisco Estrampes y con nuevas
promesas de reformas políticas. Estas promesas, que culminaron
en la creación de la Junta de Información de 1865, a la cual perteneció
Saco, fueron nuevamente defraudadas, y en 1868 el 'descontento
de los cubanos encamó en la revolución iniciada en Yara
por Carlos Manuel de Céspedes.
A Saco le tocó percibir desde lejos los ecos de la refriega y
sobrevivir a ella. En 1879, el mismo año de su muerte, Santiago
de Cuba le dio su representación en las Cortes españolas, que
al fin, después de diez años de lucha armada, acogían en su seno
a los diputados de las colonias de ultramar. Habían transcurrido
cuarenta y dos años desde la fecha en que al propio Saco y a otros
cubanos les fueron cerradas les puertas del parlamento español.
Ya era demasiado tarde. Ni Saco tema mucha fe en la eficacia de
su gestión en aquellas Cortes -en la Junta de Información había
abogado por la creación de congresos coloniales en vez de la diputación
a Cortes-,I04 ni su estado de salud, tanto más precario
cuanto que sobre él pesaban ochenta y dos años que en su mayor
parte fueron de luchas y de esfuerzos, había de permitirle ya tomar
asiento en el parlamento. La muerte le cerró el paso, y esta cuarta
vez en que fue electo no llegó tampoco a desempeñar el cargo.
6 O POSIBILIDAD, AUNQUE REMOTA,
DE LA INDEPENDENCIA
En el orden de las conquistas políticas que anhelaba para
Cuba, Saco trató siempre de no cerrar los ojos a la realidad circunstante
y de obtener aquellas libertades que por el momento
104 Colección póstuma de papeles, p. 357.

174 O MAX HENRíQUEZ UREÑA
fuera posible alcanzar. En su incansable demanda de reformas para
Cuba hay un constante esfuerzo de acomodamiento a las circunstancias,
para obtener dentro de ellas, en provecho de su patria,
los mayores beneficios posibles. Si la voz autonomía inspira recelos,
no vacila en condenarla para seguir pidiendo reformas que implícitamente
equivalen a la autonomía. Si la independencia de Cuba
ha de tardar, a su juicio, algunas decenas de años, prefiere acallar
en su pecho esa aspiración y condenar como peligrosa y suicida
una revoluci6n prematura. En sus cartas a José Antonio Echevertía
-recogidas en el epistolario de Saco que publicó Domingo
Figarola-Caneda- 1os expuso todo el alcance de sus ideas políticas,
cuyo remoto y supremo ideal era la independencia de Cuba.
¿Piensa Ud., tocayo mío [dice desde Tolosa el 31 de octubre
de 1862], que yo ignoro que el sentimiento de independencia
está escrito en el corazón de todo americano? Pero
este sentimiento no se puede realizar en Cuba; y nada más
oportuno que demostrar esa imposibilidad cuando de independencia
se acusa a los que pedimos reformas políticas para
nuestra patria... Mi opinión es que España lo más que hoy
nos dará serán diputados; que si alcanzamos Consejo Colonial
será más adelante; que ese Consejo no será 10 que debe
ser; y que los que aspiran a que Cuba tenga un gobierno
como el del Canadá, corren tras una quimera, a lo menos en
nuestros días. Esto no obstante, siempre se debe trabajar
por conseguirlo.
Meses después, el 4 de enero de 1863, vuelve a escribir desde
Tolosa:
Forzado, pues, a hablar de la independencia, ¿en qué sentido
debí de hacerlo?, ¿en el que halagase los sentimientos
de los cubanos, o en el de los verdaderos intereses de Cuba?
¿No debía yo manifestar a la metrópoli que esa acusación
de independencia, causa hoy de nuestra esclavitud, es del
todo infundada e imposible de realizar al presente, y aún en
105 Jos;' Antonio Saco, documentos para su vida, anotados por Domingo
Figarola-Caneda, La Habana, 1921 (pp. 240 Y 255, los párrafos que se citan).

175 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
un largo porvenir? ¿Pude yo decir, o dar a entender siquiera,
sin cometer una torpeza, que aunque Cuba no puede ser
hoy independiente, sí lo podrá ser dentro de veinte, treinta
o cuarenta años? Y si tal hubiese dicho, ¿habría yo calmado
la susceptibilidad y desconfianza de los españoles? ¿No los
habría, por el contrario, alarmado y dádoles nueva ocasión
para que se confirmasen en sus ideas, máxime cuando he sido
acusado y perseguido por corifeo de independencia?
Yo no dije, ni menos podido pensar, que la isla de Cuba no
podrá ser nunca independiente; pero este pensamiento no he
debido manifestarlo, sino dejarlo en mi pecho: y crea Ud. que
en caso necesario me sería muy fácil poner un buen correctivo
a las mismas ideas que emito sobre el porvenir de Cuba, Ud.
dice que, andando el tiempo, bien pudiera suceder que España
misma se deshiciese de Cuba, o que ésta lograse sus fines
entrando en una confederación con pueblos hermanos. Lo
primero está fuera de mi caso, pues yo sólo me referí a la
independencia a mano armada; y lo segundo y más todavía,
lo admito como posible, porque repito que jamás he abrigado
el disparate de cerrar y poner un veto al porvenir de Cuba.
Pero ¿cree Ud. que en un papel destinado a destruir o a
embotar los filos de esa acusación de independencia, hubiera
yo debido indicar o asomar siquiera todos los medios o combinaciones
de que Cuba podrá valerse en el porvenir para
alcanzar su independencia? Todo esto hubiera sido contraproducente.
7 O LA «HISTORIA DE LA ESCLAVITUD»
La última etapa de su vida la dedicó Saco a escribir la Historia
de la esclavitud, de la cual pudo publicar tres tomos. I06 Otros dos
vÍeron la luz después de su muerte, pero la obra quedó, de todos
106 Historia de la esclavitud desde los tiempos más remotos hasta nuestros
días (París y Barcelona, 1875-1877). Se han publicado otros dos volúmenes:
Historia de la esclavitud de los indios en el Nuevo Mundo (1883), e Historia
de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en especial en los

176 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
modos, incompleta. La Historia de la esclavitud revela pasmosa
acuciosidad y vasta erudición en la materia; es obra de largo aliento
que, aun considerada solamente desde el punto de vista del trabajo
y del método, representa un empeño digno de admiración.
Éste fue el último tributo de Saco al estudio del problema que
tan hondamente agitó a Cuba durante la mayor parte del siglo XIX
y que Saco analizó con su energía acostumbrada, para oponerse al
ilícito comercio de esclavos. Saco inició en 1832 su campaña
contra el tráfico negrero, al comentar una obra del reverendo
R. Walsh sobre el Brasil;107 la continuó con el folleto Mi primera
pregunta (Madrid, 1837) ampliado y refundido en 1845;108 y
durante toda su vida mantuvo con fervor sus puntos de vista: en
1865, un proyecto de introducción de colonos africanos en Cuba
le brinda oportunidad para ratificar sus ideas de siempre sobre
la cuestión lO9 y, en suma, su Historia de la esclavitud no es más
que un postrer y formidable alegato del infatigable polemista en
contra del comercio de esclavos.
8 O FINAL DE su VIDA
¡Alto y noble ejemplo de integridad moral el de la vida de Saco!
Lejos de haber medrado a la sombra de Cuba [exclamó un
día], siempre le he sacrificado mis intereses. Por ella perdí
la corta fortuna que de mis padres heredé; pero que me
107 Papeles, vol. 1I, pp. 28-65.
108 Mi primera pregunta: ¿La abolición del comercio de esclavos africanos
arruinará o atrasará la agricultura cubana? (Madrid, 1837). Reimpreso en
Obras de f. A. Saco (vol. 1, Nueva York, 1853). Saco se limitó a reproducir
en e! vol. II de sus Papeles, la refundición de este trabajo, con el título: «La
supresión de! tráfico de esclavos africanos en la isla de Cuba, examinada con
relación a su agricultura y a su seguridad» (pp. 85-155).
109 Colección pÓJtuma de papeles, pp. 273-323.
países américa-hispanos (vol. 1, Barcelona, 1879). El vol. II de esta última
parte de la obra, que quedó incompleto, fue publicado en 1893 por Vidal
Morales, a cuyo ce!o se debió también la publicación del que se refiere a la
esclavitud de los indios.

178 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
germen, el imperialismo de los Estados UlÚdos, que extendía sus
miradas hasta Panamá,m y ante el peligro de la absorci6n angloamericana
clam6 porque Cuba fuese siempre cubana. Difícilmente
podría señalarse en la vida intelectual de Cuba ningún hombre de
Estado que haya tenido la clarividencia de Saco; tampoco ningún
polemista que haya atesorado, junto con su dinamismo dialéctico,
su tenacidad y su fervor inquebrantables.
113 «Bulle en muchas cabezas norteamericanas el pensamiento de apoderarse
de todas las regiones septentrionales de América, hasta el istmo de
Panamá.» (Papeies, vol. III, p. 321.)

XIII
l.-Luz y Caballero, pensador y maestro. 2.-Polémicas
pedag6gicas y filos6ficas. 3.-El eclecticismo y los González
del Valle. 4.-Anticipaciones de Luz y Caballero.
5.-Choque con las autoridades coloniales. 6.-Quebrantos,
procesamiento y vicisitudes. l.-El Colegio del
Salvador. B.-Su muerte. Exequias solemnes. 9.-Educador
y ap6stol. Sus Aforismos
1 O LUZ Y CABALLERO, PENSADOR Y MAESTRO
A la misma generación de Saco pertenece José Cipriano de la Luz
y Caballero (1800-1862), pensador y maestro de primera línea.
Luz amamantó su espíritu en las enseñanzas de su tío el presbítero
José Agustín Caballero, que tantos esfuerzos realiz6 por
introducir en Cuba lluevas normas pedagógicas y sustituir el escolasticismo
por la que él llamó «filosofía electiva», que en buena
parte se afincaba en la filosofía sensualista.
Moldeado su espíritu al calor de esas enseñanzas, Luz y Caballero,
que por vocaci6n y por temperamento era, ante todo, maestro,
aspir6 a ser, y lo fue, un reformador de la enseñanza y un
defensor y propagador de las nuevas tendencias filosóficas de
su tiempo.
Vino al mundo cuando el siglo XIX iba a nacer. Estudió filosofía
desde temprana edad. Pensó dedicarse, por espontánea inclinación,
a la carrera eclesiástica, y llegó a recibir las órdenes
menores, pero desistió de ese propósito y en definitiva se dedicó
a otro sacerdocio: la enseñanza.
En la Universidad obtuvo los diplomas de bachiller en Artes
y en Derecho y a los veintitrés años se hizo cargo, en el Seminario
de san Carlos, de la cátedra de Filosofía que habían desempeñado
el padre Varela y José Antonio Saco. Emprendió después un viaje
que fue de observaci6n y estudio y dur6 tres años. Estuvo primero
en los Estados Unidos de América y pasado un año marchó

181 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
2 O POLÉMICAS PEDAGÓGICAS Y FILOSÓFICAS
Tanto las ideas pedagógicas como las filosóficas de Luz y Caballero
dieron lugar a encendidas polémicas. Una de ellas fue provocada
por uno de sus Elencos o cuestionarios para el examen de sus discípulos,
en el que Luz sostenía que el estudio de las ciencias de
la naturaleza debía preceder al de las ciencias especulativas, por
los hábitos de observación que de ese modo se adquieren. «La
experiencia [deda] , es el punto de partida de toda especie de
conocimientos.» No pensaban así otros educadores cubanos, entre
ellos su maestro el padre Varela, que concedía prioridad al estudio
de la lógica. El enunciado de Luz y Caballero representaba en
Cuba un cambio radical en los métodos de enseñanza, si bien él
no hada más que abrazar una tendencia que día a día iba extendiéndose
en Europa.
Años después el profesor universitario Manuel González del
Valle y Cañizo (1802-1884) enalteda la importancia de «aquel
Elenco de 1835, que fue para los inteligentes la aurora de un
nuevo adelantamiento filosófico en el país, y un consuelo en la
ausencia del ilustre sabio y ejemplar sacerdote que nos inició en
los conocimientos de Bacon, Descartes y Newton». (Alude al
padre Varela.)
González del Valle suscribió estas frases en el curso de una
polémica que sostuvo sobre la moral y la utilidad con el presbítero
Francisco Ruiz (1797-1858), que dictaba clases de Filosofía, con
elocuencia y claridad de juicio, en el Seminario de san Carlos,us
Ruiz declaraba que «el principio de la utilidad no solamente debe
aplicarse a las ciencias políticas y económicas, y a cuanto tenga
relación con los goces y necesidades del hombre, sino también a
la moral propiamente dicha», y llegaba a la conclusión de que la
justicia constituye la suprema utilidad. González del Valle argüía
que en todo caso el principio de utilidad debe estar supeditado
a la ley del deber.
115 Fuera de unas Proposiciones o Elenco (1841) de su clase de Filosofía
y alguno que otro discurso de ocasi6n, este notable educador no dej6 obra
escrita.

182 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Ambos contendientes apelaron a la autoridad de Luz para dilucidar
la cuestión. Luz les advirtió que, en esencia, no había gran
divergencia de pareceres entre los dos polemizantes: eran acaso las
palabras, más que las ideas, las que los separaban, y en atención a
ello prefería que se dijera bien general o procomunal, ya que «la
naturaleza misma nos fuerza a probar el deber en el crisol de
la ventaja general». Y llegaba a la conclusi6n de que la ley del
deber, lejos de oponerse al principio de la mayor utilidad, encontraba
en éste su más firme apoyo.
Algunas proposiciones sustentadas por Luz en esa oportunidad
tienen grande analogía, según ya observó Manuel Sanguily, con
la doctrina que, varias décadas después, desarrolló Alfredo Fouillée
sobre las ideas-fuerzas, pues Luz se adelantó a declarar: «Cuando
queremos que cambien las acciones de los hombres nos empeñamos
en cambiar sus ideas ... » porque «los sentimientos producen ideas
y las ideas producen sentimientos que son los padres inmediatos
de las acciones».
El eclecticismo dio motivo a una nueva polémica, en la cual
otro González del Valle, José Zacarías (1820-1851), partidario
decidido de Víctor Cousin fue, en compañía de su hermano Manuel,
el principal contradictor de Luz y Caballero.
Los González del Valle, dotados ambos de altas cualidades intelectuales,
no dejaron ninguna obra orgánica como fruto de sus
estudios filos6ficos, aunque prestaron eminente servicio a la cultura
cubana, por su devoci6n a tan elevadas disciplinas. Manuel
fue autor de un Programa de materias filos6ficas (1839), de unos
Articulos publicados sobre sicologia según la doctrina de Cousin
(1840), un breve Estudio de la moral (1843) Y unos Apuntes de
l6gica (1862). A José Zacarías se deben unas Breves explicaciones
con motivo de algunos pasajes de Arist6teles (1839), unos Rasgos
hist6ricos de la filosofía (1840), y unas Lecciones elementales
de meteoro logia, para instruir a sus discipulos en las teorías más
adelantadas y seguras de un ramo preciosisimo de la filosofía natural
(1849). Ambos hermanos escribieron versos, de calidad insignificante,
aunque no exentos de correcci6n; y Manuel se entretuvo
en formar un Diccionario de las musas (1827), con este subepígrafe:
«Donde se explica lo más importante de la poética te6-

183 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
rica y práctica, con aplicación de la retórica y mitología en lo que
se juzga necesario.» José Zacarías, a más de un volumen de versos,
Tropicales (1841) Y una Guirnalda fúnebre (1844) a la memoria
de su prometida Alaida (Adelaida Alonso y Renté), publicó un
tomo de Via;es por Europa (1842) Y algunas novelas cortas, que
vieron la luz en periódicos y revistas, de 1838 a 1842: Luisa
(la más extensa de todas), Recuerdos del cólera, Carmen y Adela,
Amor y dinero, Amor y desamor, Amar y morir, y otras más;
pero su producci6n literaria no pasa de mediocre.
3 O EL ECLECTICISMO Y LOS GONZÁLEZ DEL VALLE
Los González del Valle se hicieron eco de las teorías sustentadas
por Víctor Cousin, que en aquel momento alcanzaban auge en
Francia merced al ascendiente de que disfrutaba su autor como
hombre público. Luz y Caballero se decidi6 a combatir esa nueva
e híbrida tendencia. « Yo combato la idea del eclecticismo en su
esencia [declaró] como irrealizable, aun cuando sus partidarios se
hubieran inclinado al sistema sensualista. La combato como revividora
del espiritualismo por parecerme un sistema de todo punto
equivocado .•
Fruto de esa polémica es un extenso trabajo de Luz, que quedó
inconcluso: Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor Cousin
(Primera parte, en que se refuta su análisis del «Ensayo sobre el
entendimiento humano» de Locke, 1840). De ese trabajo, publicado
con el seudónimo de Filolezes, s610 se imprimieron dos cuadernos
que suman 144 páginas,u6 Partidario de la gnoseología
sensualista, Luz declaraba: «Sensualismo no quiere decir que las
ideas sean meramente obra de los sentidos externos; pues la experiencia,
fuente de nuestras nociones, no puede existir sin la participación
del principio activo interno, que juzga y sentencia acerca
116 La Polémica filosófica ha sido recogida íntegramente en 5 vols. por
la Universidad de La Habana (1946-1948), que también ha recogido otros
escritos de Luz y Caballero: Aforismos, Elencos y discursos académicos, Escritos
sociales y científtcos, Escritos literarios y De la vida íntima, en 8 vols.
más, que forman parte de la Biblioteca de Autores Cubanos.

184 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
de las mismas impresiones que sobre los 6rganos sensibles causan
los objetos externos.»
Sentadas estas premisas, no es de extrañar que Luz y Caballero
estudiara con interés otra tendencia filosófica que surgía entonces.
con el nombre de positivismo.
No es el espíritu del positivismo [afirmaba], como algunos
creen o afectan creer, el excluir o tener en poco los resortes
morales que influyen en el rorazón humano, agotando las
fuentes de todo sentimiento y poesía; muy al contrario, positivismo
es sinónimo de realidad, y mal podría hacerse la historia
real y efectiva del hombre si se omitiese en la sicología
dar cuenta de las causas que tanto en él influyen.
4 O ANTICIPACIONES DE LUZ Y CABALLERO
No pocas ideas insinuadas o expuestas por Luz y Caballero se
anticipan a las que años más tarde fueron enunciadas por diversos
pensadores y filósofos. A este respecto, Enrique José Varona
apuntaba en sus conferencias sobre lógica:
Antes del año treinta y cinco los discípulos de Luz conocían
el método inductivo, hoy tan preconizado, y no como había
salido de las manos de Bacon o como lo recomendaba Newton,
en forma de reglas empíricas, sino reducido a sistema. Antes,
mucho antes de que apareciera la famosa Lógica de Stuart
Mill, llamada a cambiar la faz de la ciencia, escribía don José
de la Luz esta proposición, que la contiene y resume: «Los
medios que tiene el hombre de asegurarse de sus conocimientos
y de ensancharlos son: la intuición, la inducción
y la deducción.»
Pero aún es más digna de nota esta otra proposición del
mismo año: «El juicio es anterior en todo rigor a la idea
y como la base de todas las operaciones mentales.}>
y comenta Varona que el sistema más completo de sicologíafisiológica,
obra «lenta y magna» de Guillermo Wundt, está todo

185 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
él basado en ese mismo luminoso principio, expuesto en esta forma
por el filósofo alemán: «El pensamiento comienza por razonamientos
que conducen a los juicios, de donde se forman las ideas.»
No han faltado quienes hayan querido encontrar en Luz y Caballero
afinidades con el krausismo, que en España tuvo propagadores
tan entusiastas como Julián Sanz del Río, aunque apenas
tuvo eco en Alemania, patria de su creador y sustentador. Nada
hay, sin embargo, en Luz y Caballero que lo haga aparecer como
simpatizante del krausismo, pues ni siquiera mencionó a Krause
en sus escritos, ni tampoco -según hizo notar Enrique Piñeyro,
que fue su discípulo- en sus clases y peroraciones en el Colegio
del Salvador.
Las polémicas sostenidas por Luz y Caballero ponen de relieve
el espíritu de lucha que lo animaba en el campo de las ideas. En
más de una ocasión hubo de chocar con el sentir de las autoridades
coloniales. Decidido partidario de la abolición de la esclavitud,
condenaba severamente la trata de negros. «Lo más negro que hay
en la trata no son los. negros», decía, apelando a un ingenioso
malabarismo de palabras.
Miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, formó
parte de la suprimida Academia de Literatura, cuya defensa costó
el exilio a Saco. Intervino en una apasionada controversia relacionada
con el primer camino de hierro que fue establecido en
la Isla en 1837, antes de que igual innovación hubiera sido introducida
en la metrópoli.
5 O CHOQUE CON LAS AUTORIDADES COLONIALES
A pesar del recelo de que era objeto en el mundo oficial, sus
amigos lograron elegirlo, en dos ocasiones sucesivas, director de la
Sociedad Económica. Estaba en posesión de ese cargo cuando,
en 1842, surgió un serio incidente en el seno de la institución:
un grupo de socios pidió que se retirase el título de miembro
correspondiente, conferido en 1838, a míster David Turnbull, que
a más de cónsul de Inglaterra era en aquel momento superintendente
de africanos libertos, de conformidad con tratados que Es-

186 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
paña había concertado con Inglaterra. Esa moci6n fue aprobada
por mayoría de votos. Tumbull, que ya había cesado en esos cargos,
nunca fue visto con agrado por las autoridades coloniales, por ser
abolicionista y representante de un país adverso a la trata. Luz
y Caballero, que por causa de enfermedad no había asistido a la
sesión en que la moci6n fue aprobada, redactó un enérgico alegato,
invocando razones tanto de orden legal como de orden moral, para
que se rovocase ese acuerdo, y así se reso1vi6 en la sesión subsiguiente,
aunque en definitiva el nuevo capitán general, que era
Leopo1do O'Donnell, ordenó que se borrara el nombre de Turnbull
del cuadro de corresponsales de la Sociedad Económica.
6 O QUEBRANTOS, PROCESAMIENTO Y VICISITUDES
El estado de salud de Luz y Caballero era precario desde hacia algunos
años, y este incidente contribuyó a acentuar la depresión
nerviosa que venía padeciendo. Decidió, en marzo de 1843, trasladarse
a París, donde ingresó en una casa de salud. Allí recibió
la noticia de que un tribunal militar 10 había encausado, al igual que
a Domingo del Monte, como reo de un delito contra la seguridad
del Estado. Este proceso fue el incoado con motivo de la llamada
Conspiración de la Escalera, que, según el sumario, había sido
«tramada por la gente de color contra los blancos». Luz y Caballero,
a pesar de su delicado estado de salud, resolvió regresar
inmediatamente a Cuba y presentarse al tribunal que había de juzgarlo.
En agosto de 1844 se encontraba de regreso en La Habana.
En atención a sus quebrantos y a la fianza que en su favor prestó
su deudo Pedro Romay, quedó como prisionero en su propia casa,
en vez de ser conducido a la cárcel. Contestó con precisión y entereza
los interrogatorios a que fue sometido y esperó, escudado
en su inocencia, el veredicto absolutorio que se dictó un año después.
7 O EL COLEGIO DEL SALVADOR
Por su estado de salud y por la animadversión que le profesaban
las autoridades, al frente de las cuales se encontraba el implacable

187 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
y violento O'Donnell, se vio constreñido a permanecer en la
inacci6n hasta que, pr6ximo a ser relevado O'Donnell en el mando,
abri6 en marzo de 1884 un plantel de enseñanza al que puso por
nombre Colegio del Salvador. Dirigi6 ese colegio con espíritu
evangélico. Fue un gran maestro, que «enseñaba todas las ciencias»,
según frase que de labios de gente humilde recogi6 Ram6n Zambrana,
al hacer su panegírico, como eco del sentir popular. Ningún
educador ha tenido en Cuba igual ascendiente sobre la juventud de
su tiempo como aquel gran forjador de conciencias. Su nombre
se convirti6 en símbolo de virtud y de sapiencia.
En 1850 perdi6 en una epidemia de c61era a su única hija,
que ya contaba dieciséis años. Su salud flaque6 cada día más después
de tan duro golpe. Gradualmente fue cediendo a otros profesores
la enseñanza de distintas disciplinas que antes prefería
impartir por sí mismo. S610 mantuvo, mientras las fuerzas no lo
abandonaron, la cátedra que dictaba los sábados, a la hora de
clausurar los trabajos de la semana. «Desde ella [anota Enrique
Piñeyro] improvisaba durante veinticinco o treinta minutos un
serm6n laico, tomando por lo general como punto de partida algunos
versículos de ios Evangelios: sencilla y vigorosa lección de
moral práctica.»
8 O su MUERTE. EXEQUIAS SOLEMNES
Así fue extinguiéndose lentamente. Murió el 22 de junio de 1862.
Ante las espontáneas manifestaciones de duelo del pueblo todo, el
capitán general, Francisco Serrano, con fino sentido polí:tico, dispuso
exequias solemnes en su honor. El Colegio del Salvador subsistió
todavía algunos años bajo la direcci6n de José María Zayas, que
en vida de Luz y Caballero desempeñaba el cargo de vicedirector.
Sólo cesaron las actividades del plantel cuando el gobierno colonial
ordenó su clausura, al iniciarse en octubre de 1868 la revolución de
independencia o Guerra de los Diez Años.

188 D MAX HENRÍQUEZ UREÑA
9 D EDUCADOR Y APÓSTOL. SUS «AFORISMOS»
En la vida intelectuai de Cuba, José de la Luz y Caballero sobresale
como educador y como apóstol del pensamiento, más que como
escritor. Escribió siempre por creer que ese era su deber, guiado
por la necesidad de trasmitir sus ideas, y acertó mejor cuando pudo
concentrarlas en forma de sentencias. Más valen por eso sus
Aforismos que sus extensos trabajos polémicos, pues aunque era
fuerte en la dialéctica, dejaba fluir sus ideas tal como pugnaban
en tumulto por brotar de su mente, sin sujetarse siempre a una
ordenación metódica. Los Aforismos son, en cambio, la expresión
maciza de un pensamiento largamente madurado y revelan un gran
poder de síntesis.
Rara vez esos Aforismos consisten en una premisa a la cual
se añaden proposiciones complementarias:
Tiempo es el espacio de las ideas. No hay duda que existe
grande relación y correlación entre el tiempo y el espacio, pero
no es esa cast-identidad en la idea que le encuentran algunos
filósofos. Digo casi porque idénticos nadie pretende, ni puede
pretender, que lo sean. Así, concediendo a Kant que el
tiempo, o la idea de él, es

189 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Por lo general, sin embargo, los Aforismos de Luz y Caballero
tienen estructura más breve y concisa:
Más respeto se debe a los niños que a los ancianos.
Lo más dificil del mundo es ser imparcial.
La palabra es más poderosa que el cañón.
La razón es el hombre: lo demás es el animal.
Sólo la verdad nos pondrá la toga viril.
Lo absoluto es el colmo de lo relativo.
Los mejores aforismos de Luz y Caballero son, sin duda, los
que consisten en una máxima concisa y rotunda.

o Libro Quinto
EL MOMENTO ROMANTICO
y EL CRlOLLISMO EN LAS LETRAS
XIV
l.-La influencia de Del Monte en la cultura cubana.
2.-Las tertulias literarias. 3.-Escritos políticos y sociales.
4.-Críttca literaria. 5.-Composiciones poéticas.
6.-Epistolario. 7.-Ideas políticas. 8.-«EI más real y
útil de los cubanos de su tiempo»
1 O LA INFLUENCIA DE DEL MONTE
EN LA CULTURA CUBANA
En torno a Domingo del Monte y Aponte (1804-f853) se agruparon,
después del fracasado intento de la Academia Cubana de
Literatura, los más conspicuos cultivadores de las letras.
Del Monte, nacido en Venezuela en 1804,117 vino a Cuba cuando
no contaba todavía seis años de edad. En el Seminario de san
Carlos fue discípulo de Varela. HiZo después el aprendizaje del
Derecho, y ejerció la profesión de abogado junto al afamado jurisconsulto
Nicolás Manuel Escobedo (1795-1840), que fue además
profesor universitario de Filosofía y gozaba de renombre como
1J7 Del Monte vio la luz en Maracaibo, adonde habían emigrado sus
padres, naturales de Santo Domingo, por causa de la cesión de toda la Isla
a Francia y de las subsecuentes vicisitudes que allí sobrevinieron. Era hijo
del abogado Leonardo del Monte, natural de Santiago de los Caballeros, que
fue teniente gobernador en Maracaibo y después desempeñó igual cargo en
Cuba, y de Rosa Aponte y Sánchez.

191 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
orador,us Del Monte viajó a Europa y de regreso a Cuba, en 1829,
ocupó puesto preeminente en la vida intelectual cubana, tanto por
su influjo personal como por sus escritos, muchas veces orientadores.
Difícil sería hallar algún periódico cubano de importancia
en aquel entonces, donde no hubiera colaborado,m sin contar con
diversos trabajos que publicó en revistas europeas y norteamericanas;
fue secretario y después presidente de la Sección de Literatura
de la Sociedad Económica de Amigos dd País; redactó
memoriales políticos sobre necesidades de la Isla; y fue incansable
animador de la cultura.
2 D LAS TERTULIAS LITERARIAS
En 1834, año en que se suscitó el incidente de la Academia de
Literatura, Del Monte vivía en Matanzas; allí desempeñaba el puesto
de auditor de los Reales Consejos, que renunció a fines de 1835.
Un año antes había contraído matrimonio con una culta dama habanera,
Rosa de Aldama, que se asoció a los empeños de su esposo,
y aunque no dio a la estampa producciones propias, sí solía publicar
traducciones de escritos cuya difusión consideraba útil. En Matanzas
estrechó Del Monte amistad con José Jacinto Milanés y con
el colombiano Félix Tanco y Bosmeniel (1797-1871), que al igual
que Del Monte había llegado todavía niño a Cuba, donde tuvo
liS Escobedo, que quedó ciego a los treinta años de edad, fue electo diputado
a Cortes en 1836, no obstante tan serio inconveniente. No llegó a tomar
posesión de ese cargo por no haber sido admitidos en d parlamento español
los diputados cubanos en vista dd anunciado propósito de que las Antillas
habían de regirse por leyes especiales, que nunca se dictaron. Grande fue d
renombre de Escobeclo como orador, pero ninguno de sus discursos ha podido
conservarse; apenas si alcanzaron a circular, impresas en Nueva York, dos oraciones
fúnebres carentes de importancia, que pronunció en las logias masónicas
a que pertenecía, en memoria de José María Rivero, la una, y de Miguel de
Peñalver y Aguirre, la otta.
119 Dd Monte fundó con J. Vallarino La Moda o Recreo Semanal del Bello
Sexo (1829-1831) y colaboró asiduamente en la primera etapa de la Revista
Bimestre (1831-1834) y en El Puntero Literario (1830), El Plantel (1838),
El Aguinaldo Habanero (1837), El Album (1838), todos de La Habana, y en
La Aurora, de Matanzas (1828-1857).

192 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
arraigo permanente. Con Milanés, Tanco y otros amigos se reunía
Del Monte para cambiar ideas y opiniones, y así se inició su tertulia
literaria, que con mayór amplitud continuó. después en La Habana,
donde volvió a residir en 1836, previa renuncia del cargo de auditor.
Desde esa fecha hasta 1843, año en que Del Monte abandonó para
siempre la Isla, esa tertulia literaria fue el más importante centro
de actividad intelectual que hubo en Cuba. No cabía mejor sustituto
del fracasado proyecto de Academia Cubana de Literatura.
Raro fue el escritor o poeta de esa generación que no recibió
orientación y estímulo de Del Monte, condiscípulo y amigo entrañable
de José María Heredia, cuyo talento fue el primero en proclamar;
y a su influjo fecundo hubieron de desarrollar su personalidad
literaria José Antonio Echeverría, José Jacinto Milanés, Ramón
de Palma y muchos más.
De la tertulia de Del Monte -en la cual era constante el cambio
de ideas sobre el movimiento intelectual de Europa y América, se
daban a conocer, y eran objeto de discusión y crítica, trabajos literarios
de los que a ella asistían-, formaban parte novelistas como
Cirilo Villaverde (1812-1894), Ramón de Palma (1812-1860), Anselmo
Suárez y Romero (1818-1878) y José Antonio EcheverrÍa
[1815-1875], que también se dedicaba a los estudios históricos;
escritores de costumbres como José María de Cárdenas (1812-
1882), José Victoriano Betancourt (1813-1875) y el propio Suárez
y Romero; profesores de Filosofía como Manuel González del Valle
(1802-1884) y el presbítero Francisco Ruiz (1797-1858); hombres
de ciencia aficionados a las letras, como Felipe Poey (1799-1891);
publicistas y polígrafos como el Conde de Pozos Dulces (1809-
1877), Ramón Zambrana (1817-1866), José Silverio Jonín (1816-
1897), y Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866); jurisconsultos
como José Antonio Cintra (1802-1868), Pedro Pablo Govantes
(m. 1856), Leonardo Santos Suárez [1795-1856] y Anacleto Bermúdez
(1806-1852); y cultivadores del verso como José Jacinto
Milanés (1814-1863) y su hermano Federico (1815-1890), además
de Palma, Echeverría, Anacleto Bermúdez, Rafael Matamoros y
Téllez (1813-1874), Plácido (1809-1844) y el esclavo Juan Fran-

194 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
también el glorioso timbre de espafioles y a perpetuar para siempre
en Cuba la uni6n y el dominio de la madre patria».
Del Monte fue, pues, decidido partidario de las reformas coloniales,
de igual modo que fue abolicionista, según lo evidencian
otros informes y memoriales suyos. En uno de sus Romances cubanos,
el que lleva por título «La patria», estos ocho versos fueron
suprimidos por la censura al revisar las pruebas del libro Rimas
americanas (1833) aunque se dej6 en blanco el espacio que les
correspondía, y Del Monte las agreg6 de su puño y letra en algunos
ejemplares de ese libro:
Que nunca escuchar yo pude
sin que hirviese en ira el alma
el bárbaro, atroz chasquido
del látigo en carne esclava.
y más preferí orgulloso
pobre vivir, mas sin mancha,
que no en opulencia infame
a infame precio comprada. 121
Del Monte fue, además, opuesto a la idea de la anexión de Cuba
a los Estados Unidos de América, y aparte de numerosas cartas
y artículos que escribió sobre el asunto, prestó a Saco su concurso
y su estímulo para combatirla.
U1 El libro fue publicado por Ignacio Herrera Dávila, y contiene poesías
de Ventura de la Vega, José Policarpo Valdés, Félix Tanco Bosmeniel y el
Bachiller Toribio Sánchez de Almodóvar (seudónimo que utilizó Del Monte).
En mi Antología cubana de las escuelas (Santiago de Cuba, 1930) hice constar
que esos versos aparecían agregados de puño y letra de Del Monte en el
ejemplar de Rimas americanas perteneciente a la Biblioteca de la Escuela
Normal de Santiago de Cuba. En igual forma figuran en otro ejemplar que
es propiedad del doctor José María Chacón y Calvo. En el Parnaso cubano
de L6pez Prieto figura el romance completo, incluyendo esos versos, pero ya
en 1881, año en que se publicó este libro, estaba decretada la abolición
gradual de la esclavitud.

195 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
4 O CRÍTICA LITERARIA
El estilo de Del Monte se distingue por su claridad y preclslOn.
Estas cualidades se destacan principalmente en sus trabajos de
crítica literaria, que ponen de manifiesto la variada cultura de su
autor, si bien Del Monte mantenía un criterio limitado y limitativo,
como que era entusiasta defensor de la retórica neoclásica o,
mejor dicho, seudoclásica, que en España tuvo como destacado pa·
ladín a Leandro Fernández de Moratín. Así, no es de extrañar
que Del Monte declarara que el gongorismo español y el marinismo
italiano eran «simples aberraciones de entendimientos fecundos,
pero oprimidos, que en su necesidad de producir, producían monstruos
... » Emulando a Moratín, que tan agresivo análisis hizo
de Hamlet, agregaba: «Porque no son otra cosa que hermosas
monstruosidades las producciones de Lope de Vega, de Balbuena,
de Calderón, de Que\'edo y de GÓngora.» Y en el deseo de suavizar
en algo el alcance de su veredicto condenatorio, concluía:
Sin embargo, cada uno de estos cinco poetas fue dotado por
el cielo de la mayor suma de ingenio con que puede nacer
un hombre; cada uno de ellos pudo igualarse en los partos
de su imaginación con los poetas más eminentes de la Antigüedad
o de las edades modernas. Lope de Vega pudo ser
el Shakespeare de España, así como Balbuena su Ariosto y
Calderón su Sófocles; Quevedo tenía los alcances intelectuales
de un Voltaire y Góngora la ática pulcritud de Anacreonte,
unida a la valentía en la expresión de un Byron.
y todavía, como para moderar el alcance de estas equiparaciones,
algunas de las cuales podían parecer inadecuadas o caprichosas,
comenta:
Yo tengo más alta idea del ingenio español; creo que pudo
y puede y podrá ser capaz de igualar y superar a los grandes
ingenios de la Antigüedad y de las naciones modernas extranjeras;
pero creo también firmemente que Shakespeare es muy
superior a Lope, Ariosto a Balbuena, Sófocles a Calderón,

197 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
esta literatura de réprobos, copia y modelo a la vez de la
corrupción de las costumbres.
Esta prédica de Del Monte encontró eco en algunos de sus
amigos, concurrentes a su tertulia, notoriamente en José Jacinto
Milanés, que de lírico sentimental y delicado se convirtió en prosaico
declamador de tendencias moralizadoras.
5 O COMPOSICIONES POÉTICAS
Del Monte fue además poeta mesurado, correcto y frío. Tradujo
con sobría habilidad siete elegías de Vincenzo Monti, y en su
«Epístola a Elicio Cundamarco, poeta americano» (Félix Tanco)
supo manejar con alguna sonoridad y soltura el endecasílabo.
Su nombre queda ligado a otro empeño poético: aspiró a crear
el romance cubano; esto es, a encuadrar las tradiciones y costumbres
cubanas dentro del marco del romance, que le era familiar y grato
merced a sus Íecturas clásicas. Sus romances «El montero de la
sabana», «El desterrado del hato», «El llanero correspondido», «La
patria», y otros que publicó con el seudónimo de Bachiller Toribio
Sánchez de Almodóvar, a partir de 1829, dieron auge en Cuba a
la poesía criolla de carácter narrativo. Antes de esa fecha sólo se
habían producido algunos fragmentos descriptivos de la naturaleza
tropical, como «A la piña» de Zequeira.
Del Monte elevó a doctrina literaria el criollismo y fue, por
ello, uno de los primeros voceros del americanismo literario, movimiento
que tuvo repercusión continental y que en el segundo cuarto
del siglo XIX er.contró su principal asiento en las riberas del Plata.
De su deliberado propósito dan testimonio estos versos, en los que
hace alarde de modestia, de su «Epístola a Elicio Cundamarco»:
¡Mas no! Que el Señor Dios el estro santo
neg6me, y nunca prez alcanzar puedo,
prez ansiada de gloria, concedido
s610 al Poeta. En instrumento humilde
acompañar la simple cantinela

198 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
del morador de Cuba¡ y sus costumbres
campestres retratlir, ése es mi canto.
La patria lo inspiró, no el grande ingenio.
En 1843 Del Monte se vio obligado a expatriarse, pues se le
suponía complicado en la preparación de planes revolucionarios.
Su ausencia lo libró de ulteriores molestias, pues muy poco después
fue encartado en el proceso instituido por la llamada Conspiración
de la Escalera. Viajó por los Estados Unidos de América, residió
después un tiempo en París y cuando en 1846 fueron revocadas
las órdenes de prisión enderezadas contra él, se instaló en Madrid,
donde murió en 1853, sin haber vuelto a Cuba.
6 O EPISTOLARIO
Del Monte colecciono ordenadamente la correspondencia que a lo
largo de la vida recibió de familiares, amigos y compañeros en las
letras. Formó así varios volúmenes con el título de Centón epistolario,
que constituyen un inapreciable acervo documental para
el conocimiento de aquella época. l22 Con las innumerables cartas
que por su parte escribió podría formarse otra colección valiosísima,
paralela a la de las que le fueron dirigidas y constituyen
el Centón, pero sólo unas cuantas han sido publicadas en forma
dispersa. Esas cartas nos revelan, mejor que ningún otro documento,
al hombre, y nos dan a conocer su personalidad, su carácter,
la firmeza de .sus ideas. Sólo por medio de su correspondencia
podemos medlr en toda su magnitud, como si lo oyéramos
en la conversación diaria, la entereza de su espíritu. Y es su
correspondencia la que nos hace ver hasta qué punto coincidieron
las ideas políticas de Saco y las de Del Monte, y hasta qué grado
estos dos grandes amigos, que en tan frecuente contacto vivieron
en Europa después que Del Monte tuvo que seguir en 1843 el
l22 La Academia de la Historia de Cuba emprendió desde 1924 la publicación
del Centón epistolario de Domingo del Monte, terminada con .el séptimo
volumen en 19)6.

199 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
camino que diez años antes emprendió Saco, estaban identificados
en el modo de encarar los problemas cubanos.
7 O IDEAS POLÍTICAS
Del Monte asistió de cerca en su mocedad al fracaso de la mal
preparada Conspiración de Soles y Rayos de Bolívar, que dio motivo
al destierro de su fraternal amigo Heredia. 123 Abrigaba, como
Saco, el temor a la inutilidad de toda tentativa de fuerza para
mejorar la condición política de Cuba. Al igual que Saco, cada vez
que escribió para el público sobre reformas políticas pareció conformarse
con pedir 10 que dentro de las posibilidades del momento
juzgó dable obtener, aunque en el fondo de su espíritu sus
aspiraciones fueran más lejos. Al igual que Saco, combatió la esclavitud.
Al igual que Saco, repudió la idea de la anexión de Cuba
a los Estados Unidos.
Esas ideas son las mismas que desarrolla en sus estudios sociales
y sus memoriales políticos, en la forma severa y ponderada
que reclama esa clase de trabajos y documentos. En la correspondencia
íntima se presentan, en cambio, con cruda desnudez. Basta,
para apreciarlo así, tener en cuenta los términos en que, en distintas
oportunidades, expone a su pariente José Luis Alfonso,124
123 Es curiosa la forma en que alude Del Monte a esa conspiración (que
aunque descubierta en 1823 se estaba fraguando desde 1822) en el Proyecto
de Memorial a la Reina pidiendo leyes especiales: «Es cierto que en 1822
se formó una conspiración de independientes, fomentada por los de la América
del Sur, pero ¿quiénes fueron los conspiradores? Unos cuantos hombres
insignificantes, sin arraigo, sin nombradía honesta de ninguna clase, sin mérito
particular que los distinguiese, si se exceptúa al poeta Heredia: pillos y
jugadores los más, traficantes de negros y uno que otro hombre honrado,
como el doctor Hernández, pero iluso y sin ideas fijas todavía sobre nada,
y poco conocedor de su tierra y sus coterráneos. El éxito correspondió dignamente
a tan descabellado proyecto: ellos mismos, a ley de ruines, se delataron,
de manera que poco o nada dejaron lucir la sagacidad política del general
Vives.»
124 Colección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional. «Cartas de Domingo
del Monte», publicadas en la Revista de la Biblioteca Nacional (1909-
1910).

200 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
desde lo que él llama «Bajalato de La Habana», las arbitrariedades
del gobierno de Tac6n, al cual combati6 siempre:
Este arraez sigue abusando escandalosamente de la dictadura
con que 10 ha revestido el estúpido gobierno de Madrid. Las
prisiones no cesan ... En la cárcel hay más de 900 presos, y
ya S. E. ha mandado prevenir nuevos calabozos en La Cabaña.
Yo no sé en lo que parará esto. Mayor tiranía no se ha
sufrido aquí jamás. [22 de octubre de 1836.]
¿Has visto canalla más incorregible que la de este Ayuntamiento
de La Habana? Después de todo lo que pasó en las
elecciones de diputados, después que el General los difamó
públicamente quitándoles toda intervención en la cosa pública
municipal, después que acab6 a multas a la mayor parte de sus
individuos, se le postran, 10 adoran como a un ídolo, le dirigen
representaciones llenas de una empalagosa adulación ...
[4 de marzo de 1837.]
La exasperación pública está ya rebosando, y hubiera estallado
si no pagáramos el delito de tener esclavos con la pena de
serlo nosotros a nuestra vez. [7 de agosto de 1837.]
8 D «EL MÁS REAL Y ÚTIL DE LOS CUBANOS
DE SU TIEMPO»
La significación de Del Monte en la vida intelectual cubana no
encuentra fácil paralelo. Se esforzó por mejorar la condición política
de Cuba, y fue, al mismo tiempo, incansable animador y propagador
de la cultura. Ejerció tutela intelectual sobre muchos de
sus contemporáneos. Su vida y su ejemplo son superiores a su
obra escrita, y por eso José Martí lo calificó, en admirable síntesis,
como «el más real y útil de los cubanos de su tiempo».125
125 Artículo sobre «Juan J. Peoli» (Patria, Nueva York, 22 de julio
de 1893).

l.-La poesía de Valdés Machuca. 2.-Muñoz del
Monte y sus toques de realismo descriptivo. 3.-lturrondo.
4.-Plácido
1 O LA POESÍA DE VALDÉS MACHUCA
El primer libro de versos publicado en Cuba por un autor cubano
fue el que con el título de Ocios poéticos y apenas sesenta y seis
páginas, dio a la estampa en 1819 Ignacio Valdés Machuca (1792-
1851). Antes de esa fecha sólo se habían publicado, en folletos
de escaso número de páginas (como también en hoja suelta), algunas
composiciones aisladas: así tenemos en el siglo XVIII la
Relación de Diego de Campos sobre la prisión y destierro del
obispo MoreIl (1763). Fue Zequeira el que con mayor frecuencia
se valió de ese procedimiento para dar a conocer sus composiciones,
y así agregó bastantes títulos a la bibliografía cubana: Batalla
naval de Cortés en la Laguna (1803), El triunfo de la lira
(1805), El cementerio (1806), Primer sitio de Zaragoza (1809),
y otros muchos.
Valdés Machuca, buen lector de los clásicos, siguió la corriente
neoc1asicista que de manera refinada y artificiosa representaron en
España, entre otros, José Cadalso y Juan Meléndez Valdés. El título
de ese primer libro suyo viene de Cadalso, que en 1773 había
publicado sus Ocios. Después dio en imitar a Jean-Baptiste Rousseau
y publicó en 1829 un tomo de Cantatas que son adaptaciones
o paráfrasis de la composiciones de inspiración mitológica, así llamadas,
de aquel retórico francés, tan vacío de sentimiento como
elegante en la versificación. 126
126 Las Cantatas de Valdés Machuca son dieciséis, con estos titulas:
«Diana», «Adonis», «El triunfo del amor», «Himeneo», «Aminone», «Tetis»,
«Orce», «Céfalo», «Baca», «Las fraguas de Lemnos», «Los baños de Ma-

202 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Ningún modelo podía avenirse mejor con las condiciones de
Valdés Machuca, cuya poesía, carente de emotividad y de elevación,
se distingue por la riqueza y variedad de metros, No dejó Valdés
Machuca ninguna composición de positivo valor, aunque puede
estimársele por fragmentos aislados, entre los cuales se cuenta su
breve canto «A la paz», en el que hace uso melodioso del nonasílabo,
proscrito en aquella época por los retóricos impenitentes,
,que lo repudiaban como ingrato al oído:
Del Wapum las verdes ramas/ r1
bravos guerreros, levantad,
y vuestras armas victoriosas
guarden el templo de la paz.
Vuelva a bordar la primavera
los yermos campos del honor,
¡jamás el hacha de la guerra
destruya el árbol de su flor!
Surquen las líquidas llanuras
las ricas naves a placer¡
127 En la palabra Wapum parece haber errata, pues Valdés Machuca debe
haber escrito Wampum, que dentro de la medida del verso hay que leer
Ubampum, como ocurre con otros nombres exóticos, que suelen pronunciarse
convirtiendo la W en UB (Waldo-Ubaldo). Wampum era el nombre dado
a los abalorios hechos de conchas marinas, con cuidadoso arte, por los indios
iroqueses de la América del Norte para utilizarlos como monedas. Se fabricaban
de igual modo collares y cinturones que eran símbolo de autoridad
y se entregaban como señal de rendición después de una derrota. Igualmente
se usaban como prenda que una tribu entregaba a otra para dar fe de una
transacción o de un tratado. Cuando Valdés Machuca dice a los guerreros
que levanten «las verdes ramas del Wampum», parece que quiere aplicar
este nombre, no ya al collar o cinturón simb6lico, sino a la solemnidad o
ceremonia de su entrega bajo una enramada levantada al efecto, después de
terminada una guerra, para concertar la paz.
rianao», «Contra el invierno», «A favor del invierno», «Calixto», «A un
arbolito», «Júpiter y Europa». También es Valdés Machuca autor de un
boceto dramático de inspiración mitológica, «La muerte de Adonis».

203 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
viento feliz las acompañe,
brillando el iris por doquier.
Las sabias musas os celebren
al son acorde del laúd,
y vuestras glorias estimulen
la encantadora ;uventud.
Sean cuales fueren sus limitaciones, Valdés Machuca señaló en
su tiempo una orientación hacia el esmero en la forma poética. No
pocos de los jóvenes que mostraban afición a las letras se sintieron
atraídos por la vasta ilustración y el carácter acogedor de Valdés
Machuca y su casa se convirtió en centro de reunión o salón literario,
al cual acudieron también algunos intelectuales de relieve.
2 O MUÑOZ DEL MONTE Y SUS TOQUES
DE REALISMO DESCRIPTIVO
En contraste con Valdés Machuca, que gustaba de poner en juego
su acostumbrado aparato mitológico, y cuando adoptaba como tema
Los Baños de Mariando, tropezaba con náyades y ninfas que bautizaba
con el nombre de Marianaides, otros poetas del mismo período
describían con toques más o menos realistas el ambiente cubano,
y prescindían de esos elementos decorativos, tan frecuentes en el
seudoclasicismo de aquel momento. Así lo hizo Francisco Muñoz
del Monte (1800-1868) en «El verano en La Habana», en «La
mulata» y en «La habanera», si bien es de lamentar que incurriera
en reiterados prosaísmos que son mengua de su producción poética,
por otra parte correcta en sus líneas generales.
Muñoz del Monte nació en Santiago de los Caballeros, en la
antígua Isla Española. Vivió en Cuba desde niño, y en 1836 tomó
parte, como amigo y consejero del general Manuel Lorenzo, que
era gobernador de Santiago de Cuba, en el movimiento liberal
que hubo en esa provincia con motivo de haber sido promulgada
la Constitución. Muñoz del Monte fue electo para formar parte

204 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
de la diputación provincial, m que se instaló el 29 de octubre de
1836; pero al ser desaprobada por el capitán general de la Isla,
T ac6n, la conducta de Lorenzo (que se había anticipado a poner
en ejercicio la Constitución dentro del territorio de su mando),
y ante el aviso de que venía sobre Santiago de Cuba una expedición
militar enviada por Tacón, el general Lorenzo capituló y, tanto él
como algunos de sus partidarios, entre ellos Muñoz del Monte,
tuvieron que embarcar precipitadamente para el extranjero. Muñoz
vivió después en España, donde se unió a Saco en el empeño de
obtener libertades políticas para Cuba; y como resultado de la
campaña que libró en Madrid desde las columnas de La Época
fue reducido a prisión, mientras Saco se veía obligado a refugiarse
en Portugal. Murió en Madrid, durante una epidemia de cólera. l29
3 O ITURRONDO
Francisco Itutrondo (1800-1868), que nació en Cadiz y vino a
Cuba cuando apenas contaba seis años, se significó como cantor
de las bellezas naturales de Cuba en una extensa oda que dedicó
a Valdés Machuca y que lleva por título Rasgos descriptivos de
la naturaleza cubana. En esa oda es patente la influencia de Bello,
128 En más de una oportunidad se ha repetido un error de López Prieto
en su Parnaso cubano, de donde lo tomó Menéndez y Pelayo para su Historia
de la poesía hispanoamericana: que Muñoz del Monte fue electo diputado a
Cortes, pero esto es inexacto, pues la elección de Muñoz fue para el cargo de
diputado provincial. Los diputados a Cortes por la isla de Cuba en aquella
ocasión fueron José Antonio Saco, Juan Montalvo y Castillo, Nicolás M. Escahedo
y Francisco de Armas, quienes no llegaron a ocupar su asiento a causa
de la resolución adoptada en 1837 por las propias Cortes, que se negaron a
recibir a los diputados antillanos porque las Antillas estaban llamadas a regirse
por leyes especiales.
129 En 1880 vio la luz en Madrid un volumen de Poesías de Muñoz del
Monte, con diecinueve composiciones compiladas por un hijo del autor, y dos
trabajos en prosa (oI(La literatura contemporánea» y «La elocuencia en el
foro»), En vida, Muñoz del Monte había publicado, sin nombre de autor y
con pie de imprenta de Madrid, un folleto editado en La Habana con su
poesía La mulata (1845). Su ditirambo poético Dios es lo bello absoluto fue
publicado en folleto en 1858 (primer tomo de la Biblioteca del Liceo, La
Habana, 1858).

205 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
pero en otras composiciones de Iturrondo prevalece el eco de
Herrera y de otros clásicos españoles. Iturrondo no pasa de ser
un versificador hábil, que sabe dar sonoridad a los renglones que
compone, pero no atesora una sensibilidad poética superior. Muchas
de sus composiciones son prosaicas y cansonas, con la agravante de
que algunas tienen extensión desmesurada, como sus odas COlÓ11 y
Las ruinas del palacio árabe de La Alhambra, para no hablar de
muchos versos de ocasión o compromiso, sin elevación ni buen
gusto: «A Cristina de Borbón» (por sus decretos liberales de 1832),
al capitán general Francisco Dionisio Vives, «La peste en La Habana»,
«Oda en la muerte del obispo Espada», y otra «Oda en
los funerales del obispo Espada». Influencias exóticas sólo pueden
apreciarse las de Chateaubriand (cuya Atala inspira a Iturrondo un
soneto y una evocación en su poema «A la luna del Cuzco» y Ossin,
de quien tradujo algunos fragmentos. 1JO
Iturrondo fue asiduo concurrente a la tertulia literaria de Valdés
Machuca, a la que, además de Ramón Vélez Herrera y otros poetas,
asistían personalidades como el profesor de filosofía Manuel González
del Valle, el doctor Ángel José Cowley y Albirle (1797-1859),
que antes de ser médico eminente había desempeñado en la Universidad
el cargc de catedrático supernumerario de materias filosóficas;
y el prominente abogado y profesor universitario José María Morillas
(1803-1890).
A Valdés Machuca y a Iturrondo se debió en 1834 la iniciativa
de celebrar en Arroyo Apolo una fiesta campestre en honra del
poeta Francisco Martfnez de la Rosa, a cuyo influjo, que le valió
la jefatura del gobierno español, se debió la promulgación del Estatuto
Real que restablecía las Cortes, 'aunque les daba escasas
facultades. Ese festival dio origen a un volumen que recogió con
el título de Aureola poética al señor don Francisco Martínez de la
Rosa, por las Musas del Almendares, las poesías escritas en esa
oportunidad. Entre todos aquellos versos de ocasión se destacaban
130 Obras de Iturrondo: Rasgos descriptivos de la naturaleza cubana,
1831; Ocios poéticos, impresos con su habitual seudónimo de Delio, Matanzas,
1835; El parid, drama de Casimir Delavigne, puesto en verso castellano
por Delio, Nueva OrIeáns, 1847.

206 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
unas sonoras octavas reales que algunos consideraban lo mejor de
la colección y llevaban por título «La siempreviva».
4 O PLÁCIDO
El nombre del autor de esa composición, conocida hasta entonces
de unos pocos, ganó rápida popularidad: era Gabriel de la Concepción
Valdés (1809-1844) que usaba habitualmente el seudónimo
de Plácido, sugerido por una novelita de Madame de Genlis,
Plácido y Blanca. Hijo de una bailarina burgalesa, Concepción
Vázquez, y de un cuarterón que era peluquero, Diego Ferrer Matoso,
al nacer fue confiado a la inclusa, y recibió cuando lo bautizaron
el apellido de Valdés, que es el que, en memoria del obispo
Jerónimo Valdés, se adjudicaba tradicionalmente a los que en esa
forma ingresaban en la Casa de Beneficencia y Maternidad de La
Habana. Su padre lo reclamó, a poco, de la Casa Cuna, y cuidó
de su educación, pero emigró a México y murió. Plácido, adolescente
aún, quiso aprender el oficio de tipógrafo en la imprenta de
Boloña, se aficionó grandemente a la lectura y bien pronto demostró
poseer excepcional facilidad para hacer versos. Deseoso
de obtener un trabajo más productivo que el de tipógrafo, se adiestró
en la fabricación de peinetas de carey, que tenían gran demanda, y
llegó a sobresalir en ese arte. En compañía de su maestro Nicolás
Bota vivió un tiempo en Matanzas, pues Bota había trasladado su
taller a esa ciudad, pero en 1832 retornó a La Habana, pues allí
eran muy solicitados sus trabajos en el carey. Fue entonces cuando
lo descubrió el poeta Ramón Vélez Herrera, a quien deslumbró la
soltura con que el joven operario se manifestaba en verso.
Vélez Herrera se apresuró a ponerlo en contacto con Valdés
Machuca, que lo presentó, en tu tertulia, al grupo de intelectuales
que allí concurría. Más adelante fue introducido en la tertulia de
Domingo del Monte; pero Plácido volvió a residir en Matanzas
en 1836, el mismo año en que Del Monte se reintegró a La Habana,
y sólo de tiempo en tiempo le era dable presentarse en esas
reuniones.

207 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Plácido prodigó y malbarató su talento en composiciones poéticas
de ocasión, a veces en honor de gente pudiente que lo recompensaba.
También cantó «A la reina gobernadora doña María Cristina
de Borbón», y, en dos ocasiones, «A los días de S. M. la reina
doña Isabel Segunda». A pesar de ello, otras poesías suyas, que
reflejaban ansias de libertad, hicieron recaer sospechas sobre él,
singularmente el soneto «El juramento»:
A la sombra de un árbol empinado
que está de un ancho valle a la salida,
hay una fuente que a beber convida
de su líquido puro y argentado.
Allí fui yo, por mi deber llamado,
y, haciendo altar la tierra endurecida
ante el sagrado c6digo de vida,
extendidas mis manos, he ¡urado:
ser enemigo eterno del tirano¡
manchar, si me es posible, mis vestidos
con su execrable sangre, por mi mano¡
derramarla con golpes repetidos,
y morir a las manos de un verdugo,
si es necesario, por romper el yugo.
Denunciada una supuesta conspiración de negros y mulatos,
con propósitos racistas, Plácido fue reducido a prisión a fines de
1842, en la villa de Trinidad, a la que había ido en busca de trabajo.
Puesto en libertad a los dos meses, a poco fue aprehendido
nuevamente y recluido en la cárcel de Matanzas, como uno de los
reos del proceso instruido con motivo de la llamada Conspiración
de la Escalera. Condenado a la pena de muerte, sin que se presentaran
pruebas positivas de su culpabilidad, dentro de un proceso
irregular y amañado, fue fusilado en unión de otros diez acusados
el 27 de junio de 1844.
Un gran amigo y admirador de Plácido, Sebastián Alfredo de
Morales (1823-1900), estudioso hombre de ciencia y mediocre

208 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
versificador, le hizo el flaco servicio de reunir en 1886 las poesías
dispersas del infortunado cantor y lleg6 a coleccionar seiscientas
treinta y dos. Lo peor es que Morales se atreví6 a adulterar el
texto original en más de una ocasión,13I y que incluyó en su colección
una que otra composición que decididamente no es de
Plácido. Morales se vanagloriaba de haber enriquecido su colección
con doscientas diez composiciones nuevas (quiso decir no recogidas
en anteriores ediciones), que no merecían salvarse del olvido,
pues muchas son poesías hechas por encargo.
SUS MEJORES POESíAS
Del abundoso acervo de Plácido pueden entresacarse algunas composiciones
de indiscutible mérito, entre ellas varios sonetos de co··
rrecta factura: «El juramento», «A la muerte de Jesucristo» y especialmente
«La muerte de Gesler», cuya idea central está concebida
y desarrollada con claridad y energía:
Sobre un monte de nieve transparente,
en el arco la diestra reclinada)
por un disco de fuego coronada
muestra Guillermo Tellla heroica frente.
Yace en la playa el déspota insolente,
con férrea vira al coraz6n clavada}
despidiendo al infierno acelerada
el alma negra en forma de serpiente.
El calor le abandona: sus sangrientos
miembros lanza la tierra al Oceano;
t6rnanle a echar las olas y los vientos.
No encuentra humanidad el inhumano;
y hasta los insensibles elementos
lanzan de sí los restos de un tirano.
131 Esas adulteraciones han sido señaladas en el libro Plácido por Domingo
Figarola-Caneda, 1922.

209 O PANORAMA HISTORICO DE LA LITERATURA CUBANA
Igualmente merecen recordarse otros sonetos suyos, como «A
una ingrata», explosión de erotismo que tiene real fuerza expresiva;
y sus letrillas «La flor del café», «La flor de la caña», y «La
.flor de la piña», que atesoran ingenio y gracia.
Tres composiciones escribió Plácido en la prisión poco antes de
ser fusilado: «Adiós a mi lira», «Despedida a mi madre» y «Plegaria
a Dios».
Es en esta última donde Plácido se eleva a mayor altura, pues
encuentra acentos inspirados y elocuentes para traducir las tribulaciones
de su ánima contrita. m
En la producción poética de Plácido se cuentan como joyas sus
dos romances indianistas: «Cora», inspirado en un episodio de la
novela Los incas, de Marmontel; y «]icotenca1», que según Menéndez
y Pelayo, Góngora «no lo desdeñaría entre los suyos». «Jicotencab
puede considerarse como la composición más acabada de
Plácido, por su fineza de ejecuci6n y por su riqueza de efectos
rítmicos y musicales:
Dispersas van por los campos
las tropas de Moctezuma,
de sus dioses lamentando
el poco favor y ayuda;
mientras ceñida la frente
de azules y blancas plumas,
sobre un palanquin de oro
que finas perlas dibuían,
tan brillantes que la vista,
heridas del sol, deslumbran,
entra glorioso en Tlascala
el ¡oven que de ellas triunfa.
132 Alguna vez se discutió la paternidad de esa composición, pero toda
duda al respecto queda desvanecida con sólo hacer un examen estilístico de
la «Plegaria», que es innegablemente de Plácido. Véase el completo y acucioso
estudio ¿Es de Plácido la «Plegaria a Dios»? (1923), de Francisco
González del Valle.

XVI
l.-El criollismo. Po veda y Armenteros. 2.-Vélez
Herrera. 3.-Ramón de Palma. 4.-El ciboneyismo.
Fornaris, Luaces. 5.-Nápoles Fajardo. 6.-Teurbe
Tolón. 7.--Conatos descriptivos de la naturaleza tropical.
8.-Versificadores de inferior categoría. 9.-Manzano
1 O EL «CRIOLLISMO» POVEDA y ARMENTEROS
La tendencia en favor del americanismo literario en el aspecto que
se ha dado en llamar criollismo, por cuanto sólo se inspira en las
cosas y costumbres propias de los países americanos,133 proviene
de Domingo del Monte, al menos como propósito deliberado y sistemático
que tiene por objetivo la creación de un romancero cubano.
El brote de esa tendencia parece, sin embargo, manifestarse primero
en ei popular cantor Francisco Poveda y Armenteros (1796-
1881), aunque muchas composiciones que escribió con espíritu crio­
Uista son posteriores a 1829, año en que Del Monte publicó sus
primeros romances. De todas suertes, Poveda escribía versos desde
hacía algún tiempo, y Del Monte comentó con mesurado elogio una
décima de Poveda, si bien esa décima, simple juguete madrigalesco,
es de poco valor y no tiene sabor criollo:
En fin, ojos, no forcéis
el coraz6n a tratarla:
ojos, no habéis de mirarla;
ojos, no, no la miréis.
¡Oios, oios, que os perdéis!
Cesad en esas porfías,
133 La Academia Española registra, entre las acepciones del adjeúvo
criollo, la siguiente: «Aplicase a cosa o costumbre propia de los países americanos:
manjar criollo.»

215 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
y T aramayna; y Plácido con los romances «Cora» y «]icotencal». Lt
que hizo Fornaris, al circunscribir esta tendencia dentro del ámbito
de Cuba, fue darle un nombre local y exclusivo.
Dentro de sus composiciones combinó Fornaris, no siempre con
fortuna, palabras y nombres indígenas, como si de ese modo pudiera
dar carta de naturaleza ciboney a sus versos, pero las escenas
y costumbres que aspira a pintar no se diferencian más que en el
vocabulario de las que la tendencia simplemente criollista señala
en el guajiro, que nada tiene de indígena.
, A pesar del éxito inmediato que coronó su publicación, los
Cantos del siboney constituyen la parte menos apreciable de la
producción poética de Fornaris. No es difícil entresacar de ese
manojo de composiciones, o de otras de igual índole que después
escribi6 su autor, estrofas tan desmedradas como éstas:
La espero aquí en las ¡aguas
que están al pie de la encumbrada sierra."
¡Soy siboney! ¡Bendita está mi tierra!
Soy el hijo del sol y de las aguas.
No lejos del sonoro Yarayabo,
al rumor de las fuentes cristalinas,
entre palmeras, cedros y colinas,
otro tiempo se al%6 Guacanayabo.
AlU en pobres y rústicos caneyes
tranquilos habitaron los behíques,
las vírgenes cubanas, los caciques ...
una familia, en fin, de siboneyes.
(

216 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Unido por estrecha amistad a Fornaris, Joaquín Lorenzo Luaces
(1826·1867), que junto con él publicó la revista La Piragua y la
antología que llev6 el nombre de Cuba poética, en 1858, se adhirió
al ciboneyismo, y en su composición «La piragua», fechada en 1859
(que por su tema y por el procedimiento de combinar diversos
metros recuerda «La pesca en el mar», escrita por Gertrudis Gómez
de Avellaneda en 1846), no sólo evocó a los primitivos habitantes
de la Isla, sino que además utilizó como consonantes las mismas
palabras de que en igual forma se había valido Fornaris:
No hay estrellas y la brisa
barre el húmedo arenal.
¡Pronto, pronto, que en la aurora
nos hacemos a la mar!
Cuando alzaban sus caneyes
los venerables b .. :hiques
de los nobles siboneyes,
de la costa se lanzaban
y ese mar atravesaban
en pzraguas los caciques.
y escucharon
las oleadas
agitadas
de la mar,
caracoles
y marciales
atabalas
resonar.
Con roias plumas, con bellas flores
hoy la piragua se adornará;viendo
su forma graciosa y bella,
¿quién a su centro no saltará?
Fornaris acertó cuando quiso ser poeta criollista, y bien lo
prueban sus armoniosos romances «La madrugada en Cuba» y

217 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
«Las palmas», para no mencionar sus Cantos cubanos, que valen
menos. Fuera de esas notas de auténtico criollismo, su poesía lírica
se resiente a cada momento de vaciedades y descuidos, porque el
gran enemigo de Fornaris era el demonio de la facilidad. Siempre
escribió al vuelo, sin preocuparse del retoque ulterior. En una de
sus composiciones más espontáneas y emotivas, «Mi vuelta a Cuba»,
emplea frases que mejor cuadrarian dentro de la prosa reporteril:
«Esa barca que viene presurosa conduce a mi familia ... » Por pereza
o descuido suele aumentar o disminuir una silaba en determinadas
palabras, a modo de licencia poética: siboneya, por siboney;
aborigene, por aborigen; Almendar, por Almendares.
Algunas poesías líricas de Fornaris fueron cantadas por el
pueblo, con música a veces an6nima: así «El siboney» y «En el
bosque»; pero la que alcanzó más extensa y duradera difusión en
esa forma fue «La bayamesa», a la cual puso música el iniciador
de la magna revolución separatista de 1868, Carlos Manuel de Céspedes,
auxiliado por Francisco Castillo Moreno:
¿No te acuerdas, gentil bayamesa,
que tú fuiste mi sol refulgente
y risueño en tu lánguida frente
blando beso imprimí con ardor ... ?
Escrita en 1851, esta canción perduró, no por su mérito literario,
que era escaso, sino por haber sido elegida como símbolo
de cubanía, a modo de grito Urico que marcaba una frontera emocional,
hasta que en 1868, a poco de estallar la revolución iniciada
por Céspedes, compuso Pedro Figueredo el «Himno de BayamQ»,
adoptado en el andar del tiempo como himno oficial de la nación
cubana.
Fornaris tradujo algunas composiciones de poetas europeos
(Béranger, Víctor Hugo, Lamartine, Richepin, Sully Prudhomme,
Heine y Goethe), pero no se advierte, a lo largo de su obra, la
influencia manifiesta de ninguno de ellos. A Quintana sí trató de
secundarlo en una prosaica oda «El telégrafo submarino entre
ambos mundos», dedicada «A Ciro Field», y en otra que dirigió
«Al capitán general D. Francisco Serrano», «con motivo de los

219 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
un indio desde una roca
miraba el cielo cubano.
La noche, el monte y el llano
con su negro manto viste,
del viento al ligero embiste
tiemblan del monte las brumas,
y susurran las yagrumas
mientras él suspira triste.
¿No se asocia la imagen de ese indio que lleva «un gran tabaco
en la boca» con la de aquel estanciero de Poveda y Armenteros
«con un tabaco en la mano»? Y es que, aparte de la influencia
de Fornaris, fue preponderante en Nápoles Fajardo la de Poveda y
Armenteros, si bien el tono de sus versos es más genuinamente
popular.
Nápoles Fajardo estuvo más cerca de la inspiración guajira: el
sentimiento poético de su pueblo se consubstanció en él. De ahí la
larga, nunca agotada popularidad de sus versos en labios de los
guajiros.
Nápoles Fajardo, cuya infancia se deslizó en la hacienda paterna,
situada en las cercanías de Victoria de las Tunas, se sintió
siempre identificado con el ambiente rural, y sus versos así lo
revelan. No carecía de cultura literaria: desde r:iño hizo estudios
de latinidad y tuvo como poetas predilectos a Virgilio y Horacio,
junto con Teócrito, cuyos Idilios conocía vertidos al francés, y
también con poetas españoles como Garcilaso y Villegas. Sus lecturas
clásicas no 10 indujeron a asumir actitudes pedantescas ni
le impidieron manifestarse mediante la forma de expresión vulgar
y corriente de los campesinos cubanos.
En el orden político, Nápoles Fajardo profesó ideas separatistas
y se sumó a las diversas conspiraciones que se sucedieron de 1848
a 1852. Fracasados estos empeños, aceptó, pocos años después, un
cargo administrativo dentro del régimen colonial, el de pagador
de Obras Públicas, en Santiago de Cuba, donde fue a residir con
su esposa y sus hijos. Podía disfrutar tranquilo de esa aurea medioeritas,
pero su espíritu recio y altivo no se conformaba con ello ni
podfa oír con indiferencia las críticas de los que le censuraban haber

220 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
aceptado un puesto del gobierno colonial. Aparentemente, la vida
no debía serle ingrata: adoraba a sus hijos y a su esposa, la Rufina
idealizada en sus versos er6ticos; había alcanzado máxima popularidad
con sus versos; disfrutaba de suficiente bienestar económico
... Pero la tempestad estaba desencadenada por dentro: un día
desapareci6, sin que nadie, ni en su hogar ni fuera del mismo, recibiera
jamás noticias suyas. Corri6 la voz de que se había marchado
hada otros climas, a Alemania quizá; pero no cabe duda de que,
si así hubiera sido, algún tiempo después aquel desaparecido, que
sólo contaba treinta y tres años, habría dado señales de vida. Esa
evasión no se aveIÚa tampoco con su carácter ni con su amor a
los suyos y a la vida de hogar. La hip6tesis que a la postre ha
prevalecido en lo que toca a su desaparición es la que se suicidó,
acaso arrojándose al mar en la zona costera más poblada de
tiburones ...
6 O 'rEURBE TOLÓN
El criollismo tuvo en Miguel Teurbe Tolón (1820-1857) un cultivador
digno de nota. Con el título de Leyendas cubanas (Nueva
York, 1856) reunió en un volumen siete breves narraciones en
verso, que tienen por escenario los campos de Cuba. Tres de ellas
(

222 D MAX HENRÍQUEZ UREÑA
vuelto en suave y esperanzada melancolía: así «La noche oscura».
A la postre, minado por la tuberculosis, regresó a Cuba para morir,
no pasados dos meses de su arribo, el 16 de octubre de 1857. A
principios de 1858 circuló un último libro de versos suyos, de
poco más de cien páginas: Flores y espinas. Enérgico en la expresión,
no siempre supo huir del prosaísmo y la inelegancia. Sus
mejores versos son los de sabor criollo y popular, aparte de alguna
que otra nota de intimismo sentimental, como las décimas «El
cuarto oscuro».
7 O CONATOS DESCRIPTIVOS
DE LA NATURALEZA TROPICAL
Paralelamente al criollismo, en la poesía cubana se mantenía, como
un eco del ascendiente que tuvo Andrés Bello, el afán de describir
y ensalzar la naturaleza trop1cal. Las imitaciones de Bello fueron
múltiples y altisonantes desde el momento mismo en que circuló
su famosa «Silva a la agricultura de la zona tórrida» (enero de
1826). A la oda de Francisco Iturrondo «Rasgos descriptivos
de la naturaleza cubana» (1831), que forma parte de esa epidemia
de imitaciones, subsiguieron otras muchas, como las que dedicaron
a «La naturaleza de Cuba» Miguel de Cárdenas y Chávez [1808-
1890] Y Narciso de Foxá y Lecanda (1822-1883), pero todas se
resienten del retoricismo artificioso de la época. El «Canto a la
naturaleza de Cuba», que compuso Foxá en sonoros endecasílabos
blancos, corre parejo, por su hueca brillantez, con las deplorables
octavas reales de su laureado «Canto épico sobre el Descubrimiento
de América por Cristóbal Colón». La poesía de Foxá, declamatoria
y rimbombante, podría clasificarse como poesía de certamen
o de juegos florales, ya que en ella concurren los efectismos
usuales que por tácito convencionalismo parecen llamados a provocar
el aplauso de jurados en su mayoría integrados por retóricos
lmpenitentes. 141
141 Narciso de Foxá nació en San Juan, Puerto Rico; vivió la mayor parte
de su vida en Cuba, y murió en París. Sus Ensayos poéticos fueron reunidos
por su amigo Ildefonso Estrada y Zenea en un volumen que vio la luz en

223 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
8 O VERSIFICADORES DE INFEi.IOR CATEGORÍA
Apenas si puede concederse a Foxá pasajera mención en la historia
literaria, y a 10 sumo puede decirse otro tanto de buen número de
versificadores que aparecen incluidos en viejas antologías y de ahí
han pasado a otras más recientes. Tal ocurre con Miguel de Cárdenas
y Chávez,142 con Félix Tanco y Bosmeniel,143 recordado, más
que por otra causa, por su amistad con Domingo del Monte y por
haber sido uno de los cuatro autores que figuran en ellihro Rimas
americanas, con José Policarpo Valdés [1807-1858], que también
ocupó un puesto en Rimas americanas, junto a Del Monte, Tanco
y Ventura de la Vega, y no pasó de ser un rimador correcto y frío,
imitador de Rioja (

226 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
9 O MANZANO
Más títulos que otros tiene Juan Francisco Manzano (1797-1854)
en la historia literaria, no importa el mérito escaso de sus versos.
Manzano nadó esclavo de los marqueses de Jústiz y Santiago, y
llevaba el apellido de su amo, don Juan Manzano. Dado el afecto
que le profesaba la marquesa, su infancia fue más o menos plácida
hasta la fecha en que ella murió, dejándolo cuando él contaba
once años. Sufri6 toda clase de torturas físicas y morales bajo la
férula de su nueva ama. Tenía oído fácil para el verso y a los doce
años componía décimas, aunque s610 tardíamente se le permiti6
tura, ministro. (N. del E.)]; y a su nombre puede agregarse el de Matías de
Velasco Rojas, marqués de Dos Hermanas (1829-1901), traductor de Shakespeare;
y el del asturiano Saturnino Martinez (1840-1905), aunque sólo fuera
por haber dado motivo al famoso ensayo de Ricardo del Monte sobre «El efectismo
lírico»; pero hay, además, una extensa lista de autores que no tienen
categoría antol6gica: Antonio Maria Agüero y Estrada (muerto durante la
guerra del 68), Brigida Agüero (1837-1865), Concepción Agüero (1847-1896),
Francisco Agüero y Estrada (1806-1902), Rosa Araoz y Almeida (1837-1911),
José Simón Baralt, hdro A. Boissier (1839-1900), Domingo del Monte y Portillo
(1831-1883), Andrés Díaz y Velarde (1834-1869), Salvador Domínguez
(1842-1892), Jacobo Domínguez y Santi (1850-1898), Mariano Calixto Echemendía
(n. 1850), Sofía Estévez de Rodríguez (1848-1901), José Ricardo Fresneda
(1829-1851), los hermanos García Copley, Nicanor Arístides González
(1844-1898), Francisca González Ruz de Montoro (1820-1895), José Joaquín
Govantes (m. 1881) Enrique Hortsman (n. 1883). Rosa Krüger (1847-1881),
Isabel Machado de Arredondo (1838-1918), Augusto E. Madan y García (1853-
]915), Adelaida del Mármol [m. 1857], Margarita del Mármol (n. 1841),
Félix Martínez (1832-1879), Néstor Martínez y Guía (1829-1890?), Antonio
Medina y Céspedes [1824-1885], Luisa Molina [1821-1887], Juan Agustin
Mariño (1834-1873), Fernando C. Moreno Solano (1849-1878), Amalia Paadin,
Carlota Robreño, Agustín Baldomero Rodríguez (1826-1862), Catalina
Rodríguez de Morales (1835-1894), María de Santa Cruz, Jerónimo Sansz
[1830?-1882]. Florenc1o A. Suzarte (1849-1886), Gustavo A. Suzarte, Matilde
Troncoso de Oiz (n. 1850), Fernando Urzáís (1840-1900), Carlos Genaro
Valdés (1843-1890), Juan Nepomuceno Valdés (1827-1893), y Antonio Vi·
najeras (1833-1905). Algunos autores de esta lista, como Rosa Krüger y
Luisa Molina, recibieron múltiples y estimulantes elogios de sus contemporáneos;
o como Augusto E. Madan y García y Fernando Urzáis, tuvieron
significación apreciable en otros campos de la actividad literaria (así en el
teatro), pero evidentemente no eran poetas antológicos.

227 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
aprender a leer. Escaso era el tiempo de que podía disponer para
ilustrarse; y frecuentes eran los inhumanos castigos y azotainas
que por cualquier bagatela y a veces por mero capricho se le imponían.
Previo permiso especial, pues a los esclavos no les era lícito
publicar libros, vio la luz en 1821 un tomito con sus primeras
Poesías líricas; y algunos periódicos de prestigio, como La Moda
o Recreo Semanal del Bello Sexo, y El Pasatiempo, de Matanzas,
publicaron, de 1831 en adelante, composiciones suyas. En la tertulia
literaria de Domingo del Monte se dio a conocer su soneto
«Mis treinta años», dolorosa síntesis de una vida de continuos
sufrimientos que no se ilumina siquiera con un destello de esperanza:
Cuando mIro el espacio que he corrido
desde la cuna hasta el presente día,
tiemblo y saludo a la fortuna mía,
más de terror que de atención movido.
Sorpréndeme la lucha que he podido
sostener contra suerte tan impía,
si tal llamarse puede la porfía
de mi infelice ser al mal nacido.
Treinta años ha que conocí la tierra;
treinta años ha que en gemidor estado
triste infortunio por doquier me asalta;
mas nada es para mí la cruda guerra
que en vano suspirar he soportado,
si la comparo, ¡oh, Dios!, con lo que falta.
Ganó cuerpo, entre los asistentes a la tertulia, la idea de reunir
la suma necesaria para hacerlo libre, y bajo el patrocinio de Del
Monte y de Ignacio Valdés Machuca se inició la colecta para tal
objeto en 1836. Cubierta la suscripción ese mismo año, hasta
alcanzar la suma de ochocientos cincuenta pesos, puesta como precio
al esclavo, Manzano quedó libre.

228 O MAX HENRÍQUnZ UREÑA
Los versos de Manzano no pasan de balbuceos más o menos
felices; sorprendentes, eso sí, en quien s610 por su voluntgd y pero
sonal esfuerzo logró salir de la ignorancia; y no otra cosa puede
decirse de su ensayo dramático Za/ira (1842); pero Manzano perdurará
en la historia literaria por sus Apuntes autobiográficos, que
escribió en 1839 a instancias de Domingo Del Monte, si bien es de
lamentar la pérdida del final de ese trabajo. Se ha conservado
la primera parte del manuscrito original que es más bien un tosco
borrador pencÜente de revisión, como se comprueba, no tanto por
las faltas de ortografía y los descuidos de puntuación, cuanto por
las repeticiones u omisiones de sílabas y palabras que en su texto
se aprecian. Basta, sin embargo, con pasar en limpio ese texto,
librándolo de impurezas, para que resalte en toda su sencillez la
forma clara y emotiva en que Manzano cuenta sus desdichas. Narra,
sin retórica, los primeros treinta y tres años de su vida, y logra
expresar de manera elocuente, por lo mismo que 10 hace con naturalidad
y sin adornos, las angustias y sufrimientos que ha padecido.
Su narraci6n es tan ingenua y espontánea, que ni siquiera se detiene
a comentar las amarguras que ha sobrellevado ni a ponerles
calificativo: confía, sin duda, en que esa exposición de hechos dice
más, mucho más, que cualquier comentario; y acierta a dejar en
el lector ]a huella de una auténtica emoci6n. 152
152 Los Apuntes autobiográficos, junto con algunas poesías de Manzano,
fueron traducidos al inglés por Richard R. Madden, comisionado británico de
arbitraje en asuntos de la trata, que aprovechó aquel material para su fervorosa
propaganda ll!ltíesclavista, en el volumen siguiente: Poems by a slave
in Ihe island of Ct;ba, recently liberated. Translated Irom the Spanish by
R. R. Madden, M. D., with ,he history 01 the Barly Lile 01 the Negro
Poet, written by himself, lo which are prefixed Iwo pieces descriptive o{
Cuban slavery and tbe slave-traffie, (Londan, 1840). También aparecen
versos de Manzano, traducidos al francés, en otro libro: Abolition de l'esclavage:
examen critique du pre;ugé contre la couleur des africains et des sangmelés,
por Víctor SchoeIcher (París, 1840). En los Cuadernos de Historia
Habanera que publica la oficina del Historiador de la Ciudad, Emilio Roig
de Leuchsenring, se editó por primera vez el texto original de la Autobiografía,
cartas y versos de Juan Francisco Manzano, con una introducci6n
de José Luciano Franco, en 1937. El tamito de Poesías líricas publicado en
1821 por Manzano es comúnmente citado con el título de Cantos a Lesbia.
Calcagno habla de otro cuaderno, Flores pasa;eras, publicado en 1830, pero
esa informaci6n parece errónea.

229 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
La vida fue cruel y dura con Manzano. Pudo escapar de las torturas
de la esclaVItud, que ensombrecieron su ánimo por tantos
años, y vivir modestamente de su trabajo, hoy como cochero, mañana
como cocinero. ¿Qué importaba la vida estrecha, si era libre?
Sin embargo, su condici6n de libre y de hombre de pluma hizo
recaer sobre él infundadas sospechas al instruirse proceso por la
supuesta Conspiraci6n de la Escalera que cost6 la vida a Plácido.
Manzano, sin causa conocida alguna, fue preso; y aunque resultó
absuelto en la sentencia dictada en 1844, quedó retenido en
prisi6n hasta el siguiente año. Ya escribía poco, embargado como
estaba su tiempo por la necesidad de ganarse la vida; pero después
de ese inicuo proceso enmudeci6 definitivamente, acaso horrorizado
por el destino de Plácido, a quien su propia notoriedad llevó
al patíbulo.

XVII
l.-Milanés y el romanticismo. 2.-Milanés y la poesía
moral. 3.-Milanés y el criollismo. 4.-Una nota exótica:
las leyendas. 5.-Milanés y el sentimiento patriótico.
b.-El teatro romántico. Francisco Javier Foxá.
7.-EI conde Alareos. B.-El teatro de Milanés. 9.-Federico
Milanés
1 O MILANÉS Y EL ROMANTICISMO
El poeta representativo del romanticismo en su primera etapa en
Cuba fue José Jacinto Milanés, nacido en Matanzas en 1814 y
muerto en 1863, aunque para las letras su vida habia terminado
algún tiempo antes: desde 1843 se eclipsó su razón, y aunque tuvo
un paréntesis de lucidez entre 1848 y 1851, su producción fue
escasa durante ese breve período, pasado el cual recayó en estado
de demencia, esta vez de modo definitivo.
Milanés era un temperamento esencialmente romántico. Su
tónica predilecta fue, en un principio, la del lirismo intimista, fruto
de su innata, recóndita melancolía. Nadie antes que él había traído
al movimiento romántico de habla española acentos de tan íntima
emoción como los que encontramos en las estrofas finales de «La
madrugada», escritas en 1836:
Si en un ramo miro a solas
dos aves cantar querellas;
si relucir dos estrellas;
si rodar dos mansas olas;
St dos nubes enlazarse
y por el éter perderse;
St dos sendas una hacerse;
St dos montes contemplarse;
me paro, y con ansiedad
recuerdo que a nadie adoro;

231 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
mIro tanto enlace y lloro
mi continua soledad.
2 O MILANÉS Y LA POESÍA MORAL
Bien pronto, empero, abandonó Milanés esos arranques de lirismo
intimista que también hallamos en algunas de sus canciones, como
«El nido vado» y «La fuga de la tórtola»; quiso hacer poesía moral
o, con más exactitud, arte docente, plegándose al consejo de su
dilecto amigo Domingo del Monte; y del suspiro, la queja y
el arrullo pasó a la admonición y a la prédica moralizantes. No
era ése el camino más propicio para el desarrollo de sus facultades,
y de ello se resienten las composiciones en que quiso fustigar vicios
y errores: «El mendigo», «La ramera», «A una madre impura»,
«El niño expósito», «El hijo de un rico», «El ebrio», «El bandolero»,
«La cárcel», «A una coqueta», «La ley del trabajo», y algunas
otras que forman en la producción de Milanés un antiestético
sermonario, dentro del cual, si prosaicos pueden resultar los
temas mismos, más prosaica suele ser la forma, como pueden comprobarlo
unas cuantas citas:
... temblándome el pecho, sin ver el motivo,
como hombre que acaba de hacer cosa mala.
(

232 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Pero el saber se allanará la vía
lleno de casta y celestial moJes/id,
y él se verá, roído de molestia ...
(

233 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
tanzas natal; pero es fuerza reconocer con Mf'.néndez y Pelayo que
al suave poeta líríco, que «con parecer tan inocente y aniñado no
dejaba de encerrar, en el sencillo cuadro de un idilio, toda una
síntesis del amor y de la naturaleza, sucedió otro Milanés insoportable,
despeñado en todos los abismos de un incorrecto y callejero
romanticismo, con cándidas aspiraciones de reforma social».153
3 O MILANÉS Y EL «CRIOLLISMO»
No falta en la poesía de Milanés la nota del criollismo, unida al
sentimiento descriptivo, como en «El alba y la tarde», o en el romance
antiesclavista «El negro alzado», o en las glosas que integran
los Cantares del montero (

235 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
encomendad al ocio las ánimas inquietas,
que mientras os envuelva la silenciosa calma,
con desvelados ojos, intérpretes del alma,
os guardarán el sueño los fúnebres poetas.
En «La fuga de la tórtola» formula Milanés una alusión más
concreta a sus anhelos de libertad:
Pero, ¡ay!, tu fuga ya me acredita
que ansías ser libre, pasión bendita
que aunque la llore, la apruebo yo.
Donde con más claridad expuso Milanés sus anhelos patrióticos
fue en una «Epístola» escrita como respuesta a otra que le
dedicó Ignacio Rodríguez Galván, en la que el poeta mexicano
io exhortaba así:
Mas huye adonde entronizada ondea
de libertad el estandarte al viento,
que de tiranos el impuro aliento
el genio daña, y lo marchita en flor. l55
Al contestarle, Milanés declaraba:
Pero no buscaré, como tú dices,
playa mejor en donde el libre goza,
y entre sus hijas nobles y felices
la santa independencia se alboroza.
Que aunque supe adorar por dicha mía
la libertad augusta, pequeñuelo,
y siempre detesté la IÍranla
como amo al sol, como bendigo al cielo:
155 Rodríguez Galván (1816-1842) escribió estos versos en La Habana,
donde se detuvo con el propósico de seguir viaje a la América del Sur en funciones
diplomáticas, el 4 de julio de 1842. Atacado de fiebre amarilla días
después, murió el 26 del propio mes. La «Epístola» de Milanés fue escrita
el 22, cuatro días &ntes de la muerte de Rodríguez Galván.

•
236 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
aunque abomino al mandarín malvado
que a remachar mis grillos coadyuva,
nunca comiendo el pan ael emigrado
pensé cum pUr con mi adorada Cuba.
Hiio de Cuba soy: a ella me liga
un destino potente, incontrastable:
con ella voy: forzoso es que la siga
por una senda horrible o agradable.
Con ella t'o'1 sin rémora ni traba,
ya muerda el yugo o la venganza vibre.
Con ella iré mientras la llore esclava,
con ella iré cuando la cante libre.
Buscando el puerto en noche procelosa,
puedo morir en la difícil vía¡
mas siempre voy contigo, ¡oh, Cuba hermosa!,
y apo)'ado al tim6n espero el día. 156
6 O EL TEATRO ROMÁNTICO.
FRANCISCO JAVIER FOXÁ
Milanés tiene especial significación en Cuba y en la América española
como representante del teatro romántico. Escasos son los
autores que, antes que él, llevaron a la escena producciones románticas,
tanto en Cuba como en el resto de América. Por 10 que
respecta a la prioridad en el orden del tiempo, apenas cabría tener
en cuenta, por su misma índole y brevedad, dos bocetos dramáticos
representados en 1837: uno, La prueba o La Vuelta del cruzado,
por Ramón de Palma; otro, La capilla, del mexicano Rodrí-
156 Este último renglón de la poesía de Milanés, «y apoyado al timón
espero el día», sirvió de estímulo y esperanza a los cubanos separatistas emigrados
a mediados del siglo, y Leopo1do Turla (1818-1877) 10 recogi6 como
estribillo en su composición «Perseverancia», que fue incluida en El laúd
del desterrado (1858).

238 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
cano Fernando Calderón; El poeta (1842) Y El Cruzado, del argentino
José Mármol.
El estreno de Don Pedro de Castilla tuvo caracteres semejantes
a los de Hernani en el París de 1830. En la segunda representación
subieron al escenario Ramón de Palma y José Quintín Suzarte
para coronar al autor del 'drama y las disputas enconadas de la víspera
culminaron en un escándalo clamoroso. El público se dividió
en dos bandos que llegaron a las injurias reciprocas y a los golpes.
Un espectador que vocifer6 su opini6n de que la obra era detestable
fue agredido a bastonazos, a consecuencia de los cuales murió semanas
después. ¿Se perfilaba detrás de todo esto algún sentimiento
político? Al parecer, el carácter y los actos atribuidos en
la obra a don Pedro el Cruel fueron interpretados por algunos como
un ataque a la tradición monárquica, y para evitar nuevos incidentes
las autoridades prohibieron que el drama subiera nuevamente
a escena.
La obra de Foxá era, de todas suertes, endeble, a juzgar por
los fragmentos que hoy se conocen l59 y para la historia literaria
lo único interesante en relación con ella es la prioridad que cabe
reconocerle en el teatro romántico en la América española. Foxá
159 Aunque Don Pedro de Castilla se imprimió el mismo año de su es·
treno, no se conservan ejemplares de ese drama en ninguna biblioteca. Es
posible que la edición, por lo menos en parte, fuera recogida por orden superior,
pues según cuentá José María de Andueza (Isla de Cuba pintoresca ... ,
Madrid, 1841), el censor prohibió la publicación de algunos comentarios
suyos sobre dicha obra. La producción dramática de Foxá comprende: Don
Pedro de Castilla, drama histórico en cuatro jornadas, en prosa y verso, representado
por primera vez en el Teatro Tacón, el 9 de agosto de 1838,
b Habana. Oficina de José S. Boloña, 1838, 95 pp. El Templario, drama
caballeresco en cuatro jornadas, en verso, representado por primera vez el
25 de diciembre de 1838, La Habana, imprenta del Comercio, 1839, 123 pp.
¡Ellos son!, pieza en un acto y en verso, 1838. Enrique Octavo, drama, cuya
representación fue píohibida, y no llegó a imprimirse. Sobre el mérito literario
de El TemplaTlo, José Antonio Echeverría, en carta a Domingo del
Monte, fechada el 31 de diciembre de 1838, comentaba: «Las letras dormitan,
o mejor dicho, más valiera que dormitaran, pues así no nos darían
los embriones que prematuramente salen a luz; ejemplo: El T emplario-,>
(Centón epistolario, vol. IlI.)

239 D PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
estrenó además en La Habana, el 25 de diciembre de ese mismo
año, otro drama, El Templario, también netamente romántico y no
muy superior a Don Pedro de Castilla.
7 D «EL CONDE ALARCOS»
El conde Alarcos, de Milanés, no produjo las reacciones violentas
que saludaron la aparición de Don Pedro de Castilla. El asunto,
tomado del romancero y ya utilizado en el teatro clásico español,160
es truculento y por ende muy adecuado para el momento romántico:
cuenta el romance del conde Alarcos y de la infanta Solisa
que el conde, casado sin tener en cuenta que antes había prometido
matrimonio a la infanta, es requerido por el rey para que cumpla
su palabra, aunque para lograrlo deba primero perecer la condesa,
y le dice:
De morir tiene, el buen conde - por salvar la honra mía,
pues no mirasteIs primero - lo que mirar se debía.
Si no muere la condesa - a vos costará la vida.
Por la honra de ios reyes - muchos sin culpa morían,
por que muera la condesa - no es mucha maravilla.
Alarcos contesta:
-Yo la mataré, buen rey, - mas no será la culpa mía ...
vos os avendréis con Dios -en fin de vuestra vida,
y prometo a vuestra Alteza, - a fe de caballería,
que me tengan por traidor - si lo dicho no cumplía
de matar a la condesa, - aunque mal no merecía.
160 Lope de Vega (La fuerza lastimosa), Antonio Mira de Amescua
(El conde AJarcos), Guillén de Castro (El conde AJarcos). A principios del
siglo XIX, Federico Schlegel, principal teorizante del romanticismo alemán,
produjo un drama asaz mediocre (AJarkos) sobre el mismo asunto. En
nuestro siglo, Jacinto Grau ha revivido el tema (El conde Alarcos, 1917).

240 O MAX HENRfQUEZ UREÑ'A
La monstruosa orden se cumple, y el romance termina con la
enumeración de los providenciales castigos que, antes de decursar
un mes, recayeron sobre los causantes de la muerte de la condesa:
Así murió la condesa, - sin razón y sin ;usticia;
mas también todos murieron - dentro de los treinta días.
Los doce días pasados - la infanta ya moría;
el rey a los veinte y cinco, - el conde al treinteno día,
allá fueron a dar cuenta - a la ;usticia divina.
Acá nos dé Dios su gracia, - y allá la gloria cumplida.
Milanés, aunque ajustándose en su esencia a la leyenda, modificó
sus términos: la escena del drama es en París y no en Castilla,
y el rey que exige el bárbaro cumplimiento de la promesa
hecha a la infanta es el de Francia, que con un acto heroico había
salvado la vida al conde Alarcos, noble español. ¿Temió Milanés
acaso que las autoridades coloniales impidieran la representación
de su obra si la cruenta orden proviniera de un monarca español?
Es posible, a pesar de que Milanés no hacía sino convertir en acción
dramática la trama de un romance famoso, atribuido a un juglar
llamado Pedro de Riafio.
El drama de Milanés se desenvuelve con soltura y animación,
y la versificación es fluida y sonora. Cualesquiera que sean los
defectos que puedan señaíársele, no desmerece gran cosa si se le
compara con las producciones que otros dramaturgos, algunos muy
ilustres, dedicaron al mismo asunto.
8 O EL TEATRO DE MILANÉS
En 1846 dio a conocer Milanés otro drama suyo en tres actos y
en verso, Un poeta en la corte, que concibió desde 1838 y logró
terminar en 1840, aunque la censura no autorizó su publicación
sino seis años después, sin que los motivos de esa interdicción
puedan apreciarse claramente. 161 Es una comedia de enredo, bien
161 Andueza, en su Isla de Cuba pintoresca ... , hace reiteradas referencias
al régimen de censura que se padccla entonces en La Habana. «En La Ha.
bana [afirma] nada, absolutamente nada puede imprimirse sin la firma

241 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
planeada y desarrollada, y abunda en situaciones impresionantes.
Desde el punto de vista teatral lleva ventaja sobre El conde Alarcos
por el hábil empleo de los recursos escénicos, y su versificación
es agradable, a pesar de ocasionales descuidos, de los que tampoco
está exento El conde Alarcos. l62
La producci6n teatral de Milanés comprende además un bello
proverbio dramático, A buen hambre no hay pan duro, cuyo personaje
principal es Cervantes;w un ameno juguete cómico, ¡Ojo
a la finca! j y el primer acto (y parte del segundo) de una comedia,
Por el puente o por el ,10, nunca terminada, en la que se advierte
la influencia directa de Lope de Vega.
9 O FEDERICO MILANÉS
Federico Milanés (1815-1890), hermano de José Jacinto, escribió
también para el teatro; pero ninguna de sus obras, al parecer, se
ha conservado. A juzgar por el aprecio que le dispensaron sus
contemporáneos, tuvo muy apreciables aciertos en la comedia (Un
162 En la escena séptima de El conde Atareas se encuentra adulterada
la palabra madrastra, que rimaría mal con basta: «Niños son, poco les
basta, - y fuera pena crecida que les diese mala vida - su despiadada m!ldrasta.»
En la última escena del tercer acto de Un poeta en la corte, se
advierte esta concordancia arbitraría: «y si la justicia sabe - quien son
estos tres valientes ... » No es repudiable esa licencia, ya que la usaron los
clásicos (ejemplo: «Caballeros, a quien pasan aventuras semejantes ... » Calderón,
La dama duende, jornada 2a., escena primera); pero estaba hacía
rato en desuso. Zorrilla se vali6 de ella algunos años después, en Don
Juan Tenorio (1844): «Vosotros a quien maté ....
163 Hay otros bocetos escénicos, posteriores al de Milanés, en los cuales
el protagonista es Cervantes; as1 dos de Narciso Serra (El loco de la guardilla,
1861; Y su complemento El bien tardío, 1867) y uno del poeta mexicano
Manuel José Oth6n (El último capitulo, 1905).
entera del censor y la rúbrica del Capitán General. ¿Qué dirán en Madrid
y aun en la misma isla de Cuba muchos que lo ignoran, cuando lean en
mi obra que hasta los carteles de las funciones de teatro y de toros que
se fijan en las esquinas están sujetos a la misma formalidad? Esto es exactísimo,
y he tenido ocasiones de saberlo al ponerse en escena algunas producciones
mías, por cierto bastante mutiladas, como todas, por la implacable
cuchilla del verdugo dramático .•

242 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
baile de ponina, Mercedes, La visita del Marqués)} estrenadas con
éxito lisonjero. Entre los habituales concurrentes a la tertulia de
Del Mente se comentó su drama La cena de don Enrique el Doliente,
pero no consta que fuera llevado a escena. l64
Federico Milanés era un poeta de correcta inspiración} y así
lo evidencia, mejor que su declamatoria «Oda a la muerte de Quintana»
(primer premio en los juegos florales de Matanzas, 1861),
su bella y emotiva elegía «Aniversario», a la memoria de su hermano.
Fue además poeta satírico, y es Mstima que sus sátims, no
exentas de ingenio y gracejo, pequen por lo abundosas, como ocune
con las que tienen momentos más felices: «Contra los vicios de la
sociedad cubana» y «Contra la manía de publicar tomos de poesías
con títulos inadecuados y prólogos altisonantes y laudatorios».
164 En carta a Domingo del Monte decía José Jacinto el 23 de junio de
1838: «Federico, según yo imagino, tiene cabeza más dramática que la mía,
y presumo con fundamento que se ha de distinguir en este ramo de la literatura,
que no es el menos arduo.» (Cent6n epistolario, vol. lII). La cena
de don Enrique el Doliente, terminada en agosto de 1838, fue enviada inmediatamente
a Del Monte para .:cnocer su juicio y el de sus amigos; y Manuel
GonzáIez del Valle, José Antonio Echeverría y Rafael Matamoros y Téllez
le pusieron algunos reparos, que José Jacinto analiza y comenta en nueva
carta a Del Monte, el 29 de septiembre. Cent6n epistolario, vol. lIl.)
En 1861 fueron premiadas, en un certamen del Liceo de Matanzas, La visita
del Marqués y Mercedes Un baile de ponina. comedia de cQstumbres cubanas,
fue leída en una reuni6n literaria, en Matanzas, y celebrada como su
mejor obra.

XVIII
1.-Cuba en la poesia de la Avellaneda. 2.-La Avellaneda
y el sentimiento de la libertad. 3.-La Avellaneda
y el amor. 4.-EI sentimiento religioso de la Avellaneda.
5.-Variedad y riqueza de metros. 6.-La Avellaneda
y el teatro. 7.-Comedias. 8.-0bras dramáticas.
9.-Baltasar. 1O.-Sab y el sentimiento antiesclavista.
1l.-0tras novelas. 12.-EI artista barquero.
13.-Leyendas
1 O CUBA EN LA POESÍA DE LA AVELLANEDA
Personalidad señera y múltiple, que sobresalió en el teatro y en la
poesía lírica, y se distinguió también en la novela, fue la de Gertrudis
Gómez de Avellaneda. Nació en Camagüey, en 1814; y
cuando por primera vez abandonó su isla natal, en 1836, para encaminarse
a España, ya manejaba el verso con maestría, y así lo demuestran
su soneto «Al partir», su canto «A la poesía» y otras composiciones
de correcta factura que escribió ese mismo año.
Desde muy niña había mostrado su afición al cultivo de las
letras. Cuentos y versos escribió a temprana edad; más tarde, bocetos
novelescos o dramáticos, si bien de esa producción de su
infancia y su adolescencia nada queda, salvo alguno que otro título.
Aunque vivió la mayor parte de su vida en España, escenario
de sus mayores triunfos, la evocación de su tierra nativa es constante
a 10 largo de su producción. No en balde exclamaba, al abandonar
por vez primera las costas cubanas:
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mí oído!

244 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
En «La pesca en el mar» asocia armoniosamente el recuerdo
de su progenitor, que era capitán de marina, con el de la isla natal:
Yo a un marino le debo la vida,
"j por patria le debo al azar
una perla, en el golfo nacida,
al bramar
sin cesar
de la mar.
En las ingenuas estrofas de su composici6n «A un jilguero»
encontramos este eco nostálgico:
Que triste cual tú, vivo
por siempre separada
de mi suelo nativo ...
¡de mi Cuba adorada!
En su elegía «A la muerte del célebre poeta cubano don José
María Hererua», la expresi6n de su amor a la patria, como reiteradamente
llama a Cuba, es tan ardiente como emotiva:
Voz pavorosa en funeral lamento
desde los mares de mi patria vuela
a ¡as playas de Iberia ...
¡Patria!, ¡numen feliz!, ¡nombre divino!
¡/dolo puro de las nobles almas!,
¡obieto dulce de su eterno anhelo!,
ya enmudeció tu cisne peregrino ...
¿Quién cantar4 tus brisas y tus palmas,
tu sol de fuego, tu brillante cielo?
Ostenta, si, tu duelo;
que en ti rodó su venturosa cuna¡
por ti clamaba en el destie"o implo,
y hoy conden4 la pérfida fortuna
a suelo extraño su cadáver frlo ...

246 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
2 O LA AVELLANEDA Y EL SENTIMIENTO
DE LA LIBERTAD
También aludió a Cuba en su oda «A S. M. la reina doña Isabel
Segunda, con motivo de la declaración de su mayoría» (1843).
El final de esa oda, cuyo texto primitivo fue leído por la autora
en el Liceo de Madrid en diciembre de 1843, ante la propia soberana
a quien iba dedicada la composición, fue objeto de signifi.
cativo retoque años después.
El texto de 1843, tal como apareció en periódicos de la época
y en la segunda edición de las poesías de la autora, impresa en
1850 (la primera es de 1841), es como sigue:
¡Salud, regia beldad, virgen divina!
Su magnánima frente
a tu planta inocente
la nación fiera de Pelayo inclina,
y allá en el Occidente
la perla de los mares me;icanos,
al escuchar de nuestro aplauso el grito,
entre el hervor de sus inquietas olas,
en las alas del viento
con eco fiel devolverá el acento
que atruena ya las playas españolas.
El nuevo texto, que quiso la autora consagrar como definitivo
después de haber vuelto a vivir en Cuba unos cuantos años, es el
que apareció en el primer tomo de sus Obras literarias (1869),
está concebido de este modo:
¡Salud, ;oven rea!!, mientras su frente
a tu planta inocente
esta patria del Cid gozosa inclina,
recuerda que en los mares de Occidente
-enamorando al sol que la ilumina-,

247 O PANORAMA lIISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
tienes de tu corona
la perla más valiosa y peregrinaj
que allá, olvidada en su distante zona,
do libre ambiente a respirar no alcanza,
con ansia aguarda que le lleve el viento
-de nuestro aplauso en el gozoso acentola
que hoy nos luce espléndida esperanza.
Emilio Cotardo, en su libro La Avellaneda y sus obras,l66 comenta
de esta suerte ese cambio: «Al reimprimir la autora en 1869
esta poesía, lo hizo alterando no ya la forma, sino la sustancia
de la obra, y cometiendo una grande y notoria falsedad, al afirmar
que había dicho a la Reina cosas que ni por sueño se le ocurrieron.»
y agrega: «Todo esto, aunque lícito, es curioso para conocer el
cambio de ideas en la escritora, que ya en 1869 había perdido la
seguridad en las que profesaba anteriormente.»
En rigor, aunque es lícito a todo autor modificar, lo mismo
en la sustancia que en la forma, lo escrito anteriormente, puede
reprocharse a la Avellaneda el no haber parado mientes en que
esos versos habían sido leidos en acto público ante la propia
Isabel n, y que esa circunstancia impedía modificar la sustancia
de 10 que allí se dijo. Puede afirmarse, en cambio, que la Ave­
Ilaneda no había perdido la «seguridad» de las ideas que profesaba
anteriormente: la idea de la libertad fue en todo tiempo propugnada
por ella, y lo que hace en el texto modificado de su oda
es pedir para Cuba un ambiente de libertad «que a respirar no
alcanza». En esa misma oda a Isabel II canta a la libertad con
robusto acento, lo mismo en el texto primitivo que en el que
presentó modificado después.
La versión definitiva de su soneto «A Washington» termina
con esta enérgica sentencia:
Que audaz conquistador goce en su ciencia
mientras al mundo en páramo convierte,
y se envanezca cuando siervos mandej
166 La Avellaneda y sus obras: ensayo biográfico y crítico, Madrid, 1930.

248 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
¡maJ los pueblos sabrán en su conciencia
que el que los rige lzbres sólo es fuerte,
que el que los hace grandes sólo es grande.'
«A la vista del Niágara» exclama:
Feliz quien de la vida en la alborada
-cuando el cansancio el corazón no oprime
y se le siente palpitar ufano
al contemplar lo bello y lo sublimetu
ambiente aspira, ¡oh, pueblo americano.'
Que si tienes -cantando tu grandezaprodigios
como el Niágara en el suelo,
para ostentarte en superior alteza
cimentarte supiste instituciones
que el genio liberal como modelo
presenta con orgullo a las naciones.'
Canta también «Al árbol de Guernica», «de augusta libertad
sencillo templo» para recordar que
Nunca abrigaron mercenarias grey es
las ramas seculares
que a Vizcaya cobiian tutelares,
y a cuya sombra poderosos reyes
democráticas leyes
iuraban ante ;ueces populares.
Si canta a su jilguero o «A un ruiseñor» es para exhortarlos a
vivir en libertad; y también en sus obras dramáticas hay invocaciones
a la libertad, como la que se desprende de la me1anc6lica
queja que pone en labios de Elda, en el segundo acto de Baltasar:
¡Que en la infausta soledad
es el llanto nuestro acento ...
y alas no halla el pensamiento
en donde no hay libertad.'
1IIII 1 ,

249 D PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
3 D LA AVELLANEDA Y EL AMOR
Al igual que el de la libertad, el tema del amor aparece a 10
largo de la obra poética de la Avellaneda, aunque no sean muchas
las poesías que, de manera directa, se refieran a episodios pasionales
de su vida; más numerosas, aunque no 10 expresen, son las
que se inspiran en la interna agitación y el desasosiego que esos
episodios producían en su ánimo: así los sonetos «Deseo de venganza»,
«El recuerdo importuno» y otro en que hace una paráfrasis
de la segunda oda de Safo, además de otras composiciones como
«Al destino» y los sáficos «A la luna».
Un amor avasalló durante largos años la voluntad de la Avellaneda:
fue el que le inspiró Ignacio de Cepeda y Alcalde, a quien
conoció en Sevilla en 1839. En su composición «A él» (primera
de las dos que llevan ese título), declara que en él encarnaba el
ideal que ella había presentido en sus ensueños juveniles, suerte
de príncipe azul de un cuento de hadas: esa impresión le produjo
cuando lo vio aparecer en la vida real.
Los une, desde que se conocen, romántica amistad. Cepeda
se presenta ante ella como víctima del llamado «mal del siglo»,
esto es, el tedio, el hastío o, como a poco se le llamó en forma
anglicista, el esplín; y ella parece rendirse al imperio de esa tendencia
melancólica. En unos versos que le dedica y no figuran en
su colección de poesías, le dice con exaltación truculenta:
Del pesar la terrible simpatía,
ésa nos una y nuestro lazo sea,
y de la muerte a la región sombría
juntos el mundo descender nos vea.
Cristaliza esa simpatía en relaciones amorosas que se prolongan
hasta abril de 1840. Cepeda, hombre metódico, frío, calculador,
pone un poco de sordina a los arrebatos pasionales de la A vellaneda.
En la composición «Amor y orgullo», la Avellaneda (como

250 O MhX HENRÍQUEZ UREÑA
quien narra lo sucedido a una imaginaria María) expone la pugna
que se libra entre su orgullo y su apasionada sumisión a Cepeda:
Cobarde corazón, que el nudo estrecho
gimiendo sufres, dime: ¿qué se ha hecho
tu presunción altiva?
¿Qué mágico poder, en tal baieza
trocando ya tu indómita fiereza,
de libertad te priva?
Sobreviene, inevitable, la ruptura; pero la Avellaneda, aunque
desengañada, se empeña en mantener con Cepeda correspondencia
amistosa, que continúa años y años, ya instalada la Avellaneda en
Madrid, donde ha ganado alta consideración en el mundo literario.
Allí, en 1844, conoce al poeta sevillano Gabriel Garda Tassara,
tres años más joven que ella, y la amistad estrecha que pronto los
une no tarda en convertirse en pasión ardorosa. La Avellaneda,
con impulso fatalista, increpa «Al destino», en una composición escrita
en junio de ese año:
Escrito estaba: el cielo me condena
a tornar siempre al cautiverio rudo ...
Heme aquí. ¡Tuya soy!, dispón, destino,
de tu víctima dócil. Yo me entrego
cual ho;a seca al raudo torbellino
que la arrebata ciego.
Meses después, en abril de 1845, nace una niña, hija de ambos,
que vivió apenas siete meses. No parece que Tassara la inscribiera
y reconociera al nacer, pero figura como padre de ella en la partida
de defunción. 167
167 Mario Méndez Bejarano, en su libro T assara: nueva biografía crítica
(Madrid, 1928), publica cartas de la Avellaneda a Tassara, pidiéndole que
vaya a ver a su hija moribunda, con acentos de indignada desesperación,
en los que se mezclan s1plicas y amenazas. No consta que al fin Tassara fuera
a ver a la niña en trance de muerte, pero figura como padre de ella en
la partida de defunción y parece difícil que esto se haya hecho sin su
anuencia.

251 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
En mayo de 1846, la Avellaneda contrajo matrimonio con el
diputado Pedro Sabater, que la amaba apasionadamente. La Avellaneda,
en unos versos que le dedicó poco antes, le decía:
Yo no puedo sembrar de eternas flores
la senda que corréis de frágil vida/
pero si en ella recogéis dolores
un alma encontraréis que los divida.
Pero Sabater estaba seriamente enfermo de la laringe y los recién
casados emprendieron viaje a Francia para consultar especialistas
eminentes. Allí murió Sabater a los ochenta días escasos de su
matrimonio.
La Avellaneda, que había llegado a sentir profundo cariño por
aquel hombre que tanto la amaba, se recluyó por breve tiempo en
un convento de Burdeos, y allí escribió, además de una parte de su
Devocionario poético) dos elegías inspiradas en la muerte de su
esposo.
Reintegrada a Madrid, la Avellaneda se encuentra nuevamente
con Cepeda, y en 1847 se estrechan otra vez las relaciones entre
ambos, aunque por poco tiempo; la ruptura definitiva sobreviene
a fines del mismo año, y de ello nos da fe la segunda composición
que lleva por título «A él» y empieza de este modo:
No existe lazo ya: todo está roto/
plúgole al cielo así/ ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto:
mi alma reposa al fin: nada desea.
Al final ofrece a Cepeda un ramo de olivo:
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno)
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón) cariño tierno.
Las relaciones epistolares de carácter amistoso se reanudaron
después entre ambos y continuaron hasta 1854, año en que Cepeda

252 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
contrajo matrimonio con María de C6rdova y Govantes. Las cartas
de la Avellaneda, conservadas cuidadosamente por Cepeda (que
murió en 1906, a los noventa afios de edad), fueron publicadas en
1907, a expensas de la viuda de Cepeda, precedidas de unos interesantes
apuntes autobiográficos. l68
La Avellaneda contrajo segundas nupcias en 1855 con el coronel
Domingo Verdugo. La boda se celebró en el Palacio Real, pues los
reyes habían aceptado ser los padrinos y comisionaron a los marqueses
de Santa Cruz para que los representaran. Era aquél el
momento de mayor prestigio de la Avellaneda en el mundo matritense.
Un mes antes había tomado parte principal en la coronación
de Quintana y había llevado a la escena, con singular éxito, su
comedia Los oráculos de T alía. Tres años después se estrenó con
inusitado esplendor su drama Baltasarj pero días antes de ese estreno
había subido por primera vez a escena su comedia Tres amores,
en la cual ocurrió un incidente cómico y desagradable a la vez:
cuando, en la escena final, uno de los personajes profería la frase:
«Que hay gato cnceuado, señores ... », alguien, desde uno de los
gríllés, lanzó a la escena un gato vivo, y la hilaridad del público
fue tal, a pesar de la presencia de los reyes, que hubo que dar por
terminada la función. El coronel Verdugo, indignado, se expresó
en forma violenta contra el autor de esa burla, que, según se deda,
era un tal Antonio Ribera. Al mes siguiente, después del estreno
triunfal de Baltasar, Ribera agredió alevosamente a Verdugo, causándole
graves heridas que lo tuvieron al borde del sepulcro.
Restablecido Verdugo, el general Serrano, que iba a hacerse
cargo de la capitanía general de Cuba, 10 invitó a acompañarlo,
ofreciéndole la tenencia de gobierno en alguna de las provincias
cubanas. Aceptó Verdugo, y al retornar la Avellaneda a su tierra
natal se le rindieron continuos homenajes, entre los cuales el más
sonado fue su coronación en el Teatro Tacón. Verdugo, cuya salud,
161' La Avellaneda: Autobrografia 'Y cartas de la ilustre poetisa, hasta
ahora inéditas y con un pr6logo y una necrología por don Lorenzo Cruz de
Fuentes. Huelva, 1907. Cruz de Fuentes publicó una segunda edición con
catorce cartas no incluidas en la primera. Otras Memorias inéditas de la
Avellaneda (cartas que dirigi6 desde Sevilla a su prima Eloísa de Arteaga
en 1838) fueron publicadas por Domingo Figarola-Caneda, 1914.

253 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
después del atentado de que fue víctima, era precaria, fue atacado
de fiebre amarilla en 1860. Pudo reponerse y hacerse cargo de la
tenencia de gobierno de Cárdenas, pero trasladado después a Pinardel
Río con iguales funciones, falleció en 1863, víctima de fiebres
palúdicas. La Avellaneda, viuda por segunda vez, regresó a España.
4 O EL SENTIMIENTO RELIGIOSO DE LA AVELLANEDA
A partir de la muerte de su primer esposo, se manifiesta en la
Avellaneda marcada preferencia por los temas de inspiración reli·
giosa, que no escaseaban en su producción anterior: su plegaria
«A la Virgen» es de 1841; su extensa composición «Dios y el
hombre» y su «Canto matutino a la Virgen», de 1842; «El día
final», de 1843; su «Cántico de gratitud a Dios», de marzo de
1846, en vísperas de su enlace con Sabater. l69
Las dos elegías que escribió la Avellaneda durante su breve
reclusión en el convento de Nuestra Señora de Loreto, en Burdeos,
están 11enas de unción devota, como lo revelan estas belIas estrofas
de la segunda:
Rompes mis lazos como estambres leves;
cuanto encumbra mi amor tu mano aterra;
tú haces, Señor, exhalaciones breves
las esperanzas que fundé en la tierra.
Así, lo sé, tu voluntad me intima
que .r610 busque en ti sostén y asiento:
que cuanto el hombre en su locura estima
es humo y polvo que dispersa el viento.
A completar su Devocionario poético, proyecto que concibió
en el convento de Burdeos; se dedicó en el año 1847. El texto
169 Cotarelo (ob. cit.), estima que después de la muerte de Sabater «se
verificó un cambio en las ideas religiosas de la Avellaneda, que como hemos
visto por algunos rasgos, eran poco claras y seguras». No hay, sin embargo,
ningún concepto en SUS poesías anteriores que justifique esa apreciaci6n. Lo
que sí es innegable es que el tema religioso fue cultivado con mayor preferencia
por la Avellaneda después de muerto Sabater.

255 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
composiciones en las cuales cabría señalar puerilidades y prosaísmos:
en la oda «Al Escorial», no deja de hacer constar la circunstancia
de que le escribe a ruego del «Príncipe clemente, en quien encuentra
un apreciador ferviente la lengua de Solís y de Cervantes»;
en el romance que dedica al nacimiento de la primogénita del general
Serrano hay versos tan desmedrados como éstos:
¡Oh, sí! ¡Ved! Serrano es padre ...
y al bendecir a su hija
la patria que le da el cielo
fuerza es también que bendiga.
5 O VARIEDAD Y RIQUEZA DE METROS
En la vasta producción poética de la Avellaneda sobresalen algunas
composiciones que no fueron las más celebradas en su tiempo, como
«La pesca en el mar», donde hermana su emoción personal con
su fantasía descriptiva; o «Soledad del alma», donde traduce en
versos de medida desusada la melancolía de su espíritu; o «La noche
de insomnio y el alba», donde hace gala de gran variedad y riqueza
de metros que dan a esa poesía el carácter de opulenta sinfonía
verbal.
A la Avellaneda, maestra en la técnica del verso, se deben no
escasas innovaciones métricas: ideó el verso de trece sílabas, suma
de un período prosódico de cuatro sílabas y otro de nueve:
¡Te saludo, si puro matizas las flores!
¡Te saludo, si esmaltas fulgente la mar!
(

256 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
y un verso compuesto (quince sílabas) 1 suma de seis más
nueve, o si se quiere, de cinco cláusulas rítmicas de tres sílabas:
Huyeron veloces -cual nubes que el viento arrebatalos
breves momentos de dicha que el cielo me dio ...
( «Soledad del alma.» )
y otro verso compuesto ( dieciséis sílabas) , suma de diez
más seis:
¡Guarde} guarde la noche callada sus sombras de duelo
hasta el triste momento del sueño que nunca termina ... .'
(

257 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
De toda la producción poética de la Avellaneda la historia literaria
ha de registrar un corto número de composiciones,m principalmente
aquellas en que, junto con su habilidad técnica, dio suelta
a su auténtica emoción lírica. Hecha esa salvedad, cabe decir que
su poesía ha envejecido con el tiempo.
6 O LA AVELLANEDA y EL TEATRO
Otro campo de activ;dades de la Avellaneda fue el teatro. Más de
veinte obras escribió para la escena. Las más son enteramente originales;
otras son arreglos de piezas francesas: Catilina, de Dumas
padre y Auguste Maquet; La aventurera de Émile Augier; La hija
del rey René, de Gustave Lemoine, y Hortensia, de Frédéric
Soulié. 172
En 1840 se inició la Avellaneda en el teatro con un drama
esencialmente romántico: Leoncia. La trama se basa, al igual que
ocurre en otras producciones de aquel momento literario, en parentescos
ocultos o ignorados y en confusiones y casualidades relacionadas
con el estado civil de los personajes: Carlos Maldonado va
a casarse con Elena de Castro, joven recogida y adoptada por un
caballero madrileño; pero ciegamente enamorado de Leoncia, atrayente
y arrogante mujer cuyo pasado está envuelto en el misterio,
se dispone a huir con ella el mismo día de la boda. Al final se
aclara que Leoncia había sido seducida y abandonada, muy joven
aún, por Fernando Maldonado, padre de Carlos, y que el fruto
de esos amores es Elena. Leoncia, al reconocer a su seductor, trata
17\ Ya en 1914 deda José María Chacón y Calvo: «Es menester que
se diga de una vez y con voz alta: la verdadera Avellaneda, la Avellaneda
de la posterIdad, está reducida a una corta serie de composiciones ... » «Gertrudis
Gómez de Avellaneda. Las influencias castellanas: examen negativo»
(conferencia). Incluida en Literatura cubana; ensayos críticos. Madrid, 1922.
172 Más que versiones, la Avellaneda hizo verdaderas refundiciones de
esas obras, pero UD:! de ellas, Hortensia, no llegó a imprimirse; y tal es
también el caso de la pieza dramática Los puntapiés, estrenada en 1851
como arreglllda del francés por Gertrudis y su hermano Manuel, y retirad

258 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
de darle muerte con un puñal, pero Elena se lo impide. Leoncia
vuelve el arma contra sí misma y se suicida. La Avellaneda desenvuelve
con habilidad este enredo truculento, pero aunque la cbrl1
fue bien acogida por el público, no la incluyó en la edición de sus
Obras literarias.
7 O COMEDIAS
En otras obras suyas apela la Avellaneda a recursos de igual índole,
que tan en boga estuvieron en la época romántica. En La hija de
las flores o Todos están locos (1852), el personaje central, Flora,
ignora quiénes son sus padres: sólo sabe que su nodriza la entregó
a un matrimonio que cuida de los jardines de la quinta donde se
desarrolla la acción. Se crió entre flores y le dicen «la hija de las
flores». Hacen su aparición en escena el conde de Mondragón con
su sobrino Luis, y el barón del Pino, a quien acompaña su hija
Inés. Flora y Luis se encuentran en el jardín y se aman al punto;
pero existe para esa pasión un obstáculo: el matrimonio de Luis
y de Inés está concertado. El conflicto se resuelve mediante la
confesión que hace Inés: tuvo una hija a consecuencia de haber
sido deshonrada, durante un desmayo, por un desconocido que la
rescató de las aguas de un río donde había caído por accidente.
El fruto de esa extraña aventura es Flora, y el desconocido no
es otro que el conde. Final: Flora se casa con Luis y el conde
con Inés.
Base de la trama de Tres amores (1858) es también un parentesco
encubierto. La actriz Matilde ve entorpecida su aspiración
a unirse en matrimonio con Víctor de San Adrián, hijo del conde
de Larraga, porque 10 impide la vieja preocupación de que un
hijo de familia noble no debe casarse con una actriz. Más adelante
se comprueba que Matilde es sobrina del propio conde y
heredera de títulos y fortuna: podría, pues, casarse con San Adrián,
pero se decide por Antonio, hombre modesto que la adora en
silencio.

259 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
En La verdad vence apariencias (1852), que se inspira en el
drama Werner o La herencia, de lord Byron 173 modificado sustancialmente
por la A velIaneda (que traslada la acción a España), no
faltan recursos y efectos parecidos: se sospecha que Fernán, criado
de don Tello, rico hombre de Castilla, sea el asesino de su amo,
muerto misteriosamente. Su inocencia consta al hermano de don
Tello, nombrado don Alvaro, que facilita su fuga. Fernán es reconocido
después como el primogénito de don Álvaro, y se pone en
claro que el asesino de don Tello es don Rodrigo, segundogénito
del propio don Alvaro. El rey ordena a Rodrigo que vaya a luchar
contra los moros; y Leonor, hija de don Tello y antes prometida
de Rodrigo, se casa con Fernán, que trueca su nombre por el de
Gonzalo y que es el que ella ama.
Todavía en El donativo del diablo (1852), basado en una
leyenda suiza, se da el caso de que Arnaldo Kessman, paje del conde
de Montsalvens, es injustamente acusado de un robo perpetrado
en el castillo del conde; y a la postre resulta ser hermano del barón
de Charney y dueño de los bienes de Montsalvens. Ya anteriormente
había desarrollado la Avellaneda el mismo asunto en su
leyenda La velada del helecho (1849).
En Oráculos de T alía o Los duendes en palacio la Avellaneda
apela a un recurso que tiene antecedentes múltiples, no sólo en
las letras españolas, sino también en otras literaturas: el tapiz
encubridor que sirve para que algún personaje se oculte o para
disfrazar la comunicación entre una habitación y otra. En la comedia
de la Avellaneda el tapiz encubre un pasaje secreto, merced
al cual puede el personaje femenino principal, Eugenia, pasar a un
salón donde el poeta y político Valenzuela tiene una estatua de
173 A su vez lord Byron lo que hizo fue escenificar la novela KruÍ/:r.er
o Una historio alemana (Kruitzer or Tbe German's Tale), de la escritora
inglesa Harriet Lee (1757-1851) que en unión de su hermana Sofía (1750-
1824) publicó, de 1797 a 1805, una colección de narraciones conocida como
Lee' s Canterbury T ,les (pues reprodujeron el título de Chaucer). Algunos
cuentos de esa compilación fueron escritos por Sofía; los más, por Harrier.
Menéndez y Pelayo, en su Historia de la poesía hispanoamericana, anota que
Byron «habla tomado el argumento de una novela alemana», y esto 10 han
repetido otros. El asunto, en efecto, es alemán; pero la autora es inglesa.

260 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
TaHa, en cuyas manos pone Eugenia los mensajes que, a modo
de odculos, quiere que reciba V¡¡lenzue1a. Todo parece obra de
duendes. ¿Semejanzas con La dama duende, de Calderón de la
Barca, como alguna vez se ha sugerido? S610 la afinidad del título
y la circunstancia de que se utiliza un pasaje secreto -encubierto
en la comedia de Calderón por una alacena yen la de la Avellaneda
por un tapiz- para hacer llegar advertencias al personaje que debe
recibirlas. Fuera de tales detalles, en nada se asemejan las dos
comedias, cuya trama y argumento son totalmente distintos.
Otras comedias produjo la Avellaneda: El millonario y la maleta
(1871), ingeniosa y amena, basada en un divertido quid pro
quo provocado por el hecho de ser idénticas las iniciales del pintor
Emilio CoeHo y el millonario Esteban Cañizares; Errores Jel corazón
(1852), de tipo sentimental, en la que triunfa la abnegación
apasionada que siente por su protector una humilde huérfana, recogida
por un médico ilustre; y Simpatía y antipatía (1855), que
condensa en un acto la transformación que sufre una vieja antipatía
hasta convertirse en simpatía y, por último, en amor, cuando
los dos personajes en quienes se concentra la acción vuelven a
encontrarse sin reconocerse. 174
8 O OBRAS DRAMÁTICAS
Los mayores aciertos teatrales de la Avellaneda los constituyen sus
seis piezas de carácter trágico: Munio Alfonso (1844), El príncipe
de Viana (1844), Egilona (1845), Saúl (1846), Recaredo (1851)
Y Baltasar (1858). Pocos autores habrá que la igualen en el teatro
español de su tiempo.
Munío Alfonso (título que primero fue: Alfonso Munio) revive
un tema que tiene hondas raigambres en el teatro clásico español:
174 Las dos últimas comedias mencionadas fueron publicadas el mismo
año de su estreno, pero la Avellaneda no las incluyó en sus Obras literarias
(5 vols., Madrid, 1869-1871). Hubo otras producciones que ni siquiera
hizo imprimir: el arreglo de Hortensia de Soulié, el de Los puntapiés, hecho
con su hermano Manuel, y el drama La sonámbula, estrenado en 1854 y retirado
prontamente del cartel. De este drama, inspirado en un proceso célebre,
sólo nos han llegado los comentarios de la critica teatral de aquellos días.

262 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
llaneda alcanzó, al ser llevado a la escena en 1849, resonante éxito.
Es, sin duda, uno de sus más cumplidos aciertos en la literatura
dramática.
Tras de Saúl vino Recaredo (estrenado con el título de Flavio
Recaredo), que tiene por personaje principal al rey godo que abjuró
del arrianismo para adoptar el cristianismo. Es en su conjunto una
excelente pieza dramática, aunque tiene menos animación y variedad
de situaciones que otras de la Avellaneda.
9 O «BALT ASAR»
Baltasar es la más notable de las obras dramáticas de la Avellaneda.
Dificil es encontrar en el teatro español de entonces otras
obras que con ella puedan sufrir parangón: es una creación pujante
y original, una auténtica obra maestra.
Los antecedentes históricos que pudo compulsar la Avellaneda
para escribir esa obra, tanto en la Biblia como en diversos historiadores,
aportan informes escasos y sucintos sobre el rey babilonio:
el texto bíblico (Profecía de Daniel) lo acusa de disoluto heresiarca
que «en un gran convite a mil de los grandes de su corte» profana
con sacrílegas libaciones los vasos sagrados que su antepasado Nabucodonosor
sustrajo del templo de Salomón, y dice que fue muerto
la misma noche en que tal hizo. Los historiadores particulares no
añaden cosa apreciable sobre el carácter de Baltasar, salvo el reconocerle
algún arrojo como guerrero. Está además en conflicto la
relación que hace Jenofonte (Cyrapedia, Libro VII, capítulo V),
en coincidencia con el texto bíblico. en cuanto a la ocasión en
que murió Baltasar; pues otros, como Flavio Josefo, sostienen que
Baltasar (por otro nombre, Naborud), no murió en la toma de
Babilonia por Ciro, sino que cayó prisionero.
Tan escasos datos dejaban a la Avellaneda campo libre para hacer
del carácter de Baltasar una creación propia. Y ella supo hacerlo,
no sin hondura sicológica. Baltasar, en el drama de la Avellaneda,
es, aunque joven y poderoso, la personificación del tedio. Desde
niño ha visto satisfechos todos sus caprichos. Entregado al goce
de los placeres que la vida le ofrece, su voluntad no ha tropezado

263 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
jamás con otra voluntad que le resista. El poder, por quien tantos
suspiran, no le seduce. Entrega la dirección del gobierno a su
madre, Nitocris. Está cansado de obtenerlo todo, de merecerlo
todo. No quisiera vivir como príncipe, sino como hombre: verse
obligado a luchar y a sufrir. El profeta Daniel, en diálogo con
Joaquín, que fue rey de Judea y vive prisionero en Babilonia
trata de esta suerte su retrato:
Todo lo tuvo al nacer,
de todo pudo ahusar;
posey6 sin desear
y disfrutó sin placer.
Saciado
de mando, grandeza y goces,
ya con arrugas precoces
se halla su rostro surcado;
y en la edad bella y florida
mustia y enervada su alma
se postra -sin hallar calmapor
el tedio consumida.
Anunciado así el personaje desde el primer acto, hace su aparición
durante el segundo, en actitud impresionante: los ministros
y cortesanos han preparado una suntuosa fiesta con el propósito
de distraerlo; se oye rumor de cítaras; voces melodiosas entonan un
himno al hacer su entrada el rey; pero Baltasar, con gesto de profundo
cansancio, ordena secamente: «¡Basta!»
Cuando la reina y sus ministros tratan de que deponga esa
actitud, los increpa:
¿No hay más que pompa gastada ...
placeres que se acumulan
y ni aun vil antojo encienden ...
hermosuras que se venden
y cortesanos que adulan?

264 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
y agrega, dirigiénd.ose al ministro Neregel:
... Si quieres vencer
este infecundo fastidio
contra el cual en balde lidio
porque se encarna en mi ser,
¡muéstrame un bien soberano
que el alma deba admirar.' ...
y que no pueda alcanzar
con s610 extender mi mano.
¡Dame -no importa a qué precioalguna
grande pasi6n
que llene un gran corazón
que s6lo abriga desprecio!
¡Enciende en él un deseo
de amor... o de odio y venganza;
pero dame una esperanza,
de toda mi fuerza empleo!
¡Dame un poder que rendir ...
crímenes que cometer,
venturas que merecer
o tormentos que sufrir!
¡Dame un placer o un pesar
digno de esta alma infinita
que su emoci6n no limita
a sólo ver y gozar! ...
«No hay dicha que no poseas», le advierte el cortesano Rabsares,
a 10 que Baltasar contesta con una interrogación llena de
profunda ironía:
¿Sí? ... ¿Conque soy tan dichoso?
«Los inmortales te envidian», le dice Neregel, y Baltasar
replica:
Quizá también se fastidian
de su sublime reposo.

265 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
¡Oh, Neregel! Si es verdad
que el agradarme es tu intento
hazme olvidar un momento
mi inmensa felicidad.
En consonancia con esa sarcástica petición, dice momentos
después a Nitocris:
¡Soy tan dichoso, señora,
que tengo envidia al dolor!
Accede al fin Baltasar a que siga la fiesta. La reina y sus consejeros
han hecho venir al palacio a una doncella hebrea, Elda,
sobrina del profeta Daniel, alabada por su singular hermosura y
por el encanto de su voz. Nitocris la invita a disipar con su canto.
Jos tristes pensamientos del rey, pero Elda se niega a cantar:
¡Oh, reina! Excúsame píaj
pues en triste cautiverio
no hallo voz en el salterio
ni hallo en mi acento armonía.
Neregel le entrega el salterio y la urp,e para que dome su
orgullo y, esclava al fin, obedezca; Elda replica, mientras arroja el
salterio al suelo:
¡No hay en el mundo cadenas
que /'rndan la voluntad.'
Si grande es la sorpresa de los cortesanos ante esa actitud insumisa
y desafiadora, mayor aún es la de Baltasar, que por primera
vez encuentra quien se resIsta a una regia orden. ¿Qué otra cosa
ambicionaba para conjurar el infecundo fastidio de su existencia?
Para estupor de la Corte, ordena que se devuelva la libertad al
ex rey Joaquín, de quien cree que Elda es hija. «¡Salid todos!»,
dice después, pues quiere hablar a solas con ella.
Confundido entre los babilonios, alli está Rubén, que es nieto
de Joaquín y está casado secretamente con EIda. Cuando Baltasar

266 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
ordena que la reunión se disuelva, pero no admite que se vaya la
bella hebrea, sólo una mirada suplicante de Elda hace que Rubén
se retire del salón, pues, inquieto y vacilante, se había quedado a
la zaga de los cortesanos que salían. Resuelto a proteger a Elda,
permanece en la estancia vecina para acudir a defenderla cuando
sea necesario.
A solas con Elda, Baltasar le anuncia que será ella la favorita
de su harem. Elda ttata de hacerle ver que hay entre los dos un
fuerte valladar: «¡Señor [le dice] llegar no intente tan loco amor
a mí! j Nací judía!» Baltasar, que ha visto flaquear tantas voluntades
de su mandato, cree que esta resistencia es una argucia para
avivar su ansiedad, y le ofrece riquezas y bienandanzas. La negativa
de E1da es cada vez más enérgica. Baltasar pierde toda su
serenidad, trata de imponerse por la violencia, y ella le replica:
iT u furor no me intimida,
ni tu grandeza y majestad me asombra;
que un poder, ante el cual el tuyo es sombra,
protege mi inocencia desvalida!
Baltasar, que se exalta más y más al oírla, la ase por un
brazo, y grita:
¿D6nde está ese poder? ¿Dónde, ¡insensata.'
que haces que et¡ ira mi favor se mude?
¿Quién mi suprema voluntad no acata?
¿Quién a salvarte de mi antojo acude?
De súbito -buen golpe de teatro--, Rubén aparece y le contesta:
«Yo, déspota.» Y como Baltasar, atónito, quiere saber «quién
es ese demente», Rubén declara que él no es más que un hombre
que 10 odia y quiere vengar a los suyos, a quienes todo fue arrebatado:
patria, opulencia, dicha, gloria, poder... Mientras Rubén lo
increpa con duros epítetos, hacen irrupción los cortesanos, que
levantan contra él sus espadas; pero Baltasar, que siente extraño
júbilo al tropezar con esa porfiada altivez que se atreve a desafiarlo,
ordena: «¡Nadie lo toque!»

267 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
«¿Quién es este hombre?», pregunta, y los cortesanos lo dan
por hijo dd ex rey judío que acaba de ser puesto en libertad.
«¡SU hermano!», piensa Baltasar, mientras Elda le pide que deponga
sus iras y sea misericordioso. Baltasar ordena que lleven
la esclava al harem y Rubén esgrime un puñal, diciendo: «¡Muerta
antes!»; pero Baltasar le detiene prontamente el brazo y hace
salir de allí a todos los cortesanos, que se retiran sorprendidos y
confusos.
Solos ya el rey y el prisionero, Baltasar lo invita a batirse y
murmura «con alegría terrible»:
¡QUf: un hombre hallar consigo
que se me opone con rencor acerbo!
Mas ¡ay de ti si ataco al enemigo
y tu flaqueza me descubre al siervo!
Embiste con ímpetu y desarma a Rubén, cuya espada cae al
suelo. «¡Levántala!», le ordena Baltasar. Rubén, sin levantar el
arma, le ofrece su pecho, diciéndole: «¡Mátame!» Baltasar enfunda
su espada, y cuando Rubén insiste en declararse vencido,
pidiéndole:

268 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
marse que la Avellaneda se anticipó en cierto modo al drama sicológico
que tuvo auge en las postrimerías del siglo XIX.
¿Qué hace Baltasar después? Se siente otro, cual si despertara
de prolongado letargo. Quiere elevar a la esclava judía al
rango de esposa y reina, y ordena además que se dicte un decreto
conforme al cual se erija un templo al dios de los hebreos,
que podrá ser venerado al par que los dioses que reverencian los
beduinos. Estas disposiciones suyas exaltan al pueblo, que se
amotina y pide la cabeza de los judios. Poco antes, Neregel ha
informado a Baltasar que las tropas de Ciro avanzan sobre Babilonia.
Baltasar, sin inmutarse, ordena que se celebre esa noche
regio banquete.
Elda, Joaquín y Rubén vienen a agradecer a Baltasar los inmensos
favores que les ha dispensado. Joaquín le pide un favor
más, temeroso de la animadversión popular: «que al suelo atrio
los tristes cautivos tornen». La excitación del pueblo amotinado
frente al palacio se acrecienta por momentos, y Neregel acude a
informar a Baltasar que las turbas reclaman el más severo castigo
para Rubén, acusado de crimen de lesa majestad. Baltasar, acostumbrado
a ver las muchedumbres sumisas ante su autoridad,
ordena que se abran las puertas y dejen entrar al pueblo. Y
agrega, dirigiéndose a Elda:
Que a tus pies se postre,
y en una virgen ¡udía
(J mi regia esposa adore.
Grande es el estupor de Elda, pero mayor aún es el de Baltasar
cuando Joaquín le dice que eso es imposible y Rubén lo increpa,
pregun tándole:
¡Qué! ¿Son éstos tus favores?
¿Con ellos quieres pagarme
mi mu;er?
Baltasar queda estupefacto al saber que Elda y Rubén son
marido y mujer. ¡Todos sus proyectos quedan reducidos a polvo!

270 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
mayada y dos esclavos se la llevan. Y cuando los cortesanos ebrios
vitorean a Baltasar, que hace traer los vasos sagrados del templo
de Salomón para brindar, en son de mofa, por el dios de los hebreos,
las puertas y las ventanas del salón regio se abren por obra de impetuosas
ráfagas. Las luces se apagan, y en la oscuridad una mano
lnvisible escribe en el muro, con caracteres de fuego, las tres palabras
fatídicas: «Mane, Techel, Phares.» Baltasar ordena que
traigan a Daniel para que descifre el significado del letrero, y el
profeta le advierte que sus culpas han sido pesadas, que su carrera
llega ya a su término, pues sus días están contados, y que su reino
será dividido entre persas y medos.
Con el anuncio de que las fuerzas de Ciro llegan a los muros
de Babilonia, el final se precipita: Baltasar sale a combatir al enemigo,
y a poco 10 traen mortalmente herido. Y la reina Nitocris,
después de incendiar con una tea el palacio, se arroja sobre el cadáver
de su hijo, mientras al fondo aparecen los vencedores, iluminados
por el resplandor del incendio.
La crítica ha señalado algunos puntos de semejanza entre el
Baltasar de la Avellaneda y el Sardanápalo de Byron, que, escrito
en 1821, había sido traducido al español en 1847; pero esa semejanza
se relaciona con ciertos detalles puramente externos, no con
la trama ni con los caracteres. El Sardanápalo creado por Byron
es un rey asirio que, joven y despreocupado, disfruta de la vida
y de la opulencia de su reino. Descubierta una conspiración de
algunos sátrapas contra su autoridad, perdona a los traidores, que
una vez en libertad soliviantan las masas y vienen a atacar al rey
en su propio palacio. Comprende Sardanápalo que su derrota es
inevitable y prefiere morir antes que caer prisionero. Convence
a sus mejores amigos para que huyan por ocultas vías de acceso
al palacio, no sin antes distribuir entre ell05 cuantiosos valores;
pero él se queda, y su amante, Mirra, 10 acompaña. Enciende después
una pira con el mobiliario del palacio, y así mueren ambos:
los vencedores s610 encuentran sus cadáveers dentro del palacio
destruido por el incendio.
Hay, pues, una diferencia esencial entre el héroe de Byron
y el de la Avellaneda: Satdanápalo, rey de Asiria en el siglo IX
antes de Cristo, se siente feliz, y cumple sin displicencia sus de-

271 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
beres de gobernante; Baltasar, rey de Babilonia en el siglo VI
antes de Cristo, es en cambio la encarnación del hastío, y como
no le seduce el poder, pide a su madre que se encargue del gobierno.
El trono de Sardanápalo se derrumba por obra de sus propios
servidores que 10 traicionan; el de Baltasar, por el avance triunfal
de un invasor poderoso.
Sardanápalo muere por su propia voluntad: y él mismo prepara
y enciende la pira que ha de reducirlo a cenizas con su palacio;
Baltasar es herido de muerte cuando se enfrenta al invasor; y es
su madre, Nitocris, la que incendia el palacio real.
Caracteres y trama son del todo diferentes, aunque no cabe
duda de que la Avellaneda conocía el drama de Byron y acaso
su lectura le inspiró la escena final, con el incendio del palacio,
si bien las condiciones en que este hecho ocurre no son las mismas.
Hay además en Baltasar algunos conceptos ocasionales que coinciden
con otros de Byron, según apuntó Ignacio Manuel Altamirano
€n un análisis crítico de la obra de la Avellaneda. 176
Altamirano cita estos versos que Byron pone en labios de Salamenes
para definir el carácter de Sardanápalo:
... In his effeminate heart
There is a careless courage which corruption
Has not ali quench'd and latent energies
Repress'd by circumstance, but not destroy'd.
y equipara esa apreciación con la que formula respecto a Baltasar
la reina Nitocris:
No se postra por flaqueza
del rey el ánimo grande;
duerme su alma, no está muerta.
176 El «Ensayo crítico sobre Baltasar», por Altamirano, se publicó en
folleto (México, 1868) y se reprodujo en la Revista de Cuba (marzo y
abril de 1880). Emilio Cotarelo, cuyo estudio sobre La Avellaneda y sus
obras, ya citado, vio la luz en el Boletln de la Real Academia Espa¡íola
(1929-1930), comenta en nota (p. 584, número de diciembre de 1929, de

272 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Anota también Altamirano esta exclamación de Sardanápalo:
«Glory!», What's that?», y la compara con la de Baltasar cuando
Nitocris le habla de la gloria eternal: «¡Es humo!»
Pero ¿es que conceptos como éste, que ninguna originalidad
encierran y que en la época romántica eran vulgares y corrientes
como expresión del llamado «mal del siglo», pueden considerarse
como fruto de una influencia aislada?
Baltasar es obra maestra [dice Menéndez Pe1ayo], no sólo
por la ejecución brillantísima, a la vez que madura y reflexiva,
sino por la profundidad del pensamiento histórico y
por la grandeza misantrópica del personaje principal, que
puede ser hermano o pariente del Sardanápalo byroniano,
pero que de fijo no es trasunto de él. Sardanápalo, epicúreo
elegante, dandy trágico como otros héroes de Byron y como
Byron mismo, es en la tragedia inglesa el símbolo de la degeneración
todavía interesante de una grande y generosa raza,
en que el valor no se extingue, sino que por intervalos chispea
y arroja lumbres, prestando a los mismos vicios aspectos de
elegancia y nobleza. Pero Baltasar es más solemne, trágica
y expiatoria figura; es una especie de ateísta místico, como
notó Valera; encarna de modo más alto el hastío y el pesimismo
románticos, que enervan e incapacitan para la acción;
y es a un tiempo representación simbólica del Oriente decrépito
y de la humanidad sin Dios. Todo el drama se cierne
en una esfera mística, y una especie de terror religioso embarga
el ánimo, viendo patente el cumplimiento de la justicia
providencial. El vigor del estilo corresponde generalmente
a la sublimidad de la concepción.
dicho Boletín) el ensayo de Altamirano, a quien llama «escritor cubano».
en vez de meXIC31lo. Al parecer, Cotarelo, aunque erudito, desconocía el
nombre y la significación de Altamirano en las letras mexicanas: su erudición
no se extendía a ultramar.

273 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
10 O «SAB» Y EL SENTIMIENTO ANTIESCLAVISTA
La Avellaneda cultiv6 también la ficci6n narrativa, y dio a las
prensas seis novelas y nueve relatos, basados casi todos estos
últimos en tradiciones de diversos países, que bautizó con el
nombre de «leyendas».
De sus novelas, Sab (1841), a pesar de ser la primera en el
tiempo, es acaso la más interesante y digna de aprecio: porque,
como la trama se desarrolla en Cuba, la autora está describiendo
paisajes y costumbres que conocía desde su infancia; porque en
ella revela la Avellaneda finas dotes de narradora; y, en fin, porque
es Sab la primera novela que se inspira en la esclavitud y la condena
y repudia.
Sab se anticipó en diez años a otra novela que alcanzó gran
resonancia y tiene por asunto la esclavitud: La cabaña del tío Tom,
publicada en 1851-1852 por la escritora norteamericana Harriet
Beecher Stowe (1811-1896); pero hay que hacer un distingo:
Sab no es una obra de tesis ni de propaganda: la Avellaneda pinta
ahí la realidad que conoce, y son los hechos mismos los que hablan
y provocan en el lector las reacciones consiguientes; La cabaña
del tio Tom es, en cambio, obra de polémica y de propaganda
abolicionista: el propósito que movió a su autora es más humanitario
que artístico!"
177 Uncle Tom's Cabin comenz6 a ver la luz en junio de 1851, en
The National Era, periódico de Washington, D. c., y su publicaci6n dio
término en abril de 1852, Iliío en que, además, fue impresa en volumen independiente.
Frecuentemente se cita como iniciadora de la propaganda abolicionista
en los Estados Unidos de América a Lydia María Francis Child
(1802-1880), que en 1833 publicó un libro que es un llamamiento antiesclavista:
An Appeal lor that Class 01 Americans called Alricans, y continuó
tenazmente su labor dur(!nte largos años; pero mistress Child, aunque había
escrito obras de índole narrativa, no dedicó ninguna de sus novelas al tema
que con tanto calor defendía, y por eso no le corresponde la primacía en
el campo de la novela cuyo asunto es la esclavitud. Esa primacía recae en
la Avellaneda, si nos atenemos a la fecha de publicación de Sab, o sea 1841;
pero importa tener en cuenta que desde 1838 tenía escrita Félix Tanco su
novela PetTona y Rosalta (no publicada hasta 1925), así como Anselmo Suárez

274 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
La novela de la Avellaneda es, por su contenido, antiesclavista,
aunque el propósito que la animó a escribirla no fuera el de librar
una campaña abolicionista, sino el de dar vida, en una narración
sentimental, a cuadros y escenas basados en los recuerdos de su
Camagüey natal. Al hacerlo, describe con pinceladas precisas y
enérgicas la vida del esclavo, tal como la evoca en este diálogo:
-Vida muy fatigosa deben tener los esclavos en estas fincas
-observó el extranjero-, y no me admira que disminuya
tan considerablemente su número.
-Es una vida terrible a la verdad -respondió el labrador
arrojando a su interlocutor una mirada de simpatía-: bajo
este cielo de fuego el esclavo casi desnudo trabaja toda la
mañana sin descanso, y a la hora terrible del mediodía, jadeando,
abrumado bajo el peso de la leña y de la caña que
conduce sobre sus espaldas, y abrasado por los rayos dd sol
que tuesta su cutis, llega el infeliz a gozar todos los placeres
que tiene para él la vida: dos horas de sueño y una escasa
ración. Cuando la noche viene con sus brisas y sus sombras
a consolar a la tIerra abrasada, y toda la naturaleza descansa, el
esclavo va a regar con su sudor y sus lágrimas el recinto donde
la noche no tiene sombras, ni la brisa frescura, porque allí
el fuego de la leña ha sustituido al fuego del sol, y el infeliz
negro, girando sin cesar en torno de la máquina que arranca
a la caña su dulce jugo, y de las calderas de metal en las que
este jugo se convierte en miel a la acción del fuego, ve pasar
horas tras horas, y el sol que torna le encuentra todavía allí...
¡Ah!, sí; es un cruel espectáculo la vista de la humanidad
degradada, de hombres convertidos en brutos, que llevan en
su frente la marca de la esclavitud, y en su alma la desesperación
del infierno.
y Romero, desde 1839, su novela Francisco (que s6lo pudo publicar completa
en 1880) y que en 1839 dio a conocer Cirilo Villaverde su Cecilia Valdh,
que, al igual que Sab, resulta de tendencias antiesclavistas por su descripción
de hechos y costumbres, y que no se public6 íntegra hasta 1882.

275 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Consideraciones análogas no son escasas en la novela de la
Avellaneda. Si alude a la rebelión de los esclavos de Haití es para
declarar que «siempre alarmados los cubanos, después del espantoso
y reciente ejemplo de una isla vecina, no oían sin terror en
la boca de un hombre del desgraciado color cualquiera palabra que
manifestase el sentimlento de sus degradados derechos y la posibilidad
de reconquistarlos». También formula interrogaciones como
éstas:
¿Por qué, pues, tendrán los unos el derecho de esclavizar
y los otros la obligación de obedecer? Dios, cuya mano suprema
ha repartido sus beneficios con equidad sobre todos
los países del globo, que hace salir al sol para toda su gran
familia dispersa sobre la tierra, que ha escrito el gran dogma
de la igualdad sobre la tumba, Dios ¿podrá sancionar los
códigos inicuos en los que el hombre funda sus derechos para
comprar y vender al hombre; y sus intérpretes en la tierra
dirán al esclavo: «Tu deber es sufrir; la virtud del esclavo
es olvidarse de que es hombre, renegar de los beneficios que
Dios le dispensó, abdicar la dignidad con que le ha revestido,
y besar la mano que le imprime el sello de la infamia»?
11 O OTRAS NOVELAS
Después de Sab la Avellaneda dio a conocer una novela de 'tipo
genuinamente romántico, Dos mujeres, en la que sus dotes de
narradora amena se ven enturbiados por repetidas y fatigosas reflexiones
sobre los prejuicios sociales. l78
La vida de un bandolero italiano le sirvió de tema para otra
novela: Espatolino (1844), de fácil y entretenida lectura. De la
conquista de México desentrañó un asunto histórico, Guatimozín,
último emperador de México, para escribir la más extensa de sus
li8 Esta novela se publicó en cuatro tomitos en 16·, los tres primeros
en 1842, y el cuarto en 1843, Igual procedimiento, que al parecer ofrecía
ventajas dentro del negocio librero de entonces, siguió la Avellaneda con
su novela histórtca Guatimozít1, impresa en cuatro tomos de aparición sucesiva
en 1846.

278 O M.\X HENRÍQUEZ UREÑA
concepción novelesca, una mera creaci6n de su fantasía, ya que
no se ajusta a los datos biográficos que de él conocemos. m
13 O LEYENDAS
Los relatos que escribió la Avellaneda con el nombre de «leyendas»
-más bien tradlciOlK'S de diferentes países-, oscilan considerablemente
en cuanto a su extensión: algunas tienen escaso número
de páginas, como «La montaña maldita» (1851), «La dama de
Amboto» (1860), «La Bella Toda y Los doce jabalíes» (1871),
y la única que se basa. en una tradición cubana, «El aura blanca»
(1861).
De sus otras leyendas, la más extensa es «La velada del helecho
o El donativo del diablo» (1849), que luego llevó al teatro.
Las restantes son: «La baronesa de Joux» (1844), la primera que
escribió; «La ondina del lago azul», fantasía concebida durante
su última excursión por los Pirineos, en 1859; «La flor del ángel»
( 1860) Y «El cacique de Turmequé», que corresponde a la época
de su última permanencia en Cuba y se basa en una tradición neogranadina,
entresacada de «El Camero», crónica picaresca de Juan
Rodríguez Freile sobre la conquista del Nuevo Reino de Granada
y la fundaci6n de Bogotá. La sabrosa crónica de Rodríguez Freíle,
escrita hacia 1636, se publicó por primera vez en 1859, y su lec-
132 No obstante, en una nota que la Avellaneda puso al comienzo del
capítulo VIII, identifica a su héroe con el verdadero Hubert Robert: «Los
baños de Apolo, uno de los primeros de VersalIes, fueron hechos, por último,
años después, según diseño de Hubert Robert, que conservó, hasta los
tiempos de la revolución, su empleo de guardacuadros y diseñador de los jardines
reales.» Lo que resulta imposible es que Madame de Pompadour pudiera
comentar y discutir con Hubert, que era entonces todavía un niño,
el diseño de esos baños o «fuente de Apolm>, pues ella había muerto antes
de que Hubert alcanzara edad suficiente para ser tomado en cuenta. En
la creación de su personaje, la Avellaneda no aprovechó -excepción hecha
de que se trata de un joven pintor que triunfa en la corte de VersalIes-,
ningún hecho concreto de l. vida real de Hubert Robert, no obstante que
esa vida fue qitada y novelesca en el más alto grado; hasta puede citarse
el caso de que, condenado Robert a muerte 6Il la época del Terror, otro
fue ejecutado en IU lupr, por equivocación, y así salvó la vida.

279 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
tura animó a la Avellaneda a narrar en su propio y peculiar estilo,
con gran donosura y gracia, uno de los sucedidos de que allí se
da cuenta.
La Avellaneda manejaba con soltura el arte de la narración,
y sus novelas y leyendas se leen sin esfuerzo. Su producción dentro
del campo de la ficci6n narrativa no alcanza, sin embargo, la
misma elevaci6n y brillantez de sus obras dramáticas y sus versos
líricos.

XIX
l.-La novela y 14 literatura de costumbres. 2.-Cirilo
Villa verde: su iniciaci6n romántica. 3.-Cecilia Valdés.
4.-La vida novelesca de Villaverde. 5.-Influencias:
Walter Scott, Manzoni, Fenimore Cooper, Dickens.
6.-Ram6n de Palma. 7.-La condesa de Merlín y su
adaptación de Una pascua en San Marcos. 8.-Echeverría:
Antonelli. 9.-Relatos antiesclavistas: Tanco,
Suárez y Romero, Zambrana. 1O.-0tros novelistas:
Piña, Pichardo, Betancourt.
1 O LA NOVELA
Y LA LITERATURA DE COSTUMBRES
La novela no hace su aparición en Cuba hasta el momento en
que impera el romanticismo; pero no es sólo el gusto romántico
el que pred.omina en los primeros bocetos narrativos de autores
cubanos: cabe señalar, además, el influjo que sobre la ficción
narrativa tuvo en Cuba la literatura de costumbres. Es esa literatura,
ya en auge desde los primeros años del siglo XVIII, la que
invade el campo de la novela y de él se enseñorea durante el
siglo XIX. La novela cubana es hija legítima de la literatura de
costumbres.
2 O CIRILO VILLAVERDE:
SU INICIACIÓN ROMÁNTICA
Con CirHo Víllaverde (1812-1894) Y Ramón de Palma y Romay
(1812-1860) se inicia en Cuba la producción novelesca. Villaverde
se dio a conocer en 1837 con algunos relatos breves de exaltado
carácter romántico, que vieron la luz en revistas literarias:
«La cueva de Taganana», «La peña blanca», «El ave muerta» y
«El perjurio», a los que subsiguió en 1838 «El espetón de oro».

281 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Un rico acervo de efectismos románticos, a veces espeluznantes,
presta carácter truculento a esas, sus primeras narraciones: muertes
violentas, incestos, casualidades engendradas por la fatalidad, confusiones
relacionacias con el estado civil de los personajes... En
«La peña blanca» un hombre de abominables instintos se prenda
de su propia hija, a cuyo esposo da muerte; en «El ave muerta»
hay incesto, en este caso involuntario, porque se trata de dos hermanos,
Leandro y Vicenta, que ignoran que entre ellos existe ese
vínculo de consanguinidad; «La cueva de Taganana» termina con
escenas de seducción, asesinato y suicidio; «El espetón de oro» culmina,
a su vez, en un asesinato, monstruosa venganza de un vesánico,
que la misma noche de sus bodas clava un espetón en el pecho
de la mujer que acaba de unirse a él.
Villaverde, si no los repudió, pretendió por lo menos olvidar
esos esbozos de la época de su iniciación: ni siquiera los menciona
al hacer, muchos años después, una relación de sus producciones
en el prólogo de su obra de mayor empeño, Cecilia Valdés. No obstante,
en otros relatos apeló a los mismos efecticismos: «La joven de
la flecha de oro» (1840) termina con escenas de muerte, al igual
que «La cruz negra». Escribió, en cambio, cuentos más o menos
insulsos, como «Engañar con la verdad» y «Lola y su periquito»,
«Teresa» (1839) y «La tejedora de sombreros de yarey» (1843),
bocetos de novela, carecen de mayor mérito, pero no sucede lo
mismo con «La peineta calada» (1845), suerte de episodio de la
vida del poeta PláCido; ahí, sin caer en sentimentalismos pueriles
y sin apelar a efectismos impresionantes, Villaverde supo mantener
vivo el interés del relato.1 83
Casi todas esas narraciones tienen poca extensión. Más tarde,
Víllaverde concibió obras de mayor aliento: El penitente (1844),
crónica de la vida habanera durante la segunda mitad del siglo XVIII,
en la que se destaca de modo firme un carácter, el de la india
Guamá, cuyo deseo de venganza se convierte en exaltación vesá-
183 Se citan tambIén algunos cuentos de Villaverde: «El ciego y su
perro» (1842) y «Generosidad fraternal. (1846), publicados en el periódico
habanero El Faro Industrial; y una novela, Comunidad de nombres y apellidos
(1845), que íntegra el tomo primero (y único publicado) de la Biblioteca
del Faro Industrial, pero que hoy resulta ínencontrable.

282 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
nica; Dos amores (1858), novela de costumbres en la que, en
torno a un enredo de amor, pinta con acierto la vida de la clase
media habanera a mediados del siglo XIX, y traza con fuertes brochazos
algunos tipos humanos, en primer lugar aquellas tres ancianas,
Agustina, Mónica y Seráfica, que se aíslan del mundo, en
voluntaria reclusi6n, dentro de una vieja «casa insonora, enemiga
de la luz y del aire», convertida para ellas en beaterio; El guajiro
(escrito en 1842, aunque publicado años más tarde), que tiene
por centro de la acción el poblado de San Diego de Núñez, en
cuya zona había nacido Villaverde, y no es de extrañar, por ello,
que la descripci6n de paisajes y costumbres tenga en esa obra gran
animación, y que los personajes estén bien definidos, empezando
por el guajiro Tatao, en quien encarnan la altivez y la audacia de
un mozo campesino avezado a lances de hombría y de amor.
Otro tributo rindió Villaverde a su provincia natal: Excursión
a la Vuelta Abajo, entretenida resefia en la que abundan felices
descripciones de la naturaleza y del vivir campesino, publicada
fragmentariamente en periódicos habaneros (la primera parte en
El Album, 1838-1839; la segunda, en El Faro Industrial, 1843),
hasta que en 1891 fue impresa en volumen.
3 O «CECILIA VALDÉS»
La obra capital de Villaverde es Cecilia Valdés, que a pesar de
que contiene diálogos innecesariamente prolijos, que bien podrían
abreviarse o suprunirse, y de que abundan en ella descuidos de
forma, porque el autor nunca abrigó serias preocupaciones de estilo,
ocupa lugar prominente entre las novelas cubanas, tanto por
d verismo de los cuadros que pinta y el acierto con que están trazados
los principales personajes, cuanto por la vigorosa descripción
de las costumbres de la sociedad cubana en las primeras décadas
del siglo XIX. Y es que Villaverde era, ante todo, un costumbrista,
y de ello había dado pruebas en los interesantes artículos de costumbres
debidos a su pluma, entre ellos: «La Habana en 1841»,
«Reloj de repetici6n», «Máscaras» y «Una mudada».

283 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
En Cecilia ValdéJ se vale Villaverde de un recurso que había
utilizado en sus primeros ensayos narrativos: el incesto. Cecilia,
fruto de los amores clandestinos del opulento hacendado don Cándido
Gamhoa con la mulata Rosario Alarcón, es llevada, apenas
nacida, a la Casa Cuna, para ocultar su origen, y esta brusca separación
provoca en la madre tal angustia, que pierde la razón. Andando
el tiempo, convertida Cecilia en un bello capullo de mujer,
es seducida por Leonardo Gamboa, hijo de don Cándido, pero
los dos amantes ignoran la secreta consanguinidad que hay entre
ellos. La obra termina con actos de violencia y de muerte, también
a la manera de los primeros relatos de Villaverde.
Desde el punto de vista del argumento, Cecilia Valdés no ofrece
superior interés, aunque, salvo el final precipitado y violento, la
trama se desenvuelve de manera hábil. Es en la descripción de
la vida y las costumbres en 10 que reside su mérito esencial. Es
un mundo real, viviente, palpitante, el que se agita en las páginas
trazadas por Villaverde.
Cecilia Valdés [dice Manuel de la Cruz], es un lienzo colosal
en que se mueve toda una época, el mundo en miniatura
de Cuba, posesión de España en América, desde 1812 hasta
1831. El adelantado español, general y vicerrey, el magistrado
venal, el polizonte, el esclavo rural y el esclavo urbano,
el regidor, el capitán pedáneo, el comisario de policía, el
párroco, el negrero opulento, consejero oligarca y omnipotente;
la dama aristocrática, la mujer envenenada por el virus
de la esclavitud y la mujer que, por innata piedad, se ha
mantenido libre del funesto contagio; el lacayo blanco, más
servil que el esclavo negro; el «cimarrón», el «guardiero»,
el «volantero», el negro «curro» o del manglar, antecesor
del «ñáñigo»; el vaquero canario, la rolliza negra vendedora
de tortas de maíz; el ingenio y el cafetal, que simbolizan
dos sistemas distintos en la servidumbre; el «topadero»,
el tugurio, jolgorio del pueblo bajo; el salón aristocrático;
todos los tipos y caracteres que la esclavitud ha conformado
como siniestro cirujano vivisector, todos sus productos y engendros
sociales; todos los momentos y situaciones en que

284 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
mejor se manifiesta una etapa de su evolución, han sido
llamados a juicio y puestos en movimiento sobre el gran
escenario.
Ningún historiador ha podido igualar a Villaverde para dar
a conocer aquella época. Nadie ha descrito con mayor seguridad
ni más honda emoción humana la vida del esclavo en el ingenio,
ni las diferencias sociales entre la privilegiada clase de los amos
y la de los desheredados libertos, relegados al más bajo peldaño
de la sociedad porque fueron esclavos y eran descendientes de
esclavos. La novela de Villaverde es un alegato antiesclavista,
aunque ese no fuera el propósito deliberado de su autor.
4 [] LA VIDA NOVELESCA DE VILLAVERDE
Comenzada Cecilia Valdés o La loma del Angel en 1839, año en
que vio la luz el volumen que contenía la primera parte, su autor
no llegó a terminarla hasta 1879 y la publicó completa en 1882. 184
No es que empleara tan largo espado de tiempo en escribirla, sino
que las alternativas y contmgencias que dieron carácter novelesco
a la vida de Villaverde 10 mantuvieron alejado de las actividades
literarias durante buen número de años: diríase que su vida fue
su mejor novela, no obstante los méritos que concurren en Cecilia
Valdés.
La etapa de formadón de Villaverde no tuvo complicaciones:
once años de edad contaba cuando de su región natal, la de San
Diego de Núñez, en la provincia de Pinar del Río, donde aprendió
las primeras letras, pasó a La Habana y allí continuó sus estudios:
a los dieciséis ingresó como alumno del Seminario de san Carlos,
donde estudió FHosofía, a la vez que se adiestró en el dihujo en
184 Antes de publicar la primera parte de Cecilia Valdés, Villaverde
había dado a conocer, ese mismo afio (1839), un cuento, primer boceto de
su obra, en la revista La Siem::rcviva. con el título de «Cecilia Valdés» (sin
el subtitulo «La loma del Angel»). Este esbozo, que La Siempreviva informó
era el anuncio de una narraci6n más extensa, fue reproducido en edición
de la revista Cuba Intelectual (1910), dirigida por el doctor José A. Rodríguez
Garcfa.

287 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
5 O INFLUENCIAS: WALTER SCOTT, MANZONI,
FENIMORE COOPER, DICKENS
Cecilia Valdés fue calificada desde su aparición como la mejor novela
cubana escrita hasta entonces, por su admirable reconstrucción
de la vida y las costumbres de todo un período histórico.
La trama de Cecilia Va/dés está concebida dentro del molde
romántico, no obstante la fuerte tendencia realista que en ella se
manifiesta al describir las costumbres. En el prólogo que escribió
en 1879, Villaverde declaraba:
Hace más de treinta años que no leo novela ninguna, siendo
Wa1ter Scott y Manzoni los únicos modelos que he podido
seguir al trazar los variados cuadros de Cecilia Valdés. Reoonozco
que habría sido mejor para mi obra que hubiese
escrito un idilio, un romance pastoril, siquiera un cuento por
el estilo de Pahlo 'Y Virginia o de Ata/a 'Y Renato,-t83 pero esto,
aunque más entretenido y moral, no hubiera sido el retrato
de ningún personaje viviente, ni la descripción de las costumbres
y pasiones de un pueblo de .carne y hueso, sometido
a especiales leyes políticas y civiles, imbuido en cierto
orden de ideas y rodeado de influencias reales y positivas.
Guiado por el recuerdo de sus lecturas favoritas de otro tiempo,
VilIaverde proclamaba, como influencias directas en su obra, las
de Walter Scott y Manzoni, pero sólo cabría apreciar tales influencias
en sentido general, como en cualquier otro escritor de
aquel tiempo, por resultar un tanto diluidas. Hay una novela de
VilIaverde en la que sí puede señalarse, de modo inconfundible,
188 Villaverde ne recordaba que Atala 'Y René no son una sola novela ni
tienen el carácter de idi.ü0 del tipo de Pablo 'Y Virginia, de Saint-Pierre, sino
dos novelas breves, SID nexo alguno amoroso para los personajes que les dan
título, y escritas en diferente tiempo: Chateaubnand publicó Atala en 1801,
y a ésta subsiguió René en 1804. Posteriormente las dos novelas se impri.
mieron juntas, y a eso obedece sin duda la confusión en que incurrió
Villaverde.

288 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
la influencia de Walter Scott: El penitente, narración de tipo pino
toresco y caballeresco, si bien esa influencia se enlaza con la de
James Fenimore Cooper en la creaci6n de personajes indios, como
Guamá y su hija Giaraco. El propio Villaverde así lo reconoce
y proclama en la introducción que puso, a raíz de haberlo escrito
(1844), a ese relato que, dentro de los planes de su autor, estaba
llamado a ser el primero de una serie que debla agruparse bajo
el título general de Cuentos de mi abuelo, semejante al de un conjunto
de narraciones escocesas que publicó Walter Scott de 1828
a 1831: Tales 01 a grand/atber. La influencia de Walter Scott no
es en igual grado manifiesta y profunda en Cecilia Valdés, donde
se advierte, al mismo tiempo, otra a la que el autor no hace referencia:
la de Dickens, patente en la descripción de la vida de
familia de los Gamboa; como 10 está en otra obra de Villavetdc,
escrita en 1858, momento en que Dickens llegaba al apogeo de su
prestigio y de su fama: Dos amores. Las páginas en que Villaverde
describe la vida y los hábitos de las tres ancianas que hacen
de su casa una especie de beaterio, acusan, sin lugar a dudas, la
lectura de Dickens.
(-; O RAMÓN DE PALMA
Villaverde es el primer novelista cubano en el orden del tiempo,
si bien hay otros de indiscutible mérito que florecieron a la vez. 189
En 1837, el mismo año en que pllblicó Vi1laverde de sus primeros
esbozos novelescos, apareci6 en El Aguinaldo Habanero una breve
leyenda debida a la pluma de Ramón de Palma y Romay: «Ma-
189 Ninguna producción que pudiera merecer el dictado de novela npnrece
en Cuba antes de Villaverde, aunque sr se publicaron en los periódicos
algunos ensayos de cuento de José Victoriano Betancourt, Antonio Bachiller
y Morales y algún otro, durante ellustto que va de 1831 a 1836, sin olvidar
Clue un poco antes había insertado José María Heredia en La Miscelánea,
periódico que dirigfa en México (1829), unos cuentos orientales que más
(lue enteramente de su cosecha, teman el carácter de arreglos y adaptaciones.
y el mismo año 183"1, en que hicieron su aparición Villaverde y Palma,
publicó Manuel Garay y Heredia (1810-1840?), dominicano incorporado a
la vida cubana, un esbozo novelesco, María o La hija del Norte, desprovisto
Je interés para la historia literaria.

290 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
también en París (Mes dou1.e premieres années, 1833, y Souvenirs
et mémotres. 1836). Más de una vez se echó a correr la especie
de que no era ella la autora de los libros publicados con su firma,
y a ello puede haber contribuido, además del hecho de haberse
apropiado en parte la novelita de Palma, la confusión que padeció
el editor de otra novela de la Condesa (Le Duc d'Atbénes, París,
1852), al mencionar al Marqués de Foudras, que escribió el prefacio,
como su autor, cosa que el propio Marqués se apresuró a
rectificar; pero la suposici6n de que la Condesa no había escrito
los libros que autoriz6 con su firma carece de fundamento, sobre
todo en 10 que atañe a los libros de memorias. La Condesa poseía
estilo propio para contar 10 que había visto, y esas memorias tienen
indudable autenticidad.
La Condesa de Merlín, nacida en La Habana y residente, desde
niña, en España, contrajo matrimonio en 1809 con el general
francés Christophe Antoine Merlín, conde de Merlín, edecán del
rey José Bonaparte en 1807. Brill6 la Condesa en los salones intelectuales
de Madrid, así como más tarde en los de París, y dejó
en La Habana, a la que regresó por breve tiempo en 1840, el
imborrable recuerdo de su amena y variada cultura artística y literaria.
Aparte de MIS memorias y del libro en que resumió las impresiones
de su Via;e a La Habana (traducción española, con prólogo
de la Avellaneda, Madrid, 1844, publicó en París una biografía de
la famosa cantante Marie Felicité Malibran (1838) Y otros trabajos,
entre ellos un volumen sobre la esclavitud (L'esclavage aux
colonies espagnoles, 1840).
8 O ECHEVERRfA: «ANTONELLI»
Novelista de una sola novela, José Antonio Echeverría (1815-
1885) (publicada en La Cartera Cubana, 1839) dejó en Antonelli
un excelente espécimen de narraci6n histórica, cuyo argumento
tiene como elemento principal un conflicto amoroso en la vida del
ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli, enviado a La Habana
por Felipe II en el último cuarto del siglo XVI para llevar a cabo
varias construcciones importantes, entre ellas los castillos del Morro

291 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
y de la Punta. En la obra de Echeverría son de admirar, aparte
de la pureza del estilo, la reconstrucción del momento histórico
y la forma atrayente de la narración.
9 O RELATOS ANTIESCLAVISTAS:
TANCO, SUÁREZ y ROMERO, ZAMBRANA
Dos relatos antiesclavistas tuvieron su origen en la tertulia de Do·
mingo del Monte: unas Escenas de la vida privada en la isla de
Cuba, por Félix Tanco y Bosmeniel (1797-1871) y Francisco, por
Anselmo Suárez y Romero (1818.1878).
Tanco se proponía agrupar, al amparo del amplio título que
eligió, una serie de cuadros, tomados de la realidad, de los cuales
sólo se ha conservado uno, Pe/rona y RosalJa, que aunque escrito
en 1838, permaneció inédito hasta que en 1925 lo dio a conocer la
revista Cuba Contemporánea. El argumento, basado en los amores
de un hijo de familia rica con la esclava RosaIfa, que después se
aclara que es su hermana por parte de padre, tiene ese punto de
coincidencia con Cecilia Valdés. No atesoraba Tanco superior
maestría para el relato, pero merece ser recordado porque fue el primero
en escribir una novela antiesclavista, ya que la terminó meses
antes de que Anselmo SUlÚ'ez y Romero comenzara su Francisco. 19O
Francisco, novela que SUlÚ'ez y Romero empezó a escribir en
1838 y terminó al año siguiente, era conocida desde entonces por
los habituales concurrentes a la tertulia de Del Monte, pero no
vio la luz hasta 1880, año en que fue impresa en Nueva York,
después de muerto su autor. A raíz de escrita, una copia de esa
novela, que por el momento no era posible publicar en Cuba, pues
190 En el Cent6n epistolario de Domingo del Monte hay una carta de
fecha 29 de agosto de 1883, escrita por José Jacinto Milanés después de leer
la novela de Tanco; y otra del mismo Milanés, fechado el 8 de noviembre
del mismo año, en la que comenta con elogio el primer capítulo de Suárez .
y Romero, y dice que le cabre las ganas de ver los demás con el más vivo
anhelo». En otra carta, el propio Suárez y Romero pregunta a Del Monte,
con fecha 10 de mayo de 1893 (esta carta, por error, se incluyó en el volumen
correspondiente a 1838), si habría dificultad en imprimir su novela
junto con las de Tanco, o sola, en el extranjero yen forma anónima.

293 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Otra novela antiesclavista, El negro Francisco, de Antonio Zambrana
(1846-1922) fue inspirada por el Francisco de Suárez y
Romero. Zambrana, que a los dieciséis años oyó la lectura de la
obra de Suárez en una tertulia literaria a la cual concurdan ambos,
escribió El negro Francisco en 1875, en Santiago de Chile, pues
deseoso de corresponder a la petición que le hizo una dama chilena
que deseaba leer una novela escrita por él, ideó una trama similar
a la desarrollada por Suárez y Romero: el conflicto se basa en el
empeño del hijo del amo de obtener los favores de una esclava que
espera unir su suerte a la del esclavo Francisco, el que se ve sometido
a duros trabajos y bárbaros castigos porque goza de la preferencia
de esa infeliz. Tanto en la una como en la otra novela la
esclava cede a las pretensiones del amo para salvar a Francisco del
tormento y de la muerte; y en ambos casos Francisco se suicida
al saber que ese sacrificio se ha consumado. Zambrana, valiéndose
de los mismos recursos que utilizó Suárez, hizo una nueva
creación, no exenta de originalidad en muchos pasajes, a pesar del
parentesco innegable que hay entre los dos relatos.
10 O OTROS NOVELISTAS:
PIÑA, PICHARDO, BETANCOURT
Otros novelistas se dieron a conocer en el segundo tercio del
siglo XIX. De Ramón Piña (1819-1861) (autor, además, de dos
comedias que tuvieron pasajero éxito), se conocen dos novelas mediocres:
Jer6nimo el honrado (1857) e Historia de un brib6n
dichoso (1860), que es la más estimable. No logra Piña modelar
un verdadero carácter en el bribón que desempeña en la obra papel
principal, pero al menos presenta un tipo social bien definido: el
hombre sin escrúpulos que se abre paso en la vida merced a su
astucia y al favor de la suerte. En su tiempo se hicieron elogios
acompañada de un apéndice autobiosr'fic:o, otro de Costumbres habaneras,
otro de Jurisprudencia 'Y olrlll rn4tnúls 4II4l0gas, otro sobre Educación, y
el último contiene diversos Juicios sobre sus obras, que incluye también la
réplica que él mismo lúzo a determinadas apreciaciones críticas, entre ellas
algunas de Enrique Piñeyro.

294 O
, ,.,
MAX HENRIQUEZ URENA
a la corrección del estllo de Piña, que s¡¡bí¡¡ bien su gramática;
pero hay que reconocer que su forma literaria carece de distinción,
a pesar de su manifiesto empeño en imitar a los buenos modelos.
Esteban Pichardo y Tapia (1799-1879), que nació en Santo
Domingo y desde muy temprana edad vivió en Cuba, se distinguió
ante todo por sus trabajos geográficos y filológicos (suyo es el
primer vocabulario de voces usuales en un país de América: Diccionario
provincial casi razonado de voces y frases cubanas, 1836,
que alcanzó varias ediciones). Ya en edad avanzada dio al público
una novela, El fatalIsta (1866), cuyo título parece inspirado en
otra de Diderot, Jacques le fa taliste, aunque ninguna otra relación
hay entre ambas. En El fatalista, Pichar do reconstruye las costumbres
cubanas de los primeros años del siglo XIX. Logró dar
cierto color local a su relato, y los cuadros que pinta, muchos de
los cuales son animado trasunto de la chismografía social, no carecen
de interés; pero, aparte de que Pichardo, a pesar de sus
empeños de filólogo, no puede citarse como modelo de corrección
en el lenguaje, es de lamentar que después de haber descrito con
ingenio y habilidad la vida habanera de entonces, 10 mismo que
la de Camagüey y la de Santiago de Cuba, en las últimas páginas
apele a burdos efectismos románticos, convierta a su héroe en pirata,
y llegue atropelladamente a un desenlace truculento.
Al igual que Pichardo, el brillante orador político José Ramón
Betancourt (1823-1890), fue autor de una sola novela: Una feria
de la Caridad en 183 ... , publicada en 1856. Pinta Betancourt en
esta obra la vida del Camagüey a mediados del siglo XIX; reproduce
con encendidos matices escenas y paisajes; y algunos de los
personajes que presenta son trasunto de seres reales, conocidos de
la sociedad camagüeyana de su tiempo. No obstante, no se trata
de una novela de clave: el autor sólo ha aprovechado elementos y
aspectos de la realidad circunstante para poner una época en movimiento:
esa época es la que podríamos llamar «la época del Lugareño»,
muchas veces mencionado en la obra, aunque El Lugareño
no aparece entre sus personajes, sino que sU influjo prepondera
en el medio que pinta Betancourt. Por 10 demás, la novela de
Betancourt es un relato moralizante, enderezado a combatir el
vicio del juego.

295 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Betancourt fue también aficionado a escribir versos, no exentos
de corrección: muchos de ellos, junto con algunos trabajos en prosa,
están contenidos en dos tomos amparados por el título Prosa de
mis versos (Barcelona, 1887). Dejó además un volumen de Discursos
y manifiestos políticos (Madrid, 1887) y unos apuntes históricos,
Las dos banderas (Sevilla, 1870).192
192 Otras producciones novelescas de menor categoría pertenecen a este
período, pero no tienen interés para la historia literaria, Francisco Javier
Blanchié (1822-1847), más conocido por sus versos sentimentales, fue autor
de la novela de costumbres La venganza de un hijo (1842), en colaboración
con Alejandro Angulo Guridi, dominicano que vivi6 en Cuba durante su
juventud; el escritor canario Andrés Avelino de OIihuela (1818-1873) evocó
en su novela El sol de Jesús del Monte (París, 1852), el desastroso final de
la causa seguida contra Plácido. Colaborador con Orihuela en diversos empeños
periodísticos, como la colección o «biblioteca extravagante» El Quitapesares
(1845), el habanero Teodoro Guerrero (1824-1904), que alternativamente
vivía en Madrid y en La Habana, se inspiró más de una vez en
temas cubanos, y en La Habana publicó Madrid por dentro (1865) y La
Habana por fuera: cuadros de la vida cubalta (1866), así como La mujer
de Cuba (1873) y otras obras en prosa y verso, además de la quinta edición
(1867) de su insulsa novela Anatomía del coraz6n, esta vez con prólogo
de Luisa Pérez de Zambrana (la. ed., 1856); pero la producción de Guerrero
es de escaso valor, aunque abundante y celebrada por el público de
gusto fácil, y apenas podría tenerse en cuenta en la historia literaria, ya
de España, ya de Cuba. José Güel y Renté (1818-1884), habanero, cuyas
obras carecen de alto mérito, escribió novelas y desarrolló en verso temas
americanos; Leyendas americanas, GuaclllUlgarí, Anacaona, Quibiam (1856);
y Tradiciones de América (1861). Pueden agregarse a esta rápida mención,
un poco más tarde, los nombres de dos escritoras de escaso relieve: Concepción
Galarraga de Salazar, más conocida por su seudónimo Flora del
Valle, que en 1861 escribió la romhltica novela Predestinaci6n, no publicada
hasta 1890 en Guatemala; y Maña de Santa Cruz, que anunció una serie
de Historias campesinas, de las cuales s610 llegó a publicar la primera, Andreita
(1876), que es más bien una sucesión de cuadros de costumbres,
pródigos en insustancial sentimentalismo.

xx
l.-El Lugareño y la literatura de costumbres. 2.-Car!Jeter
e ideas políticas de El Lugareño. 3.-Los costumbristas
en el teatro: ]. M. de Cárdenas. 4.-0Iros costumbristas:
Gelabert, Valerio, Costales. 5.-Los cubanos
pintados por si mismos. 6.-Tipos y costumbres de la
isla de Cuba. 7.--Covarrubzas y el sainete bufo
1 O EL LUGAREÑO
Y LA LITERATURA DE COSTUMBRES
Entre los escritores que, ya en novelas y cuentos, ya en articulos
o páginas volanderas, describieron las costumbres de CuSa, tiene
especial significaci6n Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866), que
hizo popular su seudónimo El Lugareño. Todo cuadro de COl>
tumbres lleva implícita una crítica de tales o cuales hábitos sociales,
para esgrimir contra ellos el arma de la ironía y el ridículo.
El Lugareño sabía manejar esa arma con ingenio y gracia, pero a
la sátira agregaba la admonición: sus descripciones iban enderezadas
a enmendar las costumbres, sin que so prédica aleccionadora
se apartara del tono regocijado, con frecuencia zumbón, que daba
a sus escritos. Sus contemporáneos leían con avidez las «Escenas
cotidianas»l93 que publicaba en la Gaceta de Puerto Príncipe en
1838 y 1839. Sus comentarios humorísticos sobre las fiestas de
San Juan, la rutina, el chisme, la murmuración y los diferentes
bailes de moda, alternaban con serias reflexiones sobre la educación,
los pobres y mendigos, el movimiento intelectual, la im-
193 Las Escenas cotidianas fueron recogidas en volumen, en 1950. (Publicaciones
del Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, Clásicos cubanos:
I.) También publicó el Ministerio de Educación un tomo de Cartas del Lugareño
(primer volumen de la Colección Epistolarios). Estos dos volúmenes del
Lugareño llevan prólogo de Federico de Córdova, que tuvo a su cargo ambas
compilaciones.

297 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
prenta y algunos temas de economía política, como la moneda y
el trabajo.
2 O CARÁCTER E IDEAS POLÍTICAS
DE EL LUGAREÑO
Hombre de íntegro carácter, ciudadano de fecundas iniciativas en
favor de la cultura pública y del progreso, propulsor de la riqueza
agrícola, benefactor, polemista y mentor, El Lugareño fue, además,
uno de los cubanos que mejor cultiyaron el género epistolar. Sus
cartas, recogidas algunas de ellas en forma de libro, ponen de relieve
la inquietud de su espíritu y nos dan a conocer cabalmente
su época. Aun sus artículos periodísticos, hechos con desenfado,
eran a modo de cartas por medio de las cuales conversaba con su público
familiar. Así como en un tiempo iba a conversar con los campesinos
de su hacienda El ciego de Najasa -que aparceló y repartió
en gran parte a precio ínfimo entre los que la cultivaban-, y fue
maestro de almas sencillas, con sus cartas y artículos tonificó el
ánimo de sus comprovincianos -los camagüeyanos- para lograr,
tras largos esfuerzos y contratiempos, establecer la línea férrea de
Nuevitas a Puerto Príncipe, segunda que hubo en la Isla; y de igual
modo promovió la creación de nuevas escuelas, la construcción
de un puente sobre el río Tínima y otro iobre el arroyo Santa
Cruz, y favoreció no pocas iniciativas de utilidad social.
En el orden político combatió el régimen colonial. Apenas contaba
veinte años cuando en 1823, en unión de José Aniceto Iznaga
y otros cubanos, así como del escritor argentino José Antonio Miralla
(1789-1825), se encaminó desde Nueva York a la América
del Sur para hacer gestiones cerca de Bolívar, a fin de promover,
con la cooperación efectiva del Libertador, un movimiento insurreccional
en Cuba. Fracasado ese propósito, volvió a los Estados
Unidos, y allí residió durante algunos años. Se reintegró en 1834
a Cuba, y permaneci6 por espacio de doce años en Camagüey y
en su hacienda de Najasa, hasta que en 1846 el capital general
O'Donnell lo conminó a que se ausentara de la Isla. Partió otra
vez para los Estados Unidos. En el andar del tiempo se mostró

298 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
dispuesto ,on tal de suprimir el régimen colonial, a gestionar que
, f d IJ
Cuba llegara a ingresar como estado en la conte eraClOn norteamericana,
y esto 10 llevó a sostener una polémica con su gran amigo
José Antonio Saco, a quien inútilmente trató de sumar a su propósito.
Al folleto de Saco Ideas sobre la incorporación de Cuba
a los Estados Unidos (París, 1848), contestó con otro, del cual
vieron la luz dos ediciones, una en español y otra en inglés: l94 Ideas
sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos, en contraposición
a las que ha publicado don José Antonio Saco (1849).
La enérgica y razonada condenación de Saco contra la tendencia
anexionista restó a esa idea el apoyo de la mayoría de los emigrados
y conspiradores cubanos.
Después de los conatos de alzamiento de 1851 y de las invasiones
de Narciso López en 1851 y 1852, Betancourt empezó a
mirar con recelo la actitud de los Estados Unidos y como presidente
de la Junta Cubana establecida en Nueva York firmó en septiembre
de 1852, con otros compatriotas, un documento de protesta elevado
al gobierno de los Estados Unidos contra el anunciado propósito de
que España vendiera la isla de Cuba a la Confederación Americana.
Los fines de la Junta Cubana que presidía El Lugareño no eran ya
otros que los de romper los vínculos que unían a Cuba y la metrópoli,
merced al único medio eficaz, que era la revolución, y constituir
en la Isla un gobierno libre e independiente. Betancourt Cisneros
se reintegró, pues, al ideal de la independencia, que es el que
había acariciado desde su mocedad. En un acto celebrado en Nueva
York el 19 de octubre de 1852 declaró: «Sin revolución no hay
patria posible, sin revolución no hay derechos posibles, ni virtudes,
194 La edición española, reza el colofón, fue impresa en La Habana (sin
firma, 28 pp.) aunque 10 probable es que 10 fuera en Nueva York; la inglesa
fue impresa en Nueva York, en las oficinas del periódico La Verdad que allí
mantenía el grupo anexionista de los emigrados, y lleva por título: Thoughts
upon the Incorporation of Cuba into the American Confederation, in contrapositíon
lo those published by Don José Antonio Saco (30 pp.). A éste y
otros trabajos en favor de la anexión contestó Saco con su RéplIca de don
José Antonio Saco a los anexionistas que han impugnado sus «Ideas sobre
la incorporaci6n de Cuba a los Estados Unidos» (Madrid, 1850).

301 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Libros Cubanos, conservando la primera parte del título: Artículos
de costumbres (1929).
El más notable articulista de costumbres, que también cultivó
la comedia, es José María de Cárdenas y Rodríguez (1812-1882).
En su Colección de artículos satiricos y de costumbres (1847),
primera obra de esa índole publicada en Cuba, hay muchas páginas
que pueden tenerse como modelos en el género, principalmente
«Un médico de campo» y «Fisiología del administrador de un
ingenio». Observación aguda, fina ironía, donosura en la expresión,
son cualidades que resaltan en Cárdenas. Su comedia Un tío sordo
( 1848), en tres actos y en verso, denota buen conocimiento de los
resortes teatrales y abunda en escenas ingeniosas. El eje de la comedia
es don Juan Smith, hombre acaudalado que se hace pasar.
por sordo para que los que hablen con él se arriesguen a cometer
indiscreciones en la creencia de que él no los oye, y así espera
apreciar mejor la índole de una sobrina suya, a la cual no conocía.
Ese personaje central esbf bien delineado, y las situaciones que su
proceder provoca están llenas de regocijado humorismo. Cárdenas
dejó también algunas muestras de poesía costumbrista, como el
romance «La comadre», pero su mejor credencial en el campo de
la poesía es la de fabulista: sus fábulas literarias tienen originalidad
y gracia.
4 O OTROS COSTUMBRISTAS:
GELABERT, VALERIO, COSTALES
A Cárdenas sigue, en escala menor, Francisco de Paula Gelabert
(1834-1894), en cuyos Cuadros de costumbres cubanas (1875),
hay escenas bien copiadas del natural, llenas de gracejo, como «Un
baile en casa de Periquín», «La boda de Chepita» y «Lotería, palos
y otros contratiempos», que se salen del molde del cuadro de coso
tumbres y pueden considerarse como cuentos humorísticos.
Juan Francisco Valerio (l829?-1878) tuvo menor importancia,
pues su libro Cuadros sociales (186.5), que alcanzó varias ediciones,
satisfacía el gusto vulgar más que el del público culto. El
nombre de Valerio como autor teatral se vio ligado a un aconte-

303 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Manuel Costales, Rafael Otero (1827-1876), Joaquín Garda de
la Huerta (1825-1875), José Joaquín Hernández y Manuel Latías
y Hemández de Córdoba (1824-1895). También colaboró Felicia
Auber, cuyo talento juvenil era tenido en alto aprecio.
Además de Cárdenas, Betancourt y Federico Milanés, dos de
esos colaboradores cultivaron el teatro, pero su producción es insignificante:
Rafael Otero, que fue bastante fecundo, y Joaquín Garda
de la Huerta. Manuel Larios, nativo de Panamá, llegado a Cuba
cuando tenía un año de nacido, se ejercitó, en cambio, en la novela,
aunque con poco acierto. 198
6 O «TIPOS Y COSTUMBRES DE LA ISLA DE CUBA»
En la segunda colección, Tipos y costumbres de la isla de Cuba,
que prologó Bachiller y Morales e ilustró magistralmente el afamado
dibujante y periodista Víctor Patricio Landaluze (muerto en
1889), figuraron algunos costumbristas incluidos en la anterior:
Betancourt, Cárdenas, Costales, Millán, Hemández, y Garda de la
Huerta, junto con estos otros: Bachiller y Morales, Gelabert, Valerio,
Fernando Urzáis (1840-1900), José Quintín Suzarte [1819-
1888], Carlos Noreüa (1859-1916), y algunos más de menor
monta, a los que se agregó Nápoles Fajardo con siete composiciones
poéticas.
Dos de los costumbristas que no habían figurado en la selección
anterior escribieron para el teatro: Fernando Urzáis, a quien se
debe un drama menos que mediano, de tipo romántico (Venganza
contra venganza, 1866) Y una inconsistente comedia (Nubes en
cielo azul, 1882), así como algunos sainetes; y Carlos Noreña, que
se dedicó a la comedia burlesca en un acto, como Una Nochebuena
198 Rafael Otero gozó de cierta popularidad como autor teatral, con comedias
como QUIen tiene tienda, que atienda (1851), el proverbio Del agua
mansa nos libre Dios (1867), y buen número de sainetes, pero ninguna de sus
obras sobrepasa los límites de un mero entretenimiento ni alcanza superior
categoría literaria. García de la Huerta sólo escribió uno que otro juguete
cómico, como Muchos vitios (18.50).

}06 o MAX HENRÍQUEZ UREÑA
mejor que no pocas de esas obras eran buenos sainetes de costumbres
criollas.
Intentos, a veces felices, de la «buena comedia» que reclamaba
Mítjans, los hubo, aun entre los mismos que se dedicaban al teatro
bufo. Además de José María de Cárdenas y José Victoriano Betancourt,
importa señalar, en la comedia de corte literario, a José
Poo [1831-1898], que puso de relieve su ingenio en Casarse con
la familia (tres actos, en verso, 1864). Durante el segundo tercio
del siglo XIX la producción teatral fue abundante en Cuba, pero
son raras las obras que pueden tenerse en cuenta dentro de la historia
literaria. 2111 Después de Heredia, la Avellaneda y Milanés,
hay que saltar a este nombre: Luaces.
201 Como simple información, vayan algunos titulos y nombres: el poeta
Ramón Vélez Herrera dejó una obra teatral de tipo costumbrista: Los dOl
novios en los Baños de San Diego (1843); Andrés L6pez Consuegra llevó a la
escena una comedia en la que satiriza el romanticismo: La romántico-manía
(1838); Casimiro del Monte (1836-1887), hombre de bastante cultura y versificador
de escaso vueio, fue autor de la comedia Rosas y diamantes (1865).
La lista podría extenderse mucho más, pero se trata de obras menos que
medianas.

XXI
l.-El teatro de Lorenzo Luaces. El mendigo rojo.
2.-Aristodemo. 3.-Las comedias. 4.-Un ;uicio de
Menéndez y Pelayo. 5.-Luaces y la poesía moralizadora.
6.-Luaces y el lirismo erótico. 7.-Luaces, traductor.
8.-EI «ciboneyismo» y el «criollismo» en Luaces.
9.-Luaces y sus cantos a la libertad. lO.-Síntesis
biográfica
1 O EL TEATRO DE LORENZO LUACES.

310 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
sus dramas como en sus comedias prefirió la división en cincó
actos, y se ajustó, por lo general, a la teoría seudoclásica de las
tres unidades.
En su producción inédita se destaca Arturo de Osberg, que
aunque clasificado por él como «tragedia», no es sino un drama
romántico, que se basa en la pasión no correspondida de una reina
por un joven y altivo vasallo, cuya muerte ordena la soberana despechada,
para enterarse, demasiado tarde, de que se trata de su
propio hijo, fruto de unos amores culpables.
3 O LAS COMEDIAS
Menos acierto que en el drama tuvo Luaces en sus comedías. La'3
dividió todas en dnlo\) actos, por ajustarse al patrón de Racine y
Corneille, cuando no había sustancia para tanto. Raro es que,
lector devoto como fue de Moliere, de cuyo influjo trae algún eco,
no se decidiera a dar menos extensión a sus comedias y a ajustarlas,
de conformidad con el asunto, como solía hacerlo Moliere,
a un menor número de actos.
En dos de las comedias de Luaces, El becerro de oro (1859)
Y A tigre, zorra y bull-dog (1863), no falta, aunque diluido, el
recuerdo de Moliere. El becerro de oro --dice Mitjans-, recuerda
Las preciosas ridículasj si bien «Luaces deslíe el asunto en cinco
actos lánguidos», mientras Las preciosas ridículas se desarrolla en
uno solo. Pero la semejanza de El becerro de oro con Las preciosas
ridículas se limita a la estratagema de que se vale en la comedia
de Luaces un pretendiente escarmentado, que hace aparecer a su
portero como millonario para así comprobar que, seducida por
la perspectiva de ser rica, la mujer a cuya mano aspira prefiere
!tI falso potentado. No es otro el procedimiento que adoptan en
la obra de Moliere dos pretendientes desairados, que hacen que
sus lacayos se presenten ante las «preciosas ridículas», el uno
como marqués y el otro como vizconde. En ambas comedias,
los pretendientes, una vez esclarecido el enredo, hacen objeto de
escarnio a las que los menospreciaron.
Fuera de ese recurso teatral, en ningún otro aspecto coincide
Luaces con Moliere, a no ser que se pretenda encontrar alguna re-

.311 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
ladón entre el amaneramiento de las «preciosas» de Moliere, que
tanto admiran e imitan a los «grandes comediantes» a la moda,
y el entusiasmo de los personajes femeninos de Luaces por las
cantatrices que en ese momento hacían furor en La Habana y
mantenían al público dividido en dos bandos teatrales: el de los
partidarios de la Gazzaniga en contraposición con los de la Frezzolini
y la Gassier. En una nota preliminar, Luaces advierte: «Al
tomar la pluma para escribir esta comedia, de ninguna manera
he temido ensangrentar las heridas que han causado entre nosotros
los bandos teatrales ... Mi comedia, pues, no será un cáustico doloroso,
sino un suave calmante, y ¡ojalá que lo comprendan así todos
los que la leyeren! »1JJJ.
Moliere, cuya huella no es difícil de encontrar en cualquier
comediógrafo moderno y en Luaces sólo puede señalarse en alguno
que otro detalle, no es el modelo que siguió Luaces, sino Bretón
de los Herreros, cuya manera se propuso imitar, tanto en la presentación
de los tipos y situaciones como en el modo de expresión.
Valga, al menos, un ejemplo: en la escena tercera del primer
acto de El pelo de la dehesa (1849), de Bretón, uno de los personajes
principales, la marquesa, monologa:
¡Qué conflicto, Dios eterno!
¡Qué afrenta, Virgen de Atocha!
;112 En 1859, cuando Luaces escribía estas líneas, estaban en su apogeo
las rivalidades entre los dos bandos: en la temporada 1857-1858 se había
exacerbado la apasionada pugna entre los partidarios de dos artistas italianas:
Marietta Gazzaniga, que impresionaba más como actriz que como cantante, y
Herminia Frezzolini, cantatriz de fama, pero ya en su ocaso; yen la temporada
siguiente, 1858-1859, la Gazzaniga se disputó las preferencias del público con la
bilbaína Josefa Cruz de Gassier, dotada de una voz prodigiosa por lo extensa.
El éxito mayor de la Gazzaniga fue La Traviata, aunque algunos censuraron el
modo en que la obra era interpretada, lo que dio motivo a una epístola que
con el título de úmento dirigió Mendive, en tercetos endecasílabos, a su
amigo Domingo Guillermo de Arozamena, con esta nota al pie: «Escribió el
autor estos versos con motivo de cierto escándalo a que daban lugar las exageraciones
poco cultas de que hadan gala los artistas encargados de cantar la
ópera de Verdi Lz Traviata en nuestro gran Teatro Tacón, durante la temporada
lírica de 1858 .•

312 O MAX H1!NRfQUEZ UREÑA
¡Aceptar yo para yerno
, un Jon Frutos Calamocha!
Mas si con él me confundo,
¿quién me hará ningún reproche?
¿Qué papel hace en el mundo
una marquesa sin coche?
•••• fI •••••••
Ese yerno, bien lo sé,
será un patán, será un oso,
pero yo siempre seré
Marquesa de Valfungoso.
Muy semejantes reflexiones hace doña Luciana en el comienzo
del primer acto de El becerro de oro:
¡Jesús, Jesús! ¡No hay aguante
para tanto traqueteo!
Lo estoy viendo y no lo creo ...
¡Yo sin quitrín ni volante!
¿Qué papel hace en La Habana
una mu;er sin carrua;e,
aunque venga su lina;e
de los vie;os de Susana?
¿Qué mercader no me veía,
¡a mU, ¡baldón estupendo!,
que en línea recta desciendo
de la reina Beltrane;a?
En A tigre, zorra y bull-dog, Luaces nos presenta el tipo de
un avaro que, además de tener otros antecedentes clásicos, podría
de algún modo recordarnos el de Moliere; pero mientras Moliere
crea un carácter universal y humano, Luaces se entretiene en trazar
una caricatura. Esta comedia, al igual que El becerro de oro, está
sometida a la norma de las tres unidades, y la acción languidece
en cinco tediosos actos. La trama, basada en artimañas' y trapisondas
en torno al avaro don Macarío, que pierde el juicio cuando

314 O MAX HENF.ÍQUEZ UREÑA
medio de su abundancia despilfarrada y viciosa, y del continuo
alarde que hace del vocabulario descriptivo, tiene, no
obstante, relativa corrección de gusto y de lengua, muy rara
en los poetas cubanos de la última era.
Años después, ya en 1911, al reunir con el título de Historia
de la poesía hispanoamericana los comentarios críticos que sirven
de pórtico a cada sección de esa antología, Menéndez y Pelayo declaraba
en una de sus notas adicionales que no era justa la preferencia
que había concedido a Luaces sobre Zenea, y exclamaba:
«¡Qué pocos versos de Luaces se pegan a la memoria ni al oído,
a pesar de su brillante efectismo! Releídas ahora la mayor parte
de sus odas, me parecen frías, forzadas, artificiales, concebidas
de un modo puramente intelectual.»
Si comparamos esos dos juicios de Menéndez y Pelayo en el
transcurso del tiempo, podremos apreciar que basta con suprimir
la asignación matemática del puesto número tres de la poesía
cubana a Luaces -procedimiento riesgoso y en cierto modo pueril,
como todo 10 que tienda a fijar valores intelectuales absolutos en
orden numérico--, pues la apreciación de 1911 viene a completar
y a ampliar la de 1893. En 1893 Menéndez y Pelayo estimaba que
Luaces caía en 10 enfático y declamatorio, y aunque concedía gran
pujanza a su fantasía, le atribuía una abundancia «despilfarrada
y viciosa» y consideraba que su corrección de gusto y de lengua
no era más que relativa. A eso agrega en 1911 que son pocos los
versos de Luaces que perduran en la memoria y el oído, y que sus
odas resultan frías, forzadas y artificiales: 10 que hace es acentuar
al cabo de dieciocho años los reparos que formuló antes.
El juicio de Menéndez y Pelayo es, en su conjunto, exacto.
Luaces es un poeta de escasa emotividad, artificioso, retórico; y
estas condiciones resaltan principalmente en las prosaicas odas
en que sigue las huellas de Quintana: «A Cyrus Field, por la inmersión
del cable submarino» (1858), «La guerra» (1855), «La
Luz» (1854), «La naturaleza» (1857), «El trabajo» (1867), sobre
todo las dos última!., que por lo prolijas son muestra fiel de la
abundancia «despilfarrada y viciosa» que señalaba Menéndez y
Pelayo. Retórico y artificioso es también Luaces en su poema mito-

315 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
kSgim «Cuba» (1854), en cuatro cantos, cada uno con cien octavas
reales. Superabundante por lo extensa es su leyenda cubana «La
cruz de la serventía» (1852), que no figura en ninguna de las colecciones
de sus poesías. 204
5 O LUACES y LA POESÍA MORALIZADORA
Alguna inclinación mostró Luaces por la poesía moralizante, a
la manera de Milanés, a quien, al parecer, quiso emular en sus
prosaicas admoniciones: Milanés dedicó una composición «A una
madre impura» (1837); Luaces, a «La madre infame» (1855);
Milanés trazó la SIlueta de «La hija del pobre» (1839) Y la de
«El hijo de un rico» (1838); Luaces, la de «Rosa, la hija del
artesano» (1849); Milanés se inspiró en «El mendigo» (1837);
Luaces, en «La joven mendiga» (1855); Milanés cantó a «La ramera»
(1837); Luaces, a «Leonor la cortesana» (1857). A esas
poesías de tendencia moraiízadora, que constituyen la parte más
endeble de las poesías de Luaces, se hermanan algunos asomos de
meditación filosófica, como «La vida» (1850) Y «La muerte»
(1857) .
6 O LUACES y EL LIRISMO ERÓTICO
Entre las poesías eróticas de Luaces sobresalen sus Anacreónticas
cubanas, que suman ochenta y tres, no exentas de soltura y gracia,
escritas en la década que va de 1850 a 1860. Entre ellas cabe
recordar, por su fina inspiración, «Un beso», «La abeja y los
panales», y por su animada descripción, «Los cocuyos». Otro
204 De las poesías de Luaces se han hecho tres ediciones: una, en vida
del autor (1857), en la que faltan, por ser posteriores, algunas de sus mejores
composiciones; otra, de la revista Cuba y América (1903), y otra, deficiente
e incompleta, de La Moderna Poesía (1909). La oda El traba;o fue
publicada en folleto independiente (1868, 30 pp.). El poema «Cuba. se public6
íntegro en la Revista de Cuba (t. X y XI, 1882). De la leyenda «La
cnlZ de la serventfa», publicada en periódicos de la época, se conserva en la
Biblioteca Nacional un volumen facticio de recortes con notas de puño y letra
de Luaces, y una dedicatoria manuscrita a su amigo José Calixto Hughes.

318 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
suyas, la «Oración de Matatías» (1865), canto bíblico que, a
pesar de su extensión, pues a Luaces le era difícil ser breve, mantiene,
de principio a fin, la misma inspiración y maestría. Se inicia
con el lamento del pueblo hebreo al verse sometido a extraña
férula:
Señor, tu diestra inexorable alzada
cay6 sobre nosotros;
y en la corriente del Jordán sagrada
bañó el asirio sus domados potros.
El cáliz de la afrenta hasta las heces
nos dio a beber tu mano,
y sólo vemos extranieros iueces
en vez del sacerdote y el anciano.
A poco, el lamento se vuelve imprecación:
¡Señor, Señor, el cáliz ya rebosa!,
¡piedad para tus hijos!,
¡los dardos de tu ira temerosa
mire el tirano en sus entrañas fiios!
¡Que te sienta, y que tiemble y palidezca;
y en sus brazos opresos
que la m6rbida carne se entumezca;
que se hiele la médula en sus huesos!
¡No tengan, para él, llanto los ojos
de libres ni de siervos;
dispútense sus fúnebres despojos
las hienas, y los lobos y los cuervos!
¡Dadnos, dadnos, Señor, un varón fuerte,
según nuestro deseo,
como el zntonso que llevó la muerte
y el fuego y el terror al filisteo!

319 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
A final llega el vaticinio de exterminio y de venganza:
Pronto, muy pronto, entre clamor znmenso,
relucirán las teas.
La misma diestra que te ofrece incienso
armada se alzará. ¡Bendito seas!
A la «Oración de Matatías» se equipara, en forma de himno,
el furioso grito del griego con motivo de «La caída de Misolonghi»
(1856).
Otros himnos de guerra escribió Luaces, todos en octavas de
las comúnmente llamadas italianas, con un estribillo de cuatro
versos que se repite sistemáticamente después de cada estrofa:
el «Canto de Kaled» (1848), grito del musulmán dispuesto a
avanzar hacia «esa vieja Europa ya vencida por su torpe molicie
y corrupción»; y el «Canto del cosaco» (1860), listo a marchar
hacia otras tierras en vertiginoso galope. A ellos se agrega, aunque
no en forma de himno, «La carrera del árabe» (1848), compuesta
en orden descendente de metrificación, pues empieza por una octava
en alejandrinos, y sigue con otras en versos de doce, once, diez,
nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro y tres sílabas, para terminar
con tres estrofas de cuatro versos, la primera y la tercera en endecasílabos,
y la segunda en octosílabos.
Otros motivos de inspiración encontró Luaces en la historia,
entre ellos «El polaco» (1848), «Atenas» (1855), «A Lincoln»
(1865), «Suiza» (1862). En «El último día de Babilonia» (1855)
resume en versos no escasos de sonoridad la caída del imperio de
Baltasar, asunto que poco después (1858) había de desarrollar
la Avellaneda en el más notable de sus dramas. Luaces termina
su poema con el incendio del palacio real, provocado por Baltasar,
que se hunde entre sus ruinas humeantes:
Baltasar ha querido sepultarse
con su imperio a la vez, y hacer su tumba
del imperio infeliz que se derrumba.
A Ciro vencedor tranquilo mira,
hace del trono gigantesca pira,

320 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
sobre la hoguera roía
lanza esclavas, esposas y riquezas,
y a su centro impertérrito se arro;a.
¡Paz al monarca, paz! Su muerte horrible
disculpa lo pasado;
que si vivió afrentado
en molicie indolente,
expiró como el sol en Occidente,
por torrentes de fuego circundado.
Luaces juzgó oportuno hacer esta aclaración: «No refieren así
las historias la muerte de Baltasar, pero hemos querido poetizar
su muerte, y más cuando no faltan ejemplos semejantes en la historia
antigua.» Hay que advertir que tres años después de publicada
la composición de Luaces, la Avellaneda poetizó en forma
parecida la muerte de Baltasar, aunque en su drama no es B.sar,
que regresa mortalmente herido del combate, quien provoca el
incendio del palacio, sino su madre, la reina Nitocris, que se arroja
a las llamas encima del cadáver del hijo.
10 O SíNTESIS BIOGRÁFICA
Luaces, que pasó brevemente por la vida, apenas si tiene biografía.
Nació en La Habana el 21 de julio de 1826. Aspiró a dedicarse
a la Filosofía y el Derecho, pero su salud, precaria desde temprana
hora, le impidió terminar una y otra carrera. Contó siempre, aunque
su familia carecía de riquezas, con el auxilio necesario para
consagrar su tiempo a las letras y al cuidado de su salud. En
busca de mejoría para sus quebrantos fue a residir en 1852 a la
Isla de Pinos. Reintegrado a La Habana, donde frecuentó la tertulia
literaria de Felipe Poey, en la que se había dado a conocer
como poeta en 1849, y la de Nicolás Azcárate, fue incansable trabajador
y propulsor de las letras, colaboró en los principales periódicos
y revistas, y en unión de Fornaris fundó y dirigió la revista
literaria La Piragua (1856-1857) y editó la segunda colección an-

321 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
tológica que llevó d nombre de Cuba poética (1858).206 En los
primeros tiempos de su actividad literaria fue premiado por su
composición «A Cyrus Fidd» en d certamen dd Liceo de La Habana
(1858), y nueve años después su oda «El trabajo» mereció
igual distinción en otros juegos florales convocados por la misma
institución, pero falleció el 7 de noviembre de 1867, días antes
de obtener ese nuevo lauro.
206 La primera fue compilada por José Fornaris y José Socorro de León
en 1855. En la segunda aparecen Luaces y Fornaris como directores; y en
nuevas ediciones (1859, 1861) figura José Socorro de León como directoreditor.
U-PANORAMA HISTÓRICO

o Libro Sexto
EL OCASO DEL ROMANTICISMO
Y LA REACCIÓN DEL BUEN GUSTO
CONTRA EL MAL GUSTO
XXII
1.-Mendive y la poesía melódica. 2.-Mendive, poeta
civil. 3.-Mendive y el sentimiento separatista. 4.-Mendive,
traductor. 5.-Síntesis biográfica. 6.-La reacción
del buen gusto. 7.-0rgaz y sus acentos patrióticos.
B.-La legión del mal gusto. 9.-Otros cultivadores de
la poesía
1 O MENDIVE Y LA POESíA MELÓDICA
Luaces ha sido mencionado frecuentemente como uno de los restauradores
del buen gusto en la poesía cubana, que a mediados
del siglo XIX estaba en buena parte infestada de prosaísmo y de
vulgaridad. La personalidad rectora de esta reacci6n en favor
de un modo de expresi6n más esmerado fue la de Rafael María
Mendive (1821-1886).
No fue Mendive un gran poeta, pero sí se distingui6 por su
elegancia, por su cottecci6n y por la sonoridad melodiosa de sus
versos. «La gota de rocío», la más conocida y popular de sus composiciones,
es pura música:
¡Cuán bella en la pluma sedosa de un ave,
o en pétalo suave
de nítida flor,
titila en las noches serenas de estío
la diáfana gota de leve rocio
cual vívida estrella de un cielo de amor!

323 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Análogos efectos melódicos obtiene en «La oración de la tarde»,
aunque en tono pausado y grave:
Ya de la tarde el manto misterioso
sobre el callado mundo se desploma,
ya de Venus gentil el disco asoma,
ya triste muere el sol.
Llevemos por el áspero camino,
con religiosa fe} la débil planta}
y oigamos la oraci6n que se levanta
de lágrimas a Dios.
Otra composición de Mendive lleva el sencillo título de «Melodía»,
que cuadraría bien a otras muchas que a su pluma se deben:
Al beso del aura
se inclina la rosa}
vertiendo amorosa
su plácido olor;
y llenos de aroma} de vida y consuelo}
los bosques} los rJos}
las brisas y el cielo
exhalan perfumes de paz y de amor.
Sin salirse de ese orden de sentimientos y emociones elementales,
casi siempre nacidas de la contemplación de la naturaleza,
no menos musicales son los serventesios de «La música de las
palmas»:
¡Oh} son! ¡Oh} voz! Tu mágica armonía
del cielo se desprende en leves giros,
llorosa como el ¡ay! de la agonía
que exhala el coraz6n entre suspiros.
Nada importa que sus ideas poéticas tengan escasa elevación
y trascendencia: la música del verso es lo esencial en este poeta
que, huyendo de todo rebuscamiento de la expresión, supo aunar
la sencillez con la elegancia. No fue un emotivo, a pesar de las

324 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
ternuras hogareñas que evocan sus sáficos «A Paulina». «Único
encanto de mis horas tristes, hija del alma», le dice al empezar,
para a poco poner sordina a su embeleso paternal y expresar que
cuando la ve acariciada por los rayos de la luna, o la oye cantar
como el ave, o llorar como el sauce, o susurrarle dulces palabras
en celeste idioma, se siente transportado a un mundo creado por
su fantasía y se reconcentra en su habitual actitud contemplativa,
con la cual se refunden todas sus ansias de ternura:
Dejo esta vida, y me remonto a un mundo
donde entre sueños la pasión me finge
vastas campiñas de perfumes llenas,
plácidos bosques;
mares inmensos donde el sol dibuja
áureas coronas con sus vivos rayos;
lagos azules, donde airosos bogan
cisnes canoros.
No es extraño que músicos eminentes quisieran traducir al pentagrama
esas inspiraciones: el pianista y compositor norteamericano
Luis Moreau Gottschalk (1829-1869) así 10 hizo con «La
música de las palmas» y «A Paulina»; otro compositor, que a la
vez fue considerado como el primer contrabajista de su tiempo,
Giovanni Battista Bottesini (1823-1899) puso en música «El dfa nebuloso».
Además, una pieza teatral de Mendive, Gulnara (1848),
que é111amaba «juguete lírico» en un acto, y había sido inspirada
por un episodio de El corsario, de Byron, sirvió de libreto a una
ópera del afamado violinista y compositor italiano Luigi Arditi
(1822-1903) .207
1iJ1 Mendive se ensayó en el teatro, pero ninguna obra suya, excepto
Gulnara, subió a escena. Casi todas se han perdido. Del drama La nube
negra se conservan fragmentos manuscritos en la biblioteca de la Universidad
de Las Villas (antigua colección de Francisco de P. Coronado). De sus dramas
Los pobres de espíritu y Un drama en el mar, así como de su poema dramático
Por la patria, sólo han subsistido los titulos.

325 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
2 O MENDIVE, POETA CIVIL
Las cualidades intrínsecas de Mendive palidecían cuando se empeñaba
en ser poeta civil: sus odas «A Italia, en la muerte del
Conde de Cavour» (1861) Y a «Benito Juárez» (1873), no tienen
mérito sobresaliente, aunque atesoran severa corrección, sobre todo
la dedicada a la memoria de Juárez. Más inspirado se manifestó
en «Los dormidos», donde recoge, con mayor brillo, una idea desarrollada
antes por Milanés en una composición a la cual se suele
dar igual título, aunque fue publicada con el de «Después del
festín» es una admonición contra la indolencia de los que disfrutan
alegremente de la vida sin parar mientes en las angustias
e inquietudes de la comunidad a que pertenecen:
¡Silencio! No despierten
aquellos que dormidos
los encontró en Sodoma
la cólera de Dios.
Dejad que en blando sueño
o en liviandad sumidos
sucumban sin que el mundo
les dé su triste adiós.
Esclavos del deleite,
soportan con paciencia
el látigo a la espalda
y la cadena al pie;
que tanto alcanza y puede
la humana indiferencia
cuando le arranca al hombre
del corazón la fe.
De torpes saturnales
agítanse en la danza
buscando en ella lúbricos
placeres que gozar ...

327 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
de;ad que en lecho blando
sorprenda a los dormidos
de la celeste c6lera
el rayo vengador.
Esas siete estrofas constituyen la compoSlClon, tal y como la
dio a conocer Mendive cuando pudo publicarla en Cuba, y así
figura en la edición de sus Poesías impresa en La Habana en 1883;
pero el texto primitivo, que corresponde al momento en que Mendive
era emigrado político, durante la Guerra de los Diez Años,
iba mucho más lejos en sus demandas reivindicadoras para el pueblo
de Cuba y en su decidida adhesión y aplauso a los cubanos que
luchaban por la independencia. Aún así, con el texto mutilado,
la condena contra la inacción de los que podían aunar sus esfuerzos
para redimir a Cuba del régimen colonial, era transparente.
Un versificador villaclareño, Carlos Genaro Valdés (1843-
1890), exhortó, sin embargo, a Mendive a hacer más enérgica su
prédica y a despertar a los dormidos:
Entona un canto enérgico,
¡oh bardo generoso!,
¡y a los patriotas ínclitos
el polvo haz sacudir!
Despierta a tantos ;6venes
que en sueño bochornoso
sumidos, no apercíbense
el mal a combatir.
( « j Despiértalos! » ) 208
¿Desconocía Carlos Genaro Valdés la primera versión de la
poesía de Mendive, que fue escrita en Nassau, en 1875, y publicada
con el seudónimo anagramático de Armand Flavié en el pe-
208 Carlos Genaro Valdés publicó un tomo de versos, Vergonzosas (1867),
otro de artículos, discursos y poesías, Un ramo de acacias (1879), y una
selección de cantos cubanos, Tesoro popular, en dos tomos (1879-1883), a
más de un pequeño volumen con Rasgos de Emilio Castelar (1872).

328 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
riódico La Independencia, de Nueva York? Esa primera verSlon
se componía de trece estrofas, en vez de las siete que la integran
en la tercera edición de las Poesías de Mendive (1883). Sólo una
de esas siete estrofas, la que ocupa el quinto lugar (

329 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
de aquellas pobres madres
que inermes, ¡ay!, sufrieron
en tan terrrble Gólgota
un siglo de dolor!
Son ellos, los que ciegos
no han visto del Oriente
venir el fuego sacro
brindándoles la luz/
ni el sobrehumano esfuerzo
del Camagüey valiente,
que hoy lleva por escudo
dos palmas y una cruz.
Ya asoma en Cinco-Villas
fatídica la tea
que lleva del incendio
el rayo vengador;
y en medio de las llamas
la patria se recrea,
al ver que están dormidos
los hijos del en·or.
Veremos cuando el fuego
penetre en sus moradas
y audaz les arrebate
haste i la luz áel sol,
si encuentran un refugio
sus almas depravadas
en el maldito alcázar
del déspota español.
¡Atrás, dirá la patria,·
atrás, los que sirvieron
humildes, como esclavos

JJO o MAX HENRfQUEZ UREÑA
de eunucos, al Sultán;
atrás, los sibaritas
que cinicos bebieron
el opio que los hizo
sectarios del dios-pan!
A pesar de la exaltación de su sentimiento patriótico, esas estrofas
no son más que un grito de guerra. Resplandece en ellas
el patriota, pero no el poeta. Desde el punto de vista puramente
literario, la composici6n mejoró al suprimirlas. «Los dormidos»,
en su forma definitiva, ha quedado como la mejor muestra de
poesía civil de Mendive.
3 O MENDIVE y EL SENTIMIENTO SEPARATISTA
De los sentimientos separatistas de Mendive hay algún eco más
en las colecciones que de sus poesías se publicaron. A¡;f en «La
música de las palmas»:
¡Oh, Cuba! Yo bendigo entusiasmado
la cuna en que nací bajo tu cielo,
y este raudal inmenso que me has dado
de evangélico amor y de consuelo.
En ti bendigo yo las maravillas
con que el cielo nos brinda a todas horas
que tú a mis ojos más hermosa brillas
cuanto más triste JI oprimida lloras.
Dos elegías traducen más vivamente su emoción patriótica,
pero no pudieron figurar en esas colecciones, publicadas en Cuba
durante el régimen colonial: una oda dedicada al fusilamiento de
los estudiantes inmolados el 27 de noviembre de 1871, y un soneto
a la memoria de Francisco Vicente Aguilera, que se cierra con
este vibrante homenaje:
Si de la patria el templo se desploma,
sobre sus ruinas se alzará tu estrella,
la estrella de los mártires de Roma.

331 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Más enérgica aún es su composición «Una página del libro de
la patria» escrita mientras decursaba la Guerra de los Diez Años
y Mendive se encontraba emigrado en los Estados Unidos. Empero,
a pesar de su noble inspiraci6n y ardiente patriotismo, tanto
ésa como otras composiciones de análoga entonaci6n resultan inferiores
al resto de la producci6n de Mendive, que en ellas se
vuelve declamatorio y hace dejación de su elegancia habitual. Díganlo
si no estos fragmentos:
Pero Cuba ... , la perla de los mares,
la esclava del placer, adormecida
al rumor de sus ínclitos palmares;
viviendo de una vida, que no es vida,
sino la muerte horrible
de un pueblo sibarita;
Cuba tamhién levántese terrible,
y «¡Fuera España!», belicosa grita.
¿Y la España?.. Esa España que va atada
al carro del proc6nsul Valmaseda;
la España que en puñal troc6 su espada
y puso a la ¡uslicia en almoneda¡
la que de Cuba hizo
inagotable fuente
de muerte, para el pobre advenedizo;
de infamia, para el déspota insolente.
¿Y qué: la humanidad no se estremece
ante tanto dolor e infamia tanta?
¿ La libertad de América enmudece?
¿Sucumbe Cuba hollada por la planta
de un torpe tiranuelo,
de gente mercenaria ... ?
¡No; que ya brilla en el azul del cielo
espléndida la estrella solitaria!

332 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
Mendive hizo gala de su fantasía descriptiva en {{Bgjo los lirios
azules», uno de los romances de más atrayente sonoridad que se
han escrito en Cuba. Otro romance suyo, «Yumurí», tributo de
simpatía a Matanzas, donde vivió algunos años ya al final de su
vida, ha sido frecuentemente celebrado aunque no tiene igual musicalidad
y el círculo de ideas en que se mueve el poeta resulta
bastante estrecho.
4 O MENDIVE, TRADUCTOR
Tanto o más renombre que sus poesías originales le ganaron sus
traducciones e imitaciones, ya que en ellas hay mayor riqueza
de conceptos, envueltos en el ropaje de su habitual distinción y
elegancia. Las más notables son sus imitaciones de las Melodías
irlandesas, de Thomas Moore, que reunió en un folleto (1863),
y de unas cuantas poesías de Víctor Rugo. A su vez, Mendive fue
traducido a varios idiomas.:IIl!I
5 O SÍNTESIS BIOGRÁFICA
Mendive fue un apóstol de la cultura. Estudió Filosofía en el
Seminario de san Carlos; cursó la carrera de Leyes en la Univer-
209 Tanto Calcagno en su Diccionario biográfico cubano, como Salvador
Salazar en su Historta de la literatura cubana, y otros autores más, anotan
que una poesía de Mendive, «La sonrisa virginal» (a la que erróneamente
dan por título «La sonrisa de la virgen»), fue traducida al inglés por Longfellow.
No aparece esa traducci6n, sin embargo, en las más autorizadas ediciones
de las poesías de Longfellow: la Riverside Edition (1886) Y la Cambridge
Edition (1893) de The complete poetícal works of Henry Wadsworth
Longfell8w. También apunta Calcagno que Mendive publicó en Nuevo Mundo
(quiso decir El Mundo Nuevo, que dirigió Piñeyro en Nueva York de 1871
a 1876), fragmentos de un poema, «El valle de los suspiros», pero el poema
que publicó Mendive en ese peri6dico, y no recogió en su colección de Poesías,
fue «La flor marchita» (1873). El poema que pensó Mendive intitular «El
valle de los suspiros» recibi6 después el nombre de «Cuento de amores»,
y corre inserto en la segunda edici6u de Poesías de Mendive (1883). Salazar,
sin embargo, menciona «El valle de 106 suspiros» como si fuera la traducción
de un poema de Longfellow.

333 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
sidad y de 1849 a 1852 viajó por los Estados Unidos, España,
Francia e Italia. Tomó parte, desde muy joven, en diversos empeños
periodísticos: fundó con José Gonzalo Roldán, la revista
mensual Flores del Siglo (1845-1846), con José Quintín Suzarte,
El Artista (1848) Y con José de Jesús Quintiliano García, la
Revista de La Habana (1853-1856), y tanto en esos como en otros
periódicos publicó, además de algunos versos, artículos sobre asuntos
diversos. Desde la secretaría del Liceo de La Habana promovió
concursos literarios y favoreció la publicación de la revista de esa
Sociedad. Ejerció el magisterio, y fue designado por concurso,
en 1865, para hacerse cargo de la dirección del Colegio Superior
Municipal de Varones, de la ciudad de La Habana; pero, ante todo,
fue un verdadero maestro de la juventud, y contó entre sus discípulos
a José Martí, que en conmovedora carta le decía en 1869:
«Si me siento con fuerzas para ser verdaderamente un hombre,
sólo a usted lo debo, y de usted, s610 de usted, es cuanto de
bueno y cariñoso tengo.»
Por sus ideas separatistas, Mendive fue reducido a prisión en
1869 y deportado a España. De allí pudo encaminarse después a
los Estados Unidos, y con excepción de algunos meses que vivió
en la antilia inglesa de Nassau, permaneció en Nueva York todo
el tiempo que duró la guerra separatista de los Diez Años, hasta
que, firmada la Paz del Zanjón, se reintegró a Cuba en 1878.
En sus últimos años dirigi6 en Matanzas el Diario Liberal. Murió
en La Habana poco tiempo después, en 1886. 210
210 El primer volumen de versos de Mendive fue Pasionarias (1847);
vino después el que lleva por título Poesías (1860), con prólogo de Manuel
Cañete; y de ese segundo volumen se hizo nueva edición en 1883, agregándole
unas notas biográficas por Vidal Morales y Morales. Su traducción de
las Melodías irlandesas de Thomas Moore vio la luz en Nueva York, en 1863
(un tomito de 55 pp.), y de ellas se hizo, también en Nueva York, una
segunda edición en 1875. El libreto de la ópera Gulnara (mal llamada zarzuela
por algunos), se publicó el mismo año de su estreno en el Teatro
Tacón (1848, 15 pp.).

335 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
y vacío de formas el entendimiento,.. En la más aceptable de sus
composiciones, «Dios», la adjetivación suele ser infeliz; «escogido»
en su cántico al Señor, «gigante» el trueno, «loca» la materia, para
no hablar de que, buscando consonante a «noche», imagina una carrocería
celeste y pide a Dios: «viertan fuego las ruedas de tu
coche». De todas suertes, esa composición tiene momentos afortunados,
yeso explica la preferencia que por ella han mostrado
algunos antologistas.
Orgaz se encaminó, joven aún, a España, donde se dedicó al
periodismo. No sólo de su prosa periodística, sino también de su
verso, se valió para denunciar en Cuba la ausencia de libertades
dentro del régimen colonial. Su libro Preludios del arpa se abre
con estos versos:
Triste cantor de la cubana orilla,
donde mutre en su cuna el pensamiento,
donde si el genio enrojecido brilla
es un crImen su noble atrevimiento.
¡Inspiraci6n!, inspiraci6n nos sobra;
campo nos falta, libertad querida,
que el pensador, apenas se recobra,
hunde en el polvo su existencia herida.
En una epístola «A Zorrilla» escrita antes de partir de Cuba, 10
exhorta de esta suerte:
Ven a cantar sobre este rico suelo
que implora en vano libertad de España ...
pero más adelante le dice:
No vengas, no; que la brillante espuma,
el trueno, el rayo, el sol enrojecido,
todo se apaga en la espantosa bruma
de un pueblo entre cadenas adormido.

338 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Foxá, pues nacieron ambos en 1822; el otro era Rafael María Mendive,
también amigo y coetáneo de Foxá, pero que en casos como
éste prefería callar ...
En 1853 Mendíve se uni6 a Ram6n Zambrana, José Gonzalo
Ro1dán y Felipe L6pez de Briñas para publicar un tomo con una
selección de versos de cada uno de ellos, al amparo de este título:
Cuatro laúdes.
De los tres amigos que colaboraron con Mendive en este tomo,
e! que más se le aproximaba en el cuidado de la expresión era precisamente
el que no tenía temperamento poético: Ramón Zambrana
(1817-1866). Zambrana era ante todo hombre de ciencia; y en el
campo de las letras alcanzó mayor crédito como crítico y como
orador académico; pero no era un poeta, ni cultivó la poesía sino
ocasionalmente. Fue simplemente un versificador modesto y sencillo,
que jamás se elevó a gran altura.
Otro es el caso de Felipe López de Briñas (1822-1877), que
siempre fue pródigo en incorrecciones y descuidos, aunque no carecía
de temperamento lírico. Mitjans censuraba su falta de respeto
al idioma, y comentaba: «arrastrado por la imaginación y atendiendo
sólo al efecto musical del verso, suele escribir frases disparatadas».
Manuel de la Cruz 10 juzgaba «incorrectísimo y vulgar».
Cabe agregar en su contra otro defecto, el más común entre los
paladines del mal gusto, cuyo ascendiente perduró largo tiempo:
el prosaísmo. En la composición más conocida de López de Briñas,
un «Canto sáfico», que sólo por un espíritu de tolerancia en relación
con el momento histórico ha sido incluido en diversas antologías,
brotan a cada paso las expresiones prosaicas: empiezan por
invitar a su «caro bien» a que despierte en sus brazos, porque
«ya no es de noche»; y luego insiste: «abre tus ojos, compañera
mía, deja el descanso,>; para pedirle que el sudor que por su bien
derrama el esposo, «no en balde sea», extasiarse ante los «preciosos
sazonados frutos que refrigeran», y ofrecerle:
y o haré que brilles ante el sol indiano
como las bellas de la antigua Cuba,
y haré en mi esposa revivir un tipo,
tipo que adoro.

339 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Estrofas de análoga insulsez y tontería abundan en otras composiciones
suyas, como «La flor y las estrellas», en las que hay
flores que sonríen y besan:
y las flores que el viento remecía
con mágico embeleso,
a la azulada flor que sonreía
le bril1c1 aban un beso.
Sin que falte el socorrido y mezquino rimar de dos gerundios:
y la flor de pasión, de orgullo llena,
iba palideciendo
y en la extensión de la floresta amena
la vio el cielo muriendo.
Otras veces es sencillamente disparatado:
Me verás alumbrar la superficie
de la región vacía ...
( «La estrella y el soL»)
.. . Rompen del mor el esmaltado lomo ...
(

340 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
aquí me;or con el amor se goza,
nada hay aquí funesto.
Quita ya de tu frente
el que te he regalado esta mañana
clavel fresco y luciente;
sus hoias esparciera el raudo viento.
Nada temas, mi bien, próspera estrella
ha el peligro llevado ...
Otras veces no acierta a concretar el concepto que quiere expresar,
y es al mismo tiempo inelegante y, desde luego, prosaico:
Porque alcancé que en tu mente
buen pensamiento dormía;
nada para el alma fría,
mucho para el alma ardiente.
(

341 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
... Siento en mi sien tu aliento resbalando
y contemplo tu seno palpitando ...
Yo te contemplo como entonces, riente,
mi suave lecho columpiar cantando ...
Si en tu frente castísima sintieras
mi lágrtma caer cuajada y fría ...
Iguales descuidos hay en todo el volumen. Para él, un huracán
que se desata en Cuba es «hijo... de la torpe maldad» y «en trizas
convierte la real corona». Si se dirige «A las cubanas», establece
un paralelo entre su propio destino y el de ellas, a las que alude
mediante el pronombre vos:
Amar J' sólo amar es mi destino,
amar y sólo amar es el de vos ... 214
Aun así, López de Briñas, Roldán y Blanchié resultan versificadores
aceptables si se les compara con Antonio Vinajeras [1832·
1904], cuyos son estos versos:
y es tu belleza tan seductora
que quien te mira, presto te adora
como una cosa muy natural ...
(

343 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
9 O OTROS CULTIVADORES DE LA POESÍA
Otros versificadores y poetas de aquel tlempo, menos incorrectos y
disparatados, pueden merecer siquiera una escueta mención: Ignacio
María de Acosta (1814-1871), que se consagró al magisterio y era
letrado a la vez que maestro, dejó un tomo de poesías, entre las
cuales alcanzaron extensa popularidad, principalmente en el mundo
escolar, el romance «Cuba», descripción geográfico-histórica escrita
con propósitos didácticos, y «El carretero y el eco», ingenioso
juguete poético, que pertenece al género de composiciones en que
el eco repite las sílabas finales de cada estrofa. 216
Francisco Javier Balmaseda (1823-1907) fue poeta de pobre
inspiración, pero hay que recordarlo como fabulista. Sus Fábulas
morales (1860) no son la adaptación de otras de autores célebres:
son de creación propia, y superiores por todos conceptos a sus
otros libros de versos: Rimas cubanas (1846), que prologó José
Gonzalo Roldán, y Poesías (1887). Escribió también dos novelas
sociales de ambiente cubano, quizá con poco arte, pero con gran
firmeza de ideas: Clementina (Cartagena, 1897); Los ebrios o La
familia de Juan Candaya (1903). Menos acierto tuvo en el teatro.
Fue patriota dignísímo. Deportado a Fernando Poo en 1869, escapó
a poco de allí y se trasladó a los Estados Unidos. La relación
de las penalidades que había sufrido entonces le dio tema para
un volumen que lleva por título Los confinados de Fernando Poo
(Nueva York, 1869), que incluye al final sus Impresiones de un
viaje a Guinea. En El míscelánico (1894) recogió multitud de
216 Las Poelías de Ignacio María de Acosta fueron recogidas por un hermano
suyo en un volumen póstumo (Nueva York, 1893}.
jeras); André Piquer el ses CEuvres, MontpeIlier, 1861; Ideas, París, 1868; Los
elementos ;óvenes de la Unión Liberal, Madrid, 1865; El pan del pueblo.
ofrenda a S. M. la Reina de España, Madrid, 1866; «A la memoria de mi
padre., poesía, Madrid, 1868; «Discurso» leído en la Universidad de Salamanca
al recibir la lnvestidura de doctor en Derecho, Salamanca, 1869; Bosque;o
crítico de la «Vida de lord Byron» de don Emilio Castelari Virtud o
crimen, drama, Matanzas, 1879; La vida de Cristóbal Colón, Madrid, 1891.

345 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
tanto por lo que ha publicado, como por esas páginas sollozantes
en que pinta escenas ignominiosas para el pueblo donde suceden».
Para Del Monte, las Elegías cubanas de Matamoros «se distinguen
por la suavidad dI! la versificación y por los generosos sentimientos
que descubren en su autor: en todas hace referencia a la suerte
Infeliz de los esclavos de esta Isla». La índole de esas composiciones
expiica por qué no podían publicarse en Cuba; y es lástima,
porque las restantes producciones de Matamoros, dispersas en las
revistas literarias y en colecciones como Cuba poética, sólo nos dan
a conocer a un versificador de estro fácil, que a veces tocó con
acierto la nota intimista, pero ninguna de ellas revela un verdadero
poeta.
Entre los versificadores que surgieron a mediados del siglo XIX
en Villaclara, cabe recordar al periodista y maestro Eligio Eulogio
Ca piró (1825-1859), cantor sentimental al modo romántico/lO a
Antonio Vidaurreta y Alvarez (1832-1899), que se significó como
ferviente admirador e imitador de Núñez de Arce, en cuyo loor
escribió uno de sus más conocidos cantos,221 y Miguel Jerónimo
Gutiérrez (1822-1871), que si en algunas composiciones mostró
afición por la poesía moralizadora, 8 la manera de Milanés, aunque
con menos brillante estro (

346 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Para cerrar esta relaci6n de cultivadores del verso que, aunque
en grado menor, disfrutaron de cierta popularidad en su tiempo
y gozaron de alguna significaci6n por su devoción a la cultura literaria,
puede agregarse el nombre de José Socorro de León (1831-
1869), que aunque es acaso el menos valloso de todos ellos, mostró
siempre el más celoso empeño por la difusión de las letras y cooperó
en la publicaci6n de las diversas ediciones de la colección Cuba
poética. De todas suertes, sus versos, en su mayoría de tipo jocoso,
valen poco.m
223 José Socorro de León, que llevó una vida modesta y murió desempeñando
el cargo de bedel en la Universidad de La Habana, publicó tres libros
de versos: Ensayos poéticos (1852), Flores silvestres (1853) y Colecci6n de
versos (1857), además de la comedia de costumbres cubanas Garrotazo y tente
tieso, en un acto (186;).

XXIII
1.-Zenea: su excepcional sensibilidad poética. 2.-La
influencia de Musset. 3.-Otras influencias. 4.-Rasgos
biográficos. 5.-Adah Menken. 6.-Versos políticos.
l.-Activzdades políticas en la emigración. 8.-Paréntesis
habanero. 9.-El arte del retoque en Zenea. 10.­
Trabajos en prosa. 11.-De nuevo en la emigración.
J2.-EI plan Moret-Azcárate. 13.-EI Diario de un
mártir. 14.-EI proceso
1 O ZENEA:
su EXCEPCIONAL SENSIBILIDAD POÉTICA
El más alto representante de la reacción que se dio en llamar
«restauración del buen gusto», fue Juan Clemente Zenea (1832-
1871 ), algo más joven que Mendive y que Luaces: Mendive le
llevaba once años; Luaces, seis.
La personalidad de Zenea no significa simplemente repulsa
al desaliño de la forma o retorno hacia una expresión poética más
esmerada: significa algo más, ya que es la revdación de una sensibilidad
poética de calidad excepcional, como hasta entonces no
se había manifestado en las letras cubanas. Era un «hijo del siglo»,
como podía haberlo llamado Musset, con quien se identificaba en
aquella hora crepuscular de la moda romántica: melancolía, ternura
y desencanto se conjugaban en él para culminar en un romántieÍsmo
de suaves matices, sin estridencias quejumbrosas ni torpes
descuidos de forma.
2 O LA INFLUENCIA DE MUSSET
Musset, han afirmado muchos, fue su modelo. Por lo menos, fue
el poeta cuya influencia se manifestó de manera más sostenida
a lo largo de la obra de Zenea; pero no se trata simplemente de
una influencia, sino de una sorprendente afinidad de temperamentos.

348 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
La huella de Musset se encuentra a cada paso en Zenell, que en
ocasiones reproduce, sin alteraciones esenciales, un concepto o una
imagen ya apuntados por el gran romántico francés. En el romance
«Fidelia» (1858) hay algunos renglones que son eco fiel de otros
de «Souvenir» (1841), de Musset, según ya señaló Enrique Piñeyro:
Ils prirent a témoin de leur ¡oie éphémere
un cíel touiours voilé qui change a tout moment,
et des astres sans nom que leur propre lumiere
dévore a tout momento
Tout mourait autour d'eux, l'oiseau dans le feuillage,
la fleur entre leurs mams, l'insecte sour leurs pieds,
la source desséchée OU vacillait l'image
de leurs traits oubliés.
(

349 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Paralelamente, en el «Nocturno» de En días de esclavitud,
Zenea clama por «otra patria, otro siglo y otros hombres», y agrega:
que aquella edad con que soñé no asoma,
con mi país de promisión no acierto ¡
¡mis tiempos son los de la antigua Roma,
y mis hermanos con la Crecía han muerto!
A su vez Musset, según anotó Rafael María Merchán, habia
exclamado, evocando a Grecia:
le suis un citoyen de tes siecles antiques¡
mon ame, avec l'abeille, erre sous tes portiques.
La langue de ton peuple, 6 Crece! peut mourir¡
nous pouvons oublier le nom de tes montagnes¡
mais qu'en feuillant le sein de tes blondes campagnes
nos regards lout lJ coup viennenl lJ découvrir
quelque Dieu de tes boís, quelque Vénus perdue ...
La langue que parlait le coeur de Phidias
sera touiours vivante et touiours entendue¡
les marbres tont apprise, et ne l'oublieront paso
(

351 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
ya no más en las noches Jel estío
poJrá vagar sobre el marfil Jel piano ...
(Zenea.)
Cercano parentesco con «Lucía» tiene «Fidelia», primera composición
de alto mérito escrita por Zenea, con la que se inicia su
producción de madurez. Cierto que en alguno que otro momento
la inspiración parece provenir del «Souvenir» de Musset; pero
«Souvenir» es el lamento que provoca el desvío de una inconstante,
mientras que «Lucía», al igual que «Fidelia», evoca un amor roto
por la muerte, no por la inconstancia.
En «Souvenir» hay arrebatos de indignación acusadora:
Et pourtant j'aurais pu marcher alors vers elle,
entourer de mes bras ce sein vide et glacé
et j'aurais pu crier: «Qu'as-tu /ait, in/idele:
Qu'as-tu /ait du passé?»
En «Fidelia», no. En «Fidelia», al igual que en «Lucía» el
recuerdo de la amada muerta permanece intacto en su pureza. Y si
hay alguna culpa, no será de Fidelia, sino del propio amante:
Con estos temores vagos
partí a le;anas riberas,
y allá bañé mis memorias
con una lágrima acerba.
Juzgué su amor por el mío,
entibi6se mi firmeza,
y en la Juda Jel retorno
olvidé su imagen bella.
Pero al volver a mis playas
¿qué cosa Dios me reserva? ..
¡Un duro remordimiento,
y el cadáver de Fidelia!
Ba;a Arturo al Occidente
bañado en púrpura regia

353 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
pero la salud de ella decaía sensiblemente. Solían ir juntos de paseo
a Hoboken, cruzando el Hudson en lerry-boat. Los médicos ordenaron
a la enfelma el mayor reposo, y esas excursiones se interrumpieron.
Declarada la tuberculosis pulmonar, la muerte no tardó en
venir en busca de Fidelia. La novela finaliza con el romance que
dio fama a Zenea, a quien desde entonces llamaron en Cuba «el
cantor de "Fidelia"».Z26
3 O OTRAS INFLUENCIAS
De los otros grandes románticos franceses sólo hay raras huellas
en Zenea. Hay, sin duda, ecos de Lamartine, de quien tradujo un
fragmento de Jocelyn y dos breves composiciones (

}54 o M¡\X HENRÍQUEZ UREÑA
Alude Zenea a estas estrofas de la conocida composición de
Lamartine:
Mon Dieu, donne l'onde aux ¡ontaines,
donne la plume aux passereaux
et la laine aux petits agneaux,
et l'ombre et la rosée aux plaines.
Donne aux malades la santé,
au mendiant le pain qu'il pleure,
a l'orphelin une demeure,
au prisionnier la liberté.
También recordó Zenea a Lamartine cuando, como epígrafe de
su poesía «Amor predestinado», citó este pareado del poeta francés:
Ah! e'est elle! Q mon eouer! tu ne peux t'y tromper,
nulle autre d'un lel eoup ne pouvait te frapper.
De esos versos hay un eco remoto en los de Zenea:
¡Es ella! -di¡e yo-, ¡la verde palma
de mi esperanza, mi ilusión más bella!
¡ Es ella, sí! -me respondió mi alma-:
¡Es ella, sí, es ella!
(Joeelyn.)
Son en verdad insignificantes esas concomitancias con Lamartine,
semejantes a las que siempre pueden señalarse entre poetas
de una misma época. Con Víctor Hugo los nexos son aún menos
evidentes, pues al revés de otros poetas de aquel tiempo, Zenea
no tradujo una sola línea de Víctor Hugo, y no se puede tomar en
serio la observación de que puede haber un eco de «La oración
por todos» (1831), en las quintillas de «Ora pro nobis», cuando
Zenea exhorta a una niña para que rece (

355 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Hay otro caso, señalado por Merchán, en el que la hipótesis
de una influencia de Víctor Hugo sobre Zenea es insostenible, y
que un simple cotejo de fechas podría servir para plantear a la
inversa. En sus quintillas «A Rita Osma», escritas en diciembre
de 1860, Zenea dice:
Es tu voz, o el tono grave
de un coraz6n que está en calma,
o una música tan suave,
que parece que hay un ave
que está cantando en tu alma.
Víctor Hugo, en el idilio «Segrais» (inserto en la segunda serie
de La légende des siecles, 1877), trae esta imagen, que tiene algún
parentesco con la de Zenea:
Quand elle parle, on croÍl entendre ó bois prolond
un rossignol chanter au-dessus de son Iront.
Cuando Víctor Hugo escribió esos versos, se habían cumplido
seis años de la muerte de Zenea.
De Leopardi, a quien mucho admiraba, puso Zenea en español
dos composiciones: «Desengaño» y «Lo infinito».227 De Byron nada
tradujo. Las otras traducciones hechas por Zenea pueden acusar
alguna simpatía por un autor determinado, pero no una influencia
concreta: de Tennyson, el fragmento XVI (

356 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
celebradas, «El arpa», del poeta sueco A. A. Grafstrom¡ y, en fin,
tuvo la curiosidad de traducir del francés, en romance, una composición,
«Las Antillas», de un nativo de la isla de la Cuadalupe,
cuyo nombre ni siquiera menciona: se trata de Nicolás-Germain
Léonard (1744-1793), que en esos versos da suelta a su nostálgico
anhelo de volver a su tierra nativa, pues Léonard pasó la mayor
parte de su vida en Francia. Acaso tal circunstancia motivó la
simpatía de Zenea por esos versos, ya que en sus ausencias siempre
evocó a Cuba con honda emoción.
Las influencias españolas son escasas en Zenea, al menos de
un modo preciso. Algún eco perdido habían de dejar en él los
clásicos del siglo de oro, y no es ocioso recordar que en sus mocedades
pergeñó un deplorable «Romance escrito en antiguo español»
(El Almendares, t. 1,1852); pero en todo caso, más afinidad podía
tener con sus contemporáneos y, entre éstos, con Espronceda, aunque
no mucha. Menéndez y Pelayo declara categóricamente: «Juan Clemente
Zenes, poeta elegíaco y erótico... En su modo de sentir,
como en su modo de escribir, fue mucho más francés que español,
y más amigo de Alfredo de Musset que de los nuestros.»229
No es extraño que así fuera, puesto que desde su primera juventud
Zenea leyó, tanto a los autores franceses como a los ingleses,
en la propia lengua de cada uno de ellos.
4 O RASGOS BIOGRÁFICOS
De Bayamc, donde vio la luz el 24 de febrero de 1832, llegó Zenea
a La Habana a los trece años de edad. Era hijo de un soldado
nativo de Cuba, el teniente Rafael Zenea y Luz, y de Celestina Fornaris
y Luque, hermana mayor del poeta José Fornaris. En la
Habana quedó bajo la tutela de su tío Evaristo Zenea, pues su
padre hubo de encaminarse a España por exigencias del servicio
militar. Casi se formó sin maestros, y a los diecisiete años sentó
plaza de redactor del diario La Prensa de La Habana: allí, amparado
por el seudónimo Adolfo de la Azucena, muy propio de la época
229 Horacio en España, t. n, p. 267, Madrid, 1885.

358 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
impresIones sobre la vida y las costumbres, apuntes literarios, divagaciones
.. _ Años después, en El Almendares¡ reanud6 esa sección:
los siguientes títulos de los artículos a que dio cabida en ella bastan
para dar idea del carácter miscelánico que quiso darle: «La rosa
blanca», «EducacJón de las mujeres», «A las bellas matanceras»,
«Felicia», «Matanzas» ...
5 D ADAH MENKEN
Estudiaba Zenea con ahínco el francés y el inglés. Una circunstancia
imprevista vino a colmar su anhelo de perfeccionar el conocimiento
de ambos idiomas: llegó a La Habana una compañía
de espectáculos de la cual formaban parte dos danzarinas que se
presentaban como hermanas: los carteles las anunciaban como «The
Tbeodore sisters». Zenea, a quien fue fácil conocerlas apenas llegaron,
a título de periodista, trató íntimamente a una de ellas,
Adelaida (que después uSÓ el nombre de Adah), nacida en Nueva
Orleáns en 1835. Aún no había cumplido ella dieciséis años, pero
poseía cultura no escasa y fina inteligencia, y escribía versos. Pocos
años después de su Visita a Cuba, en 1856, casó en primeras nupcias
con Alexander 1saacs Menken, y adoptó el nombre de Adah, eliminando
letras del de Adelaida, y uniéndolo al apellido de su esposo.
Ése fue su nombre definitivo como artista, Adah Menken, a pesar
de que, deshecho a poco su primer matrimonio, tuvo como segundo
esposo al pugilista John C. Heenan, como tercero a J. H. Newell,
y como cuarto y último a James Barelay. Adquirió renombre como
actriz, tanto por su talento como por su presencia escultural, y fue
aplaudida en Londres y en París como intérprete de obras en las
que podía lucir sus dotes histriónicas junto con su acrobacia de
écuyere y sus habilidades de ballerina: así en una escenificación.
de Mazeppa} representada en el Asdey de Londres; así también
en Les pira tes de 1" savane} drama truculento que se mantuvo
sección. El seudónimo habitual de Zenea era Adolfo de la Azucena, cuando
no firmaba con sus iniciales JCZ o sólo con la última, Z. Esporádicamente
usó algún otro: Ego-queque (El Regañón, 1869), y al frente de los cuentos
que tradujo de Laboulaye, eUn Ami¡o de la Juventud., 1864.

359 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
largo tiempo en la escena del Gaite de París, y que fue escrito para
ella por dos autores de inferior categoría, Anicet Bourgeois y Ferdinand
Dugué. Publicó Adah Menken dos libros de versos en
inglés: uno, MemorIas (18.56), con la firma Indígena; otro, Infelicia
( 1868), que dedicó a Dickens, cuya amistad cultivó en Londres,
al igual que la del novelista Charles Reade y la del poeta Swinburne,
entonces en el comienzo de su carrera; así como en París mantuvo
relaciones con Tbéophile Gautier y fue amante de Alejandro Dumas,
que ya alcanzaba edad provecta y se encontraba en el apogeo de
su popularidad. Adah, al morir en París, víctima de una pulmonía
fulminante, no tenía más de treinta y tres años. 232
Zenea perfeccionó su conocimiento del inglés y del francés al
lado de esa mujer nada vulgar, para quien ambos idiomas tenían
el carácter de lengua materna, cosa frecuente entonces en el lugar
de su nacimiento, aparte de que, si bien su padre era de origen
británico, su madre era bordelesa. Durante los meses que permaneció
la artista en La Habana, Zenea la veía a diario; juntos paseaban
por calles y parques, hacían lecturas y recitaban versos.
El idilio se interrumpió cuando ella tuvo que regresar a Nueva
OrIeáns, terminada la temporada del espectáculo en que trabajaba.
Los dos amantes no pensaron acaso que en breve plazo la
suerte habría de reunirlos de nuevo.
6 O VERSOS POLÍTICOS
Con motivo del último intento de invasión de Narciso López, que
culminó en la captura y ejecución del audaz jefe revolucionario,
fueron fusilados en La Habana cincuenta expedicionarios que
232 La Enciclopedia Británica recoge la versión de que Adah se llamaba
Dolores Adios Fuertes y era hija de un judío español. Esa supuesta filiación
ha corrido fortuna, pues aparece también en otras enciclopedias; pero al ser
reimpreso el libro Inlelicia en Londres (1888), la biografía que se inserta al
frente, con datos fidedignos, le adjudica el nombre de Adelaida Mac Cord,
y anota que era hija de un negociante británico. El nombre del primer esposo,
para la Enciclopedia Británica, es John; para otros repertorios y para el biógrafo
de Inlelicia, AlexWlder, israelita, músico de profesión. Al casar5C con él,
dla adoptó la religión del esposo.

360 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
habían caído prisioneros antes que el propio López. Algunos despojos
de los victimados fueron paseados por la soldadesca, que
recorrió entre vítores las calles de La Habana. Zenea expresó su
indignación en una oda a la cual puso por tÍtulo la fecha del luctuoso
acontecimiento: «16 de agosto de 1851.» Esa oda es la primera
poesía patriótica que escribió, y aunque abunda en versos
sonoros, se resiente del tono altisonante de la época; aparte de
que Zenea, cuando abandonaba el lamento elegíaco o el discreteo
amoroso, se encontraba fuera de su 6rbíta poética: por eso las
mejores poesías que le inspiró su fervor patriótico son aquellas
que, como «En días de esclavitud», mantienen la tónica elegíaca,
sin inútiles estridencias.
En su silva «16 de agosto de 1851» no faltan buenos versos,
pero desde el inicio se advierte que su pensamiento se diluye y
alarga lenta y trabajosamente:
Cual manada de lobos carniceros
que ba;a de los montes a los llanos,
y al olor de la sangre que gotea
del seno de los tímidos corderos
donde su garra hundieron los milanos,
se arroían en tropel sobre la aldea
y al ver a los pastores afligidos
que el triste fin de su rebaño lloran,
prorrumpen en aullidos,
y arrebatan la presa de sus manos,
y hambrientos allí mismo la devoran;
así yo vi la muchedumbre un día,
como bestias feroces
al olor del cadáver insepulto,
las plazas y las calles recorriendo,
y en medio de su estúpida alegría,
al grave son del militar estruendo,
ensordecer el aire con sus voces
y arro;arse en tumulto
a las aras lunestas
de b4rbaros suplidos,

361 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
y sobre el cuerpo de los hombres yertos,
soltando riendas a insolentes vicios,
saciar su rabia en bacanales fiestas,
y hacer pedazos y escupir los muertos!
Zenea era amigo del impresor y periodista Eduardo Facciolo,
que en junio de 1852, asocIado a Juan Bellido de Luna, inició
la publicación de un periódico clandestino: La Voz del Pueblo
Cubano: Órgano de la Independencia. Cuando estaba listo para
entrar en prensa el cuarto número, fue denunciado Facciolo. Reducido
a prisión, se le siguió un proceso sumarísimo y fue ajusticiado
el 28 de septiembre. Apenas detenido Facciolo, se dictaron
órdenes de prisi6n contra los que solían visitar su imprenta.
Entre ellos se encontraba Zenea: concurría a ese establecimiento
tipográfico como redactor de El Almendares, que allí se imprimía,
y que junto con él editaba su deudo Ildefonso Estrada y Zenea.
7 O ACTIVIDADES POLÍTICAS EN LA EMIGRACIÓN
En agosto, antes de terminar el juicio que se siguió a Facciolo,
Zenea logr6 escapar con rumbo a Nueva Orleáns. Allí se reanudó
su idilio con Adah Menken. Solía ella, como hábil declamadora,
recitarle versos de Shakespeare, y así lo recordó él años después,
en la composición que lleva por título «A. M.», y que escribió al
recibir la noticia del fallecimiento de la artista:
Lanzaba un rayo tenue y azulado
la lámpara encubierta con un velo,
como un rayo de luz aprisionado
en un vaso del cieloi
y al lento fuego que en su hogar ardía,
desprendida del barro de la tierra,
los versos mi adorada fne decía
del trágico inmortal de la Inglaterra.
Trémula, acongo;ada, vacilante,
como ansiando rasgar sus vestiduras,
al seno palpitante

362 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
llevaba en su dolor las manos puras i
y adivinando el celestial deseo
de su pasión secreta,
habló en mi ¡oven corazón Romeo,
y entre mis brazos estreché a Ju!ieta.
Tampoco esta vez había de prolongarse el idilio. Zenea, que
en Nueva Orleáns, además de haberse afiliado al club revolucionario
El Orden de la Joven Cuba, había publicado ardculos candentes
contra el régimen español en varios periódicos, ansiaba
incorporarse al grupo dirigente de emigrados cubanos que preparaban
nuevos intentos insurreccionales, y decidió trasladarse a
Nueva York, que era el centro principal de esas actividades.
Separáronse nuevamente los dos amantes, y ya no volvieron a
encontrarse, aunque empezaron a llegar a poco a Zenea los ecos
continuados de los triunfos de Adah Menken en Europa. Seguía
él desde lejos la marcha ascencional de Adah Menken en el camino
del arte, hasta que un día, bruscamente, la muerte cortó esa carrera
triunfal. Zenea, que en aquel entonces había encontrado abrigo en
México, hubo de sumar a sus melancolías de emigrado el gran
dolor que produjo en su ánimo la desaparición de Adah Menken.
El retrato que hace de su deslumbrante hermosura en las estrofas
finales de la elegía «A. M.» parece encuadrado en niebla vaporosa:
Del verde de las olas en reposo
el verde puro de sus ojos era,
cuando tiñe su manto el bosque hojoso
con sombras de esmeralda en la ribera.
En su boca hospedaba el sentimiento
los besos de la paz y la constancia,
que regalaban en su tibio aliento
el suave olor de la primera infancia.
y en su gracia, esbeltez y donosura,
vistiendo aquella noche el alba veste,
recordaba su pálida hermosura
la escanciadora del licor celeste.

363 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
y hoy sé, ¡oh, dolor!, que ya desapareciste
y que no quedan de tu amor, ¡Dios mio!,
sino una tosca cruz y un sauce triste
llorando a orillas de extranjero río.
y que de pueblo en pueblo transitando
contabas al pasar tu pesadumbre,
ricas diademas de laurel hollando
que arrojaba a tus pies la muchedumbre.
Apenas llegado a Nueva York, Zenea se incorporó a la sociedad
separatista La Estrella Solitaria, y continuó prestando su cooperación
a los nuevos proyectos revolucionarios. Escribía constantemente
en La Verdad contra el régimen colonial, y estaba dispuesto
a embarcar hacia Cuba en la primera expedición que pudiera
organizarse. Y como él mismo había remitido al Capitán
General y Gobernador de la isla de Cuba, por conducto del Consulado
de España, un paquete con algunos de sus candentes escrit05,
fue declarado reo de traición y condenado a muerte en contumacid,
por publicar en el extranjero los artículos que aparecían en autos,
con la circunstancia agravante de haberlos -remitido él mismo, con
su firma, al Capitán General, «desafiando así en la persona de esa
elevada autoridad a toda la nación española».
Contaban entonces los cubanos emigrados con la valiosa cooperación
ofrecida por el general John A. Quitman, que había sido
gobernador del estado de Mississippi, y debía asumir el papel de jefe
de la nueva expedición que se preparaba para invadir a Cuba;
pero el proyecto languideció y, al ver que su ejecución no parecía
llamada a convertirse en realidad, el desencanto se apoderó de
los más, Zenea entre ellos, en momentos en que el nuevo capitán
general de la isla de Cuba, general Juan de la Pezuela, promulgaba
un decreto de amnistía para los delitos políticos, expedido por
la reina Isabel 11 el 22 de marzo de 1854. A ese decreto se acogió
Zenea, convencido de que los planes de invasión a Cuba habían
fracasado. No le faltaba razón, pues a poco el general Quitman
se desligaba del compromiso contraído, probablemente bajo la
presión de su propio gobierno, que no deseaba verse mezclado en
nuevas complicaciones internacionales.

365 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
En los Cantos de la tarde, en vez de «mi adorada», dice «mi
Fidelia hermosa». De igual manera, en «Ausencia» el noveno
verso decía, cuando se publicó en El Almendares:
Cuántas veces, Rosalba encantadora ...
En los Cantos de la tarde el nombre de Fidelia reemplaza al
de Rosalba.
9 O EL ARTE DEL RETOQUE EN ZENEA
«Ausencia» puede servÍr, mediante el cotejo de su primitiva forma
con la definitiva, para apreciar cómo trabajaba Zenea en los retoques
y enmiendas de sus versos, que por lo general no le satisfacían
tal y como los había concebido en el primer momento. El
final de la cuarta estrofa decía, en la versión de El Almendares:
como en las tardes por el mar desierto
la gaviota cansada y vagabunda.
En los Cantos sustituyó «el mar desierto» por «desiertas
playas». Intercaló, además, cuatro estrofas, después de la quinta,
de suerte que, en vez de seis estrofas, la composición aparece con
diez en los Cantos j y la estrofa final quedó modificada de tal suerte
que en la versión definitiva sólo subsistió el último verso.
He aquí esa estrofa en El Almendares:
¡Cuánto tu ausencia me entristece, cuánto!
Porque leíos del sol de tu hermosura
está mi amante corazón enfermo,
¡rota mi lira .. y mi garganta muda!
Texto definitivo:
Mas yo te adoro: el corazón ardiente
tu imagen guarda en su interior oculta,
y está mi pecho con tu ausencia opreso,
. ¡rota mi lira y mi garganta muda!

368 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
La séptima estrofa de la primera versión, que es la sexta de
la definitiva, s610 tiene un ligero cambio: «como un réprobo»,
en el segundo verso, por «como réprobo».
Octava estrofa de la primera versión:
Vengo a pulsar el arpa un breve instante,
y en mi suerte más bella s610 espero
que me sirva de tumba como al Dante
un camino tal vez del extranjero.
Corresponde a la séptima estrofa de la versión definitiva, con
este cambio en los versos finales:
encontrar mi sepulcro, como el Dante,
por las sendas tal vez del extranjero.
Las estrofas novena y décima de la primera versión pasan a
ser las últimas del poema. La undécima estrofa de la primera
versión fue suprimida. necia así:
¡Oh, Fausto! ¡Fausto! Tu razón sombría
en lo más hondo de mi pecho gime.
¡Oh, Bellini inmortal, tu pena es mía!
¡Oh, tu amor es mi amor, Byron sublime!
Duodécima estrofa de la primera versión:
La estrella de mi siglo se ha eclipsado,
y no encuentro la senda que yo anhelo;
el lirio de la fe se ha marchitado;
ya no hay escala que conduzca al cíelo.
Corresponde a la octava estrofa de la versión definitiva:
La estrella de mi siglo se ha eclipsado
y en medía del dolor y el desconsuelo
el lirio de la fe se ha marchitado
y no hay escala que conduzca al cielo.

369 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
La decimotercera estrofa de la primera versión es, sin cambio
alguno, la novena de la definitiva. La decimocuarta de la primera
versión, que pasó a ser la décima de la definitiva, sufrió dos ligeros
cambios: en el segundo verso, en vez de «ni busca mirtos», «no
busca mirtos», y en el cuarto verso, en vez de «al ángel», «el ángel».
La decimoquinta y última estrofa fue íntegramente suprimida:
y yo, Señor, como apacible rio
que octllta un monstruo en su apagado seno,
canto en reposo y de mi mal me río,
y tengo el coraz6n de angustia lleno.
Vienen ahora las estrofas novena y décima de la primera versión,
que pasan, modificadas, a ser las últimas (undécima y duodécima),
de la definitiva. En su primera forma estaban concebidas
así:
Tengo el alma, Señor, adolorida,
y aunque a la voz de un triste no te asombres
no me quieras culpar porque te pida
otra patria, otro siglo y otros hombres.
Que en esta edad de tr4nsito que asoma,
con mi país de promisi6n no acierto.
Mis tiempos son los de la antigua Roma
y mis hermanos con la Grecia han muerto.
Las modificaciones estriban en sustituir así los versos segundo
y tercero de la estrofa novena:
por unas penas que no tienen nombres;
y no me culpes, no, porque te pida ...
y cambiar por este otro el primer verso de la décima estrofa:
que aquella edad con que soñé no asoma.
En su conjunto, esas modificaciones van, desde el reemplazo
o la supresión de un adjetivo o una conjunción, hasta el cambio

370 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
sustancial de una imagen o una idea, la eliminaci6n integral de
algunas estrofas y la mutaci6n de lugar de otras.
No siempre es posible, como en el caso de ese «Nocturno»,
conocer el proceso seguido por Zenea en la revisión de otras composiciones
de su época de madurez, porque a medida que iba avanzando
en años retardaba con mayor empeño la publicación de
nuevas poesías hasta no haberlas corregido a su entera satisfacción.
Entre las composiciones correspondientes a la década que va de
1860 a 1870 están las que, con el primer «Nocturno» (el de En
días de esclavitud) y «Fidelia», constituyen su más bella y acabada
aportación a la Urica: «Recuerdo», el segundo «Nocturno» (

371 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
10 O TRABAJOS EN PROSA
Diversos trabajos en prosa publicó Zenea en la Revista Habanera,
entre ellos una ojeada de conjunto Sobre la literatura en los Estados
Unidos (1861), que además se imprimió en La Habana, en
volumen independiente, aunque a la portada se le puso pie de imprenta
de Nueva York, a fin de evitar dificultades con la censura,
que ponía limitaciones irritantes a todo impreso hecho en Cuba.
Ese breve estudio (no más de 181 páginas), revela su buena orientación
critica, que también puso de relieve en unas semblanzas
literarias, Mis contemporáneos. Ni la amistad ni el compañerismo
le arrancaron elogios desmedidos para los escritores y poetas de su
generación: antes al contrario, en sus apreciaciones abundan los
reparos oportunos.
De Francisco Javier Blanchié dice: «La posteridad le ha hecho
justicia relegándolo a completo olvido... Sus cantos ligerísimos
no encierran objeto: desnudos de galas literarias, fríos e incorrectos,
no agregan gloria alguna a la historia de su país.»
Sobre Leopoldo Turla:
Hay en Turla dos escritores: el poeta de los tiempos pasados
y el poeta distinguido de los tiempos posteriores. El primero,
débil, quejumbroso, limitado; el segundo enérgico, pensador,
más correcto, más ideal y más filósofo... El rigor
gramatical, la cadena ideológica, carecen siempre de fuerza en
sus producciones, pero marcan esta época de su regeneración
literaria arranques atrevidos, imágenes deliciosas y cierta
unidad. que le hacia falta.
Las otras figuras enjuiciadas en esa serie son: Miguel Teurbe
Tolón, José Jacinto Milanés, Ricardo Fresneda y Pedro Angel
Castellón.
Hay además tres cartas de Zenea a Enrique Piñeyro: una sobre
las actividades literarias de aquel momento en Cuba; otra sobre
el prólogo de Suárez y Romero a las Obras de Ramón de Palma;
y otra sobre la producción poética del propio Palma, en la que encuentra
versos «tan sumamente inarmónicos, que no merecen el
nombre de tales». y le señala otros lunares: hacer reflexivos verbos

373 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
teniente coronel y las funciones de secretario del general Domingo
Goicuna, jefe de la expedición. El «Lillian» sufrió repetidos
reveses en la travesía emprendida, y a la postre fue apresado
por un barco de guerra inglés en aguas jurisdiccionales de la posesión
británica de Nassau. A los expedicionarios se les redujo
a prisión, si bien, cumplida esa formalidad legal, se les permitió
embarcarse, sin demora, rumbo a los Estados Unidos. Así retornó
Zenea a Nueva York, donde, sin percibir sueldo alguno, prestó su
colaboración constante al periódico La Revolución, que dirigía
su excelente amigo Enrique Piñeyro, y era órgano semioficial de
la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico, presidida
por Miguel Aldama.
Vinieron días de confusión y desaliento en las filas de la emigración.
El fracaso de nuevas expediciones, y las disensiones que
se apuntaban en el seno mismo de la República en armas, engendraban
pesimismo y desaliento. La llegada del general Manuel
de Quesada en misión confidenCial que le había sido conferida por
el presidente Céspedes, aumentó la división y el desconcierto, pues
la Junta Central creyó que sus facultades se veían amenguadas con
la presencia de ese comisionado extraordinario. Piñeyro no quiso
continuar al frente de La Revolución, y en su lugar fue designado
Rafael María Merchán. Zenea se retiró también del periódico.
12 O EL PLAN MORET-AZCÁRATE
Llegó de España, meses después, un cubano eminente, de tendencias
reformistas e ideas liberales, Nicolás Azcárate, amigo personal
de Segismundo Moret, que era en aquel momento ministro
de ultramar en el gabinete de Madrid. Azcárate llegaba con el
propósito de someter a la consideración de la Junta Central la posibilidad
de un arreglo sobre la base de 1HDplias reformas políticas
en Cuba, ofrecidas por Moret. Sus proposiciones fueron recha­
.zadas por la Junta, que ni siquiera aceptó la sugerencia de trasmitirlas
al gobierno de la República en armas, ya que el propio gobierno
no admitía el examen y discusión de proposiciones cuya
base no fuera la independencia.

375 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
paña, y Moret, que desde la cartera de Hacienda, por no tener ya
a su cargo la de ultramar, no había cejado en sus esfuerzos por
salvar la vida de Zenea, dejó de pertenecer al gabinete. Valmaseda
dio entonces rápido impulso al proceso, que en pocos días quedó
terminado con la sentencia del Consejo de Guerra que condenaba
a Zenea a muerte «en garrote vil», aunque después resolvió el
Capitán General que el reo fuera pasado por las armas, a causa
de no haber verdugo en la ciudad. Zenea fue fusilado en el llamado
Foso de los Laureles, el 25 de agosto de 1871.
13 O EL «DIARIO DE UN MÁRTIR»
Durante su prisión compuso Zenea dieciséis poesías, que por no
serle permitido el uso de papel y pluma retuvo en la memoria y
después pudo copiar en unas cuartillas que a última hora se le
facilitaron y entreg6 al C6nsul de los Estados Unidos la víspera
de su ejecución para que las remitiera a sus familiares. Aunque en
el sumario no hizo constar que había adquirido carta de ciudadanía
en los Estados Unidos, circunstancia que si la hubiera invocado
le habría favorecido, la hizo valer en la hora final para solicitar
que el Cónsul viniera a entrevistarlo. Hay una composición más,
suerte de epístola joco-seria en cuartetas, que, a falta de papel,
escribió apelando al procedimiento que él mismo explica:
Apurando la invenci6n,
hallé la pluma en el suelo,
hice tinta de un carb6n
y papel de este pañuelo.
Las otras dieciséis composiciones fueron bautizadas por Enrique
Piñeyro, a quÍen se las comunicó la viuda de Zenea, con
el título de Diario de un mártir. Quince de ellas están inspiradas
en el recuerdo de su esposa y su hija Piedad. La que completa
el número de dieciséis evoca en el título, «Infelicia», la memoria
de Adah Menken.
El Diario de un mártir mantiene una tónica uniforme de melancolía
resignada. Ante el presentimiento de la muerte inevitable,
el verso de Zenea es un suave gemido de desesperanza. Piensa

376 O MAX HENRÍQUEZ l11WÑA
que un día su huérfana «infeliz y pordiosera» irá a 'tocar quizá a
la puerta de algún amigo, que confía habrá de brindarle protección
y abrigo, y formula esta promesa:
yo saldré del sepulcro solitario
y al buen amigo le daré las gracias.
Hasta su mazmorra llegan un día las notas de la popular
canción «La bayamesa», y vuelca en versos emotivos la añoranza
que en su espíritu provocan:
Conozco esa canción. Ecos perdidos
sus notas son de plácidas historias,
que a sus dulces y lánguidos sonidos
desde mi edad de fáciles victorias
están acostumbrados mis oídos.
«A una golondrina», una de las poesías que reflejan más honda
y auténtica emoción entre las que integran el Diario de un mártir,
no es enteramente original. Al concebirla, Zenea tuvo presente en
la memoria «(La rondinella», cancioncilla que Tomasso Grossi incluyó
en su novela histórica Marco Visconti:
Rondinella pellegrina,
che ti posi in sul verone,
ricantando ogni mattina
quella fleMe canzone,
che vuo dirmi in tua favella,
pellegrina rondinella?
El motivo es el mismo, y hasta puede señalarse que unto la
composición de Grossi como la de Zenea se ajustan a la medida
del octosílabo, atesoran el mismo ritmo y tienen siete estrofas,
si bien en Grossi la combinación métrica es de seis versos v en
Zenea es de cinco. .
No obstante estas circunstancias, el desarrollo del tema es
diferente, y las imágenes e ideas poéticas de Zenea, así como las
emociones personales que expresa, no son las que podemos encontrar
en la canción de Grossi. 5610 en algún rasgo aislado coin-

377 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
ciden los dos poetas: en el ansia de «ser golondrina y volar», que
expresa Zenea en concordancia con el Oh, se anch'io! de Grossi
y en el presentimiento de que cuando la golondrina vuelva a pasar
por el mismo sitio, ya el poeta habrá muerto. La poesía de Zenea
resulta, por el sentimiento y por la forma, más bella que la de
Grossi. 233
14 [] EL PROCESO
El proceso seguido contra Zenea fue publicado íntegro en la revista
Cuba Contemporánea (t. XLII, 1926), Y algunas dedaraciones
del acusado, que constan en autos, han dado motivo a que
se emitan juicios desfavorables para su memoria. De no ser amañadas
esas declaraciones, en las que el procesado insiste en
manifestar que se había comprometido con el Ministro español
en Washington a servir a España y a facilitar informes contrarios
a los intereses de la revolución cubana, lo que hahría que lamentar
es que en el último momento de una vida consagrada toda a la
causa de Cuba, la energía moral le flaqueara y tratase de salvarse
haciendo afirmaciones a tal grado increíbles. La vida entera de
Zenea demuestra su inquebrantable devoción a la causa cubana.
233 Un oscuro poeta francés, Héctor de Saint-Maur, escribió en 1833, encontrándose
preso, una composición sobre el mismo tema de «La golondrina
del prisionero», que tiene gran semejanza con la de Grossi, y empieza as!:
«Hirondelle gentile I voltigeal1t a la p,rílle I du ci1Chot no;r ... » La novela Marco
Viseon/i, de Grossi, se publicó en 1834, aunque falta averiguar si su cancioncilla
«La rondinella» era conocida antes. A cuál de los dos poetas corresponde
la prioridad en el desarrollo del tema, es asunto que ha dado lugar a controversia,
pero no cabe suponer, en lo que respecta a Zenea, que él tuviera en la
memoria una composición tan pobre como la de Saínt-Maur, aunque ya en
1854, un año después de muerto Grossi, habia sido controvertida la cuestión
de la prioridad. Grossi era un verdadero poeta, y «La rondín ella» alcanzó
bastante popularidad. La composición de Zenea y la de Grossi se asemejan en
más de un punto -ritmo, medida, número de estrofas-, a más de alguna que
otra idea poética. Con sólo leerlas puede apreciarse que Zenea conocía «La
rondinella». En cambio, lo más probable es que no conociera la de Saínt­
Maur; pero aunque la hubiera conocido, no la habría tomado, sin duda.
por modelo.

XXIV
l.-Luisa Pérez de Zambrana y la poesía elegíaca.
2.-Su mundo literario en Santiago de Cuba. J.-Primera
colecci6n de sus poesías. 4.-Su matrimonio con
Ramón Zambrana. 5.-Segunda colecci6n de sus poesías.
6.-Las eiegías familiares. l.-Su labor como prosista.
8.-Final de una vida. 9.-Julia Pérez y Montes de
Oca. 10.-Lo.f hermanos Sellén. ll.-Navarrete y Romay.
12.-CarriUo y O'Farri!. 13.-Alfredo Torroella.
1 O LUISA PÉREZ DE ZAMBRANA
y LA POEsfA ELEGÍACA
La tónica elegíaca impera a lo largo de la obra poética de Luisa
Pérez y Montes de Oca (1835-1922), que a partir de su enlace con
Ram6n Zambrana se llam6 Luisa Pérez de Zambrana, y así quedó
troquelado su nombre para siempre en la historia literaria.
Grandes dolores, propicios al lamento elegíaco, fueron frecuentes
en su vida. A temprana hora vio desaparecer a su padre;
su esposo no vivi6 más de ocho años después de haberse unido
a ella; Julia, su hermana predilecta por la comunidad de aficiones
intelectuales, se fue de este mundo, joven todavía; y uno tras
otro fueron cayendo en el seno de la muerte los cinco vástagos
que le quedaron como fruto de su uni6n, un tiempo dichosa, con
Zambrana.
Pero aun sin tener en cuenta esas circunstancias hay que
advertir que la modalidad de expresi6n que mejor se avenía con
su temperamento melancólico y meditativo era precisamente la
elegíaca.
Luisa Pérez y Montes de Oca naci6 cerca de Santiago de
Cuba, en la finca Melgarejo, perteneciente a la zona del Cobre,
que recibe ese nombre de las minas que allí están en explotación

381 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
toda está el recuerdo del padre muerto, y a cada paso cree ver su
sombra); pero expresa su dolor en tierno sentimiento:
¡Hoy hace un año ... ! Por doquier que miro,
hallo su dulce y adorada sombra:
el céfiro en su cándido suspIro
con un acento de dolor le nombra)
y el murmurar del río
imita el eco de su voz, Dios mío.
A ese doloroso acontecimiento (la muerte de su progenitor,
Joaquín Pérez Naranjo, acaecida en noviembre de 1852) se debió
un cambio importante en la vida de Luisa, pues con toda la familia
(su madre viuda, sus tres hermanas y su único hermano)
fue a residir en Santiago de Cuba. Del aislamiento de su rincón
rural pasó Luisa a formar parte del grupo intelectual que constituía
una pequeña élite en la capital de la provincia.
Luisa no era desconocida en Santiago de Cuba. En 1852 el
periódico El Orden había publicado versos suyos, por empeño de
uno de sus más asiduos colaboradores, el joven periodista Francisco
Javier Vidal. La acogida favorable que merecieron esos versos
movió a otros penódicos a solicitar la colaboración de Luisa, pero
nada llegó ella a publicar en los meses subsiguientes: en agosto
de ese año sobrevino en Santiago de Cuba un terremoto que causó
enormes daños y desgracias; y por remate se presentó después
una epidemia de cólera morbo, que diezmó la población. Estas
calamidades sucesivas provocaron una paralización de la vida intelectual
en más de un aspecto, y casi todos los periódicos dejaron
de ver la luz. Todavía en los primeros meses de 1853 Santiago de
Cuba parecía un cementerio. Cuando la vida recobró su ritmo
habitual, Luisa pudo satisfacer las peticiones de Vidal y otros
amigos, entregándoles, para su publicación, nuevas producciones
suyas, casi todas escritas en 1852, aunque, por las causas apuntadas,
la mayoría no se publicó sino en 1854. Han surgido confusiones
en relación con la fecha de algunas de sus poesías, pues
ha solido citarse el año de publicación como si fuera el que corresponde
al momento en que fueron escritas. El error viene de

383 O PANORAMA HISTÓR.ICO DE LA LITERATURA CUBANA
lo tanto, el momento en que fueron escritos esos versos; acaso
sí el de su publicación.
Otro caso es el de «A mi madre, en mis natales», a la que
también se le adjudicó la fecha de 1854, y en su primera estrofa
dice:
Hoy hace, hoy hace diecisiete abriles
¡oh, madre!, ¡qué memorias tan sombrías!,
que tú, extenuada, moribunda y débil,
por darme vida sin dolor morías.
En el primer libro de Luisa se puso esta fecha al pie de
esos versos: agosto de 1854. Si esto fuera exacto, Luisa habría
nacido en agosto de 1837; pero surge una dificultad insalvable:
en junio de 1837 nació el único hijo varón de los esposos Pérez­
Montes de Oca, Joaquín. Emilio Bacardí, en sus Crónicas de
Santiago de Cuba, registra en el año 1852 la primera publicación
de esos versos, que transcribe íntegros. m
2 O su MUNDO LITERARIO EN SANTIAGO DE CUBA
El año 1835 puede, con toda probabilidad, señalarse como el de!
nacimiento de Luisa, que contaba, por 10 tanto, dieciocho años
en 1853, cuando su familia decidió trasladarse a Santiago de Cuba.
Su talento poético, unido a su esplendorosa belleza, la convirtieron
a poco en la personalidad más atrayente del grupo que se
esforzaba en hacer vida intelectual en la vieja ciudad provinciana,
que durante el primer siglo de la colonia fue capital de toda la
Isla.
¿Quiénes componían ese grupo? Los primeros en cultivar la
amistad de Luisa fueron los tres hermanos García Copley: Balbina,
a quien Luisa dedicó su primer libro; Rafael, que calzaba
sus versos con el seudónimo El cisne del lago, como si careciera
m Bacardí: Crómcas de Santiago de Cuba, t. IlI, véase septiembre
de 1852.

385 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
unas estrofas, no exentas de musicalidad, intituladas «Tu imagen»,
que así dan comienzo:
Blanca visión, que siempre vi lejana
y que, a mi vista, angelical se ofrece
como la /lor que en el jardín, ufana,
rápida crece.
Detén tu vuelo, fugitiva diosa,
deja que bese tu divina huella,
no más esquives tu presencia hermosa,
fúlgida estrella.
Muñoz Rubalcavn se ausentó a poco, estuvo un tiempo en
Nueva York, y retornó a Cuba para ir a residir en el Camagüey I
donde fue director de El Camagüeyano, unido al Marqués de Santa
Lucía, con quien conspiraba en favor de la independencia.
El Orden, que se fusionó con El Redactor para crear otro periódico
con nuevo nombre, El Diario Redactor, no siguió publicándose
a partir de 1855. Francisco Javier Vidal se dedicó a un
nuevo empeño periodístico: El Semanarto Cubano, asociado al ahogado
Vicente Jústiz. 237 Entre los hombres de pensamiento que visitaron
en aquella época a Santiago de Cuba es interesante mendonar
a Manuel Borges Navarro, que residió allí más de un año,
mantuvo excelente amistad con Luisa e intercambió con ella
epístolas en verso.
Además de Balbina García Copley, otras figuras femeninas
se señalaban por su afición a las letras: Cecilia Santacilia y Pa-
237 La lista de redactores que insertó el periódico se abría con tres
nombres de mujer: Luisa Pérez y Montes de Oca, Balbina García Copley y
Adelaida del Mármol. Después venían: Federico y Rafael García Copley,
Néstor Martínez y Guía, Francisco Mufioz Rubalcava, el educador Juan Bautista
Sagarra, José María Villafafie (que con el tiempo había de ser matem4tico
eminente), y el más constante colaborador en todos los empeños culturales
de Vidal, José Antonio Collazo, periodista de fibra y patriota antes
que poeta.
U-PANORAMA HISTÓRICO

386 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
lacios, hermana del poeta Pedro Santacilia, emigrado desde 1851;
Carmen Perozo Beltrán, que a más de versificadora era pianista;
Adelaída del Mármol, cuya muerte, en plena juventud, arrancó
a Luisa en 1859 un grito elegíaco; y Margarita del Mármol, que
se dedicaba a la prosa y, más que escritos propios, solía publicar
traducciones del francés.
Frecuentes eran los actos culturales de la Sociedad Filarmónica
y otras instituciones, sin que faltasen las tertulias familiares
y literarias, algunas en casa de Luisa, cuyos amigos y admiradores
llevaron adelante la iniciativa de recoger en un volumen las poesías
que ella había publicado.
3 O PRIMERA COLECCIÓN DE SUS POESÍAS
Ese tomo lleva en la portada la fecha de 1856; pero ya en los
pliegos finales hay una composición, «A mi amigo A. L.» (Antonio
López), fechada en febrero de 1857: es, pues, evidente que
la impresión de esos últimos pliegos se demoró, y ya estaba impresa
la portada. El libro no llegó a circular hasta ya entrada la
primavera del año 1857.
Contiene ese volumen cincuenta y una poesías, en las que no
escasean los temas que la sedujeron en su adolescencia rural, como
puede apreciarse por los títulos: «Versos escritos 111 cortar una
rosa», «El rapto de mi tortolita», «La estrella de la tarde», «Al
sol» (dos veces: un soneto y una silva), y aun cabe agregar una
oda rimbombante «Al océano», que empieza con una evocación
de Heredia. Los temas religiosos también la atraen: «Viernes
Santo», «A la Virgen de Dolores», «Dios y la mujer culpable».
Sus asuntos favoritos son aquellos que inclinan el ánimo a me
ditar, a reconcentrarse en su propia inquietud y su propia angustia:
hay, en este primer acervo de Luisa, dos composiciones con título
similar: «Meditación en un cementerio» y «Cavilación» (que después
se llamó también «Meditación»); y otras que señalan igual
inclinación sentimental: «Dulzura de la melancolía» y «Horas

387 D PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
poéticas». En esta última, después de describir el espectáculo de
una tarde tropical, exclama:
¡Oh, cuánta deliciosa analogía
existe en estas horas ideales,
en esta lobreguez, este silencio,
en este mar de encantadora paz,
con las profundas emociones dulces
que rebosa mi seno conmovido,
con la ternura espiritual de mi alma,
con el llanto que corre por mi faz!
y todavía, al oír la música de una danza intitulada «La sombra»,
escribe unas sollozantes «Impresiones de "La Sombra"»:
esas notas que «se agitan melancólicas y solas», esos gemidos que
en lugar de sones «esconden entre miel honda amargura», provocan
en su ánimo melancólico placer que hace rodar, en quietud,
el llanto. Así, su sensibilidad se manifiesta mejor en el tono elegíaco.
Ahora es tan sólo el quejido de un espíritu soñador y melancólico;
mañana, cuando el infortunio se cebe en ella, se elevará
al más alto grado de su expresión poética, y vendrán las grandes
elegías familiares ante la tumba de los seres que más amó en la
vida.
Paralelamente a esos acentos elegíacos encontramos en la producción
juvenil de Luisa Pérez de Zambrana algunos brotes de
poesía social. De su «Carta a Ernestina», tal como figura en el
tomo de 1856, son estas estrofas:
¿ Por qué será, Ernestina, que en la tierra
en donde en plácida igualdad nacimos
vemos hollar la democracia el noble
y la infeliz mendicidad el rico?
También en los «Fragmentos de una poesía titulada "Al Sol"»,
que llevan fecha de octubre de 1855, hay amargas quejas contra
el error y la injusticia que imperan en el mundo, «el fuerte des-

388 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
pojando al débil, burlando el necio al respetable sabio», y condena
la «bárbara opresión» y la «odiosa tiranía»:
y viera, sol, despedazado el pecho,
allí la bárbara opresi6n hollando
la humanidad entera, que gimiendo
bajo su planta vil, al cielo eleva
los suplicantes y cansados brazos,
demandando justicia en su agoníll.
¡Oh, sol!, ¡y tú lo ves, y tú lo escuchas
siguiendo impávido tu curso eterno!
¿ Acaso tan odiosa tiranía
no te horroriza, ni delitos tantos
te indignaron jamás? .. 238
De su devoción por la libertad hay testimonios en composiciones
como «A Julia, en la fuga de su sinsonte» (

391 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
5 O SEGUNDA COLECCIÓN DE SUS POESÍAS
Ese volumen, que vio la luz en 1860, contiene un grupo de composiciones
que reflejan las emociones de su nueva vida: «A mi
esposo», «Tu ausencia», se inspiran en su vida conyugal; «Efusiones
a mi hija», es exaltada manifestación de su amor maternal;
pero no por eso falta la añoranza del mundo que conoció en su
infancia y que nunca más volvió a ver: así en «Mi casita blanca»,
«Al campo», «El canto de mi madre»; y a estas composiciones
de inspiración nostálgica se agrega «La melancolía» (1859}) que
es la que mejor revela el temperamento soñador y elegíaco de
Luisa Pérez de Zambrana:
Yo soy la virgen que en el bosque vaga
al reflejo doliente de la luna,
callada y melancólica, como una
poética visión.
Yo soy la virgen que en el rostro lleva
la sombra de un pesar indefinible;
yo soy la virgen pálida y sensible
que siempre amó el dolor.
Yo soy la que en un tronco solítario,
reclino, triste, la cansada frente,
y deio sosegada y libremente
mis lágrimas rodar.
Soy la que de un lucero al brillo puro,
con las manos cruzadas sobre el seno,
me paro a contemplar del mar sereno
la triste majestad.
Sólo veintidós composiciones de las cincuenta y una que integran
el volumen de 1856 pasaron a formar parte de la colección
de 1860. Aquellas que encerraban alguna queja o protesta contra
el orden social establecido sufrieron modificaciones esenciales «Al
sol», «Carta a Ernestina» o fueron eliminadas (

394 O MAX HENRíQUEZ UREÑA
cierran a veces propósitos docentes, como algunos apuntes informativos
sobre la vida de mujeres célebres, y otros sobre temas
como «Dulzura de carácter en la mujer». También puso prólogo
a una novela de Teodoro Guerrero (Anatomía del corazón, 1867).
En prosa poética dej6 algunas páginas en las que vuelca su sensibilidad
elegíaca: una, en el álbum de Nicolás Azcárate, a poco de
muerto Zambranaj otra, «Dolor», que dedica «A las estrellas»,
con las cuales dialoga, publicada en el Album poético fotográfico
de escritoras cubanas (1872), de Domitila Garda de Coronado.
8 O FINAL DE UNA VIDA
Luisa Pérez de Zambrana vivió sus últimos años en el pueblo de
Regla. Visitábanla asiduamente, a falta de las hijas y los hijos desaparecidos,
sus nietos y nietas; y unos cuantos amigos se complacían
en ir a renovar con ella las charlas de otro tiempo. Surgían
nuevas generaciones y nuevos periódicos, con nuevo espíritu y nuevas
tendencias. El nombre de Luisa apenas si alguna vez aparecía en
letras de molde. Muchos, acaso, la creían muerta hacía tiempo ...
Inesperada reacción del sentimiento público la puso otra vez
sobre el tapete de la actualidad. El Ateneo de La Habana ofrendó
en 1918 un homenaje a la «poetisa olvidada» y en ese acto tomaron
parte Enrique José Varona, José María Chac6n y Calvo, Gustavo
Sánchez Galarraga y Dulce María Borrero de Luján. En 1920 se
hizo una nueVll edici6n de sus Poesías) que ella misma cuidó de
organizar, con algunos poemas entresacados de las colecciones de
1856 y 1860 Y muchos otros de años posteriores. 242 Estos homenajes
dulcificaron los últimos días de la existencia de Luisa, que
murió a los ochenta y siete años, el 25 de mayo de 1922.
242 La edici6n definitiva de las Poesíar completas de Luisa Pérez de
Zambrana es la que constituye el t. XI de la colección Los Zambrana, por
Malleén Zambrana (1957). Fue confiada esa edición a Angel Huete, a quien
se debe la compilaci6n y ordenación, a más del ensayo preliminar, la tabla
de variantes y las acuciosas notas que se agregan al texto.

395 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
9 O JULIA PÉREZ Y MONT5S DE OCA
Julia Pérez y Montes de Oca (1839-1875), hermana menor de
Luisa, tenía facultades poco comunes para la poesía. Su silva «Al
campo» demuestra mspiración delicada y fino sentimiento. Pero
escribió poco y murió todavía joven. En 1887 vio la luz un volumen
póstumo de sus Poesías, editado en Barcelona, gracias al
celo de Domingo Figarola-Caneda, que lo incluyó en la Biblioteca
de la ilustración cubana,:W publicación que él dirigía. Es innegable
que Julia Pérez y Montes de Oca sabía dar al verso sonoridades
agradables y que en su poesía no faltan rasgos afortunados, no
exentos de calidad poética y no escasos en imágenes felices, como
las que podemos encontrar en «Abril» y «Al campo». Sus temas
predilectos tenían por asidero emociones que las más de las veces
eran un eco de la vida campestre: hoy cantaba «A un colibrí»; mañana,
«A un arroyo seco»; o a «La tarde», o «A un lago», o a «Las
horas vespertinas», o «Al campo», que es su mejor composici6n.
Las últimas poesías de Julia Pérez y Montes de Oca acusan
terrible desencanto:
Tú sabes que mi musa cargada de tristezas
al mundo nunca ha dado contento ni solaz ...
(

396 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
de señaladas deferencias en el mundo intelectual. La vida parecía
sonreírle y, sin embargo> la tendencia melancólica de su espíritu,
gemelo del de Luisa, fue exacerbándose cada día, hasta convertirse
en duro escepticismo. Se alejó del mundo. Vivía sólo para
su grupo íntimo. La soledad era su consuelo. Apenas si escribía
versos, que a veces mostraba a sus hermanos. Cuando la tuberculosis
hizo presa en ella> se retiró a los campestres alrededores de
Artemisa, y alli murió en 1875.
10 O LOS HERMANOS SELLÉN
Contemporáneos de Luisa Pérez de Zambrana y nativos también
de Santiago de Cuba, los hennanos 244 Francisco (1836-1907) y Antonio
(1838-1889) Sel1én se dieron a conocer en 1863, con un
volumen de Estudios poéticos, como traductores escrupulosos de
poetas de diferentes idiomas. Fue Antonio el que, consagrado a esa
labor, espigó en mayor número de literaturas: publicó en 1877
Cuatro poemas de lord Byron (

397 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
No menos valiosa es la labor que llevó a cabo su hermano Francisco
como traductor de poetas de Alemania e Inglaterra: en 1875
publicó su versión del «Intermeuo lírico» de Heíne; después, un
tomito de Ecos del Rin (1881), donde reunió ciento sesenta y tres
versiones de treinta y ocho poetas germanos (incluyendo nueve
traducciones de Antonio); y en la Revista Cubana (1887) insertó
su excelente versión del poema «E1 Giaour», de Byron. En prosa
tradujo del inglés por encargo de la casa Appleton, algunas novelas:
Su cara mitad, de F. Barret (1889), La vida de un perillán, de
Wilkie Collins (1892), La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne
(1895) y Plagiado, de Robert Louis Stevenson (1896).
La producción original de Antonio Sellén, que sólo publicó un
tomo juvenil de Poesías (1864), es de mediano valor, aunque correcta;
la de su hermano Francisco, aparte de ser abundante y variada,
tiene mayor mérito. Sus versos, que atesoran corrección y
buen gusto, están contenidos en tres volúmenes: Libro íntimo
(1865), Poesías (1890) y Cantos de la patria (1900). No fue,
sin duda, un alto poeta, pero alcanzó elevación en estrofas de inspiración
filosófica: «Panteísmo», «Transformación», «Preexistencia»,
«Calma», a las que se suman sus melancólicos alejandrinos «Adiós
a la juventud» y su simb6lico soliloquio «El cóndor cautivo». Tal
es su mejor aportación a la poesía, aunque la crítica ha celebrado
también sus baladas románticas «Los fugitivos» y «Los dos hermanos»
y el poemita «Historia de amor», en cuarenta octavas reales.
Con sus poesías patri6ticas, no carentes de brío y musicalidad,
formó en 1900 un tomito de Cantos de la patria. Desde su adolescencia
profesó el credo separatista. En 1868, al estallar la revolución
encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, fue reducido a
prisión y confinado a España, de donde escapó y fue a dar a los
Estados Unidos. Formó parte, junto con Zenea, de la malograda
expedición de Domingo Goicuría. A partir de entonces su residencia
habitual fue Nueva York. Sus hermanos Antonio y Manuel
emigraron también y residieron en los Estados Unidos hasta que,
firmada la Paz del Zanjón, volvieron a Cuba. No así Francisco,
que en unas décimas, «A Cuba, en días de humillación», repudió
ese arreglo que poDÍa fin, aunque transItoriamente, a la lucha armada.
Su voluntad fue no regresar a Cuba sino cuando la IsIr

398 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
fuera independiente, y pudo cumplirla. S610 al constituirse la República
retomó Sellén a su tierra natal, donde transcurrieron plácidamente
los cinco años que le quedaban de vida.
Su poema dramático Hatuey constituye una de las más valiosas
manifestaciones de la literatura indigenista en Cuba. Aunque es
obra de un separatista a quien, sin duda por razones políticas, había
seducido el tema del cacique rebelde que se mantiene inquebrantable
frente a la hoguera, es de apreciar la ponderación y equilibrio
con que el autor presenta el cuadro de la conquista, sin efectismos
impresionantes que provoquen el aplauso fácil. Sellén reproduce
hechos, con fidelidad histórica, y deja que sean los hechos los que
hablen y los que despierten el interés y la simpatía del lector. Sí,
importa repetirlo: del lector, porque Hatuey, publicado en 1891,
nunca subió a escena, a pesar de que encierra suficiente teatralidad.
Tampoco subió a escena la tragedia La muerte de Demóstenes,
que Sellén conservó inédita largo tiempo y sólo fue publicada años
después de su muerte. 245 Esa tragedia, de severa entonación clásica,
se asemeja a otras de la época romántica, como el Edipo, de
Martínez de la Rosa, con cuya frialdad austera compite; pero es,
de todas suertes, una obra bien concebida y ejecutada.
La única obra teatral de Sellén que subió a escena y, dato
curioso, no en español, sino traducida al inglés por Enrique Lincoln
de Zayas, fue el juguete en un acto Las apuestas de Zuleika, que,
inspirado en una anécdota que relata Balzac en el último capítulo
de su Filosofía del matrimonio, no pasa de ser un pasatiempo ingenioso,
sin mayor importancia literaria. l46
245 La muerte de Demóstenes fue publicada en La Habana, con prólogo
de Max Henrfquez Ureña, a quien confirió ese encargo el propio Sellén, en
1926. Los anteriores libros de Sellén fuerDn impresos en Nueva York, con
excepción de Libro íntimo (La Habana, 1865), El 24 de Febrero, drama en
un acto de ZacarÍas Werner, traducido del alemán (La Habana, 1864) y El
amor pintor, comedia en un acto y en prosa, de Moliere, traducción y arreglo
(Matanzas, 1856). También fue impreso en La Habana el libro Estudios
poéticos, compuesto en unión de su hermano Antonio (1863).
246 Las apuestas de Zuleika (impresa en Nueva York, 1901), fue representada
en inglés, en Berkeley Lyceum, el 28 de abril de 1893.

399 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
11 O NAVARRETE y ROMAY
Entre los concurrentes a las tertulias de Mendive y de Azcárate se
contaba Carlos Navarrete y Romay, arquetipo del auténtico afio
cionado a las letras, que cultiva todos los géneros sin descollar en
ninguno. Hombre de buena ilustración, se ejercitó desde muy
joven en la crítica, empezando por enjuiciar El Cid, de Corneille,
tema que 10 enzarzó en una polémica con el entonces novel escritor
Enrique Piñeyro, algo más joven que él pero con verdadera capacidad
como critico; y todavía al cabo de bastantes años hada en
la Revista de Cuba (1878) un severo juicio sobre la más discutida
comedia de Abelardo L6pez de Ayala, Consuelo. A los veintiún
años publicó una novelilla, Margarita; también se ensayó en el
teatro con un proverbio al que no falta amenidad, Antes que te
cases, mira lo que haces, que figura en el segundo tomo de las
Noches literarias, de Azcárate; y siempre mostró preferencia por el
verso. Formado al calor de Mendive, aspiró a ser uno de los paladines
del buen gusto en poesía, pero careda de vuelo lírico, y su
pobreza de ideas poéticas es notoria. 247
12 O CARRILLO Y O'FARRIL
Otros noveles versificadores de entonces, que querían tener a Mendive
por guía, concurrían igualmente a esas tertulias: Isaac Carrillo
y O'Farril y Alfredo Torroella.
De Isaac Carrillo y O'Farril (1844-1901) hay una composición
que ha perdurado en las antologías desde principios de este siglo,
acaso porque Nicolás Heredia, su amigo y compañero de emigración,
la incluyó en la selección escolar de autores cubanos, que preparó
para la serie de libros de lectura El lector cubano, y que durante
247 La bibliografía activa de Navarrete y Romay comprende: Romances
cubanos, 1856; Poesías (París, 1866). Del proverbio antes mencionado hay
un arreglo hecho en francés por Francisco Calcagno: Avant de te marier
regaráe ce que tu fais (1887). La novela M.rgarita se publicó en la revista
quincenal Úl Habana, que dirigía Adolfo Márquez Sterling, de 1858 a 1860.

401 O PANORAMa HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANa
el cargo de magistrado de la Audiencia de La Habana. Hacía años
que nada escribía, aunque, aparte de su afici6n a la poesía, en su
juventud se había ensayado en la novela (María, 1863). También
en el teatro: un proverbio suyo, El que con lobos anda ... (1867),
en el que la situaci6n planteada tiene alguna similitud con la de
El hombre de mundo, de Ventura de la Vega, sin intentar siquiera
dar un trasunto de las costumbres cubanas, porque la acción se
desarrolla en París, se represent6 en el Teatro Tacón, entre amistosos
aplausos?4I
13 [] ALFREDO TORROELLA
Alfredo Torroella (1845-1879) fue uno de los que con mayor celo
trataron de seguir los pasos de Mendive, y los dos volúmenes de
Poesías que publicó en 1864 y en 1866 así lo evidencian. Sus
estrofas se ajustan al modelo y la manera del maestro:
¡Qué bella mañana! Las nubes del cielo
en limpio arroyuelo
se ven refle;ar.
y cruzan las aves sus alas batiendo,
y amor, a las flores va el aura diciendo,
y amor, a las rocas, la espuma del mar.
Ciertamente su dominio del instrumento es menor, pero análogos
puntos de contacto con Mendive encontraremos en toda la
producción poética de Torroella. Así en esta «Serenata», que sólo
es música:
Salud, Cuba hermosa, salud, pueblo mío
que baña el rocío
en noches de amor;
248 El que con fobos anda ... se publicó en folleto de 43 pp. Hay noticia
de que Carrílla había escrito dos dramas durante la década del sesenta, Magdalena
y Luchas del alma, pero no los publicó. Fue autor, además, de un
sainete, El casado por fuerza, publicado en un folleto de 14 pp. (Impreso
sin fecha, pero no cabe duda de que fue escrito en esa misma década.)

402 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
salud, porque tienes las hi¡as más bellas,
con rosas por labios, por o;os estrellas,
con frentes bañadas de dulce candor.
Aunque Menruve fue su guía, alguna vez quiso emular a Lauces,
y así ocurre en el Canto del gaucho, himno enérgico y sonoro al
valor y la audacia de hombres de otras latitudes, como para hacer
mengua de la inercia en que vivían otros:
Gauchos!, ¡alzad! ... , ¡corramos a las pampas!
¡Recorran los corceles las llanuras,
y revuelvan sus fuertes herraduras
las cálidas arenas del Brasil!
El verso le fluía vibrante y natural, con facilidad no siempre
plausible. En México, donde estuvo emigrado un tiempo, corrió
fortuna una improvisación suya al levantar en alto el pabellón mexicano,
para terminar con esta exclamación:
¡Dejadme tremolar vuestra bandera,
ya que no puedo tremolar la mía!
En TorroeIla, desde luego, encontraremos defectos que difícilmente
podríamos hallar en Mendive o en Luaces; pues a pesar de
su deseo de ser pulcro en la expresión, no estaba libre de los prosaísmos
que infestaban la poesía cubana de aquel tiempo. En su
extenso y fatigoso poema «Al cielo», que se abre con un saludo
a «ese rico dosel que el mundo cubre» y «azul alfombra que el
Señor pasea», no halla mejor adjetivo que decidida para la fuga
de las nubes impulsadas por el viento, aunque después resulta que
esa decisión es vergonzosa:
Blancas nubes, que el éter presurosas
surcando vais en fuga decidida,
¿quién os sigue, que rápidas os miro
así correr en vergonzosa huida?

403 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
«Rebelde esclavo de la grave forma [dijo Martí] rompíala a
menudo, y decía en un giro prosaico el comienzo de una idea valiente
que completaba con un hermoso giro ... »
Torroeila tuvo franca afición al teatro. Varias obras suyas
fueron estrenadas con aplausos, tanto en Cuba como en México.
Algunas de sus producciones son bufonadas sin importancia, como
Un minué, que califica de «disparate catedrático en un acto, escrito
expresamente para los bufos habaneros, en un rato desocupado»
( 1868), o como El ensayo de don J uan Tenorio, «descarrilamiento
cómico escrito expresamente para los bufos habaneros» (1868).
En el Teatro Tacón subió a escena su drama Amor y pobreza
( 1854), que vale poco. Mejor que· todos sus otros ensayos teatrales
es, por el espiritu generoso que lo anima, El mula/o, «drama
social en tres actos y en prosa», publicado en México en 1870.

xxv
l.-El romanticismo y la poesía patri6tica: Ellaúd del
desterrado. 2.-José Agustín Quintero. 3.-Pedro Santacilia.
4.-CasteI16n. 5.-Leopoldo Turla. 6.-Perfil intelectual
de Carlos Manuel de Céspedes. 7.-Los poetas
de la guerra
1 O EL ROMANTICISMO Y LA POEsíA PATRIÓTICA:
«EL LAÚD DEL DESTERRADO»
Un grupo de emigrados cubanos que residían en los Estados Unidos
de América después del desastroso final de las expedidones de
Narciso López, recogió en un volumen, publicado en 1858, diversas
composiciones de alcance político y factura romántica, inspiradas
en el ideal separatista, y le puso por título El laúd del desterrado.
La iniciativa de formar esa antología poética de los revolucionarios
cubanos se debió, en primer término, a Pedro Santacilia y
Palacios, que dos años antes había dado a la estampa un tomo de
composiciones de su cosecha con título similar: El arpa del proscrito.
La colección se inicia con dos poetas anteriormente fallecidos:
José María Heredia (se reproducen tres de sus más conocidas poesías
patrióticas: «Himno del desterrado», «La estrella de Cuba» y «A
Emilia» ); y Miguel T eurbe Tolón, de quien se insertan no menos
de veinte composiciones, entre ellas la fantasía dialogada «La pluma
y la espada», que disfrutó de extensa popularidad, y los alejandrinos
«La noche oscura», escritos en 1843. Esos alejandrinos
recuerdan, aunque el desarrollo de la idea sea muy otro, la composición
«Después del festín», de Milanés, escrita igualmente en alejandrinos,
pocos años antes, a la cual suele adjudicársele este otro
título: «Los dormidos.» Teurbe Tolón, en vez de recriminar, como
Milanés, a los dormidos, los emplaza para cuando amanezca:
¡Dormid, dormid, hermanos, que aún no amanece el día!;

405 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
exclamación que recuerda el final de otra poesía de Milanés: su
«Epístola» (1842) a Rodríguez Galván:
y apoyado al tim6n espero el día.
Los otros poetas que figuran en El laúd del desterrado son José
Agustín Quintero (1829.1885), Pedro Santacilia (1826-1910),
Pedro Ángel Castellón (1820.1856?), Leopoldo Tuda ( 1818-1877)
y Juan Clemente Zenea (1832.1871).
2 O JosÉ AGUSTÍN QUINTERO
José Agustín Quintero y Woodville, hijo de padre cubano y de
madre oriunda de Inglaterra, aprendió desde niño en el hogar, junto
con el español, la lengua inglesa, yen su caudal poético se cuentan
algunas composiciones, como «Jerusalem», escritas en este idioma.
Hizo sus estudios primarios en el Colegio de san Cristóbal, que
dirigía Luz y Caballero, y fue a completar después sus conocimientos
en los Estados Unidos. Cursó estudios superiores en la
Universidad de Harvard.
Buen traductor de Longfellow, de quien fue amigo personal,
y de Tennyson y otros poetas de habla inglesa, también hizo algunas
versiones del alemán (Schiller, Uhland y otros). Una de
sus composiciones más afamadas es una paráfrasis de uno de los
Geharníschte Sonette (Sonetos acorazados), publicados en 1814,
en su primera colección de versos, Deutsche Gedichte (Poemas alemanes)
por Friedrich Rückert (1788-1866). El soneto de Rückert,
en forma de preguntas y respuestas, es el que comienza:
Was schmiedst du, Schmted? -Wir schmieden Ketten, Ketten!
Ach, in die Ketten seU ihr selbst geschlagen ...
Traducido textualmente todo el soneto, dice:
-¿Qué estás fundiendo, herrero? -Forjamos cadenas,
cadenas.
-¡Ay! Prisioneros en esas caJenas vivis, atormentados.

406 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
-¿Qué cultivas, lahrador? -La tierra que ha de
brindarme sus frutos.
-Sí, para nuestros enemigos será el trigo; para vosotros,
labradores) los cardos.
-¿A quién enderezas tus tiros) cazador? -Quiero dar
muerte al más gordo de los ciervos.
-Igual que al ciervo y al corzo, a vosotros os cazan
y persiguen.
-¿Qué tejes, pescador? -Redes para los peces temerosos.
-¿ y de la red mortal en que sucumbes, quién podrá
arrancarte?
-¿Qué meces tú; madre insomne? -Mis niños.
-Sí, para que crezcan al servicio de los enemigos,
ofendan y maltraten a su propia patria.
-¿Qué escribes tú, poeta? -En letras de sangre
inscribo mi vergüenza y la de mi pueblo)
que no puede atreverse siquiera a pensar en su libertad.
La paráfrasis de Quintero recoge en cuatro estrofas de cinco
versos algunas de las preguntas de Rückert, adaptándolas a la
situación de Cuba, y dándoles parecida respuesta:
-(Qué trabajas, herrero? -Uns cadena.
-¡Cadena que tal vez lleve un hermano!
-¿Dónde vas, pescador? -La mar serena
mi red de hermosos peces verá llena ...
-Ve) tráelos al banquete del tirano.
-¿Qué aras) labrador? -La tierra dura
donde florecen el café y la caña.
-¡Vana es tu industria; tu afallar) locura!
Para ti la fatiga y la amargura.
¡El oro y 14s cosechas son de España!

,1
408 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
Nunca han sido reunidas en forma de libro las poesías de Quintero,
que han quedado dispersas en publicaciones periódicas de su
tiempo. En colecciones anto16gicas han sido recogidas además de
la paráfrasis de Rückert, las daras y sonoras estrofas de «¡Adelante!»;
una sIlva erótica de poco mérito, «Retomo al delirio»;
otra silva, «Memorias del alma», en la que el tema erótico va enlazado
con la evocación de hazañas guerreras; unas sextinas, «Esperanza»,
escritas en la prisión; un episodio que consta de seis estrofas,
«El tiro», donde desarrolla un tema que asumió formas
diversas en la época romántica: dos hermanos que luchan en bandosopuestos;
unos serventesios «A miss Lydia Robins»; y «El banquete
del destierro», la más afamada de sus composiciones, que
era recitada con fervor y exaltación por los emigrados cubanos,
pero no figura en El laúd del desterrado, porque fue escrita después
de publicada esa colección.
El pensamiento capital de esa composición, que Manuel de la
Cruz calificaba de «canto heroico, lúgubre y solemne, como el coro
funerario de las mujeres griegas», se reconcentra en la estrofa
inicial, pues las demás no son más que variantes de ese leimotivo:
Destino amargo y severo
a tierra extraña nos lanza;
¡ved el cielo qué sombrío!,
¡no hay ni un rayo de esperanza!
Mas riamos de las penas,
¡la espumante copa alzad!
iUn brindis por los que han muerto!
¡Hurra por la libertad!
Los dos últimos versos constituyen un estribillo que se repite
al final de las ocho restantes estrofas.
Menos felices, pero enérgicos, son los serventesios en que Quintero
execra la memoria del que delató a Narciso López:
Para vengar a su mejor caudillo
la joven Cuba, que rencor exhala,
si no tuvo el acero de un cuchillo,
tuvo el plomo encendido de una bala.

411 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
sayos literarios (1847). Colaboró en La Verdad y El Cubano, de
Nueva York; en La Verdad, de Nueva Orleáns, y en otros periódicos
de los emigrados cubanos. En México fue redactor, con Guillermo
Prieto, del Diario Oficial y, también con Prieto y otros
escritores mexicanos, de La Chinaca y El Nuevo Mundo.
La mayor parte de su producción poética está incluida en El
arpa del proscrito¡ ahí se encuentra el primer canto de un poema
histórico, «Hatuey», que nunca terminó, acaso por la desazón que
le produjo el habérseles extraviado, al evadirse de España, otros
seis cantos que ya tenía escritos; ahí, su bello romance «Amor y
deber o El alcalde de Antequera», concebido durante su permanencia
en España e inspirado en una crónica del siglo XV; ahí, sus
silvas «Dios» y «El diluvio», que aunque muy elogiadas por Mitjans
y otros crIticqs, valen menos que su paráfrasis del «Salmo de David»,
que es acaso su composición más acabada.
4 D CASTELLÓN
Menor importancia tuvo Pedro Angel Castellón y Lavette, hijo
de español y de francesa. Su vida fue breve, pues nadó en La
Habana en 1820 y murió, probablemente en 1856, en el extranjero.2
49 Los datos biográficos que han podido reunirse sobre Castellón
son escasos. Colaboró en periódicos literarios de Cuba durante
la década que va de 1840 a 1850, a la que corresponden
el ditirámbico soneto «Un pensamiento», dedicado a Narciso Foxá
por su endeble canto épico a Colón (1846), las octavas reales «A
Blanchié», con motivo de su fallecimiento (1847), la silva «A He-
Z49 No consta en qué ciudad de los Estados Unidos falleció Castellón,
aunque es probable fuera en Nueva Odeáns. Como año de su muerte puede
señalarse el de 1856, con vista de la nota necrológica publicada por Luaces
en LA Piragua ese mismo año. Hay una composición de Leopoldo Tuda,
«Dos mártires», «en la muerte prematura de los patriotas Manuel Higinio
Ramírez y Pedro Angel Caste1l6n», que justifica la suposición de que Castell6n
muri6 a fines de 1855 o principios de 1856, pues el profesor Ramírez,
a quien conjuntamente con Casteil6n está dedicada esa oda, embarcó con el
aventurero William Walker para Nicaragua en junio de 1855, y allá encontr6
la muerte en acciones de guerra, poco después.

413 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
ceso en La Habana. El físcal pidió la pena de muerte en garrote
vil para ambos, pero el tribunal los condenó, en contumacia, a diez
años de presidio. No hay posteriores noticias de la vida de Castellón,
salvo que en 1856 ya había muerto, según nos informa la
nota necrológica que le dedicó Luaces.
A Castellón puede enaltecérsele por haber sido «magnífico colaborador
de la revolución y la independencia de Cubu, según frase
de Aniceto Valdivia; y por la firmeza con que mantuvo en sus
versos los ideales que siempre propugnó; pero como poeta es
menos que mediocre. El propio Valdivia, que le rindió cálido homenaje
en una disertación leída en la Sociedad de Conferencias de
La Habana en 1915 («Un poeta cubano casi desconocido: Pedro
Angel Castellón»), señala, en la forma ampulosa y un tanto confusa
que le era peculiar, sus principales limitaciones:
Castellón cantó su tiempo con el alma de un Aristógiton pronto
al martirio, con tal de que le hubiese sido dado hundir su
hierro engalanado de rosas tricolores en el corazón del tirano;
y ese fervor le llevaba a aguzar sus versos como dagas,
barnizándoJas con el veneno letal del rencor corrosivo. Sí;
no nos cansaremos de repetirlo -y tanto más, cuanto parece
haberlo olvidado o ignorado la generación actual-o Una de
las alas de su inflamado talento fue el patriotismo, flexible
como la hoja de una espada y terso como el agua de un espejo.
En sus poesías, acaso incorrectas, porque en el fuego del combate
no se busca pulir, sino matar, hay acentos imprevistos.
Pero esas imprevisiones, asombrosas, son como arrastres de
bellezas violentas, rimadas y contenidas -¡contraste increÍble!-
por gestos que son como la figura misma de la serenidad
absoluta. 251
251 Esta confrenCÍa fue publIcada en Cuba Contemporánea, t. VIII,
agosto de 1915. LI adjetivación es desconcettante, como ocurre al calificar
de «flexible. y de «terso» el patrioúsmo de Castellón.

414 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
5 [] LEOPOLDO TURLA
Leopoldo Turla y Denis era cubano por el ;us soli, pues nació en
La Habana, pero no por el ;us sanguinis, ya que su padre era italiano
y su madre era nativa de Nueva Orleáns. Fue un hombre
de bien y un estudioso dotado de buena cultura. De él hizo Zenea
este retrato moral:
¡Qué hombre tan bueno es Leopoldo Tuda! ¡Qué dichosa
sociedad aquella en que todos los hombres de talento tuviesen
un alma como la suya! ¡Qué carácter tan dulce, qué
voz tan agradable, qué rostro tan expresivo, qué sonrisa la
que no se separa de sus labios! Su corazón es un lugar en
que se anidan todas las virtudes., todos los sentimientos
nobles, todo el amor que desgraciadamente se ha ausentado
del pecho de la mayoría de las gentes. La idea que haya
penetrado en su mente, que sin duda alguna tiene que ser
buena, porque su naturaleza es refractaría a todo lo malo,
a lo mezquino, a 10 defectuoso, tiene que ser una idea feliz
porque encuentra en su cerebro savia para vivir, fuego para
brillar y pureza en la atmósfera del pensamiento para mantenerse
inmutable y encantadora. El cariño que haya despertado
las fibras de su sensibilidad exquisita, no morirá
mientras él viva: la desgracia que caiga sobre su cabeza no
aumentará ninguna arruga en su frente. 252
Turla se inició desde la adolescencia en el cultivo de la poesía.
Fue devoto admirador de Milanés, a quien imitó. Su juvenil libro
de versos Ráfagas del trópico (1842) carece de valor literario.
A poco de haberlo publicado se vio forzado a emigrar de Cuba,
durante el gobierno del general Leopoldo o 'DonneIl , probablemente
en 1847. En los Estados Unidos estrechó amistad con Narciso
López y conspiró a su Iado. m Se dedicó al magisterio en
252 Mis contemporóneos, por J. C. Zenea (Revista Habanera, t. n, 1861).
253 Vidal Morales y Morales, en Iniciadores y primeros mártires de la
revoluci6n cubana, recoge en una nota el testimonio de Plutarco González
(p. 230), que incluye a Turla entre los que acompañaron a Narciso López

415 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Nueva Orleáns y vivió entre continuas estrecheces. El laúd del
desterrado recoge cinco poesías suyas: «¡Perseverancia!», «Oro»,
«A Narciso L6pez», «Dos mártires», «Degradación». La más digna
de aprecio es «i Perseverancia! », cuyas estrofas tienen como estribillo
el verso final de la «Epístola» de Milanés a Rodríguez Galván:
y apoyado al timón espero el dia.
Esas estrofas de Turla brindaban aliento y esperanza a los
emigrados cubanos, que mitigaban sus nostalgias de desterrados
al repetir la que con mayor fuerza conservaban en la memoria:
Su fe sostenga imperturbable el alma
y en medio de sus lágrimas sonria:
ora la tempestad ru;a sombría,
ora el iris de paz brille en la calma,
«apoyado al timón espero el día».
Durante un tiempo, Turla pareció haber renunciado a la poesía.
«Su lira está enmudecida», decía Zenea en 1861. El estallido de
la revolución de 1868 hizo revivir sus ansias de poeta. Cantó a
«Carlos Manuel de Céspedes» y a «Ignacio Agramonte»; el fusilamiento
de los estudiantes de Medicina en 1871 le inspiró una
enérgica protesta rimada: «El crimen del siglo»; y entonó un
treno en la muerte de Francisco Vicente Aguilera: «Crucificación»
(febrero de 1877). 1!ste fue su postrer canto: Turla falleció en
Nueva Orleáns un mes después, el 20 de marzo de 1877.
En esta última etapa de su producción poética y patriótica hay
más rigor y elevación que en sus versos de otro tiempo, pero aun
en la toma de Cárdenas en 1850. José Manuel Carbonell advierte en su libro
Los poetas de «El laúd del desterrado», que el propio Vidal Morales había
anotado, de su puño y letra, en el ejemplar que poseía del Diccionario biográfico
de Calcagno, que Turla había venido a Cuba con el grado de coronel,
como secretario de Narciso López en la expedición de 1851. De esas dos
notkias, la que puede ser cierta es la primera, pues todos o casi todos los
compañeros de Lópcz en 1851 fueron hechos prisioneros, y fusilados muchos
de ellos.

416 O MAX HENRíQUEZ UREÑA
así hay que reconocer que su mejor poema fue su vida austera
y noble. 254
En El laúd del desterrado figura también Juan Clemente Zenea
con las octavillas «El filibustero», además de la primera versión
de su silva «Diez y seis de agosto de 1861, en La Habana», cuyo
texto fue modificlldo v ampliado después; y unos serventesios «En
el aniversario del general López».
En la década que va de 1820 a 1830, que es la del nacimiento
de Teurbe Tolón, Caste1l6n, Santacilia y José Agustín Quintero,
nadó un aficionado a la poesía, José Fernando Hernández Echarri
(1823-1851), que murió, joven aún, por defender el ideal de la independencia
de Cuba. Hernández Echarri fue discípulo de José de
la Luz y Caballero y profesor del Colegio del Salvador. Fue fusilado
junto con el patriota Isidoro Armenteros. Dejó un corto número
de poesías de mediano estro, entre las que se cuentan un
canto «A Cuba» y otro «A la libertad».
6 O PERFIL INTELECTUAL
DE CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES
La Guerra de los Diez Años, iniciada una década después de la
publicación de El laúd del desterrado, tuvo también sus poetas,
empezando por su máximo iniciador, Carlos Manuel de Céspedes
(1819-1874), que en los comienzos de esa lucha escribió un
«Himno republicano», lleno de ardor y exaltación patriótica, pero
declamatorio y, a ratos, prosaico. Acertó mejor cuando se inspiró
en la naturaleza, como ocurre con su soneto «Al Cauto», lleno de
sencillez y espontaneidad:
Naces) ¡oh) Cauto!) en empinadas lomas;
bello desciendes por el valle ulano;
saltas y bulles ;uguet6n) lozano,
peinando lirios y regando aromas.
254 Un hermano de Leopoldo Turla, Angel Turla y Denis (1813-1837),
mostró desde muy joven aptitudes para la poesía, como lo demuestran sus
sáficos «Al aura», pero murió a los veinticuatro años y no pasó de ser una
promesa.

417 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Luego el arranque fervoroso domas,
y hondo, lento, callado, por el llano
te vas a sumergir en el oceano¡
tu nombre pierdes y sus aguas tomas.
Así es el hombre. Entre caricias nace¡
risueño, el mundo al goce le convida¡
todo es amor, y movimiento, y vida.
Mas el tiempo sus ímpetus deshace,
y grave, serio, silencioso, umbrío,
ba;a y se esconde en el sepulcro frío.
Otros cantos suyos: «Al pie del Monte Turquino», «La voz
de la primavera», «El sueño de la mañana», y 1llgunas poesías eróticas:
«Éxtasis», «La virgen de los últimos amores», «Amor callado».
Tradujo «La destrucción de Sennaquerib», de Byron, y
entonó un canto a Milton.
Hombre de no escasa cultura, Céspedes, llcostumbrado a manejar
la pluma como abogado, dej6 algunas interesantes páginas
en prosa, entre las que sobresalen sus impresiones de un viaje
que hizo en su mocedad a diversos países de Europa: Francia,
Inglaterra, Alemania, Italia y, desde luego, España, donde obtuvo
el grado de licenciado en Leyes, después de haberse graduado en
La Habana de bachiller en Derecho. Del libro de viajes que entonces
escribió y nunca llegó a dar íntegro a la estampa, se han
publicado fragmentos, como el que narra su visita a «La abadía
de Battle», en prosa sencilla y clara, no exenta de vigor y colorido. 255
La figura histórica de Céspedes eclipsa todas las demás manifestaciones
de su personalidad. Fue desde temprano orientador y
guía de los que profesaban el credo revolucionario. Desde mucho
antes de iniciarse el movimiento que él encabezó, su actitud rebelde
25S No se conservan sus ensayos dramáticos ni su traducción de fragmentos
de la Eneida, de Virgilio. En Madrid publicó un folleto, En defensa
de Cuba (1841), impugnando ataques apasionados contra su tierra natal;
y obra suya fue el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la isla de Cuba
(1868).
14--PANORAMA HISTÓlUCO

418 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
y separatista le valió ser reducido a prisión en diferentes épocas y
circunstancias 0851, 1854, 1855, 1867). Llegado el momento
decisivo, fue el iniciador de la guerra en 1868. Elegido presidente
de la República en armas, demostr6 su entereza moral y su capacidad
como conductor de pueblos. Despojado de su alta investidura
por el poder legislativo de la revoluci6n, no le faltaban medios para
oponerse a esa resolución incom¡ulta; pero su elevado espíritu, contrario
a toda imposici6n dictatorial, se inclin6 respetuoso ante la
constituci6n que él mismo había promulgado y acat6 la decisión de
la Cámara, dando un alto ejemplo de dignidad cívica. Busc6 retiro
en una abrupta estribaci6n de la Sierra Maestra, San Lorenzo,
donde un día, sorprendido por una patrulla enemiga, rindi6 la vida.
7 O «LOS POETAS DE LA GUERRA»
Con prólogo de José Martí se public6 en Nueva York, en 1893,
un breve volumen, Los poetas de la guerra, integrado por un manojo
de composiciones poéticas escritas durante la Guerra de los
Diez Años. Resulta extraño que no figure Céspedes en ese tomo.
Abre el volumen el «Himno de Bayamo», escrito por Pedro
Figüeredo (1819-1870). De ese himno aparecen ahí solamente las
dos primeras estrofas, que son las que después han sido consagradas
como letra del Himno Nacional de la República de Cuba;
pero el texto original de esa composición contenía otras más.
El poeta villareño Antonio Hurtado del Valle [1841-1875],
conocido por el seudónimo El hijo del Damují, figura en ese volumen
con seis composiciones, entre las cuales se cuentan «El combate
de Atollaosa», donde, al parecer, el autor quiso iniciar un
romancero de la gesta separatista. Hurtado era un rimador fácil,
a quien no faltaba musicalidad, 10 que le valió alguna popularidad
como 1írico. 256 Dos poesías aparecen del pr6cer villareño Miguel
Jerónimo Gutiérrez (los serventesios «A España» y las décimas
«Mi coraz6n»), y una sola de José Joaquín Palma, que era, de los
autores que figuran en el volumen, aquel a quien mejor corres-
256 De Antonio Hurtado del Valle se publicó un tomo de versos: Producciones
de Antonio Hurtado del V dIe, Guanabacoa (1864).

419 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
pondía el dictado de poeta. Dos historiadores, que fueron actores
y testigos de la contienda, también tienen puesto en el libro con
algunos versos guerreros: Fernando Figueredo Socarrás (1846-
1929), que cantó en décimas «El combate de Báguanos», y Ramón
Roa (1844-1912), en quien no faltan hermosos rasgos de patetismo
poético.
De Luis Victoriano Betancourt [1843-1885], mejor escritor de
costumbres que poeta, hay también dos composiciones. De Pedro
Martínez Freire [1847?-1911], aficionado a las bellas letras, recoge
el libro un «Himno holguinero» que escribió en la mocedad;
de la camagüeyana Sofía Estévez (1848-1901), unas décimas «A
Cuba», escritas en el campo de la revolución;2S7 de Juan de Dios
Coll (1847-1890), la única producción que se conserva, también
escrita en el campamento para una especie de torneo poético: «A
un panal»; de Francisco la Rúa (1844-1877), las melancólicas
estrofas «A Emma». Completan el volumen dos glosas de tipo
popular y de autor ignorado; y tres décimas «A un arroyo en
Guáimaro», improvisadas durante los odos del campamento por
Antonio Hurtado del Valle, José Joaquín Palma y Miguel Jerónimo
Gutiérrez.
257 Sofía Estévez tuvo significación en los anales de la prensa cubana,
pues fundó y dirigió El Céfiro (1866), en unión de otra infatigable luchadora
del periodismo femenino, Domitila García de Coronado (1847-1937),
y colaboró en otros periódicos de su tiempo. En El Céfiro dio a conocer
dos novelas suyas de escaso valor (Alberto el trovador y Doce años después).
También publicó un tomo de versos: Lágrimas y sonrisas (1875).

o Libro Séptimo
EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA CUBANA:
REFORMISMO, SEPARATISMO
y ESP!RITU DE INVESTIGACION
XXVI
l.-Restricciones al e;ercicio de la palabra en el régimen
colonial. 2.-0ratoria sagrada. 3.-0ratoria forense.
4.-La Academia de Ciencias. 5.-EI Colegio del Salvador.
6.-Debates literartos. Jorrín. 7.-El diario El Siglo.
8.-La Junta de Información. 9.-La guerra separatista
de 1868. lO.-Guáimaro. Oradores de la revolución.
11.-La oratoria revolucionaria de la emigración. Antonio
Zambrana
1 O RESTRICCIONES AL EJERCICIO DE LA PALABRA
EN EL RÉGIMEN COLONIAL
«Hasta el año de 1868 [observaba Manuel Sanguily], el régimen
político a que estuvo sometida la isla de Cuba impedía el libre
ejercicio de la palabra.» Y agregaba que, dentro de las condiciones
que mantenía ese régimen, la elocuencia había quedado relegada
«al sermón de iglesia, a los alegatos del foro y a las disertaciones
académicas».258
2 O ORATORIA SAGRADA
La relación de oradores sagrados que hubo en Cuba durante el
siglo XIX se abre con una fuerte personalidad que gozaba de gran
258 «Oradores de Cuba» (t. III de las Obras de Manuel Sanguily, La
Habana, 1926). Este trabajo vio primero la luz en la Revista Cubana (mayo
a julio de 1886).

421 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
prestigio desde el último cuarto del siglo XVIII: el presbítero José
Agustín Caballero, que tanta importancia alcanzó en la evolución
de los estudios filosóficos y que tan eminente continuador tuvo en
el presbítero Félix Varela, también reputado como orador sagrado.
Contemporáneos de Varela fueron otros oradores sagrados que
ganaron renombre: en primer término, fray Remigio Cernada s
(1779-1859), de quien se conservan en folleto unas cuantas oraciones
fúnebres y algunos sermones. 259 Aunque las muestras que
nos quedan de su oratoria no permiten vislumbrar en Cernada s
dotes literarias estimables, su entonación vibrante y clara, su afortunada
elocución y el arte que tenía para modular agradablemente
la voz, le cosecharon, al decir de sus contemporáneos, no pocas simpatías
y aplausos. Suátez y Romero declaraba: «Su rostro, no sé
por qué, hasta por su misma fealdad imponía.» Cernadas, que fue
profesor de la Universidad, se ejercitó también en la oratoria académica,
de igual modo que fray Mateo Andreu (1780-1865), que
alternó tres veces con él en la rectoría universitaria. Andreu fue,
además, hombre de ciencia. 260
De categoría inferior son otros oradores sagrados de aquel
tiempo, cuyos nombres anota Sanguily en su útil reseña de los «Oradores
de Cuba»: el camagüeyano José Agustín Agüero, de palabra
reposada y solemne, al decir de los que tuvieron ocasión de oírle;
y el habanero Pedro Arburu (1810-1874), que profesó en el Convento
de san Francisco, en Guanabacoa. Había estudiado Filosofía
con Saco y con Luz y Caballero; y al igual que Saco poco antes,
en 1835 fue desterrado por Tacón, si bien pudo regresar al poco
tiempo. Fue demasiado fecundo, pues se le atribuye haber pronunciado
más de tres mil sermones y discursos: «poseía más me-
259 Oraciones fúnebres: a la memoria del obispo Espada, 1832; del
primer Conde de Santovenia, 1832; del almirante Angel Laborde y Navarro,
1834; de Fernando VII (dos: una en el Convento de san Juan de
Dios y otra en el de Predicadores, 1834); y del mariscal Joaquín Gascue y
Puello, 1840. Sermones: uno en acción de gracias por el restablecimiento del
Rey, 1832, y otro en la fiesta que la Condesa de Lombillo dedicó a la preciosa
sangre de Nuestro Señor Jesucristo, por haberla preservado del cólera,
1833.
260 De Andreu sólo se conserva un folleto de diez páginas, con una
plática en la Kalenda de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, 1833.

423 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Podría hacerse más extensa la lista de oradores forenses y académicos
del siglo XIX, pero escasa utilidad tendría esa relación,
no sólo porque bien poco dieron a la estampa 105 que en ella pudieran
incluirse, sino además porque, ya por la índole técnica de
muchos de esos trabajos, ya por la aridez y poca distinción de la
forma, pues sus autores no teman preocupaciones de estilo, no
encierran interés para las letras.
4 O LA ACADEMIA DE CIENCIAS
Al fundarse en 1860 la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y
Naturales, presidida por el insigne profesor de anatomía Nicolás
José Gutiérrez (1800-1890), la oratoria académica tuvo en esa institución
un nuevo campo para su desarrollo. 264 La Academia se
inauguró con un enjundioso discurso de Francisco Zayas y ]iménez
(1826-1919), que se había formado en las aulas del Colegio del
Salvador. Zayas era un disertante elocuente y de elegante palabra.
Sanguily comenta con deleite la conferencia que pronunció en la
Caridad del Cerro en 1883, acerca de «La Torre de Babel».265
Otros disertantes desfilaron por la tribuna de esa Academia,
entre ellos Félix Giralt (1826-1881), José Francisco Ruz (1830-
1904), profesor de Historia de la Medicina, que a ratos tuvo devaneos
con las musas, y Ramón Zambrana y Valdés (1817-1866),
que a más de ser un gran laborioso era excelente maestro, y en la
tribuna académica trató más de una vez cuestiones relacionadas
con la docencia de su profesión, si bien el más valioso de sus discursos
no fue de índole científica ni didáctica, sino su «Elogio
264 Gutiérrez, fundador, con Ramón Zambrana, del primer periódico dedicado
en Cuba a las ciencias médicas (Repertorio Médico Habanero, 1840),
sólo escribió sobre materias de su profesión, en prosa correcta y dara, de
la cual es buena muestra su elogio póstumo del doctor Tomás Romay (1849).
265 «Oradores de Cuba», t. III de sus Obras completas, pp. 184-194.
El más conocido de los discursos de Francisco Zayas son sus «Palabras ante
el cadáver de don José de la Luz y Caballero», que Luis Felipe Mantilla
(1833-1878) incluyó en el tercero de sus Libros de lectura, utilizados durante
muchos años en las escuelas de casi toda la América española. Esas palabras
son dignas de nota por su sencillez emotiva.

425 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
(1838-1894), cuya palabra fácil se escuchó más de una vez en el
Colegio del Salvador; pero Gálvez no se dedicó a las letras, aunque
en su juventud escribió frecuentemente para los periódicos. Su
única contribución a la bibliografía cubana es un folleto de quince
páginas, publicado sin firma en Nueva York: Diálogo entre Serrano
y Dulce sobre la cuesti6n de Cuba (1869). Es un comentario en
verso, satírico-pol1tico. Una segunda edición, con el nombre del
autor, se imprimió en 1905.
Al morir Luz y Caballero se hizo cargo de la dirección del Colegio
del Salvador el doctor José María Zayas y ]iménez (1824-
1887), que durante algunos años había sido su vicedirector. Iniciada
la revolución de independencia en octubre de 1868, el colegio
hubo de cerrarse poco después. Zayas era un orador académico
diserto y severo. También fue publicista: en 1868 circuló un folleto
suyo de catorce páginas: Cuba, su porvenir, oponiéndose a
la idea de la independencia. Terminada la Guerra de los Diez
Años colaboró incesantemente en los principales periódicos sobre
temas de política y de administración, en consonancia con la tendencia
autonomista. De sus artículos en serie los más celebrados
fueron los treinta y tres que escribió en El Triunfo sobre «La
cuestión económica» (1878-1879), que bien podrían haber sido
recogidos en libro.
6 O DEBATES LITERARIOS. JORRfN
Disertaciones y debates sobre temas de literatura y de arte hubo
siempre en las tertulias que constituían en La Habana una tradición
intelectual desde los tiempos de Del Monte y de Valdés Machuca. La
lectura de trabajos presentados por algunos de los concurrentes solía
dar motivo a discusiones animadas, si bien no era frecuente que se
del libro en que recogió sus lecciones sobre Coe/he y Schiller (Madrid,
1863), en el cual incluyó su traducción de «La campana», de Schiller, en
verso blanco; Cartas a un ¡oven cubano (Madrid, 1863), dirigidas !l Jesús
Benigno Gálvez, su condiscípulo en el Colegio del Salvador; y Estudios
sobre los Estados Unidos de América (Madrid, 1865). Con Félix de Bona
fundó en Madrid (1864) la Revista Hispano-Americana.

426 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
pronunciaran disertaciones previamente anunciadas, como la que
José Silverio Jonín (1816-1897), ante un auditorio reducido, pero
acaso el más selecto que podía reunirse entonces, dedic6 a contestar
esta pregunta: «¿Es la literatura un pasatiempo vano?" (1865)
en las noches literarias celebradas en casa de Nicolás Azcárate.
Algunas sociedades de las que entonces se apellidaban «de instrucción
y recreo», dedicaron preferente atención a las actividades
intelectuales y organizaron tertulias y conferencias literarias. Fue
el propio José SUverio Jorrín quien mejor se destacó en unos debates
organizados por el Liceo de Guanabacoa en 1861. El tema
propuesto con título tan amplio como el de «Filosofía del arte», se
planteaba concretamente con esta interrogación: «¿Reflejan las bellas
artes el carácter de la civilización de los pueblos?» A juicio de Juan
Clemente Zenea, que comentó en la Revista Habanera aquel torneo
oratorio, ninguno de los disertantes, entre ellos José Ignacio Rodríguez,
José María Céspedes y Felipe Poey, desenvolvió con acierto
el tema, con excepción de Jorrín. En más de un aspecto esa dísertación
revela que el autor estaba al tanto del movimiento de las
ideas en Europa, razón por la cual Rafael Montara, en el prólogo
que le puso años después al imprimirse en folleto, declaraba que
«cuando los estudios de filosofía del arte empezaban a renacer en
España, el señor Jorrín explicaba con pasmosa claridad las nuevas
tendencias». Al mismo tiempo la disertación de Jorrín abundaba
en párrafos en los que su autor parecía aspirar mejor el díctado de
poeta que al de analista y erudíto. Así en éste, consagrado a la
estatuaria helénica:
La estatuaria helénica alcanzó una perfección que nadíe ha
podído exceder, que nadie ha sabido igualar. Como el escultor
no ejercía una profesión mecánica, sino un verdadero sacerdocio,
el mármol de Paros y el pentélico no eran en sus
manos una materia profana, sino la carne de los díoses, que
debía recibir del cincel el fuego sacro que en otro tiempo
robara del cielo Pigmalión. La estatua, a fuer de objeto religioso,
aunque tiene la turgente morbidez de las hermosuras
terrestres, está idealizada por una belleza etérea, por una juventud
primaveral, por aquel plácido reposo que la fantasía
se complace en atribUir a los que, exentos de penas y dolores,

I
427 O PANORAMA HISTÓRICO D LA LITERATURA CUBANA
habitan la nacarada mansión d 1 empíreo. La imagen divina
carece de ojos en el mármol, rque su pensamiento, extraño
a los objetos que la rodean, es á absorbido en sí mismo; no
aparece en su rostro el más lev ceño ni la más ligera arruga,
porque sería contrario a su . mortalidad; su frente y sus
músculos jamás están contraíd s; nada hay en ella que indique
esfuerzo físico, nada q e revele pasiones interiores;
todo su aspecto es sereno, celes e, luminoso; y aunque apenas
cubre su cuerpo una breve el mide, su desnudez está tan
maravillosamente velada por l perfección inconcebible de
la forma que, lejos de despertar sensaciones voluptuosas, deja
embebecido el espíritu en pura deliciosa cavilación.
Jorrín, que más de una vez trató asuntos relacionados con las
letras y con las artes plásticas (

428 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
A las veladas literarias del Liceo de Guanabacoa, que cobraron
cada día mayor auge y perduraron a lo largo del tiempo, hay que
sumar las tertulias dominicales que en aquella misma época, a partir
de 1860, se celebraban en el Liceo de La Habana. En ellas tomaban
parte algunos jóvenes que ya gozaban de prestigio intelectual, como
Enrique Piñeyro, José Manuel Mestre y algunos que tuvieron actuación
muy señalada en la Guerra de Independencia que estalló a
poco: Antonio Zambrana y Vázquez (1846-1922), Rafael Morales
y González (1845-1872) e Ignacio Agramonte (1841-1873), que
apenas sobrepasaban entonces los veinte años. Los debates literarios
eran frecuentes: ya disertaba José. María Céspedes (1829-
1911) en torno a Le Cid de Corneille para hacer un paralelo con el
drama que lo inspiró, de Guillén de Castro; ya se analizaba y discutía
alguna producción de uno de los concurrentes a esas reuniones
(así el drama Magdalena, de Isaac Carrillo y O'Farrill); ya
se traían a discusión, del mismo modo que en el Liceo de Guanabacoa,
temas ambIciosos como «la naturaleza del arte y principalmente
la dramática», acerca del cual contendieron Piñeyro y
Zambrana.
No es de extrañar que la costumbre de celebrar tertulias y veladas
literarias cobrase aún mayor auge, y que se crearan en toda
la Isla sociedades que perseguían iguales propósitos. En aquellos
tiempos de estricta e irritante censura, el debate sobre cuestiones
literarias, científicas o artísticas, era el único refugio a que podía
acogerse la juventud estudiosa que aspiraba al intercambio de ideas
y de conocimientos. Aun así, muchas veces algún concepto era
interpretado como alusión inconveniente a cuestiones políticas, y
daba motivo a severas advertencias o reconvenciones.
7 O EL DIARIO «EL SIGLO»
Algo se habían modificado, sin embargo, esas restricciones durante
el mando de Serrano, de 1859 a 1862, y de su sucesor, Dulce, de
inédito de Jorrín: Colón y sus críticos, del cual parecen haber sido primicias
su disertaci6n sobre «Col6n y la crítica contemporánea» y algunos otros
trabajos.

-429 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
1862 a 1866,270 y gracias a ello había comenzado a publicarse en
1860 un diario liberal y reformista, El Siglo, fundado por José
Quintín Suzarte (1820-1888), infatigable propulsor del periodismo
y la cultura. 271 Ya se había significado como activo defensor de
las aspiraciones reformistas cuando tuvo a su cargo la dirección
de El Faro Industrial, de 1848 a 1851, año en que ese periódico
fue suprimido por disposición gubernativa. Suzarte reanudó poco
después su campaña en el Diario de La Habana (1853) Y en El
Correo de la Tarde, que lanzó con Pedro Figueredo y Domingo
270 Dulce volvió a ejercer el mando en Cuba algún tiempo después,
pero su segundo gobierno tuvo carácter borrascoso, al revés del primero.
Se hizo cargo del mando el 4 de enero de 1869, no cumplidos aún tres meses
del alzamiento de Céspedes en Yara. Días después se desató en La Habana
un estado de confusión y de anarquía, dentro del cual quedó eclipsado
el principio de autoridad, y la ciudad se vio entregada a los desmanes de
una soldadesca irresponsable, proveniente de los cuerpos de voluntarios. Tras
de los sangrientos sucesos del Teatro de VilIanueva y el café El Louvre, y
el saqueo de la casa de AIdama, los voluntarios se impusieron a Dulce, ya
desacatando órdenes suyas para poner en libertad a un detenido, ya forzán·
dolo a autorizar la aplicación de una pena de muerte a todas luces injustificada.
Por último, un franco estallido de sublevación militar puso a Dulce
en el trance ineludible de resignar el mando, el 8 de junio.
271 José Quintín Suzarte figuró desde muy joven en diversas iniciativas
periodísticas, como La Siempreviva, que lanzé al público en unión de Antonio
Bachiller y Morales, José Victoriano Betancourt, Manuel Costales y
otros. Fue a residir en Venezuela en 1839, y durante los ocho años que
allí residió fund6 periódicos, entre ellos La Guirnalda y el Diario de Puerto
Cabello, y fue director del Colegio Nacional de Cumaná. De regreso a Cuba
en 1848, se manifestó como campeón de las reformas políticas en los diversos
periódicos que tuvo a su cargo. Pasó en 1864 a Matanzas, donde le
fue confiada la direcci6n del Instituto de Segunda Enseñanza. También dirigió
entonces La Aurora del Yumurí. Emigró a México durante la Guerra
de los Diez Años, y allí también fundó periódicos (El Cuba, El Pueblo,
y alguno más). Reintegrado a su tierra natal en 1879, todavía lanzó a la
circulación un nuevo periódico: El Amigo del País (1882). Como hombre
de letras, autor oe alguna breve novela, no pocos artículos sueltos, y también
versos, dejó una producción insignificante; pero sus trabajos como periodista
de combate brillan por la firmeza de las ideas. Su única contribución
a la bibliografía cubana fue un folleto de 68 páginas, en el que recogió una
serie de artículos publicados en El Triunfo: Estudios sobre la cuestión económica
de la isla de Cuba (1881).

430 O M.Q U:.NkÍQUEZ UREÑA
Cumermo de Aroumena (1823-1914) en 1857. Al fundar El
Siglo, Suzarte recabó del gobierno de Serrano el derecho a dis·
cutir libremente las cuestiones económicas y sociales, y fue ese
periódico el primero que en Cuba pudo expresarse al respecto con
decisión y valentía.
A los dos años, durante los cuales libró no pocas campañas,
lo mismo sobre los sistemas de tributación que sobre los derechos
politicos, Suzarte, carente de recursos pecuniarios, logró constituir
una sociedad anónima que se hizo cargo de El Siglo en 1863. Esa
sociedad, de la cual formaban parte José Morales Lemus (1808-
1870), Miguel Aldama (1820-1888), Antonio Fernández Bramosio
(m. 1878), José Valdés Fauli (1816-1882), José Manuel Mestre
(1832-1886) Y Pedro Martín Rivero, confió la dirección del periódico
a una figura de excepcional prestigio dentro del movimiento
reformista: Francisco de Frías y Jacott, conde de Pozos Dulces
(1809-1877), que se había significado además por sus esfuerzos
en favor del engrandecimiento de la agricultura y la ganadería y
por trabajos tan útiles como una Memoria sobre la industria pecuaria
en la isla de Cuba, premiada en los juegos florales convocados
por el Liceo Artístico y Literario de La Habana en 1849, y
el Informe que presentó en 1851 como inspector del Instituto de
Investigaciones Químicas. Había sido reducido a prisión durante
seis meses (1853), en la fortaleza del Morro, y después deportado
a España, pero su pluma nunca permaneció ociosa: desde París,
donde residió en 1856 a 1861, había enviado para El Correo de
la Tarde no pocas correspondencias y artículos, la mayoría de los
cuales fueron recogidos en un volumen, Colección de escritos sobre
agricultura, industria, ciencias y otros ramos de interés para la isla
de Cuba, en 1860, año en que también dio a la estampa en París
su magistral estudio La cuestión del trabajo agrícola y de la población
de la isla de Cuba, teórica y prácticamente examinada. En
París también había impreso su folleto La cuestión de Cuba, en
1859. A su regreso de Europa, en 1861, fue ofrecida a Pozos
Dulces la dirección de El Siglo. Pozos Dulces manejaba con limpieza
la prosa, sabía ser agradable y ameno en la exposición de sus
ideas; pero, ante todo, era de admirar en él, junto con la claridad

431 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
de sus razonamientos, la gran firmeza con que sostenía sus
convicciones.
8 O LA JUNTA DE INFORMACIÓN
La campaña sostenida por El Siglo en favor de las reformas políticas
encontró eco en buena parte de la opinión pública cubana,
y atrajo la atenci6n y la simpatía de algunos políticos prominentes
de la metrópoli, entre ellos el general Serrano, duque de la Torre,
que de retorno a España después de ejercer el mando en Cuba,
favoreció con su influencia, desde la presidencia del Senado, la
adopción de medidas que culminaron en el Real Decreto del 25
de noviembre de 1865, mediante el cual se convocaba una reunión
de delegados de determinados municipios de Cuba y Puerto Rico
(dieciséis por Cuba, seis por Puerto Rico; en total, veintidós), que
en unión de otros veintid6s comisionados (de nombramiento ejecu
tivo estos últimos), llevara a cabo una información acerca de las
reformas que se estimara útil y conveniente introducir en el gobierno
y la administración de las dos Antillas.
Celebradas el último domingo de marzo de 1866, las elecciones
de delegados de los municipios previamente señalados en la convocatoria,
los reformistas ganaron en Cuba trece puestos de los dieciséis
que debían constituir la representación de la Isla en esa
especie de consejo asesor sobre reformas, que recibió el nombre
de Junta de Información. De los seis puestos asignados a Puerto
Rico quedaron vacantes dos. Los cuatro restantes fueron cubiertos
por Segundo Ruiz Belvis y José Julián Acosta -dos figuras patricias
de la vida puertorriqueña-, a quienes acompañaban Manuel
P. Zeno y el historiador Francisco Mariano Quiñones.
Los trabajos de la Junta, que llegó a celebrar treinta y seis
sesiones plenarias, parte de la labor desarrollada por las comisiones,
se iniciaron el treinta de octubre de 1866 y terminaron el 28 de
abril de 1867. Era ésta la primera oportunidad que se ofrecía
a los cubanos para ejercitarse en la oratoria política, aunque el escenario
en que habían de desenvolver sus facultades estuviera lejos
de Cuba. A La Habana correspondió enviar dos delegados a la
Junta; a otros catorce municipios, un delegado por cada uno.

432 O MAX HENRíQUEZ UREÑA
Dotes oratorias poseía, en grado estimable, Manuel de Armas
y Carmona (1812-1874) elegido por La Habana en uni6n de Antonio
Xavier de San Martín, que intervino rara vez en los debates.
No figuraba Armas en las huestes del reformismo y debía su elección
a las fuerzas conservadoras, que fueron las que triunfaron en La
Habana, dada la preponderancia que se otorgó en las operaciones
electorales a los mayores contribuyentes del comercio y la industria,
que en la capital de la Isla tenían superior arraigo. No obstante,
las peroraciones y alegatos de Armas y Catmona, siempre en tono
severo y reflexivo, no revelaron una actitud adversa a las reformas
anheladas, sino un criterio prudente y de juiciosa ponderación.
Nicolás Azcárate (1828-1894), elegido por el municipio de
Güines, gozaba de prestigio como jurisconsulto y orador académico.
Intervino con brillo en todos los debates de la Junta, haciendo
gala de sólida dialéctica, así como de corrección en la forma.2 72
También se distinguió en las sesiones de la Junta el delegado
de Guanajay, Antonio Rodríguez Ojea, en quien Piñeyro celebraba
«la elocuencia llena de fuego» y la palabra fácil y elegante. Z73
José Morales Lemus (1808-1870), elegido por Remedios,
aunque no era un orador brillante, sabía imponerse al auditorio
por su argumentación precisa y por su palabra persuasiva. Fue abolicionista
sincero, y en prueba de ello empez6 por dar libertad a
sus esclavos. Se había sumado a la tendencia reformista, pero en
el fondo fue siempre separatista, y por ello, de 1851 a 1855, estuvo
complicado, primero en las tentativas de invasión de Narciso López,
y después en la conspiración de Ramón Pintó. Al estallar la revolución
separatista de 1868, se vio perseguido y amenazado, pero
pudo emigrar a los Estados Unidos de América, donde asumió la
272 Azcárate, gran animador de la cultura, fundó en 1856, junto con
José Manuel Mestre, José Ignacio Rodríguez y Francisco Fesser, la Revista
de Jurisprudencia; más tarde, en Madrid, La Voz del Siglo, y años después,
en México (adonde hubo de emigrar por haberlo expulsado de la Isla el capitán
general, Conde de Valmaseda) El Eco de Ambos Mundos (1876),
empeño para el CU?1 se asoció con el camagüeyano Antenor Lescano. No
coleccionó sus escritos, dispersos en los periódicos, aunque dio a la estampa
alguno que otro folleto, como Votos de un cubano (1869).
273 Morales Lemus y la revoluci6n de Cuba, por Enrique Piñeyro, Nueva
York, 1871. Reinsert'.l en Biografiar americanas, Parfs, 1907.

433 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
presidencia de la Junta Cubana de Nueva York; y en repetidas
entrevistas con el secretario de Estado Hamilton Fish gestionó en
Washington, como representante del gobierno insurrecto, el reconocimiento
de la beligerancia de Cuba, confiando en que, en un
momento dado, las alternativas de la vida política podrían favorecer
su anhelo. Entregado afanosamente a esa labor lo sorprendió
]a muerte en 1870.
José Antonio Saco, delegado por Santiago de Cuba, aunque por
hábito adquirido en la cátedra era un maestro en la exposición oral
correcta y clara, prefirió, la mayor parte de las veces, presentar
por escrito sus puntos de vista.
El Conde de Pozos Dulces, delegado de Villaclara, no pretendía
ser orador, y sus intervenciones fueron siempre breves y
mesuradas; y otro tanto ocurría con José Antonio Echeverría, delegado
por Colón, que era, ante todo, escritor, y no tenía condiciones
para la tribuna.
Delegado por Puerto Príncipe era José Calixto Berna] y Soto
(1804-1886), publicista notable, autor de importantes obras jurídicas,
como su Teoria de la autoridad (1856), en las que apunta
un pensamiento precursor de la agrupación de naciones que andando
el tiempo fue establecida primero como Sociedad de las Naciones
y después como Organización de las Naciones Unidas: la creación de
una federación internacional de protección y utilidad recíprocas .274
Bernal planteó en todo tiempo cuestiones del mayor interés y
asumió una postura de amplio sentido ltberal: reconocía el derecho
a la revolución, defendía el sufragio universal, y sostenía que Cuba
atesoraba los atributos necesarios para ser una nación independiente.
Por exponer estos conceptos en los momentos en que la
insurrección cubana iniciada en 1868 estaba todavía en su apogeo,
estuvo deportado en Ceuta, ya en edad avanzada, aunque por corto
tiempo. Terminada la Guerra de los Diez Años, Bernal se sumó
2i4 Publicada esta obra con el título: Teoría de la autoridad, aplicada a
las naciones modernas (2 vols., Madrid, 1856-1857), fue traducida al francés
por Egmont Vachin: Pbilosopbie politiqueo Théorie de l'autorité appliquée
aux nations modernes ou Traité de la SouV

434 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
a la propaganda autonomista y fue electo diputado a Cortes por 1..
provincia de Las Villas. No desmay6 en su afán de buscar soh:
dones a la cuestión cubana y en su último ensayo politico trazó
las líneas generales de un plan de gobierno autonómico: La reforma
política de Cuba (1881). Su rica bibliografía comprende: La democratie
au XIX e siecle; La monarchie démocratique (París, 1847);
La democracia o el individualismo (Madrid, 1859); Vindicación:
Cuestión de Cuba (Madrid, 1871) j Cuba y la Hacienda española
(París, 1873). Es interesante señalar que el primer libro publicado
por Bernal es puramente literario: Miscelánea. Impresiones
y recuerdos (Madrid, 1844) es un libro de viajes en el que narra
su recorrido por diferentes países de Europa (España, Portugal,
Francia, Inglaterra, Italia, Alemania y Suiza) y que al final incluye,
junto con otras composiciones poéticas, una oda a Italia, en
la que más puede interesar la nobleza del pensamiento que la inspiración
y el estro, y además un drama, Los libertinos, de tipo romántico
y efectista. Pero Berna! no perseveró en esas aficiones literarias
que manifestó en su juventud. Un acopio de datos reunidos por
él mismo y ordenados por Vida! Morales y Morales (

435 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
9 O LA GUERRA SEPARATISTA DE 1868
La Junta terminó sus labores sin haber llegado a ninguna solución
práctica. Aunque muchos cubanos no tuvieron nunca fe en que
España concediera a las dos Antillas que conservaba bajo su dominio
un régimen de amplias libertades, el fracaso de la Junta
constituyó una gran desilusión para los más. ¿Qué oportunidad
podía ser más favorable para que estallara el movimiento armado
que venía gestándose en la zona oriental de la Isla en favor de
la independencia? EllO de Octubre de 1868 inició Carlos Manuel
de Céspedes la revoiuci6n separatista en el batey de su ingenio La
Demajagua, con una arenga breve y fogosa, que fue la primera
manifestación oratoria de esta nueva etapa revolucionaria. La provincia
de Camagüey se sum6 al movimiento en la primera quincena
de noviembre, bajo la inspiraci6n del joven abogado Ignacio Agramonte,
que pocos años antes se había dado a conocer como orador
en las tertulias literarias dominicales del Liceo de La Habana y
que al reunir en el paradero de Las Minas al primer grupo de
rebeldes camagüeyanos pronunci6 un discurso exaltado y elocuente.
En febrero de 1869 se incorporó al movimiento la provincia de
Las Villas, y unidos los patriotas villareños a los camagüeyanos
constituyeron la Asamblea de Representantes del Centro y enviaron
una delegación a cambiar ideas con Céspedes (que hasta ese momento
sólo ostentaba el rango de capitán general de la insurreción),
para unificar el movimiento y adoptar la Constitución política del
nuevo Estado.
10 O GUÁIMARO. ORADORES DE LA REVOLUCIÓN
Entre los oradores que tomaron parte en la asamblea constituyente,
reunida en Guáimaro, se destacaron Ignacio Agramonte,
siempre enérgico, arrebatador; y Antonio Zambrana, sin duda el
más elocuente de todos. Ellos dos fueron los verdaderos autores
de la Constitución que allí se adoptó.
De los oradores del campamento revolucionario (ya en la Constituyente,
ya en la Cámara de Representantes que se constituyó

436 O MAX HENlÚQUEZ uREÑA
al ser aprobada la carta fundamental, ya en mitines insurrectos),
merecen recordarse algunos otros nombres: Rafael Morales y González
[1845-1872] tribuno de brillante palabra y periodista que
en la manigua fundó en 1869 la hoja volante La Estrella Solitaria,
si bien existía ya un órgano oficial del gobierno revolucionario,
El Cubano Libre,X16 creado por voluntad de Céspedes; Honorato
del Castillo (1836-1869) muerto en combate a temprana hora,
dejando el recuerdo de su oratoria relampagueante; el prócer villareño
Miguel Jer6nimo Gutiérrez; Antenor Lescano, maestro y periodista,
que se había dado a conocer por sus valientes artículos de
El Camagüey (1866); Eduardo Machado y Gómez (1838-1877),
también periodista; Antonio Lorda (n. 1846), médico y escritor,
tribuno de palabra dantoniana; Luis Ayestarán y Moliner (1846-
1870), cuya muerte prematura (fue fusilado a los veinticuatro
años), tronch6 una de las más halagüeñas esperanzas de la revolución;
el renombrado escritor y poeta Luis Victoriano Éetancourt
[1843-1885]; Ramón Pérez Trujillo, ponderado y reflexivo; Adolfo
de Varona [1839-1888], médico aficionado a las letras, autor de
un volumen de Proverbios de salón, entre ellos «Más vale pájaro en
mano ... », que alcanzó cumplido éxito al ser llevado a la escena; otro
médico dotado de facilidad en la palabra, Eduardo Agramonte y
Piña, que tuvo a su cargo la cartera de lo Interior en el primer
gabinete de Céspedes; Miguel Betancourt Guerra; Lucas del Castillo
y Moreno (n. 1821), abogado y periodista, aficionado a la
poesía; Tomás Mendoza y Durán, nacido en Caracas, fácil y chispeante,
autor de ingeniosas piezas c6micas, muerto en acción de
guerra en 1869: 2n José María Izaguirre (1828-1905), el austero
maestro bayamés, y el presbítero Emiliano Izagu.irre, que pronunció
patriótico sermón el 10 de octubre de 1869, al conmemorarse
el primer aniversario deÍ inicio de la revolución.
276 A más de El Cubano Libre y La Estrella Solitaria, otros periódicos
se publicaron en el campamento revolucionario: El Tínima y La Verdad,
ambos de Camagüey; El Mambí y el Boletín Oficial de la Divisi6n de Cienfuegos.
277 Aunque Mendoza no fue más que un discreto aficionado a las letras,
alcanzó aplausos con sus comedias de costumbres De lo vivo a lo pintado
(1866) y Los mocitos del día. También estrenó dos dramas: Una estocada
secreta y J usticifi de propia mano.

437 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Importa consignar que del Colegio del Salvador provenían los
principales oradores y otras figuras prestigiosas de la revolución,
empezando por Ignacio Agramonte, Antonio Zambrana, Rafael
Morales y González, Luis Ayestarán, Manuel y Julio Sanguily,
Marcos Garda, y tantos otros, sin olvidar a los que, fuera del campamento
revolucionario, como Enrique Piñeyro, defendieron con
su verbo y con su pluma los ideales separatistas. No otro fue el
fruto de la incomparable labor de José de la Luz y Caballero, como
educador y forjador de conciencias, que convirtió su colegio en
una almáciga de hombres dignos.
De toda aquella oratoria de los campos de la revolución casi
nada queda, salvo el recuerdo de la impresión que tales o cuales
discursos produjeron, trasmitido por quienes pudieron oírlo, como
Manuel Sanguily, que también lució sus dotes de orador durante
la contienda. Raro fue, durante la guerra, el discurso que, con
ayuda de algún apunte tomado en el acto de pronunciarlo, fue reconstruido
por su autor. Sólo algunos pudieron conservarse, entre
ellos la enérgica requisitoria pronunciada en la Cámara de Representantes
por Luis Victoriano Betancourt, para pedir la deposición
del presidente Céspedes.
De la oratoria revolucionaria de aquella época se conservan,
en cambio, muchos de los discursos pronunciados en el extranjero
por los representantes y partidarios de la República en armas.
11 O LA ORATORIA REVOLUCIONARIA
DE LA EMIGRACIÓN: ANTONIO ZAMBRANA
Entre los oradores que fueron verbo de la revolución en el exterior
se destaca en primer término Antonio Zambrana, que después de
su labor como constituyente y legislador fue enviado al extranjero
en misión de propaganda patriótica y lució sus altas dotes tribunicias
en Nueva York, en México, en Santiago de Chile. A esa
etapa de su vida corresponden algunos libros y folletos suyos: La
República de Cuba (Nueva York, 1873), la novela El negro Francisco
(Santiago de Chile, 1875), y el breve volumen La cuestión
de Cuba (Valparaíso, 1874), que contiene discursos suyos, junto
con algunas brevísimas peroraciones del general Manuel de Que-

440 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
pi ente de haberlo sido!» Pase6 después la mirada altiva por la
sala, y empez6 entonces, pausadamente, su discurso.
Los separatistas, por su parte, reprobaban su actitud como una
deserción, y fue Manuel Sanguily, compañero suyo en la guerra del
68, quien, no sin ocasionales toques de ironía, desde las páginas
de la Revista Cubana, en un artículo intitulado «Un insurrecto
cubano en la Corte», le ech6 en cara unas cuantas contradicciones
y otras tantas afirmaciones inconsistentes.
El señor Zambrana [comentaba Sanguily], es un agitador,
y es también, entre los cubanos, un orador muy aplaudido:
ahora mismo está paseando por la Isla las ideas de su folleto,
con el relieve y el vivo color de su elocuencia ruidosa y sabiamente
omados de vistosos penachos, cintas variadísimas y
graciosas moñas.
El País, órgano de los autonomistas, decía paladinamente:
«Creíase que el señor Zambrana volvería entregado a la indignación
y a la ira, sin otro propósito que el de dar desahogo a su furor,
con venenosas y desatinadas predicaciones, siendo así una dificultad
más para el Partido Autonomista ... »
Al cabo de tres años, en los que defendió las aspiraciones autonomistas
con empeño igual al que puso un día en la propaganda
del ideal de la independencia, se sintió desencantado: perdió la fe
y el entusiasmo en las posibilidades de la autonomía, y en 1891
decidió retornar a Costa Rica, donde encontró la misma acogida
generosa y cordial de otro tiempo. Su dedicación a la enseñanza,
tanto de las doctrinas jurídicas como de las bellas letras, lo movió
a publicar allí, en los finales del siglo XIX, varios libros: Ideas de
estética, literatura y elocuencia (1896), La administración (1897)
y La poesía de la historia (1900).
La Guerra de Independencia preparada por Martí e iniciada
el 24 de febrero de 1895, hizo renacer en su espíritu nuevas esperanzas
de que el viejo ideal de los mambises del 68 pudiera cristalizar
en plazo más o menos breve, pero, víctima de dos ataques
cerebrales que pusieron en peligro su vida, su salud precaria 10
obligaba a una vida de absoluto sosiego. Inútil habría sido pensar
en que, al igual que en la edad juvenil, pudiera ir a reunirse en la

441 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
manigua con las huestes revolucionarias, o recorrer el continente
americano en fervorosa propaganda por la libertad de Cuba.
Proclamada la República independiente el 20 de mayo de 1902,
Zambrana no retomó a Cuba hasta 1906, en el momento inquietante
en que una grave crisis política interna había culminado en
la formación de un gobierno interventor establecido por los Estados
Unidos de América, ajustándose a los preceptos del apéndice
constitucional, hoy abolido, la llamada Enmienda PIatt. La presencia
de Zambrana fue saludada en el mundo intelectual cubano
con satisfacción y regocijo, y le fueron tributados públicos y repetidos
homenajes, como el que organizó el Ateneo para oírlo dictar
una conferencia sobre «La mentira poética», previo un enaltecedor
discurso de salutación que estuvo a cargo de Manuel Sanguily.
No era aquel momento, empero, el más propicio, dado el paréntesis
que sufría Cuba en el desenvolvimiento de su vida republicana,
para que Zambrana retornara definitivamente a su patria,
ni para que se le invitara a prestar sus servicios a la nación independiente.
Al cabo de tres años, restablecido en Cuba el gobierno
propio dentro del ritmo constitucional, Manuel Sanguily, llamado
a desempeñar la cartera de Estado, le ofreció el cargo de ministro
plenipotenciario en Colombia y Ecuador, contando con el beneplácito
del presidente José Miguel GÓmez.
Aceptó Zambrana y partió a ocupar su cargo. En Quito reunió
diversos trabajos literarios en un volumen que intituló Prensa y
tnbuna (1912). Desde 1907, año en que publicó en Costa Rica
un tomo de Estudios ;urídicos, no había dado a la estampa ningún
libro. Sus últimos discursos, no recogidos en libro, fueron: el que
pronunció en La Habana en 1907, en el banquete organizado por
la revista Letras en honor de Manuel Sanguily; y poco tiempo
después, en Santiago de Cuba, el que dedicó a Francisco Vicente
Aguilera, con motivo de la inaguración de la estatua de ese insigne
prócer.
Cansado y enfermo volvió años más tarde a Cuba y se retiró
de la vida diplomática. El Congreso le concedió una pensión, que,
aunque modesta, Íe permitió vivir sin preocupaciones económicas
los últimos años de su vida. Murió en La Habana el 27 de marzo
de 1922.

442 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Entre los oraelores ele la revoluci6n cubana en el exterior se
destacaron también José Manuel Mestre (1832.1886), agente di·
plomático oficioso ele la República en armas en los Estados Unidos
al fallecer, en 1870, José Morales Lemus, que ejerció primero esas
funciones; José de Armas y Céspedes (1834·1900); y Enrique Pi·
ñeyro (1839·1911). Todos ellos fueron buenos publicistas y polemistas,
pero, además, Mestre se distinguió en los estudios filosóficos
y Piñeyro descolló en la crítica literaria.

XXVII
l.-José Manuel Mestre: su labor patriótica y sus
escritos filosóficos. 2.-La Sociedad Antropológica.
3.-Auge del espíritu de investigación. 4.-Bachiller
y Morales. 5.-José María de la Torre. 6.-Tranquilino
Sandalio de Noda. 7.-Felipe Poey y Aloy.
8-Carlos de la Torre y Huerta. 9.--Otros hombres
de ciencia. lO.-La Sagra, su obra y sus colaboradores.
ll.-Via;eros: Andueza, y Salas y Quiroga.
12.-Rodríguez Ferrer. 13.-Jacobo de la Pezuela.
14.-Santacilia. 15.-Pedro José Guiteras. 16.-Historiadores
particulares: González, Betancourt, Pérez
Luna y otros
1 O JOSÉ MANUEL MESTRE:
SU LABOR PATRIÓTICA Y SUS ESCRITOS FILOSÓFICOS
José Manuel Mestre (1832-1886), que se distinguió como orador
y también como agente diplomático de la revolución de 1868, fue
(si se exceptúa un conciso artículo, «Filosofía en La Habana»,
publicado en La Cartera Cubana, en 1839, por José Zacarías Gon·
zález del Valle) el primero en ordenar y analizar, en forma histórico-crítica,
el proceso de las ideas filosóficas en Cuba: su discurso
inaugural del curso académico de 1861-1862 en la Universidad,
«De la filosofía en La Habana», es un modelo de síntesis, que
abarca en espacio breve, dada la índole del trabajo, todo ese proceso,
desde el padre Caballero hasta José de la Luz y Caballero,
y los González del Valle, y resume con precisión las diversas orientaciones
en pugna. En el momento en que pronunció esa oración
académica, Mestre era profesor universitario de Filosofía: desde
1856 desempeñaba la cátedra de Lógica, Sicología y Moral, hasta
poco antes a cargo de uno de sus maestros, Manuel González del
Valle; pero en vez de seguir, como su antiguo profesor, la corriente
del eclecticismo de C

444 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
tllba entre los profesores del Colegío del Salvador. En aquel momento
empezaba a ganar prosélitos la tendencia positivista, y
Mestre acogió algunos puntos de vista coincidentes con esa nueva
orientación, si bien nunca fue un verdadero positivista; más bien
podría señalársele como un simpatizador de Krause, que se había
puesto de moda en España.
Su enseñanza filosófica en la Universidad [afirmó Enrique
José Varona al rendirle póstumo tributo], marca, aunque su
modestia no lo lleve a proclamarlo, un cambio de rumbo en
la dirección de estos altos estudios; señala el único período
en que la influencia de la Luz se dejó sentir en las doctrinas
enseñadas en nuestras aulas. La proscripción, o punto menos,
de la metafísica, la importancia concedida a la sicología, y
sobre todo el considerar la lógica como un instrumento indispensable
y general, pero sólo como un instrumento para la
disciplina del espíritu y para su aplicación fructuosa a las
pesquisas científicas, eran otras tantas cardinales innovaciones
que prometían y hubieran debido traer mejores días a nuestra
enseñanza. Convertir la dialéctica en la clave universal que
franquea todos los misterios del mundo, es ahogar en su
germen toda ciencia; conducir por la lógica a la metodología,
enseñar por qué medios se puede ahondar con fru to en el
campo del conocimiento de la realidad, es preparar para la
investigación científica, es fomentar el espíritu de verdad,
es propender al desarrollo de la ciencia, necesidad suprema de
nuestros tiempos. Lo primero lleva a las vanas especulaciones
que engolfan el espíritu en las quimeras de los sistemas; 10
segundo aguija la actividad, lleva la aplicación, demanda la
práctica. Ésta es la dirección que señalaba Mestre, y ninguna
otra más elevada.
Los escritos de índole filosófica de Mestre no son muy abundantes,
pues todos corresponden al período, bastante corto, de
sus actividades universitarias; su tesis Del egoísmo (1854), una
disertación pronunciada en las oposiciones a la cátedra: «Considen:ciones
sobre el placer y el doior» (1855) Y el «Elogio» póstumo
del doctor José Zacarías González del Valle (1861).

445 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Simultáneamente con los estudios de Filosofía, Mestre había
emprendido los de Derecho, y ostentaba ambos doctorados. En
1863, hechas algunas reformas en el plan universitario de estudios,
Mestre, que ese mismo año se había recibido de doctor en Derecho,
optó por ser profesor de la Facultad de Derecho, y pasó a desempeñar
una cátedra que abarcaba la Filosofía del Derecho, el Derecho
Internacional y la Legislación comparada. Abandonó de ese
modo la enseñanza de la Filosofía, pero tampoco estuvo mucho
tiempo en la Facultad de Derecho: en 1866 renunció su cargo
de profesor, en son de protésta contra una medida que estimó
ilegal y que a más de ser incompatible con el decoro del profesorado,
afectaba a su compañero y amigo, el jurista y abolicionista
Antonio González de Mendoza (1828-1906), que igualmente renunció.
Durante algún tiempo estuvo dedicado al ejercicio de la abogacía.
Ya en 1856 había fundado con Nicolás Azcárate, Francisco
Fesser y José Ignacio Rodríguez la Revista de Jurisprudencia, que
siguió publicándose durante doce años. Algunas de sus defensas
alcanzaron señalado éxito y le dieron renombre profesional. En
más de una ocasión le tocó ser juez, y vale la pena rec0rdar que,
en 1858, año en que desempeñó con carácter interino el cargo
de segundo alcalde mayor de La Habana, hubo de enjuiciar a
Miguel de Embil, acusado de desacato contra el capitán general
José de la Concha, y como no encontró méritos bastantes para
tal imputación, absolvió libremente al acusado y se ganó la animadversión
de las autoridades coloniales.
Colaboró en muchos periódicos de la época, singularmente en
El Siglo, que él contribuyó a mantener como vocero de las aspiraciones
reformistas. Fracasada la Junta de Información, iniciada
la revolución de Yara, y agitada España por repetidas convulsiones
políticas que determinaron el traslado de Isabel II a Francia y el
establecimiento de la regencia de Serrano, un grupo de habaneros
pidió audiencia, el 24 de octubre de 1868, al capitán general Francisco
Lersundi para un intercambio de ideas sobre los asuntos de
actualidad. Lersundi recibi6 de mal talante a los visitantes. Mestre
tomó la palabra con pausa y mesura, y explic6 que en ese momento
en que se luchaba en España por los principios liberales, Cuba es-

446 O MAX HENRÍQUtz UREÑA
peraba que al fin se hiciera caso a su demanda de reformas políticas.
Lersundi, en tono desabrido, manifestó que esas ideas no
diferían de las que sustentaban los rebeldes de Yara.
Mestre hubo de escapar a los Estados Unidos de América,
donde fue, con Enrique Piñeyro, director de El Mundo Nuevo.
Tuvo actuación sobresaliente entre los cubanos emigrados, ya corno
escritor y orador, ya como comisionado de la revolución.
2 O LA SOCIEDAD ANTROPOLÓGICA
Después de terminada la guerra, Mestre permaneció todavía un
tiempo en la emigración, hasta que, convencido de que toda espera,
por el momento, era inútil, decidió retornar a Cuba. Los
estudios antropológicos habían atraído desde hacía años su atención,
y a poco de su regreso a La Habana fue elegido presidente
de la Sociedad Antropol6gica, fundada en 1877 por iniciativa de
Felipe Poey, que la presidió en su inicio, y de Luis Montané y
Dardé (1849-1936), que había sido en París discípulo de Broca,
y había regresado a Cuba pletórico de entusiasmo por esa clase de
estudios. m En el seno de esa sociedad presentó Mestre un trabajo
valioso: «Una raza prehistórica en Nortearnérica: Los terrapleneros»
(1884). Otros escritos suyos, publicados en la Revista de
Cuba, fueron su última contribución a la cultura cubana.
279 El doctor Montané, nacido en La Habana y educado en Francia,
se distingui6 por sus trabajos puramente científicos. Gan6 prestigio con sus
investigaciones y explotaciones arqueológicas y con el hallazgo de cráneos
y huesos humanos, smgularmente una mandíbula de mayor antigüedad que
el resto de su hallilZgo. Florentino Ameghino encontr6 en ese hallazgo
elementos bastantes para proclamar la clasificación de una especie: el homo
cubeflsis, pertenecieme a una raza de talla muy pequeña. Trabajos de Montané
al respecto publicados en revistas científicas: «El hombre f6sil de Cuba,.
(1911) y «El hombre prehist6tico de Cuba,. (1916).

447 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
3 O AUGE DEL ESPÍRITU DE INVESTIGACIÓN
De los diversos trabajos de Mestre acaso el más digno de interés
es su discurso «De la filosofía en La Habana», como aportación
valiosa al estudio e investigación dd movimiento de las ideas en
Cuba. Con ese discurso y con su cooperación decidida a los empeños
de la Sociedad Antropológica, Mestre no hacía más que
sumarse a una tendencia que cada día se acentuaba más en Cuba
desde que Humboldt visitó la Isla: reunir datos y dementos de
juicio sobre todos los aspectos de la vida y la naturaleza de Cuba.
En la segunda mitad del siglo XIX, esa tendencia alcanzó máximo
auge, y se generalizó el deseo de investigarlo todo y clasificarlo
todo. Sin perder su impulso inicial, ese espíritu de investigación
había de desarrollarse en todos sentidos, hasta redescubrir la Isla
si fuere preciso, pero estaba llamado a seguir, principalmente, dos
líneas paralelas: la lustoria natural y la historia política.
4 O BACHILLER Y MORALES
Investigador de alto mérito acerca de la evolución de las letras,
la enseñanza y la historia de Cuba fue Antonio Bachiller y Morales
(1812-1889), que a la vez que jurista, historiador y bibliógrafo
fue ameno escritor costumbrista y en ocasiones versificador
sencillo y correcto, a quien se debe un tomo de Fábulas literarias
y morales (1839). Fue autor, además, de obras de teatro y de
una novda. 280
Sus Apuntes para la historia de las letras y la instrucción pública
en Cuba, que reunió en tres volúmenes de 1859 a 1860, cons-
280 Se citan las siguientes obras teatrales de Bachiller: En la confianzo
está el peligro (1841), comedia en tres actos y en verso; El campamento
de los Cruzados (1840), traducción de un drama de Adolphe Dumas; y
Los celos, adaptación de una obrita italiana. Escribió una sola novela:
Matilde o Los bandidos de Cuba (en El Aguinaldo Habanero, 1837). Las
otras obras que enrIquecen la bibliografía activa de Bachiller van mencionadas
en d texto, pero además hay muchos trabajos suyos dispersos en
las revistas.

449 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
de los antiesclavistas y de los reformistas, hasta terminar con algunos
apuntes sobre «Los últimos esclavos», «Los cabildos» y
«Los ñáñigos».
A poco de estallar la guerra separatista de 1868, Bachiller,
considerado como sospechoso (sobre todo desde que presentó, en
enero de 1869, una petición de autonomía para Cuba, en una reunión
celebrada en casa del Marqués de Campo Florido), tuvo que
emigrar a los Estados Unidos de América. Su casa fue saqueada;
sus bienes, confiscados. Su hijo Antonio marchó a la guerra, y
en ella murió. El golpe fue muy rudo para Bachiller, sobre todo
si se tiene en cuenta que un año antes de estallar la guerra había
fallecido su primogénito, Alfredo.
Bachiller, cuya pluma nunca estuvo ociosa, colaboró en casi todas
las publicaciones cubanas que dedicaban algún espacio a la difusión
de la cultura; desde El Nuevo Regañón (1830), de Buenaventura
Pascual Ferrer; El Album (1830); La Siempreviva (1838); El
Faro Industrial (1841); pasando por la Revista de La Habana
(1853), de Mendive; Brisas de Cuba (1855); la Revista de JurÍJprudencia
(1856); La Revista Habanera (1861), de Zenea; Cuba
Literaria (1882), de Fornaris, y otras; hasta la Revista de Cuba,
de Cortina. De algunas de esas publicaciones fue fundador y,
en ocasiones, director. Durante el período en que estuvo emigrado,
colaboró en El Mundo Nuevo y La América Ilustrada, de Nueva
York, y en otros periódicos redactados allí en español.
Bachiller regresó a Cuba después de concertada la Paz del
Zanjón, y todavía vivió diez años más, en los que nunca decayó
su afán de laborar en pro de la cultura pública. Murió en La
Habana el 10 de enero de 1889.
Bachiller prestó su infatigable concurso a los empeños culturales
de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la cual
fue director en más de una ocasión, como lo fue también del Liceo
Artístico y Literario en la época de mayor actividad de esa institución.
Fue profesor y decano de la Facultad de Filosofía de la
Universidad de La Habana, y allí se señaló como propagador del
krausismo. En 1863 fue suprimida en aquella casa de estudios la
Facultad de Filosofía, y Bachiller pasó a ocupar el cargo de director,
que fue el primero en desempeñar, del recién creado Instituto de
15-PANOItAN:A HISTÓRICO

451 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
paciente y un cuidadoso cotejo de antecedentes; pero prácticamente
no tiene interés literario alguno, ya que La Torre no era
un escritor, sino un almacenista de informaciones acuciosamente
obtenidas.
La Torre, cuya laboriosidad encomiable nadie podría superar,
se destacó también como c'utógrafo y como autor de libros de
texto, principalmente de geografía, materia de su predilección, pero
también de matemáticas, 10 mismo que de historia, de urbanidad
y buenas maneras, de gramática o de lectura, sin omitir cartillas
y silabarios, pues proclamaba que él era quien había introducido
en Cuba nuevos métodos que abreviaban el aprendizaje de la lectura.
Aunque esas actividades nada tienen que ver con la literatura,
no es ocioso hacer resaltar la personalidad, tan curiosa como
útil, de este gran estudioso, que consumó su vida en un ansia
perpetua de saber enciclopédico.
6 O TRANQUILINO SANDALIO DE NODA
Espíritu lleno de curiosidad intelectual y de ansia de saber, que
desde ese punto de vista resulta semejante al de José María de
la Torre, fue el del pinareño Tranquilino Sandalio de Noda (1808-
1868). Noda fue, además, amigo de La Torre y con él concibió
el proyecto de publicar un Diccionario geográfico-estadística-histórico
y genealógico de Cubaj pero era rasgo característico de Noda
el acometer con entusiasmo la realización de una idea y abandonarla
después porque otra idea distinta atraía preferentemente su
atención. Noda dejó inconclusas muchas obras que empezó por
dar a conocer fragmentariamente en los periódicos. En eso era
diferente a José María de la Torre, gran trabajador que jamás
dejó sin terminar una obra empezada, con excepción del diccionario
que planeó con Noda, y no pasó de unas cuantas fichas que
se publicaron en las Memorias de la Sociedad Económica. Otra
diferencia hay que señalar entre ambos: al revés de La Torre, que
carecía de estilo, Noda era un escritor correcto y atrayente, y por
tales dotes lo recuerda la historia literaria.
Sus cartas al sabio Felipe Poey acerca de un pez ciego en
Cuba, aparte del interés que encierran para los hombres de ciencia,
15-A-PANORAMA HISTORIeo

452 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
y en especial para los icti610gos, están escritas en estilo tan ameno
que se leen sin esfuerJO y sin pausa, como si se tratara de un entretenido
relato, e igual ocurre con otro trabajo suyo de índole
diferente: «Antigüedades góticas.»
Nada era, pues, hombre de aptitudes múltiples: si de niño se
aficionó a los trabajos de agrimensura, junto a uno de sus tíos
que a ellos se dedicaba, en cuanto pudo asimilar alguna cultura
no hubo campo de actividad intelectual hacia el cual no se dirigiera
su ansia de conocimiento. Escribi6 casi siempre con la idea
de divulgar nociones útiles, 10 mismo sobre agricultura que sobre
geografía, economía política o cuestiones pedagógicas.
Los trabajos que de él se conservan -aun sus interesantes
Cartas a Silvia, que tan admirablemente describen la región occidental
de la Isla-, 110 dan completa idea de su personalidad. El
hombre fue superior a su obra. 282
Nada había nacido en San Marcos, provinCia de Pinar del Río,
el 3 de septiembre de 1808. Murió en San Antonio de los Baños,
provincia de La Habana, el 23 de mayo de 1866.
Nada veneraba en Felipe Poey y Aloy (1799-1891) al hombre
de ciencia más notable de Cuba. Las cartas que se cruzaron entre
ambos con motivo del hallazgo de un pez ciego, dan testimonio
de la recíproca y alta estimación que se profesaban.
7 O FELIPE POEY y ALOY
Poey, nacido en La Habana el 26 de mayo de 1799, no era solamente
un hombre de ciencia: por empeño materno estudió las disciplinas
jurídica.s y obtuvo en 1822 el titulo de doctor en Derecho
en la Universidad Central de Madrid, y después en la de París,
aunque nunca ejerció la profesión. También estudió con amor e
interés las humanidades, y fue traductor de Virgilio y de HoraclO.
Su padre era francés, su madre, cubana. Niño aúr: fue con sus
282 Las Cartas 1 Silvia sobre la Vuelta Aba;o tueron publicadas en di·
versos periódicos a partir de 1840, así como sus Apuntes sobre Y ucatán. Las
cartas que se cruzaron entre Noda y Pocy acerca de un pez ciego se encuentran
en el tomo de Obras literarias (1888) de Poey .. Antigüedades
góticas» vio la luz en la Revista de ÚI Habana (1853).

456 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
puede mencionarse como autor de textos de historia natural,Uó
aunque tuvo aficiones periodísticQs y fue fundador y director,
emigrado durante la guerra de independencia, de la Revista de
Cayo Hueso, de 1896 a 1898.
8 O CARLOS DE LA TORRE Y HUERTA
Carlos de la Torre fue un maestro de saber enciclopédico, un verdadero
sabio, y un hombre noble y digno. Sus investigaciones en"
el campo de la historia natural son comparables a las de su insigne
maestro. La Torre se dedicó de modo preferente a la malacología
y descubrió nuevas especies de moluscos, algunas de las cuales
llevan su nombre: Cylindrella Torrei, Ctenopoma Torreianum ...
Su tesis para el doctorado en ciencias en la Universidad Central
de Madrid versó sobre la Distribución geográfica de la fauna malacológica
terrestre en la isla de Cuba (1883). Su obra capital acerca
de la Fatlna malacológica Cubana, sólo ha sido publicada fragmentariamente,
parte de ella en inglés, con la colaboración del sabio
germano-norteamericano, doctof Paul Bartsh (n. 1871).
Otra cuestión que desde temprano despertó su interés es la
comprobación geológica de que Cuba fue parte del continente en
tiempos remotos. Desde 1860 la hipótesis podía cimentarse en
el hallazgo de un fósil que Poey dio a conocer y que por sus huesos
y dientes fue clasificado con el nombre de Megalocnus Rodens (o
Myomorphus Cubensis). Más adelante La Torre pudo lograr la
reconstrucción del esqueleto del animal, y presentarlo así restau-
"rado; pero lo que importa consignar es que sus repetidas excursiones
y exploraciones de la última década del siglo XIX y la primera
del XX, dieron admirables frutos, empezando por el descubrimiento
de ammonites del período jurásico en Viñales, además
286 La bibli::¡grafía pedagógica de Vilaró comprende, principalmente, los
siguientes títulos: Zoografía de vertebrados: mamíferos, 1882; Aves, 1884;
Apuntes para un curso de botánica (1886-1888); Apuntes para un curso de
zoología, 1887; Apuntes para los cursos de zoología y zoografía de articulados
vivientes y fóstles. 1889-1893; Apuntes de fisiología vegetal, 1890;
Elementos de botánica, 1890; Algo sobre peces de Cuba, 1893; Elementos
de zoología general, zoografía y zootecnia, 1896.

457 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
de osamentas fósiles en las Casimbas de la Sierra de Jatibonico ..
Armado con tales armas compareció a informar a la Academia de
Ciencias del resultado obtenido, y anunció el 23 de enero de 1911,
desde la tribuna de la Sociedad de Conferencias de La Habana, la
«Existencia de una fauna continental en Cuba», como comprobación
de su tesis.
A la iniciativa de La Torre se deben los primeros libros de
texto escritos en Cuba después de terminada la Guerra de Independencia,
entre ellos el Manual o guía para los exámenes de
maestros, del cual trazó el plan general, y tuvo el cuidado de
confiar a los más eminentes intelectuales cubanos la redacción
del texto de la especialidad de cada uno de ellos. Entre los textos
escolares que La Torre se encargó de preparar personalmente se
cuenta una serie de libros de lectura, basados en el método de
la escritura-lectura.
Fuera de sus empeños científicos y pedagógicos, La Torre abandonó
el campo de las aficiones literarias, que cultivó en su juventud,
y hay que recordar que a veces coqueteó con las musas,
aunque no pasó de mediano versificador.
La Torre, que tuvo actividades separatIstas en la época colonial,
tomó parte en la vida política al establecerse la República,
y fue alcalde de La Habana y presidente de la Cámara de Representantes.
No perseveró, sin embargo, en ese camino. Prefería
consagrarse a sus labores universitarias y a sus caracoles, como
decía él mismo, pues nada le halagaba tanto como el que le recordaran
Sil vocación de malacólogo. Había ingresado en el profesorado
universitario en 1885, y él se mantuvo (salvo durante
la Guerra de Independencia, por haber decretado su destitución
el gobierno colonial), hasta que en 1938, después de haber desempeñado
el cargo de rector durante varios años, fue proclamado
profesor emérito.

458 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
9 O OTROS HOMBRES DE CIENCIA
Un hijo del sabio Poey, Andrés Poey y Aguirre (1826-1911),
aunque realizó algunos trabajos de historia natural al lado de su
padre, entre los cuales se cuenta un Catálogo metódico de las aves
de la isla de Cuba (1848), tuvo preferente afición a la meteorología
y fue el primer director del instituto oficial creado para dar
impulso a esos estuáios: el Observatorio Físico-Meteórico de La
Habana. Se ausentó de Cuba y, salvo algunos viajes a México y
a los Estados Unidos de América, el resto de su vida 10 pasó en
Europa. Conocía el idioma francés en igual grado que el español,
y las únicas obras suyas que pueden tener algún interés literario
están en esa lengua, tanto las que son el fruto de su ferviente
inclinación al positivismo (Bibliographie POSiliviste el critique,
1871; Le positivisme, 1876; M. Littré el Auguste Comte, 1879),
como las que quiso utilizar como tarjeta de entrada en el mundo
de la producción literaria, por cierto con muy poca fortuna, pues
su noyela La folie amoureuse (1889) resulta cansona y prosaica,
dado su empeño en aplicar a los amores de su heroína las leyes
de la sicología positivista. A las críticas enderezadas contra esa
obra respondió su autor con una nueva edición, con título diferente:
La crise (1890), pero no por el cambio de título mejoró la obra.
De otros hombres de ciencia de esa época, que brillaron en una
especialidad determinada, pero no hicieron literatura, no cabe hablar
dentro de la historia literaria: así el caso de Alvaro Reynoso (1829-
1888), autor de un utilísimo y bien escrito Ensayo sobre el cultivo
de la cafia de azúcar (1862); así el de Manuel González Echeverría
(1833-1897), que ganó renombre mundial con sus estudios
relativos a la epilepsia; así el de Carlos J. Finlay (1833-1915),
a quien se debe el importante descubrimiento que está condensado
en el título de su opúsculo El mosquito como agente de trasmisión
de la fiebre amarilla (1881); y es también el caso del insigne matemático
José M. VilIafañe (n. 1838), autor de un acabado estudio
sobre Las teorías coordinatorias y las determinantes (1891), y el
del educador santiaguero Juan Bautista Sagarra (1806-1871), autor
de deliciosos libros para niños (Dioscórides o Historia de un joven

460 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Largos años transcurrieron antes de que pudiera terminarse la
ímpresi6n de los doce volúmenes de la obra, profusamente ilustrada.
Tropez6 La Sagra con no pocas dificultades y vicisitudes para llevar
adelante la publicaci6n, mediante fascículos sueltos, que empezaron
a imprimirse en 1837 y siguieron apareciendo durante veinte años
sucesivos. El propio La Sagra resumi6 esos contratiempos en el
prólogo de un volumen adicional que public6 en 1861 con el subtítulo
de Relación del último via;e del autor. Su anhelo era hacer
una «nueva edición considerablemeJite aumentada».
Mi voluminosa obra [declaraba], impresa con un lujo mal
calculado, sufrió, durante su publicación, singulares extravíos
y pérdidas de tal consideración en su texto, que la condenaban
a ser poco conocida, aun antes de estar concluida. Los ejemplares
que generosamente tomaba el gobierno para protegerla,
fueron en su mayor parte incompletamente distribuidos; mis
suscriptores en la isla de Cuba se cansaron de esperar el término
de una publicación tan lenta, irregular y dilatada; y de
los ejemplares que de la obra debían quedarme, después de
la suscripción del gobierno, apenas pude completar algunos
pues una multitud de resmas impresas habían sido fraudulentamente
extraviadas del almacén del editor, en el largo transcurso
de los años que duró la impresión.
Editada la obra en tan irregulares circunstancias, resulta hoy
sumamente raro encontrar una colección completa de sus doce vo-
la Paleontologie fratlfazse; Félix Guérin Meneville (1799-1874), autor de la
Iconograpbie du régne animal de Cuvier (1830), entomólogo a quien se confiaron
las secciones de Crustáceos, Arácnidos e Insectos, asociándolo a H.
Lucas y a Alexandre Lefebre, que desarrollaron una parte de los Arácnido&,
además de los Ápteros, Himenópteros y Lepidópteros; Gabriel Bibron (1806-
1848), autor de una Erpetologie générale, que se ocupó de los reptiles junto
con J. T. Cocteau; el barón Michel Edmond Sélys-Longchamps (1813-1891?),
a quien correspondió la descripción de los Neurópteros, materia de su especialidad;
D. F. 1. Gervais, que tomó la sección de los Quirópteros, así como
Briget la de los Dípteros; y Jacquelin Duval la de los Coleópteros. En el
campo de la botánica, además de La Sagra, que se encargó de la flora
cubana: Camille Montagne (1784-1866), que se ocupó de la Criptogamia,
mientras Achille Richard (1794-1852) tomaba a su cargo la Fanerogamia.

461 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
lúmenes, al menos en idioma español, pues se imprimía igualmente
en francés, aunque no siempre el contenido de cada tomo era en un
todo idéntico en los dos idiomas. De la edición francesa sí pudieron
salvarse algunas colecciones completas, hoy en diversas bibliotecas
públicas. m
El empeño de La Sagra, de hacer una nueva edición de la obra,
nunca pudo verse satisfecho, aunque ése fue el motivo de su último
viaje a Cuba en 1859. Llegó a publicar sólo un Suplemento a la
sección económico-política, con nuevos datos relativos a la población,
la agricultura, el comercio y las rentas públicas de Cuba
desde el año 1842 Ínclusive (París, 1861), trabajo que quiso superar
poco después con el volumen Cuba en 1860, y todavía dio
a la estampa en 1863 una «edición aumentada» del suplemento,
con el censo de población de 1861.
La Sagra no era un verdadero hombre de ciencia, aunque bautizó
con su nombre algunas especies, tanto zoológicas como botánicas,
y unos cuantos amigos suyos, que clasificaron otras, tuvieron
la atención de darles el nombre de La Sagra: en botánica, Gardenia
sagraeana, Jacaranda sangraeana, Cloridendron sagraeij en zoología,
Bulla Sagra, Colombella Sagra, Helix sagraiana, Porcellana sagrai,
y otras; pero buen número de esas especies habían sido descritas
con anterioridad y fue necesaria la revisión de las cIasificaciones. 289
m En el vol. JI (1946) de la Revista de la Sociedad de Historia Natural
Felipe Poey, de la Universidad de La Habana, vio la luz un luminoso tra·
bajo de Jorge Aguayo: «El extraño caso de la Historia física, política y natural
de la isla de Cuba», que analiza minuciosamente la forma en que se
llevó a cabo la publicación.
289 José Antonio Saco cuenta de este modo cómo en compañia del botánico
Tomás Pio Betamourt conoció a La Sagra y se dio cuenta de su insu.
ficiente preparación científica: «Cuando Betancourt regresó de Europa a
La Habana en 1823, me incitó a que tomase con él algunas lecciones de
botánica, y accediendo yo gustoso a su invitación, me reunía con él todas
las mañanas y las tardes para hacer algunas excursiones, siendo el jardín
botánico el lugar de preferencia, con cuyo jardinero, que era un francés,
tenía ya amistad Betancourt. En una de esas tardes Í)le cuando éste y yo
vimos a Sagra por la vez primera; y como uno fuese catedrático, otro afi.
cionado y otro discípulo, he aquí que convinimos en reunimos todas las
tardes en el jardín para trabajar botánicamente. Volvimos Betancourt y yo
a las cuatro de la tarde del siguiente día, y ya encontramos a Sagra con
16-PANORAMA HISTÓRICO

463 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
Heredia, cantor del Niágara. Según La Sagra, cuatro graves defi.
ciencias podían señalarse en Heredia: poco conocimiento y uso de
la lengua castellana; escasa lectura y pocas ideas aun para escribir;
mala elección de los modelos que se ha propuesto imitar y de las
fuentes donde ha bebido; y sumo descuido en la corrección. Este
juicio ligero y arbitrario provocó una agria polémica entre La
Sagra y Saco. El polemista bayamés acudió en defensa de Heredia
y concluyó por calificar a La Sagra como un pedante y un charlatán.
Sin ser La Sagra escritor ni hombre de ciencia (aunque andando
el tiempo amplió bastante sus conocimientos), su laboriosidad y
constancia corrían parejas con su ambición de alcanzar renombre,
y acometió una empresa magna, de positivo mérito y utilidad, como
es la obra que dirigió y llegó a publicar venciendo continuas difi·
cultades. Sólo hay que lamentar que no buscara entre los cubanos,
acercándose a hombres eminentes como Poey, la colaboración que
consiguió en Francia.
11 O VIAJEROS: ANDUEZA, y SALAS Y QUlROGA
Dos viajeros españoles que estuvieron en Cuba poco antes de 1840
escribieron sus impresiones sobre la Isla: el vizcaíno José María
Andueza, que en su libro Isla de Cuba pintoresca, histórica, polí.
tica, literaria, mercantil e industrial (Madrid, 1841), inserta no·
ticias muy útiles acerca de la vida literaria de aquella época; y el
conocido escritor gallego, muy leído en su tiempo, Jacinto de Salas
y Quiroga, que dedicó el primer tomo de sus Via;es (Madrid,
1840), a la isla de Cuba, con apreciaciones tan francas e impar·
ciales como éstas:
Los dos perIódicos de La Habana nada pueden contener que
digno sea de merecer el empleo del pensamiento. Está allí
vedada toda discusión sobre principios; así. que las cuestiones
vitales para el país pasan sin examen, sin el voto de la prensa.
En suma, la prensa es sólo un medio miserablemente mercantil:
y a tal punto es el temor que tiene el gobierno a los periódicos,
que no permite el establecimiento de nuevos, parecién.
dole poca garantía su propia censura. El escritor le pide

464 O MAX HENRfQUEZ UREÑA
permiso para estrib¡, 44uello que el gobierno le permita Cl'cribir,
y el gobierno le contesta: yo no te permito ni una
línea, buena o mala. Tal es el miedo que ni en sí propio
confía.
Así, pues, escritores políticos no existen en Cuba; de cualquiera
de los ramos que tienen tendencia con las ideas de
progreso intelectual, tampoco. Queda todo reducido a la
poesía, al cuento, a la estadística y a la historia.
La poesía sin libertad es un día sin sol; la historia sin discusión
y razonamiento, es un faro apagado. La estadística
sin datos, sin permiso para examinar la población, y el cuento
sin filosofía, ¿qué son? Yo lo pregunto al hombre más
imparcial.
Sin embargo, como el más vigilante suele dormir, de vez en
cuando aparecen destellos de genio que los señores censores
no ven, y a su ceguedad por lo regular se deben felices inspiraciones.
Entre este número cuento yo muy particularmente
las poesías de Plácido, impresas recientemente en Matanzas.
12 O RODRíGUEZ FERRER
El sevillano Miguel Rodríguez Ferrer (1815-1889), que llegó a
Cuba alrededor de 1849 con el encargo de hacer acopio de materiales
para una obra de gran magnitud dirigida por el batallador
político, abogado y periodista Pascual Madoz (1806-1870), el Diccionario
geográfico, histórico y estadístico de España (1848-1850),
residió en la Isla más de diez años y fue autor de una obra que
en más de un aspecto podía considerarse afín con la que dirigió
La Sagra: Naturaleza y civilización de la grandiosa isla de Cuba o
Estudios variados y científicos, al alcance de todos, y otros históricos,
estadísticos y politicos. La obra admite dos grandes divisiones:
la relativa a la naturaleza (estudios arqueológicos, físicos,
geográficos, geológicos, forestales y zoológicos), y la relativa a la
civilización, resumen histórico de la Isla a partir del Descubrimiento
de América. La primera parte constituye un volumen de

465 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
942 páginas (Madrid, 1876). De la segunda sólo llegó a ver la
luz el primer tomo (787 páginas, Madrid, 1876), que abarca el
siglo XVI.
Durante su permanencia en Cuba, Rodríguez Ferrer hizo exploraciones
arqueológicas, encontró fósiles, cráneos y osamentas de
indios, ídolos y otros objetos que donó a la Universidad de La
Habana para corresponder a una petición que le hizo Felipe Poey
por encargo del Rector.
Otros escritos referentes a Cuba dejó Rodríguez Ferrer: Los
nuevos peligros de Cuba entre sus cinco crisis actuales (197 páginas,
1862) Y Los partidos españoles y el de la autonomía de la
isla de Cuba (37 páginas, Madrid, 1803). Rodríguez Ferrer era
político, y muy activo. Fue gobernador de Valladolid y de otras
provincias y desempeñó varios cargos administrativos. Defendía
con tesón el sistema colonial de España; pero de todos modos tuvo
en Cuba muchos amigos, dada la franca, sincera simpatía que demostró
por Cuba y los cubanos.
Su estilo era a veces difuso y no siempre correcto, aunque no
le faltaba soltura. De ahí que Manuel Sanguily dijera: «Los descuidos
de forma son en él comunes y el estilo en realidad no es
histórico. Los capítulos parecen disertaciones. Puede creerse que
el autor ha escrito demasiado. En menos páginas, en muchísimas
menos, pudo y quizá debió decirse cuanto él expone ... »
•
13 O ]ACOBO DE LA PEZUELA
Otro escritor andaluz (gaditano), cuyas huellas siguió Rodríguez
Ferrer celosamente, Jacobo de la Pezuela (1811-1882), que reunió
y ordenó acuciosamente gran cantidad de datos e informes acerca
de Cuba, publicó varias obras que son el fruto de esa paciente
labor: empezó por un breve Ensayo histórico sobre la isla de Cuba
(Nueva York, 1842), Sitio y rendición de La Habana en 1762,
Madrid, 1859, a las cuales subsigui6 su Diccionario geográfico,
estadístico, histórico de la isla de Cuba (cuatro volúmenes, Madrid,

466 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
1863-1866) ;291 luego, el volumen intitulado Necesidades de Cuba
(Madrid, 1865); y, en fin, su obra más valiosa: Historia de la isla
de Cuba (cuatro volúmenes, Madrid 1868-1878), después de la
cual tuvo todavía ocasi6n de resumir sus apreciaciones sobre Cuba
en un tomo, Crónica de las Antillas (Madrid, 1871), que formaba
parte de una de esas publicaciones que aspiran a ser monumentales
y a abarcar un ámbito muy vasto: Crónica general de España, o
sea Historia ilustrada y descriptiva de sus provincias.
Pezuela vivió bastante tiempo en Cuba, donde murió. Era militar,
y en 1841 desempeñó el cargo de ayudante del capitán general.
Se le confiaron después otras importantes funciones, como las de
coronel del Regimiento de Milicias de Matanzas y teniente gobernador
en Güines.
Era Pezuela escritor correcto y castizo. Metódico y escrupuloso
como historiador, trató siempre de asumir una actitud serena
y prudente al comentar los acontecimientos históricos.
Valiéronle sus trabajos sobre Cuba [dice Rafael Montara]
la elección de individuo de número de la Real Academia de la
Historia, en la vacante por fallecimiento del gran orador, escritor
y estadista don Antonio Alcalá Galiano. La Historia
de Cuba, de don Jacobo de la Pezuela, podría llamarse oficial
por la significación de su persona, por su influencia en España
y en esta Isla, y por la decidida cooperación que en todos
291 Pezuela, que preparó ese diccionario por encargo de la Junta de Fomento,
Agricultura y Comercio de Cuba, se asesoró de algunos amigos para
enriquecer su acervo de datos e informaciones, entre ellos José de Jesús
Quintiliano Garcra, del cual hace especial mención en el prólogo: «Durante
el primer período de los trabajos de este Diccionario en la Isla, no tuvimos
más auxiliar constante que a don José J. Quintiliano García, que nos acopió
entonces casi todos los materiales geográficos, a los cuales hemos dado después
orden y forma, con las correcciones y aumentos necesarios.» Parece
que García no se sintió satisfecho con ese público testimonio en honra suya,
a juzgar por este apunte de Domingo Figarola-Caneda: «Obra fue de Quintiliano
Garda, como mdignado y en repetidas ocasiones nos lo manifestó,
toda la parte geográfica y mucha de la hist6rica, del Diccionario geográfico,
etcétera, publicado por Pezuela.» Importa recordar que algunos errores han
sido señalados en el Diccionario de Pezuela, en la parte geográfica y en la
histórica. No cabe suponer que García los reclamaba para sí...

467 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
los archivos y centros gubernamentales, incluso la referida
Academia, se le prestaba, sin reserva alguna. Su criterio, sin
ser intolerante, era fundamentalmente conservador, enemigo
de novedades y de cuanto pudiera poner en peligro la soberama
de España y su tranquila posesión de esta Isla, cuyo
progreso y civilización creía él, de buena fe, inseparable de
aquella y de la práctica de una política justa, benévola y equitativa,
pero firme y previsora, en el gobierno. 292
Dos cubanos habían precedido a Pezuela, poco antes en la publicación
de una historia general de Cuba: Pedro Santacilia y Pedro
José Guiteras.
14 O SANTACILIA
Las Lecciones orales sobre la historia de Cuba, ocho conferencias
dictadas por Santacilia en el Ateneo Democrático de Nueva York,
e impresas en Nueva Orleáns en 1859, fueron preparadas de modo
precipitado, con pocos libros de consulta a la vista. No contiene la
obra errores notorios, pero sí omisiones, ya que Santacilia se vio
obligado, por el limitado tiempo de que disporua, a concretarse a
los hechos históricos principales y a dejar de lado cuestiones de
menor trascendencia. En verdad, Santacilia, más que hacer historia,
cumplía un propósito deliberado de propaganda patri6tica. El telar
hist6rico le servía para dar relieve a aquellos acontecimientos que
mejor podían justificar la condenaci6n del régimen colonial. La
obra, escrita en prosa armoniosa -prosa de poeta-, se lee con
agrado por el fervor que pone su autor en el ideal patriótico. Antes
que historia, es un alegato político.
292 Discurso de ingreso de Rafael Montoro en la Academia Cubana de
la Historia, 22 de mayo de 1926.

468 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
15 O PEDRO JOSÉ GUlTERAS
Excelente historia es la de Pedro José Guiteras (1814-1890) inspirada
en los mismos ideales y propósitos: Historia dp la isla de Cuba
(Nueva York, 2 vols., 1865-1866).293
La Historia de pezuela y la de Guiteras abarcan, con escasísima
diferencia de años, el mismo ámbito cronológico; y tanto el
uno como el otro tuvieron el cuidado de no desvirtuar la verdad
de los sucesos a que hacían referencia, pero desde luego, hay entre
las dos una diferencia sustancial: mientras Pezuela se esfuerza por
explicarlos de modo favorable al régimen colonial, Guiteras hace
resaltar los errores del sistema y las culpas de las autoridades que
10 representan y sostienen. Pezue1a hablaba como español vinculado
al régimen existente; Guiteras, como cubano que amamantaba
el ideal de la independencia.
Aunque las Lecciones orales de Santacilia vieron la luz en fecha
anterior y son un primer manifiesto de cubanismo en el campo de
la historia, puede afirmarse que la obra de Guiteras es la primera
historia general de Cuba desarrollada con riguroso método y bien
Hazado plan de conjunto. Está escrita, además, en prosa clara y
precisa, pues Guiteras sabía manejar la pluma, y así lo demostró
en trabajos puramente literarios, como las Vidas de poetas cubanos,
que en 1875 tenía listas para la imprenta, pero no llegó a presentar
en volumen, si bien algunas vieron la luz en los periódicos: las de
Ramón de Palma, Teurbe Tolón, Domingo del Monte, Plácido,
Milanés, Zequeira, Heredia y la Avellaneda.
Hay dos trabajos de Guiteras que son un valioso antecedente
de su Historia: uno es Cuba y su gobierno (Londres, 1853), donde
293 En la Colección de Libros Cubanos, dirigida por Fernando Ortiz,
se reimprimió (3 vols., La Habana, 1927-1928) la Historia de la isla de Cuba,
por Guiteras, con anotaciones y rectificaciones que el autor dejó preparadas
para una nueva edición, según lo hace constar Ortiz, en su estudio preliminar.
En la misma colección, con introducción de Herminio Portell Vilá, se reimprimieron
(1932) otros trabajos de Guiteras: Historia de la conquista de
La Habana por los Ingleses y Cuba y su gobierno. De Guiteras es tambiéa
un Informe sobre lar reformas políticas, sociales y econ6micas que deben
introducirse en la isla de Cuba (París, 1879).

469 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
expone sus ideas separatistas y propone fórmulas para poner de
acuerdo los dos núcleos de cubanos que combatían a España, esto
es, los partidarios de la independencia absoluta y los que propugnaban
la anexión a los Estados Unidos de América; el otro trabajo
es la Historia de la conquista de La Habana por los ingleses
(Filadelfia, 1856) primer trabajo en que se asigna singular trascendencia
a ese acontecimiento. Sólo más tarde aparecieron otras
monografías sobre el mismo asunto: una, de PezueIa (Sitio y rendición
de La Habana 1762, Madrid, 1859), otra de Bachiller y Morales
(Cuba: monografía hist6rica que comprende desde la pérdida
de La Habana hasta la restauración española, La Habana,
1883 ).
Guiteras, que por causa de sus ideas políticas fue más de una
vez perseguido, y sufrió en 1849 varios meses de cárcel, residió
poco en Cuba y murió en el extranjero. Parte de su juventud transcurrió
en su ciudad natal, Matanzas: aIlí tomó parte en diversas
iniciativas literarias (pues tuvo aficiones poéticas y hasta pergeñó
un drama en verso, El capítulo), fundó con sus hermanos un colegio
de varones, La Empresa, que fue proclamado como excelente,
y abogó por mejorar la educación de la mujer, asunto que desarroIló
en un trabajo premiado en 1847 por el Liceo de La Habana:
Influencia de la mujer en la sociedad cubana, el estado de su educación
y los medios de mejorarla y extenderla. También, unido a
sus hermanos y a otros matanceros prominentes, favoreció la fundación,
ese mismo año, de un plantel de enseñanza femenina en
el que se aplicaron nuevas orientaciones. Sus ideas pedagógicas
están expuestas, en parte, en su Discurso sobre educaci6n moral y
religiosa, escrito entonces.
El encarcelamiento a que estuvo sometido más de seis meses,
desde fines de 1849 hasta mediados de 1850, lo hizo emprender,
en cuanto recobró la libertad, el camino del destierro voluntario.
Viajó por Europa (Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra, Italia y
Suiza), y pasó a residir en los Estados Unidos en 1853. Se instaló
primero en Filadelfia y después en Rhode Island. Se aventuró en
1866 y 1868, a hacer cortos viajes a Cuba; ya poco de regresar a
los Estados Unidos después de la última de esas visitas, estalló la
revolución separatista iniciada por Céspedes. No regresó más a

470 O MAX HENRÍQUEZ UREÑA
Cuba: volvió tan s610 su cadáver, que por expresa voluntad suya
fue inhumado en el cementerio de Matan2as.
16 O HISTORIADORES PARTICULARES:
GONZÁLEZ, BETANCOURT, PÉREZ LUNA y OTROS
Contemporáneo de Guiteras era uno de los primeros investigadores
que se de;dicaron a reunir abundantes datos para la historia de una
localidad determinada: Manuel Dionisio González (1815-1833), que
dio a la estampa una rica y acuciosa Memoria hist6rica de la Villa
de Santa Clara y su ;urisdicci6n (Villaclara, 1858). Antes que él,
sólo José Maria Callejas lo había intentado con relación a Santiago
de Cuba.
La obra de González contiene muy útil información, pero no
se ajusta a un plan metódico: es más bien un amasijo de datos,
y contiene, a más del proceso político, social e intelectual de Villadara,
buen acopio de apuntes biográficos relativos a personas que
Importa recordar en su historia. González fue colaborador activo
de muchos periódicos, hizo versos mediocres, escribió una leyenda
de tipo indigenista, El indio de Cubanacán o Las bru;as de Peña
Blanca (Villaclara, 1858) que vale bien pocO; y llevó a escena, con
éxito efímero, alguna que otra comedia.
En lo que respecta a historias particulares de una ciudad, ninguna
otra obra de aquel entonces tiene la importancia de la de
González, recopilación informativa que cubre 483 páginas. Mucho
antes la Sociedad Económica de Amigos del País había tratado de
reunir datos particulares sobre algunas poblaciones de Cuba, pero
los resúmenes preparados en atención a ese propósito, son demasiado
pobres y reducidos, según puede comprobarse con sólo examinar
las Memorias de la propia Sociedad Económica. Uno de los
más extensos, la Historia de Puerto Príncipe, de Tomás Pío Betancourt,
es una simple cronología que no cubre más que unas cuantas
decenas de páginas. Mucho más breves son la de Bayamo, por
Manuel José de Estrada; la de Trinidad, por Francisco Lavallée;
la de Guanabacoa, por Cayetano Núñez de Villavicencio; la de Ba-

471 O PANORAMA HISTÓRICO DE LA LITERATURA CUBANA
racoa, por Rafael Ángel Cowley; la de Bejuca1, por Manuel Mariano
Acosta, y otras.
La historia particular de villas y ciudades se enriqueció, bastantes
años después de publicada la obra de GonzáIez, con otro empeño
semejante de uno de sus contemporáneos, Rafael Félix Pérez
y Luna (1817-1893), que acometió, con pulso seguro y buena
erudición, la Historia de Sancti Spíritus, de la cual llegó a publicar
en 1888 un primer volumen de 496 páginas que llega hasta los
últimos años del siglo XVIII. El estilo es seco y poco ameno, pero
puede apreciarse que la compulsa de datos está hecha de modo
cuidadoso. 294
294 A fines dd siglo XVIII, otro espirituano, Tadeo Martínez Moles, hizo
un boceto histórico de Sancti Spíritus, que Cowley y Pego, directores de
la edición de Los tres primeros historiadores de Cuba, recogieron en d tercer
tomo de esa publicación (1877), al igual que hicieron con los apuntes históricos
de otraS ciudades, tomados de las Memorias de la Sociedad Económica.
La Historia de Sanet; Spíritus, de Martínez Moles, tiene apenas sesenta pá.
ginas en estilo de memorialista, y contiene algunos errores.

A
Abárzuza, Buenaventura de,
225
Abárzuza, Francisco de, 225
Acosta, Ignacio María de, 112,
343
Acosta, José Julián, 431
Acosta, Manuel Mariano, 471
Adrada, Pedro de, 28
Agramonte, Ignacio, 428, 435-
438
Agramonte, Juan de A., 30
Agramonte y Piña, Eduardo,
436
Agüero, Brígida, 226
Agüero, Concepción, 226
Agüero, Francisco de, 149
Agüero, José Agustín, 421
Agüero y Estrada, Antonio María,
226
Agüero y Estrada, Francisco,
226
Aguiar, José María, 150
Águila, María de, 76
Aguilar, Gaspar de, 43
Aguilera, Francisco Vicente,
330, 415, 441
Albemarle, conde de, 75
Alcalá Galiano, Antonio, 466
Aldama, Miguel, 373, 400,
429-430
Aldama, Rosa, 191
Alfieri, 140, 261
íNDICE ONOMÁSTICO
Alfonso, José Luis, 152, 166-
167, 199, 223, 434
Alighieri, Dante, 368
Almanza, Pedro, 39, 41
Alonso, Amado, 140
Alonso y Renté, Adelaida, 183
Alqueza, Matías, 71, 114
Altamirano, Ignacio Manuel,
271-272
Altamirano, Rafael, 56
Alva y Monteagudo, Mariano
José de, 78
Allende, Santiago A., 134
Ameghino, Florentino, 445
Anacreonte, 195-196
Anderson, Richard, 149
André, Domingo, 153
Andreu, Mateo, 421
Andueza, José María, 237-238,
240, 463
Angulo y Guridi, Alejandro,
295, 341
Angulo y Heredia, Antonio,
424
Angulo y Heredia, José Miguel,
434
Antonelli, Juan Bautista, 290
Antonio, Nicolás, 67
Aponte, José Antonio, 148
Aponte y Sánchez, Rosa, 190
Arango, José Agustín, 149
Arango y Parreño, Francisco,
17, 113, 116-118, 148, 150,
166

475 D ÍNDICE ONOMÁSTICO
Beecher Stowe, Harriet, 273
Beltrán, Carmen Perozo, 384
Beltrán de Santa Cruz, Gabriel,
95
Bellido de Luna, Juan, 361,
407
Bellini, 368
Bello, Andrés, 110, 145, 204,
222
Benavides y Navarrete, Antonio,
153
Béranger, Pierre-Jean, 144,
217, 316
Beristáin de Souza, José Mariano,
68, 71, 76, 88
Bermúdez, Anacleto, 192,224,
422
Bernal y Soto, José Calixto,
433-434
Bertola, AureHo, 144
Betancourt, José Ramón, 87-
88, 225, 280, 293-295
Betancourt, José Victoriano,
192, 288, 300, 302-303,
306, 392, 429
Betancourt, Luis Victoriano,
225, 300, 419, 436-437
Betancourt, Tomás Pío, 88,
461-462, 470
Betancourt Cisneros, Gaspar,
192, 296-300
Betancourt Guerra, Miguel,
436
Bibron, Gabriel, 460
Blanco, Clemente, 153
Blanchet, Emilio, 193
Blanchié, Francisco Javier, 225,
295, 334, 340-341, 371
Bobes, 130
Bocage, 143
Boissier, Pedro A., 225
Bolívar, Simón, 128, 149, 297
Boloña, José S., 79, 106-107,
206, 238
Boltesini, Giovanni Battista,
324 .
Bona, Félix de, 425
Bonaparte, José, 147, 290
Borges Navarro, Manuel, 385,
388, 392
Borrero Echeverda, Esteban,
225
Borrero de Luján, Dulce María,
394
Barrero Trujillo, Lórenzo, 56
Bota, Nicolás, 206
Bottesini, 214, 324
BourdaIoue, 69
Bourgeois, Anicet, 359
Bretón de los Herreros, 311
Briget, 460
Broca, 446
Bruzón y Rodríguez, José, 152
Bowring, 157
Byron, 143, 195-196,256,259,
270-272, 324, 355, 368,
397,417
C
Caballero, José Agustín, 16-17,
92, 120-124, 155, 179, 421

476 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
Cabezas y Altamirano, Juan de
las, 47-53, 61, 63, 73
Cabrera, 37
Cabrera y Saqui, Mario, 357
Cadalso, José, 201
Calcagno, Francisco, 8, 43, 65,
76, 86, 98, 102, 228, 286,
316, 332, 399, 415, 421,
427
Calderón, Fernando, 238
Calderón de la Barca, Pedro,
43, 82, 195, 241, 260
Calistrato, 316
Callejas, José María, 83,93-94,
470
Callet-Bois, Julio, 140
Camejo, Agustín, 434
Camoens, 55
Campbell, Thomas, 143
Campe, Tiburcio, 160
Campo Florido, marqués de,
449
Campos, Diego de, 75-76, 201
Cañete, Manuel, 223, 333
Capiró, Eligio E., 225, 345
Carballo, Juan Francisco, 65
Carbonell, José Manuel, 47,
102, 104, 415
Carbonell y Padilla, Isidro,
422
Cárdenas, José María de, 192,
292, 296, 300-303, 306
Cárdenas, Nicolás de, 163
Cárdenas y Cárdenas, Rafael
224
Cárdenas y Chávez, Miguel,
222-223
Cárdenas y Manzano, Nicolás
de, 152
CarIos III, 67, 84, 86
Carlos IV, 110, 147
Carlos Clemente, 69, 86
Caro Oviedo y Campuzano,
María de Belén, 100
Carré, Míchel, 400
Carrillo de Albornoz y Arango,
Anastasio, 152
Carrillo y O 'Farril , Isaac, 225,
379, 392, 399-401, 428
Cartesio (Descartes), 122, 124
Carvajal, Micael de, 42
Casa Montalvo, conde de, 116
Casamayor, Prudencio, 459
Casanova de Villaverde, Emilia,
286
Casas, Luis de las, 67, 84, 96-
97, 113-115, 119, 121
Casas, Bartolomé de las, 21,
24, 26, 46, 67, 214, 448
Castelar, Emilio, 439
Castellanos, Jesús, 11
Castellanos, Juan de, 21, 25-
27,46
Castellón y Lavette, Pedro Ángel,
371, 404-405, 411-413,
416
Castilla, Pedro, 35-36
Castillo, Honorato del, 436
Castillo de González, Aurelia,
225
Castillo y Moreno, Francisco,
217
Castillo y Moreno. Lucas del,
436

477 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
Castillo y Sucre, Rafael del,
84-85
Castro, Elena de, 257
Castro, Fidel, , 10
Castro Palomino, Felipe de, 69
Castro Palomino, Juan Miguel
de, 78
Cepeda y Alcalde, Ignacio,
249-252
Cernadas, Remigio, 421
Cervantes y Castro Palomino,
Tomás Agustín, 166
Cervantes y Saavedra, Miguel
de, 241, 255
Céspedes, Carlos Manuel de,
17,173,217,286,334,344,
372-374,397,407,416-418,
429, 435-438, 469
Céspedes, Sancho de, 28
Céspedes, José María, 305, 426
Céspedes de Escanaverino, Úrsula,
225, 344
Cicerón, 69, 85
Cicognini, Giacinto Andrés, 82
Cienfuegos, 143
Cigala, Francisco Ignacio, 84
Cintra y Collazo, José Antonio,
152, 192, 422
Coba Machicao, Cristóbal de
la, 57
Coba, Catalina de, 56
Cocteau, J. T., 460
Colón, Cristóbal, 21-23, 26,
46, 73-74, 123, 245, 254,
337, 427
Colón, Diego, 123
17-PANORAMA HISTÓRICO
Collazo, José Antonio, 385,
388
Coll, Juan de Dios, 419
Collins, Wilkie, 397
Compostela, Diego Evelino,
65-66
Concha, José de la, 445
Conde y Oquendo, Francisco
Javier, 68-69
CondilIac, 120, 124, 155
Conyedo, Juan Martín, 65
Cooper, James Fenimore, 280,
288
Coppinger, CorneHo, 153
Córdova, Federico de, 296
Córdova y Govantes, María de,
252
Corneil1e, 310, 399
Coronado, Francisco de Paula,
313, 324
Costales y Govantes, Manuel,
296, 302-303, 422, 429
Cortés, José Domingo, 104
Cortés, Hernán, 21, 23-25, 56,
100-101
Cortina, José Antonio, 225-
350, 449
Cotarelo, Emilio, 247, 253,
271-272, 277
Cousin, Manuel, 182
Cousin, Víctor, 124, 182-183,
443
Covarrubias, Francisco, 43,
296, 304-305
Cowley, Rafael Angel, 92,424,
471

479 O íNDICE ONOMÁSTICO
E
Echemendía, Mariano Calixto,
226
Echeverría, José Antonio, 47,
54, 58, 73, 151, 174, 192,
238, 242, 280; 290-291,
353, 433
Embil, Miguel de, 445
Enrique Cristóbal, 35
E rcilla , Alonso de, 46
Escanaverino de Linares, Ginés,
344
Escobar y Morales, José, 70
Escobedo, Nicolás Manuel,
125, 150, 152, 190-191,
204
Escoto, José Augusto, 30, 64
Espada ( obispo) , 115, 123-
124, 154-156, 205, 421
Espaillat, José, 153
Espinosa, Pedro de, 53-54
Espronceda, 356
Estala, Pedro, 94
Estévez, 31
Estévez, Sofía, 419
Estrada, Juan Manuel, 68
Estrada, Manuel José de, 470
Estrada y Zenea, Ildefonso,
222, 361
Estrampes, Francisco, 173
Espronceda, 356
F
Facciolo, Eduardo, 361
Felipe n, 290
Felipe V, 69
Fernández, Sebastián, 42
Fernández Bramosío, Antonio,
430, 434
Fernández de Castro, José Antonio,
9, 193
Fernández de Moratín, Leandro,
143, 195
Fernández de Oviedo, Gonza-
1o, 100
Fernández de Veranes, Félix,
114
Fernando VII, 125, 134, 147-
148, 152, 421-422
Ferrer, Buenaventura Pascual,
84, 94, 449
Ferrer Matoso, Diego, 206
Ferreti, Juan Agustín, 412
Fesser, Francisco, 432, 445
Feyj60 Montenegro, Benito Jerónimo,
84
Figarola-Caneda, Domingo
174, 208, 252, 395, 448,
466
Figueredo, Pedro, 217, 418
Fígueredo ·Socarrás, Fernando,
419
Figueroa, María de, 55
Finlay, Carlos J., 458
FIorían, 130, 144
Floro, 85
Fonseca, Onofre de, 88
Fornarís, José, 210, 214-218,
225,316,320-321,334336,
356, 392, 449

483 O íNDICE ONOMÁSTICO
Jturbide, 93, 134
Iturrondo, Francisco, 201, 204-
205, 222
Izaguirre, Emiliano, 436
Izaguirre, José María, 436
Iznaga, Antonia, 245
Iznaga, José Aniceto, 149, 297
J
Jasmin, Jacques, 384
Jáuregui, Andrés de, 117
Jenofonte, 262
Jorrín, José Silverio, 192, 392,
420, 426, 427
Josefo, Flavio, 262
Jouy, 140
JoveIlanos, 143
Juárez, Benito, 325, 372,407,
410
Jústiz, Vicente, 385
Jústiz y Santiago, 226
K
Kant, Enmanuel, 188
Kindelán, Sebastián, 107
Krause, 185, 444
Krüger, Rosa, 226
L
Laborde y Navarro, Ángel, 421
Laboulaye, Edouard, 358, 372
Lafragua, José María, 276
Lamartine, 144, 217, 256,
353-354
I.andfvar, Rafael, 144
Landaluze, Víctor Patricio, 303
Larios y Hemández de Córdoba,
Manuel, 303
Larra, 196
Laso de la Vega, Lorenzo, 57,
62
LavaIlée, Francisco, 470
Lee, Harriet, 259
Lee, Sofía, 259
Lefebre, Alexandre, 460
Legouvé, Emest, 144
Lemoine, Gustave, 257
Le6n, fray Luis de, 99
León, José Socorro de, 225,
321, 346
León Pinelo, Antonio de, 88
Le6nard, Nicolás-Germain, 356
Leopardi, 355
Le Riverend, Julio, 92
Lersundi, Francisco, 445-446
Lescano, Antenor, 432, 436
Lima, Augusto, 256
LincoIn de Zayas, Enrique, 398
Linneo, 462
Lista, 143
LIerena, Crist6bal de, 36
Locke, 120, 124, 155, 183
LongfeIlow, 180, 332, 355,
'405
L6pez, Antonio, 386
López, BIas, 51
López, Narciso, 168, 173,213,
221, 285-286, 298, 359-360.
404,408,412,414-415,432
López Consuegra, Andrés, 306
López de Ayala, Abelardo, 399

484 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
López de Briñas, Felipe, 225,
334 1 338-341
López de Yanguas, 42
López Prieto, Antonio, 8, 45,
57,76,98-99,102-103,111,
194, 204, 224-225
López Roberts, Mauricio, 374
Lorda, Antonio, 436
Lorenzana, Baltasar de, 59
Lorenzana, Diego de, 59
Lorenzo, Manuel, 203-204
Lorenzo Luaces, Toaquín, 210,
213-214, 216, 225, 306,
307-321, 334, 336, 347,
364, 392 401, 409, 413
Louverture, Toussaint, 128
Luaces (Ver Lorenzo Luaces)
Lucas, H., 460
Lytton Bulwer, Edward, 396
Luz y Caballero, José Cipriano
M
de la, 17, 115, 120, 124-
125, 151-152, 166, 179-
189, 218, 223, 317, 364,
405, 416, 421, 424, 437,
443-444
Maceo, Antonio, 393
Machado de Arredondo, Isabel,
226
Machado y Gómez, Eduardo,
436
Macpherson, James, 144
Madan y García, Augusto E.,
226
Madden, Richard M., 228, 292
Madoz, Pascual, 464
Magariños Cervantes, Alejan-
dro, 337
Maldonado, Juan, 38, 61
Malibran, Marie Felicité, 290
Manco-Capac, 214
Mantilla, Luis Felipe, 423
Manzano, Juan Francisco, 192,
226-229, 292
Manzoni, 280, 287
Maquet, Auguste, 257
María Cristina, 422
Mariño, Juan Agustín, 226
Mármol, Adelaida del, 226,
385-386, 393
Mármol, José, 238
Mármol, Margarita del, 226,
386
Marmontel, 209
Márquez Sterling, Adolfo, 399,
422
Martí, José, lO, 18, 146, 200,
333, 370, 393, 403, 418,
440
Martí, Manuel, 89, 91
Martín, Rodrigo, 59
Martínez, Félix, 226
Martínez, Miguel Antonio,
384
Martínez, Saturnino, 226
Martínez Betancourt, Francisco,
384
Martínez de Pinillos, Claudio
(conde de Villanueva), 157,
164, 180
Martínez de la Rosa, Francisco,
153, 157, 205, 237, 398

485 O íNDICE ONOMÁSTICO
Martínez Freire, Pedro, 419
Martínez Moles, Tadeo, 471
Martínez Serrano, Manuel, 165
Martínez y A vileira y Pérez de
Corcho, Lorenzo 78
Martínez y Guía, Néstor, 226,
384
Más, Luisa, 372
Mata y Tejada, Juan de, 459
Matamoros, Mercedes, 225,
393
Matamoros y TélIez, Rafael,
192, 242, 344-345
Mazzini, Giuseppe, 410
Medina, José Toribio, 71
Medina y Céspedes, Antonio,
226
Mejía, Abigaíl, 74
Mejía y Cotes, Juan Tomás, 74
Meléndez Valdés, Juan, 99,
143, 201
Melgarejo y Aponte, Ambrosio,
69
11éndez Bejarano, Mario, 250
!v1endive, Rafael María de,
225, 234, 311, 322-334,
338, 347, 364, 392-393,
399-402, 449
Mendoza y Durán, Tomás, 436
Menéndez y Pelayo, 76, 82,
132, 143, 204, 209, 212,
233, 254, 259, 272, 277,
313-314, 334-356
Menken, Adah, 347, 358-359,
361-362, 375
Menken, Alexander Isaacs, 358
Merchán, Rafael María, 349,
353, 355, 373
Merlín, Christophe Antoine,
290
Merlín, condesa de (Ver Santa
Cruz y Montalvo, María de
las Mercedes)
Mesa, Bernardo de, 28
Mestre, José Manuel, 428, 430,
432, 442-447
Mestre y Domínguez, Antonio,
424
Michelet, 180
Mickiewicz, Adam, 396
Milanés, Federico, 192, 230,
241-242, 300, 302-303
Milanés, José Jacinto, 191-192,
197,230-237,239-242,291-
292, 300, 306, 315, 325,
371,404-405,414-415.468
Millán. José Agustín, 302, 304
Millares Carlo, Agustín, 55
Millevoye, 143, 256
MUton, 417
Mira de Amescua, Antonio,
239
Miralla, José Antonio, 297
Miranda, Esteban de, 55
Miranda, Laureano José, 43-44
Miranda, Luis de, 42
Mitjans, Aurelio, 8-9, 45, 64,
77,305-306, 310,313,334,
338, 411
Moctezuma, 214
Mojica, Francisco de, 37
Moliere, 310-312, 398
Molina, Luisa, 226

486 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
Montagne, Camille, 460
Montalvo y Ambulodt, Ignacio,
113
Montalvo y Castillo, Juan, 169,
204
Montané y Dardé, Luis, 446
Monte, Casimiro del, 225, 306
Monte, Leonardo del, 190
Monte, Ricardo del, 226
Monte y Aponte, Domingo del,
8, 151-152, 161, 163, 166-
167, 186, 190-200, 206,
210,223-224, 227-228, 231,
237-238, 242, 291-292, 344-
345, 425, 427, 468
Monte y Portillo, Domingo del,
226
Montes de Oca, Alvaro, 84, 87
Montes de Oca y Guía, Justa
Germana Simona, 384
Montesquieu, 277
Monteverde y Bello, Manuel
de, 153
Monti, Vincenzo, 197, 308
Montiel, Juan, 74
Montoro, Rafael, 426, 439,
466-467
Montreal, José María, 153
Moore, Thomas, 332-333
Morales, Joaquín, 422
Morales, Sebastián Alfredo de,
207-208, 224
Morales Lemus, José, 430,
432, 442
Morales y González, Rafael,
428, 436-437
Morales y Morales, Vidal, 65,
169,175,333,414-415,434
Morelos, 134
Morell de Santa Cruz, Pedro
Agustín, 28, 47, 54, 72-75,
89, 91, 93, 201
Moreno y Solano, Fernando,
226
Moret, Segismundo, 347, 373-
374
Moreto,82
Morillas, José María, 205
Morís, Esteban, 153
Mosco, 316
Moustier, Charles Albert de,
144
Mumné, Juan, 434
Muñiz, Sebastián, 28
Muñoz, Juan Bautista, 31, 64
Muñoz del Monte, Francisco,
201, 203-204
Muñoz y Rubalcaba, Francisco,
384-386
Muro y Salazar, Salvador de
(marqués de Someruelos),
115, 118, 148
Musset, Alfredo de, 347-351,
356, 396
N
Nápoles Fajardo, Juan Crist6bal,
210, 218-220, 225, 303
Narváez, Pánfilo de, 24
Nauze, M. de la, 316
Navarrete y Romay, Carlos,
225, 379, 399

487 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
Nepomuceno, Juan, 86
Newell, J. H., 358
Newton, Isaac, 120, 122, 181,
184
Noda, Tranquilino Sandalio
de, 451-452
Noreña, CarIos, 303
Núñez de Arce, Gaspar, 345,
439
Núñez de Villavicencio, Cayetano,
370
o
Ocina, Domingo de, 31
Ochoa, Pascual de, 39, 41
O'DonneIl, LeopoIdo, 186-187,
297, 414
O'Farril y Herrera, Juan Manuel,
113
O'Gavan y Guerra, Juan Bernardo,
117, 147, 154-157,
159-167
Oquendo, Diego de, 38
Orgaz, Francisco, 322, 334-
336
Orihuela, Andrés Ave1ino de,
295
Ortega, Manuel, 434
Ortiz, Jorge, 37
Ortiz, Fernando, 94, 193, 468
Orozco y Arango, Anastasio,
153, 164
Osés. BIas, 152-153, 158, 163
Osés, Caterina María de,81
Osés, José Ramón, 153
Osés, Juan de la Cruz, 153
Osés, Vicente, 153
Ossa, José Antonio de la, 94
Otero, Rafael, 225, 303
Othón, Manuel José, 241
P
Paadín, Amalia, 226
Pacheco, Joaquín Francisco,
156
Palma y Romay, Ramón de,
57-58, 192, 212-214, 236,
238, 276, 280, 288-290,
292, 317, 371, 418-419,
468
Parada, Francisco de, 64-65
Parny, 143, 256
Parra, Antonio, 455
Parra, Hernando de la, 33, 38,
41, 44-45
Parra León, Caracciolo, 27
Parreño, José Julián, 68-69
Pastor, Juana, 98
Paula Coronado, Francisco de,
313
Pausanias, 309
Payne, Tomás, 221
Paz y Melía, Antonio, 27
Pedro el Cruel, 238
Pego, Andrés, 92, 471
Pelayo, 246
Peñalver y Aguirre, Miguel de,
191
Peñalver y Cárdenas, Luis María,
113
Peoli, Juan J., 200

489 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
Q
Quesada, Manuel de, 373, 438
Quevedo y Villegas, Francisco,
195-196
Quintana, Manuel José, 101,
134, 140, 143, 153, 212,
217, 245, 252, 313-314
Quintana Roo, Andrés, 139
Quintero, Tomás, 153
Quintero y Woodville, José
Agustín, 404-408, 416
Quiñones, Francisco Mariano,
431
Quiroga, Gabriel Marcelino,
459
Quitman, John A., 363
R
Rabanal, 31
Racine, 310
Ramírez (intendente), 150
Ramírez, Alejandro, 115, 117
Ramírez, Bernardino, 88
Ramírez, Manuel Higinio, 411
Ramos, Gregorio, 47, 49, 51-
53,59
Reade, Charles, 359
Recabarren, Pedro de, 69
Recino, Tomás, 67
Recio, Constanza, 81
Régnier, Henri de, 129
Reid, Thomas, 124
Remos, J. J., 9, 344
Reyes, Juan Justo, 153
Reyes, Gaspar de los 59
Reyes, Matías de los, 43
Reyes Barguero, Fernando, 345
Reynoso, Alvaro, 458
Riaño, Pedro de, 240
Ribera, Antonio, 252
Ricafort, Mariano, 160
Richard, Achille, 460
Richepin, 217
Riesgo, Bernardo del, 422
Rioja, 223
Rivadeneyra, 27
Rivas, duque de, 237
Rivera, Nicolás José de, 89
Rivero, José María, 191
Rivero, Pedro Martín, 430
Roa, Ramón, 419
Robert, Hubert, 277-278
Robreño, Carlota, 226
Rodríguez, Agustín Baldomero,
226
Rodríguez, Catalina, 224
Rodríguez, José Ignacio, 392,
426, 432, 445
Rodríguez, José Manuel, 68-69
Rodríguez, Gaspar, 59
Rodríguez, Manuel del Socorro,
84-85
Rodríguez, Sofía Estévez de,
226
Rodríguez Altunaga, Rafael,
439
Rodríguez de Cifuentes, Juan,
51, 56-57
Rodríguez de Morales, Catalina,
226
Rodríguez de Tió, LoJa, 128

490 O íNDICE ONOMÁSTICO
Rodríguez Ferrer, Miguel, 464-
465
Rodríguez Freile, 278
Rodríguez Galván, Ignacio,
235-237, 405, 415
Rodríguez García, José A., 284
Rodríguez Ojea, Antonio, 432
Rodríguez Ucares, José, 72,
79-81
Roig de Leuchsenring, Emilio,
228 ,
Roldán, José Gonzalo, 225,
333-334, 337-341, 343
Romay, Pedro, 186
Romay, Tomás, 94, 113, 119,
150-151, 423
Romes, St., 160
Rosain, Domingo, 166
Roucher, Jean-Antoine, 144
Roura, José Joaquín, 299
Rousseau, Jean-Baptiste, 201
Rúa, Francisco de la, 419
Rubalcava, José Ángel, 103
Rubalcava, Manuel Justo de,
97, 99, 103-112
Rückert, F., 405-406, 408
Ruiz, Francisco, 152, 164, 181,
192
Ruiz Belvis, Segundo, 431
Ruz, José Francisco, 423
S
Sabater, Pedro, 251, 253
Saco y López, Antonio, 17
64-65, 125-126, 147, 151-
153, 157-162, 164-165, 168-
179, 185, 194, 198-199,
204, 298, 421, 433, 448
461-462
Safo, 249
Sagarra, Juan Bautista, 385,
458
Sagra, Ramón de la, 159, 459-
463
Saint-Maur, Héctor de, 377
Saint Pierre, 287
Salas, Jaime María de, 153
Salas y Quiroga, Jacinto, 463
Salazar, Salvador, 76, 332
Salmerón, Nicolás, 439
Salvador, 60
Samaniego, 98
Sanamé, José Policarpo, 84
86-87
Sánchcz, Andrés Manuel, 149
Sánchez, Bartolomé, 56-58
Sánchez, Catalina, 57
Sánchez Galarraga, Gustavo,
394
Sand, Jorge, 196
Sanguily, Julio, 437
Sanguily, Manuel, 87, 125,
182, 420-423,437, 440-441
Santacilia, Cecilia, 385, 389
Santacilia, Joaquín, 409
Santacilia y Palacios, Pedro,
104, 213, 225, 372, 386,
404-405, 409-411, 416, 467
Santa Ana, 139
Santa Cruz, María de, 226,
295

491 O íNDICE ONOMÁSTICO
Santa Cruz y Montalvo, María
de las Mercedes (condesa de
Merlín), 116, 280, 289-290
Santa Lucía, Marqués de, 385
Santos Suárez, Leonardo, 125,
150, 192
Santos Suárez y Pérez, Joaquín,
153
Santovenia, conde de, 421
Sanz, Jerónimo, 226
Sanz dd Río, Julián, 185
Sarmiento (obispo), 31
Scott, Walter, 140-141, 180,
280, 287-288
Schiller, 44, 370, 424-425
Schlegd, Federico, 239
Schoelcher, Víctor, 228
Schoolcraft, Henry R., 34-35
Segura, Manuel Asencio, 276
SeIlén, Antonio, 225, 379, 392,
396-398
SeIlén, Francisco, 225, 379,
392, 396-398
SeIlén, Manuel, 397
Sélys-Longchamps, Miguel Edmond,460
Sergeant, John, 149
Serra, Narciso, 241
Serrano (capitán general),
187,252, 428-431,445
Serrano, Manuel José, 78
Shakespeare, William, 195,
226, 361
Sifontes, Diego, 56-57
Siliseo, Juan Bautista, 37-38
Simonise, William S., 34-35
Sirgado y Zequeira, Agustín,
153
Sirgado y Zequeira, Pedro Pascual,
153
Sófocles, 195
Sol, Pedro José dd, 112
Soler, M., 45
Solís, 255
Solís, Dionisio, 153
Sossa, Antonio de, 71
Soto, Hernando de, 23, 29
Soulié, Frédéric, 257, 260
Soumet, Alexandre, 261
Spencer, Heriberto, 454
Stevenson, Robert Louis, 397
Stuart Mill, 184
Suárez y Romero, Anselmo,
192-193,214,273-274,280,
291-293, 300, 344, 371,
421,450
Sud, Dionisio, 76
Sud y Águila, José, 72, 76
Suzarte, Florencio A., 226
Suzarte, Gustavo A., 226
Suzarte, José Quintín, 224
238, 303, 333, 429-430
Swinhurne, 359
T
Tacón, 161, 164-166, 168,
180, 200, 204, 223, 410,
421,
Tanco y Bosmeniel, Félix, 153,
191-192, 194, 197, 233,
273, 280, 291-292
Taramayna, 215

492 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
T assara, 313
Tégner, Isaías, 396
Tejera, Diego Vicente, 225
Tejera, Emiliano, 123
Téllez de Girón, Andrés, 225
T éllez de Girón y de las Cuevas,
Manuel, 224-225
Tennyson, 355, 405
Teócrito, 219
Terry, Tomás, 434
Teurbe Tolón, José, 150 210,
220-221, 371, 404, 416,
468
Thomas, Ambroise, 400
Thrasher, J. S., 299, 412
Ticknor, 152, 180
Tirteo, 128
Torre, José María de la, 45,
450-451
Torre y Huerta, Carlos de la
455-457
Torres Cifontes, Pedro de las
56-57, 62
Torroella, Alfredo, 225, 379,
392-393, 399, 401-403
Trelles, Carlos M., 29, 47, 64,
80
Trespalacios, Felipe José de,
114-115
Tropcoso de Oiz, Matilde, 226
Trujillo, Rafael L., 11
Tupac-Amaru, 214
Turia, Ricardo de, 43
TurIa y Denis, Angel, 416
TurIa y Denis, Leopoldo, 236,
371, 404-405, 411, 414-416
Turnbull, David, 185-186
Tyler, 140
u
Uhland, 405
Ureña, Salomé, 10
Urrutia y Montoya, Ignacio
José de, 84, 92-93
Urzáis, Fernando, 226, 303
v
Vaillant, Juan Bautista, 113
Valdés, Antonio José, 84, 93
Valdés, Carlos Genaro, 226,
327
Valdés, Gabriel de la Concepción,
193, 201, 206-209,
215, 224, 229, 295, 464,
468
Valdés, Jerónimo, 66, 206
Valdés, José Policarpo, 194,
223
Valdés, Juan Nepomuceno,
226
Valdés Fauli, José, 422 430
Valdés Machuca, Ignacio, 152,
201-206, 227, 425
Valdés Mendoza, Mercedes,
225, 344
Valdivia, Aniceto, 413
Valenciennes, Achille, 455
Valer a y Jiménez, Pedro, 123
Valerio, Juan Francisco, 296,
301, 303

494 O ÍNDICE ONOMÁSTICO
x
Xavier de San Martín, Alonso,
432
y
y áñez, Isidro, 138
Yáñez, Jacoba, 138
Young, Edward, 144
Z
Zambrana de Fernández, Malleén,
394-395, 439
Z_ambrana y Valdés, Antonio,
162-163, 165-166,280,291,
293, 420, 422
Zambrana y Valdés, Ramón,
187, 192, 225, 338, 364,
379, 382, 389-390, 392,
394, 423, 454
Zambrana y V ázquez, Antonio,
428, 435, 437-441
Zamora y Coronado, José María,
166
Zayas, José María, 187, 425
Zayas Bazán, Ambrosio, 88-89
Zayas y Jiménez, Francisco,
423
Zenea, Evaristo, 356
Zenea, Juan Clemente, 225,
314,347-378,405,414-416,
426, 449
Zenea, Piedad, 375
Zenea y Luz, Rafael, 356
Zeno, Manuel P., 431
Zequeira, Sergio Cuevas, 99
Zequeira y Arango, Daniel de,
104
Zequeira y Arango, Manuel,
97-104, 107-108, 111-112,
197, 201, 468
Zerolo, Elias, 129
Zorrilla, José, 233, 241, 308

Prólogo
Alteetor
Libro Primero
íNDICE GENERAL
DESCUBRIMIENTO Y COLONIZACIÓN
1 21
1. Período inicial de la conquista y la colonización 21
2. Cuba vista por Colón 22
3. Fundaciones de Diego Velázquez 23
4. Las Casas como retratista 24
5. Las Elegías de Juan de Castellanos 25
6. La maestrescolía de Santiago de Cuba 27
7. Festejos populares 29
8. Muestras de capacidad de los nativos 30
9. Miguel Velázquez, primer maestro cubano 31
II 33
1. Las letras en los albores de la colonización 33
2. Los ardtos indígenas 33
3. El falso ardto de Anacaona 34
4. Representaciones teatrales en el siglo XVI 36
5. Una superchería literaria: la crónica apócrifa atribuida
a Hernando de la Parra 38
6. Un título fuera de época 42
7. El probable autor de la supercheríá: Joaquín José
Garda 43
7
15

496 O ÍNDICE GENERAL
Libro Segundo
LA COLONIA FORMACION y VICISITUDES
DE UNA NUEVA SOCIEDAD
III 46
1, El monumento más antiguo de las letras cubanas 46
2. División y argumento 48
3. El Motete inserto al final 51
4. Influencias que pueden señalarse 53
5. Datos sobre Silvestre de Balboa 55
6. Los seis sonetistas de «al principio» 56
7. Presencia del acento cubano 58
IV 63
1. Fundación de planteles de enseñanza 63
2. La Universidad 66
3. Juristas cubanos en Salamanca 67
4. Predicadores cubanos emigrados a México 68
5. Otros emigrados distinguidos 69
6. Condición precaria de la Isla al terminar el siglo XVII 70
7. Introducción de la imprenta 71
V 72
1. Toma de La Habana por los· ingleses 72
2. El obispo Morell de Santa Cruz y su Historia 72
3. Versos sobre la prisión y el destierro del Obispo 75
4. Románces de Sud y Aguila 76
5. Otros versificadores 78

497 O ÍNDICE GENERAL
6. Fray José Rodríguez Ucares 79
7. El príncipe ;ardinero y su verdadero autor: Santiago
Pita 79
VI 84
1. Cubanos emigrados: Cigala, Manuel del Socorro
Rodríguez 84
2. Oradores sagrados: González Fonseca, Castillo y
Sucre, Barea, Sanamé, Montes de Oca 85
3. Estudios históricos de varia índole 88
4. Arrate 89
5. Urrutia 92
6. VaIdés 93
7. Callejas 93
8. La literatura de costumbres: Buenaventura Pascual
Ferrer 94
9. La Gaceta de La Habana 95
10. La Guía de Forasteros 95
11. Inicio del gobierno de don Luis de las Casas 96
Libro Tercero
FLORECIMIENTO DE LAS LETRAS COLONIALES
VII 97
1. El Papel Periódico de La Habana 97
2. Los «tres Manueles»: Zequt:ira, RubaIcava, Pérez y
Ramírez 99
3. Zequeira 99
4. RubaIcava 103
5. Los Ocios de Guantánamo, firmados: Doctor Crea 106

498 O íNDICE GENERAL
6. Pérez y Ramfrez 111
VIII 113
l. Fundación de la Sociedad Económica de Amigos del
País 113
2. Labor de esa sociedad en pro de la enseñanza 114
3. Visita de Humboldt 115
4. Arango y Parreño 116
5. Tomás Romay 119
Libro Cuarto
CONATOS EN FAVOR DE LA INDEPENDENCIA
POLíTICA Y DE LA INDEPENDENCIA
INTELECTUAL
IX 120
I. Dos iluminadores 120
X 127
I. Heredia: rasgos principales de su poesía 127
2. Período de formación 128
3. El ejemplo paterno 129
4. Confianza en su propio genio 130
5. La emoción de la naturaleza 131
6. Poeta político y poeta civil 133
7. Cantor de la libertad 134
8. La estrella de Cuba 134
9. Expatriación y evocación de la tierra nativa 135
10. Vida mexicana de Heredia 137
1I. Desencanto y amargura 139

499 O ÍNDICE GENERAL
12. Temperamento romántico y antirretórico 142
13. Influencias circunstanciales 143
14. Chateaubriand y Heredia ante el Niágara 144
15. Desigualdades y limitacione:l 145
16. Poeta de la dignidad humana 145
XI 147
1. Preliminares de la independencia de las colonias
españolas de América 147
2. Conspiraciones de Cuba 148
3. El periodismo durante la vigencia de la constitución
liberal 150
4. La Academia Cubana de Literatura 152
5. Personalidad de O'Gavan 154
6. Supresión de la Academia y destierro de Saco 157
XII 168
1. Personalidad de Saco 168
2. Empeños reformistas 169
3. Concepción política de Saco 170
4. Campaña antianexionista 171
5. Petición de derechos políticos para Cuba 172
6. Posibilidad, aunque remota, de la independencia 173
7. La Historia de la esclavitud 175
8. Final de su vida 176
9. Saco, gran vidente 177
XIII 179
l. Luz y Caballero, pensador y maestro 179
2. Polémicas pedagógicas y filosóficas 181

500 O ÍNDICE GENERAL
3. El eclecticismo y los González del Valle
4. Anticipaciones de Luz y Caballero
5. Choque con las autoridades coloniales
6. Quebrantos, procesamiento y vicisitudes
7. El Colegio del Salvador
8. Su muerte. Exequias solemnes
9. Educador y apóstol. Sus Aforismos
Libro Quinto
EL MOMENTO ROMANTICO y EL CRIOLLISMO
EN LAS LETRAS
XIV
XV
1. La influencia de Del Monte en la cultura cubana
2. Las tertulias literarias
3. Escritos políticos y sociales
4. Crítica literaria
5. Composiciones poéticas
6. Epistolario
7. Ideas políticas
8. «El más real y útil de los cubanos de su tiempo»
1. La poesía de Valdés Machuca
2. Muñoz Del Monte y sus toques de realismo descriptivo
3. Iturrondo
4. Plácido
183
184
185
186
186
187
18&
190
190
191
193
195
197
198
199
200
201
201
203
204
206

501 O ÍNDICE GENERAL
XVI 210
1. El «criollismo». Poveda y Armenteros
2. V élez Herrera
3. Ram6n de Palma
210
212 .. 212
4. El «ciboneyismo». Fornaris, Luaces 214
5. Nápoles Fajardo 218
6. Teurbe Tol6n 220
7. Conatos descriptivos de la naturaleza tropical 222
8. Versificadores de inferior categoría 223
9. Manzano 226
XVII 230
1. Milanés y el romanticismo 230
2. Milanés y la poesía moral 231
3. Milanés y el «crioIlismo» 233
4. Una nota ex6tica: las leyendas 233
5. Milanés y el sentimiento patri6tico 234
6. El teatro romántico. Francisco Javier Foxá 236
7. El conde Atareos 239
8. El teatro de Milanés 240
9. Federico Milanés 241
XVIII 243
1. Cuba en la poesía de la Avellaneda 243
2. La Avellaneda y el sentimiento de la libertad 246
3. La Avellaneda y el amot 249
4. El sentimiento religioso de la Avellaneda 253
5. Variedad y riqueza de metros 255
6. La Avellaneda y el teatro 257

502 O
ÍNDICE GENERAL
7. Comedias 258
8. Obras dramáticas 260
9. Baltasar 262
10. Sab y el sentimiento antiesclavista 273
11. Otras novelas 275
12. El artista barquero 276
13. Leyendas 278
XIX 280
1. La novela y la literatura de costumbres 280
2. Cirilo Villaverde: su iniciaci6n romántica 280
3. Cecilia Valdés 282
4. La vida novelesca de Villaverde 284
5. Influencias: Walter Scott, Manzoni, Fenimore
Cooper, Dickens 287
6. Ram6n de Palma 288
7. La condesa de Merlín y su adaptaci6n de Una pascua
en San Marcos 289
8. Echeverría: AntoneUi 290
9. Relatos antiesclavistas: Tanco, Suárez y Romero,
Zambrana 291
10. Otros novelistas: Piña, Pichardo, Betancourt 293
XX 296
1. El Lugareño y la literatura de costumbres 296
2. Carácter e ideas políticas de El Lugareño 297
3. Los costumbristas en d teatro. J. M. Cárdenas 300
4. Otros costumbristas: Gelabert, Valerio, Costales 301
5. Los cubanos pintados por si mismos 302
6. Tipos y costumbres de la isla de Cuba 303
7. Covarrubias y el sllÍftete bufo 304

.503 O ÍNDICE GENERAL
XXI 307
1. El teatro de Lorenzo Luaces. El mendigo rojo 307
2. Aristodemo 308
3. Las comedias 310
-4. Un juicio de Menéndez y Pelayo 313
5. Luaces y la poesía moralizadora 315
6. Luaces y el lirismo er6tico 315
7. Luaces, traductor 316
8. El «ciboneyismo» y el «criollismo» de Luaces 316
9. Luaces y sus cantos a la libertad 317
10. Síntesis biográfica 320
Libro Sexto
EL OCASO DEL ROMANTICISMO Y LA REACCIÚN
DEL BUEN GUSTO CONTRA EL MAL GUSTO
XXII
1. Mendive y ·1a poesía mdódica
2. Mendive, poeta civil
3. Mendive y el sentimiento separatista
4. Mendive, traductor
5. Síntesis biográfica
6. La reacci6n del buen gusto
7. Orgaz y sus acentos patri6ticos
8. La legi6n dei mal gusto
9. Otros cultivadores de la poesía
322
322
325
330
332
332
334
334
337
343

504 O fNDlCE GENERAL
XXIII 347
lo Zenea: su excepcional sensibilidad poética 347
2. La influencia de Musset 347
3. Otras influencias 35}
4. Rasgos biográficos 356
5. Adah Menken 358
6. Versos políticos 359
7. Actividades políticas en la emigraci6n 361
8. Paréntesis habanero 364
9. El arte del retoque en Zenea 365
10. Trabajos en prosa 371
1L De nuevo a la emigración 372
12. El plan Moret-Azcárate 373
13. El Diario de un mártir 375
14. El proceso 377
XXIV 379
lo Luisa Pérez de Zambrana y la poesía elegíaca 379
2. Su mundo literario en Santiago de Cuba 383
3. Primera colección de sus poesías 386
4. Su matrimonio con Ram6n Zambrana 389
5. Segunda colecci6n de sus poesías 391
6. Las elegías familiares 392
7. Su labor como prosista 393
8. Final de una vida 394
9. Julia Pérez y Montes de Oca 395
10. Los hermanos Sellén 396
11. Navarrete y Romay 399
12. Carrillo y O'Farril 399
13. Alfredo T orroella 401

506 O íNDICE GENERAL
XXVII
443
lo José Manuel Mestre: su labor patriótica y sus escritos
filosóficos 443
2. La Sociedad Antropológica 446
3. Auge del espíritu de investigación 447
4. Bachiller y Morales 447
5. José María de la Torre 450
6. Tranqullino Sandalia de Nada 451
7. Felipe Poey y Aloy 452
8. Carlos de la Torre y Huerta 456
9. Otros hombres de ciencia 458
10. La Sagra, su obra y sus colaboradores 459
1lo Viajeros: Andueza, y Salas y Quiroga 463
12. Rodríguez Ferrer 464
13. J acobo de la Pezuela 465
14. Santacilia 467
15. Pedro José Guiteras 468
16. Historiadores particulares: González, ..Betancourt,
Pérez Luna y otros 470
íNDICE ONOMÁSTICO 473

Este libro ha sido Impreso
en la Fábrica "José Maceo"
de la Empresa Especialidades Gráficas
en el mes de Agosto del 2001