Revista " Este de Madrid" (1991-2011) - Archivo de la Ciudad de ...

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Firmas
Asamblea de Arganda 15M
Soy una estudiante universitaria residente en el municipio de
Arganda del Rey, y me gustaría compartir con ustedes las
maravillas que me ocurren cada día cuando cojo el transporte
público para dirigirme a mi lugar de estudio. Empecemos
por el principio, cuando en pleno invierno, con cristalinos charcos
helados y un frío que arde la perra tengo que caminar cargada
aproximadamente un cuarto de hora hasta la estación de Metro
más “cercana”. La verdad, estoy agradecida a los servicios de autobús
que operan en Arganda, pues han conseguido, gracias a sus
coches escasos y sus trayectos mal planificados, convertirme en
una experimentada alpinista al mismo tiempo que en una curtida
tuareg (dependiendo de las condiciones climatológicas del momento).
Estaría realmente decepcionada si tardara menos cogiendo
el autobús que yendo andando; así tengo la sensación de
ser toda una atleta.
Por si alguien tiene curiosidad, vivo muy cerca del Hospital del
Sureste. El que el hospital esté horriblemente comunicado (no
tiene estación propia de Metro y los autobuses pasan cada cierto
tiempo) es sin duda alguna un inteligente plan para aliviar los
atascos que siempre se producen en las urgencias. En cualquier
otro hospital siempre hay que esperar horas y horas y horas hasta
que te atienden, pero éste suele estar tranquilo como una balsa
de aceite. Esto se debe a que, o mueres por el camino (bien andando,
bien sea por que los de las ambulancias no tienen para repostar
gasolina) o eres fuerte y te curas tú solo. Pocos son los que
pueden permitirse pagar un taxi o pagar el aparcamiento del hospital,
así que aquello se mantiene siempre en calma. ¡Así da gusto!
Prosigamos después de este apunte sanitario. Una vez que
llego al Metro, las maravillas prosiguen. Lo primero con lo que me
encuentro es un acertijo para mí todavía indescifrable: cómo es
posible que si en el cartel pone que quedan siete minutos para
que el tren efectúe su entrada en la estación, realmente dicho
tren salga a los diez. No sé que especie de extraño fenómeno se
ha colado en la estación (y también en algunas paradas de autobús,
en las que los horarios son erróneos; es un mal que se extiende
poco a poco), que por un lado cambia los números y por
otro facilita que los viajeros soporten este engaño.
Este acertijo me entretiene los siete minutos hasta que llega el
tren, y entonces se produce el siguiente milagro: adelgazo y sin
FÁBRICA DE CAMISAS A MEDIDA
C/ Rincón, 12 28500 • Arganda del Rey • Madrid
Telf.: 91 871 69 24 • 629 23 89 53 camisaspedro@telefonica.net
tener idea de cómo. Cualquiera con unos kilitos de más puede
hacer una dieta que realmente funciona por solamente un euro
con cincuenta céntimos (quizá sea caro para un billete, pero
tengan en cuenta que con ello se pueden olvidar de la operación
bikini. Yo personalmente lo considero una ganga). Como decía, no
tengo mucha idea de cómo funciona el proceso, pero posiblemente
tenga algo que ver con la superpoblación que hay en el
Metro cada mañana, especialmente cuando se alcanza la parada
de Rivas Urbanizaciones, cuando hay gente que ni siquiera puede
entrar al tren. Imagino que la reducción de tres vagones a dos vagones
en muchos trenes y la insuficiencia de los mismos está perfectamente
ajustada para cortar un poco la respiración, pero sin
llegar a matar. Incluso a veces paran el servicio durante más de
cuatro horas. Ellos se excusan diciendo que son “problemas técnicos”,
pero todos sabemos que nos están cobrando el mismo
billete por horas de preparación antes de la dieta. Me quito el
sombrero ante su buen hacer y su generosidad.
Y por último llego a la estación de Puerta de Arganda, como
en pocas líneas del Metro de Madrid, tengo que picar el billete en
los torniquetes de salida (la verdad, pese a tener el Abono Joven,
me cuelo todos los días, así que me parece bien que miren por su
beneficio). La medida de los torniquetes está también bien pensada:
si hay demasiada gente en los torniquetes, perderás el enlace
con el tren de Cercanías Renfe, y entonces tendrás que ir
corriendo detrás del tren. Con esto ya si que consiguen convertirme
en una auténtica profesional del deporte.
Sin embargo, mi querido lector, no todo es alegría en el paraíso
del transporte público. Me gustaría alzar mi voz contra los estrechos
horarios del Metro: que me ilustre el que sepa porqué tenemos
de una hora a hora y media menos de servicio que todo
el resto del Metro de Madrid. Bien está que quieran obtener dinero
con los viajeros, pero también hay que tenernos contentos.
A todos los gusta salir por ahí, pero ninguno recibimos bien el
tener que coger el último tren a las doce de la noche de un sábado.
Espero haberles convencido a ustedes de que tomen el transporte
público en el sureste de Madrid.
LA DELGADA E INDIGNADA ALUMNA UNIVERSITARIA
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