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En este artículo se contrastan dos modelos de felicidad que se ...

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A Diego Maquieira, atascado en la salida y en la entrada<br />

1. Instrucciones para encontrar la <strong>felicidad</strong> fuera <strong>de</strong> la caverna<br />

Hay unos hombres encerra<strong>dos</strong> en una caverna. Des<strong>de</strong> su infancia yacen<br />

enca<strong>de</strong>na<strong>dos</strong> por el cuello y las piernas, <strong>de</strong> modo <strong>que</strong> sólo pue<strong>de</strong>n ver los<br />

objetos <strong>que</strong> tienen <strong>de</strong>lante, ya <strong>que</strong> las ca<strong>de</strong>nas les impi<strong>de</strong>n girar la cabeza.<br />

Tras ellos hay un fuego cuyo resplandor los alumbra. <strong>En</strong>tre el fuego y los<br />

cautivos <strong>se</strong> extien<strong>de</strong> un camino escarpado, a cuyo largo <strong>se</strong> alza una tapia. A lo<br />

largo <strong>de</strong> la tapia <strong>se</strong> <strong>de</strong>splazan hombres <strong>que</strong> llevan todo tipo <strong>de</strong> objetos <strong>que</strong><br />

repre<strong>se</strong>ntan, en piedra o ma<strong>de</strong>ra, figuras <strong>de</strong> hombres y animales <strong>de</strong> mil formas<br />

diversas. Los hombres enca<strong>de</strong>na<strong>dos</strong> no pue<strong>de</strong>n ver más <strong>que</strong> las sombras <strong>de</strong><br />

todas estas figuras <strong>que</strong> el fuego proyecta contra la pared <strong>de</strong> la caverna. De esta<br />

manera, los hombres tendrían por real sólo a<strong>que</strong>llo <strong>que</strong> es un juego <strong>de</strong> sombras<br />

proyectado por el fuego.<br />

Libera<strong>dos</strong> <strong>de</strong> sus ca<strong>de</strong>nas, estos hombres tornan la cabeza hacia atrás y <strong>se</strong><br />

confrontan con la verdad. Reconocen <strong>que</strong> lo <strong>que</strong> daban por cierto no era más<br />

<strong>que</strong> sombras proyectadas por la luz <strong>de</strong>l fuego. Mirar el fuego les causa dolor y<br />

<strong>de</strong>slumbramiento, y al principio ni siquiera pue<strong>de</strong>n distinguir los objetos cuyas<br />

sombras veían momentos antes. Y así como la luz <strong>de</strong>l fuego encandilaría los<br />

ojos y les provocaría dolor, mayor <strong>se</strong>ría el impacto si <strong>se</strong> los hace subir por el<br />

escarpado <strong>se</strong>n<strong>de</strong>ro hacia afuera <strong>de</strong> la caverna, sin soltarlos hasta enfrentarlos a<br />

la luz <strong>de</strong>l sol. Expuestos a esta luz <strong>de</strong>sconocida, al principio <strong>se</strong>ría más agudo<br />

el dolor y más difícil todavía distinguir los objetos. Sólo al final <strong>de</strong> un proceso<br />

<strong>de</strong> acostumbramiento podrían distinguir claramente el perfil <strong>de</strong> los objetos, y<br />

finalmente podrían mirar el sol y compren<strong>de</strong>r <strong>que</strong> es allí don<strong>de</strong> <strong>se</strong> origina la<br />

posibilidad <strong>de</strong> <strong>que</strong> todo lo <strong>de</strong>más cobre figura y <strong>se</strong>a visible. Una vez instala<strong>dos</strong><br />

en esta comprensión <strong>de</strong> las cosas, los hombres consi<strong>de</strong>rarían dichoso el<br />

cambio respecto <strong>de</strong> la morada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la caverna, compa<strong>de</strong>ciendo incluso a<br />

a<strong>que</strong>llos <strong>que</strong> permanecen impasiblemente enca<strong>de</strong>na<strong>dos</strong> en su interior. La<br />

<strong>felicidad</strong> está en la verdad y en la e<strong>se</strong>ncia <strong>de</strong> las cosas: fuera <strong>de</strong> la caverna. -<br />

<strong>En</strong> la alegoría <strong>que</strong> Platón recogió en el Libro VII <strong>de</strong> la República los símbolos<br />

son claros: la caverna es el lugar <strong>de</strong>l mundo <strong>se</strong>nsible; las apariencias, las<br />

realida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>rivadas y por tanto <strong>de</strong>gradadas. Los hombres están enca<strong>de</strong>na<strong>dos</strong><br />

por su ignorancia, <strong>que</strong> sólo les permite tomar el mundo <strong>de</strong> los objetos<br />

materiales por única y total realidad, <strong>de</strong>sconociendo su origen, su fuente <strong>de</strong><br />

realidad, su e<strong>se</strong>ncia. El conocimiento implica liberar<strong>se</strong> <strong>de</strong> esta baja ilusión,<br />

pero también es doloroso: duele acostumbrar<strong>se</strong> a la luz <strong>de</strong> la verdad; es<br />

escarpado el camino <strong>que</strong> libera <strong>de</strong> la ignorancia. Pero la recompensa todo lo

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