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PREGÓN FIESTA DE MOROS Y CRISTIANOS 2012
JOSE DASÍ BENLLIURE
“En el valle de Ricote
los moros tavía están….
de los barrancos aquellos
no los pudieron echar.
Cambiaron sus vestimentas,
¡claro está!
pero moros en España
hay para siempre jamás.
Algunas cosas y trazas
pueden mudar…
Una raza de tres siglos
no es tan fácil de cambiar.
Que es morisca media España
se podría asegurar:
se cambiaron las mezquitas
en iglesias ¡y na más!
Al-gezares, Al-budeite,
Beni-fayor, Beni-haján,
Al-hama, Al-jucer, Al-guazas,
Al-batalía, Ab-arán…
De tales nombres de pueblos,
cientos en España habrá:
de ser de tierras de moros
no se podría negar.
Nombres moros las acequias,
trazas moras la ciudá;
blancura… las azoteas…
un castillo… un alminar…”
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Excelentísimo Señor Alcalde de Murcia, Señor Presidente
de la Federación de Moros y Cristianos de Murcia, autoridades
reyes, abanderadas, embajadores, Kávilas y Mesnadas. Festeras y
festeros. Amigas y amigos.
Buenas noches a todos.
Los versos que acabo de leer son de uno de nuestros poetas
más universales, Vicente Medina, que en su poema “Mi tierra
morisca” glosa así la profunda huella que ocho siglos de presencia
mora han dejado en el paisaje, las costumbres y la forma de ser de
quienes hoy habitamos esta hermosa tierra.
Esta hermosa tierra a la que llegué hace más de cuarenta
años procedente de un pequeño pueblo de la huerta de Valencia,
con la ilusión de progresar en mi carrera profesional y personal y
con la esperanza de que mi familia encontrara en Murcia un
nuevo hogar. La hospitalidad y la acogida que encontramos
hicieron que ese proyecto fuera una realidad. Mis dos hijas
nacieron en Valencia, pero son murcianas. Así se sienten. Y así
me siento yo también.
La Edad Media ha sido una etapa decisiva en la historia del
antiguo Reino de Murcia.
Como pregonero no me corresponde hacer un relato de su
historia o de la sucesión de personajes, batallas, pactos o
acontecimientos que se producen en esa época pero me van a
permitir que haga referencia a una serie de hechos que, en mi
opinión, son decisivos para comprender nuestro pasado medieval.
El primero de ellos es la importancia estratégica del
Mediterráneo para la Corona de Castilla y el hecho de que en
España, del siglo VIII al XV, se dirime el futuro de Europa.
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En segundo lugar, la ubicación geo-estratégica de Murcia
como encrucijada de caminos y tierra de frontera entre moros y
cristianos.
Y por último, Murcia como tierra de acogida y marco de
tolerancia entre la civilización islámica y cristiana.
El Mediterráneo, que significa “Mar entre tierras”, entre
Asia, África y Europa, es el foso que separó las dos grandes
religiones y civilizaciones: el Islamismo y el Cristianismo.
Las dos puertas a Europa del mundo musulmán eran
Bizancio, que fue tomada por los turcos en 1453 y la Península
Ibérica que finaliza la reconquista en 1492 con la toma de
Granada.
En España, en el enfrentamiento entre moros y cristianos se
dirime el futuro de Europa. Sin las victorias de Carlos Martel en
Poitiers (732) o de Alfonso VIII en Las Navas de Tolosa (1.212)
o la toma de Granada en 1492, posiblemente hubiera cambiado la
historia de Europa. En España se libra la gran batalla entre las dos
civilizaciones y se detiene la invasión de Europa.
Otro factor determinante en la historia del Reino de Murcia
es su ubicación estratégica entre Al-Ándalus, el Reino de Castilla-
León y la Corona Catalano-Aragonesa.
Para Castilla, Murcia es una plaza importante para el
dominio de Andalucía oriental, y el puerto de Cartagena significa
su salida al Mediterráneo. Castilla necesita controlar el Norte de
África, posibles nuevas invasiones, la amenaza de los benimerines
y a los piratas berberiscos.
A partir de la firma del Tratado de Almizra entre Jaime I y
Alfonso X en 1244, que pone fin a la reconquista de la Corona
Catalano-Aragonesa hacia el Sur, su política militar y estratégica
se orienta hacia la reconquista de las Baleares, y posteriormente
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dirigirá su actividad comercial, diplomática y de expansión hacia
Italia y oriente. Por su parte Castilla, como he comentado, se
orienta al control del norte de África.
Murcia durante la época medieval fue tierra fronteriza entre
moros y cristianos y a la vez encrucijada de caminos hacia Al-
Ándalus por el Sur, la Corona de Aragón por el Norte y Castilla
por el Oeste, por lo que tuvo que fortificarse con numerosos
castillos, fortalezas o torres de homenaje para proteger sus
ciudades y sus pobladores.
Sin duda alguna, las fortalezas o castillos existentes en una
parte importante de pueblos y ciudades es una seña de identidad
del paisaje murciano. Castillos como los de Lorca, Mula, Aledo,
Cieza, Caravaca o Monteagudo, son fiel reflejo. Este carácter
fronterizo se puede ver precisamente en la bandera de nuestra
Región. Los cuatro castillos que contiene identifican este carácter
fronterizo del histórico Reino de Murcia.
Hasta 1266 en que se decreta la separación de mudéjares y
cristianos, el Reino de Murcia fue un modelo de convivencia
pacífica y Alfonso X ha sido considerado el monarca de las tres
religiones: la judía, islámica y cristiana.
Murcia, en la actualidad y siempre, ha sido tierra de acogida,
que ha ofrecido su hospitalidad a quienes han llegado a ella.
Durante toda la Edad Media ha habido en Murcia etapas
pacíficas de convivencia y tolerancia, que han sido precisamente
las más fecundas, las de mayor riqueza, prosperidad y
crecimiento; y etapas de intolerancia y enfrentamientos, que
normalmente han coincidido con etapas de decadencia y
emigración.
En la Murcia mora, el espíritu de tolerancia que existió hasta
el siglo XII cambió con las invasiones de pueblos bereberes del
norte de África, más incultos, fanáticos e intransigentes. En la
Murcia cristiana, la tolerancia y convivencia empeoró con la
repoblación de cristianos, repartimientos de tierras, sublevación
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de mudéjares, su conversión forzada al cristianismo o la creación
del Tribunal de la Inquisición durante el reinado de los Reyes
Católicos en 1488. Por cierto, el primer acto de fe del que
tenemos noticia se celebró en la Plaza de Santa María, frente a la
catedral, en 1492.
Una aspiración de nuestro mundo es lograr una mayor
tolerancia entre civilizaciones y religiones diferentes. Todos
ustedes tienen conocimiento de la llamada “Alianza de las
Civilizaciones”. Quizás el término alianza es un objetivo
ambicioso pero no podemos renunciar a una convivencia de
civilizaciones basada en el respeto mutuo y el dialogo. Como ha
comentado el profesor Federico Mayor Zaragoza, es difícil
imaginarse el futuro del nuevo mundo sin ese marco de tolerancia.
El mundo que vivimos hoy, la situación económica actual,
nos está pidiendo a gritos ese clima de entendimiento, esa
aceptación del pluralismo y el respeto entre todos los pueblos. Y
Murcia ha sido durante muchos siglos un ejemplo de ello.
Ocho siglos de historia de moros y cristianos han dejado una
profunda huella en nuestra Comunidad y en la sociedad actual. El
amor a la tierra de los árabes, su laboriosidad, las obras
hidráulicas que realizaron para aprovechar un bien escaso como el
agua, su cultura y conocimientos, la incorporación de cientos de
palabras del árabe al castellano y el amor y la devoción de
Alfonso X y los cristianos por la Virgen han marcado
profundamente el carácter murciano.
Como todos ustedes conocen, en el año 711, unos 7.000
musulmanes al mando de Tarik desembarcaron en la Península y
derrotaron al rey D. Rodrigo en la batalla de Guadalete, llegando
en pocos meses hasta Toledo, la capital del reino visigodo.
No obstante escuché en una conferencia del gran historiador
cartagenero José María Jover Zamora la tesis de que el
desembarco pudiera haberse producido en Murcia. Téngase en
cuenta que nuestra región está a sólo 200 kilómetros de la costa
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africana y que hoy en día todavía siguen llegando emigrantes del
Norte de África.
El profesor Vallvé, en su discurso de entrada en la Real
Academia de la Historia, en el año 1989, manifestó que el
combate de Guadalete, que puso fin al reinado de los godos en
España, se dio, realmente, en los campos de Sangonera, después
de que los musulmanes ocuparan Cartagena y consolidaran una
potente cabeza de puente en la costa.
Los musulmanes eran expertos agricultores y jardineros e
introdujeron cultivos como el arroz y perfeccionaron el sistema de
riegos heredado de los hispano-romanos y tras la fundación de
Murcia en el año 825 por Abderraman II crearon una
infraestructura de riego para toda la Vega Media que posibilitó la
creación de la primitiva Huerta de Murcia: la red de acequias,
presas como la Contraparada, azudes y norias para elevar el agua
como las de “La Ñora” y “Alcantarilla”. De la contraparada o
Azud Mayor (construido entre los siglos IX y X) salen las dos
acequias principales: LA ALJUFIA que distribuye el agua por la
zona Norte de la Huerta y LA ALQUIBLA que lo hace por la
zona Sur.
¡Qué orgulloso se siente el murciano de su huerta!
Una huerta que me trae a la memoria recuerdos de mi
infancia. Nací en un pequeño pueblo de la huerta valenciana, en
una casa típica de la huerta con una gran entrada para dejar el
carro, un amplio corral donde convivían animales domésticos,
aparejos y herramientas del campo y un piso superior en el que
había cañizos donde se criaban gusanos de seda. Allí pude ver
como mi abuelo y mi padre cuidaban las tierras que nos daban de
comer. Y ¡Con que cariño!
Crecí entre huertos, acequias, alquerías, aperos, carros y
animales.
Algunos años después llegué a Murcia para formar el equipo
que inauguró El Corte Inglés en 1973. Un equipo joven que en los
pocos ratos libres que tenía me enseñó muchos y maravillosos
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incones murcianos, como la Rueda de la Ñora, la de Alcantarilla
o la Contraparada, herencia musulmana como ya he referido y
símbolos de la huerta murciana.
Precisamente la prosperidad económica de la época
musulmana estuvo basada fundamentalmente en el desarrollo de
su agricultura (en cultivos como el arroz, el trigo de Santomera, el
olivo, los cítricos, las verduras y hortalizas o el algodón) pero
también contribuyó de forma importante a esa prosperidad su
producción artesana y textil. Tenemos noticias de que en Murcia
se tejían alfombras y esteras de colores muy utilizadas en la
decoración de suelos y paredes, todo tipo de tejidos de algodón y
lana, brocados y especialmente una producción sedera que
alcanzó renombre por su calidad.
A esa prosperidad económica va unida una etapa de apogeo
cultural con filósofos, sabios, místicos, poetas e historiadores
como Al Quartayanni, Al Ricoti, Ibn Arabi o Abu L’abbas al
Mursi. Y también de grandes caudillos como Ibn Mardanish (el
Rey Lobo) o Ibn Hud que llegaron a acuñar moneda y gobernar
desde Murcia grandes extensiones de Al-Ándalus. Los 90 años
del reino taifa de Ibn Mardanish, se ha denominado el Siglo de
Oro de Murcia.
He citado a Abu L’abbas al Mursi, místico sufí como Ibn
Arabí, que nació en Murcia y que la abandonó poco antes de la
conquista cristiana y marchó a Alejandría donde está enterrado y
se venera como un hombre santo. Me ha llamado la atención el
hecho de que el actual presidente de Egipto se llame Mohamed Al
Mursi, nombre frecuente en el país de las pirámides y que
posiblemente tenga su origen en los descendientes y seguidores
de este ilustre murciano que se venera en Alejandría. ¡Qué bonito
sería que Murcia y Alejandría fueran ciudades hermanas!
Otro importante legado cultural de la dominación árabe ha
sido el nombre de muchos de nuestros pueblos: Abarán, Aljucer,
Calasparra, Ojós, Pliego, Ricote… y los cientos de palabras que
se incorporaron y enriquecieron nuestro idioma y que utilizamos a
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diario: Abalorio, albaricoque, alboroque, alcachofa, candil,
zaragüelles…
En palabras de Vicente Medina: "Moriscos los atavíos y
moriscas las maneras y moriscas las costumbres son en mi
tierra… Refajos de colorines, pañuelos a la cabeza, mangas en
encaje y corpiños bordados en lentejuelas…Los hombres con
zaragüelles, faja rosa, azul o negra, el chaleco adamascado, de
alamares la chaqueta. Los bailes, cosa de moros. Cosa de moros
sus fiestas y de moros sus pasiones y venganzas y peleas. ¿Qué le
podría faltar pa ser morisca a mi tierra Por no faltarle ni el
habla, de palabras moras llena".
Hoy estamos en este Palacio del Almudí, palabra de origen
árabe, que era pósito municipal para el trigo procedente de la
huerta. En Burjasot, donde nací, el edificio más emblemático era
el patio de Los Silos que albergaba el cereal procedente de gran
parte de la huerta de Valencia. El pósito, como ustedes saben, es
sinónimo en el Levante de “alhóndiga”, otro legado árabe que
contribuyó al desarrollo de nuestra ciudad.
Pero la prosperidad y riqueza de esos años no vino sólo de la
mano de la agricultura. También contribuyó de forma importante
su producción artesana, textil y especialmente la actividad
comercial.
Y es que la Historia de Murcia también es la historia de su
comercio, uno de los sectores económicos más dinámicos de esta
ciudad desde su fundación.
Las excavaciones arqueológicas realizadas en distintos
puntos del casco urbano, confirman la importancia del eje Este-
Oeste en el trazado islámico, teniendo como vía principal, dentro
del intrincado callejero musulmán, las actuales calles Frenería,
Apóstoles y San Antonio, dónde se concentraba lo que podríamos
denominar el Zoco.
Tras la reconquista cristiana, Alfonso X El Sabio reformó el
centro de la ciudad, creando calles rectas cuyo objetivo era
conectar los principales puntos. Un claro ejemplo es la vía que
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une la Catedral con la Plaza del Mercado, actual Plaza de Santo
Domingo, que acogió allá por 1266 los primeros mercados
semanales que, desde esa fecha siempre se celebran en jueves.
Posteriormente, estas calles céntricas albergaron a los
principales actores del comercio murciano, los gremios, tal y
como atestigua el callejero que ha llegado hasta nuestros días (la
ya esbozada Trapería, Platería, Jabonerías, etc.)
En este sentido, no puedo obviar el motivo que me trajo a
Murcia en el año 72 del pasado siglo. Dicho así, parece lo que es,
que fue hace mucho tiempo. Pero cuando uno cierra los ojos
parece que fue ayer cuando El Corte Inglés se convirtió en el
primer gran centro comercial de la ciudad y cuya apertura fue un
hito más para una ciudad volcada en el comercio. Y como les ha
ocurrido a otros ilustres forasteros, como el Rey Alfonso X, que
dejó su corazón descansando para la eternidad entre nosotros,
también yo me enamoré de esta tierra.
Y que mejor forma de recordar nuestra historia que estas
fiestas de Moros y Cristianos, que por unos días nos trasladan en
el tiempo a la Edad Media y al nacimiento de la ciudad de
Murcia, la antigua Mursiya.
Gracias a estas fiestas, muchos murcianos, han tenido
conocimiento de quienes eran los mudéjares y cómo vivían, de la
vida y hazañas de grandes reyes como Alfonso X El Sabio, Jaime
I el Conquistador, el Rey Lobo o Ibn-Hud, del origen de la gran
devoción del pueblo de Murcia por la Virgen, de la aportación
árabe a los regadíos de la huerta murciana y en definitiva de las
costumbres y tradiciones que nos legaron aquellos murcianos
(moros o cristianos) que poblaron estas tierras más de ocho siglos.
Pero además, Moros y Cristianos es una magnífica ocasión para
disfrutar de la fiesta, de actos tan importantes como la
representación de la conmemoración de la Embajada de la
Fundación de la ciudad de Murcia o la Embajada de la entrega de
llaves de la ciudad de Murcia al Infante Alfonso X el Sabio, y
también de espectaculares desfiles o la Ofrenda a la Virgen de la
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Arrixaca en la Iglesia de San Andrés que evocan nuestro pasado
medieval. No me quiero olvidar del campamento medieval que a
continuación de este acto se va a inaugurar. Un campamento que
hasta hace poco se instalaba en los jardines de San Esteban.
¿Quién iba a pensar que durante tantos años estabais pisando el
mismo lugar que pisaron nuestros antecesores musulmanes y en el
que existía un arrabal islámico y, probablemente, un palacio y una
mezquita
Sigmund Freud comparaba la fiesta con los sueños. Decía
que en la fiesta como en los sueños aflora al exterior todo lo que
llevamos dentro. Cuando suena la música y brillan las luces
resucita el pasado moro y cristiano que los festeros y festeras
llevan en su interior.
La fiesta es también un mensaje de alegría, de música, de
olor a pólvora, una explosión de luz, de colorido, de sabores y
sensaciones.
La alegría de la música (marchas y pasacalles) que se
adueñan de tu cuerpo, que mandan desde el corazón y ponen en
movimiento kábilas y mesnadas.
El olor a pólvora, el estruendo de arcabuces o fuegos
artificiales que ensordecen, el colorido y vistosidad de los trajes,
los desfiles, alfanjes y cimitarras, lanzas y espadas, arcabuces, la
media luna y la cruz, reyes moro y cristiano, favoritas,
abanderadas y embajadoras se funden en un espectáculo único
que arrebata los sentidos.
Y de sentimientos de amistad, camaradería y tolerancia que
he intentado que sea parte central de mi pregón. Porque estas
fiestas nos recuerdan que moros y cristianos no sólo forman parte
de nuestro pasado, sino de nuestro presente.
Este año la Secretaría de Estado de Turismo ha declarado la
Fiesta de Moros y Cristianos de Murcia, Fiesta de Interés
Turístico Nacional con todo merecimiento. Ya no sólo por ese
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interés para las personas que nos visitan, sino también por su
aportación a los valores culturales y tradicionales de nuestra
tierra. Por su esfuerzo y empeño para la obtención de este
reconocimiento y por haber conseguido que la Fiesta de Moros y
Cristianos tenga la consideración que hoy tiene, quiero felicitar a
Alfonso Gálvez y a su junta directiva, y expresarles mi
agradecimiento por pensar en el Director de El Corte Inglés como
pregonero de las fiestas de este año. También quiero tener un
recuerdo para las personas que en 1981 tuvieron la feliz idea, la
ilusión y la valentía de recuperar la Fiesta de Moros y Cristianos.
La empresa que dirijo en Murcia siempre ha colaborado con
aquellas iniciativas enraizadas con esta tierra y seguirá apostando
por ello. Pero para mí, personalmente, ha sido un honor y a la vez
una satisfacción leer el pregón este año. Me ha dado la
oportunidad de conocer mejor Murcia, a sus gentes, su cultura e
historia. Puedo asegurarles que ha sido una experiencia
apasionante, que no olvidaré.
Y como estoy aquí para anunciar el comienzo de estas
fiestas, quiero decir con fuerza, a los cuatro puntos cardinales de
nuestra Comunidad y de la Comunidades vecinas que la gran
Fiesta de Moros y Cristianos ha comenzado. E invitar a todos los
murcianos a sumarse a la misma, a participar, a vivirla y a sentirla
con intensidad.
Y para terminar voy a citar aquellas palabras que se recogen
en el documento del Consejo de la Ciudad de Murcia del 16 de
marzo de 1495, víspera de San Patricio. Ese documento de gran
valor histórico que abre nuevas perspectivas en la Historia de esta
fiesta murciana y que atestigua que ya en esa fecha se pregonaba
la fiesta de moros y cristianos… Reza así: “que vayan los
mochachos en abito de moros a la prosiçion como lo solían fazer.
Pregónese:”
¡Viva la Fiesta de Moros y Cristianos!
¡Viva Mursiya!
¡Viva Murcia!
Muchas gracias.
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