PERFIL 63 - Imprenta Rubiales SL

Sin duda Marrakech es otro mundo.
Nada de lo vivido en España puede compararse
a lo que allí se encuentra. Parece imposible
que siendo todos iguales, las diferencias sean
tantas. El choque cultural es tan fuerte que
parece un teatro diseñado para que tú vivas
experiencias inimaginables. Con la mente
completamente abierta, con el entusiasmo de
conocer una nueva cultura y con la motivación
de involucrarte de lleno en todo, te
sumerges en una ciudad con encanto. Un
encanto escondido entre platos gastronómicos
especiales y zumo de naranja en vasos para
compartir; un encanto envuelto en esencias,
especias, cedro y cus-cus. Un encanto difícil de
entender pero que ayuda a vivir una experiencia,
aconsejable a cualquier persona. En definitiva,
Marrakech, una ciudad diferente.
La gente, el olor, los animales, la
forma de vida, la cultura, las tiendas, el
clima… nada es parecido a lo que aquí
tenemos y tampoco se asemeja a las visiones
que de estos países se transmiten a través de
documentales o noticias.
Es una ciudad que lleva los sentimientos
a extremos, o te gusta mucho o no
te gusta nada. Eso sí, conocer el día a día en
Marrakech es una experiencia aconsejable
para vivir al menos una vez en la vida.
Aunque todavía no ha llegado el verano,
actualmente se alcanzan los 30 grados, no
obstante, sorprende el hecho de que, ellos, llevan
leotardos, abrigos y jerséis de cuello alto.
La pobreza de la gente es palpable a
cada paso. La plaza principal está llena de
MARRAKECH
niños pidiendo cualquier cosa: comida,
dinero o juguetes. Del mismo modo, ciegos y
demás personas intenta llamar la atención
para ganar unos cuantos dírham, la moneda
oficial de allí. También admiten euros.
Aunque el cambio no es exacto, generalmente
suele hacerse la conversión contando un
euro como diez dírham.
Para comprar hay que ir con tiempo
pues el regateo es un arte que requiere su
tiempo. En cualquier sitio y para cualquier
cosa hay que regatear ya que piden, por casi
todo, el doble de dinero del valor que realmente
tiene. Es más o menos difícil convencer
a los vendedores para que lleguen al precio
que ajustas pero una vez que se llega, es
mejor que compres lo que querías; si no lo
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haces, se enfadan bastante.
Uno de los encantos de Marrakech es
el enorme mercado que tiene, cientos de
puestos, unos al lado de los otros en los que se
ofrece todo tipo de materiales, víveres, especias
e incluso animales. En el mercado de
Marrakech se pueden encontrar cosas insospechadas,
tanto es así, que se venden hasta
dientes y muelas sueltas (de otras personas),
para poder lucir una completa dentadura.
Por la mañana la plaza se llena de
serpientes y monos amaestrados para que los
turistas sucumban a sus encantos y dejen
dinero a sus dueños a cambio de un par de
fotos. Todo esto desaparece por la noche para
dejar sitio a los puestos en los que se cocina
caracoles, cabezas de cordero, lenguas, sesos
y demás “delicatesen”. Los colores de babuchas,
chilabas, cojines, bolsos de cuero,
pañuelos… inundan todos los rincones de
una ciudad que se caracteriza por el rojo en
cada uno de los edificios y monumentos.
Los pasteles de Marruecos son muy
dulces y la comida muy fuerte. Hay puestos
especializados en especias; especias de todo
tipo y para preparar cualquier plato, carne,
pollo o pescado. Aparte de las especias, la
forma de cocinar los alimentos tampoco es
igual que en España, lo que acentúa ese
sabor característico de los platos marroquíes.
También es muy típico el te marroquí, y en
especial el té con menta.
Si tuviera que describir la ciudad de
Marrakech a través de los sentidos: a la vista,
la ciudad es roja, al tacto, sucia, al oído, no
muy ruidosa, al gusto, Marrakech sabe a
especias y al olfato, huele a cedro, picante,
cus-cus, té con menta… y un sinfín de olores,
algunos menos y otros más agradables.
En definitiva, es un mundo diferente
lo que hace difícil adaptarse a él. No obstante,
te hace vivir nuevas experiencias que ayudan
a crecer como persona.
Lara Fernández Dionisio