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Parte 4 - 32- 40

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El Sacerdocio<br />

Brota del<br />

Corazón de Cristo<br />

Cuando me pidieron el favor de<br />

escribir un artículo con motivo<br />

de las Bodas de plata de mi<br />

diócesis de Girardota, sin dudar<br />

un momento respondí: Sí, con<br />

mucho gusto.<br />

Lo primero que se me ocurrió<br />

fue lo que tantas veces decía mi<br />

primer obispo y compañero<br />

desde el seminario menor Óscar<br />

Ángel Bernal: “El seminario es<br />

el corazón de la diócesis y la niña<br />

de mis ojos”. También pensaba<br />

yo en el sentido de su lema como<br />

obispo: “Hasta que Cristo se<br />

forme en ustedes” (Gál 4, 19).<br />

Pero sobre todo pensé que este<br />

mensaje podría ser un fruto de<br />

mis 23 años de acompañamiento<br />

espiritual en el seminario mayor<br />

de Girardota.<br />

Por todo esto, pues, quiero entrar<br />

en materia acerca de lo que se me<br />

ha pedido.<br />

Un autor espiritual decía que<br />

cuando hablamos del sacerdocio<br />

deberíamos hacerlo de rodillas y<br />

con un corazón contemplativo,<br />

p u e s t o q u e p a r a p o d e r<br />

e n t e n d e r l o t e n e m o s q u e<br />

ascender hasta el santuario<br />

mismo de la Santísima Trinidad,<br />

culmen de la divinidad, para<br />

descender de nuevo hasta<br />

nuestra frágil humanidad.<br />

Es el discípulo amado el que nos<br />

da esta hermosa experiencia: “En<br />

el principio ya existía el Verbo, y<br />

el Verbo estaba en Dios, y el<br />

Verbo era Dios. Él estaba en el<br />

principio en Dios. Y por medio<br />

de Él Dios hizo todas las<br />

cosas… En él estaba la vida, y<br />

ésta vida era la luz para los<br />

hombres… Y para eso el Verbo<br />

se hizo carne; y habitó en medio<br />

de nosotros; y nosotros hemos<br />

visto su gloria, que es la gloria<br />

del Hijo único del Padre. (Jn 1,<br />

1-14).<br />

Y el que le dijo: “Tú eres mi<br />

Hijo, yo te he engendrado hoy<br />

(Sal 2), es el mismo que le dice:<br />

“Tú eres Sacerdote eterno…<br />

(Hb 7, 17). Y ese Verbo fue<br />

consagrado Sacerdote por el<br />

Espíritu Santo en el vientre de<br />

la Inmaculada Virgen María<br />

cuando pronunció el Fiat para<br />

decir que sí aceptaba este<br />

proyecto de Dios sobre ella. En<br />

ese mismo instante, el que<br />

existía desde siempre, fue<br />

Pbro. Marco Tulio Suárez<br />

constituido Mediador entre<br />

Dios y los hombres para<br />

glorificar a su Padre y redimir a<br />

la humanidad mediante el<br />

único sacrificio de la cruz. Así,<br />

este sacrificio sacerdotal de<br />

Cristo se realiza desde el<br />

momento de la Encarnación y<br />

tiene su punto culminante en el<br />

misterio pascual. De esta<br />

manera, lleva a plenitud el<br />

sacerdocio y el sacrificio de<br />

todas las religiones naturales y<br />

en especial del Antiguo<br />

Testamento. Consiste en una<br />

caridad permanente que se<br />

manifiesta en obediencia total al<br />

Padre desde el momento de la<br />

encarnación hasta la muerta en la<br />

cruz y su glorificación (Flp 2, 5-<br />

7).<br />

Aquí lo reconocemos ya como el sumo y<br />

eterno sacerdote y víctima, de cuyo<br />

sacerdocio podemos participar de modo<br />

tan misterioso y sublime los que hemos<br />

sido llamados para ejercer el ministerio<br />

sacerdotal por la oración consecratoria y<br />

la imposición de manos del obispo, así<br />

como los apóstoles fueron llamados y<br />

consagrados por Jesús para enviarlos<br />

como sus misioneros por todo el mundo.<br />

Ahora sí podemos entender lo que tantos<br />

escritores espirituales y varios santos<br />

más quieren decir acerca de la dignidad<br />

sacerdotal. Por ejemplo, el santo cura de<br />

Ars: “si el sacerdote conociera su gran<br />

dignidad moriría al instante, no de<br />

temor, sino de amor”. San Ignacio de<br />

Antioquía: “el sacerdocio es la dignidad<br />

suprema de todas las dignidades<br />

creadas”. San Efrén lo llama: “dignidad<br />

sublime”. San Juan Crisóstomo; “el<br />

sacerdocio, aunque se ejerce en la tierra,<br />

es una labor celestial”.<br />

Casiano dice: “el sacerdocio está más<br />

alto que todos los poderes de la tierra; el<br />

sacerdote en sus labores sacerdotales no<br />

es una persona corriente, sino un<br />

representante directo de Cristo, y que en<br />

el momento de la consagración y de la<br />

administración de los sacramentos, aún,<br />

los sacerdotes indignos y pecadores,<br />

siguen recibiendo poderes especiales de<br />

Cristo”. Juan Pablo II: “Recordemos que<br />

n u e s t r o s a c e r d o c i o e s u n a<br />

superabundancia de la misericordia<br />

divina, un regalo absolutamente<br />

gratuito, a pesar de nuestros pecados, y<br />

que Jesús, como a Pedro, nos perdona<br />

nuestras negaciones, y nos manda que<br />

nos dediquemos a pastorear las ovejas de<br />

su rebaño”. San Bernardino de Siena,<br />

comparándolo con la santísima virgen,<br />

decía: “Tú trajiste al Redentor una sola<br />

vez a la tierra, y en cambio el sacerdote<br />

lo hace venir cada vez que celebra la<br />

santa misa. ¡Qué honor maravilloso, qué<br />

poder impresionante! Si a los sacerdotes<br />

del Antiguo Testamento, que ofrecían<br />

víctimas en el altar, la biblia les exigía<br />

que fueran santos, cuánto más santo<br />

debería ser el sacerdote del Nuevo<br />

Testamento que ofrece el Cordero de<br />

Dios que borra el pecado del mundo”.<br />

Vivir el sacerdocio de Cristo implica,<br />

27 28<br />

pues, una doble dimensión: hacia Dios y hacia los<br />

hombres. En lo referente a Dios se necesita una actitud de<br />

fidelidad y obediencia, de entrega y de contemplación. El<br />

discípulo amado nos trae el ejemplo del sumo sacerdote<br />

después de la cena del jueves santo: “Padre, ha llegado la<br />

hora… Yo te he glorificado aquí en el mundo y he<br />

terminado lo que me mandaste hacer” (Jn 17, 4). Hacia los<br />

hombres, todo para el hombre, como el Redentor, en una<br />

actitud de misericordia y de servicio, de testimonio y de<br />

solidaridad fraterna. En la carta a los Hebreos lo que viene<br />

a iluminarnos en esta dimensión: “holocaustos y<br />

sacrificios por los pecados, no los quisiste, ni te<br />

agradaron… entonces dije: He aquí que vengo para hacer,<br />

oh Dios, tu voluntad” (Hb 10, 7-9).<br />

Actitud de servicio, decía el papa Francisco en la fiesta de<br />

san José obrero: “El verdadero poder es el servicio que<br />

tiene su culmen luminoso en la cruz. Y cada día como algo<br />

nuevo. No debemos temer a lo nuevo, a la novedad de cada<br />

día, se necesita una entrega generosa y personal, no<br />

debemos tener miedo de custodiar, ni de la bondad, aún<br />

más, ni siquiera de la ternura. No nos dé miedo de ese<br />

servicio humilde, secreto, rico de fe, para como san José,<br />

poder abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de<br />

Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad,<br />

especialmente los más pobres, los más débiles, los más<br />

pequeños. Sólo el que sirve con amor sabe custodiar con<br />

mirada de ternura y de amor”.<br />

Pbro. Marco Tulio Suárez Arbeláez.

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