como una forma de manifiesto.La misma necesidad de posicionarse que habíallevado a Raquel Forner a p<strong>las</strong>mar el 23 de agosto<strong>del</strong> 1944 su homenaje a la liberación de París(“Homenaje a Francia”, serie “<strong>El</strong> drama”, pintadoel día de la liberación de París, 23 de agosto de1944), la urgió a pintar, al calor <strong>del</strong> avancealiado el cuadro “Liberación”. A la manera deresumen, ella retomaba aquí gran p<strong>arte</strong> de lostemas que había elaborado en sus desgarradoraspinturas de la guerra: la mujer herida, elreiterado “ni ver, ni oír, ni hablar”, Ícaro, elpuente roto, la flor. Todos estos temas, quedesarrollaba en <strong>las</strong> series de “España” (1936-39)y “<strong>El</strong> drama” (1940-45), le servían ahora paranarrar la victoria. La misma mujer que ella habíapintado, reiteradas veces, como el soporte de <strong>las</strong>barbaries y de los sufrimientos de la guerra,atravesaba ahora, como una columna, toda lacomposición; partía en dos la tierra, se sacudíael manto de la muerte, de <strong>las</strong> almas en pena yabría sus ojos ante el comienzo de un tiemponuevo.Víctima de la violencia, el cuerpo laceradode la mujer se erige en esta pintura como el granJuez de la historia, rodeado de una fusióniconográfica que condensa elementos <strong>del</strong> JuicioFinal: la separación de la humanidad en dosgrupos, el tormento de los condenados y e<strong>las</strong>censo de los elegidos, la Verónica con el mantoy <strong>las</strong> heridas. A esto se suman, en un librereciclaje iconográfico, el topos “ni ver, ni oír,ni hablar”, ahora debajo de la tierra, aludiendoen esta inversión <strong>del</strong> significado que el tematenía en sus obras anteriores –en <strong>las</strong> que remitíaa la necesidad de adormecer la sensibilidad pararesistir el dolor de la guerra-, a larecuperación de los sentidos o a la latencia <strong>del</strong>peligro. En un ángulo, la hidra, animalserpentiforme, imagen de la proliferación <strong>del</strong>mal, es ap<strong>las</strong>tada por la mano de la que brota unaamapola roja, a la manera de sublimación <strong>del</strong>sufrimiento humano y como un homenaje a losmuertos anónimos en pos de un ideal. <strong>El</strong> cuerpoherido de la mujer se convierte en un medium, enel soporte de un tránsito entre la destrucción yel renacimiento de la vida.Todos estos elementos hicieron de la obra de
Forner una intervención efectiva, en tantolograba condensar y leer los conflictos que,<strong>desde</strong> la coyuntura nacional, actualizaban lainternacional. Esta pintura, destacada en todas<strong>las</strong> críticas periodísticas, se convirtió en elestand<strong>arte</strong> <strong>del</strong> salón, tanto por su tema, como porel hecho de haber desertado <strong>del</strong> salón oficialdonde, todos coincidían, sin duda habría ganadoel primer premio. La obra representaba unasíntesis dentro de la producción de Forner, pero,al mismo tiempo, trastornaba su propia secuenciaiconográfica proponiendo una lectura de la nuevacoyuntura. Todos los elementos, tanto temáticoscomo formales, hacían de la obra un programa deintervención más fuerte y más contundente que lafrase con la que los artistas presentaban elsalón. Es esta calidad de programa pintado, dedeclaración de principios, en este caso máspolíticos que estéticos, lo que confiere a estaimagen características que permiten pensarla comouna imagen-manifiesto: capaz de hacer unaevaluación <strong>del</strong> presente y de expresar unaposición frente al mismo y, a la vez, de provocarmás adhesiones que si hubiese planteado suprograma por escrito.La necesidad era en este momento tanimperiosa, que los artistas no dudaban enrenunciar a <strong>las</strong> consagraciones y en utilizar susobras como instrumentos de la avanzada civilista.Esto es lo que había hecho Berni en el acto dehomenaje a Domingo Faustino Sarmiento convocadopor la Confederación de Maestros, al pintar unenorme retrato <strong>del</strong> prócer que presidía elescenario con la famosa frase: “Bárbaros, <strong>las</strong>ideas no se matan!”. Un acto que, por otra p<strong>arte</strong>,había sido extremadamente polémico siconsideramos la “clamorosa ovación [que] partióde los cuatro costados <strong>del</strong> local cuando por losaltavoces se anunció la llegada <strong>del</strong> embajador <strong>del</strong>os Estados Unidos Mr. Braden...”. La acción queel embajador norteamericano desarrolló durante suestadía en el país marcó, <strong>desde</strong> un principio, elconflicto que atravesó <strong>las</strong> relaciones políticas,económicas y culturales entre los Estados Unidosy Argentina durante el gobierno de Perón.Con esta exposición colectiva los artistaslograban reconciliarse con el mundo triunfante ycon aquella p<strong>arte</strong> de la sociedad con la que se
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