Año 1, t. 1, nº 1 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

-Sí?
Pues entóneos so rechaza la ignominia aunque venga onvuelta
en las atrayentes concepciones do Darwin, el Newton do la filosofía
natural orgánica, en la frase perfumada do Quinet, el glorioso
convertido—la ignominia quo pretendo socabar los más rudimentarios
fundamentos del sentido moral.
Pero ¿acaso la transición do la vieja metafísica á la nueva teoría
es algo como el famoso puente de los Suspiros, escenario obligado
do las siniestras trajedias do la antigua Vonecia, cuyo paso entrañaba,
las más do las veces, la muerte del confiado transeúnte—para
quo ella entraño la muerte de los ideales de la humanidad, cuyos
elementos son el amor, la verdad, el heroísmo; cuyas notas, himnos
y arpejios modulan los suspiros do la apasionada llaydóo, el acento
inspirado de Newton, la heroica imprecación de las Tormópilas. ?
Es observación do un gran soñador convertido:—nada mionto en
la naturaleza—el tigre, la hiena, no adulan para desgarrar—El león
no sonrio á la presa—no tiene bramidos do palaciego.
Solo el hombro so prosterna ante el caballo 'do Calígula favorecido
por el viento do la fortuna, maldiciendo en su interior la tristo
miseria do su destino—solo ól prodiga entro sonrisas, el veneno do
una Injuria, el dardo acerado do una sátira sangrionta.
Así, pues, según el nuevo credo, la mentira 110 os sólo negación
de la humana dignidad, sino también contradicción viviento do las
leyes etornas del Univorso.
El amor os, al decir do Quinet, una gran fuerza cosmogónica,
alma y hogar do la vida universal, ley do las leyos, prehistóricas y
gonesiacas quo debemos asociar á todas las concepciones científicas.
El gran poota naturalista descubro on las palabras do los amantes
el murmullo sordo do las generaciones futuras, nuevos tiempos inconscientes
ve flotar on sus ojos.
Salvados osos dos grandes principios; el amor y la verdad, está
salvado el órden moral.
Liell en la esfera goológica, Darwin on la orgánica, y Quinet en la
moral, nos presentan las grandes lasos do osa doctrina do la ovolucion,
quo arranca al mundo sus secretos, sus oscuridades, su mistorio.
Está abiorto ol gran libro do la naturaleza,—ciego el quo 110 lee!
En el suelo do Grecia descubríamos una etapa del inmenso transformismo
(lo la materia—en el dogma do Quinet, un período del progreso
quo surca impávido las edades.
El mundo físico, como el mundo moral, están bajo el dominio do
la inteligencia humana.
Resta el problema do quo os hablaba al principio.
Ante ól la ciencia enmudece. Ni niega ni afirma.
Respeta la triste negación del escóptico y la fó extraviada del fanático.
Confundo la plegaría do Lamartine con la blasfemia do Espronceda—el
concepto apocalíptico do Lamonnais con el apóstrofo sangrienta
do Alfredo do Musset.
Talvez el porvenir entrañará la solucion—armonizando la idea
y el sentimiento, la fó y la razón, el Dios do los cristianos y la
causa eficiente do todo lo creado.
Ante esas perspectivas, si me fuera licito, raquítico pigmeo, parodiar
la frase do eminentísima figura, os diría:—He venido demasiado
temprano á un mundo demasiado jóvon!