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El ciervo en la pintura rupestre esquemática:<br />

escenas con carácter simbólico<br />

Deer in Schematic rock paintings: Scenes with symbolic<br />

features<br />

Juan Francisco Jordán Montes<br />

RESUMEN<br />

Estudio del ciervo en la pintura rupestre esquemática neolítica de España des-<br />

de perspectivas antropológicas. Se observa la vinculación del ciervo con signos<br />

de agua, con figuras de carácter chamánico, con Árboles del Paraíso y con ritos<br />

de paso.<br />

RÉSUMÉ<br />

Etude du cerf dans la peinture rupestre schématique néolithique d’Espagne à<br />

partir de perspectives anthropologiques. On observe la relation du cerf avec des<br />

signes d’eau, des figures relatives au chamanisme, des Arbres du Paradis et avec<br />

rites de passage.<br />

INFORMACIÓN • INFORMATION<br />

Palabras clave<br />

Ciervo, Signos de agua, Chamán, Árbol del Paraíso,<br />

Ritos de paso.<br />

Recibido · mayo 2008<br />

Aceptado · noviembre 2008<br />

Mots Clef<br />

Cerf, Signes d’eau, Chaman, Arbre du Paradis,<br />

Rites de passage.<br />

Reçu · mai 2008<br />

Accepté · novembre 2008<br />

ISSN 1699-0889<br />

http://www.cuadernosdearterupestre.es/<br />

Cuadernos de arte rupestre, 5, (2008-2010): 59-70


Jordán · Cuadernos de arte rupestre · 5 · 2008-2010 · 59-70<br />

60<br />

1. INTRODUCCIÓN Y JUSTIFICACIÓN<br />

Recientemente presentamos una pequeña aportación so-<br />

bre el valor sacral de los ciervos en el arte rupestre natura-<br />

lista de la Península Ibérica (Viñas y Saucedo 2000; Utrilla y<br />

Martínez-Bea 2005-2006 ), obviando en aquella ocasión las<br />

alusiones de los ciervos tanto en el arte rupestre paleolítico<br />

(Martínez-Peñalver 1984-85; Menéndez y Quesada 2008),<br />

como en el esquemático, por cuestión de espacio. Y aunque<br />

ya habíamos ofrecido breves referencias a dichos ciervos<br />

esquemáticos, deseábamos aprovechar ahora la convoca-<br />

toria del II Congreso de Arte Esquemático, para incidir en los<br />

aspectos simbólicos y alegóricos de los ciervos en el Arte<br />

rupestre Esquemático (ARE), ya que además han aparecido<br />

nuevas estaciones sumamente interesantes que amplían los<br />

asuntos a tratar y permiten perfilar mejor las cuestiones an-<br />

tropológicas o de los mitos que creemos se están narrando<br />

en tales escenas.<br />

Al margen de este preliminar, hemos de insistir, forzosamen-<br />

te, en el valor religioso que los pueblos primitivos suelen otor-<br />

gar al ciervo, ya que es una especie que actúa como animal<br />

psicopompo, oracular, genésico,… (Eliade 1985: 150 y ss.)<br />

2. CIERVOS ASOCIADOS A ÁRBOLES EN EL ARTE<br />

RUPESTRE ESQUEMÁTICO<br />

2.1. El ciervo con cuernas arboriformes del río Zumeta:<br />

Tinada del Ciervo I (Nerpio, Albacete)<br />

Recientemente el equipo de Soria Lerma y López Payer,<br />

mas también el de Mateo Saura (Soria y López 1999; Soria<br />

y López 2000; Mateo y Carreño 2001), han realizado sendos<br />

estudios sobre las pinturas rupestres del área del río Zumeta,<br />

afluente del Segura. De sus aportaciones nos interesa espe-<br />

cialmente el magnífico ciervo con cuernas arboriformes de<br />

la estación Tinada del Ciervo I (Fig. 1), porque, en efecto,<br />

fue esta preciosa figura la que nos permitió intuir que en la<br />

imagen del ciervo había algo más que carne de caza. Se<br />

trata, en apariencia, de una escena cinegética, en la que un<br />

arquero, acompañado de tres cánidos y apuntado con sus<br />

flechas al herbívoro, acosa a un ciervo. Pero sus cuernas no<br />

son habituales, naturales, sino que sus candiles o ramifica-<br />

ciones características mudan en forma de un árbol y cons-<br />

tituyen sin duda una alegoría del Árbol Primordial del Paraí-<br />

so. Las ramificaciones o candiles del ciervo son nueve por<br />

cada lado, abiertas en abanico. El número nueve no es una<br />

elección aleatoria del artista; de ello estamos razonablemen-<br />

te seguros, porque en la España rural tradicional dicha cifra<br />

se vincula a ritos funerarios. En esta escena, por otra parte,<br />

se aprecia con nitidez la íntima vinculación cósmica y mítica<br />

entre el ciervo psicopompo y el árbol de la vida.<br />

Ciertamente, el ciervo es con frecuencia alegoría del ár-<br />

bol, ya que sus cuernas se renuevan anualmente, como<br />

las ramas y hojas de los vegetales (Chevalier-Gheerbrandt<br />

1986: 287 y ss.). Así, el ciervo pintado del río Zumeta se<br />

nos podría presentar como un mensajero de la divinidad<br />

que anuncia la existencia del sagrado árbol del Paraíso<br />

y la promesa de regeneración de la vida. No creemos,<br />

en consecuencia, que se trate de una escena cinegética<br />

Figura 1 · Tinada del Ciervo I (Nerpio, Albacete). Calcos de Mateo y<br />

Carreño (2001)<br />

dramática y sangrienta, sino que alude a un simbolismo<br />

muy bien planteado por aquellos habitantes de serranía<br />

del Neolítico. En efecto, en la escena donde se inserta el<br />

ciervo con cornamenta tan fecunda, el arquero en actitud<br />

de caza, y sus perros, se integran en un relato de caza ri-<br />

tual que es en realidad, según Mircea Eliade, una alegoría<br />

de un rito de tránsito; o bien una búsqueda y fundación de<br />

una nueva tierra tras la aventura de la persecución de los<br />

animales. El acoso del ciervo con cuernas arborescentes<br />

se podría entender como el descubrimiento sagrado de un<br />

nuevo territorio de caza, desconocido y virgen; por tanto<br />

pletórico de vida, de animales y carne. El ciervo, que posi-<br />

blemente sea una metáfora de una divinidad, es el que en<br />

realidad descubre la ruta y el nuevo paisaje idílico y para-<br />

disíaco, introduciendo a la Humanidad en el nuevo mundo.<br />

En Tinada del Ciervo II, aparecen los restos de las corna-<br />

mentas arborescentes similares de otro ciervo.<br />

2.2.- Otro ciervo con candiles arborescentes en Cañaí-<br />

ca del Calar III (Moratalla, Murcia)<br />

Estos ciervos tan singulares, con candiles arboriformes, se<br />

reiteran en el municipio colindante de Moratalla, aunque con<br />

menor nitidez (Carbonell 1969; Walker 1969; Mateo 2005:<br />

137). El ciervo de Cañaíca del Calar (Fig. 2) aparece aso-<br />

ciado a series de puntos, antropomorfos y a un soliforme que<br />

levita sobre un animal. La escena de Moratalla no sabemos<br />

si es posible equipararla plenamente con la cacería con ca-<br />

nes sobre ciervo de Nerpio; pero el modelo iconográfico del<br />

ciervo es semejante en ambas estaciones, aunque más des-<br />

dibujado e imperfecto en la covacha murciana.<br />

1


Figura 1 · Cañaíca del Calar III (Moratalla, Murcia). Calcos de Mateo y<br />

Carreño<br />

Es de justicia rescatar viejas citas de Jordá Cerdá, cuando<br />

afirma que las representaciones de arboriformes o ramiformes<br />

se pueden vincular a “creencias chamánicas” (Jordá 1983: 11).<br />

Pero estos ciervos de Cañaíca del Calar presentan un vín-<br />

culo más inquietante y es con signos soliformes, que les ase-<br />

mejan enormemente a los ciervos que encontramos trazados<br />

en las cerámicas tipo Ciempozuelos de Las Carolinas (custo-<br />

diadas en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid). Esta<br />

relación ha sido resaltada recientemente por Mateo Saura<br />

(2009: 51-52, fig. 16). Por otra parte, los símbolos soliformes<br />

son extremadamente frecuentes en la cerámica neolítica an-<br />

daluza: Cueva de la Murcielaguina (Priego, Córdoba) (Ga-<br />

vilán 1989), Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba)<br />

(Gavilán y Vera 1993), Cueva de Nerja (Pellicer 1995), Cueva<br />

del Muerto…<br />

2.3. Otros ciervos esquemáticos y naturalistas con candi-<br />

les arborescentes en Ciudad Real, Cuenca, Teruel y Huesca<br />

Lo más interesante es que en el otro extremo septentrional<br />

de la Península Ibérica aparece un ciervo con una comple-<br />

ja y tosca cornamenta arboriforme. Nos referimos al ciervo<br />

de Barfaluy III (sector 2), (Lecina, Huesca) (Baldellou et al.<br />

1986-89). Aunque la pintura aparece mutilada y hay pérdi-<br />

das de otras figuras, lo esencial es la similitud de ciervos<br />

con cuernas arborescentes en la península, lo cual revela la<br />

existencia de un mito narrado que se extendió por toda ella.<br />

Otros ciervos con candiles arborescentes se encuentran<br />

en La Coquinera (Obón, Teruel) (Perales y Picazo 1998; Pi-<br />

cazo 1992), donde los ciervos esquemáticos se vinculan a<br />

orantes seminaturalistas superpuestos a los animales. O en<br />

2<br />

Regacens -zona B, sector 2- (Asque, Huesca) (Baldellou<br />

1993, 1999). Esto resulta muy interesante porque establece<br />

una continuidad territorial en la distribución del motivo icono-<br />

gráfico del ciervo con árbol en su testa.<br />

De mayor semejanza formal es la escena naturalista de La<br />

Hoz de Vicente (Minglanilla, Cuenca), estudiada por Martí-<br />

nez y Díaz-Andreu (1992). Aquí, dos arqueros apuntan y aco-<br />

san con sus armas a un ciervo naturalista con unas enormes<br />

cuernas arborescentes; cada individuo elige un extremo de<br />

la escena para cercar al animal. Lo que importa de esta es-<br />

tación son dos elementos que se mantendrán intactos pos-<br />

teriormente en el arte esquemático: la caza del ciervo con<br />

candiles ramiformes muy exagerados, que recuerdan no las<br />

cuernas del animal, sino el árbol primigenio.<br />

En Aznarón (Chillón, Ciudad Real), aparece otro ciervo con<br />

falo erecto y con cuernas tan verticales y simétricamente ra-<br />

mificadas, que permite sospechar que se trata en verdad de<br />

la representación de un árbol (Rodríguez 2009: 118).<br />

Incluso en el área del Estrecho de Gibraltar, en la Sierra<br />

Momia (Benalup, Cádiz), aparecen estos ciervos con ten-<br />

dencia al esquematismo acompañados de cuernas arbores-<br />

centes (Mas y Finlayson 2001: 189).<br />

2.4. Los precedentes del ciervo asociado al árbol en el<br />

arte rupestre levantino<br />

En el arte levantino ya existía esta estrecha vinculación<br />

entre ramas de árboles y ciervas, como es el caso de Las<br />

Bojadillas I (Nerpio, Albacete) (Alonso y Grimal 1996; Jor-<br />

dán 2006: 27 y ss.), lo cual contribuye a sostener que el mito<br />

del ciervo asociado a un árbol es antiquísimo. Veamos otros<br />

ejemplos que corroboran la afirmación.<br />

Un ciervo del cual brota un árbol lo hallamos en otro ejem-<br />

plo del arte rupestre levantino, en concreto en una muy com-<br />

pleja escena de difícil interpretación en el Barranc de Famor-<br />

ca (Santa Maira, Castell de Castells, Alicante) (Hernández<br />

et al. 1998: 53 y ss.) y que ya intentamos analizar en otras<br />

aportaciones en las que creíamos observar la occisión de un<br />

jefe (Jordán 2004-05: 71 y ss.; Hernández et al. 2007). No<br />

obstante, es evidente que un árbol nace y brota del dorso del<br />

herbívoro (abrigo VI, panel 1).<br />

De semejante interés en el arte rupestre levantino, es la<br />

asociación de ciervo y árbol que encontramos en el Barran-<br />

co Estercuel (Alcaine, Teruel) (Beltrán y Royo 1994) y que<br />

nosotros propusimos como elementos de una ceremonia de<br />

carácter chamánico (Jordán y Molina 1997-98: 61 y ss.; Jor-<br />

dán 1998: 129; 2001).<br />

2.5. La continuidad en el tiempo del relato<br />

En definitiva, en Tinada del Ciervo de Nerpio, o en cual-<br />

quiera de las estaciones que ya hemos indicado de Murcia,<br />

Cuenca, Teruel o Huesca, nos podemos hallar ante un muy<br />

interesante relato de carácter mítico, en el que el autor pre-<br />

tendió ilustrar la cacería simbólica e iniciática, la cual permi-<br />

tía recordar a los visitantes la historia de un rito de tránsito<br />

hacia el otro mundo, real o sagrado, y cuyo itinerario era<br />

trazado por el ciervo de cuya cabeza brotaba el árbol pri-<br />

mordial del Paraíso. El ciervo de Tinada del Zumeta es un<br />

animal perseguido por un arquero; indudablemente, como<br />

Jordán · Cuadernos de arte rupestre · 5 · 2008-2010 · 59-70<br />

61


Jordán · Cuadernos de arte rupestre · 5 · 2008-2010 · 59-70<br />

62<br />

sucedía en la Hoz de Vicente de Cuenca. Pero su significado<br />

es trascendente ya que actúa como animal guía y oracular,<br />

revelador de nuevos espacios de caza y de nuevos tiempos<br />

de prosperidad, para el cazador que le persigue y para la<br />

comunidad a la que pertenece.<br />

La existencia de escenas de arte naturalista levantino en<br />

las que participan ciervos vinculados a árboles, tanto en la<br />

serranía de Alicante, como en el Sistema Ibérico, nos está<br />

indicando que el motivo, con las variantes y matices que se<br />

deseen, es sumamente antiguo y procede, al menos, del<br />

mundo de los cazadores y recolectores del mesolítico espa-<br />

ñol. Posteriormente, las sociedades agropecuarias que de-<br />

sarrollaron el arte esquemático recibieron, y asumieron como<br />

propio, el relato. No sabemos si con significados<br />

nuevos. Pero la gramática general del mismo y<br />

su iconografía esencial, se mantuvieron.<br />

El ciervo, por otra parte, siempre es el evoca-<br />

dor del espacio sagrado (Eliade 1994: 30), en<br />

esa nostalgia permanente que el hombre siente<br />

por el Paraíso y en el que el ser humano entiende<br />

el lenguaje de los animales, porque ellos son sus<br />

maestros y él es amigo de ellos, ya que de algu-<br />

na forma comparten dignidad y cualidades (Elia-<br />

de 2001a: 74 y ss.). Para los hombres primitivos<br />

dedicados a la caza, como relata Campbell, tal<br />

actividad no es, como en nuestra civilización,<br />

una cruel masacre mediante medios técnicos<br />

desproporcionados sobre animales indefensos,<br />

ante lo que poco pueden hacer con sus cualida-<br />

des físicas (Campbell 2000: 335; 2002: 18): «...<br />

la caza misma es un rito de sacrificio, sagrado,<br />

y no un grosero asunto secular. Los animales en-<br />

tregan generosamente su cuerpo para el susten-<br />

to de los hombres y por ello son reverenciados»<br />

(2000: 335).<br />

A nosotros, en España, también nos sirven<br />

las preciosas observaciones realizadas por el<br />

inglés Gerald Brenan, cuando en Al Sur de Granada 1 dice<br />

así respecto al trato que los habitantes de la España rural<br />

de antes de mediados del siglo XX ofrecían a los animales:<br />

«Se puede matar un animal o emplearlo en la fuerza del<br />

trabajo, pero no se le puede privar de su dignidad de cria-<br />

tura viva sin perder algo de la propia. Recuerdo una mujer<br />

anciana y muy pobre que tenía una gallina mimada y que<br />

se excusaba por no ponerla en el puchero cuando dejara<br />

de poner huevos, diciendo que era muy noble. Nadie con-<br />

sideraba absurda esa manifestación, ya que la nobleza es<br />

la cualidad que hace respetable al hombre, y los animales y<br />

los pájaros pueden también alcanzar esa cualidad».<br />

3. CIERVOS Y HOMBRES INSECTO ESQUEMÁTI-<br />

COS EN LOS ÓRGANOS (SANTA ELENA, JAÉN)<br />

Hay en el tenebroso desfiladero de Despeñaperros (Ló-<br />

pez y Soria, 1988), que es tránsito entre la Meseta Cen-<br />

tral Española y Andalucía, en Los Órganos de Santa Elena<br />

1. Siglo XXI, Madrid, 1987, pág. 109<br />

(Jaén), un curioso ciervo esquemático, en actitud de be-<br />

rrea, con cuernas a modo de estilizada lira, que orienta su<br />

hocico al rostro de un ser sobrenatural (Fig. 3). Este muestra<br />

una silueta en forma de reloj de arena, y su cabeza recuer-<br />

da a la de una langosta o a la de una abeja: antenas que<br />

nacen de la cabeza, cilios que brotan del sitio del cuello y<br />

boca, y unos grandes ojos. ¿Son máscaras rituales? A su<br />

costado aparece otro hombre-insecto de semejantes carac-<br />

terísticas. Los pies y manos de estos seres antropomorfos<br />

muestran con nitidez unos dedos muy marcados que re-<br />

cuerdan, empero, al de las aves, porque su apariencia es<br />

de garritas y no de manos humanas. Estas garritas de ave<br />

también se aprecian en unos antropomorfos esquemáticos,<br />

Figura 3 · Los Órganos (Santa Elena, Jaén). Calcos de López y Soria (1988)<br />

con cilios en la cabeza a modo de insectos, que se encuen-<br />

tran en la Penya de l`Ermita, en Altea (Alicante) (Galiana y<br />

Torregrosa 1995).<br />

Semejantes a los personajes descritos, aparecen en Arro-<br />

yo Hellín (Chiclana de Segura, Jaén) (Soria et al. 2001: 297).<br />

El modelo es idéntico: seres humanos esquemáticos con<br />

ojos redondos y radiados y de cuyos cuellos nacen pares<br />

de cilios. Cruzan sus bracitos a la altura de las caderas y<br />

muestran el perfil de reloj de arena (Fig. 4).<br />

Del mismo modo, en Cantos de la Visera II (Yecla, Murcia)<br />

(Breuil y Burkitt 1915), en medio de los dos sectores con<br />

pinturas rupestres levantinas, surgen varias figuras esque-<br />

máticas. Entre ellas, un personaje de semejante aspecto<br />

y morfología, con antenas horizontales, grandes ojos que<br />

conforman al mismo tiempo la cabeza, y sendos pares de<br />

brazos que actúan cual cilios (Fig. 5). Lo interesante es<br />

que hacia este personaje se aproxima un ciervo de cuernas<br />

ramiformes, como ocurría con el caso de Los Órganos de<br />

Santa Elena (Jaén).<br />

Marija Gimbutas (1996: 237, 239 y 241) nos recuerda<br />

que estos seres-insecto, con cuerpos bitriangulares, son<br />

3


Figura 4 · Arroyo Hellín (Chiclana de Segura, Jaén). Calcos de Soria et al. (2003).<br />

Figura 5 · Cantos de la Visera II (Yecla, Murcia). Calcos de Breuil y Burkitt (1915)<br />

representaciones de la “vulva regeneradora”, ya que de<br />

los triángulos brota la vida. Para esta investigadora, tales<br />

figuritas humanas en forma de reloj de arena simbolizan<br />

“... son símbolos de la Diosa en su epifanía de ave de pre-<br />

sa y, típicamente, se encuentran en cuevas y monumentos<br />

sepulcrales” (Íbid.). Y añade que estas figuras de reloj de<br />

arena simbolizan “…a la Diosa de la Muerte y de la Rege-<br />

neración” (Íbid: 239).<br />

Al mostrar los hombres-insecto de Despeñaperros los ojos<br />

redondos y saltones, como nos señala Marija Gimbutas (Íbid:<br />

51 y 192 ss.) acaso indican omnisciencia clarividente y orácu-<br />

lo o fuente divina (García 2006).<br />

Marija Gimbutas insiste continuamente en estos aspectos<br />

y sugiere que la duplicación y la triplicación de un elemento,<br />

en este caso los cilios de la cabeza, indicarían potencia vital<br />

que emana y brota de la cabeza de la divinidad (Gimbutas<br />

1996: 170 y 89 ss.; Jordán 2001: 109 y ss.). La hibridación<br />

contenida en los antropomorfos esquemáticos nos parece,<br />

por añadidura, evidente: cabeza de insecto, garras de ave,<br />

cuerpo humano.<br />

4<br />

5<br />

Jordá Cerdá vio en esta escena la<br />

representación de una danza religiosa<br />

ante una divinidad (Jordá 1983. 10).<br />

La vinculación de estos singulares<br />

seres-insecto con el ciervo psico-<br />

pompo adquiere, además, un valor<br />

trascendente y de enorme interés.<br />

El ciervo, itifálico, excitado por la be-<br />

rrea de Los Órganos, se convierte así<br />

en perfecto paradigma de poderoso<br />

guía espiritual y oracular de los otros<br />

dos seres antropomorfos que le acom-<br />

pañan en la escena, cuyo significado<br />

completo no alcanzamos a entender.<br />

Pero observamos que el ciervo brama<br />

al costado de los antropomorfos, como<br />

si deseara transmitir un sonido que es<br />

mensaje; no berrea de forma aislada,<br />

como ciervo en celo. Observamos, por<br />

añadidura, que la cabeza del ciervo<br />

presenta rasgos de ave, así como los<br />

pies del ser humano, lo que le confie-<br />

re a la escena, todavía más, un valor<br />

sacral y un significado de elevación<br />

espiritual, de trascendencia.<br />

Esta extraña aproximación de un<br />

ciervo al rostro de un antropomorfo<br />

esquemático, encuentra un paralelis-<br />

mo cercano en la Peña del Castellar<br />

(Villar del Humo, Cuenca), aunque<br />

en este caso es un cáprido (Alonso<br />

1982: 138).<br />

Igualmente, algunos ídolos oculados<br />

del Abrigo de los Ídolos, manifiestan una<br />

semejanza que intuimos: grandes ojos,<br />

antenas sobre la cabeza, cilios que na-<br />

cen del cuello…<br />

4. LOS CIERVOS O CENTAUROS ARBORIFOR-<br />

MES ESQUEMÁTICOS DE NUESTRA SEÑORA<br />

DEL CASTILLO (ALMADÉN, CIUDAD REAL)<br />

Un poco más al Norte, en Virgen del Castillo (Almadén,<br />

Ciudad Real), aparecen unos sobrecogedores y enigmáticos<br />

seres arborescentes esquemáticos (Caballero 1983, plano<br />

32, roca 2), que podríamos incluir en el grupo de ciervos de<br />

pobladas cuernas (Fig. 6); mas también recuerdan a centau-<br />

ros con dobles brazos. Sus cabecitas son círculos o trián-<br />

gulos, y de sus brazos abiertos en cruz o en uve cuelgan<br />

trazos verticales, cual flecos, acaso alegorías de una lluvia<br />

benéfica. La multitud de sus patas sugiere velocidad, ubicui-<br />

dad múltiple. Además, parecen corretear sobre unas líneas<br />

quebradas, acaso nueva alegoría del agua primigenia.<br />

Algunos autores consideran que estos ciervos arboriformes<br />

se podrían identificar con el dios ciervo Cernunnos de Valcamo-<br />

nica, en el mundo celta (Grande 1987: 173 ss.).<br />

Nosotros vemos, de nuevo, una íntima vinculación entre el<br />

ciervo y el árbol. Existe esta comunión en el arte rupestre le-<br />

Jordán · Cuadernos de arte rupestre · 5 · 2008-2010 · 59-70<br />

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Figura 6 · Centauros arboriformes de Nuestra Señora del Castillo (Almadén,<br />

Ciudad real). Calcos de Caballero Klink (1983).<br />

Figura 7 · Reconversión de toro en ciervo: Canchal de las Cabras Pintadas<br />

(Batuecas, Salamanca).Calcos de Grande (1987)<br />

vantino. Nos referimos al magnífico ciervo de Alcaine (Teruel)<br />

(Beltrán y Royo 1997), infrapuesto a un árbol esquemático, a<br />

cuya copa han trepado dos figuras humanas esquemáticas<br />

y de la cual pende una bolsa, donde, a su vez, se albergan<br />

otras figuritas femeninas diminutas. En su día afirmamos, y lo<br />

sostenemos plenamente convencidos hoy, que se trataba de<br />

una escena con numerosos elementos de carácter chamánico<br />

(Jordán 2000; 1998).<br />

En cualquier caso, las figuras de Nuestra Señora del Cas-<br />

tillo constituyen un nítido ejemplo de seres híbridos, proba-<br />

blemente dispensadores de la fertilidad en prados y cam-<br />

pos. Estamos, en consecuencia, ya lejos de los mundos de<br />

cazadores y recolectores del arte rupestre levantino.<br />

5. TOROS RECONVERTIDOS EN CIERVOS. LAS<br />

METAMORFOSIS DEL CANCHAL DE LAS CABRAS<br />

PINTADAS (LAS BATUECAS, SALAMANCA).<br />

En otros estudios ya resaltamos en su día la trascendencia<br />

del carácter chamánico que presentaban, a nuestro juicio, los<br />

toros-ciervo naturalistas de la Cueva de la Vieja de Alpera (Al-<br />

bacete) (Breuil, Serrano y Cabré 1912) o de Cantos de la Vise-<br />

ra en el Monte Arabí de Yecla (Murcia) (Breuil y Burkitt 1915)<br />

o incluso en Las Bojadillas (Alonso y Grimal 1996). En estos<br />

6<br />

7<br />

casos, los prístinos bóvidos experimentaron una curio-<br />

sa mutación pictórica por parte de los artistas, quienes<br />

alargaron las astas de los toros y las transformaron en<br />

generosas cuernas de ciervos con numerosos candiles.<br />

Jordá Cerdá sugirió un cambio de la actividad económi-<br />

ca de aquellos artistas y sus tribus (Jordá 1976, 201). Sin<br />

desestimar es opción, nosotros pensamos que podría-<br />

mos estar asistiendo a un ritual de iniciación chamánica,<br />

en el que el chamán accede a esferas trascendentes al<br />

recurrir a animales guía que se muestran además como<br />

híbridos (toros reconvertidos en ciervos), incrementando<br />

así su poder espiritual.<br />

Pues esa metamorfosis, acaecida en algún momento<br />

del Mesolítico, entre pueblos cazadores y recolectores,<br />

y por razones oscuras, se encuentra también en al arte<br />

esquemático, según nos describe con minuciosidad<br />

Grande del Brío (1987: 163) en el Canchal de las Cabras<br />

Pintadas (Batuecas, Salamanca) (Fig. 7). Este autor re-<br />

capacita incluso sobre el color blanco de las figuras de<br />

los dos ciervos mutantes y recuerda, creemos que con<br />

acierto, la cierva blanca de Sertorio y los animales albi-<br />

nos que son oraculares.<br />

6. HOMBRES CON MÁSCARAS DE CIERVOS<br />

6.1.- Cueva del Gitano (Yeste, Albacete)<br />

Sumamente espectacular es la pareja esquemáti-<br />

ca de antropomorfos de la Cueva del Gitano (Yeste,<br />

Albacete) (Fig. 8), en el río Zumeta, en concreto en su<br />

panel I (Pérez Burgos 1988; 1996) o Grupo 3 (Soria<br />

y López 2000), en la que ambos seres muestran una<br />

cornamenta abierta de ciervo macho sobre sus cabe-<br />

zas. Los calcos de Soria y López creemos que son<br />

fidedignos; si bien los de Alonso no nos permiten una<br />

identificación con candiles de ciervo tan nítida ni son<br />

tan favorecedores a nuestros propósitos.<br />

Si en la estación de la Tinada del Ciervo (Nerpio, Alba-<br />

cete), el animal estaba asociado al árbol primordial del Pa-<br />

raíso, aquí, en la estación del Gitano (Yeste, Albacete), muy<br />

próxima geográficamente y en el mismo río Zumeta, es el<br />

ser humano el que experimenta una mutación con rostro y<br />

cornamenta de cérvido. En consecuencia, pensamos que<br />

ciertamente hubo una sintonía y homogeneidad de creencias<br />

entre los cazadores y recolectores que visitaban o recorrían<br />

la cuenca del Zumeta y, en definitiva, del Alto Segura.<br />

Rememoremos igualmente el antropomorfo itifálico, en<br />

el mismo arte esquemático, con máscara y cornamenta de<br />

carnero de la Cueva de los Letreros (Vélez Blanco, Almería)<br />

(Breuil 1935; Castillo 1989; Jordán 2000: 100 y ss.; 2001: 106<br />

y ss.), el que porta en sus manos sendas hoces y de uno<br />

de cuyos cuernos de cáprido pende un fruto, tocado en su<br />

extremo inferior por una de las hoces, de tal suerte que se<br />

nos presenta como un posible estimulador de las fuerzas fe-<br />

cundantes de la tierra (Fig. 9).<br />

6.2. Precedentes mesolíticos de mutaciones de hom-<br />

bres en ciervos o en toros en el arte levantino<br />

Existe una extraordinaria y singular escena de arte ru-


pestre levantino con mutación en Las Bojadillas (Nerpio,<br />

Albacete) (Alonso y Viñas 1977: 203). En ella aparece un<br />

ciervo rampante que posa sus pezuñas delanteras sobre<br />

una figura antropomorfa con posible cabeza de ciervo. La<br />

pequeña figura de aspecto naturalista podría aludir a ce-<br />

remonias de fertilidad, en un sentido amplio del término.<br />

Por otra parte, el ciervo que eleva sus pezuñas sobre la<br />

cabeza del antropomorfo actúa como un protector y cus-<br />

todio del ser humano. Pero, en cualquier caso, hay una<br />

evidente sintonía entre el ciervo y el menudo antropomor-<br />

fo con rostro de ciervo. (Jordán 2006: 29 y ss.). Semejan-<br />

te ciervo rampante aparece en el abrigo de Les Ermites<br />

(Ulldecona,Tarragona), si bien, aunque se manifiesta pues-<br />

to de pie, se enfrenta, que no cobija, a un arquero que<br />

avanza hacia él (Viñas et al. 2009: 53). No sabemos, por<br />

tanto, si se trata del mismo relato mítico.<br />

Recordemos también los antropomorfos levantinos con<br />

máscaras de toros del Cingle de La Mola Remigia (Ga-<br />

sulla) o de Racó Molero (Ares del Maestrat, Castellón),<br />

ambos con máscara o rostro de toro (Pericot 1966; Jordá<br />

1976: 209; AA.VV. 1982: 101). Herbert Kühn consideró en<br />

su tiempo que una de esas figuras era en realidad un “he-<br />

chicero disfrazado de animal” (Kühn 1957: 73), opinión a<br />

la que luego se sumaron Ripoll (1963: 53) y Beltrán (1965:<br />

125). Ripoll afirmó incluso que participaban en danzas pro-<br />

piciatorias y religiosas. Viñas y Martínez incidieron en la<br />

escena de El Cingle y con excelente intuición (Viñas y Mar-<br />

tínez 2001: 371 y ss.) destacaron que nos encontrábamos<br />

ante un Espíritu del Bosque o un Señor de los Animales,<br />

acompañado de un chamán que lucía un tocado al que<br />

se le había añadido un prótomo de animal y que agita-<br />

ba dos instrumentos alargados. Ambos autores, además,<br />

centraron su atención en otros dos personajes masculinos,<br />

itifálicos, de Cueva Remigia, y anunciaron que estábamos<br />

asistiendo a una escena de iniciación chamánica, donde<br />

se apreciaba un vómito por parte del neófito o iniciado y<br />

una cola de zorro lucida por el maestro. Ambos blanden<br />

armas arrojadizas por encima de sus cabezas. Nos mos-<br />

tramos totalmente de acuerdo con este tipo de interpreta-<br />

ciones y consideramos que son necesarias, en especial al<br />

provenir de expertos que están acostumbrados a discernir<br />

los entresijos de las pinturas rupestres, tanto en España<br />

como en México.<br />

Recientemente el equipo de Pilar Utrilla y Valentín Villa-<br />

verde hallaron en el abrigo de La Vacada (Castellote, Teruel),<br />

un par de arqueros con sendas colas que los autores atribu-<br />

yen semejanza con la de un caballo (Martínez Bea 2004: 95;<br />

Utrilla y Villaverde 2004). Del mismo modo, el equipo de Bel-<br />

trán detectó en los últimos calcos realizados en la Cueva del<br />

Agua Amarga (Valdealgorfa, Teruel), un enmascarado ante<br />

un ciervo (Beltrán et al. 2002: 146).<br />

Otro ser, muy corpulento y de gran tamaño, con máscara<br />

de bóvido, lo encontramos en La Sarga (Alcoy, Alicante), en<br />

la covacha II, panel 13, figs. 11-13, dentro del estilo macroes-<br />

quemático (Hernández et al. 1988, 1994; Jordán 2001: 104<br />

ss.) y que Jordá Cerdá relacionó con unos círculos concén-<br />

tricos inmediatos que él entendía como chozas o cabañas de<br />

iniciación (Jordá 1976: 210).<br />

Figura 8 · Antropomorfos con máscaras y cuernas de ciervo: Cueva del<br />

Gitano (Yeste, Nerpio). Calcos de Soria y López (2000).<br />

Figura 9 · Cueva de los Letreros (Vélez Blanco, Almería) Calcos de Breuil<br />

(1935)<br />

6.3. Más pervivencias de narraciones mesolíticas<br />

Lo importante de todas estas alusiones es comprobar<br />

cómo se mantienen los relatos postpaleolíticos en socieda-<br />

des agrícolas, ganaderas y con cerámicas. Las mutaciones<br />

de rostros y de seres humanos cazadores y recolectores<br />

que durante el Mesolítico peninsular se nos presentan con<br />

relativa frecuencia en el Sistema Ibérico o en la serranía del<br />

Segura de las Béticas, traspasa las fronteras del tiempo y se<br />

instalan en comunidades sedentarias de las mismas zonas,<br />

al menos en el Alto Segura.<br />

Hemos de recordar que, con frecuencia, los seres huma-<br />

nos con máscaras suelen vincularse a sociedades secretas<br />

y ritos de tránsito; o bien tales ocultaciones del rostro se aso-<br />

cian a cultos de los antepasados o a comunicaciones con se-<br />

res míticos (Eliade 2001b: 67; 1993: 143 y ss.). Pero también<br />

8<br />

9<br />

Jordán · Cuadernos de arte rupestre · 5 · 2008-2010 · 59-70<br />

65


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66<br />

en antropología se considera que las máscaras actúan como<br />

elementos protectores de los individuos cuando se presen-<br />

tan ante las divinidades o ante los poderes ctónicos (Allard y<br />

Lefort 1988.95). Igualmente, las máscaras constituyen instru-<br />

mentos idóneos para evocar la presencia de espíritus aliados<br />

o bien para expulsarles del territorio si son espíritus hostiles<br />

(Vazeilles 1995: 47). Añadamos que, según Mircea Eliade, es<br />

frecuente el caso de chamanes que se metamorfosean en<br />

animales-espíritu (Eliade 1993: 89, 91 y ss., 100 y ss.) y las<br />

máscaras serían uno de los recursos utilizados para facilitar<br />

ese tránsito o esa mutación.<br />

7. CIERVOS (SIN METAMORFOSIS) VINCULADOS<br />

AL AGUA<br />

7.1. Los ciervos y las líneas en zig-zag: los cursos de agua<br />

en el tránsito hacia el Más Allá. El ciervo como animal guía<br />

Grande del Brío relacionó con habilidad, en la Cueva<br />

del Gabar (Vélez Blanco, Almería) (Breuil 1935), la figu-<br />

ra esquemática de un ciervo con una serie de cuatro lí-<br />

neas quebradas que<br />

son, acaso, alegoría del<br />

agua. Este curso fluvial<br />

pintado sin duda signi-<br />

ficó para sus artistas, y<br />

para la comunidad a la<br />

que servían, un carácter<br />

trascendente, un tránsito<br />

desde la muerte física<br />

del individuo hacia las<br />

dimensiones de la eter-<br />

nidad (Fig. 10).<br />

7.2. Ondas y ciervos<br />

en el arte levantino<br />

En el arte rupestre le-<br />

vantino ya observamos<br />

esa estrecha vinculación<br />

entre ciervos y líneas<br />

quebradas que podrían<br />

significar la presencia del<br />

agua primordial y salutí-<br />

fera. Así, la encontramos<br />

en la Cueva de la Vieja<br />

(Alpera, Albacete) (Breuil, Serrano y Cabré 1912), donde<br />

un ciervo con líneas discontinuas en su cuerpo, “listado”, se<br />

asocia a un arquero con arco horizontal, indicando una es-<br />

trecha vinculación entre hombre y animal, al igual que ocurre<br />

en el Abrigo Grande de Minateda (Hellín, Albacete). Pero el<br />

ciervo de Alpera orienta su cabeza hacia una triple línea que-<br />

brada de desarrollo vertical que acaso pueda representar el<br />

tránsito alegórico de un río sagrado. El conjunto iconográfico<br />

es sumamente interesante porque, además, las líneas que-<br />

bradas de agua se confunden o metamorfosean en la cuer-<br />

da vertical por la que asciende un animal o un antropomorfo<br />

hacia un probable panal de miel (Jordán y González 2002).<br />

A su vez, dicha cuerda+líneas quebradas brotan y nacen de<br />

las astas-candiles de uno de los toros-ciervos sobre el que<br />

levita el chamán con plumas en la cabeza y arco y flechas<br />

no en actitud de caza, sino en posición ritual. El chamán,<br />

que algunos autores, como Ripoll Perelló, estimaron como<br />

héroe mitológico o divinidad guerrera (Ripoll 1968: 171-172;<br />

Jordá 1966: 60 y 64-65), porta las tres flechas con las puntas<br />

hacia abajo, en un haz sujeto por una mano, y el arco suje-<br />

to delicadamente por uno de los extremos y con la cuerda<br />

hacia el exterior. No hay manera física de explicar que un<br />

cazador actúe de esa guisa. Tal personaje con penacho de<br />

plumas y pene erecto, en consecuencia, está en una danza<br />

o en un rito iniciático y trascendente. Por otra parte, mayor<br />

y mejor unidad y compenetración ciervo y río/tránsito y cha-<br />

mán y miel, es imposible y creemos que revela un conjunto<br />

narrativo bien definido, e intencionado, por el artista que lo<br />

ejecutó. En suma: una laberíntica pero innegable vinculación<br />

de ciervo, líneas quebradas (agua), cuerda, trepador y miel.<br />

Igualmente el toro reconvertido en ciervo en Cantos de la<br />

Visera II, del Monte Arabí (Yecla, Murcia) (Breuil y Burkitt<br />

1915), muestra tras sus cuartos traseros una serie de líneas<br />

paralelas en zig-zag y en cascada y una retícula, tal vez alu-<br />

Figura 10 · Ciervo ante río y aguas primordiales: Cueva del Gabar (Vélez Blanco,<br />

Almería). Calco de Breuil (1934)<br />

sión al tránsito ya realiza-<br />

do hacia otras dimensio-<br />

nes. No desconocemos<br />

los graves problemas que<br />

plantea la superposición<br />

de figuras y elementos<br />

iconográficos de este<br />

conjunto y que han sido<br />

analizados recientemente<br />

por Anna Alonso Tejada y<br />

Alexandre Grimal.<br />

Con un esquema seme-<br />

jante, en las Cuevas de<br />

la Araña (Bicorp, Valen-<br />

cia) (Hernández-Pacheco<br />

1924), un espléndido<br />

macho ciervo muestra<br />

sus poderosos candiles<br />

tocando a unas líneas ver-<br />

ticales en zigzag, las cua-<br />

les, corren paralelas a sus<br />

cuernas y, curiosamente<br />

como acontecía en La<br />

Vieja de Alpera, también<br />

se vinculan a las cuerdas por donde trepa la recolectora de<br />

miel y corren paralelos a sus cuernas.<br />

Los ciervos de La Sarga (Alcoy, Alicante) aparecen próxi-<br />

mos a signos curvilíneos o serpentiformes de trazos parale-<br />

los muy gruesos, pertenecientes al arte llamado macroes-<br />

quemático (AA.VV. 1998: 28-29).<br />

Más al norte todavía, en Labarta (Adahuesca, Huesca)<br />

(Baldellou 1987; Beltrán 2000), una serie de siluetas de cér-<br />

vidos se superponen a varios signos esquemáticos en forma<br />

de v invertida, pero en disposición de cascada.<br />

7.3. La perpetuación de la iconografía, en el tiempo y su<br />

difusión en el espacio<br />

10<br />

Comprobamos otra vez la persistencia de la memoria ico-


nográfica entre cazadores recolectores y sedentarios, no<br />

como indicación de sincronía cultural, sino como pervivencia<br />

de mitos narrados de fuego en fuego y de boca en boca. Pro-<br />

bablemente el elemento iconográfico de las ondas o de las<br />

líneas quebradas, entendidas como agua, se asoció desde<br />

siempre al ciervo. Y es un recurso que aparece en la Biblia,<br />

señal inequívoca de un acervo sumamente arcaico: «Como<br />

el ciervo brama por las corrientes de agua, así clama por ti,<br />

oh Dios, el alma mía» (Salmos, II, 42:1).<br />

8. LA PERPETUACIÓN DE LA ICONOGRAFÍA EN<br />

EL TIEMPO Y SU DIFUSIÓN EN EL ESPACIO<br />

Tras esta revisión de las estaciones rupestres, podemos<br />

establecer dos observaciones primordiales:<br />

• La pervivencia en el tiempo de los motivos iconográ-<br />

ficos, desde las bandas mesolíticas de cazadores y<br />

recolectores hasta las sociedades sedentarias y agro-<br />

pecuarias del Neolítico.<br />

• La dispersión en el espacio peninsular y la acepta-<br />

ción por parte de las comunidades que ocuparon el<br />

territorio, ya dentro del ámbito Neolítico, de muchos<br />

de estos motivos.<br />

Tras la revisión del mapa 1, igualmente, es posible estable-<br />

cer una serie de anotaciones breves y muy sencillas:<br />

• Los ciervos con cuernas arboriformes constituyeron<br />

parte de la tradición del mundo esquemático-abs-<br />

tracto y neolítico: Tinada del Ciervo en Nerpio y Ca-<br />

12º<br />

42º<br />

40º<br />

38º<br />

36º<br />

10º<br />

8º<br />

6º<br />

4º<br />

ñaíca del Calar en Moratalla, en la serranía del Alto<br />

Segura y Aznarón, en las planicies de Ciudad Real.<br />

Esta presencia indica que se recogieron herencias<br />

del mundo de los cazadores y recolectores, ya que<br />

los ciervos vinculados a los árboles aparecen con<br />

frecuencia por toda la geografía del arco mediterrá-<br />

neo: Las Bojadillas en el río Segura, Santa Maira en la<br />

sierra de Alicante y Barranco Estercuel, en la serranía<br />

de Teruel, ya cerca del Ebro.<br />

• Los seres humanos con máscaras de animales, ya<br />

fueran de ciervos, de toros o de machos cabríos,<br />

existieron en diversas ceremonias desde las bandas<br />

de los cazadores y recolectores: las encontramos en<br />

Las Bojadillas, en el río Segura, y se extendían hasta<br />

el Maestrazgo, inmediatamente al Sur del Ebro. Mas<br />

luego se mantuvieron durante el Neolítico, en socie-<br />

dades agropecuarias y de productores, como se de-<br />

muestra en la Cueva del Gitano en Yeste, pertene-<br />

ciente a la cuenca del Segura, o en la Cueva de Los<br />

Letreros, en la serranía de Almería.<br />

• Por el contrario, el tema de los hombres insecto,<br />

con sus peculiares cuerpecitos bitriangulares, con<br />

ojos saltones y cilios en la cabeza, y a los que se les<br />

aproxima un ciervo psicopompo, parece que no exis-<br />

tió en el Mesolítico, entre los cazadores y recolectores<br />

nómadas o itinerantes en el territorio de depredación.<br />

A tenor de lo que se observa en el mapa, creemos<br />

que fue un mito de creación neolítica, ya que única-<br />

Mapa 1 · Ciervos con cuernas arborescentes (★): 1- Aznarón (Chillón, Ciudad Real), 6- Tinada del Ciervo I (Nerpio, Albacete) y Cañaíca del Calar III<br />

(Moratalla, Murcia), 12- La Hoz de Vicente (Minglanilla, Cuenca), 13- La Coquinera (Obón, Teruel), 17- Barfaluy III (Lecina, Huesca); Centauros arboriformes<br />

(◊): 2.- Virgen del Castillo (Almadén, Ciudad Real); Ciervos levantinos vinculados a árboles (●): 7.- Las Bojadillas (Nerpio, Albacete), 10.- Santa<br />

Maira (Castell de Castells, Alicante), 14.- Barranco Estercuel (Alcaine, Teruel); Seres humanos con máscaras de animales (■): 5.- Las Bojadillas (Nerpio,<br />

Albacete) y Cueva del Gitano (Yeste, Albacete), 8.- Cueva de Los Letreros (Vélez Blanco, Almería), 11.- La Sarga (Alcoy, Alicante), 15.- Val del Charco del<br />

Agua Amarga (Alcañiz, Teruel), 16.- El Maestrazgo (Castellón). Hombres-insecto (▲): 3.- Los Órganos (Santa Elena, Jaén), 4.- Arroyo Hellín (Chiclana de<br />

Segura, Jaén), 9- Cantos de la Visera II (Yecla, Murcia), 18- Penya de l`Ermita (Altea, Alicante).<br />

2º<br />

➋<br />

★<br />

12<br />

0º<br />

★17<br />

■15<br />

●<br />

13★<br />

14 ■16<br />

★1<br />

◊2 ➊<br />

▲3<br />

7 ● ■ 5<br />

★6<br />

▲4<br />

■ 8<br />

10<br />

■ ● ▲<br />

9 ▲ 11 18<br />

2º<br />

0 50 100 200 300 km<br />

4º<br />

Jordán · Cuadernos de arte rupestre · 5 · 2008-2010 · 59-70<br />

67


68<br />

9. EPÍLOGO<br />

mente, de momento, se le encuentra en Los Órganos<br />

del desfiladero de Despeñaperros, en el gollizo que<br />

une Castilla con Andalucía, en Chiclana de Segura,<br />

en plena serranía de Jaén. Y en una curiosa y ex-<br />

tensa prolongación que alcanza hasta el altiplano de<br />

Jumilla-Yecla, en Cantos de la Visera de Yecla (Mur-<br />

cia) y la serranía de Alicante, en Altea.<br />

En esta menuda aportación en ningún momento hemos<br />

pretendido replantear las cuestiones tratadas desde antiguo<br />

por Pilar Acosta (Acosta 1968, 1983; Hernández 2006).<br />

Tampoco hemos deseado abordar asuntos tan complejos<br />

como la distribución territorial de diferentes estilos dentro del<br />

ARE o los agrupamientos y tipologías de las estaciones rupes-<br />

tres (Jordá 1983; Martínez 1998, 2000; Torregrosa 2000-01).<br />

Los problemas derivados, a su vez, de la fijación de una<br />

cronología o de las fases que se observan en las composi-<br />

ciones esquemáticas, así como sus relaciones con el ARL a<br />

partir de superposiciones o infraposiciones de las figuras y<br />

motivos o a partir de la vinculación con yacimientos arqueo-<br />

lógicos neolíticos con cerámica, han sido debatidos en mul-<br />

titud de ocasiones por mejores especialistas (Ripoll, 1983;<br />

Baldellou, 1983, 1994, 1999; Llavorí 1988-89; Baldellou y<br />

Utrilla 1999; Alonso 1999; Torregrosa y Galiana 2001; Mateo<br />

2001), así como también los influjos culturales y espirituales<br />

procedentes del ámbito mediterráneo (Beltrán 1983).<br />

Por otra parte, es extremadamente interesante y crucial<br />

buscar paralelos iconográficos y relaciones de las pinturas<br />

rupestres con la cerámica eneolítica y con los grabados ru-<br />

pestres en roca, ya sea al aire libre, en monumentos mega-<br />

líticos o en el seno de las cuevas, con unos paralelos icono-<br />

gráficos que en absoluto son fortuitos, sino que reflejan una<br />

misma cronología y mentalidad; mas siempre sin olvidar las<br />

posibles intrusiones medievales (Fortea 1970-71; Martínez<br />

2003; Gómez-Barrera 2003; Alonso 2003).<br />

Recientes y sugestivas aportaciones procedentes de Fran-<br />

cia, pero que aluden también al río Vero en Aragón, sugieren<br />

la posibilidad de que algunas covachas, singularizadas por<br />

su acceso extraordinariamente peligroso o difícil, constituye-<br />

ran lugares de aislamiento y reclusión espiritual, de iniciación<br />

de ciertos individuos, en medio de un paisaje o arquitectura<br />

natural con un contenido simbólico (Hameau 2007; Hameau<br />

y Painaud 2009).<br />

Por nuestra parte, manteniéndonos fieles a nuestra trayec-<br />

toria, el objetivo primordial de esta comunicación ha sido des-<br />

tacar el protagonismo del ciervo como animal con una profun-<br />

da simbología religiosa. Curiosamente Pilar Acosta, hace ya<br />

mucho tiempo, se extrañaba de la persistencia de los motivos<br />

de animales potencialmente cinegéticos (ciervos, cabras) y<br />

de instantáneas de “caza”, en el arte rupestre esquemático.<br />

La razón no estriba, en nuestro corto entender, en una<br />

persistencia de la actividad depredatoria en sociedades<br />

sedentarias de agricultores y ganaderos, que se conservó<br />

para complementar la dieta. Ni siquiera es posible entender<br />

esas escenas de caza como un “deporte” como señalaban<br />

algunos investigadores o como una actividad que otorgaba<br />

prestigio social, como sugieren oros. No. La persistencia de<br />

escenas de acoso de animales y la presencia de animales<br />

salvajes, fue porque pervivieron los mitos narrados al amparo<br />

de los campamentos, del fuego que congregaba a las gen-<br />

tes de las bandas o de las aldeas.<br />

Ya hemos comprobado cómo determinadas escenas del<br />

arte rupestre levantino, o ciertos elementos de ellas, persis-<br />

ten en escenas del arte rupestre esquemático, lo que nos<br />

indica que relatos semejantes se seguían narrando en comu-<br />

nidades agropecuarias y que habían heredado de la memo-<br />

ria de las bandas de cazadores y recolectores.<br />

Al mismo tiempo que se observa una perduración el tiem-<br />

po de los motivos iconográficos desde el Paleolítico y el<br />

Mesolítico (que ya hemos detectado en otras ocasiones en<br />

el tema de los caballos o de los propios ciervos), de igual<br />

manera, se advierte una difusión espacial y territorial de los<br />

motivos iconográficos por todo el ámbito del arte rupestre<br />

circunmediterráneo.<br />

Las incesantes e intensas prospecciones que se están<br />

realizando, con rigor y con acierto, en diferentes territorios<br />

de las Españas (Collado y García, 2005), seguramente nos<br />

ampliarán en el futuro próximo el catálogo de posibles esce-<br />

nas esquemáticas. Tales circunstancias nos permitirán corro-<br />

borar lo aquí expuesto o, sencillamente, obviarlo.<br />

6. BIBLIOGRAFÍA<br />

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