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Aprendiendo a despedirse - Obra Social Caja Madrid

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Pérdida y duelo<br />

Alzheimer: la enfermedad de las pérdidas<br />

desde Elda y cogimos el barco en Zurich para seguir el curso del rio Rhin y<br />

desembocar en Holanda.<br />

Después comenzamos a tener hijos, éstos se hicieron mayores, vinieron los<br />

nietos y, casi sin darme cuenta, me llegó la jubilación. Al poco tiempo de jubilarme<br />

comenzamos a darnos cuenta de que algo raro le pasaba a mi esposa, recuerdo<br />

el año, 1995, no era gran cosa, pero los que la conocíamos veíamos una<br />

rara forma de andar, respondía con ambigüedades, se olvidaba muchas cosas y<br />

se encontraba desorientada.<br />

Decidimos llevarla a un neurólogo a Alicante, que le diagnosticó Alzheimer.<br />

Tratando de evitar lo inevitable acudimos a una clínica privada de Barcelona,<br />

que conocimos a través de un amigo de la familia, pero el diagnóstico fue el<br />

mismo.<br />

Tras unos años en los que parecía que la enfermedad se estancaba, ésta comenzó<br />

a ir cada vez más deprisa; mi mujer no me recordaba, no podía hablar<br />

con ella, no reconocía a sus nietos, ni a sus hijos; no podíamos ver fotos, era<br />

triste. Recuerdo el primer día que me llamó de usted, fue al darle un vaso de<br />

leche, recuerdo que me dijo: –Gracias señor, pero ¿dónde está mi esposo<br />

Toda una vida juntos y ahora no le queda ni un recuerdo. Actualmente está<br />

en una silla de ruedas, ha perdido la movilidad; a veces pienso: «con lo que hemos<br />

andado, cómo se ha podido llegar a esto...», está totalmente cambiada, su<br />

aspecto alegre ha desaparecido, no habla, no anda, sólo mira y en su mirada, en<br />

su interior, creo que me reconoce. He aceptado ayuda porque si no quizá ya no<br />

estaría aquí y tengo que hacer un gran esfuerzo al día para no perder las ganas<br />

de vivir, porque es muy duro estar con la persona que amas y solamente poder<br />

cuidarla, observando en cada momento lo cruel que puede llegar a ser la vida<br />

con las personas que más quieres; no obstante, y pese a estar en este estado,<br />

quiero seguir cuidándola hasta el último suspiro, todos los días que nos queden<br />

de nuestra vida, porque no sé hacer otra cosa, tan sólo quererla.Tengo la impresión<br />

de que en algún lugar remoto de su cerebro sabe que quien está a su lado<br />

soy yo, y ésa para mí es suficiente recompensa.<br />

55<br />

Colección

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