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PORTADA<br />
38
CONSEJO DE REDACCIÓN<br />
<strong>Eikasia</strong> Revista de Filosofia<br />
www.revistadefilosofia.com<br />
Director Ejecutivo:<br />
Dr. Román García<br />
Secretaría de redacción:<br />
Noemí Rodríguez y Pelayo Pérez<br />
Consejo de Redacción (en constitución): Dr. Fernando Pérez Herranz (Universidad de Alicante),<br />
Dr. Patricio Peñalver (Catedrático Filosofía, Universidad de Murcia), Dr. Alberto Hidalgo Tuñón<br />
(Universidad de Oviedo), Dr. Román García (Dr. en Filosofía. Director Instituto de Estudios para<br />
la Paz), Mtro. Rafael Morla (Catedrático de Filosofía, Universidad de Santo Domingo, RD.), Dr.<br />
Antonio Pérez (Universidad de la Laguna), Dr. Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, Dr. Felicisimo<br />
Valbuena (Universidad Complutense de Madrid), Dr. Jose Antonio López Cerezo (Universidad de<br />
Oviedo), Dr. Silverio Sánchez Corredera, Dra. Alicia Laspra (Universidad de Oviedo), Dr. Pablo<br />
Huerga Melcón, D. Mariano Arias, Dr. Jacobo Muñoz (Catedrático de Filosofía de la Universidad<br />
Complutense de Madrid.) Dr. Félix Duque (Catedrático Historia Moderna Universidad<br />
Autonoma Madrid), Dr. Luis Álvarez Falcón (Universidad de Zaragoza).<br />
Maquetado y diseño:<br />
Carlos González Penalva.<br />
Edita: <strong>Eikasia</strong> Ediciones<br />
Bermudez de Castro 14 bajo c 33011 Oviedo. España.<br />
T: +34 984 083 210 F: +34 985 080 902<br />
www.eikasia.es<br />
eikasia@eikasia.es<br />
ISSN 1885-5679
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
NÚMERO 38<br />
Artículos / 4<br />
Filosofía, educación y cultura / 5<br />
Fernando Miguel Pérez Herranz.<br />
Participación y educación ético-cívico / 37<br />
Luis Gómez Llorente<br />
!<br />
5<br />
de mayo | Este <strong>número</strong> puede no ser<br />
definitivo y susceptible de modificaciones.<br />
La posmodernidad: Nuevo régimen de verdad, violencia, metafísica y fin de los<br />
metarrelatos. / 63<br />
Adolfo Vásquez Rocca<br />
L´espirit de modernité et le droit à la créativité / 84<br />
Taha Abderrahmane<br />
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad / 125<br />
Taha Abderrahmane<br />
Pensar un obra fotográfica / 167<br />
José Antonio Méndez<br />
Filosofía y biología en la reflexión de Derrida sobre la vida y la muerte. / 186<br />
Domingo Fernández Agis<br />
El primer cierre científico en el mundo Heleno: los elementos de Euclides / 197<br />
Celso Luján García<br />
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze / 212<br />
Ana María Simón Viñas<br />
Por un método sin sujeto / <strong>23</strong>3<br />
Manuel Bonillo López<br />
De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega al arte<br />
romántico / 247<br />
Enrique Ferrari Nieto<br />
¿Revolución árabe versus democracia occidental? A propósito de las revueltas en<br />
el mundo árabe / 257<br />
Mariano Arias.<br />
Arab Revolution versus Western Democracy? Abaut riots Arab world / 278<br />
Mariano Arias<br />
Libros / 299<br />
La filosofía y la Identidad Europea. Elena Nájera Pérez y Fernando Pérez<br />
Herranz. / 300<br />
Antonio José López Cruces
Eikasía. Revista de filosofía<br />
ARTÍCULOS 38
Filosofía, Cultura y Educación<br />
Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
Universidad de Alicante<br />
Resumen: En este artículo se reflexiona sobre una cuestión a la que todo profesor<br />
de filosofía se ve obligado a enfrentarse alguna vez en su vida académica: ¿Cómo<br />
poner en relación los términos Filosofía, Cultura y Educación? Sorprende la<br />
amplia y casi inabarcable combinatoria posible de conceptos que se han generado<br />
en procesos históricos, sociales y biográficos diferentes y aun contradictorios<br />
sobre este asunto. Tras un camino, a veces ligero y a veces tortuoso, mostraré que<br />
una filosofía académica, morfologista y fundada en métodos analógicos puede<br />
ofrecer al Estado materiales —Ideas— que responden a la clasificación ontológica<br />
de los saberes propuesta por la Administración. El esquema es el siguiente: Tras<br />
una breve introducción, repasaré los aspectos en los que desenvuelve el término<br />
Filosofía; las formas de la Cultura y el momento canónico del cruce Cultura /<br />
Filosofía; los contextos de la Educación y su módulo analógico —«mathema<br />
cinésico»—; para concluir con una estimativa, siempre provisional, de los retos de<br />
la Filosofía ante la Cultura y la Educación. ❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 5
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
Filosofía, Cultura y Educación 1<br />
Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
Universidad de Alicante<br />
De ahí que los profetas armados vencieran y los desarmados fracasaran,<br />
Maquiavelo, El príncipe, cap. VI.<br />
¡Huye, afortunado, a velas desplegadas de toda forma de cultura (paideian)! Te<br />
estimo dichoso, Apeles, porque limpio de toda cultura (paideías) te entregaste a la<br />
filosofía. Epicuro, Fragmentos, 9 y 10.<br />
Las buenas gentes —continuó— no saben el tiempo y el trabajo que a uno le ha<br />
costado aprender a leer. Yo he empleado ochenta años en esa labor, y no puedo decir<br />
que la domine. Eckermann, Conversaciones con Goethe, 25 de enero de 1830. 2<br />
1. Introducción<br />
Hay que felicitar al organizador de este curso por haber alineado tres<br />
conceptos de sabor antiguo, sin pretender reemplazarlos por términos rebuscados<br />
y horribles, empresa tan cara a nuestro tiempo: Filosofía, Cultura y Educación<br />
son términos, por así decir, de toda la vida.<br />
Y no sólo son términos fácilmente entendibles, sino que dos de ellos<br />
poseen un pedigrí administrativo de alto copete, compañeros habituales de los<br />
gobiernos de turno, en los que suele haber un Ministerio de Educación y otro de<br />
Cultura. Y más aun: uno de los términos adjetivó nada menos que una<br />
revolución, la «revolución cultural china», además de brillar en los rótulos de<br />
ciertos edificios en los que puede leerse: «Casa de Cultura». A ellos se arrima<br />
humildemente el término Filosofía, otrora también muy prestigiado, base y<br />
fundamento de las instituciones que formaban a los clérigos en las universidades,<br />
y que ahora, si bien no ha perdido su prestigio, pasea melancólico su falta de<br />
éxito social.<br />
1 Conferencia impartida en la Sociedad de Filosofía de la Provincia de Alicante (SFPA). Agradezco<br />
la invitación que me cursó su presidente, Ángel Martín Santo, para clausurar las Jornadas sobre<br />
Filosofía, Educación y Cultura.<br />
2 J. P. Eckermann, Conversaciones con Goethe, vol. III, colección Universal, Madrid, 1920, pág.<br />
263.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
En cualquier caso, se entiendan y valoren de una u otra manera Filosofía,<br />
Cultura y Educación por la sociedad, los profesores de filosofía nos vemos<br />
obligados a recorrer estos tres términos en nuestra vida profesoral diaria y a<br />
tratar de entender, al menos, el alcance de la combinatoria que se produce<br />
inevitablemente entre ellos. Tenemos una experiencia muy cercana: ¿cómo<br />
diseñar el programa de Historia de la Filosofía en las PAU de la Comunidad<br />
Valenciana? Había que responder a compromisos procedentes no sólo de los<br />
conceptos filosóficos, sino de la cultura en la que está inmerso el alumnado y del<br />
enfoque de su aprendizaje.<br />
Comenzaré trazando las posibilidades mismas para la organización de los<br />
tres términos en liza. Desde la pura combinatoria disponemos de ocho<br />
posibilidades para vincular estos tres términos (Fig. 1).<br />
FILOSOFÍA EDUCACIÓN CULTURA<br />
1<br />
1<br />
1<br />
1<br />
0<br />
0<br />
0<br />
0<br />
1<br />
1<br />
0<br />
0<br />
1<br />
1<br />
0<br />
0<br />
1<br />
0<br />
1<br />
0<br />
1<br />
0<br />
1<br />
0<br />
Fig. 1. Combinatoria de los términos: Filosofía, Educación y Cultura<br />
Sus límites serían: por una parte, las sociedades en las que no exista ni<br />
filosofía ni cultura ni educación, zona fronteriza con la barbarie; y por otra, las<br />
sociedades en las que están presentes los tres términos. En el medio se deslizan<br />
aquellas posibilidades en las que o bien dos de ellas absorben a la otra: educación<br />
y cultura absorben a la filosofía como residuo histórico; 3 o educación y filosofía<br />
absorben a la cultura, un momento del saber absoluto; 4 filosofía y cultura<br />
absorben la educación depreciada como mera técnica represora. O bien, en las<br />
que la una de ellas absorbe las funciones de las otras dos: o todo filosofía<br />
3 “¿No ha hecho Dios necia la sabiduría del mundo?” se pregunta san Pablo, Epístola a los<br />
corintios, I,21.<br />
4 “Y puesto que, de este modo, la realidad ha perdido toda sustancialidad y ya nada en ella es en<br />
sí, se ha derribado, al igual que el reino de la fe, el del mundo real [reale], y esta revolución hace<br />
surgir la libertad absoluta, con lo que el espíritu antes extrañado ha retornado totalmente a sí,<br />
abandona este terreno de la cultura y pasa a otro terreno, al terreno de la conciencia moral”.<br />
Hegel, Fenomenología del espíritu, trad. De W. Roces, FCE., México, pág. 289.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
(gnosticismo), o todo educación (didactismo totalitario) o todo cultura<br />
(multiculturalismo) (Fig. 2).<br />
FILOSOFÍA EDUCACIÓN CULTURA Conceptos<br />
1 1 1 Naciones europeas<br />
1 1 0 Momento del Saber<br />
1 0 1 Represión educativa<br />
1 0 0 Gnosticismo<br />
0 1 1 Filosofía como residuo<br />
0 1 0 Didactismo totalitario<br />
0 0 1 Multiculturalismo<br />
0 0 0 Barbarie<br />
Fig. 2. Combinatoria de los términos: Filosofía, Educación y Cultura<br />
Ahora bien, la cuestión se complica, porque, si consideramos que cada<br />
término conserva su autonomía, pueden ordenarse de maneras muy diversas. Así,<br />
la cultura puede desempeñar el puesto de mediador entre la filosofía y la<br />
educación; pero también pueden desempeñarlo la educación o la filosofía.<br />
***<br />
Esta disposición de los términos no es gratuita ni meramente pedagógica.<br />
Algunas de estas figuras ya fueron ejercidas y representadas en el inicio de la<br />
civilización helena, en las polis de la antigüedad griega, cuando se debatía sobre el<br />
arte o la ciencia que habría de hacer feliz al ciudadano. En el diálogo socrático<br />
apócrifo conocido como Los Rivales (o acerca de la filosofía), 5 se proponen tres<br />
respuestas:<br />
a) la filosofía es la ciencia de todas las cosas o polimatía. Es la<br />
posición de los sofistas y particularmente de Hipias: la educación<br />
absorbe las formas culturales o filosóficas.<br />
b) la filosofía es ciencia de una cosa única, pero eminente. Primero,<br />
el «saber del no saber» socrático mina la polimatía; y, después, la<br />
dialéctica de Platón se autoconcibe como principio de todas las cosas.<br />
La filosofía ahora ejerce de atractor que engulle cualquier otro, sea<br />
educativo o cultural.<br />
5 Del siglo III según Souilhé o de la mitad de IV según Chambry. Cf. P. Aubenque, El problema del<br />
ser en Aristóteles, traducción de Vidal Peña, Taurus, Madrid, 1981, pág. 260 nota 59.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
c) la filosofía es una ciencia cultural, intermedia entre la<br />
competencia universal y la especialización. Es la posición de Gorgias o<br />
Isócrates, que hacen de la Cultura el ejercicio genuino de la vida del<br />
hombre libre.<br />
Pues bien, dado que nosotros somos profesores de Filosofía, convocados<br />
por una Sociedad de Filosofía (SFPA), parece natural comprometerse con la línea<br />
platónica, que ha de ser, al menos en principio, el punto de partida de nuestro<br />
análisis. Repasemos entonces estos términos como ideas filosóficas.<br />
a) Filosofía<br />
Ya el término filosofía, para empezar, exige una previa definición, pues<br />
muy a menudo se presenta como un sustantivo adjetivado. Así, según el famoso<br />
dictum de Kant, habría dos filosofías: una mundana y otra académica; Fichte<br />
cambia de registro y habla de una filosofía espiritualista y otra filosofía<br />
materialista; y según Bergson cada uno tendríamos dos filosofías: la nuestra y la<br />
de Spinoza. La pregunta a la que hemos de responder: «¿desde qué filosofía<br />
hablamos?», se nos hace necesaria y preambular. Y las respuestas, como veremos,<br />
pueden llegar a desbordarnos.<br />
b) Cultura<br />
Si filosofía es un término dicotómico, cultura es un término polisémico<br />
fuertemente polarizado, que abarca lo ridículo y lo sublime. “Porque los<br />
desvanecimientos de los que el vulgo llama cultos, son risa de un grave auditorio<br />
y endechas de la religión cristiana” dice Covarrubias. 6 Schiller, en cambio,<br />
considera que “la tarea de la cultura consiste en vigilar estos dos impulsos [el<br />
sensible o vulgar y el racional o científico]”. 7 De lo religioso —culto a Dios — a<br />
lo laico —cultura laica—. Así que cultura es término que debe ir acompañado por<br />
otros, en los que recae la carga de la prueba: cultura científica, física…;<br />
ambiental / innata; helenística, medieval, renacentista… Y, en el extremo, forma<br />
una antítesis: cultura popular / vulgar… Quevedo ya se burlaba de esta acepción:<br />
Y porque si dura la visita ó conversación mucho tiempo suele acabarse á algunas cultas la<br />
cultería, y tienen conversación remendada de lego y docto, y se quedan á buenos<br />
6 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, Castalia, Madrid, 1995.<br />
7 F. Schiller, Cartas sobre la educación estética del hombre, Anthropos, Barcelona, 1990, pág.<br />
211.<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
romances como á buenas noches, se ha de valer del laberinto de las ocho palabras que<br />
nunca se acaban. Quevedo, La culta latiniparla.<br />
c) Educación<br />
Educación, por su parte, se mueve en un ámbito de amplio espectro que<br />
recorre sin solución de contigüidad desde los ámbitos técnico-administrativos<br />
(edificios, materiales fungibles y no fungibles, cuadernos y ordenadores…) hasta<br />
otros de más abolengo, tal como recoge la palabra alemana Bildung, 8 que en el<br />
límite se confunde con la cultura misma. Y en esa confluencia, los vínculos de la<br />
educación y de la cultura con el estado administrador toman la figura del<br />
condicional: el Estado, condición necesaria de la educación (y de la cultura).<br />
De manera que en cuanto profesores—y aun funcionarios— dependientes<br />
de la administración, la Idea fundamental de referencia es el Estado en el que<br />
estamos instalados. El Estado reorienta de manera radical la educación, asociada<br />
internamente a un objetivo: preparar a individuos enclasados estamentalmente<br />
hacia el conocimiento y práctica de saberes técnicos, profesorales; pero también<br />
mítico-históricos para la formación de la subjetividad, sobre la que se mantiene<br />
(en su doble acepción de sostener y conservar) la estructura socio-económicopolítica.<br />
De manera que la educación se encuentra intrínsecamente vinculada a<br />
objetivos, programas y planes de ciertas elites que no son siempre superponibles a<br />
los objetivos, programas y planes de las clases a las que van dirigidos (frente a las<br />
pretensiones de los conductistas). Ahora bien, los individuos no quedan alienados<br />
determinísticamente por esos planos, lo que da lugar a una situación aporética<br />
que abre un margen para que la filosofía intervenga críticamente en la formación<br />
de la subjetividad. Así que la educación estatal tendrá que decidir su objetivo: O<br />
disponer a todas las conciencias para que marchen en una misma dirección (al<br />
modo de la luz del rayo Láser); o permitir que la luz marche según intereses<br />
individuales, cada una con sus fines y planes (al modo en que salen los rayos<br />
luminosos de una bombilla convencional). La educación es, por consiguiente, una<br />
Idea vectorial. Repasemos con algo más de detalle cada una de estas ideas.<br />
8 Bildung = no es solamente sinónimo de Cultura; designa al conjunto de las instituciones<br />
escolares y universitarias: Bildungssystem. Cada vez se excluyen más Bildung y Kultur.<br />
Kulturarbeit im Ausland designa la acción cultural en el extranjero; Bildungssystem se refiere al<br />
conjunto de instituciones escolares.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
2. La idea de Filosofía<br />
El carácter dicotómico que hemos encontrado en la Filosofía nos indica<br />
que su definición dependerá del criterio que nos interese destacar. Si es su aspecto<br />
institucional, hablaremos de filosofía académica o mundana; pero si es el carácter<br />
de sus conceptos, hablaremos de una filosofía perenne que sólo cambia<br />
accidentalmente, o de una filosofía que se renueva esencialmente en momentos<br />
especialmente acogedores. Si lo que nos interesa destacar es el aspecto universallógico<br />
de la filosofía, hablaremos de una filosofía regida por la lógica equívoca,<br />
unívoca o analógica; o si son los contenidos o la forma de la filosofía, hablaremos<br />
de contextos o de invariantes filosóficos. Veamos:<br />
I) Criterio institucional: Académico / Mundano<br />
Esta división fue formulada por Kant en sus escritos de Lógica. Allí dice:<br />
La filosofía es pues el sistema de los conocimientos filosóficos o de los conocimientos<br />
racionales a partir de conceptos. Esta es la acepción escolar de esta ciencia. Conforme a la<br />
acepción mundana, es la ciencia de los fines últimos de la razón humana. Este elevado<br />
concepto confiere dignidad a la filosofía, es decir, un valor absoluto (…)<br />
En este sentido escolar de la palabra, filosofía es relativa solamente a habilidad. En<br />
relación con la acepción mundana concierne a utilidad. En el primer respecto es, por<br />
consiguiente, una doctrina de la habilidad; en el segundo, una doctrina de la sabiduría: la<br />
legisladora de la razón. Y el filósofo no es en esta medida un técnico de la razón, sino un<br />
legislador. 9<br />
Las figuras más destacadas en los libros suelen proceder de la filosofía<br />
académica: Tales pertenecía al círculo de los aeinautai —los eternos navegantes<br />
—, que tenían como lema: Navigare necesse est, vivire non necesset. Parménides,<br />
que pertenecía a un genos ilustre, fue calificado de ouliades, vinculado al culto y<br />
al santuario de Apolo curador (olios), médico sagrado. Platón funda la Academia;<br />
y luego Aristóteles, el Liceo; Zenón de Citium, la Estoa; Epicuro, el Jardín; los<br />
socráticos se vinculan a través de las escuelas filosóficas helenísticas… Más tarde,<br />
la filosofía se engarza en las escuelas cristianas, hasta san Agustín, y Boecio. Un<br />
salto cualitativo se produce en las Universidades medievales, en las que la teología<br />
y la filosofía se aúnan de manera singular y extraordinaria. Las escuelas<br />
9 I. Kant, Lógica. Acompañada de una selección de reflexiones del legado de Kant, edición de M.J.<br />
Vázquez Lobeiras, Akal, Madrid, 2000, pág. 91.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
humanísticas de las ciudades italianas pretenden abducir la filosofía escolástica.<br />
Hasta alcanzar las Universidades modernas y determinados intereses editoriales…<br />
Pero también se defiende la filosofía mundana si ya los filosofemas están<br />
disueltos en el lenguaje ordinario. Jean François Revel en Pourquoi des<br />
philosophes, (1957) afirmaba que no hay un vocabulario propio de la filosofía.<br />
Pero quizá esta tesis no va más allá de la génesis de nuestras lenguas. El español,<br />
el francés, el alemán, el inglés... son ya lenguas filosóficas y los filosofemas, partes<br />
de la cultura europea, como el tambor lo sería para los pueblos primitivos, según<br />
el dicho de Ortega:<br />
El tambor es el instrumento que simboliza el sistema de creencias y normas para<br />
muchísimos pueblos primitivos. Y ello, porque la acción religiosa e «intelectual» por<br />
excelencia —esto es, de relación con la transcendencia que es el mundo —es la danza ritual<br />
colectiva. La cosa es estupenda, y ella me obliga a insinuar a mi amigo Heidegger que para<br />
los negros de África filosofar es bailar y no preguntarse por el Ser. 10<br />
La filosofía mundana será la «filosofía espontánea de los<br />
científicos» (Althusser) extendida hoy a la «filosofía espontánea de» los políticos,<br />
los periodistas, los artistas —el cine está plagado de filosofía mundana— y aun<br />
los deportistas.<br />
II) Criterio Diacrónico: Continuum / Discontinuum<br />
Carl Schmitt puso en marcha el «teorema de secularización», contestado<br />
enérgicamente por Hans Blumenberg: 11 ¿son los conceptos de la modernidad —<br />
teológicos, políticos, científicos, artísticos…— mera secularización de los<br />
conceptos teológicos (escolástico-medievales)? Pregunta clave para determinar si<br />
la filosofía pertenece a un continuum de conceptos y avatares —Aristóteles o<br />
Hegel—, o es un saber contingente que no encuentra en Grecia un origen, sino un<br />
medio, un ambiente a partir del cual se despliega más un devenir que una historia,<br />
como lo quieren Nietzsche, Heidegger o Deleuze. 12<br />
10 J. Ortega y Gasset, Obras Completas, VIII, Alianza, Madrid, 1986, pág. 287.<br />
11 C. Schmitt, Teología política, epílogo de J.L. Villacañas, Trotta, Madrid, 2009. Hans<br />
Blumenberg, La legitimidad de la Edad Moderna, Pretextos, Valencia, 2008.<br />
12 G. Deleuze y F. Guattari, ¿Qué es filosofía?, Anagrama, Barcelona, 1993.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
III) Criterio lógico: Filosofías Unívoca / Equívoca / Analógica<br />
Si consideramos que el tema propio de la filosofía está marcado por<br />
Parménides, Heráclito, Platón y Aristóteles sobre la relación Uno-Múltiple, es<br />
necesario comprometerse con la teoría de los universales y con sus tres respuestas<br />
canónicas: la unívoca, la equívoca y la análoga:<br />
IIIa) La filosofía de orientación univocista se compromete con el carácter<br />
absoluto y cerrado del ser a la manera de Parménides. La primera gran<br />
sistematización de la filosofía univocista es la de Duns Escoto, si seguimos a<br />
André de Muralt; lo continúa Descartes y su afirmación del cogito como primera<br />
evidencia; también Kant y su Crítica de la Razón Pura. Los panteísmos y<br />
cientificismos de la edad Moderna son univocistas, como lo son el idealismo<br />
alemán, que concluye con la Idea Absoluta de Hegel, y el materialismo dialéctico<br />
en su inversión hegeliana y el filosofar rizomático de Deleuze<br />
IIIb) La filosofía de orientación equivocista se compromete con el cambio<br />
absoluto a la manera de Heráclito y luego del relativismo de Protágoras, de los<br />
cínicos y de los sofistas. La primera gran sistematización medieval fue la de<br />
Ockham. Sus sucesores fueron el empirismo, el utilitarismo y el pragmatismo; la<br />
filosofía analítica de los juegos del lenguaje; y el postmodernismo en general.<br />
IIIc) La filosofía de orientación analógica se compromete con sus mismos<br />
orígenes matemáticos pitagóricos, y cristalizados en Platón, que ensaya los<br />
conceptos de de participación, imitación… También el de symploké, que significa<br />
que no todo está en relación con todo, ni nada con nada, sino algo con algo. El<br />
filósofo por antonomasia del analogismo es Aristóteles; lo continúan el Pseudo-<br />
Dioniso, el aristotelismo árabe, san Alberto Magno, y lo culmina santo Tomás;<br />
después lo reivindica Cayetano. Y Suárez combina de manera curiosa el<br />
analogismo y el univocismo. Después, el analogismo es obra de críticos, de<br />
marginales. Creemos que la topología permite la vuelta al razonar analógico.<br />
IV) Criterios materiales y formales<br />
Habrá quienes defiendan la filosofía entendida como un saber determinado<br />
por un conjunto de contenidos propios, y quienes prefieran considerarla como un<br />
mero indicador formal.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 13
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
IVa) Si se opta por los contenidos, estos podrán pertenecer a conjuntos<br />
organizados alrededor de los seres humanos —existencia, historia, crítica…—, o<br />
alrededor del Universo —cosmología, ciencias…—:<br />
a1) Las filosofías de tipo existencialista…, cuyos límites se encuentran en el<br />
solipsismo, relativismo o cotidianismo —todo lo existente se reduce a la vida<br />
cotidiana—, todo es un «juego del lenguaje»...: Es la filosofía de Protágoras, de<br />
Pirrón, de Kierkegaard, de Montaigne o de Wittgenstein; y desde luego de los<br />
existencialismos europeos del siglo XX, asociados a las bárbaras guerras<br />
mundiales.<br />
a2) Las filosofías de tipo histórico, cultural…, cuyos límites se encuentran<br />
en el misticismo, el gnosticismo… Es la filosofía de Sócrates, del Platón de la<br />
República, de Hegel, de Nietzsche y de los filósofos de la cultura.<br />
a3) Las filosofías de tipo crítico (de la duda, de las condiciones…) buscan<br />
los criterios de posibilidad del ser, las condiciones trascendentales del<br />
conocimiento, las legislaciones de la razón humana. 13 Su límite es el logicismo. Es<br />
la filosofía de Descartes, de Locke y de Hume; de Kant, de Husserl…<br />
a4) Las filosofías de tipo cosmológico, cuyos límites se encuentran en el<br />
pensamiento circular o mágico que conoce la totalidad y al que subordina las<br />
partes: el conocimiento de las partes requiere el conocimiento del todo. Es la<br />
filosofía de Aristóteles, de los estoicos, de Bruno, de Spinoza…<br />
IVb) En vez de los contenidos, simples accidentales históricos, ahora se<br />
recortan los invariantes formales que serían comunes a cualquier discurso<br />
filosófico. Pertenecerían al género que Ferrater Mora llamaba metafilosofía. Así<br />
se hablará de: cuestiones ontológicas, cuestiones gnoseológicas o cuestiones éticopolíticas<br />
de la filosofía. O bien, se tratarán las cuestiones de la Naturaleza, del<br />
Hombre, de la Idea y del Ser, como hace Luis Cencillo. 14<br />
13 “El filósofo es o bien artífice de la razón, o legislador de la razón humana. En el primer caso<br />
realiza una exposición de la filosofía, cuyo efecto en la escuela se nota inmediatamente; pero cuya<br />
influencia cesa con el uso viril de su razón. El otro no tiene propiamente una repercusión en la<br />
escuela, pero tanto más en la vida. El primero requiere mecanismo, el segundo cultivo del genio”.<br />
I. Kant, Lógica. Acompañada de una selección de reflexiones del legado de Kant, edición de M. J.<br />
Vázquez Lobeiras, Akal, Madrid, 2000, pág. 91.<br />
14 L. Cencillo Ramírez, Filosofía fundamental II, Sintagma, Madrid, 1968.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
De manera que, como puede apreciarse en este rápido repaso, el término<br />
filosofía es ya suficientemente plural y disperso, lo que exige una deliberación sin<br />
duda larga y sinuosa con el fin de tomar enérgicas decisiones que guíen a su vez la<br />
elección de las acepciones adecuadas de cultura y educación.<br />
3. La Idea de Cultura<br />
Cultura es un concepto presente en cualquier discurso y actividad humana<br />
a partir de finales del siglo XIX. En lo que nos concierne, cultura tiene que ver con<br />
otras nociones que se encuentran en la órbita de la idea de educación —paideia,<br />
crianza, Bildung, modales...— y de la filosofía —libertad, espontaneidad, estética,<br />
antropología cultural…—. Tiene que ver con algo sobreañadido a la naturaleza<br />
que, si falta, deja al individuo fuera del grupo al que pertenece.<br />
De ahí que el término cultura antes que como idea filosófica se presenta<br />
como mito. Así, en la tradición bíblica encontramos el mito del «paraíso<br />
perdido»: Adán pierde la Inocencia al ser tentado por Eva, por lo que requerirá la<br />
ayuda de la Gracia para compensar esta pérdida. Y en la tradición helena, en el<br />
mito de «Prometeo y Epimeteo»: se narra el esfuerzo de Prometeo de dotar de<br />
instituciones al hombre al que dejó desnudo la mala cabeza de Epimeteo, quien<br />
gastó todas las capacidades que había de repartir entre los seres recién creados<br />
antes de llegar al ser humano: no le quedaban ya ni fuerza ni velocidad ni<br />
armaduras ni alas…, según se cuenta en el Protágoras de Platón. Ha sido muy<br />
tarde, a finales del siglo XIX, cuando cultura se ha transformado en un concepto<br />
científico, o pretendidamente tal, tanto extensionalmente o conjunto de elementos<br />
que la definen —“la cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel<br />
todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el<br />
derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos<br />
por el hombre en cuanto miembro de la sociedad” (Edward Tylor)— como<br />
intensionalmente, propiedades del término asociado a los pueblos o las naciones<br />
—“un pathos de pensamiento y acción que fluye a través de las actividades de un<br />
pueblo y lo distingue de todos los otros pueblos” (Ruth Benedict)—.<br />
En su perspectiva ontológica, cultura es una función que transforma una<br />
situación dada, generalmente, natural, en otra, propiamente cultural. Por tanto,<br />
tiene que ver con los valores, pues no toda transformación es valiosa. “Los<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 15
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
objetos de la cultura así son objetos formados —o transformados— por el<br />
espíritu”, dice Ferrater Mora. 15<br />
En todo caso, la función cultural no debe ser entendida aisladamente, sino<br />
incluida en una familia de funciones. La cultura se conjuga por medio de otras<br />
Ideas-funciones: Naturaleza, Libertad, Hombre, Sociedad civil, Techné… No es lo<br />
mismo entender cultura en relación con la idea de evolución, por ejemplo, que<br />
con la idea de sociedad.<br />
Y aunque no es posible recordar ahora las distintas doctrinas sobre la<br />
Cultura, quiero señalar a un autor que ocupa un lugar relevante en el cambio de<br />
la propia idea de Cultura: Samuel Pufendorf (1632-1694). Pufendorf considera<br />
que el derecho natural se convierte en derecho a la cultura, pues engloba las<br />
normas que obligan al hombre a cultivar su naturaleza: Homini cultura sui est<br />
necesaria (De jure naturae et gentium, 3, cap. IV). Pufendorf distingue entre los<br />
entia physica, que comprenden la fisiología y la psicología, y los entia moralia, 16<br />
conformados por los valores que perfeccionan la naturaleza del hombre como ser<br />
sociable, vinculados a la Cultura. La sociabilidad, fundada en contratos y<br />
convenios a través de la lengua, simboliza el consenso sobre el que se funda una<br />
comunidad. Ahora bien, Pufendorf se encuentra muy lejos del romanticismo, al<br />
distinguir Religión/Gracia de Cultura. La religión o revelación de la salvación es<br />
independiente de la idea de Cultura, vinculada al mérito personal y a sus obras,<br />
que no son condiciones para la salvación. Y la dignidad del hombre se hace<br />
sinónimo de la Cultura. Se ha de insistir en este punto crucial: la vida cultural no<br />
es condición para la salvación; lo que Dios otorga mediante la Gracia no tiene en<br />
cuenta el mérito de sus hijos. Entre la Naturaleza y los seres vivos y el reino de<br />
Dios, el pensamiento conquista un espacio humano, delimitado por el derecho<br />
natural, donde el hombre puede manifestar libremente las virtualidades del ser<br />
moral.<br />
15 J. Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Sudamericana, Buenos Aires, 1975, 5º edición, 3ª<br />
reimpresión, 1975, I, pág. 390.<br />
16 Los entia moralia no son realidades, sino modos de ser que tienen dos presupuestos: la libertad<br />
de la voluntad y la relación del hombre con las normas divinas o humanas que guían a la persona<br />
hacia determinados fines.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
a. Las formas de la Cultura<br />
En Pufendorf, por tanto, se mantiene la concepción de la cultura en la que<br />
los individuos se distinguen distributivamente, segregados unos de otros. Pero<br />
¿qué ocurre si esa Gracia se convierte en envoltorio cultural de los individuos<br />
agrupados, partícipes junto con otros muchos individuos de un cuerpo social o<br />
político? Hablaríamos así de dos tipos de Cultura: de cultura subjetiva [asociada<br />
a la ética] y de cultura objetiva [asociada a la moral], en terminología de<br />
Simmel. 17<br />
a) Cultura subjetiva. La cultura subjetiva habría sido la manera natural de<br />
entender la Cultura a lo largo de la historia. Cultus animi = cuidado de cultivar el<br />
talento (Cicerón); cultus agrorum = cultivo de la tierra (Tito Livio); recti cultus<br />
pectora roborant = la buena educación fortifica el alma (Horacio); cultus ac<br />
desidia imperatoris = la vida voluptuosa y la pereza del general (Tito Livio), etc.<br />
Cultura subjetiva podría definirse entonces como una prótesis que proporciona al<br />
hombre reglas o herramientas de comportamiento para sobrevivir o para vivir<br />
mejor, para ser feliz, etc.; prótesis que han de ser activadas ineludiblemente por el<br />
individuo. La idea de Cultura, en este sentido, podría ser reemplazada o acogida<br />
como resultado de términos, entre los que destacan por ser habituales: educación,<br />
condicionamiento, adiestramiento, domesticación, aprendizaje...<br />
b) Cultura objetiva. La cultura objetiva es idea que madura con el<br />
idealismo alemán: Kant, Herder, Schiller, Fichte, Hegel…. Hell sugiere que estos<br />
pensadores y poetas se esforzaron en realizar mediante la cultura (Kultur, Kunst,<br />
Ausbildung…) lo que no logró la política. 18 Que la cultura objetiva esté vinculada<br />
a Alemania no es casual, dado que la Reforma protestante se había realizado con<br />
el auxilio de la imprenta, sin cuya fuerza el éxito de Lutero hubiera sido<br />
impensable. Las primeras obras impresas más rentables durante el siglo XVI<br />
fueron las Biblias, los panfletos religiosos (con dibujos antipapistas de los<br />
luteranos, etc.), los libros de oración y de autoayuda… Y si la lectura ayuda a la<br />
construcción del sujeto individualizado, la imprenta estandariza y regula también<br />
las creencias y las prácticas disciplinarias. A la vez que fomenta la individualidad,<br />
estandariza la lengua, fundamentalmente. Y así la traducción de la Biblia por<br />
Lutero al alemán, o la Institución de Calvino al francés son operaciones decisivas<br />
17 G. Simmel, Filosofía del dinero, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1977; “El<br />
concepto y la tragedia de la cultura” en Sobre la aventura, Península, Barcelona, 1988.<br />
18 V. Hell, op. cit., pág. 74.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
para formar las lenguas alemana y francesa. De ahí al concepto de estado cultural<br />
de Fichte no hay más que un paso. 19<br />
De manera que ahora los individuos no hemos de esforzarnos para<br />
adquirir cultura, nada tenemos que cultivar, porque ya estamos dentro de ella.<br />
Sólo se discutirá por la prioridad de su primer analogado, aunque a partir de<br />
Fichte puede decirse que el que predomina es la lengua. Wittgenstein dirá más<br />
tarde que estamos envueltos por la Lengua. Otros encontrarán ese primer<br />
analogado en la Arquitectura (Vitrubio, Ghyka); en la Música (creo en Dios, en<br />
Mozart y en Beethoven, dice Wagner); en la forma de amar (Romeo y Julieta<br />
adversus Las mil y una noches); en la concepción del monarca (Hamlet o El<br />
alcalde de Zalamea)…; aunque la mayoría lo encuentran en la Nación, donde se<br />
dan cita Lengua y Estado. De ahí el combate cerrado entre las culturas,<br />
estructuradas en «círculos culturales / nacionales». (Y, por cierto, frente al<br />
Entendimiento agente averroísta: de ahí esa gran desgarradura interna en el<br />
cristianismo y en el islam; y hoy, también, en el hebraísmo). Y si cada «círculo<br />
cultural» es diferente, la cultura tiene lugar a escala de los grupos humanos, los<br />
pueblos, las naciones… y no de los individuos. La subjetividad, por tanto, está<br />
insertada en un contexto envolvente, que es la cultura. Y aun cada nación-cultura<br />
tendrá su propio Dios, de manera que no sólo el rey o el obispo sino el propio<br />
Dios asume la singularidad de todo el pueblo (Shatov en Los demonios de<br />
Dostoyevski). 20<br />
Esta clasificación no agota las distinciones, desde luego. El siglo XIX<br />
procuró un criterio diferente a partir de la teoría de la evolución de Darwin. La<br />
Cultura pudo entenderse ahora como un epifenómeno de la naturaleza, una tesis<br />
ante la que reaccionaron las Humanidades, separando, aislando, la cultura de la<br />
19 M. C. Taylor, Después de Dios. La religión y las redes de la ciencia, el arte, las finanzas y la<br />
política, Siruela, Madrid, 2011, pág. 103.<br />
20 “La meta de todo movimiento popular”, dice Shatov, “en cualquier pueblo y momento de su<br />
existencia, es únicamente la búsqueda de Dios, de su Dios, del suyo propio, y de la fe en él como<br />
único verdadero. Dios es la personalidad sintética de todo un pueblo, considerada desde el<br />
principio hasta el fin. Nunca se ha dado el caso de que todos los pueblos, o muchos de ellos,<br />
tengan un solo Dios común, sino que siempre ha tenido cada uno el suyo. La primera señal d<br />
descomposición de la nacionalidad ocurre cuando los dioses empiezan a ser comunes (…) El<br />
pueblo es el cuerpo de Dios. Un pueblo es pueblo sólo mientras tiene su propio Dios individual y<br />
excluye a todos los demás dioses del mundo sin admitir reconciliación alguna; mientras cree que<br />
su Dios vencerá y expulsará del mundo a todos los demás dioses (…) Si un gran pueblo no cree<br />
que la verdad está sólo en él, si no cree que es el único con la capacidad y misión de resucitar y<br />
regenerar a todos por medio de su verdad, se convierte al punto en simple material etnográfico…”<br />
F. M. Dostoyevski, Los demonios, Alianza, Madrid, 2000, II, Noche, 7, págs. 314-316.<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
naturaleza. Así que ambas quedaron enfrentadas: la cultura, concepto autónomo,<br />
tenderá a absorber la naturaleza; la naturaleza, igualmente autónoma, hará lo<br />
propio con la cultura. Así se pusieron en marcha los programas sociológico<br />
(estándar) y naturalista.<br />
i) Programa estándar: El programa estándar, tradicionalmente vinculado a<br />
las Humanidades, reaccionó con energía contra el naturalismo evolucionista.<br />
Entre nosotros, el programa estándar estaría ejemplificado por José Ortega y<br />
Gasset, sobre todo en su segunda época —«el hombre no tiene naturaleza, sino<br />
historia»—, que define al hombre como un ser descolocado y enfermo en la<br />
naturaleza, luchando para reencontrarse a sí mismo en la historia través de la<br />
técnica:<br />
Pero hasta tal punto es sustancialmente drama la existencia humana que ese instrumento<br />
de su felicidad —la física— puede convertirse, a la vez, en el terrible aparato de su<br />
destrucción. (…) Aquí tenemos una concepción de la vida humana que no es naturalista,<br />
no es botánica, sino que es dramática, es un puro acontecer en el sentido de un acontecer<br />
a nosotros. Así Goethe anticipa lo que luego hemos descubierto: a saber, que el hombre<br />
no tiene naturaleza; en lugar de ello tiene historia. 21<br />
ii) Programa naturalista: En el mundo anglosajón el programa naturalista<br />
constituye casi su segunda piel. Primero fueron las teorías del Instinto (Conwy<br />
Lloyd Morgan, James Mark Baldwin, William James, William McDougall); con<br />
la irrupción de la etología —K. Lorenz, N. Tinbergen—, el programa naturalista<br />
se hace mucho más fuerte a partir de la presentación de la nueva disciplina<br />
llamada Sociobiología por E. O. Wilson; le siguen la Ecología Cultural (R.<br />
Alexander), la Psicología Evolucionista (Leda Cosmides y John Tooby), las<br />
teorías de la coevolución gen-cultura (L. L. Cavalli-Sforza, M.W. Feldman…)…;<br />
y, entre nosotros, el modelo de aprendizaje assessor (L. L. y M A. Castro<br />
Nogueira)… Todos ellos reactivan el programa naturalista iniciado por Darwin,<br />
comprometido con una consideración de la naturaleza humana como objeto<br />
empírico y mantienen siempre abierta la expectativa de una conciliación entre las<br />
ciencias sociales y la investigación naturalista del hombre. Se trata de aplicar la<br />
moderna teoría de la evolución al devenir cultural humano con la esperanza de<br />
comprender cuáles han sido los factores claves en la transformación de Homo<br />
sapiens en la especie cultural por excelencia. Por poner un ejemplo extremo, pero<br />
21 J. Ortega y Gasset, “El mito del hombre más allá de la técnica”, Obras Completas, IX, Alianza,<br />
Madrid, 1986, págs. 583-584 y 589.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
bien significativo: Desmond Morris dirá que la Divina Comedia no es más que un<br />
circunloquio de Dante para tratar de hacer el amor con Beatriz (El mono<br />
desnudo).<br />
Entre nosotros el más apasionado naturalista fue Félix Rodríguez de la<br />
Fuente quien, a pesar de su éxito televisivo, no ha influido apenas en la<br />
intelectualidad hispana que pasó del teologismo al sociologismo por medio del<br />
marxismo sin solución de continuidad (con las excepciones eminentes que exige<br />
toda (mala) generalización, desde luego; recordaré la excelente labor de Miguel<br />
Delibes).<br />
iii) Programa morfologista<br />
Además, quisiera añadir una tercera distinción, el morfologismo filosófico,<br />
nombre con el que apelamos a una filosofía comprometida con la ciencia (más<br />
que con la existencia) de tradición aristotélica y que toma como canon<br />
ontológico, gnoseológico y ético la escala del cuerpo humano, descartado como<br />
canon del universo, por su falta de proporción respecto de él (dicho<br />
intuitivamente: descartamos el hombre de Vitrubio como escala), pero que por<br />
contra rechaza el naturalismo reduccionista fisicoquímico o genetista, ambas<br />
posiciones ejercidas por el univocismo del pensamiento neopositivista.<br />
Los límites de la posición morfologista en el ámbito de la cultura los<br />
colocaremos en dos filósofos, que ponen el cuerpo en el centro tanto de la<br />
Naturaleza como de la cultura: Spinoza y Nietzsche. Deleuze 22 (1986) y, entre<br />
nosotros, Jesús Conill <strong>23</strong> (1991a, b) han mostrado su perspicacia al enlazar a<br />
Nietzsche con Spinoza, alrededor del cuerpo humano: “No sabemos de lo que es<br />
capaz un cuerpo”. “No nos cansaremos de maravillarnos ante la idea de que el<br />
cuerpo humano se ha hecho posible”. Consideraré a Aristóteles, Leonardo,<br />
Spinoza, Leibniz, Goethe, Riemann, Poincaré, Bergson, Whitehead, Thom... entre<br />
los morfologistas filosóficos.<br />
Cruce de criterios (ontología)<br />
Si cruzamos ahora los criterios a) cultura subjetiva —prótesis y esfuerzo<br />
individualizado— y b) cultura objetiva —envoltura y manifestación—, con los criterios i)<br />
22 G. Deleuze, Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 1986.<br />
<strong>23</strong> J. Conill, El enigma del animal fantástico, Tecnos, Madrid, 1991.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
cultura de los programas estándar —el hombre se recrea por medio de la civilización y la<br />
educación, ii) cultura naturalista —la naturaleza determina lo que es el hombre y puede llegar<br />
a ser en el tiempo—; y iii) cultura morfologista, alrededor del cuerpo, tenemos la siguiente<br />
tabla en la que se aprecia intuitivamente la diferencia de escuelas y autores (Cuadro I):<br />
a) Subjetiva (prótesis) b) Objetiva (envoltorio)<br />
i)<br />
Programa<br />
Estándar<br />
«Segunda<br />
naturaleza»<br />
(«Aristócratas del<br />
espíritu»,<br />
Goethe)<br />
[olvido de la<br />
Naturaleza]<br />
ai) Cultura subjetiva / estándar<br />
- Adán, creado a imagen de Dios.<br />
- Protágoras: «mito de Prometeo»<br />
- Aristóteles: hábito<br />
- Cicerón: Cultus animi …<br />
- Misiones católica y protestante<br />
- Izquierda hegeliana<br />
- Cassirer: «animal simbólico»<br />
- Ortega: «no tiene naturaleza, sino historia».<br />
- Sartre: «es lo que hace de sí mismo»<br />
aii) Cultura subjetiva / naturalista<br />
bi) Cultura Objetiva / estándar<br />
- El hombre nuevo de san Pablo<br />
- Teorías de la Gracia: san Agustín…<br />
- Marxismo: Kautsky, Troksky, Mao<br />
- W. Dilthey: : «ciencias del espíritu»<br />
- E. Husserl: «el mundo de la vida»<br />
- L.Wittgenstein: «el lenguaje es mi mundo»<br />
- J. Habermas: «la acción comunicativa»<br />
bii) Cultura Objetiva / naturalista<br />
ii)<br />
Programa<br />
Naturalista<br />
[hacia la<br />
identificación<br />
hombre y animal]<br />
iii)<br />
Programa<br />
morfologista<br />
- Epicúreos, Giordano Bruno, Hobbes…<br />
- Cabanis, Moleschott, Büchner, Sade…<br />
- Spencer, Charles Darwin…<br />
- Antropología cultural: Morgan, Tylor, Boas, - Arthur Schopenhauer<br />
Kroeber, Malinowski, Radcliffe-Brown, Leslie - Carl Gustav Carus<br />
A. White, M. Harris...<br />
- Teorías de los Instintos y Sociobiología:<br />
- C. Lloyd Morgan, J. M. Baldwin, W. James…<br />
- Etología: K. Lorenz, N. Tinbergen, Eibl- - Erich Neumann (1905-1960) la conciencia<br />
Eibesfeld... Sociobiología: E.O. Wilson…<br />
- Ecología Cultural: R. Alexander…<br />
- Memética: R. Dawkins<br />
- Psicología Evolucionista: Cosmides y Tooby<br />
- Cultura como herencia: Cavalli-Sforza…<br />
- Coevolución gen-cultura: Boyd y Richerson…<br />
- Imitación aprendizaje: Dennet, Blackmore…<br />
- Economía evolutiva…<br />
- Neurofilosofía: Patricia S. Churchland<br />
aiii) Cultura subjetiva / morfologista<br />
Potencia/trabajo/lenguaje<br />
- F. Nietzsche: Übermensch y la cultura maligna<br />
- B. Spinoza: Conocimiento intelectual de Dios<br />
- (¿) Cultura ≈ Ética [cuerpo/alma] ≈<br />
Humanismo científico ≈ Neurobiología<br />
Inteligibilidad adversus Nihilismo<br />
Voluntad, Inconsciente:<br />
- Friedrich W. Schelling<br />
- Gotthilf von Schubert<br />
- Sigmund Freud: «energía psíquica»<br />
- Carl G. Jung: «inconsciente colectivo»<br />
cambia; el inconsciente es una estructura<br />
psíquica fija, eterna<br />
- Julian Jeynes: «mente bicameral»<br />
- Heidegger: «Dasein», «
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
Nietzsche afirma que el cuerpo es mucho más sorprendente que el espíritu<br />
o la conciencia. “No nos cansaremos —dice— de maravillarnos ante la idea de<br />
que el cuerpo humano se ha hecho posible” (VP, II, 226). Pero ¿qué es el cuerpo?<br />
Para Nietzsche, el cuerpo es un campo de fuerzas, un medio nutritivo disputado<br />
por una pluralidad de fuerzas activas y reactivas. De entre las fuerzas que entran<br />
en liza en el cuerpo —activas y reactivas— unas mandan y las otras obedecen;<br />
pero ninguna de ellas renuncia a su poder. En la filosofía de la vida de Nietzsche<br />
el mecanicismo y el teleologismo son dos interpretaciones que sirven únicamente<br />
para las fuerzas reactivas. Las fuerzas activas escapan a la conciencia; su actividad<br />
principal es inconsciente. Las fuerzas activas hacen del cuerpo un sí mismo, un ser<br />
poderoso, un sabio desconocido. Lo activo es tender al poder (VP, II, 43),<br />
imponer o crear formas, explotando las circunstancias. Apropiarse, subyugar,<br />
dominar. Por eso Nietzsche está más cerca de Lamarck que de Darwin, del poder<br />
transformador de fuerzas plásticas y capaces de metamorfosis que del azar. Y,<br />
¿cómo ha llegado Nietzsche hasta aquí?<br />
Se sabe que Nietzsche comenzó con el estudio de la música, influido por<br />
Schopenhauer, y llega a la conclusión de que la música dionisíaca no puede<br />
expresar lo espantoso dionisíaco inmediatamente. Y da un paso adelante: No es<br />
la acción (Aristóteles la considera núcleo del drama), sino el estado de ánimo<br />
(Stimmung) creado por la música. No hay misterios inefables, sino un cuerpo que<br />
entra en correspondencia con la música a través de la organización rítmica. (Lo<br />
que nos parece un giro espectacular y nuclear en su filosofía). De manera que el<br />
creador de la música ha de ser un hombre sano. Las creaciones del artista<br />
establecidas a partir del estado fisiológico del creador se abren en dos tipos: Una<br />
cultura nihilista, a partir del miedo; una cultura de afirmación: a partir de la<br />
fuerza, etc.<br />
Mis objeciones a su música [Wagner] son fisiológicas: ¿a qué disfrazarlas so capa de<br />
fórmulas estéticas? Si la estética no es más que fisiología aplicada… Mi hecho, mi «petit<br />
fait vrai», es que ya no respiro bien en cuanto esa música surte efecto en mí; y que mi pie<br />
se enfada y se subleva al momento; necesita compás, danza, marcha (…) mi pie exige de la<br />
música, ante todo, que lo arrebate, como el andar, caminar o bailar bien hechos. Pero ¿es<br />
que no protesta también mi estómago, mi corazón, mi pulso? ¿Y no se me revuelven las<br />
tripas? Y me quedo afónico de improviso (…) Así que me pregunto: ¿qué quiere<br />
propiamente de la música todo mi cuerpo? Pues alma, no se da… creo que alivio: como si<br />
todas las funciones animales se aceleraran gracias a ritmos ligeros, atrevidos,<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 22
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
desenfrenados, conscientes de sí; como si la vida plomiza, férrea, perdiese su pesadez en<br />
blandas melodías de oro y aceite. 24<br />
Lo verdaderamente trágico de la posición de Nietzsche es que asociará la<br />
Cultura a los cuerpos, una correlación que puede llegar a ser muy perversa. Este<br />
planteamiento le marcará toda su posterior obra filosófica, sesgada por lo que se<br />
nos aparece como una falacia atroz si alguien —como así ocurrió en el nazismo—<br />
lo ejercita: ¿hasta qué punto la cultura europea [arte, religión, ciencia, moral…],<br />
identificada con la moral judeocristiana, es fruto de la debilidad, de la<br />
decadencia, del miedo y del recelo de la vida? ¿Esa decadencia se soporta en los<br />
cuerpos?<br />
Por eso, es necesario que a Nietszche se le contraponga Spinoza, el otro<br />
gran filósofo del cuerpo. Baruch Spinoza (1632-1677) no apela a ningún<br />
Superhombre, sino al hombre sin más [multitudo]. Y si hacemos de la Cultura<br />
una de las características humanas, una cultura que no es mera estructura de<br />
comportamiento, sino una relación entre el modo corporal y el modo intelectual,<br />
entonces veremos cómo la Cultura no puede ser más que el camino del amor Dei<br />
intellectus /el amor intelectual de/hacia Dios. Spinoza no busca la salvación en la<br />
Cultura, sino en la política, en la democracia, lugar en el que se arbitran los<br />
conflictos entre individuos y, por extensión, entre las culturas, que ahora ya no<br />
serían entendidas como sustantivo-distributivas, sino como las maneras en las que<br />
se establecen las relaciones entre los individuos. Spinoza se mantiene en la escala<br />
corpórea, irreductible a la división sustantiva cuerpo/alma, e inconmensurable<br />
con la natura naturata (crítica al teleologismo): es decir, en el territorio de la<br />
Ética, y no hay cabida para el Superhombre. Puede leerse su crítica a la religión,<br />
precisamente, como una crítica a la Cultura objetiva, avant la lettre.<br />
Spinoza no busca experiencias místicas con un ser trascendente, sino<br />
experiencias humanas. Por eso, al final de la Ética habla del amor intelectual<br />
hacia Dios; pero lo que dice Spinoza es que es en los hombres donde se ama a<br />
Dios: “El bien que apetece para sí todo el que sigue la virtud, lo deseará también<br />
para los demás hombres, y tanto más cuanto mayor conocimiento tenga de<br />
Dios” (Ética, IV, Prop. 37). Esta relación con Dios no es de hecho más que el<br />
conocimiento filosófico del mundo, a través de la crítica de la cultura: solo un tal<br />
24 F. Nietzsche, “Nietzsche contra Wagner”, Nietzsche contra Wagner, Siruela, Madrid, 2002,<br />
pág. 80.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
<strong>23</strong>
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
conocimiento puede conferir alegría y libertad. Ortega, como siempre, sabe usar<br />
su excelente verbo para aclarar los conceptos más difíciles:<br />
Estos ensayos son para el autor —como la cátedra, el periódico o la política— modos<br />
diversos de ejercitar una misma actividad, de dar salida a un mismo afecto. No pretendo<br />
que esta actividad sea reconocida como la más importante en el mundo; me considero<br />
ante mí mismo justificado al advertir que es la única de que soy capaz. El afecto que a ella<br />
me mueve es el más vivo que encuentro en mi corazón. Resucitando el lindo nombre que<br />
usó Spinoza, yo le llamaría amor intellectualis. Se trata, pues, lector, de unos ensayos de<br />
amor intelectual. 25<br />
b. El momento canónico del cruce Cultura y Filosofía<br />
El momento canónico de la distinción filosofía / cultura tiene lugar en la<br />
Epístola moral 90 a Lucilio de Séneca. 26 Seleccionaré algunos párrafos que iré<br />
uniendo mediante pequeños comentarios. Séneca, que elogia a la filosofía como<br />
camina para alcanzar la sabiduría, la segrega de manera clara y contundente de<br />
las artes y los inventos, que son los contenidos de la Cultura. Las artes son<br />
resultado de la razón, pero no de la recta razón, la razón filosófica:<br />
¿Quién puede dudar, Lucilio querido, de que de los dioses inmortales dimane el beneficio<br />
de la vida, y de la filosofía el de la vida honesta? En consecuencia tendríamos por cierto<br />
que estamos tanto más obligados a la filosofía que a los dioses, cuanto que la vida<br />
honesta es un beneficio superior a la vida, si no fuera verdad que los dioses nos han<br />
dispensado la propia filosofía, de la que a nadie otorgaron el conocimiento, mas a todos<br />
la capacidad (90, 1).<br />
Las artes:<br />
Hasta aquí estoy de acuerdo con Posidonio; pero no podría admitir que las artes que<br />
utiliza nuestra vida en el uso cotidiano las haya inventado la filosofía, ni le atribuiré a ella<br />
la gloria de la su elaboración (…) ¿Qué pretendes? ¿Qué la filosofía ha enseñado a los<br />
hombres a disponer de llaves y cerrojo? ¿Qué otra cosa supondría esto sino dar el santo y<br />
seña a la avaricia? (90, 7,8).<br />
Las sierras, los carros, las horquillas, los utensilios de los artesanos… todo<br />
eso “lo descubrió la sagacidad, no la sabiduría humana” (90, 11). Séneca no<br />
necesita echar mano de un Prometeo para recibir las habilidades técnicas que<br />
hereda directamente de la naturaleza:<br />
25 J. Ortega y Gasset, Obras Completas, I. op. cit., pág. 311.<br />
26 L. A. Séneca, Epístolas morales a Lucilio, 2 vols., traducción de Ismael Roca, Gredos, Madrid,<br />
1989.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
La naturaleza no fue tan injusta que, mientras otorgaba a todos los demás<br />
animales una fácil existencia, solo al hombre le impidiese vivir sin el auxilio de<br />
tantas artes. Ella nada penoso nos ha impuesto, nada que debamos conseguir con<br />
fatiga a fin de prolongar la existencia (90, 18).<br />
Ahora bien, es la corrupción que nace del lujo conseguido mediante las<br />
técnicas lo que ha fomentado los vicios:<br />
A la naturaleza ha renunciado el lujo, que cada día se estimula a sí mismo, que, a<br />
lo largo de tantos siglos, va en aumento y con su inventiva fermenta los vicios. Al<br />
principio comenzó a desear lo superfluo, luego lo perjudicial, por último entregó<br />
el alma al cuerpo, y le ordenó ser esclava de sus caprichos (90, 19).<br />
La filosofía no existía en aquella edad de Oro en la que faltaba el<br />
desarrollo de la Cultura: trabajos de artesanía y conocimientos útiles. Pero<br />
entonces se originó la avaricia, que desunió a los mortales:<br />
En una situación tan felizmente organizada irrumpió la avaricia y, mientras<br />
deseaba separar una parte para transferirla a su dominio, lo puso todo en manos<br />
ajenas, y de la suprema abundancia terminó en la estrechez. La avaricia introdujo<br />
la pobreza y por su desmesurada ambición lo perdió todo (90, 38).<br />
La sabiduría se desconecta de las manos (90, 26), es maestra de las almas:<br />
no convierte aire en música a través de la flauta, ni construye armas ni murallas:<br />
fomenta la paz y exhorta a la concordia humana, su meta es la adquisición de la<br />
felicidad (90, 27):<br />
Luego se ha ocupado [la filosofía] de los principios de las cosas, de la razón<br />
eterna dada al universo y del vigor de todos los gérmenes que configura a cada<br />
cosa en particular. Después ha comenzado a investigar acerca del alma: su origen,<br />
su morada, su duración y las partes de que consta. A continuación, de los seres<br />
corporales ha pasado a los incorpóreos, examinando su verdad y sus pruebas,<br />
luego ha indicado cómo distinguir los equívocos de la vida y del discurso, ya que<br />
en una y otro la falsedad va mezclada con la verdad (90, 29).<br />
Así que la filosofía y la ciencia están más allá de las técnicas, es un saber de<br />
segundo grado. Ahora bien, aquí hay una serie, una graduación en la adquisición<br />
de la sabiduría: desde la naturaleza y sus dones, hasta llegar a ser bueno. Y<br />
aunque los dioses otorgan las disposiciones, se requiere del trabajo. De una<br />
«cultura subjetiva» que conduce a la filosofía:<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 25
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
En efecto, la naturaleza no otorga la virtud: hacerse bueno es obra del arte (90,<br />
44).<br />
Séneca critica a los hombres cuya obsesión por el estudio ha hecho<br />
pedantes e inseguros, “Así resultó que sabían hablar más cuidadosamente que<br />
vivir” (88, 42). Séneca defiende la autolimitación teorética, la economía del saber<br />
necesario.<br />
4. La idea de Educación<br />
La idea de Educación comparte con las ideas de Filosofía y de Cultura la<br />
modificación (o reforma) del entendimiento, de la personalidad o del alma. Pero<br />
más que una función, la Educación actúa al modo de los vectores de la Física, si<br />
exige el esfuerzo, el trabajo, la disciplina o el ejercicio de los individuos<br />
(separados, segregados) hacia un fin u objeto exterior, que puede coincidir, o no,<br />
con la Cultura. Así, desde los Ejercicios espirituales de los estoicos a los Ejercicios<br />
espirituales de Ignacio de Loyola. 27 Pues los saberes que proceden de la educación<br />
son de muy distinta consistencia, digamos que se encuentran en la gama que va de<br />
las creencias (en las que se está) a las Ideas (sin arraigo, se olvidan con facilidad)<br />
de Ortega. Por esta razón, más que una clasificación de la educación, por<br />
ejemplo, entre educación pública y privada o entre educación religiosa y laica,<br />
que, sin duda proceden de criterios pertinentes, nos interesamos ahora por el<br />
módulo 28 de la educación, el módulo que hace congruentes las diferentes<br />
estructuras educativas. No podemos aceptar entonces un regressus, que nos<br />
ponga en relación con estructuras genéricas teológicas o cósmicas. Por eso nos<br />
interesamos por las definiciones genéticas que se despliegan desde un núcleo que<br />
es el soporte de todas sus variaciones, en el sentido de Spinoza. 29 El módulo<br />
habrá de ser reconstruido, entonces, a partir de las apariencias o de los<br />
fenómenos en los que se ha desenvuelto su concepto.<br />
27 P. Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía, Siruela, Madrid, 2006.<br />
28 En aritmética, módulo es un <strong>número</strong> a que divide la diferencia entre los <strong>número</strong>s b y c; se dice,<br />
entonces que b y c son congruentes.<br />
29 B. Spinoza, Tratado de la reforma del entendimiento y otros escritos, edición de L. Fernández y<br />
J. P. Margot, Tecnos, Madrid, 1989, §§ 95-96.<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
a. los contextos de la educación<br />
Para alcanzar el módulo conviene entonces estudiar los contextos en los<br />
que se desenvuelve la Educación, que son múltiples y que la han vuelto<br />
irreconocible, como irreconocible se volvió la estatua fondeada del monstruo<br />
marino Glauco de la República platónica: destruidos, estropeados y consumidos<br />
algunos de sus miembros, a la vez le surgían otros por acumulación de conchas,<br />
algas y piedrecillas. 30 Las diferencias entre las estructuras educativas, diremos,<br />
son relativas al módulo, que permanece a pesar de los daños infligidos por el<br />
tiempo.<br />
Es obligado aludir, en primer lugar, a los contextos límites de la etología.<br />
La Educación tendría que ver con la necesidad que tienen los primates superiores<br />
a ser informadoseducados (?) para la supervivencia, lo que comporta ciertos<br />
mecanismos de control, transmisión y coacción. Pero más que de educación<br />
habría que hablar de aprendizaje, conducta…<br />
Los contextos antropológicos o de control de unos seres humanos sobre<br />
otros seres humanos serían más propios de la especie humana: “No es el mundo<br />
de los asuntos prácticos lo difícil de controlar —escribe el psicólogo Nicholas<br />
Humphrey— sino el comportamiento de los otros miembros de la especie”. 31 Sin<br />
la aprobación y reprobación de la conducta podrían cometerse errores que<br />
dificultan la supervivencia. 32<br />
Más específicos son los contextos tecnológicos o de control de la<br />
naturaleza por seres humanos. En este caso, el ejercicio educativo de los<br />
individuos se conecta objetivamente con la formación de artesanos,<br />
manufactureros, profesionales…, que habrán de cubrir y satisfacer necesidades<br />
vitales de una comunidad dada.<br />
30 “Pero esto que acabamos de decir solamente es verdad según se nos aparece al presente, porque<br />
antes la hemos contemplado en una disposición tal que, así como los que veían al marino Glauco<br />
no podían percibir fácilmente su naturaleza originaria, porque, de los antiguos miembros de su<br />
cuerpo, los unos habían sido rotos y los otros consumidos y totalmente estropeados por las aguas,<br />
mientras le habían nacido otros nuevos por la acumulación de conchas, algas y piedrecillas, de<br />
suerte que más bien parecía una fiera cualquiera que lo que era por nacimiento, en esa misma<br />
disposición contemplamos nosotros al alma por efecto de una multitud de males”. Platón, La<br />
República, 611c-d.<br />
31 N. Humphrey, La mirada interior, Alianza, Madrid, 1993.<br />
32 Es muy interesante la propuesta del modelo de aprendizaje assessor de Laureano, Luis y M. Á.<br />
Castro Nogueira, ¿Quién teme a la naturaleza humana?, Tecnos, Madrid, 2008.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
Estos contextos pueden cruzarse y dar lugar a contextos mixtos:<br />
· Control de la naturaleza por medio del control de los otros (esclavismo,<br />
servidumbre…). El ejercicio educativo se conecta objetivamente con saberes<br />
ocultos dirigidos a privilegiados, como hacen las comunidades de chamanes o de<br />
masones… También los matemáticos comenzaron de este modo su andadura: en<br />
las escuelas pitagóricas se transmitían, en medio de una vida en común muy<br />
reglada, un saber secreto. 33 Las matemáticas, a diferencia de la retórica, la poesía<br />
o la música —accesibles al público sin preparación específica—, exigían un curso<br />
de iniciación. 34 El verbo µανθάνω (mantháno), significa «instruirse, aprender,<br />
llegar a conocer...».<br />
· Control de los otros por medio de técnicas sobre la naturaleza. Un<br />
ejemplo de consecuencias decisivas es la educación ejercida desde la estructura<br />
biopolítica de los estados contemporáneos. La educación estará al servicio de la<br />
previsión de riesgos y de calamidades sociales; de la medicina social, que ha de<br />
corregir los desajustes y problemas acrecentados por las condiciones vitales de la<br />
nueva economía industrial —alcoholismo, tabaquismo, drogadicción…—, etc. 35<br />
A partir del siglo XIX se tematizan los contextos sociológicos de<br />
reproducción de clases o grupos sociales. Las instituciones educativas tendrían<br />
como función la de mantener y hacer perseverar el sistema político, social y<br />
económico. En la escuela, cada individuo configura su personalidad y adquiere las<br />
competencias pertinentes para entrar en el sistema de producción. La escuela sería<br />
una especie de microcosmos de la sociedad especializada en la homogeneización<br />
moral y en la diferenciación profesional. Y también los contextos psicológicos, si<br />
es cierto que el saber exige un esfuerzo de autorepresión de los instintos, pasiones<br />
o deseos desordenados. Y así, se verá en la educación un proceso de «alienación»,<br />
un proceso en el que el sujeto libre y responsable es convertido en una mercancía,<br />
33 “Y, verdaderamente, creo yo que no te será fácil encontrar muchas enseñanzas que cuestan más<br />
trabajo que ésta [las matemáticas] a quien aprende y se ejercita en ella”. Platón, La República,<br />
526c.<br />
34 Herón, Definiciones, 160,8.<br />
35 Giorgio Agamben, Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos, Valencia, 2003.<br />
Roberto Esposito, Immunitas. Protección y negación de la vida. Amorrortu, Buenos Aires, 2005.<br />
Michel Foucault, Historia de la sexualidad, 1. La voluntad de saber, Siglo XXI, Madrid, 1977;<br />
Defender la sociedad: Curso en el Collège de France (1975-1976), FCE, Buenos Aires, 2000;<br />
Nacimiento de la biopolítica: Curso en el Collège de France (1978-1979), FCE, Buenos Aires,<br />
2007; Estrategias de poder, Paidós, Barcelona, 1999...<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
en un objeto. La escuela sería el lugar donde el poder impone su discurso por las<br />
buenas o por las malas.<br />
Ahora bien, parece que ninguno de estos contextos comprende por sí<br />
mismo el módulo de la Educación; todo lo más indican la necesidad de la<br />
Educación para promover a los individuos humanos en la adquisición de<br />
determinadas competencias y alcanzar determinados fines, que, en su límite,<br />
pueden provocar la autodestrucción del propio yo: desde el fracaso escolar al<br />
fideísmo... 36 Ahora estamos en disposición de recuperar el aspecto aporético que<br />
mencionábamos al principio, la aporía esencial de la educación: 37<br />
La inconmensurabilidad (en el sentido de la no comunicabilidad de los géneros) entre los<br />
fines del individuo —obtener un título, alcanzar prestigio, ganar dinero…—; los planes y<br />
programas generales de la sociedad —socializar o preparar profesionalmente a sus<br />
integrantes y regular las calamidades sociales: enfermedades, conflictos interclasistas…—;<br />
y la estructura misma de los saberes: epistemología de las ciencias. Esta<br />
inconmensurabilidad desborda continuamente tanto los deseos e intereses de los<br />
individuos, los planes de los gobiernos y el propio criterio material de la enseñanza, sus<br />
contenidos, que los vincula.<br />
El módulo de la Educación habrá de encontrarse, por consiguiente, en un<br />
lugar intermedio entre las puras técnicas de entrenamiento profesional, los puros<br />
procesos de socialización y el tipo de saber que los une. Este componente no<br />
puede ser genérico, como venimos diciendo, sino que caracteriza históricamente<br />
un determinado tipo de educación. Es decir, el módulo ni puede actuar como un<br />
«universal distribuido» en cada uno de los individuos a los que afecta —como la<br />
risa o el llanto, en el sentido de EibEibesfeldt—, 38 ni puede afectar a todos los<br />
grupos humanos por igual. Precisamente el que la educación de la civilización<br />
occidental sea tan específica, a la vez que tiene la presunción de universalidad,<br />
provoca interpretaciones dispares y aun contrapuestas:<br />
1.ª Para la interpretación unívoca – dogmática, el módulo tendría que ver<br />
con la fuerte jerarquización del sistema educativo: el mejor sistema sería el<br />
36 “Mejor es que cada uno no sepa absolutamente nada y no conozca ni una sola causa de las<br />
cosas creadas, pero persista en la fe y en el amor a Dios que si, hinchado por tal ciencia, desfallece<br />
en el amor que da la vida al hombre (…) y a causa de sutilezas y minucias cae en la impiedad”,<br />
Ireneo de Lyon, Adversus haereses, II, 26, 1. (Cf. Blumenberg, op. cit., pág. 293).<br />
37 Que renueva la división de la conciencia ilustrada entre su carácter individual-privado y<br />
universal-público. “¿De qué me sirve el vestido festivo de la libertad, si he de andar por casa con<br />
mi propia ropa de esclavo?”, Carta de Hamann a Ch. J. Kraus, 18 de diciembre de 1784.<br />
38 I. EibEibesfeldt, El hombre preprogramado, Alianza, Madrid, 1977.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
procedente del Estado más poderoso o del que se autoconsidera más legitimado.<br />
Y dado que el sistema educativo dominante en nuestra época es el anglosajón, el<br />
módulo es la experimentación de relaciones cuantitativas —a partir del ensayo /<br />
error, de los métodos brainstorming…—, encapsulada en la lógica unívoca de los<br />
sistemas formales o en el lenguaje ordinario, políticamente correcto. Podríamos<br />
denominarlo módulo baconiano.<br />
La inversa de esta interpretación está regida por un lógica unívoca –<br />
escéptica, considerará que la Educación habrá de permanecer fuera de las<br />
instituciones. Es la posición de quienes niegan la educación pública a la manera<br />
de Herbert Spencer, quien, aunque considera que la naturaleza humana es<br />
plástica, afirma que no hacen falta maestro ni legislador que vayan moldeando<br />
esa capacidad de perfección, porque los seres humanos están sometidos a una ley<br />
universal de cambio, y tienden a adaptarse a las condiciones de la vida social.<br />
Spencer supone que los padres trasmiten a los hijos facultades y aptitudes<br />
adquiridos por ellos.<br />
2.ª Para la interpretación equívoca, el módulo tiene que ver con el<br />
relativismo educativo extremo: todas y cada una de las prácticas de<br />
entrenamiento poseen la misma «dignidad» educativa. De ahí que lo<br />
denominemos módulo posmoderno. Reivindica la máxima tolerancia para todas<br />
ellas, incluidas aquellas que ponen en cuestión la forma misma de la Educación,<br />
al deshacer las formas y los significantes y significados, para dejar aparecer la<br />
materia in-forme o los signos asignificantes. 39 El módulo se fija en el comentario,<br />
en la ocurrencia, en la disertación, en la multiplicidad de disciplinas, en la<br />
optatividad de acuerdo con las inclinaciones del educando (caprichosas,<br />
curiosas…), de las modas, del kairós, de la publicidad…<br />
3.ª Para la interpretación de la lógica analógica, la búsqueda del módulo<br />
comienza por reconocer la singularidad de la Educación, como una práctica<br />
limitada a un grupo humano a partir del cual se configuran otras prácticas<br />
educativas. Ya Píndaro denunciaba la Educación como artificio de los<br />
advenedizos de la Cultura, de los plebeyos, pues la educación sólo pertenece al<br />
noble; 40 y Platón traza un sistema educativo para el gobernante con el fin de<br />
39 G. Deleuze y F. Guattari, ¿Qué es filosofía?, op. cit.<br />
40 “Los que saben por haber adquirido, son parejos a los cuervos que graznan vanamente”.<br />
Píndaro, II Olímpicas: 87.<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
constituir una sociedad justa con una estructura análoga a las antiguas<br />
instituciones educativas militares a través de los deportes. 41 La Educación se<br />
extenderá por analogía con los grupos sociales que imitan a las clases<br />
aristocráticas y, con el tiempo, las suplantan. Pero ¿este módulo se reduciría,<br />
entonces, a mero sociologismo? Mi tesis es que este modulo triunfó a la larga,<br />
porque no se ajustó ni al campo político, ni al social, sino al gnoseológico, y por<br />
eso lo llamaremos módulo aristotélico. Este módulo dianoético conjuga técnica y<br />
formación, rigor y especificidad, globalidad y localidad, y nos conduce al<br />
elemento alrededor del cual gira la Enseñanza en las civilizaciones de cuño<br />
heleno: el mathema cinésico, 42 el mathema del movimiento.<br />
b. El mathema cinésico, núcleo de la educación analógica<br />
La interpretación analógica y la defensa del saber matemático del<br />
movimiento, el mathema cinésico, como módulo de la Enseñanza ofrece no sólo<br />
una explicación del pensamiento global europeo, que vincula las tres ideas de<br />
Filosofía / Cultura / Educación: vinculado a los lenguajes escritos, comporta una<br />
especial disciplina del sujeto, una perspectiva gnoseológica en la que ocupan un<br />
lugar central las matemáticas y una ontología de entidades trans-empíricas.<br />
En cuanto al origen, el mathema cinésico tuvo como condición de<br />
posibilidad el invento de la escritura. Y el desarrollo por la vía de las matemáticas<br />
pitagóricas cultivadas en la Academia de Platón, que culminan en los Elementos<br />
de Euclides y el Almagesto de Ptolomeo. Y así lo entendieron ya los antiguos, que<br />
vieron en la visión teorética de la naturaleza —la contemplación del cielo, el<br />
objeto más sublime, mediante las matemáticas y la astronomía— una forma de<br />
satisfacer la necesidad humana de felicidad. 43 Y el propio san Agustín acepta que<br />
la astronomía y las matemáticas son saberes sobre los que pueden razonar<br />
cristianos y no cristianos (De Genesi ad litteram, I, 39). Y es de esta racionalidad<br />
crítica de la que se sirve para luchar contra el politeísmo, aunque luego la rebaje y<br />
subordine al servicio de la salvación. 44 De todos modos, ese conocimiento<br />
matemático y astronómico siguió siendo el módulo que regulaba el saber, a veces<br />
oculto por la lógica o la teología.<br />
41 Cf. M.I., Finley (ed.), El legado de Grecia. Una nueva valoración, Crítica, Barcelona, 1983. H.<br />
I. Marrou, La educación en la antigüedad, Akal, Madrid, 1985.<br />
42 Mathema, de µανθάνω (mantháno); cinésico, de κινηςις: movimiento, de κινέω, mover.<br />
43 Tales y «la risa de la mujer tracia»; Anaxágoras y «el sol, masa incandescente»…<br />
44 H. Blumenberg, La legitimación de la edad moderna, Pre-textos, Valencia, 2008, págs. 277 ss.<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
Las matemáticas exigieron una preparación intelectual especial para<br />
alcanzarlas, y, por lo tanto, su aprendizaje tenía que ir acompañado de una<br />
disciplina del sujeto sui generis, una disciplina capaz de reformar el<br />
entendimiento, para «elevar» al alumno al conocimiento, despojado de prejuicios<br />
y peligros: la vida del estudiante habrá de contener algún tipo de ascética:<br />
A este nivel superior volvemos a encontrar las dos principales direcciones, las dos<br />
profesiones rivales, la filosofía y la oratoria. Elegir la primera equivalía a<br />
conversión auténtica, comparable a lo que llamamos conversión religiosa.<br />
Conllevaba la adopción de una vida ascética y en consecuencia cierta ruptura con<br />
las ambiciones sociales, el lujo, el mundo en general. Conllevaba también<br />
instrucción doctrinal: en Atenas, por lo menos, la escuela filosófica equivalía a un<br />
tipo de institución organizada, jurídicamente hablando, bajo la forma de<br />
fraternidad religiosa dedicada al culto de las Musas. 45<br />
Con la revolución copérnico-galileana, las matemáticas reemplazaron a la<br />
lógica para dar coherencia a la cuantificación experimental. Un proceso que<br />
condujo a lo que Husserl llamó la crisis de las ciencias europeas. A pesar de la<br />
denuncia husserliana, y la de sus seguidores, la poderosa maquinaria<br />
norteamericana impone su módulo baconiano envuelto por una lógica unívoca en<br />
Ciencias y un lenguaje políticamente correcto en Letras. ¿No hay más<br />
alternativas, entonces, que la orientación equívoca?<br />
El renovado mathema cinésico<br />
A partir de la década de los sesenta, el desarrollo de los sistemas no<br />
lineales ha recuperado características del mathema cinésico clásico. Las ciencias se<br />
han liberado del encorsetamiento del mathema logicista. Si la ciencia galileana<br />
expulsó el mundo de las cualidades y de las formas substanciales, el mundo<br />
cualitativo de las formas o las vagas esencias morfológicas a favor de la<br />
cuantificación mediante el canon de la medida, las matemáticas han desarrollado<br />
métodos y estructuras desde la Topología, que permiten la descripción<br />
fenomenológica. A partir de la Cibernética y la Teoría de la Información se han<br />
ido reemplazando los fundamentos lógicos por otros topológicos, hasta alcanzar<br />
su formalización plena en las matemáticas de los sistemas expansivos o no<br />
45 H. I. Marrou, “Educación y retórica”, en Findlay, op. cit., pág. 204.<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
lineales: 46 los procesos de covección de Rayleigh-Bénard; la teoría de fractales de<br />
Mandelbrot; la teoría del caos de Mitchell Feigenbaum; las predicciones<br />
meteorológicas de Lorenz; la teoría de las estructuras disipativas de Ilia<br />
Prygogine; la teoría de catástrofes de René Thom; la sinergia de Hermann Haken;<br />
la turbulencia y los atractores extraños de D. Ruelle y F. Takens… Todas ellas<br />
son investigaciones que recuperan el concepto de forma frente al de fuerza,<br />
liberándose del «puño de hierro de la escritura lineal». Escribe Thom:<br />
No existe razón alguna para pensar que la FUERZA tenga en principio un estatuto<br />
ontológico más profundo que la FORMA (...) Por mi parte, yo considero que la FORMA,<br />
entendida en una acepción extremadamente general, es un concepto infinitamente más<br />
rico y sutil que el concepto de FUERZA, que es un concepto bastante antropocéntrico que<br />
reduce prácticamente un ser a un vector. 47<br />
Aquí Thom apela a una tradición que puede pasar por Leonardo da Vinci,<br />
Goethe, Schelling, D’Arcy Thompson... para quienes los significados de las cosas<br />
y los fenómenos están contenidos en sus formas o morfologías. La dialéctica de la<br />
que parte Thom es platónicoaristotélica: mientras que la forma «conserva la<br />
forma del todo», la materia no. Precisamente porque la materia, el substrato, no<br />
conserva la forma, «la materia tiende a la forma» que es consecuencia del<br />
principio de estabilidad estructural. Como ha comentado Víctor Gómez Pin:<br />
El Timeo, decía, hay que completarlo con El Sofista. El Sofista viene a decir: las formas<br />
por un lado y la materia por otro. Pero las formas mismas no pueden darse sin<br />
perturbación. En ese sentido Thom podría satisfacer plenamente a un platónico. Pero<br />
¿por qué Thom se reivindica de Aristóteles y no de Platón? ¿De dónde viene la<br />
satisfacción de los aristotélicos? Resulta que estas estructuras elementales de las formas<br />
tienen una intrínseca perturbación (...) Esa perturbación intrínseca es lo que le da interés.<br />
Esa forma, al estar perturbada, de alguna manera tiene las características de la materia,<br />
aunque sólo sea por este hecho, porque es la materia la que introducía las perturbaciones;<br />
y éste es el aspecto aristotélico. Por eso Thom podrá satisfacer a platónicos y aristotélicos.<br />
El platónico se quedará con las estructuras elementales de las formas y el aristotélico se<br />
quedará con las formas que tienen una intrínseca movilidad, por consiguiente, son<br />
materiales. [Entrevista del autor a Gómez Pin (1999)].<br />
Si las constantes físicas indican la escala de la materia, las formas a las que<br />
acceden tienen que ser justamente las que son, las que reproducen el todo, aunque<br />
46 F. M. Pérez Herranz, Lenguaje e intuición espacial, Instituto de Cultura «Juan Gil Albert»,<br />
Alicante, 1996.<br />
47 R. Thom, Palabras y catástrofes, Tusquets, Barcelona, 1986, pág. 118.<br />
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33
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
sean perturbadas por la materia. De ahí que Thom insista más en el uso<br />
cualitativo de las matemáticas que en su uso cuantitativo.<br />
Los sistemas de Enseñanza han de acoger estas orientaciones de la ciencia<br />
hacia la escala racional-corpórea, abandonando el marco neopositivista de la<br />
lógica unívoca, pero también la reducción hermenéutica a lenguajes que se<br />
remiten a otros lenguajes, ad infinitum. Apostamos, pues, por una estructura de<br />
los saberes según la lógica analógica, cuyo modelo le estableció Aristóteles.<br />
Filosofía, Cultura, Educación: una estimativa provisional<br />
¿Qué puede ofrecer la Filosofía a la Administración? Por la vía univocista<br />
triunfante, la Filosofía no sería más que un saber metacientífico, como defendió<br />
Manuel Sacristán en un artículo polémico que dio lugar a un gran debate en su<br />
época.<br />
Por la vía equivocista de las filosofías posmodernas se llega incluso a la<br />
desaparición del Estado, denunciado como represor, alienante… Pero sería<br />
absurdo pretender que una filosofía académica pretenda la disolución del Estado.<br />
Al contrario, estado y filosofía coinciden en su finis operantis hacia la<br />
organización de la ciudad en orden a la justicia y de la vida sometida a reglas<br />
racionales de bien común.<br />
Por la vía analógica, en una versión débil, la filosofía toma como primer<br />
analogado el pensamiento: la filosofía —se proclama en la calle misma— enseña a<br />
pensar. Ahora bien, si el profesorado ofrece, como se ha hecho ya tópico,<br />
«enseñar a pensar», la administración, con toda la razón, puede<br />
contraargumentar que la actividad de «pensar» se realiza en cualquier<br />
asignatura; 48 más aun, se puede ir más lejos y defender que las disciplinas en las<br />
que la actividad del pensamiento es más intensa son las matemáticas, la física e<br />
incluso el latín. Y, en todo caso, para ayudar a pensar, a estudiar, ya están los<br />
48 Incluso el Ministerio puede apelar a Heidegger, interpretándole pro domo sua. Pues si pensar<br />
está asociado a memoria, y la esencia de la memoria no es la facultad de recordar, sino la de<br />
recoger aquello que nos indica la dirección en la que hay que pararse a pensar: ¿qué memoria han<br />
de poseer los jóvenes? ¿La de sus profesores de filosofía? ¿De historia? ¿De poética? Cf.<br />
M. Heidegger, “¿Qué quiere decir pensar?”, en Conferencias y artículos, traducción de Eustaquio<br />
Barjau, Serbal, Barcelona, 1994. Aunque Descartes en la segunda meditación dice: “¿Qué soy,<br />
entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que<br />
entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente”.<br />
Por pensar también puede entenderse: “crear nuevos conceptos o estructuras que permiten<br />
actualizar la inteligibilidad en potencia de la naturaleza” (Miguel Espinoza).<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
psicólogos o los pedagogos. Éste ha sido el camino que ha seguido la LOGSE al<br />
incorporar las materias transversales.<br />
La vía analógica, antes que usar el pensamiento como primer analogado,<br />
me parece ha de reforzar ella misma el módulo del mathema cinésico en el sistema<br />
educativo, como el lenguaje de las morfologías, lo que comporta la eliminación de<br />
una vez por todas de esa bárbara división Ciencias y Letras, que, por otra parte se<br />
pone en cuestión diariamente; sólo hay que asomarse al periódico o a Internet:<br />
¿Dónde se halla esa división? ¿Acaso el ciudadano no ha de estar formado en las<br />
lenguas, en las ciencias, en las humanidades…? Las morfologías, como<br />
estructuras topológicas, son transversales a la Lingüística y a la Biología, a la<br />
Física y a la Sociología, a la Historia y la Antropología. La filosofía tiene como<br />
objetivo precisamente la de con-figurar la totalidad orgánica y organizada de los<br />
saberes humanos mediante criterios ontológicos; y la clasificación gnoseológica de<br />
las actividades inteligentes y volitivas que dirigen los comportamientos éticopolíticos<br />
humanos.<br />
La filosofía tendría un papel organizador de los saberes y de sus<br />
implicaciones ético-políticas. La filosofía muestra las Ideas que atraviesan los<br />
territorios categoriales que, previamente, la administración ha establecido como<br />
realidad. La filosofía académica ha de partir de las categorías del ser establecidas<br />
según las cuatro modalidades del Bachillerato: Ciencias de la Naturaleza y de la<br />
Salud; Tecnología; Artes; Humanidades y Ciencias Sociales. Y ello, naturalmente,<br />
sin perjuicio de la crítica esa ontología de la Administración.<br />
Estas realidades ontológicas admitidas por la Administración tienen como<br />
primer analogado las Ideas de Materia / Espíritu / Realidad, Verdad, Libertad,<br />
Estructura… que se despliegan a lo largo de las ontologías de las cuatro<br />
modalidades de Bachillerato:<br />
* Bachillerato de Ciencias de la Naturaleza y la Salud, ontología crítica<br />
configurada alrededor de la Idea de Evolución, desplegada por medio de<br />
categorías como: cultura / naturaleza, racismo, xenofobia, bioética,<br />
biopolítica, ingeniería genética, terapia génica…<br />
* Bachillerato de Artes, ontología crítica alrededor de la idea de Estética<br />
desplegada por medio de categorías como: antiguos y modernos, poética,<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 35
Filosofía, Cultura y Educación | Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
producción, mímesis y enajenación, imaginación, finalidad, símbolo, genio,<br />
arte y técnica, vanguardia…<br />
* Bachillerato de Tecnología, ontología crítica alrededor de la Idea de<br />
Ciencia desplegada por medio de categorías como: universo, big science,<br />
espacio, tiempo, sistemas: formales, abiertos y cerrados, emergentismo,<br />
ciencia, técnica y tecnología, invención y descubrimiento, energía, ondapartícula,<br />
ecología, neutralidad y responsabilidad, inteligencia artificial,<br />
tecnocracia…<br />
* Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, ontología crítica<br />
alrededor de la Idea de Lenguaje desplegada por medio de categorías<br />
como: historia, humanismo, nihilismo, retórica, argumentación,<br />
cibernética, tecnologías de la información y comunicación, justicia…<br />
Lo que exigirá conocer estos campos ontológicos; la gnoseología y las<br />
operaciones de los saberes asociados; y las consecuencias éticopolíticas de las<br />
opciones posibles. Me parece que la oferta que la Filosofía puede hacer queda<br />
perfectamente contextualizada en las necesidades ontológicas de su propia<br />
clasificación: un estudio de clarificación, de preparación, de análisis, de las Ideas<br />
filosóficas que atraviesan esas cuatro grandes categorías de la realidad que la<br />
Administración ha considerado.<br />
***<br />
Este sería el papel que habría de jugar la Filosofía desde la Lógica<br />
Analógica y desde un concepto de cultura subjetivo-morfológica. No hace falta<br />
decir que esta posición está siendo derrotada tanto por los cientificistas que<br />
continúan dentro de la lógica unívoca, como por los culturalistas que se<br />
desenvuelven en una lógica equivoca y que disuelven la filosofía en cultura,<br />
antropología, pedagogía, etc. Luchar por una Lógica analógica en la Educación<br />
me parece uno de los retos fundamentales de los profesionales de la Filosofía<br />
académica.❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 36
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
Participación y educacion ético-cívica<br />
Luis Gómez Llorente<br />
Catedrático de Instituto<br />
1. Significado ético de la participación<br />
El modelo de escuela participativa parece a primera vista una cuestión de<br />
organización escolar, y de hecho así es como aparece en leyes y reglamentos,<br />
donde no se hace mención explícita de su significado ético. Pocos lo relacionan<br />
con aquellas otras disposiciones que al tratar de los derechos y deberes de los<br />
padres, profesores y alumnos, sí que se refieren ciertamente al derecho y al deber<br />
de participar –cada cual a través de los órganos pertinentes- en las decisiones que<br />
conciernen a la vida del centro.<br />
La escuela participativa se diferencia de la escuela tradicional en el papel<br />
directivo que se atribuye a los miembros de la comunidad escolar, asignando a<br />
distintos órganos colectivos [Departamentos, Claustro, Consejo Escolar, Junta de<br />
delegados de alumnos, etc] determinados ámbitos de decisión sobre las<br />
actividades que en el centro se llevan a cabo. El modelo participativo implica, por<br />
tanto, un alto grado de autogobierno de la comunidad escolar.<br />
La escuela tradicional, en cambio, se basa organizativamente en una<br />
concepción jerárquica de la sociedad, especialmente clara con respecto a la<br />
escuela privada que a este respecto reviste la forma de empresa capitalista donde<br />
el dueño ejerce el poder de dirigir, (contrata, despide, fija los criterios<br />
pedagógicos, etc.) como muy bien sabemos quienes en nuestra juventud<br />
trabajamos muchos años en centros privados antes de que existiera el peculiar<br />
régimen de la concertación. La escuela pública tradicional obedecía al principio<br />
de orden jerárquico, matizado por el régimen funcionarial del profesorado y por<br />
la libertad de cátedra. No obstante, concebida la escuela pública tradicional como<br />
un establecimiento estatal, y la dirección del centro como delegación del poder<br />
público para la administración del mismo, su filosofía no era sino la de ejecutar<br />
los planes de estudio y el control del rendimiento escolar preestablecidos por la<br />
Administración. En suma, los propietarios de los centros, sean particulares, o sea<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 37
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
la Administración, poseen el poder y la responsabilidad de dirigir lo que se hace<br />
en las escuelas.<br />
Especialmente odiosa resulta la situación de la escuela pública cuando se<br />
suprime la libertad de cátedra y al esquema organizativo jerárquico se añade el<br />
control ideológico sectario, como ocurrió en nuestro país bajo la dictadura,<br />
cuando tras la depuración del magisterio se impuso la ideología oficial del<br />
llamado “nacional-catolicismo”.<br />
Sin embargo, la escuela tradicional, inspirada en principios de autoridad<br />
jerarquizada, puede ser muy eficiente en orden a conseguir determinados<br />
objetivos de rendimiento académico. Más aún, su habitual carácter disciplinario<br />
facilita esos resultados, acompañados de tamices selectivos que producen la<br />
exclusión semi-automática de los inadaptados al estándar exigido, porción que<br />
sociológicamente coincide siempre con el alumnado de origen económico-social<br />
inferior, aquellos que, en palabras de José Gimeno Sacristán, poseen por origen<br />
menor o nulo “capital cultural”.<br />
Quien esto escribe conoce muy bien, por propia y prolongada experiencia lo<br />
que puede llegar a ser una de esas maquinas de “eficiencia” por haber trabajado<br />
en un centro capaz de renovar cada año medio millar de alumnos a quienes se<br />
preparaba con extraordinario éxito estadístico para superar el antiguo examen de<br />
selectividad tras el curso preuniversitario, luego COU. Han pasado tantos años de<br />
aquello como para haberse encontrado luego de ministra de Educación a una de<br />
aquellas alumnas de entonces. Pero no ha pasado tanto como para olvidar la<br />
rigidez de los controles de la maquinaria, y su aparataje técnico que incluía hasta<br />
personal contratado exclusivamente como correctores de los cuatro problemas de<br />
física y/o de matemáticas que cada alumno entregaba diariamente resueltos. No<br />
teníamos problemas de disciplina; algunos alumnos se autoexcluían y el Director<br />
sabía que era rentable excluir imperativamente a cualquiera, fuese profesor o<br />
alumno, que dificultara la tarea. No hablamos especulativamente, pues, de<br />
enseñanza autoritaria, sino por lo conocido durante trece años de experiencia.<br />
Hubiéramos obtenido como centro la máxima puntuación con arreglo a los<br />
parámetros de medida aplicables en determinadas estadísticas e informes<br />
internacionales.<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
Cada modelo organizativo tiene sus virtudes y sus inconvenientes. La<br />
elección depende de los objetivos, más en el fondo, de cómo se conciban los fines<br />
de la educación, no retóricamente, sino conforme al orden de prioridades y al<br />
equilibrio deseado. Si lo que se pretende prioritariamente es instruir y enseñar a<br />
obedecer, lo más eficaz es la escuela tradicional. Si lo que se pretende va más allá<br />
de eso, en algo hay que cambiar. Porque no se olvide: La forma de articular la<br />
convivencia en el centro forma parte substancial del currículo oculto. Si el papel<br />
del alumno en el centro se limita a ser capaz de repetir lo que dicen el libro y el<br />
profesor, a obedecer intelectual y formalmente, nada aprende en el centro<br />
concerniente a la autonomía moral, ni a la comprensión significativa de lo que es<br />
una sociedad democrática, valores en cambio que inspiran el modelo<br />
participativo.<br />
Autonomía moral y autogobierno de los pueblos son, como bien sabemos,<br />
ideales característicos de la Ilustración, profundamente ligados entre sí: Una<br />
comunidad de personas libres, capaces cada una de las cuales de gobernarse a sí<br />
misma (conciencia autolegisladora), ha de constituir un pueblo capaz de<br />
gobernarse a sí mismo (soberanía popular). Nada tan característico del ethos<br />
ilustrado como el afán de emancipación, de sacudirse las viejas tutelas,<br />
eclesiástica y política, que sofrenaron durante siglos el uso de la libertad.<br />
Recordemos el famoso texto que compara la Ilustración con el acceso a la<br />
mayoría de edad, al tiempo que reclama el derecho al uso público de la razón<br />
(Kant).<br />
Del valor de la libertad individual, exaltada junto con la racionalidad, como<br />
lo más específico de los seres humanos, se infiere el valor moral de libertad<br />
política, o establecimiento de un régimen de libertades, cuya finalidad no es otra<br />
sino hacer posible para todos y cada uno el uso y disfrute pacífico de aquella<br />
libertad originaria.<br />
Por tanto, no sólo es virtuoso el hábito de conducirse ejerciendo<br />
racionalmente la condición de nuestro ser libre, sino que también –y por ello<br />
mismo- lo es el comprometerse con la instauración, el mantenimiento y la defensa<br />
de las libertades públicas que posibilitan y amplían el ejercicio de la libertad<br />
individual, a lo cual llamamos virtud cívica.<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
Rousseau, al comienzo de su más famosa obra, reclama la necesidad de esa<br />
acción libertadora que dé paso al contrato social, por virtud del cual se establezca<br />
la garantía recíproca de las libertades entre todos los ciudadanos. “El hombre ha<br />
nacido libre y se encuentra por doquier encadenado…”<br />
De este modo la Ilustración recupera el concepto de ciudadano que alumbró<br />
la democracia ateniense, aquel concepto que de forma tan vibrante expresó<br />
Pericles en el famoso discurso pronunciado durante las honras fúnebres dedicadas<br />
a los muertos en el primer año de contienda, conforme nos transmite Tucídides en<br />
su Historia de la Guerra del Peloponeso. Pericles va describiendo la ciudadanía<br />
ateniense “Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos,<br />
y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre,<br />
debido a que el gobierno no depende de unos pocos, sino de la mayoría, es<br />
democracia. En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad, conforme a<br />
nuestras leyes, alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de cargos<br />
públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al<br />
prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad; y tampoco nadie en razón<br />
de su pobreza, encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social<br />
si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad.<br />
[….] “Amamos la belleza con sencillez y el saber sin relajación. Nos servimos de la riqueza<br />
más como oportunidad para la acción que como pretexto de la vanagloria, y entre nosotros<br />
no es un motivo de vergüenza para nadie reconocer su pobreza, sino que lo es más bien no<br />
hacer nada por evitarla. Las mismas personas pueden dedicar a la vez atención a sus<br />
asuntos particulares y a los públicos, y gentes que se dedican a diferentes actividades tienen<br />
suficiente criterio respecto de los asuntos públicos. Somos, en efecto, los únicos que a quien<br />
no toma parte en estos asuntos lo consideramos no un despreocupado, sino un inútil; y<br />
nosotros en persona, cuando menos damos nuestro juicio sobre los asuntos, o los<br />
estudiamos puntualmente, porque, en nuestra opinión, no son las palabras lo que supone<br />
un perjuicio para la acción, sino el no informarse por medio de la palabra antes de proceder<br />
a lo necesario mediante la acción. [….]<br />
“Tal es, pues, la ciudad por la que estos hombres han luchado y han muerto, oponiéndose<br />
noblemente a que les fuera arrebatada, y es natural que todos los que quedamos estamos<br />
dispuestos a sufrir por ella.”<br />
He ahí maravillosamente dicho lo que es participar; tomar parte activa en<br />
las cosas de la ciudad, en lo que es de todos; sentirlo además como algo propio, y<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
según Tucídides, amarlo hasta el extremo de estar dispuestos a defenderlo frente a<br />
los enemigos de la ciudad, aún a riesgo de la propia vida.<br />
No es que la filosofía cristiana tradicional no hubiera considerado como un<br />
deber moral la contribución al bien común, conservarlo y defenderlo, pero la<br />
diferencia fundamental con respecto a lo que nos ocupa radica en que esa<br />
contribución no incluye la participación activa en las decisiones que conciernen a<br />
la cosa pública, sino más bien en la obediencia a quien legítimamente ostenta el<br />
poder o facultad de gobernar la sociedad.<br />
El pensador más clásico de la filosofía escolástica, S. Tomás, de referencia<br />
canónica hasta época bien reciente, exalta el valor del bien común hasta el<br />
extremo de que su recto servicio es lo que legitima el poder del gobernante [de<br />
Regno], con la audacia para su época de afirmar tajantemente el sometimiento del<br />
príncipe a la Ley, pero todo ello enmarcado en un concepto de monarquía<br />
tradicional, más próximo en este punto al postulado de unidad de poder<br />
preconizado por Platón, que a la democracia ateniense. Modelo éste de la<br />
monarquía tradicional tan arraigado en la tradición eclesiástica como para seguir<br />
siendo hasta nuestros días la forma habitual de gobernar la Iglesia. De ahí que a<br />
Roma le fuera difícil asumir como válido el modelo de Estado liberal, no<br />
habiéndose reconciliado plenamente con la democracia hasta la constitución<br />
Gaudium et Spes del Vaticano II.<br />
La ideología que inspira los movimientos revolucionarios de la segunda<br />
mitad del siglo XIX y comienzos del XX –Marxismo y Anarquismo- reelaboraron<br />
la antigua idea del deber de intervenir en la cosa pública, sustituyéndola por el<br />
imperativo ético de la “toma de conciencia de clase” y consecuente compromiso<br />
personal con la causa de la revolución. Convencidos de que una verdadera<br />
libertad igual para todos sería imposible bajo el régimen de explotación<br />
capitalista –y razones para pensar así a la sazón no les faltaban- concibieron<br />
como principal deber de todo “obrero consciente” la participación activa en la<br />
lucha por la emancipación, libertadora de toda explotación, y por ende de toda<br />
alienación.<br />
Bien entrado el siglo XX, al hilo de la crítica de todos los totalitarismos,<br />
incluido el comunismo soviético, y bajo la influencia del espíritu libertario, tomó<br />
auge el ideal autogestionario, no solo entre las filas de tradición socialdemócrata<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 41
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
sino también en las ramas más vanguardistas del sindicalismo cristiano. Esta idea<br />
de la autogestión influiría poderosamente a nuestro juicio en el movimiento de<br />
profesores de los años 60, y de ahí probablemente la hostilidad con la que fue<br />
recibida la idea de participación por la patronal de la enseñanza privada, a lo que<br />
luego nos referiremos más en particular.<br />
La crisis de los grandes relatos ideológicos que de manera coherente y<br />
omnicomprensiva daban razón del sentido de la historia, de la utopía social, de<br />
todos y cada uno de los problemas sociales, así como de sus respectivas<br />
soluciones, determinó que en la actualidad se haya fragmentado el pensamiento<br />
alternativo, dando lugar al desarrollo de una serie de causas parciales, aunque<br />
todas ellas tienen el denominador común de aspirar a la reforma social, así como<br />
el de reclamar un cierto compromiso personal explícito, cuales son el pacifismo,<br />
la igualdad de género, el ecologismo, y las mil y una formas de solidaridad con<br />
los más desvalidos. A lo que deben agregarse los proyectos ético-sociales<br />
derivados de convicciones religiosas, que se hacen cada vez más presentes en el<br />
escenario público. Todos ellos reclaman como un deber participar en la vida<br />
pública, aunque cada cual centre su actividad en objetivos bien delimitados. Pero<br />
para todos ellos ser un buen ciudadano es sinónimo de estar comprometido en la<br />
acción social que sea más acorde a las propias convicciones.<br />
No existe, pues, una única línea argumental que justifique la participación<br />
como valor ético, sino múltiples justificaciones distintas, aunque convergentes, lo<br />
que en cierta medida favorece el consenso, puesto que de hecho todos afirman,<br />
aunque desde distintos criterios ideológicos, el derecho y el deber de participar,<br />
cuyo contravalor es el puro egocentrismo narcisista, o la marginalidad forzosa<br />
que impide de hecho la integración y la participación.<br />
Del pensamiento actual procede citar aquí a Victoria Camps y Salvador<br />
Giner, que dedican un capítulo de su Manual de Civismo, titulado precisamente<br />
“Pertenecer y Participar”, donde afirman:<br />
“…. es necesario relacionar el civismo con una actitud básica de solidaridad ciudadana; la<br />
de no ser indiferentes al prójimo. Se trata, simplemente, y para decirlo coloquialmente, de<br />
no pasar de ellos. No pasar se refiere a una moral solidaria mínima o minimalista, por la<br />
que hay que abogar en toda democracia. [….]. Acudir a votar en unas elecciones, llamar la<br />
atención pública sobre algo que no va bien (…); manifestarse en la calle a favor de<br />
cualquier causa respetable; estar presente en una asociación de padres de alumnos, y tantas<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
actividades más compatibles con las tareas de cada cual. En otras palabras, participar. Son<br />
actividades que requieren de nosotros esfuerzos muy circunscritos. En su conjunto forman<br />
el tejido de una buena democracia y de una mejor convivencia. Pertenecer participando es<br />
ser un ciudadano activo, no pasivo”.<br />
2. Significado pedagógico de la participación escolar<br />
La escuela participativa implica la intervención activa en el gobierno y<br />
gestión del centro par parte de todos los miembros de la comunidad escolar. Pero<br />
aquí nos interesa sobre todo la participación de los escolares a fin de resaltar su<br />
valor pedagógico, esto es, en qué medida y de qué forma la participación activa<br />
del alumnado en a vida del centro contribuye a la formación en valores.<br />
La escuela participativa, por cuanto concierne a los profesores y al personal<br />
no docente, significa autogestión compartida con el resto de la comunidad<br />
escolar. Por cuanto concierne a los padres significa intervenir habitualmente en el<br />
tipo de educación que reciben sus hijos, no limitando por tanto esa facultad al<br />
momento de la mera elección del centro. Para los alumnos puede significar<br />
muchísimo más, pues concierne a la formación de su personalidad en cuanto<br />
miembros del colectivo social; a la formación de actitudes y modos de proceder<br />
que marcaran una huella duradera en su vida.<br />
Hay cosas ante las que la escuela no puede ni debe ser neutral, y de hecho<br />
no lo es. Ocurre, sin embargo, que a veces la rutina tradicional pasa por<br />
neutralidad, por ser lo “natural”, lo de siempre, en tanto que la innovación se<br />
percibe como lo perturbador. Pero lo cierto es que la tradición lejos de ser neutral<br />
está cargada de valores implícitos, y que fue concebida e instaurada por alguien<br />
muy a conciencia de lo que se pretendía.<br />
La escuela necesariamente, inevitablemente, tiene una cierta organización<br />
que obedece a un cierto modelo de organización social. El modelo tradicional es<br />
vertical. Lo que pretende la escuela participativa es introducir la horizontalidad.<br />
En la vertical el orden viene de arriba abajo. En lo horizontal el orden procede del<br />
acuerdo entre las partes. No todo cuanto se hace en la escuela puede decidirse en<br />
ella misma, pues forma parte de un sistema en el que han de garantizarse ciertas<br />
condiciones de igualdad y de compensación de desigualdades. Pero queda un<br />
amplio margen a la posible decisión de los centros. Lo que se cuestiona es a quién<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
corresponde decidir sobre cada asunto, y qué parte corresponde a cada cual en la<br />
gestión de lo decidido.<br />
Todo lo cual, la forma de organizar la escuela, y los propios hábitos de<br />
convivencia, forman parte del currículo oculto, del currículo que cala<br />
permanentemente y educa por inmersión o impregnación. Es en este sentido en el<br />
que no cabe neutralidad posible. O se siguen pautas de índole vertical,<br />
autoritaria, o se abre un espacio lo más ancho posible a la autorregulación. No es<br />
poco que la escuela, por lo menos la escuela pública, intente ser neutral a las<br />
ideologías partidistas y a las creencias religiosas; en eso consiste su laicidad.<br />
Neutralidad apartidista y aconfesional que no se rompe con el modelo<br />
participativo, forma organizativa capaz de asumir los más diversos contenidos.<br />
Este aspecto de la participación, como componente substancial del currículo<br />
oculto adquiere especial relevancia si consideramos la función de la escuela como<br />
agente de socialización, tanto más en nuestra época, en la que los niños se<br />
incorporan desde la más temprana edad, y en la que cada vez permanecen menos<br />
con los padres, y se trivializa más la comunicación intrafamiliar. La escuela es en<br />
este sentido la imagen misma del orden social, que durante muchos años, y en<br />
años decisivos para formar el criterio, los alumnos van a percibir, siendo así<br />
mismo donde pueden recibir una interpretación fundada –no sectaria- de lo que<br />
en la sociedad acontece, y de cómo pueden producirse en ella actuando cada cual<br />
de acuerdo con sus propias convicciones.<br />
En realidad, siempre se atribuyó a la escuela, especialmente en los<br />
establecimientos del Estado, además de su fin específico insustituible de instruir,<br />
la finalidad de formar buenos ciudadanos, empezando por cultivar el sentido y el<br />
sentimiento de pertenencia a una comunidad nacional. Lo que varía en cada<br />
tiempo y lugar es lo que se entiende por ser buenos ciudadanos.<br />
En los colegios confesionales esta dimensión educativa también existe, pero<br />
un tanto desvanecida por estar subordinada al objetivo de inculcar más bien el<br />
sentimiento de pertenencia a la comunidad creyente, es decir, a la Iglesia, lo que<br />
se torna nocivo cuando se carga el relato histórico de ideología menéndezpelayista,<br />
semillero de aversión a la cultura laica. Recuerdo que en los años<br />
cuarenta, en el colegio de Areneros (Jesuitas) de Madrid, en las grandes<br />
solemnidades se utilizaba una bandera rojigualda en cuyo centro campeaba<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 44
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
bordado el escudo de la Casa de Loyola. Mezcolanza de símbolos muy típica del<br />
nacional-catolicismo.<br />
Los regímenes totalitarios, antidemocráticos, utilizaron la escuela para<br />
vehicular una ideología antiliberal y transmitir una interpretación dogmática y<br />
uniformista de la nación, así como una forma de patrioterismo belicoso,<br />
imperialista, acompañado por la glorificación de un líder carismático supuesto<br />
salvador de la patria. En Alemania se le llamó Fürer, en Italia, Duce, y en España,<br />
Caudillo. Aquí se designaban digitalmente profesores del Movimiento Nacional<br />
que impartían la doctrina oficial sirviéndose de textos así mismo elaborados en<br />
instancias del Régimen.<br />
Como es obvio, los regímenes democráticos basan la formación cívica en los<br />
valores constitucionales, es impartida por el profesorado ordinario de cada<br />
centro, que utiliza en ésta, como en cualquier otra materia, los materiales<br />
didácticos que libremente elige de entre la oferta que hace el mercado.<br />
La más reciente versión del compromiso de la escuela con la formación<br />
ético-cívica en nuestro país, se formula bajo el rótulo “Competencia social y<br />
ciudadana”, formalmente incorporada al currículo, que en los documentos<br />
ministeriales se describe así:<br />
“Esta competencia hace posible comprender la realidad social en que vive,<br />
cooperar, convivir y ejercitar la ciudadanía democrática en una sociedad plural,<br />
así como comprometerse a contribuir en su mejora. En ella están integrados<br />
conocimientos diversos y habilidades complejas que permiten participar, tomar<br />
decisiones, elegir como comportarse en determinadas situaciones y<br />
responsabilizarse de las elecciones y decisiones adoptadas. Globalmente supone<br />
utilizar, para desenvolverse socialmente, el conocimiento sobre la evolución y<br />
organización de las sociedades y sobre los rasgos y valores del entorno<br />
democrático, así como utilizar el juicio moral para elegir y tomar decisiones, y<br />
ejercer activa y responsablemente los derechos y deberes de la ciudadanía”<br />
Resulta evidente que la misma materia “Educación para la Ciudadanía y los<br />
Derechos Humanos”, responde a los contenidos teóricos aludidos en la<br />
descripción de dicha competencia. Pero así mismo salta a la vista que su<br />
dimensión práctica, operativa, no puede ser otra sino el ejercicio de la<br />
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participación escolar en el centro, considerada efectivamente como parte<br />
substancial de su formación ético-cívica.<br />
Interesa constatar a este respecto, que la tremenda polémica suscitada en<br />
torno a la EpC se concentra en determinados epígrafes de los contenidos teóricos<br />
propuestos concerniente a lo que los objetores han llamado “ideología de<br />
género”, en tanto que nadie ha objetado lo que nosotros estimamos como más<br />
valioso para la formación ético-cívica, cual sería la sistemática y efectiva<br />
participación tutelada del alumnado en la vida del centro.<br />
Dicho sea de paso, fue una lástima que no se consensuara el currículo de<br />
EpC, lo que hubiera sido factible en otro clima de relaciones, pero la actitud de la<br />
Jerarquía eclesiástica, y de la constelación de organizaciones que le son afines,<br />
estuvo desde el principio en contra, debido en el fondo a su malestar por el<br />
asunto de la alternativa a la clase de religión, así como por su hostilidad frente al<br />
Gobierno Zapatero originada en distintos temas concernientes a la ordenación de<br />
los derechos civiles. Recordemos que Rouco propuso en su día como solución a la<br />
polémica en torno a la EpC, que dicha materia fuese impartida como alternativa a<br />
la clase de religión (discurso de 29-V-2007).<br />
Por otra parte, resulta un tanto paradójico que las Administraciones<br />
favorables a la EpC tampoco hayan hecho prácticamente nada para impulsar su<br />
dimensión más operativa, que no es otra sino la participación escolar, cuyo valor<br />
pedagógico parecen desconocer. No han tomado ninguna medida tendente a<br />
fomentar el asociacionismo escolar de base, que bien organizado y prudentemente<br />
tutelado podía protagonizar en gran parte las actividades paraescolares, ni ha<br />
contado con ello en la formación tutorial, ni ha hecho la pequeña asignación<br />
presupuestaria que requería dar vida a estas asociaciones de alumnos en los<br />
centros, como tampoco se ha incluido entre los criterios para valorar la gestión de<br />
los equipos directivos la atención prestada al buen funcionamiento de los consejos<br />
de delegados y a la participación de los alumnos en el Consejo Escolar del centro;<br />
aspectos que figuran en olvidadas reglamentaciones sistemáticamente<br />
postergadas.<br />
No es preciso esforzarse mucho para constatar que la llamada “competencia<br />
social y ciudadana” ha contado bien poco hasta el presente en la obsesiva<br />
contabilización de “resultados” convencionalmente al uso. Sólo un giro<br />
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importante, por parte de la Administración que esté dispuesta a tomarse dicha<br />
competencia en serio puede cambiar el panorama. Aunque también pudieran<br />
darnos la sorpresa los centros confesionales, si caen en la cuenta de que por esta<br />
vía pueden contribuir decisivamente a potenciar la estrategia que se acoge bajo el<br />
rótulo “Católicos y vida pública” del mismo modo que cayeron en la cuenta de<br />
que la EpC servía en sus colegios para impartir sobre cada tema la<br />
correspondiente Doctrina Social de la Iglesia.<br />
3. El CDL de Madrid, embrión de la participación<br />
Lo acontecido en el Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid en la<br />
década de los años setenta, tuvo una gran repercusión en la política educativa del<br />
país durante el periodo democrático que formalmente se inicia con las elecciones<br />
generales del 15 de junio de 1977, que dieron lugar a las Cortes Constituyentes.<br />
Baste decir que, conforme luego detallaremos, algunos de los conceptos<br />
elaborados y formulados en los salones del Colegio –como el concepto de<br />
participación- se encuentran incorporados al artículo 27 de la Constitución, y que<br />
el diseño general del modelo escolar propuesto en la Alternativa Democrática de<br />
la Enseñanza, coincide en sus líneas maestras con la reforma educativa<br />
emprendida posteriormente, plasmada en dos grandes leyes, la LODE y la<br />
LOGSE, vigente todavía la primera de ellas, retocada y reelaborada la segunda<br />
para dar lugar a la actual LOE.<br />
La clave de esa influencia no es otra sino el hecho de que en el Colegio no se<br />
hicieron sólo documentos, sino que se forjaron mujeres y hombres expertos en<br />
política educativa, que en el momento crucial de la legalización de los partidos y<br />
sindicatos, aportaron ese bagaje teórico y esa experiencia organizativa.<br />
Por todo ello quizá convenga dejar aquí unas cuantas notas<br />
complementarias del excelente relato llevado a cabo por el profesor Manuel<br />
Puelles (El Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid, 1899-1999) tanto por<br />
consideración a la historia del Colegio, como por contribuir a una mejor<br />
comprensión del sentido primigenio que tuvo en nuestra generación el ideal de<br />
escuela participativa.<br />
En primer lugar. por qué en el Colegio: Lo cierto es que fue una época<br />
trepidante para la institución. Casi a diario había reuniones –“comisiones de<br />
trabajo”- de decenas de profesores que discutían y enmendaban documentos; que<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
debatían sobre problemas laborales,…. y que, en su caso, llegaron a organizar<br />
huelgas. Había licenciados y maestros a quienes no se pedía el carné para asistir.<br />
Eran simplemente, enseñantes, trabajadores de la enseñanza, como se decía en el<br />
lenguaje de aquellos escritos. En definitiva, era la expresión viva de aquel potente<br />
movimiento de profesores protestatarios que se engrosaba año tras año conforme<br />
se iban incorporando al oficio las nuevas promociones formadas por quienes<br />
habían sido en la Universidad participes de la protesta estudiantil, que comenzó<br />
en 1956 y que se fue arraigando como algo endémico de la Universidad durante<br />
los años 60. No era demasiado infrecuente que la policía irrumpiera en aquellas<br />
reuniones, o que se situara en el portalón de la antigua sede de la calle Santa<br />
Bárbara pidiendo carnés para intimidar y para no dejar pasar a los maestros no<br />
licenciados. Todo esto fue posible tras la caída como decano del Sr. Lostau; el<br />
decano Calonge consintió ya las “Comisiones de estudio”, y con la Junta<br />
encabezada por el Decano Eloy Terrón (desde finales de 1973), los profesores<br />
gozaron de plena libertad para reunirse y para hablar y acordar en el Colegio,<br />
solo limitada por las interferencias externas de la policía del Régimen.<br />
Esa libertad es lo que no había en el sindicato oficial, en la CNS, la<br />
organización sindical única del Régimen, que conforme a la doctrina totalitaria<br />
agrupaba a patronos y trabajadores bajo la presidencia de un aparato político<br />
designado y controlado directamente por el ministro-secretario general del<br />
Movimiento. Esa es la razón de que el movimiento de profesores inconformistas<br />
se acogiera a los resquicios de libertad que pudieran ofrecer los Colegios<br />
profesionales, que nunca llegaron a ser disueltos por la dictadura, y a los que<br />
desde 1953 se consintió volver a elegir a sus Juntas de Gobierno y celebrar<br />
asambleas o Juntas Generales.<br />
Difícilmente entenderá esto en la actualidad quien no recuerde que los<br />
sindicatos de clase históricos, como la UGT y la CNT, fueron disueltos,<br />
confiscados sus bienes, y fusilados o encarcelados los dirigentes que no pudieron<br />
exiliarse, a diferencia de los Colegios profesionales, que fueron sólo<br />
“intervenidos”, pero no eliminados, pues venían siendo históricamente<br />
corporaciones características del entramado de la sociedad liberal-burguesa,<br />
concebidos fundamentalmente para ejercer cierto control de calidad (titulación;<br />
no intrusismo), en el ejercicio de las “profesiones liberales”, así como<br />
determinadas funciones de ordenación profesional y/o de mutualismo.<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
En el campo de la enseñanza ocurrió sin embargo un fenómeno sociológico<br />
nuevo que vendría a alterar las cosas: la proletarización del profesorado de<br />
primaria y secundaria. En efecto: La enseñanza tuvo que expandirse para dar<br />
respuesta a la cualificación de la mano de obra, y formación de cuadros, que<br />
requerían los Planes de Desarrollo del Régimen, (operación que culmina en la Ley<br />
Villar de 1970), pero esa expansión se hace con financiación insuficiente, a costa,<br />
entre otras cosas, de los bajos salarios de los profesores, miserables en los centros<br />
privados, donde había cada vez más profesores seglares; baja retribución y suma<br />
inestabilidad en el empleo de los miles de interinos que se reclutan ad hoc, en los<br />
centros públicos.<br />
Nosotros no creamos el malestar docente; nosotros sólo lo interpretamos<br />
ideológicamente, ofreciendo además una alternativa y unas formas organizativas<br />
al movimiento objetivamente generado por aquel gran malestar, que por otra<br />
parte, coincidía con los primeros signos de descomposición del régimen<br />
característicos del tardo-franquismo, cuando la burguesía sentía ya al aparato<br />
franquista como una ortopedia innecesaria que, sin embargo, estaba dificultando<br />
el desarrollo y que sería incompatible con la incorporación en su día a la Unión<br />
Europea.<br />
Nótese que normalizada en España la situación institucional, los Colegios<br />
han vuelto a sus funciones primigenias, agregando en el caso de la enseñanza, con<br />
notable éxito, el contribuir a la formación permanente del profesorado, en tanto<br />
que las reivindicaciones laborales y las aspiraciones políticas discurren por los<br />
cauces propios de una sociedad democrática. Por algo la famosa Alternativa, tras<br />
plantear una detallada remodelación a fondo de todo el sistema educativo,<br />
concluyó reclamando plenitud de libertades y derechos democráticos.<br />
En segundo lugar, quienes éramos y con qué ideas: En primer lugar, éramos<br />
muchos, (Juntas Generales del Colegio con asistencia de más de mil afiliados), y<br />
también, unas minorías dirigentes avezados desde la Universidad en el activismo<br />
social. La Junta de Eloy Terrón reflejaba muy bien la composición ideológica de<br />
aquella pléyade: Había cristianos progresistas, imbuidos de lo más renovador del<br />
Concilio Vaticano II, estábamos socialistas, que ya habíamos sufrido<br />
repetidamente privación de libertad, había comunistas significados, muchos de las<br />
clandestinas Comisiones Obreras, y había algún independiente sin otra afiliación<br />
que su compromiso progresista. Un hombre benemérito, bastante mayor que<br />
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nosotros, Eloy Terrón, que nos soportaba con infinita paciencia, aceptó ser<br />
Decano porque entonces se requería diez años de antigüedad en el Colegio para<br />
serlo.<br />
Por coherencia con nuestras ideas, acabada la licenciatura, nuestra<br />
obligación moral era luchar por la mejora de la condición de los trabajadores de<br />
nuestro oficio, en solidaridad a su vez con los intereses de la clase trabajadora.<br />
Por algo gustaba llamarnos en los escritos “trabajadores de la enseñanza”, lo que<br />
producía cierta alergia a los viejos catedráticos de Instituto de sensibilidad<br />
burguesa.<br />
La inspiración ideológica en cuestiones pedagógicas tuvo como principales<br />
referentes a la Institución Libre de Enseñanza, a la obra llevada a cabo en el<br />
primer bienio de la IIª República, así como a los pedagogos contemporáneos que<br />
reaccionaron contra la escuela clasista tradicional y propusieron el modelo de<br />
escuela comprensiva.<br />
En el orden profesional, nuestra aspiración de entonces era fuertemente<br />
igualitaria: Cuerpo Único. En cuanto a la organización escolar, modelo<br />
participativo. ¡Aquellas prolongadas e intensas sesiones de las comisiones de<br />
trabajo y de la Junta de Gobierno sí que eran abiertas y asaz participativas! Ése, y<br />
no solo la definición teórica, fue el embrión al que nos referíamos. Una buena<br />
fuente para conocer más in extenso la ideología que tuvo el movimiento de<br />
enseñantes en Madrid, son las páginas del Boletín del Colegio, entonces de<br />
formato tabloide, lo que permitía jugar más a fondo con el impacto de los<br />
titulares, que dirigieron dos hombres de indudable talento, Valeriano Bozal y<br />
Ludolfo Paramio, que se divertían mofándose a veces con sutil ironía de la<br />
moderación social-demócrata.<br />
La nómina sería interminable, pero parece que da cierto verismo citar al<br />
menos a los más significativos de todos. Dos son las personalidades<br />
paradigmáticas o modelos ejemplares por su rigor, seriedad y dedicación sin<br />
límites: Pamela O’Melley y Mariano Pérez Galán.<br />
No cabe duda de que el gran acierto de la Junta de Gobierno, presidida por<br />
Eloy Terrón, consistió en plantear una dinámica en la que se ensambla<br />
perfectamente la problemática laboral del momento, con su explicación<br />
ideológica, y con alternativas que iban desde la protesta y la acción reivindicativa<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
inmediata, hasta el horizonte bien definido de un cambio radical del sistema<br />
escolar.<br />
Así, el proyecto de Ley General de Educación, promovido por el ministro<br />
Villar Palasí, y demás tecnócratas del Opus Dei, dio lugar desde que se publicara<br />
su Libro Blanco a una crítica minuciosa y sistemática que se prolongaría durante<br />
todo el debate de aquella Ley en las Cortes orgánicas del Régimen, hasta su<br />
promulgación en 1970. En cierto modo, la Alternativa Democrática de la<br />
Enseñanza quedaba hilvanada como contrafigura de aquella Ley tras los múltiples<br />
estudios críticos que colectivamente se llevarían a cabo de la misma.<br />
El otro foco principal del movimiento de enseñantes estuvo en el Colegio de<br />
Barcelona, cuyo Decano era Juan Fuster, aunque en Cataluña la dirección<br />
espiritual del movimiento procediera en realidad de la corriente de renovación<br />
pedagógica Rosa Sensat, que protagonizaba la inolvidable Marta Mata, a cuya<br />
labor nos referimos extensamente con ocasión del merecido homenaje póstumo<br />
tributado por el Consejo Escolar del Estado (5-V-2007). Ambos núcleos seguían<br />
paralelamente una acción coordinada, y de hecho, la importante Declaración de<br />
la X Escola D’Estiu, de 1975, es substancialmente idéntica a la Alternativa de<br />
Madrid, si bien que incide como es lógico con mayor énfasis en todo cuanto se<br />
refiere a la enseñanza de la lengua y cultura diferencial de las nacionalidades que<br />
integran el Estado.<br />
En tercer lugar, los adversarios y el impacto de la Alternativa.<br />
Entre 1964 y el triunfo electoral de Terrón, se produjo una confrontación<br />
intra-colegial tendente a desalojar de la dirección del Colegio a las gentes de<br />
mentalidad corporativa que siendo más o menos afines al régimen, no estaban en<br />
todo caso por la labor de dar paso a los jóvenes profesores protestatarios que<br />
deseaban hacer del Colegio tribuna de sus reivindicaciones. Para estos colegiados<br />
de mentalidad corporativa la pasiva aceptación del sistema institucional vigente a<br />
la sazón no era hacer política; los que veníamos a “politizar” el colegio éramos<br />
nosotros.<br />
Manuel de Puelles (op. cit.) afirma con acierto que 1964 es una fecha<br />
emblemática en la historia del Colegio, pues en la Junta General ordinaria<br />
celebrada en dicho año, por vez primera se polemiza sobre la cuenta de resultados<br />
del año anterior y sobre el proyecto de presupuestos, desencadenándose una serie<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
de sesiones que acaban con la pérdida de un voto de confianza hacia la Junta del<br />
decano Lostau, que se ve obligado a dimitir. Pero lo más significativo del relato es<br />
la personalidad de los colegiados que protagonizan la oposición a la Junta: Oñate<br />
y Lobato. Lo que no dice Puelles es que Oñate había sido el Delegado de<br />
Facultad, en Filosofía y Letras cuando se llevaron a cabo las Asambleas de<br />
Alumnos que protestaron ante los términos en que se creaba la Universidad de<br />
Navarra, y que José Luis Lobato ya era en aquellos hechos estudiantiles orador<br />
consagrado por su conocimiento de los temas y habilidad dialéctica. Todo lo cual<br />
atestigua, como antes dijimos que el gran giro del Colegio se iba a producir como<br />
resultado del desembarco en la vida profesional de una generación nueva, que<br />
traía otros ideales y una experiencia muy distinta de lo que es el quehacer<br />
colectivo. También es significativo, Oñate era un católico notorio que luego fue<br />
Delegado Provincial de Educación en Madrid, con la UCD, y José Luis Lobato<br />
pertenecía clandestinamente a Comisiones Obreras, siendo luego uno de sus más<br />
conspicuos organizadores en el ramo de enseñanza tras la legalización.<br />
Tras las elecciones colegiales del 22-XII-1973 que determinaron el acceso a<br />
la Junta de Gobierno presidida por Eloy Terrón como Decano, la oposición<br />
interna fue escasa, pues quienes representaban una verdadera fuerza contraria a<br />
sus planteamiento –la FERE-, y los burócratas del Sindicato vertical, tenían sus<br />
foros y ámbitos de influencia, careciendo además de disposición para la<br />
controversia de igual a igual en reuniones o asambleas de profesores. No quiere<br />
decir esto que no existieran colegiados disconformes con el sesgo izquierdista de<br />
la Junta y de los documentos que se iban produciendo, como lo demuestran las<br />
proposiciones de enmiendas que tuvo la Alternativa, y los debates en la Junta<br />
General que finalmente aprobó su versión definitiva (31-I-1976). Pero en el día a<br />
día el peso de la actividad colegial recayó sobre los hombros de una serie de<br />
personas que estuvieron dispuestas a dedicar cientos de horas durante años por<br />
pura militancia, cuando no existían “liberados” de ninguna especie, ni la<br />
expectativa de cargo o prebenda alguna que repartir.<br />
Las frecuentes sesiones de la Junta de Gobierno comenzaban hacia las ocho<br />
de la tarde para que pudieran asistir quienes tuvieran turno vespertino, y no era<br />
raro que acabasen más allá de la media noche, restando descanso a quienes<br />
comenzábamos a las ocho de la mañana nuestra jornada lectiva. Era habitual que<br />
hubiera reuniones de colegiados los sábados y/o domingos a fin de facilitar la<br />
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asistencia dada la gran diversidad de horarios del personal docente, de todo lo<br />
cual se resentía la convivencia familiar; generosa y callada contribución de<br />
nuestros/as compañeros/as.<br />
El verdadero antagonista era la FERE, y los seglares que en su órbita<br />
simpatizaban con sus planteamientos. La Alternativa fue durísimamente criticada<br />
en sus órganos escritos, y en el diario YA, prensa oficial de la Iglesia a la sazón.<br />
Los motivos de esa confrontación residen en dos cuestiones básicas: La opción<br />
inequívoca de la Alternativa por la escuela pública, y su decidido posicionamiento<br />
a favor de la escuela laica.<br />
Nos acusaban de estatalistas, y en el fondo de tener espíritu totalitario, pues<br />
nos achacaron la defensa del monopolio estatal de la enseñanza. Tanto más<br />
cuanto que al rechazar el incipiente régimen de subvenciones pretendíamos la<br />
asfixia económica de la escuela privada.<br />
No entendían, o no querían entender, que nuestro ideal de escuela pública<br />
era rigurosamente la escuela participativa, autogobernada por la comunidad<br />
escolar, a la que algunos dimos en llamar escuela pública comunitaria. Los más<br />
inteligentes sí lo entendían, pero consideraban que esto era un ardid para<br />
arrebatarles el control de los centros privados. Quizá por eso reaccionaron luego<br />
tan virulentamente contra la LODE.<br />
Jamás fuimos estatalistas en el sentido que nos imputaron, pues si algo<br />
aprendimos del modelo escolar de la dictadura fue cuán odioso resulta el control<br />
ideológico de la enseñanza orientado a indoctrinar o a catequizar a la gente. Más<br />
bien teníamos por lema aquella circular en que Rodolfo Llopis decía a los<br />
maestros que la escuela republicana tenía que no ser sectaria, ni confesional,<br />
porque tenía que ser sobre todo, libertadora.<br />
Ahora bien, el sector FERE, lo más organizado de la escuela privada, sí tuvo<br />
la certera intuición de que aquello de la Alternativa, apoyada por un amplio y<br />
pujante movimiento de enseñantes, iba en serio; que no era una improvisación ni<br />
un sarampión estudiantil, sino algo reflexivo y bien organizado, y algo que podía<br />
ser representativo de fuerzas sociales a las que no se podía seguir marginando de<br />
la sociedad, ni silenciando por más tiempo mediante la represión.<br />
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En eso no se equivocaron. Como botón de muestra cabe recordar que el<br />
Vicedecano de aquella Junta de Eloy Terrón pasó a ser Vicepresidente del<br />
Congreso en las Cortes Constituyentes; que el Secretario de aquella Junta fue<br />
luego Director del Departamento de Educación y Cultura del Gabinete de la<br />
Presidencia del Gobierno entre 1982 y 1993; y que de aquella Junta y sus<br />
aledaños salieron los cuadros que forjaron los sindicatos de enseñanza tanto en<br />
Comisiones Obreras como en UGT. Todos los cuales iban a defender desde las<br />
instituciones democráticas los postulados de la Alternativa.<br />
4. Anclaje constitucional de la participación<br />
Fue verdaderamente muy costoso, pero al fin se consiguió incorporar a la<br />
Constitución el principio básico de la escuela participativa, tanto en lo referente<br />
al funcionamiento de los centros, como con respecto a la ordenación general del<br />
sistema escolar. Sobre las dificultades habidas baste recordar que fue<br />
precisamente este artículo lo que determinó en su día la retirada de Gregorio<br />
Peces Barba de la Ponencia encargada de redactar el proyecto de Constitución, a<br />
la que no retornó sino después de hallar una solución de mínimos a éste y otros<br />
puntos de envergadura igualmente conflictivos.<br />
Sobre el funcionamiento de los centros, la Constitución textualmente<br />
establece que: “Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán<br />
en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con<br />
fondos públicos, en los términos que la ley establezca” (27,7).<br />
Sobre el ordenamiento general del sistema, establece que: “Los poderes<br />
públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una<br />
programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los<br />
sectores afectados y la creación de centros docentes” (27,5).<br />
A nuestros antagonistas les costó tanto aceptar esto como a nosotros<br />
renunciar a la existencia de una escuela pública estatal rigurosamente laica.<br />
Nosotros tuvimos que aceptar que en todo tipo de centros hubiera enseñanza<br />
confesional de la religión –si bien que fuese absolutamente voluntaria tanto por<br />
parte de quien la imparte como por parte de quien la recibe (27,3)- y ellos<br />
tuvieron que aceptar que incluso en los centros privados sostenidos con fondos<br />
públicos, la entidad propietaria tuviera que compartir el control y la gestión del<br />
centro con la comunidad escolar, a cambio de lo cual, también es cierto, obtenían<br />
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además la certeza de que no se suprimirían las subvenciones [“Los poderes<br />
públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la ley<br />
establezca”, (27,9)], subvenciones que por aquel entonces eran escasas y estaban<br />
limitadas tan solo a la enseñanza básica obligatoria (la EGB).<br />
Lo que preocupaba prioritariamente a la Jerarquía en aquellos momentos,<br />
en materia de educación, era mantener de algún modo la enseñanza de la religión<br />
en los centros públicos. En segundo término, obtener el mejor estatus posible para<br />
los centros privados confesionales, donde tal enseñanza se da por supuesto.<br />
Tenían buenos valedores de su causa dentro del Parlamento, empezando por el<br />
ministro de Educación, Iñigo Cavero, católico notorio, así como en varios<br />
diputados de UCD, algunos de los cuales fueron miembros de la Comisión<br />
Constitucional. Pero además hubo contactos directos con representantes de la<br />
Jerarquía y finalmente con el propio cardenal Presidente de la Conferencia<br />
Episcopal, cuya buena disposición y mérito para alcanzar un consenso quizá no<br />
haya sido todavía suficientemente reconocido.<br />
En cuanto a la elaboración del texto constitucional los purpurados de<br />
mayor peso entre la Jerarquía tuvieron la lucidez de comprender que con quien<br />
tenían que llegar a un entendimiento, para que éste fuera duradero, no era<br />
principalmente con el Gobierno de turno, sino con el sector laico, a la sazón<br />
representado por el Grupo Parlamentario más numeroso de la oposición, y de<br />
mayor raigambre como defensor del laicismo.<br />
Cosa bien distinta de la Constitución son los Acuerdos con la Santa Sede,<br />
que el Vaticano negoció paralelamente con el gobierno de UCD, uno de los<br />
cuales, precisamente el Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales jamás<br />
tuvo el respaldo de los socialistas, como quedó bien patente en el momento de su<br />
ratificación parlamentaria. De ahí que la enseñanza de la religión (C.E. 27,3) no<br />
se haya cuestionado, y que en cambio el régimen de aplicación de ese principio<br />
(artículo 2º del citado Acuerdo) haya sido inestable y polémico durante más de<br />
treinta años, y lo siga siendo, asunto que no se resolverá probablemente sino<br />
cuando hubiere un nuevo consenso transaccional sobre la materia.<br />
Todo está sutilmente interrelacionado en el artículo 27 de la Constitución.<br />
La enseñanza de la religión en los centros públicos, que es lo que en el fondo trata<br />
de asegurar el 27,3, se complementa con las amplias garantías de subsistencia de<br />
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la escuela privada (en su abrumadora mayoría confesional), que también<br />
contempla el mismo artículo. “Se garantiza y reconoce la libertad de enseñanza<br />
“(27,1); “Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de<br />
centros docentes dentro del respeto a los principios constitucionales”.<br />
[Recuérdese que la Constitución republicana de 1931 prohibía a las órdenes<br />
religiosas la práctica de la industria, el comercio y la enseñanza. (Art. 26)].<br />
Por tanto, el artículo en su conjunto constituye un delicado mecanismo de<br />
contrapesos: enseñanza de la religión, pero con absoluta voluntariedad; libre<br />
empresa educativa, y posible subvención pública, pero si la escuela privada recibe<br />
subvención pública ha de aceptar un régimen de participación similar al de la<br />
escuela estatal. Queda, así mismo consagrado el fundamento de un sistema de<br />
triple red: Estatal, Privada y Privada sostenida con fondos públicos (concertada).<br />
Son una serie de equilibrios que será preciso desarrollar en leyes posteriores, y<br />
que permanentemente se ha de vigilar para que no se rompan las proporciones<br />
desequilibrándose el sistema hacia uno u otro lado. De ese modo, un tanto<br />
complejo ciertamente, que no todos entienden o quieren entender, haciendo una<br />
interpretación sesgada y unilateral, es como se resolvió en 1978 el viejo<br />
antagonismo de “la cuestión escolar”.<br />
No era nada fácil conciliar las antítesis que en materia educativa produjeron<br />
tanto y tan funesto enfrentamiento. Confesionalismo vs. laicismo; escuela pública<br />
vs. escuela privada. A los que se agregaba otro nuevo, escuela autoritaria v.<br />
escuela participativa. Obviamente, son antítesis que no podían llegar a un cierto<br />
entendimiento sin substanciales concesiones recíprocas. Mediante aquella<br />
transacción fundamental y prudente quedaron trazadas las líneas maestras de un<br />
sistema que lleva treinta años funcionando, aunque con las lógicas tensiones que<br />
producen intereses contrapuestos. El debate vino luego en torno al currículo,<br />
cuando se pretendió establecer un sistema comprensivo, sociológicamente más<br />
igualitario.<br />
La LODE (1985) fue la ley orgánica que vino a desarrollar los principios<br />
contenidos en el artículo 27 de la Constitución, y ahora conmemoramos su XXV<br />
aniversario, lo cual desmiente el tópico de la inestabilidad de nuestras leyes<br />
educativas. Ha sufrido ciertamente retoques, pero en su arquitectura básica se<br />
mantiene. La modificación sufrida más lamentable fue la supresión de la elección<br />
directa del director por el Consejo Escolar en los centros públicos, para sustituirlo<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 56
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
por un complejo sistema de “selección” harto proclive al intervencionismo de la<br />
Administración, cualquiera que fuere el color de ésta.<br />
La LODE es fundamental en dos sentidos: Para la participación crea los<br />
cauces pertinentes, los consejos escolares a nivel de centro, y el Consejo Escolar<br />
del Estado o los Consejos Autonómicos para encauzar la participación en la<br />
programación general de la enseñanza. Pero tan importante como eso es su<br />
segunda parte, donde al introducir el régimen de conciertos, establece de hecho el<br />
estatuto del sector más extenso de la escuela privada en nuestro país, habiéndole<br />
dotado de una estabilidad y seguridad como jamás tuvo anteriormente.<br />
Lo que ha desequilibrado la idea originaria del modelo concertado es el muy<br />
desigual desarrollo que ha tenido por una parte la financiación y expansión del<br />
sector, y por otra parte la escasa vitalidad y aún decadencia de la participación de<br />
la comunidad educativa en el control y gestión de los centros concertados,<br />
fenómeno ante el que las administraciones se han comportado con culpable<br />
indolencia.<br />
La cuantía económica de los conciertos no ha cesado de crecer, y todavía<br />
debiera crecer más, hasta que se obtenga la efectiva equiparación de retribuciones<br />
con el sector público, al tiempo que se han ampliado los niveles objeto de<br />
concierto, últimamente la escuela infantil, y en algunos territorios el bachillerato.<br />
En cambio la participación languidece, y si en algo mejora el estatus del<br />
profesorado de privada es merced a las reivindicaciones y negociaciones que se<br />
producen en vía sindical.<br />
Esta es una de las razones por la que nosotros, respetando la existencia de la<br />
enseñanza privada, preferimos indudablemente la enseñanza pública, y si es<br />
autogestionada por la comunidad escolar, mejor. Nunca en la privada puede<br />
tener la libertad de cátedra la misma amplitud que en la pública. Nunca la<br />
comunidad escolar puede tener en la privada el mismo grado de autogobierno que<br />
en la pública, pues en la privada habrá de compartirlo con el propietario,<br />
eufemísticamente llamado “titular”, quien además impone unilateralmente el<br />
ideario. Nunca el empleado de la escuela privada alcanzará el grado de<br />
estabilidad en el empleo que el funcionario de la escuela pública. Todo lo cual no<br />
empece para que como militantes de un sindicato nos dejemos la piel<br />
defendiendo los puestos de trabajo, y las mejoras de las condiciones de trabajo de<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 57
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
los compañeros de privada, de los que hablamos con especial conocimiento<br />
quienes hemos trabajado casi tantos años en uno como en el otro sector.<br />
La cosa todavía era distinta cuando los colegios confesionales eran una<br />
actividad llevada a cabo por las religiosas y/o religiosos de una determinada<br />
orden. Entonces era más claro el ejercicio de su libertad de enseñar. Ahora en la<br />
práctica no es así, ahora más bien ejercen su libertad empresarial y se sirven de<br />
decenas de miles de seglares asalariados, algunos de los cuales comulgarán<br />
fervientemente con el ideario, en tanto que otros muchos intentarán preservar su<br />
puesto de trabajo mediante una cautelosa autocensura.<br />
El otro motivo fundamental de nuestra preferencia por la enseñanza pública<br />
es de índole social; concierne a las políticas de igualdad, a la repercusión que tiene<br />
la ordenación del sistema escolar en la reproducción de las desigualdades sociales,<br />
o por el contrario en la compensación de esas desigualdades.<br />
Siempre nos repugnó el carácter elitista, descaradamente clasista, y por<br />
tanto reproductor de desigualdades que tuvieron la mayor parte de los colegios<br />
privados, históricamente centros para la educación de la burguesía más<br />
conservadora, dejando a salvo las nobilísimas excepciones de las escuelas<br />
confesionales concebidas con un fin netamente caritativo. Si bien es cierto que<br />
con las ayudas a la gratuidad se ha mitigado mucho el clasismo de la escuela<br />
privada, aún subsisten centros claramente discriminatorios.<br />
Existe una cierta proclividad de los centros privados a ser centros selectivos,<br />
como la tendrían determinados centros estatales si se les consintiera. Las<br />
innegables estadísticas de desproporción entre el tipo de centros que escolarizan a<br />
los alumnos con mayores dificultades de aprendizaje constituyen una prueba<br />
irrefutable de esa proclividad selectiva.<br />
Viniendo a la más palpitante actualidad encontramos las dificultades que ha<br />
tenido el intento de implantar en nuestro país la escuela comprensiva (LOGSE),<br />
hasta el punto de haber tenido que dar un paso atrás (LOE), para hacer sólo lo<br />
razonablemente posible sin que acabara siendo la escuela pública algo residual y<br />
lazareto de los menos aptos.<br />
Sabíamos de antemano que la comprensividad requería mucho tacto en la<br />
diversificación del currículo, en la dosificación de parte común y parte variable;<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 58
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
sabíamos que se requerirían muchos más recursos materiales y humanos para<br />
llevar a cabo una enseñanza verdaderamente compensatoria. Y sabíamos que sin<br />
una distribución equitativa del alumnado difícil seria imposible el proyecto.<br />
De esas tres condiciones, en dos ha fallado la Administración. La tercera es<br />
claramente un fallo derivado de un sistema de triple red que requería el haber<br />
sido absolutamente exigentes evitando que hubiese centros concertados renuentes<br />
a asumir la parte alícuota de dificultades.<br />
La LOE significa un considerable reflujo del ideal comprensivo, así como la<br />
propuesta del ministro Gabilondo para reformar el 4º de la ESO y ampliar el<br />
alumnado de los PCPI. Hasta se evita el término comprensividad sustituyéndolo<br />
por el menos preciso de inclusividad. Y lo que es algo más peligroso, se pone el<br />
acento en la idea de autonomía de los centros; incluso autonomía curricular, que<br />
puede ser utilizada para legitimar prácticas verdaderamente discriminatorias,<br />
seleccionando a los alumnos más convenientes.<br />
Algunos justifican cualquier práctica que de hecho produzca selección y<br />
discriminación del alumnado invocando el derecho a la libre elección de los<br />
padres, aunque en definitiva se reduzca a la elección de centro, como si la elección<br />
de centro fuera un derecho absoluto al que deba subordinarse la equidad del<br />
conjunto del sistema, y por lo tanto el derecho de todos a recibir una enseñanza<br />
de igual calidad y en centros de condiciones equiparables. Es muy legítimo que<br />
cada padre quiera lo más selecto para sus hijos, pero el gobernante tiene que<br />
querer lo mejor para el conjunto; como decía Platón, tiene que conducirse como<br />
si todos fueran sus hijos.<br />
5. El papel de los filósofos<br />
Especial responsabilidad en cuanto va dicho recae sobre mis colegas en<br />
activo, los profesores de filosofía, a quienes la Administración ha encomendado<br />
preferentemente las enseñanzas de Ética, en lo que se comprende la ética-cívica.<br />
Lo cual es un acierto, pues nunca fue tan necesario como ahora la contribución<br />
de la Filosofía en le enseñanza secundaria. Precisamente, por la ostensible<br />
decadencia del influjo de otras instancias coeducadoras, rece sobre la escuela cada<br />
vez más la responsabilidad de complementar su función instructiva con la más<br />
amplia, y quizá más difícil función de atender a la formación integral del<br />
educando.<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
Ante una cultura ambiental tan alienante, la escuela no puede abdicar en el<br />
cultivo de los valores humanísticos, para lo cual dispone en el currículo explícito<br />
de tres resortes valiosos que puede manejar de modo convergente a partir de<br />
distintas áreas de conocimiento: el análisis crítico de los textos literarios, clásicos<br />
y modernos; el análisis causal de los hechos históricos, y la reflexión filosófica en<br />
torno a la naturaleza de los seres humanos, de la cultura y del sentido de la<br />
historia. No excluyo que la enseñanza académica (no catequística) del hecho<br />
religioso y de la historia de las religiones pueda contribuir al mismo fin.<br />
Volviendo a pensar más particularmente en el papel de la Filosofía, yo<br />
recuerdo que en una asamblea de la sociedad de profesores del gremio (SEPFI), un<br />
colega joven se preguntaba, -y nos interrogaba- acerca de si creíamos que la<br />
filosofía tenía que ser edificante, o si no era más bien otra su función dentro de la<br />
cultura. Giraba el debate en torno a la reciente inclusión de la Ética en cuarto de<br />
la ESO. Me impactó la pregunta pues, como es bien sabido, venía dedicando<br />
esfuerzos durante años hasta conseguir que se estableciera dicha materia, y que<br />
obviamente se encomendara a los profesores de filosofía. Me tranquilizó pensar<br />
que una cosa es la investigación filosófica, y otra la aportación que puede ofrecer<br />
el acerbo de la tradición al carácter imprescindiblemente constructivo de la<br />
personalidad del educando que toda actividad escolar ha de poseer. Bien seguro<br />
estaba, por otra parte, de que la nueva asignatura no tenía, ni podía tener,<br />
ninguna intención adoctrinadora, dado el profesorado al que se encomendaba, y<br />
a la absoluta libertad de los centros para elegir su metodología y sus materiales<br />
didácticos.<br />
El problema no reside en ese tipo de importantes cuestiones, sino en algo<br />
mucho más prosaico y vulgar, como son los obstáculos que la propia<br />
Administración pone al buen desempeño de la tarea encomendada. Empezando<br />
por los ridículos horarios asignados para impartir la materia, que con justo<br />
motivo tienen indignados a los profesores de filosofía. Cuestión que se ha<br />
agravado en el primer curso de Bachillerato, al agregar como postizo “y<br />
ciudadanía” a una materia ya sobrecargada de temas para el insuficiente tiempo<br />
de que se disponía.<br />
Añádanse a estos motivos específicos de malestar, que generan el lógico<br />
rechazo, la crisis compartida por todo el profesorado, no solo por los problemas<br />
de indisciplina, sino también por la falta de estímulos al quedar frustrado una y<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 60
Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
otra vez el prometido Estatuto Docente, que junto a la organización de los<br />
centros, y a la renovación de currículo, era la tercera cosa que habría de<br />
completar la reforma educativa.<br />
En el terreno de la formación permanente, complementaria de la formación<br />
inicial, tampoco han hecho apenas nada las Administraciones para implantar con<br />
éxito las nuevas enseñanzas. Hay aspectos de tipo sociológico, histórico y<br />
jurídico, en algunos temas propuestos, que no tienen nada que ver con los<br />
estudios de licenciatura, ni con la temática de las pruebas selectivas del<br />
profesorado al que se le encargan. Una actuación responsable de los gobernantes<br />
debiera haberse volcado en atender estas cuestiones.<br />
Ni siquiera ahora, que se pretende completar la formación inicial de los<br />
docentes mediante un master concebido ad hoc para la enseñanza secundaria,<br />
lleva visos de resolverse esta cuestión. Se reincide en programaciones concebidas<br />
más según los intereses gremiales y/o departamentales de quienes lo van a<br />
impartir, que en las necesidades objetivas del futuro profesor de secundaria.<br />
En cambio se solicita del profesor de ética cívica y de ciudadanía que sea<br />
cuidadoso y aún exquisito al abordar en el aula determinados asuntos, siendo<br />
elocuente y aleccionadora a este respecto la sentencia del Tribunal Supremo que<br />
zanjó la polémica de los objetores (T.S. 11-II-2009).<br />
Distinguen los magistrados en la citada sentencia entre “valores éticos<br />
comunes”, y “cuestiones morales controvertidas”. Textualmente afirman: “Por<br />
un lado, están los valores que constituyen el sustrato moral del sistema<br />
constitucional, y aparecen recogidos en normas jurídicas vinculantes,<br />
representadas principalmente por las que reconocen los derechos fundamentales.<br />
Y, por otro, está la explicación del pluralismo de la sociedad en sus diferentes<br />
manifestaciones… sobre las principales concepciones culturales, morales,<br />
ideológicas que, más allá del espacio ético común, pueden existir en cada<br />
momento histórico de la sociedad…”<br />
Esta distinción entre valores comúnmente aceptados y valores<br />
controvertidos (léase cuestiones que entrañan valores comúnmente aceptados, y<br />
cuestiones polémicas que implican valores conflictivos), requieren a su juicio un<br />
tratamiento distinto en el aula: “La actividad educativa del Estado, cuando está<br />
referida a valores éticos comunes, no solo comprende su difusión y transmisión<br />
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Participación y educación ético-cívica | Luis Gómez Llorente<br />
(sino que) también hace lícito fomentar sentimientos y actitudes que favorezcan<br />
su vivencia práctica”.<br />
“Por el contrario, será exigible una posición de neutralidad por parte del<br />
poder público (y por tanto de los funcionarios públicos) cuando se esté ante<br />
valores distintos de los anteriores. Estos valores deberán ser expuestos de manera<br />
rigurosamente objetiva, con la exclusiva finalidad de instruir o informar sobre el<br />
pluralismo realmente existente en la sociedad acerca de determinadas cuestiones<br />
que son objeto de polémica.”<br />
De ahí que, en el artículo que dedicamos en su día a glosar los aspectos<br />
pedagógicos de esta sentencia, hiciéramos hincapié al sumo cuidado que habría de<br />
ponerse en la elección del material didáctico, así como en el trabajo de seminario<br />
que ayude a especificar cuáles son esas cuestiones controvertidas sobre las que<br />
sólo se debe instruir acerca de la diversidad de planteamientos en presencia, así<br />
como sobre la conveniencia de seleccionar una documentación ideológicamente<br />
plural que permita conocer y debatir en las aulas los distintos argumentos de cada<br />
postura.<br />
Una vez más recae sobre el profesorado otro quehacer delicado, creativo y<br />
laborioso, que pese a tantos sinsabores no va a ser desdeñado, siquiera sea por<br />
puro respeto a la libertad de conciencia del alumnado, de sus creencias o<br />
increencias, hasta donde lo permita nuestra sabiduría y nuestro buen sentido. ❚<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad,<br />
violencia metafísica y fin de los metarrelatos<br />
Adolfo Vásquez Rocca<br />
Universidad Católica de Valparaiso<br />
Universidad Complutense de Madrid<br />
Resumen. He aquí una breves notas en torno a la noción de posmodernidad. Un<br />
texto introductorio que intenta dar luz sobre algunas tópicos que se entrecruzan y<br />
problematizan a un poco más de 30 años de la publicación de La condición<br />
posmoderna de Jean-François Lyotard. Esta condición es –según el decir del<br />
propio Lyotard– condición del saber en las sociedades más desarrolladas,<br />
particularmente en el continente americano, en pluma de sociólogos y críticos. Lo<br />
posmoderno no es “lo contrario” de lo moderno, sino su rebasamiento. Es la<br />
modernidad misma que en su autocumplimiento invierte sus modalidades y<br />
efectos culturales. El descrédito de la razón, la ciencia y la técnica no ha surgido<br />
de una “negación simple” de estas, sino de su concreción histórico-factual, de su<br />
realización. La posmodernidad designa el estado de la cultura después de las<br />
transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la<br />
literatura y de las artes a partir del siglo XIX. Aquí se situarán esas<br />
transformaciones con relación a la crisis de los grandes relatos. Se tiene por<br />
“posmoderna” la incredulidad con respecto a los metarrelatos. Ésta es, sin duda,<br />
un efecto del progreso de las ciencias; pero ese progreso, a su vez, la presupone.<br />
Al desuso del dispositivo metanarrativo de legitimación corresponde<br />
especialmente la crisis de la filosofía metafísica, y la de la institución universitaria<br />
que dependía de ella. ❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com
La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
La posmodernidad; nuevo régimen de verdad,<br />
violencia metafísica y fin de los metarrelatos<br />
Adolfo Vásquez Rocca 49<br />
Universidad Católica de Valparaiso<br />
Universidad Complutense de Madrid<br />
1. Fragmentos<br />
Lo que se denomina "posmodernidad" aparece como una conjunción<br />
ecléctica de teorías. Esa amalgama va desde algunos planteamientos nietzscheanos<br />
e instintivistas hasta conceptos tomados del Pragmatismo anglosajón hasta pasar<br />
por retazos terminológicos heideggerianos, nietszcheanos y existencialistas. Se<br />
trata, pues, de un tipo de pensamiento en el que caben temáticas dispersas y, a<br />
menudo, conjuntadas sin un hilo teórico claro.<br />
La posmodernidad no es una época que se halle después de la modernidad<br />
como etapa de la historia. El “post” de la posmodernidad, a juicio de Gianni<br />
Vattimo 50 , es “espacial” antes que “temporal”. Esto quiere decir que estamos<br />
sobre la modernidad. La Posmodernidad no es un tiempo concreto ni de la<br />
historia ni del pensamiento, sino que es una condición humana determinada,<br />
como insinúa Lyotard en La condición postmoderna 51 .<br />
El término posmodernidad nace en el domino del arte y es introducido en<br />
49 Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad<br />
Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de<br />
Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética<br />
en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – Miembro<br />
del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del<br />
Consejo Consultivo Internacional de 'Konvergencias', Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo,<br />
Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional<br />
do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. –Director de Revista Observaciones<br />
Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma<br />
de Puebla. – Profesor visitante Florida Christian University USA y Profesor Asociado al Grupo<br />
Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la<br />
Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha<br />
publicado el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización,<br />
Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia,<br />
España, 2008. Invitado especial a la International Conference de la Trienal de Arquitectura de<br />
Lisboa | Lisbon Architecture Triennale 2011<br />
50 VATTIMO, Gianni, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura<br />
posmoderna / La fine della modernità (1985); Milán, Garzanti.<br />
51 LYOTARD, Jean-François, La condición postmoderna. Madrid: Cátedra S.A. 1987.<br />
Originalmente: La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir, Editions de Minuit, París,<br />
1979.<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
el campo filosófico hace tres décadas por Jean Lyotard con su trabajo La<br />
condición postmoderna 52 .<br />
Jean-Francois Lyotard explica la Condición postmoderna de nuestra<br />
cultura como una emancipación de la razón y de la libertad de la influencia<br />
ejercida por los “grandes relatos”, los cuales, siendo totalitarios, resultaban<br />
nocivos para el ser humano porque buscaban una homogeneización que elimina<br />
toda diversidad y pluralidad: “Por eso, la Posmodernidad se presenta como una<br />
reivindicación de lo individual y local frente a lo universal. La fragmentación, la<br />
babelización, no es ya considerada un mal sino un estado positivo” porque<br />
“permite la liberación del individuo, quien despojado de las ilusiones de las<br />
utopías centradas en la lucha por un futuro utópico, puede vivir libremente y<br />
gozar el presente siguiendo sus inclinaciones y sus gustos”.<br />
La posmodernidad, dice Lyotard, es una edad de la cultura. Es la era del<br />
conocimiento y la información, los cuales se constituyen en medios de poder;<br />
época de desencanto y declinación de los ideales modernos; es el fin, la muerte<br />
anunciada de la idea de progreso.<br />
2. De los grandes relatos a las petites histoires<br />
El término posmodernidad puede ser identificado, como lo hace<br />
Habermas, con las coordenadas de la corriente francesa contemporánea de<br />
Bataille a Derrida, pasando por Foucault, con particular atención al movimiento<br />
de la deconstrucción de indudable actualidad y notoria resonancia en la<br />
intelectualidad local. Las oposiciones binarias que rigen en Occidente -sujeto/<br />
objeto, apariencia/realidad, voz/escritura, etc. construyen una jerarquía de valores<br />
nada inocente, que busca garantizar la verdad y sirve para excluir y devaluar los<br />
términos inferiores de la oposición. Metafísica binaria que privilegia la realidad y<br />
no la apariencia, el hablar y no el escribir, la razón y no la naturaleza, al hombre<br />
y no a la mujer. Hace falta una deconstrucción completa de la filosofía moderna y<br />
una nueva práctica filosófica.<br />
La era moderna nació con el establecimiento de la subjetividad 53 como<br />
principio constructivo de la totalidad. No obstante, la subjetividad es un efecto de<br />
52 LYOTARD, Jean-François, La condición postmoderna. Madrid: Cátedra S.A. 1987.<br />
Originalmente: La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir, Editions de Minuit, París, 1979<br />
53 HABERMAS, Jürgen, El pensamiento postmetafisico, Editorial Taurus, Madrid, 1990, p. 85.<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
los discursos o textos en los que estamos situados 54 . Al hacerse cargo de lo<br />
anterior, se puede entender por qué el mundo postmoderno se caracteriza por una<br />
multiplicidad de juegos de lenguaje que compiten entre sí, pero tal que ninguno<br />
puede reclamar la legitimidad definitiva de su forma de mostrar el mundo.<br />
Con la deslegitimación de la racionalidad totalizadora procede lo que ha<br />
venido en llamarse el fin de la historia. La posmodernidad revela que la razón ha<br />
sido sólo una narrativa entre otras en la historia; una gran narrativa, sin duda,<br />
pero una de tantas. Estamos en presencia de la muerte de los metarrelatos, en la<br />
que la razón y su sujeto –como detentador de la unidad y la totalidad– vuelan en<br />
pedazos. Si se mira con más detenimiento, se trata de un movimiento de<br />
deconstrucción del cogito y de las utopías de unidad. Aquí debe subrayarse el<br />
irreductible carácter local de todo discurso, acuerdo y legitimación. Esto nos<br />
instala al margen del discurso de la tradición literaria (estética) occidental. Tal vez<br />
de ahí provenga la vitalidad de los engendros del discurso periférico, en Los<br />
Margenes de la Filosofía 55 como dirá Derrida.<br />
La destotalización del mundo moderno exige eliminar la nostalgia del todo<br />
y la unidad. Como características de lo que Foucault ha denominado la<br />
episteme 56 posmoderna podrían mencionarse las siguientes: deconstrucción,<br />
descentración, diseminación, discontinuidad, dispersión. Estos términos expresan<br />
el rechazo del cogito que se había convertido en algo propio y característico de la<br />
filosofía occidental, con lo cual surge una “obsesión epistemológica” por los<br />
fragmentos.<br />
La ruptura con la razón totalizadora supone el abandono de los grands<br />
récits, es decir, de las grandes narraciones, del discurso con pretensiones de<br />
universalidad y el retorno de las petites histoires. Tras el fin de los grandes<br />
54 El dominio del sujeto se ve subvertido por el hecho de que siempre nos encontramos situados de<br />
antemano en lenguajes que no hemos inventado (donde la Razón es equiparada a una subjetividad<br />
dominante, a una voluntad de poder) y que necesitamos para poder hablar de nosotros mismos y<br />
del mundo.<br />
55 DERRIDA, Jacques, Márgenes de la filosofía. Madrid, Cátedra, l988<br />
56 “La épistémè no es una teoría general de toda ciencia posible o de todo enunciado científico<br />
posible, sino la normatividad interna de las diferentes actividades científicas tal como han sido<br />
practicadas y de lo que las ha hecho históricamente posibles”. Cf. FOUCAULT, Michel, “La vie:<br />
L’expèrience et la science”, en Revue de Métaphysique et de Morale, 1 enero-marzo de 1985, R.<br />
10.<br />
“En una cultura en un momento dado, nunca hay más que una sola épistémè, que define las<br />
condiciones de posibilidad de todo saber. Sea el que se manifiesta en una teoría o aquel que está<br />
silenciosamente envuelto en una práctica”. FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas, Ed.<br />
Gallimard, París, 1966, p. 179.<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
proyectos aparece una diversidad de pequeños proyectos que alientan modestas<br />
pretensiones. Aquí se insiste en el irreductible pluralismo de los juegos de<br />
lenguaje, acentuando el carácter local de todo discurso, y la imposibilidad de un<br />
comienzo absoluto en la historia de la razón. Ya no existe un lenguaje general,<br />
sino multiplicidad de discursos. Y ha perdido credibilidad la idea de un discurso,<br />
consenso, historia o progreso en singular: en su lugar aparece una pluralidad de<br />
ámbitos de discurso y narraciones.<br />
Además de señalar que la desmitologización de los grandes relatos es lo<br />
característico de la posmodernidad, es necesario aclarar que estos metarrelatos no<br />
son propiamente mitos, en el sentido de fábulas. Ciertamente tienen por fin<br />
legitimar las instituciones y prácticas sociales y políticas, las legislaciones, las<br />
éticas. Pero, a diferencia de los mitos, no buscan esta legitimación en un acto<br />
fundador original, sino en un futuro por conseguir, en una idea por realizar. De<br />
ahí que la modernidad sea un proyecto.<br />
Los metarrelatos son las verdades supuestamente universales, últimas o<br />
absolutas, empleadas para legitimar proyectos políticos o científicos. Así por<br />
ejemplo, la emancipación de la humanidad a través de la de los obreros (Marx),<br />
la creación de la riqueza (Adam Smith), la evolución de la vida (Darwin), la<br />
dominación de lo inconsciente (Freud), etc.<br />
El mundo postmoderno ha desechado los metarrelatos. El metarrelato es la<br />
justificación general de toda la realidad, es decir, la dotación de sentido a toda la<br />
realidad. Ninguna justificación puede alcanzar a cubrir toda la realidad, ya que<br />
necesariamente caerá en alguna paradoja lógica o alguna insuficiencia en la<br />
construcción (especialmente en la completitud o en la coherencia) y que desdicen<br />
sus propias pretensiones onmiabarcantes. El hombre postmoderno no cree ya los<br />
metarrelatos, el hombre postmoderno no dirige la totalidad de su vida conforme a<br />
un solo relato, porque la existencia humana se ha vuelto tan enormemente<br />
compleja que cada región existencial del ser humano tiene que ser justificada por<br />
un relato propio, por lo que los pensadores postmodernos llaman microrrelatos.<br />
El microrrelato tiene una diferencia de dimensión respecto del metarrelato,<br />
pero esta diferencia es fundamental, ya que sólo pretende dar sentido a una parte<br />
delimitada de la realidad y de la existencia. Cada uno de nosotros tiene diferentes<br />
microrrelatos, probablemente desgajados de metarrelatos, que entre ellos pueden<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
ser contradictorios, pero el ser humano postmoderno no vive esta contradicción<br />
porque él mismo ha deslindado cada una de esta esfera hasta convertirlas en<br />
fragmentos. El hombre postmoderno vive la vida como un conjunto de<br />
fragmentos independientes entre sí, pasando de unas posiciones a otras sin ningún<br />
sentimiento de contradicción interna, puesto éste entiende que no tiene nada que<br />
ver una cosa con otra. Pero esto no quiere decir que los microrrelatos no sean<br />
cambiables sin mayor esfuerzo, ya que los microrrelatos responden al criterio<br />
fundamental de utilidad, esto es, son de tipo pragmáticos.<br />
Ahora bien, si no hay metarrelatos tampoco hay utopías. La única utopía<br />
posible –si acaso pudiera todavía haber una– es la huida del mundo y de la<br />
sociedad y por la conformación del espacio utópico en el seno de la intimidad,<br />
con determinados elementos degradados de las tradiciones orientales, de los los<br />
nuevos orientalismos. Es una utopía fragmentada para un mundo fragmentado,<br />
una religión muy propia de la Posmodernidad, sin sacrificios y sin privaciones.<br />
¿En qué punto nos encontramos ahora? Sin duda en el dominio de la<br />
interpretación y la sobreinterpretación. Las interpretaciones dotan de sentido a<br />
los hechos. La interpretación es una condición necesaria para que podamos<br />
conocer la realidad, para que nos podamos relacionar con ella. La interpretación<br />
cuaja en la tradición y es el conocimiento de nuestras formas de interpretación el<br />
objeto de la ciencia central de la Posmodernidad: la Hermenéutica. La<br />
Hermenéutica tiene sus orígenes en los principios del conocimiento humano, no<br />
en vano Aristóteles escribe una tratado sobre la interpretación. Con Gadamer 57 la<br />
Hermenéutica cobra un nuevo giro, ya no pretende aprehender el verdadero y<br />
único sentido del texto, sino manifestar las diversas interpretaciones del texto y<br />
las diversas formas de interpretar. Hemos aludido por primera vez a un elemento<br />
fundamental del pensamiento postmoderno: el texto.<br />
En la posmodernidad, si la entendemos como Filosofía del Lenguaje o<br />
Teoría Literaria el texto se independiza del autor hasta tal punto de que el autor<br />
puede ser obviado. En la posmodernidad hay dos tendencias muy marcadas y<br />
contradictorias sobre la autoría, la que la desprecia por centrarse únicamente en<br />
el texto y la que quiere explicar el texto como trasunto del autor. No cabe hablar<br />
propiamente de un autor, pues el autor del texto se ha perdido, como también se<br />
57 GADAMER, Hans-Georg, El giro hermenéutico, Madrid, Cátedra, 1990.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
ha perdido el ser humano como sujeto, es decir, como director libre de sus<br />
acciones.<br />
Gianni Vattimo, por su parte, define el pensamiento posmoderno con<br />
claridad: en él lo importante no son los hechos sino sus interpretaciones. Así<br />
como el tiempo depende de la posición relativa del observador, la certeza de un<br />
hecho no es más que eso, una verdad relativamente interpretada y por lo mismo,<br />
incierta. La posmodernidad, por más polifacética que parezca, no significa una<br />
ética de carencia de valores en el sentido moral, pues precisamente su mayor<br />
influencia se manifiesta en el actual relativismo cultural. La moral posmoderna es<br />
una moral que cuestiona el cinismo religioso predominante en la cultura<br />
occidental y hace hincapié en una ética basada en la intencionalidad de los actos y<br />
la comprensión inter y transcultural de corte secular de los mismos. En este<br />
sentido la posmodernidad abre el camino, según Vattimo, a la tolerancia, a la<br />
diversidad. Es el paso del pensamiento fuerte, metafísico, de las cosmovisiones<br />
filosóficas bien perfiladas, de las creencias verdaderas, al pensamiento débil, a<br />
una modalidad de nihilismo débil, a un pasar despreocupado y, por consiguiente,<br />
alejado de la acritud existencial.<br />
Vattimo ha elaborado la idea de un pensamiento débil 58 como portavoz de<br />
la sospecha, se trata de un pensamiento eminentemente crítico, no tolera ninguna<br />
pretensión totalitaria sobre la realidad, ningún pensamiento que quiere trascender<br />
los límites del microrrelato. Detrás de cada intención totalitaria, de cada<br />
metarelato como pretensión de interpretación última y definitiva sobre la realidad<br />
y el sentido del mundo se esconde un interés del poder, de un poder manifiesto u<br />
oculto, que, a través del lenguaje ontologizado y ontologizante –metafísico y/o<br />
teológico, quiere someter la realidad a una visión univoca y normativa, anulando<br />
y vaciando la potencialidad humana de hacer y crear mundos.<br />
Debemos situar el punto de partida de este paradigma –del asalto a la<br />
razón – en la filosofía de Nietzsche, aunque ubicado poco antes, contemporáneo<br />
al Iluminismo, debemos hacer justicia al Romanticismo,corriente continental que<br />
inició la crítica de la Modernidad poniendo énfasis, ya no en la razón, sino en la<br />
intuición, la emoción, la aventura, un retorno a lo primitivo, el culto al héroe, a la<br />
naturaleza y a la vida, y por sobre todas las cosas una vuelta al panteísmo.<br />
58 VATTIMO, Gianni, El pensamiento débil / Il pensiero debole (1983); editado por G. Vattimo y<br />
P. A. Rovatti, Milán<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
Nietzsche se encargará de revitalizar estos motivos casi un siglo más tarde,<br />
imprimiéndole su sello propio, una filosofía cuyos rasgos esenciales han de ser el<br />
individualismo, un relativismo gnoseológico y moral, vitalismo, nihilismo y<br />
ateísmo, todo esto sobre un telón de fondo irracionalista.<br />
Gianni Vattimo tiene razón cuando ve en Nietzsche el origen del<br />
postmodernismo, pues él fue el primero en mostrar el agotamiento del espíritu<br />
moderno en el ‘epigonismo’. De manera más amplia, Nietzsche es quien mejor<br />
representa la obsesión filosófica del Ser perdido, del nihilismo triunfante después<br />
de la muerte de Dios.<br />
El postmodernismo aparece, pues, como resultado de un gran movimiento<br />
de des-legitimación llevado a cabo por la modernidad europea, del cual la<br />
filosofía de Nietzsche sería un documento temprano y fundamental.<br />
La posmodernidad puede ser así entendida como una crítica de la razón<br />
ilustrada tenida lugar a manos del cinismo contemporáneo. Baste pensar en<br />
Sloterdijk y su Crítica de la razón cínica 59 , donde se reconoce como uno de los<br />
rasgos reveladores de la Posmodernidad el anhelo por momentos de gran<br />
densidad crítica, aquellos en que los principios lógicos se difuminan, la razón se<br />
emancipa y lo apócrifo se hermana con lo oficial, como acontece según Sloterdijk<br />
con el nihilismo desde Nietzsche, y aun desde los griegos de la Escuela Cínica.<br />
La ruptura con la razón totalizadora aparece, por un lado como abandono<br />
de los grandes relatos –emancipación de la humanidad–, y del fundamentalismo<br />
de las legitimaciones definitivas y como crítica de la “totalizadora” ideología<br />
sustitutiva que sería la Teoría de Sistemas.<br />
La posmodernidad ha impulsado –al amparo de esta crítica– “un nuevo<br />
eclecticismo en la arquitectura, un nuevo realismo y subjetivismo en la pintura y<br />
la literatura, y un nuevo tradicionalismo en la música” 60 . La repercusión de este<br />
cambio cultural en la filosofía ha conducido a una manera de pensar que se define<br />
a sí misma, según he anticipado, como fragmentaria y pluralista, que se ampara<br />
en la destrucción de la unidad del lenguaje operada a través de la filosofía de<br />
Nietzsche y Wittgenstein.<br />
59 SLOTERDIJK Peter, Critica de la razón cínica I y II, Ed. Siruela, Madrid, 2004.<br />
60 INNERARITY, Daniel, Dialéctica de la Modernidad, Ediciones Rialp, Madrid, 1990, p. 114.<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
Lo específicamente postmoderno son los nuevos contextualismos o<br />
eclecticismos. La concepción dominante de la posmodernidad acentúa los<br />
procesos de desintegración. Subyace igualmente un rechazo del racionalismo de la<br />
modernidad a favor de un juego de signos y fragmentos, de una síntesis de lo<br />
dispar, de dobles codificaciones; la sensibilidad característica de la Ilustración se<br />
transforma en el cinismo contemporáneo: pluralidad, multiplicidad y<br />
contradicción, duplicidad de sentidos y tensión en lugar de franqueza directa, “así<br />
y también asa” en lugar del univoco “o lo uno o lo otro”, elementos con doble<br />
funcionalidad, cruces en lugar de unicidad clara Un singular “Ni sí ni no, sino<br />
todo lo contrario. El último reducto posible para la filosofía” –como señalará<br />
Nicanor Parra en su Discurso de Guadalajara 61 .<br />
Así, con la posmodernidad se dice adiós a la idea de un progreso unilineal,<br />
surgiendo una nueva consideración de la simultaneidad, se hace evidente también<br />
la imposibilidad de sintetizar formas de vida diferentes, correspondientes a<br />
diversos patrones de racionalidad.<br />
La posmodernidad, como proceso de descubrimiento, supone un giro de la<br />
conciencia, la cual debe adoptar otro modo de ver, de sentir, de constituirse, ya<br />
no de ser, sino de sentir, de hacer. Descubrir la dimensión de la pluralidad supone<br />
descubrir también la propia inmersión en lo múltiple.<br />
La Modernidad confundió la razón, entendida como facultad, con una<br />
forma de racionalidad concreta. Toda la razón había quedado recluida al ámbito<br />
de la razón científica natural y matemática. Ignorado otras formas de<br />
racionalidad y de pensamiento, a las que se les consideraba menores o<br />
irracionales, especialmente a la racionalidad propia del pensamiento estético y<br />
literario.<br />
3. El crepúsculo del deber, la ética indolora y las `consignas´ cosméticas<br />
En la cultura posmoderna se acentúa un individualismo extremo, un<br />
"proceso de personalización" que apunta la nueva ética permisiva y hedonista: el<br />
esfuerzo ya no está de moda, todo lo que supone sujeción o disciplina austera se<br />
ha desvalorizado en beneficio del culto al deseo y de su realización inmediata,<br />
61 “Ni sí ni no, sino todo lo contrario. El último reducto posible para la filosofía”, Discurso de<br />
Guadalajara, en “Nicanor PARRA tiene la palabra”, Compilación de Jaime Quezada, Editorial<br />
Alfaguara, Santiago, 1999.<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
como si se tratase de llevar a sus últimas consecuencias el diagnóstico de<br />
Nietzsche sobre la tendencia moderna a favorecer la “debilidad de voluntad”, es<br />
decir la anarquía de los impulsos o tendencias y, correlativamente, la pérdida de un<br />
centro de gravedad que lo jerarquiza todo: “la pluralidad y la desagregación de los<br />
impulsos, la falta de un sistema entre ellos desemboca es una “voluntad débil”.<br />
Asociaciones libres, espontaneidad creativa, no-directividad, nuestra cultura de la<br />
expresión, pero también nuestra ideología del bienestar estimulan la dispersión en<br />
detrimento de la concentración, lo temporal en lugar de lo voluntario, contribuyen al<br />
desmenuzamiento del Yo, a la aniquilación de los sistemas psíquicos organizados y<br />
sintéticos.<br />
La Posmodernidad es un momento de 'consignas' cosméticas: mantenerse<br />
siempre joven, se valoriza el cuerpo y adquieren auge una gran variedad de dietas,<br />
gimnasias de distinto tipo, tratamientos revitalizantes y cirugías estéticas.<br />
En la posmodernidad los sucesos pasan, se deslizan. No hay ídolos ni tabúes,<br />
tragedias ni apocalipsis, “no hay drama” expresará la versión adolescente<br />
postmoderna.<br />
La condición postmoderna es, sin embargo, tan extraña al desencanto, como a<br />
la positividad ciega de la deslegitimación. ¿Dónde puede residir la legitimación<br />
después de los metarrelatos? El criterio de operatividad es tecnológico, no es<br />
pertinente para juzgar lo verdadero y lo justo. ¿El consenso obtenido por discusión,<br />
como piensa Habermas? Violenta la heterogeneidad de los juegos de lenguaje. Y la<br />
invención siempre se hace en el disentimiento. El saber postmoderno no es solamente<br />
el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra sensibilidad ante las diferencias,<br />
y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable. No encuentra su<br />
razón en la homología de los expertos, sino en la paralogía de los inventores 62 .<br />
4. De la Estética del Simulacro a la Incautación de lo Real<br />
El "ser" ya no cuenta, el valor deviene en "parecer" 63 , lo que se conoce<br />
62 LYOTARD, Jean F. La condición postmoderna. Madrid: Cátedra S.A. 1987.<br />
63 Jean BAUDRILLARD establece la diferencia entre disimular y simular. Lo primero es fingir no<br />
tener lo que se tiene. Quien disimula, intenta pasar desapercibido. Pero quien simula, aparenta ser<br />
quien no es, o poseer lo que no tiene; busca crear una imagen de algo inexistente. El disimulo no<br />
cambia la realidad, sólo la oculta o enmascara, en cambio la simulación muestra como verdadero<br />
algo que no lo es. Uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia, a una nada. Ahora el<br />
problema actual es la simulación, concluye BAUDRILLARD. De este modo Ahora el simulacro<br />
produce una disociación entre lo que se muestra y la realidad, entre el ser y el parecer.<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
como la "cultura del simulacro" 64 .<br />
Los escritos de Baudrillard 65 , otro de los profetas de la posmodernidad,<br />
tributan a una obsesión por el signo y sus espejos, el signo y su producción febril<br />
en la sociedad de consumo, la virtualidad del mundo y La transparencia del<br />
mal 66 . La mercancía y la sociedad contemporánea están consumidas por el signo,<br />
por un artefacto que suplanta y devora poco a poco lo real, hasta hacerlo<br />
subsidiario. Lo real existe por voluntad del signo, el referente existe porque hay<br />
un signo que lo invoca. Vivimos en un universo extrañamente parecido al original<br />
–las cosas aparecen replicadas por su propia escenificación– señala Baudrillard.<br />
La Posmodernidad, en contraste con la Modernidad, se caracteriza por las<br />
siguientes notas: nihilismo y escepticismo, reivindicación de lo plural y lo<br />
particular, deconstrucción, relación entre hombres y cosas cada vez más<br />
mediatizada, lo que implica una desmaterialización de la realidad (Lyotard). Con<br />
respecto a esto Jean Baudrillard habla de un “asesinato de la realidad”. En su<br />
libro El crimen perfecto, presenta metafóricamente cómo se produce en las<br />
postrimerías de siglo esta desaparición de la realidad mediante la proliferación de<br />
pantallas e imágenes, transformándola en una realidad meramente virtual:<br />
“Vivimos en un mundo en el que la más elevada función del signo es hacer<br />
desaparecer la realidad, y enmascarar al mismo tiempo esa desaparición”.<br />
No existe ya la posibilidad de una mirada, de una mirada de aquello que<br />
suscita la mirada, porque, en todos los sentidos del término, aquello otro ha<br />
dejado de mirarnos. El mundo ya no nos piensa, Tokio ya no nos quiere 67 . Si ya<br />
no nos mira, nos deja completamente indiferentes. De igual forma el arte se ha<br />
vuelto por <strong>completo</strong> indiferente a sí mismo en cuanto pintura, en cuanto creación,<br />
en cuanto ilusión más poderosa que lo real. No cree en su propia ilusión, y cae<br />
irremediablemente en el absurdo de la simulación de sí mismo.<br />
Baudrillard intuye la evolución de fin de milenio como una anticipación<br />
desesperada y nostálgica de los efectos de desrealización producidos por las<br />
64 LIPOVETSKY, Gilles. (1992), El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos<br />
democráticos, Anagrama. Colección Argumentos: Barcelona, 1996<br />
65 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Baudrillard; de la metástasis de la imagen a la incautación de lo<br />
real", En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11<br />
(julio 2007) pp. 53-59. http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf<br />
66 BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal, Ed. Anagrama, Barcelona, 2001<br />
67 LORIGA, Ray, Tokio ya no nos quiere, Plaza & Janes. Colección Ave Fénix. Barcelona, 1999.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
tecnologías de comunicación. Anticipa el despliegue progresivo de un mundo en<br />
el que toda posibilidad de imaginar ha sido abolida. El feroz dominio integral del<br />
imaginario sofoca, absorbe, anula la fuerza de imaginación singular.<br />
Baudrillard localiza precisamente en el exceso expresivo el núcleo esencial<br />
de la sobredosis de realidad. Ya no son la ilusión, el sueño, la locura, la droga ni<br />
el artificio los depredadores naturales de la realidad. Todos ellos han perdido<br />
gran parte de su energía, como si hubieran sido golpeados por una enfermedad<br />
incurable y solapada 68 . Lo que anula y absorbe la ficción no es la verdad, así<br />
como tampoco lo que deroga el espectáculo no es la intimidad; aquello que<br />
fagocita la realidad no es otra cosa que la simulación, la cual secreta el mundo<br />
real como producto suyo.<br />
Baudrillard exhausto de la esperanza del fin certifica que el mundo ha<br />
incorporado su propia inconclusibilidad. La eternidad inextinguible del código<br />
generativo, la insuperabilidad del dispositivo de la réplica automática, la metáfora<br />
viral 69 . La extinción de la lógica histórica ha dejado el sitio a la logística del<br />
simulacro y ésta es, según parece, interminable.<br />
El momento postmoderno es, como se ve, un momento antinómico, en el<br />
que se expresa una voluntad de desmantelamiento, una obsesión epistemológica<br />
con los fragmentos o las fracturas, y el correspondiente compromiso ideológico<br />
con las minorías políticas, sexuales o lingüísticas.<br />
Es necesario, a este respecto, tener presente que en la expresión “momento<br />
postmoderno” la palabra momento ha de tomarse literalmente 70 - como un<br />
parpadeo, como un “abrir y cerrar de ojos” y, por decirlo paradójicamente, como<br />
categoría fundamental de una conciencia de época, claramente posthistórica.<br />
La complejidad del momento postmoderno no es sólo una cuestión de<br />
perspectiva histórica –o más bien de falta de ella–, sino que viene dada por el<br />
propio movimiento de repliegue sobre sí mismo característico de la<br />
posmodernidad (frente a los desarrollos lineales de la periodización moderna o<br />
68 BAUDRILLARD, Jean, Cultura y simulacro, Ed. Kairós, Barcelona, 1993<br />
69 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "W. Burroughs; La metáfora viral y sus mutaciones<br />
antropológicas" En Almiar MARGEN CERO, Revista Fundadora de la ASOCIACIÓN DE<br />
REVISTAS DIGITALES DE ESPAÑA - Nº 46 – 2009. http://www.margencero.com/articulos/<br />
new03/burroughs.html<br />
70 'Augenblick' puede traducirse como parpadeo, “abrir y cerrar de ojos”.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
clásica) lo que la dota de un espacio histórico informe y desestructurado donde<br />
han caído los ejes de coordenadas, a partir de los cuales se establecía el sentido y<br />
el discurso de la escena histórico-cultural de una época.<br />
La caída de los discursos de legitimación que vertebraban los diferentes<br />
meta-relatos de carácter local y dependiente, ha producido –como se ha señalado<br />
– una nivelación en las jerarquías de los niveles de significación y la adopción de<br />
prácticas inclusivistas e integradoras de discursos adyacentes, paralelos e incluso<br />
antagónicos.<br />
La posmodernidad es aquel momento en que las dicotomías se difuminan y<br />
lo apócrifo se asimila con lo oficial.<br />
Desde un determinado punto de vista, la “revolución de la<br />
posmodernidad” aparece como un gigantesco proceso de pérdida de sentido que<br />
ha llevado a la destrucción de todas las historias, referencias y finalidades. En el<br />
momento postmoderno el futuro ya ha llegado, todo ha llegado ya, todo está ya<br />
ahí. No tenemos que esperar ni la realización de una utopía ni un final<br />
apocalíptico. La fuerza explosiva ya ha irrumpido en las cosas. Ya no hay nada<br />
que esperar. Lo peor, el soñado final sobre el que se construía toda utopía, el<br />
esfuerzo metafísico de la historia, el punto final, está ya entre nosotros. Según<br />
esto, la posmodernidad sería una realidad histórica–posthistórica ya cumplida, y<br />
la muerte de la modernidad ya habría hecho su aparición.<br />
En este sentido, el artista postmoderno se encuentra en la misma situación<br />
de un filósofo: el texto que escribe, la obra que compone, no se rigen en lo<br />
fundamental por reglas ya establecidas, no pueden ser juzgadas según un canon<br />
valorativo, esto es, según categorías ya conocidas. Antes bien, son tales reglas y<br />
categorías lo que el texto o la obra buscan. De modo que artista y escritor<br />
trabajan sin reglas, trabajan para establecer las reglas de lo que habrá llegado a<br />
ser. La negación progresiva de la representación se vuelve aquí sinónimo de la<br />
negación de las reglas establecidas por las anteriores obras de arte, que cada<br />
nueva obra ha de llevar a cabo de nuevo.<br />
Todo esto ya se encuentra prefigurado en las vanguardias artísticas de<br />
comienzo del siglo pasado.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 75
La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
5. Del metarelato a la Posmodernidad estética; discurso y producción.<br />
Ahora bien, el postmodernismo como ideología puede ser entendido como<br />
un síntoma de los cambios estructurales más profundos que tienen lugar en<br />
nuestra sociedad y su cultura como un todo o, dicho de otra manera, en el modo<br />
de producción.<br />
Esta constatación del modo diferente de construcción de la realidad va<br />
seguida de la distinción entre una estetización "superficial" y una profunda: la<br />
primera refiere a fenómenos globales como el embellecimiento de la realidad, lo<br />
cosmético y el hedonismo como nueva matriz de la cultura y la estetización como<br />
estrategia económica; el segundo incluiría las transformaciones en el proceso<br />
productivo conducidas por la nuevas tecnologías y la constitución de la realidad<br />
por los medios de comunicación. Dentro de este escenario global es que debe<br />
analizarse lo que ha estado gestándose en los últimos doscientos años, nos<br />
referimos a la "estetización epistemológica" o como he querido llamarlo 71 el giro<br />
estético de la epistemología 72 . Este se inicia con el establecimiento de la estética<br />
como disciplina epistemológica basal, que pasa por la configuración nietzscheana<br />
del carácter estético-ficcional del conocimiento y termina en el siglo XX con la<br />
estetización epistemológica que puede rastrearse en la nueva filosofía analítica y<br />
el establecimiento de la hermenéutica - las interpretación que dota de sentido a<br />
los hechos - como ciencia central de la Posmodernidad, de allí que surjan como<br />
categorías fundamentales – en el modo de hacer filosofía – el texto y el discurso.<br />
Con Gadamer la Hermenéutica cobra un nuevo giro, ya no pretende aprehender<br />
el verdadero y único sentido del texto, sino manifestar las diversas<br />
interpretaciones del texto y las diversas formas de interpretar. Hemos aludido por<br />
primera vez a un elemento fundamental del pensamiento postmoderno: el texto.<br />
La Posmodernidad, si la entendemos como Filosofía del Lenguaje, es una<br />
reflexión sobre el lenguaje escrito, en contraposición con la tendencia anglosajona<br />
que se centra en el lenguaje oral. El texto se independiza del autor hasta tal punto<br />
de que el autor puede ser obviado. El texto se independiza de su autor, porque<br />
71 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “La ficción como conocimiento, subjetividad y texto”; de<br />
Duchamp a Feyerabend, En Psikeba Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 1- 2006,<br />
Buenos Aires.<br />
72 VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “El Giro Estético de la Epistemología; La ficción como<br />
conocimiento, subjetividad y texto”, En Revista AISTHESIS, INSTITUTO DE ESTÉTICA,<br />
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE, PUC, Nº. 40, 2006 , pp. 45-61.http://<br />
www.puc.cl/estetica/html/revista/pdf/Adolfo_Vssquez.pdf<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
76
La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
con cada lectura tiene lugar una reelaboración, que es en sí misma una<br />
reinterpretación; no tiene sentido intentar encontrar lo que el autor ha querido<br />
decir, sino lo que los lectores, a lo largo de la historia, han dicho que el texto<br />
quería decir. La verdad se transforma en verdad interpretativa o verdad<br />
hermenéutica.<br />
6. Deconstrucción de la noción de “autor”<br />
La noción de “autor” –como creador individual de una obra artística o<br />
literaria– se puede situar histórica y culturalmente en el tránsito de la modernidad<br />
a la posmodernidad, la noción de creador individual empieza a problematizarse<br />
desde fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, donde la noción se hace<br />
insostenible.<br />
Tal como lo refiere Michel Foucault , el autor que desde el siglo XIX venía<br />
jugando el papel de regulador de la ficción, papel característico de la era<br />
industrial y burguesa, del individualismo y de la propiedad privada, habida<br />
cuenta de las modificaciones históricas posteriores, no tuvo ya ninguna necesidad<br />
de que esta función permaneciera constante en su forma y en su complejidad.<br />
Para Foucault el autor es una producción cultural que mediante la<br />
experiencia de una subjetividad replegada sobre sí –fragmentada– da lugar al yo<br />
individual, a la personalidad que difumina la conciencia de pertenecer a un<br />
colectivo. Así, la pérdida de la experiencia colectiva modifica la noción misma de<br />
relato y con ello el sentido colectivo de la escritura, esto es, como memoria e<br />
inconsciente que se escribe.<br />
De este modo se intentará abolir al autor, así como a cualquier otra forma<br />
de institucionalización de la escritura. Por ello el discurso no será considerado<br />
más que en sus descentramientos y sus desterritorializaciones. Al dar por cierta la<br />
desaparición del sujeto, el discurso que funda la subjetividad no puede mantener<br />
los mismos niveles de coherencia más que como una forma de ejercer poder.<br />
Todas las operaciones que designan y asignan las obras deben ser<br />
consideradas siempre como operaciones de selección y de exclusión. “Entre los<br />
millones de huellas dejadas por alguien tras su muerte, ¿cómo se puede definir<br />
una obra?”. Responder la pregunta requiere una decisión de separación que<br />
distingue (de acuerdo con criterios que carecen tanto de estabilidad como de<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 77
La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
generalidad) los textos que constituyen la “obra” y aquellos que forman parte de<br />
una escritura o una palabra “sin cualidades” y que, por ende, no han de ser<br />
asignados a la “función de autor”.<br />
Debe considerarse además que estas diferentes operaciones –delimitar una<br />
obra (un corpus), atribuirla a un autor, producir su comentario– no son<br />
operaciones neutras. Ellas están orientadas por una misma función, definida<br />
como “función restrictiva y coercitiva” que apunta a controlar los discursos<br />
clásicos, ordenándolos y distribuyéndolos.<br />
Tal como lo refiere Michel Foucault , el autor que desde el siglo XIX venía<br />
jugando el papel de regulador de la ficción, papel característico de la era<br />
industrial y burguesa, del individualismo y de la propiedad privada, habida<br />
cuenta de las modificaciones históricas posteriores, no tuvo ya ninguna necesidad<br />
de que esta función permaneciera constante en su forma y en su complejidad.<br />
Como sucesor del autor, el escritor ya no tiene pasiones, humores,<br />
sentimientos, impresiones, sino un rol bifurcador de discursos propios y ajenos,<br />
en una intertextualidad que prolifera hasta perder los lindes del yo, hasta la<br />
escisión de la identidad o su fragmentación esquizoide en la escritura.<br />
La muerte del autor responde, de este modo, al proyecto de<br />
desubjetivación, que intenta eliminar la referencia a un sujeto originario<br />
sustentador de la verdad y el sentido del texto. En efecto, el sujeto que comienza a<br />
pensarse en la escritura, es un sujeto deudor de las citas de la cultura que tejen su<br />
obra. El entramado que constituye al texto posee una referencialidad infinita, que<br />
multiplica desde distintas vertientes elementos refractarios de otras. Aquello que<br />
preexiste de trasfondo es la muerte de un referente máximo que establezca los<br />
linderos –los alcances– de las miradas; es la proliferación de las perspectivas.<br />
De este modo en el pensamiento contemporáneo ha tenido lugar un acoso<br />
sistemático a las nociones de sujeto y verdad, tal como la tradición científica y<br />
filosófica las concibió, decretando su expulsión de los reductos de la psicología, la<br />
historia, la antropología y la sociología. La pretensión de objetividad por parte de<br />
un sujeto que no puede sino ser contingente ha generado una serie de dudas y<br />
sospechas en torno a la noción misma de sujeto que sustenta los discursos<br />
científicos y filosóficos desde la modernidad.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 78
La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
Un planteamiento interesante en torno las relaciones conflictuadas entre<br />
autor, texto y lector, así como de la cuestión anteriormente planteada respecto de<br />
las nociones de autor y autoría, es la de Juan Luis Martínez . La propuesta del<br />
poeta es la de una autoría transindividual, que quiere superar desde oriente la<br />
noción de intertextualidad según se ha entendido en occidente, donde los textos<br />
de base están presentes en las transformaciones del texto que los procesa; pero en<br />
J. L. Martínez ésta [intertextualidad] parece resolverse en la negación de la<br />
existencia de las individualidades en la literatura, al hacer fluir bajo nombres<br />
distintos una misma corriente, que es y no es él. El ideario poético con el que J. L.<br />
Martínez aparece comprometido es el de emanar una identidad velada, en sus<br />
palabras “no sólo ser otro sino escribir la obra de otro”. Fue Flaubert quien dijo<br />
que “un autor debe arreglárselas para hacer creer a la posteridad que no ha<br />
existido jamás”. Palabras que calaron hondo en Juan Luís Martínez poeta secreto<br />
como pocos. El poeta debe saber andar sobre sus pasos y borrar sus propias<br />
huellas.<br />
En la Posmodernidad hay dos tendencias muy marcadas y contradictorias<br />
sobre la autoría, la que la desprecia por centrarse únicamente en el texto y la que<br />
quiere explicar el texto como trasunto del autor. No cabe hablar propiamente de<br />
un autor, pues el autor del texto se ha perdido, como también se ha perdido el ser<br />
humano como sujeto, hoy son los sistemas de producción de signos los que<br />
reclaman para sí la atención y esto esta dado en lo que Debord llamará La<br />
Sociedad del Espectáculo, o Lipovetsky el Imperio de lo Efímero. De allí que<br />
fenómenos en apariencia banales como el el cine, la moda, el diseño y la<br />
arquitectura, entendidos éstos como sistemas productores de signos, o de<br />
narratividades -de acuerdo a su modo de constitución- influyen de manera<br />
decisiva en el modo de ser, en el ethos postmoderno, el cual puede ser entendido<br />
desde dentro de su proceso de gestación sólo a partir de las claves hermenéuticas<br />
que nos proporciona el paradigma estético.<br />
7. Las obras de arte como organizaciones imaginarias del mundo<br />
Así Lyotard al utilizar los términos “relato”, “grandes relatos” y<br />
“metarrelato” se dirige a un mismo referente: los discursos legitimadores a nivel<br />
ideológico, social, político y científico. “Un metarrelato es, en la terminología de<br />
Lyotard, una gran narración con pretensiones justificatorias y explicativas de<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 79
La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
ciertas instituciones o creencias compartidas.” 73 Un Léxico último –si se quiere<br />
emplear la terminología de Rorty–. El discurso legitimador se caracteriza no por<br />
ser prosa narrativa sino principalmente prosa argumentativa. Todo intento que<br />
realizar políticamente un sistema ideológico tienen en su interior el germen del<br />
totalitarismo, la determinación de la pluralidad a partir de un solo punto de vista<br />
que se impone por todos los medios posibles. En cambio, los microrelatos, las<br />
narraciones literarias -por ejemplo- no tienen la intención de dar cuenta de hechos<br />
verdaderos sino que su consistencia artística deriva de su verosimilitud, es decir,<br />
de la capacidad del texto para hacerse creíble dentro de su contexto y del mundo<br />
que ha creado.<br />
De este modo las obras de arte no son, pues, objetos específicos –aislados<br />
del mundo y de su acontecer–, sino más bien organizaciones imaginarias del<br />
mundo, las que para ser activadas requieren ser puestas en contacto con un modo<br />
de vida, por particular que este sea, con un fenómeno concerniente al ser<br />
humano, de modo tal que, como se hace evidente en la posmodernidad, arte,<br />
producción y vida se codeterminan y se copertenecen.<br />
El estallido de los grandes relatos es de este modo el instrumento de la<br />
igualdad y de la emancipación del individuo liberado del terror de los<br />
megasistemas, de la uniformidad de lo Verdadero, del derecho a las diferencias, a<br />
los particularismos, a las multiplicidades en la esfera del saber aligerado de toda<br />
autoridad suprema, de cualquier referencia de realidad. La operación del saber<br />
posmoderno, es la de la heterogeneidad y dispersión de los lenguajes al modo de<br />
Babel, de las teorías flotantes, todo lo cual no es más que una manifestación del<br />
hundimiento general -fluido (líquido) y plural- que nos hace salir de la edad<br />
disciplinaria y amplía la continuidad democrática e individualista que dibuja la<br />
originalidad del momento posmoderno, es decir el predominio de lo individual<br />
sobre lo universal , de lo psicológico sobre lo ideológico , de la comunicación<br />
sobre la politización , de la diversidad sobre la homogeneidad, de lo permisivo<br />
sobre lo coercitivo. ❚<br />
73 DIÉGUEZ, Antonio (2006). “La ciencia desde una perspectiva postmoderna: Entre la<br />
legitimidad política y la validez epistemológica”. II Jornadas de Filosofía: Filosofía y política<br />
(Coín, Málaga 2004), Coín, Málaga: Procure, 2006, pp. 177-205.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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La posmodernidad; nuevo régimen de verdad... | Adolfo Vásquez Rocca<br />
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<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 83
L’esprit de modernité et le droit à la créativité 74<br />
Dr Taha Abderrahmane<br />
Extrait: « …la modernité qui nous conviendrait, au registre de la créativité en tant<br />
que composante essentielle de l’esprit de modernité, devrait être originale et<br />
émaner de l’intérieur. Nous ne pouvons rompre tout lien avec notre héritage ce<br />
qui, d’ailleurs, est chose impossible. Par contre, nous pouvons nous défaire de sa<br />
partie devenue inutile et restituer son contenu encore fécond, tout en veillant à<br />
rompre avec les pratiques corrompues de la modernité occidentale pour n’en<br />
garder que les aspects positifs. Nous pourrons prétendre alors à contribuer au<br />
perfectionnement de la réalité moderniste occidentale qui, après avoir échoué à<br />
rendre l’homme plus heureux -ce qui d’ailleurs est l’ultime finalité de l’esprit de<br />
modernité, a tout intérêt à s’inspirer de notre vision de la modernité qui, forte<br />
d’un legs inestimable en valeurs nobles, détient des dispositions spirituelles<br />
énormes qu’elle peut communiquer aux autres et contribuer, ainsi, à apaiser la<br />
désolation morale de bon nombre d’entre eux ». ❚<br />
74 Titúlo original: «L’esprit de modernité et le droit à la créativité», publicado en Revue l’Islam<br />
Aujourd’hui, N° 21-1425H/2004, ISESCO.
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
L’esprit de modernité et le droit à la créativité<br />
Dr Taha Abderrahmane<br />
Des définitions aussi multiples que variées ont été avancées pour présenter<br />
le concept de “modernité”. Certains définissent la modernité comme étant une<br />
étape historique ininterrompue qui a pris naissance en Occident avant que ses<br />
retombées ne touchent le monde entier, tout en restant divisés sur l’étendue de<br />
cette période. D’aucuns l’estiment à cinq siècles alors que d’autres la ramènent à<br />
un intervalle plus court, réduit parfois à deux siècles seulement.<br />
Dans d’autres définitions, la modernité est assimilée aux caractéristiques<br />
ayant marqué d’une empreinte indélébile cette partie de l’histoire, sans pour<br />
autant s’accorder ni sur la nature de ces indices, ni sur leurs origines et encore<br />
moins sur leurs conséquences. La modernité est-elle parfois présentée comme<br />
étant un processus qui “promeut la raison, le progrès et la liberté”, ou alors<br />
comme étant “l’exercice de la souveraineté sur la nature, la société et sur soimême,<br />
grâce à la science et à la technologie”. D’autres n’hésiteront pas à réduire<br />
cette définition à un seul aspect : “la rupture de tout lien avec le patrimoine”, la<br />
“quête du nouveau”, “l’annihilation de la sacralité”, la “rationalisation”, la<br />
“démocratie”, les “droits de l’Homme”, “le bannissement de la religion”, ou<br />
encore la “laïcité”. Devant cette profusion de définitions et ce manque de clarté,<br />
nul ne serait étonné outre mesure qu’il s’agisse plutôt d’un “projet<br />
inaccompli”(58) .<br />
Caractéristiques de l’esprit de modernité :<br />
Il est à relever que toutes ces définitions, abstraction faite de leur capacité<br />
de cerner la “modernité”, attribuent à ce concept une emprise telle qu’il puisse<br />
paraître comme une créature historique aux pouvoirs surnaturels, capable de<br />
disposer des destinées des êtres et des choses comme un dieu omnipotent dont la<br />
volonté est irrévocable. En réalité, cette perception de la modernité est en ellemême<br />
peu moderniste, car elle transpose un concept rationnel et fonctionnel en<br />
une représentation invraisemblable et sacralisée.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 85
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
Aussi, devrions-nous commencer par se détacher de cette tendance à<br />
“chosifier” le concept de modernité, en établissant une distinction entre les deux<br />
aspects suivants : “l’esprit de modernité” et “la réalité de la modernité”. Quels<br />
sont, alors, les caractéristiques de cet esprit ?<br />
I. Principes de la modernité :<br />
Les caractéristiques de “l’esprit de modernité” reposent sur trois principes<br />
fondamentaux : “le principe de majorité”, “le principe de critique” et “le principe<br />
d’universalité”. Nous tenterons ci-après de les élucider un par un.<br />
A) Le Principe de majorité : selon ce principe, la modernité est un<br />
processus qui fait passer du stade de la minorité à celui de la majorité. Par<br />
minorité il faut entendre -comme l’a expliqué Kant dans sa définition des<br />
“Lumières”- “l’incapacité d’un individu de faire usage de sa pensée sans la<br />
supervision d’autrui, tout en étant lui-même tenu pour responsable de cette<br />
déficience”. En des termes plus clairs, la minorité n’est autre que “le choix de la<br />
dépendance”. Cette dépendance peut se manifester sous différentes formes, dont<br />
“l’imitation” ou lorsque l’individu se soumet spontanément aux commandes de<br />
l’Autre et renonce à toute activité intellectuelle. Le “calquage” est un autre aspect<br />
de la dépendance qui intervient quand l’individu choisit, sans contrainte aucune,<br />
de reproduire les méthodes et les résultats de la réflexion d’autrui, ainsi que son<br />
savoir et ses techniques, et se contente de les appliquer sous leur forme originelle<br />
à sa propre réalité. La dépendance peut être également “automatique” lorsque le<br />
sujet mineur, à force de s’identifier à autrui, se met, inconsciemment, à imiter ses<br />
modes de réflexion et à s’approprier ses réalisations.<br />
Il apparaît ainsi que la majorité est basée sur deux notions fondamentales :<br />
- L’autonomie : c’est l’état de la personne majeure qui se libère de<br />
toute tutelle pouvant hypothéquer son droit à la pensée et se soustrait à toute<br />
autorité susceptible de l’empêcher d’atteindre ses ambitions, donnant ainsi<br />
libre cours à sa dynamique propre. Une telle personne est capable, non<br />
seulement de se dissocier de tout ce qui pourrait contrarier l’exercice de son<br />
droit à la réflexion, mais également de décider elle-même de ce qu’elle doit<br />
ou ne doit pas faire et, ainsi, prend forme son identité. L’individu majeur ne<br />
peut qu’être libre de ses mouvements et pourvu d’une identité bien<br />
confirmée.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 86
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
- La créativité : une personne majeure doit ses idées, paroles et actes à<br />
sa propre capacité de création. Tout ce qu’elle pense, dit ou entreprend est<br />
sous-tendu par de nouvelles valeurs qu’elle conçoit elle-même ou des valeurs<br />
préexistantes auxquelles elle fera subir un effort de reconstitution tel qu’elles<br />
paraissent inédites. Si nous concédons, de surcroît, que le concept de<br />
“créativité” a été de tout temps étroitement lié à la littérature et aux arts plus<br />
que tout autre domaine, nous conviendrons alors qu’il était naturel que<br />
l’émergence de la notion de “modernité” se soit effectuée en rapport avec<br />
l’évolution de ces disciplines. Ce constat est d’autant plus avéré qu’au XIXe<br />
siècle, le “modernisme” désignait un courant de littérature et d’arts qui ne<br />
reconnaissait de valeur authentique qu’à l’innovation et la création, se<br />
soulevant contre tout ce qui peut paraître ancien, même s’il l’est depuis peu<br />
de temps, y compris ce qui a été créé par les partisans même de cette nouvelle<br />
tendance. L’existence de l’individu majeur paraît ainsi en perpétuelle<br />
reconstitution.<br />
B) Principe de critique : ce principe stipule que la modernité est un passage<br />
de l’état de croyance à celui de critique. La “croyance” désigne ici la<br />
reconnaissance d’un postulat sans exigence de preuve, alors que la “critique”<br />
soumet chaque donnée à l’épreuve de la démonstration avant d’en admettre le<br />
bien-fondé. Le principe de la “critique” est basé, à son tour, sur deux piliers :<br />
- La rationalisation : c’est l’assujettissement des phénomènes, des<br />
institutions sociales, des comportements humains et de l’ensemble de<br />
l’héritage historique aux principes de la raison(59) qui rendent possibles la<br />
réalisation de différentes formes de progrès dans la perception de ces<br />
catégories. Cette rationalisation moderniste a accompli ses meilleures<br />
réalisations dans les sciences naturelles, la technocratie et l’économie de<br />
marché, et atteint son paroxysme dans la “technoscience” où la science a<br />
perdu le privilège de l’initiative au profit de la technologie qui, désormais, lui<br />
pose ses stratégies et lui dicte son parcours.<br />
- La différenciation : elle consiste à transposer un objet d’un état<br />
d’homogénéité à celui d’hétérogéneité, de manière à transformer ses éléments<br />
semblables en éléments dissemblables en vue de déterminer avec précision les<br />
mécanismes inhérents à chacun d’entre eux. La modernité a introduit le<br />
processus de différenciation dans toutes les institutions et les modes de vie<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 87
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
communautaire et individuelle, en traçant par exemple, dans le domaine du<br />
savoir, des contours délimitant la science, le droit, l’éthique et l’art, ou en<br />
instaurant dans la culture une distinction entre les valeurs théoriques,<br />
pratiques et symboliques. La modernité a établi également, dans l’arène<br />
sociale, une distinction entre les différents rôles et missions dévolues aux<br />
acteurs sociaux, et adopté, dans l’économie, le principe de la division du<br />
travail. Dans ce même chapitre, nous pourrions aussi ranger la séparation<br />
entre la religion et l’Etat sur laquelle s’est fondé le principe de la laïcité.<br />
Chacune de ces sphères considérées isolément dans les domaines précités,<br />
s’est vue attribuer la faculté d’acquérir une logique et une légitimité qui lui<br />
sont propres et d’évoluer indépendamment des autres sphères.<br />
C) Principe d’universalité : selon lequel la modernité est un passage de la<br />
spécificité à l’universalité, la première étant l’état de toute chose existant à<br />
l’intérieur d’une sphère bien définie, et pourvue de caractéristiques précises. Il<br />
serait possible de distinguer deux sortes de spécificités : la spécificité du domaine,<br />
puisque l’existence de toute chose ne peut se concevoir qu’à l’intérieur d’un<br />
domaine délimité par un contour régulier, et la spécificité sociale étant donné que<br />
les membres d’une même société se distinguent par des caractéristiques culturelles<br />
déterminées. L’universalité moderniste est, donc, un dépassement de ces deux<br />
faces de la spécificité. Aussi, l’universalité est-elle basée elle-aussi sur deux<br />
composantes essentielles :<br />
- L’extensibilité : les effets de la modernité ne se limitent pas à un<br />
domaine particulier, mais s’étendent à tous les domaines de la vie et à tous<br />
les niveaux du comportement de l’homme, exerçant leur influence<br />
indistinctement sur la pensée, la science, la religion et l’éthique, ainsi que le<br />
droit, la politique et l’économie. En effet, toute intervention de la modernité<br />
dans un domaine particulier, se propage inéluctablement vers d’autres<br />
domaines qui, à leur tour, subissent des transformations et des<br />
bouleversements qui débordent sur leurs propres limites. D’autant plus que<br />
l’esprit de critique est l’apanage de la modernité qui, dans sa quête d’une<br />
analyse rationnelle globale, ne peut s’arrêter aux frontières d’un domaine<br />
déterminé.<br />
- - La généralisabilité : il n’est guère possible de maintenir la modernité<br />
à l’intérieur des sociétés où elle a été conçue car elle est génératrice de<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 88
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
produits hautement sophistiqués et de valeurs vigoureusement engagées pour<br />
l’affranchissement de l’homme. Partant, la modernité ne peut qu’investir<br />
d’autres milieux, faisant fi des disparités historiques et culturelles qui<br />
disparaissent progressivement. Mieux encore, les progrès techniques continus<br />
des moyens de transport et des mass-médias ne font qu’accélérer le transfert<br />
de ces produits et de ces idées. Un flux qui a fini par envahir notre globe en<br />
entier, ouvrant ainsi la voie à une nouvelle ère dans la modernité : la<br />
“mondialisation”.<br />
En résumé, l’esprit de la modernité s’appuie sur trois principes essentiels :<br />
le “principe de majorité” qui préconise l’autonomie par rapport aux tuteurs et<br />
parrains potentiels et la créativité dans l’expression et l’action ; le “principe de<br />
critique” stipulant la rationalisation dans tous les aspects de la vie et la<br />
différenciation dans tout ce qui requiert davantage de précision ; et le “principe<br />
d’universalité” qui appelle à l’extensibilité et à la généralisabilité. L’esprit<br />
moderniste est, donc, majeur, critique et universel.<br />
II. Conséquences des principes de la modernité :<br />
Cette définition de l’esprit de la modernité nous amène aux quatre<br />
déductions suivantes :<br />
A) La multiplicité des applications de l’esprit de modernité : l’ “esprit”<br />
d’une chose peut se manifester à travers divers aspects. Il en est de même pour<br />
l’esprit de modernité qui englobe une série de principes. Il est notoire, par ailleurs,<br />
qu’une application particulière d’un principe ne peut en consumer toute la<br />
substance, car il représente une sorte de règle valable dans des cas différents. Il est<br />
donc nécessaire que ces principes de modernité soient appliqués de différentes<br />
manières et que chacune de ces applications puissent avoir lieu dans un contexte<br />
de certitudes et de suppositions données, appelées “postulats d’application”.<br />
B) Le déphasage entre la réalité et l’esprit de modernité : La réalité de la<br />
modernité n’est guère que l’une des manifestations -ou applications- possibles de<br />
l’esprit de modernité dont elle n’offre qu’une simple illustration. Et comme<br />
l’illustration ne peut, en aucun cas, égaler le modèle à illustrer, la réalité<br />
moderniste ne peut être considérée comme le reflet authentique de la modernité. Il<br />
s’ensuit des disparités dans la capacité de ces applications à incarner l’esprit de<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 89
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
modernité, certaines d’entre elles étant plus aptes que d’autres à s’en prévaloir<br />
dans son mouvement vers le progrès.<br />
C) Spécificité de la réalité de la modernité occidentale : La réalité<br />
moderniste comme elle se présente en Occident n’est, de toute évidence, qu’une<br />
seule application parmi tant d’autres possibles qu’offre l’esprit de modernité, tel<br />
que défini par les principes précités. Il est, donc, envisageable que ces principes se<br />
soient réalisés dans des sociétés anciennes de manières autres que celles qui se<br />
manifestent actuellement dans les pays occidentaux. De même, ils peuvent se<br />
réaliser sous d’autres aspects dans des sociétés à venir.<br />
D) L’égalité dans l’appartenance à l’esprit de modernité : Les Occidentaux<br />
ne peuvent guère prétendre détenir plus que d’autres l’esprit de modernité qui, en<br />
réalité, est un bien commun à toutes les nations civilisées ; c’est-à-dire celles qui<br />
auront accompli ces deux types d’action pour mériter ce qualificatif : l’“action<br />
urbanistique” qui représente l’aspect matériel de la civilisation et l’“action<br />
historique” qui en résume le versant moral. Or, seule l’intensité avec laquelle ces<br />
deux actions sont menées peut différencier les nations, eu égard au cumul du<br />
savoir et des valeurs humaines à travers les âges. Toute nation est, en effet,<br />
capable de réaliser davantage que celle qui la précède.<br />
Par rapport à ces quatre déductions (multiplicité des applications de<br />
l’esprit de modernité, déphasage entre la réalité et l’esprit de modernité, spécificité<br />
de la réalité moderniste occidentale et égalité dans l’appartenance à l’esprit de<br />
modernité), nous nous retrouvons devant une interrogation fondamentale : “de<br />
quelles manières l’esprit de modernité peut-il s’appliquer dans notre réalité<br />
islamique ? Autrement dit, dans notre domaine d’action ?”<br />
En guise de prélude à la réponse, nous avancerons ici les trois remarques<br />
suivantes :<br />
La première se rapporte à la nécessité d’éviter les retombées négatives de<br />
l’application occidentale de l’esprit de modernité. Tant que les possibilités<br />
d’application de l’esprit de modernité sont multiples, il est nécessaire de<br />
contourner les deux risques suivants :<br />
- La reproduction inconsidérée des applications de cet esprit chez les<br />
autres, puisque l’objectif recherché est de régénérer le modèle original et non<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
sa copie, de restituer l’esprit et non l’une de ses applications qui n’en est que<br />
le reflet, sans oublier que chaque domaine d’action a ses propres modes de<br />
fonctionnement.<br />
- - La répétition des erreurs commises dans l’application occidentale de<br />
l’esprit de la modernité qui est, vraisemblablement, régie par la règle générale<br />
selon laquelle “l’abus en toute chose mène à son opposé”(60). L’application<br />
occidentale de la modernité aboutit trop souvent à des résultats contraires à<br />
ceux escomptés par ses auteurs, à tel point que l’on s’accommode à répéter<br />
qu’il s’agit d’un “processus incontrôlable”(61) ou qu’il est “générateur<br />
d’aliénation”, ou alors qu’il “produit le développement, le sousdéveloppement<br />
et le mauvais développement”(62).<br />
Ainsi, en cherchant à dominer la nature, l’homme moderne s’est retrouvé<br />
vaincu et gouverné par elle, comme en témoignent l’apparition de maladies<br />
jusque-là inconnues, le spectre des radiations nucléaires, la prolifération des<br />
armes de destruction massive, la bombe démographique, la pollution de<br />
l’environnement, la perforation de la couche d’ozone…, il semblerait même que<br />
l’homme moderne soit incapable d’introduire des réformes sur un secteur donné,<br />
sans provoquer des conséquences néfastes. Prenons comme exemple le système<br />
économique mondial que la modernité occidentale a instauré sans être capable<br />
d’en maîtriser ni les mécanismes, ni l’évolution. Cette même modernité avait pour<br />
vocation de rompre avec les formes traditionnelles du pouvoir, et voilà qu’elle se<br />
retrouve face à des systèmes autrement moins tolérables et plus compliqués que<br />
celles qu’elle prétendait pouvoir abolir. En conséquence, la quête de la suprématie<br />
s’est transformée en asservissement, l’autonomie est devenue subordination et la<br />
chose privée s’est transformée en chose publique(63).<br />
Ce paradoxe caractéristique de l’application occidentale de l’esprit de<br />
modernité est à imputer à la transformation des moyens en fins. Cette application<br />
consiste à élever les moyens utilisés pour réaliser ses objectifs, au rang de<br />
nouveaux objectifs à réaliser dans une deuxième étape et ainsi de suite. Nombre<br />
de formules utilisées pour qualifier la modernité consacre cette tendance au<br />
renversement tel “le changement pour le changement” et ses corollaires du genre<br />
“le progrès pour le progrès”, “le développement pour le développement”, “la<br />
production pour la production”, “la consommation pour la consommation”, “la<br />
création pour la création”, “l’art pour l’art” et “la critique pour la critique”.<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
La deuxième remarque porte sur la nécessité de considérer la modernité<br />
comme une application interne et non externe. Le postulat selon lequel il y aurait<br />
deux genres de modernités, l’une intérieure et l’autre extérieure, est complètement<br />
erroné(64). La modernité réelle ne saurait se réaliser qu’à travers l’application<br />
directe de l’esprit de modernité sous-tendu par les trois principes qu’on avait<br />
énoncés (principe de majorité, principe de critique, principe d’universalité). Par<br />
conséquent, une application directe ne peut être qu’une “modernité intérieure”,<br />
alors que ce que d’autres ont appelé “modernité extérieure”, en faisant allusion<br />
aux expériences de pays non occidentaux, ne peut guère être considéré comme<br />
une modernité au sens propre. Dans ce dernier cas, il s’agit tout au plus d’une<br />
imitation médiocre obtenue par une reproduction de l’application occidentale de<br />
l’esprit de modernité au lieu de se conformer à cet esprit sans intermédiaire. En<br />
procédant à une reproduction de second degré, on ne fait que mythifier une<br />
simple application de l’esprit de modernité -en l’occurrence l’application<br />
occidentale- en se condamnant à rester loin de son esprit authentique. Cette<br />
reproduction de second degré est donc préjudiciable car il ne s’agit pas<br />
d’appliquer une application interne, auquel cas il fallait revenir à l’origine, mais<br />
d’appliquer une application externe puisque le modèle originel est perdu de vue.<br />
Aussi, toute nation est-elle appelée à faire un choix entre une modernité interne<br />
qu’elle construira elle-même et une absence totale de modernité.<br />
La troisième remarque se rapporte à la nécessité de concevoir une<br />
application créative et non imitative de la modernité qui ne peut s’acquérir que<br />
par le biais de la créativité. Ceux qui oeuvrent dans cette perspective sont donc<br />
appelés à satisfaire aux conditions déjà mentionnées, en s’attelant à réaliser leur<br />
autonomie et à faire montre d’originalité car la créativité a de nombreux visages<br />
parmi lesquels il est possible de choisir. Ils sont également tenus de procéder par<br />
rationalisation et différenciation et de s’ingénier à parvenir à l’extensibilité de ses<br />
actes dans tous les domaines et la généralisabilité de ses œuvres.<br />
En résumé, il n’est guère de modernité que celle qui émane de l’intérieur,<br />
comme fruit de la créativité et non de la dépendance. La modernité ne peut être<br />
qu’un processus intérieur et créatif.<br />
Or, la réalité islamique ne répond à aucune de ces conditions dès lors qu’il<br />
a failli à l’application interne de l’esprit de modernité et à la capacité de faire<br />
preuve d’originalité en souscrivant à ses règles fondamentales. Il s’agit, bien au<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
contraire, de reproduction d’une application de cet esprit tel qu’elle a été réalisée<br />
par l’Occident(65), c’est-à-dire d’une application de seconde main. Certains<br />
d’entre eux sont en proie à une malencontreuse confusion en s’imaginant que<br />
nous avons accédé à la modernité. Cet état où l’on cultive le sentiment d’être<br />
“dans la modernité, alors qu’on ne l’est pas”, nous avons choisi de l’appeler<br />
“pseudo-modernité”. A ce stade, l’interrogation “de quelles manières l’esprit de<br />
modernité peut-il s’appliquer ?” que nous avons déjà formulée devient ainsi :<br />
“Comment peut-on passer de la pseudo-modernité à la modernité?”.<br />
Comment passer de la pseudo-modernité à la modernité?<br />
Avant de répondre à cette question, il faut souligner cette vérité<br />
fondamentale : chaque application de l’esprit de modernité est conditionnée par<br />
des postulats et des hypothèses puisés dans son propre environnement. De la<br />
sorte, les dissemblances entre les différentes applications de l’esprit de modernité<br />
sont le reflet des écarts entre ces croyances et postulats auxquels nous avons<br />
donné le nom de “postulats de l’application”.<br />
Ces postulats peuvent cependant s’avérer inexacts, ce qui se répercute sur<br />
la pertinence de l’ensemble de l’application. C’est le cas de la version occidentale<br />
de la modernité qui, se basant sur des postulats incorrects, s’est fourvoyée ellemême<br />
dans une succession d’erreurs. Il est donc indispensable de tester la véracité<br />
des données principales et de s’assurer de leur adéquation avec notre domaine<br />
d’action afin d’éviter que notre propre application de l’esprit de modernité<br />
ne se fasse sur des fondements qui lui sont étrangers.<br />
III. L’application du principe de majorité dans notre domaine d’action.<br />
Nous avions évoqué les deux composantes essentielles du principe de<br />
majorité que sont “l’autonomie” et “la créativité”. Commençons d’abord par<br />
envisager la manière de passer d’une pseudo-majorité à une véritable majorité.<br />
A) Passer de la pseudo-majorité à la majorité : Ce n’est un secret pour<br />
personne que nous ne faisons pas partie de ceux qui réfléchissent pour eux-même,<br />
mais plutôt de ceux qui ont laissé à l’Autre -en l’occurrence l’Occident- le soin de<br />
réfléchir pour eux ; autrement dit, nous faisons partie de ceux qui ont renoncé à<br />
ce droit au profit des autres, par fascination ou par contrainte. Nous entretenons<br />
l’illusion que cet Autre est en mesure de penser pour nous mieux que nous serions<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
nous-mêmes capables de faire. Vu sous cet angle, cet Autre nous épargne les<br />
tracas de la réflexion, tout en nous procurant les fruits cet effort intellectuel que,<br />
seuls, nous serions incapables d’effectuer. En réalité, cette situation est la pire des<br />
tutelles morales à laquelle un être humain peut se soumettre.<br />
Cette situation reflète exactement l’état de “pseudo-modernité” dans<br />
laquelle nous vivons. Il nous appartient donc de sortir de cette impasse en<br />
révoquant, une à une, les thèses occultes sur lesquelles repose l’application<br />
occidentale de la règle de l’autonomie. Ces thèses sont les suivantes :<br />
1. la tutelle d’une puissance étrangère est l’expression d’une protection<br />
envers les plus faibles ;<br />
2. la tutelle intérieure est celle des religieux ;<br />
3. la modernité c’est l’autonomie par rapport à la tutelle intérieure.<br />
Le premier postulat s’est transformé en l’une des composantes<br />
fondamentales de l’application occidentale de la modernité lorsque celle-ci est<br />
arrivée à l’étape du colonialisme et de l’hégémonie sur les peuples faibles. Il est<br />
évident que ce postulat est contradictoire avec l’esprit de modernité, puisque la<br />
tutelle ne peut donner lieu à autre chose que la domination, d’autant plus qu’il<br />
s’agit d’une domination d’une puissance étrangère ! Or, selon l’esprit même de la<br />
modernité, la pensée est inhibée par la domination comme elle peut l’être par la<br />
brutalité du pouvoir.<br />
Le deuxième postulat est faux, lui-aussi, car dans notre domaine d’action,<br />
aucune domination interne n’a été exercée par les religieux, c’est-à-dire les<br />
docteurs de la foi islamique. Ces derniers n’ont jamais accaparé le pouvoir<br />
politique, exercé une autocratie ou commis des abus de pouvoir comme ce fut le<br />
cas du clergé dans l’histoire des puissances coloniales.<br />
Quant au troisième postulat, il est indéfendable, lui-aussi, pour la simple<br />
raison que notre société n’a jamais connu le monopole du pouvoir par un clergé<br />
ce qui implique que nous ne pouvons accéder à la modernité par la même issue<br />
que l’Occident, c’est-à-dire en se libérant de la tutelle religieuse !<br />
“Inverser les réalités” est un mécanisme auquel le colonialisme a<br />
constamment eu recours pour adapter nos esprits à ses propres postulats. Dans ce<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
cas de figure, un véritable soumis est décrit comme un tuteur, alors que celui qui<br />
lui impose sa tutelle est considéré comme soumis. En effet, les docteurs de la foi<br />
sont plus proches, dans notre réalité, de la position des soumis qu’à celle des<br />
tuteurs. D’ailleurs, ils n’ont même pas droit à la pensée à moins qu’on le leur<br />
autorise ! Alors que le colonisateur mérite plus que quiconque d’être qualifié de<br />
tuteur, puisque c’est lui qui s’efforce de nous dicter l’autorité à laquelle nous<br />
devons nous soustraire.<br />
A partir de là, libre à nous de déterminer la manière d’acquérir et de créer<br />
notre propre autonomie. Car il suffit de rétablir l’ordre inversé par le colonisateur<br />
en faisant de lui le véritable tuteur qui empêche tout le monde de jouir du droit à<br />
la pensée, pour qu’apparaisse la vérité dans laquelle les docteurs de la foi figurent<br />
parmi ceux qui sont soumis à cette tutelle. Nous serions alors amenés à<br />
s’affranchir de cette tutelle avérée en s’engageant dans un effort de réflexion, sans<br />
se laisser intimider par les insuccès propres à chaque nouveau départ car ils ne<br />
tarderont pas à s’estomper, cédant la place à une démarche sereine, raffermie par<br />
les défis à relever.<br />
En somme, s’agissant de l’autonomie comme composante de l’esprit de<br />
modernité, l’autonomie qui nous convient est nécessairement interne et créative ;<br />
car dans notre champ d’action, la tutelle à abolir est celle des puissances<br />
colonialistes et de la domination étrangère capable de se travestir sous mille<br />
déguisements, au point même que certains d’entre nous leur servent de porteparole.<br />
Nous aurons besoin de couper le cordon ombilical qui a, depuis toujours,<br />
lié la modernité à la domination étrangère afin d’en faire une entreprise sans<br />
suprématie occidentale, exempte de toute visée hégémonique car une modernité<br />
sans tutelle incarne mieux l’esprit de modernité.<br />
Essayons maintenant d’envisager une issue pour sortir de la “pseudocréativité”<br />
et accéder à la créativité qui constitue le deuxième pilier du principe de<br />
la majorité.<br />
B) Passer de la pseudo-créativité à la créativité : si nous étions incapables<br />
de penser pour nous-mêmes, nous serions -à plus forte raison- encore moins<br />
capable de faire preuve de création. Notre capacité de création est, en effet, en<br />
panne, ce qui nous réduit à une position peu convoitée dès lors que le suivisme est<br />
devenu pour nous une seconde nature. Nombreuses sont les formes de ce suivisme<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
qui peuvent, néanmoins, êtres rangées sous deux sortes d’imitations : Celle de “la<br />
pensée classique” et celle de “la pensée moderne”. En s’obstinant à croire que<br />
l’imitation des modernistes n’en est pas une, mais qu’elle constitue plutôt une<br />
innovation capable d’ouvrir devant nous les portes de la modernité, nous<br />
contribuons à ancrer ce comportement dans nos esprits. En réalité, ce genre<br />
d’imitation n’est pas sans danger car il s’agit de simuler des pratiques qui sont<br />
nées et ont évolué ailleurs que chez nous et que nous sommes, par conséquent,<br />
incapables de maîtriser et d’adapter à nos propres conditions. Etant persuadés<br />
que la reproduction fidèle de ces comportements est une fatalité, nous mettons un<br />
point d’honneur à s’y conformer et les inculquer à nos enfants. Tout cela montre<br />
que l’esprit de modernité est mal entendu. Or, seul peut prétendre détenir cet<br />
esprit celui qui fait preuve de créativité en toute chose. Même en reprenant la plus<br />
récente des innovations des autres, il prend soin de la reconstituer sous un<br />
nouveau jour. Quant à nous, hélas, dès lors que nous prenons possession d’un<br />
nouveau produit, nous sommes incapables de le réadapter à nos besoins, quant à<br />
l’idée de le substituer par un autre objet de notre création, elle ne nous effleure<br />
même pas l’esprit. Nous nous appliquons alors à en faire un usage conforme aux<br />
visées de ses concepteurs comme s’il s’agissait d’un objet de culte, sans se douter<br />
qu’en agissant de la sorte, nous nous condamnons à sortir de la modernité.<br />
C’est là la parfaite description de l’état de pseudo-créativité dans lequel<br />
nous vivons et que nous devons quitter en reconsidérant les postulats sur lesquels<br />
l’Occident a bâti sa vision de la création afin de les révoquer et de se débarrasser<br />
de leurs conséquences pernicieuses. Ces trois postulats sont les suivants :<br />
1. La plus originale des créations est celle qui est absolument<br />
indépendante.<br />
2. La créativité peut tout à la fois créer et répondre à un besoin.<br />
3. La vraie création est celle qui procure le plus haut degré<br />
d’épanouissement.<br />
Le premier postulat est totalement faux puisqu’une indépendance parfaite<br />
par rapport aux idées léguées ou transmises, classiques ou récentes, est<br />
scientifiquement impossible. Personne n’est en mesure de se transformer en une<br />
page d’une blancheur immaculée, sur laquelle il peut transcrire ce que bon lui<br />
semble. Même ceux qui ont cru avoir réussi à rompre tout lien avec le passé et<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
son héritage, à circonscrire leur existence dans le présent et s’engager fermement<br />
dans l’avenir, n’ont pu s’empêcher de faire appel dans leurs réalisations -<br />
consciemment ou inconsciemment- à des emprunts manifestes ou latents puisés<br />
dans leur patrimoine.<br />
Aussi, nous abstiendrons-nous de mesurer la créativité à l’aune de la<br />
rupture totale avec le passé, mais à la capacité de se départir de tout ce dont la<br />
fécondité a été épuisée. Nombreuses sont les valeurs humaines anciennes dont la<br />
pérennité n’est remise en question par aucune perspective d’avenir, et encore<br />
moins par le présent ! S’en séparer serait précipiter l’humanité dans la<br />
dégradation totale et renoncer à toute velléité moderniste, la modernité étant<br />
évaluée au degré de promotion de l’être humain et non à sa capacité de rompre<br />
avec le passé. En effet, la rupture ne se fait pas toujours dans le sens de l’élévation<br />
de l’homme et inversement. Notre conception de la modernité est telle qu’il faut<br />
effectuer une rupture quand celle-ci s’avère nécessaire et opter pour la continuité<br />
quand il le faut. Nous aspirons, donc, à “une modernité de valeurs”, et non à<br />
“une modernité chronologique”.<br />
Le deuxième postulat qui veut que “la créativité peut tout à la fois créer et<br />
répondre à un besoin” n’est pas à prendre, non plus, à la lettre. La créativité peut<br />
être applaudie et exaltée là où elle stimule des besoins spirituels et immatériels, en<br />
développant les goûts et l’esthétique et en aiguisant les talents. Cependant, les<br />
besoins qui se créent se situent plus dans le champ des désirs matériels que dans<br />
d’autres niveaux, sans prétendre répondre aux exigences du progrès scientifique et<br />
technologique et aux impératifs du développement économique. La plus haute<br />
manifestation de la modernité se confond désormais avec une consommation<br />
effrénée. Les propriétaires d’entreprises ont été engagés dans une course à la<br />
production d’articles destinés à la vente, en s’évertuant à concevoir en<br />
permanence de nouvelles formes pour stimuler l’appétit des consommateurs. On<br />
ne peut qu’être réfractaire à ce genre de “créativité” qui n’a d’autre souci<br />
qu’accumuler les gains, au détriment du goût du consommateur.<br />
La modernité que nous prônons est celle qui, tout en tirant profit des<br />
avancées réalisées par le progrès technique et économique, s’insurge contre la<br />
stimulation exagérée des besoins matériels et y oppose une exaltation des<br />
prédispositions spirituelles, car seule la création des besoins spirituels peuvent<br />
contrecarrer celle des besoins matériels. A ce niveau, nous sommes capables -plus<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 97
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
que quiconque- de faire valoir notre génie créateur pour pouvoir contribuer<br />
efficacement à l’édification de la modernité mondiale. En effet, ce dont cette<br />
modernité a le plus besoin c’est de remplir le vide spirituel que l’on décrit souvent<br />
comme étant une absence de “sens”, de “référentiel”, de “finalité” ou de<br />
“liberté”. Il est incontestable que nous disposons d’un savoir étendu et d’une<br />
grande expérience dans l’univers des valeurs spirituelles qui ont élevé l’existence<br />
humaine et peuvent l’ennoblir davantage et le hausser au rang de l’être accompli,<br />
à condition que nous parvenions à explorer de nouvelles dimensions esthétiques<br />
et à concevoir un nouvel ordre moral, en mesure de satisfaire les aspirations de<br />
l’homme moderne.<br />
Quant au troisième postulat, il est à prendre aussi avec précaution, car<br />
l’épanouissement de l’individu est chose honorable tant qu’il est le résultat d’un<br />
remodelage incessant de la vie privée qui tienne en considération les exigences<br />
morales du comportement décent vis-à-vis des autres et observe les engagements<br />
dus à la vie en communauté. Par contre, si l’épanouissement de l’individu se<br />
transforme en une quête continue des moyens d’assouvir ses propres désirs, mue<br />
par des impulsions égoïstes et née du repli sur soi, sans commun accord avec les<br />
préoccupations et intérêts humains, il ne pourra en définitive qu’altérer la<br />
dimension humaine de cet individu et à dissoudre les liens sociaux.<br />
Par conséquent, notre version de la modernité ne devrait pas se limiter à<br />
chercher l’épanouissement individuel mais celui des autres. Nous entendons ici<br />
non seulement faire face à un comportement issu de la modernité occidentale -que<br />
d’aucuns ont pris la peine d’appeler “individualisme”, “égoïsme” ou<br />
“narcissisme”- mais également parce que ce style de vie ne peut s’ancrer ni se<br />
généraliser dans notre champ d’action en dépit de notre imitation de l’application<br />
occidentale de l’esprit de modernité(66). Et ce, en raison des règles d’éthique<br />
enracinées dans le monde islamique et qui s’opposent à cette propension égoïste<br />
dans la modernité occidentale, que reflètent d’ailleurs des aphorismes du genre :<br />
“le bien-être est un bien commun” qu’une seule personne ne peut ressentir sans en<br />
communiquer aux autres, “l’amour de soi est source de malheurs”, ou encore<br />
“faire le bien autour de soi revient à se faire soi-même du bien”…<br />
Pour conclure, nous dirons que la modernité qui nous conviendrait, au<br />
registre de la créativité en tant que composante essentielle de l’esprit de<br />
modernité, devrait être originale et émaner de l’intérieur. Nous ne pouvons<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
rompre tout lien avec notre héritage ce qui, d’ailleurs, est chose impossible. Par<br />
contre, nous pouvons nous défaire de sa partie devenue inutile et restituer son<br />
contenu encore fécond, tout en veillant à rompre avec les pratiques corrompues<br />
de la modernité occidentale pour n’en garder que les aspects positifs. Nous<br />
pourrons prétendre alors à contribuer au perfectionnement de la réalité<br />
moderniste occidentale qui, après avoir échoué à rendre l’homme plus heureux -ce<br />
qui d’ailleurs est l’ultime finalité de l’esprit de modernité, a tout intérêt à<br />
s’inspirer de notre vision de la modernité qui, forte d’un legs inestimable en<br />
valeurs nobles, détient des dispositions spirituelles énormes qu’elle peut<br />
communiquer aux autres et contribuer, ainsi, à apaiser la désolation morale de<br />
bon nombre d’entre eux.<br />
Après avoir explicité la manière d’appliquer le principe de majorité dans<br />
notre champ d’action, nous évoquerons maintenant le deuxième principe de la<br />
modernité : le principe de critique.<br />
IV. Application du principe de critique à notre champ d’action.<br />
Nous avions vu que le principe de critique était basé sur deux éléments<br />
essentiels : la “rationalisation” et la “différenciation”. Nous commencerons par<br />
examiner le passage de la pseudo-rationalisation à la vraie rationalisation.<br />
A) De la pseudo-rationalisation à la rationalisation : Nous sommes<br />
engagés, depuis peu, dans une critique rationnelle -ou rationalisation- de notre<br />
culture, ainsi que de nos diverses institutions politiques, juridiques et sociales.<br />
Cependant, loin d’être le produit de notre imagination ou de notre propre lecture<br />
de l’esprit de modernité, cet effort de critique a été conduit, lui aussi, d’une<br />
manière calquée en entier sur une réalité moderniste préexistante. En plus, nous<br />
n’avons même pas pris la peine de justifier ou de légitimer cette imitation, ni<br />
même essayer d’analyser les mécanismes de la critique que nous avons empruntés<br />
pour s’assurer de leur adéquation avec les sujets sur lesquels nous les avons<br />
appliqués, comme s’il s’agissait d’instruments prêts à servir quel que soit le type<br />
de modernité à construire, en tout temps et en tout lieu. Notre incapacité<br />
d’acquérir les outils de la critique, le peu de cas que nous faisons de son potentiel<br />
et la méconnaissance de ses rouages ainsi que le manque de confiance en nos<br />
potentialités intellectuelles, conjugués au mythe de l’existence d’une seul et unique<br />
voie vers la modernité, tout cela nous a contraints à nous accrocher aveuglément<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 99
L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
aux méthodes reçues de la critique, sans être gênés outre-mesure par leur grande<br />
diversité et leurs contradictions, emboîtant le pas à ceux qui les ont conçues<br />
malgré les disparités entre les milieux et les circonstances. Le résultat en est<br />
l’énorme préjudice porté à une grande partie de notre histoire et de notre<br />
patrimoine. Car, que de vérités nous avons déformées ou altérées ! Que<br />
d’invraisemblances nous avons maquillées ou déguisées !<br />
Tel est l’état de pseudo-rationalisation dans lequel nous vivons. Pour en<br />
sortir, nous devrons rectifier les erreurs commises dans l’acception occidentale de<br />
la rationalisation, en reconsidérant, un à un, les postulats qui la sous-tendent.<br />
Ceux-ci se résument comme suit :<br />
1. La raison est capable de tout concevoir.<br />
2. L’Homme est maître de la nature.<br />
3. Tout peut être sujet à critique.<br />
Des trois postulats de la rationalisation, la première est, de toute évidence,<br />
la plus ancrée dans la pratique occidentale de l’esprit de modernité. Cette position<br />
centrale n’est pas, forcément, à transmettre à d’autres applications de l’esprit de<br />
modernité qui, quoique glorifiant la raison, se garde de préciser la nature ou le<br />
degré de sa suprématie. D’autant plus que ce postulat, aussi solide puisse-t-il<br />
paraître, ne résiste pas à l’analyse de sa pertinence dans son contexte même et par<br />
sa propre logique. Pour ce faire, il suffit de considérer les deux arguments<br />
suivants :<br />
Premièrement, l’esprit -qui est lui-même une chose- est incapable de saisir<br />
sa propre réalité pour la simple raison que tout instrument est censé être plus<br />
consistant que l’ouvrage. Aussi, pour comprendre l’esprit aurions-nous besoin<br />
d’un deuxième esprit supérieur au premier, lequel pour être compris requiert à<br />
son tour un troisième esprit encore plus accompli, ce qui nous entraîne dans une<br />
succession sans fin.<br />
Deuxièmement, la raison est incapable de tout concevoir parce qu’il fait<br />
lui-même partie de ce “tout” qui signifie ici la chose la plus vaste qui soit. Il est<br />
des choses dont la grandeur rend difficilement concevables, quoique<br />
théoriquement possible, par l’esprit. Qu’en serait-il alors pour l’esprit occidental<br />
que ses propres partisans qualifient d’étriqué et dont l’habileté se limite à<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
fabriquer des machines et générer des gains. C’est cet esprit même qu’ils ont<br />
baptisé “raison fonctionnelle”, par opposition à la “raison axiologique”, et n’ont<br />
de cesse de déplorer les désastres qu’il n’en finit pas d’occasionner à l’humanité<br />
(67).<br />
Par conséquent, notre approche de la rationalisation moderniste ne se<br />
limitera pas à concevoir les choses du point de vue de leur utilisation technique<br />
pour plus de soumission aux outils et pour ressentir davantage de besoins, mais<br />
selon leur utilité dans la consécration de valeurs à même d’élever l’être humain. Si<br />
la raison axiologique est plus ample que la raison fonctionnelle, qui a envahi la<br />
modernité occidentale avec son lot d’inconvénients, il est toutefois incapable de<br />
cerner convenablement l’ensemble des aspirations de l’être humain qui porte en<br />
lui un univers spirituel où se mêlent valeurs et symboles aux connaissances et<br />
techniques. Contrairement aux idées reçues, l’univers spirituel n’est pas exempt de<br />
rationalité, sauf que sa raison est d’un genre plus doux et plus élevé. Il est, donc,<br />
important que la raison à laquelle nous aspirons soit en mesure d’assimiler le côté<br />
spirituel au même titre que les sciences et les valeurs. La rationalisation que<br />
devrait poursuivre tout être humain doté de sagesse est celle qui, dans sa quête du<br />
savoir et de la technologie, est orientée vers les nobles significations<br />
profondément ancrées dans la conscience humaine.<br />
Le deuxième postulat de la rationalisation est tout aussi répandu dans les<br />
rangs des prétendus “modernistes” depuis qu’il a été proclamé par Descartes.<br />
Pour nous, il ne vaut guère mieux qu’une belle métaphore. En réalité, le maître<br />
d’une chose est celui qui en est le propriétaire, alors que l’Homme n’est pas le<br />
créateur de la nature, il n’en est que le légataire. Par conséquent, il ne peut<br />
prétendre en être le maître. Même après avoir découvert et utilisé à ses propres<br />
fins les lois de la nature, l’Homme est resté dans l’incapacité d’influencer ses<br />
comportements ou de maîtriser les conséquences de ses utilisations. Or, si<br />
l’Homme était le vrai maître de la nature, celle-ci aurait obéi à sa volonté comme<br />
un vassal à son suzerain, alors que la réalité est tout autre puisque les êtres<br />
humains continuent de se plier aux lois de la nature. L’Homme n’a-t-il pas<br />
cherché à se connaître lui-même comme il connaît la nature, c’est-à-dire sous<br />
forme de règles objectives et de normes supérieures ?! Et après avoir échoué à la<br />
dompter, il a emprunté une autre formule non moins fantaisiste : “le contrat avec<br />
la nature”. Si elle n’était pas habitée par un sentiment d’impuissance devant la<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
nature, l’humanité n’aurait pas songé à l’éventualité de conclure un accord avec<br />
elle à l’instar du prétendu “contrat social” au moyen duquel les hommes ont cru<br />
pouvoir mettre un terme aux dissensions qui les divisent.<br />
Dans notre façon de procéder à la rationalisation moderniste, nous nous<br />
garderons d’affronter la nature ou d’essayer de lui imposer notre suprématie.<br />
Nous chercherons plutôt à la comprendre, l’affectionner et la respecter afin<br />
qu’elle nous révèle ses secrets. Plus l’humanité avance dans sa connaissance des<br />
mystères de la nature, plus elle est capable de l’apprécier et la respecter, sans<br />
toutefois sombrer dans l’idolâtrie car seul le Tout-puissant mérite d’être adoré<br />
puisqu’il en est le créateur. La nature est une mère pour l’Homme et non son<br />
esclave, car il est sorti de sa matrice comme du ventre de sa mère génitrice. Or, il<br />
est incongru qu’une mère soit traitée en esclave par son propre enfant. Si<br />
l’humanité devait conclure un contrat -réel ou moral- il ne devrait pas se limiter<br />
au monde matériel comme ce fut le cas pour la modernité occidentale, mais<br />
englober tous les univers qu’ils soient ou non tangibles. En effet, l’individu ne<br />
peut traiter avec autrui que par le biais d’intermédiaires et de procédés qui sont<br />
autant d’éléments issus de tous les univers possibles et qui ont des droits à<br />
respecter et des exigences à satisfaire. Tous ces éléments doivent être considérés<br />
comme partenaires à part entière dans ce pacte grandiose. Ainsi, la rationalisation<br />
que nous prônons est celle qui adopte le principe d’un tel pacte universel global.<br />
Quant au troisième postulat de la rationalisation, il renferme lui aussi une<br />
part d’incohérence. Cette thèse est basée sur deux présomptions contestables :<br />
selon la première, la critique serait l’unique voie pour atteindre la vérité en toute<br />
chose, ce qui est faux. Les voies de la connaissance ne se limitent pas à la critique,<br />
car son opposé (l’information) en est bien une. Dans certains cas, au moins, la<br />
connaissance issue de l’information peut s’avérer plus pertinente que celle qui<br />
découlerait de la critique car celle-ci est toujours sujette à la révision et la<br />
rectification, alors que la première demeure une vérité éclatante et indubitable.<br />
La deuxième présomption soutient que toute chose est susceptible d’être<br />
critiquée, alors qu’en réalité certaines choses ne doivent être traitées ainsi, tels les<br />
valeurs morales et les idéaux qui ne peuvent être appréciés par le doute mais à<br />
travers la foi et la bonne conduite. Alors, seulement, ces valeurs révèleront à nous<br />
leur quintessence, tels deux amoureux qui s’apprécient en fonction de l’amour<br />
qu’ils ont l’un pour l’autre.<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
Pour cette raison, notre conception de la rationalisation moderniste devrait<br />
se baser sur une “critique pluridimensionnelle” au lieu de la critique<br />
unidimensionnelle qui s’est imposée dans la modernité occidentale. Dire que le<br />
bien-fondé d’une critique est tributaire de sa capacité d’aboutir à des preuves<br />
servant à confirmer ou à rectifier des vérités est une lapalissade. Cependant, les<br />
preuves ne sont pas identiques mais peuvent être de diverses natures. Ainsi, ce qui<br />
est considéré comme preuve irréfutable dans un domaine peut ne pas l’être dans<br />
un autre, voire dénué de toute valeur. Tout comme l’Homme, la nature et la vie<br />
constituent des catégories à la fois distinctes et interdépendantes, les indices qui<br />
s’y rapportent peuvent se présenter selon trois cas de figure : dans le premier cas,<br />
chaque catégorie obéit à sa propre logique ; dans le deuxième, cette logique peut<br />
être remodelée au gré des interconnexions entre les catégories ; et dans le<br />
troisième, la résultante de cette interaction permet le développement de logiques<br />
spécifiques à chacune des trois catégories. Il en ressort que la thèse de la “critique<br />
pluridimensionnelle” sur laquelle se base notre approche de la rationalisation<br />
rend indispensable, non seulement les échanges entre parties engagées dans un<br />
dialogue(68) -voire dans une critique mutuelle- mais, également, entre les<br />
différents types de critique.<br />
Pour clore ce chapitre, nous dirons que le genre de modernité qu’il nous<br />
appartient de chercher, eu égard à la rationalisation comme fondement de l’esprit<br />
de modernité, doit être intérieur et créatif. Ne nous contentons pas de l’esprit<br />
fonctionnel -ou statique- mais oeuvrons à l’intégrer dans un esprit plus vaste,<br />
capable de conférer à cette fonctionnalité la noblesse des valeurs qu’on nous a<br />
inculquée et la beauté de notre identité particulière. Un esprit qui n’a cesse de se<br />
remettre en question suivant les exigences des interactions entre les domaines qu’il<br />
tente de traiter, afin que les instruments qu’il élabore soient au service des plus<br />
grands, des plus magnifiques et des plus raisonnables des intérêts. Nos rapports<br />
avec la nature ne doivent plus être réduits à une relation de maître à esclave qui<br />
ne met point le premier à l’abri de l’insurrection du second, mais être reconsidérés<br />
comme une relation entre mère et fils, fondée sur un contrat respectueux de toutes<br />
les dimensions de la vie. Dans ce dernier genre de relation, la situation ne peut<br />
dégénérer comme dans le premier cas, car toutes les parties du contrat sont<br />
rassurées sur leurs droits et ont reconnu leurs devoirs.<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
Essayons de voir, maintenant, la manière de passer de la “pseudodifférenciation”<br />
à la “différenciation” qui constitue le deuxième pilier du principe<br />
de critique.<br />
B) De la pseudo-différenciation à la vraie différenciation : Il paraît que le<br />
mécanisme de différenciation a acquis chez nos soi-disant chercheurs modernistes,<br />
une notoriété telle qu’ils s’évertuent sans relâche à différencier dans tous les<br />
domaines et à tous les niveaux et prennent soin de scruter les moindres soupçons<br />
de discordance ou de clivage dans leur histoire et leur patrimoine, comme s’ils<br />
mesuraient le degré d’aboutissement de leur projet moderniste à leur capacité<br />
d’engendrer des ruptures. Toutefois, ces distinctions et ruptures sont ou bien<br />
empruntées à la modernité des autres, ou bien établies au moyen de concepts et de<br />
théories calquées sur eux. Nos pseudo-modernistes ont même poussé le zèle<br />
jusqu’à établir des différences entre les hommes et entre les contrées et élevé au<br />
rang de credo la nécessité de “séparer la modernité du patrimoine” et de “séparer<br />
la politique de la religion”.<br />
Quant à la “séparation de la modernité et du patrimoine” comme elle a dû<br />
avoir lieu en Occident, elle peut être appréhendée de deux manières : ou bien le<br />
patrimoine islamique est en discordance avec la réalité de la modernité telle<br />
qu’elle se présente en Occident, ce qui constitue un lieu commun ; ou bien le<br />
patrimoine islamique est incompatible avec l’esprit de modernité, ce qui est faux.<br />
Plusieurs facteurs militent en faveur de ce constat. Les principes mêmes de cet<br />
esprit que d’autres civilisations ont connus, outre la civilisation islamique , le<br />
vérifient. Certes, ces civilisations peuvent être différentes les unes des autres selon<br />
leur degré de conformité aux principes de cet esprit, mais toutes s’accordent à<br />
reconnaître leur bien-fondé. En plus, l’apport des musulmans au progrès de la<br />
pensée et de la science a contribué à attirer le regard de l’Occident vers cet esprit,<br />
sinon à leur inculquer ses principes. Sans oublier que ces principes peuvent exister<br />
en état de latence au fond du patrimoine islamique, même si l’on suppose qu’ils<br />
n’ont pas été traduits dans les faits. L’existence d’un principe n’a jamais été liée à<br />
sa réalisation, mais d’abord à sa conception.<br />
Pour ce qui est de la “séparation du politique et du religieux”, cette idée a<br />
été l’objet d’une malheureuse confusion que nous ne pouvons traiter ici en<br />
profondeur. Nous nous contenterons d’évoquer quelques aspects de cet imbroglio<br />
à travers des termes tels “religion”, “ici-bas”, “Etat”, “politique”, “charia”,<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
“Dieu” et “gouvernance” dont l’usage inconsidéré a failli se transformer en une<br />
même expression polysémique. Pour emprunter une expression en usage dans la<br />
logique, cette polysémie illustre une “erreur d’énoncé” où l’on attribue à une<br />
expression une signification qui la sort de son champ conceptuel et la rend ainsi<br />
vide de sens(69). Ceux qui se sont lancés dans cette controverse ressemblent, de<br />
plus en plus, aux occupants de la Tour de Babel dont la diversité linguistique a<br />
rendu inintelligibles les opinions des uns et des autres.<br />
Ainsi se présente la situation de pseudo-différenciation dans laquelle nous<br />
vivons et qu’il nous appartient de quitter en renonçant aux erreurs commises dans<br />
l’application occidentale de la différenciation. Récapitulons les axiomes sur<br />
lesquels s’est basée cette application :<br />
1. la séparation totale entre la modernité et la religion.<br />
2. la séparation totale entre la raison et la religion.<br />
3. la différenciation implique le renoncement à la sacralité.<br />
La première hypothèse (celle de la séparation absolue entre modernité et<br />
religion) est viciée par plusieurs suppositions erronées, dont la confusion entre<br />
l’Eglise et la religion, née de la rupture entre la modernité et l’institution du<br />
clergé, en tant qu’autorité politique et non religieuse. Or, la différence est énorme<br />
entre le clergé politisé et la religion chrétienne. Et quand bien même la rupture<br />
serait consommée entre la modernité et le clergé en tant qu’institution des<br />
religieux chrétiens, cela ne signifie nullement une révocation pure et simple de la<br />
chrétienté dont la pérennité ne dépend pas de la persistance du pouvoir des<br />
hommes de religion puisqu’ils n’en détiennent pas le monopole.<br />
La deuxième erreur de cette hypothèse est d’avoir entretenu l’illusion que<br />
la modernité est née de manière abrupte, alors qu’il s’agit d’un long processus<br />
dont les premiers soubressauts sont à chercher dans les cultures hellénique,<br />
judaïque et islamique qui étaient fortement imprégnées d’un esprit religieux. Il<br />
n’est, donc, pas à écarter que des influences de cet esprit se soient installées dans<br />
la modernité et conditionné -sinon prescrit- la formulation d’une partie de ses<br />
objectifs. Ceci nous permet de relever une troisième contradiction dans cette<br />
hypothèse car la modernité n’hésite pas à emprunter des concepts ouvertement<br />
religieux dont les notions de la “vie” dans son acception positive, du “parfait”<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
auquel aspire tout progrès, de la “fraternité” qui donne un sens à la solidarité et<br />
du “temporel” inhérent à l’histoire linéaire.<br />
La contribution des religieux à l’édification de la modernité représente une<br />
quatrième incohérence dans ce postulat. Il s’agit, en l’occurrence, de certains<br />
précurseurs de la Renaissance en Italie dont essentiellement les Protestants qui ont<br />
enclenché une réforme de la religion qui serait, selon certaines opinion, à la base<br />
de la naissance du capitalisme occidental. D’autres réformateurs réputés pour leur<br />
liberté d’esprit ont contribué également à cet effort, tel l’humaniste hollandais<br />
Erasmus. Sans oublier que parmi les œuvres des grands fondateurs de la<br />
modernité, certaines comportent des influences religieuses indéniables comme ce<br />
fut le cas de Descartes, Newton, Kant et Hegel.<br />
Dans notre conception de la différenciation moderniste, nous veillerons<br />
donc à reconnaître aux distinctions deux qualités essentielles : la fonctionnalité et<br />
la faculté d’assembler. Il ne s’agit pas, en effet, de frontières structurelles et<br />
permanentes, mais de simples séparations dictées par des considérations<br />
fonctionnelles et évolutives. Loin d’être hermétiques au point d’attribuer à<br />
chacune des parties séparées des caractéristiques réciproquement antinomiques,<br />
ces distinctions sont promptes à reconnaître les traits communs lorsqu’ils<br />
surgissent dans un contexte particulier.<br />
Certaines distinctions établies par la modernité occidentale à ses débuts<br />
sont maintenant remises en question et parfois complètement abolies, telle la<br />
séparation entre le politique et l’économique ou entre le social et le culturel. L’une<br />
des conséquences de ces cloisons arbitraires, qui ont suscité un engouement sans<br />
précédent partout dans le monde, il y a lieu de citer la séparation entre le<br />
politique et le religieux qui présente les particularités suivantes :<br />
1. Il s’agit d’une séparation parmi d’autres, engendrées par les mutations<br />
modernes qu’ont connues les institutions sociales. Elle ne mérite pas, de ce fait,<br />
de concentrer tous les efforts aux dépens des autres distinctions à établir.<br />
2. C’est une séparation fonctionnelle dépourvue de tout fondement<br />
structurel<br />
3. C’est une distinction qui n’empêche pas les deux champs ainsi séparés<br />
d’être réunis dans un contexte différent ou lorsqu’il devient possible de les<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
gérer ensemble tout en les laissant unis. Cette manière de procéder serait<br />
certainement meilleure que la première, car l’intégration vaut toujours mieux<br />
que la séparation. Il est, donc, de notre devoir d’explorer cette meilleure voie<br />
que nous évoquerons ultérieurement.<br />
Le deuxième postulat de la différenciation (la séparation totale entre la<br />
raison et la religion) est tout aussi erroné vu qu’il relègue la religion au rang de<br />
l’irrationnel au motif qu’il se base sur des croyances métaphysiques ou<br />
mythologiques, ce qui est inexact. L’irrationnel est, en effet, un concept qui peut<br />
revêtir trois significations au moins : “l’impossible” telle la simultanéité de deux<br />
notions contradictoires, “l'inconcevable par l’esprit” en raison de son caractère<br />
supérieur ou transcendant, et les catégories que l’esprit ne peut ni confirmer ni<br />
infirmer(70). Il en résulte que ce que l’on décrit comme “métaphysique” peut être<br />
qualifié d’irrationnel selon qu’il s’agisse de l’une ou l’autre de ces situations.<br />
Dans le cas où l’irrationnel est pris comme synonyme d’ “impossible”, il<br />
n’est pas exclu que la raison dialectique parvienne à concilier les éventuelles<br />
contradictions. Alors, la religion devient rationnelle sous une perspective<br />
dialectique. D’autre part, si l’irrationnel désigne l’inconcevable pour la raison, il<br />
est fort possible qu’un esprit supérieur à l’esprit commun puisse comprendre les<br />
vérités que celui-ci est incapable de concevoir. De la sorte, la religion serait<br />
rationnelle à la faveur d’un esprit élevé que d’aucuns appelleraient “âme”. C’est<br />
justement cette deuxième signification que l’on donne souvent à la religion.<br />
Si, par contre, l’on qualifie d’irrationnel tout ce que la raison ne peut ni<br />
confirmer ni infirmer, cela implique qu’il serait inapproprié de le soumettre aux<br />
normes de la raison commune. A ce moment, il ne nous appartient pas de le<br />
traiter de rationnel ou d’irrationnel. En conclusion, nous conviendrons que la<br />
religion, même en supposant qu’elle repose sur des notions surnaturelles, n’est<br />
nullement en opposition avec la raison dialectique, ni avec la raison spirituelle.<br />
Pour ce, notre itinéraire vers la différenciation moderniste prend en<br />
considération deux éléments essentiels dont la rationalisation de la religion. Nul<br />
ne saurait contester le fait que le concept de “religion” chez nous est différent de<br />
celui de la modernité occidentale. Si, au regard de celle-ci, la religion n’est autre<br />
qu’une “série de croyances et de rites irrationnels”, il représente pour nous “une<br />
doctrine et des prescriptions légales”. En outre, dans leur grande majorité, ces<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
prescriptions ne sont pas, selon la raison fonctionnelle qui règne sur la modernité<br />
occidentale, totalement irrationnelles, elles sont même pour la plupart rationnelles<br />
et doivent, par conséquent, occuper le rang qui leur incombe dans tous les<br />
domaines de la vie moderne. Quant à la partie jugée irrationnelle, elle doit faire<br />
l’objet d’une relecture susceptible de la rendre plus rationnelle à la lumière des<br />
nouvelles circonstances, sinon il serait impératif de procéder à une reconstitution<br />
de la raison de façon à lui permettre de comprendre de telles prescriptions.<br />
Le deuxième élément constitutif de notre conception de la différenciation<br />
moderniste est l’extension du politique. Notre conception de la “politique” est, de<br />
toute évidence, différente de celle de la modernité occidentale. L’une des<br />
définitions qu’en donne la réalité occidentale se résume à “la gestion des affaires<br />
publiques au moyen de lois et règlements établis par la communauté elle-même”,<br />
tandis que pour nous, ces lois et règlements doivent être “choisis” et non<br />
“établis”. Il est, en effet, possible qu’un individu choisisse quelque chose qu’il n’a<br />
pas lui-même établie. Dans notre cas, les règlements peuvent être élaborés par<br />
nous ou dictées par notre Créateur, mais toutes procèdent de notre propre choix.<br />
Aussi, la gestion devrait-elle privilégier le choix à la conception, de sorte que<br />
l’évaluation rationnelle de l’action politique s’appuie sur la pertinence du choix et<br />
non sur la capacité de prescrire des règles et des lois. Ainsi, seulement, la<br />
rationalité de l’action politique serait proportionnelle à sa faculté de choisir.<br />
Enfin, le troisième postulat de la différenciation (la différenciation est<br />
tributaire du renoncement à la sacralité) est un leurre qui procède d’une<br />
mystification largement répandue selon laquelle “là où il y a sacralité, il y a<br />
sorcellerie”. Le sacré est, en réalité, une qualité glorifiant une nature<br />
transcendante et sans pareil dans notre monde, alors que la sorcellerie est le culte<br />
de principes maléfiques et nuisibles à l’ordre de ce monde que le sorcier tente<br />
d’incarner comme dans un rituel primitif. Et depuis que la différenciation a investi<br />
les différents aspects de la vie et rendu possible la spécialisation et le partage des<br />
rôles, l’Homme a pu, grâce aux apports de la technologie et aux opportunités<br />
d’anticipation qu’elle offre désormais, dévoiler des mystères qui portaient à croire<br />
que l’univers était gouverné par des forces occultes. Néanmoins, cette<br />
démystification ne signifie guère que la sacralité disparaîtra complètement de<br />
l’univers, car celui-ci n’est pas que manifestations mais surtout un ensemble de<br />
signes. Entre les deux catégories, la différence est énorme car si les manifestations<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
obéissent à la rigueur de la rationalisation et aux normes de la différenciation, les<br />
signes, eux, renseignent sur des sens cachés et démontrent ainsi l’existence d’un<br />
auguste créateur auquel nul ne saurait se mesurer. Même ces lois qui commandent<br />
les manifestations externes -soit le domaine d’action de la rationalisation et de la<br />
différenciation- conduisent, dans de nombreux cas, ceux qui sont à la base de leur<br />
découverte et leur formulation à ressentir la gloire de celui qui les a conçues et<br />
consignées dans le registre de l’univers pour les ériger en codes sempiternels.<br />
Partant, nous nous proposons de fonder notre vision de la différenciation<br />
moderniste sur une vérité fondamentale qui conçoit l’être humain comme une<br />
entité continue dont la communion avec le temps et l’espace est évidente. Même<br />
en prenant soin de se détacher d’un moment ou d’un lieu déterminés, aucun<br />
individu ne peut s’empêcher d’y retourner par sa pensée, sa mémoire et son<br />
imagination, autrement dit par son âme. Cette continuité va au-delà des frontières<br />
du temps et du lieu apparents que l’âme humaine franchit allégrement pour se<br />
retrouver dans des mondes libres de toute contrainte spatio-temporelle. Grâce à<br />
ce transfert, l’Homme est enclin à scruter autour de lui des empreintes de ces<br />
mondes évanescents et là, seul le sacré peut venir à sa rescousse. En ce monde<br />
réel, toute chose peut en effet receler d’innombrables traces et secrets relatant les<br />
liens de l’Homme avec ces autres mondes. Et entre secret et magie, l’écart est<br />
énorme car le premier se perpétue et se renforce avec chaque nouvelle découverte,<br />
alors que la seconde s’estompe et s’évanouit. Il est vrai que chaque découverte<br />
révèle un ou plusieurs secrets qui permettent à ceux qui les saisissent de raffermir<br />
leurs liens avec d’autres dimensions de leur humanité. A ce stade, il n’est guère<br />
surprenant que l’individu “différencié” issu de la modernité occidentale trouve le<br />
monde “dénué de sens” -puisqu’il est incapable d’en apercevoir les secrets- et<br />
“peu digne de confiance” -après avoir été châtié par ses calamités- et qu’il<br />
éprouve plus d’effroi à l’idée de la mort depuis qu’il a été coupé de l’au-delà.<br />
Là aussi, pour conclure ce chapitre sur le dernier élément constitutif de<br />
l’esprit de modernité, nous conviendrons que la différenciation qu’il nous faut<br />
doit être interne et créative. La sphère du rationnel est très vaste dans la religion<br />
islamique et comporte des éléments pouvant constituer la base d’une nouvelle<br />
pensée rationnelle à même de pallier aux déficits de la raison moderniste<br />
occidentale. Le champ politique peut lui-aussi faire l’objet d’une extension pour<br />
baliser la voie devant l’émergence d’une nouvelle pensée politique axée sur le<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
principe du choix et non de l’établissement. Une fois réunis ensemble, le droit au<br />
choix et la rationalisation autorisent l’action politique à s’accommoder de la<br />
pratique religieuse qui se retrouvent ainsi naturellement associées et ne peuvent<br />
être séparées que pour de solides raisons. Quant à nos rapports avec l’univers, au<br />
lieu de s’appliquer au décryptage de ses codes pour l’exploiter nous devrions nous<br />
orienter vers la découverte de ses secrets pour mieux l’habiter, et au lieu de<br />
vouloir rompre avec ses manifestations, nous gagnerons à établir des contacts<br />
avec elles car c’est l’unique issue vers les sens cachés de ce monde. Plus nous<br />
avançons dans la connaissance des lois qui commandent ces manifestations<br />
apparentes, plus nous serons en mesure de déduire leurs significations et portées<br />
profondes. Seule une telle communion est capable de redonner un sens à l’univers,<br />
à restaurer la confiance en son évolution et à rendre plus tolérable la perspective<br />
de la mort en son sein.<br />
Après avoir achevé notre analyse du deuxième principe de l’esprit de<br />
modernité, nous passerons au troisième principe : “le principe d’universalité”.<br />
V. Application du principe de l'universalité dans l'usage quotidien:<br />
Le principe de l'universalité est composé de deux éléments fondamentaux,<br />
en l'occurrence l'extensibilité et la globalité.<br />
Nous aborderons, dans un premier temps, les moyens permettant le<br />
passage de la semi-extensibilité à l'extensibilité.<br />
a) De la semi-extensibilité à l'extensibilité:<br />
Nul doute que la modernité dans notre société islamique n'a pas touché<br />
tous les domaines de la vie. Si elle a porté sur les volets scientifique, technique et<br />
économique au point de renforcer notre capacité consommatrice, au détriment de<br />
notre capacité productive, il n'en demeure pas moins que la modernité n'a pas<br />
bénéficié aux domaines politique, juridique et social. De plus, cette modernité<br />
demeure encore superficielle, du fait qu'elle n'a touché que la forme.<br />
Ce décalage accusé au niveau de l'extensibilité moderniste est imputable à<br />
la modernité mécanique marquée par son caractère palpable, contrairement à la<br />
modernité des idées. Elle est, en outre, moins porteuse de risques pour les<br />
institutions locales et rapporte de grands bénéficies aux patrons des grandes<br />
sociétés. C'est ainsi que la modernité mécanique a trouvé un soutien des plus forts<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
auprès des institutions et des sociétés. D'autant plus que les valeurs issues de ce<br />
genre de modernité peuvent disparaître, à la faveur des valeurs traditionnelles<br />
locales. Quant au domaine moral, il semble que l'extensibilité l'aurait touché,<br />
avant même les domaines politique et juridique, et ce d'une manière très<br />
profonde. Aussi, la corruption a-t-elle sévi dans notre quotidien, la réforme de la<br />
vie publique ayant été, quant à elle, reléguée au second plan.<br />
Le véritable processus moderniste est engagé par la modernisation des<br />
mœurs, tout d'abord, ensuite des idées, des institutions, suivie par la<br />
modernisation mécanique.<br />
Il n'est point de liberté d'opinion dans nos sociétés. Et sans cette liberté,<br />
point d'initiative scientifique, encore moins d'esprit de gestion et de créativité.<br />
En fait, c'est cette semi-extensiblité que nous vivons actuellement. Il est<br />
donc impératif de dépasser cette étape, en surmontant les lacunes qui ont<br />
compromis une bonne application du principe de l'extensibilité. Nous citerons,<br />
dans ce contexte, les postulats qui ont présidé à cette application:<br />
1. La modernité est un fait inéluctable.<br />
2. La modernité apporte une force globale.<br />
3. L'essence de la modernité est purement économique.<br />
Le premier postulat de l'extensibilité, à savoir “la modernité est un fait<br />
inéluctable”, puise sa justification du fait que les décideurs politiques et le<br />
patronat, voire même les intellectuels en Occident, sont désormais convaincus que<br />
la modernité est une fatalité à laquelle l'Homme ne peut échapper. Selon eux, il<br />
s'agit d'un phénomène général et complexe inéluctable qui doit être accepté, avec<br />
ses bienfaits et ses méfaits. D'autant plus, pensent-ils, que l'Homme ne peut vivre<br />
sans modernité et qu'il serait vain d'en séparer les impacts négatifs de ceux<br />
positifs, qui sont si complexes et interdépendants. Les points négatifs doivent de<br />
ce fait être acceptés et adaptés à la vie.<br />
Cette position pessimiste, ou logique défaitiste, est erronée. En effet, la<br />
modernité conçue par l'Occident n'est pas imposée par la nature des choses ou<br />
par une volonté divine, mais elle est le fruit de l'Homme qui en a établi les règles,<br />
suivant sa propre volonté. Et c'est à lui maintenant de la réformer et d'en trouver<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
un processus autre que celui choisi actuellement, et de surmonter ces nouveaux<br />
écueils, comme il a d'ailleurs dépassé les difficultés qui ont entravé<br />
l'aboutissement à la modernité.<br />
En fait, la réforme doit être plus facile que la création. Ce n'est pas pour<br />
autant dire que la réforme sera chose facile qui ne dépend que de quelques<br />
orientations, recommandations ou solutions techniques partielles. Il convient<br />
donc d'élaborer un projet global pour un nouveau développement qui<br />
impliquerait les différentes institutions, acteurs et potentialités.<br />
Ainsi, l'extensibilité se base sur un fait essentiel, à savoir que “l'Homme est<br />
plus fort que la modernité”. Si ce premier processus de modernité a échoué,<br />
l'homme est capable de corriger, voire même de créer une deuxième modernité<br />
qui soit meilleure. Il peut même inventer un autre mode de vie qui ne soit pas du<br />
même genre que la modernité, inédit et sans précédent dans l'histoire de<br />
l'humanité. Cette initiative, tributaire de la volonté de l'Homme, ne peut que<br />
stimuler l'imagination et développer l'esprit de créativité. L'homme, qui a<br />
dynamisé la modernité pour en faire un processus d'évolutions régi par des lois<br />
objectives, peut, grâce à une ferme volonté, changer progressivement la trajectoire<br />
de ce processus. La modernité serait, de ce fait, non pas une réalité inchangeable<br />
et une fatalité telle que définie précédemment, mais un phénomène historique<br />
transitoire qui apparaît et disparaît, la volonté de l'Homme étant quant à elle<br />
immuable tant qu'il existe. Et c'est cette même volonté qui a donné lieu à une<br />
succession de civilisations qui ont émergé et disparu.<br />
Concernant le deuxième postulat, à savoir “la modernité apporte une<br />
force globale”, nous pouvons avancer que la modernité a doté certes les pays<br />
occidentaux d'une force matérielle écrasante, et augmenté leurs besoins de savoir<br />
et de pouvoir, devenant ainsi des puissances qui imposent leur hégémonie sur les<br />
autres pays, les privant même de leur droit d'accéder à la modernité. La<br />
modernité a également consacré, au sein de ces sociétés, une prééminence de la<br />
raison, conjuguée à une vision matérialiste et à des valeurs basées sur les intérêts<br />
personnels, aux dépends de la vie humaine. Aussi, ces pays ont-ils été imprégnés<br />
de narcissisme et d'épicurisme(71). Nous ne pouvons guère être étonnés que cette<br />
déviance ait soulevé une réaction au sein des sociétés occidentales, sous forme de<br />
“retour religieux”, “retour à l'irrationnel”, “retour spirituel” ou “retour au<br />
sacré” qui expriment d'emblée un besoin profond auquel cette nouvelle<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
application n'a pu répondre. Lorsque ce matérialisme atteint son point culminant<br />
dans la modernité occidentale au point de devenir un nouveau paganisme, il n'est<br />
guère surprenant que ce retour soit empreint d'une anarchie cultuelle qui a elle<br />
aussi atteint son summum. Force est de constater que les membres de ces<br />
communautés ne se sont pas contentés uniquement d'embrasser des religions<br />
traditionnelles des plus connues, mais ils ont inventé des cultes inimaginables,<br />
voire adhéré à des sectes pour se donner comme offrandes, en se suicidant de la<br />
pire manière qui soit.<br />
A ce titre, nous pouvons avancer que notre approche de l'extensibilité<br />
moderniste se base sur un deuxième fait : “le corps de l'Homme fait partie<br />
intégrante de sa spiritualité”. Ainsi, l'application de l'un des principes de la<br />
modernité qui englobe les différents domaines de la vie humaine doit impliquer<br />
aussi bien le corps que l'esprit de l'Homme. Aussi, la modernité doit elle répondre<br />
à ses besoins matériels mais aussi spirituels, ces derniers aspects devant régir<br />
même les aspects matériels. Si l'esprit perd son rôle d'orientation de la matière,<br />
nous ne pouvons prévenir les comportements déviants de l'individu, et encore<br />
moins les déséquilibres des relations sociétales. A notre avis, la modernité<br />
matérielle n'est qu'un des deux piliers sur lesquels se fonde l'esprit de la<br />
modernité. Le deuxième pilier est appelé “modernité spirituelle”. En effet, on<br />
s'arrêtant sur les valeurs qui président à l'esprit de la modernité, tels “la dignité”,<br />
“la justice”, “l'égalité”, “la liberté”, “la tolérance” et “la fraternité”, nous<br />
pouvons noter, que ces valeurs, aussi exemplaires soient-elles, perdent leur rang<br />
tant qu'elles sont cantonnées dans les intérêts matériels et éloignées des valeurs<br />
morales. Si la justice n'est concevable que par le partage des ressources<br />
extérieures, elle l'est également par le partage des ressources intérieures.<br />
L'imaginaire ne doit nullement prendre le dessus sur la raison, de même que la<br />
raison ne doit pas à son tour empiéter sur l'imaginaire. La liberté ne peut, quant à<br />
elle, être acquise que par le délaissement des restrictions extérieures, mais aussi<br />
par les caprices intérieurs. Il en va de même pour l'égalité qui dépend de<br />
contingences externes mais également internes. Quant à “la dignité, “la<br />
tolérance” et “la fraternité”, elles n'ont de valeur que si elles véhiculent des<br />
charges matérielles à la mesure des charges spirituelles. Pourtant, ces valeurs ne<br />
sont guère, à elles seules, suffisantes pour parvenir à “la modernité spirituelle”<br />
requise. Il est donc impératif de créer de nouvelles valeurs et de ressusciter des<br />
valeurs positives qui sont tombées dans l'oubli, comme c'était le cas pour “la<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
solidarité” et “la responsabilité”. Il convient également de créer des valeurs<br />
“verticales” qui puissent hisser la volonté à un niveau supérieur. Ces valeurs sont<br />
foncièrement tributaires d'un changement radical de la foi.<br />
Dans le troisième postulat, à savoir “l'essence de la modernité est<br />
purement économique”, l'économie, suivant la modernité occidentale, n'est pas<br />
uniquement un facteur humain intégré dans les autres facteurs sociaux, mais elle<br />
constitue une réalité autonome dont la logique commence à dominer les autres<br />
composantes, voire l'organisation sociale tout entière dont l'unique préoccupation<br />
est devenue l'extensibilité économique et la croissance illimitée de la production et<br />
de la consommation. Le pouvoir du marché et des produits devient ainsi le plus<br />
fort.<br />
Cette tendance “économiste” de la réalité moderniste s'est écartée de<br />
l'esprit sur lequel cette dernière s'était fondée à l'origine, à savoir la dignité de<br />
l'Homme, dans la mesure où la croissance économique est devenue une fin en soi,<br />
les droits de l'Homme n'étant qu'un moyen devant servir cet objectif (santé,<br />
éducation, culture, liberté, démocratie ou environnement). D'autre part, la<br />
consommation excessive a ancré chez l'individu une tendance épicurienne qui<br />
associe l'importance des actes et des choses au degré du plaisir qu'ils vont lui<br />
procurer. L'individu, qui se laisse dominer par cette tendance, échappe aux<br />
restrictions morales qui régulent ses comportements, notamment sexuels. Il<br />
considère, de ce fait, tous les modes de vie légitimes, tant qu'il y trouve du plaisir.<br />
Ce sont là autant d'éléments qui portent gravement atteinte à l'esprit de la<br />
modernité.<br />
Nous pouvons ainsi avancer que notre cheminement sur la voie de<br />
l'extensibilité moderniste doit se baser sur un troisième fait, à savoir “l'essence de<br />
l'Homme est purement éthique”. En effet, l'acte économique est en lui-même un<br />
acte moral qui valorise l'homme tant qu'il le préserve et l'abaisse tant qu'il lui<br />
porte atteinte. Nous pouvons évoquer, dans ce contexte, “la recherche de la<br />
perfection”: si cet élément est une caractéristique de l'Homme, en ce sens qu'il<br />
aspire toujours à un avenir meilleur, il serait judicieux de relever que ce n'est pas<br />
sa richesse, encore moins son pouvoir d'achat qui le doteront de cette perfection.<br />
En effet, ce sont ses actes, sa capacité morale et son attachement aux valeurs<br />
nobles qui donnent à l'Homme cette qualité.<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
Nous citerons également, dans ce sillage, une deuxième idée à savoir “le<br />
futurisme” considéré comme une caractéristique inhérente à la perfection. En<br />
effet, le futurisme n'est pas conditionné par la croissance économique, mais par<br />
les valeurs morales qui puisent leur essence de la religion révélée. En effet, la<br />
notion du “futur” est purement religieuse. Cette idée semble échapper aux<br />
partisans de la tendance progressiste qui n'ont de cesse d'associer le progrès<br />
matériel à l'avenir. Sans religion, l'Homme n'aurait pu sortir de son présent pour<br />
accéder au futur. Les valeurs religieuses sont d'emblée celles qui dotent l'Homme<br />
de la perfection, étant la conscience et le guide vers l'avenir.<br />
En somme, la modernité requise, au niveau de l'extensibilité, est “une<br />
modernité interne et innovatrice. L'extensibilité se baserait ainsi sur trois faits.<br />
Premièrement “l'Homme est plus fort que la modernité” : l'homme est capable de<br />
changer le cours de la modernité, en termes de réforme et d'évolution, comme est<br />
le cas pour les phénomènes historiques transitoires. Deuxièmement, “le corps de<br />
l'Homme relève de son esprit” : Les changements survenus au niveau de la<br />
matière sont imputables à l'esprit. De ce fait, l'inauguration de l'ère d'une<br />
modernité spirituelle devient un impératif urgent, afin de préserver l'équilibre<br />
entre les forces de la modernité. Troisièmement, “l'essence de l'Homme est<br />
purement éthique”. Cette idée démontre que les deux principes sur lesquels se<br />
fondent “le progrès”, à savoir “la perfection” et “le futurisme” ne sont pas<br />
d'origine économique, mais sont puisés des valeurs religieuses. L'usage de ces<br />
deux principes dans le domaine économique ne doit pas en occulter l'essence<br />
religieuse, faute de quoi le processus moderniste serait mis en péril.<br />
Nous évoquerons maintenant le passage de “la semi-globalité” à “la<br />
globalité”, qui est le deuxième principe fondamental du principe de l'universalité.<br />
b) Le passage de la semi-globalité à la globalité:<br />
Il est indéniable que le concept de “globalité”, dans son sens “d'englober<br />
tous les êtres humains”, nous est familier. L'islam, à l'instar des autres religions,<br />
appelle à “l'universalité”. Il serait même la religion qui donne le plus<br />
d'importance à cet appel, dans la mesure où il s'adresse à “tous les mondes”, à<br />
savoir ceux que nous connaissons et ceux que ne nous connaissons pas. Mais il<br />
est déplorable que nous ayons mal utilisé cette notion. Comme nous le savons<br />
tous, la modernité a émergé sur les vestiges de la doctrine cléricale(72). Elle a<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
même été associée au rejet complet de la religion. Dans le cadre de cette transition<br />
moderniste, la défense de l'islam et la transmission de sa mission universelle sont<br />
taxées d’irrationalisme religieux” qui est à l'antipode du rationalisme de la<br />
modernité. En dépit de cette situation, des savants musulmans ont emprunté cette<br />
voie en adoptant l'idéologie de la défense de la religion, au risque d'être accusés<br />
d'anti-rationalistes. Cette accusation n'a eu pour effet que de renforcer<br />
l'attachement de ces derniers à leur position, devenant ainsi, aux yeux des<br />
“modernistes”, un danger pour “la raison” et le rationnel. Ces savants n'ont pas<br />
saisi l'occasion de l'ouverture sur le monde, refusant de se départir de leur<br />
position et d'adhérer à la démarche de la participation, laquelle se base sur la<br />
contribution à une nouvelle modernité, à savoir la modernité de “la communauté<br />
internationale”.<br />
C'est cette semi-globalité que nous vivons actuellement et que nous devons<br />
dépasser en surmontant les difficultés qui ont compromis une bonne application<br />
en Occident du principe de la globalité.<br />
Nous essayerons maintenant de relever les postulats qui ont été à l'origine<br />
de cette mauvaise application, à savoir :<br />
1. La modernité renforce l'esprit individualiste.<br />
2. La laïcité préserve le caractère sacré de toutes les religions<br />
3. Les valeurs de la modernité sont universelles<br />
Concernant le postulat “la modernité renforce l'esprit individualiste”, les<br />
chercheurs sont unanimes à souligner que la modernité implique<br />
“l'individualisme” : l'individu décide de son sort, crée sa vie et s'érige en<br />
responsable de tous ses actes, faisant ainsi de son existence dans la société un<br />
moyen pour réaliser son propre bien-être. Mais cet individualisme, aussi lié soit-il<br />
à la modernité occidentale, n'est pas inhérent à l'esprit de la modernité. En effet,<br />
cet esprit appelle à doter l'individu de tous ses droits, ses libertés et de préserver<br />
sa dignité, afin qu'il puisse choisir les différentes institutions qui devraient gérer<br />
ses affaires au sein de la société. Cet appel, qui ne prévoit pas si l'individu doit<br />
gérer ses intérêts uniquement, sans se soucier des intérêts des autres, est centré sur<br />
la dignité de l'Homme. Ainsi, la différence entre les notions d' “homme” et<br />
d’individu” est claire. En effet, la notion d'homme réfère à “un rang exemplaire”<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
qui est conditionné par le concept du devoir, alors que l'individu réfère à "un<br />
rang social" déterminé par le concept de la réalité. Or, la modernité occidentale<br />
est passée du rang d'homme au rang d'individu, substituant ainsi aux qualités de<br />
la perfection l'égoïsme et le narcissisme.<br />
Ainsi, notre cheminement sur la voie de la globalité moderniste doit-il se<br />
baser sur l'idée selon laquelle les contours d'une nouvelle société se dessinent<br />
désormais dans l'horizon d'une nouvelle modernité que nous appellerons “société<br />
universelle”. Il serait donc aberrant que cette même société soit une copie de la<br />
société consacrée par le premier modèle de la modernité, qui est, comme nous<br />
l'avons souligné auparavant, une société d'individus vaquant à leurs propres<br />
intérêts. Il est donc impératif d'adopter une nouvelle pensée qui serait en<br />
adéquation avec cette nouvelle société mondiale. Elle doit également être<br />
différente de la pensée instituée par “le cogito cartésien” qui met l'individu au<br />
centre de l'existence. Cette nouvelle pensée peut être appelée “pensée globale”,<br />
par opposition à “pensée mineure” consacrée par “le cogito cartésien”.<br />
Cette nouvelle pensée, qui prévoit de “s’intéresser aux autres comme nous<br />
nous intéressons à nous-mêmes”, impliquerait ainsi “une pensée collective” qui<br />
trouve sa légitimité dans trois faits :<br />
Premièrement, chaque problème qui survient dans une région du monde<br />
touche également les autres régions, sa solution étant universelle. Deuxièmement,<br />
l'éclatement culturel des communautés a engendré un besoin urgent et pressant de<br />
communiquer entre elles. Troisièmement, les sociétés civiles sont en passe de<br />
devenir transcontinentales, à l'instar des grandes sociétés multinationales. Elles<br />
sont les seules à pouvoir relever les défis que confrontent les populations dans le<br />
monde entier; d'autant plus que le pouvoir des pays promoteurs du premier<br />
modèle de la modernité commence à s'estomper, leur déchéance semblant être<br />
imminente. Ainsi, la communauté internationale ne peut être conçue que sur la<br />
base d'une “pensée globale”, seule garante d'une bonne application de l'esprit de<br />
la modernité.<br />
Concernant le postulat qui veut que “la laïcité préserve le caractère sacré<br />
de toutes les religions”, nous pouvons rappeler que d'aucuns, comme nous le<br />
savons tous, ont lié la modernité en Occident à “la laïcité”. Hésitant à déterminer<br />
ses caractéristiques, ils l'ont définie comme “la fin du pouvoir clérical”, “le déclin<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
du christianisme”, “la fin de la religion” ou encore “l'éclipse de Dieu”. L'une des<br />
acceptions les plus célèbres a été la séparation entre la gestion du politique qui<br />
concerne la chose publique et le choix de la religion qui entre dans le cadre de la<br />
chose privée. Nous pouvons dire alors que lorsque la modernité s'installait dans<br />
les différentes contrées qui ont des religions différentes, elle préservait la sacralité<br />
de la religion.<br />
La laïcité met ainsi toutes les religions sur un pied d’égalité, donnant<br />
l'impression qu'elle permet à chacun de choisir la religion qui lui sied et que<br />
toutes les religions sont égales. Cette égalité entre les religions n'est pas juste, les<br />
politiques, les philosophies et les idéologies étant elles mêmes différentes. En effet,<br />
il est des cultes qui sont rationnels, d'autres qui sont globaux, des religions qui<br />
sont révélées et d'autres qui sont le fait de l’Homme. La modernité, qui critiquait<br />
les politiques et les philosophies à travers leurs forces et leurs faiblesses, a aussi<br />
fait subir, suivant ses critères rationnels, le même traitement aux religions. Cette<br />
critique serait peut-être bénéfique dans l'étude des problèmes qui ont résulté de la<br />
séparation entre la chose publique et la chose privée.<br />
Si cette logique a échoué, c'est parce qu'elle considérait toutes les religions<br />
comme “irrationnelles”, les vouant ainsi à “la marginalisation” et au “dédain”.<br />
Ainsi, le processus de la globalisation moderniste doit se baser sur la<br />
pensée globale qui stipule qu'il convient de penser à notre religion en ayant à<br />
l'esprit les autres religions, pour déterminer laquelle est la plus rationnelle, selon<br />
la situation qui nous préoccupe”.<br />
En se basant sur cette pensée, il semble que le rationalisme, utilisé souvent<br />
comme un moyen pour marginaliser les religions, est un rationalisme mécanique<br />
véhiculé par le premier modèle de la modernité.<br />
En guise de conclusion, nous pouvons avancer que la gestion de la chose<br />
publique s'est réalisée dans le cadre de ce modèle à travers un rationalisme qui ne<br />
convient pas aux communs des mortels. Quant au rationalisme des<br />
“versets” (religieux), il ouvre, contrairement au rationalisme mécanique, de larges<br />
perspectives, notamment pour le dialogue.<br />
La deuxième modernité devrait tirer profit des possibilités rationnelles<br />
offertes par la pensée transitive qui la caractérise afin de mettre au point une<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
autre raison qui se substituerait à la raison des machines. Cette raison alternative<br />
mettrait à contribution ceux qui sont capables de saisir la portée des symboles<br />
aussi bien que l’usage des machines, car un esprit pour qui un outil ne vaut guère<br />
mieux qu’un outil est plus estimable que celui qui élève la machine au rang d’un<br />
miracle.<br />
Pour ce qui du postulat de la généralisabilité, les partisans du premier<br />
modèle de modernité insistent sur l’universalité des valeurs qu’ils ont acquises au<br />
prix d’une âpre lutte et leur convenance à tous les peuples et à tous les esprits,<br />
encore qu’elles soient nées sur leur terre et aient marqué leur histoire avant d’être<br />
propagées à travers le monde par la force de la persuasion et la dissuasion. Une<br />
donnée fondamentale semble, toutefois, avoir été négligée, à savoir l’écart entre<br />
les valeurs qu’ils proclament et les réalités dont ils ont été les instigateurs ou, en<br />
d’autres termes, la différence entre ce que nous avions baptisé “esprit” et “<br />
réalité” de la modernité. Une autre application de cet esprit pourrait, donc,<br />
supplanter la première étant donné que ses valeurs sont, en grande majorité,<br />
universelles. Nul ne peut contredire la portée universelle des valeurs de justice,<br />
d’équité, de liberté et de dignité et leur validité non seulement pour le monde dans<br />
lequel nous vivons, mais aussi pour tous les univers possibles et imaginables !<br />
Cependant, la modernité occidentale comme nous la constatons et pratiquons est<br />
dépourvue de toute universalité, car il s’agit d’une application locale que ses<br />
instigateurs ont imposée aux peuples de la terre. Il s’agit donc d’un fait local<br />
promu par la force au rang de l’universalité. Or, ils auraient mieux fait, si<br />
vraiment ils étaient animés par la volonté d’aider les autres, de leur montrer<br />
d’autres manières d’appliquer l’esprit de modernité qui soient mieux adaptées à<br />
leurs conditions, afin que leur modernité puisse être authentique et issue de leur<br />
créativité et de leur choix. Des indices sur l’existence de diverses possibilités<br />
d’application de l’esprit de modernité commencent en effet à prendre forme avec<br />
l’émergence d’une nouvelle modernité après que la première ait épuisé ses<br />
potentialités et achevé son rôle historique et après avoir montré des signes de<br />
précarité et de décadence. En outre, des appels commencent à se faire entendre<br />
pour la recherche d’une autre version de la modernité basée sur le principe d’une<br />
grande et même société représentative du monde entier ou, à défaut, d’un grand<br />
nombre d’Etats. Une modernité dans laquelle la politique retrouverait son rôle,<br />
que l’économie lui avait subtilisé, et l’éducation son importance, et dont les<br />
différentes sphères soient plus différenciées et les valeurs plus variées(73).<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
Pour cette raison, la généralisabilité moderniste que nous cherchons établit<br />
une distinction entre deux types d’universalités. La première dite “ universalité<br />
contextuelle” considère que tout objet est créé dans une société donnée pour être<br />
recréé dans une autre d’une manière différente qui pourrait l’enrichir en lui<br />
apportant d’autres caractéristiques. Quant à l’“ universalité non contextuelle” ou<br />
“absolutiste”, elle présume que toute chose créée dans une société donnée, ne<br />
peut être recréée ailleurs mais doit être reprise sous sa forme initiale, sous peine<br />
de se retrouver figée dans son nouveau contexte.<br />
Ainsi, l’universalité dont jouit l’esprit de modernité ne peut être que<br />
contextuelle, comme le montre d’ailleurs les multiples applications des “droits de<br />
l’Homme” entre l’Occident et le reste du monde, voire au sein même des sociétés<br />
occidentales. Dans les pays nordiques, par exemple, les droits économiques<br />
l’emportent sur le reste des droits, alors qu’en Europe de l’est, ce sont les droits<br />
politiques qui prédominent(*). D’autres parties du monde ont même introduit<br />
d’autres droits non reconnus par l’Europe, qui peuvent parfois être à l’opposé des<br />
premières, comme les “droits de la communauté” ou l’“ unanimité” en Afrique.<br />
Aussi, l’universalité des valeurs contextuelles a-t-elle le mérite de concilier deux<br />
tendances antagonistes : elle s’abstient d’extirper les valeurs de leurs origines et<br />
leur permet de s’enraciner ailleurs, tout en autorisant l’échange de valeurs et leur<br />
remodelage d’une culture à l’autre.<br />
En conclusion, la modernité qu’il nous faut doit être également intérieure<br />
et créative en ce qui concerne la généralisabilité. Une nouvelle application de la<br />
modernité commence à prendre forme sous l’appellation “deuxième modernité”,<br />
ce qui nous incite à effectuer trois transitions dont la première consiste à passer de<br />
la pensée individuelle à la pensée transitive, laquelle considère que “les autres”<br />
doivent être associés à toute activité de réflexion. La deuxième transition porte<br />
sur le passage de la raison des machines à celle des symboles qui incite l’esprit à<br />
ne pas s’arrêter aux frontières des instruments et à plonger dans les significations.<br />
Quant à la troisième transition, elle prévoit le passage de l’universalité absolutiste<br />
à l’universalité contextuelle, selon laquelle les valeurs ne peuvent se soustraire du<br />
contexte dans lequel elles ont été créées ou recréées.<br />
Au terme de cette étude, nous retiendrons que l’esprit de modernité se base<br />
sur trois principes fondamentaux : le “principe de majorité” que sous-tendent<br />
deux éléments essentiels “l’autonomie” et “la créativité”, le “principe de critique”<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
qui se compose de la “rationalité” et de la “différenciation”, et le “principe<br />
d’universalité” qui repose lui aussi sur deux fondements “l’extension” et la<br />
“généralisabilité”. Trois conséquences découlent de cette définition de l’esprit de<br />
modernité :<br />
1. l’esprit de modernité est différent de la réalité de la modernité.<br />
2. la modernité dans sa version occidentale est l’une des applications parmi<br />
d’autres possibilités de l’esprit de modernité.<br />
3. les différentes civilisations sont égales dans leur appartenance à l’esprit<br />
de modernité.<br />
4. notre réalité moderniste est plus proche de la “pseudo-modernité” que<br />
la véritable modernité.<br />
5. la modernité ne peut être transférée de l’extérieur mais se crée à<br />
l’intérieur.<br />
6. la création de notre propre modernité interne nécessite l’abrogation des<br />
postulats qui ont conditionné l’application occidentale de l’esprit de modernité et<br />
des aberrations qu’elle a occasionnées à tous les niveaux.<br />
- Nous avons ainsi montré, en matière d’autonomie, que la tutelle du plus<br />
fort n’est pas toujours animée de bonnes intentions à l’adresse du plus faible et<br />
qu’il s’agit dans ce cas de domination colonialiste. Nous avons aussi montré que<br />
l’autonomie ne signifie pas forcément l’affranchissement de toute autorité<br />
religieuse, mais plutôt l’indépendance de la tutelle coloniale.<br />
- Nous avons montré que la créativité n’implique pas la rupture totale car<br />
la véritable modernité et celle des valeurs. Elle ne consiste pas, non plus, à<br />
stimuler de façon inconsidérée de nouveaux appétits aux dépens des besoins<br />
spirituels, ni à favoriser l’épanouissement de l’individu à l’infini car la véritable<br />
prospérité est celle dont les bienfaits profitent également aux autres.<br />
- Nous avons expliqué que la raison est incapable de tout concevoir<br />
puisqu’elle ne peut saisir sa propre nature, comme elle est incapable de tout<br />
critiquer, car le monde n’est pas fait que de manifestations superficielles, ou de<br />
dominer la nature qui est la mère de l’Homme et non son esclave.<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
- Nous avons expliqué, concernant la différenciation, qu’aucune séparation<br />
totale ne doit avoir lieu entre la religion et la modernité car les modernistes se<br />
sont appuyés sur des notions religieuses et les hommes de religion figurent parmi<br />
les pères fondateurs de la modernité. De même que la raison et la religion ne<br />
peuvent être séparées totalement car la rationalité se décline en plusieurs<br />
amplitudes dont la foi. Nous avons insisté qu’il ne faut pas renoncer à la sacralité<br />
car l’être humain est en communion avec d’autres dimensions et le monde est<br />
constitué d’un ensemble de symboles, en plus des manifestations apparentes.<br />
- Pour ce qui est de l’extensibilité, nous avons montré que la modernité<br />
occidentale n’est pas une fatalité car l’Homme se situe au-dessus de cette<br />
application. Nous avons montré également que cette modernité est incapable de<br />
procurer la puissance globale parce qu’elle tend à isoler le côté matériel chez l’être<br />
humain de toute spiritualité. Enfin, nous avons montré que la quintessence de la<br />
modernité ne peut être économique puisque la nature humaine est essentiellement<br />
morale.<br />
- Concernant la généralisabilité, nous avons expliqué que l’esprit de<br />
modernité n’impose pas forcément l’individualisme mais plutôt la pensée<br />
transitive qui est la mieux adaptée à la communauté internationale, que le respect<br />
dû aux religions est profané par la modernité laïque qui les dépouillent de la<br />
rationalité des machines et des symboles et que l’universalité des valeurs de la<br />
modernité occidentale est contextuelle et non absolue. ❚<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
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CHESNEAUX, Jean: Modernité-monde, Brave Modern World, Editions<br />
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DOMENACH, Jean-Marie: Approches de la modernité, Ecole<br />
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GERARD, ALAIN B.L.: Ehique du travail et de la production, Ethique et<br />
modernité 2, Editions Erès, Ramonville Saint-Agne, 1998.<br />
GERARD, ALAIN B.L.: La bataille des éthiques, Ethique et modernité 3,<br />
Editions Erès, Ramonville Saint-Agne, 1998.<br />
GERARD, ALAIN B.L.: Athéisme et religion, Ethique et modernité 4,<br />
Editions Erès, Ramonville Saint-Agne, 1999.<br />
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Editions Erès, Ramonville Saint-Agne, 1999.<br />
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GIDDENS, Anthony : Les conséquences de la modernité, l’Harmattan,<br />
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L’esprit de modernité et le droit à la créativité | Dr Taha Abderrahmane<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la<br />
creatividad 75<br />
Dr Taha Abderrahmane<br />
Extracto: “…la modernidad que nos convendría, en el registro de la creatividad como<br />
componente esencial del espíritu de la modernidad, debería ser original y emanar del<br />
interior. No podemos romper todo lazo con nuestra herencia lo que, en realidad, es<br />
imposible. En cambio, podemos deshacernos de su parte que ha resultado inútil y<br />
restituir su contenido todavía fecundo, con ocuparse de romper con las prácticas<br />
corrompidas de la modernidad occidental conservando sólo los aspectos positivos.<br />
Podremos aspirar entonces a contribuir al perfeccionamiento de la realidad modernista<br />
occidental que, después de haber fracasado en hacer más feliz al hombre- que de hecho<br />
es el propósito último del espíritu de la modernidad, tiene interés en inspirarse en<br />
nuestra visión de la modernidad que, fuerte de un inestimable legado de valores nobles,<br />
posee enormes disposiciones espirituales que puede comunicarles a los demás y<br />
contribuir, así, a apaciguar a la desolación moral de muchos de ellos”. ❚<br />
75 Titúlo original: «L’esprit de modernité et le droit à la créativité», publicado en Revue l’Islam<br />
Aujourd’hui, N° 21-1425H/2004, ISESCO. Traducción de Hamza Boulaghzalate. Texto traducido<br />
con autorización de la Organización Islámica para la Educación, las Ciencias y la Cultura<br />
(ISESCO).
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
El espíritu de la modernidad y el derecho a la<br />
creatividad<br />
Dr Taha Abderrahmane<br />
Múltiples y variadas son las definiciones propuestas para presentar el<br />
concepto de la "modernidad”. Algunos definen la modernidad como una etapa<br />
histórica ininterrumpida que nació en Occidente antes de que sus efectos se<br />
repercutieran sobre el mundo entero, sin ponerse de acuerdo sobre la extensión de<br />
este período. Unos la remontan a cinco siglos mientras que otros la devuelven a<br />
un intervalo más corto, reducido a veces a sólo dos siglos.<br />
En otras definiciones, la modernidad es asimilada a las características que<br />
han marcado con una impresión indeleble esta parte de la historia, siempre sin<br />
ponerse de acuerdo ni sobre la naturaleza de estos indicios, ni sobre sus orígenes y<br />
menos aún sobre sus consecuencias. La modernidad es a veces presentada como<br />
un proceso que “promueve la razón, el progreso y la libertad”, o bien como “el<br />
ejercicio de la soberanía sobre la naturaleza, la sociedad, gracias a la ciencia y a la<br />
tecnología”. Otros no vacilarán en reducir esta definición a un solo aspecto: “la<br />
ruptura de todo lazo con el patrimonio”, la “búsqueda de lo nuevo”, “el<br />
aniquilamiento de la sacralidad”, la "racionalización", la "democracia", los<br />
"derechos humanos", “el destierro de la religión”, o todavía la "laicidad”. Ante<br />
esta profusión de definiciones y falta de claridad, nadie estaría muy asombrado de<br />
que se trate más bien de un “proyecto inacabado”<br />
Características del espíritu de la modernidad:<br />
Cabe señalar que todas estas definiciones, dejando de lado su capacidad de<br />
delimitar la "modernidad", atribuyen a este concepto rasgos tales que pueda<br />
aparecer como una criatura histórica con poderes sobrenaturales, capaz de<br />
disponer del destino de seres y cosas como un dios omnipotente cuya voluntad es<br />
irrevocable. En realidad, esta percepción de la modernidad es poco modernista,<br />
porque transpone un concepto racional y funcional en una representación<br />
inverosímil y sacralizada.<br />
Por lo tanto, deberíamos empezar por desprendernos de esta tendencia a<br />
"cosificar" el concepto de modernidad, estableciendo una distinción entre los dos<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
aspectos siguientes: “el espíritu de la modernidad” y “la realidad de la<br />
modernidad”. ¿Cuáles son, pues, las características de este espíritu?.<br />
I. Principios de la modernidad:<br />
Las características “del espíritu de modernidad” se basan en tres principios<br />
fundamentales: “el principio de mayoría”, “el principio de crítica” y “el principio<br />
de universalidad”. Intentaremos a continuación dilucidarlos uno por uno.<br />
a) El Principio de mayoría: según este principio, la modernidad es un<br />
proceso que permite el paso de la minoría a la mayoría. Por minoría, hay que<br />
entender –como la ha explicado Kant en su definición de la "Ilustración" - “la<br />
incapacidad del individuo de servirse del propio pensamiento sin la ayuda y<br />
dirección de otro, siendo él mismo responsable de esta deficiencia”. En términos<br />
más claros, la minoría no es más que “la elección de la dependencia”. Esta<br />
dependencia puede manifestarse en diferentes formas, entre las que encontramos<br />
"la imitación" o cuando el individuo se somete espontáneamente a los mandos<br />
del Otro y renuncia a toda actividad intelectual. El "calco" es otro aspecto de la<br />
dependencia que interviene cuando el individuo elige, sin coacción alguna,<br />
reproducir los métodos y los resultados de la reflexión del otro, así como su saber<br />
y sus técnicas, y se contenta con aplicarlos en su forma original a su propia<br />
realidad. La dependencia puede ser también "automática" cuando el sujeto<br />
menor, a fuerza de identificarse con el otro, se pone, inconscientemente, a imitar<br />
sus modos de reflexión y a apropiarse de sus logros.<br />
Así, es evidente que la mayoría está basada en dos nociones<br />
fundamentales:<br />
- La autonomía: es el estado de la persona mayor que se libera de toda tutela<br />
que pueda hipotecar su derecho al pensamiento y se sustrae a toda autoridad<br />
susceptible de impedirle alcanzar sus ambiciones, dando así rienda suelta a<br />
su propia dinámica. Tal persona es capaz, no sólo de disociarse de todo lo<br />
que podría contradecir el ejercicio de su derecho a la reflexión, sino también<br />
de decidir de lo que debe o no debe hacer, y así, toma forma su identidad. El<br />
individuo mayor no puede más que ser libre de sus movimientos y provisto<br />
de una identidad bien confirmada.<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
- La creatividad: una persona mayor debe sus ideas, palabras y actos a su<br />
propia capacidad creativa. Todo aquello en lo que piensa, dice o emprende<br />
está respaldado por nuevos valores que él mismo concibe o valores<br />
preexistentes que someterá a un esfuerzo de reconstitución de modo que<br />
parezcan inéditas. Si aceptamos, por otra parte, que el concepto de<br />
"creatividad" fue de toda la vida estrechamente vinculado a la literatura y a<br />
las artes más que a otro ámbito, consentiremos entonces que era natural que<br />
la emergencia de la noción de "modernidad " se haya efectuado en relación<br />
con la evolución de estas disciplinas. Esta constatación se comprueba sobre<br />
todo en el siglo XIX cuando el "modernismo" designaba una corriente de<br />
literatura y de artes que sólo reconocía un valor auténtico a la innovación y<br />
a la creación, levantándose contra todo lo que pueda parecer antiguo,<br />
incluso si lo es desde hace poco tiempo, incluyendo lo que ha sido creado<br />
hasta por los partidarios de esta nueva tendencia. La existencia del individuo<br />
mayor aparece de este modo en perpetua reconstitución.<br />
b) Principio de crítica: este principio estipula que la modernidad es un paso<br />
del estado de creencia al estado de crítica. La "creencia" designa aquí el<br />
reconocimiento de un postulado sin exigencia de prueba, mientras que la<br />
"crítica" somete cada dato a la prueba de la demostración antes de aceptar su<br />
bien fundado. El principio de "crítica" se basa, a su vez, en dos pilares:<br />
- La racionalización: es la sujeción de los fenómenos, instituciones sociales,<br />
comportamientos humanos y del conjunto de la herencia histórica a los<br />
principios de la razón que hacen posible la realización de diferentes formas<br />
de progreso en la percepción de estas categorías. Esta racionalización<br />
modernista ha alcanzado sus mejores logros en las ciencias naturales, la<br />
tecnocracia y la economía de mercado, y alcanza su paroxismo en la<br />
"Tecnociencia" donde la ciencia ha perdido el privilegio de la iniciativa en<br />
beneficio de la tecnología que, de ahora en adelante, le pone sus estrategias<br />
y le traza su camino.<br />
- La diferenciación: consiste en transponer un objeto de un estado de<br />
homogeneidad al de heterogeneidad, para transformar sus elementos<br />
semejantes en elementos desemejantes con vistas a determinar con precisión<br />
los mecanismos inherentes a cada uno de ellos. La modernidad ha<br />
introducido el proceso de diferenciación en todas las instituciones y modos<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
de vida comunitaria e individual, trazando por ejemplo, en el ámbito del<br />
saber, contornos que delimitaban la ciencia, el derecho, la ética y el arte, o<br />
instaurando en la cultura una distinción entre los valores teóricos, prácticos<br />
y simbólicos. La modernidad ha establecido además, en la palestra social,<br />
una distinción entre los diferentes papeles y misiones de los actores sociales,<br />
y ha adoptado, en la economía, el principio de la división del trabajo. En<br />
este mismo capítulo, podríamos colocar también la separación entre la<br />
religión y el Estado en la cual se ha basado el principio de la laicidad. Cada<br />
una de estas esferas consideradas aisladamente en los ámbitos antes<br />
mencionados, se ha visto atribuir la facultad de adquirir una lógica y una<br />
legitimidad propias y de evolucionar independientemente de otras esferas.<br />
- Principio de universalidad: según el cual la modernidad es un paso de la<br />
especificidad a la universalidad, la primera siendo el estado de toda cosa que<br />
existe dentro de una esfera bien definida, y dotada de características<br />
precisas. Sería posible distinguir dos tipos de especificidades: la especificidad<br />
del ámbito, ya que la existencia de toda cosa no puede concebirse sino<br />
dentro de un ámbito delimitado por un contorno regular, y la especificidad<br />
social dado que los miembros de la misma sociedad se distinguen por<br />
características culturales determinadas. La universalidad modernista es,<br />
pues, un rebasamiento de estas dos caras de la especificidad. Por tanto, la<br />
universalidad se basa en dos componentes esenciales:<br />
- La extensibilidad: los efectos de la modernidad no se limitan a un ámbito<br />
particular, sino que se extienden a todos los ámbitos de la vida y a todos los<br />
niveles del comportamiento del hombre, ejerciendo su influencia<br />
indistintamente sobre el pensamiento, la ciencia, la religión y la ética, así<br />
como sobre el derecho, la política y la economía. De hecho, toda<br />
intervención de la modernidad en un ámbito particular, se propaga<br />
ineluctablemente hacia otros ámbitos que, a su vez, experimentan<br />
transformaciones y trastornos que desbordan sus propios límites. Sobre<br />
todo porque el espíritu de crítica es la prerrogativa de la modernidad que,<br />
en su búsqueda de un análisis racional global, no puede fijarse en las<br />
fronteras de un ámbito determinado.<br />
- La generalizabilidad: no es posible mantener la modernidad dentro de las<br />
sociedades donde ha sido concebida porque es generadora de productos<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
altamente sofisticados y de valores vigorosamente comprometidos para la<br />
liberación del hombre. En consecuencia, la modernidad no puede más que<br />
investir otros entornos, haciendo caso omiso de las disparidades históricas y<br />
culturales que desaparecen progresivamente. Mejor todavía, los progresos<br />
técnicos continuos de los medios de transporte y de comunicación no hacen<br />
sino acelerar la transmisión de estos productos y de estas ideas. Un flujo que<br />
ha acabado invadiendo nuestro globo por <strong>completo</strong>, abriendo así el camino<br />
a una nueva era en la modernidad: la "mundialización”.<br />
En resumen, el espíritu de la modernidad se basa en tres principios<br />
esenciales: el “principio de mayoría” que preconiza la autonomía en relación a los<br />
tutores y los padrinos potenciales y la creatividad en la expresión y la acción; el<br />
“principio de crítica” que estipula la racionalización en todos los aspectos de la<br />
vida y la diferenciación en todo lo que requiere más precisión; y el “principio de<br />
universalidad” que apela a la extensibilidad y a la generalizabilidad. El espíritu<br />
modernista es, por tanto, mayor, crítico y universal.<br />
II. Consecuencias de los principios de la modernidad:<br />
Esta definición del espíritu de la modernidad nos conduce a las cuatro<br />
deducciones siguientes:<br />
a) La multiplicidad de las aplicaciones del espíritu de modernidad: el<br />
"espíritu" de una cosa puede manifestarse a través de diversos aspectos. Lo<br />
mismo ocurre con el espíritu de modernidad que abarca una serie de principios.<br />
Es notorio, por otra parte, que una aplicación particular de un principio no puede<br />
consumir toda la sustancia, porque representa (el principio) una especia de regla<br />
válida en casos diferentes. Es necesario, pues, que estos principios de modernidad<br />
sean aplicados de diferentes maneras y que cada una de estas aplicaciones pueda<br />
efectuarse en un contexto de certezas y de suposiciones dadas, llamadas<br />
“postulados de aplicación”.<br />
b) El desfase entre la realidad y el espíritu de la modernidad: La realidad<br />
de la modernidad es sólo una de las manifestaciones - o aplicaciones- posibles del<br />
espíritu de la modernidad y sólo ofrece una simple ilustración. Y como la<br />
ilustración no puede, en ningún caso, igualar el modelo a ilustrar, la realidad<br />
modernista no puede ser considerada como el reflejo auténtico de la modernidad.<br />
Lo que acarrea disparidades en la capacidad de estas aplicaciones a encarnar el<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
espíritu de la modernidad, siendo algunas más aptas que otras en prevalerse en su<br />
movimiento hacia el progreso.<br />
c) Especificidad de la realidad de la modernidad occidental: La realidad<br />
modernista tal como se presenta en Occidente no es, sin duda alguna, más que<br />
una aplicación entre muchas otras posibilidades que ofrece el espíritu de la<br />
modernidad, tal como ha quedado definido por los principios antes mencionados.<br />
Por tanto, es concebible que estos principios se hayan realizado en sociedades<br />
antiguas de distintas maneras que las que se manifiestan actualmente en los países<br />
occidentales. Del mismo modo, se pueden realizar bajo otros aspectos en las<br />
sociedades futuras.<br />
d) La igualdad en la pertenencia al espíritu de la modernidad: Los<br />
Occidentales difícilmente pueden pretender poseer más que otros el espíritu de<br />
modernidad que, en realidad, es un bien común a todas las naciones civilizadas;<br />
es decir las que habrán realizado estos dos tipos de acción para merecer este<br />
calificativo: “acción urbanística” que representa el aspecto material de la<br />
civilización y la "acción histórica" que resume la vertiente moral. Ahora bien,<br />
sólo la intensidad con la cual estas dos acciones son llevadas a cabo puede<br />
diferenciar a las naciones, tomando en consideración la acumulación del saber y<br />
de los valores humanos a través de los siglos. Toda nación es capaz, por lo tanto,<br />
de lograr más que la anterior.<br />
En relación a estas cuatro deducciones (multiplicidad de las aplicaciones<br />
del espíritu de la modernidad, desfase entre la realidad y el espíritu de<br />
modernidad, la especificidad de la realidad modernista occidental y la igualdad en<br />
la pertenencia al espíritu de modernidad), nos encontramos ante una<br />
interrogación fundamental: “¿Cómo podemos aplicar el espíritu de la<br />
modernidad a nuestra realidad islámica? En otras palabras, a nuestro campo de<br />
acción? ”<br />
Como preludio a la respuesta, expresaremos aquí las tres observaciones<br />
siguientes:<br />
La primera se refiere a la necesidad de evitar las repercusiones negativas de<br />
la aplicación occidental del espíritu de modernidad. Si bien las posibilidades de<br />
aplicación del espíritu de modernidad son múltiples, es necesario evitar los dos<br />
siguientes riesgos:<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
- La reproducción desconsiderada de las aplicaciones de este espíritu por los<br />
demás, ya que el objetivo perseguido es regenerar el modelo original y no su<br />
copia, de reconstruir el espíritu y no una de sus aplicaciones que es sólo el<br />
reflejo, sin olvidar que cada campo de acción tiene sus propios modos de<br />
funcionamiento.<br />
- La repetición de los errores cometidos en la aplicación occidental del<br />
espíritu de la modernidad regida, probablemente, por la regla general según<br />
la cual “el abuso en toda cosa conduce a su opuesto”. La aplicación<br />
occidental de la modernidad da lugar a menudo a resultados contrarios a los<br />
deseados por sus autores, hasta tal punto que se acomoda a repetir que se<br />
trata de un “proceso incontrolable”, un “generador de alienación”, o<br />
“productor del desarrollo, el subdesarrollo y el mal desarrollo”.<br />
Así, procurando dominar la naturaleza, el hombre moderno se ha<br />
encontrado vencido y gobernado por ella, como lo demuestran la aparición de<br />
enfermedades hasta ahora desconocidas, el espectro de las radiaciones nucleares,<br />
la proliferación de las armas de destrucción masiva, la bomba demográfica, la<br />
contaminación del medio ambiente, la perforación de la capa de ozono…, hasta<br />
parecería que el hombre moderno es incapaz de introducir reformas sobre un<br />
sector determinado, sin provocar consecuencias nefastas. Tomemos por ejemplo<br />
el sistema económico mundial que la modernidad occidental ha instaurado sin ser<br />
capaz de controlar ni los mecanismos ni la evolución. La misma modernidad tenía<br />
como finalidad romper con las formas tradicionales del poder, y ahora se<br />
encuentra frente a sistemas mucho menos tolerables y más complicados que<br />
aquellos que pretendía poder abolir. En consecuencia, la búsqueda de la<br />
supremacía se ha transformado en avasallamiento, la autonomía se ha convertido<br />
en subordinación y la cosa privada se ha transformado en cosa pública.<br />
Esta paradoja que caracteriza la aplicación occidental del espíritu de la<br />
modernidad tiene que ser imputada para la transformación de los medios en fines.<br />
Esta aplicación consiste en elevar los medios utilizados para realizar sus objetivos<br />
al nivel de nuevos objetivos a realizar en la segunda etapa y así sucesivamente.<br />
Las numerosas fórmulas utilizadas para describir la modernidad consagran esta<br />
tendencia a invertir tal “el cambio por el cambio” y sus corolarios tales como “el<br />
progreso por el progreso”, “el desarrollo por el desarrollo”, “la producción por<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
la producción”, “el consumo por el consumo”, “la creación por la creación”, “el<br />
arte por el arte” y “la crítica por la crítica”.<br />
La segunda observación gira en torno a la necesidad de considerar la<br />
modernidad como una aplicación interna y no externa. El postulado según el cual<br />
habría dos tipos de modernidades, una interior y la otra exterior, es<br />
completamente erróneo. La modernidad real no puede lograrse sino a través de la<br />
aplicación directa del espíritu de la modernidad respaldado por los tres principios<br />
antes mencionados (principio de mayoría, principio de crítica, principio de<br />
universalidad). Por lo tanto, una aplicación directa no puede ser sino una<br />
“modernidad interior”, mientras que lo que otros llaman "modernidad exterior",<br />
haciendo alusión a las experiencias de países no occidentales, apenas puede ser<br />
considerada como una modernidad en el sentido propio. En este último caso, se<br />
trata a lo sumo de una imitación mediocre obtenida mediante una reproducción<br />
de la aplicación occidental del espíritu de modernidad en lugar de conformarse a<br />
este espíritu sin intermediario. Al proceder a una reproducción de segundo grado,<br />
no hacemos más que mistificar una simple aplicación del espíritu de modernidad -<br />
en este caso la aplicación occidental- condenándose a permanecer lejos de su<br />
auténtico espíritu. Esta reproducción de segundo grado es pues perjudicial por el<br />
motivo de que no se trata de aplicar una aplicación interna, al cual caso había<br />
que volver al principio, pero de aplicar una aplicación externa puesto que el<br />
modelo original está perdido de vista. Por lo tanto, cualquier nación es llamada a<br />
elegir entre una modernidad interna que ella misma construirá y una ausencia<br />
total de modernidad.<br />
La tercera observación atañe a la necesidad de concebir una aplicación<br />
creativa y no imitativa de la modernidad que sólo puede ser adquirida mediante<br />
la creatividad. Aquellos que trabajan en esta perspectiva son llamados pues a<br />
cumplir con las condiciones ya mencionadas, dedicándose a lograr su autonomía<br />
y a dar muestras de originalidad porque la creatividad tiene numerosas caras<br />
entre las cuales es posible elegir. Son llamados también a proceder por<br />
racionalización y diferenciación y de ingeniarse para alcanzar la extensibilidad de<br />
sus actos en todos los ámbitos y la generalizabilidad de sus obras.<br />
En palabras resumidas, es modernidad sólo la que emana del interior, fruto<br />
de la creatividad y no de la dependencia. La modernidad no puede ser más que un<br />
proceso interior y creativo.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 133
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
Sin embargo, la realidad islámica no responde a ninguna de estas<br />
condiciones desde que ha fallado en la aplicación interna del espíritu de la<br />
modernidad y en la capacidad de dar muestras de originalidad suscribiéndose a<br />
sus reglas fundamentales. Se trata, bien al contrario, de reproducción de una<br />
aplicación de este espíritu tal como ha sido realizada por Occidente, es decir de<br />
una aplicación de segunda mano. Algunos de ellos son presa de una<br />
desafortunada confusión imaginando que hemos accedido a la modernidad. Este<br />
estado donde se cultiva el sentimiento de estar “en la modernidad, mientras que<br />
no lo estamos”, hemos elegido llamarlo "pseudo-modernidad”. A estas alturas, la<br />
pregunta “¿de qué manera el espíritu de la modernidad puede aplicarse?” que ya<br />
hemos formulado vuelve así: “¿cómo podemos pasar de la pseudo-modernidad a<br />
la modernidad?”<br />
¿Cómo podemos pasar de la pseudo-modernidad a la modernidad?<br />
Antes de responder a esta pregunta, hace falta destacar esta verdad<br />
fundamental: cada aplicación del espíritu de modernidad depende de postulados e<br />
hipótesis sacados de su propio entorno. De este modo, las desemejanzas entre las<br />
diferentes aplicaciones del espíritu de modernidad son el reflejo de las diferencias<br />
existentes entre estas creencias y postulados que hemos llamado “postulados de<br />
la aplicación”.<br />
Estos postulados pueden sin embargo revelarse inexactos, lo que afecta a la<br />
pertinencia del conjunto de la aplicación. Es el caso de la versión occidental de la<br />
modernidad que, basándose en postulados incorrectos, se ha extraviado en una<br />
sucesión de errores. Por ello, es indispensable someter a prueba la veracidad de<br />
los datos principales y asegurarse de su adecuación con nuestro campo de acción<br />
para evitar que nuestra propia aplicación del espíritu de modernidad se haga<br />
sobre fundamentos ajenos.<br />
III. La aplicación del principio de mayoría en nuestro campo de acción:<br />
Habíamos evocado los dos componentes esenciales del principio de<br />
mayoría que son "la autonomía" y "la creatividad”. Comencemos primero por<br />
considerar la manera de pasar de una pseudo-mayoría a una verdadera<br />
mayoría.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 134
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
a) Pasar de la pseudo-mayoría a la mayoría: no es ningún secreto que no<br />
formamos parte de los que reflexionan por sí mismos, pero más bien de los que<br />
han dejado al Otro- en este caso Occidente- el cuidado de refllexionar para ellos;<br />
es decir, formamos parte de los que han renunciado a este derecho en beneficio de<br />
otros, por fascinación o por coacción. Mantenemos la ilusión de que este Otro<br />
está en condiciones de pensar para nosotros mejor que nosotros mismos seríamos<br />
capaces de hacer. Visto desde esta perspectiva, este Otro nos ahorra las<br />
preocupaciones de la reflexión, proporcionándonos los frutos de este esfuerzo<br />
intelectual que, solos, no seríamos capaces de llevar a cabo. En realidad, esta<br />
situación es la peor de las tutelas morales a las que un ser humano pueda<br />
someterse.<br />
Esta situación refleja exactamente el estado de "pseudo-modernidad " en<br />
el cual vivimos. Nos incumbe por tanto salir de este callejón sin salida revocando,<br />
una por una, las tesis ocultas en las cuales descansa la aplicación occidental de la<br />
regla de la autonomía. Estas tesis son las siguientes:<br />
1. la tutela de una potencia extranjera es la expresión de una protección<br />
hacia los más débiles;<br />
2. la tutela interior es la de los religiosos;<br />
3. la modernidad es la autonomía en relación a la tutela interior.<br />
El primer postulado se ha convertido en uno de los componentes<br />
fundamentales de la aplicación occidental de la modernidad cuando ésta ha<br />
llegado a la etapa del colonialismo y de la hegemonía sobre los pueblos débiles.<br />
¡Es evidente que este postulado se contradice con el espíritu de la modernidad, ya<br />
que la tutela no puede producir otra cosa más que la dominación, sobre todo si se<br />
trata de una dominación de una potencia extranjera! Ahora bien, según el espíritu<br />
mismo de la modernidad, el pensamiento es inhibido por la dominación como<br />
puede serlo por la brutalidad del poder.<br />
El segundo postulado es también falso, porque en nuestro campo de<br />
acción, ninguna dominación interna ha sido ejercida por los religiosos, es decir<br />
los doctores de la fe islámica. Estos últimos nunca han acaparado el poder<br />
político, ejercido una autocracia o cometido abusos de poder como fue el caso del<br />
clero en la historia de las potencias coloniales.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 135
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
En cuanto al tercer postulado, es indefendible, asimismo, por la simple<br />
razón de que nuestra sociedad nunca ha conocido el monopolio del poder por un<br />
clero lo que significa que no podemos acceder a la modernidad por el mismo<br />
camino que Occidente, es decir liberándonos de la tutela religiosa.<br />
“Invertir las realidades” es un mecanismo al que ha recurrido el<br />
colonialismo constantemente para adaptar nuestros espíritus a sus propios<br />
postulados. En este caso particular, un verdadero sometido es descrito como un<br />
tutor, mientras que él que le impone su tutela es considerado como sometido. De<br />
hecho, los doctores de la fe son más próximos, en nuestra realidad, de la posición<br />
de los sometidos que a la de los tutores. Además, ellos no tienen incluso el<br />
derecho al pensamiento a menos que se lo autoricemos. Mientras que el<br />
colonizador merece más que quienquiera ser cualificado de tutor, ya que es él<br />
quien se esfuerza por dictarnos la autoridad a la cual debemos sustraernos.<br />
A partir de ahí, está a nuestro alcance determinar la manera de adquirir y<br />
de crear nuestra propia autonomía. Porque basta con restaurar el orden invertido<br />
por el colonizador haciendo de él el verdadero tutor que impide a todo el mundo<br />
gozar del derecho al pensamiento, para que aparezca la verdad en la cual los<br />
doctores de la fe figuran entre los que están sometidos a esta tutela. Entonces<br />
seríamos llevados a liberarse de esta tutela comprobada comprometiéndonos en<br />
un esfuerzo de reflexión, sin dejarse intimidar por los fracasos propios a cada<br />
nuevo comienzo porque no tardarán en difuminarse, cediendo el sitio a un paso<br />
sereno, fortalecido por los futuros retos.<br />
En resumidas cuentas, tratándose de la autonomía como componente del<br />
espíritu de la modernidad, la autonomía que nos conviene es necesariamente<br />
interna y creativa; porque en nuestro campo de acción, la tutela que hay que<br />
abolir es la de las potencias colonialistas y de la dominación extranjera capaz de<br />
disfrazarse de mil disfraces, hasta el punto de que algunos de nosotros les sirven<br />
de portavoces. Necesitaremos cortar el cordón umbilical que ha vinculado, desde<br />
siempre, la modernidad a la dominación extranjera para hacer una empresa sin<br />
supremacía occidental y exenta de cualquier visión hegemónica porque una<br />
modernidad sin tutela encarna mejor el espíritu de la modernidad.<br />
Veamos ahora una manera para salir de la "pseudo-creatividad" y acceder<br />
a la creatividad que constituye el segundo pilar del principio de mayoría.<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
a) Pasar de la pseudo-creatividad a la creatividad: si fuéramos incapaces de<br />
pensar, estaríamos –a fortiori- aún menos capaces de dar muestras de creatividad.<br />
Nuestra capacidad de creación es de hecho interrumpida, lo cual nos reduce a una<br />
posición poco deseada desde que el servilismo se ha convertido para nosotros en<br />
una segunda naturaleza. Numerosas son las formas de esta sumisión que pueden,<br />
sin embargo, ser clasificadas en dos tipos de imitación: el "pensamiento clásico" y<br />
el "pensamiento moderno”. Al persistir en la creencia de que la imitación de los<br />
modernistas no es una imitación, sino que constituye más bien una innovación<br />
que nos puede abrir las puertas de la modernidad, contribuimos en anclar este<br />
comportamiento en nuestras mentes. En realidad, este tipo de imitación no está<br />
exento de peligros porque se trata de simular prácticas que nacieron y<br />
evolucionaron en otro lugar y que somos por ello incapaces de dominar y de<br />
adaptar a nuestras propias condiciones. Convencidos de que la fiel reproducción<br />
de estos comportamientos es una fatalidad, ponemos en juego nuestro pundonor<br />
al conformarnos y al inculcarlos a nuestros hijos. Todo esto demuestra que el<br />
espíritu de la modernidad es muy mal entendido. Sin embargo, sólo puede<br />
pretender poseer este espíritu aquel que da muestras de creatividad en todo.<br />
Incluso retomando la más reciente de las innovaciones de los demás, se ocupa de<br />
reconstituirla bajo una nueva luz. En cuanto a nosotros, por desgracia, desde que<br />
tomamos posesión de un nuevo producto, somos incapaces de readaptarlo a<br />
nuestras necesidades, en cuanto a la idea de sustituirlo por otro objeto de nuestra<br />
creación, pues ni siquiera se nos ocurre. Nos esmeramos entonces en hacer uso<br />
del producto conforme a las intenciones de sus diseñadores como si se tratara de<br />
un objeto de culto, sin darse cuenta de que al actuar de este modo, nos<br />
condenamos a salir de la modernidad.<br />
Esta es la descripción perfecta del estado de pseudo-creatividad en el cual<br />
vivimos y el cual debemos dejar reconsiderando los postulados sobre los cuales<br />
Occidente ha construido su visión de la creación con el fin de abolirlos y<br />
deshacerse de sus consecuencias perniciosas. Estos tres postulados son:<br />
1. La más original de las creaciones es la absolutamente independiente.<br />
2. La creatividad puede a la vez crear y responder a una necesidad.<br />
3. La verdadera creación es la que proporciona el más alto grado de<br />
plenitud.<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
El primer postulado es totalmente falso ya que una plena independencia en<br />
relación a las ideas legadas o transmitidas, clásicas o recientes, es científicamente<br />
imposible. Nadie está en condiciones de convertirse en una página de una<br />
blancura inmaculada, sobre la cual puede transcribir lo que le plazca. Hasta<br />
aquellos que han pensado que habían conseguido romper todos los lazos con el<br />
pasado y su herencia, circunscribir su existencia en el presente y comprometerse<br />
firmemente con el futuro, no han podido evitar referirse en sus realizaciones -<br />
conscientemente o inconscientemente- a préstamos manifiestos o latentes<br />
procedentes de su patrimonio.<br />
Por lo tanto, nos abstendremos de medir la creatividad por el mismo<br />
rasero de la ruptura total con el pasado, sino por la capacidad de apartarse de<br />
todo lo que ha gotado su fecundidad. Numerosos son los valores humanos<br />
antiguos cuya perennidad no se pone en tela de juicio por ninguna perspectiva de<br />
futuro, y aún menos por el presente. Desprenderse de eso sería arrojar la<br />
humanidad a la degradación total y renunciar a toda veleidad modernista, la<br />
modernidad siendo evaluada por el grado de promoción del ser humano y no por<br />
su capacidad de romper con el pasado. De hecho, la ruptura no siempre se<br />
concibe como una elevación del hombre e inversamente. Nuestra concepción de la<br />
modernidad es tal que hace falta una ruptura cuando ésta se revela necesaria y<br />
optar por la continuidad cuando sea necesario. Aspiramos, por tanto, “a una<br />
modernidad de valores”, y no a una “modernidad cronológica".<br />
El segundo postulado que quiere que “la creatividad puede a la vez crear y<br />
responder a una necesidad” tampoco debe ser tomado literalmente. La<br />
creatividad puede ser aplaudida y exaltada allí donde estimula necesidades<br />
espirituales e inmateriales, desarrollando los gustos y la estética y afilando los<br />
talentos. Sin embargo, las necesidades que se crean se sitúan más en el campo de<br />
los deseos materiales que en otros niveles, sin pretender responder a las exigencias<br />
del progreso científico y tecnológico y a los imperativos del desarrollo económico.<br />
La mayor manifestación de la modernidad se confunde ahora con el consumismo<br />
desenfrenado. Los dueños de empresas han participado en la carrera por la<br />
producción de artículos destinados a la venta, esforzándose constantemente en<br />
concebir nuevas formas para estimular el apetito de los consumidores. Sólo<br />
podemos ser refractarios a este tipo de "creatividad” que sólo se preocupa por<br />
acumular las ganancias, a expensas de los gustos del consumidor.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 138
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
La modernidad que defendemos es la que, aprovechando los avances<br />
alcanzados por el progreso técnico y económico, protesta contra la<br />
sobreestimulación de las necesidades materiales y favorece en cambio una<br />
exaltación de las predisposiciones espirituales, porque sólo la creación de las<br />
necesidades espirituales puede contrarrestar la creación de las necesidades<br />
materiales. En este nivel, somos capaces - mejor que cualquiera- de resaltar<br />
nuestro genio creativo para poder contribuir efectivamente a la construcción de la<br />
modernidad mundial. De hecho, lo que más necesita esta modernidad es colmar el<br />
vacío espiritual que a menudo se describe como una falta de "sentido", de<br />
"referencial", de "finalidad" o de "libertad”. Es indiscutible que disponemos de<br />
un amplio conocimiento y de una gran experiencia en el mundo de los valores<br />
espirituales que han elevado la existencia humana y pueden ennoblecer más y<br />
alzar su condición al rango del ser cumplido, a condición de que lleguemos a<br />
explorar nuevas dimensiones estéticas y a concebir un nuevo orden moral, para<br />
satisfacer las aspiraciones del hombre moderno.<br />
En cuanto al tercer postulado, pues tiene que ser tomado también con<br />
cautela, porque la plenitud del individuo es cosa honorable si es el resultado de<br />
una remodelación constante de la vida privada que tenga en cuenta las exigencias<br />
morales del comportamiento decente hacia los demás y cumpla los compromisos<br />
debidos a la vida en comunidad. En cambio, si la plenitud del individuo se<br />
convierte en una búsqueda contínua de las formas de satisfacer sus propios<br />
deseos, impulsada por impulsos egoístas y fruto del ensimismamiento, sin común<br />
acuerdo con las preocupaciones e intereses humanos, sólo podrá en última<br />
instancia alterar la dimensión humana de este individuo y disolver los lazos<br />
sociales.<br />
Por lo tanto, nuestra versión de la modernidad no debería limitarse a<br />
buscar la plenitud individual sino la plenitud de los demás. Aquí queremos no<br />
sólo hacer frente a un comportamiento resultante de la modernidad occidental -<br />
que algunos se han tomado la molestia de llamar "individualismo", "egoísmo" o<br />
"narcisismo" – sino también porque este estilo de vida no puede arraigarse ni<br />
generalizarse en nuestro campo de acción a pesar de nuestra imitación de la<br />
aplicación occidental del espíritu de la modernidad. Y esto, debido a las reglas de<br />
ética arraigadas en el mundo islámico y que se oponen a esta propensión egoísta<br />
en la modernidad occidental, que reflejan además aforismos como: “el bienestar<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 139
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
es el bien común” que una sola persona no puede experimentar sin comunicárselo<br />
a otros, “el amor de sí es fuente de desgracias”, o todavía “hacer el bien<br />
alrededor de sí es lo mismo que hacerse el bien a sí mismo”.<br />
Para concluir, diremos que la modernidad que nos convendría, en el<br />
registro de la creatividad como componente esencial del espíritu de la<br />
modernidad, debería ser original y emanar del interior. No podemos romper todo<br />
lazo con nuestra herencia lo que, en realidad, es imposible. En cambio, podemos<br />
deshacernos de su parte que ha resultado inútil y restituir su contenido todavía<br />
fecundo, con ocuparse de romper con las prácticas corrompidas de la modernidad<br />
occidental conservando sólo los aspectos positivos. Podremos aspirar entonces a<br />
contribuir al perfeccionamiento de la realidad modernista occidental que, después<br />
de haber fracasado en hacer más feliz al hombre- que de hecho es el propósito<br />
último del espíritu de la modernidad, tiene interés en inspirarse en nuestra visión<br />
de la modernidad que, fuerte de un inestimable legado de valores nobles, posee<br />
enormes disposiciones espirituales que puede comunicarles a los demás y<br />
contribuir, así, a apaciguar a la desolación moral de muchos de ellos.<br />
Después de haber explicitado la forma de aplicar el principio de mayoría<br />
en nuestro campo de acción, ahora discutiremos el segundo principio de la<br />
modernidad: el principio de crítica.<br />
IV. Aplicación del principio de crítica en nuestro campo de acción:<br />
Habíamos visto que el principio de crítica se basaba en dos elementos<br />
esenciales: la "racionalización" y la "diferenciación". Comenzaremos por<br />
examinar el paso de la pseudo-racionalización a la verdadera racionalización.<br />
a) De la pseudo-racionalización a la racionalización: estamos<br />
comprometidos, desde hace poco tiempo, en una crítica racional - o<br />
racionalización- de nuestra cultura y de nuestras instituciones políticas, jurídicas y<br />
sociales. Sin embargo, lejos de ser el producto de nuestra imaginación o de<br />
nuestra propia lectura del espíritu de la modernidad, este esfuerzo de crítica se ha<br />
realizado, también, de una manera calcada por <strong>completo</strong> sobre una realidad<br />
modernista preexistente. Y ni siquiera nos hemos molestado en justificar o<br />
legitimar esta imitación, ni incluso tratar de analizar los mecanismos de la crítica<br />
que hemos tomado prestados para asegurarse de su adecuación con los asuntos<br />
sobre los cuales los aplicamos, como si se tratase de instrumentos aptos para<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 140
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
servir sea cual fuere el tipo de modernidad que pretendemos construir, en<br />
cualquier tiempo y en cualquier lugar. Nuestra incapacidad para adquirir los<br />
instrumentos de la crítica, el poco caso que hacemos a su potencial y el<br />
desconocimiento de su maquinaria, así como la falta de confianza en nuestras<br />
potencialidades intelectuales, junto con el mito de la existencia de una sola y<br />
única vía hacia la modernidad, todo esto nos ha obligado a aferrarse ciegamente a<br />
los métodos recibidos de la crítica, sin mucho molestarse de su gran diversidad y<br />
sus contradicciones, pisando los talones a los que los concibieron a pesar de las<br />
disparidades entre los entornos y las circunstancias. El resultado es el enorme<br />
daño causado a una gran parte de nuestra historia y nuestro patrimonio. ¡Porque,<br />
cuántas verdades hemos deformado o alterado! ¡Cuántas inverosimilitudes hemos<br />
maquillado y disfrazado!<br />
Tal es el estado de la pseudo-racionalización en el cual vivimos. Para salir<br />
de esta situación, deberemos rectificar los errores cometidos en la acepción<br />
occidental de la racionalización, reconsiderando, uno por uno, los postulados que<br />
le sirven de base. Éstos se resumen como sigue:<br />
1. La razón es capaz de concebirlo todo.<br />
2. El Hombre es dueño de la naturaleza.<br />
3. Todo puede ser objeto de crítica.<br />
De los tres postulados de la racionalización, el primero es, obviamente, el<br />
más ancaldo en la práctica occidental del espíritu de la modernidad. Esta posición<br />
central no tiene, forzosamente, que ser transmitida a otras aplicaciones del<br />
espíritu de modernidad que, aunque exaltando la razón, se abstiene de precisar la<br />
naturaleza o el grado de su supremacía. Más aún cuando este postulado, tan<br />
sólido que pueda parecer, no resiste el análisis de su pertinencia incluso en su<br />
contexto y por su propia lógica. Para hacerlo, basta con examinar los dos<br />
argumentos siguientes:<br />
En primer lugar, el espíritu - que es en sí una cosa- es incapaz de<br />
comprender su propia realidad por la sencilla razón de que cualquier instrumento<br />
se supone ser más consistente que la obra. Así que, para entender el espíritu<br />
necesitaríamos un segundo espíritu superior al primero, lo cual para ser<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 141
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
comprendido requiere a su vez un tercer espíritu aún más cumplido, lo que nos<br />
arrastra en una sucesión interminable.<br />
En segundo lugar, la razón es incapaz de concebirlo todo porque ella<br />
misma forma parte de este "todo" que significa aquí la cosa más amplia que sea.<br />
Hay cosas cuya grandeza hace difícilmente concebibles, aunque teóricamente<br />
posible, por el espíritu. Que pasaría entonces al espíritu occidental descrito por<br />
sus propios partidarios como estrecho y cuya capacidad se limita a la fabricación<br />
de maquinaria y generación de ganancias. Éste es el espíritu que han llamado<br />
"razón funcional", en oposición a la “razón axiológica”, y no han parado de<br />
lamentar los desastres que nunca deja de causar a la humanidad.<br />
Por lo tanto, nuestro enfoque de la racionalización modernista no se<br />
limitará a concebir las cosas desde el punto de vista de su uso técnico para más<br />
sumisión a las herramientas y para sentir más necesidades, sino de acuerdo a su<br />
utilidad en la consagración de valores capaces de elevar el ser humano. Si la razón<br />
axiológica es más amplia que la razón funcional, que invadió la modernidad<br />
occidental con su parte de desventajas, es, no obstante, incapaz de identificar<br />
correctamente todas las aspiraciones del ser humano que lleva dentro de sí un<br />
mundo espiritual donde se mezclan los valores y los símbolos con los<br />
conocimientos y las técnicas. Contrariamente a las ideas preconcebidas, el mundo<br />
espiritual no está exento de racionalidad, salvo que su razón es de una clase más<br />
suave y más alta. Por tanto, es importante que la razón a la que aspiramos sea<br />
capaz de asimilar el lado espiritual al igual que las ciencias y los valores. La<br />
racionalización que debería perseguir todo ser humano dotado de sabiduría es la<br />
que, en su búsqueda del saber y de la tecnología, está orientada hacia los nobles<br />
significados profundamente anclados en la conciencia humana.<br />
El segundo postulado de la racionalización es tan frecuente en las filas de<br />
los supuestos "modernistas" desde que ha sido proclamado por Descartes. Para<br />
nosotros, no constituye más que una bonita metáfora. En realidad, el dueño de<br />
una cosa es quien la posee, mientras que el Hombre no es el creador de la<br />
naturaleza, es sólo el legatario. Por lo tanto, no puede pretender ser el dueño.<br />
Incluso después de haber descubierto y utilizado a sus propios fines las leyes de la<br />
naturaleza, el Hombre sigue siendo incapaz de influir en sus comportamientos o<br />
controlar las consecuencias de sus usos. Ahora bien, si el Hombre era el<br />
verdadero dueño de la naturaleza, ésta habría obedecido a su voluntad como un<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 142
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
vasallo a su señor feudal, mientras que la realidad es completamente distinta ya<br />
que los seres humanos continúan sometiéndose a las leyes de la naturaleza. ¿El<br />
hombre no ha tratado de conocerse a sí mismo como él conoce la naturaleza, es<br />
decir en forma de reglas objetivas y de normas superiores? Y después de haber<br />
fracasado en domarla, ha tomado prestada otra fórmula no menos caprichosa:<br />
“el contrato con la naturaleza”. Si no estaba habitada por un sentimiento de<br />
impotencia ante la naturaleza, la humanidad no habría pensado en la posibilidad<br />
de firmar un acuerdo con ella a semejanza del presunto "contrato social" por<br />
medio del cual los hombres creyeron poder poner fin a las disensiones que los<br />
dividen.<br />
En nuestra aproximación a la racionalización modernista, nos<br />
abstendremos de afrontar la naturaleza o de tratar de imponerle nuestra<br />
supremacía. Procuraremos más bien comprenderla, quererla y respetarla para que<br />
nos revele sus secretos. Cuanto más la humanidad avanza en su conocimiento de<br />
los misterios de la naturaleza, más es capaz de apreciarla y respetarla, sin caer<br />
empero en la idolatría porque sólo el Todopoderoso merece ser adorado ya que es<br />
el creador. La naturaleza es una madre para el Hombre y no su esclava, porque él<br />
ha salido de su matriz como del vientre de su madre genitora. Entonces, es<br />
incongruente que una madre sea tratada como una esclava por su propio hijo. Si<br />
la humanidad debiera firmar un contrato - real o moral- no debería limitarse al<br />
mundo material como fue el caso de la modernidad occidental, sino englobar<br />
todos los mundos que sean o no tangibles. De hecho, el individuo no puede tratar<br />
con el otro sino a través de intermediarios y procedimientos que son elementos<br />
provenientes de todos los mundos posibles y que tienen derechos que hay que<br />
respetar y exigencias que hay que satisfacer. Todos estos elementos deben ser<br />
considerados como socios de pleno derecho en este pacto grandioso. Así, la<br />
racionalización que preconizamos es la que adopta el principio de un tal pacto<br />
global universal.<br />
En cuanto al tercer postulado de la racionalización, pues contiene también<br />
una parte de incoherencia. Esta tesis se basa en dos presunciones cuestionables:<br />
según la primera, la crítica sería el único camino para alcanzar la verdad en toda<br />
cosa, lo que es falso. Los caminos del conocimiento no se limitan a la crítica,<br />
porque su opuesto (la información) es bien uno. En algunos casos, al menos, el<br />
conocimiento proveniente de la información puede revelarse más pertinente que el<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 143
El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
que se derivaría de la crítica porque ésta está siempre sujeta a la revisión y a la<br />
rectificación, mientras que la primera permanece una verdad brillante e<br />
indudable.<br />
La segunda presunción sostiene que toda cosa es susceptible de ser<br />
criticada, mientras que en realidad algunas cosas no deben ser tratadas así, tales<br />
como los valores morales y los ideales que no pueden ser apreciados por la duda<br />
sino a través de la fe y la buena conducta. Sólo entonces, estos valores nos<br />
revelarán su quintaesencia, como dos amantes que se aprecian dependiendo del<br />
amor que siente el uno por el otro.<br />
Por esta razón, nuestra concepción de la racionalización modernista<br />
debería basarse en una “crítica pluridimiensional” en lugar de la crítica<br />
unidimensional que se ha impuesto en la modernidad occidental. Decir que lo<br />
bien fundado de una crítica depende de su capacidad de conducir a pruebas que<br />
sirven para confirmar o rectificar verdades es una perogrullada. Sin embargo, las<br />
pruebas no son idénticas pero pueden ser de distinta naturaleza. De este modo, lo<br />
que es considerado como prueba irrefutable en un ámbito puede no serlo en otro,<br />
incluso desprovisto de todo valor. Al igual que el Hombre, la naturaleza y la vida<br />
constituyen categorías a la vez distintas e interdependientes, los indicios que se<br />
refieren a eso pueden presentarse en tres casos particulares: en el primer caso,<br />
cada categoría obedece a su propia lógica; en el segundo, esta lógica puede ser<br />
remodelada a merced de las interconexiones entre las categorías; y en el tercero,<br />
la resultante de esta interacción permite el desarrollo de lógicas específicas a cada<br />
una de las tres categorías. Esto demuestra que la tesis de la “crítica<br />
pluridimensional” en la cual se basa nuestra aproximación de la racionalización<br />
hace indispensable, no sólo los intercambios entre las partes comprometidas en<br />
un diálogo - e incluso en una crítica mutua- sino, también, entre los diferentes<br />
tipos de crítica.<br />
Para cerrar este capítulo, diremos que el tipo de modernidad que nos<br />
incumbe buscar, habida cuenta de la racionalización como base del espíritu de la<br />
modernidad, debe ser interior y creativo. No nos contentemos con el espíritu<br />
funcional -o estático- sino trabajemos a integrarlo en un espíritu más amplio,<br />
capaz de conferir a este carácter funcional la nobleza de los valores que nos han<br />
inculcado y la belleza de nuestra particular identidad. Un espíritu en constante<br />
cuestionamiento según las exigencias de las interacciones entre los ámbitos que<br />
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intenta tratar, de modo que los instrumentos que elabora sean en el servicio de los<br />
más grandes, de los más magníficos y de los más razonables de los intereses.<br />
Nuestra relación con la naturaleza ya no debe ser reducida a una relación de amo<br />
y esclavo que no protege en absoluto el primero de la insurrección del segundo,<br />
sino que debe ser examinada de nuevo como una relación entre madre e hijo,<br />
basada en un contrato que respete todas las dimensiones de la vida. En este<br />
último tipo de relación, la situación no puede degenerar como en el primer caso,<br />
porque todas las partes del contrato son tranquilizadas por sus derechos y han<br />
reconocido sus deberes.<br />
Tratemos de ver ahora la manera de pasar de la "pseudo-diferenciación" a<br />
la verdadera "diferenciación" que constituye el segundo pilar del principio de<br />
crítica.<br />
b) De la pseudo-diferenciación a la verdadera diferenciación: Parece que el<br />
mecanismo de diferenciación ha adquirido entre nuestros supuestos<br />
investigadores modernistas, una notoriedad tal que se esfuerzan incansablemente<br />
por diferenciar en todos los ámbitos y a todos los niveles y se ocupan de escrutar<br />
la menor sospecha de discordancia o discrepancia en su historia y su patrimonio,<br />
como si midieran el grado de éxito de su proyecto modernista por su capacidad<br />
de engendrar rupturas. No obstante, estas distinciones y rupturas son o bien<br />
tomadas prestadas de la modernidad de los demás, o bien establecidas por medio<br />
de conceptos y teorías calcadas sobre ellos. Nuestros pseudo-modernistas hasta<br />
han impulsado el afán de establecer diferencias entre los hombres y entre las<br />
regiones y elevado al nivel de credo la necesidad de “separar la modernidad del<br />
patrimonio” y de “separar la política de la religión”.<br />
En cuanto a la “separación de la modernidad y del patrimonio” como debe<br />
haber tenido lugar en Occidente, puede ser abordada de dos maneras: o bien el<br />
patrimonio islámico está en discordancia con la realidad de la modernidad tal<br />
como se presenta en Occidente, lo que constituye un tópico; o bien el patrimonio<br />
islámico es incompatible con el espíritu de la modernidad, lo que es falso. Hay<br />
varios factores que apoyan esta conclusión. Los principios mismos de este espíritu<br />
que otras civilizaciones han conocido, además de la civilización islámica, lo<br />
verifican. Por cierto, estas civilizaciones pueden ser diferentes unas de otras en<br />
función de su grado de conformidad con los principios de este espíritu, pero todas<br />
están de acuerdo en reconocer su bien fundado. Además, la aportación de los<br />
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musulmanes al progreso del pensamiento y de la ciencia ha ayudado a atraer la<br />
mirada de Occidente hacia este espíritu, si no a inculcarles sus principios. Sin<br />
olvidar que estos principios pueden existir en estado de latencia en el fondo del<br />
patrimonio islámico, aun suponiendo que no se han traducido en hechos. La<br />
existencia de un principio nunca ha sido vinculada a su realización, pero sobre<br />
todo a su concepción.<br />
En cuanto a la “separación de la política y de la religión”, esta idea ha sido<br />
el objeto de una desafortunada confusión que no podemos tratar aquí en<br />
profundidad. Nos contentaremos con evocar algunos aspectos de este embrollo a<br />
través de términos tales como "religión", "aquí abajo", "Estado", "política",<br />
"Charia", "Dios" y "gobernanza" cuyo uso imprudente estuvo a punto de<br />
convertirse en una misma expresión polisémica. Para emprestar una expresión<br />
utilizada en la lógica, esta polisemia ilustra un “error de enunciado” donde se<br />
atribuye a una expresión un significado que la extrae de su campo conceptual y la<br />
hace por lo tanto vacía de sentido. Aquellos que han participado en esta<br />
controversia se parecen, cada vez más, a los ocupantes de la Torre de Babel cuya<br />
diversidad lingüística ha hecho ininteligibles las opiniones de unos y de otros.<br />
Así se presenta la situación de pseudo-diferenciación en la cual vivimos y la<br />
cual nos incumbe abandonar renunciando a los errores cometidos en la aplicación<br />
occidental de la diferenciación. Recapitulemos los axiomas en los cuales se ha<br />
basado esta aplicación:<br />
1. la separación total entre la modernidad y la religión.<br />
2. la separación total entre la razón y la religión.<br />
3. la diferenciación implica la renuncia a la sacralidad.<br />
La primera hipótesis (la de la separación absoluta entre modernidad y<br />
religión) está viciada por varias suposiciones erróneas, como la confusión entre la<br />
Iglesia y la religión, nacida de la ruptura entre la modernidad y la institución del<br />
clero, como autoridad política y no religiosa. Ahora bien, la diferencia es enorme<br />
entre el clero politizado y la religión cristiana. Y aun cuando la ruptura sería<br />
consumida entre la modernidad y el clero como institución de los cristianos<br />
religiosos, esto no significa de ningún modo una revocación pura y simple de la<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
cristiandad cuya perennidad no depende de la persistencia del poder de los<br />
hombres de religión porque ellos no ostentan el monopolio.<br />
El segundo error de esta hipótesis es haber mantenido la ilusión de que la<br />
modernidad ha surgido de repente, mientras que se trata de un largo proceso<br />
cuyos primeros sobresaltos hay que buscarlos en las culturas helénica, judaica e<br />
islámica que fueron fuertemente impregnadas de un espíritu religioso. No hay que<br />
descartar entonces que influencias de este espíritu se hayan instalado en la<br />
modernidad y condicionado - si no prescrito- la formulación de una parte de sus<br />
objetivos. Esto nos permite constatar la tercera contradicción en esta hipótesis<br />
porque la modernidad no vacila en pedir prestado conceptos abiertamente<br />
religiosos entre los que están las nociones de la "vida" en su acepción positiva, de<br />
"perfecto" al que aspira todo progreso, de la "fraternidad" que da un sentido a la<br />
solidaridad y de "temporal" inherente a la historia lineal.<br />
La contribución de los religiosos a la edificación de la modernidad<br />
representa una cuarta incoherencia en este postulado. Se trata, en este caso, de<br />
algunos precursores del Renacimiento en Italia entre los que están esencialmente<br />
los Protestantes que han iniciado una reforma de la religión que sería, según<br />
algunas opiniones, la base del nacimiento del capitalismo occidental. Otros<br />
reformadores famosos por su libertad de espíritu han contribuido asimismo a este<br />
esfuerzo, tal como el humanista holandés Erasmus. Sin olvidar que entre las obras<br />
de los grandes fundadores de la modernidad, algunas conllevan innegables<br />
influencias religiosas como fue el caso de Descartes, Newton, Kant y Hegel.<br />
En nuestra concepción de la diferenciación modernista, nos ocuparemos<br />
pues de reconocer a las distinciones dos cualidades esenciales: la funcionalidad y<br />
la facultad de ensamblar. No se trata, de hecho, de fronteras estructurales y<br />
permanentes, sino de simples separaciones dictadas por consideraciones<br />
funcionales y evolutivas. Lejos de ser herméticas hasta el punto de asignar a cada<br />
una de las partes separadas características recíprocamente antinómicas, estas<br />
distinciones reconocen prontamente los rasgos comunes cuando surgen en un<br />
contexto particular.<br />
Algunas distinciones establecidas por la modernidad occidental en sus<br />
inicios están siendo cuestionadas y a veces completamente abolidas, tal como la<br />
separación entre política y economía o entre lo social y lo cultural. Una de las<br />
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consecuencias de estas barreras arbitrarias, que han suscitado un entusiasmo sin<br />
precedentes en todo el mundo, cabe citar la separación entre la política y lo<br />
religioso que presenta las particularidades siguientes:<br />
1. Se trata de una separación entre otras, causadas por las mutaciones<br />
modernas que han conocido las instituciones sociales. Esta separación no<br />
merece, por tanto, concentrar todos los esfuerzos a expensas de otras<br />
distinciones que hay que establecer.<br />
2. Es una separación funcional desprovista de todo fundamento estructural.<br />
3. Es una distinción que no impide que los dos campos separados se reúnan<br />
en un contexto diferente o cuando se hace posible manejarlos juntos<br />
dejándolos unidos. Esta manera de proceder sería ciertamente mejor que la<br />
primera, porque la integración siempre vale más que la separación. Es, por<br />
tanto, nuestro deber explorar este mejor camino que evocaremos<br />
posteriormente.<br />
El segundo postulado de la diferenciación (la separación total entre la<br />
razón y la religión) es tan erróneo visto que relega la religión al nivel de lo<br />
irracional con el motivo de que se basa en creencias metafísicas o mitológicas, lo<br />
que es inexacto. Lo irracional es, en efecto, un concepto que puede revestir tres<br />
significados al menos: "lo imposible" como la simultaneidad de dos nociones<br />
contradictorias, “lo inconcebible por el espíritu” debido a su carácter superior o<br />
transcendente, y las categorías que el espíritu no puede ni confirmar ni invalidar.<br />
De ello se deduce que lo que se describe como "metafísica" puede ser cualificado<br />
de irracional según que se trate de la una o la otra de estas situaciones.<br />
En caso de que lo irracional es tomado como sinónimo de "imposible", no<br />
se excluye que la razón dialéctica llegue a conciliar las eventuales contradicciones.<br />
Entonces, la religión se convierte en racional bajo una perspectiva dialéctica. Por<br />
otra parte, si lo irracional designa lo inconcebible por la razón, es muy posible<br />
que un espíritu superior al espíritu común pueda comprender las verdades que<br />
éste es incapaz de concebir. De este modo, la religión sería racional a favor de un<br />
espíritu elevado que algunos llamarían "alma”. Es justamente el segundo<br />
significado que se da a menudo a la religión.<br />
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Si, en cambio, calificamos de irracional todo lo que la razón no puede<br />
confirmar ni invalidar, esto implica que sería inapropiado someterlo a las normas<br />
de la razón común. En este momento, no nos incumbe tratarlo de racional o<br />
irracional. En conclusión, estaremos de acuerdo en que la religión, aun<br />
suponiendo que se basa en nociones sobrenaturales, no está de ninguna manera<br />
en oposición ni con la razón dialéctica, ni con la razón espiritual.<br />
Para ello, nuestro camino hacia la diferenciación modernista toma en<br />
cuenta dos elementos esenciales entre los que está la racionalización de la religión.<br />
Nadie puede discutir el hecho de que el concepto de "religión " para nosotros es<br />
diferente del que tiene la modernidad occidental. Si, respecto a ésta, la religión no<br />
es más que una “serie de creencias y de ritos irracionales”, pues representa para<br />
nosotros “una doctrina y prescripciones legales”. Además, en su gran mayoría,<br />
estas prescripciones no son, según la razón funcional que reina sobre la<br />
modernidad occidental, totalmente irracionales, hasta son para la mayoría<br />
racionales y deben, por tanto, ocupar la posición que les incumbe en todos los<br />
ámbitos de la vida moderna. En cuanto a la parte considerada irracional, pues<br />
debe ser objeto de una relectura susceptible de hacerla más racional a la luz de las<br />
nuevas circunstancias, de lo contrario sería imprescindible proceder a una<br />
reconstitución de la razón para permitirle comprender tales prescripciones.<br />
El segundo elemento constitutivo de nuestra concepción de la<br />
diferenciación modernista es la extensión de lo político. Nuestra concepción de la<br />
"política"es diferente, obviamente, de la concepción que tiene la modernidad<br />
occidental. Una de las definiciones que da la realidad occidental se resume en “la<br />
gestión de los asuntos públicos mediante leyes y reglamentos establecidos por la<br />
comunidad misma”, mientras que para nosotros, estas leyes y reglamentos deben<br />
ser "elegidos" y no "establecidos". Es posible, de hecho, que un individuo elija<br />
algo que él mismo no estableciera. En nuestro caso, los reglamentos pueden ser<br />
elaborados por nosotros o dictados por nuestro Creador, pero todos ellos<br />
proceden de nuestra propia elección. También, la gestión debería privilegiar la<br />
elección a la concepción, de modo que la evaluación racional de la acción política<br />
se apoya en la pertinencia de la elección y no en la capacidad de prescribir reglas<br />
y leyes. Así, solamente, la racionalidad de la acción política sería proporcional en<br />
su facultad de elegir.<br />
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Por último, el tercer postulado de la diferenciación (la diferenciación<br />
depende de la renuncia a lo sagrado) es una ilusión que surge de una mistificación<br />
ampliamente difundida según la cual “allí donde hay sacralidad, hay brujería”.<br />
Lo sagrado es, en realidad, una cualidad que exalta una naturaleza transcendental<br />
y sin igual en nuestro mundo, mientras que la brujería es el culto de principios<br />
maléficos y perjudiciales para el orden de este mundo que el brujo intenta<br />
encarnar como en un ritual primitivo. Y desde que la diferenciación ha investido<br />
los diferentes aspectos de la vida y ha hecho posible la especialización y la<br />
división de roles, el Hombre ha sido capaz, merced a las aportaciones de la<br />
tecnología y a las oportunidades de anticipación que ya ofrece, desvelar misterios<br />
que llevaban a creer que el universo fue gobernado por fuerzas ocultas. Sin<br />
embargo, este desengaño no significa que lo sagrado desaparecerá completamente<br />
del universo, porque éste no es únicamente manifestaciones pero sobre todo un<br />
conjunto de signos. Entre ambas categorías, la diferencia es enorme porque si las<br />
manifestaciones obedecen al rigor de la racionalización y a las normas de la<br />
diferenciación, los signos, ellos, informan sobre significados ocultos y demuestran<br />
así la existencia de un augusto creador al cual ninguno sabría medirse. Incluso<br />
estas leyes que controlan las manifestaciones externas – o sea el campo de acción<br />
de la racionalización y de la diferenciación- conducen, en numerosos casos, a<br />
quienes fueron la base de su descubrimiento y su formulación a sentir la gloria de<br />
quien las concibió y consignó en el registro del universo para erigirlos en códigos<br />
sempiternos.<br />
Por lo tanto, proponemos basar nuestra visión de la diferenciación<br />
modernista sobre la verdad fundamental que concibe al ser humano como una<br />
entidad contínua cuya comunión con el tiempo y el espacio es evidente. Incluso<br />
teniendo cuidado de desprenderse de un momento o de un lugar determinados,<br />
ningún individuo puede evitar retornar allí por su pensamiento, su memoria y su<br />
imaginación, es decir por su alma. Esta continuidad se extiende más allá de las<br />
fronteras del tiempo y del lugar aparentes que el alma humana atraviesa<br />
alegremente para reencontrarse en mundos libres de toda restricción<br />
espaciotemporal. Mediante esta transferencia, el Hombre es propenso a<br />
escudriñar a su alrededor impresiones de estos mundo evanescentes y allí, sólo lo<br />
sagrado puede venir a su auxilio. En este mundo real, toda cosa puede en efecto<br />
ocultar huellas innumerables y secretos que relatan los vínculos del Hombre con<br />
estos otros mundos. Y entre secreto y magia, la diferencia es enorme porque la<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
primera se perpetúa y se refuerza con cada nuevo descubrimiento, mientras que la<br />
segunda se difumina y se desvanece. Es cierto que cada descubrimiento revela uno<br />
o varios secretos que permiten a los que los entienden de fortalecer sus vínculos<br />
con otras dimensiones de su humanidad. A este nivel, no es de extrañar que el<br />
individuo "diferenciado" de la modernidad occidental encuentre el mundo<br />
“desprovisto de sentido” –ya que es incapaz de percibir los secretos y -“poco<br />
digno de confianza”- después de haber sido castigado por sus calamidades- y que<br />
sienta más temor a la idea de la muerte desde que ha sido cortado del más allá.<br />
Una vez más, para concluir este capítulo sobre el último elemento<br />
constitutivo del espíritu de la modernidad, estaremos de acuerdo de que la<br />
diferenciación que nos hace falta debe ser interna y creativa. La esfera de lo<br />
racional es muy amplia en la religión islámica e implica elementos que pueden<br />
constituir la base de un nuevo pensamiento racional en condiciones de paliar los<br />
déficits de la razón modernista occidental. El campo político puede ser también<br />
objeto de una extensión para despejar el camino a la aparición de un nuevo<br />
pensamiento político basado en el principio de la elección y no del<br />
establecimiento. Una vez reunidos, el derecho a la elección y la racionalización<br />
autorizan la acción política para acomodarse con la práctica religiosa que se<br />
reencuentran tan naturalmente asociadas y sólo pueden ser separadas por razones<br />
sólidas. En cuanto a nuestras relaciones con el universo, en lugar de aplicarse al<br />
desciframiento de sus códigos para explotarlo deberíamos orientarnos hacia el<br />
descubrimiento de sus secretos para vivir mejor en él, y en vez de querer romper<br />
con sus manifestaciones, ganaremos a establecer contactos con ellos porque es la<br />
única salida hacia los significados ocultos de este mundo. Cuanto más avanzamos<br />
en el conocimiento de las leyes que controlan estas manifestaciones aparentes,<br />
más seremos capaces de deducir sus significados profundos. Sólo tal comunión es<br />
capaz de devolver un sentido al universo, a restaurar la confianza en su evolución<br />
y a hacer más tolerable la perspectiva de la muerte en su seno.<br />
Después de haber acabado nuestro análisis del segundo principio del<br />
espíritu de la modernidad, pasaremos al tercer principio: “el principio de<br />
universalidad”.<br />
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V. Aplicación del principio de la universalidad en el uso diario:<br />
El principio de la universalidad se compone de dos elementos básicos, a<br />
saber: la extensibilidad y la globalidad.<br />
Abordaremos, en un principio, los medios que permiten el paso de la<br />
semi-extensibilidad a la extensibilidad.<br />
a) De la semi-extensibilidad a la extensibilidad<br />
No cabe duda de que la modernidad en nuestra sociedad islámica no ha<br />
afectado a todos los ámbitos de la vida. Si se ha centrado en los aspectos<br />
científicos, técnicos y económicos hasta el punto de reforzar nuestra capacidad<br />
consumidora, en detrimiento de nuestra capacidad productiva, no es menos cierto<br />
que la modernidad no ha beneficiado a los ámbitos políticos, jurídicos y sociales.<br />
Por otra parte, esta modernidad permanece todavía superficial, por el hecho de<br />
que ha tocado sólo la forma.<br />
Esta diferencia registrada a nivel de la extensibilidad modernista se debe a<br />
la modernidad mecánica marcada por su carácter palpable, contrariamente a la<br />
modernidad de las ideas. Es, además, menos portadora de riesgos para las<br />
instituciones locales y aporta grandes beneficios a los jefes de las grandes<br />
empresas. Así es como la modernidad mecánica ha encontrado un gran apoyo de<br />
instituciones y empresas. Sobre todo porque los valores nacidos de este tipo de<br />
modernidad pueden desaparecer, a favor de los valores tradicionales locales. En<br />
cuanto al ámbito moral, parece que la extensibilidad lo habría tocado, incluso<br />
antes de los ámbitos políticos y jurídicos, y esto de manera muy profunda.<br />
Además, la corrupción ha plagado nuestra vida cotidiana, la reforma de la vida<br />
pública ha sido relegada, a su vez, a un segundo rango.<br />
El verdadero proceso modernista es comprometido por la modernización<br />
de las costumbres, en primer lugar, luego las ideas, las instituciones, seguidas por<br />
la modernización mecánica.<br />
No hay libertad de opinión en nuestras sociedades. Y sin esta libertad,<br />
ninguna iniciativa científica, menos aún espíritu de gestión y de creatividad.<br />
De hecho, es esta semi – extensibilidad que vivimos actualmente. Por<br />
tanto, es imperativo sobrepasar esta etapa, superando los huecos que han<br />
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impedido una buena aplicación del principio de la extensibilidad. Citaremos, en<br />
este contexto, los postulados que han regido esta aplicación:<br />
1. La modernidad es un hecho ineluctable.<br />
2. La modernidad aporta una fuerza global.<br />
3. La esencia de la modernidad es puramente económica.<br />
El primer postulado de la extensibilidad, a saber “la modernidad es un<br />
hecho ineluctable”, saca su justificación del hecho de que los responsables<br />
políticos y el empresariado, incluso los intelectuales en Occidente, están ahora<br />
convencidos de que la modernidad es una fatalidad de la cual el Hombre no<br />
puede escapar. Según ellos, se trata de un fenómeno general y complejo ineludible<br />
que debe ser aceptado, con sus beneficios y sus perjuicios. Sobre todo, piensan,<br />
que el Hombre no puede vivir sin modernidad y que no tendría sentido de separar<br />
los impactos negativos de los positivos, que son tan complejos e<br />
interdependientes. Los puntos negativos deben por lo tanto ser aceptados y<br />
adaptados a la vida.<br />
Esta posición pesimista, o lógica derrotista, es errónea. De hecho, la<br />
modernidad concebida por Occidente no es impuesta por la naturaleza de las<br />
cosas o por la voluntad divina, sino es el fruto del Hombre que ha establecido las<br />
reglas, de acuerdo a su propia voluntad. Y le incumbe ahora reformarla y<br />
encontrar otro proceso que el elegido actualmente, y superar estos nuevos<br />
escollos, como ha superado por otra parte las dificultades que han obstaculizado<br />
la realización de la modernidad.<br />
De hecho, la reforma debe ser más fácil que la creación. No quiere decir<br />
por eso que la reforma será cosa fácil que depende sólo de unas orientaciones,<br />
recomendaciones o soluciones técnicas parciales. Conviene pues elaborar un<br />
proyecto global para un nuevo desarrollo que implicaría las diferentes<br />
instituciones, los actores y las potencialidades.<br />
Así, la extensibilidad se basa en un hecho esencial, a saber que “el Hombre<br />
es más fuerte que la modernidad”. Si este primer proceso de modernidad ha<br />
fracasado, el hombre es capaz de corregir, incluso crear una segunda modernidad<br />
que sea mejor. Él hasta puede inventar otro modo de vida distinto al de la<br />
modernidad, inédito y sin precedentes en la historia de la humanidad. Esta<br />
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iniciativa, tributaria de la voluntad del Hombre, sólo puede estimular la<br />
imaginación y desarrollar el espíritu de creatividad. El hombre, que ha dado<br />
energía a la modernidad para hacer un proceso de evoluciones regido por leyes<br />
objetivas, puede, gracias a una voluntad firme, cambiar progresivamente la<br />
trayectoria de este proceso. La modernidad no sería, por lo tanto, una realidad<br />
inmutable y una fatalidad tal como ha quedado definida anteriormente, sino un<br />
fenómeno histórico transitorio que aparece y desaparece, mientras que la<br />
voluntad del Hombre es inmutable en cuanto que existe. Y es esta misma<br />
voluntad que dio origen a una sucesión de civilizaciones que han aparecido y<br />
desaparecido.<br />
En cuanto al segundo postulado, a saber “la modernidad aporta una<br />
fuerza global”, podemos decir que la modernidad ha dotado ciertamente los<br />
países occidentales de una fuerza material abrumadora, y ha aumentado sus<br />
necesidades de saber y de poder, convirtiéndose así en potencias que imponen su<br />
hegemonía sobre otros países, y privan los demás de su derecho de acceder a la<br />
modernidad. La modernidad también ha consagrado, dentro de estas sociedades,<br />
una preeminencia de la razón, conjugada con una visión materialista y con<br />
valores basados en los intereses personales, en detrimento de la vida humana.<br />
Además, estos países han sido impregnados de narcisismo y de epicureísmo. No<br />
puede sorprendernos que esta desviación haya levantado una reacción dentro de<br />
las sociedades occidentales en forma de "vuelta de lo religioso", “vuelta de lo<br />
irracional”, "vuelta de lo espiritual" o “vuelta de lo sagrado”que expresan<br />
inmediatamente una necesidad profunda a la cual esta nueva aplicación no podía<br />
responder. Cuando este materialismo alcanza su punto culminante en la<br />
modernidad occidental hasta el punto de convertirse en un nuevo paganismo, no<br />
es sorprendente que esta vuelta esté marcada de una anarquía litúrgica que<br />
también ha llegado a su pundo máximo. Fuerza es de constatar que los miembros<br />
de estas comunidades no se limitan sólo a abrazar religiones tradicionales de los<br />
más conocidos, pero que han inventado cultos inimaginables, incluso se han<br />
adherido a sectas para darse como ofrendas, suicidándose de la peor manera<br />
posible.<br />
A este respecto, podemos decir que nuestra aproximación de la<br />
extensibilidad modernista se basa en el segundo hecho: “el cuerpo del Hombre<br />
forma parte integrante de su espiritualidad”. Por lo tanto, la aplicación de uno de<br />
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los principios de la modernidad que abarca los diferentes ámbitos de la vida<br />
humana debe implicar tanto el cuerpo como el espíritu del Hombre. Además, la<br />
modernidad debe satisfacer sus necesidades materiales pero también espirituales,<br />
estos últimos aspectos deben regir incluso los aspectos materiales. Si el espíritu<br />
pierde su papel de orientación de la materia, no podemos prevenir los<br />
comportamientos desviados del individuo, y aún menos los desequilibrios de las<br />
relaciones sociales. Según nuestra opinión, la modernidad material es sólo uno de<br />
los dos pilares en los cuales se basa el espíritu de la modernidad. El segundo pilar<br />
se llama "modernidad espiritual". De hecho, deteniéndos en los valores que rigen<br />
el espíritu de la modernidad, tales como "la dignidad", "la justicia", "la<br />
igualdad", "la libertad", "la tolerancia" y "la fraternidad", podemos observar,<br />
que estos valores, tan ejemplares, pierden su rango mientras están acantonados en<br />
los intereses materiales y alejados de los valores morales. Si la justicia es<br />
concebible sólo a través del reparto de los recursos exteriores, también lo es a<br />
través del reparto de los recursos interiores. El imaginario no debe de ninguna<br />
manera prevalecer sobre la razón, lo mismo que la razón no debe a su vez invadir<br />
el imaginario. La libertad puede, a su vez, ser adquirida no sólo por el abandono<br />
de las restricciones externas, sino también por los caprichos interiores. Es lo<br />
mismo para la igualdad que no sólo depende de contingencias externas sino<br />
también de contingencias internas. En cuanto a “la dignidad”, " la tolerancia " y<br />
" la fraternidad”, éstas sólo tienen valor si transmiten cargas materiales a la<br />
medida de las cargas espirituales. Sin embargo, estos valores no bastan para<br />
alcanzar "la modernidad espiritual" requerida. Pues es imperativo crear nuevos<br />
valores y restablecer valores positivos que han caído en el olvido, como fue el<br />
caso de "la solidaridad" y "la responsabilidad". Asimismo, conviene crear valores<br />
"verticales" que puedan levantar la voluntad a un nivel superior. Estos valores<br />
dependen fundamentalmente de un cambio radical de la fe.<br />
En el tercer postulado, a saber “la esencia de la modernidad es puramente<br />
económica”, la economía, según la modernidad occidental, no es únicamente un<br />
factor humano integrado en otros factores sociales, sino que constituye una<br />
realidad autónoma cuya lógica comienza a dominar otros componentes, incluso<br />
la organización social entera cuya preocupación única se ha convertido en la<br />
extensibilidad económica y el crecimiento ilimitado de la producción y del<br />
consumo. El poder del mercado y de los productos se convierte así en el más<br />
fuerte.<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
Esta tendencia "economista" de la realidad modernista se ha alejado del<br />
espíritu en el cual se había basado al principio, a saber la dignidad del Hombre,<br />
en la medida en que el crecimiento económico se ha convertido en un fin en sí<br />
mismo, los derechos humanos sólo eran un medio para servir a este objetivo<br />
(salud, educación, cultura, libertad, democracia o medio ambiente). Por otra<br />
parte, el consumo excesivo ha anclado en el individuo una tendencia epicúrea que<br />
asocia la importancia de los actos y de las cosas con el grado del placer que van a<br />
proporcionarle. El hombre, que se deja llevar por esta tendencia, escapa de las<br />
restricciones morales que regulan sus comportamientos, particularmente sexuales.<br />
Considera, por tanto, todos los modos de vida legítimos, siempre y cuando haya<br />
placer. Todos estos son factores que atentan gravemente contra el espíritu de la<br />
modernidad.<br />
Podemos argumentar que nuestro camino en la vía de la extensibilidad<br />
modernista debe basarse en un tercer hecho, a saber “la esencia del Hombre es<br />
puramente ética”. De hecho, el acto económico es en sí un acto moral que<br />
valoriza al hombre cuando lo preserva y baja cuando lo afecta. Podemos<br />
mencionar, en este contexto, “la búsqueda de la perfección”: si este elemento es<br />
una característica del Hombre, en el sentido en que aspira siempre a un futuro<br />
mejor, sería prudente tener en cuenta que no es su riqueza, aún menos su poder<br />
adquisitivo que le dotarán de esta perfección. De hecho, son sus actos, su<br />
capacidad y compromiso moral con los nobles valores que le conceden esta<br />
cualidad.<br />
Asimismo mencionaremos, a este nivel, la segunda idea a saber "el<br />
futurismo" considerada como la característica inherente a la perfección. De<br />
hecho, el futurismo no está condicionado por el crecimiento económico, sino por<br />
los valores morales que sacan su esencia de la religión revelada. De hecho, la<br />
noción del "futuro" es puramente religiosa. Esta idea parece escapar a los<br />
partidarios de la tendencia progresista que no cesan de asociar el progreso<br />
material al porvenir. Sin religión, el Hombre no habría podido salir de su presente<br />
para acceder al futuro. Los valores religiosos son de inmediato los que dotan al<br />
Hombre de la perfección, siendo la conciencia y la guía para el futuro.<br />
En definitiva, la modernidad requerida, al nivel de la extensibilidad, es<br />
“una modernidad interna e innovadora”. La extensibilidad se basaría así en tres<br />
hechos. Primero “el Hombre es más fuerte que la modernidad”: el hombre es<br />
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capaz de cambiar el curso de la modernidad, en términos de reforma y de<br />
evolución, como es el caso para los fenómenos históricos de transición. En<br />
segundo lugar, “el cuerpo del Hombre depende de su espíritu”: Los cambios<br />
sobrevenidos a nivel de la materia se deben al espíritu. De hecho, la inauguración<br />
de la era de una modernidad espiritual se convierte en un imperativo urgente, con<br />
el fin de preservar el equilibrio entre las fuerzas de la modernidad. En tercer<br />
lugar, “la esencia del Hombre es puramente ética”. Esta idea demuestra que los<br />
dos principios en los cuales se basa "el progreso", a saber "la perfección" y "el<br />
futurismo" no son de origen económico, sino que se han extraído de valores<br />
religiosos. El uso de estos dos principios en el ámbito económico no debe ocultar<br />
la esencia religiosa, de lo contrario el proceso modernista estaría en peligro.<br />
Ahora mencionaremos el paso de la "semi-globalidad " a la "globalidad",<br />
que es el segundo principio fundamental de la universalidad.<br />
b) El paso de la semi-globalidad a la globalidad:<br />
Es innegable que el concepto de "globalidad", en su sentido “de englobar a<br />
todos los seres humanos”, nos resulta muy familiar. El Islam, al igual que otras<br />
religiones, llama a "la universalidad". Sería incluso la religión que da más<br />
importancia a esta llamada, en la medida en que se dirige a "todo el mundo", a<br />
saber a aquellos que conocemos como a aquellos que no conocemos. Pero es<br />
lamentable que hayamos mal utilizado este concepto. Como todos sabemos, la<br />
modernidad ha surgido de los vestigios de la doctrina clerical. Incluso ha sido<br />
asociada con el total rechazo de la religión. En el marco de esta transición<br />
modernista, la defensa del Islam y la transmisión de su misión universal son<br />
tachadas de irracionalismo religioso” que constituye la antítesis del racionalismo<br />
de la modernidad. A pesar de esta situación, los sabios musulmánes han tomado<br />
este camino mediante la adopción de la ideología de la defensa de la religión, ante<br />
el riesgo de ser acusados de anti-racionalistas. Esta acusación ha tenido por<br />
resultado reforzar el apego de estos últimos a su posición, convirtiéndose así, a<br />
los ojos de los "modernistas", en el peligro de "la razón" y lo racional. Estos<br />
sabios no han aprovechado la oportunidad de la apertura al mundo, negándose a<br />
abandonar su posición y a adherirse al proceso de la participación, el cual se basa<br />
en la contribución a una nueva modernidad, a saber la modernidad de "la<br />
comunidad internacional".<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
Es esta semi-globalidad que vivimos actualmente la que debemos superar<br />
venciendo las dificultades que han impedido una buena aplicación del principio<br />
de globalidad en Occidente.<br />
Trataremos ahora de plantear los postulados que han constituido la razón<br />
de esta mala aplicación, a saber:<br />
1. La modernidad fortalece el espíritu individualista.<br />
2. La laicidad preserva el carácter sagrado de todas las religiones<br />
3. Los valores de la modernidad son universales<br />
Referente al postulado “la modernidad fortalece el espíritu individualista”,<br />
los investigadores son unánimes en subrayar que la modernidad implica "el<br />
individualismo": el individuo decide su destino, crea su vida y se erige como<br />
responsable de todos sus actos, haciendo así de su existencia en la sociedad un<br />
medio para realizar su propio bienestar. Pero este individualismo tan pegado a la<br />
modernidad occidental, no es inherente al espíritu de la modernidad. De hecho,<br />
este espíritu tiene como objetivo dotar al individuo de todos sus derechos, sus<br />
libertades y de preservar su dignidad, con el fin de que pueda elegir las diferentes<br />
instituciones que deberían administrar sus asuntos dentro de la sociedad. Este<br />
objetivo, que no prevé si el individuo debe administrar sus intereses únicamente,<br />
sin preocuparse de los intereses de los demás, está basado en la dignidad del<br />
Hombre. Así, la diferencia entre los conceptos de "hombre" y de “individuo” está<br />
clara. Pues, la noción de hombre se refiere a "un rango ejemplar" condicionado<br />
por el concepto del deber, mientras que el individuo se refiere a "un rango social"<br />
determinado por el concepto de la realidad. Entonces, la modernidad occidental<br />
ha pasado de la categoría del hombre al rango del individuo, cambiando así las<br />
cualidades de la perfección por las del egoísmo y el narcisismo.<br />
Por lo tanto, nuestro progreso en la vía de la globalidad modernista debe<br />
basarse en la idea según la cual los contornos de una nueva sociedad se dibujan<br />
ahora en el horizonte de una nueva modernidad que llamaremos "sociedad<br />
universal". Sería pues absurdo que la misma sociedad fuera una copia de la<br />
sociedad consagrada por el primer modelo de la modernidad, que es, como hemos<br />
señalado anteriormente, una sociedad de individuos ocupados en sus propios<br />
intereses. Pues es imperativo adoptar un nuevo pensamiento que estaría en<br />
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El espíritu de la modernidad y el derecho a la creatividad | Dr Taha Abderrahmane<br />
consonancia con esta nueva sociedad mundial. Un pensamiento que debe ser<br />
diferente del pensamiento instituido por "el cogito cartesiano" que pone al<br />
individuo en el centro de la existencia. Este nuevo pensamiento puede ser llamado<br />
“pensamiento global”, en oposición al “pensamiento menor” consagrado por "el<br />
cogito cartesiano".<br />
Este nuevo pensamiento, que prevé “interesarse por los demás como<br />
nosotros nos interesamos por nosotros mismos”, implicaría así "un pensamiento<br />
colectivo" que encuentra su legitimidad en tres hechos:<br />
Primero, cada problema que surge en una región del mundo también afecta<br />
a otras regiones, siendo universal su solución. En segundo lugar, el estallido<br />
cultural de las comunidades ha creado una necesidad imperiosa y urgente de<br />
comunicar entre ellas. En tercer lugar, las sociedades civiles están en trance de<br />
convertirse en transcontinentales, como las grandes empresas multinacionales.<br />
Ellas son las únicas que pueden afrontar los retos que confrontan las poblaciones<br />
en todo el mundo; tanto más que el poder de los países promotores del primer<br />
modelo de la modernidad comienza a difuminarse, su decaimiento parece ser<br />
inminente. Así, la comunidad internacional sólo puede ser concebida sobre una<br />
base de un “pensamiento global”, único garante de una buena aplicación del<br />
espíritu de la modernidad.<br />
Concerniendo al postulado que quiere que “la laicidad preserve el carácter<br />
sagrado de todas las religiones”, podemos recordar que algunos, como sabemos<br />
todos, han relacionado la modernidad en Occidente con "la laicidad". Oscilando<br />
en determinar sus características, la han definido “como el fin del poder clerical”,<br />
“el declive del cristianismo”, “el fin de la religión” o todavía “el eclipse de Dios”.<br />
Una de las acepciones más célebres fue la separación entre la gestión política que<br />
concierne a la cosa pública y la elección de la religión que entra en el marco de la<br />
cosa privada. Podemos decir entonces que cuando la modernidad se instalaba en<br />
las diferentes comarcas que tienen religiones diferentes, preservaba la sacralidad<br />
de la religión.<br />
La laicidad pone así todas las religiones en pie de igualdad, dando la<br />
impresión que permite a cada uno elegir la religión que se adapte a él y que todas<br />
las religiones son iguales. Esta igualdad entre las religiones no es justa, incluso las<br />
políticas, las filosofías y las ideologías no son iguales. De hecho, hay cultos que<br />
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son racionales, otros que son globales, religiones que son reveladas y otras hechas<br />
por el Hombre. La modernidad, que criticaba las políticas y las filosofías a través<br />
de sus fuerzas y sus debilidades, ha dedicado también, según sus criterios<br />
racionales, el mismo tratamiento a las religiones. Esta crítica podría ser<br />
beneficiosa en el estudio de los problemas que resultaron de la separación entre la<br />
cosa pública y la cosa privada.<br />
Si esta lógica ha fracasado, es porque consideraba todas las religiones<br />
como "irracionales", destinándolas así a "la marginación" y al "desprecio".<br />
Así, el proceso de la globalización modernista debe basarse en el<br />
pensamiento global que estipula que conviene pensar en nuestra religión teniendo<br />
al espíritu otras religiones, para determinar cuál es la más racional, según la<br />
situación que nos preocupa”.<br />
Basándose en este pensamiento, parece que el racionalismo, utilizado a<br />
menudo como un medio para marginar a las religiones, es un racionalismo<br />
mecánico transmitido por el primer modelo de la modernidad.<br />
A modo de conclusión, podemos decir que la gestión de la cosa pública se<br />
ha realizado en el marco de este modelo a través de un racionalismo que no<br />
conviene al común de los mortales. En cuanto al racionalismo de los<br />
"versículos" (religioso), pues abre, contrariamente al racionalismo mecánico,<br />
amplias perspectivas, particularmente para el diálogo.<br />
La segunda modernidad debería aprovechar las posibilidades racionales<br />
ofrecidas por el pensamiento transitivo que la caracteriza con el fin de desarrollar<br />
otra razón que reemplazaría a la razón de las máquinas. Esta razón alternativa<br />
pondría a contribución aquellos que son capaces de entender el significado de los<br />
símbolos así como el uso de las máquinas, porque un espíritu para el que una<br />
herramienta no vale más que una herramienta es más estimable que el que eleva<br />
la máquina al nivel de un milagro.<br />
En cuanto al postulado de la generalizabilidad, los partidarios del primer<br />
modelo de modernidad insisten en la universalidad de los valores que han<br />
adquirido a costa de una lucha feroz y su conveniencia para todos los pueblos y<br />
para todos los espíritus, que hayan incluso nacido sobre su tierra y marcado su<br />
historia antes de ser propagadas a través del mundo por la fuerza de la persuasión<br />
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y la disuasión. Un dato fundamental parece, no obstante, haber sido descuidado,<br />
a saber la desviación entre los valores que proclaman y las realidades de las que<br />
fueron los instigadores o, en otras palabras, la diferencia entre lo que habíamos<br />
llamado "espíritu" y "realidad" de la modernidad. Otra aplicación de este<br />
espíritu podría, pues, sustituir a la primera teniendo en cuenta que sus valores<br />
son, en su mayoría, universales. ¡Nadie puede contradecir el fondo de los valores<br />
de justicia, equidad, libertad y de dignidad y su validez no sólo para el mundo en<br />
que vivimos, sino también para todos los mundos posibles e imaginables! Sin<br />
embargo, la modernidad occidental como la comprobamos y practicamos está<br />
desprovista de toda universalidad, porque se trata de una aplicación local que sus<br />
instigadores impusieron a los pueblos de la tierra. Se trata pues de un hecho local<br />
promovido por la fuerza al nivel de la universalidad. Entonces, habrían hecho<br />
mejor, si verdaderamente fueron animados por la voluntad de ayudar a los<br />
demás, de mostrarles otras maneras de aplicar el espíritu de modernidad que sean<br />
mejor adaptadas a sus condiciones, con el fin de que su modernidad pueda ser<br />
auténtica y fruto de su creatividad y elección. Indicios sobre la existencia de<br />
diversas posibilidades de aplicación del espíritu de modernidad están empezando<br />
a tomar forma con la aparición de una nueva modernidad después de que la<br />
primera ha agotado su potencial y completado su papel histórico y después de<br />
haber mostrado signos de precaridad y de decadencia. Además, llamadas<br />
comienzan a oírse para la búsqueda de otra versión de la modernidad basada en<br />
el principio de una grande y misma sociedad representativa del mundo entero o,<br />
en su defecto, de un gran <strong>número</strong> de Estados. Una modernidad en la cual la<br />
política recuperaría su papel, que la economía le había sutilizado, y la educación<br />
su importancia, y cuyas diferentes esferas sean diferenciadas más y los valores<br />
más variados.<br />
Por este motivo, la generalizabilidad modernista que buscamos establece<br />
una distinción entre dos tipos de universalidades. La primera llamada<br />
"universalidad contextual" considera que todo objeto es creado en una sociedad<br />
determinada para ser recreado en otra de manera diferente que podría<br />
enriquecerle aportándole otras características. En cuanto a la “universalidad no<br />
contextual” o "absolutista", presume que toda cosa creada en una sociedad<br />
determinada, no puede ser recreada en otra parte sino debe ser recuperada bajo<br />
su forma inicial, so pena de reencontrarse petrificada en su nuevo contexto.<br />
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Así, la universalidad de la que goza el espíritu de la modernidad sólo puede<br />
ser contextual, como lo muestra en realidad las múltiples aplicaciones de los<br />
"derechos humanos" entre Occidente y el resto del mundo, incluso dentro de las<br />
sociedades occidentales. En los países nórdicos, por ejemplo, los derechos<br />
económicos prevalecen sobre el resto de los derechos, mientras que en Europa del<br />
este, son los derechos políticos que predominan. Otros continentes hasta<br />
introdujeron otros derechos no reconocidos por Europa, que pueden estar a veces<br />
en oposición a las primeras, como los “derechos de la comunidad” o la<br />
"unanimidad" en África. Además, la universalidad de los valores contextuales<br />
tiene el mérito de conciliar dos tendencias antagonistas: se abstiene de erradicar<br />
los valores de sus orígenes y les permite echar raíces en otros lugares, al tiempo<br />
que permite el intercambio de valores y su remodelación de una cultura a otra.<br />
En conclusión, la modernidad que nos hace falta debe también ser interior<br />
y creativa en lo que se refiere a la generalizabilidad. Una nueva aplicación de la<br />
modernidad empieza a tomar forma bajo la denominación "la segunda<br />
modernidad", lo que nos incita a efectuar tres transiciones, la primera consiste en<br />
pasar del pensamiento individual al pensamiento transitivo, que considera que<br />
“los demás” deben ser asociados con toda actividad de reflexión. La segunda<br />
transición atañe al paso de la razón de las máquinas a la de los símbolos que<br />
incita el espíritu a no fijarse en las fronteras de los instrumentos y a zambullirse<br />
en los significados. En cuanto a la tercera transición, pues, prevé el paso de la<br />
universalidad absolutista a la universalidad contextual, según la cual los valores<br />
no pueden sustraerse del contexto en el cual han sido creados o recreados.<br />
Tras este estudio, concluimos que el espíritu de la modernidad se basa en<br />
tres principios fundamentales: el “principio de mayoría” que consta de dos<br />
elementos esenciales "la autonomía" y "la creatividad", el “principio de crítica”<br />
que consiste en la "racionalidad " y en la "diferenciación", y el “principio de<br />
universalidad” que también tiene como pedestal dos fundamentos "la extensión"<br />
y "la generalizabilidad”. Tres consecuencias se derivan de esta definición del<br />
espíritu de la modernidad:<br />
1. El espíritu de la modernidad es diferente de la realidad de la modernidad.<br />
2. La modernidad en su versión occidental es una aplicación entre muchas<br />
otras posibilidades del espíritu de la modernidad.<br />
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3. Las diferentes civilizaciones son iguales en su pertenencia al espíritu de la<br />
modernidad.<br />
4. Nuestra realidad modernista está más cerca de la "pseudo-modernidad"<br />
que de la verdadera modernidad.<br />
5. La modernidad no puede ser transferida desde el exterior sino se crea en<br />
el interior.<br />
6. La creación de nuestra propia modernidad interna necesita la derogación<br />
de los postulados que han condicionado la aplicación occidental del espíritu<br />
de la modernidad y de las aberraciones que ha causado en todos los niveles.<br />
- Es así que hemos demostrado, en cuanto a la autonomía, que la tutela del<br />
más fuerte no siempre era motivada por buenas intenciones hacia el más<br />
débil y que se trata en este caso de dominación colonialista. Hemos<br />
demostrado También que la autonomía no significaba forzosamente la<br />
ausencia de toda autoridad religiosa, sino más bien la independencia de la<br />
tutela colonial.<br />
- Hemos demostrado que la creatividad no implicaba la ruptura total<br />
porque la verdadera modernidad es aquella de los valores. Tampoco<br />
consiste en estimular de modo inconsiderado nuevos apetitos a expensas de<br />
las necesidades espirituales, ni en favorecer el desarrollo del individuo hasta<br />
el infinito porque la verdadera prosperidad es aquella que hace beneficiar<br />
también a los demás.<br />
- Hemos explicado que la razón era incapaz de concebirlo todo ya que no<br />
puede comprender su propia naturaleza, así como es incapaz de criticarlo<br />
todo, porque el mundo no está hecho sólo de manifestaciones superficiales,<br />
o de dominar la naturaleza que es la madre del Hombre y no su esclava.<br />
- Hemos aclarado, referente a la diferenciación, que ninguna separación<br />
completa debía efectuarse entre la religión y la modernidad porque los<br />
modernistas han recurrido a nociones religiosas y los hombres de religión<br />
figuran entre los padres fundadores de la modernidad. Así como la razón y<br />
la religión no pueden ser separadas totalmente porque la racionalidad<br />
declina en varias amplitudes entre las que está la fe. Hemos hecho hincapié<br />
en que no hay que repudiar la sacralidad porque el ser humano está en<br />
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comunión con otras dimensiones y el mundo está constituido de un<br />
conjunto de símbolos, además de las manifestaciones aparentes.<br />
- En cuanto a la extensibilidad, hemos demostrado que la modernidad<br />
occidental no es una fatalidad porque el Hombre se sitúa por encima de esta<br />
aplicación. También hemos dejado claro que esta modernidad era incapaz<br />
de proporcionar la potencia global porque tiende a aislar la parte material<br />
en el ser humano de toda espiritualidad. Por último, hemos demostrado que<br />
la quintaesencia de la modernidad no podía ser económica ya que la<br />
naturaleza humana es esencialmente moral.<br />
- En lo referente a la generalizabilidad, hemos explicado que el espíritu de la<br />
modernidad no impone forzosamente el individualismo sino más bien el<br />
pensamiento transitivo que es mejor adaptado a la comunidad<br />
internacional, que el respeto debido a las religiones es profanado por la<br />
modernidad laica que les despoja de la racionalidad de las máquinas y de los<br />
símbolos y que la universalidad de los valores de la modernidad occidental<br />
es contextual y no absoluta. ❚<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
Pensar una obra fotográfica<br />
[A propósito de “La noche boca arriba”,<br />
colección de fotografías de J. Miguel Carrera]<br />
José Antonio Méndez Sanz<br />
1. Lo que perturba a muchos de los que acceden al mundo actual de la creación artística es<br />
que sus propuestas más características (acciones, intervenciones, visualizaciones,…)<br />
reclaman nuestra atención más como materia de reflexión que como objeto de deleite 76 .<br />
Este carácter terminalmente suscitador y, por lo tanto, irresolublemente inquieto, contrasta<br />
con la idea recibida del arte como aspiración al logro de una forma culminante, plena,<br />
mediante el dominio de una serie de técnicas y códigos de producción, captación y<br />
reproducción, un logro que permite acceder a la posibilidad gozosa de experiencia de<br />
plenitud aquietante –quiescente- y elevante; que permite confirmar el carácter real, positivo,<br />
de lo que hay o puede haber, aunque haya sido puesto aparentemente en cuestión.<br />
2. En el arte contemporáneo, en el arte de nuestro tiempo, se invierte la relación entre<br />
suscitación y terminación, entre pregunta y respuesta. Es una inversión tremenda, puesto<br />
que esa relación, en su secuencia tradicional, define toda nuestra cultura (desde el arte a la<br />
religión, desde el derecho a la ciencia, desde la educación a la filosofía) como posibilidad de<br />
dar sentido a lo que hay o puede haber, como conjuración de lo indefinido, como<br />
razonabilidad que acomoda y se acomoda a la racionalidad de lo que llamamos realidad.<br />
3. Pero no se trata propiamente de una inversión: en toda inversión hay una simetría entre<br />
el antes y el después, un mantenimiento de la proporción (de la razón, del logos); se trata de<br />
un más allá de la inversión, de una desproporción, de una desestructuración: en el mundo<br />
actual de la creación artística apunta el cuestionamiento de la lógica o disposición que<br />
sustenta esta cuestión, la proporción pregunta-respuesta, como cuestión fundamental 77 .<br />
I<br />
76 Pasamos así de una estética de la belleza (idea), a una estética de la obra de arte<br />
(producto) y, de ahí, a un concepto campal, procesual y multiplicativo del arte en el que es la<br />
propia acción artística (sin apuntar a la belleza, sin culminar en una obra) la que significa<br />
primariamente (e incluye a producto e idea como momentos suyos).<br />
77 Digo: “se apunta” y no “se logra”, precisamente porque la actual (sobre)valoración económica<br />
(y psicológica, etc.) de la obra de arte dota a ésta (todavía) de un nivel de “realidad” que, en<br />
puridad, ya no tiene. Esta valoración fija, en última instancia, el ser de la obra todavía como<br />
mimesis, como algo guiado por un código (lo que sigue valiendo, incluso, en la obra que se<br />
concibe a sí misma como desprendida de esta fijación de valor). El vértice monetario del arte es la<br />
última reminiscencia del “viejo mundo” que el nuevo arte, entre otras actividades humanas, está<br />
llamado a romper en cuanto ultimación validante o esperada (configuradora) del proceso artístico<br />
(aunque no como “un elemento entre otros”, como un mundo entre otros).<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
II<br />
4. La reflexión es una modalidad del pensamiento que consiste, ante todo, en<br />
retroceder para aquilatar y calibrar el alcance de lo que está ya dicho en el<br />
decir que dice lo dicho: es lo que el decir dice o consolida de forma callada<br />
como obvio, como evidente. Reflexionar es mostrar que en ese dicho silente<br />
del decir están presentes sin aparecer una serie de supuestos disponentes que<br />
son decisivos porque ordenan (reproducen, guían, perpetúan) de forma tenaz<br />
los mundos que habitamos.<br />
5. Si entendemos lo dicho como óntica (orden de cosas) y el decir como<br />
ontología (ordenamiento de lo que aparece como cosa y como esa cosa), cabe<br />
llamar a estos disponedores “metaontologías” (ordenamiento del aparecer de<br />
lo que aparece como cosa y como esa cosa) 78 .<br />
6. Véase un ejemplo: cuando digo: nos encontramos ante una colección de<br />
fotografías realizadas por el fotógrafo madrileño, radicado en Asturias,<br />
Miguel Carrera, quien, mediante largas exposiciones logra captar la imagen<br />
de una serie de paisajes en los que la única luz que hace aparecer objetos en la<br />
noche es una luz artificial, parece clara la objetividad de la obra, su<br />
significado, su alcance, sus elementos: un sujeto, un objeto, un medio, un<br />
mensaje. Esto es la óntica. La ontología es el sentido que unifica estas<br />
afirmaciones: la idea de que lo que se da se da a nuestra consideración como<br />
realidad: la obra es una perspectiva de la realidad creativamente seleccionada/<br />
elaborada por un autor/ojo que domina una técnica y unos códigos<br />
expresivos, etc.<br />
78 Denomino metaontología toda aquella gestión (teórica, práctica) de lo que hay (de lo<br />
que está ahí, de lo que puede darse) en términos de realidad (o irrealidad) y/o de unidad<br />
(pluralidad) y/o de positividad (negatividad) y/o totalidad (parcialidad) y/u orden (desorden) y/o<br />
autenticidad (inautenticidad); es decir, toda aquella economía que sostiene que lo que se da o está<br />
abarcado u orientado o articulado o transido, de un modo fuerte o débil, por un sentido (o<br />
sinsentido) o por su posibilidad.<br />
Considero que una de las tareas del presente consiste en ir más allá de este territorio (de esta<br />
economía). Un ámbito o atmósfera que es capital en nuestra tradición de realización (de acción y<br />
pensamiento) y que sigue operativa en muchos de los pensadores que se consideran despedidos de<br />
ella. Y entiendo aquí como “nuestra tradición de realización” no sólo lo que se denomina<br />
comúnmente pensamiento occidental, sino otro tipo de metaontologías básicas, como pueden ser,<br />
por ejemplo, la musulmana, la hinduista, la budista (que, a pesar de las diferencias entre las<br />
escuelas, como sucede también entre nosotros, guardan un parentesco entre sí –y con nosotrosque<br />
va más allá del aire de familia y que permite realizar esta afirmación, cuya generalidad<br />
considero perfectamente sostenible).<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
III<br />
7. Desplazar el eje de la consideración de una propuesta artística de la fruición de<br />
la representación lograda a la reflexión, de la interpretación según su adecuación<br />
a lo real o al cumplimiento de un código reglado como forma natural de acoger la<br />
obra o incluso su consideración como perspectiva o punto de vista sobre la<br />
realidad … al ámbito de la reflexión supone (uniendo lo esbozado en I y II) una<br />
reconsideración no sólo de la obra en cuanto conjunto de elementos (óntica), no<br />
sólo del mundo de sentido en el que se inscribe (ontología) sino de la lógica<br />
afirmativa (metaontología) que suscita y sustenta ese mundo en su obviedad, un<br />
mundo, que en ese mismo instante, ha dejado de ser último 79 , respuesta a una<br />
cuestión que, en su responder mismo, satura lo abierto (lo desordenado, lo puesto<br />
en cuestión) por la pregunta. Supone una reconsideración de nuestro modo de<br />
manejar y manejarnos en lo que hay, de nuestra metaontología, de nuestra<br />
metaeconomía. Y ello, repito, no sólo en los estratos inmediatos sino, sobre todo,<br />
en los más hondos: no se trata sólo –que también, obviamente- de una revisión<br />
categorial, no se trata sólo –que también- de una revisión del sentido global que<br />
establece estas categorías como tales, sino del alcance de los supuestos que<br />
animan la postulación de ese sentido. Todo este poder de la reflexión se muestra<br />
hoy, entre otros lugares, en el mundo de la propuesta artística: de cualquier<br />
propuesta artística verdaderamente de nuestro tiempo.<br />
8. Asistimos hoy al desordenamiento de un orden consolidado, un orden de<br />
realidad, ciudad y mente (categorías, instituciones, estados de ánimo). De este<br />
desorden el arte actual no es reflejo sino componente activo: por eso la<br />
consideración de su papel es decisiva para calibrar el alcance de lo que está<br />
pasando, de lo que se está realizando. Pero debemos calibrar el alcance de lo que<br />
hoy aparece: no se trata de un final abrupto, sino de un manifestarse en un<br />
declinar. De ahí la índole necesariamente polémica de lo que acontece: ni lo viejo<br />
queda arrumbado, ni lo nuevo irrumpe victorioso e irrebatible.<br />
Del mismo modo que el final del orden tradicional (agrario, aristocrático,<br />
fixista, circular, tradicional, obediencial) no supuso su extinción sino su<br />
preterición, el final del orden industrial moderno (industrial, oligárquico-<br />
79 Al igual que no es tampoco última la metaontología: puesto que la ultimidad pierde su<br />
puesto como categoría que cierra lo que hay, como categoría que dispone lo que hay en el<br />
horizonte englobante de la ultimidad.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
democrático, evolucionista, espiral, progresista, crítico) no supone su<br />
arrumbamiento, sino su remisión. El nuevo orden, que, a falta de nombre mejor,<br />
podemos denominar postindustrial o postmoderno, tiene todavía rasgos difusos,<br />
es, por ello, a día de hoy, fundamentalmente reactivo o deconstructivo; pero en él<br />
apunta algo de forma clara: la referida reconsideración de lo que, en el orden<br />
clásico, se tenía por obvio: el sistema categorial y la raíz de su constitución en<br />
cuanto significativo. Y, más aún, la consideración de lo que denominamos su<br />
metaontología: el significado de esa significatividad.<br />
9. Uno de los elementos claves de la modernidad (que es otro nombre del orden<br />
industrial moderno) es la profunda inversión que lleva a cabo en lo que el orden<br />
antiguo propuso como elemento básico de su ordenamiento económico de lo que<br />
hay o puede haber: la división de su manejo humano en acción y<br />
contemplación 80 . En el orden antiguo, lo que hay se dispone, desde nuestro<br />
manejo, como (i) siendo un en sí y como (ii) siendo accesible para nosotros. Este<br />
ser en sí entraña una diferencia (que encierra una distinción entre verdad y<br />
apariencia o “provisionalidad” o, en su caso, “falsedad”): el ser aparentemente en<br />
sí y el ser realmente en sí. La accesibilidad, por su parte, se subdivide<br />
(estableciendo no sólo una distinción sino una subordinación) en (a) accesibilidad<br />
teórica (contemplativa) y (b) accesibilidad práctica (activa), de tal modo que la<br />
accesibilidad teórica se corresponde con el en sí verdadero del ser y la<br />
accesibilidad práctica con el apariencial (que no es necesariamente falso, pero sí<br />
está “tocado” por una incompletud de principio). Unida a estas distinciones, está<br />
la idea de que el acceso a lo fundamental (que, por tanto, es arcano) es difícil,<br />
requiere un esfuerzo; esfuerzo que, por otra parte, sólo unos pocos están en<br />
condiciones de llevar a cabo. Y, de modo recíproco, compete a estos pocos<br />
constatar y prescribir el valer (los valores) de ese ser clave: gobernar la ciudad,<br />
elegir, decidir, disponer.<br />
10. En el mundo antiguo, en el antiguo régimen, el paralelismo realidad-ciudadalma<br />
se da, como es sabido, de este modo: hay una realidad en sí que consta de<br />
prototipos ideales y atemporales de los que las cosas son casos; hay un puñado de<br />
seres humanos capaces de elevarse hasta ese mundo ideal y por lo tanto aptos<br />
para dirigir la ciudad; estos individuos pueden elevarse a esa altura cognoscitiva<br />
80 Al tiempo que introduce aquí una inversión, consolida, sin embargo, su determinación<br />
como accesible (ontología de la verdad como correspondencia) y, en última instancia, en el ámbito<br />
de la metaontología, como real realidad.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
por capacidad intelectiva o contemplativa. En este régimen, la acción está guiada<br />
por la contemplación y es, por lo tanto, mero efecto: la idea es causa (tanto del<br />
ser como del conocer), es perfección: el efecto tiene, por definición, siempre<br />
menos potencia, es constitutivamente imperfecto 81 . La acción (en toda su<br />
tipología) es siempre –frente a una contemplación que se considera real porque se<br />
plasma en un dominio político de hecho que se justifica por ese ordenamiento<br />
económico, por ese orden de justificación- subordinada. Incluso cuando es<br />
reconocida (como sucede con Aristóteles) como única vía posible de manejo de lo<br />
que hay en la vida cotidiana, siempre tiene presente (como ideal o como<br />
nostalgia) la vida contemplativa y lo que contempla, la felicidad amable de la<br />
teoría, del puro pensamiento de las verdaderas estructuras del ser.<br />
11. En este orden de cosas, también las distintas modalidades de la práctica<br />
pueden ser más o menos valiosas, según su menor o mayor cercanía al<br />
conocimiento de lo que las cosas son. No será lo mismo la potencia del dominio<br />
de lo ético-político que la capacidad de seducción del mundo poético que la mera<br />
fabricación de la actividad técnica. Pueden ser más o menos valiosas –por ser más<br />
o menos automáticas: el fabricar es un hacer que no se posee por no conocer los<br />
principios en que se inspira; por ser más o menos inevitables: la acción no puede<br />
derivar directamente de la contemplación y por ello debe ser prudente y<br />
equilibrada; el arte oscilará entre los peligros blasfemos de la ficción, el<br />
conservadurismo de la mímesis y una homeostática posibilidad catártica …-;<br />
pueden ser, digo, más o menos valiosas, pero no son primeras: son incompletas<br />
….<br />
12. La modernidad tardía, el siglo XIX, introduce una inversión en este orden,<br />
procesualiza lo que hay, lo dinamiza. Evolucionismo, marxismo, pragmatismo,<br />
son elementos de este nuevo mundo. En él, la práctica –el proceso de la acción<br />
político-moral, del hacer y fabricar técnico, de la creatividad artística - es la que<br />
suscita la teoría: la realidad no se despliega imitando un orden preestablecido<br />
(que fructificaría en productos miméticos –actos, artefactos, obras- que deben<br />
valorarse comparándose con ese canon ideal e inmóvil) sino que realiza ese orden<br />
81 De este modo, retroactivamente, se recupera y justifica ontológicamente lo que es<br />
nuestra constatación de la finitud o facticidad en que somos: como producida necesariamente por<br />
su relación con lo que postulamos como su causa: el plus de insatisfacción se proyecta por<br />
elevación retroactivamente en una imagen de perfección que, a continuación, justifica la necesaria<br />
finitud del efecto. Y, de este modo, lo legitima: es fáctico, pero está fundado en lo no-fáctico. Se<br />
trata de una prodigiosa operación económica.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
llevándolo, procesualmente, a ser en toda su plenitud. La obra no imita el ideal<br />
(la idea de belleza) sino que lo realiza, lo hace aparecer en toda su plenitud: el<br />
ideal, sin realización, es indigente, es pura pobreza.<br />
13. Esta inversión moderna tiene diversas modalidades: alguna (la hegeliana, la<br />
marxista, la del darwinismo social) es, en puridad, una variante del modelo<br />
clásico de nuestra tradición: la pregunta puede ser respondida, abrochada, lo que<br />
hay admite una plenitud satisfaciente, plenamente significativa (de ahí el arte<br />
como mediación necesaria del despliegue de la idea en Hegel; de ahí la posibilidad<br />
del realismo socialista como arte verdadero de una realidad verdadera; de ahí la<br />
ganancia, en su acierto con el orden de lo que es, del mejor). Ciertamente, es una<br />
plenitud que no está instantáneamente dada sino que tiene que lograrse con<br />
tiempo y esfuerzo, con lucha y dolor; pero este logro es posible en principio: es la<br />
maduración de una semilla verdadera.<br />
14. Pero en otras modalidades de la inversión moderna (desde el pragmatismo,<br />
por ejemplo) apunta una línea diferente, una primacía del hacer que no sólo<br />
segrega lo ideal (como en los casos anteriores), sino que lo hace de forma<br />
múltiple. De forma múltiple, digo. Eso, ciertamente, lo dice también el marxismo<br />
con su concepto de ideología (cada grupo social ligado a unos modos de<br />
producción o al dominio de unos instrumentos productivos tiene la suya). Pero<br />
aquí se añade un elemento fundamental: esta multiplicidad de ideales (de teorías<br />
sobre lo que hay que nos sirven para sobrevivir en nuestras vidas) no tiene por<br />
qué componerse; de hecho puede que no se componga: de este modo la realidad<br />
no se reabsorbe en un sentido abarcador, en una clave única. Con ello, nos<br />
alejamos no sólo del mundo clásico (donde el ideal eterno absorbía de antemano<br />
toda manifestación práctica; manifestación que, por otra parte, se refería a él:<br />
como creación, como imitación …) sino también del mundo moderno (donde el<br />
ideal gestado por la práctica no era sino la maduración necesaria de un ideal<br />
preestablecido –y en este sentido puramente formal, vacío, indigente-, aunque<br />
sólo recuperable retroactivamente al final del proceso de su realización: como su<br />
sentido necesario o verdadero).<br />
15. Esta nueva línea pragmática tiene graves consecuencias cuando se una a otras<br />
trayectorias de la modernidad tardía, fundamentalmente las que provienen de las<br />
ciencias naturales. Hay en el pragmatismo, fundamentalmente, un paso a segundo<br />
plano de la noción tradicional de realidad como totalidad objetiva, como<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 172
Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
consideración de lo que hay como unidad única, como referencia plena. Puede<br />
que este paso a segundo plano no hubiera ido más allá de un cambio de acento en<br />
la filosofía [el paso de filosofías de la unidad a filosofías de la pluralidad<br />
irreductible 82 que se desinteresan por la cuestión metafísica de la unidad última<br />
de la realidad o de la índole de esta ultimidad y se limitan a trabajar con un<br />
concepto supervivencial de verdad manteniendo la noción de realidad, desplazada<br />
de su lugar central tradicional, meramente como límite al que se refiere (sin entrar<br />
a considerar su positividad en cuanto tal: es un conocimiento no necesario para<br />
ser: no vital) la supervivencialidad] si no hubiera coincidido 83 con una evolución<br />
decisiva en el ámbito de las ciencias físicas y matemáticas.<br />
16. En el quicio de los siglos XIX y XX se producen una serie de acontecimientos<br />
ontológicamente decisivos en el ámbito de las ciencias modernas. Son de sobra<br />
conocidos: la crisis de fundamentos en la matemática (tanto en geometría como<br />
en aritmética); la aparición de la mecánica cuántica y de las teorías de la<br />
relatividad (en micro y macrofísica). Para lo que aquí no interesa: ya no va a ser<br />
posible, por una parte, considerar que lo que hay tiene una estructura, un<br />
esqueleto inconmovible en el que se puede encontrar a voluntad lo que se quiere<br />
buscar (lo que entraña el principio del fin de la equivalencia analógica entre<br />
pensar y ser, y, más en el fondo, el desbordamiento de la lógica que fructifica en<br />
esa equivalencia); ya no va a ser posible mantener una noción de realidad física en<br />
sentido tradicional (intuitiva, lineal, simultánea), sea como plenitud dada (en<br />
sentido tradicional) sea como límite –referente- ideal (pero real) de nuestras<br />
acciones.<br />
17. La confluencia de ambas series (primacía de la práctica, fin de la noción<br />
intuitiva de realidad como totalidad o referencia) supone el fin de una época: no<br />
sólo el fin de los objetos de que consta en cuanto objetos bien establecidos, no<br />
82 Hemos de darnos cuenta de que los planteamientos multiplicativos de los que se hablará<br />
luego nos sitúan más allá de la pluralidad (que ha de leerse, en consecuencia, o bien como<br />
fragmentación de una unidad que sigue operando nostálgicamente como idea reguladora o bien<br />
como mutua referencia futura de lo que se da, lo que posibilitará reconstruir una unidad<br />
pactando múltiples acuerdos en la idea de una “acordabilidad”. Porque incluso la aparentemente<br />
escéptica pragmática, al suponer una realidad-límite o medida de supervivencialidad, postula que<br />
la pluralidad se compone, aunque no pase a positividad ingenua o inmediata. En ello se muestra<br />
el poder de lo metaontológico.<br />
83 Se trata, claro está, más de una co-incidencia que de una mera coincidencia. Es decir,<br />
aquí, en esta posibilidad de darse simultáneamente dos series de acontecimientos (o de leer<br />
nosotros lo que hay en esta doble serialidad), se muestra un sentido más hondo de la economía de<br />
lo que hay.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
sólo el de las categorías y valores que los clasifican y describen, sino también el<br />
fin de lo que dotaba de significado a estas categorías y valores que daban sentido<br />
a los objetos, el declinar del proceso, del manejo de la realidad que produjo y<br />
justificó tales productos en cuanto tales y en cuanto productos.<br />
18. Supone, sobre todo, para lo que nos interesa, lo que podemos denominar fin<br />
de la realidad y auge de los mundos.<br />
IV<br />
19. Sin entrar en todo lo que entraña, podemos establecer sintéticamente lo que<br />
entraña el concepto de mundo. Me voy a valer de un esquema que he usado en<br />
otras ocasiones y que, aun a riesgo de ser demasiado esquemático y dogmático,<br />
deja esbozado lo que se quiere decir:<br />
- Toda posición (afirmación, teoría, obra, acción, consideración) es un<br />
orden de mundo y, por ello, tiene carácter no sólo descriptivo o<br />
propositivo (de lo que es como es o de cómo debería ser) sino,<br />
fundamentalmente, realizativo.<br />
- Por consiguiente, lo que hay, antes de ser o dárseme como entidad o<br />
proceso o acontecimiento, ficción o realidad, tiene, en ese ser para mí o<br />
dárseme, que es, por otra parte, su ser pleno (terminal) 84 , índole de<br />
mundo.<br />
- Mundo es cualquier articulación de lo que hay y no está conmensurado<br />
con un ser en sí o un tener que ser determinado.<br />
- Y en cuanto esa articulación se da, es prueba de primacía de la posibilidad<br />
(incluso como mera concebibilidad), de la tolerancia de lo que hay en los<br />
mundos y de su índole abierta a la multiplicación:<br />
a) Una posibilidad cuya realización no es cumplimiento de una potencia<br />
(es decir, algo no realizativo sino repetitivo, aunque esta repetición<br />
pueda –monstruosamente- fallar y sin embargo seguir ahí).<br />
84 Este “mí” terminal tiene, a su vez, carácter de mundo, no de realidad. No es, por ello, ningún<br />
“en sí” en sentido tradicional.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
b) Una tolerancia (en sentido estricto) que muestra que lo que va siendo<br />
(pudiendo ser contradictorio) no se ajusta a ningún deber ser, a ningún<br />
patrón rígido (en sentido también estricto).<br />
c) Una multiplicación basada en su carácter: indefinido, entrelazado,<br />
recursivo, futurible<br />
- Que mundo prime sobre realidad significa que lo que hay no se da en<br />
forma de unidad, ni mucho menos de unicidad.<br />
- Las categorías unitarias positivas: uno, totalidad, realidad, en sí, control,<br />
no son más que mundos: formas posibles de articular o de ordenar lo que<br />
hay.<br />
- Las categorías opuestas a las categorías unitarias: múltiple, fragmento,<br />
irrealidad, para mí, descontrol, no son más que mundos simétricos<br />
(especulares) de los mundos anteriores. O, desde otro punto de vista,<br />
forman parte del mismo mundo: son producto de la misma lógica.<br />
- Los mundos no son diferentes perspectivas (complementarias o conflictivas<br />
por estar definidas o poderse deslindar) sobre la realidad o sobre una<br />
(misma) realidad.<br />
- Los mundos no son juegos opuestos a una seriedad que los torna fútiles.<br />
Siendo finitos (fácticos), son –más o menos, pero siempre- definitivos: sus<br />
realizaciones tienen siempre esa índole, aunque esa definitividad pueda ser<br />
luego, de alguna manera, en otros mundos, refutada: el hambre que siento<br />
en este momento es definitiva, aunque pueda saciarla si como un bocado.<br />
- Los mundos no son insuficiencias que esperan o están orientadas a su<br />
plenificación.<br />
- Los mundos no admiten, como límite, un super o intramundo que, en<br />
cuanto realidad, de alguna manera, los sincronizaría, los unificaría 85 :<br />
a) Ni como envolvente dado que los abarca (englobante) o está<br />
constituido por ellos o acabará plenificándolos.<br />
85 Como en el resto de distinciones que esbozo, no persigo aquí elaborar una tipología, sino<br />
apuntar distintas modalidades (explícitas o encubiertas) de unificación. La justificación de lo<br />
afirmado y su necesario desglose han de quedar para otra ocasión.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
b) Ni como frontera interna que los compone a pesar de su mutua<br />
inconmensurabilidad (límite o sím-bolo).<br />
c) Ni como investidura a partir de algo que, dándose o pudiéndose dar en<br />
lo fáctico y no brindando una totalidad de hecho o una totalización de<br />
frontera, pudiera verse –retrospectiva o retroactivamente- como un<br />
posible elemento de introducción de sentido (opción por la posibilidad<br />
más auténtica o propia, illeidad, tercero excluido).<br />
- La primacía de mundo sobre realidad significa asimismo (frente a lo que<br />
ha sido tradicional sostener) la primacía de la práctica sobre la teoría.<br />
a) Teoría significa posibilidad de acceder (ahora, en el futuro, o en el<br />
límite) a una realidad ordenada persistente (modélica) en la que la<br />
novedad es un ejemplo: o de un paradigma, o de una ley o de un<br />
sentido. En el límite –tras la teoría de la evolución-, significaría la<br />
posibilidad de una novedad que crearía (o iría creando en cada caso) su<br />
propia legalidad (por emergencia, por ejemplo); legalidad de la que, a<br />
partir de ese momento, toda novedad sería un caso tensado entre la<br />
repetición y la creación de una nueva ley. Lo que hay, en todo caso, de<br />
una forma u otra, de modo más fuerte o más débil, se entiende desde la<br />
idea de panóptico.<br />
b) Desde la primacía de los mundos, la teoría se entiende siempre como<br />
un caso de la acción, como un segregado, como un momento<br />
económico. Así, p.e., la ciencia sería un caso (un mundo entre otros<br />
posibles) de la técnica y no al revés (la técnica, mera ciencia aplicada,<br />
mera proyección en lo material inerte de un modo de ser correcto).<br />
c) Y dado el carácter realizativo de los mundos, y dentro de la idea de<br />
acción (por no abandonar su desglose clásico), la creatividad (poiesis)<br />
es el elemento decisivo: la praxis (acción político-moral) y la techne<br />
(acción técnica o arte) son, radicalmente, poiesis: la praxis deja de ser<br />
una aplicación de la ortodoxia, del mismo modo que la técnica deja de<br />
ser ciencia aplicada y el arte deja de estar orientado a la plasmar o<br />
hacer esplender de lo que se dice realidad en verdad.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
- Realidad, por tanto, no es la totalidad, una y única, la positividad<br />
verdadera de lo que hay o pueda haber, o la índole de lo que es en cuanto<br />
es –de alguna manera- positivo, sino una característica de los mundos: el<br />
hecho de que se den (sin atender al modo en que se den) y el fruto de su<br />
carácter realizativo.<br />
a) No hay, por lo tanto, en sentido tradicional, cosas reales (regiones o<br />
entidades definitivas de lo que hay: dioses, teorías, mentes o almas,<br />
cuerpos); ni, por oposición: caos, desorden, inclasificabilidad; no hay<br />
nada en este sentido cuya realidad “transcienda” la estructura de<br />
mundo.<br />
b) No hay realidad de las cosas en sentido tradicional (como opuesta a<br />
lo irreal del sueño de la confusión o de la ficción), una realidad<br />
(entidad o impresión) que vaya más allá de la “insuficiencia” (en este<br />
sentido) de la índole realizativa de los mundos.<br />
- Por consiguiente, las categorías de todo pensamiento (pensamiento-acción<br />
siempre: ontología o metaontología-político/económica) responden a esta<br />
índole de mundo: ni son cosas reales, ni tienen realidad (aseidad,<br />
transcendencia, entidad).<br />
- La característica clave de los mundos (frente a la idea tradicional de<br />
realidad fijable, sólida y aseguradora, alcanzable a pesar o desde o en las<br />
más o menos significativas apariencias 86 ) es su carácter indefinido y<br />
multiplicador. Las entidades nacen en sus intersecciones y no pueden ser<br />
recuperadas ni proyectadas ni como “en sí” ni como “para sí”: ni<br />
mediante regresión (la recursividad es indefinida) ni mediante progresión<br />
pasada al límite (multiplicación equivale a apertura múltiple –realizacióncon<br />
cada intento de determinación).<br />
- Es decir: los conceptos “principio” y “fin” son segregados “internos” a los<br />
mundos, no algo externo: porque no hay exterioridad (y, por ello, en<br />
paralelo, tampoco interioridad). Tales conceptos son, ellos mismos,<br />
86 Apariencias más o menos significativas, más o menos portadoras de lógos: arco que va<br />
desde la desconfianza que suscitan en el parmenideanismo-platonismo clásico, al carácter protoluminoso<br />
con el que se muestran en la fenomenología-hermenéutica que parte del aparecer en el<br />
mundo de la vida.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
“mundos”: órdenes en lo que hay, pero con carácter indefinido,<br />
multiplicador, etc.<br />
- Del mismo modo, la noción de “concepto” o “categoría” o “término”<br />
tiene (remite a la) estructura de mundo: el hecho de que un concepto<br />
(entendido –en sentido más o menos kantiano-hegeliano, un sentido que<br />
remonta<br />
hasta Platón o más atrás a través, decisivamente, de Leibniz-<br />
como el conjunto de determinaciones significativas que describen algo en<br />
su posibilidad misma de ser algo real y que, en cuanto tales permiten o<br />
exigen o convalidan su realización en esa línea u orden) pueda funcionar<br />
como una regla significa, precisamente esto: todo ordenamiento (en<br />
nuestro caso, no a priori) es realizativo.]]<br />
19. En ese auge de los mundos, la confluencia de las dos series de de<br />
acontecimientos de la que hablaba en el parágrafo 17, se produce, además 87 , y<br />
esto es decisivo, en un ámbito de economía (en sentido tradicional) dominada por<br />
la terciaridad (economía de servicios, financiera, de futuros, global). Frente a una<br />
economía de productos (primaria o agrícola) o de procesos (secundaria o<br />
industrial), la economía postindustrial se centra en lo que podemos llamar, en<br />
sentido fuerte, “juego”: frente al producto artesanal, único y absolutamente<br />
controlado en su producción<br />
individual (es el lugar); frente al producto<br />
industrial, seriado, fruto de un proceso mecánico que prima sobre él, de un<br />
proceso que se abre al riesgo pero lo absorbe (al menos teóricamente) mediante<br />
mecanismos rígidos de control (idea de mercado en competencia perfecta, por<br />
ejemplo), nos encontramos con la primacía de lo que lanza un proceso u otro (y el<br />
proceso ya no es lo más significativo: no es él quien abre el sentido),; proceso que,<br />
ahora sí, lanza un producto u otro (qué más da); nos encontramos con una<br />
fruición en el hacer, con una des-procesualización y, consecuentemente, con una<br />
mayor desobjetualización que la que se da en el mundo del proceso; nos<br />
encontramos con una primacía de la imaginación del futuro sobre otras<br />
facultades (memoria, entendimiento) y otros tiempos (presente-pasado); con una<br />
primacía significatividad de la modalidad sobre la relación y, a fortiori, una<br />
relativización de la cantidad y la cualidad.<br />
87 De nuevo, ¿qué significa confluir? Y hay que notar: la noción de causa (tal proceso<br />
causado por tal otro, etc.) es una de las nociones que ya no nos sirve (en cuanto posibilidad total<br />
de explicación); incluso el propio concepto de explicación pertenece a esos mundos sidos (no<br />
como posibilidad de mundo, lo que siguen siendo, sino como órdenes reales y reales<br />
ordenamientos).<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
20. Desde lo apuntado, en este desplazamiento de ejes (o en esta consideración de<br />
lo axial como desplazamiento) se entiende mejor la complejidad del concepto de<br />
arte, del lugar que ocupa en los mundos actuales y la perplejidad que suscita:<br />
1. no habiendo realidad, el arte no puede ser ni presentacional ni<br />
representacional;<br />
2. habiendo mundos, toda presentación es constitución de un(os) mundo<br />
(s), toda representación construcción de un(os) mundos;<br />
3. habiendo primacía de la práctica: todo hacer es realizativo (pero, a su<br />
vez, de realidad de mundos, no de realidad en sentido tradicional);<br />
4. no habiendo código de códigos, el arte no se ofrece como primariamente<br />
interpretable o informativo, abierto a o exigiendo la pregunta: ¿qué significa?<br />
Acaece como indagador y cuestionador del esquema pregunta-respuesta como<br />
primario y/o zanjable;<br />
5. no habiendo orden absoluto de facultades, el arte no es un tránsito<br />
limitado por la sensibilidad, ni la aplicación de un conocimiento superior a la<br />
materia. Supone y agradece la nueva reubicación de las emociones frente a la<br />
razón (y, en paralelo, de la mitología respecto al lógos), pero también entraña<br />
una des-emocionalización. Es reflexión que, sin renunciar al deleite, no tiene<br />
que estar ordenada a él o por él;<br />
6. no habiendo conocimiento como re-conocimiento (de una idealidad<br />
previa; en una idealidad realizada), toda realización es epistémica<br />
(informativa, orientativa, instauradora, consolidante): indaga y abre, propone<br />
órdenes (fácticos) de sentido que no se resuelven necesariamente en instancias<br />
cognoscitivas superiores (filosofía, ciencia) sino que “se dan conjuntamente”<br />
con estas y se hibridan con ellas;<br />
7. no habiendo orden natural de facultades, la imaginación artística es<br />
“envolvente” y no “envuelta”: la modalidad es la atmósfera de nuestro<br />
tiempo; la posibilidad y sus mundos son más efectivos que la realidad<br />
tradicional;<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 179
Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
8. el arte es “parte” (sin ser fragmento) de una nueva economía (es, como<br />
mínimo, en todo caso, una crítica de la que nos soporta, la circulación de las<br />
tríadas ser-conocer-hacer; dioses-alma-mundo), de una nueva metaontología;<br />
9. toda obra de arte, en cuanto mundo(s), tiene un carácter disposicional<br />
(prospectivo/propositivo/proyectivo) y, a la vez, conflictivo (hacia “fuera” y<br />
también hacia “dentro”, sin, por ello, constituir una unidad sino, en sí misma,<br />
una pluralidad multiplicativa: un continuo abrir mundos que no se solapa o<br />
aglutina bajo un con-cepto unitario de mundo, que sería otro nombre de la<br />
vieja realidad);<br />
10.la representación o la interpretación de índole representacional son sólo<br />
momentos de la obra, no su “sustancia”. Como tales habrán de tenerse, en su<br />
caso, en cuenta; pero junto a otros, no sobre otros;<br />
11.por otra parte, el carácter de obra (objeto, acción) de la obra es sólo un<br />
momento suyo, no su sustancia … Lo que en ella se coagula y a lo que ella<br />
remite es también “parte de su ser”, de su acontecer. La obra supone una red<br />
de actores (artista, público en sus diversas modalidades, galeristas, críticos…),<br />
cada uno de ellos de índole mundana (multiplicativa, posibilista o modal,<br />
realizativa…), el autor es sólo uno de ellos (y sus mundos unos entre tantos);<br />
12.lo considerado siempre “en sí real” de la obra, obra por antonomasia, su<br />
“interior”, también vive y se multiplica y se desplaza (en varios ejes): no es al<br />
modo de realidad sino de mundo…;<br />
13.la obra no es de-finitiva más que mundanalmente (en un instante, en un<br />
mundo; en indefinidos instantes en indefinidos mundos); es fáctica, finita,<br />
indefinida. Con significados, claro está, pero sin “significado”; encuentro y<br />
conflicto (la indiferencia es una forma de conflicto).<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
V<br />
[La obra de M. Carrera 88 ]<br />
21. ¿Cómo leer desde lo dicho la serie de fotografías “la noche boca arriba” que<br />
nos brinda Miguel Carrera? Ante todo, y esto los que le conocemos lo<br />
entendemos perfectamente, como una donación. La forma en la que dis-pone su<br />
obra nos indica que no quiere disponer de ella sino para ofrecerla: no se trata, por<br />
tanto, de la entrega de un producto a cambio del reconocimiento (monetario o<br />
afectivo) que le correspondería (de este modo se cerraría un ciclo de economía<br />
productiva típico de la metaontología occidental); no se trata de una hecho que<br />
apunta a un circuito cerrado de transacciones, sino del esbozo o la apertura<br />
incipiente de un mundo de gratuidad: un ser desinteresadamente de tal manera<br />
que, cuanto menos, apunte aquello que, en su fragilidad o impotencia es<br />
reprimido u oprimido en y por el mundo ordenado por los poderes fácticos como<br />
real.<br />
22. Nótese bien: se trata de una posición más compleja y matizada que la simple<br />
oposición de, frente a un mundo dado, postular como alternativa otro antitético,<br />
radicalmente diferente. En la presentación más inmediata de la obra, hay un cruce<br />
de líneas de fuerza que pone de relieve esta necesaria falta de maniqueísmo, esta<br />
convicción (o propuesta) de que los conflictos no se solucionan ignorando a una<br />
de las partes, ni siquiera a la dominante (aunque tampoco con simulación de<br />
equidistancias o fáciles empates).<br />
<strong>23</strong>. La primera línea de fuerza es lo que, de modo tradicional, podemos llamar el<br />
medio por el que se lleva a cabo: la técnica fotográfica. Una práctica que sólo<br />
muy recientemente se considera “arte”; una práctica al alcance de cualquiera y<br />
que es usada por el autor sin querer demostrar ni mostrar virtuosismo alguno<br />
(aunque lo haya). Un hacer aparentemente diluido, hecho desde la fruición: la<br />
noche que se manifiesta desde el goce sereno y que se despliega en un tejido que<br />
recoge-emite, con tiempo, luz refleja, luz reflexiva: es una aparición distendida,<br />
desdramatizada, una remisión del conflicto que, así presentado, se distiende, no se<br />
oculta.<br />
88 Se puede acceder a la obra fotográfica de Miguel Carrera en http://<br />
www.miguelcarrerafoto.com/<br />
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181
Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
24. La segunda línea de fuerza tiene que ver con la construcción sintáctica del<br />
campo donde podrá objetivarse, desde la emoción gozosa pero lúcida, lo que<br />
haya de ser objeto o nudo: el campo no se abre para albergar-construir presencias<br />
que se imponen, dominancias que no se nos dan sino que se nos echan encima. Al<br />
contrario: se abre desde la serenidad de los grandes planos: no hay una presencia<br />
o referencia directa a lo dominante, a lo agotador y sus grandes primeros planos.<br />
Sabemos que está ahí, pero a modo de eco, de remisión, de lejanía, podemos<br />
acogerlo. No puede ser de otro modo, de él viene la luz más luminosa o a el<br />
envía: la dureza está ahí, es determinante (como luz-lógos); pero lo que deja en<br />
sombras-ilumina de rebote esa luz es lo primero en el plano; cierto: significa<br />
respecto-a, pero es –en ese instante, por un instante: distancia, tregua o<br />
posibilidad de acogimiento o de utopía o de fruición- como un en sí lejano y solo,<br />
un en sí olvidado de sí que, sin embargo, es decisivo: de él venimos, a él<br />
volveremos: a él queremos volver. Pero no de cualquier modo: la vuelta-en-lamostración,<br />
como en la obra se realiza, muestra que esto puede de formas<br />
diversas a las usuales, a las consagradas. Y cada una de estas formas es ya una<br />
realización, una construcción de la ciudad y de la realidad.<br />
25. Primera línea, la fotografía, lo que la luz escribe. Segunda línea, el campo que<br />
se abre y se ordena a distintas objetivaciones. Tercera línea, componente decisivo,<br />
en puridad, de las otras dos, es la propia luz. La aparición de la luz en la obra, su<br />
tenor, realiza ese carácter recursivo, desrealizador, mundanizador tan<br />
característico del arte contemporáneo y su debelación (al menos como<br />
posibilidad, lo que no es poco) de los imperiosos órdenes imperantes.<br />
Recursividad, indefinición, reubicación del orden establecido: vemos reflejos,<br />
series traducidas; la cámara introduce otro elemento reflexivo (acerca y aleja,<br />
separa y conjunta, introduce una distancia en la correrferencia: desacuiza, abre el<br />
territorio para pensar, es pensamiento). Este elemento es, a su vez, multiplicado<br />
por el tratamiento indirecto de la luz: lo que se fotografía es el día (artificial) de la<br />
noche en la noche iluminada por el día artificial que es noche del día, etc. Se<br />
trata de un circuito aparentemente cerrado, pero que no lo es: porque hay, en la<br />
co-incidencia una no-coincidencia, en la posibilidad real de respectividad, una no<br />
saturación. Es, sin salir de la facticidad (es decir, sin necesidad de una<br />
exterioridad absoluta), la posibilidad de lo indefinido, de una multiplicación<br />
inacabable, más aún, no orientada al acabamiento: irrealizable en sentido<br />
tradicional, pero no deficitaria sino distendida. Captada en el gozo, la noche boca<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
arriba invierte (pone “patas arriba”, como dice la expresión coloquial) el decurso<br />
necesario de los serios órdenes de lo real establecido, de las tiranías de la ciudad<br />
convencional. Sin, por ello, obviar –sólo distender para repensar- nuestra<br />
referencia a ellos y a ellas..<br />
25. Todo esto sugiere, además, y es lo decisivo, un cambio metaontológico: el<br />
significado de todo lo que significa: la mirada, los objetos o elementos en los que<br />
repara, la luz que posibilita el mirar o bajo la que aparecen los elementos en los<br />
que reparamos, se da no en la primacía de la plenitud de lo real, pro-viene no de<br />
su orden natural-establecido (según la ontología natural o el darwinismo social,<br />
por ejemplo) (luz, trabajo humano, ciudad/combate, triunfo, justificación) sino<br />
que proviene de y se da en el eco luz artificial/noche iluminada//luz artificial/<br />
noche diurnizada-luz natural/día pleno … Es decir: no en la noche plena inhumana,<br />
pero tampoco en la des-humanizada (pero humana) luz artificial<br />
(directa), sino en su respectividad (que, repito, no es presentada como un juego de<br />
simetrías: porque el dejar aparecer el margen, lo no-centro es ya una apuesta por<br />
dejar ser en su plenitud no real aquello que se “ignora” por estar “oscurecido” o<br />
borrado –negado, reprimido, ignorado …). El gozo, la infancia arcádica que<br />
trasluce el “boca arriba”, apunta también en este sentido: respecto a la ciudad<br />
donde se habita, posiblidad de aflojar (la remisión siempre en la remisión;<br />
remisión sin dejar de remitir), de poner boca abajo el orden institucionalizado, de<br />
poner las cartas boca arriba. Y querer hacerlo no sólo vacacionalmente, como<br />
una ritualidad estacional que, de alguna manera, confirma ese orden establecido<br />
como seguridad dura y necesaria y exige su restauración tras ese paréntesis, sino<br />
como una distensión perpetua de su fuerza, como mostración de su carácter<br />
impositivo con el que no tenemos porqué cargar, como cuestionamiento de su<br />
disposicionalidad absoluta que ordena nuestro conocer, nuestro sentir, nuestro<br />
pensar, nuestro actuar.<br />
26. Un arte no orientado a ser interpretado y/o a ser gozado, un arte que es<br />
epistémico, profundamente reflexivo, es un arte social. Una propuesta dispositiva<br />
de mundo es una propuesta de alma, de ciudad y de dios. Donación en la que el<br />
autor no se esconde. No hay falsa objetividad. No hay voluntad de esconderse<br />
sino de no dominar: que el mundo no sea realidad, que lo que pasa por real no<br />
absorba la dinámica de los mundos.<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
27. Un arte que deja ver de manera no maniquea la relación mundos-realidad es<br />
un arte combativo, pero no violento. En cuanto necesariamente realizativo (no<br />
mero reflejo, no mera representación) es conflictivo: lo que propone (una<br />
realización mundanal de mundos) no es una pro-puesta, algo que se deja sobre<br />
una mesa para ser discutido en pie de igualdad por jueces desinteresados en<br />
posesión de una desapasionada vara de medir, algo que, después de ser aceptado,<br />
pasa a ser, a ser real. No, la dinámica es diferente: toda propuesta es ya<br />
realizativa, es un mundo que está ya ahí, operando: es real en cuanto realizado,<br />
pero no es al modo de tradicional de realidad, sino de mundo. Es la articulación<br />
de un orden posible frente al, al lado de, conjuntamente con, etc. Y es, además,<br />
un orden que no quiere ser un orden en sentido tradicional: uno, único,<br />
unificador … sino al nuevo estilo: multiplicador, posibilitador, fáctico, finito. Es<br />
un orden que remite a órdenes anteriores y más potentes (dominantes)<br />
cuestionándolos en cuanto realidad, pero, a la vez, acogiéndolos en cuanto<br />
mundos: esta acogida, esta referencia no significa sumisión sino posibilidad de<br />
transformación por inmersión en un horizonte más amplio, pero siempre fáctico.<br />
Significa un destensar su predominancia reconociendo su existencia como<br />
posibilidad que obliga a ahondar el propio horizonte.<br />
28. Un arte concebido de esta manera no es un arte débil sino un arte fuertemente<br />
conflictivo, constitutiva (posicionalmente) conflictivo: puesto que su propuestarealización<br />
es ya, en su no-violencia, violenta para el orden real al que remite y<br />
del que quiere alejar: de su orden de cosas, de cuerpos, de mentes, de imágenes e<br />
ideas. Es un arte comprometido con este camino: y la vía indirecta que elige para<br />
hacerlo no es, por lo tanto, el medio sino el sistema: muestra que el cuidado, la<br />
sutileza, la distancia que da tiempo … es un mundo realizable.<br />
29. Un arte para la ciudad que no niega la presencia del sujeto y que contempla/<br />
obra desde la naturaleza des-cubierta por el reflejo de la acción humana con su<br />
invasora carga de agresividad. Estos hitos no funcionan como polos fuertes, sino<br />
que, estando ahí, se retiran: no hay, por tanto, rotundidad realista, pero tampoco<br />
pura ausencia fingida: lo que domina es el circular que quiere amortiguar la<br />
estridencia de lo real en la realización de un mundo no estridente … El autor no<br />
se exhibe, la naturaleza no se presenta a la luz de sí misma; la ciudad brilla –<br />
quizá- a lo lejos, como una galaxia zobeliana que en su enormidad se presenta<br />
como una joya serena; los hombres se saben ahí, son artífices tanto de la realidad<br />
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Pensar una obra fotográfica | José Antonio Méndez Sanz<br />
como de la posibilidad de nuevos mundos; son los destinatarios de la propuesta;<br />
ausentes, brillando por su ausencia, están presentes carentes de la ceñuda<br />
violencia de la presencia de la realidad una y única. ❚<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida<br />
sobre la vida y la muerte<br />
Domingo Fernández Agis<br />
Universidad de la Laguna<br />
Resumen: Se analiza en este trabajo la aproximación de Derrida a la Biología<br />
contemporánea, tal como ésta se pone en evidencia a través del contenido de su<br />
Seminario “La vie la mort”. La mayor parte del mismo aún permanece inédita, a<br />
excepción del contenido de las tres últimas sesiones, dedicadas a estudiar el<br />
ensayo de Freud, Más allá del principio del placer. Este último bloque temático<br />
aparece recogido en la segunda parte de la obra de Derrida, La carte postale. ❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com
Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
Filosofía y biología en la reflexión de Derrida<br />
sobre la vida y la muerte<br />
Domingo Fernández Agis<br />
Universidad de la Laguna<br />
Presentación<br />
El objetivo de este modesto trabajo es analizar la aproximación de Derrida<br />
a la Biología contemporánea, tal como ésta se pone en evidencia a través del<br />
contenido de su Seminario “La vie la mort”. La mayor parte del mismo aún<br />
permanece inédita, a excepción del contenido de las tres últimas sesiones,<br />
dedicadas a estudiar el ensayo de Freud, Más allá del principio del placer. Este<br />
último bloque temático aparece recogido en la segunda parte de la obra de<br />
Derrida, La carte postale.<br />
En esta ocasión, además de ese último apartado, dejaré asimismo al<br />
margen el comentario del contenido de las secciones del Seminario en las que<br />
Derrida se ocupa del análisis del biologismo de Nietzsche por parte de<br />
Heidegger 89 y aquella en la que expone la relación entre producción y<br />
reproducción en Marx. Siendo ambas de gran interés, entiendo que abundar en<br />
ellas merecería, en cada uno de los casos, un espacio propio, tan extenso o más<br />
que el dedicado al objeto del presente artículo.<br />
Los retos de la Biología: la lógica y la escritura de la vida.<br />
En los primeros pasajes de su exposición, se refiere a la Lógica de la<br />
oposición que comúnmente se establece, como fundamento de todo discurso que<br />
trate la relación entre la vida y la muerte. Derrida apunta hacia una vía de salida<br />
frente a ella, remitiéndose para esto a Hegel, quien al final de la gran Lógica<br />
contesta la pertinencia de dicha lógica -e incluso critica la lógica la de la posición,<br />
nos recuerda el pensador francés- entre la vida y la muerte. Claro que, como es<br />
sabido, Hegel acaba diciendo que la oposición se resuelve en la Idea Absoluta,<br />
que encierra en sí toda la verdad y que supera el antagonismo entre vida y<br />
muerte. En consecuencia, hemos de concluir que no parece que éste sea un<br />
camino que hoy podamos ni debamos recorrer.<br />
89 HEIDEGGER, M., Nietzsche, Barcelona, Destino, 2000, vol. I, pp. 416 y ss.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
La siguiente obra que toma como punto de referencia es La voluntad de<br />
poder de Nietzsche. Como es sabido, en ella, señala su autor que la muerte no es<br />
representable y que es de lo vivo de lo único que podemos construir una<br />
representación. A este respecto, Derrida se pregunta si no habría que ir más allá<br />
de los límites de la representación, para pensar la muerte 90 . La conclusión<br />
provisional que podemos retener aquí es que presentar o representar la muerte no<br />
equivale a decir la muerte, a expresar lo que ésta es.<br />
Por último, el tercer punto de referencia de su discurso, en el que se<br />
extiende con más detalle y el que más nos interesa aquí, es el libro de<br />
François Jacob, La lógica de lo viviente (1970), obra de gran repercusión<br />
en la época 91 , cuyo autor había recibido en 1965 el Premio Nobel, junto a<br />
Jacques Monod y André Lwoff, por sus trabajos sobre la herencia genética.<br />
En concreto, el objeto de sus comentarios más amplios en esta primera<br />
sesión, en la que realiza un planteamiento general del objeto de estudio del<br />
Seminario, es el concepto de programa, que en el citado ensayo ocupa un<br />
lugar privilegiado 92 . El elemento explicativo clave de la lógica de lo<br />
viviente sería ese programa 93 , pues cada individuo no tiene otra misión<br />
biológica que transmitir el contenido de éste a sus descendientes. El<br />
programa, por tanto, está proyectado hacia el futuro, pese a que aporte la<br />
memoria viviente del pasado. Aunque no lo mencione de forma explícita,<br />
Derrida parece pensar que el programa posibilitaría ese juego entre la vida<br />
y la muerte que está reclamando explicitar desde el principio, razón por la<br />
cual había comenzado diciendo que el título de su curso, con un silencio<br />
entre las dos partes que podemos distinguir en él, o un guión que no<br />
90 DERRIDA, J., “La vie la mort” (1). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, p. 4. Ver asimismo,<br />
NIETZSCHE, F., La voluntad de poder, Madrid, Edaf, 2000. En particular cuando se refiere a la<br />
“sabiduría dionisíaca” (Ibídem, p. 288) y cuando manifiesta su rechazo a los “hábitos depresivos”<br />
que condicionan el sentido del conocimiento (Ibídem, pp. 313-4).<br />
91 FOUCAULT, M., “Croître et multiplier”, “Le Monde”, 15-16 nov., 1970. Reeditado en<br />
FOUCAULT, M., Dits et écrits, vol. II, Paris, Gallimard, 1994, pp. 99 y ss. En ese escrito, desde la<br />
posición que ha conquistado como intelectual, Foucault señala que “François Jacob acaba de<br />
escribir un verdadero y gran libro de historia. No cuenta cómo se han descubierto, paso a paso,<br />
las leyes y los mecanismos de la herencia, sino lo que la genética ha puesto patas arriba en el más<br />
viejo saber de Occidente”. Ibídem, p. 99.<br />
92 “Es la noción de programa lo que se sitúa en estos momentos en el centro de la biología”.<br />
FOUCAULT, M., Op. Cit., p. 103.<br />
93 “El organismo viene a ser así la realización de un programa prescrito por la herencia”. JACOB,<br />
F., La lógica de lo viviente, Barcelona, Laia, 1977, p. 10.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
supondría alusión alguna a la oposición, sino más bien a la continuidad<br />
existente entre la vida y la muerte.<br />
Reflexiona asimismo sobre la Lógica de la analogía, a su juicio, usada con<br />
profusión y nunca suficientemente explicitada. En su opinión, el logos de la<br />
analogía es problemático y no han sido aclarados los fundamentos de su actuar.<br />
Su manejo acrítico da lugar a equívocos. Él mismo señala algunos que aparecen<br />
en La lógica de lo viviente. En particular critica, que Jacob distinga entre un<br />
programa genético y otro cultural, señalando acto seguido la imposibilidad de<br />
cambiar el primero en una dirección intencional y prevista de antemano, frente a<br />
la posibilidad de hacerlo con el segundo. Por su parte, considera que no es en<br />
absoluto más fácil cambiar, intencionalmente, el segundo. En ambos planos se<br />
daría, a su juicio, un mismo grado de posibilidad y de resistencia a la mutación.<br />
Sin duda, en este punto, habría que hacer hincapié en la posibilidad de<br />
transformación intencional que, con respecto al programa genético, nos otorga la<br />
ingeniería genética. No obstante, hay que tener presente que la intención de Jacob<br />
en esta obra era explicar cómo se ha producido la evolución, haciendo hincapié<br />
en que no hay una inteligencia que la dirija. Al mismo tiempo, su interés se<br />
orienta a mostrar en qué medida se pueden dar ciertas tendencias teleológicas en<br />
el ámbito biológico, sin que esto suponga admitir la existencia y la acción de una<br />
inteligencia rectora de la vida. Sin embargo, las reflexiones de Derrida dejan de<br />
lado estos aspectos cruciales.<br />
Su aproximación a la Biología se concreta, además, en el comentario de<br />
dos obras de Georges Canguilhem: el artículo, “Le concept de la vie” y el ensayo<br />
La connaissance de la vie 94 . En particular, se detiene en una referencia de éste a<br />
Claude Bernard. De ella extrae Derrida la tesis de la dificultad de aplicar la lógica<br />
de la analogía al concepto biológico de programa. Canguilhem señala igualmente<br />
que la analogía con la semántica es problemática. A través de ella, Bernard habría<br />
intentado suplir con metáforas la falta de claridad del saber biológico. Según<br />
advierte el epistemólogo, corremos el riesgo de seguir haciendo lo mismo. De<br />
hecho, nos dice ahora Derrida, en ese mismo error habría caído Jacob.<br />
“Ni Canguilhem ni Jacob han problematizado lo que entienden por esta semiótica o más<br />
bien, por esta gráfica de la vida. Esta escritura no fonética que llaman ‘sin escritura’ y que<br />
están dispuestos a reinventar con todos los valores ligados al logos en su más constante<br />
tradición platónico-hegeliana, ella misma releída como un telos en marcha” 95 .<br />
94 CANGUILHEM, G., El conocimiento de la vida, Barcelona, Anagrama, 1976, pp. 76 y ss. Ver<br />
también, Ibídem, pp. 104 y ss.<br />
95 Ibídem, p. 22.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
En este contexto, cita una anterior aproximación suya a esta cuestión,<br />
recogida en De la gramatologie 96 . En efecto, allí se encuentra un capítulo titulado<br />
“Le programme”, en el que habla de la biología y la noción de programa que ésta<br />
maneja en relación a la célula viviente. Puntualiza al respecto, que no lo hacía no<br />
“para hacer descansar en la noción o en el término programa toda la máquina conceptual<br />
del logos y de su semántica, sino por intentar mostrar que la llamada a una escritura nofonética<br />
en la genética debía implicar y provocar toda una deconstrucción de la máquina<br />
logocéntrica, antes que provocar un retorno a Aristóteles” 97 .<br />
Habría que señalar, a este respecto, que, mucho antes de que lo hiciera la<br />
biología, la lógica, la matemática, la física y la química han apelado a la<br />
realización de una tarea similar a lo que Derrida denomina construcción de<br />
“una escritura no fonética”. Esto ha provocado ya, de hecho, algo muy<br />
parecido a lo que puede entenderse por una “deconstrucción de la máquina<br />
logocéntrica”, representada aquí por el discurso filosófico que, en efecto, ha<br />
sido deconstruido una y otra vez, en base a la potencia explicativa y resolutiva<br />
del logos científico. Con ello, podríamos concluir que las palabras de Derrida<br />
no testimonian sino un olvido difícilmente disculpable en este punto. Sin<br />
embargo, la persistencia del discurso filosófico, pese a todos los científicos y a<br />
los filósofos “deconstructivos” que han pasado por este mundo, es indicativa de<br />
la presencia de algo que no puede ser descrito a través de ese tipo de narración<br />
del choque entre filosofía y ciencia. Así pues, las palabras de Derrida deben<br />
hacernos pensar más allá de los límites de su propio campo de juego. En<br />
definitiva, la cuestión clave a responder es: ¿por qué es posible aún escribir y<br />
pensar en un logos filosófico? 98<br />
96 DERRIDA, J., De la gramatologie, Paris, Minuit, 1967, pp. 15 y ss. Ver también, “L’alfabet et<br />
la représentation absolue”, Ibídem, pp. 416 y ss.<br />
97 Ibídem. Cfr. HEIDEGGER, M., Op. Cit., p. 421: “La ciencia y la meditación regional están<br />
ambas fundadas históricamente en el correspondiente dominio de una determinada interpretación<br />
del ser y se mueven siempre en el ámbito de una determinada concepción esencial de la verdad”.<br />
98 Derrida siempre se mostró inclinado a explorar nuevas formas y contenidos para dicho logos:<br />
“Sería necesario trazar nuevas vías en el pensamiento del cuerpo, sin disociar los registros del<br />
discurso (el pensamiento, la filosofía, las ciencias bio-genético-psicoanalíticas, la filo y la<br />
ontogénesis) para aproximar un día lo que hace temblar y lo que hace llorar, esta causa que no es<br />
la causa última que podría llamarse Dios o la muerte (Dios es la causa del mysterium tremendum,<br />
y la muerte dada es siempre lo que hace temblar, o también lo que hace llorar) sino la causa más<br />
próxima: no la causa cercana próxima, es decir, el accidente o la circunstancia, sino la causa en lo<br />
más próximo de nuestro cuerpo, esa misma que hace que entonces se tiemble o se llore antes que<br />
otra cosa. ¿Qué se metaforiza o se finge entonces? ¿Qué quiere decir el cuerpo, suponiendo que se<br />
pueda todavía hablar aquí de cuerpo, de decir y de retórica? ¿Qué hace temblar en el mysterium<br />
tremendum ? Es el don del amor infinito, la disimetría entre la mirada divina que me ve y yo<br />
mismo, que no veo lo que me mira, es la muerte dada y sufrida de lo irremplazable, es la<br />
desproporción entre el don infinito y mi finitud, la responsabilidad como culpabilidad, el pecado,<br />
la salvación, el arrepentimiento y el sacrificio”. DERRIDA, J., Donner la mort, Paris, Galilée,<br />
1999, pp. 81-2.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
En la segunda sesión, comenta la obra de Nietzsche, Ecce Homo. En<br />
primer término, señalando cómo el autor considera que el propio nombre remite<br />
a la muerte y de qué forma enfoca su obra para hablar de la vida, de sí mismo<br />
como viviente. En opinión de Derrida, se pone en evidencia, en la obra citada, la<br />
intersección constante de la vida y la muerte (representadas respectivamente por<br />
las figuras de la madre y el padre, en la obra de Nietzsche). Se produce de igual<br />
manera una afirmación de la vida, de la propia vida en la obra, más allá de la<br />
muerte biológica 99 .<br />
Revisita asimismo el contenido de las conferencias de Nietzsche, Sobre el<br />
porvenir de nuestras instituciones educativas 100 , comentando el pasaje en que su<br />
autor habla de la enseñanza de la lengua materna 101 , rechazando que ésta se<br />
enseñe como una lengua muerta y reivindicando su enseñanza en tanto que algo<br />
vivo. Con su proverbial habilidad de comentarista de textos, intenta sacar partido<br />
a esta alusión que relaciona lengua y vida 102 . Señala así que ve aparecer en dicho<br />
trabajo el motivo vitalista de la muerte y la regeneración. En efecto, a propósito<br />
de la institución académica y de sí mismo, Nietzsche habla de una regeneración<br />
que implica la muerte previa de aquello que ha de renacer. Derrida recalca que<br />
este mismo tema se trata en La genealogía de la moral: el degenerado es hostil a<br />
la vida, su existencia denota la latencia de “un principio de vida hostil a la<br />
vida” 103 .<br />
En la sesión siguiente, se refiere a La voluntad de poder, para señalar que<br />
en esta obra Nietzsche demuestra conocer el mismo texto de Claude Bernard que<br />
cita Canguilhem. En ese texto se habla de la oposición al concepto de vida y<br />
muerte, entendidos como elementos que están sujetos a una lucha constante 104 .<br />
Por su parte, Bernard sostiene en el referido pasaje que no hay entre la<br />
enfermedad y la salud otra cosa que diferencias de grado: la desproporción, la<br />
99 NIETZSCHE, F., Ecce Homo, Madrid, Alianza, 1985, pp. 21 y ss. “… yo, para expresarme en<br />
forma enigmática, como mi padre ya he muerto, y como mi madre todavía vivo y voy haciéndome<br />
más viejo. Esta doble procedencia, por así decirlo, del vástago más alto y del más bajo en la escala<br />
de la vida, este ser décadent y a la vez comienzo –esto, si algo, es lo que explica aquella<br />
neutralidad, aquella ausencia de partidismo en relación al problema global de la vida, que acaso<br />
sea lo que me distingue”. Ibídem, p. 21.<br />
100 NIETZSCHE, F., Sobre el porvenir de nuestras instituciones educativas, Barcelona, Tusquets,<br />
2000, pp. 31 y ss.<br />
101 Ibídem, 2ª Conferencia. Edic. Cit., pp. 59 y ss.<br />
102 DERRIDA, J., “La vie la mort” (2). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, pp. 15 y ss.<br />
103 Ibídem, p. 19.<br />
104 DERRIDA, J., “La vie la mort” (3). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, pp. 17-8.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
exageración y la falta de armonía en fenómenos normales es lo que constituye la<br />
enfermedad.<br />
En el artículo antes citado, señala Canguilhem que hay que distinguir entre<br />
conceptos precisos y metáforas, indicando que Bernard se mueve en el terreno de<br />
la metáfora, como si eso fuera suficiente para poner en cuestión el valor científico<br />
de los resultados de su investigación. Derrida a su vez hace notar que sin estudiar<br />
las metáforas no llegaremos a comprender nada, ni dentro ni fuera del<br />
pensamiento científico 105 .<br />
Canguilhem parte de la concepción de Claude Bernard 106 sobre la vida,<br />
que el gran epistemólogo resume en dos aforismos:<br />
1. La vida es la muerte.<br />
2. La vida es la creación.<br />
Frente a Bernard, para él, lo que prueba la validez de un concepto es su<br />
operatividad, a lo que Derrida replica que eso sólo se puede juzgar con certeza a<br />
posteriori. Por tanto, no puede de antemano descartarse el valor de un concepto<br />
por su aparente falta de operatividad o su proximidad a lo metafórico 107 . En este<br />
punto, podemos encontrar una coincidencia casi exacta con lo expresado por<br />
Henri Atlan en Les étincelles de hasard. Este autor sigue la misma línea de<br />
razonamiento que Derrida en su Seminario, apela a los mismos textos de Jacob,<br />
Canguilhem y Bernard, alcanzando conclusiones prácticamente idénticas 108 . La<br />
105 Ibídem.<br />
106 BERNARD, C., Leçons sur les phénomènes de la vie communs aux animaux et aux végétaux,<br />
Paris, Albert Dastre, 1879. Reedición facsímil, Paris, Vrin, 1966.<br />
107 DERRIDA, J., “La vie la mort” (3), pp. <strong>23</strong>-4.<br />
108 Atlan, H., Les étincelles de hasard, vol. 1. Connaissance spermatique, Paris, Seuil, 1999. Según<br />
nos recuerda Atlan, “en los años 1970, François Jacob, autor de La Logique du vivant, defendía<br />
junto al lingüista Roman Jakobson, en la revista Crítica, la idea de un lenguaje de lo viviente<br />
inscrito en los sesenta y cuatro tripletes del código genético. No podía impedirse, en esta ocasión,<br />
evocar la analogía con las sesenta y cuatro combinaciones del juego del Yi-king, práctica de<br />
adivinación en la tradición taoísta por la que Jung, entre otros, había estado ya fascinado. Pero<br />
Jacob parece haber vuelto más tarde, afortunadamente, a una visión más crítica de la teoría<br />
biológica, desarrollando la idea de un ‘bricolage’ de la naturaleza en el interior de un campo<br />
extenso de lo posible, solamente limitado por las restricciones físico-químicas de la materia de la<br />
que están hechos los cuerpos. En 1966, Canguilhem había caído en la misma trampa, tomando en<br />
serio la idea del lenguaje de la Vida”. Atlan, H., Op. Cit., p. p. 41.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
coincidencia es aún más palpable y relevante cuando recordamos lo que dice el<br />
autor sobre Canguilhem 109 .<br />
Llegamos a lo que, en mi opinión, es el momento decisivo en esta<br />
aproximación crítica de Derrida a la Biología contemporánea en la cuarta sesión<br />
de su Seminario. Allí señala que la biología genética se ha construido sobre el<br />
modelo del texto, de la textualidad. En su opinión,<br />
“si el objeto, el referente de un texto científico (y la ciencia es un texto), si el objeto, el<br />
referente de un discurso científico (y la ciencia es un discurso) si este objeto o este referente<br />
no son realidades meta-textuales o meta-discursivas, si su realidad misma tiene una<br />
estructura análoga o exactamente homogénea a la de la textualidad científica, si el objeto<br />
(lo viviente (lo viviente, es decir, la reproductibilidad), el modelo y la subjetividad científica<br />
(el cognoscente, etc.) tienen una estructura análoga, a saber, la del texto, no podemos<br />
hablar, como se viene haciendo, de sujeto, cognoscente, conocido, de objeto y de modelo<br />
analógico. Además, y por la misma razón, lo que los hombres pretendemos tomar en la<br />
cultura como modelo, a saber los textos discursivos o las calculadoras y todo lo que<br />
creemos conocer familiarmente bajo el nombre de texto, lo que pretendemos entonces<br />
tomar como modelo, comparación, analogía, de cara a comprender las formas elementales<br />
de la vida, eso mismo es un producto complejo de la vida, de lo viviente, y el pretendido<br />
modelo no es exterior ni al sujeto cognoscente ni al objeto conocido. No hay nada de<br />
fortuito o de externo a esto que el viviente que somos produce: cosas (textos) que al parecer<br />
pueden servir de modelo para el conocimiento de lo viviente, no hay nada de fortuito en<br />
que exista aquí una analogía estructural” 110 .<br />
109 “Se preguntaba, sin embargo, si estos conceptos informáticos no eran ‘metáforas importadas,<br />
del mismo tipo que las metáforas [de la fisiología] mediante las cuales Claude Bernard intentaba<br />
suplir la falta de un concepto adecuado’. Pero rechazaba enseguida esta eventualidad. En la<br />
herencia biológica concebida como comunicación de información, veía una suerte de regreso al<br />
aristotelismo, puesto que se debía ‘admitir que hay en lo viviente un logos, inscrito, conservado y<br />
transmitido’. Hablaba incluso de ‘definir la vida como un sentido inscrito en la materia’,<br />
admitiendo la existencia de un a priori propiamente material y no solamente formal. La única<br />
diferencia con el aristotelismo parecía ser que, en lugar de utilizar modelos geométricos, el<br />
conocimiento de la vida ‘utiliza ahora la lengua de la teoría de las comunicaciones. Mensajes,<br />
informaciones, programa, código, instrucción, decodificación, tales son los nuevos conceptos del<br />
conocimiento de la vida’. En efecto, el descubrimiento en el curso de estos treinta últimos años de<br />
mecanismos de regulación genética más complejos de lo esperado, y las nuevas metáforas<br />
sugeridas por el análisis de los sistemas dinámicos y las teorías de la auto-organización, han<br />
mostrado que estos conceptos no son sino metáforas aproximativas. Se encuentra allí muy poco<br />
de las características sintácticas y sobre todo semánticas de un lenguaje.<br />
La noción de código genético parece ser la excepción, pero se trata de una correspondencia<br />
estática entre la estructura lineal del ADN y el ARN y la de las proteínas, que no contienen de<br />
ninguna manera los elementos dinámicos de un lenguaje humano ni tampoco los de un programa<br />
de ordenador”. Ibídem, pp. 41-2.<br />
110 DERRIDA, J., “La vie la mort” (4). IMEC-ARCHIVES. DRR 173, p. 5.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
A pesar de la práctica total coincidencia que antes he hecho notar, contra<br />
estas últimas apreciaciones sí que se manifiesta de forma clara y contundente<br />
Henri Atlan cuando señala que, “en efecto, lo que se denomina el mensaje o el<br />
lenguaje genético, no tiene ningún sentido fuera de las estructuras moleculares<br />
que observamos: estas no son significantes porque no significan nada distinto de<br />
ellas mismas. La naturaleza de los organismos no habla más que la de otros<br />
cuerpos químicos” 111 .<br />
Pese a todo, analogía y reproducción son los dos hilos conductores del<br />
discurso de Derrida. Ya lo había anunciado en anteriores sesiones, pero ahora lo<br />
explicita aún más, distanciándose a través de una profundización en los mismos<br />
de las explicaciones que Jacob da en su Lógica de lo viviente. Afirma, en<br />
concreto, que esos son los dos hilos que tratará de unir a lo largo de su<br />
Seminario, para comprobar si la corriente pasa a través de ellos 112 . En<br />
consecuencia, reprocha a Jacob que, queriendo alejarse de todo planteamiento<br />
metafísico, huyendo por tanto del ámbito de posibilidades de expresión que<br />
puede definirse en el entrecruzamiento de ambos conceptos, se plantee en su libro<br />
descubrir la lógica de lo viviente y no la lógica de la Vida. Sin embargo, al<br />
vincular la definición de lo viviente a su capacidad de reproducción de un<br />
programa, está presentando, de hecho, la misma definición que da Hegel en su<br />
Lógica. Derrida hace notar que resulta curioso que, pretendiendo escapar de la<br />
metafísica, se llegue a una definición que coincide con la ofrecida por el más<br />
grande metafísico de la historia 113 .<br />
Partiendo de considerar que “Jacob designa la sexualidad y la muerte<br />
como suplementos, accidentes, auxiliares superfluos”, habla de una lógica del<br />
suplemento, que viene a completar a las que corresponden a la analogía y a la<br />
reproducción. Afirma, pues, que para éste el atributo esencial de lo viviente es la<br />
capacidad de reproducirse, pero no la sexualidad ni la muerte. Resulta ineludible<br />
evocar, a este respecto, -y así lo hace Jacob en su obra- la existencia de<br />
organismos unicelulares que se reproducen de forma asexuada y que, en sentido<br />
estricto, son ajenos a la muerte, no porque no puedan desaparecer, sino porque<br />
no están programados para morir 114 . No obstante, el análisis de Derrida se dirige<br />
111 Atlan, H., Op. cit., p. 42.<br />
112 DERRIDA, J., “La vie la mort” (4), p. 7.<br />
113 Ibídem, p. 9.<br />
114 Ibídem, p. 16.<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
de nuevo aquí, más que a contrastar las tesis de Jacob con la ciencia<br />
contemporánea, a mostrar las debilidades que, desde el punto de vista de la<br />
filosofía deconstructiva, pueden encontrarse en el uso y descarte de determinados<br />
conceptos que el citado autor realiza. Sus virtualidades y sus limitaciones reposan<br />
sobre tal elección. ❚<br />
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Filosofía y biología en la reflexión de Derrida... | Domingo Fernández Agis<br />
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El primer cierre científico en el mundo Heleno:<br />
los Elementos de Euclides<br />
Celso Luján García<br />
IES Severo Ochoa (Elche, Valencia)<br />
Resumen: El presente artículo muestra el surgimiento de la matemática en el<br />
mundo heleno como un proceso que parte de condiciones meramente materiales y<br />
que progresivamente va distanciándose de los fenómenos empíricos para<br />
cristalizar en teoremas. Presenta a Euclides como el primer cierre topológico del<br />
espacio matemático, analiza el modelo de verdad como coherencia que se<br />
inaugura en Grecia y esboza la importancia de las repercusiones que dicho<br />
modelo ha tenido en terrenos como la epistemología o la religión. ❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 197
El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
El primer cierre científico en el mundo Heleno:<br />
los Elementos de Euclides<br />
Celso Luján García<br />
IES Severo Ochoa (Elche, Valencia)<br />
Comprender el mundo actual no es simplemente llevar un registro de los<br />
éxitos y fracasos, de los logros y las indignidades o de los avances y retrocesos. Es<br />
mucho más complejo. Es necesario desvelar los modelos que los estructuran, las<br />
dinámicas que los producen o las inercias que los legitiman. El presente escrito<br />
pretende analizar el surgimiento del modelo matemático en el mundo heleno y<br />
cómo este propicia una forma de comprensión de la realidad que sin duda alguna<br />
cruza toda la historia de la filosofía y llega hasta nuestros días.<br />
Es un lugar común defender que la matemática comienza en Grecia con<br />
Tales de Mileto y Pitágoras. Sin embargo, esta afirmación es totalmente aleatoria<br />
si por matemáticas entendemos únicamente aquella actividad basada en, o que<br />
utiliza, <strong>número</strong>s. No se afirma que Jerjes no supiese cuántos pies tenía cuando<br />
dirigía sus tropas hacia las Termophilas. Eso sería absurdo. La humanidad debió<br />
utilizar la “intuición” matemática como mínimo desde que se asentó, domesticó<br />
animales, cultivó los campos y, en definitiva, hubo de aprehender las leyes del<br />
medio (eco-nomos).<br />
Las matemáticas, surgidas en la antigüedad por necesidades de la vida cotidiana (…)<br />
reflejan las leyes del mundo material que nos rodea. (ALEKSANDROV, 1979, 9).<br />
No obstante, hay una gran diferencia entre contar objetos presentes a la<br />
intuición empírica y establecer teoremas útiles para cualquier tipo de intuición. La<br />
diferencia radica en la universalidad y necesidad de dichos teoremas. Así pues,<br />
entenderemos por momento del surgimiento de las matemáticas aquel en el que el<br />
cálculo empírico se convierte en teorema a través de un modelo de verdad como<br />
coherencia respecto del ámbito formal. Si tal modelo de verdad es producto de la<br />
teorematización o si, por el contrario, es la voluntad de universalidad y necesidad<br />
la que produce una actividad matemática que cristaliza en teoremas es una<br />
decisión que está a la base de la comprensión de la filosofía como una<br />
metarreflexión sobre la ciencia o a ésta como una actividad filosófica.<br />
La línea de trabajo que sostenemos, siguiendo a Pérez Herranz, en su<br />
artículo “Entre Samos y el Museo: La travesía por el <strong>número</strong> y la forma<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 198
El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
geométrica” incluido en Átomos, almas y estrellas. Estudios sobre la ciencia<br />
griega (2007), es que son esos objetos matemáticos recién descubiertos en Grecia<br />
los que propician la reflexión filosófica.<br />
(...) llama la atención que los personajes que inauguran la historia de las matemáticas sean<br />
los mismos que inauguran la historia de la metafísica: Tales de Mileto y Pitágoras de<br />
Samos. Parece que en sus orígenes matemática y metafísica se interpelan la una a la otra y<br />
forman una unidad por integración de sus partes que conduce al pensamiento que<br />
llamamos filosófico, que en rigor es una reflexión sobre esos recién descubiertos objetos<br />
matemáticos. (PÉREZ HERRANZ, 2007, 356).<br />
Y por tanto, defenderemos el surgimiento de la matemática cuando ésta<br />
pretende universalidad y necesidad para sus teoremas, que dejan de referirse a la<br />
intuición concreta y directa como había ocurrido en el mundo egipcio y<br />
babilónico.<br />
(...) que las matemáticas griegas estuviesen influidas por las egipcias y la astronomía griega<br />
por la babilónica es más que probable (…). Sin embargo, no es lo mismo decir esto que<br />
decir que las matemáticas científicas griegas derivaron de Egipto o su astronomía de<br />
Babilonia (…). Las matemáticas egipcias consistían en procedimientos empíricos,<br />
rudimentarios y esquemáticos, de obtener resultados prácticos. (…) La ciencia y el<br />
pensamiento, en cuanto distintos del cálculo meramente práctico y del saber astrológico,<br />
fueron producto del genio de Grecia, y no se debieron ni a los egipcios ni a los<br />
babilonios» (COPLESTON, 1994, 31).<br />
La universalidad y necesidad que pretenden los griegos implica que los<br />
resultados obtenidos ya no se identifican con los intereses de sus creadores, como<br />
ocurría por ejemplo en la agrimensura egipcia, por tanto se produce una<br />
autonomización de las operaciones. En lo que sigue intentaremos recorrer ese<br />
camino que ha transitado la matemática griega desde el mero cálculo empírico<br />
hasta la objetivación, independiente de los intereses de sus creadores o de<br />
cualquier voluntad de poder. Estudiaremos los signos materiales utilizados, los<br />
fenómenos abordados, los esquemas de identidad que conformaron los contextos<br />
determinantes, las operaciones manuales y conceptuales realizadas, las relaciones<br />
conseguidas y las estructuras sistemáticas alcanzadas hasta la llegada del primer<br />
gran cierre científico con Euclides. 115<br />
115 Conceptos de la Teoría del Cierre Categorial de G. Bueno, matizados por Fernando Pérez<br />
Herranz en el artículo citado. (BUENO, 1992-93).<br />
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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
El detonante del paso de los fenómenos empíricos a los teoremas se<br />
produjo con el cambio del sistema de escritura y la sustitución de las muescas<br />
cuneiformes por una nueva sintaxis, el sistema vocálico, en el cual cada letra<br />
posee un valor dependiendo de su posición. La nueva sintaxis trajo, en germen, la<br />
posibilidad, por un lado, del álgebra y, por otro, de la objetivación a través de la<br />
desconexión entre el sujeto y el objeto del cálculo. La primera desconexión<br />
semántica entre los signos y sus referentes se debe a la mediación de la posición<br />
notacional de las muescas en la arcilla de los babilonios.<br />
El álgebra implícita en el conjunto de operaciones matemáticas estaría desbordando la<br />
simple correspondencia entre un signo y una entidad interpretable por un adivino, chamán<br />
o sacerdote, y los signos numéricos se independizan de sus significados referenciales.<br />
(PÉREZ HERRANZ, 2007, 360).<br />
Sin embargo la sintaxis de la arcilla era extremadamente limitada. No fue<br />
hasta la introducción del sistema numérico fenicio cuando pudieron realizarse<br />
operaciones más complicadas. Y aún así, antes de que los griegos entrasen en<br />
escena, encontramos en el mundo babilónico y egipcio una aritmética<br />
excesivamente simple.<br />
Casi no hay simbolismo, apenas algún pensamiento consciente sobre abstracciones,<br />
ninguna formulación metodológica general y ninguna idea de demostración incluso de<br />
razonamiento plausible que pudiera convencer a alguien de la corrección de un<br />
procedimiento o fórmula. (KLINE, 1992, 45).<br />
Si comparamos algunos problemas resueltos por los babilonios con<br />
algunas de nuestras soluciones modernas advertimos de inmediato que los<br />
resultados coinciden, es decir, lo único que varía es la sintaxis o estrategia<br />
utilizada para su resolución pero no su resultado.<br />
Lo verdaderamente sorprendente es que la utilización de signos escriturales diferentes y de<br />
reglas operatorias distintas confluyen en idénticos resultados, por lo que se puede concluir<br />
que las operaciones matemáticas se caracterizan por la identidad. (PÉREZ HERRANZ,<br />
2007, 361).<br />
Así pues, la característica general de la matemática es que sigue esquemas<br />
de identidad entre signos que ya habían descubierto tanto babilónicos como<br />
egipcios (con la geometría de las crecidas) y helenos, aunque la diferencia de estos<br />
últimos respecto de los precedentes consiste, según Pérez Herranz, en la capacidad<br />
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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
de estos de «neutralizar» y eliminar las operaciones (subjetivas) de escribas,<br />
burócratas y sacerdotes.<br />
Se abre así la posibilidad de una verdad, que<br />
deja de ser efecto de la habilidad de un maestro para transformarse en efecto del método.<br />
(PÉREZ HERRANZ, 2007, 362).<br />
Esta verdad es producto de la invariabilidad de las relaciones entre los<br />
propios signos escriturales. La verdadera revolución científica en el mundo heleno<br />
fue el paso de lo semántico a lo sintáctico. Los signos empezaron representando<br />
objetos empíricos, pero poco a poco, a través de la desconexión antes citada,<br />
aparecieron relaciones entre los propios signos. Se produjo, en definitiva, un paso<br />
desde los lenguajes naturales a un lenguaje formal de relaciones invariables, es<br />
decir, universales y necesarias.<br />
Esta verdad de la que habla Fernando Pérez Herranz es lo que al principio<br />
de este escrito hemos llamado la voluntad de universalidad y necesidad que<br />
recorrerá en adelante toda la historia de la ciencia y que será punto de reflexión<br />
central en la filosofía, bien para defenderla desde posturas coherentistas, a veces<br />
dogmáticas, bien para criticarla desde posturas adecuacionistas, las más de las<br />
veces relativistas. Sin embargo, en la utilización de esquemas de identidad por<br />
parte de los helenos ya podemos encontrar el distanciamiento necesario para<br />
eliminar cualquier tipo de interpretación por parte de escribas, burócratas y<br />
sacerdotes y, por tanto, acabar con la posibilidad de la manipulación.<br />
Tales de Mileto encontró en el triángulo una gran cantidad de relaciones<br />
de identidad que eran independientes del intérprete y que podían ser expresadas<br />
en forma de teorema. Así, tanto el triángulo como el círculo que le sirve de límite<br />
se convirtieron en el contexto determinante en el cual Tales fue capaz de<br />
encontrar relaciones de proporcionalidad entre los propios signos que le<br />
permitieron establecer la altura de una pirámide (ya que la altura de la pirámide<br />
será proporcional al cateto opuesto al observador en el triángulo formado entre el<br />
suelo y el ángulo bajo el que se observa el vértice de la pirámide).<br />
Sin embargo el triángulo de trabajo y el que forma la pirámide con el<br />
observador son evidentemente diferentes, no idénticos, sino proporcionales. Esto<br />
implica una geometrización del espacio en su totalidad y la comprensión de que<br />
todas las partes del mismo comparten las mismas propiedades.<br />
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Tales realiza así la necesaria «limpieza ontológica» que exigen la comprensión geométrica<br />
del mundo y apunta al espacio abstracto de las homotecias y los emplazamientos (…), el<br />
principio de todas las cosas es ese círculo límite que se confunde con el agua, y en el que sus<br />
partes pueden ser medidas precisamente según el triángulo, el esquema de identidad que<br />
conecta mediante proporciones todas las partes de universo totalizadas por el círculo.<br />
(PÉREZ HERRANZ, 2007, 364).<br />
Entendiendo, pues, que no hay lugares privilegiados, que el universo en<br />
cuanto espacio es uniforme, y que éste se puede medir mediante relaciones<br />
constantes de identidad en triángulos, el mundo heleno estaba preparado para<br />
llevar a cabo una desconexión semántica prácticamente total entre las relaciones<br />
de identidad y el mundo de la experiencia fenoménica. Dicha desconexión se llevó<br />
a cabo mediante el gnomón, que cumple básicamente tres funciones: objetiva el<br />
tiempo psicológico al traducirlo a sombras objetivas y mensurables, traslada<br />
relaciones de proporcionalidad desde los objetos físicos hacia el triángulo y el<br />
círculo y por último, se convierte en un modelo de universo debido a que el sol<br />
siempre guarda una relación triangular con el gnomón y la tierra. El gnomon<br />
tiene la capacidad, en su asombrosa simplicidad, de conectar los cielos, la tierra y<br />
la geometría, lo cual le hace ser el punto de inflexión para la explicación de la<br />
totalidad de los fenómenos. (Fig. 1).<br />
Fig. 1. Gnomón y modelo del universo<br />
Pero si el universo ya se había convertido en un espacio geométrico, fue<br />
con Pitágoras con quien este espacio se relacionó íntimamente con el <strong>número</strong>, ya<br />
que cualquier relación podía ser expresada numéricamente.<br />
Pero lo que parece que les impresionó más que nada fue el descubrir que los intervalos<br />
musicales que hay entre las notas de la lira pueden expresarse numéricamente.<br />
(COPLESTON, 1994, 46).<br />
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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
Cabe decir que la altura de un sonido depende del <strong>número</strong>, en cuanto que<br />
depende de las longitudes de las cuerdas, y es posible representar los intervalos de<br />
la escala con razones numéricas. Pues bien, lo mismo que la armonía musical<br />
depende del <strong>número</strong>, se puede pensar que la armonía del universo depende<br />
también del <strong>número</strong>.<br />
Así, mientras los cosmólogos milesios hablaban de conflicto universal de<br />
los opuestos, los pitagóricos, mediante sus estudios en el campo de la música,<br />
pensaron en resolver el problema del «conflicto» mediante la «armonía» a través<br />
de esquemas de identidad que podían ser representados numéricamente.<br />
La escuela pitagórica tuvo también la genial idea de representar tanto los<br />
<strong>número</strong>s como la armonía espacialmente. Por un lado, la representación espacial<br />
de los <strong>número</strong>s dio lugar a <strong>número</strong>s triangulares, cuadrados, pentagonales, etc.<br />
Destacando entre ellos aquel <strong>número</strong> triangular que tenía algo de sagrado: la<br />
tetractys. Y paralelamente la representación de la armonía evidenció la<br />
asombrosa coincidencia entre la suma de las razones de las constantes entre las<br />
vibraciones de las cuerdas de la lira y la tetractys. Así pues, los pitagóricos<br />
descubrieron que la armonía puede ser representada numéricamente y, estos<br />
<strong>número</strong>s, a su vez pueden ser representados por el gnomon formando figuras<br />
geométricas que contienen innumerables esquemas de identidad.<br />
Lo interesante es que estos distintos contextos —sonidos, series gnómicas, cristales,<br />
posición de los astros...— confluyen hacia una misma propiedad ontológica: la de ser<br />
conmensurados por los <strong>número</strong>s. Se inicia entonces ese proyecto pitagórico que sueña con<br />
coordinar el mundo por mediación de los <strong>número</strong>s enteros, operación que se extrapola a la<br />
totalidad del universo. (PÉREZ HERRANZ, 2007, 368).<br />
Sin embargo, que el mundo se coordine por medio de los <strong>número</strong>s enteros<br />
implica que ha de tomarse una decisión en torno a la naturaleza de estos. O bien<br />
el <strong>número</strong> es una entidad absoluta y entonces se corre el peligro del misticismo; o<br />
bien es una entidad que surge de relaciones. Para los pitagóricos ésta segunda<br />
opción, en la que los <strong>número</strong> juegan el papel de intermediarios con el mundo, era<br />
la que posibilitaba conducirse racionalmente hacia el conocimiento y aun la<br />
perfección humanas.<br />
La más famosa de estas relaciones, el teorema de Pitágoras, puso de<br />
manifiesto que, geométricamente hablando, es muy fácil dibujar con regla y<br />
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compás sobre la recta la raíz de dos, puesto que sólo hay que trasladar una<br />
diagonal, pero otra cosa muy diferente es expresarla en <strong>número</strong>s racionales<br />
(puesto que es imposible), y así apareció el problema de la inconmensurabilidad<br />
de las ciencias. En el canon según el cual se estaba organizando el cosmos no<br />
tenían sentido los <strong>número</strong>s irracionales. Esta dificultad operatoria a la hora de<br />
tratar con los recién nacidos <strong>número</strong>s irracionales impulsó la creación de una<br />
totalidad sistémica que diese cuenta de ese límite interno.<br />
Platón se alejó de cualquier misticismo defendiendo la utilización de la<br />
regla y el compás porque con ellos podía prescindir totalmente de los <strong>número</strong>s y,<br />
del mismo modo, de los irracionales. Rechazó cualquier técnica basada en el<br />
movimiento que supondría de nuevo la introducción de los <strong>número</strong>s en las<br />
demostraciones y, con ellos, los irracionales. Así se consagraron la regla y el<br />
compás, a partir de Platón, como constructores de esquemas de identidad.<br />
Del mismo modo, mediante los triángulos, que describe en el Timeo como<br />
generadores y constitutivos del mundo (isósceles y escaleno), integró los<br />
irracionales para hacerlos conmensurables.<br />
Lo interesante de esta conjetura, siguiendo a Popper, es que introduce los <strong>número</strong>s<br />
irracionales en el mundo de las ideas (PÉREZ HERRANZ, 2007, 378).<br />
En Platón podemos observar otro de los pasos para la desconexión<br />
semántica de las matemáticas con el mundo, es decir, para la autonomización de<br />
las operaciones, y el primer intento de hacer un cierre o clausura de los elementos<br />
matemáticos, aunque aún estuviese preso de conceptos como el de sacrificio y<br />
purificación del alma.<br />
No obstante el problema de la inconmensurabilidad no será resuelto hasta<br />
que Eudoxo, utilizando un método exclusivamente geométrico, se desprenda de<br />
cualquier referencia a los irracionales, e incluso al infinito, al hablar del círculo<br />
como proporcional al diámetro. Así, suponiendo que los <strong>número</strong>s que están en<br />
proporción tienen una medida común se resuelve el problema de la<br />
inconmensurabilidad entre líneas, superficies y volúmenes.<br />
Para entender la tarea llevada a cabo por Euclides aún nos queda conocer<br />
los intentos de «cierre» que se realizaron en cada una de las ciencias. Aristóteles<br />
llevó a cabo la neutralización de las operaciones por dos vías distintas. Por un<br />
lado de manera zoológica, afirmando que sólo es posible conocer racionalmente a<br />
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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
los animales mediante la disección del cadáver; y por otro, mediante la vía lógico<br />
matemática: lógica y teoría de la demostración.<br />
Los griegos habían hecho el trabajo básico para fundar la lógica al producir razonamientos<br />
matemáticos correctos, pero correspondió a Aristóteles codificar y sistematizar las leyes que<br />
siguen estos razonamientos en una ciencia separada. Los escritos de Aristóteles dejan muy<br />
claro que derivó la lógica de la matemática. (KLINE, 1992, 85).<br />
Ahora que estamos llegando al final del análisis es el momento de la<br />
síntesis y la enumeración para comprobar que hemos alcanzado la visión de<br />
conjunto necesaria para entender el paso desde los fenómenos empíricos a los<br />
teoremas, en este caso el de Euclides como primer «cierre» del campo de la<br />
matemática.<br />
El primer fenómeno que analizamos al principio fue el de la escritura,<br />
desde las rudimentarias muescas cuneiformes hasta la sencilla pero ilimitada<br />
sintaxis del nuevo sistema fenicio. El descubrimiento de un alfabeto donde la<br />
posición de cada grafía le hacía cambiar de valor y que formaba palabras por<br />
combinatoria ya lleva implícita la idea de un álgebra que era prácticamente<br />
imposible en alfabetos y sistemas anteriores.<br />
Aunque la identidad ya aparece como una característica de la ciencia,<br />
incluso en las primeras operaciones de carácter empírico, comercial, es con Tales<br />
de Mileto cuando comienzan los primeros esquemas de identidad claros que<br />
cristalizan en el triángulo y el círculo como contextos determinantes. Todo ello se<br />
materializa en el gnomón como un artefacto de una enorme simplicidad pero<br />
capaz de generar infinitos esquemas de identidad. Pero su utilización en base a<br />
triángulos inscritos en círculos no tarda en generar el problema de los<br />
irracionales, puesto que es muy sencillo dibujar los <strong>número</strong>s irracionales pero no<br />
lo es tanto expresarlos algebraicamente. Todo ello generó un problema de<br />
inconmensurabilidad entre la geometría y el álgebra y, por extensión, puso en<br />
cuestión el sistema bajo el cual se estaba ordenando todo el cosmos desde Platón.<br />
La teoría de la proporcionalidad de Eudoxo acabó con el problema de la<br />
inconmensurabilidad y Aristóteles estableció las normas de la lógica deductiva<br />
necesaria para hacer ciencia.<br />
Con todo ello Euclides acomete la labor de redactar los Elementos en un<br />
esfuerzo sin precedentes de ordenar todos los materiales anteriores y disponerlos<br />
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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
bajo la óptica de la teoría de la demostración de Aristóteles, logrando así el<br />
primer cierre científico en el mundo heleno: la Geometría de Euclides.<br />
Si los Elementos hubieran tratado de ser un depósito de información exhaustivo, el autor<br />
habría incluido referencias a otros autores (…), pero tal como están escritos (…), se limitan<br />
austeramente al asunto de que se trata, la exposición en un orden lógico de los<br />
fundamentos de la matemática elemental. (BOYER, 1999, 145).<br />
Para ello dispone en primer lugar unas nociones comunes que están<br />
totalmente libres de cualquier misticismo pitagórico o alusión al mundo, logrando<br />
así la completa desconexión semántica con el mundo.<br />
Después redacta las definiciones sin hacer referencia alguna al álgebra. Y<br />
por último los postulados que hay que aceptar dentro del sistema: la utilización<br />
de la regla y el compás como contexto determinante que había defendido Platón.<br />
Desde aquí el resto del sistema se va desplegando a partir de las<br />
definiciones y sometido a la teoría de la demostración, es decir, no sólo se postula<br />
sino que hay una demostración de cada uno de los teoremas. En palabras de<br />
Herranz,<br />
(...) la Lógica ha permitido organizar la representación (demostración) de la Geometría en<br />
un lenguaje intermedio entre las morfologías tri-dimensionales y el lenguaje natural, unidimensional.<br />
Ésta fue la gran labor de Euclides: organizar lógico-operatorioalgebraicamente<br />
(uni-dimensional) la Geometría (tri-dimensional). (PÉREZ HERRANZ,<br />
1995, 285).<br />
Y con ello quedó definido en sus límites, métodos y contenidos el primer<br />
sistema axiomático de la geometría, que será el único, hasta las geometrías no<br />
euclideanas contemporáneas, y modelo de ciencia aún hoy en día.<br />
Euclides imprimió un sello y confirió un sentido a su obra: el sello y destino del platonismo<br />
(…), en sus proposiciones no figura una sola aplicación práctica. (REY PASTOR, 1997,<br />
72).<br />
Es difícil imaginar un avance científico que haya tenido más repercusiones<br />
que la matematización del mundo llevada a cabo por los helenos.<br />
Proclo nos describe los Elementos como si guardaran la misma relación con el resto de la<br />
matemática que la que tienen las letras del alfabeto con relación al lenguaje. (BOYER,<br />
1999, 145).<br />
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El primer cierre científico en el mundo Heleno...| Celso Luján García<br />
No es posible exagerar su labor unificadora en torno a la idea de que se<br />
puede alcanzar la verdad mediante las matemáticas. Desde Platón en el<br />
paradigma ontológico-metafísico, Descartes y la deducción a partir del innatismo,<br />
la Ética more geometrica del Deus sive natura spinozeano en el teológico, la<br />
mathesis universalis leibnizeana, e incluso parte del positivismo lógico o de las<br />
actuales corrientes neoplatónicas en teoría del conocimiento, las cuales pretenden<br />
teorías de fuerte carácter epistémico que garanticen la verdad como resultado del<br />
acuerdo coherente de la comunidad científica (el gobierno de los sabios<br />
platónico).<br />
Tanto Tales de Mileto como Pitágoras, cuando hablan del mundo, piensan<br />
que lo que afirman corresponde con la esencia de la physis. Es evidente que a<br />
Tales no se le aparece agua por todas partes, ni a Heráclito fuego o a Pitágoras<br />
<strong>número</strong>s. Sin embargo las respuestas que cada uno dan a cuál sea la esencia de<br />
esa physis son completamente diferentes. Esto tiene como consecuencia que la<br />
sofística posterior, ahora más centrada en el nomos que, como dirá Aristóteles, es<br />
lo que “puede ser hecho ser de otra manera” y por tanto cambia, rechace<br />
totalmente la idea de que puedan separarse en el plano ontológico la esencia de<br />
las apariencias y en el epistemológico el saber y la opinión. Y, por tanto, ello tiene<br />
como corolario que, si el saber era saber de esencias, ya no puede existir ciencia<br />
en sentido estricto. Todo es opinión.<br />
Así pues, aunque Tales y Pitágoras comienzan la matematización del<br />
mundo, no podemos afirmar que utilicen aún un modelo de verdad como<br />
coherencia. De hecho, los teoremas de Tales se refieren a la intuición empírica<br />
(aunque sea ésta geométrica, en forma de triángulos) y Pitágoras hace todo lo<br />
posible para hacer corresponder los <strong>número</strong>s con figuras geométricas y longitudes<br />
de cuerdas en la lira. De alguna manera utilizan un método inductivo al pasar de<br />
los fenómenos a los teoremas. No es de extrañar que hasta Riemann o<br />
Lobachevski el sistema euclideano correspondiese con la intuición. No obstante<br />
ya se está abriendo la puerta hacia un tipo de verdad que se fundamenta en que<br />
sus afirmaciones sean coherentes con el resto del sistema, en forma de relaciones a<br />
nivel formal, y no en que correspondan con la intuición.<br />
En ese sentido podemos caracterizar al modelo de verdad como<br />
correspondencia como aquel que fundamenta su verdad en la concordancia con el<br />
mundo mediante el método inductivo. Nos habla del mundo pero arrastra todos<br />
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los problemas de la inducción, no puede alcanzar universalidad y necesidad. En<br />
tanto que un modelo de verdad como coherencia sí que garantiza la universalidad<br />
y necesidad precisamente porque no habla sobre el mundo sino porque<br />
fundamenta su verdad en la coherencia interna del sistema. El primero genera<br />
siempre objeciones relativistas en tanto que el segundo genera siempre objeciones<br />
antidogmáticas.<br />
Si hemos de entender la famosa afirmación de Whitehead de que “la<br />
historia de ella filosofía es una nota a pie de página de Platón” es precisamente<br />
por esto. Platón encuentra en las matemáticas la fuerza de un modelo que puede<br />
garantizar la verdad e inaugura una forma de fundamentación que no está sólo a<br />
la base de su idealismo, sino también del racionalismo en la modernidad o del<br />
idealismo de la lingüisticidad post-giro lingüístico. Esta corriente, enfrentada,<br />
opuesta, o por lo menos diletante con la línea de investigación que opta por el<br />
inductivismo en sus vertientes realista en el mundo clásico, empirista en la<br />
filosofía de la conciencia o el neoempirismo de la ciencia actual en la filosofía<br />
analítica, tiene también su reflejo en el neoplatonismo de posturas de la ética<br />
contemporánea como las de Rawls o Habermas.<br />
Si queremos entender la profundidad de las implicaciones que conlleva la<br />
aparición de un modelo de verdad como coherencia no podemos pasar por alto,<br />
como afirmaba Whitehead, que estructura la historia de la filosofía desde Grecia<br />
hasta nuestros días. Todos los idealismos son platónicos. Todos comparten sus<br />
virtudes y repiten sus defectos.<br />
La lucha de la filosofía sigue siendo, a día de hoy, un intento de establecer<br />
una teoría platónica que garantice una verdad deductiva pero que, a la vez, pueda<br />
aprehender del mundo.<br />
En el sistema político platónico las matemáticas no sólo ocupan un lugar<br />
de excepción en la paideia sino que también proporcionan el modelo deductivo de<br />
establecimiento de normas jurídicas.<br />
Es esta «singularidad» [el descubrimiento de los irracionales] la que obliga a los griegos a<br />
recorrer dos caminos extraños el uno al otro, pero vinculados ya sin solución de<br />
continuidad: el de la búsqueda de entidades matemáticas universales, autónomas e<br />
independientes, y una justificación del mundo, de las sociedades políticas y familiares...,<br />
pero de modo que el saber político mundano incorpore el saber matemático y las<br />
conexiones objetivas de sus símbolos como modelo. (PÉREZ HERRANZ, 2007, 372).<br />
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La idea del bien, o lo bueno para la sociedad, se establece a través de un<br />
proceso dialéctico, es decir, mediante razones. El gobierno de los sabios (clara<br />
analogía con la comunidad ideal de hablantes habermasiana o con la comunidad<br />
científica) entabla un diálogo, entra en un juego de dar y pedir razones<br />
(BRANDOM, 2002, <strong>23</strong>4), por el cual se establece la idea (al modo de un sistema<br />
axiomático). A partir de la idea se despliega el mundo como su copia más o<br />
menos imperfecta.<br />
No tiene sentido que sigamos leyendo hoy a Platón como defensor de un<br />
«mundo aparte» de ideas. El dualismo ontológico que aparece en sus obras es la<br />
limitación de cada época para pensar lo diferente. Antes bien, el platonismo<br />
significa el primer intento de fundamentación de juicios contrafácticos (diríamos<br />
hoy) a partir de un modelo de verdad como coherencia. Y, por supuesto, arrastra<br />
todos los problemas del modelo, es dogmático porque no puede aprehender del<br />
mundo. Una vez establecida la idea de lo bueno (de cualquier teoría en general)<br />
ésta prefigura lo que puede aparecer en el mundo. Si se define la belleza entonces<br />
los objetos o son su copia, y entonces son bellos, o no son su copia, y entonces no<br />
son bellos, pero no cabe la idea de evolución de la belleza.<br />
Si ahora trazamos analogías con nuestra época, con nuestro mundo,<br />
entenderemos cuál ha sido el problema de todas aquellas ideologías (tanto de<br />
izquierdas como de derechas) que al decidir previamente lo bueno y actuar según<br />
un modelo de verdad como coherencia prefiguraban aquello que podía ocurrir en<br />
el mundo e imposibilitaban su propia evolución. Por decirlo burdamente, nada de<br />
lo que pase en el mundo convencerá a un capitalista de que el capitalismo no es lo<br />
mejor (aunque se hunda Argentina y haya una crisis en medio mundo que<br />
depaupere a la sociedad), ni a un comunista de que el comunismo no es lo mejor<br />
(aunque se mueran de hambre y aburrimiento).<br />
Quizá el Platón maduro, el de las Leyes, ya fue consciente de que aunque el<br />
establecimiento de lo bueno, la ley, haya de seguir un proceso mediante un<br />
modelo de verdad como coherencia (matemático, axiomático) también es cierto<br />
que después, en su aplicación, se ha de atender a cada caso particular, al mundo.<br />
Bajo nuestra óptica éste es el lugar preciso en el que hay que interpretar a<br />
Aristóteles. No como antiplatónico, sino como el más platónico. El realismo<br />
aristotélico apoya la existencia de las formas o ideas, pero no en un mundo a<br />
parte sino en los particulares. O por decirlo de otra manera, las formas son un<br />
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producto humano (¿qué iban a ser si no?) aunque se establezcan por abstracción,<br />
pero al estar en los particulares y no en un mundo aparte pueden evolucionar<br />
dependiendo de lo que aparezca en el mundo porque no lo predeterminan.<br />
Hay quienes quieren ver a un Aristóteles opuesto a Platón, nosotros<br />
preferimos entender el realismo como la forma aristotélica de mejorar el mundo<br />
de la teoría mediante su evolución y poder seguir haciendo ciencia.<br />
Por otro lado, no sería honesto terminar este escrito sin mentar siquiera de<br />
pasada las consecuencias sociales y religiosas que ha conllevado la<br />
matematización del universo. En primer lugar la jerarquización implícita en<br />
cualquier sistema axiomático-deductivo desemboca en una estratificación de la<br />
deducción y, por analogía, de la sociedad. Esto ya aparece en la polis platónica<br />
pero es con el cristianismo con quien alcanza a la totalidad del universo. Si en la<br />
matemática no tienen el mismo valor los axiomas, los principios y los teoremas,<br />
en el mundo no tendrán el mismo valor Dios, el clero y los individuos. Podemos<br />
observarlo en San Agustín pero es con Santo Tomás con quien alcanza un<br />
estatuto ontológico el ser por participación. Dios, el creador al modo de la idea<br />
platónica, se despliega deductivamente a través de particulares que poseen esencia<br />
por participación con la divinidad.<br />
Pero tampoco sería honesto atribuir a la matematización del universo la<br />
causa de la estratificación social. Las diferencias entre individuos existen desde<br />
que el primer homo ergaster fue capaz de tallar sílex. Las matemáticas<br />
únicamente reflejan las leyes del mundo material que nos envuelve. Otorgar una<br />
atribución causal a uno u otro modelo de verdad es errar tanto el tiro como<br />
pensar que no son humanos los problemas a los que ha de enfrentarse la<br />
sociedad. Son creación, causa y responsabilidad de los humanos. Y serán los<br />
humanos los que, mediante el diálogo, los solucionen. ❚<br />
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<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 211
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze<br />
Ana María Simón Viñas<br />
Profesora de I.E.S y Doctora en Filosofía por la Uned<br />
Resumen. La afirmación de la diferencia como diferencia es el motivo que<br />
impulsa la reflexión de Deleuze a lo largo de su extensa trayectoria intelectual.<br />
Deleuze acusa a la historia de la filosofía que tiene su origen en Platón y su<br />
continuador en Aristóteles de haber sometido sistemáticamente la diferencia a las<br />
exigencias de la representación. Por ello va a adscribirse a una tradición<br />
ontológica menor que hunde sus raíces en una tradición más antigua, ya que se<br />
remonta a Parménides, y que afirma la univocidad del ser. El esforzado rastreo<br />
por la historia subterránea de la filosofía dará como precipitado final uno de los<br />
pensamientos más originales y sugerentes del panorama filosófico actual. ❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze<br />
Ana María Simón Viñas<br />
Profesora de I.E.S y Doctora en Filosofía por la Uned<br />
Ext.- Lo que es diferente, lo es siempre respecto de otra cosa, ¿no es así?<br />
Teet.- Así es.<br />
Ext.- Y no sería así, si el ser y lo diferente no fueran completamente distintos. Pero si lo<br />
diferente participase de dos formas, como el ser, podría haber algo que fuese diferente sin<br />
ser diferente de alguna otra cosa. … La naturaleza de lo diferente debe ser afirmada,<br />
entonces, como una quinta forma, junto a las ya escogidas.<br />
Teet.- Sí.<br />
Ext.- Y diremos que ella atraviesa todas las otras. Cada una de ellas, en efecto, es diferente<br />
de las demás, pero no por su propia naturaleza, sino porque participa de la forma de lo<br />
diferente. 116<br />
Es bien sabido el propósito que alienta la reflexión de Deleuze a lo largo de<br />
su extensa y prolífica trayectoria intelectual: la elaboración de un concepto<br />
radicalmente original de la diferencia con respecto al cual toda forma de<br />
identidad o mismidad ha de ser pensada como secundaria o derivada. La noción<br />
de diferencia no es nueva en la historia de la filosofía en donde tradicionalmente<br />
ha servido para señalar la alteridad, o causa de distinción, entre dos o más cosas<br />
o individuos, de modo que pueda hablarse de lo que es numéricamente distinto, o<br />
bien de lo que es específicamente distinto. El problema radica – según el filósofo<br />
francés – en que en la tradición filosófica occidental la diferencia ha sido<br />
sistemáticamente sometida a las exigencias del pensamiento representativo: la<br />
identidad en el concepto, la oposición en el predicado, la analogía en el juicio y la<br />
semejanza en la percepción 117 . Toda diferencia que no pudiese ser reconducida a<br />
dicho esquema resultaría desmesurada, demasiado grande o demasiado pequeña<br />
no sólo para ser pensada, sino para ser. No podía ser de otro modo si quería<br />
garantizarse el orden y la inteligibilidad efectiva del mundo y del pensamiento que<br />
lo contempla. No obstante lo anterior, la incertidumbre generalizada que ha<br />
seguido al fracaso de la representación, la quiebra de las identidades y el<br />
116 PLATON, El Sofista, 255d, 255e, Madrid, Gredos, 1992, Trad. cast. a cargo de Néstor L.<br />
Cordero.<br />
117 DR, 389. Citamos las obras de Deleuze por sus iniciales. Nietzsche y la filosofía, 1962, NF,<br />
La filosofía crítica de Kant, 1963, FCK, El bergsonismo, 1966, B, Diferencia y repetición, 1968,<br />
DR, Spinoza y el problema de la expresión, 1968, SPE, Lógica del sentido, 1969, LS. ¿Que es la<br />
filosofía? 1991, QF<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
descubrimiento de un campo de fuerzas que de hecho actúa bajo la representación<br />
de lo idéntico, han llevado a algunas filosofías de nuestro tiempo a elaborar una<br />
noción de diferencia que rebasa el ámbito de la lógica, transformándose en ellas<br />
en un elemento nuclear con repercusiones ontológicas. Lo que se pretende con<br />
ello es forjar un nuevo pensamiento capaz de elevarse a la altura de un mundo –<br />
nuestro mundo – en el que el hombre no ha sobrevivido a Dios ni la noción de<br />
sujeto a la crisis de la sustancia.<br />
En las filosofías de Martín Heidegger y Gilles Deleuze encontramos una<br />
respuesta a esta exigencia, aunque en ellas la noción de diferencia no tenga el<br />
mismo estatuto ni se emplee con idéntica finalidad. Es sabido que Martín<br />
Heidegger se sirve de la noción de diferencia ontológica en el marco de una crítica<br />
a la metafísica tradicional que, según él, habría errado su destino desde el preciso<br />
momento en que confundió el ser con el ente cuando es precisamente el ser<br />
aquello que, en tanto que constituye la condición de aparición de todo ente, debe<br />
ser dilucidado en primer lugar. De modo coherente con esta posición, Heidegger<br />
afirmará que la única tarea del pensamiento consiste en rescatar el ser de su<br />
olvido recuperando así el sentido de la diferencia ontológica, lo que equivale a<br />
decir del ser a diferencia de los entes. Muy distinta es, sin embargo, la alternativa<br />
propuesta por Deleuze para quien la diferencia tiene un carácter completamente<br />
positivo, no debiendo entenderse como diferencia entre un Ser inexpresable por la<br />
representación metafísica y unos entes. La diferencia, para Deleuze, no se da entre<br />
el ser y los entes sino que pasa entre ambos, destruyendo su identidad y<br />
comunicándolos a través de una ontología de la univocidad. Y univocidad<br />
significa aquí no que sólo hay una manera de decir el ser, sino que el ser es<br />
diferencia que se dice en un mismo y único sentido de sí y de sus diferencias.<br />
Lo que procede por tanto es investigar con rigor donde radica el origen del<br />
histórico sometimiento de la diferencia a las exigencias de la representación. La<br />
conclusión a la que llega Deleuze, tras un esforzado rastreo por la historia de la<br />
filosofía, es que reside en la célebre distinción platónica entre Modelo y copia,<br />
cuya única finalidad consiste en la obtención de un criterio selectivo que permita<br />
distinguir entre copias y simulacros, es decir, entre las apariencias que están bien<br />
fundadas en tanto que mantienen con el Modelo una relación de semejanza<br />
interna, y aquellas otras que por el contrario interiorizan una disimilitud<br />
fundamental. El verdadero carácter del método de división platónico es ético-<br />
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político, ya que su objetivo consiste en seleccionar a los auténticos pretendientes<br />
entre la multitud de aspirantes a los cargos públicos de la ciudad. “Lo que Platón<br />
reprocha a la democracia ateniense es que todo el mundo pretenda cualquier<br />
cosa. De ahí su empresa de restaurar unos criterios de selección entre rivales” 118 .<br />
Lo que aparece así con toda nitidez es el auténtico problema que define al<br />
platonismo: “la medición de los rivales, la selección de los pretendientes, la<br />
distinción de la cosa y sus simulacros” 119 . De ahí la necesidad de establecer un<br />
fundamento apto para marcar la diferencia, siendo precisamente la Idea,<br />
concebida como identidad pura y sin mácula, la que en el proyecto platónico va a<br />
desempeñar dicha función. La Idea es la forma de Identidad real en tanto que lo<br />
mismo, siendo en dicho carácter que puede servir de modelo para la<br />
autentificación de las copias, que serán medidas por la relación de semejanza<br />
interna que mantienen con él. Con ello Platón inauguraba el modelo de<br />
reconocimiento que subyace en la imagen del pensamiento que ha dominado<br />
históricamente a la filosofía occidental, ya que si las copias representan a su<br />
modelo es porque mantienen con él una relación interna de semejanza, la relación<br />
de lo fundado con el fundamento, quedando descartadas todas aquellas copias –<br />
los simulacros – que son diferentes en tanto que carecen de la adecuada<br />
disposición.<br />
El filósofo francés distingue tres instancias en el platonismo: el fundamento<br />
como esencia ideal, lo fundado como Pretendiente o pretensión y aquello sobre lo<br />
que versa la pretensión, es decir, la cualidad que el fundamento posee de modo<br />
eminente: el padre, la novia y el pretendiente. El propósito de la dialéctica<br />
platónica radica en la selección de la buena copia, aquella que guarda con el<br />
Modelo una relación de semejanza interna dado que ambas pertenecen al mismo<br />
linaje. Está claro que la comunidad de procedencia sólo puede quedar acreditada<br />
si la relación entre la copia y el ser y la verdad es análoga a la que el Modelo<br />
mantiene con ambas instancias, y dado que el ser de la copia depende su relación<br />
interna de semejanza con él, aquello que no se le asemeja – el simulacro –<br />
adquiere inevitablemente la condición de no ser. El simulacro aparece así dotado<br />
de una fundamental ambigüedad ya que, aunque aparentemente se asemeja al<br />
modelo, está construido sobre una diferencia que interioriza y presenta una<br />
esencial disimilitud con respecto a él. “La copia es una imagen dotada de<br />
118 QF, 15<br />
119 DR,12<br />
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semejanza, el simulacro una imagen sin semejanza” 120 . Para ilustrar su tesis<br />
Deleuze acude a la enseñanza del catecismo que, en tanto que inspirado por el<br />
platonismo, nos proporciona una cara comprensión de la noción de simulacro tal<br />
y como ha sido concebido en la tradición occidental. En efecto, en el catecismo se<br />
nos dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios aunque, como<br />
consecuencia del pecado, haya perdido la semejanza conservando no obstante la<br />
imagen. Esta es la razón que explica el carácter demoníaco que el simulacro<br />
ostenta en la tradición platónica cristiana ya que, aunque sigue produciendo un<br />
efecto de semejanza, no remite a la identidad de la Idea, sino a una disparidad<br />
constituyente que no se deja capturar por ningún fundamento.<br />
Muy distinto carácter reviste el simulacro en el pensamiento de Deleuze,<br />
quien lo conceptualiza como “un sistema intensivo donde lo diferente se relaciona<br />
con lo diferente mediante la diferencia como tal” 121 . Según el pensador francés el<br />
simulacro se construye sobre una disparidad entre series heterogéneas, un sistema<br />
de señal-signo en donde la señal es una estructura donde se reparten diferencias<br />
de potencial que comunican entre sí precisamente por su diferencia, siendo el<br />
signo aquello que fulgura cuando las dos series entran en comunicación<br />
induciendo un fenómeno de resonancia. Es cierto – concede – que hay semejanza<br />
entre las series que resuenan, aunque siempre se trata de un efecto inducido por la<br />
disparidad original que constituye las series, lo que prohíbe la asignación del<br />
papel de modelo a ninguna de ellas. El simulacro aparece así no como diferencia<br />
con respecto a una Identidad originaria y fundante, sino como resultado de la<br />
interiorización de una disparidad constituyente entre series heterogéneas cuyo<br />
carácter es intensivo, el producto del libre juego de las diferencias múltiples y<br />
divergentes que constituyen el fondo no mediatizado del que todo emerge, la<br />
profundidad intensiva y diferencial de la que surge lo que en la experiencia se da<br />
como diverso. De ahí que el simulacro sea definido por Deleuze como la<br />
verdadera forma de lo que las cosas son cuando su presunta identidad se hace<br />
añicos, el signo de la cosa en tanto que descuartizada por la diferencia que la<br />
constituye en profundidad: “Es en la diferencia donde el fenómeno se explica<br />
como signo”. 122<br />
120 LS, 259<br />
121 DR, 438<br />
122 DR, 119<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
De lo anterior se sigue la imposibilidad de distinguir entre modelo y copia,<br />
ya que todos son simulacros, diferencias interiorizadas que no dejan de afirmarse<br />
una y otra vez en un proceso de devenir continuo – que Deleuze identifica con el<br />
Eterno Retorno nietzscheano – en el que no subsiste ninguna identidad. La<br />
identidad y la semejanza no son por tanto originarias, sino meros fenómenos<br />
cuyo verdadero origen radica en la potencia productiva de la diferencia, de lo que<br />
resulta una consideración del simulacro como pura potencia positiva que niega<br />
tanto el original como la copia y que no deja subsistir ningún modelo. Este es<br />
precisamente el problema que Platón se plantea en El Sofista cuando comprende<br />
que lo que el simulacro impugna es el modelo mismo de lo Idéntico y lo<br />
Semejante del que se había servido para apuntalar el orden político de la ciudad.<br />
De ahí el veredicto acusatorio que lanza sobre el simulacro – la diferencia – y que<br />
Deleuze equipara a un verdadero “juicio de Dios” en tanto que supone la<br />
introducción en filosofía de una instancia trascendente desde la que la existencia<br />
es juzgada. Lo que mueve a Platón a rechazar el simulacro es su carácter de<br />
diferencia no ligada, de pura potencia de devenir que subvierte desde dentro la<br />
posibilidad de orden moral que la identidad en el modelo y la semejanza en la<br />
copia se encargan de garantizar.<br />
La distinción platónica entre modelo, copia y simulacro y el modelo de<br />
reconocimiento implícito en ella es el que está en el origen de una cierta imagen<br />
del pensamiento que históricamente se ha encargado de domeñar la diferencia, y<br />
que ha aplastado sistemáticamente bajo la imagen de lo Mismo y lo Semejante el<br />
genuino acto de pensar y ello por razones esencialmente morales, como muy bien<br />
vio Nietzsche. Conviene aquí señalar que para Deleuze – lo mismo que para<br />
Nietzsche – la moral siempre remite en último término a la mirada acusadora de<br />
Dios en tanto supone la instauración de un orden trascendente desde el que son<br />
juzgados los modos de existencia inmanentes. “La moral es la continuación de la<br />
religión pero con otros medios” 1<strong>23</strong> . Ese es precisamente el papel que la Idea<br />
desempeña en el proyecto filosófico de Platón, en el que no sólo sirve para<br />
apuntalar el orden político, sino para asegurar el orden de la representación del<br />
que depende la inteligibilidad del mundo. Al fin y al cabo sólo la Idea, como<br />
fundamento, puede garantizar la conexión entre el sujeto y el mundo, entre el<br />
pensamiento y la verdad. De ahí que sea preciso desembarazarse del modelo de<br />
1<strong>23</strong> NF, 138<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
reconocimiento y de la noción de fundamento implícita en él para poder elevarse<br />
a un pensamiento de la diferencia, es decir, para comenzar simplemente a pensar.<br />
En apoyo de su tesis Deleuze acude a Platón quien, en un texto de la<br />
República, distinguía entre dos tipos de cosas en el mundo: las que dejan<br />
tranquilo el pensamiento o le dan únicamente el pretexto de una aparente<br />
actividad, y aquellas que fuerzan a pensar. Estas últimas no son objetos de<br />
reconocimiento, sino cosas que nos violentan, “sensaciones contrarias al propio<br />
tiempo” como dice el mismo Platón 124 . El reconocimiento –la representación –<br />
congela el movimiento porque sólo así puede atraparlo entre sus redes, pero es el<br />
devenir sin medida que no se deja capturar el que violenta el pensamiento y nos<br />
fuerza a pensar. Según Deleuze, aquello que provoca la génesis del pensamiento<br />
en el pensamiento no se presenta de modo amistoso, sino más bien hostil y<br />
aunque en filosofía se haya privilegiado la figura del “amigo” ignorando las<br />
fuerzas oscuras que violentan el pensamiento, ha llegado la hora de decir que<br />
para filosofar no basta con la amistad. “El pensamiento no piensa a partir de una<br />
buena voluntad, sino en virtud de fuerzas que se ejercen sobre él para obligarlo a<br />
pensar” 125 . La filosofía se ha complacido históricamente en presentarse a sí<br />
misma como expresión de un Espíritu universal que se pone de acuerdo consigo<br />
mismo en cuanto a la determinación de significaciones explícitas y comunicables,<br />
es decir, como un círculo de amigos que comparten una buena voluntad común,<br />
pero es la violencia del signo sensible la que provoca la génesis del pensamiento<br />
dentro del pensamiento; no la concordia o la buena voluntad.<br />
De lo anterior se deduce que un pensamiento que rechace los supuestos de<br />
la imagen dogmática del pensamiento no puede dar por supuesta una “buena<br />
voluntad” en el pensador y una naturaleza recta en el pensamiento, ni asumir el<br />
aire inocente que adopta la filosofía cuando se muestra como ciencia pura y por<br />
tanto inofensiva frente a los valores de su tiempo. Más bien parece que aquel que<br />
busca un verdadero comienzo tiene que empezar por mostrar la suficiente mala<br />
voluntad como para hacer preguntas “allí donde se da por sentado lo que todo el<br />
mundo sabe, tan mala voluntad que no le permite pensar ni en la naturaleza ni en<br />
el concepto” 126 . Según Deleuze, la imagen del pensamiento que preside y orienta<br />
la filosofía occidental es una mera extrapolación al plano del derecho de la<br />
124 PLATON, República, VII, 5<strong>23</strong> b y ss. Citado por Deleuze en DR, <strong>23</strong>4<br />
125 DR, <strong>23</strong>6 y NF, 155<br />
126 DR, 2<strong>23</strong><br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
opinión común según la cual entre ser y pensamiento existe una relación natural<br />
de afinidad. El problema es que de este modo se obvia no sólo la evidencia de que<br />
“los hombres raramente piensan” 127 sino que se reduce la potencia creadora y<br />
revolucionaria del pensamiento a algo tan trivial como al reconocimiento<br />
mecánico de situaciones y objetos que forman parte de nuestra experiencia<br />
cotidiana. De ahí que Deleuze afirme rotundamente que, para comenzar a pensar,<br />
hay que rechazar la sacralizada Imagen moral del pensamiento que no es prefilosófica<br />
sino simplemente no-filosofía.<br />
El cumplimiento de esta tarea exige el análisis del modelo trascendental<br />
implícito en la imagen dogmática del pensamiento que, como sabemos, no es otro<br />
sino el del reconocimiento según el cual conocer es resultado del ejercicio<br />
concordante de las facultades de un sujeto, planteado como una identidad, sobre<br />
un objeto que se concibe correlativamente como lo mismo en tanto que refleja la<br />
identidad subjetiva. La identidad, en el objeto y en el sujeto, constituye por tanto<br />
el supuesto básico de la representación, siendo la identidad del sujeto el<br />
fundamento formal que hace posible el reconocimiento, mientras que la identidad<br />
del objeto aparece como su contenido material. Esto nos sitúa de lleno en la<br />
cuestión del fundamento y en el papel que éste ha desempeñado a lo largo de la<br />
historia del pensamiento occidental: un papel crucial ya que no en vano es la<br />
historia de la filosofía la que nos enseña que filosofía es pensar fundamentador y<br />
pensar del fundamento. Fundar siempre es determinar, siendo éste un problema<br />
decisivo para la filosofía que ha tenido que determinar, desde su origen, por una<br />
parte el orden de los conceptos, marcando una distinción clara entre conceptos<br />
fundantes y conceptos fundados y por otra, y esencialmente, el principio que le<br />
permitiría distanciarse al fin del terreno de la doxa, proveyéndose así de un<br />
verdadero comienzo. Esta es la razón que ha llevado a la filosofía a perseguir<br />
incansablemente, a lo largo de su historia, el buen principio, llámese éste Ideas,<br />
Cogito o principio de razón suficiente. Contra este planteamiento Deleuze arguye<br />
que en filosofía es imposible un verdadero comienzo a menos que pueda<br />
encontrarse un fundamento que esté libre de toda clase de presupuestos,<br />
implícitos o conceptuales. Y dado que la famosa selección de conceptos fundantes<br />
implica una diferencia de status que procede de aquello de lo que la filosofía<br />
pretende distanciarse –la doxa – es imposible que la filosofía pueda comenzar.<br />
127 DR, 224<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
Mientras el comienzo sea pensado en base a un fundamento el pensamiento<br />
seguirá sometido a un proceso de reconocimiento inicial que toma su base del<br />
sentido común, lo que impide al pensamiento filosófico evadirse de una afinidad<br />
previa con lo que trata de pensar.<br />
Para Deleuze sólo es posible comenzar verdaderamente cuando se excluye<br />
la idea de fundamento y se rechaza de una vez por todas el presupuesto de que el<br />
objeto del pensamiento es la identidad, porque el mundo no es idéntico ni<br />
satisface las expectativas de un sujeto pensante previamente constituido, sino<br />
heterogéneo y en continuo devenir. Ahora bien, cuestionar el supuesto básico de<br />
la filosofía que afirma que entre pensamiento y exterioridad existe de hecho y de<br />
derecho una afinidad implica toda una transformación en la forma en que la<br />
filosofía se comprende a si misma, una renuncia a dominar el pensamiento y una<br />
aceptación de que tal vez lo que ocurre es que la actividad del pensamiento es<br />
fundamentalmente inconsciente y que sólo comienza verdaderamente a espaldas<br />
del pensador. Conviene aquí señalar que para Deleuze “pensamiento” y “razón”<br />
no son sinónimos, ya que el ámbito del pensamiento es siempre más amplio que el<br />
de la razón. El pensamiento no se reduce a la razón sino que la engloba<br />
necesariamente. De hecho, la razón es conceptuada por el pensador francés como<br />
una manifestación de la imagen abstracta del pensamiento erigida por la<br />
representación, la instancia última a la que se apela para impedirnos pensar más<br />
allá de los estrechos límites establecidos por el sentido común en cada época<br />
histórica. De ahí el reproche que va a dirigir a Kant, quien en su opinión falló lo<br />
fundamental del proyecto de crítica inmanente que en su filosofía se anunciaba al<br />
erigir la razón como juez de sí misma 128 . Según Deleuze no es lo irracional,<br />
entendido como los derechos de lo dado, lo que se opone a la razón, sino el<br />
propio pensamiento en tanto constituye un dominio que va más allá de los límites<br />
que el “sentido común” establece. “Lo que se opone a la razón es el propio<br />
pensamiento; lo que se opone al ser razonable es el propio pensador” 129 . Es<br />
imprescindible por tanto retomar el proyecto kantiano elaborando una crítica<br />
total que no parta de ningún supuesto previo – las facultades y su acuerdo como<br />
los elementos determinantes de una subjetividad trascendental constituyente –<br />
sino que más bien indague el elemento genético en el que el pensamiento tiene su<br />
128 FCK, 14 “Una crítica inmanente, la razón como juez de la razón: he aquí el principio esencial<br />
del método llamado trascendental.”<br />
129 NF, 133<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
origen. Según Deleuze el pensamiento no tiene su origen en un sujeto previamente<br />
constituido, sino “en un campo trascendental impersonal que no tiene la forma de<br />
una conciencia personal sintética o de una identidad subjetiva” 130 , es decir, que<br />
no se parece en nada a aquello que se pretende fundar. De ahí que el punto de<br />
vista desde el que la crítica debe ser realizada no sea el del sujeto, aunque se trate<br />
de un sujeto hipostasiado, ni el de Dios, sino el de la voluntad de poder bajo la<br />
forma del Superhombre, es decir, bajo la forma superior de todo lo que existe.<br />
La imagen dogmática del pensamiento inaugurada por Platón encuentra su<br />
continuador en Aristóteles, quien elabora una teoría del pensamiento<br />
representativo que presenta cuatro aspectos fundamentales: la identidad en la<br />
forma del concepto indeterminado, la analogía en la relación entre conceptos<br />
determinables últimos, la oposición en la relación de determinaciones en el<br />
interior del concepto y la semejanza en el objeto determinado por el concepto<br />
mismo. A diferencia de su maestro Platón, lo que preocupa a Aristóteles no es<br />
tanto la autentificación de las pretensiones y la exclusión del simulacro – el falso<br />
pretendiente – como la posibilidad de establecer un ideal clasificatorio que<br />
permita subsumir las diferencias bajo la identidad de un concepto común. Puede<br />
decirse por tanto que Aristóteles rescata la diferencia, por más que sólo en la<br />
medida en que se deja aprisionar dentro de los límites bien establecidos de la<br />
representación. Este es precisamente el papel que desempeña la “diferencia<br />
específica” en el sistema aristotélico, en donde reviste el rango de la mayor y la<br />
más perfecta. Si Aristóteles privilegia la diferencia específica en detrimento de la<br />
genérica o la meramente individual es porque se trata de la diferencia más grande<br />
que puede subsumirse en el seno de un concepto común, siendo también la más<br />
perfecta porque afecta a la esencia o la forma. La diferencia específica es el<br />
instrumento que sirve a Aristóteles para aprehender semejanzas en el seno de un<br />
concepto común, lo que no puede hacer con la diferencia genérica o la individual,<br />
que son demasiado grandes o demasiado pequeñas para servir a dicho fin. Lo que<br />
se consigue procediendo así es domeñar la diferencia sometiéndola a la identidad<br />
de un concepto común, por más que al precio de “confundir el concepto de<br />
diferencia con la diferencia simplemente conceptual, contentándose con inscribir<br />
la diferencia en el concepto en general” 131 .<br />
130 LS, 114<br />
131 DR, 76<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
En la cartografía aristotélica las diferencias específicas van a quedar<br />
subsumidas en la identidad superior del concepto de la especie, mientras que los<br />
géneros se someten a la identidad de ese concepto máximo que es el ser y que,<br />
como representante de la identidad conceptual más alta, se reparte<br />
distributivamente entre todos los géneros y categorías garantizando su identidad y<br />
la de sus individuos componentes. El juicio es la instancia que opera, por<br />
analogía, la distribución repartiendo el concepto, y la jerarquización que va a<br />
garantizar midiendo los sujetos. La analogía en el juicio aparece así como el<br />
último elemento sobre el que se erige la representación, que sólo rescata la<br />
diferencia del abismo al que Platón la había condenado en la medida en que la<br />
puede confinar entre sus cuatro esquinar, a saber, la identidad del concepto, la<br />
oposición de los predicados, la semejanza en la percepción y la analogía del<br />
juicio. La identidad del ser quedaba así consagrada como el presupuesto básico<br />
que permite representar la diversidad efectiva que el ser muestra en su devenir<br />
sensible, quedando relegadas todas aquellas diferencias que no pueden ser<br />
representadas al plano de lo inesencial. La razón del proceder de Aristóteles es<br />
que sólo a este precio puede garantizarse la inteligibilidad del discurso, ya que si<br />
el ser fuese un género debería también poder predicarse de sus diferencias y<br />
siendo éstas innumerables, también los principios lo serían. 132 La diferencia se<br />
convierte así en un concepto reflexivo, un instrumento útil capaz de realizar todo<br />
tipo de mediaciones ya que, por una parte, permite pasar de las especies que se<br />
asemejan a un género idéntico que las subsume, y por otra facilita el tránsito de<br />
los géneros respectivamente idénticos a las relaciones de analogía que estos<br />
mantienen entre sí en lo inteligible. El resultado, como sabemos ya, es que la<br />
diferencia queda sometida a las exigencias de la representación. El problema que<br />
Deleuze se plantea en este punto es si bajo todos estos aspectos la diferencia no<br />
acaba perdiendo el concepto y la realidad que le son propias. En este sentido<br />
comenta que la diferencia sólo deja de ser reflexiva para convertirse en real<br />
cuando designa catástrofes – rupturas de continuidad en la serie de semejanzas,<br />
fallas infranqueables entre series análogas – lo que viene a demostrar que bajo el<br />
132 “…pues el género parece predicarse, no de la diferencia, sino de aquellas cosas de las que se<br />
predica la diferencia, v.gr., el animal, acerca del hombre, y del buey, y de todos los animales<br />
pedestres, pero no de la diferencia misma que se dice acerca de la especie. En efecto, si el animal se<br />
predicase de cada una de las diferencias, entonces de la especie se predicarían muchos animales:<br />
pues las diferencias se predican de cada especie. Además, todas las diferencias serán, o especies o<br />
individuos, si son realmente animales: pues cada uno de los animales es una especie o un<br />
individuo.” ARISTOTELES, Metafísica, III, 998 b, 20-27 Madrid, Gredos, 1982, Trad. cast.:<br />
Tomás Calvo Martínez.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
equilibrio aparente de la representación actúa un fondo intensivo y diferencial<br />
que no se deja domeñar.<br />
El propósito declarado de Deleuze de afirmar la diferencia como tal le lleva<br />
a oponerse polémicamente a todas aquellas filosofías que conciben el ser bajo el<br />
signo de la analogía y que se caracterizan por un doble movimiento, ya que por<br />
una parte piensan el Ser como algo común y por otra niegan que se diga en un<br />
mismo sentido de todo aquello a lo que se atribuye. Para el filósofo francés la<br />
única proposición ontológica es la que establece la univocidad del ser. No puede<br />
ser de otro modo ya que la analogía presupone siempre un término eminente con<br />
respecto al cual todos los demás aparecen como derivados, siendo precisamente<br />
esto lo que hay que recusar. Ya hemos visto que la imagen dogmática del<br />
pensamiento inaugurada por Platón y sistematizada posteriormente por<br />
Aristóteles concibe el ser bajo el signo de la analogía. Según Aristóteles el ser se<br />
dice de diferentes maneras: una eminente para la sustancia y otra espuria para sus<br />
accidentes (diferencias), lo que significa que el ser de las diferencias depende<br />
analógicamente del ser de la sustancia. El problema de este planteamiento radica<br />
en su impotencia para dar cuenta de los individuos realmente existentes, ya que<br />
lo único que se retiene de lo particular son los aspectos generales (la forma y la<br />
materia) sin que se pueda explicar en qué consiste su individualidad. La dificultad<br />
radica en que se buscan los factores individuantes en los elementos concretos de<br />
los individuos constituidos, lo que inevitablemente conduce al fracaso, ya que el<br />
principio fundante no puede calcarse sobre lo que está llamado a fundar. En<br />
efecto, siempre que partimos de lo condicionado hacia un fundamento que<br />
desempeña el papel de condición entramos en un círculo vicioso ya que el<br />
pretendido fundamento no es sino la condición de posibilidad de aquello que<br />
pretende fundar y que en dicho carácter depende estrechamente de él. Lo que<br />
hemos visto anteriormente con ocasión a la crítica de la imagen dogmática del<br />
pensamiento que impide pensar.<br />
Bajo la imagen triunfal que la historia de la filosofía ha construido de sí<br />
misma, Deleuze encuentra otra ontología menor que hunde sus raíces en una<br />
tradición más antigua que la aristotélica ya que se remonta a Parménides y que,<br />
contra Aristóteles, afirma la univocidad del ser. Dicha tradición, que pasa por el<br />
estoicismo, encuentra su expresión más próxima en las filosofías de Duns Escoto,<br />
Spinoza y Nietzsche. Examinemos, en primer lugar, la solución de Escoto al<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 2<strong>23</strong>
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
problema de la individuación, tema que había sido objeto de múltiples<br />
controversias en el seno de la Escolástica, y que él va a dirimir recurriendo a un<br />
principio al que denominará haecceitas o “última realidad del ente”, y cuya<br />
función es restringir y circunscribir la naturaleza común, que es indiferente a lo<br />
individual y a lo universal, dentro de los límites de un individuo determinado.<br />
Este vocablo, que Deleuze adoptará en Mil Mesetas como homenaje al<br />
pensamiento del Doctor Sutil, sirve para indicar la determinación última y<br />
completa de la materia, de la forma y de su compuesto, que es real y se añade<br />
realmente a la sustancia que constituye la naturaleza común de todos los<br />
individuos, aunque no se diferencia numéricamente de ellas. En el pensamiento de<br />
Escoto la naturaleza común y la haecceitas no son dos realidades numéricamente<br />
distintas, aunque sean realmente distintas. La distinción que Escoto introduce<br />
excluye la separación y la diversidad numérica de los términos distintos, y no es<br />
una pura distinción de razón sino una distinción real. Tal es la distinción formal,<br />
que él sostiene que existe entre la naturaleza y la entidad de un ser cualquiera,<br />
entendiendo por naturaleza la sustancia común indiferente y por entidad la<br />
completa realización del individuo como tal. La distinción formal es una<br />
distinción real, puesto que se funda en el ser o la cosa, pero no es necesariamente<br />
una distinción numérica ya que se establece entre sentidos o razones formales que<br />
pueden dejar subsistir la unidad del sujeto al cual se atribuyen. La segunda<br />
distinción que Escoto introduce, la modal, va a permitirle explicar el modo en que<br />
la sustancia se relaciona con los atributos y con las variaciones intensivas – los<br />
modos – que constituyen sus modificaciones. El ser es concebido así como un ser<br />
unívoco que no sólo implica formas cualitativas o atributos distintos, sino que<br />
asimismo se vincula con grados individuantes que aunque de hecho constituyen<br />
variaciones – diferencias – de su modo de ser, no modifican su esencia. Estas<br />
conclusiones, a las que Duns Escoto llega movido por su fidelidad al espíritu del<br />
aristotelismo, le enfrentan polémicamente con Tomás de Aquino para quien el<br />
ser, que es el objeto propio de la Metafísica, está más allá de todas las categorías<br />
y de todas las determinaciones genéricas, siendo por tanto trascendente, mientras<br />
que en Escoto la noción de ser es común a todos los seres existentes, siendo por<br />
tanto unívoca y no análoga.<br />
Este es precisamente el punto que interesa a Deleuze, ya que la afirmación<br />
de la diferencia como tal precisa de una doctrina que afirme la univocidad del ser<br />
siendo en este sentido como hay que entender su reavivación de la polémica<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 224
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
medieval de la que hemos trazado un esbozo. La razón que lleva a Deleuze a<br />
oponerse a la teoría de la individuación por analogía es, como sabemos ya, que<br />
conlleva la posición de un ser eminente – la Sustancia en Aristóteles, Dios creador<br />
en el cristianismo – con respecto al cual todos los otros modos de ser – las<br />
diferencias – se convierten en derivados. Por ello es preciso postular que el Ser no<br />
sólo se dice en un solo y mismo sentido, sino que se dice en un solo y único<br />
sentido de todas sus diferencias individuantes, aunque dichas diferencias sean<br />
numéricamente distintas. Ello exige pensar el Ser como aquello que consiste<br />
precisamente en las diferencias que le constituyen y cuya univocidad no se altera<br />
por más que las modalidades individuantes en las que se expresa sean distintas.<br />
Lo propio del Ser – afirma rotundamente Deleuze – es diferir, siendo<br />
precisamente en este sentido en el que se afirma de todo lo que difiere, es decir, de<br />
todas las diferencias. 133 El problema de Escoto y su límite radica en su fidelidad a<br />
una perspectiva teológica, que no le permitió extraer todas las consecuencias que<br />
se encontraban implícitas en su planteamiento. En efecto, en el pensamiento de<br />
Escoto Dios creador no es causa de todas las cosas en el mismo sentido en que es<br />
causa de sí, siendo esta posición la que mantiene su doctrina atrapada en el plano<br />
de la trascendencia. La univocidad exige, sin embargo, que el ser unívoco se<br />
relacione de modo esencial e inmediato con los factores individuantes que, para<br />
Deleuze, no son los individuos constituidos tal y como se dan en la experiencia,<br />
sino el principio trascendente y nómada que es contemporáneo del proceso de<br />
individuación y que es subsidiario tanto de la constitución de los individuos como<br />
de su disolución efectiva. Estos factores individuantes a los que Deleuze alude y<br />
que en su pensamiento reciben el nombre de “singularidades” son modalidades<br />
intensivas del ser que tienen la propiedad de pasar de un individuo a otro y de<br />
comunicarse bajo las formas y las materias.<br />
La noción de singularidad va a servir a Deleuze para explicar la génesis de<br />
los diversos tipos de seres que pueblan el plano de organización actual a partir de<br />
un plano de composición previo – virtual - del que derivan. Conviene aquí<br />
precisar qué es lo que Deleuze entiende por “singularidades” aunque ello suponga<br />
dar un rodeo en nuestra exposición. En Lógica del sentido las singularidades son<br />
conceptualizadas como “diferencias libres” que corresponden a series<br />
133 “Es el ser el que es Diferencia, en el sentido en que él se dice de la diferencia. Y no somos<br />
nosotros los que somos unívocos en un Ser que no lo es; somos nosotros, es nuestra<br />
individualidad la que permanece equívoca en un Ser, para un Ser unívoco.” DR, 93<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
heterogéneas que se organizan y distribuyen en un sistema provisto de una<br />
energía potencial. Dichas singularidades, cuyo carácter es intensivo y que como la<br />
haecceitas escotista son indiferentes a la universalidad y a la individualidad,<br />
resuenan entre sí dando origen a un plano trascendental virtual-real que Deleuze<br />
identifica con el verdadero mundo dionisiaco, el mundo de la voluntad de poder,<br />
es decir, de energía libre y no ligada del que hablaba Nietzsche. Siguiendo a<br />
nuestro filósofo, son justamente estas singularidades nómadas las que en el<br />
discurso de Nietzsche, “un discurso que no es el de la forma pero tampoco el de<br />
lo informe, sino de lo informal puro” 134 son designadas como “superhombre”, es<br />
decir, como el tipo superior de todo lo que existe. Esta noción, que reviste un<br />
carácter central en la ontología deleuziana, es tributaria del pensamiento de<br />
Leibniz ya que éste fue el primero – como Deleuze reconoce explícitamente – en<br />
concebir una teoría filosófica de las singularidades a partir del dominio de las<br />
matemáticas. Una aproximación intuitiva a lo que Leibniz y Deleuze entienden<br />
por singularidad se obtiene cuando, en vez de oponer lo singular a lo universal,<br />
como hace la lógica tradicional, se contrapone a lo regular u ordinario: la<br />
singularidad es lo diferente, lo que se sale de la regla. Son las matemáticas las que<br />
proporcionan nuevamente el modelo cuando establecen la distinción entre lo<br />
singular y lo ordinario a propósito de ciertos puntos de una curva, siendo los<br />
puntos singulares aquellos que se encuentran en la vecindad de los anteriores y<br />
que constituyen, de hecho, la serie que los prolonga hasta las proximidades de<br />
otra singularidad, engendrándose en ésta otra serie que a veces converge y a veces<br />
diverge con respecto de la primera. Según Deleuze, en la filosofía de Leibniz los<br />
puntos singulares o relevantes son las mónadas, que en el continuo de un mundo<br />
posible actúan como centros de convergencia, puntos singulares donde converge<br />
una multiplicidad de series.<br />
Retomemos el problema que acucia a Deleuze: la necesidad de establecer<br />
una doctrina de la univocidad del ser que le permita la afirmación de la diferencia<br />
como tal. Dadas las limitaciones de la doctrina escotista, Deleuze buscará en un<br />
segundo momento y en otro pensador, a saber en Spinoza, los elementos que<br />
necesita para su propósito. La sección histórica de la tesis doctoral de Gilles<br />
Deleuze se abre precisamente con la discusión que Spinoza sostiene con Descartes<br />
acerca de la distinción real y la distinción numérica, cuyo resultado es la<br />
134 LS, 1<strong>23</strong><br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
afirmación de la diferencia como el motor interno de la dinámica del ser. De la<br />
lectura de la Ética Deleuze va a extraer dos conclusiones fundamentales, a saber,<br />
que una distinción numérica no puede ser una distinción real, lo que equivale a<br />
afirmar que no hay dos individuos iguales, y que una distinción real nunca es<br />
numérica, argumento del que se sirve Spinoza para demostrar frente a Descartes<br />
que hay una sola sustancia para todos los atributos, o lo que es lo mismo, la<br />
univocidad del ser. En la interpretación de Deleuze los atributos spinozistas se<br />
comportan como grados de intensidad que constituyen las expresiones del ser<br />
que, en todas partes, se expresa siempre con la misma voz. Dado que cada uno de<br />
los atributos expresa el ser de un modo diferente pero en el mismo sentido, ello<br />
implica la afirmación absoluta de las diferencias en que consiste el ser. Deleuze<br />
explica esto con los términos de la filosofía medieval citando a Nicolás de Cusa:<br />
“Dios es la complicación universal, en ese sentido todo está en él; y la explicación<br />
universal, en ese sentido está en todas las cosas”. 135 Extraer las debidas<br />
consecuencias de todo esto exige la afirmación, que Spinoza no elude, de que<br />
Dios está plenamente expresado en el mundo de los modos, sin reservas,<br />
participando los modos plenamente también, a través de las formas comunes de<br />
los atributos, de la sustancia divina. Nos encontramos por tanto ante una<br />
doctrina de la inmanencia que afirma la univocidad del ser, ya que en el sistema<br />
de Spinoza toda jerarquía queda negada en la medida en que “el ser como tal se<br />
dice en un solo y único sentido de la sustancia y los modos, aunque los modos y<br />
la sustancia no tengan el mismo sentido, o no tengan el ser de la misma<br />
manera” 136 . La sustancia aparece ahora como el único y mismo designado para<br />
todos los atributos, que se comportan como sentidos cualitativamente diferentes,<br />
siendo también el común expresado de todos sus modos conforme a su grado de<br />
potencia. La sustancia spinozista es singular y notable, siendo su singularidad<br />
resultado de la diferencia interna que la constituye, lo que equivale a decir que<br />
consiste en sus diferencias, siendo precisamente este aspecto de la filosofía de<br />
Spinoza el que interesa resaltar a Deleuze. Y es así como Spinoza permite a<br />
Deleuze plantear la reflexión sobre la genealogía de la sustancia, la investigación<br />
sobre los principios del ser cuyo despliegue constituyen la realidad efectiva de<br />
todo lo que existe.<br />
135 SPE, 171<br />
136 DR, 95<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
No es Spinoza el único aliado que encuentra Deleuze en su esfuerzo por<br />
afirmar la diferencia. En el ensayo que dedica a Bergson en 1953 Deleuze afirma<br />
lo siguiente: “Pensar la diferencia interna como tal, como pura diferencia interna,<br />
llegar al puro concepto de la diferencia, elevar la diferencia a lo absoluto: tal es el<br />
sentido del esfuerzo de Bergson” 137 . Lo que encontramos aquí es una afirmación<br />
del carácter ontológico de la diferencia y del papel fundamental que desempeña<br />
en el fundamento del ser. Según Deleuze, tanto en Bergson como en Spinoza el<br />
carácter esencial de la diferencia es, por un lado, su causalidad interna y por otro,<br />
su inmersión en lo absoluto. Esta causalidad interna es precisamente la que anima<br />
la distinción real del ser, la diferencia absolutamente positiva que constituye el<br />
fundamento del ser en sí mismo así como el de todas las diferencias que<br />
caracterizan al ser actual. La aproximación de Bergson a Spinoza, quien concebía<br />
la sustancia única como un ser productivo y expresivo, dotado de una dinámica<br />
causal eficiente e interna que le convierte en causa de todas las cosas en el mismo<br />
sentido en que es causa de sí, permite a nuestro filósofo concebir el ser como<br />
diferencia que se dice en un mismo sentido de sí y de sus diferencias: “Decir que<br />
la esencia de Dios es potencia es decir que Dios produce una infinidad de cosas,<br />
en virtud de esa misma potencia por la que existe. El las produce, pues, como él<br />
existe”. 138 La distinción de la sustancia de Spinoza es resultado – igual que la<br />
duración bergsoniana – de la diferencia que entraña en su constitución y no de su<br />
diferencia con alguna otra cosa exterior, con lo que se logra que la diferencia<br />
quede elevada a lo absoluto, liberada al fin de toda subordinación.<br />
Lo que hay que explicar ahora es el proceso de producción de los<br />
individuos existentes a partir de un ser unívoco que sólo consiste en sus<br />
diferencias, siendo la pareja virtual-actual – que Bergson empleaba para explicar<br />
el tránsito de lo Uno a lo múltiple – el instrumento conceptual del que Deleuze va<br />
a servirse para abordar esta compleja cuestión. El par virtual-actual juega un<br />
papel fundamental en la ontología deleuziana, ya que constituye la clave del<br />
estatuto diferencial de la Idea, así como de la doble lectura del tiempo –<br />
cronológico y ordinal – de la que nuestro filósofo se sirve para transformar tanto<br />
el estatuto del individuo como el de la subjetividad. Conviene matizar que, en el<br />
pensamiento deleuziano, lo virtual no se identifica con lo posible, ni lo actual con<br />
137 Artículo publicado en 1953 en Les Études bergsoniennes, vol. IV. Recopilado en “La Isla<br />
Desierta y otros textos”, Valencia, Pretextos, 2005, p. 54. Trad. cast.: José Luis Pardo.<br />
138 SPE, 88<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
228
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
lo real, ya que tanto lo virtual como lo actual son reales, radicando la diferencia<br />
entre ambos en que lo posible puede realizarse o no en el futuro, mientras que lo<br />
virtual siempre es real, por más que pueda carecer de existencia actual. Deleuze<br />
insiste tanto en este análisis porque en él se juega el proyecto entero de la filosofía<br />
de la diferencia, ya que el par posibilidad-realidad, al estar regido por los<br />
principios de semejanza y limitación, elimina cualquier referencia a la divergencia<br />
y a la creación. Lo posible, en el fondo, no es más que lo real desde el punto de<br />
vista de la representación. Lo virtual, sin embargo, sólo deviene real a condición<br />
de crear sus propios términos de actualización, ya que lo actual no se asemeja a lo<br />
virtual que encarna, siendo éste precisamente el proceso que sigue la Idea en su<br />
proceso de diferenciación. El argumento que Deleuze esgrime que es la duración –<br />
el ser virtual bergsoniano – es una multiplicidad heterogénea que no puede ser<br />
pensada en términos de identidad, lo que impide plantear aquello que produce –<br />
lo actual – en términos de semejanza. De ahí la importancia que la filosofía de<br />
Bergson reviste para nuestro filósofo, ya que en ella el proceso de diferenciación<br />
que preside la actualización de ser virtual – la Idea, en terminología de Deleuze –<br />
aparece como una producción positiva de la actualidad y multiplicidad del<br />
mundo que se realiza en el tiempo, una auténtica creación que siempre involucra<br />
la diferencia. 139 No hay que pensar, sin embargo, que lo virtual sea un segundo<br />
mundo ya que no existe fuera de los cuerpos aunque no se asemeje a su<br />
actualidad. Lo virtual no es el conjunto de posibles, sino aquello que los cuerpos<br />
implican, aquello de lo que los cuerpos son la actualización. Pero la abstracción<br />
comienza cuando se separa al cuerpo de lo virtual que implica, cuando sólo se<br />
retiene la apariencia desencarnada de una pura actualidad (la representación).<br />
En Diferencia y repetición Deleuze llama Ideas a las multiplicidades que<br />
coexisten en un plano de composición que es anterior lógicamente al plano de<br />
organización en el que se producen los individuos. Las Ideas son estructuras<br />
constituidas por un complejo de “relaciones diferenciales” y por “singularidades”<br />
determinadas por dichas relaciones. Las singularidades, como sabemos ya, son<br />
diferencias libres, elementos pre-personales y a-subjetivos que no son divisibles ni<br />
indivisibles, sino individuales, lo que quiere decir que nunca se dividen sin<br />
cambiar de naturaleza. Dichas singularidades, al entrar en relaciones diferenciales<br />
139 “Una multiplicidad no numérica, por la que se define la duración, se hunde en otra dimensión<br />
puramente temporal y no ya espacial: va de lo virtual a su actualización, se actualiza creando<br />
líneas de diferenciación que corresponden a sus diferencias de naturaleza.” B, 41<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
229
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
entre sí, constituyen los términos de series que entran en resonancia a su vez,<br />
siendo el resultado de este proceso la Idea como multiplicidad y acontecimiento.<br />
Las singularidades son concebidas por Deleuze como intensidades en cuanto<br />
envuelven un grado de intensidad, de lo que se sigue una definición de los<br />
sistemas diferenciales – las multiplicidades-Ideas – como sistemas intensivos. La<br />
intensidad desempeña un papel fundamental en la filosofía de la naturaleza<br />
elaborada por Deleuze, ya que constituye el principio rector que preside el<br />
proceso de individuación.<br />
Hecha esta somera aclaración, indispensable para facilitar la comprensión<br />
del complejo entramado conceptual de Deleuze, podemos retomar la cuestión que<br />
nos ocupa: la afirmación de la diferencia como tal. En la doctrina de Spinoza y<br />
pese a su innegable grandeza, Deleuze encuentra una insuficiencia ya que subsiste<br />
una cierta eminencia de la sustancia con respecto a los modos, que sólo pueden<br />
expresar su esencia por medio de los atributos. Sería preciso sin embargo, para<br />
que la inversión categorial fuese total, que la sustancia se dijese como tal de los<br />
modos, y solamente de los modos, sin necesidad de recurrir a la mediación de los<br />
atributos, es decir, que la identidad cediese su lugar a la diferencia, y el ser al<br />
devenir. Esta revolución correrá a cargo de Nietzsche en cuya doctrina del Eterno<br />
Retorno Deleuze va a encontrar el momento culminante en el que la diferencia<br />
queda afirmada. Concretamente el juego de los dados concebido por Nietzsche,<br />
con sus dos momentos imbricados, el lanzamiento y la caída, es interpretado por<br />
el filósofo francés como la alternativa que Nietzsche propone a la dialéctica de lo<br />
Uno y lo Múltiple en la que se ha enredado históricamente la filosofía. Desde esta<br />
posición, el primer momento del juego, el lanzamiento de los dados, es concebido<br />
como la afirmación de la multiplicidad y el devenir que rigen en el ámbito virtual,<br />
mientras que la caída concierne a la composición provisional de una unidad, que<br />
no afirma un orden preformado inexistente, sino que constituye una organización<br />
original, un acto de verdadera creación. El juego de dados de Nietzsche equivale<br />
por tanto a la afirmación absoluta de la diferencia, ya que es ella la que preside la<br />
tirada de dados y la que retorna en cada nueva combinación. De modo coherente<br />
con lo anterior, Deleuze interpreta la doctrina del eterno retorno nietzscheana<br />
como la exposición del único modo de ser que conviene al devenir, que es<br />
justamente el de retornar, bien entendido que lo que retorna nunca es el ser ni lo<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com <strong>23</strong>0
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
mismo, sino que es el retorno mismo el que constituye el ser como devenir y<br />
diferencia. 140<br />
No obstante lo anterior, Deleuze es plenamente consciente de que el<br />
pensamiento del eterno retorno nunca fue desarrollado explícitamente por<br />
Nietzsche y que su propia formulación resulta controvertida y polémica. En este<br />
sentido señala que en las raras ocasiones en que Nietzsche alude al eterno retorno<br />
en el Zaratustra no parece sino quedarse en su contenido manifiesto: “el eterno<br />
retorno como lo Mismo que hace volver a lo Semejante” 141 de modo que parece<br />
coincidir con la noción de eterno retorno común en la antigüedad. Sin embargo,<br />
Deleuze nos invita a medir la distancia que separa la concepción de los antiguos<br />
de la vislumbrada por el pensador alemán. La primera presupone la identidad en<br />
general de aquello que se supone que retorna: se trataría de un ciclo de<br />
semejanzas que se repite, es decir, de una ley de la naturaleza que, por una parte,<br />
atañe a la repetición de un mismo proceso relativo a los elementos cualitativos<br />
(eterno retorno físico), mientras que por otra asegura el retorno de los cuerpos<br />
celestes incorruptibles a la misma posición (eterno retorno astronómico). Esta<br />
noción se nutre por tanto de los mismos elementos que la representación:<br />
identidad, semejanza y generalidad mediante los cuales el ser vuelve a retornar,<br />
siguiendo los ciclos de las estaciones, las cosechas y los astros. 142 Nietzsche, por<br />
su parte, va a proclamar que la doctrina del eterno retorno es su más alto<br />
pensamiento, cosa que no deja de extrañar en un pensador que conocía tan bien a<br />
los griegos. La explicación de Deleuze es que Nietzsche sabía perfectamente que<br />
su doctrina en ningún caso constituía la afirmación de una mismidad, de una<br />
semejanza o de una igualdad. El eterno retorno no es para Nietzsche una ley de la<br />
naturaleza sino la afirmación de la potencia de metamorfosis que corresponde al<br />
fondo caótico del que la naturaleza, como ámbito de los reinos y las leyes, emerge<br />
secundariamente. En la lectura de Deleuze el eterno retorno es planteado como el<br />
principio de repetición que asegura el regreso de la Diferencia, es decir, como una<br />
afirmación gozosa del devenir, siendo precisamente este carácter afirmativo del<br />
eterno retorno el que impide que ninguna cosa vuelva, al menos en su identidad.<br />
De esto se sigue que las cosas sólo pueden abrirse a la única identidad, que es la<br />
de lo Mismo en cuanto eterno retorno de la diferencia, a condición de quedar<br />
140 NF, 72<br />
141 LS, 265<br />
142 DR, 386-387<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
<strong>23</strong>1
Pensar la diferencia: la filosofía de Gilles Deleuze | Ana María Simón Viñas<br />
descuartizadas en sus diferencias mientras sus presuntas identidades se hacen<br />
añicos, de lo que se deriva, inevitablemente, la aniquilación de todo lo que en<br />
cuanto dado “de una vez por todas” excluye el devenir y el azar.<br />
Por último y para terminar, nada mejor que escuchar a Deleuze:<br />
El ser se dice según formas que no rompen su unidad de sentido, se dice en<br />
un solo y mismo sentido a través de todas sus formas… Pero aquello de lo que se<br />
dice difiere, aquello de lo que se dice es la diferencia en sí misma. (…) Sólo allí<br />
resuena “¡Todo es igual!” y “¡Todo retorna!”. Si bien el “Todo es igual” y el<br />
“Todo retorna” no pueden decirse sino allí donde se ha alcanzado el límite<br />
extremo de la diferencia. Una sola y misma voz para todo lo múltiple de las mil<br />
vías, un solo y mismo océano para todas las gotas, un solo clamor del Ser para<br />
todos los entes. A condición de haber alcanzado, para cada gota y en cada vía, el<br />
estado de exceso, es decir, la diferencia que los desplaza y los disfraza y los hace<br />
retornar, girando sobre su extremo móvil. 143 ❚<br />
143 DR, 476<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
<strong>23</strong>2
Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
Introducción<br />
Por un método sin sujeto<br />
(Defensa de la inmanencia)<br />
Manuel Bonillo López<br />
Se trata, en esta comunicación, de esbozar un método sin sujeto, más<br />
explícitamente: sin sujeto trascendental, ni ético ni epistemológico. Podemos<br />
hablar de muchos tipos de sujetos, incluso de sujetos paradójicos o no<br />
identitarios; por eso, para evitar malentendidos, vamos a referirnos al sujeto<br />
trascendental cuando digamos que queremos acercarnos a un método sin sujeto.<br />
Para ello debemos entender cómo podría funcionar un pensamiento desde un<br />
sujeto inmanente, o, lo que para nosotros es lo mismo (recordemos que esto es<br />
una aclaración terminológica y no la enunciación de un axioma), desde un<br />
método sin sujeto.<br />
Como todo pensar, el pensar inmanente es también una forma de tratar con<br />
conceptos. Hay que ver, por tanto, como desplazar esos conceptos que queremos<br />
usar desde lo trascendente (que es dónde, por defecto, se sitúan los conceptos en<br />
filosofía) a lo inmanente, cómo poder crearlos una vez que tenemos claro que<br />
clase de conceptos son y, por último, cómo articularlos para formar pensamiento,<br />
es decir, como acercarnos a lo que podría ser un método sin sujeto.<br />
Nietzsche nos servirá para ejemplificar el paso de lo trascendente a lo<br />
inmanente, el Heidegger de Cerezo nos ayudará a aclarar cómo se pueden crear<br />
conceptos desde el lado de la inmanencia; y, ya al final, con Foucault (y<br />
evidentemente también con Nietzsche, que es el protagonista del texto de<br />
Foucault que comentaremos) intentaremos esbozar un tipo de método sin sujeto:<br />
el genealógico, que nos permita seguir pensando sin volver a la trascendencia de<br />
la que queremos huir.<br />
También nos referiremos más secundariamente a Deleuze y a María<br />
Zambrano cuando puedan remarcar con sus propios argumentos la línea<br />
argumental que pretendemos mostrar.<br />
Concluiremos que es fundamental manejarse en un uso digno de la<br />
dinámica y de los conceptos inmanentistas para esbozar un pensar sin sujeto y,<br />
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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
como objetivo más concreto, al menos evitar malentendidos que pueden ser<br />
fatales a la hora de interpretar cualquiera de estos autores.<br />
De lo trascendente a lo inmanente: desplazando conceptos.<br />
De una forma u otra las intuiciones de Nietzsche subyacen en todos los<br />
autores que vamos a recorrer en este trabajo. No en vano, hay quien afirma haber<br />
encontrado una línea llamada de la inmanencia que une a Nietzsche con<br />
Heidegger y llega hasta Deleuze y Foucault. Incluso sería lícito remontar el origen<br />
de esta forma de pensar hasta Spinoza o incluso Heráclito.<br />
Comencemos, pues, aclarando conceptos. Parece ser que esto de la<br />
inmanencia es la relación más obvia que existe entre ellos. Y también parece<br />
obvio que inmanencia es un término cuyo sentido se adquiere en contraposición<br />
al de trascendencia. No se trata aquí de discutir por uno u otro a favor de su<br />
existencia, ya que haber comprendido mínimamente la intención de cualquiera de<br />
estos autores dejaría claro que ésta sería una discusión absurda.<br />
Si en algún momento hemos participado de la idea (no Platónica claro) de<br />
que no existen entidades trascendentes, habremos perdido el deseo de discutir<br />
sobre una existencia estricta de lo inmanente o de lo trascendente, porque nos<br />
quedará claro que, aunque sea a nivel conceptual, tienen existencia en cuanto que<br />
usamos los términos que a ellos se refieren. En otras palabras, quiero decir que<br />
aunque Nietzsche promulgue, por usar una de sus tesis más famosas, la muerte de<br />
Dios, no quiere decir que no exista Dios en el sentido estricto, total, sino que no<br />
existe como realidad trascendente.<br />
Así, una vez aclarado que el uso de conceptos como trascendencia o<br />
inmanencia es en cierta manera lícito aunque seamos firmes partidarios de la<br />
tendencia inmanentista (porque son conceptos que existen aunque sea únicamente<br />
en las mentes humanas) podemos dedicarnos a la actividad más interesante de ver<br />
que transformación fáctica sufre un concepto al ser llevado de la trascendencia a<br />
la inmanencia.<br />
La consecuencia más obvia es que cambia de referente, de palabra. Aunque<br />
sea lícito, como ya hemos visto, usar conceptos en distintos planos; el filósofo, en<br />
parte por favorecer la claridad, y en parte también (y no lo digo<br />
reprobatoriamente, que conste) por protegerse las espaldas ante críticas (o<br />
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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
malentendidos, que a veces son lo mismo) intenta cambiar de término cuando<br />
cambia de sistema de referencia.<br />
Así, Nietzsche aunque guarde todavía un gran respeto por, vamos a decir,<br />
lo “sagrado” o lo “divino” no puede seguir usando el término de Dios porque<br />
está demasiado pervertido por connotaciones trascendentalistas.<br />
Es evidente que Nietzsche no se toma a Dios ni al fenómeno religioso a la<br />
ligera, prueba evidente de ello son la cantidad de escritos que le dedica: el<br />
tratamiento del sacerdote (que no es del todo débil) y de los ideales ascéticos que<br />
hace en La Genealogía de la Moral, incluso la alabanza del antiguo testamento<br />
que hace en el “ser religioso” (Más allá del bien y del Mal) o en el epígrafe 22 del<br />
tercer tratado de La genealogía de la moral son muestra suficiente.<br />
Aunque arremeta con toda la fuerza posible contra Dios (trascendente,<br />
recordemos) no quiere desprenderse totalmente de las fuerzas que el concepto de<br />
lo divino puede poner en juego. Esta actitud es la propia del que considera que<br />
Dios no es una entidad (yo también me cubro las espaldas para no decir realidad<br />
o concepto) totalmente buena o totalmente mala. Y ésta sí que es una base<br />
importante de ese pensamiento que hemos venido a llamar inmanentista: pensar<br />
que las cosas no son en su totalidad ni buenas ni malas, sino ambas, en parte, a la<br />
vez.<br />
Con un fácil ejercicio metafísico podemos mostrar la relación de esta tesis<br />
con la principal, por obvia, de la inmanencia: que no es trascendencia.<br />
Si algo fuese totalmente bueno o totalmente malo necesitaría del bien o del<br />
mal trascendente para ser reconocido como tal. Si lo trascendente desaparece el<br />
Dios completamente bueno también, y por eso hay que cargar contra él. Sin<br />
embargo debemos conservar algo de ese Dios porque el Dios totalmente malo<br />
también ha desaparecido y porque no queremos ser partícipes del nihilismo de la<br />
peor calidad posible. Este argumento, extrapolado a la distinción fuerte-débil<br />
hace que el prejuicio totalitarista que los nazis ayudaron a relacionar con<br />
Nietzsche desaparezca. Si no existe el bien trascendente, tampoco existe la<br />
debilidad o la fortaleza trascendente; es decir no existen (en la realidad,<br />
caminando por la calle) personas totalmente débiles o fuertes (aunque esto no nos<br />
impida recomendar el superhombre). La violencia que Nietzsche esgrime contra la<br />
debilidad y la enfermedad está encaminada a mantener a raya al débil que<br />
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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
coexiste con el fuerte dentro de cada uno de nosotros. No es una violencia del<br />
hombre fuerte contra el débil, sino de fuerzas fuertes contra fuerzas débiles<br />
(recordemos que la ontología de Nietzsche, y también la foucaultiana y la<br />
heideggeriana más implícitamente son ontologías de la fuerza y no del SER).<br />
Todos sus conceptos, eso es lo que quiere decir ontología, deben ser remitidos en<br />
última instancia a una fuerza y no a un SER que casi siempre es trascendente. El<br />
propio Nietzsche nos ha vuelto a dar la clave para entender un poco mejor la<br />
Genealogía de la Moral, ha destapado su verdadero sentido, el de ser una<br />
reflexión psicológica, con sólo negarle los derechos a lo trascendente.<br />
Su idea de que la religión (Nietzsche, 1972a, III, S 17) es una<br />
interpretación de un malestar psicológico y no de una identidad perfecta y<br />
trascendente parece reforzar su adhesión a esta ontología de la fuerza y no del ser.<br />
Ahora bien, si volvemos a remitirnos al cambio de términos ( o<br />
desplazamiento de conceptos en términos más deleuzianos) que se realiza al pasar<br />
de un plano trascendente a uno inmanente nos encontramos con que de Dios<br />
podemos pasar a algo así como el concepto de piedad (que lo vamos a utilizar,<br />
simplificando, ya que en la dimensión de este trabajo no cabe una definición<br />
terminológica estricta para cada autor, para referirnos a lo que queda de Dios en<br />
los autores que barajamos al expropiarle su parte trascendente). Y así, si la<br />
religión estudiaba al Dios trascendente, la filosofía estudiará lo inmanente de lo<br />
sagrado; permítaseme que lo llame piedad.<br />
Este cambio de plano que hemos tratado de ilustrar en Nietzsche de lo<br />
trascendente a lo inmanente, o de lo totalitario a lo psicológico es básico para<br />
poder entender con mínima coherencia a Heidegger, Deleuze o Foucault.<br />
De Nietzsche a Heidegger: construyendo nuevos conceptos, pasando la noche<br />
oscura.<br />
Para seguir profundizando en el pensamiento inmanente tratemos de ver<br />
como se pueden construir conceptos sin recurrir a lo trascendente, sin identidad,<br />
sin sujeto. Platón y el mito de la caverna constituyen el método más famoso para<br />
poder hablar legítimamente desde una posición trascendentalista, y aunque haya<br />
muchos otros ejemplos en la historia de la filosofía nos vamos a ceñir, de nuevo<br />
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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
por razones prácticas, a los intentos de dotar de sentido a las palabras desde el<br />
lado inmanente.<br />
Como habíamos dicho, la primera característica de lo inmanente (no su<br />
esencia, porque tendríamos problemas para defender que seguimos siendo<br />
inmanentistas en una discusión más concreta si definimos la esencia de<br />
inmanencia) es no ser trascendencia.<br />
Así, los conceptos que usemos a partir de ahora como los que se hubieran<br />
debido usar, o al menos respetar, a partir de Nietzsche, no pueden ser copia de un<br />
original (por usar términos platónicos, para nosotros, aquí y ahora, paradigma de<br />
trascendencia) sino directamente originales o, como nos enseña Deleuze a ver<br />
(Deleuze, 1994, apéndice I): simulacros; es decir, copias que no pretenden ser el<br />
original.<br />
Volviendo al plano del lenguaje, que es donde nos movemos (recordemos<br />
que la filosofía en general, y también en el uso concreto que en este momento<br />
hago de ella, se encuentra por escrito) podemos encontrar un paralelismo, que<br />
nos ayude a continuar avanzando, en la distinción que hace María Zambrano en<br />
Filosofía y poesía entre lenguaje filosófico y lenguaje poético.<br />
No quiero dar a entender con esto que toda la filosofía esté escrita en lo<br />
que María Zambrano llama lenguaje filosófico (los autores que aquí nos<br />
conciernen son la excepción más clara y honrosa); ni que toda la poesía fuera<br />
lenguaje poético.<br />
Simplemente pretendo desplazar la base conceptual que necesitamos para<br />
seguirnos moviendo desde los términos puramente metafísicos copia, original y<br />
simulacro a los más accesibles y pegados al suelo de lenguaje filosófico y poético<br />
(nuevo intento consciente, nótese, de mantenernos lo más cercanos a la<br />
inmanencia posible).<br />
El lenguaje filosófico zambraniano concibe un significado unívoco,<br />
necesario y por tanto, trascendente parar cada concepto (copia que quiere ser<br />
original) mientras que el lenguaje poético no. No tiene nada que ver esta<br />
distinción zambraniana con otorgar mayor capacidad de verdad a uno u otro<br />
lenguaje; simplemente es una relación distinta la que mantienen con la Idea (con<br />
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mayúsculas, claro), es una forma diferente (usando ya términos heideggerianos)<br />
de donar sentido, a saber: desde lo trascendente o desde lo inmanente.<br />
Entonces, ¿Cómo reciben el sentido las palabras desde la inmanencia?<br />
Aquí es donde el texto de Cerezo sobre Heidegger y el puente que nos ha tendido<br />
Zambrano nos dan el empujón que necesitamos para seguir avanzando.<br />
Antes de describir la forma en la que el sentido es donado a la palabra<br />
poética según el Heidegger de Cerezo vamos a justificar la inclusión de este texto<br />
en nuestra línea argumental por si no fuese suficientemente obvia la línea que une<br />
a estos autores.<br />
“La suerte ya descrita de la palabra le venía encomendada desde su primera<br />
escisión metafísica, con Platón y Aristóteles, entre dialéctica y retórica, según el<br />
modo de relacionarse con la presencia, ya sea como vía de conocimiento objetivo<br />
o de mera aserción de probabilidad.” (Cerezo, 1995, p.299)<br />
Cerezo, como Deleuze, remite temporalmente hasta Platón para encontrar<br />
el origen de la escisión. La copia pretende al original en la versión de Deleuze, es<br />
decir, puede ser vía de conocimiento objetivo de la Idea (con lenguaje de Cerezo),<br />
y el simulacro no, no quiere ser original y por tanto, sólo puede ser aserción de<br />
posibilidad.<br />
La vía del conocimiento objetivo, según Cerezo, la recorre la palabra<br />
dialéctica, unívoca (su único sentido es pretender la Idea, el conocimiento<br />
objetivo, el original) no es por tanto metáfora, es lenguaje filosófico del que<br />
hablaba Zambrano. Y la aserción de posibilidad es lenguaje retórico (Cerezo), no<br />
es palabra unívoca, no hay una Idea que rija su movimiento, es simulacro<br />
deleuziano, lenguaje poético de Zambrano.<br />
Espero que con este complejo paralelismo a cuatro bandas (Heidegger-<br />
Cerezo-Deleuze-Zambrano) quede asegurado el anclaje del texto de Cerezo a la<br />
línea argumental que tratamos de seguir.<br />
No es que quiera trazar una relación con el susodicho texto para incluirlo<br />
artificialmente en este ensayo, es algo más. Quiero resolver con él los<br />
interrogantes antes planteados. Legitimar que Heidegger pueda contestar a los<br />
detractores de la inmanencia a través de argumentos que ya abrió Nietzsche y que<br />
vamos a intentar acercar hasta Foucault.<br />
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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
Heidegger llega más allá que Zambrano e intenta articular ambos<br />
lenguajes como complementarios, en palabras de Cerezo:.<br />
“En este ámbito de lo litigioso se inscribe la tarea que comparten poeta y<br />
pensador. Ya en Ser y Tiempo aparece un apunte de esta saludable compañía. De<br />
la poesía dice allí escuetamente Heidegger que “es el abrir (erschliessen) de la<br />
existencia” (Heidegger, Ser y tiempo), esto es, el alumbramiento de las<br />
posibilidades originarias del encontrarse.” (Ibíd., p. 301)<br />
Sin embargo, tanto por cuestiones de espacio como por la necesidad de<br />
mantener nítido nuestro avance (y también porque no es nuestro objetivo resumir<br />
ningún texto ni abarcar todo lo dicho por Heidegger de esta cuestión), nos<br />
dedicaremos a intentar responder la pregunta antes formulada: ¿Cómo reciben<br />
sentido las palabras desde la inmanencia?, y para ello recuperaremos sólo algunos<br />
argumentos sobre la experiencia poética como, recordemos, forma de defensa de<br />
la inmanencia.<br />
Parece que Cerezo también hubiera estado de acuerdo con utilizar la<br />
descripción heideggeriana de la experiencia poética en este sentido, contra lo<br />
trascendente:<br />
“El planteamiento heideggeriano supone un vuelco radical del trascendentalismo<br />
dominante en buena parte de las filosofías del lenguaje de hoy.” (Ibíd. p. 303)<br />
Para Nietzsche “el mundo verdadero se convierte en una fábula” cuando<br />
lo trascendente se toma por lo real. Cuando Dios sustituye a la piedad. El poeta<br />
defendiendo la inmanencia debe hacer lo contrario, a pesar de que los dioses<br />
hayan huido “debe in-vocar lo sagrado y con-vocarlo con la palabra” (Ibíd. p.<br />
309).<br />
Los dioses han huido porque el simulacro ya no tiene idea a la que<br />
referirse. La noche de la que habla Heidegger es el momento culminante de la<br />
inversión de lo trascendente, el momento que Nietzsche aprovecharía para<br />
realizar su transvaloración, para reinvertir lo invertido por Platón y volver a<br />
llamar real a lo que verdaderamente es real.<br />
Un hombre que no sea piadoso no está dispuesto a aguantar la noche<br />
oscura. La prepotencia que su razón despliega le impide esperar tanto, le impide<br />
encomendarse a eso que hemos llamado lo sagrado, porque lo sagrado no es el<br />
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dios que ha matado Nietzsche, recordemos, es lo que queda de ese dios cuando se<br />
le expulsa de su esfera privilegiada de trascendentalidad. El poeta renuncia al dios<br />
legitimador, renuncia a la idea platónica, a la relación de dependencia que ejerce<br />
sobre la copia.<br />
Lo que el poeta pretende es decir lo sin-nombre, inaugurar el ser (no el de<br />
Platón o el de Aristóteles, el de Heidegger) y para ello debe pasar la noche oscura,<br />
el vacío. Así lo remarca Cerezo: “el faltarle a uno la palabra no es un titubeo, una<br />
vacilación o hueco provisional del decir, sino algo originario” (Ibíd., p.308).<br />
Ahora bien, y este es nuestro argumento definitivo para proclamar a<br />
Heidegger como autor afín a nuestras intenciones de defensa de lo inmanente,<br />
sólo podemos tener esa experiencia, la de la falta de la palabra, la de la noche<br />
oscura, la del encuentro con la nada; si hemos cortado la relación necesaria entre<br />
copia y original, si hemos dejado de obedecer al dios que Nietzsche asesina, en<br />
definitiva, si hemos dejado de movernos en el ámbito de la trascendencia y, por<br />
tanto, de la identidad y el sujeto.<br />
Así pues, resulta que la piedad, es lo que nos va a permitir aguantar la<br />
noche oscura sin recurrir a falsos fundamentos que nos puedan aliviar en ese<br />
trance. El poeta sabe lo duro que puede resultar esta búsqueda, pero es ese querer<br />
mantenerse al borde del abismo lo que propicia el encuentro con la palabra<br />
originaria de Heidegger, la metáfora de Zambrano o el concepto-nómada de<br />
Deleuze.<br />
Justamente por haber pasado la noche en completa oscuridad, obtenemos<br />
conceptos no marcados por la trascendencia, si hemos recurrido a alguna certeza,<br />
por pequeña que sea, para poder aguantar las horas de sufrimiento, significa que<br />
hemos usado en nuestro pensar un concepto ya hecho, cerrado y prefigurado (que<br />
al fin y al cabo es lo que es una certeza, sin entrar a discutir si es de buena o mala<br />
calidad) y, como es obvio, no será este un concepto originario.<br />
Una propiedad de lo inmanente: decir lo mismo diciendo lo contrario. Heidegger<br />
y el resto.<br />
En este punto nos vamos a permitir hacer un parón en el desarrollo rítmico<br />
de nuestra argumentación para introducir un ejemplo sobre el uso de algunos de<br />
esos<br />
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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
“conceptos inmanentes” que hemos desarrollado en este trabajo. El parón rítmico<br />
es relativo, ya que de la exposición de estos ejemplos podemos extraer<br />
consecuencias que refuercen nuestra postura filosófica.<br />
Foucault remarca en “Nietzsche, la Genealogía, la Historia” (Foucault,<br />
1992), que el propio Nietzsche se niega (al menos en ocasiones, y con esto nos<br />
basta) a buscar el origen de los valores; y crea, Foucault, una trama argumental<br />
de base filológica relacionando todos los términos alemanes que hacen alusión a<br />
este origen, de momento genérico, que estamos planteando para defender su tesis.<br />
Así, sin tanta erudición filológica, podemos atrevernos a decir que origen<br />
es un término con marcados tintes negativos tanto en Nietzsche, como en Deleuze<br />
o Foucault en cuanto se relaciona directamente con la esencia. Y esa<br />
interpretación no va desencaminada metafísicamente: es decir, es obvio que la<br />
esencia de las cosas debe estar concentrada en ese origen de las mismas; para que<br />
después puedan desarrollarse siendo lo que son y no cualquier otra cosa. Y es por<br />
eso que estos autores rechazan buscar el origen, porque está cargado de relaciones<br />
demasiado pesadas que remiten a la esencia, a la identidad, a la Idea, si se quiere,<br />
de las cosas.<br />
Heidegger, sin embargo, habla de buscar la palabra originaria como algo<br />
deseable. El origen en su obra está cargado de connotaciones positivas. Esto no<br />
significa, dejémoslo claro lo antes posible, ni mucho menos que Heidegger sea<br />
esencialista o diametralmente opuesto a Nietzsche (sobre esto volveremos con<br />
palabras más duras al final de este epígrafe). Simplemente está claro que origen se<br />
está usando en otro sentido, el que nos aclara Cerezo en el texto ya citado.<br />
La palabra originaria es la que ha esperado para mostrarse a la caída de<br />
todos los sistemas metafísicos, la desaparición de todas las búsquedas del origen<br />
(en el sentido primero, en el que se da en el discurso de Foucault).<br />
Por eso el origen heideggeriano es el anti-origen foucaultiano y viceversa.<br />
Es la misma crítica la que se esconde detrás de los dos usos del concepto origen,<br />
la crítica a la trascendencia (podríamos resumir) sólo que ejercida llevando el<br />
concepto de origen a dos territorios extremos, absolutamente dispares. Los<br />
conceptos que defienden la inmanencia son, por tanto, reversibles.<br />
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Otro ejemplo puede ser el uso (ya expuesto antes) del concepto de SER.<br />
Para Nietzsche SER es lo que crea Platón, mientras que para Heidegger es lo que<br />
Platón olvida; y entonces, para ambos, sucede lo mismo: aparece el nihilismo. Si<br />
ambos creen que la consecuencia es la misma significa que comparten la<br />
percepción a cerca del error platónico aunque crean que la causa sea diferente.<br />
Por eso Heidegger dice que hay que recuperar al SER, porque no hemos hecho<br />
otra cosa que pensar el ente como si fuera el SER; mientras que Nietzsche o<br />
Deleuze nos recomendarían más bien abolirlo.<br />
Ahora bien ¿Qué consecuencias podemos extraer de estos ejemplos? La<br />
primera, ya anunciada, es que los conceptos que nos encontramos después de<br />
aguantar con piedad el paso sobre nosotros de la noche oscura gozan de un cierto<br />
tipo de reversibilidad, pueden transmitir intuiciones equivalentes desde territorios<br />
opuestos, pueden criticar lo mismo significando lo contrario. Esto añade<br />
coherencia al discurso inmanentista por la renuncia a la univocidad de los<br />
conceptos (recordemos lo que decía Zambrano) que debe conllevar todo discurso<br />
poético (o filosófico inmanente, que es más o menos lo mismo, seguimos estando<br />
en contra de la identidad y del sujeto).<br />
Que el SER pueda atacar al fundamento trascendente desde una apología<br />
(Heidegger) o una crítica (Nietzsche, Deleuze) de sí mismo es una característica<br />
que nos asegura que ese concepto de SER, no tiene un original hacia el que<br />
tender, no responde a ninguna relación de semejanza con ninguna Idea<br />
trascendente porque puede significar una cosa y su contrario; es, por tanto,<br />
simulacro.<br />
Sin embargo, resulta que (como explicábamos al principio) se suele<br />
intentar evitar este juego de reversibilidades para reducir malentendidos. Así pues,<br />
que Heidegger utilice términos opuestos a los de su propia tradición puede<br />
significar que no le preocupen las críticas (cosa rara en un filósofo académico) o<br />
que quiere propiciar malentendidos. Si usa un término de forma totalmente<br />
opuesta a como lo hace Nietzsche, es evidente que la interpretación más<br />
superficial dirá que sus filosofías son también contrarias. Y esta interpretación<br />
superficial puede beneficiar a la propia argumentación de Heidegger si quisiera<br />
presentarse como algo totalmente nuevo, como un filósofo en ningún caso<br />
inspirado por la filosofía de Nietzsche.<br />
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En la primera línea de este trabajo dije, y aquí repito, que considero que<br />
las intuiciones de base son comunes en estos autores; y Heidegger también lo<br />
debió intuir cuando dedicó dos volúmenes a intentar separar artificialmente su<br />
pensamiento del de Nietzsche, para concluir afirmando que Nietzsche supone la<br />
culminación del error que abrió Platón ( el nihilismo) y que él, Heidegger, ha sido<br />
el verdadero crítico de la tradición occidental, el que ha presentado la verdadera<br />
inversión del sistema platónico.<br />
No voy a abundar en este argumento por cuestiones de espacio, sólo<br />
quería remarcar una de las mayores injusticias interpretativas que se puedan<br />
encontrar en estos juegos entre filósofos que llamamos Historia de la Filosofía; y<br />
aclarar que si mis sospechas en este punto se verificasen, Heidegger estaría fijando<br />
la definición de su SER como contraria a la de Nietzsche, o lo que es peor, diría<br />
que su concepto de SER, y no el nietzscheano, es el bueno, estaría fundando,<br />
aunque fuese sin querer un original del concepto de SER, un fundamento de esos<br />
que el Dasein no tiene, estaría traicionando a su intención antitrascendentalista,<br />
creando una certeza que le iluminará cegadoramente su noche oscura. Aflojando<br />
un poco más las cinchas que constriñen los conceptos, podríamos decir también<br />
que está siendo un resentido contra Nietzsche, o incluso una máquina paranoica<br />
(ya con términos deleuzianos) al pretender mostrar su filosofía como una<br />
superación total de la de Nietzsche.<br />
De Foucault volvemos a Nietzsche: la genealogía como método sin sujeto o<br />
articulando conceptos.<br />
La genealogía es otro de esos conceptos que aparecen en todos los autores<br />
que venimos barajando menos en Heidegger. Nietzsche es su evidente creador,<br />
pero Foucault le imprimió un nuevo desarrollo que la revigorizó enormemente.<br />
Para reubicarnos en nuestra línea: si hemos entendido porque hay que<br />
desplazar los conceptos desde lo trascendente a lo inmanente, desde el original al<br />
simulacro, y después como es posible acceder a ellos (la noche oscura),<br />
deberíamos intentar pensar ahora cómo se pueden articular esos conceptos entre<br />
sí para generar nuevo pensamiento si de verdad queremos acercarnos al título de<br />
esta comunicación: un método sin sujeto.<br />
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Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
Ésta es justamente la genealogía que Nietzsche anuncia y Foucault<br />
concreta, el antimétodo (contra el trascendental) que nos permite poner en juego<br />
los conceptos que obtenemos cuando hacemos uso de eso que hemos venido<br />
denominando piedad cuando pasamos la noche oscura manteniéndonos en el<br />
abismo.<br />
Foucault contrapone, en el capítulo ya citado de Microfísica del poder la<br />
historia efectiva (la genealogía) a la de los historiadores. La historia efectiva<br />
rechaza la búsqueda del origen que se ha convertido desde Platón “en horribles<br />
pequeñas conclusiones. Prudenda origo.” (Nietzsche, 1972c, S 102); lo contrario<br />
de la actividad que se lleva a cabo durante la noche oscura heideggeriana. De<br />
hecho, podríamos definir (aunque, recordemos, esto no evita poder redefinirla de<br />
otra forma incluso absolutamente opuesta) la genealogía como reconocer el<br />
origen en la noche oscura y no en la claridad del Sol platónico.<br />
Foucault dice expresamente: “Lo que se encuentra al comienzo histórico de<br />
las cosas, no es la identidad aún preservada de su origen –es la discordia de las<br />
otras cosas, es el disparate.” (Foucault, 1992, p. 10); mientras que Deleuze,<br />
apoyándose en los estoicos, habla de desequilibrio, de clinamen; y, añadamos que<br />
incluso la ciencia admite ya que en el origen era el caos y no el orden lo que<br />
reinaba.<br />
La historia efectiva, la genealogía, la que no tiene sujeto no se apoya en<br />
ninguna certeza, “no tiene como finalidad reconstruir las raíces de nuestra<br />
identidad, sino por el contrario encarnizarse en disiparlas” (Ibíd., p. 27); “<br />
reintroduce en el devenir todo aquello que se había creído inmortal en el<br />
hombre” (Ibíd., p. 19); y esto es sin duda (para ir atando, con nudo corredizo<br />
claro, ciertos cabos y demostrar que se pueden articular estos conceptos-metáfora<br />
con consistencia generando pensamiento) otra definición posible de la piedad que<br />
tanto nombramos.<br />
De hecho es posible que Nietzsche hubiese sido un sacerdote piadoso si el<br />
mundo en el que vivió no hubiera sido tan poco nietzscheano; al igual que<br />
Deleuze o Foucault, que también podrían haber sido pastores de almas si Francia<br />
hubiese sido el País de las Maravillas.<br />
El método genealógico, por tanto, es el arma que nos permite seguir<br />
pensando después de haber abolido todo fundamento, lo que hace que siga<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 244
Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
habiendo filosofía después de haber matado a Dios. La genealogía “revuelve en<br />
las decadencias; y si afronta las viejas épocas, es con la sospecha -no rencorosa<br />
sino divertida” (Ibíd., p.21), es el método propio del espíritu de ligereza que<br />
Nietzsche recomienda en la autocita del Zaratustra que encabeza el III tratado de<br />
La genealogía de la moral:<br />
“Despreocupados, irónicos, violentos- así nos quiere la sabiduría: es una mujer, ama<br />
siempre únicamente a un guerrero…”<br />
Debemos ser valientes y despreocupados para poder hacer filosofía sin<br />
pecar de inocentes, o peor aún: de insípidos. La excesiva preocupación por la<br />
ausencia de fundamento nos puede llevar a la paralización relativista, a hacer<br />
como que no vemos las paradojas a las que nos conduce cualquier sistema<br />
trascendentalista (hipocresía en palabras más claras) o, más inmediatamente, a<br />
convertirnos en filósofos aburridos, graves, pesados.<br />
La genealogía no se hace con seriedad (la del que busca lo más preciado: el<br />
Ser, el Bien o la Verdad), sino con responsabilidad. No se demuestran conceptos a<br />
base de articular certezas, sino que se encuentra uno con ellos cuando la razón no<br />
los carga demasiado metafísicamente y pueden ascender hasta la superficie.<br />
El método genealógico no es algo tan sencillo como hacer un estudio del<br />
desarrollo de un concepto a través del tiempo; más bien lo contrario: consiste en<br />
desistir de la idea de hallar un origen y en reconocer el ser de ese concepto en<br />
todos y en ninguno de sus desarrollos históricos. No es una simple suma de<br />
definiciones esencialistas seguidas por una fecha. Es la convicción radical de que<br />
el ser de las cosas no es algo identitario sino contradictorio, de que, por usar un<br />
ejemplo de los ya aclarados, origen ES tanto lo que odia Foucault como lo que<br />
ansía Heidegger y a la vez ninguno de los dos.<br />
Y esto es un posicionamiento ontológico nada superficial. Podemos<br />
llamarlo inmanencia si queremos unir todos estos autores (incluso, como ya dije,<br />
ampliar el grupo a Spinoza o Heráclito), y poner de relieve que la actitud hacia la<br />
trascendencia es común en todos ellos. Así, para poder explorar las fronteras<br />
últimas del pensamiento de cada uno de estos autores, es necesaria una apuesta,<br />
un arriesgarse del lado de lo no fundamentado de una vez por todas; y aunque<br />
para ello prefiera personalmente seguir la línea propuesta por Deleuze en su<br />
Lógica del sentido, o en Diferencia y repetición ( que es lo mismo pero redactado<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 245
Por un método sin sujeto (Defensa de la inmanencia) | Manuel Bonillo López<br />
en lenguaje académico), vamos a cerrar este ensayo con una muestra de ese<br />
posicionamiento ontológico extraído del III tratado de La genealogía de la moral<br />
(S 12) porque es el texto del que partimos y con el que vamos a concluir tanto<br />
directamente ( con la cita ) como indirectamente ( recordemos el título del<br />
capítulo de Foucault que estamos manejando):<br />
“A partir de ahora, señores filósofos, guardémonos mejor, por tanto, de la<br />
peligrosa y vieja patraña conceptual que ha creado un sujeto puro del conocimiento, sujeto<br />
ajeno a la voluntad, al dolor, al tiempo, guardémonos de los tentáculos de conceptos<br />
contradictorios, tales como razón pura, espiritualidad absoluta o conocimiento en sí.” ❚<br />
Bibliografía<br />
-Nietzsche F., Genealogía de la moral, Madrid, Alianza Ediciones, 1972a<br />
-Nietzsche F., Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza Ediciones, 1972b<br />
-Nietzsche F., Aurora, Madrid, Alianza Ediciones, 1972c<br />
-Cerezo Galán, P., “Poesía y pensamiento en la experiencia de la palabra según<br />
Martin Heidegger” en Cristianismo e ilustración, Manuel Fraijó y Juan Masía<br />
(eds.), Madrid, Ediciones Universidad Pontificia Comillas, 1995<br />
-Foucault M., Microfísica del poder, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1992<br />
-Zambrano M., Filosofía y poesía, México, Fondo de Cultura Económica, 2006<br />
-Deleuze, G. Diferencia y repetición, Buenos Aires: Amorrortu, 2002<br />
-Deleuze G., Lógica del sentido, Barcelona, Paidós, 1994<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 246
De feudales literarios: fundamentación de los<br />
reproches de Ortega al arte romántico desde su<br />
teoría de la novela<br />
Enrique Ferrari Nieto<br />
Universidad de Extremadura<br />
Resumen. A pesar del cambio de actitud de Ortega y Gasset con el romanticismo,<br />
con el que evoluciona de una actitud beligerante en los primeros años a un<br />
reconocimiento de su anticipación en la percepción de una sensibilidad vital, con<br />
el arte romántico (en sí mismo) su posición será siempre crítica, porque a partir<br />
del postulado básico de su estética, la autonomía del arte (que desarrolla<br />
principalmente en su teoría de la novela), lo convierte en la antítesis que necesita<br />
(como arte no autónomo) para exponer –por oposición- su interpretación del arte<br />
de vanguardias que, como autónomo, acepta. ❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com
De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
De feudales literarios: fundamentación de los<br />
reproches de Ortega al arte romántico desde su<br />
teoría de la novela<br />
Enrique Ferrari Nieto<br />
Universidad de Extremadura<br />
En sus primeros artículos Ortega y Gasset hace una valoración muy<br />
negativa de lo romántico. Para él es energumenismo, el orangután que lleva el<br />
hombre dentro: una tentación, una seducción que hay que resistir (Ortega, OC83,<br />
I, 71) 144 . En “Pidiendo una biblioteca”, de 1908, escribe: “En mi vocabulario<br />
Romanticismo quiere decir pecado” (Ortega, OC83, I, 84). Es exageración,<br />
incapacidad para el control, exaltación de los sentimientos, confusión e<br />
imperfección: “El corazón se sube a la cabeza. Se acepta la emoción como un<br />
alcohol; es un sabor nuevo, que embriaga, y la gente busca ahora, sobre todo,<br />
embriaguez” (Ortega, OC83, VI, 141). Pero en textos posteriores matizará esa<br />
primera impresión tan negativa. En torno a 1921, más tolerante, menos<br />
racionalista, destaca del romanticismo su vitalidad, ese anhelo de vivir, bajo el<br />
ademán excesivo contra el que había cargado antes (Ortega, OC83, II, 5<strong>23</strong>).<br />
Porque es el Romanticismo el que descubre, preconceptualmente, dice, que la vida<br />
no consiste en enfrentarse con más o menos problemas, sino en el problema de sí<br />
misma (Ortega, OC83, IV, 404-405). Lo que él va a defender con una nueva<br />
razón narrativa que hace de la vida, en su propuesta ética, un proyecto, sin<br />
alejarse demasiado de las coordenadas vitales del Romanticismo, que él<br />
personaliza en 1932 en Goethe. Pero su apreciación del arte romántico (como<br />
manifestación artística, independientemente de la sensibilidad que la sostiene) no<br />
va a tener esa misma evolución. Porque funciona en Ortega como lo opuesto al<br />
arte de vanguardia: como paradigma del arte popular (Ortega, OC83, III, 354),<br />
indicio claro de que no interesa la obra de arte en sí misma, por su contenido<br />
objetivo, sino por la huella que deja el autor en ella, por lo que trae de fuera.<br />
Como expresión de la personalidad del autor. Como un gesto.<br />
No puede aceptar el arte romántico, a pesar de haber aceptado la<br />
sensibilidad romántica, porque lo necesita como el reverso del arte de<br />
vanguardias en la interpretación que teje para hacer de este último síntoma de la<br />
144 La fuente remite a: Ortega y Gasset, J. (1983): Obras completas, Madrid: Alianza<br />
Editorial. El tomo en <strong>número</strong>s romanos y la página en <strong>número</strong>s árabes.<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
sensibilidad de su tiempo. Otros teóricos habían emparentado ambos<br />
movimientos, el de vanguardias como heredero del romántico, pero Ortega,<br />
centrado en la condición -que entiende que han asumido- de autónomo (y, con<br />
ello, de secundario ante la vida), coloca a cada uno en un extremo.<br />
Porque la autonomía del arte es el sustrato con que nutre el conglomerado<br />
de ideas estéticas que escribe, sobre todo, en los años veinte, para enraizarlas en<br />
su propuesta de una razón vital, superadora de la razón pura kantiana y<br />
postkantiana. Ya con sus primeros textos hace de la autonomía el fundamento<br />
intrínseco al arte, aunque queda elidido, sin un desarrollo teórico: como si<br />
ocupara un espacio perfectamente determinado en la construcción de su estética,<br />
pero sin una escenificación de su importancia en ningún texto. Tampoco en su<br />
defensa (o en su descripción fenomenológica, sin apreciaciones) de las<br />
vanguardias históricas, aunque toma la autonomía del arte como clave para<br />
amarrar la estética vanguardista (que él unifica sin ningún rigor ni exhaustividad)<br />
como síntoma de una nueva sensibilidad que recupera para la vida el primer<br />
puesto en las preocupaciones del hombre. Porque en esa realimentación que crea<br />
entre metafísica y estética, Ortega da sentido al arte de vanguardias como<br />
manifestación plenamente consciente de su carácter autónomo: lo que indicaría,<br />
para el filósofo, la asunción de las nuevas coordenadas de un tiempo que ha<br />
dejado atrás la mentalidad burguesa del XIX. Con la vida de nuevo por delante<br />
de la cultura y, desde ahí, de la intrascendencia de las creaciones artísticas, que<br />
son solo irrealidad, aunque como tal también cumplen una función metafísica<br />
importante: servir al hombre para evadirse (ensimismándose) de su vida.<br />
Los comienzos del siglo XX, decididamente vertiginosos para la creación<br />
artística, obligaron a Ortega, atento siempre a su tiempo, a hacer de observador<br />
perspicaz y teórico del arte, para adecuar tantas manifestaciones al meollo de su<br />
filosofía, apuntada ya en 1914, en torno a una nueva sensibilidad que está<br />
dejando atrás las inercias (burguesas) del XIX. Pero en su entramado de apuntes<br />
con que va perfilando su estética su reflexión sobre la novela es única, porque<br />
tiene una carga vivencial muy fuerte. Otros ámbitos estéticos, que también<br />
estudia, como la pintura, o el teatro o la poesía, o la música sobre todo, le son<br />
más lejanos, con unos referentes y unos mecanismos internos de los que apenas<br />
puede escribir algo. Pero con la novela se reconoce como lector, apasionado<br />
además, con una preferencia por la novela realista de finales del XIX, en la que va<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
a buscar los rasgos para un género que quiere más encorsetado que Baroja, para<br />
el que no había teoría posible sobre el tema 145 . Sólo con la novela fue capaz de ir<br />
encadenando términos desde el postulado (para él básico) del arte, la<br />
intrascendencia, con una carga ontológica que responde a los parámetros de su<br />
razón vital, hasta los mecanismos últimos que hacen de la novela un elemento<br />
hermético, con referencias constantes a Dostoyewski, Stendhal o Cervantes.<br />
Porque, en su teoría, es el hermetismo, la incomunicación entre la realidad del<br />
lector y la de la narración (que es irrealidad), la forma en la novela de la<br />
intrascendencia (Ortega, OC83, III, 410-413).<br />
Esa falta de seriedad (que entiende que busca un arte hermético que no<br />
quiere mezclarse con la realidad) es la maravillosa misión y el don prodigioso del<br />
arte (también frente a la seriedad de la vida). La lectura de una novela es: “una<br />
hora de asueto metafísico y liberación de la onerosa seriedad que es la<br />
vida” (Ortega, OC83, VIII, 305). Cualquier intención trascendental (política,<br />
ideológica, simbólica o satírica) la perjudica seriamente, al referirse al horizonte<br />
efectivo del lector: “No puede ser más que novela, no puede su interior trascender<br />
por sí mismo a nada exterior, como el ensueño dejaría de serlo en el momento<br />
que desde él quisiésemos deslizar nuestro brazo a la dimensión de la vigilia,<br />
apresar un objeto real e introducirlo en la esfera mágica de lo que estamos<br />
soñando. Nuestro brazo de soñadores es un espectro sin vigor suficiente para<br />
sostener un pétalo de rosas. Son ambos universos de tal modo incompenetrables,<br />
que el menor contacto de uno con otro aniquila el uno o el otro” (Ortega, OC83,<br />
III, 412). La misión del novelista es anestesiar al lector de la realidad, introducirlo<br />
en una existencia virtual impenetrable, cerrada a lo real. Olvida y le hace olvidar<br />
al lector la realidad que queda fuera de la novela. Lo que –señala- no impide que,<br />
una vez vuelto el lector a la realidad, la novela quede olvidada en ese otro mundo<br />
de irrealidad. Porque el hermetismo hace de la vivencia del lector, en la lectura,<br />
un delicioso sonambulismo. Pero un sonambulismo que, escribe Ortega en Ideas<br />
sobre la novela, es fértil –y queda así justificado- porque suscita en el lector<br />
resonancias vitales (Ortega, OC83, III, 412-413).<br />
En su teoría literaria, el mundo de la novela y el mundo real están<br />
incomunicados. El lector no puede permanecer atento a los dos a un mismo<br />
145 Sobre lo hermético y poroso en la novela en Baroja y Ortega y Gasset. Cf. Rafael García<br />
Alonso, “El desacuerdo social y estético de Ortega y Baroja”, op.cit., 173-193.<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
tiempo. Mientras lee una novela permanece ausente. Consigue evadirse de su<br />
existencia. Este efecto –“¡Sublime, benigno poder que multiplica nuestra<br />
existencia, que nos liberta y pluraliza, que nos enriquece con generosas<br />
transmigraciones!” (Ortega, OC83, III, 410)- es el que caracteriza a la novela<br />
frente a otros géneros literarios. La poesía nace para ser vista desde fuera, por lo<br />
que no entra en colisión con la realidad del lector; en cambio, la novela ha de ser<br />
vista desde su propio interior, con lo que resulta incompatible con la realidad<br />
exterior. El hermetismo es su exigencia básica: Todas las condiciones de este<br />
género tupido, dice, remiten a él. Porque si no es un orbe obturado a toda<br />
realidad no es posible su función de evadir al lector de su propia existencia. Y se<br />
convierte en espectro: un arte incapaz de sustituir a la realidad y, por tanto,<br />
incapaz de evadir al lector o espectador. Lo escribe en “Ideas y creencias”, en<br />
1934: “El imperativo de autopsia surge inevitablemente de la necesidad en que se<br />
halla el novelista de tapar el mundo real con su mundo imaginario. Para que<br />
dejemos de ver una cosa, para taparla, tenemos que ver otra, la que tapa. El<br />
espectro se caracteriza por no arrojar sombra ni ocultar tras sí un trozo de<br />
universo” (Ortega, OC83, III, 414).<br />
El autor tiene que atraer al lector al ámbito cerrado que constituye la<br />
novela e impedir que salga de él, mantenerlo aislado del espacio real que ha<br />
abandonado. Con ese imperativo de la novela que llama autopsia: “Nada de<br />
referirnos lo que un personaje es: hace falta que lo veamos con nuestros propios<br />
ojos”. Porque es un género moroso, retardatario, que se recrea en la presentación<br />
de los personajes (Ortega, OC83, III, 391-394). El argumento interesa poco.<br />
Basta con un mínimo de acción. Lo que vale es la descripción misma, lo más<br />
minuciosa posible, llena de detalles, para hacer de la novela un orbe irreal,<br />
hermético, sin andamiajes a la vista, capaz de anestesiar al lector, de hacerle<br />
olvidar, absorto en ese nuevo mundo virtual, su realidad: “La táctica del autor ha<br />
de consistir en aislar al lector de su horizonte real y aprisionarlo en un pequeño<br />
horizonte hermético e imaginario que es el ámbito interior de la novela. En una<br />
palabra, tiene que apueblarlo” (Ortega, OC83, III, 409): el único modo de<br />
imponerse a la realidad la novela y facilitar su huida a un espacio de irrealidad<br />
para poner en suspenso su vida. Porque para captar su atención, explica Ortega,<br />
no es necesario una ampliación del horizonte (no va a poder competir nunca la<br />
novela con la realidad), sino el proceso contrario: reducir, hacer aún más angosto,<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
el horizonte cotidiano del lector 146 . Es la ley vital de la novela: la relatividad entre<br />
horizonte e interés (Ortega, OC83, III, 410). Con un mecanismo, ese volver<br />
provinciano al lector, que exige saturación. Que el novelista lo sature, que lo sacie<br />
con la presencia de los personajes. Porque el error es solo definirlos.<br />
Solo así será capaz de crear, con un horizonte irreal, el elemento hermético<br />
que impide al lector el contacto con el mundo real. Válido para todas las artes;<br />
pero necesario sobre todo en el caso de la novela. Esta –observa- ha evolucionado<br />
de la mera alusión a la presentación de los personajes. Y ese es el camino que ha<br />
de seguir en adelante. Frente al referir, él quiere la presencia de los personajes; y<br />
frente al argumento, a la trama (“sólo pretexto, y como hilo solamente que reúne<br />
las perlas en collar”), la deleitación en los personajes. Porque el andamiaje, que<br />
es, en el vocabulario de Ortega, la estructura necesaria para la construcción de<br />
cualquier manifestación artística, lo mismo que los andamios precisos para<br />
levantar un edificio, en la novela implica una exigencia adicional: evitar que el<br />
lector perciba ese soporte, que se tropiece con él, con el armazón que sostiene los<br />
decorados en el escenario de un teatro. Porque debe sentirse sumergido en una<br />
cuasi-realidad perfecta, siempre auténtica y eficaz. La novela, un género moroso,<br />
dice, no puede percibirse como tal: debe ocultar sus mecanismos –ese fue el error<br />
de Balzac, por ejemplo 147 - para no romper la atmósfera creada: “que no se vea el<br />
telón de boca nIlas tablas del escenario” (Ortega, OC83, III, 402).<br />
Pero con el Romanticismo no son las obras lo valioso. Lo son los escritores.<br />
Porque no interesa el arte por su contenido objetivo, independiente; sino por la<br />
huella que deja el autor. Como expresión de su personalidad. Sin respetar su<br />
autonomía. Porque se confunden trabajo y personalidad en el artista: “no aparece<br />
discernido lo que es la obra del escritor y el gesto de la persona”, escribe en su<br />
introducción a Cartas finlandesas y Hombres del Norte de Ganivet en 1940. El<br />
poeta o el pensador exhibe su temperamento, lo que él llama personalismo<br />
literario, para compensar carencias: esos grandes temas o formas literarias que les<br />
faltaron en el pasado para llenar el espacio que la sociedad les abría. Tendencia<br />
146 Escribe Kundera en El arte de la novela, op.cit., 83: “Alcanzar la complejidad de la<br />
existencia en el mundo moderno exige, me parece, una técnica de elipsis, de condensación. De<br />
otra manera se puede caer en la trampa de lo interminable.”<br />
147 Ortega reconoce a Balzac como uno de los labradores de la novela contemporánea, como<br />
paradigma de la novela francesa. Pero su técnica no se adecua a los parámetros estéticos que<br />
pretende. El andamiaje que construye en sus libros impide al lector la evasión que persigue la obra<br />
hermética. Tiene un carácter demasiado convencional, falso.<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
que llega hasta la generación que le precede, la de intelectuales como Unamuno y<br />
Shaw, que se presentan ante el público, dice, con sus gracias de juglar (Ortega,<br />
OC83, VI, 371). Con lo que la obra acaba siendo la expresión de la personalidad<br />
del autor, que es quien recibe el fervor del público (Ortega, OC83, IV, 438).<br />
El escritor se convierte en feudal literario, con arias y derecho de pernada.<br />
Concentra sobre sí, y no sobre su trabajo, la respuesta de sus lectores, porque<br />
personaliza su obra, y confunde en sus libros sus rasgos personales y los rasgos<br />
artísticos, hasta hacer de estos la expresión de su personalidad. Como un<br />
semidiós literario (el otro término que utiliza Ortega) que, al personalizar su<br />
obra, al hacer de ella la expresión de su personalidad, invierte los términos: no es<br />
la obra la que ennoblece al autor, sino al revés: el escritor es el que recibe el<br />
fervor de los lectores. “Son pájaros de ala larga y voz canora, mezcla extraña,<br />
equívoca, y al cabo desagradable, de gipaeto y ruiseñor” (Ortega, OC83, IV,<br />
437-438), escribe en “Mauricio Barrès”. Son los escritores románticos, desde<br />
Chateaubriand 148 hasta Barrès: feudales literarios acotados en una época en la<br />
que se les rindió culto. No los hubo antes, dice, ni los habrá después. Barrès 149 ,<br />
escribe Ortega, fue el último semidiós literario. Con él acaba un tipo de escritores,<br />
los románticos. Fue una eminencia (él mismo, no sus libros) para el público<br />
(Ortega, OC83, III, 493-494); algo inaudito en los escritores contemporáneos. Su<br />
estilo es sexual, cargado de voluptuosidad, porque su intención estética es<br />
exhibirse (Ortega, OC83, IV, 438). Personaliza su literatura, invirtiendo los<br />
términos tradicionales: el texto romántico es únicamente la expresión de la<br />
148 Escribe en “Mauricio Barrès”, en 19<strong>23</strong>: “Antes de Chateaubriand, entre la obra literaria<br />
y el hombre de letras había una absoluta distancia. La obra no era el hombre; influía por sí, atraía<br />
sobre sí el entusiasmo de las gentes. El autor quedaba anulado por su obra, oscurecido, en la<br />
deplorable situación de quien no es sino padre de una hija bella. Mas he aquí que Chateaubriand -<br />
después del ensayo insuficiente que hizo Rousseau- vierte su propia persona en la obra.<br />
Dondequiera que esta va, lleva dentro incluso a su autor, y la admiración por ella es<br />
indisolublemente entusiasmo hacia el hombre de que es emanación” (Ortega, OC83, IV,<br />
437-438).<br />
149 Ortega no oculta su fervor juvenil hacia el autor francés. Con las características formales<br />
de su obra: tres dimensiones geniales: temperatura, densidad y música. Con la fuerza de su alma<br />
grecolatina, su literatura agresiva, el desdén, la ironía, la impiedad, las ambiciones ágiles...<br />
(Ortega, OC83, I, 470). Incluso su descubrimiento de España (Ortega, OC83, I, 468). Lo peor,<br />
señala, son sus ideas (Ortega, OC83, IV, 439-440).<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
personalidad de su autor 150 . La literatura es sólo un gesto; y el escritor, obligado<br />
a ser novelista de sí mismo, de inventar un personaje que diga su obra y tener que<br />
elegir su propia persona, se convierte en una figura deformada y amanerada de él<br />
mismo que aparece en sus libros, pero que también influye en su vida, y le da esa<br />
afectación –dice Ortega- tan cómica (Ortega, OC83, IV, 389-390).<br />
El arte se vuelve confesión: una declaración personal que no atiende<br />
exclusivamente a una voluntad estética: la de los románticos, con la expresión de<br />
los sentimientos primarios del artista, de su autobiografía, para la que construyen<br />
su arte. Lo critica en “Musicalia”, para marcar las diferencias: “Música y poesía<br />
del Romanticismo han sido una inacabable confesión en que cada artista nos<br />
refería con notable impudor sus sentimientos de ciudadano particular. […] Como<br />
es mucho más fácil ser un gran artista que un hombre interesante, lo más<br />
frecuente ha sido que con excelentes medios de música y poesía se nos describan,<br />
con ánimo de que los compartamos, los sentimientos de un mancebo de botica.<br />
[…] Hay enormes probabilidades de que los sentimientos de ese hombre sean de<br />
una trivialidad pavorosa. Aun en el mejor caso, no serán sentimientos<br />
estéticos” (Ortega, OC83, II, <strong>23</strong>9).<br />
Un gesto que percibe más nítido en la música: “Los músicos románticos,<br />
Beethoven inclusive, han solido dedicar su talento melódico a la expresión de los<br />
sentimientos primarios que acometen al buen burgués” (Ortega, OC83, II, <strong>23</strong>8).<br />
Porque no se disfruta con ella. Es solo un mero pretexto para disfrutar de los<br />
sentimientos propios, de las emociones que encuentra el hombre al concentrarse<br />
hacia dentro (Ortega, OC83, II, 243). Lejos de una auténtica fruición estética,<br />
porque este sentimiento ante la obra romántica no es más que un efecto<br />
automático, un contagio psíquico, un fenómeno inconsciente (Ortega, OC83, III,<br />
368-369). Porque los artistas del siglo XIX han actuado impuramente: han<br />
reducido al mínimo el elemento estético: sus obras no han sido más que ficciones<br />
de realidades humanas (Ortega, OC83, III, 358). Para contagiar o contaminar al<br />
150 El diagnóstico lo hace Ortega en 19<strong>23</strong>, en su artículo “Mauricio Barrès”. Escribe: “Para<br />
este magnífico linaje de los románticos, la literatura era sólo un gesto que se emplea entre otros<br />
muchos, no una creación a que se aspira y por la cual el creador renuncia a sí mismo. De aquí dos<br />
efectos: al desvanecerse la persona que un tiempo nos arrebató, el prestigio de la obra parece<br />
evaporarse. […] Antes que poético, su lirismo es de actor. No crea, representa. Necesita de un<br />
público urgentemente, hasta el punto de que de la mitad de sí mismo hizo un espectador ante el<br />
cual gesticulaba su otra mitad. El otro síntoma grave que diagnostica la falta de salud estética en<br />
Barrès fue su deslizamiento hacia la política. Cuando un escritor no se contenta con ser escritor,<br />
sino que aspira a ser héroe, hay vehemente sospecha de que no tiene limpia su conciencia literaria,<br />
que su inspiración no satura su sensibilidad nIla nutre suficientemente” (Ortega, OC83, IV, 439).<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
espectador o lector. Porque el contagio, como un modo de transmisión no<br />
racional, es la asimilación por empatía de los sentimientos no estéticos que<br />
trasmite una obra de arte. El mecanismo de asimilación que propone el arte<br />
romántico: un arte de autobiografías, de confesiones, que recurre a la<br />
contaminación para expresar los sentimientos más personales: “Desde Beethoven<br />
a Wagner el tema de la música fue la expresión de sentimientos personales. El<br />
artista mélico componía grandes edificios sonoros para alojar en ellos su<br />
autobiografía. Más o menos era el arte confesión. No había otra manera de goce<br />
estético que la contaminación. […] De Beethoven a Wagner toda la música es<br />
melodrama” (Ortega, OC83, III, 368), escribe en La deshumanización del arte.<br />
Un goce estético, el de la empatía, con los ademanes patéticos de los románticos,<br />
dice, que el arte joven, con su rechazo a toda injerencia de lo humano en el arte<br />
(lo que él les va a valorar, porque encaja con su propuesta filosófica), va a negar,<br />
porque ya no vale un placer estético que se trasmite por la debilidad del hombre<br />
de contagiarse del dolor o las alegrías del otro ante un arte que es una confesión<br />
sin pudor (Ortega, OC83, II, 368-369). No aceptará (bastante discreto en su<br />
juicio, apunta Ortega) ningún placer estético que no sea un placer inteligente:<br />
“Eso es una deslealtad –diría un artista actual. Eso es prevalerse de una noble<br />
debilidad que hay en el hombre, por la cual suele contagiarse del dolor o alegría<br />
del prójimo. Este contagio no es de orden espiritual, es una repercusión mecánica,<br />
como la dentera que produce el roce de un cuchillo sobre un cristal. Se trata de un<br />
efecto automático, nada más. No vale confundir la cosquilla con el regocijo. El<br />
romántico caza con reclamo; se aprovecha inhonestamente del celo del pájaro<br />
para incrustar en él los perdigones de sus notas. El arte no puede consistir en el<br />
contagio psíquico, porque este es un fenómeno inconsciente y el arte ha de ser<br />
todo plena claridad, mediodía de intelección. El llanto y la risa son estéticamente<br />
fraudes. El gesto de la belleza no pasa nunca de la melancolía o la sonrisa. Y,<br />
mejor aún, sIno llega” (Ortega, OC83, III, 368-369). Porque un arte impuro<br />
impide al espectador adoptar una actitud clara 151 . La misma que con una figura<br />
151 Lo que le sucede a Doña Nativa en Café Hugo, de Adolfo García Ortega (Madrid:<br />
Bruguera, 2007, 51): “Acudía muchas veces a los cines de los barrios, donde veía todas las<br />
películas que pasaban o sencillamente se dormía unas cuantas horas, bien acurrucada en las<br />
primeras filas. No recordaba cuándo empezó a sucederle aquello, pero una vez, de regreso de uno<br />
de esos cines periféricos, confundió los hechos de su vida con lo que acababa de ver en la pantalla;<br />
no sabía a ciencia cierta si determinadas escenas le habían acontecido a ella alguna vez o por el<br />
contrario las había visto transcurrir ante sus ojos en un cine. Esa confusión, esa mezcla de<br />
irrealidades con realidades, empezó a aterrarla. Para muchos aquello era un principio de locura;<br />
por menos, recordaba ella, habían encerrado a una vecina suya, una niña, cuando ella era muy<br />
joven. Pero tampoco sabía si esta historia la había vivido o la había visto en un cine.”<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com<br />
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De feudales literarios: fundamentación de los reproches de Ortega... | Enrique Ferrari Nieto<br />
de cera, con ese carácter ambiguo en el que se confunden formas de humano y de<br />
muñeco. Con la confusión de fronteras en el arte, entre lo artístico y lo humano,<br />
que denuncia en La deshumanización del arte: la mirada bizca, imposible, en dos<br />
direcciones diferentes, esa percepción doble inconciliable, porque, escribe: “La<br />
percepción de la realidad vivida y la percepción de la forma artística son, en<br />
principio, incompatibles por requerir una acomodación diferente en nuestro<br />
aparato receptor” (Ortega, OC83, III, 367). El equívoco en el arte anterior que<br />
quiere evitar el nuevo estilo al que presenta como deshumanizado, porque no<br />
bizquea: apto sólo para artistas capaces de distinguir los ámbitos del arte y de la<br />
vida. Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, por ejemplo, en teatro. Que<br />
es, dice Ortega, aun con sus limitaciones técnicas, el primer “drama de ideas” que<br />
se ha compuesto. Frente al teatro tradicional, en el que los personajes esconden<br />
un drama humano, los protagonistas de Pirandello interesan al espectador<br />
(alejado del gran público) por sí mismos, como tales personajes: como ideas o<br />
puros esquemas: “Se advierte ejemplarmente la dificultad del gran público para<br />
acomodar la visión a esta perspectiva invertida. Va buscando el drama humano<br />
que la obra constantemente desvirtúa, retira e ironiza, poniendo en su lugar –esto<br />
es, en primer plano- la ficción teatral misma, como tal ficción” (Ortega, OC83,<br />
III, 377). Con unos postulados firmes, contrarios a los que dominaron el XIX:<br />
“Respeto a la vida y una repugnancia a verla confundida con el arte, con una<br />
cosa tan subalterna como es el arte”, resume. ❚<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 256
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
¿Revolución árabe versus democracia occidental?<br />
A propósito de las revueltas en el mundo árabe<br />
Mariano Arias<br />
Escritor. Doctor en Filosofía<br />
Introducción<br />
Las revueltas en el Norte de África, en Siria, Yemen o Bahrein, la guerra en<br />
Libia se producen bajo la instancia de una generación desengañada, sin horizonte<br />
de trabajo, una población en subdesarrollo y en fase de inmersión en la<br />
“lingüística” informática, en la permeabilidad del avance tecnológico, científico<br />
de Occidente, en el ámbito de una sociedad musulmana con regímenes políticos<br />
dictatoriales y autocráticos.<br />
Distintos entre ellos han quedado inmersos en la lucha de amplios sectores<br />
de la sociedad civil contra Gobiernos autocráticos instalados en el poder durante<br />
décadas mientras sus poblaciones sufrían, padecían y soportaban los vaivenes de<br />
la crisis económica. El autoritarismo político, la ausencia de derechos civiles, la<br />
falta de unos partidos y sindicatos representativos… en suma, las mínimas<br />
condiciones que cualquier gobierno occidental mantiene vigentes completan la<br />
síntesis del marco de las revueltas. Con distintas versiones y situaciones, según la<br />
implantación política, recursos económicos y grado de inestabilidad social (paro,<br />
pobreza), el enfrentamiento sociedad-Estado en las regiones del Oriente parece<br />
haber iniciado un camino de no retorno y de imprecisas consecuencias.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 257
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
El presente estudio no es sino una reflexión acerca de las diferencias, en<br />
muchos casos insalvables, entre dos mundos culturales, cuyas "instituciones"<br />
difieren incluso dialécticamente. Instituciones simbólicas como la religión<br />
monoteísta, la institución simbólica "del cuerpo" o la "institución simbólica de la<br />
lengua", que no es un mero sistema semiótico, etc., las situamos en ese conjunto<br />
de diferencias. De ahí que las instituciones simbólicas que atañen a la política<br />
sean esencialmente dispares, aunque "formalmente" puedan llegar a asemejarse o<br />
a postularse como deseables, y nos referimos a los términos en liza que serán<br />
tratados: democracia, derechos humanos, etc…<br />
Por tales razones, fundamentalmente, es complejo analizar críticamente el<br />
conflicto establecido en tales sociedades sin tener presente criterios ideológicos,<br />
religiosos y económicos que subyacen históricamente tanto en las diferentes zonas<br />
o Estados como en el pensamiento occidental ya desde el siglo VII hasta la<br />
colonización europea y el posterior legado de dependencia económica occidental<br />
si no también de instituciones afectadas en su relación con los propios países<br />
árabes. El alcance de tal conjunto de ideologías, subversiones y afectos políticos,<br />
guerras de conquista y paradigmas filosóficos árabes queda para la historia como<br />
legado envenenado desde el proceso de descolonización.<br />
Pero también en ese estado de efervescencia histórica ha aflorado el legado<br />
(en ocasiones infecto) de mitologías, relatos, ceremonias, imágenes, justificaciones<br />
colonialistas, imperialistas, religiosas, etc., etc., las cuales han pasado a constituir<br />
el corpus del pensamiento de diversos estudios críticos a la hora de analizar,<br />
argumentar y actuar.<br />
¿Quiere esto decir que las recientes y actuales revueltas nacen,<br />
supuestamente, de una cuña occidental introducida en la caverna del islamismo,<br />
del islamismo radical? Es posible caer en este extremo en la dialéctica<br />
etnocentrista o multiculturalista por más que la incertidumbre del proceso de<br />
“liberación” sea firme y la inestabilidad de las regiones y países árabes no tenga<br />
una fecha de consunción.<br />
El occidentalismo ha sido puesto en cuestión a lo largo del siglo pasado,<br />
también el orientalismo ha suscitado no pocas polémicas. Sin embargo, conviene<br />
revisar tales conceptos. Esta es la apuesta del presente estudio elaborado al hilo<br />
de los rápidos acontecimientos del presente inmediato. Y sin obviar la carga<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 258
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
mitológica del mundo árabe en su relación con occidente (y viceversa) para<br />
establecer criterios donde las revueltas queden libres de falsos análisis o<br />
tendenciosas proclamas envueltas en ocasiones en posiciones etnocentristas o<br />
relativistas culturales.<br />
Tal occidentalismo queda enfrentado al espacio en donde se alcanza el<br />
proceso de persona y de ciudadano árabe musulmán: la Umma, da sentido, como<br />
veremos en su momento, a la constitución del ser en el Islam. Ese “otro” árabe no<br />
sería entonces sino el espejo en donde quedan reflejados el espacio ideológico<br />
“judeo cristiano” en el que hemos convivido como occidentales. Es más, la<br />
singularidad de tal enfrentamiento deja al descubierto la propia irreflexividad<br />
europea sobre los términos en liza en el conflicto árabe actual:<br />
institucionalización de la democracia como “ideología fundamentalista”, la<br />
singularidad del Estado, los conceptos de ciencia, técnica y política, etc.<br />
La simple enumeración de tales conceptos enfrentados, así como la<br />
ausencia de crítica tanto por parte del mundo oriental árabe como del occidental<br />
constituyen el eje sobre el que gravita el futuro del conflicto en el mundo árabe.<br />
Acaso la “confluencia” de hechos comunes como el que corresponde a los aspecto<br />
éticos o morales, la miseria o la tiranía estatal quede en el límite de esa<br />
confluencia. Sin embargo, los conceptos occidentales parecen ser suficientes para<br />
medir con ellos e interpretar la realidad árabe.<br />
Problemas de interpretación<br />
La dificultad (y la diversidad de argumentos y teorías vertidas desde<br />
occidente y el mundo árabe) de hallar una solución a un conflicto larvado y<br />
enquistado, como sugerimos anteriormente, acaso lo sea no porque no se tengan<br />
las herramientas intelectuales apropiadas para establecer criterios sino porque la<br />
historia de los países árabes está tan imbricada en la historia occidental como los<br />
conceptos manejados en las relaciones de abstracción y análisis. Tales cuestiones<br />
exigen un criterio de abstracción ideológica, política y económica para asimilar<br />
los hechos en estos primeros meses de 2011, e incluso para alcanzar conclusiones<br />
ante un proceso de transición hacia unos regímenes no autocráticos (desde la<br />
visión occidental).<br />
Tal como lo ha dejado establecido la crítica de Said, bajo la expresión<br />
“orientalismo”, se mantiene en occidente hasta el presente una visión sobre el<br />
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¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
mundo árabe controvertida, colonizadora e intransigente; y viceversa, la visión<br />
desde el mundo árabe de Europa y Occidente bascula desde la inferioridad<br />
cultural, científica y el mudo progreso, hasta la dependencia tecnológica,<br />
investigadora, intelectual la cual ha devenido, en palabras de distintos pensadores<br />
magrebís en una visión “esquizofrénica” de sí mismos, en una impotencia por<br />
construir una identidad.<br />
En numerosos artículos, estudios y opiniones de distinto cariz y matiz<br />
desde la revuelta de Túnez se sigue manteniendo ese esquema de pensamiento. No<br />
es posible ahora exponer un exhaustivo estado de la cuestión, aunque conviene<br />
establecer un repertorio de enfoques que permita alcanzar algunos criterios y unas<br />
conclusiones capaces de permitir un juicio.<br />
1. La visión etnocentrista occidental ocupa varias de las reflexiones en<br />
curso: las raíces religiosas e ideológicas musulmanas son puestas en cuestión por<br />
parte de articulistas y editorialistas apostando por una deriva democrática (de los<br />
que hay que excluir entre otros el artículo de Herrero de Miñón “La calidad de<br />
las olas”). En ocasiones se ha centrado el análisis como una supuesta ruptura de<br />
la sociedad civil árabe y su acercamiento a los principios político-ideológicos<br />
europeos en suma, democráticos. Alain Badiou, desde un radicalismo extremo<br />
plantea la universalidad de un “comunismo en movimiento” (sic) como raíz de las<br />
revueltas y como diseño de un futuro revolucionario, acaso desechando una<br />
incómoda pero inefable interrogante: ¿es el Islam conciliable con el mundo<br />
occidental? Tal hecho plantea enormes enigmas y problemas en los que no se<br />
repara, como los plantea ese universalismo revolucionario en nombre de una<br />
Humanidad que, digámoslo seriamente, en puridad, no existe. Sectores de la<br />
izquierda en España siguen semejante esquema involutivo al hablar de Paz y<br />
Guerra como términos absolutos, sustancializados, cuando menos cuestionables<br />
ante la urgencia de una pacificación inmediata del conflicto. Sin caer en el<br />
maniqueísmo la posición de Robert Fisk sirve como ejemplo del tipo de visión, a<br />
nuestro juicio distorsionada al ignorar que el etnocentrismo no es un juicio de<br />
valor sino de hecho: no se puede propugnar en los países árabes un cambio sin<br />
tener presente el hecho incuestionable de la distancia ideológica, económica,<br />
cultural, religiosa, musulmana o islamista.<br />
2. Otras posturas contrastan con la de Fisk. Sin dejar de sopesar las<br />
posiciones interculturalistas de Bernard Lewis o Fuad Ajami (el primero notorio<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 260
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
ideólogo de la invasión militar en Irak) conviene considerar la fractura cultural<br />
como la piedra de toque a resolver. Por ello es difícil no ponderar el análisis de<br />
Bernard Lewis al contrastar la dificultad objetiva de renovación del Islam en su<br />
estructura religiosa estatal. Ni los tópicos que los editoriales europeos refieren<br />
parecen cumplir el requisito de argumentación objetiva ante la enorme fractura<br />
establecida entre las dos culturas, así como la constatación de la desigualdad<br />
política árabe, la ausencia de una representatividad política estable del pueblo<br />
árabe y la violenta represión de las dictaduras musulmanas. Y en la medida que<br />
los intereses políticos y económicos no son homogéneos, como tampoco lo son las<br />
sociedades que se rebelan contra las dictaduras gobernantes: Túnez, Libia, Egipto,<br />
Siria, Jordania, Bahrein, etc., si es posible encontrar una razón común general,<br />
también es lógico y necesario señalar que son unas revueltas no espontáneas pero<br />
sí multitudinarias, autónomas, y en las que un sector amplio, joven en su<br />
mayoría, sin tener una conciencia política e intelectual clara sí han alcanzado un<br />
grado superior de rebeldía y protesta ante la opresión sanguinaria y dictatorial de<br />
los autócratas. Que esa conciencia individual, en algún caso colectiva, pueda estar<br />
dirigida o impulsada por un grupo o partido político no excluye que en el<br />
panorama político árabe la reivindicación de los derechos tengan un reflejo en el<br />
arco de las organizaciones políticas y sindicales. Cabe, desde luego encontrarse<br />
con el peligro evidente de que los grupos islamistas se erijan en fuerzas capaces de<br />
imponer sus principios teocráticos. La historia de los países árabes desde la<br />
descolonización de los años sesenta y setenta permite pensar en tal salida. Joseph<br />
M. Cachia en “Whither Now Egypt?” (Palestinechronicle.com, 26 abril 2011)<br />
expresa esa preocupación del destino de la revuelta egipcia ante las presiones de<br />
la potencia estadounidense, temerosa de la “independencia” del pueblo, del<br />
“nacionalismo secular” o de una deriva que conduzca a un Irán intransigente. Es<br />
la instalación de una democracia real capaz de romper los lazos con occidente lo<br />
que preocupa.<br />
3. La división activa e intelectual de la denominada izquierda tampoco ha<br />
sabido interpretar en su justa medida las revueltas. Podríamos adscribir este tipo<br />
de posiciones de izquierda a un visión política con lo que tal concepto arrastra<br />
detrás: ideología, compromiso ideológico, etc. Ni el grupo (dividido) de Il<br />
Manifesto en Italia, Giuliana Sgrena en especial, ni la izquierda europea o<br />
latinoamericana han encontrado un punto de acuerdo en el análisis del fenómeno<br />
“revolucionario” árabe. Acaso la izquierda radical anticapitalista, o anarquista ha<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 261
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
reaccionado de un modo más homogéneo aunque sin la fuerza suficiente y<br />
manteniendo el principio de la crítica imperialista, sin superar un maniqueísmo<br />
político. El análisis de Mario Sei (“Mirar desde la izquierda las revueltas árabes”,<br />
Rebelión, 18-III-2011) sitúa acertadamente en su marco esa división dentro de la<br />
izquierda ante la imposición del neoliberalismo. Znet ha publicado la Entrevista<br />
A Gilbert Achcar (20 marzo 2011) uno de los representantes más conocidos en<br />
los ámbitos de la izquierda, y que mantiene una postura afín a la resolución nº<br />
1973 de Naciones Unidas pero sigue crítico con sus resultados sobre la población<br />
civil y defiende la posición de apoyo a los “rebeldes” en cuanto significa la<br />
“revuelta democrática libia”.<br />
4. Otras posiciones parecen inclinarse a un desgajamiento etnocentrista en<br />
pro de un armonismo cultural, o para ser precisos, de un universalismo eticista.<br />
Se trata ahora de analizar la fractura y la revuelta árabe como un espacio<br />
territorial, geográfico, cultural, religioso y político considerando la opción ética<br />
del individuo, que es universal, como la posición aceptable para una salida del<br />
conflicto. Es la posición de la ONU, con retazos de un pensamiento ilustrado<br />
puro que se puede encontrar en sectores intelectuales europeos centrados en el<br />
fondo de polémicas entre moderados, radicales y armonistas (universidades,<br />
foros, grupos de presión, Fundaciones arábigo-españolas, etc.). De nuevo la<br />
posición de Gema Martin Muñoz (webislam febrero 2011) se aleja del tipo de<br />
análisis más preciso y constructivo de las relaciones Oriente-Occidente: su<br />
postura armonista pretende ignorar la diferencia entre los dos monoteísmos sin<br />
considerar grave la diferencia religiosa entre cristianismo y musulmanismo, y sin<br />
percibir la enorme distancia entre los dos Dioses (Alá y la Santísima Trinidad) así<br />
como la imbricación religiosa, en absoluto forzada, preciso es decirlo, en los<br />
Estados musulmanes (creyentes e infieles, etc.) y aunque se desdeñe esa<br />
importancia religiosa en el trasfondo de las revueltas. Luz Gómez García (“Siete<br />
claves para el despertar árabe”, El País, 15 abril 2011) se sitúa en la órbita<br />
jubilosa de un despertar del mundo árabe que al fin se levanta contra la potestad<br />
democrática europea “embarcadas en un neoliberalismo depauperante y un<br />
creciente déficit democrático” ejerciendo con su levantamiento contra las<br />
autocracias las “demandas de un pluralismo y libertad”. Análisis armonista<br />
apoyado en la importancia de índice creciente de musulmanes en Europa, lo que<br />
no esconde un débil análisis de la complejidad de fondo de las revueltas. Kristina<br />
Kausch (“Mitos de la revolución y escenarios en Oriente Próximo”, Política<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
Exterior, nº140, 2011) investigadora en la Fundación para las Relaciones<br />
Internacionales y el Diálogo Exterior estudia las causas y peligros de los<br />
levantamientos árabes. A diferencia de Gómez García observa el peligro de un<br />
asentamiento firme de sus reivindicaciones: “Dada la debilidad institucional en<br />
todos los países árabes, ninguno de ellos estará capacitado tras una revolución<br />
popular para reemplazar inmediatamente el aparato del viejo régimen. Los pactos<br />
entre los distintos grupos sociales serán esenciales para que la transición avance<br />
de manera pacífica y constructiva. Esta realidad conlleva el riesgo de que, una vez<br />
disminuida la atención internacional tras la propia revolución, la vieja guardia<br />
pueda recuperar su poder por la puerta trasera”.<br />
Federico Mayor Zaragoza, en “No son balas lo que necesitan” (http://<br />
federicomayor.blogspot.com/), aunque con otros argumentos diferentes al de la<br />
ingenuidad islamofóbica de Gómez García, pero con el mismo espejo de<br />
referencia, lleva a término un análisis con el fondo ideológico de un humanismo<br />
eticista apostando por la intervención pacífica, entendiendo el fondo del<br />
problema como resultado de la desunión de los países europeos y el afán por el<br />
gasto armamentístico. En suma, señala: “Lo que Occidente necesita ahora es una<br />
rapidísima revisión de los arsenales militares la mayoría de ellos abarrotados de<br />
artificios bélicos propios de guerras pasadas; la destrucción definitiva de las ojivas<br />
nucleares; el rápido aumento de las fuentes energéticas sostenibles para moderar<br />
el consumo y el “poder” del petróleo; unas Naciones Unidas fuertes para poder<br />
intervenir rápidamente en derivas inaceptables de violencia y extremismo;<br />
coordinación a escala global de todos los recursos tecnológicos y personales para<br />
hacer frente a las catástrofes naturales o provocadas...” Acaso estas palabras<br />
puedan ser aceptadas por un amplio elenco de posiciones ideológicas pero el<br />
problema parece no residir en este tipo de abstractas peticiones o análisis.<br />
En este orden de cuestiones es donde se fragua otra visión no ajena a la<br />
posición tratada anteriormente (y no sólo teórica sino práctica) de cómo resolver<br />
el “desencuentro” entre Oriente y Occidente: nos referimos a la palabra<br />
“diálogo” (mágica para algunos). A ella se refiere el arabista español Serafín<br />
Fanjul (“El integrismo islámico. Formas actuales”, La ilustración liberal, nº<strong>23</strong><br />
abril 2005) de forma crítica apelando pertinentemente a hechos difícilmente<br />
rebatibles: “En los últimos años, dentro y fuera de España, se ha puesto de moda<br />
una palabra mágica: “diálogo”. Todos en Europa se adhieren entusiastas a ella,<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 263
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
porque lo contrario, de puertas para afuera, es autocondenarse moralmente. Pero<br />
en círculos fundamentalistas islámicos –aparte de meras concesiones<br />
propagandísticas hacia la prensa occidental-, persuadidos de la bondad de su<br />
causa, no tienen que disimular y rechazan el diálogo entre culturas y religiones,<br />
porque eso sería descuidar la incompatibilidad entre pensamiento occidental y<br />
espíritu islámico. Las posibilidades de un diálogo real entre Oriente y Occidente<br />
son mínimas, y los integristas musulmanes no tienen inconveniente en declararlo<br />
en panfletos de amplia difusión: ‘Un diálogo que tiene como meta el acercamiento<br />
entre el islam, el cristianismo y el judaísmo sólo se puede lograr a expensas del<br />
islam, dado que éste es la única religión justa, mientras que las otras son falsas. El<br />
acercamiento significaría renunciar a esta exigencia, lo que llevaría consigo el<br />
mayor daño para el islam’ (citado por Tibi)”.<br />
Interrogantes lógico-sociológicas<br />
La dificultad referida, expresada como hemos visto en criterios disímiles,<br />
contradictorios, confusos si cabe, nace de esa petición de abstracción, una forma<br />
lógica de situarse fuera de condicionantes subjetivos, modelos occidentales y<br />
paradigmas ideológicos.<br />
Sugerimos, al hilo de estos argumentos, algunos puntos que permitan<br />
establecer cauces para un análisis pertinente y una visión lo más objetiva posible:<br />
a) ¿Es posible extraer de las revueltas de los pueblos árabes una identidad<br />
no islamista, una idea (ya no una ideología) diferenciada de la intrínseca ecuación<br />
religión / Estado? ¿una diferencia entre el modelo de islamismo moderado y un<br />
gobierno democrático? Es más, ¿cuestiona el musulmanismo la integridad de la<br />
doctrina coránica de la Umma musulmana? ¿es posible hablar de un Estado en<br />
donde el orden impuesto se estructura, según las regiones, en un régimen tribal<br />
sin enmascarar una dictadura o reinado absolutista?<br />
La cuestión así planteada es sutil, y no exenta de peligrosas<br />
simplificaciones. Los conceptos implícitos en las anteriores interrogantes se<br />
manifiestan a su vez en conceptos que Occidente ha definido y establecido a lo<br />
largo de una dilatada historia: libertad, democracia, laicismo, religión,<br />
participación, revolución. Aún así, la fortaleza de ellos no debe ser vista en<br />
exclusiva desde la perspectiva occidental, desde la concepción europea. En<br />
occidente las instituciones democrático-representativas están establecidas (y con<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 264
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
distintos parámetros de desigualdad entre ellas) desde hace siglos y surgidas de<br />
profundas guerras, nacionalismos y ante todo de la revolución ilustrada que inició<br />
la ruptura entre la Iglesia y el Estado y estableció la primacía de la Razón como<br />
fuente de inspiración del individuo y la sociedad. Una Idea, la de democracia que<br />
alcanza a la definición dada por Aristóteles (Política 1317a), a su esencia o<br />
definición, cuando señala sus distintos modos: “Hay dos causas de que las<br />
democracias sean varias; en primer lugar... que los pueblos son distintos (uno es<br />
un pueblo de agricultores, otro es un pueblo de artesanos, o de jornaleros, y si el<br />
primero se añade al segundo, o el tercero a los otros dos, la democracia no sólo<br />
resulta diferente, porque se hace mejor o peor, sino porque deja de ser la<br />
misma)”.<br />
La “traducción” al mundo árabe de este bloque de ideas y conceptos no<br />
debe impedir observar cómo son interpretadas, sino ejercidas, en su misma<br />
implosión en las revueltas del Magreb y el resto de países árabes. Como tampoco<br />
puede obviar la propia reflexividad ausente ante ciertos conceptos e ideas<br />
occidentales adscritos a una creciente mitología sustancialista. Convenimos en<br />
que la democracia no es un concepto absoluto, una idea fija, unívoca, descifrable<br />
por ella misma (como hemos subrayado en el caso de Aristóteles). Podríamos<br />
decir: es una idea fijada a unas variables diferenciadas incluso en los distintos<br />
Estados occidentales. No es posible, a nuestro juicio, hablar de una Democracia<br />
ideal (como si fuera una plantilla estándar) sin caer en un fundamentalismo<br />
democrático como tampoco de una Libertad; en las revueltas del Magreb, Egipto,<br />
Siria, etc., han estado presentes estas ideas producto, en verdad, del largo proceso<br />
de colonización, de los nacionalismo árabes y de las posiciones socialistas al<br />
término de la independencia real de los países árabes.<br />
Por tanto, ¿cuál es la idea de democracia, incluso la de libertad, presente<br />
en las revueltas de los países del norte africano? ¿Cuál es la “democracia” que<br />
desde Europa se postula debe asumir el Oriente árabe? Nos apresuramos a<br />
señalar que ningún país árabe, ninguno, puede ser considerado como un régimen<br />
demócrata ni un país libre, al menos desde parámetros ideológicos occidentales. Y<br />
la idea de democracia proclamada en las revueltas tunecinas, sirias, libias o<br />
egipcias tiene la referencia original occidental, con su metonímica carga de<br />
confusión ideológica y puntos de vista ejercidos de modo distinto incluso por<br />
quienes mantienen posiciones ideológicas fundamentalistas demócratas.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 265
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
b) La discusión de los anteriores conceptos conciernen en verdad al centro<br />
neurálgico de la sociedad árabe, a los problemas internos de su singular<br />
estructura tribal, multiforme, desigual entre los pueblos árabes. Una democracia<br />
que sin alcanzar el pesimismo occidental, muestra la debilidad tanto de los<br />
estados árabes como de la sociedad civil: la conjugación de los intereses de clase<br />
integristas, islamistas, con los poderes fácticos del mercado interno y externo; una<br />
política exterior inane sin que hasta el presente la supeditación a los intereses<br />
económicos occidentales (UE y EE.UU) se haya puesto en juicio; la posición nada<br />
insoslayable de una educación fundamentada en los principios del Corán; y en<br />
fin, la presión interna entre facciones (en su caso partidos) disociables entre un<br />
musulmanismo reformista o moderado y un islamismo integrista como el de los<br />
Hermanos Musulmanes, en órbita semejante al movimiento de Hezbolá o Hamás.<br />
Sin poner entre paréntesis al Ejército en tanto fuerza garante de la institución del<br />
estado, la creencia de los islamistas y sus reivindicaciones señalan, a nuestro<br />
juicio, las dificultades de la sociedad egipcia o la tribal libia para asumir esa Idea<br />
de democracia occidental: la segregación por sexos, la posición inferior en<br />
derechos de la mujer en una escala familiar y social inferior, la misma concepción<br />
teocrática, la autoridad religiosa del imán y, en definitiva, el choque entre la ley<br />
islámica y la ética y moral occidental. La participación en la sociedad egipcia de<br />
los islamistas es lo suficientemente arraigada, implantada e incuestionable como<br />
fuerza social (20 % de los votos en elecciones fraudulentas) como para poner en<br />
compás de espera el pretendido deseo democrático del pueblo egipcio, por<br />
ejemplo, manifestado durante las jornadas de ocupación de la plaza Tahrik de El<br />
Cairo.<br />
c) ¿Por qué entonces considerar que una visión armonista se sustrae a la<br />
objetiva visión del mundo árabe? No por cuestiones de carácter ideológico<br />
socialista o popular o por prejuicios políticos o cuestiones que afecten a las<br />
relaciones culturales y económicas entre Oriente y Occidente. Quizás porque el<br />
relativismo cultural y el etnocentrismo han sido construidos en una nebulosa<br />
ideológica o sociológica para imprimir el desencuentro entre dos sociedades, sino<br />
porque el propio carácter desigual, internamente enfrentado entre las dos<br />
civilizaciones desde el proceso de construcción histórica de ambas sociedades ha<br />
impuesto dos formas antagónicas de vida, de conciencia, de visión del mundo,<br />
religiosa y civil enfrentadas desde sus inicios, y bajo distintos formatos,<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 266
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
consolidada, involutiva o evolutiva según los distintos países, desde su<br />
nacimiento.<br />
La cuestión no puede ser planteada, a nuestro juicio, en términos<br />
exclusivos, tampoco maniqueos. El Islam crea al individuo, construye el ethos<br />
individual, personal (aunque no exclusivamente) como “agente vertebrador” (si<br />
seguimos a pensadores como Abderrahmán Mohamed Maanán o el tunecino<br />
Moncef Chelli). La línea fronteriza entre un Islam fundamentalista y otro<br />
“moderado” no puede esconder el fundamento de ese ethos tal como lo expresa<br />
M o h a m e d M a a n á n ( “ E l I s l a m a n t e e l f u t u r o ” ,<br />
ww.identidadandaluza.wordpress.com, 4-febrero 2011) inspirándose en Chelli:<br />
“El Islam es conformador de una relación con el entorno y con uno mismo que va<br />
más allá de lo opcional (…) El Islam es el reino del musulmán, el lugar en el que<br />
puede ser libre y creativo, y fuera de él pierde por <strong>completo</strong> el sentido de sí<br />
mismo”. El Islam ya no será sino el constructor de ese territorio como individuo o<br />
como pueblo sino como el lugar “indiscutible”, y justamente en la medida que<br />
forma el lenguaje mismo del musulmán, sin opción porque la propia opción ha<br />
quedado fuera de todo contenido lógico occidental.<br />
Ya en la Argelia independiente Ben Bella definió en la Conferencia del<br />
Consejo Islámico de 1985, los principios que fundamentaron el espíritu que<br />
animó y motivó tanto a la lucha por la independencia de Francia como a<br />
consolidar el régimen establecido: el Islam es el que regula, anima y motiva tal<br />
impulso, el que aglutina la fuerza de la verdad reguladora de la conducta ética y<br />
moral. Así lo expresaba: “En ese terreno fecundo hunden sus anclas nuestras<br />
motivaciones profundas, nuestras latencias. Es nuestro santuario. Cuando<br />
debemos realizar un gesto capital, un esfuerzo supremo, cuando el muro de<br />
nuestras certezas se desmorona y los golpes llueven sobre nosotros y nuestro ser<br />
profundo es amenazado, entonces nos volvemos a ese santuario en el que<br />
buscarnos refugio y retomamos aliento para poder seguir con fuerza nuestro<br />
combate”.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 267
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
Cuestiones críticas<br />
A nuestro juicio, las piezas sobre las que se edifica el nuevo orden<br />
revolucionario en los países árabes conciernen a diversos ámbitos que afectan a<br />
las distintas capas de la estructura de la sociedad:<br />
1) de orden religioso: el monoteísmo musulmán es disociable del<br />
monoteísmo cristiano. Aunque su origen queda referido al mundo religioso<br />
semítico, tiene un componente sustancial filosófico griego aristotélico cuya<br />
diferencia es sustancial tanto del judaísmo como de la constitución del<br />
cristianismo de raíz helenística. El componente ético y moral primará en un<br />
principio sobre el orden político estableciendo la agrupación tribal y la expansión<br />
de la verdad revelada a Mahoma tal como queda dispuesto en el Corán (Las dos<br />
ramas originarias medievales, la sunita y la chiita se diferenciarán más por sus<br />
orígenes que por su dependencia a los fines marcados por la ortodoxia islámica).<br />
Un estudio como el realizado por el escritor Tahar ben Jelloun, El Islám<br />
explicado a los niños (2002) nace con la pretensión de hacer accesible el<br />
pensamiento del Corán (por extensión, de la Sharía) y actualizar el legado de<br />
Mahoma. Ben Jelloun, francófono nacido en Fez, Marruecos, ha logrado una<br />
visión distinta de las relaciones oriente-occidente, abierta y “liberal” si se quiere.<br />
Sin embargo, el libro de referencia mantiene ese principio religioso que, bajo<br />
nuestro criterio, esconde una de las variables del desequilibrio islamista-político<br />
musulmán: el sentido religioso islamista queda indemne por más que el esfuerzo<br />
de renovación del autor se proponga disolver (actualizar, evolucionar en sus<br />
palabras) la raíz misma de la religión coránica. Acaso porque esa disolución es<br />
imposible sin destruir el propio sentido de la religión.<br />
Diversos factores han contribuido a ese orden al que nos referimos. Tanto<br />
políticos como religiosos (y el ejemplo paradigmático puede ser la posición<br />
referida más arriba por Ben Bella). La fuerza de la religión musulmana ha sido<br />
construida bajo la presión ética y política del libro sagrado Corán (compendio<br />
conductual, moral) y la Sharía o leyes en un espacio árabe, la Umma, diseñando<br />
el ser y estar, junto a la Sunna que no es sino el porvenir, de unos pueblos cuya<br />
evolución queda históricamente definida en sustratos económicos y políticos de<br />
difícil convivencia tanto entre los propios países árabes como en las relaciones<br />
con occidente. Umma actualmente impregnada de la disparidad de posiciones<br />
árabes y en crisis de identidad. El libro sagrado El Corán, su letra-grafía y<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 268
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
escritura, su aniconicidad, subyace intelectual y religiosamente en el individuo<br />
creyente con una fuerza superior a la creencia en la Biblia: hasta el presente en<br />
cuanto libro sagrado constituye un obstáculo en la prevalencia del logos o ha<br />
impedido establecer el dominio de la razón y el laicismo para alcanzar un estadio<br />
que bien podía ser denominado Ilustrado o de Renacimiento árabe. Este marco de<br />
“identidad” queda sustraído a cualquier otro proceso en el que ciudadanos o<br />
individuos, o regímenes tribales luchen contra los gobiernos corruptos en nombre<br />
de la libertad. Visto desde otro punto de vista puede interpretarse como la<br />
debilidad institucional a la que están sometidos cualquiera de los países del orbe<br />
árabe.<br />
Item. El Corán es un compendio-tratado cerrado históricamente, cuya<br />
hermenéutica, al lado de la Sunna, frena toda posible adaptación al resto de<br />
componentes sociales, políticos y culturales a los cuales está sometida, en mayor o<br />
menor grado, una civilización. Lo hemos visto anteriormente con el análisis del<br />
estudio de Tahar ben Jelloun. Ni siquiera apelando al mito de las tres culturas<br />
“en convivencia” en la España medieval ni a la libertad religiosa, el Corán resiste<br />
un análisis sobre su vigencia actual racionalista (y no sólo por la resistencia de la<br />
legislación islamista al concepto de democracia); por el contrario, a nuestro<br />
juicio, es un impedimento a los avances democráticos. Incluso la propia lengua<br />
(hablada y escrita) queda sometida al influjo del estancamiento productivo y<br />
filosófico tanto como a la regulación, expansión, formación y discusión en el<br />
ámbito del pensamiento crítico, no en otros ámbitos (como es sabido el orden<br />
literario poético ha sido muy productivo en la historia de oriente). Las polémicas<br />
de los últimos años acerca de la influencia griega en el pensamiento árabe en la<br />
Alta Edad Media mide exactamente el aserto anterior así como la pertinente<br />
identidad del orbe musulmán ajeno, en su raíz, a la trayectoria del pensamiento<br />
europeo (recuérdese que los libros morales aristotélicos no fueron traducidos al<br />
árabe por su incompatibilidad con el Corán. La tesis fuerte de Sylvain<br />
Gouguenheim puede reforzar lo dicho hasta ahora (Aristóteles y el Islam, 2008,<br />
p.74) y evidencia el estado de cosas establecido hasta el presente: “Cuando<br />
hablamos de “cultura árabo-musulmana” para los siglos VII al X estamos<br />
cometiendo un anacronismo o recurriendo a un truco , porque entonces aquella<br />
cultura apenas era musulmana y no fue árabe más que de forma indirecta. En<br />
realidad era en gran medida cristiana y siriaca.” Acaso por no poder asimilar las<br />
distintas variables que a lo largo de la historia construyeron la concepción del<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 269
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
mundo árabe, la polémica entre pensamiento occidental-griego y mundo reflexivo<br />
árabe han marcado la distancia racional que los separa. Gouguenheim lo<br />
expresaría en estos términos: “Las dos civilizaciones, la de la Grecia antigua y la<br />
del Islam clásico, no se mezclaron … En resumidas cuentas, en la Edad Media el<br />
Islam no se helenizó, del mismo modo que Occidente no se islamizó” (op. cit., p.<br />
147). La desmitificación llega a establecer este aserto: “Durante más de tres<br />
siglos, entre el VII y el X, por tanto, la ‘ciencia arabo-musulmana’ de Dar al-<br />
Islam fue en realidad una ciencia griega por su contenido e inspiración, y siríaca,<br />
y después árabe, por su lengua. La conclusión es clara: el Oriente musulmán se lo<br />
debe prácticamente todo al Oriente cristiano. Y es esta deuda la que solemos<br />
pasar por alto en la actualidad, tanto en el mundo musulmán como en el<br />
occidental” (pág. 90).<br />
2) El orden cultural, lingüístico y escritural aísla las dos civilizaciones: Alá<br />
no es el Dios católico; la lengua árabe no es la lengua occidental romance (ni la<br />
latina o griega). El freno a la innovación, al racionalismo crítico, al poder de la<br />
palabra y la dialéctica fue cercenado desde el ordenamiento de las madrazas,<br />
cuando se impuso la ortodoxia religiosa en distintas fases de la edad media y se<br />
impidió la libre disposición intelectual. La cuestión es grave porque a lo señalado<br />
hasta ahora debemos subrayar los intentos de intelectuales musulmanes sobre<br />
todo los de universidades francesas e inglesas y americanas por percibir en el<br />
Corán y la Ley Islámica las fuentes principales para resolver el enfrentamiento<br />
entre la razón, ijtihad, y los principios doctrinales islámicos. El deseo de regresar<br />
a la razón árabe medieval que presidía el avance matemático y filosófico, según<br />
ellos, se considera como hilo conductor para servir de guía a la actual renovación<br />
racional de los principios científicos, del inmovilismo en el que ha quedado<br />
subsumido el pensamiento musulmán. Difícil tarea cuando el Corán y la Ley<br />
islámica son corpus cerrados en los cuales la adaptación o reinterpretación a los<br />
nuevos tiempos requiere de un esfuerzo intelectual cuya única salida, a nuestro<br />
juicio, es disolver el Islam y eclipsar el Corán con lo que ello lleva consigo:<br />
reconocer la doctrina moral y científica desprendida de las normas y concepciones<br />
históricas islamistas como caducas frente al espejo del avance tecnológico,<br />
político e ideológico occidentales, al que se constata como referente. En otras<br />
palabras, ir más allá de la letra de los textos hasta proponerse hallar el espíritu de<br />
ella y superarlo es empresa harto compleja, difícil de asumir en la Umma y<br />
sociedad árabe. Un ejemplo de este deseo, más que intento práctico, puede<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 270
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
encontrarse en el sugerente artículo de Fatima Agha Al-Hayani “Islam and<br />
Science: Contradiction or Concordance”, publicado en la revista Zygon de<br />
Chicago (vol. 40, nº 3, septiembre 2005). Fatima aboga por ese espíritu crítico,<br />
por esa razón ijtihad de la que se pide un protagonismo tanto de los imanes como<br />
de los intelectuales para servir a la renovación de la humanidad.<br />
Aun así, y por subrayar los anteriores argumentos que describen esta<br />
situación, señalamos algunos datos. Respecto a la herramienta de especulación<br />
intelectual podemos referir algunas características relevantes: la lengua y el<br />
desarrollo de la escritura alfabética, aunque de origen semítico y nabateo, han<br />
quedado diferenciadas del alfabeto fenicio y griego (puede consultarse nuestra<br />
Tesis doctoral El Escriba Sagrado. Antropología materialista del origen de la<br />
escritura, 2009). Una serie de datos actuales, consecuencia de la raíz histórica<br />
lingüística referida, permiten aclarar la gravedad de los hechos a los que nos<br />
referimos. En el año 1996 fueron publicados cerca de 2.000 libros, cifra que<br />
representa el 0,8% de la producción editorial mundial. Sin embargo, la lengua<br />
árabe es materna en más de 300 millones de personas. Reseñemos el análisis que<br />
Fathi Khalil al-Biss vicepresidente de Arab Publisher Union realiza en el AHDR<br />
2003: “La publicación de libros árabes está en crisis. Decrece el <strong>número</strong> de<br />
nuevas publicaciones y también el de copias de cada una, alcanzando en algunos<br />
casos unos pocos centenares de lectores. Esta tendencia hace inviable la industria<br />
del libro árabe. Las grandes editoriales han dejado de publicar libros científicos y<br />
culturales serios y de calidad que contribuyen al avance del conocimiento y a su<br />
difusión”.<br />
3) El desarrollo productivo de los países árabes es el 10 % de la totalidad<br />
de Occidente europeo. El índice de pobreza se dispara, el subdesarrollo cultural<br />
roza los límites mínimos asimilados desde Occidente. Como consecuencia de los<br />
dos apartados anteriores, el desarrollo económico y social ha impedido situar a<br />
las sociedades árabes en un nivel superior desde la Edad Media europea hasta el<br />
siglo XXI. Según los últimos estudios el índice demográfico en las zonas de<br />
conflicto árabes se disparará en las dos próximas décadas. A estos datos hay que<br />
sumar la subida de los precios del azúcar, cereales, semillas; la caída de la<br />
producción en los países del Este, como es el caso de Rusia, ha repercutido en los<br />
países del norte africano. Hechos estos que junto a la subida de los aranceles,<br />
afectan de modo especial a los países del tercer mundo y a África en particular.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 271
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
Tales hechos reales, constatables se mantienen en gran medida como agravantes<br />
para establecer una política gradual de convivencia en la geografía mediterránea.<br />
Tal situación no debe obviar la decadencia en cuanto poder económico y<br />
político de los países europeos en el resto del mundo. Organizaciones europeas se<br />
decantan en un porvenir donde el centro de decisiones sufrirá un cambio de<br />
registro en los centros de dominio. Tales interpretaciones descansan en la cuestión<br />
central del equilibrio de las civilizaciones, más en concreto, la occidental o<br />
europea y la árabe, que sufrirían esta decadencia recordándonos, con todas las<br />
correcciones y cautelas pertinentes, los estudios de Spengler, Barzum o Toynbee<br />
en su análisis sobre la decadencia de Occidente.<br />
Por tanto, el posible poder u organización universal será difícil que lo<br />
asuma una Europa disgregada, como hemos señalado más arriba, y menos la<br />
ONU en tanto ese cuerpo llamado Europa no es sino una “biocenosis” de estados<br />
con intereses distintos. Y del otro lado del Mediterráneo los países árabes<br />
enquistados en siglos de luchas y retraso económico y político (sin manifestar<br />
aquí ningún tipo de etnocentrismo o relativismo) complican más el porvenir,<br />
máxime cuando tales datos se agudizan en la inmigración hacia países europeos<br />
desencadenando el fragor multiculturalista, con el peligro de que ideólogos y<br />
políticos demagogos asuman una integración difícil de resolver en su raíz distante<br />
y distinta pero culturalmente inexcusable.<br />
4) El avance tecnológico occidental ha incidido en los países árabes como<br />
máscara y medio para establecer una cuña entre las aspiraciones de dignidad y<br />
salida de la pobreza del mundo árabe. Las ideas de democracia, igualdad y razón,<br />
propias de Occidente desde la Ilustración (por situar el hecho revolucionario en<br />
un momento histórico concreto) ¿deben conciliarse en el mundo árabe y<br />
contrastarse con los principios religiosos coránicos para construir un modelo<br />
funcional operativo? Los riesgos de tal apuesta son muy evidentes. Es muy<br />
arriesgado histórica y filosóficamente admitir la Idea de democracia como<br />
absoluta, cerrada y definida. No es una idea unívoca, antes bien es adjetivada<br />
(democracia griega, democracia burguesa, democracia obrera, democracia real,<br />
etc,…). La inclusión de esa Idea confusa, caótica, dispar y ambigua (por más que<br />
se quede en algunos de sus componentes: elección libre de partidos políticos,<br />
asunción del poder por elección, disolución de la monarquía autoritaria) en las<br />
sociedades árabes debe ser reconstruida a la vista de los tres primeros apartados.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 272
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
No son pocos los escritores que aún no han debatido la idea de democracia,<br />
deshilando su mitología. El escritor de origen libanés Amin Maalouf afirma (Efe,<br />
Ecodiario 02/10/2009 ): “Los derechos humanos deben ser iguales. No hay<br />
territorios que merezcan democracia y otros no” (…) [no hay] “regímenes<br />
impermeables a la democracia”. Subraya aún la frase afirmando que “la<br />
democracia sí se exporta. Es un producto de exportación importante. No hay que<br />
exportarla por la fuerza, sino con respeto y dignidad al otro, y no con ejércitos de<br />
ocupación”. Mohamed Amayra en el diario jordano Al Ray expresa la<br />
desconfianza de los países árabes y sus gobiernos a la hora de establecer<br />
instituciones democráticas: “la sociedad no se fía ni de la Europa Occidental ni de<br />
Estados Unidos, entidades que le han dejado una mala herencia después de tantos<br />
años de colonialismo y dominio militar, económico y político que siguen hasta<br />
cierto punto en el Líbano, Siria y Palestina”. Pero el peligro de una deriva<br />
islamista está presente en las revueltas. Gustavo de Aristegui subraya este peligro<br />
(Club Internacional de Prensa, Madrid (15 abril 20011): “Ninguna de las<br />
revoluciones ha sido planificada por ellos. Pero una vez arrancadas las revueltas,<br />
sí han jugado un papel en la organización (…). La reivindicación de las protestas<br />
ha sido la de decirle al mundo: quiero ser árabe, musulmán, ciudadano, libre y<br />
demócrata. Y nada de esto es incompatible”. Y ello sin dejar de reconocer que “el<br />
islamismo como ideología no sólo es compatible con el capitalismo, sino que el<br />
propio Corán consagra la propiedad privada”.<br />
En el marco de estas posiciones, por lo que respecta al alcance de las<br />
revueltas y la posición islamista ante ellos Gustavo Bueno (“La obsesión de la<br />
Yihad”, El Catoblepas, nº49-3-2006) advierte el peligro de los islamistas:<br />
“¿Acaso los musulmanes yihadistas, si siguen siéndolo, podrían dejar de luchar,<br />
aunque hubieran llegado al Estado del Bienestar, integrándose en la sociedad<br />
globalizada, en pacífica convivencia con las demás religiones y culturas? ¿Tiene<br />
sentido siquiera la expresión ‘Islam democrático’, al modo de las democracias<br />
parlamentarias del Occidente capitalista, si el Islam mantiene sus principios<br />
dogmáticos del Corán, o cuasi dogmáticos de la Sharía, es decir, si sigue siendo<br />
fiel a sí mismo?” Para añadir a continuación: “El Islamismo, si sigue fiel a sí<br />
mismo, es insoluble en el agua bendita del cristianismo, a quien ellos han<br />
considerado secularmente como blasfemo, y precisamente por sus dogmas más<br />
fundamentales: el dogma de la Encarnación y el dogma del Corpus Christi”.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 273
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
Los sondeos de junio de 2010 elaborados por Pew Research Center<br />
(incluso los denominados “papeles de Wikileaks” sobre la situación egipcia y la<br />
democracia y por lo que concierne a la tenue conciencia democrática de los países<br />
árabes) son elocuentes: cerca del 90% de los musulmanes en Egipto está a favor<br />
de la aplicación de la Sharía, la lapidación o la pena de muerte por conversión<br />
religiosa. En el resto de países, con sus peculiaridades, la fuerza del islamismo o<br />
de los musulmanes moderados sin experiencia democrática occidental se mueven<br />
entre organizaciones no sindicales o fuerzas de izquierda minoritarias (el Partido<br />
del Trabajo Patriótico y Democrático de Túnez, y la Corriente por la Renovación<br />
socialista de Egipto). Slavoj Žižek en The Guardian (1 febrero 2011) representa<br />
un ejemplo de esta efervescente discusión sobre la importancia del<br />
fundamentalismo en las revueltas. Para Žižek la hipocresía de lo liberales<br />
occidentales no tiene la misma vara de medir sobre el apoyo a las democracias en<br />
los países árabes. Sin embargo, la importancia del argumento de Žižek reside en<br />
no cuestionar la importancia y la fuerza del fundamentalismo islámico en las<br />
revueltas. Ese es el extremo que parece obnubilar a los intelectuales occidentales y<br />
árabes.<br />
Coda final<br />
Es justamente en esta dialéctica entre Oriente y Occidente, y en las propias<br />
contradicciones de los gobiernos europeos (Francia, Inglaterra, Alemania) donde<br />
cabe subrayar las distintas opciones, interpretaciones o decisiones que toman las<br />
élites intelectuales, los estados y organizaciones así como partidos políticos<br />
(donde tienen una estable presencia). Desde el “choque de civilizaciones”<br />
planteado por Samuel P. Huntington a la “alianza de civilizaciones” ideada por el<br />
Gobierno socialista de España y suscrita por diversos gobiernos europeos y<br />
americanos queda la fragua de lo que se ha denominado “real politik” y la<br />
inestable confluencia de la segunda opción con la inevitable globalización e<br />
interdependencia económica de los países del primer mundo y el tercer mundo.<br />
Los Estados europeos y la ONU en particular conforman un vasto territorio ajeno<br />
a una unidad política, a la toma de decisiones ante las rebeliones de los pueblos<br />
contra los dictadores. La decisión de Naciones Unidas de intervención militar en<br />
el conflicto bélico libio son susceptibles de distintas opiniones o juicios, pero<br />
sobre todo sobrevuela aún la idea ejercida de “choque de civilizaciones”, por más<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 274
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
que esa idea misma sea considerada desde un punto de vista etnocentrista. Sin<br />
embargo, habría que recordar, a la vista de las críticas recibidas por Naciones<br />
Unidas por la “falta de reflejos”, desunión, “incapacidad operativa”, etc., que de<br />
facto, la ONU es un conjunto de estados con intereses diversos entre sí y respecto<br />
de los Estados árabes, por más que en ellos primen los dos principios reguladores:<br />
el respeto a los derechos humanos y la intervención militar en casos extremos de<br />
genocidio sobre la población. Tomar una decisión ante los graves acontecimientos<br />
no debería ocasionar confusión, a menos que no se entienda convenientemente ni<br />
su origen ni el funcionamiento de la ONU y se piense en una metafísica capacidad<br />
de decisión unitaria. Si aplicamos el criterio pragmático de la real politik y no la<br />
creencia en una nebulosa o cielo de Ideas, no cabe términos medios, ni considerar<br />
ingenuamente la actuación de Naciones Unidas (al amparo de la orden nº 1973)<br />
de “debilidad”, ni de una posible instauración de “un protectorado” como<br />
postula o profetiza un sector de la izquierda española. Un análisis más ponderado<br />
tendría presente la evidencia de un etnocentrismo occidental (representado por la<br />
carta de los Derechos humanos y un sistema capitalista de facto), de una<br />
“democracia” (acaso ejerciendo el fundamentalismo democrático al que nos<br />
hemos referido), un multiculturalismo crítico… y un genocidio que pide de las<br />
instituciones europeas firmeza y unión, sin menoscabo de plantear una crítica<br />
ideológica más allá de una identidad árabe aún confusa y “esquizofrénica”.<br />
No creemos necesario recordar los hechos históricos que han propiciado<br />
la construcción de Europa en relación con el mundo árabe, aparte de lo<br />
enumerado en anteriores apartados. En su artículo “La Sociedad Árabe y la<br />
Esquizofrenia” Abd Al-Khaleq Hussein, reformista irakí, subraya, en la línea de<br />
otros pensadores tunecinos, marroquíes y argelinos el distanciamiento ideológico,<br />
político y cultural incrustado en el mundo árabe. Sucintamente hemos señalado<br />
anteriormente la disociación ideológica y religiosa subyacente a la<br />
desestabilización de los pueblos árabes.<br />
Aunque en este punto conviene establecer algunas precisiones. La crítica a<br />
la carta y Declaración de los Derechos Humanos se afianza en la civilización<br />
occidental, no en el ciclo histórico del oriente árabe, nacida de la confrontación<br />
bélica de la Segunda Gran Guerra, y con un articulado de adscripción ética y<br />
moral antes que política o jurídica, que sería posterior a la aplicación de los<br />
Estados (en su fundamentación constitucional, legal, etc.). Tal Declaración, sin<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 275
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
menoscabo de su decisiva importancia en el mundo contemporáneo, está<br />
fuertemente pautada por las condiciones que permitieron su firma y el<br />
enfrentamiento de las potencias consolidadas a finales de los años cuarenta.<br />
Considerarla, pues, como una normativa cerrada sería como admitir, y sin<br />
retórica, el “fin de la historia”, rozar la pura especulación (quizás convenga<br />
recordar que ni la Unión Soviética, ni China ni los países satélites la aprobaron en<br />
su momento; como tampoco Arabia Saudí en desacuerdo con el concepto de<br />
igualdad humana entre géneros).<br />
Desde luego, parte de la prosperidad occidental, su implantación como<br />
modelo privilegiado en el mundo se ha sustentado, asentado, establecido y<br />
afirmado en confrontación política y económica con los países árabes (en<br />
distintos grados y épocas) y no sólo en el enfrentamiento árabe-cristiano. Esa<br />
lucha, ese dominio, está en la base del disfrute social y económico establecido por<br />
el estado del bienestar. El sistema democrático en Occidente presupone, sin atisbo<br />
de emitir un juicio de valor sino de hecho, el malestar histórico e institucional<br />
árabe. Sin que el proceso democrático occidental haya significado el impulso y<br />
mantenimiento de regímenes democráticos árabes. Esta cuestión, llave para<br />
comprender las revoluciones en los pueblos árabes de Oriente desprende el<br />
malestar cuyos resultados incumben a la secuencia de ciclos estudiados en 2005<br />
por Henri E. Hale, cambios en el régimen de liberalización del sistema y<br />
represión o contestación política durante otro ciclo. La respuesta de las revueltas<br />
conciernen a un proceso donde se podrá calibrar la profundidad de los cambios:<br />
si se mantienen esos ciclos en modo alguno reduccionistas, a nuestro juicio, la<br />
dinámica de estabilidad imprime un giro nuevo y rupturista. Ese es el reto que se<br />
vive en la actualidad en Túnez, Egipto, Libia, Siria o Yemen y con la ausencia<br />
(por lo demás lógica, como hemos señalado) de organizaciones políticas, partidos<br />
o grupos estructurados capaces de presentar una eficaz respuesta a la represión de<br />
las dictaduras y autocracias. En términos más precisos, superar el grupo en fusión<br />
de las primeras revueltas hacia unas instituciones que permitan consolidar<br />
orgánicamente las primeras manifestaciones y no romper la inercia deseada es<br />
difícil. El islamismo en sus distintas formas está afianzado en sociedades cuya<br />
mayoría es sunni, en amplios sectores de la población civil. Excluyendo una<br />
minoría de las clases medias, la población rural no tiene una conciencia<br />
ideológica más allá de su pobreza, entusiasmo por el cambio y sufrimiento<br />
dictatorial. Para alcanzar un estadio nuevo desde las revueltas cruentas que se<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 276
¿Revolución árabe versus democracia occidental? | Mariano Arias<br />
inician en febrero de 2011 y a las que no se ve fecha de caducidad, la lucha de<br />
fracciones islamistas, fundamentalistas y los partidos organizados con distinta<br />
base social tienen un reto delicado, largo en el tiempo y también difícil de<br />
consumar. Reto que acaso tenga que ver con la pretendida estabilidad social y<br />
política occidental cuya mirada hacia el mundo árabe tiene la réplica en una<br />
conjunción de ideas democráticas de difícil aplicación en sociedades marcadas,<br />
como hemos visto, por construcciones políticas y religiosas muy enquistadas<br />
históricamente.<br />
Acaso convendría, en referencia a lo expuesto hasta el presente, plantearse<br />
la desmitificación de historiografías, cultos y relaciones árabe-occidentales. Desde<br />
luego tal debate ya está abierto desde hace décadas, y en cada fase histórica surge<br />
de nuevo la legitimación o no del Islam como sociedad infranqueable, permeable<br />
o impermeable al avance científico, social, político impuesto desde la civilización<br />
europea u occidental. La tesis fuerte que aquí podemos exponer, a modo de coda<br />
final, circularía entre el estancamiento de las soluciones políticas de los países<br />
árabes (en mayor o menor medida según de qué país se trate) y la primacía<br />
histórica, de pensamiento y de lengua occidental impregnando aspectos relevantes<br />
de la cultura musulmana y árabe. No de otro modo se pueden comprender las<br />
expectativas a las revueltas árabes sin una perspectiva europea y occidental.<br />
En otras palabras, la relación entre la dos civilizaciones nos parece, en la<br />
actualidad, no tanto como conflictiva a corto plazo sino revolucionaria y<br />
condicionada a la estabilidad sólo con la participación occidental, con lo que ello<br />
lleva consigo, la desestabilización del orden del pensamiento y acción política<br />
árabes. Pero acaso también el nuestro, el “occidental y cristiano” y su<br />
postdemocracia.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 277
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
Arab Revolution versus Western Democracy?<br />
About riots in Arab world<br />
Mariano Arias<br />
Writer & Doctor of Philosophy<br />
Introduction<br />
Disturbances in North Africa, Syria, Yemen or Bahrain, the war in Libya,<br />
happen under the request of a disillusioned generation, with no horizon of job. It<br />
is an underdeveloped population who is being immersed in “linguistic” computer<br />
phase and in the permeability of technological and scientific progress of the West<br />
in the context of Muslim society with dictatorial and autocratic political regimes.<br />
They have been involved in a fight of wide sectors of civil society against<br />
autocratic governments installed in power for decades while the population were<br />
suffering and supporting the swinging of economic crisis. Political<br />
authoritarianism, absence of civil rights, the lack of parties and representative<br />
trade unions...in short, the minimum conditions that any western government<br />
maintains, complete the frame of the disturbances. With different versions and<br />
situations, as per of political implementation, economic resources and social<br />
instability degree (unemployment, poverty), the conflict (confrontation) between<br />
society and state in East regions seems to have started a path of no return and<br />
with vague implications (consequences).<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 278
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
The present study is just a reflection about the differences, insurmountable<br />
in many cases, between two cultural worlds whose “institutions” differ even<br />
dialectically. Symbolic institutions as monotheistic religion, symbolic institution<br />
“of the body” or “symbolic institutions of the tongue”, which is not merely a<br />
semiotic system, etc…we place them in this collection of differences. That is why<br />
the symbolic institutions that concern to the policy can be essentially disparate,<br />
although “formally” could resemble or run as desirable, and usually we refer to<br />
the terms we will use: democracy, human rights, etc…<br />
Because of that reasons, mainly, it is so complicate to analyze critically the<br />
established conflict in that societies without taking into account, ideological,<br />
religious and economic factors that underlie historically also in the different<br />
regions or states as in Western thought, since the seventh century until European<br />
colonization and the subsequent legacy of economic dependence, but also the<br />
affected institutions in their relationship with the Arab countries themselves. The<br />
impact of these ideologies, political subversion and affections, wars of conquest<br />
and philosophical Arab paradigms left to the history as poisoned legacy from the<br />
decolonization process.<br />
But also in that state of historical volatility, legacy has emerged (sometime<br />
infected) of mythologies, stories, ceremonies, images, with colonialist, imperialist<br />
and religious justifications etc…which have come to constitute the body of<br />
thoughts from different critical studies when it is necessary to analyze, argue and<br />
act.<br />
Does this mean that recent disturbances born, supposedly, from a western<br />
wedge, inserted in Islamism cave, radical Islam? Is possible to fall into these<br />
points of the ethnocentric or multicultural dialectic, even if the uncertainty of the<br />
process of “liberation” could be firm and the instability of the region and the<br />
Arabic countries do not have a consumption date.<br />
Occidentalism has been called into question over the last century and also<br />
orientalism has also caused no little controversy. However, we should review all<br />
the concepts. This is the aim of this article, elaborated along the lines of the rapid<br />
developments of the immediate present. And not forgetting mythological burden<br />
(load) of Arabic world, in their relationship with the west (and vice versa) to<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 279
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
establish a criteria where the riots are free of false o tendentious proclamations<br />
that are involved sometimes in ethnocentric or relativism positions.<br />
Such Occidentalism face up against to the space where it reaches the<br />
process of person and Arabic Muslim citizen: the Ummah makes sense, as we will<br />
see in the right moment, to the constitution of human being in Islam. That<br />
“other” Arabic could not be only just the mirror where is reflected the ideological<br />
"Judeo Christian” space, where we have been living as westerns. Moreover, the<br />
uniqueness of such a confrontation reveals the European thoughtless about the<br />
terms in the present Arabic conflict: institutionalization of democracy as<br />
“fundamentalist ideology”, the uniqueness of the state, the concepts of science,<br />
technique and politics, etc.<br />
The enumeration of these confronted concepts, as well as the absence of<br />
criticism from both the Eastern Arab world and the West are the axis around<br />
revolves the future of the conflict in the Arab world. Perhaps the “confluence” of<br />
normal events like the one which correspond to the ethical or moral issue,<br />
poverty (misery) or state tyranny left on the limit of this confluence. However,<br />
Western concepts seem to be enough to measure and interpret the Arabic reality.<br />
Problems of interpretation<br />
The difficulty (and diversity of arguments and theories discharged from the<br />
west and the Arabic world) to find solutions to a latent and entrenched conflict,<br />
as we suggested above, perhaps, it is, not because we have not the right<br />
intellectual tools to established criteria but because history of the Arabic countries<br />
is so embedded in western history as the concepts used in the relations of<br />
abstraction and analysis. Such issues demand an ideological, political and<br />
economic abstraction criteria to assimilate the facts in these first months of 2011,<br />
and even to get conclusions before a process of transition towards non autocratic<br />
regimes (from the Western point of view).<br />
As it has been established at Said’s critique, under the term “Orientalism”,<br />
it keeps in the West until presenting, a controversial vision of Arabic world,<br />
colonizing and inflexible, unyielding and vice versa. The view from the Arabic<br />
world from Europe and West tip up from the cultural disadvantage, scientific and<br />
mute progress until technological, researcher and intelectual dependence which<br />
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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
has become, in words of different Maghreb’s thinkers in a “schizophrenic” vision<br />
about themselves, in an impotence for building an identity.<br />
In a lot of articles, studies and reviews of different complexion from the<br />
disturbances in Tunisian still are keeping this pattern of thought. It is possible to<br />
put forward a comprehensive state of affairs, although is established a repertoire<br />
of approaches that would achieve certain criteria and conclusions capable of<br />
allowing a trial.<br />
1. Western ethnocentric vision occupies several of the reflections in<br />
progress: the Muslin religious and ideological roots are being questioned by<br />
columnists and editorial betting for a democratic drift (of which we must exclude<br />
Herrero de Miñón article “The quality of the waves”. Sometimes it has focused<br />
analysis with a supposed breaking of Arab civil society and its approachment to<br />
European political and ideological principles –in short, democratic. Alan Badiou,<br />
from an extreme radicalism set out the universality of “communism in<br />
motion” (sic) as a result of disturbances and a design for a revolutionary future,<br />
perhaps throwing an uncomfortable but ineffable question: is Islam compatible<br />
with western world? This fact bring it up a enormous puzzles and problems that<br />
are not considered, as raised by this revolutionary universalism in the name of<br />
humanity, which we can say seriously, it does not exist. Sectors of the left in<br />
Spain keep similar devolutionary scheme speaking of peace and war as absolute<br />
terms, substantializes, at least questionable given under the urgency of an<br />
immediate peace to the conflict. Without falling into the Manichaeism, Robert<br />
Fisk’s position serves an example of the kind of vision. In our view distorted by<br />
ignoring that ethnocentrism is not a value judgment but a fact: it can not be<br />
possible to advocate in the Arab countries a change without having in mind an<br />
undeniable fact in the ideological economic, religious, and cultural distance,<br />
Muslim or Islamic.<br />
2. Other positions contrast with Fisk’s ones. Without taking into account<br />
interculturalists positions of Bernard Lewis or Fuad Ajami (the first one,<br />
ideologue of military invasion in Iraq) we should consider the cultural breakage<br />
as the touchstone we need to resolve. Therefore it is difficult not to ponder<br />
Bernard Lewis’s analysis, if we contrast the objective difficulty of Islam<br />
renovation in its state religious structure. Neither the topics that European<br />
publishers refer, seems to carry out the requirement of objective argumentation<br />
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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
before the big (fracture, split) established between two cultures, as well as the<br />
confirmation of the Arabic political inequality, the absence of a stable political<br />
representation for the Arabs and the violent representation of Muslim<br />
dictatorships, in that of political and economic interests are not homogeneous, as<br />
it is not the society, whose rebel against dictatorship ruling: Tunisia, Libya,<br />
Egypt, Syria, Jordan, Bahrain, etc. If it is possible to find a common (general)<br />
reason, it is also logical and necessary to point out that the disturbances are not<br />
spontaneous but massive, autonomous, and where a large sector of the<br />
population, mostly young, without a clear intellectual and political awareness,<br />
have reached a higher degrees of rebellion and protest against the bloody and<br />
dictatorial oppression of autocrats. That individual consciousness, in some cases<br />
collectively, may be conducted or promoted by a group or political party, not<br />
exclude that in the Arab political landscape, claim rights may have a reflection in<br />
the political and trade union organizations. It is possible to find the obvious<br />
danger that Islamist groups may be erected in forces able to impose their<br />
theocratic principles. The history of the Arab countries since decolonization in the<br />
sixties and seventies allow us to think of such an output. Joseph M. Cachia on<br />
“Whither Now Egypt” (Palestinnechronicle.com, April 26, 2011) express the<br />
concern of fate in the Egyptian revolt to the pressure of American power, fearful<br />
of the “independence” of the people, from “secular nationalism” or a drift that<br />
leads to an intransigent Iran. Is the installation of a real democracy can break ties<br />
with the West so concerned?<br />
3. Intellectual and active division from a so called left have not been able<br />
to interpret in a fair extend the disturbances. We could ascribe this kind of left<br />
positions to a politic vision, with the entire thing the concept involve: ideology,<br />
ideological commitment, etc. Neither Il Manifesto group (divided) in Italy,<br />
Giuliana Sgrena specially, neither the European nor Latin American left have<br />
found a point of agreement in the analysis of revolutionary Arab phenomenon.<br />
Perhaps the anti capitalist radical left or anarchist has responded (react) in a more<br />
homogeneous way, although without the enough strength and keeping the<br />
principle of imperialist criticism, without exceed the political Manichaeism.<br />
Mario Sei’s analysis (“Mirar desde la izquierda las revueltas árabes”, Rebelión,<br />
18-III-2011) rightly puts in context this division inside the left about the<br />
imposition of neoliberalism. Znet has published the Interview to Gilbert Achcar<br />
(20 th march 2011), one of the representatives best known on the left, who<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 282
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
maintain a position akin tot he resolution nº 1973 from United Nations but still<br />
remains critical with the results over the civil population and defends the position<br />
of support tot he “rebels” because it means the “ Libyan democratic revolt”.<br />
4. Other positions seem to lean to an ethnocentrism gaping towards a<br />
cultural harmonious, or trying to be more precise, an ethical universalism. It is<br />
now time to analyze the fracture and the Arab revolt as a territorial,<br />
geographical, cultural, religious and political space, considering the ethic option<br />
of the individual, who is universal, as the acceptable position to get a solution tot<br />
he conflict. It is the UN position. It is the position of the UN, with glimpses of a<br />
pure enlightened thought can be found in European intellectual circles centered at<br />
the bottom of controversy between moderates, radicals and harmonic<br />
(universities, forums, lobbying, Arabic-Spanish Foundations, etc. .) Again the<br />
position of Gema Martin Munoz (webislam February 2011) moves away from<br />
the kind of analysis more accurate and constructive East-West relations: its<br />
position harmonist tries to ignore the difference between the two major<br />
monotheistic religions without considering religious differences between<br />
Christianity and Muslims, and without noticing the huge gap between the two<br />
gods (Allah and the Holy Trinity) as well as religious overlap at all forced, it must<br />
be said, in the United Muslims (believers and disbelievers, etc.). And although<br />
such disdain religious significance in the backdrop of the riots. Luz Gomez Garcia<br />
("Seven Keys to the Arab awakening", El País, April 15, 2011) is in orbit jubilant<br />
awakening of the Arab world at last stands against the democratic European<br />
power "embedded in a depauperante and neoliberalism growing democratic<br />
deficit "exercising their uprising against autocracy the" demands of pluralism and<br />
freedom. " Harmonic analysis supported the importance of increased rate of<br />
Muslims in Europe, which does not hide weak analysis of the complex<br />
background of the riots. Kristina Kausch ("Myths of the revolution and scenarios<br />
in the Middle East", Foreign Policy, No. 140, 2011) researcher at the Foundation<br />
for International Relations and Foreign Dialogue examines the causes and<br />
dangers of the Arab uprising. Unlike Gomez Garcia notes the danger of a final<br />
settlement of their claims: "Given the institutional weaknesses in all Arab<br />
countries, none of them will be trained following a popular revolution to replace<br />
the unit immediately the old regime. Agreements between different social groups<br />
will be essential to advance the transition peacefully and constructively. This<br />
situation carries the risk that once diminished international attention after the<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 283
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
Revolution, the old guard to regain its power through the back door. "<br />
Federico Mayor Zaragoza in “No son balas lo que necesitan (http://<br />
federicomayor.blogspot.com), although with other different argument than the<br />
islamophobic ingenuity of Gomez Garcia, but with the same reference mirror,<br />
leads to term an analyse with the ideological background of an ethical humanism,<br />
betting for a peaceful intervention, understanding the root of the problem as a<br />
result of the disunity of European countries and the eagerness for arms spending.<br />
In short, he says. “What the west needs now is a very quick review of military<br />
arsenal, most of them crowded from military artefacts from past wars; the<br />
ultimate destruction of nuclear warheads, the rapid growth of sustainable energy<br />
sources to moderate consumption and the power of oil; a strong UN ready to<br />
take part quickly in unacceptable eases of violence and extremism; global co<br />
ordinations of all technological and personal resources to deal with natural<br />
disaster or caused by men”. Perhaps these words may be accepted by a broad<br />
range of ideological positions, but the problems are not in this type of abstract<br />
request or analysis.<br />
In this order of questions is where another view, no stranger to the<br />
position discussed above appears (and not just theoretical but practical) of how to<br />
resolve the mismatch between East and West: we mean to the word<br />
“dialogue” (magic for some people). To this vision referred the Spanish Arabism<br />
Serafin Fanjul (“El integrismo islámico. Las formas actuales.” La ilustración<br />
liberal, nº <strong>23</strong>, abril 2005) critically, appealing to a facts hard to argue: “In the<br />
last years, inside and outside Spain, it has become fashion a magic world:<br />
“dialogue”. All in Europe join this word because, otherwise, out of doors, they<br />
are condemning themselves morally. But in Islamic fundamentalist circles –apart<br />
from mere concessions to west press, persuaded by the kindness of their cause,<br />
they do not have to hide and refuse the dialogue between cultures and religions,<br />
because that would be neglecting the incompatibility between western though and<br />
Islamic spirit. The possibilities of a real dialogue between East and West are<br />
minimal and the Muslim fundamentalists have no problem declaring in pamphlets<br />
wide disseminated: “A dialogue whose aims is the approachment between Islam,<br />
Christianity and Judaism can only be achieve at the expenses of Islam, because it<br />
is the only fair religion, while the others is false. The approach would mean to<br />
r e n o u n c e t o t h i s r e q u i r e m e n t . W h i c h w o u l d e n t a i l t h e<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 284
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
greatest harm to Islam'(quoted by Tibi). "<br />
Logical-sociological questions<br />
The difficulty, expressed as we have seen in contradictory, confuses, if it<br />
arises from the request of abstraction, a logical way to be outside from subjective<br />
conditions, western models an ideological paradigms.<br />
We suggest, in line with these arguments, some points that will allow<br />
establishing a way for an appropriate analyses and a vision as much objective as<br />
possible.<br />
a) It is possible to draw from Islamic Arabic riots a non Islamic<br />
identity, an idea (not an ideology) distinguished of the intrinsic equation of<br />
religion-state? A difference between the Islamic moderate model and a<br />
democratic govern? Moreover, does Islamism question the integrity of<br />
Muslim Quranic doctrine of Muslim Ummah? It is possible to talk about a<br />
state where the imposed order is structured, depending the regions, in a<br />
tribal regime without hiding (disguising) a dictatorial or absolutist rule<br />
(reign)?<br />
The question raised as follow is subtle and not exempt of dangerous<br />
simplifications. The underlying concepts in the questions above (in the previous<br />
concepts) are manifested as the same time in the concepts that west has defined<br />
and established over a long history: freedom, democracy, secularism, religion,<br />
participation, revolution. Even like that, his strength of spirit should not be view<br />
exclusively from a western point of view (from European vision). In the West, the<br />
representative democratic institutions are established (with different inequality<br />
parameters between them) from centuries and had emerged from wars,<br />
nationalism and from the enlightened revolution that started the fortitude<br />
between church and state and established the primacy of reason as a source of<br />
inspiration of individual and society. One idea, democracy with reaches the<br />
definition given by Aristotle (Politica 1317a), to its essence or definition, when it<br />
point out various modes (ways): “There are two reasons for democracies are<br />
more; in first ...that people are different (one in an agricultural village, other a<br />
craftsman village, or labourers one, and if the first is added to the second, or the<br />
third to the other two, the democracy is different because it make it better or<br />
worst, but because stop being the same”.<br />
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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
The translation to the Arab world to this block of ideas and concepts can’t<br />
stop observing how they are interpreted, but practiced, in the same implosion in<br />
the Maghreb revolts and the rest of Arabic countries. As we can also forget, the<br />
very reflexivity way to certain western concepts and ideas, attached to a growing<br />
substantiality mythology. We agree that democracy it is not an absolute concept,<br />
a fixed idea, and unambiguous, decipherable by itself (as we have emphasized in<br />
the case of Aristotle). We could say that it is an idea fixed to different variables<br />
even in the western states. It is not possible, in our view, to speak about a perfect<br />
democracy (as a standard template) without falling into a neither democratic<br />
fundamentalism nor freedom; in Maghreb, Syria, Egypt uprisings, where this<br />
product-ideas has been present along the colonization process, Arabic nationalist<br />
and socialist positions at the end of real independence of Arabic countries.<br />
Therefore, what is the idea of democracy, even freedom, a constant in the<br />
uprising of the North African countries? What is the democracy that from Europe<br />
is postulated to assume the Arab state? We rush to point out that no Arabic<br />
country, none, can be considered as a democratic regime and free country, at least<br />
from western ideological parameters. And the idea of democracy, declared in<br />
Tunisian, Syrian, Libyan and Egyptian uprising (revolts), has the western original<br />
reference, with a highly ideological confusion and with different points of view<br />
exercised even by those who hold ideological fundamentalist democratic<br />
positions.<br />
b) Discussions of previous concepts, concern indeed to the central key of<br />
Arabic society, the internal problems of its unique tribal structure, diverse,<br />
different between Arabic people. A democracy that without reaching the western<br />
pessimism shows the weak of both, Arab states and civil society: the combination<br />
of fundamentalist class interest, Islamists, with factual power from external and<br />
internal market; a foreign policy that until the moment has not been put on trial<br />
the position. The position of an education based en Quran principles; and finally,<br />
the internal pressure between features (in this case parties), separable between<br />
reformist or moderate Islam and a fundamentalism Islam as the Muslim<br />
Brotherhood, similar to Hezbollah or Hamas. Without putting aside the army, as<br />
a guarantor power of the state institution, te islamist belief and its claims, suggest<br />
that, in our point of view, the dificulties of arabic society or the tribal in Lybia to<br />
assume that idea of western democracy. The segregation by sexs, the inferior<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 286
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
position of women rights in the family and social status, the same teocratic<br />
conception, the religious authority of the iman and, ultimately, the clash between<br />
Islamic law and the western moral and ethic. Participation of islamist in arabic<br />
society is sufficiently established, implemented and unquestioned as a social force<br />
(20% of the votes in rigged elections) allow us to put on hold the intend<br />
democratic desire of the egiptian people, for example, expressed during the days<br />
of occupation of the Tahrik square in Cairo.<br />
c) Why we should consider then that a harmonious vision eludes the<br />
objective of Arabic world? Not because of ideological questions, socialist<br />
or popular or because of political prejudice or question that may affect to<br />
the cultural and economic relations between west and east. Maybe because<br />
the cultural relativism and the ethnocentrism have been built in an<br />
ideological or sociological nebula to stamp the disagreement between two<br />
societies, but because the unequal character (temperament), internally<br />
faced between two civilizations from the historical construction process of<br />
both societies, has imposed two opposing conflicts in life, consciousness,<br />
worldwide, religious and civil faced since the beginning and under different<br />
formats, consolidated.... involution or evolution in the different countries,<br />
from birth.<br />
The questions cannot be raised, in our view, in exclusively terms. Islam<br />
creates the individual, built his individual ethos, personal (although not<br />
exclusively) as a “structuring agent” (if we follow thinkers as Abderrahmán<br />
Mohamed Maanán o the Tunisian Moncef Chelli). The borderline between<br />
fundamentalism Islam and other called “moderate”, can not hide the base of that<br />
ethos, as it is expressed by Mohamed Maanán (“El Islam ante el future”,<br />
www.identidadandaluza.wordpress.com, 4 de febrero de 2011) that says, inspired<br />
in Chelli: “Islam shapes relation with the environment and with oneself, further<br />
away from optional (…). Islam is the reign of Muslims, the place where the<br />
Muslim can be free and creative, and out of it; he lost completely the sense of<br />
himself”. Islam will no longer be the builder of that territory as individual or<br />
people, but as undeniable place and just to extend that it forms the language itself<br />
for the Muslim, without option because the own option have kept (left out) from<br />
all the ideological western content.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 287
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
In independent Algeria, Ben Bella defined in the Islamic Council<br />
Conference de 1985, the main principles that supported the spirit what reason<br />
both the fight for independence from France as well as consolidating the<br />
established regime: Islam is the one which regulates, encourages and motivates<br />
such impulse, the one that bring together the power of truth which regulates la<br />
ethic and moral conduct. It was expressed like that: “In this fertile land, sink the<br />
anchors our deep motivations, our latencies. It is our sanctuary. When we must<br />
realize a capital gesture, a supreme effort, when the wall of our certainties fall<br />
into pieces and the knock rain down on us and our deepest being is threatened,<br />
then we turns to that sanctuary in which we search refuge and encouragement to<br />
continue with strength our combat.<br />
Critical questions<br />
From our point of view, the parts from which are built the new<br />
revolutionary order in the Arab countries, concerning to a various areas that<br />
affect the different layers of the structure of society.<br />
1) Religious order: Islamic monotheism is separable from Christian<br />
monotheism. Although its origin is referred to the Semitic religious world, it has a<br />
It has a substantial component from Greek-Aristotelic philosophy, whose<br />
difference is equal from Judaism and Christianity of Hellenistic root. The ethical<br />
and moral component will be at the beginning over the established political order,<br />
the tribal grouping and the expansion of truth revealed to Muhammed as it is<br />
arranged in Quran (the two originated medieval branches, Sunni and Shia are<br />
differentiated more by its origins that because of its dependence to the purposes<br />
and objectives described by Islamic orthodoxy. A study made by the writer Tahar<br />
ben Jelloun, Islam explained to childrens (2002) is created with the intention of<br />
making available the thinking of the Quran (and Sharia by extension) and update<br />
the legacy of Muhammed. Ben Jelloun, francophone born in Fez, Morocco, has<br />
got a different vision to the relations between East-West. However, the reference<br />
book keeps that religious principle that, in our opinion, hides one of the variables<br />
of the imbalance Muslim islamic-politic: the religious sense keeps intact even if<br />
the effort of renewing from the author try to dissolve (update, evolve in their<br />
words) the root itself of Quranic religion. Perhaps this solution is impossible<br />
without destroying the very meaning of the religion.<br />
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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
Several factors have contributed to this order, also political as religious<br />
(and a paradigmatic example could be the position of Ben Bells). The strength of<br />
Muslim religion has been built under ethic and politic pressure from holy book<br />
Qumran (compendium of behaviour and moral), Sharia (laws in Arabic space)<br />
and the Ummah with Sunna, which is the future for a people which evolution it is<br />
historically defined in economic and politic substratum’s of difficult retreat<br />
between the Arabic countries as well as with the relations between them and<br />
west. Ummah is currently pervaded (imbued) with the disparity of Arabic<br />
positions and identity crises. The holy book of Qumran, the letter-spelling and<br />
writing, its aniconic, underlie intellectual and religiously in the believer individual<br />
with a strength bigger than the belief in Bible: until the present as holy book, it<br />
becomes an obstacle in the prevalence of logos and has prevent to established the<br />
domain of reason and secularism to get (reach) a phase that we could call<br />
Illustrated or Arabic Renaissance. This framework of “identity- is trying to keep<br />
out of any other reprocess in which citizens or individuals, or even tribal regimes<br />
(systems) fight or struggle against the corrupt governments in the name of<br />
freedom. For other point of view or perspective, it can be interpreted as<br />
institutional weakness, which all the Arabic countries are forced.<br />
Item. Quram is a compendium or summary historically closed, whose<br />
hermeneutics, beside Sunna, hold back all the possible adjustment to the rest of<br />
social, political and cultural components to which is subjected to greater or lesser<br />
extend (degree), a civilization. We have seen it before (previously) with the<br />
analysis of Tahar ben Jelloun’s study. Even appealing to the myth of three<br />
cultures, in coexistence (coexisting) in Medieval Spain and to the religious<br />
freedom, Qumran resist (hold out against) an analysis about its current rationalist<br />
validity (relevance) (and not only because the resistance of the Islamic legislation<br />
to the democracy concept); in other hand, to our point of view, it is an obstacle to<br />
the democratic progress. Even ones own language (spoken and written) it is<br />
submitted to the influence of productive and philosophical stagnation as well as<br />
the regulation, expansion, training and discussion in the area of the critical<br />
thinking, but not in other areas (as it well known in the poetical-literally order<br />
has been very productive in the East history). The controversies of recent years<br />
about the Greek influence on Arab thought in the High Middle Age, consider<br />
exactly the consequences to the previous assertion, as well as the appropriate<br />
identity of the Muslim sphere unaware, in its root, to the European thought (we<br />
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can remember here that the doctrine book from Aristotle’s were no translated to<br />
the Arabic language because of its conflict with Quran. Sylvain Guggenheim’s<br />
thesis can reinforce what have been said until now (Aristotle and the Islam, 2008,<br />
p.74) and proof the established state of things until present: “When we talk about<br />
“Arabic Muslim cultures in VII to X centuries, we make an anachronism –or to<br />
resort to a trick- because in that moment, that culture no sooner were Muslim<br />
and there were Arabic just in a indirect way. Actually, it was greatly Christian<br />
and syriaca. Perhaps because they cannot assimilate the different variables that in<br />
the course of history, built the conception of Arabic world, the controversy<br />
between the Western-Greek thought and the reflexive Arabic world have<br />
established (marked) the rational distance which divides them. Gouguenheim<br />
would express it in these terms: “The two civilizations, ancient Greek and<br />
classical Islam, did not mix between them…In short, in Middle Ages, Islam was<br />
not Hellenized, in the same way that West was not Islamized” (op. cit., p. 147).<br />
The demystification came to establish this assertion: "For over three centuries<br />
between the VII and X, therefore, the 'Arab-Islamic science' of Dar al-Islam was<br />
actually a science Greek for its content and inspiration, and Syriac, then Arabic,<br />
because of their language. The conclusion is clear: the Muslim East it owns a<br />
great debt with Christian East. And it is this debt that we often overlook, both in<br />
the Muslim world and the western "(p. 90).<br />
2) The cultural, linguistic and scriptural order isolates two<br />
civilizations: Allah it is not the Catholic God; Arabic language is not the<br />
western romance (nor Latin or Greek). The curb to the innovation, to the<br />
critic rationalism, to the powder of word and dialectics was cut off from<br />
the madrasas regulation, when it was imposed the religious orthodoxy at<br />
various stages of Middle Ages and the freely intellectual regulation was<br />
prevented. The issue was serious because we have to emphasize the efforts<br />
from Muslim intellectuals, particularly in French, British and American<br />
universities because they perceived /sensed in Quran and Islamic law the<br />
main sources to resolve the conflict between reason (ijtihad) and the<br />
doctrinal principles of Islam. The desire to return to the medieval Arabic<br />
“reason” whose prevail the mathematic and philosophic progress, as they<br />
said, it is considered as the storyline to guide the current rational renewal<br />
to the scientific principles of the Islam thought has been subsumed.<br />
Difficult task when Quran and Islamic law are closed corpus in which<br />
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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
adaptation or reinterpretation to new times require an intellectual effort<br />
whose only way out, in our view, is to dissolve the Islam and outshine<br />
Quran to what this entails: to recognize the moral and scientific doctrine<br />
detached/getting rid from historical norms and Historical Islamists<br />
conceptions as outdated in front of the mirror of technological, political<br />
and ideological Western advance, which is found as a reference. In other<br />
words, go beyond the letter of the texts to find the spirit of it and<br />
overcome it, but it is extremely complex and difficult to take on (assume)<br />
by the Ummah and Arab society. An example of this desire we can find it<br />
in the provoking article by Fatima Agha Al-Hayani, “Islam and Science.<br />
Contradiction or Corcondance”, published in Chicago Zygon (vol. 40, N.<br />
3, September 2005). Fatima defends critical spirit, for this ijtihad which is<br />
calling for a role of both the imam and intellectuals to serve the renewal of<br />
humanity.<br />
Even so, and underlying the previous arguments that describe this situation<br />
well, we can note some information. Regarding to the intellectual speculation<br />
tool, we can refer some relevant characteristic: the language and the development<br />
of alphabetic writing, although its Semitic and Nabatean origin have been<br />
differentiated from the Phoenician and Greek alphabet (availed in our doctoral<br />
thesis “The Sacred Scrib. Anthropology materialism is the origin of writing”,<br />
2009). A series of current information, result of the linguistic historical root<br />
mentioned, allow us to clarify the seriousness of the facts to which we refer. In<br />
1996 were published nearly 2000 books, representing 0.8% of the global<br />
publishing industry. However, Arabic language is the mother tongue of more<br />
than 300 million people. We report the analysis made by Fathi Khalil al-Biss, vice<br />
president of Arab Publisher Union, who make in the AHDR 2003: “The Arabic<br />
books publishing is in crises. It decreases the number of new publications and<br />
also the copies, reaching in some cases a few hundred readers. The big publishing<br />
companies have stopped publishing serious scientific and cultural books with<br />
quality that can contribute for the advancement of knowledge and its<br />
dissemination.<br />
3) Productive development in Arabic countries is 10% of all West Europe.<br />
The poverty rate is shooting up. The cultural development is getting the minimum<br />
limits assimilated from West. As a result of the two preceding epigraphs, the<br />
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economic and social development has prevented to place Arabic societies in a<br />
higher level from European Middle Age until XXI century. According to the<br />
recent studies, demographic rate in conflict Arabic areas will shoot up in the next<br />
two decades. To this data we must add the rise of the prices of sugar, cereals,<br />
seeds; the falling output in Easter Europe, as it is the case of Russia, which has<br />
affected in the countries of North Africa. These facts together with the sharp rise<br />
of duties, are affecting specially to the third world countries and Africa<br />
particularly. Such a verifiable fact remains largely as an aggravating to establish a<br />
gradual policy of coexistence in the Mediterranean geography.<br />
Such a situation must not ignore the decadence of economic and politic<br />
power of European countries in the rest of the world. European organizations<br />
choose a future, where the decision centre will suffer a Code-switching in the<br />
domain centres. Such interpretations rest on the central question of the balance of<br />
civilizations, more specifically, western or European and the Arabic, that will<br />
suffer the decline remembering us, with all the corrections and appropriate<br />
precautions, the studies of Sprengler, Barzum or Toynbee, in his analyses about<br />
the western decadence.<br />
Therefore, the possible power or universal organization will be difficulty<br />
assumed by the fragmented Europe, as we noted above, and less possible the UN,<br />
as a corps called Europe which is a “biocenosis” of states with different interest.<br />
In the other side of Mediterranean, the Arabic countries develop into a cyst of<br />
centuries of struggle and economic and politic backwardness (without expressing<br />
any kind of ethnocentrism or relativism) complicating more the future, especially<br />
when such a information is intensify in the immigration to European countries,<br />
triggering the multiculturalism heat, with the danger of political ideologues and<br />
demagogues can assume a difficult integration, difficult to solve in its root<br />
4) Western technological progress has affected to the Arabic countries as a<br />
mask and means to establish a wedge between the aspirations of dignity and a<br />
way of leaving poverty in Arabic world. The ideas of democracy, equality and<br />
reason, are suitable of west since the Enlightenment (placing the revolutionary act<br />
in a particular historical moment). Must be accommodated in Arabic world and<br />
be contrasted with Quran principles to be able to build an operatic functional<br />
model. The risk of that bet is very obvious. It is very risky historically and<br />
philosophically to admit the idea of democracy as absolute, close and defined.<br />
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The inclusion of this confusing, chaotic, uneven and ambiguous idea (no matter<br />
how it remains in some of its components: free choice of political parties, taking<br />
on the power by election, dissolution of the authoritarian monarchy) in the<br />
Arabic societies must be reconstructed (rebuilt) in full view of three first sections<br />
or paragraphs. No few writers who have not yet discussed the idea of democracy,<br />
unravelling mythology. Lebanese writer, Amin Maalouf says (Efe, Ecodiario,<br />
02/10/2009). “Human rights must be equals. There are no territories (areas) that<br />
deserve democracy and others do not deserve” (...) [there is no] “impervious to<br />
democratic regimes”. He underlines the sentence, declaring that “democracy itself<br />
is exported. It is an important export product. There is no need to export<br />
democracy by force, but with respect and dignity to another’s, and not with<br />
armies of occupation. Mohammed Amayra, from the Jordan daily Al Ray,<br />
expresses the distrust of the Arab countries and their governments establishing<br />
democratic institutions. “Society does not trust of Western Europe and United<br />
States, entities that have left a bad legacy after so many years of colonialism and<br />
military, economic and politic rules that still continue in Lebanon, Syria and<br />
Palestine. But the danger of Islamist lost of sense is found in the riots. Gustavo de<br />
Aristegui underscores this danger (Club Internacional de Prensa, Madrid (15 de<br />
abril de 2011): “None of the revolutions has been planned for them. But once it<br />
started the riots, they have played a role in the organization (...). The demands of<br />
complains has been to tell the world: I want to be Arab, Muslim, citizen, free and<br />
democrat. And none of this is incompatible (is not held)”. And this acknowledges<br />
that “Islamism as ideology it is compatible with capitalism, but the Quran itself<br />
consecrates private property”.<br />
In the framework of these positions, with regard within reach of riots and<br />
Islamist position, Gustavo Bueno (“La obsesión de la Yihad”, El Catoblepas, nº<br />
49-3-2006) warn us about the danger of Islamist: “¿Did the muslim jihadists, if<br />
remains so, could they stop fighting, even if they did not reach the social welfare<br />
state, integrating in the global society, in peaceful coexistence with other religions<br />
and cultures? Does it make sense even the term “democratic Islam”, to the way of<br />
parliamentary democracies of western capitalism, if Islam keep (maintains) its<br />
dogmatic principles of Quran, or almost dogmatic (quasi dogmatic) from Sharia,<br />
that is, it they remain true to themselves?” To add below: “Islamism, if remains<br />
true to itself, it is insoluble in holy water of Christianity, whom they have<br />
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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
considered blasphemer and precisely because of its fundamental dogma:<br />
incarnation and Corpus Christi dome”.<br />
June 2010 polls, develop by Pew Research Centre (even the so called<br />
“Wikileaks Papers” about the Egyptian situation and the democracy, and as far<br />
as the insubstantial democratic consciousness of the Arabic countries is<br />
concerned) are eloquent: near to the 90% of Egyptian Muslims are in favour of<br />
Sharia application, stoning or death penalty by religious conversion. In the rest of<br />
the countries, with their particular characteristics, the strength of Islamism or the<br />
moderate Muslims with no western democratic experience, are moving between<br />
non union trade organizations or minority leftist forces (the Patriotic and<br />
Democratic Labour Party in Tunisia and the Socialist Renewal Current in Egypt.<br />
Slavoj Zizek in The Guardian (1 February 2011) is an example of this vibrant<br />
discussion about the importance of fundamentalism in the riots. For Žižek, the<br />
hypocrisy (double-dealing) of western liberals has not the same yardstick about<br />
the support for democracies en Arabic countries. However, the importance of<br />
Žižek's argument is vested in not questioning the importance and strength of<br />
Islamic fundamentalism in the riots. That is the extreme that seems to cloud<br />
western and Arabic intellectuals.<br />
Final Coda<br />
It is precisely in this dialectic between East and West, and in the own<br />
contradictions of European governs (France, England and Germany) where it is<br />
possible to emphasize the different options, interpreting or decisions made by the<br />
intellectual elites, states and organizations, as well as political parties (where they<br />
have a stable presence). Since the “clash of civilizations”, proposed by Samuel P.<br />
Huntington to the “alliance of civilizations” conceived by the Socialist<br />
Government of Spain and undersigned by various European and American<br />
governments, in still evidence of what has been called “real politik” and the<br />
volatile confluence of the second option with the unavoidable globalization and<br />
economic interdependence of the first and third world countries. The European<br />
states and United Nations particularly make up a vast territory unaware of<br />
political unit, and the decisions making before the rebellions of the people against<br />
the dictators. The decision of United Nations for military interventions in the<br />
Libyan military conflict, are room of different opinions, but especially still over<br />
fly the exerted idea of “clash of civilizations” even though this idea can be<br />
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Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
considered from an ethnocentric point of view. However, we should remember<br />
that, in view of the received critics by United Nations by the “lack of reflexes”,<br />
disunity, “operational failure”, etc, de facto, United Nations is a group of states<br />
with different interests between them and regarding Arabic states, even if they<br />
prevail in the two regulatory principles: the respect for human rights and military<br />
intervention in extreme cases of genocide on population. Taking a decision in<br />
view of the serious events, should not cause confusion, unless if it does not<br />
understand properly the origin and function of United Nations and we could<br />
think in a metaphysical capacity of joint decision. If we apply the pragmatic<br />
criteria of “real politik” and not the belief of a nebula or sky ideas, there is no<br />
middle terms, or considering naively the United Nations action (under Order No.<br />
1973) of neither “weakness” nor possible establishment of a “protectorate” as it<br />
is proposed by a sector of the Spanish Left. A more balanced analysis would bear<br />
in mind the evidence of a western ethnocentrism (represented by Human Rights<br />
Letter and a capitalist system de facto) of a democracy (perhaps exerting<br />
democratic fundamentalism we have referred), a critic multiculturalism... and a<br />
genocide which is skiing from European institutions, firmness and unity, without<br />
prejudice of demanding a ideological criticism beyond an Arabic identity, still<br />
confusing and “schizophrenic”.<br />
We see no need to recall the historically events which have led the<br />
construction of Europe in relation with Arabic world, aside from all listed in<br />
previous sections. In his article “Arabic Society and Schizophrenia” Abd Al<br />
Khlaed Husein, Iraqi reformism, emphasize, in the points with other Tunisians,<br />
Moroccans and Algerians thinkers, the ideological, political and cultural grown<br />
apart, embedded in Arabic world. Briefly noted above, ideological and religious<br />
dissociation (underlie) are behind the destabilization of the Arabic peoples.<br />
Although at this point we should make some clarifications. Criticism to the<br />
Letter and Declarations of Human Rights is consolidated in western civilization,<br />
not in the historic cycle of Arab East, born from a military confrontation in<br />
Second World War and with an articulated of ethic and moral ascription rather<br />
than political or legal, which would be later or subsequent to the applications of<br />
the states (in its constitutional foundation, legal, etc.). Such a Declaration,<br />
without prejudice of its critical importance in contemporary world, is strongly<br />
provided criteria by the conditions that allowed its firm and the confrontation<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 295
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
(clash) of the consolidated powers in the late forties. If we can consider it as a<br />
closed policy, this would be like admitting, without rhetoric, the “end of the<br />
history”, bordering pure speculations (perhaps it is necessary to remember that<br />
neither Soviet Union, nor China or the satellite countries approved in that time;<br />
as Saudi Arabia was disagree with the concept of human equality between<br />
genders.<br />
Ben Jelloun underlines (“El Cultural”, en El Mundo, 6 de mayo de 2011)<br />
how “the last events show the desperation of our people”. Human rights have no<br />
price, but it seems the rest of the world was alien to our problems. Thanks to<br />
internet, nobody can say he does not know what is happening in the<br />
Mediterranean, nobody can look away with impunity”. The reflection of cultural<br />
and social differences what we can see in this work, is exposed in this type of<br />
analysis. It is not the West differences to the Arabic world which gives character<br />
(temperament) as the intrinsic difference and conflicting to the Arabic world<br />
towards the West. We refer to a schizophrenia that the own Arabic intellectual<br />
says, and the collision (crash) between European “Human Rights” and the<br />
statement of “Islam Human Rights” adopted in Cairo in 1990. Perhaps this<br />
dialectic, not only presented by Ben Jelloun, but for other intellectuals settled in<br />
Europe time ago. This has to do with the objective deformations of the<br />
intercultural and multicultural analysis and the religious and politic idiosyncrasies<br />
of the Arabic and Muslim thought.<br />
Of course, part of Western prosperity, its implementation as privileged<br />
model in the world has been sustained, settled, established and asserted in<br />
political and economic confrontation with the Arab countries (in different degrees<br />
and times) and not only in the Arab- Christian confrontation. That struggle, that<br />
domain is at the base of social and economic enjoyment established by the<br />
welfare state. The democratic system in the West assumes, with no hint to deliver<br />
an opinion of value but in fact the historical and institutional Arabic malaise.<br />
Without the Western democratic process has meant the promotion and<br />
maintenance of democratic Arab regimes.<br />
This issue, key to understanding the revolutions in the Easter Arab come<br />
shake off one’s unease whose resultsare the business of the sequence of cycles<br />
studied in 2005 by Henri E. Hale, changes in the regime of liberalization of the<br />
system and political repression for another cycle. The response of the riots affect<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 296
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a process where we can weight up the depth of the changes, if these cycles,<br />
reductionist, remain, in our view, the dynamic of stability may gives a new line<br />
rupture. That is the challenge that now lives in Tunisia, Egypt, Libya, Syria,<br />
Yemen and with the absence (logic, as we have noted) of political organizations,<br />
parties or structured groups able to present an effective response to repression of<br />
dictatorships and autocracies.<br />
More precisely, overcome the group in fusion of the first riots to<br />
institutions that would consolidate organically the first manifestations organically<br />
and not to break the desired inertia is so difficult. Islam in its various forms is<br />
entrenched in companies whose majority is Sunni, in broad sectors of the civilian<br />
population. Excluding a minority of the middle classes, the rural population has<br />
no ideological consciousness beyond their poverty, enthusiasm for change and<br />
dictatorial suffering. To reach a new stadium from the bloody riots that started in<br />
February 2011 and we can not see an expiration date, the factional islamist<br />
struggle, fundamentalists and organized parties with different social base have a<br />
delicate challenge, long in time and also difficult to consummate. Challenge that<br />
maybe is related with the claimed Western social and political stability, whoch<br />
glance to the Arab world has a replica in a combination of democratic ideas<br />
difficult to implement in societies marked, as we have seen, by political and<br />
religios construction so entrenched historically.<br />
Perhaps it would be interesting, in reference to all the things we have said<br />
until the present, consider the historiography, cults and religion demystification in<br />
the relations Arabic-Western. Of course, the discussion is already open for<br />
decades, and in each historic phase appear again the legitimacy of Islam as an<br />
insurmountable society, permeable or impermeable to scientific, social and<br />
political advances imposed from European Western civilization. The strong thesis<br />
we present here, as a final coda, will be among the paralyses of political solutions<br />
in the Arabic countries (depending the country we are talking about) and the<br />
historical primacy of western thought and language, impregnating relevant<br />
aspects of the Muslim Arabic culture. Otherwise, no one can understand the<br />
expectation of the Arabic riots without a Western European Perspective.<br />
In other words, the relationship between the two civilizations seems to us<br />
today, not that much as conflicting in a short term, but revolutionary and<br />
conditioned (determined) to the stability only with the western participation,<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 297
Arab Revolution versus Western Democracy? ... | Mariano Arias<br />
which this entail, the destabilization of the order of thought and Arabic political<br />
action. But perhaps also in our order, the Western and Christian, and its postdemocracy.<br />
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Eikasía. Revista de filosofía<br />
LIBROS<br />
38
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
La filosofía y la identidad europea<br />
Edición al cuidado de<br />
Elena Nájera Pérez y Fernando Miguel Pérez Herranz<br />
Ed. Pre-Textos. Valencia, 2010, 383 páginas<br />
Por Antonio José López Cruces<br />
El presente volumen consta de<br />
veintidós comunicaciones de la treintena<br />
de trabajos presentados en el Encuentro<br />
Internacional “La filosofía y la identidad<br />
europea”, que, organizado por el Área de<br />
F i l o s o f í a d e l D e p a r t a m e n t o d e<br />
Humanidades Contemporáneas de la<br />
Universidad de Alicante y por el<br />
Departamento de Metafísica y Teoría del<br />
Conocimiento de la Universidad de<br />
Valencia, se celebró en 2008 en la<br />
u n i v e r s i d a d d e A l i c a n t e . L a s<br />
comunicaciones se distribuyen en tres<br />
partes: “Los caminos de Europa”, que<br />
gira en torno a la idea de Europa como concepto filosófico y de la filosofía como<br />
un producto de la historia europea; “Momentos europeos”, que se centra en la<br />
urgencia de rescatar lo más positivo de la aportación de Europa, la cual, a pesar<br />
de sus constantes contradicciones y su dura historia, debe seguir siendo puente<br />
entre las diversas culturas; “Post-Europa”, que plantea la necesidad de nuevos<br />
discursos dentro de un proyecto abierto de Europa que vaya más allá de las<br />
naciones que la componen y que sea capaz de superar anteriores<br />
comportamientos negativos: guerras, colonialismos, racismo.<br />
En la Presentación del libro, sus editores destacan el momento crítico por<br />
el que pasa la Europa actual y se preguntan cómo podrá ésta llegar a ser “un todo<br />
unitario de identidad política” a pesar de su variedad de intereses, tradiciones y<br />
fines, y de las fuerzas que la combaten. Europa —un concepto “multipolar,<br />
contradictorio y desgarrado”— halla su esencia precisamente en no tenerla y en<br />
su apertura al Otro. Los trabajos del volumen, obra de jóvenes investigadores del<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 300
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
Sur, de las orillas del Mediterráneo, abordan las relaciones de Europa con la<br />
globalización, el feminismo, el Oriente, el neoliberalismo económico, el<br />
cristianismo o la ciencia, y se interesan por filósofos del norte, sobre todo<br />
franceses y alemanes: Nietzsche, Husserl, Wittgenstein, Heidegger, Arendt,<br />
Montaigne, Bergson, Deleuze... Como complemento a estos trabajos deberán<br />
venir otros que recojan las voces de los insulares y las de los nuevos estados del<br />
Este, y sobre aspectos decisivos de la identidad europea como la Guerra, el Arte o<br />
la TecnoCiencia.<br />
Los editores del volumen, Fernando Pérez Herranz y Elena Nájera Pérez,<br />
pertenecen al Grupo de Investigación Europa y sus filosofías de la Universidad de<br />
Alicante. Elena Nájera, que se doctoró en filosofía con la tesis Del ego cogito al<br />
vrai homme. La doble mirada de Descartes sobre el ser humano (Valencia, 2003),<br />
ha sido investigadora en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París.<br />
Ha publicado Del alma fuerte al superhombre. Descartes y Nietzsche: dos<br />
versiones del sujeto moderno (Valencia, 2003) y colaborado en los volúmenes<br />
colectivos Transcendentalidad y racionalidad (Pre-Textos, 2000); Que piensen<br />
ellos. Microensayos (Opera prima, 2001); Nietzsche, cien años después (Pre-<br />
Textos, 2002); ¿Librarse de Hegel? Una irritante presencia en el pensamiento<br />
contemporáneo (MUVIM, 2007); Cultura y Civilización (Pre-Textos, 2008);<br />
Wittgenstein y la tradición clásica. Los peldaños de una escalera (Pre-Textos,<br />
Valencia, 2010). Ha traducido y editado el volumen de textos de Nietzsche El<br />
nihilismo europeo. Fragmentos póstumos del otoño de 1887 (Biblioteca Nueva,<br />
2005).<br />
Fernando Miguel Pérez Herranz, bien conocido por los lectores de Eikasía,<br />
ha editado junto con J. M. Santacreu Europa-EE.UU. Entre imperios anda el<br />
juego (Alicante, 2003) y publicado diferentes artículos sobre Europa desde la<br />
perspectiva de la filosofía de la historia, entre otros: “Historia e «historia»: en<br />
torno al propuesto «fin de la historia»” (Anales de la Universidad de Alicante,<br />
1993-94); “Filosofía cartesiana y renovación de la Teoría en Historia” (Historia<br />
Contemporánea y Nuevas Fuentes, Universidad de Alicante, 1995); “Topología<br />
del tiempo y nuevas fuentes de la Historia” (Historia Contemporánea y Nuevas<br />
Fuentes, Universidad de Alicante, 1997); “Emigración / Inmigración, conceptos<br />
conjugados” (Las migraciones del siglo XX, ECU, Alicante, 1999); junto con J.<br />
M. Santacreu, “La «cuestión de España» a las puertas del siglo XXI” (Anales de<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 301
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
Historia contemporánea, Universidad de Murcia, 2000); “Reflexiones sobre la<br />
historia a partir de la obra de Rafael Altamira” (2001); “Del fin de la historia al<br />
pensamiento único” (XIII è Congrés Valencià de Filosofia, Valencia, 2001); “El<br />
tercer hilo de la trama: El guerrero cristiano medieval contemplado desde El<br />
Quijote” (Res Publica. Revista de filosofía política, nº 18, 2007); “Sujeto<br />
expectante y globalización” (Eikasía, nº 31, 2010).<br />
Los caminos de Europa<br />
Abre el volumen Giuseppe Cacciatore, de la Universidad Federico II de<br />
Nápoles, con el trabajo “La filosofía y la identidad europea”. La filosofía es<br />
imprescindible para una Europa que cuenta con la libertad y la historia como<br />
rasgos constitutivos, abierta al futuro y necesariamente dialéctica (“cristiana y<br />
atea, reformada y contrarreformada, árabe y judía, racionalista y materialista,<br />
tolerante y dogmática, liberal y totalitaria, oriental y occidental”). Para crear la<br />
cultura del nuevo humanismo y del universalismo democráticos y una imagen de<br />
Europa como “cruce de culturas, encrucijada de religiones, mezcla de razas y de<br />
pueblos”, ofrece el autor el ejemplo del Mediterráneo, que vio nacer las más<br />
grandes religiones universales y las grandes tentativas de unificación universal de<br />
pueblos y naciones; un Mediterráneo que siempre supo unir el sentido de la<br />
unidad y la experiencia real de la diversidad, con su entrelazamiento de culturas:<br />
grecorromana, judeo-cristiana e islámica. Destaca Cacciatore las dimensiones<br />
éticas y políticas de conceptos como multiculturalismo, interculturalidad,<br />
intersubjetividad, ciudadanía democrática y universal, derechos humanos o<br />
relación. El multiculturalismo debe caracterizar transversalmente a todas las<br />
sociedades avanzadas de hoy a fin de facilitar la convivencia en su seno. Contra la<br />
tentación de una cultura europea hegemónica (en su versión latina y romance o<br />
en la nórdica y anglo-americana) o de un etnocentrismo, deben imperar la<br />
intercomunicación y el intercambio recíproco de modelos culturales; no pueden<br />
caber ni mitologías racistas o ideologías nacionalistas, ni hegemonías culturales<br />
políticamente no neutrales. Guiada por el diálogo intercultural —fundamento de<br />
un nuevo contrato de ciudadanía política, tal como es vivido a diario por los<br />
administradores y los trabajadores sociales de las grandes ciudades mediterráneas<br />
—, Europa debe evitar uniformarse bajo “pretendidas ejemplaridades<br />
universalistas” (democracia occidental, mercado neoliberal o “raíces cristianas”)<br />
marginando las soberanías de otras culturas y debilitando la capacidad de éstas<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 302
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
para elaborar sus propias dinámicas económico-sociales y sus procesos de<br />
organización política. Puesto que ya no puede enfrentarse a los abundantes<br />
fundamentalismos de la actualidad con etiquetas tradicionales (“comunidad<br />
liberal”, “universalismo de los derechos”, “igualdad de condiciones en<br />
abstracto”), necesitará nuevas hipótesis que fomenten la creatividad de todos,<br />
respetando la individualidad y la diferencia entre pueblos, culturas y religiones.<br />
Cacciatore cree un error refundar la idea de Europa en una mítica<br />
identidad sin distinciones y en la unidad política de una abstracta identidad<br />
europea basada en la democracia liberal y universalista o en las “raíces”<br />
cristianas, pues ni la herencia histórica del pensamiento europeo (Inquisición,<br />
Ilustración, democracia universalista, particularismos étnicos-raciales y religiosos)<br />
fue ni será única, ni la Constitución europea podrá remontarse a una sola raíz<br />
cultural, filosófica y religiosa. Por eso, en Penser l´Europe (1987), Edgar Morin,<br />
tras pedir a Europa que huya de una única óptica racionalizadora y de seguir<br />
creyéndose centro privilegiado del mundo, la invita a ser un centro mundial de<br />
pacificación. Pensar filosóficamente Europa exige no olvidar en ningún momento<br />
su “doble cara”: la que mira al pasado (nacionalismo, intolerancia, totalitarismo,<br />
“desenfrenada voluntad de lucro”, mitos de la técnica y el desarrollo —tan a<br />
menudo dañinos con el medio ambiente—, odio hacia otras culturas y razas) y la<br />
que mira al futuro (pluralismo, respeto y reconocimiento del otro y del<br />
extranjero, diálogo intercultural, búsqueda de un terreno común narrativo y<br />
comunicativo). En Pensar en Europa (2006), Jorge Semprún solicitaba una<br />
diversidad cultural fundada en una serie de valores democráticos indiscutibles.<br />
Por su parte, George Steiner, en su librito Une idée de l´Europe (2005), invitaba a<br />
soñar de nuevo el sueño de una Europa diversa y unida, que evitara tanto el peso<br />
de la historia como el aburrimiento; y es que, como señala Mario Vargas Llosa en<br />
el prefacio a la edición española del volumen (La idea de Europa), se trata del<br />
“único gran proyecto internacionalista y democrático que sigue desarrollándose”.<br />
En su denso y sugerente ensayo “Europa: “Navigare necesse est, vivere non<br />
necesse”, Fernando Pérez Herranz, de la Universidad de Alicante, se sirve de un<br />
arsenal de imágenes náuticas —el mar, la sociedad milesia de los aeinautai (los<br />
eternos navegantes), los capitanes de las distintas naves europeas, las rutas, las<br />
cartas de navegación, las agujas de marear, los cuadernos de bitácora, los puertos<br />
— para aportar una cartografía conceptual que permita transitar<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
provisionalmente por la idea de “Europa”. De entrada, amontona inquietantes<br />
preguntas sobre el papel jugado por la filosofía en la historia europea y recuerda<br />
las innumerables barbaridades cometidas por esta civilización, que culminaron en<br />
fracasos sin paliativos como las dos guerras mundiales y la Shoah. Hoy que gran<br />
parte del mundo ha adoptado las ideologías, las tecnologías y las formas de vida<br />
de la tradición europea, Europa, a pesar de su terrible historia, abandonados ya<br />
sus deseos colonialistas y de violencia, ha de seguir navegando, porque tiene sobre<br />
sus hombros una enorme responsabilidad ante el nuevo mundo globalizado. El<br />
autor pasa revista a los distintos tipos de naves europeas según los distintos<br />
sujetos corpóreos que las animan, programan y construyen (pragmatistas,<br />
utilitaristas, tecnócratas, empresarios y obreros, defensores de la dignidad...). Y<br />
ante la urgente necesidad de cartografiar Europa con unos criterios adecuados,<br />
ensaya las siempre fecundas Ideas ontológicas de Todo y Parte, en un<br />
planteamiento en el que encajan con naturalidad las cuestiones relacionadas con<br />
el Espacio europeo: las cambiantes fronteras, los distintos modelos de Europa —<br />
nacionalista, imperial, de las ciudades, de las regiones, de los pueblos…—, las<br />
discusión sobre si hay algunas tradiciones europeas privilegiadas (helenismo,<br />
judeo-cristianismo, ciencia, técnica), o si más bien, y es la postura del autor, se<br />
dan sólo distintas tradiciones inconmensurables entre sí; y las cuestiones<br />
relacionadas con el Tiempo de Europa: las dinámicas políticas, económicas o<br />
religioso-culturales vistas como bloques continuos (desde el Imperio Romano<br />
hasta el imperio soviético o la Unión Europea) o como discontinuidades (entre<br />
Edad Media y Renacimiento, entre el Renacimiento y la Modernidad…),<br />
bifurcaciones (como la producida en el Renacimiento entre Reforma y<br />
Contrarreforma) y rupturas (como las que provocaron las distintas revoluciones,<br />
la II Guerra Mundial o la desaparición de la U.R.S.S. y la caída del muro Berlín).<br />
¿Cuál ha sido la clave del innegable éxito de la Europa que globalizó el<br />
mundo, como Europa católica, imperial y barroca primero o como Europa<br />
ilustrada, nacionalista y burguesa después? A pesar de sus crímenes, quizás su<br />
esencia sea su universalidad, su ecumenismo, su catolicidad. Propone Pérez<br />
Herranz cuatro posibles Motores o Causas intrínsecas para explicar dicho éxito:<br />
la voluntad divina, la contradicción (cuyo esquema desarrolló Hegel), la<br />
diferencia (teorizada por Deleuze) o las morfologías (el morfologismo filosófico<br />
vio a Europa como pura forma o Idea capaz de modelar las materias ajenas,<br />
aunque su universalidad fue cuestionada a partir de la II Guerra Mundial y la<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 304
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
Shoah). Y a continuación presenta varias hipercategorías que pueden facilitar el<br />
acceso a la “Identidad europea”: la Ruta —que el autor abordó ya, junto a<br />
Santacreu, en Las rutas de la humanidad (2003)— y su contrafigura, la Frontera;<br />
la Singularidad (abierta la ruta, surgen hechos que obligan a una reflexión<br />
histórica: el saqueo de Roma por Alarico lleva a La Ciudad de Dios de San<br />
Agustín; la fallida revolución de 1848 conduce al Manifiesto comunista de Marx<br />
y Engels…); la Complejidad (Europa como compositium en el que rutas, fronteras<br />
y singularidades se interpenetran creando un tejido continuo que integra y segrega<br />
instituciones, ideas y creencias).<br />
¿Cuáles son los principales hilos (mejor que “raíces”) de la cultura<br />
occidental creadores de ese continuo heterogéneo que es Europa? El autor ya<br />
sugirió tres en “El tercer hilo de la trama: El guerrero cristiano medieval<br />
contemplado desde El Quijote” (2007): el Logos heleno, el Sujeto moral /<br />
responsable hebreo y el Guerrero Cristiano. A estos hilos añade ahora Pérez<br />
Herranz uno más, surgido de la Revolución Industrial: la TecnoCiencia. Hilos<br />
que en el todo europeo son como sus partes formales y materiales. Las cuatro<br />
Ideas suelen ser presentadas como si se tratase de formas que hay que exportar al<br />
resto del mundo, pero ya Aristóteles negó, frente a Platón, la existencia de formas<br />
absolutas, por lo que el autor señala las cuatro posiciones que se dan ante esta<br />
cuestión. Dos son radicales: Europa es pura forma (la voluntad de poder de la<br />
Europa Imperial o de los imperios coloniales del XIX) o es pura materia (desde<br />
que los ejércitos rusos y norteamericano entran en Berlín en la primavera de<br />
1945, Europa deja de ser forma y comienza a servir de materia/naturaleza a otras<br />
civilizaciones que desean crear por sí mismas su propia historia); y otras dos<br />
conjugan la forma y la materia: la de quienes buscan principios formales, aunque<br />
sea de manera debilitada (expansión universal de los Derechos Humanos,<br />
ecología, creación de ONGs, acogida a los inmigrantes, lucha contra la miseria), y<br />
la de quienes creen que Europa sólo puede ofrecer una materia para ser<br />
informada por otras formas. El autor concluye su trabajo citando los universales<br />
que Europa puede ofrecer al mundo: la ciencia y la técnica, la educación como<br />
crítica racional, el cuerpo y el trabajo como núcleos de la ética. Europa debe<br />
seguir navegando (investigando, comprendiendo, transformando el mundo), sin<br />
nunca olvidar ni tirar por la borda a “los otros”.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
En “Monoteísmo y laicismo moderno”, Julián Marrades, de la Universidad<br />
de Valencia, se niega a hablar de las “raíces judeocristianas” de Europa y halla en<br />
la concepción monoteísta del Dios cristiano la explicación del hecho de que las<br />
iglesias cristianas hayan sido siempre reticentes a coexistir con cualquier orden<br />
profano autónomo. Define el monoteísmo, señala la diferencia entre los<br />
monoteísmos judío y cristiano y procede a historiar apretadamente los principales<br />
hitos de las relaciones entre el reino de Dios y el del César, entre el orden<br />
sobrenatural y el natural desde los inicios del cristianismo hasta el final de la<br />
Edad Media: la obra universalizadora del cristianismo realizada por Pablo de<br />
Tarso; el enfrentamiento de los cristianos con el Imperio Romano y el paganismo;<br />
la adopción como religión oficial del cristianismo por el emperador Constantino<br />
—la plena identificación entre monoteísmo e Imperio Romano—; la doctrina<br />
alternativa que a la decadencia de éste construye en el siglo V San Agustín en La<br />
ciudad de Dios, por la que el orden de la “ciudad terrestre” pasa a integrarse en<br />
la economía cristiana de la salvación subordinándose a la ”ciudad celeste”; el<br />
agustinismo político de Isidoro de Sevilla, Gregorio Magno y Egidio Romano,<br />
que sacraliza lo político y tiende a subsumir el derecho del estado en el derecho de<br />
la iglesia (H-X. Arquillière: El agustinismo político. Ensayo sobre la formación de<br />
las teorías políticas en la Edad Media (2005)), siendo defendida esta doctrina<br />
entre los siglos VII y XIII por papas como Gregorio Magno, Gregorio VII o<br />
Bonifacio VIII, quienes integrarán los órdenes terrestre y celeste en una sola<br />
sociedad: “la Cristiandad”.<br />
Con el Estado absolutista, los reyes imitan al Papado en su búsqueda de<br />
plenos poderes apoyándose también en el derecho romano. Se ha iniciado la<br />
secularización de la teología política que Carl Schmitt explicó en su libro<br />
Teología política. Cuatro ensayos sobre la soberanía (1922). La matriz<br />
monoteísta de la concepción del poder religioso estará presente en el Leviatán de<br />
Hobbes, y ecos evidentes del monoteísmo se hallarán también en el nacionalismo,<br />
el totalitarismo, el racismo y ciertas formas del fanatismo religioso. Marrades se<br />
pregunta si Europa aportó formas de pensamiento e instituciones morales y<br />
políticas europeas “radicalmente laicas, emancipadas de la herencia judeocristiana”.<br />
De haberlas, sería en ámbitos como la ciencia natural, el<br />
librepensamiento o el estado de derecho, donde no se cree en la existencia de<br />
Dios. No ve el autor rastros de monoteísmo ni de sus sucedáneos secularizados en<br />
los Ensayos de Montaigne, la Ética de Spinoza, la Constitución americana de<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
1787 o El origen de las especies de Darwin. La cultura moderna (Ilustración,<br />
pensamiento crítico y estado de derecho) crean una cultura laica, que lejos de<br />
imponer una verdad y un poder, se basa en un pluralismo axiológico. En ella la<br />
religión es una esfera más, no el árbitro supremo de las otras esferas, y se ve<br />
reducida al ámbito de la conciencia. Se estudian a continuación algunos hitos que<br />
desde el siglo XIX marcan la incompatibilidad entre el laicismo radical y el<br />
monoteísmo cristiano: el pensamiento del ideólogo contrarrevolucionario Donoso<br />
Cortés; la encíclica Quanta cura y el Syllabus de Pío IX; la condena por el<br />
Concilio Vaticano I de quien afirme que las disciplinas humanas pueden<br />
contradecir la doctrina revelada; la defensa de la Iglesia de la “sana razón” (la<br />
sometida al criterio de la autoridad eclesiástica); las condenas de Pío X o Pío XIII<br />
de agnosticismo, socialismo, comunismo, materialismo dialéctico, idealismo,<br />
pragmatismo, existencialismo o historicismo; la encíclica Spe salvi de Benedicto<br />
XVI, cuyo contenido estudia Marrades con detenimiento para concluir que nada<br />
ha cambiado esencialmente en la postura tradicional de la Iglesia, pues Ratzinger<br />
sigue viendo en la cultura moderna y el laicismo dos rivales del cristianismo. Opta<br />
decididamente el autor por las creaciones de la Modernidad laica que buscan el<br />
reconocimiento de la pluralidad, la diversidad y la relatividad de los modos de<br />
pensar y de las formas de vida.<br />
En su trabajo “La identidad europea según la perspectiva del pensamiento<br />
cristiano”, Luciano Malusa, de la Universidad de Génova, sigue a Juan Pablo II y<br />
al papa actual en su reivindicación del pensamiento cristiano como único<br />
patrimonio filosófico que puede permitir la cohesión de los distintos pueblos<br />
europeos y una concordia entre sus plurales visiones del mundo y sus diversas<br />
metodologías espirituales, aunque el autor —el único en defender las “raíces”<br />
cristianas de Europa en el presente volumen— es consciente de que los intereses<br />
de la Europa secularizada heredera de la Ilustración van hoy por otro lado y de<br />
que el cristianismo padece actualmente un progresivo rechazo. Uno de los<br />
“puntos fuertes” de la identidad de Europa desde el final de la II Guerra Mundial<br />
ha venido siendo la defensa de los Derechos Humanos, cuyo origen halla Malusa<br />
en la civilización cristiana. Para demostrarlo, estudia detenidamente el modo en<br />
que las ideas de Tomás de Aquino de “ley natural” y “derecho de gentes”<br />
sirvieron primero al dominico Francisco de Vitoria (1483/1486-1546) para su<br />
defensa de los derechos originarios de los indios de América y su negativa a la<br />
conversión de éstos por la fuerza, y luego —en el marco del neotomismo— al<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
jesuita Luigi Taparelli d´Azeglio (1793-1862), el autor de Saggio teorético di<br />
diritto naturale apoggiato sul fatto (1840-43), para cimentar, con su defensa del<br />
derecho internacional y del amor y la benevolencia entre los Estados, el respeto —<br />
tras el “ciclón napoleónico”— de los derechos de los pueblos europeos y de las<br />
naciones indias de América del Norte. El autor lamenta que la historia europea<br />
no siguiese las ideas de Taparelli y que acabase desembocando, tras<br />
imperialismos, nacionalismos y racismos, en dos tremendas guerras mundiales y<br />
en los genocidios de armenios, judíos y campesinos ucranianos.<br />
Francisco José Martínez, de la UNED, se pregunta: “Europa, ¿un concepto<br />
filosófico? La filosofía ¿un producto europeo?” y responde afirmativamente a<br />
ambos interrogantes. Europa es vista hoy por muchos pensadores que siguen la<br />
estela de Hegel, Nietzsche, Husserl y Ortega como un concepto filosófico y<br />
espiritual, una realidad cultural y no sólo histórica, una forma de ver el mundo y<br />
la vida. En la presente globalización se hallan en crisis la idea de Europa —<br />
reducida al ámbito del libre mercado— y la de filosofía —“diluida en un<br />
positivismo ramplón o en un espiritualismo difuso”—. El mismo concepto<br />
Europa es plural y ambiguo y muestra una indefinición en cuanto a su geografía,<br />
su origen y sus tradiciones (Grecia, el cristianismo, el derecho romano, las<br />
revoluciones políticas o el capitalismo son hilos contingentes sometidos a<br />
apreciaciones plurales). Desde un punto de vista historicista, Hegel y Heidegger<br />
vieron la filosofía como un genuino producto europeo y atribuyeron a Grecia su<br />
origen necesario. Frente a ellos, Deleuze, desde su geofilosofía —con sus<br />
conceptos de tierra, territorio, territorialización, desterritorialización o<br />
retrerritorialización—, afirma que Grecia fue más bien un medio favorable en el<br />
que confluyeron inmanencia, amistad y opinión, y asegura no hallar relación<br />
necesaria, interna, entre Grecia y la filosofía. El capitalismo, que nació y se<br />
desarrolló en la Europa de los siglos XVI y XVII, relanzó la filosofía, tras la<br />
anterior sumisión de ésta a la teología. Como pasó en Grecia, de nuevo se<br />
produjo en Europa una contingente confluencia de factores, en este caso a causa<br />
de una decidida apuesta de Europa por la inmanencia: una conexión entre el<br />
capitalismo, que procede por inmanencia, y la filosofía como plano de<br />
inmanencia absoluto. La historia de la filosofía no es, pues, un continuo necesario<br />
que lleve desde Grecia a Europa por mediación del cristianismo, sino un<br />
recomenzar contingente de un mismo proceso contingente, aunque a partir de<br />
otros datos. Para la filosofía, por tanto, el papel del cristianismo es irrelevante.<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 308
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
Europa necesita de la filosofía, por ser el único tipo de pensamiento que se ocupa<br />
del concepto; por eso, el autor propone potenciar las dimensiones filosóficas,<br />
universalistas de Europa como proyecto global y cultural, como potencia mundial<br />
adalid de la democracia y los Derechos Humanos. Europa deberá ser un demos<br />
común (una ciudadanía fuerte con una serie de derechos civiles, políticos,<br />
económicos y sociales) a partir de un ethos común: una visión fuerte de la<br />
democracia y una apuesta firme por la paz y la solidaridad en el concierto<br />
mundial.<br />
En “Platón y el arte de conocerse a sí mismo”, Begoña Ramón, de la<br />
Universidad de Valencia, aborda el arte socrático del cuidado del alma y su<br />
decisiva influencia en la autoconcepción del hombre europeo. Nietzsche, que<br />
tanto criticó el influjo sobre Europa de la concepción socrático-platónica del alma<br />
por haber acabado sirviendo de alimento al cristianismo, hubo de reconocer, sin<br />
embargo, que dicha concepción aportó el cuidado del alma, a la que él se refería<br />
como ascética “voluntad de verdad”, que cree la autora motor, en cierto sentido,<br />
de la civilización europea. Los diálogos platónicos giran en torno al enigma que el<br />
dios de Delfos planteó a Sócrates: “Conócete a ti mismo”, tarea indudablemente<br />
difícil. En Sócrates y Platón la potencia de la dialéctica debía servir para disolver<br />
el sí mismo en la contemplación de la verdad, borrando cualquier traza de<br />
individualidad, vista como imperfección del alma. El hombre que se niega como<br />
individuo, dirá Plotino, se agranda hasta alcanzar las dimensiones de la realidad<br />
universal, se vuelve uno con el Bien. Ésta será la tradición platónica en los siglos<br />
siguientes. Begoña Ramón se detiene luego en la insistente preocupación de<br />
Sócrates por el cuidado de las almas de sus conciudadanos, con los que usa su<br />
famosa ironía y el método de la mayéutica, y recoge amorosamente las ideas de<br />
éste contenidas en diversos diálogos de Platón (Sofista, Banquete, Gorgias, Fedro,<br />
Apología, Teeteto, Timeo, República y Alcibíades I), prestando especial atención<br />
al cuidado del alma tal como se recoge en el Fedón.<br />
Gerardo López Sastre, de la Universidad de Castilla-La Mancha, propone<br />
en “Ideales ilustrados e identidad europea. Una toma de conciencia a través del<br />
pensamiento chino” que la identidad de Europa es “una convocatoria de alcance<br />
universal” fundada en valores que pueden ser muy frágiles y que exigen una<br />
continua reflexión para reafirmarlos. El Settembrini de La montaña mágica<br />
(1924) de Thomas Mann, personaje que representa los valores del<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 309
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
librepensamiento y la Ilustración, entiende que en el mundo luchan dos<br />
principios: el poder, la tiranía, la superstición y el principio de conservación<br />
contra el derecho, la libertad, el conocimiento y el progreso, y cree que sin duda<br />
vencerá el segundo. Frente a Occidente, que se apoya en “la razón, la acción y el<br />
progreso”, Oriente aborrece la acción, es “perezoso, conservador, nada crítico y<br />
deseoso de inmutabilidad”. La misma contraposición plantea Ortega, y Paul<br />
Hazard en La crisis de la conciencia europea (1680-1715) señala que fuera de la<br />
inquieta y siempre insatisfecha Europa, las masas viven hundidas “en una<br />
inmovilidad que llaman sabiduría, en un nirvana que llaman perfección”. No<br />
comparte el autor esta visión de Oriente y recuerda los muchos aspectos negativos<br />
de la historia de Europa. Se trata de entender lo específico del pensamiento<br />
europeo desde otras civilizaciones. Sirviéndose de los versos de Mo Di y de Lao<br />
zi, desmonta uno de los tantos tópicos que corren sobre China: que el pueblo<br />
chino careció de conciencia de la injusticia social y no vivió la dimensión utópica.<br />
¿Dónde, entonces, lo peculiar del pensamiento chino? El autor sigue al François<br />
Jullien de La China da que pensar (2005), quien buscó con su largo viaje por<br />
China, lleno de amorosa atención hacia las potencialidades de este pueblo, ver la<br />
filosofía europea con mayor perspectiva. En busca de la primera diferencia entre<br />
China y Europa, López Sastre recoge del libro VIII de la República de Platón<br />
varias formas de gobierno, los distintos gobiernos de los Estados-ciudades griegos<br />
y los diversos tipos de personalidades que ellos conforman. Aristóteles habla de<br />
formas correctas orientadas al bien de todos e incorrectas, ordenadas al bien de<br />
los gobernantes. Pero ¿algún pensador chino se planteó alguna vez la posibilidad<br />
de distintos regímenes políticos? No, ya que en China nunca cupo otro régimen<br />
que la realeza. Una segunda diferencia señalada por Jullien: desde sus inicios, la<br />
cultura china, en general confucionista, fue humanista y prescindió de la idea de<br />
Dios, una secularización que Europa tardó mucho en alcanzar; y la ausencia de<br />
una dimensión trascendente impidió a la larga que China desarrollase la idea<br />
política de libertad o la noción de “ciudadanía”. En su Tratado de la eficacia<br />
(1999) aporta Jullien una tercera diferencia: en el pensamiento chino no hay<br />
formas ideales, modelos, no cabe la relación que se da en Europa entre medios y<br />
fines con vistas a la acción. El efecto hay que aguardarlo, no buscarlo, y cuando<br />
se dé, hay que sacar provecho de él, algo que sabe todo estratega chino que<br />
evalúa las fuerzas en juego para explotar la situación y que no podría tener la<br />
democracia como fin y modelo ideal para las relaciones políticas. Pero China no<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 310
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
podrá estar siempre al margen del pensamiento de la finalidad: “el beneficio no<br />
bastará” y tendrá inevitablemente que pasar por las preguntas por el sentido. En<br />
Europa hubo alternativas, cupo la posibilidad de pensar, de elegir. Con las<br />
reformas y las revoluciones que abrieron el mundo moderno, los europeos<br />
lucharon por la libertad y la dignidad humanas, ideas en principio de origen<br />
cristiano.<br />
Tras su periplo por el pensamiento chino, López Sastre vuelve a<br />
preguntarse por la identidad europea y se plantea el tema del cristianismo y la<br />
secularización en la Europa actual. No es partidario de que la religión vuelva a<br />
ocupar el espacio público: sería una mala solución para la convivencia en<br />
sociedades pluralistas, y presenta una serie de argumentos para justificar su<br />
postura. La secularización confinó desde la Ilustración a la religión en el mundo<br />
de lo privado y el hombre prefirió centrarse en las conquistas sociales y en<br />
mejorar sus condiciones de vida. No comparte que los males de hoy se deban a la<br />
falta de creencias o que el antropocentrismo sea el origen de los totalitarismos<br />
actuales; asume un mundo sin Dios y denuncia la moral humana, demasiado<br />
humana, de las religiones: “Quienes utilizaban a Dios para legitimar una moral<br />
estaban engañados o intentando engañar a los demás.”. La religión también se ve<br />
hoy penetrada por la secularización (F. Lenoir, Las metamorfosis de Dios. La<br />
nueva espiritualidad occidental (2005)) y creencias y prácticas religiosas son<br />
vistas como instrumentos para lograr fines en esta vida: ayudar a la paz mundial<br />
o luchar contra la miseria.<br />
Javier López Alós, de la Universidad de Murcia —conocido de los<br />
lectores de Eikasía por su sección “Calle Filosofía”—, defiende en “Historia y<br />
mito en la construcción de la identidad europea” lo legítimo de crear algún mito<br />
cohesivo en torno al proyecto europeo que con espíritu democrático y<br />
antidogmático pueda oponerse a cualquier grupo que busque imponer de manera<br />
interesada su propia mitología al todo europeo. Y es que mythos y logos pueden<br />
convivir en la historia, como mostró el Hans Blumemberg (1920-1996) de<br />
Trabajo sobre el mito (1979). A pesar de su programa desmitificador, la<br />
Modernidad creó su propia mitología (razón, progreso, proletariado, ciencia) y su<br />
proyecto de inmanencia supuso un desencantamiento del mundo. Joseph<br />
Campbell (1904-1987), el antropólogo norteamericano autor de Las máscaras de<br />
Dios (1991-1992) y El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito (2005),<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 311
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
defendió la fuerza armonizadora del mito y lo consideró guía poderosa del<br />
espíritu humano y aliado decisivo frente a la imposibilidad de una representación<br />
absoluta de lo real. El recuperar o crear mitos tiene un hondo sentido político; lo<br />
tuvo, por ejemplo, la propuesta de la Iglesia católica —siempre reticente ante los<br />
“excesos” del racionalismo, la Ilustración, el laicismo o la autónoma esfera<br />
política— de que se incluyera la mención de las “raíces” cristianas de Europa en<br />
la Constitución de la Unión, lo que en realidad encubría su deseo de tutelar el<br />
futuro europeo. López Alós dedica la parte central de su trabajo a rebatir los<br />
ataques que al Derecho nacido del Estado moderno dirige el historiador del<br />
derecho medieval y moderno Paolo Grossi en obras como El orden jurídico<br />
medieval y Mitologías jurídicas de la modernidad, ambas de 2001: la<br />
tradicionalista e idealizada visión grossiana del orden jurídico medieval es<br />
también mitológica y, como señaló Francisco Tomás y Valiente, más propia de<br />
ángeles que de hombres. Los debates recientes sobre la identidad y la constitución<br />
jurídica de Europa parecen solicitar la intervención de un mito radical que luche<br />
contra la imposición de las construcciones ideológicas de los distintos<br />
fundamentalismos nacionales o religiosos, incompatibles con todo proyecto<br />
democrático, dada la urgente necesidad de imaginar el futuro con independencia<br />
de los “albaceas del pasado”. El autor propone un uso consciente y “a escala<br />
humana” del mito de Europa al servicio de la decisión política y que muestre<br />
abiertamente su levedad “en lugar de encubrirla bajo el peso sagrado de las<br />
tradiciones o la no menos sagrada promesa de un futuro incontrovertido”; un<br />
mito que sea “posibilidad de autoconciencia, responsabilidad e integración” y que<br />
eluda los fundamentos míticos y teológicos que hallaba en la política moderna el<br />
Carl Schmitt de Teología política (1922). Este relato cultural sobre Europa, fruto<br />
de un ejercicio consciente de mitopoiesis, podrá ser esgrimido como instrumento<br />
de propaganda política frente a todo mito que defienda la existencia de una<br />
identidad política o cultural profunda de los europeos por encima de sus<br />
evidentes diferencias (que no han logrado borrar ni el Cristianismo ni el Derecho<br />
romano ni el euro). Cuando cada grupo europeo de influencia busca imponer su<br />
propio “mito legitimador”, parece preferible dejarnos guiar por el mito de “una<br />
Europa abierta y cosmopolita bajo el signo del pluralismo y la participación de<br />
los ciudadanos”.<br />
Delmiro Rocha Álvarez, miembro del grupo DECONTRA<br />
(Deconstrucción + Traducción) de la UNED, reflexiona en “Europa o la cuestión<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 312
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
del cap (cabo)” en torno a la obra de Jacques Derrida (1930-2004) El Otro Cabo<br />
(L´Autre Cap, 1991), escrita a raíz de la primera Guerra del Golfo. Tras la<br />
exposición de las principales categorías del deconstruccionismo derridiano —<br />
identidad, diferencia, alteridad—, se niega que la vieja expresión “identidad<br />
cultural europea” pueda servir a una Europa a la que le urge fomentar la<br />
armónica convivencia política de sus naciones multiculturales y aceptar su<br />
responsabilidad ética y política no cerrándose sobre sí misma en un<br />
“egocentrismo destructor de sí y del otro”. No siendo ya aceptada su posición de<br />
capitán que decide el rumbo de la Humanidad, el occidente europeo, consciente<br />
de la carga de culpa que lleva a sus espaldas (las dos Guerras Mundiales, el<br />
Holocausto), ha de inventarse de nuevo, huyendo de programas prefijados de<br />
antemano —como el eurocentrismo o el antieurocentrismo— que puedan anular<br />
la decisión y la responsabilidad necesarias ante los acontecimientos, no olvidando<br />
lo mejor de su herencia europea, que, sin embargo, no debe repetir de manera<br />
mecánica. Crítico con la mayoría neoliberal surgida en Europa tras la<br />
descomposición de la Unión Soviética, con el nuevo totalitarismo de la<br />
globalización del capital —que invita a inventar una relectura de El Capital de<br />
Marx—, y con el inmenso poder centralizador, manipulador y uniformizador de<br />
la actual industria tecnomediática; decidido debelador de toda colonización<br />
cultural y del “totalitarismo agresivo de la razón absoluta”, en cuyo nombre se<br />
destruye la singular riqueza de lenguas, culturas y civilizaciones, Derrida se<br />
pregunta por el modo en que quepa limitar el excesivo control de dichos medios<br />
evitando a la vez la dispersión de éstos en pequeños bloques cerrados, lo que<br />
impediría la existencia de anchas avenidas de traducción y comunicación. Frente<br />
a la idea de elegir una capital de la identidad europea de la cultura —en Bruselas<br />
o en Estrasburgo—, el autor de La diseminación (1972), “Las torres de<br />
Babel” (1985) y “La teología de la traducción” (1990), propone como deber de<br />
Europa una necesaria, difícil y urgente traducción (no en el sentido estrictamente<br />
lingüístico, sino como “lo que da paso y lleva de un lugar a otro”), un ejército<br />
poiético, íntimamente unido a la práctica deconstructiva, que le permita estar<br />
continuamente abierta a lo nuevo y a los otros. Puesto que no existe un sentido<br />
anterior a las distintas lenguas que permita la traducibilidad universal, la<br />
traducción buscará incorporar de las culturas de los otros no sólo sus<br />
significados, sino también sus valores, ese resto de intraducibilidad que es lo<br />
único que urge traducir. Al cabo europeo, que siempre estuvo habitado por el<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
Otro, contaminado, “alterado” por él, el judío argelino que fue Derrida le<br />
recuerda su deber de reidentificarse, deber del que se derivan todo sus demás<br />
deberes: la acogida al emigrante y el respeto a sus diferencias; la oposición al<br />
racismo, el nacionalismo o la xenofobia; la profundización en la herencia europea<br />
de la democracia; la crítica de los dogmas de “la religión del capital” o la defensa<br />
de las ideas universales más valiosas. Son deberes a menudo contradictorios, que<br />
Europa debe asumir aceptando la creativa y retadora experiencia de una<br />
antinomia que adopta cada día formas inéditas.<br />
En “El índice espacial del mundo: origen romántico de la crisis, escisión y<br />
desestructuración de las orientaciones topológicas”, Luis Álvarez Falcón, de la<br />
Universidad de Zaragoza, se centra en la irremediable escisión de la conciencia y<br />
de la vieja sociedad occidental puesta de manifiesto por los principales<br />
representantes de Romanticismo alemán: los hermanos Schlegel, Novalis,<br />
Hölderlin o Hegel. La vieja “querella entre antiguos y modernos” dio paso a la<br />
contraposición entre clasicismo y romanticismo y a la presencia de dos ejes<br />
estructurales: oriente-clásico-sur y occidente-moderno-norte. La nueva mitología<br />
creada por los románticos del norte se inspirará en el primer eje y buscará un<br />
nuevo reencantamiento del mundo. El humanismo que admira el modelo clásico<br />
entrará en crisis tras ser sometido al análisis científico por el Romanticismo. El<br />
léxico de lo natural se usará en adelante por románticos y positivistas sólo como<br />
pretexto teórico, pues primarán la civilización, la imitación, lo sentimental o lo<br />
artificial. El conflicto entre naturaleza y civilización será un diagnóstico válido<br />
para el siglo XX y el Husserl de La Crisis de las ciencias europeas y la<br />
fenomenología trascendental se mostrará consciente de la clara ruptura del<br />
modelo humanista europeo, por lo que pedirá otro modelo de reflexión<br />
(Lebenswelt): al abandonar la ciencia moderna el modelo de la Grecia clásica, la<br />
Crisis se ha vuelto crisis de la existencia humana, por el olvido de sus añorados<br />
orígenes.<br />
Álvarez Falcón, que se ha interesado por la estética en estudios como<br />
Realidad, Arte y Conocimiento. La deriva estética tras el pensamiento<br />
contemporáneo (2008), recuerda cómo muchos románticos intentaron hallar la<br />
salvación a la mencionada escisión en el mundo del arte, y cómo se aliaron con la<br />
filosofía del idealismo alemán para hallar en el plano estético la ansiada unidad<br />
de naturaleza y espíritu, de sujeto y objeto, que la crítica de Kant no logró<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
alcanzar. El Friedrich Schlegel de Sobre el estudio de la poesía griega (1797)<br />
destaca la oposición entre lo natural y “la nueva cultura artificiosa y progresiva,<br />
fiel expresión de la evolución de la técnica en la imagen del mundo”, y el<br />
Schelling de Sistema del Idealismo Trascendental (1800) anuncia que “El arte es<br />
lo supremo para el filósofo” por enlazar lo sensorial y lo inteligible. Lo moderno<br />
produce escisiones, fragmentación, y ni la ciencia ni la filosofía parecen ser el<br />
remedio, aunque la última propusiera la “intuición intelectual” —la captación<br />
inmediata del fundamento real de la naturaleza—, que los románticos, a<br />
diferencia de Kant, creyeron posible a través del arte como “intuición intelectual<br />
objetivada”. Se trata de un nuevo orden fragmentario en que el Todo queda<br />
expresado en cada una de sus partes, sobre el modelo de la “obra de arte” y de la<br />
poesía romántica, definida por F. Schlegel como “poesía universal progresiva” en<br />
el fragmento 116 de la revista Athenaeum. Los románticos del norte continuarán<br />
el viaje a la soñada Grecia, al Mediterráneo, en busca del saber del sur, un saber<br />
que “desconfía de las teorías, radicalmente antifundamentalista, plural, figurativo<br />
y diferente a sí mismo” y dotado de “una intensa coloración moral que neutraliza<br />
el universalismo abstracto”, un saber que, en lugar de reducción y fragmentación<br />
pueda ofrecer la ansiada unidad. Europa debe “resituar el eje transversal del<br />
pensamiento” y la filosofía europea debe intentar superar las oposiciones<br />
mencionadas y reflexionar sobre la falta de armonía que acompaña al progreso<br />
de la cultura, algo que denunció Hegel en Diferencia entre el sistema de filosofía<br />
de Fichte y el de Schelling (1801) al constatar la quiebra de la sociedad<br />
tradicional.<br />
Antonio de Murcia Conesa, profesor de la Universidad de Alicante<br />
interesado en las relaciones entre cultura y Humanismo moderno, parte, en “Vías<br />
(anti)humanistas para una filosofía del sujeto europeo”, de la pregunta del joven<br />
profesor francés Jean Baufret a su admirado Heidegger, una vez concluida la II<br />
Guerra Mundial: “Comment redonner un sens au mot 'Humanisme´?”. El<br />
filósofo alemán se halla molesto por entonces por la conferencia de Sartre “El<br />
existencialismo es un humanismo”, del 29 de octubre de 1945, y responde a la<br />
misma en otoño de 1946 con Sobre el humanismo. Carta a Jean Baufret. Félix<br />
Duque recuerda en Contra el humanismo (2004) que los grandes pensadores han<br />
seguido, en general, una vía antihumanista y han achacado a los distintos<br />
humanismos —pedagógicos, filológicos o metafísicos— una “contumaz<br />
autorreferencialidad de lo humano”, oponiéndoles “un hombre excéntrico,<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
disuelto en un sistema de categorías y conceptos mediante los que hablar, desde<br />
fuera, de lo humano, pero sin reducirse a él”. Heidegger acepta lo humano<br />
concebido como “un objeto del pensar y no erigido como el sujeto-fundamento<br />
desde el que pensar”; los distintos humanismos —cristianismo, marxismo,<br />
existencialismo, etc.—, que juzga mera palabrería y puro subjetivismo, son<br />
culpables de haber empequeñecido lo humano y desviado al hombre de la<br />
meditación sobre el Ser y de la atenta escucha de su mandados. Si el espíritu es<br />
débil en Europa es a causa de la tecnificación de un pensar que se puso al servicio<br />
de los diferentes antropocentrismos (americano, bolchevique, fascista,<br />
intelectualista), asolando un continente atenazado por Rusia y<br />
316<br />
América. ¿Cabe reconstruir el humanismo en el siglo XX? El autor<br />
no cree que el humanismo sea un pensamiento de tipo antifilosófico y recuerda<br />
que Heidegger o Husserl se formaron en el seno del fértil humanismo<br />
antisubjetivo alemán, defensor de una Bildung antipedagógica y nacido hacia<br />
1908 como reacción contra la antropocéntrica pedagogía filantropinista de<br />
Basedow y sus seguidores, que subordinaba los contenidos de la instrucción a los<br />
sujetos del aprendizaje. Sus miembros, herederos del elitista y conservador<br />
“Tercer Humanismo” de W. Jaeger (1881-1961), el autor de Paideia: los ideales<br />
de la cultura griega (1933, 1943-1944), eran intelectuales, críticos, filólogos y<br />
novelistas de la talla de E. R. Curtius, autor de Literatura europea y Edad Media<br />
Latina (1948), el Thomas Mann de La montaña mágica (1924), J. Huizinga,<br />
autor de El otoño de la Edad Media (1919) y Homo ludens (1938), E. Auerbach,<br />
autor de Mímesis: la representación de la realidad en la literatura occidental<br />
(1946), o el filólogo J. Stenzel, que trabajó sobre Platón y Aristóteles. Todos<br />
buscaban dar con un sujeto que, superando al mero individuo, se fundase sobre<br />
un trasfondo de intersubjetividad, necesariamente internacional (lo llamaban<br />
“espíritu”), con el que Europa podría superar el subjetivismo culpable de<br />
patologías de la modernidad como el nacionalismo. Cuando este humanismo<br />
intentó hacerse pasar por filosofía con sus grandes morfologías trascendentes,<br />
síntesis de estética, catolicismo y política, los filósofos lo menospreciaron. ¿Fue<br />
éste, con sus consignas elitistas y humanitarias, sólo un humanismo educativo<br />
domesticador, amansador, como sugiere Sloterdijk en su Normas para el parque<br />
humano. Una respuesta a la “Carta sobre el humanismo” (1999)? En Los<br />
orígenes de la racionalidad científica. El escalpelo y la pluma (1981), Mario<br />
Vegetti ha advertido contra la funesta manía europea de definir el concepto de<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 316
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
“Hombre”, que suele desembocar en la pregunta “¿Quiénes son verdaderos<br />
hombres?” y en la clasificación de los europeos en buenos y malos, manía que<br />
han padecido en sus carnes los judíos o los emigrantes. El autor nos pide que no<br />
busquemos entre los discursos orientados a una definición universal del hombre,<br />
sino entre aquellos que pretendieron localizar, reconstruir y poner límites al<br />
fáustico sujeto europeo empeñado en tales definiciones; discursos que de la idea<br />
de “Hombre” destacaron “su condición de botín o despojo en todas las batallas<br />
modernas europeas”, que vigilaron al poder, que nos señalaron nuestros límites:<br />
el lenguaje, el arte, la retórica, la historia, la geometría y la ciudad. En esta<br />
heterogénea tradición cabrían: los estudios clásicos, bíblicos y científicos de<br />
Casiodoro (V-VI) en el monasterio italiano de Vivarium; las traducciones del<br />
humanista Lorenzo Valla (1406/7-1457); el análisis del lenguaje del nazismo que<br />
lleva a cabo V. Klemperer (1881-1960) —catedrático de filología en la<br />
Universidad de Dresde entre 1920 y 1935— en Lingua Tertii Imperii (La lengua<br />
del Tercer Reich) (1947); la dura crítica de Edward Said a los estudios<br />
orientalistas de ingleses, franceses y norteamericanos al discurso colonial en<br />
Orientalismo (1978). Si el humanismo no es filosofía, concluye el autor, “la<br />
filosofía europea, sin perjuicio de su necesario antihumanismo, recorrió y está<br />
obligada a recorrer una vía cabalmente humanista”.<br />
Julia Urabayen, de la Universidad de Navarra, nos obliga a instalarnos en<br />
el corazón del holocausto judío con “Europa bajo el prisma del paria en la obra<br />
de Hannah Arendt”. La discípula de Heidegger, que creía en los valores de la<br />
Ilustración y en la asimilación de los judíos a la cultura alemana, no estaba<br />
preparada para la tremenda experiencia que hubo de vivir bajo el régimen nazi.<br />
Una vez nacionalizada americana, la autora de Los orígenes del totalitarismo<br />
(1951), Hombres en tiempos de oscuridad (1968), o El judío como paria (1978),<br />
mira a Europa desde las dignidades pisoteadas del paria y del apátrida, denuncia<br />
el fracaso de la moderna política occidental, que necesariamente ha de ser<br />
renovada, reflexiona serenamente sobre los orígenes y las modalidades de la<br />
exclusión y sobre las formas de rechazo de la alteridad, y busca un espacio<br />
público que permita el libre discurso político. Encuentra Arendt las raíces del<br />
desastre ocurrido en el Imperialismo racista —el racismo se halla en la base del<br />
totalitarismo de nazis y bolcheviques— y en el antisemitismo. No cree que el<br />
sionismo sea una adecuada solución y tampoco que sirvan de mucho la<br />
vergüenza, la filantropía o la compasión a la hora de proponer soluciones<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 317
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
concretas realizables. Urabayen presenta luego las distintas concreciones del tipo<br />
del paria judío que esboza Arendt: Heine (el paria cínico, que rompe con la<br />
hipocresía de las apariencias); Walter Benjamin (el “Schlemihl”: el cenizo, el<br />
pobre diablo); el Charlot de Chaplin (la cara simpática de la exclusión, del que<br />
dirá en La tradición oculta: “En este judío pequeño, inventivo y abandonado del<br />
que todos sospechan se vio reflejado el hombre pequeño de todos los países”); el<br />
hombre de buena voluntad de las narraciones de Kafka, que considera absurda su<br />
situación; Rahel Varnhagen, ejemplo de la mujer judía excluida de su sociedad;<br />
los intelectuales que pasan de la aceptación y de la torre de marfil al rechazo,<br />
como Stefan Zweig o Bertold Brecht; Bernard Lazare (el paria revolucionario con<br />
conciencia política e internacional). Estudió también con detenimiento la<br />
pensadora alemana los tipos del refugiado naturalizado y del apátrida o refugiado<br />
indocumentado surgido de la Primera Guerra Mundial, aunque no abordó la<br />
figura del judío preso en los campos de concentración. Arendt proponía crear con<br />
urgencia un espacio político basado en una comprensión correcta de la plural<br />
condición humana, que garantizase la libertad, para que los dramas sucedidos no<br />
pudieran volver a suceder; un mundo nuevo en el que fuera posible tomar la<br />
palabra sin imposiciones totalitarias, capaz de generar para todos una igualdad<br />
política real.<br />
Momentos europeos<br />
Consciente de que el afán de universalidad europeo ha sido visto por<br />
muchos como “un enmascarado imperialismo”, y la pretensión europea de<br />
universalización de los Derechos Humanos como degeneración del eurocentrismo,<br />
Sebastián Gámez Millán, de la Universidad de Málaga, solicita, en “Europa: en<br />
busca de un ´nosotros´”, un esfuerzo para introducir en ese plural inclusivo a<br />
todos los dispuestos a aceptar “un sistema de exigencias recíprocas”, aquello en<br />
lo que se funda la moral según J. Rawls y E. Tugendhat. Se trata sólo de<br />
continuar un camino ya emprendido, pues Europa nunca existió sin los otros,<br />
siempre fue un continente mestizo, por los continuos viajes de los europeos fuera<br />
del continente. ¿Logrará Europa unir las distintas culturas? En La diversidad de<br />
las culturas bajo la unidad de una ley global (2007), Otfried Höffe lo cree<br />
factible, porque las demás culturas pudieron reconocerse en Europa en tanto que<br />
ésta supo asimilar algo o mucho de cada una de ellas. El autor sugiere varias<br />
estrategias para buscar a los otros: 1. Ir al café a dialogar (G. Steiner lo<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 318
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
recomienda en La idea de Europa como remedio contra el ensimismamiento); 2.<br />
Ser cosmopolitas, ciudadanos del mundo; la idea de un orden mundial<br />
cosmopolita la acariciaron a menudo los filósofos, desde Sócrates a Ortega,<br />
pasando por Diógenes de Sinope, Crísipo, Epicteto, Kant o Goethe, y Umberto<br />
Eco ha señalado que la lengua de Europa es la traducción; 3. Construir moradas<br />
en lugar de raíces (D. Chakrabarty), trazar puentes y (re)crear espacios de<br />
convivencia entre las diferentes culturas, para lo cual R. Rorty apuesta por la<br />
educación sentimental: muchos crímenes no volverían a repetirse si los europeos<br />
aprendieran a reconocer a los otros como sus semejantes, como humanos; 4.<br />
Multiplicar los rostros de los que se compone la identidad humana: nadie debe<br />
ser perseguido, marginado o estigmatizado por judío, gitano, islamista, negro,<br />
homosexual, norteamericano, etc., algo que sí hicieron y hacen los Estados<br />
racistas, totalitarios o teocráticos, o los nacionalismos, que ignoran la riqueza y<br />
complejidad del ser humano, al que etiquetan con un solo rasgo, ignorando otros<br />
no heredados sino elegidos, más definitorios de la identidad y abiertos al futuro;<br />
5. Redefinir el gastado concepto de “tolerancia” con vistas a la convivencia<br />
intercultural; 6. No descalificar a ninguna cultura —ficción “a través de las que<br />
nos (ma)logramos”—, evitando el monólogo y la imposición imperialista, y<br />
abriéndose a un fecundo diálogo intercultural para ver qué merece de verdad ser<br />
llamado finalmente “universal”. No está bien comprobado aún el hecho de la<br />
inconmensurabilidad entre las distintas culturas; por eso hay que crear<br />
continuamente espacios de convivencia entre ellas. El autor de Europa o la<br />
filosofía (2007), M. Cacciari, pide que Europa siga siendo “un puente que pone a<br />
dialogar orillas distintas”, un laboratorio abierto a experimentar con el cruce de<br />
culturas; Todorov, en “El cruzamiento entre culturas” (1988), llama<br />
“transvaloración” a la mirada que vuelve incesantemente sobre sí misma tras<br />
contactar con las costumbres y las prácticas de los otros; Félix Duque, en “El<br />
sueño romántico de Europa” (1997), solicita a ésta que no se encastille por temor<br />
al terrorismo y le aconseja escuchar “las razones, los deseos, los sueños y las<br />
frustraciones del otro”.<br />
En “La identidad europea en el Renacimiento. Nosotros y los otros en los<br />
Essais de Montaigne”, Vicente Raga Rosaleny, profesor de la Universidad de<br />
Valencia preocupado por el multiculturalismo, se centra en los ensayos “De los<br />
caníbales” (I, XXX), sobre los indios Tamoio del Brasil, y “De los<br />
coches” (III,VI), sobre las culturas de Perú y de México, en los que el pensador<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
francés patentiza su enorme interés por la América descubierta por los españoles<br />
(Frank Lestringant ha mostrado, en L´atelier du cosmographe ou L´image du<br />
monde à la Renaissance (1991), cómo los datos que Montaigne usa sobre<br />
América proceden de los textos de los conquistadores o de sus historiadores y<br />
cosmógrafos). Son dos ensayos en los que dialoga la Europa del XVI con una<br />
idealizada Antigüedad clásica y un idealizado Nuevo Mundo, que funcionan<br />
como válvula de escape para un ambiente cultural que Montaigne considera<br />
asfixiante; en ellos su autor expone su creencia de que cabe abrirse a otras<br />
civilizaciones sin buscar reducirlas a la propia, se interesa por las culturas<br />
indígenas y critica el etnocentrismo de los arrogantes europeos que llaman<br />
bárbaros, paganos y primitivos a los indios, considerándolos, por tanto,<br />
civilizables, colonizables y cristianizables. Sin embargo, esta optimista imagen<br />
sobre Montaigne se ve cuestionada a menudo: Lévi-Strauss, en su artículo<br />
“Releyendo a Montaigne” (incluido en Historia de Lince (1991)), lo considera un<br />
relativista cultural extremo, al que, en la tradición del pensamiento escéptico<br />
clásico, las diferencias entre culturas y costumbres le serían indiferentes; Gérard<br />
Defaux, en Un cannibale en haut des chausses: Montaigne, la différence et la<br />
logique de l´identité (1982), cree que usa la palabra no como instrumento de<br />
comunicación con lo diverso, sino como muro que le impide conocer la alteridad;<br />
T. Todorov, en L´Etre et l´Autre: Montaigne (1983), le achaca el etnocentrismo<br />
propio del que vive encerrado en su propia cultura; Jack I. Abecassis, Marie-Luce<br />
Demonet y André Tournon piensan en sus respectivos estudios sobre Montaigne<br />
que la mirada de éste hacia el otro sería sólo una “treta” para acabar hablando de<br />
su propia cultura, la única que cabría conocer.<br />
Raga Rosaleny achaca estas interpretaciones a una mala comprensión del<br />
escepticismo pirrónico —y, por extensión, del neopirronismo de Montaigne—, al<br />
contemplarlo como “una suerte de dogmatismo negativo de corte<br />
epistemológico”. Las culturas y las costumbres exóticas permitieron al filósofo<br />
francés aceptar la contingencia de las propias formas sociales. Si su apología del<br />
hombre clásico o del caníbal tiende a la idealización o la exageración es porque<br />
busca una especie de “credulidad metódica”, en estrategia opuesta a la posterior<br />
de Descartes: mientras éste eliminará los prejuicios para fundarse en la razón,<br />
dando una excesiva libertad al juicio personal, Montaigne acepta los prejuicios y<br />
cree que el hombre no puede vivir sin costumbres, pues sin ellas “el juicio<br />
liberado flotaría en el vacío, careciendo del apoyo inercial del prejuicio” y “toda<br />
<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año V, 38 (mayo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 320
La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
identidad parecería desvanecerse”. En lugar del ensimismamiento solitario<br />
cartesiano, propone una apertura espacio-temporal a lo distinto, a los usos y<br />
costumbres exóticos, a los “otros nosotros”, que permiten una libertad que no da<br />
el estancamiento en el “nosotros” propio. Como afirmó J. Starobinski en<br />
“Montaigne en mouvement” (1993): “La conciencia libre no es una conciencia<br />
solitaria”. La experiencia, más que la reflexión introspectiva, es para Montaigne<br />
la piedra de toque del juicio: “Se saca maravillosa luz para el juicio humano del<br />
trato con el mundo. Estamos encogidos y replegados sobre nosotros mismos y no<br />
vemos más allá de nuestras propias narices” (Ensayos, I, 26). La relación con los<br />
otros ayudó, pues, al filósofo francés a configurar su propuesta renacentista de<br />
identidad europea.<br />
Lourdes Reyes Manuel, de la Universidad de La Laguna, comenta en “La<br />
transformación de la utopía europea a partir del siglo XVIII” la visión que de la<br />
utopía proporciona Reinhart Koselleck (19<strong>23</strong>-2006) —autor de Futuro Pasado y<br />
de Aceleración, prognosis y secularización— en su artículo “The temporalization<br />
of utopia”. El historiador de la Begriffsgeschichte (historia conceptual) señala que<br />
desde Tomás Moro la utopía se concibió de una manera estática, espacial, y al<br />
cambiar la filosofía de la historia a mediados del XVIII europeo, la Historie (las<br />
historias) empezó a ser sustituida por la Geschichte (la Historia con mayúsculas,<br />
el tiempo histórico como progreso), lo que hizo posible la aparición de la<br />
primera utopía de dimensión temporal: El año 2240 (1750) de Louis Sebastián<br />
Mercier, que unió la crítica moral del presente con la idea del progreso, siendo un<br />
claro precedente de la moderna ciencia-ficción; el ideal de perfección que<br />
planteaba la utopía se dinamizó y temporalizó. También estudia Koselleck la<br />
antiutopía o distopía temporal de Carl Schmitt Die Buribunken. Meditación<br />
histórico-filosófica (1918), especie de sátira que intentaba prevenir contra la<br />
excesiva confianza en el progreso. Cree inevitable el historiador alemán que la<br />
utopía temporal sobre el futuro derive en una utopía negativa, por estar<br />
condenadas las utopías a crear infelicidad, a pesar del final feliz que prometen. La<br />
autora echa de menos en el artículo citado una definición clara de “utopía” y una<br />
especificación de sus funciones, y lamenta que se olvide la rica variedad de la<br />
producción textual utópica para centrarse en sólo dos de sus producciones, y se<br />
aporte una visión de la utopía que se correspondería con el “modelo horizontal”<br />
de Paul Tillich en Kairós und Utopie (1959): el deber ser se realiza en el ser y la<br />
historia se consuma tras su desarrollo lineal, con lo que Koselleck silenciaría el<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
“modelo vertical”, que dejaría la historia abierta al destacar lo irresoluble del<br />
contraste entre realidad e ideal, ser y deber ser. Sigue la autora al Javier<br />
Murgueza de La vigencia del pensamiento utópico (2005) para señalar lo<br />
limitado de esta visión “escatológica”, cerrada, de la utopía, pues no cabe la<br />
culminación de la historia en un “utopissimum” (lo que se da en las utopías<br />
cerradas del marxista Ernst Bloch), ya que “utopía” significa “ningún lugar” y el<br />
“horizonte utópico” siempre avanza al avanzar nosotros. También se cuestiona la<br />
tajante separación entre utopías espaciales y temporales a partir de 1750: ya J. C.<br />
Davis en Utopía y sociedad ideal. Estudio de la literatura utópica inglesa,<br />
1516-1700 (1985) cuestionó la división que Elizabeth Hansot hace en Perfection<br />
and Progress: two modes of utopian thought (1974) entre utopía clásica<br />
(contemplativa, estática, preocupada por la reforma del individuo) y utopía<br />
moderna (dinámica, preocupada por la construcción social). El mismo Koselleck<br />
reconoció cierto carácter temporal en las utopías espaciales, pues el recurso al<br />
lugar remoto suponía una crítica al presente y una búsqueda del cambio en el<br />
futuro. Mejor pensar, pues, en una continuidad entre el espacio y el tiempo antes<br />
y después de 1750, y no reducir a una tosca dicotomía binaria una rica expresión<br />
cultural de cuatro siglos como mínimo. Cuestiona finalmente la autora el hecho<br />
de que Muguerza incluya como fuentes del pensamiento utópico, junto a la<br />
literatura de los utopistas, de Tomás Moro en adelante, las propuestas políticas<br />
de los socialistas Saint-Simon, Fourier y Owen, y los textos de Karl Manhheim,<br />
Karl Otto Apel y Ernst Bloch, carentes de las características de “totalidad, orden<br />
y perfección” que Davis exige para toda utopía. El proyecto utópico presenta una<br />
rica variedad, siendo la utopía como “expresión temporal del futuro” de que<br />
habla Koselleck sólo una de sus posibilidades, sin que quepa reducir el género<br />
utópico a mera escatología, a un final cerrado de la historia. La utopía plantea<br />
todavía hoy, como se ve, problemas de definición, descripción y cronología.<br />
Salvador Cayuela Sánchez de la Universidad de Murcia, en “Del Estado<br />
racial al Welfare state. La identidad europea bajo una perspectiva biopolítica”,<br />
estudia cómo durante el XIX el descontento generalizado hacia el Estado liberal<br />
obligó a los gobiernos a reajustar sus prácticas buscando una cierta unidad<br />
interclasista, la pacificación social y la promoción de la salud pública. El “Estado<br />
social o interventor” de raíz bismarckiana nace de dos estrategias políticas: la<br />
nacionalista (fortalecimiento del vigor y la unidad de la nación) y la socialista<br />
(defensa de los derechos de los trabajadores frente al empresario burgués con una<br />
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mayor intervención estatal), que, muy críticas con el capitalismo liberal, piden<br />
una política más igualitaria. La Medicina Social, la Estadística, la Sociología o la<br />
Pedagogía problematizan el Estado liberal y diseñan las estrategias de la<br />
biopolítica interventora, cuyos cambios recoge Francisco Vázquez en La<br />
invención del racismo. El nacimiento de la biopolítica en España (2009): política<br />
de prevención social (no de beneficencia); extensión de la Medicina Social para<br />
corregir los desajustes producidos por la sociedad industrial (mendicidad, juego,<br />
tabaquismo, alcoholemia…) como “dispositivo científico” para luchar contra la<br />
lucha de clases; la eugenesia, que sir Francis Galton, primo de Darwin, define<br />
como técnica para mejorar la especie humana corrigiendo las alteraciones de la<br />
selección natural, por la que delincuentes, discapacitados psíquicos y físicos,<br />
degenerados son vistos por la Antropología Criminal, la Psiquiatría o la Medicina<br />
Legal como “enemigos biológicos”; una nueva subjetividad, la del homo<br />
higienicus, obligado a mantener una salud aceptable en pro del “organismo<br />
social” con mecanismos de control y disciplinarización que pretenden preservar el<br />
“cuerpo social”.<br />
Cayuela Sánchez recuerda que este triunfo absoluto del darwinismo social<br />
y el cientifismo positivista en las prácticas de los gobiernos, y sus teorías<br />
psiquiátricas, criminológicas o antropológicas que buscaban “el bien común” y<br />
manejaban ideas como “regeneración”, “pureza racial”, “degeneración racial” o<br />
”depuración racial”, anunciaban y legitimaban las atrocidades de la Alemania<br />
nazi. El “racismo de Estado” y la tanatopolítica (Foucault) de los nazis busca<br />
excluir o eliminar a los más débiles: Hitler firma el 1 de septiembre de 1939 el<br />
decreto que exigía la eutanasia masiva para los enfermos psíquicos y físicos<br />
crónicos; se producen esterilizaciones masivas entre 1939 y 1945, se prohíben las<br />
relaciones sexuales y los matrimonios entre arias y judíos, llegan a los campos de<br />
exterminio judíos y gitanos, y el médico nazi Rudolf Hess califica el dispositivo<br />
tanatopolítico como “biología aplicada” (J. A. García Marcos: “La medicina sin<br />
rostro humano: eutanasia y experimentos médicos durante el tercer<br />
Reich” (2005)). La visión biomédica del nazismo que quería restablecer la pureza<br />
racial alemana era, en realidad, más bien una zoopolítica, pues millones de seres<br />
humanos fueron tratados como animales que había que exterminar. Explica luego<br />
el autor cómo pudo surgir en Europa a fines de los años 40, una nueva forma<br />
biopolítica, el Estado del Bienestar, con unas medidas muy distantes de las<br />
racistas y nacionalistas de los Estados intervencionistas de fines del XIX y<br />
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principios del XX. Cree que fue posible por tres razones: 1. el clima creado tras la<br />
Segunda Guerra Mundial (la Guerra Fría, el temor a la URSS y los deseos de paz);<br />
2. La necesidad de conciliar el nuevo Estado la libertad individual, la justicia<br />
social y la solidaridad nacional para recuperar la legitimidad perdida; 3. El hecho<br />
de que la guerra había sido una lucha internacional de clases, por lo que se<br />
entendió que determinados servicios y prestaciones fundamentales debían formar<br />
parte de la condición de todos los sectores sociales (higiene, seguridad social,<br />
escolarización, vivienda, atención a la vejez, etc.). Gran parte de los países<br />
aceptaron la idea de una ciudadanía basada en derechos sociales como directriz<br />
sociopolítica. A juicio del autor, fueron las atrocidades nazis las que forzaron en<br />
parte a abandonar los ideales regeneracionistas y las interpretaciones biologicistas<br />
de la sociedad para avanzar hacia políticas igualitarias que asegurasen el bienestar<br />
de los individuos, considerados en su autonomía como responsables de sus<br />
propias vidas y con unos derechos inviolables. El artículo concluye con una<br />
pregunta inquietante: “¿Responde la crisis actual de la Unión Europea al olvido<br />
de Auschwitz?”.<br />
Ricardo Gutiérrez Aguilar, del Instituto de Filosofía-CSIC, aplica la actitud<br />
fenomenológica a la ciencia de la Economía en “¿A clockwork Europa? La idea<br />
científico-crítica como señal y proyecto en el último Husserl”. Comienza<br />
constatando la defección general y la insumisión de los europeos ante una Europa<br />
heredera del funcionalismo de Monnet, basada en el “uso instrumental” y<br />
concebida sólo como “comunidad de bienes”, con un peso absoluto de la<br />
economía de mercado. Y es que se supone que habrían de ser los “valores no<br />
instrumentales”, no económicos (ausentes en el preámbulo de la Constitución<br />
europea), los que deberían regir Europa. ¿Puede ser definida ésta desde la ciencia<br />
económica? Para Husserl el europeo no es definible sólo como homo<br />
oeconomicus. Europa —el lugar donde nació la ciencia— está en crisis por estar<br />
en crisis las ciencias europeas y la “actitud crítica” que las originó. Si una ciencia<br />
“estricta” se plantea la fundamentación de sus resultados y la extensión y<br />
ampliación de éstos en una red universal, entonces la Economía no es una ciencia<br />
estricta, sino una técnica abstracta basada en el interés y relegada a una parcela<br />
muy concreta de la realidad. La crisis de las ciencias deriva de aplicar<br />
mecánicamente normas y mecanismos de presunta validez absoluta y de<br />
seleccionar acríticamente objetivos, tareas y metodología (La Crisis de las<br />
Ciencias europeas como expresión vital radical de la Humanidad europea<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
(1911)). Meditando sobre las lógicas del descubrimiento científico y de la<br />
urgencia del deber y del hacer, Husserl diagnostica los males de las ciencias<br />
europeas: la ausencia en ellas de miras universales de largo alcance y de juicio<br />
crítico; su parcelación utilitaria; su falta de autonomía e independencia, al estar<br />
subordinadas a objetivos políticos, militares o empresariales; su aplicación técnica<br />
y mecánica, que, alejada de los topes y correcciones que impone “la lógica pura<br />
del conocimiento”, se deja llevar por el “hacer por el hacer”. Con la Ilustración el<br />
ser europeo se vio identificado con la imagen del progreso, pero hoy tal idea<br />
conoce sus límites —como se ve en Dialéctica de la Ilustración de T. Adorno y M.<br />
Horkheimer— y la Economía es consciente de haber alcanzado su tope. La<br />
selección de los objetivos de la ciencia actual no está en manos sólo de los<br />
científicos, ni sólo ellos juzgan la calidad y relevancia del saber. Los ciudadanos,<br />
en general, se sienten ajenos a la ciencia como “mera técnica de toma de<br />
decisiones”. El autor no gusta tampoco de esa Tecnociencia en que no privan los<br />
intereses exclusivamente científicos (“Proyecto Manhattan”, etc.) y presidida por<br />
una generación de tecnócratas que usan oscuros tecnicismos en su gestión de la<br />
“sociedad del conocimiento”.<br />
Ante este panorama, el estudioso de Max Stirner que es Gutiérrez Aguilar<br />
propone una más detenida meditación sobre los valores —nucleares y periféricos<br />
— que puedan acceder a la condición de “universales concretos” para ser<br />
decisivos a la hora de cualquier deliberación importante sobre el proyecto<br />
europeo. Si desde 1944 primó en Europa lo económico según la “lógica del<br />
hacer”, lográndose “la primera unidad europea”, hoy la “lógica del ser” debe<br />
acompañar a la economía. Pero ¿qué valores se han de elegir? ¿Qué lugar deberá<br />
tener, junto a bienes básicos como la vida, la salud, la nutrición o el placer, un<br />
valor tan europeo como la tolerancia? ¿No es hora de poner sobre el papel la<br />
herencia cultural europea? ¿Cuál ha de ser la tarea de las ciencias en la realización<br />
de las utopías de paz, justicia y democracia? Siguiendo al teórico en Relaciones<br />
Internacionales Joseph Nye, el autor defiende en la constitución de una identidad<br />
europea el uso del Soft-power (medios pacíficos como las influencias culturales o<br />
históricas de una comunidad), rechazando el Hard-power (medios agresivos como<br />
los ejércitos o las coacciones económicas). Por eso, unas ciencias verdaderamente<br />
universales y cercanas a los ciudadanos, como las quería Husserl, y no parceladas<br />
y alejadas de ellos, constituirán una poderosa ayuda en el proceso de creación de<br />
la supranacionalidad europea.<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
En “Filosofía en tierras de penumbra: Spengler, Wittgestein y el ocaso de la<br />
cultura europea”, Modesto M. Gómez Alonso, de la Universidad de Salamanca,<br />
parte del hecho, en principio sorprendente, de que en Cultura y valor (1931)<br />
Wittgenstein citase al oscurecido Oswald Spengler (1880-1936) entre los filósofos<br />
que más le influyeron. Hoy se sabe que el autor de La decadencia de Occidente.<br />
Bosquejo de una morfología de la Historia Universal (1918) fue decisivo en el<br />
nacimiento del segundo Wittgenstein y que abundan en éste las huellas<br />
spenglerianas (sus dudas en torno a la utilidad de la filosofía en épocas de<br />
“oscuridad”, su tesis de un conocimiento genuino de carácter no-proposicional, o<br />
nociones como “formas de vida”, “arbitrariedad de las reglas lingüísticas”,<br />
“conflicto entre imágenes del mundo” o “rasgos de parentesco”). Dentro de su<br />
pesimista visión de la historia, Spengler considera que una vez desaparecida la<br />
Cultura Occidental o Fáustica y degenerada en mera Civilización sin creatividad,<br />
la única filosofía posible es una filosofía afilosófica que se dedique a destruir los<br />
ídolos huecos de los sistemas de la filosofía tradicional. Pues bien, la ansiedad<br />
filosófica de Wittgenstein es la misma que la de Spengler; y su método crítico, que<br />
huye de descripciones explicativas, es asimismo spengleriano. De ser esto así,<br />
comenta el autor, “la filosofía más celebrada del siglo XX se nutre,<br />
sorprendentemente, de una obra que ha carecido tanto de interés como de<br />
respeto”. Sin embargo, Gómez Alonso pasa a mostrar cómo la metodología del<br />
segundo Wittgenstein, aun usando los conceptos de Spengler, se opone<br />
radicalmente a sus prescripciones para una filosofía en tiempos de decadencia, y<br />
señala los puntos concretos en que se resquebraja la analogía entre ambos<br />
pensadores. Wittgenstein sí cree posible el rescate de la filosofía; su combate no es<br />
contra ésta, sino contra la civilización, y su lucha se concreta en un programa que<br />
se adecua perfectamente a las etapas de su método filosófico, impregnado de<br />
ética. Dicho proyecto pretende: combatir la acomodaticia filosofía profesional<br />
agudizando la angustia que plantean los sangrantes problemas filosóficos,<br />
liberando al sujeto de sus prejuicios al resolverlos; solucionar el conflicto creando<br />
imágenes alternativas de este para lograr que se esfumen los viejos problemas y<br />
los esquemas que hechizaban y asfixiaban al yo; finalmente, que el “yo honesto”,<br />
enfocando positivamente el conflicto, reconozca su escisión interna, acepte la<br />
angustia que lo define y, por tanto, su libertad, e intente conservar su ser frente a<br />
las fuerzas centrífugas de la locura y el orden. La de Wittgenstein es una filosofía<br />
independiente de la dinámica histórica y cultural, un proyecto de integridad<br />
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personal comprometido con la vivencia íntima de la reflexión y con la<br />
reconstrucción del entendimiento crítico. Es también una filosofía actual,<br />
centrada en un pensamiento moral unido al malestar y la insatisfacción del<br />
filósofo respecto a la especulación abstracta y que valora la valiosa herencia<br />
europea de la capacidad de autocrítica.<br />
En “Mayo 68: utopía y realidad”, Eduardo Bello, de la Universidad de<br />
Murcia, lleva a cabo un nostálgico balance de este interesante capítulo de la<br />
historia de Europa que tuvo como epicentro las rebeliones estudiantiles y obreras<br />
acaecidas en París. ¿Fue un movimiento cultural o más bien social, una crisis de<br />
valores o de civilización, un cambio radical de ideas en Francia? Pascal Bruckner<br />
habla de la emergencia del individualismo en el universo democrático y de la<br />
exigencia de autonomía y libertad frente a la moral represiva y el excesivo<br />
autoritarismo; H. Hamon y Patrick Rotman se centran en la actividad de los<br />
grupos leninistas y hablan de una generación militante; Nicolas Sarkozy y su<br />
ministro de Educación, el filósofo Luc Ferry, denuncian lo negativo de su<br />
ideología libertaria; Jean-Pierre Le Goff destaca el fin del neoleninismo y la unión<br />
de los izquierdismos cultural y político; Kristin Ross habla de los “Jóvenes<br />
rebeldes”; Alain Renaut cree Mayo del 68, más que un movimiento político<br />
fracasado, un movimiento cultural que triunfó y destaca el peso del antihumanismo<br />
del pensamiento estructuralista transmitido por autores como<br />
Althusser, Lacan, Foucault, Deleuze, Barthes o Lévi-Strauss. Por su parte, Dany<br />
Cohn-Bendit, líder estudiantil de Mayo del 68 y actual diputado del Parlamento<br />
Europeo por el partido ecologista Les Verts, recoge en su libro La revolución y<br />
nosotros que la quisimos tanto (1986) sus entrevistas con una serie de líderes del<br />
movimiento como A. Hoffamnn y J. Rubin, Jean-Pierre Duteuil o Daniel<br />
Blanchard. Bello recuerda el importante papel de la filosofía en el movimiento<br />
estudiado (Marx, Freud, Althusser, Lacan, Foucault, Deleuze, Sartre, Simone de<br />
Beauvoir, Camus o Merleau-Ponty) y cómo Mayo del 68 fecundó el pensamiento<br />
de filósofos franceses como Henri Lefebvre, Edgar Morin, Félix Guattari, H. B.<br />
Lévy o A. Glucksmann, y pasa a recoger el testimonio de dos filósofos testigos del<br />
movimiento: Alain Badiou, que fue miembro de la Unión de Comunistas de<br />
Francia Marxistas-Leninistas, y Herbert Marcuse, que tanto influyó en los<br />
universitarios franceses con sus libros Eros y civilización (1953) o El hombre<br />
unidimensional (1954). Analiza Bello detalladamente el origen de Mayo del 68<br />
desde la perspectiva de las crisis universitaria, social y política, y narra los<br />
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interesantes hechos que confluyeron en el París de 1968 y que acabaron en las<br />
elecciones legislativas del <strong>23</strong> de junio con una inesperada y amplia victoria de la<br />
coalición de centro-derecha. Finalmente, el autor destaca los positivos cambios<br />
que se derivaron de Mayo del 68 en los terrenos universitario, laboral, político y<br />
cultural.<br />
Post-Europa<br />
En un interesante ensayo de tinte feminista,<br />
“Europa como espacio de identidades postpatriarcales”,<br />
Sonia Reverter Bañón, profesora de<br />
filosofía de la Universidad Jaume I y autora de<br />
Europa a través de sus ideas (2006), constata la<br />
falta de logros efectivos en las recientes políticas<br />
europeas sobre la mujer. Según un cálculo<br />
elocuente, al ritmo actual de reformas, la Unión<br />
Europea verá la igualdad plena entre hombres y<br />
mujeres ¡hacia el año 2468! Reverter recuerda el<br />
inicio de la lucha de la mujer europea<br />
remontándose al libro de Mary Wollstonecraft<br />
Vindicación de los derechos de la mujer (1792),<br />
que exigía una carta de derechos que diese a la<br />
mujer plena ciudadanía y valorase debidamente su<br />
trabajo en el hogar, equiparándola a la del hombre<br />
fuera del mismo. La autora de El contrato sexual (1995), Carole Pateman, vio<br />
que de la propuesta de Wollstonecraft se derivaba el siguiente dilema: o igualar<br />
los derechos de la mujer con los del hombre en una igualdad formal (siendo ellas,<br />
en una ciudadanía patriarcal, “hombres inferiores”) o reconocer las diferencias de<br />
la mujer e incluirlas en una carta de derechos femeninos distintos de los de los<br />
hombres, ya que sus habilidades, capacidades, intereses y necesidades son<br />
diferentes: en ambos casos, la mujer no hallaba la deseada ciudadanía igualitaria.<br />
El marco del patriarcado evita que Europa avance con sus políticas de género<br />
(por la vía de la igualdad o por la de la diferencia). Para superar este impasse, el<br />
Tratado de Amsterdam (1997) institucionalizó la estrategia llamada “perspectiva<br />
de género”, que la Cuarta Conferencia Mundial de Naciones Unidas celebrada<br />
en Pekín (1995) había asumido como estrategia de promoción política de la<br />
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mujer, para aplicarla de manera transversal en todos los ámbitos comunitarios de<br />
decisión. En la dicotomía masculino / femenino domina el hombre como el ser<br />
humano auténtico, siendo la mujer la identidad construida como segunda, menor<br />
y subsidiaria, como el sujeto “otro”, ”el que no es hombre”, “lo-mismo-perodiferente”,<br />
el sujeto dominado y excluido de la plena igualdad. La desigualdad<br />
entre los géneros no es algo biológico, insuperable, sino una serie de diferencias<br />
organizadas cultural e históricamente como desigualdades, y desde esta clave el<br />
feminismo de los 70 y los 80 procedió a criticar “con fervor deconstructivista”<br />
todas las ciencias y las disciplinas.<br />
Reverter Bañón explica a continuación la teoría feminista de la<br />
performatividad del género, que, siguiendo la teoría de los actos de habla de<br />
Austin y Searle, expone Judith Butler en Gender Trouble: Feminism and the<br />
subversion of identity (1990): no sólo el género no es algo performativo (estable,<br />
fijo); tampoco lo es el sexo, puesto que ambos conceptos son construidos<br />
discursivamente por normas y convenciones impuestas por el poder patriarcal, y<br />
performativamente (re)producidos a diario. Si Europa busca conseguir un día la<br />
soñada sociedad post-patriarcal, deberá evitar la identificación de la mujer con<br />
ningún patrón concreto y naturalizar cualquier identidad; desmantelar los<br />
prototipos de feminidad y masculinidad; abandonar las líneas de género como<br />
imposiciones por encima de la libertad de los individuos, y crear un espacio de<br />
identidad que permita toda transgresión e indisciplina en el terreno sexual.<br />
Destaca Reverter, por último, la importancia de las críticas a la filosofía<br />
occidental realizadas por el feminismo, dos especialmente: la denuncia del<br />
silenciamiento de las mujeres filósofas y la explicación de la causa del fracaso de<br />
su tradición en haberse basado en un concepto generizado y nada neutral de la<br />
razón, que la misma Ilustración no supo desmontar. Frente a la crisis de la razón<br />
y del sujeto, la crítica feminista propone renunciar a la razón como proyecto<br />
filosófico o bien proceder a su reconceptualización.<br />
Mariana Urquijo Reguera, del UCM de Madrid y del Instituto<br />
Universitario Ortega y Gasset, estudia en “Tagore y Bergson. Caminos<br />
antagónicos y convergentes entre Oriente y Occidente” una serie de llamativas<br />
coincidencias entre estos dos filósofos, que estuvieron de moda a finales del XIX y<br />
principios del XX y que recibieron el Premio Nobel de Literatura. Críticos con el<br />
positivismo y con las consecuencias del progreso de la ciencia y de la técnica en la<br />
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cultura occidental, solicitaron un modo menos deshumanizado de vivir, en el que<br />
hallasen su lugar el amor, la ética, la igualdad, la sensibilidad, el sentimiento<br />
estético o los deseos, para dar una solución eficaz a los problemas humanos.<br />
Urquijo Reguera expone las líneas generales de la filosofía del autor de Ensayo<br />
sobre los datos inmediatos de la conciencia o La evolución creadora: frente al<br />
miedo al cambio y la excesiva atención prestada a los poderes del intelecto,<br />
fundadores de la Metafísica occidental e impulsores de buena parte de la filosofía<br />
posterior, en Bergson (1859-1941) juegan un papel central en la vida individual el<br />
dinamismo y la intuición. Para abordar el pensamiento de Rabindranath Tagore<br />
(1861-1941), la autora estudia el contenido de los ensayos de Meditaciones,<br />
centrándose sobre todo en el que aborda la interesante experiencia de<br />
acercamiento entre Oriente y Occidente que supuso la escuela internacional de<br />
Santiniketan. Urquijo se lamenta de que el violento siglo XX no siguiera las<br />
sugerencias de ambos escritores.<br />
En un combativo ensayo escrito desde una perspectiva democrática<br />
radical, “Europa cosmopolita: una identidad para la era global”, Tomeu Sales<br />
Gelabert, de la Universidad de las Islas Baleares, enfoca la identidad de Europa a<br />
partir de la figura jurídico-política de la “ciudadanía”. Tras estudiar las distintas<br />
concreciones históricas del Estado como estructura de poder (Estado absoluto,<br />
Estado liberal, Estado nacional y Estado del Bienestar), se pregunta si Europa<br />
podrá avanzar, en medio de la actual globalización, hacia una “ciudadanía<br />
transnacional y cosmopolita” o “post-nacional”, tal como creyeron J. Habermas<br />
en El occidente escindido (2004) y U. Beck en Poder y contrapoder en la era<br />
global (2004), y analiza el fenómeno de la globalización —que tan graves<br />
problemas plantea a los Estados nación— como dinámica transnacional basada<br />
en las tecnologías de la información, la emergencia de un mercado y un<br />
“capitalismo global” (creador de un creciente “riesgo global”) y la hegemonía del<br />
neoliberalismo. Que Europa no constituía un poder cosmopolita capaz de<br />
enfrentarse a las limitaciones de la globalización neoliberal se vio claro a raíz de<br />
algunos desagradables hechos que trajo el siglo XXI: la guerra de Irak (2003), el<br />
no a la Constitución europea en los referendums francés y holandés (2005), el<br />
posterior no irlandés al Tratado de Reforma de Lisboa (2008), y el caos de las<br />
estrategias económicas que desde octubre de 2008 buscaron combatir la crisis<br />
financiera y crediticia internacional. En las páginas 367-375, Sales Gelabert<br />
efectúa un apretado y útil repaso a los aspectos técnicos del proceso de<br />
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La filosofía y la identidad europea | Antonio José López Cruces<br />
construcción europea como creación de estructuras jurídico-políticas y<br />
transnacionales, desde la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y del<br />
Acero (CECA) hasta la actualidad. No comparte la definición que de Europa da<br />
Beck como “Imperio cosmopolita post-hegemónico”, por creerla demasiado<br />
abstracta, y piensa que debe evitarse la noción de “Imperio”, por sus acepciones<br />
autoritarias, centralistas y violentas; señala, además, que varias de las<br />
características básicas del Imperio Europeo que observa Beck no se ajustan a las<br />
prácticas de los imperios históricos.<br />
Su conclusión es pesimista: la ciudadanía europea no es una verdadera<br />
“ciudadanía transnacional” alternativa a la “ciudadanía nacional” y, por tanto,<br />
no puede erigirse como ejemplo de “ciudadanía cosmopolita” ni hacer frente al<br />
poder global del capital transnacional. Europa priorizó, y más en los últimos<br />
decenios, el establecimiento de un mercado y una unión monetaria en beneficio de<br />
los grandes capitales europeos y norteamericano y sus prácticas, poco<br />
emancipadoras, democráticas y populares. Si Europa tuvo un día una dimensión<br />
supranacional y cosmopolita, “la estructura burocrática-institucional actual se<br />
aleja mucho de constituir un auténtico modelo de formación de poder político y<br />
democrático en la era global”. ❚<br />
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SAF. Sociedad de Filosofía<br />
Sociedad Asturiana de Filosofía