Las reglas para evaluar una novela policial o negra - Mauroyberra.cl
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<strong>Las</strong> <strong>reglas</strong> <strong>para</strong> <strong>evaluar</strong> <strong>una</strong> <strong>novela</strong> <strong>policial</strong> o <strong>negra</strong><br />
Por Bartolomé Leal<br />
Normalmente se hace mofa de las diversas <strong>reglas</strong> o pautas que se han propuesto, a lo largo de la ya centenaria historia del<br />
género <strong>policial</strong> y negro, <strong>para</strong> permitir al lector interesado <strong>una</strong> elección informada respecto si tal o cual obra, si tal o cual autor, si<br />
tal o cual estilo, responderá a sus expectativas de lograr el placer que conlleva la lectura.<br />
El lector de <strong>novela</strong> <strong>policial</strong> o <strong>negra</strong> quiere pasarlo bien leyendo (así lo puso Neruda). Quiere entretenerse y, eventualmente,<br />
aprender algo nuevo. Quiere algo bien escrito, que se entienda, que vaya al grano. Quiere también un producto probado,<br />
garantizado. No temo expresarlo así, en términos sencillos.<br />
El problema es que la crítica de la <strong>novela</strong> <strong>policial</strong> y <strong>negra</strong> se la apropiaron los críticos literarios digamos generalistas. Aquellos<br />
que enfrentan todo texto con un enfoque de alta calidad y manejan, con mayor o menor competencia, <strong>una</strong> serie de categorías<br />
estéticas que, por lo general, no se aplican a nuestro género. Y allí estamos perdidos, porque terminamos siendo descalificados e<br />
in<strong>cl</strong>uso condenados sin atenuantes ni amnistías, por causa de la sintaxis, el lenguaje, la ideología, los significantes o los<br />
significados. Cuando nos alaban, aparecemos como sospechosos de lateros ante el lector. En Chile no hay <strong>una</strong> crítica<br />
especializada en el género; por eso estamos a merced de los mandarines de la prensa farandulera o los académicos infectados<br />
de sociología.<br />
Historia de algo más que <strong>reglas</strong><br />
Pues digo que por tal necesidad de <strong>evaluar</strong>, nacieron ciertos criterios, desde hace casi un siglo, <strong>para</strong> escribir <strong>una</strong> buena <strong>novela</strong><br />
del género. El padre Ronald Knox, inglés, autor de <strong>novela</strong>s y teólogo, produjo un decálogo de la <strong>novela</strong> <strong>policial</strong>, tal vez el<br />
primero, por los años 20 del siglo pasado. El "Detection Club" de Londres, donde eran miembros Agatha Christie, Dorothy<br />
Sayers, Chesterton y otras auténticas luminarias, no produjo <strong>una</strong> regla sino un juramento, que sus miembros debían observar a<br />
menos de ser ex<strong>cl</strong>uidos del ex<strong>cl</strong>usivo grupo. S.S. Van Dine formuló su propio aporte, veinte <strong>reglas</strong> en la línea del racionalismo.<br />
Más actualmente, la asociación llamada "Mystery Writers of America", ha producido manuales de cómo hacer buena narrativa<br />
criminal. Son discutibles aunque todos contribuyen con algo sugestivo.<br />
Raymond Chandler en un famoso ensayo publicado en 1944, "El simple arte de matar", también concibió sus categorías <strong>para</strong><br />
valorar la narrativa criminal, las que en el fondo buscaban poner a la <strong>novela</strong> “<strong>negra</strong>” (desde Hammett en adelante) como<br />
preocupada de la realidad social y psicológica del crimen, en oposición a la <strong>novela</strong> de “enigma”, que según él había degenerado<br />
en un juego de salón. Algo de razón pudiera tener, pero en el fondo no hizo otra cosa que explicitar su visión personal de la<br />
narrativa <strong>negra</strong>.<br />
No voy a inventar otros criterios en este breve artículo, sino que prefiero glosar a un autor serie B del género negro, que en<br />
memorias, prólogos y entrevistas, elaboró <strong>una</strong> lista de criterios que me permitiré comentar e interpretar. Me estoy refiriendo a<br />
Frank Gruber, norteamericano, creador de <strong>una</strong> pareja de detectives que no son tales sino unos modestos vendedores de libros<br />
puerta a puerta, que se ven envueltos en los más diversos ilícitos por andar husmeando en busca de sus elusivos <strong>cl</strong>ientes.<br />
Gruber fue también un destacadísimo guionista del cine western. Uno de los autores más prolíficos de la historia en ambos<br />
géneros populares, la <strong>novela</strong> <strong>negra</strong> y la <strong>novela</strong> de cowboys.<br />
Pues bien, he aquí lo que Frank Gruber plantea, según mi lectura personal. Lo he puesto como un decálogo <strong>para</strong> seguir con la<br />
tradición, pero puede haber ítems adicionales. Los ejemplos que aparecen son de mi responsabilidad.<br />
1
Un decálogo tentativo<br />
Primero, debe haber un protagonista fuera de lo corriente, distinto del común de los mortales. Por lo general, se trata de<br />
un detective. El detective es <strong>una</strong> figura esencial del género. In<strong>cl</strong>uso los maestros de la <strong>novela</strong> <strong>negra</strong>, con Hammett a la cabeza,<br />
Ross Macdonald y Chandler in<strong>cl</strong>uídos, no prescindieron de él. Al revés, crearon personajes que son referentes obligados: Sam<br />
Spade y el Agente de la Continental (Hammett), y Philip Marlowe (Chandler). Sin olvidar por cierto a sus abuelos y retoños,<br />
Sherlock Holmes, el padre Brown, Hércules Poirot, el comisario Maigret; y más recientemente el sueco Wallander, Warshawski la<br />
mujer policía de Chicago o el comisario siciliano Montalbano. Hay <strong>una</strong> categoría de lectores que sigue a un detective, se identifica<br />
con él y pide más libros con su figura o su forma de actuar, a veces moldeadas por el cine.<br />
Segundo, debe haber un tema interesante alrededor del crimen que justifique la narrativa. El hampa, los celos, el<br />
crimen organizado, el asesinato en serie, por un lado; o los salones corruptos, las empresas inescrupulosas, las iglesias<br />
inflamadas de lujuria, el submundo del arte, por otro, han dado magníficos argumentos al género. En algunos grandes autores,<br />
como James M. Cain, David Goodis, Margaret Millar o Cornell Woolrich, ni siquiera hay la presencia de un detective. Son la<br />
excepción al punto anterior, sin duda, con resultados no menos extraordinarios. En ellos la capacidad narrativa, el poder<br />
envolvente de la prosa, la creación de ambientes mórbidos y personajes insólitos, el rescate del argot criminal, son lo que<br />
sostiene las historias.<br />
Tercero, debe haber un malo tan malo como bueno es el detective. Así lo pone Frank Gruber. Reconozco que hoy eso se<br />
calificaría de maniqueísmo. Como sea, es necesario que la narración sea capaz de equilibrar al personaje principal, digamos el<br />
detective por simplificar, con el asesino o el delincuente. Ambos en cada extremo deben ser capaces de representar<br />
arquetípicamente la lucha entre el Bien y el Mal, <strong>para</strong>digmática en el género; aunque puede haber aquí abundantes<br />
entrecruzamientos y matices, los cuales dan origen a opciones narrativas que constituyen la base de la trama. Recordemos la<br />
serie del esteta asesino Ripley, creada por Patricia Highsmith.<br />
Cuarto, no puede dejar de haber al menos un personaje femenino de la mayor relevancia. Una mujer atractiva,<br />
fascinante, bella, peligrosa o frágil, bondadosa o malvada; como sea, este personaje es fundamental. Estamos hablando por<br />
cierto de la mayoría de las expresiones del género <strong>policial</strong> y negro, de los libros escritos por hombres o mujeres heterosexuales.<br />
Puede haber variantes, un punto de vista feminista u homosexual, por supuesto; y en ese caso se producirán las inversiones<br />
correspondientes. El ingrediente erótico corre por cuenta de este componente del género, qué duda cabe. En este aspecto,<br />
maestros insuperados fueron Dashiell Hammett y William Irish.<br />
Quinto, un ambiente exótico o inhabitual, a menudo desconocido <strong>para</strong> el lector mayoritario,ayuda mucho a crear<br />
atmósfera en la historia. Esa es la palabra: atmósfera. Los que conocen tal ambiente descrito, también lo pueden apreciar.<br />
Agatha Christie fue hábil en ambientar sus historias en trenes o aviones, ciudades orientales o poblados rurales. Hammett en<br />
San Francisco, Chandler en Los Ángeles, Vázquez Montalbán en diversos lugares de España, Leo Malet en París, Woolrich en<br />
Nueva York, Arthur Upfield en los grandes espacios de Australia, y así tantos otros, nos ofrecen locaciones, como se dice en el<br />
cine, que dan un sabor especial a las historias que se cuentan.<br />
Sexto, debe haber <strong>una</strong> razón plausible <strong>para</strong> el crimen o delito que se narra. Un mínimo de coherencia es conveniente, si<br />
no la narración deriva sin rumbo, se vuelve arbitraria; aún cuando en ocasiones se puede trabajar con el absurdo, las<br />
enfermedades mentales, el delirio, la alucinación o la fantasía. Así ocurre con las propias <strong>novela</strong>s de Gruber, pero también con<br />
las magníficas comedias de Chester Himes protagonizadas por sus despelotados detectives negros; o la poética saga de Ed y Am<br />
Hunter creada por Fredric Brown, gran maestro de dos géneros: el <strong>policial</strong> y la ciencia-ficción.<br />
Séptimo, todo buen relato criminal debe ir acompañado de un método de matar que sea particular a la historia. La<br />
muerte es un tema demasiado importante como <strong>para</strong> que se tome en forma superficial dentro de <strong>una</strong> buena <strong>novela</strong> <strong>policial</strong> o<br />
<strong>negra</strong>. James Ellroy con sus psicópatas, Tony Hillerman con sus pieles rojas o Rubem Fonseca con sus artistas de la navaja, son<br />
ejemplos de autores que han trabajado con finura la mente y el pulso de los asesinos. Hay muchos otros casos, sólo doy esos<br />
pocos.<br />
Octavo, nunca está demás <strong>una</strong> pista oculta, un truco <strong>para</strong> desorientar al lector o <strong>una</strong> sorpresa. Tal vez este factor no<br />
sea tan imperioso, aunque de lo contrario tenemos <strong>una</strong> narrativa rutinaria, repetitiva, banal, adocenada. Lo peor que le puede<br />
ocurrir a un autor es que alguien diga: sus <strong>novela</strong>s son todas iguales y obvias. Los maestros del enigma <strong>cl</strong>ásico trabajaron<br />
mucho este aspecto, que no ha sido desdeñado por los mejores autores contemporáneos. Pienso en Ruth Rendell, Jean-Patrick<br />
Manchette, Jim Thompson o Bill Pronzini, autores que ofrecen cambios inesperados que encantan a sus seguidores.<br />
Noveno, un factor de éxito en el género es la presencia de acción, ritmo y movimiento, todo ello acompañado de<br />
mucha emoción. La lata, que <strong>para</strong> muchos autores pretenciosos es la expresión más íntima de su yo, y <strong>para</strong> los críticos <strong>una</strong><br />
muestra de profundidad, está descartada de la narrativa <strong>policial</strong> o <strong>negra</strong>. <strong>Las</strong> confesiones personales, a otra parte. Hay<br />
excepciones, y nadie puede dejar de turbarse con las dudas existenciales del detective Carvalho; pero la acción siempre retorna<br />
y se enseñorea.<br />
Décimo, un final explosivo o inesperado es crucial. <strong>Las</strong> buenas <strong>novela</strong>s del género tienen que cerrarse, no pueden dejar<br />
cabos sueltos, tienen que responder a un lector que busca respuestas. Si hay que ganarse al lector con la primera frase, hay que<br />
secuestrarlo con la última. Fanatizarlo. Crearle adicción. El género <strong>policial</strong> y negro está hecho de cantidad y calidad. De muchos<br />
libros, con sus detectives retornando a la escena del crimen; y de calidad pareja, con los altibajos aceptables que hacen a cada<br />
lector tener su Maigret preferido, su Sherlock Holmes más amado, su Perry Mason predilecto, su Miss Marple más tierna, su<br />
Charlie Chan más astuto, su Mike Hammer más brutal...<br />
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