Etnias orientales luchan por conservar la ... - Fundación AVINA
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Tema investigado y publicado gracias a Becas Avina, en Diario El Universo, de<br />
Guayaquil-Ecuador, los días 21 y 22 de octubre del 207.<br />
<strong>Etnias</strong> <strong>orientales</strong> <strong>luchan</strong> <strong>por</strong> <strong>conservar</strong> <strong>la</strong><br />
biodiversidad<br />
INFORME<br />
Experiencias indígenas<br />
POR JOSÉ OLMOS<br />
SUMARIO: El pueblo shuar Arutam, <strong>la</strong> comunidad kichwa Sarayacu, el yachak<br />
(sabio) Felipe Wampash y <strong>la</strong> etnia zápara tienen sus propias formas de preservar<br />
<strong>la</strong> selva. Este re<strong>por</strong>taje es una propuesta ganadora del concurso Becas Avina,<br />
entidad que promueve el desarrollo sostenible. Los temas triunfadores provienen<br />
de doce países.<br />
Un grito de rebeldía, de alerta y esperanza surge desde <strong>la</strong> profundidad de <strong>la</strong> selva<br />
amazónica ecuatoriana; sale de aquel<strong>la</strong>s comunidades a <strong>la</strong>s que solo se accede tras<br />
caminar durante dos días <strong>por</strong> senderos de fango o se llega en avionetas que aterrizan en<br />
pequeñas cicatrices polvosas abiertas a manera de pistas en <strong>la</strong> espesura verde.Es un eco<br />
que se multiplica, como el grito de los monos o el de los tucanes en un amanecer<br />
verdirrojo. Un grito que surge en una época de debate sobre el calentamiento global.<br />
“Si no cuidamos, en Ecuador se terminará <strong>la</strong> selva. Algún año se acabará el agua; los<br />
ríos se volverán pequeños. Habrá hambre”, dice Atanasio Gualinga Cuji, de 87 años,<br />
yachak (sabio, curandero) de <strong>la</strong> comunidad kichwa de Sarayacu, en Pastaza.<br />
Su pariente Patricia Gualinga, coordinadora de <strong>la</strong> Alianza de Pueblo Amazónicos en<br />
Resistencia (APAR), refiere que <strong>la</strong>s etnias amazónicas kichwa, shuar y achuar <strong>luchan</strong><br />
<strong>por</strong> mantener su territorio intacto y preservar <strong>la</strong> naturaleza. Pero desean integrarse a <strong>la</strong><br />
sociedad con sus costumbres y forma de vida.<br />
“Nosotros no queremos utilizar el sistema de los mestizos; no queremos que se arrase el<br />
bosque. Tenemos definido un p<strong>la</strong>n para cuidar <strong>la</strong> naturaleza y el oxígeno que respira el<br />
mundo”, afirma Galo Cuja, de <strong>la</strong> Comisión externa del Consejo de gobierno del Pueblo<br />
Shuar Arutam que agrupa a 47 comunidades asentadas en <strong>la</strong> Cordillera del Cóndor,<br />
frontera con Perú.<br />
Sus expresiones resumen <strong>la</strong> postura de <strong>la</strong>s etnias del centro sur de <strong>la</strong> Amazonía<br />
ecuatoriana que buscan que el Gobierno y <strong>la</strong> Asamblea Constituyente dec<strong>la</strong>ren una<br />
moratoria indefinida de <strong>la</strong>s actividades minera, petrolera y maderera. Los nativos tienen<br />
sus propios p<strong>la</strong>nes y experiencias de desarrollo.<br />
DESARROLLO CASO 1:
Shuar tienen p<strong>la</strong>n de vida en <strong>la</strong> selva<br />
Habían luchado contra quienes ellos l<strong>la</strong>man invasores durante horas. Al caer <strong>la</strong> tarde,<br />
hombres, mujeres y niños shuar se concentraron en <strong>la</strong> comunidad Warints y, juntos,<br />
levantaron los puños, <strong>la</strong>s <strong>la</strong>nzas, <strong>la</strong>s cartucheras, los machetes, su voz. “No más mineras<br />
en nuestro territorio. Defenderemos nuestro p<strong>la</strong>n de vivir con nuestras costumbres y<br />
cuidaremos nuestros recursos”, gritaron, en su idioma nativo.Esa expresión se regó <strong>por</strong><br />
<strong>la</strong> alfombra selvática que cubre valles y colinas de <strong>la</strong> Cordillera del Cóndor, frontera de<br />
Ecuador con Perú, escenario de un conflicto bélico entre ambos países hace once años.<br />
Contagió a <strong>la</strong>s mil familias que comprenden ocho mil personas residentes en 47<br />
comunidades agrupadas como Pueblo Shuar Arutam.<br />
Aquel<strong>la</strong> tarde de noviembre del 2006, dos centenares de indígenas dejaron que fluya su<br />
tradición guerrera. Los shuar son temidos <strong>por</strong>que, hasta hace una década, en sus<br />
conflictos atacaban a sus enemigos con <strong>la</strong>nzas, les cortaban <strong>la</strong> cabeza y, en un proceso<br />
conocido como tzantza, <strong>la</strong> reducían para exhibir<strong>la</strong> como trofeo de guerra.<br />
No hubo víctimas en el desalojo de noviembre; el personal de <strong>la</strong>s mineras Lowel y<br />
Ecuacorrientes que hacían <strong>la</strong>bores de exploración en un área concesionada <strong>por</strong> el<br />
Estado, simplemente abandonaron <strong>la</strong> zona.<br />
El Consejo de gobierno del Pueblo Shuar Arutam, organismo autónomo formado <strong>por</strong><br />
dirigentes electos en asamblea y <strong>por</strong> los yachak (sabios, ancianos), luego de amplios<br />
debates, había decidido decir no a <strong>la</strong>s empresas. Argumentaron que estas contaminaban<br />
los ríos y <strong>la</strong> selva y destruían <strong>la</strong> organización familiar y comunitaria.<br />
“Nosotros tenemos nuestra cultura; al entrar gente de afuera cambiaba el trato y los<br />
jóvenes empezaban a valorar lo ajeno”, dice, once meses después de ese episodio, Galo<br />
Cuja, uno de los guerreros participantes en el desalojo y miembro de <strong>la</strong> Comisión<br />
externa del Consejo de gobierno Shuar Arutam.<br />
Cita más razones: “Existían problemas morales. Con p<strong>la</strong>ta, los jóvenes conseguían a <strong>la</strong>s<br />
mujeres sin permiso de los padres; <strong>la</strong>s autoridades ancestrales perdían el poder <strong>por</strong>que el<br />
ingeniero de <strong>la</strong> compañía era el que quería mandar en todo”.<br />
Los comuneros se negaban a asistir a <strong>la</strong>s mingas, pues preferían el sa<strong>la</strong>rio de 200<br />
dó<strong>la</strong>res mensuales de <strong>la</strong> minera. Los hombres salían a los pueblos mestizos a gastar el<br />
dinero en trago y mujeres; se destruían los hogares.<br />
En <strong>la</strong> zona se recuerda el caso de Juan, un joven que reunió casi mil dó<strong>la</strong>res de su<br />
trabajo y decidió “comprar” una mujer mestiza de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción de Sevil<strong>la</strong>. Entregó el<br />
dinero a los familiares, pero el<strong>la</strong> no quiso unirse al indígena. Él perdió sus ahorros y a <strong>la</strong><br />
dama de sus sueños.<br />
Este y otros casos motivaron <strong>la</strong> reunificación de los comuneros, que en esa época<br />
estaban divididos, que desobedecían <strong>la</strong>s leyes internas.<br />
Hoy, once meses después, el Pueblo Shuar Arutam ha logrado cohesionar a su gente,<br />
mantiene firme su decisión de impedir el acceso no solo de <strong>la</strong>s mineras sino de
madereros y petroleros. Y defienden su denominado p<strong>la</strong>n de vida, para preservar <strong>la</strong><br />
naturaleza y sus costumbres. Esperan que este sea tomado en cuenta <strong>por</strong> el gobierno de<br />
Rafael Correa y <strong>la</strong> Asamblea Constituyente, cuyos integrantes se insta<strong>la</strong>rán una vez que<br />
concluya el escrutinio, a redactar una nueva Constitución.<br />
El p<strong>la</strong>n está en plena vigencia. El Pueblo Shuar Arutam se creó, como nacionalidad<br />
indígena autonónoma, en marzo del 2003. Con base en <strong>la</strong> Constitución consiguieron se<br />
aprueben sus estatutos y su circunscripción territorial. Se trata de un territorio indígena<br />
protegido con un gobierno electo en asamblea.<br />
La organización acoge a 47 comunidades que se asientan en un espacio de selva de 200<br />
mil hectáreas. El territorio que protegen los shuar es rico en recursos. Santiago<br />
Kingman, coordinador de proyectos de Fundación Natura, destaca que, según estudios<br />
de <strong>la</strong>s mineras, en <strong>la</strong> zona existirían 550 tone<strong>la</strong>das de cobre mezc<strong>la</strong>do con oro,<br />
molibdeno e iridio.<br />
Pero <strong>la</strong> riqueza más valorada <strong>por</strong> los shuar es <strong>la</strong> biodiversidad. Hay 640 especies de<br />
aves, 140 de mamíferos y miles de tipos de p<strong>la</strong>ntas. Al caminar <strong>por</strong> sus senderos se ven<br />
a<strong>la</strong>cranes, huel<strong>la</strong>s de ardil<strong>la</strong>s, de armadillos; se escucha el trinar de cientos de aves, los<br />
gritos de los monos. Se aprecian flores multicolores, hongos con grandes copas, árboles<br />
de troncos añosos. Dormidas o al acecho, están –según los shuar– <strong>la</strong> boa y otras<br />
serpientes. Por ahí anda el puma.<br />
“Aquí hay un pueblo distinto, con sus propias costumbres y con recursos naturales<br />
únicos”, refiere Kingman. Por eso ellos crearon sus propias leyes, limitaron <strong>la</strong> cacería,<br />
<strong>la</strong> pesca y <strong>la</strong> extracción de madera; impiden <strong>la</strong> minería. No obstante, exigen apoyo del<br />
Estado para no dejarse tentar <strong>por</strong> <strong>la</strong>s ofertas de madereros, petroleros y mineros.<br />
Tan solo una decena de comunidades está cerca de vías carrozables. Para acceder desde<br />
<strong>la</strong> ruta Patuca-Tiwintza a <strong>la</strong>s localidades más lejanas, Warints y Banderas, es necesario<br />
caminar hasta dos días <strong>por</strong> senderos fangosos. Estas dos poseen una pista de aterrizaje<br />
operable ocasionalmente, <strong>por</strong> el clima.<br />
Una de <strong>la</strong>s más cercanas a una vía carrozable es Unión de Coangos, a dos horas de<br />
camino <strong>por</strong> una trocha fangosa de un metro de ancho que se abre entre colinas, ríos y<br />
árboles frondosos. En esta residen 20 familias que subsisten de <strong>la</strong> siembra de plátano,<br />
yuca y de <strong>la</strong> cacería. Cuando necesitan dinero, venden aves de corral o artesanías que<br />
e<strong>la</strong>boran con bejucos.<br />
Tiene una p<strong>la</strong>za central. Unas cinco casas, todas de madera, están en su alrededor. En <strong>la</strong><br />
parte externa de una escue<strong>la</strong> que no funciona juega una decena de niños, semidesnudos<br />
y barrigones. No existe un centro de salud. Es una muestra de lo que son <strong>la</strong>s otras<br />
comunidades.<br />
Gabriel Ampamp, ex presidente del Consejo de gobierno shuar y padre de diez hijos, es<br />
uno de los residentes en Unión de Coangos. “Nosotros mantenemos el territorio intacto,<br />
¿pero qué ganamos? Mientras el mundo goza de oxígeno sano, no tenemos atención en<br />
salud y educación. Es lo único que pedimos, lo demás nos arreg<strong>la</strong>mos nosotros”, seña<strong>la</strong>.<br />
Galo Cuja agrega: “Nosotros, nuestros abuelos, conservamos intacto el territorio <strong>por</strong>
cientos de años; se nos debe reconocer <strong>por</strong> ese trabajo”.<br />
Raúl Petsain, presidente del Consejo de gobierno, ac<strong>la</strong>ra que, no obstante, el apoyo debe<br />
ser acorde a <strong>la</strong>s necesidades étnicas. “No queremos carreteras, eso no es cambio sino<br />
desventaja <strong>por</strong>que nos volvería consumistas y se acabaría el bosque”, afirma.<br />
NOTA RELACIONADA 1<br />
Códigos norman convivencia<br />
María Chuncho aviva el fuego encendido en un tronco seco. Así cocina plátanos verdes<br />
en una ol<strong>la</strong> de aluminio. El fogón está bajo su casa, levantada sobre unos pi<strong>la</strong>res de<br />
madera. En el patio se disputan el espacio una decena de gallinas y seis niños<br />
semidesnudos y descalzos. Alrededor de <strong>la</strong> vivienda hay cultivos de yuca y plátano,<br />
para <strong>la</strong> subsistencia familiar. Todo tiene su espacio. A unos cien metros está <strong>la</strong> selva.La<br />
mujer y su familia residen en Coangos, una de <strong>la</strong>s 47 comunidades del Pueblo Shuar<br />
Arutam, donde rigen sus propios códigos y leyes, como parte del denominado P<strong>la</strong>n de<br />
Vida de <strong>la</strong> nacionalidad. Este contiene medio centenar de artículos que priorizan <strong>la</strong><br />
preservación del bosque. Una de esas reg<strong>la</strong>s es el derecho de María y cada una de <strong>la</strong>s<br />
mil familias del territorio indígena protegido para contar con un área para huerto<br />
familiar, pero sin tumbar los árboles.<br />
El bosque es el patrimonio comunitario. Las mil familias constan en un mapa con sus<br />
respectivas fincas delimitadas, que no pueden extenderse <strong>por</strong>que sí. Según el P<strong>la</strong>n de<br />
Vida, de <strong>la</strong>s 200 mil hectáreas del Pueblo Shuar Arutam, el 78% es reserva forestal. De<br />
este total, el 28% es intocable, para preservar <strong>la</strong> flora y fauna, los ríos, <strong>la</strong>s cascadas<br />
sagradas. El 18,4 % de <strong>la</strong>s 200 mil hectáreas se dedica a vivienda y sembríos<br />
sustentables y tan solo el 3,6% restante es zona de extracción de madera. Esta sale a<br />
lomo de mu<strong>la</strong> y su venta deja dinero para <strong>la</strong> compra de ropa, para salud y educación.<br />
El Consejo de gobierno es el máximo organismo. Está formado <strong>por</strong> un presidente<br />
elegido en asamblea de entre los delegados comunales; lo integra también un consejo de<br />
sabios que ponen especial énfasis en el cuidado de <strong>la</strong> naturaleza. Este órganismo<br />
gestiona atención gubernamental; decide sobre prioridades y políticas internas; hace<br />
cumplir el código comunitario obligatorio. Incluso ellos autorizan el acceso al territorio<br />
de cualquier funcionario de gobierno, de organizaciones no gubernamentales,<br />
periodistas, científicos, turistas.<br />
“Nuestro papel es el de organizar nuestra vida social; ejercer nuestros derechos como<br />
ciudadanos y como pueblo indígena... Nosotros no separamos nuestras creencias de<br />
nuestra actividad; no separamos <strong>la</strong> economía de nuestras costumbres y creencias; no<br />
buscamos romper el equilibrio que hoy tenemos con los dioses y con los hombres, con<br />
el bosque, con <strong>la</strong> tierra, con <strong>la</strong>s aguas”, refiere el código shuar.<br />
Este atiende problemas civiles como maltrato familiar; así como los que tiene que ver al<br />
mal uso del suelo, a <strong>la</strong> extracción de madera sin permiso. También regu<strong>la</strong> <strong>la</strong> propiedad<br />
de <strong>la</strong> tierra. Por ejemplo, si el padre o <strong>la</strong> madre abandonan <strong>la</strong> familia, <strong>por</strong> <strong>la</strong> razón que<br />
fuere, los hijos quedan desprotegidos. La tierra y los bienes quedan con el padre, madre
o pariente que los cría.<br />
Se consideran faltas graves <strong>la</strong> agresión física y muerte, robos, corrupción administrativa<br />
de los gobernantes, entre otras. También <strong>la</strong> falta de respeto a <strong>la</strong> naturaleza, a los sabios y<br />
dirigentes. Los castigos son <strong>la</strong> tuna, ritual donde se bebe <strong>la</strong> ayahuasca para ir a <strong>la</strong><br />
cascada sagrada y encontrarse con el dios Arutam en compañía de un sabio, que lo<br />
aconseja. Es una purificación del alma y el cuerpo.<br />
Constan también como castigos <strong>la</strong> aplicación de ají en el cuerpo, prisión. Indemnización<br />
al afectado <strong>por</strong> un monto doble al daño causado. Pérdida de los derechos de voz y voto<br />
en <strong>la</strong> asamblea <strong>por</strong> cuatro años.<br />
NOTA RELACIONADA 2<br />
Testimonio<br />
Sobre los shuar<br />
Santiago Kingman<br />
CARGO: Miembro de Fundación Natura para los shuar.<br />
“Cuando hay una nacionalidad de bosque amazónico esta solo puede sobrevivir en<br />
el bosque; si no hay bosque, esta desaparece <strong>por</strong>que sus integrantes dependen de<br />
él. Los shuar tienen una decisión muy grande para cuidar su reserva, pero también<br />
se enfrentan a problemas muy grandes, sobre todo <strong>por</strong>que su salud y su educación<br />
están en crisis y se requiere de mucho dinero para solucionar eso. Esas necesidades<br />
los obligan a vender madera y de pronto entran en un círculo vicioso, que hasta<br />
ahora no se ha dado <strong>por</strong> sus propias reg<strong>la</strong>s. En los shuar hay una cultura sabia,<br />
profunda para proteger el bosque y que lleva cuatro años de perfeccionamiento.<br />
Pero no pueden hacerlo solos, es necesario protegerlos y apoyarlos. Ahí viene el rol<br />
del Estado, que debe respaldarlos”.<br />
DESARROLLO CASO 2<br />
Chamán compró 2.500 hectáreas para<br />
evitar <strong>la</strong> ta<strong>la</strong><br />
Desde <strong>la</strong> cabaña donde residía, en <strong>la</strong> cabeza de una pequeña colina, Felipe Wampash<br />
veía con tristeza cómo los madereros llegaban a los alrededores de su pequeña<br />
propiedad, abrían senderos con grandes maquinarias y se adentraban en <strong>la</strong> selva para<br />
ta<strong>la</strong>r árboles milenarios. Por <strong>la</strong>s noches no podía dormir, <strong>por</strong> <strong>la</strong> preocupación; cuando lo<br />
hacía, dice, los espíritus le anunciaban que al cortar el bosque ellos se alejarían y <strong>la</strong><br />
tierra se volvería estéril; se secarían <strong>la</strong>s fuentes de agua.Por su condición de yachak<br />
(sabio, curandero), Wampash, shuar de Pastaza, siente un profundo respeto <strong>por</strong> <strong>la</strong><br />
naturaleza. Se considera un guardián de <strong>la</strong> selva. Por eso decidió recoger dinero, ya sea
mediante préstamos o de sus ahorros, y hace cinco años logró comprar a sus vecinos así<br />
como hizo adjudicarse del Estado unas 2.500 hectáreas de bosque, en <strong>la</strong> comunidad<br />
Uyuimi, al sur de <strong>la</strong> provincia de Pastaza. El objetivo: impedir que los madereros<br />
continúen con <strong>la</strong> destrucción de <strong>la</strong> selva.<br />
Hoy, <strong>la</strong>s 2.500 hectáreas están intactas y más bien el personaje, de 60 años, junto a su<br />
esposa y siete hijos, logró establecer un jardín botánico donde, además de cuidar los<br />
árboles milenarios, siembra p<strong>la</strong>ntas medicinales con <strong>la</strong>s que trata a decenas de pacientes<br />
que llegan a su choza desde diversos sectores del país y del exterior en busca de una<br />
cura a diversas dolencias.<br />
Cada p<strong>la</strong>nta tiene propiedades curativas y Felipe asegura que con el<strong>la</strong>s trata a personas<br />
con cáncer, gastritis, artritis, tuberculosis, diabetes y otras.<br />
También hace limpias con brebajes de yerbas “para ahuyentar los malos espíritus y<br />
renovar energías”. Cuida mucho <strong>la</strong> ayahuasca, considerada <strong>la</strong> medicina sagrada con<br />
cuya infusión, afirma, se establece una especie de comunicación con el espíritu; explica<br />
que posee propiedades psicotrópicas que inciden directamente en <strong>la</strong> conciencia,<br />
ejerciendo un dominio sobre el entorno, el tiempo y <strong>la</strong> propia percepción del cuerpo.<br />
Mentalmente puede producir un estado de conciencia muy lúcido y visiones que el<br />
yachak puede interpretar.<br />
Felipe Wampash siente agradecimiento <strong>por</strong> <strong>la</strong> que l<strong>la</strong>ma “madre naturaleza”. Por eso <strong>la</strong><br />
protege. También piensa en evitar <strong>la</strong> contaminación y el daño irreversible del bosque.<br />
“En el norte del Oriente (Orel<strong>la</strong>na, Napo y Sucumbíos) ingresaron <strong>la</strong>s petroleras y los<br />
madereros, pero <strong>la</strong> vida no ha mejorado; <strong>la</strong> gente está más pobre y más bien se está<br />
muriendo <strong>por</strong> <strong>la</strong> contaminación. No quiero que eso suceda en este sector”, refiere el<br />
yachak.<br />
Él no solo se precia de sus conocimientos ancestrales sino de aquellos adquiridos en una<br />
veintena de cursos de medicina natural a los que asistió en Ecuador, Perú, Bolivia y<br />
Brasil.<br />
“A los árboles no se puede traicionar, ellos son <strong>la</strong> vida. Yo, aunque no tenga dinero no<br />
permitiré que se los tumbe (tale); ojalá entiendan los madereros, no se puede acabar con<br />
<strong>la</strong> vida y el oxígeno para <strong>la</strong> futura generación”, menciona Wampash.<br />
Aspira a que su ejemplo lo sigan otros comuneros vecinos y, más que todo, <strong>la</strong>s<br />
autoridades ambientales. En <strong>la</strong> región donde reside rige una veda a <strong>la</strong> ta<strong>la</strong> de <strong>la</strong> caoba<br />
dictada <strong>por</strong> el presidente Rafael Correa. El yachak <strong>la</strong>menta que pese a <strong>la</strong> prohibición<br />
operan explotadores de madera sin que <strong>la</strong>s autoridades forestales los controlen.<br />
DESARROLLO CASO 3<br />
Huertos sin ta<strong>la</strong>r el bosque, característica<br />
de los zápara
A cuarenta minutos de vuelo en avioneta desde <strong>la</strong> parroquia Shell, de Puyo, está el<br />
territorio selvático de 250 mil hectáreas donde se asienta <strong>la</strong> etnia Zápara, dec<strong>la</strong>rada en el<br />
2002 <strong>por</strong> <strong>la</strong> Unesco como Patrimonio Oral e Inmaterial de <strong>la</strong> Humanidad. Ese título<br />
cambió el destino del colectivo indígena. “Estábamos en peligro de extinción como<br />
nacionalidad. Hoy nos reconocen en todo el mundo, hasta hemos estado en <strong>la</strong> ONU<br />
(Organización de <strong>la</strong>s Naciones Unidas) exponiendo nuestra experiencia y forma de<br />
vida”, refiere Felipe Ushiwa, presidente de <strong>la</strong> comunidad Nazae, una de <strong>la</strong>s siete que<br />
conforman <strong>la</strong> tribu.<br />
Pero <strong>la</strong> misión para <strong>conservar</strong> el título, así como <strong>conservar</strong> el territorio y <strong>la</strong><br />
biodiversidad y <strong>la</strong> cultura ancestral es ardua. Los 300 miembros de <strong>la</strong> etnia participan en<br />
una serie de programas entre los que se destaca <strong>la</strong> protección ambiental. La nacionalidad<br />
se considera un ejemplo en ese campo. Cada una de <strong>la</strong>s cincuenta familias tiene huertos<br />
adecuados de tal forma que no ta<strong>la</strong>ron los grandes árboles, a los que se considera<br />
sagrados.<br />
Los frutos, especialmente el mamey cartagena y el zapote, se comercializan para<br />
adquirir artículos que no se producen en <strong>la</strong> zona. Incluso practican el intercambio en vez<br />
de <strong>la</strong> compra y venta. Quien tiene yuca, con <strong>la</strong> que se e<strong>la</strong>bora <strong>la</strong> chicha (bebida<br />
tradicional necesaria en <strong>la</strong> dieta diaria) cambia el producto con quien siembra zapotes.<br />
La cacería está contro<strong>la</strong>da. Si una familia captura un animal grande, comparte <strong>la</strong> carne<br />
con sus vecinos y se evita <strong>la</strong> depredación, asegura Felipe Ushiwa.<br />
El territorio zápara está amenazado <strong>por</strong> <strong>la</strong>s petroleras. El dirigente indica que hay<br />
rechazo a esa presencia, pues –ac<strong>la</strong>ra– se trata de un área donde vive un grupo humano<br />
sensible.<br />
Dice Ushiwa que en comunidades mestizas cercanas al territorio zápara, donde actúan<br />
<strong>la</strong>s petroleras, se han detectado casos de cáncer, hepatitis, <strong>por</strong> <strong>la</strong> contaminación.<br />
También hay brotes de paludismo, que según los ancianos no existía hasta hace menos<br />
de una década.<br />
“El shaman (anciano sabio) aconseja que no dejemos dañar <strong>la</strong> selva, que no dejemos<br />
entrar a gente de fuera. Por eso estamos aliados a los shuar, kichwa y ashuar para decir<br />
no a <strong>la</strong>s petroleras”, dice el dirigente, quien ocasionalmente reside en Puyo <strong>por</strong>que<br />
<strong>la</strong>bora en <strong>la</strong> sede que <strong>la</strong> tribu posee en esa ciudad.<br />
Ahí se venden artesanías, como vasijas, tejidos, col<strong>la</strong>res, <strong>la</strong>nzas y otros implementos<br />
e<strong>la</strong>borados <strong>por</strong> los comuneros.<br />
Son 300 indígenas que conforman actualmente <strong>la</strong> etnia. Existe una nacionalidad simi<strong>la</strong>r<br />
en territorio peruano, que se presume migró hace unas cuatro décadas. Con el apoyo de<br />
ONG, se desarrol<strong>la</strong>n permanentes jornadas de reencuentro entre záparas de los dos<br />
países.<br />
Además con el apoyo de <strong>la</strong> Unesco y otras entidades no gubernamentales se editan<br />
libros y un diccionario que inmortalizarán <strong>la</strong> lengua ancestral zápara, en riesgo de<br />
desaparecer. Tres ancianos que dominan <strong>la</strong> lengua original son el referente para los<br />
textos. Ellos son:Pedro Santi, de 75 años; María Luisa Santi, de 73; y Ana María Santi,
de 81.<br />
Lea Mañana<br />
Se pide moratoria petrolera y maderera<br />
en Suroriente.