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EL DESAFÍO DE LOS BARRIOS CERRADOS

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<strong>EL</strong> <strong><strong>DE</strong>SAFÍO</strong> <strong>DE</strong> <strong>LOS</strong> <strong>BARRIOS</strong> <strong>CERRADOS</strong><br />

Desde 1993, la cantidad de urbanizaciones cerradas no paró de crecer. El fenómeno es<br />

global, pero en Córdoba tiene características económicas y sociales particulares<br />

Por Juan Navarro<br />

Si en una reunión de consorcio se les pregunta a los habitantes de un barrio cerrado por qué<br />

eligieron vivir ahí, un 70 por ciento respondería que para tener más seguridad. Esto suele repetir<br />

un administrador con varios countries y urbanizaciones cerradas a cargo, y si bien no tiene rigor<br />

científico coincide con una vieja verdad de la sociología: las representaciones sociales –ideas,<br />

sentimientos, modelos de acción– son tan convincentes como los hechos concretos.<br />

Pero las representaciones no necesariamente reflejan la realidad. Ejemplo: en los primeros cinco<br />

meses de 2010, el Hospital de Urgencias atendió 316 personas heridas por arma blanca o de<br />

fuego, contra 3.100 (100 por ciento más) de heridos en accidentes de motos. Sin embargo, la<br />

sensación de inseguridad le gana por goleada al temor a sufrir un accidente de tránsito en el<br />

centro de Córdoba.<br />

La comparación pone en evidencia la importancia que tienen las representaciones sociales a la<br />

hora de guiar las decisiones, promover modelos de conducta y, por lo tanto, influir en el rumbo de<br />

la sociedad.<br />

Desde que en 1993 se inauguró Las Delicias –el primer country aprobado por el municipio–, los<br />

emprendimientos urbanos cerrados no pararon de crecer, salvo en el lapso 2001-2002, en plena<br />

crisis.<br />

Hoy podemos decir que después de Buenos Aires, la ciudad de Córdoba y municipios aledaños<br />

(Unquillo, Villa Allende, Mendiolaza, Malagueño, Alta Gracia, La Calera, entre otros) tienen el<br />

mayor número de urbanizaciones cerradas de Argentina, en sus muchas variedades.<br />

Según un estudio de la arquitecta especialista en desarrollo urbano Claudia Romo, entre 1990 y<br />

2006 se crearon 54 countries y barrios cerrados en la capital y el Gran Córdoba. En total,<br />

ocupaban 42 kilómetros cuadrados en 2007. Cruzando los datos que surgen de investigaciones<br />

universitarias posteriores a ese año, se puede deducir que no menos de 52 kilómetros cuadrados<br />

corresponden a urbanizaciones cerradas. ¿Es mucho, es poco De acuerdo a Wikipedia, la ciudad<br />

de Bruselas –sede administrativa de la Unión Europea– abarca 32 kilómetros cuadrados. Una<br />

comparación más próxima, la ciudad de Santa Fe, tiene 65 kilómetros cuadrados y Punta del Este,<br />

67.<br />

Sin embargo, hay matices. Desde los countries con sofisticados sistemas de seguridad a los<br />

barrios cerrados con alambrada perimetral y accesos abiertos, pasando por los más nuevos<br />

condominios suburbanos o las urbanizaciones de chacras en predios rurales, las alternativas son<br />

diversas. Lo cierto es que en poco más de 15 años este fenómeno ha cambiado la fisonomía de<br />

Córdoba y de municipios vecinos.


La inseguridad no es la única explicación de este fenómeno. Hay otras cuestiones que incidieron:<br />

un creciente deseo de vivir en entornos con más verde y naturaleza, la búsqueda de mantener<br />

cierto nivel social y, más recientemente, la dificultad de sectores de medianos recursos para<br />

encontrar casa en la Capital.<br />

Seguridad. Uno de los motivos, pero no el único, para mudarse a un “country” (Sebastián Salguero/LaVoz).<br />

Boom, ¿y después<br />

En la explosión de urbanizaciones cerradas, la cuestión normativa ha sido todo un tema.<br />

Si bien en la ciudad de Córdoba la ordenanza 8.606 reglamentó las condiciones que deben<br />

cumplir los countries (parcelas de no menos de 1.000 metros cuadrados, superficie destinada a<br />

uso común del 30 por ciento de la urbanización, club house, entre otras), nada dice de los “barrios<br />

cerrados”, rótulo vendedor pero sin existencia legal. Para el municipio son como Alberdi o San<br />

Vicente, barrios abiertos, aunque los vendan con alambradas y promesas de mayor seguridad.<br />

En los municipios vecinos a la Capital, la superposición de normas o la lisa y llana ausencia de un<br />

marco que regule la urbanización de amplias zonas rurales o serranas facilitaron el boom<br />

inmobiliario impulsado por el sector privado.<br />

El gobierno provincial, a través del Instituto de Planificación del Área Metropolitana (Iplam),<br />

elaboró un proyecto de uso de suelo que contempló, entre otros aspectos, esta situación. La<br />

iniciativa, consensuada con 15 comunas del área metropolitana, fue convertida en ley en<br />

septiembre pasado. (Ver nota aparte “El crecimiento sin modelo...”).<br />

A la vez que respondieron a la demanda de un sector de la población, los complejos<br />

habitacionales cerrados generaron nuevos desafíos urbanos. Alta ocupación de suelo, presión en<br />

la infraestructura e impacto en el espacio público son algunas de las consecuencias que trajo<br />

aparejado este fenómeno. Esto ha generado un debate amplio entre investigadores y especialistas<br />

en la cuestión urbana.<br />

La arquitecta e investigadora del Conicet Cecilia Marengo explica que el fenómeno de las<br />

urbanizaciones cerradas “se inició en las ciudades estadounidenses cuando finalizó la Segunda<br />

Guerra Mundial. Pero lo que cambió en estos últimos años, a partir de la globalización, es la<br />

magnitud. Las ciudades siempre tuvieron barrios tradicionales donde se alojaban los sectores de<br />

altos ingresos económicos y otros donde se ubicaban planes de viviendas estatales subsidiadas<br />

para sectores sociales sin capacidad de acceso a la casa por sus propios medios. Lo diferente que<br />

se inició en Córdoba a partir de la década de 1990 fue el cierre perimetral de estas<br />

urbanizaciones”, observa.


Buena vista. La posibilidad de tener contacto directo con la naturaleza también lleva gente hacia la periferia (Ramiro<br />

Pereyra/LaVoz).<br />

Por su parte, Alejandro Cohen, docente de la Facultad de Arquitectura de la UNC y director del<br />

Taller de Investigación en Proyectos Urbanos, sumó otro elemento de análisis. “Hay una<br />

tendencia a más urbanización en el mundo, que tiende a ser un continuum de carreteras, nichos<br />

poblacionales, barrios, suburbios y menos ciudad. La propensión es más urbanización y menos<br />

ciudad. La imagen predominante son las autopistas congestionadas, barrios dormitorios y<br />

segregación de funciones, como sectores específicos para fábricas, parques y viviendas”, afirmó.<br />

Realidad local<br />

Junto a las tendencias globales hay particularidades que tienen que ver con las realidades locales.<br />

En el caso de la ciudad de Córdoba, desde mediados de 1990 se dio un sostenido desplazamiento<br />

de población a la periferia y el gran Córdoba. La arquitecta Miriam Liborio codirige un proyecto de<br />

investigación subsidiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica (Secyt) que indaga esta<br />

problemática. “En primer término, hubo un sector que se fue a la zona periférica atraído por el<br />

precio de los lotes, significativamente más baratos que en la ciudad capital. En segundo lugar,<br />

mucha gente se trasladó buscando una mejor calidad de vida en entornos amigables y más<br />

contacto con la naturaleza. Y un tercer corrimiento fue el de las clases más acomodadas, con<br />

mayor poder adquisitivo, que eligieron los countries y barrios cerrados por cuestiones de prestigio<br />

y seguridad”, explica Liborio.<br />

En ese contexto, se produjo un proceso que los urbanistas definen como “dispersión territorial”; es<br />

decir, la conformación de asentamientos alejados de los centros urbanos consolidados. En<br />

muchos casos, establecidos en zonas rurales y serranas, sin servicios públicos ni infraestructura.<br />

En el caso de los countries y barrios cerrados, con un altísimo porcentaje de tierra ocupada y,<br />

comparativamente, poca densidad poblacional.<br />

Crecimiento con dependencia<br />

La exploración de Liborio se centra, entre otros aspectos, en la urbanización de la zona rural y<br />

serrana en el corredor oeste (Córdoba-Malagueño-Carlos Paz).<br />

Lo más nuevo. El corredor Córdoba-Malagueño mostró un crecimiento casi exclusivo de distintos tipos de urbanizaciones<br />

cerradas (LaVoz).


Según datos reunidos por la investigadora durante 2009, en ese sector existen 12<br />

emprendimientos habitacionales cerrados que ocupan en total 1.700 hectáreas, es decir 17<br />

kilómetros cuadrados.<br />

“A diferencia de los casos de Mendiolaza, Villa Allende o Unquillo, que aportaron suelo urbanizable<br />

en la forma de condominios, lotes individuales y urbanizaciones cerradas, el corredor Córdoba-<br />

Malagueño fue copado exclusivamente por countries y barrios privados”, precisó.<br />

Si bien los desarrollistas privados fueron eficaces a la hora de gestionar, diseñar y comercializar<br />

los emprendimientos inmobiliarios, en muchos casos generaron “dependencia de los municipios<br />

para que la población acceda a servicios e infraestructura”, apunta. Déficit que se acentuó con los<br />

emprendimientos localizados lejos de los municipios o de la propia Capital.<br />

“Las urbanizaciones cerradas parecen islas desconectadas de la ciudad. Generan una presión en<br />

el equipamiento urbano, porque hay que llevarles infraestructura. Pero para que pueda llegar esa<br />

infraestructura, los municipios tienen que hacer obras en áreas que no son rentables, porque en la<br />

mayoría de los casos no tienen habitantes o son predios rurales. Estamos invirtiendo la plata de<br />

todos en estos cotos privados de urbanización que de ningún modo pueden ser sustentables”,<br />

opinó la investigadora.<br />

La investigadora considera que una situación parecida ocurre con el transporte público, al que no<br />

le resulta rentable cubrir recorridos en zonas de poca población. “Hay urbanizaciones cerradas<br />

donde, por ejemplo, para que pueda llegar el personal de servicio, el municipio o incluso el Estado<br />

nacional terminan subsidiando algunas vías de comunicación”, asegura.<br />

“El problema de la recolección de basura en el country Cuatro Hojas fue paradigmático. No<br />

lograron que a ningún municipio le resultara redituable hacerse cargo, ni Mendiolaza ni Unquillo.<br />

Inclusive probaron con Cosquín. Las urbanizaciones que están solamente en manos privadas<br />

provocan un déficit que termina afrontando el Estado”.<br />

La inevitable fragmentación social<br />

Aunque no hay estudios sobre el impacto en las relaciones sociales que este fenómeno provoca,<br />

el análisis de algunas transformaciones en el espacio público arroja pistas al respecto.<br />

Como hace notar Marengo, el auge de las urbanizaciones cerradas “produce una fractura en el<br />

espacio urbano, al brindar de manera privada servicios y áreas recreativas que antes se disponían<br />

en el tejido residencial tradicional con calles y plazas públicas. Esto marca una nueva condición en<br />

términos de sociabilidad, porque las relaciones entre vecinos se pautan en espacios controlados,<br />

algunos fuertemente vigilados y con alta homogeneidad social”.<br />

Cohen agrega otro elemento para tener en cuenta: “Uno toma los barrios tradicionales de<br />

Córdoba, Güemes, Alberdi, General Paz, Alta Córdoba, San Vicente, San Martín, y ve que ahí hay<br />

diversidad social, y es lo que garantiza que haya ciudad. Porque además de las instituciones, las<br />

plazas, etcétera, hay mezcla social. En Alta Córdoba, por caso, puede vivir un tipo de bajos<br />

recursos, un jubilado, unos “ocupas”, un profesional con buenos ingresos que se recicló la casa.<br />

La mezcla, lo aleatorio, lo azaroso, es lo que genera que haya más ciudad. Y curiosamente hay<br />

más seguridad, porque hay más control social”. Precisamente uno de los desafíos que coinciden<br />

en señalar urbanistas, sociólogos y arquitectos, es el referido a cierta tendencia a la<br />

homogeneidad social que promueven los ámbitos cerrados.<br />

Una de las pruebas de fuego para medir el grado de integración que muestra una sociedad es la<br />

existencia de lugares públicos en los cuales se pueda cruzar gente de diversas clases sociales,<br />

edades o gustos.<br />

Separación y diferencias<br />

Desde el Instituto de Investigación y Formación en Administración Pública (Iifap), la<br />

politóloga Silvia Fernández indaga esta cuestión. “La segregación residencial es una modalidad<br />

específica de segregación socio-espacial, en la cual la separación entre grupos sociales se<br />

manifiesta en su localización geográfica. Esta separación espacial es muchas veces un factor<br />

constitutivo de las diferencias”, explica.


“En términos sociológicos –precisa– segregación significa la ausencia de interacción entre grupos<br />

sociales. En un sentido geográfico, significa desigualdad en la distribución de los grupos sociales<br />

en el espacio físico. La presencia de un tipo de segregación no asegura la existencia del otro”.<br />

Fernández aclaró que la segregación existe tanto en espacios aislados de ricos, como de pobres.<br />

Su investigación se centró en barrios de sectores vulnerables (zona noroeste de la ciudad<br />

Córdoba), donde constató segregación socio-residencial. “Una de las cosas que se discute es si el<br />

espacio es un mero reflejo de la diferenciación social. En realidad, al espacio urbano lo estamos<br />

produciendo constantemente. En estas situaciones hay relaciones sociales que generan un<br />

espacio exclusivo, escasamente abierto a la diversidad y con poca articulación con otros ámbitos.<br />

Cuando los códigos de convivencia tienen que ver con los códigos de esos círculos cerrados, se<br />

vuelve muy difícil admitir a otras personas con códigos o valores diferentes. Hay como un nivel de<br />

intolerancia mayor, que el encerramiento profundiza; como también profundiza la sensación de<br />

que hay cosas que son exclusivas de ciertos grupos. Al mismo tiempo, esto puede generar<br />

resentimientos en otros sectores, porque no existe posibilidad de contacto ni de espacios de<br />

encuentro plurales”, advierte.<br />

En su opinión, la multiplicación de “espacios exclusivos para determinados grupos, poco plurales y<br />

con escasa articulación con otros espacios” lleva a la fragmentación urbana y social, proceso que<br />

genera condiciones para el aislamiento y debilita el capital social en aspectos como la articulación,<br />

la organización y la acción colectiva.<br />

Sin embargo, Fernández aclara que no se puede considerar a countries y barrios cerrados como<br />

guetos, porque la gente sale y tiene relaciones en la universidad, los comercios, el trabajo.<br />

Uniformidad y diversidad<br />

Si la tendencia a cierta uniformidad es distintiva de los lugares exclusivos, la diversidad y la<br />

mezcla social caracterizan a los ámbitos públicos.<br />

Como observa Cohen, la aglomeración urbana “es una construcción cultural de la humanidad, que<br />

necesita reglas implícitas que van desde la tolerancia y el encuentro hasta el azar. La ciudad<br />

moderna, por su tamaño, acentuó el azar, propiciando que puedan pasar muchas cosas.<br />

Hace 10 años nadie hubiera pensado que en algunas calles de Nueva Córdoba pudieran existir<br />

boliches, bares o cybers. Que todo el tiempo puedan pasar cosas, es lo que constituye la vitalidad<br />

de la ciudad y eso es consustancial a la mezcla. La diversidad es lo que garantiza la tolerancia,<br />

porque te prepara para la fricción, el contacto con otros. La idea de homogeneidad, por ejemplo de<br />

los countries, es una idea peligrosa. Porque resuelve una burbuja, pero cuando la gente sale se<br />

pone muy paranoica, porque ve siempre extraños...” Tal es el dilema que las urbanizaciones<br />

cerradas plantean. La gente busca un lugar más controlado, con accesos restringidos, en lo<br />

posible solamente transitado por vecinos y sin extraños.<br />

Sin embargo, tal como planteó el sociólogo Zygmund Bauman en su famoso libro La modernidad<br />

líquida, “a medida que el impulso a la uniformidad se hace más extremo, también se intensifica el<br />

horror a los extraños”.Pero para evitar malos entendidos, los investigadores señalan que el<br />

espacio público no es un territorio naturalmente amigable de encuentros, diálogos y entendimiento<br />

social. Por el contrario, las calles o plazas a menudo son escenarios de roces. Pero precisamente<br />

por este motivo, desarrollan una cierta capacidad de discusión y negociación, claves para, si no la<br />

aceptación, al menos el reconocimiento de intereses diversos.<br />

A este respecto, Cohen ejemplifica: “Cuando hay un reclamo en la calle, tenés que negociar para<br />

que los manifestantes ocupen media calzada. O, como en el caso de los vendedores ambulantes,<br />

hay que buscar la forma en que puedan trabajar sin perjudicar a los comerciantes. Históricamente<br />

segregar ha sido más fácil; integrar es más difícil porque hay que negociar”. En ese sentido,<br />

sostiene que “una política urbana progresista no puede prohibir los countries, ni prescribir que hay<br />

una sola manera de vivir. En cambio, se tiene que preocupar de garantizar los espacios de<br />

integración y minimizar los daños colaterales del mercado”. Para Cohen una ciudad que no tenga<br />

espacios públicos, sistemas masivos de transportes y que no le dé fuerte prioridad a la<br />

peatonalidad, va a tender a la segregación.


En este sentido, destacó las obras de creación de peatonales híbridas de la avenida Hipólito<br />

Yrigoyen, la recuperación de plazas emblemáticas del centro de Córdoba, o la construcción de<br />

espacios como el Paseo del Buen Pastor, que han permitido generar un lugar para que chicos y<br />

adultos, de distintas procedencias, puedan cruzarse. “Si no hay Estado que planifique cómo crear<br />

lugares de encuentro, la ciudad es un campamento de tribus hostiles entre sí”, concluye.<br />

Después del boom inmobiliario<br />

Alberto Depetris, miembro de la Cámara de Urbanizaciones Cerradas, reconoció que si bien en<br />

los primeros años el fenómeno “country” estuvo acotado a sectores de altos ingresos, en la<br />

actualidad se observa que se ha diversificado hasta alcanzar a familias de ingresos medios. “Hoy<br />

entrás en un barrio privado como Tejas Tres y ves que hay gente que anda en un Fiat Duna, junto<br />

al vecino que pasa en una Toyota Hilux”, graficó.<br />

Para Depetris, es lógico pensar que el desarrollo de estos emprendimientos continúe en el futuro.<br />

“Con sólo mirar el diario, se observa que la gran mayoría de ofertas de lotes o viviendas son de<br />

desarrollistas privados. Este sector es el que más está construyendo unidades habitacionales<br />

en gran escala”, apuntó.<br />

<strong>EL</strong> CRECIMIENTO SIN MOD<strong>EL</strong>O ES INSOSTENIBLE<br />

De un lado de la montaña, las normas municipales prohíben los emprendimientos inmobiliarios en<br />

el faldeo serrano, mientras que del otro lado el municipio vecino las autoriza.<br />

De un lado de la montaña, las normas municipales prohíben los emprendimientos inmobiliarios en<br />

el faldeo serrano, mientras que del otro lado el municipio vecino las autoriza. O bien, lo que se<br />

impide en el margen de un arroyo, en el margen de enfrente está permitido.<br />

Situaciones parecidas se repiten en el área metropolitana de Córdoba, en gran medida por la<br />

maraña de leyes y disposiciones de cada municipio, muchas veces contradictorias entre sí. En ese<br />

contexto se produjo la urbanización intensiva de zonas rurales y serranas del gran Córdoba, en la<br />

que countries y otros tipos de barrios cerrados tienen una presencia notoria.<br />

En septiembre, la Legislatura provincial aprobó la ley 9.841 Plan Metropolitano de Usos del Suelo,<br />

que comprende un radio aproximado de 50 kilómetros alrededor de la capital y avanza en la<br />

unificación de la regulación de un aspecto clave para la sustentabilidad del Gran Córdoba. Su<br />

impulsor fue el arquitecto Guillermo Irós, titular del Instituto de Planificación del Área<br />

Metropolitana (Iplam), organismo que tuvo a su cargo la elaboración de la norma, junto con los<br />

intendentes del área, sus equipos técnicos y funcionarios provinciales.<br />

En su opinión, la ley va a producir consecuencias a mediano y largo plazo, al tiempo que dará<br />

mayor claridad al sector inmobiliario, al hacer más previsible la inversión. “Ahora se sabe a dónde<br />

se pueden orientar estos emprendimientos”, consideró.<br />

– Usted fue crítico con la extensión de grandes urbanizaciones que, en relación con la<br />

superficie que ocupan, tienen poca población. ¿A qué se deben esas observaciones<br />

– La crítica no estuvo dirigida a los emprendedores que impulsaron el loteo o a los<br />

emprendimientos como barrios cerrados o conjuntos edilicios residenciales, sino a la ausencia de<br />

normativas o falencias en las existentes. También he señalado algo que los propios intendentes<br />

han manifestado: la necesidad de compatibilizar las normativas correspondientes a sus radios<br />

municipales en una escala regional.<br />

– ¿Cuáles fueron las consecuencias de ese proceso<br />

– No fue un proceso homogéneo, porque el área metropolitana de Córdoba tiene diferentes<br />

características. Existen áreas serranas y áreas de llanura; las actividades más relevantes varían y<br />

los procesos de urbanización son distintos. Por ejemplo, hay sectores que crecieron por su<br />

atractivo paisajístico y ambiental, ocupados por gente con disponibilidad económica. En otros<br />

casos, fue a la inversa; por una falta de opciones de acceso a la vivienda, sectores de menores<br />

recursos se fueron hacia la periferia buscando lotes e impuestos más baratos. Se dio un aumento<br />

poblacional intenso, casi explosivo, pero con características diferentes. Juárez Celman y Malvinas<br />

Argentinas crecieron muchísimo, pero también La Calera, Villa Allende, Unquillo o Río Ceballos,<br />

pero con marcadas diferencias. En la zona noroeste se observa un alto consumo de suelo con


aja densidad de población, lo que encarece la prestación de los servicios en el desarrollo de la<br />

infraestructura. Hubo también otras consecuencias indirectas, como la falta de un sistema de<br />

transporte masivo que acompañe el crecimiento, lo que plantea el uso generalizado del automóvil<br />

particular, produciendo congestiones de tránsito, alta polución y una mayor accidentología vial.<br />

– ¿Se puede calificar de insostenible a esta situación<br />

– Sí, fundamentalmente por falta de previsión. Es una región que tiene atributos paisajísticos y<br />

ambientales realmente interesantes, que en muchos casos se han ido deteriorando por el<br />

crecimiento sin una orientación ni un modelo.<br />

– ¿Qué previsiones introduce en este sentido la ley de uso del suelo<br />

– Define una categorización del uso del suelo bastante extensa. Plantea una primera división entre<br />

aéreas urbanizables y áreas no urbanizables, cada una con subcategorías. En las áreas no<br />

urbanizables, hay zonas que en el futuro podrán ser urbanizadas, consideradas en la ley áreas de<br />

urbanización diferida. Por eso la ley contempla un mecanismo de revisión bianual para atender la<br />

situación específica de estas áreas.<br />

© La Voz<br />

Diario La voz del Interior, Suplemento Temas – Domingo 21 de noviembre de 2010

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