EL AMOR AL PRÃJIMO Y LA BIBLIA Ante los hechos dolorosos de ...
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<strong>EL</strong> <strong>AMOR</strong> <strong>AL</strong> PRÓJIMO Y <strong>LA</strong> <strong>BIBLIA</strong><br />
<strong>Ante</strong> <strong>los</strong> <strong>hechos</strong> <strong>dolorosos</strong> <strong>de</strong> violencia e irrespeto <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>rechos humanos que se viven a<br />
diario en nuestro país, hay una respuesta <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> Dios: Él rechaza categóricamente<br />
toda injusticia y todo tipo <strong>de</strong> violencia; Él ha creado todo por amor al ser humano y nos ha<br />
creado a todos para amar. Dios fue educando paulatinamente a la humanidad hacia el<br />
amor, nos reveló la plenitud <strong>de</strong> su amor en Jesucristo y nos dio el mandamiento <strong>de</strong><br />
amarnos como hermanos.<br />
El Antiguo Testamento y el amor al prójimo<br />
También en este aspecto tan importante <strong>de</strong> la vida humana, Dios ha educado a su pueblo<br />
poco a poco. No comenzó a educar <strong>de</strong> una vez en la fraternidad hacia todos <strong>los</strong> hombres,<br />
sino en la fraternidad entre <strong>los</strong> «hijos <strong>de</strong> Abraham» (¡ya éste era un gran paso a<strong>de</strong>lante en la<br />
educación hacia el amor, respecto a las costumbres <strong>de</strong> ese tiempo!)<br />
El amor mutuo <strong>de</strong> <strong>los</strong> hebreos tiene su motivación principal en la «alianza». Él<br />
representa un gran <strong>de</strong>ber que el<strong>los</strong> tienen respecto <strong>de</strong> sus paisanos, <strong>los</strong> que pertenecen al<br />
pueblo escogido por Dios en Egipto, que tienen parte como comunidad en el pacto con el<br />
Señor. Prójimo no significaba para <strong>los</strong> hebreos todo ser humano, sino el vecino, el amigo,<br />
el paisano. Una <strong>de</strong>scripción minuciosa y precisa <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>beres para con el prójimo como<br />
pedía el Señor, se encuentra en el Levítico 19,9-18, que termina así: «No odies en tu<br />
corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no te cargues con pecado por<br />
su causa. No te vengarás ni guardarás rencor contra <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> tu pueblo. Amarás a tu<br />
prójimo como a ti mismo. Yo, Yahveh».<br />
Sobre esto, <strong>los</strong> hebreos habían recibido <strong>de</strong> las tradiciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> patriarcas ejemp<strong>los</strong><br />
muy hermosos: Abraham y Lot (su sobrino) habían evitado discordias entre sí (Gn 13,5-12;<br />
14,11-16); Esaú se había reconciliado con Jacob (Gn 33,4); José había perdonado a sus<br />
hermanos que lo habían vendido (Gn 45,1-8). Por otra parte, ya <strong>los</strong> textos antiguos<br />
hablaban <strong>de</strong>l tremendo castigo infligido por Dios al asesino <strong>de</strong> su hermano: Caín. La ley <strong>de</strong><br />
Moisés había unido <strong>de</strong>spués a <strong>los</strong> <strong>de</strong>beres para con Dios <strong>los</strong> <strong>de</strong>beres que tocan las<br />
relaciones entre <strong>los</strong> hombres: el Decálogo era una expresión clara <strong>de</strong> ello (Ex 20,12-17). La<br />
vivencia <strong>de</strong> la fraternidad tenía entonces sus límites en las fronteras nacionales: <strong>los</strong><br />
extranjeros eran excluidos <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro amor, lo mismo que <strong>los</strong> pecadores. Aunque en<br />
ningún lugar estaba dicho ni escrito formalmente que se <strong>de</strong>bía llevar en el corazón odio<br />
hacia <strong>los</strong> propios enemigos y <strong>los</strong> pecadores, sin embargo se permitía la venganza contra un<br />
asesino (Nm 35,19). Basta recordar a<strong>de</strong>más el Salmo 109 (108), en que el perseguido<br />
maldice a sus adversarios que le han <strong>de</strong>vuelto mal por bien.<br />
Sin embargo se encuentran también <strong>de</strong>talles más humanos: «Si ves caído en el<br />
camino el asno o el buey <strong>de</strong> tu hermano, no te <strong>de</strong>senten<strong>de</strong>rás <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, sino que ayudarás a<br />
levantar<strong>los</strong>» (Dt 22,4). Fue sobre todo la reflexión sobre la dura experiencia <strong>de</strong> la<br />
esclavitud en Egipto la que les ayudó a abrir el corazón a un amor más gran<strong>de</strong> y<br />
comprensivo: «...porque Yahveh vuestro Dios es el Dios <strong>de</strong> <strong>los</strong> dioses y el Señor <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
señores, el Dios gran<strong>de</strong>, po<strong>de</strong>roso y temible, que no hace acepción <strong>de</strong> personas ni admite<br />
soborno; que hace justicia al huérfano y a la viuda y ama al forastero, a quien da pan y
vestido. Amad al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en el país <strong>de</strong> Egipto» (Dt<br />
10,17-18). Por eso no <strong>de</strong>bían molestar al forastero, ni oprimir al esclavo, y en cambio<br />
<strong>de</strong>bían amar al peregrino.El libro <strong>de</strong> Jonás luego va a abrirles más la mente para enten<strong>de</strong>r la<br />
grandiosa misericordia <strong>de</strong> Dios creador, que ama incluso a ese pueblo enemigo y <strong>los</strong> invita<br />
a actuar <strong>de</strong> la misma manera.<br />
La voz <strong>de</strong> <strong>los</strong> profetas<br />
En tiempos <strong>de</strong> <strong>los</strong> profetas el pueblo <strong>de</strong> Israel estuvo muy lejos <strong>de</strong> practicar aquel<strong>los</strong><br />
i<strong>de</strong>ales propuestos por Dios. Los profetas, comenzando por ese provinciano que fue Amós,<br />
se lamentan <strong>de</strong> esa actitud <strong>de</strong> su pueblo: injusticia, corrupción en <strong>los</strong> tribunales, explotación<br />
<strong>de</strong>l pobre, etc.; ya no es posible confiar en nadie, porque cada uno quiere aprovecharse <strong>de</strong>l<br />
otro. Junto con el lamento y la crítica <strong>de</strong> estas situaciones, <strong>los</strong> profetas repiten las<br />
exigencias <strong>de</strong> la justicia, <strong>de</strong> la bondad, <strong>de</strong> la compasión. Para el<strong>los</strong> no se pue<strong>de</strong> agradar a<br />
Dios sin respetar a las personas e interesarse sobre todo, por las más débiles.<br />
Los profetas <strong>de</strong>nuncian con palabras durísimas las incoherencias <strong>de</strong> Israel que dice amar a<br />
Dios, dándole culto y realizando celebraciones pomposas, mientras que su vida y su<br />
comportamiento está lleno <strong>de</strong> maldad, corrupción e injusticias. Ese culto hipócrita Dios no<br />
lo acepta: «Así dice el Señor: Son tantos <strong>los</strong> crímenes <strong>de</strong> Israel, que ya no lo perdonaré.<br />
Porque ven<strong>de</strong>n al inocente por dinero y al necesitado por un par <strong>de</strong> sandalias; porque<br />
pisotean en el polvo <strong>de</strong> la tierra la cabeza <strong>de</strong> <strong>los</strong> pobres y no hacen justicia a <strong>los</strong><br />
in<strong>de</strong>fensos; porque padre e hijo se acuestan con la misma muchacha, profanando así mi<br />
santo nombre... Odio, <strong>de</strong>sprecio sus fiestas, me disgustan sus celebraciones. Uste<strong>de</strong>s me<br />
presentan holocaustos y ofrendas, pero yo no <strong>los</strong> acepto ni me complazco en mirar sus<br />
sacrificios... Aparten <strong>de</strong> mí el ruido <strong>de</strong> sus cánticos, no quiero oír más la música <strong>de</strong> sus<br />
arpas. Hagan que el <strong>de</strong>recho corra como agua y la justicia como río inagotable» (Am<br />
5,21-25). El profeta Ezequiel <strong>de</strong>clara: «Si un hombre no oprime a nadie, <strong>de</strong>vuelve la prenda<br />
al <strong>de</strong>udor, no roba, da su pan al hambriento y viste al <strong>de</strong>snudo, si no presta a interés con<br />
usura, si evita hacer el mal y es justo cuando juzga, si se comporta según mis preceptos y<br />
cumple mis leyes, actuando rectamente, ese hombre es intachable y vivirá, oráculo <strong>de</strong>l<br />
Señor» (Ez 18,7-9).<br />
Particularmente fuerte y exigente es el profeta Isaías: Dios rechaza el culto que no<br />
proviene <strong>de</strong> una persona justa y buena con su prójimo: «...Aborrezco con toda el alma sus<br />
solemnida<strong>de</strong>s y celebraciones; se me han vuelto una carga inaguantable. Cuando uste<strong>de</strong>s<br />
extien<strong>de</strong>n las manos para orar, aparto mi vista; aunque hagan muchas oraciones, no las<br />
escucho, pues tienen las manos manchadas en sangre. Lávense, purifíquense; aparten <strong>de</strong><br />
mi vista sus malas acciones. Dejen <strong>de</strong> hacer el mal, aprendan a hacer el bien. Busquen el<br />
<strong>de</strong>recho, protejan al oprimido, socorran al huérfano, <strong>de</strong>fiendan a la viuda.» (Is 1,10-17).<br />
Isaías dice que hay un culto agradable y sincero que Dios sí acepta: «El ayuno que yo<br />
quiero es éste: que sueltes las ca<strong>de</strong>nas injustas, que <strong>de</strong>sates las correas <strong>de</strong>l yugo, que <strong>de</strong>jes<br />
libres a <strong>los</strong> oprimidos, que acabes con todas las opresiones, que compartas tu pan con el<br />
hambriento, que hospe<strong>de</strong>s a <strong>los</strong> pobres sin techo, que proporciones ropas al <strong>de</strong>snudo y que<br />
no te <strong>de</strong>sentiendas <strong>de</strong> tus semejantes.» (Is 58,6-7).
Páginas como éstas se encuentran en todos <strong>los</strong> profetas y dirigen un mensaje<br />
concretísimo y perenne. En ellas también po<strong>de</strong>mos ver reflejada la triste realidad <strong>de</strong><br />
injusticia y <strong>de</strong>shonestidad <strong>de</strong> nuestro país. Sí, ese mensaje es para nosotros... La misma<br />
enseñanza la encontramos en <strong>los</strong> Salmos: «Señor, ¿quién se hospedará en tu tienda<br />
¿Quién habitará en tu monte santo El que proce<strong>de</strong> con rectitud, se comporta<br />
honradamente y es sincero en su interior; el que no calumnia con su boca, no hace daño a<br />
su prójimo ni agravia al vecino... el que no se retracta <strong>de</strong> lo que juró, aunque resulte<br />
perjudicado, el que no presta su dinero con usura, ni acepta soborno contra el inocente»<br />
(Salmo 15 [14]); o el Salmo 11,5: «El Señor prueba al justo y al impío, y su alma aborrece<br />
al que ama la violencia.»<br />
Un convencimiento común a todos <strong>los</strong> profetas es que aquel a quien no le importa<br />
nada Dios ni su ley, ni su juicio, maltrata a su prójimo, porque no ve la imagen <strong>de</strong> Dios en<br />
él; en cambio, actúa rectamente quien tiene a Dios como la base <strong>de</strong> su vida, el eje <strong>de</strong> su<br />
acción y escucha su voz. De hecho, si no se tiene una buena base <strong>de</strong> fe no es posible una<br />
vida social humana.<br />
La Palabra <strong>de</strong> Jesús<br />
Ya Juan Bautista había criticado ásperamente la mentalidad cerrada <strong>de</strong> <strong>los</strong> hebreos y<br />
su aprecio por la propia raza: «... y no piensen que basta con <strong>de</strong>cir: “Somos <strong>de</strong>scendientes<br />
<strong>de</strong> Abraham”. Porque les digo que Dios pue<strong>de</strong> sacar <strong>de</strong> estas piedras <strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong><br />
Abraham» (Mt 3,9). Después Jesús dirá que <strong>los</strong> verda<strong>de</strong>ros hijos <strong>de</strong> Abraham son <strong>los</strong> que<br />
creen en él, que es más que Abraham, y escuchan y practican su palabra.<br />
Las palabras <strong>de</strong> Jesús dicen también: «Uste<strong>de</strong>s han oído que se dijo: “Ama a tu<br />
prójimo (Lv 19,18) y odia a tu enemigo. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por<br />
quienes <strong>los</strong> persiguen. Así serán dignos hijos <strong>de</strong> su Padre <strong>de</strong>l cielo, que hace salir el sol<br />
sobre buenos y ma<strong>los</strong>, y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,43-44: todo el<br />
capítulo 5 <strong>de</strong>be ser leído con atención, para <strong>de</strong>scubrir en él el amor nuevo y superior que<br />
manda Cristo); «y uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, experto en la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:<br />
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante <strong>de</strong> la ley” Jesús le contestó: “Amarás<br />
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma (Dt 6,5) y con toda tu mente... El<br />
segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”...» (Mt 22,35-40).<br />
Para Jesús este mandamiento se inspira en el amor <strong>de</strong> Dios Padre. Pero Jesús aclara<br />
que el Padre <strong>de</strong>l cielo, ya no es el Padre sólo <strong>de</strong> Israel, sino que su paternidad y su amor se<br />
extien<strong>de</strong>n a toda la humanidad, a <strong>los</strong> buenos y a <strong>los</strong> ma<strong>los</strong>, a <strong>los</strong> justos y a <strong>los</strong> injustos (Mt<br />
5,45-48); Dios ha mandado a su Hijo unigénito a todo el mundo (Jn 3,16ss).<br />
Esa palabra <strong>de</strong> Cristo se hizo extremadamente clara con la parábola <strong>de</strong>l buen<br />
samaritano, que inspira precisamente el plan global arquidiocesano <strong>de</strong> pastoral, (Lc 10,25-<br />
37): para Jesús ningún límite racial <strong>de</strong>be impedir el amor al prójimo, la caridad y el servicio<br />
al prójimo, a cualquiera que nos encontremos en el «camino <strong>de</strong> Jericó», es <strong>de</strong>cir, en la vida.<br />
Pero Jesús no sólo rompe <strong>los</strong> límites nacionales y raciales: le da un contenido nuevo<br />
al mandamiento <strong>de</strong>l amor al prójimo: «Éste es mi mandamiento: que se amen <strong>los</strong> unos a <strong>los</strong>
otros como yo <strong>los</strong> he amado... Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros<br />
como yo <strong>los</strong> he amado. En esto reconocerán que uste<strong>de</strong>s son mis discípu<strong>los</strong>, si se aman<br />
unos a otros» (Jn 13.34-35; 15,12ss). Para Jesús a<strong>de</strong>más, el amor al prójimo será<br />
precisamente el elemento fundamental <strong>de</strong>l juicio final: Mt 25,31-46).<br />
La predicación <strong>de</strong> <strong>los</strong> apóstoles<br />
El apóstol Juan dice en su primera carta: «El que no ama a su hermano a quien ve,<br />
no pue<strong>de</strong> amar a Dios, a quien no ve» (1Jn 4,20). El amor a Dios se i<strong>de</strong>ntifica con la<br />
práctica <strong>de</strong>l amor al prójimo; esa es la enseñanza <strong>de</strong>l apóstol Juan. Son bastantes las frases<br />
que él trae en su carta sobre el amor, por ejemplo: «Hermanos queridos, amémonos <strong>los</strong><br />
unos a <strong>los</strong> otros, porque el amor proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> Dios. Todo el que ama ha nacido <strong>de</strong> Dios y<br />
conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.» «Nosotros<br />
sabemos que hemos pasado <strong>de</strong> la muerte a la vida, porque amamos a <strong>los</strong> hermanos. El que<br />
no ama, permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un homicida, y saben<br />
que ningún homicida posee la vida eterna» (1Jn 3,2.15).San Juan no se queda en el amor<br />
abstracto, sino que nos pi<strong>de</strong> imitar lo mismo que hizo Cristo: «En esto hemos conocido lo<br />
que es el amor: en que Él ha dado su vida por nosotros. También nosotros <strong>de</strong>bemos dar la<br />
vida por <strong>los</strong> hermanos... Hijos míos, no amemos solamente <strong>de</strong> palabra, sino con <strong>hechos</strong> y<br />
<strong>de</strong> verdad.» (1Jn 3,16-18). Se pue<strong>de</strong>n leer <strong>los</strong> capítu<strong>los</strong> 3—5 <strong>de</strong> esa carta que versan sobre<br />
la vida como hijos <strong>de</strong> Dios y las consecuencias que ella trae.<br />
Para Pablo el amor fraterno es la esencia más pura <strong>de</strong> la ley: «Toda la ley se<br />
compendia en esta palabra suya: ama a tu prójimo como a ti mismo» (Gál 5,14). «Con<br />
nadie tengan <strong>de</strong>udas, a no ser la <strong>de</strong>l amor mutuo, pues el que ama al prójimo ha cumplido<br />
la ley... El que ama no hace mal a su prójimo; en resumen, el amor es la plenitud <strong>de</strong> la ley»<br />
(Rom 13,8-10).<br />
Para Pablo no existen <strong>los</strong> límites <strong>de</strong> nacionalidad ni <strong>de</strong> raza: «En Cristo no tiene<br />
valor la circuncisión la incircuncisión, sino la fe operante mediante la caridad» (Gál 5—<br />
6). Cristo reconcilió a <strong>los</strong> judíos y a todas las naciones; <strong>de</strong> todos el<strong>los</strong> nació un pueblo<br />
nuevo. Ya no hay más motivo <strong>de</strong> división entre <strong>los</strong> miembros <strong>de</strong> <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> <strong>de</strong> la tierra, y<br />
menos por su condición social (cf. Gál 3,28). En Cristo todos <strong>los</strong> cristianos formamos un<br />
solo cuerpo, el Cuerpo místico <strong>de</strong> Cristo; por tanto <strong>de</strong>bemos amarnos unos a otros (1Cor<br />
12,12-27), como «hermanos por quienes Cristo murió» (Rom 14,15).<br />
Siguiendo estas líneas pedagógicas <strong>de</strong> Dios, en consecuencia uno <strong>de</strong>be empezar a<br />
amar ante todo a las personas más «próximas» (padres, esposo o esposa, vecinos, amigos,<br />
compañeros <strong>de</strong> estudio, <strong>de</strong> trabajo, etc.) sin excluir a ninguno, ni siquiera a las personas<br />
molestas.<br />
En 1 Corintios 13, Pablo enseña ampliamente en qué consiste concretamente el<br />
amor al prójimo por amor a Cristo. En <strong>los</strong> capítu<strong>los</strong> 12 y 14 que ro<strong>de</strong>an a este capítulo 13<br />
Pablo enseña que el amor cristiano construye la Iglesia más que cualquier otro carisma <strong>de</strong>l<br />
Espíritu Santo, es el «camino» principal e indispensable para el crecimiento <strong>de</strong> la Iglesia. A<br />
eso hay que apuntarle, más que a cualquier otra cosa. Una vez se me acercó una señora para<br />
<strong>de</strong>cirme que se sentía una «santa envidia» hacia otra señora, miembro <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong>
oración, porque aquella «hablaba en lenguas» y ella no, y preguntaba qué <strong>de</strong>bía hacer para<br />
lograrlo. Yo le respondí: «Tranquila, señora. ¡Me parece hasta mejor que no hable en<br />
lenguas, para que no tenga <strong>de</strong> pronto la tentación <strong>de</strong> vanagloriarse! Hay algo mucho más<br />
importante que eso: el <strong>AMOR</strong>. A esa virtud sí hay que aspirar y pedir ese don con<br />
insistencia, pues si en algo hay que competir es en el amor, dice san Pablo. Lo otro es<br />
secundario.» En efecto, el mismo Pablo escribe: «Aunque hablara las lenguas <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
hombres y <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles, si no tengo <strong>AMOR</strong>, soy como campana que suena o platillo que<br />
retumba...» (1Cor 13,1ss).<br />
En <strong>los</strong> otros escritos <strong>de</strong>l Nuevo Testamento hay numerosos ejemp<strong>los</strong> <strong>de</strong> cómo <strong>los</strong><br />
cristianos practicaban la caridad. Ejemp<strong>los</strong> que van <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la amistad, la recolecta <strong>de</strong><br />
limosna para ayudar a la comunidad necesitada <strong>de</strong> Jerusalén, por medio <strong>de</strong> la oración, <strong>de</strong> la<br />
celebración <strong>de</strong> la eucaristía, compartiendo con alegría sus bienes y las cosas sencillas <strong>de</strong> la<br />
vida. De esos ejemp<strong>los</strong> concretos po<strong>de</strong>mos apren<strong>de</strong>r mucho. Haciendo eco finalmente a las<br />
palabras <strong>de</strong> Jesús, la señal por la que nos i<strong>de</strong>ntificarán como discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong>l Señor y<br />
creyentes en Dios es el amor. Ese es el camino <strong>de</strong> transformación <strong>de</strong> la sociedad y <strong>de</strong> la<br />
humanidad.