11.07.2015 Views

Dd5bL

Dd5bL

Dd5bL

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

PRÓLOGO“Permítanme siempre estas confidenciasmuy del alma, porque yo hablocon el pueblo, aunque no lo estoy viendo;yo sé que ustedes están ahí, sentadospor allí, por allá, oyendo a Hugo,a Hugo el amigo. No al Presidente, alamigo, al soldado”.Así comienza “Cuentos del Arañero”,cual anticipo de este libro quemuestra a Chávez contado por sí mismo.Más de 300 ediciones del programa Aló Presidente alimentaron la presenteSi uno pudiera volver a nacer y pedirdónde, yo le diría a papá Dios: Mándame almismo lugar. A la misma casita de palmasinolvidable, el mismo piso de tierra, lasparedes de barro, un catre de madera y uncolchón hecho entre paja y goma-espuma. Yun patio grande lleno de árboles frutales. Yuna abuela llena de amor y una madre y unpadre llenos de amor y unos hermanos, y unpueblito campesino a la orilla de un río.compilación; páginas con visos autobiográficos y la impronta de quien ha marcadola historia reciente de Venezuela.Son muchas las pasiones que se desbordan en el discurso del líder bolivariano:la familia, el béisbol, las Fuerzas Armadas, el culto a los próceres, a los héroes,el amor infinito a Venezuela y, sobre todo, a las amplias masas excluidas.Es un viaje que inicia en sus raíces en Sabaneta de Barinas, en aquella casitade palma y piso de tierra, con el topochal a mano. “Pobre, pero feliz”. Y laabuela Rosa Inés, la “mamavieja”, la familia, los amigos de la niñez; la vívidaestampa de cientos de miles de hogares humildes de los pueblitos del llano.De entonces el Chávez sensible, observador, que absorbe cual esponja, senutre de sus orígenes y carga con ellos a través de los años, las vicisitudes yetapas de una vida de batalla.Por aquellos días se fue forjando el apasionamiento por la historia, que enrumbadesde las leyendas familiares, Maisanta, “el último hombre a caballo” ysu escapulario más que centenario.“Por aquí pasó Zamora”, decía la abuela, y la imaginación encandilaba aaquel muchacho que se subía al palo más alto del patio, oteando un horizonte enel que luego redescubrió a Bolívar por los caminos de la Patria.Porque Hugo Chávez Frías trajo de regreso a Bolívar, lo despojó de la corazapétrea de las esculturas, lo bajó de los pedestales inmóviles de las plazas, se sumergiójunto a él y lo hizo sustancia en el torrente de la gente, que se apropió delnombre, el pensamiento y la obra del Libertador.El Presidente de Venezuela cuenta como nadie la historia nacional; la interpreta,la explica, hurga en sus protagonistas, batallas, contradicciones, conuna visión de interconexión entre el pasado, el presente y el porvenir, con unaperspectiva transformadora.Chávez es un investigador e historiador que trasciende los moldes de la academia.Y ello no hubiera sido posible sin su paso por el cuartel, cual soldado de las“tropas del Ejército Libertador de Venezuela”, como alguna vez le espetó, exigiendorespeto, a un gobernador adeco, corrupto.Aquel “Bachaco” o “Tribilín” llegó a la Academia Militar, en Caracas, con lailusión de ser pelotero de Grandes Ligas. Pero, junto al uniforme, los sueños se ensancharoncatando de las tradiciones, de la disciplina, de la camaradería y, másque todo, de las injusticias vividas y confrontadas en el cumplimiento del servicio.Así lo encontramos de subteniente en 1975, en La Marqueseña, Barinas, en las“antiguas tierras del Marqués de Boconó”. Tierras mágicas signadas por senderosde leyendas, combates, sangre derramada y también por lo real maravilloso:“Aquí descubrí un carro un día entre el monte, un Mercedes Benz negro. Lo limpiamos,abrimos el maletero con un destornillador y conseguí un poco de librosde Marx, de Lenin; conseguí este libro por allá, lo leí aquí: ‘Tiempo de EzequielZamora’, de ese gran revolucionario Federico Brito Figueroa. Aquel subtenienteChávez comenzó a leer aquí, comenzó a hablar con los soldados allá”.Hablar quiere decir forjar conciencias, aunar voluntades, sembrar la semilladel Movimiento Bolivariano que tuvo su juramento en el Samán de Güere y el bautismode fuego el 4 de febrero de 1992, cuando el “Por ahora” dio la pauta al devenir.Chávez dialoga, tutea, narra al detalle, se adelanta a veces, va atrás, superponehistorias; rompe la lógica gramatical sujeto-verbo-predicado. Es parte


de su estilo, su técnica narrativa, con la cual mantiene en vilo, enseña, polemiza,pone a pensar y convence. Se trata, sin lugar a dudas, de un fenómeno de lacomunicación directa, cercana, permanente con su pueblo.Llanero de pura cepa, y orgulloso de serlo, Chávez es también un fabulador.Él asegura que no exagera, pero Fidel Castro, quien lo conoce bien, acuña que suamigo venezolano “rellena”, al menos sobre las historias que involucran a ambos.Los “rellenos” ocurren, sobre todo, cuando la narración le concierne personalmente.Como la serpiente que, según sus propias palabras, estuvo a punto dedevorarlo en su cuna, allá en la casa de piso de tierra de Sabaneta. “A la tragavenadola colgaron del techo y la cola pegaba en el suelo. El grueso era como elde un caucho de carro”, rememora para asegurar: “estoy vivo de broma”.O aquel caimán del Arauca, que fue creciendo de cuento en cuento, en mediode la credulidad-incredulidad del auditorio. “Cuarenta y cinco metros de largoconté yo a pepa de ojo”.Entonces la narración gana en intensidad porque el que la cuenta lo hacecomo si la estuviera viviendo en tiempo real. Así llegan los sonidos: “Pac”, suenacuando su padre bocha la bola criolla; “Ass”, el silbido de la tragavenado;“Uuuh”, los fantasmas de Sabaneta; “Pum”, vuela lejos la chapita; “Ta, ta, ta”,Evo habla que habla; “Ra, ra, ra”, meterle a los gringos cuatro batallones por elflanco; “Uju”, sorpresa.De la mano del sonido están también los corridos, las coplas, las canciones.“Yo canto muy mal”, confesó públicamente, pero a continuación acotó: “como dijoel llanero aquel, ‘Chávez canta mal, pero canta bonito’”.Lo cierto es que resulta difícil encontrar a otro jefe de Estado que entonemás en público, desde el himno nacional, hasta rancheras, baladas de moda y,sobre todo, las estrofas del cantar folclórico venezolano, del que ha sido campeónpromotor. Cantor de pueblo, pues.Y, ¡claro!, el lenguaje. El del presidente, del líder político, forjador de conciencias,educador, del declamador, del poeta. Pero también el del ciudadanode a pie y más, del veguero de campo adentro. De ahí el uso diáfano de vocablosque forman parte del habla popular, aunque algún diccionario no los reconozca:“jamaqueo”, “choreto”, “jalamecate”, “firifirito”, “espatilla'o”, “esperola'o”,“kilúo”, “arrejuntar”, entre muchos otros.¿Es cómico?, preguntaba un amigo al conocer de la idea del libro. Chávez esdicharachero, se ríe de sí mismo, celebra el chiste sobre su persona, pero tambiénarranca carcajadas del auditorio cuando pone al adversario en el centro de sucolimador. Ya lo dijo en alguno de sus alocuciones: “Revolución es amor y humor”.Pero “Cuentos del Arañero” es también algo muy serio. Chávez sufre en sus páginas,le duele el dolor del pueblo, del niño que agoniza sin atención médica, quemuere porque el capitalismo y los gobernantes a su servicio se la negaron. “¡Es elinfierno aquí!”, se lamenta el Presidente, que en los primeros años de su gobiernose consigue la tragedia por doquier, la nefasta herencia de la IV República.“Como siempre, está la masa del pueblo y yo me echo encima de la masa, meabrazo con ella, sudo con ella, lloro con ella y me consigo. Porque allí está el drama,allí está el dolor, y yo quiero sentir ese dolor, porque solo ese dolor, unido conel amor que uno siente, nos dará fuerzas para luchar mil años si hubiera que luchar”,exclama por aquellos días.Desde esos tiempos la amistad con Fidel, relación entrañable de una sensibilidadsuperior. Sobre ello, y más, habría mucho que decir. Pero mejor que locuente Chávez, el arañero de Sabaneta.Orlando Oramas LeónJorge Legañoa AlonsoJunio de 2012


HISTORIAS DE FAMILIAConfidenciasPermítanme siempre estas confidencias muy delalma, porque yo hablo con el pueblo, aunque nolo estoy viendo; yo sé que ustedes están ahí, sentadospor allí, por allá, oyendo a Hugo, a Hugoel amigo. No al Presidente, al amigo, al soldado.Bueno, ayer fui a visitar la tumba de mi abuelaRosa. No quería ir en alboroto porque siemprehay un alboroto ahí, bonito alboroto y la genteen un camión y las boinas rojas. Yo dije: “Por favor,yo quiero ir solo con mi padre a visitar a lavieja, a Rosa Inés”. Allí llegamos, y llegó el señor,un hombre joven, con una pala y unos niños, limpiandotumbas. Ellos viven de eso. Y me dijo elseñor, dándole con cariño a un pedacito de monteque había al lado de la tumba de la vieja: “Presidente,usted la quiso mucho, cada vez la nombra,¿verdad?”. “Claro que la quise y la quiero, ellaestá por dentro de uno”.También me dio mucha alegría ver de nuevo,¿cómo se llama el niño? No recuerdo, un “firifirito”,que hace un año fui también a darle unacorona a mi abuela, y él llegó: “Chávez, yo vivolimpiando tumbas y no tengo casa”. Ayer medijo, con una sonrisa de oreja a oreja: “Chávez,gracias, tengo casa, mira, allá se le ve el techo”.Tiene techo rojo la casa. El niñito tiene casa, hermano,con su mamá y su papá y dos niñitos más,que están ahí, todos limpian tumbas. Esa vez loagarré y le dije: “¿No tienes casa?” ¡Claro!, sontantos los que no tienen casa ¡Dios mío! ¡Ojaláuno pudiera arreglar eso rápido para todos losniños de Venezuela!Le pedí al general González de León y al gobernadorque se unieran para atender el caso deese niño, porque él me dijo con aquellos ojitos:“Chávez, no tengo casa. Chávez, yo quiero estudiar”,“Chávez, mi mamá está pasando hambre”,y bueno, me dijo tantas cosas con aquellos ojitosque me prendió el alma. Y les dije, miren, haganun estudio social. Y ya tiene casa el niño y se leve el techo rojo. “Allá está. Chávez, visítame”. Yyo le dije: “No tengo tiempo papá, pero otro díavoy”. ¡Ojalá pueda visitarlos algún día!Ahí estuvimos rezando delante de la tumba dela abuela. Yo nací en la casa de esa vieja, de RosaInés Chávez. Era una casa de palma, de piso detierra, pared de tierra, de alerones, de muchos pájarosque andaban volando por todas partes, unaspalomas blancas. Era un patio de muchos árboles:de ciruelos, mandarina, mangos, de naranjos,de aguacate, toronjas, de semerucos, de rosales,de maizales. Ahí aprendí a sembrar maíz, a lucharcontra las plagas que dañaban el maíz, a moler elmaíz para hacer las cachapas.De ahí salía con mi carretilla llena de lechosay de naranjas a venderlas en la barquillería.Así se llamaba la heladería, y me daban de ñapauna barquilla. Era mi premio y una locha paracomprar qué sé yo qué cosas. Bueno, de ahí vengo.Cuando yo muera quiero que me lleven allá,a ese pueblo que es Sabaneta de Barinas, y meconformaré con una cosa muy sencilla, como laabuela Rosa Inés.Las propias raícesLa abuela Rosa Inés decía: “Muchacho, no teencarames en esos árboles”. Yo me subía arriba,chico. Había un matapalo en el patio donde mecrié, era un patio hermoso y uno se subía en todosesos árboles. El matapalo era el más alto yuno buscaba las ramas más altas porque habíaunos bejucos y allá abajo un topochal. Y comolas matas de topocho tienen el tronco blando yesponjoso, es como un colchón.¿Tú sabes lo que yo hacía? Me lanzaba conmis hermanos y Laurencio Pérez, el otro que ledecíamos “El Chino”. El único que no se subíaera el “Gordo Capón”. El “Gordo Capón” nopodía subirse, era el dueño del único bate y laúnica pelota Wilson, así que ese era cuarto bateaunque se ponchara. Uno se lanzaba barúuu,barúuu. El hombre de la selva. Yo prefería serBarú que Tarzán. Barú era africano. Uno caía, se“espatillaba” contra los topochales y mi abuelita,pobrecita, que en paz descanse, salía con lasmanos en la cabeza: “¡Muchacho, te vas a matar,bájate de ahí, mira que el Diablo anda suelto!”A veces a mí me daba miedo porque unopensaba que el Diablo andaba suelto de verdad.


6Claro, Cristo anda suelto también y Cristosiempre le gana al Diablo como Florentinole ganó al Diablo. Ella nos regañaba mucho,nos bajaba de los árboles, pero en la noche nossentaba en el pretil de la casa de palma, cuandose iba la luz de la planta eléctrica de Sabaneta,que quedaba cerquita de la casa. Cuando pasabadon Mauricio Herrera en una bicicleta, unosabía que ya iban a apagar la planta. “Ahí pasódon Mauricio”, y era como un reloj. Él pasabatodas las noches a las ocho en punto. Recuerdoque apagaba una primera vez, ese era el aviso.Era como la retirada, como cuando uno está porallá y le tocan la corneta. Después venían dosapagones, rur, rur, y ya la tercera era que se ibala luz en el pueblo.Claro, ya estaban las velas prendidas o laslámparas aquellas de kerosene, y la abuela listacon sus cuentos. Y uno la buscaba: “Abuela,échanos los cuentos”. Y ella hablaba de un caboZamora y de un Chávez, abuelo de ella, que sefue con el cabo Zamora y no regresó más nunca.Recuerdo que desde niño oía comentarios entrelas abuelas: “Cónchale, que aquel si fue maluco,dejó la mujer sola y le dejó los hijos”.El abuelo por los Chávez, el abuelo de mi abuelase fue con un tal Zamora y no vino más nunca.Dejó los muchachos chiquitos y la mujer se quedósola con los muchachos vendiendo topocho ypescando en el río. También oía los comentariosde mis abuelas, las Frías, de que hubo un maluco,un tal Pedro Pérez Delgado, quien también tuvodos muchachos con Claudina Infante y se fue.Estaban los muchachos chiquiticos y más nuncavolvió. Entonces yo tenía la idea de que eran malucos,pero cuando voy a buscar la historia en loslibros resulta que no eran ningunos malucos, eranunos soldados. Esas son las leyendas, esos son loscuentos pero que vienen de las propias raíces.Yo vendría a buscarteCUENTOS DEL ARAÑEROMi abuela Rosa Inés nos enseñó a Adán y a mía leer y a escribir antes de ir a la escuela. Fuenuestra primera maestra. Ella decía: “Tienes queaprender, Huguito”. Las letras redonditas que ellahacía. Quizás de ahí viene mi pasión por la lectura,por la buena escritura, la buena ortografía, nocometer ni un error. Algunos me sufren, porqueyo soy que si el acentico, la comita, la forma de laprosa incluso, y del verso de cuando en cuando.Ella me decía, ya yo militar: “Huguito, usted sálgasede ahí, usted no sirve para eso”. Y a mí megustaba el Ejército, y le preguntaba: “¿Por qué nosirvo para eso, abuela?” “Usted es muy ‘disposicionero’,usted inventa mucho”. Dígame después,cuando, ya de teniente, de vacaciones, llegué undía a la casa con otros cadetes; nos sentamos ahíy yo puse a Alí Primera: “Soldado, vuelca el fusilcontra el oligarca”. Ella tenía esa inteligencia innatade nuestro pueblo y oía el canto de Alí Primera.Se fueron los compañeros y me dijo: “¿Seda cuenta? Usted se va a meter en un lío, porqueyo estoy oyendo esa música y usted se la ponea sus compañeros, Huguito, Huguito”. ¡Ay!, laabuela. Ella me descubrió antes de tiempo, meintuyó. Murió aquel 2 de enero, la sembramos enmedio de retoños y de amaneceres el año 1982.Recuerdo que tenía guardia el 31 de diciembre enFuerte Tiuna, en la Academia. Me gustaba muchopararme en el Gran Hall, en la puerta grande queda hacia las columnatas, y ver el jolgorio en lasoledad. A las 12 de la noche nos asomábamosahí el grupo de oficiales a darnos el abrazo, a verlos cohetes de los cerros de El Valle, a oír los rumoresde la alegría y la esperanza de un puebloque se renueva cada 31 de diciembre. El 31 huboreunión de oficiales despidiendo el año y me diopena pero le dije a mi coronel Tovar: “Mi coronel,necesito un permiso, tan pronto regresen los queestán de permiso de segundo turno”. Y le expliqué:“Mi abuela, que es mi mamá vieja, está muymal y no le quedan muchos días de vida. Me acabode despedir de ella hace dos días, un abrazo ylas lágrimas y recuerdo que me dijo: ‘¡Ay!, Huguito,no llores, que quizás con tanta pastilla me voya curar’”. Pero no, ya no tenía cura, sabíamos quese iba, ya se estaba yendo. Y el buen coronel medijo: “Chávez, vaya”. Yo era jefe de deportes y nohabía en ese momento ningún gran compromisodeportivo. Entonces me dijo: “Váyase el 5 de enerocuando lleguen los demás”. El día primero mevoy a visitar a mi coronel Hugo Enrique Trejo enMacuto. Él tenía una casita allí; ese fue como otropadre mío, orientador, el gran líder militar de losaños ‘50. Ahí estuvimos conversando el primero.En la tarde me fui a Villa de Cura a visitar a mitía abuela Ana, la hija de Pedro Pérez Delgado.Estando allá salí a afeitarme, porque estaba muymechudo —como decimos—, para regresar en latarde a la Academia. Cuando regreso, ya tenía lanoticia: “Ha muerto la abuela”. Así que la sembramosal día siguiente. Ya yo estaba comprometidocon la Revolución, por eso le escribí estas líneas:Quizás un día mi vieja querida, dirija mispasos hasta tu recinto, con los brazos en altoy como alborozo, colocar en tu tumba unagran corona de verdes laureles: sería mi victoriay sería tu victoria y la de tu pueblo, y la detu historia; y entonces por la madrevieja volveránlas aguas del río Boconó, como en otrostiempos tus campos regó; y por sus riberas seoirá el canto alegre de tu cristofué y el suavetrinar de tus azulejos y la clara risa de tu loroviejo; y entonces en tu casa vieja tus blancaspalomas el vuelo alzarán y bajo el matapaloladrará “Guardián”, y crecerá el almendrojunto al naranjal, también el ciruelo junto altopochal, y los mandarinos junto a tu piñal,y enrojecerá el semeruco junto a tu rosal, ycrecerá la paja bajo tu maizal, y entonces lasonrisa alegre de tu rostro ausente llenará deluces este llano caliente; y un gran cabalgarsaldrá de repente y vendrán los federales, conZamora al frente, y las guerrillas de Maisanta,con toda su gente, y el catire Páez, con susmil valientes; o quizás nunca, mi vieja, lleguetanta dicha por este lugar, y entonces, solamenteentonces, al fin de mi vida yo vendría abuscarte, mamá Rosa mía, llegaría a tu tumbay la regaría con sudor y sangre, y hallaría consueloen tu amor de madre, y te contaría de midesengaño entre los mortales, y entonces túabrirías tus brazos y me abrazarías cual tiemposde infante, y me arrullarías con tu tiernocanto y me llevarías por otros lugares...La Negra InésYo tuve una abuela que le decían la Negra Inés.Una negra despampanante, famosa en todo elllano. Han pasado casi cien años y todavía la recuerdanpoetas del llano: la Negra Inés, la de lacasa del semeruco, cerca de la iglesia. ¡Ah!, esosuena a recuerdo bonito, profundo y lejano.Dicen que la Negra Inés, mi bisabuela, era hijade un africano que pasó por aquellos llanos. Noes que dicen, es que era verdad, porque cuandocien personas dicen lo mismo en un pueblo pequeño,es verdad. Aunque quizás yo nunca sabréel nombre de aquel abuelo africano, que era de losMandingas. Así que yo termino siendo un Mandinga.La Negra era la madre de mi abuela RosaInés Chávez, que nació entre india y negra. Porque,¡mira!, el papá de mi abuela, de Rosa Inés,fue un italiano que se levantó a la Negra Inés yvivieron un tiempo juntos. Tuvieron a Rosa Inés ya Ramón Chávez, que lo recuerdo. Yo lo vi morir.Murió de un ataque, como decían antes.El tío Ramón me hacía los papagayos. Estabamuy enfermo en un chinchorro y me dice: “Huguito,ayúdame a ir al baño, que estaba allá atrás, elexcusado, pues. Yo lo llevo y le digo: “Tío, aquí es”.Y no, él siguió y llegamos casi a la cerca. Él no veíay cayó. Salí corriendo a llamar a la abuela: “MamáRosa, mamá Rosa, mi tío, tiene un ataque”. Cuandovino un médico, que consiguieron no sé dónde,ya estaba muerto mi tío Ramón Chávez.Yo estoy vivo de bromaCuenta mi madre que estoy vivo de broma, de bromitaestoy vivo. Un día ella estaba en la cocina, yochiquitico, de meses. Adán tenía año y piquito. Yoestaba en un chinchorro, llorando y mi mamá ledice a Adán: “Vaya, mézame al niño”. Mi mamálo que oyó fue el chillido mío y salió corriendoa ver. Resulta que el chinchorro estaba como loponemos en el campo, guindado sobre la cama. Y


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 7el Adán, que además era “kilúo”, lo agarró por lacabuyera y haló el chinchorro. Él me meció, peroverticalmente, y el pobre niñito aquel, que era yo,salió disparado como bala humana. Mi mamá meconsiguió allá orinadito y todo, en la esquina allá.Menos mal que las paredes eran de barro, de tierra,y el piso también. Ese fue Adán.Después a los pocos días cuenta mi mamáque ella estaba ahí como a medianoche. Todooscuro. Mi papá no había llegado. Yo estaba enla cuna. Adán estaba con mi abuela en el otrocuarto. Mi mamá oye un ruido en la oscuridadque hace: “¡Asss, asss!” Ella pela por la linternay alumbra. Cuando ve algo debajo de mi cuna,¡era una tragavenado, compadre! Mi mamá meagarró y salió disparada. Llamó a mi tío RamónChávez, que en paz descanse, quien mató la culebracon un machete o un palo. A la tragavenadola colgaron del techo y la cola pegaba enel suelo. El grueso era como el de un caucho decarro. Era una culebra que tenía azotada a laconejera de mi abuela. Se había comido ya variasgallinas y andaba buscando un bachaquito,fíjate. Yo estoy vivo de broma.SAca veinte o considérateraspa’oCuando mi padre era mi maestro de cuarto grado,me consta que revisaba mi prueba una y tres veces,con mayor rigor que las otras. Yo a veces reclamabajusticia, tratamiento igual, pero no, mi padreera más duro conmigo. Así tenía que ser. Fue unagran enseñanza para mí y mis hermanos. Me dijo:“Cuando tú no saques 20 considérate raspa’o”. Yuna de las motivaciones que uno tenía, el fin desemana, el sábado, era ir a ver “Tin Tan”, “Chucho,El Roto”, “El Águila Negra”, todas esas películasde aquellos años en el único cine que había por todosesos pueblos, el Cine Bolívar de Sabaneta, quecostaba un real. Mi papá nos llevaba, pero cuandoyo no sacaba veinte, no iba al cine. No olvidoque me perdí la película “Neutrón”, porque no saqué20 en un examen, no sé cuál. Lloré mucho, miabuela me consolaba: “¡Ay, Huguito!”.El arañeroUstedes saben que yo vendía arañas. Desdeniño, más o menos, tengo noción de lo que es laeconomía productiva y cómo vender algo, cómocolocarlo en un mercado. Mi abuela terminaba lasarañas y yo salía disparado. ¿Pa’ dónde iba a coger?¿Pa’l cementerio? Estaría loco. Allá estabaa lo mejor una señora acomodando una tumba,a lo mejor un entierro. Si había un entierro entoncesyo aprovecharía ¿verdad? Pero no, ¿pa’dónde? Pa’l Bolo. Más de una vez mi papá meregañó: “¿Qué haces tú por aquí?” “Vendiendoarañas, papá”. Todas las tardes, a las cinco, seveían allá los hombres del pueblo. Mi papá jugababolos porque él es zurdo y lanzaba bien.En el bolo yo vendía la mitad, y después pa’lcine. La concentración, pues, en la Plaza Bolívar.A la salida de la misa estaba yo, mire, con mibichito aquí: “Arañas calientes”, no sé qué más.Y le agregaba coplas: “Arañas calientes pa’ lasviejas que no tienen dientes”, “arañas sabrosas,pa’ las muchachas buenamozas”, cosas así. Arañascalientes, araña dulce, pa’ no sé qué. Yo inventaba,ya casi se me olvidaron las coplas. A lasmuchachas yo les cantaba. Dígame si salía porahí Ernestina Sanetti, ¡ah!, yo le cantaba. ErnestinaSanetti, Telma González, de las bonitas delpueblo. Entonces vendía mis arañas ahí dondeestaba el mercado y la concentración.¡Cómo olvidar las fiestas de Sabaneta! Yo eramonaguillo, tocaba las campanas, y había que tocarlasduro los días de fiesta. Y la abuela: “¡Huguito,hay que buscar más lechosa!”. Porque en losdías normales yo vendía no más de veinte arañasdulces; eran dos bolívares con un real. En cambio,en las fiestas se vendían hasta cien arañas diarias.Mi abuela se levantaba muy temprano. Yola ayudaba; le comía las paticas a las arañas. Y leregalaba una a Hilda, que me gustaba aquella muchachita.Me quedaban por lo menos dos lochastodos los días, para montarme en la montaña rusay la vuelta a la luna aquella. Me gustaba ir al circoy ver a las trapecistas bonitas que se lanzaban. Decuando en cuando iba un elefante, un tigre en unajaula, y uno vivía las ilusiones del mes de octubre.Dígame en las fiestas patronales. ¡No! Estábamosen emergencia, había que buscar lechosa no sé,hasta allá en el río, porque se vendía mucho, yademás no teníamos competencia. La única casadonde se hacían arañas en este pueblo era la casade Rosa Inés Chávez. Sí, un monopolio.Gente honradaRecuerdo que compraba a veces a crédito. Nosotrosvivíamos de lo que nos daba mi papá, queera maestro por allá en un monte. ¡Imagínense unsueldo de cien bolívares! Mi abuela hacía dulces,vendíamos arañas, tabletas, majarete, dulce decoco, y frutas. Vendíamos muchas frutas porque elpatio, donde yo fui un niño feliz, era un patio llenode árboles frutales de todo tipo y de eso vivíamos.Había tiempos difíciles cuando la abuelita nopodía hacer el dulce. Yo le decía a Luis Alfonso,el bodeguero, donde compré toda la vida: “LuisAlfonso, vengo a fiar un bolívar de plátano”. Y élanotaba ahí, porque estábamos pasando por unasituación difícil. Pero luego me ponía las pilas,como decíamos. Mi abuela hacía doble dulces, yovendía más rápido y le pagábamos la locha o elbolivita que nos había dado fia’o Luis Alfonso. Lagente humilde es honrada.Pobre, pero felizHace poco estábamos comiendo mangos con elGobernador en la casa del Rey, allá en Jamaica.Había mucho mango. Y entonces le contaba alGobernador que fui un niño pobre, pero feliz.Yo me iba por los montes a comer mangos, naranjasy ciruelas. Éramos muy pobres. A mí loque me daban era una locha diaria para ir al liceo;con eso uno se tomaba un fresco y a lo mejorse comía un pedacito de pan.Pero después, cuando salíamos en la tarde,me iba directo del liceo al estadio “La Carolina”,en Barinas, donde hoy funciona un estadio defútbol muy bueno. Eso está rodeado de mangos ymangas y esa era la cena de nosotros, de los queestábamos practicando. Yo iba con mi maletín ymis guayitos viejos de jugar béisbol: mi guantecitoviejo, una camiseta, una gorrita. ¡Qué divino,vale!, La manga grandota, y uno agarraba unamaceta y a tumbar manga, camarita, y a comer.De cuando en cuando alcanzaba para un pan deazúcar, dulcito, de esos con azuquita.La Virgen de la SoledadRecuerdo mucho a mi abuela Rosa Inés cuando llegábamosa la casa de palma grande, donde yo nací.Era muy fresca. Pero veníamos de alguna actividad,alguna visita a los vecinos, y la casa estaba sola. Miabuelita abría la puerta y siempre decía: “Buenosdías o buenas noches, Virgen de la Soledad”. Ella lehablaba a la Virgen de la Soledad, que se quedabacuidando la casa; le encomendaba la casa.Los fantasmas de SabanetaEstaba recordando a mi compadre Alfredo Aldana,en Sabaneta, al “Chiche” Frías, a “Pancho”Bastidas, “Cigarrón” Tapia. Yo era un niño comode diez años, ellos eran unos zagaletones de catorcey quince. En las noches se ponían una sábanablanca. Yo los veía, porque mi primo “Chiche”Frías era uno de ellos. Después que MauricioHerrera, que en paz descanse, apagaba la plantaeléctrica de mi pueblo, salían con la sábana blancapor Sabaneta haciendo ¡uuuuuuh!, corriendopor la plaza, por el cementerio. Eran malos, traviesos.Uno sabía que eran ellos, pero yo callaba.En ese tiempo más de un fantasma de esos brincabauna cerca, cuestiones hasta de amores.Una noche le pusieron una vela, por la orillade la madrevieja a mi pobre viejita. Creo que fuemi primo Adrián Frías, era otro que a veces sedisfrazaba. Pues pusieron una vela en el patio de lacasa vieja de mi abuela. Ella estaba muy asustada:“¿Te das cuenta?, ¡ahí están los muertos!”. Tuve quedecirle la verdad: “No, abuela, es que los muchachosquieren llevarse un saco de naranjas, entonces


8ponen una vela para que la gente se asuste y no seacerquen al patio”. Los fantasmas de Sabaneta.El primer discursoRecuerdo la primera vez que di un discurso, cuandollegó el primer obispo a Sabaneta de Barinas.Estaba en sexto grado y me pusieron a leer unaspalabras, a darle la bienvenida al obispo GonzálezRamírez, algo así se llamaba. Y ese mismoaño, un 12 de marzo de 1966, me correspondióleer también un discurso en la Plaza Bolívar,de Sabaneta de Barinas, a nombre de los muchachosdel Colegio Julián Pino, donde hice miprimaria. Nunca se me olvida una frase de esediscurso que escribió mi padre: “La banderaque Miranda trajo y que Bolívar condujo congloria”. Eso se me grabó para siempre.OfasaCuentos de familia. Hay que ver cuando nos reuníamos.Ahora casi no tengo tiempo. A veces lafamilia sufre el impacto de todo esto. Desde aquíun saludo y un recuerdo a mis hermanos. A Aníballe decíamos “Boca’e bagre”. A Nacho, “Churromogotero”. Nacho era flaquito y paletú’o.A mí me decían “Tribilín” o “Bachaco”. A Adánle decían “Macha macha”. Al negro Argenis ledecían “El Indio” o “Curicara”. Y a mi hermanomenor, Adelis, le decían “Ofasa”.¿Saben por qué? Ofasa era una cosa internacional,una oficina. Creo que era de los yanquis,no estoy seguro. Sospecho que era algo raro,porque era una agencia de ayuda humanitariay había propaganda por radio, allá en Barinas:“Ofasa lo visitará en su casa”, “Ofasa atiende ala humanidad”. Y Adelis estaba chiquitico. Tendríacomo ocho, nueve años. Él era muy meti’o yquería estar en todo. Entonces llega una señoraque vivía en la calle, una indigente que andabapidiendo ropa y comida por las casas. Adelisestaba por la ventana del cuartico, y mi abuelaRosa ahí limpiando. Él ve que la señora viene pa’la casa, y entonces le dice: “¡Mamá Rosa, mamáRosa, ahí viene Ofasa!” Porque por radio él oía:“Ofasa lo visitará en su casa. Ofasa atiende a lahumanidad”. Por eso le decimos “Ofasa”.Asunto ideológicoComo un amigo nuestro allá en los años ‘60, enBarinas. Ustedes saben que yo soy feo, él era eltriple de feo que yo. En las fiestas uno tenía quehacer esfuerzos. Había otros que se peinaban demedio lado y no sé qué más. Además, uno siemprecon la misma ropita, unas botas de goma ahí.Uno tenía que hacer un esfuerzo muy grandeCUENTOS DEL ARAÑEROpara acercarse a una muchacha y sacarla a bailar,agarrarle la mano, un esfuerzo grande aquel. Peromi amigo, que era el triple de feo que yo, sospechabaque las muchachas no iban a bailar con élo aceptarle una conversación. Teníamos catorceaños, éramos unos niños. Entonces él decía: “Yono bailo con ninguna muchacha hasta que no sedefina ideológicamente”. Y él estaba comenzandopor los caminos del marxismo, hijo de un marxistamuy respetado, un profesor barinés.El PensamientoMi papá empezó a dar clases de primaria, por alláen Los Rastrojos. Tenía sexto grado, no había liceoen Barinas. Luego consiguió un puestico demaestro por allá en un monte, pues. ¡Ah!, pero entoncesse inscribió en los cursos de mejoramientodel magisterio, una cosa buena que había. Notodo lo pasado fue malo. Eso venía desde muchoantes del año 1958. Entonces mi papá venía a Caracasen agosto y traía libros. Cuando el terremotode Caracas mi papá estaba aquí y lo lloramosmucho: “Se acabó Caracas”, decían por radio. Ylos rumores allá en Sabaneta: “Caracas se acabó”.Después llegó un telegrama al otro día: “Estoyvivo, estoy bien”. Y llevó una enciclopedia,creo que francesa, “Quillet”. Me prometió unamigo francés conseguirme una de la época,porque se perdieron esos libros. El último quevi lo tenía mi hermano Adán. Después no sé,al mismo Adán se le perdió en estos huracanesque se llevaron muchas cosas. Pero ahí habíamuchas recomendaciones: filosofía, matemática,historia; era como mi Internet entonces.Yo era un niño y me bebía aquellas páginas. Yuna de las recomendaciones que había allí, quela apliqué toda mi vida, era la siguiente: “Ustedpiense”, decía alguna página de aquellas. Yo loapliqué. Si estás en la mañana limpiándote losdientes, piensa lo que estás haciendo: “Me estoylimpiando los dientes”. No estés ahí comosi fueras un árbol, que no piensa. Si estás “pitchando”en el béisbol, piensa. Si estás disfrutandocon unos amigos, unas amigas, piensa. Elpensamiento es clave para entender lo que unoestá viviendo, para no pasar por este mundo asícomo si fuera una nube que pasó.¡Que no me lo maten!En La Chavera estaba mi padre el 4 de febrerode 1992 en la mañana, como todos los días,con sus cochinos y cuatro vacas. Llegó alguienen bicicleta a decirle: “Mire, don Hugo, que hayuna rebelión militar, que unos militares se alzaron”.Eran unos muchachos, vecinos que teníanallí también un ganadito. Ellos me conocendesde hace tiempo, porque yo siempre en vacacionesiba a La Chavera a jugar bolas criollas,a bañarnos en el río. Los muchachos le dijeron:“Don Hugo, ¿usted no cree que Huguito esté metidoen eso?”. Ellos ya intuían, porque me conocíande tanto hablar en la cancha de bolas, en elrío, por allá en bicicleta, caminando por esas costasde ríos. Mi papá les dijo, lavando la cochinera:“No, no, ese no se mete en eso”.En cambio, cuando Cecilia, la vecina, llamó ami mamá: “Mira Elena, dijeron por Radio Barinasque hay una rebelión militar”. Mi mamá se pusoa rezar “porque ahí tiene que estar Huguito”. Loque son las madres, ¿no? Mientras mi papá decía:“No, tranquilo que ese no se mete en nadade eso”, mi mamá desde que le dijeron se puso arezar. “¡Que no me lo maten!, porque estoy segurade que ese está ahí”. Te quiero, mi vieja, Elena.¡Muy sabrosa la delicada!, las hallacas y la mazamorraque me trajiste. Me queda todavía un poquito,voy poco a poco. No le doy a nadie.Los dedos de mi padreAcabo de hablar con mi padre y a mi padre lo amo,lo admiro y, además, lo metí en este lío. Mi padreHugo de los Reyes Chávez, un maestro jubilado.Estaba criando cochinos y gallinas ponedoras desdehacía varios años, hasta el 4 de febrero en lamañana. Dejó las gallinas, dejó los cochinos, dejócuatro vacas flacas, dejó un fundito que le costótoda su vida de maestro y se fue a la batalla.Él andaba fundando comités bolivarianospor los pueblos y buscando firmas para la libertad,no de su hijo, sino de los soldados. Yo estabaprisionero, me enteré y lo lloré. Incluso escribí unpoema llamado “Los dedos de mi padre”, que seperdió porque me allanaron a los pocos días y sellevaron los manuscritos.Y perdió tres dedos porque se desprendióla carrucha en esos ríos donde no ha llegado lamano del desarrollo y todavía se pasan en carrucha,por allá en los llanos, en el pie de monte. Recuerdoque hablaba de las manos de mi padre, lasmismas que me enseñaron a escribir la a, la e, la i,la o, la u. Las mismas que junto a las de mi madrey su amor, hicieron posible, por la mano de Dios,que viniera al mundo junto con mis hermanos.El viejo como un guerreroEl día jueves en la noche mi padre sufrió unaccidente cerebro vascular, cumpliendo consus labores allá de gobernador de Barinas. Sela pasa por los pueblitos atendiendo a la gente,viviendo con la misma angustia existencial quevivimos nosotros ante la tragedia de los campesinos,y cumpliendo con sus responsabilidades.Fue sorprendido, una emboscada de la vidacomo yo la llamo.


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 9El viejo como un guerrero se paró, lo trajimosesa madrugada a Caracas y llegó una doctora ahacerle preguntas. Algo importantísimo es quepapá nunca perdió la conciencia, y Dios mediantese está recuperando. Pero esa madrugada,como a las cuatro de la mañana, llegó la doctora.“¿Tú sabes silbar?”, le dijo. “¿Qué quieres quete silbe?”. Yo lo veía muy preocupado, pero pordentro con una gran esperanza al verlo con aquellapicardía, ahí guapeando. Después le dice ladoctora: “¿Pero tú silbas y cantas también?”. “Sí”,y le cantó una canción, una canción viejísima.Papá fue parrandero. Yo era muy niño y él teníaun amigo llamado John que tenía una guitarra yellos cantaban, daban serenatas y a veces los viernesllegaba a medianoche. Imagínate tú, era maestrode escuela y vendía carne por los campos enun burro negro. Conoció a mi mamá que nació yse crió en un campito más adentro del pueblo, enlas costas del Caño de Raya, un caserío que se llamaLos Rastrojos. Ahí nació mi mamá. En las Fríaseran casi puras hembras ¿no?, y buenas mozas.Papá se la trajo en el anca del burro y se casaron.Cuando nació Adán, el mayor, papá teníaveinte años; mi mamá diecisiete. Yo nací al añosiguiente. Somos seis varones en fila india. A mipapá lo recuerdo, chico, jugaba béisbol; de ahínació mi pasión por el béisbol. Papá es zurdo,jugaba en el equipo “Los Centauros” de Sabaneta,en un peladero de chivo, jugando primerabase. Lo recuerdo también de bochador de bolascriollas, con la zurda. Él sacaba la bola por unlado, “pac”.Y le cantó esa vieja canción a la doctora, alas cuatro de la mañana. Es una tonada hermosaque termina diciendo: A mí me dicen llanero, ay,sí / y de eso no me quejo / porque traigo mi sombrero /porque traigo mi sombrero de paja y con barboquejo.Un pedazo del almaYo fui padre la primera vez a los veintiúnaños. Nació Rosa Virginia, mi terrón de azúcar.Fue creciendo Rosa y vino María y después Huguito.Los veía a ellos muy pequeños, pero yo decía:“Estos no son los únicos niños del mundo”.Yo veía que ellos tenían vivienda, que podíanir a la escuela. Si se enfermaban, los llevaba alHospital Militar.Recuerdo que cuando veníamos a Caracas,me paraba en la autopista, en algún borde y lesdecía: “Miren, ustedes tienen suerte. Tienen unpadre que puede, más o menos, proporcionarlesun sustento, porque soy militar profesionaly tenemos un sistema de seguridad social quelos atiende a ustedes. Pero allá arriba, en aquelloscerros, vean cómo andan los niños, muchossin padre, muchos sin atención de ningún tipo”.Es decir, fui preparando a mis hijos para lo quevino después, que fue muy doloroso.Nunca olvidaré, como padre, la noche del 3 defebrero de 1992: dejar la casa, dejar los hijos dormidos,echarles la bendición, darles un beso, dejarla mujer y salir con un fusil en la oscuridad. ¡Esoes terrible!, porque uno deja un pedazo del alma.Rosa VirginiaMañana 6 de septiembre cumple años Rosa VirginiaChávez Colmenares, mi niña, la negritaRosa, que Dios me la bendiga. Nació en Maracay,yo era teniente apenas. Le dije al Comandantede batallón: “Deme un permiso que mi mujerva a parir”. Y me vine en la mañanita a Caracas,a buscar real, porque no tenía para pagar el partoy el seguro no me cubría sino una pequeñaparte. Además fue un parto un poco difícil el deRosa Virginia. Nancy, su madre, mi primera esposa,a la que recuerdo con mucho cariño.No tenía ni carro. Me lo prestó el subtenienteChávez Tovar, un compañero del batallón blindadoBravos de Apure. Tenía un Fairlane 500, rápido.Así que me vine, como una bala a Caracas, al ipsfa,con una carta del Comandante para aligerar. Yohabía pedido un crédito personal, seis mil bolívarespara pagar la clínica. Llego y me meto y hastame pararon firme. Había un coronel ahí que no mequería atender o estaba muy ocupado; tuve que parármeleal frente: “Atiéndame que es urgente”. Porfin me dieron el cheque, un chequecito, hermano,lo cobré a las 11:30 en el mismo banco del ipsfa.Prendo ese carro y llegué Maracay en menosde una hora, directo a la clínica. Cuando voy entrandopor el pasillo largo de la clínica veo al mayorRichard Salazar, que era segundo comandantedel batallón, y un grupo de oficiales. Y lo primeroque me dijo: “Perdiste la apuesta”. Yo había apostadoque era macho, y es más, le había compradoun bate de béisbol. Perdí una botella de whisky,que en ese tiempo se podía apostar. Claro, quedéendeudado. Yo no tenía pa’ pagar esa botella, se latomaron ese mismo día. Bueno, ya estaba la negritaRosa Virginia chillando allí felizmente.“La brazo loco”María Gabriela nació en aquella sabana de Barinas,y en ese día tan especial siempre íbamos ensu cumpleaños a los desfiles y las cosas del Díade la Bandera. Entonces ella asociaba todo aquelcolorido a su cumpleaños. Un día le dije: “Yo teiba a poner María Bandera”. “¡Papá, te hubierademandado!”. Porque María salió así, librecomo el viento, como la bandera. Ella ondea así.Cuántos recuerdos. Tu infancia más lejana, tucompañía en los desiertos; nunca fue un desierto,siempre estaba alguien allí. Nunca uno andasolo, incluso Jesús siempre anda con nosotros, elde Nazareth. María siempre allí, con su alegría,sus cosas, con sus brincos. Una vez se cayó deun guayabo allá en Elorza y se le zafó el brazo.Tenía como siete años. Tuve que traérmela en uncamión, en pleno invierno, hasta Barinas.Yo con aquella niña por aquellos caminos intransitables,con aquel brazo que le bailaba. Laoperaron en Barinas y le pusieron el brazo ensu sitio. Luego, yo le pichaba a Huguito y María“quechaba”. Ella me lanzaba de regreso y lapelota salía hacia los lados. No la lanzaba derecho.Yo le decía: “Tú eres brazo loco”, así que ledecían “la brazo loco”.Nació HuguitoRecuerdo cuando nació mi hijo Huguito, que esHugote ya; está más alto que yo. Lo vine a conocera los tres días porque estaba yo, como siempre,entregado a mi vida de soldado. Nancy se fuea parir a Barinas y yo andaba en una comisióncon unos tanques, en maniobra. Por allá, en mediode un tierrero, unos tanques y unos soldados,me llegó el mensaje: “Parió macho”. Celebré entretanques de guerra y entre soldados el nacimiento.“Se llamará Hugo Rafael”, dije desde allá en unmensaje a la mamá y a la abuela, mi mamá.Al tercer día fue que pude salir. Me dieronpermiso, llegó otro capitán a relevarme y agarréun autobús de Carora hasta Barquisimeto.Allí un primo me llevó hasta Barinas. Llegué aBarinas y consigo a la familia triste, porque elniño nació con el píloro pegado, que es comouna válvula que está al final del esófago. Esolo aprendí esa vez. El muchacho chiquitico ylo iban a operar. Por fin no hizo falta, no hubooperación. Después fue que se le abrió muchoel píloro, comía mucho y se puso como JuanBarreto, parecía una pelota blanca, porque erablanquito mi muchacho. ¡Que Dios lo bendiga!,y a todos los muchachos de Venezuela.No les tengo miedo¡Ah!, entonces, me di cuenta de algo que yo nohabía descubierto: el miedo a los poderes fácticos.Vean los periódicos. Bueno compadre, a mí no meimporta. A mis hijas les dicen de todo, hasta a lamás chiquita, pues, se meten con ella, con ellos,con mi hijo, mis padres. No me importa nada, yellos lo saben. No le tengo miedo al qué dirán,ni al qué harán. Dios me cuide los hijos y loshijos de todos nosotros. Un día les conté algo amis hijos, los grandes, porque empezaron a llegaramenazas cuando no tenía forma de protegerlos.Ahora el Estado está obligado a protegerlos, esuna obligación constitucional. Yo andaba porlas calles, y me divorcié. Nancy con sus tresmuchachos en Barinas, solos. Yo les mandabauna platica, y una casita por allá que pudimos


10medio acomodar. Eso fue lo que les dejé, notenía más nada. Y me fui por los caminos acumplir con lo que tenía que cumplir.Un día amenazaron que si yo seguía haciendolo que estaba haciendo, iban a secuestrar auna de mis hijas. Estaban de doce años, quinceaños, y esa edad tan difícil. Entonces reuní a lasdos mayores, porque Huguito tenía diez. Igualles dije: “Muchachas, cuídense”. Porque ya erala edad de salir de noche, el novio y la adolescencia.Esa época tan bella, pero tan peligrosaal mismo tiempo. Alguien dijo: “El que tiene unhijo tiene todos los miedos del mundo”. Y recuerdoque a mis dos muchachas grandes lesconté algo que leí, de algo muy cierto que ocurrióen la guerra española. Un general españoldefendiendo una plaza, y la fuerza enemiga lecapturan un hijo adolescente. Lo llaman porteléfono y el general enemigo le dice: “Mire,general, aquí tengo a su hijo preso. ¡Ríndase!Si no se rinde, morirá su hijo”. El general republicanole respondió:— “¿Está mi hijo ahí?”.— “¡Sí!, aquí lo tengo, ¡ríndase!”.— “¡Por favor!, ¡póngame a mi hijo!”.— “¡Aquí está!, óigalo”.— “¡Papá!”.— “Hijo, ¡muere como un hombre!”.¡Así tenemos que ser los verdaderos revolucionarios!El trapo rojoCuando estaba en Yare, María me escribió cartas,poemas y cosas muy hermosas, del alma. Esque ella escribe del alma. Y una cosa muy hermosa,una vez de un trapo rojo. ¿Te acuerdasMaría? Porque en la cárcel, cuando ellos se iban,yo sacaba un trapo rojo por la ventana. Ella diceque sigue viendo ese trapo rojo. Eso es profundo,un símbolo.Luego un momento muy difícil del MovimientoBolivariano, en que yo había sido detenido unavez y me mandaron a Oriente, andábamos en dificultades.El Movimiento se vino abajo y habíadesconcierto, persecuciones, mucha vigilancia.Hubo una infiltración, una traición de alguienque habló. Entonces, Huguito, una vez que vinea la casa, me dice: “Papá, escribí esto”. Hizo undibujo así como unas rayas, como un río, y unjeep, un carrito así, y abajo una leyenda: “El ríocorre duro pero es bajito y los ‘jices’ pasarán”. Yoleí y le dije: “Dios mío, muchacho, qué alma, ¿dedónde sacas tú eso?” Fue un mensaje al padre quellegó un poco cabizbajo, cansado. Yo viajaba deMaturín en mi carrito viejo, solo hasta la casa. Enese tiempo andaba como con lepra, nadie se meacercaba. Y después decía la leyenda: “Y saldráncon barro, pero los lavaremos”. Fíjate tú.CUENTOS DEL ARAÑEROLas cuentas de RosinésUstedes saben quién me imita a mí, pero perfecto,Rosinés. Se para y saluda: “Permiso, micomandante en jefe”. Un día, caminando por entreunos árboles, andaba vestida de soldado, medijo: “Papi, yo quiero ser paracaidista”. Por supuestola idea no me gusta mucho. La María, mihija, fue la que se lanzó de un avión. Aquí estáuno de los culpables, se lanzaron sin avisarme amí, chico.Ahora Rosinés me dice que quería ser paracaidistay ella estaba sacando la cuenta —fíjate,matemática—. Ella tenía como siete años, empezandoen la escuela, segundo grado. Yo le dije:“Tendrás que esperar a ser mayor de edad”, ganandotiempo. “Tendrás que esperar a que cumplasdieciocho años”. Se puso a sacar la cuenta,la carajita. Seguimos caminando y al rato separa: “¿Papi, o sea que faltan once años para queyo pueda saltar en paracaídas?”. “Bueno, más omenos por ahí, once años”. Y seguimos caminandocon unos perros, porque ella tenía unosperros allá. Se para otra vez: “Papi, ¿cuánto tequeda a ti de presidente?, ¿hasta el 2021?”. Yo ledije, “no, no, yo no sé”. “Bueno, 2021 será”.Sacó la cuenta: “Oye, te quedan a ti treceaños, o sea que cuando yo cumpla dieciocho a tite quedan como tres de Presidente”. Le dije: “Yono sé, pero eso es la cuenta que tú estás sacando”.“¿Y tú podrás saltar?”, “¿cuántos años tendrástú?”, “¿cincuenta, sesenta y pico de años?”.O sea lo que ella estaba pensando era tirarseconmigo de un avión, compadre. “No nos tiraremosde un avión, mi vida, pero podremos jugardominó, a lo mejor, o jugar…” “¿Qué?”. “Bolascriollas que te gustan tanto”.31 de diciembre en familiaTenía varios años que no pasaba el 31 con toda lafamilia, y especialmente con los viejos, los hermanos,y aquella sobrinera, los hijos, nietos, etcétera.Le llegué de sorpresa a mi hermano Adána su casa y estaban, como siempre, jugando dominó.Desde hace quince o veinte años es la partidade dominó en la tarde. Yo juego un estilo dedominó que bautizaron allá como “suicida”. Teníavarios años que no jugaba. Me conseguí un viejoamigo, hicimos una buena partida, un match, y loganamos aplicando el “suicidismo”. Mis hermanosjuegan mucho dominó. Yo no sé jugar. Perouno de mis hermanos, cuando la mano ya llevatres o cuatro vueltas, sabe qué piedras tiene este,qué tiene el otro y el otro. Él cuenta cuántas pintashan salido y cuántas no han salido.Luego estuvimos brindando en la noche del31, por lo que pudo haber sido y no fue; y el brindisdel futuro, el brindis de lo que va a ser Venezuelay será. El día primero me fui, con los muchachostambién, a visitar una pequeña finquitaque tiene mi padre desde hace más de veinteaños. Allí echamos una partida de bolas criollas.El gobernador de Lara, mi amigo, nuestro amigoReyes Reyes y yo, contra dos de mis hermanos, ytambién les ganamos en bolas criollas. A paso devencedores les metimos el primer zapatero delsiglo, quedó escrito allá. Tenía como cinco añosque no jugaba una partida de bolas criollas enese sitio tan querido. Yo le decía a Rosa Virginia:“¡Mira, mi vida, cómo pasa el tiempo! Yo te viasí, como la nieta, cuando tú aprendías a caminary andabas por este mismo patio queriendoagarrar el mingo”. Tú sabes, los niños se meten.“¡Epa!, quiten los muchachos, apártenlos”.Jugué unas partidas de chapita también. ¡Fíjateque ahí también ganamos! Tuvimos suerte ese día,¡pregúntale a Adán! Es más, Adán era el pitchercontrario. Éramos tres equipos. Hicimos un tú pidesallí, tú pides acá. A mí me tocó jugar con mihermano Argenis, mi hermano Adelis y mi sobrinoAníbal, un muchacho de quince años que acaba deir a la selección nacional de béisbol. Claro, teníamostanto tiempo sin jugar. No había chapitas, mihijo Hugo y mi sobrino Ernesto las fueron a buscaral pueblo de Camiri. Agarramos el palo de la escobade la casa. “No me vayan a partir la escoba”,decía mi mamá, como siempre. Por fin, aparecióotro palito por allá y empezó la partida. Pregúntalea Adán, para que tú veas. Tres en base y me pongoyo, ¡paf!, triple. Triple era si la chapita caía sobreel techo, si pasaba más allá era jonrón. No hubojonrones ese día. Ganamos en chapita, ganamos enbolas criollas. Pero perdimos una partida de dominóla noche del 31. En el día fue que ganamos.Y fuimos a la orilla del río. Esa orilla de ríoes un bosque muy tupido. Nos fuimos a explorarlopor un caminito, unos topochales, y llegamosal río. Ese ya no es el Santo Domingo niel Boconó. Estamos hablando del Pagüey, ya enla vía hacia San Cristóbal, pero muy cerca de laciudad de Barinas. Claro que yo andaba tratandode pasar como desapercibido. Había muchosniños bañándose, alguno me vio y empezaron:“¡Chávez! ¡Chávez!”. Bueno, tuve que bajar a saludarloscon la familia. Porque ahí hay una islitamuy bella en el río Pagüey, que desde hace muchosaños la gente llama “La Isla de la Fantasía”.Ahí van muchos niños, familias enteras se vanen caravanas de camiones, de carros. La gentelleva chinchorros y pasan todo el Año Nuevo a laorilla del río, bañándose en un agua muy fresca,en las aguas del río Pagüey.Tenía varios años que no me sentía, ¿cómopuedo decirlo? Sí, lejos del mundanal ruido, ala orilla de un río, caminando por un bosque dela mano de mis hijos, de mi nieta, de mis viejos,de mis hermanos, de amigos y de amigas. Comouna magia. Yo me olvidé de presidente, me olvidéde todo eso y volví a ser el niño aquel, elmuchacho aquel que anda por dentro.


CRÓNICAS DE PELOTABatear pa’l topochalA veces uno era palo y palo. Cuando un equipoestá perdiendo diez a cero, le entran a palo a todoslos pitchers; el equipo se desmoraliza. Aquellosjuegos se convertían en una masacre, pues.Por eso pusieron el nocaut, ¿no? En la pelotasabanera a veces uno metía 40 carreras. AdriánFrías, mi primo, al que llaman “el Guache”, era elmás grande de todos nosotros e impuso la normade que cuando la pelota se pierde en el topochal,pues uno da carrera y carrera hasta queaparezca. Adrián era vivo porque, como es zurdo,bateaba para el lado del topochal.Nosotros éramos una pila de carajitos, comode diez y once años, y ya él era un muchachode catorce. Como yo soy zurdo también aprovechéla regla esa. Uno bateaba con una tablitaasí, ¡pum!, pa’l topochal. Una vez anoté como12 carreras; no aparecía la pelota, había caídoencima de una mata de topocho y mi hermanoAdán buscando la pelota. Adán también es zurdo,así que también bateaba para ese lado deltopochal.El “Látigo” ChávezNunca olvido que ese fue uno de mis sueños.Detrás del ejemplo del “Látigo” Chávez. IsaíasChávez, a quien yo admiré tanto y que murió elaño 1969 cuando iba hacia las Grandes Ligas.El “Látigo” tenía 23 años cuando cayó aquelavión, allá en Ziruma. Era un domingo, me levantéun poco tarde. A mí se me vino el mundo.Tenía, catorce años y el sueño de ser comoel “Látigo” Chávez.En ese tiempo uno no veía televisión. Unooía los juegos por un radiecito de pila. Nos poníamosen grupo los vecinos a oír el juego. Yole seguía la pista al “Látigo” en una revista quellamaban Sport Gráfico. Al “Látigo” Chávez looperaron de una calcificación en el codo del brazode lanzar, comenzando el ‘68. Así que en esatemporada no jugó. Iba al dogout y aparecía porahí. De vez en cuando trotaba con el equipo Magallanes.Así que lo extrañamos mucho el año‘68, bueno y no volvió. Se fue para siempre.Una noche, en 1967, jugando contra el Caracas,estábamos ahí en la placita Rodríguez Domínguezoyendo el juego, caraquistas y magallaneros.Ahí estábamos todos, vecinos y amigos.Mi papá pues, furibundo magallanero. Caracastenía tres en base sin out. Aquella noche fue degloria para nosotros los magallaneros y especialmentelos chavistas. Resulta que traen al“Látigo”. Era un muchacho, veinte años tenía. Veníade un nacional de béisbol donde representó alDistrito Federal, en Margarita. Allá se ganó el apododel “Látigo”, porque levantaba muchísimo la pierna,a lo Juan Marichal. Un señor puertorriqueñome dijo: “Yo no recuerdo como se llamaba aquelmuchacho, pero le decíamos ‘el Juan Marichalvenezolano’”, en Dominicana, en Puerto Rico, entodo el Caribe.Entonces al “Látigo” Chávez lo traen a relevar,creo que en un quinto ining tres en base tenía elCaracas y venía la toletería. Imagínate tú: VíctorDavalillo, José Tartabul y César Tovar que en pazdescanse. Ese era el trío. Y el “Latiguito” los haponchado a los tres en fila. Nunca lo olvidaré.Nosotros pegamos gritos aquella noche. Terminamospeleados con los caraquistas en la esquina.Caimanera en el barrioCoromotoNosotros teníamos el equipo de béisbol de la RodríguezDomínguez e íbamos a jugar los fines desemana al barrio Coromoto, más allá del aserradero.Pero ese era un campo, un peladero ahí yaquel tierrero compadre, como talco, la tierrafloja. Porque pasaban muchos camiones porahí, roleros.Viene un tipo del barrio Coromoto, uno altote,y batea un rolling. Yo agarro el rolling, peroél sale corriendo arrastrando los pies. Claro,esa era la técnica. Aquel tierrero y uno no veíala primera base, un desastre. Yo lancé a primerapero él iba corriendo levantando tierra. Laprimera base no vio el tiro y la pelota se fue.Él siguió levantando polvo, y segunda, tercera.


12Llegó a home, anotó en carrera. Imagínate tú, elbarrio Coromoto. Nunca se me olvidan esas tremendascaimaneras. Ahí jugábamos todo el díasábado y domingo.Anoten ese zurdoRecuerdo cuando decidí venirme a la AcademiaMilitar a probar suerte en la vida, porque queríaser pelotero profesional. Resulta que me vinesin permiso de mi papá. Él quería que estudiaraen la ULA, en Mérida, que era más cerca deBarinas. Yo quería ser ingeniero también. Peroagarré un maletín viejo donde metí los spikes, elguante y la camiseta de Magallanes, vieja y raídaque me ponía de vez en cuando. Y me vine a Caracasa buscar a Chicho Romero, un tío políticoque estuvo casado muchos años con una tía mía,hermana de mamá. Luego se separaron y él sevino a Caracas pero tío se quedó para toda lavida. Llegué a buscarlo a La Castellana, la casaestaba sola, así que me quedé ahí esperando quealguien llegara. Llegó mi tío como a las cuatrohoras, andaba de chofer. Me dio un abrazo ypreguntó que hacía por ahí. Esa noche dormíen el carro de esa familia, en el asiento de atrás,porque no había habitación disponible. Me trataronmuy bien, me dieron comida.Al día siguiente Chicho me llevó a la AcademiaMilitar y presenté mi exámen. ¿Sabes a quién conocíese día? A Héctor Benítez, que es para mí unpadre. Siempre lo veo, estuvo en Cuba en el juegoque hicimos. Héctor fue, precisamente, quienme anotó en una lista ese otro día que Chicho melleva porque yo tenía una materia reprobada enquinto año. Venenito ayudó a eso, el profesor dequímica. Saqué nueve en el examen final, así queen la Academia no aceptaban con materia raspada.Pero nos probaron en el béisbol. HéctorBenítez era coach de bateo del equipo de la Academia.Yo tuve suerte. Me lanzaron tres rectaspegadas y metí tres líneas hacia la banda derecha.Recuerdo que Héctor Benítez dijo: “Anotenese zurdo”. Anotaron al zurdo Hugo Chávez ypor eso entré yo a la Academia Militar de maneratemporal, mientras reparaba la materia.Jugando chapitaYo era recluta, cadete de primer año. Eso fuecomo en noviembre o diciembre de 1971. Salíde permiso un día. Era nuevecito y flaquito.La gorra me quedaba grandota y me tapaba hastalas orejas. Entonces uno agarraba un libre enEl Valle, donde hoy están esos edificios. Ahí nohabía edificios, eran casas y edificios pequeños.Longaray se llama eso. Por ahí pasaban los taxis.Uno se paraba ahí vestidito de azul, impecable,con los guantes blanquitos y sacaba la mano alCUENTOS DEL ARAÑEROprimer taxi que pasaba. Y yo perdido en Caracas,pero me iba a casa de mi tío Chicho Romero,que era chofer de un por puesto, de una camioneta.Vivía con su mujer en la calle Colombia,de Catia, cerca del mercado. En una casita quetenía una habitación, y un cuartico allá atrás.Ahí llegaba yo. Me iba de azul y le dije al señor:“¿Cuánto me lleva hasta Catia en la calle Colombia?”.“Cinco bolívares, vamos, un cachete”.Uno se montaba atrás, se quitaba los guantes,y mirando hacia los lados, viendo a Caracas. Andabaasustado, era un veguero, pero del monteadentro. Yo vine a sentarme a ver televisión ahí,chico, en esos años. Pues entonces pasaba porel Cementerio General del Sur, miraba la tumbadel “Látigo Chávez”, me la imaginaba. El chofer,en vez de tomar la autopista por los túneles, semetió por la avenida Nueva Granada hasta elcine Arauca. El viejo cine Arauca donde yo ibacon una novia que después tuve por ahí, en Pradode María. Ahí no había elevado, cruzamos ala izquierda. Yo iba ahí, mirando hacia los lados,nuevo, perdido, muy curioso.De repente veo a un muchacho jugando chapita.Y me digo: “Yo conozco a ese tipo”. JorgeRamírez, mi amigo, cuarto bate de nuestroequipo junior en Barinas, en Nacionales. Zurdo,primera base y se había graduado conmigo cuatromeses antes de bachiller. Se vino a Caracasa estudiar creo que Farmacia, estaba esperandocupo. Y le digo al taxista: “Señor, ¿usted se puededevolver?” Dimos la vuelta por detrás de losedificios, ahí está la Gran Colombia, pasamosde nuevo y le digo: “Párese aquí, por favor”. Yme quedo mirando otra vez al muchacho, y medigo: “Sí, éste es Jorge Ramírez, no tengo dudas”.“Señor, usted me puede esperar aquí, pero unminuto”. “No vaya a durar mucho, nuevo”, medijo. Uno era tan nuevo que hasta los choferes ledecían a uno nuevo.Le llego a Jorge y me le pongo de frente. Élno me conocía, chico. Yo estaba mucho más flacode tanto trotar y hacer educación física, estabahuesudo y con la gorra esa que me tapaba hastalas orejas. ¿Qué me iba a reconocer? Y me diceJorge: “Y tú, ¿qué quieres?”. “Jorge, ¿no me conoces?”.Me quito la gorra, y me dice: “¡Hugo!”,y nos damos un abrazo. Él no sabía que yo eracadete. “¿Qué haces?”, “¿dónde estás?”. No, “enla Academia Militar”. “¿Tú de militar?”. “Sí, vale,es que yo quiero jugar pelota aquí”. “Yo tambiénvale, yo voy a jugar pelota en alguna parte”.Éramos unos “fiebruos” y estaba jugando chapita.¿Tú sabes lo que yo estaba haciendo a los diezminutos? Con un blue jeans que me prestó, unasbotas de goma del hijo mayor de Josefa –a la queconocí ese día y a su esposo, tía de él–, pues jugandochapita en el edificio Aroa. Ahí pasé cuatroaños jugando chapita, saliendo con los amigos, caminandohasta la esquina de la panadería, la heladeríaallá, la licorería en la esquina que despuésa los años mataron al señor para atracarlo. Bueno,yendo al Cine Arauca, caminando por esos barrios.Champion estafadorUna vez en un torneo Interfuerzas quedé championestafador. ¡Fíjate tú!, me robé como siete basesen un torneo. Yo era rápido de piernas en esode salir a robar. Mi hija Rosa Virginia estaba presenteel día de las premiaciones. “Teniente HugoChávez”. Salgo yo, y mi hija me pregunta: “Papá,¿qué es eso de estafador?, ¡explícame!, ¿cómo eseso de estafador y no estás preso?”. ¡Imagínatetú!, tuve que explicarle a mi negrita varias veceshasta que entendió.A mí me encantaba que Encarnación Aponteme diera seña a robo cuando estaba en primerabase, abriendo bastante ahí. Seña de robo cuandoel pitcher levantaba un poquito el spike y sedisparaba uno para segunda base. Una vez, unasola vez me robé el home. Recuerdo que fue enun campeonato nacional. Goyo, ¿recuerdas? EnBarinas, 1976.Jugábamos contra Aragua. Yo era ya subteniente;estaba en tercera base y el juego empatado.Encarnación Aponte, el manager, me dice:“Coge bastante, Chávez, que el catcher está mediodescuidado”, por no decir otra palabra. Resultaque estaba bateando Goyo Morales, era el shortstop de nosotros, buen pelotero. Yo abro bastantey cuando el pitcher lanza, agarro bastante terrenoy vuelvo a agarrar terreno. En una de esas,cuando el catcher va a devolverle al pitcher, se lecae la pelota como a un metro del home. Yo mevoy disparado para home y me deslizo.El catcher busca la pelota y se lanza tapando elhome. Y hay una foto de ese robo del home. Apareceel umpire, que era un amigo que le decíamos“El Ganso”, y Goyo Morales está con el bate así,con el casco puesto, mirando la jugada. Y al fondode la foto, detrás en la tribuna aparecen sentadasmi madre y mi novia Nancy Colmenares, miprimera esposa, madre de mis tres hijos mayores,a la que saludo afectuosamente. Es una foto asícomo para la vida. Nunca la había visto hasta queGoyo Morales me la regaló un día en Barinas,como diez años después: “Mira, Hugo, esta foto,qué foto”. Allá la tengo guardada, Goyo, muchasgracias, recuerdo de toda la vida.¡Strike!Imagínate que el bateador esté ahí parado y elcuento que yo echo de un mayor. Él “pitchaba” ycantaba. A mí me ponchó una vez allá en los paracaidistas.Una bola por aquí, él mismo cantabastrike, y uno reclamaba. “Mi mayor cómo va aser eso strike”. “Strike, capitán, batee si puede”.Después le metí un foul. Y en dos strikes, un pi-


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 13conazo, pero todo el mundo vio que picó la bolaantes del home, porque era softbol bombita, ademásera caliche. Yo estaba cazándolo para meterleuna línea entre dos, entre right y center field.Pero la pelota picó como medio metro antes delhome, y aquel caballero dijo: “Strike, ponchado”.Yo coloqué el bate en el medio del home y me retiré,lo que me provocó una reprimenda. “Que esuna falta de respeto”, me dijo: “Falta de respetoes la suya, que usted va a ponchar a uno así. No,usted tiene que esperar, es el árbitro el que tieneque cantar”.El gran ausenteFue unos meses después del 4 de Febrero. Entoncespasó algo muy bonito. Hubo Juegos Interfuerzasen agosto del ‘92. Me enteré por elperiódico. Y yo, que iba a todos los juegos, estabapreso. Me dijo mi esposa entonces: “Miraque hay unos juegos y me invitaron que fuera”.Y le dije: “Anda, lleva a los niños, salúdalos”. Jugaronen Maracay. ¿Y tú sabes lo que hicieron?Ese otro domingo llegó corriendo a la cárcel mihijo Hugo. Tenía como ocho años. “Papá, miralo que te mandaron”, una pelota con el trofeo“El gran ausente”.Yo me puse a llorar de emoción. Allá tengoesa pelota. Se había perdido. ¿Saben por qué?,porque el gobierno se enteró de la pelota. Mi esposase la llevó para la casa y andaban buscándola.Iban a allanar la casa para llevarse la pelota,para dar de baja a los que firmaron. Eran todoslos del equipo de softbol. Entonces le dije aNancy: “Esconde la pelota”. La enterraron, esaes una historia. Después la pelota se perdió.Hace poco por allá en Mariara, iba por unacalle en un camión, un poco de gente y una persona:“¡Chávez, aquí está la pelota!”. La pelotase la llevaron no sé para dónde para esconderla.Volvió después de quince años.Pompeyo DavalilloRecuerdo a Pompeyo Davalillo, impresionantepelotero. Era el líder ahí en el dogout, sabía cómomotivar a un equipo a dar la batalla, cómo trascenderlo individual. Nunca olvido a Pompeyoy sus jugadas, su maestría. Me tocó la maravillosaoportunidad de ser su coach y asistente. Yél me decía: “Chávez, si el juego es a las diez dela mañana, deben tenerme el equipo a las sieteen el terreno. Uno se acostumbró siempre a unahora antes, dos horas antes, pero ¡¿tres horas?!Y era para conversar, mirando al adversario.“Mira, aquel que va allá es el center field, tienebuen brazo”; “aquel es el primer bate, batea larecta de afuera”. Y hablando con el pitcher y conel catcher. En una ocasión nos enfrentamos a unequipo que era mucho mejor que el nuestro. Mejor“pitcheo”, bateo, mejor defensa, así que erauna batalla muy dura.Era el juego final de un campeonato militar.Y Pompeyo me dijo: “Vamos a ganar este juegoasí, chiquitico, con jugadas. Y el catcher, en cadalanzamiento miraba a Pompeyo y era él quien ledecía: “Curva”. Y señas: “Afuera”. Se ponía lamano en la rodilla, aquí era adentro, allá afuera;una mano aquí, otra mano por el otro lado. Eraimpresionante, aquel hombre dirigía el equipolanzamiento por lanzamiento, y comiendo caramelos.Llegamos al séptimo ininng cero a cero.Se nos cayó la defensa, rolling al short, tiro maloa primera. Un toque de bola, el pitcher agarra,tira mal a segunda. Entonces me dijo Pompeyo:“Así no se puede ganar. Más no puedo”. Y perdimosel juego tres a dos. Hicimos después doscarreras a punto de toque de bola, robo de bases,un hit and run, un squeeze play suicida, bueno,casi ganamos el juego.¿Jugar contra Pompeyo? Miren, ¡hay queponerse las pilas! Fue manager del equipo debéisbol de la UCV durante muchos años y enla Academia Militar nos tocó jugar contra ellos.Cualquier jugada era posible. De repente condos outs, ¡pum!, toque de bola, y todo el mundoquedaba sorprendido. Doble robo, hombres ensegunda y primera, robo retardado. PompeyoDavalillo hacía eso, mandaba a hacer el robo retardado,y se volvía loco todo el mundo. Un díamandó triple robo retardado. Tres en base, sinout, triple robo, toque de bola, ¡terror!, el otroequipo se aterrorizaba. Con un estratega comoese, ya el otro equipo está temeroso; cuidado, quecualquier cosa puede ocurrir. A veces incluso rompiendolas reglas.Pompeyo Davalillo no quiso ir a la fiesta despuésdel juego de softbol. Quedamos empatadoscontra la Unellez de Barinas, y me dijo: “Mira,Chávez, yo lo que quiero es jugar dominó, chico”.¿Aquí juegan dominó también? Y se fue porallá a jugar dominó y perdió hasta la cartera.Error mentalEstábamos perdiendo por una, yo estaba entercera con el empate y había un out. Pompeyo,que es una fiera, me dice: “Chávez, anotas aunquesea con un piconazo, cualquier cosa tú tevas para home, un “rolincito” al pitcher, te vaspara home”. Él me conoce, sabe que las piernasmías se mueven rápido y el home en softbol estámuy cerca. Así que como él me dio esa orden…El pitcher lanza y yo tres o cuatro pasos, y regresabarápido. Lanzaron dos veces a tercera.Cuidado, quieto en tercera. En una de esas,hermano, yo salgo igual, lanzamiento y agarrotres pasos. Tenía mi distancia bien medida pararegresar rápido.Resulta que el bateador mete una tremendalínea hacia el right field, pero corta y de frente.Yo estoy a cuatro pasos cuando veo la línea, asíque regreso a pisar la base para hacer “pisicorre”.Piso la almohadilla pero, que va, es un movimientode devolverse a pisar y volverse atrás; ni quetú metas tercera, cuarta, retroceso, le metí hastamocha. Y además, venía el coronel Maneiro, queestaba en segunda e hizo “pisicorre”. Viene comouna tromba y nos conseguimos en la tercera base:yo que había regresado a pisar para hacer “pisicorre”,Maneiro que venía sin freno, y el tercerabase de la Marina que mide como dos metros. Unchoque triple y yo quedé debajo de los dos. Bueno,así que los muchachos que juegan al béisbol,cuando estén en tercera base, vean bien.La banda contrariaRecuerdo que estaba lanzando en el Universitarioa un equipo de Grandes Ligas ya retirado. Penséque me iban a entrar a palos. Estaba Antonio Armas,Víctor Davalillo, se metió Joselo. Le tiré unacurva a Joselo que todavía está haciendo “cui cui”.Yo le estaba dando no hit no run hasta el quinto inningque viene Remigio y me metió una línea porencima de segunda. ¿Te acuerdas? Traté de lanzartepegado, porque sé que tú eres muy hábil parabatear la bola afuera hacia la banda contraria.Una de mis debilidades como bateador esque nunca aprendí a batear hacia la banda contraria.Yo halo la pelota hacia la banda derechapero nunca aprendí a darle a la recta de afuera haciatercera base. Entonces Pompeyo Davalillo,que es un genio del béisbol, cuando jugábamosnosotros contra la UCV, en la Academia Militar, yyo venía a batear, Pompeyo me quitaba la tercerabase. Ponía al tercera base a jugar en el “short”,y el “short” sobre la almohadilla de segunda; yla segunda más acá, o sea cerraban el cuadro porese lado. Pues, en una ocasión le toqué la bolapor tercera y me embasé.Pelota emboscadaEsa noche veníamos juntos en el carro, Fidel yyo, ya vestidos con el uniforme de béisbol. Nosparamos en la puerta, íbamos a entrar al estadiocuando Fidel me dijo: “Hasta aquí llega mi caballerosidad,de aquí en adelante defiéndete comopuedas”. Él me había dicho: “Mira, Chávez, terecomiendo que hagan carreras en los primerosinnings”. Eso yo lo analizaba y le daba la vuelta:¿Qué me querrá decir éste con eso? ¡Claro! Teníala emboscada preparada en el cuarto inning.Pero Fidel se vio obligado a adelantarla.Estábamos dándoles batazos por todos ladosy adelantó la emboscada para el segundo inning.¿Te acuerdas de Germán Mesa? Una barba así…


14Y una barrigota. Y lo de Kindelán en primera. ¡Ycómo estaba de bravo Remigio Hermoso! Remigiotomó en serio todo eso y se peleó conmigo comoseis meses. Las relaciones se arreglaron cuandovino con un montón de pelotas en una caja y ledice a Fidel: “Fírmeme todo eso”. Como cuatrocajas le trajo. ¡Estaba muy bravo! “Hasta hoy lorespeté a usted”, le dijo a Fidel.CUENTOS DEL ARAÑEROUstedes no me van a creer, pero yo le metíun hit a José Ariel Contreras. Salió a pitchearuno con una barriga grandota y una chiva postiza,y era nada más y nada menos que esteContreras con una almohada por barriga. Yolo veo que sale y digo: “Este gordo barrigón,¿quién será?”. Me pongo a batear ahí y cuandolanzó la primera recta, ¡fuaz! No la vi. FidelCastro pide tiempo –esto es verídico– y viene ahablar con el pitcher. Yo lo veo, me acerco a verqué es lo que van a hablar, ¿no? Y oigo que ledice Fidel: “Mira, ¿no le puedes tirar más suavea Chávez?, no le puedes dar un pelotazo aChávez”. Y dice Contreras: “Eso es lo más lentoque yo puedo lanzar una pelota de béisbol, Comandante”.Y eran como 90 millas.


DEL CUARTELLos CenicientosUno salía el sábado si pasaba la revista de lalimpieza de armamento. ¡Ay, ya, yai!, Primerolos sábados había trote a las cinco de la mañana,a veces al cerro. Los últimos veinte no salíanpara la calle, se quedaban encerrados. Despuésdel trote uno limpiaba el fusil. Uno le metía alfusil un guaralito por el ánima, la sacaba por aquíy le daba. Y otra vez “ra, ra, ras” con un poquitode aceite para evitar que la pólvora se coma elcañón por dentro. Tenía que estar brillante comoun espejo. “¡Nuevo, limpie el ánima que no sevaya a comer la pólvora el cañón!”. Y había quelimpiar el conjunto móvil, quitarle la corredera.“No se te olvide, nuevo, limpiar el guardamano pordentro. Porque por ahí te van a pasar revista conun punzón y un algodón”. Si sacaba sucio, unono salía para la calle.Así que después de pasar el trote, la limpiezay la revista del armamento, de los dos fusiles: elFAL, que es el de combate y el FN-30, el de desfile.Había que limpiarlos los dos, aunque el FALes el más complicado por las piezas modernasque tiene. El FN-30 es mucho más sencillo. Habíaque limpiar el dormitorio y ponerlo brillante,había que limpiar el escaparate y arreglarlo.A uno le pasaban revista de las franelas dobladitas,las medias, arreglar los libros. Después detodo eso, a mediodía estaba uno rompiendo lamarcha a la calle.Entonces yo agarraba un taxi y me bajaba enla calle Brasil de Catia. Me quitaba el uniforme,unas botas de goma, un blue jeans, una franelita,una gorrita para que no me vieran el corte, quelo conocían a uno por el corte de pelo. Entoncesa jugar chapita en la esquina con los muchachos.De vez en cuando una friíta ¿no?, en la tarde delsábado. En la noche una rumbita, alguna cositapor allá. Pero resulta que a los cadetes las muchachasnos llamaban “Los Cenicientos”. ¿Porqué?, porque teníamos que irnos poco antes dela medianoche, como la Cenicienta. Había queestar allá en la Academia a las doce de la noche,fin del permiso. Así que cuando uno estaba cogiendocalor, a las once de la noche, uno: “¡Ay,me voy! Voy a vestirme de azul y a buscar uncarrito y vámonos!”.La arepa de El Caviar¿Quién se acuerda de aquella arepera? ¡El Caviar!Se acabó El Caviar, vale. Más de una vez tuve quedarle como cien vueltas al patio. ¿Saben por qué?Había un alférez en la prevención que era un inmoral.Uno venía de la calle y con el único bolívarque le quedaba había pagado el carrito y llegaba acomer una arepita ahí en El Caviar, antes de cruzarel puente donde se acababa la libertad, antesde entrar a la Academia. Viene un alférez de la prevencióny me dice: “Mire, nuevo, arepa al fren...”A veces uno se llevaba una arepa escondidaen la gorra o por allá adentro, tú sabes. Varias vecespasé arepa de contrabando, sobre todo cuandosabía que quien estaba de guardia en la prevenciónera un alférez buena gente. Entonces nohabía lío. Pero si era un alférez severo, ni locouno llevaba una arepa. Aquel alférez me mandóa que me devolviera y que tenía que llevarle unaarepa. Yo no tenía una locha, de dónde iba a sacaryo para comprar arepa, y si hubiera tenidotampoco le compro la arepa. Bueno, me mandóa darle la vuelta al patio, como cien vueltas dipor la arepa esa.El rumor de La Muerta¡Mire!, este tema de los rumores y como un rumory otro bien planificado, de manera perversa,puede alterar la paz, la tranquilidad de un pueblito,o de un grupo humano o de un país completo.Hay muchos ejemplos que uno ha vivido.Yo les voy a contar uno:Cuando éramos cadetes había uno llamadoJosé María Morales Franco. Le decíamos WillyMora, un cadete muy famoso. Yo le guardo muchoafecto y recuerdos. Coincidimos en el pelotón,nos hicimos amigos. Él era más antiguo.Varias veces salimos por Caracas de permiso, auna fiesta. Él cantaba muy bien. Allá está en Maturín,pidió la baja de teniente. Willy Mora era


16CUENTOS DEL ARAÑEROun personaje. Éramos de la sala de periódicos,porque yo dibujaba más o menos, y me gustósiempre el trabajo de cartelera desde niño. Sacábamosun periodiquito con un multígrafo. Megustó siempre todo eso: escribir, dibujar, leer,las ideas pues. Él era el jefe de la sala de periódicos.No dibujaba nada, pero era muy creativo.A veces Willy, en las noches, hacía brujería enla sala. Jugaba la “ouija”. Nos llamaba a los nuevosy salía con una capa negra, una capucha ahí.Tenía su show con la “ouija”. Willy Mora cantabaen una discoteca llamada La Cueva del Oso,en Plaza Venezuela. Uno iba de vez en cuando,una novia por ahí. Una noche estoy allí cuandoveo a alguien que sale cantando en liquiliqui.Yo estaba de civil sin permiso, porque no dabanpermiso para vestirse de civil. Entonces, WillyMora dice: “Le doy un saludo a los brigadieresque están de civil, allá”. Él cantaba ahí los sábadosy domingos cuando salía de permiso. Cantabamuy bien, Willy Mora.Varias veces estuvo arrestado. Una vez lo pusierona cantar en la clausura de unos juegos interinstitutos. Salió con una capa y comenzó a cantar:“Ay Rosa, Rosa dame de tu boca, esa furia locaque mi amor provoca”. Ese era Sandro, ¿te acuerdasde Sandro? “Ay Rosa, dame todo tu sueño,dueño de tu amor quiero ser, ay dame de tu ayer,las heridas...” Él bailaba, se movía mucho, y en laescuela militar de aquellos años la cosa era másrígida. De repente se quita la capa, la lanza al públicoy le cayó encima al general. El general sepuso rojo, colorado. De ahí salió para el calabozoWilly Mora. Pero él iba cantando, ese era feliz. Youna vez le dije: “Mi teniente, usted se equivocó decarrera”. “Es verdad, yo creo que me equivoquéde carrera, yo no he debido ser militar”.Willy Mora un día inventó algo. Llegó al pelotónuna madrugada y se armó un alboroto.Nos levantó a dos o tres de nosotros, despuésdespertó al otro, y al brigadier. Tenía cara dehorror. “Miren como estoy frío, me acaba de salirla muerta”. Vino con un cuento de que unamuerta salía en la reja de la enfermería, dondeyo monté mucha guardia. Luego echaba el cuentotoda la mañana. Lo llamaban los alfereces:“Mira, nuevo, ¿cómo es el cuento?”. Ademástenía una gran capacidad histriónica. Él decía:“Mire, mi alférez, yo estaba así con mi fusil caminando,pasando revista, y de repente sientocomo un silbido que pasa: ¡pis! Di la vuelta yestá bajando una nube blanca. Y me digo: ‘¿Seráque estoy dormido, o será mi brigadier IzaguirreGuarisma?’”. Era un brigadier que se encamarabaen los techos y pasaba revista. Decíaque al que le llegara cerca estaba raspado. Unotenía que estar pendiente del techo, porque él, aveces, se venía por el techo.Primero uno lo tomaba como un chiste, uncuento, ¿no? Pero él insistió tanto y despuéseso corrió como pólvora. A mí me tocó montarguardia tres días después en la bendita rejaesa, y les juro que monté guardia electrizadopor el miedo. Porque es una cosa oscura ycomo es la enfermería, parece que ahí se murióalguien una vez, no de un tiro, se murió de uninfarto. Entonces en la lavandería decían, paraecharle cosas al cuento: “No, ahí se murió unaseñora hace como veinte años de un infarto,cayó muerta”, “esa debe ser la de la lavandería”,“no, que a lo mejor es no sé quién”. Empezaronlos cuentos.Aquello generó un estado de pánico en lasnoches. Un nuevo, por allá, en el gimnasio leechó un tiro a un brigadier que andaba pasandorevista. El brigadier Rondín andaba pasandorevista por los puestos; el nuevo estaba lleno demiedo y entonces vio, ¡pam!, y le echó un tiro. Alos pocos días llegó corriendo a la prevención,en la madrugada, otro cadete de segundo año,sin casco y sin fusil. Dice que vio a la muerta.¿Saben en qué terminó todo? Como dos semanasdespués, un estado de pánico en las noches.Primero dieron la orden de que no se apagaranlas luces de noche, todas las luces prendidas.Segundo, que nadie montara guardia solo, sinode a dos. El pánico prende como la candela. Noestoy exagerando nada de esto. Y además detodas estas medidas, y otras que no recuerdo,muchas charlas. Me acuerdo que nos llevaron atodo el batallón a recorrer los pasillos y el cura,viejito ya, adelante echando agua bendita. Todosíbamos rezando. Parecía aquello un seminario,parecíamos monaguillos o seminaristas. Ahí enla reja esa se hizo una misa para que llegara lacalma al batallón de cadetes.Rebelde ante el atropello¡Era un lujo la leche condensada! Recuerdo unavez un superior mío, inmoral, por allá en el terreno.Íbamos a comer, abrimos la ración y medijo: “Mire, recluta, le cambio este pote delicioso,exquisito”. Era una cosa horrible, tenía muchasespinacas y toda esa cosa. “Le cambio estaexquisita ensalada de espinacas por ese pobrepote de leche condensada”. Me negué, la metíen el bolsillo. “Tendrás que quitármela”. Siemprefui rebelde ante los atropellos. “Nuevo, ustedestá alza’o”. “Alza’o no, este es mi derecho, estaes mi ración de combate. No me la va a quitarusted”. ¡Ah!, me tuvo obstinado como dos meses,hasta que se le olvidó. Uno nunca aceptó atropello,ni nadie debe aceptarlo. De ningún tipo.Acto heroicoHay un amigo que, siendo un oficial muy joven,hizo un acto heroico. Una vez, una granada demano se le cayó a un soldado en el medio de ungrupo como de cien soldados. Ese muchacho estabarecién graduado de subteniente. Era campeónde lanzamiento de granadas, un atleta. ¿Sabe loque hizo el muchacho?, no tenía tiempo de lanzarlaa ningún lado. Agarró la granada, se la metió detrásde la pierna, allí la apretó con las dos manos,se agachó, se arrodilló, se acuclilló y explotó. Elmuchacho perdió un brazo, una pierna casi completay hoy día es comandante de un batallón. Tienegran espíritu de superación, se sobrepuso a eso.La semillaAquí en la Academia me gané mi diploma decontrainsurgencia, curso de armas de apoyo, calificaciones.Vean, vean mi firma en ese tiempo.Una firmita ahí, novedosa. ¡Ah! Aquí está. Veanustedes que yo no estoy inventando. Estos sonlos documentos del examen de admisión. Mirenaquí esta hoja del laboratorio en Barinas: Ministeriode Sanidad y Asistencia Social. Númerode orden: 35. Nombre: Chávez, Hugo Rafael. Urbanización:Rodríguez Domínguez, manzana P, Nro.24. Barinas; diecisiete años; exámenes de heces,de sangre. Y salí perfecto pues: orina, laboratorio,exámenes de RX. Aquí está la hoja de historialpersonal, la llenaron en agosto, entrando aquí.Vean ustedes, aquí dice: “Profesión: estudiante.Religión: católica. Color: moreno, frente amplia,labios gruesos”. No sé qué más, bembón, “cabellocastaño, nariz perfilada, barba escasa, cejas regulares”.Alias o apodo, vean ustedes: “Tribilín”.Luego ustedes aquí me pusieron “Furia”. Porqueme la pasaba cantando un corrío del Carrao dePalmarito, el “Corrío de Furia”.Aquí están los equipos de béisbol con los quejugué en Barinas antes de venir aquí: Club BéisbolMobil, de la compañía Mobil. Club de BéisbolJuvenil IND, Club Deportivo Banco Obrero,este fue mi último equipo. Por aquí me pedíanreferencias. Alejandro Pellechea era un vecinode allá de Barinas; Silverio Martínez, otro vecino;Hugo Escalante, amigo de mi padre; IreneRosales, ¡Irene!, una compañera de quinto año.Yo estuve muy enamorado de Irene. VicenteSangroni era el manager del equipo del BancoObrero. ¡Ah!, vean ustedes esto aquí abajo, datoscomplementarios: “¿Ha sido usted detenido?”“¿Pertenece o perteneció a algún partidopolítico?”, “¿cuál?”. Fíjate, simpatizaba en elbachillerato con el MEP, Movimiento Electoraldel Pueblo; ¡Claro!, mi padre fue de los fundadoresdel MEP en Sabaneta, cuando al viejo Prietolos adecos le robaron las elecciones internas, loecharon del partido porque era un revolucionario.Prieto Figueroa fundó el MEP y mi padrefue de los fundadores de aquellas corrientes delmagisterio mepista. Así que ya yo tenía mi semillitapor ahí, pues, pero esa semillita aquí afloró.¡Ras!, y se hizo un árbol, roble y samán.


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 17La Marqueseña“Por el camino de La Marqueseña se fueron”, decíami abuela Rosa Inés. Hablaba de los cuentosque le echaba su abuela del general “Cara’e Cuchillo”,que pasó por Sabaneta un día, en el mesde mayo de 1859, gritando: “Tierras y hombreslibres”, “elecciones populares” y “horror a la oligarquía”.Ezequiel Zamora pasó por esta mismatierra. Este hato debe su nombre a que durante lacolonia eran las tierras antiguas del marqués delBoconó. Según las leyendas, el marqués del Boconótenía un túnel aquí en La Marqueseña, quepasaba por debajo de todos los ríos y llegaba a Barinas.Por cierto, el primer cargo de comando queyo tuve, de subteniente, en 1975, fue aquí. Lleguéal Batallón de Cazadores Cedeño y me mandaronaquí. Esto era un antiguo helipuerto, por ahí trotábamosmontaña arriba, íbamos a pescar al río.Aquí aprendí a manejar en una camioneta vieja delEjército, de aquellas que parecían una diligencia.En La Marqueseña los soldados decían que enesta montañita salía un muerto. Aquí funcionóun teatro antiguerrillero, hubo sitios de tortura.Es posible que en esta montaña haya más deun enterrado. Al bachiller Rodríguez lo agarraronpor allá por Libertad, lo trajeron para acá ymás nunca lo vieron. Es posible que esté enterradopor aquí, luchadores sociales, líderes estudiantiles.Aquí conseguí un carro un día entreel monte, un Mercedes Benz negro. Lo limpiamos,abrimos el maletero con un destornilladory conseguí un poco de libros de Marx, de Lenin;conseguí este libro por allá, lo leí aquí: “Tiempode Ezequiel Zamora”, de ese gran revolucionarioFederico Brito Figueroa.Aquel subteniente Chávez comenzó a leer aquí,comenzó a hablar con los soldados allá. Ahorita vilos restos de lo que fue la Plaza Bolívar, un bustode Bolívar. Mi padre estuvo preso una vez en estesitio. Mi mamá vino a traerle una arepa, yo vinecon ella. Sospecho que andaba parrandeando unanoche por Barrancas y lo agarraron, creo que conel compadre Juan Guédez, que en paz descanse.Una noche, amaneció aquí. “Que tu papá estápreso, lo tienen por guerrillero”. Cuando aquí laFuerza Armada era otra cosa, cuando fue utilizadapor la oligarquía venezolana, por aquellos gobiernostraidores subordinados al imperialismo.La primera tarea que me dieron siendo subteniente,fue venir a custodiar unos equipos enLa Marqueseña, pasé aquí como seis meses.Cuando me puse a ver el inventario, eran grandesequipos de comunicaciones. Allá arriba en elcerro había otro y aquí había una sala de comunicaciones.Mi jefe vino un día a pasarme revista;era un capitán, oficial de comunicaciones. Entoncesme dijo: “Mire, subteniente, tenga muchocuidado con estos equipos de radio –eran unosmamotretos gigantescos–, que esos no son venezolanos,esos equipos son norteamericanos”.Aquí vinieron los estadounidenses a instalarequipos de comunicaciones, a dirigir torturas,desapariciones. Ahora, para gloria de nuestraFuerza Armada y de nuestras raíces militares,para gloria de nuestras tradiciones libertadoras,tenemos otra Fuerza Armada, tenemos un Ejército,tenemos una Marina, una Aviación y unaGuardia Nacional que han vuelto a retomar susraíces originarias. Hoy no están para atropellaral pueblo sino para luchar junto al pueblo por laliberación de Venezuela y por el desarrollo deVenezuela.Los mataronRecuerdo de subteniente una discusión con uncoronel que estaba ya en situación de retiro,pero era jefe de inteligencia de un área. Vi conestos ojos como trajeron a dos o tres señoresflaquitos, amarrados. Yo era jefe de un pequeñopuesto de comunicaciones, por allá en Oriente.Centro de Operaciones Número 2 en San Mateode Anzoátegui. Ahí llegó una noche. Yo no conocíaa aquel coronel, se identificó, y con otros civilesde Inteligencia. “Vamos a pernoctar aquí”.Y yo les doy la bienvenida: “Como no, acomódenseaquí, allá hay una carpa, vamos a hacerun café, vamos a darle algo de comer”. Despuésque nos vamos a descansar, oigo los gritos. Ah,cuando veo, unos señores amarrados. Inclusole dije: “Mi coronel, ¿no podrá soltar a esos señoresque están amarrados, por lo menos paraque coman?”. “No, que les den la comida en laboca”. Me pareció aquello tan inhumano, veníangolpeados ya. “¿Y que son?”, le pregunté.“Son guerrilleros”. Yo pensé en mis adentros:“No tienen ninguna pinta de guerrilleros, lo queestán es desnutridos”. Los vi flacos, amarillos,pálidos, campesinos golpeados, torturados. Yen la noche oigo los gritos. Le estaban dandocon un bate de béisbol envuelto en un trapo.Tuve un lío grande esa noche con aquella gentey, a los pocos días llegó la noticia, que “se suicidaron”.Le dije entonces a mi comandante: “Losmataron”.El juramentoHabrá que recordar a toda Venezuela que JoséMartí fue un infinito bolivariano. Recogió lasbanderas de Bolívar, las alimentó, las actualizódespués de la caída de Bolívar y del proyectobolivariano. Por eso recuerdo aquel 17 dediciembre de 1982, allá en la querida Maracay.Estaba el Regimiento de Paracaidistas en formaciónpara conmemorar el día de la muerte de Bolívar,y se le ocurre al coronel Manrique Maneiro,a quien llamábamos cariñosamente el “TigreManrique”, decirme que pronuncie las palabrasde ese día. Éramos capitanes y como no escribídiscurso ni nada, me paro frente al escuadrón,todo el cuadro de oficiales, todas las tropas, y meinspiré en Martí aquel mediodía. Y repetí: “¡Peroasí está Bolívar en el cielo de América, vigilantey ceñudo, sentado aún en la roca de crear, conel inca al lado y el haz de banderas a los pies;así está él, calzadas aún las botas de campaña,porque lo que él no dejó hecho, sin hacer estáhoy; porque Bolívar tiene que hacer en Américatodavía!” Eso lo escribió Martí.Lo repetimos aquel día, y ahí comenzó el discurso:“¿Cómo no va a tener Bolívar que haceren América con tanta miseria, con tanta pobreza,desigualdad?” Por ahí me fui. Eso no está grabado,lamentablemente, ni lo escribí, sólo quetenemos en la memoria muchas cosas. Cuandotermino las palabras había un frío expectante,que paraba los huesos y los pelos. Y dice un mayor:“Chávez, pareces un político”. Entonces saltaFelipe Acosta Carlez y le responde: “Mire, mimayor, ningún político es el capitán Chávez, loque pasa es que así hablamos los oficiales bolivarianosy ustedes se mean en los pantalones”.Se armó una situación muy tensa. Estábamos ahítodos, y recuerdo que el coronel Manrique, buenjefe, cuando vio que la situación se ponía tensacon los capitanes por aquí, unos mayores poracá, un teniente coronel por allá, entonces mandósilencio y dijo: “¡Que esto no salga de aquí!”.Y agregó algo que no se lo creyó ni él mismo:“Señores oficiales: todo lo que el capitán Chávezha dicho yo lo asumo, porque como anoche ledije que hablaría hoy, aunque no lo escribió, melo dijo en mi oficina”. ¡Mentira!, ¡qué iba a estaryo diciendo nada! Ahí murió aquello, todos loasumieron disciplinadamente.Pero no murió, más bien ahí nació. Minutosmás tarde viene Acosta Carlez, nos invita a trotar.Nos fuimos al Samán de Güere y lanzamos eljuramento aquel. Esa misma tarde nació elEjército Bolivariano Revolucionario. Éramoscuatro: Felipe Acosta Carlez, Jesús UrdanetaHernández, Raúl Isaías Baduel y este humildeservidor, sólo que era 1982. Diez años despuésvino la rebelión bolivariana del 4 de febrero,parte de todo ese proceso que brotó del fondode la tierra y de la historia venezolana; todo esode Bolívar, de Martí. Y Bolívar, ¡setenta añosantes que Martí!, lanzó la profecía, adivinó alimperio. No se veía todavía, pero él lo adivinó,como el campesino cuando huele la lluvia másallá del horizonte. “Huele a lluvia”, decía miabuela Rosa Inés. Bolívar olió el imperialismo.Impresionante, sólo vamos a recordar la frase:“Los Estados Unidos de Norteamérica parecendestinados por la providencia para plagar laAmérica de miserias a nombre de la libertad”.Era 1826, ¡vaya qué genio el de Bolívar!, elprimer gran antiimperialista, junto con Martí ytodos aquellos hombres.


18Salió bonitoMe ha gustado siempre el teatro, el arte. En másde un lío me metí por canciones revolucionarias,arpas y coplas. Lo hacía adrede porque era partedel proceso de creación de un movimientorevolucionario dentro del Ejército. Fue unacosa de lo más difícil. Con la cultura logramosmuchísimo. Ya de capitán era conocido por declamador,improvisador y animador de elecciónde reina y todas esas cosas. Me utilizaban paramuchas de esas cosas.Un día me llama un general: “Chávez preséntateurgente aquí, a San Juan de los Morros.” Yopensé que era algún lío, porque ya andaba enla revolución, haciendo reuniones, conspirando,pensando en el futuro. Me presento, dice: “MiraChávez, hay un problema grave. Aquí llegó estadirectiva, hace como seis meses, para formar ungrupo de teatro, seleccionar la mejor obra de teatrohistórico para un concurso en Caracas. Resultaque aquí se le olvidó al coronel, no se hizo nada”.Y faltaba como una semana para el concurso nacional.Y, entonces, me dice el general: “Yo nosé cómo vas a hacer, pero tú vas y presentas unaobra de teatro en Caracas dentro de una semana”.“¿Seguro, mi general?” “Bueno, le dije, déme unsubteniente (yo sabía que tenía mucha habilidad),y unos soldados”.Escogimos soldados, llaneros todos. Hicimosuna obra, hicimos el guión. ¿Sabes de dónde? De“Las sabanas de Barinas”, un libro del capitánVowel, que yo había leído. Buscamos en la autobiografíade Páez, entonces, le metimos de todo.¿Cómo se llamó la obra? “El genio y el centauroen Cañafístola”, cuando se encontraron Bolívary Páez en el Hato Cañafístola, 1818. Bolívar, veníade Guayana y se encontró con Páez. Hicimos laobra, pero le metimos arpa, y ahí en “Las sabanasde Barinas”, aparecen algunos de los versosque dice el capitán inglés, quien peleó a la ordende Páez y conoció a Bolívar. Escribió sus memoriasdespués que se fue a Inglaterra. Él diceque las mujeres le cantaban a Bolívar. Nosotrospusimos unas muchachas caraqueñas que conseguimosen el teatro Teresa Carreño, donde trabajami hermano Argenis.Vine corriendo aquí y le dije: “Ayúdame”. Buscamosun vestuario, unos fusiles viejos, unaslanzas, un proyector que en una pared reflejabaunas sabanas y unas nubes que se movían. Yunas coplas y salió una muchacha a cantarle aBolívar, que estaba sentado ahí, un subteniente,que puse de Bolívar. Yo hice de Páez. Y un pocode soldados ahí, muy alegres, llaneros, que yoles hice ejercicio: “¡Relájense, relájense! Vamos,pa’ Caracas”. ¡Un poco de vegueros pa’ Caracas,compadre! Entonces, decía una muchacha quele cantaba a Bolívar: “Mi general Bolívar, tiene enla boca un clavelito encarnado que me provoca”.Sí, y salía otra: “Mi general Bolívar, por Dios, teCUENTOS DEL ARAÑEROpido que de tus oficiales me deis marido”. Y salíaotra, “Mi general Bolívar, tiene en la espada un letrerograbado: ¡Muera la España!” Bueno, aquellofue una cosa... y salió bonito. Esa obra fueun impacto. El general me dijo: “Chávez, ganastetercer lugar, yo pensé que ibas a quedar de último”.“¡No!, tercer lugar de la caballería”, le dije.El “Nuevo” boboYo que estudié las comunicaciones militares,hay una cosa que llaman “radioescucha”. Elenemigo habla por una frecuencia, bien, vamosa oír. Uno no entiende normalmente lo que ellosdicen, porque hablan en clave, códigos. Peroel solo hecho de que la frecuencia de comunicacionesse incremente en un período tal, pontetú: “Oye, las últimas tres horas éstos hanhablado diez veces más de lo que hablan todoslos días, algo va a pasar, algo está pasando porqueestán hablando demasiado”. Entonces unotiene que prender la alerta: “¡Epa!, ¡muévanse!Mire, vean, a lo mejor están preparando un ataquey están coordinando mucho, algo está pasandoque están hablando tres veces más de loque hablaron los días anteriores o el promediohistórico”; pues todo eso es científico. O uno vemucha actividad, prendieron los tanques antesdel amanecer. “¡Oye, cuidado, los tanques estánprendidos! Mira, siempre los prenden a las nuevede la mañana para probarlos y están prendidos alas cuatro de la mañana, ¡ay, compadre!”.Ah bueno, como una vez un nuevo que eraun bobo. Estábamos en una maniobra y el alférezle dice: “Mira, nuevo, póngase allá en esecerrito para que cuide”. Porque había enemigosimulado en la zona, que eran cadetes también,pero que atacaban, sobre todo con gas lacrimógeno.Entonces buscaban agarrarlo a uno y lequitaban el fusil, las botas. ¡Ah!, a mí me gustabamucho ser enemigo, uno gozaba mucho de enemigo,porque uno capturaba. En cambio, el otrono podía capturar al enemigo, tenía que ir poruna ruta; el enemigo estaba libre. Me gustabaser enemigo para montar operaciones nocturnas,emboscadas y tal.Entonces al nuevo bobo lo ponen allá arriba.Íbamos a comer en una quebradita. Uno alavarse la cabeza, a descansar un ratico. Uno seaflojaba las botas de campaña, veníamos de unamarcha por ahí, era por Oriente, por la mesa deLa Tigra, un calorón, incendios había. Estábamosabriendo la ración de combate, íbamos a almorzarla sardinita, el atún, la cosa, ta ta, y de repentenos rodean y nos caen a gas lacrimógenoy nos quitan todo. Casi que nos capturan. Corrimosy corrimos y paramos por allá, en una palmerame acuerdo. “Ah, ¿estamos completos?”.Y el nuevo venía por allá, el bobo, y el alférezlo quería matar. “Mira, nuevo, y no te dije, porqué tú...” Entonces el nuevo dice: “No, es que yovi, pero pensé que era humo del incendio”. Eragas lacrimógeno que nos estaban tirando. Resultaque lo agarraron como a un bobo. Después losoltaron y andaba descalzo. Un nuevo bobo.“Cadavérico, habla Papo”Yo era subteniente y me correspondió hacer unasInstrucciones Operativas de Comunicaciones enun batallón. Y lo hice con un espíritu humorísticomuy grande, tanto que me enredé la vida convarios superiores. Porque al capitán X que era unflaquito y fumaba mucho le puse “Cadavérico”.El otro, un capitán que era gordo le puse “Papo”.Eso andaba escrito y los operadores lo cargaban.Entonces uno oía por radio: “Cadavérico, Cadavéricohabla Papo”. Cuando estos oficiales sedieron cuenta de que yo me los estaba vacilando,cayeron sobre mí las consecuencias, llamadas deatención y tenían razón. Lo hice para darle humoral ejercicio que teníamos.Píntalo de verdeEso fue en Barinas en 1976. Un capitán me decía:“Usted tiene que poner esa grama verde”.Yo era subteniente y le decía: “Mi capitán peroestamos en verano”. No. “Es que viene la Inspectoríadel Ejército y la grama tiene que estar verde,Chávez”. Y unos soldados echándole agua,a aquella grama, que más seca se ponía porquese quemaba con el vapor del llano. Y le decía:“Pero, mi capitán, usted tiene que explicarle alInspector que venga, que estamos en verano yaquí en verano la cosa se pone seca. Él tiene queentender eso”. “No, eso tiene que estar verde”.¿Sabe la instrucción que me dio?, pintarlocon spray, pintura verde. ¡Ah!, porque era lo queexigían y el que hacía eso le ponían muy bien.Pero a lo mejor no revisaban la moral del soldado.A lo mejor no le hurgaban el alma para vercómo estaba la tropa, sino la forma, la apariencia.Ahora las Fuerzas Armadas no es eso. Ahíhan cambiado los patrones y procedimientos enfunción de lo que debe ser la Fuerza Armada:moral mística, voluntad de servicio, trabajo, sacrificio,servicio a la comunidad.Nublado en BarinasA mí me pasaron muchas amonestaciones cuandoera teniente, subteniente, injustas también. ¡Uh!,por allá me amonestaron varias veces y a vecespor cosas que no se interpretaron bien. Una vezen Barinas tenía clase de orientación por las estrellascon unos soldados. Es que uno tiene queaprender a ver el cielo, dónde está la Osa Mayor


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 19y por ahí uno se va, orientación estelar. Uno alinealas dos estrellas anteriores de la Osa Mayor,la proyecta hacia abajo directamente y ahí debeencontrarse la estrella Polar, ese es el norte. Y siuno ve la Cruz del Sur, entonces alinea las dosestrellas verticales de la Cruz del Sur y ese es elsur geográfico. Entonces ve a Orión, Casiopea, lasconstelaciones. El cielo tiene un mapa de noche.Así navegaban los viejos navegantes, y todavía.Lo cierto es que yo tenía una clase con mi pelotón,eran trece soldados. Hice mi plan de lección,pero resulta que la noche estaba nublada.Eso estaba tapa’íto, era invierno y la clase erapráctica, en el terreno, porque uno da la claseprimero en una pizarra. Me llevé a los soldadosal patio como a las nueve de la noche. Cuandoempezamos a ver arriba, “Dios mío, pero aquí nose ve nada”. Así que suspendí la clase y retiré lossoldados. Claro, les dije: “Vayan al casino”, queestaban allá oyendo música y a tomarse un refresco,qué se yo. Bueno, pasó el capitán cumpliendosu obligación a pasar revista de instrucción, y novio al pelotón en el sitio. Tú sabes que en loscuarteles eso es así, estricto. El pelotón de HugoChávez tiene que estar en la matica de mangoentre ocho y nueve de la noche, recibiendo clasede las estrellas. El capitán pasó y no había nadie.Pero él no vio para arriba y me amonestaron.Al otro día, a las seis de la mañana, el toquede diana, me llamó tempranito. “Ordene, mi capitán”.“Fírmeme aquí”. “¿Qué es eso?”. “Unaamonestación”. Y tú sabes que no hay derechoa réplica. Firmé mi amonestación y después, alas veinticuatro horas, uno pasa un informe. Seaclaró y me la quitaron por fin. Pero hubo quehacer un estudio, porque después el capitán decíaque él no recordaba si era verdad lo que yodecía. Tuvimos que pedir el informe meteorológico,testigos, los soldados, qué se yo, y por finse demostró que sí, que ese día estuvo nubladoen Barinas y yo no pude dar la clase.“Kikirikí, me toca a mí”En Venezuela se acabó definitivamente la era dela trampa y del fraude. Convénzanse dirigentesadecos, copeyanos y sus derivados. Aquella épocaen que ustedes hacían lo que les venía en gana.Lo vi con estos ojos. Era 1978. Yo era el tenienteHugo Chávez, comandante del Tercer Pelotónde Tanques de la Tercera Compañía del BatallónBlindado Bravos de Apure. Nos fuimos al PlanRepública en el estado Cojedes. Al teniente HugoChávez le dieron varias responsabilidades, una deellas era responsable de la logística, de la alimentacióny alojamiento de las tropas del BatallónBlindado. Pero también tenía a mi cargo variasmesas de votación.Y fue de las pocas que uno podía ver, porquea los oficiales no les dejaban ni siquiera asomarse.Nos ponían como gafos a cargar el fraude, unascajas ahí llenas de embuste. Pero yo vi, y eso mevalió una reprimenda y casi una sanción, porquesiempre fui contestatario. Y le decía a un superiorque yo no podía quedarme callado ante loque vi. Una mesa, por allá en una escuelita, enlas afueras de San Carlos. Estaba lloviendo mucho,así que quizás por eso amanecí en la escuelitacon los soldados, ahí en un rincón.Los únicos testigos que había allí eran adecosy copeyanos. Los partidos de izquierda no teníandinero, si acaso tenían testigos aquí en Caracas,en algunas partes, pero a nivel nacional, nada,qué testigos iban a tener. El adeco, el copeyano,el llamado Consejo Supremo Electoral todo eraadeco y copeyano, el Pacto de Punto Fijo. Ellosabrían la caja y sacaban la tarjeta, era voto portarjetas. Aquí estaba una, entonces iba alguienanotando en una pizarra, y ellos anotando en elacta que mataba los votos: AD, Copei, AD, Copei.De repente salió por allá un gallo rojo, algunosvotos del Partido Comunista salían. Amí me indignó porque hasta se burlaban. Unode ellos decía: “Kikirikí, un gallo”. Sí, se reían,lo cantaban, así como el bingo. Y entonces yo, teniente,que había tomado en serio mi Constitución,mis responsabilidades de la Patria, ya mesentía bolivariano, yo decía: “No, pero esto esuna burla, vale, esto es una verdadera burla”.Entonces decían: “Kikirikí te toca a ti”. ¡Ah! ¡Eltriple gallo! El comodín. Entonces el gallo terminabasiendo adeco. Y al rato salía otro gallo¿no?: “Kikirikí, me toca a mí”.El V-100Un día veo un periódico viejo, porque no llegabani periódico en ese tiempo a Elorza. Veo por alláen un cuadrito: “Murió subteniente Rafael MorosGonzález”. En la frontera, por allá por Occidente.Lo lloré. Era de Acarigua, catcher del equipode béisbol. Una granada que explotó y él muriópor salvar a sus soldados. Veinte años tenía. Yole decía “V-100”, porque el V-100 es un carrito decombate y él era como un carro de combate. Entoncesle escribí también unas líneas:Aquí lejos del mundo aquelaquí donde solo me han dejadoconversando con líbero fantasmaaquí donde el Centauro en un tropel lanzó lainspiraciónque nos brotara en uniforme azul, con guantesblancosuna espada y una esperanza.Aquí en la otra cara de la Patriaaquí en las riberas del Arauca esta mañanarecibí un lanzazo que me partió el alma.Esta mañana, Rafael Moros, hijo mío, de mipalabrade mi siembra allá regadaesta mañana supe de tu marcha.Te fuiste, Rafael, hacia el otro mundoTe fuiste “V-100” hacia el otro mundoaquí tus centauros seguimos el rumboa tu tumba grande llegaremos juntosalgún día cantaremos vivos y difuntosel canto inmortalnuestro canto profundo.Adelante centauros, al galopecon la lanza en altohacia el horizonte del siglo XXI.¡Respete a esta tropa del ejércitolibertador!Cuando estaba de mayor el gobernador de Apureno me quería ver ni en pintura, porque tuvecon él en ese tiempo varios choques. Eran adecosnombrados por la Presidencia, borrachos,ladrones. Entonces yo lo mandé para el cipote.“Que haga un informe”, me dijo un general. “Yolo hago, pero ese gobernador si me vuelve a hablarasí, le voy a meter una patada por el hígado,para que respete”, le dije al general.Les voy a contar por qué. Un día estábamosen el aeropuerto, aquí en Elorza. Era un actopor el aniversario del escuadrón. Yo no era comandantedel escuadrón, era el capitán Castillo,pero yo estaba como más antiguo, estaba invitado.Además, mi escuadrón era también mío, yaquellos soldados que yo quise tanto. Entoncesaterriza una avioneta y alguien dice: “Es el gobernador”.No venía a oír al pueblo, venía a unafinca por ahí, a una ternera seguramente y a unbuen whisky. A eso venían los gobernadores poraquí. Entonces yo voy con el capitán a saludaral gobernador. Viene el gobernador a regañaral capitán, delante de un poco de gente. “Mire,capitán, ¿como yo soy el gobernador de Apure yyo no sabía nada de este acto?, ¿qué acto es esteaquí?”. El capitán le dice: “Mire, gobernador, yole mandé la tarjeta de invitación, es el aniversariodel escuadrón. Si quiere acompáñenos”. Yoestaba parado al lado, porque yo no era el jefede las tropas. Fui a saludar por respeto, ¿no?,al gobernador; a pesar de que ya era el jefe delMovimiento Bolivariano Revolucionario, perocomo militar en ejercicio tenía que saludar porobligación. Entonces el Gobernador empieza adecirle al capitán: “Yo no recibí tarjeta, eso esembuste. ¡El Ejército!, ¡yo no encuentro qué hacercon el Ejército! El Ejército aquí no le hacecaso al gobernador”, y no sé qué más. Conmigono era, pero me meto yo: “Mira, Castillo, retírate”.Y le solté al gobernador de todo, entre otrascosas recuerdo: “Mire, gobernador, el Ejército


20ese que está ahí, es el heredero del Ejército deApure y del Ejército que libertó a este continente”.Entonces el gobernador me dice: “Ah, ustedes el mayor Chávez, el tal mayor Chávez”.Le dije: “El ‘tal’ mayor Chávez no, soy el mayorHugo Chávez Frías”. Y él: “¡Ah!, usted andaconspirando contra el Gobierno”. “Conspirandoestará usted”. Bueno, por poco lo tiro al río. Tuvieronque llevarse al gobernador. Él iba allá yyo seguía diciéndole cosas. Yo dije: “Me van abotar de aquí, del Ejército, pero yo le digo a estegobernador lo que hay que decirle en su cara, aeste borracho, bandido, corrupto y ladrón”.Y me hicieron un informe: “El mayor Chávezallá en Apure le faltó el respeto a un gobernador”.Me llamaron y tuve que venir a dar unaexplicación. Hoy es uno de esos adecos que andanpor ahí vociferando: “Que Chávez el tirano,que Chávez tiene que irse”. Cada vez queuno lo veía por ahí era borracho en Apure, ycomiendo carne asada por todos lados. Y llegabaa atropellar a la gente, hasta que tuvo unmayorcito por allá que parársele al frente: “Ustedestá equivocado, caballero. Usted está equivocado,usted tiene que respetar la dignidad deestos oficiales que están aquí y de estas tropasdel ejército libertador de Venezuela”. Se quedóboquiabierto, así lo dejé y me fui. Y despuésinventaron hasta que yo andaba con la guerrillapor allá en Apure.Blindado¿Saben qué me gusta a mí? Un cuartel. A mí mehubiese gustado muchísimo ser comandante dela Brigada Blindada porque ésa es mi arma, miarma central. Uno es paracaidista, uno estuvoen los Cazadores, son unidades especiales, en lascomunicaciones también estuve un tiempo, peroluego me hice de blindado, los tanques pues. Amí me gusta la guerra rápida, la guerra relámpago,el huracán de los blindados.En los blindados nos las pasábamos conJosé Luis. Yo vivía en Maracay en un ranchito,no me da pena decirlo. Era subteniente y estabaNancy embarazada de Rosita, la hija primera,Entonces José Luis e Isaura estaban reciéncasados también. Ellos habían conseguido unapartamentito por ahí en Santa Rosa, Maracay,cerca de la plaza España. Estábamos en el BatallónBlindado Bravos de Apure. Un domingoJosé Luis y yo nos fuimos a jugar pelota y luegole dije: “Vamos para la casa chico, a tomarnosuna cervecita”. Fuimos al ranchito que no eramío. Chicho Romero vivía ahí con su esposa,dos hijos. Lo que hice fue poner un cartón yahí vivíamos en una cama. Entonces él me dijo:“¡¿Oye y tú vives aquí?!” “Mira yo estoy en unapartamentico, y hay un cuartico allá vacío, somosdos, Isaura y yo”. Así que nos mudamosCUENTOS DEL ARAÑEROpara allá, Nancy y yo. Y los dos carajitos nacieroncasi el mismo día, cinco días de diferencia.Nació la Rosa primero, y después Jorge Luisque ya es teniente. Hijo mío, ya eres teniente.Sigues los caminos de tu padre que fue un buensoldado, un buen amigo y un gran compañero.Teniente Jorge Luis y el otro es subteniente yotro es sargento técnico, todos se metieron a laFuerza Armada.Entonces, José Luis Vegas Rodríguez, soldadoblindado y de los buenos, buen compañeroha muerto hace unos días en San Cristóbal, queen paz descanse y mi corazón para ti Isaura,para los hijos y este sinfín de recuerdos.Mantenimiento de tanquesTodos los viernes en los batallones de tanques,por tradición de muchos años, hay mantenimientode los tanques, desde las siete de la mañanahasta las doce. A veces, uno comía con lossoldados encima del tanque. Limpiando la grasaporque había que engrasar, limpiar las orugas,limpiar el cañón, sacar la munición, queson como cincuenta granadas de 105 milímetros;limpiar y revisar la munición, el tubo lanzafumígeno, la munición de reserva, sacar laametralladora de la torrecilla, la punto cincuentaque va por el lado del cañón, que es grandey largota, sacarla, limpiarla. Todo el día, y en latarde había revista.Si conseguían algo sucio, el sábado habíaque venir a repetir el mantenimiento. Perocuando, por ejemplo, el comandante GarcíaHernández decía, de vez en cuando: “los señorescomandantes de pelotón de tanques tienenlibre el jueves después de las cuatro de la tarde.Los que quieran hacer mantenimiento eljueves, vayan de cuatro, hasta la hora que ustedesquieran. El viernes paso revista a mediodía. Los que saquen los tanques impecables sevan de permiso”. Naguará, uno se fajaba el juevesen la tarde, en la noche, los soldados comonunca. Claro, porque entonces uno iba a tenerpara la mujer, los hijos, la novia, la familia desdeel viernes a las dos de la tarde, después dealmuerzo, hasta el domingo.A mí me gustaba pintar. Nunca faltaba a unjuego de pelota los fines de semana, en Maracaysobre todo. Yo jugaba ahí en doble A, mellevaba a mi mujer y mis dos carajitas chiquitas.Pasábamos todo el día jugando pelota enla Universidad Central. En la noche uno sellevaba a la mujer y los niños a un teatro, unapelícula. O a los niños los dejábamos con unosamigos y nos íbamos los dos a ver una película,o nos metíamos al Caney Tropical: arpa, cuatroy maraca, Cristóbal Jiménez. El domingo unose levantaba tarde a leer los periódicos, a vera José Vicente Rangel en aquel programa “JoséVicente hoy”. Uno parecía un rey, el domingo,descansando, leyendo, conspirando tambiénun poquito, las reuniones del movimiento. Esoera una vez en la cuaresma. Entonces uno rendíamás y se veía más comprometido con esecomandante. Uno trataba de no fallar en nada,porque hay que retribuir.CondoritoYo tenía un soldado que le decíamos “Condorito”.Era chiquitico, pero muy avispado. En esetiempo casi ningún soldado tenía ni sexto grado.El analfabetismo arrasaba. Uno tenía que escogerlos soldados más buenos, todos eran buenoso casi todos, pero los más avispados y queaprendían más rápido. Yo nombré a “Condorito”,cabo del depósito, cuando era oficial de logística.Llegó la inspectoría y estábamos en unacarpa en las afueras del batallón, en Maracay.Y estaban las cocinas de campaña, de aquellasviejas que había que echarles gasolina blanca.Una cocina de campaña pues, con un tanque, undepósito como de veinte litrosEntonces había como diez cocinas y un coronelvenía a preguntarle a “Condorito”. El tenienteno podía hablar, el teniente lo que estaba eraviendo ahí, tomando nota. “¡Soldado!, ¿cómo sellama usted?”. “Cabo, no se que más, me llamanCondorito”. Y yo: “¿para qué tú le vas a decir quete llaman Condorito?”. Pero él era muy salí’o:“Cabo no se que más… y me llaman ‘Condorito’,mi coronel”. El coronel era un refunfuñón:“¡Cómo lo van a llamar ‘Condorito’!”. “¡Aquí leponen a los soldados no se qué!”. “No, mi coronel,eso será entre ellos”, le digo yo. Todo elmundo le llamaba “Condorito”, uno mismo en elpatio: “¡Condorito!” y para él era un orgullo ser“Condorito”.“¿Y esa cocina cómo se llama?, pregunta elcoronel. “Condorito” se la sabía de memoria“AXB421”. “¿Fabricada en qué año?”. “En 1948”.“¿Y para cuántos soldados se cocina aquí?”.“Para 328 soldados”. “Correcto”. “¿Qué gasolinausa?, ¿de esa los carros?” “¡Noooo!, mi coronel,de la blanca”. “¡Ah!, de la blanca”. “Échele, alláestá la gasolina blanca”. “¿Cuántos litros de capacidadtiene el tanque de esa cocina?”. “Doscientoslitros”, dice Condorito. Se equivocó, élme ve y yo le pelo los ojos. Y el coronel le dice“¿Cuánto, cuánto?”. “Entre todas, mi coronel,entre todas”.El primer saltoRecuerdo la primera vez que me lancé en paracaídas.No se les olvide gritar: “¡Jea!” Claro,como uno está asustado tiene que gritar duropara darse ánimo y dar ánimo a los demás. Ese


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 21era yo que me asustaba, sobre todo en el primersalto. Aquí va la guaya, porque es paracaidismoenganchado: salto a mil quinientos metros. El desetecientos metros es muy bajo, porque cuandouno tiene más experiencia lo tiran bajitico, dondeuno no tiene casi tiempo.Va el avión Hércules y les confieso que elsusto mío era doble, porque yo soy veguero. Jamásen mi vida me había montado en un avióny tenía que tirarme por la puerta. Cuando aquelbicho arranca y empieza a dar la primera vueltaen la zona de salto en la Base Libertador, en PaloNegro. Elevándose, elevándose hasta que llega ala altura, cuando el maestro de salto dice: “¡Levántense!”.¡Ay, Dios mío!, me acordé de mi abuelitaque en paz descanse. A mí me correspondió enuno de los saltos el número uno, “Tiene que pararseen la puerta, compadre”. ¡Madre mía! ¡SantaMaría, Madre de Dios!Cuando uno va en la puerta tiene que lanzarla guaya duro, si no se le puede enrollaren el brazo. A algunos se les queda enrolladay cuando saltan ha habido desgarramientos ycosas peores. Hay gente que quedó guindandodel avión. El avión vuelta y vuelta y un hombreguindando en el aire. Sí, señor. A mí me pasóuna vez con un soldado. Yo era Comandante delbatallón. Terrible, una cosa terrible. Nosotrossaltamos primero y caímos, recogimos. Despuésme paré encima de la ambulancia con unbinóculo, a ver la segunda oleada, venían otrosaviones atrás. Entonces veo que los soldadossaltan, saltan, y uno… “¡Dios mío!, que no hayanovedad”. Porque siempre es difícil que nohaya un accidente. Normalmente hay un diezpor ciento de lesionados. El salto al que me refieroera en El Pao, en invierno. Saltamos sobreunas sabanas llenas de árboles, lagunas, cercas,unos cerros. Recuerdo que un mayor, mi segundocomandante, cayó, en un árbol.Les voy a decir quién sí hizo curso de paracaidistaen la Fuerza Aérea: Castro Soteldo.Porque Castro Soteldo primero se cayó en unMirage. El primer salto fue en Barcelona. Ibapasando, allá viene el Mirage..., se enterró decabeza en un cementerio. Todo el mundo dijo:“Se mató Castro Soteldo”, el Pata’e guarapo. Loconsiguieron guindado en un samán, por allá.Él activó el eyector y quedó guindando en unsamán. Se cayeron tres Mirage aquella vez: el“gocho” Durán Valdés, Castro Soteldo y el otrono recuerdo quién era. Yo me enteré en Corozopando.Estaba en Elorza, venía de San Fernandoy compré Últimas Noticias. “Se cayerontres aviones”. En ese momento el MovimientoBolivariano en la Fuerza Aérea tenía tres oficialessuperiores: Reyes Reyes, el “Gocho” DuránValdés y Castro Soteldo, y los dos se cayeron.Yo dije: “Se cayó la Fuerza Aérea Bolivariana”.En ese tiempo éramos apenas un grupito.¡Cómo hemos crecido!Ni esto, ni aquelloEn un Aló Presidente hablé de un diario que creosaber quién lo tiene. En una época estuvo en filasrevolucionarias, ahora está en filas contrarrevolucionarias.Pero yo sé que esa persona guardacon respeto esas cosas. Por lo menos una copia lepido de aquel diario, de varios diarios míos. Unoera el que yo llevaba en el batallón de cazadores,octubre de 1977. Precisamente por esos días deoctubre, en el diario que llevaba yo escribía laconsigna: un Vietnam, dos Vietnam en AméricaLatina. Y escribía “los soldados no sienten estalucha”. Andábamos en el monte, detrás de la guerrillaen Oriente, en Anaco, en Cantaura, en SantaRosa, en Santa Ana, Bergantín, Mesa La Tigra,Mesa La Leona, la Vuelta del Caro. Me conozcotodo eso como la palma de la mano, aun cuandopasaron treinta años y más nunca volví por esoscaminos. Pero me los aprendí así, caminando, caminopor camino, montaña por montaña.En ese octubre nos mataron siete soldados cerquitade Aragua de Barcelona, en una emboscadade un grupo de Bandera Roja. Esa emboscada amí me estremeció y me volvió un torbellino. Esaemboscada cortó de un tajo la locura mía, porqueel plan era irme para la guerrilla con aquellos soldados.Estuve a punto de brincar para la guerrilla;ya sabía que estábamos defendiendo algo que notenía razón, que lo que nosotros defendíamos eraa Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela.Al país lo saqueaban, los gringos mandaban aquí.Entonces decía: “El Che tenía razón”. Decía: “Meequivoqué”. Recordaba los años de la infancia ylas conversaciones de mi padre en el botiquín deFrancisco Orta y decía: “¡Qué hice yo, Dios mío!,¡dónde me metí yo!”“Lo que me toca es brincar para allá, ahoraque ya estoy entrenado en guerra irregular”, dije.Ya era soldado cazador, paracaidista, explosivista.Uno estaba formado para el combate y en miplenitud física, en el 77. La emboscada me volvióun torbellino y se me perdió el camino. ¿Por qué?Porque a aquellos soldados los mataron cobardementey entonces yo dije: “¡No! ¿Qué guerrillerosson estos?”. “¡¿Qué guerrilleros van a ser estos quematan a estos pobres muchachos!?” En un volteolos agarraron, los masacraron. Una cosa es queuno muera en combate y otra que masacres, asesinesa unos muchachos dormidos en un volteo.Entonces dije: “No, no, ni esto, ni aquello”. Ahífue cuando juramenté al Ejército Bolivariano deLiberación del Pueblo de Venezuela y a los pocosmeses me cambiaron a Maracay, y empezamosa trabajar ya a otro nivel. En el 78 me reuní conDouglas Bravo, a través de Adán; con Alfredo Maneiro,a través de Vladimir “Popeye” Ruiz. Entonces,a través de ellos me fui metiendo a la revolución,le cogí ritmo, pues. Recuerdo lo que me dijoAlfredo Maneiro la última vez que lo ví, “MiraChávez, esto es para largo, así que calma, pacienciaque esto es para largo”. Y fui asumiendo queera para largo, como para largo fue y como paralargo será. Aquí se nos irá la vida completa.Les metimos duroa los gringosEn una ocasión recuerdo que me salí de un aulamilitar, me iban a sancionar, bueno, me salgode aquí. Estábamos haciendo el curso de EstadoMayor y trajeron como sesenta gringos. Era partedel plan del Gobierno de aquel entonces paratratar de influir en nosotros y frenar la rebeliónque ya venía, palpitaba. Era casi que abierto elenfrentamiento en las aulas, en los cuarteles, conlos bolivarianos. Ya nos llamaban los bolivarianos,y nos dábamos el lujo incluso de enfrentara superiores en discusiones sobre Bolívar y lapolítica nacional. Recuerdo en ese curso que meparé a defender a las empresas de Guayana, porquellevaron a un expositor, economista y tal.¿A qué?, a vendernos a nosotros los militares latesis de la privatización. Recuerdo que defendíesto que ahora con orgullo estamos ayudandoa rescatar. Uno luchaba en silencio ahí dentro,¿no? A mí me da mucho sentimiento decir estoy recordar, porque, ¡oye!, cuántas cosas pasaron,cuántas batallas chiquitas, silenciosas que nosfueron llevando a lo que nos llevó aquello.Entonces una vez vienen esos gringos, y nospusieron a jugar a la guerra. A mí me ponen deoficial de operaciones de una parte, y los gringosde la otra. ¡Les metimos duro en el juego de laguerra! A mí me andaban vigilando, yo era unobjetivo psicológico y de investigación allí en elcurso. Esos gringos eran casi todos sociólogos,psicólogos. Militares, pero casi todos asimilados,analistas políticos, disfrazados ahí. Era unalabor de inteligencia descarada, delante de nosotros.Yo lo sabía y llegué a decirlo en alguna reunión.Bueno, así que hicimos un juego de guerraahí y le metimos medio pa’ los frescos en el juegode la guerra. Les tomamos hasta la retaguardiaa los gringuitos esos. Entonces se me acercauno, un coronel: “Comandante, ¿usted cómo esque se llama?”. “Yo soy el comandante Chávez”.Me dijo: “Usted es bien agresivo pa’ jugar a laguerra”. Porque yo era el que tomaba decisionesoperacionales, y les clavé cuatro batallones detanques por un flanco, compadre, “¡ra, ra, ra!”,y les metimos los tanques hasta el fondo, hastaque se rindieron pues. Un juego, pero que tienesu ciencia y su arte, como jugar un ajedrez: la audaciay la estrategia. Y no era yo, sino un equipo.Estaba Ortiz Contreras ahí en ese equipo, que enpaz descanse, mi compadre Ortiz.Jugamos softbol y los matamos, les ganamospor nocaut. Tenían a un gringo ahí, así grandote,que pulseaba y le ganaba a todo el mundo.Le dije yo: “A mí me vas a ganar, pero a que no le


22ganas a mi compadre Urdaneta”. Lamento mucholo que ha pasado, pero fue un gran amigo,un hermano fue Jesús Urdaneta. Él a lo mejorhasta se pone bravo porque yo lo nombro, perono importa, hace poco murió su papá, me doliómucho, el viejo Urdaneta. Bueno, pero yo tengolos recuerdos, pues. ¿Quién me los va a quitar?Nadie me va a quitar mis recuerdos. Es comocuando uno amó a una mujer. Me podrás quitartodo, pero mis recuerdos no me los quita nadie.Los amigos de verdad que pasaron, uno los tieneaquí como recuerdo.Entonces le dije al gringo: “Mira, ¡ah!, tú andasahí fanfarroneando”. Estaba tomando cervezaen el casino, allá en Fuerte Tiuna. Le digo:“A que tú no le ganas a mi compadre Urdaneta”.“¿Apostamos?”. “Epa, Jesús Urdaneta. Venacá, compadre. Mira, este gringo dice que te vaa ganar pulseando”. “¿A mí?”, “¿quién me ganapulseando a mí?”. ¡Ajá! Y todo el mundo rodeóa los dos. Urdaneta que se le reventaban... Yodije: “Voy a ser culpable de que se muera Urdaneta”.Porque aquel gringo era un gigante, chico,y Urdaneta es un hombre fuerte pero no es ungigante, pero con una voluntad, sin duda. Ojaláse mantenga siempre así para cosas buenas. EntoncesUrdaneta, y todos nosotros aplaudiendo.A Urdaneta las arterias parecía que se le iban aexplotar, vale, pero aquel hombre nada. Hastaque el gringo empezó, miren, a “culipandear”.¡Pum! ¡Le volteó Urdaneta la mano al gringo!Les ganamos en todito a los gringos esos. Estánmuy equivocados los que andan diciendo porahí: “Una invasión gringa, una invasión de EstadosUnidos y no duraría cuatro horas la guerra”.O “los Estados Unidos controlarían este país sinnecesidad de poner una bota aquí”. No lo controlaríanni con un millón de botas. ¡A este paísno lo controla nadie! ¡Sólo los venezolanos podemosechar este país adelante!, ¡sólo nosotrospodemos hacerlo!Fuerte José María CarreñoEse cuartel se llama así porque mi general MartínezCafasso, comandante de la División de Caballería,me dijo: “Chávez, mi promoción pasa aretiro, la promoción Carreño. Yo quiero que esefuerte se llame José María Carreño”. Además,él firmó una resolución interna, mandó a hacerun busto de José María Carreño. Me lo mandópara acá en una avioneta. Yo me encargué de laplacita, los bancos junto con el sargento GonzálezMartínez, Tinaquillo, muy buen compañero.A veces yo tenía que darle la orden de que noechara más chistes, porque uno se iba a reventarde reírse: “Sargento, no eche más chistes, unaorden”. Se tapaba la boca. Unos chistes... y además,los echaba en ráfaga: ¡pun, pun, pun! Peromuy bueno, era suboficial, pero como un oficialCUENTOS DEL ARAÑEROpara todos. Yo no tenía distinciones. Siemprequise unificar eso hace tiempo, porque vi que alos hijos de los suboficiales los trataban en muchaspartes como si fueran “subhijos”, pues, menosque los hijos de los oficiales. Y las mujeres delos suboficiales como si fueran menos también.¿Qué es eso? Desde entonces yo tenía ese sueñoque ahora veo hecho realidad: oficiales técnicos.Entonces viene Martínez Cafasso, hacemos laplaza, sembramos una gramita y tal. Como ellosse iban de baja en julio, él invitó a algunos compañerosde promoción y vinieron como doce generalesde división, de brigada, uno que otro coronel.El cura de la división vino. Entonces tuve quebuscar los tres Pinzgauer míos, pedí prestados losdos que tenía la Guardia, y otro camión, un M35.Ninguno era nuevo, eran unos camastrones, perotenían fuerza en el motor. Hicimos la columna enel aeropuerto. Llegaron todos en varias avionetasy un avioncito, un Arabas lleno de generales. Teníamosque ir para el cuartel y después una terneraen el pueblo. Bueno, para el cuartel.Se pegó primero el camión, el M35, se pegódespués el de la Guardia. Los generales se ibanpasando, ya no cabíamos. Se pegó el otro dela Guardia. Quedaban los tres míos, tracciónen las seis ruedas. Se pegó el primero. Cuandoquedaba uno solo ya no cabíamos. Iban apié algunos. Entonces me dice Martínez Cafasso:“Chávez, ven acá, compañero”, y vienen losgenerales llenos de barro, pero eran soldadostodos, ninguno estaba murmurando, estabangozando más bien: “¿Este es Apure?”. “Este esApure. Para que conozcan el llano en invierno,mi general”. “¡El cura!, ¿dónde está el cura?”, dijoMartínez Cafasso. Viene el cura. “Que traigan elagua bendita” y todo. Nos paramos en un morritode barro, y dice Martínez Cafasso: “Chávez,¿en qué dirección queda el escuadrón?”. Le dije:“Allá, mi general, en aquella mata que está allá,la mata de la guacharaca, ahí a la izquierda”.“Bueno, señor cura, proceda desde aquí, a inaugurarla plaza”. ¡Esa plaza se inauguró desde lamitad!, ahí donde está el Paso de los Niños, porqueahí nos pegamos toditos un día y cada oficialtraía sus niños. Llegamos al pueblo con los niñosal hombro, el barro hasta la rodilla o más arriba.Así se inauguró esa plaza del Fuerte José MaríaCarreño. Recuerdos de soldados.ComandanteUnos meses después de “El Caracazo” caigopreso en Miraflores y me llevan al Comando delEjército, acusado de algo que no era cierto. Claro,yo era jefe ya de un movimiento revolucionario,pero nos habían acusado de que íbamosa matar al Presidente y al Alto Mando militar enla cena de Navidad de ese año. Nada más lejos denuestra intención matar a alguien, pero fue un inventodesesperado de algunos miembros del AltoMando y de la Disip que no conseguían cómosacarnos de Miraflores a mí, y a otros compañerosde los segundos comandos de batallonesimportantes como el Ayala y del Batallón Caracas.Estaba Ortiz Contreras en ese batallón delMinisterio de la Defensa.Me detienen el 6 de diciembre, “Tiene una horapara salir del Palacio”. “Tiene que amanecer enMaturín”. Recogí todas mis cosas, agarré mi perolviejo, un carro que yo tenía todo “esperola’o”,metí un poco de cajas, la ropa allá atrás y me vine.Mi jefe estaba muy afectado, porque decía queeso era mentira. Pero bueno, el propio presidenteCarlos Andrés Pérez dio la orden. Entonces amanecíen Maturín. Wilfredo estaba de guardia esanoche, era Jefe de Servicio y me dice: “¿Y ustedqué hace aquí?”. Y le dije: “Vengo a trabajar paraacá”. “¡¿Qué?!”, “¿dónde?” Era diciembre, no sondías de cambio. Pero en la noche había un fiestónahí, me zumbé y me fui para la fiesta, era el Día deMaturín, el 7 de diciembre, así que aquí pasé 24,pasé 31. No podía salir de aquí. Maturín era comouna prisión para mí, pero qué bella prisión y quebellos meses pasé aquí. A los pocos días vino miesposa con mis hijos, que estaban pequeños.Conocí y conseguí viejos amigos. Un tío míovivía aquí. Un día me lo consigo, íbamos trotandoy me pasa por un lado un carro y me dicen:“¡Maisanta!” Yo volteo y era Rubén Chávez, chico.Años sin verlo, su casa fue mi casa. Conseguía aquel muchacho de Sabaneta que fue a un mundialde béisbol, Argenis Lucena, hermano de PanchoBastidas. Su casa era mi casa, hice amigosen los barrios, en la pelota, jugábamos softbol,béisbol. Oficiales que me dieron su afecto comoel mayor Silva y muchos otros. Pero en verdadtenían muy vigilado cada paso que yo daba. Parasalir de Maturín tenía que pedir permiso al comandosuperior, así que pasé aquí diciembre,enero, el Año Nuevo, los carnavales. Nunca losolvidaré, ¡qué maravilla de desfile de carnavalaquí!, en la avenida Bolívar. Después nos fuimosal Paso Maraquero. Luego todos esos meses aquí.Yo pensé que no iba a ascender a comandante,qué voy a ascender acusado de querer matar aun presidente. Sin embargo, no pudieron probarnada y finalmente ascendí, aquí en Maturín, en laplaza del Bolívar ecuestre, al lado de la catedralnueva. Pasé aquí unos meses verdaderamenteinolvidables, de mucha reflexión, porque era unmomento crucial. Yo decía: “Bueno, me voy debaja, se acabó el Movimiento”. Pero no, al pocotiempo empezaron a llegarme los muchachos.DescargoYo entregué mi Batallón Briceño a la Patria, el 4de febrero de 1992. Algunos se fueron, algunosde los muchachos murieron en la rebelión. El


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 23Batallón fue a prisión, los oficiales y los soldados,todos presos. Varios meses después estaba enYare y llega un funcionario de la ContraloríaGeneral de la República, para que yo firmarael acta de entrega. Porque al Batallón lo habíaneliminado. Yo no me iba a negar, por supuesto,porque era una responsabilidad administrativa.Así que le di la bienvenida al funcionario queenviaron.Pero me pongo a revisar el acta y había una seriede observaciones. Una decía que yo tenía unadeuda de no sé cuántos millones de bolívares poralimentación, hasta el mes de junio de ese año ’92.Yo le decía a aquel caballero: “¿De dónde sacanustedes esto?” “¿Cómo es posible que me esténachacando a mí esta deuda desde el mes de febrerohasta el mes de junio, si mi batallón salióa la rebelión y no volvió?” “¿Dónde comió esagente?” “¿Cómo voy a pagar yo?” “Yo estoy presodesde aquella fecha”. Claro, si yo no hubierarevisado, hubiera firmado. Mire, me clavan la estaca.Luego le dije: “No, yo no voy a firmar eso”.Menos mal que uno de los compañeros de la rebelión,el sargento Freites, es contable y me ayudóa revisar el acta. Yo le dije: “Déjeme el acta”.“No yo no puedo dejársela”. Bueno, “entoncesvenga mañana”.Volvió al otro día y seguimos revisando. Encontramosotras cosas, que si yo no hubiese revisado,o no hubiese tenido ahí a Freites, a lomejor firmo el asunto y me hubiese metido unautogol, porque hubiese estado reconociendodeudas. A lo mejor sacan por la prensa al otrodía: “Vean al comandante Chávez, que habla dela moral y la revolución, miren, dejó una deuda,no pagó la alimentación, se cogió unos millonesde bolívares”. Recuerdo que había también unasdeudas en la cantina de tropas. Un teniente erael cantinero y fueron a revisar. Me dijeron querevisaron hasta las botellas, botella por botella,a ver si estaban completas las botellas vacías delos refrescos, las facturas. Fueron a todas las casascomerciales, como debe ser, revisando hastael mínimo detalle y entonces faltaba un dineroen la cantina.Yo le dije, bueno vayan a buscar allá al tenienteque está preso en el San Carlos, que élme mande los recaudos. El teniente no podíasalir de la cárcel, pero dio indicaciones sobreun cuaderno que él tenía en un maletín, en suhabitación, y en ese cuaderno estaban unas facturasque él no tuvo tiempo de consolidar. Resultaque ese fin de semana hubo cantina, hubosoldados, hubo visita de familias, tomaron refrescos,hubo compras, hubo ventas y el lunesél amaneció alza’o ¿Qué iba a tener tiempo deestar consolidando facturas y registrando elcuaderno? El lunes andaba con su pelotón demorteros, alzado en armas. Sin embargo, aparecieronlas facturas y se consolidó todo y quedótodito claro. Eso se llama descargo.“Esperola’o”Yo vine a comprar casa cuando era mayor, y eso,porque tenía un jefe de buen sentido humano. Trabajábamosen el Palacio Blanco. Un día íbamosa una conferencia en Maracay, y me dijo: “Mira,Chávez, tú hablas como un hermano mío, pero esun comunista. Es médico y ese nos dejó hasta lafamilia y se fue con los indios de Amazonas y nadielo sacó de allá. Se llama Gilberto”. Después yoconocí a Gilberto Rodríguez Ochoa, que en pazdescanse. Era un hombre extraordinario, comopocos he conocido, humilde, desprendido de todo.Yo tenía confianza y le dije al general: “Mehonra que usted me compare con ese hermanosuyo, algún día espero conocerlo”. “¿Qué escomunista?, ¿qué es el comunismo, mi general?¿Usted cree que es malo?” “Ay, Chávez, no te metasen esos temas, no te metas para lo hondo”,me decía. “Ten cuidado que te andan cazando yno eres venado. Te andan cazando porque hablasmucho”. “¿Cómo vas a preguntar qué es el comunismo,si yo soy un general?, ¿te das cuenta?”Él me preguntó un día: “Chávez, ¿dónde tú tienesa la negra y los muchachos?” “Están en Barinas”.“¿Dónde tú tienes casa?” “Yo no tengo casa,mi general” “¿Tú eres mayor y no tienes casa? “Notengo”. Un día vio el carro mío. Íbamos bajando aun acto no sé dónde y el carro mío era un catanareque tenía la lata toda carcomida, los cauchos lisos.Me la pasaba echándole flit para que un zancudono picara un caucho, porque explotaba. A vecesandaba sin caucho de repuesto, porque lo poquitoque me quedaba, si es que quedaba alguito, unbolivita, uno lo ponía para la causa. El Movimientotenía algunos gastos, papeles, reuniones, viajesque no estaban en la agenda. Además, el sueldode un oficial siempre ha sido modesto. Entoncesveníamos bajando de un acto, uniforme y corbatay el carrito mío estaba parado junto al suyo, uncarro negro grande de esos protocolares, porqueera el puesto asignado al ayudante.Y él me dice: “Chávez, coordina, chico, averiguade quién es ese carro, con mucho cuidado,tú sabes, por respeto al ser humano. Tú ledices que ponga ese carro allá atrás o en otrolugar, porque mira ese carro chico, cómo está“esperola’o” ahí en todo el frente del Palacio deGobierno, tú sabes”. Entonces, yo le digo: “Sí,mi general, permiso para quedarme. Permítameno ir al acto”. “¿Por qué?, si estamos en la hora,vámonos móntate”. “No, no, es que ese es micarro”. Aquel buen hombre cambió de colores.“Bueno, siéntate chico, vámonos”. “Y, ¿cómo esque tú tienes un carro así, Chávez”. “Bueno, migeneral, yo no tengo dinero”. “Tengo una mujer ytres muchachos y mi esposa no trabaja, tiene lostres muchachos allá cuidándolos desde que nacieron”.Entonces él se empeñó en que yo comprarauna casa, y tuviera a la familia más cerca.Un día me dijo: “Tú convertiste esto en una oficinade atención de los pobres, Chávez”. Pero en elfondo él compartía aquello.EnguayabadoYo no estoy en contra de la cerveza. Nunca megustó el licor, pero bueno, uno iba a un lugar yse tomaba una cerveza, dos cervezas, un traguito,sobre todo uno que andaba en la conspiración. Elcoronel Hugo Trejo, mi general Trejo —lo ascendióla Revolución—, me enseñó mucho a conspirar,me enseñó a ser soldado patriota. Ya yo loera, pero él me amasó, ayudó en amasarme. Tuvela dicha de conocerlo cuando yo era muy joven,subteniente. Me le paré firme una vez y pasé a formarparte de su ejército. Una vez me dijo: “Mira,Hugo, con los militares no vas a poder evitarlo ysi lo evitaras sería sospechoso. Así que tienes queactuar como la mayoría”. Fiestas, sobre todo enesa época. Cada vez que había un cambio de jefe,una parranda, whisky, música, un gasto. Y eso seacabó. La orden es, eso se acabó.La otra entrega de mando la hice en El Pao,de campaña, quemándonos por el sol, con la tropaal frente. Y para qué fiesta pues, qué es eso.Ah, esas son las viejas costumbres, ¿ves? RómuloBetancourt decía que “a los militares habíaque tenerlos contentos con caña, cobre y la otrac”, esa que no se puede nombrar. Y a la FuerzaArmada la pudrieron. Gracias a Dios mantuvociertos espacios, como la patria toda los mantuvosiempre sanos, que fueron capaces de brotar deentre el excremento y dar la batalla junto al pueblo,como la estamos dando.Entonces el coronel Trejo decía: “Hugo, tútienes que ir campaneando, y ponle cuidado.Oficial que no beba es sospechoso, porque esepuede andar esperando, te puede andar cazando,puede ser de inteligencia, pues, y anda haciendoalguna tarea. Y el que beba mucho y serasque, cuidado, porque ese si lo metes a la revoluciónva a empezar a hablar, va a delatar y,además, bueno, moralmente es un borracho”.Bueno, entonces la cerveza. Yo no soy contrarioa eso, yo no soy musulmán pues, peropara qué cerveza, ¿verdad? Pregúntense ustedes.¿Para qué caña? El que esté despechado, bueno,un clavo saca otro clavo, compadre. “No, que estoydespechado”. Hay gente que toma eso comoexcusa y se la pasan es despechados. “Estoy enguayabado”.Después inventaron el doble guayabo,eso es peor. Imagínate tú, guayabo negro,ese es otro que así lo llaman.Flamijoquer¿No voy a conocer yo al “Búfalo” o a BriceñoAraujo? Briceño Araujo era capitán de mi batallóny recuerdo que pocos días antes del 4 de


24febrero a él lo cambiaron para la selva. Eracapitán y yo comandante, cuando lo despedimostomando flamijoquer de los paracaidistas,que bebemos candela. ¿Ustedes saben eso? Losparacaidistas bebemos candela, ponemos aquíuna cosa, de esa agua que tiene picante, se leprende candela, ¡pssst! Y luego usted se tragala candela. Estábamos despidiendo a BriceñoAraujo, y ya en la madrugada, era como unviernes, nos quedamos ahí jugando dominó unrato, los oficiales del batallón. Era diciembre.Recuerdo que cuando nos despedimos, ya enla madrugada, él me dijo: “Mire, mi comandante,yo sé que por ahí viene una cosa, yo sé. Nome deje por fuera, usted me avisa, yo me vengopara acá”. El día de la rebelión estaba próximo.Posiblemente ese diciembre estábamos a puntode estallar. Por fin lo dejamos para enero,febrero, 4 de febrero. Yo no te pude conseguir,tú estabas en un batallón no sé dónde, por allá,yo te mandé el mensaje, pero no te llegó. Ésees el general Briceño, segundo comandante dela División Blindada. Comandó la Brigada deParacaidistas y le entregó al “Búfalo”.El “Búfalo” jugaba rugby. Véanle la frente al“Búfalo”. Yo tenía el equipo de rugby de la Academia.Eran cadetes y el “Búfalo” era de los durosjugando rugby contra la Simón Bolívar. ¿Teacuerdas de aquel entrenador? Mackin BlackColler, era el entrenador. Entonces un día yo voyde capitán a pasar revista al Hospitalito. Voy caminandopor la calle donde estaba la Escuela deBlindados. Veo que viene un cadete nuevo en muletas,todo doblado, enyesado por aquí, lo llevabaun técnico ahí. Veo ese cadete todo “choreto”, yle digo: “Mire, recluta, ¿y a usted qué le pasó?”.“Soy del equipo de rugby, choqué con mi alférezel “Búfalo”. ¿Tú te acuerdas? Tú le diste un cabezazoa un nuevo ahí. El general comandante dela Brigada de Paracaidistas. Esos son muchachoscomo hermanos, algunos los veo como hijos, songeneraciones que uno ayudó algo a formar.El Caracazo¿Saben a qué vine yo aquí por primera vez, aeste Palacio? Yo vine aquí por primera vez a buscaruna caja de whisky. ¡Fíjate para lo que eraeste Palacio! Al teniente Chávez lo mandaron ahablar con el jefe de la Casa Militar en esta mismaoficina. Era un general, y otro oficial, habíauna fiesta y faltaba whisky, porque había quetomar whisky. Me mandaron con una hojita apresentarme aquí y yo salí por allí con una cajade whisky. ¡Me da pena! Pero no me da pena,porque eso refleja en mucho lo que era este palacio,la loquera que era.Años después, un poco más maduro, lleguéya mayor al Palacio Blanco, como ayudante deun general, de un buen jefe que tuve. Así que unCUENTOS DEL ARAÑEROdía amanecí del Cajón de Arauca al Cajón delGuaire, y a los pocos días vinimos a la juramentaciónen este salón. Luego, con cierta habilidadque me dio la sabana y la vida, fui haciendo amigospor aquí: los oficiales que trabajaban, lassecretarias, un viceministro. Así que yo caminabapor aquí, pasaba por el túnel. Vine a varias fiestasen este patio, champaña de la buena, de lamás costosa, whisky, música.En esos años vi con estos ojos a la mismísimaBlanca Ibáñez, por esos pasillos, en el Salón delos Espejos, en varios eventos. Yo siempre la mirabay veía en su rostro la expresión del poder.El presidente Jaime Lusinchi era un hombre queno mandaba. El poder personal, digámoslo así,lo tenía Blanca Ibáñez. A tal nivel de degeneraciónhabíamos llegado que todo el mundo sabíaque ella era la amante del Presidente, y la esposaestaba allá en La Casona. Y aquí venía toda laalta sociedad, la burguesía, muchos altos dignatariosde la Iglesia, Fedecámaras, a brindar. Variasveces brindé en ese patio del Pez que Escupe elAgua, había muchas fiestas entonces aquí. Casitodos los viernes, era como dicen en las calles“palo y palo, compadre” y no era Magallanesprecisamente. Una noche vi cómo se llevaron alPresidente, así como en las comiquitas, que sacanal borrachito dando pataditas en el aire, que nose quiere ir, así se lo llevaron. Estaba muy borracho,en verdad. Y tenía aquella fama que lehicieron los que dirigieron la estrategia comunicacional.Había un análisis de la sonrisa de Lusinchiy lo comparaban con la Mona Lisa, unasonrisa misteriosa: “el Presidente más bueno ymás querido”.Estaban entregados a la élite económica.Hacían muchos negocios y fue aquellos añosdonde la deuda del sector privado, por un acuerdoque se hizo entre el Gobierno de Lusinchi yel sector privado, se la echaron encima a la República.Así fue como, de un año para otro, Venezueladuplicó la deuda externa pública. ¿Dedónde surgió? No fue que le prestaron dinero aVenezuela. La deuda que tenían los privados laasumió el Gobierno de Lusinchi y la seguimospagando hoy. Les digo más, los papeles desaparecieron.La República pagaba la deuda de losricos con dólares de las reservas internacionales,del dinero del pueblo. No la deuda de lospobres, sino de grandes empresarios, la elite,la burguesía. Ese acuerdo fue el que dio lugar aque Lusinchi dijera después: “La banca me engañó”.Pero se fue tranquilo y aquí nos quedamosnosotros. Todo eso son causas de “El Caracazo”.Viví aquí el día que ganó Carlos Andrés Pérez.En la noche vi desde mi ventana llegar aFidel Castro. Allá va Fidel, esperanza de estospueblos —dije yo—, pero cómo acercármele. Recuerdoque el maestro John Sifontes era sargento,un afrovenezolano revolucionario. Estaba en elmovimiento porque habíamos estado juntos enElorza. Llegó un día muy contento a mi despachitoen el Palacio Blanco y me dijo: “Mi mayor,me nombraron jefe de seguridad de Fidel, de lacaravana”. “¿Qué le digo a Fidel?”. “¿Le hablodel movimiento?, porque yo hablo con él”. “No lepuedes decir nada. Páratele firme, le das un saludo,el más enérgico que en tu vida hayas dadoy con eso le dices todo. Le dices que el EjércitoBolivariano lo saluda”. Él cumplió, porque a losdos días me llegó. “¿Qué te respondió?”. “Medio un abrazo”. El ejército bolivariano, pues. Venía calentándose una situación, histórica,de caos moral, político, estructuras socialestotalmente desgastadas. Un pueblo sin rumbo,sin gobierno, sin representantes. ¿Recuerdanustedes los nombres de aquellos carcamales delCongreso? La mayoría eran negociantes. En elCongreso los diputados eran puestos por losgrandes medios de comunicación, tenían su cuotaallí. Fedecámaras y los grandes sectores privadosmetían diputados y senadores. Era el repartodel poder, el Pacto de Punto Fijo. La embajadanorteamericana, por supuesto, tenía entrada libre,me consta. Llegué a volar en el avión de laembajada de los Estados Unidos, porque yo eraaudaz, andaba jugando duro dentro del Ejército.Me hice amigo de los militares estadounidenses,de la embajada. Me acuerdo de Hugo Posei, asu casa iba, en Prados del Este. A mi ascensoa teniente coronel, un año después, fueron elcoronel y los agregados militares de los EstadosUnidos en el avión de la Embajada. Se llevaronun poco de gente de Caracas, fueron a Barinas ala celebración del ascenso.Y llegó el lunes 27 de febrero. Llegué muytemprano aquí a Palacio. Me sentía mal de salud,tenía un malestar, venía de San Joaquín.Ahí vivíamos con mi esposa entonces, Nancy, ymis tres niños mayores. Me vine muy tempranopara evitar la cola de aquí de los Ocumitos y lacola de Coche, para no llegar tarde al trabajo.Había que estar aquí a las siete, así que yo salíaa las cinco de la mañana en mi carromato, “ElVaporón”. Trabajamos ese día, ya había algúnmovimiento. En la tarde me fui a la UniversidadSimón Bolívar, estábamos haciendo el postgrado.Recuerdo con mucho cariño mis profesoresde postgrado, algunos me critican hoy, pero noimporta, recuerdo aquellos debates. Profesores algunosde izquierda, pero la mayoría de derecha.Esa noche no hubo clase en la universidad debidoa los disturbios. Había un grupo de compañerosahí a la entrada de la universidad que no teníancarro y yo les di la cola. Fui por allá, por La Trinidad,y me tocó ver, después que dejé a mis amigoscerca de sus casas, como saqueaban, policías,disparos. Me vine a Palacio esa noche, llame a migeneral y le dije: “Mire, yo acabo de ver esto, estoy esto, y aquí en el centro de Caracas hay humo”.Me dijo: “Quédate ahí, me avisas cualquier cosa”.Al siguiente amanecí con fiebre, tenía lechina, es-


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 25taba brotando. Me fui a la enfermería de Palacioy me mandaron reposo. Me le presento al generaly me dice: “No te me acerques, que a mí nome ha dado eso, y es contagioso”. No conseguíagasolina para regresar a casa, estaban todas lasestaciones cerradas. Era ya el 28, el martes en lamañana. Entré a Fuerte Tiuna y me tocó verlo enguerra. Fui a buscar gasolina con un compadreque era coronel. Me senté en su oficina y veo enel televisor aquel desastre. Salgo al patio, lossoldados corriendo y unos oficiales mandandoformación y a buscar los fusiles. Y le digo: “Mi coronel,¿qué van a hacer ustedes?”. “¡Ay, Chávez!,yo no sé qué va a pasar aquí. Pero la orden quellegó es que todas las tropas salgan a la calle aparar al pueblo”. “¿Pero cómo lo van a parar?”.“Con fusiles, con balas”, incluso dijo: “Que Diosnos acompañe, pero es la orden”. Vi los soldadossalir, los soldados logísticos que no son soldadosentrenados. Esos son los que hacen la comida, losque atienden los vehículos. Hasta a los mecánicoslos sacaron y les dieron un fusil, un casco ybastante munición. Lo que venía era un desastre,como así fue.El primero de marzo matan a Luis FelipeAcosta Carlez, uno de los jefes del movimientoen Caracas. El 27 de febrero, sonaron las dianasdel 4 de febrero. Como soldados nos sentíamostan avergonzados, tan adoloridos después deaquella tragedia y recordábamos siempre entoncesaquella centella que fue Bolívar cuandodijo: “Maldito el soldado que vuelva las armascontra su pueblo”. El 27 de febrero nos hizo llorar,nos hizo sangrar, pero recuerdo que yo nopude ni siquiera venir a nada, yo estaba que nopodía ni hablar casi, una semana de reposo.Cuando regreso a Caracas me fui a la tumbade Felipe, fue lo primero que hice. Otra nocheiba subiendo las escalinatas del Palacio Blanco,regresando de la universidad como a las diez,once de la noche, y un teniente se me acerca, medice que quiere hablar conmigo. El Ejército estabaencendido de un debate interno, sobre todonosotros los humanistas, nosotros los más jóvenes.Había otros que no querían debatir, habíaotros que decían: “Para eso somos nosotros”.No, para eso no puede ser un Ejército, para masacrarniños, hombres, mujeres, desarmados.Todavía que fuera una guerrilla, una cosa armada,pero gente desarmada, inocente. Recuerdola foto de un niño bocabajo tendido, tendríaseis años; la recuerdo a color, la sacó algún periódico,uno de los tantos niños que murieron.Entonces el teniente me dice en la escalinata:“Mi mayor, yo quiero hablar con usted”. “Bueno,vamos a tomarnos un café ahí en la oficinitamía. “Mi mayor, aquí no, hay grabadoras”. Ledije: No, creo que no, pero vamos a hablar en elpasillo, a ver qué es lo que tú me quieres decir”.Él me dijo: “Mire, mi mayor, por ahí se dice queusted anda en un movimiento revolucionario”.Esos eran los comentarios desde 1986. Dos añosatrás ya había empezado el rumor de que habíaun Movimiento Revolucionario y que yo erauno de los jefes. Nosotros teníamos mucho cuidadopara la captación de gente, no podíamosequivocarnos, por uno que nos equivocábamoscaía un grupo o a lo mejor todo el movimiento.Así que teníamos un proceso muy estricto deestudio de la personalidad, hombre a hombre,mujer a mujer, para la incorporación. Así queyo al teniente le dije: “No, usted está equivocado,son rumores, usted sabe, yo lo que hago esque estudio, hablo de Bolívar”. Y por ahí me lefui para no decirle absolutamente, sino dejarleabierta una puerta y luego estudiar al muchacho.Él ha estado aquí en la Casa Militar. Alfinal me dice: “Bueno, mi mayor, yo entiendoque usted no puede decirme nada, pero le voya decir algo, si ese movimiento existe, por favormétanme, porque yo lo que viví y lo que vi, seríalo único que justificaría mi presencia en elEjército, porque yo en un Ejército como este, noquiero ser soldado”. Ese muchacho después sefue de baja, yo le perdí la pista.Ese fue “El Caracazo”, con los mártires delpueblo, ese estallido venía fermentándose desdedécadas atrás. Hay que recordar lo que fue el 23de enero y la traición al espíritu del 23 de enero.La entrega de Rómulo Betancourt, que se arrodillóante el poder imperial de los Estados Unidos.Desde el suspiro de Santa Marta este pueblo fuetraicionado una y cien veces por Páez, GuzmánBlanco y cuántos otros, doscientos años de traición,compañeros, compañeras, ya bastaba. Asíque tenía que ocurrir y ocurrió “El Caracazo”.


PRÓCERESNos hizo libertadoresBolívar era de pelo ensortijado, más negro queblanco; ese era el verdadero Bolívar a quientambién desfiguraron. Es mentira que hablabaduro. No, la voz de Bolívar era chillona,inaguantable. Se subía en las mesas, le rompíalos papeles al Estado Mayor. “¡Esto no sirve!”.Así lo dice Andrés Eloy Blanco en un poemaque se llama “Los desdentados”. Cuenta AndrésEloy que muchos años después de muerto el Libertador,había un acto en la plaza Bolívar deCaracas y la estatua, las coronas, las flores ylos discursos oficiales. El presidente, todos de“paltó” y de levita, rindiéndole honores a Bolívar.Y detrás de las matas estaban unos viejitos,no tenían dientes, agachados, viendo el acto, yse reían. Entonces, viene la lectura de la últimaproclama y un señor, con voz de locutor:“Colombianos, habéis presenciado...”, rememorándolo.Y los viejitos se reían y hablabande Bolívar. ¿Por qué se reían? El poeta terminadescifrando la incógnita. Al final dijo uno delos viejitos: “Mira, lo que dicen éstos, dicen queera alto, dicen que era fuerte, dicen que hablabagrueso. No. Era chiquitico, era flaquito, teníala voz chillona y fastidiosa”. Y dice uno alfinal: “¡Carajo!, pero se nos metió en el alma ynos hizo libertadores”.Antonio José de SucreEse gran mártir de América, de los más grandes,Antonio José de Sucre. Treinta y cinco años teníael Mariscal Sucre cuando lo mataron. Había sidoedecán de campo de Miranda a los 15 años; generaldel Ejército Libertador en Guayana, junto aBolívar. Luego la Campaña del Sur, Junín, Ayacucho...El virrey, prisionero de Sucre en Ayacucho.El último virrey de España en estas tierras capturadoen Ayacucho con todos sus oficiales. Todo elejército español se entregó; arriaron la banderade España después de 300 años de dominación.Sucre le dio la mano para levantarlo. Dicen queel virrey le dijo: “Tan joven y con tanta gloria”.Por eso fue que el mismo Bolívar, de su puño yletra, escribió aquella frase: “La posteridad recordaráal general Sucre con un pie en el Pichinchay el otro en el Potosí, llevando en sus manos lacuna de Manco Capac y a sus pies las cadenas delimperio español rotas por su espada”.Sucre tenía 29 años cuando se hizo inmortal enAyacucho, en la gran batalla libertadora de Suramérica.De los mejores soldados, de los mejoresrevolucionarios, de los mejores líderes, SimónBolívar dijo un día, y está escrito: “Donde está elgeneral Sucre, está el alma del ejército”. Era elalma del ejército, alma del pueblo, el cumanés.Humilde, pero empeñado, con una voluntad deacero, una inteligencia muy creadora para lo militar,para lo diplomático, para lo político. Presidentefundador de Bolivia. Le dieron un golpe deEstado, la oligarquía boliviana, porque él estabaentregándoles tierras a los indios, a los pobres,haciendo escuelas para los pobres, haciendo caminos.Era ingeniero, además; sistemas de riego,buscando agua, llevando agua para los sitios queno la tenían; la salud, haciendo hospitales; la educación.Un Gobierno muy bueno el de Sucre. Ledan un tiro en un brazo y queda manco, casi lomatan. Le hicieron imposible la vida. Renuncióal Gobierno de Bolivia. Se vino a ver a Bolívar ylo acompañó hasta la última hora.Memorable es la última carta de Sucre aBolívar. Bolívar renunció, se fue. Sucre lo busca,no lo consigue. “La ausencia de usted, mi general,me ahorra las lágrimas de la despedida.Adiós, mi general. Donde quiera que esté, mi últimoaliento será para Colombia y para usted”.Al día siguiente, agarró la mula, se fue a buscara su mujer y a su pequeña hija en Quito. Pero nole perdonaron ser leal a Bolívar y ser tan joven.Como dijo el virrey: “Tan joven y con tanta gloria”.Era un peligro él solo, su vida. Después deBolívar venía él. Su brillo, su gloria, su prestigioen los ejércitos. Desde el Caribe hasta la Argentinael nombre de Sucre brillaba por todos lados.Y ocurrió la emboscada, el balazo traicionero.Santander detrás de la emboscada, Obando, traidoreslacayos que entregaron luego estos países ala garra del imperio norteamericano. Traicionarona la revolución. Dijo Bolívar, cuando le informa-


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 27ron de la muerte de Sucre, entre muchas cosas,una lapidaria: “La bala que mató a Sucre mató aColombia y acabó con mi vida”.José Inácio de Abreu e LimaYo le comentaba al presidente Cardoso, la nochede una cena que tuvimos allá en el Círculo Militar,una cena de Estado en honor a él, a su esposa,a su comitiva y al pueblo hermano del Brasil.Le estuve hablando un poco de un general brasileñoque peleó en la Guerra de Independencia.Por cierto, ese día 6 de abril, el día que vinoCardoso y estuvimos todo el día juntos, estabade cumpleaños el general José Inácio de Abreu eLima. Nacido en el estado de Pernambuco, en laciudad de Recife, adonde hemos estado en variasocasiones. Aquel joven se vino a los veinte añosdesde Brasil. Es impresionante la vida de Abreue Lima. Su padre fue sacerdote y militar. Estabanen revolución contra el Imperio, lo fusilarondelante del joven que ya era oficial. Este salva suvida, se viene al exilio al Caribe y oye hablar deBolívar en Puerto Rico. Su hermano se queda enPuerto Rico haciendo vida privada, pero él, queandaba ya con el fuego sagrado de la revolución,se viene a Venezuela por Angostura. Estaban enplena Campaña de Oriente, ya habían liberado Angosturay estaba Bolívar convocando el Congresode Angostura, 1819.Abreu e Lima, de apenas veinticuatro años,se le presenta a Bolívar y le dice que quiere seroficial de la revolución suramericana. Bolívar loincorpora. Fue corresponsal y redactor del Correodel Orinoco, secretario privado de Bolívar,porque hablaba varios idiomas. Un joven muyculto y valiente. Peleó en la batalla de Las Queserasdel Medio. Cruzó Los Andes al lado de Bolívar,redactó proclamas, combatió con la espaday con la pluma. Combatió en Boyacá, batalla queliberó la Nueva Granada. Después remontaronotra vez Los Andes, cayeron a las sabanas deApure, se vinieron sobre Carabobo y luchó enla batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821,bajo el mando del general Páez. De allí salió heridode un disparo en el pecho. Bajo este mismomando se va también a la toma del castillo dePuerto Cabello, último reducto del poder españolen Venezuela. Después pelea en la batallanaval del Lago de Maracaibo.Ustedes recuerdan que Bolívar se fue al sur,y Abreu e Lima se quedó acá con Páez, en el procesointerno venezolano. Páez era el jefe, el líderaquí. Bolívar se fue a la campaña de liberaciónde Ecuador, del Perú y la creación de Bolivia.Pero aquí en Venezuela comenzó a gestarse latraición a Bolívar. Abreu e Lima comenzó a olerla traición, a sentirla. Páez fue rodeado por laoligarquía, por el enemigo al que combatieron.Le pasaron la mano al Centauro, le quitaron lalanza al Tigre de Las Queseras del Medio, dejóde ser tigre, le limaron las uñas, le pusieron alo mejor una buena sonrisa, se alió a la oligarquíavenezolana que odiaba a Bolívar a muerte,porque quería mantener sus privilegios, queríacambiar de dueño, quería que los españoles sefueran, para ellos adueñarse de los esclavos, delas haciendas, de las riquezas.Porque en el fondo de todas las revolucioneshabrá muchas causas, pero las económicas siempreestán allí. El deseo de poder y uno de los elementosfundamentales es el poder económico,personal, grupal, nacional o como se quiera ver.Abreu e Lima, noble como era, trata de mediar.Hay cartas que él enviaba a Santander, a Páez, aBolívar. Trató de mantener la unidad, que él considerabanecesaria, vital. Y lo era para continuarla revolución de independencia. Cuando aquelhombre vio que no fue posible mantener la unidad,por las bajas pasiones, por los intereses, sequedó con Bolívar y estuvo muy cerca del Libertadorla noche en que trataron de matarlo en Bogotá,en septiembre de 1828. A Bolívar lo expulsaronde Venezuela, y Abreu e Lima se fue con él.“¡Se rompe la zaraza o se acabala bovera!”Yo lo he dicho aquí, como dijo Pedro Zaraza: “Ose rompe la zaraza o se acaba la bovera”. Ese fueun general, Pedro Zaraza. La historia es esta. JoséTomás Boves no fue un realista en verdad. Bovesfue el líder de una guerra de clases. Era asturiano,pero vivió aquí muchos años, desde joven. Era comerciantede ganado en los llanos. Quiso incursionaren las filas patriotas. No lo dejaron porqueera de los de abajo. Todavía los que mandabaneran los mantuanos, los ricos de Caracas.No había una revolución todavía, era la independenciade los ricos de aquí contra España.Pero los negros y los pobres no. Entonces Bovesse hizo líder de los pobres y formó un ejército.Se fue contra Bolívar, destrozó siete ejércitosque formaron los caraqueños y la oligarquía,digamos los mantuanos. Los realistas pensaronque iban a utilizarlo. Pero se declaró independiente.Mandó largo al cipote a los jefes realistas,casi que manda a fusilar a Morales, a uno deellos. La oligarquía caraqueña se llevó un chascocon Boves. Bolívar estaba en Caracas y vio queno podía detenerlo. La hermana mayor de Bolívarse llamaba María Antonia. Era una mantuanade casta. La María Antonia se enfrentaba a suhermano. Hay una carta que le manda al Rey deEspaña, pidiendo protección contra “el loco demi hermano”. “Simón es un loco”, decía. Inclusoel Rey la protege, se la llevan a Cuba y le asignancomo una pensión, porque quedó en la nada laMaría Antonia. Estaba rayada porque era la hermanadel Libertador.Bolívar estaba en Caracas en el año 1814, quefue un año desastroso por la guerra de Boves ylos pobres contra ese mantuanaje. Eran venezolanoscontra venezolanos, terrible aquello.Bolívar le dice a María Antonia que tiene queirse de Caracas porque viene Boves. Él se va, notiene cómo protegerla. Era su hermana mayory fueron huérfanos de padre y madre. Así quehasta cierto punto, ella fue como su mamá en lavida. María Antonia se negaba a irse, como muchosmantuanos. Sobre todo los que no habíanapoyado a Bolívar decían: “No, yo no me voy siviene Boves, yo estoy con ellos”. Bolívar le decía:“Boves acaba con ustedes, los va a matar, y sobretodo a ti, que eres hermana mía”. María Antoniase negó. Bolívar mandó un oficial con diez soldadosy se la llevaron amarrada a un barco en LaGuaira y Bolívar la mandó, creo que fue a PuertoRico, “a la colonia española; llévenla, pues”. Y enefecto, llegó Boves y algunos jalamecates mantuanossalieron, de “paltó” y levita, a recibirlo.Los pasó a toditos por las armas, ahí mismo, en laentrada de Caracas.Era una guerra de clases. Se instala en Caracasy gobierna. Era un guerrero. Vino a perseguira Bolívar, quien tuvo que venirse a Oriente.Se trajo los sobrevivientes en una penosa y largamarcha hacia Oriente. Los Lanceros de Orientesalen para proteger a los del centro, que veníanreplegándose, muchas mujeres, enfermos,muchos niños. Entonces, vienen los Lancerosde Oriente con su caballería, salen allá para protegerla retirada humanitaria, digámosle así, quecomandaba Bolívar. Uno de ellos llanero de estassabanas, Pedro Zaraza, sale con la caballeríay se arranchan ahí en unas matas en Urica,la sabana pelada. Y allá venía Boves, en unacaballería inclemente. Pasaban a cuchillo a losprisioneros, eran los pobres contra los ricos. Allávenía Boves, con su ejército invencible, contraMaturín, ciudad heroica que resistió sitios, saqueos,bloqueos, la quemaron una vez los mismoshabitantes para evitar que la tomaran; comoquemaron a San Fernando de Apure, también, losllaneros apureños. Cuentan que estaba PedroZaraza con la caballería en Urica, debajo deunas matas. Y dicen que estaba Zaraza afilandola lanza, y le dijo a su estado mayor: “Allá vieneBoves. Este día de hoy o se rompe la zaraza ose acaba la bovera”. Dos horas después estabamuerto José Tomás Boves. Pedro Zaraza le partióel pecho de un lanzazo.“¡Primera vez que me ve la espaldaun español!”El llano, el gran llano, San Fernando, Calabozo,y aquí San Juan de los Morros, pero ahí mismo alcentro, Carabobo, Valencia, Caracas. Así que poraquí pasó Bolívar no sé cuántas veces, Zamora,


28todos ellos. Los españoles también. Páez, lascaballerías. José Félix Ribas usaba el gorro frigio.Era un jacobino, un verdadero revolucionario.Por aquí lo capturaron y le picaron la cabeza,los brazos, las piernas. Bolívar tuvo que decretarla guerra a muerte porque las tropas españolaseran bárbaras, acuchillaban, degollaban, violaban,mataban, quemaban. Bolívar dijo: ojo por ojo,diente por diente: guerra a muerte. La pelea estabamuy dura y Bolívar había perdido la II República.A pesar de eso nuestro Ejército y nuestraMarina se recuperaban rápido, los golpeabany volvían. La guerra se extendía hacia el sur ydesde el sur. San Martín liberaba las provinciasdel Río de La Plata.Entonces en España hacen una apreciaciónestratégica de la situación, y lo que le recomiendanal Rey, su gran estado mayor, el almirantazgoy el ejército español: “Si queremos acabar conla guerra, hay que acabar con Bolívar, porqueese es el caudillo, ese es el más grande. Hay queacabar con el Ejército de Venezuela, y con la Armada.Si apagamos esa candela, lo demás se vaa ir apagando”. Y el Rey de España manda al“Nuevo Mundo”, así lo llamaban, la más poderosaflota que España haya enviado alguna veza este continente. Vinieron unidades completasde caballería, con los caballos y todo, los cañones.¿Recuerdan ustedes el batallón Valencey,que se replegó en orden hasta Puerto Cabello?Ese era un batallón del Rey, un batallón de línea,con sus oficiales, caballería, artillería, infantería.Los húsares de Fernando VII vinieron aquí. Erantropas como de la Guardia de Honor del Rey. Ymandó a uno de sus más valerosos, inteligentese ilustrados generales: Pablo Morillo.Morillo recorrió todos estos mares con esaflota. Fue el mismo que sitió a Cartagena de Indias.La sometió al hierro del bloqueo y Cartagenaresistió. El pueblo de Cartagena comía ratasy gatos, pero no se rindieron los cartageneros.Después sitió Barcelona y la destrozó. Ahí estánlos restos de la Casa Fuerte, eso fue lo que dejaronlos españoles. Quemaron a Barcelona. Despuésse fueron a Margarita, la rodearon. Morillole manda una carta a Francisco Esteban Gómez,que dirigía las tropas, y al pueblo margariteño:“Ríndase o no quedará piedra sobre piedra deesta isla infiel”. Y le respondió Francisco Esteban,el indio aquél: “Venga por mí. Si ustedtriunfara, sería el rey de las cenizas, porque aquíno quedarán ni cenizas”. Morillo desembarcó, ylo derrotaron en Matasiete los indígenas margariteños.¡Hasta los niños salieron a pelear!¿Tú sabes lo que Pablo Morillo escribió alRey de España después? Eso fue en 1817. Hayuna carta de Morillo que le dice: “Su Majestad,este pueblo de Margarita, estos soldados de Margarita,salieron casi desnudos a dar su pechocontra las mejores tropas del Rey. Eran comoleones y peleaban como gigantes”. Cuentan losCUENTOS DEL ARAÑEROviejos margariteños de aquella época que la islaestaba rodeada de tanto barco español que no seveía el sol, no se veía el horizonte del mar, sinobarcos y barcos. Y tenían uno gigantesco: elSan Pedro Alcántara, que era el barco logístico.Los españoles dijeron que el Alcántara se quemópor un incendio a bordo, por un descuido dela cocina. ¿Se hundió? ¡Lo hundieron los indiosmargariteños! Se tiraron al agua y lo quemaron.Ahí debe estar, en el fondo del mar.Resulta que entonces Morillo viene a buscar aBolívar, sale de Margarita, desembarca. Y Páez,muy hábil, se va replegando con la caballería;contraatacaba, se replegaba. Morillo empieza asentir que esta fuerza era también como gigante,pero a caballo. ¡Y en las sabanas, compadre! Decualquier lado salían los caimanes, la plaga matabaa los españoles, los tigres, los caribes. Encambio, los llaneros no, pasaban los ríos nadandocon la cola del caballo. Morillo le escribe otracarta al Rey donde le dice: “Cuando pasamos todala noche en vela, esperando porque creemos quenos van a atacar, no hay ataque. Y cuando mistropas descansan, de repente viene un ataque”.Páez era un guerrillero indomable, muy astuto,era parte de la sabana. Páez llegó a amarrarlesmatas de esas en la cola de los caballos;entonces cabalgaban por allá, levantaban lapolvareda, y los españoles creían que veníancinco mil caballos. ¡Y eran cien! Porque eranguerrillas en verdad. Hasta que se fue consolidandoel ejército que peleó en Carabobo y quedecidió la batalla, era el ejército de Apure, lacaballería decidió la Batalla de Carabobo. Morillollegó a Las Queseras del Medio, a la costaarauca. Y dice Páez: “¿Dónde estará una caballeríade agua?”. Y se lanza al río Arauca con150 jinetes. Cruzan el río, sorprenden a Morilloy es el grito aquel de “¡Vuelvan caras!”. Y Bolívardice: “Han ejecutado ustedes la más grandeproeza militar de las naciones”: ciento cincuentacontra como cinco mil. Entre ellos FranciscoFarfán, José Cornelio Muñoz...Aquí en Mucuritas se consiguieron Páez yMorillo. Era verano, enero de 1818. Páez lo estámerodeando y le da la vuelta. Se pone contra elviento, para que el viento le pegara en la cara aMorillo y a sus tropas. Le prendió candela a lasabana, y después que la sabana está prendida,los rodeó de candela, los atacó por dos flancoscon unas lanzas. Porque los apureños hacían unalanza larga, liviana, como de dos metros. Y Páez,astuto, calculó —él lo escribe en sus memorias—cuánto tiempo tardaban los españoles en recargarlos cañones. Entonces, disparaban y largaban loscaballos más rápido con lanza larga para tratarde llegarles a los cañones antes de que volvierana disparar. Era una guerra de astucia, sobre el terreno,día y noche. Lo cierto es que Páez destrozóa las fuerzas de Morillo en Mucuritas, otra vez.Se salvaron por un caño que tenía agua todavía,lo pasaron y la candela no los alcanzó. Es cuandoMorillo, en carta al Rey, le escribe aquella frase:“Catorce cargas consecutivas de caballería sobremis cansados batallones me demostraron que estoshombres están resueltos a ser libres”.Cuando el general Morillo regresó a España,el Rey le reclama cómo es posible que unos salvajeslo hayan derrotado a él, que había peleadocontra Napoleón y derrotado sus tropas. Y Morillole dice: “Su Majestad, es que no son ningunossalvajes. Si usted me da un Páez y cien milllaneros de Guárico, Apure y Barinas, le pongo aEuropa completa a sus pies”. Eran indomables,invencibles. No solo los llaneros de Venezuela,también los llaneros de la Nueva Granada, loscentauros del Casanare, del Meta, del Arauca.Somos los mismos.En 1820, siete años de guerra a muerte, Bolívary Morillo se sentaron allá en Los Andes. Firmaronel Tratado de Regularización de la Guerra.Morillo va con una escolta como de veinte soldadosbien armados y uniformados, con buenoscaballos. Llegan al punto de encuentro, ven queviene alguien en una mula, con un sombrerito.Morillo manda a dos oficiales que vayan rápidoa ver quién viene, que parece un campesino, oserá un enviado de Bolívar. Y van los españolesa caballo, como cinco, rápido, con las armas. Regresandespavoridos: “Es Bolívar”. ¡Venía Bolívar,solo! A Morillo le dio una vergüenza tal queretiró rápido a todos los oficiales y se quedósolo. Y se abrazan. Es de ese día una anécdota.Parece que va Morillo con Bolívar caminando yun joven oficial venezolano va delante. Morillo leve la espalda al venezolano y dice: “¡Qué buenasespaldas tiene este mozo!, Bolívar”. Y el oficialvenezolano voltea y le dice: “Señor general Morillo,primera vez que me ve la espalda un español”.Francisco FarfánEn una ocasión preguntaba a algunos amigospor qué se llama este pueblo Elorza. Vaya, pregúnteleal señor tal, me dijeron; era como el reservoriohistórico del pueblo. Pero la juventud,desde el liceo Ignacio Rodríguez, donde yo mela pasaba jugando béisbol, dándoles charlas,después fui padrino de una promoción, nada,ni uno solo sabía por qué se llama Elorza. Entoncescomenzamos desde el escuadrón Farfán,un escuadrón revolucionario donde, cuando llegué,ningún oficial, ningún soldado, ni nadie en esepueblo sabía quién era Farfán.Nos pusimos a investigar, a buscar libros dehistoria y conseguimos la historia maravillosadel “Centauro de Las Queseras”: Francisco Farfán.Hicimos un librito; teníamos unos esténcilsy una máquina de escribir. Sacamos unas hojitasy le pusimos al periódico “El Centauro”. Cuandolos soldados empezaron a saber quién era Fran-


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 29cisco Farfán, cuando supieron que fue uno de los150 lanceros de Las Queseras del Medio, se leshinchaba el pecho de orgullo. Y empezaron a oírlas “cadenas” en el patio. Yo les daba “Aló Presidente”en el patio, conferencias de tres y cuatrohoras, tomando café, cuando llegaba la noche alláen ese Cajón de Arauca tan querido y recordado.Les leía libros e historias de aquellos años heroicosy gloriosos de esa sabana. Hasta buscamosdespués un pintor y convertimos una pared grandeen un escenario, un pequeño teatro. Aparecióun arpa, apareció un cuatro, unas maracas y lossoldados comenzaron a improvisar. Salieron cantoresy empezaron a salir corríos. Un soldado leescribió un corrío a un sargento negro. El corríose llamaba “El Centauro Negro”. El sargento seponía bravo. “Mi capitán, ¿cómo ese soldado meva a estar diciendo a mí el Centauro Negro?”, protestaba.Yo le decía: “Siéntete orgulloso de quela tropa te cante, vale, eres un líder”. Después ledaba orgullo que le dijeran el “Centauro Negro”.Francisco Farfán, de los Farfanes de Guasimal,como decimos los llaneros. Eran dos, Franciscoy Juan Pablo. ¿Saben qué hicieron aquelloscentauros, sobre todo Francisco? Cuando Bolívarfue traicionado y expulsado de aquí, y Páezse hace dueño de la oligarquía e instala el gobiernoconservador en 1836, Francisco Farfán sealza contra Páez y toma San Fernando de Apure.¿Saben lo que decía Farfán en papeles que repartían?:“¡Viva mi general Bolívar!”. Ellos trataronde recuperar el sueño bolivariano. Páez sefue a pelear contra ellos, que eran sus antiguossoldados, y Páez derrotó a Farfán en la Batallade Payara. De ahí es que a Páez le dan el nombrede “El León de Payara”. Allí en San Juan de Payaramuere en combate Juan Pablo Farfán.Francisco Farfán se fue a Colombia. Por ahí,por el viento, merodeó en esas fronteras duranteveinte años, de guerrillero contra el gobiernode Venezuela. Hasta un juicio le hicieron al juezmilitar de Guasdualito. Porque un día se demostróque Francisco Farfán pasó de Colombia –deArauca donde vivía– a Guasdualito, a colear. Eracoleador, un indio, estuvo cinco días parrandeandoen Guasdualito. El gobierno mandó adestituir y a meter preso al juez y al jefe civil deaquel pueblo por no haber hecho preso a Farfán.¿Saben por qué no los condenaron? Porquedemostraron que aquel era un hombre indomabley que hacían falta veinte o treinta soldadosarmados para someterlo, y que ellos no teníanla fuerza suficiente para hacerlo. En efecto, Páezen sus memorias le dedica un capítulo a Farfán ydice: “Era un hombre de casi dos metros de alto,no se podía reducir físicamente, lo expulsé dosveces”. Ciertamente, Páez expulsó a Farfán dosveces del ejército de Apure, pero regresaba. Despuésde la batalla de Mucurita, Páez lo expulsa yvuelve. ¿Saben lo que dice Páez en las memorias,ya anciano?: “Francisco Farfán, de los centaurosde la sabana, coronel. Lo expulsé varias veces,varias veces pensé fusilarlo, nunca lo hice. Hacíanfalta valientes para hacer la independenciay era un valiente”.Manuela SáenzLa historia es muy machista y las mujeres noaparecen, pero también andaban a caballo,como Manuela Sáenz. La dibujaron las oligarquíasque la odiaron y quedó en la historia comola amante de Bolívar. Ella no fue la amante deBolívar, ella fue primero “Caballeresa del Sol”,capitana de los ejércitos de San Martín y coronelaen Ayacucho. El Mariscal de Ayacucho la ascendióen el campo de batalla, junto a un grupolargo de oficiales hombres y mujeres. Porque laCoronela se fue a caballo, pistola en mano, sableen mano, a rendir tropas españolas allá en elcampo de Ayacucho.Era mujer de batalla. Salió espada en manola noche que casi matan a Bolívar en Bogotá, yella lo obligó, prácticamente, a que se tirara porla ventana. Seguramente, por dignidad, él noquería tirarse, pero como hay un dicho inglésque dice: “Si tu mujer te pide que te lances porla ventana, ve mudándote a la planta baja”. Bolívarestaba casi muerto. Mataron a su edecán,Ferguson, e hirieron a otro, Diego Ibarra, un sablazoy un tiro en un brazo. Ya iban al cuarto abuscarlo. Ella los entretuvo y les dijo: “No, estáabajo en la sala de reuniones”. ¡Mentira! Él estabavistiéndose, agarrando la pistola para salir,y ella lo obligó a que se fuera por la ventana.Después hizo un muñeco que puso en la plaza,lo vistió como Santander y le puso un letrero:“Santander”. Ella misma lo fusiló: ¡pa-pa-pa! Y ledijo a Bolívar: “Eso es lo que tú tienes que hacercon Santander, ¡fusilarlo!”. Bolívar nunca quisofusilar a Santander. Le perdonó la vida y, al final,a él no lo perdonó la oligarquía santanderista.GuardapeloMiranda era muy mujeriego. Recorrió el mundoy escribía de sus amoríos: “Conocí una mujer”,así, asao, a veces erótico. Somos humanos. Mirandaera un humano. Hasta Catalina, la rusa,como que se enamoró de él o él de ella, los dos deellos. Bolívar era también muy mujeriego. Ustedesno saben cuando Manuela Sáenz consiguió, creoque fue un arete de mujer en la cama, y no erade ella. Le brincó encima y lo arañó. Bolívar tuvoque pasar como una semana sin salir del cuarto,porque le daba pena, estaba todo arañado. Manuelaera de armas tomar. ¡Já!, la Manuela y suscartas a Bolívar, algunas muy eróticas.Seguramente, ellos no pensaban que eso ibaa trascender, eran cosas muy privadas, pues:“Vente pronto para que nos fundamos como unvolcán”. En ese tiempo no había celulares, perohay conversaciones muy eróticas. Uno escribecualquier cosa o le escriben a uno. Me escribieronhace poco por aquí: “Chávez, ¡qué labioscarnosos!”. ¡Claro, de carne y hueso compadre!¡Igualito! El pobre Bolívar no tenía estos aparaticos,tenía que escribir y mandar a caballo.Más de una de esas cartas las agarró el enemigoy Manuela le escribía: “¿Por qué no vienes?”.“¿Con quién andas?” .¡Ajá!, ¡celosa! Ella sabía,conocía su ganado, ¿verdad?Bueno aquí va: Miranda guardaba vellos depubis. Y eso lo hace humano, ¿no les parece?Guardapelo, guardapelo. Mi abuela tenía unguardapelo. No, pero ¡ya va!, ¡ya va! Mi abuelatenía un guardapelo y ahí tenía guardadas lasmechas mías y las de Adán de cuando éramosniños. Yo era bachaquito, porque tenía el peloenreda’o, así como melcocha. ¡Enreda’íto y amarillito!Adán no. Adán tenía el pelo liso y negro.MaisantaEl abuelo de mi madre llegó a Sabaneta, veníade las guerras de fin del siglo. Cargaba este escapulario.Le hemos calculado como ciento cincuentaaños, porque era del papá de Maisanta,de Pedro Pérez Delgado. El papá de PedroPérez Delgado se llamaba Pedro Pérez Pérez.Esta es una cruz, solo que una cruz de espadas,apenas se ve. La otra es el escudo de la Virgendel Socorro. ¿Quién fue Pedro Pérez Pérez? Yome puse años y años a investigar esa historia,buscando papeles, grabando cosas y ademáspreguntándole a los viejos por estos pueblos.Después perdí documentos, pero yo tenía comocincuenta casetes, de aquellos viejos. Uno andabacon un grabadorcito, y le hacía entrevistas aancianos, a viejos soldados, viejas mujeres, viejoshombres de comienzos del siglo pasado quetodavía vivían hace veinte, treinta años atrás.Bueno, Pedro Pérez Pérez era un indio guariqueño.Se fue a la guerra detrás de Zamora.¿Y por qué Zamora se fue a la guerra? Bueno,como consecuencia del fracaso del proyecto deBolívar. Fue una nueva revolución de los pobres.Y con él se fue Pedro Pérez Pérez. Mataron aZamora en 1860 y Pedro Pérez Pérez se fue a Ospino,allá se casó con Josefa Delgado. Y tuvo doshijos: Petra Pérez Delgado y Pedro Pérez Delgado.Así cuenta mi tía Ana, la tía de mamá. Alláestá, noventa y cinco años cumplió. Yo la llamode vez en cuando. Hace poco la mandé a buscarpara que conociera a una hija de Emiliano Zapata,tienen la misma edad. Porque Pedro Pérezfue como un Emiliano Zapata, como un PanchoVilla, fueron los últimos de la caballería que salieronlanza en mano, machete en alto a decir¡Viva la Patria! Fueron los últimos de a caballo.


30Ese fue tu abuelo. Era el padre de Rafael Infante,tu padre, nuestro abuelo, y de Pedro Infantea quien yo conocí ancianito, en Guanare, pocoantes de morir. Tú tío, mamá, era igualito al padre,alto, blanco; eran catires, pelo amarillo. Ledecían “el americano”. Por eso viene mi madrey su estirpe criolla, pero blanca. A mi madre ledecían “la americana” cuando era niña.Eso me lo contaba Chucho Navas en Sabaneta,una tarde, ya viejito, poco antes de morir, ytío Julián; con ellos hablé yo mucho. Yo tenía esacinta. ¡Dios mío! Adán, ¿tú no sabes dónde está?Se la llevó el huracán. Eso valía oro para mí. TíoJulián me contó una tarde en Sabaneta, testigo deesto es Miguelito González, mi cuñado. ¿Tú sabescómo se llamaban los perros de Maisanta?Perrondongo y La Chuta, dos perros cazadores.Y su caballo se llamaba Bala, un caballo negro,cuando vivía en La Marqueseña y era coronel. Élera uno de los hombres de Cipriano Castro, y ahíestá la historia, pues. Yo fui consiguiendo el camino,investigando, preguntando, dije: “¿Ah?, ¡ahoraentiendo!”. Uno oía allá lejos que hablabande un tal guerrillero, un asesino, un bicho malo,un abuelo malo. Descubrí la verdad ya siendosoldado. ¿Ah?, ¿qué bicho malo era? No era bichomalo. Maisanta fue ascendido a coronel porel mismísimo Cipriano Castro, porque cuandoen 1899 Castro se vino con Juan Vicente Gómez,con 60 hombres de a caballo, con machete, desdeallá desde el Táchira, pasaron por aquí. Maisantavivía en Sabaneta. Ahí se había venido porquehabía matado a un hombre. Le metió cuatro tirosa un coronel de apellido Masías, en Ospino,porque le preñó a la hermana y no reconoció labarriga. Era un carajito de quince años, le metiócuatro tiros. Ya había muerto el viejo Pedro PérezPérez. Tuvo que irse, porque si no lo matan,y se metió a la guerra.En 1896 se alzó un general que era amado porlos pueblos, se llamaba José Manuel Hernández.La primera campaña electoral que hubo en Venezuelade pueblo en pueblo, la dirigió José ManuelHernández. Perdió los dedos de un machetazo enuna batalla, el “Mocho” Hernández. Era la Venezuelaque buscaba caminos después de la tragediade haber echado de aquí al padre Bolívar, matadoa Sucre, y la tragedia de 1830. Y el “Mocho”Hernández ganó las elecciones, se las robaron. Sevino pal’ monte. Se disfrazó de cura, se vino paralos llanos. Cerca de San Carlos armó un ejército ylanzó la revolución de Queipa. Pedro Pérez Delgadotenía diecisiete o dieciocho años, huyendocon este escapulario, y se hizo soldado.Esa revolución fracasó, el “Mocho” fue hechopreso, se lo llevaron para Caracas. PedroPérez Delgado, el muchacho, se monta en unacarreta de mula con Natalio Menoni, que comerciabadesde Valencia por todos estos llanos.Llegó a Sabaneta de ayudante de carretero, teníamenos de veinte años. Era 1897 /1898. AllíCUENTOS DEL ARAÑEROcomenzó a trabajar con Natalio Menoni, JuliaRache. ¿Papá conoció a Julia Rache, viejita? ¡Nola conoció! Mi abuela, a lo mejor. Yo como que loshubiera conocido, porque me echaron los cuentosde cómo era Julia Rache, que tenía grandes cafetalespor la costa del Padre Vieja, y por aquí porlas montañas de Mijagual, que era todo esto. Erauna montaña impenetrable, había tigres, jaguares,leones, todo eso me lo contaban, y me imaginabade muchacho que vivía aquel tiempo. Esome fue llenando de pasión. Me fui consiguiendoel fuego por los caminos y de repente me hiceun incendio, ¡pum!, y aquí voy. Cogí concienciade qué llevo en la sangre. Cuando agarré un fusildije: “¿Pa’ qué es este fusil, carajo?, ¿pa’ defendé’a los traidores o pa’ defendé al pueblo?”. Y aquíestoy. ¡Es pa’ defendé’ al pueblo!Bueno, pues cuando el “Mocho” se alzó enQueipa, ahí cerquita del Pao, de San Juan Bautista,Joaquín Crespo, que era guerrero, era jefe delejército, no era pendejo. Él entregó la Presidenciapero se quedó de jefe del ejército. Eran hombresde batalla y él mismo se vino comandandoun ejército a buscar al “Mocho” Hernández. Yen la primera escaramuza, los primeros tiros,cayó muerto el ex presidente Joaquín Crespo.Lo mató un francotirador. Como ya iba a entraren batalla, se bajó de la mula y se estaba montandoen el caballo blanco alazano. En el momentoen que está montando el caballo, ¡pam!, caemuerto el jefe del ejército, el ex presidente. Elúltimo caudillo. Cuando cae Crespo, el país seanarquiza, surgen caudillitos por todos lados.Él era el que mantenía aquel caudillaje controlado,y el país entra en un caos terminal. Hubocomo cuatro guerras. Se alzó Ramón Guerra, sealzó el otro en Guárico, se alzaron por aquí yVenezuela se convirtió en un maremagnum, y enese maremagnum surgieron Cipriano Castro yJuan Vicente Gómez.Mire, sesenta hombres se vinieron desde territoriocolombiano. Castro era el líder, Gómez erael que tenía dinero porque era un hacendado. Poraquí pasaron, ¿y saben quién se pegó? Pedro PérezDelgado, que buscó un caballo, a lo mejor elcaballo Bala, y otro grupo de llaneros de aquí y sefue con ellos y peleó en Tocuyito, donde hirierona Castro, quien entró en Caracas con un tiro en lapierna, y tomó el gobierno. Era 1899. ¡Terminabael siglo diecinueve! A los pocos meses, Pedro Pérezera coronel, y Castro lo mandó como jefe civily militar de toda esta zona, desde Boconoíto hastaPuerto Nutria, incluyendo parte de Apure. Y mandóun buen general a Barinas, Juan José Briceño,pacificador de los llanos.Y así pasaron los años. Era 1900 y Pedro Pérezse arrejuntó con tu abuela, la Claudina Infante. EnLa Marqueseña vivían ellos. Esas tierras eran delviejo Severo Infante, el papá de Claudina. En 1903nació el mayor de los hermanos, que era Rafael.Por eso yo me llamo Rafael, por mi abuelo Rafael,aunque no lo conocí. Y además, Pedro Pérez Delgadose llamaba Pedro Rafael. Por eso es que auno le puso Pedro, su primer nombre, y al otro desus hijos le puso Rafael. Y así nacieron Pedro Infantey Rafael Infante. No les dio el apellido. Mecontaba tu tío Pedro, anciano ya, allá en Guanare,que ellos recibían cartas que él les mandaba delas guerras de Apure, diciéndoles: “Firmen con miapellido, firmen Pérez”. Pero nunca hubo un documentolegal que reconociera el apellido y ellosse quedaron Infante.Pasaron los años, 1904, 1905, 1906, 1907, laoligarquía de Caracas contra Cipriano Castro,los gringos contra Castro. Y llegó 1908, rompenrelaciones Caracas y Washington. Se enferma CiprianoCastro. En diciembre se fue Castro paraEuropa a operarse de los riñones, y lo tumbóGómez. Bueno, no lo tumbó Gómez, lo tumbaronlos gringos. Los yanquis se adueñaronde Venezuela, el petróleo. A los pocos mesesen Sabaneta había reuniones, uno de los líderes:Pedro Pérez Delgado. Un italiano, “musiú”Mauriello, de izquierda, revolucionario de losMauriello que por ahí andan. Lo mandaron abuscar, lo mataron, machetea’o en la costa delcaño allá del Boconó. Lo dejaron tirado ahí; vinoalguien a avisarle a Pedro Pérez: “Mataron a musiúMauriello”. Esa noche Pedro Pérez buscó cuarentade a caballo, buscó los machetes, buscó losfusiles, se vino pa’ Mijagual. Por aquí por SantaRosa, emboscó al coronel Colmenares, que erael coronel gomecista que mandaron para sustituirlo.Lo emboscó a machete. Fue la vez que sedisfrazó de vendedor de taparas de miel, una batallaa machete. Por aquí cerca fue, y más nuncavolvió a Sabaneta. Cogió camino pa’ allá, cruzóel Apure y comenzó la leyenda de Pedro PérezDelgado. Hasta 1922 estuvo alzado, como dice lacanción de Cristóbal Jiménez. Cayó preso y, cuandotenía apenas cincuenta años de edad, murióenvenenado en el Castillo Libertador, en PuertoCabello. Dicen los que estaban ahí que salió conun dolor. No aguantaba, se quitó el escapulario,lo lanzó a la pared y dijo: “Maisanta, pudo másGómez”. Y cayó muerto.Yo cuento esto no sólo para mis amigos, nosólo para mí mismo y mis compañeros, sino ustedesyanquis, sepan bien qué es lo que hay aquídentro: conciencia y fuego que nada ni nadie podráapagar mientras viva. Y mientras yo viva, estefuego y esta conciencia estarán al servicio de laRevolución Bolivariana, de la liberación de Venezuela,de la independencia de Venezuela, de lagrandeza de Venezuela.Ya basta, no sólo de traiciones, ya basta de pactoscon la oligarquía, ya basta de derrotas, compatriotas.Llegó la hora definitiva de la gran victoriaque este pueblo está esperando desde hace doscientosaños. ¡Llegó la hora!, no podemos optarentre vencer o morir. Nosotros estamos obligadosa triunfar y nosotros triunfaremos.


HOMBRES DE REVOLUCIÓNFelipe AcostaHicimos una misa en la Academia Militar el primerode marzo, en honor, in memoriam, a un buensoldado que se nos fue en El Caracazo, junto alpueblo. En aquella tragedia perdimos al “Catire”Felipe Acosta Carlez. Hay un corrío, que anda recorriendolos llanos y los valles de Venezuela,que me salió del alma. Yo estaba muy enfermoese día, con lechina, y recuerdo a una vecina ycomadre, esposa de un compañero de armas,que me gritó por la ventana de la casita dondevivía con mi familia: “¡Hugo, mataron al ‘Catire’Acosta!”. Con el llanto y el dolor, esa misma nochetomé esa frase de mi comadre. Esa voz nuncala olvidaré: “Mataron al ‘Catire’ Acosta”. Yaestaba muerto a esa hora del primero de marzoen El Valle, en El Caracazo.Una muerte muy extraña, como muchas deesas muertes que quedaron en el camino. El “Catire”Acosta era uno de los jefes del MovimientoBolivariano y lo mandaron a cumplir una misiónpor allá. Y él, valiente, conciente, parece que estabandisparando desde el cerro y habían heridoa un soldado por allí en El Valle. Entonces, él semetió y dijo: “No, vamos hasta allá a capturarloso a neutralizarlos”. Se fue con un grupo pequeñode soldados y en el camino recibió un tiro enel pecho. Me cuenta un sargento que iba detrásde él, con quien hablé después para preguntarlecómo murió el ‘Catire’: “Mire, el ComandanteAcosta dio la vuelta, me miró y dijo: ‘Me mataron’”.Fue un buen amigo y un gran soldado.Nunca lo olvidaré y se lo dije a su madre, quees también como la mía. La viejita se vino delGuárico a la misa con sus hijos, sus nietos y bisnietos,con sus leales y amigos de toda la vida,los compañeros de la promoción Simón Bolívarque le vimos siempre de primero.El “Catire” Acosta era como el Negro Primero.Siempre iba de primero en el trote, en la cargade caballería, en el avión para lanzarse de paracaídas,a la hora de cualquiera actividad estabasiempre ahí. Siempre con su estilo, con su alegría,llanero del Guárico, con su empuje el “Catire”Felipe Acosta. Cristóbal Jiménez me ha honradograbando aquel poema “Mataron a Felipe Acosta”.Y ese poema era premonitorio. Una vez lodeclamé en el teatro de la Academia Militar y mellamó un grupo de jefes militares: “Mire, mayor,y usted por qué dice eso”. “Bueno, un poema”.“¿Pero qué poema es ese?”. Un poema y entreotras cosas anuncia lo que venía. Yo no pude venira su entierro, no pude despedirme físicamente.Pero muchos de los muchachos, especialmentedel Ejército, me cuentan que fueron a ver su cadáveren el gran salón de la Academia Militar dondeestaba en capilla ardiente; a jurar delante de sucadáver la lucha, a jurar la batalla, a jurar la patriade nuevo. Así que la muerte de él fue vida y alientopara muchos, por eso no es muerte. “Los quemueren por la vida no pueden llamarse muertos”.Recuerdo cuando se juramentó en el MovimientoBolivariano. Su esposa había salido a hacermercado. La señora Cecilia se llevó la niñamayor; era sábado y él se quedó cuidando losniños más pequeños. Yo fui a buscarlo a MataRedonda, por allá en Maracay, porque teníamosreunión y él iba a juramentarse ese día. Así quese trajo a los niños. Yo le tomé juramento dedarle la vida a la patria y los niños vieron a supadre y levantaron la manita. Juraron con él, soncomo hijos de todos, ¡Gloria a ti, hermano FelipeAcosta! Dice el poema, en una parte que se latuve que quitar, porque era demasiado abierto loque se quería decir en esos años: Quien lo mató noimagina lo que vendrá en adelante / ni la fuerza queahora palpita dentro del alma de estos pueblos quetienen siglos con hambre / luchando a tambor batientecontra el invasor infame.En una ocasión, tenía como año y medio que nolo veía, y nos vimos aquí en Fuerte Tiuna y comosiempre me grita de lejos, y viene un abrazo. Recuerdoque le dije: “¡Epa, no me dejes solo!”. Medijo: “¡Jamás te dejaremos solo!”, y ahí le metíentonces al poema ese pedacito: ¡Epa, no me dejessolo! / ¡No te nos vayas compadre / que el cacique Guaicaipuroreunió sus tribus del Valle / que José LeonardoChirinos ya levantó su negraje / que Francisco de Mirandaizó las velas del Leander / que Simón Rodríguezanda reventando oscuridades / No te nos vayas ahora / Note nos vayas compadre / Y ayer mismito en la tarde despertóel Catire Páez / que mi general Bolívar en junta


32de comandantes recibió a Ezequiel Zamora y a todossus federales / que el cielo está encapotado anunciandotempestades / no te nos mueras ahora / no te nos mueras,compadre.Corrío del Catire AcostaOigan a Felipe Acosta, / oigan su grito indomableen la boca del cañón / cuando se lance el ataqueen la defensa enemiga / cuando la quiebre el infantecuando rompan el sonido, / cien aviones de combatecuando mil paracaidistas / caigan en los terrenalesy cuando hagan temblar / la tierra cien divisionesde tanquesy cuando la caballería / lance su carga salvajeoigan a Felipe Acosta, / oigan su grito indomable.Sigues aquí con nosotros, / no te mataron compadre.Punto de encuentroUsted busca La Encrucijada de Aragua. Conseguiráunos sitios muy hermosos donde vendencomida popular, cachapas, chicharrón, pernil…¡Cuidado con el colesterol! No abuse. Ese era unpunto de encuentro de los revolucionarios delMovimiento Bolivariano en la primera etapa.Ahí nos veíamos, en La Encrucijada de Aragua.Porque era cerca de todo, ahí estaba Maracay.A toda hora, sándwich de pernil y chicharrón.Hay una chicha muy buena. ¿Conoces a laseñora Petra, que vende las cachapas? ¡Ajá!, yo síme conozco todo eso.A veces, me paraba a la una de la mañana aesperar a los muchachos. “¿A quién esperas?”,“No, esperando a Diosdado”, o ellos me esperabana mí, o venía Blanco La Cruz de no sé dónde.Ahí nos veíamos y nos escondíamos en casade Lugo López, que vive por ahí cerca. Hugo Lópezes un mayor llanero, de allá de Guárico. Esemuchacho atacó el 27 de noviembre la cárcel deYare, a pesar de que tenía muy pocas fuerzas. Ynosotros dentro, desesperados por no poder hacernada, encerrados ahí en las celdas. Lo primeroque sonó fue un mortero que cayó en el patio dela cárcel. ¡Boom! “Empezó la revolución”, dijimos.Y comenzó un ataque a Yare con un grupode oficiales, de suboficiales y de civiles que seincorporaron tratando de sacarnos. Ellos no pudieronentrar y se replegaron. Lugo López cogiósabana, se fue al frente de una fuerza que se replegaba,cogió pa’ los llanos del Guárico y allá seentregó. El mayor Edgar Lugo López, nunca olvidarésu amistad, su paciencia y sus sentimientosde buen hombre llanero y de buen soldado.Y Luis Figueroa, este muchacho que ustedesven, fue presidente de la Federación de CentrosUniversitarios de la Universidad Central de Venezuela,líder estudiantil, líder social y sigue siéndolo.Fue uno de los jóvenes que fusil en mano seCUENTOS DEL ARAÑEROfueron a Yare el 27 de noviembre a tratar de liberarnosde aquella prisión. No pudimos avisarlesque no lanzaran el ataque; ese movimiento fue delatado.Arias Cárdenas y yo, que no dormimos, estábamosmuy preocupados porque ya sabíamosque los estaban esperando. Oímos los ruidos,estaban ubicando una ametralladora en el techo.Intentamos llamar por un radio toda la madrugada.Me quedé ronco: “Águila no sé que, llamando…”.Nada, no nos comunicamos con nadie.Como a las siete de la mañana sonó el primermortero en el patio de la cárcel, dijimos: “¡Llegaron!”,y se armó el tiroteo ahí.Lástima que no nos llegaron las armas. Yopreso y tirado en el suelo por la plomazón. Despuésagarraron una máquina que estaba porahí. Me asomé y la vi, pero la volaron. Por cierto,un teniente larense, que estaba retirado y seincorporó a ese grupo de combatientes, perdióun ojo. Iba manejando la máquina como fuerzade choque, pero le tiraron con un cañón antitanque.Hubo algunas bajas nuestras, algunosheridos. Los muchachos se replegaron cerroadentro, porque si no, los hubieran masacrado.Los estaban esperando con ametralladoras y cañonesantitanque.De ahí venimosRecuerdo cuando nos reuníamos medio clandestinamente.No estoy hablando antes del 4 defebrero. Estoy hablando del año 1996 y 1997.Reunirse con Hugo Chávez era como estar a laspuertas del infierno, o algo así. Para ser más claritosen la cosa, alguien que se reúna con HugoChávez en un apartamento en Caracas, y cuandosale tiene tres tipos ahí malencarados, con unachaqueta negra y un pistoletón asomándose; ote han “espichado” los cuatro cauchos, o te robaronel carro. A lo mejor, si el carro les gustó, se lollevaron. O no te dicen nada, sino que te miranasí refunfuña’o. Y cuando tú prendes el carro ysales a las diez, once de la noche, te siguen tresmotorizados hasta tu casa y te pasan muy cerca.Cuando llegas a tu casa, a los dos minutos abresla puerta, entonces una llamada telefónica, si tienescelular a tu celular, si no a tu casa, y atiendetu señora o tu hija o tu hermana o tu mamá, y esuna voz extraña que te dice: “Te vamos a matar.Sé que te reuniste con Chávez. Prepárate”. Guerrapsicológica.Y muchas veces no solo amenazas, a vecessecuestro, agarrar a alguien, meterlo en un carro,darle vueltas por Caracas ahí acostado enel piso y dejarlo en la Cota Mil; o meternos a uncalabozo, allá en el Helicoide, cuando la Disipestaba en manos de, bueno, imagínense ustedes,quiénes estaban ahí. Y torturas, por supuesto.No estoy hablando de poesía, estoy hablandode cosas muy reales. Creo que Freddy Bernalestuvo preso más de veinte veces en los sótanosde la Disip, porque les daba la gana. Al coronelDávila, actual ministro del Interior, preso, agárreloy lléveselo. Casas allanadas. Aquellas damas,amigas, de Catia, que estuvieron seis mesespresas. Les sembraron unas granadas y lespusieron no sé qué cosa y detrás venía una cámarade televisión y un periodista pagado porellos mismos, unos testigos: “Aquí está, mire,conseguimos esto”, un fusil, unas granadas demano y dos mujeres presas: “Rebelión militar”.Imagínate tú, seis meses en la cárcel de RamoVerde, de Los Teques. No estamos hablando depuros cuentos, cosas reales. Madres de familia,bueno, de ahí venimos.Tomás MontillaEstaba recordando a algunos maestros de la primaria,profesores de secundaria. Uno de ellossiempre me llamó la atención. Es uno de esosmaestros, profesores, que a uno se le quedaronpara siempre en el recuerdo y en el alma. Recuerdoa mi profesor de secundaria. Él nos hablabade la vida. De vez en cuando llegaba con un cuatroal salón de clases y nos daba un recital, noscantaba unas canciones. Nació en la montaña,por allá en Barinas, en el pie de monte. Nos hablabamucho de las cosas malas y las cosas buenasde la vida. Es uno de esos profesores comoCarmen Landaeta, mi profesora guía de primeraño de bachillerato; o como “Torombolo”, quemurió hace poco en Barquisimeto; un guaro quellegó a Barinas y nos daba clases de matemática.Era un amigo, un compañero, “Torombolo”. Elprofesor Lozada, que murió hace poco.Y con ellos llegó también este muchacho quenos tocaba cuatro de vez en cuando, cantábamoscon él cuando cumplía año uno de nosotros. Noshablaba de las “basuras” de la vida: “Muchachos,cuando vayan por la calle y vean basura,si no pueden quitarla porque es más fuerte queustedes, véanle no el olor, a lo mejor huele mal,véanle el color y la armonía de los colores”.Era un artista. Era Tomás Montilla. Ha muerto,me enteré hace unos días. A su familia todo misentimiento, y a él, mi profesor Tomás Montilla,nuestro recuerdo y homenaje. Yo tenía muchosaños que no veía a Tomás Montilla. Una vez lo andababuscando, cuando estábamos armando elproyecto revolucionario rumbo al 4 de febrero.Porque él era un revolucionario, y un compañeromilitar, me habló de Tomás Montilla. Me dijo:“Hay que hablar con Tomás Montilla, en Guanare”.Yo dije: “¿Tomás Montilla? Ese fue profesormío, ¿será el mismo?”. Y sí, era el mismo.Una madrugada llegamos a su casa, hablamos.Y Tomás Montilla haciendo sus reflexiones, suscomentarios. Él supo que estaba en marcha unproyecto revolucionario y supo que uno de sus


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 33alumnos de Barinas, del Liceo O’Leary, andabaen eso: Hugo Chávez. Años después nos conseguimosaquí en Guanare. Cuando vino FidelCastro, Montilla nos deleitó un rato allá, en unafinca donde fuimos, apurados siempre. Pero élsalió con su cuatro a cantarle a Fidel Castro.Carlos AlcaláCarlos Alcalá entró al Movimiento BolivarianoRevolucionario 200 cuando era brigadier, despuésse hizo piloto de helicóptero. El 4 de febreroellos hicieron algo más allá de lo quetenían que hacer. Es el coraje y el compromisode los hombres. Recuerdo que los helicópterosnuestros de la revolución se los llevaron deCaracas para San Carlos, llegaron allá en la tardedel lunes 3 de febrero. Carlos y Chacón Roa llegana decirme: “Tenemos problemas, sacaronlos helicópteros de Caracas”. Fueron a pedirmeapoyo para mover unas de tropas paracaidistas,tomar el aeropuerto de San Carlos y volar loshelicópteros. Les dije que si estaban locos,porque ya eran como las seis de la tarde. DeMaracay por tierra eran como dos horas, sacandocuentas ellos iban a llegar como a lasnueve de la noche al aeropuerto de San Carlos.Mientras tomaban el aeropuerto, tomaban loshelicópteros, iban a despegar a las once, doce dela noche. Pero no tenían equipos de visión nocturna.“Ustedes están locos, así que no, vámonospor tierra para Caracas”. Ya yo estaba listo, rumboa Caracas, con los paracaidistas. Entonces, vienenCarlos y el Chacón, ¿saben lo que me dicen?,rebeldes al fin, estaban ya rebeldes: “Mi comandante,nosotros tenemos muchos años esperandoeste día para no cumplir nuestra misión, tenemosque volar esta noche”. Al fin me convencieron, lesdi las tropas y se llevaron el helicóptero, volaronde noche. No sé cómo hicieron, volaron sobre Caracas.Vi cuando pasaron allá, allá van los muchachosy después, sin gasolina, sin combustible selanzaron y cayeron por allá, en el Country Club.Cumplieron su misión, soldados de cumplir sumisión, soldado de la patria, Carlos Alcalá.4 de FebreroEl 4 de febrero de 1992 la operación fue exitosaen el Zulia, fue muy exitosa en Maracay, en Valenciatambién; pero aquí en Caracas no funcionóel plan por distintas razones, entre otras porqueen la Escuela Militar alguien nos traicionó. La decisiónque el comando había dejado en mis manosestaba tomada, solo tenía yo que pulsar un botón,en función de algunas informaciones que meiban llegando, especialmente una de ellas, el retornode Carlos Andrés Pérez el lunes en la noche.Lo voy a decir por primera vez: el “Indio”Pérez Ravelo, hoy general, comandante de laBrigada en Paraguaipoa; pues el indio, mi ahijado,era teniente y estaba aquí en la Casa Militar.Él tenía, entre otras tareas, que informarme de lallegada del Presidente, y me lo confirmó directamenteel viernes por la tarde.Así que, con base en esa información y otrasmás, tomé la decisión, el lunes 3 de febrero a lamedia noche, y empezamos a alertar a todos. Eldomingo íbamos informando por etapas; teníamosun sistema de seguridad que funcionó casien un cien por ciento. Pero resulta que cuando eldomingo por la noche le informaron a un oficialque trabajaba en la Academia Militar, a quienyo quise mucho, como un hijo en verdad y lerecuerdo con afecto. El muchacho resulta queestaba de amores con la hija del director de laAcademia Militar, y había perdido aquella estirperevolucionaria que todos le reconocimosdurante varios años, desde que era cadete. Aese muchacho lo dieron de baja de cadete y yo loayudé a ingresar de nuevo, porque ya él estaba enel movimiento. Yo estaba de jefe de deporte y leayudé a redactar la carta de solicitud de reingreso;fui uno de los que más defendió su regreso.Reingresó, no por mí, él tenía condiciones y, enverdad, le habían raspado una materia, pero ibamuy bien en las demás y ya estaba en tercer año,bueno, en definitiva se graduó. Pero el muchachonos delató, claro, él con un pie en el infiernoy el otro quizás en el purgatorio, entre dosaguas. No dijo todo y eso le valió que despuéstambién lo apretaran. Por ejemplo, no dijo queyo era el jefe del movimiento, ni sobre Arias Cárdenas,y él sabía. Le dijo a su jefe, a su generaly suegro: “Mire, hay un golpe de Estado, van atomar la Academia, y a mí me toca ponerlo presoa usted y yo no quiero hacer eso”. Aquí en FuerteTiuna dio otros nombres de algunos compañerosde él, pero hasta ahí llegó. Lo interrogaron variasveces y no dio más, no soltó más prenda. Sinembargo, todo lo que él dijo le permitió al AltoMando tomar medidas dentro de Fuerte Tiuna.Yo había mandado el viernes anterior la Chester,aquella camioneta grande de comunicacionesque era de los Paracaidistas, que nos hubiera permitidotener comunicaciones de largo alcance; lamandé de Maracay para Fuerte Tiuna, en Caracas,con una orden de reparación. El jefe de esaunidad era Campos Aponte, capitán de las comunicacionesde la Brigada de Paracaidistas y juntoslo planificamos. Mandamos al sargento con lossoldados, simulando que estaba dañada la Chester.Mentira, no tenía nada, estaba perfecta, más bienla habíamos repotenciado, comunicaciones deUSB, single saivan, no sé cuántas cosas más. ¡Hastacon la luna se comunicaba esa Chester bolivariana!El lunes no entró a taller, estaba esperandola hora acordada, las seis de la tarde, para moverla.¿Cuál era el plan? Moverla primero a dondeestaba el sargento Reyna Albia, en la esquina dePepe Alemán, en San Juan, donde está la antiguaIntendencia Militar. Ellos la iban a tomar. Luego,cuando tuviéramos más avanzada la operación, laiban a mover hacia el Cuartel de la Montaña, queera el centro de comunicaciones. La Chester nopudo salir de Fuerte Tiuna, prohibieron la salidade todo vehículo militar y allá se quedaron. Y nosolo eso, sino que cuando se dieron cuenta queera la Chester de Maracay, ¡pung!, metieron presoal sargento, al soldado, y les quitaron la camionetay no tuvimos comunicaciones el 4 de febrero.Hace poco estábamos conversando con el comandanteAlastre López, quien fue uno de losoficiales que vino con la columna de tanquesde Fuerte Tiuna. Esa fue una acción suicida quetomaron Blanco La Cruz, Díaz Reyes, BlancoAcosta, Alastre López, Ávila Ávila, Florencio PorraEchezuría. Como diez oficiales de los nuestrostuvieron que esconderse en la habitación deDíaz Reyes, que estaba en la Escuela de Blindados;los andaban buscando por todo Fuerte Tiuna.Ellos mandaban a alguien que se asomara aver qué pasó; no había celulares ni nada. Ellosno sabían incluso si nosotros veníamos de Maracaypara Caracas. Mandaron al capitán BlancoAcosta que fuera en su carro rumbo a Maracay:“Vete para Maracay, ve a ver cómo salesdel Fuerte, ve a ver si mi comandante Chávezviene o no viene, o estamos nosotros aquí solosy nos van a agarrar aquí encerrados”. Andabansolo con la pistolita. Blanco Acosta no sé cómosalió del Fuerte en su carro, ya de noche, rumbo aMaracay. Después del túnel de Los Ocumitos vioque venían unos autobuses con paracaidistas, yse devolvió brincando la isla como alma que llevael diablo. Entró no sé cómo a Fuerte Tiuna,porque lo andaban buscando, llegó de nuevo a lahabitación y les dijo: “Ahí vienen los paracaidistasy nosotros aquí encerrados”. Entonces, decidieronsalir con las pistolas nada más, ya de noche,eran como las once, un poco tarde ya. Peroasumieron el riesgo y se fueron en dos carros,aquellos carros atiborrados de oficiales, agachadosahí. Llegaron a la puerta del Cuartel de losTanques, del Ayala, al lado de la misión militaryanqui que estaba ahí, y a punta de pistola sometenal de guardia. Todos esos cuentos me losecharon a mí, después en la cárcel.Tomaron el cuartel, agarran jugando trucoa los comandantes, que estaban ahí bebiendo“güisqui”, sacan los tanques, y ¡pung!, se vienenpara acá. Pero los tanques no tenían munición.Ávila Ávila le dice a Blanco Acosta: “Mire, estostanques no tienen munición”. ¿Y qué dijo Blanco?:“Qué importa que no tengan munición,chocaremos contra ellos, utilizamos la fuerza dechoque”. “Mire que los radio…”. “Qué nos importaque no tengan radio los tanques, nos gritaremosa viva voz, y vámonos”. Y se vinieron. Inclusodesfilaron delante del comandante de laBrigada, el general Tagliaferro, porque el Alto


34Mando se quedó esa noche en Fuerte Tiuna, alertadodel movimiento. Tagliaferro llega a la puertadel cuartel, pero cuando los tanques vienen saliendo,¿qué podía hacer él? Nada. “¡No se llevenlos tanques!”. Parece que hasta un perro, que erala mascota de los soldados, venía con ellos.Hay muchos chistes. Florencio Porras Echezuría,que es un genial muchacho y, entre otrascosas, un gran caricaturista, hizo en la cárcelmuchos de esos cuentos. Entre otras historias,hay una del comandante del Batallón de Tanques,que fue un buen amigo mío. Lo recuerdocon cariño y me dio cierto dolor, porque hastaese día su carrera iba bien, pero le quitamos lostanques. Ese buen amigo, que era más antiguoque yo, era comandante porque el Alto Mando,como estrategia, a mi promoción no nos dieroncomando de batallones de tanque. A mí me tocabacomandar uno, porque yo era de Blindados.Esa era mi carrera, pero no me dieron comando.Les dieron batallones a unos oficiales que yaestaban por irse del grado de teniente coronel,pero igualito le quitamos los batallones con loscapitanes, los tenientes y los sargentos.Entonces, dicen que ese comandante vio untanque que se quedó ahí al frente del comando;se habían ido todos los tanques, menos uno. Elcañón quedó apuntando a la puerta del comando.Después que se fueron todos, sale con la pistolay gritaba: “¡Soldados!, ¡no disparen, soy su comandante!”Y él ahí, con la pistolota apuntando altanque, imagínate tú, en un gesto de coraje y dedignidad, hay que reconocerlo, pues le llevarontodo el batallón. Pero quedó uno y él iba a recuperarsu tanque. Y el tanque parado ahí, y él conla pistola, pero no lo perdonaron y le pintaron sucaricatura. Porque resulta que logra llegar hastael tanque, después de mucha maniobra y gritosde “¡No disparen, soldados, que soy su comandante!”,y se movía por aquí, por allá, media horaestuvo en eso. Cuando subió por fin al tanque…estaba solo. Es que no había prendido el motor ylo dejaron. El tanque estaba solo, no había nadie.Esos son los chistes del 4 de febrero.En Valencia, al general, comandante de laBrigada Blindada, cuando lo agarraron, pareceque estaba medio borracho, porque tomabamucho ese hombre. Los capitanes Valderrama,Arteaga Páez y Godoy Chávez llevaron al generalal calabozo de los soldados, que está ahí ala entrada al cuartel. En el calabozo estaba unsoldado que se la pasaba preso por faltón. Elguajiro se despierta con aquel alboroto. Era yamedianoche. Prenden la luz del calabozo y cuandoel guajiro ve que traen al general y lo meten ledice: “¡Verga, mi general! Tú sí eres faltón. ¿Quéhiciste, mi general?, ¿qué hiciste que te metieronpreso aquí conmigo?”. Porque los guajirostutean a todo el mundo. El guajiro no dice usted,es costumbre de ellos: “Tú, mi capitán”, “tú, miteniente”. Yo tenía unos guajiros, los guajiros enCUENTOS DEL ARAÑEROlos paracaidistas, eran un show porque no lesdaba miedo nada. Pero entonces, en la puertadel avión uno les decía: “Miren, que tienen quepegar los codos, tienen que saltar así”. Y ellosmiraban, ¡ujú! Sí, con cara de susto, pero cuandoles tocaba, saltaban de una vez: son audaces;bueno, indios al fin.Ese 4 de febrero fueron hasta el Cuartel de laMontaña Fernán Altuve Febres, un viejo conspirador,que era asesor del ministro de Defensa,y Santeliz Ruiz, en un carro civil, pero HermesCarreño le echó una ráfaga y casi se raspó ahí aAltuve y a Santeliz. Yo, ya como tigre enjauladoahí, no tenía comunicaciones y finalmente losmando a pasar. Estaba rodeado, sin conexióncon los tanques, sin conexión con el Zulia, ni conla base de La Carlota. Recuerdo que yo cargabauna granada de mano aquí, guindada en mi arnés,una granadita de mano defensiva. CuandoAltuve vio que ya tomé la decisión de rendirme,me dijo: “Comandante, este es un día histórico,regáleme esa granada. Yo pelé por la granada yse la di, y creo que un pequeño radio que nuncasirvió para nada; él debe tener eso guardado”.Altuve fue testigo de aquel momento en queyo reuní a las tropas que tenía bajo mi mandoallí en el cuartel, oficiales y tropa y es lo que élllama “el primer por ahora”. Eso fue amaneciendoya, el sol estaba levantando. Les di un saludoa mis tropas y oficiales y mandé: “Pabellones,armen, y a la izquier… Quedan a la ordendel coronel del Museo Histórico y sus oficiales”.Entregué las tropas y pedí respeto para ellos, yes cuando me dice Santeliz: “Chávez, ahora hayque tener cuidado porque la orden es que salgade aquí muerto”. Santeliz, Altuve y el mismoCoronel del Museo ayudaron a simular, porquehabía francotiradores rodeando aquello, conorden de que yo no saliera vivo. Cuando me dicenque la orden es matarme y los F-16 pasabanmuy bajito, entonces ahí me llegó la idea de lamuerte. Yo dije: “¿Y por dónde vamos a salirpara que no me cacen los francotiradores queya han matado a por lo menos tres soldadosde los míos?”. Me llegó la noción de la muerte,y ¿saben qué recuerdo? Un pensamiento rápido:“Rosita, María, Huguito, yo hoy no muero”.No lo paraba nadieCarlos Andrés Pérez me conocía, yo trabajé conél y le hablé varias veces por distintas razones,de trabajo, sobre todo, ahí en Seconasede. Meconocía muy bien, Jesús Ramón Carmona, queera ministro del Despacho, y Heinz Azpúrua, queera jefe de la Disip y estuvo detrás de mí durantecinco años, siguiéndome, buscando alguna cosa ysiempre me dijo cada vez que me interrogó: “Puedesirte, Chávez, algún día cometerás un pecadillo.Yo te agarro algún día”. Un día después del4 de febrero él fue al DIM y me llama el generaldel DIM: “Mira, aquí está el general Heinz, quequiere hablar contigo”. “¿Quería una muestra?¿Quería un pecadillo?”. “Bueno, -dijo Heinz- lofelicito Chávez, de verdad, no pudimos deteneresto”. “No, es que no lo iban a detener, mi general—le dije yo— ni que me hubieran arrestado a mí,o a Arias, o al otro; esto no lo paraba nadie. Es unproceso imparable, inevitable, eso no depende deun hombre. Si usted me hubiera agarrado presohace un año o dos años, quizás hubiera sido hastapeor”. Y en verdad era así, fue un proceso desatado.La revolución que volvía.¿Tú no ves que soy Chávez?Marisabel me dio una sorpresa muy profunda ygrata. Ella rescató, de algún rincón, una caja decosas que se habían perdido. Ayer llegué y estabanella, Rosinés y Raúl con unas agendas muyviejas, fotos, cartas. Comenzamos a sacar cosas,así como de un baúl, como un niño con juguetesnuevos. Y de aquellas agendas, la más viejaque conseguí fue la del año ‘81. Yo era teniente.Le dije a Marisabel: “Mira esto”. En las últimashojas de la agenda un símbolo escrito en letrasnegras, unas siglas. Cuando vi eso se me vinouna cabalgata de recuerdos. Claro, eran las primerassiglas del movimiento en el año ’80 o el‘81. ZMB: Zamora, Miranda y Bolívar, porquenosotros discutimos durante varios años sobreMiranda y nos fuimos a estudiar en la Colombeiay los archivos de Miranda, y estudiamossu trayectoria revolucionaria. Al final, despuésde discusiones y cosas, se impuso MBR, queprimero fue EBR: Ezequiel Zamora, Bolívar ySimón Rodríguez. Andábamos buscando la raízideológica.Después, buscando la otra agenda, la del ’92, ledigo a Marisabel: “¡Mira como se detuvo el tiempo!”.La agenda está llena hasta el 3 de febrero,y hay una nota del mismo 3 de febrero, queescribí muy rápido: “Buscar a Garrido”. Era elcoronel Garrido. Estábamos haciendo esfuerzosdesesperados, de última hora, por garantizarnosel apoyo de la Fuerza Aérea. Y me dijo un piloto:“Busquen al coronel Garrido”. Yo lo anoté,aunque no me dio tiempo de buscarlo, porqueandábamos en tantas cosas.Recuerdo la noche del 4 de febrero, presosen el Cuartel San Carlos. Uno decía: “Bueno, hubiesesido mejor la muerte”, o en los sótanos dela DIM cuando ya nos llevaron, no tanto en elSan Carlos porque estábamos juntos, el grupoy la capitanada y los comandantes. Nos abrazábamosy sentíamos el dolor, pero estábamosjuntos. Pero luego nos llevaron a los sótanos delDIM y era cada uno solo por allá, en una celdafría, en unos sótanos, y uno se sentía comomuerto. Hasta que comenzó a llegar ese pueblo.


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 35Recuerdo a la viuda de mi compadre Ortiz Contreras,que en paz descanse. Le dieron permisopara entrar, yo veo desde mi celda que sacan aOrtiz y empiezo a gritar: “¿¡A dónde lo llevan!?”.Era Mahuampi que había llegado y cuando Ortizregresó, me lanza por la ventanilla un papel.Lo agarro y era una nota escrita por Mahuampi.Ella es socióloga y era profesora en la AcademiaMilitar; la habían botado en esos días. Tengo todavíaeso guardado. Es un billete al que le superpusieronmi rostro, y todo un mensaje revolucionario.Y, por detrás, un escrito de Mahuampi yde Miguel Ortiz.Al día siguiente llegó un sacerdote a darnosun saludo y una Biblia; también me dejóun escrito que alguien mandó. Después llególa familia. Más adelante, por fin, se rompió elbloqueo, empezó a llegar la prensa, nos llevaronun televisorcito y empezamos a percibir laefervescencia. ¿Cómo olvidar aquel carnavaldel ‘92, donde todos los niños andaban de soldados?Recuerdo una entrevista que le hizo unaperiodista a un niño en la calle. Lo vi por televisiónen el San Carlos: “¿Y tú andas disfrazado?”.“Sí, sí, yo ando disfrazado”, pero con unacara el niño de siete, ocho años. Y le pregunta:“¿De qué andas disfrazado?”, y el carajito leresponde con aquella viveza y le dice: “¿Tú eresboba? ¡Tú no ves que soy Chávez!”.Por ahoraEsto es de la cárcel. Escribí este poema con unosdibujos. Así se veía desde mi celda la garita delsoldado que estaba aquí arriba vigilando lasmontañas de Yare, porque es un valle. Así se veíala luna en las noches claras, o la plaza Bolívar,por varias ventanas. Eran vistas que uno tenía.Yo pasaba las horas dibujando, escribiendo, estudiandoy leyendo mucho. Estas letras se llaman“Rendición”, las había escrito en la DIM enun papelito, en la celda. Fue el 6 de febrero, soloque lo pasé después a este cuaderno estando enYare. Estaba muy fresco el 4 de febrero. Veancómo dice:Aviones rasantes, centellas enemigasmiles de ojos miran inocentesniños enjaulados en latas y cartonesa las faldas de la coliname escudriñan los ojos amanecidos de mi tropa rebelderojos de boinas, tricolor de brazalete“mi comandante, peligra la Patria”volaremos de nuevo como águilasparacaidistas por Venezuela.Incertidumbre terrible, suicidio sin sentidogenocidio, fratricidio¡No! Abajo los fusiles, armen pabellonessilencio en los cañonesy un frío profundo en el corazón como de muerte.¡Rendición, muchachos! Por ahora.A la Luna le cantábamos también, a la Luna de Yare:Luna llena de Yare, te levantascon el don de recorrer todo con tus ojos invisibles.Jinetes negros alargados en caballos de vientote circundan, los desprecias y te alzaspretenciosa novia, eterna enamorada.Luna llena de Yare, diez rebeldes te cantany su grito cruza espacios negros, vacíos.Oye, luna, nuestra voz de insurrección pasada ypor venir.Luna aquella, tú misma, de febrero aliada sin fusilesmiraste la tormenta, mil segundos en mil sitios.Luna de los valles, te fuiste enamoradade soldados danzantes hacia el nortecompañera, te vi roja aquella noche de boinas luminosashoy te cantamos cabalgando tu luz sobre caballosnegrosrumbo al norte, luna llena de Yare.GuasipatiPasamos en San Carlos esos primeros días, que eratodo un alboroto. El gobierno estaba muy nervioso,porque éramos muchos. En verdad, la del 4 defebrero es la más grande rebelión militar de todala historia venezolana, de su tipo, pues. No se tratóde una guerra, gracias a Dios. Una rebelión de undía, doce horas, pero de su tipo la más grande rebeliónmilitar venezolana y casi diez mil soldados,centenares de oficiales. Los golpes de Estado queaquí habían dado eran generalmente de un grupito,una cúpula, y esto fue una rebelión desde abajo.En esos días hay un oficial al que llamamosGuasipati, un muchacho que tiene mucha chispay era del equipo. Lo poníamos a robar base, erarápido y faramallero, porque era malo bateando.Lo poníamos de emergente cuando queríamosagarrar una base por bola. El se agachaba,agachadito, y le daban base por bola o buscabapelotazo. Muy mañoso y famoso en todo elEjército. Guasipati estaba preso, a pesar de queestaba enfermo por un accidente aéreo. Sin embargo,se fue a la rebelión. Como había gente deinteligencia tratando de oír lo que hablábamosen las celdas, se ponía Guasipati detrás de unapuerta por allá, simulando que estaba hablandopor radio: “Tigre uno, cambio”. Y otro por allácontestaba: “Adelante, Tigre uno”. “Mira, el planB está listo, mañana salimos de aquí”, muevanno sé qué, y los demás oyendo y pasaban la novedad.“Mire, ¿hay un plan B?”, y generaban unmovimiento y toda una serie de chistes y cuentosde cosas que pasaban en la cárcel.Mi General Pérez ArcayMi general Pérez Arcay nos conoció el alma a lamuchachada militar de los ‘70. En una carta de PérezArcay, como una espada, nos dice: “Alguientenía que hacerlo, les tocó a ustedes, muchachos,estoy con ustedes”. A Yare fue una vez a vernosen prisión. No lo dejaron entrar y se quedó paradode plantón. Le dijo a un oficial: “Capitán,soy el general Pérez Arcay, como no me dejanentrar, vine a pagar plantón frente a mi comandanteChávez, que está allá adentro”. Aquel generalse paró dignamente debajo del sol durantetres o casi cuatro horas, pagando un plantón ahí,llevando sol frente a Yare, como espiando cosas.Es uno de nuestros grandes maestros: JacintoPérez Arcay. Por cierto, mi general, lo felicito, leparió la mujer otro hijo. ¡Ah!, mi general, por esoes que es bueno llevar el ritmo de vida que llevamosnosotros, el ritmo de vida que uno lleva,a los setenta todavía puede tener un muchacho.Él tiene varios hijos a lo largo de su larga vida.Uno de sus hijos –fíjate como es la vida– estabaen mi batallón el 4 de febrero, el día de la rebelión.Así que uno de sus hijos fue a prisión, JoséRafael. Pérez Arcay iba mucho al batallón; teníados hijos en el Cuartel Páez de Maracay. Unanoche casi que le digo: “Mi general estamos apunto de alzarnos”, sólo que la disciplina revolucionariame impidió decírselo. Yo estaba seguroque, de decírselo, él se hubiera incorporadoal movimiento revolucionario. Desde sus tiemposde teniente coronel –éramos nosotros imberbescadetes– nos hablaba en el Patio de Armas:“Muchachos, Bolívar; muchachos, Sucre;muchachos, Miranda; muchachos, Zamora; ahíestá la raíz de ustedes, muchachos militares delsiglo XXI”. Hace años le nació un varón, ¿sabenqué nombre lleva? ¡Jesús!; y hace otros tantosuna niña que yo conocí chiquitica. Se llama Bolívary le decimos “Bolivita”.Eliécer Otaiza CastilloOtaiza Castillo, este muchacho que está vivogracias a Dios. ¡Ese muchacho es un soldado! El4 de febrero no pudo hacer nada porque no leavisamos. Estaba lejos, en un curso. Regresó alpaís, al ejército y se puso a trabajar. Se metióuna vez en la cárcel de Yare disfrazado demujer, y se veía muy fea, por cierto. “¿Quiénes esta negra grandota que entró aquí?” Otaizadisfrazado de mujer, en Yare, en una celda allá, ytuve que entrar yo y le dije: “¿Pero tú eres loco?”.Era teniente activo, chico, y tenía un plan parasacarnos. Le dije: “No, ya va, un momentico”,porque es un soldado combatiente y andabaencendido: “Mi comandante, lo vamos a sacar.Tenemos tres helicópteros”. Y le dije: “No, note pongas a inventar, que la cosa va bien. Aquí


36estamos tranquilos, sigan ustedes allá afuera”.Al tiempo me entero que andan formando losgrupos. ¿Quién podía parar eso? Era una ría quese venía encima. El pueblo estaba encendido ylos militares también. Nadie podía parar el 27de noviembre. Otaiza es un soldado que, con su sangre,regó las calles de Caracas el 27 de noviembre.Fíjate lo que hizo junto a otro muchacho que síperdió la vida, entrando allá al Palacio. Ellos estabanen las inmediaciones de Fuerte Tiuna enla madrugada, esperando. No tenían comandode tropa porque andaban rebeldes y los teníanmuy vigilados. Unas tropas del Fuerte Tiunaque iban a salir hacia Miraflores no salieron,porque algunos oficiales develaron el plan. Estosmuchachos ven que sale el sol y no había tropas,estaban solos, solos con sus fusiles y unapistola. Decidieron, cual locos patriotas, irse alPalacio de Miraflores. Y le han entrado a plomoa las puertas de Miraflores. A Otaiza le dieroncuatro tiros de fusil en el pecho. Pero es un atleta,un hombre muy joven, con gran vitalidad. Lodejaron por muerto. Él confiesa que sintió quese moría. Los médicos del Hospital Militar dicenque llegó clínicamente muerto. Pero le vieron algunaseñal, tú sabes, de posible vida, y lo metieronal quirófano, y allí está Otaiza, chico.Él pasó todos estos años estudiando, es doctoren ciencias políticas, un hombre muy inteligente.Después se recuperó tanto que fue a unmundial de natación y ganó, trajo su trofeo. Yahora resulta que una madrugada de estas me dijo:“Mi comandante, quiero hablar con usted”. Porqueél estaba en mi caravana, fíjate tú, él estabaen seguridad, había hecho cursos especiales deseguridad y es comando. Me dijo: “Mi comandante,yo me quiero ir para la Constituyente”.Reyes Reyes: “Me voy contigo,hermano”Luis volaba F-16, Mirage; piloto de bombarderosy de combate. Es hermano de la vida. Es de Barinas,estudiamos bachillerato juntos y nos fuimosjuntos, él a la aviación y yo al Ejército. Lamentablemente,un hijo de Luis nació con problemas enel cerebro. Lo recuerdo toda su vida con ese niño,Tuto, que Dios lo tenga como angelito en la gloria.Por Tuto luchamos muchos años. Se lo llevó al exterior,le hicieron tratamientos de todo tipo, y bueno,el niño vivió feliz, eso sí, hasta los doce años,más o menos. Pero fueron años terribles. Teníados años cuando Tuto comenzó con su problema.Unos días antes del 4 de febrero yo le decíaa Luis: “Quédate en tierra, no vueles”, porque éltenía mucho tiempo sin volar. Se fue a EstadosUnidos, a trabajar allá un tiempo por lo del tratamientodel hijo. No es lo mismo agarrar un carroque volar un F-16, después de cinco años sinCUENTOS DEL ARAÑEROvolarlo. Es muy peligroso. Pero él estaba entrenandoescondido, se metía al simulador de vuelosde madrugada. El 4 de febrero no pudo salira volar. Estuvo preso unos días, no le probaronque estuviera comprometido. Salió de nuevo a laFuerza Aérea, vigilado por su hermandad conmigo.Pero regresó a trabajar con Castro Soteldoy a preparar la rebelión aérea que funcionóel 27 de noviembre.Y salió a volar ese día, en un Mirage. No pudomontarse en el F-16, porque al grupo de F-16 nolo pudieron controlar, y eso fue una de las causasde la rendición del 27. Ese grupo tiene muchopoder de combate en el aire, el F-16. Pero sítomaron los grupos de Mirage, y él tenía muchosmás años que no volaba Mirage. Ya levantadoel avión, con su hijo y su problema y su mujer,mi comadre, que Dios la bendiga y todossus muchachos, que son una extraordinaria familia,se fue. Combatió en el aire, voló sobre Caracas.Quizás lo que hizo más noble todavía fuecuando se enteró, volando, que la derrota erainminente. Él estaba pensando dónde aterrizary entregarse, pero supo por radio que Viscontilevantó vuelo con el avión Hércules, y los oficialesque se fueron al Perú. Iban a mandar a perseguirel avión, incluso Carlos Andrés Pérez dio laorden de que, si había que tumbar ese avión contoda esa gente adentro, que lo tumbaran.¿Sabes lo que hizo Reyes? Llamó a sus compañerospor radio y se fueron tres Mirage aescoltar el avión. Iban a los lados escoltandoal Hércules de Visconti, hasta que llegaron a lafrontera. Ellos han podido seguir con el aviónde Visconti, y asilarse. Reyes en la frontera sedevolvió, pensó en su familia, su hijo, aterrizó enBarquisimeto, donde ellos viven y salió con losbrazos en alto. Estuvo en prisión con sus dolores,salió de prisión y, lamentablemente, al pocotiempo a Tuto se lo llevó Dios. Luis salió de prisióny se dedicó a su hijo. Yo lo entendía, porsupuesto que no podía pedirle que me acompañara.Casi lloro cuando recuerdo esto. Delantede la tumba de Tuto, cuando le pusimos la corona,me dijo: “Hugo, ahora que Dios me llevó a Tuto,me voy contigo, hermano”.Francisco AmeliachMe refiero al mayor Ameliach Orta, que se fue debaja hace una semana. Iba de primero en el cursode Estado Mayor, iba a ascender a comandantepronto, y ha pedido la baja. Ese muchacho amanecióel 27 de noviembre allá en las montañas deYare, echándole plomo a Yare cuando queríansacarnos de allá. Se vino de Oriente cruzandolas sabanas con cuatro soldados, como loco, desesperado,para sacarnos de allá, al comandanteChávez, a Arias, y a todos los de Yare. No pudieronhacerlo, salieron algunos heridos. Cuandono tuvieron más munición se fueron. ¡Fíjate tú!,tan hábil que se fue de nuevo por la sabana vestidode civil en un camión de ganado, y llegó en lanoche a su puesto en Cumaná.Nadie se enteró que había estado en Yareechando plomo, ese día. Así que pasó allí, ascendióa mayor. Estaba en curso para comandante,iba de primero, pero se me presentó enMiraflores y, dando una demostración más desacrificio, me dijo: “¡Mi comandante, llegó lahora. Me voy!”. Y yo sé lo que eso significa paraun soldado, dejar el uniforme. Ayer lo conseguíallá, de candidato a la Constituyente. FranciscoAmeliach Orta, él decidió hacer eso. Ni le di laorden, como tampoco le di la orden de que vinierade Cumaná a echar plomo, jugándose su vida,dejando sus hijos, su familia, a tratar de sacarnosde Yare, el 27 de noviembre.Lucas RincónComo a las siete de la noche me llama alguien, extraoficialmente,del Consejo Electoral: “¡Comandante,ganamos!”. Yo tenía certeza de la victoria,pero teníamos mucha tensión por el golpe de Estadoque estaban montando en el Consejo SupremoElectoral, manejado por las mafias. Las computadoraslas manejaban ellos. Aquí votaban losmuertos y volvían después, otra vez, a la tumba. Ysiempre votaban por AD y Copei. Los muertos quesalían eran adecos y copeyanos. Entonces, ellostenían un plan. Primero, tumbarnos la mayor cantidadde votos, para que la diferencia fuera muypoca y, entonces, escamotearnos el triunfo. El otroplan era un golpe de Estado. Recuerden ustedes aaquel jefe del Ejército que había, y generales.Aquí en Maracay estaba un general que seportó muy bien. El general Lucas Rincón era comandantede la División Blindada, quien me conocíade tiempo atrás. Entonces, un día que vinea hacer campaña, en Maracay, Lucas me mandóun mensaje con un oficial retirado. Y nos reunimosescondidos, por allá por El Limón. En unaquintica, por allá estaba Lucas bajo una mata delimón, teníamos tiempo sin vernos. Del 4 de febreropara acá, más nunca nos habíamos visto.Yo estaba en el Batallón de Paracaidistas, y Lucasera director de la Escuela Técnica. Me invitabaa veces a almorzar y me visitaba allá, fuimosamigos. Entonces, él me dice: “Mire candidato”,con mucha seriedad un general a un candidato.Y me explicó lo que él sabía del golpe de Estadoque estaban montando algunos generales. Casitodos después aparecieron en el 2002, dirigidosdesde Pdvsa y otros sectores de poder.Años después supe que Lucas Rincón mandóa poner explosivos en el peaje de La Cabrera.Un grupo de oficiales estaba montando el contragolpe,cómo frenar el golpe, cómo neutralizarlo.El Gobierno había puesto en Valencia a


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 37un general, de esos arrastrados, comandante delos tanques. Tenía la orden de mover los tanqueshacia Caracas para evitar el triunfo de Chávez,¡así mismo! Y esa fue una de las cosas que medijo Lucas; porque aquel general era subalternode Lucas, pero no le hacía caso, recibía órdenesde Miraflores. Así me lo dijo Lucas: “Mire,candidato, ese general no me obedece. Así medijo un día, ‘mi general, yo no recibo órdenessuyas, recibo órdenes de Caracas’”. Entonces,Lucas como no tenía otra alternativa, dijo: “Bueno,si vienen los tanques volamos el viaducto”.Le pusieron dinamita por debajo unos oficialesnuestros, unos tenientes y capitanes, del arsenalde ahí, donde están los explosivos. Resulta, quedespués con la victoria se les olvidó y pasó Navidad,Año Nuevo… cuando alguien dijo: “¡Epa!,¿y ustedes quitaron allá los tacos de dinamita?”.No, nadie, allá estaban. Afortunadamente, esotiene su seguro, su dispositivo de seguridad;pero vean cómo estaban las cosas.Lo cierto es que después a mí me llaman porteléfono: “Comandante, ganamos”, y el puebloen la calle. Era la orden que dimos al partido y alos aliados: “pueblo en la calle”. Incluso, un coronelamigo estaba a media cuadra con un grupode militares armados, por si venía el golpe. Yaellos sabían, ya teníamos un plan para movernosa un cuartel, golpe y contragolpe. Entonces, medicen: “¡Ganamos!”. Recuerdo que estábamosrecibiendo a Noemí Sanín; estaba de visita aquí,pidió hablar conmigo. Ya estaba anocheciendo,cuando anuncian por televisión el primer resultado,que era irreversible. La victoria, pues. A lospoquitos minutos después, llegó la Casa Militar:“Presidente electo, a la orden”. “Ajá, bienvenidos,dales café”. “No, no, muchas gracias. Vamospara la Viñeta, móntense aquí para La Viñeta”.Se acabó mi libertad, compadre, hasta el día dehoy, hasta el sol de hoy. Y aquí vamos.Me iban a matarLos pobres viejos estuvieron en Palacio esa nochey mi madre me dio un mensaje de fortalezapocos minutos antes de salir prisionero. Le dijea Marisabel: “Vete a Barquisimeto”, cuando lacosa estaba ya calentándose al rojo vivo. Saliócon Rosinés, Raulito, su mamá. Y mis hijos másgrandes, Rosa, María y Hugo, con un grupo deoficiales amigos. Los llevaron también a esconderlosen otro sitio, y yo a esas alturas no sabíanada de ellos. Entonces, me prestaron un celular,no me sabía los números. Le dije: “Mira,hazme el favor completo, consígueme los númerosde la familia”. “Pero, ¿dónde?”. “Bueno,llámate a alguien allá en Palacio” y la centraltelefónica. El coronel me da el celular prestadopor un minuto, dos minutos. Ahí medio guilla’oy empiezo a marcar. No me cayó Marisabel, nimi mamá, ni mi papá. Los celulares andabanmuy mal. Gobernación de Barinas y el númeroera equivocado, era una casa de familia enBarinas, que deben recordar mi llamada. A lomejor no me creyeron. Yo le dije: “Soy el Presidentepreso; ¿con quién hablo?”. No, no, no séqué. Me atendieron realmente, pero creo queno creyeron que era yo.Luego cayó María Gabriela. Estaban en casade unos amigos, en una playa por aquí, escondidos.Y le digo: “Dios te bendiga. ¿Cómo estás?Otra vez preso”. María tiene mucho temple y medijo: “Bueno, que Dios te cuide, papá. Mucho juicio.Estamos bien. ¿Qué puedo hacer?”. Le dije:“María, solo te pido algo, cuídate primero quenada y, segundo, mija, llama al mundo, a quientú quieras, no sé a quién, a un periodista, dile almundo, o si llega a pasarme algo incluso, si nopuedo hablar contigo más nunca, diles que nuncarenuncié al poder que el pueblo me dio. Dilesque soy un Presidente prisionero”. Y la pipiolitaempezó a llamar gente y eso corrió por el mundo.A los pocos minutos Marisabel cayó por allá,estaba en Barquisimeto, escondida en casa deunos amigos, en las afueras. Y los muchachosdescansando. “Estamos bien, no te preocupes,aquí preocupados por ti”, y qué sé yo, un beso.Le dije: “Marisabel, cuídate, cuida a los niños,ten la calma, yo estoy bien, pero no tengo garantíasde nada. No sé qué va a pasar esta noche”.Yo tenía la sensación y la certeza de que esa nocheme iban a mover a otro sitio y no sabía paraqué, porque estaban sueltas todas las fuerzas delos diablos. Yo llegué a confesarme ante Dios,porque estaba seguro de que me iban a matar.El CristoMe traje un Cristo que me regaló ese general maestro,pensador general, Jacinto Rafael Pérez Arcay.Uno de mis maestros y uno de los generales insignesde este tiempo venezolano. Me regaló esteCristo allá en Palacio, cuando íbamos saliendo, yme dijo: “Que Dios te bendiga”. Y lo cargaré parasiempre, así como cargo el escapulario de la Virgendel Socorro, la Virgen del Carmen que usó PedroPérez Delgado, “Maisanta” o “El Americano”. Locargaba así agarradito, y lo tenía aquí. Y oía el gritopor allá, de alguien que decía: “Hay que matarlo, esun asesino”. Había pasiones desatadas aquí, andabael demonio por ahí suelto, andaba el mal. Eso serespiraba, el mal aquí, fuerzas oscuras como huracanescircundaban estos espacios, espacios que yoquiero mucho como soldado que soy.General García CarneiroQuiero rendir tributo a esos soldados, que encarnaJorge García Carneiro, compañero de mipromoción, quien entrega el Ministerio de laDefensa después de treinta años de servicio militar,y en los próximos días será juramentadoministro de Desarrollo Social y ParticipaciónComunitaria. A García Carneiro, José Vicente enun Consejo de Ministros lo despidió, le hicieronuna despedida, y le dije yo: “No, hay que cantarle.¡Volvió, volvió, volvió!”. Lo designé comandantede la Brigada de Mérida, fue el primercargo que le di, era general de Brigada en el ‘99.Allá inventó el Plan Avispa: Autoconstrucciónde Viviendas Sobre Parcelas Aisladas. Despuéslo mandé para San Cristóbal, comandante de laDivisión, el Plan Bolívar 2000. Se la pasaba metidoen los hospitales, me llamaba: “Mire queaquí falta esto”. Bueno, inspeccionando hospitales,ambulatorios, haciendo campañas de vacunación,campaña de salud, etcétera.Después estuvo en la Casa Militar y un día mellegó con un proyecto para reacondicionar todolo que es el Centro Simón Bolívar. Ahí está elproyecto avanzando, la Plaza O’Leary que estabavuelta un desastre. Se la pasaba mandando a recogerla basura de las esquinas de Miraflores, esasacumulaciones de basura. Luego, a Miraflores loconvirtió, él más que yo, en un centro de atenciónsocial. Eso estaba lleno de gente, los pobres y élmismo atendiéndolos, lo recuerdo clarito. Despuéslo mandé a comandar la Tercera División deInfantería, y ahí llegó el golpe. Es para la historiaeste general montado en un tanque de guerra,con un megáfono, diciendo: ¡Viva la Revolución!Y junto con él, la mayoría de los oficiales de laFuerza Armada. García Carneiro fue un puntal enla resistencia, aquel día inolvidable, doloroso del11 de abril, 12 de abril, 13 de abril de 2002.Si él les contara lo que le pasó ese día, con unosgolpistas, pistola en mano. Después se escapó deun cuarto donde lo metieron preso. Se fue para laDisip. Cuando llegó allá, la Disip estaba tomadapor los golpistas y entonces muy hábilmente lesdijo: “Vengo a buscar preso aquí a Carlos Aguilera.Me lo llevo preso”, y todo para evitar quelo detuvieran allá, o lo mataran. Y se lo llevó. Yluego, ministro de la Defensa, y todas las tareasque ha cumplido. Ustedes ven el proyecto Tiuna,primera vez que en Venezuela se hace un vehículopara nuestras tropas, para la defensa del país.Y ha sido, yo lo llamaría, un campeón de launidad cívico militar, el general García Carneiro,y de los proyectos sociales. Por eso se metióa fondo en el Hospital Militar. Hace como dossemanas el papá estaba enfermo y fue a visitarloal Hospital Militar. Me llamó, pero con unaindignación que tuve que decir: “¡Cálmate unpoquito!”. Tenía razón para indignarse. A pesarde que él sacó no sé cuántos médicos escuálidosque había en el Hospital Militar, que no queríanatender a los pobres, que le cerraban la puertaen las narices a los médicos cubanos, que no atendíana Barrio Adentro, todavía quedaba un gru-


38pito y él los consiguió. Esa madrugada habíaunos médicos cubanos con unos enfermos, y losescuálidos se negaban a atenderlos. Bueno mandóa ese grupito para su casa y los sacó del HospitalMilitar. Esta frase es de García Carneiro,en alguna entrevista después del 11 de abril: “Ungeneral con un pueblo detrás es invencible”.Danilo AndersonTodos recordamos aquí la tremendamentedifícil etapa que nosotros pasamos, cuando elmismo Tribunal Supremo de Justicia tomó aquelladecisión que sacudió al país: “Aquí no hubogolpe y el Presidente no estuvo secuestrado, sinocustodiado por unos militares preñados de buenasintenciones”. Esa es la justicia que quierenestos. Eso sí lo aplaudieron, ¡qué cinismo! Esanoche me llamó alguien: “Métale los tanques alTribunal Supremo, Presidente, no aguante eso”.“No, no le voy a meter los tanques, eso es lo queellos quieren. Vamos a aguantar a ver quién puedemás, carajo”. Aquí estamos y ellos huyendocomo ratas, derrotados por la historia, por supropia sombra.Recuerdo que vi a Danilo Anderson hablandoen vivo en una rueda de prensa. Empezóa señalar cosas, y que iba a acusar a este y alotro, gente del poder. Porque muchos dicen queChávez está acumulando poder. Ellos sí acumularonpoder y vaya qué poder, presidentes que sesubordinaban al Tribunal Supremo, a la Corte Suprema;asambleas y congresos, gobernacionesy alcaldías, y empresas, Pdvsa, la CVG y bancos.Lo tenían todo en sus manos, todo el poder político,económico. Arrodillados ante el imperio.Entonces, vi a Danilo y me llegó el instinto,ese que uno va desarrollando. Como uno tieneya tantos años en esto, a veces un detalle es decisivo,y me dije: “Lo van a matar”. Y les juro quemandé por él, pero tenía que irme, no sé a dóndeiba. “Llámenme a Danilo”. Y salió la caravana volandohacia Maiquetía. “¿Y Danilo?”. “No, queno aparece, que no responde”. “Que me lo ubiquen”.Regresamos. Danilo, ¡pum! Se fue Danilo.Llamó Isaías Rodríguez una noche: “Presidente,mataron a Danilo”. “No, dime que no”. Por esoes que yo insisto tanto en los detalles, por unallamada a lo mejor no lo hubieran matado. Yo lepedí que se mudara, le pusimos una seguridadespecial, pero lo agarraron solo, descuidado.Salí resucitadoNo estoy exagerando. Muchos hombres cumplieronun papel, algunos heroicos, algunosdieron la vida, pero las mujeres venezolanascumplieron el papel determinante en aquellasjornadas de los días 12 y 13 de abril de 2002 deCUENTOS DEL ARAÑEROmuchas maneras, en distintos espacios, pero sobretodo en la calle.Y veía anteanoche unos testimoniales muybuenos que el Canal 8 ha preparado. Ese cerrode El Valle se vino abajo completo, el pueblo sefue hacia Fuerte Tiuna, desarmados, y al frentetenían unos tanques de guerra. Una mujer cuentacómo un grupo de mujeres se paró frente aun tanque y empiezan a gritar: “Soldado, tú eresdel pueblo”, hasta que se bajaron los soldadosdel tanque y se lo dejaron a ellas. Ahí se montaron,solo que no sabían manejarlo. Y así pasóen muchos lugares. En lo personal, a lo largode esas horas que viví, aparecieron las mujeresde distintas maneras. La primera fue mi madreallá en Palacio. Esa madrugada apareció hechahuracán y recuerdo que me dio una lección decoraje. Ya yo había decidido irme a Fuerte Tiuna,no sabía que estaba en el Palacio a esa hora, ellallegó y se metió al despacho. Un grupo de traidoresandaban allí ofreciéndose para el diálogo,iban y venían. Pero todos fueron unos traidores,otros cobardes. Estábamos conversando y llegómi madre con un mensaje de coraje, de fuerza yde mucho amor, por supuesto.Luego ya prisionero en Fuerte Tiuna, en la habitacióndonde me tuvieron preso desde el amanecerdel 12, ahí en la Policía Militar, llegarondos mujeres militares, fiscales muy jóvenes. Estabanamenazadas, presionadas, vigiladas, peroles permitieron entrar como para llenar un formato.Ellas hicieron un acta y yo les dije: “Ponganahí, por favor, que yo no he renunciado”. Yaestaban diciendo por todos lados que yo habíarenunciado, era media mañana de aquel 12 deabril y ellas presionadas por un golpista que estabaviéndolas allí, chequeando lo que escribían.Ellas no escribieron lo que yo les había pedido,así que firmé el acta y les dije: “Bueno, estábien”. Ellas se fueron. ¿Saben lo que hicieron?En letras minúsculas, chiquiticas escribieron debajode mi firma. Nota: “Manifiesta que no harenunciado”. Y cuando salieron del ámbito devigilancia y presión de los golpistas, consiguierony le mandaron una copia al fiscal general,Isaías Rodríguez. Esa es una de las causas o delos disparadores de aquella rueda de prensa queel fiscal Isaías valientemente da. Y él dice: “Nohemos visto la renuncia firmada del Presidente,más bien tenemos evidencias de que él manifiestaque no ha renunciado. Por tanto, —dijo Isaíasaquella tarde— sigue siendo el presidente”. Esofue un mensaje que le dio como con un misil ala matriz de opinión que habían estado creando,a punta de repetición, de que yo había renunciado.Bueno, las dos muchachas, fíjate.Después me sacan de Fuerte Tiuna y me llevanen helicóptero cerca de la media noche aTuriamo. Me querían matar en Fuerte Tiuna,pero un grupo de oficiales lo impidió, entoncesme sacan a Turiamo. Allá también me queríanmatar, otro grupo de soldados lo impidió y obligaronmás bien a los sicarios a devolverse enel helicóptero; empezaron a protegerme. Entoncesme llevan a una enfermería de la base navaly aparecen otra vez las mujeres: una doctora yuna enfermera, militares las dos. La doctora mechequea esa madrugada. Y la enfermera, unamujer joven, morena, de Barlovento me dijo queera. La doctora salió y ella se queda. Yo estabacon un shorcito, una franela y descalzo, porqueno tenía nada, ni unas chancletas; preso es preso,pues. Yo le veo los ojos y ella me dice de repente:“¡Ay, Presidente, ay mi comandante!, yoque soñaba con conocerlo desde niña, pero jamáspensé que iba a conocerlo así”. Ella me vioderrotado, sentado ahí, yo estaba como abandonado,en verdad. Cristiano como soy, dije:“Bueno, lo que tú quieras, si me tocó morir hoy,aquí, estoy listo. Eso sí, si me toca morir, no voya pedir clemencia, ni perdón, ni nada, sino quehay que morir de pie como murió el Che Guevara”.Entonces, aquella muchacha me dice: “Mimamá lo quiere tanto. Y mi hijo, si usted lo vieracuando usted sale por televisión, se para firmey saluda”. Yo le pregunto: “¿Y tú hijo, cuántosaños tienes?”. “Tiene tres”. “Cómo se llama”, ytal... Ella me habla y se va llorando. Exploté…y me metí en el baño a llorar, pero en esas lágrimasme pasaban todos los niños pobres delmundo, los descalzos... Fue definitivo aquelmensaje, porque incluso ella me dice: “¡Ay!,¿qué será de mi hijo ahora?”. Eso me disparó unsentimiento especial que tenemos nosotros losrevolucionarios por los niños, y entonces dije:“¡Dios mío!, ¿qué va a ser de los niños ahora,con este cuadro de escuálidos, de perversos, yde oligarcas controlando a Venezuela?, ¿qué vaa ser de los niños venezolanos?”. Después melavé la cara, me senté allá, en una sillita. Y juréuna vez más: “Yo tengo que volver”. Aquello medio duro en el alma. Salí de aquel baño resucitado,retomada la fuerza. Era tarde en la noche ycuando amanece ya yo estaba hablando con lossargentos y unos oficiales jóvenes que me custodiaban,haciendo el plan para irnos a Maracay.Pero no hizo falta, ahí llegó un helicóptero, nosfuimos a La Orchila y allá fue el grupo de paracaidistasy la Fuerza Aérea al rescate. Antes deque saliera el sol por tercera vez consecutiva, yaestaba de nuevo en Miraflores. Fue como un milagro.Venía en el helicóptero, y yo decía: “¡Diosmío!, ¿será verdad esto?”. Entonces me dicen:“Vamos a Maracay”. “A Maracay no, vamos aCaracas, vamos al Palacio”. “Que todavía no haycontrol sobre las adyacencias”. “No importa,vamos al Palacio”.Y no solo en mis aconteceres directos deaquellas horas, sino en las calles, en los barrios,en los pueblos, la mujer venezolana dio una demostracióncontundente y heroica de lo que escapaz, de su fuerza, de su amor, de su coraje.


DEL LLANOEl PatrulleroHay gente que no quiere creerlo. La otra vezlo comenté y me dijeron que yo estaba mamandogallo, cuando dije lo del Patrullero de ahí deElorza. Yo lo vi. Cuarenta y cinco metros de largoconté yo a pepa de ojo. Veníamos una nochede Puerto Infante, en la lancha, con los soldados.¿Quién ha visto piedra en el Arauca? ¿Túhas visto piedra en el Arauca? No hay piedras,y parecía una piedra. Es más, la propela tocó ellomo del caimán y se dobló. Eso no me lo cree amí nadie, pero bueno, qué culpa tengo. Yo vi alPatrullero por aquí, entre Puerto Infante y Elorza,era como la medianoche. Hay gente que creeque es una isla, es un caimán que tiene una palmeraen el lomo.VarináBarineando soy feliz en días de Semana Santa endiciembre y en verano y en las ferias y exposición dela Virgen del Pilar. Bella canción esa de Barinas.Pero vamos a refrescarnos de la historia de dóndeviene este nombre. Los indios variná, con lav de Venezuela. Eran tribus indígenas que habitabaneste pie de monte. Vivían de la agricultura,la caza, de la pesca; tribus pacíficas. Se hanconseguido petroglifos por aquí en Bum Bum.El viejo Ruiz Guevara, amigo de muchos años ehistoriador de esta tierra, consiguió los petroglifosde Bum Bum; restos y rastros. Unas calzadasmuy antiguas hay por aquí, calzadas precolombinas,la calzada Páez. Claro, porque los varinátenían mucha influencia de los timoto cuicas esdecir, de los indígenas de allá de las montañas.Vivían en comunidades, caminaban por todasestas sabanas del pie de monte y llegaban hastalos pueblos de las montañas de Los Andes.Hasta que llegó aquello que a nosotros nos hanpresentado como el Descubrimiento, una de lasfarsas más grandes de nuestra historia, de lasmentiras más grandes que nos vendieron. Laverdad es que nos invadieron, nos atropellaron,nos aniquilaron, masacraron a los variná, a lostimoto cuicas, a los indios caracas, a los goajiros.Han pasado 500 años, por eso la memoria históricade nuestro pueblo para poder comprender.No es éste nuestro idioma original. Lamentablementeno he tenido tiempo de aprender algúnidioma indígena, de los tantos que tenemos, unadeuda que tengo. Lo único que me aprendí hacevarios años cuando el espíritu de la infantería, cantábamos“La reina de las batallas”. Entonces,me aprendí aquello que dice: Anakarinarote aunnukonitotopaparoto mantoro, grito de guerra delos indios caribe. Yo soy variná y también soy unpoco quiba y yaruro de ahí de los aborígenes deApure, del Arauca.Aquellos varinás fueron obligados a dejar latierra, la siembra y la familia. Se armaron paraluchar contra el invasor español. Claro que ladesventaja era muy grande, la diferencia de tecnología.Esas tropas españolas vinieron armadashasta los dientes, y los aborígenes las enfrentaroncon las uñas, con flecha y arcos, con lanzas. Perodefendieron su dignidad y muchos, la mayoría,prefirieron morir como Guaicaipuro. Le dijo alpelotón español que lo rodeó, le mató la mujer,las hijas; salió el cacique Guaicaipuro y enfrentóel pelotón español, y les dijo: “Vengan españoles,vengan para que vean cómo muere el últimohombre libre de esta tierra”.La fiesta de ElorzaVoy a contar cómo conocí a Reina Lucero. Misamigos de Elorza consideraron que yo podía serel presidente de la junta de las fiestas patronales,que son las más tradicionales de Venezuela, lasmás tradicionales del llano. Recuerdo al padreGonzalo que era miembro de la junta de fiesta,a Joel García, a tanta gente que colaboró: EmmaGuerrero, Elvira Bracho, Carlos Becerra. Decidimostraer un buen plantel de cantores venezolanospara rescatar al máximo las fiestas quehabían perdido un poco y se habían comercializadomucho.Y la noche de gala cantó Eneas Perdomo, ReinaLucero, Luis Lozada. ¿Dónde está Luis Lozada?Lo tiene Dios, por allá, cantándole, alegrando


40las sabanas del cielo. ¡Cómo recuerdo a Luis!, “ElCubiro”, cuánto grito y cuánta alegría. Ahí tambiénconocí a Luis Silva. Recuerdo que vino tambiénDenis del Río, también aquel muchacho deMaracay, que era sargento de la Fuerza Aérea.Bueno, un plantel de cantores, Cristóbal Jiméneztambién vino. Diez bolívares costaba aquello, unafiesta popular, casi gratis. Era 19 de marzo. Ya yoandaba en conflicto con el gobernador. En aqueltiempo era un caballero adeco, de la patota deJaime Lusinchi; no voy a nombrarlo, porque novale la pena en un día tan hermoso como este deSan José. Aquella gente no quiso colaborar conlas fiestas patronales. Tuvimos un conflicto hastapersonal, el gobernador y yo, que era mayor, unadiscusión muy dura en San Fernando de Apure.Querían imponerse, como siempre: “Vamos aapoyar las fiestas, pero yo tengo unos amigos,usted sabe, mayor…”. Le dije: “Yo no acepto condiciones;gobernador, guárdese su cheque”, y mevine. Me pasó un informe que era una falta derespeto y tal.Así que dije, bueno, vamos a trabajar aquícon la junta. Nos fuimos por las sabanas a recogervacas flacas. Yo le decía a los ganaderos:“Mire, déme la vaca más flaca que tenga”, unavaca flaca, cuatro pellejos, y la gente colaboró,muchos ganaderos, gente humilde. Al ConsejoMunicipal le solicité que nos diera la chalana.Con los muchachos del liceo cobrábamos ahídos días a la semana la chalana. En ese tiempono había puente sobre el Arauca. Hacíamos rifas,templetes en las esquinas, aquí mismo en lacasa –al frente– vendíamos cervezas, carne, detodo tipo de cosas, rifábamos cochinos, peleasde gallo, hacíamos de todo y recogimos algúndinerito. Recuerdo, Reina, que te pagué catorcemil bolívares en el aeropuerto. Se me había olvidadopagarle, se iba a ir Reina y yo no le ibaa pagar. Cantó aquí como tres días, imagínatetú, un precio muy especial. Yo había coordinadocon mi jefe, que era el general Rodríguez Ochoa,comandante de la División. Él nos ayudó mucho,vinieron los paracaidistas y saltaron aquí. Trajimosun equipo, vino Pompeyo Davalillo a jugarsoftbol aquí en Elorza; el equipo nuestro contraun equipo de la Unellez, de Barinas.Pero me llaman en la mañana que el avióndel ejército, que venía de San Juan de los Morros,estaba dañado. En ese avión tenían quetraerme a Reina y al arpista Guillermo Hernández,del conjunto de Reina. Me dicen a las ochoo nueve de la mañana que no viene Reina. Diosmío, ¿qué hago yo? ¿Saben lo que hice? Le quitéla avioneta al gobernador, ja, ja. Estábamos enplena misa y me le acerco a uno de los ayudantesdel gobernador, que era amigo mío. “Mira, yo novoy a hablar con el gobernador”, porque no noshablábamos pues. Estaba sentado en la misa elgobernador. Y yo le digo: “Mira, vale, convéncelode que nos preste el avión, no le digas que esCUENTOS DEL ARAÑEROpara mí, dile que es para buscar una medicina deurgencia a Mantecal, de un muchacho que estáenfermo. Métanle una coba al gobernador”. Vienenestos amigos, le meten la coba y me montoyo en la avioneta con el piloto que era un señorde aquí de Elorza. Me fui de la misa a San Juande los Morros, a buscar a Reina que estaba esperandoen el aeropuerto. Y Eneas Perdomo, losdos estaban esperando.Nos agarró tormenta pasando Mantecal, peropor fin llegamos después del mediodía a SanJuan de los Morros. Ahí estaba Reina y me dijo:“Bueno, será el próximo año”. “¿Próximo año?”“Mucho gusto, yo soy el mayor Chávez, Reina,vámonos, aquí está la avioneta”. Pero una solaavioneta y eran Eneas, Reina y el conjunto, no cabían.“Bueno, vámonos en el ala guindados, peroesta noche tenemos que tocar. El pueblo está muyentusiasmado. Yo creo que ustedes tenían tiempoque no venían para acá, varios años porque lasfiestas se habían comercializado, habían perdidoun poco su raíz folclórica, cultural, su hermosura”.Llamé a un oficial amigo en San Fernandode Apure, desde el aeropuerto de San Juan, y ledigo: “Consígueme una avioneta, vale, ¿cuánto cobrauna avioneta?”. Cinco mil bolívares cobrabauna avioneta para ir a San Juan de los Morros.“No, no, pero tiene que venir aquí y de aquí paraElorza”; bueno, diez mil bolívares, él tenía el pilotoal lado. Yo no tenía el dinero a la mano. Ledigo: “Vale, dile que yo le pago eso como sea, quese venga para San Juan”. Se fue la avioneta hastaCalabozo, hicimos un trasbordo en Calabozo.Me dijo Eneas Perdomo: “Parecemos unos contrabandistasbrincando de una avioneta en otra”.Y la avioneta del gobernador en la que veníamosnosotros de San Juan, se devolvió a San Juan abuscar al arpista, a Guillermo y el grupo.Nosotros llegamos, pero en otra avioneta.Eran como las seis de la tarde. Estaba el gobernadorhecho una furia en el aeropuerto y todo elAlto Mando, el general de la Guardia Nacional,el jefe de no sé dónde y nos bajamos nosotrosmuy orondos, muertos de las risa, yo feliz, metraje a la gente. Entonces viene el gobernadorya a él le habían contado y pasó todo el día esperando.Él tenía que irse a las dos de la tarde.Viene y me enfrenta: “Mire, mayor, ¿dónde estámi avioneta?” Yo le digo: “Viene en el aire, Gobernador,no se preocupe”. Aquel hombre echabachispas, tuvieron que meterse unos amigos comunesy se lo llevaron por allá, le echaron agua.Lo cierto es que nos fuimos directo a la mangade coleo y allá comenzamos la actividad.Esa noche montamos la gran noche criolla conReina Lucero, Eneas Perdomo, Luis Lozada ytodas las personas que ya he nombrado. Vinoaquel muchacho que también murió: Septuagésimo,¡qué cantor era ese muchacho! Lamentablementeigual que a Luis Lozada, “El Cubiro”,los recuerdo a todos desde mi corazón, en esteCajón de Arauca apureño. Esa noche lleno defortaleza, de ese amor por este pueblo, de esasraíces que uno carga, presenté a Eneas, que esel padre de todos ustedes. Ese es el pilar mayor.El general en jefe le digo yo a Eneas Perdomo.Recuerdo que improvisé una copla, voy a versi la recuerdo: Vibra el cajón del Arauca / y se encabritasu lomo / porque esta noche en Elorza / Noscantará Eneas Perdomo. Y aquella arpa bramaba,vibraba el Arauca.Pata en el suelo¡Cómo han atropellado a los pobres en Venezuela!,¡cómo han atropellado a los campesinosen Venezuela! Yo estaba de Capitán por allá enel Alto Apure y un soldado de mi escuadrón llegóun día: “Mi capitán, tengo un problema, a mipadre lo hirieron, le dieron un disparo de escopeta”.Y le digo: “Pero, ¿y cómo fue eso?”. El meechó el cuento y a los dos días estaba yo con elmuchacho. Me fui de civil como cualquiera, enun jeep civil, digámoslo así, y nos metimos deMantecal hacia adentro, allá en el Alto Apure.Resulta que un terrateniente que tiene milesde hectáreas, pero miles, veinte, treinta mil hectáreas,había decidido sacar a los campesinos queallí habían nacido, los “pisatarios” que allí teníanhasta cementerios, donde habían enterrado a susabuelos, a sus viejos, unas comunidades de campesinosen el Apure. Pero este caballero decíaque esas tierras eran de él, que esos ríos eran deél, que esos árboles eran de él y que esa gentetenía que salir de ahí; la Edad Media, pues, los señoresfeudales. Había contratado a un grupo deterroristas que andaban de noche, enmascaradoscon escopetas y rifles. Le mataban los cochinosal papá de este muchacho soldado y por eso fueque lo hirieron, porque él salió a defender sus cochinos.Aquello le costó toda su vida, le mataronmás de treinta cochinos, le tumbaron el topochalcon un tractor, le llevaron medio rancho; ellosdentro y le tumbaron el rancho. Los niños iban ala escuela a pie, a cinco kilómetros, y en el caminosalían los tipos enmascarados a asustarlos ydándoles con palos a los niños.En aquel entonces investigamos aquello.Claro, yo no tenía más poder que el de investigar.Tampoco eran mis atribuciones, porqueno eran las de un capitán, pero yo me metía enesas cosas, ¿no? Tomé fotos y envié el informeal comando superior en el área militar. Pero mequedé esperando toda la vida que llegara algunasolución. Nunca llegó. ¿Por qué?, porque estecaballero, dueño de esas tierras, era muy amigodel gobernador de Apure de entonces, que habíasido impuesto por el presidente de entonces,aquel caballero que se llama Jaime Lusinchi.Toda una mafia, y los jueces de Apure, todos dela misma patota.


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 41Entonces, al pobre campesino le meten untiro, le matan los cochinos, le tumban el rancho,a veces le violan la hija, le golpean al muchachoy él tiene que morir callado. Ahí es cuando ocurrenlas cosas que han pasado en el mundo,porque la gente tiene dignidad. De repente, seobstina el campesino, agarra un machete y puedepasar cualquier cosa. Ahí es cuando ocurrenlos problemas, por el abuso del poder. Así queyo comprometido estoy, porque vengo de allí, yonací pata en el suelo y con orgullo lo digo: soycampesino, pata en el suelo.¡Agarra tu neoliberalismo!Les voy a contar lo que le hicieron a un amigomío, de allá de Sabaneta, productor de maíz,que me echó el cuento cuando yo era capitánen Elorza. Allá fue a pedirme ayuda. Él pensabaque yo, capitán, podía ayudarlo. Yo pasé lanovedad a mi comando superior, pero no: “Eseno es asunto suyo, capitán. Métase en problemasmilitares”. Pero aquel hombre se puso allorar. Fue a visitarme un día a mi Escuadrónde Caballería Farfán, en Elorza. Amigo de la infanciaéramos.Él tenía su tractorcito por todo el esfuerzode una vida, un tractorcito viejo, pero estababueno, una rastrica, tenía una tierrita que habíacomprado, una casita rural y una familia: unamujer y cuatro o cinco muchachos. Pidió un créditopara sembrar cuarenta o cincuenta hectáreasde maíz. Logró el crédito poniendo comogarantía la tierra, la casita; le pidieron de todo,pues, las garantías. Recogió una excelente cosechade maíz, porque las tierras esas son muybuenas. Esas riberas entre el Boconó y el Masparro,son de las mejores tierras de toda Suraméricapara la agricultura. Entonces, viene miamigo, consigue unos camiones, los alquila, clarotodo esto es endeudándose. Mira fulanito, tútienes el camión. Bueno, alquílamelo pero yo tepago después que me paguen el maíz, y hacenun acuerdo de caballeros, y al banco. Claro, élva a pagar, él no tiene capital, su capital son susbrazos y su pequeño pedazo de tierra, su trabajo,su dignidad y su palabra.Aquel hombre se llevó, creo, que tres o cuatrocamiones de maíz a los silos de La Veguita. Aquelloestaba administrado por sectores privados degrandes empresas, apoyados por corruptos delGobierno de entonces. Le dicen: “Está bien, parelos camiones de maíz ahí”. Pasa un día, porqueel maíz hay que pesarlo y aplicarle unos métodoscientíficos para medir su humedad, su calidad.Y el hombre todos los días ahí, pegado enla reja. Él veía que salían y entraban camiones, yaquel hombre honesto y humilde esperando suturno. Pasó un bojote de días, cuando van a pesarleel maíz, cuando les dio la gana a los empresariosy a los corruptos del gobierno que allí secombinaron durante años en unos silos que sonde la nación, hechos con dineros de la nación, esdecir, del pueblo.Entonces, le dijeron: “No chico, ese maíz estámuy húmedo ya, a ese maíz hay que descontarlela mitad, te vamos a pagar la mitad”. ¿Qué provoca?Por eso es que yo les digo a los venezolanos,que esta fuerza no es mía, yo estaba tranquilode capitán, con mis 120 soldados. Pero oyendo aeste hombre y recordando la infancia de los dos,que éramos amiguísimos, vendíamos frutas, íbamosa pescar juntos, estudiábamos juntos en loscuadernitos, éramos como hermanos de la vida.Y cuando veo a aquel hombre, con su mujer ysus muchachos, allá en Elorza una madrugada,echándome el cuento en la ribera del Arauca,pues me puse a llorar con él.Fue así como poco a poco, de tanto llorar yde tanto oír sufrimiento, pues yo miraba mi fusillleno de impotencia. Fue así como ocurrió lo queaquí ocurrió y esa fuerza por tanto no es mía, esde ustedes que me la transmitieron un día, y queDios ha permitido que se conserve aquí comouna gran batería, un gran acumulador de dolor,pero de amor y de fuerza. En eso es lo que mehan convertido ustedes, un acumulador, una bateríay ustedes son los que me dan fuerza a mí yDios, primero Dios.Aquel hombre quedó endeudado, aquello nole alcanzaba ni para pagarle al banco, ni los camiones,ni el abono, ni nada. El banco le quitó lacasa, perdió el tractor y quedó en la calle. Le quitaronla tierra porque ya venía arrastrando deudas.Eso fue como cuando el torero le da la últimaestocada, ¡ras! Agarra tu neoliberalismo, pues.No son los tiempos de DoñaBárbaraYo en Apure enfrentaba a mucha gente de esas quetienen grandes extensiones de tierra. En una ocasión,un dueño de tierras quería impedir que lossoldados míos pasaran por esas tierras. Entonces,trancaron el camino. Yo hice lo que tenía que hacer.Me llega un cabo y me dice: “Mire, mi capitán,que no podemos pasar porque hay un candadotrancando el paso”. Agarré por radio y dije: “Soldado,métale un tiro de fusil a ese candado”. Estabatrancando el camino real, hermanos, ademásson las Fuerzas Armadas patrullando la frontera.Me decía el señor que me iba a enjuiciar. “Enjuícieme,pero usted está abusando de su poder, porqueusted no es dueño”.Fíjate tú, una vez conseguí a unos campesinos,unos pescadores, me llegaron allá al comando,porque mi comando era también un sitio de llegadade los indios, los guajiros, los cuibas, los yarurosquejándose del abuso, de la arbitrariedaddurante años. ¿Saben lo que hacían algunos dueñosde terrenos? Pasaba un caño que en inviernose hace un río. En el verano tapaban el caño conmáquina para secarlo, para que no se metieranlos pescadores o los campesinos, que en un motorcitoiban en una lanchita para recorrer todosesos campos en invierno. Tuve que mandar unamáquina con unos soldados a tumbar todos esostapones. Porque ellos entonces decían: “Esta tierraes mía, y el agua que pasa por aquí tambiénes mía”. Yo le dije: “Usted está equivocado, señor,usted no sabe, esto no es Doña Bárbara, ni eltiempo aquel de la Edad Media”.Elorza, como la IndiaRecuerdo en Elorza, cuando era comandante delEscuadrón Farfán, que para conseguir una vacaallá había que prácticamente rogarle a los ganaderos,a los productores. Nadie quería matar unavaca para vendérsela al pueblo. No era regalada,no andábamos pidiendo nada. Ellos sacaban cuentay ganaban más dinero con esa ganadería extensivaque no invierte casi nada, porque es montarel ganado en unos camiones y venderlo en Maracayo en el centro del país, en Barquisimeto.Lo venden mucho más caro porque le inflan loscostos. Entonces, el pueblo de Elorza no comíacarne de res. Me dijo una vez un coronel que fuepara allá, a unas maniobras. Era jefe de EstadoMayor de una brigada y me dijo: “Chávez, esto escomo la India, le pasan las vacas a uno así, peronadie puede comerlas”. Comiendo babo y chigüire,cuando había oportunidad. Es el capitalismo,se está pensando en la máxima ganancia y no leimporta a este o a aquel que la gente se alimente,que los niños coman.Santos LuzardoFíjate que acabo de conseguirme a uno de misahijados: Santos Luzardo se llama. Imagínate túqué nombre. Es un indígena cuiba, de las costasdel Capanaparo y de todas estas tierras. Yo nuncalo bauticé en una iglesia, pero es mi ahijado. LuisJicuture, quería que yo fuera su padrino. Conocía Santos Luzardo en las riberas del Capanaparo,allá en Carabalí, barranco yopaleño, en 1986.Recuerdo que me lo llevé con mis soldados y losamigos que andaban en un bongo, navegando elCapanaparo. Desde entonces es mi ahijado delcorazón, como uno tiene tantos. Más nunca habíavisto a Santos Luzardo desde 1986. ¿Cuántosaños?, catorce años. Nunca he olvidado aese muchachito cuiba. Tanto, y yo no sabía queiba a verlo hoy. No sabía y me lo consigo apenasllegando aquí.Y anoche, en uno de esos ratos que le roboal huracán –a veces uno le roba al huracán–, invitéa mi hijo Hugo a cenar, y fuimos a un restau-


42rante chino en Caracas. Los dos, sin escolta, sinparafernalia, y nos sentamos a hablar. Y anochelo recordamos durante dos horas de conversaciónde amigo a amigo, de padre a hijo, oyéndole susangustias, sus dudas, y yo tratando de ser padrey de ser amigo en medio de este huracán. Yo lerecordaba a Hugo su vida, desde que nació, y,por supuesto, el tiempo que estuvimos aquí enElorza, con su madre, con Rosa y María.Entonces, él recordó a Santos Luzardo. Porqueél se hizo amigo de Santos Luzardo, son dela misma edad. Hugo tenía una bicicleta vieja quealguna vez le compré por allá por el ipsfa, seguramentea precios módicos, a crédito, y él se latrajo. Pero ese año le compré otra, muy modestapero nueva, así que él tenía la vieja por allá enun cuarto. Aquí mismo, estamos a media cuadradel sitio donde nosotros vivimos tres años, compartiendolas raíces de este pueblo tan querido.Y un día llegó Luis con su mujer, siempre andanpor ahí mis hermanos los cuibas y los yaruros, ycon ellos tenemos un compromiso vital, tambiénexistencial, de devolverles la vida, la dignidad. Lohicimos un poco, hasta donde podíamos, en aquellosaños que aquí estuvimos. Recuerdo queHuguito le mandó la bicicleta a Santos Luzardode regalo. Esa bicicleta debe estar por allá en algunaribera del Capanaparo. He visto de nuevoa Santos Luzardo, le doy la bendición. Tuvo unproblema en un ojo, y ahí está mi compadre LuisJicuture. Me cuenta que Santos Luzardo estabalanzando flechas y alguna flecha que lanzó otroniño le dio en el ojo; ha perdido la vista de un ojo.Tenemos que llevarnos a ese muchacho, vamos ahacerle un estudio en el ojito a Santos Luzardo ya todos los niños que haya que atenderlos.El CubiroCUENTOS DEL ARAÑEROVeinticuatro de septiembre, día de Nuestra Señorade Las Mercedes Felicitaciones y un beso atodas las Mercedes y a las Merceditas que andanbregando, luchando y llenas de optimismo por elfuturo de Venezuela. Hay una canción de Luis Lozada.Bueno, no creo que la letra sea de Luis Lozada,pero sí la cantó, la grabó y la sigue cantando,porque “El Cubiro” se nos fue en mal momento,en mala hora, hace dos años atrás; una de las vocesmás recias que ha parido el llano venezolano.Luis Lozada nació en el Rial, allá en Barinas, alsur, muy cerca de Santa Inés, la tierra de Zamora.Esa es la franja que va hasta el Apure, al surestede Barinas, siguiendo por el curso del río SantoDomingo. Uno va y consigue por ahí a Santa Inés,donde fue la gran batalla en la que Ezequiel Zamora,al frente de la revolución, derrotó a las tropasde la oligarquía en diciembre de 1859. Muycerca de allí nació, en la segunda década de estesiglo, nuestro gran amigo, un hombre humilde,un revolucionario. Yo era niño y ya se oía por todaslas sabanas de Barinas, de Apure, de Guárico,de Portuguesa, de Cojedes, pero especialmente vibrabaen las sabanas de Barinas el grito de “Eyyy,Eyyy”, y arrancaba “El Cubiro”.¿Tú conoces al cubiro? Tienes que agarrar sabanaadentro. El cubiro es un pájaro que canta. Miabuela Rosa Inés tenía muchos cubiros. “Agárremeel cubirito”, decía. Unos pájaros amarillos,colorados, un color muy vivo y vuelan muy alegres.Desde niño Luis Lozada comenzó a cantar.Tenía un grito característico, un grito que arrancabala emoción en todos aquellos lugares que lovieron pasar durante más de cuarenta años, componiendocanciones, recogiendo de las sabanas,de la esperanza, recogiendo de los hombres, delas mujeres, de los niños, de toda esa pasión por lonuestro y lanzándola con un amor gigantesco, unafuerza extraordinaria.Cuarenta años pasó “El Cubiro” recogiendo delos esteros, de las lagunas, de los palmares, de losgarceros, de los palmaritales, de la sabana inundadapor el invierno, de la sabana reseca por elsol del verano, en las riberas de los ríos, desde SanFernando hasta Guasdualito, desde Guachara a ElCajón, como dice el verso, desde Barinas hasta ElBaúl. Recorriendo y recogiendo el sentimiento dela sabana y expresándola en canto, expresándolaen poemas, expresándola en versos.Yo tuve la dicha de conocer a “El Cubiro”cuando fui presidente de las fiestas patronales deElorza. ¿Ustedes saben cuánto cantó sin parar?Hora y media. Se tiró una cadena y recuerdoque terminaba una, volteaba y le decía al arpista:“¡Arpa, compadre!”. Aquel hombre estaba comoposeído, muy emocionado y no paraba, ¡dos horastocando! A Cristóbal, que era la estrella, lopusimos de último del programa, y entonces sepuso bravo: “¡Bueno, mayor!, ¿usted cree que yosoy un gallo para cantar al amanecer?”. Estabasaliendo el sol, pero cantó como tres canciones.Pasó “El Cubiro” ocho días cantando en las esquinasdel pueblo. Lo poco que le pagábamos porsus honorarios profesionales lo gastó en el pueblojugando gallo, jugando bolas criollas. Le regalaronun gallo y se vino con su gallo pidiendocola desde Elorza hasta Mantecal, yendo haciaBarinas. Bueno, yo estaba recordando a Luis Lozada,porque él tiene una canción muy vieja quegrabó hace muchos años, llamada “Mercedes”.Mercedesqué te me hiciste,qué te me hiciste.Mercedes,qué te me has hechoquiero sembrar nuevamente,oye Mercedes,una inspiraciónen tu pecho.Eso es para todas las Mercedes.Eneas PerdomoEl compositor que más conozco, le conozcoel alma y quiero verlo pronto. Yo quiero verteviejo, sé que me estás oyendo. Tú te pegas alláen San Juan de Los Morros, allá con Atamaica,una taza de café. Te imagino en un chinchorro,ahí bajo el sol de la sabana que te parió. Merefiero a Eneas Perdomo. Eneas nació en ElYagual, a orillas del río Arauca, yo no sé hacecuántos años. Yo era niño y oía ya esas canciones.Eneas es compositor, cantautor, coplero,improvisador y un auténtico hombre paridopor la sabana.Desde niño lo relaciono con Florentino, elde Florentino y el Diablo. Yo creo que EneasPerdomo le gana al Diablo cantando. Es comoMagallanes a La Guaira, nueve arepas al Diablo.Ustedes tienen que verlo cantando y oírlocantando. Canciones que él ha compuesto, bueno,extrayéndolas del estero, extrayéndolas delas garzas, de los ríos, de las riberas del Arauca,del Apure:Pescador del río Apurepescador del río Apurecon tu alma sincera y buenaque te acuestas en la playay te arropas con la arena.Tú vas como la cotúatú vas como la cotúasiguiendo la ribazóncon palanca y canaletecon anzuelo y con arpón.Y Eneas cada vez que nos vemos por allí, por elcamino, siempre me dedica una canción, porqueél sabe que yo la llevo en el alma. Esa canción“Adiós, Barrancas de Arauca”:Adiós, barrancas de Araucabarrancas de Araucahermosa tierra llaneraremolino de agua claraay de agua claray en la sabana pradera.Sombras en la nocheEstaba hablando de Guacharaca a La Rompía.Eso queda en el Cajón de Arauca. Yo conozcoLa Rompía, conozco todos esos llanos como diceCristóbal Jiménez en una canción escrita por PedroTelmo Ojeda, poeta de esos del llano. Esun poema-canción, habla de todos esos fundos,caños y esteros y por allí cerca está La Rompía,donde salen aparecidos. “La Sayona”, “La Llorona”,la “Bola’e Fuego”, todo eso sale por ahí,dicen los llaneros. Uno ha visto sombras en lanoche. Yo no he visto “La Llorona”, ni “La Sayo-


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 43na”, ni la “Bola’e Fuego”, pero hay llaneros quedicen que vieron la “Bola’e Fuego”. Los cuentosde la sabana. Una vez me dijo un llanero: “Capitán,no pase por ahí. Ahí sale un muerto sincabeza, fumando”. Ja, ja, ja. Yo no sé, un tipo queno tenía cabeza y andaba fumando.Como pez en el aguaLa geografía tiene mucho que ver con esto. Túhablas de La Matica. ¿Por qué se llama eso LaMatica? Mucha gente a lo mejor no sabe y sevan borrando las cosas. Recuerdo por ejemploEl Yopito, cerca de Elorza saliendo hacia el sur.Uno pasa por ahí a cada rato, por el camino dondeestá la manga de coleo “Mi Luna”. En El Yopitohay unos mangales grandísimos, una escuelitay un caserío. A mí me sonaba mucho El Yopito,hasta que me puse a investigar. Ya había leídoun poco de las historias del comienzo del sigloXX, hasta que un día, ¡aquí está!, ahí fue la batallade El Yopito.Ahí fue donde en 1914 se enfrentaron lasfuerzas de Gómez, comandadas por el generalcoriano León Jurado, contra los generales revolucionariosque invadieron desde Colombiatratando de tomar San Fernando. Allí se enfrentaronLeón Jurado contra Alfredo Franco, el deTinaquillo. Por ahí cerca anduvo Pedro PérezDelgado en las guerrillas de comienzo del siglo.Un día me llevé al Escuadrón e hicimos un juegode guerra simulando aquella batalla. Con unmapa, yo les explicaba y ya los soldados sabían,y los habitantes de El Yopito también, por qué elpueblo se llama así.Nadie sabía, ni por qué se llama La Mata delCongrio, que quedaba más allá, y por qué la Lagunadel Término. Mucha gente no sabe todavíaque por ahí pasó la frontera entre Venezuela yNueva Granada. Pasaba por la mitad del pueblode Elorza, tocaba por la punta de arriba de LaMata del Congrio, pasaba por la punta de arribade la laguna del Término hasta el Meta, allá abajo.Nosotros rehicimos esa línea fronteriza. ¿Sabesqué conseguimos por debajo de los montes?Conseguimos el viejo camino debajo de montesy matas, las viejas posadas. Conseguimos un díaunos árboles de mango de gran grosor, árbolesmuy antiguos. Andábamos con un historiadorapureño rehaciendo sobre el territorio hechoshistóricos y cosas de la geografía. Nos pusimosa limpiar aquella mata, debajo de los mangosy conseguimos la huella de lo que llamaban ElPaso. Ahí paraban las caballerías durante siglos,porque era la frontera. De ahí para allá era Colombiay de ahí para acá, Venezuela. Hubo untratado bien entrado el siglo XX y la frontera sedesplazó. Pero Elorza era mitad Venezuela y mitadColombia, allí en el Arauca.Nadie sabía dónde quedaba el sitio de Mucuritasy cuando llegamos a aquel pequeño monumentoque hicieron ahí, cubierto de monte yalguien dueño de aquello tenía trancada la entrada.No aparecía la llave. “No, que hay que ir aEl Samán a buscar al dueño”, dijo alguien. “Estono tiene dueño”, respondí. Es patrimonio nacional,el monumento donde fue la batalla de Mucuritas,donde José Antonio Páez, con sus centauros—entre ellos Farfán— derrotó a las tropasde Pablo Morillo en persona.Y decir Apure es decir Barinas. Ustedes ven labiografía de Páez y él dice: “Nací en Curpa, provinciade Barinas”. Es que Barinas era desde loslímites de Cojedes hasta más allá del más nunca,como decimos los llaneros. Abarcaba todo lo quehoy es Apure, todo lo que hoy es Barinas, todo loque hoy es Portuguesa y parte incluso, de lo quehoy es Cojedes. La gran Provincia de Barinas, queluego se llamó Estado Zamora; la oligarquía venezolanale quitó el nombre de Zamora y lo dividió.¿Tú sabes por qué nos llamamos Elorza? PorAndrés Elorza, de los centauros también, invencibles,indómitos de la sabana. Andrés Elorza,capitán de las tropas de Páez. ¡Oye!, ¿tú sabespor qué el río se llama Arauca?. ¡Oye!, ¿tú sabesque esto era Colombia aquí? Entonces, empiezala gente a conseguirse como pez en el agua;mientras no sabían eran como peces en el aire,boqueando, respirando artificialmente.


ABRAZADO A LA MASALas catacumbas del puebloRecuerdo muy claramente el día que salí de prisión,26 de marzo de 1994. Era Semana Santa del‘94 y allá, en Los Próceres, en los monolitos, unade las primeras preguntas que me hizo algún periodistafue algo así como esto: “¿Y ahora ustedadónde va?” Recuerdo haber dicho: “Me voy alas catacumbas del pueblo”. Y desde entoncesnos fuimos. No es que me voy, porque en verdaduno nunca anda solo, aunque a veces el desiertoaprieta, el sol encandila y la arena se recalienta.Jamás uno anda solo, aunque a veces lo pareciera.Pero nos fuimos por las catacumbas del pueblo.Recorrimos soledades, recorrimos caseríos,de día, de noche, bajo la lluvia, bajo el sol, conpoca gente o con mucha gente, no importa,pero con una bandera en alto, con un proyectolargo, con un camino abierto y abriéndose haciael horizonte. Y ese camino aquí nos lleva.Es el mismo rumbo para que salgamos de lascatacumbas, para que salgamos de los abismos,para que hagamos una Venezuela verdaderamentenueva.Dicen en el llano: “¿Pa’ dónde vas a cogertú con esa pata hinchada?”. ¿Pa’ dónde voy acoger yo, pues? Lo entendí el día que salí dela cárcel. Yo estaba muy nervioso ese día, selos confieso, nervioso. ¿Qué será de mí ahora,Dios? Habíamos planificado una rueda deprensa en Los Próceres, y un grupo de amigospuso una mesita allá, un micrófono y unos periodistas.Venía yo muy asustado, se los confieso.Me quité el uniforme. Lloré allá en el samány el roble, en mi querida alma máter. Me puseun liquiliqui claro y salí.Los compañeros militares me trajeron en unacamioneta y me soltaron ahí; “Bueno, comandante,suerte”, me dijo un capitán de la PolicíaMilitar, quien era el jefe de la escolta de aquelpreso que era yo. Él me permitió, incluso caminar,porque yo estaba como que no quería salir.“Déjame bajarme aquí”, en el gimnasio de laacademia me bajé. “¿Y qué va a hacer, mi comandante?”.“No, déjame caminar por aquí”. Yme fui pa’l campo de béisbol, recordé muchascosas. Ya como a la media hora me dijo: “Mi comandante,vámonos. Me está llamando mi general”.“Bueno, vámonos”, pa’ evitarle problemasal capitán. Pero yo quería como merodear porahí no sé cuánto tiempo.Me monto y enfilamos por Los Próceres rumboa la alcabala que está ahí, y ahí me bajé. Uncapitán, un soldado, el otro soldado, un abrazo.Y cuando volteo, lo que viene es una avalanchasobre mí, una avalancha, compadre. Lo vi clarito,dije: “Dios mío, y ahora qué hago yo”.Tumbaron la mesa, el micrófono, ahí había unamoto, se cayó; un soldado se atravesó diciéndolesque se pararan, lo tumbaron, el fusil rodópor allá. Yo rodé, me rompieron el liquiliqui. Ahíentendí mi destino.Con mi chivo pa’ CaracasRecuerdo una noche que llegamos a Coro. Nohabía nadie, no se convocó a nadie. No, quedetuvieron a las tres personas que estaban haciendounas pintas. No, que metieron preso ados que estaban haciendo un volantico en no séqué liceo en un multígrafo. Nadie se enteró quevenía Chávez. Bueno, era un domingo y habíacomo veinte personas en la plaza y me fui a laplaza a ver a Bolívar, y se reunieron; yo me encaraméen un banquito.Y había un bendito borracho que repetía todolo que yo decía. Recuerdo que dije: “Vámonostodos a una marcha para Caracas”. Andábamosllamando a una marcha que nunca se dio, deesos sueños que uno tiene. Yo decía: “En carro,en burro, en chivo”. Y entonces decía el borrachito:“Yo me llevo mi chivo pa’ Caracas”. Teníaque tener una paciencia, vale.Borracho políticoHay un estado de la borrachera, un estado, digamos,no tan avanzado, en que los borrachos dicenverdades. Entonces recuerdo dos expresiones deborracho que se me grabaron, dos expresionespolíticas, borrachos políticos, pues. Uno, aquellavez que fui a La Habana por primera vez. Conocía Fidel; me sorprendió esperándome en la puerta


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 45del avión y nos dimos aquel primer abrazo. Aquícasi todos los periódicos titularon con la foto acolor, y dijeron los politiqueros esos: “Ahora sí esverdad que se acabó Chávez”. Yo estaba saliendode la cárcel y habían hecho muchos esfuerzospor liquidarme moralmente: “el asesino”, y no sécuánto más. Me acusaron de cuanta cosa se puedeacusar a un ser humano y dijeron: “Ahora si esverdad, lo mató Fidel”, “Chávez con un tiro en elala”, primera plana y televisión. Y repetían la cosacreyendo que con eso me iban a hacer daño.Regresé aquí a Caracas dos días después. Teníamosaquella oficina, por ahí por el centro, en eledificio Inorca. Eso era en el ‘94. Llegamos y agarramosun taxi en Maiquetía para Inorca. Andabaconmigo el teniente Isea. Yo con mi liquiliqui verdeque no me lo bajaba. Estaba flaquito, vale, pasandohambre. Era de noche, como 15 ó 16 de diciembre.Entonces, me bajo del carro y venía un hombrepor la mitad de la calle, pero borracho. Él veníavolando ahí con su pea, se topa conmigo y me dice:“Tú te pareces a Chávez”. Yo le digo: “Soy Chávez,¿cómo está, hermano?”, y le doy la mano. Cargabauna botella en la mano y casi no podía hablar.“Chávez, Chávez” y siguió en sentido contrario alque yo iba. Pasaron como dos o tres segundos, éldaría dos pasos si acaso, y yo dos más, y oigo el gritodel borracho: “¡Chávez!”. Yo volteo: “¡Ajá!, dime,¡cuidado si te caes!”. Levantó como pudo el brazocon la botella y, ¿sabes qué dijo?: “Chávez, ¡VivaFidel!” Eso es lo que los politiqueros como ellos noconocen: la idiosincrasia de nuestro pueblo. Másbien me hicieron un favor de tanto pasar la foto.El otro borracho que recuerdo, fue un día, ¡conun sol! Iba Cristóbal Jiménez, que era candidato agobernador. Íbamos entrando a caballo en Guasdualito.Marisabel, entonces mi esposa, montabauna yegua muy trotona. Íbamos entrando a caballoy mucha gente a pie, pero era un sol reverberante,y un mediodía llanero de esos de atrinca.Eso fue un desbordamiento de gente por todoslados con camisas rojas. Entonces yo voy en el caballoy un señor iba caminando, pero borracho. Laseguridad lo iba apartando porque se atravesabay el caballo lo empujaba, pero él insistía, parecíaotro caballo más. Llegamos a la Plaza Bolívar deGuasdualito y yo no le perdía el ojo al hombre,preocupado porque lo podía atropellar un caballo.Él miró para todos lados y lanzó una expresión,una grosería que no la puedo decir, empieza por“c”, tiene cuatro letras y una “ñ”. Vamos a suponerque fuera “caramba”. El dijo: “¡Caramba, se acabaronlos adecos!”. Pero fue como un grito de liberación,fue como un grito de ¡se acabaron!, chico,por fin, como que era imposible.La calañaLos indígenas decían por allá en el Alto Orinoco,que el alcalde de la zona –yo no sé quién es,ni cómo se llama, ni de qué partido es, ni estoyhablando mal de él–, estoy repitiendo lo queme decía la gente, los indígenas. Me decían, porcierto, que en la campaña electoral, el año pasado,el alcalde de aquella zona y los adecos andabanpor los ríos llevándoles comida. Entoncesles hablaban de un tal Chávez, fíjate tú esto.Testigo fue monseñor Ignacio Velasco, el arzobispode Caracas, que trabajó muchos años porallá. Tenía cinco años sin ir, yo le invité y tuveel honor de ser acompañado por él, allá con losindígenas yanomami.Bueno, resulta que los adecos, esa calaña degente se regó por esos ríos y ¿sabe lo que le decíana los indígenas?, que había un tal Chávez,“el golpista”, que quería ser Presidente, y que siChávez llegaba a Presidente les iba a abrir la barrigapor la mitad. Incluso me lo dijo: “Todavíaestoy asusta’o, ¿usted es Chávez?”. “Sí, yo soyChávez”. “Toy asusta’o”, me dijo un cacique.“No se asuste, venga acá, deme un abrazo. Losque le han abierto la barriga a ustedes, los queles han sacado el alma, los que les han destrozadoel alma, son esos señores, la calaña esa quedurante medio siglo acabó con Venezuela”. Perohasta eso llegaban a decirle a la gente, que yoles iba a abrir la barriga por la mitad, que a lasmujeres embarazadas les iba a sacar los muchachitos.Fíjate tú, una cosa macabra, digna de lacalaña del “adecaje” que acabó con Venezuela.¡Es el infierno aquí!Como siempre, está la masa del pueblo y yo meecho encima de la masa, me abrazo con ella, sudocon ella, lloro con ella y me consigo. Porque allíestá el drama, allí está el dolor, y yo quiero sentirese dolor, porque sólo ese dolor, unido conel amor que uno siente, nos dará fuerzas paraluchar mil años si hubiera que luchar contra lacorrupción, contra la ineficacia, y por el bien deun pueblo que es un pueblo noble, digno, valientecomo el pueblo venezolano.No hay que buscar mucho para conseguir latragedia. Ayer, una mujer con su hijo en brazos –esto es increíble, pero es cierto– al niño lo operaronmal hace no sé cuántos meses y tiene abiertoel abdomen. Ustedes no me van a creer esto,pero yo lo vi con estos ojos. La señora anda consu niño con una bolsa plástica pegada a su vientrecitoflaquito, y están las vísceras en la bolsa.¡Es el infierno aquí!Yo veo aquel cuadro dantesco y otro niño másatrás, también en brazos de la madre, y la caradesfigurada por aquí. La quijada por un laditoahí y la cabeza desfigurada. Creo que un caballole dio una patada y le fracturó la quijada, se laabrió en dos. Se le curó sola, porque la madreno consiguió quién lo atendiera. Entonces estádeforme el niño, tiene como dos quijadas. Esoestá pasando aquí delante de alcaldes, de gobernadores,de presidentes, de médicos, de todos.Sus ojos en el almaAyer yo lloraba abrazando a un niño impedidomental. Estaba llorando. Él, desde que nació,está así y no tiene una silla de ruedas, chico. Teníaun gran dolor, que yo lo levanté, en mediode la multitud, porque ya está grande y graciasa Dios le saqué una sonrisa, Dios me permitiósacarle una sonrisa, cuando le dije que le íbamosa dar una silla de ruedas que tenga un pito, unacorneta, que va a ser como un carrito. Él no mequería mirar. Cuando le dije eso, me miró; susojos se me quedaron grabados en el alma. Y ledije: “Va a ser una silla rápida, va a correr rápidopero va a tener frenos y tú vas a aprender amanejar tu silla, eso va a ser un carrito”. Aquelniño empezó a reír y a mirar para arriba, Diosmío. Yo le pido a Dios y a todos ustedes que nosunamos, porque ¡no puede ser! Aquí se han robadotanto y se sigue gastando tanto en viajes,en fiestas, en no sé qué cosa, y allí están los niñosimpedidos mentales que no tienen una sillade ruedas y, ¿qué van a ir a la escuela?, ¿con qué?Si ni siquiera tienen a veces para comer.Un angelitoRecuerdo el caso triste de un niño que finalmentemurió. Un niño al que conocimos Marisabely yo el 24 de diciembre de 1998. Un muchacho,cuarto bate de un equipo de béisbol. Había perdidouna pierna, lo llevamos a La Habana y pasótres meses allá con su mamá. Fidel fue conmigoa visitarlo cuando estuvimos en enero de 1999.Estaba feliz. Hay una foto jugando al béisbol.Pero no había nada que hacer. Era una enfermedadterrible. Finalmente vino a morir aquí y hoyes un angelito.No olvido su sonrisa, sus ojos, su foto de cuartobate, pero no se pudo hacer más nada. Cosasde Dios, decimos nosotros los católicos. Un muchachograndote, sano se veía. De repente, undía dio un batazo, iba corriendo por segunda yse cayó, le dolía mucho una rodilla. Por ahí comenzóun cáncer en los huesos. Él me contabay el papá contaba que tenía dolores, pensabanque era del juego. Y los médicos en Cuba decíanque si se hubiese hecho exámenes un año antes,a lo mejor se hubiese actuado a tiempo. Perocuando ellos actuaron ya aquí le habían cortadouna pierna. Y allá no pudieron hacer más nada,había avanzado mucho la enfermedad. Cuántosniños pierden la vida porque no hay prevención,no hay atención. No sólo eso, sino cuando se ledescubre una cosa grave tampoco se le atiende,porque no puede pagar.


46Anuncio algunos de los detalles, y esto va aser muy importante para nuestro pueblo. Voy autilizar mucho el avión presidencial para enviar aCuba a venezolanos. Será todos los meses. ¿A qué?Bueno, allá los operarán y no nos van a cobrarnada, les vamos a pagar con un porcentaje o algode petróleo o de derivados del petróleo. Eso esparte de los acuerdos que vamos a firmar dentrode pocos días con el buen amigo y tremendo líderde América Latina, que se llama Fidel Castro.GénesisEs como aquella niña. ¡Ay!, aquí la llevo. Se llamabaGénesis. Un día, en un acto, me llegó corriendoentre el público. Creo que fue en el Poliedro.Fue y me abrazó. Ella tenía un cáncer enel cerebro. Y me dicen que no le queda sino unaño de vida. ¿Qué hago yo por esta niña, Dios?Ella me regaló una bandera, allá la tengo y la tendréconmigo hasta el último día de mi vida, porqueesa bandera es ella que está conmigo. Ellame dijo: “Chávez, toma mi bandera”. ¡Ah! ¡Quédolor cuando supe la realidad! Hablé con Fidely le hicimos un plan. La mandé pa’ Cuba con lamamá. La pasearon, la hicieron pionera. “Seremoscomo el Che”, dijo. Yo tengo hasta el video.Fue feliz hasta el último día de su vida. ¿Ve?, ¿quémás uno puede hacer? Es un angelito que andapor ahí cuidándonos. Allá está hecha bandera yaquí está hecha vida, Génesis.Esa frente te palpitaLa Misión José Gregorio Hernández, ese es otrogran secreto, un gran misterio y resulta que eneste momento deben estar miles, y sobre todogente joven, visitando casa por casa a las personascon discapacidad, muchas de las cuales estabancondenadas allá, en el último cuarto de la casa,a vivir toda su vida acostados. Ahora muchos deellos están caminando, estudiando o recibiendoimplementos para poder desplazarse, una silla deruedas, etcétera. Un niño sin brazos ya salió pa´Cuba. El carajito salió pa´ Cuba, compadre ¿Teacuerdas del niño sin brazos? Yo me consigo portodos lados cosas que, ¡ay, Dios mío!Una vez en Sabaneta pa’ dentro, en donde yonací, se me ocurrió meterme por un camino despuésde un “Aló Presidente”, como “pa’ relajá”el alma buscando sabana. Llanero busca sabana.“Vámonos por la sabana”, le dije a unoscompañeros. Yo manejando, me metí por unoscaminos que yo recordaba de toda mi vida. Desdeque era niño no me metía por ahí. Llego a unacasa, me bajo y sale la gente. “¡Chávez, mira!”Y viene un niño, un catirito avispa’íto así y unafoto. La muchacha, la mamá y el papá. Era campoadentro, campo y unas vacas. De repente veoCUENTOS DEL ARAÑEROal niño y le veo algo raro en la frente. “Muchacho,esa frente te palpita. Ven acá, ven acá”. Letoqué con cuidadito así y entonces me entero. Elpapá me cuenta que, cuando era más chiquitito,un caballo lo pateó: ¡pa! Está vivo de milagro,le destrozó todo esto, medio lo arreglaron ahíy le cosieron, pero le dejaron el cerebro palpitandodetrás del pellejo, sin hueso. Cualquiergolpe, cualquier accidente y el cerebro estabaallí desprotegido. Éste es el hueso más duro queuno tiene o uno de los más duros, ¿no?, el frontal,para proteger el cerebro, pues la naturaleza essabia. Bueno, pa’ Cuba se lo mandé a Fidel. ¡Ay!allá está, ya es un caballerito, le pusieron ahí unaprótesis para protegerlo.Por allá conseguí otros niños, por un llano deApure. Me paré a saludar a una señora que estabaen la orilla de una carretera. Veníamos de San PabloPaeño y veo a un niño ya grandecito, un correlón.Ahí cargábamos unos refrescos y yo le digo enla camioneta: “Miren, muchachos, están sudando,¿quieren un fresco?”. “Sí”, y le paso la latica de unfresco. Cuando el agarra la lata siento algo raroen las manos. “¡Epa!, ven acá, ¿qué tienes tú enlas manos?” Las manos las tenían pegadas comolos batracios, el sapo, los dedos pegados, las dosmanos y llamo a la mamá: “¿Qué le pasó a estemuchacho?” Cuando era bebé, ella en la cocina, elhombre pa’l campo y tres o cuatro muchachos; habíauna candela prendida en el patio, una basuraque estaban quemando. Se le fue el niño gateando.¡Ay!, se metió, pues, y le quedaron ahí pega’olos deditos y él chillando; ella salió corriendo y yalas manos quemadas ¡Pa’ Cuba lo mandé! ¡Ah, silo vieran ahorita agarrando pelota y todo!¡Chávez, mándame pa’ Cuba!Estuvimos en La Habana en una visita relámpagoy muy provechosa. Esa visita a La Pradera ytener contacto durante varias horas junto al presidenteFidel Castro, amigo y hermano, con esegrupo de venezolanos, quienes han ido allá a recibiratención médica de alta calidad, y además enforma totalmente gratuita y con sus familiares.Nos conseguimos a aquel niño de Elorza; eseniño estaba horriblemente quemado, desfigurado,y un brazo inmovilizado porque se le quemó.Lo encontramos allá en el Fundo Zamorano SantaRita, entre el tierrero, la gente y los caballos.Llegó corriendo con el bracito en alto, no podíamoverlo. Me abrazó con el otro y dice: “¡Chávez,mándame pa’ Cuba!” Ese mismo día lo agarramoscon su familia, lo trajimos en el Camastrón con lagente de seguridad y lo mandamos a atendersea La Habana. Y allá me lo conseguí. ¿Saben quéhizo? Me abrazó. “¡Chávez, mira!”, movió el brazo.“¡Mira, Chávez, mira el brazo!”. Y en el rostroya le hicieron una primera cirugía, van por fases.Ya se le ve rostro, y los ojos que no se le veían.En La Pradera nos encontramos mujeres detodas las edades, muchachitos, gente con problemasmuy delicados; gente muy joven, militares,civiles. Los pobres nunca tuvieron quienles atendiera sus dolores, sus pesares. A veces,enfermedades que se convirtieron en tragediassin tener por qué serlo, solo porque estaban excluidosy esto es lo que vosotros, sabios oligarcas,no entendéis. Algunos tienen allá un año, algunosse fueron postrados y ya están caminando,dando los primeros pasos. Como ese otro niño,quien se está recuperando; le había dado unameningitis, y está vivo casi de milagro.Para los pobres, nadaEste caballero que fue operado anteayer en esehospital de campaña por el Plan Bolívar 2000, teníaveintisiete años con una hernia. Me dijo: “Yosentía que me iba a reventar por dentro”. Es unherrero, tiene un galpón de herrería y, por supuesto,enfermo y desempleado. Ya hicimos unos planespara activar ahí una microempresa. Vamos aapoyar para que este hombre salga de ahí sano,y a trabajar con su esposa, su familia, sus vecinos.Pero lo cierto es que llevaba veintisiete añoscon una hernia que le iba creciendo.También unos ancianos que ya no podían orinar.Imagínense ustedes la tragedia de un hombreque llegue a los sesenta, ochenta y no puedaorinar por aquella dificultad, me comentó unode ellos con una sonrisa, pero feliz; hasta cantóunas canciones. Yo le dije: “Tú no sabes una”.Cantamos una canción ahí: “Traigo polvos delcamino…” Se la sabe completica. Ochenta añostiene ese hombre y me dijo así calladito en eloído: “Chávez, yo no podía ya orinar”. Y teníauna hernia en un testículo que ya no podía nicaminar, chico. Y yo le pregunto: “¿Y cuántotiempo tenías tú así?” “Bueno, como diez años”.Imagínense, haber pasado toda una vida luchando,trabajando y llegar a esa edad para cargaruna cruz tan pesada. Quiero dar gracias a Diosque nos permite ayudar a tanta gente pobre ynecesitada.Y un joven que tuvo un accidente automovilísticohace dos años, desde entonces andabapendiente de una operación. Resulta que lo habíanoperado pero quedó casi igual, porquees que tenían que ponerle una prótesis y ayerse la colocaron. Una prótesis que trajeron deBarquisimeto y se la colocaron a un hombre jovenque me dijo: “De aquí salgo como un caballoa seguir luchando, trabajando y defendiendo lacausa, la Revolución”. Ese es el Plan Bolívar.Ahorita acaba de salir un señor en la esquinacuando veníamos. Anda con un poporo aquí,pero un poporo grandote, gigantesco. María seríe, así decía mi abuelita: “Muchacho, tienes unpoporo ahí”. Es una inflamación. Aquí en el llano


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 47le decimos poporo. Bueno, él me sale así: “Chávez,mira cómo estoy”. Bueno, hemos conseguidogente con poporos, gente sin piernas, gente sinbrazos, por todos lados, gente enferma.Hace poco me llegó una señorita llorando,con una cabellera muy linda. Pero se tapaba lacara de medio lado porque se quemó. Hay queoperarle su cara. Ella tiene derecho a ser feliz,a abrirse su cabellera, a sonreír y a vivir plenamente.Ya deben haberla operado, una cirugíaplástica. Claro, los pobres no pueden. Afortunadamentelos que tienen dinero sí pueden y sehacen sus cosas, se arreglan la nariz, se ponenasí, qué sé yo. Pero nosotros los pobres, nada.Orfeón universitarioEl 3 de septiembre de 1976, siempre lo recuerdoporque perdí varios amigos, varias amigas, unade ellas muy querida, compañera de bachillerato,de esa edad tan bonita de los quince, de losdieciséis. Era Coromoto Linares Pinzón, de lamuy linda ciudad de Barinas, por aquellos años’69, ’70, ’71. Era el 3 de septiembre de 1976, díaque cayó aquel avión venezolano de la FuerzaAérea en las Azores. Ahí se fue todo nuestroOrfeón Universitario, con su director y con susvoces. No hay 3 de septiembre que no recuerdeesa tragedia. Nos habíamos visto semanas antescon un grupo de amigos que cantaba en el Orfeón,con algunos de ellos hacíamos reflexionespolíticas. Coromoto estudiaba Farmacia, estabaya por graduarse, era de ese grupo, de allá deCheo Rodríguez. Morela era su hermana mayor,su padre Abraham –el poeta Linares–, sumadre, allá en su casa de la avenida Mérida,donde íbamos a estudiar matemática, historia.A veces amanecíamos estudiando, sobre todo entiempos de julio para los exámenes finales.Eran los días de aquella película “Las fresasde la amargura”. Recuerdo que con Coromotofuimos una vez a ver esa película en el cine Verdi.Era una de las primeras películas con CharlesBronson. A ambos nos gustaban mucho las deCharles Bronson. “Alguien detrás de la puerta”,“Visitantes en la noche”. Vaya mi sentimiento ymi recuerdo desde el alma y la de todos nosotrosa las voces que no se fueron. Se quedaron cantandocon nosotros, el Orfeón Universitario y asu director, el maestro Vinicio Adames.Ese septiembre de 1976 recuerdo que veníamosmuy alegres de San Cristóbal con el tenienteArleo Espinoza, manejando un Camaro“envenenado”. Éramos subtenientes; habíamosjugado béisbol en San Cristóbal. El Batallón deBarinas ganó el campeonato de béisbol de SanCristóbal, de todos los batallones de la Divisiónde Infantería. Veníamos de allá, y yo: “Arleo, nocorras tanto que está lloviendo”. “No, que este esun Camaro cauchos anchos”. Agarramos una curvaa mitad de camino entre San Cristóbal y Barinas,y de repente nos conseguimos una laguna.¿El Camaro? ¡Mentira!, ¡qué cauchos anchos niqué nada! Nos encunetamos, recuerdo que dijoArleo: “¡Cónchale, otra vez!” “¿No te dije que nocorrieras tanto, Arleo?” Veníamos todavía con eluniforme de béisbol del Batallón Cedeño de Cazadores,y el radiador roto.Nunca se me olvidará que me paré en la carreteray le digo: “Quédate aquí, ¿tienes la pistola?,yo me llevo la mía, voy hasta el batallóna buscar la grúa”. Estaba como a una hora deBarinas, así que empezamos a parar la cola. Sedetuvo un señor de Barinas en una camionetita;me conocía. “Chávez, ¿qué tal?”. “Arleo, cuídate,yo vengo con la grúa”. Íbamos hablando el señor,la familia y él prende la radio, Radio Barinas:“Última hora. Un avión cayó en las Azores”,y dan la lista de los muertos, Coromoto Linares.“¡Ay, ay, no puede ser, Dios mío!”, entre tantosdolores de un accidente aéreo en la isla Terceiradel archipiélago de las Azores, Portugal, murieronlos muchachos. Las causas reales del dramajamás fueron plenamente reveladas. Contó el gobernadorde las Azores que había mal tiempo ylos muchachos tenían que hacer una escala allí.Era un Hércules de la Fuerza Aérea. El piloto seequivocó de isla. Tenía que aterrizar en SantaMaría, que es la pista internacional donde siempreaterriza el “Camastrón”. Se fueron a la otraisla que está más allá, con una pista pequeña y nopudieron. Se metieron contra la oscuridad, que selos llevó. Un recuerdo, pues, para los muchachos.¡Viva el Orfeón Universitario!¿Por qué no le da la cara?En una ocasión andaba en mi burra negra, aquellacamioneta que tuve. Me la robaron, y yodije: “La necesitaba más que yo”. Eso fue en laUniversidad Central de Venezuela. Para mí quefue la Disip de entonces, que andaba detrás denosotros y yo era precandidato. Dejamos la camionetaestacionada dentro de la UCV y cuandoregresamos, se la habían llevado.Entonces en esa otra ocasión andaba en esacamioneta un día por ahí, por el este de Caracas,en una esquina por Chuao, donde está el semáforo.Del lado izquierdo de mi ventanilla veo uncarro lujoso y una dama muy elegante. Y ahí llegabanniños pidiendo. Qué dilema tan grande,un niño al lado, ahí en tu ventanilla, y uno lo quequiere es decirle algo, pero está la cola y el semáforo.Entonces o tú te bajas y agarras el niño, telo llevas y hablas con él, cosa que a veces no haytiempo por la dinámica de los días, o le das algo.Yo le di algo al niño. No me gusta, pero lo hice.Vi a la mujer del carro de al lado. ¿Saben loque hizo con otro niño que estaba ahí? Comosu vidrio era de botones, pues el vidrio sube rápidoy ella le subió el vidrio, estoy seguro quesin intención. Pero lo hizo y después se puso tannerviosa que puso en peligro hasta la vida delniño. Le agarró la mano con el vidrio, despuésno encontraba qué hacer y el niño gritando ahí.Yo me bajé, le he armado un lío a aquella señora.El chamo halaba la mano y aquello pudo almenos haberle roto los huesitos. El niño queríasacar la mano y no podía, y yo le grité: ¿Por quéusted no puede darle la cara al niño?, ¿por quéle va a cerrar el vidrio así tan feo? Luego ella reconoció,se calmó y se fue.Los Tres Reyes MagosNos fuimos al hospital J. M. De los Ríos en unarevista imprevista. Apenas nos bajamos del vehículo,le digo a Elías que iba conmigo: “¡Mira, fíjate!,¿qué es aquello?” Un bojote inmóvil y unacobija verde clara cubriendo el bojote, en toda laacera de enfrente del hospital de niños J. M. Delos Ríos. Teníamos que ir directamente al hospital,pero dije: “¡No, no!, vamos a ver qué es eso.¿Qué gente está ahí?”. Los pies sobresalían de unbojote. Empezamos a llamar: “¡Epa, ¿quién estáahí?” Y se levanta alguien rápido, se sienta, ungordito, un gordito negrito: “Somos los niños dela calle, Chávez”. ¡Ah, los niños de la calle!Durmiendo tres niños amontonados en laacera sobre unas cajas de cartón, que ellos abreny las colocan así como si fuera un colchón. Ahíse acuestan los tres y se arropan con una cobijaprestada de alguna casa de al lado. ¡Los niñosde la calle!, un regalo de los Reyes Magos. Erancomo los tres Reyes Magos esos muchachos. Entonceshay uno que no se quería levantar y lo llamabasu hermanito. Uno tendrá como diez años,el más pequeño; el gordo tendrá unos trece, y elflaco más largo como catorce. Ahí estaban, amanecieronen la acera. Y hablamos un rato conellos. Son habladores, no se fueron corriendo,se sentaron ahí: “Chávez, ¿qué hubo?”, “¿cómoestás?”. “¿Cómo está Fariñas?” Me preguntaronpor William Fariñas. ¡Ah, William!, me diomucha alegría que los niños preguntaran por ti.Porque yo sé que tú te la pasas por ahí con ellos yayudando. “Bueno, mira, ¿y tu papá y tu mamá?”“No, mi mamá nos botó de la casa”. “¿Te botóde la casa tu mamá?”. ¿Quién sabe cuál será elproblema y la tragedia? Pero, lo cierto es que allíestaban esos tres niños.Ahora el regalo es que anoche yo pudeconvencerlos de que se vinieran conmigo, porqueahí estaban, ¡imagínense, ustedes!, sin bañarse,sin comer, en la calle. Y anoche estábamos ahí,la vicepresidenta, un grupo de ministros, cuandome dice el teniente Andrade: “Aquí están losmuchachos, tiene visita”. Los tres muchachos,bañaditos, vinieron y comieron. El gordo andabacon una franela amarilla reluciente y una sonrisa


48de oreja a oreja. Pero me llamó la atención lamanera desinhibida con que esos muchachoshablan con cualquiera. “Vicepresidenta, ¡ah,mucho gusto!”, y un beso. “Mire, le presento aquíal doctor”. Alegres, y bueno: “Chávez, queremosoír música, “¿por qué no pones música aquí?”.Y yo le digo: “¿Dónde está la música?”. “Aquí loque estamos es trabajando, chico, para ver cómoarreglamos el país y lo seguimos arreglando”.Un diálogo con ellos y al rato se fueron.Están aquí por un día, por dos días, mientraslos ubicamos. Bueno, ése es el regalo queme trajeron ayer los Reyes Magos, tres nuevosamigos y son magallaneros. Le dije al gordo,que es el líder, a Musulungo, que me ayude abuscar a los demás. Él me dijo: “Yo sé dondeestán toditos, en Sabana Grande”, en no sé dónde.“¿Y cuántos son?”. “¡Ufff!, muchos”. El gordome va a ayudar a buscarlos a todos y yo pidoayuda a todo venezolano que sepa dónde hayun niño, un grupo de niños. Porque ellos tienensus sitios, ellos van por ahí en el día y se van enla madrugada a dormir debajo de un puente, enuna plaza. Venezuela en esta nueva etapa, enesta revolución, no puede darse el lujo de tenerniños abandonados.Una Revolución para los niñosEsta es una revolución de niños, van a la escuela,chico. ¡Por fin, Dios mío! Yo me acuerdo muchode un muchachito en Zaraza, un catirito bachaco,así como yo cuando era niño en la sabana,muy avispa’íto y llegó a lavar el carro, en una deesas giras, hace como tres años. Andaba yo soloen el desierto, con dos o tres personas nada más,recorriendo de pueblo en pueblo. Entonces él llegacorriendo y empieza a lavar el carro. “Pero, bueno,¿quién te dijo que lavaras el carro?”. “No, no,yo lo lavo y usted después me da lo que pueda”.Le dimos qué sé yo, veinte, treinta bolívares y lebrindamos una empanada ahí.“¿Tú estás en la escuela, chico?” “No, no,yo no estoy en la escuela”. “¿Por qué no estás?”Entonces dijo: “Porque mi ‘amá’ no me ha‘inscribío’”. Pero muy avispado, con unos ojosmuy avispados, Dios lo cuide. “¿Y por qué note ha ‘inscribío’ tu mamá, chico?”. “No se dice‘inscribío’, se dice inscrito”, le dije yo. “Ah, meequivoqué”. “Sí, se dice inscrito, no ‘inscribío’,no vuelvas a decir eso”, le dije yo. “Ok, yo noestoy inscrito”. “¿Por qué?”. “Porque mi mamáno tiene dinero y le están cobrando veinte milbolívares y ella no tiene, pues. Yo apenas andopor aquí para comer, para llevar unas cuatro empanadasy comer con mi mamá”. Él vivía solocon su mamá. Ojalá ese catire hoy en día sea unode los que se ha inscrito. Me imagino que sí, tieneque ser, seguro, porque es muy avispado y élquería ir a la escuela.CUENTOS DEL ARAÑEROSoy feliz tratando de ayudarRecibí la semana pasada a un niñito que me estabapidiendo una pelota. Él quiere jugar béisbol.A mí me da mucho dolor. Por supuesto, no voya decir su nombre, porque es un drama familiar.Se separaron el papá y la mamá. El papá se fuepara otra parte lejana del país con una nueva esposa.La mamá del niñito se fue con un nuevo esposopara otro lado, y el niñito se quedó con suabuela. Y la abuelita vive de alquilar dos cuartosen la casa que no es de ella. Está pagando la casaalquilada, pero alquila dos cuartos, y al abuelole cortaron las dos piernas por la diabetes. Laviejita anda buscando a ver cómo.Ese muchachito está estudiando, pasó con19 puntos para quinto grado. El quiere jugarpelota, hermano, y allá fueron. Se sentaron enlas sillas donde se sientan los jefes de Estado.“Siéntate ahí”, le dije. “Chico, mira a Bolívar”.Ahí está el retrato grande de Bolívar y la espadade Bolívar, la réplica y vean, este es el palaciodel pueblo. El niñito se fue con su pelota,con un batecito y además, le conseguimosuna inscripción en la liga de béisbol menor quefunciona allá en Miraflores. Bueno, yo soy feliztratando de ayudar a alguien, aunque sea conuna pelotica, con un abrazo. A la viejita vamosa ayudarla, a su esposo que está impedido, nopuede caminar, la silla de ruedas no sirve, estávieja. Es un drama.Cuestión de concienciaCuidado con el cuento aquel de un amigo míode por allá, de los llanos de Barinas. Yo másnunca lo había visto, ni sabía que él había obtenidoun tractor a crédito a bajo costo; ¡cuántonos costó traer ese tractor de China! Aquí enveinte años los campesinos no tenían tractores,ni maquinarias.Entonces lo veo a él por allá en un alborotode gente, así como aquí, y le doy un abrazo:“¿Cómo estás tú, cómo te va, cómo está tu mujer,tus hijos?” Entonces él muy alegre me dice:“Hugo, te doy las gracias”. “¿Por qué?” “No, yayo me arreglé”. “¿Qué es eso, qué significa?”“Bueno, el tractor que me prestaste.” Yo no se lopresté, se lo prestó el gobierno revolucionario,yo ni sabía que a él le habían prestado un tractora crédito. Ahí me detengo, lo agarro por el hombroy le pregunto: “¿Qué es lo que has hecho conel tractor?, ¿cuántas hectáreas has sembrado?”“No, yo ahora no siembro, chico. Ahora lo quehago es alquilar el tractor y me he ganado yacomo veinte millones de bolívares, compré unacasa nueva, ahora soy rico”.Fíjense la parte de la conciencia, él cree queeso es bueno. Yo lo regañé y le dije: “Tú eresun...”. Bueno no voy a decir la palabra. “¿Cómotú vas a hacer eso?” Estaba explotando a sus hermanosporque tenía un tractor. Lo mismo que a élle hicieron durante mucho tiempo los dueños dela máquina, que le alquilaban el tractor y le quitabanun ojo de la cara, y todo el dinero, toda laganancia se la llevaba el dueño de la máquina. Yesos campesinos trabajando toda la vida y nuncasalieron de la miseria, esa es la verdad, ese es elcapitalismo, esa es la perversión del capitalismo.La solidaridadEn cada viejita que veo también recuerdo aRosa Inés, que Dios tenga en su gloria, porquees la misma cara, son los mismos ojos pícaros,las mismas arrugas, es el mismo cabello largoy blanco. Es la misma bondad. Aquella ancianacon un problema renal: “Se me tranca la orina”,me dijo. Ay, se le tranca la orina, Dios mío, laoperaron, se le reprodujo no sé qué cosa, peroentonces la tienen acostada en una camilla queno tiene ni colchón. La camilla pelada, frío aquello,la pobre viejita.Entonces está de medio lado porque no puedeestar acostada de frente, de medio lado con unasonda y una bolsita, para que vaya drenando.Imagínese que usted quiera orinar y no pueda.Uno a veces anda por ahí corriendo a ver dóndeorina, porque no aguanta. Imagínate que eso seatodos los días. ¡Qué sufrimiento para una viejita!Entonces ahí la tienen de medio lado y con lacabeza doblada porque no hay una almohada, unabendita almohada no hay.Ahora, yo le pregunto a los médicos, ok, elhospital no tiene almohadas. Pero, ¿no hay unvecino en la esquina que pueda prestar una almohadaa esta hora? Se supone que a esta hora todoel mundo está trabajando, no está la gente durmiendo.No todo el mundo puede estar acostadocon una almohada. Vayan a buscar una almohada.Apareció una almohada a los cinco minutos,o a los tres minutos. Y le pusimos su almohada.Si hubieran visto cómo le cambió la cara cuandole pusimos su almohada. Esas son las cosas, esosson los detalles que hacen a los grandes pueblos.La solidaridad, el amor, sea quien sea.Tiene usted razónUna vez en este mismo salón me reuní con ungrupo de médicos cubanos. Nosotros tenemosque apoyarles en algunas cosas, porque a míno me gusta que estén durmiendo por allá enesas situaciones que vi. Me trajeron unas fotos,y mandé a un equipo a inspeccionar. Bueno, lacasa de los pobres, pues.Entonces se paró un hombre como de cuarentaaños y me dijo: “Presidente, no se preocupe. Yovengo del África, donde dormíamos en la selva, a


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 49veces en el suelo. La situación allá es veinte vecesmás grave que la pobreza que ustedes tienenaquí”. Y me dio una clase ese médico porque medijo: “Presidente, ubíquese usted en un barriode estos. Supóngase que llegó usted, médicoy al día siguiente, llega una cama con un colchónnuevo y la gente durmiendo en el colchón viejo.No, tenemos que dormir igual que ellos, no puedehaber privilegios”. Y le dije: “Tiene usted razón,perdóneme en mi atrevimiento. Tiene ustedrazón, profesor de la verdad”.Alí PrimeraLe escribimos a Alí Primera unos versos. En esosdías se cumplieron quinientos años del “descubrimientode América”, llamado así ¿no? En octubredel ‘92, estábamos en Yare. Entonces digo aquí:500 años de marcha sin rumbocon barcos fantasmasde velas sin viento con gritos sin ecodebajo de las piedras de todos los ríos sin cauce.Cinco siglos de indígenas proscritos detrás de losmontesmás allá de los caminos, en lugares sin tierraen montañas sumergidas de dioses sin rostrocon mirada rocosa y sonrisas invisibles.De niños sin mundo, como Santos Luzardoel Cuiba aquel del Capanaparo que cruza missueños.Su rostro de tierra se vino en el Catire, hijo míoy sus ojos sin brillo me mirandesde los barrotes, desde las sabanas de Carabalíy me grita su ausencia con antorchas que enciendenel agua del Caño Caribe Cuiba de Apure.Volveré con 500 años a cuestas.Arturo Uslar PietriLa vida, decía alguien, es como una obra de teatro.Yo recuerdo mucho al escritor Arturo UslarPietri. La vez que lo visité en su casa, lo conocí yle saludé. En esos días se había retirado de unacolumna que tenía en el diario El Nacional, y lepregunté: “Doctor, ¿por qué usted se retiró?”“Mire, antes que me echen –algo así me dijo–,porque la vida es como una obra de teatro, y yome retiré a tiempo”. “Hay dos momentos muyimportantes para un actor en una obra de teatro.¿Cómo se entra en la obra, el momento en que elactor entra a la obra? ¿Cómo entra? Y el momentoen que el actor sale de la obra”. Entonces élme decía: “Yo salí. Usted entró. Vaya a ver cómova a salir de esta obra”.El GaboEstuve esta madrugada hasta tarde con GabrielGarcía Márquez. Me ha regalado este libro, “Vivirpara contarla”, tremendo regalo. Aquí recogetoda una vida, desde su niñez. Dice que cuandoera niño ya era contador de cuentos, inventabacosas y se ganó la fama en su familia de ser adivino.Es el realismo mágico en su máxima expresión.No hay nada como la lectura para meterseen el mundo de lo real y también de lo mágico,de lo maravilloso y sobre todo novelas como ésta,de un hombre que ya es leyenda, premio Nobelde Literatura y para orgullo nuestro, latinoamericano,colombiano y, además, gran bolivariano.Qué gran novela, “El general en su laberinto”. Éldice que su abuelo era coronel y de allí a lo mejoresa novela, “El coronel no tiene quien le escriba”.“Por aquí anda Bolívar”, le dijo un día el abueloal niño García Márquez, cuando pegaba el retratodel Libertador. “Este es el hombre más grandeque ha nacido en la historia”. Entonces el niño sequedó pensativo y le preguntó, recordando algoque le había dicho la abuela: “¿Simón Bolívar esmás grande que Jesucristo?” El niño preguntónpuso en dificultades al abuelo, que respondió:“Una cosa no tiene nada que ver con la otra”. Y elniño quedó con aquello de que esos dos hombreseran los más grandes de la historia.Nunca olvidaré cuando le conocí en La Habanacon Fidel, en enero de 1999. Él tenía que ira Barranquilla y me dijo: “Bueno, deme la cola,pues, me voy mañana”. Estábamos allí un grupoy “El Gabo” quería conversar conmigo, hacermealgunas preguntas. Pero como siempre, Fidelno nos dio tiempo. Creo que fue el mismo Fidelquien propuso: “Váyanse en el avión conversando”.Y así lo hicimos, nos vinimos de La Habanaa Caracas, unas tres horas conversando. Recuerdoque en algún momento quería tomarse algúnlicor y le dijimos: “No, en este avión no se bebelicor. Entonces una exclamación muy espontánea,muy latina. “Yo me he montado en no sécuántos aviones presidenciales y esto lo voy a escribir:“Primer avión presidencial donde no hayun whisky”. Y lo escribió. “No, aquí lo que hayes jugo de guayaba”. Nos tomamos como cincojugos de guayaba entre La Habana y Caracas.Desde aquí mi recuerdo, la admiración de estepueblo a Gabriel García Márquez, sus “CienAños de Soledad”, su Laberinto, su General y suCoronel, su Macondo y sus mariposas amarillasy ahora “Vivir para contarla”, maravillosa novela,maravilloso ser humano el Gabo, que Dios locuide para siempre.Jacques ChiracRecuerdo mucho a un hombre que es de la derechafrancesa, mi amigo Jacques Chirac. Hace pocovino por ahí nuestro también amigo, Dominique deVillepin, fue ministro de Chirac. Estuvimos hablandovarias horas y le recordaba: “Dominique, no teacuerdas la última visita que le hice a Chirac”. Esun buen conversador Chirac y un hombre muyefusivo. Estábamos en un almuerzo y yo con unosmapas que siempre cargo, explicándole ideas deVenezuela para el futuro: el ferrocarril y la faja delOrinoco, la petroquímica, la agricultura y los ríos,el Orinoco. Todo aquello. De repente se para Chiracy agarra la copa de vino y dice: “¡Brindo porVenezuela, que será una potencia mundial!” Yo melevanto y con humildad respondo: “Bueno, brindo,Presidente, pero no, no seremos una potencia,seremos un país desarrollado”. Y ripostó Chirac:“¡No le ponga límite a sus sueños!”“¡Váyanse a sembrar papa!”Hace poco le disparé un cañonazo a una oficinay no quedó nadie. “¡Váyanse a sembrar papa!”,les dije. “¡Váyanse a sembrar maíz allá en lascostas del Orinoco!, pero aquí ustedes no sirvenpara esto”. A toditos les dije, como cinco funcionariosque tenían ahí veinte años y no queríanprocesar los papeles, porque ellos se iban a lastres de la tarde. Y yo le dije: “Dame acá el papelese que tienes ahí en la mesa. ¿Tú lo vas a dejarahí?”. “Sí, me acaba de llegar”. “Pero, ¿tú no vesque esto es urgente? Mira, una niña que hay queoperar”. Yo mismo me puse a procesar el caso:“¿Vas a ir tú a tu casa dejando esto pendiente?”“¿Quién lo va a hacer, si es una niña que estágrave, hay que operarla y necesitan dinero?”.La ReinaEn una ocasión, en una cumbre en Centroaméricaun presidente español le pregunta a Fidelsobre la democracia, que cuándo habrá eleccionesen Cuba. Fidel responde: “En Cuba pudierahaber elecciones cuando ustedes elijan al rey”. Yel rey es el jefe de Estado en España, y es mi amigo,don Juan Carlos de Borbón y Castilla. ¿Voy acriticar yo la figura de la monarquía en España?Eso les corresponde a los españoles y españolas,es un problema de ellos. Allá tienen un debate,porque hay mucha gente que no está de acuerdocon la monarquía. En Francia, desde que le cortaronla cabeza a un rey, se acabó la monarquía.Lo hicieron a su manera, le cortaron la cabeza enla guillotina. Y esa fue la causa por la que contraFrancia se fueran todas las monarquías europeas,invadieron Francia. Claro, el temor a la RevoluciónFrancesa. Y lograron frenarla, desafortunadamente.Esa fue una de las razones por lasque Francisco de Miranda, que estaba por allálejos, se vino a Francia. Se puso a la orden deBonaparte y montó a caballo como Mariscal de


50Francia, a defender la Revolución Francesa.En Inglaterra igual. Allá está una reina, lareina Isabel. La conozco. No puedo decir quees mi amiga, porque una sola vez la fui a visitar.Una dama muy respetable. Recuerdo que cuandome estaba bajando del carro, vi una monedita enel suelo y la recogí. Era una moneda con la carade ella. Una casualidad, estaba en el suelo, en lacalle, y me la meto en el bolsillo. Cuando me veocon ella, se la doy. “Me conseguí esto. Dicen quees buena suerte. Se la dejo aquí”. Ahora, ¿ustedessaben quién es el jefe de Estado en la mayor partede los países vecinos a Venezuela, del CaribeOriental? ¡La reina de Inglaterra! He ido a esospaíses. Está un Primer Ministro que es elegidopor esos pueblos. No tiene límite de tiempo lareelección, el jefe de Estado está allá en Londres.¿Con qué moral nos van a criticar a nosotros ypor qué eso no lo critican? A nadie le han preguntadoen esos países si reconocen como jefe deEstado a la reina de Inglaterra. ¿Por qué no hacenun referéndum?Me llevaré una ropitaLes voy a decir algo, para que ustedes vean hastadonde ha llegado el mundo. En una ocasión llegarona plantearme, un alto jefe político de unpaís determinado, que las comisiones esas queen el mundo se pagan y se cobran, por ventas decualquier cosa, que “eso es normal”. Yo le dije:“No me hable de ese tema, no quiero ni hablarde ese tema”. Es la descomposición, la ambición.Les pido a todos los que me puedan estar oyendo:vamos a mirar a Jesús en el burriquito, vamos amontarnos en nuestro burrito con humildad. Lesjuro una vez más, delante de Dios y delante detodos ustedes: si salgo vivo de este compromiso,yo no voy a tener casa propia, y me voy a morirsin tener casa propia. No me importa. Ni quierocasa propia. No voy a tener carro propio. Losregalos que me han dado, algunos muy valiosos.Un regalo, por ejemplo, que me hizo llegar unavez nuestro hermano –fallecido en circunstanciasextrañas, por cierto– Yasser Arafat. Una vez mellegó una gente de Palestina con una invitaciónpara pasar allá la Navidad, en Jerusalén. Nopude ir. Era 2001 cuando aquí se prendió aquelberenjenal de la locura, de la violencia inyectadapor los medios. Yasser Arafat me mandó una vezun regalo, el escudo venezolano hecho con joyas,perlas. Bueno, eso vale millones de dólares, porqueademás los colores amarillo, azul y rojo, soncolores naturales. ¿Cómo se llama esa concha?,¿nácar? Además, con la explicación que mandóArafat, de dónde trajeron las piedras preciosas,del mar de no sé dónde. Una cosa bellísima. Y mehan regalado no sé cuántos relojes, que hasta meda pena ponérmelos. Una vez me puse uno, nosé por qué lo agarré. ¡Me pelaron!, por ahí, enCUENTOS DEL ARAÑEROuna columna: “Mira a Chávez, los relojes”. ¡Ningunoes mío, nada de esto es mío! Bueno, por lomenos una ropita me llevaré. Humildemente invitoa todos los que estamos gobernando, a quehagamos lo mismo.La tragedia de VargasYo tuve un sentimiento tan hermoso cuando porfin el primer barco de la Marina pudo llegar ala orilla de la playa por Caraballeda. Porque laplaya estaba bloqueada, unos cien o doscientosmetros de playa estaban bloqueados por troncosy piedras. Los barcos no podían llegar a la orilla,solo en helicóptero uno podía ir y venir, por tierraimposible. Queríamos meter los barcos estos, delos que caben tres mil personas, para atracarloslo más cerca de la playa. Porque esos barcos,como son planos por debajo, llegan a diez metros,lo más cerca posible, y con unas cuerdasla gente va entrando al barco. Son barcosgigantescos, de transporte de tropas, de infantesde marina más que todo.Por fin logramos meter el primer barco, sefue apartando un poco el oleaje y encalló el barcocerca de la playa. Dos cuerdas y los infantesde marina a la playa. Nosotros aterrizamos alinstante, cuando me informaron por radio queel barco estaba listo. Era impresionante ver dedónde salía tanta gente de Los Corales y Caraballeda.Me habían dicho que ahí no había quedadonadie con vida y resulta que no, chico. Debajode las piedras, detrás de las matas, debajode los techos de las casas, de túneles que habíaentre las piedras gigantescas, salían niños, mujeres,hombres, ancianos.¿Sabes lo que yo vi ahí? Vida. Yo dije: “Hayvida por todo esto. Dios mío, cómo sobrevivióesta gente”. Se pensaba que eso era una especiede camposanto. Y no solo que salió la gente,haciendo una cola larguísima como de tres mil,cuatro mil personas que iban agarrándose unosa otros. No solo eso, sino verle los ojos a aquellagente, verles la vida, verles el dolor, pero porotra parte el optimismo, la entereza moral. “¡Aquíestamos!”, decían, “y con mi viejo y con mi abuela”,y algunos con su perrito, haciendo una colaa la vida. Y aquel barco con sus puertas grandesabiertas y rumbo a la vida.Cadena nacionalMañana sí es verdad que no nos salva ni “bambarito”de la cadena nacional a las siete y media.Se salvarán de un pasmo, pues, a los que noles gusta esto, porque yo sé que a la mayoría lesgusta. Bueno, por ahí decían que las mujeresestán bravas. Mentiras. Incluso hace poco andabantres muchachos con sus novias por allápor Caracas, en una esquina. Yo iba manejandoy me paro en el semáforo: “Chávez, ¿cuándo haycadena?” Yo pensé que era para criticarme y lesdije: “Bueno, ¿a ustedes les gusta?” “Sí, vale, esoes muy bueno porque nos estás enseñando. Note dejes, hazlo, cada vez que tú quieras, nosotros,los jóvenes, queremos saber”. Y es verdad, porqueellos oyen, toman nota.Hace poco estábamos viendo la luna y Rosinésme preguntó: “¿A cuántos kilómetros estála luna, papá?” Me pregunta tantas cosas, comotodo niño. Al fin concluyó ella: “El universo sí esgrande, ¿cómo nació el universo?”. Estábamossentados en un patio; yo le digo varias ideas.Una de ellas es que Dios lo creó. “¿Y eso esverdad?”. Le dije: “Sí, creo que sí, pero nadie lovio”. “Pero, ¿qué trabajo le costaría a Dios hacertodas esas matas y todo esto?”. “Sí, trabajómucho”. Y ¿saben lo que me dijo?, en el fondoun reclamo. “Sí, pero Dios descansó el domingo,¿verdad? ¿Por qué tú ni siquiera los domingos?,porque tienes ‘Aló, Presidente’”. Ja, ja, ja, por ahíse fue la Rosinés.Al país hay que decirle, “Aló, Presidente” nodescansará. Así que mañana, a los que me critican,se salvarán de un pasmo, pero no de la cadenanacional. Con todos los hierros.Flojo, noUn revolucionario flojo, no. Un trabajador flojo,no. Hay un chiste de dos compadres que estabancada uno en un chinchorro allá, flojeandocomo a las dos de la tarde. La hora del burro. Yle traían café las mujeres y tenían que darle caféen la boca. Le echaban aire y ellos no se movían,¡nada! Ni hablaban de la flojera. De repente ledice uno al otro: “Compadre, ¿qué será buenopa’ la picada de culebra?”. Entonces, el otro ledice: “¿Qué fue compadre?, ¿te pico una culebra?”Y dice el otro, de la madre de la flojera: “Nocompadre, pero allá viene una y me va a picar”.El que tenga oídos…Aquella señora del Washington Post iba preguntando:¿What its Saddam Hussein?, ¿what do you do?¿Are you friend of Fidel Castro, President? Y yo: yes, yes,yes, he is my friend. Fidel Castro is my friend. Entoncesiba manejando y la periodista haciendo preguntasde todo tipo, las preguntas que ellos siemprehacen. “Se dice en mi país que usted eliminó lademocracia”. ¡Sí! “¿Se dice allá en el país suyo?”.“¿Y quién dice eso?”, le pregunto. “Allá se dice,versiones”. Estábamos llegando a Macuro, unniño allí en la carretera y yo freno. “¡Hola, hijo!” Yél sale a saludar. Le preguntamos algunas cosas yyo le digo a ella: “Si tiene ojos, vea; si tiene oídos,oiga”. Entrando a Macuro sale un grupo de perso-


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 51nas, entre ellos un señor que es un gran peloterode Macuro. El campo de Macuro de béisbol llevasu nombre y además son familiares del gobernadorde Cojedes, el comandante Johnny YánezRangel. Te mandaron saludos, Johnny, tu tía deMacuro. Allá en toda la entrada estaba la familia.Se acerca este señor y la periodista preguntandosus cosas y que por qué aquí la democracia, queno sé qué más, que no sé qué cuál. Le digo: “Acérquesecaballero. Hola, ¿cómo está?”. Le pregunto:“Amigo, ¿usted votó por la Constituyente, el referéndumaquel?” “Claro, sí, aquí todos votamospor el SÍ”. “¿Y por qué?”, le pregunto. Una preguntaque cruzó el espacio inmenso de la verdad y unarespuesta salida de la espontaneidad del pueblo.Le dije a la periodista: “No vaya a pensar usted queesto está preparado”. No, no, eso es una cosa espontáneadel pueblo. Venimos llegando, un señorse acerca a saludar y yo aprovecho para trasladarleal pueblo la pregunta que me está haciendo ella,y le dije al señor. “¿Por qué usted votó?”, “¿y porqué todos ustedes votaron a favor de la Constituyente?”Y él responde cortico y rápido como es elpueblo; el pueblo es rápido y sabio. “Porque aquílo que había era una porquería”. Solo agregué:“Tome nota si usted quiere, señora periodista”.Feminista¿Ustedes saben ese cuento de María León? “Presidente,que las mujeres queremos desfilar en elCampo de Carabobo”. Y yo que soy muy de lasmujeres, feminista, respondo: “Pero, ¿cómo tedigo que no?”. Y nos llevamos para allá a un pocode gente: desfile de las mujeres. Empieza el desfile,y pasan grupos de mujeres, ¡qué disciplina!Ellas se paraban ahí, y, entonces, la gente: “Perosigan, caminen”. ¿Qué van a estar caminando?¡Tiraban flores! Cada grupo se paraba un rato alfrente de la tribuna, venían de bloques. Pasabauna por una, aquel desfile interminable. Iban seishoras ya. Entonces, yo miro para allá y veo grupos.¿Qué es lo que estaba pasando? ¡Daban lavuelta otra vez!, daban la vuelta por allá, era unciclo interminable. Yo dije: “Mira, María, yo seréfeminista, pero no, tenemos que terminar esto”.Por fin llegamos a un acuerdo, que no fue fácil.Llegamos a un acuerdo que donde iban pasando yse iban parando al frente, que yo les hablara. ¡Ah!,bueno, listo, arreglado el problema. Pero iban llegandonuevas, las que estaban en el público semetían al desfile. A veces llevaban al compañerocasi a rastras. Maravillosas esas mujeres.Apuro presidencialUstedes no se acuerdan de la última voladuraen el túnel aquel del ferrocarril Caracas-Tuy. Amí me llevaron a dar el último golpe con unamáquina para tumbar una pared. “Eso usted lotumba en cinco minutos”. Tú te ríes, ¿eh? ¿Sabenlo peor, lo que nadie supo en ese momento?Ahora lo digo y me río. Yo andaba con un cólico,compadre. Es decir, tenía diarrea. Soy un serhumano como cualquiera de ustedes. A veces lagente se olvida de eso. Yo me monto en la máquinay empiezo a sudar frío, y dale, pum, pum,pum con la máquina. Yo no le daba donde era. Ydale, dale y yo sudando y apreta’o, apreta’o aquíabajo, y me volteaba en la silla para allá, paraacá y aquel sudor que me corría, Dios mío, ¡enCadena Nacional de Radio y Televisión!A alguien se le ocurrió mandar cadena, sinyo saber. Imagínese usted una cadena por radiodonde lo que se oye es una máquina: pum, pum,pegando contra una pared de rocas y alguien tratandode narrar. Y yo pariendo, porque de verdadestaba pariendo. El sudor me nublaba losojos, no veía con el polvero aquel que lo tapabatodo. No podía tumbar la piedra, hasta que porfin le dije al señor de la máquina: “Compadre,túmbela usted que yo voy a pasarme aquí todo eldía”. ¡Y él la tumbó en cinco minutos!Salgo yo caminando apretadito y paso por elorificio que se abrió en la pared que dividía aúnel túnel. Imagínense ustedes, uno con esas característicasfisiológicas, en la mitad de un túnel yen Cadena Nacional de Radio y Televisión. ¡Elpobre Chávez! ¡Solo le pasa eso a Chávez! Pasotoda aquella polvareda a ver qué consigo, aunquefuera una mata de monte por ahí cerca. Y lo queconsigo al frente es como a cien periodistas enfocándome,preguntándome. Yo con aquel cascopuesto, me decía: “¡Dios mío, trágame tierra, llévamede aquí, Dios mío!” Y les dije: “Señores heconcluido, por favor, estoy apurado, abran paso”.Lo único que había era una carretera internaen el túnel, no estaban ni los rieles y lo único queveo es un autobús. Me monto al autobús. Dejé laseguridad atrás, que seguridad ni qué cipote. Ledigo al chofer: “Compadre, prenda y arranque”.Y el hombre sorprendido. “¡Arranque!, ole dejo aquí…” No les voy a decir lo que le dije. ¡Ylas cámaras detrás de mí! Claro, los camarógrafosinocentes, ellos no sabían el drama que yo estabaviviendo. Ellos pensaban que se la estaban comiendo.El ministro de Infraestructura, el generalHurtado, venía tras de mí y me gritaba: ¡Espéreme,presidente! Y yo le decía: “¡No espero a nadie,compadre. Me voy!” El chofer prendió el autobúsbajo amenaza mía y arrancamos los dos solitospor el túnel. Un muchacho de seguridad, corriendoduro, alcanzó a engancharse y se subió. Y yo:“¡Dale duro, compadre!” Porque, ¿dónde me paroyo en un túnel a hacer lo que tenía que hacer?Y rueda y rueda, ra, ra, ra. ¡Eran varios kilómetros!Y por fin veo allá la salida del túnel.“¡Dios mío, me salvé!” Cuando por fin el autobússalió del túnel, le digo: “ ¡Párate aquí!”, y me bajoapurado. “¡Gracias compadre, hasta la vista!”,le grité. Y en eso vienen como cuarenta trabajadoresque estaban allí esperándome y gritando:“¡Chávez, Chávez, Chávez!” “¡Dios mío, ten piedadde mí!” Los saludé. No sé de dónde saquéfuerzas para aguantar aquello. Y les digo: “Compadre,¿dónde hay un baño por ahí?”. “Mira,allá hay un tráiler de los ingenieros”. Había quesubir, además, era una subida por una carreterita.“Ya vengo, chicos, voy al baño un segundo, espérenmeaquí”. Ya las cámaras se habían quedadoatrás, me salvé de ellas.Cuando voy llegando al tráiler, compadre,salen cuatro perros de esos grandotes, gigantescos,bulldog, una cosa de esa. Bueno. Es que losperros no conocen a Chávez y menos en una situacióncomo esa. Por fin los llamaron, tuve quepararme a esperar que los amarraran. Y llegué,¡ahh, la salvación! Después yo me dije: “¡Esto lepasa sólo a Chávez, a más nadie en este mundo!”Ni con pelucaUna vez, estábamos con Freddy Bernal. Íbamos auna reunión para Falcón y yo andaba con una peluca.Entonces se me queda mirando el muchachoque trajo la sopa de chivo y unas arepas. Era tardeen la noche; él me miraba y yo, tú sabes, ni hablaba,comiendo ahí con la cabeza bajitica. Cuandofuimos a pagar, él no aguantó y dijo: “Oye, tú tepareces a Chávez, pero con cabello largo”. “No,chico, tú estás loco, que Chávez ni que Chávez”.La peluca era muy mala, me la compró Bernal,pero de esas bichas baratas. No teníamos ni unapeluca buena, además tenía un mechón por aquícomo verde, como waperó. Un mechón verde queyo lo tapaba ahí, y hasta le eché color con un marcador,pero nada, waperó se quedó. Entonces,ya era de madrugada, veníamos de Maracaibo,saliendo de Carora. Me meto al baño y cuandoestoy en el baño, parado ahí donde uno va, vienendos tipos borrachos, o medio borrachos, túsabes. Se me quedan viendo, y yo incómodo, muyincómodo porque estaba en el baño, pues, haciendopipí. Le dice uno al otro: “¡A que es Chávez!”Habían apostado una caja de cerveza a que eraChávez. ¡Qué tremenda peluca!, ¿verdad? Se ganóla caja de cerveza y yo tuve que beber un trago ahícon ellos, a celebrar y, claro, me quité la peluca.“Quítate eso Chávez, qué vas a andar tú así. Todoel mundo te conoce”.Otro día iba yo con la peluca y un sombreromanejando por no sé dónde, Táchira creo queera, y aparece una alcabala de la Guardia Nacionalen el camino. “¡Ay, Dios mío, la Guardia!,ojalá que no me pidan cédula”. Entonces, bajoel vidrio y me dice el guardia: “Mi Comandante,tenga cuidado con el carrito que es del DIM,que lo anda siguiendo” ¡Qué tremenda peluca!Todo el mundo sabía que era yo que andabacon una peluca.


52Yo me disfrazo a veces para ir a un sitio deesos así, ¡ras!, puntual. Otra vez era una reuniónpara darle una sorpresa a un ser de lomás amado de mi vida. Me enteré que estabanreunidos en un sitio y le dije a éstos: “Vamos,peluca”. Entonces alguien me trajo una peluca,pero así abierta por aquí, ¿no?, como de indio.Y entonces llegué y, cuando me bajo en el sitio,dice alguien: “Ahí va Evo”. Yo me reía muchoporque dije: “Es peor la cosa, porque no vana decir ‘ahí va Chávez, ¡agárrenlo!’ ¡No! Van adecir: ‘Ahí va Evo, ¡agárrenlo!’” Me parecía muchoa Evo, en verdad, con una peluca abiertaaquí en dos.¡Ay, Dios mío! Yo cuando salí de la cárcel,me divorcié. Tenía una novia y una noche fuimosa la “Hawaii Kai”. Tiene unas cabañitaspor allá, y yo me metí pa’ las cabañitas, no andabadisfrazado nada, andaba ahí bien agarraíto.Empezamos a conversar y estaban tocandomúsica, unas gaitas, era como diciembre. Vieneel mesonero, un timbre ahí, le dije: “Compadre,no vaya a decir que estoy aquí, por favor, te loruego. Quiero estar un rato aquí nada más”.“No, Comandante, no se preocupe”. ¡No! Alratico estaba el animador, allá: “¡Saludamos ybienvenido, el comandante…”. Me tuve que ir,porque fotos y no sé qué más. “Gracias, gracias”.Bueno, pero todavía de vez en cuando medisfrazo y hasta de Evo.La garotaComo una vez una cumbre de presidentes quehubo en Europa, y estábamos los presidentesalineados para la foto. De repente, de allá de entrelos periodistas que están con las cámaras yeso, sale una despampanante mujer casi desnuda,¿cómo llaman?, una garota. Yo me reí muchoy aplaudí. Otros se quedaron ahí como paralizados.Vine yo y dije algo que no le gustó a algunosallá: “Lo mejor de esta cumbre ha sido esto”. Elúnico que aplaudió fui yo, “aplaudamos, miraqué belleza”, ¿ah? “Lo único bueno fue la garota,que la llevó Néstor Kirchner”, dije yo después,bromeando. Porque ella salió con una pancarta,no me voy a referir al tema de la pancarta. Nadievio la pancarta.Bueno, a mí una vez me llevaron a un barrioen Río de Janeiro. Le dije a Lula: “Mira, esto esun atentado”. Nelson Merentes era ministro, estabaa punto de infarto. Yo me controlé ahí máso menos. Era una escuela de samba y salieronunas garotas a bailar. Pero demasiado cerca,compadre, demasiado cerca. Yo me puse así, merasqué aquí, me agarraba allá. Pero ella estabaahí a medio metro y aquel movimiento, una cosamágica. Era una diosa y además quería que yobailara. “No, no, qué voy a bailar yo contigo, siguetú estremeciendo al mundo”.CUENTOS DEL ARAÑEROMamador de gallo¿Tú sabes qué me pasó ya siendo Presidente? Secuestranaquí, en el llano, a una señora ya de ciertaedad. No voy a decir nombre porque hay querespetar, pero el chiste es bueno y fue verdaíta.Una señora como de sesenta años, por ahí, y entoncesme llaman unos conocidos. Yo me interesocomo en cualquier caso, conozca o no conozca ala persona. Pero una dama, ya de esa edad, uno sepreocupa; no que está enferma, pobrecita, ¿dóndela tendrán? Unos bandidos, pues. A los tresdías la rescatamos y, según me informaron, no sepagó nada; estaban pidiendo plata. Yo llamo almarido de la señora para felicitarlo y resulta queestá bravo conmigo: “Nunca te perdonaré ésta”.Y digo: “Pero qué, yo no tengo la culpa de que lahayan secuestrado”. “No, pero sí de que la hayasrescatado tan rápido”. ¡Miren!, me pasó verdaíta,verdaíta. ¡Claro!, yo creo que él me lo dijo fue mamandogallo. Mamador de gallo.La felicidadLa felicidad ja ja ja, me la dio tu amor, jo jo jo. ¿Quiéncantaba esa canción? Hoy vuelvo a cantar gracias alamor y todo gracias al amooor... ¿quién cantaba esacanción? Cómo no te vas a acordar, Yadira, quetampoco tú eres de los años ‘80. Y “Los clavelesde Galipán”: Con los Claveles Galipán, con los ClavelesGalipán ahí van. Son los claveles que se dan enGalipán. Oye vale, yo viví. Esa es la alegría propiade nuestro pueblo. Allá los amarga’os que andantodo el tiempo con la cara así y no sé qué más y¡fuera Chávez! Qué cosa ser amarga’o, da úlcera, yquita el sueño. Creo que produce hasta impotenciala amargura. Sí, eso está escrito, pregúntenlea los médicos. Pregúntenle a Bianco que él ha hechoestudios de esos y que tiene todos los sábadosen la noche un programa en la televisión: “Consexo”. Hay que verlo y tomar notas. La felicidad jaja ja ja, me la dio tu amor, jo jo jo.A veces ponen unos programas en algunasemisoras de música romántica y te dicen, conuna música de fondo: “A continuación vamos adeleitarnos con una canción de esas que arrancanel corazón”. Y entonces ponen una canciónque dice: Estoy en el rincón de una cantinaaa. Oyendola canción que yo pedí. Me están sirviendo ahoritami tequila y ahí va mi pensamiento rumbo a tí. O esaotra que dice, todo romanticona: Parece que fueayer, eras mi novia y te llevaba de mi brazo. Parece quefue ayer, cuando dormido yo soñaba en tu regazo. Soytan feliz, pues sigues siendo de mi vida la fragancia.En nuestro amor nunca ha existido la distancia, queDios te guarde por hacerme tan feliz. Bueno, puesponen esas canciones y entre una y otra metenel venenito. Es azul, el amor es azul. Las muchachasno saben de eso, es cosa de viejos, ja ja ja.Hay Dios mío. Soy tan feliz, pues sigues siendo de mivida la fragancia. En nuestro amor nunca ha existidola distancia, que Dios te guarde por hacerme tan feliz.Me gusta mucho esa otra, “Candilejas”; esotra época, el siglo pasado. Ustedes no sabennada de eso porque no habían nacido: Entre Candilejaste adoré, entre candilejas yo te amé. Aunque séque nunca volverás, entre candilejas yo te amé, entrecandilejas te adoré. La felicidad que diste a mi vivir sefue, no volverá, nunca jamás, lo sé muy bien. Y aunquesé que nunca volverás yo te esperaré en aquel lugar...¡Sí al amor!. Es más que amor, frenesí.Éxitos de siemprePor ahí conseguí a mi hija María, hace unos días,muerta de la risa, pero muerta de la risa. “María,¿de qué tanto tú te ríes?”. “Papá, que estoy oyendoel último disco grabado por ti”. “¿Cómo?” “Sí,éxitos de ayer de Chávez”. La Teresita Manigliaha montado un disco, vale, como yo canto en estosprogramas. Yo canto muy mal, pero créanmeque lo hago igual. No importa. Entonces laTeresita grabó y aparecen unas rancheras. ¡Ah!que yo cantaba no sé qué más, entonces yo cantouna ranchera, “México lindo y querido”, y ella lepone música de fondo.De repente estoy cantando yo, pero pésimo,y además, para mayor agresión le da continuidada la canción en la voz de Vicente Fernández.¡Imagínate!, el contraste entre Vicente Fernándezy el desastre de mis canciones. Bueno, y lascanciones llaneras y no sé qué más. Por ahí andaese disco, “Éxitos de Siempre”, Hugo Chávez. YMaría muerta de la risa.Constanza y OumarúHabía una vez una niña llamada Constanza.Constanza tiene diez años y vive en una bonitaurbanización de Caracas. En la mañana se metebajo la ducha y en quince minutos gasta unoscien litros de agua. ¿Qué te pareció? Ella vivecon papá, mamá y sus dos hermanitos. La madregasta ochenta litros de agua al día en sus laboresdomésticas, y quinientos litros a la semana paralavar la ropa. Cada día Constanza y su familiagastan unos dos mil litros de agua potable; enun mes sesenta mil litros; en un año más de ochocientosmil litros. Colorín, colora’o, el cuento seha terminado.Este es otro cuento. Oumarú es un niño dediez años que vive en un continente llamadoÁfrica. En la aldea donde vive Oumarú no hayningún río. Muy temprano, él y su mamá salende la casa con unos recipientes que llevan sobresus cabezas. Comienzan una caminata de sietekilómetros que les lleva a un riachuelo. Entreida y vuelta tardan unas cuatro horas. Oumarúy su mamá se bañan en el riachuelo y la madre


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 53aprovecha para lavar la ropa. De regreso, bajoel ardiente sol, traen unos seis litros de agua nopotable. Con esa pequeña cantidad de líquidococinan los alimentos, sacian su sed y hacen lastareas domésticas. Caminan unas mil trescientashoras al año para buscar agua; en un añoconsumen unos dos mil litros. Al otro lado delmundo una niña llamada Constanza y su familiagastan esa misma cantidad en un solo día.¿Qué les parece? Colorín, colora’o el cuento seha terminado.Bueno esto tiene que ver un poco con las realidadesdel mundo. Termino el comentario diciendolo siguiente: uno que ha tenido la ocasión devisitar países como Arabia Saudita, Irán, Irak,Libia, para ellos un pocito de agua vale oro. Nosotrosfuimos favorecidos, por la mano de Diosy de nuestra naturaleza, que tenemos ese granOrinoco, Apure, Arauca, Capanaparo, Caroní, Caura,y grandes lagos. Somos uno de los países quetiene más agua dulce en el mundo. No la malgastemos.Cuidémosla y cuidemos con ello el equilibrioen el mundo.Llegó el MemeYo no sé hasta dónde hubiese llegado mi estadode salud aquella madrugada en que me picóun gusano. No le hice caso, incluso, más bien loaparté. Puse el gusanito por allá, pobre gusano,parece que tenía frío y yo le puse la mano a unlado, a una piedra y, ¡tan! Apenas sentí como lapicada de un zancudo. Pasan como diez minutosy comienzo a sentir un dolor muy intenso. Pocosdolores en mi vida he sentido así. Y se fue paralizandola mano. Yo todavía la movía, me golpeabala mano, cuando siento que entonces comienza elveneno a subir por acá, me llega por aquí, ahí mepreocupo. Yo siento que se me va durmiendo elbrazo, me llega al hombro y empieza a extenderseasí al pecho, menos mal que era del lado derecho.Como yo fui enfermero en la Academia Militar,a uno le daban un curso de un mes para ir a unamaniobra. Yo andaba con un maletín, con unacruz roja. El que se me atravesara lo inyectaba ole mandaba una pastilla negra que me dieron ahí.Eso sirve para todo. Entonces tengo nociones deprimeros auxilios que a uno le dan en el Ejército.Cuando yo sentí que esto empezó a pasar paraacá, dije: “¡Ay, mamá!” Si me agarra la vía respiratoriay se tranca uno aquí, puede haber un parorespiratorio y más acá está el corazón.Entonces fue cuando llamé a los muchachosque estaban de guardia y apareció Barrio Adentro,apareció el “Meme”. Él llegó corriendo allá.No lo conocía, yo estaba retorciéndome del dolor,agarrándome aquí, buscando hielo. Eran yacomo las dos de la madrugada, y llegó Meme.“¿Y qué le pasó, Presidente?”. “¿Y quién erestú?”. “El Meme soy yo”, me dijo. “¿Y de dóndevienes tú, Meme?” “No, yo soy médico cubano”.“Muchacho, ¿y cómo te consiguieron?”. “Bueno,yo estaba por allí en una reunión, es que andocon un grupo allá en el hotel”. Y allá llegó Moralesy se lo trajo. Inmediatamente le dije: “Mire,me picó un gusano”, y pasó esto, ta, ta. Me inyectó,me aplicó hielo, primeros auxilios, pues,y se detuvo el avance. Yo no sé hasta dónde esoha podido llegar.Con verruga y todoEs tremenda película, la recomiendo. Yo veomucha película de madrugada, me acosté como alas tres pero a las seis ya estaba despierto. Ahora,fíjense, ¿qué pasó? El niño incluso admira alladrón. El juego es de robar bancos y mientrastú mates más y más sangre haya, más puntos ganas,eres campeón. Mientras más policías matesy mientras más dinero robes. ¡Díganme ustedes,si esos no son los videojuegos que juegan los niños!Sí, yo a mi hijo, hace varios años —todavíaestaba pequeño— lo conseguí un día jugando.Me senté a ver y le dije: “Oye, pero qué jueguito”.Incluso un día él me llamó y me dijo: “Papá, conseguíuno donde tú eres el blanco”. ¡Hicieron unjuego donde Chávez era el blanco! ¡Había quematar a Chávez, con verruga y todo!Los jamaqueoYo tengo una dicha, que la gente no me dicePresidente, sino Chávez. Y de repente me dicen:“¡Eje!, Chávez”. Así me dicen y yo respondoigualito, así como uno gritaba en el llano deuna esquina a otra. De repente, hay un autobúslleno de soldados y tú sabes que el reglamentodice que el soldado ve al Presidente ¡Alto!, yfrente. Si el Presidente viene caminando, darleel frente al Presidente y saluda de una vez, firmecomo una espiga. Ahora los soldados hacenigualito que la gente: “¡Eh, Chávez!” y sacan elcasco así por la ventana del autobús y yo, feliz,les grito: “¡Ey!”, y les digo: “Bueno, vale, ustedesestán muy tiesos”. “¿Qué pasó?” y me lesmeto y los ‘jamaqueo’.PatarucosLes doy la bienvenida a los candidatos presidencialesque están saliendo. Ojalá que no salgan“patarucos”, que no vayan a salir corriendo,como un gallo que tenía mi papá. Eso fue en SantaRosa de Barinas, en unas fiestas patronales. Ami papá le prestaron un gallo, no era de él, mipapá nunca tuvo gallos. Entonces va con el galloy uno ilusionado. Y Papá: “Este gallo no pierde,este gallo es bueno, me lo prestó mi compadreJulián”, y no sé qué más. Había un gallo apureñoahí que se veía bueno. Vengo yo y apuesto el bolivita,el único que tenía para la fiesta, para comprarhelado y dulces y el algodón, ese de azúcar,y montarme en la rueda de la luna, una cosa deesas. Apenas mi papá se agacha y pone el gallo,yo pensé que ya le saltaba encima. ¡El gallo denosotros pegó un solo brinco y salió de la gallera,chico! Hubo que perseguirlo por la calle,“¡párate gallo!”. El gallo pasó la esquina. Bueno,ojalá que los candidatos no vayan a hacer comoel gallo aquel de mi papá. Vamos hasta el final,hasta el día, y que hagan lo normal.No volveránImagínense que esa gente regresara a gobernarel país, sería el caos más grande. Por eso másnunca volverán. Volverá Rintintín, volverá Supermán,volverá Tarzán y puede ser que vuelvaKalimán. Pero, esa gente, no volverá. ¡No!


FIDELUno barbudoYo era un niño de ocho años, quizá menos, cuandocomencé a oír hablar de un tal Fidel, de unobarbudo. Porque en mi casa, tú sabes, en unpueblo muy pequeño, mi papá, maestro, muydinámico siempre. Era deportista, jugaba softbol,jugaba bolas criollas. Era parrandero, teníamuchos amigos, y la casa se la pasaba llena deamigos. Un tal John con una guitarra, y dabanserenatas; mi mamá a veces se ponía brava, ¿no?Y la casa de mi abuela, que quedaba ahí, yo vivíaen la casa de mi abuela, a media cuadra. Unoestaba ahí, como dos casas en una.Llegaba mucha gente, mi tío Marcos Chávez,que era adeco y trabajaba en Barinas, era romulero,sigue siéndolo. Él me dijo en estos últimosaños: “Hugo, yo sigo siendo romulero, pero ahoraestoy contigo”. Romulero con Chávez. Y mipapá andaba con el grupo aquel que se salió deAcción Democrática y formó el MEP, el MovimientoElectoral del Pueblo. Y unos amigos demi papá se fueron para la guerrilla. Recuerdoque al médico del pueblo se lo llevaron preso ydespués se fue para la guerrilla. El padrino demi hermano Nacho se fue para la guerrilla.Mi papá se la pasaba parrandeando en elbotiquín de Francisco Orta, en Los Rastrojos,a mí me gustaba ir con él. Me quedaba afuerajugando metras, pero escuchaba lo que allí hablabanlos Orta, de una guerrilla. Hablaban deun tal Fidel, y vi la foto de Fidel. ¡Imagínate losaños que han pasado! Yo recuerdo, Fidel, tu entradapor Sabaneta y cuando te vi entrando —teagachaste— a la casita pequeña donde nosotrosnos criamos. ¿Cuántos años después? Mediosiglo después. Y yo decía: “Increíble, pero escierto, ese es Fidel Castro”. Cuando yo era niñitoen esta misma casa oía hablar de un tal Fidely ahí va Fidel.No querían que viera a FidelUna madrugada, caminando por Miraflores,merodeando por ahí, llego a la central telefónicay está un muchacho medio dormido: “¡Epa!,¿qué fue? ¿Qué llamadas hay por ahí?”. Y mepongo a leer el libro de llamadas. Consigocomo tres o cuatro llamadas de Fidel Castro. Fidelllamando, que quería hablar algo conmigo.Cuando yo recibí el Gobierno, el 2 de febrero,Fidel estuvo aquí hasta el 4 de febrero. Recibíen ese despacho a no sé cuántos presidentes.Vino el colombiano, vino el Príncipe de España,vino la Presidenta de Guyana, vino Menem,casi que vino Carlos Andrés Pérez. Pues, medecían: “Esto es lo que está en la agenda”, “estofue lo que se coordinó”. Yo era un ingenuo, yoera un nuevo: “Ah, bueno, está bien, que pase”.“Que ahí llegó Menem”. “Ah, bueno, que pase”.Y resulta que me entero, después del desfileque hicimos el 4 de febrero, allá cuando entregamosel estandarte a los batallones de paracaidistas,que habían eliminado el batallón Briceño.Llego aquí y prendo el televisor después deldesfile, y veo que está alguien, un funcionariode Cancillería —ni siquiera el Canciller— despidiendoa Fidel en el aeropuerto. Fidel con suuniforme. Yo lo veo que se monta en el avión, ydigo: “¡Dios mío!, Fidel estuvo aquí todos estosdías y yo no lo he recibido”. Sencillamente noquerían que yo recibiera a Fidel. Era Menem,era el secretario de la OEA, era el establishment,solo que yo —veguero al fin— me fui dandocuenta, y también empecé a hacer mi jueguito.Hasta que ese jueguito llevó a la confrontacióninevitable, al golpe del 11 de abril y al contragolperevolucionarioEl único diabloYo, en verdad, a la hora de las reuniones de presidentes,me sentía muchas veces como un solitario,hasta que empezaron a llegar compañeros.Recuerdo la primera Cumbre de presidentes enla que coincidí con Fidel. Fue en el ‘99 y despuésde una intervención que hice, Fidel Castro meenvió un papelito hecho a mano, diciéndome:“Chávez, siento que ya no soy el único diabloen estas cumbres”. Los dos estábamos como quedesentonábamos.


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 55Esto no termina hoyYo no sé cómo hizo Fidel el 11 de abril para lograrromper el cerco comunicacional cuando elgolpe. Habían tumbado casi todas las líneas telefónicasdel Palacio, era casi imposible llamarpor teléfono a nadie. Pero Fidel, guerrillero alfin, logró conectarse y pudimos hablar el 11 deabril, antes de yo ir a Fuerte Tiuna y ser hechoprisionero. Recuerdo las palabras de Fidel. Él nonombró a Allende en sus palabras, pero yo sabíaque me estaba hablando de Allende porque Fidelvivió el drama de Chile y el golpe, y el dolorde saber y de ver muerto a Allende, y perseguidoy dominado el pueblo chileno, la RevoluciónChilena. Entonces me dijo: “Chávez, no te vayasa inmolar”. Recuerdo clarito que me dijo: “Unaúltima cosa, Chávez, porque no hay mucho tiempode seguir hablando”. Porque ustedes sabenque cuando él y yo nos pegamos a hablar, hablamosa veces horas y horas.Un día, en La Habana, hablamos desde lastres de la mañana —no vayan ustedes a pensarque estoy exagerando—; una mesita, un vinocubano, dos sillitas y nos sentamos los dos solos.Y los compañeros por allá, unos duermenun rato, se levantan otra vez, van, caminan, nostraen papeles. Yo aterricé como a las dos, élcomo siempre, estaba esperándome en el aeropuerto,nos fuimos a Palacio y empezamosa las tres. Ustedes saben a qué hora nos paramos,pero sin interrupciones, no nos paramosa nada, a las doce del mediodía nos paramos.Recuerdo que me puso la mano aquí y me dijo:“Chávez, nos moriremos de cualquier cosa, menosde la próstata”. Porque no nos paramos apesar de que nos tomamos varias copitas delbuen vino cubano ese.Entonces esa noche del 11 de abril, cuando elgolpe, me dijo: “No hay mucho tiempo de hablar,Chávez”. Me preguntó varias cosas, “¿Cuántastropas tienes?”, “¿cuántas armas tienes?, dóndeesto, dónde está aquello”, bueno y él pensandoallá con su experiencia. Y me dijo: “Una últimacosa te voy a decir, no te inmoles, que esto notermina hoy”. No le faltó razón.Hasta que se levanteA veces uno aguanta calla’o, pero hay momentosque no aguanta más. Por casualidad, Fidel se enteróde que yo estaba en un chinchorro, echa’o,como decimos en el llano. Creo que andabatambién enfermo un poco del alma, después delgolpe y todos aquellos largos días de mucha tensión.Hay un momento en el cual yo enfermé,¡pum!, un día, dos días, tres días, y Fidel mandóuno de sus médicos que tiene con él muchosaños, y otro grupo más. Les dijo: “Ustedes no sevienen de allá hasta que Chávez no se pare delchinchorro ese que tiene guindado”. Y llegaron:“Que tenemos una orden, no nos vamos de aquíhasta que usted...” Bueno, me levanté a los pocosdías.“Dos tipos que andamospor ahí”Lo que me dijo Fidel un día por teléfono: “Chávez,¿dónde estás tú ahora?”. “No, salí a caminar poraquí”. “Ah, bueno, andas por ahí”. Y me dijo paradespedirse: “Bueno, yo también ando por aquí,y es que tú y yo, Chávez, no somos presidentes,sino somos dos tipos que andamos por ahí”.Allá está viéndonosFidel seguro nos está viendo. Fidel no nos pela.Fidel nos observa tanto que el año pasado tuveun problemita en una muela, por aquí. Pero ustedessaben que yo no puedo pararme. A vecesustedes me ven aquí sentado y no saben las procesionesque uno carga por dentro. Pero tengoque estar siempre aquí y siempre con ustedes,hasta que Dios quiera. Entonces yo andaba conun dolor, una molestia que duró como una semana.Fidel se dio cuenta y preguntó allá: “¿Quéle pasa a Chávez?”. “¿Qué le pasa a Chávez queanda con una risa rara?”. Y mandó a buscar fotosy un video. “Algo le pasa a Chávez”. Bueno,llamó para acá y como aquí está Barrio Adentro.“¿Qué?, explíquenme”. Por fin le explicaron quees una muela, que no aguanta la muela, que nosé qué más. Allá está Fidel viéndonos.Yo le tiré piedras a Fidel¿Tú sabes ese cuento? Yo le tiré piedras a Fidel,duro, ¿verdad?, porque no quería dejar de hablar.El sol se ocultaba. El presidente FernandoHenrique y yo teníamos que ir a Boa Vista en helicóptero.Y Fidel habla que habla. Estaba dandouna clase de la soya y de la vaca mecánica,aquella que Brasil le mandó una vez a Cuba, queno sé cuántos litros de soya producía. Bueno, élestaba dando una clase, una señora clase. Peroes que el tiempo no daba, y yo empiezo a tirarlepiedritas. ¡Paqui!, le pegaba. Hasta que le peguéen un tobillo y le dolió, porque dejó de hablar.Estaba cumpliendo años Fidel ese día, setenta ycinco años. Fue un 13 de agosto.Fue bola, chicoFidel, ¿how are you? En verdad eso fue bola, eramuy alta y Fidel estaba agachadito. Fue por el pecho.Reconozco cinco años después que fue bola.Cuarta bola, base por bolas. Fidel, en la próximate poncho. Hace poco Fidel me llamó y me dijo:“Mira, ¿cómo está tú nieto Manuelito?”. PorqueFidel conoció a Manuelito chiquitico y lo cargó.Lo levantó así, y el carajito, que tenía como tresmeses le engarzó la barba, le agarró aquí la barbay no soltaba. Los niños chiquiticos aprietanduro, ellos no sueltan. Y… “con cuidado ahí”,“espérate, la barba”, “que me va arrancar”, “sellevó un pelito ahí”. Fidel le dijo: “Tú eres un tipode cuidado”. Hace poco me preguntó cómo está“el tipo de cuidado”. “Me dijeron que batea muyduro, juega béisbol, pero no corre para primera”.Es verdad, él batea y se queda parado. Entonces,yo le digo a Fidel: “Bueno, al revés que tú, que túno bateas, te ponchas, pero sales corriendo paraprimera”. Y me dijo: “Eso es lo que tú cuentas,pero tú sabes que no fue así”. Es verdad, Fidel,fue bola, chico.Pararme en una esquinaAhorita, cuando me bajé del carro, allá en la esquina,había un poste amarillo y miré la calle largaque va para allá, la avenida Panteón. ¿Sabesa quién recordé? A Fidel. Fidel, ¡qué tal! ¿Dóndeestá Fidel? Allá está. ¿Qué hubo? ¿How are you?Un día Gabriel García Márquez lo entrevistó y ledijo: “Mira, Fidel, ¿qué es lo que tú más añorasen tu vida?”, después de que le hizo no sé cuántaspreguntas, una pregunta sencillita. Entonces,él dice: “¡Ay!, cómo añoro pararme en una esquina,a mirar la gente pasar”.Vamos a ponerle cuidadoLe dije a Evo como diez veces: “Evo, no hablemos,porque Fidel nos está mirando mucho”. EstabaFidel en pleno discurso en la Plaza de la Revolución,aquello full. Y Evo a cada rato: “Chávez, ¿quéopinas tú?”. Y yo: ta, ta, ta, rápido. No le pelabala vista a Fidel, porque yo lo conozco. Y el Evootra vez: no sé qué más, ta, ta, ta. Y yo: ta, ta, ta.Yo que le estoy diciendo: “Evo, vamos a ponerlecuidado a Fidel”. Ya Fidel no aguantó más, porquenos estaba mirando a cada rato hablando ahí,y dice: “Ustedes dos tienen mucho que hablar,¿no?. Ustedes dos tienen mucho que hablar, mástarde hablamos”. Así están Diosdado y Elías, tienenmucho que hablar. Más tarde hablamos, ¡ajá!El bandidoHace poco estábamos allá el día del cumpleañosde Fidel, estábamos echando cuento, y dice Fidel:“Oye, ¿te acuerdas cuando nos botaron a los tresde la escuela?”. El director, el cura, mandó a buscara don Ángel, el padre, y le dijo: “Mire, señor,


56hágame el favor y se lleva a estos tres niños queson los tres más grandes bandidos que han pasadopor este colegio”. Raúl, que estaba sentaditoahí, tomando nota a unas cosas, yo por acáy Fidel ahí. Entonces, Raúl dice: “Chávez, sacala cuenta, Ramón es el mayor, ese no se metecon nadie, yo era el chiquitico. ¿Quién queda?,¿quién queda?”. El bandido, él, Fidel.¡Gallo viejo, venceremos!A mí me regalaron dos pollitos, así chiquiticos,hace como tres años. Salieron tremendos gallos,compadre, pero peleaban entre ellos. Uno salióherido, se lo llevaron, no volvió. El otro está allá,es un gallo viejo. Ayer yo estaba peleando con élporque ya no quiere cantar, y le digo: “Gallo viejo,canta”. Cómo cantaba ese gallo, compadre. Esegallo se llama Fidel. “Fidel, canta”, y no cantó.Entonces, empecé a cantarle “kikirikí”, y el querespondió fue su hijo, un gallo rojo. ¡Si ustedesvieran mi gallo, compadre! Ese se llama el GalloRojo, ese sí estaba cantando, el hijo. Y yo le digoal gallo viejo: “¡Ah, gallo viejo!, ya no sirves paranada”. Entonces, me fui caminando, porque estabahaciendo ejercicios. Cuando voy saliendodel patio, allá arriba en una azotea, cantó el galloviejo, compadre. Volteo yo y le digo: “¡Ese galloviejo, venceremos!”. Y ahí se puso a cantar.Un sabioFidel que está viendo todo, cada día es más sabio.Yo le dije: “Oye, Fidel, ojalá que tú me sobrevivas,que vivas más que nosotros”. Entonces,él dice: “Bueno, la probabilidad indica quea lo mejor, quién sabe”. Ahora dedicado a la reflexión,al pensamiento, ya no está directamenteen la calle, allá. Está es pensando, escribiendo,estudiando. La sabiduría le ha crecido como labarba blanca. Yo estuve oyéndolo más de seishoras, casi sin interrumpirlo, una pregunta, uncomentario. Un sabio. ¿Sabes qué me dijo Fidel?Bueno, les voy a decir esto porque es una crítica,pero él tiene razón, y yo me siento obligado ahacerla pública.Él me lo dijo con mucho respeto: “Chávez,¿tú me permites que te diga crudamente doso tres cosas?”. Le dije: “Tú tienes autorizaciónpara decirme lo que tú quieras”. Y me dijo:“Dos cosas inicialmente”. Y él hace notas, cadavez que yo voy para allá, Fidel hace notas, sepone a trabajar tres, cuatro días esperándome,y saca su papel. Me dijo: “Mira, una conclusiónque he sacado, tú dijiste en el discurso...”. Ypeló por el discurso, el discurso mío lo teníacompletico, y un resumen, y analizado por supropia letra, notas y números. Me dijo: “Túdijiste en tu discurso una frase, una cifra, queCUENTOS DEL ARAÑEROhace diez años había en Venezuela seiscientosmil estudiantes universitarios, hoy hay dos millonescuatrocientos mil”. Eso es cierto, un crecimientode cuatrocientos por ciento. Pero éltenía una lista larga de avances en educación,de salud, todo lo que hemos logrado, los avancessociales en estos diez años. Y me dijo: “Hesacado una conclusión, Chávez. Ninguna Revoluciónque yo conozca, ni la cubana, logró tantopor su pueblo en lo social, sobre todo en tanpoco tiempo como la Revolución Bolivariana”.¿Saben cuál es la segunda? Así me lo dijo: “Heconcluido que ustedes no quieren sacarle provechopolítico a estos avances sociales”.La frase suena duro, “no quieren”. Uno puedepensar que es que no podemos. Es decir,transferir con la misma intensidad el beneficiosocial, todo lo que hemos logrado, al capital político.Entonces, la conclusión es dura: que noqueremos, ¿ves? Y tiene también mucho de quealgunos es que no saben. Hay que aprender,que la gente perciba todo lo que la Revoluciónha venido transfiriéndole al pueblo, y comparecon el pasado. Y algo más importante, ¿qué pasaríasi la contrarrevolución vuelve al gobiernoen Venezuela?A veces rellenasA Dios lo que es de Dios y al César lo que esdel César. A Fidel lo que es de Fidel. Él me dijocuando nos despedíamos, después de siete horas,el abrazo y la mirada de águila, parece unáguila, y la nariz tú sabes. Y las dos manos aquíen los hombros míos, y así la mirada, tú sabes:“Chávez, allá está la batalla, ya yo cumplí lo quetenía que hacer. Te queda largo camino por delante,anda a la batalla, une a tu pueblo, que note lo dividan más, que no te lo confundan más,une a los que están por ahí peleando”.Porque él los ve desde allá y sabe a veces hastamás que yo de corrientes internas, y tal. Cada vezque voy me lo repite. Cada vez que voy y vengo esalimentado, como un dinamo. Pero esa mirada amí nunca se me olvida, “Chávez, anda, hice lo queiba a hacer”. Perdóname Fidel que yo eche estoscuentos. Tú me dijiste un día que todo lo que túme dijeras, a menos que fuera secreto, por secretode Estado, yo puedo contarlo: “Haz con eso lo quetú quieras, lo escribes o lo dices, como tú quieras”.Él dice que yo a veces le agrego cosas. Ahorita ledije: “No, yo no le agrego”. Entonces, dijo: “No, nole agregas, sino que a veces rellenas”.Absuelto por la historiaFidel Castro, hace poco tú dijiste algo que a míme honra muchísimo y me compromete muchomás. Tú dijiste en el discurso del 26 de julio,precisamente comentando que nos acusan a tiy a mí de desestabilizar el continente, de andarhaciendo travesuras, nos condenan. Rememorandotu discurso, tu defensa, dijiste: “Si el presidenteChávez lo aprueba, respondo”. Y afirmaste:“No importa, condenadnos, ¡la historianos absolverá!”. Yo quiero, a nombre de todo elpueblo venezolano, y desde mi alma, decirte queme honras con todo eso. Pero al mismo tiempo,decirte que, tú, Fidel, dijiste aquello cuandoyo no había nacido. Ahora tú me has incorporado.Como hacía aquel personaje de la novelade García Márquez, “Cien años de soledad”, JoséArcadio Buendía: inventó la máquina del tiempo,inventó un rayo como un arma de guerra yfundó Macondo. Bueno, tú inventaste la máquinadel tiempo y me metiste a mí, cuando yo nohabía nacido. Pero más que eso debo decir losiguiente, en justicia, aunque tú lo apruebes o nolo apruebes. Tú dijiste eso hace cincuenta y dosaños, ve, yo tengo cincuenta y uno. ¡Ajá! Estabapreñada mi mamá cuando tú dijiste eso.Fidel Castro tuvo razón hace cincuenta y dosaños. Fidel Castro ya ha sido absuelto por lahistoria, ¡pero yo no! ¡Ojalá, Dios quiera! Ojalápudiera sentir algún día que he sido merecedorde esa frase de Fidel Castro, y como humilde soldadoque es lo que soy en esencia. Por eso metraje mi uniforme de campaña, para compartireste día contigo, porque este es un día de esencias,y yo, en esencia, lo que soy es un soldado.Ojalá que este humilde soldado, campesino quesoy, algún día pueda ser absuelto por la historia,por los pueblos, estar a la altura de la esperanzay del amor de un pueblo.Tú no tienes escapatoriaFidel es uno de los que más me ha hablado deeso en todos estos años y ahora, tras siete horas,que le dije: “Fidel, anda, descansa, yo voy a descansartambién”. Siete horas. Me dijo: “No, no,siéntate un ratico más”. Un ratico más es de doshoras más. “Un ratico más. Dale café”. “Damecafé”. “¡Dios mío!, más”. Y además es que lo razona,lo razona así, saca papeles, una hora y laotra hora y la otra hora. Me dice: “Chávez, túno tienes escapatoria, como yo no la tuve”, ypor esto y por esto. Fidel afirma, hoy más queayer, que si Hugo Chávez desaparece, esto suenaduro, como si yo fuera muy grande. No, yo no,yo soy nada más así chiquitico.Pero hay un serie de consideraciones que élexpone y yo he terminado compartiéndolas, quea mí me obligan a estar aquí yo no sé por cuántotiempo más. Lo sabrá Dios y lo dirá el pueblo,¿verdad? Fidel que ve al enemigo batallando sindescanso, las siete bases militares, el ataque delos paramilitares, los temas que nos afectan, lainseguridad, estos temas eléctricos, el tema del


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 57agua, etcétera. Entonces, él dice: “Chávez, la guerratuya es muy distinta a la mía. Aquí mis enemigosmás acérrimos se fueron, están en Miami.Allá tú los tienes en tus narices. Tú Miami estáallá Chávez”.“Hace rato —me dice— que yo puse distanciacon el enemigo, tengo una distancia. Tú no, tú lotienes ahí al lado, convives”. “Durmiendo conel enemigo”, dice una película por ahí, ¿verdad?“Está ahí, entonces es una guerra muy distinta”.Me dice: “Yo no sé cómo hubiera hecho si mehubiera tocado la tuya. Aquí hicimos la nuestra,pero la tuya es más difícil por esa razón”. Me dijotambién lo siguiente: “Es bueno que le digas atus cuadros, al partido, dile al Congreso, Chávez,una cosa por si no se han dado cuenta, sobretodo algunos que pudieran dejarse llevar porideas”. Dice lo siguiente, algo que yo aprecio deaquí, y la historia lo demuestra: “Mira el caso dePinochet, ahí no perdonaron a nadie”. Me dijo:“Mira, si es que la contrarrevolución logra arrebatartea ti, sacarte a ti de ahí y arrebatarle alpueblo el poder, la persecución y el arrase serágeneral. Ahí no van a perdonar a nadie”.La casa del CheDígame cuando fuimos con Fidel a la Universidadde Córdoba. ¡Qué cosa tan extraordinaria,aquella masa de gente, Dios mío!, y sobre todogente muy joven. Yo no quise hablar mucho. Ledije a Fidel: “Aquí tienes que hablar tú”. Él esel “papaúpa”. Hablé una hora, pero había quedarle la entrada a Fidel. Tres horas habló Fidel,con una gran capacidad, gran coherencia en susideas, sus reflexiones. De ahí no se movió nadie.¡Y estaba haciendo un frío terrible!, soplaba muchabrisa fría, aquella noche en Córdoba.Al día siguiente, en otro momento memorable,inolvidable, fuimos a la casa donde se crió el CheGuevara, allá en Alta Gracia, muy cerca de Córdoba.Recorrimos juntos una hora por carretera,viendo la campiña argentina. Pasamos la tardeen la casa donde vivió el Che, apareció un grupode amigos del Che, amigos de la infancia, pasamosun rato inolvidable. Cuando usted conozcaa Fidel Castro, le va a hacer cien preguntas en losprimeros cinco minutos. Él quiere saber de todo.Entonces estaba allí la señora de la casa donde vivióel Che, que hoy es un museo, explicándonos, ymucha gente. Y la señora explicando: “Mire, estaes la foto del Che”, y no sé qué más.Fidel le preguntó: “¿Y esta casa la construyeronen qué año?”, “¿para qué la construyeron?”.Y la señora empieza: “Bueno, la construyeron,para...”; ella quería explicar las cosas del Che Guevara,pero Fidel, no. Fidel quería era saber cuándoconstruyeron la casa, de dónde es la maderacon la que la construyeron, quién fue el primerhabitante. Y la señora buscando las respuestasahí. Pero lo cumbre fue cuando yo tuve que interveniren defensa de la señora, porque la estabamasacrando, de manera inclemente, el preguntadorinfinito que es Fidel Castro. Como la señorale respondía todo, él tenía que buscar la manera.Como me dijo una muchacha un día: “¡Usted mequiere raspar!”, porque yo le pregunté no sé quécosa, como que fue en un Aló Presidente.Entonces, Fidel le pregunta, y la señora dice:“Esta casa la construyeron para los gerentes delferrocarril en 1914”. Viene el muy fastidioso deFidel, y le pregunta lo impreguntable. Yo le dije:“Pero, ¿cómo tú le vas a preguntar eso?”. Entonces,le dijo: “¿Cuánto costaba el pasaje en ferrocarril—¡en aquel tiempo!— de Buenos Aires a Córdoba?”.Ahí fue cuando yo intervine, no aguantémás, le dije: “No, chico, pero deja quieta a la pobreseñora”. La abracé y le dije: “¡Déjala!”. Porqueella estaba ya preocupada con tantas preguntas.Le dije: “Bueno, déjala que nos explique aquí,vale”. Aquí vivió el Che. Señora, díganos: ¿Cuántovivió el Che aquí?, ¿dónde dormía? Llévenos.Fidel andaba con una gorrita de esas que andanpor ahí. No voy a mencionar lo que dice porqueestamos ya en campaña electoral. Entonces,Fidel andaba con gorrita roja. ¿Tú la has visto?Yo le dije: “Fidel, ¡que eso es intervencionismo,chico! Tú no puedes meterme en las cosas de Venezuela”.Ahí anda, míralo, ahí va, esa es la casadel Che Guevara, mira. Ahí está la señora, ¡mira!,Ahí está preguntándole. Esa es la cama del Che,ahí dormía cuando era niño, tenía como cincoaños. Mira la cara que tiene el Che, era bravo elniño. Y Fidel es implacable, haciendo preguntas:“¿Cuánto costaba el pasaje de Buenos Aires aCórdoba?, ¿cuántos vagones tenía el ferrocarril?,¿a qué velocidad iba?” Mira a la mamá del Che,mira la cara de esa mujer, ¿ah? ¡Qué cara!, ¿no?¡Qué carácter! Esa es la hermana mayor, estáviva. La otra niña, la chiquita, ya murió. Ahí estála embajadora de Argentina en Venezuela. Mira,Fidel buscando la vuelta pa’ preguntar, porquees un preguntador que no tiene límites, vale.Mira, yo estoy tratando ahí de desviarlo, pero élno, él estaba era con la pobre señora. Ese fue undía memorable, inolvidable, grandioso, de muchosentimiento.Regalo de cumpleañosDos días antes de su repentina enfermedad recibíesta nota de Fidel en Moscú. Me mandó unmensajero con esta nota. Casualidades, ¿no? Fideles un detallista insigne. El regalo de mi cumpleañosme llegó a Moscú el día de mi cumpleaños.Él es así, tiene que llegar el día, no un día otres días después. Él mandó a alguien a llevarmemi regalo y me lo entregaron el 28 de julio conuna carta, y además una nota de puño y letra,cosas que no puedo leer aquí.Ustedes saben que yo estaba en Buenos Airescon un mal de estómago el día que salí por ahí,cuando iba caminando con Kirchner. No sé quéme cayó mal, creo que fue en el avión, ¡pero terrible!andaba grave, haciendo un esfuerzo. Entonces,en la noche veo a Fidel, él me receta y me diouna cosa que él prepara, que llama “tsunami”.Me tomé dos “tsunami”, casi que un castigo. Yotra, una crema de arroz fría, esa sí me cayó muybien, pero él la sabe preparar y la carga ahí.Entonces, me puso a tomar crema de arrozfría y después el “tsunami”. En la mañana memandó para el desayuno otro “tsunami” y otracrema de arroz fría. Él tiene la falsa idea de queyo como mucho. No, yo no como mucho. Entonces,aquí me pone:Espero que hayas podido dominar tu ferozapetito —¡feroz apetito!—, y preserveslo más posible tu bienestar, que esimprescindible para el éxito de la gira. Teescribo estas líneas sentado en la cama ysin sueño, perdona la caligrafía, un millónde felicidades por tu cumpleaños.Saludos a todos. Un abrazo. Feliz sobrevuelopor encima de esa encendidaregión del Oriente Medio. ¡Hasta la victoriasiempre! Fidel Castro, julio 25 del2006, a las 7 y 38.Me sorprendió la enfermedadA mí me sorprendió la enfermedad de Fidel. Yoestaba en Vietnam, una gira. Tú sabes que ahí unono descansa, eso es termina un evento y va el otro,y al día siguiente para otro país. Nosotros llegamosa Vietnam, pasamos el día con el Presidente,una cena nos ofreció. Y nos fuimos a descansarun poco como a la media noche. Pero muy tempranohabía que estar ya listo, a las siete de la mañana,para rendir honores al Monumento de losMártires y después ir al mausoleo donde tienena Ho Chi Minh; intacto lo tienen, al camarada, alTío Ho. Después, las reuniones con el presidentey salir de Vietnam. Nos tocaba volar como catorcehoras hasta África. Entonces, me levanto, voy albaño, me estoy vistiendo, prendo el televisor. Losmuchachos se llevaron un equipito que tú lo conectascon el televisor y tú ves en la pantalla grandeVenezolana de Televisión en vivo, por Internet.Bueno, así que yo pendiente del país.Estaban dando “La Hojilla”, en vivo, eran lasseis de la mañana en Hanoi. Cuando me estoyponiendo la camisa ahí, prendo el televisor y veoal asistente directo de Fidel, leyendo algo. Ibapor la mitad, así que no oí lo primero, peor paramí, porque digo: ¡Dios mío! ¿Qué pasó aquí? Yodije: “Es que estoy soñando”. Yo oigo cuandoleen: “Le transfiero el poder...”, tal, y tal, perono oigo la causa. ¡Cónchale! ¡Dios mío!, y ya no


58tenía tiempo porque tenía que salir de inmediato.Empiezo a llamar, andaba mi hermano Adáncon nosotros en la gira, que es embajador en LaHabana, como tú sabes, y le dije: “Adán, quédate,porque yo tengo que irme”. Pero, ¿cómo mevoy, con esta angustia? ¿Qué pasó en Cuba? Yono sabía más nada.Y Adán se quedó en el hotel haciendo las llamadas.Y le dije: “Tú me alcanzas más adelantey me dices algo, por favor”. Así que yo llegué ala plaza aquella de los mártires y después nosfuimos a ver al camarada Ho Chi Minh. Imagínateel impacto mío cuando veo a Ho Chi Minh,y yo en la cabeza: “¡Dios mío, yo no te quiero verasí, Fidel!” Y Adán llegó luego y me explicó. Bueno,después yo pude hablar con algunos de loscompañeros en Cuba y me quedé un poco mástranquilo, pero por supuesto, muy preocupadotodos esos días y noches de la gira.¡El colmo de los colmos!CUENTOS DEL ARAÑEROEl próximo domingo es trece. Bueno, será un AlóPresidente especial, dedicado a tu cumpleaños,Fidel, ochenta años. Hay que recordar que Fidel,precisamente aquí en el estado Bolívar, cumpliósetenta y cinco. ¡Ah!, esa vez me tenía loco a preguntas.Él empezó a preguntar y a preguntar, yyo te mandé a llamar a ti (gobernador FranciscoRangel), y después tú mandaste a llamar a untécnico, porque él quería saber. Bueno, primeroel tendido eléctrico, que lo inauguramos el díasiguiente. Él estuvo preguntando cuánto valía unkilovatio, en cuánto salió construir cada torre, encuánto salía el kilómetro de cable, cuántos cableseran, la tensión de los cables, cuántas torres,bueno, y a cuánto le vendíamos a Brasil elkilovatio por hora.Ahí le respondimos casi todas las preguntas.Pero cuando íbamos en el lago, navegando en lacanoa, me dijo: “Chávez, ¿qué velocidad tú creesque trae el agua allá en la cascada?”. Me dieronganas de empujarlo al agua. ¿Qué voy yo a saber?“Pero calcula, echa un cálculo allí de cuandoviene cayendo el agua, no es muy difícil, túhaces así y más o menos calculas. Calcula tú”,me dijo: “Debe venir como a 300 kilómetros porhora y cuando está llegando abajo 350”, respondí.Pero después me dice: “¿Y qué profundidadtendrá este lago?”. “Tendrá como 15 metros”, yoinventando. “¿Y la temperatura del agua?”. “Bueno,no sé, chico, será como 20 grados”. Entonces,mete el dedo en el agua y dice: “No, 17,5 grados”.¡El colmo de los colmos! ¡El preguntador sin fin!Te exhorto a que continúesA veces uno se cansa, y Fidel se enteró que yohice algún comentario de un cansancio como espiritual,no tanto físico, porque uno se acuestaun ratico y pone los pies pa’ arriba. El cansancioespiritual es el más duro, ustedes saben. YFidel se enteró, me mandó un mensaje: “Quieroverte”. Aproveché un momentico y pasé porallá. Pero antes de ver a Fidel, di unas vueltaspor un pueblo y qué cosa no, cuando estoy paradohablando con unos muchachos que ibanen una carreta, eso fue lo que me hizo que meparara. ¿Saben? Ver al pueblo luchando aquí oallá en cualquier parte.Unos muchachos muy jóvenes en una carretatirada por una mula, montaña pa’ arriba. Nosotrosveníamos en carro, yo me paro: “¡Epa, muchachos!”,“Chávez”, me dicen los muchachos,“¿qué hace por aquí?”. “Bueno, chico, por aqu픓¿Y para dónde van?”. Y me dicen: “Allá, mira,allá en aquella montaña está nuestra escuela”,un tecnológico “y tenemos que ir a presentar untrabajo”. Por ahí no hay transporte. Ellos hicieronla carreta de palo y una vieja mula de esasbuenas pa’ allá, pa’ arriba compadre. Eran comolas ocho de la mañana “¿Y a qué hora es la presentacióndel trabajo?” “A mediodía nos citó elprofesor” “¿Cuándo regresan?”. “Regresamosesta tarde”. Esa es voluntad de superación, delucha, porque es un pueblo que está bloqueadopor los yanquis, bloqueado duro. Les nieganmuchas cosas, le sabotean muchas cosas.En eso estoy hablando con los muchachos yoigo un ruido en la montaña, en el monte queviene. Aparece un hombre con una mula, y losmuchachos cuando me vieron se sorprendieronmucho, cosa natural y “¡Epa, Chávez, quéhace!”. El hombre aquel no. Me sorprendí de laimperturbabilidad de aquel ser humano. Él bajaen la mula y me ve: “Chávez”. Pero imperturbablese bajó de la mula, nos dimos la mano. ¿Sabelo que me dijo? Como si me hubiera leído no sé,yo no sé si fue que Fidel lo mandó. Estoy seguroque no. Estaba mi hijo conmigo. Aquel hombreme dijo: “Chávez, en tu lucha no tienes derechoa cansarte. Te exhorto a que continúes”. Y yo ledigo: “¿De dónde tú sacas ese exhorto?” “No sé,es lo que se me ocurre decirte”. Y entonces medijo: “Soy pastor evangélico. Dios te puso aquíen esta esquina y llegué yo y eso fue lo que mesalió del alma. Te exhorto a que continúes”. Ydespués Fidel me lo repitió: “Te exhorto a quecontinúes”.


TESTIMONIO GRÁFICOEn Barinas, junto a su hermano mayor, Adán Chávez.El arañero de Sabaneta.En la escuela “Julián Pino”de Sabaneta.El “arañero” en Sabaneta con sus amigos Iglesis,Lucio y Dinora.Aquel “Bachaco” o “Tribilín”llegó a la Academia Militarcon la ilusión de ser peloterode Grandes Ligas.El “nuevo” Tribilín.


60CUENTOS DEL ARAÑEROEl Subteniente…Arpa, cuatro y maracas…El día que se graduó de la Academia Militar,con sus padres.Con los hijos mayores (Hugo, María Gabrielay Rosa Virginia) en el Balcón del Pueblo.Caimanera en Fuerte Tiuna, junto a su hija Rosinés—a la izquierda— y su nieta Gabriela.Familia Chávez en Miraflores con sus padres, hijos ynietos. Detrás, de izquierda a derecha, los hermanosAdán, Argenis, Ignacio (“Nacho”), Adelis y Aníbal.El Alférez Chávez animando elección de Reinas.


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 61El zurdo Hugo Chávez, primero a la derecha abajo,miembro del equipo de la Academia Militar. XIVJuegos Inter-Institutos Militares, marzo de 1972.¿Bola o strike?¡Quieto en tercera!El “arañero” Brigadier (segundo a la derecha, arriba).El Teniente.“Furia”…En maniobras militares, cuando se forjabael movimiento revolucionario.


62CUENTOS DEL ARAÑEROPedro Pérez Delgado, Maisanta, “el último hombrea caballo” (a la derecha).En la cárcel de Yare.Rostro de El Libertador, obtenido a travésde reconstrucción facial en tercera dimensión.“Recuerdo muy claramente el día que salí de prisión,26 de marzo de 1994. (…) Recuerdo haber dicho: ‘Me voya las catacumbas del pueblo’”.Pese a los barrotes, continuaron los aprestosrevolucionarios.


HUGO CHÁVEZ FRÍAS 63Abrazado a la masaA ritmo de joropo.Al rescate de las víctimas de la tragedia de Vargas. Diciembre de 1999.“A Génesis la mandé para Cuba. La pasearon, la hicieron pionera.Fue feliz hasta el último día de su vida”.


64CUENTOS DEL ARAÑERO“Yo lo que soy es un soldado”“Tú y yo somos dos tipos que andamos por ahí”.En la casa del Che en Córdoba, Argentina,el 22 de julio de 2006.Con los estudiantes, Hugo Jr y el Pastor de la montaña cubano.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!