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Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres 25<br />

poca atención, cuando, después de apartarse por un tiempo de la supuesta<br />

popularidad y habiendo adquirido conocimientos determinados, podrían<br />

con justicia aspirar a ser populares.<br />

No hay más que mirar los ensayos sobre la moralidad que se han<br />

escrito en ese gusto preferido, y se verá en seguida cómo se mezclan en<br />

extraño consorcio, ya la peculiar determinación de la naturaleza humana -<br />

comprendida en ella también la idea de una naturaleza racional en<br />

general-, ya la perfección, ya la felicidad, aquí el sentimiento moral, allá<br />

ese amor de Dios, un poquito de esto, otro poco de aquello, sin que a nadie<br />

se le ocurra preguntar si los principios de la moralidad hay que buscarlos<br />

en el conocimiento de la naturaleza humana -que no podemos obtener<br />

como no sea por la experiencia-; y en el caso de que la respuesta viniere<br />

negativa, si esos principios morales hubiese que encontrarlos por completo<br />

a priori, libres de todo lo que sea empírico, absolutamente en los<br />

conceptos puros de la razón, y no en otra parte, tomar la decisión de poner<br />

aparte esa investigación, como filosofía práctica pura o -si es lícito<br />

emplear un nombre tan difamado- <strong>metaf</strong>ísica 1 de las <strong>costumbres</strong>, llevarla<br />

por sí sola a su máxima perfección y consolar al público, deseoso de<br />

popularidad, hasta la terminación de aquella empresa.<br />

Pero esta <strong>metaf</strong>ísica de las <strong>costumbres</strong>, totalmente aislada y sin<br />

mezcla alguna de antropología, ni de teología, ni de física o hiperfísica, ni<br />

menos aún de cualidades ocultas -que pudiéramos llamar hipofísica-, no es<br />

sólo un indispensable sustrato de todo conocimiento teórico y<br />

seguramente determinado de los deberes, sino al mismo tiempo un<br />

desideratum de la mayor importancia para la verdadera realización de sus<br />

preceptos. Pues la representación pura del deber, y en general de la ley<br />

moral, sin mezcla alguna de ajenas adiciones de atractivos empíricos, tiene<br />

sobre el corazón humano, por el solo camino de la razón -que por medio<br />

de ella se da cuenta por primera vez de que puede ser por sí misma una<br />

razón también práctica-, un influjo tan superior a todos los demás<br />

1 Así como se distingue la matemática en pura y aplicada, y la lógica en pura y<br />

aplicada, puede distinguirse, si se quiere, la filosofía pura —<strong>metaf</strong>ísica—de las<br />

<strong>costumbres</strong> y la filosofía aplicada —la naturaleza humana—. Esta denominación nos<br />

recuerda al punto que los principios morales no deben <strong>fund</strong>arse en las propiedades<br />

de la naturaleza humana, sino que han de subsistir por sí mismos a priori; pero que<br />

de esos principios han de poderse derivar reglas prácticas para toda naturaleza<br />

racional y, por tanto, también para la naturaleza humana.

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