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IGLESIA EN ARAGÓN
LOS ENEMIGOS DE LA ESPERANZA
Por Ramón Sabaté
Responsable voluntario de Comunicación de Cáritas Zaragoza
Desde la pasada Navidad Cáritas viene insistiendo
en la necesidad de convocar a la sociedad
a una llamada para la esperanza y a trabajar
y luchar por ella en medio de una situación
de crisis y de problemas que ahogan a
muchas personas y a muchas familias. Pero
debemos precavernos contra ciertos enemigos
de la esperanza.
Efectivamente, en estos momentos
tenemos instalados algunos
potentes altavoces empeñados
en convencernos de que
están llegando ya nuevos tiempos
de soluciones y de recuperación.
Leen sesgadamente los datos estadísticos
y ni comprueban ni contrastan
sus aventuradas afirmaciones
con algún paseo por comedores
sociales, por las acogidas de
Cáritas, por las oficinas de empleo
o sencillamente no miran la preocupación
de las caras de los jóvenes
que buscan su futuro lejos de
sus casas y ciudades, o la de los
padres y madres de familia instalados
sin futuro en el paro o la de
los niños que llegan a los colegios
con un desayuno insuficiente y
precario en sus estómagos, o la de
los pocos que firman contratos de
trabajo con vergonzosos salarios o
inauditas condiciones, víctimas de
reformas laborales sorprendentes,
por citar algunos ejemplos.
Hace ahora cosa de un año en
Holanda el gobierno de turno proclamó
el fin del estado de bienestar.
Un expresidente del gobierno
español anunciaba decididamente
en una conferencia en la Universidad
de Yale que, una vez controlada
la crisis, habría que replantear
el llamado estado del bienestar.
La influyente presidenta del
Fondo Monetario Internacional,
señora Lagarde, hacía unas declaraciones
en las que apuntaba que
la longevidad constituye de hecho
un riesgo financiero, que es de hecho
una amenaza para la sostenibilidad
del sistema económico y
que por esta razón sugieren desde
este organismo un replanteamiento
de los sistemas de pensiones,
naturalmente recomendando
recorte de pensiones, retraso en la
edad de jubilación, aumento de
las cotizaciones y contratación de
planes de pensiones privadas. Ni
un atisbo de consideración sobre
reequilibrio, sobre solidaridad, sobre
atención de los poderes públicos
en la redistribución de la riqueza
en las naciones y en el
mundo.
Quienes colaboramos con Cáritas
y comulgamos desde nuestra
perspectiva cristiana y de Iglesia
con los mensajes de las últimas
campañas y con los clarividentes
mensajes del Papa Francisco sobre
la pobreza, centrados especialmente
en un replanteamiento de
los estilos de vida, con llamadas
inequívocas a la solidaridad, a
nuevos modos de vida sencillos y
a que sea la persona el centro y el
eje alrededor de la cual se tomen
las decisiones, observamos cuán
lejos de estos planteamientos quedan
las manifestaciones de quienes
manejan los hilos de la economía
y de la política. Mensajes
como el de la señora Lagarde y sus
acólitos del Fondo Monetario Internacional
hoy no podemos más
que calificarlos de cercanos a lo
inmoral. Se nos dice que la longevidad
es un riesgo financiero. Y tal
vez mañana nos dirán que los enfermos
también forman parte de
ese riesgo, y los discapacitados y
puede venir después la infancia y
los discapacitados y los pobres y
los desahuciados y los marginados
y los inmigrantes y los que se acercan
con pateras en su desesperación
a las costas de Lampedusa o
a las vallas de Ceuta. ¿Hacia
dónde vamos por ese camino?
¿Será el ser humano un simple número
en el futuro manejado por
los poderes de turno? ¿Esa es la solución
a la crisis?
Adquiere sentido ahora más
que nunca el manifiesto sobre la
esperanza hecho público por Cáritas
hace tan sólo unos meses y
que entre otras cosas dice: “Son
muchas cosas las que oscurecen la
esperanza de multitud de personas
en nuestra sociedad. Queremos
animar a construir y potenciar lo
comunitario, porque éste es el
único camino de humanización y
de esperanza para incidir en todo
aquello que atenta contra los derechos
de las personas”
Humanización y esperanza.
¿Serán calificados también de
riesgos financieros? Al tiempo.