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LUNA-CRECIENTE-3-Maqueta-Final

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Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 1


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 2Luna creciente is the creative writing journal steered by the graduate students in the Department of Spanish andPortuguese.Submissions from members of the UWM community (students, professors, staff) are welcome.Rights revert to individual authors.Published material in Luna creciente is not to be interpreted as a reflection of the views of the Department ofSpanish and Portuguese and/or UWM.Steering committee/Editorial board for the Fall 2014 number:Nancy Bird-Soto, Associate ProfessorIván Andrés Espinosa OrozcoMario Sánchez Gumiel


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 3ÍNDICEPresentación ………………………………...…………………………………………..……… 5Kathleen Wheatley – University of Wisconsin-MilwaukeeIntroducción ………………………………………………………………………...………….. 7Iván Andrés Espinosa Orozco y Mario Sánchez GumielChronologician (Remembering Tato Laviera) …………………………………...…………… 11Nancy Bird-Soto – University of Wisconsin-MilwaukeeLa castración de Pichula Cuellar, o la ruptura del contrato social en Los cachorros, deMario Vargas Llosa …………………………………………………………………...……… 12Ivan Andrés Espinosa Orozco – University of Wisconsin-MilwaukeeLa degradación femenina en La amortajada, de María Luisa Bombal ……………………. 14Ivan Andrés Espinosa Orozco – University of Wisconsin-Milwaukee50 años de ingenio ………………………………………………………..…………………… 16Elena García Oliveros – University of Wisconsin-MilwaukeeRincones de Bogotá …………………………………………………………………………… 18J. PaganoSnake …………………………………………………………………………………………... 25Veronica Pérez Gómez – University of Wisconsin-MilwaukeeThe Rug …………………………………………………………………………………..……. 26Ángel Isaac Rivera – University of Wisconsin-MilwaukeeThis Day …………………………………………………………………………………..…… 27Ángel Isaac Rivera – University of Wisconsin-MilwaukeeImperialist Dream …………………………………………………………………..…………. 28Ángel Isaac Rivera – University of Wisconsin-MilwaukeeThe Wolves …………………………………………………………………………………….. 30Ángel Isaac Rivera – University of Wisconsin-MilwaukeeTienditas / En el lago de Atitlán ……………………………………………………….……… 31Ángel Isaac Rivera – University of Wisconsin-MilwaukeeRincones de Galicia …...………………………………………………………………………. 32Paula Rodríguez Abruñeiras – University of Wisconsin-Milwaukee


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 4En realidad ya no importa ………………………………………………………..…………… 34Miguel Rojo Polo – University of Wisconsin-MilwaukeeLa foto hacía reír ………………………………………………………………………………. 35Miguel Rojo Polo – University of Wisconsin-MilwaukeePayasos y mofetas ……………………………………………………………………………… 36Miguel Rojo Polo – University of Wisconsin-MilwaukeeReformulando el esperpento, (re)describiendo España: los casos de Crimen ferpecto (2004),Balada triste de trompeta (2010) y La chispa de la vida (2011), de Álex de la Iglesia ……… 37Mario Sánchez Gumiel – University of Wisconsin-MilwaukeeAlguien observa en secreto: la función del narrador y el valor del punto de vista en Losadioses, de Juan Carlos Onetti ………………………………………………..……………… 46Mario Sánchez Gumiel – University of Wisconsin-MilwaukeeEl tarro ………………………………………………………………………………………… 48Mario Sánchez Gumiel – University of Wisconsin-MilwaukeeThe Picture ………………………………………………………………………..…………… 63Mario Sánchez Gumiel – University of Wisconsin-MilwaukeeMoroquita …………………………..………………………………………………………….. 69Ruth Nelly Solarte – Alverno CollegeIntercambio epistolar entre un universitario y su padre …………………...………………… 70Ester Suárez Felipe – University of Wisconsin-MilwaukeeEl viejito verde (o rojo, según en qué países) ……………………………...………………….. 71Ester Suárez Felipe – University of Wisconsin-MilwaukeeRincones de Wisconsin ............................................................................................................................ 72Ester Suárez Felipe – University of Wisconsin-MilwaukeeInstruções para uma morte (Poema 3) - [Instructions on a death (Poem 3)] ………………………... 74Ricardo Vasconcelos – San Diego State University


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 5PresentaciónQuisiera invitarles a sentarse en un sillón y entrar en este tercer número de Luna creciente, dondeencontrarán una amalgama de cuentos, poemas, ensayos, chistes, dibujos y fotografías. Tambiénde interés es una reseña de los 50 años de Mafalda, la tira cómica tan querida del argentinoJoaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino. Las contribuciones, escritas en español,portugués e inglés, reflejan la mezcla de lenguas que se escuchan todos los días en los pasillos denuestro Departamento de español y portugués.Como se ha hecho en el pasado, el número refleja la colaboración de estudiantes graduados en elprograma de maestría en el departamento, ex alumnos que ya se han graduado del programa,profesores, instructores, y otros invitados. No hubiera sido posible publicar este producto decreatividad y belleza sin los esfuerzos de Iván Andrés Espinosa Orozco y Mario SánchezGumiel, co-editores que son estudiantes graduados en la Universidad de Wisconsin enMilwaukee, y la Profesora Nancy Bird-Soto, quien no solo contribuyó al número sino quetambién ayudó en su organización e implementación. Les quisiera agradecer por su visión, queresultará en unos momentos de placer para todos que lean esta publicación.Con mucho agradecimiento,Kathleen WheatleyJefe del Departamento de español y portuguésLa Universidad de Wisconsin en Milwaukee


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Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 7IntroducciónUna luna daliniana y la mirada de Luis Buñuel presentan este tercer número de Lunacreciente. No hay aquí, sin embargo, ojos cortados, manos con hormigas o perros andaluces. Loque el lector encontrará en cambio es una (muy notable) muestra de lo que algunos miembros (yex-miembros) del departamento de español y portugués de UW-Milwaukee hacen. Como bienexpresa la profesora Wheatley (a quien agradecemos su colaboración), en este número haycuentos, poemas, fotografías, pinturas, chistes (verdes) y trabajos académicos. Todo para hacerde él un gran ejemplar, esperando que consolide su existencia y demuestre cuántas cosas buenas,a pesar de las dificultades encontradas, se gestan en esta fría parte de Estados Unidos llamadaMilwaukee.Iván Andrés Espinosa OrozoMario Sánchez Gumiel


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Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 9Luna creciente 3University of Wisconsin-MilwaukeeDepartment of Spanish and PortugueseFall, 2014


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Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 11Chronologician(Remembering Tato Laviera)Nancy Bird-SotoUniversity of Wisconsin–Milwaukeese oye el zumbidoa buzzing from Beesand Os and eResand eyesand Cs and Us andALTOque la primera letra invitacalls for what mattersfor amor a la gentethe barrio with soulsspirits for realnot drowning foreveradrift in sorrowslongingfor the nostalgic…but emergingrememberingfor these arevoices that feeland speakeach sidewalkthe alleysthe main roadsnever sidetrackednot by the petty fightsalways on tracken el caminola lucha por lo justolo necesariothe human,compañeros y compañerasgenerationsgenerating their streamconsciouslyhand in handhombro con hombrolike poet and fellowpoet being…again rememberingtheir fellow defiantand his humble ethics


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 12La castración de Pichula Cuéllar o el incumplimientodel contrato social en Los cachorros, de Mario VargasLlosaIván Espinosa OrozcoUniversity of Wisconsin–MilwaukeeJean-Jacques Rousseau sugiere, en Elcontrato social (1762), que los hombres realizanimplícitamente un contrato para vivir ensociedad. Allí, cada individuo se convierte “enun cuerpo moral y colectivo (…) cuyo cuerporecibe del mismo acto su unidad, su ser común”(Rousseau 23). En Los cachorros (1967), MarioVargas Llosa retrata la fragmentación de dichaunidad a partir de la figura disfuncional delpersonaje central, Cuéllar, quien encarna laimposibilidad de acomodo en una sociedadmarcada por el culto hacia lo masculino. Así,Vargas Llosa representa el drama moral deCuéllar y su lucha infructuosa por mantenersedentro del contrato preestablecido con su grupomás cercano, a partir de su castración físicacomo símbolo de su imposibilidad depertenencia real al grupo de sus amigos,representado incluso desde el título de la obra.Desde el principio de la narración,Vargas Llosa presenta las leyes por las cuales sedemarca la identidad del grupo al que aspirapertenecer el personaje. Como afirma JoséMiguel Oviedo (1970), “ser estudioso no lebasta a Cuéllar: tiene que demostrar también quees deportista para mantener el aprecio dentro desu pequeña sociedad” (33). Así pues, la primeralucha del personaje se representa en su exitosointento por aprender a jugar fútbol: “Cuellar, queera terco y se moría por jugar en el equipo seentrenó tanto en el verano que al año siguientese ganó el puesto de interior izquierda en laselección de la clase” (Vargas Llosa 109). Desdesu imposibilidad, el personaje trabaja con elpropósito de cumplir con los requisitos para seraceptado como alguien similar, como parte delcolectivo creado implícitamente por sus amigos,la mini-sociedad heroica de Vargas Llosa(Oviedo 26). Sin embargo, el accidente queculmina con su castración marca el destino deCuéllar, dado que no podrá desarrollar suvirilidad, aspecto fundamental dentro de estecolectivo, el cual “rinde culto al machismo”(Oviedo 26).La castración del personaje comosímbolo de su imposibilidad de acomodo en sugrupo es confirmada, paradójicamente, con elapodo que recibe el personaje. El hecho de serllamado Pichulita, “no mucho después delaccidente” (Vargas Llosa 116), implica un hechoesencial para la castración moral del personaje,dado que no podrá escaparse de ese mote en elresto de su vida, y su carencia física se convierteen una imposibilidad que se atañe nominalmente


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 13al personaje. Así, la inviabilidad del contactosocial se manifiesta cuando el personaje “seencerró en su casa en un mes” (Vargas Llosa125), con una etapa posterior de aceptación delmote –“Mucho gusto, Pichula Cuéllar, a tusórdenes (…)”(Vargas Llosa 118)- parapermanecer en su esfera social habitual.Asimismo, el personaje intenta readaptarse a suesfera social cercana explotando sus habilidadesfísicas –“vino más deportista que nunca”(Vargas Llosa 115)-. En esa medida, elpersonaje logra “fingir que no es realmente uncastrado” (Oviedo 28), y logra reacomodarseparcialmente a su grupo de amigos.Sin embargo, su castración física influyeen mayor medida tras el paso del tiempo, cuando“los hombres (…) ya se interesaban por laschicas” (Vargas Llosa 118). En ese momento, elpersonaje reconoce su diferencia desde el rehúsoa su apodo frente a las mujeres (Vargas Llosa118), y su castración influirá en su desarrollosocial, yéndose “solo a la matiné los domingos ydías feriados” para ocultarse de las mujeres(Vargas Llosa 127). Allí, el personaje no puedeocultar su castración, la cual se convierte en un“complejo” (Vargas Llosa 126), un trastorno queafecta moralmente al personaje al punto de que“se iba a volver loco” (Vargas Llosa 137) por lapresencia de Teresita, a quien no se atreve aconquistar (Vargas Llosa 141). En la sociedadmachista (falocrática) en la que vive, lacastración física de Cuéllar afecta su interacciónsocial, hasta convertirlo en un rara avis, unsujeto “huraño con las muchachas, (…) lacónicoy esquivo” por obligación (Vargas Llosa 129).<strong>Final</strong>mente, el personaje reconoce su fracaso porpertenecer al grupo al que se intenta adscribir, ysigue “amargándose, enflaqueciéndo[s]e,chupándo[s]e” (Vargas Llosa 140), hasta llorar“de pena por la gente pobre, por los ciegos, loscojos” (Vargas Llosa 147); esto es, por losdesfavorecidos, quienes, como él, no puedenacomodarse dentro de una esfera social rigurosaen relación con el establecimiento de las leyesde igualdad entre sus miembros. Así, laesperanza de su conversión a “un muchachoformal” queda en el camino, y su muerte serepresenta como “un hecho que se lo buscó”(Vargas Llosa 151), con un marcado elementodeterminista y satírico acerca de suimposibilidad inicial de pertenencia al grupo. Deesa manera, se evidencia cómo la manifestaciónfísica de la diferencia termina por afectar eldesarrollo como individuo de Cuéllar, comometonimia de lo diferente dentro de laimplacable configuración de la sociedad.Obras consultadasOviedo, José Miguel. “Los cachorros.Fragmento de una exploración total”.Revista Iberoamericana 36.70 (1970):25–38. Impreso.Rousseau, Jean-Jacques. El contrato social.Madrid: Librería de Antonio Novo,1880. Impreso.Vargas Llosa, Mario. Los cachorros. México:Seix Barral, 1996. Impreso.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 14La degradación de la figura femenina en La amortajada,de María Luisa BombalIván Espinosa OrozcoUniversity of Wisconsin–MilwaukeeMaría Luisa Bombal presenta en Laamortajada (1938) el relato de una mujer quereflexiona sobre su existencia desde un ataúd,símbolo inmediato de la degradación y elenclaustramiento de la imagen femenina. En lanovela, el personaje de Ana María funcionacomo prototipo de la subyugación de la mujerante las reglas impuestas por la sociedad. La voznarrativa de Bombal construye a una mujer quecuestiona su estado de inferioridad ante elsistema, y procura liberarse de ese patrónexistencial en una rebelión fallida que laconduce a la aceptación de su condición y sumuerte. Por tal razón, el personaje femenino enLa amortajada inicialmente diside del estatushegemónico, aunque culmina con la degradaciónde su imagen ante el poder patriarcal que definesu existencia.En primer lugar, es posible observar lasubyugación de Ana María en La amortajada apartir de los eventos que definen su existencia.Desde su infancia, Ana María reconoce aRicardo (primer referente masculino) como “unespantoso verdugo”, quien, sin embargo,“ejercí[a sobre ella] . . . una especie defascinación”, a tal punto que asume que loadmira (Bombal 99). En esta etapa, el personajeconfirma el poder masculino a través de su tíaIsabel, quien apenas “solloza” (101), encontraposición a su marido, quien “vociferaba”(101). Así, Ana María es testigo de lainferioridad de rol ejercida por la mujer en sucontexto más cercano. Posteriormente, AnaMaría se convierte en víctima de este proceso desubyugación al entregarse sexualmente a suprimo (104), cuyo posterior “cobarde abandono”ocasionó “la más desordenada y trágica [edad]de [su] vida” (105). En este sentido, el personajefemenino se degrada, su “carne humillada”pertenece al hombre (107), entrando así en elpoder patriarcal que va a definirla de allí enadelante.La voz narrativa de La amortajadaintensifica la subyugación natural de laprotagonista por medio de un intento fallido dedisidencia frente al poder hegemónico. Esteaspecto se manifiesta especialmente después delmatrimonio, en tanto Ana María se rebela ante elorden social al no ocultar su desazón por estarcon Antonio, quien “no era el tirano ni el seranodino que hubiera deseado por marido” (138).Debido a su infelicidad, el marido la “devuelve”a su padre por un tiempo, poniendo en contextoel valor material de la mujer en el contextonarrativo (139). Sin embargo, su victoria morales transitoria, en tanto se sorprende “de no


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 15encontrar razón de ser a [su] vida” (140). Así,tras soñar que “amaba a su marido” (140),anhela su vuelta para, en definitiva, entendersecomo ser subyugado dentro de la mecánicasocial de la narración. <strong>Final</strong>mente, el personajese adscribe al orden “natural” de las cosas yaprende “a refugiarse en una familia, en unapena, a combatir la angustia rodeándose de hijos[y] quehaceres” (142), lo que la convierte en unamujer “más limitada y mezquina” (143),culminando así su degradación existencial.A manera de conclusión, es posibleobservar la intención de la voz narrativa pormostrar a Ana María como prototipo de lasubyugación femenina, en tanto la enuncia como“Ella” al principio de la novela (95). Ladistinción genérica marca su destino ontológicoe intensifica su degradación como un patrónuniversal determinista de la mujer en el contextode la obra. Por tal razón, “Ella” decide“quedarse crucificada a la tierra”, para, al fin,“descansar, morir” (163), y en ese sentido,superar el sino trágico de subyugación que hamarcado su existencia al regresar a la naturaleza,el “vientre de la madre” donde no serádegradada por el poder patriarcal (195).Literatura Chilena 13.17 (Junio 2012):133-46. Impreso.Williams, Lorna. “The Shrouded Woman:Marriage and Its Constraints in theFiction of María Luisa Bombal.” LatinAmerican Literary Review 10.20 (1982):21-30. Impreso.Obras consultadasBombal, Maria Luisa. La última niebla/Laamortajada. Barcelona: Seix Barral,2010. Impreso.Guerra Cunningham, Lucía. “Naturalizacionesdel deseo y el saber de los textos enMaría Luisa Bombal”. Anales de


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 17para trabajar como intérprete en las NacionesUnidas. No sabemos si lo hizo o no; sinembargo, sus irónicas ideas traducidas a variosidiomas han hecho pensar, reflexionar y reír amuchas naciones que esperemos sigan unidas, almenos, otros cincuenta años más.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 18Rincones de BogotáJ. PaganoColibrí citadinoDominación


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 19Gabriel García MárquezEl sur


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 20GatunoLaboratorio de ratas


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 21Love Bird and the Cherry TreeMariachi


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 22Mirada sabiaShaman look


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 23Televisión(Hay un) pare


Zorro de ciudadLuna creciente 3 (Fall, 2014) - 24


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 25SnakeVerónica Pérez GómezUniversity of Wisconsin–MilwaukeeSlithering in the groundYour skin so glossy and softUnder the moonlight shadow,Moving forward silentlyVery quiet finding your prey.Hidden behind the bushesPut your tongue outWhistle your melodyWaiting for the rewardWhich appeases your appetite.I am amazed at your intelligence,Planning your perfect attackYou delight in murdering to feed yourself,It makes you stronger and bolderAnd I am captivated by your whole being.Here it is your most wanted,You hypnotize the dumb mouseWith your penetrating gazeAnd suddenly, without prior warning,Pounce on the scared creature.It is indescribable the way you feel,How you savour at the same timeThe meal you wanted so much,And the sweet taste of your successOnce finished, return to your hideout.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 26The RugÁngel Isaac Rivera (AIRivera@uwm.edu)University of Wisconsin–MilwaukeeThe rug is solid, yet, elusive with its wit.A contrast of hues is what I notice,as I sitThe clock ticks, “tick”a child anticipates the minuteAs viewers click the remoteas I sitas you litan ember of knowledge.Remember the mileage we’ve traveled since then?Discern the difference between a chicken and a hen‘pollito chicken, gallina hen lapiz pencil y pluma pen’and again I confess, we’ve come so far,you’re already financially stable, working overtime the daysI feel time reverbing, our perspectives curving, my mind serving knowledge in itself!As I sit and, fix my mindTo a day,Back when the clock was not made and you weren’t paid,to Christians “saved”,Before we boarded una yola, an economically impoverished boat!Years later we’re in bliss as we gloatSo noteThe matters that matter the most to the host and,erode the feeling of warmth.It is cold.And you have been sold brother and sister to an egalitarian façadeWhich now, it is time to solder our contemporary identitieswith that of our mothers, fathers and kin in order to win!Whilst there’s a bin as I sit and compare answers so distinct to a blatant dareA frightened stare is the ideal of your mind to conform every timeThere’s a sign that is fine that follows a blind line and you cannot contain it,Repress the distress as the anger boils which foils under pressureBrother and Sister, this isn’t a lecture because knowledge wise I am not above you!I respect youexcept that,as I sit, you’re set to do something out of both characters and I cannot lose you!I miss you.The rug is solid, yet, elusive with its wit.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 27This DayÁngel Isaac Rivera (AIRivera@uwm.edu)University of Wisconsin–MilwaukeeI provided my day to youmy Taína Princess,but you deprived me of my sleep.I gave you my morningafternoon and you had to leave by the evening.As I gazed into your eyesI felt my pupils dilatemy cheeks expand and my body become still,still,you were emotionless.I gave you my day: minutes and hourssince I thought that you were second to nonebut today—I sit where we stoodand coast towards the knowledge that is painwhich is my futile reality.In a few,I will get upget on my bicycleand coast towards comfort on an uncomfortable seat—only to fall asleepand dream if you would have just stayed through the evening—this day.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 28Imperialist DreamÁngel Isaac Rivera (AIRivera@uwm.edu)University of Wisconsin–MilwaukeeI had once seenthrough a binocular dreaman imperialist decision:to take over the sea.I was only a child,when my father had passed.Our neighbors took the trees.The neighbors cut the grass.I was only a childwhen my mother grew sick,yet she worked with ambitionto ease the transitionof making a decisionwith tremendous precisionat a time of envisions.Her Vision was mine.This occurred in my mind...We were able to leave.The neighbors still stole our treeand eventually our keyAt least,We had left with our sanity.In a dream of partial reality,ironically, an irrational catastrophe.I agreed, that this wasn't my mastery,but more of a mystery,history,with no documentation.I had once seenthrough a binocular dream:a new land, a new homeWhere people aren't seenWhere value isn't greenThere my family was king.We were all kinaway from sin,Foreign to HIMno praises, no hymnsTo whom?


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 29I had once seen,My mother with no forcemy brother's hands coarsemy dream was the source.We strived to livein seclusion alone,we did not speak,we were humans no more.We used to be four,for the sake of content,more than I meantTo alter and lamentI went,to the source of my thoughtsand was sent to the lot,of my subconscious rots.I had once seen through a binocular dream:a world only mine: my imperialist dream.My imperialist dreamwas more than a scheme,too much to redeem, but alone with no team.A nightmare itselfI erased all humanity.In my imperialist dream,I was left with my family.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 30The WolvesÁngel Isaac Rivera (AIRivera@uwm.edu)University of Wisconsin–MilwaukeeWe might be young, especially me, but you will one day be mine.I admit, I failed on getting you the first time; which, hurt me like hell, but at least I got theopportunity to test the waters. Your waves were a challenge; I was sailing on a raft.Time becomes indefinable, I have trouble seeing passed the mysterious fog that you exert. Thoseare the moments in which I really become pensive in the satisfaction of your charisma. Troubles becomeever more apparent when in those times you didn't return my phone calls. I understand now, as MotherNature is alone, you strive to be independent.The wolves are howling. They are stalking their prey. It is 11:56 pm, and I'd thought I'd surprisethe girl that I'm lust filled for, except that I am not on my grounds and she looks as if though she is havingtoo much fun. Luckily, this club is big, and just as much men are buying her drinks as women areapproaching me, to chat. Small talk is all I give them, I'm busy watching a maestro squeeze every lastpence worth out of those suckers."Hey, baby boy" I hear a voice say, with an obvious cigarette smoke stench following her echo.I twist my body to face her; I turn back around, unimpressed. My pet peeve is: women with toomuch makeup, and especially those that think that they are hot stuff, that make an attempt at you, andexpect you to buy them a drink. That is nonsense.My cell phone begins to vibrate. I check who it is and it is the woman I came to surprise calling. Inotice that she is no longer at the bar. I reject the call. I have an undisputed record this year of dismissingmany mamis; their flaws are just not worth what little they bring to my table. I pick my jacket up and slipout the back door. I receive a text from the certified money guzzling, man deceiving player.-Hey, if ur still up, would u like 2 catch a bite.I get into my car, and wait a few minutes.-I don't fish.-lol I meant do u want to eat with me.Now I am half way home, at a red light.The wolves have drunk, now stumble, and will drive.I am a tiger though. Pack-less, I go home.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 31Tienditas / En el Lago de AtitlánÁngel Isaac Rivera (AIRivera@uwm.edu)University of Wisconsin–MilwaukeeTienditasEn el Lago de Atitlán


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 32Rincones de GaliciaPaula Rodríguez-AbruñeirasUniversity of Wisconsin–MilwaukeePazo de Emilia Pardo Bazán en Oleiros, A CoruñaPazo de Emilia Pardo Bazán en Oleiros, A Coruña


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 33Campus universitario en Santiago de CompostelaLa Torre de Hércules de noche, A Coruña


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 34En realidad ya ni siquiera importaMiguel Rojo PoloUniversity of Wisconsin–MilwaukeeEn realidad ya ni siquiera importa, después de tanto tiempo. Pero joder, por qué cada vez que teveo salgo corriendo, lo más alto que puedo, para que no me veas, pero que sepas que estoy ahí. Y meescondo en la luz, delante de ti, pero no te hablo, te dejo de lado. Otro de mis muchos juegos infantiles,inventados a mi edad. Y lo peor es cuando te pienso, junto al frío de mi ventana, otro escondite que meinventé. Tambores y gritos, y si me apuras golpecitos de uñas. Ya tengo la nueva excusa para engañar almundo, para volver a ocultarme enfrente de esta mentira. Para que ni tú me conozcas.10 de abril de 2013


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 35La foto hacía reírMiguel Rojo PoloUniversity of Wisconsin–MilwaukeeLa foto hacía reír. Se le veía posando junto a un paisaje idílico. Lo alto de una montaña dejabaver todo el valle que caía a sus pies, verde, frondoso. Incluso se presentía un río entre todos esos árbolesque parecían algodones pintados. Y en el centro él, de pie, mirando a la cámara. Llevaba una gorra que apesar de estar desteñida por el sol, era tan nueva que la visera se levantaba dejando ver la gran frente,sudorosa por el ascenso. Los pantalones eran cortos, muy cortos. Se veían deformados y agrandados porla cantidad de objetos que había guardado en ellos. Eso y las esqueléticas piernas que padecían el peso deun tronco agrandado en el gimnasio. Los pantalones estaban rematados con una riñonera verde fosforito.Le colgaba frente al abdomen y se inclinaba hacia abajo, como queriendo separarse del suéter azul de suportador. Este estaba remangado, dejando ver el reloj con más de 15 funciones, de las cuales solo habíausado 3, y dos pulseras, una roja y otra negra.Todo este en sí no daba razones para la carcajada, aunque sin duda yo me reí. Fue el últimodetalle, el que cerraba la foto. Esa sonrisa forzada, como sacada de lugar, la que, en comparación con larelajación del paisaje, mostraba la completa falta de habilidades sociales del chico. Su completodesentendimiento del estar y la incomodidad del encontrarse en esa situación.Si le conocieseis también os reiríais.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 36Payasos y mofetasMiguel Rojo PoloUniversity of Wisconsin–MilwaukeeApestáis. Lucháis por entrar a un mundo que os odia, os desprecia, que os vuelve como él. Osaferráis a un sueño que duele, que hace sangrar y llorar, y que no deja ver la luz del sol. Y os gusta.Algún día, cuando miréis recelosos a esos “niños” que, orgullosos y con ganas, viene aarrebataros vuestro poder, recordareis que no son más que un reflejo de vosotros mismos, y por unmicrosegundo sonreiréis, antes de cerrarles puertas, de ponerles zancadillas y de reíros de su prosaescamada e imberbe.Especialmente tú. La que se jactaba de su pseudo hipismo alternativo, que no se queda más queen llevar una falda de segunda mano. O tú, quien reías de estas bobadas que no llevan a ninguna parte,pero que forman parte de la tradición. O incluso TÚ, quien entre mantas me decías lo aburrido de todoesto, y como el buscar un escape era lo único que te mantenía vivo. Todos os convertiréis en aquello queno soñasteis. Ya incluso lo veis en vuestros nuevos compañeros, con sus hijos, con sus coches, con susbarrigas. Vuestros hijos, vuestros coches, vuestras barrigas.El circo está en la ciudad, y llega justo a la hora pedida. Todos hicimos la cola para entrar, perosolo los que os quedasteis tenéis el monopolio de la risa, esa risa que nos habéis arrebatado. Miradme condesprecio pues no soy más que un payaso. Pero vosotros, vosotros seguís apestando.3 de agosto de 2014


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 37Reformulando el esperpento, (re)describiendo España:los casos de Crimen ferpecto (2004), Balada triste detrompeta (2010) y La chispa de la vida (2011), de Álex Dela Iglesia. 1Mario Sánchez GumielUniversity of Wisconsin–MilwaukeeEntre los muchos frentes abiertos por lacrisis económica iniciada en 2008, la cuestión dela identidad nacional permanece todavía en unsegundo plano para el grueso de la poblaciónespañola, víctima de urgencias materiales másapremiantes. Este “Ser de España” no es, pese adicho posicionamiento hoy secundario, un temaque no haya sido tratado en la historia del país.¿Qué es España? Aunque a finales de la EdadMedia predominara un sentimiento positivo yAlfonso X llegara incluso a decir que “[p]uesesta España que decimos tal es como el Paraísode Dios” (Primera crónica general de España1), pronto acabaría por instalarse un sentimientode decepción general que, desde el grotescocervantino del Quijote al desencanto de lospoemas quevedesco, terminaría por adueñarse deesa supuesta “identidad” española.Es, no obstante, en 1898, el “año deldesastre,” donde se plantea este debate sobre el“Ser de España” de una manera consciente yponiendo al país como objeto de estudio (Pinedo133–35): “España sin pulso,” escribe FranciscoSilvela el 16 de agosto en el diario Tiempo.“España invertebrada,” sentencia Ortega yGasset en 1921. La identidad española es algoque se revela deprimente, negativo, resultado deuna nación abúlica y desorientada. Durante elsiglo XX, la dictadura de Franco, primero,buscará lo racial del español tanto en elfolclorismo como en lo religioso (en larecuperación, en suma, de un pasado gloriosoque no es sino copia de los movimientossocialistas de entreguerras) y la España post–franquista, después, luchará por mostrarseabierta al mundo, cosmopolita y pujante. Lacrisis desatada en 2008, sin embargo, acabaenfrentando de nuevo al país con el quijotismocervantino, el desencanto quevedesco, la falta depulso de Silvela y la invertebración de Ortega. Yla pregunta, otra vez, aparece: ¿qué es España?“No sabemos lo que nos pasa y eso esprecisamente lo que nos pasa” escribió Ortega yGasset (Obras completas III, 38–39). España esla deformación de Europa según Ramón delValle Inclán a través de su personaje MaxEstrella en Luces de bohemia (1924).Desorientación y deformación. Aunque elaborarun argumento acerca de la “identidad española”es contraproducente por cuanto es una actitudque socializa comportamientos individuales yparece supeditar el devenir individual a una


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 38especie de genoma colectivo que impide lalibertad personal, tales desorientación ydeformación han sido siempre palabrasconstantes en todo intento, mínimamente serio,por descifrar una posible esencialidad española.España, en síntesis, como un territorio grotescoque, ante la falta de un objetivo claro, buscaemular modelos (económicos, sociales yculturales) extranjeros y, como resultado de esaimitación, distorsiona todo lo que toca. Citandoa Paul Ilye y Kayse, Podol esgrime que el que logrotesco haya sido desde hace muchos años laforma elegida por artistas e intelectualesespañoles para visualizar el país descansa en elhecho de ser ésta una tierra de tradicionalismo yrepresión en la que ese grotesco ha acabado porconvertirse en agresiva arma de autodefensa que,en esencia, representa un nuevo tipo de realismo(194–95). En esa elección de lo grotesco comoforma estilística más adecuada para hablar deEspaña, el esperpento representa su máximaexpresión. Lo esperpéntico como forma deexpresión implica “deformación […]distanciamiento […] y actitud crítica” desituaciones y personajes en los que estos últimosaparecen reducidos a meros “fantoches yabstracciones” ((Morán Paredes 4); una “voz[…] que designa lo feo, lo ridículo, lo llamativopor escaparse de la norma hacia lo grotesco omonstruoso” dentro de un entorno que mezcla loreal con lo pesadillesco (Zamora VicenteXXIX).Dentro del actual contexto culturalespañol, el cineasta bilbaíno Álex de la Iglesia(1965) es uno de los pocos, si no el único, queha abogado abiertamente por un uso pleno ytotal de lo grotesco en el retrato de un país queha intentado denodadamente parecerse a otros ysolo ha obtenido deformidades. A más de veinteaños de su debut en el largometraje con Acciónmutante (1992), la carrera de De la Iglesia siguedesarrollándose para sostenerse en uno de lospocos géneros estilísticos puramente hispanoscomo es el esperpento mezclándose conelementos de la cultura popular estadounidensepara reformular, al final, dicho esperpento yretratar así la identidad española contemporánea(Divine 336). El presente texto esboza algunasideas acerca de la reformulación que delesperpento lleva a cabo Álex de la Iglesia desdelos inicios de su carrera mediante la mezcla conelementos de la cultura popular estadounidense.Para ello, he seleccionado para ello tres títulosque cubren distintos períodos de la Españacontemporánea: Crimen ferpecto (2004), Baladatriste de trompeta (2010) y La chispa de la vida(2011), aunque otros filmes suyos como Muertosde risa (1998) y La comunidad (2000) sonsusceptibles de idéntica aproximación.Licenciado en Filosofía por launiversidad de Deusto, la trayectoria de Álex dela Iglesia en el largometraje se inicia en 1992con Acción mutante; filme que, pese a su fracasocomercial, representa una absoluta novedad en elpanorama cinematográfico español de principiosde los 90 tanto por su desmarque de la tendenciadominante del cine del momento (los estertoresde la, hoy recordada como infausta, Ley Miró,


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 39que buscaba facilitar, subvención estatalmediante, la producción de filmes de calidad,filmes hechos por nuevos directores, películaspara niños y obras experimentales en detrimentode títulos puramente comerciales [Triana-Toribio 112]) como por su apuesta por ungénero tan codificado como la ciencia-ficción ytemas como el cuerpo mutilado y la sangre. Susegundo trabajo y aún su título más popular, Eldía de la bestia (1995), es una mezcla deaventura quijotesca y satanismo en medio de unMadrid apocalíptico que se salda con uninmenso éxito popular y crítico. Tras PerditaDurango (1997), única experiencia enHollywood, y Muertos de risa (1999), en el año2000 estrena La comunidad, que abordaabiertamente esta mencionada unión delesperpento con elementos de la cultura popularestadounidense. Así, entre sus fotogramas secuelan tanto una trama que va desde el sainete alo grotesco como homenajes a Matrix (Andy yLarry Wachowsky, 1999) o Star Wars (GeorgeLucas, 1977). Aunque descompensada, Lacomunidad es un gran éxito. Tras ella siguen 800balas (2002) y, en 2004, Crimen ferpecto.Crimen ferpecto narra la historia deRafael (Guillermo Toledo), un hombre al que legustan el lujo y las mujeres. Trabaja en unosgrandes almacenes y opta al puesto de Jefe dePlanta pero, por una serie de circunstancias,durante una discusión mata a don Antonio, surival para dicho puesto (Luis Varela), con ladesgracia de ser descubierto por Lourdes(Mónica Cervera), la empleada más fea delcentro comercial. Desesperado, logra deshacersedel cadáver con la ayuda de Lourdes y consiguecon el ansiado puesto de Jefe de Planta. Perocuando por fin se cree a salvo, empieza a sufrirun chantaje sexual por parte de ésta. Viendopeligrar su libertad y todo lo que siempre hadeseado, Rafael decide matarla instigado por elfantasma de don Antonio, el cual se le aparececual cartoon de la Warner Brothers o HannahBarbera.Crimen ferpecto, que combina comedia,acción y terror, presenta al prototípico machoibérico seductor, machista, que le gustaaparentar lo que, en verdad, no es. Presentado enoff visual al comienzo del relato como untriunfador sobre el que todos hablan conveneración por ser “un mago, una bestia, unanimal nacido para vender,” su primer plano, sinembargo, lo muestra desnudo y en unapartamento vacío. “Es algo temporal,” dice, yaque prefiere no tener nada hasta conseguir lo quequiere antes que estar rodeado de cosas vulgares.Su mundo es la planta de los grandes almacenesdonde trabaja; un mundo artificial y “perfecto”donde domina la apariencia. Por su parte,Lourdes no es el arquetipo de mujer fea–pero–buena, sino un ser abyecto que busca, con suchantaje, saciar años de rabia y frustraciónsexual. Rafael y Lourdes son dos personas, ensuma, que no quieren ser lo que, en verdad, son:gente mediocre e imperfecta. Rafael no es untriunfador aunque lo pretenda (don Antonio leremarca, poco antes de ser asesinado, que él“solo es un simple vendedor;” frase que desata


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 40su ira) y Lourdes nunca disfrutará de unarelación sentimental normal por mucho quealimente la fantasía de vivir una con Rafael. Elhecho de situar la acción del film en unosgrandes almacenes refuerza continuamente estaidea de mascarada. Pese al aparente esplendor(la luz, la música, la disposición de losobjetos…), lo deformado asoma sin piedad: lossubalternos de Rafael son bajitos, feos y buscanconvencerse de llevar vidas felices. Lasdependientas, pese a su belleza y su aspecto demujeres liberadas tanto en lo personal como enlo profesional, en realidad son víctimas de vidasmatrimoniales insatisfactorias y se muestransumisas ante el machista Rafael. Todos, endefinitiva, pretenden ser lo que no son, pues loque son no es más que la deformación de unideal que no tienen, pero en el que creen vivir.No hay, en ese sentido, una reivindicación de laimperfección (Sen 156) sino la constatación delasco hacia una realidad que asfixia y ante la quelo único que cabe es la mascarada, locarnavalesco y lo siniestro de dicha fachada.Con Crimen ferpecto, de la Iglesiaofrece su retrato, si bien desigual y noplenamente conseguido (el último tercio sedesvía hacia lo pirotécnico y lo físico antes queha profundizar en la repugnante relación que seestablece entre Rodolfo y Lourdes) de la Españade principios de siglo; la España dominada porel endeudamiento y el gasto descontrolado; porel deseo de querer ser como otros países, peroincapaz de enterrar una realidad que se ve comocruel y se empeña en no desaparecer. En estesentido, resulta paradójico que eldesencadenante de todo el conflicto sea lacompra, por parte de una clienta, de un abrigo devisón con un talón sin fondos. Pagar algo con undinero que no se tiene, pero que se tomaprestado para calmar una insatisfacción de otrotipo. Todos fingen. Ni siquiera al final al finalcon Rafael simulando su muerte y montando unpequeño negocio… en una de las calles conmayor prostitución de Madrid, o Lourdes (quealcanza el éxito profesional con una línea deropa pero, como bien señala el fantasma de donAntonio, “es solo una moda”), los personajesparecen tener asegurado un futuro normal.En su momento, Crimen ferpecto tuvouna acogida crítica muy tibia, pero el tiempo laha situado como uno de los mejores trabajos dede la Iglesia y una de las más sobresalientescomedias negras del cine español reciente. Trasella, de la Iglesia realiza la película paratelevisión La habitación del niño (2006) y undelicioso filme detectivesco en tierras británicas,Los crímenes de Oxford (2008). En 2010, filmaBalada triste de trompeta, ganando el León deOro en el festival de cine de Venecia. Filmabsolutamente demencial y alucinante, bajo elcontexto de la Transición española ycombinando el documento histórico con géneroscomo la comedia, el terror, la acción o elmusical, narra la historia de Javier (CarlosAreces), un joven que empieza a trabajar depayaso en un circo. Su padre fue tambiénpayaso, pero la Guerra Civil le obligó a ir alfrente y murió. En el circo conoce a Susana


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 41(Carolina Bang), la novia de Sergio (Antonio dela Torre). Sergio es el otro payaso de lacompañía. Es violento, machista, estádesequilibrado, hace chistes sobre bebés muertosy es payaso porque, si no, “sería un asesino.” Enun ataque de celos, Javier le desfigurahorriblemente y, enloquecido, huye al monte.Por un tiempo, vive como un salvaje hasta quedecide volver por Susana. Tras desfigurarse lacara y armarse hasta los dientes, regresa aMadrid. El final, en el Valle de los Caídos yrodeado de cadáveres, le enfrenta a Sergio por elamor de Susana, pero es la propia Susana la queacaba falleciendo.Balada triste de trompeta, filmextraordinario, excesivo, enloquecidamentemanierista, brilla por su tono salvaje y bizarro.Comenzando por unos títulos de crédito donde,en apenas dos minutos y mediante un collage deimágenes que mezclan desde el Boris Karloff deFrankenstein (James Whale, 1931) al LonChaney de The Phantom of the Opera (RupertJulian, 1925) pasando por Hitler, Rachel Welch,Ronald Reagan, Lola Flores, Flash Gordon o loscuadros de Goya y Solana, de la Iglesia logracondensar todo su rico universo creativo; ysiguiendo luego con una narración llena deralentíes, ojos de pez y montaje sincopado quederiva, sin embargo, en una textura yhomogeneidad fascinantes, el film prescinde decualquier atisbo de verosimilitud. Mientras latrama avanza contando las desventuras de Javiery Susana contra Sergio, de la Iglesia aprovechapara introducir (de manera ficticia) elementos dela historia reciente de España como, porejemplo, el misterioso accidente que sufrióFrancisco Franco durante una jornada de caza en1961 o el atentado, en 1973, del coronel CarreroBlanco (en la historiografía del país, el inicio delfin de la dictadura), los cuales se integran demanera orgánica con la trama principal como enZelig (Woody Allen, 1983) o Forrest Gump(Robert Zemeckis, 1994),. El retrato de losmilitares franquistas, también, está hecho desdeuna perspectiva fuera de todo rigor histórico. Porejemplo, el coronel Salcedo (Sancho Gracia)pierde un ojo en la guerra y reaparece, cuarentaaños después, con la cavidad ocular fosilizada enuna imagen que retrotrae a los freaks de TodBrowning y monstruos del cine mudo como elcitado Lon Chaney o el Conrad Veidt de TheMan Who Laughs (Paul Leni, 1928). Lassecuencias de acción, por su parte, lejos decualquier atisbo de realismo, detentan una claraintención de ofrecer espectáculo como, porejemplo, su final en el Valle de los Caídos, queremite a clásicos como King Kong (Merian C.Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1932) o Northby Northwest (Alfred Hitchcock, 1959) en sutoma de un espacio geográfico concreto y suconversión en escenario de una ficción.Aunque Balada triste de trompeta fueun film muy criticado por hablar de la dictadurafranquista desde una perspectiva alejada de todaseriedad, tuvo una respuesta popular muypositiva. De la Iglesia (un cineasta muyconsciente, como Alfred Hitchcock, de lanecesidad de entretener al público) elabora un


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 42producto puramente hispano por cuantoesperpéntico y en el que este esperpento actúacomo substrato del resto de influencias. Adiferencia de Crimen ferpecto (donde aúndominaba la referencialidad), en Balada triste detrompeta los elementos culturales importados seajustan al esperpento. De la Iglesia consigue, deeste modo, no copiar otras formas estilísticassino reelaborar dicho esperpento hasta crear untodo y producir una unidad nueva. Suplanteamiento de narrar las convulsiones de lahistoria reciente de España desde unaperspectiva cruce entre lo grotesco español y laficción narrativa estadounidense es resultado,primero, tanto de una perspectiva libre deprejuicios a propósito de cómo tratar dichosepisodios históricos como, segundo, de unconocimiento, serio y riguroso, de la dichaficción estadounidense, que va desde los comicsde Superman y Batman a Steven Spielberg, TheTwilight Zone (1959) y Night Gallery (1969), deRod Serling o, más recientemente, QuentinTarantino e Inglorious Basterds (2009).Frente a Crimen ferpecto y Balada tristede trompeta, La chispa de la vida (2011) sepresenta en cambio como un relatoestéticamente en las antípodas. En él lo queprima es, básicamente, la contención. Se trata deuna comedia agridulce ubicadacronológicamente en medio de la crisiseconómica desatada en 2008 y que aborda, demodo directo, tanto la cuestión del desempleocomo, sobre todo, la pérdida de autoestima quese ha cebado con el grueso de la ciudadaníaespañola. La trama, adaptada por RandyFeldman de un guion de Billy Wilder para Acein the Hole (1951), es sencilla: Roberto (JoséMota) es un publicista de cuarenta y tantos añosque lleva dos en el paro. Luisa (Salma Hayek)es. Le anima constantemente y le repite que susituación se solucionará pronto, que es un granprofesional, un buen padre, un hombre íntegro.Roberto visita a unos antiguos compañeros paraque le ayuden con algún proyecto, pero soloobtiene negativas. Deprimido, en vez de volver acasa, marcha a Cartagena (Murcia) para reservaruna habitación en el hotel donde pasó la luna demiel con Luisa. El hotel, sin embargo, ya noexiste. En su lugar, hay un teatro con ruinasarqueológicas que esa misma noche va a serinaugurado. Por una serie de circunstancias,Roberto cae desde una gran altura y se clava unhierro en la cabeza, pero la casualidad hace quese cree la paradójica situación de que dichohierro no le afecte al cerebro aunque quitárseloresulte peligroso. Roberto está, así, paralizado.Llegan la policía, los médicos y la televisión. Derepente, a su alrededor comienza a crearse unespectáculo y un dilema: ¿Qué hacer? Quitar elhierro supone arriesgar su vida y que sedesangre, pero dejarle allí pone en peligro lainauguración del teatro y que la herida se leinfecte. El alcalde de la ciudad, la arqueóloga,periodistas, doctores; todos dicen qué es lo másconveniente, pero nadie hace nada. Y mientras,el tiempo pasa y Roberto empieza a sentirsecada vez peor…Quizás por su voluntad de no querer


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 43alterar en exceso el fondo de lo que se narra, lacontención en La chispa de la vida hace que ladescripción de una determinada realidadespañola sea más evidente. La elección delescenario vuelve a ser, igual que en Crimenferpecto y Balada triste de trompeta,fundamental para entroncar el film con latradición esperpéntica pese a su manejo de loscódigos de la más convencional comediadramática estadounidense. Si en aquéllos eranunos grandes almacenes y un circo eran losescenarios del embuste y el horror, ahora se tratade un teatro (paradigma de lo cultural sobre elque, sin embargo, circulan intereses que pocotienen que ver con tal adjetivo) el que acoge lagalería de fantoches y abstracciones que hacíamención Zamora Vicente. En ese escenario, Dela Iglesia denuncia temas muy presentes en laEspaña de hoy: desde la manipulación que losmedios de comunicación han hecho del dramadel paro (los cuales, bajo la excusa de buscar sulado humano, a lo que se han dedicado es adepredar en la desgracia ajena) hasta lacomercialización a cualquier precio de lanecesidad de dichos desempleados por salir delestancamiento económico, social y mental al quese han visto abocados, lo grotesco aquí parece enprincipio atemperado, pero no por ello deja deser grotesco y tender hacia lo feo, lo ridículo y lodeforme. A de la Iglesia apenas le hace faltadeformar estéticamente lo que, por fondo, yaestá deformado: empezando por la situaciónmisma de Roberto hasta las actitudes de aquellosque se mueven a su alrededor, todas ellasplanteadas de un modo natural y cotidiano, peroabsurdas en su significado (el médico que hablaemocionado con su familia porque va a salir entelevisión antes que estar preocupado por eldrama de Roberto, el guardia jurado que graba aéste con su teléfono móvil o Johnny [FernandoTejero], antiguo compañero de Roberto con elque negocia generar un product-placement en ellugar de los hechos a cambio de hacerlefamoso), los personajes absurdos y crueles van,poco a poco, desplazando a aquellos que, sinembargo, muestran algún tipo de sentido comúncomo Mercedes (Blanca Portillo) o Pilar(Carolina Bang). Roberto incluso accede a estalocura de la mascarada, consciente de lagravedad de su situación no solo en esemomento sino en los dos años que ha estadodesempleado (y los cuales, como bien dice, sonla prueba de que no va a volver a trabajar en suvida) y opta por sacar beneficio de la desgraciaaccediendo a ser entrevistado en la televisión acambio de que su familia y (a pesar de lanegativa de Luisa) reciba dos millones de eurosy no le falte de nada en el futuro. Al final Luisa,el único personaje consciente de la surrealistasituación que está viviendo, rechaza el dinero dela entrevista que Roberto, ya muerto, haconcedido. España, devorada por los apuroseconómicos (parece decir De la Iglesia) es aúnuna sociedad que no puede ni debe venderse acualquier precio bajo el chantaje de la necesidadeconómica. Pese a la muerte de Roberto, esposible afirmar que se trata de uno de los pocosfinales felices en la filmografía del director o, al


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 44menos, más esperanzadores, señal de que De laIglesia, pese a su confesa decepción de larealidad (Sen 154), cree que una solución éticaal momento actual del país es posible.La España de de la Iglesia es unaEspaña que, sin negar su papel en el mundomoderno, no debe olvidar (al menosestilísticamente hablando) sus raíces. Ésa es laidea que subyace en Crimen ferpecto, Baladatriste de trompeta y La chispa de la vida.Deformada o desorientada, es una nación que,ante todo, sabe (y debe) reírse de sí misma (biende sus desmedidas ansias por querer ser comootros países, bien enfrentándose a su propiopasado, bien abordando un drama humano tanoscuro como la falta de empleo) y es en esecontexto donde puede reafirmar parte de suidentidad. Su último trabajo, Las brujas deZugarramurdi (2013) reincide en este punto dedistorsión crítica de la realidad para reflejarlaobjetivamente con su cuestionamiento delfeminismo políticamente correcto (a la vez queautoritario), que ha invadido el país en losúltimos años. Es posible que el problema deEspaña sea que no sabe lo que le pasa, pero Dela Iglesia sí ha conseguido saber cómo expresarese problema recogiendo, actualizando yasegurando para el futuro esa capacidad paradeformar todo lo que toca tan reconocible ypuramente española como es el esperpento.Notas1. Este texto fue presentado en el panel“Redescribing Iberian National Identities in aTime of Financial Crisis” del 55 th AnnualMMLA Conference, celebrado el 9 denoviembre de 2013 en Milwaukee (Wisconsin).Obras consultadasAlfonso X el Sabio. Primera crónica generalde España que mandó componerAlfonso el Sabio y se continuaba bajoSancho IV en 1289. Ed. RamónMenéndez Pidal. Madrid: Gredos, 1955.Impreso.Del Valle-Inclán, Ramón. Luces de bohemia.Ed. Alonso Zamora Vicente. Madrid:Espasa-Calpe, S.A., 1973. Impreso.Divine, Susan. “Genre, Space, and the Roleof the Individual in the Films of Alexde la Iglesia.” Capital Inscriptions:Essays on Hispanic Literature, Filmand Urban Space in Honor ofMalcom Alan Compitello (2012):335–56. Impreso.Morán Paredes, Ángel. “El esperpentocinematográfico: de El pisito a Crimenferpecto.” Cuadernos de documentaciónmultimedia 17 (2006): 3–10. Impreso.Pinedo, Javier. “Ser otro sin dejar de ser unomismo: España, identidad ymodernidad en la Generación del98.” Cuadernos americanos 14.2(2000): 132–64. Impreso.Podol, Peter L. “The Grotesque Mode inContemporary Spanish Theather andFilm.” Modern Language Studies15.4 (1985): 194–207. Impreso.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 45Sen, Kanishka. “Frenetic Provocations ofImperfections in Crimen ferpecto.”Philological Papers 54 (2011): 151–57. Impreso.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 46Alguien observa en secreto: la función del narrador y elvalor del punto de vista en Los adioses, de Juan CarlosOnetti. 1Mario Sánchez GumielUniversity of Wisconsin–MilwaukeeLa pregunta la enuncia Hilario J.Rodríguez con absoluta claridad: “En un mundocada vez más globalizado, ¿cómo entender hoyen día la importancia del punto de vista en unanarración?” (“Puntos de vista” 26). En Losadioses (Juan Carlos Onetti, 1954), el punto devista lo es todo. Está por encima del tema de lanovela (el amor), de sus personajes (bastantetriviales) y del hecho que se narra (un triánguloamoroso). Si la novela hubiera sido escrita de unmodo convencional (entendiendo porconvencional mediante un narradoromnisciente), no habría resultado más que otrorelato donde, dicho de manera general, unhombre se relaciona con dos mujeres. Elpropósito de este ensayo es esbozar brevementela función del narrador y el valor del punto devista en Los adioses como medio deenmascaramiento de la realidad que, en verdad,acontece a lo largo de sus páginas.Los adioses no está narrada de un modoconvencional, sino a través de la mirada de un(innombrado) personaje que actúa comoespectador de una serie de acontecimientos quejuzga, manipula y, al final, transmite al lector.¿Quién es ese personaje que nos muestra lo queleemos y lo que, en consecuencia, se forma ennuestra cabeza durante la lectura? ¿Quién, endefinitiva, narra en Los adioses? Los estudiosossuelen coincidir en que dicho personaje quenarra los acontecimientos es una personaperturbada (Hancock 19) que “curiosea, desde sumostrador, un vivir ajeno (del que sabe principioy fin pero cuyas etapas intermedias quieredescifrar)” y que obtiene como resultado un“lector contaminado [intentando] unainquisición semejante [y] procurando dominarno sólo el itinerario del personaje narrado sino eldel mismo narrador” (Malloy 7). El lector asiste,de esta manera, a una historia filtrada por unnarrador dentro del propio relato, la cual (dadaprecisamente esta falta de omnisciencianarrativa) es por fuerza una historia incompletaen su tarea de describir los hechos narrados.Paradójicamente, esa historia incompleta es laque termina perdurando en el lector,condicionándole y haciéndole asumir (a pesardel giro final) que los hechos a los que asiste sonverdaderos. El narrador en Los adioses no ve,sitúa, en aras de poder manipular la realidad a suconveniencia. Es un personaje que, como Maisieen What Maisie Knew (Henry James, 1897) oBriony Tallis en Atonement (Ian McEwan,2001), observa las cosas sin comprenderlas pues


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 47únicamente le basta con disponerlas en cadasituación y, como consecuencia de esta falta deverdadera comprensión, propiciar un escenarioen el que manipular esas cosas, esas formasobservadas, sin considerar cuánto les afecta talmanipulación.Pero si el narrador es entonces esenarrador más interesado en seguir losmovimientos de sus personajes que encomprenderlos realmente, ¿cuál es, en verdad, lahistoria que se acaba contando en Los adioses?Aunque, al final, el hecho de que la mujer mayorsea la esposa del hombre y la que parecía ser sujoven amante sea, en realidad, su hija (Onetti104–106) signifique la toma de conciencia porparte del lector de que lo que ha presenciado noha sido lo que en verdad ha ocurrido, lo quetermina perdurando es la conciencia de habersido víctima de la observación, el juicio y lamanipulación de un narrador que es tambiénpersonaje dentro de la historia narrada; alguiencon intereses específicos en dicha historia y, portanto, con el propósito de influir en la misma eimpedir que se conozca objetivamente. Lafunción del narrador en Los adioses queda, así,vista como una obstrucción a la realidadobjetiva; como, en suma, un recordatorio para ellector de cuán valioso (y muchas vecesignorado) es el punto de vista en toda narracióndentro de este mundo cada vez más globalizado.para el seminario “La novela hispanoamericana:tradición y modernidad” realizado por elprofesor César Ferreira en otoño de 2013 dentrodel programa M.A. in Spanish de la universidadde Wisconsin-Milwaukee.Obras consultadasHancock, Joel C. “Point of View: Juan CarlosOnetti’s Los adioses (The Goodbyes)”Latin American Literary Review 2.3(1973): 19–29. Impreso.Molloy, Sylvia. “El relato como mercancía: ‘Losdioses de’ Juan Carlos Onetti.”Hispamérica 23–24 (1979): 5–18.Impreso.Onetti, Juan Carlos. Los adioses. 1954. Madrid:Punto de lectura, 2007. Impreso.Rodríguez, Hilario J. “Puntos de vista.” Dirigidopor… Barcelona (2007): 26–27.Impreso.Notas1. Este texto es la revisión de un ensayo breve


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 48El tarroMario Sánchez GumielUniversity of Wisconsin–Milwaukee- Jesús, hija, creí que nunca me oiríascon esos ruidos.Sofía entró con paso firme en el salón deAmelia; un espacioso, bien decorado lugar querevelaba la posición acomodada de la mujer.Entró quitándose los guantes y echando unamirada a su alrededor, esperando encontrarsetodo como de costumbre. La presencia de unhombre en el umbral del salón le sorprendió.Era un hombre joven, de unos treinta ypocos años, bien formado, con pantalones defaena y una camiseta de tirantes. Se estabalimpiando las manos con un trapo.Amelia cerró la puerta y, antes dedirigirse a Sofía, se volvió hacia el hombre.- ¿Me decía?- Digo que ya he acabado por hoy. Megustaría lavarme un poco y he pensado si no leimportaría que usara su cuarto de baño.- Oh…, no. No hay problema. Adelante.- Gracias –y, dirigiendo una inclinaciónde cabeza a Sofía, añadió–: Señora…El hombre desapareció. Sofía, viéndosea solas con su amiga, terminó de quitarse losguantes y sonrió de manera maliciosa.- Vaya, vaya, Amelia, sí que te lo teníascallado. ¿Quién es ese bombón?- Está arreglando la cocina. Lleva tresdías dando golpes sin parar.- Ah, sí, la cocina. Pero éste no es el queha venido otras veces, ¿no?- No. El otro dejó de venir, no sé porqué, así que llamé a la agencia que Ramón teníacontratada y ellos me enviaron a éste. ¿Nossentamos?Había una mesa con café, unas galletasy una baraja de cartas.- Precisamente venía por eso –dijoSofía-. Mi hija me ha llamado para que vaya alaeropuerto a recogerla, así que no puedoquedarme...Amelia se entristeció. Desde la muertede Ramón, Sofía había sido la única amiga quese había molestado en visitarla con frecuenciapara ver cómo estaba. Todos los jueves por latarde se reunían para jugar a las cartas y tomar elcafé, lo cual se había convertido en unaagradable rutina que le aportaba cierta seguridadperdida tras el accidente de su esposo seis mesesatrás.- ..., pero podrías invitar a tu nuevo“amigo”.- ¿Qué?- Digo que podrías invitar a tu nuevo“amigo”.Amelia la miró con expresión impávida.Sofía se echó a reír. De fondo, se oía correr elagua en el lavabo del cuarto de baño.


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 49- ¡Hija, Amelia, que a veces parecesboba! Ya sabes a lo que me refiero. Tú y él... Yasabes lo que dicen ahora de las mujeres maduras.Estos treintañeros quieren probar algo nuevo. Secansan de las de veinte y buscan... otra cosa. Esoles hace sentirse jóvenes y así no piensan queestán llegando a los cuarenta.Amelia guardó silencio. Era obvio queel comentario no le gustaba.- No creo que sea lo más apropiado –dijo–. Además, hace solo seis meses que murióRamón y...- Tú lo has dicho. Seis meses. Luto másque suficiente para un hombre que te controlabademasiado.Amelia apartó la mirada. Sofía teníarazón, pero no quería admitirlo. Ramón habíasido bueno con ella, pero el hecho de habersecasado tan joven, que hubiera sido educada bajounas ideas un tanto arcaicas (sostenidas en lapremisa de que ella debía, entre otras cosas,estar en casa, respetar las decisiones de sumarido y depender de él), y que, casi sin darsecuenta, se hubiera plantado en los cincuenta yocho años sola, con dinero pero sin saber cómodisfrutar de la vida, era algo que le consumíagran parte de sus pensamientos durante el día.Sofía vio que había tocado un tema queAmelia temía en exceso. Su amiga le parecíaprovinciana y demasiado convencional paraestar viviendo en una gran ciudad, pero era, alfin y al cabo, su amiga y una buena persona. Loúnico que deseaba era que dejara de adorar a unhombre que ya había muerto mucho antes de quetuviera aquel accidente con el coche y que sehabía encargado de arrastrarla en su tristeza.Durante los últimos seis meses, había intentadoque conociera a otros hombres (todos, antes odespués, habían dejado de llamarla), que saliera,que viajara, pero nada de eso había surtidoefecto. Parecía como si Amelia, en cuanto intuíaque podía divertirse y disfrutar de la vida, fueraimbuida de un extraño sentimiento de culpa yrespeto hacia la memoria de Ramón, cortandocualquier posibilidad de tener una vida normal.Eso era algo que todavía no terminaba deentender y, desde luego, mucho menos decompartir.- He estado oyendo las noticias por laradio –dijo Amelia, intentando cambiar deconversación-. Lo de ese estrangulador. Hanencontrado a otra mujer muy cerca de aquí.- Ah, sí... He oído que antes de matarlaslas viola.- ¿Qué clase de mujer abre la puerta a undesconocido así, sin más ni más? Todas han sidoencontradas en sus casas y las puertas no estabanforzadas.- Seguramente lo conocían y nopensaban que pudiera ser un criminal.- ¿Tú crees? La gente debería ser másresponsable.Sofía tomó aire para indicar que semarchaba. Aquel tono monjil tan característicoen su amiga para según qué cosas, y que ellatanto detestaba, empezaba a aparecer.- Debo irme –dijo-. Te llamo luego yvemos cómo quedamos para otro día, ¿de


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 50acuerdo?- Sí.- Adiós, cielo.Sofía abrió la puerta y marchó escalerasabajo. Amelia permaneció en el umbral hastaque ya no oyó los pasos de su amiga y cerró lapuerta muy despacio.El piso se quedó en silencio, solointerrumpido por el ruido del agua en el cuartode baño. Amelia se quedó escuchando esesonido, que en su cabeza producía un efectosimilar a cierto hechizo. Dio un par de pasos,como si hiciera ademán de querer ver qué estabapasando, pero se detuvo. Aquello le parecióridículo. Por el amor de Dios, se dijo, tenía casisesenta años. Debía comportarse como tal. Laculpa era de Sofía; siempre con susextravagantes ideas que lo único que hacían eraobsesionarle y hacerle desear cosas que nodebía.Se contuvo y empezó a recoger la mesaque había preparado para el café.El ruido en el cuarto de baño cesó. Casicomo un acto reflejo, volvió a colocar los platosy las tazas donde estaban.#Amelia estaba echando el café cuando elhombre apareció en el salón. Tenía el pelomojado y se había puesto ropa limpia. Llevaba lamochila colgando de su hombro izquierdo.Cuando vio la mesa preparada, se sorprendió.- Iba a tomar el café con mi amiga, peroal final no ha podido ser –dijo Amelia–. ¿Leapetece acompañarme?El hombre dudó, pero dejó la mochila yse sentó. Amelia le pasó el plato de las galletas ytambién se sentó.- ¿Azúcar?- Sí, gracias.La conversación entre ambos tardó enarrancar, pero finalmente Amelia supo que él sellamaba César, que tenía treinta y cuatro años (apunto de cumplir los treinta y cinco) y queestaba acudiendo a clases en la escuela nocturnapara sacarse el Bachillerato. También parecía, atenor de su aspecto, que le gustaba hacerdeporte.- ¿Este piso es suyo? -preguntó.- Mi marido lo compró hará unos sieteaños, sí.- ¿Está casada?- Viuda. Desde hace seis meses. Pero sí,he estado casada casi treinta y siete años. ¿Ustedestá casado?César se comió dos galletas de golpe.Parecía estar terriblemente hambriento.- No. Mi novia quiere, pero yo aún nome veo preparado. De hecho, no sé siquiera siquiero seguir con ella.Semejante confesión pilló por sorpresa aAmelia, que le pareció muy personal parahacérsela a alguien que apenas conocía. César sesirvió otra taza de café y comió otro par degalletas sin prestarle mucha atención, como si nohubiera dado importancia al hecho de haberrealizado tan íntima confidencia a unadesconocida. Amelia dio un sorbo a su café sinquitarle ojo de encima. Se fijó en sus brazos y en


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 51la tensión que se generaba en su cuello almasticar las galletas. Le pareció, dentro de sutosquedad, un joven muy atractivo. Él, noobstante, no le miraba.- ¿Por qué? –preguntó Amelia.César la miró.- ¿Cómo dice?- Que por qué dice que no sabe si quiereseguir con ella. ¿No cree que sea la adecuada?César no respondió. En lugar de eso, sequedó mirándole mientras terminaba de engullirla última galleta que se había metido en la boca.Aquella mirada incomodó sobremanera aAmelia, que sintió que estaba siendo...estudiada.César extendió la mano y le agarró lamuñeca.- Creo que aún soy joven para atarme aalguien –dijo.- Y a mí me gusta estar abierto anuevas experiencias.Amelia apartó la mano rápidamente,movida por una perturbadora sensación desatisfacción al saber que lo que había deseadose acababa de cumplir, pero también de asco,como si se sintiera sucia.Ramón ha muerto hace solo seis meses.Se levantó y se dirigió a la ventana. Surespiración era agitada y estaba temblando.César fue hacia ella, la volvió hacia sí y la besócon fuerza. Ella, que en un primer momentopareció ceder a la presión, se separó y dijo queaquello no estaba bien.- Creí que esto era lo que deseaba –dijoCésar, molesto por ese comentario.- Sí... No, no es lo que deseo. Si le hedado esa impresión, se ha equivocado. Por favor,váyase.- ¿Y si no quiero?Amelia le miró. En efecto, no quería quese fuera. Quería que le tomara en sus brazos, quele llevara a la cama y que le hiciera todas lascosas que tantas noches deseaba que le hicieran,que había deseado que Ramón le hiciera durantecasi treinta y siete años, pero que nunca habíaconseguido. Sí, eso era lo que deseaba y estabasegura que aquel hombre se lo podría hacerporque aquel hombre estaba abierto a nuevasexperiencias. Pero...Ramón ha muerto hace solo seis meses.Aquella frase volvió a su mente.Siempre aparecía cuando menos lo deseaba,frenándole cualquier impulso, cualquierpensamiento espontáneo.- No –ordenó–. Váyase.Él le dio una bofetada y luego le agarróla cara por la barbilla. Acercó su rostro como siintentara besarla de nuevo, pero ella se retiró.- Debes ser muy fuerte para reprimir loque estás pensando –dijo.- No, en realidad, soy muy débil –contestó ella. Y le besó de nuevo–. Vete, porfavor…César soltó su rostro y se apartó. Trasecharle una última mirada de arriba abajo yresoplar despectivamente, cogió su mochila y sedirigió a la puerta.Amelia se volvió hacia la ventana.Aunque no quería ver cómo se marchaba, algo


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 52dentro de ella le decía lo contrario. Hacía seismeses que Ramón había muerto. Le debía unrespeto. Incluso aunque le había dado treinta ysiete años de su vida, le debía un respeto.Ojalá hubieras muerto antes.Oyó el ruido de la puerta al cerrarse.Respiró, como si sintiera que lo peor ya habíapasado. Ahora podría fantasear con que pudoestar con ese hombre, pero que lo rechazóporque había sido una mujer honesta, respetuosacon su marido, coherente con la manera en quehabía sido educada.- Por favor, no te vayas...Las palabras salieron de su boca sin quepudiera retenerlas. Oírselas decir le llenó de unaprofunda tristeza.Y entonces notó cómo alguien leagarraba por detrás. Al volverse, vio que Césarseguía allí. El joven la besó y Amelia, olvidandopor un segundo los treinta y siete años dematrimonio con Ramón, perdió completamentela consciencia.#Al despertarse a la mañana siguiente,Amelia se vio sola en la casa. Eran más de lasonce. El dormitorio estaba revuelto. Las sábanasestaban rotas. Tenía marcas por todo su cuerpo.Intentó recordar lo que había pasado y, aunquecon lagunas, logró dibujar un retrato más omenos fiel de los acontecimientos.Recordó que, tras ver que César no sehabía marchado tal y como le había pedido, éstela había llevado al dormitorio. Recordó cuandoél se había desnudado y la había atado a la cama.Recordó la enorme fuerza que tenía. Tambiénlos golpes y las bofetadas. Recordó (aunque estoestaba más confuso) cómo él le había roto lasropas movido por una (o así le pareció) ansiedadmás propia de un animal que de un ser humano,cómo le había rodeado el cuello con las manos yle había golpeado la cabeza contra la pared,contra el suelo y contra todo lo que habíaencontrado. Recordó su boca, su lengua y susdientes. Sí, también había habido mordiscos. Ydolor. Muchísimo dolor. Aún sentía dolor entodo el cuerpo. Pero lo extraño de todo aquello,aparte de la confusión y de la niebla que parecíahaber alrededor de ello, es que le había gustado.No recordaba haberse sentido forzada ohumillada a pesar de que ciertos pasajes leparecían le parecían ahora, recién levantada,rozar lo monstruoso.Fue al cuarto de baño, llenó la bañera deagua y se sumergió durante unos minutos. Apesar de enjabonarse y luego ponerse perfume,el olor de César siguió en su cuerpo. Le parecíaun olor entre bestial y perverso, pero no quisoque desapareciera. De alguna manera, sintió queeso era lo que siempre había querido. Durante lapasada noche había sido más ella misma de loque había sido en toda su vida.En la cocina, mientras preparaba el café,encendió el transistor. En las noticias delmediodía estaban informando acerca delviolador que tenía aterrorizada la ciudad.Escuchó atentamente. El presentadorcomunicó que aún no se sabía nada acerca delmismo, pero que la policía sospechaba que


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 53podría tratarse de un varón blanco de entreveinticinco y cincuenta años, dedicadoprobablemente a la fontanería, electricidad u otraactividad que tuviera que desarrollarse dentro deuna vivienda. Ello explicaría por qué lascerraduras de las casas de las cinco víctimas nohabían sido forzadas.Algo se agitó dentro de Amelia. Se mirólas marcas de mordiscos que tenía en el brazo.Hombre blanco de entre veinticinco y cincuentaaños. Dentro de una vivienda. Aquellas dosfrases dieron paso al recuerdo, otra vez, deRamón. Sintió cómo la culpa por lo que habíahecho con César volvía a ganar terreno dentro deella. Culpa y horror por si...El teléfono sonó en el salón. Amelia fuea contestar. Era Sofía, que llamaba para vercómo estaba.- Bien... –respondió Amelia, aunqueaquello sonó más a adverbio que a adjetivo.- Te llamé a primera hora de la mañana,pero debías estar fuera.- Sí.- ¿Y tu bombón?- Quién... –Amelia estaba desprevenida-.No sé...- ¿Te encuentras bien, cielo?Amelia se frotó la frente.- Sí, creo que sí.- ¿Quieres que vaya esta tarde a tu casa?- Sí. Sí. Podemos vernos.- ¿Seguro que todo está bien?Amelia no contestó.- Amelia...- Mmm...- ¿Qué es lo que pasa?- Nada. Es sólo que me duelemuchísimo la cabeza. He pasado muy malanoche. Te veo a la tarde.- A las seis.- A las seis. Adiós.Amelia colgó el teléfono. Sofía se daríacuenta enseguida de lo que había pasado esanoche. Era su mejor amiga y no tenía secretoscon ella. Por mucho que lo negara, ella sabríaenseguida que César la había... No quiso decir lapalabra. Era demasiado horrible para que salierade su boca. Porque más que el hecho en sí, loque le horrorizaba era tener que aceptar que, apesar de que lo que había ocurrido tenía todoslos signos de ser lo que ella pensaba que era (losgolpes, el dolor, la dominación), aquello habíasido algo que le había gustado. Que legolpearan. Que le hicieran daño. Que ledominaran.Pero, ¿y si César era el hombre que lapolicía estaba buscando? ¿Cuál debía serentonces su postura ante un hecho así? Recordósus palabras del día anterior con Sofía.¿Qué clase de mujer abre la puerta a undesconocido, así, sin más ni más?Una cerda. Una perra. Una enferma.Ella no era una enferma, se dijo. Habíatenido un momento de debilidad; eso era todo.No volvería a repetirse. Volvería a pensarracionalmente. Volvería a respetar la memoriade Ramón y todo regresaría a la confortablerutina que siempre había tenido. César no había


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 54aparecido por casa esa mañana. Tal vez se habíamarchado y no volvería más. Si esa tardeconseguía aguantar la compostura ante Sofía,seguramente ésta no sospecharía nunca lo quehabía ocurrido. Tendría que hacer semejanteesfuerzo, pero lo haría.En ese momento, la puerta principal seabrió y César entró en el piso. Al verle, Ameliacasi pudo sentir cómo la sangre se le congelaba.Él allí. De nuevo. El hombre que la policíaestaba buscando. El hombre que le había hechoser más ella misma de lo que había sido en todasu vida.César llevaba la misma ropa del díaanterior. Dijo que había bajado a desayunar(para lo que le había cogido dinero de la cartera)y que se había entretenido más de la cuenta, peroque recuperaría el tiempo perdido al final de lajornada. Fue a besar a Amelia, pero ella seapartó, asustada, y fue hacia la cocina.César la siguió. Preguntó qué pasaba. Enun principio, ella no supo qué contestar, pero lepidió que se fuera, que lo que había ocurrido lanoche anterior había sido un error. Llamaría a laagencia y pediría a otra persona para hacer eltrabajo. Aquellas explicaciones no sentaron biena César.- No me voy a ir. Lo sabes, ¿verdad?Tengo un contrato que cumplir.- El contrato es con tu empresa –puntualizó Amelia–. Y si quiero cambiar,cambiaré de persona.Aquello pareció ser interpretado de muydiferente manera por César quien, tras unmomento de silencio, dejó la mochila en el sueloy empezó a acercarse a ella.- No te acerques a mí –le previnoAmelia.- ¿Qué me harás entonces? –preguntóCésar en actitud marcadamente chulesca,amenazadora incluso-. Eh, dime..., ¿qué meharás? ¿Tratas así a todos lo que vienen?- No sé de qué hablas...César rió.- Oh, yo creo que sí lo sabes. ¿Crees queno sé cómo eres? Jugando a que estás reprimida,a que quieres pero no te atreves... “No, soy muydébil”... ¿Lo haces muy a menudo?César bordeó la mesa que había en elcentro de la cocina. Amelia se apartó hacia unapared. No sabía muy bien qué hacer. Sentía quela situación se le iba de las manos.- ¡No te acerques a mí! –repitió. Erapoco amenazador; sonaba incluso pueril, peroera lo único que le salía en ese momento de laboca- ¡No sé de qué me hablas! ¡Fuera!César extendió los brazos y la acorralócontra la pared. Intentó meterle la lengua en laboca, pero ella apartó la cara. César se la cogió yle besó con fuerza. Ella le mordió el labio y lehizo sangre. César se pasó la yema de los dedosy vio que ella estaba en actitud defensiva, perodispuesta. Le cogió el rostro y le golpeó la nucacontra la pared. Ella no gritó. Ya la tenía otravez.Amelia sintió que era el momento y seabrazó a él. César tiró todo lo que había sobre lamesa de la cocina y la tumbó. Amelia no opuso


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 55más resistencia. No era una cerda o una perra, sedijo. No estaba enferma. Era solo otro momentode debilidad.#Sofía se presentó en casa de Amelia unpoco antes de las seis. Amelia la recibió con sualbornoz de ducha, lo cual fue una sorpresa paraella. Amelia siempre iba de punta en blanco,incluso si tenía que ir a hacer la compra.- Amelia –dijo–, tienes un aspectohorrible. ¿Qué es lo que te pasa?- No sé, algo que he debido de coger. Eseste frío, que no le deja a una tranquila.Sofía asintió. Permaneció en el umbral.- ¿Puedo pasar?- Sí... Pasa.Sofía entró, desconcertada. Amelia cerróla puerta.César apareció en el salón. Como el díaanterior, estaba sucio y limpiándose las manos.- Buenas tardes –le saludó Sofía.- Buenas tardes –contestó César. Y,volviéndose a Amelia, añadió-: Señora, heacabado por hoy.- ¿Le apetece tomar un café connosotras? –preguntó Sofía antes de que su amigapudiera contestar-. Es decir, si no tiene nadamejor que hacer.- En realidad –se apresuró Amelia-, mehabía dicho hace un momento que su novia leestaba esperando, ¿verdad?Sofía miró a César. Éste dejó en unamesita el trapo con el que estaba limpiándose.- Se ha cancelado –dijo-. Sí, la verdad esque me apetece.- ¡Bien! –concluyó Sofía–. Amelia,cámbiate que ya me quedo yo con él.Amelia no contestó. Salió del salón, secambió de ropa en su dormitorio y, al volver,encontró a César y Sofía sentados alrededor dela mesa del café y en medio de lo que parecíauna animada charla. Algo se agitó dentro de ella.Por un momento, la idea de los celos hizo mellaen su cerebro, pero trató de rechazarla. Sinembargo, ese pensamiento volvió enseguida conmás fuerza. Observó la manera de conducirse deSofía. Era obvio que estaba flirteando con Césary que a éste le gustaba ese juego. ¿Qué era loque pretendían los dos? ¿Se estaban riendo deella? Sofía estaba casada, tenía hijos. ¿Por quéintentaba seducir... a su hombre? Y César..., ¿esque acaso no tenía bastante con ella? ¿Pretendía,con esa provocación, que se arrodillara ante él yle pidiera que no mirara a nadie más?No le sigas el juego. Es el hombre quela policía está buscando.- ¿No te sientas, Amelia? –preguntóSofía.Amelia salió de su ensimismamiento yvio que tanto su amiga como César estabanesperando una respuesta. Las palabras, noobstante, no le salieron. Vio que César la mirabafijamente, como si la estudiara, y que luegomiraba de reojo a Sofía. ¿Estaba acaso pensandoen ella como la siguiente?- Amelia –repitió Sofía, esta vez máspreocupada-, ¿te encuentras bien, cielo?


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 56Amelia se llevó la mano a la frente y,fingiendo un repentino dolor de cabeza,respondió:- No. Creo que voy a echarme un rato.Sofía no tuvo tiempo de replicar. Vioque Amelia se daba la vuelta y marchaba para sucuarto. Se levantó de la mesa con ademán de irtras ella, pero cuando oyó que la puerta deldormitorio se cerraba, se detuvo.Por unos segundos, la casa quedó ensilencio. Sofía, desconcertada, cogió su bolso ydijo que lo mejor que podía hacer en esemomento era marcharse.- ¿Quiere que le lleve a casa? –preguntóCésar–.Tengo la furgoneta cerca de la esquina.modos.- No, gracias. Suelo venir en taxi.- No es molestia, se lo aseguro.- Lo sé, pero no. Gracias de todos- Espere, le daré una tarjeta –Abrió sumochila y sacó una tarjeta en la que ponía:“César Ojeda.Fontanería y reformas en general.Rapidez. Eficacia. Economía.”En la parte baja de la tarjeta había unnúmero de teléfono móvil.- Creí que ya trabajaba para unaempresa.- También hago mis propios trabajos.Así me saco un dinero extra. Si alguna veznecesita de mis servicios, llámeme.Sofía cogió la tarjeta y, tras echarle unvistazo, posó la vista en la puerta del dormitoriode Amelia y luego en César. El joven la mirabacomo si esperara un “Le llamaré” o “Gracias”.De repente, se sintió muy incómoda, por lo queabrió el monedero y guardó la tarjeta.- Buenas tardes –dijo. Corrió la cadenade la puerta, abrió y salió.La casa volvió a quedarse en silencio.César resopló, vio que eran casi las siete y sedispuso a recoger sus cosas. Guardó en lamochila unos trapos que había por el sillón ycolocó las sillas que habían sido movidas para lafracasada toma del café. Echó un vistazo por laventana y vio que Sofía subía a un taxi. Aguardóun par de minutos antes de salir por la puerta, talvez esperando que Amelia saliera de su cuarto,pero ésta siguió encerrada. A punto demarcharse, posó su vista en un mueble que habíajunto a la televisión.Era una vitrina con cristales opacos queapenas dejaba ver lo que había en su interior. Seacercó a ella e hizo ademán de abrirla, peroestaba cerrada. Una pequeña cerradura en una delas puertas le indicó que se necesitaba una llavepara abrirla.Acercó la cara a los cristales y forzó lavista para ver qué había dentro, pero noconsiguió percibir nada claro. Por la formadifusa que pareció deducir, había como variosrecipientes con algo dentro. Algo de colorrosáceo claro y también negro. Pasó la mano porencima de la vitrina, esperando poder encontrarla llave de la misma. No había nada.Un pequeño ruido a su espalda le hizovolverse, pero no vio a nadie. La puerta del


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 57dormitorio de Amelia seguía cerrada.- ¿Amelia?No obtuvo respuesta. Aunque podíahaber sido un ruido de la calle, la sensación deque había sido espiado le pareció demasiadofuerte como para obviarla.- ¿Amelia?Fue al dormitorio y golpeó suavementela puerta.- ¿Amelia?Amelia no contestó. César abrió muydespacio la puerta y descubrió a la mujer echada,de lado, en la cama. Estaba dormida y no llevabalos zapatos. Debajo de la falda se adivinaban suspiernas desnudas.César se sentó a su lado y le pasó lamano por el pelo. Era suave y resistente. Cuandohabían hecho el amor se lo había agarradomuchas veces y nunca se había roto. Ella no sedespertó, pero César vio cómo su piel se erizabacomo la carne de gallina. Se tumbó detrás suyo,la apretó contra sí y susurró:- Si vuelves a espiarme, todos sabráncómo eres...Amelia abrió los ojos, pero no se volvió.César no se molestó en comprobar si se habíadespertado. Simplemente la soltó, se levantó dela cama y salió del dormitorio.Apenas unos segundos después, Ameliaoyó que la puerta de la calle se cerrabasuavemente.#Los siguientes días fueron de una tensacalma. César se concentró en su trabajo yAmelia se limitó a obedecerle. Cuando él queríadinero, ella se lo daba y a cambio él le hacíatodas las cosas que ella demandaba. Casi sindarse cuenta, ambos se vieron sumergidos enuna extraña rutina que, a grandes rasgos, seguíaun patrón similar: tras mostrar cierta resistencia,Amelia acababa entregándose a César, el cualaccedía a mostrarse más y más agresivo.Después, ella parecía imbuirse de nuevo en susdemonios personales y negaba todo lo que habíaocurrido. Entonces César aprovechaba parareclamarle dinero o algún capricho, si no queríaque dijera nada. Amelia acababa aceptando,temerosa de que su relación con él sedescubriera y, cuando César amenazaba conmarcharse, volvía a repetirse la rueda.Sofía no se presentó por casa duranteesos días, aunque llamó por teléfono para decirque se marchaba a París con su hija a pasar unosdías. Amelia agradeció esa ausencia, pues elhecho de imaginar a su amiga merodeando porsu casa le llenaba de pánico por temor a versedescubierta, pero también de un cierto odio porcómo se había comportado la última vez quehabía estado allí. Era una sensación extraña queno había sentido con Ramón; algo que le hacíasentirse sucia y posesiva. La idea de que fuerancelos la ponía cada vez más nerviosa. Ella nuncahabía sentido nada así. ¿Cómo era posible queese tipo la estuviera convirtiendo en alguien tandistinto a lo que ella había sido siempre? Esetipo que era (no podía olvidarlo) el hombre quela policía estaba buscando. ¿Por qué no sedecidía a denunciarle? ¿Por qué no lo acusaba


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 58ante las autoridades y zanjaba así todo ese lío enel que estaba metida?Porque entonces lo perderías.Aquella voz de nuevo... No. No podíadenunciarlo porque entonces se sabría quehabían sido amantes. Aunque en un principionadie diría nada, pronto vendrían las preguntas,especialmente después de que Sofía dijera quehabía visto a César varias veces y comentara laactitud tan extraña que había tenido la otra tarde.Porque Sofía (que no era tonta) intuiría, si no lohabía hecho ya, que algo había pasado ambos. Yentonces la Policía empezaría a hacer preguntas.Y ella, aunque trataría de mantener unargumento coherente, en algún momentocometería un error y todo se descubriría. ¿Ycómo afrontar entonces la vergüenza, lahumillación por lo que dirían los demás? Porqueno tenía duda de que establecerían algún extrañovínculo entre ambos para explicar por qué elhombre no había sido denunciado. Y pensaríanque a ella le gustaba lo que él le hacía y que poreso se había quedado en silencio. Y eso era justolo que no quería que pensaran.Sabes que lo perderías y eso es lo que tepreocupa.Sentada en el sofá mientras hacía estaselucubraciones, Amelia se levantó, incómoda.Ninguna opción le parecía bien. Por unmomento, deseó que César acabara con ella deuna vez y así no tendría que pensar más. ¿Porqué no lo había hecho ya? Tal vez estaríamaquinando otra cosa y aún no era el momento.Tal vez buscaba su dinero antes de matarla. Talvez había hecho lo mismo con las otras mujeresy, sin duda, seguiría haciéndolo después de ella.Buscaría entonces otra mujer mayor, viuda y condinero, con la que volvería a jugar a la seducciónentre el hombre joven y la mujer madura. Y ellaya sólo sería otro nombre en los periódicos delque otras mujeres dirían “qué clase de mujerabre la puerta a un desconocido así, sin más nimás”.Se dijo que no podía permitirlo. Si lapolicía no daba con él y ella no podíadenunciarle entonces debería buscar otrasolución en la que su nombre no se vieramanchado y César recibiera su merecido.Se acercó a la vitrina de cristalestintados y la abrió con la llave que teníacolgando en su cadena del cuello. Se quedómirando su interior durante unos segundos. Sedijo que tendría que volver a llamar a la agenciapara pedir otra persona.Cerró la vitrina, se vistió y bajó a laferretería que había en la esquina de su calle.Volvió a su casa al cabo de veinteminutos. Llevaba un paquete envuelto en papelmarrón, que colocó en una estantería al lado dela vitrina.#César llegó a la casa cerca de las nuevede la mañana. Estuvo trabajando un par de horasy luego decidió no continuar. En vez de bajar albar, quiso tomar su desayuno allí mismo, demodo que Amelia se vio obligada a calentar caféy hacer unas tostadas. En la cocina, mientrasesperaba en la mesa para ser servido, se fijó en


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 59el colgante que Amelia llevaba en el cuello.Tenía una llave pequeña. No recordaba haberlovisto antes. Ahora le daba la sensación queAmelia se lo estaba mostrando de una maneraexplícita, con alguna intención concreta.Tomó el café (un poco amargo, pero nodijo nada) y las tostadas. Durante el desayuno,Amelia estuvo callada. Al acabar, César le pidióque fuera al dormitorio y le esperara allí, que encinco minutos él también iría. Amelia obedecióy César, tras tomar una segunda taza de café,salió de la cocina.Antes de entrar en el dormitorio, sedetuvo en la vitrina y trató de abrirla. Seguíacerrada. Vio que al lado de la misma estaba elpaquete envuelto que Amelia había comprado.Lo cogió y rasgó un poco el papel para ver quéhabía dentro. Parecía un recipiente de cristalgrueso con una tapa de plástico. Volvió a pegarel papel y fue al cuarto de Amelia.#Pasó una hora hasta que Amelia sequedó dormida y César decidiera entoncesquitarle la llave de su colgante, colocarse lospantalones y la camiseta, y salir al recibidor.Cruzó el salón y se acercó a la vitrina,comprobando que, tal y como había pensado, lallave encajaba en la cerradura. Dio dos vueltas ygiró el picaporte, pero antes de abrir del todo lapuerta volvió a fijarse en el paquete envuelto enpapel de la estantería. Lo cogió y desgarró elenvoltorio por completo.Era un tarro de cristal, vacío, grande,con capacidad para unos tres litros y tapa derosca. El cristal era grueso y parecía hacermarcas de agua. No parecía nada extraordinario.Era un tarro de cristal normal y corriente y, sinembargo, la reacción de César fue de completaextrañeza.- Se acabó.Se volvió y vio a Amelia en el umbraldel salón.- Qué dices –preguntó, dejando el tarrodonde estaba.- Que se acabó. Que esto no puedeseguir.Amelia se había colocado el albornoz yllevaba el pelo suelto. Su actitud, pensó César,parecía diferente.- Me parece que no entendiste lo quedije. No tengo intención de irme. Sólo lo harécuando yo quiera.- ¿Y cuándo será eso, eh? –Amelia secolocó detrás del sofá, usándolo a modo debarrera– ¿Cuándo acabarás conmigo como conlas otras?- ¿Qué? –César no entendió.- Las otras –Amelia cogió un par deperiódicos y los zarandeó- ¡Las mujeres de losperiódicos a las que has matado durante todosestos meses! –Y, señalándole con un gesto muyteatral, añadió–: Yo sé quién eres…César empezó a reír. Aunque aquello lehacía gracia, también pensó que la risa era elmejor medio de controlar una inquietud quecrecía dentro de él. Porque aquella situación, enverdad, le estaba poniendo nervioso. ¿Acasoestaba insinuando Amelia que él era el hombre


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 60que la policía llevaba buscando durante meses,el hombre que había violado y matado a cincomujeres entrando en sus casas sin que nadiesupiera cómo lo había hecho?- Espera un momento. ¿Tú crees queyo...?- No. No lo creo. Sé que eres tú.Ambos se miraron sin decir nada. Y fueen aquel momento cuando César supo qué es loque había de diferente en Amelia. Era unaespecie de absoluto convencimiento acerca deque lo que creía era tan cierto que nada de lo quepudiera decir le haría cambiar de opinión. Estabadesconectada de la realidad como otras veces, sí,pero en aquel instante no estaba asustada osintiéndose indefensa. Pensó que lo mejor quepodía hacer era salir de allí cuanto antes.Entonces llegaron los primeros mareos ytuvo que apoyarse en la pared.- Primero te dolerá la cabeza y te sabrámal la boca –dijo Amelia-. Después te faltará elaire y finalmente se te parará el corazón.César empezó a toser. Sintió, en efecto,un sabor ácido en su lengua y un picorabrasador, como si cientos de hormigasestuvieran caminando por toda su boca. Cayó alsuelo, con la cabeza dándole vueltas. De no serél la víctima, aquello hasta le podía haberresultado divertido. Divertido pensar cómo unpobre hombre como él, queriendo aprovecharsede los traumas de una mujer reprimida, estabasiendo víctima de su mente enferma. Porque,¿cómo convencerla entonces de que él no era elhombre que la policía estaba buscando? ¿Cómoconvencerla de que le llevara al hospital paraque le hicieran un lavado de estómago, quedespués no diría nada de lo que había ocurridoentre ellos, que la dejaría en paz y que así ellapodría seguir con su vida monjil si así lodeseaba? Porque él solo había querido divertirse,jugar con ella y conseguir así algún capricho queno podía pagarse con su empleo de fontaneroque le parecía tan miserable, tan poca cosa paraalguien ambicioso pero que había tenido ladesgracia de nacer en una familia pobre, conunos padres conformistas y faltos de miras.¿Acaso se merecía un final así? ¿No había sidotodo aquello algo de mutuo acuerdo, como conlas otras mujeres con las que había estado?Porque no había sido la primera vez que se habíaencontrado con alguien como Amelia, tanenferma y víctima de unas creenciasequivocadas que, no obstante, ellas creíancorrectas. Todas habían querido lo mismo.Todas habían querido los golpes, la dominación.¿No era eso lo que todas las mujeres queríanaunque les pareciera una monstruosidad? ¿Noera ése, a su vez, el sueño de todo hombre? Lasniñas de veinte que había intentado ligarse variasveces para no convencerse que se hacía viejo nose lo permitían. Lo consideraban un acto propiode desviados. Su novia (una imbécil que solopensaba en casarse y que jamás se habíaenterado de sus correrías), tampoco se lopermitía. Pero Amelia, como las otras, habíaaccedido. Y ahora estaba allí, al otro lado delsalón, mirándole con la misma expresión de


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 61reprobación que las demás, diciendo: “Tú eres elmonstruo”.- Ayú... Ayúdame –murmuró.Por un momento, Amelia dudó, pero secontuvo. Aunque seguía deseando su piel, era elhombre que la policía estaba buscando. Debíapagar por lo que había hecho con las demás.Había que parar los pies a los que eran como él;a la gente que forzaba a las mujeres a hacer loque no querían, a hacerlas sentirse... sucias.- Ayúdame... –repitió César.- No.- No soy el hombre que dices...- Mientes.- No soy el hombre que dices...- ¡Mientes!- Por favor...Amelia no se inmutó. Su rostro, cruceentre el asco y el sarcasmo, terminó de hacercomprender a César que, por mucho quesuplicara, nunca recibiría dicha ayuda.César volvió la vista a la vitrina decristales tintados. Aquellas formas indefinidasque no había podido reconocer la primera vezque intentó vislumbrarlas adquirieron, derepente, un sentido. El tarro de cristal que estabavacío en la estantería anexa era la prueba de sustemores.Haciendo un esfuerzo terrible (ya habíaempezado a faltarle el aire), se levantó y, dandotumbos, llegó a la vitrina. La llave aún seguía enla cerradura. Amelia, desde detrás del sofá, sehabía llevado las manos a la boca, expectante,tal vez temerosa de que se descubriera cómo eraen realidad y, al mismo tiempo, entendiendo queese momento era necesario si quería que lascosas volvieran a como eran antes de todaaquella situación. César la miró un momento,volvió la vista a la vitrina y giró la llave. Al abrirlas puertas, fue tal el impacto que recibió ante loque allí vio, que se desplomó contra el suelo.Apilados en una balda dentro de lavitrina, había cinco tarros de cristal. Aunque loscristales de los mismos hacían marcas de agua yemborronaban un poco el contenido, se veíaclaramente que lo que había dentro de cada unoeran, sumergidos en un líquido acuoso que nopodía ser otra cosa que formol, las cabezas decinco hombres, todos con edades comprendidasentre los veinticinco y los cincuenta años,apuestos y deseables, con un punto de rudezaque no hacía difícil imaginar cuán buenosamantes, cuán dominadores eran.Amelia corrió hacia la vitrina y la cerró.Vio que César yacía en el suelo y se cercioró deque no respiraba. Lo cogió de los brazos, loarrastró hasta el baño y lo metió en la bañera. Lodesnudó y fue a la cocina para coger un serruchode la caja de herramientas. Regresó al baño,volvió a comprobar que César estaba muerto, sedesnudó y extendió la cortina de la ducha por elsuelo. Moviendo la hoja del serrucho a lo largodel cuello de César, calculó por dónde tendríaque cortar y, para que no se oyera cómo serrabalos huesos del cuello, abrió el grifo del agua almáximo.Al no ser la primera vez que hacíaaquello, no le llevó mucho tiempo.


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 62#Amelia dejó en la vitrina el tarro con lacabeza de César y cerró las puertas. Despuésguardó el colgante en uno de los cajones de sudormitorio. Tras limpiar la bañera, se dio unaducha para quitarse la sangre. Llamó a Sofía,que ya había vuelto de París y quedaron, comosiempre, para el jueves siguiente a la hora delcafé. Después rebuscó entre las hojas de suagenda y encontró un número de teléfono.Marcó y esperó. Un hombre contestó alotro lado de la línea.- Buenas tardes, soy Amelia Quesada.Llamaba para solicitar que me enviaran aalguien a terminar de arreglar mi cocina. No séqué ha pasado con el último que vino, pero éstees el tercer día que no se presenta y yo no puedotener la casa patas arriba por más tiempo.Dio una descripción lo más detalladaposible de quién había sido el hombre que habíaestado los últimos días con ella y matizó que ésaera ya la tercera vez que llamaba para solicitaralguien nuevo pues los anteriores tambiénhabían dejado de ir a trabajar. La falta deprofesionalidad de la empresa le ponía enferma,pero les daría otra oportunidad. El hombre delotro lado de la línea trató de disculparse de lamejor manera que pudo y aseguró que para eldía siguiente tendría a alguien en su casa.Tras colgar, se preparó una cena fríacompuesta por una ensalada, algo de fiambre yuna manzana. Se sentó en el sofá y, en silencio,degustó todo con tranquilidad.Estaba, no obstante, excitada. Mientrasdedicaba miradas a la vitrina y la puertaprincipal, calculó que, en aproximadamenteveinte horas, el nuevo hombre de la agenciallegaría a su casa. Esperaba que fuera eficiente,seguro de sí mismo, un verdadero profesional.Trató de imaginar qué aspecto tendría.Físicamente.Aquellos pensamientos la turbaron.Encendió la radio.Otra mujer había sido encontrada muertaen su casa.Amelia se preguntó, asqueada, qué clase demujer podía abrir la puerta a un desconocido así,sin más ni más.


Luna creciente 3 (Fall 2014) - 63The Picture 1Mario Sánchez GumielUniversity of Wisconsin–MilwaukeeNotes1. I am in debt (and very grateful) to DanielLorenz Schaefer for his valuable comments andsuggestions regarding my writing in English,which have helped to improve significantly thistale.Joseph’s house was a construction thatquickly caught the attention of anybody whovisited the neighborhood where it was located.Majestic, it was a nineteenth century Italianpalazzo that had resisted, worse than better, thepassing of time. Walls were dented, coated witha blackish color that created the impression thatthe structure suffered some type of illness, and adense garden (also with signs of abandonmentand where countless trees leaves gatheredeverywhere), surrounded the house, from themost immediate vicinities to the way thatconnected the gate with the main door.Although he had been visiting thathouse since he was a child, Robert had alwaysfelt a sharp feeling of unease every time he wentthere. That evening was not an exception. Hearrived around 8pm, parked his car in front ofthe stairs of the main door, and saw Samuel,Joseph’s butler (a man almost in his eighties, butstill holding a hieratic and solemn posture),waiting for him. Wind had risen, and everythingseemed to indicate that that night there would bea storm.“Goodnight, Samuel.”“Goodnight. Please, come in.”Going to the dorm, Samuel explainedthat Joseph had spent a terrible night and, as aconsequence, he had spent a terrible night aswell. Joseph had always been a person withtendency to pass on to others his uneasiness fornot having the feeling that he was the onlyperson who suffered a problem.Joseph was sleeping when they arrived tothe dorm. The room was extremely cold. Robertapproached his friend, and moved him gently towake him up.“Robert...,” Joseph said. “You came.”His voice sounded hoarse, with no life, andit was pretty evident that the act of speakingrepresented for him a big effort. Shocked because ofhis aspect, Robert thought that, in the case thatsomeone had told him that whom was there wasanother person instead of his friend, he would havebelieved such assertion immediately. Although hehad been warned by Samuel about Joseph’s delicatehealth, and although during the journey to the househe had tried to be prepared for the worst, at no timehe would have considered that he was going to meetwith... that.Joseph had lost... How much? Thirty five...


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 64Fifty pounds? He had never been very wiry, butnow an enormous beard covered all his mouth andhis neck, aggressively spreading toward his ears too.His hair had become frizzy, and his skin hadadopted a strange, greenish, filthy color. He alsohad eczemas covering many parts of his body,which gave off an acid, penetrating, repulsive odor.“I’ll be in the kitchen,” Samuel said, andhe left the room.Joseph, carrying out what evidentlyseemed a painful effort, sat himself up in bed.Robert, still under the shock of the horribleimpression that had meant to see his friend insuch a condition, took a chair, and sat next to theheadboard. He said:“I don’t know how you can sleep here.This room is so cold...”“Have you noticed it too?Robert did not understand.“But..., what’s happening? I mean...When you called me, and said you were sick, I...I never...”“I’ve called you because I need you todo me a favor.” Joseph pointed a corner. “Doyou see that painting? Take a look on it.”There was a canvas with a cover in oneof the corners of the room. Robert stood up, andopened the case a little. He was surprised.“Hey!” he said. “Isn’t this the picture ofyou that you ordered last year? Amazing, man. Imean... It’s like it were... alive.”It certainly was a powerful picture.Joseph had ordered to paint it to an artist that hehad met in Munich the previous summer, and towhom he had bought a big part of his collection.It was a full-length portrait, where he appearedrested next to a mirror, and holding a cane with agolden handle. There was also a little table, inwhich there was a book and a glass. Eyes...Features... everything was constructed withastonishing, minute precision.“I want you to destroy it, Robert,” Louissaid.“What...? Why?”“Because, as you’ve said, it’s alive.”Robert chuckled.“Come on, what do you mean...?”“Don’t laugh on me, Robert. I knowwhat I’ve meant. I want you to destroy it.”Robert quickly perceived Joseph wasspeaking very seriously, and realized the fact hehad insinuated what he was saying wassomething funny had made him feel angry.Joseph had never had any tendency to the humorwhen he was the object of a mockery.“But Joseph, I...”“Please, come.”Robert sat on the bed. Joseph extendedthe hand, took his neck, and approached him tohis ear.“It’s killing me, Robert...,” hewhispered. “He wants to get out, and take placeof me...”Robert looked at his face, the gravity ofhis look. Those bags under his eyes..., that skinwith that weird tonality..., the ghastly of hisface..., all of them were reliable proofs, with nodoubt, that something inside his organism was


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 65not working.Joseph started to cry.“But why do you think I’m in this way,Robert? He’s killing me, and nobody wants tohelp me! And I can’t do it by myself becauseevery day I feel weaker. I can’t breathe. I don’thave any strength. I’m so exhausted that I cannoteven move... Robert, you’re my best friend!You’ve to help me! You’ve to do it! Destroy thatpicture! Destroy it, please!“Joseph... Joseph, listen: Let’s go tothink calmly, all right?” Robert thought somekind of sense had to be imposed in that situation.“Do you know what you’re saying? That is onlya painting.”“No!!”It was a rude, sharp reaction. Robertfrightened.“That is not only a painting. You’ve saidit just one moment ago. It’s identical to me.Identical. You know what that means? So muchso getting his own life, and trying to take mine.”“Ok, ok... What about Samuel? Does heknow all these thoughts of you?”Joseph panted.“He says he’s afraid... He barely comeshere to bring me the meals, but the rest of theday he’s afraid of being here. That fool oldman... For God’s sake! He works for me, andnow it seems he’s who’s ruling the house!”On the small table next to the bed therewere a lot of jars with sedatives. Robert grabbeda couple of them. They were very strongmedicines. Any doctor with a minimum ofcommon sense would have trembled of theirprescription with no any good reason. If Josephwas taking them, it was evident it had to be dueto something else rather than a simple physicaldegradation. He tried to caress his face as a signof piety, thinking perhaps that that gesturewould serve to calm him, but Joseph understoodit as a kind of insult, and shifted his hand withbrusqueness. Robert touched his wrist, horrified,not because the smack had bothered him, butbecause, when touching his friend’s face, he hadfelt a sandy skin, as if it could be melted onlytightening a little.“Don’t try to feel sorry for me, Robert,”Joseph said. “Just take the picture. Do it!”And then Robert saw it. There was theusual Joseph, authoritarian, despotic. Despiteboth the physical degradation and the sense ofdependency, there still were things that resistedto disappear fully.Robert did not know what to answer.Because Joseph was looking at him fixedly, andthought he had to provide an answer as soon aspossible, the only thing that came to his mindwas:“I think, Joseph, the first thing weshould do is finding someone to see you, and...”Immediately, Joseph’s eyes lost theirsense of proportion.“Who’s asking for your opinion? I don’twant your opinion, Robert! Just take the damnedpicture! I have called you only for that. Do it!!Robert hesitated, but he thought it wasconvenient to bear his position.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 66“No,” he said. “Joseph, if you want,we...”Furious, Joseph kicked him out of thebed.“Get out!” he shouted. “Get out of here,you bastard! I’ll find another one who want todo it! I’m not mad! You hear me?! I’m not mad!Get out of here! If you’re not going to do it, Idon’t want see you anymore! Out! Out! Get out!I’m not mad!”Robert went out of the dorm. Even withthe door closed, Joseph’s screams still could beheard. What could he do? He did not have anyproblem of taking that picture out of the dorm,but that would mean he would agree withsomebody that, undoubtedly, seemed being verydisturbed. Was that what he really wanted?Certainly, not. What Joseph needed was anothertype of help. Taking that picture out meant toaccept a story he thought it was senseless.Yet, on the other hand, it was obviousthat something was happening inside his friend.Samuel appeared at the end of thecorridor, with a tray with coffee and sandwiches.“So, what do you think?” he asked.“He’s totally out of control... Hasanybody seen him?”“Well, you know how he is... He doesnot let anybody helps him. The only thing heasks me is to destroy that painting, but...” Hedoubted. “Honestly, I am afraid of going withthe flow, and making the situation worse.”“But you really think the picture...”“I do not know what to say. He insists itmoves, and he has even forced me to sit in frontof it several times to see he is not lying, and thepicture truly moves. But I have not noticeanything.”“I know a friend who’s psychiatrist.Perhaps he might be helpful. I’ll call him.”“That would be great. Thanks.” Samuelpointed the tray with his eyes. “Do you want totake something?”“No, thank you”“Well, at least let me put this for takingaway. I do not want to waste it.”They went down to the kitchen. WhileSamuel put the sandwiches in a box, Robertfinally decided to take a cup of coffee. Samuelalways prepared an excellent coffee. His work inthat house had always been excellent, and thatwas something Joseph had never been able toappreciate. Observing him, Robert askedsomething that sometimes came to his mind.“Samuel, how have you been able totolerate him for so many years?”“I beg your pardon?”“Joseph. How many years have youbeen working in this house?”“Almost forty, I think. The truth is Ihave already lost the count.”“Have you never thought of leavinghim? I mean... Not even now, with thissituation?”“Why? No. Why do you ask that?”“Well... You’re going to be eighty nextmonth. This house is enormous, and it demandsa lot of work for just one person.”


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 67“Yes, but it is my job. Besides, I havebeen taking care of him since he was a kid. Ithink it is a matter of justice to continue doing itnow.”The answer did not convince Robert. Itwas obvious Samuel seemed not verycomfortable talking about that issue. He, on theother hand, had never been able to understandthat loyalty toward a man that, systematically,had treated him almost in a medieval way,always reminding him his position of servant.Whereas any other person had gone away manyyears ago knowing how Joseph was, Samuel hadbeen educated under other criteria, and keepinga disconcerting fidelity and respect to him.“I see,” Robert concluded. “It’s worthyof admiration what you do, Samuel. Seriously.And more considering he’s never been very kindwith you.”“Yes. But despite his bad manners andhis character, I know him much better thananybody. And, of course, I do not think hedeserves what he is suffering. Or do you thinkhe really deserves it?”Robert did not answer. Direct question,he thought.“No,” he said, slightly bewildered. “Imean... Of course not. I’ll go home and I’ll seewhat I can do.”“Good. Here you have the box.”Robert took the box with thesandwiches. He finished the coffee and stood up.“Thanks, Samuel. For everything. Asusual. Please, call me if things get worse.”“Don’t worry. Now, be careful on theroad.”“Goodbye.”#After midnight, it started to rain.Joseph could not sleep. AlthoughSamuel had given him a pill to get to sleep, heknew that closing the eyes would mean that theperson in the painting (he -–“Jesus Christ! Itsounded totally unbelievable...”) would get out,and would try to finish what he had been tryingto do. He could see how he observed him.Robert had left open a small opening in thecover of the painting, and through it could beseen an eye (his eye) studying him.He knew that, in any moment, he wouldget out from the painting, and would go for him.He knew neither how nor when.He only knew that he would go for him,and he could not let him do it.#Robert was sleeping when the phonerang. It was Samuel. He sounded very anxious.Joseph, he said, had disappeared.#Robert and Samuel went into Joseph’sroom. The bed was empty and messy. There wasno trail of Joseph.“I came this morning at eight,” Samuelsaid, “just as usually I do, to leave the breakfast,and I saw he was not here.”Robert opened the drawer of the tablenext to the bed.“His driver’s license and his cards aren’t


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 68here.”“What shall we do?”Robert glanced the room, and his eyesstopped when they saw the picture. It continuedin the same place than the day before, with thecover slightly opened. He took it, removed thebundle, and looked at the canvas. He swallowed.A terrible pain invaded his throat.“Samuel.”“What?”“I’m going to call the Police.”Robert dropped the painting, running tothe hall. Samuel turned his head toward thecanvas, and saw there was painted the face,putrefied and slumped, of a person. The eyeswere, with no doubt, Joseph’s.He walked to the painting, slowly, as ifhe had suddenly been hypnotized for thatgrotesque image. He extended his arm, andtouched the canvas. Then, he realized he hadsome rests of paint in his knuckles. He scrubbedthem. Seeing they did not disappear, he took outa small cloth from his pocket.While cleaning his hand, he rememberedthe sensations he had experienced that morningwhen he had finished the picture. He alsoremembered the years where Joseph had beeninsulting and humiliating him as well as all thetimes he had thought a person like him did notdeserve of that old and beautiful house, or of allthe money that was accumulated in his bankaccounts. And he remembered, finally, themoment in which he had decided, two monthsbefore, to kill him by means of poisoning whileconvinced him that that picture done by thatpainter of Munich was the only and trueresponsible.Joseph might be authoritarian andungrateful, but he also was a neurotic person,and someone who constantly saw himself victimof envies and odds conspiracies.He heard how, from the hall, Roberttalked to the Police.He looked at his knuckles. They werealready clean.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 69MoroquitaRuth Nelly SolarteAlverno College


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 70Intercambio epistolar entre un universitario y su padre(En todo caso, que quede claro que el chiste no es mío; es del acervo popular ese que dicen)Ester Suárez–FelipeUniversity of Wisconsin–MilwaukeeQuerido padre:Carta le escribe hoy lunes para que recibiéndola usted el martes, quede enterado el miércoles deque no tendré dinero el jueves. Si no lo recibo el viernes, cogeré la bicicleta el sábado y estaré con ustedel domingo.Su hijo que mucho lo quiere,Saturnino________Querido hijo:A tu carta del lunes, recibida ayer martes, contesto hoy miércoles para que estés enterado mañanajueves que no tendrás dinero el viernes. Y si coges la bicicleta el sábado, soberana paliza el domingo.Tu padre que te quiere,Melquiades


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 71El viejito verde (o rojo, en según qué países)(En todo caso, que quede claro que este chiste tampoco es mío; es del acervo popular ese que dicen)Ester Suárez–FelipeUniversity of Wisconsin–MilwaukeeEsta era una tiendita de pueblo de las de antes, cuando todo se vendía a granel y la tienda delpueblo era un medio almacén con montones de anaqueles, sacos y cajones, llenos de los diferentesproductos a la venta, y un mostrador corrido. Entonces en esta tienducha trabajaba una dependienta buenamoza, modesta ella como correspondía a los tiempos, vestida con falda de hasta casi media pantorrilla.Llega un vejete a la tienda y le pide a la buena moza medio kilo de sal fina. Súbese ella a la escalera detijera que necesita para alcanzar el anaquel en el que está la sal correspondiente. El viejo la mira y dice- Me la está poniendo gorda.- ¿Cómo que gorda? ¡Se la estoy poniendo menuda! –responde la moza.- Sí, sí. ¡Menuda me la estás poniendo! –exclama el vejete.


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 72Rincones de WisconsinEster Suárez–FelipeUniversity of Wisconsin–MilwaukeeNamekagon (Northwest Wisconsin)- 12 -


Copper Falls (Wisconsin)Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 73


Luna creciente 3 (Fall, 2014) - 74Instruções para uma morte (Poema 3)[Instructions on a death (Poem 3)]Ricardo VasconcelosSan Diego State UniversityTrês dias, exatos,para desarrumaruma vidacomeçando no próprio diado funeral, três diasdá bem.Abrir gavetas, rasgar papéis, engolirem secoas memórias dos armários, dividir irmãmente– facilmente, se se aceitaro temor do que se perdetantocomo a generosidade – dar aos amigosa roupa nova, perguntarpara que era a velha. Perceberque era afinal, sempre fora,tudo bom gosto.Ficam os elogiosdas vizinhas, não ficamdinheiros ou dívidas, ficamsaldadas as contasdo lado erradoda vida.Three days, exactly,to dismantlea lifestarting with the dayof the funeral, three dayswill do it.Look into drawers, tear up paper,swallow drythe memories of dressers, divide and share– easily if one can handlefear before what one loses,before the generosity – give to friendsclothing never worn, askwhat the old one was for, realizethat all of it was, in fact had always been,in good taste.What is left is the praisefrom neighbors.Not left is money or debt, butthe settled accountof the wrong sideof life.-.Translation by George Monteiro.-


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