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6. La princesa tomó al niño en sus brazos, y asomándole a la ventana, le enseñó al<br />

Buddha, que precisamente estaba comiendo cerca del palacio.<br />

7. Rahula fue hacia el Buddha, y mirándole a la cara sin temor, le dijo tiernamente:<br />

“¡Padre mío!”<br />

8. Y poniéndose luego a su lado de pie, añadió: “¡Oh sramana!, hasta vuestro<br />

nombre es un sitio de felicidad.”<br />

9. Cuando el Tathagata acabó su comida, dio su bendición y se alejó del palacio;<br />

pero Rahula le siguió, y pidió a su padre su herencia.<br />

10. Nadie, ni el Bhagavat mismo, apartó al niño.<br />

11. Entonces el Bienaventurado se volvió hacia Sariputra, diciendo: “Mi hijo<br />

reclama mi herencia. Yo no puedo darle tesoros perecederos, que produzcan cuidados y<br />

tristezas; pero puedo darle la herencia de una vida santa, tesoro que no perecerá<br />

nunca.”<br />

12. Y dirigiéndose seriamente a Rahula, el Bienaventurado dijo: “Yo no poseo ni<br />

oro, ni plata, ni piedras preciosas. Pero si quieres recibir los tesoros espirituales, si eres<br />

bastante fuerte para llevarlos y conservarlos, te daré las cuatro Verdades que te enseñarán<br />

los ocho caminos de la, verdad. ¿Deseas tú ser admitido en la Congregación de los que<br />

consagran su vida a la cultura del espíritu y a la indagación de la más grande felicidad<br />

que puede alcanzarse?”<br />

13. Y Rahula respondió con firmeza: “Sí quiero.”<br />

14. Cuando el rey supo que Rahula había entrado en la Congregación de los<br />

bhikskus, se afligió. Había perdido a Siddhartha y a Ananda sus hijos, y a Devadata su<br />

sobrino. Ahora se le llevaban a su nieto, y fue hacia el Bhagavat y le habló. Y el<br />

Bhagavat prometió que en adelante no ordenaría ningún menor sin el consentimiento<br />

de sus padres o tutores.<br />

XXX. JETAVANA<br />

[*Fuente: Fo-sho-hing-tsan-king, 1522-1553, 1611-1671.]<br />

1. Anathapindika, el amigo de los desgraciados y el sostén de los huérfanos,<br />

cuando volvió a su casa vio el jardín del presunto heredero, Jeta, con sus bosquecillos<br />

verdes y sus límpidos arroyuelos, y pensó: “He ahí el sitio más conveniente para un<br />

vihara destinado a la Congregación del Bhagavat.” Y fue a buscar al príncipe y le suplicó<br />

le vendiese el terreno.<br />

2. El príncipe no estaba dispuesto a vender aquel jardín que estimaba muchísimo.<br />

Rehusó, desde luego; pero después le dijo: “Si podéis cubrir ese terreno de oro, entonces<br />

si; pero a ese precio solamente.”<br />

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