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Antonio José Ponte <br />
formar un triángulo, fragmentos de las cartas de un amor imposible, cartas<br />
ingenuas, ridículas. Todo para construir a la vez el libro y la casa, para deconstruirme<br />
como fábula, la fábula de una escritora cuya mayor responsabilidad es<br />
dar de comer a los pájaros, capaz de morir a causa de la muerte de un pájaro,<br />
por una irresponsabilidad cometida.<br />
...te daré de comer como a los pájaros... exige del lector la capacidad de encontrarse<br />
a la vez en dos sitios, de jugar simultáneas. Su autora encontró el modo de<br />
trasladar al lector esa imposibilidad suya, cada vez más frecuente, de construir<br />
un libro de poemas corriente, al uso.<br />
—Siento inconformidad frente a los géneros literarios, las jerarquías, los<br />
formatos. Busco un centro, no lo hallo, y entonces, merodeo. O puede que<br />
esa inconformidad sea sólo una justificación existencial para mi falta de oficio.<br />
Ahora que intento hacer una novela en el sentido más tradicional lo veo<br />
claro. Siempre supe que no sabía escribir, no sé ordenar lógicamente, no sé<br />
lograr una linealidad, una estructura, una articulación. Las enseñanzas que<br />
tuve en la escuela (hasta la Gramática Estructural que aprendí en la universidad)<br />
las olvidé pronto. Veo movimientos de palabras, palabras muchas veces<br />
arbitrarias con relación a sus significados. Nada es exacto en ese terreno de<br />
los lenguajes que quiero manipular, es remota la posibilidad de una escritura<br />
correcta para mí. Pero entonces tengo que escribir con el error de no saber<br />
escribir. Precisamente a causa de esa deficiencia, a causa de la impotencia de<br />
no poder hacerlo, escribir me llama más la atención cada día.<br />
homenaje a reina maría rodríguez<br />
24<br />
encuentro<br />
Luego de escucharla abundar tanto en lo adversativo, se pregunta uno dónde<br />
podrá estar su orgullo de escritora.<br />
—Hay una sustancia de la que sí me apropio, algo entre las olas del lenguaje,<br />
que estalla convirtiéndose en una burbuja rota que ya no es sintaxis (o<br />
ideología). Se trata de bucear en las palabras escogidas por la memoria, escogidas<br />
por el acto en el que fueron algo, acto anterior a conceptos o disposiciones.<br />
Bucear en lo que Virginia Woolf llamó sensibilidad de las impresiones. Veo a<br />
mi madre cortar al sesgo una tela para que alcance, formar una manga ranglán<br />
pues no da de otra manera, me fijo siempre en esas cosas incompletas,<br />
en los empates y las superposiciones. El modo en que entran residuos de<br />
telas, picotillos de lenguaje, en una manta de parches. Juntar fragmentos de<br />
la memoria, de las sensaciones. Todo lo roto y lo picado al sesgo me interesa,<br />
por eso he trabajado con el error. El error y la incapacidad de unos pedazos<br />
sueltos buscando un imposible nudo han sido mis acicates. Pero aún no sé si<br />
podré lograr el paño, la manta.<br />
La casa en la azotea podría caber en esa misma descripción de sus libros. Una<br />
casa hecha a pedazos, la cabaña Frankestein.<br />
—Desde muy joven tuve obsesión de levantar una casa en esta azotea. Pero<br />
no tenía el dinero para hacerlo y me daba miedo la separación mínima de construir<br />
encima de la casa de mi madre. Con techo de madera, con goteras, con