Primer Lugar El Chaca Chapato - Centro Cultural Comunitario ...
Primer Lugar El Chaca Chapato - Centro Cultural Comunitario ...
Primer Lugar El Chaca Chapato - Centro Cultural Comunitario ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN<br />
3
“Me lo Contaron Mis Viejos”
Índice<br />
SELECCIONADOS PARA PUBLICAR<br />
AMOR MINERO<br />
Nicole Rodríguez Sepúlveda<br />
CAMINO A LA FERIA<br />
Delmira Melgarejo Aguilera<br />
DEL AMOR A LA LOCURA<br />
Reinaldo Montoya Arce<br />
EL ÁNIMA DE JAVIER<br />
César González Pino<br />
EL ÁRBOL ENCANTADO DE CARAMPANGUE<br />
Fabián Sánchez Pino<br />
EL ÁRBOL HECHO SANTO<br />
Diego Bustos Almendra<br />
EL PEQUEÑO HÉROE DE LA MINA<br />
Camila Soto Azócar<br />
ESTA ES LA HISTORIA DE JOSÉ CHICHARRÓN<br />
Richard Valencia Jara<br />
JUAN EL MINERO<br />
Fernanda Palacios Mercado<br />
LA CAPA MISTERIOSA<br />
Sofía Muñoz Rubio<br />
LA NIÑA DEL MAR<br />
Maritza Salazar Navarrete<br />
LAMENTOS DE UN ÚLTIMO ABRAZO<br />
Juan Acosta Prieto<br />
MI ABUELO, UN VERDADERO HÉROE<br />
Javiera Bustos Campos<br />
NUNCA DEBE DARSE POR VENCIDO<br />
Sebastián Pezo González<br />
SE PAGA CON LA MISMA MONEDA<br />
Eduardo Paredes Carriel<br />
UNA MUJER LLORA DENTRO DE LA MINA DEL CARBÓN<br />
Camila Cofre Muñoz<br />
ZORRÓN<br />
Delmira Melgarejo Aguilera<br />
6<br />
Pág.<br />
59<br />
65<br />
70<br />
74<br />
80<br />
82<br />
86<br />
90<br />
94<br />
98<br />
102<br />
108<br />
112<br />
115<br />
119<br />
125<br />
129
ME LO CONTARON MIS VIEJOS<br />
O EL PODER DE LA MEMORIA<br />
por Tulio Mendoza Belio<br />
Presidente del Jurado<br />
Academia Chilena de la Lengua<br />
Premio Municipal de Arte de Concepción<br />
(2009)<br />
Una vez más, y con el mayor agrado, me corresponde presentar el resultado de un concurso<br />
literario organizado por la Fundación Cepas. En esta oportunidad, el 4º Concurso de Cuentos “Me<br />
lo Contaron mis Viejos”, noble y notable iniciativa que estimula, difunde y premia el interés por<br />
la escritura y la lectura y, además, nos permite descubrir nuevos valores literarios que, al relatar<br />
vivencias, mitos y realidades de su entorno, nos dan a conocer con singularidad algo que les es<br />
propio y que está en la base de una construcción de identidad. Por otra parte, la escritura también<br />
es memoria individual y colectiva, memoria histórica que preserva hechos, formas de ser, situaciones,<br />
en fin, todo un patrimonio que encierra pasado, presente y tiempo por venir. Porvenir: lo<br />
que vendrá. Parafraseando al poeta Gabriel Celaya, podemos decir que la palabra es un instrumento,<br />
“un arma cargada de futuro”.<br />
“Me lo Contaron mis Viejos”, reza el lema de esta convocatoria literaria, feliz expresión<br />
que encierra una amable y querida forma de decir, una afectiva y efectiva relación que cuenta,<br />
en su esencia, un sentido de la oralidad más genuina: la que se relata en el entorno familiar, en<br />
la mesa, de abuelos a nietos, de padres a hijos, a la hora del sueño o en el silencio cordial de una<br />
caricia.<br />
La aventura de leer sorprende siempre que nos internamos por esos laberintos mágicos<br />
(sorpresivos e inteligentes) de la escritura creativa, aquélla que nos entrega un mundo plasmado<br />
a través de la lengua, nuestra morada o casa de lo que somos, queremos y soñamos, como bien<br />
podría haber dicho Heigddeger. Habitamos el lenguaje y en él somos lo que somos o podríamos<br />
ser: “Yo soy en español. En otras lenguas/ me siento fatalmente como un tonto”, expresa en un<br />
poema, nuestro poeta Fernando González-Urízar (1922-2003), Premio Regional de Artes Literarias<br />
Baldomero Lillo (2002).<br />
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha tenido la necesidad de comunicar, de
entrar en diálogo con el otro, de contar algo, de narrar historias (reales e inventadas en un cruce de<br />
verdades y mentiras). <strong>El</strong> ya clásico circuito de la palabra en el cual alguien cuenta algo a alguien<br />
(emisor-mensaje-receptor), tiene en el cuento a uno de los géneros más populares y difundidos.<br />
Desde niños hemos asistido a la narración de historias, de cuentos, de breves relatos, de canciones<br />
que nos transmiten diversos mensajes que despiertan nuestra curiosidad, avivan nuestros sentidos<br />
y nos transportan a mundos mágicos, misteriosos y fantásticos o nos cuentan la realidad del<br />
mundo así, en frío, a secas. Siempre andamos diciendo, hablando, construyendo historias, incluso,<br />
contando el cuento (ya vemos cómo nuestro idioma tiene una expresión que juega, precisamente,<br />
con la fantasía y la capacidad de imaginación ya sea para bien, pero también para mal: la lengua<br />
es poder en una doble significación: como sustantivo y como verbo. Así es “Dominio, imperio,<br />
facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo; fuerza, vigor, capacidad,<br />
posibilidad, poderío” y, además, “Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo”, como nos<br />
señala el Diccionario de la Real Academia de la Lengua). Y el lema de nuestra Academia Chilena,<br />
es “Unir por la palabra”. Y podríamos agregar crecer por la palabra: unidos y reunidos por la<br />
lengua, nuestra bella lengua española, crecemos cuando leemos, crecemos cuando utilizamos la<br />
lengua, cuando la cuidamos, cultivamos y difundimos, para decir lo que nos dicta el corazón y la<br />
inteligencia.<br />
Leyendo los trabajos enviados a este concurso, sentimos, como jurado, la grata sorpresa<br />
de estar frente a textos que querían contarnos algo y todos trataban de hacerlo de la mejor forma,<br />
lo cual implicaba poner en juego una serie de recursos y estrategias que estuvieran al servicio de<br />
poner en marcha un mecanismo particular que sirviera para que la historia contada nos llegara<br />
adecuadamente, es decir, con una forma que fuera la emoción misma, la risa, el llanto, el dolor,<br />
lo humorístico y un sinfín de sustantivos más, ya que un cuento nos seduce por la forma en que<br />
se nos cuenta.<br />
En el caso del primer lugar, “<strong>El</strong> chaca chapato”, de <strong>El</strong>izabeth Aguilera Novoa, ya a partir<br />
del título, de carácter familiar-afectivo-coloquial, nos situamos en una historia minera llena de<br />
humor, gracia y cercanía, con un buen desarrollo en su exacta brevedad y un manejo de la lengua<br />
familiar que le da un especial toque a la equivocación que es el mecanismo central del cuento, el<br />
cual nos informa y muestra simultáneamente varias realidades que dialogan entre sí mostrando un<br />
conjunto armónico y eficaz.
<strong>El</strong> segundo lugar correspondió a “Un instante en la oscuridad”, de Fernanda Hernández<br />
Carrasco. Resulta interesante el modo cómo la narradora va actualizando, siempre en presente,<br />
lo que describe en relación al protagonista de la historia, Alejandro, su abuelo minero, desde que<br />
parte de la casa para ir al trabajo hasta el sorpresivo final: “Me está sonriendo, me mira con ternura,<br />
pareciera que no le importa estar a kilómetros de profundidad bajo tierra, es normal para él<br />
trabajar en túneles oscuros…”<br />
“Emergencia en Piques Nuevos”, el relato que obtuvo el tercer lugar, de Paula Sandoval<br />
Carrillo, nos cuenta, casi como una premonición, la organización, la travesía (“que duraría más de<br />
siete horas y recorrido más de 12 kilómetros de galerías para evacuar a todo el personal del primer<br />
turno de ese día lunes de invierno…”) y el rescate de un grupo de mineros en 1985.<br />
A propósito de este relato y de la reciente tragedia minera pensamos, de inmediato, en<br />
toda esa literatura que nos es tan familiar y que tiene que ver con un realismo costumbrista que,<br />
desde hace tiempo, nos ha descrito y nos ha hecho sentir, las miserias que padecen y han padecido<br />
miles de seres humanos en las entrañas de la tierra para extraer algún codiciado material que luego<br />
se traduce en dinero. Más en dinero para los malos empresarios que para los nobles trabajadores.<br />
Y aquí mismo, en nuestra Región del Bío-Bío, surge la poderosa voz de Baldomero Lillo, un hombre<br />
que con su escritura hizo un retrato fidedigno de toda una época en las minas de carbón, en<br />
Lota, pero que son y representan el esforzado y casi siempre inhumano trabajo de los mineros del<br />
mundo. Para el escritor Carlos Droguett, Baldomero Lillo es “el primer minero, el que señaló el<br />
derrotero y encontró la veta, el que descendió al infierno, el que cavó más hondo.” Cómo no pensar<br />
en estas palabras cuando vimos por televisión las faenas de rescate de los 33 mineros del norte.<br />
“Sub terra”, “Sub sole”, con sus inolvidables héroes, nos muestran para qué sirve la literatura.<br />
No suenan, entonces, trasnochadas las palabras que leemos en el cuento “<strong>El</strong> chiflón del Diablo”:<br />
“¡Cuántas veces en esos instantes de recogimiento había pensado, sin acertar a explicárselo, en el<br />
porqué de aquellas odiosas desigualdades humanas que condenaba a los pobres, al mayor número,<br />
a sudar sangre para sostener el fausto de la inútil existencia de unos pocos!”<br />
Me congratulo, entonces, de haber tenido la oportunidad de leer y valorar cada uno de<br />
los cuentos enviados a esta cuarta versión del concurso “Me lo contaron mis viejos”. En nombre<br />
del jurado y de los organizadores, felicito e invito a todos los que han concursado y a los que aún<br />
guar
dan pudorosamente tantas historias interesantes que contar, que se atrevan, que entren<br />
en el infinito y fascinante mundo de la literatura y recuerden que, como escribió el poeta<br />
religioso germano-polaco, Angelus Silesius (1624-1677): “Die Rose ist ohne warum; Sie<br />
blühet, weil Sie blühet... La rosa es sin porqué, florece porque florece...”<br />
Lota, 2010.
<strong>Primer</strong> <strong>Lugar</strong><br />
<strong>El</strong> <strong>Chaca</strong> <strong>Chapato</strong><br />
Autor: <strong>El</strong>ízabeth Aguilera Novoa<br />
Seudónimo: Isabel Novoa<br />
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
<strong>Primer</strong> <strong>Lugar</strong>: <strong>El</strong> <strong>Chaca</strong> <strong>Chapato</strong><br />
Autor: <strong>El</strong>ízabeth Aguilera Novoa<br />
Seudónimo: Isabel Novoa<br />
Cuentan las malas lenguas, que por estos<br />
lados abundan, que en unos de esos días en que<br />
los mineros recibían la ‘cancelación’, o sea su<br />
sueldo de fin de mes, acostumbraban a ‘sacarle<br />
una alita’1 al pago para ir a compartir un trago<br />
con los amigos. Aparte del buen pipeño, salían<br />
unos camarones o pescaditas secas, todo para<br />
hacer sed, total había con que apagarla.<br />
Así nomás lo hizo ese día el minerito Peyo. Salió<br />
de su casa bien cacharpeado, su buena pinta,<br />
buenos zapatos y se despidió de su mujer con el<br />
típico: ¡¡¡Voy y vuelvo!!!<br />
¡Mmmmh… Dios sabe cómo! Le respondió la<br />
mujer, a lo que él contestó con una gran risotada.<br />
<strong>El</strong>la no se rió, al contrario, sabía lo que le esperaba.<br />
Lo más probable es que apareciera muerto<br />
de borracho y le tendría que sacar la ropa para<br />
acostarlo, como siempre. Menos mal que ella<br />
era una mujer alta, fuerte y él por su parte era<br />
bajito y delgadito, así es que en<br />
1<br />
2<br />
3<br />
Expresión popular que significa “dejarse parte del dinero que se recibe”.<br />
Sección de interior mina<br />
Supervisor<br />
último caso lo agarraba del cinturón y lo arrastraba<br />
escaleras arriba hasta tirarlo, en calidad<br />
de bulto, a la cama. Lo bueno es que llegaba<br />
tranquilo y nunca le levantó la mano, en todo<br />
caso a él le hubiera tocado la peor parte.<br />
Todavía sonriendo, caminó por la bajada de<br />
las cenizas en Lota Alto, contento como siempre,<br />
y se las echó rumbo a las bodegas de la<br />
feria. En realidad no tenía decidido donde se<br />
iba a quedar: ‘donde primero encuentre un conocido’,<br />
pensó.<br />
Mientras tanto hacía como que vitrineaba,<br />
miraba los precios de la fruta haciéndose el<br />
desentendido, como que andaba en otra cosa.<br />
<strong>El</strong> estaba seguro que nadie adivinaba sus intenciones,<br />
pero en realidad todo el que lo viera<br />
sabía que andaba en la búsqueda de alguien<br />
que lo acompañara a tomarse un trago, porque<br />
no hay nada más fome que tomarse el trago<br />
solo, con compañía y buena conversa sabe<br />
mejor, aunque lo más seguro es que la conversación<br />
fuera de pura mina.
- Por donde anda usted compañerito?<br />
- En las generales2 … Y a usted no lo he visto<br />
en este turno…<br />
- Me cambiaron al tercero, con el mayor3 Jarita…<br />
- ¡¡No, yo ando con ‘boca e´ saco’… putah<br />
el gallo pa’ fregao, iñor!!! Que no hable nada<br />
como la gente, a uno lo sube y lo baja a puras<br />
chuchas.<br />
- Bueno, y es cierto que estuvieron paraos dos<br />
horas sin que corriera el corte?<br />
- Sí, lo que pasa es que el ‘cerro pegó una cargá4<br />
y tuvimos que rajar5 hasta que volvieron<br />
a reforzar los postes. <strong>El</strong> jefe no nos dejó seguir,<br />
tuvimos que esperar un rato hasta que llegó el<br />
superintendente con otros ‘cascos blancos6 y<br />
aseguraron que el peligro había pasado.<br />
- Bueno... ¡salud compañerito!<br />
- ¡Salud…!<br />
- Así con la cosa. Pedimos la otra compañero…?<br />
4<br />
5<br />
6<br />
Movimiento de tierra con amenaza de derrumbe<br />
Correr<br />
Jefes<br />
- ¡Claaaro, pongámosle no más...!<br />
Y así pasó la tarde. Después de un rato se fueron<br />
a otras bodegas como turisteando y se encontraron<br />
con otros grupos de mineros que, al<br />
igual que ellos, andaban en son de descanso y<br />
distracción de la rutina diaria pero que, paradójicamente,<br />
siempre terminaban hablando de<br />
la mina, de la pega, de los jefes o de algún lío<br />
de faldas.<br />
Se vino la noche. Al Peyo también ya le empezaron<br />
a temblequear las piernas y se le borraban<br />
las caras de sus contertulios. Le costaba<br />
seguir la conversación, se le enredaba la lengua<br />
y al final optaba por no hablar, lo que hacía que<br />
sus compañeros se molestaran; es más, lo hacían<br />
callar cada vez que quería intervenir. En<br />
ese momento comprendió que era hora de irse<br />
a su casa.<br />
- ¡Me voy compañeeee….wggua sido un plaaaaazzzzer!<br />
- ¡Chao no mas compañerito…Ta’ puro hueviando!<br />
Y enfiló rumbo a su casa. Le esperaba un largo<br />
camino y debía recorrerlo solo porque ninguno
de los que estaba con él vivía en el mismo pabellón.<br />
Con la poca lucidez que le quedaba, a esas<br />
alturas, optó por seguir el camino de la línea del<br />
tren hasta llegar al Estadio, tomar la subida que<br />
daba al pabellón 55 y así llegar más rápido. En<br />
todo caso ese camino ya lo había hecho antes y<br />
en esas mismas condiciones.<br />
Pero ese día se le pasó la mano más que de costumbre<br />
y le costaba avanzar un paso tras otro.<br />
No veía casi nada, sólo sombras, el cuerpo no<br />
le respondía, trastabilló en reiteradas ocasiones,<br />
perdido, inconsciente, sólo guiado por el instinto<br />
de los borrachos, que al parecer funciona mejor<br />
que radar de aeropuerto.<br />
De pronto sintió algo blandito a sus pies, respiró<br />
contento y se acostó. Por fin estaba en su camita,<br />
pensó, se acomodó y se dispuso a dormir<br />
arrolladito en posición fetal, esperando que su<br />
mujer lo llegara a tapar.<br />
Lo que el Peyo no sabía es que un par de ‘patos<br />
malos’ lo habían seguido desde que salió de<br />
la bodega para cogotearlo7 y al verlo acostado<br />
durmiendo en el pasto se acercaron, seguros que<br />
ya el minerito no colocaba resistencia y podían<br />
saquearle su plata y su ropa<br />
7<br />
Asaltarlo<br />
8<br />
Señora, mujer de minero<br />
Se acercaron lentamente y lo movieron con<br />
sigilo para escarbar en los bolsillos del pobre<br />
hombre. En eso como que despierta y sin abrir<br />
los ojos, comienza a hablarles, feliz de estar en<br />
su camita y que la camará8 le estaba sacando<br />
la ropa.<br />
- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> chapato!!!<br />
Se miraron extrañados y, confundidos, procedieron<br />
a sacarle los zapatos. En todo caso estaban<br />
casi nuevos, igual podían conseguir unos<br />
pesos por ellos.<br />
- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> cachetín!!!... Le sacaron los calcetines.<br />
- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> pantanón!!!... Le sacaron el pantalón.<br />
- ¡¡¡<strong>Chaca</strong> cobata!!!... Le sacaron la corbata.<br />
Nunca habían asaltado a alguien que entregara<br />
con tanto cariño sus cosas.<br />
- ¡¡¡Mame becho!!!... y estiró la trompa para<br />
que su señora le diera un besito.<br />
Hasta ahí no mas le llegó al minerito. No le llegó<br />
ningún bechito, lo que le cayó fue una andanada<br />
de combos y patadas que hicieron
que se le pasara la mona en el acto. Los asaltantes,<br />
después de quitarle la ropa y darle una<br />
buena pateadura, salieron arrancando y ahí recién<br />
despertó Juancho, medio inconsciente, sin<br />
saber si era por curado o por la golpiza.<br />
Se enderezó como pudo, miró a su alrededor,<br />
trató de ubicarse y lo primero que reconoció<br />
fueron los árboles del estadio. Ahí se dio cuenta<br />
que no estaba en su casa, que se había quedado<br />
dormido en el pasto y que estaba pilucho<br />
y adolorido por la pateadura.<br />
Como pudo llegó a su casa, afortunadamente<br />
estaba oscuro y ningún vecino lo vio. Al otro<br />
día, ya más repuesto, se encontró a la entrada<br />
del pique con los mismos compañeros con los<br />
que había estado tomando en las bodegas. Al<br />
verlo tan magullado le preguntaron, sonriendo:<br />
- ¡Que le pasó compañero…! ¿Se cayó a una<br />
mata de zarza o a una mata de combos?<br />
- ¡No sabe na’ lo que me pasó compañero, resulta…!<br />
Y ahí mismo no mas les contó su desgracia,<br />
ellos me la contaron a mí y yo se la cuento a<br />
ustedes. En mala hora porque, a partir de ese<br />
día, cada vez que el pobre aparecía por el pique<br />
o en la corrida de carros que lo llevaban a<br />
los laboreos, más de alguien le gritaba ¡<strong>Chaca</strong><br />
<strong>Chapato</strong>oo!!!<br />
Ya nadie recordó más su nombre. Todos le gritaban<br />
y hasta la fecha lo recuerdan con humor<br />
y picardía como el ‘<strong>Chaca</strong>chapato’.
Segundo <strong>Lugar</strong><br />
Un Instante en la<br />
Oscuridad<br />
Autor: Fernanda Hernández Carrasco<br />
Seudónimo: La Cariñosita<br />
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
Segundo <strong>Lugar</strong>: Un Instante en la Oscuridad<br />
Autor: Fernanda Hernández Carrasco<br />
Seudónimo: La Cariñosita<br />
Transcurría el invierno, lluvioso y barroso, en este<br />
lugar enclavado en el sur y como de costumbre<br />
Alejandro, mi abuelo, se prepara para ir al trabajo.<br />
Son las cinco de la madrugada, está listo el manche<br />
y la charra con agua de hierba, sólo falta echarlo<br />
al bolso y caminar a esperar el bus que lo llevaría<br />
hacia la mina de Lota. Sus pies se llenan de barro<br />
rojo y la lluvia sigue cayendo como cascada<br />
por el camino hacia abajo, su cabeza mojada, sus<br />
ropas estilan, las manos están frías, pero lo único<br />
que piensa es en llegar al refugio temporal, un paradero<br />
donde esperaba el transporte que lo llevará<br />
hasta el frente de trabajo. Por fin llega el vehículo,<br />
un bus grande y frío, sube y muchos otros obreros<br />
van callados, como dormitando o tal vez pensando<br />
por algún rato, qué difícil saber lo que está en<br />
sus mentes. Mientras tanto, los goterones de lluvia<br />
golpean las latas del bus y se confunden con el ruido<br />
del motor. Mi abuelo se friega las manos, debe<br />
tener frío, tal vez sus pies están mojados, sus ojos<br />
tiernos parecen vidriosos, seguramente está pensando<br />
en su familia. Llega a la compañía minera,<br />
se baja y apura los pasos, lo veo difuso, se me pierde<br />
entre tantos hombres, sus ropas de mezclillas se<br />
confunden, lo veo ansioso, a pesar de los años de<br />
experiencia pareciera que fuera su primer medio<br />
de trabajo. Sube a la jaula y comienza el descenso<br />
estrepitoso, por fin llega junto a su amiga la pico-<br />
ta, las luces de sus cascos son verdaderas estrellas<br />
que saturan la oscuridad y destellan por todas partes,<br />
parece una constelación, y la claridad que avanza<br />
hace el retroceso a la oscuridad. Mi abuelo, de aspecto<br />
rudo, toma la picota y la golpea una y otra<br />
vez con una fuerza que me sorprende y pareciera<br />
que, aunque se agoten sus fuerzas, su único objetivo<br />
es derribar el manto negro y brillante del mineral.<br />
Sólo escucho el múltiple golpeo de la picota, siento<br />
la presión; el calor es intenso, mi abuelo suda, su<br />
cara ya tiene el color negro, es como si se confundiera<br />
con el carbón, sólo veo sus dientes blancos,<br />
me está sonriendo, me mira con ternura, pareciera<br />
que no le importa estar a kilómetros de profundidad<br />
bajo tierra, es normal para él trabajar en túneles oscuros,<br />
lugares pequeños, con mas compañeros a su<br />
alrededor que sufren, luchan y pelean a diario contra<br />
el mineral, único sustento de vida. No hay opción, es<br />
esto o nada. Son tiempos difíciles, hay que alimentar<br />
a los hijos, nada importa, sólo golpear y golpear con<br />
fuerza aunque se le vaya la vida en esto.<br />
Al rato, de entre la oscuridad, veo correr unos roedores<br />
y un hombre grita ¡¡¡Gas Grisú!!! Y como su eco<br />
retumbaba sin fin, se repite grisú, grisú... Hombres<br />
corren, siento miedo, me
Inunda la angustia, no veo a mi abuelito y antes<br />
que me de cuenta se oye un estruendo, una explosión<br />
inmensa. Sólo escucho gritar de dolor, gemidos<br />
y de repente un silencio, quietud y oscuridad.<br />
No veo nada, tiemblo, tengo mucho frío. Sólo<br />
cierro mis ojos y aprieto mis parpados, mientras<br />
en mi mente está la imagen de mi abuelo y su sonrisa,<br />
y cuando decido abrirlos estoy en mi cama,<br />
miro el cielo blanco y me doy cuenta que estoy<br />
en mi dormitorio. Sólo era un sueño, o tal vez fui<br />
transportada a aquel tiempo donde mi abuelito<br />
Alejandro vivió, para conocer el sacrificio y esfuerzo<br />
de una generación de hombres que luchó<br />
por su familia en las minas de Lota
“Me lo Contaron Mis Viejos”
Tercer <strong>Lugar</strong>: Emergencia en Piques Nuevos<br />
Autor: Paula Sandoval Carrillo<br />
Seudónimo: Shiqa<br />
Un lunes de invierno, por el año 1985, ingresamos<br />
cerca de 2.000 trabajadores a las faenas<br />
del primer turno, que se iniciaba a las siete<br />
de la madrugada, a cumplir una vez más con<br />
nuestra jornada diaria de trabajo. Se trataba de<br />
un día más de labor después de trasladarnos<br />
en las jaulas (ascensores) hacia fondo Pique,<br />
a una profundidad de 480 metros; nos internamos<br />
en los correspondiente convoyes, mas<br />
conocidos como corrida del personal, con destino<br />
a nuestros distintos distritos -Nivel 650,<br />
Esperanza, Victoria y Laraquete-, recorrido<br />
que duraba aproximadamente 25 minutos por<br />
las extensas galerías del tráfico principal.<br />
Luego de entregar a nuestros mayordomos<br />
la tarjeta de control de asistencia en las<br />
afueras de las oficinas auxiliares, éstos, junto<br />
a los disparadores, nos señalaban las órdenes y<br />
tareas programadas a cumplir en los distintos<br />
laboreos que se encontraban en explotación o<br />
preparación. Yo me desempeñaba como apir<br />
junto a un centenar de compañeros en el frente<br />
mecanizado del laboreo 1044, en una veta de<br />
potencia (altura) no superior a los 80 centímetros.<br />
Mientras desarrollábamos nuestra labor<br />
cotidiana en condiciones muy difíciles, cerca<br />
de las 10 de la mañana se paralizan<br />
de un solo golpe todas las maquinarias utilizadas<br />
de apoyo a la producción, situación que<br />
ocurría con cierta frecuencia, por lo que correspondía<br />
esperar algunos minutos en el lugar<br />
de trabajo, mientras se recuperaba la energía o<br />
se conociera la causa de la caída de corriente.<br />
Después de 15 minutos de espera, la energía<br />
no se recuperaba y el aire en el laboreo cada<br />
vez se ponía mas pesado por la falta de ventilación.<br />
Fue entonces cuando el mayordomo<br />
Aguilera recibe instrucciones superiores, ordenando<br />
de inmediato la evacuación rápida<br />
de todo el personal del laboreo, dirigiéndolo<br />
hacia el tráfico principal, acto que debería<br />
cumplirse en sólo 20 minutos y esperar en este<br />
lugar nuevas instrucciones. <strong>El</strong> desconcierto se<br />
apoderaba de nosotros al no conocer la causa<br />
ni el origen que provocaba la emergencia.<br />
De pronto sale desde la oficina auxiliar el<br />
jefe de distrito, más conocido como el ‘Tatarata<br />
Flores’, ingeniero a cargo del distrito Laraquete,<br />
junto al mayordomo Bahamonde, de sobrenombre<br />
‘canasto con queso’, quien con voz<br />
firme y entrecortada informa que toda la mina<br />
se encuentra paralizada, incluidos los dos ventiladores<br />
principales que dejaron de funcionar<br />
hace un par de oras atrás, sin señalar la causa,<br />
por lo que ordena iniciar la evacuación de todo<br />
el personal, en forma
inmediata, hacia la superficie a través de la<br />
única salida de emergencia habilitada por el<br />
sector de Pique Grande, trayecto que podría<br />
demorar en caminata más de 6 horas. Entonces<br />
nos reunimos algunos de los más conocidos,<br />
entre ellos ‘el Puma’, ‘Chueco Tano’,<br />
‘Pan con Huevo’, ‘Hilito el pañolero’ y el<br />
contratista ‘Topo Yiyo’, para iniciar esta travesía<br />
con destino incierto; nos aligeramos de<br />
ropa y acomodamos nuestros guamecos, de<br />
los cuales sólo algunos disponían de restos del<br />
manche y agua de perra que conservábamos<br />
en las charras y que utilizaríamos en el trayecto,<br />
para saciar la sed durante la marcha.<br />
Iniciamos la marcha desde el distrito Laraquete,<br />
a paso firme, en una larga columna de trabajadores<br />
en cuyo trayecto se escucharon una<br />
serie de comentarios y tallas típicas. Avanzado<br />
ya varios kilómetros, cerca del nivel 650, ‘Pan<br />
con Huevo’ dice: “paremos un poco para refrescarnos<br />
con agüita pues, compadre Hilito”.<br />
“Ya nomás, sirvámonos agua”, dice ‘Hilito’.<br />
Cuando, al revisar el guameco, ‘Pan con Huevo’<br />
se da cuenta que su charra se encontraba<br />
seca, dado que a primera hora la había vaciado<br />
por la sequedad de su organismo al bajar<br />
ese día lunes con la caña vivita. Entonces,<br />
más atrás aparece el finao ‘Erices’, barretero,<br />
de una estatura imponente, quien además era<br />
reconocido por su generosidad y solidaridad,<br />
a ofrecerle de su agua que transportaba en una<br />
gran charra de aluminio, quien le dice: “sírvase,<br />
compañero Salazar, que ésta alcanza para<br />
todos”. ‘<strong>El</strong> Puma’ a su vez reflexionaba y decía<br />
“esta caminata me recuerda, compañero Carrillo,<br />
a la gran e histórica marcha del año 1960,<br />
cuando recorrimos mas de 40 kilómetros hacia<br />
Concepción, junto a nuestras familias, en busca<br />
de respuestas a las demandas a nuestro pliego<br />
de peticiones presentado a las autoridades de<br />
la Compañía y al gobierno de Jorge Alessandri<br />
-conflicto y lucha sindical que terminaría a causa<br />
del terremoto del año 1960-, personaje que<br />
visitaría nuevamente la zona a fines de los ´60<br />
en calidad de candidato de la derecha y fuera<br />
recibido por la gente con fuertes protestas y rechazo,<br />
lo que le obligó a alejarse inmediatamente<br />
de la comuna, sin antes señalar la siguiente<br />
frase y amenaza: ‘Piedras me tiraron, piedras<br />
comerán’.”<br />
Luego que ‘Hilito’, el pañolero y apir más raquítico<br />
de la mina por su marcada figura y delgadez,<br />
se tomara algunos sorbos de jugo Yupi<br />
que el mismo se preparaba, reiniciamos el largo<br />
camino sin conocer, a esa altura, aún las verdaderas<br />
razones de la emergencia.<br />
Al llegar al sector de la 480, lugar donde el personal<br />
de la brigada de salvamento y algunos<br />
aforistas dirigirían a la gran columna de trabajadores<br />
por las revueltas generales depique Grande,<br />
éstos nos informaban que el tramo siguiente<br />
sería el mas difiícil por qe gran parte
de este trayecto deberíamos realizarlo a través<br />
de los principales corrientes, denominados<br />
Uno Sur y Uno Central, ambos con fuertes<br />
pendientes. Ingresamos a la revuelta principal,<br />
de inmediato se sintió el cambio de aire y humedad,<br />
características comunes de este tipo de<br />
galerías; el aire se sentía mas sofocante y con<br />
mayores temperaturas, creo superior a los 25º,<br />
lo que nos obligó a desprendernos de nuestras<br />
camisetas y continuar este tramo con el torso<br />
desnudo. Internados un par de kilómetros en<br />
las galería de revueltas, por las cuales hubo que<br />
cruzar algunos tramos con mucha precaución<br />
señalizados como zona de derrumbes, dado el<br />
abandono y falta de mantención de este sector<br />
de la mina, entre el cansancio y agotamiento<br />
acumulado por el largo recorrido, se escucha<br />
el comentario de algunos compañeros más antiguos,<br />
de sus andanzas por estos lugares. Venían<br />
de la voz de un par de barreteros que señalaban<br />
“¡te acordáis Perico cuando trabajamos<br />
por aquí, en los antiguos laboreos del distrito<br />
San Juan, Central Bajo y Fortuna!” “Claro que<br />
me acuerdo, pues Manta de Saco”, le contesto<br />
Perico, “pucha que eran bonitas las vetas,<br />
compadre, y seguras, igual ganamos buena<br />
plata por aquí”. Continuamos avanzando por el<br />
corriente cada vez mas empinado donde corría<br />
un gran caudal de agua por los costados de las<br />
galerías, provenientes de más de alguna napa<br />
subterránea o de antiguos laboreos que fueron<br />
explotados y posteriormente abandonados, éstas<br />
aguas generaban mucho barro y humedad,<br />
cuestión que hacía más dificultoso y agotador<br />
nuestro lento avance y caminar. En este nuevo<br />
escenario comienzan a aparecer, en los compañeros<br />
de mayor edad y gordura en exceso, los<br />
síntomas de agotamiento total. De inmediato<br />
se organiza la improvisada atención y apoyo<br />
por parte de los propios compañeros y luego<br />
por personal especializado de la brigada de<br />
salvamento, quienes disponían de equipos de<br />
rescate. Esta situación, obligó a los supervisores<br />
y jefatura de la mina a organizar de mejor<br />
manera el último tramo de esta larga y agotadora<br />
caminata.<br />
Al llegar al último tramo, que concluía con<br />
esta galería siempre en pendiente, alcanzamos<br />
la recta final de esta larga caminata hasta llegar<br />
al sector conocido como la Chimenea de Pique<br />
Grande, que era el espacio más amplio de la<br />
galería y al frente una alta muralla vertical de<br />
fuerte pendiente uno en uno, de unos 100 metros<br />
de altura, la que debíamos escalar para alcanzar<br />
la salida a la superficie. En este lugar se<br />
encontraba un equipo de paramédicos con más<br />
brigadistas para atender a los más desfallecidos<br />
e instruir al resto la forma de escalar la Chimenea,<br />
de la cual sólo colgaban unos cinco macizos<br />
cordeles que servirían de apoyo al ascenso.<br />
Luego de un breve descanso y de recomendarnos<br />
volver a abrigarnos, comenzamos el ascenso<br />
en forma individual, que requería de mucha<br />
concentración y fuerza aplicada por nuestros<br />
propios brazos. Superada esta hazaña,
cruzamos las tres compuertas que regulaban<br />
la salida de aire en un tramo de veinte<br />
metros hasta, finalmente, lograr pisar suelo<br />
firme y ver el oscuro cielo acompañado<br />
de fuertes ráfagas de viento. Mientras en<br />
superficie existía toda una organización<br />
para apoyar el retorno final a nuestros hogares,<br />
personal de apoyo nos cubría con<br />
frazadas desde la salida de la última compuerta<br />
hasta los buses que nos trasladarían<br />
a los baños colectivos de Piques Nuevos.<br />
Ya instalados en el bus se nos repartió un<br />
delicioso café bien cargado, para superar el<br />
terrible frío. Viento y lluvia encontrado en<br />
superficie, transformado en un gran temporal<br />
de invierno que azotaba nuestra zona,<br />
había provocado el corte general de energía<br />
eléctrica en toda la zona minera, por<br />
más de veinticuatro horas. Los compañeros<br />
más afectados y con compromiso de salud<br />
eran trasladados en forma inmediata hasta<br />
el hospital de Enacar, donde se había habilitado<br />
una sala especial para su oportuna<br />
atención y<br />
recuperación. Mientras la gran mayoría de<br />
los trabajadores, en el sector de los baños,<br />
tomábamos una larga, refrescante y relajante<br />
ducha, para ser posteriormente trasladados<br />
a nuestros hogares, lugar donde nos<br />
esperaba un cálido y hermoso abrazo familiar.<br />
En tanto, tu abuela Olga, arrodillada<br />
en su dormitorio, agradecía a dios porque<br />
uno de sus hijos retornaba al hogar sanito<br />
y salvo.<br />
La organización y rescate, que duraría más<br />
de siete horas y recorrido más de 12 kilómetros<br />
de galerías para evacuar a todo el<br />
personal del primer turno de ese día lunes<br />
de invierno, nos dejó una gran lección<br />
y aprendizaje, lo que obligó incluso a la<br />
Compañía a invertir importantes recursos<br />
económicos en equipos de emergencia<br />
(grupos electrógenos) que garantizarían<br />
oportuna atención a futuras emergencias y<br />
que permitirían evacuaciones del personal<br />
a través de los piques 1 y 2, ubicados en<br />
Piques Nuevos.
<strong>El</strong> Manta<br />
Autor: <strong>El</strong>sa Riquelme Riquelme<br />
Seudónimo: Azazel Raser<br />
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
Mención Honrosa: <strong>El</strong> Manta<br />
Autor: <strong>El</strong>sa Riquelme Riquelme<br />
Seudónimo: Azazel Raser<br />
En una noche de Julio del año 2006, en pleno<br />
invierno, don Juan Valdebenito, un hombre<br />
muy trabajador, con barba larga que le tapaba<br />
sus mejillas y un par de ojos verdes brillosos<br />
que a cualquiera le entregaban confianza, sencillo<br />
y humilde, cumplía su labor de esos años<br />
en la guardia de la antigua caleta de Lota.<br />
Comúnmente hacía su recorrido alrededor de<br />
las once de la noche, pero comenzó más tarde<br />
esa vez. Sin ningún alma que lo acompañase<br />
empezó a caminar, acostumbrado a este rumbo<br />
de vida y trabajo, porque uno que otro hombre<br />
se había marchado por el ambiente que tenía el<br />
lugar: tenebroso, oscuro y desconfiado.<br />
Esa misma noche se abrigó y cubrió de lleno su<br />
rostro con su manta y un sombrero que le había<br />
obsequiado un ‘viejo amigo’. Así, sin prisa,<br />
alumbrando las olas y las huellas en la arena,<br />
por las afueras de una casa abandonada, a los<br />
pies de ésta, comenzó su escalofriante recorrido<br />
por el entorno de la caleta. Cuando ya se<br />
alejaba de los lugares que recurría a menudo,<br />
se asombró al ver una luz que se reflejaba en la<br />
ventana del segundo pisoe la casa... Siendo ya<br />
cerca de las dos de la madrugada.<br />
Acudiendo a ella a pasos lentos, por si hubiese<br />
estado alguien y no se espantara… para decirle<br />
que no debía estar a tantas horas de la noche<br />
en un sitio privado y sin que nadie le hubiese<br />
concedido el permiso para ingresar.<br />
Llegó a la entrada de la casa sacando las llaves<br />
de su bolsillo, silenciosamente abrió la puerta,<br />
subió las escaleras cautelosamente, de puntillas,<br />
llegando al descanso de ésta se dirigió<br />
a una mesa en dónde estaba aquella luz que<br />
alumbraba la habitación, era una vela que estaba<br />
a punto de desvanecerse por el viento que<br />
entraba por esa ventana.<br />
Aterradamente observó que no se encontraba<br />
nadie, en ese instante tuvo un escalofrío que<br />
le erizó la piel, recordando al amigo que no<br />
veía hace mucho más de cuatro años, al Manta;<br />
pero sin darle mucha importancia a éste<br />
presentimiento, se asomó a apagar la vela con<br />
mucho cuidado, cuando siente una mano en su<br />
hombro deteniéndolo a apagarla. Se voltea de<br />
inmediato y era el rostro tenebroso, pero a la<br />
vez demostraba decir ¡he vuelto Era el “Manta”...<br />
su amigo.<br />
asombrado de este encuentro inesperado, le
pregunta: “Juan ¿Qué haces aquí?... Tantos<br />
años sin saber de ti y te apareces como si nada”.<br />
Manta se acercó a abrazarlo y Juan lo esquivó.<br />
Por la reacción que tuvo su amigo, triste y con<br />
la voz angustiada le responde: “Amigo Juan,<br />
vine a despedirme de ti ya que tendré un viaje<br />
muy largo en dónde podré estar mejor y salir<br />
de éste hundimiento de vida que he llevado durante<br />
muchos años. Viejo, como le decía a don<br />
Juan, sé que fue mucho tiempo sin tener noticias<br />
el uno del otro, pero te pido que me entiendas”.<br />
Cayéndole algunas lágrimas, continúa:<br />
“pasé por muchas pruebas difíciles en mi vida,<br />
en la condición que me encontraba hubiese decidido<br />
esto antes pero seguí adelante, tampoco<br />
recurrí ni pensé en nadie que me pudiese ayudar,<br />
ni siquiera en mi familia… pero ya basta,<br />
para que nadie sienta culpa, me marcharé y no<br />
regresaré jamás.”<br />
Apagándose de golpe la luz de la vela.<br />
Inmediatamente Juan baja corriendo las escaleras,<br />
gritándole que lo esperase para que le<br />
siguiera contando y decirle que igual entendía<br />
la posición en la que se encontraba y que lo<br />
entendiera también a él, pero ya era demasiado<br />
tarde, se había ido sin dejar rastro alguno. Y<br />
murmurando… ¡Qué diablos pasa!...<br />
Así, bajando desconcertado a las orillas del mar<br />
y sintiendo la misma sensación de escalofríos<br />
de aquellos hombres que se habían marchado<br />
por el ambiente del lugar, se sienta, demasia-<br />
do cansado, como si hubiese ido a una corrida<br />
de muchos kilómetros para poder llegar a una<br />
meta, pero reflexionando a la vez las palabras<br />
de su amigo. Dándole muchas vueltas en su cabeza,<br />
se pregunta: “¿Realmente qué le habrá<br />
pasado? ¿Por qué viene ahora sin avisar?...”<br />
Quedando muy asustado, preocupado por lo<br />
sucedido y arrepentido de no haber podido alcanzar<br />
al viejo amigo, decide ir a visitarlo a<br />
la casa, para poder tener un poco más clara la<br />
situación.<br />
A la mañana siguiente se tomó el día libre para<br />
ir a dónde le tenían que dar una explicación,<br />
llegando a los viejos pabellones, cerca de la<br />
Mina <strong>El</strong> Chiflón. Golpeó de una manera urgente<br />
una de las puertas de las viviendas para que<br />
le abrieran y preguntar en dónde estaba viviendo<br />
la madre de su amigo.<br />
En la puerta dos mil trescientos seis le abre una<br />
vieja anciana con muchas arrugas y usando un<br />
bastón le pregunta, con la voz tiritona por la<br />
edad: “¿Qué desea caballero o en qué puedo<br />
ayudarlo? Hace años que no me vienen a visitar”,<br />
poniendo una cara de amargura con la<br />
vida, se respondió. Él la reconoció de inmediato<br />
por la voz de aquella y le dice: “ Doña Carmen<br />
, soy yo, Juan Valdebenito, amigo de.
José… ¿Me recuerda? ¿No me reconoce?”<br />
Entablando una conversación llena de preguntas,<br />
le dice: “He pasado mucho tiempo encerrada<br />
aquí, ya no siento ni percibo el giro de las<br />
llaves en la chapa de la puerta, cuando entraba<br />
mi hijo, -recalcando- ¡Mi único Hijo!” Llorando<br />
le responde: “Si me recuerdo de ti, jovencito,<br />
cuando jugabas con José a la entrada de<br />
la mina y yo salía a buscarlos para que no bajaran<br />
a las entrañas de esa maldita y peligrosa<br />
oscuridad, quizás por tanto prohibirles desde<br />
pequeños, mi hijo quiso experimentar y bajó<br />
sin precaución alguna, nunca más volvió, ya ni<br />
siento su olor, sólo el olor a muerte…”<br />
Juan, espantado de la historia que le había revelado<br />
Doña Carmen, cae al sofá y le pregunta:<br />
“¿Cuándo sucedió esto?” “<strong>El</strong> tres de mayo<br />
hijo, hace dos meses”.<br />
Con voz sorprendida: “Pero, ¡cómo! ayer estuvo<br />
conmigo, conversando, relatándome que<br />
ya no podía más… Que iría a un viaje y que<br />
escaparía de todo esto…”<br />
“Mi hijo estaba arrepentido de muchas cosas,<br />
Juan, cosas que no le resultaban y más con la<br />
muerte de su esposa; de ti hablaba demasiado,<br />
pero no se atrevió a visitarte para que tú no cargarás<br />
también con los problemas de él.” Con<br />
voz sublime le dice: “Lo echamos de menos,<br />
cargarás también con los problemas de él.”<br />
Con voz sublime le dice: “Lo echamos de<br />
menos, pero entiéndelo… Lo mismo me dijo<br />
él esa noche… Juan, sólo te dejó una foto de<br />
cuando eran unos pequeños traviesos amigos,<br />
hasta que la muerte los separó…”<br />
Sin nada más que agregar, Juan se despide y le<br />
agradece a Carmen por la explicación que la<br />
había dado por lo que sucedió…<br />
- Adiós mijito, cuídese, él siempre estará con<br />
nosotros.<br />
Dando suspiros recorrió el barrio en donde<br />
jugaban y los lugares en donde se escondían<br />
para poder bajar a la mina, pero siempre los<br />
sorprendía el celador.<br />
Ese día, después de haber sabido todo lo que<br />
había sucedido con el Manta, se fue para la<br />
pega al turno de noche y no deja de ver la vela,<br />
en el segundo piso de la casa, que se apaga con<br />
un fuerte soplón de viento. Cerca de las dos de<br />
la madrugada, en los pabellones en donde vivía<br />
aquel hombre, se escuchan los llantos angustiados…<br />
suplicando disculpas.<br />
<strong>El</strong> alma en pena del Manta recorre todos los<br />
lugares que acudía con su amigo, el Juan.<br />
Nadie se explica nada. En la tarde la madre,<br />
después de haber relatado la historia de la<br />
muerte de su hijo, pierde la vida en un ahogo
de llanto, muriendo tranquila en su casa. En<br />
aquel pabellón vela su alma, llorando por su<br />
hijo.<br />
Juan se resignó a la compañía de José en las<br />
noches frías del invierno.<br />
Esos días, cerca de las dos de la madrugada, se<br />
ve un hombre alto, con una manta roja mirando<br />
hacia el mar, llorando…
Hijo del Carbón<br />
Autor: Arnoldo Olave Guajardo<br />
Seudónimo: Pelé<br />
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
Quiero remontar esta historia a muchos años,<br />
pero muchos años atrás, en mi pueblo, mi ciudad<br />
llamada ‘Louta’, nombre que le dieron<br />
los mapuches, primeros habitantes de aquel<br />
entonces, dueños y señores de su tierra, la<br />
cual defendieron con mucha valentía, fuerza<br />
y valor ante la invasión española. ‘Louta’ en<br />
su lenguaje significa pequeño caserío, pequeña<br />
casa o pequeño pueblo. Pero avancemos en<br />
el tiempo y remontémonos a la llegada de don<br />
Matías Cousiño, gran empresario, quien en el<br />
siglo XVIII descubrió el carbón, llamado también<br />
por Chile entero ‘Oro Negro’, y que le dio<br />
un impulso económico impresionante a nuestra<br />
zona y a nuestro país, importante combustible<br />
para abastecer a distintas industrias emergentes<br />
de esa época, incluso tuvo gran participación<br />
en el abastecimiento de los barcos en la<br />
Segunda Guerra Mundial, también servía de<br />
combustible para los fogones que tenían los<br />
hogares de los mineros. <strong>El</strong> carbón llegó a ser<br />
el que más divisas entregaba al país y dio trabajo<br />
a miles de trabajadores; desde los montes,<br />
desde la cordillera bajaban campesinos a ver la<br />
novedad y poder trabajar en las minas de Lota,<br />
desde las caletas aparecieron los pescadores en<br />
busca de un nuevo trabajo, un nuevo estilo de<br />
vida, pensando quizás ‘este trabajo es menos<br />
peligroso que el mar’.<br />
Desde Tres Pinos, a unos 50 kilómetros de<br />
Lota, pasando al lado Sur de Laraquete, en el<br />
año 1886 llega a Lota Juan Olave Velásquez,<br />
un joven que viene en busca de nuevos horizontes,<br />
trayendo en su mente y en su corazón<br />
la esperanza de un futuro mejor. Este joven era<br />
mi abuelo, quien trabajó más de 45 años en la<br />
mina <strong>El</strong> Chiflón de la cual se cuentan muchas<br />
historias, como por ejemplo: “la de un perro<br />
que arrastraba una cadena de fierro con unos<br />
inmensos eslabones, este perro caminaba por<br />
la galería 320, donde ningún minero quería ir a<br />
trabajar porque, según se cuenta, quien en realidad<br />
arrastraba la cadena era el mismo diablo,<br />
por eso donde debía trabajar sólo una persona<br />
allí se mandaba a lo menos dos o tres trabajadores<br />
para poder evitar el miedo existente; sin<br />
embargo, cada día se hacía más frecuente y temeroso<br />
poder trabajar. Vista esta situación, la<br />
jefatura de ese entonces decidió cerrar este laboreo,<br />
igual se escuchaba al perro arrastrando<br />
la cadena pero ahora aullando y llorando todo<br />
el trayecto”.<br />
Como ésta hay otras historias y los mineros de<br />
esta época le pusieron”el Chiflon del Diablo”,
que hasta hoy sigue con el mismo nombre.<br />
Cuando mi abuelo entró a trabajar al Chiflón<br />
ya era famoso por sus historias y no temiendo<br />
a esto igual ingresó a la Empresa, en ese entonces<br />
con el nombre de Compañía Carbonífera<br />
de Lota. Mi abuelo se casó con doña Gregoria<br />
Poza Zenteno. Afortunadamente alcancé<br />
a conocerla ya que en sus últimos años vivió<br />
con nosotros en nuestro humilde hogar en Pabellón<br />
39, casa 170, del barrio Matías Cousiño,<br />
en Lota Alto; pabellones que la empresa<br />
construyó para los trabajadores y sus familias.<br />
Aquí quiero detenerme un momento y hacer<br />
hincapié en lo que, en nuestra tierra y nuestro<br />
pueblo, era la discriminación por parte de la<br />
empresa, ya que para los empleados, antiguamente<br />
llamados ficha cuadrada, habían pabellones<br />
completamente de material y para los<br />
obreros, de madera; incluso, había piscina para<br />
los hijos de obreros y piscina para hijos de empleados;<br />
como también casa de limpieza para<br />
los empleados, que se ubicaba al lado atrás del<br />
Hospital de la empresa de Lota Alto, y para los<br />
obreros, que se encontraba en el barrio Chiflón,<br />
calle principal para llegar al pique. Hay que<br />
agregar también que el carbón se entregaba<br />
de acuerdo a la antigüedad y cargas familiares,<br />
además se entregaban por carretadas y una<br />
de éstas equivalía a 500 kilos de carbón; mi<br />
abuelo recibía 6 carretadas mensuales, ya que<br />
su familia era bastante grande, también tengo<br />
que decir que los empleados recibían carbón<br />
granado y los obreros carbón molido.<br />
En su tiempo mi abuelo era un hombre alto,<br />
fornido, típico campesino criado con todo lo<br />
que la naturaleza le entregó en sus tiempos de<br />
niñez. Él nos contaba cómo había sido su infancia.<br />
Ahora su cuerpo ya está cansado por el<br />
trajín del tiempo. Nos juntaba a los ocho nietos,<br />
unos más grandes y otros más pequeños, y contaba<br />
historias del campo donde él vivía. Que<br />
muy temprano, casi de madrugada, se levantaba<br />
para ordeñas las vacas para después irse a la<br />
escuela rural. Allí aprendió a leer y escribir a<br />
medias, nos decía que se aburría porque debía<br />
caminar mucho todos los días, dos horas para<br />
llegar y dos horas para regresar, junto a otros<br />
tres amigos; pero igual se esforzaba porque<br />
quería, a lo menos, saber leer y escribir. “Yo<br />
nunca conocí como ahora el zuncho, el trompo,<br />
las bolitas, el volantín, eso para nosotros<br />
no existía; sólo me entretenía cazando lagartijas,<br />
matando pajaritos, jugando con algunos<br />
animales. En una oportunidad logré ver al león<br />
que bajaba de la montaña, en tiempo de escarcha,<br />
hasta nuestro patio a comerse algunas aves<br />
y corderos que mi taita criaba.”<br />
La historia que más nos gustaba y que mi abuelo<br />
nos contaba, era cómo conoció a Gregoria,<br />
nuestra abuela. De eso ya han pasado como 37<br />
años y yo tampoco recuerdo mucho de sus historias,<br />
pero lo que sí recorda
mos con nuestros hermanos es que la conoció<br />
en un largo camino que estaba junto a un arroyo,<br />
donde él bajaba junto a su enorme y hermoso<br />
perro, a quien llamaba Tulipán Negro por<br />
una capa que tenía una tía, a quien no le simpatizaba<br />
mucho y siempre lo regañaba. Cuando<br />
iba a su casa, lo llamaba y le decía “pásame<br />
el tulipán” que era una enorme capa negra y,<br />
como su perro, el que le había regalado su<br />
amigo Panchito, era negrito, él le puso Tulipán<br />
Negro, con quien bajaba al arroyo, llevaba su<br />
jarro y su bolsa de harina tostada que mi tatarabuela<br />
le preparaba. Allí la conoció.<br />
“En esos tiempos -nos decía- no se hablaba<br />
de amor, sólo las miradas y algunos gestos te<br />
demostraban que allí algo pasaba. Por lo menos<br />
yo tendría unos doce años y siempre la<br />
encontraba junto al arroyo. Un día llevé dos<br />
jarros para invitarla a tomar agua con harina,<br />
me miró y no aceptó, yo ya sabía que sería mi<br />
compañera para toda mi vida. Luego me vine<br />
a Lota y recuerdo que lo único que le hablé<br />
es que volvería a buscarla, que me esperara<br />
junto al arroyo, ni siquiera sabía cómo se llamaba.<br />
Llegue a Lota, conocí a otras niñas, yo<br />
era alto para mi edad, ellas no me atraían, no<br />
me interesaban, escuché muchos comentarios<br />
desagradables hacia mí, pero mi pensamiento<br />
y mi corazón estaban allí, en mi tierra, en mi<br />
camino largo para llegar hasta Gregoria; por<br />
lo tanto, sólo me dediqué a trabajar, no tenía<br />
ni siquiera doce años. <strong>Primer</strong>o fui mensajero,<br />
porque algo sabía leer, y luego fui tarjetero. Yo<br />
quería ganar y ganar dinero, sabía que tenía un<br />
compromiso que cumplir y me animé y fui a<br />
la mina como barretero, no me importaron las<br />
historias que ya conocía, esas terroríficas, que<br />
muchas veces hacían que algunos jóvenes no<br />
bajaran a la mina. Al tiempo volví al arroyo,<br />
nuevamente con mis dos jarros y mi perro, y<br />
ahí estaba y la invité, ahora con una sonrisa sí<br />
me aceptó. Fui el hombre más feliz, algo nació<br />
dentro de mí, estiré mi mano y la toqué, toqué<br />
su rostro por primera vez. Luego fuimos con<br />
mis papás y pedí su mano -nos decía-, no fue<br />
fácil ya que éramos muy jóvenes y yo debía<br />
traérmela a Lota. Pasaba el tiempo y debí viajar<br />
varias veces para poder convencer a Don<br />
Wenceslao Poza, quien más tarde sería mi suegro<br />
y su tatarabuelo. Una vez teniendo su permiso<br />
nos venimos a Lota.<br />
Nos casamos, lo que más me recuerdo es que<br />
nunca la besé, sólo tomaba su mano con mucho<br />
respeto, cariño y cuidado, para no hacerle daño.<br />
Estando casado, tu abuela me comentaba en la<br />
cena después de llegar de mi trabajo, que era<br />
muy agotador ya que trabajábamos doce horas,<br />
que desde que vine a Lota, ella bajaba todos<br />
los días al arroyo y al mirar las aguas veía mi<br />
rostro reflejado en ellas. Como se pueden dar<br />
cuenta, a su abuela también la
había flechado cupido.”<br />
Mi abuelo era choro, encachado, simpático<br />
y cariñoso. Cuando falleció, a la edad de<br />
noventa y seis años, dejó un gran vacío en<br />
nuestro hogar, en mis hermanos y en especial<br />
un gran vacío en mi corazón, pero lo<br />
más importante es que dejó a mi papá, a<br />
quien amo y amare siempre. Mi papá también<br />
fue minero y lotino de corazón, y yo<br />
fui y seré siempre ‘Hijo del Carbón’.<br />
38
Autor: Octavio Fernández Flores<br />
Seudónimo: Toño Linares<br />
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
Mención Honrosa: La Diosa del Carbón<br />
Autor: Octavio Fernández Flores<br />
Seudónimo: Toño Linares<br />
Juan estaba petrificado mirando la vagoneta<br />
que traía las víctimas del grisú. La ardua tarea<br />
de despejar la galería había concluido al día<br />
siguiente de la explosión. Entre esa masa de<br />
cuerpos deformes, ya sin vida, se encontraba<br />
su padre. La memoria del muchacho lo retrocedió<br />
al día anterior cuando en el pilón su madre<br />
trataba de retirar lo negro de la cara y del dorso<br />
de su padre. Su piel nunca recuperó su color<br />
natural. <strong>El</strong> carbón se había apoderado de ella y<br />
se había introducido en su cuerpo. Recordaba<br />
las palabras de su abuelo cuando decía que a<br />
un minero, aparte de circular carbón por sus<br />
venas, lo respiraba y lo incorporaba a su alma.<br />
Mientras sus ojos continuaban ajenos a las maniobras<br />
del personal seguía pensando ahora en<br />
su madre, esa mujer morena, de ojos negros,<br />
pelo largo, menuda, que de sus antepasados<br />
araucanos había heredado la entereza y la energía<br />
de un tractor. Lo había criado a él y a sus<br />
cuatro hermanos menores, guiando siempre el<br />
hogar. Preparaba cazuelas y sobre todo ese pan<br />
minero, ¡tan rico!, hecho en hornos colectivos<br />
con las vecinas del pabellón treinta y dos. <strong>El</strong><br />
cine, la plaza, las fiestas del barrio, las ramadas;<br />
todo compartido con su madre, hermanos<br />
y vecinos. Su padre era una figura ausente en<br />
sus recuerdos, porque siempre se interponía el<br />
pique con su horario esclavizante.<br />
Cuando la voz ronca del capataz nombró a<br />
Juan Carrasco, su padre, entre los mineros inmolados,<br />
ninguna lágrima se escapó y su cara<br />
permaneció inexpresiva. Se iniciaría una etapa<br />
nueva en su vida.<br />
La Compañía Carbonífera se hizo cargo de los<br />
funerales y de un estipendio a la viuda por seis<br />
meses.<br />
Las faenas de extracción de carbón tenían<br />
como ingredientes principales la pobreza, la<br />
ilegalidad, la tragedia y el desamparo. Todo en<br />
un marco de conflictos sociales emanados de<br />
bajos salarios y condiciones inseguras en los<br />
piques. Las viudas causadas por el grisú, la fibrosis<br />
pulmonar y los accidentes laborales aumentaban<br />
según pasaba el tiempo. Por fortuna,<br />
entre la población de los pabellones existía la<br />
solidaridad de los pobres. Cuando a una viuda<br />
le faltaba algo para comer, las vecinas le proporcionaban<br />
alimentos.<br />
A Juan le faltaba un mes para cumplir los 15<br />
años, se había convertido en el puntal de la
familia. Con la ayuda de su padrino logró ingresar<br />
a los piques, primero como ayudante de<br />
‘apuntalador’, cortando maderos para los revestimientos<br />
y luego como cargador de vagones.<br />
Su cuerpo empezó a cambiar; su piel ya no<br />
era blanca, el carbón lo estaba transformando<br />
en un hombre moreno. Su madre lo lavaba con<br />
jabón gringo en el pilón, como lo había hecho<br />
con su padre. Nunca recuperó su color original.<br />
Juan había hecho amistad en el pique con Evaristo,<br />
un muchacho de unos diecisiete años que<br />
aparentaba treinta. Con él mantenían largas<br />
conversaciones. Su amigo era un conocedor<br />
de un sinnúmero de mitos. Nunca supo Juan si<br />
las historias las extraía de algún texto, de algún<br />
viejo minero o eran producto de su fabulosa<br />
imaginación, el caso era que él las escuchaba<br />
embobado y las creía a pie juntos. Un día le<br />
preguntó: “cuéntame ¿por qué a una mina no<br />
entran mujeres?”<br />
familia. Con la ayuda de su padrino logró ingresar<br />
a los piques, primero como ayudante de<br />
‘apuntalador’, cortando maderos para los revestimientos<br />
y luego como cargador de vagones.<br />
Su cuerpo empezó a cambiar; su piel ya no<br />
era blanca, el carbón lo estaba transformando<br />
en un hombre moreno. Su madre lo lavaba con<br />
jabón gringo en el pilón, como lo había hecho<br />
con su padre. Nunca recuperó su color original.<br />
Juan había hecho amistad en el pique con Evaristo,<br />
un muchacho de unos diecisiete años que<br />
aparentaba treinta. Con él mantenían largas<br />
conversaciones. Su amigo era un conocedor<br />
de un sinnúmero de mitos. Nunca supo Juan si<br />
las historias las extraía de algún texto, de algún<br />
viejo minero o eran producto de su fabulosa<br />
imaginación, el caso era que él las escuchaba<br />
embobado y las creía a pie juntos. Un día le<br />
preguntó: “cuéntame ¿por qué a una mina no<br />
entran mujeres?”<br />
Le contestó Evaristo: “Por que la mina es una<br />
mujer y además ‘muy celosa’, no permite que<br />
ninguna fémina le arrebate a sus hombres, que<br />
ha hechizado y mantiene atrapados en su seno.<br />
Existe una leyenda que la conocen muy pocas<br />
personas: ‘En cierta oportunidad, un minero<br />
introdujo a su amante al interior de una mina<br />
y cuando se encontraban en el fondo de una<br />
galería haciendo el amor, fueron interrumpidos<br />
por un estampido, acompañado de una hermosa<br />
figura de azabache, con forma de mujer,<br />
que despedía fuego por los ojos; luego de dar<br />
un grito escalofriante se transforma en humo,<br />
envuelve a los amantes y los transforma en<br />
carbón. Dicen que hubo un testigo que perdió<br />
la razón y sólo repetía algo ininteligible sobre<br />
una diosa negra’.”<br />
según Evaristo, cada vez que un minero veía a<br />
esta diosa le llegaba su turno de morir
Juan estaba muy impresionado con estas historias<br />
y, cada vez que transitaba por las galerías,<br />
cualquier ruido lo hacía estremecer. Una vez, la<br />
luz de su linterna proyectó una sombra. ¡Verla<br />
y arrancar fue espontáneo! Las carcajadas del<br />
barretero, dueño de esa sombra, fueron ofensivas<br />
y dolorosas para él, ya nadie lo libraría de<br />
las bromas y pullas de sus colegas de faena.<br />
Cinco años más tarde, Juan Carrasco fue ascendido<br />
a barretero y trasladado al famoso<br />
yacimiento que inmortalizó el escritor Baldomero<br />
Lillo, con el nombre de ‘<strong>El</strong> Chiflón del<br />
Diablo’, en sus cuentos realistas de “Subterra”.<br />
Este socavón se introduce más de 800 metros<br />
bajo el nivel del mar. <strong>El</strong> trabajo de las minas<br />
abarcaba turnos de 12 horas: el primero desde<br />
las 7 de la mañana a las 7 de la tarde y el segundo<br />
de las 7 de la tarde a las 7 de la mañana.<br />
Turnos de 7 a 7, se decía. <strong>El</strong> horario se iniciaba<br />
cuando se estaba picando. <strong>El</strong> tiempo para entrar<br />
y salir del pique no se pagaba y significaba<br />
a veces dos horas extras.<br />
<strong>El</strong> acarreo de carbón ya no se hacía con caballos,<br />
ahora existían los vagones. La muerte de<br />
un canario para detectar el gas grisú era parte<br />
del pasado. A pesar de nuevas tecnologías, aún<br />
no lograban eliminar los riesgos, los accidentes<br />
continuaban.<br />
Con Evaristo no se habían vuelto a ver, estaban<br />
en piques y turnos distintos, casi había olvidado<br />
sus historias. Hacía tiempo que no ocurría<br />
alguna explosión y sólo el ruido de la picota<br />
sobre el carbón y la del lejano compresor de<br />
aire inundaba el ambiente; mientras, un tránsito<br />
de lámparas circulaba sin parar en ambos<br />
sentidos por las galerías. Todo era tranquilidad<br />
bajo tierra. En cambio en su hogar pasaban<br />
cosas. María, su hermana de catorce años, era<br />
candidata a madre soltera, Francisco estudiaba<br />
en el Liceo y su madre vendía pan de mina en<br />
Coronel.<br />
Juan había evadido los problemas de su familia,<br />
tenía claro que su aporte económico era<br />
insuficiente. Ahora que Pedro, el hermano que<br />
le seguía, se había sumado a las faenas y trabajaba<br />
como acarreador de carbón, la situación<br />
algo cambiaría.<br />
Como barretero lo enviaban a otros piques y<br />
fue así como en un turno de noche, donde se<br />
encontraba trabajando junto a su cuadrilla en<br />
una galería, sintió algo helado sobre su espalda.<br />
Retrocedió un par de metros y observó una<br />
filtración de agua que venía desde el techo del<br />
túnel. Dejó sus herramientas y fue a comunicárselo<br />
al capataz, éste lo miró y le dijo: “es<br />
natural lo del agua, la tenemos en abundancia<br />
en la superficie ¡Sigue con tu trabajo!”. Regresaba<br />
cuando sintió un ruido ensordecedor, al<br />
enfocar con su linterna observó un caudaloso<br />
río de aguas negras que venía en su dirección,<br />
alcanzó a correr algunos metros cuando fue
arrastrado por la corriente. Lo último que vio<br />
le hizo perder el conocimiento. La diosa negra<br />
lo venía a buscar.<br />
<strong>El</strong> derrumbe había provocado varias víctimas.<br />
Los pocos sobrevivientes fueron evacuados<br />
y llevados al Hospital de Lota. La Compañía<br />
cerró el pique y sus Relacionadores Públicos<br />
amortiguaron la difusión de la tragedia. Había<br />
que seguir produciendo.<br />
Cuando Juan regresó de las tinieblas y abrió los<br />
ojos, a quien primero vio fue a la diosa negra y<br />
cayó de nuevo a la inconciencia.<br />
“¡Esta volviendo del coma!”, comentó sonriendo<br />
la morena enfermera, mientras le tomaba el<br />
pulso.<br />
“Pero, ¿se fijó en la expresión de pánico que<br />
puso cuando la miró?”, acotó la auxiliar trigueña<br />
que la acompañaba.
La Mina se Llevó a<br />
Mi Abuelo<br />
Autor: Javiera Aguirre Reyes<br />
Seudónimo: Bongerica<br />
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
Mención Honrosa: La Mina se Llevó a Mi Abuelo<br />
Autor: Javiera Aguirre Reyes<br />
Seudónimo: Bongerica<br />
En el año 1960, en pleno apogeo de las minas<br />
del carbón, muchos hombres y entre ellos<br />
algunos muy jóvenes, emigraron de los campos<br />
para trabajar en las minas de carbón de la<br />
zona de Coronel y Lota, en busca de una mejor<br />
vida.<br />
Entre ellos mi abuelo, don Juan de Dios Aguirre<br />
Cerda, que vino a trabajar a las minas de<br />
Schwager, en donde la exigencia para entrar<br />
era saber leer y escribir y tener dos apellidos.<br />
<strong>El</strong> abuelo Juan llegó a Coronel, desde el interior<br />
de Temuco, sin saber leer y escribir y sin<br />
conocer a nadie.<br />
En Coronel habían casas en donde hospedaban<br />
a los afuerinos y mi abuelo tuvo la suerte de<br />
hospedarse en la casa en donde el dueño era<br />
profesor, quién le enseñó a leer y escribir en<br />
sólo dos días, por las ganas inmensas de entrar<br />
a trabajar a las minas.<br />
Ya estaba listo para entrar, pero faltaba otro requisito<br />
importantísimo: tener los dos apellidos.<br />
Pero mi abuelo sólo tenía uno, el de su padre.<br />
No se sabe la razón de por qué tenía uno solo,<br />
por lo que se vio en la necesidad de agregarse<br />
el otro apellido él mismo. Y<br />
ese fue Cerda en honor a un presidente, don<br />
Pedro Aguirre Cerda. Por el alcance de su primer<br />
apellido, desde entonces se llamó Juan de<br />
Dios Aguirre Cerda.<br />
Cuando ya hubo obtenido los requisitos se presentó<br />
a trabajar y por su juventud le dieron el<br />
puesto de apir, cargo que consistía en ayudar<br />
al barretero a apalear el carbón, mientras éste<br />
sacaba el mineral de los yacimientos.<br />
Ya estando establecido y con trabajo en el periodo<br />
de un año, decidió ir en busca de la mujer<br />
que sería su compañera, la que se encontraba<br />
esperándolo en la ciudad de Temuco, con la<br />
que contrajo matrimonio en la localidad de<br />
Trogolhue.<br />
Regresaron a Coronel donde comenzaron a<br />
formar su familia, en la población Granfelot,<br />
donde nacen tres de sus hijos: Juan Froilán,<br />
Rosa Inés y Edelmira del Carmen.<br />
Luego de un tiempo el trabajo mejoró y el<br />
sueldo aumentó, con lo que pudo comprar un<br />
terreno en el que edificó lo que sería la casa<br />
propia, donde fue creciendo la familia con el<br />
nacimiento de dos niñas: Berta <strong>El</strong>izabeth y
María Angélica.<br />
<strong>El</strong> trabajo en las minas era demasiado riesgoso,<br />
algo que mantenía siempre preocupada<br />
a su mujer y, porqué no decirlo, a todas las<br />
esposas de los mineros, las que no sabían si<br />
regresarían a sus hogares ya que siempre ocurrían<br />
tragedias y las cantidades de mineros<br />
accidentados eran considerables.<br />
Hechos que eran demasiado desastrosos, porque<br />
las familias quedaban en desamparo y<br />
porque casi todas eran numerosas.<br />
<strong>El</strong> abuelo Juan era demasiado responsable en<br />
su trabajo, en ocasiones estando accidentado<br />
igual se presentaba a trabajar.<br />
Mi abuelo también tenía sus tiempos libres.<br />
Le gustaba mucho el fútbol, lo practicaba<br />
junto a sus vecinos y amigos, la mayoría eran<br />
hinchas del Lota Schwager. Esto lo impulsó a<br />
formar un club de barrio, para mantener a los<br />
jóvenes y niños en actividad sana. Ese club se<br />
llamó ‘Club Deportivo Juan Aguirre Cerda’.<br />
Este tiempo fue el más bonito para mi abuelo<br />
ya que venía en camino su sexto hijo, al<br />
que esperaba con muchas ansias porque sería<br />
el último; además quería que fuese hombre.<br />
En la mina contaba lo feliz que se sentía arreglando<br />
su casa para su último retoño.<br />
Lamentablemente ocurrió lo que preocupaba a<br />
su mujer cuando él se iba a trabajar.<br />
En la mañana del 15 de junio de 1968, como si<br />
presagiara la gran tragedia, antes de ir a su trabajo<br />
reunió a todos sus hijos y a su mujer para<br />
decirles que se cuidaran, que se mantuvieran<br />
siempre unidos y dirigiéndose al mayor de sus<br />
hijos, con sólo 9 años de edad, le dijo que protegiera<br />
a su madre y a sus hermanos menores si él<br />
no volvía del trabajo y dándole un beso a cada<br />
uno se marchó hacia su trabajo.<br />
En el transcurso del día, mientras su esposa se<br />
encontraba tejiendo ropa para el bebé que llevaba<br />
en su vientre con 6 meses de gestación, de<br />
pronto el sonido ensordecedor y desesperante<br />
de las sirenas, bomberos, ambulancias y el correr<br />
de la gente, anunciaban que algo terrible<br />
sucedía.<br />
Mi abuela encendió la radio y el locutor informaba,<br />
con gran desesperación, que en la mina<br />
de Schwager había ocurrido una tragedia, una<br />
explosión con gas grisú había dejado 14 víctimas<br />
fatales y otras heridas de gravedad, dentro<br />
de las cuales se encontraba mi abuelo, quien fallece<br />
a causa de graves quemaduras internas las<br />
que le causaron la muerte. Antes de morir, en su<br />
agonía, le dijo a uno de sus
compañeros que le comunicara a su esposa<br />
que la amaba con toda el alma, a sus hijos<br />
también y que el hijo que vendría iba a ser<br />
hombre.<br />
La muerte de mi abuelo dejó desamparados<br />
a una mujer, 5 hijos vivos y uno por nacer,<br />
el cual es mi padre, al que amo con toda mi<br />
alma. Él nació el 26 de agosto de 1968, dos<br />
meses después de la tragedia.<br />
Por otra parte mi abuela, con sentimientos<br />
encontrados, vio nacer y recibió en sus<br />
brazos a su pequeño hijo, con la alegría de<br />
traerlo sano a este mundo y con la tristeza<br />
de no poder mostrárselo a su amado esposo<br />
y decirle: “éste es tu pequeño hijo”. Y<br />
con lágrimas que rodaron sin control por<br />
sus mejillas, con un beso lleno de amor y<br />
angustia, selló lo que sería un largo camino<br />
que seguir, sin la ayuda de él
Los Últimos<br />
Grandes Héroes<br />
Autor: Ricardo Rodríguez Quilodrán<br />
Seudónimo: Dante<br />
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
Mención Honrosa: Los Últimos Grandes Héroes<br />
Autor: Ricardo Rodríguez Quilodrán<br />
Seudónimo: Dante<br />
Con gran tristeza y pesar, los mineros empezaron<br />
a conocer la noticia del cierre de las minas.<br />
A Jacinto se le hizo un nudo en la garganta, trago<br />
saliva, intentaba comprender la situación,<br />
pensaba en su mujer, sus hijos y en su madre<br />
que dependían de él; su vieja, que había perdido<br />
a su marido en la mina, en una corrida.<br />
Ahora él ¿qué haría para llevar el alimento a su<br />
hogar? Sus compañeros en un rincón hablaban<br />
precipitadamente, con angustia, con rabia e impotencia.<br />
Ya nada se podía revertir, pues la cruda<br />
realidad los azotaba sin contemplaciones.<br />
Su destino laboral era incierto y su educación<br />
era muy precaria como para pensar en lograr<br />
otro trabajo y eso lo hacía sentirse más desvalido.<br />
Él había dado los mejores años de su vida<br />
a las labores mineras y en su cuerpo, delgado<br />
y encorvado, se notaba la fatiga, el cansancio;<br />
las enfermedades ya se habían hecho presentes<br />
y se hacían notar con esa tos que desde hacía<br />
tiempo lo aquejaba y que mostraba las secuelas<br />
del polvo del carbón, en esos lugares húmedos,<br />
donde sus espaldas se doblaban para extraer el<br />
preciado tesoro negro.<br />
<strong>El</strong> roce de una mano en su hombro lo volvió en<br />
un instante a la realidad. Se volvió, intercambió<br />
una significativa mirada de mutuo y mudo<br />
entendimiento, del dolor que golpeaba sus co-<br />
razones por la incertidumbre del porvenir, de<br />
su familia y de todas las familias.<br />
De pronto, el hombre se vuelve y le dice, casi<br />
en secreto: “no te aflijas, que el capataz dice<br />
que unos contratistas escogerán algunos mineros<br />
para realizar algunos trabajos al interior de<br />
la mina, así que no te preocupes, pronto estaremos<br />
dentro de la jaula otra vez, iluminando<br />
con nuestras lámparas las vetas y nuevamente<br />
traeremos el oro negro y así seamos nosotros<br />
los que cambiemos el tiempo y la suerte”.<br />
Jacinto sonrió débilmente, tenía miedo de soñar<br />
ya que lo único que sabía hacer era extraer<br />
con su picota el inagotable mineral. <strong>El</strong> hambre<br />
y la miseria le daban el valor para seguir en su<br />
labor agotadora.<br />
Con la ilusión de ese proyecto de trabajo, regresó<br />
a su hogar donde lo esperaba su familia.<br />
Se sentó junto al brasero y comió lo que la mujer<br />
le había preparado, mientras le contaba la<br />
noticia que su compañero le había dado y que<br />
lo hacía estar más tranquilo, ante la angustia y<br />
el temor del cierre de las minas, único trabajo<br />
que sabía desempeñar, en el que se había iniciado<br />
siendo muy niño, cuando su madre había<br />
enviudado y le ofrecieron reemplazar
a su padre en la labor de la mina y que, a pesar<br />
de lo duro y agotador y que cada día le restaba<br />
un poco más de sus fuerzas y su salud se sentía<br />
disminuida, él realizaba con verdadero afán y<br />
dedicación, sabiendo que la lucha de cada día<br />
era el sustento de su familia.<br />
Quería educar a sus hijos, darles una oportunidad<br />
distinta a la que a él le había tocado vivir,<br />
que no se rompieran el lomo para ganar unos<br />
miserables pesos, que sus vidas fueran menos<br />
sacrificadas ¡Sólo, si él pudiera darles una mejor<br />
educación…!<br />
Con estos pensamientos logro irse a descansar,<br />
teniendo la esperanza de ser llamado por sus<br />
jefes a desempeñar nuevamente su trabajo en<br />
esas oscuras galerías que él conocía tan bien.<br />
Pasaron unos días y así como su compañero le<br />
había dicho, un grupo de trabajadores fue llamado<br />
para continuar las faenas mineras. Ante<br />
esta noticia había amanecido alegre, se había<br />
levantado lleno de optimismo y júbilo porque,<br />
a pesar de lo duro y sacrificado de su labor, de<br />
la lucha diaria y de lo agotador de su trabajo,<br />
él amaba las minas, esas oscuras galerías de las<br />
que se contaban tantas y tantas historias de las<br />
cuales, en ocasiones, él también había vivido;<br />
como en una ocasión en que creyó ver un perro<br />
mostrando sus colmillos brillantes que parecían<br />
oro y en actitud amenazante; o cuando, arrastrándose<br />
para llegar a una veta de carbón, veía<br />
moverse en la penumbra sombras que asociaba<br />
a los más siniestros personajes, que más de<br />
una vez le habían provocado un gran espanto,<br />
que sólo dominaba aferrándose a una oración,<br />
que le hacía recobrar de nuevo la tranquilidad<br />
y el miedo desaparecía para seguir su fatigosa<br />
jornada.<br />
<strong>El</strong> grupo de mineros reanudó nuevamente su<br />
afanosa labor, habían sido elegidos por su responsabilidad<br />
y experiencia, ya que conocían en<br />
forma cabal cada rincón y siempre sabían encontrar<br />
las mejores vetas. Día a día continuaron<br />
bajando a cumplir con la tarea encomendada,<br />
era un grupo reducido, sabían lo que sus<br />
jefes esperaban de ellos y se sentían felices de<br />
haber sido elegidos para continuar la agotadora<br />
extracción del valioso mineral. Habían sido<br />
elegidos entre muchos otros que no tuvieron<br />
la suerte de ser llamados, que habían quedado<br />
sin trabajo y a los que les esperaba un incierto<br />
futuro.<br />
Ese día de septiembre Jacinto se levantó inquieto,<br />
no sabía a qué atribuir la desazón que<br />
lo embargaba. Se despidió de su madre, de su<br />
mujer y de sus hijos con más tristeza que de<br />
costumbre, recibiendo la bendición de esas dos<br />
mujeres que eran sus grandes amores y se fue a<br />
cumplir con su labor.<br />
Como cada mañana saludó a sus compañeros,<br />
tomaron sus lámparas, ingresaron a la jaula,<br />
algunos cantando y otros conversando, hasta<br />
llegar al fondo de la mina.<br />
caminaron por galerías , pero de pronto alguien
en forma despavorida gritó: Grisú, Grisú,<br />
atrás, atrás. Ya era tarde, una gran llamarada<br />
había iluminado el lugar, en forma veloz, rápidamente.<br />
Jacinto trató de protegerse, su mente<br />
voló hacia sus seres queridos, a sus hijos, a su<br />
esposa, su madre; pero él y sus compañeros<br />
no lograron escapar de ese infierno, se habían<br />
quedado para siempre ahí, el fondo de la mina<br />
los había reclamado para ella, nadie más le<br />
quitaría su tesoro, esa era su venganza final.<br />
Después… todo fue un profundo y absoluto<br />
silencio.<br />
55
“Me lo Contaron Mis Viejos”<br />
MEMORIA POPULAR E HISTORIAS DE LA CUENCA DEL CARBÓN
Amor Minero<br />
Autor: Nicole Rodríguez Sepúlveda<br />
Seudónimo: Ángel Enamorado<br />
<strong>El</strong> amor es más que amar, es un gran límite del<br />
que nadie sabe dónde se puede llegar.<br />
Hace mucho tiempo, cuando la sureña ciudad<br />
de Lota se encontraba en sus mejores momentos<br />
debido a la minería, llegaba mucha gente<br />
para establecerse en la ciudad. Estas personas<br />
se caracterizaban por ser muy trabajadoras y de<br />
mucho esfuerzo y sacrificio.<br />
Cierto día llegó una humilde y joven pareja<br />
buscando nuevas oportunidades. José y Andrea<br />
decidieron quedarse en Lota para establecer su<br />
hogar; a los pocos días a José lo contrataron en<br />
la mina de carbón. Él, muy alegre, le contó de<br />
su nuevo trabajo a su mujer, Andrea muy feliz<br />
le dijo que cada día de trabajo ella le iría a dejar<br />
el almuerzo a la mina.<br />
<strong>El</strong>los eran muy felices a pesar de lo poco que<br />
tenían, ya que estaban muy enamorados; José<br />
era Andrea y Andrea era José, ambos se pertenecían<br />
el uno al otro gracias al amor que se<br />
tenían.<br />
Salió José a su primer día de trabajo, en la mina<br />
trabajaban muchos hombres de todas partes de<br />
Lota. A la hora de almuerzo, como se lo había<br />
dicho Andrea, ella le llevó el almuerzo a su<br />
amor, de esa forma la amada de José iba todos<br />
los días a dejarle el almuerzo. Al poco tiempo<br />
los compañeros de trabajo de José comenzaron<br />
a mirar y halagar a Andrea por su gran belleza,<br />
lo que generó celos en el corazón de José; pero<br />
él sabía que Andrea lo amaba con el profundo<br />
amor de su alma, así que él no se amargaba y<br />
menos se enojaba con ella.<br />
A los meses siguientes, durante una noche,<br />
decidieron formar una familia y tener hijos ya<br />
que la situación económica estaba muy bien<br />
para ellos; aquella noche hicieron el amor para<br />
que Andrea quedara embarazada. Pasaron las<br />
semanas y Andrea no sentía síntomas de embarazo,<br />
José no se preocupó mucho y siguieron<br />
intentando... Llegó la primavera y su mujer<br />
como siempre dejándole el almuerzo a su amado<br />
cada día y, como era costumbre, siempre<br />
halagada por los compañeros de José.<br />
Pasaron meses de trabajo y estabilidad en Lota,<br />
José fue contratado por la empresa minera,<br />
pero no todo podía estar bien. Andrea no podía<br />
quedar embarazada, tristemente José y Andrea<br />
aceptaron su desdicha. Pero José, sin darse<br />
cuenta, ya no sentía el mismo amor único por
Andrea, ella se pudo dar cuenta de que José ya<br />
no era el mismo de antes, el que la trataba con<br />
amor y dedicación.<br />
Un día de primavera, Andrea quiso darle una<br />
sorpresa a su marido para olvidar la pena. Estaban<br />
en pleno trabajo en la mina, Andrea había<br />
preparado su comida favorita y entró a la mina<br />
sin saber que los mineros creían que las mujeres<br />
no pueden entrar a una mina porque puede<br />
ocurrir una desgracia; ella entró, buscó a José<br />
pero no lo encontró, así que decidió esperarlo<br />
fuera de la mina.<br />
En ese instante, mientras que ella lo esperaba,<br />
algo salió mal en la mina y ocurrió una gran<br />
tragedia, la mina se derrumbó por completo, se<br />
destruyó en mil pedazos. Andrea, desesperada,<br />
gritaba ¡auxilio!!!, pidiendo ayuda; llegaron los<br />
otros mineros a ayudar, pero no había posibilidades<br />
porque la mina estaba completamente<br />
destruida. Andrea, con el alma en un hilo buscaba<br />
a José, gritaba su nombre, pero ella no lo<br />
encontró, sólo escuchaba a las mujeres y niños<br />
gritando. José no apareció, murió dentro de la<br />
mina junto con todos los demás mineros.<br />
Andrea, sin aceptar la muerte de José seguía<br />
yendo todos los días a la mina, como siempre<br />
a dejarle su almuerzo, lo esperaba afuera de la<br />
mina con su olla de comida y la charra para<br />
beber agua hasta el anochecer… pasaron meses<br />
así.<br />
Luego la empresa minera decidió reconstruir<br />
una nueva mina en el mismo lugar, aún así Andrea<br />
iba a dejarle el almuerzo a José, esperándolo<br />
hasta las tantas de la noche y siempre se<br />
iba llorando para su casa, pensando que José<br />
la dejaba abandonada. Los nuevos mineros que<br />
no conocían lo que había pasado, le decían ‘la<br />
loca de la mina’. Andrea estuvo así varios meses<br />
después que construyeron la nueva mina,<br />
hasta que una noche se fue su casa y en su desesperación<br />
y locura, tomó un cuchillo y se lo<br />
enterró en el vientre, diciendo “Dios, porqué<br />
soy tan desdichada y no pude darle un hijo a mi<br />
amado José”. Fue precisamente a medianoche<br />
que Andrea se quitó la vida.<br />
Pasó mucho tiempo, nadie se preguntaba por<br />
ella ni nadie la echaba de menos. Terminando<br />
el mes de la primavera un minero llamado<br />
Mario, muy humilde, casado y con dos hijos,<br />
estaba trabajando en la mina del carbón durante<br />
la noche con sus compañeros y de entre las<br />
sombras de la mina apareció la figura de Andrea;<br />
llevaba un hermoso vestido y un escote<br />
muy provocador. <strong>El</strong> espíritu de Andrea miró a<br />
Mario y él quedó enloquecido con su belleza…<br />
Andrea tomó de la mano a Mario y lo llevó a<br />
un lugar alejado.<br />
“Hazme tuya, quiero un bebé”, le dijo ella.
Mario, hipnotizado y fuera de sí, hizo lo<br />
que el espíritu le pidió... Luego de terminar,<br />
Andrea sólo con un soplo le quitó la<br />
vida a Mario, diciendo: “odio ser desdichada,<br />
seré así por el resto de la eternidad”.<br />
Desde ese momento, se dice que el espíritu<br />
de Andrea sacia su pena matando<br />
a todos los mineros que se dejan seducir<br />
por ella. Y es por eso que nunca ningún<br />
hombre entra a esa mina maldita, aunque<br />
sea la más rica en carbón de la zona.
Camino a la Feria<br />
Autor: Delmira Melgarejo Aguilera<br />
Seudónimo: Dermy<br />
<strong>El</strong> cierre de Enacar fue el 16 de Abril de 1997.<br />
<strong>El</strong> comercio sintió económicamente el desempleo<br />
de lotinos y los pueblos vecinos, con ello<br />
se ultimaron la labor y el ingreso de muchas<br />
personas, no sólo de mineros, también había<br />
empresas contratistas haciendo limpieza en<br />
la planta de lavados, auxiliares, locomoción<br />
y más. Otros que no fueron considerados son<br />
quienes recogían el carboncillo de la playa, los<br />
que recuperaban el carbón en ‘<strong>El</strong> Chambeque’,<br />
los negocios en los barrios y los ambulantes.<br />
Doña Isabel tenía su propio kiosco, ubicado<br />
en el jardín de un familiar que le arrendaba en<br />
la bajada del Matías, frente al Casino de Mayordomos,<br />
camino a la mina; vendía cigarros,<br />
chicles, caramelos, galletas, jugos, bebidas,<br />
pan amasado, queso fresco y añejo. No faltaba<br />
quién le pedía un manche y como charra bien<br />
servía una bebida.<br />
Cuando los mineros iban al pique en busca de<br />
algún dirigente que deambulaba cerca de los<br />
baños, hacían el trayecto a pié, especialmente<br />
los lunes por la falla del día en el primer turno;<br />
o cuando los dejaba el bus quedando en tierra,<br />
se veían obligados a caminar todo ese trayecto<br />
que les significaba 15 minutos a paso raudo, difícil<br />
era que otro vehículo los trasladara hacia<br />
la entrada. Las mujeres muchas veces hubieron<br />
de hacer este trayecto a pié para dialogar<br />
con la Asistente Social, quien detenía parte del<br />
sueldo si era borracho o estaban separados, o<br />
las jovencitas, cuando eran madres solteras y<br />
el bribón no quería reconocer su carga, esta<br />
matrona las ayudaba a resolver estas penas tan<br />
comunes.<br />
Al clausurar las minas doña Isabel ya era cincuentona,<br />
con tres niñas estudiando en la secundaria<br />
y la menor ya estaba en octavo. Su<br />
humanidad de cien kilos hacía difícil cambiar<br />
de labor, los quince años de negociante se quedaron<br />
sentados en sus caderas.<br />
Afligida por su pequeña empresa tocó varias<br />
puertas, conversó con todos los dirigentes y<br />
algunos jefazos pero ninguno resolvió a su favor,<br />
al no pertenecer a la empresa directamente<br />
no tocó nada. Más aún, algunos olvidaron sus<br />
‘fiaos’. Cuando se finiquitaron, olvidaron a la<br />
doña que les salvó del ayuno en más de una<br />
ocasión.<br />
La señora Isabel, apodada por los mineros<br />
como ‘la enana’, cambió el modo de vender y
salió por las calles a ofrecer pan amasado; no le<br />
fue bien, pues la mayoría hace su propio pan y<br />
los otros gustaban del pan de fábrica, como se<br />
le llamaba al de la panadería de Lota Bajo.<br />
En el verano una comadre le enseñó a preparar<br />
humitas y desde Lota Bajo a Playa Blanca se<br />
iba en bus para vender su rico manjar, gritándolo<br />
cada cierto paso: “¡las ricas humiiiiitas!,<br />
¡cuatro en mil, mis ricas humiiiiiitaas!” En diciembre<br />
y enero los choclos son económicos y<br />
es negocio lo de las humas, en febrero y marzo<br />
volvió al canasto con los quesos traídos de<br />
Arauco y en otro brazo con el pan amasado,<br />
insistiendo con un modelo más personal y con<br />
chicharrones. Cuando necesitaba cubrir alguna<br />
deuda que la afligía, hacía dulces y los gritaba<br />
por la feria: “¡a cien peeeesos mis ricos<br />
pajariiiiiitos!” Fue dándose a conocer con los<br />
feriantes establecidos, quienes estaban celosos<br />
de sus colegas minoristas, porque ellos pagan<br />
un impuesto a la Municipalidad y los ocasionales<br />
o ambulantes como ella no cancelaban,<br />
pero debía tener ojo con carabineros o los inspectores<br />
municipales.<br />
Doña Isabel con su gran personalidad y su encanto<br />
comercial, tenía conquistada a su clientela.<br />
Sus carcajadas resonaban a más de una<br />
cuadra, muy simpática alegaba de su mano de<br />
monja por los sabrosos manjares que vendía.<br />
En la esquina de Monsalves con Cousiño se<br />
vive un desafinado concierto de ruidos y gritos:<br />
“Mamita, falta uno a Lota Alto, ayudando con<br />
sus bolsos para el taxi”; “¡Lleve papas cañetinas,<br />
se las dejo en su casa, mi reina!”; “¡Quién<br />
va al Morro, falta uno p’al Morro!”<br />
Un predicador se esfuerza por opacar el ruido<br />
destemplado, intenta distinguirse con su labia<br />
y con su inmenso amplificador, empaña algo<br />
las notas discordantes.<br />
Los vehículos y los transeúntes hacen dificultoso<br />
el tránsito vehicular en esa curva.<br />
Las veredas están ocupadas con cajones de tomates,<br />
lechugas y limones. En esta esquina hay<br />
dos líneas de colectivos, el desorden existente<br />
es un plato de tallarines. Los olores son diversos<br />
como los ruidos, las personas se acopian en<br />
la esquina a escuchar o esperar. Antes de entrar<br />
a la feria está la Challo con sus frutos secos<br />
que garantizan la baja del colesterol, como las<br />
nueces, pasas, maníes, aceitunas, almendras y<br />
otros. Al frente, están las cebollas y papas, los<br />
vendedores gritan y recalcan que son de Cañete<br />
por su rico sabor. Casi siempre están Óscar o<br />
<strong>El</strong> Cabildo quienes ayudan a armar o desarmar<br />
cuando la clientela se retira, más o menos a las<br />
18 horas en verano y en invierno a las 16 ya se<br />
están guardando , en las tardes heladas
Siguiendo la misma vereda, por Cousiño sobresale<br />
un quitasol azul y la voz gruesa de una<br />
mujer corpulenta, de melena rubia y con delantal<br />
azul, sentada en un minúsculo piso, invita<br />
a degustar su producto. Con un cigarrillo en<br />
sus gruesas manos de uñas pintadas, la señora<br />
Isabel exhibe un gran bol de plástico con su<br />
humeante producto , y a grito pela’o dice:<br />
- “Lleve probadiiiitas mis ricas salchichitas.”
Del Amor a la Locura<br />
Autor: Reinaldo Montoya Arce<br />
Seudónimo: Reiban<br />
Julieta y Pedro eran una pareja muy joven que<br />
vivía en Schwager, ambos habitaban con sus<br />
padres. Pedro era un minero y Julieta era una<br />
costurera.<br />
Como de costumbre, a la hora de colación de<br />
los mineros Julieta fue a dejarle comida al trabajo<br />
a Pedro, ella esperó que saliera y se saludaron<br />
cariñosamente, ambos se veían muy<br />
enamorados. Sin embargo, había una muchacha<br />
conocida de Julieta la cuál le comentaba<br />
unos chismes acerca de Pedro; la joven le contaba<br />
a Julieta que ella lo había visto en la plaza<br />
tomado de la mano con otra chica y que incluso<br />
se encontraban cuando Pedro salía temprano.<br />
Julieta no sabía qué hacer, si creer o no, pero<br />
comenzó a dudar de su pareja.<br />
Desde ese día en adelante, Julieta comenzó a<br />
prestarle más atención al horario de llegada de<br />
Pedro, a cómo se comportaba e incluso le dijo a<br />
un amigo minero de ella que se fijara en Pedro,<br />
en lo que hacía, a donde iba y con quién iba.<br />
Un día salieron todos los trabajadores temprano<br />
de las faenas de carbón, Julieta miraba a su<br />
amor entre el montón de trabajadores, se dio<br />
cuenta<br />
que Pedro no apareció y fue ahí cuando Julieta<br />
comenzó a sospechar aún más de que Pedro<br />
la engañaba y tomó una drástica decisión. Fue<br />
rápidamente al ‘Cerro La Virgen’ donde había<br />
una mujer que todos le temían porque era bruja.<br />
Julieta le comentó a la bruja lo que le estaba<br />
pasando y quería saber a través de ella si era<br />
cierto que Pedro la engañaba. La bruja comenzó<br />
a hacer un ritual y le dijo a Julieta:<br />
- ¡Pedro no está en casa ahora, él está paseando<br />
por ‘Playas Negras’ con una mujer!<br />
Aumentó más la furia de Julieta y le dijo a la<br />
bruja que quería hacer sufrir a Pedro, la mujer<br />
le dio un ritual a realizar en casa al frente de<br />
una foto de Pedro.<br />
<strong>El</strong>la llegó a casa y comenzó a hacer el ritual.<br />
Al día siguiente, Pedro comenzó a sentirse mal<br />
en la mina, notaba que su desempeño era insuficiente<br />
y ese día tuvo una discusión con su<br />
jefe.<br />
<strong>El</strong> hombre, al llegar a casa se acostó en<br />
la cama, cuando sonó la puerta y era Julieta.<br />
Pedro trató de besarla pero ella corrió<br />
la cara, él preguntó qué le pasaba.<br />
70
Julieta furiosa dijo: “¡Crees que no sé<br />
que tienes una amante, que me has estado<br />
engañando todo este tiempo y que ayer te<br />
paseaste con ella por ‘Playas Negras’!”<br />
A lo que Pedro respondió: “¡Me carga que<br />
me sigan y sí, es verdad, tengo otra mujer<br />
y sabes por qué, porque me cargan tus<br />
desconfianzas y tu forma tan desabrida en<br />
la que me entregas tu amor!”<br />
Julieta le dijo: “Sabes Pedro, yo no te<br />
seguí, fui donde la bruja del cerro y ella<br />
me dijo donde andabas, también quiero<br />
que sepas que ya no te amo y quiero que<br />
te olvides de mi. ¡Pedro, amor!”<br />
Julieta le dijo: “Sabes Pedro, yo no te<br />
seguí, fui donde la bruja del cerro y ella<br />
me dijo donde andabas, también quiero<br />
que sepas que ya no te amo y quiero que<br />
te olvides de mi. ¡Pedro, empieza a prepararte,<br />
porque de aquí en adelante vivirás<br />
un infierno!” Pero Pedro no le hizo caso a<br />
esas palabras de Julieta.<br />
Después de varios días, el individuo comenzó<br />
a pasearse con su chica actual en<br />
frente de Julieta, sin importarle nada. Julieta<br />
no aguantó más esto y en ataques de<br />
rabia y celos fue a la siga de Pedro cuando<br />
él iba al trabajo; la mujer se metió en la<br />
mina sin que nadie la viera, agarró una<br />
picota que estaba a la orilla del frente de<br />
carbón y comenzó a pegarle a Pedro hasta<br />
darle la muerte. De pronto comenzó a<br />
temblar la mina y caían las vigas, la joven<br />
dejó la picota y comenzó a correr hacia<br />
la superficie, pero una tosca de carbón<br />
le cayó en la cabeza dejándola inmóvil y<br />
cayéndole miles de piedras hasta matarla.<br />
Ambos murieron en el fondo de la mina,<br />
sus cuerpos fueron sacados y enterrados<br />
juntos y desde ese día comenzó a decirse<br />
que cualquier mujer que entrara a la mina<br />
causaría derrumbes.<br />
Actualmente comenta la gente que los ven<br />
deambular por los pabellones de Schwager<br />
y que escuchan algunos ruidos y voces<br />
que se asemejan a las de ellos.
<strong>El</strong> Ánima de Javier<br />
Autor: César González Pino<br />
Seudónimo: Thexcsr<br />
En las frías noches de invierno, cuando el viento<br />
implacable azota las humildes casas del sector<br />
de Schwager, se puede oír el lamento de un<br />
niño y si se pone la debida atención, se puede<br />
escuchar claramente que llama a su madre pidiéndole<br />
ayuda.<br />
Según se comenta en el sector, hace unos 60<br />
años aproximadamente, cuando comenzaba<br />
todo el apogeo de las grandes empresas carboníferas<br />
donde muchos dejaron sus hogares<br />
y sus familias para unirse a esta gran aventura<br />
que era la extracción del carbón, llegó un<br />
matrimonio joven: <strong>El</strong>isa de 24 años, su marido<br />
Hernán de 30 años y su pequeño hijo Javier de<br />
tan sólo 4 años, dejando atrás una vida tranquila<br />
pero poco próspera, con la ilusión de que<br />
este nuevo trabajo los ayudaría a surgir y dar<br />
una mejor vida a su hijo.<br />
Los días para <strong>El</strong>isa y su hijo pasaban lentos,<br />
entre el abandono que ella sentía por el exceso<br />
de trabajo de Hernán y lo difícil que era lograr<br />
cuidar a Javier, que era inquieto y no paraba de<br />
preguntar una y otra cosa.<br />
Hernán llegaba agotado, con la picota todo<br />
el día, la pala y sumido en la oscuridad de la<br />
mina, sólo quería llegar a su casa y descansar,<br />
sabiendo que al día siguiente una nueva jornada<br />
de sacrificio le esperaba.<br />
Fue así que en sus largas jornadas de trabajo<br />
conoció a Rubén, otro extraño en el lugar, ya<br />
que venía de Santiago probando suerte en la<br />
nueva empresa; entre conversaciones salió que<br />
él estaba solo y que pagaba un cuartucho en<br />
una pequeña pensión del sector. Hernán, siendo<br />
cortés lo invitó a su casa, donde compartieron,<br />
comieron y el niño se llevó muy bien con<br />
Rubén.<br />
Rubén, encariñado con el niño, comenzó a frecuentar<br />
la casa de Hernán, a lo que <strong>El</strong>isa no<br />
estaba de acuerdo ya que notaba algo raro en<br />
Rubén, pero no sabía descifrar bien lo que era;<br />
Hernán sólo sentía que encontró un buen amigo.<br />
<strong>El</strong> niño se sentía feliz con su tío Rubén, quien<br />
lo regaloneaba y cada vez que el bolsillo se lo<br />
permitía le llevaba uno que otro regalo. Todo<br />
era normal para Hernán pero <strong>El</strong>isa insistía que<br />
algo no le gustaba de Rubén, pero como en<br />
aquellos tiempos las mujeres no tenían autoridad<br />
ni derechos, sino que primaba el machismo
y era el hombre de la casa quien disponía y ordenaba<br />
todo, <strong>El</strong>isa no tenía más que acatar lo<br />
que su marido disponía, que era ley en su hogar<br />
ya que a la más mínima desobediencia o rebeldía<br />
por parte de ella, sería duramente castigada<br />
como acostumbraban todos los machistas, a<br />
golpes.<br />
Fue en un día frío que Rubén le solicitó a Hernán<br />
que lo dejara llevar al niño a la plaza que<br />
estaba a dos cuadras de su hogar, para que tomara<br />
aire y jugara un rato con otros niños, que<br />
a las 5 de la tarde estarían de regreso para la<br />
merienda del niño.<br />
Llegaron a las 5 a la casa, Rubén fue muy cumplidor<br />
en el horario pero el niño llegó cansado,<br />
con los ojos llorosos y no quiso comer. <strong>El</strong>isa<br />
preguntó por la actitud del niño, a lo que Rubén<br />
y era el hombre de la casa quien disponía y ordenaba<br />
todo, <strong>El</strong>isa no tenía más que acatar lo<br />
que su marido disponía, que era ley en su hogar<br />
ya que a la más mínima desobediencia o rebeldía<br />
por parte de ella, sería duramente castigada<br />
como acostumbraban todos los machistas, a<br />
golpes.<br />
Fue en un día frío que Rubén le solicitó a Hernán<br />
que lo dejara llevar al niño a la plaza que<br />
estaba a dos cuadras de su hogar, para que tomara<br />
aire y jugara un rato con otros niños, que<br />
a las 5 de la tarde estarían de regreso para la<br />
merienda del niño.<br />
Llegaron a las 5 a la casa, Rubén fue muy<br />
cumplidor en el horario pero el niño llegó cansado,<br />
con los ojos llorosos y no quiso comer.<br />
<strong>El</strong>isa preguntó por la actitud del niño, a lo que<br />
Rubén respondió que otro niño lo había pasado<br />
a golpear cuando jugaban y por eso tenía los<br />
ojos llorosos, que si no comía era porque él le<br />
dio muchas golosinas y se disculpó.<br />
Pero <strong>El</strong>isa estaba intranquila y observaba atenta<br />
cada movimiento y gesto que Rubén tenía<br />
hacia su pequeño hijo; las salidas se hicieron<br />
mas frecuentes, <strong>El</strong>isa se oponía pero Hernán<br />
decía que era el único momento de relajo que<br />
él tenía, ya que necesitaba descansar y muchas<br />
veces el niño no lo dejaba. <strong>El</strong> niño empezó a<br />
cambiar su forma de ser, estaba mas introvertido,<br />
comenzó a orinarse y a manifestar rechazo<br />
hacia los gestos de cariño (caricias, besos,<br />
abrazos, etc...).<br />
Las señales estaban claras pero tanto <strong>El</strong>isa<br />
como Hernán no las veían, sólo <strong>El</strong>isa tenía un<br />
poco de distancia hacia Rubén, pero sólo eso,<br />
porque algo raro la hacía tomar esa distancia,<br />
pero eso no impedía ir en contra de su marido,<br />
evitando que el pequeño Javier siguiera pasando<br />
por el martirio y las vejaciones a las que<br />
Rubén lo sometía.<br />
Javier, en su inocencia aceptaba los caprichos<br />
de Rubén. Bajo amenazas y engaños, Rubén lo<br />
sacaba de la seguridad de su hogar hacia ese
cuartucho que se había transformado en la peor<br />
pesadilla del niño.<br />
Fue en una de esas salidas que todo cambió en<br />
el hogar de <strong>El</strong>isa y Hernán. Eran las 3 de la<br />
tarde, estaba nublado y como siempre Rubén<br />
convenció a Hernán para salir con el pequeño<br />
Javier; sus pasos lo encaminaron hacia la<br />
pequeña plaza, lo dejó jugar un rato con otros<br />
niños y luego argumentó que debían regresar a<br />
casa porque estaba por llover. <strong>El</strong> niño se dejó<br />
llevar hacia ese lugar en donde Rubén saciaba<br />
sus más bajos instintos, pero sin consumar<br />
aún la violación. <strong>El</strong> niño era tocado, besado,<br />
manoseado y obligado a realizar lo mismo a<br />
su agresor, esto hacía que el niño en su mente<br />
inocente asociara que todo gesto de cariño era<br />
sucio, inadecuado y malo.<br />
Todo se dio para que este ser despreciable lograra<br />
su cometido.<br />
<strong>El</strong>isa pasó una mal día, tenía un fuerte dolor<br />
de estómago, necesitaba ir al hospital, así que<br />
apenas llegó Hernán le pidió que la llevara,<br />
dejando al niño encargado a la vecina ya que<br />
se encontraba dormido; fue cerca de las 11 de<br />
la noche que Rubén llegó a casa de su amigo,<br />
la vecina le informó lo acontecido y le pidió<br />
que se quedara unos minutos con el pequeño,<br />
mientras ella daba una vuelta a su casa.<br />
Había comenzado a llover, hacía frío y el y<br />
el pequeño dormía plácidamente en su cama.<br />
Rubén lo observaba y en su mente miles de<br />
aberraciones pasaban una y otra vez, como una<br />
cinta de video; fue así como tomó al niño y<br />
se fue a su cuarto, en donde llevó a cabo sus<br />
más bajas pasiones, violando al pequeño, quien<br />
en su llanto de dolor no podía comprender lo<br />
que el tío Rubén le hacía que le causaba tanto<br />
dolor. Consumada la aberración, el niño no dejaba<br />
de llorar. Rubén, intranquilo y perturbado<br />
por lo que había hecho, pensaba cómo se lo explicaría<br />
a su amigo, ¿qué diría cuando el niño<br />
contara todo?... Lo negaría, pero ¿le creerían?<br />
<strong>El</strong>isa regresó del hospital con su marido y en su<br />
casa estaba la vecina llorando, explicando que<br />
dejó el niño al cuidado del señor Rubén y que<br />
cuando regresó ya no estaban en la casa. <strong>El</strong>isa<br />
desesperada le pedía a su marido que fuera por<br />
el niño, Hernán salió rápidamente pero cuando<br />
llegó a donde Rubén el pequeño cuarto estaba<br />
vacío. Llovía muy fuerte, el viento casi no dejaba<br />
avanzar.<br />
Hernán regresó a su casa, pensando que tal vez<br />
su amigo había llevado al niño de regreso; pero<br />
no había sido así, ni su amigo ni su pequeño<br />
hijo habían regresado. Comenzó la búsqueda,<br />
pero no había señales de ninguno de los dos,<br />
los gritos desesperados de los padres alertaron<br />
a los vecinos quienes se unieron a ayudar; eran<br />
minutos de angustia, de llanto, de lamentacio
nes. <strong>El</strong>isa sólo quería a su niño, suplicaba para<br />
que nada le hubiese pasado, pero no sabía que<br />
el descuido de su vecina había ocasionado la<br />
desgracia del pequeño Javier.<br />
Rubén no apareció. En su desesperación por<br />
callar al niño y evitar que se enteraran de lo<br />
que había hecho, lo llevó al sector de la mina<br />
en donde, sin compasión alguna, lo golpeó en<br />
la cabeza con una roca, lanzándolo luego a un<br />
pique abandonado y dejándolo ahí, en donde<br />
agonizó por horas hasta dar su último suspiro.<br />
Nunca se encontró el cuerpo del niño, sólo se<br />
encontró en el cuarto rastros de lo sucedido y<br />
fue ahí donde <strong>El</strong>isa comprendió porqué su rechazo<br />
hacia ese hombre que le había quitado la<br />
vida a su hijo, violándolo y privándola a ella de<br />
su compañía.<br />
<strong>El</strong>isa y Hernán abandonaron el sector, regresando<br />
a su lugar de origen, en donde <strong>El</strong>isa dice<br />
escuchar cada noche a su hijo llorar y pedirle<br />
ayuda; Hernán y <strong>El</strong>isa se separaron; <strong>El</strong>isa nunca<br />
perdonó a Hernán por dejar a su hijo con un<br />
extraño, con un amigo que casi no conocía, de<br />
quien no sabía nada, sólo lo que él contaba en<br />
el trabajo.<br />
Es por eso que en las frías noches de invierno,<br />
en los alrededores de la mina Schwager, se<br />
escucha el lamento y el incesante llanto de un<br />
niño llamando a su madre y suplicando ayuda;<br />
se dice además que todos los 20 de junio -fecha<br />
en que el pequeño Javier cumplía años- un pique<br />
donde aseguran ver al niño saltar, se llena<br />
de flores blancas y muy perfumadas, que los<br />
lugareños perciben ese olor desde sus hogares<br />
y saben que es el pequeño Javier que cumplió<br />
un año mas.<br />
Rubén se dejó llevar nuevamente por sus bajos<br />
instintos, fue apresado y fue en la cárcel<br />
donde pagó todo el daño y el horror que causó<br />
a Javier; fue golpeado y brutalmente violado,<br />
fueron los presos los que le hicieron sentir el<br />
mismo dolor y desesperación que él hizo sentir<br />
a ese niño inocente. Murió solo en su celda, sin<br />
recibir siquiera la ayuda de los guardias.<br />
de su compañía.<br />
<strong>El</strong>isa y Hernán abandonaron el sector, regresando<br />
a su lugar de origen, en donde <strong>El</strong>isa dice<br />
escuchar cada noche a su hijo llorar y pedirle<br />
ayuda; Hernán y <strong>El</strong>isa se separaron; <strong>El</strong>isa nunca<br />
perdonó a Hernán por dejar a su hijo con un<br />
extraño, con un amigo que casi no conocía, de<br />
quien no sabía nada, sólo lo que él contaba en<br />
el trabajo.<br />
Es por eso que en las frías noches de invierno,<br />
en los alrededores de la mina Schwager, se<br />
escucha el lamento y el incesante llanto de un<br />
niño llamando a su madre y suplicando ayuda;<br />
se dice además que todos los 20 de junio -fecha<br />
en que el pequeño Javier cumplía años- un
pique donde aseguran ver al niño saltar, se llena<br />
de flores blancas y muy perfumadas, que los<br />
lugareños perciben ese olor desde sus hogares<br />
y saben que es el pequeño Javier que cumplió<br />
un año mas.<br />
Rubén se dejó llevar nuevamente por sus bajos<br />
instintos, fue apresado y fue en la cárcel<br />
donde pagó todo el daño y el horror que causó<br />
a Javier; fue golpeado y brutalmente violado,<br />
fueron los presos los que le hicieron sentir el<br />
mismo dolor y desesperación que él hizo sentir<br />
a ese niño inocente. Murió solo en su celda, sin<br />
recibir siquiera la ayuda de los guardias.
<strong>El</strong> Árbol Encantado de Carampangue<br />
Autor: Fabián Sánchez Pino<br />
Seudónimo: <strong>El</strong> bifa Arellano<br />
“Hace mucho tiempo, en un lugar cercano al<br />
río Carampangue, había un hermoso árbol de<br />
tronco y ramas firmes, que atraía la atención de<br />
los lugareños. Aquella mañana, un campesino<br />
huinca recién llegado salió a buscar leña para<br />
su casa y al verlo no resistió la tentación de<br />
partirlo. Fue difícil su trabajo, el árbol se resistía<br />
a ser derribado. Finalmente lo logró, pero<br />
se le había hecho tarde para trozarlo. Tomó su<br />
hacha y se fue a su casa, dispuesto a volver al<br />
otro día con una carreta para terminar con su<br />
faena.<br />
Grande fue su sorpresa cuando regresó a trozar<br />
el árbol: lo encontró en pie y sin huella de su<br />
hacha en el tronco. Pensó que su memoria le<br />
estaba jugando una broma y se dispuso a derribar<br />
el árbol. Con gran sacrificio y sin parar,<br />
al mediodía cayó el poderoso árbol a tierra.<br />
Luego hizo leña del árbol caído y sin darse<br />
cuenta cayó la noche. La oscuridad le impedía<br />
cargar su carreta, por lo que decidió volver al<br />
día siguiente. Se levantó temprano el tercer día<br />
y con mucha duda fue a buscar la leña. En efecto,<br />
el estupor fue mayúsculo al ver el hermoso<br />
árbol entero en su sitio, sin corte en su tronco o<br />
ramas. <strong>El</strong> hombre volvió a su casa con las manos<br />
vacías. Cuentan que los espíritus protectores<br />
del pueblo mapuche lo habían plantado<br />
una noche de luna llena, como un centinela que<br />
avisaba la presencia de los invasores españoles.<br />
Hoy día se mantiene como un símbolo de<br />
la resistencia.”<br />
La persona que me relató esta historia dice que<br />
tenía 20 años cuando a él se la contaron y ahora,<br />
a la edad de 89 años, aun se acuerda de esta<br />
leyenda de la provincia de Arauco.<br />
Y los habitantes y familiares de Carampangue<br />
que tengo yo y que vieron ese testimonio, dicen<br />
que aún ellos creen que eso sucedió….
<strong>El</strong> Árbol Hecho Santo<br />
Autor: Diego Bustos Almendra<br />
Seudónimo: DBBA<br />
Una tarde de sábado, después de compartir<br />
un rico almuerzo en familia, sentimos un extraño<br />
ruido en el techo, yo me asusté mucho<br />
y pregunté: “¿Qué fue eso?” Mi abuelita me<br />
respondió: “¡debe haber sido un gato!”. Desde<br />
ese momento me dio mucha curiosidad saber<br />
sobre las antiguas leyendas que contaban, ella<br />
me empezó a nombrar unas como ‘La piscina<br />
de las monjas’ en Maule, ‘La taco alto’ de<br />
Schwager y ‘<strong>El</strong> santo del boldo’.<br />
Luego nos quedamos un momento en silencio<br />
y en ese instante sentí interés por saber, con las<br />
palabras de mi abuela, la leyenda del ‘Santo<br />
del Boldo’.<br />
<strong>El</strong>la se quedó pensando, recordando aquella<br />
historia que había ocurrido hace muchos años<br />
atrás; luego, se levantó de la mesa y buscando<br />
el mate, la yerba y el agua caliente, volvió a<br />
sentarse a mi lado y poniendo su mirada fijamente<br />
en la mía, dijo: “¡está bien, te la contaré!”<br />
“Esta historia ocurrió camino a Maule donde,<br />
al costado del cerro, había un árbol de mediana<br />
altura llamado ‘Boldo’; sus hojas verdes, gruesas<br />
y brillantes servían de medicina. La gente,<br />
cuando iba hacia la playa, pasaba a arrancarle<br />
algunas hojas llevándolas a su hogar.<br />
Era tanta la gente que pasaba por allí que les<br />
llamaba mucho la atención verlo. Entre tantas<br />
personas, también iban hombres a cortar leña<br />
para calentarse en su casa. De pronto apareció<br />
un hombre alto, moreno y de barba, el cual<br />
vestía ropa muy vieja y un gorro de lana, en<br />
su mano derecha llevaba un serrucho de dientes<br />
muy afilados. Al ver el árbol, subió hasta<br />
él y comenzó a cortar, sudando cada vez más.<br />
Al pasar un rato, sintió mucho miedo tras darse<br />
cuenta que el árbol se vestía de sangre, el<br />
hombre corrió asustado, perdiéndose entre los<br />
arbustos y dejando todo tirado. Al poco tiempo<br />
se supo que el hombre había tenido un grave<br />
accidente.<br />
Finalmente esto llegó a oídos de un sacerdote,<br />
el cual lo declaró un lugar santo.<br />
Hoy en día son muchos los fieles que van a pedirle<br />
que interceda por ellos, ya sea por enfermedad,<br />
trabajo o estudios, encendiendo velas y<br />
dejando flores a sus pies.”<br />
-”¡ Abuelita, Me gustó mucho escucharte!”
- “Sí, mi niño, pero ahora estoy muy cansada<br />
y es hora de dormir, mañana te podré<br />
contar otra historia de aquellas leyendas<br />
que se cuentan. Buenas noches y no te<br />
olvides de rezar.”
<strong>El</strong> Pequeño Héroe de la Mina<br />
Autor: Camila Soto Azócar<br />
Seudónimo: Hayley<br />
Caía la tarde y como toda esposa minera,<br />
Marta comenzaba a preparar el rico pan<br />
amasado característico de la zona; sus pequeñas<br />
hijas entusiastas le ayudaban, mientras<br />
solían entonar dulces melodías junto<br />
a su madre; mientras tanto Javier, el hijo<br />
mayor, esperaba la llegada de su padre, a<br />
quien quería y admiraba demasiado. Javier<br />
desde pequeño sentía temor de que algo<br />
pudiese sucederle a su padre en la mina, ya<br />
que aún recordaba lo que le había sucedido<br />
a su abuelo hace algunos años.<br />
Tras el paso de unos minutos Campeón, el<br />
perrito de la familia, anunciaba la llegada<br />
de su amo ladrando, saltando y moviendo<br />
la cola. Javier fue corriendo a saludar a su<br />
padre, mientras Marta y las niñas preparaban<br />
la mesa para tomar once.<br />
Cada tarde se vivía una alegría familiar en<br />
la mesa, Juan solía relatar aquellas leyendas<br />
que caracterizaban a la zona. Sus hijos<br />
atentos, disfrutaban escuchando aquellas<br />
misteriosas pero divertidas historias locales.<br />
A pesar de ser una familia modesta<br />
nunca les faltó nada, ya que el amor y la<br />
alegría familiar llenaban sus vidas.<br />
Como cada mañana, Juan y todos los mine-<br />
ros abandonaban sus hogares acompañados<br />
de aquella característica brisa matinal, para<br />
adentrarse en aquel oscuro túnel de carbón<br />
donde emociones iban y venían.<br />
Al interior de la mina, el tema que se comentaba<br />
últimamente era la entrada de<br />
Javier, el hijo de Juan, a la mina; todos<br />
comentaban que ya estaba en la edad para<br />
comenzar a trabajar y que seguro sería<br />
un gran minero como su padre; todos los<br />
trabajadores le tenían gran cariño a Juan,<br />
siempre destacaban su buena voluntad,<br />
su alegría y sus buenos consejos. “Era un<br />
ejemplo de persona” decían sus compañeros.<br />
Él sólo decía “no es para tanto”, entre<br />
risas y carcajadas. Así pasaban las horas<br />
junto a la mina del carbón que en cualquier<br />
momento podía traer hechos que opacaran<br />
el día. Gracias a Dios, en el último tiempo<br />
nada grave había acontecido. Llegaba la<br />
hora de retornar a casa, los mineros agotados<br />
y con sus ropas cubiertas de aquel oscuro<br />
polvo que también cubría sus rostros.<br />
Al llegar a casa, Juan buscó a Javier para<br />
hablar sobre su inicio en la mina; le preguntó<br />
si se sentía preparado, Javier respondió<br />
de inme
diato que si, pero igual expresó el temor que le<br />
daba. Juan comenzó a aconsejarlo como siempre<br />
lo hacía y así pasaron las horas y anocheció.<br />
Tras el paso de una semana llegó aquella mañana<br />
tan esperada, Javier se alistaba para emprender<br />
un nuevo camino como minero, junto<br />
a su padre. Al llegar a la mina sintió el grato<br />
recibimiento de sus compañeros que lo saludaban<br />
muy amablemente. Mientras trabajaban,<br />
Javier presintió que algo extraño iba a suceder<br />
en el lugar pero él no quiso avisar de esto. Pasaron<br />
las horas y todo seguía normal hasta que<br />
sonó algo muy ruidoso, Javier sintió que algo<br />
le iba a ocurrir a su padre…<br />
<strong>El</strong> niño vio que algo estaba a punto de caer sobre<br />
Juan, su padre. Javier se aproximó a salvarlo<br />
pero por tratar de salvarle la vida a su padre,<br />
el que murió fue él. Juan sintió qucorazón de<br />
su hijo ya no latía más, se sintió muy culpable<br />
ya que por tratar de salvarlo a él, Javier<br />
perdió su vida.<br />
Cuando la madre, Marta, se enteró de lo<br />
ocurrido no pudo dejar de llorar, apenas<br />
podía mantenerse en pie. <strong>El</strong> dolor que tenía<br />
en su corazón era inmenso, al igual que el<br />
del padre.<br />
A los dos días después fue su funeral, todos<br />
los familiares, amigos y mineros que<br />
trabajaban en la mina asistieron allí. Fue el<br />
momento más triste para Marta y Juan, la<br />
muerte de su hijo los afectó muchísimo.<br />
Pasaron los años, Marta y Juan iban a visitar<br />
cada semana a Javier en el cementerio,<br />
le llevaban flores y le contaban las cosas<br />
que sucedían en la mina y en el pueblo. A<br />
pesar de que ya no estuviera junto a ellos<br />
físicamente, su presencia y el recuerdo de<br />
aquel pequeño, que con coraje se sacrificó<br />
por salvar a su padre, estará siempre en los<br />
corazones de sus seres queridos.
Esta es la Historia de José Chicharrón<br />
Autor: Richard Valencia Jara<br />
Seudónimo: Rivaja<br />
En las minas de Schwager trabajaba un minero<br />
llamado José, el que todos conocían como<br />
José Chicharrón, ya que su mujer, apodada Sra.<br />
Rosa Panadera porque fabricaba y vendía pan<br />
en los hornos de Chollín, le enviaba de manche<br />
todos los días pan con chicharrones, lo que<br />
aprovechaban sus compañeros para molestarlo<br />
y reírse de él, pues cada día le preguntaban a la<br />
hora de colación “¡oye, José! ¿Qué trajiste de<br />
manche?” A lo que él respondía “pancito con<br />
chicharrones”. Como esto se hizo habitual, los<br />
amigos lo apodaron José Chicharrón.<br />
Cada día, José Chicharrón compartía su labor<br />
de minero disparador con sus amigos barreteros.<br />
Trabajando arduamente, tomaban agua de<br />
la charra y siempre había alguien que tiraba<br />
una broma a la que los otros contestaban, lo<br />
que hacía divertido el pesado trabajo que todos<br />
realizaban.<br />
Un día el minero apodado Bam-Bam por sus<br />
dotes de futbolista, esperó que José Chicharrón<br />
fuera a un rincón a medir el gas grisú acumulado<br />
en el sector, para comerse su rico pan con<br />
chicharrones, el que disfrutó con sus demás<br />
compañeros entre risas y bromas. Al rato apareció<br />
José Chicharrón, con gran entusiasmo,<br />
invitando a sus compañeros a colación, pero<br />
fue grande su sorpresa cuando vio que su pan<br />
no estaba en el guameco; entonces pensó que<br />
su mujer no se lo había echado, por lo que regañó<br />
de gran manera, mientras sus compañeros<br />
se reían y lo instaban a que siguiera regañando<br />
en contra de su mujer, diciéndole que ella no se<br />
preocupaba de él, que no lo quería, que lo engañaba,<br />
etc. Como fue demasiada la risa, José<br />
se dio cuenta que su esposa no era la culpable<br />
y acusó a sus compañeros de sacarle el pan, a<br />
lo que ellos respondieron que a lo mejor fue un<br />
ratón, de los que andaban en cantidades en la<br />
mina, el que le había comido su rico pan con<br />
chicharrones, por lo que ellos, como buenos<br />
amigos y compadres, le convidaron un trocito<br />
de manche para que su buen amigo pasara el<br />
mal rato y por supuesto el hambre, que a esa<br />
hora le invadía.<br />
Un día de invierno, en que llovía a chuzos, José<br />
Chicharrón debía ir a trabajar al primer turno,<br />
que comenzaba a las 06:00 horas, por lo que<br />
se levantó muy temprano y desayunó el caldillo<br />
que le preparó su esposa Rosa. Se despidió<br />
de ella con un beso recibiendo su bendición ya<br />
que como sabemos el trabajo de la mina es
extremadamente peligroso y sacrificado. José<br />
tomó el bus de la compañía, donde ya venían<br />
sus compañeros que lo recibieron con un gran<br />
¡¡buenos días!! Alegres y talleros como todos<br />
los mineros, hicieron el recorrido a la mina de<br />
Schwager, pero en este día de lluvia, truenos y<br />
relámpagos se sentía algo raro en el ambiente<br />
y José Chicharrón tenía un mal presentimiento.<br />
Los mineros llegaron a la Empresa donde se<br />
cambiaron de ropa, tomaron sus lámparas y se<br />
embarcaron en la jaula que los llevaría al fondo<br />
de la mina. Al llegar sintieron que la tierra crujía,<br />
entonces advirtieron que estaba temblando<br />
y como buenos mineros, no se asustaron e hicieron<br />
bromas con esta situación. Continuaron<br />
su recorrido en carros hacia el sector de trabajo;<br />
los mineros cantaban, gritaban, hacían<br />
bromas, etc., con el fin de hacer de este trabajo<br />
sacrificado y peligroso, algo entretenido. Fue<br />
así que comenzaron su labor diaria en el frente<br />
de la mina donde extraían el carbón. Transcurrieron<br />
alrededor de tres horas de trabajo cuando<br />
José Chicharrón junto a sus compañeros de<br />
frente advirtieron algo extraño en el ambiente;<br />
es por esto que tomó su instrumento y midió el<br />
porcentaje de gas presente, el que estaba muy<br />
alto por lo que dio de inmediato la alarma para<br />
que todos los mineros evacuaran porque el gas<br />
grisú se había apoderado peligrosamente del<br />
lugar. Todos dejaron sus herramientas abandonadas<br />
y corrieron desesperados, alejándose<br />
de este lugar. Tres mineros quedaron atrapados<br />
en una compuerta. Cuando José Chicharrón se<br />
dio cuenta de ésta situación, volvió a ayudarlos<br />
rápidamente y con mucho esfuerzo despejó el<br />
lugar. Los mineros corrieron pero uno de ellos<br />
cayó en el camino, lo que fue fatal porque el<br />
gas grisú no espera. Ocurrió en ese instante<br />
una explosión que acabó con su vida dejando<br />
a los demás, incluido José, con graves quemaduras.<br />
Este día los equipos de rescate tuvieron<br />
un gran trabajo para rescatar a los sobrevivientes<br />
y fallecidos en esta tragedia, los llevaron al<br />
hospital de la Empresa, donde José Chicharrón<br />
murió y hoy es recordado como un héroe, porque<br />
dio la vida por sus compañeros.<br />
Su esposa, la Sra. Rosa Panadera, continúa<br />
vendiendo su pan con chicharrones en el centro<br />
de la ciudad, donde tiene sus fieles clientes.
Juan el Minero<br />
Autor: Fernanda Palacios Mercado<br />
Seudónimo: Fernie P. M.<br />
Cuenta la leyenda que, hace muchos años atrás,<br />
existía un pueblito azotado por la pobreza.<br />
Hombres, mujeres y niños salían a recolectar<br />
mariscos cuando la marea bajaba, para poder<br />
venderlos y así llevar algo de dinero para poder<br />
comprar el pan, alimento que no podía faltar en<br />
la mesa de sus hogares.<br />
Así transcurrían los días, los meses y los años.<br />
Juan, un hombre del pueblo, acostumbraba a<br />
caminar por los alrededores junto a sus dos<br />
pequeños y a su joven mujer, que llevaba en<br />
su vientre a un tercer hijo; les hablaba y los<br />
entretenía, cada vez que su imaginación lo llevaba<br />
a lugares extraños, para hacer más ameno<br />
el viaje de ida y regreso. Fue en uno de estos<br />
paseos cuando, de repente, vio la silueta de un<br />
hombre vestido de minero, lo que le pareció<br />
bastante raro pues no existía en el pueblo este<br />
tipo de actividad. Lleno de curiosidad se fue<br />
acercando, pero lo que era aún más extraño es<br />
que entre más cerca estaba, más nítida se hacía<br />
la silueta; hasta que llegó al lugar y cual sería<br />
su asombro al no encontrar a nadie, pero en el<br />
lugar había una ruma de carbón negro y brillante.<br />
Pasmado por tal hecho, Juan tomó su saco y<br />
comenzó a llenarlo, con la esperanza de poder<br />
vender el carbón y llevar dinero a su hogar. Sus<br />
ojos negros brillaban ante la alegría. Pero este<br />
carbón tenía algo especial, el hombre llenaba<br />
su saco y la ruma quedaba tal cual. Juan gritaba<br />
y saltaba, diciéndole a su esposa: “¡Soy rico,<br />
mujer! Nunca más pasaremos hambre”.<br />
Al llegar a su casa, les comentó a los vecinos<br />
de su hallazgo. En un principio, todos creían<br />
que Juan tenía un pacto con el diablo y no se<br />
explicaban cómo era posible que apareciera<br />
aquella ruma de carbón en un lugar en el que<br />
no existían las minas. Después de mucho comentar<br />
por todos lados lo ocurrido decidieron<br />
al fin arriesgarse, la necesidad los obligaba.<br />
Con temor fueron al lugar y llenaron sus sacos,<br />
regresando a casa felices, habían encontrado<br />
una nueva fuente de trabajo.<br />
Al otro día salieron temprano, antes de que<br />
cantara el gallo, y vieron otras pilas de carbón<br />
como si alguien las hubiese dejado ahí. <strong>El</strong>los<br />
empezaron a excavar con sus chuzos y donde<br />
excavaban una nueva veta aparecía. Sus mujeres<br />
los acompañaban para hacerles la comida,<br />
aunque no entraban a la zona minera ya que<br />
pensaban que esto les traería mala suerte. Comenzaron<br />
a formarse las minas en aquel pueblo,<br />
había más y más carbón y todo parecía<br />
surgir
Pronto se corrió la voz y llegaron afuerinos<br />
de distintos lugares, lo que hizo prosperar<br />
rápidamente la actividad. Se fueron quedando<br />
ahí, el comercio fue creciendo, había<br />
nuevas oportunidades para una mejor<br />
calidad de vida, fueron formando familias<br />
y así se creó el pueblo que ahora es llamado<br />
Coronel.<br />
Juan siempre tuvo la idea que su último<br />
hijo venía con la marraqueta bajo el brazo.<br />
95
La Capa Misteriosa<br />
Autor: Sofía Muñoz Rubio<br />
Seudónimo: Socomuru<br />
Hace unos cincuenta años atrás, más o menos,<br />
ocurrió una historia bastante especial, misteriosa<br />
y un tanto extraña, por lo que me ha contado<br />
mi abuelita. Esto fue específicamente en<br />
los antiguos pabellones de Schwager.<br />
Siempre su mamá le narraba historias entretenidas,<br />
que después se convirtieron en leyendas<br />
y que hoy en día son muy conocidas. Por lo<br />
general producían miedo.<br />
La que yo voy a contar, se trata de un hombre<br />
que aparecía misteriosamente todas las<br />
noches y vestía una gran capa negra, un sombrero<br />
grande con alas y le brillaban los dientes.<br />
Recorría los pasillos angostos y oscuros todas<br />
las noches, provocando mucho miedo entre las<br />
personas que allí vivían. Lo más terrible es que<br />
se le aparecía, sobre todo, a las mujeres que<br />
eran más jóvenes.<br />
Comenzó a correr la voz y todos decían que era<br />
el diablo que se aparecía todas las noches. Además<br />
la luz era muy escasa, lo que hacía sentir<br />
más temor.<br />
Desde entonces no se atrevían a salir tarde porque<br />
podían encontrarse con este personaje.<br />
98<br />
Todos los que allí vivían eran de tradición minera,<br />
vivían del trabajo de la mina y por lo tanto<br />
eran muy sufridos y tímidos. Por los turnos<br />
que ellos hacían, muchas veces las mujeres y<br />
sus hijos pasaban las noches solos.<br />
Como vivían en la pobreza no tenían baños al<br />
interior de sus casas, usaban pelelas y recipientes,<br />
que muchas veces lanzaban por la ventana<br />
para no salir hacia afuera por el miedo que<br />
ellos sentían.<br />
Cada día se hacía más frecuente el rumor que<br />
durante todas las noches rondaba el diablo y<br />
entonces comenzaron a hacerle la guardia, pero<br />
desaparecía misteriosamente y no se atrevían a<br />
perseguirlo por el terrible miedo que provocaba.<br />
Pasaba y pasaba el tiempo y no podían descubrir<br />
a este personaje misterioso, había dudas<br />
entre las personas.<br />
Dicen que mi bisabuelita era bastante valiente,<br />
a pesar de que era joven. Una noche salió<br />
a botar la pelela y la lanzó de la puerta hacia<br />
la ventana, sin darse cuenta que estaba este<br />
personaje y lo dejo todo mojado. este hombre<br />
gritó
se enojó mucho, diciéndole “¡qué estás<br />
haciendo, cabra de porquería!”. Y ella descubrió<br />
que el supuesto diablo que aparecía<br />
todas las noches, era nada menos que un<br />
sargento de carabineros que hacía guardia<br />
durante toda la noche y que acostumbraba<br />
a mirar por las ventanas. Ahí descubre<br />
que todas las características que se habían<br />
dado pertenecían a este hombre y, como<br />
las noches eran tan frías, se vestía con esa<br />
capa inmensa de ‘castilla’, con el cuello<br />
subido y un sombrero grande, lo que hacía<br />
imposible reconocerle la cara.<br />
Parecía que él gozaba con producir miedo,<br />
además que se creía ‘amo y señor’ en<br />
aquel entonces. La reacción valiente de<br />
mi bisabuelita fue retarlo por todo el daño<br />
que estaba produciendo y, desde entonces,<br />
comienza a vivir la gente sin temor y cada<br />
vez que lo veían lo retaban.<br />
Lo que me llama la atención es que aún<br />
hoy en día, sobre todo en los campos,<br />
todavía la gente cree que aparece el diablo<br />
por la noche, vestido con esta capa negra<br />
y dientes de oro que le brillan.
La Niña del Mar<br />
Autor: Maritza Salazar Navarrete<br />
Seudónimo: Mafi<br />
Hace unos años una niña de nombre Antonia,<br />
vivía con sus padres en las cercanías de Caleta<br />
Maule; era una niña normal, con sus cosas<br />
de adolescente y la vitalidad de alguien de su<br />
edad; dedicada a estudiar y ayudar a sus padres;<br />
en la pequeña casa, su vida transcurría<br />
con normalidad.<br />
Lo que hacía notar una diferencia en su diario<br />
vivir era cuando pasaba algún forastero por el<br />
lugar, a quien se atendía con cordialidad y se le<br />
proporcionaban regalos para el viaje (comida,<br />
agua).<br />
No era raro ver a la niña husmeando cuando<br />
aparecía algún extraño por el lugar; oculta,<br />
observaba como sus padres compartían, cosa<br />
que ella tenía prohibido ya que por orden de su<br />
padre tenía que esconderse cuando esto acontecía.<br />
La desconfianza y el amor de este padre<br />
hacia su hija lo hacían ocultarla de cualquier<br />
posible peligro y la llegada de un extraño a su<br />
hogar, era considerado un peligro para él.<br />
Por lo mismo, ocultaba a su hija, quien debía<br />
permanecer muchas veces horas escondida,<br />
siendo vigilada por la madre, quien le suministraba<br />
los alimentos en esos largos periodos<br />
de tiempo.<br />
Nadie podía sospechar siquiera lo que estaba<br />
por venir. Amanecía y el galope de un caballo<br />
despertó a Don Mauro, quien se levantó presuroso<br />
a ver quién se acercaba a su hogar. Era un<br />
mozo de unos 30 años, moreno, de cabellera<br />
oscura y el trabajo bruto se hacía notar al ver<br />
su cuerpo bien desarrollado.<br />
Entre la prisa y la sorpresa, Don Mauro olvidó<br />
por completo a su hija y por lo mismo el ritual<br />
de ocultarla. Fue así como la niña, sin previo<br />
aviso, se presentó en el comedor ante la vista<br />
cautelosa del extraño, quien la observó de una<br />
manera minuciosa y comentó lo bella que era<br />
la niña, a la que el padre, presuroso, le ordenó<br />
volver a su cuarto.<br />
“Déjela desayunar con nosotros”, dijo el extraño.<br />
“No es adecuado que una niña de su edad esté<br />
escuchando la charla de los adultos”, argumentó<br />
don Mauro.<br />
“¡A tu cuarto, niña! estás en camisón. Vístete y<br />
dedícate a tus labores”, le ordenó el padre.
La niña obedeció sin decir nada. <strong>El</strong> viajero, que<br />
se llamaba Fernando, sólo la observó alejarse,<br />
mirando fijamente esa delicada silueta que desaparecía<br />
ante sus ojos.<br />
Fue entonces cuando comentó que había comprado<br />
un terreno cerca, que serían vecinos y<br />
que podían ayudarse y compartir como tales.<br />
Don Mauro no se alegró con la noticia. Vio en<br />
ese hombre un peligro para su niña, quien a sus<br />
15 años aún no sabía nada del amor y nunca<br />
había siquiera fijado su atención en nadie.<br />
Los días transcurrían normales y una nueva visita<br />
de Fernando llegó a inquietar la tranquila<br />
personalidad de don Mauro, quien a la distancia<br />
levantó su mano, saludando.<br />
La niña ayudaba a su padre y una vez más su<br />
mirada se cruzó con la de aquel extraño, una<br />
mirada tierna, pura, inocente; mientras él veía<br />
en ella la oportunidad de una nueva aventura,<br />
de divertirse, sin pensar siquiera en el daño que<br />
esto podría causar.<br />
Fue así como se inició esta furtiva y dramática<br />
historia de amor, entre una adolescente tímida<br />
e inexperta y un hombre aventurero y mujeriego.<br />
Sus encuentros fueron pocos, pero bastaron<br />
para que la niña se enamorara de Fernando,<br />
quien aprovechando esto hacía y disponía de<br />
didas de su hogar y que mintiera a sus padres<br />
en su asistencia al colegio, tiempo que aprovechaba<br />
Fernando para hacer realidad sus locuras<br />
con Antonia.<br />
Pasaban los días y el padre de Antonia empezó<br />
a sospechar y a desconfiar de su hija, al punto<br />
de vigilar cada paso, cada mirada, entre ella y<br />
Fernando cuando éste los visitaba, ya que ahora<br />
eran vecinos y no había necesidad de ocultar<br />
a la niña; se veían cada vez que él los visitaba.<br />
Fue así como una noche descubrió el amorío<br />
que había entre su hija y Fernando, sin comprender<br />
cómo un hombre que le doblaba en<br />
edad podía seducir así a una niña, ¿con qué intención?,<br />
¿qué lo impulsaba a aquello? Porque<br />
él estaba seguro que no era por amor.<br />
Se enfrentó a aquel hombre, encarándole la<br />
maldad de su proceder. Mientras la niña decía<br />
estar enamorada y que no era una niña, que<br />
era mujer y merecía estar con el hombre que<br />
amaba. Fue en ese momento, cuando el padre<br />
decide ponerle término a esta aberración, según<br />
él, y Fernando sólo explicó que la niña se<br />
le había insinuado y que él, como hombre, no<br />
podía quedar mal.<br />
Producto de esto, el padre encerró en un cuarto<br />
a su hija, alejándola de todo contacto con el<br />
mundo exterior y así lograr, por fin, alejarla
para siempre de Fernando. Pero todo fue en<br />
vano, la niña seguía sufriendo por su amor y<br />
más aún al descubrir que en su vientre llevaba<br />
el fruto de aquel gran amor.<br />
Los meses pasaban y Fernando, en busca de<br />
mejores frutos, vendió su granja y se fue del<br />
lugar, sin siquiera pensar en aquella niña y sin<br />
estar enterado que pronto sería padre.<br />
Con esto, el padre liberó a la niña de su cautiverio<br />
y la dejó andar tranquilamente por el<br />
lugar; ella pudo continuar con sus paseos a la<br />
playa, mientras su bebé crecía en el vientre, sin<br />
ella saber que el término de su vida esta muy<br />
cercana.<br />
Sus paseos a aquel lugar mágico en donde se<br />
sentía segura y tranquila, fueron diarios. Su<br />
llanto, su pena, su incesante pensar, la estaban<br />
llevando al fondo del abismo; nunca tuvo noticias<br />
de Fernando, sólo lo que su padre le dijo,<br />
que se marchó del lugar reconociendo que sólo<br />
había jugado con ella y que no era hombre de<br />
hogar como para asumir un compromiso.<br />
Sin que sus padres lo notaran, la niña sintió<br />
la hora del parto y sola se fue de madrugada<br />
a orillas del mar, donde sus gritos y su llanto<br />
se mezclaban con los ruidos de los animales<br />
nocturnos que parecían estar más alborotados<br />
aquella noche. Nació un niño, que envolvió<br />
entre sus ropas y observó por largo tiempo, le<br />
canto, lo meció y lo arrulló entre sus brazos.<br />
Fue en ese momento de tristeza que Fernando<br />
volvió a sus pensamientos y sin pensarlo entró<br />
a las frías aguas de aquel mar, con su hijo en los<br />
brazos, sin razonar, sin hacer súplica del llanto<br />
de ese niño, se fue adentrando más y más en las<br />
profundidades de esas aguas, hasta desaparecer<br />
totalmente.<br />
Fue sólo en la mañana que los padres notaron<br />
su ausencia y comenzó la penosa búsqueda.<br />
Fueron dos largos días, hasta que por fin un<br />
lugareño encontró rastros de la terrible desgracia.<br />
A orillas de la playa estaban las vestiduras<br />
ensangrentadas de la joven y los restos de sangre<br />
dieron a saber lo sucedido.<br />
Los padres no pudieron soportar el dolor de la<br />
pérdida de su hija y se fueron del lugar, recordando<br />
siempre que su hija se fue por culpa de<br />
un hombre que no tenía corazón, un extraño,<br />
como le llamaban ellos. “Tanto protegerla -se<br />
decían- y terminó así.”<br />
Se dice que en las noches se escucha el llanto<br />
de la madre y del niño a orillas de la playa y<br />
que todos los 11 de octubre, pasada la medianoche,<br />
se puede ver a Antonia a orillas de esa<br />
playa, acurrucando a su bebé y apenas empieza<br />
a amanecer, entra nuevamente a las profundas<br />
y frías aguas, sin dejar de llamar a su amado<br />
Fernando.
Fue así como, una vez más, un amor<br />
desenfrenado logró arrebatar dos vidas<br />
inocentes y destruir la tranquilidad de una<br />
familia.<br />
Fernando fracasó en sus proyectos, perdió<br />
todo lo que había logrado, nunca se casó y<br />
terminó sus días solo en un asilo, muriendo<br />
en una noche fría en compañía de la<br />
soledad.<br />
Mientras, en la localidad fue muy comentada<br />
esa desgracia, la que con el paso del<br />
tiempo se transformó en una leyenda del<br />
lugar que, según se dice, no se sabe si fue<br />
verdad o sólo una leyenda más del sector<br />
carbonífero, como tantas otras.
Lamentos de un Último Abrazo<br />
Autor: Juan Acosta Prieto<br />
Seudónimo: Daniel Acosby<br />
Según la más férrea tradición, las mujeres no<br />
bajan a las minas pues son consideradas ‘mala<br />
suerte’. La triste realidad es que la mala suerte<br />
no era más que una simple creencia de épocas<br />
pretéritas, por la cual a las mujeres se les tenía<br />
estrictamente prohibido el bajar a una mina ya<br />
que, según la leyenda, la madre tierra, atormentada<br />
de celos, liberaba el grisú, un gas maligno<br />
invisible y cuyo olor no se percibía hasta el<br />
momento fatal, el cual se inflamaba y la mina<br />
explotaba.<br />
En Lota vivía una pequeña familia, la cual<br />
estaba integrada por Antonio, un sacrificado<br />
trabajador minero, el cual había perdido a su<br />
esposa cuando sufrió una grave enfermedad<br />
al estómago; en tanto, de ella sólo quedaban<br />
sus hijas, Luisa y Marcela. Luisa era una joven<br />
de 15 años y Marcela, menor que su hermana,<br />
tenía 13 años. Vivían en el Pabellón 43, en la<br />
casa 4. Por las tardes, cuando su padre se iba al<br />
trabajo, ellas quedaban a cargo de los quehaceres<br />
de la casa; sus cortas edades no les eran impedimento<br />
para saber cocinar, ya que estaban<br />
acostumbradas a que cuando su padre llegaba<br />
le tenían la comida preparada.<br />
Una tarde, Antonio fue a trabajar a la mina; era<br />
un día jueves, estaba atormentado por un cansancio<br />
que lo desanimaba, el cual hacía imposible<br />
la labor. Cuando por fin llegó a casa, Luisa<br />
y Marcela le tenían ya lista la comida como<br />
siempre, pero Antonio desistió de comer y les<br />
dijo: “hoy no comeré ya que he tenido un arduo<br />
trabajo, sólo quiero descansar” y se fue a acostar,<br />
esclavizado de cansancio. Luisa y Marcela<br />
se miraron estupefactas, ya que les impresionó<br />
que su padre haya rechazado la cena, ordenaron<br />
la habitación y se fueron a dormir. En ese<br />
entonces Marcela no pudo conciliar el sueño,<br />
sólo pensaba en cómo podría ayudar a su padre,<br />
ya que cada vez lo veía más débil, pensaba<br />
que el trabajo le estaba jugando sucio y que se<br />
le adelantaba la vejez. En eso, despertó a Luisa<br />
y le dijo: “Parece que el tiempo se le adelanta<br />
a papá, cada vez lo veo más cansado, pero esta<br />
vez el cansancio lo superó, me gustaría intentar<br />
ayudarlo a traer el pan a la casa”. Luisa respondió:<br />
“Ya le ayudamos con los quehaceres<br />
de la casa, le preparamos comida cuando él llega,<br />
con eso ya le ayudamos bastante; a menos<br />
que quieras ir a la mina a picar carbón y luego<br />
venderlo a algún comerciante o algo por el estilo”.<br />
“¡Eso nunca se me había pasado por la<br />
mente!”, dijo Marcela; pero, con un
sobresalto, Luisa se acomodó en la cama y le<br />
dijo: “ya el sueño te está dominando, no hables<br />
estupideces y duérmete”, y se quedaron dormidas<br />
en instantes.<br />
Cuando se levantaron al otro día, se dieron<br />
cuenta que su padre ya había partido a la faena<br />
y Marcela insistió en que debían hacer algo<br />
para ayudarlo, por lo cual salió sin avisarle a<br />
Luisa a dónde se dirigía.<br />
Al terminar la faena, los mineros se dirigieron<br />
cada uno a sus casas. Marcela volvió también<br />
a casa, lo más pronto que pudo, para esperar a<br />
su padre al llegar a la casa. Tenía muchas ganas<br />
de decirle a su padre la idea de ayudarle a<br />
sacar carbón para luego venderlo a algún comerciante<br />
ambulante. Cuando tocaron el tema<br />
en la mesa, la respuesta de su padre fue: “No<br />
meterás ni un pie en la mina, está estrictamente<br />
prohibido que las mujeres entren en la mina”<br />
y sin dar más explicaciones, se marchó a su<br />
habitación a descansar. Luisa, atónita, le dijo<br />
a Marcela: “Ves lo que logras, te dije que no<br />
insistieras en eso, sólo faltaba que abrieras<br />
la boca para que arruinaras las cosas”; pero<br />
Marcela, completamente convencida de ir a la<br />
mina, se puso una chaqueta y se marchó. Desde<br />
la puerta, Luisa le preguntó a dónde iba y<br />
Marcela le respondió: “Me voy a la mina, no<br />
me importa lo que ese viejo desgastado me<br />
diga, tengo que ayudarlo y debo ir a ayudarlo,<br />
mamá hubiera hecho lo mismo por él”. A<br />
Luisa le surgieron una serie de sentimientos,<br />
al recordar a su madre, lo cual le hizo cambiar<br />
de parecer, siguiendo así a su hermana y encaminándose<br />
en el peligroso trayecto hacia la<br />
mina. Apenas llegaron al lugar, Marcela le dijo<br />
a Luisa: “Tenemos suerte, la mina está abierta;<br />
hay cascos por ahí, toma uno y te lo pones; yo<br />
me ocuparé de la picota, seré la encargada de<br />
sacar el carbón”. Así, se internaron en la profundidad<br />
de la mina y cuando llegaron a cierto<br />
nivel de profundidad Marcela se ocupó de sacar<br />
carbón, tal y como lo había planteado. Fue<br />
ahí que escucharon un murmullo que venía de<br />
la oscuridad, era una voz de mujer, les parecía<br />
que las llamaba y en ese momento recordaron<br />
a su madre. Siguieron la misteriosa voz que<br />
llamaba desde la profundidad y, al cabo de un<br />
instante, la voz desapareció y se sintieron débiles<br />
e incapaces de seguir adelante. Luisa calló<br />
de sueño y Marcela, que aún siendo menor que<br />
su hermana Luisa era mucho más fuerte que<br />
ella, esta vez no pudo contra el atrayente canto<br />
gas grisú y se desplomó, dejando caer la picota<br />
junto con ella, prendiendo así una chispa que<br />
inundó el lugar de fuego haciendo que la mina<br />
explotara. <strong>El</strong> ruido fue estrepitoso y a pesar de<br />
la lejanía que tenía con el pequeño pueblito,<br />
despertó a toda la población, quienes corrieron<br />
enseguida a la zona del accidente. Antonio,<br />
quien de inmediato se dirigió a la habitación<br />
de sus hijas para decirles que no se a sus para<br />
decirles que no se asustaran, no las encontró, lo<br />
que lo hizo recordar el comentario de Marcela<br />
sobre ir a la mina a buscar el “Me lo Contaron<br />
Mis Viejos”MEMORIA POPULAR E HISTO-
preciado oro negro, lo cual lo estremeció de<br />
dolor. Se dirigió al lugar y se encontró con el<br />
desastre, las voces confundían la mente de Antonio.<br />
Luego de recorrer la zona del desastre se dirigió<br />
a lo que era la entrada de la mina y cerca<br />
de lo que había sido la puerta de la mina se<br />
encontraba la chaqueta de Marcela. En cuanto<br />
la vio predijo todo lo que había sucedido. Se<br />
estremeció en un dolor tan prominente, que le<br />
quitó la vida años después, que aún se escuchan<br />
los gritos de dolor y desesperación de Antonio,<br />
quien anda en busca de Marcela y Luisa,<br />
a quienes espera encontrar algún día para poder<br />
abrazarlas por una última vez.
Mi Abuelo, un Verdadero Héroe<br />
Autor: Javiera Bustos Campos<br />
Seudónimo: Toty<br />
Mi abuelo siempre nos cuenta algunas de sus<br />
historias, pero a nosotros nos parecen inventadas<br />
y no le creemos. Él ya entró en edad y<br />
su voz casi no se escucha, pero esta historia<br />
nos pareció muy entretenida, ya que le salvó la<br />
vida a su amigo. Comenzó la historia diciendo<br />
así:<br />
“En aquellos años del 1949 tuve que ir a trabajar<br />
por necesidad, para ayudar a mi familia,<br />
a la mina Chiflón del Diablo, donde pasé mucha<br />
frustración y miedo. Yo era un joven de 18<br />
años y manipulaba una máquina circadora, que<br />
cortaba las vetas de carbón. Luego de trabajar<br />
un año, me trasladaron a la superficie, ya que<br />
era bueno para los deportes. Fue aquí, en ese<br />
entonces, que conocí a Patricio Manns, que tan<br />
sólo tenía 17 años.<br />
Luego de unos años, me di cuenta que Patricio<br />
era un inexperto para trabajar. Él estaba muy<br />
frustrado. Tomó unos explosivos y se los colgó<br />
en el cuello; yo, muy asustado, le dije que<br />
eran explosivos sensibles. Se puso nervioso,<br />
pero yo logré calmarlo y quitarle los explosi-<br />
vos, ya que si chocaba con algo se partiría en<br />
mil pedazos. Desde entonces Patricio y yo nos<br />
volvimos muy amigos.<br />
Luego de unos años, Patricio se dedicó a la<br />
música y fue muy conocido en la comuna de<br />
Lota. Pero luego se fue para Santiago y no nos<br />
volvimos a ver en muchos años.”<br />
Nosotros no le creímos mucho esa historia.<br />
Pero en una ocasión en que Patricio Manns<br />
dio un concierto, un tío le preguntó si conocía<br />
a Heriberto Suazo (mi abuelito) y él le dijo:<br />
“Claro, si él es mi viejo amigo, quien me salvó<br />
la vida cuando era joven”.<br />
Luego de esto, tuvieron un reencuentro. Al<br />
verse, se abrazaron y se emocionaron al estar<br />
juntos otra vez.
Nunca Debe Darse por Vencido<br />
Autor: Sebastián Pezo González<br />
Seudónimo: Sebas<br />
Era de madrugada y como cada día se levantaba<br />
con gozo para ir a trabajar. Le gustaba mirar<br />
su pueblo desde lo alto del cerro Merquín.<br />
Mirar como despierta la ciudad, su gente, las<br />
chimeneas humeantes, el mar, los botes y sobre<br />
todo los barcos, cómo a la distancia se alejan y<br />
se ven tan pequeñitos.<br />
Mirar como despierta Coronel, su pueblo que<br />
tanto ama, su gente, a quien admira por su<br />
empeño, esfuerzo, alegría, honradez y sobre<br />
todo por ser muy trabajadora. Juan era nacido<br />
y criado en la zona del carbón, coronelino de<br />
corazón y era un hombre muy orgulloso de sí<br />
mismo.<br />
“Bueno, contaba Juan Soto, se levantó temprano<br />
como siempre, para ir a trabajar a la mina.<br />
Él estaba en el Pique Alberto, su trabajo consistía<br />
en picar las toscas que quedaban después<br />
del disparo, recogerlas y cargar carbón al carrito.<br />
Era un trabajo duro, pero a él le gustaba<br />
porque era lo único que sabía hacer y era un legado<br />
que le habían dejado su papá y su abuelo<br />
paterno, quienes le habían enseñado el oficio a<br />
los quince años. Él ahora tenía 45 años y era de<br />
semblante rudo, tosco, pero con su familia era<br />
un padre y marido afable y cariñoso; lo único<br />
que soñaba para sus hijos era que cortaran con<br />
esta tradición familiar, por eso cada día los instaba<br />
a estudiar y daba gracias que, por su trabajo,<br />
podía darles una educación para que fueran<br />
profesionales, ya que el trabajo en las minas,<br />
por ser tan peligroso y de gran esfuerzo físico,<br />
a los hombres los avejentaba antes de tiempo y<br />
como buen padre no quería eso para ellos.<br />
En la mañana su esposa, doña Lucía, arreglaba<br />
la lonchera con el manchi para don Juan, mientras<br />
él desayunaba un delicioso caldo de papas<br />
con harina tostada que ellos mismos hacían,<br />
tostando el trigo en una callana, caldo que se<br />
servía como si fuera el mejor manjar. Antes de<br />
irse a la mina se encomendaba a Dios, ya que<br />
era un hombre muy creyente.<br />
Ese día llegó como de costumbre a la mina,<br />
donde se encontró con todos sus compañeros y<br />
el capataz, para bajar al lugar de trabajo. Su cuadrilla<br />
era de siete trabajadores, no eran amigos<br />
pues todos eran de carácter y principios muy<br />
diferentes. Por ejemplo, a don Pedro le gustaba<br />
salir de parranda con otros compañeros y llegar<br />
a su casa borracho, dando problemas en su hogar,<br />
lo cual Juan no com partía y le
aconsejaba para que cambiara su manera de<br />
vivir.<br />
Estaban trabajando y faltaban alrededor de<br />
quince minutos para que sonara la sirena que<br />
da a conocer el mediodía. Cuando de repente<br />
sintieron un gran estruendo, ruidos inmensos<br />
y el polvo inundó el lugar. No se veía nada a<br />
pesar de la poca luz que tenían, porque el polvillo<br />
del carbón envolvió el lugar, se veía y se<br />
respiraba solamente carbón. <strong>El</strong>los pensaron<br />
que era su final, que hasta ahí había llegado<br />
su vida. Sentía gemidos de dolor de los golpes<br />
que habían recibido por la explosión y de la<br />
incertidumbre que reinaba, ya que no sabían<br />
hasta cuándo les iba a durar el aire o si alguno<br />
estaba mal herido. Cuando se disipó un poco el<br />
polvillo miraron a su alrededor, vieron grandes<br />
rocas por ambos lados y notaron que quedaron<br />
atrapados en un espacio no mayor a tres<br />
metros. Para poder respirar se pusieron los pañuelos<br />
o fallamanes en la boca, para poder purificar<br />
su aire. Don Juan recordó el lugar donde<br />
estaban en el túnel, ya que era como su segunda<br />
casa, conocía cada rincón, cada centímetro,<br />
y de repente se le alumbró que si cavaban por<br />
una dirección hacia arriba y por la orilla del<br />
lugar en que estaban, podían llegar a otro túnel<br />
que estaba en paralelo. Entonces incentivó a<br />
sus compañeros a cavar con toda sus fuerzas,<br />
les dijo que las máquinas no podían entrar a<br />
socorrerlos porque podían hacer un derrumbe<br />
mayor y quedar sepultados. Entonces, con la<br />
esperanza que tiene un moribundo por la vida,<br />
cavaron con mucho tesón, pero ellos no sabían<br />
que los compañeros de las otras cuadrillas también<br />
cavaban de afuera para poder socorrerlos.<br />
Así pasó la mañana del 10 de septiembre y terminó<br />
el primer turno, llegó el segundo turno<br />
pero, en honor al compañerismo, ningún minero<br />
del primer turno se fue y siguieron ayudando<br />
en su rescate.<br />
Cuando estaba por anochecer, llegaron cavando<br />
a un punto en que entró luz, el agujero se<br />
agrandaba; al ver ellos el rostro de sus compañeros,<br />
no lo podían creer. Para ellos era como<br />
haber resucitado, era un renacer, pensaban en<br />
la amargura en que debían estar sometidas todas<br />
las familias y en la dicha de volver a salir.<br />
Al juntarse con sus camaradas, los abrazos entre<br />
salvadores y salvados inundaban el lugar y<br />
las lágrimas que caían de sus ojos quemaban<br />
sus negras mejillas.”<br />
Don Juan Soto ahora es jubilado, rodeados de<br />
sus nietos cuenta esta historia a quien quiera<br />
escuchar, donde él enseña que uno nunca deben<br />
darse por vencido, cualquiera fuera la dificultad,<br />
porque uno todo lo puede superar con<br />
la ayuda de Dios. La fe y el deseo de salir adelante<br />
siempre lo debemos tener.
Se Paga con la Misma Moneda<br />
Autor: Eduardo Paredes Carriel<br />
Seudónimo: <strong>El</strong> Ingeniero<br />
Tal vez la experiencia avala a un ser de historias<br />
y conoce ya el territorio al cual él pertenece,<br />
es por esto mismo que todos no corren la<br />
misma suerte a la hora de trabajar en la mina,<br />
por ello son muchos los hechos que han sucedido<br />
en ésta.<br />
Un día, un joven de mediana estatura, obligado<br />
a trabajar por el bien de su familia, llegaba por<br />
primera vez a trabajar a la mina Chiflón Puchoco,<br />
ubicada en Schwager, al frente del mar en<br />
aquellos años. No tenía idea del nuevo mundo<br />
al cual ya pertenecía, pero sus antecesores vivieron<br />
de esto, sustentaron a su familia y ahora<br />
era el turno de este joven llamado Juan José<br />
Mella.<br />
Su padre y su abuelo vivieron de esto, pero ambos<br />
rodeados de tragedias. Fue así como ambos<br />
hombres murieron aplastados en las profundidades<br />
de las minas. En algunas personas rondaba<br />
la idea de que, tal vez, esta familia estaría<br />
siendo atacada por algún ser extraño, allanado<br />
en las profundidades de las minas. Es por esto<br />
que, entre algunas personas de la mina, retaron<br />
a un duelo a Juan José.<br />
Como siempre hay progenitor de toda idea,<br />
este fue el capataz, que ya conocía la mina al<br />
revés y al derecho, debido a los años de servi-<br />
cio que ya ha prestado al Chiflón. Para comprobar<br />
si era verdad aquel mito que rondaba<br />
por las mentes de algunos trabajadores, el capataz<br />
encargado de la sección donde trabajaba<br />
Juan José, le dijo: “como tú sabes, tu padre y<br />
tu abuelo murieron en esta mina y está la inquietud<br />
aquí de que algún ser extraño, tal vez<br />
el mismo diablo, tiene algo en contra de tu familia.<br />
Es por esto que te quiero encargar una<br />
misión para comprobar aquel hecho que ronda<br />
por varias cabezas, además probaremos tu valentía,<br />
tu coraje y habilidad. Quiero que vayas<br />
hasta el último piso, por denominarlo así, y que<br />
aguardes allí una hora para ver qué sucede. Si<br />
no llegas luego de tres horas, un tiempo necesario<br />
para que bajes y luego subas, este hecho<br />
será comprobado.”<br />
Juan José aceptó la propuesta del capataz, dijo<br />
que no tenía miedo a nada de lo que pasara allá<br />
abajo y que si era por el bien de su familia, más<br />
valor tenía aún para enfrentarlo.<br />
Acordaron juntarse a las diez de la mañana en<br />
la entrada del pique en cual trabajaban ambos,<br />
el capataz y el joven.<br />
Los trabajadores alentaban a Juan José. La<br />
hora
ya se acercaba. Nadie sabía lo que pasaba por<br />
la mente de Juan José en aquel momento, sólo<br />
sabían que por fin comprobarían si era verdad<br />
lo que ellos estaban afirmando.<br />
“Juan José, llegó la hora”, le dijo el capataz.<br />
Juan José, sin arrepentimientos, se internó lentamente<br />
en la mina, con la esperanza de poder<br />
volver con vida y ver a su familia, que era lo<br />
que más quería en aquel momento.Faltaba poco<br />
recorrido para llegar al lugar de los hechos, nadie<br />
trabajaba a esa hora, estaba completamente<br />
solo o tal vez no. Todos esperaban a la entrada<br />
del pique por si salía Juan José.<br />
De pronto, Juan José se vio atormentado por<br />
una espesa neblina negra que se aproximaba<br />
de a poco hacia él. Luego, le comenzó a faltar<br />
el oxígeno, ya no tenía fuerzas para continuar<br />
cuando de pronto escucha unos pasos, que cada<br />
vez se acercaban más y más. Volteó para ver si<br />
venía algo cuando… ¡zas! Juan José cae sobre<br />
el piso sin remedio alguno. Era el mismísimo<br />
diablo que rondaba por aquella zona y ya era su<br />
tercera víctima en la familia Mella: primero el<br />
abuelo, luego su padre y ahora él. Esto ya era<br />
una pesadilla.<br />
Comenzaron a pasar los minutos, el tiempo se<br />
agotaba. Los trabajadores, atónitos, esperaban<br />
en la entrada del chiflón.<br />
¡Sólo quedan diez minutos!... gritaban algunos.<br />
<strong>El</strong> capataz pensaba, pensaba y pensaba “¿vendrá<br />
por ahí?” Cuando de pronto un trabajador<br />
gritó “¡Se acabó el tiempo, capataz!, ya no llegó.”<br />
La idea que rondaba por algunas cabezas se había<br />
cumplido. Todos por fin podían comprobar<br />
que era verdad lo que afirmaban y lo primero<br />
que hicieron fue darle la noticia a su madre, que<br />
todos los días lo esperaba con una rica sopa de<br />
huevo, pero lo que no sabía era que ya no sería<br />
necesario esperarlo nunca más.<br />
Un hombre robusto golpeó la puerta donde vivía<br />
el joven. La madre con mucho gusto fue a<br />
abrir la puerta pensando que era su hijo, pero<br />
lamentablemente no era éste sino que un compañero<br />
de trabajo que iba con la misión de comunicarle<br />
que su hijo había fallecido.<br />
Al conocer la noticia, la señora se entristeció en<br />
gran manera, reventando en llanto, atónita, sin<br />
poder creer la noticia que le estaban contando.<br />
La señora quiso saber quién era responsable de<br />
aquel macabro hecho y el joven robusto respondió:<br />
“fue el capataz, él fue el de la idea.”<br />
<strong>El</strong> hombre se marchó y la señora, muy triste,<br />
maldijo todas las veces que pudo a aquel hombre<br />
responsable, el capataz.
Lo que no sabía este pobre hombre, que trabajaba<br />
de capataz en la mina, era que la maldición<br />
ahora caería sobre él, siendo ahora él la<br />
víctima de todo lo que causó.<br />
Pero Juan José aún tenía una misión antes de<br />
partir, quizás a donde; era vengar su muerte,<br />
que por culpa de un simple hombre había perdido.<br />
Al día siguiente todo parecía normal, pero no<br />
todo era así. Aquel hombre culpable de hace<br />
morir a un noble joven, había muerto. Nadie<br />
sabe cómo fue, sólo saben que pudo ser obra de<br />
aquel joven trabajador que aceptó una mísera<br />
propuesta, perdiendo así su vida.<br />
<strong>El</strong> alma de este joven se perderá y su cuerpo<br />
descansará en las profundidades de la mina,<br />
pero no en una mina cualquiera, sino que en la<br />
cual los hechos macabros abundarán por toda<br />
la eternidad.<br />
121
Una Mujer Llora Dentro de la Mina del Carbón<br />
Autor: Camila Cofre Muñoz<br />
Seudónimo: Bloods thirsty dream<br />
Se ha dicho que hace muchos años, una mujer<br />
llamada Ana María vivía cerca de la mina del<br />
carbón, con su esposo e hijo. Su esposo trabajaba<br />
en la mina y le iba muy bien. Eran una<br />
familia muy unida, eran felices. <strong>El</strong>la trabajaba<br />
vendiendo dulces con su hijo. <strong>El</strong>la tenía mucho<br />
miedo de que le pasara algo a su esposo<br />
porque anteriormente en la mina había muerto<br />
un joven aplastado por unas rocas y, desde ese<br />
momento, Ana María no quiere que su marido<br />
trabaje ahí, pero como no hay más trabajo su<br />
esposo tiene que quedarse allí a trabajar. Siempre<br />
cuando se va a su trabajo, Ana María se<br />
preocupa mucho de su esposo y no se queda<br />
tranquila hasta que regresa. Cuando veía a su<br />
marido desde la puerta, ella ya estaba mejor, se<br />
ponía muy contenta e iba a abrazarlo.<br />
Pronto se venía la navidad. Ana María y su esposo<br />
armaron el árbol de navidad pero no sabían<br />
qué regalarle a su hijo, que ya tenía 10<br />
años, así que tuvieron que ir a comprar algo<br />
que a él le gustara para regalárselo. Pasaron<br />
una buena navidad los tres solos, cuando llegó<br />
el momento de abrir los regalos Ana María y<br />
su esposo le pasaron el regalo a su hijo y a él<br />
le gustó. Al otro día, salieron a ver a su familia<br />
que vivía en Maule. Allí estuvieron toda la<br />
tarde junto a su familia, se divirtieron. Llegó<br />
la noche y se fueron a su casa, llegaron muy<br />
cansados y se fueron a dormir. Al otro día se<br />
dieron cuenta que faltaba poco para el año nuevo.<br />
Su esposo tuvo que ir a trabajar y dejó solos<br />
a su esposa e hijo. Cuando llegó a casa, el<br />
marido de Ana María le contó que no estaba<br />
muy bueno el trabajo, pero ella no le dio mayor<br />
importancia y le dijo que todo iba a estar<br />
bien. <strong>El</strong> marido de ella se tranquilizó y creyó<br />
en Ana María, pero la situación no fue así. Su<br />
marido empezó a traer menos dinero a su casa,<br />
se dieron cuenta que la situación empeoraba y<br />
faltaba poco para el año nuevo. <strong>El</strong>los no sabían<br />
qué hacer con esta situación.<br />
Al otro día, su esposo se fue a trabajar y preguntó<br />
si podía traer a su hijo de 10 años a trabajar<br />
y le dijeron que sí, que no había problema.<br />
Cuando llegó a su casa le dijo a Ana María que<br />
llevaría a su hijo a trabajar para tener más plata.<br />
<strong>El</strong>la no quería que su hijo fuera a trabajar tan<br />
pequeño, que todavía le quedaba mucho por<br />
estudiar. Comenzó a llorar y mucho, no paraba<br />
de llorar, le decía a su esposo que no lo llevara,<br />
que ella no quería que su hijo fuera a trabajar,<br />
le rogó para que no
lo llevara, que era muy peligroso que él estuviera<br />
en la mina trabajando. Su marido le dijo<br />
que al otro día iban a conversar, cuando ella<br />
estuviera más tranquila. Se fueron a dormir.<br />
Al otro día, antes que su marido e hijo se fueran<br />
a trabajar, Ana María y su esposo conversaron<br />
y ella no quería que fuera, pero al final ella<br />
le dijo que sí, que lo llevara, con el dolor de su<br />
corazón, a trabajar en la mina. Todas las mañanas,<br />
cuando se iban, Ana María se preocupaba<br />
mucho; o sea, el doble de lo que se preocupaba<br />
antes. Cada vez que los veía llegar, ella salía a<br />
corriendo y se tranquilizaba.<br />
Llegó el día de año nuevo. Su esposo e hijo<br />
fueron a trabajar. Ana María estaba nuevamente<br />
preocupaba por ellos, tenía el presentimiento<br />
de que algo había pasado. Llegó la noche y su<br />
esposo e hijo no llegaban a casa. <strong>El</strong>la sintió las<br />
sirenas de la policía que iban hacia la mina, fue<br />
rápidamente hacia allá, preguntó qué pasaba y<br />
se enteró que su hijo y esposo habían muerto<br />
aplastados por una roca. <strong>El</strong>la no sabía qué<br />
hacer, comenzó a llorar. Los carabineros se la<br />
llevaron a su casa, la tranquilizaron un poco y<br />
se fueron. <strong>El</strong>la no podía creerlo, no podía soportar<br />
que su hijo y esposo hubieran muerto. Al<br />
día siguiente, ella se mató porque quería estar<br />
con su hijo y esposo.<br />
Desde ese día, en la mina se escucha el llanto<br />
de una mujer que dice que anda en busca de su<br />
hijo y esposo. La gente que ha entrado en la<br />
mina dice que ve una sombra de una mujer que<br />
anda dando vueltas, que no para de llorar y de<br />
llamar a su hijo y a su esposo, porque quiere<br />
verlos nuevamente, que los necesita y quiere<br />
estar con ellos para siempre.<br />
Dice la leyenda que cuenta toda la gente, que<br />
si una niña o cualquier persona que tenga un<br />
hermano menor o hijo pequeño entra a la mina<br />
o se acerca, ella los sigue hasta su casa para<br />
llevarse al niño, porque piensa que es su hijo y<br />
comienza a decir que no quiere que se lo quiten,<br />
que no quiere que su marido lo lleve a la<br />
mina a trabajar, que no se lo lleve porque es<br />
muy pequeño para ir a la mina a trabajar como<br />
él... pero sólo es un mito.
Zorrón<br />
Autor: Delmira Melgarejo Aguilera<br />
Seudónimo: Dermy<br />
En cada pueblo hay un personaje que todos conocen<br />
e identifican.<br />
Sin tener nombre ni apellido, el seudónimo<br />
basta para entornar una sonrisa a la nueva travesura<br />
del protagonista.<br />
Por el año ´85, bajo el régimen militar, Lota<br />
recibió al General Pinochet con un fuerte contingente<br />
militar.<br />
Una de las tareas de los carabineros, de todos<br />
los trabajos que como institución tenía, era<br />
‘limpiar las calles’. <strong>El</strong> mismo día de la visita,<br />
una patrulla recogió a nuestro ‘hombre perro’,<br />
también llamado Zorrón.<br />
Zorrón era tranquilo, pacífico, sin vicios. Vivía<br />
su propio mundo. Caminaba por las calles explorando<br />
tachos de basura en busca de comida.<br />
Vestía con andrajos y por mucho abrigo que<br />
llevara no ocultaba sus particularidades masculinas.<br />
No había dudas respecto a su virilidad,<br />
que era motivo de burla entre miradas socarronas.<br />
Si las féminas de burdeles concluían<br />
ebrias, éstas le buscaban para experimentar<br />
placer en algún rincón de la feria, satisfaciendo<br />
su hambre con este hombre silencioso.<br />
La compañía de sus seis u ocho perros era vista<br />
desde lejos, la comunicación entre ellos era<br />
innegable; fieles a su amo, se perdían por un<br />
instante para llevar en el hocico un manjar que<br />
todos compartían.<br />
Ubicar a Zorrón en el móvil policial no fue una<br />
tarea difícil, respetaba el uniforme.<br />
Lo primero, cuando fue ubicado en el patio interior,<br />
era manguerearlo, fueron tres los chaperones<br />
que se dieron a esta tarea quitándole<br />
los andrajos. Había que hacer tratamiento completo,<br />
primero remojar, luego bañarlo de pies<br />
a cabeza. La tarea no era fácil, porque para<br />
describir su olor fétido no había vocablo en el<br />
diccionario español. Descubrieron su melena<br />
fusionada a la barba con piojos blancos, al afeitar<br />
y cortar el pelo aparecieron unos ojos claros<br />
de mirada ausente. Zorrón no discutía, a ratos<br />
tiritaba pero se dejaba hacer, como un infante.<br />
Un médico de la institución lo examinó detenidamente<br />
sin encontrar dificultad en los pulmones,<br />
tenía los ojos sanos y buen color de piel,
tenía sus dientes cariados, le faltaban algunas<br />
piezas pero estaba en su totalidad saludable.<br />
No hubo problema para encontrarle ropa interior,<br />
camisa y pantalón; la dificultad existió en<br />
hallarle zapatos, el hombre calzaba número 45,<br />
con los mormones consiguieron unos mocasines<br />
café. Después de la ducha y cambio de ropa<br />
surgió un individuo alto, ojos intensamente<br />
verdes, cabellera castaño claro, nariz aguileña.<br />
A las quince horas lo pusieron en libertad. <strong>El</strong><br />
cabo encargado, despidiéndole dice: cuide su<br />
ropa, se ve ‘encachado’, la gente no huirá. Además,<br />
no debía acercarse a la plaza hasta que<br />
fuera de noche, iba bien comido y no necesitaba<br />
hurguetear los basureros. Con esos consejos<br />
quedó un tanto tranquilo y confiado en que su<br />
nuevo amigo no se acercaría por el centro.<br />
Caminó lento escalinatas abajo, desapareciendo<br />
de la vista de carabineros que en su totalidad<br />
habían salido a despedirse. Cuando llegó bajo<br />
el túnel de ‘Los Tilos’, Zorrón se perdió sobre<br />
los durmientes y caminando detrás de la feria,<br />
poco a poco, se fue quitando las ropas.<br />
Cerca de la estación, el hombre guapo de ojos<br />
verdes era un pordiosero más, en algún charco<br />
se había enlodado dejando ver su trasera barrosa.<br />
Mirado frontalmente, pantalones rasgados<br />
de la cintura y sujetos por las bastillas, lucía su<br />
gran humanidad que aún estaba limpia. En un<br />
montículo al sol, con su dorso cubierto por una<br />
camisa sin manga, se le podía ver engullendo<br />
un pescado crudo.<br />
La visita especial que tenía Lota estaba en la<br />
Plaza de Armas. Desde el kiosco discursaba<br />
ofreciendo la doble para el minero que se retirara.<br />
Tres perros no pararon de ladrar a los pies de la<br />
escalinata, los milicos a culatazos con los canes<br />
que se defendían mostrando sus colmillos.<br />
Uno arremetió contra un milico tomándolo de<br />
un tobillo y rompiendo el pantalón. Una red<br />
cayó sobre ellos y amarrados los sacaron del<br />
lugar en vehículo militar, las miradas siguieron<br />
hasta que el furgón se perdió por calle Matta.<br />
Poco a poco se fue dando oídos a un aullido,<br />
después le siguieron otros haciéndose más<br />
fuerte hasta que todo el perraje de Lota, al unísono,<br />
aullaba de forma lastimera y larga. Unos<br />
muchachos cerca de la estación quisieron saber<br />
con certeza de dónde era el perro que lastimosamente<br />
lloraba, no consiguieron su objetivo<br />
por que de todas las casas los quiltros lloraban.<br />
Ya cuando la tarde oscurece, del mar emergió
un quiltro rengueando, adolorido, goteando<br />
sangre, con el hocico y un ojo hinchado. Todo<br />
a mal traer llegó hasta donde su amo, con dóciles<br />
ladridos, junto al Zorrón, quién con aullido<br />
feroz y largo le acogió y en un abrazo eterno<br />
se adormiló.<br />
Desde entonces, cuando la jauría de perros llora<br />
sin saber un porqué, se comenta que Zorrón,<br />
caminando con sus amigos por Lota, les llama