EL GÉNERO TESTIMONIO Y EL CINE CUBANO - Fundación del ...
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<strong>EL</strong> <strong>GÉNERO</strong> <strong>TESTIMONIO</strong> Y <strong>EL</strong> <strong>CINE</strong> <strong>CUBANO</strong><br />
Toda literatura ha sido siempre un acto de testimonio. La poesía oral y olvidada de los<br />
pueblos <strong>del</strong> pasado; los textos clásicos que narraron las grandezas y desventuras de<br />
los héroes míticos; los poemas épicos que contaron hazañas increíbles; las novelas<br />
que te propusieron revelar minuciosamente los pasajes interiores y exteriores de sus<br />
personajes y épocas; y aun la obra que fue creada -confesión de su autor- para huir<br />
<strong>del</strong> mundo circundante: todos dieron testimonio -incluso sin proponérselo- de sus<br />
respectivos tiempos, las condiciones sociales y económicas, las costumbres y hábitos,<br />
las relaciones entre los hombres, o la relación <strong>del</strong> hombre consigo mismo.<br />
Lo testimonial ha sido característica inherente a toda obra literaria , más allá de su<br />
época y su género. Después, escuelas y estilos han definido la fuerza con que ese<br />
rasgo debió manifestarse en cada período, en cada circunstancia: a veces,<br />
apegándose en las formas externas a la expresión de lo testimonial, suministrando<br />
datos concretos, trabajando con signos más claramente convertibles, como sería el<br />
caso <strong>del</strong> naturalismo; otras, recreando la realidad a partir de las posibilidades casi<br />
externas de la imaginación, haciendo de los sueños materia poética, o explorando en<br />
zonas y en métodos que, aparentemente, se apartaban de la realidad misma, como en<br />
los casos <strong>del</strong> surrealismo, el futurismo y otros movimientos vanguardistas.<br />
En la superficie o en el fondo, sin embargo, lo testimonial ha estado siempre presente<br />
en el resultado final de esas obras y de esos abordajes abiertos o indirectos, crudos o<br />
neblinosos, de la realidad.<br />
No es, sin embargo, a ese rasgo inherente a la literatura misma -lo testimonial- al que<br />
queremos referirnos ahora, sino a ese género joven que es el testimonio .<br />
Nacido sin dudas de esa vocación, el testimonio ha venido perfilando en los últimos<br />
años sus rasgos como género específico, definido claramente por sus funciones, sus<br />
propósitos, su lenguaje.<br />
Dos elementos se dibujan claramente en su manera de acercarse a la realidad de la<br />
que parte: su inmediatez y su afán de comunicación. En esas dos características <strong>del</strong><br />
género habrá que buscar, sin dudas, razones de primer orden para explicarnos su<br />
aparición como género mismo, o su auge y la fuerza con que sus proposiciones han<br />
alcanzado, también, en forma de influencia ideológica y estilística, a otros géneros<br />
literarios.<br />
No resulta casual, por supuesto, que haya sido en nuestro continente,<br />
conmocionado por los combates contra el neocolonialismo, en la lucha por la<br />
liberación nacional y social, donde el género haya ganado tanto en obras y en calidad<br />
y haya mostrado la eficacia de su inmediatez y el vigor de su comunicación. Mencionar<br />
en este punto a Roque Dalton y a Rodolfo Walsh es tan imprescindible como<br />
enaltecedor: en sus nombres y sus obras están fundidos el presente y el futuro de este<br />
género literario, y a la vez, de los combates liberadores de que fueron testigos y<br />
participantes. (1)<br />
En Cuba, donde el testimonio ha cobrado auge explicable y calidad ascendente a<br />
partir <strong>del</strong> triunfo revolucionario, el proceso de gestación <strong>del</strong> género se funde,<br />
ejemplarmente, con la historia viva que alentó y alienta sus obras más destacadas.<br />
Las raíces <strong>del</strong> testimonio en nuestro país se encuentran en la literatura documental, de<br />
combate, surgida al calor de las guerras independentistas, en la literatura de campaña<br />
(2). José Miró Argenter <strong>del</strong>ineó así, en el prólogo de sus Crónicas de la guerra,
algunos rasgos de esta literatu ra:<br />
La mayor parte de estas Crónicas han sido escritas en el teatro de los<br />
acontecimientos; algunas al pie de las fogatas <strong>del</strong> vivac, en la crudeza <strong>del</strong> invierno;<br />
otras al abrigo <strong>del</strong> follaje de los caminos, durante los altos en las marchas; a veces<br />
abriendo el fuego los puestos avanzados y sonando las últimas descargas de la<br />
refriega (...)<br />
Al paso <strong>del</strong> caballo sobre el muñón de la silla, al tiempo de acampar, al toque de<br />
prevención, con el arma requerida, ora viendo los flaqueos <strong>del</strong> enemigo, ora viéndole<br />
la retirada, de ese modo tan rico en peripecias se han escrito porción de esos anales,<br />
que no tienen otro mérito que el de la exactitud histórica, a pesar de la tropelía con que<br />
fueron trazados muchos de ellos y de la vehemencia <strong>del</strong> narrador.<br />
Como se ve, el elemento ya señala do de la inmediatez alcanza aquí una plenitud<br />
ejemplar: se escribe mientras se combate. El afán de comunicación, aguijoneada<br />
vehemencia <strong>del</strong> narrador, se cumple en la veracidad y en el dramático dinamismo<br />
que caracterizan a la literatura de campaña. A estos elementos es necesario añadir<br />
otro, que se repetirá en muchas obras <strong>del</strong> género de testimonio: el carácter<br />
participante de su autor, que escribe desde el centro de los acontecimiento y tomando<br />
partido, desde los primeros instantes, por sus ideas, su lucha y su literatura, que en<br />
estos casos -definidores de una autenticidad sobre la que hemos de volver más de<br />
una vez a lo largo de este trabajo - forman un solo cuerpo, una sola sustancia,<br />
contradictoria en su unidad, es decir: viva y en movimiento.<br />
A esta literatura de campaña pertenecen, además de los relatos y las crónicas, los<br />
diarios que llevaron cuenta cotidiana <strong>del</strong> desarrollo de la guerra. Junto a decenas de<br />
textos de este tipo en que se cumplen los rasgos de aquella literatura de combate y<br />
dejan su cuota de riqueza descriptiva, se encuentran el diario elegante y melancólico<br />
de Céspedes, el fundador; los desmañados y violentos apuntes de Gómez, que<br />
abarcan tres décadas de guerra anticolonial, y el fulgurante diario de campaña de José<br />
Martí, en el que se realiza , en la letra, el reencuentro con la Patria materializado en la<br />
historia por el desembarco en Playitas y que es, a fuerza de sinceridad y síntesis, un<br />
balance estre mecedor de su vida y un testimonio -valga aquí en especial el uso <strong>del</strong><br />
término- de su realización total como hombre, ya en los combates sobre el suelo de<br />
Cuba. (3)<br />
Aquella literatura de campaña fue raíz de un género literario y, al mismo tiempo, fuente<br />
de la tradición combativa <strong>del</strong> pueblo. En la tercera década de este siglo, en los<br />
momentos de auge de la lucha revolucionaria contra la opresión de las estructuras<br />
neocoloniales impuestas por el imperialismo a través <strong>del</strong> ropaje de una república falsa,<br />
el vigor y la eficacia de aquellas crónicas y diarios reverdecerá en los textos de la<br />
época, escritos, igualmente, en cárceles y combates.<br />
En el proceso revolucionario de la década <strong>del</strong> 30 se producirá la reaparición de<br />
aquellos temas y aquellos valores, ahora expresados con los recursos ágiles de un<br />
periodismo renovador e imaginativo que alcanzará su expresión más alta y completa<br />
en los textos de Pablo de la Torriente Brau y Raúl Roa. (4)<br />
Trabajando con sus vivencias como preso político en Isla de Pinos y uniendo a ellas<br />
su inapagable entusiasmo periodístico, Pablo de la Torriente Brau escribió Presidio<br />
Mo<strong>del</strong>o, el primer antecedente directo <strong>del</strong> género de testimonio en nuestro país -y<br />
seguramente uno de los más tempranos y novedosos <strong>del</strong> continente.<br />
La suerte que correría la publicación de aquel libro es uno de los argumentos más
irrebatibles acerca de la eficacia política inmediata <strong>del</strong> género: después de que su<br />
manuscrito recorrió, sin éxito, las redacciones de las editoriales de varios países<br />
latinoamericanos y de España, este formidable testimonio pudo ver la luz pública en<br />
nuestro país ya después <strong>del</strong> triunfo revolucionario.<br />
Coincidía entonces su publicación, simbólicamente, con las obras testimoniales<br />
producidas por los combatientes de ese último período de luchas contra el dominio<br />
neocolonial. Pasajes de la guerra revolucionaria, <strong>del</strong> Che, con su concentrada<br />
austeridad dramática y su estilo limpio, poderoso y directo, es el libro de testimonios<br />
ejemplar <strong>del</strong> período, que encabeza igualmente un conjunto de textos y diarios de<br />
campaña que, como los de Fi<strong>del</strong>, Raúl y Camilo, enlazan en el género y en la historia<br />
con los textos similares de finales <strong>del</strong> pasado siglo.<br />
A partir de la década <strong>del</strong> 60 se produce en Cuba el auge <strong>del</strong> testimonio como género,<br />
seguramente determinado o influido por estas razones:<br />
a) La necesidad de recoger, documentalmente, una realidad viva y diariamente<br />
cambiante: la Revolución, en cuyo desarrollo se producían, necesariamente, el<br />
recrudecimiento de la lucha de clases y la consiguiente violentación y salto de la<br />
conciencia <strong>del</strong> pueblo.<br />
b) La necesidad de apresar esas facetas nuevas, violentas, aleccionadoras de la<br />
realidad de un modo inmediato, sin esperar el tiempo de asentamiento y<br />
sedimentación -la llamada "distancia estética"-, que generalmente se acepta como<br />
necesario para incorporar estos temas a los géneros literarios de ficción.<br />
c) La influencia de la presencia de los medios masivos de comunicación en la vida<br />
cotidiana de nuestra época, que la Revolución también acrecentó renovando incluso,<br />
en algunos casos, sus lenguajes.<br />
d) La necesidad, en muchos casos, de rescatar una imagen auténtica <strong>del</strong> pueblo y <strong>del</strong><br />
habla popular, que en ocasiones fue –y es– traicionada por cierta literatura de ficción<br />
realizada por autores que tienen una actitud paternalista -y en el fondo,<br />
inconscientemente discriminadora- hacia el pueblo que dicen representar en sus<br />
obras.<br />
e) La necesidad ético-revolucionaria de muchos autores que buscan una comunicación<br />
inmediata y eficaz con su público (con su pueblo) y que, como parte de él, participaban<br />
en las tareas y combates que sus obras testimoniarían después (o paralelamente).<br />
Las líneas fundamentales por las que se mueve el género de testimonio hoy en Cuba<br />
revelan su extraordinaria riqueza y sus abiertas posibilidades aún cuando tengamos<br />
que enmarcarla en una clasificación insuficiente y hasta poco recomendable para la<br />
salud de este género que, como pocos, basa su fuerza, su eficacia y su porvenir en la<br />
imprecisión de sus fronteras desde el punto de vista estilístico y en su capacidad para<br />
incorporar recursos expresivos de otros géneros y aún de otros medios de expresión.<br />
Estas líneas han sido y son:<br />
a) El testimonio trabajado dentro <strong>del</strong> reportaje periodístico o a manera de crónicas que,<br />
reunidas, ofrecen una visión dinámica <strong>del</strong> aspecto de la realidad que describen o<br />
analizan, como es el caso de Cuba ZDA, de Lisandro Otero.<br />
b) El testimonio escrito por participantes directos en tareas o combates .que hasta<br />
entonces no habían ejercido, de manera profesional al menos, el oficio de escribir,
como ocurre con Rafael <strong>del</strong> Pino -uno de los pilotos que combatieron la invasión<br />
mercenaria de abril de 1961 - y su libro Amanecer en Girón.<br />
c) El testimonio realizado como relato etnográfico, a partir de la figura de un<br />
informante, su personaje único, narrador en primera persona de sus experiencias que<br />
pueden abarcar diferentes zonas de la historia o la cultura <strong>del</strong> país, y cuyo ejemplo<br />
más significativo es, sin dudas, la Biografía de un cimarrón, de Miguel Barnet.<br />
d) El testimonio que aborda su tema a partir de diversos puntos de vista, incorporando<br />
entrevistados, personajes, documentos y textos de prensa, canciones y fotos; dándole<br />
a todos estos elementos un valor expresivo nuevo a partir de un montaje que hace<br />
recordar, en su vitalidad y dinamismo, a ese recurso <strong>del</strong> lenguaje cinematográfico,<br />
como es el caso de la línea iniciada por Girón en la memoria, de Víctor Casaus, en la<br />
que se evidencia claramente la capacidad de renovación y enriquecimiento <strong>del</strong> género<br />
a partir de su interrelación con otras formas y medios de expresión.<br />
No obstante la insuficiencia de estas y otras clasificaciones de líneas y propósitos,<br />
estas tienen, sobre todo, una virtud innegable: nos ratifican, como constantes <strong>del</strong><br />
testimonio, su carácter de género nuevo, activo, dinámico, en trance de<br />
transformación creadora. Es a partir de esa concepción que debemos entonces<br />
intentar el análisis de sus características como género, de las obras que han marcado<br />
las líneas de su desarrollo y de las que han engrosado su bibliografía; y, también,<br />
aproximar el descubrimiento de sus relaciones estrechas y recíprocas con otros<br />
géneros literarios y otros medios de expresión: en este caso, en particular, el cine<br />
cubano.<br />
El primer criterio a establecer es este: estamos hablando aquí de dos lenguajes<br />
artísticos esencialmente distintos, aunque muchas veces resulten coincidentes en sus<br />
propósitos y resultados. No es posible, por tanto, situarse ante esta relación entre el<br />
testimonio y el cine como ante un simple trasvasamiento de lenguajes.<br />
No se trata de una traducción de la palabra testimonial escrita a la imagen<br />
cinematográfica, ni de una adecuación de un lenguaje establecido -el <strong>del</strong> género<br />
literario- a un nuevo medio de expresión -el cine. No es posible hacerlo, en primer<br />
término, porque histórica y cronológicamente el proceso no se dio de esa manera,<br />
Pero también -y en medida no menos importante- porque esa óptica que tiende a<br />
subordinar servilmente unos géneros y medios de expresión a otros, en lugar de<br />
buscar el valor cierto de todos en la riqueza de sus interrelaciones, de sus<br />
contradicciones como lenguajes, termina pagando el precio de su fatalismo: las<br />
conclusiones obtenidas tienen esa atmósfera extraña de los análisis que en el arte<br />
-como en otras esferas <strong>del</strong> conocimiento, de la vida- intentan reducirlo todo a un<br />
mecanismo de relojería, donde cada pieza se explica sólo en su engranaje con la<br />
siguiente y donde siempre predomina un equilibrio que recuerda ciertas arquitecturas<br />
eclesiásticas -e incluso el aire que se respira dentro de esas instalaciones.<br />
Se trata, mejor, de encontrar puntos comunes en el desarrollo de dos lenguajes<br />
diferentes sometidos a la influencia de una misma y rica experiencia histórica.<br />
La primera aproximación de este tipo es posible hacerla entre el testimonio y el<br />
noticiero cinematográfico cubano.<br />
Urgido de penetrar, divulgar, analizar la realidad impetuosamente cambiante generada<br />
por la transformación revolucionaria, el Noticiero ICAIC Latinoamericano fue capaz de<br />
romper las estructuras habituales y aburridas heredadas en este género en nuestro<br />
país y convertirse en laboratorio permanente <strong>del</strong> lenguaje cinematográfico. Su director,
Santiago Álvarez, ha señalado en más de una ocasión la importancia que tuvo en ese<br />
proceso la presión terrible y maravillosa de la Historia que la Revolución convertía<br />
diariamente, también, en nuestra historia cotidiana, en nuestra vida.<br />
La necesidad de inmediatez y de comunicación -que ya constatamos como<br />
característica <strong>del</strong> género literario <strong>del</strong> testimonio- emanaba de aquella realidad<br />
revolucionaria, que solicitaba con urgencia cronistas y movilizadores. Esas dos<br />
cualidades eran inherentes al cine, desde su nacimiento. Era necesario, entonces,<br />
hacer coincidir esos rasgos esenciales de la forma de expresión cinematográfica con<br />
aquellas necesidades. De esa tensión surgió -espíritu y talento renovadores por<br />
medio - el Noticiero ICAIC Latinoamericano. (5)<br />
No es casual que esa experiencia insuflara aliento e influyera decisivamente en otro<br />
género cinematográfico muy afín al testimonio literario: el documental.<br />
Lo mejor <strong>del</strong> documental cubano -es decir, el conjunto mayoritario de obras que<br />
llegarían a constituir lo que varios críticos han llamado la escuela documentalística<br />
cubana- se desarrolló en esa línea temática (la amplia y rica realidad revolucionaria<br />
que se iba convirtiendo en historia día a día) y en la línea estilística que valorizaba<br />
acertadamente los recursos <strong>del</strong> lenguaje documental y los desarrollaba -en un proceso<br />
de búsqueda creadora que sería divisa general <strong>del</strong> naciente arte cinematográfico en<br />
nuestro país.<br />
Ese movimiento documentalístico nació, por supuesto, de una lucha. Hoy, cuando<br />
ya vemos el proceso en su perspectiva y cuando quedan sólo los exponentes de la<br />
vertiente que se impuso (la que reconocía y desarrollaba los recursos <strong>del</strong> lenguaje<br />
documental), es casi difícil recordar que ese modo de ver la realidad y de llevarla a un<br />
filme documental tuvo que demostrar su eficacia artística frente a otra que convertía el<br />
documental en un remedo de cine de ficción, tomando de este, y a partir de la<br />
formación profesional deficiente que se padecía en el período, el esquema de la<br />
puesta en escena de ficción.<br />
La inmensa mayoría de aquellos documentales están hoy olvidados: esa es la mejor<br />
prueba de que no lograron trasmitir con su método, de forma duradera, aquella<br />
realidad que solicitaba una comunicación activa y perdurable. Pero una visión de<br />
algunos de estos materiales de archivo nos revela que se trataba de una influencia<br />
inversa (la de la ficción sobre el documental), a partir de un sentimiento culpable y<br />
limitador: "hacemos cine documental porque no podemos, por el momento, hacer cine<br />
de ficción; pero el cine de ficción es el cine" (6)<br />
Algunos de .los recursos de lenguaje más empleados en esa proposición que suponía<br />
-desacertada y sectariamente - la primacía apriorística de un género sobre el otro<br />
fueron:<br />
a) Una puesta en escena que seguía los patrones <strong>del</strong> cine de ficción <strong>del</strong> período, y<br />
convertía a los personajes vivos <strong>del</strong> documental en "personajes" de ficción, lo que casi<br />
siempre trajo consigo una dosis de falta de vera cidad que lastraba, al final, el proyecto<br />
cinematográfico.<br />
b) Una narración en primera persona que muchas veces pretendía remedar el<br />
monólogo interior literario, y que fallaba en su propósito de revelar el mundo íntimo <strong>del</strong><br />
"personaje", porque no se conjugaba eficazmente con su imagen: sobre un rostro<br />
pétreo se deslizaban las palabras que intentaban ser trascendentes a través de otro<br />
medio: la literatura. El resultado no era cine; al menos, no era el cine documental que<br />
aquella realidad solicitaba.
c) Reconstrucciones, a la manera de la ficción en el cine norteamericano de los años<br />
50: una escena descompuesta en múltiples planos, contraplanos, cambios de punto de<br />
vista, que, al no integrarse después eficazmente en la edición, creaban una sensación<br />
de fragmentación y de ausencia de veracidad. Esas reconstrucciones, realizadas<br />
desde el sentimiento culpable de estar trabajando un género "inferior", no se<br />
"contaminaban" con los rasgos documentales que el filme pudiera haber apresado; por<br />
el contrario, se quería presentar limpiamente, "correctamente", aquella versión de<br />
ficción. El resultado, hoy previsible pero entonces no tanto, era una desarticulación<br />
entre los "estilos" que convivían dentro de una misma obra, agudizando nuevamente<br />
su sentido fragmentario y su incapacidad para convencer cabalmente al espectador.<br />
La realidad que servía de base a aquellos intentos era tan poderosa -la Revolución<br />
transformando de raíz las estructuras y violentando la vida y la Historia, con su<br />
maravillosa y terrible fuerza devastadora de lo viejo y constructora o anunciadora de lo<br />
nuevo- que muchas veces llegaba a imponerse, por encima de aquellos abordajes que<br />
invertían el orden de los valores lingüísticos y estilísticos. Pero vistos desde aquí,<br />
ahora, en función de un análisis revelador de la eficacia y el valor de lo testimonial, de<br />
lo documental, aquellas obras alumbran precisamente el camino que no conducía a<br />
la mayor autenticidad, a la mayor eficacia, sobre todo, que no abría posibilidades al<br />
desarrollo de ambas formas de ver la realidad: la ficción y el documental.<br />
La mayoría de las obras, que sí partieron de una propuesta acertada, dieron validez<br />
propia a una forma de ver la realidad; la documental, porque utilizaron creadoramente<br />
los recursos lingüísticos de aquel género y los desarrollaron consecuentemente a lo<br />
largo de los años.<br />
Una enumeración de los principales recursos incluiría los siguientes:<br />
a) En primerísimo término, una manera documental de acercarse en general a la<br />
realidad, que rechazaba toda preparación parecida a una puesta en escena de ficción.<br />
"La vida de improviso", aquel lema de Dziga Vertov, se volvía a aplicar aquí, al calor<br />
de la vida misma, en circunstancias históricas similares, sin pasar primero por un<br />
período de planteamiento teórico abstracto: con la misma rapidez y el mismo ritmo que<br />
la Revolución proponía, día a día, sus temas: por ello, este cine pudo responder<br />
cabalmente a sus solicitudes.<br />
b) Un estilo de filmación que se ponía al servicio de lo documental, buscando y<br />
encontrando una manera de apresar los rostros de su tiempo y la magnífica marea<br />
revolucionaria, humana, de la que aquellos rostros formaban parte. La campaña<br />
de alfabetización, los combates militares en defensa de la Revolución, las zafras<br />
azucareras, la exhibición de una película por primera vez en las montañas de Oriente -<br />
y muchos otros temas igualmente reveladores de la palpitante realidad que se vivía ( y<br />
se transformaba)- fueron puntos de partida para obras que unieron a la inmediatez y a<br />
la voluntad de comunicación inherentes al género una utilización creadora y eficaz de<br />
aquellas imágenes vivas y convirtieron a aquellos documentales en perdurables<br />
testimoniantes activos y comprometidos con su tiempo.<br />
c) Un montaje audaz e intuitivo, que recordaba, en su vita lidad y eficacia, a los clásicos<br />
de la cinematografía soviética, que a<strong>del</strong>antaron en su práctica cinematográfica y<br />
estética muchos de los hallazgos y problemáticas lingüísticas que el cine, en general,<br />
después repetiría o enfrentaría. La obra de Santiago Álvarez, -ejemplo evidente de la<br />
fecunda influencia <strong>del</strong> Noticiero en nuestro cine documental- incluye innumerables y ya<br />
famosas secuencias resueltas con el uso audaz, intuitivo siempre eficaz <strong>del</strong> montaje<br />
cinematográfico en función <strong>del</strong> lenguaje documental y enriqueciéndolo a su vez.´
d) Una utilización <strong>del</strong> cine directo y en medida creciente, de la entrevista con<br />
personajes -aquí sí personajes auténticamente documentales- que cumplían funciones<br />
narrativas y que -desafiando los riesgos <strong>del</strong> uso de este recurso- (7) representaban en<br />
principio un rescate <strong>del</strong> habla popular, de su riqueza como instrumento de<br />
comunicación y de afirmación de la autenticidad.<br />
Con la utilización y el desarrollo de estos y. otros recursos de lenguaje, el documental<br />
cubano probó su vocación de cronista activo <strong>del</strong> proce so revolucionario,<br />
convirtiéndose en testigo creador y agente moviliza dor. En el cumplimiento de esa<br />
vocación se confirmó una vez más la estrechísima vinculación, la pertenencia, entre el<br />
testimonio y la Historia, ahora dadas en imágenes y movimientos, con los recursos<br />
más contemporáneos <strong>del</strong> lenguaje artístico <strong>del</strong> hombre.<br />
Paralelamente al documental, comenzó a desarrollarse dentro de la naciente<br />
cinematografía cubana el cine de ficción.<br />
Sin la estructura industrial ne cesaria para el desarrollo de ese género, sin<br />
antecedentes que acumularan la significación cultural mínima para convertirse en<br />
puntos de partida válidos, la maduración <strong>del</strong> cine de ficción se produjo, como es fácil<br />
imaginar, en un período de tiempo más dila tado, con un ritmo más lento.<br />
A lo largo de ese camino recorrido es también posible seguir, rastrear, la presencia de<br />
lo testimonial, incluso desde sus obras más tempranas. Para el cine de ficción la<br />
presencia de lo testimonial -que ya hemos considerado como inherente en principio a<br />
toda obra de arte- se manifestaba como cumplimiento de una necesidad surgida <strong>del</strong><br />
momento histórico que vivía el país, y dentro de él, los artistas que trataban de llevar a<br />
sus obras los rasgos definitorios de su tiempo.<br />
Es decir, temáticamente la urgencia se presentaba con claridad: recrear en las obras<br />
de ficción la historia más reciente, las batallas que habían hecho posible el triunfo de la<br />
Revolución que, a su vez, había hecho posible el nacimiento de aquellas obras, de<br />
este cine: una concatenación de hechos y consecuencias afirmada en los valores de la<br />
honestidad y el compromiso.<br />
En lo estilístico, se estableció una divisa que ha llegado hasta nuestros días: la<br />
apertura, la búsqueda de caminos de expresión, la confianza en el valor de la<br />
experimentación, todo ello orientado, eso sí, hacia un objetivo central: "el<br />
apresamiento de una realidad que en nuestro país es, sin que sea necesario para<br />
llegar a ella otra cosa que la honestidad y el rigor intelectual, la revolución, y con un<br />
resultado que se definiera en una palabra clave, reveladora de las potencialidades <strong>del</strong><br />
arte y su aporte al fortalecimiento de la cultura nacional: la autenticidad". (8)<br />
Lo testimonial se hizo carne de aquella divisa general en la influencia de un a escuela<br />
cinematográfica que presentaba características afines -en el contexto de su<br />
nacimiento, en sus métodos, en sus definiciones estéticas- con la realidad cubana de<br />
aquellos años: el neorrealismo italiano. Las primeras películas <strong>del</strong> cine cubano, que<br />
narraron episodios de la lucha contra la dictadura batistiana en la Sierra o en las<br />
ciudades (Historias de la Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea y El joven rebelde, de<br />
Julio García Espinosa), lo hicieron a partir de las enseñanzas, entonces tan cercanas<br />
en el tiempo, <strong>del</strong> neorrealismo. Hoy podrán juzgarse, con la frialdad de la distancia, y<br />
encontrarse en ellas seguramente más de un rasgo ingenuo, más de una<br />
interpretación insuficiente. Pero para hacerles justicia -una justicia que precisamente<br />
es posible hacer desde la distancia- es necesario destacar, primero, su carácter de<br />
obras de fundación y, después, su vocación genuinamente popular heredada <strong>del</strong>
neorrealismo, de la fuerza de los temas que las originaron y también <strong>del</strong> contexto<br />
histórico en que se realizaron, y en la que vemos cumplirse, ya desde estas primeras<br />
obras, la presencia de lo testimonial en el cine cubano de ficción.<br />
Más a<strong>del</strong>ante, en el camino <strong>del</strong> desarrollo de ese cine, se producirá -como rasgo que<br />
consideramos esencial y que lo marcará dramatúrgica, estilísticamente- la influencia<br />
<strong>del</strong> testimonio -es decir, de su equivalente cinematográfico: el documental.<br />
La importancia de esa influencia dice mucho <strong>del</strong> nivel logrado por la documentalística<br />
cubana: el alcance de su vitalidad y de la eficacia de sus recursos lingüísticos,<br />
estilísticos, va más allá de las fronteras de su propio género para fecundar otros<br />
territorios creativos. Eso es un hecho incuestionable.<br />
Es necesario, sin embargo, a la hora de intentar el análisis de este fenómeno,<br />
rechazar la tentación de una valoración similarmente sectaria, aunque de signo<br />
contrario: "el cine es el cine documental, por ello pudo influir de ese modo a la ficción".<br />
Semejante punto de partida sería igualmente erróneo y limitador.<br />
La influencia <strong>del</strong> documental es preciso verla y valorarla en su contexto -el contexto<br />
que precisamente le dio vida-: un movimiento cinematográfico nacido al calor <strong>del</strong><br />
triunfo de una Revolución Socialista, que propone una actitud de búsqueda y de<br />
apertura en la penetración de la realidad y que está realizando, paralelamente, un<br />
proceso descolonizador de gustos y mente; en el público, en el pueblo.<br />
Ubicado en ese terreno amplio, al que pertenece y al cual ayudó a desarrollar a su<br />
vez, el fenómeno de la influencia <strong>del</strong> documental en la ficción -y más allá: de la<br />
interrelación entre ambos, de su función-, se revela como uno de los rasgos más<br />
importantes en la génesis e historia <strong>del</strong> cine cubano, y como uno de los aportes más<br />
significativos a su dramaturgia.<br />
Si lo testimonial, lo documental, comenzó siendo un aspecto visiblemente presente en<br />
las primeras obras <strong>del</strong> cine cubano de .ficción, más a<strong>del</strong>ante se constataría, además<br />
de esto, la irrupción de elementos y recursos narrativos, lingüísticos <strong>del</strong> documental,<br />
<strong>del</strong> testimonio, en esa s obras. Si la estructura continúa siendo, básica y<br />
evidentemente, la de una obra de ficción, la inclusión de elementos documentales de<br />
manera orgánica y creadora dan a esas obras, en ocasiones, otra cualidad<br />
comunicativa, otra inmediatez, y en algunos casos, apuntan hacia los rasgos de otra<br />
dramaturgia.<br />
Para situarnos ya en los ejemplos, en los finales de la década <strong>del</strong> 60 -que marca, por<br />
otra parte, la madurez <strong>del</strong> cine cubano de ficción - la estructura de Memorias <strong>del</strong><br />
subdesarrollo, (de Tomás Gutiérrez Alea) el uso de la Guantanamera y la atmósfera<br />
general <strong>del</strong> último cuento de Lucía (de Humberto Solas), y ya más abiertamente<br />
volcado hacia lo documental, La primera carga al machete, (de Manuel Octavio<br />
Gómez) son ejemplos de la incorporación de elementos documentales a las obras<br />
más significativas que abrieron aquel período.(9)<br />
Mientras las obras de ficción van incorporando a lo largo de este tiempo recursos,<br />
métodos de filmación, estructuras, que originalmente pertenecieron solamente al<br />
documental, otro proceso de integración de lenguajes -y de nacimiento de lenguajes<br />
nuevos- ocurre en el desarrollo <strong>del</strong> cine documental cubano.<br />
Si entre sus primeras obras pudimos encontrar algunas en las que se intentaba<br />
convertir en ficción temas y momentos realmente documentales -a partir, en ciertos<br />
casos como hemos dicho, de una actitud vergonzante ante el género documental-,
más a<strong>del</strong>ante este proceso invertirá sus objetivos y métodos, y logrará, por esa vía, un<br />
importante paso en la integración lingüística documental-ficción que hemos venido<br />
analizando.<br />
Ya no se trata de separar, dentro de un mismo filme, momentos de ficción y momentos<br />
-fatalmente - documentales. Ahora se trata de yuxtaponer orgánicamente, con el<br />
objetivo de obtener un resultado nuevo, simiente quizás de una nueva dramaturgia, los<br />
recursos lingüísticos de la ficción y <strong>del</strong> documental, sin que esto suponga que los<br />
autores estén tratando de "alcanzar el nivel" de una obra de ficción, sino por el<br />
contrario, manteniendo la confianza en las posibilidades <strong>del</strong> documental.<br />
Muerte y vida en el Morrillo (de Oscar Valdés) marca un momento importante de ese<br />
proceso integrador. La escena reconstruida a la manera de la ficción, que ocurre<br />
detrás <strong>del</strong> entrevistado mientras este nos habla en primer plano, no aspira a<br />
convertirse, en sí misma, en el sustituto <strong>del</strong> método documental para contarnos aquel<br />
hecho: por el contrario, es el método documental enriquecido por aquella<br />
reconstrucción -la que no aspira, por otra parte, a que se le tome por la realidad<br />
misma- el que logra, fusionando recursos lingüísticos de diversa procedencia genérica,<br />
un abordaje vivo, dinámico, de aquel momento dramático y violento que nos narran, a<br />
la vez, el entrevistado y la reconstrucción.<br />
Esta línea alcanzará nuevo desarrollo y complejidad con el filme Girón (de Manuel<br />
Herrera). Aquí podremos encontrar puntos de contacto con el género literario <strong>del</strong><br />
testimonio, que evidencian, nuevamente, dos de las ideas que hemos venido<br />
esbozando hasta aquí: el creciente enriquecimiento <strong>del</strong> género literario con su<br />
capacidad para convertirse en un instrumento de comunicación contemporáneo,<br />
inmediato y eficaz; y la estrecha relación existente entre el testimonio en la literatura y<br />
la presencia creciente <strong>del</strong> documental y de lo documental en el cine cubano, que llega<br />
a incluir la aparición de los rasgos de una dramaturgia nueva.<br />
El filme Girón refuerza la primera idea desde el guión mismo : este se basa<br />
fundamentalmente en un libro de testimonio, Girón en la memoria, <strong>del</strong> que toma la<br />
estructura y la mayoría de sus personajes. Y se convierte en un brillante ejemplo de la<br />
segunda idea al afrontar exitosa y creadoramente el reto de unir en un mismo filme la<br />
autenticidad de un hecho histórico -por otra parte, tan reciente que convierte a la<br />
mayoría de los espectadores en sus contemporáneos- con el disfrute de su<br />
reconstrucción como espectáculo, sin que esto último alcance una presencia tan<br />
abrumadora que anule su peso histórico, como sucede en los tradicionales filmes de<br />
guerra de las cinematografías comerciales capitalistas.<br />
La respuesta a ese reto fue ofrecida por la integración <strong>del</strong> documental y elementos<br />
lingüísticos <strong>del</strong> cine de ficción. Estos últimos fueron llevados al filme -y resueltos por<br />
tanto- de una manera imaginativa y creadora. Girón fue filmado con recursos<br />
materiales que impedían la reconstrucción total, global, de los combates que<br />
constituyen el centro <strong>del</strong> filme. Esta limitación material fue convertida, realmente, por<br />
sus realizadores, en un punto de partida para la búsqueda de una forma distinta,<br />
nueva, de narrar aquella historia. A golpes de imaginación y montaje se recrearon<br />
combates aéreos trabajando con contratipos de películas norteamericanas de los años<br />
50, reencuadrados en truca, y se tomó nuevamente Girón, ahora -en el filmeutilizando<br />
solamente dos tanques. En ese sentido, Girón queda como ejemplo de algo<br />
que mencionaremos nuevamente más a<strong>del</strong>ante: una actitud.<br />
Los métodos de integración de elementos de ficción y documental se continúan así<br />
mismo en Pablo, otro filme que muestra relación directa con el género literario <strong>del</strong><br />
testimonio, aunque esta vez de manera inversa: primero fue filme y después su tema
se convirtió en libro. (10)<br />
En Pablo se enriquece, a partir de la utilización <strong>del</strong> color (sepia para el pasado, colores<br />
para el presente y disolvencias que pasan de uno a otro tiempo dentro <strong>del</strong> mismo<br />
plano), la relación entrevistado-reconstrucción, a la vez que, dentro de estas últimas,<br />
muchas veces se integran contratipos originales de la época y fotos animadas,<br />
acentuando la sugerencia realidad-documental en que se mueve toda la proposición<br />
estética <strong>del</strong> filme.<br />
En esta línea integradora de lenguajes diferentes -pero no antagónicos, como se ha<br />
visto- se ha movido, por un lado, la ficción en busca de una autenticidad mayor,<br />
acercándose a la influencia contemporánea de otros géneros y medios expresivos; y,<br />
por otra parte, el documental, haciendo proposiciones que apuntan hacia nuevos<br />
métodos dramatúrgicos. En esa doble línea convergente -en cuyo interior caben todos<br />
los hallazgos, todas las búsquedas y todos los tanteos, acertados o no, <strong>del</strong> cine<br />
cubano- se encuentra, pensamos, el mayor valor y el aporte general más significativos<br />
de nuestro cine.<br />
Como hemos visto, la vocación testimonial y la influencia <strong>del</strong> documental propiciaron<br />
en gran medida la creación de nuevos recursos de lenguaje y estilísticos que<br />
definen, en general, al cine cubano.<br />
Cuando en muchas ocasiones -además <strong>del</strong> heroísmo cultural sólo posible dentro de<br />
una Revolución verdadera: el de haber nacido y crecido de esta forma en veinte<br />
años- se reconoce en nuestro cine su capacidad para convertirse en un producto<br />
cultural auténtico (más allá de la calidad de este u otro filme en particular) se está<br />
reconociendo, también, en el fondo, esa vocación testimonial, integradora de lenguajes<br />
que hemos visto manifestarse en sus obras -ya fueran de ficción o documentales.<br />
Con esa actitud de apertura y búsqueda; de conciencia de sus limitaciones y de la<br />
utilidad y alcance de su función; expresada también en la fusión de elementos<br />
lingüísticos a través de la imaginación creadora, el cine cubano ha avanzado en estas<br />
dos décadas por el camino de una autenticidad cultural que rechaza las falsas<br />
alternativas excluyentes de la ficción y el documental, lo popular y lo culto, -y con ellas,<br />
los de cualq uier otra dicotomía que se revele como paralizante-, en esa actitud<br />
coincide finalmente con la <strong>del</strong> género literario <strong>del</strong> testimonio.<br />
Juntos, influyéndose mutuamente, mezclándose, recreándose, han avanzado durante<br />
estos años, realizando la crónica de la épo ca, participando activamente en ella, y<br />
forjando así una actitud común: la de ganarse el derecho a ser, a la vez, y siempre,<br />
"un instrumento de cultura y un arma de combate"<br />
NOTAS:<br />
1- Operación Masacre, de Walsh es sin dudas un libro pionero <strong>del</strong> género en<br />
nuestros días. Miguel Mármol, de Roque Dalton, uno de los testimonios más<br />
estremecedores <strong>del</strong> continente, narra la represión, las matanzas de 1932 en El<br />
Salvador. En ambos casos, las vidas de los autores guardaron esa coherencia con la<br />
obra que hemos encontrado, también, como rasgo definidor de este género literario.<br />
Walsh fue secuestrado por las bandas fascistas paramilitares en Argentina; Roque fue<br />
asesinado por una fracción extremista y provocadora de la organización en la que<br />
militaba, en El Salvador.<br />
2.- El término, preciso, de "literatura de campaña", fue perfilado por el crítico Ambrosio<br />
Fornet, a raíz de comenzarse la edición de libros de esa línea como El viejo Eduá, de
Máximo Gómez, y la selección de las memorias de Manuel Piedra Martel, Mis<br />
primeros treinta años, a finales de la década <strong>del</strong> 60. El término abarca tanto la<br />
literatura "mambisa" (de la manigua) como la vertiente urbana de la lucha<br />
anticolonialista.<br />
3.- Los diarios integran una zona importante de la literatura de campaña. Haber sido<br />
escritos, en la mayoría de los casos, como apunte o confesión personal, les otorga<br />
una particular fuerza verídica y una sinceridad que no tuvieron que pasar por la prueba<br />
de una mediación literaria. Esa honestidad a la hora de narrar los hechos en que<br />
participó el autor es, en todo caso, una premisa de la ética <strong>del</strong> género. Al prologar sus<br />
Pasajes de la guerra revolucionaria , Che alertó en ese sentido: "Sólo pedimos que sea<br />
estrictamente veraz el narrador; que nunca para aclarar una posición personal o<br />
magnificarla o para simular haber estado en algún lugar, diga algo incorrecto. Pedimos<br />
que, después de escribir algunas cuartillas en la forma en que cada uno lo pueda,<br />
según su educación y su disposición, se haga una autocrítica lo más seria posible para<br />
quitar de allí toda palabra que no se refiera a un hecho estrictamente cierto, o en cuya<br />
certeza no tenga el autor una plena confianza. Por otra parte, con ese ánimo<br />
empezamos nuestros recuerdos".<br />
4- Precursores <strong>del</strong> género testimonial, Roa y Pablo son, a la vez, ejemplo de una<br />
actitud ante el lenguaje, ante la palabra que rechaza toda pudibundez de sacristía: ni<br />
Dios ni nadie dividió las palabras, originalmente, en “buenas” y “malas”, se hacen<br />
buenas o malas en la medida en que estén bien o mal utilizadas dentro de su texto y<br />
su circunstancia La revolución <strong>del</strong> 30 se fue a bolina y en Retorno a la alborada. A la<br />
hora de estudiar la manera en que el testimonio es capaz de integrar recursos<br />
expresivos de otros géneros, es imprescindible tener en cuenta ese libro joven e<br />
“inclasificable” que es Aventuras, venturas y desventuras de un mambí. (Lo mismo<br />
sucederá cuando se edite próximamente la biografía de Rubén Martínez Villena que<br />
Roa está a punto de terminar).<br />
La obra periodística -testimonial- de Pablo ha sido recogida, parcialmente, en Pluma<br />
en ristre, La isla de los 500 asesinatos, Realengo 18 y Peleando con los milicianos.<br />
Actualmente se encuentran en proceso de edición su epistolario <strong>del</strong> exilio (Cartas<br />
cruzadas) y una selección de sus artículos y crónicas (El periodista Pablo), mientras la<br />
editorial Letras Cubanas trabaja en la preparación de sus obras completas.<br />
5.- El mejor elogio al trabajo <strong>del</strong> Noticiero ICAIC Latinoamericano, que ya alcanzó su<br />
edición número 1000, es, sin dudas, haberse convertido en el testimonio visual<br />
sistemático que ha establecido una relación tan estrecha con su público hasta el punto<br />
de convertirse en una necesidad cultural: desde hace años se le espera cada semana<br />
como algo útil, como algo propio. Las razones de este éxito de comunicación hay que<br />
avalarlas con este elemento decisivamente importante: para lograr esa comunicación,<br />
el Noticiero no repitió los esquemas de lenguaje, no renunció a la investigación y a la<br />
experimentación de sus estructuras, de su montaje, de su tono, sino que, por el<br />
contrario, basó su trabajo en la subversión <strong>del</strong> lenguaje heredado y en la creación a lo<br />
largo <strong>del</strong> tiempo de uno nuevo, a partir <strong>del</strong> trabajo de fundación y de dirección de<br />
Santiago Álvarez y con la continuidad que otros realizadores han logrado darle durante<br />
todo ese período.<br />
6.- Como se comprobará más a<strong>del</strong>ante en este trabajo, la solución, sobre la marcha,<br />
de esa contradicción aparente ficción-documental ha sido uno de los logros creadores<br />
de la cinematografía cubana. Visto desde hoy -y conociendo los resultados artísticos<br />
individuales de los directores que entonces partían de la subestimación <strong>del</strong><br />
documental- podemos comprobar que aquella proposición irreconciliablemente<br />
antagónica no representaba, tampoco a nivel personal, ninguna solución a priori: sólo
el talento garantizó después resultados convincentes. Y en esos resultados, por cierto,<br />
puede verse la presencia enriquecedora <strong>del</strong> documental aun cuando finalmente se<br />
realizaran obras de ficción.<br />
7.- La frase entre plecas puede servir para una aclaración general: al analizar las<br />
relaciones entre el testimonio literario y el cine cubano y la integración orgánica de los<br />
recursos <strong>del</strong> documental y la ficción en nuestro cine, este trabajo ha tenido que elegir<br />
un desarrollo necesariamente cronológico. Esto no le permite desviarse de esa línea<br />
de análisis e iniciar, siquiera de pasada, otros que revisten interés e importancia<br />
siempre actuales. La manera y la medida en que algunos recursos <strong>del</strong> lenguaje<br />
documental -la entrevista, los elementos gráficos, la narración- han engendrado su<br />
propia retórica sería uno de ellos. Señalarlo ahora aquí no significa sólo precisar la<br />
línea que sigue este trabajo, sino también, y sobre todo, constatar, una vez más, la<br />
necesidad de la constante confrontación de proyectos, ideas y recursos expresivos,<br />
para que estos últimos no pierdan su eficacia comunicativa.<br />
Otra: la propia línea <strong>del</strong> trabajo le impide incluir, en cada caso, en cada período de que<br />
se hable, títulos y autores que por su calidad y significación deben estar presentes<br />
en recuentos cronológicos históricos <strong>del</strong> cine cubano. Hemos preferido no incluir esa<br />
información general en este trabajo, conociendo que la misma puede encontrarse<br />
en otras aproximaciones aparecidas en <strong>CINE</strong> <strong>CUBANO</strong> y en otras publicaciones y<br />
textos<br />
8.- La cita está tomada de las "Reflexiones en torno a una experiencia<br />
cinematográfica" de Alfredo Guevara, aparecidas en la revista <strong>CINE</strong> <strong>CUBANO</strong>, a<br />
propósito <strong>del</strong> décimo aniversario <strong>del</strong> ICAIC. En su texto aparece también este párrafo<br />
que resume así el planteamiento <strong>del</strong> compromiso <strong>del</strong> artista: "Se trataba en fin de ser o<br />
no ser artistas; de entregarse o no a la más profunda y consecuente voluntad<br />
creadora, comprometido en ello la sustancia misma de la vida, su sentido y sus<br />
posibilidades; de elegir o no la condición de protagonistas, y de ser capaces o no de<br />
ejercer (y aún de resistir) tamaño papel en la Revolución. Esta opción y esta<br />
posibilidad no han sido privilegio de los cineastas, y permiten definir en rigor las<br />
tendencias y los hechos, el carácter de la obra de arte revolucionaria en y desde la<br />
Revolución, obra que sólo puede ser realizada por revolucionarios".<br />
9.- La influencia <strong>del</strong> testimonio, <strong>del</strong> documental, daría años más tarde su obra más<br />
lograda (más lograda en tanto que obra realizada básicamente, en esa dirección<br />
estilística) en El hombre de Maisinicú (de Manuel Pérez). Realizada a partir de un<br />
hecho real -enriquecido por una profunda investigación <strong>del</strong> período histórico en que se<br />
desarrolla su acción-, no es sólo en ese factor que esta película revela su creadora<br />
utilización <strong>del</strong> testimonio y el documental: la estructura, el uso de la narración, la<br />
concepción de muchas de sus escenas, y la atmósfera general <strong>del</strong> filme son algunos<br />
aspectos de los que muestran, sin dudas, esa fértil conjunción de propósitos y<br />
métodos testimoniales, documentales, en una película que, sin embargo, continúa<br />
siendo una obra de ficción.<br />
Rastreada por otra vía, es posible detectar la presencia de puntos de partida<br />
claramente testimoniales en obras realizadas en distintos períodos: La odisea <strong>del</strong><br />
General José (de Jorge Fraga), El diario de campaña de José Martí (de José Martí),<br />
El otro F rancisco y El rancheador (de Sergio Giral), Un hombre, una mujer, una ciudad<br />
(de Manuel Octavio Gómez) y De cierta manera (de Sara Gómez), entre otras. Como<br />
se ve -y se comprueba al recordar esos filmes- no se trata sólo de distintas fechas de<br />
realización y diferentes niveles de calidad en su resultado final como obras artísticas,<br />
sino también de diversas vías por las que inte graron el testimonio o el documental:<br />
desde la literatura de campaña hasta la investigación sociológica.
10.- Otro ejemplo de relación testimonio-cine "a la inversa" es el libro de Jesús Díaz<br />
De la patria y el exilio, escrito después -y a partir- de la realización de su documental<br />
55 hermanos. Este filme, que no aparece incluido directamente en el presente trabajo<br />
por las razones que explicamos en una nota anterior, es, sin embargo, un poderoso<br />
ejemplo de cómo el testimonio mismo -el documental mismo- puede llegar a esa<br />
reconstrucción viva que caracteriza sus mejores momentos a partir de un método de<br />
filmación que intenta -y logra- aprehender la frescura y el dramatismo de las<br />
situaciones de la vida sin que se hagan notar las mediaciones técnico-artísticas<br />
empleadas (cámaras, grabadoras, equipo de filmación).