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7. EL TRABAJO DESAFÍO PARA LA FAMILIA

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egoísta, sino para compartir los recursos de vida, dentro y fuera de la familia, especialmentecon los más pobres, en la lógica del destino universal de los bienes.A veces los padres se exceden a la hora de evitar cualquier fatiga a los hijos. No debenolvidar que la familia es la primera escuela de trabajo, donde se aprende a serresponsables, de cara a sí mismos y a los demás, del ambiente común de vida. La vidafamiliar, con sus obligaciones domésticas, enseña a apreciar la fatiga y a robustecer lavoluntad con vistas al bienestar común y al bien recíproco.E. Escucha del MagisterioEl cristiano reconoce el valor del trabajo, pero sabe ver en este también las deformacionesque ha introducido el pecado. La familia cristiana, por tanto, acoge el trabajo como unaprovidencia para su vida y la vida de sus familiares. Pero evita hacer del trabajo un valorabsoluto y considera esta tendencia, hoy tan generalizada, como una de las tentacionesidolátricas de la época. No se limita a afirmar una convicción distinta. Organiza su vida demodo que resalte una prioridad alternativa. Hace suya la preocupación del punto 9 de laLaborem Exercens, para que en el «trabajo, mediante el cual la materia es ennoblecida, elhombre mismo no sufra mengua en su propia dignidad».Trabajo: un bien para la persona y su dignidadNo obstante, con toda esta fatiga –y quizás, en cierto sentido, debido a ella– el trabajo es unbien del hombre. Si este bien conlleva el signo de un “bonum arduum”, según laterminología de santo Tomás; esto no quita que, en cuanto tal, sea un bien del hombre. Y nosólo es un bien “útil” o “para disfrutar”, sino un bien “digno”, es decir, que corresponde a ladignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta. Queriendo precisarmejor el significado ético del trabajo, se debe tener presente ante todo esta verdad. […]Si se prescinde de esta consideración, no se puede comprender el significado de la virtud dela laboriosidad y más en concreto no se puede comprender por qué la laboriosidad deberíaser una virtud: en efecto, la virtud, como actitud moral, es aquello por lo que el hombrellega a ser bueno como hombre. Este hecho no cambia para nada nuestra justapreocupación, a fin de que en el trabajo, mediante el cual la materia es ennoblecida, elhombre mismo no sufra mengua en su propia dignidad. Además, es sabido que se puedeusar de diversos modos el trabajo contra el hombre, que se puede castigar al hombre con elsistema de trabajos forzados en los campos de concentración, que se puede hacer deltrabajo un medio de opresión del hombre, que, en fin, se puede explotar de diversos modosel trabajo humano, es decir, al hombre del trabajo. Todo esto da testimonio en favor de laobligación moral de unir la laboriosidad como virtud con el orden social del trabajo, quepermitirá al hombre «hacerse más hombre» en el trabajo, y no degradarse a causa deltrabajo, perjudicando no sólo sus fuerzas físicas (lo cual, al menos hasta cierto punto, esinevitable), sino, sobre todo, menoscabando su propia dignidad y subjetividad.[Laborem Exercens, 9]

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