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DANI MARTIN

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Sección / Carbono 14<br />

L´antró<br />

Un lugar un tanto Freak<br />

Símbolos punk en spray fluorescente sobre un muro sin frizo.<br />

Human League versión videoclip, desde un televisor Trinitron de Philips<br />

empotrado rudimentariamente en el techo. Bartenders de torso<br />

desnudo que no hacen pilates. Culture Club, Baltimora y Alphaville<br />

bailados forzosamente, con pasos de merengue. Aromas<br />

mezclados… Muy mezclados. Eso era L’Antró.<br />

Pocos quieren recordarlo, pero hacia finales del<br />

año 85 abrió sus puertas en Caracas la discoteca<br />

que terminó por sepultar para siempre<br />

los hábitos y usanzas del disco music.<br />

En el nivel uno del –ahora fantasmagórico– Centro<br />

Comercial Los Chaguaramos, se inauguró L´antró, gracias<br />

a la iniciativa de dos hermanos empresarios que<br />

llegaron de Puerto Rico con ganas de cambiar la escena<br />

nocturna.<br />

Recodo para la bohemia chic de la época, el sitio congregaba<br />

durante sus noches, estruendosas e interminables,<br />

a varios de los artistas, músicos, fotógrafos, actrices<br />

y modelos que empezaban a abrirse paso dentro de<br />

la vida nacional.<br />

«Algunos ahora son muy famosos, pero otros nunca<br />

hicieron nada con sus vidas», Omer Breton personaje<br />

referencial de la moda y la nocturnidad -de todos los<br />

tiempos- recuerda que «el antro», como le decían los<br />

asiduos, se convirtió rápidamente<br />

en el punto de encuentro<br />

de las tribus más<br />

extravagantes de la ciudad,<br />

aunque; según<br />

dice «llegaba todo<br />

tipo de gente» el lugar<br />

sí poseía una tendencia<br />

muy definida en su<br />

gusto y ambientación,<br />

que fue lustrándose en<br />

pocos meses.<br />

«El diseñador de<br />

modas Otilio Salazar,<br />

montó una vitrina<br />

con objetos<br />

de la segunda guerra<br />

mundial, que luego<br />

se quedó como parte<br />

de la decoración», entre<br />

cascos, máscaras anti-gas,<br />

medallas y uniformes,<br />

los presentes bailaban al ritmo<br />

de Duncan-Du, Kuatie Mundy ó<br />

Nina Hagen. Así mismo, la participación<br />

de algunos artistas plásticos como Carlos<br />

Zerpa ó Marcos Pérez sirvió para decorar el local,<br />

que ya después de su primer año de abierto al público,<br />

se identificaba plenamente con la movida punk y new<br />

wave.<br />

En su esplendor, el local constaba de dos gigantescas<br />

barras y una pista de baile, el discplay se mantenía dentro<br />

de una jaula de alambre como en los grandes clubs<br />

de Londres y Nueva York, mientras que ofrecían también<br />

algo inédito hasta entonces en la cultura del entretenimiento<br />

local: área V.I.P. Omer dice que era uno<br />

de los pocos con acceso al codiciado espacio, que constaba<br />

de algunos sofás: «Podía entrar cuando quisiera<br />

pero prefería estar bailando».<br />

Pero es indispensable referir que la escena nocturna<br />

era dominada, como sigue siendo, por las grandes<br />

discotecas de música bailable. Wilfrido<br />

Vargas era un fenómeno en ventas y la<br />

gran mayoría de los jóvenes, más que<br />

como Billy Idol o Johnny Rotten -el<br />

cantante de Sex Pistols- querían verse<br />

como Bonny Cepeda.<br />

Y ciertamente, L´antró siguió la tradición<br />

de otros locales, lugares legendarios,<br />

que representaron verdaderas<br />

«rarezas» de la noche: el Coco´s club<br />

en Sabana Grande hacia finales de los<br />

setenta y que se mantuvo hasta el año 83, al<br />

que siguió, tiempo después, el Channel Pub<br />

en el centro comercial Santa Sofía, quizás<br />

los únicos verdaderos antecedentes<br />

directos de L´antró. Al cabo de<br />

unos años, otros sitios continuaron<br />

con esta línea: Dog&Fox,<br />

Particular Pub, El<br />

Túnel y Moloko Bar,<br />

fueron algunos.<br />

Pero sería de notoria<br />

ingratitud no hacer<br />

mención al dj que<br />

mantuvo bailando<br />

a Caracas durante<br />

casi toda la década<br />

de los ochenta, el<br />

llamado «residente»<br />

de L´antró desde su<br />

apertura hasta su cierre:<br />

Johnny Ferreira,<br />

mejor conocido como el<br />

«Dj, Shaman-one-de-Venezuela»,<br />

fue él quien instauró<br />

la usanza verbal de llamar a<br />

los disc jockey o «picoteros», en su<br />

versión abreviada de dj, como ya se les<br />

denominaba en el clubbing mundial. Para muchos,<br />

un verdadero héroe nacional, que ha quedado en<br />

el olvido como tantos otros de este imaginario maltrecho<br />

y remendado que es en realidad nuestra diminuta<br />

cultura pop. Más bien un harapo de recuerdos y<br />

anécdotas mal contados. «Yo fui el último dj que tuvo<br />

L´antró» dice Muu Blanco, quien asegura haber hecho<br />

sonar el último disco que se escuchó en el sitio.<br />

Tan fugaz como el cometa Halley, el local terminó de<br />

cerrar sus puertas definitivamente en el 87, cediendo<br />

sus espacios a los estudios del canal Televen en lo que<br />

fue su antigua sede. Tras un conflicto de intereses, uno<br />

de los socios decidió abrir «90 grados» otra disco, esta<br />

vez en el CCCT, que pasó sin pena ni gloria a comienzos<br />

de la década siguiente.<br />

Sin duda, fueron varios los aportes «técnicos» que<br />

dio L´antró a la escena nocturna local: monitores<br />

de tv, música anglo para bailar, show<br />

de bartenders y la simpatía perdida de<br />

su portero, el recordado Cheo (Porte),<br />

quien falleció recientemente.<br />

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