Palabras-de-Abril
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hubiesen podido instalar y mucho menos, consolidar otros<br />
gobiernos <strong>de</strong> izquierda, otros gobiernos progresistas, otros<br />
gobiernos revolucionarios en nuestra América.<br />
Sobre nuestros hombros ha recaído una gigantesca<br />
responsabilidad: los pueblos <strong>de</strong> este continente miran con<br />
esperanza la revolución socialista en Venezuela, porque ése<br />
es el camino <strong>de</strong> su liberación, <strong>de</strong> su re<strong>de</strong>nción, <strong>de</strong> nuestra re<strong>de</strong>nción<br />
<strong>de</strong>finitiva.<br />
Han pasado ocho años y cuánto hemos avanzado, pero<br />
también <strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>cirlo: ¡cuánto nos falta por avanzar! Esta<br />
revolución apenas comienza, y un gran número <strong>de</strong> amenazas<br />
internas y externas pen<strong>de</strong>n sobre nosotros. Sean cuales fueren<br />
las amenazas, sean cuales fueren las dificulta<strong>de</strong>s, estoy<br />
seguro <strong>de</strong> que nosotros venceremos todas esas dificulta<strong>de</strong>s<br />
internas y externas.<br />
Este año 2010 es el último año <strong>de</strong> la primera década <strong>de</strong>l<br />
siglo XXI. La primera década para nosotros fue tormentosa;<br />
cuánto costó, ¡<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cuánto tiempo!, instalarnos en el<br />
gobierno. Recor<strong>de</strong>mos cuando comenzó el siglo XXI, el 1° <strong>de</strong><br />
enero <strong>de</strong>l año 2001, en qué situación vivía todavía Venezuela,<br />
no teníamos nosotros ni dos años <strong>de</strong> haber llegado al Gobierno;<br />
estábamos apenas instalándonos en medio <strong>de</strong> gigantescas<br />
dificulta<strong>de</strong>s políticas, sociales. Una pobreza… hay que recordarlo,<br />
hay que hacer memoria, hay que saber. Y la burguesía<br />
tiene muchas artimañas, tiene muchos instrumentos para manipular,<br />
para confundir a mucha gente.<br />
Hoy, 13 <strong>de</strong> abril, ahora sí es verdad que llegó la hora<br />
<strong>de</strong> la liberación <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> Venezuela, <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />
integral, <strong>de</strong>finitiva, <strong>de</strong> la patria nuestra; <strong>de</strong> la patria <strong>de</strong> nuestros<br />
viejos, <strong>de</strong> nuestros abuelos, la patria <strong>de</strong> nuestros hijos,<br />
<strong>de</strong> nuestros nietos, <strong>de</strong> las futuras generaciones. Ellos tendrán<br />
patria perenne, patria libre, patria buena, patria socialista.<br />
A nosotros nos correspondió la dura batalla el 11 <strong>de</strong><br />
abril. Aquélla que sí era una turba llena <strong>de</strong> odio, envenenada<br />
por las televisoras y los medios burgueses, por aquí pasó<br />
rumbo a Miraflores. Iban por mí, iban a liquidarme, éramos<br />
todo el objetivo, un nombre y un apellido está allí escrito para<br />
ellos: Hugo Chávez.<br />
Sin embargo, se toparon con un pueblo en Puente Llaguno,<br />
y allá dieron su vida un grupo numeroso <strong>de</strong> valientes<br />
compañeros. Ellos, en verdad, murieron por Hugo Chávez, en<br />
lo personal lo digo, fue por la patria que dieron la vida, pero<br />
ellos y ellas, que establecieron una línea <strong>de</strong> resistencia, impidieron<br />
que aquella turba llena <strong>de</strong> odio entrara a Miraflores<br />
y me volviera papilla cuando, ya prisionero —Miraflores ya<br />
tomado por la burguesía— dieron la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que se me liquidara<br />
aquel 12 ó 13 <strong>de</strong> abril. Le pusieron fecha al día <strong>de</strong> mi<br />
muerte.<br />
“Que parezca un acci<strong>de</strong>nte”, dijeron, pero que muera.<br />
Sólo que, el <strong>de</strong>stino —diría mi madre Elena: “el manto <strong>de</strong> Dios<br />
te protegió”—: Un pueblo en la calle y unos soldados que se<br />
negaron a cumplir ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> disparar ni contra el pueblo ni<br />
contra mí, y una historia, y una especie <strong>de</strong> milagro produjo<br />
que una noche como ésta —a esta hora me tenían en La Orchila—<br />
y los planes para matarme continuaban, pero ya no<br />
tenían cómo. Los planes para sacarme <strong>de</strong>l país continuaban,<br />
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