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Al fin se dio por vencida y decidió que si nada más<br />
emocionante se le ocurría, guardaría esa semana para el<br />
siguiente año. Tal vez Kevin y ella podrían ir a Hawai.<br />
Se acostó y tomó una de las novelas que había<br />
comenzado en Cape Cod. Leyó rápido y sin distracción y<br />
terminó casi cien páginas antes de sentirse cansada. A<br />
medianoche apagó la luz. Por segunda vez en dos días soñó<br />
que caminaba por una playa desierta.<br />
La correspondencia en su escritorio el lunes por la<br />
mañana era abrumadora. Cuando llegó había casi doscientas<br />
cartas y el cartero le llevó ese día cincuenta más. Tan<br />
pronto como entró en la oficina, Deanna señaló con<br />
orgullo el montón.<br />
—¿Lo ves? Te lo dije —comentó con una sonrisa.<br />
Theresa pidió que no le pasaran llamadas y comenzó a<br />
abrir la correspondencia de inmediato. Todas, sin<br />
excepción, eran alusivas a la carta que había publicado en su<br />
columna. La gran mayoría era de mujeres pero también<br />
escribieron algunos hombres, y la uniformidad de opinión<br />
que expresaban la sorprendió. Carta por carta leyó lo<br />
mucho que los había conmovido aquel mensaje anónimo.<br />
Al terminar el día casi había leído todas las cartas y se<br />
sentía cansada. A las cinco y media empezó a escribir una<br />
columna acerca del Viaje de Kevin y lo que sentía ella al<br />
tenerlo lejos. Iba mejor de lo que esperaba y estaba a punto<br />
de terminar cuando el teléfono sonó.