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SAN ISIDRO LABRADOR - Javier Leoz

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<strong>SAN</strong> <strong>ISIDRO</strong> <strong>LABRADOR</strong><br />

La fe…era su motor<br />

<strong>Javier</strong> <strong>Leoz</strong><br />

A punto de finalizar la PASCUA, donde se nos empuja a<br />

dar testimonio alegre y sin tregua, de la Resurrección del Señor Jesús, la fiesta de<br />

San Isidro llama a nuestra puerta.<br />

Los hombres del campo, y los creyentes también, nos detenemos en este<br />

miércoles ante la vida sencilla, grande a la vez, de un hombre que no tuvo más<br />

grandeza que el vivir para Dios y, ver a Dios, en aquello que hacía, sentía, oraba o<br />

trabajaba. La fe, como motor, consolidaba su interior y movía el exterior de su<br />

persona. Nunca, tan buen arado, encontró tan buenas manos: Isidro y Dios.<br />

Dios, a San Isidro, le miraba con especial atención porque, San Isidro, miraba<br />

con singular locura a su Dios.<br />

1.En unos tiempos, muy distintos a los actuales, San Isidro dio ejemplo de su fe<br />

inquebrantable. Vivía con intensidad, con interioridad la presencia del Señor, de tal<br />

forma, que –todo lo demás- lo dejaba en sus manos. Con nitidez y con transparencia,<br />

sin arrogancia ni orgullo alguno, se fió del testimonio de los Apóstoles sobre la<br />

Resurrección de Jesús.<br />

San Isidro Labrador no puede quedar reducido a una estampa tierna e infantil (los<br />

bueyes arando conducidos por la mano del ángel). Todos los días, mientras<br />

dormimos, descansamos, discutimos o nos afanamos por un trabajo digno, Dios, sigue<br />

haciendo de las suyas, sigue llamándonos a la adhesión a Jesucristo, labrándonos y<br />

cuidándonos muchas parcelas (familia, trabajo, salud, proyectos, etc) sin que nosotros<br />

nos demos cuenta. Sólo la fe, es capaz de intuir la presencia de esa mano invisible y<br />

extraordinariamente paternal cuando surgen:<br />

- gozos y penas<br />

- alegrías y sufrimientos<br />

- duda y con fe<br />

- esperanza y con desasosiego<br />

2.No podemos reducir, la fiesta de San Isidro, a un mero fenómeno cultural, festivo o<br />

tradicional. Sería, entre otras cosas, traicionar el espíritu y la identidad del auténtico<br />

alma de este santo: se movió por Dios, vivió desde Dios y dio testimonio –real y<br />

pacífico- de Jesús Resucitado.


-Frente al intento del descafeinamiento espiritual que nos invade, San Isidro, nos invita<br />

a poner azúcar, y de la buena, en toda circunstancia, problemática, logros, éxitos o<br />

fracasos.<br />

-Frente al intento de, apartar a Dios de todo ente público, San Isidro nos alienta en el<br />

sentido de proponer sin desmayo y con terquedad, la novedad de un Jesús que<br />

humaniza y que pone horizontes (no trabas) a una sociedad tan resquebrajada por<br />

tantas y tantas cosas.<br />

-Frente al individualismo, San Isidro, nos da la lección suprema del amor de Dios: ver<br />

a Dios en los demás, es la mejor forma de ararse y asegurarse un trozo de tierra en la<br />

eternidad.<br />

-En este Año de la Fe, San Isidro, nos incita a proclamar, profesar y edificar nuestra<br />

vida en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.<br />

3.La festividad de San Isidro, para hombres del campo o no, es una llamada a<br />

recuperar la savia de esa Vid de la que nos habla tantas veces el evangelio. Sólo, con<br />

esa fuerza, nos sentiremos capaces de ir contracorriente, de conquistar terreno para<br />

Dios, de llevar almas tibias al encuentro personal con Jesucristo.<br />

El folklore, y todas sus expresiones, serán válidas en la medida que estén sostenidas<br />

en un contenido evangélico y evangelizador. A los santos, y también a San Isidro, se<br />

le honra no de palabra, y sí promoviendo, conociendo, acercándonos e imitando –en<br />

el día a día- lo que fue decisivo en ellos: la fidelidad a Dios, a su Palabra, amor a la<br />

Iglesia y el estilo propio del Resucitado.<br />

San Isidro nos invita a ser esos sarmientos, que unidos a Jesús, den el fruto (no que<br />

el mundo apetece) sino que la vida cristiana nos exige y que Pentecostés nos regala.<br />

Cuentan que una vez, un labrador, sembró trigo en una gran extensión de tierra. Unos<br />

amigos (con malas intenciones) le indicaron que, si se empeñaba, en vez de espigas<br />

de trigo, cosecharía pepitas de oro. La decepción de aquel labrador (después de<br />

arruinarse económicamente por cuidar el campo excesivamente pero con abono<br />

inadecuado) vino cuando –en el momento de la cosecha- las espigas explotaron y<br />

dieron lo que tenían que dar: granos de trigo pero muy escasos. En un arrebato de<br />

locura, prendió fuego a lo que hubiera sido una gran cosecha si no se hubiera dejado<br />

llevar por el engaño.<br />

San Isidro, en este día de su fiesta, nos invita a ser sembradores de la verdad:<br />

-cosecharemos justicia, si ponemos verdad con nuestras manos<br />

-cosecharemos alegría, si proponemos armonía allá donde estamos<br />

-cosecharemos esperanza, si pregonamos optimismo cristiano<br />

-cosecharemos amor, si llevamos amor en la mochila de nuestra vida<br />

-cosecharemos el cielo, si ponemos a Dios, en todas circunstancias de nuestra vida.<br />

El peor homenaje a San Isidro, es ofrecerle unas espigas de la cercana<br />

cosecha, entonarle unos cánticos, sacarle en procesión y luego…..vivir de espaldas a<br />

lo que fue el auténtico tesoro y oro de su vida: JESUS DE NAZARET.<br />

El tuvo las cosas claras: Dios era su motor y, por El y en El, puso sus afanes –y<br />

también su grano en la tierra como buen trabajador- sin otro afán que vivir con<br />

dignidad y esperar para alcanzar la eternidad que Dios regala a los que permanecen<br />

fieles en la adhesión a Jesucristo, muerto y resucitado.<br />

<strong>Javier</strong> <strong>Leoz</strong><br />

2013 Año de la FE

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