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Primer Lugar El Chaca Chapato - Centro Cultural Comunitario ...

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“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN<br />

3


“Me lo Contaron Mis Viejos”


Índice<br />

SELECCIONADOS PARA PUBLICAR<br />

AMOR MINERO<br />

Nicole Rodríguez Sepúlveda<br />

CAMINO A LA FERIA<br />

Delmira Melgarejo Aguilera<br />

DEL AMOR A LA LOCURA<br />

Reinaldo Montoya Arce<br />

EL ÁNIMA DE JAVIER<br />

César González Pino<br />

EL ÁRBOL ENCANTADO DE CARAMPANGUE<br />

Fabián Sánchez Pino<br />

EL ÁRBOL HECHO SANTO<br />

Diego Bustos Almendra<br />

EL PEQUEÑO HÉROE DE LA MINA<br />

Camila Soto Azócar<br />

ESTA ES LA HISTORIA DE JOSÉ CHICHARRÓN<br />

Richard Valencia Jara<br />

JUAN EL MINERO<br />

Fernanda Palacios Mercado<br />

LA CAPA MISTERIOSA<br />

Sofía Muñoz Rubio<br />

LA NIÑA DEL MAR<br />

Maritza Salazar Navarrete<br />

LAMENTOS DE UN ÚLTIMO ABRAZO<br />

Juan Acosta Prieto<br />

MI ABUELO, UN VERDADERO HÉROE<br />

Javiera Bustos Campos<br />

NUNCA DEBE DARSE POR VENCIDO<br />

Sebastián Pezo González<br />

SE PAGA CON LA MISMA MONEDA<br />

Eduardo Paredes Carriel<br />

UNA MUJER LLORA DENTRO DE LA MINA DEL CARBÓN<br />

Camila Cofre Muñoz<br />

ZORRÓN<br />

Delmira Melgarejo Aguilera<br />

6<br />

Pág.<br />

59<br />

65<br />

70<br />

74<br />

80<br />

82<br />

86<br />

90<br />

94<br />

98<br />

102<br />

108<br />

112<br />

115<br />

119<br />

125<br />

129


ME LO CONTARON MIS VIEJOS<br />

O EL PODER DE LA MEMORIA<br />

por Tulio Mendoza Belio<br />

Presidente del Jurado<br />

Academia Chilena de la Lengua<br />

Premio Municipal de Arte de Concepción<br />

(2009)<br />

Una vez más, y con el mayor agrado, me corresponde presentar el resultado de un concurso<br />

literario organizado por la Fundación Cepas. En esta oportunidad, el 4º Concurso de Cuentos “Me<br />

lo Contaron mis Viejos”, noble y notable iniciativa que estimula, difunde y premia el interés por<br />

la escritura y la lectura y, además, nos permite descubrir nuevos valores literarios que, al relatar<br />

vivencias, mitos y realidades de su entorno, nos dan a conocer con singularidad algo que les es<br />

propio y que está en la base de una construcción de identidad. Por otra parte, la escritura también<br />

es memoria individual y colectiva, memoria histórica que preserva hechos, formas de ser, situaciones,<br />

en fin, todo un patrimonio que encierra pasado, presente y tiempo por venir. Porvenir: lo<br />

que vendrá. Parafraseando al poeta Gabriel Celaya, podemos decir que la palabra es un instrumento,<br />

“un arma cargada de futuro”.<br />

“Me lo Contaron mis Viejos”, reza el lema de esta convocatoria literaria, feliz expresión<br />

que encierra una amable y querida forma de decir, una afectiva y efectiva relación que cuenta,<br />

en su esencia, un sentido de la oralidad más genuina: la que se relata en el entorno familiar, en<br />

la mesa, de abuelos a nietos, de padres a hijos, a la hora del sueño o en el silencio cordial de una<br />

caricia.<br />

La aventura de leer sorprende siempre que nos internamos por esos laberintos mágicos<br />

(sorpresivos e inteligentes) de la escritura creativa, aquélla que nos entrega un mundo plasmado<br />

a través de la lengua, nuestra morada o casa de lo que somos, queremos y soñamos, como bien<br />

podría haber dicho Heigddeger. Habitamos el lenguaje y en él somos lo que somos o podríamos<br />

ser: “Yo soy en español. En otras lenguas/ me siento fatalmente como un tonto”, expresa en un<br />

poema, nuestro poeta Fernando González-Urízar (1922-2003), Premio Regional de Artes Literarias<br />

Baldomero Lillo (2002).<br />

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha tenido la necesidad de comunicar, de


entrar en diálogo con el otro, de contar algo, de narrar historias (reales e inventadas en un cruce de<br />

verdades y mentiras). <strong>El</strong> ya clásico circuito de la palabra en el cual alguien cuenta algo a alguien<br />

(emisor-mensaje-receptor), tiene en el cuento a uno de los géneros más populares y difundidos.<br />

Desde niños hemos asistido a la narración de historias, de cuentos, de breves relatos, de canciones<br />

que nos transmiten diversos mensajes que despiertan nuestra curiosidad, avivan nuestros sentidos<br />

y nos transportan a mundos mágicos, misteriosos y fantásticos o nos cuentan la realidad del<br />

mundo así, en frío, a secas. Siempre andamos diciendo, hablando, construyendo historias, incluso,<br />

contando el cuento (ya vemos cómo nuestro idioma tiene una expresión que juega, precisamente,<br />

con la fantasía y la capacidad de imaginación ya sea para bien, pero también para mal: la lengua<br />

es poder en una doble significación: como sustantivo y como verbo. Así es “Dominio, imperio,<br />

facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo; fuerza, vigor, capacidad,<br />

posibilidad, poderío” y, además, “Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo”, como nos<br />

señala el Diccionario de la Real Academia de la Lengua). Y el lema de nuestra Academia Chilena,<br />

es “Unir por la palabra”. Y podríamos agregar crecer por la palabra: unidos y reunidos por la<br />

lengua, nuestra bella lengua española, crecemos cuando leemos, crecemos cuando utilizamos la<br />

lengua, cuando la cuidamos, cultivamos y difundimos, para decir lo que nos dicta el corazón y la<br />

inteligencia.<br />

Leyendo los trabajos enviados a este concurso, sentimos, como jurado, la grata sorpresa<br />

de estar frente a textos que querían contarnos algo y todos trataban de hacerlo de la mejor forma,<br />

lo cual implicaba poner en juego una serie de recursos y estrategias que estuvieran al servicio de<br />

poner en marcha un mecanismo particular que sirviera para que la historia contada nos llegara<br />

adecuadamente, es decir, con una forma que fuera la emoción misma, la risa, el llanto, el dolor,<br />

lo humorístico y un sinfín de sustantivos más, ya que un cuento nos seduce por la forma en que<br />

se nos cuenta.<br />

En el caso del primer lugar, “<strong>El</strong> chaca chapato”, de <strong>El</strong>izabeth Aguilera Novoa, ya a partir<br />

del título, de carácter familiar-afectivo-coloquial, nos situamos en una historia minera llena de<br />

humor, gracia y cercanía, con un buen desarrollo en su exacta brevedad y un manejo de la lengua<br />

familiar que le da un especial toque a la equivocación que es el mecanismo central del cuento, el<br />

cual nos informa y muestra simultáneamente varias realidades que dialogan entre sí mostrando un<br />

conjunto armónico y eficaz.


<strong>El</strong> segundo lugar correspondió a “Un instante en la oscuridad”, de Fernanda Hernández<br />

Carrasco. Resulta interesante el modo cómo la narradora va actualizando, siempre en presente,<br />

lo que describe en relación al protagonista de la historia, Alejandro, su abuelo minero, desde que<br />

parte de la casa para ir al trabajo hasta el sorpresivo final: “Me está sonriendo, me mira con ternura,<br />

pareciera que no le importa estar a kilómetros de profundidad bajo tierra, es normal para él<br />

trabajar en túneles oscuros…”<br />

“Emergencia en Piques Nuevos”, el relato que obtuvo el tercer lugar, de Paula Sandoval<br />

Carrillo, nos cuenta, casi como una premonición, la organización, la travesía (“que duraría más de<br />

siete horas y recorrido más de 12 kilómetros de galerías para evacuar a todo el personal del primer<br />

turno de ese día lunes de invierno…”) y el rescate de un grupo de mineros en 1985.<br />

A propósito de este relato y de la reciente tragedia minera pensamos, de inmediato, en<br />

toda esa literatura que nos es tan familiar y que tiene que ver con un realismo costumbrista que,<br />

desde hace tiempo, nos ha descrito y nos ha hecho sentir, las miserias que padecen y han padecido<br />

miles de seres humanos en las entrañas de la tierra para extraer algún codiciado material que luego<br />

se traduce en dinero. Más en dinero para los malos empresarios que para los nobles trabajadores.<br />

Y aquí mismo, en nuestra Región del Bío-Bío, surge la poderosa voz de Baldomero Lillo, un hombre<br />

que con su escritura hizo un retrato fidedigno de toda una época en las minas de carbón, en<br />

Lota, pero que son y representan el esforzado y casi siempre inhumano trabajo de los mineros del<br />

mundo. Para el escritor Carlos Droguett, Baldomero Lillo es “el primer minero, el que señaló el<br />

derrotero y encontró la veta, el que descendió al infierno, el que cavó más hondo.” Cómo no pensar<br />

en estas palabras cuando vimos por televisión las faenas de rescate de los 33 mineros del norte.<br />

“Sub terra”, “Sub sole”, con sus inolvidables héroes, nos muestran para qué sirve la literatura.<br />

No suenan, entonces, trasnochadas las palabras que leemos en el cuento “<strong>El</strong> chiflón del Diablo”:<br />

“¡Cuántas veces en esos instantes de recogimiento había pensado, sin acertar a explicárselo, en el<br />

porqué de aquellas odiosas desigualdades humanas que condenaba a los pobres, al mayor número,<br />

a sudar sangre para sostener el fausto de la inútil existencia de unos pocos!”<br />

Me congratulo, entonces, de haber tenido la oportunidad de leer y valorar cada uno de<br />

los cuentos enviados a esta cuarta versión del concurso “Me lo contaron mis viejos”. En nombre<br />

del jurado y de los organizadores, felicito e invito a todos los que han concursado y a los que aún<br />

guar


dan pudorosamente tantas historias interesantes que contar, que se atrevan, que entren<br />

en el infinito y fascinante mundo de la literatura y recuerden que, como escribió el poeta<br />

religioso germano-polaco, Angelus Silesius (1624-1677): “Die Rose ist ohne warum; Sie<br />

blühet, weil Sie blühet... La rosa es sin porqué, florece porque florece...”<br />

Lota, 2010.


<strong>Primer</strong> <strong>Lugar</strong><br />

<strong>El</strong> <strong>Chaca</strong> <strong>Chapato</strong><br />

Autor: <strong>El</strong>ízabeth Aguilera Novoa<br />

Seudónimo: Isabel Novoa<br />

“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


<strong>Primer</strong> <strong>Lugar</strong>: <strong>El</strong> <strong>Chaca</strong> <strong>Chapato</strong><br />

Autor: <strong>El</strong>ízabeth Aguilera Novoa<br />

Seudónimo: Isabel Novoa<br />

Cuentan las malas lenguas, que por estos<br />

lados abundan, que en unos de esos días en que<br />

los mineros recibían la ‘cancelación’, o sea su<br />

sueldo de fin de mes, acostumbraban a ‘sacarle<br />

una alita’1 al pago para ir a compartir un trago<br />

con los amigos. Aparte del buen pipeño, salían<br />

unos camarones o pescaditas secas, todo para<br />

hacer sed, total había con que apagarla.<br />

Así nomás lo hizo ese día el minerito Peyo. Salió<br />

de su casa bien cacharpeado, su buena pinta,<br />

buenos zapatos y se despidió de su mujer con el<br />

típico: ¡¡¡Voy y vuelvo!!!<br />

¡Mmmmh… Dios sabe cómo! Le respondió la<br />

mujer, a lo que él contestó con una gran risotada.<br />

<strong>El</strong>la no se rió, al contrario, sabía lo que le esperaba.<br />

Lo más probable es que apareciera muerto<br />

de borracho y le tendría que sacar la ropa para<br />

acostarlo, como siempre. Menos mal que ella<br />

era una mujer alta, fuerte y él por su parte era<br />

bajito y delgadito, así es que en<br />

1<br />

2<br />

3<br />

Expresión popular que significa “dejarse parte del dinero que se recibe”.<br />

Sección de interior mina<br />

Supervisor<br />

último caso lo agarraba del cinturón y lo arrastraba<br />

escaleras arriba hasta tirarlo, en calidad<br />

de bulto, a la cama. Lo bueno es que llegaba<br />

tranquilo y nunca le levantó la mano, en todo<br />

caso a él le hubiera tocado la peor parte.<br />

Todavía sonriendo, caminó por la bajada de<br />

las cenizas en Lota Alto, contento como siempre,<br />

y se las echó rumbo a las bodegas de la<br />

feria. En realidad no tenía decidido donde se<br />

iba a quedar: ‘donde primero encuentre un conocido’,<br />

pensó.<br />

Mientras tanto hacía como que vitrineaba,<br />

miraba los precios de la fruta haciéndose el<br />

desentendido, como que andaba en otra cosa.<br />

<strong>El</strong> estaba seguro que nadie adivinaba sus intenciones,<br />

pero en realidad todo el que lo viera<br />

sabía que andaba en la búsqueda de alguien<br />

que lo acompañara a tomarse un trago, porque<br />

no hay nada más fome que tomarse el trago<br />

solo, con compañía y buena conversa sabe<br />

mejor, aunque lo más seguro es que la conversación<br />

fuera de pura mina.


- Por donde anda usted compañerito?<br />

- En las generales2 … Y a usted no lo he visto<br />

en este turno…<br />

- Me cambiaron al tercero, con el mayor3 Jarita…<br />

- ¡¡No, yo ando con ‘boca e´ saco’… putah<br />

el gallo pa’ fregao, iñor!!! Que no hable nada<br />

como la gente, a uno lo sube y lo baja a puras<br />

chuchas.<br />

- Bueno, y es cierto que estuvieron paraos dos<br />

horas sin que corriera el corte?<br />

- Sí, lo que pasa es que el ‘cerro pegó una cargá4<br />

y tuvimos que rajar5 hasta que volvieron<br />

a reforzar los postes. <strong>El</strong> jefe no nos dejó seguir,<br />

tuvimos que esperar un rato hasta que llegó el<br />

superintendente con otros ‘cascos blancos6 y<br />

aseguraron que el peligro había pasado.<br />

- Bueno... ¡salud compañerito!<br />

- ¡Salud…!<br />

- Así con la cosa. Pedimos la otra compañero…?<br />

4<br />

5<br />

6<br />

Movimiento de tierra con amenaza de derrumbe<br />

Correr<br />

Jefes<br />

- ¡Claaaro, pongámosle no más...!<br />

Y así pasó la tarde. Después de un rato se fueron<br />

a otras bodegas como turisteando y se encontraron<br />

con otros grupos de mineros que, al<br />

igual que ellos, andaban en son de descanso y<br />

distracción de la rutina diaria pero que, paradójicamente,<br />

siempre terminaban hablando de<br />

la mina, de la pega, de los jefes o de algún lío<br />

de faldas.<br />

Se vino la noche. Al Peyo también ya le empezaron<br />

a temblequear las piernas y se le borraban<br />

las caras de sus contertulios. Le costaba<br />

seguir la conversación, se le enredaba la lengua<br />

y al final optaba por no hablar, lo que hacía que<br />

sus compañeros se molestaran; es más, lo hacían<br />

callar cada vez que quería intervenir. En<br />

ese momento comprendió que era hora de irse<br />

a su casa.<br />

- ¡Me voy compañeeee….wggua sido un plaaaaazzzzer!<br />

- ¡Chao no mas compañerito…Ta’ puro hueviando!<br />

Y enfiló rumbo a su casa. Le esperaba un largo<br />

camino y debía recorrerlo solo porque ninguno


de los que estaba con él vivía en el mismo pabellón.<br />

Con la poca lucidez que le quedaba, a esas<br />

alturas, optó por seguir el camino de la línea del<br />

tren hasta llegar al Estadio, tomar la subida que<br />

daba al pabellón 55 y así llegar más rápido. En<br />

todo caso ese camino ya lo había hecho antes y<br />

en esas mismas condiciones.<br />

Pero ese día se le pasó la mano más que de costumbre<br />

y le costaba avanzar un paso tras otro.<br />

No veía casi nada, sólo sombras, el cuerpo no<br />

le respondía, trastabilló en reiteradas ocasiones,<br />

perdido, inconsciente, sólo guiado por el instinto<br />

de los borrachos, que al parecer funciona mejor<br />

que radar de aeropuerto.<br />

De pronto sintió algo blandito a sus pies, respiró<br />

contento y se acostó. Por fin estaba en su camita,<br />

pensó, se acomodó y se dispuso a dormir<br />

arrolladito en posición fetal, esperando que su<br />

mujer lo llegara a tapar.<br />

Lo que el Peyo no sabía es que un par de ‘patos<br />

malos’ lo habían seguido desde que salió de<br />

la bodega para cogotearlo7 y al verlo acostado<br />

durmiendo en el pasto se acercaron, seguros que<br />

ya el minerito no colocaba resistencia y podían<br />

saquearle su plata y su ropa<br />

7<br />

Asaltarlo<br />

8<br />

Señora, mujer de minero<br />

Se acercaron lentamente y lo movieron con<br />

sigilo para escarbar en los bolsillos del pobre<br />

hombre. En eso como que despierta y sin abrir<br />

los ojos, comienza a hablarles, feliz de estar en<br />

su camita y que la camará8 le estaba sacando<br />

la ropa.<br />

- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> chapato!!!<br />

Se miraron extrañados y, confundidos, procedieron<br />

a sacarle los zapatos. En todo caso estaban<br />

casi nuevos, igual podían conseguir unos<br />

pesos por ellos.<br />

- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> cachetín!!!... Le sacaron los calcetines.<br />

- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> pantanón!!!... Le sacaron el pantalón.<br />

- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> cobata!!!... Le sacaron la corbata.<br />

Nunca habían asaltado a alguien que entregara<br />

con tanto cariño sus cosas.<br />

- ¡¡¡Mame becho!!!... y estiró la trompa para<br />

que su señora le diera un besito.<br />

Hasta ahí no mas le llegó al minerito. No le llegó<br />

ningún bechito, lo que le cayó fue una andanada<br />

de combos y patadas que hicieron


que se le pasara la mona en el acto. Los asaltantes,<br />

después de quitarle la ropa y darle una<br />

buena pateadura, salieron arrancando y ahí recién<br />

despertó Juancho, medio inconsciente, sin<br />

saber si era por curado o por la golpiza.<br />

Se enderezó como pudo, miró a su alrededor,<br />

trató de ubicarse y lo primero que reconoció<br />

fueron los árboles del estadio. Ahí se dio cuenta<br />

que no estaba en su casa, que se había quedado<br />

dormido en el pasto y que estaba pilucho<br />

y adolorido por la pateadura.<br />

Como pudo llegó a su casa, afortunadamente<br />

estaba oscuro y ningún vecino lo vio. Al otro<br />

día, ya más repuesto, se encontró a la entrada<br />

del pique con los mismos compañeros con los<br />

que había estado tomando en las bodegas. Al<br />

verlo tan magullado le preguntaron, sonriendo:<br />

- ¡Que le pasó compañero…! ¿Se cayó a una<br />

mata de zarza o a una mata de combos?<br />

- ¡No sabe na’ lo que me pasó compañero, resulta…!<br />

Y ahí mismo no mas les contó su desgracia,<br />

ellos me la contaron a mí y yo se la cuento a<br />

ustedes. En mala hora porque, a partir de ese<br />

día, cada vez que el pobre aparecía por el pique<br />

o en la corrida de carros que lo llevaban a<br />

los laboreos, más de alguien le gritaba ¡<strong>Chaca</strong><br />

<strong>Chapato</strong>oo!!!<br />

Ya nadie recordó más su nombre. Todos le gritaban<br />

y hasta la fecha lo recuerdan con humor<br />

y picardía como el ‘<strong>Chaca</strong>chapato’.


Segundo <strong>Lugar</strong><br />

Un Instante en la<br />

Oscuridad<br />

Autor: Fernanda Hernández Carrasco<br />

Seudónimo: La Cariñosita<br />

“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


Segundo <strong>Lugar</strong>: Un Instante en la Oscuridad<br />

Autor: Fernanda Hernández Carrasco<br />

Seudónimo: La Cariñosita<br />

Transcurría el invierno, lluvioso y barroso, en este<br />

lugar enclavado en el sur y como de costumbre<br />

Alejandro, mi abuelo, se prepara para ir al trabajo.<br />

Son las cinco de la madrugada, está listo el manche<br />

y la charra con agua de hierba, sólo falta echarlo<br />

al bolso y caminar a esperar el bus que lo llevaría<br />

hacia la mina de Lota. Sus pies se llenan de barro<br />

rojo y la lluvia sigue cayendo como cascada<br />

por el camino hacia abajo, su cabeza mojada, sus<br />

ropas estilan, las manos están frías, pero lo único<br />

que piensa es en llegar al refugio temporal, un paradero<br />

donde esperaba el transporte que lo llevará<br />

hasta el frente de trabajo. Por fin llega el vehículo,<br />

un bus grande y frío, sube y muchos otros obreros<br />

van callados, como dormitando o tal vez pensando<br />

por algún rato, qué difícil saber lo que está en<br />

sus mentes. Mientras tanto, los goterones de lluvia<br />

golpean las latas del bus y se confunden con el ruido<br />

del motor. Mi abuelo se friega las manos, debe<br />

tener frío, tal vez sus pies están mojados, sus ojos<br />

tiernos parecen vidriosos, seguramente está pensando<br />

en su familia. Llega a la compañía minera,<br />

se baja y apura los pasos, lo veo difuso, se me pierde<br />

entre tantos hombres, sus ropas de mezclillas se<br />

confunden, lo veo ansioso, a pesar de los años de<br />

experiencia pareciera que fuera su primer medio<br />

de trabajo. Sube a la jaula y comienza el descenso<br />

estrepitoso, por fin llega junto a su amiga la pico-<br />

ta, las luces de sus cascos son verdaderas estrellas<br />

que saturan la oscuridad y destellan por todas partes,<br />

parece una constelación, y la claridad que avanza<br />

hace el retroceso a la oscuridad. Mi abuelo, de aspecto<br />

rudo, toma la picota y la golpea una y otra<br />

vez con una fuerza que me sorprende y pareciera<br />

que, aunque se agoten sus fuerzas, su único objetivo<br />

es derribar el manto negro y brillante del mineral.<br />

Sólo escucho el múltiple golpeo de la picota, siento<br />

la presión; el calor es intenso, mi abuelo suda, su<br />

cara ya tiene el color negro, es como si se confundiera<br />

con el carbón, sólo veo sus dientes blancos,<br />

me está sonriendo, me mira con ternura, pareciera<br />

que no le importa estar a kilómetros de profundidad<br />

bajo tierra, es normal para él trabajar en túneles oscuros,<br />

lugares pequeños, con mas compañeros a su<br />

alrededor que sufren, luchan y pelean a diario contra<br />

el mineral, único sustento de vida. No hay opción, es<br />

esto o nada. Son tiempos difíciles, hay que alimentar<br />

a los hijos, nada importa, sólo golpear y golpear con<br />

fuerza aunque se le vaya la vida en esto.<br />

Al rato, de entre la oscuridad, veo correr unos roedores<br />

y un hombre grita ¡¡¡Gas Grisú!!! Y como su eco<br />

retumbaba sin fin, se repite grisú, grisú... Hombres<br />

corren, siento miedo, me


Inunda la angustia, no veo a mi abuelito y antes<br />

que me de cuenta se oye un estruendo, una explosión<br />

inmensa. Sólo escucho gritar de dolor, gemidos<br />

y de repente un silencio, quietud y oscuridad.<br />

No veo nada, tiemblo, tengo mucho frío. Sólo<br />

cierro mis ojos y aprieto mis parpados, mientras<br />

en mi mente está la imagen de mi abuelo y su sonrisa,<br />

y cuando decido abrirlos estoy en mi cama,<br />

miro el cielo blanco y me doy cuenta que estoy<br />

en mi dormitorio. Sólo era un sueño, o tal vez fui<br />

transportada a aquel tiempo donde mi abuelito<br />

Alejandro vivió, para conocer el sacrificio y esfuerzo<br />

de una generación de hombres que luchó<br />

por su familia en las minas de Lota


“Me lo Contaron Mis Viejos”


Tercer <strong>Lugar</strong>: Emergencia en Piques Nuevos<br />

Autor: Paula Sandoval Carrillo<br />

Seudónimo: Shiqa<br />

Un lunes de invierno, por el año 1985, ingresamos<br />

cerca de 2.000 trabajadores a las faenas<br />

del primer turno, que se iniciaba a las siete<br />

de la madrugada, a cumplir una vez más con<br />

nuestra jornada diaria de trabajo. Se trataba de<br />

un día más de labor después de trasladarnos<br />

en las jaulas (ascensores) hacia fondo Pique,<br />

a una profundidad de 480 metros; nos internamos<br />

en los correspondiente convoyes, mas<br />

conocidos como corrida del personal, con destino<br />

a nuestros distintos distritos -Nivel 650,<br />

Esperanza, Victoria y Laraquete-, recorrido<br />

que duraba aproximadamente 25 minutos por<br />

las extensas galerías del tráfico principal.<br />

Luego de entregar a nuestros mayordomos<br />

la tarjeta de control de asistencia en las<br />

afueras de las oficinas auxiliares, éstos, junto<br />

a los disparadores, nos señalaban las órdenes y<br />

tareas programadas a cumplir en los distintos<br />

laboreos que se encontraban en explotación o<br />

preparación. Yo me desempeñaba como apir<br />

junto a un centenar de compañeros en el frente<br />

mecanizado del laboreo 1044, en una veta de<br />

potencia (altura) no superior a los 80 centímetros.<br />

Mientras desarrollábamos nuestra labor<br />

cotidiana en condiciones muy difíciles, cerca<br />

de las 10 de la mañana se paralizan<br />

de un solo golpe todas las maquinarias utilizadas<br />

de apoyo a la producción, situación que<br />

ocurría con cierta frecuencia, por lo que correspondía<br />

esperar algunos minutos en el lugar<br />

de trabajo, mientras se recuperaba la energía o<br />

se conociera la causa de la caída de corriente.<br />

Después de 15 minutos de espera, la energía<br />

no se recuperaba y el aire en el laboreo cada<br />

vez se ponía mas pesado por la falta de ventilación.<br />

Fue entonces cuando el mayordomo<br />

Aguilera recibe instrucciones superiores, ordenando<br />

de inmediato la evacuación rápida<br />

de todo el personal del laboreo, dirigiéndolo<br />

hacia el tráfico principal, acto que debería<br />

cumplirse en sólo 20 minutos y esperar en este<br />

lugar nuevas instrucciones. <strong>El</strong> desconcierto se<br />

apoderaba de nosotros al no conocer la causa<br />

ni el origen que provocaba la emergencia.<br />

De pronto sale desde la oficina auxiliar el<br />

jefe de distrito, más conocido como el ‘Tatarata<br />

Flores’, ingeniero a cargo del distrito Laraquete,<br />

junto al mayordomo Bahamonde, de sobrenombre<br />

‘canasto con queso’, quien con voz<br />

firme y entrecortada informa que toda la mina<br />

se encuentra paralizada, incluidos los dos ventiladores<br />

principales que dejaron de funcionar<br />

hace un par de oras atrás, sin señalar la causa,<br />

por lo que ordena iniciar la evacuación de todo<br />

el personal, en forma


inmediata, hacia la superficie a través de la<br />

única salida de emergencia habilitada por el<br />

sector de Pique Grande, trayecto que podría<br />

demorar en caminata más de 6 horas. Entonces<br />

nos reunimos algunos de los más conocidos,<br />

entre ellos ‘el Puma’, ‘Chueco Tano’,<br />

‘Pan con Huevo’, ‘Hilito el pañolero’ y el<br />

contratista ‘Topo Yiyo’, para iniciar esta travesía<br />

con destino incierto; nos aligeramos de<br />

ropa y acomodamos nuestros guamecos, de<br />

los cuales sólo algunos disponían de restos del<br />

manche y agua de perra que conservábamos<br />

en las charras y que utilizaríamos en el trayecto,<br />

para saciar la sed durante la marcha.<br />

Iniciamos la marcha desde el distrito Laraquete,<br />

a paso firme, en una larga columna de trabajadores<br />

en cuyo trayecto se escucharon una<br />

serie de comentarios y tallas típicas. Avanzado<br />

ya varios kilómetros, cerca del nivel 650, ‘Pan<br />

con Huevo’ dice: “paremos un poco para refrescarnos<br />

con agüita pues, compadre Hilito”.<br />

“Ya nomás, sirvámonos agua”, dice ‘Hilito’.<br />

Cuando, al revisar el guameco, ‘Pan con Huevo’<br />

se da cuenta que su charra se encontraba<br />

seca, dado que a primera hora la había vaciado<br />

por la sequedad de su organismo al bajar<br />

ese día lunes con la caña vivita. Entonces,<br />

más atrás aparece el finao ‘Erices’, barretero,<br />

de una estatura imponente, quien además era<br />

reconocido por su generosidad y solidaridad,<br />

a ofrecerle de su agua que transportaba en una<br />

gran charra de aluminio, quien le dice: “sírvase,<br />

compañero Salazar, que ésta alcanza para<br />

todos”. ‘<strong>El</strong> Puma’ a su vez reflexionaba y decía<br />

“esta caminata me recuerda, compañero Carrillo,<br />

a la gran e histórica marcha del año 1960,<br />

cuando recorrimos mas de 40 kilómetros hacia<br />

Concepción, junto a nuestras familias, en busca<br />

de respuestas a las demandas a nuestro pliego<br />

de peticiones presentado a las autoridades de<br />

la Compañía y al gobierno de Jorge Alessandri<br />

-conflicto y lucha sindical que terminaría a causa<br />

del terremoto del año 1960-, personaje que<br />

visitaría nuevamente la zona a fines de los ´60<br />

en calidad de candidato de la derecha y fuera<br />

recibido por la gente con fuertes protestas y rechazo,<br />

lo que le obligó a alejarse inmediatamente<br />

de la comuna, sin antes señalar la siguiente<br />

frase y amenaza: ‘Piedras me tiraron, piedras<br />

comerán’.”<br />

Luego que ‘Hilito’, el pañolero y apir más raquítico<br />

de la mina por su marcada figura y delgadez,<br />

se tomara algunos sorbos de jugo Yupi<br />

que el mismo se preparaba, reiniciamos el largo<br />

camino sin conocer, a esa altura, aún las verdaderas<br />

razones de la emergencia.<br />

Al llegar al sector de la 480, lugar donde el personal<br />

de la brigada de salvamento y algunos<br />

aforistas dirigirían a la gran columna de trabajadores<br />

por las revueltas generales depique Grande,<br />

éstos nos informaban que el tramo siguiente<br />

sería el mas difiícil por qe gran parte


de este trayecto deberíamos realizarlo a través<br />

de los principales corrientes, denominados<br />

Uno Sur y Uno Central, ambos con fuertes<br />

pendientes. Ingresamos a la revuelta principal,<br />

de inmediato se sintió el cambio de aire y humedad,<br />

características comunes de este tipo de<br />

galerías; el aire se sentía mas sofocante y con<br />

mayores temperaturas, creo superior a los 25º,<br />

lo que nos obligó a desprendernos de nuestras<br />

camisetas y continuar este tramo con el torso<br />

desnudo. Internados un par de kilómetros en<br />

las galería de revueltas, por las cuales hubo que<br />

cruzar algunos tramos con mucha precaución<br />

señalizados como zona de derrumbes, dado el<br />

abandono y falta de mantención de este sector<br />

de la mina, entre el cansancio y agotamiento<br />

acumulado por el largo recorrido, se escucha<br />

el comentario de algunos compañeros más antiguos,<br />

de sus andanzas por estos lugares. Venían<br />

de la voz de un par de barreteros que señalaban<br />

“¡te acordáis Perico cuando trabajamos<br />

por aquí, en los antiguos laboreos del distrito<br />

San Juan, Central Bajo y Fortuna!” “Claro que<br />

me acuerdo, pues Manta de Saco”, le contesto<br />

Perico, “pucha que eran bonitas las vetas,<br />

compadre, y seguras, igual ganamos buena<br />

plata por aquí”. Continuamos avanzando por el<br />

corriente cada vez mas empinado donde corría<br />

un gran caudal de agua por los costados de las<br />

galerías, provenientes de más de alguna napa<br />

subterránea o de antiguos laboreos que fueron<br />

explotados y posteriormente abandonados, éstas<br />

aguas generaban mucho barro y humedad,<br />

cuestión que hacía más dificultoso y agotador<br />

nuestro lento avance y caminar. En este nuevo<br />

escenario comienzan a aparecer, en los compañeros<br />

de mayor edad y gordura en exceso, los<br />

síntomas de agotamiento total. De inmediato<br />

se organiza la improvisada atención y apoyo<br />

por parte de los propios compañeros y luego<br />

por personal especializado de la brigada de<br />

salvamento, quienes disponían de equipos de<br />

rescate. Esta situación, obligó a los supervisores<br />

y jefatura de la mina a organizar de mejor<br />

manera el último tramo de esta larga y agotadora<br />

caminata.<br />

Al llegar al último tramo, que concluía con<br />

esta galería siempre en pendiente, alcanzamos<br />

la recta final de esta larga caminata hasta llegar<br />

al sector conocido como la Chimenea de Pique<br />

Grande, que era el espacio más amplio de la<br />

galería y al frente una alta muralla vertical de<br />

fuerte pendiente uno en uno, de unos 100 metros<br />

de altura, la que debíamos escalar para alcanzar<br />

la salida a la superficie. En este lugar se<br />

encontraba un equipo de paramédicos con más<br />

brigadistas para atender a los más desfallecidos<br />

e instruir al resto la forma de escalar la Chimenea,<br />

de la cual sólo colgaban unos cinco macizos<br />

cordeles que servirían de apoyo al ascenso.<br />

Luego de un breve descanso y de recomendarnos<br />

volver a abrigarnos, comenzamos el ascenso<br />

en forma individual, que requería de mucha<br />

concentración y fuerza aplicada por nuestros<br />

propios brazos. Superada esta hazaña,


cruzamos las tres compuertas que regulaban<br />

la salida de aire en un tramo de veinte<br />

metros hasta, finalmente, lograr pisar suelo<br />

firme y ver el oscuro cielo acompañado<br />

de fuertes ráfagas de viento. Mientras en<br />

superficie existía toda una organización<br />

para apoyar el retorno final a nuestros hogares,<br />

personal de apoyo nos cubría con<br />

frazadas desde la salida de la última compuerta<br />

hasta los buses que nos trasladarían<br />

a los baños colectivos de Piques Nuevos.<br />

Ya instalados en el bus se nos repartió un<br />

delicioso café bien cargado, para superar el<br />

terrible frío. Viento y lluvia encontrado en<br />

superficie, transformado en un gran temporal<br />

de invierno que azotaba nuestra zona,<br />

había provocado el corte general de energía<br />

eléctrica en toda la zona minera, por<br />

más de veinticuatro horas. Los compañeros<br />

más afectados y con compromiso de salud<br />

eran trasladados en forma inmediata hasta<br />

el hospital de Enacar, donde se había habilitado<br />

una sala especial para su oportuna<br />

atención y<br />

recuperación. Mientras la gran mayoría de<br />

los trabajadores, en el sector de los baños,<br />

tomábamos una larga, refrescante y relajante<br />

ducha, para ser posteriormente trasladados<br />

a nuestros hogares, lugar donde nos<br />

esperaba un cálido y hermoso abrazo familiar.<br />

En tanto, tu abuela Olga, arrodillada<br />

en su dormitorio, agradecía a dios porque<br />

uno de sus hijos retornaba al hogar sanito<br />

y salvo.<br />

La organización y rescate, que duraría más<br />

de siete horas y recorrido más de 12 kilómetros<br />

de galerías para evacuar a todo el<br />

personal del primer turno de ese día lunes<br />

de invierno, nos dejó una gran lección<br />

y aprendizaje, lo que obligó incluso a la<br />

Compañía a invertir importantes recursos<br />

económicos en equipos de emergencia<br />

(grupos electrógenos) que garantizarían<br />

oportuna atención a futuras emergencias y<br />

que permitirían evacuaciones del personal<br />

a través de los piques 1 y 2, ubicados en<br />

Piques Nuevos.


<strong>El</strong> Manta<br />

Autor: <strong>El</strong>sa Riquelme Riquelme<br />

Seudónimo: Azazel Raser<br />

“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


Mención Honrosa: <strong>El</strong> Manta<br />

Autor: <strong>El</strong>sa Riquelme Riquelme<br />

Seudónimo: Azazel Raser<br />

En una noche de Julio del año 2006, en pleno<br />

invierno, don Juan Valdebenito, un hombre<br />

muy trabajador, con barba larga que le tapaba<br />

sus mejillas y un par de ojos verdes brillosos<br />

que a cualquiera le entregaban confianza, sencillo<br />

y humilde, cumplía su labor de esos años<br />

en la guardia de la antigua caleta de Lota.<br />

Comúnmente hacía su recorrido alrededor de<br />

las once de la noche, pero comenzó más tarde<br />

esa vez. Sin ningún alma que lo acompañase<br />

empezó a caminar, acostumbrado a este rumbo<br />

de vida y trabajo, porque uno que otro hombre<br />

se había marchado por el ambiente que tenía el<br />

lugar: tenebroso, oscuro y desconfiado.<br />

Esa misma noche se abrigó y cubrió de lleno su<br />

rostro con su manta y un sombrero que le había<br />

obsequiado un ‘viejo amigo’. Así, sin prisa,<br />

alumbrando las olas y las huellas en la arena,<br />

por las afueras de una casa abandonada, a los<br />

pies de ésta, comenzó su escalofriante recorrido<br />

por el entorno de la caleta. Cuando ya se<br />

alejaba de los lugares que recurría a menudo,<br />

se asombró al ver una luz que se reflejaba en la<br />

ventana del segundo pisoe la casa... Siendo ya<br />

cerca de las dos de la madrugada.<br />

Acudiendo a ella a pasos lentos, por si hubiese<br />

estado alguien y no se espantara… para decirle<br />

que no debía estar a tantas horas de la noche<br />

en un sitio privado y sin que nadie le hubiese<br />

concedido el permiso para ingresar.<br />

Llegó a la entrada de la casa sacando las llaves<br />

de su bolsillo, silenciosamente abrió la puerta,<br />

subió las escaleras cautelosamente, de puntillas,<br />

llegando al descanso de ésta se dirigió<br />

a una mesa en dónde estaba aquella luz que<br />

alumbraba la habitación, era una vela que estaba<br />

a punto de desvanecerse por el viento que<br />

entraba por esa ventana.<br />

Aterradamente observó que no se encontraba<br />

nadie, en ese instante tuvo un escalofrío que<br />

le erizó la piel, recordando al amigo que no<br />

veía hace mucho más de cuatro años, al Manta;<br />

pero sin darle mucha importancia a éste<br />

presentimiento, se asomó a apagar la vela con<br />

mucho cuidado, cuando siente una mano en su<br />

hombro deteniéndolo a apagarla. Se voltea de<br />

inmediato y era el rostro tenebroso, pero a la<br />

vez demostraba decir ¡he vuelto Era el “Manta”...<br />

su amigo.<br />

asombrado de este encuentro inesperado, le


pregunta: “Juan ¿Qué haces aquí?... Tantos<br />

años sin saber de ti y te apareces como si nada”.<br />

Manta se acercó a abrazarlo y Juan lo esquivó.<br />

Por la reacción que tuvo su amigo, triste y con<br />

la voz angustiada le responde: “Amigo Juan,<br />

vine a despedirme de ti ya que tendré un viaje<br />

muy largo en dónde podré estar mejor y salir<br />

de éste hundimiento de vida que he llevado durante<br />

muchos años. Viejo, como le decía a don<br />

Juan, sé que fue mucho tiempo sin tener noticias<br />

el uno del otro, pero te pido que me entiendas”.<br />

Cayéndole algunas lágrimas, continúa:<br />

“pasé por muchas pruebas difíciles en mi vida,<br />

en la condición que me encontraba hubiese decidido<br />

esto antes pero seguí adelante, tampoco<br />

recurrí ni pensé en nadie que me pudiese ayudar,<br />

ni siquiera en mi familia… pero ya basta,<br />

para que nadie sienta culpa, me marcharé y no<br />

regresaré jamás.”<br />

Apagándose de golpe la luz de la vela.<br />

Inmediatamente Juan baja corriendo las escaleras,<br />

gritándole que lo esperase para que le<br />

siguiera contando y decirle que igual entendía<br />

la posición en la que se encontraba y que lo<br />

entendiera también a él, pero ya era demasiado<br />

tarde, se había ido sin dejar rastro alguno. Y<br />

murmurando… ¡Qué diablos pasa!...<br />

Así, bajando desconcertado a las orillas del mar<br />

y sintiendo la misma sensación de escalofríos<br />

de aquellos hombres que se habían marchado<br />

por el ambiente del lugar, se sienta, demasia-<br />

do cansado, como si hubiese ido a una corrida<br />

de muchos kilómetros para poder llegar a una<br />

meta, pero reflexionando a la vez las palabras<br />

de su amigo. Dándole muchas vueltas en su cabeza,<br />

se pregunta: “¿Realmente qué le habrá<br />

pasado? ¿Por qué viene ahora sin avisar?...”<br />

Quedando muy asustado, preocupado por lo<br />

sucedido y arrepentido de no haber podido alcanzar<br />

al viejo amigo, decide ir a visitarlo a<br />

la casa, para poder tener un poco más clara la<br />

situación.<br />

A la mañana siguiente se tomó el día libre para<br />

ir a dónde le tenían que dar una explicación,<br />

llegando a los viejos pabellones, cerca de la<br />

Mina <strong>El</strong> Chiflón. Golpeó de una manera urgente<br />

una de las puertas de las viviendas para que<br />

le abrieran y preguntar en dónde estaba viviendo<br />

la madre de su amigo.<br />

En la puerta dos mil trescientos seis le abre una<br />

vieja anciana con muchas arrugas y usando un<br />

bastón le pregunta, con la voz tiritona por la<br />

edad: “¿Qué desea caballero o en qué puedo<br />

ayudarlo? Hace años que no me vienen a visitar”,<br />

poniendo una cara de amargura con la<br />

vida, se respondió. Él la reconoció de inmediato<br />

por la voz de aquella y le dice: “ Doña Carmen<br />

, soy yo, Juan Valdebenito, amigo de.


José… ¿Me recuerda? ¿No me reconoce?”<br />

Entablando una conversación llena de preguntas,<br />

le dice: “He pasado mucho tiempo encerrada<br />

aquí, ya no siento ni percibo el giro de las<br />

llaves en la chapa de la puerta, cuando entraba<br />

mi hijo, -recalcando- ¡Mi único Hijo!” Llorando<br />

le responde: “Si me recuerdo de ti, jovencito,<br />

cuando jugabas con José a la entrada de<br />

la mina y yo salía a buscarlos para que no bajaran<br />

a las entrañas de esa maldita y peligrosa<br />

oscuridad, quizás por tanto prohibirles desde<br />

pequeños, mi hijo quiso experimentar y bajó<br />

sin precaución alguna, nunca más volvió, ya ni<br />

siento su olor, sólo el olor a muerte…”<br />

Juan, espantado de la historia que le había revelado<br />

Doña Carmen, cae al sofá y le pregunta:<br />

“¿Cuándo sucedió esto?” “<strong>El</strong> tres de mayo<br />

hijo, hace dos meses”.<br />

Con voz sorprendida: “Pero, ¡cómo! ayer estuvo<br />

conmigo, conversando, relatándome que<br />

ya no podía más… Que iría a un viaje y que<br />

escaparía de todo esto…”<br />

“Mi hijo estaba arrepentido de muchas cosas,<br />

Juan, cosas que no le resultaban y más con la<br />

muerte de su esposa; de ti hablaba demasiado,<br />

pero no se atrevió a visitarte para que tú no cargarás<br />

también con los problemas de él.” Con<br />

voz sublime le dice: “Lo echamos de menos,<br />

cargarás también con los problemas de él.”<br />

Con voz sublime le dice: “Lo echamos de<br />

menos, pero entiéndelo… Lo mismo me dijo<br />

él esa noche… Juan, sólo te dejó una foto de<br />

cuando eran unos pequeños traviesos amigos,<br />

hasta que la muerte los separó…”<br />

Sin nada más que agregar, Juan se despide y le<br />

agradece a Carmen por la explicación que la<br />

había dado por lo que sucedió…<br />

- Adiós mijito, cuídese, él siempre estará con<br />

nosotros.<br />

Dando suspiros recorrió el barrio en donde<br />

jugaban y los lugares en donde se escondían<br />

para poder bajar a la mina, pero siempre los<br />

sorprendía el celador.<br />

Ese día, después de haber sabido todo lo que<br />

había sucedido con el Manta, se fue para la<br />

pega al turno de noche y no deja de ver la vela,<br />

en el segundo piso de la casa, que se apaga con<br />

un fuerte soplón de viento. Cerca de las dos de<br />

la madrugada, en los pabellones en donde vivía<br />

aquel hombre, se escuchan los llantos angustiados…<br />

suplicando disculpas.<br />

<strong>El</strong> alma en pena del Manta recorre todos los<br />

lugares que acudía con su amigo, el Juan.<br />

Nadie se explica nada. En la tarde la madre,<br />

después de haber relatado la historia de la<br />

muerte de su hijo, pierde la vida en un ahogo


de llanto, muriendo tranquila en su casa. En<br />

aquel pabellón vela su alma, llorando por su<br />

hijo.<br />

Juan se resignó a la compañía de José en las<br />

noches frías del invierno.<br />

Esos días, cerca de las dos de la madrugada, se<br />

ve un hombre alto, con una manta roja mirando<br />

hacia el mar, llorando…


Hijo del Carbón<br />

Autor: Arnoldo Olave Guajardo<br />

Seudónimo: Pelé<br />

“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


Quiero remontar esta historia a muchos años,<br />

pero muchos años atrás, en mi pueblo, mi ciudad<br />

llamada ‘Louta’, nombre que le dieron<br />

los mapuches, primeros habitantes de aquel<br />

entonces, dueños y señores de su tierra, la<br />

cual defendieron con mucha valentía, fuerza<br />

y valor ante la invasión española. ‘Louta’ en<br />

su lenguaje significa pequeño caserío, pequeña<br />

casa o pequeño pueblo. Pero avancemos en<br />

el tiempo y remontémonos a la llegada de don<br />

Matías Cousiño, gran empresario, quien en el<br />

siglo XVIII descubrió el carbón, llamado también<br />

por Chile entero ‘Oro Negro’, y que le dio<br />

un impulso económico impresionante a nuestra<br />

zona y a nuestro país, importante combustible<br />

para abastecer a distintas industrias emergentes<br />

de esa época, incluso tuvo gran participación<br />

en el abastecimiento de los barcos en la<br />

Segunda Guerra Mundial, también servía de<br />

combustible para los fogones que tenían los<br />

hogares de los mineros. <strong>El</strong> carbón llegó a ser<br />

el que más divisas entregaba al país y dio trabajo<br />

a miles de trabajadores; desde los montes,<br />

desde la cordillera bajaban campesinos a ver la<br />

novedad y poder trabajar en las minas de Lota,<br />

desde las caletas aparecieron los pescadores en<br />

busca de un nuevo trabajo, un nuevo estilo de<br />

vida, pensando quizás ‘este trabajo es menos<br />

peligroso que el mar’.<br />

Desde Tres Pinos, a unos 50 kilómetros de<br />

Lota, pasando al lado Sur de Laraquete, en el<br />

año 1886 llega a Lota Juan Olave Velásquez,<br />

un joven que viene en busca de nuevos horizontes,<br />

trayendo en su mente y en su corazón<br />

la esperanza de un futuro mejor. Este joven era<br />

mi abuelo, quien trabajó más de 45 años en la<br />

mina <strong>El</strong> Chiflón de la cual se cuentan muchas<br />

historias, como por ejemplo: “la de un perro<br />

que arrastraba una cadena de fierro con unos<br />

inmensos eslabones, este perro caminaba por<br />

la galería 320, donde ningún minero quería ir a<br />

trabajar porque, según se cuenta, quien en realidad<br />

arrastraba la cadena era el mismo diablo,<br />

por eso donde debía trabajar sólo una persona<br />

allí se mandaba a lo menos dos o tres trabajadores<br />

para poder evitar el miedo existente; sin<br />

embargo, cada día se hacía más frecuente y temeroso<br />

poder trabajar. Vista esta situación, la<br />

jefatura de ese entonces decidió cerrar este laboreo,<br />

igual se escuchaba al perro arrastrando<br />

la cadena pero ahora aullando y llorando todo<br />

el trayecto”.<br />

Como ésta hay otras historias y los mineros de<br />

esta época le pusieron”el Chiflon del Diablo”,


que hasta hoy sigue con el mismo nombre.<br />

Cuando mi abuelo entró a trabajar al Chiflón<br />

ya era famoso por sus historias y no temiendo<br />

a esto igual ingresó a la Empresa, en ese entonces<br />

con el nombre de Compañía Carbonífera<br />

de Lota. Mi abuelo se casó con doña Gregoria<br />

Poza Zenteno. Afortunadamente alcancé<br />

a conocerla ya que en sus últimos años vivió<br />

con nosotros en nuestro humilde hogar en Pabellón<br />

39, casa 170, del barrio Matías Cousiño,<br />

en Lota Alto; pabellones que la empresa<br />

construyó para los trabajadores y sus familias.<br />

Aquí quiero detenerme un momento y hacer<br />

hincapié en lo que, en nuestra tierra y nuestro<br />

pueblo, era la discriminación por parte de la<br />

empresa, ya que para los empleados, antiguamente<br />

llamados ficha cuadrada, habían pabellones<br />

completamente de material y para los<br />

obreros, de madera; incluso, había piscina para<br />

los hijos de obreros y piscina para hijos de empleados;<br />

como también casa de limpieza para<br />

los empleados, que se ubicaba al lado atrás del<br />

Hospital de la empresa de Lota Alto, y para los<br />

obreros, que se encontraba en el barrio Chiflón,<br />

calle principal para llegar al pique. Hay que<br />

agregar también que el carbón se entregaba<br />

de acuerdo a la antigüedad y cargas familiares,<br />

además se entregaban por carretadas y una<br />

de éstas equivalía a 500 kilos de carbón; mi<br />

abuelo recibía 6 carretadas mensuales, ya que<br />

su familia era bastante grande, también tengo<br />

que decir que los empleados recibían carbón<br />

granado y los obreros carbón molido.<br />

En su tiempo mi abuelo era un hombre alto,<br />

fornido, típico campesino criado con todo lo<br />

que la naturaleza le entregó en sus tiempos de<br />

niñez. Él nos contaba cómo había sido su infancia.<br />

Ahora su cuerpo ya está cansado por el<br />

trajín del tiempo. Nos juntaba a los ocho nietos,<br />

unos más grandes y otros más pequeños, y contaba<br />

historias del campo donde él vivía. Que<br />

muy temprano, casi de madrugada, se levantaba<br />

para ordeñas las vacas para después irse a la<br />

escuela rural. Allí aprendió a leer y escribir a<br />

medias, nos decía que se aburría porque debía<br />

caminar mucho todos los días, dos horas para<br />

llegar y dos horas para regresar, junto a otros<br />

tres amigos; pero igual se esforzaba porque<br />

quería, a lo menos, saber leer y escribir. “Yo<br />

nunca conocí como ahora el zuncho, el trompo,<br />

las bolitas, el volantín, eso para nosotros<br />

no existía; sólo me entretenía cazando lagartijas,<br />

matando pajaritos, jugando con algunos<br />

animales. En una oportunidad logré ver al león<br />

que bajaba de la montaña, en tiempo de escarcha,<br />

hasta nuestro patio a comerse algunas aves<br />

y corderos que mi taita criaba.”<br />

La historia que más nos gustaba y que mi abuelo<br />

nos contaba, era cómo conoció a Gregoria,<br />

nuestra abuela. De eso ya han pasado como 37<br />

años y yo tampoco recuerdo mucho de sus historias,<br />

pero lo que sí recorda


mos con nuestros hermanos es que la conoció<br />

en un largo camino que estaba junto a un arroyo,<br />

donde él bajaba junto a su enorme y hermoso<br />

perro, a quien llamaba Tulipán Negro por<br />

una capa que tenía una tía, a quien no le simpatizaba<br />

mucho y siempre lo regañaba. Cuando<br />

iba a su casa, lo llamaba y le decía “pásame<br />

el tulipán” que era una enorme capa negra y,<br />

como su perro, el que le había regalado su<br />

amigo Panchito, era negrito, él le puso Tulipán<br />

Negro, con quien bajaba al arroyo, llevaba su<br />

jarro y su bolsa de harina tostada que mi tatarabuela<br />

le preparaba. Allí la conoció.<br />

“En esos tiempos -nos decía- no se hablaba<br />

de amor, sólo las miradas y algunos gestos te<br />

demostraban que allí algo pasaba. Por lo menos<br />

yo tendría unos doce años y siempre la<br />

encontraba junto al arroyo. Un día llevé dos<br />

jarros para invitarla a tomar agua con harina,<br />

me miró y no aceptó, yo ya sabía que sería mi<br />

compañera para toda mi vida. Luego me vine<br />

a Lota y recuerdo que lo único que le hablé<br />

es que volvería a buscarla, que me esperara<br />

junto al arroyo, ni siquiera sabía cómo se llamaba.<br />

Llegue a Lota, conocí a otras niñas, yo<br />

era alto para mi edad, ellas no me atraían, no<br />

me interesaban, escuché muchos comentarios<br />

desagradables hacia mí, pero mi pensamiento<br />

y mi corazón estaban allí, en mi tierra, en mi<br />

camino largo para llegar hasta Gregoria; por<br />

lo tanto, sólo me dediqué a trabajar, no tenía<br />

ni siquiera doce años. <strong>Primer</strong>o fui mensajero,<br />

porque algo sabía leer, y luego fui tarjetero. Yo<br />

quería ganar y ganar dinero, sabía que tenía un<br />

compromiso que cumplir y me animé y fui a<br />

la mina como barretero, no me importaron las<br />

historias que ya conocía, esas terroríficas, que<br />

muchas veces hacían que algunos jóvenes no<br />

bajaran a la mina. Al tiempo volví al arroyo,<br />

nuevamente con mis dos jarros y mi perro, y<br />

ahí estaba y la invité, ahora con una sonrisa sí<br />

me aceptó. Fui el hombre más feliz, algo nació<br />

dentro de mí, estiré mi mano y la toqué, toqué<br />

su rostro por primera vez. Luego fuimos con<br />

mis papás y pedí su mano -nos decía-, no fue<br />

fácil ya que éramos muy jóvenes y yo debía<br />

traérmela a Lota. Pasaba el tiempo y debí viajar<br />

varias veces para poder convencer a Don<br />

Wenceslao Poza, quien más tarde sería mi suegro<br />

y su tatarabuelo. Una vez teniendo su permiso<br />

nos venimos a Lota.<br />

Nos casamos, lo que más me recuerdo es que<br />

nunca la besé, sólo tomaba su mano con mucho<br />

respeto, cariño y cuidado, para no hacerle daño.<br />

Estando casado, tu abuela me comentaba en la<br />

cena después de llegar de mi trabajo, que era<br />

muy agotador ya que trabajábamos doce horas,<br />

que desde que vine a Lota, ella bajaba todos<br />

los días al arroyo y al mirar las aguas veía mi<br />

rostro reflejado en ellas. Como se pueden dar<br />

cuenta, a su abuela también la


había flechado cupido.”<br />

Mi abuelo era choro, encachado, simpático<br />

y cariñoso. Cuando falleció, a la edad de<br />

noventa y seis años, dejó un gran vacío en<br />

nuestro hogar, en mis hermanos y en especial<br />

un gran vacío en mi corazón, pero lo<br />

más importante es que dejó a mi papá, a<br />

quien amo y amare siempre. Mi papá también<br />

fue minero y lotino de corazón, y yo<br />

fui y seré siempre ‘Hijo del Carbón’.<br />

38


Autor: Octavio Fernández Flores<br />

Seudónimo: Toño Linares<br />

“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


Mención Honrosa: La Diosa del Carbón<br />

Autor: Octavio Fernández Flores<br />

Seudónimo: Toño Linares<br />

Juan estaba petrificado mirando la vagoneta<br />

que traía las víctimas del grisú. La ardua tarea<br />

de despejar la galería había concluido al día<br />

siguiente de la explosión. Entre esa masa de<br />

cuerpos deformes, ya sin vida, se encontraba<br />

su padre. La memoria del muchacho lo retrocedió<br />

al día anterior cuando en el pilón su madre<br />

trataba de retirar lo negro de la cara y del dorso<br />

de su padre. Su piel nunca recuperó su color<br />

natural. <strong>El</strong> carbón se había apoderado de ella y<br />

se había introducido en su cuerpo. Recordaba<br />

las palabras de su abuelo cuando decía que a<br />

un minero, aparte de circular carbón por sus<br />

venas, lo respiraba y lo incorporaba a su alma.<br />

Mientras sus ojos continuaban ajenos a las maniobras<br />

del personal seguía pensando ahora en<br />

su madre, esa mujer morena, de ojos negros,<br />

pelo largo, menuda, que de sus antepasados<br />

araucanos había heredado la entereza y la energía<br />

de un tractor. Lo había criado a él y a sus<br />

cuatro hermanos menores, guiando siempre el<br />

hogar. Preparaba cazuelas y sobre todo ese pan<br />

minero, ¡tan rico!, hecho en hornos colectivos<br />

con las vecinas del pabellón treinta y dos. <strong>El</strong><br />

cine, la plaza, las fiestas del barrio, las ramadas;<br />

todo compartido con su madre, hermanos<br />

y vecinos. Su padre era una figura ausente en<br />

sus recuerdos, porque siempre se interponía el<br />

pique con su horario esclavizante.<br />

Cuando la voz ronca del capataz nombró a<br />

Juan Carrasco, su padre, entre los mineros inmolados,<br />

ninguna lágrima se escapó y su cara<br />

permaneció inexpresiva. Se iniciaría una etapa<br />

nueva en su vida.<br />

La Compañía Carbonífera se hizo cargo de los<br />

funerales y de un estipendio a la viuda por seis<br />

meses.<br />

Las faenas de extracción de carbón tenían<br />

como ingredientes principales la pobreza, la<br />

ilegalidad, la tragedia y el desamparo. Todo en<br />

un marco de conflictos sociales emanados de<br />

bajos salarios y condiciones inseguras en los<br />

piques. Las viudas causadas por el grisú, la fibrosis<br />

pulmonar y los accidentes laborales aumentaban<br />

según pasaba el tiempo. Por fortuna,<br />

entre la población de los pabellones existía la<br />

solidaridad de los pobres. Cuando a una viuda<br />

le faltaba algo para comer, las vecinas le proporcionaban<br />

alimentos.<br />

A Juan le faltaba un mes para cumplir los 15<br />

años, se había convertido en el puntal de la


familia. Con la ayuda de su padrino logró ingresar<br />

a los piques, primero como ayudante de<br />

‘apuntalador’, cortando maderos para los revestimientos<br />

y luego como cargador de vagones.<br />

Su cuerpo empezó a cambiar; su piel ya no<br />

era blanca, el carbón lo estaba transformando<br />

en un hombre moreno. Su madre lo lavaba con<br />

jabón gringo en el pilón, como lo había hecho<br />

con su padre. Nunca recuperó su color original.<br />

Juan había hecho amistad en el pique con Evaristo,<br />

un muchacho de unos diecisiete años que<br />

aparentaba treinta. Con él mantenían largas<br />

conversaciones. Su amigo era un conocedor<br />

de un sinnúmero de mitos. Nunca supo Juan si<br />

las historias las extraía de algún texto, de algún<br />

viejo minero o eran producto de su fabulosa<br />

imaginación, el caso era que él las escuchaba<br />

embobado y las creía a pie juntos. Un día le<br />

preguntó: “cuéntame ¿por qué a una mina no<br />

entran mujeres?”<br />

familia. Con la ayuda de su padrino logró ingresar<br />

a los piques, primero como ayudante de<br />

‘apuntalador’, cortando maderos para los revestimientos<br />

y luego como cargador de vagones.<br />

Su cuerpo empezó a cambiar; su piel ya no<br />

era blanca, el carbón lo estaba transformando<br />

en un hombre moreno. Su madre lo lavaba con<br />

jabón gringo en el pilón, como lo había hecho<br />

con su padre. Nunca recuperó su color original.<br />

Juan había hecho amistad en el pique con Evaristo,<br />

un muchacho de unos diecisiete años que<br />

aparentaba treinta. Con él mantenían largas<br />

conversaciones. Su amigo era un conocedor<br />

de un sinnúmero de mitos. Nunca supo Juan si<br />

las historias las extraía de algún texto, de algún<br />

viejo minero o eran producto de su fabulosa<br />

imaginación, el caso era que él las escuchaba<br />

embobado y las creía a pie juntos. Un día le<br />

preguntó: “cuéntame ¿por qué a una mina no<br />

entran mujeres?”<br />

Le contestó Evaristo: “Por que la mina es una<br />

mujer y además ‘muy celosa’, no permite que<br />

ninguna fémina le arrebate a sus hombres, que<br />

ha hechizado y mantiene atrapados en su seno.<br />

Existe una leyenda que la conocen muy pocas<br />

personas: ‘En cierta oportunidad, un minero<br />

introdujo a su amante al interior de una mina<br />

y cuando se encontraban en el fondo de una<br />

galería haciendo el amor, fueron interrumpidos<br />

por un estampido, acompañado de una hermosa<br />

figura de azabache, con forma de mujer,<br />

que despedía fuego por los ojos; luego de dar<br />

un grito escalofriante se transforma en humo,<br />

envuelve a los amantes y los transforma en<br />

carbón. Dicen que hubo un testigo que perdió<br />

la razón y sólo repetía algo ininteligible sobre<br />

una diosa negra’.”<br />

según Evaristo, cada vez que un minero veía a<br />

esta diosa le llegaba su turno de morir


Juan estaba muy impresionado con estas historias<br />

y, cada vez que transitaba por las galerías,<br />

cualquier ruido lo hacía estremecer. Una vez, la<br />

luz de su linterna proyectó una sombra. ¡Verla<br />

y arrancar fue espontáneo! Las carcajadas del<br />

barretero, dueño de esa sombra, fueron ofensivas<br />

y dolorosas para él, ya nadie lo libraría de<br />

las bromas y pullas de sus colegas de faena.<br />

Cinco años más tarde, Juan Carrasco fue ascendido<br />

a barretero y trasladado al famoso<br />

yacimiento que inmortalizó el escritor Baldomero<br />

Lillo, con el nombre de ‘<strong>El</strong> Chiflón del<br />

Diablo’, en sus cuentos realistas de “Subterra”.<br />

Este socavón se introduce más de 800 metros<br />

bajo el nivel del mar. <strong>El</strong> trabajo de las minas<br />

abarcaba turnos de 12 horas: el primero desde<br />

las 7 de la mañana a las 7 de la tarde y el segundo<br />

de las 7 de la tarde a las 7 de la mañana.<br />

Turnos de 7 a 7, se decía. <strong>El</strong> horario se iniciaba<br />

cuando se estaba picando. <strong>El</strong> tiempo para entrar<br />

y salir del pique no se pagaba y significaba<br />

a veces dos horas extras.<br />

<strong>El</strong> acarreo de carbón ya no se hacía con caballos,<br />

ahora existían los vagones. La muerte de<br />

un canario para detectar el gas grisú era parte<br />

del pasado. A pesar de nuevas tecnologías, aún<br />

no lograban eliminar los riesgos, los accidentes<br />

continuaban.<br />

Con Evaristo no se habían vuelto a ver, estaban<br />

en piques y turnos distintos, casi había olvidado<br />

sus historias. Hacía tiempo que no ocurría<br />

alguna explosión y sólo el ruido de la picota<br />

sobre el carbón y la del lejano compresor de<br />

aire inundaba el ambiente; mientras, un tránsito<br />

de lámparas circulaba sin parar en ambos<br />

sentidos por las galerías. Todo era tranquilidad<br />

bajo tierra. En cambio en su hogar pasaban<br />

cosas. María, su hermana de catorce años, era<br />

candidata a madre soltera, Francisco estudiaba<br />

en el Liceo y su madre vendía pan de mina en<br />

Coronel.<br />

Juan había evadido los problemas de su familia,<br />

tenía claro que su aporte económico era<br />

insuficiente. Ahora que Pedro, el hermano que<br />

le seguía, se había sumado a las faenas y trabajaba<br />

como acarreador de carbón, la situación<br />

algo cambiaría.<br />

Como barretero lo enviaban a otros piques y<br />

fue así como en un turno de noche, donde se<br />

encontraba trabajando junto a su cuadrilla en<br />

una galería, sintió algo helado sobre su espalda.<br />

Retrocedió un par de metros y observó una<br />

filtración de agua que venía desde el techo del<br />

túnel. Dejó sus herramientas y fue a comunicárselo<br />

al capataz, éste lo miró y le dijo: “es<br />

natural lo del agua, la tenemos en abundancia<br />

en la superficie ¡Sigue con tu trabajo!”. Regresaba<br />

cuando sintió un ruido ensordecedor, al<br />

enfocar con su linterna observó un caudaloso<br />

río de aguas negras que venía en su dirección,<br />

alcanzó a correr algunos metros cuando fue


arrastrado por la corriente. Lo último que vio<br />

le hizo perder el conocimiento. La diosa negra<br />

lo venía a buscar.<br />

<strong>El</strong> derrumbe había provocado varias víctimas.<br />

Los pocos sobrevivientes fueron evacuados<br />

y llevados al Hospital de Lota. La Compañía<br />

cerró el pique y sus Relacionadores Públicos<br />

amortiguaron la difusión de la tragedia. Había<br />

que seguir produciendo.<br />

Cuando Juan regresó de las tinieblas y abrió los<br />

ojos, a quien primero vio fue a la diosa negra y<br />

cayó de nuevo a la inconciencia.<br />

“¡Esta volviendo del coma!”, comentó sonriendo<br />

la morena enfermera, mientras le tomaba el<br />

pulso.<br />

“Pero, ¿se fijó en la expresión de pánico que<br />

puso cuando la miró?”, acotó la auxiliar trigueña<br />

que la acompañaba.


La Mina se Llevó a<br />

Mi Abuelo<br />

Autor: Javiera Aguirre Reyes<br />

Seudónimo: Bongerica<br />

“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


Mención Honrosa: La Mina se Llevó a Mi Abuelo<br />

Autor: Javiera Aguirre Reyes<br />

Seudónimo: Bongerica<br />

En el año 1960, en pleno apogeo de las minas<br />

del carbón, muchos hombres y entre ellos<br />

algunos muy jóvenes, emigraron de los campos<br />

para trabajar en las minas de carbón de la<br />

zona de Coronel y Lota, en busca de una mejor<br />

vida.<br />

Entre ellos mi abuelo, don Juan de Dios Aguirre<br />

Cerda, que vino a trabajar a las minas de<br />

Schwager, en donde la exigencia para entrar<br />

era saber leer y escribir y tener dos apellidos.<br />

<strong>El</strong> abuelo Juan llegó a Coronel, desde el interior<br />

de Temuco, sin saber leer y escribir y sin<br />

conocer a nadie.<br />

En Coronel habían casas en donde hospedaban<br />

a los afuerinos y mi abuelo tuvo la suerte de<br />

hospedarse en la casa en donde el dueño era<br />

profesor, quién le enseñó a leer y escribir en<br />

sólo dos días, por las ganas inmensas de entrar<br />

a trabajar a las minas.<br />

Ya estaba listo para entrar, pero faltaba otro requisito<br />

importantísimo: tener los dos apellidos.<br />

Pero mi abuelo sólo tenía uno, el de su padre.<br />

No se sabe la razón de por qué tenía uno solo,<br />

por lo que se vio en la necesidad de agregarse<br />

el otro apellido él mismo. Y<br />

ese fue Cerda en honor a un presidente, don<br />

Pedro Aguirre Cerda. Por el alcance de su primer<br />

apellido, desde entonces se llamó Juan de<br />

Dios Aguirre Cerda.<br />

Cuando ya hubo obtenido los requisitos se presentó<br />

a trabajar y por su juventud le dieron el<br />

puesto de apir, cargo que consistía en ayudar<br />

al barretero a apalear el carbón, mientras éste<br />

sacaba el mineral de los yacimientos.<br />

Ya estando establecido y con trabajo en el periodo<br />

de un año, decidió ir en busca de la mujer<br />

que sería su compañera, la que se encontraba<br />

esperándolo en la ciudad de Temuco, con la<br />

que contrajo matrimonio en la localidad de<br />

Trogolhue.<br />

Regresaron a Coronel donde comenzaron a<br />

formar su familia, en la población Granfelot,<br />

donde nacen tres de sus hijos: Juan Froilán,<br />

Rosa Inés y Edelmira del Carmen.<br />

Luego de un tiempo el trabajo mejoró y el<br />

sueldo aumentó, con lo que pudo comprar un<br />

terreno en el que edificó lo que sería la casa<br />

propia, donde fue creciendo la familia con el<br />

nacimiento de dos niñas: Berta <strong>El</strong>izabeth y


María Angélica.<br />

<strong>El</strong> trabajo en las minas era demasiado riesgoso,<br />

algo que mantenía siempre preocupada<br />

a su mujer y, porqué no decirlo, a todas las<br />

esposas de los mineros, las que no sabían si<br />

regresarían a sus hogares ya que siempre ocurrían<br />

tragedias y las cantidades de mineros<br />

accidentados eran considerables.<br />

Hechos que eran demasiado desastrosos, porque<br />

las familias quedaban en desamparo y<br />

porque casi todas eran numerosas.<br />

<strong>El</strong> abuelo Juan era demasiado responsable en<br />

su trabajo, en ocasiones estando accidentado<br />

igual se presentaba a trabajar.<br />

Mi abuelo también tenía sus tiempos libres.<br />

Le gustaba mucho el fútbol, lo practicaba<br />

junto a sus vecinos y amigos, la mayoría eran<br />

hinchas del Lota Schwager. Esto lo impulsó a<br />

formar un club de barrio, para mantener a los<br />

jóvenes y niños en actividad sana. Ese club se<br />

llamó ‘Club Deportivo Juan Aguirre Cerda’.<br />

Este tiempo fue el más bonito para mi abuelo<br />

ya que venía en camino su sexto hijo, al<br />

que esperaba con muchas ansias porque sería<br />

el último; además quería que fuese hombre.<br />

En la mina contaba lo feliz que se sentía arreglando<br />

su casa para su último retoño.<br />

Lamentablemente ocurrió lo que preocupaba a<br />

su mujer cuando él se iba a trabajar.<br />

En la mañana del 15 de junio de 1968, como si<br />

presagiara la gran tragedia, antes de ir a su trabajo<br />

reunió a todos sus hijos y a su mujer para<br />

decirles que se cuidaran, que se mantuvieran<br />

siempre unidos y dirigiéndose al mayor de sus<br />

hijos, con sólo 9 años de edad, le dijo que protegiera<br />

a su madre y a sus hermanos menores si él<br />

no volvía del trabajo y dándole un beso a cada<br />

uno se marchó hacia su trabajo.<br />

En el transcurso del día, mientras su esposa se<br />

encontraba tejiendo ropa para el bebé que llevaba<br />

en su vientre con 6 meses de gestación, de<br />

pronto el sonido ensordecedor y desesperante<br />

de las sirenas, bomberos, ambulancias y el correr<br />

de la gente, anunciaban que algo terrible<br />

sucedía.<br />

Mi abuela encendió la radio y el locutor informaba,<br />

con gran desesperación, que en la mina<br />

de Schwager había ocurrido una tragedia, una<br />

explosión con gas grisú había dejado 14 víctimas<br />

fatales y otras heridas de gravedad, dentro<br />

de las cuales se encontraba mi abuelo, quien fallece<br />

a causa de graves quemaduras internas las<br />

que le causaron la muerte. Antes de morir, en su<br />

agonía, le dijo a uno de sus


compañeros que le comunicara a su esposa<br />

que la amaba con toda el alma, a sus hijos<br />

también y que el hijo que vendría iba a ser<br />

hombre.<br />

La muerte de mi abuelo dejó desamparados<br />

a una mujer, 5 hijos vivos y uno por nacer,<br />

el cual es mi padre, al que amo con toda mi<br />

alma. Él nació el 26 de agosto de 1968, dos<br />

meses después de la tragedia.<br />

Por otra parte mi abuela, con sentimientos<br />

encontrados, vio nacer y recibió en sus<br />

brazos a su pequeño hijo, con la alegría de<br />

traerlo sano a este mundo y con la tristeza<br />

de no poder mostrárselo a su amado esposo<br />

y decirle: “éste es tu pequeño hijo”. Y<br />

con lágrimas que rodaron sin control por<br />

sus mejillas, con un beso lleno de amor y<br />

angustia, selló lo que sería un largo camino<br />

que seguir, sin la ayuda de él


Los Últimos<br />

Grandes Héroes<br />

Autor: Ricardo Rodríguez Quilodrán<br />

Seudónimo: Dante<br />

“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


Mención Honrosa: Los Últimos Grandes Héroes<br />

Autor: Ricardo Rodríguez Quilodrán<br />

Seudónimo: Dante<br />

Con gran tristeza y pesar, los mineros empezaron<br />

a conocer la noticia del cierre de las minas.<br />

A Jacinto se le hizo un nudo en la garganta, trago<br />

saliva, intentaba comprender la situación,<br />

pensaba en su mujer, sus hijos y en su madre<br />

que dependían de él; su vieja, que había perdido<br />

a su marido en la mina, en una corrida.<br />

Ahora él ¿qué haría para llevar el alimento a su<br />

hogar? Sus compañeros en un rincón hablaban<br />

precipitadamente, con angustia, con rabia e impotencia.<br />

Ya nada se podía revertir, pues la cruda<br />

realidad los azotaba sin contemplaciones.<br />

Su destino laboral era incierto y su educación<br />

era muy precaria como para pensar en lograr<br />

otro trabajo y eso lo hacía sentirse más desvalido.<br />

Él había dado los mejores años de su vida<br />

a las labores mineras y en su cuerpo, delgado<br />

y encorvado, se notaba la fatiga, el cansancio;<br />

las enfermedades ya se habían hecho presentes<br />

y se hacían notar con esa tos que desde hacía<br />

tiempo lo aquejaba y que mostraba las secuelas<br />

del polvo del carbón, en esos lugares húmedos,<br />

donde sus espaldas se doblaban para extraer el<br />

preciado tesoro negro.<br />

<strong>El</strong> roce de una mano en su hombro lo volvió en<br />

un instante a la realidad. Se volvió, intercambió<br />

una significativa mirada de mutuo y mudo<br />

entendimiento, del dolor que golpeaba sus co-<br />

razones por la incertidumbre del porvenir, de<br />

su familia y de todas las familias.<br />

De pronto, el hombre se vuelve y le dice, casi<br />

en secreto: “no te aflijas, que el capataz dice<br />

que unos contratistas escogerán algunos mineros<br />

para realizar algunos trabajos al interior de<br />

la mina, así que no te preocupes, pronto estaremos<br />

dentro de la jaula otra vez, iluminando<br />

con nuestras lámparas las vetas y nuevamente<br />

traeremos el oro negro y así seamos nosotros<br />

los que cambiemos el tiempo y la suerte”.<br />

Jacinto sonrió débilmente, tenía miedo de soñar<br />

ya que lo único que sabía hacer era extraer<br />

con su picota el inagotable mineral. <strong>El</strong> hambre<br />

y la miseria le daban el valor para seguir en su<br />

labor agotadora.<br />

Con la ilusión de ese proyecto de trabajo, regresó<br />

a su hogar donde lo esperaba su familia.<br />

Se sentó junto al brasero y comió lo que la mujer<br />

le había preparado, mientras le contaba la<br />

noticia que su compañero le había dado y que<br />

lo hacía estar más tranquilo, ante la angustia y<br />

el temor del cierre de las minas, único trabajo<br />

que sabía desempeñar, en el que se había iniciado<br />

siendo muy niño, cuando su madre había<br />

enviudado y le ofrecieron reemplazar


a su padre en la labor de la mina y que, a pesar<br />

de lo duro y agotador y que cada día le restaba<br />

un poco más de sus fuerzas y su salud se sentía<br />

disminuida, él realizaba con verdadero afán y<br />

dedicación, sabiendo que la lucha de cada día<br />

era el sustento de su familia.<br />

Quería educar a sus hijos, darles una oportunidad<br />

distinta a la que a él le había tocado vivir,<br />

que no se rompieran el lomo para ganar unos<br />

miserables pesos, que sus vidas fueran menos<br />

sacrificadas ¡Sólo, si él pudiera darles una mejor<br />

educación…!<br />

Con estos pensamientos logro irse a descansar,<br />

teniendo la esperanza de ser llamado por sus<br />

jefes a desempeñar nuevamente su trabajo en<br />

esas oscuras galerías que él conocía tan bien.<br />

Pasaron unos días y así como su compañero le<br />

había dicho, un grupo de trabajadores fue llamado<br />

para continuar las faenas mineras. Ante<br />

esta noticia había amanecido alegre, se había<br />

levantado lleno de optimismo y júbilo porque,<br />

a pesar de lo duro y sacrificado de su labor, de<br />

la lucha diaria y de lo agotador de su trabajo,<br />

él amaba las minas, esas oscuras galerías de las<br />

que se contaban tantas y tantas historias de las<br />

cuales, en ocasiones, él también había vivido;<br />

como en una ocasión en que creyó ver un perro<br />

mostrando sus colmillos brillantes que parecían<br />

oro y en actitud amenazante; o cuando, arrastrándose<br />

para llegar a una veta de carbón, veía<br />

moverse en la penumbra sombras que asociaba<br />

a los más siniestros personajes, que más de<br />

una vez le habían provocado un gran espanto,<br />

que sólo dominaba aferrándose a una oración,<br />

que le hacía recobrar de nuevo la tranquilidad<br />

y el miedo desaparecía para seguir su fatigosa<br />

jornada.<br />

<strong>El</strong> grupo de mineros reanudó nuevamente su<br />

afanosa labor, habían sido elegidos por su responsabilidad<br />

y experiencia, ya que conocían en<br />

forma cabal cada rincón y siempre sabían encontrar<br />

las mejores vetas. Día a día continuaron<br />

bajando a cumplir con la tarea encomendada,<br />

era un grupo reducido, sabían lo que sus<br />

jefes esperaban de ellos y se sentían felices de<br />

haber sido elegidos para continuar la agotadora<br />

extracción del valioso mineral. Habían sido<br />

elegidos entre muchos otros que no tuvieron<br />

la suerte de ser llamados, que habían quedado<br />

sin trabajo y a los que les esperaba un incierto<br />

futuro.<br />

Ese día de septiembre Jacinto se levantó inquieto,<br />

no sabía a qué atribuir la desazón que<br />

lo embargaba. Se despidió de su madre, de su<br />

mujer y de sus hijos con más tristeza que de<br />

costumbre, recibiendo la bendición de esas dos<br />

mujeres que eran sus grandes amores y se fue a<br />

cumplir con su labor.<br />

Como cada mañana saludó a sus compañeros,<br />

tomaron sus lámparas, ingresaron a la jaula,<br />

algunos cantando y otros conversando, hasta<br />

llegar al fondo de la mina.<br />

caminaron por galerías , pero de pronto alguien


en forma despavorida gritó: Grisú, Grisú,<br />

atrás, atrás. Ya era tarde, una gran llamarada<br />

había iluminado el lugar, en forma veloz, rápidamente.<br />

Jacinto trató de protegerse, su mente<br />

voló hacia sus seres queridos, a sus hijos, a su<br />

esposa, su madre; pero él y sus compañeros<br />

no lograron escapar de ese infierno, se habían<br />

quedado para siempre ahí, el fondo de la mina<br />

los había reclamado para ella, nadie más le<br />

quitaría su tesoro, esa era su venganza final.<br />

Después… todo fue un profundo y absoluto<br />

silencio.<br />

55


“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />

MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN


Amor Minero<br />

Autor: Nicole Rodríguez Sepúlveda<br />

Seudónimo: Ángel Enamorado<br />

<strong>El</strong> amor es más que amar, es un gran límite del<br />

que nadie sabe dónde se puede llegar.<br />

Hace mucho tiempo, cuando la sureña ciudad<br />

de Lota se encontraba en sus mejores momentos<br />

debido a la minería, llegaba mucha gente<br />

para establecerse en la ciudad. Estas personas<br />

se caracterizaban por ser muy trabajadoras y de<br />

mucho esfuerzo y sacrificio.<br />

Cierto día llegó una humilde y joven pareja<br />

buscando nuevas oportunidades. José y Andrea<br />

decidieron quedarse en Lota para establecer su<br />

hogar; a los pocos días a José lo contrataron en<br />

la mina de carbón. Él, muy alegre, le contó de<br />

su nuevo trabajo a su mujer, Andrea muy feliz<br />

le dijo que cada día de trabajo ella le iría a dejar<br />

el almuerzo a la mina.<br />

<strong>El</strong>los eran muy felices a pesar de lo poco que<br />

tenían, ya que estaban muy enamorados; José<br />

era Andrea y Andrea era José, ambos se pertenecían<br />

el uno al otro gracias al amor que se<br />

tenían.<br />

Salió José a su primer día de trabajo, en la mina<br />

trabajaban muchos hombres de todas partes de<br />

Lota. A la hora de almuerzo, como se lo había<br />

dicho Andrea, ella le llevó el almuerzo a su<br />

amor, de esa forma la amada de José iba todos<br />

los días a dejarle el almuerzo. Al poco tiempo<br />

los compañeros de trabajo de José comenzaron<br />

a mirar y halagar a Andrea por su gran belleza,<br />

lo que generó celos en el corazón de José; pero<br />

él sabía que Andrea lo amaba con el profundo<br />

amor de su alma, así que él no se amargaba y<br />

menos se enojaba con ella.<br />

A los meses siguientes, durante una noche,<br />

decidieron formar una familia y tener hijos ya<br />

que la situación económica estaba muy bien<br />

para ellos; aquella noche hicieron el amor para<br />

que Andrea quedara embarazada. Pasaron las<br />

semanas y Andrea no sentía síntomas de embarazo,<br />

José no se preocupó mucho y siguieron<br />

intentando... Llegó la primavera y su mujer<br />

como siempre dejándole el almuerzo a su amado<br />

cada día y, como era costumbre, siempre<br />

halagada por los compañeros de José.<br />

Pasaron meses de trabajo y estabilidad en Lota,<br />

José fue contratado por la empresa minera,<br />

pero no todo podía estar bien. Andrea no podía<br />

quedar embarazada, tristemente José y Andrea<br />

aceptaron su desdicha. Pero José, sin darse<br />

cuenta, ya no sentía el mismo amor único por


Andrea, ella se pudo dar cuenta de que José ya<br />

no era el mismo de antes, el que la trataba con<br />

amor y dedicación.<br />

Un día de primavera, Andrea quiso darle una<br />

sorpresa a su marido para olvidar la pena. Estaban<br />

en pleno trabajo en la mina, Andrea había<br />

preparado su comida favorita y entró a la mina<br />

sin saber que los mineros creían que las mujeres<br />

no pueden entrar a una mina porque puede<br />

ocurrir una desgracia; ella entró, buscó a José<br />

pero no lo encontró, así que decidió esperarlo<br />

fuera de la mina.<br />

En ese instante, mientras que ella lo esperaba,<br />

algo salió mal en la mina y ocurrió una gran<br />

tragedia, la mina se derrumbó por completo, se<br />

destruyó en mil pedazos. Andrea, desesperada,<br />

gritaba ¡auxilio!!!, pidiendo ayuda; llegaron los<br />

otros mineros a ayudar, pero no había posibilidades<br />

porque la mina estaba completamente<br />

destruida. Andrea, con el alma en un hilo buscaba<br />

a José, gritaba su nombre, pero ella no lo<br />

encontró, sólo escuchaba a las mujeres y niños<br />

gritando. José no apareció, murió dentro de la<br />

mina junto con todos los demás mineros.<br />

Andrea, sin aceptar la muerte de José seguía<br />

yendo todos los días a la mina, como siempre<br />

a dejarle su almuerzo, lo esperaba afuera de la<br />

mina con su olla de comida y la charra para<br />

beber agua hasta el anochecer… pasaron meses<br />

así.<br />

Luego la empresa minera decidió reconstruir<br />

una nueva mina en el mismo lugar, aún así Andrea<br />

iba a dejarle el almuerzo a José, esperándolo<br />

hasta las tantas de la noche y siempre se<br />

iba llorando para su casa, pensando que José<br />

la dejaba abandonada. Los nuevos mineros que<br />

no conocían lo que había pasado, le decían ‘la<br />

loca de la mina’. Andrea estuvo así varios meses<br />

después que construyeron la nueva mina,<br />

hasta que una noche se fue su casa y en su desesperación<br />

y locura, tomó un cuchillo y se lo<br />

enterró en el vientre, diciendo “Dios, porqué<br />

soy tan desdichada y no pude darle un hijo a mi<br />

amado José”. Fue precisamente a medianoche<br />

que Andrea se quitó la vida.<br />

Pasó mucho tiempo, nadie se preguntaba por<br />

ella ni nadie la echaba de menos. Terminando<br />

el mes de la primavera un minero llamado<br />

Mario, muy humilde, casado y con dos hijos,<br />

estaba trabajando en la mina del carbón durante<br />

la noche con sus compañeros y de entre las<br />

sombras de la mina apareció la figura de Andrea;<br />

llevaba un hermoso vestido y un escote<br />

muy provocador. <strong>El</strong> espíritu de Andrea miró a<br />

Mario y él quedó enloquecido con su belleza…<br />

Andrea tomó de la mano a Mario y lo llevó a<br />

un lugar alejado.<br />

“Hazme tuya, quiero un bebé”, le dijo ella.


Mario, hipnotizado y fuera de sí, hizo lo<br />

que el espíritu le pidió... Luego de terminar,<br />

Andrea sólo con un soplo le quitó la<br />

vida a Mario, diciendo: “odio ser desdichada,<br />

seré así por el resto de la eternidad”.<br />

Desde ese momento, se dice que el espíritu<br />

de Andrea sacia su pena matando<br />

a todos los mineros que se dejan seducir<br />

por ella. Y es por eso que nunca ningún<br />

hombre entra a esa mina maldita, aunque<br />

sea la más rica en carbón de la zona.


Camino a la Feria<br />

Autor: Delmira Melgarejo Aguilera<br />

Seudónimo: Dermy<br />

<strong>El</strong> cierre de Enacar fue el 16 de Abril de 1997.<br />

<strong>El</strong> comercio sintió económicamente el desempleo<br />

de lotinos y los pueblos vecinos, con ello<br />

se ultimaron la labor y el ingreso de muchas<br />

personas, no sólo de mineros, también había<br />

empresas contratistas haciendo limpieza en<br />

la planta de lavados, auxiliares, locomoción<br />

y más. Otros que no fueron considerados son<br />

quienes recogían el carboncillo de la playa, los<br />

que recuperaban el carbón en ‘<strong>El</strong> Chambeque’,<br />

los negocios en los barrios y los ambulantes.<br />

Doña Isabel tenía su propio kiosco, ubicado<br />

en el jardín de un familiar que le arrendaba en<br />

la bajada del Matías, frente al Casino de Mayordomos,<br />

camino a la mina; vendía cigarros,<br />

chicles, caramelos, galletas, jugos, bebidas,<br />

pan amasado, queso fresco y añejo. No faltaba<br />

quién le pedía un manche y como charra bien<br />

servía una bebida.<br />

Cuando los mineros iban al pique en busca de<br />

algún dirigente que deambulaba cerca de los<br />

baños, hacían el trayecto a pié, especialmente<br />

los lunes por la falla del día en el primer turno;<br />

o cuando los dejaba el bus quedando en tierra,<br />

se veían obligados a caminar todo ese trayecto<br />

que les significaba 15 minutos a paso raudo, difícil<br />

era que otro vehículo los trasladara hacia<br />

la entrada. Las mujeres muchas veces hubieron<br />

de hacer este trayecto a pié para dialogar<br />

con la Asistente Social, quien detenía parte del<br />

sueldo si era borracho o estaban separados, o<br />

las jovencitas, cuando eran madres solteras y<br />

el bribón no quería reconocer su carga, esta<br />

matrona las ayudaba a resolver estas penas tan<br />

comunes.<br />

Al clausurar las minas doña Isabel ya era cincuentona,<br />

con tres niñas estudiando en la secundaria<br />

y la menor ya estaba en octavo. Su<br />

humanidad de cien kilos hacía difícil cambiar<br />

de labor, los quince años de negociante se quedaron<br />

sentados en sus caderas.<br />

Afligida por su pequeña empresa tocó varias<br />

puertas, conversó con todos los dirigentes y<br />

algunos jefazos pero ninguno resolvió a su favor,<br />

al no pertenecer a la empresa directamente<br />

no tocó nada. Más aún, algunos olvidaron sus<br />

‘fiaos’. Cuando se finiquitaron, olvidaron a la<br />

doña que les salvó del ayuno en más de una<br />

ocasión.<br />

La señora Isabel, apodada por los mineros<br />

como ‘la enana’, cambió el modo de vender y


salió por las calles a ofrecer pan amasado; no le<br />

fue bien, pues la mayoría hace su propio pan y<br />

los otros gustaban del pan de fábrica, como se<br />

le llamaba al de la panadería de Lota Bajo.<br />

En el verano una comadre le enseñó a preparar<br />

humitas y desde Lota Bajo a Playa Blanca se<br />

iba en bus para vender su rico manjar, gritándolo<br />

cada cierto paso: “¡las ricas humiiiiitas!,<br />

¡cuatro en mil, mis ricas humiiiiiitaas!” En diciembre<br />

y enero los choclos son económicos y<br />

es negocio lo de las humas, en febrero y marzo<br />

volvió al canasto con los quesos traídos de<br />

Arauco y en otro brazo con el pan amasado,<br />

insistiendo con un modelo más personal y con<br />

chicharrones. Cuando necesitaba cubrir alguna<br />

deuda que la afligía, hacía dulces y los gritaba<br />

por la feria: “¡a cien peeeesos mis ricos<br />

pajariiiiiitos!” Fue dándose a conocer con los<br />

feriantes establecidos, quienes estaban celosos<br />

de sus colegas minoristas, porque ellos pagan<br />

un impuesto a la Municipalidad y los ocasionales<br />

o ambulantes como ella no cancelaban,<br />

pero debía tener ojo con carabineros o los inspectores<br />

municipales.<br />

Doña Isabel con su gran personalidad y su encanto<br />

comercial, tenía conquistada a su clientela.<br />

Sus carcajadas resonaban a más de una<br />

cuadra, muy simpática alegaba de su mano de<br />

monja por los sabrosos manjares que vendía.<br />

En la esquina de Monsalves con Cousiño se<br />

vive un desafinado concierto de ruidos y gritos:<br />

“Mamita, falta uno a Lota Alto, ayudando con<br />

sus bolsos para el taxi”; “¡Lleve papas cañetinas,<br />

se las dejo en su casa, mi reina!”; “¡Quién<br />

va al Morro, falta uno p’al Morro!”<br />

Un predicador se esfuerza por opacar el ruido<br />

destemplado, intenta distinguirse con su labia<br />

y con su inmenso amplificador, empaña algo<br />

las notas discordantes.<br />

Los vehículos y los transeúntes hacen dificultoso<br />

el tránsito vehicular en esa curva.<br />

Las veredas están ocupadas con cajones de tomates,<br />

lechugas y limones. En esta esquina hay<br />

dos líneas de colectivos, el desorden existente<br />

es un plato de tallarines. Los olores son diversos<br />

como los ruidos, las personas se acopian en<br />

la esquina a escuchar o esperar. Antes de entrar<br />

a la feria está la Challo con sus frutos secos<br />

que garantizan la baja del colesterol, como las<br />

nueces, pasas, maníes, aceitunas, almendras y<br />

otros. Al frente, están las cebollas y papas, los<br />

vendedores gritan y recalcan que son de Cañete<br />

por su rico sabor. Casi siempre están Óscar o<br />

<strong>El</strong> Cabildo quienes ayudan a armar o desarmar<br />

cuando la clientela se retira, más o menos a las<br />

18 horas en verano y en invierno a las 16 ya se<br />

están guardando , en las tardes heladas


Siguiendo la misma vereda, por Cousiño sobresale<br />

un quitasol azul y la voz gruesa de una<br />

mujer corpulenta, de melena rubia y con delantal<br />

azul, sentada en un minúsculo piso, invita<br />

a degustar su producto. Con un cigarrillo en<br />

sus gruesas manos de uñas pintadas, la señora<br />

Isabel exhibe un gran bol de plástico con su<br />

humeante producto , y a grito pela’o dice:<br />

- “Lleve probadiiiitas mis ricas salchichitas.”


Del Amor a la Locura<br />

Autor: Reinaldo Montoya Arce<br />

Seudónimo: Reiban<br />

Julieta y Pedro eran una pareja muy joven que<br />

vivía en Schwager, ambos habitaban con sus<br />

padres. Pedro era un minero y Julieta era una<br />

costurera.<br />

Como de costumbre, a la hora de colación de<br />

los mineros Julieta fue a dejarle comida al trabajo<br />

a Pedro, ella esperó que saliera y se saludaron<br />

cariñosamente, ambos se veían muy<br />

enamorados. Sin embargo, había una muchacha<br />

conocida de Julieta la cuál le comentaba<br />

unos chismes acerca de Pedro; la joven le contaba<br />

a Julieta que ella lo había visto en la plaza<br />

tomado de la mano con otra chica y que incluso<br />

se encontraban cuando Pedro salía temprano.<br />

Julieta no sabía qué hacer, si creer o no, pero<br />

comenzó a dudar de su pareja.<br />

Desde ese día en adelante, Julieta comenzó a<br />

prestarle más atención al horario de llegada de<br />

Pedro, a cómo se comportaba e incluso le dijo a<br />

un amigo minero de ella que se fijara en Pedro,<br />

en lo que hacía, a donde iba y con quién iba.<br />

Un día salieron todos los trabajadores temprano<br />

de las faenas de carbón, Julieta miraba a su<br />

amor entre el montón de trabajadores, se dio<br />

cuenta<br />

que Pedro no apareció y fue ahí cuando Julieta<br />

comenzó a sospechar aún más de que Pedro<br />

la engañaba y tomó una drástica decisión. Fue<br />

rápidamente al ‘Cerro La Virgen’ donde había<br />

una mujer que todos le temían porque era bruja.<br />

Julieta le comentó a la bruja lo que le estaba<br />

pasando y quería saber a través de ella si era<br />

cierto que Pedro la engañaba. La bruja comenzó<br />

a hacer un ritual y le dijo a Julieta:<br />

- ¡Pedro no está en casa ahora, él está paseando<br />

por ‘Playas Negras’ con una mujer!<br />

Aumentó más la furia de Julieta y le dijo a la<br />

bruja que quería hacer sufrir a Pedro, la mujer<br />

le dio un ritual a realizar en casa al frente de<br />

una foto de Pedro.<br />

<strong>El</strong>la llegó a casa y comenzó a hacer el ritual.<br />

Al día siguiente, Pedro comenzó a sentirse mal<br />

en la mina, notaba que su desempeño era insuficiente<br />

y ese día tuvo una discusión con su<br />

jefe.<br />

<strong>El</strong> hombre, al llegar a casa se acostó en<br />

la cama, cuando sonó la puerta y era Julieta.<br />

Pedro trató de besarla pero ella corrió<br />

la cara, él preguntó qué le pasaba.<br />

70


Julieta furiosa dijo: “¡Crees que no sé<br />

que tienes una amante, que me has estado<br />

engañando todo este tiempo y que ayer te<br />

paseaste con ella por ‘Playas Negras’!”<br />

A lo que Pedro respondió: “¡Me carga que<br />

me sigan y sí, es verdad, tengo otra mujer<br />

y sabes por qué, porque me cargan tus<br />

desconfianzas y tu forma tan desabrida en<br />

la que me entregas tu amor!”<br />

Julieta le dijo: “Sabes Pedro, yo no te<br />

seguí, fui donde la bruja del cerro y ella<br />

me dijo donde andabas, también quiero<br />

que sepas que ya no te amo y quiero que<br />

te olvides de mi. ¡Pedro, amor!”<br />

Julieta le dijo: “Sabes Pedro, yo no te<br />

seguí, fui donde la bruja del cerro y ella<br />

me dijo donde andabas, también quiero<br />

que sepas que ya no te amo y quiero que<br />

te olvides de mi. ¡Pedro, empieza a prepararte,<br />

porque de aquí en adelante vivirás<br />

un infierno!” Pero Pedro no le hizo caso a<br />

esas palabras de Julieta.<br />

Después de varios días, el individuo comenzó<br />

a pasearse con su chica actual en<br />

frente de Julieta, sin importarle nada. Julieta<br />

no aguantó más esto y en ataques de<br />

rabia y celos fue a la siga de Pedro cuando<br />

él iba al trabajo; la mujer se metió en la<br />

mina sin que nadie la viera, agarró una<br />

picota que estaba a la orilla del frente de<br />

carbón y comenzó a pegarle a Pedro hasta<br />

darle la muerte. De pronto comenzó a<br />

temblar la mina y caían las vigas, la joven<br />

dejó la picota y comenzó a correr hacia<br />

la superficie, pero una tosca de carbón<br />

le cayó en la cabeza dejándola inmóvil y<br />

cayéndole miles de piedras hasta matarla.<br />

Ambos murieron en el fondo de la mina,<br />

sus cuerpos fueron sacados y enterrados<br />

juntos y desde ese día comenzó a decirse<br />

que cualquier mujer que entrara a la mina<br />

causaría derrumbes.<br />

Actualmente comenta la gente que los ven<br />

deambular por los pabellones de Schwager<br />

y que escuchan algunos ruidos y voces<br />

que se asemejan a las de ellos.


<strong>El</strong> Ánima de Javier<br />

Autor: César González Pino<br />

Seudónimo: Thexcsr<br />

En las frías noches de invierno, cuando el viento<br />

implacable azota las humildes casas del sector<br />

de Schwager, se puede oír el lamento de un<br />

niño y si se pone la debida atención, se puede<br />

escuchar claramente que llama a su madre pidiéndole<br />

ayuda.<br />

Según se comenta en el sector, hace unos 60<br />

años aproximadamente, cuando comenzaba<br />

todo el apogeo de las grandes empresas carboníferas<br />

donde muchos dejaron sus hogares<br />

y sus familias para unirse a esta gran aventura<br />

que era la extracción del carbón, llegó un<br />

matrimonio joven: <strong>El</strong>isa de 24 años, su marido<br />

Hernán de 30 años y su pequeño hijo Javier de<br />

tan sólo 4 años, dejando atrás una vida tranquila<br />

pero poco próspera, con la ilusión de que<br />

este nuevo trabajo los ayudaría a surgir y dar<br />

una mejor vida a su hijo.<br />

Los días para <strong>El</strong>isa y su hijo pasaban lentos,<br />

entre el abandono que ella sentía por el exceso<br />

de trabajo de Hernán y lo difícil que era lograr<br />

cuidar a Javier, que era inquieto y no paraba de<br />

preguntar una y otra cosa.<br />

Hernán llegaba agotado, con la picota todo<br />

el día, la pala y sumido en la oscuridad de la<br />

mina, sólo quería llegar a su casa y descansar,<br />

sabiendo que al día siguiente una nueva jornada<br />

de sacrificio le esperaba.<br />

Fue así que en sus largas jornadas de trabajo<br />

conoció a Rubén, otro extraño en el lugar, ya<br />

que venía de Santiago probando suerte en la<br />

nueva empresa; entre conversaciones salió que<br />

él estaba solo y que pagaba un cuartucho en<br />

una pequeña pensión del sector. Hernán, siendo<br />

cortés lo invitó a su casa, donde compartieron,<br />

comieron y el niño se llevó muy bien con<br />

Rubén.<br />

Rubén, encariñado con el niño, comenzó a frecuentar<br />

la casa de Hernán, a lo que <strong>El</strong>isa no<br />

estaba de acuerdo ya que notaba algo raro en<br />

Rubén, pero no sabía descifrar bien lo que era;<br />

Hernán sólo sentía que encontró un buen amigo.<br />

<strong>El</strong> niño se sentía feliz con su tío Rubén, quien<br />

lo regaloneaba y cada vez que el bolsillo se lo<br />

permitía le llevaba uno que otro regalo. Todo<br />

era normal para Hernán pero <strong>El</strong>isa insistía que<br />

algo no le gustaba de Rubén, pero como en<br />

aquellos tiempos las mujeres no tenían autoridad<br />

ni derechos, sino que primaba el machismo


y era el hombre de la casa quien disponía y ordenaba<br />

todo, <strong>El</strong>isa no tenía más que acatar lo<br />

que su marido disponía, que era ley en su hogar<br />

ya que a la más mínima desobediencia o rebeldía<br />

por parte de ella, sería duramente castigada<br />

como acostumbraban todos los machistas, a<br />

golpes.<br />

Fue en un día frío que Rubén le solicitó a Hernán<br />

que lo dejara llevar al niño a la plaza que<br />

estaba a dos cuadras de su hogar, para que tomara<br />

aire y jugara un rato con otros niños, que<br />

a las 5 de la tarde estarían de regreso para la<br />

merienda del niño.<br />

Llegaron a las 5 a la casa, Rubén fue muy cumplidor<br />

en el horario pero el niño llegó cansado,<br />

con los ojos llorosos y no quiso comer. <strong>El</strong>isa<br />

preguntó por la actitud del niño, a lo que Rubén<br />

y era el hombre de la casa quien disponía y ordenaba<br />

todo, <strong>El</strong>isa no tenía más que acatar lo<br />

que su marido disponía, que era ley en su hogar<br />

ya que a la más mínima desobediencia o rebeldía<br />

por parte de ella, sería duramente castigada<br />

como acostumbraban todos los machistas, a<br />

golpes.<br />

Fue en un día frío que Rubén le solicitó a Hernán<br />

que lo dejara llevar al niño a la plaza que<br />

estaba a dos cuadras de su hogar, para que tomara<br />

aire y jugara un rato con otros niños, que<br />

a las 5 de la tarde estarían de regreso para la<br />

merienda del niño.<br />

Llegaron a las 5 a la casa, Rubén fue muy<br />

cumplidor en el horario pero el niño llegó cansado,<br />

con los ojos llorosos y no quiso comer.<br />

<strong>El</strong>isa preguntó por la actitud del niño, a lo que<br />

Rubén respondió que otro niño lo había pasado<br />

a golpear cuando jugaban y por eso tenía los<br />

ojos llorosos, que si no comía era porque él le<br />

dio muchas golosinas y se disculpó.<br />

Pero <strong>El</strong>isa estaba intranquila y observaba atenta<br />

cada movimiento y gesto que Rubén tenía<br />

hacia su pequeño hijo; las salidas se hicieron<br />

mas frecuentes, <strong>El</strong>isa se oponía pero Hernán<br />

decía que era el único momento de relajo que<br />

él tenía, ya que necesitaba descansar y muchas<br />

veces el niño no lo dejaba. <strong>El</strong> niño empezó a<br />

cambiar su forma de ser, estaba mas introvertido,<br />

comenzó a orinarse y a manifestar rechazo<br />

hacia los gestos de cariño (caricias, besos,<br />

abrazos, etc...).<br />

Las señales estaban claras pero tanto <strong>El</strong>isa<br />

como Hernán no las veían, sólo <strong>El</strong>isa tenía un<br />

poco de distancia hacia Rubén, pero sólo eso,<br />

porque algo raro la hacía tomar esa distancia,<br />

pero eso no impedía ir en contra de su marido,<br />

evitando que el pequeño Javier siguiera pasando<br />

por el martirio y las vejaciones a las que<br />

Rubén lo sometía.<br />

Javier, en su inocencia aceptaba los caprichos<br />

de Rubén. Bajo amenazas y engaños, Rubén lo<br />

sacaba de la seguridad de su hogar hacia ese


cuartucho que se había transformado en la peor<br />

pesadilla del niño.<br />

Fue en una de esas salidas que todo cambió en<br />

el hogar de <strong>El</strong>isa y Hernán. Eran las 3 de la<br />

tarde, estaba nublado y como siempre Rubén<br />

convenció a Hernán para salir con el pequeño<br />

Javier; sus pasos lo encaminaron hacia la<br />

pequeña plaza, lo dejó jugar un rato con otros<br />

niños y luego argumentó que debían regresar a<br />

casa porque estaba por llover. <strong>El</strong> niño se dejó<br />

llevar hacia ese lugar en donde Rubén saciaba<br />

sus más bajos instintos, pero sin consumar<br />

aún la violación. <strong>El</strong> niño era tocado, besado,<br />

manoseado y obligado a realizar lo mismo a<br />

su agresor, esto hacía que el niño en su mente<br />

inocente asociara que todo gesto de cariño era<br />

sucio, inadecuado y malo.<br />

Todo se dio para que este ser despreciable lograra<br />

su cometido.<br />

<strong>El</strong>isa pasó una mal día, tenía un fuerte dolor<br />

de estómago, necesitaba ir al hospital, así que<br />

apenas llegó Hernán le pidió que la llevara,<br />

dejando al niño encargado a la vecina ya que<br />

se encontraba dormido; fue cerca de las 11 de<br />

la noche que Rubén llegó a casa de su amigo,<br />

la vecina le informó lo acontecido y le pidió<br />

que se quedara unos minutos con el pequeño,<br />

mientras ella daba una vuelta a su casa.<br />

Había comenzado a llover, hacía frío y el y<br />

el pequeño dormía plácidamente en su cama.<br />

Rubén lo observaba y en su mente miles de<br />

aberraciones pasaban una y otra vez, como una<br />

cinta de video; fue así como tomó al niño y<br />

se fue a su cuarto, en donde llevó a cabo sus<br />

más bajas pasiones, violando al pequeño, quien<br />

en su llanto de dolor no podía comprender lo<br />

que el tío Rubén le hacía que le causaba tanto<br />

dolor. Consumada la aberración, el niño no dejaba<br />

de llorar. Rubén, intranquilo y perturbado<br />

por lo que había hecho, pensaba cómo se lo explicaría<br />

a su amigo, ¿qué diría cuando el niño<br />

contara todo?... Lo negaría, pero ¿le creerían?<br />

<strong>El</strong>isa regresó del hospital con su marido y en su<br />

casa estaba la vecina llorando, explicando que<br />

dejó el niño al cuidado del señor Rubén y que<br />

cuando regresó ya no estaban en la casa. <strong>El</strong>isa<br />

desesperada le pedía a su marido que fuera por<br />

el niño, Hernán salió rápidamente pero cuando<br />

llegó a donde Rubén el pequeño cuarto estaba<br />

vacío. Llovía muy fuerte, el viento casi no dejaba<br />

avanzar.<br />

Hernán regresó a su casa, pensando que tal vez<br />

su amigo había llevado al niño de regreso; pero<br />

no había sido así, ni su amigo ni su pequeño<br />

hijo habían regresado. Comenzó la búsqueda,<br />

pero no había señales de ninguno de los dos,<br />

los gritos desesperados de los padres alertaron<br />

a los vecinos quienes se unieron a ayudar; eran<br />

minutos de angustia, de llanto, de lamentacio


nes. <strong>El</strong>isa sólo quería a su niño, suplicaba para<br />

que nada le hubiese pasado, pero no sabía que<br />

el descuido de su vecina había ocasionado la<br />

desgracia del pequeño Javier.<br />

Rubén no apareció. En su desesperación por<br />

callar al niño y evitar que se enteraran de lo<br />

que había hecho, lo llevó al sector de la mina<br />

en donde, sin compasión alguna, lo golpeó en<br />

la cabeza con una roca, lanzándolo luego a un<br />

pique abandonado y dejándolo ahí, en donde<br />

agonizó por horas hasta dar su último suspiro.<br />

Nunca se encontró el cuerpo del niño, sólo se<br />

encontró en el cuarto rastros de lo sucedido y<br />

fue ahí donde <strong>El</strong>isa comprendió porqué su rechazo<br />

hacia ese hombre que le había quitado la<br />

vida a su hijo, violándolo y privándola a ella de<br />

su compañía.<br />

<strong>El</strong>isa y Hernán abandonaron el sector, regresando<br />

a su lugar de origen, en donde <strong>El</strong>isa dice<br />

escuchar cada noche a su hijo llorar y pedirle<br />

ayuda; Hernán y <strong>El</strong>isa se separaron; <strong>El</strong>isa nunca<br />

perdonó a Hernán por dejar a su hijo con un<br />

extraño, con un amigo que casi no conocía, de<br />

quien no sabía nada, sólo lo que él contaba en<br />

el trabajo.<br />

Es por eso que en las frías noches de invierno,<br />

en los alrededores de la mina Schwager, se<br />

escucha el lamento y el incesante llanto de un<br />

niño llamando a su madre y suplicando ayuda;<br />

se dice además que todos los 20 de junio -fecha<br />

en que el pequeño Javier cumplía años- un pique<br />

donde aseguran ver al niño saltar, se llena<br />

de flores blancas y muy perfumadas, que los<br />

lugareños perciben ese olor desde sus hogares<br />

y saben que es el pequeño Javier que cumplió<br />

un año mas.<br />

Rubén se dejó llevar nuevamente por sus bajos<br />

instintos, fue apresado y fue en la cárcel<br />

donde pagó todo el daño y el horror que causó<br />

a Javier; fue golpeado y brutalmente violado,<br />

fueron los presos los que le hicieron sentir el<br />

mismo dolor y desesperación que él hizo sentir<br />

a ese niño inocente. Murió solo en su celda, sin<br />

recibir siquiera la ayuda de los guardias.<br />

de su compañía.<br />

<strong>El</strong>isa y Hernán abandonaron el sector, regresando<br />

a su lugar de origen, en donde <strong>El</strong>isa dice<br />

escuchar cada noche a su hijo llorar y pedirle<br />

ayuda; Hernán y <strong>El</strong>isa se separaron; <strong>El</strong>isa nunca<br />

perdonó a Hernán por dejar a su hijo con un<br />

extraño, con un amigo que casi no conocía, de<br />

quien no sabía nada, sólo lo que él contaba en<br />

el trabajo.<br />

Es por eso que en las frías noches de invierno,<br />

en los alrededores de la mina Schwager, se<br />

escucha el lamento y el incesante llanto de un<br />

niño llamando a su madre y suplicando ayuda;<br />

se dice además que todos los 20 de junio -fecha<br />

en que el pequeño Javier cumplía años- un


pique donde aseguran ver al niño saltar, se llena<br />

de flores blancas y muy perfumadas, que los<br />

lugareños perciben ese olor desde sus hogares<br />

y saben que es el pequeño Javier que cumplió<br />

un año mas.<br />

Rubén se dejó llevar nuevamente por sus bajos<br />

instintos, fue apresado y fue en la cárcel<br />

donde pagó todo el daño y el horror que causó<br />

a Javier; fue golpeado y brutalmente violado,<br />

fueron los presos los que le hicieron sentir el<br />

mismo dolor y desesperación que él hizo sentir<br />

a ese niño inocente. Murió solo en su celda, sin<br />

recibir siquiera la ayuda de los guardias.


<strong>El</strong> Árbol Encantado de Carampangue<br />

Autor: Fabián Sánchez Pino<br />

Seudónimo: <strong>El</strong> bifa Arellano<br />

“Hace mucho tiempo, en un lugar cercano al<br />

río Carampangue, había un hermoso árbol de<br />

tronco y ramas firmes, que atraía la atención de<br />

los lugareños. Aquella mañana, un campesino<br />

huinca recién llegado salió a buscar leña para<br />

su casa y al verlo no resistió la tentación de<br />

partirlo. Fue difícil su trabajo, el árbol se resistía<br />

a ser derribado. Finalmente lo logró, pero<br />

se le había hecho tarde para trozarlo. Tomó su<br />

hacha y se fue a su casa, dispuesto a volver al<br />

otro día con una carreta para terminar con su<br />

faena.<br />

Grande fue su sorpresa cuando regresó a trozar<br />

el árbol: lo encontró en pie y sin huella de su<br />

hacha en el tronco. Pensó que su memoria le<br />

estaba jugando una broma y se dispuso a derribar<br />

el árbol. Con gran sacrificio y sin parar,<br />

al mediodía cayó el poderoso árbol a tierra.<br />

Luego hizo leña del árbol caído y sin darse<br />

cuenta cayó la noche. La oscuridad le impedía<br />

cargar su carreta, por lo que decidió volver al<br />

día siguiente. Se levantó temprano el tercer día<br />

y con mucha duda fue a buscar la leña. En efecto,<br />

el estupor fue mayúsculo al ver el hermoso<br />

árbol entero en su sitio, sin corte en su tronco o<br />

ramas. <strong>El</strong> hombre volvió a su casa con las manos<br />

vacías. Cuentan que los espíritus protectores<br />

del pueblo mapuche lo habían plantado<br />

una noche de luna llena, como un centinela que<br />

avisaba la presencia de los invasores españoles.<br />

Hoy día se mantiene como un símbolo de<br />

la resistencia.”<br />

La persona que me relató esta historia dice que<br />

tenía 20 años cuando a él se la contaron y ahora,<br />

a la edad de 89 años, aun se acuerda de esta<br />

leyenda de la provincia de Arauco.<br />

Y los habitantes y familiares de Carampangue<br />

que tengo yo y que vieron ese testimonio, dicen<br />

que aún ellos creen que eso sucedió….


<strong>El</strong> Árbol Hecho Santo<br />

Autor: Diego Bustos Almendra<br />

Seudónimo: DBBA<br />

Una tarde de sábado, después de compartir<br />

un rico almuerzo en familia, sentimos un extraño<br />

ruido en el techo, yo me asusté mucho<br />

y pregunté: “¿Qué fue eso?” Mi abuelita me<br />

respondió: “¡debe haber sido un gato!”. Desde<br />

ese momento me dio mucha curiosidad saber<br />

sobre las antiguas leyendas que contaban, ella<br />

me empezó a nombrar unas como ‘La piscina<br />

de las monjas’ en Maule, ‘La taco alto’ de<br />

Schwager y ‘<strong>El</strong> santo del boldo’.<br />

Luego nos quedamos un momento en silencio<br />

y en ese instante sentí interés por saber, con las<br />

palabras de mi abuela, la leyenda del ‘Santo<br />

del Boldo’.<br />

<strong>El</strong>la se quedó pensando, recordando aquella<br />

historia que había ocurrido hace muchos años<br />

atrás; luego, se levantó de la mesa y buscando<br />

el mate, la yerba y el agua caliente, volvió a<br />

sentarse a mi lado y poniendo su mirada fijamente<br />

en la mía, dijo: “¡está bien, te la contaré!”<br />

“Esta historia ocurrió camino a Maule donde,<br />

al costado del cerro, había un árbol de mediana<br />

altura llamado ‘Boldo’; sus hojas verdes, gruesas<br />

y brillantes servían de medicina. La gente,<br />

cuando iba hacia la playa, pasaba a arrancarle<br />

algunas hojas llevándolas a su hogar.<br />

Era tanta la gente que pasaba por allí que les<br />

llamaba mucho la atención verlo. Entre tantas<br />

personas, también iban hombres a cortar leña<br />

para calentarse en su casa. De pronto apareció<br />

un hombre alto, moreno y de barba, el cual<br />

vestía ropa muy vieja y un gorro de lana, en<br />

su mano derecha llevaba un serrucho de dientes<br />

muy afilados. Al ver el árbol, subió hasta<br />

él y comenzó a cortar, sudando cada vez más.<br />

Al pasar un rato, sintió mucho miedo tras darse<br />

cuenta que el árbol se vestía de sangre, el<br />

hombre corrió asustado, perdiéndose entre los<br />

arbustos y dejando todo tirado. Al poco tiempo<br />

se supo que el hombre había tenido un grave<br />

accidente.<br />

Finalmente esto llegó a oídos de un sacerdote,<br />

el cual lo declaró un lugar santo.<br />

Hoy en día son muchos los fieles que van a pedirle<br />

que interceda por ellos, ya sea por enfermedad,<br />

trabajo o estudios, encendiendo velas y<br />

dejando flores a sus pies.”<br />

-”¡ Abuelita, Me gustó mucho escucharte!”


- “Sí, mi niño, pero ahora estoy muy cansada<br />

y es hora de dormir, mañana te podré<br />

contar otra historia de aquellas leyendas<br />

que se cuentan. Buenas noches y no te<br />

olvides de rezar.”


<strong>El</strong> Pequeño Héroe de la Mina<br />

Autor: Camila Soto Azócar<br />

Seudónimo: Hayley<br />

Caía la tarde y como toda esposa minera,<br />

Marta comenzaba a preparar el rico pan<br />

amasado característico de la zona; sus pequeñas<br />

hijas entusiastas le ayudaban, mientras<br />

solían entonar dulces melodías junto<br />

a su madre; mientras tanto Javier, el hijo<br />

mayor, esperaba la llegada de su padre, a<br />

quien quería y admiraba demasiado. Javier<br />

desde pequeño sentía temor de que algo<br />

pudiese sucederle a su padre en la mina, ya<br />

que aún recordaba lo que le había sucedido<br />

a su abuelo hace algunos años.<br />

Tras el paso de unos minutos Campeón, el<br />

perrito de la familia, anunciaba la llegada<br />

de su amo ladrando, saltando y moviendo<br />

la cola. Javier fue corriendo a saludar a su<br />

padre, mientras Marta y las niñas preparaban<br />

la mesa para tomar once.<br />

Cada tarde se vivía una alegría familiar en<br />

la mesa, Juan solía relatar aquellas leyendas<br />

que caracterizaban a la zona. Sus hijos<br />

atentos, disfrutaban escuchando aquellas<br />

misteriosas pero divertidas historias locales.<br />

A pesar de ser una familia modesta<br />

nunca les faltó nada, ya que el amor y la<br />

alegría familiar llenaban sus vidas.<br />

Como cada mañana, Juan y todos los mine-<br />

ros abandonaban sus hogares acompañados<br />

de aquella característica brisa matinal, para<br />

adentrarse en aquel oscuro túnel de carbón<br />

donde emociones iban y venían.<br />

Al interior de la mina, el tema que se comentaba<br />

últimamente era la entrada de<br />

Javier, el hijo de Juan, a la mina; todos<br />

comentaban que ya estaba en la edad para<br />

comenzar a trabajar y que seguro sería<br />

un gran minero como su padre; todos los<br />

trabajadores le tenían gran cariño a Juan,<br />

siempre destacaban su buena voluntad,<br />

su alegría y sus buenos consejos. “Era un<br />

ejemplo de persona” decían sus compañeros.<br />

Él sólo decía “no es para tanto”, entre<br />

risas y carcajadas. Así pasaban las horas<br />

junto a la mina del carbón que en cualquier<br />

momento podía traer hechos que opacaran<br />

el día. Gracias a Dios, en el último tiempo<br />

nada grave había acontecido. Llegaba la<br />

hora de retornar a casa, los mineros agotados<br />

y con sus ropas cubiertas de aquel oscuro<br />

polvo que también cubría sus rostros.<br />

Al llegar a casa, Juan buscó a Javier para<br />

hablar sobre su inicio en la mina; le preguntó<br />

si se sentía preparado, Javier respondió<br />

de inme


diato que si, pero igual expresó el temor que le<br />

daba. Juan comenzó a aconsejarlo como siempre<br />

lo hacía y así pasaron las horas y anocheció.<br />

Tras el paso de una semana llegó aquella mañana<br />

tan esperada, Javier se alistaba para emprender<br />

un nuevo camino como minero, junto<br />

a su padre. Al llegar a la mina sintió el grato<br />

recibimiento de sus compañeros que lo saludaban<br />

muy amablemente. Mientras trabajaban,<br />

Javier presintió que algo extraño iba a suceder<br />

en el lugar pero él no quiso avisar de esto. Pasaron<br />

las horas y todo seguía normal hasta que<br />

sonó algo muy ruidoso, Javier sintió que algo<br />

le iba a ocurrir a su padre…<br />

<strong>El</strong> niño vio que algo estaba a punto de caer sobre<br />

Juan, su padre. Javier se aproximó a salvarlo<br />

pero por tratar de salvarle la vida a su padre,<br />

el que murió fue él. Juan sintió qucorazón de<br />

su hijo ya no latía más, se sintió muy culpable<br />

ya que por tratar de salvarlo a él, Javier<br />

perdió su vida.<br />

Cuando la madre, Marta, se enteró de lo<br />

ocurrido no pudo dejar de llorar, apenas<br />

podía mantenerse en pie. <strong>El</strong> dolor que tenía<br />

en su corazón era inmenso, al igual que el<br />

del padre.<br />

A los dos días después fue su funeral, todos<br />

los familiares, amigos y mineros que<br />

trabajaban en la mina asistieron allí. Fue el<br />

momento más triste para Marta y Juan, la<br />

muerte de su hijo los afectó muchísimo.<br />

Pasaron los años, Marta y Juan iban a visitar<br />

cada semana a Javier en el cementerio,<br />

le llevaban flores y le contaban las cosas<br />

que sucedían en la mina y en el pueblo. A<br />

pesar de que ya no estuviera junto a ellos<br />

físicamente, su presencia y el recuerdo de<br />

aquel pequeño, que con coraje se sacrificó<br />

por salvar a su padre, estará siempre en los<br />

corazones de sus seres queridos.


Esta es la Historia de José Chicharrón<br />

Autor: Richard Valencia Jara<br />

Seudónimo: Rivaja<br />

En las minas de Schwager trabajaba un minero<br />

llamado José, el que todos conocían como<br />

José Chicharrón, ya que su mujer, apodada Sra.<br />

Rosa Panadera porque fabricaba y vendía pan<br />

en los hornos de Chollín, le enviaba de manche<br />

todos los días pan con chicharrones, lo que<br />

aprovechaban sus compañeros para molestarlo<br />

y reírse de él, pues cada día le preguntaban a la<br />

hora de colación “¡oye, José! ¿Qué trajiste de<br />

manche?” A lo que él respondía “pancito con<br />

chicharrones”. Como esto se hizo habitual, los<br />

amigos lo apodaron José Chicharrón.<br />

Cada día, José Chicharrón compartía su labor<br />

de minero disparador con sus amigos barreteros.<br />

Trabajando arduamente, tomaban agua de<br />

la charra y siempre había alguien que tiraba<br />

una broma a la que los otros contestaban, lo<br />

que hacía divertido el pesado trabajo que todos<br />

realizaban.<br />

Un día el minero apodado Bam-Bam por sus<br />

dotes de futbolista, esperó que José Chicharrón<br />

fuera a un rincón a medir el gas grisú acumulado<br />

en el sector, para comerse su rico pan con<br />

chicharrones, el que disfrutó con sus demás<br />

compañeros entre risas y bromas. Al rato apareció<br />

José Chicharrón, con gran entusiasmo,<br />

invitando a sus compañeros a colación, pero<br />

fue grande su sorpresa cuando vio que su pan<br />

no estaba en el guameco; entonces pensó que<br />

su mujer no se lo había echado, por lo que regañó<br />

de gran manera, mientras sus compañeros<br />

se reían y lo instaban a que siguiera regañando<br />

en contra de su mujer, diciéndole que ella no se<br />

preocupaba de él, que no lo quería, que lo engañaba,<br />

etc. Como fue demasiada la risa, José<br />

se dio cuenta que su esposa no era la culpable<br />

y acusó a sus compañeros de sacarle el pan, a<br />

lo que ellos respondieron que a lo mejor fue un<br />

ratón, de los que andaban en cantidades en la<br />

mina, el que le había comido su rico pan con<br />

chicharrones, por lo que ellos, como buenos<br />

amigos y compadres, le convidaron un trocito<br />

de manche para que su buen amigo pasara el<br />

mal rato y por supuesto el hambre, que a esa<br />

hora le invadía.<br />

Un día de invierno, en que llovía a chuzos, José<br />

Chicharrón debía ir a trabajar al primer turno,<br />

que comenzaba a las 06:00 horas, por lo que<br />

se levantó muy temprano y desayunó el caldillo<br />

que le preparó su esposa Rosa. Se despidió<br />

de ella con un beso recibiendo su bendición ya<br />

que como sabemos el trabajo de la mina es


extremadamente peligroso y sacrificado. José<br />

tomó el bus de la compañía, donde ya venían<br />

sus compañeros que lo recibieron con un gran<br />

¡¡buenos días!! Alegres y talleros como todos<br />

los mineros, hicieron el recorrido a la mina de<br />

Schwager, pero en este día de lluvia, truenos y<br />

relámpagos se sentía algo raro en el ambiente<br />

y José Chicharrón tenía un mal presentimiento.<br />

Los mineros llegaron a la Empresa donde se<br />

cambiaron de ropa, tomaron sus lámparas y se<br />

embarcaron en la jaula que los llevaría al fondo<br />

de la mina. Al llegar sintieron que la tierra crujía,<br />

entonces advirtieron que estaba temblando<br />

y como buenos mineros, no se asustaron e hicieron<br />

bromas con esta situación. Continuaron<br />

su recorrido en carros hacia el sector de trabajo;<br />

los mineros cantaban, gritaban, hacían<br />

bromas, etc., con el fin de hacer de este trabajo<br />

sacrificado y peligroso, algo entretenido. Fue<br />

así que comenzaron su labor diaria en el frente<br />

de la mina donde extraían el carbón. Transcurrieron<br />

alrededor de tres horas de trabajo cuando<br />

José Chicharrón junto a sus compañeros de<br />

frente advirtieron algo extraño en el ambiente;<br />

es por esto que tomó su instrumento y midió el<br />

porcentaje de gas presente, el que estaba muy<br />

alto por lo que dio de inmediato la alarma para<br />

que todos los mineros evacuaran porque el gas<br />

grisú se había apoderado peligrosamente del<br />

lugar. Todos dejaron sus herramientas abandonadas<br />

y corrieron desesperados, alejándose<br />

de este lugar. Tres mineros quedaron atrapados<br />

en una compuerta. Cuando José Chicharrón se<br />

dio cuenta de ésta situación, volvió a ayudarlos<br />

rápidamente y con mucho esfuerzo despejó el<br />

lugar. Los mineros corrieron pero uno de ellos<br />

cayó en el camino, lo que fue fatal porque el<br />

gas grisú no espera. Ocurrió en ese instante<br />

una explosión que acabó con su vida dejando<br />

a los demás, incluido José, con graves quemaduras.<br />

Este día los equipos de rescate tuvieron<br />

un gran trabajo para rescatar a los sobrevivientes<br />

y fallecidos en esta tragedia, los llevaron al<br />

hospital de la Empresa, donde José Chicharrón<br />

murió y hoy es recordado como un héroe, porque<br />

dio la vida por sus compañeros.<br />

Su esposa, la Sra. Rosa Panadera, continúa<br />

vendiendo su pan con chicharrones en el centro<br />

de la ciudad, donde tiene sus fieles clientes.


Juan el Minero<br />

Autor: Fernanda Palacios Mercado<br />

Seudónimo: Fernie P. M.<br />

Cuenta la leyenda que, hace muchos años atrás,<br />

existía un pueblito azotado por la pobreza.<br />

Hombres, mujeres y niños salían a recolectar<br />

mariscos cuando la marea bajaba, para poder<br />

venderlos y así llevar algo de dinero para poder<br />

comprar el pan, alimento que no podía faltar en<br />

la mesa de sus hogares.<br />

Así transcurrían los días, los meses y los años.<br />

Juan, un hombre del pueblo, acostumbraba a<br />

caminar por los alrededores junto a sus dos<br />

pequeños y a su joven mujer, que llevaba en<br />

su vientre a un tercer hijo; les hablaba y los<br />

entretenía, cada vez que su imaginación lo llevaba<br />

a lugares extraños, para hacer más ameno<br />

el viaje de ida y regreso. Fue en uno de estos<br />

paseos cuando, de repente, vio la silueta de un<br />

hombre vestido de minero, lo que le pareció<br />

bastante raro pues no existía en el pueblo este<br />

tipo de actividad. Lleno de curiosidad se fue<br />

acercando, pero lo que era aún más extraño es<br />

que entre más cerca estaba, más nítida se hacía<br />

la silueta; hasta que llegó al lugar y cual sería<br />

su asombro al no encontrar a nadie, pero en el<br />

lugar había una ruma de carbón negro y brillante.<br />

Pasmado por tal hecho, Juan tomó su saco y<br />

comenzó a llenarlo, con la esperanza de poder<br />

vender el carbón y llevar dinero a su hogar. Sus<br />

ojos negros brillaban ante la alegría. Pero este<br />

carbón tenía algo especial, el hombre llenaba<br />

su saco y la ruma quedaba tal cual. Juan gritaba<br />

y saltaba, diciéndole a su esposa: “¡Soy rico,<br />

mujer! Nunca más pasaremos hambre”.<br />

Al llegar a su casa, les comentó a los vecinos<br />

de su hallazgo. En un principio, todos creían<br />

que Juan tenía un pacto con el diablo y no se<br />

explicaban cómo era posible que apareciera<br />

aquella ruma de carbón en un lugar en el que<br />

no existían las minas. Después de mucho comentar<br />

por todos lados lo ocurrido decidieron<br />

al fin arriesgarse, la necesidad los obligaba.<br />

Con temor fueron al lugar y llenaron sus sacos,<br />

regresando a casa felices, habían encontrado<br />

una nueva fuente de trabajo.<br />

Al otro día salieron temprano, antes de que<br />

cantara el gallo, y vieron otras pilas de carbón<br />

como si alguien las hubiese dejado ahí. <strong>El</strong>los<br />

empezaron a excavar con sus chuzos y donde<br />

excavaban una nueva veta aparecía. Sus mujeres<br />

los acompañaban para hacerles la comida,<br />

aunque no entraban a la zona minera ya que<br />

pensaban que esto les traería mala suerte. Comenzaron<br />

a formarse las minas en aquel pueblo,<br />

había más y más carbón y todo parecía<br />

surgir


Pronto se corrió la voz y llegaron afuerinos<br />

de distintos lugares, lo que hizo prosperar<br />

rápidamente la actividad. Se fueron quedando<br />

ahí, el comercio fue creciendo, había<br />

nuevas oportunidades para una mejor<br />

calidad de vida, fueron formando familias<br />

y así se creó el pueblo que ahora es llamado<br />

Coronel.<br />

Juan siempre tuvo la idea que su último<br />

hijo venía con la marraqueta bajo el brazo.<br />

95


La Capa Misteriosa<br />

Autor: Sofía Muñoz Rubio<br />

Seudónimo: Socomuru<br />

Hace unos cincuenta años atrás, más o menos,<br />

ocurrió una historia bastante especial, misteriosa<br />

y un tanto extraña, por lo que me ha contado<br />

mi abuelita. Esto fue específicamente en<br />

los antiguos pabellones de Schwager.<br />

Siempre su mamá le narraba historias entretenidas,<br />

que después se convirtieron en leyendas<br />

y que hoy en día son muy conocidas. Por lo<br />

general producían miedo.<br />

La que yo voy a contar, se trata de un hombre<br />

que aparecía misteriosamente todas las<br />

noches y vestía una gran capa negra, un sombrero<br />

grande con alas y le brillaban los dientes.<br />

Recorría los pasillos angostos y oscuros todas<br />

las noches, provocando mucho miedo entre las<br />

personas que allí vivían. Lo más terrible es que<br />

se le aparecía, sobre todo, a las mujeres que<br />

eran más jóvenes.<br />

Comenzó a correr la voz y todos decían que era<br />

el diablo que se aparecía todas las noches. Además<br />

la luz era muy escasa, lo que hacía sentir<br />

más temor.<br />

Desde entonces no se atrevían a salir tarde porque<br />

podían encontrarse con este personaje.<br />

98<br />

Todos los que allí vivían eran de tradición minera,<br />

vivían del trabajo de la mina y por lo tanto<br />

eran muy sufridos y tímidos. Por los turnos<br />

que ellos hacían, muchas veces las mujeres y<br />

sus hijos pasaban las noches solos.<br />

Como vivían en la pobreza no tenían baños al<br />

interior de sus casas, usaban pelelas y recipientes,<br />

que muchas veces lanzaban por la ventana<br />

para no salir hacia afuera por el miedo que<br />

ellos sentían.<br />

Cada día se hacía más frecuente el rumor que<br />

durante todas las noches rondaba el diablo y<br />

entonces comenzaron a hacerle la guardia, pero<br />

desaparecía misteriosamente y no se atrevían a<br />

perseguirlo por el terrible miedo que provocaba.<br />

Pasaba y pasaba el tiempo y no podían descubrir<br />

a este personaje misterioso, había dudas<br />

entre las personas.<br />

Dicen que mi bisabuelita era bastante valiente,<br />

a pesar de que era joven. Una noche salió<br />

a botar la pelela y la lanzó de la puerta hacia<br />

la ventana, sin darse cuenta que estaba este<br />

personaje y lo dejo todo mojado. este hombre<br />

gritó


se enojó mucho, diciéndole “¡qué estás<br />

haciendo, cabra de porquería!”. Y ella descubrió<br />

que el supuesto diablo que aparecía<br />

todas las noches, era nada menos que un<br />

sargento de carabineros que hacía guardia<br />

durante toda la noche y que acostumbraba<br />

a mirar por las ventanas. Ahí descubre<br />

que todas las características que se habían<br />

dado pertenecían a este hombre y, como<br />

las noches eran tan frías, se vestía con esa<br />

capa inmensa de ‘castilla’, con el cuello<br />

subido y un sombrero grande, lo que hacía<br />

imposible reconocerle la cara.<br />

Parecía que él gozaba con producir miedo,<br />

además que se creía ‘amo y señor’ en<br />

aquel entonces. La reacción valiente de<br />

mi bisabuelita fue retarlo por todo el daño<br />

que estaba produciendo y, desde entonces,<br />

comienza a vivir la gente sin temor y cada<br />

vez que lo veían lo retaban.<br />

Lo que me llama la atención es que aún<br />

hoy en día, sobre todo en los campos,<br />

todavía la gente cree que aparece el diablo<br />

por la noche, vestido con esta capa negra<br />

y dientes de oro que le brillan.


La Niña del Mar<br />

Autor: Maritza Salazar Navarrete<br />

Seudónimo: Mafi<br />

Hace unos años una niña de nombre Antonia,<br />

vivía con sus padres en las cercanías de Caleta<br />

Maule; era una niña normal, con sus cosas<br />

de adolescente y la vitalidad de alguien de su<br />

edad; dedicada a estudiar y ayudar a sus padres;<br />

en la pequeña casa, su vida transcurría<br />

con normalidad.<br />

Lo que hacía notar una diferencia en su diario<br />

vivir era cuando pasaba algún forastero por el<br />

lugar, a quien se atendía con cordialidad y se le<br />

proporcionaban regalos para el viaje (comida,<br />

agua).<br />

No era raro ver a la niña husmeando cuando<br />

aparecía algún extraño por el lugar; oculta,<br />

observaba como sus padres compartían, cosa<br />

que ella tenía prohibido ya que por orden de su<br />

padre tenía que esconderse cuando esto acontecía.<br />

La desconfianza y el amor de este padre<br />

hacia su hija lo hacían ocultarla de cualquier<br />

posible peligro y la llegada de un extraño a su<br />

hogar, era considerado un peligro para él.<br />

Por lo mismo, ocultaba a su hija, quien debía<br />

permanecer muchas veces horas escondida,<br />

siendo vigilada por la madre, quien le suministraba<br />

los alimentos en esos largos periodos<br />

de tiempo.<br />

Nadie podía sospechar siquiera lo que estaba<br />

por venir. Amanecía y el galope de un caballo<br />

despertó a Don Mauro, quien se levantó presuroso<br />

a ver quién se acercaba a su hogar. Era un<br />

mozo de unos 30 años, moreno, de cabellera<br />

oscura y el trabajo bruto se hacía notar al ver<br />

su cuerpo bien desarrollado.<br />

Entre la prisa y la sorpresa, Don Mauro olvidó<br />

por completo a su hija y por lo mismo el ritual<br />

de ocultarla. Fue así como la niña, sin previo<br />

aviso, se presentó en el comedor ante la vista<br />

cautelosa del extraño, quien la observó de una<br />

manera minuciosa y comentó lo bella que era<br />

la niña, a la que el padre, presuroso, le ordenó<br />

volver a su cuarto.<br />

“Déjela desayunar con nosotros”, dijo el extraño.<br />

“No es adecuado que una niña de su edad esté<br />

escuchando la charla de los adultos”, argumentó<br />

don Mauro.<br />

“¡A tu cuarto, niña! estás en camisón. Vístete y<br />

dedícate a tus labores”, le ordenó el padre.


La niña obedeció sin decir nada. <strong>El</strong> viajero, que<br />

se llamaba Fernando, sólo la observó alejarse,<br />

mirando fijamente esa delicada silueta que desaparecía<br />

ante sus ojos.<br />

Fue entonces cuando comentó que había comprado<br />

un terreno cerca, que serían vecinos y<br />

que podían ayudarse y compartir como tales.<br />

Don Mauro no se alegró con la noticia. Vio en<br />

ese hombre un peligro para su niña, quien a sus<br />

15 años aún no sabía nada del amor y nunca<br />

había siquiera fijado su atención en nadie.<br />

Los días transcurrían normales y una nueva visita<br />

de Fernando llegó a inquietar la tranquila<br />

personalidad de don Mauro, quien a la distancia<br />

levantó su mano, saludando.<br />

La niña ayudaba a su padre y una vez más su<br />

mirada se cruzó con la de aquel extraño, una<br />

mirada tierna, pura, inocente; mientras él veía<br />

en ella la oportunidad de una nueva aventura,<br />

de divertirse, sin pensar siquiera en el daño que<br />

esto podría causar.<br />

Fue así como se inició esta furtiva y dramática<br />

historia de amor, entre una adolescente tímida<br />

e inexperta y un hombre aventurero y mujeriego.<br />

Sus encuentros fueron pocos, pero bastaron<br />

para que la niña se enamorara de Fernando,<br />

quien aprovechando esto hacía y disponía de<br />

didas de su hogar y que mintiera a sus padres<br />

en su asistencia al colegio, tiempo que aprovechaba<br />

Fernando para hacer realidad sus locuras<br />

con Antonia.<br />

Pasaban los días y el padre de Antonia empezó<br />

a sospechar y a desconfiar de su hija, al punto<br />

de vigilar cada paso, cada mirada, entre ella y<br />

Fernando cuando éste los visitaba, ya que ahora<br />

eran vecinos y no había necesidad de ocultar<br />

a la niña; se veían cada vez que él los visitaba.<br />

Fue así como una noche descubrió el amorío<br />

que había entre su hija y Fernando, sin comprender<br />

cómo un hombre que le doblaba en<br />

edad podía seducir así a una niña, ¿con qué intención?,<br />

¿qué lo impulsaba a aquello? Porque<br />

él estaba seguro que no era por amor.<br />

Se enfrentó a aquel hombre, encarándole la<br />

maldad de su proceder. Mientras la niña decía<br />

estar enamorada y que no era una niña, que<br />

era mujer y merecía estar con el hombre que<br />

amaba. Fue en ese momento, cuando el padre<br />

decide ponerle término a esta aberración, según<br />

él, y Fernando sólo explicó que la niña se<br />

le había insinuado y que él, como hombre, no<br />

podía quedar mal.<br />

Producto de esto, el padre encerró en un cuarto<br />

a su hija, alejándola de todo contacto con el<br />

mundo exterior y así lograr, por fin, alejarla


para siempre de Fernando. Pero todo fue en<br />

vano, la niña seguía sufriendo por su amor y<br />

más aún al descubrir que en su vientre llevaba<br />

el fruto de aquel gran amor.<br />

Los meses pasaban y Fernando, en busca de<br />

mejores frutos, vendió su granja y se fue del<br />

lugar, sin siquiera pensar en aquella niña y sin<br />

estar enterado que pronto sería padre.<br />

Con esto, el padre liberó a la niña de su cautiverio<br />

y la dejó andar tranquilamente por el<br />

lugar; ella pudo continuar con sus paseos a la<br />

playa, mientras su bebé crecía en el vientre, sin<br />

ella saber que el término de su vida esta muy<br />

cercana.<br />

Sus paseos a aquel lugar mágico en donde se<br />

sentía segura y tranquila, fueron diarios. Su<br />

llanto, su pena, su incesante pensar, la estaban<br />

llevando al fondo del abismo; nunca tuvo noticias<br />

de Fernando, sólo lo que su padre le dijo,<br />

que se marchó del lugar reconociendo que sólo<br />

había jugado con ella y que no era hombre de<br />

hogar como para asumir un compromiso.<br />

Sin que sus padres lo notaran, la niña sintió<br />

la hora del parto y sola se fue de madrugada<br />

a orillas del mar, donde sus gritos y su llanto<br />

se mezclaban con los ruidos de los animales<br />

nocturnos que parecían estar más alborotados<br />

aquella noche. Nació un niño, que envolvió<br />

entre sus ropas y observó por largo tiempo, le<br />

canto, lo meció y lo arrulló entre sus brazos.<br />

Fue en ese momento de tristeza que Fernando<br />

volvió a sus pensamientos y sin pensarlo entró<br />

a las frías aguas de aquel mar, con su hijo en los<br />

brazos, sin razonar, sin hacer súplica del llanto<br />

de ese niño, se fue adentrando más y más en las<br />

profundidades de esas aguas, hasta desaparecer<br />

totalmente.<br />

Fue sólo en la mañana que los padres notaron<br />

su ausencia y comenzó la penosa búsqueda.<br />

Fueron dos largos días, hasta que por fin un<br />

lugareño encontró rastros de la terrible desgracia.<br />

A orillas de la playa estaban las vestiduras<br />

ensangrentadas de la joven y los restos de sangre<br />

dieron a saber lo sucedido.<br />

Los padres no pudieron soportar el dolor de la<br />

pérdida de su hija y se fueron del lugar, recordando<br />

siempre que su hija se fue por culpa de<br />

un hombre que no tenía corazón, un extraño,<br />

como le llamaban ellos. “Tanto protegerla -se<br />

decían- y terminó así.”<br />

Se dice que en las noches se escucha el llanto<br />

de la madre y del niño a orillas de la playa y<br />

que todos los 11 de octubre, pasada la medianoche,<br />

se puede ver a Antonia a orillas de esa<br />

playa, acurrucando a su bebé y apenas empieza<br />

a amanecer, entra nuevamente a las profundas<br />

y frías aguas, sin dejar de llamar a su amado<br />

Fernando.


Fue así como, una vez más, un amor<br />

desenfrenado logró arrebatar dos vidas<br />

inocentes y destruir la tranquilidad de una<br />

familia.<br />

Fernando fracasó en sus proyectos, perdió<br />

todo lo que había logrado, nunca se casó y<br />

terminó sus días solo en un asilo, muriendo<br />

en una noche fría en compañía de la<br />

soledad.<br />

Mientras, en la localidad fue muy comentada<br />

esa desgracia, la que con el paso del<br />

tiempo se transformó en una leyenda del<br />

lugar que, según se dice, no se sabe si fue<br />

verdad o sólo una leyenda más del sector<br />

carbonífero, como tantas otras.


Lamentos de un Último Abrazo<br />

Autor: Juan Acosta Prieto<br />

Seudónimo: Daniel Acosby<br />

Según la más férrea tradición, las mujeres no<br />

bajan a las minas pues son consideradas ‘mala<br />

suerte’. La triste realidad es que la mala suerte<br />

no era más que una simple creencia de épocas<br />

pretéritas, por la cual a las mujeres se les tenía<br />

estrictamente prohibido el bajar a una mina ya<br />

que, según la leyenda, la madre tierra, atormentada<br />

de celos, liberaba el grisú, un gas maligno<br />

invisible y cuyo olor no se percibía hasta el<br />

momento fatal, el cual se inflamaba y la mina<br />

explotaba.<br />

En Lota vivía una pequeña familia, la cual<br />

estaba integrada por Antonio, un sacrificado<br />

trabajador minero, el cual había perdido a su<br />

esposa cuando sufrió una grave enfermedad<br />

al estómago; en tanto, de ella sólo quedaban<br />

sus hijas, Luisa y Marcela. Luisa era una joven<br />

de 15 años y Marcela, menor que su hermana,<br />

tenía 13 años. Vivían en el Pabellón 43, en la<br />

casa 4. Por las tardes, cuando su padre se iba al<br />

trabajo, ellas quedaban a cargo de los quehaceres<br />

de la casa; sus cortas edades no les eran impedimento<br />

para saber cocinar, ya que estaban<br />

acostumbradas a que cuando su padre llegaba<br />

le tenían la comida preparada.<br />

Una tarde, Antonio fue a trabajar a la mina; era<br />

un día jueves, estaba atormentado por un cansancio<br />

que lo desanimaba, el cual hacía imposible<br />

la labor. Cuando por fin llegó a casa, Luisa<br />

y Marcela le tenían ya lista la comida como<br />

siempre, pero Antonio desistió de comer y les<br />

dijo: “hoy no comeré ya que he tenido un arduo<br />

trabajo, sólo quiero descansar” y se fue a acostar,<br />

esclavizado de cansancio. Luisa y Marcela<br />

se miraron estupefactas, ya que les impresionó<br />

que su padre haya rechazado la cena, ordenaron<br />

la habitación y se fueron a dormir. En ese<br />

entonces Marcela no pudo conciliar el sueño,<br />

sólo pensaba en cómo podría ayudar a su padre,<br />

ya que cada vez lo veía más débil, pensaba<br />

que el trabajo le estaba jugando sucio y que se<br />

le adelantaba la vejez. En eso, despertó a Luisa<br />

y le dijo: “Parece que el tiempo se le adelanta<br />

a papá, cada vez lo veo más cansado, pero esta<br />

vez el cansancio lo superó, me gustaría intentar<br />

ayudarlo a traer el pan a la casa”. Luisa respondió:<br />

“Ya le ayudamos con los quehaceres<br />

de la casa, le preparamos comida cuando él llega,<br />

con eso ya le ayudamos bastante; a menos<br />

que quieras ir a la mina a picar carbón y luego<br />

venderlo a algún comerciante o algo por el estilo”.<br />

“¡Eso nunca se me había pasado por la<br />

mente!”, dijo Marcela; pero, con un


sobresalto, Luisa se acomodó en la cama y le<br />

dijo: “ya el sueño te está dominando, no hables<br />

estupideces y duérmete”, y se quedaron dormidas<br />

en instantes.<br />

Cuando se levantaron al otro día, se dieron<br />

cuenta que su padre ya había partido a la faena<br />

y Marcela insistió en que debían hacer algo<br />

para ayudarlo, por lo cual salió sin avisarle a<br />

Luisa a dónde se dirigía.<br />

Al terminar la faena, los mineros se dirigieron<br />

cada uno a sus casas. Marcela volvió también<br />

a casa, lo más pronto que pudo, para esperar a<br />

su padre al llegar a la casa. Tenía muchas ganas<br />

de decirle a su padre la idea de ayudarle a<br />

sacar carbón para luego venderlo a algún comerciante<br />

ambulante. Cuando tocaron el tema<br />

en la mesa, la respuesta de su padre fue: “No<br />

meterás ni un pie en la mina, está estrictamente<br />

prohibido que las mujeres entren en la mina”<br />

y sin dar más explicaciones, se marchó a su<br />

habitación a descansar. Luisa, atónita, le dijo<br />

a Marcela: “Ves lo que logras, te dije que no<br />

insistieras en eso, sólo faltaba que abrieras<br />

la boca para que arruinaras las cosas”; pero<br />

Marcela, completamente convencida de ir a la<br />

mina, se puso una chaqueta y se marchó. Desde<br />

la puerta, Luisa le preguntó a dónde iba y<br />

Marcela le respondió: “Me voy a la mina, no<br />

me importa lo que ese viejo desgastado me<br />

diga, tengo que ayudarlo y debo ir a ayudarlo,<br />

mamá hubiera hecho lo mismo por él”. A<br />

Luisa le surgieron una serie de sentimientos,<br />

al recordar a su madre, lo cual le hizo cambiar<br />

de parecer, siguiendo así a su hermana y encaminándose<br />

en el peligroso trayecto hacia la<br />

mina. Apenas llegaron al lugar, Marcela le dijo<br />

a Luisa: “Tenemos suerte, la mina está abierta;<br />

hay cascos por ahí, toma uno y te lo pones; yo<br />

me ocuparé de la picota, seré la encargada de<br />

sacar el carbón”. Así, se internaron en la profundidad<br />

de la mina y cuando llegaron a cierto<br />

nivel de profundidad Marcela se ocupó de sacar<br />

carbón, tal y como lo había planteado. Fue<br />

ahí que escucharon un murmullo que venía de<br />

la oscuridad, era una voz de mujer, les parecía<br />

que las llamaba y en ese momento recordaron<br />

a su madre. Siguieron la misteriosa voz que<br />

llamaba desde la profundidad y, al cabo de un<br />

instante, la voz desapareció y se sintieron débiles<br />

e incapaces de seguir adelante. Luisa calló<br />

de sueño y Marcela, que aún siendo menor que<br />

su hermana Luisa era mucho más fuerte que<br />

ella, esta vez no pudo contra el atrayente canto<br />

gas grisú y se desplomó, dejando caer la picota<br />

junto con ella, prendiendo así una chispa que<br />

inundó el lugar de fuego haciendo que la mina<br />

explotara. <strong>El</strong> ruido fue estrepitoso y a pesar de<br />

la lejanía que tenía con el pequeño pueblito,<br />

despertó a toda la población, quienes corrieron<br />

enseguida a la zona del accidente. Antonio,<br />

quien de inmediato se dirigió a la habitación<br />

de sus hijas para decirles que no se a sus para<br />

decirles que no se asustaran, no las encontró, lo<br />

que lo hizo recordar el comentario de Marcela<br />

sobre ir a la mina a buscar el “Me lo Contaron<br />

Mis Viejos”MEMORIA POPULAR E HISTO-


preciado oro negro, lo cual lo estremeció de<br />

dolor. Se dirigió al lugar y se encontró con el<br />

desastre, las voces confundían la mente de Antonio.<br />

Luego de recorrer la zona del desastre se dirigió<br />

a lo que era la entrada de la mina y cerca<br />

de lo que había sido la puerta de la mina se<br />

encontraba la chaqueta de Marcela. En cuanto<br />

la vio predijo todo lo que había sucedido. Se<br />

estremeció en un dolor tan prominente, que le<br />

quitó la vida años después, que aún se escuchan<br />

los gritos de dolor y desesperación de Antonio,<br />

quien anda en busca de Marcela y Luisa,<br />

a quienes espera encontrar algún día para poder<br />

abrazarlas por una última vez.


Mi Abuelo, un Verdadero Héroe<br />

Autor: Javiera Bustos Campos<br />

Seudónimo: Toty<br />

Mi abuelo siempre nos cuenta algunas de sus<br />

historias, pero a nosotros nos parecen inventadas<br />

y no le creemos. Él ya entró en edad y<br />

su voz casi no se escucha, pero esta historia<br />

nos pareció muy entretenida, ya que le salvó la<br />

vida a su amigo. Comenzó la historia diciendo<br />

así:<br />

“En aquellos años del 1949 tuve que ir a trabajar<br />

por necesidad, para ayudar a mi familia,<br />

a la mina Chiflón del Diablo, donde pasé mucha<br />

frustración y miedo. Yo era un joven de 18<br />

años y manipulaba una máquina circadora, que<br />

cortaba las vetas de carbón. Luego de trabajar<br />

un año, me trasladaron a la superficie, ya que<br />

era bueno para los deportes. Fue aquí, en ese<br />

entonces, que conocí a Patricio Manns, que tan<br />

sólo tenía 17 años.<br />

Luego de unos años, me di cuenta que Patricio<br />

era un inexperto para trabajar. Él estaba muy<br />

frustrado. Tomó unos explosivos y se los colgó<br />

en el cuello; yo, muy asustado, le dije que<br />

eran explosivos sensibles. Se puso nervioso,<br />

pero yo logré calmarlo y quitarle los explosi-<br />

vos, ya que si chocaba con algo se partiría en<br />

mil pedazos. Desde entonces Patricio y yo nos<br />

volvimos muy amigos.<br />

Luego de unos años, Patricio se dedicó a la<br />

música y fue muy conocido en la comuna de<br />

Lota. Pero luego se fue para Santiago y no nos<br />

volvimos a ver en muchos años.”<br />

Nosotros no le creímos mucho esa historia.<br />

Pero en una ocasión en que Patricio Manns<br />

dio un concierto, un tío le preguntó si conocía<br />

a Heriberto Suazo (mi abuelito) y él le dijo:<br />

“Claro, si él es mi viejo amigo, quien me salvó<br />

la vida cuando era joven”.<br />

Luego de esto, tuvieron un reencuentro. Al<br />

verse, se abrazaron y se emocionaron al estar<br />

juntos otra vez.


Nunca Debe Darse por Vencido<br />

Autor: Sebastián Pezo González<br />

Seudónimo: Sebas<br />

Era de madrugada y como cada día se levantaba<br />

con gozo para ir a trabajar. Le gustaba mirar<br />

su pueblo desde lo alto del cerro Merquín.<br />

Mirar como despierta la ciudad, su gente, las<br />

chimeneas humeantes, el mar, los botes y sobre<br />

todo los barcos, cómo a la distancia se alejan y<br />

se ven tan pequeñitos.<br />

Mirar como despierta Coronel, su pueblo que<br />

tanto ama, su gente, a quien admira por su<br />

empeño, esfuerzo, alegría, honradez y sobre<br />

todo por ser muy trabajadora. Juan era nacido<br />

y criado en la zona del carbón, coronelino de<br />

corazón y era un hombre muy orgulloso de sí<br />

mismo.<br />

“Bueno, contaba Juan Soto, se levantó temprano<br />

como siempre, para ir a trabajar a la mina.<br />

Él estaba en el Pique Alberto, su trabajo consistía<br />

en picar las toscas que quedaban después<br />

del disparo, recogerlas y cargar carbón al carrito.<br />

Era un trabajo duro, pero a él le gustaba<br />

porque era lo único que sabía hacer y era un legado<br />

que le habían dejado su papá y su abuelo<br />

paterno, quienes le habían enseñado el oficio a<br />

los quince años. Él ahora tenía 45 años y era de<br />

semblante rudo, tosco, pero con su familia era<br />

un padre y marido afable y cariñoso; lo único<br />

que soñaba para sus hijos era que cortaran con<br />

esta tradición familiar, por eso cada día los instaba<br />

a estudiar y daba gracias que, por su trabajo,<br />

podía darles una educación para que fueran<br />

profesionales, ya que el trabajo en las minas,<br />

por ser tan peligroso y de gran esfuerzo físico,<br />

a los hombres los avejentaba antes de tiempo y<br />

como buen padre no quería eso para ellos.<br />

En la mañana su esposa, doña Lucía, arreglaba<br />

la lonchera con el manchi para don Juan, mientras<br />

él desayunaba un delicioso caldo de papas<br />

con harina tostada que ellos mismos hacían,<br />

tostando el trigo en una callana, caldo que se<br />

servía como si fuera el mejor manjar. Antes de<br />

irse a la mina se encomendaba a Dios, ya que<br />

era un hombre muy creyente.<br />

Ese día llegó como de costumbre a la mina,<br />

donde se encontró con todos sus compañeros y<br />

el capataz, para bajar al lugar de trabajo. Su cuadrilla<br />

era de siete trabajadores, no eran amigos<br />

pues todos eran de carácter y principios muy<br />

diferentes. Por ejemplo, a don Pedro le gustaba<br />

salir de parranda con otros compañeros y llegar<br />

a su casa borracho, dando problemas en su hogar,<br />

lo cual Juan no com partía y le


aconsejaba para que cambiara su manera de<br />

vivir.<br />

Estaban trabajando y faltaban alrededor de<br />

quince minutos para que sonara la sirena que<br />

da a conocer el mediodía. Cuando de repente<br />

sintieron un gran estruendo, ruidos inmensos<br />

y el polvo inundó el lugar. No se veía nada a<br />

pesar de la poca luz que tenían, porque el polvillo<br />

del carbón envolvió el lugar, se veía y se<br />

respiraba solamente carbón. <strong>El</strong>los pensaron<br />

que era su final, que hasta ahí había llegado<br />

su vida. Sentía gemidos de dolor de los golpes<br />

que habían recibido por la explosión y de la<br />

incertidumbre que reinaba, ya que no sabían<br />

hasta cuándo les iba a durar el aire o si alguno<br />

estaba mal herido. Cuando se disipó un poco el<br />

polvillo miraron a su alrededor, vieron grandes<br />

rocas por ambos lados y notaron que quedaron<br />

atrapados en un espacio no mayor a tres<br />

metros. Para poder respirar se pusieron los pañuelos<br />

o fallamanes en la boca, para poder purificar<br />

su aire. Don Juan recordó el lugar donde<br />

estaban en el túnel, ya que era como su segunda<br />

casa, conocía cada rincón, cada centímetro,<br />

y de repente se le alumbró que si cavaban por<br />

una dirección hacia arriba y por la orilla del<br />

lugar en que estaban, podían llegar a otro túnel<br />

que estaba en paralelo. Entonces incentivó a<br />

sus compañeros a cavar con toda sus fuerzas,<br />

les dijo que las máquinas no podían entrar a<br />

socorrerlos porque podían hacer un derrumbe<br />

mayor y quedar sepultados. Entonces, con la<br />

esperanza que tiene un moribundo por la vida,<br />

cavaron con mucho tesón, pero ellos no sabían<br />

que los compañeros de las otras cuadrillas también<br />

cavaban de afuera para poder socorrerlos.<br />

Así pasó la mañana del 10 de septiembre y terminó<br />

el primer turno, llegó el segundo turno<br />

pero, en honor al compañerismo, ningún minero<br />

del primer turno se fue y siguieron ayudando<br />

en su rescate.<br />

Cuando estaba por anochecer, llegaron cavando<br />

a un punto en que entró luz, el agujero se<br />

agrandaba; al ver ellos el rostro de sus compañeros,<br />

no lo podían creer. Para ellos era como<br />

haber resucitado, era un renacer, pensaban en<br />

la amargura en que debían estar sometidas todas<br />

las familias y en la dicha de volver a salir.<br />

Al juntarse con sus camaradas, los abrazos entre<br />

salvadores y salvados inundaban el lugar y<br />

las lágrimas que caían de sus ojos quemaban<br />

sus negras mejillas.”<br />

Don Juan Soto ahora es jubilado, rodeados de<br />

sus nietos cuenta esta historia a quien quiera<br />

escuchar, donde él enseña que uno nunca deben<br />

darse por vencido, cualquiera fuera la dificultad,<br />

porque uno todo lo puede superar con<br />

la ayuda de Dios. La fe y el deseo de salir adelante<br />

siempre lo debemos tener.


Se Paga con la Misma Moneda<br />

Autor: Eduardo Paredes Carriel<br />

Seudónimo: <strong>El</strong> Ingeniero<br />

Tal vez la experiencia avala a un ser de historias<br />

y conoce ya el territorio al cual él pertenece,<br />

es por esto mismo que todos no corren la<br />

misma suerte a la hora de trabajar en la mina,<br />

por ello son muchos los hechos que han sucedido<br />

en ésta.<br />

Un día, un joven de mediana estatura, obligado<br />

a trabajar por el bien de su familia, llegaba por<br />

primera vez a trabajar a la mina Chiflón Puchoco,<br />

ubicada en Schwager, al frente del mar en<br />

aquellos años. No tenía idea del nuevo mundo<br />

al cual ya pertenecía, pero sus antecesores vivieron<br />

de esto, sustentaron a su familia y ahora<br />

era el turno de este joven llamado Juan José<br />

Mella.<br />

Su padre y su abuelo vivieron de esto, pero ambos<br />

rodeados de tragedias. Fue así como ambos<br />

hombres murieron aplastados en las profundidades<br />

de las minas. En algunas personas rondaba<br />

la idea de que, tal vez, esta familia estaría<br />

siendo atacada por algún ser extraño, allanado<br />

en las profundidades de las minas. Es por esto<br />

que, entre algunas personas de la mina, retaron<br />

a un duelo a Juan José.<br />

Como siempre hay progenitor de toda idea,<br />

este fue el capataz, que ya conocía la mina al<br />

revés y al derecho, debido a los años de servi-<br />

cio que ya ha prestado al Chiflón. Para comprobar<br />

si era verdad aquel mito que rondaba<br />

por las mentes de algunos trabajadores, el capataz<br />

encargado de la sección donde trabajaba<br />

Juan José, le dijo: “como tú sabes, tu padre y<br />

tu abuelo murieron en esta mina y está la inquietud<br />

aquí de que algún ser extraño, tal vez<br />

el mismo diablo, tiene algo en contra de tu familia.<br />

Es por esto que te quiero encargar una<br />

misión para comprobar aquel hecho que ronda<br />

por varias cabezas, además probaremos tu valentía,<br />

tu coraje y habilidad. Quiero que vayas<br />

hasta el último piso, por denominarlo así, y que<br />

aguardes allí una hora para ver qué sucede. Si<br />

no llegas luego de tres horas, un tiempo necesario<br />

para que bajes y luego subas, este hecho<br />

será comprobado.”<br />

Juan José aceptó la propuesta del capataz, dijo<br />

que no tenía miedo a nada de lo que pasara allá<br />

abajo y que si era por el bien de su familia, más<br />

valor tenía aún para enfrentarlo.<br />

Acordaron juntarse a las diez de la mañana en<br />

la entrada del pique en cual trabajaban ambos,<br />

el capataz y el joven.<br />

Los trabajadores alentaban a Juan José. La<br />

hora


ya se acercaba. Nadie sabía lo que pasaba por<br />

la mente de Juan José en aquel momento, sólo<br />

sabían que por fin comprobarían si era verdad<br />

lo que ellos estaban afirmando.<br />

“Juan José, llegó la hora”, le dijo el capataz.<br />

Juan José, sin arrepentimientos, se internó lentamente<br />

en la mina, con la esperanza de poder<br />

volver con vida y ver a su familia, que era lo<br />

que más quería en aquel momento.Faltaba poco<br />

recorrido para llegar al lugar de los hechos, nadie<br />

trabajaba a esa hora, estaba completamente<br />

solo o tal vez no. Todos esperaban a la entrada<br />

del pique por si salía Juan José.<br />

De pronto, Juan José se vio atormentado por<br />

una espesa neblina negra que se aproximaba<br />

de a poco hacia él. Luego, le comenzó a faltar<br />

el oxígeno, ya no tenía fuerzas para continuar<br />

cuando de pronto escucha unos pasos, que cada<br />

vez se acercaban más y más. Volteó para ver si<br />

venía algo cuando… ¡zas! Juan José cae sobre<br />

el piso sin remedio alguno. Era el mismísimo<br />

diablo que rondaba por aquella zona y ya era su<br />

tercera víctima en la familia Mella: primero el<br />

abuelo, luego su padre y ahora él. Esto ya era<br />

una pesadilla.<br />

Comenzaron a pasar los minutos, el tiempo se<br />

agotaba. Los trabajadores, atónitos, esperaban<br />

en la entrada del chiflón.<br />

¡Sólo quedan diez minutos!... gritaban algunos.<br />

<strong>El</strong> capataz pensaba, pensaba y pensaba “¿vendrá<br />

por ahí?” Cuando de pronto un trabajador<br />

gritó “¡Se acabó el tiempo, capataz!, ya no llegó.”<br />

La idea que rondaba por algunas cabezas se había<br />

cumplido. Todos por fin podían comprobar<br />

que era verdad lo que afirmaban y lo primero<br />

que hicieron fue darle la noticia a su madre, que<br />

todos los días lo esperaba con una rica sopa de<br />

huevo, pero lo que no sabía era que ya no sería<br />

necesario esperarlo nunca más.<br />

Un hombre robusto golpeó la puerta donde vivía<br />

el joven. La madre con mucho gusto fue a<br />

abrir la puerta pensando que era su hijo, pero<br />

lamentablemente no era éste sino que un compañero<br />

de trabajo que iba con la misión de comunicarle<br />

que su hijo había fallecido.<br />

Al conocer la noticia, la señora se entristeció en<br />

gran manera, reventando en llanto, atónita, sin<br />

poder creer la noticia que le estaban contando.<br />

La señora quiso saber quién era responsable de<br />

aquel macabro hecho y el joven robusto respondió:<br />

“fue el capataz, él fue el de la idea.”<br />

<strong>El</strong> hombre se marchó y la señora, muy triste,<br />

maldijo todas las veces que pudo a aquel hombre<br />

responsable, el capataz.


Lo que no sabía este pobre hombre, que trabajaba<br />

de capataz en la mina, era que la maldición<br />

ahora caería sobre él, siendo ahora él la<br />

víctima de todo lo que causó.<br />

Pero Juan José aún tenía una misión antes de<br />

partir, quizás a donde; era vengar su muerte,<br />

que por culpa de un simple hombre había perdido.<br />

Al día siguiente todo parecía normal, pero no<br />

todo era así. Aquel hombre culpable de hace<br />

morir a un noble joven, había muerto. Nadie<br />

sabe cómo fue, sólo saben que pudo ser obra de<br />

aquel joven trabajador que aceptó una mísera<br />

propuesta, perdiendo así su vida.<br />

<strong>El</strong> alma de este joven se perderá y su cuerpo<br />

descansará en las profundidades de la mina,<br />

pero no en una mina cualquiera, sino que en la<br />

cual los hechos macabros abundarán por toda<br />

la eternidad.<br />

121


Una Mujer Llora Dentro de la Mina del Carbón<br />

Autor: Camila Cofre Muñoz<br />

Seudónimo: Bloods thirsty dream<br />

Se ha dicho que hace muchos años, una mujer<br />

llamada Ana María vivía cerca de la mina del<br />

carbón, con su esposo e hijo. Su esposo trabajaba<br />

en la mina y le iba muy bien. Eran una<br />

familia muy unida, eran felices. <strong>El</strong>la trabajaba<br />

vendiendo dulces con su hijo. <strong>El</strong>la tenía mucho<br />

miedo de que le pasara algo a su esposo<br />

porque anteriormente en la mina había muerto<br />

un joven aplastado por unas rocas y, desde ese<br />

momento, Ana María no quiere que su marido<br />

trabaje ahí, pero como no hay más trabajo su<br />

esposo tiene que quedarse allí a trabajar. Siempre<br />

cuando se va a su trabajo, Ana María se<br />

preocupa mucho de su esposo y no se queda<br />

tranquila hasta que regresa. Cuando veía a su<br />

marido desde la puerta, ella ya estaba mejor, se<br />

ponía muy contenta e iba a abrazarlo.<br />

Pronto se venía la navidad. Ana María y su esposo<br />

armaron el árbol de navidad pero no sabían<br />

qué regalarle a su hijo, que ya tenía 10<br />

años, así que tuvieron que ir a comprar algo<br />

que a él le gustara para regalárselo. Pasaron<br />

una buena navidad los tres solos, cuando llegó<br />

el momento de abrir los regalos Ana María y<br />

su esposo le pasaron el regalo a su hijo y a él<br />

le gustó. Al otro día, salieron a ver a su familia<br />

que vivía en Maule. Allí estuvieron toda la<br />

tarde junto a su familia, se divirtieron. Llegó<br />

la noche y se fueron a su casa, llegaron muy<br />

cansados y se fueron a dormir. Al otro día se<br />

dieron cuenta que faltaba poco para el año nuevo.<br />

Su esposo tuvo que ir a trabajar y dejó solos<br />

a su esposa e hijo. Cuando llegó a casa, el<br />

marido de Ana María le contó que no estaba<br />

muy bueno el trabajo, pero ella no le dio mayor<br />

importancia y le dijo que todo iba a estar<br />

bien. <strong>El</strong> marido de ella se tranquilizó y creyó<br />

en Ana María, pero la situación no fue así. Su<br />

marido empezó a traer menos dinero a su casa,<br />

se dieron cuenta que la situación empeoraba y<br />

faltaba poco para el año nuevo. <strong>El</strong>los no sabían<br />

qué hacer con esta situación.<br />

Al otro día, su esposo se fue a trabajar y preguntó<br />

si podía traer a su hijo de 10 años a trabajar<br />

y le dijeron que sí, que no había problema.<br />

Cuando llegó a su casa le dijo a Ana María que<br />

llevaría a su hijo a trabajar para tener más plata.<br />

<strong>El</strong>la no quería que su hijo fuera a trabajar tan<br />

pequeño, que todavía le quedaba mucho por<br />

estudiar. Comenzó a llorar y mucho, no paraba<br />

de llorar, le decía a su esposo que no lo llevara,<br />

que ella no quería que su hijo fuera a trabajar,<br />

le rogó para que no


lo llevara, que era muy peligroso que él estuviera<br />

en la mina trabajando. Su marido le dijo<br />

que al otro día iban a conversar, cuando ella<br />

estuviera más tranquila. Se fueron a dormir.<br />

Al otro día, antes que su marido e hijo se fueran<br />

a trabajar, Ana María y su esposo conversaron<br />

y ella no quería que fuera, pero al final ella<br />

le dijo que sí, que lo llevara, con el dolor de su<br />

corazón, a trabajar en la mina. Todas las mañanas,<br />

cuando se iban, Ana María se preocupaba<br />

mucho; o sea, el doble de lo que se preocupaba<br />

antes. Cada vez que los veía llegar, ella salía a<br />

corriendo y se tranquilizaba.<br />

Llegó el día de año nuevo. Su esposo e hijo<br />

fueron a trabajar. Ana María estaba nuevamente<br />

preocupaba por ellos, tenía el presentimiento<br />

de que algo había pasado. Llegó la noche y su<br />

esposo e hijo no llegaban a casa. <strong>El</strong>la sintió las<br />

sirenas de la policía que iban hacia la mina, fue<br />

rápidamente hacia allá, preguntó qué pasaba y<br />

se enteró que su hijo y esposo habían muerto<br />

aplastados por una roca. <strong>El</strong>la no sabía qué<br />

hacer, comenzó a llorar. Los carabineros se la<br />

llevaron a su casa, la tranquilizaron un poco y<br />

se fueron. <strong>El</strong>la no podía creerlo, no podía soportar<br />

que su hijo y esposo hubieran muerto. Al<br />

día siguiente, ella se mató porque quería estar<br />

con su hijo y esposo.<br />

Desde ese día, en la mina se escucha el llanto<br />

de una mujer que dice que anda en busca de su<br />

hijo y esposo. La gente que ha entrado en la<br />

mina dice que ve una sombra de una mujer que<br />

anda dando vueltas, que no para de llorar y de<br />

llamar a su hijo y a su esposo, porque quiere<br />

verlos nuevamente, que los necesita y quiere<br />

estar con ellos para siempre.<br />

Dice la leyenda que cuenta toda la gente, que<br />

si una niña o cualquier persona que tenga un<br />

hermano menor o hijo pequeño entra a la mina<br />

o se acerca, ella los sigue hasta su casa para<br />

llevarse al niño, porque piensa que es su hijo y<br />

comienza a decir que no quiere que se lo quiten,<br />

que no quiere que su marido lo lleve a la<br />

mina a trabajar, que no se lo lleve porque es<br />

muy pequeño para ir a la mina a trabajar como<br />

él... pero sólo es un mito.


Zorrón<br />

Autor: Delmira Melgarejo Aguilera<br />

Seudónimo: Dermy<br />

En cada pueblo hay un personaje que todos conocen<br />

e identifican.<br />

Sin tener nombre ni apellido, el seudónimo<br />

basta para entornar una sonrisa a la nueva travesura<br />

del protagonista.<br />

Por el año ´85, bajo el régimen militar, Lota<br />

recibió al General Pinochet con un fuerte contingente<br />

militar.<br />

Una de las tareas de los carabineros, de todos<br />

los trabajos que como institución tenía, era<br />

‘limpiar las calles’. <strong>El</strong> mismo día de la visita,<br />

una patrulla recogió a nuestro ‘hombre perro’,<br />

también llamado Zorrón.<br />

Zorrón era tranquilo, pacífico, sin vicios. Vivía<br />

su propio mundo. Caminaba por las calles explorando<br />

tachos de basura en busca de comida.<br />

Vestía con andrajos y por mucho abrigo que<br />

llevara no ocultaba sus particularidades masculinas.<br />

No había dudas respecto a su virilidad,<br />

que era motivo de burla entre miradas socarronas.<br />

Si las féminas de burdeles concluían<br />

ebrias, éstas le buscaban para experimentar<br />

placer en algún rincón de la feria, satisfaciendo<br />

su hambre con este hombre silencioso.<br />

La compañía de sus seis u ocho perros era vista<br />

desde lejos, la comunicación entre ellos era<br />

innegable; fieles a su amo, se perdían por un<br />

instante para llevar en el hocico un manjar que<br />

todos compartían.<br />

Ubicar a Zorrón en el móvil policial no fue una<br />

tarea difícil, respetaba el uniforme.<br />

Lo primero, cuando fue ubicado en el patio interior,<br />

era manguerearlo, fueron tres los chaperones<br />

que se dieron a esta tarea quitándole<br />

los andrajos. Había que hacer tratamiento completo,<br />

primero remojar, luego bañarlo de pies<br />

a cabeza. La tarea no era fácil, porque para<br />

describir su olor fétido no había vocablo en el<br />

diccionario español. Descubrieron su melena<br />

fusionada a la barba con piojos blancos, al afeitar<br />

y cortar el pelo aparecieron unos ojos claros<br />

de mirada ausente. Zorrón no discutía, a ratos<br />

tiritaba pero se dejaba hacer, como un infante.<br />

Un médico de la institución lo examinó detenidamente<br />

sin encontrar dificultad en los pulmones,<br />

tenía los ojos sanos y buen color de piel,


tenía sus dientes cariados, le faltaban algunas<br />

piezas pero estaba en su totalidad saludable.<br />

No hubo problema para encontrarle ropa interior,<br />

camisa y pantalón; la dificultad existió en<br />

hallarle zapatos, el hombre calzaba número 45,<br />

con los mormones consiguieron unos mocasines<br />

café. Después de la ducha y cambio de ropa<br />

surgió un individuo alto, ojos intensamente<br />

verdes, cabellera castaño claro, nariz aguileña.<br />

A las quince horas lo pusieron en libertad. <strong>El</strong><br />

cabo encargado, despidiéndole dice: cuide su<br />

ropa, se ve ‘encachado’, la gente no huirá. Además,<br />

no debía acercarse a la plaza hasta que<br />

fuera de noche, iba bien comido y no necesitaba<br />

hurguetear los basureros. Con esos consejos<br />

quedó un tanto tranquilo y confiado en que su<br />

nuevo amigo no se acercaría por el centro.<br />

Caminó lento escalinatas abajo, desapareciendo<br />

de la vista de carabineros que en su totalidad<br />

habían salido a despedirse. Cuando llegó bajo<br />

el túnel de ‘Los Tilos’, Zorrón se perdió sobre<br />

los durmientes y caminando detrás de la feria,<br />

poco a poco, se fue quitando las ropas.<br />

Cerca de la estación, el hombre guapo de ojos<br />

verdes era un pordiosero más, en algún charco<br />

se había enlodado dejando ver su trasera barrosa.<br />

Mirado frontalmente, pantalones rasgados<br />

de la cintura y sujetos por las bastillas, lucía su<br />

gran humanidad que aún estaba limpia. En un<br />

montículo al sol, con su dorso cubierto por una<br />

camisa sin manga, se le podía ver engullendo<br />

un pescado crudo.<br />

La visita especial que tenía Lota estaba en la<br />

Plaza de Armas. Desde el kiosco discursaba<br />

ofreciendo la doble para el minero que se retirara.<br />

Tres perros no pararon de ladrar a los pies de la<br />

escalinata, los milicos a culatazos con los canes<br />

que se defendían mostrando sus colmillos.<br />

Uno arremetió contra un milico tomándolo de<br />

un tobillo y rompiendo el pantalón. Una red<br />

cayó sobre ellos y amarrados los sacaron del<br />

lugar en vehículo militar, las miradas siguieron<br />

hasta que el furgón se perdió por calle Matta.<br />

Poco a poco se fue dando oídos a un aullido,<br />

después le siguieron otros haciéndose más<br />

fuerte hasta que todo el perraje de Lota, al unísono,<br />

aullaba de forma lastimera y larga. Unos<br />

muchachos cerca de la estación quisieron saber<br />

con certeza de dónde era el perro que lastimosamente<br />

lloraba, no consiguieron su objetivo<br />

por que de todas las casas los quiltros lloraban.<br />

Ya cuando la tarde oscurece, del mar emergió


un quiltro rengueando, adolorido, goteando<br />

sangre, con el hocico y un ojo hinchado. Todo<br />

a mal traer llegó hasta donde su amo, con dóciles<br />

ladridos, junto al Zorrón, quién con aullido<br />

feroz y largo le acogió y en un abrazo eterno<br />

se adormiló.<br />

Desde entonces, cuando la jauría de perros llora<br />

sin saber un porqué, se comenta que Zorrón,<br />

caminando con sus amigos por Lota, les llama

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