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PORTADA<br />

38


CONSEJO DE REDACCIÓN<br />

<strong>Eikasia</strong> Revista de Filosofia<br />

www.revistadefilosofia.com<br />

Director Ejecutivo:<br />

Dr. Román García<br />

Secretaría de redacción:<br />

Noemí Rodríguez y Pelayo Pérez<br />

Consejo de Redacción (en constitución): Dr. Fernando Pérez Herranz (Universidad de Alicante),<br />

Dr. Patricio Peñalver (Catedrático Filosofía, Universidad de Murcia), Dr. Alberto Hidalgo Tuñón<br />

(Universidad de Oviedo), Dr. Román García (Dr. en Filosofía. Director Instituto de Estudios para<br />

la Paz), Mtro. Rafael Morla (Catedrático de Filosofía, Universidad de Santo Domingo, RD.), Dr.<br />

Antonio Pérez (Universidad de la Laguna), Dr. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, Dr. Felicisimo<br />

Valbuena (Universidad Complutense de Madrid), Dr. Jose Antonio López Cerezo (Universidad de<br />

Oviedo), Dr. Silverio Sánchez Corredera, Dra. Alicia Laspra (Universidad de Oviedo), Dr. Pablo<br />

Huerga Melcón, D. Mariano Arias, Dr. Jacobo Muñoz (Catedrático de Filosofía de la Universidad<br />

Complutense de Madrid.) Dr. Félix Duque (Catedrático Historia Moderna Universidad<br />

Autonoma Madrid), Dr. Luis Álvarez Falcón (Universidad de Zaragoza).<br />

Maquetado y diseño:<br />

Carlos González Penalva.<br />

Edita: <strong>Eikasia</strong> Ediciones<br />

Bermudez de Castro 14 bajo c 33011 Oviedo. España.<br />

T: +34 984 083 210 F: +34 985 080 902<br />

www.eikasia.es<br />

eikasia@eikasia.es<br />

ISSN 1885-5679


<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

NÚMERO 38<br />

Artículos / 4<br />

Filosofía, educación y cultura / 5<br />

Fernando Miguel Pérez Herranz.<br />

Participación y educación ético-cívico / 37<br />

Luis Gómez Llorente<br />

!<br />

5<br />

de mayo | Este <strong>número</strong> puede no ser<br />

definitivo y susceptible de modificaciones.<br />

La posmodernidad: Nuevo régimen de verdad, violencia, metafísica y fin de los<br />

metarrelatos. / 63<br />

Adolfo Vásquez Rocca<br />

L´espirit de modernité et le droit à la créativité / 84<br />

Taha Abderrahmane<br />

El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad / 125<br />

Taha Abderrahmane<br />

Pensar un obra fotográfica / 167<br />

José Antonio Méndez<br />

Filosofía y biología en la reflexión de Derrida sobre la vida y la muerte. / 186<br />

Domingo Fernández Agis<br />

El primer cierre científico en el mundo Heleno: los elementos de Euclides / 197<br />

Celso Luján García<br />

Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze / 212<br />

Ana María Simón Viñas<br />

Por un método sin sujeto / <strong>23</strong>3<br />

Manuel Bonillo López<br />

De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega al arte<br />

romántico / 247<br />

Enrique Ferrari Nieto<br />

¿Revolución árabe versus democracia occidental? A propósito de las revueltas en<br />

el mundo árabe / 257<br />

Mariano Arias.<br />

Arab Revolution versus Western Democracy? Abaut riots Arab world / 278<br />

Mariano Arias<br />

Libros / 299<br />

La filosofía y la Identidad Europea. Elena Nájera Pérez y Fernando Pérez<br />

Herranz. / 300<br />

Antonio José López Cruces


Eikasía. Revista de filosofía<br />

ARTÍCULOS 38


Filosofía, Cultura y Educación<br />

Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

Universidad de Alicante<br />

Resumen: En este artículo se reflexiona sobre una cuestión a la que todo profesor<br />

de filosofía se ve obligado a enfrentarse alguna vez en su vida académica: ¿Cómo<br />

poner en relación los términos Filosofía, Cultura y Educación? Sorprende la<br />

amplia y casi inabarcable combinatoria posible de conceptos que se han generado<br />

en procesos históricos, sociales y biográficos diferentes y aun contradictorios<br />

sobre este asunto. Tras un camino, a veces ligero y a veces tortuoso, mostraré que<br />

una filosofía académica, morfologista y fundada en métodos analógicos puede<br />

ofrecer al Estado materiales —Ideas— que responden a la clasificación ontológica<br />

de los saberes propuesta por la Administración. El esquema es el siguiente: Tras<br />

una breve introducción, repasaré los aspectos en los que desenvuelve el término<br />

Filosofía; las formas de la Cultura y el momento canónico del cruce Cultura /<br />

Filosofía; los contextos de la Educación y su módulo analógico —«mathema<br />

cinésico»—; para concluir con una estimativa, siempre provisional, de los retos de<br />

la Filosofía ante la Cultura y la Educación. ❚<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 5


Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

Filosofía, Cultura y Educación 1<br />

Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

Universidad de Alicante<br />

De ahí que los profetas armados vencieran y los desarmados fracasaran,<br />

Maquiavelo, El príncipe, cap. VI.<br />

¡Huye, afortunado, a velas desplegadas de toda forma de cultura (paideian)! Te<br />

estimo dichoso, Apeles, porque limpio de toda cultura (paideías) te entregaste a la<br />

filosofía. Epicuro, Fragmentos, 9 y 10.<br />

Las buenas gentes —continuó— no saben el tiempo y el trabajo que a uno le ha<br />

costado aprender a leer. Yo he empleado ochenta años en esa labor, y no puedo decir<br />

que la domine. Eckermann, Conversaciones con Goethe, 25 de enero de 1830. 2<br />

1. Introducción<br />

Hay que felicitar al organizador de este curso por haber alineado tres<br />

conceptos de sabor antiguo, sin pretender reemplazarlos por términos rebuscados<br />

y horribles, empresa tan cara a nuestro tiempo: Filosofía, Cultura y Educación<br />

son términos, por así decir, de toda la vida.<br />

Y no sólo son términos fácilmente entendibles, sino que dos de ellos<br />

poseen un pedigrí administrativo de alto copete, compañeros habituales de los<br />

gobiernos de turno, en los que suele haber un Ministerio de Educación y otro de<br />

Cultura. Y más aun: uno de los términos adjetivó nada menos que una<br />

revolución, la «revolución cultural china», además de brillar en los rótulos de<br />

ciertos edificios en los que puede leerse: «Casa de Cultura». A ellos se arrima<br />

humildemente el término Filosofía, otrora también muy prestigiado, base y<br />

fundamento de las instituciones que formaban a los clérigos en las universidades,<br />

y que ahora, si bien no ha perdido su prestigio, pasea melancólico su falta de<br />

éxito social.<br />

1 Conferencia impartida en la Sociedad de Filosofía de la Provincia de Alicante (SFPA). Agradezco<br />

la invitación que me cursó su presidente, Ángel Martín Santo, para clausurar las Jornadas sobre<br />

Filosofía, Educación y Cultura.<br />

2 J. P. Eckermann, Conversaciones con Goethe, vol. III, colección Universal, Madrid, 1920, pág.<br />

263.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

En cualquier caso, se entiendan y valoren de una u otra manera Filosofía,<br />

Cultura y Educación por la sociedad, los profesores de filosofía nos vemos<br />

obligados a recorrer estos tres términos en nuestra vida profesoral diaria y a<br />

tratar de entender, al menos, el alcance de la combinatoria que se produce<br />

inevitablemente entre ellos. Tenemos una experiencia muy cercana: ¿cómo<br />

diseñar el programa de Historia de la Filosofía en las PAU de la Comunidad<br />

Valenciana? Había que responder a compromisos procedentes no sólo de los<br />

conceptos filosóficos, sino de la cultura en la que está inmerso el alumnado y del<br />

enfoque de su aprendizaje.<br />

Comenzaré trazando las posibilidades mismas para la organización de los<br />

tres términos en liza. Desde la pura combinatoria disponemos de ocho<br />

posibilidades para vincular estos tres términos (Fig. 1).<br />

FILOSOFÍA EDUCACIÓN CULTURA<br />

1<br />

1<br />

1<br />

1<br />

0<br />

0<br />

0<br />

0<br />

1<br />

1<br />

0<br />

0<br />

1<br />

1<br />

0<br />

0<br />

1<br />

0<br />

1<br />

0<br />

1<br />

0<br />

1<br />

0<br />

Fig. 1. Combinatoria de los términos: Filosofía, Educación y Cultura<br />

Sus límites serían: por una parte, las sociedades en las que no exista ni<br />

filosofía ni cultura ni educación, zona fronteriza con la barbarie; y por otra, las<br />

sociedades en las que están presentes los tres términos. En el medio se deslizan<br />

aquellas posibilidades en las que o bien dos de ellas absorben a la otra: educación<br />

y cultura absorben a la filosofía como residuo histórico; 3 o educación y filosofía<br />

absorben a la cultura, un momento del saber absoluto; 4 filosofía y cultura<br />

absorben la educación depreciada como mera técnica represora. O bien, en las<br />

que la una de ellas absorbe las funciones de las otras dos: o todo filosofía<br />

3 “¿No ha hecho Dios necia la sabiduría del mundo?” se pregunta san Pablo, Epístola a los<br />

corintios, I,21.<br />

4 “Y puesto que, de este modo, la realidad ha perdido toda sustancialidad y ya nada en ella es en<br />

sí, se ha derribado, al igual que el reino de la fe, el del mundo real [reale], y esta revolución hace<br />

surgir la libertad absoluta, con lo que el espíritu antes extrañado ha retornado totalmente a sí,<br />

abandona este terreno de la cultura y pasa a otro terreno, al terreno de la conciencia moral”.<br />

Hegel, Fenomenología del espíritu, trad. De W. Roces, FCE., México, pág. 289.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

(gnosticismo), o todo educación (didactismo totalitario) o todo cultura<br />

(multiculturalismo) (Fig. 2).<br />

FILOSOFÍA EDUCACIÓN CULTURA Conceptos<br />

1 1 1 Naciones europeas<br />

1 1 0 Momento del Saber<br />

1 0 1 Represión educativa<br />

1 0 0 Gnosticismo<br />

0 1 1 Filosofía como residuo<br />

0 1 0 Didactismo totalitario<br />

0 0 1 Multiculturalismo<br />

0 0 0 Barbarie<br />

Fig. 2. Combinatoria de los términos: Filosofía, Educación y Cultura<br />

Ahora bien, la cuestión se complica, porque, si consideramos que cada<br />

término conserva su autonomía, pueden ordenarse de maneras muy diversas. Así,<br />

la cultura puede desempeñar el puesto de mediador entre la filosofía y la<br />

educación; pero también pueden desempeñarlo la educación o la filosofía.<br />

***<br />

Esta disposición de los términos no es gratuita ni meramente pedagógica.<br />

Algunas de estas figuras ya fueron ejercidas y representadas en el inicio de la<br />

civilización helena, en las polis de la antigüedad griega, cuando se debatía sobre el<br />

arte o la ciencia que habría de hacer feliz al ciudadano. En el diálogo socrático<br />

apócrifo conocido como Los Rivales (o acerca de la filosofía), 5 se proponen tres<br />

respuestas:<br />

a) la filosofía es la ciencia de todas las cosas o polimatía. Es la<br />

posición de los sofistas y particularmente de Hipias: la educación<br />

absorbe las formas culturales o filosóficas.<br />

b) la filosofía es ciencia de una cosa única, pero eminente. Primero,<br />

el «saber del no saber» socrático mina la polimatía; y, después, la<br />

dialéctica de Platón se autoconcibe como principio de todas las cosas.<br />

La filosofía ahora ejerce de atractor que engulle cualquier otro, sea<br />

educativo o cultural.<br />

5 Del siglo III según Souilhé o de la mitad de IV según Chambry. Cf. P. Aubenque, El problema del<br />

ser en Aristóteles, traducción de Vidal Peña, Taurus, Madrid, 1981, pág. 260 nota 59.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

c) la filosofía es una ciencia cultural, intermedia entre la<br />

competencia universal y la especialización. Es la posición de Gorgias o<br />

Isócrates, que hacen de la Cultura el ejercicio genuino de la vida del<br />

hombre libre.<br />

Pues bien, dado que nosotros somos profesores de Filosofía, convocados<br />

por una Sociedad de Filosofía (SFPA), parece natural comprometerse con la línea<br />

platónica, que ha de ser, al menos en principio, el punto de partida de nuestro<br />

análisis. Repasemos entonces estos términos como ideas filosóficas.<br />

a) Filosofía<br />

Ya el término filosofía, para empezar, exige una previa definición, pues<br />

muy a menudo se presenta como un sustantivo adjetivado. Así, según el famoso<br />

dictum de Kant, habría dos filosofías: una mundana y otra académica; Fichte<br />

cambia de registro y habla de una filosofía espiritualista y otra filosofía<br />

materialista; y según Bergson cada uno tendríamos dos filosofías: la nuestra y la<br />

de Spinoza. La pregunta a la que hemos de responder: «¿desde qué filosofía<br />

hablamos?», se nos hace necesaria y preambular. Y las respuestas, como veremos,<br />

pueden llegar a desbordarnos.<br />

b) Cultura<br />

Si filosofía es un término dicotómico, cultura es un término polisémico<br />

fuertemente polarizado, que abarca lo ridículo y lo sublime. “Porque los<br />

desvanecimientos de los que el vulgo llama cultos, son risa de un grave auditorio<br />

y endechas de la religión cristiana” dice Covarrubias. 6 Schiller, en cambio,<br />

considera que “la tarea de la cultura consiste en vigilar estos dos impulsos [el<br />

sensible o vulgar y el racional o científico]”. 7 De lo religioso —culto a Dios — a<br />

lo laico —cultura laica—. Así que cultura es término que debe ir acompañado por<br />

otros, en los que recae la carga de la prueba: cultura científica, física…;<br />

ambiental / innata; helenística, medieval, renacentista… Y, en el extremo, forma<br />

una antítesis: cultura popular / vulgar… Quevedo ya se burlaba de esta acepción:<br />

Y porque si dura la visita ó conversación mucho tiempo suele acabarse á algunas cultas la<br />

cultería, y tienen conversación remendada de lego y docto, y se quedan á buenos<br />

6 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, Castalia, Madrid, 1995.<br />

7 F. Schiller, Cartas sobre la educación estética del hombre, Anthropos, Barcelona, 1990, pág.<br />

211.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

romances como á buenas noches, se ha de valer del laberinto de las ocho palabras que<br />

nunca se acaban. Quevedo, La culta latiniparla.<br />

c) Educación<br />

Educación, por su parte, se mueve en un ámbito de amplio espectro que<br />

recorre sin solución de contigüidad desde los ámbitos técnico-administrativos<br />

(edificios, materiales fungibles y no fungibles, cuadernos y ordenadores…) hasta<br />

otros de más abolengo, tal como recoge la palabra alemana Bildung, 8 que en el<br />

límite se confunde con la cultura misma. Y en esa confluencia, los vínculos de la<br />

educación y de la cultura con el estado administrador toman la figura del<br />

condicional: el Estado, condición necesaria de la educación (y de la cultura).<br />

De manera que en cuanto profesores—y aun funcionarios— dependientes<br />

de la administración, la Idea fundamental de referencia es el Estado en el que<br />

estamos instalados. El Estado reorienta de manera radical la educación, asociada<br />

internamente a un objetivo: preparar a individuos enclasados estamentalmente<br />

hacia el conocimiento y práctica de saberes técnicos, profesorales; pero también<br />

mítico-históricos para la formación de la subjetividad, sobre la que se mantiene<br />

(en su doble acepción de sostener y conservar) la estructura socio-económicopolítica.<br />

De manera que la educación se encuentra intrínsecamente vinculada a<br />

objetivos, programas y planes de ciertas elites que no son siempre superponibles a<br />

los objetivos, programas y planes de las clases a las que van dirigidos (frente a las<br />

pretensiones de los conductistas). Ahora bien, los individuos no quedan alienados<br />

determinísticamente por esos planos, lo que da lugar a una situación aporética<br />

que abre un margen para que la filosofía intervenga críticamente en la formación<br />

de la subjetividad. Así que la educación estatal tendrá que decidir su objetivo: O<br />

disponer a todas las conciencias para que marchen en una misma dirección (al<br />

modo de la luz del rayo Láser); o permitir que la luz marche según intereses<br />

individuales, cada una con sus fines y planes (al modo en que salen los rayos<br />

luminosos de una bombilla convencional). La educación es, por consiguiente, una<br />

Idea vectorial. Repasemos con algo más de detalle cada una de estas ideas.<br />

8 Bildung = no es solamente sinónimo de Cultura; designa al conjunto de las instituciones<br />

escolares y universitarias: Bildungssystem. Cada vez se excluyen más Bildung y Kultur.<br />

Kulturarbeit im Ausland designa la acción cultural en el extranjero; Bildungssystem se refiere al<br />

conjunto de instituciones escolares.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

2. La idea de Filosofía<br />

El carácter dicotómico que hemos encontrado en la Filosofía nos indica<br />

que su definición dependerá del criterio que nos interese destacar. Si es su aspecto<br />

institucional, hablaremos de filosofía académica o mundana; pero si es el carácter<br />

de sus conceptos, hablaremos de una filosofía perenne que sólo cambia<br />

accidentalmente, o de una filosofía que se renueva esencialmente en momentos<br />

especialmente acogedores. Si lo que nos interesa destacar es el aspecto universallógico<br />

de la filosofía, hablaremos de una filosofía regida por la lógica equívoca,<br />

unívoca o analógica; o si son los contenidos o la forma de la filosofía, hablaremos<br />

de contextos o de invariantes filosóficos. Veamos:<br />

I) Criterio institucional: Académico / Mundano<br />

Esta división fue formulada por Kant en sus escritos de Lógica. Allí dice:<br />

La filosofía es pues el sistema de los conocimientos filosóficos o de los conocimientos<br />

racionales a partir de conceptos. Esta es la acepción escolar de esta ciencia. Conforme a la<br />

acepción mundana, es la ciencia de los fines últimos de la razón humana. Este elevado<br />

concepto confiere dignidad a la filosofía, es decir, un valor absoluto (…)<br />

En este sentido escolar de la palabra, filosofía es relativa solamente a habilidad. En<br />

relación con la acepción mundana concierne a utilidad. En el primer respecto es, por<br />

consiguiente, una doctrina de la habilidad; en el segundo, una doctrina de la sabiduría: la<br />

legisladora de la razón. Y el filósofo no es en esta medida un técnico de la razón, sino un<br />

legislador. 9<br />

Las figuras más destacadas en los libros suelen proceder de la filosofía<br />

académica: Tales pertenecía al círculo de los aeinautai —los eternos navegantes<br />

—, que tenían como lema: Navigare necesse est, vivire non necesset. Parménides,<br />

que pertenecía a un genos ilustre, fue calificado de ouliades, vinculado al culto y<br />

al santuario de Apolo curador (olios), médico sagrado. Platón funda la Academia;<br />

y luego Aristóteles, el Liceo; Zenón de Citium, la Estoa; Epicuro, el Jardín; los<br />

socráticos se vinculan a través de las escuelas filosóficas helenísticas… Más tarde,<br />

la filosofía se engarza en las escuelas cristianas, hasta san Agustín, y Boecio. Un<br />

salto cualitativo se produce en las Universidades medievales, en las que la teología<br />

y la filosofía se aúnan de manera singular y extraordinaria. Las escuelas<br />

9 I. Kant, Lógica. Acompañada de una selección de reflexiones del legado de Kant, edición de M.J.<br />

Vázquez Lobeiras, Akal, Madrid, 2000, pág. 91.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

humanísticas de las ciudades italianas pretenden abducir la filosofía escolástica.<br />

Hasta alcanzar las Universidades modernas y determinados intereses editoriales…<br />

Pero también se defiende la filosofía mundana si ya los filosofemas están<br />

disueltos en el lenguaje ordinario. Jean François Revel en Pourquoi des<br />

philosophes, (1957) afirmaba que no hay un vocabulario propio de la filosofía.<br />

Pero quizá esta tesis no va más allá de la génesis de nuestras lenguas. El español,<br />

el francés, el alemán, el inglés... son ya lenguas filosóficas y los filosofemas, partes<br />

de la cultura europea, como el tambor lo sería para los pueblos primitivos, según<br />

el dicho de Ortega:<br />

El tambor es el instrumento que simboliza el sistema de creencias y normas para<br />

muchísimos pueblos primitivos. Y ello, porque la acción religiosa e «intelectual» por<br />

excelencia —esto es, de relación con la transcendencia que es el mundo —es la danza ritual<br />

colectiva. La cosa es estupenda, y ella me obliga a insinuar a mi amigo Heidegger que para<br />

los negros de África filosofar es bailar y no preguntarse por el Ser. 10<br />

La filosofía mundana será la «filosofía espontánea de los<br />

científicos» (Althusser) extendida hoy a la «filosofía espontánea de» los políticos,<br />

los periodistas, los artistas —el cine está plagado de filosofía mundana— y aun<br />

los deportistas.<br />

II) Criterio Diacrónico: Continuum / Discontinuum<br />

Carl Schmitt puso en marcha el «teorema de secularización», contestado<br />

enérgicamente por Hans Blumenberg: 11 ¿son los conceptos de la modernidad —<br />

teológicos, políticos, científicos, artísticos…— mera secularización de los<br />

conceptos teológicos (escolástico-medievales)? Pregunta clave para determinar si<br />

la filosofía pertenece a un continuum de conceptos y avatares —Aristóteles o<br />

Hegel—, o es un saber contingente que no encuentra en Grecia un origen, sino un<br />

medio, un ambiente a partir del cual se despliega más un devenir que una historia,<br />

como lo quieren Nietzsche, Heidegger o Deleuze. 12<br />

10 J. Ortega y Gasset, Obras Completas, VIII, Alianza, Madrid, 1986, pág. 287.<br />

11 C. Schmitt, Teología política, epílogo de J.L. Villacañas, Trotta, Madrid, 2009. Hans<br />

Blumenberg, La legitimidad de la Edad Moderna, Pretextos, Valencia, 2008.<br />

12 G. Deleuze y F. Guattari, ¿Qué es filosofía?, Anagrama, Barcelona, 1993.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

III) Criterio lógico: Filosofías Unívoca / Equívoca / Analógica<br />

Si consideramos que el tema propio de la filosofía está marcado por<br />

Parménides, Heráclito, Platón y Aristóteles sobre la relación Uno-Múltiple, es<br />

necesario comprometerse con la teoría de los universales y con sus tres respuestas<br />

canónicas: la unívoca, la equívoca y la análoga:<br />

IIIa) La filosofía de orientación univocista se compromete con el carácter<br />

absoluto y cerrado del ser a la manera de Parménides. La primera gran<br />

sistematización de la filosofía univocista es la de Duns Escoto, si seguimos a<br />

André de Muralt; lo continúa Descartes y su afirmación del cogito como primera<br />

evidencia; también Kant y su Crítica de la Razón Pura. Los panteísmos y<br />

cientificismos de la edad Moderna son univocistas, como lo son el idealismo<br />

alemán, que concluye con la Idea Absoluta de Hegel, y el materialismo dialéctico<br />

en su inversión hegeliana y el filosofar rizomático de Deleuze<br />

IIIb) La filosofía de orientación equivocista se compromete con el cambio<br />

absoluto a la manera de Heráclito y luego del relativismo de Protágoras, de los<br />

cínicos y de los sofistas. La primera gran sistematización medieval fue la de<br />

Ockham. Sus sucesores fueron el empirismo, el utilitarismo y el pragmatismo; la<br />

filosofía analítica de los juegos del lenguaje; y el postmodernismo en general.<br />

IIIc) La filosofía de orientación analógica se compromete con sus mismos<br />

orígenes matemáticos pitagóricos, y cristalizados en Platón, que ensaya los<br />

conceptos de de participación, imitación… También el de symploké, que significa<br />

que no todo está en relación con todo, ni nada con nada, sino algo con algo. El<br />

filósofo por antonomasia del analogismo es Aristóteles; lo continúan el Pseudo-<br />

Dioniso, el aristotelismo árabe, san Alberto Magno, y lo culmina santo Tomás;<br />

después lo reivindica Cayetano. Y Suárez combina de manera curiosa el<br />

analogismo y el univocismo. Después, el analogismo es obra de críticos, de<br />

marginales. Creemos que la topología permite la vuelta al razonar analógico.<br />

IV) Criterios materiales y formales<br />

Habrá quienes defiendan la filosofía entendida como un saber determinado<br />

por un conjunto de contenidos propios, y quienes prefieran considerarla como un<br />

mero indicador formal.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 13


Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

IVa) Si se opta por los contenidos, estos podrán pertenecer a conjuntos<br />

organizados alrededor de los seres humanos —existencia, historia, crítica…—, o<br />

alrededor del Universo —cosmología, ciencias…—:<br />

a1) Las filosofías de tipo existencialista…, cuyos límites se encuentran en el<br />

solipsismo, relativismo o cotidianismo —todo lo existente se reduce a la vida<br />

cotidiana—, todo es un «juego del lenguaje»...: Es la filosofía de Protágoras, de<br />

Pirrón, de Kierkegaard, de Montaigne o de Wittgenstein; y desde luego de los<br />

existencialismos europeos del siglo XX, asociados a las bárbaras guerras<br />

mundiales.<br />

a2) Las filosofías de tipo histórico, cultural…, cuyos límites se encuentran<br />

en el misticismo, el gnosticismo… Es la filosofía de Sócrates, del Platón de la<br />

República, de Hegel, de Nietzsche y de los filósofos de la cultura.<br />

a3) Las filosofías de tipo crítico (de la duda, de las condiciones…) buscan<br />

los criterios de posibilidad del ser, las condiciones trascendentales del<br />

conocimiento, las legislaciones de la razón humana. 13 Su límite es el logicismo. Es<br />

la filosofía de Descartes, de Locke y de Hume; de Kant, de Husserl…<br />

a4) Las filosofías de tipo cosmológico, cuyos límites se encuentran en el<br />

pensamiento circular o mágico que conoce la totalidad y al que subordina las<br />

partes: el conocimiento de las partes requiere el conocimiento del todo. Es la<br />

filosofía de Aristóteles, de los estoicos, de Bruno, de Spinoza…<br />

IVb) En vez de los contenidos, simples accidentales históricos, ahora se<br />

recortan los invariantes formales que serían comunes a cualquier discurso<br />

filosófico. Pertenecerían al género que Ferrater Mora llamaba metafilosofía. Así<br />

se hablará de: cuestiones ontológicas, cuestiones gnoseológicas o cuestiones éticopolíticas<br />

de la filosofía. O bien, se tratarán las cuestiones de la Naturaleza, del<br />

Hombre, de la Idea y del Ser, como hace Luis Cencillo. 14<br />

13 “El filósofo es o bien artífice de la razón, o legislador de la razón humana. En el primer caso<br />

realiza una exposición de la filosofía, cuyo efecto en la escuela se nota inmediatamente; pero cuya<br />

influencia cesa con el uso viril de su razón. El otro no tiene propiamente una repercusión en la<br />

escuela, pero tanto más en la vida. El primero requiere mecanismo, el segundo cultivo del genio”.<br />

I. Kant, Lógica. Acompañada de una selección de reflexiones del legado de Kant, edición de M. J.<br />

Vázquez Lobeiras, Akal, Madrid, 2000, pág. 91.<br />

14 L. Cencillo Ramírez, Filosofía fundamental II, Sintagma, Madrid, 1968.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

De manera que, como puede apreciarse en este rápido repaso, el término<br />

filosofía es ya suficientemente plural y disperso, lo que exige una deliberación sin<br />

duda larga y sinuosa con el fin de tomar enérgicas decisiones que guíen a su vez la<br />

elección de las acepciones adecuadas de cultura y educación.<br />

3. La Idea de Cultura<br />

Cultura es un concepto presente en cualquier discurso y actividad humana<br />

a partir de finales del siglo XIX. En lo que nos concierne, cultura tiene que ver con<br />

otras nociones que se encuentran en la órbita de la idea de educación —paideia,<br />

crianza, Bildung, modales...— y de la filosofía —libertad, espontaneidad, estética,<br />

antropología cultural…—. Tiene que ver con algo sobreañadido a la naturaleza<br />

que, si falta, deja al individuo fuera del grupo al que pertenece.<br />

De ahí que el término cultura antes que como idea filosófica se presenta<br />

como mito. Así, en la tradición bíblica encontramos el mito del «paraíso<br />

perdido»: Adán pierde la Inocencia al ser tentado por Eva, por lo que requerirá la<br />

ayuda de la Gracia para compensar esta pérdida. Y en la tradición helena, en el<br />

mito de «Prometeo y Epimeteo»: se narra el esfuerzo de Prometeo de dotar de<br />

instituciones al hombre al que dejó desnudo la mala cabeza de Epimeteo, quien<br />

gastó todas las capacidades que había de repartir entre los seres recién creados<br />

antes de llegar al ser humano: no le quedaban ya ni fuerza ni velocidad ni<br />

armaduras ni alas…, según se cuenta en el Protágoras de Platón. Ha sido muy<br />

tarde, a finales del siglo XIX, cuando cultura se ha transformado en un concepto<br />

científico, o pretendidamente tal, tanto extensionalmente o conjunto de elementos<br />

que la definen —“la cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel<br />

todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el<br />

derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos<br />

por el hombre en cuanto miembro de la sociedad” (Edward Tylor)— como<br />

intensionalmente, propiedades del término asociado a los pueblos o las naciones<br />

—“un pathos de pensamiento y acción que fluye a través de las actividades de un<br />

pueblo y lo distingue de todos los otros pueblos” (Ruth Benedict)—.<br />

En su perspectiva ontológica, cultura es una función que transforma una<br />

situación dada, generalmente, natural, en otra, propiamente cultural. Por tanto,<br />

tiene que ver con los valores, pues no toda transformación es valiosa. “Los<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 15


Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

objetos de la cultura así son objetos formados —o transformados— por el<br />

espíritu”, dice Ferrater Mora. 15<br />

En todo caso, la función cultural no debe ser entendida aisladamente, sino<br />

incluida en una familia de funciones. La cultura se conjuga por medio de otras<br />

Ideas-funciones: Naturaleza, Libertad, Hombre, Sociedad civil, Techné… No es lo<br />

mismo entender cultura en relación con la idea de evolución, por ejemplo, que<br />

con la idea de sociedad.<br />

Y aunque no es posible recordar ahora las distintas doctrinas sobre la<br />

Cultura, quiero señalar a un autor que ocupa un lugar relevante en el cambio de<br />

la propia idea de Cultura: Samuel Pufendorf (1632-1694). Pufendorf considera<br />

que el derecho natural se convierte en derecho a la cultura, pues engloba las<br />

normas que obligan al hombre a cultivar su naturaleza: Homini cultura sui est<br />

necesaria (De jure naturae et gentium, 3, cap. IV). Pufendorf distingue entre los<br />

entia physica, que comprenden la fisiología y la psicología, y los entia moralia, 16<br />

conformados por los valores que perfeccionan la naturaleza del hombre como ser<br />

sociable, vinculados a la Cultura. La sociabilidad, fundada en contratos y<br />

convenios a través de la lengua, simboliza el consenso sobre el que se funda una<br />

comunidad. Ahora bien, Pufendorf se encuentra muy lejos del romanticismo, al<br />

distinguir Religión/Gracia de Cultura. La religión o revelación de la salvación es<br />

independiente de la idea de Cultura, vinculada al mérito personal y a sus obras,<br />

que no son condiciones para la salvación. Y la dignidad del hombre se hace<br />

sinónimo de la Cultura. Se ha de insistir en este punto crucial: la vida cultural no<br />

es condición para la salvación; lo que Dios otorga mediante la Gracia no tiene en<br />

cuenta el mérito de sus hijos. Entre la Naturaleza y los seres vivos y el reino de<br />

Dios, el pensamiento conquista un espacio humano, delimitado por el derecho<br />

natural, donde el hombre puede manifestar libremente las virtualidades del ser<br />

moral.<br />

15 J. Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Sudamericana, Buenos Aires, 1975, 5º edición, 3ª<br />

reimpresión, 1975, I, pág. 390.<br />

16 Los entia moralia no son realidades, sino modos de ser que tienen dos presupuestos: la libertad<br />

de la voluntad y la relación del hombre con las normas divinas o humanas que guían a la persona<br />

hacia determinados fines.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

a. Las formas de la Cultura<br />

En Pufendorf, por tanto, se mantiene la concepción de la cultura en la que<br />

los individuos se distinguen distributivamente, segregados unos de otros. Pero<br />

¿qué ocurre si esa Gracia se convierte en envoltorio cultural de los individuos<br />

agrupados, partícipes junto con otros muchos individuos de un cuerpo social o<br />

político? Hablaríamos así de dos tipos de Cultura: de cultura subjetiva [asociada<br />

a la ética] y de cultura objetiva [asociada a la moral], en terminología de<br />

Simmel. 17<br />

a) Cultura subjetiva. La cultura subjetiva habría sido la manera natural de<br />

entender la Cultura a lo largo de la historia. Cultus animi = cuidado de cultivar el<br />

talento (Cicerón); cultus agrorum = cultivo de la tierra (Tito Livio); recti cultus<br />

pectora roborant = la buena educación fortifica el alma (Horacio); cultus ac<br />

desidia imperatoris = la vida voluptuosa y la pereza del general (Tito Livio), etc.<br />

Cultura subjetiva podría definirse entonces como una prótesis que proporciona al<br />

hombre reglas o herramientas de comportamiento para sobrevivir o para vivir<br />

mejor, para ser feliz, etc.; prótesis que han de ser activadas ineludiblemente por el<br />

individuo. La idea de Cultura, en este sentido, podría ser reemplazada o acogida<br />

como resultado de términos, entre los que destacan por ser habituales: educación,<br />

condicionamiento, adiestramiento, domesticación, aprendizaje...<br />

b) Cultura objetiva. La cultura objetiva es idea que madura con el<br />

idealismo alemán: Kant, Herder, Schiller, Fichte, Hegel…. Hell sugiere que estos<br />

pensadores y poetas se esforzaron en realizar mediante la cultura (Kultur, Kunst,<br />

Ausbildung…) lo que no logró la política. 18 Que la cultura objetiva esté vinculada<br />

a Alemania no es casual, dado que la Reforma protestante se había realizado con<br />

el auxilio de la imprenta, sin cuya fuerza el éxito de Lutero hubiera sido<br />

impensable. Las primeras obras impresas más rentables durante el siglo XVI<br />

fueron las Biblias, los panfletos religiosos (con dibujos antipapistas de los<br />

luteranos, etc.), los libros de oración y de autoayuda… Y si la lectura ayuda a la<br />

construcción del sujeto individualizado, la imprenta estandariza y regula también<br />

las creencias y las prácticas disciplinarias. A la vez que fomenta la individualidad,<br />

estandariza la lengua, fundamentalmente. Y así la traducción de la Biblia por<br />

Lutero al alemán, o la Institución de Calvino al francés son operaciones decisivas<br />

17 G. Simmel, Filosofía del dinero, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1977; “El<br />

concepto y la tragedia de la cultura” en Sobre la aventura, Península, Barcelona, 1988.<br />

18 V. Hell, op. cit., pág. 74.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

para formar las lenguas alemana y francesa. De ahí al concepto de estado cultural<br />

de Fichte no hay más que un paso. 19<br />

De manera que ahora los individuos no hemos de esforzarnos para<br />

adquirir cultura, nada tenemos que cultivar, porque ya estamos dentro de ella.<br />

Sólo se discutirá por la prioridad de su primer analogado, aunque a partir de<br />

Fichte puede decirse que el que predomina es la lengua. Wittgenstein dirá más<br />

tarde que estamos envueltos por la Lengua. Otros encontrarán ese primer<br />

analogado en la Arquitectura (Vitrubio, Ghyka); en la Música (creo en Dios, en<br />

Mozart y en Beethoven, dice Wagner); en la forma de amar (Romeo y Julieta<br />

adversus Las mil y una noches); en la concepción del monarca (Hamlet o El<br />

alcalde de Zalamea)…; aunque la mayoría lo encuentran en la Nación, donde se<br />

dan cita Lengua y Estado. De ahí el combate cerrado entre las culturas,<br />

estructuradas en «círculos culturales / nacionales». (Y, por cierto, frente al<br />

Entendimiento agente averroísta: de ahí esa gran desgarradura interna en el<br />

cristianismo y en el islam; y hoy, también, en el hebraísmo). Y si cada «círculo<br />

cultural» es diferente, la cultura tiene lugar a escala de los grupos humanos, los<br />

pueblos, las naciones… y no de los individuos. La subjetividad, por tanto, está<br />

insertada en un contexto envolvente, que es la cultura. Y aun cada nación-cultura<br />

tendrá su propio Dios, de manera que no sólo el rey o el obispo sino el propio<br />

Dios asume la singularidad de todo el pueblo (Shatov en Los demonios de<br />

Dostoyevski). 20<br />

Esta clasificación no agota las distinciones, desde luego. El siglo XIX<br />

procuró un criterio diferente a partir de la teoría de la evolución de Darwin. La<br />

Cultura pudo entenderse ahora como un epifenómeno de la naturaleza, una tesis<br />

ante la que reaccionaron las Humanidades, separando, aislando, la cultura de la<br />

19 M. C. Taylor, Después de Dios. La religión y las redes de la ciencia, el arte, las finanzas y la<br />

política, Siruela, Madrid, 2011, pág. 103.<br />

20 “La meta de todo movimiento popular”, dice Shatov, “en cualquier pueblo y momento de su<br />

existencia, es únicamente la búsqueda de Dios, de su Dios, del suyo propio, y de la fe en él como<br />

único verdadero. Dios es la personalidad sintética de todo un pueblo, considerada desde el<br />

principio hasta el fin. Nunca se ha dado el caso de que todos los pueblos, o muchos de ellos,<br />

tengan un solo Dios común, sino que siempre ha tenido cada uno el suyo. La primera señal d<br />

descomposición de la nacionalidad ocurre cuando los dioses empiezan a ser comunes (…) El<br />

pueblo es el cuerpo de Dios. Un pueblo es pueblo sólo mientras tiene su propio Dios individual y<br />

excluye a todos los demás dioses del mundo sin admitir reconciliación alguna; mientras cree que<br />

su Dios vencerá y expulsará del mundo a todos los demás dioses (…) Si un gran pueblo no cree<br />

que la verdad está sólo en él, si no cree que es el único con la capacidad y misión de resucitar y<br />

regenerar a todos por medio de su verdad, se convierte al punto en simple material etnográfico…”<br />

F. M. Dostoyevski, Los demonios, Alianza, Madrid, 2000, II, Noche, 7, págs. 314-316.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

naturaleza. Así que ambas quedaron enfrentadas: la cultura, concepto autónomo,<br />

tenderá a absorber la naturaleza; la naturaleza, igualmente autónoma, hará lo<br />

propio con la cultura. Así se pusieron en marcha los programas sociológico<br />

(estándar) y naturalista.<br />

i) Programa estándar: El programa estándar, tradicionalmente vinculado a<br />

las Humanidades, reaccionó con energía contra el naturalismo evolucionista.<br />

Entre nosotros, el programa estándar estaría ejemplificado por José Ortega y<br />

Gasset, sobre todo en su segunda época —«el hombre no tiene naturaleza, sino<br />

historia»—, que define al hombre como un ser descolocado y enfermo en la<br />

naturaleza, luchando para reencontrarse a sí mismo en la historia través de la<br />

técnica:<br />

Pero hasta tal punto es sustancialmente drama la existencia humana que ese instrumento<br />

de su felicidad —la física— puede convertirse, a la vez, en el terrible aparato de su<br />

destrucción. (…) Aquí tenemos una concepción de la vida humana que no es naturalista,<br />

no es botánica, sino que es dramática, es un puro acontecer en el sentido de un acontecer<br />

a nosotros. Así Goethe anticipa lo que luego hemos descubierto: a saber, que el hombre<br />

no tiene naturaleza; en lugar de ello tiene historia. 21<br />

ii) Programa naturalista: En el mundo anglosajón el programa naturalista<br />

constituye casi su segunda piel. Primero fueron las teorías del Instinto (Conwy<br />

Lloyd Morgan, James Mark Baldwin, William James, William McDougall); con<br />

la irrupción de la etología —K. Lorenz, N. Tinbergen—, el programa naturalista<br />

se hace mucho más fuerte a partir de la presentación de la nueva disciplina<br />

llamada Sociobiología por E. O. Wilson; le siguen la Ecología Cultural (R.<br />

Alexander), la Psicología Evolucionista (Leda Cosmides y John Tooby), las<br />

teorías de la coevolución gen-cultura (L. L. Cavalli-Sforza, M.W. Feldman…)…;<br />

y, entre nosotros, el modelo de aprendizaje assessor (L. L. y M A. Castro<br />

Nogueira)… Todos ellos reactivan el programa naturalista iniciado por Darwin,<br />

comprometido con una consideración de la naturaleza humana como objeto<br />

empírico y mantienen siempre abierta la expectativa de una conciliación entre las<br />

ciencias sociales y la investigación naturalista del hombre. Se trata de aplicar la<br />

moderna teoría de la evolución al devenir cultural humano con la esperanza de<br />

comprender cuáles han sido los factores claves en la transformación de Homo<br />

sapiens en la especie cultural por excelencia. Por poner un ejemplo extremo, pero<br />

21 J. Ortega y Gasset, “El mito del hombre más allá de la técnica”, Obras Completas, IX, Alianza,<br />

Madrid, 1986, págs. 583-584 y 589.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

bien significativo: Desmond Morris dirá que la Divina Comedia no es más que un<br />

circunloquio de Dante para tratar de hacer el amor con Beatriz (El mono<br />

desnudo).<br />

Entre nosotros el más apasionado naturalista fue Félix Rodríguez de la<br />

Fuente quien, a pesar de su éxito televisivo, no ha influido apenas en la<br />

intelectualidad hispana que pasó del teologismo al sociologismo por medio del<br />

marxismo sin solución de continuidad (con las excepciones eminentes que exige<br />

toda (mala) generalización, desde luego; recordaré la excelente labor de Miguel<br />

Delibes).<br />

iii) Programa morfologista<br />

Además, quisiera añadir una tercera distinción, el morfologismo filosófico,<br />

nombre con el que apelamos a una filosofía comprometida con la ciencia (más<br />

que con la existencia) de tradición aristotélica y que toma como canon<br />

ontológico, gnoseológico y ético la escala del cuerpo humano, descartado como<br />

canon del universo, por su falta de proporción respecto de él (dicho<br />

intuitivamente: descartamos el hombre de Vitrubio como escala), pero que por<br />

contra rechaza el naturalismo reduccionista fisicoquímico o genetista, ambas<br />

posiciones ejercidas por el univocismo del pensamiento neopositivista.<br />

Los límites de la posición morfologista en el ámbito de la cultura los<br />

colocaremos en dos filósofos, que ponen el cuerpo en el centro tanto de la<br />

Naturaleza como de la cultura: Spinoza y Nietzsche. Deleuze 22 (1986) y, entre<br />

nosotros, Jesús Conill <strong>23</strong> (1991a, b) han mostrado su perspicacia al enlazar a<br />

Nietzsche con Spinoza, alrededor del cuerpo humano: “No sabemos de lo que es<br />

capaz un cuerpo”. “No nos cansaremos de maravillarnos ante la idea de que el<br />

cuerpo humano se ha hecho posible”. Consideraré a Aristóteles, Leonardo,<br />

Spinoza, Leibniz, Goethe, Riemann, Poincaré, Bergson, Whitehead, Thom... entre<br />

los morfologistas filosóficos.<br />

Cruce de criterios (ontología)<br />

Si cruzamos ahora los criterios a) cultura subjetiva —prótesis y esfuerzo<br />

individualizado— y b) cultura objetiva —envoltura y manifestación—, con los criterios i)<br />

22 G. Deleuze, Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 1986.<br />

<strong>23</strong> J. Conill, El enigma del animal fantástico, Tecnos, Madrid, 1991.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

cultura de los programas estándar —el hombre se recrea por medio de la civilización y la<br />

educación, ii) cultura naturalista —la naturaleza determina lo que es el hombre y puede llegar<br />

a ser en el tiempo—; y iii) cultura morfologista, alrededor del cuerpo, tenemos la siguiente<br />

tabla en la que se aprecia intuitivamente la diferencia de escuelas y autores (Cuadro I):<br />

a) Subjetiva (prótesis) b) Objetiva (envoltorio)<br />

i)<br />

Programa<br />

Estándar<br />

«Segunda<br />

naturaleza»<br />

(«Aristócratas del<br />

espíritu»,<br />

Goethe)<br />

[olvido de la<br />

Naturaleza]<br />

ai) Cultura subjetiva / estándar<br />

- Adán, creado a imagen de Dios.<br />

- Protágoras: «mito de Prometeo»<br />

- Aristóteles: hábito<br />

- Cicerón: Cultus animi …<br />

- Misiones católica y protestante<br />

- Izquierda hegeliana<br />

- Cassirer: «animal simbólico»<br />

- Ortega: «no tiene naturaleza, sino historia».<br />

- Sartre: «es lo que hace de sí mismo»<br />

aii) Cultura subjetiva / naturalista<br />

bi) Cultura Objetiva / estándar<br />

- El hombre nuevo de san Pablo<br />

- Teorías de la Gracia: san Agustín…<br />

- Marxismo: Kautsky, Troksky, Mao<br />

- W. Dilthey: : «ciencias del espíritu»<br />

- E. Husserl: «el mundo de la vida»<br />

- L.Wittgenstein: «el lenguaje es mi mundo»<br />

- J. Habermas: «la acción comunicativa»<br />

bii) Cultura Objetiva / naturalista<br />

ii)<br />

Programa<br />

Naturalista<br />

[hacia la<br />

identificación<br />

hombre y animal]<br />

iii)<br />

Programa<br />

morfologista<br />

- Epicúreos, Giordano Bruno, Hobbes…<br />

- Cabanis, Moleschott, Büchner, Sade…<br />

- Spencer, Charles Darwin…<br />

- Antropología cultural: Morgan, Tylor, Boas, - Arthur Schopenhauer<br />

Kroeber, Malinowski, Radcliffe-Brown, Leslie - Carl Gustav Carus<br />

A. White, M. Harris...<br />

- Teorías de los Instintos y Sociobiología:<br />

- C. Lloyd Morgan, J. M. Baldwin, W. James…<br />

- Etología: K. Lorenz, N. Tinbergen, Eibl- - Erich Neumann (1905-1960) la conciencia<br />

Eibesfeld... Sociobiología: E.O. Wilson…<br />

- Ecología Cultural: R. Alexander…<br />

- Memética: R. Dawkins<br />

- Psicología Evolucionista: Cosmides y Tooby<br />

- Cultura como herencia: Cavalli-Sforza…<br />

- Coevolución gen-cultura: Boyd y Richerson…<br />

- Imitación aprendizaje: Dennet, Blackmore…<br />

- Economía evolutiva…<br />

- Neurofilosofía: Patricia S. Churchland<br />

aiii) Cultura subjetiva / morfologista<br />

Potencia/trabajo/lenguaje<br />

- F. Nietzsche: Übermensch y la cultura maligna<br />

- B. Spinoza: Conocimiento intelectual de Dios<br />

- (¿) Cultura ≈ Ética [cuerpo/alma] ≈<br />

Humanismo científico ≈ Neurobiología<br />

Inteligibilidad adversus Nihilismo<br />

Voluntad, Inconsciente:<br />

- Friedrich W. Schelling<br />

- Gotthilf von Schubert<br />

- Sigmund Freud: «energía psíquica»<br />

- Carl G. Jung: «inconsciente colectivo»<br />

cambia; el inconsciente es una estructura<br />

psíquica fija, eterna<br />

- Julian Jeynes: «mente bicameral»<br />

- Heidegger: «Dasein», «


Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

Nietzsche afirma que el cuerpo es mucho más sorprendente que el espíritu<br />

o la conciencia. “No nos cansaremos —dice— de maravillarnos ante la idea de<br />

que el cuerpo humano se ha hecho posible” (VP, II, 226). Pero ¿qué es el cuerpo?<br />

Para Nietzsche, el cuerpo es un campo de fuerzas, un medio nutritivo disputado<br />

por una pluralidad de fuerzas activas y reactivas. De entre las fuerzas que entran<br />

en liza en el cuerpo —activas y reactivas— unas mandan y las otras obedecen;<br />

pero ninguna de ellas renuncia a su poder. En la filosofía de la vida de Nietzsche<br />

el mecanicismo y el teleologismo son dos interpretaciones que sirven únicamente<br />

para las fuerzas reactivas. Las fuerzas activas escapan a la conciencia; su actividad<br />

principal es inconsciente. Las fuerzas activas hacen del cuerpo un sí mismo, un ser<br />

poderoso, un sabio desconocido. Lo activo es tender al poder (VP, II, 43),<br />

imponer o crear formas, explotando las circunstancias. Apropiarse, subyugar,<br />

dominar. Por eso Nietzsche está más cerca de Lamarck que de Darwin, del poder<br />

transformador de fuerzas plásticas y capaces de metamorfosis que del azar. Y,<br />

¿cómo ha llegado Nietzsche hasta aquí?<br />

Se sabe que Nietzsche comenzó con el estudio de la música, influido por<br />

Schopenhauer, y llega a la conclusión de que la música dionisíaca no puede<br />

expresar lo espantoso dionisíaco inmediatamente. Y da un paso adelante: No es<br />

la acción (Aristóteles la considera núcleo del drama), sino el estado de ánimo<br />

(Stimmung) creado por la música. No hay misterios inefables, sino un cuerpo que<br />

entra en correspondencia con la música a través de la organización rítmica. (Lo<br />

que nos parece un giro espectacular y nuclear en su filosofía). De manera que el<br />

creador de la música ha de ser un hombre sano. Las creaciones del artista<br />

establecidas a partir del estado fisiológico del creador se abren en dos tipos: Una<br />

cultura nihilista, a partir del miedo; una cultura de afirmación: a partir de la<br />

fuerza, etc.<br />

Mis objeciones a su música [Wagner] son fisiológicas: ¿a qué disfrazarlas so capa de<br />

fórmulas estéticas? Si la estética no es más que fisiología aplicada… Mi hecho, mi «petit<br />

fait vrai», es que ya no respiro bien en cuanto esa música surte efecto en mí; y que mi pie<br />

se enfada y se subleva al momento; necesita compás, danza, marcha (…) mi pie exige de la<br />

música, ante todo, que lo arrebate, como el andar, caminar o bailar bien hechos. Pero ¿es<br />

que no protesta también mi estómago, mi corazón, mi pulso? ¿Y no se me revuelven las<br />

tripas? Y me quedo afónico de improviso (…) Así que me pregunto: ¿qué quiere<br />

propiamente de la música todo mi cuerpo? Pues alma, no se da… creo que alivio: como si<br />

todas las funciones animales se aceleraran gracias a ritmos ligeros, atrevidos,<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 22


Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

desenfrenados, conscientes de sí; como si la vida plomiza, férrea, perdiese su pesadez en<br />

blandas melodías de oro y aceite. 24<br />

Lo verdaderamente trágico de la posición de Nietzsche es que asociará la<br />

Cultura a los cuerpos, una correlación que puede llegar a ser muy perversa. Este<br />

planteamiento le marcará toda su posterior obra filosófica, sesgada por lo que se<br />

nos aparece como una falacia atroz si alguien —como así ocurrió en el nazismo—<br />

lo ejercita: ¿hasta qué punto la cultura europea [arte, religión, ciencia, moral…],<br />

identificada con la moral judeocristiana, es fruto de la debilidad, de la<br />

decadencia, del miedo y del recelo de la vida? ¿Esa decadencia se soporta en los<br />

cuerpos?<br />

Por eso, es necesario que a Nietszche se le contraponga Spinoza, el otro<br />

gran filósofo del cuerpo. Baruch Spinoza (1632-1677) no apela a ningún<br />

Superhombre, sino al hombre sin más [multitudo]. Y si hacemos de la Cultura<br />

una de las características humanas, una cultura que no es mera estructura de<br />

comportamiento, sino una relación entre el modo corporal y el modo intelectual,<br />

entonces veremos cómo la Cultura no puede ser más que el camino del amor Dei<br />

intellectus /el amor intelectual de/hacia Dios. Spinoza no busca la salvación en la<br />

Cultura, sino en la política, en la democracia, lugar en el que se arbitran los<br />

conflictos entre individuos y, por extensión, entre las culturas, que ahora ya no<br />

serían entendidas como sustantivo-distributivas, sino como las maneras en las que<br />

se establecen las relaciones entre los individuos. Spinoza se mantiene en la escala<br />

corpórea, irreductible a la división sustantiva cuerpo/alma, e inconmensurable<br />

con la natura naturata (crítica al teleologismo): es decir, en el territorio de la<br />

Ética, y no hay cabida para el Superhombre. Puede leerse su crítica a la religión,<br />

precisamente, como una crítica a la Cultura objetiva, avant la lettre.<br />

Spinoza no busca experiencias místicas con un ser trascendente, sino<br />

experiencias humanas. Por eso, al final de la Ética habla del amor intelectual<br />

hacia Dios; pero lo que dice Spinoza es que es en los hombres donde se ama a<br />

Dios: “El bien que apetece para sí todo el que sigue la virtud, lo deseará también<br />

para los demás hombres, y tanto más cuanto mayor conocimiento tenga de<br />

Dios” (Ética, IV, Prop. 37). Esta relación con Dios no es de hecho más que el<br />

conocimiento filosófico del mundo, a través de la crítica de la cultura: solo un tal<br />

24 F. Nietzsche, “Nietzsche contra Wagner”, Nietzsche contra Wagner, Siruela, Madrid, 2002,<br />

pág. 80.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

conocimiento puede conferir alegría y libertad. Ortega, como siempre, sabe usar<br />

su excelente verbo para aclarar los conceptos más difíciles:<br />

Estos ensayos son para el autor —como la cátedra, el periódico o la política— modos<br />

diversos de ejercitar una misma actividad, de dar salida a un mismo afecto. No pretendo<br />

que esta actividad sea reconocida como la más importante en el mundo; me considero<br />

ante mí mismo justificado al advertir que es la única de que soy capaz. El afecto que a ella<br />

me mueve es el más vivo que encuentro en mi corazón. Resucitando el lindo nombre que<br />

usó Spinoza, yo le llamaría amor intellectualis. Se trata, pues, lector, de unos ensayos de<br />

amor intelectual. 25<br />

b. El momento canónico del cruce Cultura y Filosofía<br />

El momento canónico de la distinción filosofía / cultura tiene lugar en la<br />

Epístola moral 90 a Lucilio de Séneca. 26 Seleccionaré algunos párrafos que iré<br />

uniendo mediante pequeños comentarios. Séneca, que elogia a la filosofía como<br />

camina para alcanzar la sabiduría, la segrega de manera clara y contundente de<br />

las artes y los inventos, que son los contenidos de la Cultura. Las artes son<br />

resultado de la razón, pero no de la recta razón, la razón filosófica:<br />

¿Quién puede dudar, Lucilio querido, de que de los dioses inmortales dimane el beneficio<br />

de la vida, y de la filosofía el de la vida honesta? En consecuencia tendríamos por cierto<br />

que estamos tanto más obligados a la filosofía que a los dioses, cuanto que la vida<br />

honesta es un beneficio superior a la vida, si no fuera verdad que los dioses nos han<br />

dispensado la propia filosofía, de la que a nadie otorgaron el conocimiento, mas a todos<br />

la capacidad (90, 1).<br />

Las artes:<br />

Hasta aquí estoy de acuerdo con Posidonio; pero no podría admitir que las artes que<br />

utiliza nuestra vida en el uso cotidiano las haya inventado la filosofía, ni le atribuiré a ella<br />

la gloria de la su elaboración (…) ¿Qué pretendes? ¿Qué la filosofía ha enseñado a los<br />

hombres a disponer de llaves y cerrojo? ¿Qué otra cosa supondría esto sino dar el santo y<br />

seña a la avaricia? (90, 7,8).<br />

Las sierras, los carros, las horquillas, los utensilios de los artesanos… todo<br />

eso “lo descubrió la sagacidad, no la sabiduría humana” (90, 11). Séneca no<br />

necesita echar mano de un Prometeo para recibir las habilidades técnicas que<br />

hereda directamente de la naturaleza:<br />

25 J. Ortega y Gasset, Obras Completas, I. op. cit., pág. 311.<br />

26 L. A. Séneca, Epístolas morales a Lucilio, 2 vols., traducción de Ismael Roca, Gredos, Madrid,<br />

1989.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

La naturaleza no fue tan injusta que, mientras otorgaba a todos los demás<br />

animales una fácil existencia, solo al hombre le impidiese vivir sin el auxilio de<br />

tantas artes. Ella nada penoso nos ha impuesto, nada que debamos conseguir con<br />

fatiga a fin de prolongar la existencia (90, 18).<br />

Ahora bien, es la corrupción que nace del lujo conseguido mediante las<br />

técnicas lo que ha fomentado los vicios:<br />

A la naturaleza ha renunciado el lujo, que cada día se estimula a sí mismo, que, a<br />

lo largo de tantos siglos, va en aumento y con su inventiva fermenta los vicios. Al<br />

principio comenzó a desear lo superfluo, luego lo perjudicial, por último entregó<br />

el alma al cuerpo, y le ordenó ser esclava de sus caprichos (90, 19).<br />

La filosofía no existía en aquella edad de Oro en la que faltaba el<br />

desarrollo de la Cultura: trabajos de artesanía y conocimientos útiles. Pero<br />

entonces se originó la avaricia, que desunió a los mortales:<br />

En una situación tan felizmente organizada irrumpió la avaricia y, mientras<br />

deseaba separar una parte para transferirla a su dominio, lo puso todo en manos<br />

ajenas, y de la suprema abundancia terminó en la estrechez. La avaricia introdujo<br />

la pobreza y por su desmesurada ambición lo perdió todo (90, 38).<br />

La sabiduría se desconecta de las manos (90, 26), es maestra de las almas:<br />

no convierte aire en música a través de la flauta, ni construye armas ni murallas:<br />

fomenta la paz y exhorta a la concordia humana, su meta es la adquisición de la<br />

felicidad (90, 27):<br />

Luego se ha ocupado [la filosofía] de los principios de las cosas, de la razón<br />

eterna dada al universo y del vigor de todos los gérmenes que configura a cada<br />

cosa en particular. Después ha comenzado a investigar acerca del alma: su origen,<br />

su morada, su duración y las partes de que consta. A continuación, de los seres<br />

corporales ha pasado a los incorpóreos, examinando su verdad y sus pruebas,<br />

luego ha indicado cómo distinguir los equívocos de la vida y del discurso, ya que<br />

en una y otro la falsedad va mezclada con la verdad (90, 29).<br />

Así que la filosofía y la ciencia están más allá de las técnicas, es un saber de<br />

segundo grado. Ahora bien, aquí hay una serie, una graduación en la adquisición<br />

de la sabiduría: desde la naturaleza y sus dones, hasta llegar a ser bueno. Y<br />

aunque los dioses otorgan las disposiciones, se requiere del trabajo. De una<br />

«cultura subjetiva» que conduce a la filosofía:<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 25


Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

En efecto, la naturaleza no otorga la virtud: hacerse bueno es obra del arte (90,<br />

44).<br />

Séneca critica a los hombres cuya obsesión por el estudio ha hecho<br />

pedantes e inseguros, “Así resultó que sabían hablar más cuidadosamente que<br />

vivir” (88, 42). Séneca defiende la autolimitación teorética, la economía del saber<br />

necesario.<br />

4. La idea de Educación<br />

La idea de Educación comparte con las ideas de Filosofía y de Cultura la<br />

modificación (o reforma) del entendimiento, de la personalidad o del alma. Pero<br />

más que una función, la Educación actúa al modo de los vectores de la Física, si<br />

exige el esfuerzo, el trabajo, la disciplina o el ejercicio de los individuos<br />

(separados, segregados) hacia un fin u objeto exterior, que puede coincidir, o no,<br />

con la Cultura. Así, desde los Ejercicios espirituales de los estoicos a los Ejercicios<br />

espirituales de Ignacio de Loyola. 27 Pues los saberes que proceden de la educación<br />

son de muy distinta consistencia, digamos que se encuentran en la gama que va de<br />

las creencias (en las que se está) a las Ideas (sin arraigo, se olvidan con facilidad)<br />

de Ortega. Por esta razón, más que una clasificación de la educación, por<br />

ejemplo, entre educación pública y privada o entre educación religiosa y laica,<br />

que, sin duda proceden de criterios pertinentes, nos interesamos ahora por el<br />

módulo 28 de la educación, el módulo que hace congruentes las diferentes<br />

estructuras educativas. No podemos aceptar entonces un regressus, que nos<br />

ponga en relación con estructuras genéricas teológicas o cósmicas. Por eso nos<br />

interesamos por las definiciones genéticas que se despliegan desde un núcleo que<br />

es el soporte de todas sus variaciones, en el sentido de Spinoza. 29 El módulo<br />

habrá de ser reconstruido, entonces, a partir de las apariencias o de los<br />

fenómenos en los que se ha desenvuelto su concepto.<br />

27 P. Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía, Siruela, Madrid, 2006.<br />

28 En aritmética, módulo es un <strong>número</strong> a que divide la diferencia entre los <strong>número</strong>s b y c; se dice,<br />

entonces que b y c son congruentes.<br />

29 B. Spinoza, Tratado de la reforma del entendimiento y otros escritos, edición de L. Fernández y<br />

J. P. Margot, Tecnos, Madrid, 1989, §§ 95-96.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

a. los contextos de la educación<br />

Para alcanzar el módulo conviene entonces estudiar los contextos en los<br />

que se desenvuelve la Educación, que son múltiples y que la han vuelto<br />

irreconocible, como irreconocible se volvió la estatua fondeada del monstruo<br />

marino Glauco de la República platónica: destruidos, estropeados y consumidos<br />

algunos de sus miembros, a la vez le surgían otros por acumulación de conchas,<br />

algas y piedrecillas. 30 Las diferencias entre las estructuras educativas, diremos,<br />

son relativas al módulo, que permanece a pesar de los daños infligidos por el<br />

tiempo.<br />

Es obligado aludir, en primer lugar, a los contextos límites de la etología.<br />

La Educación tendría que ver con la necesidad que tienen los primates superiores<br />

a ser informadoseducados (?) para la supervivencia, lo que comporta ciertos<br />

mecanismos de control, transmisión y coacción. Pero más que de educación<br />

habría que hablar de aprendizaje, conducta…<br />

Los contextos antropológicos o de control de unos seres humanos sobre<br />

otros seres humanos serían más propios de la especie humana: “No es el mundo<br />

de los asuntos prácticos lo difícil de controlar —escribe el psicólogo Nicholas<br />

Humphrey— sino el comportamiento de los otros miembros de la especie”. 31 Sin<br />

la aprobación y reprobación de la conducta podrían cometerse errores que<br />

dificultan la supervivencia. 32<br />

Más específicos son los contextos tecnológicos o de control de la<br />

naturaleza por seres humanos. En este caso, el ejercicio educativo de los<br />

individuos se conecta objetivamente con la formación de artesanos,<br />

manufactureros, profesionales…, que habrán de cubrir y satisfacer necesidades<br />

vitales de una comunidad dada.<br />

30 “Pero esto que acabamos de decir solamente es verdad según se nos aparece al presente, porque<br />

antes la hemos contemplado en una disposición tal que, así como los que veían al marino Glauco<br />

no podían percibir fácilmente su naturaleza originaria, porque, de los antiguos miembros de su<br />

cuerpo, los unos habían sido rotos y los otros consumidos y totalmente estropeados por las aguas,<br />

mientras le habían nacido otros nuevos por la acumulación de conchas, algas y piedrecillas, de<br />

suerte que más bien parecía una fiera cualquiera que lo que era por nacimiento, en esa misma<br />

disposición contemplamos nosotros al alma por efecto de una multitud de males”. Platón, La<br />

República, 611c-d.<br />

31 N. Humphrey, La mirada interior, Alianza, Madrid, 1993.<br />

32 Es muy interesante la propuesta del modelo de aprendizaje assessor de Laureano, Luis y M. Á.<br />

Castro Nogueira, ¿Quién teme a la naturaleza humana?, Tecnos, Madrid, 2008.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

Estos contextos pueden cruzarse y dar lugar a contextos mixtos:<br />

· Control de la naturaleza por medio del control de los otros (esclavismo,<br />

servidumbre…). El ejercicio educativo se conecta objetivamente con saberes<br />

ocultos dirigidos a privilegiados, como hacen las comunidades de chamanes o de<br />

masones… También los matemáticos comenzaron de este modo su andadura: en<br />

las escuelas pitagóricas se transmitían, en medio de una vida en común muy<br />

reglada, un saber secreto. 33 Las matemáticas, a diferencia de la retórica, la poesía<br />

o la música —accesibles al público sin preparación específica—, exigían un curso<br />

de iniciación. 34 El verbo µανθάνω (mantháno), significa «instruirse, aprender,<br />

llegar a conocer...».<br />

· Control de los otros por medio de técnicas sobre la naturaleza. Un<br />

ejemplo de consecuencias decisivas es la educación ejercida desde la estructura<br />

biopolítica de los estados contemporáneos. La educación estará al servicio de la<br />

previsión de riesgos y de calamidades sociales; de la medicina social, que ha de<br />

corregir los desajustes y problemas acrecentados por las condiciones vitales de la<br />

nueva economía industrial —alcoholismo, tabaquismo, drogadicción…—, etc. 35<br />

A partir del siglo XIX se tematizan los contextos sociológicos de<br />

reproducción de clases o grupos sociales. Las instituciones educativas tendrían<br />

como función la de mantener y hacer perseverar el sistema político, social y<br />

económico. En la escuela, cada individuo configura su personalidad y adquiere las<br />

competencias pertinentes para entrar en el sistema de producción. La escuela sería<br />

una especie de microcosmos de la sociedad especializada en la homogeneización<br />

moral y en la diferenciación profesional. Y también los contextos psicológicos, si<br />

es cierto que el saber exige un esfuerzo de autorepresión de los instintos, pasiones<br />

o deseos desordenados. Y así, se verá en la educación un proceso de «alienación»,<br />

un proceso en el que el sujeto libre y responsable es convertido en una mercancía,<br />

33 “Y, verdaderamente, creo yo que no te será fácil encontrar muchas enseñanzas que cuestan más<br />

trabajo que ésta [las matemáticas] a quien aprende y se ejercita en ella”. Platón, La República,<br />

526c.<br />

34 Herón, Definiciones, 160,8.<br />

35 Giorgio Agamben, Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos, Valencia, 2003.<br />

Roberto Esposito, Immunitas. Protección y negación de la vida. Amorrortu, Buenos Aires, 2005.<br />

Michel Foucault, Historia de la sexualidad, 1. La voluntad de saber, Siglo XXI, Madrid, 1977;<br />

Defender la sociedad: Curso en el Collège de France (1975-1976), FCE, Buenos Aires, 2000;<br />

Nacimiento de la biopolítica: Curso en el Collège de France (1978-1979), FCE, Buenos Aires,<br />

2007; Estrategias de poder, Paidós, Barcelona, 1999...<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

en un objeto. La escuela sería el lugar donde el poder impone su discurso por las<br />

buenas o por las malas.<br />

Ahora bien, parece que ninguno de estos contextos comprende por sí<br />

mismo el módulo de la Educación; todo lo más indican la necesidad de la<br />

Educación para promover a los individuos humanos en la adquisición de<br />

determinadas competencias y alcanzar determinados fines, que, en su límite,<br />

pueden provocar la autodestrucción del propio yo: desde el fracaso escolar al<br />

fideísmo... 36 Ahora estamos en disposición de recuperar el aspecto aporético que<br />

mencionábamos al principio, la aporía esencial de la educación: 37<br />

La inconmensurabilidad (en el sentido de la no comunicabilidad de los géneros) entre los<br />

fines del individuo —obtener un título, alcanzar prestigio, ganar dinero…—; los planes y<br />

programas generales de la sociedad —socializar o preparar profesionalmente a sus<br />

integrantes y regular las calamidades sociales: enfermedades, conflictos interclasistas…—;<br />

y la estructura misma de los saberes: epistemología de las ciencias. Esta<br />

inconmensurabilidad desborda continuamente tanto los deseos e intereses de los<br />

individuos, los planes de los gobiernos y el propio criterio material de la enseñanza, sus<br />

contenidos, que los vincula.<br />

El módulo de la Educación habrá de encontrarse, por consiguiente, en un<br />

lugar intermedio entre las puras técnicas de entrenamiento profesional, los puros<br />

procesos de socialización y el tipo de saber que los une. Este componente no<br />

puede ser genérico, como venimos diciendo, sino que caracteriza históricamente<br />

un determinado tipo de educación. Es decir, el módulo ni puede actuar como un<br />

«universal distribuido» en cada uno de los individuos a los que afecta —como la<br />

risa o el llanto, en el sentido de EibEibesfeldt—, 38 ni puede afectar a todos los<br />

grupos humanos por igual. Precisamente el que la educación de la civilización<br />

occidental sea tan específica, a la vez que tiene la presunción de universalidad,<br />

provoca interpretaciones dispares y aun contrapuestas:<br />

1.ª Para la interpretación unívoca – dogmática, el módulo tendría que ver<br />

con la fuerte jerarquización del sistema educativo: el mejor sistema sería el<br />

36 “Mejor es que cada uno no sepa absolutamente nada y no conozca ni una sola causa de las<br />

cosas creadas, pero persista en la fe y en el amor a Dios que si, hinchado por tal ciencia, desfallece<br />

en el amor que da la vida al hombre (…) y a causa de sutilezas y minucias cae en la impiedad”,<br />

Ireneo de Lyon, Adversus haereses, II, 26, 1. (Cf. Blumenberg, op. cit., pág. 293).<br />

37 Que renueva la división de la conciencia ilustrada entre su carácter individual-privado y<br />

universal-público. “¿De qué me sirve el vestido festivo de la libertad, si he de andar por casa con<br />

mi propia ropa de esclavo?”, Carta de Hamann a Ch. J. Kraus, 18 de diciembre de 1784.<br />

38 I. EibEibesfeldt, El hombre preprogramado, Alianza, Madrid, 1977.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

procedente del Estado más poderoso o del que se autoconsidera más legitimado.<br />

Y dado que el sistema educativo dominante en nuestra época es el anglosajón, el<br />

módulo es la experimentación de relaciones cuantitativas —a partir del ensayo /<br />

error, de los métodos brainstorming…—, encapsulada en la lógica unívoca de los<br />

sistemas formales o en el lenguaje ordinario, políticamente correcto. Podríamos<br />

denominarlo módulo baconiano.<br />

La inversa de esta interpretación está regida por un lógica unívoca –<br />

escéptica, considerará que la Educación habrá de permanecer fuera de las<br />

instituciones. Es la posición de quienes niegan la educación pública a la manera<br />

de Herbert Spencer, quien, aunque considera que la naturaleza humana es<br />

plástica, afirma que no hacen falta maestro ni legislador que vayan moldeando<br />

esa capacidad de perfección, porque los seres humanos están sometidos a una ley<br />

universal de cambio, y tienden a adaptarse a las condiciones de la vida social.<br />

Spencer supone que los padres trasmiten a los hijos facultades y aptitudes<br />

adquiridos por ellos.<br />

2.ª Para la interpretación equívoca, el módulo tiene que ver con el<br />

relativismo educativo extremo: todas y cada una de las prácticas de<br />

entrenamiento poseen la misma «dignidad» educativa. De ahí que lo<br />

denominemos módulo posmoderno. Reivindica la máxima tolerancia para todas<br />

ellas, incluidas aquellas que ponen en cuestión la forma misma de la Educación,<br />

al deshacer las formas y los significantes y significados, para dejar aparecer la<br />

materia in-forme o los signos asignificantes. 39 El módulo se fija en el comentario,<br />

en la ocurrencia, en la disertación, en la multiplicidad de disciplinas, en la<br />

optatividad de acuerdo con las inclinaciones del educando (caprichosas,<br />

curiosas…), de las modas, del kairós, de la publicidad…<br />

3.ª Para la interpretación de la lógica analógica, la búsqueda del módulo<br />

comienza por reconocer la singularidad de la Educación, como una práctica<br />

limitada a un grupo humano a partir del cual se configuran otras prácticas<br />

educativas. Ya Píndaro denunciaba la Educación como artificio de los<br />

advenedizos de la Cultura, de los plebeyos, pues la educación sólo pertenece al<br />

noble; 40 y Platón traza un sistema educativo para el gobernante con el fin de<br />

39 G. Deleuze y F. Guattari, ¿Qué es filosofía?, op. cit.<br />

40 “Los que saben por haber adquirido, son parejos a los cuervos que graznan vanamente”.<br />

Píndaro, II Olímpicas: 87.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

constituir una sociedad justa con una estructura análoga a las antiguas<br />

instituciones educativas militares a través de los deportes. 41 La Educación se<br />

extenderá por analogía con los grupos sociales que imitan a las clases<br />

aristocráticas y, con el tiempo, las suplantan. Pero ¿este módulo se reduciría,<br />

entonces, a mero sociologismo? Mi tesis es que este modulo triunfó a la larga,<br />

porque no se ajustó ni al campo político, ni al social, sino al gnoseológico, y por<br />

eso lo llamaremos módulo aristotélico. Este módulo dianoético conjuga técnica y<br />

formación, rigor y especificidad, globalidad y localidad, y nos conduce al<br />

elemento alrededor del cual gira la Enseñanza en las civilizaciones de cuño<br />

heleno: el mathema cinésico, 42 el mathema del movimiento.<br />

b. El mathema cinésico, núcleo de la educación analógica<br />

La interpretación analógica y la defensa del saber matemático del<br />

movimiento, el mathema cinésico, como módulo de la Enseñanza ofrece no sólo<br />

una explicación del pensamiento global europeo, que vincula las tres ideas de<br />

Filosofía / Cultura / Educación: vinculado a los lenguajes escritos, comporta una<br />

especial disciplina del sujeto, una perspectiva gnoseológica en la que ocupan un<br />

lugar central las matemáticas y una ontología de entidades trans-empíricas.<br />

En cuanto al origen, el mathema cinésico tuvo como condición de<br />

posibilidad el invento de la escritura. Y el desarrollo por la vía de las matemáticas<br />

pitagóricas cultivadas en la Academia de Platón, que culminan en los Elementos<br />

de Euclides y el Almagesto de Ptolomeo. Y así lo entendieron ya los antiguos, que<br />

vieron en la visión teorética de la naturaleza —la contemplación del cielo, el<br />

objeto más sublime, mediante las matemáticas y la astronomía— una forma de<br />

satisfacer la necesidad humana de felicidad. 43 Y el propio san Agustín acepta que<br />

la astronomía y las matemáticas son saberes sobre los que pueden razonar<br />

cristianos y no cristianos (De Genesi ad litteram, I, 39). Y es de esta racionalidad<br />

crítica de la que se sirve para luchar contra el politeísmo, aunque luego la rebaje y<br />

subordine al servicio de la salvación. 44 De todos modos, ese conocimiento<br />

matemático y astronómico siguió siendo el módulo que regulaba el saber, a veces<br />

oculto por la lógica o la teología.<br />

41 Cf. M.I., Finley (ed.), El legado de Grecia. Una nueva valoración, Crítica, Barcelona, 1983. H.<br />

I. Marrou, La educación en la antigüedad, Akal, Madrid, 1985.<br />

42 Mathema, de µανθάνω (mantháno); cinésico, de κινηςις: movimiento, de κινέω, mover.<br />

43 Tales y «la risa de la mujer tracia»; Anaxágoras y «el sol, masa incandescente»…<br />

44 H. Blumenberg, La legitimación de la edad moderna, Pre-textos, Valencia, 2008, págs. 277 ss.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

Las matemáticas exigieron una preparación intelectual especial para<br />

alcanzarlas, y, por lo tanto, su aprendizaje tenía que ir acompañado de una<br />

disciplina del sujeto sui generis, una disciplina capaz de reformar el<br />

entendimiento, para «elevar» al alumno al conocimiento, despojado de prejuicios<br />

y peligros: la vida del estudiante habrá de contener algún tipo de ascética:<br />

A este nivel superior volvemos a encontrar las dos principales direcciones, las dos<br />

profesiones rivales, la filosofía y la oratoria. Elegir la primera equivalía a<br />

conversión auténtica, comparable a lo que llamamos conversión religiosa.<br />

Conllevaba la adopción de una vida ascética y en consecuencia cierta ruptura con<br />

las ambiciones sociales, el lujo, el mundo en general. Conllevaba también<br />

instrucción doctrinal: en Atenas, por lo menos, la escuela filosófica equivalía a un<br />

tipo de institución organizada, jurídicamente hablando, bajo la forma de<br />

fraternidad religiosa dedicada al culto de las Musas. 45<br />

Con la revolución copérnico-galileana, las matemáticas reemplazaron a la<br />

lógica para dar coherencia a la cuantificación experimental. Un proceso que<br />

condujo a lo que Husserl llamó la crisis de las ciencias europeas. A pesar de la<br />

denuncia husserliana, y la de sus seguidores, la poderosa maquinaria<br />

norteamericana impone su módulo baconiano envuelto por una lógica unívoca en<br />

Ciencias y un lenguaje políticamente correcto en Letras. ¿No hay más<br />

alternativas, entonces, que la orientación equívoca?<br />

El renovado mathema cinésico<br />

A partir de la década de los sesenta, el desarrollo de los sistemas no<br />

lineales ha recuperado características del mathema cinésico clásico. Las ciencias se<br />

han liberado del encorsetamiento del mathema logicista. Si la ciencia galileana<br />

expulsó el mundo de las cualidades y de las formas substanciales, el mundo<br />

cualitativo de las formas o las vagas esencias morfológicas a favor de la<br />

cuantificación mediante el canon de la medida, las matemáticas han desarrollado<br />

métodos y estructuras desde la Topología, que permiten la descripción<br />

fenomenológica. A partir de la Cibernética y la Teoría de la Información se han<br />

ido reemplazando los fundamentos lógicos por otros topológicos, hasta alcanzar<br />

su formalización plena en las matemáticas de los sistemas expansivos o no<br />

45 H. I. Marrou, “Educación y retórica”, en Findlay, op. cit., pág. 204.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

lineales: 46 los procesos de covección de Rayleigh-Bénard; la teoría de fractales de<br />

Mandelbrot; la teoría del caos de Mitchell Feigenbaum; las predicciones<br />

meteorológicas de Lorenz; la teoría de las estructuras disipativas de Ilia<br />

Prygogine; la teoría de catástrofes de René Thom; la sinergia de Hermann Haken;<br />

la turbulencia y los atractores extraños de D. Ruelle y F. Takens… Todas ellas<br />

son investigaciones que recuperan el concepto de forma frente al de fuerza,<br />

liberándose del «puño de hierro de la escritura lineal». Escribe Thom:<br />

No existe razón alguna para pensar que la FUERZA tenga en principio un estatuto<br />

ontológico más profundo que la FORMA (...) Por mi parte, yo considero que la FORMA,<br />

entendida en una acepción extremadamente general, es un concepto infinitamente más<br />

rico y sutil que el concepto de FUERZA, que es un concepto bastante antropocéntrico que<br />

reduce prácticamente un ser a un vector. 47<br />

Aquí Thom apela a una tradición que puede pasar por Leonardo da Vinci,<br />

Goethe, Schelling, D’Arcy Thompson... para quienes los significados de las cosas<br />

y los fenómenos están contenidos en sus formas o morfologías. La dialéctica de la<br />

que parte Thom es platónicoaristotélica: mientras que la forma «conserva la<br />

forma del todo», la materia no. Precisamente porque la materia, el substrato, no<br />

conserva la forma, «la materia tiende a la forma» que es consecuencia del<br />

principio de estabilidad estructural. Como ha comentado Víctor Gómez Pin:<br />

El Timeo, decía, hay que completarlo con El Sofista. El Sofista viene a decir: las formas<br />

por un lado y la materia por otro. Pero las formas mismas no pueden darse sin<br />

perturbación. En ese sentido Thom podría satisfacer plenamente a un platónico. Pero<br />

¿por qué Thom se reivindica de Aristóteles y no de Platón? ¿De dónde viene la<br />

satisfacción de los aristotélicos? Resulta que estas estructuras elementales de las formas<br />

tienen una intrínseca perturbación (...) Esa perturbación intrínseca es lo que le da interés.<br />

Esa forma, al estar perturbada, de alguna manera tiene las características de la materia,<br />

aunque sólo sea por este hecho, porque es la materia la que introducía las perturbaciones;<br />

y éste es el aspecto aristotélico. Por eso Thom podrá satisfacer a platónicos y aristotélicos.<br />

El platónico se quedará con las estructuras elementales de las formas y el aristotélico se<br />

quedará con las formas que tienen una intrínseca movilidad, por consiguiente, son<br />

materiales. [Entrevista del autor a Gómez Pin (1999)].<br />

Si las constantes físicas indican la escala de la materia, las formas a las que<br />

acceden tienen que ser justamente las que son, las que reproducen el todo, aunque<br />

46 F. M. Pérez Herranz, Lenguaje e intuición espacial, Instituto de Cultura «Juan Gil Albert»,<br />

Alicante, 1996.<br />

47 R. Thom, Palabras y catástrofes, Tusquets, Barcelona, 1986, pág. 118.<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

sean perturbadas por la materia. De ahí que Thom insista más en el uso<br />

cualitativo de las matemáticas que en su uso cuantitativo.<br />

Los sistemas de Enseñanza han de acoger estas orientaciones de la ciencia<br />

hacia la escala racional-corpórea, abandonando el marco neopositivista de la<br />

lógica unívoca, pero también la reducción hermenéutica a lenguajes que se<br />

remiten a otros lenguajes, ad infinitum. Apostamos, pues, por una estructura de<br />

los saberes según la lógica analógica, cuyo modelo le estableció Aristóteles.<br />

Filosofía, Cultura, Educación: una estimativa provisional<br />

¿Qué puede ofrecer la Filosofía a la Administración? Por la vía univocista<br />

triunfante, la Filosofía no sería más que un saber metacientífico, como defendió<br />

Manuel Sacristán en un artículo polémico que dio lugar a un gran debate en su<br />

época.<br />

Por la vía equivocista de las filosofías posmodernas se llega incluso a la<br />

desaparición del Estado, denunciado como represor, alienante… Pero sería<br />

absurdo pretender que una filosofía académica pretenda la disolución del Estado.<br />

Al contrario, estado y filosofía coinciden en su finis operantis hacia la<br />

organización de la ciudad en orden a la justicia y de la vida sometida a reglas<br />

racionales de bien común.<br />

Por la vía analógica, en una versión débil, la filosofía toma como primer<br />

analogado el pensamiento: la filosofía —se proclama en la calle misma— enseña a<br />

pensar. Ahora bien, si el profesorado ofrece, como se ha hecho ya tópico,<br />

«enseñar a pensar», la administración, con toda la razón, puede<br />

contraargumentar que la actividad de «pensar» se realiza en cualquier<br />

asignatura; 48 más aun, se puede ir más lejos y defender que las disciplinas en las<br />

que la actividad del pensamiento es más intensa son las matemáticas, la física e<br />

incluso el latín. Y, en todo caso, para ayudar a pensar, a estudiar, ya están los<br />

48 Incluso el Ministerio puede apelar a Heidegger, interpretándole pro domo sua. Pues si pensar<br />

está asociado a memoria, y la esencia de la memoria no es la facultad de recordar, sino la de<br />

recoger aquello que nos indica la dirección en la que hay que pararse a pensar: ¿qué memoria han<br />

de poseer los jóvenes? ¿La de sus profesores de filosofía? ¿De historia? ¿De poética? Cf.<br />

M. Heidegger, “¿Qué quiere decir pensar?”, en Conferencias y artículos, traducción de Eustaquio<br />

Barjau, Serbal, Barcelona, 1994. Aunque Descartes en la segunda meditación dice: “¿Qué soy,<br />

entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que<br />

entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente”.<br />

Por pensar también puede entenderse: “crear nuevos conceptos o estructuras que permiten<br />

actualizar la inteligibilidad en potencia de la naturaleza” (Miguel Espinoza).<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

psicólogos o los pedagogos. Éste ha sido el camino que ha seguido la LOGSE al<br />

incorporar las materias transversales.<br />

La vía analógica, antes que usar el pensamiento como primer analogado,<br />

me parece ha de reforzar ella misma el módulo del mathema cinésico en el sistema<br />

educativo, como el lenguaje de las morfologías, lo que comporta la eliminación de<br />

una vez por todas de esa bárbara división Ciencias y Letras, que, por otra parte se<br />

pone en cuestión diariamente; sólo hay que asomarse al periódico o a Internet:<br />

¿Dónde se halla esa división? ¿Acaso el ciudadano no ha de estar formado en las<br />

lenguas, en las ciencias, en las humanidades…? Las morfologías, como<br />

estructuras topológicas, son transversales a la Lingüística y a la Biología, a la<br />

Física y a la Sociología, a la Historia y la Antropología. La filosofía tiene como<br />

objetivo precisamente la de con-figurar la totalidad orgánica y organizada de los<br />

saberes humanos mediante criterios ontológicos; y la clasificación gnoseológica de<br />

las actividades inteligentes y volitivas que dirigen los comportamientos éticopolíticos<br />

humanos.<br />

La filosofía tendría un papel organizador de los saberes y de sus<br />

implicaciones ético-políticas. La filosofía muestra las Ideas que atraviesan los<br />

territorios categoriales que, previamente, la administración ha establecido como<br />

realidad. La filosofía académica ha de partir de las categorías del ser establecidas<br />

según las cuatro modalidades del Bachillerato: Ciencias de la Naturaleza y de la<br />

Salud; Tecnología; Artes; Humanidades y Ciencias Sociales. Y ello, naturalmente,<br />

sin perjuicio de la crítica esa ontología de la Administración.<br />

Estas realidades ontológicas admitidas por la Administración tienen como<br />

primer analogado las Ideas de Materia / Espíritu / Realidad, Verdad, Libertad,<br />

Estructura… que se despliegan a lo largo de las ontologías de las cuatro<br />

modalidades de Bachillerato:<br />

* Bachillerato de Ciencias de la Naturaleza y la Salud, ontología crítica<br />

configurada alrededor de la Idea de Evolución, desplegada por medio de<br />

categorías como: cultura / naturaleza, racismo, xenofobia, bioética,<br />

biopolítica, ingeniería genética, terapia génica…<br />

* Bachillerato de Artes, ontología crítica alrededor de la idea de Estética<br />

desplegada por medio de categorías como: antiguos y modernos, poética,<br />

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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

producción, mímesis y enajenación, imaginación, finalidad, símbolo, genio,<br />

arte y técnica, vanguardia…<br />

* Bachillerato de Tecnología, ontología crítica alrededor de la Idea de<br />

Ciencia desplegada por medio de categorías como: universo, big science,<br />

espacio, tiempo, sistemas: formales, abiertos y cerrados, emergentismo,<br />

ciencia, técnica y tecnología, invención y descubrimiento, energía, ondapartícula,<br />

ecología, neutralidad y responsabilidad, inteligencia artificial,<br />

tecnocracia…<br />

* Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, ontología crítica<br />

alrededor de la Idea de Lenguaje desplegada por medio de categorías<br />

como: historia, humanismo, nihilismo, retórica, argumentación,<br />

cibernética, tecnologías de la información y comunicación, justicia…<br />

Lo que exigirá conocer estos campos ontológicos; la gnoseología y las<br />

operaciones de los saberes asociados; y las consecuencias éticopolíticas de las<br />

opciones posibles. Me parece que la oferta que la Filosofía puede hacer queda<br />

perfectamente contextualizada en las necesidades ontológicas de su propia<br />

clasificación: un estudio de clarificación, de preparación, de análisis, de las Ideas<br />

filosóficas que atraviesan esas cuatro grandes categorías de la realidad que la<br />

Administración ha considerado.<br />

***<br />

Este sería el papel que habría de jugar la Filosofía desde la Lógica<br />

Analógica y desde un concepto de cultura subjetivo-morfológica. No hace falta<br />

decir que esta posición está siendo derrotada tanto por los cientificistas que<br />

continúan dentro de la lógica unívoca, como por los culturalistas que se<br />

desenvuelven en una lógica equivoca y que disuelven la filosofía en cultura,<br />

antropología, pedagogía, etc. Luchar por una Lógica analógica en la Educación<br />

me parece uno de los retos fundamentales de los profesionales de la Filosofía<br />

académica.❚<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

Participación y educacion ético-cívica<br />

Luis Gómez Llorente<br />

Catedrático de Instituto<br />

1. Significado ético de la participación<br />

El modelo de escuela participativa parece a primera vista una cuestión de<br />

organización escolar, y de hecho así es como aparece en leyes y reglamentos,<br />

donde no se hace mención explícita de su significado ético. Pocos lo relacionan<br />

con aquellas otras disposiciones que al tratar de los derechos y deberes de los<br />

padres, profesores y alumnos, sí que se refieren ciertamente al derecho y al deber<br />

de participar –cada cual a través de los órganos pertinentes- en las decisiones que<br />

conciernen a la vida del centro.<br />

La escuela participativa se diferencia de la escuela tradicional en el papel<br />

directivo que se atribuye a los miembros de la comunidad escolar, asignando a<br />

distintos órganos colectivos [Departamentos, Claustro, Consejo Escolar, Junta de<br />

delegados de alumnos, etc] determinados ámbitos de decisión sobre las<br />

actividades que en el centro se llevan a cabo. El modelo participativo implica, por<br />

tanto, un alto grado de autogobierno de la comunidad escolar.<br />

La escuela tradicional, en cambio, se basa organizativamente en una<br />

concepción jerárquica de la sociedad, especialmente clara con respecto a la<br />

escuela privada que a este respecto reviste la forma de empresa capitalista donde<br />

el dueño ejerce el poder de dirigir, (contrata, despide, fija los criterios<br />

pedagógicos, etc.) como muy bien sabemos quienes en nuestra juventud<br />

trabajamos muchos años en centros privados antes de que existiera el peculiar<br />

régimen de la concertación. La escuela pública tradicional obedecía al principio<br />

de orden jerárquico, matizado por el régimen funcionarial del profesorado y por<br />

la libertad de cátedra. No obstante, concebida la escuela pública tradicional como<br />

un establecimiento estatal, y la dirección del centro como delegación del poder<br />

público para la administración del mismo, su filosofía no era sino la de ejecutar<br />

los planes de estudio y el control del rendimiento escolar preestablecidos por la<br />

Administración. En suma, los propietarios de los centros, sean particulares, o sea<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

la Administración, poseen el poder y la responsabilidad de dirigir lo que se hace<br />

en las escuelas.<br />

Especialmente odiosa resulta la situación de la escuela pública cuando se<br />

suprime la libertad de cátedra y al esquema organizativo jerárquico se añade el<br />

control ideológico sectario, como ocurrió en nuestro país bajo la dictadura,<br />

cuando tras la depuración del magisterio se impuso la ideología oficial del<br />

llamado “nacional-catolicismo”.<br />

Sin embargo, la escuela tradicional, inspirada en principios de autoridad<br />

jerarquizada, puede ser muy eficiente en orden a conseguir determinados<br />

objetivos de rendimiento académico. Más aún, su habitual carácter disciplinario<br />

facilita esos resultados, acompañados de tamices selectivos que producen la<br />

exclusión semi-automática de los inadaptados al estándar exigido, porción que<br />

sociológicamente coincide siempre con el alumnado de origen económico-social<br />

inferior, aquellos que, en palabras de José Gimeno Sacristán, poseen por origen<br />

menor o nulo “capital cultural”.<br />

Quien esto escribe conoce muy bien, por propia y prolongada experiencia lo<br />

que puede llegar a ser una de esas maquinas de “eficiencia” por haber trabajado<br />

en un centro capaz de renovar cada año medio millar de alumnos a quienes se<br />

preparaba con extraordinario éxito estadístico para superar el antiguo examen de<br />

selectividad tras el curso preuniversitario, luego COU. Han pasado tantos años de<br />

aquello como para haberse encontrado luego de ministra de Educación a una de<br />

aquellas alumnas de entonces. Pero no ha pasado tanto como para olvidar la<br />

rigidez de los controles de la maquinaria, y su aparataje técnico que incluía hasta<br />

personal contratado exclusivamente como correctores de los cuatro problemas de<br />

física y/o de matemáticas que cada alumno entregaba diariamente resueltos. No<br />

teníamos problemas de disciplina; algunos alumnos se autoexcluían y el Director<br />

sabía que era rentable excluir imperativamente a cualquiera, fuese profesor o<br />

alumno, que dificultara la tarea. No hablamos especulativamente, pues, de<br />

enseñanza autoritaria, sino por lo conocido durante trece años de experiencia.<br />

Hubiéramos obtenido como centro la máxima puntuación con arreglo a los<br />

parámetros de medida aplicables en determinadas estadísticas e informes<br />

internacionales.<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

Cada modelo organizativo tiene sus virtudes y sus inconvenientes. La<br />

elección depende de los objetivos, más en el fondo, de cómo se conciban los fines<br />

de la educación, no retóricamente, sino conforme al orden de prioridades y al<br />

equilibrio deseado. Si lo que se pretende prioritariamente es instruir y enseñar a<br />

obedecer, lo más eficaz es la escuela tradicional. Si lo que se pretende va más allá<br />

de eso, en algo hay que cambiar. Porque no se olvide: La forma de articular la<br />

convivencia en el centro forma parte substancial del currículo oculto. Si el papel<br />

del alumno en el centro se limita a ser capaz de repetir lo que dicen el libro y el<br />

profesor, a obedecer intelectual y formalmente, nada aprende en el centro<br />

concerniente a la autonomía moral, ni a la comprensión significativa de lo que es<br />

una sociedad democrática, valores en cambio que inspiran el modelo<br />

participativo.<br />

Autonomía moral y autogobierno de los pueblos son, como bien sabemos,<br />

ideales característicos de la Ilustración, profundamente ligados entre sí: Una<br />

comunidad de personas libres, capaces cada una de las cuales de gobernarse a sí<br />

misma (conciencia autolegisladora), ha de constituir un pueblo capaz de<br />

gobernarse a sí mismo (soberanía popular). Nada tan característico del ethos<br />

ilustrado como el afán de emancipación, de sacudirse las viejas tutelas,<br />

eclesiástica y política, que sofrenaron durante siglos el uso de la libertad.<br />

Recordemos el famoso texto que compara la Ilustración con el acceso a la<br />

mayoría de edad, al tiempo que reclama el derecho al uso público de la razón<br />

(Kant).<br />

Del valor de la libertad individual, exaltada junto con la racionalidad, como<br />

lo más específico de los seres humanos, se infiere el valor moral de libertad<br />

política, o establecimiento de un régimen de libertades, cuya finalidad no es otra<br />

sino hacer posible para todos y cada uno el uso y disfrute pacífico de aquella<br />

libertad originaria.<br />

Por tanto, no sólo es virtuoso el hábito de conducirse ejerciendo<br />

racionalmente la condición de nuestro ser libre, sino que también –y por ello<br />

mismo- lo es el comprometerse con la instauración, el mantenimiento y la defensa<br />

de las libertades públicas que posibilitan y amplían el ejercicio de la libertad<br />

individual, a lo cual llamamos virtud cívica.<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

Rousseau, al comienzo de su más famosa obra, reclama la necesidad de esa<br />

acción libertadora que dé paso al contrato social, por virtud del cual se establezca<br />

la garantía recíproca de las libertades entre todos los ciudadanos. “El hombre ha<br />

nacido libre y se encuentra por doquier encadenado…”<br />

De este modo la Ilustración recupera el concepto de ciudadano que alumbró<br />

la democracia ateniense, aquel concepto que de forma tan vibrante expresó<br />

Pericles en el famoso discurso pronunciado durante las honras fúnebres dedicadas<br />

a los muertos en el primer año de contienda, conforme nos transmite Tucídides en<br />

su Historia de la Guerra del Peloponeso. Pericles va describiendo la ciudadanía<br />

ateniense “Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos,<br />

y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre,<br />

debido a que el gobierno no depende de unos pocos, sino de la mayoría, es<br />

democracia. En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad, conforme a<br />

nuestras leyes, alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de cargos<br />

públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al<br />

prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad; y tampoco nadie en razón<br />

de su pobreza, encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social<br />

si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad.<br />

[….] “Amamos la belleza con sencillez y el saber sin relajación. Nos servimos de la riqueza<br />

más como oportunidad para la acción que como pretexto de la vanagloria, y entre nosotros<br />

no es un motivo de vergüenza para nadie reconocer su pobreza, sino que lo es más bien no<br />

hacer nada por evitarla. Las mismas personas pueden dedicar a la vez atención a sus<br />

asuntos particulares y a los públicos, y gentes que se dedican a diferentes actividades tienen<br />

suficiente criterio respecto de los asuntos públicos. Somos, en efecto, los únicos que a quien<br />

no toma parte en estos asuntos lo consideramos no un despreocupado, sino un inútil; y<br />

nosotros en persona, cuando menos damos nuestro juicio sobre los asuntos, o los<br />

estudiamos puntualmente, porque, en nuestra opinión, no son las palabras lo que supone<br />

un perjuicio para la acción, sino el no informarse por medio de la palabra antes de proceder<br />

a lo necesario mediante la acción. [….]<br />

“Tal es, pues, la ciudad por la que estos hombres han luchado y han muerto, oponiéndose<br />

noblemente a que les fuera arrebatada, y es natural que todos los que quedamos estamos<br />

dispuestos a sufrir por ella.”<br />

He ahí maravillosamente dicho lo que es participar; tomar parte activa en<br />

las cosas de la ciudad, en lo que es de todos; sentirlo además como algo propio, y<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

según Tucídides, amarlo hasta el extremo de estar dispuestos a defenderlo frente a<br />

los enemigos de la ciudad, aún a riesgo de la propia vida.<br />

No es que la filosofía cristiana tradicional no hubiera considerado como un<br />

deber moral la contribución al bien común, conservarlo y defenderlo, pero la<br />

diferencia fundamental con respecto a lo que nos ocupa radica en que esa<br />

contribución no incluye la participación activa en las decisiones que conciernen a<br />

la cosa pública, sino más bien en la obediencia a quien legítimamente ostenta el<br />

poder o facultad de gobernar la sociedad.<br />

El pensador más clásico de la filosofía escolástica, S. Tomás, de referencia<br />

canónica hasta época bien reciente, exalta el valor del bien común hasta el<br />

extremo de que su recto servicio es lo que legitima el poder del gobernante [de<br />

Regno], con la audacia para su época de afirmar tajantemente el sometimiento del<br />

príncipe a la Ley, pero todo ello enmarcado en un concepto de monarquía<br />

tradicional, más próximo en este punto al postulado de unidad de poder<br />

preconizado por Platón, que a la democracia ateniense. Modelo éste de la<br />

monarquía tradicional tan arraigado en la tradición eclesiástica como para seguir<br />

siendo hasta nuestros días la forma habitual de gobernar la Iglesia. De ahí que a<br />

Roma le fuera difícil asumir como válido el modelo de Estado liberal, no<br />

habiéndose reconciliado plenamente con la democracia hasta la constitución<br />

Gaudium et Spes del Vaticano II.<br />

La ideología que inspira los movimientos revolucionarios de la segunda<br />

mitad del siglo XIX y comienzos del XX –Marxismo y Anarquismo- reelaboraron<br />

la antigua idea del deber de intervenir en la cosa pública, sustituyéndola por el<br />

imperativo ético de la “toma de conciencia de clase” y consecuente compromiso<br />

personal con la causa de la revolución. Convencidos de que una verdadera<br />

libertad igual para todos sería imposible bajo el régimen de explotación<br />

capitalista –y razones para pensar así a la sazón no les faltaban- concibieron<br />

como principal deber de todo “obrero consciente” la participación activa en la<br />

lucha por la emancipación, libertadora de toda explotación, y por ende de toda<br />

alienación.<br />

Bien entrado el siglo XX, al hilo de la crítica de todos los totalitarismos,<br />

incluido el comunismo soviético, y bajo la influencia del espíritu libertario, tomó<br />

auge el ideal autogestionario, no solo entre las filas de tradición socialdemócrata<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

sino también en las ramas más vanguardistas del sindicalismo cristiano. Esta idea<br />

de la autogestión influiría poderosamente a nuestro juicio en el movimiento de<br />

profesores de los años 60, y de ahí probablemente la hostilidad con la que fue<br />

recibida la idea de participación por la patronal de la enseñanza privada, a lo que<br />

luego nos referiremos más en particular.<br />

La crisis de los grandes relatos ideológicos que de manera coherente y<br />

omnicomprensiva daban razón del sentido de la historia, de la utopía social, de<br />

todos y cada uno de los problemas sociales, así como de sus respectivas<br />

soluciones, determinó que en la actualidad se haya fragmentado el pensamiento<br />

alternativo, dando lugar al desarrollo de una serie de causas parciales, aunque<br />

todas ellas tienen el denominador común de aspirar a la reforma social, así como<br />

el de reclamar un cierto compromiso personal explícito, cuales son el pacifismo,<br />

la igualdad de género, el ecologismo, y las mil y una formas de solidaridad con<br />

los más desvalidos. A lo que deben agregarse los proyectos ético-sociales<br />

derivados de convicciones religiosas, que se hacen cada vez más presentes en el<br />

escenario público. Todos ellos reclaman como un deber participar en la vida<br />

pública, aunque cada cual centre su actividad en objetivos bien delimitados. Pero<br />

para todos ellos ser un buen ciudadano es sinónimo de estar comprometido en la<br />

acción social que sea más acorde a las propias convicciones.<br />

No existe, pues, una única línea argumental que justifique la participación<br />

como valor ético, sino múltiples justificaciones distintas, aunque convergentes, lo<br />

que en cierta medida favorece el consenso, puesto que de hecho todos afirman,<br />

aunque desde distintos criterios ideológicos, el derecho y el deber de participar,<br />

cuyo contravalor es el puro egocentrismo narcisista, o la marginalidad forzosa<br />

que impide de hecho la integración y la participación.<br />

Del pensamiento actual procede citar aquí a Victoria Camps y Salvador<br />

Giner, que dedican un capítulo de su Manual de Civismo, titulado precisamente<br />

“Pertenecer y Participar”, donde afirman:<br />

“…. es necesario relacionar el civismo con una actitud básica de solidaridad ciudadana; la<br />

de no ser indiferentes al prójimo. Se trata, simplemente, y para decirlo coloquialmente, de<br />

no pasar de ellos. No pasar se refiere a una moral solidaria mínima o minimalista, por la<br />

que hay que abogar en toda democracia. [….]. Acudir a votar en unas elecciones, llamar la<br />

atención pública sobre algo que no va bien (…); manifestarse en la calle a favor de<br />

cualquier causa respetable; estar presente en una asociación de padres de alumnos, y tantas<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

actividades más compatibles con las tareas de cada cual. En otras palabras, participar. Son<br />

actividades que requieren de nosotros esfuerzos muy circunscritos. En su conjunto forman<br />

el tejido de una buena democracia y de una mejor convivencia. Pertenecer participando es<br />

ser un ciudadano activo, no pasivo”.<br />

2. Significado pedagógico de la participación escolar<br />

La escuela participativa implica la intervención activa en el gobierno y<br />

gestión del centro par parte de todos los miembros de la comunidad escolar. Pero<br />

aquí nos interesa sobre todo la participación de los escolares a fin de resaltar su<br />

valor pedagógico, esto es, en qué medida y de qué forma la participación activa<br />

del alumnado en a vida del centro contribuye a la formación en valores.<br />

La escuela participativa, por cuanto concierne a los profesores y al personal<br />

no docente, significa autogestión compartida con el resto de la comunidad<br />

escolar. Por cuanto concierne a los padres significa intervenir habitualmente en el<br />

tipo de educación que reciben sus hijos, no limitando por tanto esa facultad al<br />

momento de la mera elección del centro. Para los alumnos puede significar<br />

muchísimo más, pues concierne a la formación de su personalidad en cuanto<br />

miembros del colectivo social; a la formación de actitudes y modos de proceder<br />

que marcaran una huella duradera en su vida.<br />

Hay cosas ante las que la escuela no puede ni debe ser neutral, y de hecho<br />

no lo es. Ocurre, sin embargo, que a veces la rutina tradicional pasa por<br />

neutralidad, por ser lo “natural”, lo de siempre, en tanto que la innovación se<br />

percibe como lo perturbador. Pero lo cierto es que la tradición lejos de ser neutral<br />

está cargada de valores implícitos, y que fue concebida e instaurada por alguien<br />

muy a conciencia de lo que se pretendía.<br />

La escuela necesariamente, inevitablemente, tiene una cierta organización<br />

que obedece a un cierto modelo de organización social. El modelo tradicional es<br />

vertical. Lo que pretende la escuela participativa es introducir la horizontalidad.<br />

En la vertical el orden viene de arriba abajo. En lo horizontal el orden procede del<br />

acuerdo entre las partes. No todo cuanto se hace en la escuela puede decidirse en<br />

ella misma, pues forma parte de un sistema en el que han de garantizarse ciertas<br />

condiciones de igualdad y de compensación de desigualdades. Pero queda un<br />

amplio margen a la posible decisión de los centros. Lo que se cuestiona es a quién<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

corresponde decidir sobre cada asunto, y qué parte corresponde a cada cual en la<br />

gestión de lo decidido.<br />

Todo lo cual, la forma de organizar la escuela, y los propios hábitos de<br />

convivencia, forman parte del currículo oculto, del currículo que cala<br />

permanentemente y educa por inmersión o impregnación. Es en este sentido en el<br />

que no cabe neutralidad posible. O se siguen pautas de índole vertical,<br />

autoritaria, o se abre un espacio lo más ancho posible a la autorregulación. No es<br />

poco que la escuela, por lo menos la escuela pública, intente ser neutral a las<br />

ideologías partidistas y a las creencias religiosas; en eso consiste su laicidad.<br />

Neutralidad apartidista y aconfesional que no se rompe con el modelo<br />

participativo, forma organizativa capaz de asumir los más diversos contenidos.<br />

Este aspecto de la participación, como componente substancial del currículo<br />

oculto adquiere especial relevancia si consideramos la función de la escuela como<br />

agente de socialización, tanto más en nuestra época, en la que los niños se<br />

incorporan desde la más temprana edad, y en la que cada vez permanecen menos<br />

con los padres, y se trivializa más la comunicación intrafamiliar. La escuela es en<br />

este sentido la imagen misma del orden social, que durante muchos años, y en<br />

años decisivos para formar el criterio, los alumnos van a percibir, siendo así<br />

mismo donde pueden recibir una interpretación fundada –no sectaria- de lo que<br />

en la sociedad acontece, y de cómo pueden producirse en ella actuando cada cual<br />

de acuerdo con sus propias convicciones.<br />

En realidad, siempre se atribuyó a la escuela, especialmente en los<br />

establecimientos del Estado, además de su fin específico insustituible de instruir,<br />

la finalidad de formar buenos ciudadanos, empezando por cultivar el sentido y el<br />

sentimiento de pertenencia a una comunidad nacional. Lo que varía en cada<br />

tiempo y lugar es lo que se entiende por ser buenos ciudadanos.<br />

En los colegios confesionales esta dimensión educativa también existe, pero<br />

un tanto desvanecida por estar subordinada al objetivo de inculcar más bien el<br />

sentimiento de pertenencia a la comunidad creyente, es decir, a la Iglesia, lo que<br />

se torna nocivo cuando se carga el relato histórico de ideología menéndezpelayista,<br />

semillero de aversión a la cultura laica. Recuerdo que en los años<br />

cuarenta, en el colegio de Areneros (Jesuitas) de Madrid, en las grandes<br />

solemnidades se utilizaba una bandera rojigualda en cuyo centro campeaba<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

bordado el escudo de la Casa de Loyola. Mezcolanza de símbolos muy típica del<br />

nacional-catolicismo.<br />

Los regímenes totalitarios, antidemocráticos, utilizaron la escuela para<br />

vehicular una ideología antiliberal y transmitir una interpretación dogmática y<br />

uniformista de la nación, así como una forma de patrioterismo belicoso,<br />

imperialista, acompañado por la glorificación de un líder carismático supuesto<br />

salvador de la patria. En Alemania se le llamó Fürer, en Italia, Duce, y en España,<br />

Caudillo. Aquí se designaban digitalmente profesores del Movimiento Nacional<br />

que impartían la doctrina oficial sirviéndose de textos así mismo elaborados en<br />

instancias del Régimen.<br />

Como es obvio, los regímenes democráticos basan la formación cívica en los<br />

valores constitucionales, es impartida por el profesorado ordinario de cada<br />

centro, que utiliza en ésta, como en cualquier otra materia, los materiales<br />

didácticos que libremente elige de entre la oferta que hace el mercado.<br />

La más reciente versión del compromiso de la escuela con la formación<br />

ético-cívica en nuestro país, se formula bajo el rótulo “Competencia social y<br />

ciudadana”, formalmente incorporada al currículo, que en los documentos<br />

ministeriales se describe así:<br />

“Esta competencia hace posible comprender la realidad social en que vive,<br />

cooperar, convivir y ejercitar la ciudadanía democrática en una sociedad plural,<br />

así como comprometerse a contribuir en su mejora. En ella están integrados<br />

conocimientos diversos y habilidades complejas que permiten participar, tomar<br />

decisiones, elegir como comportarse en determinadas situaciones y<br />

responsabilizarse de las elecciones y decisiones adoptadas. Globalmente supone<br />

utilizar, para desenvolverse socialmente, el conocimiento sobre la evolución y<br />

organización de las sociedades y sobre los rasgos y valores del entorno<br />

democrático, así como utilizar el juicio moral para elegir y tomar decisiones, y<br />

ejercer activa y responsablemente los derechos y deberes de la ciudadanía”<br />

Resulta evidente que la misma materia “Educación para la Ciudadanía y los<br />

Derechos Humanos”, responde a los contenidos teóricos aludidos en la<br />

descripción de dicha competencia. Pero así mismo salta a la vista que su<br />

dimensión práctica, operativa, no puede ser otra sino el ejercicio de la<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

participación escolar en el centro, considerada efectivamente como parte<br />

substancial de su formación ético-cívica.<br />

Interesa constatar a este respecto, que la tremenda polémica suscitada en<br />

torno a la EpC se concentra en determinados epígrafes de los contenidos teóricos<br />

propuestos concerniente a lo que los objetores han llamado “ideología de<br />

género”, en tanto que nadie ha objetado lo que nosotros estimamos como más<br />

valioso para la formación ético-cívica, cual sería la sistemática y efectiva<br />

participación tutelada del alumnado en la vida del centro.<br />

Dicho sea de paso, fue una lástima que no se consensuara el currículo de<br />

EpC, lo que hubiera sido factible en otro clima de relaciones, pero la actitud de la<br />

Jerarquía eclesiástica, y de la constelación de organizaciones que le son afines,<br />

estuvo desde el principio en contra, debido en el fondo a su malestar por el<br />

asunto de la alternativa a la clase de religión, así como por su hostilidad frente al<br />

Gobierno Zapatero originada en distintos temas concernientes a la ordenación de<br />

los derechos civiles. Recordemos que Rouco propuso en su día como solución a la<br />

polémica en torno a la EpC, que dicha materia fuese impartida como alternativa a<br />

la clase de religión (discurso de 29-V-2007).<br />

Por otra parte, resulta un tanto paradójico que las Administraciones<br />

favorables a la EpC tampoco hayan hecho prácticamente nada para impulsar su<br />

dimensión más operativa, que no es otra sino la participación escolar, cuyo valor<br />

pedagógico parecen desconocer. No han tomado ninguna medida tendente a<br />

fomentar el asociacionismo escolar de base, que bien organizado y prudentemente<br />

tutelado podía protagonizar en gran parte las actividades paraescolares, ni ha<br />

contado con ello en la formación tutorial, ni ha hecho la pequeña asignación<br />

presupuestaria que requería dar vida a estas asociaciones de alumnos en los<br />

centros, como tampoco se ha incluido entre los criterios para valorar la gestión de<br />

los equipos directivos la atención prestada al buen funcionamiento de los consejos<br />

de delegados y a la participación de los alumnos en el Consejo Escolar del centro;<br />

aspectos que figuran en olvidadas reglamentaciones sistemáticamente<br />

postergadas.<br />

No es preciso esforzarse mucho para constatar que la llamada “competencia<br />

social y ciudadana” ha contado bien poco hasta el presente en la obsesiva<br />

contabilización de “resultados” convencionalmente al uso. Sólo un giro<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

importante, por parte de la Administración que esté dispuesta a tomarse dicha<br />

competencia en serio puede cambiar el panorama. Aunque también pudieran<br />

darnos la sorpresa los centros confesionales, si caen en la cuenta de que por esta<br />

vía pueden contribuir decisivamente a potenciar la estrategia que se acoge bajo el<br />

rótulo “Católicos y vida pública” del mismo modo que cayeron en la cuenta de<br />

que la EpC servía en sus colegios para impartir sobre cada tema la<br />

correspondiente Doctrina Social de la Iglesia.<br />

3. El CDL de Madrid, embrión de la participación<br />

Lo acontecido en el Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid en la<br />

década de los años setenta, tuvo una gran repercusión en la política educativa del<br />

país durante el periodo democrático que formalmente se inicia con las elecciones<br />

generales del 15 de junio de 1977, que dieron lugar a las Cortes Constituyentes.<br />

Baste decir que, conforme luego detallaremos, algunos de los conceptos<br />

elaborados y formulados en los salones del Colegio –como el concepto de<br />

participación- se encuentran incorporados al artículo 27 de la Constitución, y que<br />

el diseño general del modelo escolar propuesto en la Alternativa Democrática de<br />

la Enseñanza, coincide en sus líneas maestras con la reforma educativa<br />

emprendida posteriormente, plasmada en dos grandes leyes, la LODE y la<br />

LOGSE, vigente todavía la primera de ellas, retocada y reelaborada la segunda<br />

para dar lugar a la actual LOE.<br />

La clave de esa influencia no es otra sino el hecho de que en el Colegio no se<br />

hicieron sólo documentos, sino que se forjaron mujeres y hombres expertos en<br />

política educativa, que en el momento crucial de la legalización de los partidos y<br />

sindicatos, aportaron ese bagaje teórico y esa experiencia organizativa.<br />

Por todo ello quizá convenga dejar aquí unas cuantas notas<br />

complementarias del excelente relato llevado a cabo por el profesor Manuel<br />

Puelles (El Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid, 1899-1999) tanto por<br />

consideración a la historia del Colegio, como por contribuir a una mejor<br />

comprensión del sentido primigenio que tuvo en nuestra generación el ideal de<br />

escuela participativa.<br />

En primer lugar. por qué en el Colegio: Lo cierto es que fue una época<br />

trepidante para la institución. Casi a diario había reuniones –“comisiones de<br />

trabajo”- de decenas de profesores que discutían y enmendaban documentos; que<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

debatían sobre problemas laborales,…. y que, en su caso, llegaron a organizar<br />

huelgas. Había licenciados y maestros a quienes no se pedía el carné para asistir.<br />

Eran simplemente, enseñantes, trabajadores de la enseñanza, como se decía en el<br />

lenguaje de aquellos escritos. En definitiva, era la expresión viva de aquel potente<br />

movimiento de profesores protestatarios que se engrosaba año tras año conforme<br />

se iban incorporando al oficio las nuevas promociones formadas por quienes<br />

habían sido en la Universidad participes de la protesta estudiantil, que comenzó<br />

en 1956 y que se fue arraigando como algo endémico de la Universidad durante<br />

los años 60. No era demasiado infrecuente que la policía irrumpiera en aquellas<br />

reuniones, o que se situara en el portalón de la antigua sede de la calle Santa<br />

Bárbara pidiendo carnés para intimidar y para no dejar pasar a los maestros no<br />

licenciados. Todo esto fue posible tras la caída como decano del Sr. Lostau; el<br />

decano Calonge consintió ya las “Comisiones de estudio”, y con la Junta<br />

encabezada por el Decano Eloy Terrón (desde finales de 1973), los profesores<br />

gozaron de plena libertad para reunirse y para hablar y acordar en el Colegio,<br />

solo limitada por las interferencias externas de la policía del Régimen.<br />

Esa libertad es lo que no había en el sindicato oficial, en la CNS, la<br />

organización sindical única del Régimen, que conforme a la doctrina totalitaria<br />

agrupaba a patronos y trabajadores bajo la presidencia de un aparato político<br />

designado y controlado directamente por el ministro-secretario general del<br />

Movimiento. Esa es la razón de que el movimiento de profesores inconformistas<br />

se acogiera a los resquicios de libertad que pudieran ofrecer los Colegios<br />

profesionales, que nunca llegaron a ser disueltos por la dictadura, y a los que<br />

desde 1953 se consintió volver a elegir a sus Juntas de Gobierno y celebrar<br />

asambleas o Juntas Generales.<br />

Difícilmente entenderá esto en la actualidad quien no recuerde que los<br />

sindicatos de clase históricos, como la UGT y la CNT, fueron disueltos,<br />

confiscados sus bienes, y fusilados o encarcelados los dirigentes que no pudieron<br />

exiliarse, a diferencia de los Colegios profesionales, que fueron sólo<br />

“intervenidos”, pero no eliminados, pues venían siendo históricamente<br />

corporaciones características del entramado de la sociedad liberal-burguesa,<br />

concebidos fundamentalmente para ejercer cierto control de calidad (titulación;<br />

no intrusismo), en el ejercicio de las “profesiones liberales”, así como<br />

determinadas funciones de ordenación profesional y/o de mutualismo.<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

En el campo de la enseñanza ocurrió sin embargo un fenómeno sociológico<br />

nuevo que vendría a alterar las cosas: la proletarización del profesorado de<br />

primaria y secundaria. En efecto: La enseñanza tuvo que expandirse para dar<br />

respuesta a la cualificación de la mano de obra, y formación de cuadros, que<br />

requerían los Planes de Desarrollo del Régimen, (operación que culmina en la Ley<br />

Villar de 1970), pero esa expansión se hace con financiación insuficiente, a costa,<br />

entre otras cosas, de los bajos salarios de los profesores, miserables en los centros<br />

privados, donde había cada vez más profesores seglares; baja retribución y suma<br />

inestabilidad en el empleo de los miles de interinos que se reclutan ad hoc, en los<br />

centros públicos.<br />

Nosotros no creamos el malestar docente; nosotros sólo lo interpretamos<br />

ideológicamente, ofreciendo además una alternativa y unas formas organizativas<br />

al movimiento objetivamente generado por aquel gran malestar, que por otra<br />

parte, coincidía con los primeros signos de descomposición del régimen<br />

característicos del tardo-franquismo, cuando la burguesía sentía ya al aparato<br />

franquista como una ortopedia innecesaria que, sin embargo, estaba dificultando<br />

el desarrollo y que sería incompatible con la incorporación en su día a la Unión<br />

Europea.<br />

Nótese que normalizada en España la situación institucional, los Colegios<br />

han vuelto a sus funciones primigenias, agregando en el caso de la enseñanza, con<br />

notable éxito, el contribuir a la formación permanente del profesorado, en tanto<br />

que las reivindicaciones laborales y las aspiraciones políticas discurren por los<br />

cauces propios de una sociedad democrática. Por algo la famosa Alternativa, tras<br />

plantear una detallada remodelación a fondo de todo el sistema educativo,<br />

concluyó reclamando plenitud de libertades y derechos democráticos.<br />

En segundo lugar, quienes éramos y con qué ideas: En primer lugar, éramos<br />

muchos, (Juntas Generales del Colegio con asistencia de más de mil afiliados), y<br />

también, unas minorías dirigentes avezados desde la Universidad en el activismo<br />

social. La Junta de Eloy Terrón reflejaba muy bien la composición ideológica de<br />

aquella pléyade: Había cristianos progresistas, imbuidos de lo más renovador del<br />

Concilio Vaticano II, estábamos socialistas, que ya habíamos sufrido<br />

repetidamente privación de libertad, había comunistas significados, muchos de las<br />

clandestinas Comisiones Obreras, y había algún independiente sin otra afiliación<br />

que su compromiso progresista. Un hombre benemérito, bastante mayor que<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

nosotros, Eloy Terrón, que nos soportaba con infinita paciencia, aceptó ser<br />

Decano porque entonces se requería diez años de antigüedad en el Colegio para<br />

serlo.<br />

Por coherencia con nuestras ideas, acabada la licenciatura, nuestra<br />

obligación moral era luchar por la mejora de la condición de los trabajadores de<br />

nuestro oficio, en solidaridad a su vez con los intereses de la clase trabajadora.<br />

Por algo gustaba llamarnos en los escritos “trabajadores de la enseñanza”, lo que<br />

producía cierta alergia a los viejos catedráticos de Instituto de sensibilidad<br />

burguesa.<br />

La inspiración ideológica en cuestiones pedagógicas tuvo como principales<br />

referentes a la Institución Libre de Enseñanza, a la obra llevada a cabo en el<br />

primer bienio de la IIª República, así como a los pedagogos contemporáneos que<br />

reaccionaron contra la escuela clasista tradicional y propusieron el modelo de<br />

escuela comprensiva.<br />

En el orden profesional, nuestra aspiración de entonces era fuertemente<br />

igualitaria: Cuerpo Único. En cuanto a la organización escolar, modelo<br />

participativo. ¡Aquellas prolongadas e intensas sesiones de las comisiones de<br />

trabajo y de la Junta de Gobierno sí que eran abiertas y asaz participativas! Ése, y<br />

no solo la definición teórica, fue el embrión al que nos referíamos. Una buena<br />

fuente para conocer más in extenso la ideología que tuvo el movimiento de<br />

enseñantes en Madrid, son las páginas del Boletín del Colegio, entonces de<br />

formato tabloide, lo que permitía jugar más a fondo con el impacto de los<br />

titulares, que dirigieron dos hombres de indudable talento, Valeriano Bozal y<br />

Ludolfo Paramio, que se divertían mofándose a veces con sutil ironía de la<br />

moderación social-demócrata.<br />

La nómina sería interminable, pero parece que da cierto verismo citar al<br />

menos a los más significativos de todos. Dos son las personalidades<br />

paradigmáticas o modelos ejemplares por su rigor, seriedad y dedicación sin<br />

límites: Pamela O’Melley y Mariano Pérez Galán.<br />

No cabe duda de que el gran acierto de la Junta de Gobierno, presidida por<br />

Eloy Terrón, consistió en plantear una dinámica en la que se ensambla<br />

perfectamente la problemática laboral del momento, con su explicación<br />

ideológica, y con alternativas que iban desde la protesta y la acción reivindicativa<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

inmediata, hasta el horizonte bien definido de un cambio radical del sistema<br />

escolar.<br />

Así, el proyecto de Ley General de Educación, promovido por el ministro<br />

Villar Palasí, y demás tecnócratas del Opus Dei, dio lugar desde que se publicara<br />

su Libro Blanco a una crítica minuciosa y sistemática que se prolongaría durante<br />

todo el debate de aquella Ley en las Cortes orgánicas del Régimen, hasta su<br />

promulgación en 1970. En cierto modo, la Alternativa Democrática de la<br />

Enseñanza quedaba hilvanada como contrafigura de aquella Ley tras los múltiples<br />

estudios críticos que colectivamente se llevarían a cabo de la misma.<br />

El otro foco principal del movimiento de enseñantes estuvo en el Colegio de<br />

Barcelona, cuyo Decano era Juan Fuster, aunque en Cataluña la dirección<br />

espiritual del movimiento procediera en realidad de la corriente de renovación<br />

pedagógica Rosa Sensat, que protagonizaba la inolvidable Marta Mata, a cuya<br />

labor nos referimos extensamente con ocasión del merecido homenaje póstumo<br />

tributado por el Consejo Escolar del Estado (5-V-2007). Ambos núcleos seguían<br />

paralelamente una acción coordinada, y de hecho, la importante Declaración de<br />

la X Escola D’Estiu, de 1975, es substancialmente idéntica a la Alternativa de<br />

Madrid, si bien que incide como es lógico con mayor énfasis en todo cuanto se<br />

refiere a la enseñanza de la lengua y cultura diferencial de las nacionalidades que<br />

integran el Estado.<br />

En tercer lugar, los adversarios y el impacto de la Alternativa.<br />

Entre 1964 y el triunfo electoral de Terrón, se produjo una confrontación<br />

intra-colegial tendente a desalojar de la dirección del Colegio a las gentes de<br />

mentalidad corporativa que siendo más o menos afines al régimen, no estaban en<br />

todo caso por la labor de dar paso a los jóvenes profesores protestatarios que<br />

deseaban hacer del Colegio tribuna de sus reivindicaciones. Para estos colegiados<br />

de mentalidad corporativa la pasiva aceptación del sistema institucional vigente a<br />

la sazón no era hacer política; los que veníamos a “politizar” el colegio éramos<br />

nosotros.<br />

Manuel de Puelles (op. cit.) afirma con acierto que 1964 es una fecha<br />

emblemática en la historia del Colegio, pues en la Junta General ordinaria<br />

celebrada en dicho año, por vez primera se polemiza sobre la cuenta de resultados<br />

del año anterior y sobre el proyecto de presupuestos, desencadenándose una serie<br />

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de sesiones que acaban con la pérdida de un voto de confianza hacia la Junta del<br />

decano Lostau, que se ve obligado a dimitir. Pero lo más significativo del relato es<br />

la personalidad de los colegiados que protagonizan la oposición a la Junta: Oñate<br />

y Lobato. Lo que no dice Puelles es que Oñate había sido el Delegado de<br />

Facultad, en Filosofía y Letras cuando se llevaron a cabo las Asambleas de<br />

Alumnos que protestaron ante los términos en que se creaba la Universidad de<br />

Navarra, y que José Luis Lobato ya era en aquellos hechos estudiantiles orador<br />

consagrado por su conocimiento de los temas y habilidad dialéctica. Todo lo cual<br />

atestigua, como antes dijimos que el gran giro del Colegio se iba a producir como<br />

resultado del desembarco en la vida profesional de una generación nueva, que<br />

traía otros ideales y una experiencia muy distinta de lo que es el quehacer<br />

colectivo. También es significativo, Oñate era un católico notorio que luego fue<br />

Delegado Provincial de Educación en Madrid, con la UCD, y José Luis Lobato<br />

pertenecía clandestinamente a Comisiones Obreras, siendo luego uno de sus más<br />

conspicuos organizadores en el ramo de enseñanza tras la legalización.<br />

Tras las elecciones colegiales del 22-XII-1973 que determinaron el acceso a<br />

la Junta de Gobierno presidida por Eloy Terrón como Decano, la oposición<br />

interna fue escasa, pues quienes representaban una verdadera fuerza contraria a<br />

sus planteamiento –la FERE-, y los burócratas del Sindicato vertical, tenían sus<br />

foros y ámbitos de influencia, careciendo además de disposición para la<br />

controversia de igual a igual en reuniones o asambleas de profesores. No quiere<br />

decir esto que no existieran colegiados disconformes con el sesgo izquierdista de<br />

la Junta y de los documentos que se iban produciendo, como lo demuestran las<br />

proposiciones de enmiendas que tuvo la Alternativa, y los debates en la Junta<br />

General que finalmente aprobó su versión definitiva (31-I-1976). Pero en el día a<br />

día el peso de la actividad colegial recayó sobre los hombros de una serie de<br />

personas que estuvieron dispuestas a dedicar cientos de horas durante años por<br />

pura militancia, cuando no existían “liberados” de ninguna especie, ni la<br />

expectativa de cargo o prebenda alguna que repartir.<br />

Las frecuentes sesiones de la Junta de Gobierno comenzaban hacia las ocho<br />

de la tarde para que pudieran asistir quienes tuvieran turno vespertino, y no era<br />

raro que acabasen más allá de la media noche, restando descanso a quienes<br />

comenzábamos a las ocho de la mañana nuestra jornada lectiva. Era habitual que<br />

hubiera reuniones de colegiados los sábados y/o domingos a fin de facilitar la<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

asistencia dada la gran diversidad de horarios del personal docente, de todo lo<br />

cual se resentía la convivencia familiar; generosa y callada contribución de<br />

nuestros/as compañeros/as.<br />

El verdadero antagonista era la FERE, y los seglares que en su órbita<br />

simpatizaban con sus planteamientos. La Alternativa fue durísimamente criticada<br />

en sus órganos escritos, y en el diario YA, prensa oficial de la Iglesia a la sazón.<br />

Los motivos de esa confrontación residen en dos cuestiones básicas: La opción<br />

inequívoca de la Alternativa por la escuela pública, y su decidido posicionamiento<br />

a favor de la escuela laica.<br />

Nos acusaban de estatalistas, y en el fondo de tener espíritu totalitario, pues<br />

nos achacaron la defensa del monopolio estatal de la enseñanza. Tanto más<br />

cuanto que al rechazar el incipiente régimen de subvenciones pretendíamos la<br />

asfixia económica de la escuela privada.<br />

No entendían, o no querían entender, que nuestro ideal de escuela pública<br />

era rigurosamente la escuela participativa, autogobernada por la comunidad<br />

escolar, a la que algunos dimos en llamar escuela pública comunitaria. Los más<br />

inteligentes sí lo entendían, pero consideraban que esto era un ardid para<br />

arrebatarles el control de los centros privados. Quizá por eso reaccionaron luego<br />

tan virulentamente contra la LODE.<br />

Jamás fuimos estatalistas en el sentido que nos imputaron, pues si algo<br />

aprendimos del modelo escolar de la dictadura fue cuán odioso resulta el control<br />

ideológico de la enseñanza orientado a indoctrinar o a catequizar a la gente. Más<br />

bien teníamos por lema aquella circular en que Rodolfo Llopis decía a los<br />

maestros que la escuela republicana tenía que no ser sectaria, ni confesional,<br />

porque tenía que ser sobre todo, libertadora.<br />

Ahora bien, el sector FERE, lo más organizado de la escuela privada, sí tuvo<br />

la certera intuición de que aquello de la Alternativa, apoyada por un amplio y<br />

pujante movimiento de enseñantes, iba en serio; que no era una improvisación ni<br />

un sarampión estudiantil, sino algo reflexivo y bien organizado, y algo que podía<br />

ser representativo de fuerzas sociales a las que no se podía seguir marginando de<br />

la sociedad, ni silenciando por más tiempo mediante la represión.<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

En eso no se equivocaron. Como botón de muestra cabe recordar que el<br />

Vicedecano de aquella Junta de Eloy Terrón pasó a ser Vicepresidente del<br />

Congreso en las Cortes Constituyentes; que el Secretario de aquella Junta fue<br />

luego Director del Departamento de Educación y Cultura del Gabinete de la<br />

Presidencia del Gobierno entre 1982 y 1993; y que de aquella Junta y sus<br />

aledaños salieron los cuadros que forjaron los sindicatos de enseñanza tanto en<br />

Comisiones Obreras como en UGT. Todos los cuales iban a defender desde las<br />

instituciones democráticas los postulados de la Alternativa.<br />

4. Anclaje constitucional de la participación<br />

Fue verdaderamente muy costoso, pero al fin se consiguió incorporar a la<br />

Constitución el principio básico de la escuela participativa, tanto en lo referente<br />

al funcionamiento de los centros, como con respecto a la ordenación general del<br />

sistema escolar. Sobre las dificultades habidas baste recordar que fue<br />

precisamente este artículo lo que determinó en su día la retirada de Gregorio<br />

Peces Barba de la Ponencia encargada de redactar el proyecto de Constitución, a<br />

la que no retornó sino después de hallar una solución de mínimos a éste y otros<br />

puntos de envergadura igualmente conflictivos.<br />

Sobre el funcionamiento de los centros, la Constitución textualmente<br />

establece que: “Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán<br />

en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con<br />

fondos públicos, en los términos que la ley establezca” (27,7).<br />

Sobre el ordenamiento general del sistema, establece que: “Los poderes<br />

públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una<br />

programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los<br />

sectores afectados y la creación de centros docentes” (27,5).<br />

A nuestros antagonistas les costó tanto aceptar esto como a nosotros<br />

renunciar a la existencia de una escuela pública estatal rigurosamente laica.<br />

Nosotros tuvimos que aceptar que en todo tipo de centros hubiera enseñanza<br />

confesional de la religión –si bien que fuese absolutamente voluntaria tanto por<br />

parte de quien la imparte como por parte de quien la recibe (27,3)- y ellos<br />

tuvieron que aceptar que incluso en los centros privados sostenidos con fondos<br />

públicos, la entidad propietaria tuviera que compartir el control y la gestión del<br />

centro con la comunidad escolar, a cambio de lo cual, también es cierto, obtenían<br />

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además la certeza de que no se suprimirían las subvenciones [“Los poderes<br />

públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la ley<br />

establezca”, (27,9)], subvenciones que por aquel entonces eran escasas y estaban<br />

limitadas tan solo a la enseñanza básica obligatoria (la EGB).<br />

Lo que preocupaba prioritariamente a la Jerarquía en aquellos momentos,<br />

en materia de educación, era mantener de algún modo la enseñanza de la religión<br />

en los centros públicos. En segundo término, obtener el mejor estatus posible para<br />

los centros privados confesionales, donde tal enseñanza se da por supuesto.<br />

Tenían buenos valedores de su causa dentro del Parlamento, empezando por el<br />

ministro de Educación, Iñigo Cavero, católico notorio, así como en varios<br />

diputados de UCD, algunos de los cuales fueron miembros de la Comisión<br />

Constitucional. Pero además hubo contactos directos con representantes de la<br />

Jerarquía y finalmente con el propio cardenal Presidente de la Conferencia<br />

Episcopal, cuya buena disposición y mérito para alcanzar un consenso quizá no<br />

haya sido todavía suficientemente reconocido.<br />

En cuanto a la elaboración del texto constitucional los purpurados de<br />

mayor peso entre la Jerarquía tuvieron la lucidez de comprender que con quien<br />

tenían que llegar a un entendimiento, para que éste fuera duradero, no era<br />

principalmente con el Gobierno de turno, sino con el sector laico, a la sazón<br />

representado por el Grupo Parlamentario más numeroso de la oposición, y de<br />

mayor raigambre como defensor del laicismo.<br />

Cosa bien distinta de la Constitución son los Acuerdos con la Santa Sede,<br />

que el Vaticano negoció paralelamente con el gobierno de UCD, uno de los<br />

cuales, precisamente el Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales jamás<br />

tuvo el respaldo de los socialistas, como quedó bien patente en el momento de su<br />

ratificación parlamentaria. De ahí que la enseñanza de la religión (C.E. 27,3) no<br />

se haya cuestionado, y que en cambio el régimen de aplicación de ese principio<br />

(artículo 2º del citado Acuerdo) haya sido inestable y polémico durante más de<br />

treinta años, y lo siga siendo, asunto que no se resolverá probablemente sino<br />

cuando hubiere un nuevo consenso transaccional sobre la materia.<br />

Todo está sutilmente interrelacionado en el artículo 27 de la Constitución.<br />

La enseñanza de la religión en los centros públicos, que es lo que en el fondo trata<br />

de asegurar el 27,3, se complementa con las amplias garantías de subsistencia de<br />

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la escuela privada (en su abrumadora mayoría confesional), que también<br />

contempla el mismo artículo. “Se garantiza y reconoce la libertad de enseñanza<br />

“(27,1); “Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de<br />

centros docentes dentro del respeto a los principios constitucionales”.<br />

[Recuérdese que la Constitución republicana de 1931 prohibía a las órdenes<br />

religiosas la práctica de la industria, el comercio y la enseñanza. (Art. 26)].<br />

Por tanto, el artículo en su conjunto constituye un delicado mecanismo de<br />

contrapesos: enseñanza de la religión, pero con absoluta voluntariedad; libre<br />

empresa educativa, y posible subvención pública, pero si la escuela privada recibe<br />

subvención pública ha de aceptar un régimen de participación similar al de la<br />

escuela estatal. Queda, así mismo consagrado el fundamento de un sistema de<br />

triple red: Estatal, Privada y Privada sostenida con fondos públicos (concertada).<br />

Son una serie de equilibrios que será preciso desarrollar en leyes posteriores, y<br />

que permanentemente se ha de vigilar para que no se rompan las proporciones<br />

desequilibrándose el sistema hacia uno u otro lado. De ese modo, un tanto<br />

complejo ciertamente, que no todos entienden o quieren entender, haciendo una<br />

interpretación sesgada y unilateral, es como se resolvió en 1978 el viejo<br />

antagonismo de “la cuestión escolar”.<br />

No era nada fácil conciliar las antítesis que en materia educativa produjeron<br />

tanto y tan funesto enfrentamiento. Confesionalismo vs. laicismo; escuela pública<br />

vs. escuela privada. A los que se agregaba otro nuevo, escuela autoritaria v.<br />

escuela participativa. Obviamente, son antítesis que no podían llegar a un cierto<br />

entendimiento sin substanciales concesiones recíprocas. Mediante aquella<br />

transacción fundamental y prudente quedaron trazadas las líneas maestras de un<br />

sistema que lleva treinta años funcionando, aunque con las lógicas tensiones que<br />

producen intereses contrapuestos. El debate vino luego en torno al currículo,<br />

cuando se pretendió establecer un sistema comprensivo, sociológicamente más<br />

igualitario.<br />

La LODE (1985) fue la ley orgánica que vino a desarrollar los principios<br />

contenidos en el artículo 27 de la Constitución, y ahora conmemoramos su XXV<br />

aniversario, lo cual desmiente el tópico de la inestabilidad de nuestras leyes<br />

educativas. Ha sufrido ciertamente retoques, pero en su arquitectura básica se<br />

mantiene. La modificación sufrida más lamentable fue la supresión de la elección<br />

directa del director por el Consejo Escolar en los centros públicos, para sustituirlo<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

por un complejo sistema de “selección” harto proclive al intervencionismo de la<br />

Administración, cualquiera que fuere el color de ésta.<br />

La LODE es fundamental en dos sentidos: Para la participación crea los<br />

cauces pertinentes, los consejos escolares a nivel de centro, y el Consejo Escolar<br />

del Estado o los Consejos Autonómicos para encauzar la participación en la<br />

programación general de la enseñanza. Pero tan importante como eso es su<br />

segunda parte, donde al introducir el régimen de conciertos, establece de hecho el<br />

estatuto del sector más extenso de la escuela privada en nuestro país, habiéndole<br />

dotado de una estabilidad y seguridad como jamás tuvo anteriormente.<br />

Lo que ha desequilibrado la idea originaria del modelo concertado es el muy<br />

desigual desarrollo que ha tenido por una parte la financiación y expansión del<br />

sector, y por otra parte la escasa vitalidad y aún decadencia de la participación de<br />

la comunidad educativa en el control y gestión de los centros concertados,<br />

fenómeno ante el que las administraciones se han comportado con culpable<br />

indolencia.<br />

La cuantía económica de los conciertos no ha cesado de crecer, y todavía<br />

debiera crecer más, hasta que se obtenga la efectiva equiparación de retribuciones<br />

con el sector público, al tiempo que se han ampliado los niveles objeto de<br />

concierto, últimamente la escuela infantil, y en algunos territorios el bachillerato.<br />

En cambio la participación languidece, y si en algo mejora el estatus del<br />

profesorado de privada es merced a las reivindicaciones y negociaciones que se<br />

producen en vía sindical.<br />

Esta es una de las razones por la que nosotros, respetando la existencia de la<br />

enseñanza privada, preferimos indudablemente la enseñanza pública, y si es<br />

autogestionada por la comunidad escolar, mejor. Nunca en la privada puede<br />

tener la libertad de cátedra la misma amplitud que en la pública. Nunca la<br />

comunidad escolar puede tener en la privada el mismo grado de autogobierno que<br />

en la pública, pues en la privada habrá de compartirlo con el propietario,<br />

eufemísticamente llamado “titular”, quien además impone unilateralmente el<br />

ideario. Nunca el empleado de la escuela privada alcanzará el grado de<br />

estabilidad en el empleo que el funcionario de la escuela pública. Todo lo cual no<br />

empece para que como militantes de un sindicato nos dejemos la piel<br />

defendiendo los puestos de trabajo, y las mejoras de las condiciones de trabajo de<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 57


Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

los compañeros de privada, de los que hablamos con especial conocimiento<br />

quienes hemos trabajado casi tantos años en uno como en el otro sector.<br />

La cosa todavía era distinta cuando los colegios confesionales eran una<br />

actividad llevada a cabo por las religiosas y/o religiosos de una determinada<br />

orden. Entonces era más claro el ejercicio de su libertad de enseñar. Ahora en la<br />

práctica no es así, ahora más bien ejercen su libertad empresarial y se sirven de<br />

decenas de miles de seglares asalariados, algunos de los cuales comulgarán<br />

fervientemente con el ideario, en tanto que otros muchos intentarán preservar su<br />

puesto de trabajo mediante una cautelosa autocensura.<br />

El otro motivo fundamental de nuestra preferencia por la enseñanza pública<br />

es de índole social; concierne a las políticas de igualdad, a la repercusión que tiene<br />

la ordenación del sistema escolar en la reproducción de las desigualdades sociales,<br />

o por el contrario en la compensación de esas desigualdades.<br />

Siempre nos repugnó el carácter elitista, descaradamente clasista, y por<br />

tanto reproductor de desigualdades que tuvieron la mayor parte de los colegios<br />

privados, históricamente centros para la educación de la burguesía más<br />

conservadora, dejando a salvo las nobilísimas excepciones de las escuelas<br />

confesionales concebidas con un fin netamente caritativo. Si bien es cierto que<br />

con las ayudas a la gratuidad se ha mitigado mucho el clasismo de la escuela<br />

privada, aún subsisten centros claramente discriminatorios.<br />

Existe una cierta proclividad de los centros privados a ser centros selectivos,<br />

como la tendrían determinados centros estatales si se les consintiera. Las<br />

innegables estadísticas de desproporción entre el tipo de centros que escolarizan a<br />

los alumnos con mayores dificultades de aprendizaje constituyen una prueba<br />

irrefutable de esa proclividad selectiva.<br />

Viniendo a la más palpitante actualidad encontramos las dificultades que ha<br />

tenido el intento de implantar en nuestro país la escuela comprensiva (LOGSE),<br />

hasta el punto de haber tenido que dar un paso atrás (LOE), para hacer sólo lo<br />

razonablemente posible sin que acabara siendo la escuela pública algo residual y<br />

lazareto de los menos aptos.<br />

Sabíamos de antemano que la comprensividad requería mucho tacto en la<br />

diversificación del currículo, en la dosificación de parte común y parte variable;<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

sabíamos que se requerirían muchos más recursos materiales y humanos para<br />

llevar a cabo una enseñanza verdaderamente compensatoria. Y sabíamos que sin<br />

una distribución equitativa del alumnado difícil seria imposible el proyecto.<br />

De esas tres condiciones, en dos ha fallado la Administración. La tercera es<br />

claramente un fallo derivado de un sistema de triple red que requería el haber<br />

sido absolutamente exigentes evitando que hubiese centros concertados renuentes<br />

a asumir la parte alícuota de dificultades.<br />

La LOE significa un considerable reflujo del ideal comprensivo, así como la<br />

propuesta del ministro Gabilondo para reformar el 4º de la ESO y ampliar el<br />

alumnado de los PCPI. Hasta se evita el término comprensividad sustituyéndolo<br />

por el menos preciso de inclusividad. Y lo que es algo más peligroso, se pone el<br />

acento en la idea de autonomía de los centros; incluso autonomía curricular, que<br />

puede ser utilizada para legitimar prácticas verdaderamente discriminatorias,<br />

seleccionando a los alumnos más convenientes.<br />

Algunos justifican cualquier práctica que de hecho produzca selección y<br />

discriminación del alumnado invocando el derecho a la libre elección de los<br />

padres, aunque en definitiva se reduzca a la elección de centro, como si la elección<br />

de centro fuera un derecho absoluto al que deba subordinarse la equidad del<br />

conjunto del sistema, y por lo tanto el derecho de todos a recibir una enseñanza<br />

de igual calidad y en centros de condiciones equiparables. Es muy legítimo que<br />

cada padre quiera lo más selecto para sus hijos, pero el gobernante tiene que<br />

querer lo mejor para el conjunto; como decía Platón, tiene que conducirse como<br />

si todos fueran sus hijos.<br />

5. El papel de los filósofos<br />

Especial responsabilidad en cuanto va dicho recae sobre mis colegas en<br />

activo, los profesores de filosofía, a quienes la Administración ha encomendado<br />

preferentemente las enseñanzas de Ética, en lo que se comprende la ética-cívica.<br />

Lo cual es un acierto, pues nunca fue tan necesario como ahora la contribución<br />

de la Filosofía en le enseñanza secundaria. Precisamente, por la ostensible<br />

decadencia del influjo de otras instancias coeducadoras, rece sobre la escuela cada<br />

vez más la responsabilidad de complementar su función instructiva con la más<br />

amplia, y quizá más difícil función de atender a la formación integral del<br />

educando.<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

Ante una cultura ambiental tan alienante, la escuela no puede abdicar en el<br />

cultivo de los valores humanísticos, para lo cual dispone en el currículo explícito<br />

de tres resortes valiosos que puede manejar de modo convergente a partir de<br />

distintas áreas de conocimiento: el análisis crítico de los textos literarios, clásicos<br />

y modernos; el análisis causal de los hechos históricos, y la reflexión filosófica en<br />

torno a la naturaleza de los seres humanos, de la cultura y del sentido de la<br />

historia. No excluyo que la enseñanza académica (no catequística) del hecho<br />

religioso y de la historia de las religiones pueda contribuir al mismo fin.<br />

Volviendo a pensar más particularmente en el papel de la Filosofía, yo<br />

recuerdo que en una asamblea de la sociedad de profesores del gremio (SEPFI), un<br />

colega joven se preguntaba, -y nos interrogaba- acerca de si creíamos que la<br />

filosofía tenía que ser edificante, o si no era más bien otra su función dentro de la<br />

cultura. Giraba el debate en torno a la reciente inclusión de la Ética en cuarto de<br />

la ESO. Me impactó la pregunta pues, como es bien sabido, venía dedicando<br />

esfuerzos durante años hasta conseguir que se estableciera dicha materia, y que<br />

obviamente se encomendara a los profesores de filosofía. Me tranquilizó pensar<br />

que una cosa es la investigación filosófica, y otra la aportación que puede ofrecer<br />

el acerbo de la tradición al carácter imprescindiblemente constructivo de la<br />

personalidad del educando que toda actividad escolar ha de poseer. Bien seguro<br />

estaba, por otra parte, de que la nueva asignatura no tenía, ni podía tener,<br />

ninguna intención adoctrinadora, dado el profesorado al que se encomendaba, y<br />

a la absoluta libertad de los centros para elegir su metodología y sus materiales<br />

didácticos.<br />

El problema no reside en ese tipo de importantes cuestiones, sino en algo<br />

mucho más prosaico y vulgar, como son los obstáculos que la propia<br />

Administración pone al buen desempeño de la tarea encomendada. Empezando<br />

por los ridículos horarios asignados para impartir la materia, que con justo<br />

motivo tienen indignados a los profesores de filosofía. Cuestión que se ha<br />

agravado en el primer curso de Bachillerato, al agregar como postizo “y<br />

ciudadanía” a una materia ya sobrecargada de temas para el insuficiente tiempo<br />

de que se disponía.<br />

Añádanse a estos motivos específicos de malestar, que generan el lógico<br />

rechazo, la crisis compartida por todo el profesorado, no solo por los problemas<br />

de indisciplina, sino también por la falta de estímulos al quedar frustrado una y<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

otra vez el prometido Estatuto Docente, que junto a la organización de los<br />

centros, y a la renovación de currículo, era la tercera cosa que habría de<br />

completar la reforma educativa.<br />

En el terreno de la formación permanente, complementaria de la formación<br />

inicial, tampoco han hecho apenas nada las Administraciones para implantar con<br />

éxito las nuevas enseñanzas. Hay aspectos de tipo sociológico, histórico y<br />

jurídico, en algunos temas propuestos, que no tienen nada que ver con los<br />

estudios de licenciatura, ni con la temática de las pruebas selectivas del<br />

profesorado al que se le encargan. Una actuación responsable de los gobernantes<br />

debiera haberse volcado en atender estas cuestiones.<br />

Ni siquiera ahora, que se pretende completar la formación inicial de los<br />

docentes mediante un master concebido ad hoc para la enseñanza secundaria,<br />

lleva visos de resolverse esta cuestión. Se reincide en programaciones concebidas<br />

más según los intereses gremiales y/o departamentales de quienes lo van a<br />

impartir, que en las necesidades objetivas del futuro profesor de secundaria.<br />

En cambio se solicita del profesor de ética cívica y de ciudadanía que sea<br />

cuidadoso y aún exquisito al abordar en el aula determinados asuntos, siendo<br />

elocuente y aleccionadora a este respecto la sentencia del Tribunal Supremo que<br />

zanjó la polémica de los objetores (T.S. 11-II-2009).<br />

Distinguen los magistrados en la citada sentencia entre “valores éticos<br />

comunes”, y “cuestiones morales controvertidas”. Textualmente afirman: “Por<br />

un lado, están los valores que constituyen el sustrato moral del sistema<br />

constitucional, y aparecen recogidos en normas jurídicas vinculantes,<br />

representadas principalmente por las que reconocen los derechos fundamentales.<br />

Y, por otro, está la explicación del pluralismo de la sociedad en sus diferentes<br />

manifestaciones… sobre las principales concepciones culturales, morales,<br />

ideológicas que, más allá del espacio ético común, pueden existir en cada<br />

momento histórico de la sociedad…”<br />

Esta distinción entre valores comúnmente aceptados y valores<br />

controvertidos (léase cuestiones que entrañan valores comúnmente aceptados, y<br />

cuestiones polémicas que implican valores conflictivos), requieren a su juicio un<br />

tratamiento distinto en el aula: “La actividad educativa del Estado, cuando está<br />

referida a valores éticos comunes, no solo comprende su difusión y transmisión<br />

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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />

(sino que) también hace lícito fomentar sentimientos y actitudes que favorezcan<br />

su vivencia práctica”.<br />

“Por el contrario, será exigible una posición de neutralidad por parte del<br />

poder público (y por tanto de los funcionarios públicos) cuando se esté ante<br />

valores distintos de los anteriores. Estos valores deberán ser expuestos de manera<br />

rigurosamente objetiva, con la exclusiva finalidad de instruir o informar sobre el<br />

pluralismo realmente existente en la sociedad acerca de determinadas cuestiones<br />

que son objeto de polémica.”<br />

De ahí que, en el artículo que dedicamos en su día a glosar los aspectos<br />

pedagógicos de esta sentencia, hiciéramos hincapié al sumo cuidado que habría de<br />

ponerse en la elección del material didáctico, así como en el trabajo de seminario<br />

que ayude a especificar cuáles son esas cuestiones controvertidas sobre las que<br />

sólo se debe instruir acerca de la diversidad de planteamientos en presencia, así<br />

como sobre la conveniencia de seleccionar una documentación ideológicamente<br />

plural que permita conocer y debatir en las aulas los distintos argumentos de cada<br />

postura.<br />

Una vez más recae sobre el profesorado otro quehacer delicado, creativo y<br />

laborioso, que pese a tantos sinsabores no va a ser desdeñado, siquiera sea por<br />

puro respeto a la libertad de conciencia del alumnado, de sus creencias o<br />

increencias, hasta donde lo permita nuestra sabiduría y nuestro buen sentido. ❚<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad,<br />

violencia metafísica y fin de los metarrelatos<br />

Adolfo Vásquez Rocca<br />

Universidad Católica de Valparaiso<br />

Universidad Complutense de Madrid<br />

Resumen. He aquí una breves notas en torno a la noción de posmodernidad. Un<br />

texto introductorio que intenta dar luz sobre algunas tópicos que se entrecruzan y<br />

problematizan a un poco más de 30 años de la publicación de La condición<br />

posmoderna de Jean-François Lyotard. Esta condición es –según el decir del<br />

propio Lyotard– condición del saber en las sociedades más desarrolladas,<br />

particularmente en el continente americano, en pluma de sociólogos y críticos. Lo<br />

posmoderno no es “lo contrario” de lo moderno, sino su rebasamiento. Es la<br />

modernidad misma que en su autocumplimiento invierte sus modalidades y<br />

efectos culturales. El descrédito de la razón, la ciencia y la técnica no ha surgido<br />

de una “negación simple” de estas, sino de su concreción histórico-factual, de su<br />

realización. La posmodernidad designa el estado de la cultura después de las<br />

transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la<br />

literatura y de las artes a partir del siglo XIX. Aquí se situarán esas<br />

transformaciones con relación a la crisis de los grandes relatos. Se tiene por<br />

“posmoderna” la incredulidad con respecto a los metarrelatos. Ésta es, sin duda,<br />

un efecto del progreso de las ciencias; pero ese progreso, a su vez, la presupone.<br />

Al desuso del dispositivo metanarrativo de legitimación corresponde<br />

especialmente la crisis de la filosofía metafísica, y la de la institución universitaria<br />

que dependía de ella. ❚<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

La posmodernidad; nuevo régimen de verdad,<br />

violencia metafísica y fin de los metarrelatos<br />

Adolfo Vásquez Rocca 49<br />

Universidad Católica de Valparaiso<br />

Universidad Complutense de Madrid<br />

1. Fragmentos<br />

Lo que se denomina "posmodernidad" aparece como una conjunción<br />

ecléctica de teorías. Esa amalgama va desde algunos planteamientos nietzscheanos<br />

e instintivistas hasta conceptos tomados del Pragmatismo anglosajón hasta pasar<br />

por retazos terminológicos heideggerianos, nietszcheanos y existencialistas. Se<br />

trata, pues, de un tipo de pensamiento en el que caben temáticas dispersas y, a<br />

menudo, conjuntadas sin un hilo teórico claro.<br />

La posmodernidad no es una época que se halle después de la modernidad<br />

como etapa de la historia. El “post” de la posmodernidad, a juicio de Gianni<br />

Vattimo 50 , es “espacial” antes que “temporal”. Esto quiere decir que estamos<br />

sobre la modernidad. La Posmodernidad no es un tiempo concreto ni de la<br />

historia ni del pensamiento, sino que es una condición humana determinada,<br />

como insinúa Lyotard en La condición postmoderna 51 .<br />

El término posmodernidad nace en el domino del arte y es introducido en<br />

49 Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad<br />

Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de<br />

Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética<br />

en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – Miembro<br />

del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del<br />

Consejo Consultivo Internacional de 'Konvergencias', Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo,<br />

Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional<br />

do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. –Director de Revista Observaciones<br />

Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma<br />

de Puebla. – Profesor visitante Florida Christian University USA y Profesor Asociado al Grupo<br />

Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la<br />

Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha<br />

publicado el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización,<br />

Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia,<br />

España, 2008. Invitado especial a la International Conference de la Trienal de Arquitectura de<br />

Lisboa | Lisbon Architecture Triennale 2011<br />

50 VATTIMO, Gianni, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura<br />

posmoderna / La fine della modernità (1985); Milán, Garzanti.<br />

51 LYOTARD, Jean-François, La condición postmoderna. Madrid: Cátedra S.A. 1987.<br />

Originalmente: La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir, Editions de Minuit, París,<br />

1979.<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

el campo filosófico hace tres décadas por Jean Lyotard con su trabajo La<br />

condición postmoderna 52 .<br />

Jean-Francois Lyotard explica la Condición postmoderna de nuestra<br />

cultura como una emancipación de la razón y de la libertad de la influencia<br />

ejercida por los “grandes relatos”, los cuales, siendo totalitarios, resultaban<br />

nocivos para el ser humano porque buscaban una homogeneización que elimina<br />

toda diversidad y pluralidad: “Por eso, la Posmodernidad se presenta como una<br />

reivindicación de lo individual y local frente a lo universal. La fragmentación, la<br />

babelización, no es ya considerada un mal sino un estado positivo” porque<br />

“permite la liberación del individuo, quien despojado de las ilusiones de las<br />

utopías centradas en la lucha por un futuro utópico, puede vivir libremente y<br />

gozar el presente siguiendo sus inclinaciones y sus gustos”.<br />

La posmodernidad, dice Lyotard, es una edad de la cultura. Es la era del<br />

conocimiento y la información, los cuales se constituyen en medios de poder;<br />

época de desencanto y declinación de los ideales modernos; es el fin, la muerte<br />

anunciada de la idea de progreso.<br />

2. De los grandes relatos a las petites histoires<br />

El término posmodernidad puede ser identificado, como lo hace<br />

Habermas, con las coordenadas de la corriente francesa contemporánea de<br />

Bataille a Derrida, pasando por Foucault, con particular atención al movimiento<br />

de la deconstrucción de indudable actualidad y notoria resonancia en la<br />

intelectualidad local. Las oposiciones binarias que rigen en Occidente -sujeto/<br />

objeto, apariencia/realidad, voz/escritura, etc. construyen una jerarquía de valores<br />

nada inocente, que busca garantizar la verdad y sirve para excluir y devaluar los<br />

términos inferiores de la oposición. Metafísica binaria que privilegia la realidad y<br />

no la apariencia, el hablar y no el escribir, la razón y no la naturaleza, al hombre<br />

y no a la mujer. Hace falta una deconstrucción completa de la filosofía moderna y<br />

una nueva práctica filosófica.<br />

La era moderna nació con el establecimiento de la subjetividad 53 como<br />

principio constructivo de la totalidad. No obstante, la subjetividad es un efecto de<br />

52 LYOTARD, Jean-François, La condición postmoderna. Madrid: Cátedra S.A. 1987.<br />

Originalmente: La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir, Editions de Minuit, París, 1979<br />

53 HABERMAS, Jürgen, El pensamiento postmetafisico, Editorial Taurus, Madrid, 1990, p. 85.<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

los discursos o textos en los que estamos situados 54 . Al hacerse cargo de lo<br />

anterior, se puede entender por qué el mundo postmoderno se caracteriza por una<br />

multiplicidad de juegos de lenguaje que compiten entre sí, pero tal que ninguno<br />

puede reclamar la legitimidad definitiva de su forma de mostrar el mundo.<br />

Con la deslegitimación de la racionalidad totalizadora procede lo que ha<br />

venido en llamarse el fin de la historia. La posmodernidad revela que la razón ha<br />

sido sólo una narrativa entre otras en la historia; una gran narrativa, sin duda,<br />

pero una de tantas. Estamos en presencia de la muerte de los metarrelatos, en la<br />

que la razón y su sujeto –como detentador de la unidad y la totalidad– vuelan en<br />

pedazos. Si se mira con más detenimiento, se trata de un movimiento de<br />

deconstrucción del cogito y de las utopías de unidad. Aquí debe subrayarse el<br />

irreductible carácter local de todo discurso, acuerdo y legitimación. Esto nos<br />

instala al margen del discurso de la tradición literaria (estética) occidental. Tal vez<br />

de ahí provenga la vitalidad de los engendros del discurso periférico, en Los<br />

Margenes de la Filosofía 55 como dirá Derrida.<br />

La destotalización del mundo moderno exige eliminar la nostalgia del todo<br />

y la unidad. Como características de lo que Foucault ha denominado la<br />

episteme 56 posmoderna podrían mencionarse las siguientes: deconstrucción,<br />

descentración, diseminación, discontinuidad, dispersión. Estos términos expresan<br />

el rechazo del cogito que se había convertido en algo propio y característico de la<br />

filosofía occidental, con lo cual surge una “obsesión epistemológica” por los<br />

fragmentos.<br />

La ruptura con la razón totalizadora supone el abandono de los grands<br />

récits, es decir, de las grandes narraciones, del discurso con pretensiones de<br />

universalidad y el retorno de las petites histoires. Tras el fin de los grandes<br />

54 El dominio del sujeto se ve subvertido por el hecho de que siempre nos encontramos situados de<br />

antemano en lenguajes que no hemos inventado (donde la Razón es equiparada a una subjetividad<br />

dominante, a una voluntad de poder) y que necesitamos para poder hablar de nosotros mismos y<br />

del mundo.<br />

55 DERRIDA, Jacques, Márgenes de la filosofía. Madrid, Cátedra, l988<br />

56 “La épistémè no es una teoría general de toda ciencia posible o de todo enunciado científico<br />

posible, sino la normatividad interna de las diferentes actividades científicas tal como han sido<br />

practicadas y de lo que las ha hecho históricamente posibles”. Cf. FOUCAULT, Michel, “La vie:<br />

L’expèrience et la science”, en Revue de Métaphysique et de Morale, 1 enero-marzo de 1985, R.<br />

10.<br />

“En una cultura en un momento dado, nunca hay más que una sola épistémè, que define las<br />

condiciones de posibilidad de todo saber. Sea el que se manifiesta en una teoría o aquel que está<br />

silenciosamente envuelto en una práctica”. FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, Ed.<br />

Gallimard, París, 1966, p. 179.<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

proyectos aparece una diversidad de pequeños proyectos que alientan modestas<br />

pretensiones. Aquí se insiste en el irreductible pluralismo de los juegos de<br />

lenguaje, acentuando el carácter local de todo discurso, y la imposibilidad de un<br />

comienzo absoluto en la historia de la razón. Ya no existe un lenguaje general,<br />

sino multiplicidad de discursos. Y ha perdido credibilidad la idea de un discurso,<br />

consenso, historia o progreso en singular: en su lugar aparece una pluralidad de<br />

ámbitos de discurso y narraciones.<br />

Además de señalar que la desmitologización de los grandes relatos es lo<br />

característico de la posmodernidad, es necesario aclarar que estos metarrelatos no<br />

son propiamente mitos, en el sentido de fábulas. Ciertamente tienen por fin<br />

legitimar las instituciones y prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las<br />

éticas. Pero, a diferencia de los mitos, no buscan esta legitimación en un acto<br />

fundador original, sino en un futuro por conseguir, en una idea por realizar. De<br />

ahí que la modernidad sea un proyecto.<br />

Los metarrelatos son las verdades supuestamente universales, últimas o<br />

absolutas, empleadas para legitimar proyectos políticos o científicos. Así por<br />

ejemplo, la emancipación de la humanidad a través de la de los obreros (Marx),<br />

la creación de la riqueza (Adam Smith), la evolución de la vida (Darwin), la<br />

dominación de lo inconsciente (Freud), etc.<br />

El mundo postmoderno ha desechado los metarrelatos. El metarrelato es la<br />

justificación general de toda la realidad, es decir, la dotación de sentido a toda la<br />

realidad. Ninguna justificación puede alcanzar a cubrir toda la realidad, ya que<br />

necesariamente caerá en alguna paradoja lógica o alguna insuficiencia en la<br />

construcción (especialmente en la completitud o en la coherencia) y que desdicen<br />

sus propias pretensiones onmiabarcantes. El hombre postmoderno no cree ya los<br />

metarrelatos, el hombre postmoderno no dirige la totalidad de su vida conforme a<br />

un solo relato, porque la existencia humana se ha vuelto tan enormemente<br />

compleja que cada región existencial del ser humano tiene que ser justificada por<br />

un relato propio, por lo que los pensadores postmodernos llaman microrrelatos.<br />

El microrrelato tiene una diferencia de dimensión respecto del metarrelato,<br />

pero esta diferencia es fundamental, ya que sólo pretende dar sentido a una parte<br />

delimitada de la realidad y de la existencia. Cada uno de nosotros tiene diferentes<br />

microrrelatos, probablemente desgajados de metarrelatos, que entre ellos pueden<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

ser contradictorios, pero el ser humano postmoderno no vive esta contradicción<br />

porque él mismo ha deslindado cada una de esta esfera hasta convertirlas en<br />

fragmentos. El hombre postmoderno vive la vida como un conjunto de<br />

fragmentos independientes entre sí, pasando de unas posiciones a otras sin ningún<br />

sentimiento de contradicción interna, puesto éste entiende que no tiene nada que<br />

ver una cosa con otra. Pero esto no quiere decir que los microrrelatos no sean<br />

cambiables sin mayor esfuerzo, ya que los microrrelatos responden al criterio<br />

fundamental de utilidad, esto es, son de tipo pragmáticos.<br />

Ahora bien, si no hay metarrelatos tampoco hay utopías. La única utopía<br />

posible –si acaso pudiera todavía haber una– es la huida del mundo y de la<br />

sociedad y por la conformación del espacio utópico en el seno de la intimidad,<br />

con determinados elementos degradados de las tradiciones orientales, de los los<br />

nuevos orientalismos. Es una utopía fragmentada para un mundo fragmentado,<br />

una religión muy propia de la Posmodernidad, sin sacrificios y sin privaciones.<br />

¿En qué punto nos encontramos ahora? Sin duda en el dominio de la<br />

interpretación y la sobreinterpretación. Las interpretaciones dotan de sentido a<br />

los hechos. La interpretación es una condición necesaria para que podamos<br />

conocer la realidad, para que nos podamos relacionar con ella. La interpretación<br />

cuaja en la tradición y es el conocimiento de nuestras formas de interpretación el<br />

objeto de la ciencia central de la Posmodernidad: la Hermenéutica. La<br />

Hermenéutica tiene sus orígenes en los principios del conocimiento humano, no<br />

en vano Aristóteles escribe una tratado sobre la interpretación. Con Gadamer 57 la<br />

Hermenéutica cobra un nuevo giro, ya no pretende aprehender el verdadero y<br />

único sentido del texto, sino manifestar las diversas interpretaciones del texto y<br />

las diversas formas de interpretar. Hemos aludido por primera vez a un elemento<br />

fundamental del pensamiento postmoderno: el texto.<br />

En la posmodernidad, si la entendemos como Filosofía del Lenguaje o<br />

Teoría Literaria el texto se independiza del autor hasta tal punto de que el autor<br />

puede ser obviado. En la posmodernidad hay dos tendencias muy marcadas y<br />

contradictorias sobre la autoría, la que la desprecia por centrarse únicamente en<br />

el texto y la que quiere explicar el texto como trasunto del autor. No cabe hablar<br />

propiamente de un autor, pues el autor del texto se ha perdido, como también se<br />

57 GADAMER, Hans-Georg, El giro hermenéutico, Madrid, Cátedra, 1990.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

ha perdido el ser humano como sujeto, es decir, como director libre de sus<br />

acciones.<br />

Gianni Vattimo, por su parte, define el pensamiento posmoderno con<br />

claridad: en él lo importante no son los hechos sino sus interpretaciones. Así<br />

como el tiempo depende de la posición relativa del observador, la certeza de un<br />

hecho no es más que eso, una verdad relativamente interpretada y por lo mismo,<br />

incierta. La posmodernidad, por más polifacética que parezca, no significa una<br />

ética de carencia de valores en el sentido moral, pues precisamente su mayor<br />

influencia se manifiesta en el actual relativismo cultural. La moral posmoderna es<br />

una moral que cuestiona el cinismo religioso predominante en la cultura<br />

occidental y hace hincapié en una ética basada en la intencionalidad de los actos y<br />

la comprensión inter y transcultural de corte secular de los mismos. En este<br />

sentido la posmodernidad abre el camino, según Vattimo, a la tolerancia, a la<br />

diversidad. Es el paso del pensamiento fuerte, metafísico, de las cosmovisiones<br />

filosóficas bien perfiladas, de las creencias verdaderas, al pensamiento débil, a<br />

una modalidad de nihilismo débil, a un pasar despreocupado y, por consiguiente,<br />

alejado de la acritud existencial.<br />

Vattimo ha elaborado la idea de un pensamiento débil 58 como portavoz de<br />

la sospecha, se trata de un pensamiento eminentemente crítico, no tolera ninguna<br />

pretensión totalitaria sobre la realidad, ningún pensamiento que quiere trascender<br />

los límites del microrrelato. Detrás de cada intención totalitaria, de cada<br />

metarelato como pretensión de interpretación última y definitiva sobre la realidad<br />

y el sentido del mundo se esconde un interés del poder, de un poder manifiesto u<br />

oculto, que, a través del lenguaje ontologizado y ontologizante –metafísico y/o<br />

teológico, quiere someter la realidad a una visión univoca y normativa, anulando<br />

y vaciando la potencialidad humana de hacer y crear mundos.<br />

Debemos situar el punto de partida de este paradigma –del asalto a la<br />

razón – en la filosofía de Nietzsche, aunque ubicado poco antes, contemporáneo<br />

al Iluminismo, debemos hacer justicia al Romanticismo,corriente continental que<br />

inició la crítica de la Modernidad poniendo énfasis, ya no en la razón, sino en la<br />

intuición, la emoción, la aventura, un retorno a lo primitivo, el culto al héroe, a la<br />

naturaleza y a la vida, y por sobre todas las cosas una vuelta al panteísmo.<br />

58 VATTIMO, Gianni, El pensamiento débil / Il pensiero debole (1983); editado por G. Vattimo y<br />

P. A. Rovatti, Milán<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

Nietzsche se encargará de revitalizar estos motivos casi un siglo más tarde,<br />

imprimiéndole su sello propio, una filosofía cuyos rasgos esenciales han de ser el<br />

individualismo, un relativismo gnoseológico y moral, vitalismo, nihilismo y<br />

ateísmo, todo esto sobre un telón de fondo irracionalista.<br />

Gianni Vattimo tiene razón cuando ve en Nietzsche el origen del<br />

postmodernismo, pues él fue el primero en mostrar el agotamiento del espíritu<br />

moderno en el ‘epigonismo’. De manera más amplia, Nietzsche es quien mejor<br />

representa la obsesión filosófica del Ser perdido, del nihilismo triunfante después<br />

de la muerte de Dios.<br />

El postmodernismo aparece, pues, como resultado de un gran movimiento<br />

de des-legitimación llevado a cabo por la modernidad europea, del cual la<br />

filosofía de Nietzsche sería un documento temprano y fundamental.<br />

La posmodernidad puede ser así entendida como una crítica de la razón<br />

ilustrada tenida lugar a manos del cinismo contemporáneo. Baste pensar en<br />

Sloterdijk y su Crítica de la razón cínica 59 , donde se reconoce como uno de los<br />

rasgos reveladores de la Posmodernidad el anhelo por momentos de gran<br />

densidad crítica, aquellos en que los principios lógicos se difuminan, la razón se<br />

emancipa y lo apócrifo se hermana con lo oficial, como acontece según Sloterdijk<br />

con el nihilismo desde Nietzsche, y aun desde los griegos de la Escuela Cínica.<br />

La ruptura con la razón totalizadora aparece, por un lado como abandono<br />

de los grandes relatos –emancipación de la humanidad–, y del fundamentalismo<br />

de las legitimaciones definitivas y como crítica de la “totalizadora” ideología<br />

sustitutiva que sería la Teoría de Sistemas.<br />

La posmodernidad ha impulsado –al amparo de esta crítica– “un nuevo<br />

eclecticismo en la arquitectura, un nuevo realismo y subjetivismo en la pintura y<br />

la literatura, y un nuevo tradicionalismo en la música” 60 . La repercusión de este<br />

cambio cultural en la filosofía ha conducido a una manera de pensar que se define<br />

a sí misma, según he anticipado, como fragmentaria y pluralista, que se ampara<br />

en la destrucción de la unidad del lenguaje operada a través de la filosofía de<br />

Nietzsche y Wittgenstein.<br />

59 SLOTERDIJK Peter, Critica de la razón cínica I y II, Ed. Siruela, Madrid, 2004.<br />

60 INNERARITY, Daniel, Dialéctica de la Modernidad, Ediciones Rialp, Madrid, 1990, p. 114.<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

Lo específicamente postmoderno son los nuevos contextualismos o<br />

eclecticismos. La concepción dominante de la posmodernidad acentúa los<br />

procesos de desintegración. Subyace igualmente un rechazo del racionalismo de la<br />

modernidad a favor de un juego de signos y fragmentos, de una síntesis de lo<br />

dispar, de dobles codificaciones; la sensibilidad característica de la Ilustración se<br />

transforma en el cinismo contemporáneo: pluralidad, multiplicidad y<br />

contradicción, duplicidad de sentidos y tensión en lugar de franqueza directa, “así<br />

y también asa” en lugar del univoco “o lo uno o lo otro”, elementos con doble<br />

funcionalidad, cruces en lugar de unicidad clara Un singular “Ni sí ni no, sino<br />

todo lo contrario. El último reducto posible para la filosofía” –como señalará<br />

Nicanor Parra en su Discurso de Guadalajara 61 .<br />

Así, con la posmodernidad se dice adiós a la idea de un progreso unilineal,<br />

surgiendo una nueva consideración de la simultaneidad, se hace evidente también<br />

la imposibilidad de sintetizar formas de vida diferentes, correspondientes a<br />

diversos patrones de racionalidad.<br />

La posmodernidad, como proceso de descubrimiento, supone un giro de la<br />

conciencia, la cual debe adoptar otro modo de ver, de sentir, de constituirse, ya<br />

no de ser, sino de sentir, de hacer. Descubrir la dimensión de la pluralidad supone<br />

descubrir también la propia inmersión en lo múltiple.<br />

La Modernidad confundió la razón, entendida como facultad, con una<br />

forma de racionalidad concreta. Toda la razón había quedado recluida al ámbito<br />

de la razón científica natural y matemática. Ignorado otras formas de<br />

racionalidad y de pensamiento, a las que se les consideraba menores o<br />

irracionales, especialmente a la racionalidad propia del pensamiento estético y<br />

literario.<br />

3. El crepúsculo del deber, la ética indolora y las `consignas´ cosméticas<br />

En la cultura posmoderna se acentúa un individualismo extremo, un<br />

"proceso de personalización" que apunta la nueva ética permisiva y hedonista: el<br />

esfuerzo ya no está de moda, todo lo que supone sujeción o disciplina austera se<br />

ha desvalorizado en beneficio del culto al deseo y de su realización inmediata,<br />

61 “Ni sí ni no, sino todo lo contrario. El último reducto posible para la filosofía”, Discurso de<br />

Guadalajara, en “Nicanor PARRA tiene la palabra”, Compilación de Jaime Quezada, Editorial<br />

Alfaguara, Santiago, 1999.<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

como si se tratase de llevar a sus últimas consecuencias el diagnóstico de<br />

Nietzsche sobre la tendencia moderna a favorecer la “debilidad de voluntad”, es<br />

decir la anarquía de los impulsos o tendencias y, correlativamente, la pérdida de un<br />

centro de gravedad que lo jerarquiza todo: “la pluralidad y la desagregación de los<br />

impulsos, la falta de un sistema entre ellos desemboca es una “voluntad débil”.<br />

Asociaciones libres, espontaneidad creativa, no-directividad, nuestra cultura de la<br />

expresión, pero también nuestra ideología del bienestar estimulan la dispersión en<br />

detrimento de la concentración, lo temporal en lugar de lo voluntario, contribuyen al<br />

desmenuzamiento del Yo, a la aniquilación de los sistemas psíquicos organizados y<br />

sintéticos.<br />

La Posmodernidad es un momento de 'consignas' cosméticas: mantenerse<br />

siempre joven, se valoriza el cuerpo y adquieren auge una gran variedad de dietas,<br />

gimnasias de distinto tipo, tratamientos revitalizantes y cirugías estéticas.<br />

En la posmodernidad los sucesos pasan, se deslizan. No hay ídolos ni tabúes,<br />

tragedias ni apocalipsis, “no hay drama” expresará la versión adolescente<br />

postmoderna.<br />

La condición postmoderna es, sin embargo, tan extraña al desencanto, como a<br />

la positividad ciega de la deslegitimación. ¿Dónde puede residir la legitimación<br />

después de los metarrelatos? El criterio de operatividad es tecnológico, no es<br />

pertinente para juzgar lo verdadero y lo justo. ¿El consenso obtenido por discusión,<br />

como piensa Habermas? Violenta la heterogeneidad de los juegos de lenguaje. Y la<br />

invención siempre se hace en el disentimiento. El saber postmoderno no es solamente<br />

el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra sensibilidad ante las diferencias,<br />

y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable. No encuentra su<br />

razón en la homología de los expertos, sino en la paralogía de los inventores 62 .<br />

4. De la Estética del Simulacro a la Incautación de lo Real<br />

El "ser" ya no cuenta, el valor deviene en "parecer" 63 , lo que se conoce<br />

62 LYOTARD, Jean F. La condición postmoderna. Madrid: Cátedra S.A. 1987.<br />

63 Jean BAUDRILLARD establece la diferencia entre disimular y simular. Lo primero es fingir no<br />

tener lo que se tiene. Quien disimula, intenta pasar desapercibido. Pero quien simula, aparenta ser<br />

quien no es, o poseer lo que no tiene; busca crear una imagen de algo inexistente. El disimulo no<br />

cambia la realidad, sólo la oculta o enmascara, en cambio la simulación muestra como verdadero<br />

algo que no lo es. Uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia, a una nada. Ahora el<br />

problema actual es la simulación, concluye BAUDRILLARD. De este modo Ahora el simulacro<br />

produce una disociación entre lo que se muestra y la realidad, entre el ser y el parecer.<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

como la "cultura del simulacro" 64 .<br />

Los escritos de Baudrillard 65 , otro de los profetas de la posmodernidad,<br />

tributan a una obsesión por el signo y sus espejos, el signo y su producción febril<br />

en la sociedad de consumo, la virtualidad del mundo y La transparencia del<br />

mal 66 . La mercancía y la sociedad contemporánea están consumidas por el signo,<br />

por un artefacto que suplanta y devora poco a poco lo real, hasta hacerlo<br />

subsidiario. Lo real existe por voluntad del signo, el referente existe porque hay<br />

un signo que lo invoca. Vivimos en un universo extrañamente parecido al original<br />

–las cosas aparecen replicadas por su propia escenificación– señala Baudrillard.<br />

La Posmodernidad, en contraste con la Modernidad, se caracteriza por las<br />

siguientes notas: nihilismo y escepticismo, reivindicación de lo plural y lo<br />

particular, deconstrucción, relación entre hombres y cosas cada vez más<br />

mediatizada, lo que implica una desmaterialización de la realidad (Lyotard). Con<br />

respecto a esto Jean Baudrillard habla de un “asesinato de la realidad”. En su<br />

libro El crimen perfecto, presenta metafóricamente cómo se produce en las<br />

postrimerías de siglo esta desaparición de la realidad mediante la proliferación de<br />

pantallas e imágenes, transformándola en una realidad meramente virtual:<br />

“Vivimos en un mundo en el que la más elevada función del signo es hacer<br />

desaparecer la realidad, y enmascarar al mismo tiempo esa desaparición”.<br />

No existe ya la posibilidad de una mirada, de una mirada de aquello que<br />

suscita la mirada, porque, en todos los sentidos del término, aquello otro ha<br />

dejado de mirarnos. El mundo ya no nos piensa, Tokio ya no nos quiere 67 . Si ya<br />

no nos mira, nos deja completamente indiferentes. De igual forma el arte se ha<br />

vuelto por <strong>completo</strong> indiferente a sí mismo en cuanto pintura, en cuanto creación,<br />

en cuanto ilusión más poderosa que lo real. No cree en su propia ilusión, y cae<br />

irremediablemente en el absurdo de la simulación de sí mismo.<br />

Baudrillard intuye la evolución de fin de milenio como una anticipación<br />

desesperada y nostálgica de los efectos de desrealización producidos por las<br />

64 LIPOVETSKY, Gilles. (1992), El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos<br />

democráticos, Anagrama. Colección Argumentos: Barcelona, 1996<br />

65 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Baudrillard; de la metástasis de la imagen a la incautación de lo<br />

real", En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11<br />

(julio 2007) pp. 53-59. http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf<br />

66 BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal, Ed. Anagrama, Barcelona, 2001<br />

67 LORIGA, Ray, Tokio ya no nos quiere, Plaza & Janes. Colección Ave Fénix. Barcelona, 1999.<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

tecnologías de comunicación. Anticipa el despliegue progresivo de un mundo en<br />

el que toda posibilidad de imaginar ha sido abolida. El feroz dominio integral del<br />

imaginario sofoca, absorbe, anula la fuerza de imaginación singular.<br />

Baudrillard localiza precisamente en el exceso expresivo el núcleo esencial<br />

de la sobredosis de realidad. Ya no son la ilusión, el sueño, la locura, la droga ni<br />

el artificio los depredadores naturales de la realidad. Todos ellos han perdido<br />

gran parte de su energía, como si hubieran sido golpeados por una enfermedad<br />

incurable y solapada 68 . Lo que anula y absorbe la ficción no es la verdad, así<br />

como tampoco lo que deroga el espectáculo no es la intimidad; aquello que<br />

fagocita la realidad no es otra cosa que la simulación, la cual secreta el mundo<br />

real como producto suyo.<br />

Baudrillard exhausto de la esperanza del fin certifica que el mundo ha<br />

incorporado su propia inconclusibilidad. La eternidad inextinguible del código<br />

generativo, la insuperabilidad del dispositivo de la réplica automática, la metáfora<br />

viral 69 . La extinción de la lógica histórica ha dejado el sitio a la logística del<br />

simulacro y ésta es, según parece, interminable.<br />

El momento postmoderno es, como se ve, un momento antinómico, en el<br />

que se expresa una voluntad de desmantelamiento, una obsesión epistemológica<br />

con los fragmentos o las fracturas, y el correspondiente compromiso ideológico<br />

con las minorías políticas, sexuales o lingüísticas.<br />

Es necesario, a este respecto, tener presente que en la expresión “momento<br />

postmoderno” la palabra momento ha de tomarse literalmente 70 - como un<br />

parpadeo, como un “abrir y cerrar de ojos” y, por decirlo paradójicamente, como<br />

categoría fundamental de una conciencia de época, claramente posthistórica.<br />

La complejidad del momento postmoderno no es sólo una cuestión de<br />

perspectiva histórica –o más bien de falta de ella–, sino que viene dada por el<br />

propio movimiento de repliegue sobre sí mismo característico de la<br />

posmodernidad (frente a los desarrollos lineales de la periodización moderna o<br />

68 BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Ed. Kairós, Barcelona, 1993<br />

69 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "W. Burroughs; La metáfora viral y sus mutaciones<br />

antropológicas" En Almiar MARGEN CERO, Revista Fundadora de la ASOCIACIÓN DE<br />

REVISTAS DIGITALES DE ESPAÑA - Nº 46 – 2009. http://www.margencero.com/articulos/<br />

new03/burroughs.html<br />

70 'Augenblick' puede traducirse como parpadeo, “abrir y cerrar de ojos”.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

clásica) lo que la dota de un espacio histórico informe y desestructurado donde<br />

han caído los ejes de coordenadas, a partir de los cuales se establecía el sentido y<br />

el discurso de la escena histórico-cultural de una época.<br />

La caída de los discursos de legitimación que vertebraban los diferentes<br />

meta-relatos de carácter local y dependiente, ha producido –como se ha señalado<br />

– una nivelación en las jerarquías de los niveles de significación y la adopción de<br />

prácticas inclusivistas e integradoras de discursos adyacentes, paralelos e incluso<br />

antagónicos.<br />

La posmodernidad es aquel momento en que las dicotomías se difuminan y<br />

lo apócrifo se asimila con lo oficial.<br />

Desde un determinado punto de vista, la “revolución de la<br />

posmodernidad” aparece como un gigantesco proceso de pérdida de sentido que<br />

ha llevado a la destrucción de todas las historias, referencias y finalidades. En el<br />

momento postmoderno el futuro ya ha llegado, todo ha llegado ya, todo está ya<br />

ahí. No tenemos que esperar ni la realización de una utopía ni un final<br />

apocalíptico. La fuerza explosiva ya ha irrumpido en las cosas. Ya no hay nada<br />

que esperar. Lo peor, el soñado final sobre el que se construía toda utopía, el<br />

esfuerzo metafísico de la historia, el punto final, está ya entre nosotros. Según<br />

esto, la posmodernidad sería una realidad histórica–posthistórica ya cumplida, y<br />

la muerte de la modernidad ya habría hecho su aparición.<br />

En este sentido, el artista postmoderno se encuentra en la misma situación<br />

de un filósofo: el texto que escribe, la obra que compone, no se rigen en lo<br />

fundamental por reglas ya establecidas, no pueden ser juzgadas según un canon<br />

valorativo, esto es, según categorías ya conocidas. Antes bien, son tales reglas y<br />

categorías lo que el texto o la obra buscan. De modo que artista y escritor<br />

trabajan sin reglas, trabajan para establecer las reglas de lo que habrá llegado a<br />

ser. La negación progresiva de la representación se vuelve aquí sinónimo de la<br />

negación de las reglas establecidas por las anteriores obras de arte, que cada<br />

nueva obra ha de llevar a cabo de nuevo.<br />

Todo esto ya se encuentra prefigurado en las vanguardias artísticas de<br />

comienzo del siglo pasado.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 75


La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

5. Del metarelato a la Posmodernidad estética; discurso y producción.<br />

Ahora bien, el postmodernismo como ideología puede ser entendido como<br />

un síntoma de los cambios estructurales más profundos que tienen lugar en<br />

nuestra sociedad y su cultura como un todo o, dicho de otra manera, en el modo<br />

de producción.<br />

Esta constatación del modo diferente de construcción de la realidad va<br />

seguida de la distinción entre una estetización "superficial" y una profunda: la<br />

primera refiere a fenómenos globales como el embellecimiento de la realidad, lo<br />

cosmético y el hedonismo como nueva matriz de la cultura y la estetización como<br />

estrategia económica; el segundo incluiría las transformaciones en el proceso<br />

productivo conducidas por la nuevas tecnologías y la constitución de la realidad<br />

por los medios de comunicación. Dentro de este escenario global es que debe<br />

analizarse lo que ha estado gestándose en los últimos doscientos años, nos<br />

referimos a la "estetización epistemológica" o como he querido llamarlo 71 el giro<br />

estético de la epistemología 72 . Este se inicia con el establecimiento de la estética<br />

como disciplina epistemológica basal, que pasa por la configuración nietzscheana<br />

del carácter estético-ficcional del conocimiento y termina en el siglo XX con la<br />

estetización epistemológica que puede rastrearse en la nueva filosofía analítica y<br />

el establecimiento de la hermenéutica - las interpretación que dota de sentido a<br />

los hechos - como ciencia central de la Posmodernidad, de allí que surjan como<br />

categorías fundamentales – en el modo de hacer filosofía – el texto y el discurso.<br />

Con Gadamer la Hermenéutica cobra un nuevo giro, ya no pretende aprehender<br />

el verdadero y único sentido del texto, sino manifestar las diversas<br />

interpretaciones del texto y las diversas formas de interpretar. Hemos aludido por<br />

primera vez a un elemento fundamental del pensamiento postmoderno: el texto.<br />

La Posmodernidad, si la entendemos como Filosofía del Lenguaje, es una<br />

reflexión sobre el lenguaje escrito, en contraposición con la tendencia anglosajona<br />

que se centra en el lenguaje oral. El texto se independiza del autor hasta tal punto<br />

de que el autor puede ser obviado. El texto se independiza de su autor, porque<br />

71 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “La ficción como conocimiento, subjetividad y texto”; de<br />

Duchamp a Feyerabend, En Psikeba Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 1- 2006,<br />

Buenos Aires.<br />

72 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “El Giro Estético de la Epistemología; La ficción como<br />

conocimiento, subjetividad y texto”, En Revista AISTHESIS, INSTITUTO DE ESTÉTICA,<br />

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE, PUC, Nº. 40, 2006 , pp. 45-61.http://<br />

www.puc.cl/estetica/html/revista/pdf/Adolfo_Vssquez.pdf<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

con cada lectura tiene lugar una reelaboración, que es en sí misma una<br />

reinterpretación; no tiene sentido intentar encontrar lo que el autor ha querido<br />

decir, sino lo que los lectores, a lo largo de la historia, han dicho que el texto<br />

quería decir. La verdad se transforma en verdad interpretativa o verdad<br />

hermenéutica.<br />

6. Deconstrucción de la noción de “autor”<br />

La noción de “autor” –como creador individual de una obra artística o<br />

literaria– se puede situar histórica y culturalmente en el tránsito de la modernidad<br />

a la posmodernidad, la noción de creador individual empieza a problematizarse<br />

desde fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, donde la noción se hace<br />

insostenible.<br />

Tal como lo refiere Michel Foucault , el autor que desde el siglo XIX venía<br />

jugando el papel de regulador de la ficción, papel característico de la era<br />

industrial y burguesa, del individualismo y de la propiedad privada, habida<br />

cuenta de las modificaciones históricas posteriores, no tuvo ya ninguna necesidad<br />

de que esta función permaneciera constante en su forma y en su complejidad.<br />

Para Foucault el autor es una producción cultural que mediante la<br />

experiencia de una subjetividad replegada sobre sí –fragmentada– da lugar al yo<br />

individual, a la personalidad que difumina la conciencia de pertenecer a un<br />

colectivo. Así, la pérdida de la experiencia colectiva modifica la noción misma de<br />

relato y con ello el sentido colectivo de la escritura, esto es, como memoria e<br />

inconsciente que se escribe.<br />

De este modo se intentará abolir al autor, así como a cualquier otra forma<br />

de institucionalización de la escritura. Por ello el discurso no será considerado<br />

más que en sus descentramientos y sus desterritorializaciones. Al dar por cierta la<br />

desaparición del sujeto, el discurso que funda la subjetividad no puede mantener<br />

los mismos niveles de coherencia más que como una forma de ejercer poder.<br />

Todas las operaciones que designan y asignan las obras deben ser<br />

consideradas siempre como operaciones de selección y de exclusión. “Entre los<br />

millones de huellas dejadas por alguien tras su muerte, ¿cómo se puede definir<br />

una obra?”. Responder la pregunta requiere una decisión de separación que<br />

distingue (de acuerdo con criterios que carecen tanto de estabilidad como de<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 77


La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

generalidad) los textos que constituyen la “obra” y aquellos que forman parte de<br />

una escritura o una palabra “sin cualidades” y que, por ende, no han de ser<br />

asignados a la “función de autor”.<br />

Debe considerarse además que estas diferentes operaciones –delimitar una<br />

obra (un corpus), atribuirla a un autor, producir su comentario– no son<br />

operaciones neutras. Ellas están orientadas por una misma función, definida<br />

como “función restrictiva y coercitiva” que apunta a controlar los discursos<br />

clásicos, ordenándolos y distribuyéndolos.<br />

Tal como lo refiere Michel Foucault , el autor que desde el siglo XIX venía<br />

jugando el papel de regulador de la ficción, papel característico de la era<br />

industrial y burguesa, del individualismo y de la propiedad privada, habida<br />

cuenta de las modificaciones históricas posteriores, no tuvo ya ninguna necesidad<br />

de que esta función permaneciera constante en su forma y en su complejidad.<br />

Como sucesor del autor, el escritor ya no tiene pasiones, humores,<br />

sentimientos, impresiones, sino un rol bifurcador de discursos propios y ajenos,<br />

en una intertextualidad que prolifera hasta perder los lindes del yo, hasta la<br />

escisión de la identidad o su fragmentación esquizoide en la escritura.<br />

La muerte del autor responde, de este modo, al proyecto de<br />

desubjetivación, que intenta eliminar la referencia a un sujeto originario<br />

sustentador de la verdad y el sentido del texto. En efecto, el sujeto que comienza a<br />

pensarse en la escritura, es un sujeto deudor de las citas de la cultura que tejen su<br />

obra. El entramado que constituye al texto posee una referencialidad infinita, que<br />

multiplica desde distintas vertientes elementos refractarios de otras. Aquello que<br />

preexiste de trasfondo es la muerte de un referente máximo que establezca los<br />

linderos –los alcances– de las miradas; es la proliferación de las perspectivas.<br />

De este modo en el pensamiento contemporáneo ha tenido lugar un acoso<br />

sistemático a las nociones de sujeto y verdad, tal como la tradición científica y<br />

filosófica las concibió, decretando su expulsión de los reductos de la psicología, la<br />

historia, la antropología y la sociología. La pretensión de objetividad por parte de<br />

un sujeto que no puede sino ser contingente ha generado una serie de dudas y<br />

sospechas en torno a la noción misma de sujeto que sustenta los discursos<br />

científicos y filosóficos desde la modernidad.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 78


La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

Un planteamiento interesante en torno las relaciones conflictuadas entre<br />

autor, texto y lector, así como de la cuestión anteriormente planteada respecto de<br />

las nociones de autor y autoría, es la de Juan Luis Martínez . La propuesta del<br />

poeta es la de una autoría transindividual, que quiere superar desde oriente la<br />

noción de intertextualidad según se ha entendido en occidente, donde los textos<br />

de base están presentes en las transformaciones del texto que los procesa; pero en<br />

J. L. Martínez ésta [intertextualidad] parece resolverse en la negación de la<br />

existencia de las individualidades en la literatura, al hacer fluir bajo nombres<br />

distintos una misma corriente, que es y no es él. El ideario poético con el que J. L.<br />

Martínez aparece comprometido es el de emanar una identidad velada, en sus<br />

palabras “no sólo ser otro sino escribir la obra de otro”. Fue Flaubert quien dijo<br />

que “un autor debe arreglárselas para hacer creer a la posteridad que no ha<br />

existido jamás”. Palabras que calaron hondo en Juan Luís Martínez poeta secreto<br />

como pocos. El poeta debe saber andar sobre sus pasos y borrar sus propias<br />

huellas.<br />

En la Posmodernidad hay dos tendencias muy marcadas y contradictorias<br />

sobre la autoría, la que la desprecia por centrarse únicamente en el texto y la que<br />

quiere explicar el texto como trasunto del autor. No cabe hablar propiamente de<br />

un autor, pues el autor del texto se ha perdido, como también se ha perdido el ser<br />

humano como sujeto, hoy son los sistemas de producción de signos los que<br />

reclaman para sí la atención y esto esta dado en lo que Debord llamará La<br />

Sociedad del Espectáculo, o Lipovetsky el Imperio de lo Efímero. De allí que<br />

fenómenos en apariencia banales como el el cine, la moda, el diseño y la<br />

arquitectura, entendidos éstos como sistemas productores de signos, o de<br />

narratividades -de acuerdo a su modo de constitución- influyen de manera<br />

decisiva en el modo de ser, en el ethos postmoderno, el cual puede ser entendido<br />

desde dentro de su proceso de gestación sólo a partir de las claves hermenéuticas<br />

que nos proporciona el paradigma estético.<br />

7. Las obras de arte como organizaciones imaginarias del mundo<br />

Así Lyotard al utilizar los términos “relato”, “grandes relatos” y<br />

“metarrelato” se dirige a un mismo referente: los discursos legitimadores a nivel<br />

ideológico, social, político y científico. “Un metarrelato es, en la terminología de<br />

Lyotard, una gran narración con pretensiones justificatorias y explicativas de<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 79


La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

ciertas instituciones o creencias compartidas.” 73 Un Léxico último –si se quiere<br />

emplear la terminología de Rorty–. El discurso legitimador se caracteriza no por<br />

ser prosa narrativa sino principalmente prosa argumentativa. Todo intento que<br />

realizar políticamente un sistema ideológico tienen en su interior el germen del<br />

totalitarismo, la determinación de la pluralidad a partir de un solo punto de vista<br />

que se impone por todos los medios posibles. En cambio, los microrelatos, las<br />

narraciones literarias -por ejemplo- no tienen la intención de dar cuenta de hechos<br />

verdaderos sino que su consistencia artística deriva de su verosimilitud, es decir,<br />

de la capacidad del texto para hacerse creíble dentro de su contexto y del mundo<br />

que ha creado.<br />

De este modo las obras de arte no son, pues, objetos específicos –aislados<br />

del mundo y de su acontecer–, sino más bien organizaciones imaginarias del<br />

mundo, las que para ser activadas requieren ser puestas en contacto con un modo<br />

de vida, por particular que este sea, con un fenómeno concerniente al ser<br />

humano, de modo tal que, como se hace evidente en la posmodernidad, arte,<br />

producción y vida se codeterminan y se copertenecen.<br />

El estallido de los grandes relatos es de este modo el instrumento de la<br />

igualdad y de la emancipación del individuo liberado del terror de los<br />

megasistemas, de la uniformidad de lo Verdadero, del derecho a las diferencias, a<br />

los particularismos, a las multiplicidades en la esfera del saber aligerado de toda<br />

autoridad suprema, de cualquier referencia de realidad. La operación del saber<br />

posmoderno, es la de la heterogeneidad y dispersión de los lenguajes al modo de<br />

Babel, de las teorías flotantes, todo lo cual no es más que una manifestación del<br />

hundimiento general -fluido (líquido) y plural- que nos hace salir de la edad<br />

disciplinaria y amplía la continuidad democrática e individualista que dibuja la<br />

originalidad del momento posmoderno, es decir el predominio de lo individual<br />

sobre lo universal , de lo psicológico sobre lo ideológico , de la comunicación<br />

sobre la politización , de la diversidad sobre la homogeneidad, de lo permisivo<br />

sobre lo coercitivo. ❚<br />

73 DIÉGUEZ, Antonio (2006). “La ciencia desde una perspectiva postmoderna: Entre la<br />

legitimidad política y la validez epistemológica”. II Jornadas de Filosofía: Filosofía y política<br />

(Coín, Málaga 2004), Coín, Málaga: Procure, 2006, pp. 177-205.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité 74<br />

Dr Taha Abderrahmane<br />

Extrait: « …la modernité qui nous conviendrait, au registre de la créativité en tant<br />

que composante essentielle de l’esprit de modernité, devrait être originale et<br />

émaner de l’intérieur. Nous ne pouvons rompre tout lien avec notre héritage ce<br />

qui, d’ailleurs, est chose impossible. Par contre, nous pouvons nous défaire de sa<br />

partie devenue inutile et restituer son contenu encore fécond, tout en veillant à<br />

rompre avec les pratiques corrompues de la modernité occidentale pour n’en<br />

garder que les aspects positifs. Nous pourrons prétendre alors à contribuer au<br />

perfectionnement de la réalité moderniste occidentale qui, après avoir échoué à<br />

rendre l’homme plus heureux -ce qui d’ailleurs est l’ultime finalité de l’esprit de<br />

modernité, a tout intérêt à s’inspirer de notre vision de la modernité qui, forte<br />

d’un legs inestimable en valeurs nobles, détient des dispositions spirituelles<br />

énormes qu’elle peut communiquer aux autres et contribuer, ainsi, à apaiser la<br />

désolation morale de bon nombre d’entre eux ». ❚<br />

74 Titúlo original: «L’esprit de modernité et le droit à la créativité», publicado en Revue l’Islam<br />

Aujourd’hui, N° 21-1425H/2004, ISESCO.


L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

L’esprit de modernité et le droit à la créativité<br />

Dr Taha Abderrahmane<br />

Des définitions aussi multiples que variées ont été avancées pour présenter<br />

le concept de “modernité”. Certains définissent la modernité comme étant une<br />

étape historique ininterrompue qui a pris naissance en Occident avant que ses<br />

retombées ne touchent le monde entier, tout en restant divisés sur l’étendue de<br />

cette période. D’aucuns l’estiment à cinq siècles alors que d’autres la ramènent à<br />

un intervalle plus court, réduit parfois à deux siècles seulement.<br />

Dans d’autres définitions, la modernité est assimilée aux caractéristiques<br />

ayant marqué d’une empreinte indélébile cette partie de l’histoire, sans pour<br />

autant s’accorder ni sur la nature de ces indices, ni sur leurs origines et encore<br />

moins sur leurs conséquences. La modernité est-elle parfois présentée comme<br />

étant un processus qui “promeut la raison, le progrès et la liberté”, ou alors<br />

comme étant “l’exercice de la souveraineté sur la nature, la société et sur soimême,<br />

grâce à la science et à la technologie”. D’autres n’hésiteront pas à réduire<br />

cette définition à un seul aspect : “la rupture de tout lien avec le patrimoine”, la<br />

“quête du nouveau”, “l’annihilation de la sacralité”, la “rationalisation”, la<br />

“démocratie”, les “droits de l’Homme”, “le bannissement de la religion”, ou<br />

encore la “laïcité”. Devant cette profusion de définitions et ce manque de clarté,<br />

nul ne serait étonné outre mesure qu’il s’agisse plutôt d’un “projet<br />

inaccompli”(58) .<br />

Caractéristiques de l’esprit de modernité :<br />

Il est à relever que toutes ces définitions, abstraction faite de leur capacité<br />

de cerner la “modernité”, attribuent à ce concept une emprise telle qu’il puisse<br />

paraître comme une créature historique aux pouvoirs surnaturels, capable de<br />

disposer des destinées des êtres et des choses comme un dieu omnipotent dont la<br />

volonté est irrévocable. En réalité, cette perception de la modernité est en ellemême<br />

peu moderniste, car elle transpose un concept rationnel et fonctionnel en<br />

une représentation invraisemblable et sacralisée.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 85


L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

Aussi, devrions-nous commencer par se détacher de cette tendance à<br />

“chosifier” le concept de modernité, en établissant une distinction entre les deux<br />

aspects suivants : “l’esprit de modernité” et “la réalité de la modernité”. Quels<br />

sont, alors, les caractéristiques de cet esprit ?<br />

I. Principes de la modernité :<br />

Les caractéristiques de “l’esprit de modernité” reposent sur trois principes<br />

fondamentaux : “le principe de majorité”, “le principe de critique” et “le principe<br />

d’universalité”. Nous tenterons ci-après de les élucider un par un.<br />

A) Le Principe de majorité : selon ce principe, la modernité est un<br />

processus qui fait passer du stade de la minorité à celui de la majorité. Par<br />

minorité il faut entendre -comme l’a expliqué Kant dans sa définition des<br />

“Lumières”- “l’incapacité d’un individu de faire usage de sa pensée sans la<br />

supervision d’autrui, tout en étant lui-même tenu pour responsable de cette<br />

déficience”. En des termes plus clairs, la minorité n’est autre que “le choix de la<br />

dépendance”. Cette dépendance peut se manifester sous différentes formes, dont<br />

“l’imitation” ou lorsque l’individu se soumet spontanément aux commandes de<br />

l’Autre et renonce à toute activité intellectuelle. Le “calquage” est un autre aspect<br />

de la dépendance qui intervient quand l’individu choisit, sans contrainte aucune,<br />

de reproduire les méthodes et les résultats de la réflexion d’autrui, ainsi que son<br />

savoir et ses techniques, et se contente de les appliquer sous leur forme originelle<br />

à sa propre réalité. La dépendance peut être également “automatique” lorsque le<br />

sujet mineur, à force de s’identifier à autrui, se met, inconsciemment, à imiter ses<br />

modes de réflexion et à s’approprier ses réalisations.<br />

Il apparaît ainsi que la majorité est basée sur deux notions fondamentales :<br />

- L’autonomie : c’est l’état de la personne majeure qui se libère de<br />

toute tutelle pouvant hypothéquer son droit à la pensée et se soustrait à toute<br />

autorité susceptible de l’empêcher d’atteindre ses ambitions, donnant ainsi<br />

libre cours à sa dynamique propre. Une telle personne est capable, non<br />

seulement de se dissocier de tout ce qui pourrait contrarier l’exercice de son<br />

droit à la réflexion, mais également de décider elle-même de ce qu’elle doit<br />

ou ne doit pas faire et, ainsi, prend forme son identité. L’individu majeur ne<br />

peut qu’être libre de ses mouvements et pourvu d’une identité bien<br />

confirmée.<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

- La créativité : une personne majeure doit ses idées, paroles et actes à<br />

sa propre capacité de création. Tout ce qu’elle pense, dit ou entreprend est<br />

sous-tendu par de nouvelles valeurs qu’elle conçoit elle-même ou des valeurs<br />

préexistantes auxquelles elle fera subir un effort de reconstitution tel qu’elles<br />

paraissent inédites. Si nous concédons, de surcroît, que le concept de<br />

“créativité” a été de tout temps étroitement lié à la littérature et aux arts plus<br />

que tout autre domaine, nous conviendrons alors qu’il était naturel que<br />

l’émergence de la notion de “modernité” se soit effectuée en rapport avec<br />

l’évolution de ces disciplines. Ce constat est d’autant plus avéré qu’au XIXe<br />

siècle, le “modernisme” désignait un courant de littérature et d’arts qui ne<br />

reconnaissait de valeur authentique qu’à l’innovation et la création, se<br />

soulevant contre tout ce qui peut paraître ancien, même s’il l’est depuis peu<br />

de temps, y compris ce qui a été créé par les partisans même de cette nouvelle<br />

tendance. L’existence de l’individu majeur paraît ainsi en perpétuelle<br />

reconstitution.<br />

B) Principe de critique : ce principe stipule que la modernité est un passage<br />

de l’état de croyance à celui de critique. La “croyance” désigne ici la<br />

reconnaissance d’un postulat sans exigence de preuve, alors que la “critique”<br />

soumet chaque donnée à l’épreuve de la démonstration avant d’en admettre le<br />

bien-fondé. Le principe de la “critique” est basé, à son tour, sur deux piliers :<br />

- La rationalisation : c’est l’assujettissement des phénomènes, des<br />

institutions sociales, des comportements humains et de l’ensemble de<br />

l’héritage historique aux principes de la raison(59) qui rendent possibles la<br />

réalisation de différentes formes de progrès dans la perception de ces<br />

catégories. Cette rationalisation moderniste a accompli ses meilleures<br />

réalisations dans les sciences naturelles, la technocratie et l’économie de<br />

marché, et atteint son paroxysme dans la “technoscience” où la science a<br />

perdu le privilège de l’initiative au profit de la technologie qui, désormais, lui<br />

pose ses stratégies et lui dicte son parcours.<br />

- La différenciation : elle consiste à transposer un objet d’un état<br />

d’homogénéité à celui d’hétérogéneité, de manière à transformer ses éléments<br />

semblables en éléments dissemblables en vue de déterminer avec précision les<br />

mécanismes inhérents à chacun d’entre eux. La modernité a introduit le<br />

processus de différenciation dans toutes les institutions et les modes de vie<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

communautaire et individuelle, en traçant par exemple, dans le domaine du<br />

savoir, des contours délimitant la science, le droit, l’éthique et l’art, ou en<br />

instaurant dans la culture une distinction entre les valeurs théoriques,<br />

pratiques et symboliques. La modernité a établi également, dans l’arène<br />

sociale, une distinction entre les différents rôles et missions dévolues aux<br />

acteurs sociaux, et adopté, dans l’économie, le principe de la division du<br />

travail. Dans ce même chapitre, nous pourrions aussi ranger la séparation<br />

entre la religion et l’Etat sur laquelle s’est fondé le principe de la laïcité.<br />

Chacune de ces sphères considérées isolément dans les domaines précités,<br />

s’est vue attribuer la faculté d’acquérir une logique et une légitimité qui lui<br />

sont propres et d’évoluer indépendamment des autres sphères.<br />

C) Principe d’universalité : selon lequel la modernité est un passage de la<br />

spécificité à l’universalité, la première étant l’état de toute chose existant à<br />

l’intérieur d’une sphère bien définie, et pourvue de caractéristiques précises. Il<br />

serait possible de distinguer deux sortes de spécificités : la spécificité du domaine,<br />

puisque l’existence de toute chose ne peut se concevoir qu’à l’intérieur d’un<br />

domaine délimité par un contour régulier, et la spécificité sociale étant donné que<br />

les membres d’une même société se distinguent par des caractéristiques culturelles<br />

déterminées. L’universalité moderniste est, donc, un dépassement de ces deux<br />

faces de la spécificité. Aussi, l’universalité est-elle basée elle-aussi sur deux<br />

composantes essentielles :<br />

- L’extensibilité : les effets de la modernité ne se limitent pas à un<br />

domaine particulier, mais s’étendent à tous les domaines de la vie et à tous<br />

les niveaux du comportement de l’homme, exerçant leur influence<br />

indistinctement sur la pensée, la science, la religion et l’éthique, ainsi que le<br />

droit, la politique et l’économie. En effet, toute intervention de la modernité<br />

dans un domaine particulier, se propage inéluctablement vers d’autres<br />

domaines qui, à leur tour, subissent des transformations et des<br />

bouleversements qui débordent sur leurs propres limites. D’autant plus que<br />

l’esprit de critique est l’apanage de la modernité qui, dans sa quête d’une<br />

analyse rationnelle globale, ne peut s’arrêter aux frontières d’un domaine<br />

déterminé.<br />

- - La généralisabilité : il n’est guère possible de maintenir la modernité<br />

à l’intérieur des sociétés où elle a été conçue car elle est génératrice de<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

produits hautement sophistiqués et de valeurs vigoureusement engagées pour<br />

l’affranchissement de l’homme. Partant, la modernité ne peut qu’investir<br />

d’autres milieux, faisant fi des disparités historiques et culturelles qui<br />

disparaissent progressivement. Mieux encore, les progrès techniques continus<br />

des moyens de transport et des mass-médias ne font qu’accélérer le transfert<br />

de ces produits et de ces idées. Un flux qui a fini par envahir notre globe en<br />

entier, ouvrant ainsi la voie à une nouvelle ère dans la modernité : la<br />

“mondialisation”.<br />

En résumé, l’esprit de la modernité s’appuie sur trois principes essentiels :<br />

le “principe de majorité” qui préconise l’autonomie par rapport aux tuteurs et<br />

parrains potentiels et la créativité dans l’expression et l’action ; le “principe de<br />

critique” stipulant la rationalisation dans tous les aspects de la vie et la<br />

différenciation dans tout ce qui requiert davantage de précision ; et le “principe<br />

d’universalité” qui appelle à l’extensibilité et à la généralisabilité. L’esprit<br />

moderniste est, donc, majeur, critique et universel.<br />

II. Conséquences des principes de la modernité :<br />

Cette définition de l’esprit de la modernité nous amène aux quatre<br />

déductions suivantes :<br />

A) La multiplicité des applications de l’esprit de modernité : l’ “esprit”<br />

d’une chose peut se manifester à travers divers aspects. Il en est de même pour<br />

l’esprit de modernité qui englobe une série de principes. Il est notoire, par ailleurs,<br />

qu’une application particulière d’un principe ne peut en consumer toute la<br />

substance, car il représente une sorte de règle valable dans des cas différents. Il est<br />

donc nécessaire que ces principes de modernité soient appliqués de différentes<br />

manières et que chacune de ces applications puissent avoir lieu dans un contexte<br />

de certitudes et de suppositions données, appelées “postulats d’application”.<br />

B) Le déphasage entre la réalité et l’esprit de modernité : La réalité de la<br />

modernité n’est guère que l’une des manifestations -ou applications- possibles de<br />

l’esprit de modernité dont elle n’offre qu’une simple illustration. Et comme<br />

l’illustration ne peut, en aucun cas, égaler le modèle à illustrer, la réalité<br />

moderniste ne peut être considérée comme le reflet authentique de la modernité. Il<br />

s’ensuit des disparités dans la capacité de ces applications à incarner l’esprit de<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

modernité, certaines d’entre elles étant plus aptes que d’autres à s’en prévaloir<br />

dans son mouvement vers le progrès.<br />

C) Spécificité de la réalité de la modernité occidentale : La réalité<br />

moderniste comme elle se présente en Occident n’est, de toute évidence, qu’une<br />

seule application parmi tant d’autres possibles qu’offre l’esprit de modernité, tel<br />

que défini par les principes précités. Il est, donc, envisageable que ces principes se<br />

soient réalisés dans des sociétés anciennes de manières autres que celles qui se<br />

manifestent actuellement dans les pays occidentaux. De même, ils peuvent se<br />

réaliser sous d’autres aspects dans des sociétés à venir.<br />

D) L’égalité dans l’appartenance à l’esprit de modernité : Les Occidentaux<br />

ne peuvent guère prétendre détenir plus que d’autres l’esprit de modernité qui, en<br />

réalité, est un bien commun à toutes les nations civilisées ; c’est-à-dire celles qui<br />

auront accompli ces deux types d’action pour mériter ce qualificatif : l’“action<br />

urbanistique” qui représente l’aspect matériel de la civilisation et l’“action<br />

historique” qui en résume le versant moral. Or, seule l’intensité avec laquelle ces<br />

deux actions sont menées peut différencier les nations, eu égard au cumul du<br />

savoir et des valeurs humaines à travers les âges. Toute nation est, en effet,<br />

capable de réaliser davantage que celle qui la précède.<br />

Par rapport à ces quatre déductions (multiplicité des applications de<br />

l’esprit de modernité, déphasage entre la réalité et l’esprit de modernité, spécificité<br />

de la réalité moderniste occidentale et égalité dans l’appartenance à l’esprit de<br />

modernité), nous nous retrouvons devant une interrogation fondamentale : “de<br />

quelles manières l’esprit de modernité peut-il s’appliquer dans notre réalité<br />

islamique ? Autrement dit, dans notre domaine d’action ?”<br />

En guise de prélude à la réponse, nous avancerons ici les trois remarques<br />

suivantes :<br />

La première se rapporte à la nécessité d’éviter les retombées négatives de<br />

l’application occidentale de l’esprit de modernité. Tant que les possibilités<br />

d’application de l’esprit de modernité sont multiples, il est nécessaire de<br />

contourner les deux risques suivants :<br />

- La reproduction inconsidérée des applications de cet esprit chez les<br />

autres, puisque l’objectif recherché est de régénérer le modèle original et non<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

sa copie, de restituer l’esprit et non l’une de ses applications qui n’en est que<br />

le reflet, sans oublier que chaque domaine d’action a ses propres modes de<br />

fonctionnement.<br />

- - La répétition des erreurs commises dans l’application occidentale de<br />

l’esprit de la modernité qui est, vraisemblablement, régie par la règle générale<br />

selon laquelle “l’abus en toute chose mène à son opposé”(60). L’application<br />

occidentale de la modernité aboutit trop souvent à des résultats contraires à<br />

ceux escomptés par ses auteurs, à tel point que l’on s’accommode à répéter<br />

qu’il s’agit d’un “processus incontrôlable”(61) ou qu’il est “générateur<br />

d’aliénation”, ou alors qu’il “produit le développement, le sousdéveloppement<br />

et le mauvais développement”(62).<br />

Ainsi, en cherchant à dominer la nature, l’homme moderne s’est retrouvé<br />

vaincu et gouverné par elle, comme en témoignent l’apparition de maladies<br />

jusque-là inconnues, le spectre des radiations nucléaires, la prolifération des<br />

armes de destruction massive, la bombe démographique, la pollution de<br />

l’environnement, la perforation de la couche d’ozone…, il semblerait même que<br />

l’homme moderne soit incapable d’introduire des réformes sur un secteur donné,<br />

sans provoquer des conséquences néfastes. Prenons comme exemple le système<br />

économique mondial que la modernité occidentale a instauré sans être capable<br />

d’en maîtriser ni les mécanismes, ni l’évolution. Cette même modernité avait pour<br />

vocation de rompre avec les formes traditionnelles du pouvoir, et voilà qu’elle se<br />

retrouve face à des systèmes autrement moins tolérables et plus compliqués que<br />

celles qu’elle prétendait pouvoir abolir. En conséquence, la quête de la suprématie<br />

s’est transformée en asservissement, l’autonomie est devenue subordination et la<br />

chose privée s’est transformée en chose publique(63).<br />

Ce paradoxe caractéristique de l’application occidentale de l’esprit de<br />

modernité est à imputer à la transformation des moyens en fins. Cette application<br />

consiste à élever les moyens utilisés pour réaliser ses objectifs, au rang de<br />

nouveaux objectifs à réaliser dans une deuxième étape et ainsi de suite. Nombre<br />

de formules utilisées pour qualifier la modernité consacre cette tendance au<br />

renversement tel “le changement pour le changement” et ses corollaires du genre<br />

“le progrès pour le progrès”, “le développement pour le développement”, “la<br />

production pour la production”, “la consommation pour la consommation”, “la<br />

création pour la création”, “l’art pour l’art” et “la critique pour la critique”.<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

La deuxième remarque porte sur la nécessité de considérer la modernité<br />

comme une application interne et non externe. Le postulat selon lequel il y aurait<br />

deux genres de modernités, l’une intérieure et l’autre extérieure, est complètement<br />

erroné(64). La modernité réelle ne saurait se réaliser qu’à travers l’application<br />

directe de l’esprit de modernité sous-tendu par les trois principes qu’on avait<br />

énoncés (principe de majorité, principe de critique, principe d’universalité). Par<br />

conséquent, une application directe ne peut être qu’une “modernité intérieure”,<br />

alors que ce que d’autres ont appelé “modernité extérieure”, en faisant allusion<br />

aux expériences de pays non occidentaux, ne peut guère être considéré comme<br />

une modernité au sens propre. Dans ce dernier cas, il s’agit tout au plus d’une<br />

imitation médiocre obtenue par une reproduction de l’application occidentale de<br />

l’esprit de modernité au lieu de se conformer à cet esprit sans intermédiaire. En<br />

procédant à une reproduction de second degré, on ne fait que mythifier une<br />

simple application de l’esprit de modernité -en l’occurrence l’application<br />

occidentale- en se condamnant à rester loin de son esprit authentique. Cette<br />

reproduction de second degré est donc préjudiciable car il ne s’agit pas<br />

d’appliquer une application interne, auquel cas il fallait revenir à l’origine, mais<br />

d’appliquer une application externe puisque le modèle originel est perdu de vue.<br />

Aussi, toute nation est-elle appelée à faire un choix entre une modernité interne<br />

qu’elle construira elle-même et une absence totale de modernité.<br />

La troisième remarque se rapporte à la nécessité de concevoir une<br />

application créative et non imitative de la modernité qui ne peut s’acquérir que<br />

par le biais de la créativité. Ceux qui oeuvrent dans cette perspective sont donc<br />

appelés à satisfaire aux conditions déjà mentionnées, en s’attelant à réaliser leur<br />

autonomie et à faire montre d’originalité car la créativité a de nombreux visages<br />

parmi lesquels il est possible de choisir. Ils sont également tenus de procéder par<br />

rationalisation et différenciation et de s’ingénier à parvenir à l’extensibilité de ses<br />

actes dans tous les domaines et la généralisabilité de ses œuvres.<br />

En résumé, il n’est guère de modernité que celle qui émane de l’intérieur,<br />

comme fruit de la créativité et non de la dépendance. La modernité ne peut être<br />

qu’un processus intérieur et créatif.<br />

Or, la réalité islamique ne répond à aucune de ces conditions dès lors qu’il<br />

a failli à l’application interne de l’esprit de modernité et à la capacité de faire<br />

preuve d’originalité en souscrivant à ses règles fondamentales. Il s’agit, bien au<br />

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contraire, de reproduction d’une application de cet esprit tel qu’elle a été réalisée<br />

par l’Occident(65), c’est-à-dire d’une application de seconde main. Certains<br />

d’entre eux sont en proie à une malencontreuse confusion en s’imaginant que<br />

nous avons accédé à la modernité. Cet état où l’on cultive le sentiment d’être<br />

“dans la modernité, alors qu’on ne l’est pas”, nous avons choisi de l’appeler<br />

“pseudo-modernité”. A ce stade, l’interrogation “de quelles manières l’esprit de<br />

modernité peut-il s’appliquer ?” que nous avons déjà formulée devient ainsi :<br />

“Comment peut-on passer de la pseudo-modernité à la modernité?”.<br />

Comment passer de la pseudo-modernité à la modernité?<br />

Avant de répondre à cette question, il faut souligner cette vérité<br />

fondamentale : chaque application de l’esprit de modernité est conditionnée par<br />

des postulats et des hypothèses puisés dans son propre environnement. De la<br />

sorte, les dissemblances entre les différentes applications de l’esprit de modernité<br />

sont le reflet des écarts entre ces croyances et postulats auxquels nous avons<br />

donné le nom de “postulats de l’application”.<br />

Ces postulats peuvent cependant s’avérer inexacts, ce qui se répercute sur<br />

la pertinence de l’ensemble de l’application. C’est le cas de la version occidentale<br />

de la modernité qui, se basant sur des postulats incorrects, s’est fourvoyée ellemême<br />

dans une succession d’erreurs. Il est donc indispensable de tester la véracité<br />

des données principales et de s’assurer de leur adéquation avec notre domaine<br />

d’action afin d’éviter que notre propre application de l’esprit de modernité<br />

ne se fasse sur des fondements qui lui sont étrangers.<br />

III. L’application du principe de majorité dans notre domaine d’action.<br />

Nous avions évoqué les deux composantes essentielles du principe de<br />

majorité que sont “l’autonomie” et “la créativité”. Commençons d’abord par<br />

envisager la manière de passer d’une pseudo-majorité à une véritable majorité.<br />

A) Passer de la pseudo-majorité à la majorité : Ce n’est un secret pour<br />

personne que nous ne faisons pas partie de ceux qui réfléchissent pour eux-même,<br />

mais plutôt de ceux qui ont laissé à l’Autre -en l’occurrence l’Occident- le soin de<br />

réfléchir pour eux ; autrement dit, nous faisons partie de ceux qui ont renoncé à<br />

ce droit au profit des autres, par fascination ou par contrainte. Nous entretenons<br />

l’illusion que cet Autre est en mesure de penser pour nous mieux que nous serions<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

nous-mêmes capables de faire. Vu sous cet angle, cet Autre nous épargne les<br />

tracas de la réflexion, tout en nous procurant les fruits cet effort intellectuel que,<br />

seuls, nous serions incapables d’effectuer. En réalité, cette situation est la pire des<br />

tutelles morales à laquelle un être humain peut se soumettre.<br />

Cette situation reflète exactement l’état de “pseudo-modernité” dans<br />

laquelle nous vivons. Il nous appartient donc de sortir de cette impasse en<br />

révoquant, une à une, les thèses occultes sur lesquelles repose l’application<br />

occidentale de la règle de l’autonomie. Ces thèses sont les suivantes :<br />

1. la tutelle d’une puissance étrangère est l’expression d’une protection<br />

envers les plus faibles ;<br />

2. la tutelle intérieure est celle des religieux ;<br />

3. la modernité c’est l’autonomie par rapport à la tutelle intérieure.<br />

Le premier postulat s’est transformé en l’une des composantes<br />

fondamentales de l’application occidentale de la modernité lorsque celle-ci est<br />

arrivée à l’étape du colonialisme et de l’hégémonie sur les peuples faibles. Il est<br />

évident que ce postulat est contradictoire avec l’esprit de modernité, puisque la<br />

tutelle ne peut donner lieu à autre chose que la domination, d’autant plus qu’il<br />

s’agit d’une domination d’une puissance étrangère ! Or, selon l’esprit même de la<br />

modernité, la pensée est inhibée par la domination comme elle peut l’être par la<br />

brutalité du pouvoir.<br />

Le deuxième postulat est faux, lui-aussi, car dans notre domaine d’action,<br />

aucune domination interne n’a été exercée par les religieux, c’est-à-dire les<br />

docteurs de la foi islamique. Ces derniers n’ont jamais accaparé le pouvoir<br />

politique, exercé une autocratie ou commis des abus de pouvoir comme ce fut le<br />

cas du clergé dans l’histoire des puissances coloniales.<br />

Quant au troisième postulat, il est indéfendable, lui-aussi, pour la simple<br />

raison que notre société n’a jamais connu le monopole du pouvoir par un clergé<br />

ce qui implique que nous ne pouvons accéder à la modernité par la même issue<br />

que l’Occident, c’est-à-dire en se libérant de la tutelle religieuse !<br />

“Inverser les réalités” est un mécanisme auquel le colonialisme a<br />

constamment eu recours pour adapter nos esprits à ses propres postulats. Dans ce<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

cas de figure, un véritable soumis est décrit comme un tuteur, alors que celui qui<br />

lui impose sa tutelle est considéré comme soumis. En effet, les docteurs de la foi<br />

sont plus proches, dans notre réalité, de la position des soumis qu’à celle des<br />

tuteurs. D’ailleurs, ils n’ont même pas droit à la pensée à moins qu’on le leur<br />

autorise ! Alors que le colonisateur mérite plus que quiconque d’être qualifié de<br />

tuteur, puisque c’est lui qui s’efforce de nous dicter l’autorité à laquelle nous<br />

devons nous soustraire.<br />

A partir de là, libre à nous de déterminer la manière d’acquérir et de créer<br />

notre propre autonomie. Car il suffit de rétablir l’ordre inversé par le colonisateur<br />

en faisant de lui le véritable tuteur qui empêche tout le monde de jouir du droit à<br />

la pensée, pour qu’apparaisse la vérité dans laquelle les docteurs de la foi figurent<br />

parmi ceux qui sont soumis à cette tutelle. Nous serions alors amenés à<br />

s’affranchir de cette tutelle avérée en s’engageant dans un effort de réflexion, sans<br />

se laisser intimider par les insuccès propres à chaque nouveau départ car ils ne<br />

tarderont pas à s’estomper, cédant la place à une démarche sereine, raffermie par<br />

les défis à relever.<br />

En somme, s’agissant de l’autonomie comme composante de l’esprit de<br />

modernité, l’autonomie qui nous convient est nécessairement interne et créative ;<br />

car dans notre champ d’action, la tutelle à abolir est celle des puissances<br />

colonialistes et de la domination étrangère capable de se travestir sous mille<br />

déguisements, au point même que certains d’entre nous leur servent de porteparole.<br />

Nous aurons besoin de couper le cordon ombilical qui a, depuis toujours,<br />

lié la modernité à la domination étrangère afin d’en faire une entreprise sans<br />

suprématie occidentale, exempte de toute visée hégémonique car une modernité<br />

sans tutelle incarne mieux l’esprit de modernité.<br />

Essayons maintenant d’envisager une issue pour sortir de la “pseudocréativité”<br />

et accéder à la créativité qui constitue le deuxième pilier du principe de<br />

la majorité.<br />

B) Passer de la pseudo-créativité à la créativité : si nous étions incapables<br />

de penser pour nous-mêmes, nous serions -à plus forte raison- encore moins<br />

capable de faire preuve de création. Notre capacité de création est, en effet, en<br />

panne, ce qui nous réduit à une position peu convoitée dès lors que le suivisme est<br />

devenu pour nous une seconde nature. Nombreuses sont les formes de ce suivisme<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

qui peuvent, néanmoins, êtres rangées sous deux sortes d’imitations : Celle de “la<br />

pensée classique” et celle de “la pensée moderne”. En s’obstinant à croire que<br />

l’imitation des modernistes n’en est pas une, mais qu’elle constitue plutôt une<br />

innovation capable d’ouvrir devant nous les portes de la modernité, nous<br />

contribuons à ancrer ce comportement dans nos esprits. En réalité, ce genre<br />

d’imitation n’est pas sans danger car il s’agit de simuler des pratiques qui sont<br />

nées et ont évolué ailleurs que chez nous et que nous sommes, par conséquent,<br />

incapables de maîtriser et d’adapter à nos propres conditions. Etant persuadés<br />

que la reproduction fidèle de ces comportements est une fatalité, nous mettons un<br />

point d’honneur à s’y conformer et les inculquer à nos enfants. Tout cela montre<br />

que l’esprit de modernité est mal entendu. Or, seul peut prétendre détenir cet<br />

esprit celui qui fait preuve de créativité en toute chose. Même en reprenant la plus<br />

récente des innovations des autres, il prend soin de la reconstituer sous un<br />

nouveau jour. Quant à nous, hélas, dès lors que nous prenons possession d’un<br />

nouveau produit, nous sommes incapables de le réadapter à nos besoins, quant à<br />

l’idée de le substituer par un autre objet de notre création, elle ne nous effleure<br />

même pas l’esprit. Nous nous appliquons alors à en faire un usage conforme aux<br />

visées de ses concepteurs comme s’il s’agissait d’un objet de culte, sans se douter<br />

qu’en agissant de la sorte, nous nous condamnons à sortir de la modernité.<br />

C’est là la parfaite description de l’état de pseudo-créativité dans lequel<br />

nous vivons et que nous devons quitter en reconsidérant les postulats sur lesquels<br />

l’Occident a bâti sa vision de la création afin de les révoquer et de se débarrasser<br />

de leurs conséquences pernicieuses. Ces trois postulats sont les suivants :<br />

1. La plus originale des créations est celle qui est absolument<br />

indépendante.<br />

2. La créativité peut tout à la fois créer et répondre à un besoin.<br />

3. La vraie création est celle qui procure le plus haut degré<br />

d’épanouissement.<br />

Le premier postulat est totalement faux puisqu’une indépendance parfaite<br />

par rapport aux idées léguées ou transmises, classiques ou récentes, est<br />

scientifiquement impossible. Personne n’est en mesure de se transformer en une<br />

page d’une blancheur immaculée, sur laquelle il peut transcrire ce que bon lui<br />

semble. Même ceux qui ont cru avoir réussi à rompre tout lien avec le passé et<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

son héritage, à circonscrire leur existence dans le présent et s’engager fermement<br />

dans l’avenir, n’ont pu s’empêcher de faire appel dans leurs réalisations -<br />

consciemment ou inconsciemment- à des emprunts manifestes ou latents puisés<br />

dans leur patrimoine.<br />

Aussi, nous abstiendrons-nous de mesurer la créativité à l’aune de la<br />

rupture totale avec le passé, mais à la capacité de se départir de tout ce dont la<br />

fécondité a été épuisée. Nombreuses sont les valeurs humaines anciennes dont la<br />

pérennité n’est remise en question par aucune perspective d’avenir, et encore<br />

moins par le présent ! S’en séparer serait précipiter l’humanité dans la<br />

dégradation totale et renoncer à toute velléité moderniste, la modernité étant<br />

évaluée au degré de promotion de l’être humain et non à sa capacité de rompre<br />

avec le passé. En effet, la rupture ne se fait pas toujours dans le sens de l’élévation<br />

de l’homme et inversement. Notre conception de la modernité est telle qu’il faut<br />

effectuer une rupture quand celle-ci s’avère nécessaire et opter pour la continuité<br />

quand il le faut. Nous aspirons, donc, à “une modernité de valeurs”, et non à<br />

“une modernité chronologique”.<br />

Le deuxième postulat qui veut que “la créativité peut tout à la fois créer et<br />

répondre à un besoin” n’est pas à prendre, non plus, à la lettre. La créativité peut<br />

être applaudie et exaltée là où elle stimule des besoins spirituels et immatériels, en<br />

développant les goûts et l’esthétique et en aiguisant les talents. Cependant, les<br />

besoins qui se créent se situent plus dans le champ des désirs matériels que dans<br />

d’autres niveaux, sans prétendre répondre aux exigences du progrès scientifique et<br />

technologique et aux impératifs du développement économique. La plus haute<br />

manifestation de la modernité se confond désormais avec une consommation<br />

effrénée. Les propriétaires d’entreprises ont été engagés dans une course à la<br />

production d’articles destinés à la vente, en s’évertuant à concevoir en<br />

permanence de nouvelles formes pour stimuler l’appétit des consommateurs. On<br />

ne peut qu’être réfractaire à ce genre de “créativité” qui n’a d’autre souci<br />

qu’accumuler les gains, au détriment du goût du consommateur.<br />

La modernité que nous prônons est celle qui, tout en tirant profit des<br />

avancées réalisées par le progrès technique et économique, s’insurge contre la<br />

stimulation exagérée des besoins matériels et y oppose une exaltation des<br />

prédispositions spirituelles, car seule la création des besoins spirituels peuvent<br />

contrecarrer celle des besoins matériels. A ce niveau, nous sommes capables -plus<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

que quiconque- de faire valoir notre génie créateur pour pouvoir contribuer<br />

efficacement à l’édification de la modernité mondiale. En effet, ce dont cette<br />

modernité a le plus besoin c’est de remplir le vide spirituel que l’on décrit souvent<br />

comme étant une absence de “sens”, de “référentiel”, de “finalité” ou de<br />

“liberté”. Il est incontestable que nous disposons d’un savoir étendu et d’une<br />

grande expérience dans l’univers des valeurs spirituelles qui ont élevé l’existence<br />

humaine et peuvent l’ennoblir davantage et le hausser au rang de l’être accompli,<br />

à condition que nous parvenions à explorer de nouvelles dimensions esthétiques<br />

et à concevoir un nouvel ordre moral, en mesure de satisfaire les aspirations de<br />

l’homme moderne.<br />

Quant au troisième postulat, il est à prendre aussi avec précaution, car<br />

l’épanouissement de l’individu est chose honorable tant qu’il est le résultat d’un<br />

remodelage incessant de la vie privée qui tienne en considération les exigences<br />

morales du comportement décent vis-à-vis des autres et observe les engagements<br />

dus à la vie en communauté. Par contre, si l’épanouissement de l’individu se<br />

transforme en une quête continue des moyens d’assouvir ses propres désirs, mue<br />

par des impulsions égoïstes et née du repli sur soi, sans commun accord avec les<br />

préoccupations et intérêts humains, il ne pourra en définitive qu’altérer la<br />

dimension humaine de cet individu et à dissoudre les liens sociaux.<br />

Par conséquent, notre version de la modernité ne devrait pas se limiter à<br />

chercher l’épanouissement individuel mais celui des autres. Nous entendons ici<br />

non seulement faire face à un comportement issu de la modernité occidentale -que<br />

d’aucuns ont pris la peine d’appeler “individualisme”, “égoïsme” ou<br />

“narcissisme”- mais également parce que ce style de vie ne peut s’ancrer ni se<br />

généraliser dans notre champ d’action en dépit de notre imitation de l’application<br />

occidentale de l’esprit de modernité(66). Et ce, en raison des règles d’éthique<br />

enracinées dans le monde islamique et qui s’opposent à cette propension égoïste<br />

dans la modernité occidentale, que reflètent d’ailleurs des aphorismes du genre :<br />

“le bien-être est un bien commun” qu’une seule personne ne peut ressentir sans en<br />

communiquer aux autres, “l’amour de soi est source de malheurs”, ou encore<br />

“faire le bien autour de soi revient à se faire soi-même du bien”…<br />

Pour conclure, nous dirons que la modernité qui nous conviendrait, au<br />

registre de la créativité en tant que composante essentielle de l’esprit de<br />

modernité, devrait être originale et émaner de l’intérieur. Nous ne pouvons<br />

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rompre tout lien avec notre héritage ce qui, d’ailleurs, est chose impossible. Par<br />

contre, nous pouvons nous défaire de sa partie devenue inutile et restituer son<br />

contenu encore fécond, tout en veillant à rompre avec les pratiques corrompues<br />

de la modernité occidentale pour n’en garder que les aspects positifs. Nous<br />

pourrons prétendre alors à contribuer au perfectionnement de la réalité<br />

moderniste occidentale qui, après avoir échoué à rendre l’homme plus heureux -ce<br />

qui d’ailleurs est l’ultime finalité de l’esprit de modernité, a tout intérêt à<br />

s’inspirer de notre vision de la modernité qui, forte d’un legs inestimable en<br />

valeurs nobles, détient des dispositions spirituelles énormes qu’elle peut<br />

communiquer aux autres et contribuer, ainsi, à apaiser la désolation morale de<br />

bon nombre d’entre eux.<br />

Après avoir explicité la manière d’appliquer le principe de majorité dans<br />

notre champ d’action, nous évoquerons maintenant le deuxième principe de la<br />

modernité : le principe de critique.<br />

IV. Application du principe de critique à notre champ d’action.<br />

Nous avions vu que le principe de critique était basé sur deux éléments<br />

essentiels : la “rationalisation” et la “différenciation”. Nous commencerons par<br />

examiner le passage de la pseudo-rationalisation à la vraie rationalisation.<br />

A) De la pseudo-rationalisation à la rationalisation : Nous sommes<br />

engagés, depuis peu, dans une critique rationnelle -ou rationalisation- de notre<br />

culture, ainsi que de nos diverses institutions politiques, juridiques et sociales.<br />

Cependant, loin d’être le produit de notre imagination ou de notre propre lecture<br />

de l’esprit de modernité, cet effort de critique a été conduit, lui aussi, d’une<br />

manière calquée en entier sur une réalité moderniste préexistante. En plus, nous<br />

n’avons même pas pris la peine de justifier ou de légitimer cette imitation, ni<br />

même essayer d’analyser les mécanismes de la critique que nous avons empruntés<br />

pour s’assurer de leur adéquation avec les sujets sur lesquels nous les avons<br />

appliqués, comme s’il s’agissait d’instruments prêts à servir quel que soit le type<br />

de modernité à construire, en tout temps et en tout lieu. Notre incapacité<br />

d’acquérir les outils de la critique, le peu de cas que nous faisons de son potentiel<br />

et la méconnaissance de ses rouages ainsi que le manque de confiance en nos<br />

potentialités intellectuelles, conjugués au mythe de l’existence d’une seul et unique<br />

voie vers la modernité, tout cela nous a contraints à nous accrocher aveuglément<br />

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aux méthodes reçues de la critique, sans être gênés outre-mesure par leur grande<br />

diversité et leurs contradictions, emboîtant le pas à ceux qui les ont conçues<br />

malgré les disparités entre les milieux et les circonstances. Le résultat en est<br />

l’énorme préjudice porté à une grande partie de notre histoire et de notre<br />

patrimoine. Car, que de vérités nous avons déformées ou altérées ! Que<br />

d’invraisemblances nous avons maquillées ou déguisées !<br />

Tel est l’état de pseudo-rationalisation dans lequel nous vivons. Pour en<br />

sortir, nous devrons rectifier les erreurs commises dans l’acception occidentale de<br />

la rationalisation, en reconsidérant, un à un, les postulats qui la sous-tendent.<br />

Ceux-ci se résument comme suit :<br />

1. La raison est capable de tout concevoir.<br />

2. L’Homme est maître de la nature.<br />

3. Tout peut être sujet à critique.<br />

Des trois postulats de la rationalisation, la première est, de toute évidence,<br />

la plus ancrée dans la pratique occidentale de l’esprit de modernité. Cette position<br />

centrale n’est pas, forcément, à transmettre à d’autres applications de l’esprit de<br />

modernité qui, quoique glorifiant la raison, se garde de préciser la nature ou le<br />

degré de sa suprématie. D’autant plus que ce postulat, aussi solide puisse-t-il<br />

paraître, ne résiste pas à l’analyse de sa pertinence dans son contexte même et par<br />

sa propre logique. Pour ce faire, il suffit de considérer les deux arguments<br />

suivants :<br />

Premièrement, l’esprit -qui est lui-même une chose- est incapable de saisir<br />

sa propre réalité pour la simple raison que tout instrument est censé être plus<br />

consistant que l’ouvrage. Aussi, pour comprendre l’esprit aurions-nous besoin<br />

d’un deuxième esprit supérieur au premier, lequel pour être compris requiert à<br />

son tour un troisième esprit encore plus accompli, ce qui nous entraîne dans une<br />

succession sans fin.<br />

Deuxièmement, la raison est incapable de tout concevoir parce qu’il fait<br />

lui-même partie de ce “tout” qui signifie ici la chose la plus vaste qui soit. Il est<br />

des choses dont la grandeur rend difficilement concevables, quoique<br />

théoriquement possible, par l’esprit. Qu’en serait-il alors pour l’esprit occidental<br />

que ses propres partisans qualifient d’étriqué et dont l’habileté se limite à<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

fabriquer des machines et générer des gains. C’est cet esprit même qu’ils ont<br />

baptisé “raison fonctionnelle”, par opposition à la “raison axiologique”, et n’ont<br />

de cesse de déplorer les désastres qu’il n’en finit pas d’occasionner à l’humanité<br />

(67).<br />

Par conséquent, notre approche de la rationalisation moderniste ne se<br />

limitera pas à concevoir les choses du point de vue de leur utilisation technique<br />

pour plus de soumission aux outils et pour ressentir davantage de besoins, mais<br />

selon leur utilité dans la consécration de valeurs à même d’élever l’être humain. Si<br />

la raison axiologique est plus ample que la raison fonctionnelle, qui a envahi la<br />

modernité occidentale avec son lot d’inconvénients, il est toutefois incapable de<br />

cerner convenablement l’ensemble des aspirations de l’être humain qui porte en<br />

lui un univers spirituel où se mêlent valeurs et symboles aux connaissances et<br />

techniques. Contrairement aux idées reçues, l’univers spirituel n’est pas exempt de<br />

rationalité, sauf que sa raison est d’un genre plus doux et plus élevé. Il est, donc,<br />

important que la raison à laquelle nous aspirons soit en mesure d’assimiler le côté<br />

spirituel au même titre que les sciences et les valeurs. La rationalisation que<br />

devrait poursuivre tout être humain doté de sagesse est celle qui, dans sa quête du<br />

savoir et de la technologie, est orientée vers les nobles significations<br />

profondément ancrées dans la conscience humaine.<br />

Le deuxième postulat de la rationalisation est tout aussi répandu dans les<br />

rangs des prétendus “modernistes” depuis qu’il a été proclamé par Descartes.<br />

Pour nous, il ne vaut guère mieux qu’une belle métaphore. En réalité, le maître<br />

d’une chose est celui qui en est le propriétaire, alors que l’Homme n’est pas le<br />

créateur de la nature, il n’en est que le légataire. Par conséquent, il ne peut<br />

prétendre en être le maître. Même après avoir découvert et utilisé à ses propres<br />

fins les lois de la nature, l’Homme est resté dans l’incapacité d’influencer ses<br />

comportements ou de maîtriser les conséquences de ses utilisations. Or, si<br />

l’Homme était le vrai maître de la nature, celle-ci aurait obéi à sa volonté comme<br />

un vassal à son suzerain, alors que la réalité est tout autre puisque les êtres<br />

humains continuent de se plier aux lois de la nature. L’Homme n’a-t-il pas<br />

cherché à se connaître lui-même comme il connaît la nature, c’est-à-dire sous<br />

forme de règles objectives et de normes supérieures ?! Et après avoir échoué à la<br />

dompter, il a emprunté une autre formule non moins fantaisiste : “le contrat avec<br />

la nature”. Si elle n’était pas habitée par un sentiment d’impuissance devant la<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

nature, l’humanité n’aurait pas songé à l’éventualité de conclure un accord avec<br />

elle à l’instar du prétendu “contrat social” au moyen duquel les hommes ont cru<br />

pouvoir mettre un terme aux dissensions qui les divisent.<br />

Dans notre façon de procéder à la rationalisation moderniste, nous nous<br />

garderons d’affronter la nature ou d’essayer de lui imposer notre suprématie.<br />

Nous chercherons plutôt à la comprendre, l’affectionner et la respecter afin<br />

qu’elle nous révèle ses secrets. Plus l’humanité avance dans sa connaissance des<br />

mystères de la nature, plus elle est capable de l’apprécier et la respecter, sans<br />

toutefois sombrer dans l’idolâtrie car seul le Tout-puissant mérite d’être adoré<br />

puisqu’il en est le créateur. La nature est une mère pour l’Homme et non son<br />

esclave, car il est sorti de sa matrice comme du ventre de sa mère génitrice. Or, il<br />

est incongru qu’une mère soit traitée en esclave par son propre enfant. Si<br />

l’humanité devait conclure un contrat -réel ou moral- il ne devrait pas se limiter<br />

au monde matériel comme ce fut le cas pour la modernité occidentale, mais<br />

englober tous les univers qu’ils soient ou non tangibles. En effet, l’individu ne<br />

peut traiter avec autrui que par le biais d’intermédiaires et de procédés qui sont<br />

autant d’éléments issus de tous les univers possibles et qui ont des droits à<br />

respecter et des exigences à satisfaire. Tous ces éléments doivent être considérés<br />

comme partenaires à part entière dans ce pacte grandiose. Ainsi, la rationalisation<br />

que nous prônons est celle qui adopte le principe d’un tel pacte universel global.<br />

Quant au troisième postulat de la rationalisation, il renferme lui aussi une<br />

part d’incohérence. Cette thèse est basée sur deux présomptions contestables :<br />

selon la première, la critique serait l’unique voie pour atteindre la vérité en toute<br />

chose, ce qui est faux. Les voies de la connaissance ne se limitent pas à la critique,<br />

car son opposé (l’information) en est bien une. Dans certains cas, au moins, la<br />

connaissance issue de l’information peut s’avérer plus pertinente que celle qui<br />

découlerait de la critique car celle-ci est toujours sujette à la révision et la<br />

rectification, alors que la première demeure une vérité éclatante et indubitable.<br />

La deuxième présomption soutient que toute chose est susceptible d’être<br />

critiquée, alors qu’en réalité certaines choses ne doivent être traitées ainsi, tels les<br />

valeurs morales et les idéaux qui ne peuvent être appréciés par le doute mais à<br />

travers la foi et la bonne conduite. Alors, seulement, ces valeurs révèleront à nous<br />

leur quintessence, tels deux amoureux qui s’apprécient en fonction de l’amour<br />

qu’ils ont l’un pour l’autre.<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

Pour cette raison, notre conception de la rationalisation moderniste devrait<br />

se baser sur une “critique pluridimensionnelle” au lieu de la critique<br />

unidimensionnelle qui s’est imposée dans la modernité occidentale. Dire que le<br />

bien-fondé d’une critique est tributaire de sa capacité d’aboutir à des preuves<br />

servant à confirmer ou à rectifier des vérités est une lapalissade. Cependant, les<br />

preuves ne sont pas identiques mais peuvent être de diverses natures. Ainsi, ce qui<br />

est considéré comme preuve irréfutable dans un domaine peut ne pas l’être dans<br />

un autre, voire dénué de toute valeur. Tout comme l’Homme, la nature et la vie<br />

constituent des catégories à la fois distinctes et interdépendantes, les indices qui<br />

s’y rapportent peuvent se présenter selon trois cas de figure : dans le premier cas,<br />

chaque catégorie obéit à sa propre logique ; dans le deuxième, cette logique peut<br />

être remodelée au gré des interconnexions entre les catégories ; et dans le<br />

troisième, la résultante de cette interaction permet le développement de logiques<br />

spécifiques à chacune des trois catégories. Il en ressort que la thèse de la “critique<br />

pluridimensionnelle” sur laquelle se base notre approche de la rationalisation<br />

rend indispensable, non seulement les échanges entre parties engagées dans un<br />

dialogue(68) -voire dans une critique mutuelle- mais, également, entre les<br />

différents types de critique.<br />

Pour clore ce chapitre, nous dirons que le genre de modernité qu’il nous<br />

appartient de chercher, eu égard à la rationalisation comme fondement de l’esprit<br />

de modernité, doit être intérieur et créatif. Ne nous contentons pas de l’esprit<br />

fonctionnel -ou statique- mais oeuvrons à l’intégrer dans un esprit plus vaste,<br />

capable de conférer à cette fonctionnalité la noblesse des valeurs qu’on nous a<br />

inculquée et la beauté de notre identité particulière. Un esprit qui n’a cesse de se<br />

remettre en question suivant les exigences des interactions entre les domaines qu’il<br />

tente de traiter, afin que les instruments qu’il élabore soient au service des plus<br />

grands, des plus magnifiques et des plus raisonnables des intérêts. Nos rapports<br />

avec la nature ne doivent plus être réduits à une relation de maître à esclave qui<br />

ne met point le premier à l’abri de l’insurrection du second, mais être reconsidérés<br />

comme une relation entre mère et fils, fondée sur un contrat respectueux de toutes<br />

les dimensions de la vie. Dans ce dernier genre de relation, la situation ne peut<br />

dégénérer comme dans le premier cas, car toutes les parties du contrat sont<br />

rassurées sur leurs droits et ont reconnu leurs devoirs.<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

Essayons de voir, maintenant, la manière de passer de la “pseudodifférenciation”<br />

à la “différenciation” qui constitue le deuxième pilier du principe<br />

de critique.<br />

B) De la pseudo-différenciation à la vraie différenciation : Il paraît que le<br />

mécanisme de différenciation a acquis chez nos soi-disant chercheurs modernistes,<br />

une notoriété telle qu’ils s’évertuent sans relâche à différencier dans tous les<br />

domaines et à tous les niveaux et prennent soin de scruter les moindres soupçons<br />

de discordance ou de clivage dans leur histoire et leur patrimoine, comme s’ils<br />

mesuraient le degré d’aboutissement de leur projet moderniste à leur capacité<br />

d’engendrer des ruptures. Toutefois, ces distinctions et ruptures sont ou bien<br />

empruntées à la modernité des autres, ou bien établies au moyen de concepts et de<br />

théories calquées sur eux. Nos pseudo-modernistes ont même poussé le zèle<br />

jusqu’à établir des différences entre les hommes et entre les contrées et élevé au<br />

rang de credo la nécessité de “séparer la modernité du patrimoine” et de “séparer<br />

la politique de la religion”.<br />

Quant à la “séparation de la modernité et du patrimoine” comme elle a dû<br />

avoir lieu en Occident, elle peut être appréhendée de deux manières : ou bien le<br />

patrimoine islamique est en discordance avec la réalité de la modernité telle<br />

qu’elle se présente en Occident, ce qui constitue un lieu commun ; ou bien le<br />

patrimoine islamique est incompatible avec l’esprit de modernité, ce qui est faux.<br />

Plusieurs facteurs militent en faveur de ce constat. Les principes mêmes de cet<br />

esprit que d’autres civilisations ont connus, outre la civilisation islamique , le<br />

vérifient. Certes, ces civilisations peuvent être différentes les unes des autres selon<br />

leur degré de conformité aux principes de cet esprit, mais toutes s’accordent à<br />

reconnaître leur bien-fondé. En plus, l’apport des musulmans au progrès de la<br />

pensée et de la science a contribué à attirer le regard de l’Occident vers cet esprit,<br />

sinon à leur inculquer ses principes. Sans oublier que ces principes peuvent exister<br />

en état de latence au fond du patrimoine islamique, même si l’on suppose qu’ils<br />

n’ont pas été traduits dans les faits. L’existence d’un principe n’a jamais été liée à<br />

sa réalisation, mais d’abord à sa conception.<br />

Pour ce qui est de la “séparation du politique et du religieux”, cette idée a<br />

été l’objet d’une malheureuse confusion que nous ne pouvons traiter ici en<br />

profondeur. Nous nous contenterons d’évoquer quelques aspects de cet imbroglio<br />

à travers des termes tels “religion”, “ici-bas”, “Etat”, “politique”, “charia”,<br />

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“Dieu” et “gouvernance” dont l’usage inconsidéré a failli se transformer en une<br />

même expression polysémique. Pour emprunter une expression en usage dans la<br />

logique, cette polysémie illustre une “erreur d’énoncé” où l’on attribue à une<br />

expression une signification qui la sort de son champ conceptuel et la rend ainsi<br />

vide de sens(69). Ceux qui se sont lancés dans cette controverse ressemblent, de<br />

plus en plus, aux occupants de la Tour de Babel dont la diversité linguistique a<br />

rendu inintelligibles les opinions des uns et des autres.<br />

Ainsi se présente la situation de pseudo-différenciation dans laquelle nous<br />

vivons et qu’il nous appartient de quitter en renonçant aux erreurs commises dans<br />

l’application occidentale de la différenciation. Récapitulons les axiomes sur<br />

lesquels s’est basée cette application :<br />

1. la séparation totale entre la modernité et la religion.<br />

2. la séparation totale entre la raison et la religion.<br />

3. la différenciation implique le renoncement à la sacralité.<br />

La première hypothèse (celle de la séparation absolue entre modernité et<br />

religion) est viciée par plusieurs suppositions erronées, dont la confusion entre<br />

l’Eglise et la religion, née de la rupture entre la modernité et l’institution du<br />

clergé, en tant qu’autorité politique et non religieuse. Or, la différence est énorme<br />

entre le clergé politisé et la religion chrétienne. Et quand bien même la rupture<br />

serait consommée entre la modernité et le clergé en tant qu’institution des<br />

religieux chrétiens, cela ne signifie nullement une révocation pure et simple de la<br />

chrétienté dont la pérennité ne dépend pas de la persistance du pouvoir des<br />

hommes de religion puisqu’ils n’en détiennent pas le monopole.<br />

La deuxième erreur de cette hypothèse est d’avoir entretenu l’illusion que<br />

la modernité est née de manière abrupte, alors qu’il s’agit d’un long processus<br />

dont les premiers soubressauts sont à chercher dans les cultures hellénique,<br />

judaïque et islamique qui étaient fortement imprégnées d’un esprit religieux. Il<br />

n’est, donc, pas à écarter que des influences de cet esprit se soient installées dans<br />

la modernité et conditionné -sinon prescrit- la formulation d’une partie de ses<br />

objectifs. Ceci nous permet de relever une troisième contradiction dans cette<br />

hypothèse car la modernité n’hésite pas à emprunter des concepts ouvertement<br />

religieux dont les notions de la “vie” dans son acception positive, du “parfait”<br />

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auquel aspire tout progrès, de la “fraternité” qui donne un sens à la solidarité et<br />

du “temporel” inhérent à l’histoire linéaire.<br />

La contribution des religieux à l’édification de la modernité représente une<br />

quatrième incohérence dans ce postulat. Il s’agit, en l’occurrence, de certains<br />

précurseurs de la Renaissance en Italie dont essentiellement les Protestants qui ont<br />

enclenché une réforme de la religion qui serait, selon certaines opinion, à la base<br />

de la naissance du capitalisme occidental. D’autres réformateurs réputés pour leur<br />

liberté d’esprit ont contribué également à cet effort, tel l’humaniste hollandais<br />

Erasmus. Sans oublier que parmi les œuvres des grands fondateurs de la<br />

modernité, certaines comportent des influences religieuses indéniables comme ce<br />

fut le cas de Descartes, Newton, Kant et Hegel.<br />

Dans notre conception de la différenciation moderniste, nous veillerons<br />

donc à reconnaître aux distinctions deux qualités essentielles : la fonctionnalité et<br />

la faculté d’assembler. Il ne s’agit pas, en effet, de frontières structurelles et<br />

permanentes, mais de simples séparations dictées par des considérations<br />

fonctionnelles et évolutives. Loin d’être hermétiques au point d’attribuer à<br />

chacune des parties séparées des caractéristiques réciproquement antinomiques,<br />

ces distinctions sont promptes à reconnaître les traits communs lorsqu’ils<br />

surgissent dans un contexte particulier.<br />

Certaines distinctions établies par la modernité occidentale à ses débuts<br />

sont maintenant remises en question et parfois complètement abolies, telle la<br />

séparation entre le politique et l’économique ou entre le social et le culturel. L’une<br />

des conséquences de ces cloisons arbitraires, qui ont suscité un engouement sans<br />

précédent partout dans le monde, il y a lieu de citer la séparation entre le<br />

politique et le religieux qui présente les particularités suivantes :<br />

1. Il s’agit d’une séparation parmi d’autres, engendrées par les mutations<br />

modernes qu’ont connues les institutions sociales. Elle ne mérite pas, de ce fait,<br />

de concentrer tous les efforts aux dépens des autres distinctions à établir.<br />

2. C’est une séparation fonctionnelle dépourvue de tout fondement<br />

structurel<br />

3. C’est une distinction qui n’empêche pas les deux champs ainsi séparés<br />

d’être réunis dans un contexte différent ou lorsqu’il devient possible de les<br />

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gérer ensemble tout en les laissant unis. Cette manière de procéder serait<br />

certainement meilleure que la première, car l’intégration vaut toujours mieux<br />

que la séparation. Il est, donc, de notre devoir d’explorer cette meilleure voie<br />

que nous évoquerons ultérieurement.<br />

Le deuxième postulat de la différenciation (la séparation totale entre la<br />

raison et la religion) est tout aussi erroné vu qu’il relègue la religion au rang de<br />

l’irrationnel au motif qu’il se base sur des croyances métaphysiques ou<br />

mythologiques, ce qui est inexact. L’irrationnel est, en effet, un concept qui peut<br />

revêtir trois significations au moins : “l’impossible” telle la simultanéité de deux<br />

notions contradictoires, “l'inconcevable par l’esprit” en raison de son caractère<br />

supérieur ou transcendant, et les catégories que l’esprit ne peut ni confirmer ni<br />

infirmer(70). Il en résulte que ce que l’on décrit comme “métaphysique” peut être<br />

qualifié d’irrationnel selon qu’il s’agisse de l’une ou l’autre de ces situations.<br />

Dans le cas où l’irrationnel est pris comme synonyme d’ “impossible”, il<br />

n’est pas exclu que la raison dialectique parvienne à concilier les éventuelles<br />

contradictions. Alors, la religion devient rationnelle sous une perspective<br />

dialectique. D’autre part, si l’irrationnel désigne l’inconcevable pour la raison, il<br />

est fort possible qu’un esprit supérieur à l’esprit commun puisse comprendre les<br />

vérités que celui-ci est incapable de concevoir. De la sorte, la religion serait<br />

rationnelle à la faveur d’un esprit élevé que d’aucuns appelleraient “âme”. C’est<br />

justement cette deuxième signification que l’on donne souvent à la religion.<br />

Si, par contre, l’on qualifie d’irrationnel tout ce que la raison ne peut ni<br />

confirmer ni infirmer, cela implique qu’il serait inapproprié de le soumettre aux<br />

normes de la raison commune. A ce moment, il ne nous appartient pas de le<br />

traiter de rationnel ou d’irrationnel. En conclusion, nous conviendrons que la<br />

religion, même en supposant qu’elle repose sur des notions surnaturelles, n’est<br />

nullement en opposition avec la raison dialectique, ni avec la raison spirituelle.<br />

Pour ce, notre itinéraire vers la différenciation moderniste prend en<br />

considération deux éléments essentiels dont la rationalisation de la religion. Nul<br />

ne saurait contester le fait que le concept de “religion” chez nous est différent de<br />

celui de la modernité occidentale. Si, au regard de celle-ci, la religion n’est autre<br />

qu’une “série de croyances et de rites irrationnels”, il représente pour nous “une<br />

doctrine et des prescriptions légales”. En outre, dans leur grande majorité, ces<br />

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prescriptions ne sont pas, selon la raison fonctionnelle qui règne sur la modernité<br />

occidentale, totalement irrationnelles, elles sont même pour la plupart rationnelles<br />

et doivent, par conséquent, occuper le rang qui leur incombe dans tous les<br />

domaines de la vie moderne. Quant à la partie jugée irrationnelle, elle doit faire<br />

l’objet d’une relecture susceptible de la rendre plus rationnelle à la lumière des<br />

nouvelles circonstances, sinon il serait impératif de procéder à une reconstitution<br />

de la raison de façon à lui permettre de comprendre de telles prescriptions.<br />

Le deuxième élément constitutif de notre conception de la différenciation<br />

moderniste est l’extension du politique. Notre conception de la “politique” est, de<br />

toute évidence, différente de celle de la modernité occidentale. L’une des<br />

définitions qu’en donne la réalité occidentale se résume à “la gestion des affaires<br />

publiques au moyen de lois et règlements établis par la communauté elle-même”,<br />

tandis que pour nous, ces lois et règlements doivent être “choisis” et non<br />

“établis”. Il est, en effet, possible qu’un individu choisisse quelque chose qu’il n’a<br />

pas lui-même établie. Dans notre cas, les règlements peuvent être élaborés par<br />

nous ou dictées par notre Créateur, mais toutes procèdent de notre propre choix.<br />

Aussi, la gestion devrait-elle privilégier le choix à la conception, de sorte que<br />

l’évaluation rationnelle de l’action politique s’appuie sur la pertinence du choix et<br />

non sur la capacité de prescrire des règles et des lois. Ainsi, seulement, la<br />

rationalité de l’action politique serait proportionnelle à sa faculté de choisir.<br />

Enfin, le troisième postulat de la différenciation (la différenciation est<br />

tributaire du renoncement à la sacralité) est un leurre qui procède d’une<br />

mystification largement répandue selon laquelle “là où il y a sacralité, il y a<br />

sorcellerie”. Le sacré est, en réalité, une qualité glorifiant une nature<br />

transcendante et sans pareil dans notre monde, alors que la sorcellerie est le culte<br />

de principes maléfiques et nuisibles à l’ordre de ce monde que le sorcier tente<br />

d’incarner comme dans un rituel primitif. Et depuis que la différenciation a investi<br />

les différents aspects de la vie et rendu possible la spécialisation et le partage des<br />

rôles, l’Homme a pu, grâce aux apports de la technologie et aux opportunités<br />

d’anticipation qu’elle offre désormais, dévoiler des mystères qui portaient à croire<br />

que l’univers était gouverné par des forces occultes. Néanmoins, cette<br />

démystification ne signifie guère que la sacralité disparaîtra complètement de<br />

l’univers, car celui-ci n’est pas que manifestations mais surtout un ensemble de<br />

signes. Entre les deux catégories, la différence est énorme car si les manifestations<br />

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obéissent à la rigueur de la rationalisation et aux normes de la différenciation, les<br />

signes, eux, renseignent sur des sens cachés et démontrent ainsi l’existence d’un<br />

auguste créateur auquel nul ne saurait se mesurer. Même ces lois qui commandent<br />

les manifestations externes -soit le domaine d’action de la rationalisation et de la<br />

différenciation- conduisent, dans de nombreux cas, ceux qui sont à la base de leur<br />

découverte et leur formulation à ressentir la gloire de celui qui les a conçues et<br />

consignées dans le registre de l’univers pour les ériger en codes sempiternels.<br />

Partant, nous nous proposons de fonder notre vision de la différenciation<br />

moderniste sur une vérité fondamentale qui conçoit l’être humain comme une<br />

entité continue dont la communion avec le temps et l’espace est évidente. Même<br />

en prenant soin de se détacher d’un moment ou d’un lieu déterminés, aucun<br />

individu ne peut s’empêcher d’y retourner par sa pensée, sa mémoire et son<br />

imagination, autrement dit par son âme. Cette continuité va au-delà des frontières<br />

du temps et du lieu apparents que l’âme humaine franchit allégrement pour se<br />

retrouver dans des mondes libres de toute contrainte spatio-temporelle. Grâce à<br />

ce transfert, l’Homme est enclin à scruter autour de lui des empreintes de ces<br />

mondes évanescents et là, seul le sacré peut venir à sa rescousse. En ce monde<br />

réel, toute chose peut en effet receler d’innombrables traces et secrets relatant les<br />

liens de l’Homme avec ces autres mondes. Et entre secret et magie, l’écart est<br />

énorme car le premier se perpétue et se renforce avec chaque nouvelle découverte,<br />

alors que la seconde s’estompe et s’évanouit. Il est vrai que chaque découverte<br />

révèle un ou plusieurs secrets qui permettent à ceux qui les saisissent de raffermir<br />

leurs liens avec d’autres dimensions de leur humanité. A ce stade, il n’est guère<br />

surprenant que l’individu “différencié” issu de la modernité occidentale trouve le<br />

monde “dénué de sens” -puisqu’il est incapable d’en apercevoir les secrets- et<br />

“peu digne de confiance” -après avoir été châtié par ses calamités- et qu’il<br />

éprouve plus d’effroi à l’idée de la mort depuis qu’il a été coupé de l’au-delà.<br />

Là aussi, pour conclure ce chapitre sur le dernier élément constitutif de<br />

l’esprit de modernité, nous conviendrons que la différenciation qu’il nous faut<br />

doit être interne et créative. La sphère du rationnel est très vaste dans la religion<br />

islamique et comporte des éléments pouvant constituer la base d’une nouvelle<br />

pensée rationnelle à même de pallier aux déficits de la raison moderniste<br />

occidentale. Le champ politique peut lui-aussi faire l’objet d’une extension pour<br />

baliser la voie devant l’émergence d’une nouvelle pensée politique axée sur le<br />

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principe du choix et non de l’établissement. Une fois réunis ensemble, le droit au<br />

choix et la rationalisation autorisent l’action politique à s’accommoder de la<br />

pratique religieuse qui se retrouvent ainsi naturellement associées et ne peuvent<br />

être séparées que pour de solides raisons. Quant à nos rapports avec l’univers, au<br />

lieu de s’appliquer au décryptage de ses codes pour l’exploiter nous devrions nous<br />

orienter vers la découverte de ses secrets pour mieux l’habiter, et au lieu de<br />

vouloir rompre avec ses manifestations, nous gagnerons à établir des contacts<br />

avec elles car c’est l’unique issue vers les sens cachés de ce monde. Plus nous<br />

avançons dans la connaissance des lois qui commandent ces manifestations<br />

apparentes, plus nous serons en mesure de déduire leurs significations et portées<br />

profondes. Seule une telle communion est capable de redonner un sens à l’univers,<br />

à restaurer la confiance en son évolution et à rendre plus tolérable la perspective<br />

de la mort en son sein.<br />

Après avoir achevé notre analyse du deuxième principe de l’esprit de<br />

modernité, nous passerons au troisième principe : “le principe d’universalité”.<br />

V. Application du principe de l'universalité dans l'usage quotidien:<br />

Le principe de l'universalité est composé de deux éléments fondamentaux,<br />

en l'occurrence l'extensibilité et la globalité.<br />

Nous aborderons, dans un premier temps, les moyens permettant le<br />

passage de la semi-extensibilité à l'extensibilité.<br />

a) De la semi-extensibilité à l'extensibilité:<br />

Nul doute que la modernité dans notre société islamique n'a pas touché<br />

tous les domaines de la vie. Si elle a porté sur les volets scientifique, technique et<br />

économique au point de renforcer notre capacité consommatrice, au détriment de<br />

notre capacité productive, il n'en demeure pas moins que la modernité n'a pas<br />

bénéficié aux domaines politique, juridique et social. De plus, cette modernité<br />

demeure encore superficielle, du fait qu'elle n'a touché que la forme.<br />

Ce décalage accusé au niveau de l'extensibilité moderniste est imputable à<br />

la modernité mécanique marquée par son caractère palpable, contrairement à la<br />

modernité des idées. Elle est, en outre, moins porteuse de risques pour les<br />

institutions locales et rapporte de grands bénéficies aux patrons des grandes<br />

sociétés. C'est ainsi que la modernité mécanique a trouvé un soutien des plus forts<br />

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auprès des institutions et des sociétés. D'autant plus que les valeurs issues de ce<br />

genre de modernité peuvent disparaître, à la faveur des valeurs traditionnelles<br />

locales. Quant au domaine moral, il semble que l'extensibilité l'aurait touché,<br />

avant même les domaines politique et juridique, et ce d'une manière très<br />

profonde. Aussi, la corruption a-t-elle sévi dans notre quotidien, la réforme de la<br />

vie publique ayant été, quant à elle, reléguée au second plan.<br />

Le véritable processus moderniste est engagé par la modernisation des<br />

mœurs, tout d'abord, ensuite des idées, des institutions, suivie par la<br />

modernisation mécanique.<br />

Il n'est point de liberté d'opinion dans nos sociétés. Et sans cette liberté,<br />

point d'initiative scientifique, encore moins d'esprit de gestion et de créativité.<br />

En fait, c'est cette semi-extensiblité que nous vivons actuellement. Il est<br />

donc impératif de dépasser cette étape, en surmontant les lacunes qui ont<br />

compromis une bonne application du principe de l'extensibilité. Nous citerons,<br />

dans ce contexte, les postulats qui ont présidé à cette application:<br />

1. La modernité est un fait inéluctable.<br />

2. La modernité apporte une force globale.<br />

3. L'essence de la modernité est purement économique.<br />

Le premier postulat de l'extensibilité, à savoir “la modernité est un fait<br />

inéluctable”, puise sa justification du fait que les décideurs politiques et le<br />

patronat, voire même les intellectuels en Occident, sont désormais convaincus que<br />

la modernité est une fatalité à laquelle l'Homme ne peut échapper. Selon eux, il<br />

s'agit d'un phénomène général et complexe inéluctable qui doit être accepté, avec<br />

ses bienfaits et ses méfaits. D'autant plus, pensent-ils, que l'Homme ne peut vivre<br />

sans modernité et qu'il serait vain d'en séparer les impacts négatifs de ceux<br />

positifs, qui sont si complexes et interdépendants. Les points négatifs doivent de<br />

ce fait être acceptés et adaptés à la vie.<br />

Cette position pessimiste, ou logique défaitiste, est erronée. En effet, la<br />

modernité conçue par l'Occident n'est pas imposée par la nature des choses ou<br />

par une volonté divine, mais elle est le fruit de l'Homme qui en a établi les règles,<br />

suivant sa propre volonté. Et c'est à lui maintenant de la réformer et d'en trouver<br />

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un processus autre que celui choisi actuellement, et de surmonter ces nouveaux<br />

écueils, comme il a d'ailleurs dépassé les difficultés qui ont entravé<br />

l'aboutissement à la modernité.<br />

En fait, la réforme doit être plus facile que la création. Ce n'est pas pour<br />

autant dire que la réforme sera chose facile qui ne dépend que de quelques<br />

orientations, recommandations ou solutions techniques partielles. Il convient<br />

donc d'élaborer un projet global pour un nouveau développement qui<br />

impliquerait les différentes institutions, acteurs et potentialités.<br />

Ainsi, l'extensibilité se base sur un fait essentiel, à savoir que “l'Homme est<br />

plus fort que la modernité”. Si ce premier processus de modernité a échoué,<br />

l'homme est capable de corriger, voire même de créer une deuxième modernité<br />

qui soit meilleure. Il peut même inventer un autre mode de vie qui ne soit pas du<br />

même genre que la modernité, inédit et sans précédent dans l'histoire de<br />

l'humanité. Cette initiative, tributaire de la volonté de l'Homme, ne peut que<br />

stimuler l'imagination et développer l'esprit de créativité. L'homme, qui a<br />

dynamisé la modernité pour en faire un processus d'évolutions régi par des lois<br />

objectives, peut, grâce à une ferme volonté, changer progressivement la trajectoire<br />

de ce processus. La modernité serait, de ce fait, non pas une réalité inchangeable<br />

et une fatalité telle que définie précédemment, mais un phénomène historique<br />

transitoire qui apparaît et disparaît, la volonté de l'Homme étant quant à elle<br />

immuable tant qu'il existe. Et c'est cette même volonté qui a donné lieu à une<br />

succession de civilisations qui ont émergé et disparu.<br />

Concernant le deuxième postulat, à savoir “la modernité apporte une<br />

force globale”, nous pouvons avancer que la modernité a doté certes les pays<br />

occidentaux d'une force matérielle écrasante, et augmenté leurs besoins de savoir<br />

et de pouvoir, devenant ainsi des puissances qui imposent leur hégémonie sur les<br />

autres pays, les privant même de leur droit d'accéder à la modernité. La<br />

modernité a également consacré, au sein de ces sociétés, une prééminence de la<br />

raison, conjuguée à une vision matérialiste et à des valeurs basées sur les intérêts<br />

personnels, aux dépends de la vie humaine. Aussi, ces pays ont-ils été imprégnés<br />

de narcissisme et d'épicurisme(71). Nous ne pouvons guère être étonnés que cette<br />

déviance ait soulevé une réaction au sein des sociétés occidentales, sous forme de<br />

“retour religieux”, “retour à l'irrationnel”, “retour spirituel” ou “retour au<br />

sacré” qui expriment d'emblée un besoin profond auquel cette nouvelle<br />

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application n'a pu répondre. Lorsque ce matérialisme atteint son point culminant<br />

dans la modernité occidentale au point de devenir un nouveau paganisme, il n'est<br />

guère surprenant que ce retour soit empreint d'une anarchie cultuelle qui a elle<br />

aussi atteint son summum. Force est de constater que les membres de ces<br />

communautés ne se sont pas contentés uniquement d'embrasser des religions<br />

traditionnelles des plus connues, mais ils ont inventé des cultes inimaginables,<br />

voire adhéré à des sectes pour se donner comme offrandes, en se suicidant de la<br />

pire manière qui soit.<br />

A ce titre, nous pouvons avancer que notre approche de l'extensibilité<br />

moderniste se base sur un deuxième fait : “le corps de l'Homme fait partie<br />

intégrante de sa spiritualité”. Ainsi, l'application de l'un des principes de la<br />

modernité qui englobe les différents domaines de la vie humaine doit impliquer<br />

aussi bien le corps que l'esprit de l'Homme. Aussi, la modernité doit elle répondre<br />

à ses besoins matériels mais aussi spirituels, ces derniers aspects devant régir<br />

même les aspects matériels. Si l'esprit perd son rôle d'orientation de la matière,<br />

nous ne pouvons prévenir les comportements déviants de l'individu, et encore<br />

moins les déséquilibres des relations sociétales. A notre avis, la modernité<br />

matérielle n'est qu'un des deux piliers sur lesquels se fonde l'esprit de la<br />

modernité. Le deuxième pilier est appelé “modernité spirituelle”. En effet, on<br />

s'arrêtant sur les valeurs qui président à l'esprit de la modernité, tels “la dignité”,<br />

“la justice”, “l'égalité”, “la liberté”, “la tolérance” et “la fraternité”, nous<br />

pouvons noter, que ces valeurs, aussi exemplaires soient-elles, perdent leur rang<br />

tant qu'elles sont cantonnées dans les intérêts matériels et éloignées des valeurs<br />

morales. Si la justice n'est concevable que par le partage des ressources<br />

extérieures, elle l'est également par le partage des ressources intérieures.<br />

L'imaginaire ne doit nullement prendre le dessus sur la raison, de même que la<br />

raison ne doit pas à son tour empiéter sur l'imaginaire. La liberté ne peut, quant à<br />

elle, être acquise que par le délaissement des restrictions extérieures, mais aussi<br />

par les caprices intérieurs. Il en va de même pour l'égalité qui dépend de<br />

contingences externes mais également internes. Quant à “la dignité, “la<br />

tolérance” et “la fraternité”, elles n'ont de valeur que si elles véhiculent des<br />

charges matérielles à la mesure des charges spirituelles. Pourtant, ces valeurs ne<br />

sont guère, à elles seules, suffisantes pour parvenir à “la modernité spirituelle”<br />

requise. Il est donc impératif de créer de nouvelles valeurs et de ressusciter des<br />

valeurs positives qui sont tombées dans l'oubli, comme c'était le cas pour “la<br />

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solidarité” et “la responsabilité”. Il convient également de créer des valeurs<br />

“verticales” qui puissent hisser la volonté à un niveau supérieur. Ces valeurs sont<br />

foncièrement tributaires d'un changement radical de la foi.<br />

Dans le troisième postulat, à savoir “l'essence de la modernité est<br />

purement économique”, l'économie, suivant la modernité occidentale, n'est pas<br />

uniquement un facteur humain intégré dans les autres facteurs sociaux, mais elle<br />

constitue une réalité autonome dont la logique commence à dominer les autres<br />

composantes, voire l'organisation sociale tout entière dont l'unique préoccupation<br />

est devenue l'extensibilité économique et la croissance illimitée de la production et<br />

de la consommation. Le pouvoir du marché et des produits devient ainsi le plus<br />

fort.<br />

Cette tendance “économiste” de la réalité moderniste s'est écartée de<br />

l'esprit sur lequel cette dernière s'était fondée à l'origine, à savoir la dignité de<br />

l'Homme, dans la mesure où la croissance économique est devenue une fin en soi,<br />

les droits de l'Homme n'étant qu'un moyen devant servir cet objectif (santé,<br />

éducation, culture, liberté, démocratie ou environnement). D'autre part, la<br />

consommation excessive a ancré chez l'individu une tendance épicurienne qui<br />

associe l'importance des actes et des choses au degré du plaisir qu'ils vont lui<br />

procurer. L'individu, qui se laisse dominer par cette tendance, échappe aux<br />

restrictions morales qui régulent ses comportements, notamment sexuels. Il<br />

considère, de ce fait, tous les modes de vie légitimes, tant qu'il y trouve du plaisir.<br />

Ce sont là autant d'éléments qui portent gravement atteinte à l'esprit de la<br />

modernité.<br />

Nous pouvons ainsi avancer que notre cheminement sur la voie de<br />

l'extensibilité moderniste doit se baser sur un troisième fait, à savoir “l'essence de<br />

l'Homme est purement éthique”. En effet, l'acte économique est en lui-même un<br />

acte moral qui valorise l'homme tant qu'il le préserve et l'abaisse tant qu'il lui<br />

porte atteinte. Nous pouvons évoquer, dans ce contexte, “la recherche de la<br />

perfection”: si cet élément est une caractéristique de l'Homme, en ce sens qu'il<br />

aspire toujours à un avenir meilleur, il serait judicieux de relever que ce n'est pas<br />

sa richesse, encore moins son pouvoir d'achat qui le doteront de cette perfection.<br />

En effet, ce sont ses actes, sa capacité morale et son attachement aux valeurs<br />

nobles qui donnent à l'Homme cette qualité.<br />

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Nous citerons également, dans ce sillage, une deuxième idée à savoir “le<br />

futurisme” considéré comme une caractéristique inhérente à la perfection. En<br />

effet, le futurisme n'est pas conditionné par la croissance économique, mais par<br />

les valeurs morales qui puisent leur essence de la religion révélée. En effet, la<br />

notion du “futur” est purement religieuse. Cette idée semble échapper aux<br />

partisans de la tendance progressiste qui n'ont de cesse d'associer le progrès<br />

matériel à l'avenir. Sans religion, l'Homme n'aurait pu sortir de son présent pour<br />

accéder au futur. Les valeurs religieuses sont d'emblée celles qui dotent l'Homme<br />

de la perfection, étant la conscience et le guide vers l'avenir.<br />

En somme, la modernité requise, au niveau de l'extensibilité, est “une<br />

modernité interne et innovatrice. L'extensibilité se baserait ainsi sur trois faits.<br />

Premièrement “l'Homme est plus fort que la modernité” : l'homme est capable de<br />

changer le cours de la modernité, en termes de réforme et d'évolution, comme est<br />

le cas pour les phénomènes historiques transitoires. Deuxièmement, “le corps de<br />

l'Homme relève de son esprit” : Les changements survenus au niveau de la<br />

matière sont imputables à l'esprit. De ce fait, l'inauguration de l'ère d'une<br />

modernité spirituelle devient un impératif urgent, afin de préserver l'équilibre<br />

entre les forces de la modernité. Troisièmement, “l'essence de l'Homme est<br />

purement éthique”. Cette idée démontre que les deux principes sur lesquels se<br />

fondent “le progrès”, à savoir “la perfection” et “le futurisme” ne sont pas<br />

d'origine économique, mais sont puisés des valeurs religieuses. L'usage de ces<br />

deux principes dans le domaine économique ne doit pas en occulter l'essence<br />

religieuse, faute de quoi le processus moderniste serait mis en péril.<br />

Nous évoquerons maintenant le passage de “la semi-globalité” à “la<br />

globalité”, qui est le deuxième principe fondamental du principe de l'universalité.<br />

b) Le passage de la semi-globalité à la globalité:<br />

Il est indéniable que le concept de “globalité”, dans son sens “d'englober<br />

tous les êtres humains”, nous est familier. L'islam, à l'instar des autres religions,<br />

appelle à “l'universalité”. Il serait même la religion qui donne le plus<br />

d'importance à cet appel, dans la mesure où il s'adresse à “tous les mondes”, à<br />

savoir ceux que nous connaissons et ceux que ne nous connaissons pas. Mais il<br />

est déplorable que nous ayons mal utilisé cette notion. Comme nous le savons<br />

tous, la modernité a émergé sur les vestiges de la doctrine cléricale(72). Elle a<br />

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même été associée au rejet complet de la religion. Dans le cadre de cette transition<br />

moderniste, la défense de l'islam et la transmission de sa mission universelle sont<br />

taxées d’irrationalisme religieux” qui est à l'antipode du rationalisme de la<br />

modernité. En dépit de cette situation, des savants musulmans ont emprunté cette<br />

voie en adoptant l'idéologie de la défense de la religion, au risque d'être accusés<br />

d'anti-rationalistes. Cette accusation n'a eu pour effet que de renforcer<br />

l'attachement de ces derniers à leur position, devenant ainsi, aux yeux des<br />

“modernistes”, un danger pour “la raison” et le rationnel. Ces savants n'ont pas<br />

saisi l'occasion de l'ouverture sur le monde, refusant de se départir de leur<br />

position et d'adhérer à la démarche de la participation, laquelle se base sur la<br />

contribution à une nouvelle modernité, à savoir la modernité de “la communauté<br />

internationale”.<br />

C'est cette semi-globalité que nous vivons actuellement et que nous devons<br />

dépasser en surmontant les difficultés qui ont compromis une bonne application<br />

en Occident du principe de la globalité.<br />

Nous essayerons maintenant de relever les postulats qui ont été à l'origine<br />

de cette mauvaise application, à savoir :<br />

1. La modernité renforce l'esprit individualiste.<br />

2. La laïcité préserve le caractère sacré de toutes les religions<br />

3. Les valeurs de la modernité sont universelles<br />

Concernant le postulat “la modernité renforce l'esprit individualiste”, les<br />

chercheurs sont unanimes à souligner que la modernité implique<br />

“l'individualisme” : l'individu décide de son sort, crée sa vie et s'érige en<br />

responsable de tous ses actes, faisant ainsi de son existence dans la société un<br />

moyen pour réaliser son propre bien-être. Mais cet individualisme, aussi lié soit-il<br />

à la modernité occidentale, n'est pas inhérent à l'esprit de la modernité. En effet,<br />

cet esprit appelle à doter l'individu de tous ses droits, ses libertés et de préserver<br />

sa dignité, afin qu'il puisse choisir les différentes institutions qui devraient gérer<br />

ses affaires au sein de la société. Cet appel, qui ne prévoit pas si l'individu doit<br />

gérer ses intérêts uniquement, sans se soucier des intérêts des autres, est centré sur<br />

la dignité de l'Homme. Ainsi, la différence entre les notions d' “homme” et<br />

d’individu” est claire. En effet, la notion d'homme réfère à “un rang exemplaire”<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

qui est conditionné par le concept du devoir, alors que l'individu réfère à "un<br />

rang social" déterminé par le concept de la réalité. Or, la modernité occidentale<br />

est passée du rang d'homme au rang d'individu, substituant ainsi aux qualités de<br />

la perfection l'égoïsme et le narcissisme.<br />

Ainsi, notre cheminement sur la voie de la globalité moderniste doit-il se<br />

baser sur l'idée selon laquelle les contours d'une nouvelle société se dessinent<br />

désormais dans l'horizon d'une nouvelle modernité que nous appellerons “société<br />

universelle”. Il serait donc aberrant que cette même société soit une copie de la<br />

société consacrée par le premier modèle de la modernité, qui est, comme nous<br />

l'avons souligné auparavant, une société d'individus vaquant à leurs propres<br />

intérêts. Il est donc impératif d'adopter une nouvelle pensée qui serait en<br />

adéquation avec cette nouvelle société mondiale. Elle doit également être<br />

différente de la pensée instituée par “le cogito cartésien” qui met l'individu au<br />

centre de l'existence. Cette nouvelle pensée peut être appelée “pensée globale”,<br />

par opposition à “pensée mineure” consacrée par “le cogito cartésien”.<br />

Cette nouvelle pensée, qui prévoit de “s’intéresser aux autres comme nous<br />

nous intéressons à nous-mêmes”, impliquerait ainsi “une pensée collective” qui<br />

trouve sa légitimité dans trois faits :<br />

Premièrement, chaque problème qui survient dans une région du monde<br />

touche également les autres régions, sa solution étant universelle. Deuxièmement,<br />

l'éclatement culturel des communautés a engendré un besoin urgent et pressant de<br />

communiquer entre elles. Troisièmement, les sociétés civiles sont en passe de<br />

devenir transcontinentales, à l'instar des grandes sociétés multinationales. Elles<br />

sont les seules à pouvoir relever les défis que confrontent les populations dans le<br />

monde entier; d'autant plus que le pouvoir des pays promoteurs du premier<br />

modèle de la modernité commence à s'estomper, leur déchéance semblant être<br />

imminente. Ainsi, la communauté internationale ne peut être conçue que sur la<br />

base d'une “pensée globale”, seule garante d'une bonne application de l'esprit de<br />

la modernité.<br />

Concernant le postulat qui veut que “la laïcité préserve le caractère sacré<br />

de toutes les religions”, nous pouvons rappeler que d'aucuns, comme nous le<br />

savons tous, ont lié la modernité en Occident à “la laïcité”. Hésitant à déterminer<br />

ses caractéristiques, ils l'ont définie comme “la fin du pouvoir clérical”, “le déclin<br />

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du christianisme”, “la fin de la religion” ou encore “l'éclipse de Dieu”. L'une des<br />

acceptions les plus célèbres a été la séparation entre la gestion du politique qui<br />

concerne la chose publique et le choix de la religion qui entre dans le cadre de la<br />

chose privée. Nous pouvons dire alors que lorsque la modernité s'installait dans<br />

les différentes contrées qui ont des religions différentes, elle préservait la sacralité<br />

de la religion.<br />

La laïcité met ainsi toutes les religions sur un pied d’égalité, donnant<br />

l'impression qu'elle permet à chacun de choisir la religion qui lui sied et que<br />

toutes les religions sont égales. Cette égalité entre les religions n'est pas juste, les<br />

politiques, les philosophies et les idéologies étant elles mêmes différentes. En effet,<br />

il est des cultes qui sont rationnels, d'autres qui sont globaux, des religions qui<br />

sont révélées et d'autres qui sont le fait de l’Homme. La modernité, qui critiquait<br />

les politiques et les philosophies à travers leurs forces et leurs faiblesses, a aussi<br />

fait subir, suivant ses critères rationnels, le même traitement aux religions. Cette<br />

critique serait peut-être bénéfique dans l'étude des problèmes qui ont résulté de la<br />

séparation entre la chose publique et la chose privée.<br />

Si cette logique a échoué, c'est parce qu'elle considérait toutes les religions<br />

comme “irrationnelles”, les vouant ainsi à “la marginalisation” et au “dédain”.<br />

Ainsi, le processus de la globalisation moderniste doit se baser sur la<br />

pensée globale qui stipule qu'il convient de penser à notre religion en ayant à<br />

l'esprit les autres religions, pour déterminer laquelle est la plus rationnelle, selon<br />

la situation qui nous préoccupe”.<br />

En se basant sur cette pensée, il semble que le rationalisme, utilisé souvent<br />

comme un moyen pour marginaliser les religions, est un rationalisme mécanique<br />

véhiculé par le premier modèle de la modernité.<br />

En guise de conclusion, nous pouvons avancer que la gestion de la chose<br />

publique s'est réalisée dans le cadre de ce modèle à travers un rationalisme qui ne<br />

convient pas aux communs des mortels. Quant au rationalisme des<br />

“versets” (religieux), il ouvre, contrairement au rationalisme mécanique, de larges<br />

perspectives, notamment pour le dialogue.<br />

La deuxième modernité devrait tirer profit des possibilités rationnelles<br />

offertes par la pensée transitive qui la caractérise afin de mettre au point une<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

autre raison qui se substituerait à la raison des machines. Cette raison alternative<br />

mettrait à contribution ceux qui sont capables de saisir la portée des symboles<br />

aussi bien que l’usage des machines, car un esprit pour qui un outil ne vaut guère<br />

mieux qu’un outil est plus estimable que celui qui élève la machine au rang d’un<br />

miracle.<br />

Pour ce qui du postulat de la généralisabilité, les partisans du premier<br />

modèle de modernité insistent sur l’universalité des valeurs qu’ils ont acquises au<br />

prix d’une âpre lutte et leur convenance à tous les peuples et à tous les esprits,<br />

encore qu’elles soient nées sur leur terre et aient marqué leur histoire avant d’être<br />

propagées à travers le monde par la force de la persuasion et la dissuasion. Une<br />

donnée fondamentale semble, toutefois, avoir été négligée, à savoir l’écart entre<br />

les valeurs qu’ils proclament et les réalités dont ils ont été les instigateurs ou, en<br />

d’autres termes, la différence entre ce que nous avions baptisé “esprit” et “<br />

réalité” de la modernité. Une autre application de cet esprit pourrait, donc,<br />

supplanter la première étant donné que ses valeurs sont, en grande majorité,<br />

universelles. Nul ne peut contredire la portée universelle des valeurs de justice,<br />

d’équité, de liberté et de dignité et leur validité non seulement pour le monde dans<br />

lequel nous vivons, mais aussi pour tous les univers possibles et imaginables !<br />

Cependant, la modernité occidentale comme nous la constatons et pratiquons est<br />

dépourvue de toute universalité, car il s’agit d’une application locale que ses<br />

instigateurs ont imposée aux peuples de la terre. Il s’agit donc d’un fait local<br />

promu par la force au rang de l’universalité. Or, ils auraient mieux fait, si<br />

vraiment ils étaient animés par la volonté d’aider les autres, de leur montrer<br />

d’autres manières d’appliquer l’esprit de modernité qui soient mieux adaptées à<br />

leurs conditions, afin que leur modernité puisse être authentique et issue de leur<br />

créativité et de leur choix. Des indices sur l’existence de diverses possibilités<br />

d’application de l’esprit de modernité commencent en effet à prendre forme avec<br />

l’émergence d’une nouvelle modernité après que la première ait épuisé ses<br />

potentialités et achevé son rôle historique et après avoir montré des signes de<br />

précarité et de décadence. En outre, des appels commencent à se faire entendre<br />

pour la recherche d’une autre version de la modernité basée sur le principe d’une<br />

grande et même société représentative du monde entier ou, à défaut, d’un grand<br />

nombre d’Etats. Une modernité dans laquelle la politique retrouverait son rôle,<br />

que l’économie lui avait subtilisé, et l’éducation son importance, et dont les<br />

différentes sphères soient plus différenciées et les valeurs plus variées(73).<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

Pour cette raison, la généralisabilité moderniste que nous cherchons établit<br />

une distinction entre deux types d’universalités. La première dite “ universalité<br />

contextuelle” considère que tout objet est créé dans une société donnée pour être<br />

recréé dans une autre d’une manière différente qui pourrait l’enrichir en lui<br />

apportant d’autres caractéristiques. Quant à l’“ universalité non contextuelle” ou<br />

“absolutiste”, elle présume que toute chose créée dans une société donnée, ne<br />

peut être recréée ailleurs mais doit être reprise sous sa forme initiale, sous peine<br />

de se retrouver figée dans son nouveau contexte.<br />

Ainsi, l’universalité dont jouit l’esprit de modernité ne peut être que<br />

contextuelle, comme le montre d’ailleurs les multiples applications des “droits de<br />

l’Homme” entre l’Occident et le reste du monde, voire au sein même des sociétés<br />

occidentales. Dans les pays nordiques, par exemple, les droits économiques<br />

l’emportent sur le reste des droits, alors qu’en Europe de l’est, ce sont les droits<br />

politiques qui prédominent(*). D’autres parties du monde ont même introduit<br />

d’autres droits non reconnus par l’Europe, qui peuvent parfois être à l’opposé des<br />

premières, comme les “droits de la communauté” ou l’“ unanimité” en Afrique.<br />

Aussi, l’universalité des valeurs contextuelles a-t-elle le mérite de concilier deux<br />

tendances antagonistes : elle s’abstient d’extirper les valeurs de leurs origines et<br />

leur permet de s’enraciner ailleurs, tout en autorisant l’échange de valeurs et leur<br />

remodelage d’une culture à l’autre.<br />

En conclusion, la modernité qu’il nous faut doit être également intérieure<br />

et créative en ce qui concerne la généralisabilité. Une nouvelle application de la<br />

modernité commence à prendre forme sous l’appellation “deuxième modernité”,<br />

ce qui nous incite à effectuer trois transitions dont la première consiste à passer de<br />

la pensée individuelle à la pensée transitive, laquelle considère que “les autres”<br />

doivent être associés à toute activité de réflexion. La deuxième transition porte<br />

sur le passage de la raison des machines à celle des symboles qui incite l’esprit à<br />

ne pas s’arrêter aux frontières des instruments et à plonger dans les significations.<br />

Quant à la troisième transition, elle prévoit le passage de l’universalité absolutiste<br />

à l’universalité contextuelle, selon laquelle les valeurs ne peuvent se soustraire du<br />

contexte dans lequel elles ont été créées ou recréées.<br />

Au terme de cette étude, nous retiendrons que l’esprit de modernité se base<br />

sur trois principes fondamentaux : le “principe de majorité” que sous-tendent<br />

deux éléments essentiels “l’autonomie” et “la créativité”, le “principe de critique”<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

qui se compose de la “rationalité” et de la “différenciation”, et le “principe<br />

d’universalité” qui repose lui aussi sur deux fondements “l’extension” et la<br />

“généralisabilité”. Trois conséquences découlent de cette définition de l’esprit de<br />

modernité :<br />

1. l’esprit de modernité est différent de la réalité de la modernité.<br />

2. la modernité dans sa version occidentale est l’une des applications parmi<br />

d’autres possibilités de l’esprit de modernité.<br />

3. les différentes civilisations sont égales dans leur appartenance à l’esprit<br />

de modernité.<br />

4. notre réalité moderniste est plus proche de la “pseudo-modernité” que<br />

la véritable modernité.<br />

5. la modernité ne peut être transférée de l’extérieur mais se crée à<br />

l’intérieur.<br />

6. la création de notre propre modernité interne nécessite l’abrogation des<br />

postulats qui ont conditionné l’application occidentale de l’esprit de modernité et<br />

des aberrations qu’elle a occasionnées à tous les niveaux.<br />

- Nous avons ainsi montré, en matière d’autonomie, que la tutelle du plus<br />

fort n’est pas toujours animée de bonnes intentions à l’adresse du plus faible et<br />

qu’il s’agit dans ce cas de domination colonialiste. Nous avons aussi montré que<br />

l’autonomie ne signifie pas forcément l’affranchissement de toute autorité<br />

religieuse, mais plutôt l’indépendance de la tutelle coloniale.<br />

- Nous avons montré que la créativité n’implique pas la rupture totale car<br />

la véritable modernité et celle des valeurs. Elle ne consiste pas, non plus, à<br />

stimuler de façon inconsidérée de nouveaux appétits aux dépens des besoins<br />

spirituels, ni à favoriser l’épanouissement de l’individu à l’infini car la véritable<br />

prospérité est celle dont les bienfaits profitent également aux autres.<br />

- Nous avons expliqué que la raison est incapable de tout concevoir<br />

puisqu’elle ne peut saisir sa propre nature, comme elle est incapable de tout<br />

critiquer, car le monde n’est pas fait que de manifestations superficielles, ou de<br />

dominer la nature qui est la mère de l’Homme et non son esclave.<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

- Nous avons expliqué, concernant la différenciation, qu’aucune séparation<br />

totale ne doit avoir lieu entre la religion et la modernité car les modernistes se<br />

sont appuyés sur des notions religieuses et les hommes de religion figurent parmi<br />

les pères fondateurs de la modernité. De même que la raison et la religion ne<br />

peuvent être séparées totalement car la rationalité se décline en plusieurs<br />

amplitudes dont la foi. Nous avons insisté qu’il ne faut pas renoncer à la sacralité<br />

car l’être humain est en communion avec d’autres dimensions et le monde est<br />

constitué d’un ensemble de symboles, en plus des manifestations apparentes.<br />

- Pour ce qui est de l’extensibilité, nous avons montré que la modernité<br />

occidentale n’est pas une fatalité car l’Homme se situe au-dessus de cette<br />

application. Nous avons montré également que cette modernité est incapable de<br />

procurer la puissance globale parce qu’elle tend à isoler le côté matériel chez l’être<br />

humain de toute spiritualité. Enfin, nous avons montré que la quintessence de la<br />

modernité ne peut être économique puisque la nature humaine est essentiellement<br />

morale.<br />

- Concernant la généralisabilité, nous avons expliqué que l’esprit de<br />

modernité n’impose pas forcément l’individualisme mais plutôt la pensée<br />

transitive qui est la mieux adaptée à la communauté internationale, que le respect<br />

dû aux religions est profané par la modernité laïque qui les dépouillent de la<br />

rationalité des machines et des symboles et que l’universalité des valeurs de la<br />

modernité occidentale est contextuelle et non absolue. ❚<br />

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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la<br />

creatividad 75<br />

Dr Taha Abderrahmane<br />

Extracto: “…la modernidad que nos convendría, en el registro de la creatividad como<br />

componente esencial del espíritu de la modernidad, debería ser original y emanar del<br />

interior. No podemos romper todo lazo con nuestra herencia lo que, en realidad, es<br />

imposible. En cambio, podemos deshacernos de su parte que ha resultado inútil y<br />

restituir su contenido todavía fecundo, con ocuparse de romper con las prácticas<br />

corrompidas de la modernidad occidental conservando sólo los aspectos positivos.<br />

Podremos aspirar entonces a contribuir al perfeccionamiento de la realidad modernista<br />

occidental que, después de haber fracasado en hacer más feliz al hombre- que de hecho<br />

es el propósito último del espíritu de la modernidad, tiene interés en inspirarse en<br />

nuestra visión de la modernidad que, fuerte de un inestimable legado de valores nobles,<br />

posee enormes disposiciones espirituales que puede comunicarles a los demás y<br />

contribuir, así, a apaciguar a la desolación moral de muchos de ellos”. ❚<br />

75 Titúlo original: «L’esprit de modernité et le droit à la créativité», publicado en Revue l’Islam<br />

Aujourd’hui, N° 21-1425H/2004, ISESCO. Traducción de Hamza Boulaghzalate. Texto traducido<br />

con autorización de la Organización Islámica para la Educación, las Ciencias y la Cultura<br />

(ISESCO).


El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

El espíritu de la modernidad y el derecho a la<br />

creatividad<br />

Dr Taha Abderrahmane<br />

Múltiples y variadas son las definiciones propuestas para presentar el<br />

concepto de la "modernidad”. Algunos definen la modernidad como una etapa<br />

histórica ininterrumpida que nació en Occidente antes de que sus efectos se<br />

repercutieran sobre el mundo entero, sin ponerse de acuerdo sobre la extensión de<br />

este período. Unos la remontan a cinco siglos mientras que otros la devuelven a<br />

un intervalo más corto, reducido a veces a sólo dos siglos.<br />

En otras definiciones, la modernidad es asimilada a las características que<br />

han marcado con una impresión indeleble esta parte de la historia, siempre sin<br />

ponerse de acuerdo ni sobre la naturaleza de estos indicios, ni sobre sus orígenes y<br />

menos aún sobre sus consecuencias. La modernidad es a veces presentada como<br />

un proceso que “promueve la razón, el progreso y la libertad”, o bien como “el<br />

ejercicio de la soberanía sobre la naturaleza, la sociedad, gracias a la ciencia y a la<br />

tecnología”. Otros no vacilarán en reducir esta definición a un solo aspecto: “la<br />

ruptura de todo lazo con el patrimonio”, la “búsqueda de lo nuevo”, “el<br />

aniquilamiento de la sacralidad”, la "racionalización", la "democracia", los<br />

"derechos humanos", “el destierro de la religión”, o todavía la "laicidad”. Ante<br />

esta profusión de definiciones y falta de claridad, nadie estaría muy asombrado de<br />

que se trate más bien de un “proyecto inacabado”<br />

Características del espíritu de la modernidad:<br />

Cabe señalar que todas estas definiciones, dejando de lado su capacidad de<br />

delimitar la "modernidad", atribuyen a este concepto rasgos tales que pueda<br />

aparecer como una criatura histórica con poderes sobrenaturales, capaz de<br />

disponer del destino de seres y cosas como un dios omnipotente cuya voluntad es<br />

irrevocable. En realidad, esta percepción de la modernidad es poco modernista,<br />

porque transpone un concepto racional y funcional en una representación<br />

inverosímil y sacralizada.<br />

Por lo tanto, deberíamos empezar por desprendernos de esta tendencia a<br />

"cosificar" el concepto de modernidad, estableciendo una distinción entre los dos<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

aspectos siguientes: “el espíritu de la modernidad” y “la realidad de la<br />

modernidad”. ¿Cuáles son, pues, las características de este espíritu?.<br />

I. Principios de la modernidad:<br />

Las características “del espíritu de modernidad” se basan en tres principios<br />

fundamentales: “el principio de mayoría”, “el principio de crítica” y “el principio<br />

de universalidad”. Intentaremos a continuación dilucidarlos uno por uno.<br />

a) El Principio de mayoría: según este principio, la modernidad es un<br />

proceso que permite el paso de la minoría a la mayoría. Por minoría, hay que<br />

entender –como la ha explicado Kant en su definición de la "Ilustración" - “la<br />

incapacidad del individuo de servirse del propio pensamiento sin la ayuda y<br />

dirección de otro, siendo él mismo responsable de esta deficiencia”. En términos<br />

más claros, la minoría no es más que “la elección de la dependencia”. Esta<br />

dependencia puede manifestarse en diferentes formas, entre las que encontramos<br />

"la imitación" o cuando el individuo se somete espontáneamente a los mandos<br />

del Otro y renuncia a toda actividad intelectual. El "calco" es otro aspecto de la<br />

dependencia que interviene cuando el individuo elige, sin coacción alguna,<br />

reproducir los métodos y los resultados de la reflexión del otro, así como su saber<br />

y sus técnicas, y se contenta con aplicarlos en su forma original a su propia<br />

realidad. La dependencia puede ser también "automática" cuando el sujeto<br />

menor, a fuerza de identificarse con el otro, se pone, inconscientemente, a imitar<br />

sus modos de reflexión y a apropiarse de sus logros.<br />

Así, es evidente que la mayoría está basada en dos nociones<br />

fundamentales:<br />

- La autonomía: es el estado de la persona mayor que se libera de toda tutela<br />

que pueda hipotecar su derecho al pensamiento y se sustrae a toda autoridad<br />

susceptible de impedirle alcanzar sus ambiciones, dando así rienda suelta a<br />

su propia dinámica. Tal persona es capaz, no sólo de disociarse de todo lo<br />

que podría contradecir el ejercicio de su derecho a la reflexión, sino también<br />

de decidir de lo que debe o no debe hacer, y así, toma forma su identidad. El<br />

individuo mayor no puede más que ser libre de sus movimientos y provisto<br />

de una identidad bien confirmada.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

- La creatividad: una persona mayor debe sus ideas, palabras y actos a su<br />

propia capacidad creativa. Todo aquello en lo que piensa, dice o emprende<br />

está respaldado por nuevos valores que él mismo concibe o valores<br />

preexistentes que someterá a un esfuerzo de reconstitución de modo que<br />

parezcan inéditas. Si aceptamos, por otra parte, que el concepto de<br />

"creatividad" fue de toda la vida estrechamente vinculado a la literatura y a<br />

las artes más que a otro ámbito, consentiremos entonces que era natural que<br />

la emergencia de la noción de "modernidad " se haya efectuado en relación<br />

con la evolución de estas disciplinas. Esta constatación se comprueba sobre<br />

todo en el siglo XIX cuando el "modernismo" designaba una corriente de<br />

literatura y de artes que sólo reconocía un valor auténtico a la innovación y<br />

a la creación, levantándose contra todo lo que pueda parecer antiguo,<br />

incluso si lo es desde hace poco tiempo, incluyendo lo que ha sido creado<br />

hasta por los partidarios de esta nueva tendencia. La existencia del individuo<br />

mayor aparece de este modo en perpetua reconstitución.<br />

b) Principio de crítica: este principio estipula que la modernidad es un paso<br />

del estado de creencia al estado de crítica. La "creencia" designa aquí el<br />

reconocimiento de un postulado sin exigencia de prueba, mientras que la<br />

"crítica" somete cada dato a la prueba de la demostración antes de aceptar su<br />

bien fundado. El principio de "crítica" se basa, a su vez, en dos pilares:<br />

- La racionalización: es la sujeción de los fenómenos, instituciones sociales,<br />

comportamientos humanos y del conjunto de la herencia histórica a los<br />

principios de la razón que hacen posible la realización de diferentes formas<br />

de progreso en la percepción de estas categorías. Esta racionalización<br />

modernista ha alcanzado sus mejores logros en las ciencias naturales, la<br />

tecnocracia y la economía de mercado, y alcanza su paroxismo en la<br />

"Tecnociencia" donde la ciencia ha perdido el privilegio de la iniciativa en<br />

beneficio de la tecnología que, de ahora en adelante, le pone sus estrategias<br />

y le traza su camino.<br />

- La diferenciación: consiste en transponer un objeto de un estado de<br />

homogeneidad al de heterogeneidad, para transformar sus elementos<br />

semejantes en elementos desemejantes con vistas a determinar con precisión<br />

los mecanismos inherentes a cada uno de ellos. La modernidad ha<br />

introducido el proceso de diferenciación en todas las instituciones y modos<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

de vida comunitaria e individual, trazando por ejemplo, en el ámbito del<br />

saber, contornos que delimitaban la ciencia, el derecho, la ética y el arte, o<br />

instaurando en la cultura una distinción entre los valores teóricos, prácticos<br />

y simbólicos. La modernidad ha establecido además, en la palestra social,<br />

una distinción entre los diferentes papeles y misiones de los actores sociales,<br />

y ha adoptado, en la economía, el principio de la división del trabajo. En<br />

este mismo capítulo, podríamos colocar también la separación entre la<br />

religión y el Estado en la cual se ha basado el principio de la laicidad. Cada<br />

una de estas esferas consideradas aisladamente en los ámbitos antes<br />

mencionados, se ha visto atribuir la facultad de adquirir una lógica y una<br />

legitimidad propias y de evolucionar independientemente de otras esferas.<br />

- Principio de universalidad: según el cual la modernidad es un paso de la<br />

especificidad a la universalidad, la primera siendo el estado de toda cosa que<br />

existe dentro de una esfera bien definida, y dotada de características<br />

precisas. Sería posible distinguir dos tipos de especificidades: la especificidad<br />

del ámbito, ya que la existencia de toda cosa no puede concebirse sino<br />

dentro de un ámbito delimitado por un contorno regular, y la especificidad<br />

social dado que los miembros de la misma sociedad se distinguen por<br />

características culturales determinadas. La universalidad modernista es,<br />

pues, un rebasamiento de estas dos caras de la especificidad. Por tanto, la<br />

universalidad se basa en dos componentes esenciales:<br />

- La extensibilidad: los efectos de la modernidad no se limitan a un ámbito<br />

particular, sino que se extienden a todos los ámbitos de la vida y a todos los<br />

niveles del comportamiento del hombre, ejerciendo su influencia<br />

indistintamente sobre el pensamiento, la ciencia, la religión y la ética, así<br />

como sobre el derecho, la política y la economía. De hecho, toda<br />

intervención de la modernidad en un ámbito particular, se propaga<br />

ineluctablemente hacia otros ámbitos que, a su vez, experimentan<br />

transformaciones y trastornos que desbordan sus propios límites. Sobre<br />

todo porque el espíritu de crítica es la prerrogativa de la modernidad que,<br />

en su búsqueda de un análisis racional global, no puede fijarse en las<br />

fronteras de un ámbito determinado.<br />

- La generalizabilidad: no es posible mantener la modernidad dentro de las<br />

sociedades donde ha sido concebida porque es generadora de productos<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

altamente sofisticados y de valores vigorosamente comprometidos para la<br />

liberación del hombre. En consecuencia, la modernidad no puede más que<br />

investir otros entornos, haciendo caso omiso de las disparidades históricas y<br />

culturales que desaparecen progresivamente. Mejor todavía, los progresos<br />

técnicos continuos de los medios de transporte y de comunicación no hacen<br />

sino acelerar la transmisión de estos productos y de estas ideas. Un flujo que<br />

ha acabado invadiendo nuestro globo por <strong>completo</strong>, abriendo así el camino<br />

a una nueva era en la modernidad: la "mundialización”.<br />

En resumen, el espíritu de la modernidad se basa en tres principios<br />

esenciales: el “principio de mayoría” que preconiza la autonomía en relación a los<br />

tutores y los padrinos potenciales y la creatividad en la expresión y la acción; el<br />

“principio de crítica” que estipula la racionalización en todos los aspectos de la<br />

vida y la diferenciación en todo lo que requiere más precisión; y el “principio de<br />

universalidad” que apela a la extensibilidad y a la generalizabilidad. El espíritu<br />

modernista es, por tanto, mayor, crítico y universal.<br />

II. Consecuencias de los principios de la modernidad:<br />

Esta definición del espíritu de la modernidad nos conduce a las cuatro<br />

deducciones siguientes:<br />

a) La multiplicidad de las aplicaciones del espíritu de modernidad: el<br />

"espíritu" de una cosa puede manifestarse a través de diversos aspectos. Lo<br />

mismo ocurre con el espíritu de modernidad que abarca una serie de principios.<br />

Es notorio, por otra parte, que una aplicación particular de un principio no puede<br />

consumir toda la sustancia, porque representa (el principio) una especia de regla<br />

válida en casos diferentes. Es necesario, pues, que estos principios de modernidad<br />

sean aplicados de diferentes maneras y que cada una de estas aplicaciones pueda<br />

efectuarse en un contexto de certezas y de suposiciones dadas, llamadas<br />

“postulados de aplicación”.<br />

b) El desfase entre la realidad y el espíritu de la modernidad: La realidad<br />

de la modernidad es sólo una de las manifestaciones - o aplicaciones- posibles del<br />

espíritu de la modernidad y sólo ofrece una simple ilustración. Y como la<br />

ilustración no puede, en ningún caso, igualar el modelo a ilustrar, la realidad<br />

modernista no puede ser considerada como el reflejo auténtico de la modernidad.<br />

Lo que acarrea disparidades en la capacidad de estas aplicaciones a encarnar el<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

espíritu de la modernidad, siendo algunas más aptas que otras en prevalerse en su<br />

movimiento hacia el progreso.<br />

c) Especificidad de la realidad de la modernidad occidental: La realidad<br />

modernista tal como se presenta en Occidente no es, sin duda alguna, más que<br />

una aplicación entre muchas otras posibilidades que ofrece el espíritu de la<br />

modernidad, tal como ha quedado definido por los principios antes mencionados.<br />

Por tanto, es concebible que estos principios se hayan realizado en sociedades<br />

antiguas de distintas maneras que las que se manifiestan actualmente en los países<br />

occidentales. Del mismo modo, se pueden realizar bajo otros aspectos en las<br />

sociedades futuras.<br />

d) La igualdad en la pertenencia al espíritu de la modernidad: Los<br />

Occidentales difícilmente pueden pretender poseer más que otros el espíritu de<br />

modernidad que, en realidad, es un bien común a todas las naciones civilizadas;<br />

es decir las que habrán realizado estos dos tipos de acción para merecer este<br />

calificativo: “acción urbanística” que representa el aspecto material de la<br />

civilización y la "acción histórica" que resume la vertiente moral. Ahora bien,<br />

sólo la intensidad con la cual estas dos acciones son llevadas a cabo puede<br />

diferenciar a las naciones, tomando en consideración la acumulación del saber y<br />

de los valores humanos a través de los siglos. Toda nación es capaz, por lo tanto,<br />

de lograr más que la anterior.<br />

En relación a estas cuatro deducciones (multiplicidad de las aplicaciones<br />

del espíritu de la modernidad, desfase entre la realidad y el espíritu de<br />

modernidad, la especificidad de la realidad modernista occidental y la igualdad en<br />

la pertenencia al espíritu de modernidad), nos encontramos ante una<br />

interrogación fundamental: “¿Cómo podemos aplicar el espíritu de la<br />

modernidad a nuestra realidad islámica? En otras palabras, a nuestro campo de<br />

acción? ”<br />

Como preludio a la respuesta, expresaremos aquí las tres observaciones<br />

siguientes:<br />

La primera se refiere a la necesidad de evitar las repercusiones negativas de<br />

la aplicación occidental del espíritu de modernidad. Si bien las posibilidades de<br />

aplicación del espíritu de modernidad son múltiples, es necesario evitar los dos<br />

siguientes riesgos:<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

- La reproducción desconsiderada de las aplicaciones de este espíritu por los<br />

demás, ya que el objetivo perseguido es regenerar el modelo original y no su<br />

copia, de reconstruir el espíritu y no una de sus aplicaciones que es sólo el<br />

reflejo, sin olvidar que cada campo de acción tiene sus propios modos de<br />

funcionamiento.<br />

- La repetición de los errores cometidos en la aplicación occidental del<br />

espíritu de la modernidad regida, probablemente, por la regla general según<br />

la cual “el abuso en toda cosa conduce a su opuesto”. La aplicación<br />

occidental de la modernidad da lugar a menudo a resultados contrarios a los<br />

deseados por sus autores, hasta tal punto que se acomoda a repetir que se<br />

trata de un “proceso incontrolable”, un “generador de alienación”, o<br />

“productor del desarrollo, el subdesarrollo y el mal desarrollo”.<br />

Así, procurando dominar la naturaleza, el hombre moderno se ha<br />

encontrado vencido y gobernado por ella, como lo demuestran la aparición de<br />

enfermedades hasta ahora desconocidas, el espectro de las radiaciones nucleares,<br />

la proliferación de las armas de destrucción masiva, la bomba demográfica, la<br />

contaminación del medio ambiente, la perforación de la capa de ozono…, hasta<br />

parecería que el hombre moderno es incapaz de introducir reformas sobre un<br />

sector determinado, sin provocar consecuencias nefastas. Tomemos por ejemplo<br />

el sistema económico mundial que la modernidad occidental ha instaurado sin ser<br />

capaz de controlar ni los mecanismos ni la evolución. La misma modernidad tenía<br />

como finalidad romper con las formas tradicionales del poder, y ahora se<br />

encuentra frente a sistemas mucho menos tolerables y más complicados que<br />

aquellos que pretendía poder abolir. En consecuencia, la búsqueda de la<br />

supremacía se ha transformado en avasallamiento, la autonomía se ha convertido<br />

en subordinación y la cosa privada se ha transformado en cosa pública.<br />

Esta paradoja que caracteriza la aplicación occidental del espíritu de la<br />

modernidad tiene que ser imputada para la transformación de los medios en fines.<br />

Esta aplicación consiste en elevar los medios utilizados para realizar sus objetivos<br />

al nivel de nuevos objetivos a realizar en la segunda etapa y así sucesivamente.<br />

Las numerosas fórmulas utilizadas para describir la modernidad consagran esta<br />

tendencia a invertir tal “el cambio por el cambio” y sus corolarios tales como “el<br />

progreso por el progreso”, “el desarrollo por el desarrollo”, “la producción por<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

la producción”, “el consumo por el consumo”, “la creación por la creación”, “el<br />

arte por el arte” y “la crítica por la crítica”.<br />

La segunda observación gira en torno a la necesidad de considerar la<br />

modernidad como una aplicación interna y no externa. El postulado según el cual<br />

habría dos tipos de modernidades, una interior y la otra exterior, es<br />

completamente erróneo. La modernidad real no puede lograrse sino a través de la<br />

aplicación directa del espíritu de la modernidad respaldado por los tres principios<br />

antes mencionados (principio de mayoría, principio de crítica, principio de<br />

universalidad). Por lo tanto, una aplicación directa no puede ser sino una<br />

“modernidad interior”, mientras que lo que otros llaman "modernidad exterior",<br />

haciendo alusión a las experiencias de países no occidentales, apenas puede ser<br />

considerada como una modernidad en el sentido propio. En este último caso, se<br />

trata a lo sumo de una imitación mediocre obtenida mediante una reproducción<br />

de la aplicación occidental del espíritu de modernidad en lugar de conformarse a<br />

este espíritu sin intermediario. Al proceder a una reproducción de segundo grado,<br />

no hacemos más que mistificar una simple aplicación del espíritu de modernidad -<br />

en este caso la aplicación occidental- condenándose a permanecer lejos de su<br />

auténtico espíritu. Esta reproducción de segundo grado es pues perjudicial por el<br />

motivo de que no se trata de aplicar una aplicación interna, al cual caso había<br />

que volver al principio, pero de aplicar una aplicación externa puesto que el<br />

modelo original está perdido de vista. Por lo tanto, cualquier nación es llamada a<br />

elegir entre una modernidad interna que ella misma construirá y una ausencia<br />

total de modernidad.<br />

La tercera observación atañe a la necesidad de concebir una aplicación<br />

creativa y no imitativa de la modernidad que sólo puede ser adquirida mediante<br />

la creatividad. Aquellos que trabajan en esta perspectiva son llamados pues a<br />

cumplir con las condiciones ya mencionadas, dedicándose a lograr su autonomía<br />

y a dar muestras de originalidad porque la creatividad tiene numerosas caras<br />

entre las cuales es posible elegir. Son llamados también a proceder por<br />

racionalización y diferenciación y de ingeniarse para alcanzar la extensibilidad de<br />

sus actos en todos los ámbitos y la generalizabilidad de sus obras.<br />

En palabras resumidas, es modernidad sólo la que emana del interior, fruto<br />

de la creatividad y no de la dependencia. La modernidad no puede ser más que un<br />

proceso interior y creativo.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

Sin embargo, la realidad islámica no responde a ninguna de estas<br />

condiciones desde que ha fallado en la aplicación interna del espíritu de la<br />

modernidad y en la capacidad de dar muestras de originalidad suscribiéndose a<br />

sus reglas fundamentales. Se trata, bien al contrario, de reproducción de una<br />

aplicación de este espíritu tal como ha sido realizada por Occidente, es decir de<br />

una aplicación de segunda mano. Algunos de ellos son presa de una<br />

desafortunada confusión imaginando que hemos accedido a la modernidad. Este<br />

estado donde se cultiva el sentimiento de estar “en la modernidad, mientras que<br />

no lo estamos”, hemos elegido llamarlo "pseudo-modernidad”. A estas alturas, la<br />

pregunta “¿de qué manera el espíritu de la modernidad puede aplicarse?” que ya<br />

hemos formulado vuelve así: “¿cómo podemos pasar de la pseudo-modernidad a<br />

la modernidad?”<br />

¿Cómo podemos pasar de la pseudo-modernidad a la modernidad?<br />

Antes de responder a esta pregunta, hace falta destacar esta verdad<br />

fundamental: cada aplicación del espíritu de modernidad depende de postulados e<br />

hipótesis sacados de su propio entorno. De este modo, las desemejanzas entre las<br />

diferentes aplicaciones del espíritu de modernidad son el reflejo de las diferencias<br />

existentes entre estas creencias y postulados que hemos llamado “postulados de<br />

la aplicación”.<br />

Estos postulados pueden sin embargo revelarse inexactos, lo que afecta a la<br />

pertinencia del conjunto de la aplicación. Es el caso de la versión occidental de la<br />

modernidad que, basándose en postulados incorrectos, se ha extraviado en una<br />

sucesión de errores. Por ello, es indispensable someter a prueba la veracidad de<br />

los datos principales y asegurarse de su adecuación con nuestro campo de acción<br />

para evitar que nuestra propia aplicación del espíritu de modernidad se haga<br />

sobre fundamentos ajenos.<br />

III. La aplicación del principio de mayoría en nuestro campo de acción:<br />

Habíamos evocado los dos componentes esenciales del principio de<br />

mayoría que son "la autonomía" y "la creatividad”. Comencemos primero por<br />

considerar la manera de pasar de una pseudo-mayoría a una verdadera<br />

mayoría.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

a) Pasar de la pseudo-mayoría a la mayoría: no es ningún secreto que no<br />

formamos parte de los que reflexionan por sí mismos, pero más bien de los que<br />

han dejado al Otro- en este caso Occidente- el cuidado de refllexionar para ellos;<br />

es decir, formamos parte de los que han renunciado a este derecho en beneficio de<br />

otros, por fascinación o por coacción. Mantenemos la ilusión de que este Otro<br />

está en condiciones de pensar para nosotros mejor que nosotros mismos seríamos<br />

capaces de hacer. Visto desde esta perspectiva, este Otro nos ahorra las<br />

preocupaciones de la reflexión, proporcionándonos los frutos de este esfuerzo<br />

intelectual que, solos, no seríamos capaces de llevar a cabo. En realidad, esta<br />

situación es la peor de las tutelas morales a las que un ser humano pueda<br />

someterse.<br />

Esta situación refleja exactamente el estado de "pseudo-modernidad " en<br />

el cual vivimos. Nos incumbe por tanto salir de este callejón sin salida revocando,<br />

una por una, las tesis ocultas en las cuales descansa la aplicación occidental de la<br />

regla de la autonomía. Estas tesis son las siguientes:<br />

1. la tutela de una potencia extranjera es la expresión de una protección<br />

hacia los más débiles;<br />

2. la tutela interior es la de los religiosos;<br />

3. la modernidad es la autonomía en relación a la tutela interior.<br />

El primer postulado se ha convertido en uno de los componentes<br />

fundamentales de la aplicación occidental de la modernidad cuando ésta ha<br />

llegado a la etapa del colonialismo y de la hegemonía sobre los pueblos débiles.<br />

¡Es evidente que este postulado se contradice con el espíritu de la modernidad, ya<br />

que la tutela no puede producir otra cosa más que la dominación, sobre todo si se<br />

trata de una dominación de una potencia extranjera! Ahora bien, según el espíritu<br />

mismo de la modernidad, el pensamiento es inhibido por la dominación como<br />

puede serlo por la brutalidad del poder.<br />

El segundo postulado es también falso, porque en nuestro campo de<br />

acción, ninguna dominación interna ha sido ejercida por los religiosos, es decir<br />

los doctores de la fe islámica. Estos últimos nunca han acaparado el poder<br />

político, ejercido una autocracia o cometido abusos de poder como fue el caso del<br />

clero en la historia de las potencias coloniales.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

En cuanto al tercer postulado, es indefendible, asimismo, por la simple<br />

razón de que nuestra sociedad nunca ha conocido el monopolio del poder por un<br />

clero lo que significa que no podemos acceder a la modernidad por el mismo<br />

camino que Occidente, es decir liberándonos de la tutela religiosa.<br />

“Invertir las realidades” es un mecanismo al que ha recurrido el<br />

colonialismo constantemente para adaptar nuestros espíritus a sus propios<br />

postulados. En este caso particular, un verdadero sometido es descrito como un<br />

tutor, mientras que él que le impone su tutela es considerado como sometido. De<br />

hecho, los doctores de la fe son más próximos, en nuestra realidad, de la posición<br />

de los sometidos que a la de los tutores. Además, ellos no tienen incluso el<br />

derecho al pensamiento a menos que se lo autoricemos. Mientras que el<br />

colonizador merece más que quienquiera ser cualificado de tutor, ya que es él<br />

quien se esfuerza por dictarnos la autoridad a la cual debemos sustraernos.<br />

A partir de ahí, está a nuestro alcance determinar la manera de adquirir y<br />

de crear nuestra propia autonomía. Porque basta con restaurar el orden invertido<br />

por el colonizador haciendo de él el verdadero tutor que impide a todo el mundo<br />

gozar del derecho al pensamiento, para que aparezca la verdad en la cual los<br />

doctores de la fe figuran entre los que están sometidos a esta tutela. Entonces<br />

seríamos llevados a liberarse de esta tutela comprobada comprometiéndonos en<br />

un esfuerzo de reflexión, sin dejarse intimidar por los fracasos propios a cada<br />

nuevo comienzo porque no tardarán en difuminarse, cediendo el sitio a un paso<br />

sereno, fortalecido por los futuros retos.<br />

En resumidas cuentas, tratándose de la autonomía como componente del<br />

espíritu de la modernidad, la autonomía que nos conviene es necesariamente<br />

interna y creativa; porque en nuestro campo de acción, la tutela que hay que<br />

abolir es la de las potencias colonialistas y de la dominación extranjera capaz de<br />

disfrazarse de mil disfraces, hasta el punto de que algunos de nosotros les sirven<br />

de portavoces. Necesitaremos cortar el cordón umbilical que ha vinculado, desde<br />

siempre, la modernidad a la dominación extranjera para hacer una empresa sin<br />

supremacía occidental y exenta de cualquier visión hegemónica porque una<br />

modernidad sin tutela encarna mejor el espíritu de la modernidad.<br />

Veamos ahora una manera para salir de la "pseudo-creatividad" y acceder<br />

a la creatividad que constituye el segundo pilar del principio de mayoría.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

a) Pasar de la pseudo-creatividad a la creatividad: si fuéramos incapaces de<br />

pensar, estaríamos –a fortiori- aún menos capaces de dar muestras de creatividad.<br />

Nuestra capacidad de creación es de hecho interrumpida, lo cual nos reduce a una<br />

posición poco deseada desde que el servilismo se ha convertido para nosotros en<br />

una segunda naturaleza. Numerosas son las formas de esta sumisión que pueden,<br />

sin embargo, ser clasificadas en dos tipos de imitación: el "pensamiento clásico" y<br />

el "pensamiento moderno”. Al persistir en la creencia de que la imitación de los<br />

modernistas no es una imitación, sino que constituye más bien una innovación<br />

que nos puede abrir las puertas de la modernidad, contribuimos en anclar este<br />

comportamiento en nuestras mentes. En realidad, este tipo de imitación no está<br />

exento de peligros porque se trata de simular prácticas que nacieron y<br />

evolucionaron en otro lugar y que somos por ello incapaces de dominar y de<br />

adaptar a nuestras propias condiciones. Convencidos de que la fiel reproducción<br />

de estos comportamientos es una fatalidad, ponemos en juego nuestro pundonor<br />

al conformarnos y al inculcarlos a nuestros hijos. Todo esto demuestra que el<br />

espíritu de la modernidad es muy mal entendido. Sin embargo, sólo puede<br />

pretender poseer este espíritu aquel que da muestras de creatividad en todo.<br />

Incluso retomando la más reciente de las innovaciones de los demás, se ocupa de<br />

reconstituirla bajo una nueva luz. En cuanto a nosotros, por desgracia, desde que<br />

tomamos posesión de un nuevo producto, somos incapaces de readaptarlo a<br />

nuestras necesidades, en cuanto a la idea de sustituirlo por otro objeto de nuestra<br />

creación, pues ni siquiera se nos ocurre. Nos esmeramos entonces en hacer uso<br />

del producto conforme a las intenciones de sus diseñadores como si se tratara de<br />

un objeto de culto, sin darse cuenta de que al actuar de este modo, nos<br />

condenamos a salir de la modernidad.<br />

Esta es la descripción perfecta del estado de pseudo-creatividad en el cual<br />

vivimos y el cual debemos dejar reconsiderando los postulados sobre los cuales<br />

Occidente ha construido su visión de la creación con el fin de abolirlos y<br />

deshacerse de sus consecuencias perniciosas. Estos tres postulados son:<br />

1. La más original de las creaciones es la absolutamente independiente.<br />

2. La creatividad puede a la vez crear y responder a una necesidad.<br />

3. La verdadera creación es la que proporciona el más alto grado de<br />

plenitud.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

El primer postulado es totalmente falso ya que una plena independencia en<br />

relación a las ideas legadas o transmitidas, clásicas o recientes, es científicamente<br />

imposible. Nadie está en condiciones de convertirse en una página de una<br />

blancura inmaculada, sobre la cual puede transcribir lo que le plazca. Hasta<br />

aquellos que han pensado que habían conseguido romper todos los lazos con el<br />

pasado y su herencia, circunscribir su existencia en el presente y comprometerse<br />

firmemente con el futuro, no han podido evitar referirse en sus realizaciones -<br />

conscientemente o inconscientemente- a préstamos manifiestos o latentes<br />

procedentes de su patrimonio.<br />

Por lo tanto, nos abstendremos de medir la creatividad por el mismo<br />

rasero de la ruptura total con el pasado, sino por la capacidad de apartarse de<br />

todo lo que ha gotado su fecundidad. Numerosos son los valores humanos<br />

antiguos cuya perennidad no se pone en tela de juicio por ninguna perspectiva de<br />

futuro, y aún menos por el presente. Desprenderse de eso sería arrojar la<br />

humanidad a la degradación total y renunciar a toda veleidad modernista, la<br />

modernidad siendo evaluada por el grado de promoción del ser humano y no por<br />

su capacidad de romper con el pasado. De hecho, la ruptura no siempre se<br />

concibe como una elevación del hombre e inversamente. Nuestra concepción de la<br />

modernidad es tal que hace falta una ruptura cuando ésta se revela necesaria y<br />

optar por la continuidad cuando sea necesario. Aspiramos, por tanto, “a una<br />

modernidad de valores”, y no a una “modernidad cronológica".<br />

El segundo postulado que quiere que “la creatividad puede a la vez crear y<br />

responder a una necesidad” tampoco debe ser tomado literalmente. La<br />

creatividad puede ser aplaudida y exaltada allí donde estimula necesidades<br />

espirituales e inmateriales, desarrollando los gustos y la estética y afilando los<br />

talentos. Sin embargo, las necesidades que se crean se sitúan más en el campo de<br />

los deseos materiales que en otros niveles, sin pretender responder a las exigencias<br />

del progreso científico y tecnológico y a los imperativos del desarrollo económico.<br />

La mayor manifestación de la modernidad se confunde ahora con el consumismo<br />

desenfrenado. Los dueños de empresas han participado en la carrera por la<br />

producción de artículos destinados a la venta, esforzándose constantemente en<br />

concebir nuevas formas para estimular el apetito de los consumidores. Sólo<br />

podemos ser refractarios a este tipo de "creatividad” que sólo se preocupa por<br />

acumular las ganancias, a expensas de los gustos del consumidor.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

La modernidad que defendemos es la que, aprovechando los avances<br />

alcanzados por el progreso técnico y económico, protesta contra la<br />

sobreestimulación de las necesidades materiales y favorece en cambio una<br />

exaltación de las predisposiciones espirituales, porque sólo la creación de las<br />

necesidades espirituales puede contrarrestar la creación de las necesidades<br />

materiales. En este nivel, somos capaces - mejor que cualquiera- de resaltar<br />

nuestro genio creativo para poder contribuir efectivamente a la construcción de la<br />

modernidad mundial. De hecho, lo que más necesita esta modernidad es colmar el<br />

vacío espiritual que a menudo se describe como una falta de "sentido", de<br />

"referencial", de "finalidad" o de "libertad”. Es indiscutible que disponemos de<br />

un amplio conocimiento y de una gran experiencia en el mundo de los valores<br />

espirituales que han elevado la existencia humana y pueden ennoblecer más y<br />

alzar su condición al rango del ser cumplido, a condición de que lleguemos a<br />

explorar nuevas dimensiones estéticas y a concebir un nuevo orden moral, para<br />

satisfacer las aspiraciones del hombre moderno.<br />

En cuanto al tercer postulado, pues tiene que ser tomado también con<br />

cautela, porque la plenitud del individuo es cosa honorable si es el resultado de<br />

una remodelación constante de la vida privada que tenga en cuenta las exigencias<br />

morales del comportamiento decente hacia los demás y cumpla los compromisos<br />

debidos a la vida en comunidad. En cambio, si la plenitud del individuo se<br />

convierte en una búsqueda contínua de las formas de satisfacer sus propios<br />

deseos, impulsada por impulsos egoístas y fruto del ensimismamiento, sin común<br />

acuerdo con las preocupaciones e intereses humanos, sólo podrá en última<br />

instancia alterar la dimensión humana de este individuo y disolver los lazos<br />

sociales.<br />

Por lo tanto, nuestra versión de la modernidad no debería limitarse a<br />

buscar la plenitud individual sino la plenitud de los demás. Aquí queremos no<br />

sólo hacer frente a un comportamiento resultante de la modernidad occidental -<br />

que algunos se han tomado la molestia de llamar "individualismo", "egoísmo" o<br />

"narcisismo" – sino también porque este estilo de vida no puede arraigarse ni<br />

generalizarse en nuestro campo de acción a pesar de nuestra imitación de la<br />

aplicación occidental del espíritu de la modernidad. Y esto, debido a las reglas de<br />

ética arraigadas en el mundo islámico y que se oponen a esta propensión egoísta<br />

en la modernidad occidental, que reflejan además aforismos como: “el bienestar<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

es el bien común” que una sola persona no puede experimentar sin comunicárselo<br />

a otros, “el amor de sí es fuente de desgracias”, o todavía “hacer el bien<br />

alrededor de sí es lo mismo que hacerse el bien a sí mismo”.<br />

Para concluir, diremos que la modernidad que nos convendría, en el<br />

registro de la creatividad como componente esencial del espíritu de la<br />

modernidad, debería ser original y emanar del interior. No podemos romper todo<br />

lazo con nuestra herencia lo que, en realidad, es imposible. En cambio, podemos<br />

deshacernos de su parte que ha resultado inútil y restituir su contenido todavía<br />

fecundo, con ocuparse de romper con las prácticas corrompidas de la modernidad<br />

occidental conservando sólo los aspectos positivos. Podremos aspirar entonces a<br />

contribuir al perfeccionamiento de la realidad modernista occidental que, después<br />

de haber fracasado en hacer más feliz al hombre- que de hecho es el propósito<br />

último del espíritu de la modernidad, tiene interés en inspirarse en nuestra visión<br />

de la modernidad que, fuerte de un inestimable legado de valores nobles, posee<br />

enormes disposiciones espirituales que puede comunicarles a los demás y<br />

contribuir, así, a apaciguar a la desolación moral de muchos de ellos.<br />

Después de haber explicitado la forma de aplicar el principio de mayoría<br />

en nuestro campo de acción, ahora discutiremos el segundo principio de la<br />

modernidad: el principio de crítica.<br />

IV. Aplicación del principio de crítica en nuestro campo de acción:<br />

Habíamos visto que el principio de crítica se basaba en dos elementos<br />

esenciales: la "racionalización" y la "diferenciación". Comenzaremos por<br />

examinar el paso de la pseudo-racionalización a la verdadera racionalización.<br />

a) De la pseudo-racionalización a la racionalización: estamos<br />

comprometidos, desde hace poco tiempo, en una crítica racional - o<br />

racionalización- de nuestra cultura y de nuestras instituciones políticas, jurídicas y<br />

sociales. Sin embargo, lejos de ser el producto de nuestra imaginación o de<br />

nuestra propia lectura del espíritu de la modernidad, este esfuerzo de crítica se ha<br />

realizado, también, de una manera calcada por <strong>completo</strong> sobre una realidad<br />

modernista preexistente. Y ni siquiera nos hemos molestado en justificar o<br />

legitimar esta imitación, ni incluso tratar de analizar los mecanismos de la crítica<br />

que hemos tomado prestados para asegurarse de su adecuación con los asuntos<br />

sobre los cuales los aplicamos, como si se tratase de instrumentos aptos para<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 140


El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

servir sea cual fuere el tipo de modernidad que pretendemos construir, en<br />

cualquier tiempo y en cualquier lugar. Nuestra incapacidad para adquirir los<br />

instrumentos de la crítica, el poco caso que hacemos a su potencial y el<br />

desconocimiento de su maquinaria, así como la falta de confianza en nuestras<br />

potencialidades intelectuales, junto con el mito de la existencia de una sola y<br />

única vía hacia la modernidad, todo esto nos ha obligado a aferrarse ciegamente a<br />

los métodos recibidos de la crítica, sin mucho molestarse de su gran diversidad y<br />

sus contradicciones, pisando los talones a los que los concibieron a pesar de las<br />

disparidades entre los entornos y las circunstancias. El resultado es el enorme<br />

daño causado a una gran parte de nuestra historia y nuestro patrimonio. ¡Porque,<br />

cuántas verdades hemos deformado o alterado! ¡Cuántas inverosimilitudes hemos<br />

maquillado y disfrazado!<br />

Tal es el estado de la pseudo-racionalización en el cual vivimos. Para salir<br />

de esta situación, deberemos rectificar los errores cometidos en la acepción<br />

occidental de la racionalización, reconsiderando, uno por uno, los postulados que<br />

le sirven de base. Éstos se resumen como sigue:<br />

1. La razón es capaz de concebirlo todo.<br />

2. El Hombre es dueño de la naturaleza.<br />

3. Todo puede ser objeto de crítica.<br />

De los tres postulados de la racionalización, el primero es, obviamente, el<br />

más ancaldo en la práctica occidental del espíritu de la modernidad. Esta posición<br />

central no tiene, forzosamente, que ser transmitida a otras aplicaciones del<br />

espíritu de modernidad que, aunque exaltando la razón, se abstiene de precisar la<br />

naturaleza o el grado de su supremacía. Más aún cuando este postulado, tan<br />

sólido que pueda parecer, no resiste el análisis de su pertinencia incluso en su<br />

contexto y por su propia lógica. Para hacerlo, basta con examinar los dos<br />

argumentos siguientes:<br />

En primer lugar, el espíritu - que es en sí una cosa- es incapaz de<br />

comprender su propia realidad por la sencilla razón de que cualquier instrumento<br />

se supone ser más consistente que la obra. Así que, para entender el espíritu<br />

necesitaríamos un segundo espíritu superior al primero, lo cual para ser<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

comprendido requiere a su vez un tercer espíritu aún más cumplido, lo que nos<br />

arrastra en una sucesión interminable.<br />

En segundo lugar, la razón es incapaz de concebirlo todo porque ella<br />

misma forma parte de este "todo" que significa aquí la cosa más amplia que sea.<br />

Hay cosas cuya grandeza hace difícilmente concebibles, aunque teóricamente<br />

posible, por el espíritu. Que pasaría entonces al espíritu occidental descrito por<br />

sus propios partidarios como estrecho y cuya capacidad se limita a la fabricación<br />

de maquinaria y generación de ganancias. Éste es el espíritu que han llamado<br />

"razón funcional", en oposición a la “razón axiológica”, y no han parado de<br />

lamentar los desastres que nunca deja de causar a la humanidad.<br />

Por lo tanto, nuestro enfoque de la racionalización modernista no se<br />

limitará a concebir las cosas desde el punto de vista de su uso técnico para más<br />

sumisión a las herramientas y para sentir más necesidades, sino de acuerdo a su<br />

utilidad en la consagración de valores capaces de elevar el ser humano. Si la razón<br />

axiológica es más amplia que la razón funcional, que invadió la modernidad<br />

occidental con su parte de desventajas, es, no obstante, incapaz de identificar<br />

correctamente todas las aspiraciones del ser humano que lleva dentro de sí un<br />

mundo espiritual donde se mezclan los valores y los símbolos con los<br />

conocimientos y las técnicas. Contrariamente a las ideas preconcebidas, el mundo<br />

espiritual no está exento de racionalidad, salvo que su razón es de una clase más<br />

suave y más alta. Por tanto, es importante que la razón a la que aspiramos sea<br />

capaz de asimilar el lado espiritual al igual que las ciencias y los valores. La<br />

racionalización que debería perseguir todo ser humano dotado de sabiduría es la<br />

que, en su búsqueda del saber y de la tecnología, está orientada hacia los nobles<br />

significados profundamente anclados en la conciencia humana.<br />

El segundo postulado de la racionalización es tan frecuente en las filas de<br />

los supuestos "modernistas" desde que ha sido proclamado por Descartes. Para<br />

nosotros, no constituye más que una bonita metáfora. En realidad, el dueño de<br />

una cosa es quien la posee, mientras que el Hombre no es el creador de la<br />

naturaleza, es sólo el legatario. Por lo tanto, no puede pretender ser el dueño.<br />

Incluso después de haber descubierto y utilizado a sus propios fines las leyes de la<br />

naturaleza, el Hombre sigue siendo incapaz de influir en sus comportamientos o<br />

controlar las consecuencias de sus usos. Ahora bien, si el Hombre era el<br />

verdadero dueño de la naturaleza, ésta habría obedecido a su voluntad como un<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

vasallo a su señor feudal, mientras que la realidad es completamente distinta ya<br />

que los seres humanos continúan sometiéndose a las leyes de la naturaleza. ¿El<br />

hombre no ha tratado de conocerse a sí mismo como él conoce la naturaleza, es<br />

decir en forma de reglas objetivas y de normas superiores? Y después de haber<br />

fracasado en domarla, ha tomado prestada otra fórmula no menos caprichosa:<br />

“el contrato con la naturaleza”. Si no estaba habitada por un sentimiento de<br />

impotencia ante la naturaleza, la humanidad no habría pensado en la posibilidad<br />

de firmar un acuerdo con ella a semejanza del presunto "contrato social" por<br />

medio del cual los hombres creyeron poder poner fin a las disensiones que los<br />

dividen.<br />

En nuestra aproximación a la racionalización modernista, nos<br />

abstendremos de afrontar la naturaleza o de tratar de imponerle nuestra<br />

supremacía. Procuraremos más bien comprenderla, quererla y respetarla para que<br />

nos revele sus secretos. Cuanto más la humanidad avanza en su conocimiento de<br />

los misterios de la naturaleza, más es capaz de apreciarla y respetarla, sin caer<br />

empero en la idolatría porque sólo el Todopoderoso merece ser adorado ya que es<br />

el creador. La naturaleza es una madre para el Hombre y no su esclava, porque él<br />

ha salido de su matriz como del vientre de su madre genitora. Entonces, es<br />

incongruente que una madre sea tratada como una esclava por su propio hijo. Si<br />

la humanidad debiera firmar un contrato - real o moral- no debería limitarse al<br />

mundo material como fue el caso de la modernidad occidental, sino englobar<br />

todos los mundos que sean o no tangibles. De hecho, el individuo no puede tratar<br />

con el otro sino a través de intermediarios y procedimientos que son elementos<br />

provenientes de todos los mundos posibles y que tienen derechos que hay que<br />

respetar y exigencias que hay que satisfacer. Todos estos elementos deben ser<br />

considerados como socios de pleno derecho en este pacto grandioso. Así, la<br />

racionalización que preconizamos es la que adopta el principio de un tal pacto<br />

global universal.<br />

En cuanto al tercer postulado de la racionalización, pues contiene también<br />

una parte de incoherencia. Esta tesis se basa en dos presunciones cuestionables:<br />

según la primera, la crítica sería el único camino para alcanzar la verdad en toda<br />

cosa, lo que es falso. Los caminos del conocimiento no se limitan a la crítica,<br />

porque su opuesto (la información) es bien uno. En algunos casos, al menos, el<br />

conocimiento proveniente de la información puede revelarse más pertinente que el<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

que se derivaría de la crítica porque ésta está siempre sujeta a la revisión y a la<br />

rectificación, mientras que la primera permanece una verdad brillante e<br />

indudable.<br />

La segunda presunción sostiene que toda cosa es susceptible de ser<br />

criticada, mientras que en realidad algunas cosas no deben ser tratadas así, tales<br />

como los valores morales y los ideales que no pueden ser apreciados por la duda<br />

sino a través de la fe y la buena conducta. Sólo entonces, estos valores nos<br />

revelarán su quintaesencia, como dos amantes que se aprecian dependiendo del<br />

amor que siente el uno por el otro.<br />

Por esta razón, nuestra concepción de la racionalización modernista<br />

debería basarse en una “crítica pluridimiensional” en lugar de la crítica<br />

unidimensional que se ha impuesto en la modernidad occidental. Decir que lo<br />

bien fundado de una crítica depende de su capacidad de conducir a pruebas que<br />

sirven para confirmar o rectificar verdades es una perogrullada. Sin embargo, las<br />

pruebas no son idénticas pero pueden ser de distinta naturaleza. De este modo, lo<br />

que es considerado como prueba irrefutable en un ámbito puede no serlo en otro,<br />

incluso desprovisto de todo valor. Al igual que el Hombre, la naturaleza y la vida<br />

constituyen categorías a la vez distintas e interdependientes, los indicios que se<br />

refieren a eso pueden presentarse en tres casos particulares: en el primer caso,<br />

cada categoría obedece a su propia lógica; en el segundo, esta lógica puede ser<br />

remodelada a merced de las interconexiones entre las categorías; y en el tercero,<br />

la resultante de esta interacción permite el desarrollo de lógicas específicas a cada<br />

una de las tres categorías. Esto demuestra que la tesis de la “crítica<br />

pluridimensional” en la cual se basa nuestra aproximación de la racionalización<br />

hace indispensable, no sólo los intercambios entre las partes comprometidas en<br />

un diálogo - e incluso en una crítica mutua- sino, también, entre los diferentes<br />

tipos de crítica.<br />

Para cerrar este capítulo, diremos que el tipo de modernidad que nos<br />

incumbe buscar, habida cuenta de la racionalización como base del espíritu de la<br />

modernidad, debe ser interior y creativo. No nos contentemos con el espíritu<br />

funcional -o estático- sino trabajemos a integrarlo en un espíritu más amplio,<br />

capaz de conferir a este carácter funcional la nobleza de los valores que nos han<br />

inculcado y la belleza de nuestra particular identidad. Un espíritu en constante<br />

cuestionamiento según las exigencias de las interacciones entre los ámbitos que<br />

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intenta tratar, de modo que los instrumentos que elabora sean en el servicio de los<br />

más grandes, de los más magníficos y de los más razonables de los intereses.<br />

Nuestra relación con la naturaleza ya no debe ser reducida a una relación de amo<br />

y esclavo que no protege en absoluto el primero de la insurrección del segundo,<br />

sino que debe ser examinada de nuevo como una relación entre madre e hijo,<br />

basada en un contrato que respete todas las dimensiones de la vida. En este<br />

último tipo de relación, la situación no puede degenerar como en el primer caso,<br />

porque todas las partes del contrato son tranquilizadas por sus derechos y han<br />

reconocido sus deberes.<br />

Tratemos de ver ahora la manera de pasar de la "pseudo-diferenciación" a<br />

la verdadera "diferenciación" que constituye el segundo pilar del principio de<br />

crítica.<br />

b) De la pseudo-diferenciación a la verdadera diferenciación: Parece que el<br />

mecanismo de diferenciación ha adquirido entre nuestros supuestos<br />

investigadores modernistas, una notoriedad tal que se esfuerzan incansablemente<br />

por diferenciar en todos los ámbitos y a todos los niveles y se ocupan de escrutar<br />

la menor sospecha de discordancia o discrepancia en su historia y su patrimonio,<br />

como si midieran el grado de éxito de su proyecto modernista por su capacidad<br />

de engendrar rupturas. No obstante, estas distinciones y rupturas son o bien<br />

tomadas prestadas de la modernidad de los demás, o bien establecidas por medio<br />

de conceptos y teorías calcadas sobre ellos. Nuestros pseudo-modernistas hasta<br />

han impulsado el afán de establecer diferencias entre los hombres y entre las<br />

regiones y elevado al nivel de credo la necesidad de “separar la modernidad del<br />

patrimonio” y de “separar la política de la religión”.<br />

En cuanto a la “separación de la modernidad y del patrimonio” como debe<br />

haber tenido lugar en Occidente, puede ser abordada de dos maneras: o bien el<br />

patrimonio islámico está en discordancia con la realidad de la modernidad tal<br />

como se presenta en Occidente, lo que constituye un tópico; o bien el patrimonio<br />

islámico es incompatible con el espíritu de la modernidad, lo que es falso. Hay<br />

varios factores que apoyan esta conclusión. Los principios mismos de este espíritu<br />

que otras civilizaciones han conocido, además de la civilización islámica, lo<br />

verifican. Por cierto, estas civilizaciones pueden ser diferentes unas de otras en<br />

función de su grado de conformidad con los principios de este espíritu, pero todas<br />

están de acuerdo en reconocer su bien fundado. Además, la aportación de los<br />

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musulmanes al progreso del pensamiento y de la ciencia ha ayudado a atraer la<br />

mirada de Occidente hacia este espíritu, si no a inculcarles sus principios. Sin<br />

olvidar que estos principios pueden existir en estado de latencia en el fondo del<br />

patrimonio islámico, aun suponiendo que no se han traducido en hechos. La<br />

existencia de un principio nunca ha sido vinculada a su realización, pero sobre<br />

todo a su concepción.<br />

En cuanto a la “separación de la política y de la religión”, esta idea ha sido<br />

el objeto de una desafortunada confusión que no podemos tratar aquí en<br />

profundidad. Nos contentaremos con evocar algunos aspectos de este embrollo a<br />

través de términos tales como "religión", "aquí abajo", "Estado", "política",<br />

"Charia", "Dios" y "gobernanza" cuyo uso imprudente estuvo a punto de<br />

convertirse en una misma expresión polisémica. Para emprestar una expresión<br />

utilizada en la lógica, esta polisemia ilustra un “error de enunciado” donde se<br />

atribuye a una expresión un significado que la extrae de su campo conceptual y la<br />

hace por lo tanto vacía de sentido. Aquellos que han participado en esta<br />

controversia se parecen, cada vez más, a los ocupantes de la Torre de Babel cuya<br />

diversidad lingüística ha hecho ininteligibles las opiniones de unos y de otros.<br />

Así se presenta la situación de pseudo-diferenciación en la cual vivimos y la<br />

cual nos incumbe abandonar renunciando a los errores cometidos en la aplicación<br />

occidental de la diferenciación. Recapitulemos los axiomas en los cuales se ha<br />

basado esta aplicación:<br />

1. la separación total entre la modernidad y la religión.<br />

2. la separación total entre la razón y la religión.<br />

3. la diferenciación implica la renuncia a la sacralidad.<br />

La primera hipótesis (la de la separación absoluta entre modernidad y<br />

religión) está viciada por varias suposiciones erróneas, como la confusión entre la<br />

Iglesia y la religión, nacida de la ruptura entre la modernidad y la institución del<br />

clero, como autoridad política y no religiosa. Ahora bien, la diferencia es enorme<br />

entre el clero politizado y la religión cristiana. Y aun cuando la ruptura sería<br />

consumida entre la modernidad y el clero como institución de los cristianos<br />

religiosos, esto no significa de ningún modo una revocación pura y simple de la<br />

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cristiandad cuya perennidad no depende de la persistencia del poder de los<br />

hombres de religión porque ellos no ostentan el monopolio.<br />

El segundo error de esta hipótesis es haber mantenido la ilusión de que la<br />

modernidad ha surgido de repente, mientras que se trata de un largo proceso<br />

cuyos primeros sobresaltos hay que buscarlos en las culturas helénica, judaica e<br />

islámica que fueron fuertemente impregnadas de un espíritu religioso. No hay que<br />

descartar entonces que influencias de este espíritu se hayan instalado en la<br />

modernidad y condicionado - si no prescrito- la formulación de una parte de sus<br />

objetivos. Esto nos permite constatar la tercera contradicción en esta hipótesis<br />

porque la modernidad no vacila en pedir prestado conceptos abiertamente<br />

religiosos entre los que están las nociones de la "vida" en su acepción positiva, de<br />

"perfecto" al que aspira todo progreso, de la "fraternidad" que da un sentido a la<br />

solidaridad y de "temporal" inherente a la historia lineal.<br />

La contribución de los religiosos a la edificación de la modernidad<br />

representa una cuarta incoherencia en este postulado. Se trata, en este caso, de<br />

algunos precursores del Renacimiento en Italia entre los que están esencialmente<br />

los Protestantes que han iniciado una reforma de la religión que sería, según<br />

algunas opiniones, la base del nacimiento del capitalismo occidental. Otros<br />

reformadores famosos por su libertad de espíritu han contribuido asimismo a este<br />

esfuerzo, tal como el humanista holandés Erasmus. Sin olvidar que entre las obras<br />

de los grandes fundadores de la modernidad, algunas conllevan innegables<br />

influencias religiosas como fue el caso de Descartes, Newton, Kant y Hegel.<br />

En nuestra concepción de la diferenciación modernista, nos ocuparemos<br />

pues de reconocer a las distinciones dos cualidades esenciales: la funcionalidad y<br />

la facultad de ensamblar. No se trata, de hecho, de fronteras estructurales y<br />

permanentes, sino de simples separaciones dictadas por consideraciones<br />

funcionales y evolutivas. Lejos de ser herméticas hasta el punto de asignar a cada<br />

una de las partes separadas características recíprocamente antinómicas, estas<br />

distinciones reconocen prontamente los rasgos comunes cuando surgen en un<br />

contexto particular.<br />

Algunas distinciones establecidas por la modernidad occidental en sus<br />

inicios están siendo cuestionadas y a veces completamente abolidas, tal como la<br />

separación entre política y economía o entre lo social y lo cultural. Una de las<br />

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consecuencias de estas barreras arbitrarias, que han suscitado un entusiasmo sin<br />

precedentes en todo el mundo, cabe citar la separación entre la política y lo<br />

religioso que presenta las particularidades siguientes:<br />

1. Se trata de una separación entre otras, causadas por las mutaciones<br />

modernas que han conocido las instituciones sociales. Esta separación no<br />

merece, por tanto, concentrar todos los esfuerzos a expensas de otras<br />

distinciones que hay que establecer.<br />

2. Es una separación funcional desprovista de todo fundamento estructural.<br />

3. Es una distinción que no impide que los dos campos separados se reúnan<br />

en un contexto diferente o cuando se hace posible manejarlos juntos<br />

dejándolos unidos. Esta manera de proceder sería ciertamente mejor que la<br />

primera, porque la integración siempre vale más que la separación. Es, por<br />

tanto, nuestro deber explorar este mejor camino que evocaremos<br />

posteriormente.<br />

El segundo postulado de la diferenciación (la separación total entre la<br />

razón y la religión) es tan erróneo visto que relega la religión al nivel de lo<br />

irracional con el motivo de que se basa en creencias metafísicas o mitológicas, lo<br />

que es inexacto. Lo irracional es, en efecto, un concepto que puede revestir tres<br />

significados al menos: "lo imposible" como la simultaneidad de dos nociones<br />

contradictorias, “lo inconcebible por el espíritu” debido a su carácter superior o<br />

transcendente, y las categorías que el espíritu no puede ni confirmar ni invalidar.<br />

De ello se deduce que lo que se describe como "metafísica" puede ser cualificado<br />

de irracional según que se trate de la una o la otra de estas situaciones.<br />

En caso de que lo irracional es tomado como sinónimo de "imposible", no<br />

se excluye que la razón dialéctica llegue a conciliar las eventuales contradicciones.<br />

Entonces, la religión se convierte en racional bajo una perspectiva dialéctica. Por<br />

otra parte, si lo irracional designa lo inconcebible por la razón, es muy posible<br />

que un espíritu superior al espíritu común pueda comprender las verdades que<br />

éste es incapaz de concebir. De este modo, la religión sería racional a favor de un<br />

espíritu elevado que algunos llamarían "alma”. Es justamente el segundo<br />

significado que se da a menudo a la religión.<br />

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Si, en cambio, calificamos de irracional todo lo que la razón no puede<br />

confirmar ni invalidar, esto implica que sería inapropiado someterlo a las normas<br />

de la razón común. En este momento, no nos incumbe tratarlo de racional o<br />

irracional. En conclusión, estaremos de acuerdo en que la religión, aun<br />

suponiendo que se basa en nociones sobrenaturales, no está de ninguna manera<br />

en oposición ni con la razón dialéctica, ni con la razón espiritual.<br />

Para ello, nuestro camino hacia la diferenciación modernista toma en<br />

cuenta dos elementos esenciales entre los que está la racionalización de la religión.<br />

Nadie puede discutir el hecho de que el concepto de "religión " para nosotros es<br />

diferente del que tiene la modernidad occidental. Si, respecto a ésta, la religión no<br />

es más que una “serie de creencias y de ritos irracionales”, pues representa para<br />

nosotros “una doctrina y prescripciones legales”. Además, en su gran mayoría,<br />

estas prescripciones no son, según la razón funcional que reina sobre la<br />

modernidad occidental, totalmente irracionales, hasta son para la mayoría<br />

racionales y deben, por tanto, ocupar la posición que les incumbe en todos los<br />

ámbitos de la vida moderna. En cuanto a la parte considerada irracional, pues<br />

debe ser objeto de una relectura susceptible de hacerla más racional a la luz de las<br />

nuevas circunstancias, de lo contrario sería imprescindible proceder a una<br />

reconstitución de la razón para permitirle comprender tales prescripciones.<br />

El segundo elemento constitutivo de nuestra concepción de la<br />

diferenciación modernista es la extensión de lo político. Nuestra concepción de la<br />

"política"es diferente, obviamente, de la concepción que tiene la modernidad<br />

occidental. Una de las definiciones que da la realidad occidental se resume en “la<br />

gestión de los asuntos públicos mediante leyes y reglamentos establecidos por la<br />

comunidad misma”, mientras que para nosotros, estas leyes y reglamentos deben<br />

ser "elegidos" y no "establecidos". Es posible, de hecho, que un individuo elija<br />

algo que él mismo no estableciera. En nuestro caso, los reglamentos pueden ser<br />

elaborados por nosotros o dictados por nuestro Creador, pero todos ellos<br />

proceden de nuestra propia elección. También, la gestión debería privilegiar la<br />

elección a la concepción, de modo que la evaluación racional de la acción política<br />

se apoya en la pertinencia de la elección y no en la capacidad de prescribir reglas<br />

y leyes. Así, solamente, la racionalidad de la acción política sería proporcional en<br />

su facultad de elegir.<br />

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Por último, el tercer postulado de la diferenciación (la diferenciación<br />

depende de la renuncia a lo sagrado) es una ilusión que surge de una mistificación<br />

ampliamente difundida según la cual “allí donde hay sacralidad, hay brujería”.<br />

Lo sagrado es, en realidad, una cualidad que exalta una naturaleza transcendental<br />

y sin igual en nuestro mundo, mientras que la brujería es el culto de principios<br />

maléficos y perjudiciales para el orden de este mundo que el brujo intenta<br />

encarnar como en un ritual primitivo. Y desde que la diferenciación ha investido<br />

los diferentes aspectos de la vida y ha hecho posible la especialización y la<br />

división de roles, el Hombre ha sido capaz, merced a las aportaciones de la<br />

tecnología y a las oportunidades de anticipación que ya ofrece, desvelar misterios<br />

que llevaban a creer que el universo fue gobernado por fuerzas ocultas. Sin<br />

embargo, este desengaño no significa que lo sagrado desaparecerá completamente<br />

del universo, porque éste no es únicamente manifestaciones pero sobre todo un<br />

conjunto de signos. Entre ambas categorías, la diferencia es enorme porque si las<br />

manifestaciones obedecen al rigor de la racionalización y a las normas de la<br />

diferenciación, los signos, ellos, informan sobre significados ocultos y demuestran<br />

así la existencia de un augusto creador al cual ninguno sabría medirse. Incluso<br />

estas leyes que controlan las manifestaciones externas – o sea el campo de acción<br />

de la racionalización y de la diferenciación- conducen, en numerosos casos, a<br />

quienes fueron la base de su descubrimiento y su formulación a sentir la gloria de<br />

quien las concibió y consignó en el registro del universo para erigirlos en códigos<br />

sempiternos.<br />

Por lo tanto, proponemos basar nuestra visión de la diferenciación<br />

modernista sobre la verdad fundamental que concibe al ser humano como una<br />

entidad contínua cuya comunión con el tiempo y el espacio es evidente. Incluso<br />

teniendo cuidado de desprenderse de un momento o de un lugar determinados,<br />

ningún individuo puede evitar retornar allí por su pensamiento, su memoria y su<br />

imaginación, es decir por su alma. Esta continuidad se extiende más allá de las<br />

fronteras del tiempo y del lugar aparentes que el alma humana atraviesa<br />

alegremente para reencontrarse en mundos libres de toda restricción<br />

espaciotemporal. Mediante esta transferencia, el Hombre es propenso a<br />

escudriñar a su alrededor impresiones de estos mundo evanescentes y allí, sólo lo<br />

sagrado puede venir a su auxilio. En este mundo real, toda cosa puede en efecto<br />

ocultar huellas innumerables y secretos que relatan los vínculos del Hombre con<br />

estos otros mundos. Y entre secreto y magia, la diferencia es enorme porque la<br />

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primera se perpetúa y se refuerza con cada nuevo descubrimiento, mientras que la<br />

segunda se difumina y se desvanece. Es cierto que cada descubrimiento revela uno<br />

o varios secretos que permiten a los que los entienden de fortalecer sus vínculos<br />

con otras dimensiones de su humanidad. A este nivel, no es de extrañar que el<br />

individuo "diferenciado" de la modernidad occidental encuentre el mundo<br />

“desprovisto de sentido” –ya que es incapaz de percibir los secretos y -“poco<br />

digno de confianza”- después de haber sido castigado por sus calamidades- y que<br />

sienta más temor a la idea de la muerte desde que ha sido cortado del más allá.<br />

Una vez más, para concluir este capítulo sobre el último elemento<br />

constitutivo del espíritu de la modernidad, estaremos de acuerdo de que la<br />

diferenciación que nos hace falta debe ser interna y creativa. La esfera de lo<br />

racional es muy amplia en la religión islámica e implica elementos que pueden<br />

constituir la base de un nuevo pensamiento racional en condiciones de paliar los<br />

déficits de la razón modernista occidental. El campo político puede ser también<br />

objeto de una extensión para despejar el camino a la aparición de un nuevo<br />

pensamiento político basado en el principio de la elección y no del<br />

establecimiento. Una vez reunidos, el derecho a la elección y la racionalización<br />

autorizan la acción política para acomodarse con la práctica religiosa que se<br />

reencuentran tan naturalmente asociadas y sólo pueden ser separadas por razones<br />

sólidas. En cuanto a nuestras relaciones con el universo, en lugar de aplicarse al<br />

desciframiento de sus códigos para explotarlo deberíamos orientarnos hacia el<br />

descubrimiento de sus secretos para vivir mejor en él, y en vez de querer romper<br />

con sus manifestaciones, ganaremos a establecer contactos con ellos porque es la<br />

única salida hacia los significados ocultos de este mundo. Cuanto más avanzamos<br />

en el conocimiento de las leyes que controlan estas manifestaciones aparentes,<br />

más seremos capaces de deducir sus significados profundos. Sólo tal comunión es<br />

capaz de devolver un sentido al universo, a restaurar la confianza en su evolución<br />

y a hacer más tolerable la perspectiva de la muerte en su seno.<br />

Después de haber acabado nuestro análisis del segundo principio del<br />

espíritu de la modernidad, pasaremos al tercer principio: “el principio de<br />

universalidad”.<br />

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V. Aplicación del principio de la universalidad en el uso diario:<br />

El principio de la universalidad se compone de dos elementos básicos, a<br />

saber: la extensibilidad y la globalidad.<br />

Abordaremos, en un principio, los medios que permiten el paso de la<br />

semi-extensibilidad a la extensibilidad.<br />

a) De la semi-extensibilidad a la extensibilidad<br />

No cabe duda de que la modernidad en nuestra sociedad islámica no ha<br />

afectado a todos los ámbitos de la vida. Si se ha centrado en los aspectos<br />

científicos, técnicos y económicos hasta el punto de reforzar nuestra capacidad<br />

consumidora, en detrimiento de nuestra capacidad productiva, no es menos cierto<br />

que la modernidad no ha beneficiado a los ámbitos políticos, jurídicos y sociales.<br />

Por otra parte, esta modernidad permanece todavía superficial, por el hecho de<br />

que ha tocado sólo la forma.<br />

Esta diferencia registrada a nivel de la extensibilidad modernista se debe a<br />

la modernidad mecánica marcada por su carácter palpable, contrariamente a la<br />

modernidad de las ideas. Es, además, menos portadora de riesgos para las<br />

instituciones locales y aporta grandes beneficios a los jefes de las grandes<br />

empresas. Así es como la modernidad mecánica ha encontrado un gran apoyo de<br />

instituciones y empresas. Sobre todo porque los valores nacidos de este tipo de<br />

modernidad pueden desaparecer, a favor de los valores tradicionales locales. En<br />

cuanto al ámbito moral, parece que la extensibilidad lo habría tocado, incluso<br />

antes de los ámbitos políticos y jurídicos, y esto de manera muy profunda.<br />

Además, la corrupción ha plagado nuestra vida cotidiana, la reforma de la vida<br />

pública ha sido relegada, a su vez, a un segundo rango.<br />

El verdadero proceso modernista es comprometido por la modernización<br />

de las costumbres, en primer lugar, luego las ideas, las instituciones, seguidas por<br />

la modernización mecánica.<br />

No hay libertad de opinión en nuestras sociedades. Y sin esta libertad,<br />

ninguna iniciativa científica, menos aún espíritu de gestión y de creatividad.<br />

De hecho, es esta semi – extensibilidad que vivimos actualmente. Por<br />

tanto, es imperativo sobrepasar esta etapa, superando los huecos que han<br />

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impedido una buena aplicación del principio de la extensibilidad. Citaremos, en<br />

este contexto, los postulados que han regido esta aplicación:<br />

1. La modernidad es un hecho ineluctable.<br />

2. La modernidad aporta una fuerza global.<br />

3. La esencia de la modernidad es puramente económica.<br />

El primer postulado de la extensibilidad, a saber “la modernidad es un<br />

hecho ineluctable”, saca su justificación del hecho de que los responsables<br />

políticos y el empresariado, incluso los intelectuales en Occidente, están ahora<br />

convencidos de que la modernidad es una fatalidad de la cual el Hombre no<br />

puede escapar. Según ellos, se trata de un fenómeno general y complejo ineludible<br />

que debe ser aceptado, con sus beneficios y sus perjuicios. Sobre todo, piensan,<br />

que el Hombre no puede vivir sin modernidad y que no tendría sentido de separar<br />

los impactos negativos de los positivos, que son tan complejos e<br />

interdependientes. Los puntos negativos deben por lo tanto ser aceptados y<br />

adaptados a la vida.<br />

Esta posición pesimista, o lógica derrotista, es errónea. De hecho, la<br />

modernidad concebida por Occidente no es impuesta por la naturaleza de las<br />

cosas o por la voluntad divina, sino es el fruto del Hombre que ha establecido las<br />

reglas, de acuerdo a su propia voluntad. Y le incumbe ahora reformarla y<br />

encontrar otro proceso que el elegido actualmente, y superar estos nuevos<br />

escollos, como ha superado por otra parte las dificultades que han obstaculizado<br />

la realización de la modernidad.<br />

De hecho, la reforma debe ser más fácil que la creación. No quiere decir<br />

por eso que la reforma será cosa fácil que depende sólo de unas orientaciones,<br />

recomendaciones o soluciones técnicas parciales. Conviene pues elaborar un<br />

proyecto global para un nuevo desarrollo que implicaría las diferentes<br />

instituciones, los actores y las potencialidades.<br />

Así, la extensibilidad se basa en un hecho esencial, a saber que “el Hombre<br />

es más fuerte que la modernidad”. Si este primer proceso de modernidad ha<br />

fracasado, el hombre es capaz de corregir, incluso crear una segunda modernidad<br />

que sea mejor. Él hasta puede inventar otro modo de vida distinto al de la<br />

modernidad, inédito y sin precedentes en la historia de la humanidad. Esta<br />

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iniciativa, tributaria de la voluntad del Hombre, sólo puede estimular la<br />

imaginación y desarrollar el espíritu de creatividad. El hombre, que ha dado<br />

energía a la modernidad para hacer un proceso de evoluciones regido por leyes<br />

objetivas, puede, gracias a una voluntad firme, cambiar progresivamente la<br />

trayectoria de este proceso. La modernidad no sería, por lo tanto, una realidad<br />

inmutable y una fatalidad tal como ha quedado definida anteriormente, sino un<br />

fenómeno histórico transitorio que aparece y desaparece, mientras que la<br />

voluntad del Hombre es inmutable en cuanto que existe. Y es esta misma<br />

voluntad que dio origen a una sucesión de civilizaciones que han aparecido y<br />

desaparecido.<br />

En cuanto al segundo postulado, a saber “la modernidad aporta una<br />

fuerza global”, podemos decir que la modernidad ha dotado ciertamente los<br />

países occidentales de una fuerza material abrumadora, y ha aumentado sus<br />

necesidades de saber y de poder, convirtiéndose así en potencias que imponen su<br />

hegemonía sobre otros países, y privan los demás de su derecho de acceder a la<br />

modernidad. La modernidad también ha consagrado, dentro de estas sociedades,<br />

una preeminencia de la razón, conjugada con una visión materialista y con<br />

valores basados en los intereses personales, en detrimento de la vida humana.<br />

Además, estos países han sido impregnados de narcisismo y de epicureísmo. No<br />

puede sorprendernos que esta desviación haya levantado una reacción dentro de<br />

las sociedades occidentales en forma de "vuelta de lo religioso", “vuelta de lo<br />

irracional”, "vuelta de lo espiritual" o “vuelta de lo sagrado”que expresan<br />

inmediatamente una necesidad profunda a la cual esta nueva aplicación no podía<br />

responder. Cuando este materialismo alcanza su punto culminante en la<br />

modernidad occidental hasta el punto de convertirse en un nuevo paganismo, no<br />

es sorprendente que esta vuelta esté marcada de una anarquía litúrgica que<br />

también ha llegado a su pundo máximo. Fuerza es de constatar que los miembros<br />

de estas comunidades no se limitan sólo a abrazar religiones tradicionales de los<br />

más conocidos, pero que han inventado cultos inimaginables, incluso se han<br />

adherido a sectas para darse como ofrendas, suicidándose de la peor manera<br />

posible.<br />

A este respecto, podemos decir que nuestra aproximación de la<br />

extensibilidad modernista se basa en el segundo hecho: “el cuerpo del Hombre<br />

forma parte integrante de su espiritualidad”. Por lo tanto, la aplicación de uno de<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

los principios de la modernidad que abarca los diferentes ámbitos de la vida<br />

humana debe implicar tanto el cuerpo como el espíritu del Hombre. Además, la<br />

modernidad debe satisfacer sus necesidades materiales pero también espirituales,<br />

estos últimos aspectos deben regir incluso los aspectos materiales. Si el espíritu<br />

pierde su papel de orientación de la materia, no podemos prevenir los<br />

comportamientos desviados del individuo, y aún menos los desequilibrios de las<br />

relaciones sociales. Según nuestra opinión, la modernidad material es sólo uno de<br />

los dos pilares en los cuales se basa el espíritu de la modernidad. El segundo pilar<br />

se llama "modernidad espiritual". De hecho, deteniéndos en los valores que rigen<br />

el espíritu de la modernidad, tales como "la dignidad", "la justicia", "la<br />

igualdad", "la libertad", "la tolerancia" y "la fraternidad", podemos observar,<br />

que estos valores, tan ejemplares, pierden su rango mientras están acantonados en<br />

los intereses materiales y alejados de los valores morales. Si la justicia es<br />

concebible sólo a través del reparto de los recursos exteriores, también lo es a<br />

través del reparto de los recursos interiores. El imaginario no debe de ninguna<br />

manera prevalecer sobre la razón, lo mismo que la razón no debe a su vez invadir<br />

el imaginario. La libertad puede, a su vez, ser adquirida no sólo por el abandono<br />

de las restricciones externas, sino también por los caprichos interiores. Es lo<br />

mismo para la igualdad que no sólo depende de contingencias externas sino<br />

también de contingencias internas. En cuanto a “la dignidad”, " la tolerancia " y<br />

" la fraternidad”, éstas sólo tienen valor si transmiten cargas materiales a la<br />

medida de las cargas espirituales. Sin embargo, estos valores no bastan para<br />

alcanzar "la modernidad espiritual" requerida. Pues es imperativo crear nuevos<br />

valores y restablecer valores positivos que han caído en el olvido, como fue el<br />

caso de "la solidaridad" y "la responsabilidad". Asimismo, conviene crear valores<br />

"verticales" que puedan levantar la voluntad a un nivel superior. Estos valores<br />

dependen fundamentalmente de un cambio radical de la fe.<br />

En el tercer postulado, a saber “la esencia de la modernidad es puramente<br />

económica”, la economía, según la modernidad occidental, no es únicamente un<br />

factor humano integrado en otros factores sociales, sino que constituye una<br />

realidad autónoma cuya lógica comienza a dominar otros componentes, incluso<br />

la organización social entera cuya preocupación única se ha convertido en la<br />

extensibilidad económica y el crecimiento ilimitado de la producción y del<br />

consumo. El poder del mercado y de los productos se convierte así en el más<br />

fuerte.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

Esta tendencia "economista" de la realidad modernista se ha alejado del<br />

espíritu en el cual se había basado al principio, a saber la dignidad del Hombre,<br />

en la medida en que el crecimiento económico se ha convertido en un fin en sí<br />

mismo, los derechos humanos sólo eran un medio para servir a este objetivo<br />

(salud, educación, cultura, libertad, democracia o medio ambiente). Por otra<br />

parte, el consumo excesivo ha anclado en el individuo una tendencia epicúrea que<br />

asocia la importancia de los actos y de las cosas con el grado del placer que van a<br />

proporcionarle. El hombre, que se deja llevar por esta tendencia, escapa de las<br />

restricciones morales que regulan sus comportamientos, particularmente sexuales.<br />

Considera, por tanto, todos los modos de vida legítimos, siempre y cuando haya<br />

placer. Todos estos son factores que atentan gravemente contra el espíritu de la<br />

modernidad.<br />

Podemos argumentar que nuestro camino en la vía de la extensibilidad<br />

modernista debe basarse en un tercer hecho, a saber “la esencia del Hombre es<br />

puramente ética”. De hecho, el acto económico es en sí un acto moral que<br />

valoriza al hombre cuando lo preserva y baja cuando lo afecta. Podemos<br />

mencionar, en este contexto, “la búsqueda de la perfección”: si este elemento es<br />

una característica del Hombre, en el sentido en que aspira siempre a un futuro<br />

mejor, sería prudente tener en cuenta que no es su riqueza, aún menos su poder<br />

adquisitivo que le dotarán de esta perfección. De hecho, son sus actos, su<br />

capacidad y compromiso moral con los nobles valores que le conceden esta<br />

cualidad.<br />

Asimismo mencionaremos, a este nivel, la segunda idea a saber "el<br />

futurismo" considerada como la característica inherente a la perfección. De<br />

hecho, el futurismo no está condicionado por el crecimiento económico, sino por<br />

los valores morales que sacan su esencia de la religión revelada. De hecho, la<br />

noción del "futuro" es puramente religiosa. Esta idea parece escapar a los<br />

partidarios de la tendencia progresista que no cesan de asociar el progreso<br />

material al porvenir. Sin religión, el Hombre no habría podido salir de su presente<br />

para acceder al futuro. Los valores religiosos son de inmediato los que dotan al<br />

Hombre de la perfección, siendo la conciencia y la guía para el futuro.<br />

En definitiva, la modernidad requerida, al nivel de la extensibilidad, es<br />

“una modernidad interna e innovadora”. La extensibilidad se basaría así en tres<br />

hechos. Primero “el Hombre es más fuerte que la modernidad”: el hombre es<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

capaz de cambiar el curso de la modernidad, en términos de reforma y de<br />

evolución, como es el caso para los fenómenos históricos de transición. En<br />

segundo lugar, “el cuerpo del Hombre depende de su espíritu”: Los cambios<br />

sobrevenidos a nivel de la materia se deben al espíritu. De hecho, la inauguración<br />

de la era de una modernidad espiritual se convierte en un imperativo urgente, con<br />

el fin de preservar el equilibrio entre las fuerzas de la modernidad. En tercer<br />

lugar, “la esencia del Hombre es puramente ética”. Esta idea demuestra que los<br />

dos principios en los cuales se basa "el progreso", a saber "la perfección" y "el<br />

futurismo" no son de origen económico, sino que se han extraído de valores<br />

religiosos. El uso de estos dos principios en el ámbito económico no debe ocultar<br />

la esencia religiosa, de lo contrario el proceso modernista estaría en peligro.<br />

Ahora mencionaremos el paso de la "semi-globalidad " a la "globalidad",<br />

que es el segundo principio fundamental de la universalidad.<br />

b) El paso de la semi-globalidad a la globalidad:<br />

Es innegable que el concepto de "globalidad", en su sentido “de englobar a<br />

todos los seres humanos”, nos resulta muy familiar. El Islam, al igual que otras<br />

religiones, llama a "la universalidad". Sería incluso la religión que da más<br />

importancia a esta llamada, en la medida en que se dirige a "todo el mundo", a<br />

saber a aquellos que conocemos como a aquellos que no conocemos. Pero es<br />

lamentable que hayamos mal utilizado este concepto. Como todos sabemos, la<br />

modernidad ha surgido de los vestigios de la doctrina clerical. Incluso ha sido<br />

asociada con el total rechazo de la religión. En el marco de esta transición<br />

modernista, la defensa del Islam y la transmisión de su misión universal son<br />

tachadas de irracionalismo religioso” que constituye la antítesis del racionalismo<br />

de la modernidad. A pesar de esta situación, los sabios musulmánes han tomado<br />

este camino mediante la adopción de la ideología de la defensa de la religión, ante<br />

el riesgo de ser acusados de anti-racionalistas. Esta acusación ha tenido por<br />

resultado reforzar el apego de estos últimos a su posición, convirtiéndose así, a<br />

los ojos de los "modernistas", en el peligro de "la razón" y lo racional. Estos<br />

sabios no han aprovechado la oportunidad de la apertura al mundo, negándose a<br />

abandonar su posición y a adherirse al proceso de la participación, el cual se basa<br />

en la contribución a una nueva modernidad, a saber la modernidad de "la<br />

comunidad internacional".<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

Es esta semi-globalidad que vivimos actualmente la que debemos superar<br />

venciendo las dificultades que han impedido una buena aplicación del principio<br />

de globalidad en Occidente.<br />

Trataremos ahora de plantear los postulados que han constituido la razón<br />

de esta mala aplicación, a saber:<br />

1. La modernidad fortalece el espíritu individualista.<br />

2. La laicidad preserva el carácter sagrado de todas las religiones<br />

3. Los valores de la modernidad son universales<br />

Referente al postulado “la modernidad fortalece el espíritu individualista”,<br />

los investigadores son unánimes en subrayar que la modernidad implica "el<br />

individualismo": el individuo decide su destino, crea su vida y se erige como<br />

responsable de todos sus actos, haciendo así de su existencia en la sociedad un<br />

medio para realizar su propio bienestar. Pero este individualismo tan pegado a la<br />

modernidad occidental, no es inherente al espíritu de la modernidad. De hecho,<br />

este espíritu tiene como objetivo dotar al individuo de todos sus derechos, sus<br />

libertades y de preservar su dignidad, con el fin de que pueda elegir las diferentes<br />

instituciones que deberían administrar sus asuntos dentro de la sociedad. Este<br />

objetivo, que no prevé si el individuo debe administrar sus intereses únicamente,<br />

sin preocuparse de los intereses de los demás, está basado en la dignidad del<br />

Hombre. Así, la diferencia entre los conceptos de "hombre" y de “individuo” está<br />

clara. Pues, la noción de hombre se refiere a "un rango ejemplar" condicionado<br />

por el concepto del deber, mientras que el individuo se refiere a "un rango social"<br />

determinado por el concepto de la realidad. Entonces, la modernidad occidental<br />

ha pasado de la categoría del hombre al rango del individuo, cambiando así las<br />

cualidades de la perfección por las del egoísmo y el narcisismo.<br />

Por lo tanto, nuestro progreso en la vía de la globalidad modernista debe<br />

basarse en la idea según la cual los contornos de una nueva sociedad se dibujan<br />

ahora en el horizonte de una nueva modernidad que llamaremos "sociedad<br />

universal". Sería pues absurdo que la misma sociedad fuera una copia de la<br />

sociedad consagrada por el primer modelo de la modernidad, que es, como hemos<br />

señalado anteriormente, una sociedad de individuos ocupados en sus propios<br />

intereses. Pues es imperativo adoptar un nuevo pensamiento que estaría en<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

consonancia con esta nueva sociedad mundial. Un pensamiento que debe ser<br />

diferente del pensamiento instituido por "el cogito cartesiano" que pone al<br />

individuo en el centro de la existencia. Este nuevo pensamiento puede ser llamado<br />

“pensamiento global”, en oposición al “pensamiento menor” consagrado por "el<br />

cogito cartesiano".<br />

Este nuevo pensamiento, que prevé “interesarse por los demás como<br />

nosotros nos interesamos por nosotros mismos”, implicaría así "un pensamiento<br />

colectivo" que encuentra su legitimidad en tres hechos:<br />

Primero, cada problema que surge en una región del mundo también afecta<br />

a otras regiones, siendo universal su solución. En segundo lugar, el estallido<br />

cultural de las comunidades ha creado una necesidad imperiosa y urgente de<br />

comunicar entre ellas. En tercer lugar, las sociedades civiles están en trance de<br />

convertirse en transcontinentales, como las grandes empresas multinacionales.<br />

Ellas son las únicas que pueden afrontar los retos que confrontan las poblaciones<br />

en todo el mundo; tanto más que el poder de los países promotores del primer<br />

modelo de la modernidad comienza a difuminarse, su decaimiento parece ser<br />

inminente. Así, la comunidad internacional sólo puede ser concebida sobre una<br />

base de un “pensamiento global”, único garante de una buena aplicación del<br />

espíritu de la modernidad.<br />

Concerniendo al postulado que quiere que “la laicidad preserve el carácter<br />

sagrado de todas las religiones”, podemos recordar que algunos, como sabemos<br />

todos, han relacionado la modernidad en Occidente con "la laicidad". Oscilando<br />

en determinar sus características, la han definido “como el fin del poder clerical”,<br />

“el declive del cristianismo”, “el fin de la religión” o todavía “el eclipse de Dios”.<br />

Una de las acepciones más célebres fue la separación entre la gestión política que<br />

concierne a la cosa pública y la elección de la religión que entra en el marco de la<br />

cosa privada. Podemos decir entonces que cuando la modernidad se instalaba en<br />

las diferentes comarcas que tienen religiones diferentes, preservaba la sacralidad<br />

de la religión.<br />

La laicidad pone así todas las religiones en pie de igualdad, dando la<br />

impresión que permite a cada uno elegir la religión que se adapte a él y que todas<br />

las religiones son iguales. Esta igualdad entre las religiones no es justa, incluso las<br />

políticas, las filosofías y las ideologías no son iguales. De hecho, hay cultos que<br />

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son racionales, otros que son globales, religiones que son reveladas y otras hechas<br />

por el Hombre. La modernidad, que criticaba las políticas y las filosofías a través<br />

de sus fuerzas y sus debilidades, ha dedicado también, según sus criterios<br />

racionales, el mismo tratamiento a las religiones. Esta crítica podría ser<br />

beneficiosa en el estudio de los problemas que resultaron de la separación entre la<br />

cosa pública y la cosa privada.<br />

Si esta lógica ha fracasado, es porque consideraba todas las religiones<br />

como "irracionales", destinándolas así a "la marginación" y al "desprecio".<br />

Así, el proceso de la globalización modernista debe basarse en el<br />

pensamiento global que estipula que conviene pensar en nuestra religión teniendo<br />

al espíritu otras religiones, para determinar cuál es la más racional, según la<br />

situación que nos preocupa”.<br />

Basándose en este pensamiento, parece que el racionalismo, utilizado a<br />

menudo como un medio para marginar a las religiones, es un racionalismo<br />

mecánico transmitido por el primer modelo de la modernidad.<br />

A modo de conclusión, podemos decir que la gestión de la cosa pública se<br />

ha realizado en el marco de este modelo a través de un racionalismo que no<br />

conviene al común de los mortales. En cuanto al racionalismo de los<br />

"versículos" (religioso), pues abre, contrariamente al racionalismo mecánico,<br />

amplias perspectivas, particularmente para el diálogo.<br />

La segunda modernidad debería aprovechar las posibilidades racionales<br />

ofrecidas por el pensamiento transitivo que la caracteriza con el fin de desarrollar<br />

otra razón que reemplazaría a la razón de las máquinas. Esta razón alternativa<br />

pondría a contribución aquellos que son capaces de entender el significado de los<br />

símbolos así como el uso de las máquinas, porque un espíritu para el que una<br />

herramienta no vale más que una herramienta es más estimable que el que eleva<br />

la máquina al nivel de un milagro.<br />

En cuanto al postulado de la generalizabilidad, los partidarios del primer<br />

modelo de modernidad insisten en la universalidad de los valores que han<br />

adquirido a costa de una lucha feroz y su conveniencia para todos los pueblos y<br />

para todos los espíritus, que hayan incluso nacido sobre su tierra y marcado su<br />

historia antes de ser propagadas a través del mundo por la fuerza de la persuasión<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

y la disuasión. Un dato fundamental parece, no obstante, haber sido descuidado,<br />

a saber la desviación entre los valores que proclaman y las realidades de las que<br />

fueron los instigadores o, en otras palabras, la diferencia entre lo que habíamos<br />

llamado "espíritu" y "realidad" de la modernidad. Otra aplicación de este<br />

espíritu podría, pues, sustituir a la primera teniendo en cuenta que sus valores<br />

son, en su mayoría, universales. ¡Nadie puede contradecir el fondo de los valores<br />

de justicia, equidad, libertad y de dignidad y su validez no sólo para el mundo en<br />

que vivimos, sino también para todos los mundos posibles e imaginables! Sin<br />

embargo, la modernidad occidental como la comprobamos y practicamos está<br />

desprovista de toda universalidad, porque se trata de una aplicación local que sus<br />

instigadores impusieron a los pueblos de la tierra. Se trata pues de un hecho local<br />

promovido por la fuerza al nivel de la universalidad. Entonces, habrían hecho<br />

mejor, si verdaderamente fueron animados por la voluntad de ayudar a los<br />

demás, de mostrarles otras maneras de aplicar el espíritu de modernidad que sean<br />

mejor adaptadas a sus condiciones, con el fin de que su modernidad pueda ser<br />

auténtica y fruto de su creatividad y elección. Indicios sobre la existencia de<br />

diversas posibilidades de aplicación del espíritu de modernidad están empezando<br />

a tomar forma con la aparición de una nueva modernidad después de que la<br />

primera ha agotado su potencial y completado su papel histórico y después de<br />

haber mostrado signos de precaridad y de decadencia. Además, llamadas<br />

comienzan a oírse para la búsqueda de otra versión de la modernidad basada en<br />

el principio de una grande y misma sociedad representativa del mundo entero o,<br />

en su defecto, de un gran <strong>número</strong> de Estados. Una modernidad en la cual la<br />

política recuperaría su papel, que la economía le había sutilizado, y la educación<br />

su importancia, y cuyas diferentes esferas sean diferenciadas más y los valores<br />

más variados.<br />

Por este motivo, la generalizabilidad modernista que buscamos establece<br />

una distinción entre dos tipos de universalidades. La primera llamada<br />

"universalidad contextual" considera que todo objeto es creado en una sociedad<br />

determinada para ser recreado en otra de manera diferente que podría<br />

enriquecerle aportándole otras características. En cuanto a la “universalidad no<br />

contextual” o "absolutista", presume que toda cosa creada en una sociedad<br />

determinada, no puede ser recreada en otra parte sino debe ser recuperada bajo<br />

su forma inicial, so pena de reencontrarse petrificada en su nuevo contexto.<br />

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Así, la universalidad de la que goza el espíritu de la modernidad sólo puede<br />

ser contextual, como lo muestra en realidad las múltiples aplicaciones de los<br />

"derechos humanos" entre Occidente y el resto del mundo, incluso dentro de las<br />

sociedades occidentales. En los países nórdicos, por ejemplo, los derechos<br />

económicos prevalecen sobre el resto de los derechos, mientras que en Europa del<br />

este, son los derechos políticos que predominan. Otros continentes hasta<br />

introdujeron otros derechos no reconocidos por Europa, que pueden estar a veces<br />

en oposición a las primeras, como los “derechos de la comunidad” o la<br />

"unanimidad" en África. Además, la universalidad de los valores contextuales<br />

tiene el mérito de conciliar dos tendencias antagonistas: se abstiene de erradicar<br />

los valores de sus orígenes y les permite echar raíces en otros lugares, al tiempo<br />

que permite el intercambio de valores y su remodelación de una cultura a otra.<br />

En conclusión, la modernidad que nos hace falta debe también ser interior<br />

y creativa en lo que se refiere a la generalizabilidad. Una nueva aplicación de la<br />

modernidad empieza a tomar forma bajo la denominación "la segunda<br />

modernidad", lo que nos incita a efectuar tres transiciones, la primera consiste en<br />

pasar del pensamiento individual al pensamiento transitivo, que considera que<br />

“los demás” deben ser asociados con toda actividad de reflexión. La segunda<br />

transición atañe al paso de la razón de las máquinas a la de los símbolos que<br />

incita el espíritu a no fijarse en las fronteras de los instrumentos y a zambullirse<br />

en los significados. En cuanto a la tercera transición, pues, prevé el paso de la<br />

universalidad absolutista a la universalidad contextual, según la cual los valores<br />

no pueden sustraerse del contexto en el cual han sido creados o recreados.<br />

Tras este estudio, concluimos que el espíritu de la modernidad se basa en<br />

tres principios fundamentales: el “principio de mayoría” que consta de dos<br />

elementos esenciales "la autonomía" y "la creatividad", el “principio de crítica”<br />

que consiste en la "racionalidad " y en la "diferenciación", y el “principio de<br />

universalidad” que también tiene como pedestal dos fundamentos "la extensión"<br />

y "la generalizabilidad”. Tres consecuencias se derivan de esta definición del<br />

espíritu de la modernidad:<br />

1. El espíritu de la modernidad es diferente de la realidad de la modernidad.<br />

2. La modernidad en su versión occidental es una aplicación entre muchas<br />

otras posibilidades del espíritu de la modernidad.<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

3. Las diferentes civilizaciones son iguales en su pertenencia al espíritu de la<br />

modernidad.<br />

4. Nuestra realidad modernista está más cerca de la "pseudo-modernidad"<br />

que de la verdadera modernidad.<br />

5. La modernidad no puede ser transferida desde el exterior sino se crea en<br />

el interior.<br />

6. La creación de nuestra propia modernidad interna necesita la derogación<br />

de los postulados que han condicionado la aplicación occidental del espíritu<br />

de la modernidad y de las aberraciones que ha causado en todos los niveles.<br />

- Es así que hemos demostrado, en cuanto a la autonomía, que la tutela del<br />

más fuerte no siempre era motivada por buenas intenciones hacia el más<br />

débil y que se trata en este caso de dominación colonialista. Hemos<br />

demostrado También que la autonomía no significaba forzosamente la<br />

ausencia de toda autoridad religiosa, sino más bien la independencia de la<br />

tutela colonial.<br />

- Hemos demostrado que la creatividad no implicaba la ruptura total<br />

porque la verdadera modernidad es aquella de los valores. Tampoco<br />

consiste en estimular de modo inconsiderado nuevos apetitos a expensas de<br />

las necesidades espirituales, ni en favorecer el desarrollo del individuo hasta<br />

el infinito porque la verdadera prosperidad es aquella que hace beneficiar<br />

también a los demás.<br />

- Hemos explicado que la razón era incapaz de concebirlo todo ya que no<br />

puede comprender su propia naturaleza, así como es incapaz de criticarlo<br />

todo, porque el mundo no está hecho sólo de manifestaciones superficiales,<br />

o de dominar la naturaleza que es la madre del Hombre y no su esclava.<br />

- Hemos aclarado, referente a la diferenciación, que ninguna separación<br />

completa debía efectuarse entre la religión y la modernidad porque los<br />

modernistas han recurrido a nociones religiosas y los hombres de religión<br />

figuran entre los padres fundadores de la modernidad. Así como la razón y<br />

la religión no pueden ser separadas totalmente porque la racionalidad<br />

declina en varias amplitudes entre las que está la fe. Hemos hecho hincapié<br />

en que no hay que repudiar la sacralidad porque el ser humano está en<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

comunión con otras dimensiones y el mundo está constituido de un<br />

conjunto de símbolos, además de las manifestaciones aparentes.<br />

- En cuanto a la extensibilidad, hemos demostrado que la modernidad<br />

occidental no es una fatalidad porque el Hombre se sitúa por encima de esta<br />

aplicación. También hemos dejado claro que esta modernidad era incapaz<br />

de proporcionar la potencia global porque tiende a aislar la parte material<br />

en el ser humano de toda espiritualidad. Por último, hemos demostrado que<br />

la quintaesencia de la modernidad no podía ser económica ya que la<br />

naturaleza humana es esencialmente moral.<br />

- En lo referente a la generalizabilidad, hemos explicado que el espíritu de la<br />

modernidad no impone forzosamente el individualismo sino más bien el<br />

pensamiento transitivo que es mejor adaptado a la comunidad<br />

internacional, que el respeto debido a las religiones es profanado por la<br />

modernidad laica que les despoja de la racionalidad de las máquinas y de los<br />

símbolos y que la universalidad de los valores de la modernidad occidental<br />

es contextual y no absoluta. ❚<br />

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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

Pensar una obra fotográfica<br />

[A propósito de “La noche boca arriba”,<br />

colección de fotografías de J. Miguel Carrera]<br />

José Antonio Méndez Sanz<br />

1. Lo que perturba a muchos de los que acceden al mundo actual de la creación artística es<br />

que sus propuestas más características (acciones, intervenciones, visualizaciones,…)<br />

reclaman nuestra atención más como materia de reflexión que como objeto de deleite 76 .<br />

Este carácter terminalmente suscitador y, por lo tanto, irresolublemente inquieto, contrasta<br />

con la idea recibida del arte como aspiración al logro de una forma culminante, plena,<br />

mediante el dominio de una serie de técnicas y códigos de producción, captación y<br />

reproducción, un logro que permite acceder a la posibilidad gozosa de experiencia de<br />

plenitud aquietante –quiescente- y elevante; que permite confirmar el carácter real, positivo,<br />

de lo que hay o puede haber, aunque haya sido puesto aparentemente en cuestión.<br />

2. En el arte contemporáneo, en el arte de nuestro tiempo, se invierte la relación entre<br />

suscitación y terminación, entre pregunta y respuesta. Es una inversión tremenda, puesto<br />

que esa relación, en su secuencia tradicional, define toda nuestra cultura (desde el arte a la<br />

religión, desde el derecho a la ciencia, desde la educación a la filosofía) como posibilidad de<br />

dar sentido a lo que hay o puede haber, como conjuración de lo indefinido, como<br />

razonabilidad que acomoda y se acomoda a la racionalidad de lo que llamamos realidad.<br />

3. Pero no se trata propiamente de una inversión: en toda inversión hay una simetría entre<br />

el antes y el después, un mantenimiento de la proporción (de la razón, del logos); se trata de<br />

un más allá de la inversión, de una desproporción, de una desestructuración: en el mundo<br />

actual de la creación artística apunta el cuestionamiento de la lógica o disposición que<br />

sustenta esta cuestión, la proporción pregunta-respuesta, como cuestión fundamental 77 .<br />

I<br />

76 Pasamos así de una estética de la belleza (idea), a una estética de la obra de arte<br />

(producto) y, de ahí, a un concepto campal, procesual y multiplicativo del arte en el que es la<br />

propia acción artística (sin apuntar a la belleza, sin culminar en una obra) la que significa<br />

primariamente (e incluye a producto e idea como momentos suyos).<br />

77 Digo: “se apunta” y no “se logra”, precisamente porque la actual (sobre)valoración económica<br />

(y psicológica, etc.) de la obra de arte dota a ésta (todavía) de un nivel de “realidad” que, en<br />

puridad, ya no tiene. Esta valoración fija, en última instancia, el ser de la obra todavía como<br />

mimesis, como algo guiado por un código (lo que sigue valiendo, incluso, en la obra que se<br />

concibe a sí misma como desprendida de esta fijación de valor). El vértice monetario del arte es la<br />

última reminiscencia del “viejo mundo” que el nuevo arte, entre otras actividades humanas, está<br />

llamado a romper en cuanto ultimación validante o esperada (configuradora) del proceso artístico<br />

(aunque no como “un elemento entre otros”, como un mundo entre otros).<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

II<br />

4. La reflexión es una modalidad del pensamiento que consiste, ante todo, en<br />

retroceder para aquilatar y calibrar el alcance de lo que está ya dicho en el<br />

decir que dice lo dicho: es lo que el decir dice o consolida de forma callada<br />

como obvio, como evidente. Reflexionar es mostrar que en ese dicho silente<br />

del decir están presentes sin aparecer una serie de supuestos disponentes que<br />

son decisivos porque ordenan (reproducen, guían, perpetúan) de forma tenaz<br />

los mundos que habitamos.<br />

5. Si entendemos lo dicho como óntica (orden de cosas) y el decir como<br />

ontología (ordenamiento de lo que aparece como cosa y como esa cosa), cabe<br />

llamar a estos disponedores “metaontologías” (ordenamiento del aparecer de<br />

lo que aparece como cosa y como esa cosa) 78 .<br />

6. Véase un ejemplo: cuando digo: nos encontramos ante una colección de<br />

fotografías realizadas por el fotógrafo madrileño, radicado en Asturias,<br />

Miguel Carrera, quien, mediante largas exposiciones logra captar la imagen<br />

de una serie de paisajes en los que la única luz que hace aparecer objetos en la<br />

noche es una luz artificial, parece clara la objetividad de la obra, su<br />

significado, su alcance, sus elementos: un sujeto, un objeto, un medio, un<br />

mensaje. Esto es la óntica. La ontología es el sentido que unifica estas<br />

afirmaciones: la idea de que lo que se da se da a nuestra consideración como<br />

realidad: la obra es una perspectiva de la realidad creativamente seleccionada/<br />

elaborada por un autor/ojo que domina una técnica y unos códigos<br />

expresivos, etc.<br />

78 Denomino metaontología toda aquella gestión (teórica, práctica) de lo que hay (de lo<br />

que está ahí, de lo que puede darse) en términos de realidad (o irrealidad) y/o de unidad<br />

(pluralidad) y/o de positividad (negatividad) y/o totalidad (parcialidad) y/u orden (desorden) y/o<br />

autenticidad (inautenticidad); es decir, toda aquella economía que sostiene que lo que se da o está<br />

abarcado u orientado o articulado o transido, de un modo fuerte o débil, por un sentido (o<br />

sinsentido) o por su posibilidad.<br />

Considero que una de las tareas del presente consiste en ir más allá de este territorio (de esta<br />

economía). Un ámbito o atmósfera que es capital en nuestra tradición de realización (de acción y<br />

pensamiento) y que sigue operativa en muchos de los pensadores que se consideran despedidos de<br />

ella. Y entiendo aquí como “nuestra tradición de realización” no sólo lo que se denomina<br />

comúnmente pensamiento occidental, sino otro tipo de metaontologías básicas, como pueden ser,<br />

por ejemplo, la musulmana, la hinduista, la budista (que, a pesar de las diferencias entre las<br />

escuelas, como sucede también entre nosotros, guardan un parentesco entre sí –y con nosotrosque<br />

va más allá del aire de familia y que permite realizar esta afirmación, cuya generalidad<br />

considero perfectamente sostenible).<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

III<br />

7. Desplazar el eje de la consideración de una propuesta artística de la fruición de<br />

la representación lograda a la reflexión, de la interpretación según su adecuación<br />

a lo real o al cumplimiento de un código reglado como forma natural de acoger la<br />

obra o incluso su consideración como perspectiva o punto de vista sobre la<br />

realidad … al ámbito de la reflexión supone (uniendo lo esbozado en I y II) una<br />

reconsideración no sólo de la obra en cuanto conjunto de elementos (óntica), no<br />

sólo del mundo de sentido en el que se inscribe (ontología) sino de la lógica<br />

afirmativa (metaontología) que suscita y sustenta ese mundo en su obviedad, un<br />

mundo, que en ese mismo instante, ha dejado de ser último 79 , respuesta a una<br />

cuestión que, en su responder mismo, satura lo abierto (lo desordenado, lo puesto<br />

en cuestión) por la pregunta. Supone una reconsideración de nuestro modo de<br />

manejar y manejarnos en lo que hay, de nuestra metaontología, de nuestra<br />

metaeconomía. Y ello, repito, no sólo en los estratos inmediatos sino, sobre todo,<br />

en los más hondos: no se trata sólo –que también, obviamente- de una revisión<br />

categorial, no se trata sólo –que también- de una revisión del sentido global que<br />

establece estas categorías como tales, sino del alcance de los supuestos que<br />

animan la postulación de ese sentido. Todo este poder de la reflexión se muestra<br />

hoy, entre otros lugares, en el mundo de la propuesta artística: de cualquier<br />

propuesta artística verdaderamente de nuestro tiempo.<br />

8. Asistimos hoy al desordenamiento de un orden consolidado, un orden de<br />

realidad, ciudad y mente (categorías, instituciones, estados de ánimo). De este<br />

desorden el arte actual no es reflejo sino componente activo: por eso la<br />

consideración de su papel es decisiva para calibrar el alcance de lo que está<br />

pasando, de lo que se está realizando. Pero debemos calibrar el alcance de lo que<br />

hoy aparece: no se trata de un final abrupto, sino de un manifestarse en un<br />

declinar. De ahí la índole necesariamente polémica de lo que acontece: ni lo viejo<br />

queda arrumbado, ni lo nuevo irrumpe victorioso e irrebatible.<br />

Del mismo modo que el final del orden tradicional (agrario, aristocrático,<br />

fixista, circular, tradicional, obediencial) no supuso su extinción sino su<br />

preterición, el final del orden industrial moderno (industrial, oligárquico-<br />

79 Al igual que no es tampoco última la metaontología: puesto que la ultimidad pierde su<br />

puesto como categoría que cierra lo que hay, como categoría que dispone lo que hay en el<br />

horizonte englobante de la ultimidad.<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

democrático, evolucionista, espiral, progresista, crítico) no supone su<br />

arrumbamiento, sino su remisión. El nuevo orden, que, a falta de nombre mejor,<br />

podemos denominar postindustrial o postmoderno, tiene todavía rasgos difusos,<br />

es, por ello, a día de hoy, fundamentalmente reactivo o deconstructivo; pero en él<br />

apunta algo de forma clara: la referida reconsideración de lo que, en el orden<br />

clásico, se tenía por obvio: el sistema categorial y la raíz de su constitución en<br />

cuanto significativo. Y, más aún, la consideración de lo que denominamos su<br />

metaontología: el significado de esa significatividad.<br />

9. Uno de los elementos claves de la modernidad (que es otro nombre del orden<br />

industrial moderno) es la profunda inversión que lleva a cabo en lo que el orden<br />

antiguo propuso como elemento básico de su ordenamiento económico de lo que<br />

hay o puede haber: la división de su manejo humano en acción y<br />

contemplación 80 . En el orden antiguo, lo que hay se dispone, desde nuestro<br />

manejo, como (i) siendo un en sí y como (ii) siendo accesible para nosotros. Este<br />

ser en sí entraña una diferencia (que encierra una distinción entre verdad y<br />

apariencia o “provisionalidad” o, en su caso, “falsedad”): el ser aparentemente en<br />

sí y el ser realmente en sí. La accesibilidad, por su parte, se subdivide<br />

(estableciendo no sólo una distinción sino una subordinación) en (a) accesibilidad<br />

teórica (contemplativa) y (b) accesibilidad práctica (activa), de tal modo que la<br />

accesibilidad teórica se corresponde con el en sí verdadero del ser y la<br />

accesibilidad práctica con el apariencial (que no es necesariamente falso, pero sí<br />

está “tocado” por una incompletud de principio). Unida a estas distinciones, está<br />

la idea de que el acceso a lo fundamental (que, por tanto, es arcano) es difícil,<br />

requiere un esfuerzo; esfuerzo que, por otra parte, sólo unos pocos están en<br />

condiciones de llevar a cabo. Y, de modo recíproco, compete a estos pocos<br />

constatar y prescribir el valer (los valores) de ese ser clave: gobernar la ciudad,<br />

elegir, decidir, disponer.<br />

10. En el mundo antiguo, en el antiguo régimen, el paralelismo realidad-ciudadalma<br />

se da, como es sabido, de este modo: hay una realidad en sí que consta de<br />

prototipos ideales y atemporales de los que las cosas son casos; hay un puñado de<br />

seres humanos capaces de elevarse hasta ese mundo ideal y por lo tanto aptos<br />

para dirigir la ciudad; estos individuos pueden elevarse a esa altura cognoscitiva<br />

80 Al tiempo que introduce aquí una inversión, consolida, sin embargo, su determinación<br />

como accesible (ontología de la verdad como correspondencia) y, en última instancia, en el ámbito<br />

de la metaontología, como real realidad.<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

por capacidad intelectiva o contemplativa. En este régimen, la acción está guiada<br />

por la contemplación y es, por lo tanto, mero efecto: la idea es causa (tanto del<br />

ser como del conocer), es perfección: el efecto tiene, por definición, siempre<br />

menos potencia, es constitutivamente imperfecto 81 . La acción (en toda su<br />

tipología) es siempre –frente a una contemplación que se considera real porque se<br />

plasma en un dominio político de hecho que se justifica por ese ordenamiento<br />

económico, por ese orden de justificación- subordinada. Incluso cuando es<br />

reconocida (como sucede con Aristóteles) como única vía posible de manejo de lo<br />

que hay en la vida cotidiana, siempre tiene presente (como ideal o como<br />

nostalgia) la vida contemplativa y lo que contempla, la felicidad amable de la<br />

teoría, del puro pensamiento de las verdaderas estructuras del ser.<br />

11. En este orden de cosas, también las distintas modalidades de la práctica<br />

pueden ser más o menos valiosas, según su menor o mayor cercanía al<br />

conocimiento de lo que las cosas son. No será lo mismo la potencia del dominio<br />

de lo ético-político que la capacidad de seducción del mundo poético que la mera<br />

fabricación de la actividad técnica. Pueden ser más o menos valiosas –por ser más<br />

o menos automáticas: el fabricar es un hacer que no se posee por no conocer los<br />

principios en que se inspira; por ser más o menos inevitables: la acción no puede<br />

derivar directamente de la contemplación y por ello debe ser prudente y<br />

equilibrada; el arte oscilará entre los peligros blasfemos de la ficción, el<br />

conservadurismo de la mímesis y una homeostática posibilidad catártica …-;<br />

pueden ser, digo, más o menos valiosas, pero no son primeras: son incompletas<br />

….<br />

12. La modernidad tardía, el siglo XIX, introduce una inversión en este orden,<br />

procesualiza lo que hay, lo dinamiza. Evolucionismo, marxismo, pragmatismo,<br />

son elementos de este nuevo mundo. En él, la práctica –el proceso de la acción<br />

político-moral, del hacer y fabricar técnico, de la creatividad artística - es la que<br />

suscita la teoría: la realidad no se despliega imitando un orden preestablecido<br />

(que fructificaría en productos miméticos –actos, artefactos, obras- que deben<br />

valorarse comparándose con ese canon ideal e inmóvil) sino que realiza ese orden<br />

81 De este modo, retroactivamente, se recupera y justifica ontológicamente lo que es<br />

nuestra constatación de la finitud o facticidad en que somos: como producida necesariamente por<br />

su relación con lo que postulamos como su causa: el plus de insatisfacción se proyecta por<br />

elevación retroactivamente en una imagen de perfección que, a continuación, justifica la necesaria<br />

finitud del efecto. Y, de este modo, lo legitima: es fáctico, pero está fundado en lo no-fáctico. Se<br />

trata de una prodigiosa operación económica.<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

llevándolo, procesualmente, a ser en toda su plenitud. La obra no imita el ideal<br />

(la idea de belleza) sino que lo realiza, lo hace aparecer en toda su plenitud: el<br />

ideal, sin realización, es indigente, es pura pobreza.<br />

13. Esta inversión moderna tiene diversas modalidades: alguna (la hegeliana, la<br />

marxista, la del darwinismo social) es, en puridad, una variante del modelo<br />

clásico de nuestra tradición: la pregunta puede ser respondida, abrochada, lo que<br />

hay admite una plenitud satisfaciente, plenamente significativa (de ahí el arte<br />

como mediación necesaria del despliegue de la idea en Hegel; de ahí la posibilidad<br />

del realismo socialista como arte verdadero de una realidad verdadera; de ahí la<br />

ganancia, en su acierto con el orden de lo que es, del mejor). Ciertamente, es una<br />

plenitud que no está instantáneamente dada sino que tiene que lograrse con<br />

tiempo y esfuerzo, con lucha y dolor; pero este logro es posible en principio: es la<br />

maduración de una semilla verdadera.<br />

14. Pero en otras modalidades de la inversión moderna (desde el pragmatismo,<br />

por ejemplo) apunta una línea diferente, una primacía del hacer que no sólo<br />

segrega lo ideal (como en los casos anteriores), sino que lo hace de forma<br />

múltiple. De forma múltiple, digo. Eso, ciertamente, lo dice también el marxismo<br />

con su concepto de ideología (cada grupo social ligado a unos modos de<br />

producción o al dominio de unos instrumentos productivos tiene la suya). Pero<br />

aquí se añade un elemento fundamental: esta multiplicidad de ideales (de teorías<br />

sobre lo que hay que nos sirven para sobrevivir en nuestras vidas) no tiene por<br />

qué componerse; de hecho puede que no se componga: de este modo la realidad<br />

no se reabsorbe en un sentido abarcador, en una clave única. Con ello, nos<br />

alejamos no sólo del mundo clásico (donde el ideal eterno absorbía de antemano<br />

toda manifestación práctica; manifestación que, por otra parte, se refería a él:<br />

como creación, como imitación …) sino también del mundo moderno (donde el<br />

ideal gestado por la práctica no era sino la maduración necesaria de un ideal<br />

preestablecido –y en este sentido puramente formal, vacío, indigente-, aunque<br />

sólo recuperable retroactivamente al final del proceso de su realización: como su<br />

sentido necesario o verdadero).<br />

15. Esta nueva línea pragmática tiene graves consecuencias cuando se una a otras<br />

trayectorias de la modernidad tardía, fundamentalmente las que provienen de las<br />

ciencias naturales. Hay en el pragmatismo, fundamentalmente, un paso a segundo<br />

plano de la noción tradicional de realidad como totalidad objetiva, como<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

consideración de lo que hay como unidad única, como referencia plena. Puede<br />

que este paso a segundo plano no hubiera ido más allá de un cambio de acento en<br />

la filosofía [el paso de filosofías de la unidad a filosofías de la pluralidad<br />

irreductible 82 que se desinteresan por la cuestión metafísica de la unidad última<br />

de la realidad o de la índole de esta ultimidad y se limitan a trabajar con un<br />

concepto supervivencial de verdad manteniendo la noción de realidad, desplazada<br />

de su lugar central tradicional, meramente como límite al que se refiere (sin entrar<br />

a considerar su positividad en cuanto tal: es un conocimiento no necesario para<br />

ser: no vital) la supervivencialidad] si no hubiera coincidido 83 con una evolución<br />

decisiva en el ámbito de las ciencias físicas y matemáticas.<br />

16. En el quicio de los siglos XIX y XX se producen una serie de acontecimientos<br />

ontológicamente decisivos en el ámbito de las ciencias modernas. Son de sobra<br />

conocidos: la crisis de fundamentos en la matemática (tanto en geometría como<br />

en aritmética); la aparición de la mecánica cuántica y de las teorías de la<br />

relatividad (en micro y macrofísica). Para lo que aquí no interesa: ya no va a ser<br />

posible, por una parte, considerar que lo que hay tiene una estructura, un<br />

esqueleto inconmovible en el que se puede encontrar a voluntad lo que se quiere<br />

buscar (lo que entraña el principio del fin de la equivalencia analógica entre<br />

pensar y ser, y, más en el fondo, el desbordamiento de la lógica que fructifica en<br />

esa equivalencia); ya no va a ser posible mantener una noción de realidad física en<br />

sentido tradicional (intuitiva, lineal, simultánea), sea como plenitud dada (en<br />

sentido tradicional) sea como límite –referente- ideal (pero real) de nuestras<br />

acciones.<br />

17. La confluencia de ambas series (primacía de la práctica, fin de la noción<br />

intuitiva de realidad como totalidad o referencia) supone el fin de una época: no<br />

sólo el fin de los objetos de que consta en cuanto objetos bien establecidos, no<br />

82 Hemos de darnos cuenta de que los planteamientos multiplicativos de los que se hablará<br />

luego nos sitúan más allá de la pluralidad (que ha de leerse, en consecuencia, o bien como<br />

fragmentación de una unidad que sigue operando nostálgicamente como idea reguladora o bien<br />

como mutua referencia futura de lo que se da, lo que posibilitará reconstruir una unidad<br />

pactando múltiples acuerdos en la idea de una “acordabilidad”. Porque incluso la aparentemente<br />

escéptica pragmática, al suponer una realidad-límite o medida de supervivencialidad, postula que<br />

la pluralidad se compone, aunque no pase a positividad ingenua o inmediata. En ello se muestra<br />

el poder de lo metaontológico.<br />

83 Se trata, claro está, más de una co-incidencia que de una mera coincidencia. Es decir,<br />

aquí, en esta posibilidad de darse simultáneamente dos series de acontecimientos (o de leer<br />

nosotros lo que hay en esta doble serialidad), se muestra un sentido más hondo de la economía de<br />

lo que hay.<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

sólo el de las categorías y valores que los clasifican y describen, sino también el<br />

fin de lo que dotaba de significado a estas categorías y valores que daban sentido<br />

a los objetos, el declinar del proceso, del manejo de la realidad que produjo y<br />

justificó tales productos en cuanto tales y en cuanto productos.<br />

18. Supone, sobre todo, para lo que nos interesa, lo que podemos denominar fin<br />

de la realidad y auge de los mundos.<br />

IV<br />

19. Sin entrar en todo lo que entraña, podemos establecer sintéticamente lo que<br />

entraña el concepto de mundo. Me voy a valer de un esquema que he usado en<br />

otras ocasiones y que, aun a riesgo de ser demasiado esquemático y dogmático,<br />

deja esbozado lo que se quiere decir:<br />

- Toda posición (afirmación, teoría, obra, acción, consideración) es un<br />

orden de mundo y, por ello, tiene carácter no sólo descriptivo o<br />

propositivo (de lo que es como es o de cómo debería ser) sino,<br />

fundamentalmente, realizativo.<br />

- Por consiguiente, lo que hay, antes de ser o dárseme como entidad o<br />

proceso o acontecimiento, ficción o realidad, tiene, en ese ser para mí o<br />

dárseme, que es, por otra parte, su ser pleno (terminal) 84 , índole de<br />

mundo.<br />

- Mundo es cualquier articulación de lo que hay y no está conmensurado<br />

con un ser en sí o un tener que ser determinado.<br />

- Y en cuanto esa articulación se da, es prueba de primacía de la posibilidad<br />

(incluso como mera concebibilidad), de la tolerancia de lo que hay en los<br />

mundos y de su índole abierta a la multiplicación:<br />

a) Una posibilidad cuya realización no es cumplimiento de una potencia<br />

(es decir, algo no realizativo sino repetitivo, aunque esta repetición<br />

pueda –monstruosamente- fallar y sin embargo seguir ahí).<br />

84 Este “mí” terminal tiene, a su vez, carácter de mundo, no de realidad. No es, por ello, ningún<br />

“en sí” en sentido tradicional.<br />

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b) Una tolerancia (en sentido estricto) que muestra que lo que va siendo<br />

(pudiendo ser contradictorio) no se ajusta a ningún deber ser, a ningún<br />

patrón rígido (en sentido también estricto).<br />

c) Una multiplicación basada en su carácter: indefinido, entrelazado,<br />

recursivo, futurible<br />

- Que mundo prime sobre realidad significa que lo que hay no se da en<br />

forma de unidad, ni mucho menos de unicidad.<br />

- Las categorías unitarias positivas: uno, totalidad, realidad, en sí, control,<br />

no son más que mundos: formas posibles de articular o de ordenar lo que<br />

hay.<br />

- Las categorías opuestas a las categorías unitarias: múltiple, fragmento,<br />

irrealidad, para mí, descontrol, no son más que mundos simétricos<br />

(especulares) de los mundos anteriores. O, desde otro punto de vista,<br />

forman parte del mismo mundo: son producto de la misma lógica.<br />

- Los mundos no son diferentes perspectivas (complementarias o conflictivas<br />

por estar definidas o poderse deslindar) sobre la realidad o sobre una<br />

(misma) realidad.<br />

- Los mundos no son juegos opuestos a una seriedad que los torna fútiles.<br />

Siendo finitos (fácticos), son –más o menos, pero siempre- definitivos: sus<br />

realizaciones tienen siempre esa índole, aunque esa definitividad pueda ser<br />

luego, de alguna manera, en otros mundos, refutada: el hambre que siento<br />

en este momento es definitiva, aunque pueda saciarla si como un bocado.<br />

- Los mundos no son insuficiencias que esperan o están orientadas a su<br />

plenificación.<br />

- Los mundos no admiten, como límite, un super o intramundo que, en<br />

cuanto realidad, de alguna manera, los sincronizaría, los unificaría 85 :<br />

a) Ni como envolvente dado que los abarca (englobante) o está<br />

constituido por ellos o acabará plenificándolos.<br />

85 Como en el resto de distinciones que esbozo, no persigo aquí elaborar una tipología, sino<br />

apuntar distintas modalidades (explícitas o encubiertas) de unificación. La justificación de lo<br />

afirmado y su necesario desglose han de quedar para otra ocasión.<br />

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b) Ni como frontera interna que los compone a pesar de su mutua<br />

inconmensurabilidad (límite o sím-bolo).<br />

c) Ni como investidura a partir de algo que, dándose o pudiéndose dar en<br />

lo fáctico y no brindando una totalidad de hecho o una totalización de<br />

frontera, pudiera verse –retrospectiva o retroactivamente- como un<br />

posible elemento de introducción de sentido (opción por la posibilidad<br />

más auténtica o propia, illeidad, tercero excluido).<br />

- La primacía de mundo sobre realidad significa asimismo (frente a lo que<br />

ha sido tradicional sostener) la primacía de la práctica sobre la teoría.<br />

a) Teoría significa posibilidad de acceder (ahora, en el futuro, o en el<br />

límite) a una realidad ordenada persistente (modélica) en la que la<br />

novedad es un ejemplo: o de un paradigma, o de una ley o de un<br />

sentido. En el límite –tras la teoría de la evolución-, significaría la<br />

posibilidad de una novedad que crearía (o iría creando en cada caso) su<br />

propia legalidad (por emergencia, por ejemplo); legalidad de la que, a<br />

partir de ese momento, toda novedad sería un caso tensado entre la<br />

repetición y la creación de una nueva ley. Lo que hay, en todo caso, de<br />

una forma u otra, de modo más fuerte o más débil, se entiende desde la<br />

idea de panóptico.<br />

b) Desde la primacía de los mundos, la teoría se entiende siempre como<br />

un caso de la acción, como un segregado, como un momento<br />

económico. Así, p.e., la ciencia sería un caso (un mundo entre otros<br />

posibles) de la técnica y no al revés (la técnica, mera ciencia aplicada,<br />

mera proyección en lo material inerte de un modo de ser correcto).<br />

c) Y dado el carácter realizativo de los mundos, y dentro de la idea de<br />

acción (por no abandonar su desglose clásico), la creatividad (poiesis)<br />

es el elemento decisivo: la praxis (acción político-moral) y la techne<br />

(acción técnica o arte) son, radicalmente, poiesis: la praxis deja de ser<br />

una aplicación de la ortodoxia, del mismo modo que la técnica deja de<br />

ser ciencia aplicada y el arte deja de estar orientado a la plasmar o<br />

hacer esplender de lo que se dice realidad en verdad.<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

- Realidad, por tanto, no es la totalidad, una y única, la positividad<br />

verdadera de lo que hay o pueda haber, o la índole de lo que es en cuanto<br />

es –de alguna manera- positivo, sino una característica de los mundos: el<br />

hecho de que se den (sin atender al modo en que se den) y el fruto de su<br />

carácter realizativo.<br />

a) No hay, por lo tanto, en sentido tradicional, cosas reales (regiones o<br />

entidades definitivas de lo que hay: dioses, teorías, mentes o almas,<br />

cuerpos); ni, por oposición: caos, desorden, inclasificabilidad; no hay<br />

nada en este sentido cuya realidad “transcienda” la estructura de<br />

mundo.<br />

b) No hay realidad de las cosas en sentido tradicional (como opuesta a<br />

lo irreal del sueño de la confusión o de la ficción), una realidad<br />

(entidad o impresión) que vaya más allá de la “insuficiencia” (en este<br />

sentido) de la índole realizativa de los mundos.<br />

- Por consiguiente, las categorías de todo pensamiento (pensamiento-acción<br />

siempre: ontología o metaontología-político/económica) responden a esta<br />

índole de mundo: ni son cosas reales, ni tienen realidad (aseidad,<br />

transcendencia, entidad).<br />

- La característica clave de los mundos (frente a la idea tradicional de<br />

realidad fijable, sólida y aseguradora, alcanzable a pesar o desde o en las<br />

más o menos significativas apariencias 86 ) es su carácter indefinido y<br />

multiplicador. Las entidades nacen en sus intersecciones y no pueden ser<br />

recuperadas ni proyectadas ni como “en sí” ni como “para sí”: ni<br />

mediante regresión (la recursividad es indefinida) ni mediante progresión<br />

pasada al límite (multiplicación equivale a apertura múltiple –realizacióncon<br />

cada intento de determinación).<br />

- Es decir: los conceptos “principio” y “fin” son segregados “internos” a los<br />

mundos, no algo externo: porque no hay exterioridad (y, por ello, en<br />

paralelo, tampoco interioridad). Tales conceptos son, ellos mismos,<br />

86 Apariencias más o menos significativas, más o menos portadoras de lógos: arco que va<br />

desde la desconfianza que suscitan en el parmenideanismo-platonismo clásico, al carácter protoluminoso<br />

con el que se muestran en la fenomenología-hermenéutica que parte del aparecer en el<br />

mundo de la vida.<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

“mundos”: órdenes en lo que hay, pero con carácter indefinido,<br />

multiplicador, etc.<br />

- Del mismo modo, la noción de “concepto” o “categoría” o “término”<br />

tiene (remite a la) estructura de mundo: el hecho de que un concepto<br />

(entendido –en sentido más o menos kantiano-hegeliano, un sentido que<br />

remonta<br />

hasta Platón o más atrás a través, decisivamente, de Leibniz-<br />

como el conjunto de determinaciones significativas que describen algo en<br />

su posibilidad misma de ser algo real y que, en cuanto tales permiten o<br />

exigen o convalidan su realización en esa línea u orden) pueda funcionar<br />

como una regla significa, precisamente esto: todo ordenamiento (en<br />

nuestro caso, no a priori) es realizativo.]]<br />

19. En ese auge de los mundos, la confluencia de las dos series de de<br />

acontecimientos de la que hablaba en el parágrafo 17, se produce, además 87 , y<br />

esto es decisivo, en un ámbito de economía (en sentido tradicional) dominada por<br />

la terciaridad (economía de servicios, financiera, de futuros, global). Frente a una<br />

economía de productos (primaria o agrícola) o de procesos (secundaria o<br />

industrial), la economía postindustrial se centra en lo que podemos llamar, en<br />

sentido fuerte, “juego”: frente al producto artesanal, único y absolutamente<br />

controlado en su producción<br />

individual (es el lugar); frente al producto<br />

industrial, seriado, fruto de un proceso mecánico que prima sobre él, de un<br />

proceso que se abre al riesgo pero lo absorbe (al menos teóricamente) mediante<br />

mecanismos rígidos de control (idea de mercado en competencia perfecta, por<br />

ejemplo), nos encontramos con la primacía de lo que lanza un proceso u otro (y el<br />

proceso ya no es lo más significativo: no es él quien abre el sentido),; proceso que,<br />

ahora sí, lanza un producto u otro (qué más da); nos encontramos con una<br />

fruición en el hacer, con una des-procesualización y, consecuentemente, con una<br />

mayor desobjetualización que la que se da en el mundo del proceso; nos<br />

encontramos con una primacía de la imaginación del futuro sobre otras<br />

facultades (memoria, entendimiento) y otros tiempos (presente-pasado); con una<br />

primacía significatividad de la modalidad sobre la relación y, a fortiori, una<br />

relativización de la cantidad y la cualidad.<br />

87 De nuevo, ¿qué significa confluir? Y hay que notar: la noción de causa (tal proceso<br />

causado por tal otro, etc.) es una de las nociones que ya no nos sirve (en cuanto posibilidad total<br />

de explicación); incluso el propio concepto de explicación pertenece a esos mundos sidos (no<br />

como posibilidad de mundo, lo que siguen siendo, sino como órdenes reales y reales<br />

ordenamientos).<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

20. Desde lo apuntado, en este desplazamiento de ejes (o en esta consideración de<br />

lo axial como desplazamiento) se entiende mejor la complejidad del concepto de<br />

arte, del lugar que ocupa en los mundos actuales y la perplejidad que suscita:<br />

1. no habiendo realidad, el arte no puede ser ni presentacional ni<br />

representacional;<br />

2. habiendo mundos, toda presentación es constitución de un(os) mundo<br />

(s), toda representación construcción de un(os) mundos;<br />

3. habiendo primacía de la práctica: todo hacer es realizativo (pero, a su<br />

vez, de realidad de mundos, no de realidad en sentido tradicional);<br />

4. no habiendo código de códigos, el arte no se ofrece como primariamente<br />

interpretable o informativo, abierto a o exigiendo la pregunta: ¿qué significa?<br />

Acaece como indagador y cuestionador del esquema pregunta-respuesta como<br />

primario y/o zanjable;<br />

5. no habiendo orden absoluto de facultades, el arte no es un tránsito<br />

limitado por la sensibilidad, ni la aplicación de un conocimiento superior a la<br />

materia. Supone y agradece la nueva reubicación de las emociones frente a la<br />

razón (y, en paralelo, de la mitología respecto al lógos), pero también entraña<br />

una des-emocionalización. Es reflexión que, sin renunciar al deleite, no tiene<br />

que estar ordenada a él o por él;<br />

6. no habiendo conocimiento como re-conocimiento (de una idealidad<br />

previa; en una idealidad realizada), toda realización es epistémica<br />

(informativa, orientativa, instauradora, consolidante): indaga y abre, propone<br />

órdenes (fácticos) de sentido que no se resuelven necesariamente en instancias<br />

cognoscitivas superiores (filosofía, ciencia) sino que “se dan conjuntamente”<br />

con estas y se hibridan con ellas;<br />

7. no habiendo orden natural de facultades, la imaginación artística es<br />

“envolvente” y no “envuelta”: la modalidad es la atmósfera de nuestro<br />

tiempo; la posibilidad y sus mundos son más efectivos que la realidad<br />

tradicional;<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 179


Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

8. el arte es “parte” (sin ser fragmento) de una nueva economía (es, como<br />

mínimo, en todo caso, una crítica de la que nos soporta, la circulación de las<br />

tríadas ser-conocer-hacer; dioses-alma-mundo), de una nueva metaontología;<br />

9. toda obra de arte, en cuanto mundo(s), tiene un carácter disposicional<br />

(prospectivo/propositivo/proyectivo) y, a la vez, conflictivo (hacia “fuera” y<br />

también hacia “dentro”, sin, por ello, constituir una unidad sino, en sí misma,<br />

una pluralidad multiplicativa: un continuo abrir mundos que no se solapa o<br />

aglutina bajo un con-cepto unitario de mundo, que sería otro nombre de la<br />

vieja realidad);<br />

10.la representación o la interpretación de índole representacional son sólo<br />

momentos de la obra, no su “sustancia”. Como tales habrán de tenerse, en su<br />

caso, en cuenta; pero junto a otros, no sobre otros;<br />

11.por otra parte, el carácter de obra (objeto, acción) de la obra es sólo un<br />

momento suyo, no su sustancia … Lo que en ella se coagula y a lo que ella<br />

remite es también “parte de su ser”, de su acontecer. La obra supone una red<br />

de actores (artista, público en sus diversas modalidades, galeristas, críticos…),<br />

cada uno de ellos de índole mundana (multiplicativa, posibilista o modal,<br />

realizativa…), el autor es sólo uno de ellos (y sus mundos unos entre tantos);<br />

12.lo considerado siempre “en sí real” de la obra, obra por antonomasia, su<br />

“interior”, también vive y se multiplica y se desplaza (en varios ejes): no es al<br />

modo de realidad sino de mundo…;<br />

13.la obra no es de-finitiva más que mundanalmente (en un instante, en un<br />

mundo; en indefinidos instantes en indefinidos mundos); es fáctica, finita,<br />

indefinida. Con significados, claro está, pero sin “significado”; encuentro y<br />

conflicto (la indiferencia es una forma de conflicto).<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

V<br />

[La obra de M. Carrera 88 ]<br />

21. ¿Cómo leer desde lo dicho la serie de fotografías “la noche boca arriba” que<br />

nos brinda Miguel Carrera? Ante todo, y esto los que le conocemos lo<br />

entendemos perfectamente, como una donación. La forma en la que dis-pone su<br />

obra nos indica que no quiere disponer de ella sino para ofrecerla: no se trata, por<br />

tanto, de la entrega de un producto a cambio del reconocimiento (monetario o<br />

afectivo) que le correspondería (de este modo se cerraría un ciclo de economía<br />

productiva típico de la metaontología occidental); no se trata de una hecho que<br />

apunta a un circuito cerrado de transacciones, sino del esbozo o la apertura<br />

incipiente de un mundo de gratuidad: un ser desinteresadamente de tal manera<br />

que, cuanto menos, apunte aquello que, en su fragilidad o impotencia es<br />

reprimido u oprimido en y por el mundo ordenado por los poderes fácticos como<br />

real.<br />

22. Nótese bien: se trata de una posición más compleja y matizada que la simple<br />

oposición de, frente a un mundo dado, postular como alternativa otro antitético,<br />

radicalmente diferente. En la presentación más inmediata de la obra, hay un cruce<br />

de líneas de fuerza que pone de relieve esta necesaria falta de maniqueísmo, esta<br />

convicción (o propuesta) de que los conflictos no se solucionan ignorando a una<br />

de las partes, ni siquiera a la dominante (aunque tampoco con simulación de<br />

equidistancias o fáciles empates).<br />

<strong>23</strong>. La primera línea de fuerza es lo que, de modo tradicional, podemos llamar el<br />

medio por el que se lleva a cabo: la técnica fotográfica. Una práctica que sólo<br />

muy recientemente se considera “arte”; una práctica al alcance de cualquiera y<br />

que es usada por el autor sin querer demostrar ni mostrar virtuosismo alguno<br />

(aunque lo haya). Un hacer aparentemente diluido, hecho desde la fruición: la<br />

noche que se manifiesta desde el goce sereno y que se despliega en un tejido que<br />

recoge-emite, con tiempo, luz refleja, luz reflexiva: es una aparición distendida,<br />

desdramatizada, una remisión del conflicto que, así presentado, se distiende, no se<br />

oculta.<br />

88 Se puede acceder a la obra fotográfica de Miguel Carrera en http://<br />

www.miguelcarrerafoto.com/<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

24. La segunda línea de fuerza tiene que ver con la construcción sintáctica del<br />

campo donde podrá objetivarse, desde la emoción gozosa pero lúcida, lo que<br />

haya de ser objeto o nudo: el campo no se abre para albergar-construir presencias<br />

que se imponen, dominancias que no se nos dan sino que se nos echan encima. Al<br />

contrario: se abre desde la serenidad de los grandes planos: no hay una presencia<br />

o referencia directa a lo dominante, a lo agotador y sus grandes primeros planos.<br />

Sabemos que está ahí, pero a modo de eco, de remisión, de lejanía, podemos<br />

acogerlo. No puede ser de otro modo, de él viene la luz más luminosa o a el<br />

envía: la dureza está ahí, es determinante (como luz-lógos); pero lo que deja en<br />

sombras-ilumina de rebote esa luz es lo primero en el plano; cierto: significa<br />

respecto-a, pero es –en ese instante, por un instante: distancia, tregua o<br />

posibilidad de acogimiento o de utopía o de fruición- como un en sí lejano y solo,<br />

un en sí olvidado de sí que, sin embargo, es decisivo: de él venimos, a él<br />

volveremos: a él queremos volver. Pero no de cualquier modo: la vuelta-en-lamostración,<br />

como en la obra se realiza, muestra que esto puede de formas<br />

diversas a las usuales, a las consagradas. Y cada una de estas formas es ya una<br />

realización, una construcción de la ciudad y de la realidad.<br />

25. Primera línea, la fotografía, lo que la luz escribe. Segunda línea, el campo que<br />

se abre y se ordena a distintas objetivaciones. Tercera línea, componente decisivo,<br />

en puridad, de las otras dos, es la propia luz. La aparición de la luz en la obra, su<br />

tenor, realiza ese carácter recursivo, desrealizador, mundanizador tan<br />

característico del arte contemporáneo y su debelación (al menos como<br />

posibilidad, lo que no es poco) de los imperiosos órdenes imperantes.<br />

Recursividad, indefinición, reubicación del orden establecido: vemos reflejos,<br />

series traducidas; la cámara introduce otro elemento reflexivo (acerca y aleja,<br />

separa y conjunta, introduce una distancia en la correrferencia: desacuiza, abre el<br />

territorio para pensar, es pensamiento). Este elemento es, a su vez, multiplicado<br />

por el tratamiento indirecto de la luz: lo que se fotografía es el día (artificial) de la<br />

noche en la noche iluminada por el día artificial que es noche del día, etc. Se<br />

trata de un circuito aparentemente cerrado, pero que no lo es: porque hay, en la<br />

co-incidencia una no-coincidencia, en la posibilidad real de respectividad, una no<br />

saturación. Es, sin salir de la facticidad (es decir, sin necesidad de una<br />

exterioridad absoluta), la posibilidad de lo indefinido, de una multiplicación<br />

inacabable, más aún, no orientada al acabamiento: irrealizable en sentido<br />

tradicional, pero no deficitaria sino distendida. Captada en el gozo, la noche boca<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

arriba invierte (pone “patas arriba”, como dice la expresión coloquial) el decurso<br />

necesario de los serios órdenes de lo real establecido, de las tiranías de la ciudad<br />

convencional. Sin, por ello, obviar –sólo distender para repensar- nuestra<br />

referencia a ellos y a ellas..<br />

25. Todo esto sugiere, además, y es lo decisivo, un cambio metaontológico: el<br />

significado de todo lo que significa: la mirada, los objetos o elementos en los que<br />

repara, la luz que posibilita el mirar o bajo la que aparecen los elementos en los<br />

que reparamos, se da no en la primacía de la plenitud de lo real, pro-viene no de<br />

su orden natural-establecido (según la ontología natural o el darwinismo social,<br />

por ejemplo) (luz, trabajo humano, ciudad/combate, triunfo, justificación) sino<br />

que proviene de y se da en el eco luz artificial/noche iluminada//luz artificial/<br />

noche diurnizada-luz natural/día pleno … Es decir: no en la noche plena inhumana,<br />

pero tampoco en la des-humanizada (pero humana) luz artificial<br />

(directa), sino en su respectividad (que, repito, no es presentada como un juego de<br />

simetrías: porque el dejar aparecer el margen, lo no-centro es ya una apuesta por<br />

dejar ser en su plenitud no real aquello que se “ignora” por estar “oscurecido” o<br />

borrado –negado, reprimido, ignorado …). El gozo, la infancia arcádica que<br />

trasluce el “boca arriba”, apunta también en este sentido: respecto a la ciudad<br />

donde se habita, posiblidad de aflojar (la remisión siempre en la remisión;<br />

remisión sin dejar de remitir), de poner boca abajo el orden institucionalizado, de<br />

poner las cartas boca arriba. Y querer hacerlo no sólo vacacionalmente, como<br />

una ritualidad estacional que, de alguna manera, confirma ese orden establecido<br />

como seguridad dura y necesaria y exige su restauración tras ese paréntesis, sino<br />

como una distensión perpetua de su fuerza, como mostración de su carácter<br />

impositivo con el que no tenemos porqué cargar, como cuestionamiento de su<br />

disposicionalidad absoluta que ordena nuestro conocer, nuestro sentir, nuestro<br />

pensar, nuestro actuar.<br />

26. Un arte no orientado a ser interpretado y/o a ser gozado, un arte que es<br />

epistémico, profundamente reflexivo, es un arte social. Una propuesta dispositiva<br />

de mundo es una propuesta de alma, de ciudad y de dios. Donación en la que el<br />

autor no se esconde. No hay falsa objetividad. No hay voluntad de esconderse<br />

sino de no dominar: que el mundo no sea realidad, que lo que pasa por real no<br />

absorba la dinámica de los mundos.<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

27. Un arte que deja ver de manera no maniquea la relación mundos-realidad es<br />

un arte combativo, pero no violento. En cuanto necesariamente realizativo (no<br />

mero reflejo, no mera representación) es conflictivo: lo que propone (una<br />

realización mundanal de mundos) no es una pro-puesta, algo que se deja sobre<br />

una mesa para ser discutido en pie de igualdad por jueces desinteresados en<br />

posesión de una desapasionada vara de medir, algo que, después de ser aceptado,<br />

pasa a ser, a ser real. No, la dinámica es diferente: toda propuesta es ya<br />

realizativa, es un mundo que está ya ahí, operando: es real en cuanto realizado,<br />

pero no es al modo de tradicional de realidad, sino de mundo. Es la articulación<br />

de un orden posible frente al, al lado de, conjuntamente con, etc. Y es, además,<br />

un orden que no quiere ser un orden en sentido tradicional: uno, único,<br />

unificador … sino al nuevo estilo: multiplicador, posibilitador, fáctico, finito. Es<br />

un orden que remite a órdenes anteriores y más potentes (dominantes)<br />

cuestionándolos en cuanto realidad, pero, a la vez, acogiéndolos en cuanto<br />

mundos: esta acogida, esta referencia no significa sumisión sino posibilidad de<br />

transformación por inmersión en un horizonte más amplio, pero siempre fáctico.<br />

Significa un destensar su predominancia reconociendo su existencia como<br />

posibilidad que obliga a ahondar el propio horizonte.<br />

28. Un arte concebido de esta manera no es un arte débil sino un arte fuertemente<br />

conflictivo, constitutiva (posicionalmente) conflictivo: puesto que su propuestarealización<br />

es ya, en su no-violencia, violenta para el orden real al que remite y<br />

del que quiere alejar: de su orden de cosas, de cuerpos, de mentes, de imágenes e<br />

ideas. Es un arte comprometido con este camino: y la vía indirecta que elige para<br />

hacerlo no es, por lo tanto, el medio sino el sistema: muestra que el cuidado, la<br />

sutileza, la distancia que da tiempo … es un mundo realizable.<br />

29. Un arte para la ciudad que no niega la presencia del sujeto y que contempla/<br />

obra desde la naturaleza des-cubierta por el reflejo de la acción humana con su<br />

invasora carga de agresividad. Estos hitos no funcionan como polos fuertes, sino<br />

que, estando ahí, se retiran: no hay, por tanto, rotundidad realista, pero tampoco<br />

pura ausencia fingida: lo que domina es el circular que quiere amortiguar la<br />

estridencia de lo real en la realización de un mundo no estridente … El autor no<br />

se exhibe, la naturaleza no se presenta a la luz de sí misma; la ciudad brilla –<br />

quizá- a lo lejos, como una galaxia zobeliana que en su enormidad se presenta<br />

como una joya serena; los hombres se saben ahí, son artífices tanto de la realidad<br />

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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />

como de la posibilidad de nuevos mundos; son los destinatarios de la propuesta;<br />

ausentes, brillando por su ausencia, están presentes carentes de la ceñuda<br />

violencia de la presencia de la realidad una y única. ❚<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida<br />

sobre la vida y la muerte<br />

Domingo Fernández Agis<br />

Universidad de la Laguna<br />

Resumen: Se analiza en este trabajo la aproximación de Derrida a la Biología<br />

contemporánea, tal como ésta se pone en evidencia a través del contenido de su<br />

Seminario “La vie la mort”. La mayor parte del mismo aún permanece inédita, a<br />

excepción del contenido de las tres últimas sesiones, dedicadas a estudiar el<br />

ensayo de Freud, Más allá del principio del placer. Este último bloque temático<br />

aparece recogido en la segunda parte de la obra de Derrida, La carte postale. ❚<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

Filosofía y biología en la reflexión de Derrida<br />

sobre la vida y la muerte<br />

Domingo Fernández Agis<br />

Universidad de la Laguna<br />

Presentación<br />

El objetivo de este modesto trabajo es analizar la aproximación de Derrida<br />

a la Biología contemporánea, tal como ésta se pone en evidencia a través del<br />

contenido de su Seminario “La vie la mort”. La mayor parte del mismo aún<br />

permanece inédita, a excepción del contenido de las tres últimas sesiones,<br />

dedicadas a estudiar el ensayo de Freud, Más allá del principio del placer. Este<br />

último bloque temático aparece recogido en la segunda parte de la obra de<br />

Derrida, La carte postale.<br />

En esta ocasión, además de ese último apartado, dejaré asimismo al<br />

margen el comentario del contenido de las secciones del Seminario en las que<br />

Derrida se ocupa del análisis del biologismo de Nietzsche por parte de<br />

Heidegger 89 y aquella en la que expone la relación entre producción y<br />

reproducción en Marx. Siendo ambas de gran interés, entiendo que abundar en<br />

ellas merecería, en cada uno de los casos, un espacio propio, tan extenso o más<br />

que el dedicado al objeto del presente artículo.<br />

Los retos de la Biología: la lógica y la escritura de la vida.<br />

En los primeros pasajes de su exposición, se refiere a la Lógica de la<br />

oposición que comúnmente se establece, como fundamento de todo discurso que<br />

trate la relación entre la vida y la muerte. Derrida apunta hacia una vía de salida<br />

frente a ella, remitiéndose para esto a Hegel, quien al final de la gran Lógica<br />

contesta la pertinencia de dicha lógica -e incluso critica la lógica la de la posición,<br />

nos recuerda el pensador francés- entre la vida y la muerte. Claro que, como es<br />

sabido, Hegel acaba diciendo que la oposición se resuelve en la Idea Absoluta,<br />

que encierra en sí toda la verdad y que supera el antagonismo entre vida y<br />

muerte. En consecuencia, hemos de concluir que no parece que éste sea un<br />

camino que hoy podamos ni debamos recorrer.<br />

89 HEIDEGGER, M., Nietzsche, Barcelona, Destino, 2000, vol. I, pp. 416 y ss.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

La siguiente obra que toma como punto de referencia es La voluntad de<br />

poder de Nietzsche. Como es sabido, en ella, señala su autor que la muerte no es<br />

representable y que es de lo vivo de lo único que podemos construir una<br />

representación. A este respecto, Derrida se pregunta si no habría que ir más allá<br />

de los límites de la representación, para pensar la muerte 90 . La conclusión<br />

provisional que podemos retener aquí es que presentar o representar la muerte no<br />

equivale a decir la muerte, a expresar lo que ésta es.<br />

Por último, el tercer punto de referencia de su discurso, en el que se<br />

extiende con más detalle y el que más nos interesa aquí, es el libro de<br />

François Jacob, La lógica de lo viviente (1970), obra de gran repercusión<br />

en la época 91 , cuyo autor había recibido en 1965 el Premio Nobel, junto a<br />

Jacques Monod y André Lwoff, por sus trabajos sobre la herencia genética.<br />

En concreto, el objeto de sus comentarios más amplios en esta primera<br />

sesión, en la que realiza un planteamiento general del objeto de estudio del<br />

Seminario, es el concepto de programa, que en el citado ensayo ocupa un<br />

lugar privilegiado 92 . El elemento explicativo clave de la lógica de lo<br />

viviente sería ese programa 93 , pues cada individuo no tiene otra misión<br />

biológica que transmitir el contenido de éste a sus descendientes. El<br />

programa, por tanto, está proyectado hacia el futuro, pese a que aporte la<br />

memoria viviente del pasado. Aunque no lo mencione de forma explícita,<br />

Derrida parece pensar que el programa posibilitaría ese juego entre la vida<br />

y la muerte que está reclamando explicitar desde el principio, razón por la<br />

cual había comenzado diciendo que el título de su curso, con un silencio<br />

entre las dos partes que podemos distinguir en él, o un guión que no<br />

90 DERRIDA, J., “La vie la mort” (1). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, p. 4. Ver asimismo,<br />

NIETZSCHE, F., La voluntad de poder, Madrid, Edaf, 2000. En particular cuando se refiere a la<br />

“sabiduría dionisíaca” (Ibídem, p. 288) y cuando manifiesta su rechazo a los “hábitos depresivos”<br />

que condicionan el sentido del conocimiento (Ibídem, pp. 313-4).<br />

91 FOUCAULT, M., “Croître et multiplier”, “Le Monde”, 15-16 nov., 1970. Reeditado en<br />

FOUCAULT, M., Dits et écrits, vol. II, Paris, Gallimard, 1994, pp. 99 y ss. En ese escrito, desde la<br />

posición que ha conquistado como intelectual, Foucault señala que “François Jacob acaba de<br />

escribir un verdadero y gran libro de historia. No cuenta cómo se han descubierto, paso a paso,<br />

las leyes y los mecanismos de la herencia, sino lo que la genética ha puesto patas arriba en el más<br />

viejo saber de Occidente”. Ibídem, p. 99.<br />

92 “Es la noción de programa lo que se sitúa en estos momentos en el centro de la biología”.<br />

FOUCAULT, M., Op. Cit., p. 103.<br />

93 “El organismo viene a ser así la realización de un programa prescrito por la herencia”. JACOB,<br />

F., La lógica de lo viviente, Barcelona, Laia, 1977, p. 10.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

supondría alusión alguna a la oposición, sino más bien a la continuidad<br />

existente entre la vida y la muerte.<br />

Reflexiona asimismo sobre la Lógica de la analogía, a su juicio, usada con<br />

profusión y nunca suficientemente explicitada. En su opinión, el logos de la<br />

analogía es problemático y no han sido aclarados los fundamentos de su actuar.<br />

Su manejo acrítico da lugar a equívocos. Él mismo señala algunos que aparecen<br />

en La lógica de lo viviente. En particular critica, que Jacob distinga entre un<br />

programa genético y otro cultural, señalando acto seguido la imposibilidad de<br />

cambiar el primero en una dirección intencional y prevista de antemano, frente a<br />

la posibilidad de hacerlo con el segundo. Por su parte, considera que no es en<br />

absoluto más fácil cambiar, intencionalmente, el segundo. En ambos planos se<br />

daría, a su juicio, un mismo grado de posibilidad y de resistencia a la mutación.<br />

Sin duda, en este punto, habría que hacer hincapié en la posibilidad de<br />

transformación intencional que, con respecto al programa genético, nos otorga la<br />

ingeniería genética. No obstante, hay que tener presente que la intención de Jacob<br />

en esta obra era explicar cómo se ha producido la evolución, haciendo hincapié<br />

en que no hay una inteligencia que la dirija. Al mismo tiempo, su interés se<br />

orienta a mostrar en qué medida se pueden dar ciertas tendencias teleológicas en<br />

el ámbito biológico, sin que esto suponga admitir la existencia y la acción de una<br />

inteligencia rectora de la vida. Sin embargo, las reflexiones de Derrida dejan de<br />

lado estos aspectos cruciales.<br />

Su aproximación a la Biología se concreta, además, en el comentario de<br />

dos obras de Georges Canguilhem: el artículo, “Le concept de la vie” y el ensayo<br />

La connaissance de la vie 94 . En particular, se detiene en una referencia de éste a<br />

Claude Bernard. De ella extrae Derrida la tesis de la dificultad de aplicar la lógica<br />

de la analogía al concepto biológico de programa. Canguilhem señala igualmente<br />

que la analogía con la semántica es problemática. A través de ella, Bernard habría<br />

intentado suplir con metáforas la falta de claridad del saber biológico. Según<br />

advierte el epistemólogo, corremos el riesgo de seguir haciendo lo mismo. De<br />

hecho, nos dice ahora Derrida, en ese mismo error habría caído Jacob.<br />

“Ni Canguilhem ni Jacob han problematizado lo que entienden por esta semiótica o más<br />

bien, por esta gráfica de la vida. Esta escritura no fonética que llaman ‘sin escritura’ y que<br />

están dispuestos a reinventar con todos los valores ligados al logos en su más constante<br />

tradición platónico-hegeliana, ella misma releída como un telos en marcha” 95 .<br />

94 CANGUILHEM, G., El conocimiento de la vida, Barcelona, Anagrama, 1976, pp. 76 y ss. Ver<br />

también, Ibídem, pp. 104 y ss.<br />

95 Ibídem, p. 22.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

En este contexto, cita una anterior aproximación suya a esta cuestión,<br />

recogida en De la gramatologie 96 . En efecto, allí se encuentra un capítulo titulado<br />

“Le programme”, en el que habla de la biología y la noción de programa que ésta<br />

maneja en relación a la célula viviente. Puntualiza al respecto, que no lo hacía no<br />

“para hacer descansar en la noción o en el término programa toda la máquina conceptual<br />

del logos y de su semántica, sino por intentar mostrar que la llamada a una escritura nofonética<br />

en la genética debía implicar y provocar toda una deconstrucción de la máquina<br />

logocéntrica, antes que provocar un retorno a Aristóteles” 97 .<br />

Habría que señalar, a este respecto, que, mucho antes de que lo hiciera la<br />

biología, la lógica, la matemática, la física y la química han apelado a la<br />

realización de una tarea similar a lo que Derrida denomina construcción de<br />

“una escritura no fonética”. Esto ha provocado ya, de hecho, algo muy<br />

parecido a lo que puede entenderse por una “deconstrucción de la máquina<br />

logocéntrica”, representada aquí por el discurso filosófico que, en efecto, ha<br />

sido deconstruido una y otra vez, en base a la potencia explicativa y resolutiva<br />

del logos científico. Con ello, podríamos concluir que las palabras de Derrida<br />

no testimonian sino un olvido difícilmente disculpable en este punto. Sin<br />

embargo, la persistencia del discurso filosófico, pese a todos los científicos y a<br />

los filósofos “deconstructivos” que han pasado por este mundo, es indicativa de<br />

la presencia de algo que no puede ser descrito a través de ese tipo de narración<br />

del choque entre filosofía y ciencia. Así pues, las palabras de Derrida deben<br />

hacernos pensar más allá de los límites de su propio campo de juego. En<br />

definitiva, la cuestión clave a responder es: ¿por qué es posible aún escribir y<br />

pensar en un logos filosófico? 98<br />

96 DERRIDA, J., De la gramatologie, Paris, Minuit, 1967, pp. 15 y ss. Ver también, “L’alfabet et<br />

la représentation absolue”, Ibídem, pp. 416 y ss.<br />

97 Ibídem. Cfr. HEIDEGGER, M., Op. Cit., p. 421: “La ciencia y la meditación regional están<br />

ambas fundadas históricamente en el correspondiente dominio de una determinada interpretación<br />

del ser y se mueven siempre en el ámbito de una determinada concepción esencial de la verdad”.<br />

98 Derrida siempre se mostró inclinado a explorar nuevas formas y contenidos para dicho logos:<br />

“Sería necesario trazar nuevas vías en el pensamiento del cuerpo, sin disociar los registros del<br />

discurso (el pensamiento, la filosofía, las ciencias bio-genético-psicoanalíticas, la filo y la<br />

ontogénesis) para aproximar un día lo que hace temblar y lo que hace llorar, esta causa que no es<br />

la causa última que podría llamarse Dios o la muerte (Dios es la causa del mysterium tremendum,<br />

y la muerte dada es siempre lo que hace temblar, o también lo que hace llorar) sino la causa más<br />

próxima: no la causa cercana próxima, es decir, el accidente o la circunstancia, sino la causa en lo<br />

más próximo de nuestro cuerpo, esa misma que hace que entonces se tiemble o se llore antes que<br />

otra cosa. ¿Qué se metaforiza o se finge entonces? ¿Qué quiere decir el cuerpo, suponiendo que se<br />

pueda todavía hablar aquí de cuerpo, de decir y de retórica? ¿Qué hace temblar en el mysterium<br />

tremendum ? Es el don del amor infinito, la disimetría entre la mirada divina que me ve y yo<br />

mismo, que no veo lo que me mira, es la muerte dada y sufrida de lo irremplazable, es la<br />

desproporción entre el don infinito y mi finitud, la responsabilidad como culpabilidad, el pecado,<br />

la salvación, el arrepentimiento y el sacrificio”. DERRIDA, J., Donner la mort, Paris, Galilée,<br />

1999, pp. 81-2.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

En la segunda sesión, comenta la obra de Nietzsche, Ecce Homo. En<br />

primer término, señalando cómo el autor considera que el propio nombre remite<br />

a la muerte y de qué forma enfoca su obra para hablar de la vida, de sí mismo<br />

como viviente. En opinión de Derrida, se pone en evidencia, en la obra citada, la<br />

intersección constante de la vida y la muerte (representadas respectivamente por<br />

las figuras de la madre y el padre, en la obra de Nietzsche). Se produce de igual<br />

manera una afirmación de la vida, de la propia vida en la obra, más allá de la<br />

muerte biológica 99 .<br />

Revisita asimismo el contenido de las conferencias de Nietzsche, Sobre el<br />

porvenir de nuestras instituciones educativas 100 , comentando el pasaje en que su<br />

autor habla de la enseñanza de la lengua materna 101 , rechazando que ésta se<br />

enseñe como una lengua muerta y reivindicando su enseñanza en tanto que algo<br />

vivo. Con su proverbial habilidad de comentarista de textos, intenta sacar partido<br />

a esta alusión que relaciona lengua y vida 102 . Señala así que ve aparecer en dicho<br />

trabajo el motivo vitalista de la muerte y la regeneración. En efecto, a propósito<br />

de la institución académica y de sí mismo, Nietzsche habla de una regeneración<br />

que implica la muerte previa de aquello que ha de renacer. Derrida recalca que<br />

este mismo tema se trata en La genealogía de la moral: el degenerado es hostil a<br />

la vida, su existencia denota la latencia de “un principio de vida hostil a la<br />

vida” 103 .<br />

En la sesión siguiente, se refiere a La voluntad de poder, para señalar que<br />

en esta obra Nietzsche demuestra conocer el mismo texto de Claude Bernard que<br />

cita Canguilhem. En ese texto se habla de la oposición al concepto de vida y<br />

muerte, entendidos como elementos que están sujetos a una lucha constante 104 .<br />

Por su parte, Bernard sostiene en el referido pasaje que no hay entre la<br />

enfermedad y la salud otra cosa que diferencias de grado: la desproporción, la<br />

99 NIETZSCHE, F., Ecce Homo, Madrid, Alianza, 1985, pp. 21 y ss. “… yo, para expresarme en<br />

forma enigmática, como mi padre ya he muerto, y como mi madre todavía vivo y voy haciéndome<br />

más viejo. Esta doble procedencia, por así decirlo, del vástago más alto y del más bajo en la escala<br />

de la vida, este ser décadent y a la vez comienzo –esto, si algo, es lo que explica aquella<br />

neutralidad, aquella ausencia de partidismo en relación al problema global de la vida, que acaso<br />

sea lo que me distingue”. Ibídem, p. 21.<br />

100 NIETZSCHE, F., Sobre el porvenir de nuestras instituciones educativas, Barcelona, Tusquets,<br />

2000, pp. 31 y ss.<br />

101 Ibídem, 2ª Conferencia. Edic. Cit., pp. 59 y ss.<br />

102 DERRIDA, J., “La vie la mort” (2). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, pp. 15 y ss.<br />

103 Ibídem, p. 19.<br />

104 DERRIDA, J., “La vie la mort” (3). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, pp. 17-8.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

exageración y la falta de armonía en fenómenos normales es lo que constituye la<br />

enfermedad.<br />

En el artículo antes citado, señala Canguilhem que hay que distinguir entre<br />

conceptos precisos y metáforas, indicando que Bernard se mueve en el terreno de<br />

la metáfora, como si eso fuera suficiente para poner en cuestión el valor científico<br />

de los resultados de su investigación. Derrida a su vez hace notar que sin estudiar<br />

las metáforas no llegaremos a comprender nada, ni dentro ni fuera del<br />

pensamiento científico 105 .<br />

Canguilhem parte de la concepción de Claude Bernard 106 sobre la vida,<br />

que el gran epistemólogo resume en dos aforismos:<br />

1. La vida es la muerte.<br />

2. La vida es la creación.<br />

Frente a Bernard, para él, lo que prueba la validez de un concepto es su<br />

operatividad, a lo que Derrida replica que eso sólo se puede juzgar con certeza a<br />

posteriori. Por tanto, no puede de antemano descartarse el valor de un concepto<br />

por su aparente falta de operatividad o su proximidad a lo metafórico 107 . En este<br />

punto, podemos encontrar una coincidencia casi exacta con lo expresado por<br />

Henri Atlan en Les étincelles de hasard. Este autor sigue la misma línea de<br />

razonamiento que Derrida en su Seminario, apela a los mismos textos de Jacob,<br />

Canguilhem y Bernard, alcanzando conclusiones prácticamente idénticas 108 . La<br />

105 Ibídem.<br />

106 BERNARD, C., Leçons sur les phénomènes de la vie communs aux animaux et aux végétaux,<br />

Paris, Albert Dastre, 1879. Reedición facsímil, Paris, Vrin, 1966.<br />

107 DERRIDA, J., “La vie la mort” (3), pp. <strong>23</strong>-4.<br />

108 Atlan, H., Les étincelles de hasard, vol. 1. Connaissance spermatique, Paris, Seuil, 1999. Según<br />

nos recuerda Atlan, “en los años 1970, François Jacob, autor de La Logique du vivant, defendía<br />

junto al lingüista Roman Jakobson, en la revista Crítica, la idea de un lenguaje de lo viviente<br />

inscrito en los sesenta y cuatro tripletes del código genético. No podía impedirse, en esta ocasión,<br />

evocar la analogía con las sesenta y cuatro combinaciones del juego del Yi-king, práctica de<br />

adivinación en la tradición taoísta por la que Jung, entre otros, había estado ya fascinado. Pero<br />

Jacob parece haber vuelto más tarde, afortunadamente, a una visión más crítica de la teoría<br />

biológica, desarrollando la idea de un ‘bricolage’ de la naturaleza en el interior de un campo<br />

extenso de lo posible, solamente limitado por las restricciones físico-químicas de la materia de la<br />

que están hechos los cuerpos. En 1966, Canguilhem había caído en la misma trampa, tomando en<br />

serio la idea del lenguaje de la Vida”. Atlan, H., Op. Cit., p. p. 41.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

coincidencia es aún más palpable y relevante cuando recordamos lo que dice el<br />

autor sobre Canguilhem 109 .<br />

Llegamos a lo que, en mi opinión, es el momento decisivo en esta<br />

aproximación crítica de Derrida a la Biología contemporánea en la cuarta sesión<br />

de su Seminario. Allí señala que la biología genética se ha construido sobre el<br />

modelo del texto, de la textualidad. En su opinión,<br />

“si el objeto, el referente de un texto científico (y la ciencia es un texto), si el objeto, el<br />

referente de un discurso científico (y la ciencia es un discurso) si este objeto o este referente<br />

no son realidades meta-textuales o meta-discursivas, si su realidad misma tiene una<br />

estructura análoga o exactamente homogénea a la de la textualidad científica, si el objeto<br />

(lo viviente (lo viviente, es decir, la reproductibilidad), el modelo y la subjetividad científica<br />

(el cognoscente, etc.) tienen una estructura análoga, a saber, la del texto, no podemos<br />

hablar, como se viene haciendo, de sujeto, cognoscente, conocido, de objeto y de modelo<br />

analógico. Además, y por la misma razón, lo que los hombres pretendemos tomar en la<br />

cultura como modelo, a saber los textos discursivos o las calculadoras y todo lo que<br />

creemos conocer familiarmente bajo el nombre de texto, lo que pretendemos entonces<br />

tomar como modelo, comparación, analogía, de cara a comprender las formas elementales<br />

de la vida, eso mismo es un producto complejo de la vida, de lo viviente, y el pretendido<br />

modelo no es exterior ni al sujeto cognoscente ni al objeto conocido. No hay nada de<br />

fortuito o de externo a esto que el viviente que somos produce: cosas (textos) que al parecer<br />

pueden servir de modelo para el conocimiento de lo viviente, no hay nada de fortuito en<br />

que exista aquí una analogía estructural” 110 .<br />

109 “Se preguntaba, sin embargo, si estos conceptos informáticos no eran ‘metáforas importadas,<br />

del mismo tipo que las metáforas [de la fisiología] mediante las cuales Claude Bernard intentaba<br />

suplir la falta de un concepto adecuado’. Pero rechazaba enseguida esta eventualidad. En la<br />

herencia biológica concebida como comunicación de información, veía una suerte de regreso al<br />

aristotelismo, puesto que se debía ‘admitir que hay en lo viviente un logos, inscrito, conservado y<br />

transmitido’. Hablaba incluso de ‘definir la vida como un sentido inscrito en la materia’,<br />

admitiendo la existencia de un a priori propiamente material y no solamente formal. La única<br />

diferencia con el aristotelismo parecía ser que, en lugar de utilizar modelos geométricos, el<br />

conocimiento de la vida ‘utiliza ahora la lengua de la teoría de las comunicaciones. Mensajes,<br />

informaciones, programa, código, instrucción, decodificación, tales son los nuevos conceptos del<br />

conocimiento de la vida’. En efecto, el descubrimiento en el curso de estos treinta últimos años de<br />

mecanismos de regulación genética más complejos de lo esperado, y las nuevas metáforas<br />

sugeridas por el análisis de los sistemas dinámicos y las teorías de la auto-organización, han<br />

mostrado que estos conceptos no son sino metáforas aproximativas. Se encuentra allí muy poco<br />

de las características sintácticas y sobre todo semánticas de un lenguaje.<br />

La noción de código genético parece ser la excepción, pero se trata de una correspondencia<br />

estática entre la estructura lineal del ADN y el ARN y la de las proteínas, que no contienen de<br />

ninguna manera los elementos dinámicos de un lenguaje humano ni tampoco los de un programa<br />

de ordenador”. Ibídem, pp. 41-2.<br />

110 DERRIDA, J., “La vie la mort” (4). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, p. 5.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

A pesar de la práctica total coincidencia que antes he hecho notar, contra<br />

estas últimas apreciaciones sí que se manifiesta de forma clara y contundente<br />

Henri Atlan cuando señala que, “en efecto, lo que se denomina el mensaje o el<br />

lenguaje genético, no tiene ningún sentido fuera de las estructuras moleculares<br />

que observamos: estas no son significantes porque no significan nada distinto de<br />

ellas mismas. La naturaleza de los organismos no habla más que la de otros<br />

cuerpos químicos” 111 .<br />

Pese a todo, analogía y reproducción son los dos hilos conductores del<br />

discurso de Derrida. Ya lo había anunciado en anteriores sesiones, pero ahora lo<br />

explicita aún más, distanciándose a través de una profundización en los mismos<br />

de las explicaciones que Jacob da en su Lógica de lo viviente. Afirma, en<br />

concreto, que esos son los dos hilos que tratará de unir a lo largo de su<br />

Seminario, para comprobar si la corriente pasa a través de ellos 112 . En<br />

consecuencia, reprocha a Jacob que, queriendo alejarse de todo planteamiento<br />

metafísico, huyendo por tanto del ámbito de posibilidades de expresión que<br />

puede definirse en el entrecruzamiento de ambos conceptos, se plantee en su libro<br />

descubrir la lógica de lo viviente y no la lógica de la Vida. Sin embargo, al<br />

vincular la definición de lo viviente a su capacidad de reproducción de un<br />

programa, está presentando, de hecho, la misma definición que da Hegel en su<br />

Lógica. Derrida hace notar que resulta curioso que, pretendiendo escapar de la<br />

metafísica, se llegue a una definición que coincide con la ofrecida por el más<br />

grande metafísico de la historia 113 .<br />

Partiendo de considerar que “Jacob designa la sexualidad y la muerte<br />

como suplementos, accidentes, auxiliares superfluos”, habla de una lógica del<br />

suplemento, que viene a completar a las que corresponden a la analogía y a la<br />

reproducción. Afirma, pues, que para éste el atributo esencial de lo viviente es la<br />

capacidad de reproducirse, pero no la sexualidad ni la muerte. Resulta ineludible<br />

evocar, a este respecto, -y así lo hace Jacob en su obra- la existencia de<br />

organismos unicelulares que se reproducen de forma asexuada y que, en sentido<br />

estricto, son ajenos a la muerte, no porque no puedan desaparecer, sino porque<br />

no están programados para morir 114 . No obstante, el análisis de Derrida se dirige<br />

111 Atlan, H., Op. cit., p. 42.<br />

112 DERRIDA, J., “La vie la mort” (4), p. 7.<br />

113 Ibídem, p. 9.<br />

114 Ibídem, p. 16.<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

de nuevo aquí, más que a contrastar las tesis de Jacob con la ciencia<br />

contemporánea, a mostrar las debilidades que, desde el punto de vista de la<br />

filosofía deconstructiva, pueden encontrarse en el uso y descarte de determinados<br />

conceptos que el citado autor realiza. Sus virtualidades y sus limitaciones reposan<br />

sobre tal elección. ❚<br />

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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />

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El primer cierre científico en el mundo Heleno:<br />

los Elementos de Euclides<br />

Celso Luján García<br />

IES Severo Ochoa (Elche, Valencia)<br />

Resumen: El presente artículo muestra el surgimiento de la matemática en el<br />

mundo heleno como un proceso que parte de condiciones meramente materiales y<br />

que progresivamente va distanciándose de los fenómenos empíricos para<br />

cristalizar en teoremas. Presenta a Euclides como el primer cierre topológico del<br />

espacio matemático, analiza el modelo de verdad como coherencia que se<br />

inaugura en Grecia y esboza la importancia de las repercusiones que dicho<br />

modelo ha tenido en terrenos como la epistemología o la religión. ❚<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 197


El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />

El primer cierre científico en el mundo Heleno:<br />

los Elementos de Euclides<br />

Celso Luján García<br />

IES Severo Ochoa (Elche, Valencia)<br />

Comprender el mundo actual no es simplemente llevar un registro de los<br />

éxitos y fracasos, de los logros y las indignidades o de los avances y retrocesos. Es<br />

mucho más complejo. Es necesario desvelar los modelos que los estructuran, las<br />

dinámicas que los producen o las inercias que los legitiman. El presente escrito<br />

pretende analizar el surgimiento del modelo matemático en el mundo heleno y<br />

cómo este propicia una forma de comprensión de la realidad que sin duda alguna<br />

cruza toda la historia de la filosofía y llega hasta nuestros días.<br />

Es un lugar común defender que la matemática comienza en Grecia con<br />

Tales de Mileto y Pitágoras. Sin embargo, esta afirmación es totalmente aleatoria<br />

si por matemáticas entendemos únicamente aquella actividad basada en, o que<br />

utiliza, <strong>número</strong>s. No se afirma que Jerjes no supiese cuántos pies tenía cuando<br />

dirigía sus tropas hacia las Termophilas. Eso sería absurdo. La humanidad debió<br />

utilizar la “intuición” matemática como mínimo desde que se asentó, domesticó<br />

animales, cultivó los campos y, en definitiva, hubo de aprehender las leyes del<br />

medio (eco-nomos).<br />

Las matemáticas, surgidas en la antigüedad por necesidades de la vida cotidiana (…)<br />

reflejan las leyes del mundo material que nos rodea. (ALEKSANDROV, 1979, 9).<br />

No obstante, hay una gran diferencia entre contar objetos presentes a la<br />

intuición empírica y establecer teoremas útiles para cualquier tipo de intuición. La<br />

diferencia radica en la universalidad y necesidad de dichos teoremas. Así pues,<br />

entenderemos por momento del surgimiento de las matemáticas aquel en el que el<br />

cálculo empírico se convierte en teorema a través de un modelo de verdad como<br />

coherencia respecto del ámbito formal. Si tal modelo de verdad es producto de la<br />

teorematización o si, por el contrario, es la voluntad de universalidad y necesidad<br />

la que produce una actividad matemática que cristaliza en teoremas es una<br />

decisión que está a la base de la comprensión de la filosofía como una<br />

metarreflexión sobre la ciencia o a ésta como una actividad filosófica.<br />

La línea de trabajo que sostenemos, siguiendo a Pérez Herranz, en su<br />

artículo “Entre Samos y el Museo: La travesía por el <strong>número</strong> y la forma<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 198


El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />

geométrica” incluido en Átomos, almas y estrellas. Estudios sobre la ciencia<br />

griega (2007), es que son esos objetos matemáticos recién descubiertos en Grecia<br />

los que propician la reflexión filosófica.<br />

(...) llama la atención que los personajes que inauguran la historia de las matemáticas sean<br />

los mismos que inauguran la historia de la metafísica: Tales de Mileto y Pitágoras de<br />

Samos. Parece que en sus orígenes matemática y metafísica se interpelan la una a la otra y<br />

forman una unidad por integración de sus partes que conduce al pensamiento que<br />

llamamos filosófico, que en rigor es una reflexión sobre esos recién descubiertos objetos<br />

matemáticos. (PÉREZ HERRANZ, 2007, 356).<br />

Y por tanto, defenderemos el surgimiento de la matemática cuando ésta<br />

pretende universalidad y necesidad para sus teoremas, que dejan de referirse a la<br />

intuición concreta y directa como había ocurrido en el mundo egipcio y<br />

babilónico.<br />

(...) que las matemáticas griegas estuviesen influidas por las egipcias y la astronomía griega<br />

por la babilónica es más que probable (…). Sin embargo, no es lo mismo decir esto que<br />

decir que las matemáticas científicas griegas derivaron de Egipto o su astronomía de<br />

Babilonia (…). Las matemáticas egipcias consistían en procedimientos empíricos,<br />

rudimentarios y esquemáticos, de obtener resultados prácticos. (…) La ciencia y el<br />

pensamiento, en cuanto distintos del cálculo meramente práctico y del saber astrológico,<br />

fueron producto del genio de Grecia, y no se debieron ni a los egipcios ni a los<br />

babilonios» (COPLESTON, 1994, 31).<br />

La universalidad y necesidad que pretenden los griegos implica que los<br />

resultados obtenidos ya no se identifican con los intereses de sus creadores, como<br />

ocurría por ejemplo en la agrimensura egipcia, por tanto se produce una<br />

autonomización de las operaciones. En lo que sigue intentaremos recorrer ese<br />

camino que ha transitado la matemática griega desde el mero cálculo empírico<br />

hasta la objetivación, independiente de los intereses de sus creadores o de<br />

cualquier voluntad de poder. Estudiaremos los signos materiales utilizados, los<br />

fenómenos abordados, los esquemas de identidad que conformaron los contextos<br />

determinantes, las operaciones manuales y conceptuales realizadas, las relaciones<br />

conseguidas y las estructuras sistemáticas alcanzadas hasta la llegada del primer<br />

gran cierre científico con Euclides. 115<br />

115 Conceptos de la Teoría del Cierre Categorial de G. Bueno, matizados por Fernando Pérez<br />

Herranz en el artículo citado. (BUENO, 1992-93).<br />

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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />

El detonante del paso de los fenómenos empíricos a los teoremas se<br />

produjo con el cambio del sistema de escritura y la sustitución de las muescas<br />

cuneiformes por una nueva sintaxis, el sistema vocálico, en el cual cada letra<br />

posee un valor dependiendo de su posición. La nueva sintaxis trajo, en germen, la<br />

posibilidad, por un lado, del álgebra y, por otro, de la objetivación a través de la<br />

desconexión entre el sujeto y el objeto del cálculo. La primera desconexión<br />

semántica entre los signos y sus referentes se debe a la mediación de la posición<br />

notacional de las muescas en la arcilla de los babilonios.<br />

El álgebra implícita en el conjunto de operaciones matemáticas estaría desbordando la<br />

simple correspondencia entre un signo y una entidad interpretable por un adivino, chamán<br />

o sacerdote, y los signos numéricos se independizan de sus significados referenciales.<br />

(PÉREZ HERRANZ, 2007, 360).<br />

Sin embargo la sintaxis de la arcilla era extremadamente limitada. No fue<br />

hasta la introducción del sistema numérico fenicio cuando pudieron realizarse<br />

operaciones más complicadas. Y aún así, antes de que los griegos entrasen en<br />

escena, encontramos en el mundo babilónico y egipcio una aritmética<br />

excesivamente simple.<br />

Casi no hay simbolismo, apenas algún pensamiento consciente sobre abstracciones,<br />

ninguna formulación metodológica general y ninguna idea de demostración incluso de<br />

razonamiento plausible que pudiera convencer a alguien de la corrección de un<br />

procedimiento o fórmula. (KLINE, 1992, 45).<br />

Si comparamos algunos problemas resueltos por los babilonios con<br />

algunas de nuestras soluciones modernas advertimos de inmediato que los<br />

resultados coinciden, es decir, lo único que varía es la sintaxis o estrategia<br />

utilizada para su resolución pero no su resultado.<br />

Lo verdaderamente sorprendente es que la utilización de signos escriturales diferentes y de<br />

reglas operatorias distintas confluyen en idénticos resultados, por lo que se puede concluir<br />

que las operaciones matemáticas se caracterizan por la identidad. (PÉREZ HERRANZ,<br />

2007, 361).<br />

Así pues, la característica general de la matemática es que sigue esquemas<br />

de identidad entre signos que ya habían descubierto tanto babilónicos como<br />

egipcios (con la geometría de las crecidas) y helenos, aunque la diferencia de estos<br />

últimos respecto de los precedentes consiste, según Pérez Herranz, en la capacidad<br />

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de estos de «neutralizar» y eliminar las operaciones (subjetivas) de escribas,<br />

burócratas y sacerdotes.<br />

Se abre así la posibilidad de una verdad, que<br />

deja de ser efecto de la habilidad de un maestro para transformarse en efecto del método.<br />

(PÉREZ HERRANZ, 2007, 362).<br />

Esta verdad es producto de la invariabilidad de las relaciones entre los<br />

propios signos escriturales. La verdadera revolución científica en el mundo heleno<br />

fue el paso de lo semántico a lo sintáctico. Los signos empezaron representando<br />

objetos empíricos, pero poco a poco, a través de la desconexión antes citada,<br />

aparecieron relaciones entre los propios signos. Se produjo, en definitiva, un paso<br />

desde los lenguajes naturales a un lenguaje formal de relaciones invariables, es<br />

decir, universales y necesarias.<br />

Esta verdad de la que habla Fernando Pérez Herranz es lo que al principio<br />

de este escrito hemos llamado la voluntad de universalidad y necesidad que<br />

recorrerá en adelante toda la historia de la ciencia y que será punto de reflexión<br />

central en la filosofía, bien para defenderla desde posturas coherentistas, a veces<br />

dogmáticas, bien para criticarla desde posturas adecuacionistas, las más de las<br />

veces relativistas. Sin embargo, en la utilización de esquemas de identidad por<br />

parte de los helenos ya podemos encontrar el distanciamiento necesario para<br />

eliminar cualquier tipo de interpretación por parte de escribas, burócratas y<br />

sacerdotes y, por tanto, acabar con la posibilidad de la manipulación.<br />

Tales de Mileto encontró en el triángulo una gran cantidad de relaciones<br />

de identidad que eran independientes del intérprete y que podían ser expresadas<br />

en forma de teorema. Así, tanto el triángulo como el círculo que le sirve de límite<br />

se convirtieron en el contexto determinante en el cual Tales fue capaz de<br />

encontrar relaciones de proporcionalidad entre los propios signos que le<br />

permitieron establecer la altura de una pirámide (ya que la altura de la pirámide<br />

será proporcional al cateto opuesto al observador en el triángulo formado entre el<br />

suelo y el ángulo bajo el que se observa el vértice de la pirámide).<br />

Sin embargo el triángulo de trabajo y el que forma la pirámide con el<br />

observador son evidentemente diferentes, no idénticos, sino proporcionales. Esto<br />

implica una geometrización del espacio en su totalidad y la comprensión de que<br />

todas las partes del mismo comparten las mismas propiedades.<br />

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Tales realiza así la necesaria «limpieza ontológica» que exigen la comprensión geométrica<br />

del mundo y apunta al espacio abstracto de las homotecias y los emplazamientos (…), el<br />

principio de todas las cosas es ese círculo límite que se confunde con el agua, y en el que sus<br />

partes pueden ser medidas precisamente según el triángulo, el esquema de identidad que<br />

conecta mediante proporciones todas las partes de universo totalizadas por el círculo.<br />

(PÉREZ HERRANZ, 2007, 364).<br />

Entendiendo, pues, que no hay lugares privilegiados, que el universo en<br />

cuanto espacio es uniforme, y que éste se puede medir mediante relaciones<br />

constantes de identidad en triángulos, el mundo heleno estaba preparado para<br />

llevar a cabo una desconexión semántica prácticamente total entre las relaciones<br />

de identidad y el mundo de la experiencia fenoménica. Dicha desconexión se llevó<br />

a cabo mediante el gnomón, que cumple básicamente tres funciones: objetiva el<br />

tiempo psicológico al traducirlo a sombras objetivas y mensurables, traslada<br />

relaciones de proporcionalidad desde los objetos físicos hacia el triángulo y el<br />

círculo y por último, se convierte en un modelo de universo debido a que el sol<br />

siempre guarda una relación triangular con el gnomón y la tierra. El gnomon<br />

tiene la capacidad, en su asombrosa simplicidad, de conectar los cielos, la tierra y<br />

la geometría, lo cual le hace ser el punto de inflexión para la explicación de la<br />

totalidad de los fenómenos. (Fig. 1).<br />

Fig. 1. Gnomón y modelo del universo<br />

Pero si el universo ya se había convertido en un espacio geométrico, fue<br />

con Pitágoras con quien este espacio se relacionó íntimamente con el <strong>número</strong>, ya<br />

que cualquier relación podía ser expresada numéricamente.<br />

Pero lo que parece que les impresionó más que nada fue el descubrir que los intervalos<br />

musicales que hay entre las notas de la lira pueden expresarse numéricamente.<br />

(COPLESTON, 1994, 46).<br />

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Cabe decir que la altura de un sonido depende del <strong>número</strong>, en cuanto que<br />

depende de las longitudes de las cuerdas, y es posible representar los intervalos de<br />

la escala con razones numéricas. Pues bien, lo mismo que la armonía musical<br />

depende del <strong>número</strong>, se puede pensar que la armonía del universo depende<br />

también del <strong>número</strong>.<br />

Así, mientras los cosmólogos milesios hablaban de conflicto universal de<br />

los opuestos, los pitagóricos, mediante sus estudios en el campo de la música,<br />

pensaron en resolver el problema del «conflicto» mediante la «armonía» a través<br />

de esquemas de identidad que podían ser representados numéricamente.<br />

La escuela pitagórica tuvo también la genial idea de representar tanto los<br />

<strong>número</strong>s como la armonía espacialmente. Por un lado, la representación espacial<br />

de los <strong>número</strong>s dio lugar a <strong>número</strong>s triangulares, cuadrados, pentagonales, etc.<br />

Destacando entre ellos aquel <strong>número</strong> triangular que tenía algo de sagrado: la<br />

tetractys. Y paralelamente la representación de la armonía evidenció la<br />

asombrosa coincidencia entre la suma de las razones de las constantes entre las<br />

vibraciones de las cuerdas de la lira y la tetractys. Así pues, los pitagóricos<br />

descubrieron que la armonía puede ser representada numéricamente y, estos<br />

<strong>número</strong>s, a su vez pueden ser representados por el gnomon formando figuras<br />

geométricas que contienen innumerables esquemas de identidad.<br />

Lo interesante es que estos distintos contextos —sonidos, series gnómicas, cristales,<br />

posición de los astros...— confluyen hacia una misma propiedad ontológica: la de ser<br />

conmensurados por los <strong>número</strong>s. Se inicia entonces ese proyecto pitagórico que sueña con<br />

coordinar el mundo por mediación de los <strong>número</strong>s enteros, operación que se extrapola a la<br />

totalidad del universo. (PÉREZ HERRANZ, 2007, 368).<br />

Sin embargo, que el mundo se coordine por medio de los <strong>número</strong>s enteros<br />

implica que ha de tomarse una decisión en torno a la naturaleza de estos. O bien<br />

el <strong>número</strong> es una entidad absoluta y entonces se corre el peligro del misticismo; o<br />

bien es una entidad que surge de relaciones. Para los pitagóricos ésta segunda<br />

opción, en la que los <strong>número</strong> juegan el papel de intermediarios con el mundo, era<br />

la que posibilitaba conducirse racionalmente hacia el conocimiento y aun la<br />

perfección humanas.<br />

La más famosa de estas relaciones, el teorema de Pitágoras, puso de<br />

manifiesto que, geométricamente hablando, es muy fácil dibujar con regla y<br />

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compás sobre la recta la raíz de dos, puesto que sólo hay que trasladar una<br />

diagonal, pero otra cosa muy diferente es expresarla en <strong>número</strong>s racionales<br />

(puesto que es imposible), y así apareció el problema de la inconmensurabilidad<br />

de las ciencias. En el canon según el cual se estaba organizando el cosmos no<br />

tenían sentido los <strong>número</strong>s irracionales. Esta dificultad operatoria a la hora de<br />

tratar con los recién nacidos <strong>número</strong>s irracionales impulsó la creación de una<br />

totalidad sistémica que diese cuenta de ese límite interno.<br />

Platón se alejó de cualquier misticismo defendiendo la utilización de la<br />

regla y el compás porque con ellos podía prescindir totalmente de los <strong>número</strong>s y,<br />

del mismo modo, de los irracionales. Rechazó cualquier técnica basada en el<br />

movimiento que supondría de nuevo la introducción de los <strong>número</strong>s en las<br />

demostraciones y, con ellos, los irracionales. Así se consagraron la regla y el<br />

compás, a partir de Platón, como constructores de esquemas de identidad.<br />

Del mismo modo, mediante los triángulos, que describe en el Timeo como<br />

generadores y constitutivos del mundo (isósceles y escaleno), integró los<br />

irracionales para hacerlos conmensurables.<br />

Lo interesante de esta conjetura, siguiendo a Popper, es que introduce los <strong>número</strong>s<br />

irracionales en el mundo de las ideas (PÉREZ HERRANZ, 2007, 378).<br />

En Platón podemos observar otro de los pasos para la desconexión<br />

semántica de las matemáticas con el mundo, es decir, para la autonomización de<br />

las operaciones, y el primer intento de hacer un cierre o clausura de los elementos<br />

matemáticos, aunque aún estuviese preso de conceptos como el de sacrificio y<br />

purificación del alma.<br />

No obstante el problema de la inconmensurabilidad no será resuelto hasta<br />

que Eudoxo, utilizando un método exclusivamente geométrico, se desprenda de<br />

cualquier referencia a los irracionales, e incluso al infinito, al hablar del círculo<br />

como proporcional al diámetro. Así, suponiendo que los <strong>número</strong>s que están en<br />

proporción tienen una medida común se resuelve el problema de la<br />

inconmensurabilidad entre líneas, superficies y volúmenes.<br />

Para entender la tarea llevada a cabo por Euclides aún nos queda conocer<br />

los intentos de «cierre» que se realizaron en cada una de las ciencias. Aristóteles<br />

llevó a cabo la neutralización de las operaciones por dos vías distintas. Por un<br />

lado de manera zoológica, afirmando que sólo es posible conocer racionalmente a<br />

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los animales mediante la disección del cadáver; y por otro, mediante la vía lógico<br />

matemática: lógica y teoría de la demostración.<br />

Los griegos habían hecho el trabajo básico para fundar la lógica al producir razonamientos<br />

matemáticos correctos, pero correspondió a Aristóteles codificar y sistematizar las leyes que<br />

siguen estos razonamientos en una ciencia separada. Los escritos de Aristóteles dejan muy<br />

claro que derivó la lógica de la matemática. (KLINE, 1992, 85).<br />

Ahora que estamos llegando al final del análisis es el momento de la<br />

síntesis y la enumeración para comprobar que hemos alcanzado la visión de<br />

conjunto necesaria para entender el paso desde los fenómenos empíricos a los<br />

teoremas, en este caso el de Euclides como primer «cierre» del campo de la<br />

matemática.<br />

El primer fenómeno que analizamos al principio fue el de la escritura,<br />

desde las rudimentarias muescas cuneiformes hasta la sencilla pero ilimitada<br />

sintaxis del nuevo sistema fenicio. El descubrimiento de un alfabeto donde la<br />

posición de cada grafía le hacía cambiar de valor y que formaba palabras por<br />

combinatoria ya lleva implícita la idea de un álgebra que era prácticamente<br />

imposible en alfabetos y sistemas anteriores.<br />

Aunque la identidad ya aparece como una característica de la ciencia,<br />

incluso en las primeras operaciones de carácter empírico, comercial, es con Tales<br />

de Mileto cuando comienzan los primeros esquemas de identidad claros que<br />

cristalizan en el triángulo y el círculo como contextos determinantes. Todo ello se<br />

materializa en el gnomón como un artefacto de una enorme simplicidad pero<br />

capaz de generar infinitos esquemas de identidad. Pero su utilización en base a<br />

triángulos inscritos en círculos no tarda en generar el problema de los<br />

irracionales, puesto que es muy sencillo dibujar los <strong>número</strong>s irracionales pero no<br />

lo es tanto expresarlos algebraicamente. Todo ello generó un problema de<br />

inconmensurabilidad entre la geometría y el álgebra y, por extensión, puso en<br />

cuestión el sistema bajo el cual se estaba ordenando todo el cosmos desde Platón.<br />

La teoría de la proporcionalidad de Eudoxo acabó con el problema de la<br />

inconmensurabilidad y Aristóteles estableció las normas de la lógica deductiva<br />

necesaria para hacer ciencia.<br />

Con todo ello Euclides acomete la labor de redactar los Elementos en un<br />

esfuerzo sin precedentes de ordenar todos los materiales anteriores y disponerlos<br />

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bajo la óptica de la teoría de la demostración de Aristóteles, logrando así el<br />

primer cierre científico en el mundo heleno: la Geometría de Euclides.<br />

Si los Elementos hubieran tratado de ser un depósito de información exhaustivo, el autor<br />

habría incluido referencias a otros autores (…), pero tal como están escritos (…), se limitan<br />

austeramente al asunto de que se trata, la exposición en un orden lógico de los<br />

fundamentos de la matemática elemental. (BOYER, 1999, 145).<br />

Para ello dispone en primer lugar unas nociones comunes que están<br />

totalmente libres de cualquier misticismo pitagórico o alusión al mundo, logrando<br />

así la completa desconexión semántica con el mundo.<br />

Después redacta las definiciones sin hacer referencia alguna al álgebra. Y<br />

por último los postulados que hay que aceptar dentro del sistema: la utilización<br />

de la regla y el compás como contexto determinante que había defendido Platón.<br />

Desde aquí el resto del sistema se va desplegando a partir de las<br />

definiciones y sometido a la teoría de la demostración, es decir, no sólo se postula<br />

sino que hay una demostración de cada uno de los teoremas. En palabras de<br />

Herranz,<br />

(...) la Lógica ha permitido organizar la representación (demostración) de la Geometría en<br />

un lenguaje intermedio entre las morfologías tri-dimensionales y el lenguaje natural, unidimensional.<br />

Ésta fue la gran labor de Euclides: organizar lógico-operatorioalgebraicamente<br />

(uni-dimensional) la Geometría (tri-dimensional). (PÉREZ HERRANZ,<br />

1995, 285).<br />

Y con ello quedó definido en sus límites, métodos y contenidos el primer<br />

sistema axiomático de la geometría, que será el único, hasta las geometrías no<br />

euclideanas contemporáneas, y modelo de ciencia aún hoy en día.<br />

Euclides imprimió un sello y confirió un sentido a su obra: el sello y destino del platonismo<br />

(…), en sus proposiciones no figura una sola aplicación práctica. (REY PASTOR, 1997,<br />

72).<br />

Es difícil imaginar un avance científico que haya tenido más repercusiones<br />

que la matematización del mundo llevada a cabo por los helenos.<br />

Proclo nos describe los Elementos como si guardaran la misma relación con el resto de la<br />

matemática que la que tienen las letras del alfabeto con relación al lenguaje. (BOYER,<br />

1999, 145).<br />

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No es posible exagerar su labor unificadora en torno a la idea de que se<br />

puede alcanzar la verdad mediante las matemáticas. Desde Platón en el<br />

paradigma ontológico-metafísico, Descartes y la deducción a partir del innatismo,<br />

la Ética more geometrica del Deus sive natura spinozeano en el teológico, la<br />

mathesis universalis leibnizeana, e incluso parte del positivismo lógico o de las<br />

actuales corrientes neoplatónicas en teoría del conocimiento, las cuales pretenden<br />

teorías de fuerte carácter epistémico que garanticen la verdad como resultado del<br />

acuerdo coherente de la comunidad científica (el gobierno de los sabios<br />

platónico).<br />

Tanto Tales de Mileto como Pitágoras, cuando hablan del mundo, piensan<br />

que lo que afirman corresponde con la esencia de la physis. Es evidente que a<br />

Tales no se le aparece agua por todas partes, ni a Heráclito fuego o a Pitágoras<br />

<strong>número</strong>s. Sin embargo las respuestas que cada uno dan a cuál sea la esencia de<br />

esa physis son completamente diferentes. Esto tiene como consecuencia que la<br />

sofística posterior, ahora más centrada en el nomos que, como dirá Aristóteles, es<br />

lo que “puede ser hecho ser de otra manera” y por tanto cambia, rechace<br />

totalmente la idea de que puedan separarse en el plano ontológico la esencia de<br />

las apariencias y en el epistemológico el saber y la opinión. Y, por tanto, ello tiene<br />

como corolario que, si el saber era saber de esencias, ya no puede existir ciencia<br />

en sentido estricto. Todo es opinión.<br />

Así pues, aunque Tales y Pitágoras comienzan la matematización del<br />

mundo, no podemos afirmar que utilicen aún un modelo de verdad como<br />

coherencia. De hecho, los teoremas de Tales se refieren a la intuición empírica<br />

(aunque sea ésta geométrica, en forma de triángulos) y Pitágoras hace todo lo<br />

posible para hacer corresponder los <strong>número</strong>s con figuras geométricas y longitudes<br />

de cuerdas en la lira. De alguna manera utilizan un método inductivo al pasar de<br />

los fenómenos a los teoremas. No es de extrañar que hasta Riemann o<br />

Lobachevski el sistema euclideano correspondiese con la intuición. No obstante<br />

ya se está abriendo la puerta hacia un tipo de verdad que se fundamenta en que<br />

sus afirmaciones sean coherentes con el resto del sistema, en forma de relaciones a<br />

nivel formal, y no en que correspondan con la intuición.<br />

En ese sentido podemos caracterizar al modelo de verdad como<br />

correspondencia como aquel que fundamenta su verdad en la concordancia con el<br />

mundo mediante el método inductivo. Nos habla del mundo pero arrastra todos<br />

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los problemas de la inducción, no puede alcanzar universalidad y necesidad. En<br />

tanto que un modelo de verdad como coherencia sí que garantiza la universalidad<br />

y necesidad precisamente porque no habla sobre el mundo sino porque<br />

fundamenta su verdad en la coherencia interna del sistema. El primero genera<br />

siempre objeciones relativistas en tanto que el segundo genera siempre objeciones<br />

antidogmáticas.<br />

Si hemos de entender la famosa afirmación de Whitehead de que “la<br />

historia de ella filosofía es una nota a pie de página de Platón” es precisamente<br />

por esto. Platón encuentra en las matemáticas la fuerza de un modelo que puede<br />

garantizar la verdad e inaugura una forma de fundamentación que no está sólo a<br />

la base de su idealismo, sino también del racionalismo en la modernidad o del<br />

idealismo de la lingüisticidad post-giro lingüístico. Esta corriente, enfrentada,<br />

opuesta, o por lo menos diletante con la línea de investigación que opta por el<br />

inductivismo en sus vertientes realista en el mundo clásico, empirista en la<br />

filosofía de la conciencia o el neoempirismo de la ciencia actual en la filosofía<br />

analítica, tiene también su reflejo en el neoplatonismo de posturas de la ética<br />

contemporánea como las de Rawls o Habermas.<br />

Si queremos entender la profundidad de las implicaciones que conlleva la<br />

aparición de un modelo de verdad como coherencia no podemos pasar por alto,<br />

como afirmaba Whitehead, que estructura la historia de la filosofía desde Grecia<br />

hasta nuestros días. Todos los idealismos son platónicos. Todos comparten sus<br />

virtudes y repiten sus defectos.<br />

La lucha de la filosofía sigue siendo, a día de hoy, un intento de establecer<br />

una teoría platónica que garantice una verdad deductiva pero que, a la vez, pueda<br />

aprehender del mundo.<br />

En el sistema político platónico las matemáticas no sólo ocupan un lugar<br />

de excepción en la paideia sino que también proporcionan el modelo deductivo de<br />

establecimiento de normas jurídicas.<br />

Es esta «singularidad» [el descubrimiento de los irracionales] la que obliga a los griegos a<br />

recorrer dos caminos extraños el uno al otro, pero vinculados ya sin solución de<br />

continuidad: el de la búsqueda de entidades matemáticas universales, autónomas e<br />

independientes, y una justificación del mundo, de las sociedades políticas y familiares...,<br />

pero de modo que el saber político mundano incorpore el saber matemático y las<br />

conexiones objetivas de sus símbolos como modelo. (PÉREZ HERRANZ, 2007, 372).<br />

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La idea del bien, o lo bueno para la sociedad, se establece a través de un<br />

proceso dialéctico, es decir, mediante razones. El gobierno de los sabios (clara<br />

analogía con la comunidad ideal de hablantes habermasiana o con la comunidad<br />

científica) entabla un diálogo, entra en un juego de dar y pedir razones<br />

(BRANDOM, 2002, <strong>23</strong>4), por el cual se establece la idea (al modo de un sistema<br />

axiomático). A partir de la idea se despliega el mundo como su copia más o<br />

menos imperfecta.<br />

No tiene sentido que sigamos leyendo hoy a Platón como defensor de un<br />

«mundo aparte» de ideas. El dualismo ontológico que aparece en sus obras es la<br />

limitación de cada época para pensar lo diferente. Antes bien, el platonismo<br />

significa el primer intento de fundamentación de juicios contrafácticos (diríamos<br />

hoy) a partir de un modelo de verdad como coherencia. Y, por supuesto, arrastra<br />

todos los problemas del modelo, es dogmático porque no puede aprehender del<br />

mundo. Una vez establecida la idea de lo bueno (de cualquier teoría en general)<br />

ésta prefigura lo que puede aparecer en el mundo. Si se define la belleza entonces<br />

los objetos o son su copia, y entonces son bellos, o no son su copia, y entonces no<br />

son bellos, pero no cabe la idea de evolución de la belleza.<br />

Si ahora trazamos analogías con nuestra época, con nuestro mundo,<br />

entenderemos cuál ha sido el problema de todas aquellas ideologías (tanto de<br />

izquierdas como de derechas) que al decidir previamente lo bueno y actuar según<br />

un modelo de verdad como coherencia prefiguraban aquello que podía ocurrir en<br />

el mundo e imposibilitaban su propia evolución. Por decirlo burdamente, nada de<br />

lo que pase en el mundo convencerá a un capitalista de que el capitalismo no es lo<br />

mejor (aunque se hunda Argentina y haya una crisis en medio mundo que<br />

depaupere a la sociedad), ni a un comunista de que el comunismo no es lo mejor<br />

(aunque se mueran de hambre y aburrimiento).<br />

Quizá el Platón maduro, el de las Leyes, ya fue consciente de que aunque el<br />

establecimiento de lo bueno, la ley, haya de seguir un proceso mediante un<br />

modelo de verdad como coherencia (matemático, axiomático) también es cierto<br />

que después, en su aplicación, se ha de atender a cada caso particular, al mundo.<br />

Bajo nuestra óptica éste es el lugar preciso en el que hay que interpretar a<br />

Aristóteles. No como antiplatónico, sino como el más platónico. El realismo<br />

aristotélico apoya la existencia de las formas o ideas, pero no en un mundo a<br />

parte sino en los particulares. O por decirlo de otra manera, las formas son un<br />

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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />

producto humano (¿qué iban a ser si no?) aunque se establezcan por abstracción,<br />

pero al estar en los particulares y no en un mundo aparte pueden evolucionar<br />

dependiendo de lo que aparezca en el mundo porque no lo predeterminan.<br />

Hay quienes quieren ver a un Aristóteles opuesto a Platón, nosotros<br />

preferimos entender el realismo como la forma aristotélica de mejorar el mundo<br />

de la teoría mediante su evolución y poder seguir haciendo ciencia.<br />

Por otro lado, no sería honesto terminar este escrito sin mentar siquiera de<br />

pasada las consecuencias sociales y religiosas que ha conllevado la<br />

matematización del universo. En primer lugar la jerarquización implícita en<br />

cualquier sistema axiomático-deductivo desemboca en una estratificación de la<br />

deducción y, por analogía, de la sociedad. Esto ya aparece en la polis platónica<br />

pero es con el cristianismo con quien alcanza a la totalidad del universo. Si en la<br />

matemática no tienen el mismo valor los axiomas, los principios y los teoremas,<br />

en el mundo no tendrán el mismo valor Dios, el clero y los individuos. Podemos<br />

observarlo en San Agustín pero es con Santo Tomás con quien alcanza un<br />

estatuto ontológico el ser por participación. Dios, el creador al modo de la idea<br />

platónica, se despliega deductivamente a través de particulares que poseen esencia<br />

por participación con la divinidad.<br />

Pero tampoco sería honesto atribuir a la matematización del universo la<br />

causa de la estratificación social. Las diferencias entre individuos existen desde<br />

que el primer homo ergaster fue capaz de tallar sílex. Las matemáticas<br />

únicamente reflejan las leyes del mundo material que nos envuelve. Otorgar una<br />

atribución causal a uno u otro modelo de verdad es errar tanto el tiro como<br />

pensar que no son humanos los problemas a los que ha de enfrentarse la<br />

sociedad. Son creación, causa y responsabilidad de los humanos. Y serán los<br />

humanos los que, mediante el diálogo, los solucionen. ❚<br />

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<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 211


Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze<br />

Ana María Simón Viñas<br />

Profesora de I.E.S y Doctora en Filosofía por la Uned<br />

Resumen. La afirmación de la diferencia como diferencia es el motivo que<br />

impulsa la reflexión de Deleuze a lo largo de su extensa trayectoria intelectual.<br />

Deleuze acusa a la historia de la filosofía que tiene su origen en Platón y su<br />

continuador en Aristóteles de haber sometido sistemáticamente la diferencia a las<br />

exigencias de la representación. Por ello va a adscribirse a una tradición<br />

ontológica menor que hunde sus raíces en una tradición más antigua, ya que se<br />

remonta a Parménides, y que afirma la univocidad del ser. El esforzado rastreo<br />

por la historia subterránea de la filosofía dará como precipitado final uno de los<br />

pensamientos más originales y sugerentes del panorama filosófico actual. ❚<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com


Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze<br />

Ana María Simón Viñas<br />

Profesora de I.E.S y Doctora en Filosofía por la Uned<br />

Ext.- Lo que es diferente, lo es siempre respecto de otra cosa, ¿no es así?<br />

Teet.- Así es.<br />

Ext.- Y no sería así, si el ser y lo diferente no fueran completamente distintos. Pero si lo<br />

diferente participase de dos formas, como el ser, podría haber algo que fuese diferente sin<br />

ser diferente de alguna otra cosa. … La naturaleza de lo diferente debe ser afirmada,<br />

entonces, como una quinta forma, junto a las ya escogidas.<br />

Teet.- Sí.<br />

Ext.- Y diremos que ella atraviesa todas las otras. Cada una de ellas, en efecto, es diferente<br />

de las demás, pero no por su propia naturaleza, sino porque participa de la forma de lo<br />

diferente. 116<br />

Es bien sabido el propósito que alienta la reflexión de Deleuze a lo largo de<br />

su extensa y prolífica trayectoria intelectual: la elaboración de un concepto<br />

radicalmente original de la diferencia con respecto al cual toda forma de<br />

identidad o mismidad ha de ser pensada como secundaria o derivada. La noción<br />

de diferencia no es nueva en la historia de la filosofía en donde tradicionalmente<br />

ha servido para señalar la alteridad, o causa de distinción, entre dos o más cosas<br />

o individuos, de modo que pueda hablarse de lo que es numéricamente distinto, o<br />

bien de lo que es específicamente distinto. El problema radica – según el filósofo<br />

francés – en que en la tradición filosófica occidental la diferencia ha sido<br />

sistemáticamente sometida a las exigencias del pensamiento representativo: la<br />

identidad en el concepto, la oposición en el predicado, la analogía en el juicio y la<br />

semejanza en la percepción 117 . Toda diferencia que no pudiese ser reconducida a<br />

dicho esquema resultaría desmesurada, demasiado grande o demasiado pequeña<br />

no sólo para ser pensada, sino para ser. No podía ser de otro modo si quería<br />

garantizarse el orden y la inteligibilidad efectiva del mundo y del pensamiento que<br />

lo contempla. No obstante lo anterior, la incertidumbre generalizada que ha<br />

seguido al fracaso de la representación, la quiebra de las identidades y el<br />

116 PLATON, El Sofista, 255d, 255e, Madrid, Gredos, 1992, Trad. cast. a cargo de Néstor L.<br />

Cordero.<br />

117 DR, 389. Citamos las obras de Deleuze por sus iniciales. Nietzsche y la filosofía, 1962, NF,<br />

La filosofía crítica de Kant, 1963, FCK, El bergsonismo, 1966, B, Diferencia y repetición, 1968,<br />

DR, Spinoza y el problema de la expresión, 1968, SPE, Lógica del sentido, 1969, LS. ¿Que es la<br />

filosofía? 1991, QF<br />

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descubrimiento de un campo de fuerzas que de hecho actúa bajo la representación<br />

de lo idéntico, han llevado a algunas filosofías de nuestro tiempo a elaborar una<br />

noción de diferencia que rebasa el ámbito de la lógica, transformándose en ellas<br />

en un elemento nuclear con repercusiones ontológicas. Lo que se pretende con<br />

ello es forjar un nuevo pensamiento capaz de elevarse a la altura de un mundo –<br />

nuestro mundo – en el que el hombre no ha sobrevivido a Dios ni la noción de<br />

sujeto a la crisis de la sustancia.<br />

En las filosofías de Martín Heidegger y Gilles Deleuze encontramos una<br />

respuesta a esta exigencia, aunque en ellas la noción de diferencia no tenga el<br />

mismo estatuto ni se emplee con idéntica finalidad. Es sabido que Martín<br />

Heidegger se sirve de la noción de diferencia ontológica en el marco de una crítica<br />

a la metafísica tradicional que, según él, habría errado su destino desde el preciso<br />

momento en que confundió el ser con el ente cuando es precisamente el ser<br />

aquello que, en tanto que constituye la condición de aparición de todo ente, debe<br />

ser dilucidado en primer lugar. De modo coherente con esta posición, Heidegger<br />

afirmará que la única tarea del pensamiento consiste en rescatar el ser de su<br />

olvido recuperando así el sentido de la diferencia ontológica, lo que equivale a<br />

decir del ser a diferencia de los entes. Muy distinta es, sin embargo, la alternativa<br />

propuesta por Deleuze para quien la diferencia tiene un carácter completamente<br />

positivo, no debiendo entenderse como diferencia entre un Ser inexpresable por la<br />

representación metafísica y unos entes. La diferencia, para Deleuze, no se da entre<br />

el ser y los entes sino que pasa entre ambos, destruyendo su identidad y<br />

comunicándolos a través de una ontología de la univocidad. Y univocidad<br />

significa aquí no que sólo hay una manera de decir el ser, sino que el ser es<br />

diferencia que se dice en un mismo y único sentido de sí y de sus diferencias.<br />

Lo que procede por tanto es investigar con rigor donde radica el origen del<br />

histórico sometimiento de la diferencia a las exigencias de la representación. La<br />

conclusión a la que llega Deleuze, tras un esforzado rastreo por la historia de la<br />

filosofía, es que reside en la célebre distinción platónica entre Modelo y copia,<br />

cuya única finalidad consiste en la obtención de un criterio selectivo que permita<br />

distinguir entre copias y simulacros, es decir, entre las apariencias que están bien<br />

fundadas en tanto que mantienen con el Modelo una relación de semejanza<br />

interna, y aquellas otras que por el contrario interiorizan una disimilitud<br />

fundamental. El verdadero carácter del método de división platónico es ético-<br />

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político, ya que su objetivo consiste en seleccionar a los auténticos pretendientes<br />

entre la multitud de aspirantes a los cargos públicos de la ciudad. “Lo que Platón<br />

reprocha a la democracia ateniense es que todo el mundo pretenda cualquier<br />

cosa. De ahí su empresa de restaurar unos criterios de selección entre rivales” 118 .<br />

Lo que aparece así con toda nitidez es el auténtico problema que define al<br />

platonismo: “la medición de los rivales, la selección de los pretendientes, la<br />

distinción de la cosa y sus simulacros” 119 . De ahí la necesidad de establecer un<br />

fundamento apto para marcar la diferencia, siendo precisamente la Idea,<br />

concebida como identidad pura y sin mácula, la que en el proyecto platónico va a<br />

desempeñar dicha función. La Idea es la forma de Identidad real en tanto que lo<br />

mismo, siendo en dicho carácter que puede servir de modelo para la<br />

autentificación de las copias, que serán medidas por la relación de semejanza<br />

interna que mantienen con él. Con ello Platón inauguraba el modelo de<br />

reconocimiento que subyace en la imagen del pensamiento que ha dominado<br />

históricamente a la filosofía occidental, ya que si las copias representan a su<br />

modelo es porque mantienen con él una relación interna de semejanza, la relación<br />

de lo fundado con el fundamento, quedando descartadas todas aquellas copias –<br />

los simulacros – que son diferentes en tanto que carecen de la adecuada<br />

disposición.<br />

El filósofo francés distingue tres instancias en el platonismo: el fundamento<br />

como esencia ideal, lo fundado como Pretendiente o pretensión y aquello sobre lo<br />

que versa la pretensión, es decir, la cualidad que el fundamento posee de modo<br />

eminente: el padre, la novia y el pretendiente. El propósito de la dialéctica<br />

platónica radica en la selección de la buena copia, aquella que guarda con el<br />

Modelo una relación de semejanza interna dado que ambas pertenecen al mismo<br />

linaje. Está claro que la comunidad de procedencia sólo puede quedar acreditada<br />

si la relación entre la copia y el ser y la verdad es análoga a la que el Modelo<br />

mantiene con ambas instancias, y dado que el ser de la copia depende su relación<br />

interna de semejanza con él, aquello que no se le asemeja – el simulacro –<br />

adquiere inevitablemente la condición de no ser. El simulacro aparece así dotado<br />

de una fundamental ambigüedad ya que, aunque aparentemente se asemeja al<br />

modelo, está construido sobre una diferencia que interioriza y presenta una<br />

esencial disimilitud con respecto a él. “La copia es una imagen dotada de<br />

118 QF, 15<br />

119 DR,12<br />

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semejanza, el simulacro una imagen sin semejanza” 120 . Para ilustrar su tesis<br />

Deleuze acude a la enseñanza del catecismo que, en tanto que inspirado por el<br />

platonismo, nos proporciona una cara comprensión de la noción de simulacro tal<br />

y como ha sido concebido en la tradición occidental. En efecto, en el catecismo se<br />

nos dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios aunque, como<br />

consecuencia del pecado, haya perdido la semejanza conservando no obstante la<br />

imagen. Esta es la razón que explica el carácter demoníaco que el simulacro<br />

ostenta en la tradición platónica cristiana ya que, aunque sigue produciendo un<br />

efecto de semejanza, no remite a la identidad de la Idea, sino a una disparidad<br />

constituyente que no se deja capturar por ningún fundamento.<br />

Muy distinto carácter reviste el simulacro en el pensamiento de Deleuze,<br />

quien lo conceptualiza como “un sistema intensivo donde lo diferente se relaciona<br />

con lo diferente mediante la diferencia como tal” 121 . Según el pensador francés el<br />

simulacro se construye sobre una disparidad entre series heterogéneas, un sistema<br />

de señal-signo en donde la señal es una estructura donde se reparten diferencias<br />

de potencial que comunican entre sí precisamente por su diferencia, siendo el<br />

signo aquello que fulgura cuando las dos series entran en comunicación<br />

induciendo un fenómeno de resonancia. Es cierto – concede – que hay semejanza<br />

entre las series que resuenan, aunque siempre se trata de un efecto inducido por la<br />

disparidad original que constituye las series, lo que prohíbe la asignación del<br />

papel de modelo a ninguna de ellas. El simulacro aparece así no como diferencia<br />

con respecto a una Identidad originaria y fundante, sino como resultado de la<br />

interiorización de una disparidad constituyente entre series heterogéneas cuyo<br />

carácter es intensivo, el producto del libre juego de las diferencias múltiples y<br />

divergentes que constituyen el fondo no mediatizado del que todo emerge, la<br />

profundidad intensiva y diferencial de la que surge lo que en la experiencia se da<br />

como diverso. De ahí que el simulacro sea definido por Deleuze como la<br />

verdadera forma de lo que las cosas son cuando su presunta identidad se hace<br />

añicos, el signo de la cosa en tanto que descuartizada por la diferencia que la<br />

constituye en profundidad: “Es en la diferencia donde el fenómeno se explica<br />

como signo”. 122<br />

120 LS, 259<br />

121 DR, 438<br />

122 DR, 119<br />

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De lo anterior se sigue la imposibilidad de distinguir entre modelo y copia,<br />

ya que todos son simulacros, diferencias interiorizadas que no dejan de afirmarse<br />

una y otra vez en un proceso de devenir continuo – que Deleuze identifica con el<br />

Eterno Retorno nietzscheano – en el que no subsiste ninguna identidad. La<br />

identidad y la semejanza no son por tanto originarias, sino meros fenómenos<br />

cuyo verdadero origen radica en la potencia productiva de la diferencia, de lo que<br />

resulta una consideración del simulacro como pura potencia positiva que niega<br />

tanto el original como la copia y que no deja subsistir ningún modelo. Este es<br />

precisamente el problema que Platón se plantea en El Sofista cuando comprende<br />

que lo que el simulacro impugna es el modelo mismo de lo Idéntico y lo<br />

Semejante del que se había servido para apuntalar el orden político de la ciudad.<br />

De ahí el veredicto acusatorio que lanza sobre el simulacro – la diferencia – y que<br />

Deleuze equipara a un verdadero “juicio de Dios” en tanto que supone la<br />

introducción en filosofía de una instancia trascendente desde la que la existencia<br />

es juzgada. Lo que mueve a Platón a rechazar el simulacro es su carácter de<br />

diferencia no ligada, de pura potencia de devenir que subvierte desde dentro la<br />

posibilidad de orden moral que la identidad en el modelo y la semejanza en la<br />

copia se encargan de garantizar.<br />

La distinción platónica entre modelo, copia y simulacro y el modelo de<br />

reconocimiento implícito en ella es el que está en el origen de una cierta imagen<br />

del pensamiento que históricamente se ha encargado de domeñar la diferencia, y<br />

que ha aplastado sistemáticamente bajo la imagen de lo Mismo y lo Semejante el<br />

genuino acto de pensar y ello por razones esencialmente morales, como muy bien<br />

vio Nietzsche. Conviene aquí señalar que para Deleuze – lo mismo que para<br />

Nietzsche – la moral siempre remite en último término a la mirada acusadora de<br />

Dios en tanto supone la instauración de un orden trascendente desde el que son<br />

juzgados los modos de existencia inmanentes. “La moral es la continuación de la<br />

religión pero con otros medios” 1<strong>23</strong> . Ese es precisamente el papel que la Idea<br />

desempeña en el proyecto filosófico de Platón, en el que no sólo sirve para<br />

apuntalar el orden político, sino para asegurar el orden de la representación del<br />

que depende la inteligibilidad del mundo. Al fin y al cabo sólo la Idea, como<br />

fundamento, puede garantizar la conexión entre el sujeto y el mundo, entre el<br />

pensamiento y la verdad. De ahí que sea preciso desembarazarse del modelo de<br />

1<strong>23</strong> NF, 138<br />

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reconocimiento y de la noción de fundamento implícita en él para poder elevarse<br />

a un pensamiento de la diferencia, es decir, para comenzar simplemente a pensar.<br />

En apoyo de su tesis Deleuze acude a Platón quien, en un texto de la<br />

República, distinguía entre dos tipos de cosas en el mundo: las que dejan<br />

tranquilo el pensamiento o le dan únicamente el pretexto de una aparente<br />

actividad, y aquellas que fuerzan a pensar. Estas últimas no son objetos de<br />

reconocimiento, sino cosas que nos violentan, “sensaciones contrarias al propio<br />

tiempo” como dice el mismo Platón 124 . El reconocimiento –la representación –<br />

congela el movimiento porque sólo así puede atraparlo entre sus redes, pero es el<br />

devenir sin medida que no se deja capturar el que violenta el pensamiento y nos<br />

fuerza a pensar. Según Deleuze, aquello que provoca la génesis del pensamiento<br />

en el pensamiento no se presenta de modo amistoso, sino más bien hostil y<br />

aunque en filosofía se haya privilegiado la figura del “amigo” ignorando las<br />

fuerzas oscuras que violentan el pensamiento, ha llegado la hora de decir que<br />

para filosofar no basta con la amistad. “El pensamiento no piensa a partir de una<br />

buena voluntad, sino en virtud de fuerzas que se ejercen sobre él para obligarlo a<br />

pensar” 125 . La filosofía se ha complacido históricamente en presentarse a sí<br />

misma como expresión de un Espíritu universal que se pone de acuerdo consigo<br />

mismo en cuanto a la determinación de significaciones explícitas y comunicables,<br />

es decir, como un círculo de amigos que comparten una buena voluntad común,<br />

pero es la violencia del signo sensible la que provoca la génesis del pensamiento<br />

dentro del pensamiento; no la concordia o la buena voluntad.<br />

De lo anterior se deduce que un pensamiento que rechace los supuestos de<br />

la imagen dogmática del pensamiento no puede dar por supuesta una “buena<br />

voluntad” en el pensador y una naturaleza recta en el pensamiento, ni asumir el<br />

aire inocente que adopta la filosofía cuando se muestra como ciencia pura y por<br />

tanto inofensiva frente a los valores de su tiempo. Más bien parece que aquel que<br />

busca un verdadero comienzo tiene que empezar por mostrar la suficiente mala<br />

voluntad como para hacer preguntas “allí donde se da por sentado lo que todo el<br />

mundo sabe, tan mala voluntad que no le permite pensar ni en la naturaleza ni en<br />

el concepto” 126 . Según Deleuze, la imagen del pensamiento que preside y orienta<br />

la filosofía occidental es una mera extrapolación al plano del derecho de la<br />

124 PLATON, República, VII, 5<strong>23</strong> b y ss. Citado por Deleuze en DR, <strong>23</strong>4<br />

125 DR, <strong>23</strong>6 y NF, 155<br />

126 DR, 2<strong>23</strong><br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

opinión común según la cual entre ser y pensamiento existe una relación natural<br />

de afinidad. El problema es que de este modo se obvia no sólo la evidencia de que<br />

“los hombres raramente piensan” 127 sino que se reduce la potencia creadora y<br />

revolucionaria del pensamiento a algo tan trivial como al reconocimiento<br />

mecánico de situaciones y objetos que forman parte de nuestra experiencia<br />

cotidiana. De ahí que Deleuze afirme rotundamente que, para comenzar a pensar,<br />

hay que rechazar la sacralizada Imagen moral del pensamiento que no es prefilosófica<br />

sino simplemente no-filosofía.<br />

El cumplimiento de esta tarea exige el análisis del modelo trascendental<br />

implícito en la imagen dogmática del pensamiento que, como sabemos, no es otro<br />

sino el del reconocimiento según el cual conocer es resultado del ejercicio<br />

concordante de las facultades de un sujeto, planteado como una identidad, sobre<br />

un objeto que se concibe correlativamente como lo mismo en tanto que refleja la<br />

identidad subjetiva. La identidad, en el objeto y en el sujeto, constituye por tanto<br />

el supuesto básico de la representación, siendo la identidad del sujeto el<br />

fundamento formal que hace posible el reconocimiento, mientras que la identidad<br />

del objeto aparece como su contenido material. Esto nos sitúa de lleno en la<br />

cuestión del fundamento y en el papel que éste ha desempeñado a lo largo de la<br />

historia del pensamiento occidental: un papel crucial ya que no en vano es la<br />

historia de la filosofía la que nos enseña que filosofía es pensar fundamentador y<br />

pensar del fundamento. Fundar siempre es determinar, siendo éste un problema<br />

decisivo para la filosofía que ha tenido que determinar, desde su origen, por una<br />

parte el orden de los conceptos, marcando una distinción clara entre conceptos<br />

fundantes y conceptos fundados y por otra, y esencialmente, el principio que le<br />

permitiría distanciarse al fin del terreno de la doxa, proveyéndose así de un<br />

verdadero comienzo. Esta es la razón que ha llevado a la filosofía a perseguir<br />

incansablemente, a lo largo de su historia, el buen principio, llámese éste Ideas,<br />

Cogito o principio de razón suficiente. Contra este planteamiento Deleuze arguye<br />

que en filosofía es imposible un verdadero comienzo a menos que pueda<br />

encontrarse un fundamento que esté libre de toda clase de presupuestos,<br />

implícitos o conceptuales. Y dado que la famosa selección de conceptos fundantes<br />

implica una diferencia de status que procede de aquello de lo que la filosofía<br />

pretende distanciarse –la doxa – es imposible que la filosofía pueda comenzar.<br />

127 DR, 224<br />

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Mientras el comienzo sea pensado en base a un fundamento el pensamiento<br />

seguirá sometido a un proceso de reconocimiento inicial que toma su base del<br />

sentido común, lo que impide al pensamiento filosófico evadirse de una afinidad<br />

previa con lo que trata de pensar.<br />

Para Deleuze sólo es posible comenzar verdaderamente cuando se excluye<br />

la idea de fundamento y se rechaza de una vez por todas el presupuesto de que el<br />

objeto del pensamiento es la identidad, porque el mundo no es idéntico ni<br />

satisface las expectativas de un sujeto pensante previamente constituido, sino<br />

heterogéneo y en continuo devenir. Ahora bien, cuestionar el supuesto básico de<br />

la filosofía que afirma que entre pensamiento y exterioridad existe de hecho y de<br />

derecho una afinidad implica toda una transformación en la forma en que la<br />

filosofía se comprende a si misma, una renuncia a dominar el pensamiento y una<br />

aceptación de que tal vez lo que ocurre es que la actividad del pensamiento es<br />

fundamentalmente inconsciente y que sólo comienza verdaderamente a espaldas<br />

del pensador. Conviene aquí señalar que para Deleuze “pensamiento” y “razón”<br />

no son sinónimos, ya que el ámbito del pensamiento es siempre más amplio que el<br />

de la razón. El pensamiento no se reduce a la razón sino que la engloba<br />

necesariamente. De hecho, la razón es conceptuada por el pensador francés como<br />

una manifestación de la imagen abstracta del pensamiento erigida por la<br />

representación, la instancia última a la que se apela para impedirnos pensar más<br />

allá de los estrechos límites establecidos por el sentido común en cada época<br />

histórica. De ahí el reproche que va a dirigir a Kant, quien en su opinión falló lo<br />

fundamental del proyecto de crítica inmanente que en su filosofía se anunciaba al<br />

erigir la razón como juez de sí misma 128 . Según Deleuze no es lo irracional,<br />

entendido como los derechos de lo dado, lo que se opone a la razón, sino el<br />

propio pensamiento en tanto constituye un dominio que va más allá de los límites<br />

que el “sentido común” establece. “Lo que se opone a la razón es el propio<br />

pensamiento; lo que se opone al ser razonable es el propio pensador” 129 . Es<br />

imprescindible por tanto retomar el proyecto kantiano elaborando una crítica<br />

total que no parta de ningún supuesto previo – las facultades y su acuerdo como<br />

los elementos determinantes de una subjetividad trascendental constituyente –<br />

sino que más bien indague el elemento genético en el que el pensamiento tiene su<br />

128 FCK, 14 “Una crítica inmanente, la razón como juez de la razón: he aquí el principio esencial<br />

del método llamado trascendental.”<br />

129 NF, 133<br />

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origen. Según Deleuze el pensamiento no tiene su origen en un sujeto previamente<br />

constituido, sino “en un campo trascendental impersonal que no tiene la forma de<br />

una conciencia personal sintética o de una identidad subjetiva” 130 , es decir, que<br />

no se parece en nada a aquello que se pretende fundar. De ahí que el punto de<br />

vista desde el que la crítica debe ser realizada no sea el del sujeto, aunque se trate<br />

de un sujeto hipostasiado, ni el de Dios, sino el de la voluntad de poder bajo la<br />

forma del Superhombre, es decir, bajo la forma superior de todo lo que existe.<br />

La imagen dogmática del pensamiento inaugurada por Platón encuentra su<br />

continuador en Aristóteles, quien elabora una teoría del pensamiento<br />

representativo que presenta cuatro aspectos fundamentales: la identidad en la<br />

forma del concepto indeterminado, la analogía en la relación entre conceptos<br />

determinables últimos, la oposición en la relación de determinaciones en el<br />

interior del concepto y la semejanza en el objeto determinado por el concepto<br />

mismo. A diferencia de su maestro Platón, lo que preocupa a Aristóteles no es<br />

tanto la autentificación de las pretensiones y la exclusión del simulacro – el falso<br />

pretendiente – como la posibilidad de establecer un ideal clasificatorio que<br />

permita subsumir las diferencias bajo la identidad de un concepto común. Puede<br />

decirse por tanto que Aristóteles rescata la diferencia, por más que sólo en la<br />

medida en que se deja aprisionar dentro de los límites bien establecidos de la<br />

representación. Este es precisamente el papel que desempeña la “diferencia<br />

específica” en el sistema aristotélico, en donde reviste el rango de la mayor y la<br />

más perfecta. Si Aristóteles privilegia la diferencia específica en detrimento de la<br />

genérica o la meramente individual es porque se trata de la diferencia más grande<br />

que puede subsumirse en el seno de un concepto común, siendo también la más<br />

perfecta porque afecta a la esencia o la forma. La diferencia específica es el<br />

instrumento que sirve a Aristóteles para aprehender semejanzas en el seno de un<br />

concepto común, lo que no puede hacer con la diferencia genérica o la individual,<br />

que son demasiado grandes o demasiado pequeñas para servir a dicho fin. Lo que<br />

se consigue procediendo así es domeñar la diferencia sometiéndola a la identidad<br />

de un concepto común, por más que al precio de “confundir el concepto de<br />

diferencia con la diferencia simplemente conceptual, contentándose con inscribir<br />

la diferencia en el concepto en general” 131 .<br />

130 LS, 114<br />

131 DR, 76<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

En la cartografía aristotélica las diferencias específicas van a quedar<br />

subsumidas en la identidad superior del concepto de la especie, mientras que los<br />

géneros se someten a la identidad de ese concepto máximo que es el ser y que,<br />

como representante de la identidad conceptual más alta, se reparte<br />

distributivamente entre todos los géneros y categorías garantizando su identidad y<br />

la de sus individuos componentes. El juicio es la instancia que opera, por<br />

analogía, la distribución repartiendo el concepto, y la jerarquización que va a<br />

garantizar midiendo los sujetos. La analogía en el juicio aparece así como el<br />

último elemento sobre el que se erige la representación, que sólo rescata la<br />

diferencia del abismo al que Platón la había condenado en la medida en que la<br />

puede confinar entre sus cuatro esquinar, a saber, la identidad del concepto, la<br />

oposición de los predicados, la semejanza en la percepción y la analogía del<br />

juicio. La identidad del ser quedaba así consagrada como el presupuesto básico<br />

que permite representar la diversidad efectiva que el ser muestra en su devenir<br />

sensible, quedando relegadas todas aquellas diferencias que no pueden ser<br />

representadas al plano de lo inesencial. La razón del proceder de Aristóteles es<br />

que sólo a este precio puede garantizarse la inteligibilidad del discurso, ya que si<br />

el ser fuese un género debería también poder predicarse de sus diferencias y<br />

siendo éstas innumerables, también los principios lo serían. 132 La diferencia se<br />

convierte así en un concepto reflexivo, un instrumento útil capaz de realizar todo<br />

tipo de mediaciones ya que, por una parte, permite pasar de las especies que se<br />

asemejan a un género idéntico que las subsume, y por otra facilita el tránsito de<br />

los géneros respectivamente idénticos a las relaciones de analogía que estos<br />

mantienen entre sí en lo inteligible. El resultado, como sabemos ya, es que la<br />

diferencia queda sometida a las exigencias de la representación. El problema que<br />

Deleuze se plantea en este punto es si bajo todos estos aspectos la diferencia no<br />

acaba perdiendo el concepto y la realidad que le son propias. En este sentido<br />

comenta que la diferencia sólo deja de ser reflexiva para convertirse en real<br />

cuando designa catástrofes – rupturas de continuidad en la serie de semejanzas,<br />

fallas infranqueables entre series análogas – lo que viene a demostrar que bajo el<br />

132 “…pues el género parece predicarse, no de la diferencia, sino de aquellas cosas de las que se<br />

predica la diferencia, v.gr., el animal, acerca del hombre, y del buey, y de todos los animales<br />

pedestres, pero no de la diferencia misma que se dice acerca de la especie. En efecto, si el animal se<br />

predicase de cada una de las diferencias, entonces de la especie se predicarían muchos animales:<br />

pues las diferencias se predican de cada especie. Además, todas las diferencias serán, o especies o<br />

individuos, si son realmente animales: pues cada uno de los animales es una especie o un<br />

individuo.” ARISTOTELES, Metafísica, III, 998 b, 20-27 Madrid, Gredos, 1982, Trad. cast.:<br />

Tomás Calvo Martínez.<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

equilibrio aparente de la representación actúa un fondo intensivo y diferencial<br />

que no se deja domeñar.<br />

El propósito declarado de Deleuze de afirmar la diferencia como tal le lleva<br />

a oponerse polémicamente a todas aquellas filosofías que conciben el ser bajo el<br />

signo de la analogía y que se caracterizan por un doble movimiento, ya que por<br />

una parte piensan el Ser como algo común y por otra niegan que se diga en un<br />

mismo sentido de todo aquello a lo que se atribuye. Para el filósofo francés la<br />

única proposición ontológica es la que establece la univocidad del ser. No puede<br />

ser de otro modo ya que la analogía presupone siempre un término eminente con<br />

respecto al cual todos los demás aparecen como derivados, siendo precisamente<br />

esto lo que hay que recusar. Ya hemos visto que la imagen dogmática del<br />

pensamiento inaugurada por Platón y sistematizada posteriormente por<br />

Aristóteles concibe el ser bajo el signo de la analogía. Según Aristóteles el ser se<br />

dice de diferentes maneras: una eminente para la sustancia y otra espuria para sus<br />

accidentes (diferencias), lo que significa que el ser de las diferencias depende<br />

analógicamente del ser de la sustancia. El problema de este planteamiento radica<br />

en su impotencia para dar cuenta de los individuos realmente existentes, ya que<br />

lo único que se retiene de lo particular son los aspectos generales (la forma y la<br />

materia) sin que se pueda explicar en qué consiste su individualidad. La dificultad<br />

radica en que se buscan los factores individuantes en los elementos concretos de<br />

los individuos constituidos, lo que inevitablemente conduce al fracaso, ya que el<br />

principio fundante no puede calcarse sobre lo que está llamado a fundar. En<br />

efecto, siempre que partimos de lo condicionado hacia un fundamento que<br />

desempeña el papel de condición entramos en un círculo vicioso ya que el<br />

pretendido fundamento no es sino la condición de posibilidad de aquello que<br />

pretende fundar y que en dicho carácter depende estrechamente de él. Lo que<br />

hemos visto anteriormente con ocasión a la crítica de la imagen dogmática del<br />

pensamiento que impide pensar.<br />

Bajo la imagen triunfal que la historia de la filosofía ha construido de sí<br />

misma, Deleuze encuentra otra ontología menor que hunde sus raíces en una<br />

tradición más antigua que la aristotélica ya que se remonta a Parménides y que,<br />

contra Aristóteles, afirma la univocidad del ser. Dicha tradición, que pasa por el<br />

estoicismo, encuentra su expresión más próxima en las filosofías de Duns Escoto,<br />

Spinoza y Nietzsche. Examinemos, en primer lugar, la solución de Escoto al<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 2<strong>23</strong>


Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

problema de la individuación, tema que había sido objeto de múltiples<br />

controversias en el seno de la Escolástica, y que él va a dirimir recurriendo a un<br />

principio al que denominará haecceitas o “última realidad del ente”, y cuya<br />

función es restringir y circunscribir la naturaleza común, que es indiferente a lo<br />

individual y a lo universal, dentro de los límites de un individuo determinado.<br />

Este vocablo, que Deleuze adoptará en Mil Mesetas como homenaje al<br />

pensamiento del Doctor Sutil, sirve para indicar la determinación última y<br />

completa de la materia, de la forma y de su compuesto, que es real y se añade<br />

realmente a la sustancia que constituye la naturaleza común de todos los<br />

individuos, aunque no se diferencia numéricamente de ellas. En el pensamiento de<br />

Escoto la naturaleza común y la haecceitas no son dos realidades numéricamente<br />

distintas, aunque sean realmente distintas. La distinción que Escoto introduce<br />

excluye la separación y la diversidad numérica de los términos distintos, y no es<br />

una pura distinción de razón sino una distinción real. Tal es la distinción formal,<br />

que él sostiene que existe entre la naturaleza y la entidad de un ser cualquiera,<br />

entendiendo por naturaleza la sustancia común indiferente y por entidad la<br />

completa realización del individuo como tal. La distinción formal es una<br />

distinción real, puesto que se funda en el ser o la cosa, pero no es necesariamente<br />

una distinción numérica ya que se establece entre sentidos o razones formales que<br />

pueden dejar subsistir la unidad del sujeto al cual se atribuyen. La segunda<br />

distinción que Escoto introduce, la modal, va a permitirle explicar el modo en que<br />

la sustancia se relaciona con los atributos y con las variaciones intensivas – los<br />

modos – que constituyen sus modificaciones. El ser es concebido así como un ser<br />

unívoco que no sólo implica formas cualitativas o atributos distintos, sino que<br />

asimismo se vincula con grados individuantes que aunque de hecho constituyen<br />

variaciones – diferencias – de su modo de ser, no modifican su esencia. Estas<br />

conclusiones, a las que Duns Escoto llega movido por su fidelidad al espíritu del<br />

aristotelismo, le enfrentan polémicamente con Tomás de Aquino para quien el<br />

ser, que es el objeto propio de la Metafísica, está más allá de todas las categorías<br />

y de todas las determinaciones genéricas, siendo por tanto trascendente, mientras<br />

que en Escoto la noción de ser es común a todos los seres existentes, siendo por<br />

tanto unívoca y no análoga.<br />

Este es precisamente el punto que interesa a Deleuze, ya que la afirmación<br />

de la diferencia como tal precisa de una doctrina que afirme la univocidad del ser<br />

siendo en este sentido como hay que entender su reavivación de la polémica<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 224


Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

medieval de la que hemos trazado un esbozo. La razón que lleva a Deleuze a<br />

oponerse a la teoría de la individuación por analogía es, como sabemos ya, que<br />

conlleva la posición de un ser eminente – la Sustancia en Aristóteles, Dios creador<br />

en el cristianismo – con respecto al cual todos los otros modos de ser – las<br />

diferencias – se convierten en derivados. Por ello es preciso postular que el Ser no<br />

sólo se dice en un solo y mismo sentido, sino que se dice en un solo y único<br />

sentido de todas sus diferencias individuantes, aunque dichas diferencias sean<br />

numéricamente distintas. Ello exige pensar el Ser como aquello que consiste<br />

precisamente en las diferencias que le constituyen y cuya univocidad no se altera<br />

por más que las modalidades individuantes en las que se expresa sean distintas.<br />

Lo propio del Ser – afirma rotundamente Deleuze – es diferir, siendo<br />

precisamente en este sentido en el que se afirma de todo lo que difiere, es decir, de<br />

todas las diferencias. 133 El problema de Escoto y su límite radica en su fidelidad a<br />

una perspectiva teológica, que no le permitió extraer todas las consecuencias que<br />

se encontraban implícitas en su planteamiento. En efecto, en el pensamiento de<br />

Escoto Dios creador no es causa de todas las cosas en el mismo sentido en que es<br />

causa de sí, siendo esta posición la que mantiene su doctrina atrapada en el plano<br />

de la trascendencia. La univocidad exige, sin embargo, que el ser unívoco se<br />

relacione de modo esencial e inmediato con los factores individuantes que, para<br />

Deleuze, no son los individuos constituidos tal y como se dan en la experiencia,<br />

sino el principio trascendente y nómada que es contemporáneo del proceso de<br />

individuación y que es subsidiario tanto de la constitución de los individuos como<br />

de su disolución efectiva. Estos factores individuantes a los que Deleuze alude y<br />

que en su pensamiento reciben el nombre de “singularidades” son modalidades<br />

intensivas del ser que tienen la propiedad de pasar de un individuo a otro y de<br />

comunicarse bajo las formas y las materias.<br />

La noción de singularidad va a servir a Deleuze para explicar la génesis de<br />

los diversos tipos de seres que pueblan el plano de organización actual a partir de<br />

un plano de composición previo – virtual - del que derivan. Conviene aquí<br />

precisar qué es lo que Deleuze entiende por “singularidades” aunque ello suponga<br />

dar un rodeo en nuestra exposición. En Lógica del sentido las singularidades son<br />

conceptualizadas como “diferencias libres” que corresponden a series<br />

133 “Es el ser el que es Diferencia, en el sentido en que él se dice de la diferencia. Y no somos<br />

nosotros los que somos unívocos en un Ser que no lo es; somos nosotros, es nuestra<br />

individualidad la que permanece equívoca en un Ser, para un Ser unívoco.” DR, 93<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

heterogéneas que se organizan y distribuyen en un sistema provisto de una<br />

energía potencial. Dichas singularidades, cuyo carácter es intensivo y que como la<br />

haecceitas escotista son indiferentes a la universalidad y a la individualidad,<br />

resuenan entre sí dando origen a un plano trascendental virtual-real que Deleuze<br />

identifica con el verdadero mundo dionisiaco, el mundo de la voluntad de poder,<br />

es decir, de energía libre y no ligada del que hablaba Nietzsche. Siguiendo a<br />

nuestro filósofo, son justamente estas singularidades nómadas las que en el<br />

discurso de Nietzsche, “un discurso que no es el de la forma pero tampoco el de<br />

lo informe, sino de lo informal puro” 134 son designadas como “superhombre”, es<br />

decir, como el tipo superior de todo lo que existe. Esta noción, que reviste un<br />

carácter central en la ontología deleuziana, es tributaria del pensamiento de<br />

Leibniz ya que éste fue el primero – como Deleuze reconoce explícitamente – en<br />

concebir una teoría filosófica de las singularidades a partir del dominio de las<br />

matemáticas. Una aproximación intuitiva a lo que Leibniz y Deleuze entienden<br />

por singularidad se obtiene cuando, en vez de oponer lo singular a lo universal,<br />

como hace la lógica tradicional, se contrapone a lo regular u ordinario: la<br />

singularidad es lo diferente, lo que se sale de la regla. Son las matemáticas las que<br />

proporcionan nuevamente el modelo cuando establecen la distinción entre lo<br />

singular y lo ordinario a propósito de ciertos puntos de una curva, siendo los<br />

puntos singulares aquellos que se encuentran en la vecindad de los anteriores y<br />

que constituyen, de hecho, la serie que los prolonga hasta las proximidades de<br />

otra singularidad, engendrándose en ésta otra serie que a veces converge y a veces<br />

diverge con respecto de la primera. Según Deleuze, en la filosofía de Leibniz los<br />

puntos singulares o relevantes son las mónadas, que en el continuo de un mundo<br />

posible actúan como centros de convergencia, puntos singulares donde converge<br />

una multiplicidad de series.<br />

Retomemos el problema que acucia a Deleuze: la necesidad de establecer<br />

una doctrina de la univocidad del ser que le permita la afirmación de la diferencia<br />

como tal. Dadas las limitaciones de la doctrina escotista, Deleuze buscará en un<br />

segundo momento y en otro pensador, a saber en Spinoza, los elementos que<br />

necesita para su propósito. La sección histórica de la tesis doctoral de Gilles<br />

Deleuze se abre precisamente con la discusión que Spinoza sostiene con Descartes<br />

acerca de la distinción real y la distinción numérica, cuyo resultado es la<br />

134 LS, 1<strong>23</strong><br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

afirmación de la diferencia como el motor interno de la dinámica del ser. De la<br />

lectura de la Ética Deleuze va a extraer dos conclusiones fundamentales, a saber,<br />

que una distinción numérica no puede ser una distinción real, lo que equivale a<br />

afirmar que no hay dos individuos iguales, y que una distinción real nunca es<br />

numérica, argumento del que se sirve Spinoza para demostrar frente a Descartes<br />

que hay una sola sustancia para todos los atributos, o lo que es lo mismo, la<br />

univocidad del ser. En la interpretación de Deleuze los atributos spinozistas se<br />

comportan como grados de intensidad que constituyen las expresiones del ser<br />

que, en todas partes, se expresa siempre con la misma voz. Dado que cada uno de<br />

los atributos expresa el ser de un modo diferente pero en el mismo sentido, ello<br />

implica la afirmación absoluta de las diferencias en que consiste el ser. Deleuze<br />

explica esto con los términos de la filosofía medieval citando a Nicolás de Cusa:<br />

“Dios es la complicación universal, en ese sentido todo está en él; y la explicación<br />

universal, en ese sentido está en todas las cosas”. 135 Extraer las debidas<br />

consecuencias de todo esto exige la afirmación, que Spinoza no elude, de que<br />

Dios está plenamente expresado en el mundo de los modos, sin reservas,<br />

participando los modos plenamente también, a través de las formas comunes de<br />

los atributos, de la sustancia divina. Nos encontramos por tanto ante una<br />

doctrina de la inmanencia que afirma la univocidad del ser, ya que en el sistema<br />

de Spinoza toda jerarquía queda negada en la medida en que “el ser como tal se<br />

dice en un solo y único sentido de la sustancia y los modos, aunque los modos y<br />

la sustancia no tengan el mismo sentido, o no tengan el ser de la misma<br />

manera” 136 . La sustancia aparece ahora como el único y mismo designado para<br />

todos los atributos, que se comportan como sentidos cualitativamente diferentes,<br />

siendo también el común expresado de todos sus modos conforme a su grado de<br />

potencia. La sustancia spinozista es singular y notable, siendo su singularidad<br />

resultado de la diferencia interna que la constituye, lo que equivale a decir que<br />

consiste en sus diferencias, siendo precisamente este aspecto de la filosofía de<br />

Spinoza el que interesa resaltar a Deleuze. Y es así como Spinoza permite a<br />

Deleuze plantear la reflexión sobre la genealogía de la sustancia, la investigación<br />

sobre los principios del ser cuyo despliegue constituyen la realidad efectiva de<br />

todo lo que existe.<br />

135 SPE, 171<br />

136 DR, 95<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

No es Spinoza el único aliado que encuentra Deleuze en su esfuerzo por<br />

afirmar la diferencia. En el ensayo que dedica a Bergson en 1953 Deleuze afirma<br />

lo siguiente: “Pensar la diferencia interna como tal, como pura diferencia interna,<br />

llegar al puro concepto de la diferencia, elevar la diferencia a lo absoluto: tal es el<br />

sentido del esfuerzo de Bergson” 137 . Lo que encontramos aquí es una afirmación<br />

del carácter ontológico de la diferencia y del papel fundamental que desempeña<br />

en el fundamento del ser. Según Deleuze, tanto en Bergson como en Spinoza el<br />

carácter esencial de la diferencia es, por un lado, su causalidad interna y por otro,<br />

su inmersión en lo absoluto. Esta causalidad interna es precisamente la que anima<br />

la distinción real del ser, la diferencia absolutamente positiva que constituye el<br />

fundamento del ser en sí mismo así como el de todas las diferencias que<br />

caracterizan al ser actual. La aproximación de Bergson a Spinoza, quien concebía<br />

la sustancia única como un ser productivo y expresivo, dotado de una dinámica<br />

causal eficiente e interna que le convierte en causa de todas las cosas en el mismo<br />

sentido en que es causa de sí, permite a nuestro filósofo concebir el ser como<br />

diferencia que se dice en un mismo sentido de sí y de sus diferencias: “Decir que<br />

la esencia de Dios es potencia es decir que Dios produce una infinidad de cosas,<br />

en virtud de esa misma potencia por la que existe. El las produce, pues, como él<br />

existe”. 138 La distinción de la sustancia de Spinoza es resultado – igual que la<br />

duración bergsoniana – de la diferencia que entraña en su constitución y no de su<br />

diferencia con alguna otra cosa exterior, con lo que se logra que la diferencia<br />

quede elevada a lo absoluto, liberada al fin de toda subordinación.<br />

Lo que hay que explicar ahora es el proceso de producción de los<br />

individuos existentes a partir de un ser unívoco que sólo consiste en sus<br />

diferencias, siendo la pareja virtual-actual – que Bergson empleaba para explicar<br />

el tránsito de lo Uno a lo múltiple – el instrumento conceptual del que Deleuze va<br />

a servirse para abordar esta compleja cuestión. El par virtual-actual juega un<br />

papel fundamental en la ontología deleuziana, ya que constituye la clave del<br />

estatuto diferencial de la Idea, así como de la doble lectura del tiempo –<br />

cronológico y ordinal – de la que nuestro filósofo se sirve para transformar tanto<br />

el estatuto del individuo como el de la subjetividad. Conviene matizar que, en el<br />

pensamiento deleuziano, lo virtual no se identifica con lo posible, ni lo actual con<br />

137 Artículo publicado en 1953 en Les Études bergsoniennes, vol. IV. Recopilado en “La Isla<br />

Desierta y otros textos”, Valencia, Pretextos, 2005, p. 54. Trad. cast.: José Luis Pardo.<br />

138 SPE, 88<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

lo real, ya que tanto lo virtual como lo actual son reales, radicando la diferencia<br />

entre ambos en que lo posible puede realizarse o no en el futuro, mientras que lo<br />

virtual siempre es real, por más que pueda carecer de existencia actual. Deleuze<br />

insiste tanto en este análisis porque en él se juega el proyecto entero de la filosofía<br />

de la diferencia, ya que el par posibilidad-realidad, al estar regido por los<br />

principios de semejanza y limitación, elimina cualquier referencia a la divergencia<br />

y a la creación. Lo posible, en el fondo, no es más que lo real desde el punto de<br />

vista de la representación. Lo virtual, sin embargo, sólo deviene real a condición<br />

de crear sus propios términos de actualización, ya que lo actual no se asemeja a lo<br />

virtual que encarna, siendo éste precisamente el proceso que sigue la Idea en su<br />

proceso de diferenciación. El argumento que Deleuze esgrime que es la duración –<br />

el ser virtual bergsoniano – es una multiplicidad heterogénea que no puede ser<br />

pensada en términos de identidad, lo que impide plantear aquello que produce –<br />

lo actual – en términos de semejanza. De ahí la importancia que la filosofía de<br />

Bergson reviste para nuestro filósofo, ya que en ella el proceso de diferenciación<br />

que preside la actualización de ser virtual – la Idea, en terminología de Deleuze –<br />

aparece como una producción positiva de la actualidad y multiplicidad del<br />

mundo que se realiza en el tiempo, una auténtica creación que siempre involucra<br />

la diferencia. 139 No hay que pensar, sin embargo, que lo virtual sea un segundo<br />

mundo ya que no existe fuera de los cuerpos aunque no se asemeje a su<br />

actualidad. Lo virtual no es el conjunto de posibles, sino aquello que los cuerpos<br />

implican, aquello de lo que los cuerpos son la actualización. Pero la abstracción<br />

comienza cuando se separa al cuerpo de lo virtual que implica, cuando sólo se<br />

retiene la apariencia desencarnada de una pura actualidad (la representación).<br />

En Diferencia y repetición Deleuze llama Ideas a las multiplicidades que<br />

coexisten en un plano de composición que es anterior lógicamente al plano de<br />

organización en el que se producen los individuos. Las Ideas son estructuras<br />

constituidas por un complejo de “relaciones diferenciales” y por “singularidades”<br />

determinadas por dichas relaciones. Las singularidades, como sabemos ya, son<br />

diferencias libres, elementos pre-personales y a-subjetivos que no son divisibles ni<br />

indivisibles, sino individuales, lo que quiere decir que nunca se dividen sin<br />

cambiar de naturaleza. Dichas singularidades, al entrar en relaciones diferenciales<br />

139 “Una multiplicidad no numérica, por la que se define la duración, se hunde en otra dimensión<br />

puramente temporal y no ya espacial: va de lo virtual a su actualización, se actualiza creando<br />

líneas de diferenciación que corresponden a sus diferencias de naturaleza.” B, 41<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

entre sí, constituyen los términos de series que entran en resonancia a su vez,<br />

siendo el resultado de este proceso la Idea como multiplicidad y acontecimiento.<br />

Las singularidades son concebidas por Deleuze como intensidades en cuanto<br />

envuelven un grado de intensidad, de lo que se sigue una definición de los<br />

sistemas diferenciales – las multiplicidades-Ideas – como sistemas intensivos. La<br />

intensidad desempeña un papel fundamental en la filosofía de la naturaleza<br />

elaborada por Deleuze, ya que constituye el principio rector que preside el<br />

proceso de individuación.<br />

Hecha esta somera aclaración, indispensable para facilitar la comprensión<br />

del complejo entramado conceptual de Deleuze, podemos retomar la cuestión que<br />

nos ocupa: la afirmación de la diferencia como tal. En la doctrina de Spinoza y<br />

pese a su innegable grandeza, Deleuze encuentra una insuficiencia ya que subsiste<br />

una cierta eminencia de la sustancia con respecto a los modos, que sólo pueden<br />

expresar su esencia por medio de los atributos. Sería preciso sin embargo, para<br />

que la inversión categorial fuese total, que la sustancia se dijese como tal de los<br />

modos, y solamente de los modos, sin necesidad de recurrir a la mediación de los<br />

atributos, es decir, que la identidad cediese su lugar a la diferencia, y el ser al<br />

devenir. Esta revolución correrá a cargo de Nietzsche en cuya doctrina del Eterno<br />

Retorno Deleuze va a encontrar el momento culminante en el que la diferencia<br />

queda afirmada. Concretamente el juego de los dados concebido por Nietzsche,<br />

con sus dos momentos imbricados, el lanzamiento y la caída, es interpretado por<br />

el filósofo francés como la alternativa que Nietzsche propone a la dialéctica de lo<br />

Uno y lo Múltiple en la que se ha enredado históricamente la filosofía. Desde esta<br />

posición, el primer momento del juego, el lanzamiento de los dados, es concebido<br />

como la afirmación de la multiplicidad y el devenir que rigen en el ámbito virtual,<br />

mientras que la caída concierne a la composición provisional de una unidad, que<br />

no afirma un orden preformado inexistente, sino que constituye una organización<br />

original, un acto de verdadera creación. El juego de dados de Nietzsche equivale<br />

por tanto a la afirmación absoluta de la diferencia, ya que es ella la que preside la<br />

tirada de dados y la que retorna en cada nueva combinación. De modo coherente<br />

con lo anterior, Deleuze interpreta la doctrina del eterno retorno nietzscheana<br />

como la exposición del único modo de ser que conviene al devenir, que es<br />

justamente el de retornar, bien entendido que lo que retorna nunca es el ser ni lo<br />

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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

mismo, sino que es el retorno mismo el que constituye el ser como devenir y<br />

diferencia. 140<br />

No obstante lo anterior, Deleuze es plenamente consciente de que el<br />

pensamiento del eterno retorno nunca fue desarrollado explícitamente por<br />

Nietzsche y que su propia formulación resulta controvertida y polémica. En este<br />

sentido señala que en las raras ocasiones en que Nietzsche alude al eterno retorno<br />

en el Zaratustra no parece sino quedarse en su contenido manifiesto: “el eterno<br />

retorno como lo Mismo que hace volver a lo Semejante” 141 de modo que parece<br />

coincidir con la noción de eterno retorno común en la antigüedad. Sin embargo,<br />

Deleuze nos invita a medir la distancia que separa la concepción de los antiguos<br />

de la vislumbrada por el pensador alemán. La primera presupone la identidad en<br />

general de aquello que se supone que retorna: se trataría de un ciclo de<br />

semejanzas que se repite, es decir, de una ley de la naturaleza que, por una parte,<br />

atañe a la repetición de un mismo proceso relativo a los elementos cualitativos<br />

(eterno retorno físico), mientras que por otra asegura el retorno de los cuerpos<br />

celestes incorruptibles a la misma posición (eterno retorno astronómico). Esta<br />

noción se nutre por tanto de los mismos elementos que la representación:<br />

identidad, semejanza y generalidad mediante los cuales el ser vuelve a retornar,<br />

siguiendo los ciclos de las estaciones, las cosechas y los astros. 142 Nietzsche, por<br />

su parte, va a proclamar que la doctrina del eterno retorno es su más alto<br />

pensamiento, cosa que no deja de extrañar en un pensador que conocía tan bien a<br />

los griegos. La explicación de Deleuze es que Nietzsche sabía perfectamente que<br />

su doctrina en ningún caso constituía la afirmación de una mismidad, de una<br />

semejanza o de una igualdad. El eterno retorno no es para Nietzsche una ley de la<br />

naturaleza sino la afirmación de la potencia de metamorfosis que corresponde al<br />

fondo caótico del que la naturaleza, como ámbito de los reinos y las leyes, emerge<br />

secundariamente. En la lectura de Deleuze el eterno retorno es planteado como el<br />

principio de repetición que asegura el regreso de la Diferencia, es decir, como una<br />

afirmación gozosa del devenir, siendo precisamente este carácter afirmativo del<br />

eterno retorno el que impide que ninguna cosa vuelva, al menos en su identidad.<br />

De esto se sigue que las cosas sólo pueden abrirse a la única identidad, que es la<br />

de lo Mismo en cuanto eterno retorno de la diferencia, a condición de quedar<br />

140 NF, 72<br />

141 LS, 265<br />

142 DR, 386-387<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

<strong>23</strong>1


Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />

descuartizadas en sus diferencias mientras sus presuntas identidades se hacen<br />

añicos, de lo que se deriva, inevitablemente, la aniquilación de todo lo que en<br />

cuanto dado “de una vez por todas” excluye el devenir y el azar.<br />

Por último y para terminar, nada mejor que escuchar a Deleuze:<br />

El ser se dice según formas que no rompen su unidad de sentido, se dice en<br />

un solo y mismo sentido a través de todas sus formas… Pero aquello de lo que se<br />

dice difiere, aquello de lo que se dice es la diferencia en sí misma. (…) Sólo allí<br />

resuena “¡Todo es igual!” y “¡Todo retorna!”. Si bien el “Todo es igual” y el<br />

“Todo retorna” no pueden decirse sino allí donde se ha alcanzado el límite<br />

extremo de la diferencia. Una sola y misma voz para todo lo múltiple de las mil<br />

vías, un solo y mismo océano para todas las gotas, un solo clamor del Ser para<br />

todos los entes. A condición de haber alcanzado, para cada gota y en cada vía, el<br />

estado de exceso, es decir, la diferencia que los desplaza y los disfraza y los hace<br />

retornar, girando sobre su extremo móvil. 143 ❚<br />

143 DR, 476<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />

Introducción<br />

Por un método sin sujeto<br />

(Defensa de la inmanencia)<br />

Manuel Bonillo López<br />

Se trata, en esta comunicación, de esbozar un método sin sujeto, más<br />

explícitamente: sin sujeto trascendental, ni ético ni epistemológico. Podemos<br />

hablar de muchos tipos de sujetos, incluso de sujetos paradójicos o no<br />

identitarios; por eso, para evitar malentendidos, vamos a referirnos al sujeto<br />

trascendental cuando digamos que queremos acercarnos a un método sin sujeto.<br />

Para ello debemos entender cómo podría funcionar un pensamiento desde un<br />

sujeto inmanente, o, lo que para nosotros es lo mismo (recordemos que esto es<br />

una aclaración terminológica y no la enunciación de un axioma), desde un<br />

método sin sujeto.<br />

Como todo pensar, el pensar inmanente es también una forma de tratar con<br />

conceptos. Hay que ver, por tanto, como desplazar esos conceptos que queremos<br />

usar desde lo trascendente (que es dónde, por defecto, se sitúan los conceptos en<br />

filosofía) a lo inmanente, cómo poder crearlos una vez que tenemos claro que<br />

clase de conceptos son y, por último, cómo articularlos para formar pensamiento,<br />

es decir, como acercarnos a lo que podría ser un método sin sujeto.<br />

Nietzsche nos servirá para ejemplificar el paso de lo trascendente a lo<br />

inmanente, el Heidegger de Cerezo nos ayudará a aclarar cómo se pueden crear<br />

conceptos desde el lado de la inmanencia; y, ya al final, con Foucault (y<br />

evidentemente también con Nietzsche, que es el protagonista del texto de<br />

Foucault que comentaremos) intentaremos esbozar un tipo de método sin sujeto:<br />

el genealógico, que nos permita seguir pensando sin volver a la trascendencia de<br />

la que queremos huir.<br />

También nos referiremos más secundariamente a Deleuze y a María<br />

Zambrano cuando puedan remarcar con sus propios argumentos la línea<br />

argumental que pretendemos mostrar.<br />

Concluiremos que es fundamental manejarse en un uso digno de la<br />

dinámica y de los conceptos inmanentistas para esbozar un pensar sin sujeto y,<br />

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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />

como objetivo más concreto, al menos evitar malentendidos que pueden ser<br />

fatales a la hora de interpretar cualquiera de estos autores.<br />

De lo trascendente a lo inmanente: desplazando conceptos.<br />

De una forma u otra las intuiciones de Nietzsche subyacen en todos los<br />

autores que vamos a recorrer en este trabajo. No en vano, hay quien afirma haber<br />

encontrado una línea llamada de la inmanencia que une a Nietzsche con<br />

Heidegger y llega hasta Deleuze y Foucault. Incluso sería lícito remontar el origen<br />

de esta forma de pensar hasta Spinoza o incluso Heráclito.<br />

Comencemos, pues, aclarando conceptos. Parece ser que esto de la<br />

inmanencia es la relación más obvia que existe entre ellos. Y también parece<br />

obvio que inmanencia es un término cuyo sentido se adquiere en contraposición<br />

al de trascendencia. No se trata aquí de discutir por uno u otro a favor de su<br />

existencia, ya que haber comprendido mínimamente la intención de cualquiera de<br />

estos autores dejaría claro que ésta sería una discusión absurda.<br />

Si en algún momento hemos participado de la idea (no Platónica claro) de<br />

que no existen entidades trascendentes, habremos perdido el deseo de discutir<br />

sobre una existencia estricta de lo inmanente o de lo trascendente, porque nos<br />

quedará claro que, aunque sea a nivel conceptual, tienen existencia en cuanto que<br />

usamos los términos que a ellos se refieren. En otras palabras, quiero decir que<br />

aunque Nietzsche promulgue, por usar una de sus tesis más famosas, la muerte de<br />

Dios, no quiere decir que no exista Dios en el sentido estricto, total, sino que no<br />

existe como realidad trascendente.<br />

Así, una vez aclarado que el uso de conceptos como trascendencia o<br />

inmanencia es en cierta manera lícito aunque seamos firmes partidarios de la<br />

tendencia inmanentista (porque son conceptos que existen aunque sea únicamente<br />

en las mentes humanas) podemos dedicarnos a la actividad más interesante de ver<br />

que transformación fáctica sufre un concepto al ser llevado de la trascendencia a<br />

la inmanencia.<br />

La consecuencia más obvia es que cambia de referente, de palabra. Aunque<br />

sea lícito, como ya hemos visto, usar conceptos en distintos planos; el filósofo, en<br />

parte por favorecer la claridad, y en parte también (y no lo digo<br />

reprobatoriamente, que conste) por protegerse las espaldas ante críticas (o<br />

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malentendidos, que a veces son lo mismo) intenta cambiar de término cuando<br />

cambia de sistema de referencia.<br />

Así, Nietzsche aunque guarde todavía un gran respeto por, vamos a decir,<br />

lo “sagrado” o lo “divino” no puede seguir usando el término de Dios porque<br />

está demasiado pervertido por connotaciones trascendentalistas.<br />

Es evidente que Nietzsche no se toma a Dios ni al fenómeno religioso a la<br />

ligera, prueba evidente de ello son la cantidad de escritos que le dedica: el<br />

tratamiento del sacerdote (que no es del todo débil) y de los ideales ascéticos que<br />

hace en La Genealogía de la Moral, incluso la alabanza del antiguo testamento<br />

que hace en el “ser religioso” (Más allá del bien y del Mal) o en el epígrafe 22 del<br />

tercer tratado de La genealogía de la moral son muestra suficiente.<br />

Aunque arremeta con toda la fuerza posible contra Dios (trascendente,<br />

recordemos) no quiere desprenderse totalmente de las fuerzas que el concepto de<br />

lo divino puede poner en juego. Esta actitud es la propia del que considera que<br />

Dios no es una entidad (yo también me cubro las espaldas para no decir realidad<br />

o concepto) totalmente buena o totalmente mala. Y ésta sí que es una base<br />

importante de ese pensamiento que hemos venido a llamar inmanentista: pensar<br />

que las cosas no son en su totalidad ni buenas ni malas, sino ambas, en parte, a la<br />

vez.<br />

Con un fácil ejercicio metafísico podemos mostrar la relación de esta tesis<br />

con la principal, por obvia, de la inmanencia: que no es trascendencia.<br />

Si algo fuese totalmente bueno o totalmente malo necesitaría del bien o del<br />

mal trascendente para ser reconocido como tal. Si lo trascendente desaparece el<br />

Dios completamente bueno también, y por eso hay que cargar contra él. Sin<br />

embargo debemos conservar algo de ese Dios porque el Dios totalmente malo<br />

también ha desaparecido y porque no queremos ser partícipes del nihilismo de la<br />

peor calidad posible. Este argumento, extrapolado a la distinción fuerte-débil<br />

hace que el prejuicio totalitarista que los nazis ayudaron a relacionar con<br />

Nietzsche desaparezca. Si no existe el bien trascendente, tampoco existe la<br />

debilidad o la fortaleza trascendente; es decir no existen (en la realidad,<br />

caminando por la calle) personas totalmente débiles o fuertes (aunque esto no nos<br />

impida recomendar el superhombre). La violencia que Nietzsche esgrime contra la<br />

debilidad y la enfermedad está encaminada a mantener a raya al débil que<br />

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coexiste con el fuerte dentro de cada uno de nosotros. No es una violencia del<br />

hombre fuerte contra el débil, sino de fuerzas fuertes contra fuerzas débiles<br />

(recordemos que la ontología de Nietzsche, y también la foucaultiana y la<br />

heideggeriana más implícitamente son ontologías de la fuerza y no del SER).<br />

Todos sus conceptos, eso es lo que quiere decir ontología, deben ser remitidos en<br />

última instancia a una fuerza y no a un SER que casi siempre es trascendente. El<br />

propio Nietzsche nos ha vuelto a dar la clave para entender un poco mejor la<br />

Genealogía de la Moral, ha destapado su verdadero sentido, el de ser una<br />

reflexión psicológica, con sólo negarle los derechos a lo trascendente.<br />

Su idea de que la religión (Nietzsche, 1972a, III, S 17) es una<br />

interpretación de un malestar psicológico y no de una identidad perfecta y<br />

trascendente parece reforzar su adhesión a esta ontología de la fuerza y no del ser.<br />

Ahora bien, si volvemos a remitirnos al cambio de términos ( o<br />

desplazamiento de conceptos en términos más deleuzianos) que se realiza al pasar<br />

de un plano trascendente a uno inmanente nos encontramos con que de Dios<br />

podemos pasar a algo así como el concepto de piedad (que lo vamos a utilizar,<br />

simplificando, ya que en la dimensión de este trabajo no cabe una definición<br />

terminológica estricta para cada autor, para referirnos a lo que queda de Dios en<br />

los autores que barajamos al expropiarle su parte trascendente). Y así, si la<br />

religión estudiaba al Dios trascendente, la filosofía estudiará lo inmanente de lo<br />

sagrado; permítaseme que lo llame piedad.<br />

Este cambio de plano que hemos tratado de ilustrar en Nietzsche de lo<br />

trascendente a lo inmanente, o de lo totalitario a lo psicológico es básico para<br />

poder entender con mínima coherencia a Heidegger, Deleuze o Foucault.<br />

De Nietzsche a Heidegger: construyendo nuevos conceptos, pasando la noche<br />

oscura.<br />

Para seguir profundizando en el pensamiento inmanente tratemos de ver<br />

como se pueden construir conceptos sin recurrir a lo trascendente, sin identidad,<br />

sin sujeto. Platón y el mito de la caverna constituyen el método más famoso para<br />

poder hablar legítimamente desde una posición trascendentalista, y aunque haya<br />

muchos otros ejemplos en la historia de la filosofía nos vamos a ceñir, de nuevo<br />

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por razones prácticas, a los intentos de dotar de sentido a las palabras desde el<br />

lado inmanente.<br />

Como habíamos dicho, la primera característica de lo inmanente (no su<br />

esencia, porque tendríamos problemas para defender que seguimos siendo<br />

inmanentistas en una discusión más concreta si definimos la esencia de<br />

inmanencia) es no ser trascendencia.<br />

Así, los conceptos que usemos a partir de ahora como los que se hubieran<br />

debido usar, o al menos respetar, a partir de Nietzsche, no pueden ser copia de un<br />

original (por usar términos platónicos, para nosotros, aquí y ahora, paradigma de<br />

trascendencia) sino directamente originales o, como nos enseña Deleuze a ver<br />

(Deleuze, 1994, apéndice I): simulacros; es decir, copias que no pretenden ser el<br />

original.<br />

Volviendo al plano del lenguaje, que es donde nos movemos (recordemos<br />

que la filosofía en general, y también en el uso concreto que en este momento<br />

hago de ella, se encuentra por escrito) podemos encontrar un paralelismo, que<br />

nos ayude a continuar avanzando, en la distinción que hace María Zambrano en<br />

Filosofía y poesía entre lenguaje filosófico y lenguaje poético.<br />

No quiero dar a entender con esto que toda la filosofía esté escrita en lo<br />

que María Zambrano llama lenguaje filosófico (los autores que aquí nos<br />

conciernen son la excepción más clara y honrosa); ni que toda la poesía fuera<br />

lenguaje poético.<br />

Simplemente pretendo desplazar la base conceptual que necesitamos para<br />

seguirnos moviendo desde los términos puramente metafísicos copia, original y<br />

simulacro a los más accesibles y pegados al suelo de lenguaje filosófico y poético<br />

(nuevo intento consciente, nótese, de mantenernos lo más cercanos a la<br />

inmanencia posible).<br />

El lenguaje filosófico zambraniano concibe un significado unívoco,<br />

necesario y por tanto, trascendente parar cada concepto (copia que quiere ser<br />

original) mientras que el lenguaje poético no. No tiene nada que ver esta<br />

distinción zambraniana con otorgar mayor capacidad de verdad a uno u otro<br />

lenguaje; simplemente es una relación distinta la que mantienen con la Idea (con<br />

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mayúsculas, claro), es una forma diferente (usando ya términos heideggerianos)<br />

de donar sentido, a saber: desde lo trascendente o desde lo inmanente.<br />

Entonces, ¿Cómo reciben el sentido las palabras desde la inmanencia?<br />

Aquí es donde el texto de Cerezo sobre Heidegger y el puente que nos ha tendido<br />

Zambrano nos dan el empujón que necesitamos para seguir avanzando.<br />

Antes de describir la forma en la que el sentido es donado a la palabra<br />

poética según el Heidegger de Cerezo vamos a justificar la inclusión de este texto<br />

en nuestra línea argumental por si no fuese suficientemente obvia la línea que une<br />

a estos autores.<br />

“La suerte ya descrita de la palabra le venía encomendada desde su primera<br />

escisión metafísica, con Platón y Aristóteles, entre dialéctica y retórica, según el<br />

modo de relacionarse con la presencia, ya sea como vía de conocimiento objetivo<br />

o de mera aserción de probabilidad.” (Cerezo, 1995, p.299)<br />

Cerezo, como Deleuze, remite temporalmente hasta Platón para encontrar<br />

el origen de la escisión. La copia pretende al original en la versión de Deleuze, es<br />

decir, puede ser vía de conocimiento objetivo de la Idea (con lenguaje de Cerezo),<br />

y el simulacro no, no quiere ser original y por tanto, sólo puede ser aserción de<br />

posibilidad.<br />

La vía del conocimiento objetivo, según Cerezo, la recorre la palabra<br />

dialéctica, unívoca (su único sentido es pretender la Idea, el conocimiento<br />

objetivo, el original) no es por tanto metáfora, es lenguaje filosófico del que<br />

hablaba Zambrano. Y la aserción de posibilidad es lenguaje retórico (Cerezo), no<br />

es palabra unívoca, no hay una Idea que rija su movimiento, es simulacro<br />

deleuziano, lenguaje poético de Zambrano.<br />

Espero que con este complejo paralelismo a cuatro bandas (Heidegger-<br />

Cerezo-Deleuze-Zambrano) quede asegurado el anclaje del texto de Cerezo a la<br />

línea argumental que tratamos de seguir.<br />

No es que quiera trazar una relación con el susodicho texto para incluirlo<br />

artificialmente en este ensayo, es algo más. Quiero resolver con él los<br />

interrogantes antes planteados. Legitimar que Heidegger pueda contestar a los<br />

detractores de la inmanencia a través de argumentos que ya abrió Nietzsche y que<br />

vamos a intentar acercar hasta Foucault.<br />

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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />

Heidegger llega más allá que Zambrano e intenta articular ambos<br />

lenguajes como complementarios, en palabras de Cerezo:.<br />

“En este ámbito de lo litigioso se inscribe la tarea que comparten poeta y<br />

pensador. Ya en Ser y Tiempo aparece un apunte de esta saludable compañía. De<br />

la poesía dice allí escuetamente Heidegger que “es el abrir (erschliessen) de la<br />

existencia” (Heidegger, Ser y tiempo), esto es, el alumbramiento de las<br />

posibilidades originarias del encontrarse.” (Ibíd., p. 301)<br />

Sin embargo, tanto por cuestiones de espacio como por la necesidad de<br />

mantener nítido nuestro avance (y también porque no es nuestro objetivo resumir<br />

ningún texto ni abarcar todo lo dicho por Heidegger de esta cuestión), nos<br />

dedicaremos a intentar responder la pregunta antes formulada: ¿Cómo reciben<br />

sentido las palabras desde la inmanencia?, y para ello recuperaremos sólo algunos<br />

argumentos sobre la experiencia poética como, recordemos, forma de defensa de<br />

la inmanencia.<br />

Parece que Cerezo también hubiera estado de acuerdo con utilizar la<br />

descripción heideggeriana de la experiencia poética en este sentido, contra lo<br />

trascendente:<br />

“El planteamiento heideggeriano supone un vuelco radical del trascendentalismo<br />

dominante en buena parte de las filosofías del lenguaje de hoy.” (Ibíd. p. 303)<br />

Para Nietzsche “el mundo verdadero se convierte en una fábula” cuando<br />

lo trascendente se toma por lo real. Cuando Dios sustituye a la piedad. El poeta<br />

defendiendo la inmanencia debe hacer lo contrario, a pesar de que los dioses<br />

hayan huido “debe in-vocar lo sagrado y con-vocarlo con la palabra” (Ibíd. p.<br />

309).<br />

Los dioses han huido porque el simulacro ya no tiene idea a la que<br />

referirse. La noche de la que habla Heidegger es el momento culminante de la<br />

inversión de lo trascendente, el momento que Nietzsche aprovecharía para<br />

realizar su transvaloración, para reinvertir lo invertido por Platón y volver a<br />

llamar real a lo que verdaderamente es real.<br />

Un hombre que no sea piadoso no está dispuesto a aguantar la noche<br />

oscura. La prepotencia que su razón despliega le impide esperar tanto, le impide<br />

encomendarse a eso que hemos llamado lo sagrado, porque lo sagrado no es el<br />

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dios que ha matado Nietzsche, recordemos, es lo que queda de ese dios cuando se<br />

le expulsa de su esfera privilegiada de trascendentalidad. El poeta renuncia al dios<br />

legitimador, renuncia a la idea platónica, a la relación de dependencia que ejerce<br />

sobre la copia.<br />

Lo que el poeta pretende es decir lo sin-nombre, inaugurar el ser (no el de<br />

Platón o el de Aristóteles, el de Heidegger) y para ello debe pasar la noche oscura,<br />

el vacío. Así lo remarca Cerezo: “el faltarle a uno la palabra no es un titubeo, una<br />

vacilación o hueco provisional del decir, sino algo originario” (Ibíd., p.308).<br />

Ahora bien, y este es nuestro argumento definitivo para proclamar a<br />

Heidegger como autor afín a nuestras intenciones de defensa de lo inmanente,<br />

sólo podemos tener esa experiencia, la de la falta de la palabra, la de la noche<br />

oscura, la del encuentro con la nada; si hemos cortado la relación necesaria entre<br />

copia y original, si hemos dejado de obedecer al dios que Nietzsche asesina, en<br />

definitiva, si hemos dejado de movernos en el ámbito de la trascendencia y, por<br />

tanto, de la identidad y el sujeto.<br />

Así pues, resulta que la piedad, es lo que nos va a permitir aguantar la<br />

noche oscura sin recurrir a falsos fundamentos que nos puedan aliviar en ese<br />

trance. El poeta sabe lo duro que puede resultar esta búsqueda, pero es ese querer<br />

mantenerse al borde del abismo lo que propicia el encuentro con la palabra<br />

originaria de Heidegger, la metáfora de Zambrano o el concepto-nómada de<br />

Deleuze.<br />

Justamente por haber pasado la noche en completa oscuridad, obtenemos<br />

conceptos no marcados por la trascendencia, si hemos recurrido a alguna certeza,<br />

por pequeña que sea, para poder aguantar las horas de sufrimiento, significa que<br />

hemos usado en nuestro pensar un concepto ya hecho, cerrado y prefigurado (que<br />

al fin y al cabo es lo que es una certeza, sin entrar a discutir si es de buena o mala<br />

calidad) y, como es obvio, no será este un concepto originario.<br />

Una propiedad de lo inmanente: decir lo mismo diciendo lo contrario. Heidegger<br />

y el resto.<br />

En este punto nos vamos a permitir hacer un parón en el desarrollo rítmico<br />

de nuestra argumentación para introducir un ejemplo sobre el uso de algunos de<br />

esos<br />

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“conceptos inmanentes” que hemos desarrollado en este trabajo. El parón rítmico<br />

es relativo, ya que de la exposición de estos ejemplos podemos extraer<br />

consecuencias que refuercen nuestra postura filosófica.<br />

Foucault remarca en “Nietzsche, la Genealogía, la Historia” (Foucault,<br />

1992), que el propio Nietzsche se niega (al menos en ocasiones, y con esto nos<br />

basta) a buscar el origen de los valores; y crea, Foucault, una trama argumental<br />

de base filológica relacionando todos los términos alemanes que hacen alusión a<br />

este origen, de momento genérico, que estamos planteando para defender su tesis.<br />

Así, sin tanta erudición filológica, podemos atrevernos a decir que origen<br />

es un término con marcados tintes negativos tanto en Nietzsche, como en Deleuze<br />

o Foucault en cuanto se relaciona directamente con la esencia. Y esa<br />

interpretación no va desencaminada metafísicamente: es decir, es obvio que la<br />

esencia de las cosas debe estar concentrada en ese origen de las mismas; para que<br />

después puedan desarrollarse siendo lo que son y no cualquier otra cosa. Y es por<br />

eso que estos autores rechazan buscar el origen, porque está cargado de relaciones<br />

demasiado pesadas que remiten a la esencia, a la identidad, a la Idea, si se quiere,<br />

de las cosas.<br />

Heidegger, sin embargo, habla de buscar la palabra originaria como algo<br />

deseable. El origen en su obra está cargado de connotaciones positivas. Esto no<br />

significa, dejémoslo claro lo antes posible, ni mucho menos que Heidegger sea<br />

esencialista o diametralmente opuesto a Nietzsche (sobre esto volveremos con<br />

palabras más duras al final de este epígrafe). Simplemente está claro que origen se<br />

está usando en otro sentido, el que nos aclara Cerezo en el texto ya citado.<br />

La palabra originaria es la que ha esperado para mostrarse a la caída de<br />

todos los sistemas metafísicos, la desaparición de todas las búsquedas del origen<br />

(en el sentido primero, en el que se da en el discurso de Foucault).<br />

Por eso el origen heideggeriano es el anti-origen foucaultiano y viceversa.<br />

Es la misma crítica la que se esconde detrás de los dos usos del concepto origen,<br />

la crítica a la trascendencia (podríamos resumir) sólo que ejercida llevando el<br />

concepto de origen a dos territorios extremos, absolutamente dispares. Los<br />

conceptos que defienden la inmanencia son, por tanto, reversibles.<br />

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Otro ejemplo puede ser el uso (ya expuesto antes) del concepto de SER.<br />

Para Nietzsche SER es lo que crea Platón, mientras que para Heidegger es lo que<br />

Platón olvida; y entonces, para ambos, sucede lo mismo: aparece el nihilismo. Si<br />

ambos creen que la consecuencia es la misma significa que comparten la<br />

percepción a cerca del error platónico aunque crean que la causa sea diferente.<br />

Por eso Heidegger dice que hay que recuperar al SER, porque no hemos hecho<br />

otra cosa que pensar el ente como si fuera el SER; mientras que Nietzsche o<br />

Deleuze nos recomendarían más bien abolirlo.<br />

Ahora bien ¿Qué consecuencias podemos extraer de estos ejemplos? La<br />

primera, ya anunciada, es que los conceptos que nos encontramos después de<br />

aguantar con piedad el paso sobre nosotros de la noche oscura gozan de un cierto<br />

tipo de reversibilidad, pueden transmitir intuiciones equivalentes desde territorios<br />

opuestos, pueden criticar lo mismo significando lo contrario. Esto añade<br />

coherencia al discurso inmanentista por la renuncia a la univocidad de los<br />

conceptos (recordemos lo que decía Zambrano) que debe conllevar todo discurso<br />

poético (o filosófico inmanente, que es más o menos lo mismo, seguimos estando<br />

en contra de la identidad y del sujeto).<br />

Que el SER pueda atacar al fundamento trascendente desde una apología<br />

(Heidegger) o una crítica (Nietzsche, Deleuze) de sí mismo es una característica<br />

que nos asegura que ese concepto de SER, no tiene un original hacia el que<br />

tender, no responde a ninguna relación de semejanza con ninguna Idea<br />

trascendente porque puede significar una cosa y su contrario; es, por tanto,<br />

simulacro.<br />

Sin embargo, resulta que (como explicábamos al principio) se suele<br />

intentar evitar este juego de reversibilidades para reducir malentendidos. Así pues,<br />

que Heidegger utilice términos opuestos a los de su propia tradición puede<br />

significar que no le preocupen las críticas (cosa rara en un filósofo académico) o<br />

que quiere propiciar malentendidos. Si usa un término de forma totalmente<br />

opuesta a como lo hace Nietzsche, es evidente que la interpretación más<br />

superficial dirá que sus filosofías son también contrarias. Y esta interpretación<br />

superficial puede beneficiar a la propia argumentación de Heidegger si quisiera<br />

presentarse como algo totalmente nuevo, como un filósofo en ningún caso<br />

inspirado por la filosofía de Nietzsche.<br />

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En la primera línea de este trabajo dije, y aquí repito, que considero que<br />

las intuiciones de base son comunes en estos autores; y Heidegger también lo<br />

debió intuir cuando dedicó dos volúmenes a intentar separar artificialmente su<br />

pensamiento del de Nietzsche, para concluir afirmando que Nietzsche supone la<br />

culminación del error que abrió Platón ( el nihilismo) y que él, Heidegger, ha sido<br />

el verdadero crítico de la tradición occidental, el que ha presentado la verdadera<br />

inversión del sistema platónico.<br />

No voy a abundar en este argumento por cuestiones de espacio, sólo<br />

quería remarcar una de las mayores injusticias interpretativas que se puedan<br />

encontrar en estos juegos entre filósofos que llamamos Historia de la Filosofía; y<br />

aclarar que si mis sospechas en este punto se verificasen, Heidegger estaría fijando<br />

la definición de su SER como contraria a la de Nietzsche, o lo que es peor, diría<br />

que su concepto de SER, y no el nietzscheano, es el bueno, estaría fundando,<br />

aunque fuese sin querer un original del concepto de SER, un fundamento de esos<br />

que el Dasein no tiene, estaría traicionando a su intención antitrascendentalista,<br />

creando una certeza que le iluminará cegadoramente su noche oscura. Aflojando<br />

un poco más las cinchas que constriñen los conceptos, podríamos decir también<br />

que está siendo un resentido contra Nietzsche, o incluso una máquina paranoica<br />

(ya con términos deleuzianos) al pretender mostrar su filosofía como una<br />

superación total de la de Nietzsche.<br />

De Foucault volvemos a Nietzsche: la genealogía como método sin sujeto o<br />

articulando conceptos.<br />

La genealogía es otro de esos conceptos que aparecen en todos los autores<br />

que venimos barajando menos en Heidegger. Nietzsche es su evidente creador,<br />

pero Foucault le imprimió un nuevo desarrollo que la revigorizó enormemente.<br />

Para reubicarnos en nuestra línea: si hemos entendido porque hay que<br />

desplazar los conceptos desde lo trascendente a lo inmanente, desde el original al<br />

simulacro, y después como es posible acceder a ellos (la noche oscura),<br />

deberíamos intentar pensar ahora cómo se pueden articular esos conceptos entre<br />

sí para generar nuevo pensamiento si de verdad queremos acercarnos al título de<br />

esta comunicación: un método sin sujeto.<br />

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Ésta es justamente la genealogía que Nietzsche anuncia y Foucault<br />

concreta, el antimétodo (contra el trascendental) que nos permite poner en juego<br />

los conceptos que obtenemos cuando hacemos uso de eso que hemos venido<br />

denominando piedad cuando pasamos la noche oscura manteniéndonos en el<br />

abismo.<br />

Foucault contrapone, en el capítulo ya citado de Microfísica del poder la<br />

historia efectiva (la genealogía) a la de los historiadores. La historia efectiva<br />

rechaza la búsqueda del origen que se ha convertido desde Platón “en horribles<br />

pequeñas conclusiones. Prudenda origo.” (Nietzsche, 1972c, S 102); lo contrario<br />

de la actividad que se lleva a cabo durante la noche oscura heideggeriana. De<br />

hecho, podríamos definir (aunque, recordemos, esto no evita poder redefinirla de<br />

otra forma incluso absolutamente opuesta) la genealogía como reconocer el<br />

origen en la noche oscura y no en la claridad del Sol platónico.<br />

Foucault dice expresamente: “Lo que se encuentra al comienzo histórico de<br />

las cosas, no es la identidad aún preservada de su origen –es la discordia de las<br />

otras cosas, es el disparate.” (Foucault, 1992, p. 10); mientras que Deleuze,<br />

apoyándose en los estoicos, habla de desequilibrio, de clinamen; y, añadamos que<br />

incluso la ciencia admite ya que en el origen era el caos y no el orden lo que<br />

reinaba.<br />

La historia efectiva, la genealogía, la que no tiene sujeto no se apoya en<br />

ninguna certeza, “no tiene como finalidad reconstruir las raíces de nuestra<br />

identidad, sino por el contrario encarnizarse en disiparlas” (Ibíd., p. 27); “<br />

reintroduce en el devenir todo aquello que se había creído inmortal en el<br />

hombre” (Ibíd., p. 19); y esto es sin duda (para ir atando, con nudo corredizo<br />

claro, ciertos cabos y demostrar que se pueden articular estos conceptos-metáfora<br />

con consistencia generando pensamiento) otra definición posible de la piedad que<br />

tanto nombramos.<br />

De hecho es posible que Nietzsche hubiese sido un sacerdote piadoso si el<br />

mundo en el que vivió no hubiera sido tan poco nietzscheano; al igual que<br />

Deleuze o Foucault, que también podrían haber sido pastores de almas si Francia<br />

hubiese sido el País de las Maravillas.<br />

El método genealógico, por tanto, es el arma que nos permite seguir<br />

pensando después de haber abolido todo fundamento, lo que hace que siga<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 244


Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />

habiendo filosofía después de haber matado a Dios. La genealogía “revuelve en<br />

las decadencias; y si afronta las viejas épocas, es con la sospecha -no rencorosa<br />

sino divertida” (Ibíd., p.21), es el método propio del espíritu de ligereza que<br />

Nietzsche recomienda en la autocita del Zaratustra que encabeza el III tratado de<br />

La genealogía de la moral:<br />

“Despreocupados, irónicos, violentos- así nos quiere la sabiduría: es una mujer, ama<br />

siempre únicamente a un guerrero…”<br />

Debemos ser valientes y despreocupados para poder hacer filosofía sin<br />

pecar de inocentes, o peor aún: de insípidos. La excesiva preocupación por la<br />

ausencia de fundamento nos puede llevar a la paralización relativista, a hacer<br />

como que no vemos las paradojas a las que nos conduce cualquier sistema<br />

trascendentalista (hipocresía en palabras más claras) o, más inmediatamente, a<br />

convertirnos en filósofos aburridos, graves, pesados.<br />

La genealogía no se hace con seriedad (la del que busca lo más preciado: el<br />

Ser, el Bien o la Verdad), sino con responsabilidad. No se demuestran conceptos a<br />

base de articular certezas, sino que se encuentra uno con ellos cuando la razón no<br />

los carga demasiado metafísicamente y pueden ascender hasta la superficie.<br />

El método genealógico no es algo tan sencillo como hacer un estudio del<br />

desarrollo de un concepto a través del tiempo; más bien lo contrario: consiste en<br />

desistir de la idea de hallar un origen y en reconocer el ser de ese concepto en<br />

todos y en ninguno de sus desarrollos históricos. No es una simple suma de<br />

definiciones esencialistas seguidas por una fecha. Es la convicción radical de que<br />

el ser de las cosas no es algo identitario sino contradictorio, de que, por usar un<br />

ejemplo de los ya aclarados, origen ES tanto lo que odia Foucault como lo que<br />

ansía Heidegger y a la vez ninguno de los dos.<br />

Y esto es un posicionamiento ontológico nada superficial. Podemos<br />

llamarlo inmanencia si queremos unir todos estos autores (incluso, como ya dije,<br />

ampliar el grupo a Spinoza o Heráclito), y poner de relieve que la actitud hacia la<br />

trascendencia es común en todos ellos. Así, para poder explorar las fronteras<br />

últimas del pensamiento de cada uno de estos autores, es necesaria una apuesta,<br />

un arriesgarse del lado de lo no fundamentado de una vez por todas; y aunque<br />

para ello prefiera personalmente seguir la línea propuesta por Deleuze en su<br />

Lógica del sentido, o en Diferencia y repetición ( que es lo mismo pero redactado<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 245


Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />

en lenguaje académico), vamos a cerrar este ensayo con una muestra de ese<br />

posicionamiento ontológico extraído del III tratado de La genealogía de la moral<br />

(S 12) porque es el texto del que partimos y con el que vamos a concluir tanto<br />

directamente ( con la cita ) como indirectamente ( recordemos el título del<br />

capítulo de Foucault que estamos manejando):<br />

“A partir de ahora, señores filósofos, guardémonos mejor, por tanto, de la<br />

peligrosa y vieja patraña conceptual que ha creado un sujeto puro del conocimiento, sujeto<br />

ajeno a la voluntad, al dolor, al tiempo, guardémonos de los tentáculos de conceptos<br />

contradictorios, tales como razón pura, espiritualidad absoluta o conocimiento en sí.” ❚<br />

Bibliografía<br />

-Nietzsche F., Genealogía de la moral, Madrid, Alianza Ediciones, 1972a<br />

-Nietzsche F., Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza Ediciones, 1972b<br />

-Nietzsche F., Aurora, Madrid, Alianza Ediciones, 1972c<br />

-Cerezo Galán, P., “Poesía y pensamiento en la experiencia de la palabra según<br />

Martin Heidegger” en Cristianismo e ilustración, Manuel Fraijó y Juan Masía<br />

(eds.), Madrid, Ediciones Universidad Pontificia Comillas, 1995<br />

-Foucault M., Microfísica del poder, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1992<br />

-Zambrano M., Filosofía y poesía, México, Fondo de Cultura Económica, 2006<br />

-Deleuze, G. Diferencia y repetición, Buenos Aires: Amorrortu, 2002<br />

-Deleuze G., Lógica del sentido, Barcelona, Paidós, 1994<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 246


De feudales literarios: fundamentación de los<br />

reproches de Ortega al arte romántico desde su<br />

teoría de la novela<br />

Enrique Ferrari Nieto<br />

Universidad de Extremadura<br />

Resumen. A pesar del cambio de actitud de Ortega y Gasset con el romanticismo,<br />

con el que evoluciona de una actitud beligerante en los primeros años a un<br />

reconocimiento de su anticipación en la percepción de una sensibilidad vital, con<br />

el arte romántico (en sí mismo) su posición será siempre crítica, porque a partir<br />

del postulado básico de su estética, la autonomía del arte (que desarrolla<br />

principalmente en su teoría de la novela), lo convierte en la antítesis que necesita<br />

(como arte no autónomo) para exponer –por oposición- su interpretación del arte<br />

de vanguardias que, como autónomo, acepta. ❚<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com


De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

De feudales literarios: fundamentación de los<br />

reproches de Ortega al arte romántico desde su<br />

teoría de la novela<br />

Enrique Ferrari Nieto<br />

Universidad de Extremadura<br />

En sus primeros artículos Ortega y Gasset hace una valoración muy<br />

negativa de lo romántico. Para él es energumenismo, el orangután que lleva el<br />

hombre dentro: una tentación, una seducción que hay que resistir (Ortega, OC83,<br />

I, 71) 144 . En “Pidiendo una biblioteca”, de 1908, escribe: “En mi vocabulario<br />

Romanticismo quiere decir pecado” (Ortega, OC83, I, 84). Es exageración,<br />

incapacidad para el control, exaltación de los sentimientos, confusión e<br />

imperfección: “El corazón se sube a la cabeza. Se acepta la emoción como un<br />

alcohol; es un sabor nuevo, que embriaga, y la gente busca ahora, sobre todo,<br />

embriaguez” (Ortega, OC83, VI, 141). Pero en textos posteriores matizará esa<br />

primera impresión tan negativa. En torno a 1921, más tolerante, menos<br />

racionalista, destaca del romanticismo su vitalidad, ese anhelo de vivir, bajo el<br />

ademán excesivo contra el que había cargado antes (Ortega, OC83, II, 5<strong>23</strong>).<br />

Porque es el Romanticismo el que descubre, preconceptualmente, dice, que la vida<br />

no consiste en enfrentarse con más o menos problemas, sino en el problema de sí<br />

misma (Ortega, OC83, IV, 404-405). Lo que él va a defender con una nueva<br />

razón narrativa que hace de la vida, en su propuesta ética, un proyecto, sin<br />

alejarse demasiado de las coordenadas vitales del Romanticismo, que él<br />

personaliza en 1932 en Goethe. Pero su apreciación del arte romántico (como<br />

manifestación artística, independientemente de la sensibilidad que la sostiene) no<br />

va a tener esa misma evolución. Porque funciona en Ortega como lo opuesto al<br />

arte de vanguardia: como paradigma del arte popular (Ortega, OC83, III, 354),<br />

indicio claro de que no interesa la obra de arte en sí misma, por su contenido<br />

objetivo, sino por la huella que deja el autor en ella, por lo que trae de fuera.<br />

Como expresión de la personalidad del autor. Como un gesto.<br />

No puede aceptar el arte romántico, a pesar de haber aceptado la<br />

sensibilidad romántica, porque lo necesita como el reverso del arte de<br />

vanguardias en la interpretación que teje para hacer de este último síntoma de la<br />

144 La fuente remite a: Ortega y Gasset, J. (1983): Obras completas, Madrid: Alianza<br />

Editorial. El tomo en <strong>número</strong>s romanos y la página en <strong>número</strong>s árabes.<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

sensibilidad de su tiempo. Otros teóricos habían emparentado ambos<br />

movimientos, el de vanguardias como heredero del romántico, pero Ortega,<br />

centrado en la condición -que entiende que han asumido- de autónomo (y, con<br />

ello, de secundario ante la vida), coloca a cada uno en un extremo.<br />

Porque la autonomía del arte es el sustrato con que nutre el conglomerado<br />

de ideas estéticas que escribe, sobre todo, en los años veinte, para enraizarlas en<br />

su propuesta de una razón vital, superadora de la razón pura kantiana y<br />

postkantiana. Ya con sus primeros textos hace de la autonomía el fundamento<br />

intrínseco al arte, aunque queda elidido, sin un desarrollo teórico: como si<br />

ocupara un espacio perfectamente determinado en la construcción de su estética,<br />

pero sin una escenificación de su importancia en ningún texto. Tampoco en su<br />

defensa (o en su descripción fenomenológica, sin apreciaciones) de las<br />

vanguardias históricas, aunque toma la autonomía del arte como clave para<br />

amarrar la estética vanguardista (que él unifica sin ningún rigor ni exhaustividad)<br />

como síntoma de una nueva sensibilidad que recupera para la vida el primer<br />

puesto en las preocupaciones del hombre. Porque en esa realimentación que crea<br />

entre metafísica y estética, Ortega da sentido al arte de vanguardias como<br />

manifestación plenamente consciente de su carácter autónomo: lo que indicaría,<br />

para el filósofo, la asunción de las nuevas coordenadas de un tiempo que ha<br />

dejado atrás la mentalidad burguesa del XIX. Con la vida de nuevo por delante<br />

de la cultura y, desde ahí, de la intrascendencia de las creaciones artísticas, que<br />

son solo irrealidad, aunque como tal también cumplen una función metafísica<br />

importante: servir al hombre para evadirse (ensimismándose) de su vida.<br />

Los comienzos del siglo XX, decididamente vertiginosos para la creación<br />

artística, obligaron a Ortega, atento siempre a su tiempo, a hacer de observador<br />

perspicaz y teórico del arte, para adecuar tantas manifestaciones al meollo de su<br />

filosofía, apuntada ya en 1914, en torno a una nueva sensibilidad que está<br />

dejando atrás las inercias (burguesas) del XIX. Pero en su entramado de apuntes<br />

con que va perfilando su estética su reflexión sobre la novela es única, porque<br />

tiene una carga vivencial muy fuerte. Otros ámbitos estéticos, que también<br />

estudia, como la pintura, o el teatro o la poesía, o la música sobre todo, le son<br />

más lejanos, con unos referentes y unos mecanismos internos de los que apenas<br />

puede escribir algo. Pero con la novela se reconoce como lector, apasionado<br />

además, con una preferencia por la novela realista de finales del XIX, en la que va<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

a buscar los rasgos para un género que quiere más encorsetado que Baroja, para<br />

el que no había teoría posible sobre el tema 145 . Sólo con la novela fue capaz de ir<br />

encadenando términos desde el postulado (para él básico) del arte, la<br />

intrascendencia, con una carga ontológica que responde a los parámetros de su<br />

razón vital, hasta los mecanismos últimos que hacen de la novela un elemento<br />

hermético, con referencias constantes a Dostoyewski, Stendhal o Cervantes.<br />

Porque, en su teoría, es el hermetismo, la incomunicación entre la realidad del<br />

lector y la de la narración (que es irrealidad), la forma en la novela de la<br />

intrascendencia (Ortega, OC83, III, 410-413).<br />

Esa falta de seriedad (que entiende que busca un arte hermético que no<br />

quiere mezclarse con la realidad) es la maravillosa misión y el don prodigioso del<br />

arte (también frente a la seriedad de la vida). La lectura de una novela es: “una<br />

hora de asueto metafísico y liberación de la onerosa seriedad que es la<br />

vida” (Ortega, OC83, VIII, 305). Cualquier intención trascendental (política,<br />

ideológica, simbólica o satírica) la perjudica seriamente, al referirse al horizonte<br />

efectivo del lector: “No puede ser más que novela, no puede su interior trascender<br />

por sí mismo a nada exterior, como el ensueño dejaría de serlo en el momento<br />

que desde él quisiésemos deslizar nuestro brazo a la dimensión de la vigilia,<br />

apresar un objeto real e introducirlo en la esfera mágica de lo que estamos<br />

soñando. Nuestro brazo de soñadores es un espectro sin vigor suficiente para<br />

sostener un pétalo de rosas. Son ambos universos de tal modo incompenetrables,<br />

que el menor contacto de uno con otro aniquila el uno o el otro” (Ortega, OC83,<br />

III, 412). La misión del novelista es anestesiar al lector de la realidad, introducirlo<br />

en una existencia virtual impenetrable, cerrada a lo real. Olvida y le hace olvidar<br />

al lector la realidad que queda fuera de la novela. Lo que –señala- no impide que,<br />

una vez vuelto el lector a la realidad, la novela quede olvidada en ese otro mundo<br />

de irrealidad. Porque el hermetismo hace de la vivencia del lector, en la lectura,<br />

un delicioso sonambulismo. Pero un sonambulismo que, escribe Ortega en Ideas<br />

sobre la novela, es fértil –y queda así justificado- porque suscita en el lector<br />

resonancias vitales (Ortega, OC83, III, 412-413).<br />

En su teoría literaria, el mundo de la novela y el mundo real están<br />

incomunicados. El lector no puede permanecer atento a los dos a un mismo<br />

145 Sobre lo hermético y poroso en la novela en Baroja y Ortega y Gasset. Cf. Rafael García<br />

Alonso, “El desacuerdo social y estético de Ortega y Baroja”, op.cit., 173-193.<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

tiempo. Mientras lee una novela permanece ausente. Consigue evadirse de su<br />

existencia. Este efecto –“¡Sublime, benigno poder que multiplica nuestra<br />

existencia, que nos liberta y pluraliza, que nos enriquece con generosas<br />

transmigraciones!” (Ortega, OC83, III, 410)- es el que caracteriza a la novela<br />

frente a otros géneros literarios. La poesía nace para ser vista desde fuera, por lo<br />

que no entra en colisión con la realidad del lector; en cambio, la novela ha de ser<br />

vista desde su propio interior, con lo que resulta incompatible con la realidad<br />

exterior. El hermetismo es su exigencia básica: Todas las condiciones de este<br />

género tupido, dice, remiten a él. Porque si no es un orbe obturado a toda<br />

realidad no es posible su función de evadir al lector de su propia existencia. Y se<br />

convierte en espectro: un arte incapaz de sustituir a la realidad y, por tanto,<br />

incapaz de evadir al lector o espectador. Lo escribe en “Ideas y creencias”, en<br />

1934: “El imperativo de autopsia surge inevitablemente de la necesidad en que se<br />

halla el novelista de tapar el mundo real con su mundo imaginario. Para que<br />

dejemos de ver una cosa, para taparla, tenemos que ver otra, la que tapa. El<br />

espectro se caracteriza por no arrojar sombra ni ocultar tras sí un trozo de<br />

universo” (Ortega, OC83, III, 414).<br />

El autor tiene que atraer al lector al ámbito cerrado que constituye la<br />

novela e impedir que salga de él, mantenerlo aislado del espacio real que ha<br />

abandonado. Con ese imperativo de la novela que llama autopsia: “Nada de<br />

referirnos lo que un personaje es: hace falta que lo veamos con nuestros propios<br />

ojos”. Porque es un género moroso, retardatario, que se recrea en la presentación<br />

de los personajes (Ortega, OC83, III, 391-394). El argumento interesa poco.<br />

Basta con un mínimo de acción. Lo que vale es la descripción misma, lo más<br />

minuciosa posible, llena de detalles, para hacer de la novela un orbe irreal,<br />

hermético, sin andamiajes a la vista, capaz de anestesiar al lector, de hacerle<br />

olvidar, absorto en ese nuevo mundo virtual, su realidad: “La táctica del autor ha<br />

de consistir en aislar al lector de su horizonte real y aprisionarlo en un pequeño<br />

horizonte hermético e imaginario que es el ámbito interior de la novela. En una<br />

palabra, tiene que apueblarlo” (Ortega, OC83, III, 409): el único modo de<br />

imponerse a la realidad la novela y facilitar su huida a un espacio de irrealidad<br />

para poner en suspenso su vida. Porque para captar su atención, explica Ortega,<br />

no es necesario una ampliación del horizonte (no va a poder competir nunca la<br />

novela con la realidad), sino el proceso contrario: reducir, hacer aún más angosto,<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

el horizonte cotidiano del lector 146 . Es la ley vital de la novela: la relatividad entre<br />

horizonte e interés (Ortega, OC83, III, 410). Con un mecanismo, ese volver<br />

provinciano al lector, que exige saturación. Que el novelista lo sature, que lo sacie<br />

con la presencia de los personajes. Porque el error es solo definirlos.<br />

Solo así será capaz de crear, con un horizonte irreal, el elemento hermético<br />

que impide al lector el contacto con el mundo real. Válido para todas las artes;<br />

pero necesario sobre todo en el caso de la novela. Esta –observa- ha evolucionado<br />

de la mera alusión a la presentación de los personajes. Y ese es el camino que ha<br />

de seguir en adelante. Frente al referir, él quiere la presencia de los personajes; y<br />

frente al argumento, a la trama (“sólo pretexto, y como hilo solamente que reúne<br />

las perlas en collar”), la deleitación en los personajes. Porque el andamiaje, que<br />

es, en el vocabulario de Ortega, la estructura necesaria para la construcción de<br />

cualquier manifestación artística, lo mismo que los andamios precisos para<br />

levantar un edificio, en la novela implica una exigencia adicional: evitar que el<br />

lector perciba ese soporte, que se tropiece con él, con el armazón que sostiene los<br />

decorados en el escenario de un teatro. Porque debe sentirse sumergido en una<br />

cuasi-realidad perfecta, siempre auténtica y eficaz. La novela, un género moroso,<br />

dice, no puede percibirse como tal: debe ocultar sus mecanismos –ese fue el error<br />

de Balzac, por ejemplo 147 - para no romper la atmósfera creada: “que no se vea el<br />

telón de boca nIlas tablas del escenario” (Ortega, OC83, III, 402).<br />

Pero con el Romanticismo no son las obras lo valioso. Lo son los escritores.<br />

Porque no interesa el arte por su contenido objetivo, independiente; sino por la<br />

huella que deja el autor. Como expresión de su personalidad. Sin respetar su<br />

autonomía. Porque se confunden trabajo y personalidad en el artista: “no aparece<br />

discernido lo que es la obra del escritor y el gesto de la persona”, escribe en su<br />

introducción a Cartas finlandesas y Hombres del Norte de Ganivet en 1940. El<br />

poeta o el pensador exhibe su temperamento, lo que él llama personalismo<br />

literario, para compensar carencias: esos grandes temas o formas literarias que les<br />

faltaron en el pasado para llenar el espacio que la sociedad les abría. Tendencia<br />

146 Escribe Kundera en El arte de la novela, op.cit., 83: “Alcanzar la complejidad de la<br />

existencia en el mundo moderno exige, me parece, una técnica de elipsis, de condensación. De<br />

otra manera se puede caer en la trampa de lo interminable.”<br />

147 Ortega reconoce a Balzac como uno de los labradores de la novela contemporánea, como<br />

paradigma de la novela francesa. Pero su técnica no se adecua a los parámetros estéticos que<br />

pretende. El andamiaje que construye en sus libros impide al lector la evasión que persigue la obra<br />

hermética. Tiene un carácter demasiado convencional, falso.<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

que llega hasta la generación que le precede, la de intelectuales como Unamuno y<br />

Shaw, que se presentan ante el público, dice, con sus gracias de juglar (Ortega,<br />

OC83, VI, 371). Con lo que la obra acaba siendo la expresión de la personalidad<br />

del autor, que es quien recibe el fervor del público (Ortega, OC83, IV, 438).<br />

El escritor se convierte en feudal literario, con arias y derecho de pernada.<br />

Concentra sobre sí, y no sobre su trabajo, la respuesta de sus lectores, porque<br />

personaliza su obra, y confunde en sus libros sus rasgos personales y los rasgos<br />

artísticos, hasta hacer de estos la expresión de su personalidad. Como un<br />

semidiós literario (el otro término que utiliza Ortega) que, al personalizar su<br />

obra, al hacer de ella la expresión de su personalidad, invierte los términos: no es<br />

la obra la que ennoblece al autor, sino al revés: el escritor es el que recibe el<br />

fervor de los lectores. “Son pájaros de ala larga y voz canora, mezcla extraña,<br />

equívoca, y al cabo desagradable, de gipaeto y ruiseñor” (Ortega, OC83, IV,<br />

437-438), escribe en “Mauricio Barrès”. Son los escritores románticos, desde<br />

Chateaubriand 148 hasta Barrès: feudales literarios acotados en una época en la<br />

que se les rindió culto. No los hubo antes, dice, ni los habrá después. Barrès 149 ,<br />

escribe Ortega, fue el último semidiós literario. Con él acaba un tipo de escritores,<br />

los románticos. Fue una eminencia (él mismo, no sus libros) para el público<br />

(Ortega, OC83, III, 493-494); algo inaudito en los escritores contemporáneos. Su<br />

estilo es sexual, cargado de voluptuosidad, porque su intención estética es<br />

exhibirse (Ortega, OC83, IV, 438). Personaliza su literatura, invirtiendo los<br />

términos tradicionales: el texto romántico es únicamente la expresión de la<br />

148 Escribe en “Mauricio Barrès”, en 19<strong>23</strong>: “Antes de Chateaubriand, entre la obra literaria<br />

y el hombre de letras había una absoluta distancia. La obra no era el hombre; influía por sí, atraía<br />

sobre sí el entusiasmo de las gentes. El autor quedaba anulado por su obra, oscurecido, en la<br />

deplorable situación de quien no es sino padre de una hija bella. Mas he aquí que Chateaubriand -<br />

después del ensayo insuficiente que hizo Rousseau- vierte su propia persona en la obra.<br />

Dondequiera que esta va, lleva dentro incluso a su autor, y la admiración por ella es<br />

indisolublemente entusiasmo hacia el hombre de que es emanación” (Ortega, OC83, IV,<br />

437-438).<br />

149 Ortega no oculta su fervor juvenil hacia el autor francés. Con las características formales<br />

de su obra: tres dimensiones geniales: temperatura, densidad y música. Con la fuerza de su alma<br />

grecolatina, su literatura agresiva, el desdén, la ironía, la impiedad, las ambiciones ágiles...<br />

(Ortega, OC83, I, 470). Incluso su descubrimiento de España (Ortega, OC83, I, 468). Lo peor,<br />

señala, son sus ideas (Ortega, OC83, IV, 439-440).<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

personalidad de su autor 150 . La literatura es sólo un gesto; y el escritor, obligado<br />

a ser novelista de sí mismo, de inventar un personaje que diga su obra y tener que<br />

elegir su propia persona, se convierte en una figura deformada y amanerada de él<br />

mismo que aparece en sus libros, pero que también influye en su vida, y le da esa<br />

afectación –dice Ortega- tan cómica (Ortega, OC83, IV, 389-390).<br />

El arte se vuelve confesión: una declaración personal que no atiende<br />

exclusivamente a una voluntad estética: la de los románticos, con la expresión de<br />

los sentimientos primarios del artista, de su autobiografía, para la que construyen<br />

su arte. Lo critica en “Musicalia”, para marcar las diferencias: “Música y poesía<br />

del Romanticismo han sido una inacabable confesión en que cada artista nos<br />

refería con notable impudor sus sentimientos de ciudadano particular. […] Como<br />

es mucho más fácil ser un gran artista que un hombre interesante, lo más<br />

frecuente ha sido que con excelentes medios de música y poesía se nos describan,<br />

con ánimo de que los compartamos, los sentimientos de un mancebo de botica.<br />

[…] Hay enormes probabilidades de que los sentimientos de ese hombre sean de<br />

una trivialidad pavorosa. Aun en el mejor caso, no serán sentimientos<br />

estéticos” (Ortega, OC83, II, <strong>23</strong>9).<br />

Un gesto que percibe más nítido en la música: “Los músicos románticos,<br />

Beethoven inclusive, han solido dedicar su talento melódico a la expresión de los<br />

sentimientos primarios que acometen al buen burgués” (Ortega, OC83, II, <strong>23</strong>8).<br />

Porque no se disfruta con ella. Es solo un mero pretexto para disfrutar de los<br />

sentimientos propios, de las emociones que encuentra el hombre al concentrarse<br />

hacia dentro (Ortega, OC83, II, 243). Lejos de una auténtica fruición estética,<br />

porque este sentimiento ante la obra romántica no es más que un efecto<br />

automático, un contagio psíquico, un fenómeno inconsciente (Ortega, OC83, III,<br />

368-369). Porque los artistas del siglo XIX han actuado impuramente: han<br />

reducido al mínimo el elemento estético: sus obras no han sido más que ficciones<br />

de realidades humanas (Ortega, OC83, III, 358). Para contagiar o contaminar al<br />

150 El diagnóstico lo hace Ortega en 19<strong>23</strong>, en su artículo “Mauricio Barrès”. Escribe: “Para<br />

este magnífico linaje de los románticos, la literatura era sólo un gesto que se emplea entre otros<br />

muchos, no una creación a que se aspira y por la cual el creador renuncia a sí mismo. De aquí dos<br />

efectos: al desvanecerse la persona que un tiempo nos arrebató, el prestigio de la obra parece<br />

evaporarse. […] Antes que poético, su lirismo es de actor. No crea, representa. Necesita de un<br />

público urgentemente, hasta el punto de que de la mitad de sí mismo hizo un espectador ante el<br />

cual gesticulaba su otra mitad. El otro síntoma grave que diagnostica la falta de salud estética en<br />

Barrès fue su deslizamiento hacia la política. Cuando un escritor no se contenta con ser escritor,<br />

sino que aspira a ser héroe, hay vehemente sospecha de que no tiene limpia su conciencia literaria,<br />

que su inspiración no satura su sensibilidad nIla nutre suficientemente” (Ortega, OC83, IV, 439).<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

espectador o lector. Porque el contagio, como un modo de transmisión no<br />

racional, es la asimilación por empatía de los sentimientos no estéticos que<br />

trasmite una obra de arte. El mecanismo de asimilación que propone el arte<br />

romántico: un arte de autobiografías, de confesiones, que recurre a la<br />

contaminación para expresar los sentimientos más personales: “Desde Beethoven<br />

a Wagner el tema de la música fue la expresión de sentimientos personales. El<br />

artista mélico componía grandes edificios sonoros para alojar en ellos su<br />

autobiografía. Más o menos era el arte confesión. No había otra manera de goce<br />

estético que la contaminación. […] De Beethoven a Wagner toda la música es<br />

melodrama” (Ortega, OC83, III, 368), escribe en La deshumanización del arte.<br />

Un goce estético, el de la empatía, con los ademanes patéticos de los románticos,<br />

dice, que el arte joven, con su rechazo a toda injerencia de lo humano en el arte<br />

(lo que él les va a valorar, porque encaja con su propuesta filosófica), va a negar,<br />

porque ya no vale un placer estético que se trasmite por la debilidad del hombre<br />

de contagiarse del dolor o las alegrías del otro ante un arte que es una confesión<br />

sin pudor (Ortega, OC83, II, 368-369). No aceptará (bastante discreto en su<br />

juicio, apunta Ortega) ningún placer estético que no sea un placer inteligente:<br />

“Eso es una deslealtad –diría un artista actual. Eso es prevalerse de una noble<br />

debilidad que hay en el hombre, por la cual suele contagiarse del dolor o alegría<br />

del prójimo. Este contagio no es de orden espiritual, es una repercusión mecánica,<br />

como la dentera que produce el roce de un cuchillo sobre un cristal. Se trata de un<br />

efecto automático, nada más. No vale confundir la cosquilla con el regocijo. El<br />

romántico caza con reclamo; se aprovecha inhonestamente del celo del pájaro<br />

para incrustar en él los perdigones de sus notas. El arte no puede consistir en el<br />

contagio psíquico, porque este es un fenómeno inconsciente y el arte ha de ser<br />

todo plena claridad, mediodía de intelección. El llanto y la risa son estéticamente<br />

fraudes. El gesto de la belleza no pasa nunca de la melancolía o la sonrisa. Y,<br />

mejor aún, sIno llega” (Ortega, OC83, III, 368-369). Porque un arte impuro<br />

impide al espectador adoptar una actitud clara 151 . La misma que con una figura<br />

151 Lo que le sucede a Doña Nativa en Café Hugo, de Adolfo García Ortega (Madrid:<br />

Bruguera, 2007, 51): “Acudía muchas veces a los cines de los barrios, donde veía todas las<br />

películas que pasaban o sencillamente se dormía unas cuantas horas, bien acurrucada en las<br />

primeras filas. No recordaba cuándo empezó a sucederle aquello, pero una vez, de regreso de uno<br />

de esos cines periféricos, confundió los hechos de su vida con lo que acababa de ver en la pantalla;<br />

no sabía a ciencia cierta si determinadas escenas le habían acontecido a ella alguna vez o por el<br />

contrario las había visto transcurrir ante sus ojos en un cine. Esa confusión, esa mezcla de<br />

irrealidades con realidades, empezó a aterrarla. Para muchos aquello era un principio de locura;<br />

por menos, recordaba ella, habían encerrado a una vecina suya, una niña, cuando ella era muy<br />

joven. Pero tampoco sabía si esta historia la había vivido o la había visto en un cine.”<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />

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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />

de cera, con ese carácter ambiguo en el que se confunden formas de humano y de<br />

muñeco. Con la confusión de fronteras en el arte, entre lo artístico y lo humano,<br />

que denuncia en La deshumanización del arte: la mirada bizca, imposible, en dos<br />

direcciones diferentes, esa percepción doble inconciliable, porque, escribe: “La<br />

percepción de la realidad vivida y la percepción de la forma artística son, en<br />

principio, incompatibles por requerir una acomodación diferente en nuestro<br />

aparato receptor” (Ortega, OC83, III, 367). El equívoco en el arte anterior que<br />

quiere evitar el nuevo estilo al que presenta como deshumanizado, porque no<br />

bizquea: apto sólo para artistas capaces de distinguir los ámbitos del arte y de la<br />

vida. Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, por ejemplo, en teatro. Que<br />

es, dice Ortega, aun con sus limitaciones técnicas, el primer “drama de ideas” que<br />

se ha compuesto. Frente al teatro tradicional, en el que los personajes esconden<br />

un drama humano, los protagonistas de Pirandello interesan al espectador<br />

(alejado del gran público) por sí mismos, como tales personajes: como ideas o<br />

puros esquemas: “Se advierte ejemplarmente la dificultad del gran público para<br />

acomodar la visión a esta perspectiva invertida. Va buscando el drama humano<br />

que la obra constantemente desvirtúa, retira e ironiza, poniendo en su lugar –esto<br />

es, en primer plano- la ficción teatral misma, como tal ficción” (Ortega, OC83,<br />

III, 377). Con unos postulados firmes, contrarios a los que dominaron el XIX:<br />

“Respeto a la vida y una repugnancia a verla confundida con el arte, con una<br />

cosa tan subalterna como es el arte”, resume. ❚<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 256


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

¿Revolución árabe versus democracia occidental?<br />

A propósito de las revueltas en el mundo árabe<br />

Mariano Arias<br />

Escritor. Doctor en Filosofía<br />

Introducción<br />

Las revueltas en el Norte de África, en Siria, Yemen o Bahrein, la guerra en<br />

Libia se producen bajo la instancia de una generación desengañada, sin horizonte<br />

de trabajo, una población en subdesarrollo y en fase de inmersión en la<br />

“lingüística” informática, en la permeabilidad del avance tecnológico, científico<br />

de Occidente, en el ámbito de una sociedad musulmana con regímenes políticos<br />

dictatoriales y autocráticos.<br />

Distintos entre ellos han quedado inmersos en la lucha de amplios sectores<br />

de la sociedad civil contra Gobiernos autocráticos instalados en el poder durante<br />

décadas mientras sus poblaciones sufrían, padecían y soportaban los vaivenes de<br />

la crisis económica. El autoritarismo político, la ausencia de derechos civiles, la<br />

falta de unos partidos y sindicatos representativos… en suma, las mínimas<br />

condiciones que cualquier gobierno occidental mantiene vigentes completan la<br />

síntesis del marco de las revueltas. Con distintas versiones y situaciones, según la<br />

implantación política, recursos económicos y grado de inestabilidad social (paro,<br />

pobreza), el enfrentamiento sociedad-Estado en las regiones del Oriente parece<br />

haber iniciado un camino de no retorno y de imprecisas consecuencias.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 257


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

El presente estudio no es sino una reflexión acerca de las diferencias, en<br />

muchos casos insalvables, entre dos mundos culturales, cuyas "instituciones"<br />

difieren incluso dialécticamente. Instituciones simbólicas como la religión<br />

monoteísta, la institución simbólica "del cuerpo" o la "institución simbólica de la<br />

lengua", que no es un mero sistema semiótico, etc., las situamos en ese conjunto<br />

de diferencias. De ahí que las instituciones simbólicas que atañen a la política<br />

sean esencialmente dispares, aunque "formalmente" puedan llegar a asemejarse o<br />

a postularse como deseables, y nos referimos a los términos en liza que serán<br />

tratados: democracia, derechos humanos, etc…<br />

Por tales razones, fundamentalmente, es complejo analizar críticamente el<br />

conflicto establecido en tales sociedades sin tener presente criterios ideológicos,<br />

religiosos y económicos que subyacen históricamente tanto en las diferentes zonas<br />

o Estados como en el pensamiento occidental ya desde el siglo VII hasta la<br />

colonización europea y el posterior legado de dependencia económica occidental<br />

si no también de instituciones afectadas en su relación con los propios países<br />

árabes. El alcance de tal conjunto de ideologías, subversiones y afectos políticos,<br />

guerras de conquista y paradigmas filosóficos árabes queda para la historia como<br />

legado envenenado desde el proceso de descolonización.<br />

Pero también en ese estado de efervescencia histórica ha aflorado el legado<br />

(en ocasiones infecto) de mitologías, relatos, ceremonias, imágenes, justificaciones<br />

colonialistas, imperialistas, religiosas, etc., etc., las cuales han pasado a constituir<br />

el corpus del pensamiento de diversos estudios críticos a la hora de analizar,<br />

argumentar y actuar.<br />

¿Quiere esto decir que las recientes y actuales revueltas nacen,<br />

supuestamente, de una cuña occidental introducida en la caverna del islamismo,<br />

del islamismo radical? Es posible caer en este extremo en la dialéctica<br />

etnocentrista o multiculturalista por más que la incertidumbre del proceso de<br />

“liberación” sea firme y la inestabilidad de las regiones y países árabes no tenga<br />

una fecha de consunción.<br />

El occidentalismo ha sido puesto en cuestión a lo largo del siglo pasado,<br />

también el orientalismo ha suscitado no pocas polémicas. Sin embargo, conviene<br />

revisar tales conceptos. Esta es la apuesta del presente estudio elaborado al hilo<br />

de los rápidos acontecimientos del presente inmediato. Y sin obviar la carga<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 258


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

mitológica del mundo árabe en su relación con occidente (y viceversa) para<br />

establecer criterios donde las revueltas queden libres de falsos análisis o<br />

tendenciosas proclamas envueltas en ocasiones en posiciones etnocentristas o<br />

relativistas culturales.<br />

Tal occidentalismo queda enfrentado al espacio en donde se alcanza el<br />

proceso de persona y de ciudadano árabe musulmán: la Umma, da sentido, como<br />

veremos en su momento, a la constitución del ser en el Islam. Ese “otro” árabe no<br />

sería entonces sino el espejo en donde quedan reflejados el espacio ideológico<br />

“judeo cristiano” en el que hemos convivido como occidentales. Es más, la<br />

singularidad de tal enfrentamiento deja al descubierto la propia irreflexividad<br />

europea sobre los términos en liza en el conflicto árabe actual:<br />

institucionalización de la democracia como “ideología fundamentalista”, la<br />

singularidad del Estado, los conceptos de ciencia, técnica y política, etc.<br />

La simple enumeración de tales conceptos enfrentados, así como la<br />

ausencia de crítica tanto por parte del mundo oriental árabe como del occidental<br />

constituyen el eje sobre el que gravita el futuro del conflicto en el mundo árabe.<br />

Acaso la “confluencia” de hechos comunes como el que corresponde a los aspecto<br />

éticos o morales, la miseria o la tiranía estatal quede en el límite de esa<br />

confluencia. Sin embargo, los conceptos occidentales parecen ser suficientes para<br />

medir con ellos e interpretar la realidad árabe.<br />

Problemas de interpretación<br />

La dificultad (y la diversidad de argumentos y teorías vertidas desde<br />

occidente y el mundo árabe) de hallar una solución a un conflicto larvado y<br />

enquistado, como sugerimos anteriormente, acaso lo sea no porque no se tengan<br />

las herramientas intelectuales apropiadas para establecer criterios sino porque la<br />

historia de los países árabes está tan imbricada en la historia occidental como los<br />

conceptos manejados en las relaciones de abstracción y análisis. Tales cuestiones<br />

exigen un criterio de abstracción ideológica, política y económica para asimilar<br />

los hechos en estos primeros meses de 2011, e incluso para alcanzar conclusiones<br />

ante un proceso de transición hacia unos regímenes no autocráticos (desde la<br />

visión occidental).<br />

Tal como lo ha dejado establecido la crítica de Said, bajo la expresión<br />

“orientalismo”, se mantiene en occidente hasta el presente una visión sobre el<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

mundo árabe controvertida, colonizadora e intransigente; y viceversa, la visión<br />

desde el mundo árabe de Europa y Occidente bascula desde la inferioridad<br />

cultural, científica y el mudo progreso, hasta la dependencia tecnológica,<br />

investigadora, intelectual la cual ha devenido, en palabras de distintos pensadores<br />

magrebís en una visión “esquizofrénica” de sí mismos, en una impotencia por<br />

construir una identidad.<br />

En numerosos artículos, estudios y opiniones de distinto cariz y matiz<br />

desde la revuelta de Túnez se sigue manteniendo ese esquema de pensamiento. No<br />

es posible ahora exponer un exhaustivo estado de la cuestión, aunque conviene<br />

establecer un repertorio de enfoques que permita alcanzar algunos criterios y unas<br />

conclusiones capaces de permitir un juicio.<br />

1. La visión etnocentrista occidental ocupa varias de las reflexiones en<br />

curso: las raíces religiosas e ideológicas musulmanas son puestas en cuestión por<br />

parte de articulistas y editorialistas apostando por una deriva democrática (de los<br />

que hay que excluir entre otros el artículo de Herrero de Miñón “La calidad de<br />

las olas”). En ocasiones se ha centrado el análisis como una supuesta ruptura de<br />

la sociedad civil árabe y su acercamiento a los principios político-ideológicos<br />

europeos en suma, democráticos. Alain Badiou, desde un radicalismo extremo<br />

plantea la universalidad de un “comunismo en movimiento” (sic) como raíz de las<br />

revueltas y como diseño de un futuro revolucionario, acaso desechando una<br />

incómoda pero inefable interrogante: ¿es el Islam conciliable con el mundo<br />

occidental? Tal hecho plantea enormes enigmas y problemas en los que no se<br />

repara, como los plantea ese universalismo revolucionario en nombre de una<br />

Humanidad que, digámoslo seriamente, en puridad, no existe. Sectores de la<br />

izquierda en España siguen semejante esquema involutivo al hablar de Paz y<br />

Guerra como términos absolutos, sustancializados, cuando menos cuestionables<br />

ante la urgencia de una pacificación inmediata del conflicto. Sin caer en el<br />

maniqueísmo la posición de Robert Fisk sirve como ejemplo del tipo de visión, a<br />

nuestro juicio distorsionada al ignorar que el etnocentrismo no es un juicio de<br />

valor sino de hecho: no se puede propugnar en los países árabes un cambio sin<br />

tener presente el hecho incuestionable de la distancia ideológica, económica,<br />

cultural, religiosa, musulmana o islamista.<br />

2. Otras posturas contrastan con la de Fisk. Sin dejar de sopesar las<br />

posiciones interculturalistas de Bernard Lewis o Fuad Ajami (el primero notorio<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

ideólogo de la invasión militar en Irak) conviene considerar la fractura cultural<br />

como la piedra de toque a resolver. Por ello es difícil no ponderar el análisis de<br />

Bernard Lewis al contrastar la dificultad objetiva de renovación del Islam en su<br />

estructura religiosa estatal. Ni los tópicos que los editoriales europeos refieren<br />

parecen cumplir el requisito de argumentación objetiva ante la enorme fractura<br />

establecida entre las dos culturas, así como la constatación de la desigualdad<br />

política árabe, la ausencia de una representatividad política estable del pueblo<br />

árabe y la violenta represión de las dictaduras musulmanas. Y en la medida que<br />

los intereses políticos y económicos no son homogéneos, como tampoco lo son las<br />

sociedades que se rebelan contra las dictaduras gobernantes: Túnez, Libia, Egipto,<br />

Siria, Jordania, Bahrein, etc., si es posible encontrar una razón común general,<br />

también es lógico y necesario señalar que son unas revueltas no espontáneas pero<br />

sí multitudinarias, autónomas, y en las que un sector amplio, joven en su<br />

mayoría, sin tener una conciencia política e intelectual clara sí han alcanzado un<br />

grado superior de rebeldía y protesta ante la opresión sanguinaria y dictatorial de<br />

los autócratas. Que esa conciencia individual, en algún caso colectiva, pueda estar<br />

dirigida o impulsada por un grupo o partido político no excluye que en el<br />

panorama político árabe la reivindicación de los derechos tengan un reflejo en el<br />

arco de las organizaciones políticas y sindicales. Cabe, desde luego encontrarse<br />

con el peligro evidente de que los grupos islamistas se erijan en fuerzas capaces de<br />

imponer sus principios teocráticos. La historia de los países árabes desde la<br />

descolonización de los años sesenta y setenta permite pensar en tal salida. Joseph<br />

M. Cachia en “Whither Now Egypt?” (Palestinechronicle.com, 26 abril 2011)<br />

expresa esa preocupación del destino de la revuelta egipcia ante las presiones de<br />

la potencia estadounidense, temerosa de la “independencia” del pueblo, del<br />

“nacionalismo secular” o de una deriva que conduzca a un Irán intransigente. Es<br />

la instalación de una democracia real capaz de romper los lazos con occidente lo<br />

que preocupa.<br />

3. La división activa e intelectual de la denominada izquierda tampoco ha<br />

sabido interpretar en su justa medida las revueltas. Podríamos adscribir este tipo<br />

de posiciones de izquierda a un visión política con lo que tal concepto arrastra<br />

detrás: ideología, compromiso ideológico, etc. Ni el grupo (dividido) de Il<br />

Manifesto en Italia, Giuliana Sgrena en especial, ni la izquierda europea o<br />

latinoamericana han encontrado un punto de acuerdo en el análisis del fenómeno<br />

“revolucionario” árabe. Acaso la izquierda radical anticapitalista, o anarquista ha<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

reaccionado de un modo más homogéneo aunque sin la fuerza suficiente y<br />

manteniendo el principio de la crítica imperialista, sin superar un maniqueísmo<br />

político. El análisis de Mario Sei (“Mirar desde la izquierda las revueltas árabes”,<br />

Rebelión, 18-III-2011) sitúa acertadamente en su marco esa división dentro de la<br />

izquierda ante la imposición del neoliberalismo. Znet ha publicado la Entrevista<br />

A Gilbert Achcar (20 marzo 2011) uno de los representantes más conocidos en<br />

los ámbitos de la izquierda, y que mantiene una postura afín a la resolución nº<br />

1973 de Naciones Unidas pero sigue crítico con sus resultados sobre la población<br />

civil y defiende la posición de apoyo a los “rebeldes” en cuanto significa la<br />

“revuelta democrática libia”.<br />

4. Otras posiciones parecen inclinarse a un desgajamiento etnocentrista en<br />

pro de un armonismo cultural, o para ser precisos, de un universalismo eticista.<br />

Se trata ahora de analizar la fractura y la revuelta árabe como un espacio<br />

territorial, geográfico, cultural, religioso y político considerando la opción ética<br />

del individuo, que es universal, como la posición aceptable para una salida del<br />

conflicto. Es la posición de la ONU, con retazos de un pensamiento ilustrado<br />

puro que se puede encontrar en sectores intelectuales europeos centrados en el<br />

fondo de polémicas entre moderados, radicales y armonistas (universidades,<br />

foros, grupos de presión, Fundaciones arábigo-españolas, etc.). De nuevo la<br />

posición de Gema Martin Muñoz (webislam febrero 2011) se aleja del tipo de<br />

análisis más preciso y constructivo de las relaciones Oriente-Occidente: su<br />

postura armonista pretende ignorar la diferencia entre los dos monoteísmos sin<br />

considerar grave la diferencia religiosa entre cristianismo y musulmanismo, y sin<br />

percibir la enorme distancia entre los dos Dioses (Alá y la Santísima Trinidad) así<br />

como la imbricación religiosa, en absoluto forzada, preciso es decirlo, en los<br />

Estados musulmanes (creyentes e infieles, etc.) y aunque se desdeñe esa<br />

importancia religiosa en el trasfondo de las revueltas. Luz Gómez García (“Siete<br />

claves para el despertar árabe”, El País, 15 abril 2011) se sitúa en la órbita<br />

jubilosa de un despertar del mundo árabe que al fin se levanta contra la potestad<br />

democrática europea “embarcadas en un neoliberalismo depauperante y un<br />

creciente déficit democrático” ejerciendo con su levantamiento contra las<br />

autocracias las “demandas de un pluralismo y libertad”. Análisis armonista<br />

apoyado en la importancia de índice creciente de musulmanes en Europa, lo que<br />

no esconde un débil análisis de la complejidad de fondo de las revueltas. Kristina<br />

Kausch (“Mitos de la revolución y escenarios en Oriente Próximo”, Política<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

Exterior, nº140, 2011) investigadora en la Fundación para las Relaciones<br />

Internacionales y el Diálogo Exterior estudia las causas y peligros de los<br />

levantamientos árabes. A diferencia de Gómez García observa el peligro de un<br />

asentamiento firme de sus reivindicaciones: “Dada la debilidad institucional en<br />

todos los países árabes, ninguno de ellos estará capacitado tras una revolución<br />

popular para reemplazar inmediatamente el aparato del viejo régimen. Los pactos<br />

entre los distintos grupos sociales serán esenciales para que la transición avance<br />

de manera pacífica y constructiva. Esta realidad conlleva el riesgo de que, una vez<br />

disminuida la atención internacional tras la propia revolución, la vieja guardia<br />

pueda recuperar su poder por la puerta trasera”.<br />

Federico Mayor Zaragoza, en “No son balas lo que necesitan” (http://<br />

federicomayor.blogspot.com/), aunque con otros argumentos diferentes al de la<br />

ingenuidad islamofóbica de Gómez García, pero con el mismo espejo de<br />

referencia, lleva a término un análisis con el fondo ideológico de un humanismo<br />

eticista apostando por la intervención pacífica, entendiendo el fondo del<br />

problema como resultado de la desunión de los países europeos y el afán por el<br />

gasto armamentístico. En suma, señala: “Lo que Occidente necesita ahora es una<br />

rapidísima revisión de los arsenales militares la mayoría de ellos abarrotados de<br />

artificios bélicos propios de guerras pasadas; la destrucción definitiva de las ojivas<br />

nucleares; el rápido aumento de las fuentes energéticas sostenibles para moderar<br />

el consumo y el “poder” del petróleo; unas Naciones Unidas fuertes para poder<br />

intervenir rápidamente en derivas inaceptables de violencia y extremismo;<br />

coordinación a escala global de todos los recursos tecnológicos y personales para<br />

hacer frente a las catástrofes naturales o provocadas...” Acaso estas palabras<br />

puedan ser aceptadas por un amplio elenco de posiciones ideológicas pero el<br />

problema parece no residir en este tipo de abstractas peticiones o análisis.<br />

En este orden de cuestiones es donde se fragua otra visión no ajena a la<br />

posición tratada anteriormente (y no sólo teórica sino práctica) de cómo resolver<br />

el “desencuentro” entre Oriente y Occidente: nos referimos a la palabra<br />

“diálogo” (mágica para algunos). A ella se refiere el arabista español Serafín<br />

Fanjul (“El integrismo islámico. Formas actuales”, La ilustración liberal, nº<strong>23</strong><br />

abril 2005) de forma crítica apelando pertinentemente a hechos difícilmente<br />

rebatibles: “En los últimos años, dentro y fuera de España, se ha puesto de moda<br />

una palabra mágica: “diálogo”. Todos en Europa se adhieren entusiastas a ella,<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 263


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

porque lo contrario, de puertas para afuera, es autocondenarse moralmente. Pero<br />

en círculos fundamentalistas islámicos –aparte de meras concesiones<br />

propagandísticas hacia la prensa occidental-, persuadidos de la bondad de su<br />

causa, no tienen que disimular y rechazan el diálogo entre culturas y religiones,<br />

porque eso sería descuidar la incompatibilidad entre pensamiento occidental y<br />

espíritu islámico. Las posibilidades de un diálogo real entre Oriente y Occidente<br />

son mínimas, y los integristas musulmanes no tienen inconveniente en declararlo<br />

en panfletos de amplia difusión: ‘Un diálogo que tiene como meta el acercamiento<br />

entre el islam, el cristianismo y el judaísmo sólo se puede lograr a expensas del<br />

islam, dado que éste es la única religión justa, mientras que las otras son falsas. El<br />

acercamiento significaría renunciar a esta exigencia, lo que llevaría consigo el<br />

mayor daño para el islam’ (citado por Tibi)”.<br />

Interrogantes lógico-sociológicas<br />

La dificultad referida, expresada como hemos visto en criterios disímiles,<br />

contradictorios, confusos si cabe, nace de esa petición de abstracción, una forma<br />

lógica de situarse fuera de condicionantes subjetivos, modelos occidentales y<br />

paradigmas ideológicos.<br />

Sugerimos, al hilo de estos argumentos, algunos puntos que permitan<br />

establecer cauces para un análisis pertinente y una visión lo más objetiva posible:<br />

a) ¿Es posible extraer de las revueltas de los pueblos árabes una identidad<br />

no islamista, una idea (ya no una ideología) diferenciada de la intrínseca ecuación<br />

religión / Estado? ¿una diferencia entre el modelo de islamismo moderado y un<br />

gobierno democrático? Es más, ¿cuestiona el musulmanismo la integridad de la<br />

doctrina coránica de la Umma musulmana? ¿es posible hablar de un Estado en<br />

donde el orden impuesto se estructura, según las regiones, en un régimen tribal<br />

sin enmascarar una dictadura o reinado absolutista?<br />

La cuestión así planteada es sutil, y no exenta de peligrosas<br />

simplificaciones. Los conceptos implícitos en las anteriores interrogantes se<br />

manifiestan a su vez en conceptos que Occidente ha definido y establecido a lo<br />

largo de una dilatada historia: libertad, democracia, laicismo, religión,<br />

participación, revolución. Aún así, la fortaleza de ellos no debe ser vista en<br />

exclusiva desde la perspectiva occidental, desde la concepción europea. En<br />

occidente las instituciones democrático-representativas están establecidas (y con<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 264


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

distintos parámetros de desigualdad entre ellas) desde hace siglos y surgidas de<br />

profundas guerras, nacionalismos y ante todo de la revolución ilustrada que inició<br />

la ruptura entre la Iglesia y el Estado y estableció la primacía de la Razón como<br />

fuente de inspiración del individuo y la sociedad. Una Idea, la de democracia que<br />

alcanza a la definición dada por Aristóteles (Política 1317a), a su esencia o<br />

definición, cuando señala sus distintos modos: “Hay dos causas de que las<br />

democracias sean varias; en primer lugar... que los pueblos son distintos (uno es<br />

un pueblo de agricultores, otro es un pueblo de artesanos, o de jornaleros, y si el<br />

primero se añade al segundo, o el tercero a los otros dos, la democracia no sólo<br />

resulta diferente, porque se hace mejor o peor, sino porque deja de ser la<br />

misma)”.<br />

La “traducción” al mundo árabe de este bloque de ideas y conceptos no<br />

debe impedir observar cómo son interpretadas, sino ejercidas, en su misma<br />

implosión en las revueltas del Magreb y el resto de países árabes. Como tampoco<br />

puede obviar la propia reflexividad ausente ante ciertos conceptos e ideas<br />

occidentales adscritos a una creciente mitología sustancialista. Convenimos en<br />

que la democracia no es un concepto absoluto, una idea fija, unívoca, descifrable<br />

por ella misma (como hemos subrayado en el caso de Aristóteles). Podríamos<br />

decir: es una idea fijada a unas variables diferenciadas incluso en los distintos<br />

Estados occidentales. No es posible, a nuestro juicio, hablar de una Democracia<br />

ideal (como si fuera una plantilla estándar) sin caer en un fundamentalismo<br />

democrático como tampoco de una Libertad; en las revueltas del Magreb, Egipto,<br />

Siria, etc., han estado presentes estas ideas producto, en verdad, del largo proceso<br />

de colonización, de los nacionalismo árabes y de las posiciones socialistas al<br />

término de la independencia real de los países árabes.<br />

Por tanto, ¿cuál es la idea de democracia, incluso la de libertad, presente<br />

en las revueltas de los países del norte africano? ¿Cuál es la “democracia” que<br />

desde Europa se postula debe asumir el Oriente árabe? Nos apresuramos a<br />

señalar que ningún país árabe, ninguno, puede ser considerado como un régimen<br />

demócrata ni un país libre, al menos desde parámetros ideológicos occidentales. Y<br />

la idea de democracia proclamada en las revueltas tunecinas, sirias, libias o<br />

egipcias tiene la referencia original occidental, con su metonímica carga de<br />

confusión ideológica y puntos de vista ejercidos de modo distinto incluso por<br />

quienes mantienen posiciones ideológicas fundamentalistas demócratas.<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

b) La discusión de los anteriores conceptos conciernen en verdad al centro<br />

neurálgico de la sociedad árabe, a los problemas internos de su singular<br />

estructura tribal, multiforme, desigual entre los pueblos árabes. Una democracia<br />

que sin alcanzar el pesimismo occidental, muestra la debilidad tanto de los<br />

estados árabes como de la sociedad civil: la conjugación de los intereses de clase<br />

integristas, islamistas, con los poderes fácticos del mercado interno y externo; una<br />

política exterior inane sin que hasta el presente la supeditación a los intereses<br />

económicos occidentales (UE y EE.UU) se haya puesto en juicio; la posición nada<br />

insoslayable de una educación fundamentada en los principios del Corán; y en<br />

fin, la presión interna entre facciones (en su caso partidos) disociables entre un<br />

musulmanismo reformista o moderado y un islamismo integrista como el de los<br />

Hermanos Musulmanes, en órbita semejante al movimiento de Hezbolá o Hamás.<br />

Sin poner entre paréntesis al Ejército en tanto fuerza garante de la institución del<br />

estado, la creencia de los islamistas y sus reivindicaciones señalan, a nuestro<br />

juicio, las dificultades de la sociedad egipcia o la tribal libia para asumir esa Idea<br />

de democracia occidental: la segregación por sexos, la posición inferior en<br />

derechos de la mujer en una escala familiar y social inferior, la misma concepción<br />

teocrática, la autoridad religiosa del imán y, en definitiva, el choque entre la ley<br />

islámica y la ética y moral occidental. La participación en la sociedad egipcia de<br />

los islamistas es lo suficientemente arraigada, implantada e incuestionable como<br />

fuerza social (20 % de los votos en elecciones fraudulentas) como para poner en<br />

compás de espera el pretendido deseo democrático del pueblo egipcio, por<br />

ejemplo, manifestado durante las jornadas de ocupación de la plaza Tahrik de El<br />

Cairo.<br />

c) ¿Por qué entonces considerar que una visión armonista se sustrae a la<br />

objetiva visión del mundo árabe? No por cuestiones de carácter ideológico<br />

socialista o popular o por prejuicios políticos o cuestiones que afecten a las<br />

relaciones culturales y económicas entre Oriente y Occidente. Quizás porque el<br />

relativismo cultural y el etnocentrismo han sido construidos en una nebulosa<br />

ideológica o sociológica para imprimir el desencuentro entre dos sociedades, sino<br />

porque el propio carácter desigual, internamente enfrentado entre las dos<br />

civilizaciones desde el proceso de construcción histórica de ambas sociedades ha<br />

impuesto dos formas antagónicas de vida, de conciencia, de visión del mundo,<br />

religiosa y civil enfrentadas desde sus inicios, y bajo distintos formatos,<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 266


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

consolidada, involutiva o evolutiva según los distintos países, desde su<br />

nacimiento.<br />

La cuestión no puede ser planteada, a nuestro juicio, en términos<br />

exclusivos, tampoco maniqueos. El Islam crea al individuo, construye el ethos<br />

individual, personal (aunque no exclusivamente) como “agente vertebrador” (si<br />

seguimos a pensadores como Abderrahmán Mohamed Maanán o el tunecino<br />

Moncef Chelli). La línea fronteriza entre un Islam fundamentalista y otro<br />

“moderado” no puede esconder el fundamento de ese ethos tal como lo expresa<br />

M o h a m e d M a a n á n ( “ E l I s l a m a n t e e l f u t u r o ” ,<br />

ww.identidadandaluza.wordpress.com, 4-febrero 2011) inspirándose en Chelli:<br />

“El Islam es conformador de una relación con el entorno y con uno mismo que va<br />

más allá de lo opcional (…) El Islam es el reino del musulmán, el lugar en el que<br />

puede ser libre y creativo, y fuera de él pierde por <strong>completo</strong> el sentido de sí<br />

mismo”. El Islam ya no será sino el constructor de ese territorio como individuo o<br />

como pueblo sino como el lugar “indiscutible”, y justamente en la medida que<br />

forma el lenguaje mismo del musulmán, sin opción porque la propia opción ha<br />

quedado fuera de todo contenido lógico occidental.<br />

Ya en la Argelia independiente Ben Bella definió en la Conferencia del<br />

Consejo Islámico de 1985, los principios que fundamentaron el espíritu que<br />

animó y motivó tanto a la lucha por la independencia de Francia como a<br />

consolidar el régimen establecido: el Islam es el que regula, anima y motiva tal<br />

impulso, el que aglutina la fuerza de la verdad reguladora de la conducta ética y<br />

moral. Así lo expresaba: “En ese terreno fecundo hunden sus anclas nuestras<br />

motivaciones profundas, nuestras latencias. Es nuestro santuario. Cuando<br />

debemos realizar un gesto capital, un esfuerzo supremo, cuando el muro de<br />

nuestras certezas se desmorona y los golpes llueven sobre nosotros y nuestro ser<br />

profundo es amenazado, entonces nos volvemos a ese santuario en el que<br />

buscarnos refugio y retomamos aliento para poder seguir con fuerza nuestro<br />

combate”.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 267


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

Cuestiones críticas<br />

A nuestro juicio, las piezas sobre las que se edifica el nuevo orden<br />

revolucionario en los países árabes conciernen a diversos ámbitos que afectan a<br />

las distintas capas de la estructura de la sociedad:<br />

1) de orden religioso: el monoteísmo musulmán es disociable del<br />

monoteísmo cristiano. Aunque su origen queda referido al mundo religioso<br />

semítico, tiene un componente sustancial filosófico griego aristotélico cuya<br />

diferencia es sustancial tanto del judaísmo como de la constitución del<br />

cristianismo de raíz helenística. El componente ético y moral primará en un<br />

principio sobre el orden político estableciendo la agrupación tribal y la expansión<br />

de la verdad revelada a Mahoma tal como queda dispuesto en el Corán (Las dos<br />

ramas originarias medievales, la sunita y la chiita se diferenciarán más por sus<br />

orígenes que por su dependencia a los fines marcados por la ortodoxia islámica).<br />

Un estudio como el realizado por el escritor Tahar ben Jelloun, El Islám<br />

explicado a los niños (2002) nace con la pretensión de hacer accesible el<br />

pensamiento del Corán (por extensión, de la Sharía) y actualizar el legado de<br />

Mahoma. Ben Jelloun, francófono nacido en Fez, Marruecos, ha logrado una<br />

visión distinta de las relaciones oriente-occidente, abierta y “liberal” si se quiere.<br />

Sin embargo, el libro de referencia mantiene ese principio religioso que, bajo<br />

nuestro criterio, esconde una de las variables del desequilibrio islamista-político<br />

musulmán: el sentido religioso islamista queda indemne por más que el esfuerzo<br />

de renovación del autor se proponga disolver (actualizar, evolucionar en sus<br />

palabras) la raíz misma de la religión coránica. Acaso porque esa disolución es<br />

imposible sin destruir el propio sentido de la religión.<br />

Diversos factores han contribuido a ese orden al que nos referimos. Tanto<br />

políticos como religiosos (y el ejemplo paradigmático puede ser la posición<br />

referida más arriba por Ben Bella). La fuerza de la religión musulmana ha sido<br />

construida bajo la presión ética y política del libro sagrado Corán (compendio<br />

conductual, moral) y la Sharía o leyes en un espacio árabe, la Umma, diseñando<br />

el ser y estar, junto a la Sunna que no es sino el porvenir, de unos pueblos cuya<br />

evolución queda históricamente definida en sustratos económicos y políticos de<br />

difícil convivencia tanto entre los propios países árabes como en las relaciones<br />

con occidente. Umma actualmente impregnada de la disparidad de posiciones<br />

árabes y en crisis de identidad. El libro sagrado El Corán, su letra-grafía y<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 268


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

escritura, su aniconicidad, subyace intelectual y religiosamente en el individuo<br />

creyente con una fuerza superior a la creencia en la Biblia: hasta el presente en<br />

cuanto libro sagrado constituye un obstáculo en la prevalencia del logos o ha<br />

impedido establecer el dominio de la razón y el laicismo para alcanzar un estadio<br />

que bien podía ser denominado Ilustrado o de Renacimiento árabe. Este marco de<br />

“identidad” queda sustraído a cualquier otro proceso en el que ciudadanos o<br />

individuos, o regímenes tribales luchen contra los gobiernos corruptos en nombre<br />

de la libertad. Visto desde otro punto de vista puede interpretarse como la<br />

debilidad institucional a la que están sometidos cualquiera de los países del orbe<br />

árabe.<br />

Item. El Corán es un compendio-tratado cerrado históricamente, cuya<br />

hermenéutica, al lado de la Sunna, frena toda posible adaptación al resto de<br />

componentes sociales, políticos y culturales a los cuales está sometida, en mayor o<br />

menor grado, una civilización. Lo hemos visto anteriormente con el análisis del<br />

estudio de Tahar ben Jelloun. Ni siquiera apelando al mito de las tres culturas<br />

“en convivencia” en la España medieval ni a la libertad religiosa, el Corán resiste<br />

un análisis sobre su vigencia actual racionalista (y no sólo por la resistencia de la<br />

legislación islamista al concepto de democracia); por el contrario, a nuestro<br />

juicio, es un impedimento a los avances democráticos. Incluso la propia lengua<br />

(hablada y escrita) queda sometida al influjo del estancamiento productivo y<br />

filosófico tanto como a la regulación, expansión, formación y discusión en el<br />

ámbito del pensamiento crítico, no en otros ámbitos (como es sabido el orden<br />

literario poético ha sido muy productivo en la historia de oriente). Las polémicas<br />

de los últimos años acerca de la influencia griega en el pensamiento árabe en la<br />

Alta Edad Media mide exactamente el aserto anterior así como la pertinente<br />

identidad del orbe musulmán ajeno, en su raíz, a la trayectoria del pensamiento<br />

europeo (recuérdese que los libros morales aristotélicos no fueron traducidos al<br />

árabe por su incompatibilidad con el Corán. La tesis fuerte de Sylvain<br />

Gouguenheim puede reforzar lo dicho hasta ahora (Aristóteles y el Islam, 2008,<br />

p.74) y evidencia el estado de cosas establecido hasta el presente: “Cuando<br />

hablamos de “cultura árabo-musulmana” para los siglos VII al X estamos<br />

cometiendo un anacronismo o recurriendo a un truco , porque entonces aquella<br />

cultura apenas era musulmana y no fue árabe más que de forma indirecta. En<br />

realidad era en gran medida cristiana y siriaca.” Acaso por no poder asimilar las<br />

distintas variables que a lo largo de la historia construyeron la concepción del<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 269


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

mundo árabe, la polémica entre pensamiento occidental-griego y mundo reflexivo<br />

árabe han marcado la distancia racional que los separa. Gouguenheim lo<br />

expresaría en estos términos: “Las dos civilizaciones, la de la Grecia antigua y la<br />

del Islam clásico, no se mezclaron … En resumidas cuentas, en la Edad Media el<br />

Islam no se helenizó, del mismo modo que Occidente no se islamizó” (op. cit., p.<br />

147). La desmitificación llega a establecer este aserto: “Durante más de tres<br />

siglos, entre el VII y el X, por tanto, la ‘ciencia arabo-musulmana’ de Dar al-<br />

Islam fue en realidad una ciencia griega por su contenido e inspiración, y siríaca,<br />

y después árabe, por su lengua. La conclusión es clara: el Oriente musulmán se lo<br />

debe prácticamente todo al Oriente cristiano. Y es esta deuda la que solemos<br />

pasar por alto en la actualidad, tanto en el mundo musulmán como en el<br />

occidental” (pág. 90).<br />

2) El orden cultural, lingüístico y escritural aísla las dos civilizaciones: Alá<br />

no es el Dios católico; la lengua árabe no es la lengua occidental romance (ni la<br />

latina o griega). El freno a la innovación, al racionalismo crítico, al poder de la<br />

palabra y la dialéctica fue cercenado desde el ordenamiento de las madrazas,<br />

cuando se impuso la ortodoxia religiosa en distintas fases de la edad media y se<br />

impidió la libre disposición intelectual. La cuestión es grave porque a lo señalado<br />

hasta ahora debemos subrayar los intentos de intelectuales musulmanes sobre<br />

todo los de universidades francesas e inglesas y americanas por percibir en el<br />

Corán y la Ley Islámica las fuentes principales para resolver el enfrentamiento<br />

entre la razón, ijtihad, y los principios doctrinales islámicos. El deseo de regresar<br />

a la razón árabe medieval que presidía el avance matemático y filosófico, según<br />

ellos, se considera como hilo conductor para servir de guía a la actual renovación<br />

racional de los principios científicos, del inmovilismo en el que ha quedado<br />

subsumido el pensamiento musulmán. Difícil tarea cuando el Corán y la Ley<br />

islámica son corpus cerrados en los cuales la adaptación o reinterpretación a los<br />

nuevos tiempos requiere de un esfuerzo intelectual cuya única salida, a nuestro<br />

juicio, es disolver el Islam y eclipsar el Corán con lo que ello lleva consigo:<br />

reconocer la doctrina moral y científica desprendida de las normas y concepciones<br />

históricas islamistas como caducas frente al espejo del avance tecnológico,<br />

político e ideológico occidentales, al que se constata como referente. En otras<br />

palabras, ir más allá de la letra de los textos hasta proponerse hallar el espíritu de<br />

ella y superarlo es empresa harto compleja, difícil de asumir en la Umma y<br />

sociedad árabe. Un ejemplo de este deseo, más que intento práctico, puede<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

encontrarse en el sugerente artículo de Fatima Agha Al-Hayani “Islam and<br />

Science: Contradiction or Concordance”, publicado en la revista Zygon de<br />

Chicago (vol. 40, nº 3, septiembre 2005). Fatima aboga por ese espíritu crítico,<br />

por esa razón ijtihad de la que se pide un protagonismo tanto de los imanes como<br />

de los intelectuales para servir a la renovación de la humanidad.<br />

Aun así, y por subrayar los anteriores argumentos que describen esta<br />

situación, señalamos algunos datos. Respecto a la herramienta de especulación<br />

intelectual podemos referir algunas características relevantes: la lengua y el<br />

desarrollo de la escritura alfabética, aunque de origen semítico y nabateo, han<br />

quedado diferenciadas del alfabeto fenicio y griego (puede consultarse nuestra<br />

Tesis doctoral El Escriba Sagrado. Antropología materialista del origen de la<br />

escritura, 2009). Una serie de datos actuales, consecuencia de la raíz histórica<br />

lingüística referida, permiten aclarar la gravedad de los hechos a los que nos<br />

referimos. En el año 1996 fueron publicados cerca de 2.000 libros, cifra que<br />

representa el 0,8% de la producción editorial mundial. Sin embargo, la lengua<br />

árabe es materna en más de 300 millones de personas. Reseñemos el análisis que<br />

Fathi Khalil al-Biss vicepresidente de Arab Publisher Union realiza en el AHDR<br />

2003: “La publicación de libros árabes está en crisis. Decrece el <strong>número</strong> de<br />

nuevas publicaciones y también el de copias de cada una, alcanzando en algunos<br />

casos unos pocos centenares de lectores. Esta tendencia hace inviable la industria<br />

del libro árabe. Las grandes editoriales han dejado de publicar libros científicos y<br />

culturales serios y de calidad que contribuyen al avance del conocimiento y a su<br />

difusión”.<br />

3) El desarrollo productivo de los países árabes es el 10 % de la totalidad<br />

de Occidente europeo. El índice de pobreza se dispara, el subdesarrollo cultural<br />

roza los límites mínimos asimilados desde Occidente. Como consecuencia de los<br />

dos apartados anteriores, el desarrollo económico y social ha impedido situar a<br />

las sociedades árabes en un nivel superior desde la Edad Media europea hasta el<br />

siglo XXI. Según los últimos estudios el índice demográfico en las zonas de<br />

conflicto árabes se disparará en las dos próximas décadas. A estos datos hay que<br />

sumar la subida de los precios del azúcar, cereales, semillas; la caída de la<br />

producción en los países del Este, como es el caso de Rusia, ha repercutido en los<br />

países del norte africano. Hechos estos que junto a la subida de los aranceles,<br />

afectan de modo especial a los países del tercer mundo y a África en particular.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 271


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

Tales hechos reales, constatables se mantienen en gran medida como agravantes<br />

para establecer una política gradual de convivencia en la geografía mediterránea.<br />

Tal situación no debe obviar la decadencia en cuanto poder económico y<br />

político de los países europeos en el resto del mundo. Organizaciones europeas se<br />

decantan en un porvenir donde el centro de decisiones sufrirá un cambio de<br />

registro en los centros de dominio. Tales interpretaciones descansan en la cuestión<br />

central del equilibrio de las civilizaciones, más en concreto, la occidental o<br />

europea y la árabe, que sufrirían esta decadencia recordándonos, con todas las<br />

correcciones y cautelas pertinentes, los estudios de Spengler, Barzum o Toynbee<br />

en su análisis sobre la decadencia de Occidente.<br />

Por tanto, el posible poder u organización universal será difícil que lo<br />

asuma una Europa disgregada, como hemos señalado más arriba, y menos la<br />

ONU en tanto ese cuerpo llamado Europa no es sino una “biocenosis” de estados<br />

con intereses distintos. Y del otro lado del Mediterráneo los países árabes<br />

enquistados en siglos de luchas y retraso económico y político (sin manifestar<br />

aquí ningún tipo de etnocentrismo o relativismo) complican más el porvenir,<br />

máxime cuando tales datos se agudizan en la inmigración hacia países europeos<br />

desencadenando el fragor multiculturalista, con el peligro de que ideólogos y<br />

políticos demagogos asuman una integración difícil de resolver en su raíz distante<br />

y distinta pero culturalmente inexcusable.<br />

4) El avance tecnológico occidental ha incidido en los países árabes como<br />

máscara y medio para establecer una cuña entre las aspiraciones de dignidad y<br />

salida de la pobreza del mundo árabe. Las ideas de democracia, igualdad y razón,<br />

propias de Occidente desde la Ilustración (por situar el hecho revolucionario en<br />

un momento histórico concreto) ¿deben conciliarse en el mundo árabe y<br />

contrastarse con los principios religiosos coránicos para construir un modelo<br />

funcional operativo? Los riesgos de tal apuesta son muy evidentes. Es muy<br />

arriesgado histórica y filosóficamente admitir la Idea de democracia como<br />

absoluta, cerrada y definida. No es una idea unívoca, antes bien es adjetivada<br />

(democracia griega, democracia burguesa, democracia obrera, democracia real,<br />

etc,…). La inclusión de esa Idea confusa, caótica, dispar y ambigua (por más que<br />

se quede en algunos de sus componentes: elección libre de partidos políticos,<br />

asunción del poder por elección, disolución de la monarquía autoritaria) en las<br />

sociedades árabes debe ser reconstruida a la vista de los tres primeros apartados.<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

No son pocos los escritores que aún no han debatido la idea de democracia,<br />

deshilando su mitología. El escritor de origen libanés Amin Maalouf afirma (Efe,<br />

Ecodiario 02/10/2009 ): “Los derechos humanos deben ser iguales. No hay<br />

territorios que merezcan democracia y otros no” (…) [no hay] “regímenes<br />

impermeables a la democracia”. Subraya aún la frase afirmando que “la<br />

democracia sí se exporta. Es un producto de exportación importante. No hay que<br />

exportarla por la fuerza, sino con respeto y dignidad al otro, y no con ejércitos de<br />

ocupación”. Mohamed Amayra en el diario jordano Al Ray expresa la<br />

desconfianza de los países árabes y sus gobiernos a la hora de establecer<br />

instituciones democráticas: “la sociedad no se fía ni de la Europa Occidental ni de<br />

Estados Unidos, entidades que le han dejado una mala herencia después de tantos<br />

años de colonialismo y dominio militar, económico y político que siguen hasta<br />

cierto punto en el Líbano, Siria y Palestina”. Pero el peligro de una deriva<br />

islamista está presente en las revueltas. Gustavo de Aristegui subraya este peligro<br />

(Club Internacional de Prensa, Madrid (15 abril 20011): “Ninguna de las<br />

revoluciones ha sido planificada por ellos. Pero una vez arrancadas las revueltas,<br />

sí han jugado un papel en la organización (…). La reivindicación de las protestas<br />

ha sido la de decirle al mundo: quiero ser árabe, musulmán, ciudadano, libre y<br />

demócrata. Y nada de esto es incompatible”. Y ello sin dejar de reconocer que “el<br />

islamismo como ideología no sólo es compatible con el capitalismo, sino que el<br />

propio Corán consagra la propiedad privada”.<br />

En el marco de estas posiciones, por lo que respecta al alcance de las<br />

revueltas y la posición islamista ante ellos Gustavo Bueno (“La obsesión de la<br />

Yihad”, El Catoblepas, nº49-3-2006) advierte el peligro de los islamistas:<br />

“¿Acaso los musulmanes yihadistas, si siguen siéndolo, podrían dejar de luchar,<br />

aunque hubieran llegado al Estado del Bienestar, integrándose en la sociedad<br />

globalizada, en pacífica convivencia con las demás religiones y culturas? ¿Tiene<br />

sentido siquiera la expresión ‘Islam democrático’, al modo de las democracias<br />

parlamentarias del Occidente capitalista, si el Islam mantiene sus principios<br />

dogmáticos del Corán, o cuasi dogmáticos de la Sharía, es decir, si sigue siendo<br />

fiel a sí mismo?” Para añadir a continuación: “El Islamismo, si sigue fiel a sí<br />

mismo, es insoluble en el agua bendita del cristianismo, a quien ellos han<br />

considerado secularmente como blasfemo, y precisamente por sus dogmas más<br />

fundamentales: el dogma de la Encarnación y el dogma del Corpus Christi”.<br />

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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

Los sondeos de junio de 2010 elaborados por Pew Research Center<br />

(incluso los denominados “papeles de Wikileaks” sobre la situación egipcia y la<br />

democracia y por lo que concierne a la tenue conciencia democrática de los países<br />

árabes) son elocuentes: cerca del 90% de los musulmanes en Egipto está a favor<br />

de la aplicación de la Sharía, la lapidación o la pena de muerte por conversión<br />

religiosa. En el resto de países, con sus peculiaridades, la fuerza del islamismo o<br />

de los musulmanes moderados sin experiencia democrática occidental se mueven<br />

entre organizaciones no sindicales o fuerzas de izquierda minoritarias (el Partido<br />

del Trabajo Patriótico y Democrático de Túnez, y la Corriente por la Renovación<br />

socialista de Egipto). Slavoj Žižek en The Guardian (1 febrero 2011) representa<br />

un ejemplo de esta efervescente discusión sobre la importancia del<br />

fundamentalismo en las revueltas. Para Žižek la hipocresía de lo liberales<br />

occidentales no tiene la misma vara de medir sobre el apoyo a las democracias en<br />

los países árabes. Sin embargo, la importancia del argumento de Žižek reside en<br />

no cuestionar la importancia y la fuerza del fundamentalismo islámico en las<br />

revueltas. Ese es el extremo que parece obnubilar a los intelectuales occidentales y<br />

árabes.<br />

Coda final<br />

Es justamente en esta dialéctica entre Oriente y Occidente, y en las propias<br />

contradicciones de los gobiernos europeos (Francia, Inglaterra, Alemania) donde<br />

cabe subrayar las distintas opciones, interpretaciones o decisiones que toman las<br />

élites intelectuales, los estados y organizaciones así como partidos políticos<br />

(donde tienen una estable presencia). Desde el “choque de civilizaciones”<br />

planteado por Samuel P. Huntington a la “alianza de civilizaciones” ideada por el<br />

Gobierno socialista de España y suscrita por diversos gobiernos europeos y<br />

americanos queda la fragua de lo que se ha denominado “real politik” y la<br />

inestable confluencia de la segunda opción con la inevitable globalización e<br />

interdependencia económica de los países del primer mundo y el tercer mundo.<br />

Los Estados europeos y la ONU en particular conforman un vasto territorio ajeno<br />

a una unidad política, a la toma de decisiones ante las rebeliones de los pueblos<br />

contra los dictadores. La decisión de Naciones Unidas de intervención militar en<br />

el conflicto bélico libio son susceptibles de distintas opiniones o juicios, pero<br />

sobre todo sobrevuela aún la idea ejercida de “choque de civilizaciones”, por más<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 274


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

que esa idea misma sea considerada desde un punto de vista etnocentrista. Sin<br />

embargo, habría que recordar, a la vista de las críticas recibidas por Naciones<br />

Unidas por la “falta de reflejos”, desunión, “incapacidad operativa”, etc., que de<br />

facto, la ONU es un conjunto de estados con intereses diversos entre sí y respecto<br />

de los Estados árabes, por más que en ellos primen los dos principios reguladores:<br />

el respeto a los derechos humanos y la intervención militar en casos extremos de<br />

genocidio sobre la población. Tomar una decisión ante los graves acontecimientos<br />

no debería ocasionar confusión, a menos que no se entienda convenientemente ni<br />

su origen ni el funcionamiento de la ONU y se piense en una metafísica capacidad<br />

de decisión unitaria. Si aplicamos el criterio pragmático de la real politik y no la<br />

creencia en una nebulosa o cielo de Ideas, no cabe términos medios, ni considerar<br />

ingenuamente la actuación de Naciones Unidas (al amparo de la orden nº 1973)<br />

de “debilidad”, ni de una posible instauración de “un protectorado” como<br />

postula o profetiza un sector de la izquierda española. Un análisis más ponderado<br />

tendría presente la evidencia de un etnocentrismo occidental (representado por la<br />

carta de los Derechos humanos y un sistema capitalista de facto), de una<br />

“democracia” (acaso ejerciendo el fundamentalismo democrático al que nos<br />

hemos referido), un multiculturalismo crítico… y un genocidio que pide de las<br />

instituciones europeas firmeza y unión, sin menoscabo de plantear una crítica<br />

ideológica más allá de una identidad árabe aún confusa y “esquizofrénica”.<br />

No creemos necesario recordar los hechos históricos que han propiciado<br />

la construcción de Europa en relación con el mundo árabe, aparte de lo<br />

enumerado en anteriores apartados. En su artículo “La Sociedad Árabe y la<br />

Esquizofrenia” Abd Al-Khaleq Hussein, reformista irakí, subraya, en la línea de<br />

otros pensadores tunecinos, marroquíes y argelinos el distanciamiento ideológico,<br />

político y cultural incrustado en el mundo árabe. Sucintamente hemos señalado<br />

anteriormente la disociación ideológica y religiosa subyacente a la<br />

desestabilización de los pueblos árabes.<br />

Aunque en este punto conviene establecer algunas precisiones. La crítica a<br />

la carta y Declaración de los Derechos Humanos se afianza en la civilización<br />

occidental, no en el ciclo histórico del oriente árabe, nacida de la confrontación<br />

bélica de la Segunda Gran Guerra, y con un articulado de adscripción ética y<br />

moral antes que política o jurídica, que sería posterior a la aplicación de los<br />

Estados (en su fundamentación constitucional, legal, etc.). Tal Declaración, sin<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 275


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

menoscabo de su decisiva importancia en el mundo contemporáneo, está<br />

fuertemente pautada por las condiciones que permitieron su firma y el<br />

enfrentamiento de las potencias consolidadas a finales de los años cuarenta.<br />

Considerarla, pues, como una normativa cerrada sería como admitir, y sin<br />

retórica, el “fin de la historia”, rozar la pura especulación (quizás convenga<br />

recordar que ni la Unión Soviética, ni China ni los países satélites la aprobaron en<br />

su momento; como tampoco Arabia Saudí en desacuerdo con el concepto de<br />

igualdad humana entre géneros).<br />

Desde luego, parte de la prosperidad occidental, su implantación como<br />

modelo privilegiado en el mundo se ha sustentado, asentado, establecido y<br />

afirmado en confrontación política y económica con los países árabes (en<br />

distintos grados y épocas) y no sólo en el enfrentamiento árabe-cristiano. Esa<br />

lucha, ese dominio, está en la base del disfrute social y económico establecido por<br />

el estado del bienestar. El sistema democrático en Occidente presupone, sin atisbo<br />

de emitir un juicio de valor sino de hecho, el malestar histórico e institucional<br />

árabe. Sin que el proceso democrático occidental haya significado el impulso y<br />

mantenimiento de regímenes democráticos árabes. Esta cuestión, llave para<br />

comprender las revoluciones en los pueblos árabes de Oriente desprende el<br />

malestar cuyos resultados incumben a la secuencia de ciclos estudiados en 2005<br />

por Henri E. Hale, cambios en el régimen de liberalización del sistema y<br />

represión o contestación política durante otro ciclo. La respuesta de las revueltas<br />

conciernen a un proceso donde se podrá calibrar la profundidad de los cambios:<br />

si se mantienen esos ciclos en modo alguno reduccionistas, a nuestro juicio, la<br />

dinámica de estabilidad imprime un giro nuevo y rupturista. Ese es el reto que se<br />

vive en la actualidad en Túnez, Egipto, Libia, Siria o Yemen y con la ausencia<br />

(por lo demás lógica, como hemos señalado) de organizaciones políticas, partidos<br />

o grupos estructurados capaces de presentar una eficaz respuesta a la represión de<br />

las dictaduras y autocracias. En términos más precisos, superar el grupo en fusión<br />

de las primeras revueltas hacia unas instituciones que permitan consolidar<br />

orgánicamente las primeras manifestaciones y no romper la inercia deseada es<br />

difícil. El islamismo en sus distintas formas está afianzado en sociedades cuya<br />

mayoría es sunni, en amplios sectores de la población civil. Excluyendo una<br />

minoría de las clases medias, la población rural no tiene una conciencia<br />

ideológica más allá de su pobreza, entusiasmo por el cambio y sufrimiento<br />

dictatorial. Para alcanzar un estadio nuevo desde las revueltas cruentas que se<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 276


¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />

inician en febrero de 2011 y a las que no se ve fecha de caducidad, la lucha de<br />

fracciones islamistas, fundamentalistas y los partidos organizados con distinta<br />

base social tienen un reto delicado, largo en el tiempo y también difícil de<br />

consumar. Reto que acaso tenga que ver con la pretendida estabilidad social y<br />

política occidental cuya mirada hacia el mundo árabe tiene la réplica en una<br />

conjunción de ideas democráticas de difícil aplicación en sociedades marcadas,<br />

como hemos visto, por construcciones políticas y religiosas muy enquistadas<br />

históricamente.<br />

Acaso convendría, en referencia a lo expuesto hasta el presente, plantearse<br />

la desmitificación de historiografías, cultos y relaciones árabe-occidentales. Desde<br />

luego tal debate ya está abierto desde hace décadas, y en cada fase histórica surge<br />

de nuevo la legitimación o no del Islam como sociedad infranqueable, permeable<br />

o impermeable al avance científico, social, político impuesto desde la civilización<br />

europea u occidental. La tesis fuerte que aquí podemos exponer, a modo de coda<br />

final, circularía entre el estancamiento de las soluciones políticas de los países<br />

árabes (en mayor o menor medida según de qué país se trate) y la primacía<br />

histórica, de pensamiento y de lengua occidental impregnando aspectos relevantes<br />

de la cultura musulmana y árabe. No de otro modo se pueden comprender las<br />

expectativas a las revueltas árabes sin una perspectiva europea y occidental.<br />

En otras palabras, la relación entre la dos civilizaciones nos parece, en la<br />

actualidad, no tanto como conflictiva a corto plazo sino revolucionaria y<br />

condicionada a la estabilidad sólo con la participación occidental, con lo que ello<br />

lleva consigo, la desestabilización del orden del pensamiento y acción política<br />

árabes. Pero acaso también el nuestro, el “occidental y cristiano” y su<br />

postdemocracia.<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

Arab Revolution versus Western Democracy?<br />

About riots in Arab world<br />

Mariano Arias<br />

Writer & Doctor of Philosophy<br />

Introduction<br />

Disturbances in North Africa, Syria, Yemen or Bahrain, the war in Libya,<br />

happen under the request of a disillusioned generation, with no horizon of job. It<br />

is an underdeveloped population who is being immersed in “linguistic” computer<br />

phase and in the permeability of technological and scientific progress of the West<br />

in the context of Muslim society with dictatorial and autocratic political regimes.<br />

They have been involved in a fight of wide sectors of civil society against<br />

autocratic governments installed in power for decades while the population were<br />

suffering and supporting the swinging of economic crisis. Political<br />

authoritarianism, absence of civil rights, the lack of parties and representative<br />

trade unions...in short, the minimum conditions that any western government<br />

maintains, complete the frame of the disturbances. With different versions and<br />

situations, as per of political implementation, economic resources and social<br />

instability degree (unemployment, poverty), the conflict (confrontation) between<br />

society and state in East regions seems to have started a path of no return and<br />

with vague implications (consequences).<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 278


Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

The present study is just a reflection about the differences, insurmountable<br />

in many cases, between two cultural worlds whose “institutions” differ even<br />

dialectically. Symbolic institutions as monotheistic religion, symbolic institution<br />

“of the body” or “symbolic institutions of the tongue”, which is not merely a<br />

semiotic system, etc…we place them in this collection of differences. That is why<br />

the symbolic institutions that concern to the policy can be essentially disparate,<br />

although “formally” could resemble or run as desirable, and usually we refer to<br />

the terms we will use: democracy, human rights, etc…<br />

Because of that reasons, mainly, it is so complicate to analyze critically the<br />

established conflict in that societies without taking into account, ideological,<br />

religious and economic factors that underlie historically also in the different<br />

regions or states as in Western thought, since the seventh century until European<br />

colonization and the subsequent legacy of economic dependence, but also the<br />

affected institutions in their relationship with the Arab countries themselves. The<br />

impact of these ideologies, political subversion and affections, wars of conquest<br />

and philosophical Arab paradigms left to the history as poisoned legacy from the<br />

decolonization process.<br />

But also in that state of historical volatility, legacy has emerged (sometime<br />

infected) of mythologies, stories, ceremonies, images, with colonialist, imperialist<br />

and religious justifications etc…which have come to constitute the body of<br />

thoughts from different critical studies when it is necessary to analyze, argue and<br />

act.<br />

Does this mean that recent disturbances born, supposedly, from a western<br />

wedge, inserted in Islamism cave, radical Islam? Is possible to fall into these<br />

points of the ethnocentric or multicultural dialectic, even if the uncertainty of the<br />

process of “liberation” could be firm and the instability of the region and the<br />

Arabic countries do not have a consumption date.<br />

Occidentalism has been called into question over the last century and also<br />

orientalism has also caused no little controversy. However, we should review all<br />

the concepts. This is the aim of this article, elaborated along the lines of the rapid<br />

developments of the immediate present. And not forgetting mythological burden<br />

(load) of Arabic world, in their relationship with the west (and vice versa) to<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 279


Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

establish a criteria where the riots are free of false o tendentious proclamations<br />

that are involved sometimes in ethnocentric or relativism positions.<br />

Such Occidentalism face up against to the space where it reaches the<br />

process of person and Arabic Muslim citizen: the Ummah makes sense, as we will<br />

see in the right moment, to the constitution of human being in Islam. That<br />

“other” Arabic could not be only just the mirror where is reflected the ideological<br />

"Judeo Christian” space, where we have been living as westerns. Moreover, the<br />

uniqueness of such a confrontation reveals the European thoughtless about the<br />

terms in the present Arabic conflict: institutionalization of democracy as<br />

“fundamentalist ideology”, the uniqueness of the state, the concepts of science,<br />

technique and politics, etc.<br />

The enumeration of these confronted concepts, as well as the absence of<br />

criticism from both the Eastern Arab world and the West are the axis around<br />

revolves the future of the conflict in the Arab world. Perhaps the “confluence” of<br />

normal events like the one which correspond to the ethical or moral issue,<br />

poverty (misery) or state tyranny left on the limit of this confluence. However,<br />

Western concepts seem to be enough to measure and interpret the Arabic reality.<br />

Problems of interpretation<br />

The difficulty (and diversity of arguments and theories discharged from the<br />

west and the Arabic world) to find solutions to a latent and entrenched conflict,<br />

as we suggested above, perhaps, it is, not because we have not the right<br />

intellectual tools to established criteria but because history of the Arabic countries<br />

is so embedded in western history as the concepts used in the relations of<br />

abstraction and analysis. Such issues demand an ideological, political and<br />

economic abstraction criteria to assimilate the facts in these first months of 2011,<br />

and even to get conclusions before a process of transition towards non autocratic<br />

regimes (from the Western point of view).<br />

As it has been established at Said’s critique, under the term “Orientalism”,<br />

it keeps in the West until presenting, a controversial vision of Arabic world,<br />

colonizing and inflexible, unyielding and vice versa. The view from the Arabic<br />

world from Europe and West tip up from the cultural disadvantage, scientific and<br />

mute progress until technological, researcher and intelectual dependence which<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

has become, in words of different Maghreb’s thinkers in a “schizophrenic” vision<br />

about themselves, in an impotence for building an identity.<br />

In a lot of articles, studies and reviews of different complexion from the<br />

disturbances in Tunisian still are keeping this pattern of thought. It is possible to<br />

put forward a comprehensive state of affairs, although is established a repertoire<br />

of approaches that would achieve certain criteria and conclusions capable of<br />

allowing a trial.<br />

1. Western ethnocentric vision occupies several of the reflections in<br />

progress: the Muslin religious and ideological roots are being questioned by<br />

columnists and editorial betting for a democratic drift (of which we must exclude<br />

Herrero de Miñón article “The quality of the waves”. Sometimes it has focused<br />

analysis with a supposed breaking of Arab civil society and its approachment to<br />

European political and ideological principles –in short, democratic. Alan Badiou,<br />

from an extreme radicalism set out the universality of “communism in<br />

motion” (sic) as a result of disturbances and a design for a revolutionary future,<br />

perhaps throwing an uncomfortable but ineffable question: is Islam compatible<br />

with western world? This fact bring it up a enormous puzzles and problems that<br />

are not considered, as raised by this revolutionary universalism in the name of<br />

humanity, which we can say seriously, it does not exist. Sectors of the left in<br />

Spain keep similar devolutionary scheme speaking of peace and war as absolute<br />

terms, substantializes, at least questionable given under the urgency of an<br />

immediate peace to the conflict. Without falling into the Manichaeism, Robert<br />

Fisk’s position serves an example of the kind of vision. In our view distorted by<br />

ignoring that ethnocentrism is not a value judgment but a fact: it can not be<br />

possible to advocate in the Arab countries a change without having in mind an<br />

undeniable fact in the ideological economic, religious, and cultural distance,<br />

Muslim or Islamic.<br />

2. Other positions contrast with Fisk’s ones. Without taking into account<br />

interculturalists positions of Bernard Lewis or Fuad Ajami (the first one,<br />

ideologue of military invasion in Iraq) we should consider the cultural breakage<br />

as the touchstone we need to resolve. Therefore it is difficult not to ponder<br />

Bernard Lewis’s analysis, if we contrast the objective difficulty of Islam<br />

renovation in its state religious structure. Neither the topics that European<br />

publishers refer, seems to carry out the requirement of objective argumentation<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

before the big (fracture, split) established between two cultures, as well as the<br />

confirmation of the Arabic political inequality, the absence of a stable political<br />

representation for the Arabs and the violent representation of Muslim<br />

dictatorships, in that of political and economic interests are not homogeneous, as<br />

it is not the society, whose rebel against dictatorship ruling: Tunisia, Libya,<br />

Egypt, Syria, Jordan, Bahrain, etc. If it is possible to find a common (general)<br />

reason, it is also logical and necessary to point out that the disturbances are not<br />

spontaneous but massive, autonomous, and where a large sector of the<br />

population, mostly young, without a clear intellectual and political awareness,<br />

have reached a higher degrees of rebellion and protest against the bloody and<br />

dictatorial oppression of autocrats. That individual consciousness, in some cases<br />

collectively, may be conducted or promoted by a group or political party, not<br />

exclude that in the Arab political landscape, claim rights may have a reflection in<br />

the political and trade union organizations. It is possible to find the obvious<br />

danger that Islamist groups may be erected in forces able to impose their<br />

theocratic principles. The history of the Arab countries since decolonization in the<br />

sixties and seventies allow us to think of such an output. Joseph M. Cachia on<br />

“Whither Now Egypt” (Palestinnechronicle.com, April 26, 2011) express the<br />

concern of fate in the Egyptian revolt to the pressure of American power, fearful<br />

of the “independence” of the people, from “secular nationalism” or a drift that<br />

leads to an intransigent Iran. Is the installation of a real democracy can break ties<br />

with the West so concerned?<br />

3. Intellectual and active division from a so called left have not been able<br />

to interpret in a fair extend the disturbances. We could ascribe this kind of left<br />

positions to a politic vision, with the entire thing the concept involve: ideology,<br />

ideological commitment, etc. Neither Il Manifesto group (divided) in Italy,<br />

Giuliana Sgrena specially, neither the European nor Latin American left have<br />

found a point of agreement in the analysis of revolutionary Arab phenomenon.<br />

Perhaps the anti capitalist radical left or anarchist has responded (react) in a more<br />

homogeneous way, although without the enough strength and keeping the<br />

principle of imperialist criticism, without exceed the political Manichaeism.<br />

Mario Sei’s analysis (“Mirar desde la izquierda las revueltas árabes”, Rebelión,<br />

18-III-2011) rightly puts in context this division inside the left about the<br />

imposition of neoliberalism. Znet has published the Interview to Gilbert Achcar<br />

(20 th march 2011), one of the representatives best known on the left, who<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

maintain a position akin tot he resolution nº 1973 from United Nations but still<br />

remains critical with the results over the civil population and defends the position<br />

of support tot he “rebels” because it means the “ Libyan democratic revolt”.<br />

4. Other positions seem to lean to an ethnocentrism gaping towards a<br />

cultural harmonious, or trying to be more precise, an ethical universalism. It is<br />

now time to analyze the fracture and the Arab revolt as a territorial,<br />

geographical, cultural, religious and political space, considering the ethic option<br />

of the individual, who is universal, as the acceptable position to get a solution tot<br />

he conflict. It is the UN position. It is the position of the UN, with glimpses of a<br />

pure enlightened thought can be found in European intellectual circles centered at<br />

the bottom of controversy between moderates, radicals and harmonic<br />

(universities, forums, lobbying, Arabic-Spanish Foundations, etc. .) Again the<br />

position of Gema Martin Munoz (webislam February 2011) moves away from<br />

the kind of analysis more accurate and constructive East-West relations: its<br />

position harmonist tries to ignore the difference between the two major<br />

monotheistic religions without considering religious differences between<br />

Christianity and Muslims, and without noticing the huge gap between the two<br />

gods (Allah and the Holy Trinity) as well as religious overlap at all forced, it must<br />

be said, in the United Muslims (believers and disbelievers, etc.). And although<br />

such disdain religious significance in the backdrop of the riots. Luz Gomez Garcia<br />

("Seven Keys to the Arab awakening", El País, April 15, 2011) is in orbit jubilant<br />

awakening of the Arab world at last stands against the democratic European<br />

power "embedded in a depauperante and neoliberalism growing democratic<br />

deficit "exercising their uprising against autocracy the" demands of pluralism and<br />

freedom. " Harmonic analysis supported the importance of increased rate of<br />

Muslims in Europe, which does not hide weak analysis of the complex<br />

background of the riots. Kristina Kausch ("Myths of the revolution and scenarios<br />

in the Middle East", Foreign Policy, No. 140, 2011) researcher at the Foundation<br />

for International Relations and Foreign Dialogue examines the causes and<br />

dangers of the Arab uprising. Unlike Gomez Garcia notes the danger of a final<br />

settlement of their claims: "Given the institutional weaknesses in all Arab<br />

countries, none of them will be trained following a popular revolution to replace<br />

the unit immediately the old regime. Agreements between different social groups<br />

will be essential to advance the transition peacefully and constructively. This<br />

situation carries the risk that once diminished international attention after the<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

Revolution, the old guard to regain its power through the back door. "<br />

Federico Mayor Zaragoza in “No son balas lo que necesitan (http://<br />

federicomayor.blogspot.com), although with other different argument than the<br />

islamophobic ingenuity of Gomez Garcia, but with the same reference mirror,<br />

leads to term an analyse with the ideological background of an ethical humanism,<br />

betting for a peaceful intervention, understanding the root of the problem as a<br />

result of the disunity of European countries and the eagerness for arms spending.<br />

In short, he says. “What the west needs now is a very quick review of military<br />

arsenal, most of them crowded from military artefacts from past wars; the<br />

ultimate destruction of nuclear warheads, the rapid growth of sustainable energy<br />

sources to moderate consumption and the power of oil; a strong UN ready to<br />

take part quickly in unacceptable eases of violence and extremism; global co<br />

ordinations of all technological and personal resources to deal with natural<br />

disaster or caused by men”. Perhaps these words may be accepted by a broad<br />

range of ideological positions, but the problems are not in this type of abstract<br />

request or analysis.<br />

In this order of questions is where another view, no stranger to the<br />

position discussed above appears (and not just theoretical but practical) of how to<br />

resolve the mismatch between East and West: we mean to the word<br />

“dialogue” (magic for some people). To this vision referred the Spanish Arabism<br />

Serafin Fanjul (“El integrismo islámico. Las formas actuales.” La ilustración<br />

liberal, nº <strong>23</strong>, abril 2005) critically, appealing to a facts hard to argue: “In the<br />

last years, inside and outside Spain, it has become fashion a magic world:<br />

“dialogue”. All in Europe join this word because, otherwise, out of doors, they<br />

are condemning themselves morally. But in Islamic fundamentalist circles –apart<br />

from mere concessions to west press, persuaded by the kindness of their cause,<br />

they do not have to hide and refuse the dialogue between cultures and religions,<br />

because that would be neglecting the incompatibility between western though and<br />

Islamic spirit. The possibilities of a real dialogue between East and West are<br />

minimal and the Muslim fundamentalists have no problem declaring in pamphlets<br />

wide disseminated: “A dialogue whose aims is the approachment between Islam,<br />

Christianity and Judaism can only be achieve at the expenses of Islam, because it<br />

is the only fair religion, while the others is false. The approach would mean to<br />

r e n o u n c e t o t h i s r e q u i r e m e n t . W h i c h w o u l d e n t a i l t h e<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

greatest harm to Islam'(quoted by Tibi). "<br />

Logical-sociological questions<br />

The difficulty, expressed as we have seen in contradictory, confuses, if it<br />

arises from the request of abstraction, a logical way to be outside from subjective<br />

conditions, western models an ideological paradigms.<br />

We suggest, in line with these arguments, some points that will allow<br />

establishing a way for an appropriate analyses and a vision as much objective as<br />

possible.<br />

a) It is possible to draw from Islamic Arabic riots a non Islamic<br />

identity, an idea (not an ideology) distinguished of the intrinsic equation of<br />

religion-state? A difference between the Islamic moderate model and a<br />

democratic govern? Moreover, does Islamism question the integrity of<br />

Muslim Quranic doctrine of Muslim Ummah? It is possible to talk about a<br />

state where the imposed order is structured, depending the regions, in a<br />

tribal regime without hiding (disguising) a dictatorial or absolutist rule<br />

(reign)?<br />

The question raised as follow is subtle and not exempt of dangerous<br />

simplifications. The underlying concepts in the questions above (in the previous<br />

concepts) are manifested as the same time in the concepts that west has defined<br />

and established over a long history: freedom, democracy, secularism, religion,<br />

participation, revolution. Even like that, his strength of spirit should not be view<br />

exclusively from a western point of view (from European vision). In the West, the<br />

representative democratic institutions are established (with different inequality<br />

parameters between them) from centuries and had emerged from wars,<br />

nationalism and from the enlightened revolution that started the fortitude<br />

between church and state and established the primacy of reason as a source of<br />

inspiration of individual and society. One idea, democracy with reaches the<br />

definition given by Aristotle (Politica 1317a), to its essence or definition, when it<br />

point out various modes (ways): “There are two reasons for democracies are<br />

more; in first ...that people are different (one in an agricultural village, other a<br />

craftsman village, or labourers one, and if the first is added to the second, or the<br />

third to the other two, the democracy is different because it make it better or<br />

worst, but because stop being the same”.<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

The translation to the Arab world to this block of ideas and concepts can’t<br />

stop observing how they are interpreted, but practiced, in the same implosion in<br />

the Maghreb revolts and the rest of Arabic countries. As we can also forget, the<br />

very reflexivity way to certain western concepts and ideas, attached to a growing<br />

substantiality mythology. We agree that democracy it is not an absolute concept,<br />

a fixed idea, and unambiguous, decipherable by itself (as we have emphasized in<br />

the case of Aristotle). We could say that it is an idea fixed to different variables<br />

even in the western states. It is not possible, in our view, to speak about a perfect<br />

democracy (as a standard template) without falling into a neither democratic<br />

fundamentalism nor freedom; in Maghreb, Syria, Egypt uprisings, where this<br />

product-ideas has been present along the colonization process, Arabic nationalist<br />

and socialist positions at the end of real independence of Arabic countries.<br />

Therefore, what is the idea of democracy, even freedom, a constant in the<br />

uprising of the North African countries? What is the democracy that from Europe<br />

is postulated to assume the Arab state? We rush to point out that no Arabic<br />

country, none, can be considered as a democratic regime and free country, at least<br />

from western ideological parameters. And the idea of democracy, declared in<br />

Tunisian, Syrian, Libyan and Egyptian uprising (revolts), has the western original<br />

reference, with a highly ideological confusion and with different points of view<br />

exercised even by those who hold ideological fundamentalist democratic<br />

positions.<br />

b) Discussions of previous concepts, concern indeed to the central key of<br />

Arabic society, the internal problems of its unique tribal structure, diverse,<br />

different between Arabic people. A democracy that without reaching the western<br />

pessimism shows the weak of both, Arab states and civil society: the combination<br />

of fundamentalist class interest, Islamists, with factual power from external and<br />

internal market; a foreign policy that until the moment has not been put on trial<br />

the position. The position of an education based en Quran principles; and finally,<br />

the internal pressure between features (in this case parties), separable between<br />

reformist or moderate Islam and a fundamentalism Islam as the Muslim<br />

Brotherhood, similar to Hezbollah or Hamas. Without putting aside the army, as<br />

a guarantor power of the state institution, te islamist belief and its claims, suggest<br />

that, in our point of view, the dificulties of arabic society or the tribal in Lybia to<br />

assume that idea of western democracy. The segregation by sexs, the inferior<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

position of women rights in the family and social status, the same teocratic<br />

conception, the religious authority of the iman and, ultimately, the clash between<br />

Islamic law and the western moral and ethic. Participation of islamist in arabic<br />

society is sufficiently established, implemented and unquestioned as a social force<br />

(20% of the votes in rigged elections) allow us to put on hold the intend<br />

democratic desire of the egiptian people, for example, expressed during the days<br />

of occupation of the Tahrik square in Cairo.<br />

c) Why we should consider then that a harmonious vision eludes the<br />

objective of Arabic world? Not because of ideological questions, socialist<br />

or popular or because of political prejudice or question that may affect to<br />

the cultural and economic relations between west and east. Maybe because<br />

the cultural relativism and the ethnocentrism have been built in an<br />

ideological or sociological nebula to stamp the disagreement between two<br />

societies, but because the unequal character (temperament), internally<br />

faced between two civilizations from the historical construction process of<br />

both societies, has imposed two opposing conflicts in life, consciousness,<br />

worldwide, religious and civil faced since the beginning and under different<br />

formats, consolidated.... involution or evolution in the different countries,<br />

from birth.<br />

The questions cannot be raised, in our view, in exclusively terms. Islam<br />

creates the individual, built his individual ethos, personal (although not<br />

exclusively) as a “structuring agent” (if we follow thinkers as Abderrahmán<br />

Mohamed Maanán o the Tunisian Moncef Chelli). The borderline between<br />

fundamentalism Islam and other called “moderate”, can not hide the base of that<br />

ethos, as it is expressed by Mohamed Maanán (“El Islam ante el future”,<br />

www.identidadandaluza.wordpress.com, 4 de febrero de 2011) that says, inspired<br />

in Chelli: “Islam shapes relation with the environment and with oneself, further<br />

away from optional (…). Islam is the reign of Muslims, the place where the<br />

Muslim can be free and creative, and out of it; he lost completely the sense of<br />

himself”. Islam will no longer be the builder of that territory as individual or<br />

people, but as undeniable place and just to extend that it forms the language itself<br />

for the Muslim, without option because the own option have kept (left out) from<br />

all the ideological western content.<br />

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In independent Algeria, Ben Bella defined in the Islamic Council<br />

Conference de 1985, the main principles that supported the spirit what reason<br />

both the fight for independence from France as well as consolidating the<br />

established regime: Islam is the one which regulates, encourages and motivates<br />

such impulse, the one that bring together the power of truth which regulates la<br />

ethic and moral conduct. It was expressed like that: “In this fertile land, sink the<br />

anchors our deep motivations, our latencies. It is our sanctuary. When we must<br />

realize a capital gesture, a supreme effort, when the wall of our certainties fall<br />

into pieces and the knock rain down on us and our deepest being is threatened,<br />

then we turns to that sanctuary in which we search refuge and encouragement to<br />

continue with strength our combat.<br />

Critical questions<br />

From our point of view, the parts from which are built the new<br />

revolutionary order in the Arab countries, concerning to a various areas that<br />

affect the different layers of the structure of society.<br />

1) Religious order: Islamic monotheism is separable from Christian<br />

monotheism. Although its origin is referred to the Semitic religious world, it has a<br />

It has a substantial component from Greek-Aristotelic philosophy, whose<br />

difference is equal from Judaism and Christianity of Hellenistic root. The ethical<br />

and moral component will be at the beginning over the established political order,<br />

the tribal grouping and the expansion of truth revealed to Muhammed as it is<br />

arranged in Quran (the two originated medieval branches, Sunni and Shia are<br />

differentiated more by its origins that because of its dependence to the purposes<br />

and objectives described by Islamic orthodoxy. A study made by the writer Tahar<br />

ben Jelloun, Islam explained to childrens (2002) is created with the intention of<br />

making available the thinking of the Quran (and Sharia by extension) and update<br />

the legacy of Muhammed. Ben Jelloun, francophone born in Fez, Morocco, has<br />

got a different vision to the relations between East-West. However, the reference<br />

book keeps that religious principle that, in our opinion, hides one of the variables<br />

of the imbalance Muslim islamic-politic: the religious sense keeps intact even if<br />

the effort of renewing from the author try to dissolve (update, evolve in their<br />

words) the root itself of Quranic religion. Perhaps this solution is impossible<br />

without destroying the very meaning of the religion.<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

Several factors have contributed to this order, also political as religious<br />

(and a paradigmatic example could be the position of Ben Bells). The strength of<br />

Muslim religion has been built under ethic and politic pressure from holy book<br />

Qumran (compendium of behaviour and moral), Sharia (laws in Arabic space)<br />

and the Ummah with Sunna, which is the future for a people which evolution it is<br />

historically defined in economic and politic substratum’s of difficult retreat<br />

between the Arabic countries as well as with the relations between them and<br />

west. Ummah is currently pervaded (imbued) with the disparity of Arabic<br />

positions and identity crises. The holy book of Qumran, the letter-spelling and<br />

writing, its aniconic, underlie intellectual and religiously in the believer individual<br />

with a strength bigger than the belief in Bible: until the present as holy book, it<br />

becomes an obstacle in the prevalence of logos and has prevent to established the<br />

domain of reason and secularism to get (reach) a phase that we could call<br />

Illustrated or Arabic Renaissance. This framework of “identity- is trying to keep<br />

out of any other reprocess in which citizens or individuals, or even tribal regimes<br />

(systems) fight or struggle against the corrupt governments in the name of<br />

freedom. For other point of view or perspective, it can be interpreted as<br />

institutional weakness, which all the Arabic countries are forced.<br />

Item. Quram is a compendium or summary historically closed, whose<br />

hermeneutics, beside Sunna, hold back all the possible adjustment to the rest of<br />

social, political and cultural components to which is subjected to greater or lesser<br />

extend (degree), a civilization. We have seen it before (previously) with the<br />

analysis of Tahar ben Jelloun’s study. Even appealing to the myth of three<br />

cultures, in coexistence (coexisting) in Medieval Spain and to the religious<br />

freedom, Qumran resist (hold out against) an analysis about its current rationalist<br />

validity (relevance) (and not only because the resistance of the Islamic legislation<br />

to the democracy concept); in other hand, to our point of view, it is an obstacle to<br />

the democratic progress. Even ones own language (spoken and written) it is<br />

submitted to the influence of productive and philosophical stagnation as well as<br />

the regulation, expansion, training and discussion in the area of the critical<br />

thinking, but not in other areas (as it well known in the poetical-literally order<br />

has been very productive in the East history). The controversies of recent years<br />

about the Greek influence on Arab thought in the High Middle Age, consider<br />

exactly the consequences to the previous assertion, as well as the appropriate<br />

identity of the Muslim sphere unaware, in its root, to the European thought (we<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

can remember here that the doctrine book from Aristotle’s were no translated to<br />

the Arabic language because of its conflict with Quran. Sylvain Guggenheim’s<br />

thesis can reinforce what have been said until now (Aristotle and the Islam, 2008,<br />

p.74) and proof the established state of things until present: “When we talk about<br />

“Arabic Muslim cultures in VII to X centuries, we make an anachronism –or to<br />

resort to a trick- because in that moment, that culture no sooner were Muslim<br />

and there were Arabic just in a indirect way. Actually, it was greatly Christian<br />

and syriaca. Perhaps because they cannot assimilate the different variables that in<br />

the course of history, built the conception of Arabic world, the controversy<br />

between the Western-Greek thought and the reflexive Arabic world have<br />

established (marked) the rational distance which divides them. Gouguenheim<br />

would express it in these terms: “The two civilizations, ancient Greek and<br />

classical Islam, did not mix between them…In short, in Middle Ages, Islam was<br />

not Hellenized, in the same way that West was not Islamized” (op. cit., p. 147).<br />

The demystification came to establish this assertion: "For over three centuries<br />

between the VII and X, therefore, the 'Arab-Islamic science' of Dar al-Islam was<br />

actually a science Greek for its content and inspiration, and Syriac, then Arabic,<br />

because of their language. The conclusion is clear: the Muslim East it owns a<br />

great debt with Christian East. And it is this debt that we often overlook, both in<br />

the Muslim world and the western "(p. 90).<br />

2) The cultural, linguistic and scriptural order isolates two<br />

civilizations: Allah it is not the Catholic God; Arabic language is not the<br />

western romance (nor Latin or Greek). The curb to the innovation, to the<br />

critic rationalism, to the powder of word and dialectics was cut off from<br />

the madrasas regulation, when it was imposed the religious orthodoxy at<br />

various stages of Middle Ages and the freely intellectual regulation was<br />

prevented. The issue was serious because we have to emphasize the efforts<br />

from Muslim intellectuals, particularly in French, British and American<br />

universities because they perceived /sensed in Quran and Islamic law the<br />

main sources to resolve the conflict between reason (ijtihad) and the<br />

doctrinal principles of Islam. The desire to return to the medieval Arabic<br />

“reason” whose prevail the mathematic and philosophic progress, as they<br />

said, it is considered as the storyline to guide the current rational renewal<br />

to the scientific principles of the Islam thought has been subsumed.<br />

Difficult task when Quran and Islamic law are closed corpus in which<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

adaptation or reinterpretation to new times require an intellectual effort<br />

whose only way out, in our view, is to dissolve the Islam and outshine<br />

Quran to what this entails: to recognize the moral and scientific doctrine<br />

detached/getting rid from historical norms and Historical Islamists<br />

conceptions as outdated in front of the mirror of technological, political<br />

and ideological Western advance, which is found as a reference. In other<br />

words, go beyond the letter of the texts to find the spirit of it and<br />

overcome it, but it is extremely complex and difficult to take on (assume)<br />

by the Ummah and Arab society. An example of this desire we can find it<br />

in the provoking article by Fatima Agha Al-Hayani, “Islam and Science.<br />

Contradiction or Corcondance”, published in Chicago Zygon (vol. 40, N.<br />

3, September 2005). Fatima defends critical spirit, for this ijtihad which is<br />

calling for a role of both the imam and intellectuals to serve the renewal of<br />

humanity.<br />

Even so, and underlying the previous arguments that describe this situation<br />

well, we can note some information. Regarding to the intellectual speculation<br />

tool, we can refer some relevant characteristic: the language and the development<br />

of alphabetic writing, although its Semitic and Nabatean origin have been<br />

differentiated from the Phoenician and Greek alphabet (availed in our doctoral<br />

thesis “The Sacred Scrib. Anthropology materialism is the origin of writing”,<br />

2009). A series of current information, result of the linguistic historical root<br />

mentioned, allow us to clarify the seriousness of the facts to which we refer. In<br />

1996 were published nearly 2000 books, representing 0.8% of the global<br />

publishing industry. However, Arabic language is the mother tongue of more<br />

than 300 million people. We report the analysis made by Fathi Khalil al-Biss, vice<br />

president of Arab Publisher Union, who make in the AHDR 2003: “The Arabic<br />

books publishing is in crises. It decreases the number of new publications and<br />

also the copies, reaching in some cases a few hundred readers. The big publishing<br />

companies have stopped publishing serious scientific and cultural books with<br />

quality that can contribute for the advancement of knowledge and its<br />

dissemination.<br />

3) Productive development in Arabic countries is 10% of all West Europe.<br />

The poverty rate is shooting up. The cultural development is getting the minimum<br />

limits assimilated from West. As a result of the two preceding epigraphs, the<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

economic and social development has prevented to place Arabic societies in a<br />

higher level from European Middle Age until XXI century. According to the<br />

recent studies, demographic rate in conflict Arabic areas will shoot up in the next<br />

two decades. To this data we must add the rise of the prices of sugar, cereals,<br />

seeds; the falling output in Easter Europe, as it is the case of Russia, which has<br />

affected in the countries of North Africa. These facts together with the sharp rise<br />

of duties, are affecting specially to the third world countries and Africa<br />

particularly. Such a verifiable fact remains largely as an aggravating to establish a<br />

gradual policy of coexistence in the Mediterranean geography.<br />

Such a situation must not ignore the decadence of economic and politic<br />

power of European countries in the rest of the world. European organizations<br />

choose a future, where the decision centre will suffer a Code-switching in the<br />

domain centres. Such interpretations rest on the central question of the balance of<br />

civilizations, more specifically, western or European and the Arabic, that will<br />

suffer the decline remembering us, with all the corrections and appropriate<br />

precautions, the studies of Sprengler, Barzum or Toynbee, in his analyses about<br />

the western decadence.<br />

Therefore, the possible power or universal organization will be difficulty<br />

assumed by the fragmented Europe, as we noted above, and less possible the UN,<br />

as a corps called Europe which is a “biocenosis” of states with different interest.<br />

In the other side of Mediterranean, the Arabic countries develop into a cyst of<br />

centuries of struggle and economic and politic backwardness (without expressing<br />

any kind of ethnocentrism or relativism) complicating more the future, especially<br />

when such a information is intensify in the immigration to European countries,<br />

triggering the multiculturalism heat, with the danger of political ideologues and<br />

demagogues can assume a difficult integration, difficult to solve in its root<br />

4) Western technological progress has affected to the Arabic countries as a<br />

mask and means to establish a wedge between the aspirations of dignity and a<br />

way of leaving poverty in Arabic world. The ideas of democracy, equality and<br />

reason, are suitable of west since the Enlightenment (placing the revolutionary act<br />

in a particular historical moment). Must be accommodated in Arabic world and<br />

be contrasted with Quran principles to be able to build an operatic functional<br />

model. The risk of that bet is very obvious. It is very risky historically and<br />

philosophically to admit the idea of democracy as absolute, close and defined.<br />

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The inclusion of this confusing, chaotic, uneven and ambiguous idea (no matter<br />

how it remains in some of its components: free choice of political parties, taking<br />

on the power by election, dissolution of the authoritarian monarchy) in the<br />

Arabic societies must be reconstructed (rebuilt) in full view of three first sections<br />

or paragraphs. No few writers who have not yet discussed the idea of democracy,<br />

unravelling mythology. Lebanese writer, Amin Maalouf says (Efe, Ecodiario,<br />

02/10/2009). “Human rights must be equals. There are no territories (areas) that<br />

deserve democracy and others do not deserve” (...) [there is no] “impervious to<br />

democratic regimes”. He underlines the sentence, declaring that “democracy itself<br />

is exported. It is an important export product. There is no need to export<br />

democracy by force, but with respect and dignity to another’s, and not with<br />

armies of occupation. Mohammed Amayra, from the Jordan daily Al Ray,<br />

expresses the distrust of the Arab countries and their governments establishing<br />

democratic institutions. “Society does not trust of Western Europe and United<br />

States, entities that have left a bad legacy after so many years of colonialism and<br />

military, economic and politic rules that still continue in Lebanon, Syria and<br />

Palestine. But the danger of Islamist lost of sense is found in the riots. Gustavo de<br />

Aristegui underscores this danger (Club Internacional de Prensa, Madrid (15 de<br />

abril de 2011): “None of the revolutions has been planned for them. But once it<br />

started the riots, they have played a role in the organization (...). The demands of<br />

complains has been to tell the world: I want to be Arab, Muslim, citizen, free and<br />

democrat. And none of this is incompatible (is not held)”. And this acknowledges<br />

that “Islamism as ideology it is compatible with capitalism, but the Quran itself<br />

consecrates private property”.<br />

In the framework of these positions, with regard within reach of riots and<br />

Islamist position, Gustavo Bueno (“La obsesión de la Yihad”, El Catoblepas, nº<br />

49-3-2006) warn us about the danger of Islamist: “¿Did the muslim jihadists, if<br />

remains so, could they stop fighting, even if they did not reach the social welfare<br />

state, integrating in the global society, in peaceful coexistence with other religions<br />

and cultures? Does it make sense even the term “democratic Islam”, to the way of<br />

parliamentary democracies of western capitalism, if Islam keep (maintains) its<br />

dogmatic principles of Quran, or almost dogmatic (quasi dogmatic) from Sharia,<br />

that is, it they remain true to themselves?” To add below: “Islamism, if remains<br />

true to itself, it is insoluble in holy water of Christianity, whom they have<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

considered blasphemer and precisely because of its fundamental dogma:<br />

incarnation and Corpus Christi dome”.<br />

June 2010 polls, develop by Pew Research Centre (even the so called<br />

“Wikileaks Papers” about the Egyptian situation and the democracy, and as far<br />

as the insubstantial democratic consciousness of the Arabic countries is<br />

concerned) are eloquent: near to the 90% of Egyptian Muslims are in favour of<br />

Sharia application, stoning or death penalty by religious conversion. In the rest of<br />

the countries, with their particular characteristics, the strength of Islamism or the<br />

moderate Muslims with no western democratic experience, are moving between<br />

non union trade organizations or minority leftist forces (the Patriotic and<br />

Democratic Labour Party in Tunisia and the Socialist Renewal Current in Egypt.<br />

Slavoj Zizek in The Guardian (1 February 2011) is an example of this vibrant<br />

discussion about the importance of fundamentalism in the riots. For Žižek, the<br />

hypocrisy (double-dealing) of western liberals has not the same yardstick about<br />

the support for democracies en Arabic countries. However, the importance of<br />

Žižek's argument is vested in not questioning the importance and strength of<br />

Islamic fundamentalism in the riots. That is the extreme that seems to cloud<br />

western and Arabic intellectuals.<br />

Final Coda<br />

It is precisely in this dialectic between East and West, and in the own<br />

contradictions of European governs (France, England and Germany) where it is<br />

possible to emphasize the different options, interpreting or decisions made by the<br />

intellectual elites, states and organizations, as well as political parties (where they<br />

have a stable presence). Since the “clash of civilizations”, proposed by Samuel P.<br />

Huntington to the “alliance of civilizations” conceived by the Socialist<br />

Government of Spain and undersigned by various European and American<br />

governments, in still evidence of what has been called “real politik” and the<br />

volatile confluence of the second option with the unavoidable globalization and<br />

economic interdependence of the first and third world countries. The European<br />

states and United Nations particularly make up a vast territory unaware of<br />

political unit, and the decisions making before the rebellions of the people against<br />

the dictators. The decision of United Nations for military interventions in the<br />

Libyan military conflict, are room of different opinions, but especially still over<br />

fly the exerted idea of “clash of civilizations” even though this idea can be<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

considered from an ethnocentric point of view. However, we should remember<br />

that, in view of the received critics by United Nations by the “lack of reflexes”,<br />

disunity, “operational failure”, etc, de facto, United Nations is a group of states<br />

with different interests between them and regarding Arabic states, even if they<br />

prevail in the two regulatory principles: the respect for human rights and military<br />

intervention in extreme cases of genocide on population. Taking a decision in<br />

view of the serious events, should not cause confusion, unless if it does not<br />

understand properly the origin and function of United Nations and we could<br />

think in a metaphysical capacity of joint decision. If we apply the pragmatic<br />

criteria of “real politik” and not the belief of a nebula or sky ideas, there is no<br />

middle terms, or considering naively the United Nations action (under Order No.<br />

1973) of neither “weakness” nor possible establishment of a “protectorate” as it<br />

is proposed by a sector of the Spanish Left. A more balanced analysis would bear<br />

in mind the evidence of a western ethnocentrism (represented by Human Rights<br />

Letter and a capitalist system de facto) of a democracy (perhaps exerting<br />

democratic fundamentalism we have referred), a critic multiculturalism... and a<br />

genocide which is skiing from European institutions, firmness and unity, without<br />

prejudice of demanding a ideological criticism beyond an Arabic identity, still<br />

confusing and “schizophrenic”.<br />

We see no need to recall the historically events which have led the<br />

construction of Europe in relation with Arabic world, aside from all listed in<br />

previous sections. In his article “Arabic Society and Schizophrenia” Abd Al<br />

Khlaed Husein, Iraqi reformism, emphasize, in the points with other Tunisians,<br />

Moroccans and Algerians thinkers, the ideological, political and cultural grown<br />

apart, embedded in Arabic world. Briefly noted above, ideological and religious<br />

dissociation (underlie) are behind the destabilization of the Arabic peoples.<br />

Although at this point we should make some clarifications. Criticism to the<br />

Letter and Declarations of Human Rights is consolidated in western civilization,<br />

not in the historic cycle of Arab East, born from a military confrontation in<br />

Second World War and with an articulated of ethic and moral ascription rather<br />

than political or legal, which would be later or subsequent to the applications of<br />

the states (in its constitutional foundation, legal, etc.). Such a Declaration,<br />

without prejudice of its critical importance in contemporary world, is strongly<br />

provided criteria by the conditions that allowed its firm and the confrontation<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

(clash) of the consolidated powers in the late forties. If we can consider it as a<br />

closed policy, this would be like admitting, without rhetoric, the “end of the<br />

history”, bordering pure speculations (perhaps it is necessary to remember that<br />

neither Soviet Union, nor China or the satellite countries approved in that time;<br />

as Saudi Arabia was disagree with the concept of human equality between<br />

genders.<br />

Ben Jelloun underlines (“El Cultural”, en El Mundo, 6 de mayo de 2011)<br />

how “the last events show the desperation of our people”. Human rights have no<br />

price, but it seems the rest of the world was alien to our problems. Thanks to<br />

internet, nobody can say he does not know what is happening in the<br />

Mediterranean, nobody can look away with impunity”. The reflection of cultural<br />

and social differences what we can see in this work, is exposed in this type of<br />

analysis. It is not the West differences to the Arabic world which gives character<br />

(temperament) as the intrinsic difference and conflicting to the Arabic world<br />

towards the West. We refer to a schizophrenia that the own Arabic intellectual<br />

says, and the collision (crash) between European “Human Rights” and the<br />

statement of “Islam Human Rights” adopted in Cairo in 1990. Perhaps this<br />

dialectic, not only presented by Ben Jelloun, but for other intellectuals settled in<br />

Europe time ago. This has to do with the objective deformations of the<br />

intercultural and multicultural analysis and the religious and politic idiosyncrasies<br />

of the Arabic and Muslim thought.<br />

Of course, part of Western prosperity, its implementation as privileged<br />

model in the world has been sustained, settled, established and asserted in<br />

political and economic confrontation with the Arab countries (in different degrees<br />

and times) and not only in the Arab- Christian confrontation. That struggle, that<br />

domain is at the base of social and economic enjoyment established by the<br />

welfare state. The democratic system in the West assumes, with no hint to deliver<br />

an opinion of value but in fact the historical and institutional Arabic malaise.<br />

Without the Western democratic process has meant the promotion and<br />

maintenance of democratic Arab regimes.<br />

This issue, key to understanding the revolutions in the Easter Arab come<br />

shake off one’s unease whose resultsare the business of the sequence of cycles<br />

studied in 2005 by Henri E. Hale, changes in the regime of liberalization of the<br />

system and political repression for another cycle. The response of the riots affect<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

a process where we can weight up the depth of the changes, if these cycles,<br />

reductionist, remain, in our view, the dynamic of stability may gives a new line<br />

rupture. That is the challenge that now lives in Tunisia, Egypt, Libya, Syria,<br />

Yemen and with the absence (logic, as we have noted) of political organizations,<br />

parties or structured groups able to present an effective response to repression of<br />

dictatorships and autocracies.<br />

More precisely, overcome the group in fusion of the first riots to<br />

institutions that would consolidate organically the first manifestations organically<br />

and not to break the desired inertia is so difficult. Islam in its various forms is<br />

entrenched in companies whose majority is Sunni, in broad sectors of the civilian<br />

population. Excluding a minority of the middle classes, the rural population has<br />

no ideological consciousness beyond their poverty, enthusiasm for change and<br />

dictatorial suffering. To reach a new stadium from the bloody riots that started in<br />

February 2011 and we can not see an expiration date, the factional islamist<br />

struggle, fundamentalists and organized parties with different social base have a<br />

delicate challenge, long in time and also difficult to consummate. Challenge that<br />

maybe is related with the claimed Western social and political stability, whoch<br />

glance to the Arab world has a replica in a combination of democratic ideas<br />

difficult to implement in societies marked, as we have seen, by political and<br />

religios construction so entrenched historically.<br />

Perhaps it would be interesting, in reference to all the things we have said<br />

until the present, consider the historiography, cults and religion demystification in<br />

the relations Arabic-Western. Of course, the discussion is already open for<br />

decades, and in each historic phase appear again the legitimacy of Islam as an<br />

insurmountable society, permeable or impermeable to scientific, social and<br />

political advances imposed from European Western civilization. The strong thesis<br />

we present here, as a final coda, will be among the paralyses of political solutions<br />

in the Arabic countries (depending the country we are talking about) and the<br />

historical primacy of western thought and language, impregnating relevant<br />

aspects of the Muslim Arabic culture. Otherwise, no one can understand the<br />

expectation of the Arabic riots without a Western European Perspective.<br />

In other words, the relationship between the two civilizations seems to us<br />

today, not that much as conflicting in a short term, but revolutionary and<br />

conditioned (determined) to the stability only with the western participation,<br />

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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />

which this entail, the destabilization of the order of thought and Arabic political<br />

action. But perhaps also in our order, the Western and Christian, and its postdemocracy.<br />

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Eikasía. Revista de filosofía<br />

LIBROS<br />

38


La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

La filosofía y la identidad europea<br />

Edición al cuidado de<br />

Elena Nájera Pérez y Fernando Miguel Pérez Herranz<br />

Ed. Pre-Textos. Valencia, 2010, 383 páginas<br />

Por Antonio José López Cruces<br />

El presente volumen consta de<br />

veintidós comunicaciones de la treintena<br />

de trabajos presentados en el Encuentro<br />

Internacional “La filosofía y la identidad<br />

europea”, que, organizado por el Área de<br />

F i l o s o f í a d e l D e p a r t a m e n t o d e<br />

Humanidades Contemporáneas de la<br />

Universidad de Alicante y por el<br />

Departamento de Metafísica y Teoría del<br />

Conocimiento de la Universidad de<br />

Valencia, se celebró en 2008 en la<br />

u n i v e r s i d a d d e A l i c a n t e . L a s<br />

comunicaciones se distribuyen en tres<br />

partes: “Los caminos de Europa”, que<br />

gira en torno a la idea de Europa como concepto filosófico y de la filosofía como<br />

un producto de la historia europea; “Momentos europeos”, que se centra en la<br />

urgencia de rescatar lo más positivo de la aportación de Europa, la cual, a pesar<br />

de sus constantes contradicciones y su dura historia, debe seguir siendo puente<br />

entre las diversas culturas; “Post-Europa”, que plantea la necesidad de nuevos<br />

discursos dentro de un proyecto abierto de Europa que vaya más allá de las<br />

naciones que la componen y que sea capaz de superar anteriores<br />

comportamientos negativos: guerras, colonialismos, racismo.<br />

En la Presentación del libro, sus editores destacan el momento crítico por<br />

el que pasa la Europa actual y se preguntan cómo podrá ésta llegar a ser “un todo<br />

unitario de identidad política” a pesar de su variedad de intereses, tradiciones y<br />

fines, y de las fuerzas que la combaten. Europa —un concepto “multipolar,<br />

contradictorio y desgarrado”— halla su esencia precisamente en no tenerla y en<br />

su apertura al Otro. Los trabajos del volumen, obra de jóvenes investigadores del<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 300


La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

Sur, de las orillas del Mediterráneo, abordan las relaciones de Europa con la<br />

globalización, el feminismo, el Oriente, el neoliberalismo económico, el<br />

cristianismo o la ciencia, y se interesan por filósofos del norte, sobre todo<br />

franceses y alemanes: Nietzsche, Husserl, Wittgenstein, Heidegger, Arendt,<br />

Montaigne, Bergson, Deleuze... Como complemento a estos trabajos deberán<br />

venir otros que recojan las voces de los insulares y las de los nuevos estados del<br />

Este, y sobre aspectos decisivos de la identidad europea como la Guerra, el Arte o<br />

la TecnoCiencia.<br />

Los editores del volumen, Fernando Pérez Herranz y Elena Nájera Pérez,<br />

pertenecen al Grupo de Investigación Europa y sus filosofías de la Universidad de<br />

Alicante. Elena Nájera, que se doctoró en filosofía con la tesis Del ego cogito al<br />

vrai homme. La doble mirada de Descartes sobre el ser humano (Valencia, 2003),<br />

ha sido investigadora en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París.<br />

Ha publicado Del alma fuerte al superhombre. Descartes y Nietzsche: dos<br />

versiones del sujeto moderno (Valencia, 2003) y colaborado en los volúmenes<br />

colectivos Transcendentalidad y racionalidad (Pre-Textos, 2000); Que piensen<br />

ellos. Microensayos (Opera prima, 2001); Nietzsche, cien años después (Pre-<br />

Textos, 2002); ¿Librarse de Hegel? Una irritante presencia en el pensamiento<br />

contemporáneo (MUVIM, 2007); Cultura y Civilización (Pre-Textos, 2008);<br />

Wittgenstein y la tradición clásica. Los peldaños de una escalera (Pre-Textos,<br />

Valencia, 2010). Ha traducido y editado el volumen de textos de Nietzsche El<br />

nihilismo europeo. Fragmentos póstumos del otoño de 1887 (Biblioteca Nueva,<br />

2005).<br />

Fernando Miguel Pérez Herranz, bien conocido por los lectores de Eikasía,<br />

ha editado junto con J. M. Santacreu Europa-EE.UU. Entre imperios anda el<br />

juego (Alicante, 2003) y publicado diferentes artículos sobre Europa desde la<br />

perspectiva de la filosofía de la historia, entre otros: “Historia e «historia»: en<br />

torno al propuesto «fin de la historia»” (Anales de la Universidad de Alicante,<br />

1993-94); “Filosofía cartesiana y renovación de la Teoría en Historia” (Historia<br />

Contemporánea y Nuevas Fuentes, Universidad de Alicante, 1995); “Topología<br />

del tiempo y nuevas fuentes de la Historia” (Historia Contemporánea y Nuevas<br />

Fuentes, Universidad de Alicante, 1997); “Emigración / Inmigración, conceptos<br />

conjugados” (Las migraciones del siglo XX, ECU, Alicante, 1999); junto con J.<br />

M. Santacreu, “La «cuestión de España» a las puertas del siglo XXI” (Anales de<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

Historia contemporánea, Universidad de Murcia, 2000); “Reflexiones sobre la<br />

historia a partir de la obra de Rafael Altamira” (2001); “Del fin de la historia al<br />

pensamiento único” (XIII è Congrés Valencià de Filosofia, Valencia, 2001); “El<br />

tercer hilo de la trama: El guerrero cristiano medieval contemplado desde El<br />

Quijote” (Res Publica. Revista de filosofía política, nº 18, 2007); “Sujeto<br />

expectante y globalización” (Eikasía, nº 31, 2010).<br />

Los caminos de Europa<br />

Abre el volumen Giuseppe Cacciatore, de la Universidad Federico II de<br />

Nápoles, con el trabajo “La filosofía y la identidad europea”. La filosofía es<br />

imprescindible para una Europa que cuenta con la libertad y la historia como<br />

rasgos constitutivos, abierta al futuro y necesariamente dialéctica (“cristiana y<br />

atea, reformada y contrarreformada, árabe y judía, racionalista y materialista,<br />

tolerante y dogmática, liberal y totalitaria, oriental y occidental”). Para crear la<br />

cultura del nuevo humanismo y del universalismo democráticos y una imagen de<br />

Europa como “cruce de culturas, encrucijada de religiones, mezcla de razas y de<br />

pueblos”, ofrece el autor el ejemplo del Mediterráneo, que vio nacer las más<br />

grandes religiones universales y las grandes tentativas de unificación universal de<br />

pueblos y naciones; un Mediterráneo que siempre supo unir el sentido de la<br />

unidad y la experiencia real de la diversidad, con su entrelazamiento de culturas:<br />

grecorromana, judeo-cristiana e islámica. Destaca Cacciatore las dimensiones<br />

éticas y políticas de conceptos como multiculturalismo, interculturalidad,<br />

intersubjetividad, ciudadanía democrática y universal, derechos humanos o<br />

relación. El multiculturalismo debe caracterizar transversalmente a todas las<br />

sociedades avanzadas de hoy a fin de facilitar la convivencia en su seno. Contra la<br />

tentación de una cultura europea hegemónica (en su versión latina y romance o<br />

en la nórdica y anglo-americana) o de un etnocentrismo, deben imperar la<br />

intercomunicación y el intercambio recíproco de modelos culturales; no pueden<br />

caber ni mitologías racistas o ideologías nacionalistas, ni hegemonías culturales<br />

políticamente no neutrales. Guiada por el diálogo intercultural —fundamento de<br />

un nuevo contrato de ciudadanía política, tal como es vivido a diario por los<br />

administradores y los trabajadores sociales de las grandes ciudades mediterráneas<br />

—, Europa debe evitar uniformarse bajo “pretendidas ejemplaridades<br />

universalistas” (democracia occidental, mercado neoliberal o “raíces cristianas”)<br />

marginando las soberanías de otras culturas y debilitando la capacidad de éstas<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

para elaborar sus propias dinámicas económico-sociales y sus procesos de<br />

organización política. Puesto que ya no puede enfrentarse a los abundantes<br />

fundamentalismos de la actualidad con etiquetas tradicionales (“comunidad<br />

liberal”, “universalismo de los derechos”, “igualdad de condiciones en<br />

abstracto”), necesitará nuevas hipótesis que fomenten la creatividad de todos,<br />

respetando la individualidad y la diferencia entre pueblos, culturas y religiones.<br />

Cacciatore cree un error refundar la idea de Europa en una mítica<br />

identidad sin distinciones y en la unidad política de una abstracta identidad<br />

europea basada en la democracia liberal y universalista o en las “raíces”<br />

cristianas, pues ni la herencia histórica del pensamiento europeo (Inquisición,<br />

Ilustración, democracia universalista, particularismos étnicos-raciales y religiosos)<br />

fue ni será única, ni la Constitución europea podrá remontarse a una sola raíz<br />

cultural, filosófica y religiosa. Por eso, en Penser l´Europe (1987), Edgar Morin,<br />

tras pedir a Europa que huya de una única óptica racionalizadora y de seguir<br />

creyéndose centro privilegiado del mundo, la invita a ser un centro mundial de<br />

pacificación. Pensar filosóficamente Europa exige no olvidar en ningún momento<br />

su “doble cara”: la que mira al pasado (nacionalismo, intolerancia, totalitarismo,<br />

“desenfrenada voluntad de lucro”, mitos de la técnica y el desarrollo —tan a<br />

menudo dañinos con el medio ambiente—, odio hacia otras culturas y razas) y la<br />

que mira al futuro (pluralismo, respeto y reconocimiento del otro y del<br />

extranjero, diálogo intercultural, búsqueda de un terreno común narrativo y<br />

comunicativo). En Pensar en Europa (2006), Jorge Semprún solicitaba una<br />

diversidad cultural fundada en una serie de valores democráticos indiscutibles.<br />

Por su parte, George Steiner, en su librito Une idée de l´Europe (2005), invitaba a<br />

soñar de nuevo el sueño de una Europa diversa y unida, que evitara tanto el peso<br />

de la historia como el aburrimiento; y es que, como señala Mario Vargas Llosa en<br />

el prefacio a la edición española del volumen (La idea de Europa), se trata del<br />

“único gran proyecto internacionalista y democrático que sigue desarrollándose”.<br />

En su denso y sugerente ensayo “Europa: “Navigare necesse est, vivere non<br />

necesse”, Fernando Pérez Herranz, de la Universidad de Alicante, se sirve de un<br />

arsenal de imágenes náuticas —el mar, la sociedad milesia de los aeinautai (los<br />

eternos navegantes), los capitanes de las distintas naves europeas, las rutas, las<br />

cartas de navegación, las agujas de marear, los cuadernos de bitácora, los puertos<br />

— para aportar una cartografía conceptual que permita transitar<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

provisionalmente por la idea de “Europa”. De entrada, amontona inquietantes<br />

preguntas sobre el papel jugado por la filosofía en la historia europea y recuerda<br />

las innumerables barbaridades cometidas por esta civilización, que culminaron en<br />

fracasos sin paliativos como las dos guerras mundiales y la Shoah. Hoy que gran<br />

parte del mundo ha adoptado las ideologías, las tecnologías y las formas de vida<br />

de la tradición europea, Europa, a pesar de su terrible historia, abandonados ya<br />

sus deseos colonialistas y de violencia, ha de seguir navegando, porque tiene sobre<br />

sus hombros una enorme responsabilidad ante el nuevo mundo globalizado. El<br />

autor pasa revista a los distintos tipos de naves europeas según los distintos<br />

sujetos corpóreos que las animan, programan y construyen (pragmatistas,<br />

utilitaristas, tecnócratas, empresarios y obreros, defensores de la dignidad...). Y<br />

ante la urgente necesidad de cartografiar Europa con unos criterios adecuados,<br />

ensaya las siempre fecundas Ideas ontológicas de Todo y Parte, en un<br />

planteamiento en el que encajan con naturalidad las cuestiones relacionadas con<br />

el Espacio europeo: las cambiantes fronteras, los distintos modelos de Europa —<br />

nacionalista, imperial, de las ciudades, de las regiones, de los pueblos…—, las<br />

discusión sobre si hay algunas tradiciones europeas privilegiadas (helenismo,<br />

judeo-cristianismo, ciencia, técnica), o si más bien, y es la postura del autor, se<br />

dan sólo distintas tradiciones inconmensurables entre sí; y las cuestiones<br />

relacionadas con el Tiempo de Europa: las dinámicas políticas, económicas o<br />

religioso-culturales vistas como bloques continuos (desde el Imperio Romano<br />

hasta el imperio soviético o la Unión Europea) o como discontinuidades (entre<br />

Edad Media y Renacimiento, entre el Renacimiento y la Modernidad…),<br />

bifurcaciones (como la producida en el Renacimiento entre Reforma y<br />

Contrarreforma) y rupturas (como las que provocaron las distintas revoluciones,<br />

la II Guerra Mundial o la desaparición de la U.R.S.S. y la caída del muro Berlín).<br />

¿Cuál ha sido la clave del innegable éxito de la Europa que globalizó el<br />

mundo, como Europa católica, imperial y barroca primero o como Europa<br />

ilustrada, nacionalista y burguesa después? A pesar de sus crímenes, quizás su<br />

esencia sea su universalidad, su ecumenismo, su catolicidad. Propone Pérez<br />

Herranz cuatro posibles Motores o Causas intrínsecas para explicar dicho éxito:<br />

la voluntad divina, la contradicción (cuyo esquema desarrolló Hegel), la<br />

diferencia (teorizada por Deleuze) o las morfologías (el morfologismo filosófico<br />

vio a Europa como pura forma o Idea capaz de modelar las materias ajenas,<br />

aunque su universalidad fue cuestionada a partir de la II Guerra Mundial y la<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

Shoah). Y a continuación presenta varias hipercategorías que pueden facilitar el<br />

acceso a la “Identidad europea”: la Ruta —que el autor abordó ya, junto a<br />

Santacreu, en Las rutas de la humanidad (2003)— y su contrafigura, la Frontera;<br />

la Singularidad (abierta la ruta, surgen hechos que obligan a una reflexión<br />

histórica: el saqueo de Roma por Alarico lleva a La Ciudad de Dios de San<br />

Agustín; la fallida revolución de 1848 conduce al Manifiesto comunista de Marx<br />

y Engels…); la Complejidad (Europa como compositium en el que rutas, fronteras<br />

y singularidades se interpenetran creando un tejido continuo que integra y segrega<br />

instituciones, ideas y creencias).<br />

¿Cuáles son los principales hilos (mejor que “raíces”) de la cultura<br />

occidental creadores de ese continuo heterogéneo que es Europa? El autor ya<br />

sugirió tres en “El tercer hilo de la trama: El guerrero cristiano medieval<br />

contemplado desde El Quijote” (2007): el Logos heleno, el Sujeto moral /<br />

responsable hebreo y el Guerrero Cristiano. A estos hilos añade ahora Pérez<br />

Herranz uno más, surgido de la Revolución Industrial: la TecnoCiencia. Hilos<br />

que en el todo europeo son como sus partes formales y materiales. Las cuatro<br />

Ideas suelen ser presentadas como si se tratase de formas que hay que exportar al<br />

resto del mundo, pero ya Aristóteles negó, frente a Platón, la existencia de formas<br />

absolutas, por lo que el autor señala las cuatro posiciones que se dan ante esta<br />

cuestión. Dos son radicales: Europa es pura forma (la voluntad de poder de la<br />

Europa Imperial o de los imperios coloniales del XIX) o es pura materia (desde<br />

que los ejércitos rusos y norteamericano entran en Berlín en la primavera de<br />

1945, Europa deja de ser forma y comienza a servir de materia/naturaleza a otras<br />

civilizaciones que desean crear por sí mismas su propia historia); y otras dos<br />

conjugan la forma y la materia: la de quienes buscan principios formales, aunque<br />

sea de manera debilitada (expansión universal de los Derechos Humanos,<br />

ecología, creación de ONGs, acogida a los inmigrantes, lucha contra la miseria), y<br />

la de quienes creen que Europa sólo puede ofrecer una materia para ser<br />

informada por otras formas. El autor concluye su trabajo citando los universales<br />

que Europa puede ofrecer al mundo: la ciencia y la técnica, la educación como<br />

crítica racional, el cuerpo y el trabajo como núcleos de la ética. Europa debe<br />

seguir navegando (investigando, comprendiendo, transformando el mundo), sin<br />

nunca olvidar ni tirar por la borda a “los otros”.<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

En “Monoteísmo y laicismo moderno”, Julián Marrades, de la Universidad<br />

de Valencia, se niega a hablar de las “raíces judeocristianas” de Europa y halla en<br />

la concepción monoteísta del Dios cristiano la explicación del hecho de que las<br />

iglesias cristianas hayan sido siempre reticentes a coexistir con cualquier orden<br />

profano autónomo. Define el monoteísmo, señala la diferencia entre los<br />

monoteísmos judío y cristiano y procede a historiar apretadamente los principales<br />

hitos de las relaciones entre el reino de Dios y el del César, entre el orden<br />

sobrenatural y el natural desde los inicios del cristianismo hasta el final de la<br />

Edad Media: la obra universalizadora del cristianismo realizada por Pablo de<br />

Tarso; el enfrentamiento de los cristianos con el Imperio Romano y el paganismo;<br />

la adopción como religión oficial del cristianismo por el emperador Constantino<br />

—la plena identificación entre monoteísmo e Imperio Romano—; la doctrina<br />

alternativa que a la decadencia de éste construye en el siglo V San Agustín en La<br />

ciudad de Dios, por la que el orden de la “ciudad terrestre” pasa a integrarse en<br />

la economía cristiana de la salvación subordinándose a la ”ciudad celeste”; el<br />

agustinismo político de Isidoro de Sevilla, Gregorio Magno y Egidio Romano,<br />

que sacraliza lo político y tiende a subsumir el derecho del estado en el derecho de<br />

la iglesia (H-X. Arquillière: El agustinismo político. Ensayo sobre la formación de<br />

las teorías políticas en la Edad Media (2005)), siendo defendida esta doctrina<br />

entre los siglos VII y XIII por papas como Gregorio Magno, Gregorio VII o<br />

Bonifacio VIII, quienes integrarán los órdenes terrestre y celeste en una sola<br />

sociedad: “la Cristiandad”.<br />

Con el Estado absolutista, los reyes imitan al Papado en su búsqueda de<br />

plenos poderes apoyándose también en el derecho romano. Se ha iniciado la<br />

secularización de la teología política que Carl Schmitt explicó en su libro<br />

Teología política. Cuatro ensayos sobre la soberanía (1922). La matriz<br />

monoteísta de la concepción del poder religioso estará presente en el Leviatán de<br />

Hobbes, y ecos evidentes del monoteísmo se hallarán también en el nacionalismo,<br />

el totalitarismo, el racismo y ciertas formas del fanatismo religioso. Marrades se<br />

pregunta si Europa aportó formas de pensamiento e instituciones morales y<br />

políticas europeas “radicalmente laicas, emancipadas de la herencia judeocristiana”.<br />

De haberlas, sería en ámbitos como la ciencia natural, el<br />

librepensamiento o el estado de derecho, donde no se cree en la existencia de<br />

Dios. No ve el autor rastros de monoteísmo ni de sus sucedáneos secularizados en<br />

los Ensayos de Montaigne, la Ética de Spinoza, la Constitución americana de<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

1787 o El origen de las especies de Darwin. La cultura moderna (Ilustración,<br />

pensamiento crítico y estado de derecho) crean una cultura laica, que lejos de<br />

imponer una verdad y un poder, se basa en un pluralismo axiológico. En ella la<br />

religión es una esfera más, no el árbitro supremo de las otras esferas, y se ve<br />

reducida al ámbito de la conciencia. Se estudian a continuación algunos hitos que<br />

desde el siglo XIX marcan la incompatibilidad entre el laicismo radical y el<br />

monoteísmo cristiano: el pensamiento del ideólogo contrarrevolucionario Donoso<br />

Cortés; la encíclica Quanta cura y el Syllabus de Pío IX; la condena por el<br />

Concilio Vaticano I de quien afirme que las disciplinas humanas pueden<br />

contradecir la doctrina revelada; la defensa de la Iglesia de la “sana razón” (la<br />

sometida al criterio de la autoridad eclesiástica); las condenas de Pío X o Pío XIII<br />

de agnosticismo, socialismo, comunismo, materialismo dialéctico, idealismo,<br />

pragmatismo, existencialismo o historicismo; la encíclica Spe salvi de Benedicto<br />

XVI, cuyo contenido estudia Marrades con detenimiento para concluir que nada<br />

ha cambiado esencialmente en la postura tradicional de la Iglesia, pues Ratzinger<br />

sigue viendo en la cultura moderna y el laicismo dos rivales del cristianismo. Opta<br />

decididamente el autor por las creaciones de la Modernidad laica que buscan el<br />

reconocimiento de la pluralidad, la diversidad y la relatividad de los modos de<br />

pensar y de las formas de vida.<br />

En su trabajo “La identidad europea según la perspectiva del pensamiento<br />

cristiano”, Luciano Malusa, de la Universidad de Génova, sigue a Juan Pablo II y<br />

al papa actual en su reivindicación del pensamiento cristiano como único<br />

patrimonio filosófico que puede permitir la cohesión de los distintos pueblos<br />

europeos y una concordia entre sus plurales visiones del mundo y sus diversas<br />

metodologías espirituales, aunque el autor —el único en defender las “raíces”<br />

cristianas de Europa en el presente volumen— es consciente de que los intereses<br />

de la Europa secularizada heredera de la Ilustración van hoy por otro lado y de<br />

que el cristianismo padece actualmente un progresivo rechazo. Uno de los<br />

“puntos fuertes” de la identidad de Europa desde el final de la II Guerra Mundial<br />

ha venido siendo la defensa de los Derechos Humanos, cuyo origen halla Malusa<br />

en la civilización cristiana. Para demostrarlo, estudia detenidamente el modo en<br />

que las ideas de Tomás de Aquino de “ley natural” y “derecho de gentes”<br />

sirvieron primero al dominico Francisco de Vitoria (1483/1486-1546) para su<br />

defensa de los derechos originarios de los indios de América y su negativa a la<br />

conversión de éstos por la fuerza, y luego —en el marco del neotomismo— al<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

jesuita Luigi Taparelli d´Azeglio (1793-1862), el autor de Saggio teorético di<br />

diritto naturale apoggiato sul fatto (1840-43), para cimentar, con su defensa del<br />

derecho internacional y del amor y la benevolencia entre los Estados, el respeto —<br />

tras el “ciclón napoleónico”— de los derechos de los pueblos europeos y de las<br />

naciones indias de América del Norte. El autor lamenta que la historia europea<br />

no siguiese las ideas de Taparelli y que acabase desembocando, tras<br />

imperialismos, nacionalismos y racismos, en dos tremendas guerras mundiales y<br />

en los genocidios de armenios, judíos y campesinos ucranianos.<br />

Francisco José Martínez, de la UNED, se pregunta: “Europa, ¿un concepto<br />

filosófico? La filosofía ¿un producto europeo?” y responde afirmativamente a<br />

ambos interrogantes. Europa es vista hoy por muchos pensadores que siguen la<br />

estela de Hegel, Nietzsche, Husserl y Ortega como un concepto filosófico y<br />

espiritual, una realidad cultural y no sólo histórica, una forma de ver el mundo y<br />

la vida. En la presente globalización se hallan en crisis la idea de Europa —<br />

reducida al ámbito del libre mercado— y la de filosofía —“diluida en un<br />

positivismo ramplón o en un espiritualismo difuso”—. El mismo concepto<br />

Europa es plural y ambiguo y muestra una indefinición en cuanto a su geografía,<br />

su origen y sus tradiciones (Grecia, el cristianismo, el derecho romano, las<br />

revoluciones políticas o el capitalismo son hilos contingentes sometidos a<br />

apreciaciones plurales). Desde un punto de vista historicista, Hegel y Heidegger<br />

vieron la filosofía como un genuino producto europeo y atribuyeron a Grecia su<br />

origen necesario. Frente a ellos, Deleuze, desde su geofilosofía —con sus<br />

conceptos de tierra, territorio, territorialización, desterritorialización o<br />

retrerritorialización—, afirma que Grecia fue más bien un medio favorable en el<br />

que confluyeron inmanencia, amistad y opinión, y asegura no hallar relación<br />

necesaria, interna, entre Grecia y la filosofía. El capitalismo, que nació y se<br />

desarrolló en la Europa de los siglos XVI y XVII, relanzó la filosofía, tras la<br />

anterior sumisión de ésta a la teología. Como pasó en Grecia, de nuevo se<br />

produjo en Europa una contingente confluencia de factores, en este caso a causa<br />

de una decidida apuesta de Europa por la inmanencia: una conexión entre el<br />

capitalismo, que procede por inmanencia, y la filosofía como plano de<br />

inmanencia absoluto. La historia de la filosofía no es, pues, un continuo necesario<br />

que lleve desde Grecia a Europa por mediación del cristianismo, sino un<br />

recomenzar contingente de un mismo proceso contingente, aunque a partir de<br />

otros datos. Para la filosofía, por tanto, el papel del cristianismo es irrelevante.<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

Europa necesita de la filosofía, por ser el único tipo de pensamiento que se ocupa<br />

del concepto; por eso, el autor propone potenciar las dimensiones filosóficas,<br />

universalistas de Europa como proyecto global y cultural, como potencia mundial<br />

adalid de la democracia y los Derechos Humanos. Europa deberá ser un demos<br />

común (una ciudadanía fuerte con una serie de derechos civiles, políticos,<br />

económicos y sociales) a partir de un ethos común: una visión fuerte de la<br />

democracia y una apuesta firme por la paz y la solidaridad en el concierto<br />

mundial.<br />

En “Platón y el arte de conocerse a sí mismo”, Begoña Ramón, de la<br />

Universidad de Valencia, aborda el arte socrático del cuidado del alma y su<br />

decisiva influencia en la autoconcepción del hombre europeo. Nietzsche, que<br />

tanto criticó el influjo sobre Europa de la concepción socrático-platónica del alma<br />

por haber acabado sirviendo de alimento al cristianismo, hubo de reconocer, sin<br />

embargo, que dicha concepción aportó el cuidado del alma, a la que él se refería<br />

como ascética “voluntad de verdad”, que cree la autora motor, en cierto sentido,<br />

de la civilización europea. Los diálogos platónicos giran en torno al enigma que el<br />

dios de Delfos planteó a Sócrates: “Conócete a ti mismo”, tarea indudablemente<br />

difícil. En Sócrates y Platón la potencia de la dialéctica debía servir para disolver<br />

el sí mismo en la contemplación de la verdad, borrando cualquier traza de<br />

individualidad, vista como imperfección del alma. El hombre que se niega como<br />

individuo, dirá Plotino, se agranda hasta alcanzar las dimensiones de la realidad<br />

universal, se vuelve uno con el Bien. Ésta será la tradición platónica en los siglos<br />

siguientes. Begoña Ramón se detiene luego en la insistente preocupación de<br />

Sócrates por el cuidado de las almas de sus conciudadanos, con los que usa su<br />

famosa ironía y el método de la mayéutica, y recoge amorosamente las ideas de<br />

éste contenidas en diversos diálogos de Platón (Sofista, Banquete, Gorgias, Fedro,<br />

Apología, Teeteto, Timeo, República y Alcibíades I), prestando especial atención<br />

al cuidado del alma tal como se recoge en el Fedón.<br />

Gerardo López Sastre, de la Universidad de Castilla-La Mancha, propone<br />

en “Ideales ilustrados e identidad europea. Una toma de conciencia a través del<br />

pensamiento chino” que la identidad de Europa es “una convocatoria de alcance<br />

universal” fundada en valores que pueden ser muy frágiles y que exigen una<br />

continua reflexión para reafirmarlos. El Settembrini de La montaña mágica<br />

(1924) de Thomas Mann, personaje que representa los valores del<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

librepensamiento y la Ilustración, entiende que en el mundo luchan dos<br />

principios: el poder, la tiranía, la superstición y el principio de conservación<br />

contra el derecho, la libertad, el conocimiento y el progreso, y cree que sin duda<br />

vencerá el segundo. Frente a Occidente, que se apoya en “la razón, la acción y el<br />

progreso”, Oriente aborrece la acción, es “perezoso, conservador, nada crítico y<br />

deseoso de inmutabilidad”. La misma contraposición plantea Ortega, y Paul<br />

Hazard en La crisis de la conciencia europea (1680-1715) señala que fuera de la<br />

inquieta y siempre insatisfecha Europa, las masas viven hundidas “en una<br />

inmovilidad que llaman sabiduría, en un nirvana que llaman perfección”. No<br />

comparte el autor esta visión de Oriente y recuerda los muchos aspectos negativos<br />

de la historia de Europa. Se trata de entender lo específico del pensamiento<br />

europeo desde otras civilizaciones. Sirviéndose de los versos de Mo Di y de Lao<br />

zi, desmonta uno de los tantos tópicos que corren sobre China: que el pueblo<br />

chino careció de conciencia de la injusticia social y no vivió la dimensión utópica.<br />

¿Dónde, entonces, lo peculiar del pensamiento chino? El autor sigue al François<br />

Jullien de La China da que pensar (2005), quien buscó con su largo viaje por<br />

China, lleno de amorosa atención hacia las potencialidades de este pueblo, ver la<br />

filosofía europea con mayor perspectiva. En busca de la primera diferencia entre<br />

China y Europa, López Sastre recoge del libro VIII de la República de Platón<br />

varias formas de gobierno, los distintos gobiernos de los Estados-ciudades griegos<br />

y los diversos tipos de personalidades que ellos conforman. Aristóteles habla de<br />

formas correctas orientadas al bien de todos e incorrectas, ordenadas al bien de<br />

los gobernantes. Pero ¿algún pensador chino se planteó alguna vez la posibilidad<br />

de distintos regímenes políticos? No, ya que en China nunca cupo otro régimen<br />

que la realeza. Una segunda diferencia señalada por Jullien: desde sus inicios, la<br />

cultura china, en general confucionista, fue humanista y prescindió de la idea de<br />

Dios, una secularización que Europa tardó mucho en alcanzar; y la ausencia de<br />

una dimensión trascendente impidió a la larga que China desarrollase la idea<br />

política de libertad o la noción de “ciudadanía”. En su Tratado de la eficacia<br />

(1999) aporta Jullien una tercera diferencia: en el pensamiento chino no hay<br />

formas ideales, modelos, no cabe la relación que se da en Europa entre medios y<br />

fines con vistas a la acción. El efecto hay que aguardarlo, no buscarlo, y cuando<br />

se dé, hay que sacar provecho de él, algo que sabe todo estratega chino que<br />

evalúa las fuerzas en juego para explotar la situación y que no podría tener la<br />

democracia como fin y modelo ideal para las relaciones políticas. Pero China no<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

podrá estar siempre al margen del pensamiento de la finalidad: “el beneficio no<br />

bastará” y tendrá inevitablemente que pasar por las preguntas por el sentido. En<br />

Europa hubo alternativas, cupo la posibilidad de pensar, de elegir. Con las<br />

reformas y las revoluciones que abrieron el mundo moderno, los europeos<br />

lucharon por la libertad y la dignidad humanas, ideas en principio de origen<br />

cristiano.<br />

Tras su periplo por el pensamiento chino, López Sastre vuelve a<br />

preguntarse por la identidad europea y se plantea el tema del cristianismo y la<br />

secularización en la Europa actual. No es partidario de que la religión vuelva a<br />

ocupar el espacio público: sería una mala solución para la convivencia en<br />

sociedades pluralistas, y presenta una serie de argumentos para justificar su<br />

postura. La secularización confinó desde la Ilustración a la religión en el mundo<br />

de lo privado y el hombre prefirió centrarse en las conquistas sociales y en<br />

mejorar sus condiciones de vida. No comparte que los males de hoy se deban a la<br />

falta de creencias o que el antropocentrismo sea el origen de los totalitarismos<br />

actuales; asume un mundo sin Dios y denuncia la moral humana, demasiado<br />

humana, de las religiones: “Quienes utilizaban a Dios para legitimar una moral<br />

estaban engañados o intentando engañar a los demás.”. La religión también se ve<br />

hoy penetrada por la secularización (F. Lenoir, Las metamorfosis de Dios. La<br />

nueva espiritualidad occidental (2005)) y creencias y prácticas religiosas son<br />

vistas como instrumentos para lograr fines en esta vida: ayudar a la paz mundial<br />

o luchar contra la miseria.<br />

Javier López Alós, de la Universidad de Murcia —conocido de los<br />

lectores de Eikasía por su sección “Calle Filosofía”—, defiende en “Historia y<br />

mito en la construcción de la identidad europea” lo legítimo de crear algún mito<br />

cohesivo en torno al proyecto europeo que con espíritu democrático y<br />

antidogmático pueda oponerse a cualquier grupo que busque imponer de manera<br />

interesada su propia mitología al todo europeo. Y es que mythos y logos pueden<br />

convivir en la historia, como mostró el Hans Blumemberg (1920-1996) de<br />

Trabajo sobre el mito (1979). A pesar de su programa desmitificador, la<br />

Modernidad creó su propia mitología (razón, progreso, proletariado, ciencia) y su<br />

proyecto de inmanencia supuso un desencantamiento del mundo. Joseph<br />

Campbell (1904-1987), el antropólogo norteamericano autor de Las máscaras de<br />

Dios (1991-1992) y El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito (2005),<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

defendió la fuerza armonizadora del mito y lo consideró guía poderosa del<br />

espíritu humano y aliado decisivo frente a la imposibilidad de una representación<br />

absoluta de lo real. El recuperar o crear mitos tiene un hondo sentido político; lo<br />

tuvo, por ejemplo, la propuesta de la Iglesia católica —siempre reticente ante los<br />

“excesos” del racionalismo, la Ilustración, el laicismo o la autónoma esfera<br />

política— de que se incluyera la mención de las “raíces” cristianas de Europa en<br />

la Constitución de la Unión, lo que en realidad encubría su deseo de tutelar el<br />

futuro europeo. López Alós dedica la parte central de su trabajo a rebatir los<br />

ataques que al Derecho nacido del Estado moderno dirige el historiador del<br />

derecho medieval y moderno Paolo Grossi en obras como El orden jurídico<br />

medieval y Mitologías jurídicas de la modernidad, ambas de 2001: la<br />

tradicionalista e idealizada visión grossiana del orden jurídico medieval es<br />

también mitológica y, como señaló Francisco Tomás y Valiente, más propia de<br />

ángeles que de hombres. Los debates recientes sobre la identidad y la constitución<br />

jurídica de Europa parecen solicitar la intervención de un mito radical que luche<br />

contra la imposición de las construcciones ideológicas de los distintos<br />

fundamentalismos nacionales o religiosos, incompatibles con todo proyecto<br />

democrático, dada la urgente necesidad de imaginar el futuro con independencia<br />

de los “albaceas del pasado”. El autor propone un uso consciente y “a escala<br />

humana” del mito de Europa al servicio de la decisión política y que muestre<br />

abiertamente su levedad “en lugar de encubrirla bajo el peso sagrado de las<br />

tradiciones o la no menos sagrada promesa de un futuro incontrovertido”; un<br />

mito que sea “posibilidad de autoconciencia, responsabilidad e integración” y que<br />

eluda los fundamentos míticos y teológicos que hallaba en la política moderna el<br />

Carl Schmitt de Teología política (1922). Este relato cultural sobre Europa, fruto<br />

de un ejercicio consciente de mitopoiesis, podrá ser esgrimido como instrumento<br />

de propaganda política frente a todo mito que defienda la existencia de una<br />

identidad política o cultural profunda de los europeos por encima de sus<br />

evidentes diferencias (que no han logrado borrar ni el Cristianismo ni el Derecho<br />

romano ni el euro). Cuando cada grupo europeo de influencia busca imponer su<br />

propio “mito legitimador”, parece preferible dejarnos guiar por el mito de “una<br />

Europa abierta y cosmopolita bajo el signo del pluralismo y la participación de<br />

los ciudadanos”.<br />

Delmiro Rocha Álvarez, miembro del grupo DECONTRA<br />

(Deconstrucción + Traducción) de la UNED, reflexiona en “Europa o la cuestión<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

del cap (cabo)” en torno a la obra de Jacques Derrida (1930-2004) El Otro Cabo<br />

(L´Autre Cap, 1991), escrita a raíz de la primera Guerra del Golfo. Tras la<br />

exposición de las principales categorías del deconstruccionismo derridiano —<br />

identidad, diferencia, alteridad—, se niega que la vieja expresión “identidad<br />

cultural europea” pueda servir a una Europa a la que le urge fomentar la<br />

armónica convivencia política de sus naciones multiculturales y aceptar su<br />

responsabilidad ética y política no cerrándose sobre sí misma en un<br />

“egocentrismo destructor de sí y del otro”. No siendo ya aceptada su posición de<br />

capitán que decide el rumbo de la Humanidad, el occidente europeo, consciente<br />

de la carga de culpa que lleva a sus espaldas (las dos Guerras Mundiales, el<br />

Holocausto), ha de inventarse de nuevo, huyendo de programas prefijados de<br />

antemano —como el eurocentrismo o el antieurocentrismo— que puedan anular<br />

la decisión y la responsabilidad necesarias ante los acontecimientos, no olvidando<br />

lo mejor de su herencia europea, que, sin embargo, no debe repetir de manera<br />

mecánica. Crítico con la mayoría neoliberal surgida en Europa tras la<br />

descomposición de la Unión Soviética, con el nuevo totalitarismo de la<br />

globalización del capital —que invita a inventar una relectura de El Capital de<br />

Marx—, y con el inmenso poder centralizador, manipulador y uniformizador de<br />

la actual industria tecnomediática; decidido debelador de toda colonización<br />

cultural y del “totalitarismo agresivo de la razón absoluta”, en cuyo nombre se<br />

destruye la singular riqueza de lenguas, culturas y civilizaciones, Derrida se<br />

pregunta por el modo en que quepa limitar el excesivo control de dichos medios<br />

evitando a la vez la dispersión de éstos en pequeños bloques cerrados, lo que<br />

impediría la existencia de anchas avenidas de traducción y comunicación. Frente<br />

a la idea de elegir una capital de la identidad europea de la cultura —en Bruselas<br />

o en Estrasburgo—, el autor de La diseminación (1972), “Las torres de<br />

Babel” (1985) y “La teología de la traducción” (1990), propone como deber de<br />

Europa una necesaria, difícil y urgente traducción (no en el sentido estrictamente<br />

lingüístico, sino como “lo que da paso y lleva de un lugar a otro”), un ejército<br />

poiético, íntimamente unido a la práctica deconstructiva, que le permita estar<br />

continuamente abierta a lo nuevo y a los otros. Puesto que no existe un sentido<br />

anterior a las distintas lenguas que permita la traducibilidad universal, la<br />

traducción buscará incorporar de las culturas de los otros no sólo sus<br />

significados, sino también sus valores, ese resto de intraducibilidad que es lo<br />

único que urge traducir. Al cabo europeo, que siempre estuvo habitado por el<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

Otro, contaminado, “alterado” por él, el judío argelino que fue Derrida le<br />

recuerda su deber de reidentificarse, deber del que se derivan todo sus demás<br />

deberes: la acogida al emigrante y el respeto a sus diferencias; la oposición al<br />

racismo, el nacionalismo o la xenofobia; la profundización en la herencia europea<br />

de la democracia; la crítica de los dogmas de “la religión del capital” o la defensa<br />

de las ideas universales más valiosas. Son deberes a menudo contradictorios, que<br />

Europa debe asumir aceptando la creativa y retadora experiencia de una<br />

antinomia que adopta cada día formas inéditas.<br />

En “El índice espacial del mundo: origen romántico de la crisis, escisión y<br />

desestructuración de las orientaciones topológicas”, Luis Álvarez Falcón, de la<br />

Universidad de Zaragoza, se centra en la irremediable escisión de la conciencia y<br />

de la vieja sociedad occidental puesta de manifiesto por los principales<br />

representantes de Romanticismo alemán: los hermanos Schlegel, Novalis,<br />

Hölderlin o Hegel. La vieja “querella entre antiguos y modernos” dio paso a la<br />

contraposición entre clasicismo y romanticismo y a la presencia de dos ejes<br />

estructurales: oriente-clásico-sur y occidente-moderno-norte. La nueva mitología<br />

creada por los románticos del norte se inspirará en el primer eje y buscará un<br />

nuevo reencantamiento del mundo. El humanismo que admira el modelo clásico<br />

entrará en crisis tras ser sometido al análisis científico por el Romanticismo. El<br />

léxico de lo natural se usará en adelante por románticos y positivistas sólo como<br />

pretexto teórico, pues primarán la civilización, la imitación, lo sentimental o lo<br />

artificial. El conflicto entre naturaleza y civilización será un diagnóstico válido<br />

para el siglo XX y el Husserl de La Crisis de las ciencias europeas y la<br />

fenomenología trascendental se mostrará consciente de la clara ruptura del<br />

modelo humanista europeo, por lo que pedirá otro modelo de reflexión<br />

(Lebenswelt): al abandonar la ciencia moderna el modelo de la Grecia clásica, la<br />

Crisis se ha vuelto crisis de la existencia humana, por el olvido de sus añorados<br />

orígenes.<br />

Álvarez Falcón, que se ha interesado por la estética en estudios como<br />

Realidad, Arte y Conocimiento. La deriva estética tras el pensamiento<br />

contemporáneo (2008), recuerda cómo muchos románticos intentaron hallar la<br />

salvación a la mencionada escisión en el mundo del arte, y cómo se aliaron con la<br />

filosofía del idealismo alemán para hallar en el plano estético la ansiada unidad<br />

de naturaleza y espíritu, de sujeto y objeto, que la crítica de Kant no logró<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

alcanzar. El Friedrich Schlegel de Sobre el estudio de la poesía griega (1797)<br />

destaca la oposición entre lo natural y “la nueva cultura artificiosa y progresiva,<br />

fiel expresión de la evolución de la técnica en la imagen del mundo”, y el<br />

Schelling de Sistema del Idealismo Trascendental (1800) anuncia que “El arte es<br />

lo supremo para el filósofo” por enlazar lo sensorial y lo inteligible. Lo moderno<br />

produce escisiones, fragmentación, y ni la ciencia ni la filosofía parecen ser el<br />

remedio, aunque la última propusiera la “intuición intelectual” —la captación<br />

inmediata del fundamento real de la naturaleza—, que los románticos, a<br />

diferencia de Kant, creyeron posible a través del arte como “intuición intelectual<br />

objetivada”. Se trata de un nuevo orden fragmentario en que el Todo queda<br />

expresado en cada una de sus partes, sobre el modelo de la “obra de arte” y de la<br />

poesía romántica, definida por F. Schlegel como “poesía universal progresiva” en<br />

el fragmento 116 de la revista Athenaeum. Los románticos del norte continuarán<br />

el viaje a la soñada Grecia, al Mediterráneo, en busca del saber del sur, un saber<br />

que “desconfía de las teorías, radicalmente antifundamentalista, plural, figurativo<br />

y diferente a sí mismo” y dotado de “una intensa coloración moral que neutraliza<br />

el universalismo abstracto”, un saber que, en lugar de reducción y fragmentación<br />

pueda ofrecer la ansiada unidad. Europa debe “resituar el eje transversal del<br />

pensamiento” y la filosofía europea debe intentar superar las oposiciones<br />

mencionadas y reflexionar sobre la falta de armonía que acompaña al progreso<br />

de la cultura, algo que denunció Hegel en Diferencia entre el sistema de filosofía<br />

de Fichte y el de Schelling (1801) al constatar la quiebra de la sociedad<br />

tradicional.<br />

Antonio de Murcia Conesa, profesor de la Universidad de Alicante<br />

interesado en las relaciones entre cultura y Humanismo moderno, parte, en “Vías<br />

(anti)humanistas para una filosofía del sujeto europeo”, de la pregunta del joven<br />

profesor francés Jean Baufret a su admirado Heidegger, una vez concluida la II<br />

Guerra Mundial: “Comment redonner un sens au mot 'Humanisme´?”. El<br />

filósofo alemán se halla molesto por entonces por la conferencia de Sartre “El<br />

existencialismo es un humanismo”, del 29 de octubre de 1945, y responde a la<br />

misma en otoño de 1946 con Sobre el humanismo. Carta a Jean Baufret. Félix<br />

Duque recuerda en Contra el humanismo (2004) que los grandes pensadores han<br />

seguido, en general, una vía antihumanista y han achacado a los distintos<br />

humanismos —pedagógicos, filológicos o metafísicos— una “contumaz<br />

autorreferencialidad de lo humano”, oponiéndoles “un hombre excéntrico,<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

disuelto en un sistema de categorías y conceptos mediante los que hablar, desde<br />

fuera, de lo humano, pero sin reducirse a él”. Heidegger acepta lo humano<br />

concebido como “un objeto del pensar y no erigido como el sujeto-fundamento<br />

desde el que pensar”; los distintos humanismos —cristianismo, marxismo,<br />

existencialismo, etc.—, que juzga mera palabrería y puro subjetivismo, son<br />

culpables de haber empequeñecido lo humano y desviado al hombre de la<br />

meditación sobre el Ser y de la atenta escucha de su mandados. Si el espíritu es<br />

débil en Europa es a causa de la tecnificación de un pensar que se puso al servicio<br />

de los diferentes antropocentrismos (americano, bolchevique, fascista,<br />

intelectualista), asolando un continente atenazado por Rusia y<br />

316<br />

América. ¿Cabe reconstruir el humanismo en el siglo XX? El autor<br />

no cree que el humanismo sea un pensamiento de tipo antifilosófico y recuerda<br />

que Heidegger o Husserl se formaron en el seno del fértil humanismo<br />

antisubjetivo alemán, defensor de una Bildung antipedagógica y nacido hacia<br />

1908 como reacción contra la antropocéntrica pedagogía filantropinista de<br />

Basedow y sus seguidores, que subordinaba los contenidos de la instrucción a los<br />

sujetos del aprendizaje. Sus miembros, herederos del elitista y conservador<br />

“Tercer Humanismo” de W. Jaeger (1881-1961), el autor de Paideia: los ideales<br />

de la cultura griega (1933, 1943-1944), eran intelectuales, críticos, filólogos y<br />

novelistas de la talla de E. R. Curtius, autor de Literatura europea y Edad Media<br />

Latina (1948), el Thomas Mann de La montaña mágica (1924), J. Huizinga,<br />

autor de El otoño de la Edad Media (1919) y Homo ludens (1938), E. Auerbach,<br />

autor de Mímesis: la representación de la realidad en la literatura occidental<br />

(1946), o el filólogo J. Stenzel, que trabajó sobre Platón y Aristóteles. Todos<br />

buscaban dar con un sujeto que, superando al mero individuo, se fundase sobre<br />

un trasfondo de intersubjetividad, necesariamente internacional (lo llamaban<br />

“espíritu”), con el que Europa podría superar el subjetivismo culpable de<br />

patologías de la modernidad como el nacionalismo. Cuando este humanismo<br />

intentó hacerse pasar por filosofía con sus grandes morfologías trascendentes,<br />

síntesis de estética, catolicismo y política, los filósofos lo menospreciaron. ¿Fue<br />

éste, con sus consignas elitistas y humanitarias, sólo un humanismo educativo<br />

domesticador, amansador, como sugiere Sloterdijk en su Normas para el parque<br />

humano. Una respuesta a la “Carta sobre el humanismo” (1999)? En Los<br />

orígenes de la racionalidad científica. El escalpelo y la pluma (1981), Mario<br />

Vegetti ha advertido contra la funesta manía europea de definir el concepto de<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

“Hombre”, que suele desembocar en la pregunta “¿Quiénes son verdaderos<br />

hombres?” y en la clasificación de los europeos en buenos y malos, manía que<br />

han padecido en sus carnes los judíos o los emigrantes. El autor nos pide que no<br />

busquemos entre los discursos orientados a una definición universal del hombre,<br />

sino entre aquellos que pretendieron localizar, reconstruir y poner límites al<br />

fáustico sujeto europeo empeñado en tales definiciones; discursos que de la idea<br />

de “Hombre” destacaron “su condición de botín o despojo en todas las batallas<br />

modernas europeas”, que vigilaron al poder, que nos señalaron nuestros límites:<br />

el lenguaje, el arte, la retórica, la historia, la geometría y la ciudad. En esta<br />

heterogénea tradición cabrían: los estudios clásicos, bíblicos y científicos de<br />

Casiodoro (V-VI) en el monasterio italiano de Vivarium; las traducciones del<br />

humanista Lorenzo Valla (1406/7-1457); el análisis del lenguaje del nazismo que<br />

lleva a cabo V. Klemperer (1881-1960) —catedrático de filología en la<br />

Universidad de Dresde entre 1920 y 1935— en Lingua Tertii Imperii (La lengua<br />

del Tercer Reich) (1947); la dura crítica de Edward Said a los estudios<br />

orientalistas de ingleses, franceses y norteamericanos al discurso colonial en<br />

Orientalismo (1978). Si el humanismo no es filosofía, concluye el autor, “la<br />

filosofía europea, sin perjuicio de su necesario antihumanismo, recorrió y está<br />

obligada a recorrer una vía cabalmente humanista”.<br />

Julia Urabayen, de la Universidad de Navarra, nos obliga a instalarnos en<br />

el corazón del holocausto judío con “Europa bajo el prisma del paria en la obra<br />

de Hannah Arendt”. La discípula de Heidegger, que creía en los valores de la<br />

Ilustración y en la asimilación de los judíos a la cultura alemana, no estaba<br />

preparada para la tremenda experiencia que hubo de vivir bajo el régimen nazi.<br />

Una vez nacionalizada americana, la autora de Los orígenes del totalitarismo<br />

(1951), Hombres en tiempos de oscuridad (1968), o El judío como paria (1978),<br />

mira a Europa desde las dignidades pisoteadas del paria y del apátrida, denuncia<br />

el fracaso de la moderna política occidental, que necesariamente ha de ser<br />

renovada, reflexiona serenamente sobre los orígenes y las modalidades de la<br />

exclusión y sobre las formas de rechazo de la alteridad, y busca un espacio<br />

público que permita el libre discurso político. Encuentra Arendt las raíces del<br />

desastre ocurrido en el Imperialismo racista —el racismo se halla en la base del<br />

totalitarismo de nazis y bolcheviques— y en el antisemitismo. No cree que el<br />

sionismo sea una adecuada solución y tampoco que sirvan de mucho la<br />

vergüenza, la filantropía o la compasión a la hora de proponer soluciones<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

concretas realizables. Urabayen presenta luego las distintas concreciones del tipo<br />

del paria judío que esboza Arendt: Heine (el paria cínico, que rompe con la<br />

hipocresía de las apariencias); Walter Benjamin (el “Schlemihl”: el cenizo, el<br />

pobre diablo); el Charlot de Chaplin (la cara simpática de la exclusión, del que<br />

dirá en La tradición oculta: “En este judío pequeño, inventivo y abandonado del<br />

que todos sospechan se vio reflejado el hombre pequeño de todos los países”); el<br />

hombre de buena voluntad de las narraciones de Kafka, que considera absurda su<br />

situación; Rahel Varnhagen, ejemplo de la mujer judía excluida de su sociedad;<br />

los intelectuales que pasan de la aceptación y de la torre de marfil al rechazo,<br />

como Stefan Zweig o Bertold Brecht; Bernard Lazare (el paria revolucionario con<br />

conciencia política e internacional). Estudió también con detenimiento la<br />

pensadora alemana los tipos del refugiado naturalizado y del apátrida o refugiado<br />

indocumentado surgido de la Primera Guerra Mundial, aunque no abordó la<br />

figura del judío preso en los campos de concentración. Arendt proponía crear con<br />

urgencia un espacio político basado en una comprensión correcta de la plural<br />

condición humana, que garantizase la libertad, para que los dramas sucedidos no<br />

pudieran volver a suceder; un mundo nuevo en el que fuera posible tomar la<br />

palabra sin imposiciones totalitarias, capaz de generar para todos una igualdad<br />

política real.<br />

Momentos europeos<br />

Consciente de que el afán de universalidad europeo ha sido visto por<br />

muchos como “un enmascarado imperialismo”, y la pretensión europea de<br />

universalización de los Derechos Humanos como degeneración del eurocentrismo,<br />

Sebastián Gámez Millán, de la Universidad de Málaga, solicita, en “Europa: en<br />

busca de un ´nosotros´”, un esfuerzo para introducir en ese plural inclusivo a<br />

todos los dispuestos a aceptar “un sistema de exigencias recíprocas”, aquello en<br />

lo que se funda la moral según J. Rawls y E. Tugendhat. Se trata sólo de<br />

continuar un camino ya emprendido, pues Europa nunca existió sin los otros,<br />

siempre fue un continente mestizo, por los continuos viajes de los europeos fuera<br />

del continente. ¿Logrará Europa unir las distintas culturas? En La diversidad de<br />

las culturas bajo la unidad de una ley global (2007), Otfried Höffe lo cree<br />

factible, porque las demás culturas pudieron reconocerse en Europa en tanto que<br />

ésta supo asimilar algo o mucho de cada una de ellas. El autor sugiere varias<br />

estrategias para buscar a los otros: 1. Ir al café a dialogar (G. Steiner lo<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

recomienda en La idea de Europa como remedio contra el ensimismamiento); 2.<br />

Ser cosmopolitas, ciudadanos del mundo; la idea de un orden mundial<br />

cosmopolita la acariciaron a menudo los filósofos, desde Sócrates a Ortega,<br />

pasando por Diógenes de Sinope, Crísipo, Epicteto, Kant o Goethe, y Umberto<br />

Eco ha señalado que la lengua de Europa es la traducción; 3. Construir moradas<br />

en lugar de raíces (D. Chakrabarty), trazar puentes y (re)crear espacios de<br />

convivencia entre las diferentes culturas, para lo cual R. Rorty apuesta por la<br />

educación sentimental: muchos crímenes no volverían a repetirse si los europeos<br />

aprendieran a reconocer a los otros como sus semejantes, como humanos; 4.<br />

Multiplicar los rostros de los que se compone la identidad humana: nadie debe<br />

ser perseguido, marginado o estigmatizado por judío, gitano, islamista, negro,<br />

homosexual, norteamericano, etc., algo que sí hicieron y hacen los Estados<br />

racistas, totalitarios o teocráticos, o los nacionalismos, que ignoran la riqueza y<br />

complejidad del ser humano, al que etiquetan con un solo rasgo, ignorando otros<br />

no heredados sino elegidos, más definitorios de la identidad y abiertos al futuro;<br />

5. Redefinir el gastado concepto de “tolerancia” con vistas a la convivencia<br />

intercultural; 6. No descalificar a ninguna cultura —ficción “a través de las que<br />

nos (ma)logramos”—, evitando el monólogo y la imposición imperialista, y<br />

abriéndose a un fecundo diálogo intercultural para ver qué merece de verdad ser<br />

llamado finalmente “universal”. No está bien comprobado aún el hecho de la<br />

inconmensurabilidad entre las distintas culturas; por eso hay que crear<br />

continuamente espacios de convivencia entre ellas. El autor de Europa o la<br />

filosofía (2007), M. Cacciari, pide que Europa siga siendo “un puente que pone a<br />

dialogar orillas distintas”, un laboratorio abierto a experimentar con el cruce de<br />

culturas; Todorov, en “El cruzamiento entre culturas” (1988), llama<br />

“transvaloración” a la mirada que vuelve incesantemente sobre sí misma tras<br />

contactar con las costumbres y las prácticas de los otros; Félix Duque, en “El<br />

sueño romántico de Europa” (1997), solicita a ésta que no se encastille por temor<br />

al terrorismo y le aconseja escuchar “las razones, los deseos, los sueños y las<br />

frustraciones del otro”.<br />

En “La identidad europea en el Renacimiento. Nosotros y los otros en los<br />

Essais de Montaigne”, Vicente Raga Rosaleny, profesor de la Universidad de<br />

Valencia preocupado por el multiculturalismo, se centra en los ensayos “De los<br />

caníbales” (I, XXX), sobre los indios Tamoio del Brasil, y “De los<br />

coches” (III,VI), sobre las culturas de Perú y de México, en los que el pensador<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

francés patentiza su enorme interés por la América descubierta por los españoles<br />

(Frank Lestringant ha mostrado, en L´atelier du cosmographe ou L´image du<br />

monde à la Renaissance (1991), cómo los datos que Montaigne usa sobre<br />

América proceden de los textos de los conquistadores o de sus historiadores y<br />

cosmógrafos). Son dos ensayos en los que dialoga la Europa del XVI con una<br />

idealizada Antigüedad clásica y un idealizado Nuevo Mundo, que funcionan<br />

como válvula de escape para un ambiente cultural que Montaigne considera<br />

asfixiante; en ellos su autor expone su creencia de que cabe abrirse a otras<br />

civilizaciones sin buscar reducirlas a la propia, se interesa por las culturas<br />

indígenas y critica el etnocentrismo de los arrogantes europeos que llaman<br />

bárbaros, paganos y primitivos a los indios, considerándolos, por tanto,<br />

civilizables, colonizables y cristianizables. Sin embargo, esta optimista imagen<br />

sobre Montaigne se ve cuestionada a menudo: Lévi-Strauss, en su artículo<br />

“Releyendo a Montaigne” (incluido en Historia de Lince (1991)), lo considera un<br />

relativista cultural extremo, al que, en la tradición del pensamiento escéptico<br />

clásico, las diferencias entre culturas y costumbres le serían indiferentes; Gérard<br />

Defaux, en Un cannibale en haut des chausses: Montaigne, la différence et la<br />

logique de l´identité (1982), cree que usa la palabra no como instrumento de<br />

comunicación con lo diverso, sino como muro que le impide conocer la alteridad;<br />

T. Todorov, en L´Etre et l´Autre: Montaigne (1983), le achaca el etnocentrismo<br />

propio del que vive encerrado en su propia cultura; Jack I. Abecassis, Marie-Luce<br />

Demonet y André Tournon piensan en sus respectivos estudios sobre Montaigne<br />

que la mirada de éste hacia el otro sería sólo una “treta” para acabar hablando de<br />

su propia cultura, la única que cabría conocer.<br />

Raga Rosaleny achaca estas interpretaciones a una mala comprensión del<br />

escepticismo pirrónico —y, por extensión, del neopirronismo de Montaigne—, al<br />

contemplarlo como “una suerte de dogmatismo negativo de corte<br />

epistemológico”. Las culturas y las costumbres exóticas permitieron al filósofo<br />

francés aceptar la contingencia de las propias formas sociales. Si su apología del<br />

hombre clásico o del caníbal tiende a la idealización o la exageración es porque<br />

busca una especie de “credulidad metódica”, en estrategia opuesta a la posterior<br />

de Descartes: mientras éste eliminará los prejuicios para fundarse en la razón,<br />

dando una excesiva libertad al juicio personal, Montaigne acepta los prejuicios y<br />

cree que el hombre no puede vivir sin costumbres, pues sin ellas “el juicio<br />

liberado flotaría en el vacío, careciendo del apoyo inercial del prejuicio” y “toda<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

identidad parecería desvanecerse”. En lugar del ensimismamiento solitario<br />

cartesiano, propone una apertura espacio-temporal a lo distinto, a los usos y<br />

costumbres exóticos, a los “otros nosotros”, que permiten una libertad que no da<br />

el estancamiento en el “nosotros” propio. Como afirmó J. Starobinski en<br />

“Montaigne en mouvement” (1993): “La conciencia libre no es una conciencia<br />

solitaria”. La experiencia, más que la reflexión introspectiva, es para Montaigne<br />

la piedra de toque del juicio: “Se saca maravillosa luz para el juicio humano del<br />

trato con el mundo. Estamos encogidos y replegados sobre nosotros mismos y no<br />

vemos más allá de nuestras propias narices” (Ensayos, I, 26). La relación con los<br />

otros ayudó, pues, al filósofo francés a configurar su propuesta renacentista de<br />

identidad europea.<br />

Lourdes Reyes Manuel, de la Universidad de La Laguna, comenta en “La<br />

transformación de la utopía europea a partir del siglo XVIII” la visión que de la<br />

utopía proporciona Reinhart Koselleck (19<strong>23</strong>-2006) —autor de Futuro Pasado y<br />

de Aceleración, prognosis y secularización— en su artículo “The temporalization<br />

of utopia”. El historiador de la Begriffsgeschichte (historia conceptual) señala que<br />

desde Tomás Moro la utopía se concibió de una manera estática, espacial, y al<br />

cambiar la filosofía de la historia a mediados del XVIII europeo, la Historie (las<br />

historias) empezó a ser sustituida por la Geschichte (la Historia con mayúsculas,<br />

el tiempo histórico como progreso), lo que hizo posible la aparición de la<br />

primera utopía de dimensión temporal: El año 2240 (1750) de Louis Sebastián<br />

Mercier, que unió la crítica moral del presente con la idea del progreso, siendo un<br />

claro precedente de la moderna ciencia-ficción; el ideal de perfección que<br />

planteaba la utopía se dinamizó y temporalizó. También estudia Koselleck la<br />

antiutopía o distopía temporal de Carl Schmitt Die Buribunken. Meditación<br />

histórico-filosófica (1918), especie de sátira que intentaba prevenir contra la<br />

excesiva confianza en el progreso. Cree inevitable el historiador alemán que la<br />

utopía temporal sobre el futuro derive en una utopía negativa, por estar<br />

condenadas las utopías a crear infelicidad, a pesar del final feliz que prometen. La<br />

autora echa de menos en el artículo citado una definición clara de “utopía” y una<br />

especificación de sus funciones, y lamenta que se olvide la rica variedad de la<br />

producción textual utópica para centrarse en sólo dos de sus producciones, y se<br />

aporte una visión de la utopía que se correspondería con el “modelo horizontal”<br />

de Paul Tillich en Kairós und Utopie (1959): el deber ser se realiza en el ser y la<br />

historia se consuma tras su desarrollo lineal, con lo que Koselleck silenciaría el<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

“modelo vertical”, que dejaría la historia abierta al destacar lo irresoluble del<br />

contraste entre realidad e ideal, ser y deber ser. Sigue la autora al Javier<br />

Murgueza de La vigencia del pensamiento utópico (2005) para señalar lo<br />

limitado de esta visión “escatológica”, cerrada, de la utopía, pues no cabe la<br />

culminación de la historia en un “utopissimum” (lo que se da en las utopías<br />

cerradas del marxista Ernst Bloch), ya que “utopía” significa “ningún lugar” y el<br />

“horizonte utópico” siempre avanza al avanzar nosotros. También se cuestiona la<br />

tajante separación entre utopías espaciales y temporales a partir de 1750: ya J. C.<br />

Davis en Utopía y sociedad ideal. Estudio de la literatura utópica inglesa,<br />

1516-1700 (1985) cuestionó la división que Elizabeth Hansot hace en Perfection<br />

and Progress: two modes of utopian thought (1974) entre utopía clásica<br />

(contemplativa, estática, preocupada por la reforma del individuo) y utopía<br />

moderna (dinámica, preocupada por la construcción social). El mismo Koselleck<br />

reconoció cierto carácter temporal en las utopías espaciales, pues el recurso al<br />

lugar remoto suponía una crítica al presente y una búsqueda del cambio en el<br />

futuro. Mejor pensar, pues, en una continuidad entre el espacio y el tiempo antes<br />

y después de 1750, y no reducir a una tosca dicotomía binaria una rica expresión<br />

cultural de cuatro siglos como mínimo. Cuestiona finalmente la autora el hecho<br />

de que Muguerza incluya como fuentes del pensamiento utópico, junto a la<br />

literatura de los utopistas, de Tomás Moro en adelante, las propuestas políticas<br />

de los socialistas Saint-Simon, Fourier y Owen, y los textos de Karl Manhheim,<br />

Karl Otto Apel y Ernst Bloch, carentes de las características de “totalidad, orden<br />

y perfección” que Davis exige para toda utopía. El proyecto utópico presenta una<br />

rica variedad, siendo la utopía como “expresión temporal del futuro” de que<br />

habla Koselleck sólo una de sus posibilidades, sin que quepa reducir el género<br />

utópico a mera escatología, a un final cerrado de la historia. La utopía plantea<br />

todavía hoy, como se ve, problemas de definición, descripción y cronología.<br />

Salvador Cayuela Sánchez de la Universidad de Murcia, en “Del Estado<br />

racial al Welfare state. La identidad europea bajo una perspectiva biopolítica”,<br />

estudia cómo durante el XIX el descontento generalizado hacia el Estado liberal<br />

obligó a los gobiernos a reajustar sus prácticas buscando una cierta unidad<br />

interclasista, la pacificación social y la promoción de la salud pública. El “Estado<br />

social o interventor” de raíz bismarckiana nace de dos estrategias políticas: la<br />

nacionalista (fortalecimiento del vigor y la unidad de la nación) y la socialista<br />

(defensa de los derechos de los trabajadores frente al empresario burgués con una<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

mayor intervención estatal), que, muy críticas con el capitalismo liberal, piden<br />

una política más igualitaria. La Medicina Social, la Estadística, la Sociología o la<br />

Pedagogía problematizan el Estado liberal y diseñan las estrategias de la<br />

biopolítica interventora, cuyos cambios recoge Francisco Vázquez en La<br />

invención del racismo. El nacimiento de la biopolítica en España (2009): política<br />

de prevención social (no de beneficencia); extensión de la Medicina Social para<br />

corregir los desajustes producidos por la sociedad industrial (mendicidad, juego,<br />

tabaquismo, alcoholemia…) como “dispositivo científico” para luchar contra la<br />

lucha de clases; la eugenesia, que sir Francis Galton, primo de Darwin, define<br />

como técnica para mejorar la especie humana corrigiendo las alteraciones de la<br />

selección natural, por la que delincuentes, discapacitados psíquicos y físicos,<br />

degenerados son vistos por la Antropología Criminal, la Psiquiatría o la Medicina<br />

Legal como “enemigos biológicos”; una nueva subjetividad, la del homo<br />

higienicus, obligado a mantener una salud aceptable en pro del “organismo<br />

social” con mecanismos de control y disciplinarización que pretenden preservar el<br />

“cuerpo social”.<br />

Cayuela Sánchez recuerda que este triunfo absoluto del darwinismo social<br />

y el cientifismo positivista en las prácticas de los gobiernos, y sus teorías<br />

psiquiátricas, criminológicas o antropológicas que buscaban “el bien común” y<br />

manejaban ideas como “regeneración”, “pureza racial”, “degeneración racial” o<br />

”depuración racial”, anunciaban y legitimaban las atrocidades de la Alemania<br />

nazi. El “racismo de Estado” y la tanatopolítica (Foucault) de los nazis busca<br />

excluir o eliminar a los más débiles: Hitler firma el 1 de septiembre de 1939 el<br />

decreto que exigía la eutanasia masiva para los enfermos psíquicos y físicos<br />

crónicos; se producen esterilizaciones masivas entre 1939 y 1945, se prohíben las<br />

relaciones sexuales y los matrimonios entre arias y judíos, llegan a los campos de<br />

exterminio judíos y gitanos, y el médico nazi Rudolf Hess califica el dispositivo<br />

tanatopolítico como “biología aplicada” (J. A. García Marcos: “La medicina sin<br />

rostro humano: eutanasia y experimentos médicos durante el tercer<br />

Reich” (2005)). La visión biomédica del nazismo que quería restablecer la pureza<br />

racial alemana era, en realidad, más bien una zoopolítica, pues millones de seres<br />

humanos fueron tratados como animales que había que exterminar. Explica luego<br />

el autor cómo pudo surgir en Europa a fines de los años 40, una nueva forma<br />

biopolítica, el Estado del Bienestar, con unas medidas muy distantes de las<br />

racistas y nacionalistas de los Estados intervencionistas de fines del XIX y<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

principios del XX. Cree que fue posible por tres razones: 1. el clima creado tras la<br />

Segunda Guerra Mundial (la Guerra Fría, el temor a la URSS y los deseos de paz);<br />

2. La necesidad de conciliar el nuevo Estado la libertad individual, la justicia<br />

social y la solidaridad nacional para recuperar la legitimidad perdida; 3. El hecho<br />

de que la guerra había sido una lucha internacional de clases, por lo que se<br />

entendió que determinados servicios y prestaciones fundamentales debían formar<br />

parte de la condición de todos los sectores sociales (higiene, seguridad social,<br />

escolarización, vivienda, atención a la vejez, etc.). Gran parte de los países<br />

aceptaron la idea de una ciudadanía basada en derechos sociales como directriz<br />

sociopolítica. A juicio del autor, fueron las atrocidades nazis las que forzaron en<br />

parte a abandonar los ideales regeneracionistas y las interpretaciones biologicistas<br />

de la sociedad para avanzar hacia políticas igualitarias que asegurasen el bienestar<br />

de los individuos, considerados en su autonomía como responsables de sus<br />

propias vidas y con unos derechos inviolables. El artículo concluye con una<br />

pregunta inquietante: “¿Responde la crisis actual de la Unión Europea al olvido<br />

de Auschwitz?”.<br />

Ricardo Gutiérrez Aguilar, del Instituto de Filosofía-CSIC, aplica la actitud<br />

fenomenológica a la ciencia de la Economía en “¿A clockwork Europa? La idea<br />

científico-crítica como señal y proyecto en el último Husserl”. Comienza<br />

constatando la defección general y la insumisión de los europeos ante una Europa<br />

heredera del funcionalismo de Monnet, basada en el “uso instrumental” y<br />

concebida sólo como “comunidad de bienes”, con un peso absoluto de la<br />

economía de mercado. Y es que se supone que habrían de ser los “valores no<br />

instrumentales”, no económicos (ausentes en el preámbulo de la Constitución<br />

europea), los que deberían regir Europa. ¿Puede ser definida ésta desde la ciencia<br />

económica? Para Husserl el europeo no es definible sólo como homo<br />

oeconomicus. Europa —el lugar donde nació la ciencia— está en crisis por estar<br />

en crisis las ciencias europeas y la “actitud crítica” que las originó. Si una ciencia<br />

“estricta” se plantea la fundamentación de sus resultados y la extensión y<br />

ampliación de éstos en una red universal, entonces la Economía no es una ciencia<br />

estricta, sino una técnica abstracta basada en el interés y relegada a una parcela<br />

muy concreta de la realidad. La crisis de las ciencias deriva de aplicar<br />

mecánicamente normas y mecanismos de presunta validez absoluta y de<br />

seleccionar acríticamente objetivos, tareas y metodología (La Crisis de las<br />

Ciencias europeas como expresión vital radical de la Humanidad europea<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

(1911)). Meditando sobre las lógicas del descubrimiento científico y de la<br />

urgencia del deber y del hacer, Husserl diagnostica los males de las ciencias<br />

europeas: la ausencia en ellas de miras universales de largo alcance y de juicio<br />

crítico; su parcelación utilitaria; su falta de autonomía e independencia, al estar<br />

subordinadas a objetivos políticos, militares o empresariales; su aplicación técnica<br />

y mecánica, que, alejada de los topes y correcciones que impone “la lógica pura<br />

del conocimiento”, se deja llevar por el “hacer por el hacer”. Con la Ilustración el<br />

ser europeo se vio identificado con la imagen del progreso, pero hoy tal idea<br />

conoce sus límites —como se ve en Dialéctica de la Ilustración de T. Adorno y M.<br />

Horkheimer— y la Economía es consciente de haber alcanzado su tope. La<br />

selección de los objetivos de la ciencia actual no está en manos sólo de los<br />

científicos, ni sólo ellos juzgan la calidad y relevancia del saber. Los ciudadanos,<br />

en general, se sienten ajenos a la ciencia como “mera técnica de toma de<br />

decisiones”. El autor no gusta tampoco de esa Tecnociencia en que no privan los<br />

intereses exclusivamente científicos (“Proyecto Manhattan”, etc.) y presidida por<br />

una generación de tecnócratas que usan oscuros tecnicismos en su gestión de la<br />

“sociedad del conocimiento”.<br />

Ante este panorama, el estudioso de Max Stirner que es Gutiérrez Aguilar<br />

propone una más detenida meditación sobre los valores —nucleares y periféricos<br />

— que puedan acceder a la condición de “universales concretos” para ser<br />

decisivos a la hora de cualquier deliberación importante sobre el proyecto<br />

europeo. Si desde 1944 primó en Europa lo económico según la “lógica del<br />

hacer”, lográndose “la primera unidad europea”, hoy la “lógica del ser” debe<br />

acompañar a la economía. Pero ¿qué valores se han de elegir? ¿Qué lugar deberá<br />

tener, junto a bienes básicos como la vida, la salud, la nutrición o el placer, un<br />

valor tan europeo como la tolerancia? ¿No es hora de poner sobre el papel la<br />

herencia cultural europea? ¿Cuál ha de ser la tarea de las ciencias en la realización<br />

de las utopías de paz, justicia y democracia? Siguiendo al teórico en Relaciones<br />

Internacionales Joseph Nye, el autor defiende en la constitución de una identidad<br />

europea el uso del Soft-power (medios pacíficos como las influencias culturales o<br />

históricas de una comunidad), rechazando el Hard-power (medios agresivos como<br />

los ejércitos o las coacciones económicas). Por eso, unas ciencias verdaderamente<br />

universales y cercanas a los ciudadanos, como las quería Husserl, y no parceladas<br />

y alejadas de ellos, constituirán una poderosa ayuda en el proceso de creación de<br />

la supranacionalidad europea.<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

En “Filosofía en tierras de penumbra: Spengler, Wittgestein y el ocaso de la<br />

cultura europea”, Modesto M. Gómez Alonso, de la Universidad de Salamanca,<br />

parte del hecho, en principio sorprendente, de que en Cultura y valor (1931)<br />

Wittgenstein citase al oscurecido Oswald Spengler (1880-1936) entre los filósofos<br />

que más le influyeron. Hoy se sabe que el autor de La decadencia de Occidente.<br />

Bosquejo de una morfología de la Historia Universal (1918) fue decisivo en el<br />

nacimiento del segundo Wittgenstein y que abundan en éste las huellas<br />

spenglerianas (sus dudas en torno a la utilidad de la filosofía en épocas de<br />

“oscuridad”, su tesis de un conocimiento genuino de carácter no-proposicional, o<br />

nociones como “formas de vida”, “arbitrariedad de las reglas lingüísticas”,<br />

“conflicto entre imágenes del mundo” o “rasgos de parentesco”). Dentro de su<br />

pesimista visión de la historia, Spengler considera que una vez desaparecida la<br />

Cultura Occidental o Fáustica y degenerada en mera Civilización sin creatividad,<br />

la única filosofía posible es una filosofía afilosófica que se dedique a destruir los<br />

ídolos huecos de los sistemas de la filosofía tradicional. Pues bien, la ansiedad<br />

filosófica de Wittgenstein es la misma que la de Spengler; y su método crítico, que<br />

huye de descripciones explicativas, es asimismo spengleriano. De ser esto así,<br />

comenta el autor, “la filosofía más celebrada del siglo XX se nutre,<br />

sorprendentemente, de una obra que ha carecido tanto de interés como de<br />

respeto”. Sin embargo, Gómez Alonso pasa a mostrar cómo la metodología del<br />

segundo Wittgenstein, aun usando los conceptos de Spengler, se opone<br />

radicalmente a sus prescripciones para una filosofía en tiempos de decadencia, y<br />

señala los puntos concretos en que se resquebraja la analogía entre ambos<br />

pensadores. Wittgenstein sí cree posible el rescate de la filosofía; su combate no es<br />

contra ésta, sino contra la civilización, y su lucha se concreta en un programa que<br />

se adecua perfectamente a las etapas de su método filosófico, impregnado de<br />

ética. Dicho proyecto pretende: combatir la acomodaticia filosofía profesional<br />

agudizando la angustia que plantean los sangrantes problemas filosóficos,<br />

liberando al sujeto de sus prejuicios al resolverlos; solucionar el conflicto creando<br />

imágenes alternativas de este para lograr que se esfumen los viejos problemas y<br />

los esquemas que hechizaban y asfixiaban al yo; finalmente, que el “yo honesto”,<br />

enfocando positivamente el conflicto, reconozca su escisión interna, acepte la<br />

angustia que lo define y, por tanto, su libertad, e intente conservar su ser frente a<br />

las fuerzas centrífugas de la locura y el orden. La de Wittgenstein es una filosofía<br />

independiente de la dinámica histórica y cultural, un proyecto de integridad<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

personal comprometido con la vivencia íntima de la reflexión y con la<br />

reconstrucción del entendimiento crítico. Es también una filosofía actual,<br />

centrada en un pensamiento moral unido al malestar y la insatisfacción del<br />

filósofo respecto a la especulación abstracta y que valora la valiosa herencia<br />

europea de la capacidad de autocrítica.<br />

En “Mayo 68: utopía y realidad”, Eduardo Bello, de la Universidad de<br />

Murcia, lleva a cabo un nostálgico balance de este interesante capítulo de la<br />

historia de Europa que tuvo como epicentro las rebeliones estudiantiles y obreras<br />

acaecidas en París. ¿Fue un movimiento cultural o más bien social, una crisis de<br />

valores o de civilización, un cambio radical de ideas en Francia? Pascal Bruckner<br />

habla de la emergencia del individualismo en el universo democrático y de la<br />

exigencia de autonomía y libertad frente a la moral represiva y el excesivo<br />

autoritarismo; H. Hamon y Patrick Rotman se centran en la actividad de los<br />

grupos leninistas y hablan de una generación militante; Nicolas Sarkozy y su<br />

ministro de Educación, el filósofo Luc Ferry, denuncian lo negativo de su<br />

ideología libertaria; Jean-Pierre Le Goff destaca el fin del neoleninismo y la unión<br />

de los izquierdismos cultural y político; Kristin Ross habla de los “Jóvenes<br />

rebeldes”; Alain Renaut cree Mayo del 68, más que un movimiento político<br />

fracasado, un movimiento cultural que triunfó y destaca el peso del antihumanismo<br />

del pensamiento estructuralista transmitido por autores como<br />

Althusser, Lacan, Foucault, Deleuze, Barthes o Lévi-Strauss. Por su parte, Dany<br />

Cohn-Bendit, líder estudiantil de Mayo del 68 y actual diputado del Parlamento<br />

Europeo por el partido ecologista Les Verts, recoge en su libro La revolución y<br />

nosotros que la quisimos tanto (1986) sus entrevistas con una serie de líderes del<br />

movimiento como A. Hoffamnn y J. Rubin, Jean-Pierre Duteuil o Daniel<br />

Blanchard. Bello recuerda el importante papel de la filosofía en el movimiento<br />

estudiado (Marx, Freud, Althusser, Lacan, Foucault, Deleuze, Sartre, Simone de<br />

Beauvoir, Camus o Merleau-Ponty) y cómo Mayo del 68 fecundó el pensamiento<br />

de filósofos franceses como Henri Lefebvre, Edgar Morin, Félix Guattari, H. B.<br />

Lévy o A. Glucksmann, y pasa a recoger el testimonio de dos filósofos testigos del<br />

movimiento: Alain Badiou, que fue miembro de la Unión de Comunistas de<br />

Francia Marxistas-Leninistas, y Herbert Marcuse, que tanto influyó en los<br />

universitarios franceses con sus libros Eros y civilización (1953) o El hombre<br />

unidimensional (1954). Analiza Bello detalladamente el origen de Mayo del 68<br />

desde la perspectiva de las crisis universitaria, social y política, y narra los<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

interesantes hechos que confluyeron en el París de 1968 y que acabaron en las<br />

elecciones legislativas del <strong>23</strong> de junio con una inesperada y amplia victoria de la<br />

coalición de centro-derecha. Finalmente, el autor destaca los positivos cambios<br />

que se derivaron de Mayo del 68 en los terrenos universitario, laboral, político y<br />

cultural.<br />

Post-Europa<br />

En un interesante ensayo de tinte feminista,<br />

“Europa como espacio de identidades postpatriarcales”,<br />

Sonia Reverter Bañón, profesora de<br />

filosofía de la Universidad Jaume I y autora de<br />

Europa a través de sus ideas (2006), constata la<br />

falta de logros efectivos en las recientes políticas<br />

europeas sobre la mujer. Según un cálculo<br />

elocuente, al ritmo actual de reformas, la Unión<br />

Europea verá la igualdad plena entre hombres y<br />

mujeres ¡hacia el año 2468! Reverter recuerda el<br />

inicio de la lucha de la mujer europea<br />

remontándose al libro de Mary Wollstonecraft<br />

Vindicación de los derechos de la mujer (1792),<br />

que exigía una carta de derechos que diese a la<br />

mujer plena ciudadanía y valorase debidamente su<br />

trabajo en el hogar, equiparándola a la del hombre<br />

fuera del mismo. La autora de El contrato sexual (1995), Carole Pateman, vio<br />

que de la propuesta de Wollstonecraft se derivaba el siguiente dilema: o igualar<br />

los derechos de la mujer con los del hombre en una igualdad formal (siendo ellas,<br />

en una ciudadanía patriarcal, “hombres inferiores”) o reconocer las diferencias de<br />

la mujer e incluirlas en una carta de derechos femeninos distintos de los de los<br />

hombres, ya que sus habilidades, capacidades, intereses y necesidades son<br />

diferentes: en ambos casos, la mujer no hallaba la deseada ciudadanía igualitaria.<br />

El marco del patriarcado evita que Europa avance con sus políticas de género<br />

(por la vía de la igualdad o por la de la diferencia). Para superar este impasse, el<br />

Tratado de Amsterdam (1997) institucionalizó la estrategia llamada “perspectiva<br />

de género”, que la Cuarta Conferencia Mundial de Naciones Unidas celebrada<br />

en Pekín (1995) había asumido como estrategia de promoción política de la<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

mujer, para aplicarla de manera transversal en todos los ámbitos comunitarios de<br />

decisión. En la dicotomía masculino / femenino domina el hombre como el ser<br />

humano auténtico, siendo la mujer la identidad construida como segunda, menor<br />

y subsidiaria, como el sujeto “otro”, ”el que no es hombre”, “lo-mismo-perodiferente”,<br />

el sujeto dominado y excluido de la plena igualdad. La desigualdad<br />

entre los géneros no es algo biológico, insuperable, sino una serie de diferencias<br />

organizadas cultural e históricamente como desigualdades, y desde esta clave el<br />

feminismo de los 70 y los 80 procedió a criticar “con fervor deconstructivista”<br />

todas las ciencias y las disciplinas.<br />

Reverter Bañón explica a continuación la teoría feminista de la<br />

performatividad del género, que, siguiendo la teoría de los actos de habla de<br />

Austin y Searle, expone Judith Butler en Gender Trouble: Feminism and the<br />

subversion of identity (1990): no sólo el género no es algo performativo (estable,<br />

fijo); tampoco lo es el sexo, puesto que ambos conceptos son construidos<br />

discursivamente por normas y convenciones impuestas por el poder patriarcal, y<br />

performativamente (re)producidos a diario. Si Europa busca conseguir un día la<br />

soñada sociedad post-patriarcal, deberá evitar la identificación de la mujer con<br />

ningún patrón concreto y naturalizar cualquier identidad; desmantelar los<br />

prototipos de feminidad y masculinidad; abandonar las líneas de género como<br />

imposiciones por encima de la libertad de los individuos, y crear un espacio de<br />

identidad que permita toda transgresión e indisciplina en el terreno sexual.<br />

Destaca Reverter, por último, la importancia de las críticas a la filosofía<br />

occidental realizadas por el feminismo, dos especialmente: la denuncia del<br />

silenciamiento de las mujeres filósofas y la explicación de la causa del fracaso de<br />

su tradición en haberse basado en un concepto generizado y nada neutral de la<br />

razón, que la misma Ilustración no supo desmontar. Frente a la crisis de la razón<br />

y del sujeto, la crítica feminista propone renunciar a la razón como proyecto<br />

filosófico o bien proceder a su reconceptualización.<br />

Mariana Urquijo Reguera, del UCM de Madrid y del Instituto<br />

Universitario Ortega y Gasset, estudia en “Tagore y Bergson. Caminos<br />

antagónicos y convergentes entre Oriente y Occidente” una serie de llamativas<br />

coincidencias entre estos dos filósofos, que estuvieron de moda a finales del XIX y<br />

principios del XX y que recibieron el Premio Nobel de Literatura. Críticos con el<br />

positivismo y con las consecuencias del progreso de la ciencia y de la técnica en la<br />

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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

cultura occidental, solicitaron un modo menos deshumanizado de vivir, en el que<br />

hallasen su lugar el amor, la ética, la igualdad, la sensibilidad, el sentimiento<br />

estético o los deseos, para dar una solución eficaz a los problemas humanos.<br />

Urquijo Reguera expone las líneas generales de la filosofía del autor de Ensayo<br />

sobre los datos inmediatos de la conciencia o La evolución creadora: frente al<br />

miedo al cambio y la excesiva atención prestada a los poderes del intelecto,<br />

fundadores de la Metafísica occidental e impulsores de buena parte de la filosofía<br />

posterior, en Bergson (1859-1941) juegan un papel central en la vida individual el<br />

dinamismo y la intuición. Para abordar el pensamiento de Rabindranath Tagore<br />

(1861-1941), la autora estudia el contenido de los ensayos de Meditaciones,<br />

centrándose sobre todo en el que aborda la interesante experiencia de<br />

acercamiento entre Oriente y Occidente que supuso la escuela internacional de<br />

Santiniketan. Urquijo se lamenta de que el violento siglo XX no siguiera las<br />

sugerencias de ambos escritores.<br />

En un combativo ensayo escrito desde una perspectiva democrática<br />

radical, “Europa cosmopolita: una identidad para la era global”, Tomeu Sales<br />

Gelabert, de la Universidad de las Islas Baleares, enfoca la identidad de Europa a<br />

partir de la figura jurídico-política de la “ciudadanía”. Tras estudiar las distintas<br />

concreciones históricas del Estado como estructura de poder (Estado absoluto,<br />

Estado liberal, Estado nacional y Estado del Bienestar), se pregunta si Europa<br />

podrá avanzar, en medio de la actual globalización, hacia una “ciudadanía<br />

transnacional y cosmopolita” o “post-nacional”, tal como creyeron J. Habermas<br />

en El occidente escindido (2004) y U. Beck en Poder y contrapoder en la era<br />

global (2004), y analiza el fenómeno de la globalización —que tan graves<br />

problemas plantea a los Estados nación— como dinámica transnacional basada<br />

en las tecnologías de la información, la emergencia de un mercado y un<br />

“capitalismo global” (creador de un creciente “riesgo global”) y la hegemonía del<br />

neoliberalismo. Que Europa no constituía un poder cosmopolita capaz de<br />

enfrentarse a las limitaciones de la globalización neoliberal se vio claro a raíz de<br />

algunos desagradables hechos que trajo el siglo XXI: la guerra de Irak (2003), el<br />

no a la Constitución europea en los referendums francés y holandés (2005), el<br />

posterior no irlandés al Tratado de Reforma de Lisboa (2008), y el caos de las<br />

estrategias económicas que desde octubre de 2008 buscaron combatir la crisis<br />

financiera y crediticia internacional. En las páginas 367-375, Sales Gelabert<br />

efectúa un apretado y útil repaso a los aspectos técnicos del proceso de<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 330


La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />

construcción europea como creación de estructuras jurídico-políticas y<br />

transnacionales, desde la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y del<br />

Acero (CECA) hasta la actualidad. No comparte la definición que de Europa da<br />

Beck como “Imperio cosmopolita post-hegemónico”, por creerla demasiado<br />

abstracta, y piensa que debe evitarse la noción de “Imperio”, por sus acepciones<br />

autoritarias, centralistas y violentas; señala, además, que varias de las<br />

características básicas del Imperio Europeo que observa Beck no se ajustan a las<br />

prácticas de los imperios históricos.<br />

Su conclusión es pesimista: la ciudadanía europea no es una verdadera<br />

“ciudadanía transnacional” alternativa a la “ciudadanía nacional” y, por tanto,<br />

no puede erigirse como ejemplo de “ciudadanía cosmopolita” ni hacer frente al<br />

poder global del capital transnacional. Europa priorizó, y más en los últimos<br />

decenios, el establecimiento de un mercado y una unión monetaria en beneficio de<br />

los grandes capitales europeos y norteamericano y sus prácticas, poco<br />

emancipadoras, democráticas y populares. Si Europa tuvo un día una dimensión<br />

supranacional y cosmopolita, “la estructura burocrática-institucional actual se<br />

aleja mucho de constituir un auténtico modelo de formación de poder político y<br />

democrático en la era global”. ❚<br />

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SAF. Sociedad de Filosofía<br />

Sociedad Asturiana de Filosofía

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