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el perfil misionero del sacerdote diocesano - Conferencia Episcopal ...

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CARLOS AMIGO VALLEJOARZOBISPO DE SEVILLAEL PERFIL MISIONERODELSACERDOTE DIOCESANOCOMISIÓN EPISCOPAL DE MISIONES


CARLOS AMIGO VALLEJOARZOBISPO DE SEVILLAEL PERFIL MISIONERODEL SACERDOTE DIOCESANOCOMISIÓN EPISCOPAL DE MISIONES


I.S.B.N.: 84-7141-439-2Depósito Legal: M-5062-2000Edita: Editorial EDICE - <strong>Conferencia</strong> <strong>Episcopal</strong> EspañolaImprime: ANEBRI, S.A. - Tlf.: 91 560 94 75 - 28019 Madrid


ÍNDICEPágs.Presentación.................................................................................... 5Introducción.................................................................................... 71. La Iglesia, comunidad misionera........................................... 10Caridad eclesial....................................................................... 10Conciencia de universalidad.................................................. 11Objetivos de la evang<strong>el</strong>ización.............................................. 12Misión y misiones................................................................... 13Campos y formas de evang<strong>el</strong>ización .................................... 14Cooperación misionera .......................................................... 152. De la misión universal a la llamada personal ...................... 18Sacerdote <strong>diocesano</strong> para una misión universal.................. 18Responsabilidad individual .................................................... 20Perfil d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>misionero</strong>............................................... 21Cultura diocesana e inculturación......................................... 243. Riesgos y valores d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>misionero</strong>........................... 27Dignidad y servidumbre d<strong>el</strong> <strong>misionero</strong> ................................ 27Seguridad personal y compromiso con <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io .......... 28Degradación de la fid<strong>el</strong>idad .................................................. 30Tensión entre lo particular y lo universal............................. 30Riesgo de la identidad ........................................................... 32Memoria Christi ...................................................................... 334. Estructuras de la organización misionera ............................. 36Las Obras Misionales Pontificias ........................................... 36Comisión <strong>Episcopal</strong> de Misiones........................................... 38El Consejo Misionero Nacional.............................................. 38Coordinación de los diversos organismos............................ 383


5. La Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana(OCSHA) ................................................................................. 41Cartas de navegación para un tiempo nuevo ...................... 41Hacia <strong>el</strong> futuro........................................................................ 426. Un horizonte universal........................................................... 44La comunidad que esperamos............................................... 44Formas especiales y nuevas de cooperación misionera...... 46Solidaridad misionera............................................................. 47Conclusión ...................................................................................... 484


PRESENTACIÓNLa c<strong>el</strong>ebración de la 52 Semana Española de Misionología c<strong>el</strong>ebrada enBurgos los días 12 – 16 de Julio de 1999 se inició con la Conferncia inauguralde Mons. D. Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla y Presidentede la Comisión <strong>Episcopal</strong> de Misones, sobre <strong>el</strong> tema Perfil <strong>misionero</strong> d<strong>el</strong><strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong>. Coincidía este c<strong>el</strong>abración con la presencia en la ciudadcast<strong>el</strong>lana de más de un centenar de <strong>sacerdote</strong>s <strong>diocesano</strong>s que integradosen la OCSHA peregrinaban hacia Santiago de Compost<strong>el</strong>a paraconmemorar <strong>el</strong> 50 Aniversario de la fundación de la Obra de CooperaciónSacerdotal Hispanoamericana. La intervención de Mons. Amigo, junto conotras ponencias más directamente r<strong>el</strong>acionadas con la historia de laOCSHA, fue objeto de reflexión tanto de los participantes en la clásicaSemana se Misonología como de los <strong>misionero</strong>s peregrinos.La Comisión <strong>Episcopal</strong> de Misiones ha percibido <strong>el</strong> interés despertadopor esta ponencia en <strong>sacerdote</strong>s y personas intersadas en la misónad gentes. Y las peticiones d<strong>el</strong> texto que están llegando al Secretariadode la Comisión <strong>Episcopal</strong> aconsejan su publicación. Además, su contenidopuede servir a la reflexión y formación misionera de presbíteros yaspirantes al sacerdocio que en la actualidad r<strong>el</strong>izan los estudios institucionalesen los Seminarios.Desde <strong>el</strong> Secretariado de la Comisión Epsicopal de Misones expresamosnuestro agradecimiento a Mos. D. Carlos Amigo por la contribuciónque hace con esta ponencia a seguir avanzando en <strong>el</strong> esfuerzo porfortalecer la formación y animación misionera en <strong>el</strong> ámbito de los prebisterios<strong>diocesano</strong>s de España, y al reconocimiento de los <strong>sacerdote</strong>sde la OCSHA por su generosa respuesta a la vocación misionera de laIglesia diocesana.Que <strong>el</strong> inicio d<strong>el</strong> año 2000 sea una buena oportunidad para hacerllegar a las Iglesias locales <strong>el</strong> <strong>perfil</strong> <strong>misionero</strong> de un <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong>.Ponemos en manos de la Madre de la Evang<strong>el</strong>ización este nuevotrabajo para que obtener d<strong>el</strong> Hijo su fecundidad misionera.Madrid, 1 de Enero de 2000Fiesta de la Maternidad divina de María5


INTRODUCCIÓNCincuenta años de vida de la OCSHA. Muchos son los años, peromás ejemplar y admirable es <strong>el</strong> trabajo realizado. Dios ha sido grandecon nosotros, decimos con <strong>el</strong> salmo. Y si la tentación de la nostalgiapudiere llegar en algún momento, tengamos bien cerca <strong>el</strong> libro de laEscritura y recordemos las palabras que tan buena sabiduría dice alhombre de fe: “Tu pasado parecerá insignificante al lado de tu espléndidofuturo” (Job 8, 7). Los años pasan, la misión en la historia de lasalvación permanece.Tiempo para la revisión es éste y, en algún modo, también parahacer balance acerca d<strong>el</strong> empleo de los talentos que <strong>el</strong> Señor puso enlas manos de la Iglesia española con <strong>el</strong> regalo de unos <strong>sacerdote</strong>s que,llenos d<strong>el</strong> Espíritu de Dios, emprendieron esta maravillosa aventuramisionera que es la historia de la OCSHA.Días también son los nuestros en los que las dificultades acerca d<strong>el</strong>a definición de los rasgos de la identidad misionera, o de la falta denuevas vocaciones, puedan hacer pensar que con <strong>el</strong> recuerdo d<strong>el</strong> ayerespléndido cerramos <strong>el</strong> camino hacia <strong>el</strong> futuro. ¿Las misiones están llegandoal capítulo final de un libro ejemplar? ¿Historia admirable, peroirrepetible? ¿Continúa siendo válida la missio ad gentes o la evang<strong>el</strong>izaciónad extra? Tenemos muchas respuestas. Ninguna tan clara y convincentecomo las palabras de Cristo: “Id por todo <strong>el</strong> mundo y predicad<strong>el</strong>Evang<strong>el</strong>io...”(Mc 16,15) Modos, maneras, situaciones, estilo, presencias y accionespueden cambiar. La palabra y <strong>el</strong> envío permanecen.En algunos ambientes se cuestiona, más que la vigencia y la actualidad,la respuesta que se ha de dar al mandato <strong>misionero</strong>. Ya no hacefalta ir lejos, se dice, para encontrarse con gentes que desconocen aCristo, que practican otras r<strong>el</strong>igiones no cristianas. Por otro lado, parececomo si <strong>el</strong> diálogo interr<strong>el</strong>igioso quisiera hacer olvidar <strong>el</strong> anunciodirecto d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io de Jesucristo. Las fronteras han dejado de ser geográficaspara estar señaladas por las carencias y la necesidad de las personas.Disminuyen las vocaciones misioneras entre <strong>sacerdote</strong>s y r<strong>el</strong>igiososy aumenta considerablemente <strong>el</strong> número de voluntarios que en7


las ONG trabajan por <strong>el</strong> desarrollo de los pueblos y la dignidad de laspersonas.El imperativo d<strong>el</strong> mandato de Cristo continúa oyéndose y permanecenfi<strong>el</strong>es a él esos más de veinte mil <strong>misionero</strong>s y misioneras españolesrepartidos por <strong>el</strong> mundo. Entre <strong>el</strong>los, más de mil <strong>sacerdote</strong>s <strong>diocesano</strong>s,de los cuales un buen número pertenece a la OCSHA. Unos estaránhablando de Cristo, más con obras que con palabras, entre aqu<strong>el</strong>losque no lo conocen. Otros, tratando de que se conserve y crezca la fecristiana recibida. Muchos, empeñados en esa tarea de nueva evang<strong>el</strong>ización,en la que <strong>el</strong> entusiasmo, los modos y las presencias pueden sertan diferentes como necesarias para la predicación de la buena noticiade salvación.La misión es universal, sin embargo hay unos ámbitos concretos enlos que ha de realizarse. Ni los límites geográficos, ni las dificultades deíndole política pueden ser obstáculo para la presencia misionera de laIglesia, se ejerce en territorios y entre grupos humanos bien definidos,también en regiones en las que no ha llegado <strong>el</strong> primer anuncio d<strong>el</strong>evang<strong>el</strong>io. “El criterio geográfico, aunque no muy preciso y siempreprovisional, sigue siendo válido todavía para indicar las fronteras hacialas que debe dirigirse la actividad misionera. Hay países, áreas geográficasy culturales en que faltan comunidades cristianas autóctonas; enotros lugares éstas son tan pequeñas, que no son un signo claro de lapresencia cristiana; o bien estas comunidades carecen de dinamismopara evang<strong>el</strong>izar su sociedad o pertenecen a poblaciones minoritarias,no insertadas en la cultura nacional dominante (...) Se deben recordarlas situaciones de pobreza, a menudo intolerable, que se dan en nopocos países y que, con frecuencia, son <strong>el</strong> origen de las migraciones demasa. La comunidad de los creyentes en Cristo se ve interp<strong>el</strong>ada porestas situaciones inhumanas: <strong>el</strong> anuncio de Cristo y d<strong>el</strong> Reino de Diosdebe llegar a ser instrumento de rescate humano para estas poblaciones.(...) Existen otros muchos areópagos d<strong>el</strong> mundo moderno hacia loscuales debe orientarse la actividad misionera de la Iglesia. Por ejemplo,<strong>el</strong> compromiso por la paz, <strong>el</strong> desarrollo y la liberación de los pueblos;los derechos de hombre y de los pueblos, sobre todo los de las minorías;la promoción de la mujer y d<strong>el</strong> niño; la salvaguardia de la creación,son otros tantos sectores que han de ser iluminados con la luz d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io”(Redemptoris missio (RM) 37).8


Hace cincuenta años que nació la OCSHA. En estos años han cambiadomuchas cosas, pero sigue habiendo multitudes necesitadas de lapresencia evang<strong>el</strong>izadora de la Iglesia. Desde la fundación de la OCSHAson más de dos mil los <strong>sacerdote</strong>s los que han empleado su vocaciónen la predicación d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io y <strong>el</strong> servicio a los más necesitados demuchos países. Ahora recordamos una historia, quizás reducida enaños, pero generosa en la entrega de las personas y en los frutos deevang<strong>el</strong>ización. De esas personas, de los <strong>sacerdote</strong>s <strong>diocesano</strong>s <strong>misionero</strong>snos vamos a ocupar. Su vocación y los rasgos que la pueden definir,los valores y ayudas con los que cuentan, los riesgos de su misióny <strong>el</strong> acompañamiento de la Iglesia.9


1. LA IGLESIA, COMUNIDAD MISIONERAAnte <strong>el</strong> mandato d<strong>el</strong> Señor, id a todos los pueblos, la Iglesia nopuede olvidar ni su responsabilidad misionera, ni <strong>el</strong> derecho de todoslos hombres a encontrarse con Cristo. El horizonte de la tarea misionerade la Iglesia no solo no ha desaparecido sino que es cada vez másamplio (Cooperatio missionalis (CM) 1).Caridad eclesialUna comunidad se hace plenamente Iglesia cuando acepta la responsabilidadde evang<strong>el</strong>izar, de comunicar la riqueza de su fe a todoslos hombres. Dificultades y urgencias de unas Iglesias no pueden serrazón para <strong>el</strong>udir <strong>el</strong> compromiso de colaborar con otras Iglesias másnecesitadas, pues solamente “mediante esta comprometida y eficazapertura de nuestras comunidades a la empresa de la evang<strong>el</strong>ización detodo <strong>el</strong> mundo, nuestras Iglesias particulares acceden a la plenitud desu ser mismo de Iglesia.” (Responsabilidad misionera de la Iglesia española(RMIE), 3).Toda la Iglesia, con toda la riqueza de la palabra, de su fe y de sussacramentos vive en la Iglesia particular. Igual que cada comunidadlocal participa, con su propia e indeclinable fisonomía, en la comuniónde la Iglesia universal. El Espíritu de Jesús ha derribado todas las barreras:id por <strong>el</strong> mundo, dad lo que tenéis, <strong>el</strong> Espíritu de Dios estará convosotros. Y es toda esa Iglesia y cada cristiano en particular quienes tienen<strong>el</strong> deber de evang<strong>el</strong>izar. La cooperación misionera es deber detodos los cristianos. Como <strong>el</strong> Padre me envió, también yo os envío (Jn20, 21). Este enunciado de Jesús es vinculante y expresa d<strong>el</strong> mejormodo posible la unidad y la continuidad de la misión. La “missioEcclesiae”, de hecho, proviene de la “missio Dei.” A nadie se le puedeimpedir este intercambio de caridad eclesial y de dinamismo <strong>misionero</strong>(CM 2).Cristo es <strong>el</strong> que nos envía porque él mismo es <strong>el</strong> que desea quetodos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad que es <strong>el</strong>10


mismo Cristo. Es él quien ha llamado y pone en camino. Veritatis splendor,la fascinación de la Verdad que urge <strong>el</strong> mandato y la vocaciónmisionera. Responsabilidad de toda la Iglesia que tiene como vocaciónprimera la de evang<strong>el</strong>izar. Deber de la Iglesia particular y de todos ycada uno de la que la componemos. Id al mundo entero. Haced detodos los hombres un solo rebaño bajo un sólo pastor.Conciencia de universalidadEl compromiso <strong>misionero</strong> se convierte así en una verdadera y maravillosaexpresión de caridad eclesial, de un amor universal que se realizaen la unión de todas las Iglesias en <strong>el</strong> mismo amor de Cristo.Son muy esclarecedoras las palabras de Juan Pablo II en la exhortaciónEcclesia in America:“Jesucristo confió a su Iglesia la misión de evang<strong>el</strong>izar atodas las naciones: «Id, pues, y haced discípulos a todas lasgentes bautizándolas en <strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong> Padre y d<strong>el</strong> Hijo y d<strong>el</strong>Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os hemandado» (Mt 28,19-20). La conciencia de la universalidad d<strong>el</strong>a misión evang<strong>el</strong>izadora que la Iglesia ha recibido debe permanecerviva, como lo ha demostrado siempre la historia d<strong>el</strong>pueblo de Dios que peregrina en América. La evang<strong>el</strong>izaciónse hace más urgente respecto a aquéllos que viviendo en esteContinente aún no conocen <strong>el</strong> nombre de Jesús, <strong>el</strong> único nombredado a los hombres para su salvación (cf. Hch 4, 12).Lamentablemente, este nombre es desconocido todavía engran parte de la humanidad y en muchos ambientes de lasociedad americana. Baste pensar en las etnias indígenas aúnno cristianizadas o en la presencia de r<strong>el</strong>igiones no cristianas,como <strong>el</strong> Islam, <strong>el</strong> Budismo o <strong>el</strong> Hinduismo, sobre todo en losinmigrantes provenientes de Asia.Ello obliga a la Iglesia universal, y en particular a la Iglesiaen América, a permanecer abierta a la misión ad gentes. El programade una nueva evang<strong>el</strong>ización en <strong>el</strong> Continente, objetivode muchos proyectos pastorales, no puede limitarse a revitali-11


zar la fe de los creyentes rutinarios, sino que ha de buscar tambiénanunciar a Cristo en los ambientes donde es desconocido”(Ecclesia in America (EA) 74).Esta universalidad la de la acción misionera de la Iglesia, no es tantode carácter geográfico, sino que nace y se sitúa en la dimensión inconmensurabled<strong>el</strong> amor de Dios que llega a todos los pueblos, pues enCristo ha sido <strong>el</strong>egida toda la humanidad.La tarea de la evang<strong>el</strong>ización constituye la misión esencial de laIglesia, su dicha y vocación propia. “La Iglesia existe para evang<strong>el</strong>izar”(EN 14). Es <strong>el</strong> “anuncio de Cristo a aqu<strong>el</strong>los que lo ignoran, de predicación,de catequesis, de Bautismo y de administración de los otrossacramentos. Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidadrica, compleja y dinámica que comporta la evang<strong>el</strong>ización, si no es con<strong>el</strong> riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla. Resulta imposible comprenderlasi no se trata de abarcar de golpe todos sus <strong>el</strong>ementos esenciales”(EN 17).No se trata solo de predicar <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io, “sino de alcanzar y transformarcon la fuerza d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io los criterios de juicios, los valoresdeterminantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, lasfuentes inspiradoras y los mod<strong>el</strong>os de vida de la humanidad, que estánen contraste con la Palabra de Dios y con <strong>el</strong> designio de salvación” (EN19).Objetivos de la evang<strong>el</strong>izaciónLa comunidad cristiana se apoya y vive en la fuerza de su fe en <strong>el</strong>Señor muerto y resucitado. Si la fe es profunda y viva, <strong>el</strong>lo se debe aque la comunidad se mantiene fi<strong>el</strong> a la enseñanza de los apóstoles. Sicada día los creyentes se sienten más unidos, no es debido tanto a qu<strong>el</strong>a convivencia haya <strong>el</strong>iminado contrastes, sino a que <strong>el</strong> Señor les hadado la gracia de la comunión fraterna, de la participación en la mismaesperanza, de saber proyectar su caridad en una dimensión misionera.La comunidad ha recibido una fe y quiere dar razón y hacer partícipesa todos los hombres de su esperanza. Al partir <strong>el</strong> pan, en nombre d<strong>el</strong>12


los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíbley estímulo para la misión ad extra, y viceversa” (RM 34)“Evang<strong>el</strong>izar no es para nadie un acto individual y aislado,sino profundamente eclesial. Cuando <strong>el</strong> más humilde predicador,catequista o pastor, en <strong>el</strong> lugar más apartado, predica <strong>el</strong>Evang<strong>el</strong>io, reúne su pequeña comunidad o administra unsacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto deIglesia y su gesto se enlaza mediante r<strong>el</strong>aciones institucionalesciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raícesescondidas d<strong>el</strong> orden de la gracia, a la actividad evang<strong>el</strong>izadorade toda la Iglesia. Esto supone que lo haga, no por unamisión que él se atribuye o por inspiración personal, sino enunión con la misión de la Iglesia y en su nombre.De ahí, la segunda convicción: si cada cual evang<strong>el</strong>iza ennombre de la Iglesia, que a su vez lo hace en virtud de unmandato d<strong>el</strong> Señor, ningún evang<strong>el</strong>izador es <strong>el</strong> dueño absolutode su acción evang<strong>el</strong>izadora, con un poder discrecional paracumplirla según los criterios y perspectivas individualistas, sinoen comunión con la Iglesia y sus Pastores.La Iglesia es toda <strong>el</strong>la evang<strong>el</strong>izadora, como hemos subrayado.Esto significa que para <strong>el</strong> conjunto d<strong>el</strong> mundo y paracada parte d<strong>el</strong> mismo donde <strong>el</strong>la se encuentra, la Iglesia sesiente responsable de la tarea de difundir <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io” (EN 60).Un criterio para la consideración de la missio ad extra su<strong>el</strong>e ser <strong>el</strong> d<strong>el</strong>a consideración de la Iglesia local como <strong>el</strong> ámbito más inmediato y salirde él abre a ese concepto de envío ad extra. La misión ad gentes siempresupone <strong>el</strong> encuentro con aqu<strong>el</strong>los que no han recibido <strong>el</strong> anunciode Cristo. Aunque esos no cristianos puedan estar en <strong>el</strong> espacio geográficode la Iglesia local.Campos y formas de evang<strong>el</strong>ización“Evang<strong>el</strong>izar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todoslos ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde den-14


tro, renovar a la misma humanidad” (EN 18). La evang<strong>el</strong>ización persigue<strong>el</strong> empeño de “superar todo aqu<strong>el</strong>lo que condena a quedar al margende la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación,injusticia en las r<strong>el</strong>aciones internacionales y, especialmente enlos intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económicoy cultural, a veces tan cru<strong>el</strong> como <strong>el</strong> político, etc. La Iglesia tiene <strong>el</strong>deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre loscuales hay muchos hijos suyos; <strong>el</strong> deber de ayudar a que nazca estaliberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todoesto no es extraño a la evang<strong>el</strong>ización” (EN 30).Entre evang<strong>el</strong>ización y promoción humana -desarrollo, liberaciónexistenefectivamente lazos muy fuertes: antropológicos, sociales y económicos,teológicos, evangélicos. No es posible aceptar “que la obra deevang<strong>el</strong>ización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamentegraves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, aldesarrollo y a la paz en <strong>el</strong> mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrinad<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io acerca d<strong>el</strong> amor hacia <strong>el</strong> prójimo que sufre o padecenecesidad” (EN 31).Son muchas las maneras en que puede realizarse la evang<strong>el</strong>ización,pero los modos no han de confundirse con <strong>el</strong> contenido. Se puedeevang<strong>el</strong>izar con <strong>el</strong> diálogo, la inculturación buscando la liberación d<strong>el</strong>hombre, pero evang<strong>el</strong>izar será siempre anunciar a Jesucristo. Las diferenciasno proceden de la naturaleza misma de la misión, sino de lascircunstancias en que esta misión se realiza (AG 6).La Iglesia, como sacramento universal, no solamente respeta, sinoque acepta y recibe los valores de otras formas de vida, de otras culturas.La encarnación d<strong>el</strong> Verbo fue con la naturaleza humana, y a estarealidad hecha de hombres concretos es a quien se dirige <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io.Principio fundamental y origen de la inculturación es, por tanto, <strong>el</strong> misteriode la Encarnación: Jesucristo, único Salvador, que asume al hombreen su realidad existencial y le habla en lenguajes distintos, perosiempre expresando <strong>el</strong> mismo contenido de salvación. Ofreciendo atodos los hombres la posibilidad de creer y expresar su fe a partir de lapropia realidad cultural. La evang<strong>el</strong>ización asume al pueblo concreto alque se dirige, pero sin adulterar <strong>el</strong> contenido de la evang<strong>el</strong>ización bajo<strong>el</strong> pretexto de adaptarlo a una realidad local.15


Cooperación misioneraSi toda la Iglesia es misionera, cada cristiano asume en virtud d<strong>el</strong>Bautismo y de la Confirmación la responsabilidad de trabajar por unasalvación universal, a la que contribuirá con la oración, <strong>el</strong> testimonio, <strong>el</strong>sacrificio, la ayuda económica...“La cooperación, indispensable para la evang<strong>el</strong>ización d<strong>el</strong>mundo, es un derecho-deber de todos los bautizados, fundadoen su misma identidad de miembros d<strong>el</strong> Cuerpo Místico, yse concreta de diversas formas y en diferentes niv<strong>el</strong>es de responsabilidady de compromiso operante. Tal cooperación sefundamenta y se vive, ante todo, mediante la unión personalcon Cristo. La santidad de vida permite a cada cristiano serfecundo en la misión de la Iglesia” (CM 2).“La Iglesia peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera”.La Iglesia ha recibido <strong>el</strong> mandato de realizar <strong>el</strong> plan de salvaciónuniversal, que nace, desde la eternidad, de la “fuente deamor” es decir, de la caridad de Dios Padre. Se presenta almundo como la prolongación d<strong>el</strong> misterio y de la misión deCristo, único Redentor y primer <strong>misionero</strong> d<strong>el</strong> Padre, y es sacramentouniversal de salvación. La Iglesia es congregada en unidad,en toda la tierra, por <strong>el</strong> Espíritu Santo, protagonista de lamisión, d<strong>el</strong> que recibe luz y energía para anunciar la verdadsobre Cristo y sobre <strong>el</strong> Padre, por El rev<strong>el</strong>ado. La misión de laIglesia posee, pues, un carácter esencialmente “trinitario” (CM 1).Aparte de otras razones, la misión necesita de una comunidad quesea signo de la presencia de la doctrina de los apóstoles, de la fracciónd<strong>el</strong> pan, de la caridad fraterna, d<strong>el</strong> mismo envío <strong>misionero</strong>. El mod<strong>el</strong>ode la primera comunidad de Jerusalén continúa siendo válido paratodos.Cada Iglesia local tendrá esas notas esenciales y comunes de laIglesia universal, pero también cada Iglesia local tendrá unos valorespropios de la cultura en la que vive, de la idiosincrasia de las personasque la componen, de su tradición y peculiaridad social.16


La extensión misionera siempre ha tenido que salvar no pocas dificultades.Unas provienen de <strong>el</strong>ementos externos, otras de la mismaidentidad de la misión. Desde la ambigüedad con la que en determinadosambientes se presentan algunas cuestiones teológicas (salvación,liberación), hasta la confusión entre <strong>el</strong> anuncio directo de Cristo y <strong>el</strong>contenido r<strong>el</strong>igioso y social, la evang<strong>el</strong>ización y la cooperación en proyectosde desarrollo. Otra dificultad nueva es la que viene d<strong>el</strong> fundamentalismoy de los nacionalismos excluyentes. El <strong>misionero</strong> es consideradocomo extranjero y su predicación como una amenaza.Por otra parte, los territorios llamados de misión se han convertidoen verdaderas Iglesias locales independientes. También con su propiadimensión misionera. Hay que misionar en todas partes, mas parececomo si la misión ad gentes no fuera ya tan precisa. El secularismo hacecreer falsamente que siempre es más urgente lo inmediato que lo lejano.17


2. DE LA MISIÓN UNIVERSALA LA LLAMADA PERSONAL“Igual que <strong>el</strong> Padre me ha enviado, también yo os envío” (Jn 20, 21).Jesús, sacramento d<strong>el</strong> Padre, salvación para todos. Igual la Iglesia-sacramento,que es señal de salvación enviada por Jesucristo. Esta característicaesencial de misión es propia, constituyente e in<strong>el</strong>udible responsabilidadde la comunidad-Iglesia que ha sido llamada a evang<strong>el</strong>izar, acompartir la buena nueva, a anunciar <strong>el</strong> mensaje de Jesús y a realizarsu cometido en la historia de la salvación.Sacerdote <strong>diocesano</strong> para una misión universalLos presbíteros, en virtud d<strong>el</strong> sacramento d<strong>el</strong> Orden, están llamadosa compartir la solicitud por una misión universal, pues participan de lamisma misión encomendada por Cristo a los apóstoles. Los <strong>sacerdote</strong>sestán disponibles al Espíritu Santo y al Obispo, para ser enviados a predicar<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io por todo <strong>el</strong> mundo. Vocación, desprendimiento e idoneidadpara insertarse en otras culturas serán condiciones imprescindibles(RM 67).Un texto de la exhortación Pastores dabo vobis:“El presbítero participa de la consagración y misión deCristo de un modo específico y auténtico, o sea, mediante <strong>el</strong>sacramento d<strong>el</strong> Orden, en virtud d<strong>el</strong> cual está configurado ensu ser con Cristo, Cabeza y Pastor, y comparte la misión de«anunciar a los pobres la Buena Noticia», en <strong>el</strong> nombre y en lapersona d<strong>el</strong> mismo Cristo” (PDV 18).“El <strong>sacerdote</strong> tiene como r<strong>el</strong>ación fundamental la que le unecon Jesucristo, Cabeza y Pastor. Así participa, de manera específicay auténtica, de la «unción» y de la «misión» de Cristo(cf. Lc 4, 18-19). Pero íntimamente unida a esta r<strong>el</strong>ación está laque tiene con la Iglesia. No se trata de «r<strong>el</strong>aciones» simplemen-18


te cercanas entre sí, sino unidas interiormente en una especie demutua inmanencia. La r<strong>el</strong>ación con la Iglesia se inscribe en laúnica y misma r<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> con Cristo, en <strong>el</strong> sentidode que la «representación sacramental» de Cristo es la que instauray anima la r<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> con la Iglesia” (PDV 16).El <strong>sacerdote</strong> participa en la “unción” y en la “misión” de Cristo.Servidor de la Iglesia-ministerio “realiza los signos eclesiales y sacramentalesde la presencia de Cristo resucitado”. Servidor de la Iglesiacomunión,“porque unido al Obispo y en estrecha r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> presbiterioconstruye la unidad de la comunidad eclesial en la armonía d<strong>el</strong>as diversas vocaciones, carismas y servicios”. Servidor de la Iglesiamisión,porque es testigo d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io (PDV 16).“De este modo, por su misma naturaleza y misión sacramental,<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> aparece, en la estructura de la Iglesia,como signo de la prioridad absoluta y gratuidad de la graciaque Cristo resucitado ha dado a su Iglesia. Por medio d<strong>el</strong>sacerdocio ministerial la Iglesia toma conciencia en la fe deque no proviene de sí misma, sino de la gracia de Cristo en <strong>el</strong>Espíritu Santo. Los apóstoles y sus sucesores, revestidos deuna autoridad que reciben de Cristo, Cabeza y Pastor, hansido puestos -con su ministerio- al frente de la Iglesia, comoprolongación visible y signo sacramental de Cristo, que tambiénestá al frente de la Iglesia y d<strong>el</strong> mundo, como origen permanentey siempre nuevo de la salvación, Él, que es «<strong>el</strong> salvadord<strong>el</strong> Cuerpo» (Ef 5, 23)” (PDV 16).La incardinación a una Iglesia particular no es una mera figura jurídica.“El don espiritual que recibieron los presbíteros en la ordenaciónno los dispone sólo para una misión limitada y restringida, sino parauna misión amplísima y universal de salvación “hasta los extremos d<strong>el</strong>a tierra” (Hech 1, 8), porque cualquier ministerio sacerdotal participade la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a losApóstoles. El presbiterado es un don para todos los pueblos y paratodos los tiempos, lleva en <strong>el</strong> corazón la solicitud de todas las Iglesias”(PO 10).19


Responsabilidad individualProvenientes siempre d<strong>el</strong> mismo Espíritu y orientados hacia <strong>el</strong> biende la comunidad, los distintos carismas, las diversas vocaciones de servicioal Evang<strong>el</strong>io, tienen su discernimiento en la llamada y en <strong>el</strong> envíoque la conciencia individual o la comunidad hacen al apóstol. El hombrepuede recibir la invitación d<strong>el</strong> Espíritu a través de la conciencia personalo de la comunidad en la que vive su fe.Y lo mismo que en <strong>el</strong> individuo sucede en la comunidad, en laIglesia local, ya que <strong>el</strong> encargo de una misión puede dirigirse tanto apersonas individuales como a grupos creyentes. Ahora bien, si esta llamada,si este imperativo de evang<strong>el</strong>ización atañe, colectiva e inseparablemente,a toda la comunidad-Iglesia, una persona, un individuo¿puede asumir la responsabilidad comunitaria d<strong>el</strong> anuncio? ¿puedehaber, por <strong>el</strong> contrario, una Iglesia evang<strong>el</strong>izadora sin <strong>misionero</strong>s?Iglesia y <strong>misionero</strong> son inseparables en la comunión evang<strong>el</strong>izadora.El <strong>misionero</strong> es enviado. Representa, lleva y hace viva la comunidadque le ha recibido en la fe. Nadie actúa en solitario, aunque físicamenteaparezca como individuo aislado. Es la comunidad, es la Iglesia quienenvía y se hace presente en <strong>el</strong> <strong>misionero</strong>. Jesucristo, sacramento d<strong>el</strong>Padre. La Iglesia, sacramento de Jesucristo. El <strong>misionero</strong>, sacramento d<strong>el</strong>a Iglesia, de la comunidad que lo envía.“Nacida, por consiguiente, de la misión de Jesucristo, laIglesia es, a su vez, enviada por él. La Iglesia permanece en <strong>el</strong>mundo hasta que <strong>el</strong> Señor de la gloria vu<strong>el</strong>va al Padre.Permanece como un signo, opaco y luminoso al mismo tiempo,de una nueva presencia de Jesucristo, de su partida y desu permanencia. Ella lo prolonga y lo continúa. Ahora bien, esante todo su misión y condición de evang<strong>el</strong>izar lo que <strong>el</strong>la estállamada a continuar. Porque la comunidad de los cristianos noestá nunca cerrada en sí misma” (EN 15).Como individuo, <strong>el</strong> <strong>misionero</strong> tiene conciencia de haber recibido unmandato de Dios con finalidad de salvación. Un cometido que va a realizaren las más diversas formas. Basta leer las cartas o los hechos d<strong>el</strong>os apóstoles para contemplar lo variado de las actitudes evang<strong>el</strong>izado-20


as: desde la predicación directa y pública d<strong>el</strong> nombre y d<strong>el</strong> anunciosalvador de Dios manifestado en Jesucristo, hasta <strong>el</strong> testimonio de lacomunidad.Todas las vocaciones colectivas o individuales están dirigidas másallá de la propia comunidad. Rompen las fronteras d<strong>el</strong> ámbito en quese vive. Y aunque <strong>el</strong> primer destinatario de la conversión sea <strong>el</strong> individuoconcreto que recibe <strong>el</strong> carisma, o la comunidad a la que pertenece,siempre serán como parajes de una peregrinación que camina haciaese pueblo sin fronteras en <strong>el</strong> que se realiza, finalmente, <strong>el</strong> designio desalvación universal. Serán distintas misiones particulares, pero <strong>el</strong> mismoEspíritu quien envía a todos y para una salvación a la que está llamadala humanidad entera.La voz de la conciencia resuena siempre con <strong>el</strong> eco de la personalidadd<strong>el</strong> hombre que escucha, con <strong>el</strong> sonido de los acontecimientos d<strong>el</strong>momento, o de las personas con las que protagoniza su propia historia,con la resonancia d<strong>el</strong> entorno social, geográfico, r<strong>el</strong>igioso en que sevive. El <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> se lleva siempre con él <strong>el</strong> espíritude su propia Iglesia local, <strong>el</strong> amor a su diócesis.Perfil d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>misionero</strong>La diócesis, la Iglesia diocesana, no es <strong>el</strong> conjunto de estructuras,funciones, servicios y personas de que se compone <strong>el</strong> organismo <strong>diocesano</strong>,sino una comunidad servida en la fe por <strong>el</strong> obispo y que caminapor este mundo en fid<strong>el</strong>idad al Evang<strong>el</strong>io recibido y en la esperanzad<strong>el</strong> retorno d<strong>el</strong> Señor.Pertenecer a la Iglesia no es algo que pueda reducirse a una inscripciónburocrática en un registro de personas. Tampoco en una merapertenencia sociológica, estadística, sin participación en la vida de lacomunidad. Por <strong>el</strong> contrario, pertenecer a la Iglesia es vivir unido a lacomunidad, escuchar la voz de los pastores, c<strong>el</strong>ebrar juntos laEucaristía, ayudar a las obras de caridad, dar testimonio cristiano entodo momento. La Iglesia diocesana no nos encierra ni en <strong>el</strong> ámbito en<strong>el</strong> que vivimos, ni en nuestras propias obras. Toda la Iglesia universalvive en cada diócesis, en cada parroquia. Pero también, cada Iglesia21


local vive en comunión con toda la Iglesia. Y con <strong>el</strong>la participa en sumisión salvadora.Nada más ajeno al sentido de diócesis, de Iglesia local, que encerrarseen proyectos, ideas y necesidades particulares, olvidando esadimensión universal que deben tener todas nuestras acciones pastorales.Ese compromiso universal no va a reducir la respuesta a la situaciónconcreta y a la realidad en que se encuentra cada Iglesia local. Alcontrario, cuanto más católicas, universales, sean nuestras acciones, másinterés tendremos por hacer visible la realidad y vida de la Iglesia en <strong>el</strong>ámbito local, <strong>diocesano</strong>.Desde los primeros años de la vida de la Iglesia, los apóstoles queobedeciendo <strong>el</strong> mandato de Jesús se habían repartido por <strong>el</strong> mundo,formaban comunidades cristianas, Iglesias particulares. No como partesy fragmentos que sumados compusieran la Iglesia universal, sino comoverdadera presencia y manifestación, en un lugar concreto d<strong>el</strong> mundo,de la vida en conformidad con <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io de Jesucristo.La acción d<strong>el</strong> Espíritu Santo se iba manifestando en <strong>el</strong> amor que losbautizados tenían por su Iglesia, en la que c<strong>el</strong>ebraban la Eucaristía, vivíanen la caridad, escuchaban y seguían las enseñanzas de los apóstolesy perseveraban juntos en la oración. Este era <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o de la primeraIglesia. Y así continúa siendo. Sólo <strong>el</strong> que ama de verdad a la Iglesia yvive en fid<strong>el</strong>idad a <strong>el</strong>la, puede decir que ha llegado a él la gracia d<strong>el</strong>Espíritu Santo.Jesucristo envió a sus apóstoles para extender la Iglesia en los distintoslugares d<strong>el</strong> mundo. Y la Iglesia se hizo presente en Jerusalén, enRoma, en Corinto..., y en cada una de las diócesis en las que un Obispopreside y sirve en la caridad a la comunidad cristiana. Esa unidad, entorno al Obispo, constituye la diócesis. Es como la realización, en unlugar determinado, d<strong>el</strong> ideal evangélico propuesto por Jesucristo.San Pablo quiere que la comunidad reflexione y vea la categoría dehombres que fueron <strong>el</strong>egidos: ni los más sabios ni los más poderosos.Pero los que van a confundir a quienes se creen sabios, y los que vana humillar al poderoso porque su única gloria y su único título es <strong>el</strong>Señor (1 Cor 11 26-31).Si tuviéramos que describir, en breves palabras, la figura, la personad<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>, como la expresión y signo transparentede la comunidad cristiana, lo haríamos, siempre desde una res-22


puesta de fe, como la de un peregrino que ha recibido un mensaje y <strong>el</strong>encargo de caminar. Al encontrarse con otros hombres los hablará de loque “ha visto y oído” entre los hermanos que dejó atrás. Aceptará <strong>el</strong> riesgode tener que caminar siempre, de hacerlo solo muchas veces, de notener a nadie que escuche su palabra, de recibir <strong>el</strong> rechazo o la indiferencia.Es <strong>el</strong> riesgo de la peregrinación y de unos altos precios que pagar.Un precio de fid<strong>el</strong>idad. Fid<strong>el</strong>idad al lenguaje, a las costumbres, a loshombres y a los países que entran en su recorrido. Fid<strong>el</strong>idad al ministeriode encarnación que <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>misionero</strong> representa. Fid<strong>el</strong>idad ala fe a Dios y a la comunidad que lo ha puesto en camino. Un peregrinoque se enriquece al dar, que goza al servir, que resucita después d<strong>el</strong>a cruz de cada día.Era costumbre en la antigua Iglesia que <strong>el</strong> catecúmeno, al recibir <strong>el</strong>Evang<strong>el</strong>io de manos d<strong>el</strong> Obispo, respondiera recitando <strong>el</strong> Credo. A laconfianza de la comunidad, de la Iglesia que ponía en su mano la riquezade la fe en Jesucristo, <strong>el</strong> nuevo cristiano confesaba su adhesión a lapalabra rev<strong>el</strong>ada. Era aceptación y respuesta a la vocación recibida y,también, primer paso en <strong>el</strong> camino de evang<strong>el</strong>ización: lo que has recibidode la comunidad, llévalo a tus hermanos, a todos los hombres.“Los <strong>misionero</strong>s aceptan satisfacer, al menos parcialmente, la responsabilidadevang<strong>el</strong>izadora que atañe a nuestras Iglesias locales (RMIE 4).La comunidad pone en manos d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> lafuerza carismática que posee - fe, palabra, sacramentos, presencia multiformed<strong>el</strong> Espíritu - y lo envía. Ciertamente que <strong>el</strong> <strong>misionero</strong> va a serla mejor y más clara expresión d<strong>el</strong> carácter evang<strong>el</strong>izador de la comunidadcristiana (AG, 23), ya que encarnará en su existencia unos valorescarismáticos que solo pueden verse en una conducta externa cargadade significación, pero en <strong>el</strong> convencimiento de que toda la acciónmisionera es un acto eclesial, que se realiza en nombre y con la misiónde la Iglesia y que, por tanto, ningún evang<strong>el</strong>izador es dueño absolutode su acción evang<strong>el</strong>izadora (EN, 60).El <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> sale de “su casa y de su tierra” (Gn 12,1),pero permanece en unión con su comunidad de fe a la que hace viva,extiende, enriquece y representa en otro lugar. Sale de su casa paraconstruir otra nueva. Deja su tierra para fecundar otros surcos.Lo que vimos y aprendimos, eso os lo hemos enseñado (Jn 3, 11).La Iglesia que lo ha engendrado por la fe y <strong>el</strong> Bautismo, continúa en <strong>el</strong>23


<strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> su fecundidad de anuncio y conversión,en <strong>el</strong> convencimiento de que todas las acciones evang<strong>el</strong>izadoras son deuna comunidad universal. Es la consecuencia de la pertenencia a laIglesia, de la comunión de todos en Cristo.La vocación misionera de la Iglesia cristaliza en esta forma de vidad<strong>el</strong> bautizado que es enviado por la comunidad. En cualquier sitiodonde intente vivir <strong>el</strong> amor aprendido entre los suyos, sabe que estáevang<strong>el</strong>izando y que se descubre como un don de Dios a sus hermanos.Un regalo que Dios hizo a la Iglesia y que esa misma comunidadenvía para dar participación a todos de la gracia recibida.Más allá d<strong>el</strong> propio ámbito cultural, caminando junto a cualquierhombre y en <strong>el</strong> más distinto lugar, se realiza, en cierta manera, <strong>el</strong> misteriode la encarnación. Cristo se ha unido al hombre (RH 13) para que<strong>el</strong> reino de Dios llegue a todos los hombres. Quien fue llamado, fuetambién <strong>el</strong>egido para beneficio de la humanidad. Con su vida, con supalabra, con su oración, con los sacramentos, <strong>el</strong> <strong>misionero</strong> c<strong>el</strong>ebra loque Dios quiere para todos los hombres.“Se presentan, a veces, tales circunstancias que imposibilitan durantealgún tiempo <strong>el</strong> proponer directa e inmediatamente <strong>el</strong> mensaje evangélico.En estos casos pueden y deben los <strong>misionero</strong>s, con paciencia,prudencia y, a la vez, con gran confianza, dar, al menos, testimonio d<strong>el</strong>a caridad bienhechora de Cristo y preparar así los caminos d<strong>el</strong> Señor yhacerle de alguna manera presente” (AG 6).La respuesta d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> ante la Iglesia nopuede ser otra que la fid<strong>el</strong>idad. Ser fi<strong>el</strong> a la comunidad que lo envía ya la Iglesia que lo recibe. Es obvio que este ser fi<strong>el</strong> proviene en un principiode la llamada de Dios, d<strong>el</strong> servicio al Evang<strong>el</strong>io, de la fe y <strong>el</strong>compromiso, por <strong>el</strong> Bautismo, de realizar en su propia vida <strong>el</strong> misteriopascual. Una fid<strong>el</strong>idad transparente, una respuesta de entrega, manteniday constante, a la propia vocación, misionera, a la urgencia de predicary de construir <strong>el</strong> reino de Dios.Cultura diocesana e inculturación¿Cómo conjugar la unidad y universalidad d<strong>el</strong> mensaje evangélicocon su inserción en las distintas culturas, en las situaciones tan diversas,24


en comunidades humanas tan dispares? Fid<strong>el</strong>idad a la comunidad queenvía, ciertamente, pero también aceptación real de la comunidad querecibe, ya que, si es mensaje de salvación universal, tiene que encarnarseen todas las culturas.La Iglesia, como sacramento universal, no solamente respeta, sinoque acepta y recibe los valores de otras formas de vida, de otras culturas.“La evang<strong>el</strong>ización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia, sino toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utilizasu lengua, sus signos y símbolos, si no responde a las cuestionesque plantea, no llegan a su vida concreta. Pero, por otra parte, la evang<strong>el</strong>izacióncorre <strong>el</strong> riesgo de perder su alma y desvanecerse, si se vacíao desvirtúa su contenido, bajo pretexto de traducirlo; si queriendoadaptar una realidad universal a un espacio local, se sacrifica esta realidady se destruye la unidad sin la cual no hay universalidad. Ahorabien, solamente una Iglesia que mantenga la conciencia de su universalidady demuestre que es de hecho universal puede tener un masajecapaz de ser entendido, por encima de los límites regionales, en <strong>el</strong>mundo entero.” (EN 63)Al asumir la responsabilidad de “representación” de la comunidad, <strong>el</strong><strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> adquiere la configuración personal d<strong>el</strong>íder, con una influencia que puede impresionar y dirigir la fuerza d<strong>el</strong>mensaje que predica, no a la construcción d<strong>el</strong> reino de Dios, sino a unavinculación admirativa hacia la persona que lo anuncia. El <strong>sacerdote</strong><strong>misionero</strong> se siente humanamente recompensado, pero ha sustituido laimagen de Dios por la suya propia. Conviene recordar <strong>el</strong> pensamientode San Juan de Ávila: No robar a Cristo los ojos de sus cristianos. Qu<strong>el</strong>e vean a él, no a ti.El traspasar las fronteras de la propia comunidad humana y cristianano solo ha de considerarse en <strong>el</strong> aspecto espacial, geográfico, sino, ypreferentemente, en una dimensión cultural. Habrá de tener <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong><strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> una gran capacidad de adaptación, de descentralizaciónoccidental. Necesitará un buen bagaje de madurez humana,generosa en virtudes fundamentales de resistencia a lo conflictivo,iniciativa, acometividad sin esperar resultados inmediatos, consagraciónal ideal, convicción y valor, responsabilidad. Este hombre-tipo requiereun sustrato humano, incluso físico, de apoyo. Y, también, unos <strong>el</strong>ementosde refuerzo social, ecológico, de comunicación.25


Pero es muy difícil que <strong>el</strong> hombre, por muy grandes y <strong>el</strong>evados quesean sus ideales, pueda ser completamente fi<strong>el</strong> a la comunidad si no loes a sí mismo. Si la fid<strong>el</strong>idad exigía unas virtudes y unas necesidadespara <strong>el</strong> apoyo y refuerzo de esas aptitudes fundamentales, de igualmodo hay un cuadro de actitudes psicológicas que requieren una respuestaefectiva, emocional.Aunque es <strong>el</strong> mismo Señor <strong>el</strong> que llama, sin embargo, esa invitaciónva a tomar una forma distinta en cada hombre por la encarnación degracia y carácter dentro de la misma persona, en <strong>el</strong> mismo sujeto deunidad consciente. La personalidad misionera aparecerá como unaestructura unitaria, coherente, con interacción de funciones, motivacióny tendencias muy difíciles de separar. La vocación de Dios fecunda lanaturaleza d<strong>el</strong> hombre concreto y la respuesta es una personalidadnueva. Un hombre nuevo, y no solamente desde <strong>el</strong> punto de vista carismático,sino también desde la realidad psicológica d<strong>el</strong> conocimiento, d<strong>el</strong>as motivaciones, de la vida emocional.El decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, describ<strong>el</strong>a figura d<strong>el</strong> <strong>misionero</strong> en términos de capacidad de iniciativa,constancia para continuar en lo emprendido, perseverancia en las dificultades,paciencia, fortaleza, soportar la soledad, <strong>el</strong> cansancio y <strong>el</strong> trabajoinfructuoso, tener espíritu abierto, de adaptación a otras costumbres,de concordia y colaboración... (AG, 25).Al hacer <strong>el</strong> <strong>perfil</strong> d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>misionero</strong> no habrá nunca que olvidarlas dimensiones siguientes: teológica (<strong>el</strong>egido y consagrado porDios en Jesucristo), sacramental (la gracia de la imposición de lasmanos d<strong>el</strong> Obispo y la oración de la Iglesia), eclesial (comunión con laIglesia), diocesana (vínculo bautismal e incardinación jurídica y espiritual).26


3. RIESGOS Y VALORES DELSACERDOTE MISIONEROTodas estas cualidades requeridas son ideales a conseguir más queconquistas ya logradas. Un querer imperioso de “llegar a” que motiva ydesencadena una forma de comportamiento. Estas “virtudes” d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong><strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> provocan cierta tensión interna y empujan aun tipo de conducta. Son, pues, a un tiempo, metas a conseguir ymotivaciones que estimulan.Hay una tendencia a superar <strong>el</strong> desequilibrio que causa la inseguridadde perder la posición que se tiene en la comunidad donde se vivey <strong>el</strong> miedo de no poder alcanzar lo que se desea. También la necesidadde sentir aprobación al trabajo que se hace y de ver la eficacia d<strong>el</strong>esfuerzo. Una devaluación d<strong>el</strong> aprecio a la actividad misionera provoca<strong>el</strong> desencanto de la vocación.Dignidad y servidumbre d<strong>el</strong> <strong>misionero</strong>La ilusión misionera puede quedar bloqueada por los más distintosimpedimentos: Imposibilidad de actuar, desconocimiento de objetivos,falta de reconocimiento de la comunidad en nombre de la que se evang<strong>el</strong>iza,regresión numérica de la comunidad que recibe, condicionantespolíticos, xenofobia, orden internacional injusto, socialización d<strong>el</strong> trabajopor <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io...No ha sido <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> quien lo ha <strong>el</strong>egido, sino que fue <strong>el</strong> mismoCristo <strong>el</strong> que, por medio de la comunidad, ha buscado a este hombrepara que represente y sirva a la Iglesia con una vocación universal ypara que abandonando cualquier otra preocupación, se entregue al trabajoconstante de anunciar <strong>el</strong> reino predicado por Jesucristo.Tendrá que ser luz y sal (Mt 5,13), no llevará alforja ni preocupaciónpor <strong>el</strong> dinero (Mt 10,5), estará con sencillez y caut<strong>el</strong>a (Lc 9,1), como ovejaentre lobos (Mc 6,7). No pretenderá tener otra suerte que la d<strong>el</strong> Maestro.27


Y si al Señor lo han llamado demonio, cuanto más a los discípulos (Mt10,24)Ser <strong>misionero</strong> implica no sólo aceptar una doctrina y un estilo decomunicarla, sino una adhesión plena, exclusiva y total a la persona d<strong>el</strong>Maestro. El enviado, <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>, tendrá quehablar con la palabra de Cristo, tendrá que iluminar con la luz de Cristo,tendrá que santificar con la gracia de Cristo. Pero, sobre todo, tendráque vivir plenamente identificado con la persona de Cristo: ya no vivoyo, es Cristo quien habla, quien ilumina, quien santifica, quien vive enmi (Gál 2, 20).“Enviada y evang<strong>el</strong>izadora, la Iglesia misma envía a losevang<strong>el</strong>izadores. Ella pone en su boca la Palabra que salva, lesexplica <strong>el</strong> mensaje d<strong>el</strong> que <strong>el</strong>la misma es depositaria, los da <strong>el</strong>mandato que <strong>el</strong>la misma ha recibido y les envía a predicar. Apredicar no a sí mismos o a sus ideas personales, sino un evang<strong>el</strong>iod<strong>el</strong> que ni <strong>el</strong>los ni <strong>el</strong>la son dueños y propietarios absolutospara disponer de él a su gusto, sino ministros para transmitirlocon suma fid<strong>el</strong>idad.” (EN 15).Al enviar lejos a uno de sus miembros, la comunidad cristiana hapuesto en sus manos <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io. Un tesoro muy grande, pero que <strong>el</strong><strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> ha de llevar en <strong>el</strong> vaso de la propia fragilidad.Fue <strong>el</strong>egido y continúa entra los hombres, aunque con lasmanos repletas de bien y con la fuerza d<strong>el</strong> Espíritu que se le ha infundidoen la llamada. Es barro y lleva <strong>el</strong> fuego d<strong>el</strong> Espíritu. Pecador yadministra <strong>el</strong> perdón. Siervo inútil, pero comunicando la gracia de Dios.He aquí la dignidad y la servidumbre d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>.El riesgo que implica la vocación y <strong>el</strong> envío. Sujeto constantementea una tensión entre la fid<strong>el</strong>idad a “estar” como hombre entre loshombres y “ser” evang<strong>el</strong>io vivo enviado por Dios.Seguridad personal y compromiso con <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>ioEntre los riesgos más frecuentes d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>,d<strong>el</strong> <strong>el</strong>egido y enviado por la comunidad para <strong>el</strong> servicio de otra Iglesia,28


cabe <strong>el</strong> de perder esa misma conciencia de misión, de encargo recibido.Se aprecia <strong>el</strong> designio, más como privilegio que como mandato deentrega al esfuerzo por construir <strong>el</strong> reino de Dios. Es <strong>el</strong> fariseísmo d<strong>el</strong>gozo fatuo en <strong>el</strong> encumbramiento. Consagrado, <strong>el</strong>egido, pastor, maestro,enviado... Grandes valores que pueden quedar reducidos a simplesy hueras palabras desprovistas de contenido si se olvida la responsabilidadde la diaconía. Es la tentación sutil a contemplar <strong>el</strong> honor más que<strong>el</strong> ministerio. A gozar con la posesión más que con <strong>el</strong> servicio. A buscarla seguridad personal más que <strong>el</strong> compromiso con <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io.Creerse haber llegado a la meta, de enseñar sin aprender, de dirigir sinestudiar, de administrar la palabra de Dios con propia sabiduría. El afánorgulloso d<strong>el</strong> perfeccionismo moral individualista o d<strong>el</strong> tecnicismocomo especialista profano y desprecio de la pasión misionera. Un afánde compromiso sin fe, sin apoyo y vida en la palabra de Dios y haciendode la caridad una nueva forma de colonialismo despótico.También la evasión de querer vivir una creencia espiritualizada sinencarnación en un mundo por <strong>el</strong> que murió Jesucristo. Es <strong>el</strong> riesgo y latentación de querer huir de la situación incómoda de aquí, pensandoencontrar allá, en una utópica tierra de misión, <strong>el</strong> v<strong>el</strong>locino de la f<strong>el</strong>icidad,de la paz. Es la tentación d<strong>el</strong> egoísmo en la soledad cuando lacomunidad incomoda, de la seguridad material en una teórica pobreza,de la compensación y <strong>el</strong> anticipo afectivo entre un grupo humano quepor más pobre, lejano y pequeño, acoge con mayor aprecio y agradecemejor <strong>el</strong> servicio que se le hace.Ante la magnitud d<strong>el</strong> compromiso surge la tentación d<strong>el</strong> descorazonamiento.Si <strong>el</strong> problema es complejo la pereza aconseja no complicarseen él. Si es lejano, <strong>el</strong> egoísmo arguye que no te corresponde. Por eso,riesgo, y muy grande, de la vocación misionera es <strong>el</strong> de la tensión entre<strong>el</strong> miedo al compromiso y la imperiosa y generosa respuesta a la llamada.Situación que, unas veces, se rompe con la huida a la comodidad,de la contemplación por la contemplación, d<strong>el</strong> testimonio por <strong>el</strong>testimonio o la presencia por la presencia, cuando du<strong>el</strong>e la agresividady <strong>el</strong> peso d<strong>el</strong> trabajo de cada día. Es, otras veces, la huida a la actividaddesenfrenada en trabajos que a nadie benefician en misiones que nadieha encomendado, en proyectos de autoengaño complaciente cuando laconciencia no aguanta la interp<strong>el</strong>ación de la palabra de Dios hacia unaentrega más justa y menos caprichosa.29


Antes, era difícil llegar, establecer una misión, construir con piedrasvivas una Iglesia local. Ahora, <strong>el</strong> gran trabajo es <strong>el</strong> de permanecer,muchas veces con la amarga sensación de esterilidad. De haber perdidoinútilmente la vida. De no esperar recompensa de una semilla quese puso en <strong>el</strong> surco sin ilusión.Degradación de la fid<strong>el</strong>idadPero, quizás, <strong>el</strong> riesgo y la tentación más grande d<strong>el</strong> <strong>misionero</strong> seala de querer inventarse un Cristo que no es <strong>el</strong> verdadero, que no es <strong>el</strong>Cristo d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io y que quiere transmitirse así, falsificado, a los hombres.Es fácil caer en la transigencia con la injusticia de los protectores,de colaborar con la prudencia de la carne, de olvidar la obligación d<strong>el</strong>a denuncia evangélica o la incomodidad de la corrección profética yfraterna. Unos piden milagros, otros sabiduría y, en lugar de predicar <strong>el</strong>escándalo de la cruz, se administra la pacotilla de falsas seguridades.Este es <strong>el</strong> mayor riesgo y la gran empresa d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong><strong>misionero</strong>: ser fi<strong>el</strong> al evang<strong>el</strong>io.El apostolado, <strong>el</strong> trabajo de evang<strong>el</strong>ización, sigue en su deterioro unproceso paral<strong>el</strong>o a la degradación, a la pérdida de la fe. No se concib<strong>el</strong>a aceptación de la palabra de Dios sin unos comportamientos consecuentesy que reflejen en la práctica lo inconfundible de la fe. En <strong>el</strong>anuncio d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io puede existir, igualmente, la falsa presunción deconfesar teóricamente la fe en Jesucristo sin <strong>el</strong> anuncio explícito, aunqueno sea verbal, de esa misma adhesión cristiana. Se justifica la faltade proclamación d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io, con la presencia inactiva y cómodamentesilenciosa. El diálogo y <strong>el</strong> respeto a los hombres de otra, o deninguna fe, con la pseudodiscrección d<strong>el</strong> anonimato.Ha sido una misión fallida Una vocación y un envío sin respuesta ala alianza, sin fid<strong>el</strong>idad al mensaje recibido. Fue, al mismo tiempo, fraudea la comunidad-Iglesia que envía y sustracción al derecho que loshombres tienen a la verdad.Tensión entre lo particular y lo universalEl cisma entre lo particular de la llamada al Evang<strong>el</strong>io y <strong>el</strong> envío deuniversalidad provoca anquilosamiento y esterilidad.30


“Por otra parte, como demuestra la historia cada vez que talo cual Iglesia particular, a veces con las mejores intenciones,con argumentos teológicos, políticos o pastorales, o tambiéncon <strong>el</strong> deseo de una cierta libertad de movimiento o de acción,se ha desgajado de la Iglesia universal y de su centro vivientey visible, muy difícilmente ha escapado - si es que lo ha logrado- a dos p<strong>el</strong>igros igualmente graves: p<strong>el</strong>igro, por una parte,de aislamiento esterilizador y, también, a corto plazo, de desmoronamiento,separándose de <strong>el</strong>la las células, igual que <strong>el</strong>lase ha separado <strong>el</strong> núcleo central; por otra parte, p<strong>el</strong>igro de perdersu libertad, cuando desgajada d<strong>el</strong> centro y de las otrasIglesias que lo comunicaban fuerza y energía, se encuentraabandonada, quedando sola, frente a las fuerzas más diversasde servilismo y explotación” (EN, 64).La vocación misionera transforma la mente, los comportamientos, laexistencia d<strong>el</strong> hombre que ha recibido la llamada; le con-vierte a sushermanos. No es que <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> haya comprendidola razón de su servicio de reconciliación universal, sino que <strong>el</strong>Espíritu le ha convertido, llevado, entusiasmado por <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io. Poreso, uno de los primeros objetivos evang<strong>el</strong>izadores es la reconciliación,<strong>el</strong> restablecimiento de la confianza entre los hombres, perdida en <strong>el</strong>desconocimiento mutuo o por <strong>el</strong> olvido d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io.Hemos venido repitiendo que <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> esun enviado de la comunidad. Tenemos, ahora, que profundizar en esteministerio. No nos referimos a la “missio canonica” ni al “transitar”, deuna comunidad a otra, aunque ambos conceptos los podremos tener encuenta. Se trata d<strong>el</strong> “ser enviado” como carisma, como acción d<strong>el</strong>Espíritu en <strong>el</strong> hombre. Es enviado no tanto <strong>el</strong> que “parte de una comunidad”y “llega” a otra, sino quien es llamado, <strong>el</strong> que es invitado poruna Iglesia local para que sirva en <strong>el</strong>la con <strong>el</strong> carisma, con la función o<strong>el</strong> ministerio que ha recibido. La comunidad-objeto-de-evang<strong>el</strong>izaciónse convierte en Iglesia evang<strong>el</strong>izadora en cuanto invita y llama paravivir en <strong>el</strong>la <strong>el</strong> servicio d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io.Como un peregrino, <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>, lejos de estarinstalado en una diócesis, en una Iglesia particular, vive atento al reclamo,a la interp<strong>el</strong>ación de un pueblo sin límites ni fronteras. Participa en31


la comunión universal de la Iglesia, significada por <strong>el</strong> Obispo. Se agrandala dimensión de universalidad para rebosar cualquier límite estructural,de grupo, de r<strong>el</strong>igión. El <strong>sacerdote</strong> es un hombre para todos loshombres. Un hombre llamado que sirve, está, c<strong>el</strong>ebra, anuncia, predica,vive lo que Dios quiere para todos. Encarna, con su presencia activa<strong>el</strong> deseo de salvación universal.Riesgo de la identidadAtrás quedó <strong>el</strong> concepto de líder ministerial, con poder y autoridadmonopolizadores, hombre constituido y con exigencia de sumisa obediencia.El ministerio se hace kenosis (anonadamiento), la clericalizacióndeja paso a la vocación secular, <strong>el</strong> monopolio y la exclusividad ala acogida y a la promoción de nuevos ministerios.Como ministro de evang<strong>el</strong>ización, <strong>el</strong> <strong>misionero</strong> busca la hu<strong>el</strong>la deDios en las distintas vocaciones. Se hace disponibilidad y transparenciacon su vida y con unas acciones en las que los hombres contemplan <strong>el</strong>verdadero testimonio de un servidor de Jesucristo.Si <strong>el</strong> <strong>misionero</strong> es <strong>sacerdote</strong>, la comunión con <strong>el</strong> presbiterio informarásu vida evang<strong>el</strong>izadora. La situación de independencia, de la últimadecisión, d<strong>el</strong> juicio inap<strong>el</strong>able, d<strong>el</strong> magisterio incontestable y de lasacciones pastorales individualistas, dejarán lugar al diálogo, a la confrontaciónconstructiva, a la comprensión, a la pastoral de conjunto, alsentido comunitario de la Iglesia, a la comunión de espíritu, a nuevas ydistintas formas eclesiales de actuación.Una cuestión siempre fundamental: ¿por qué y para qué la misión?Porque a nosotros se nos ha concedido la gracia de anunciar a todoslas inescrutables riquezas de Cristo (Ef 3, 8). Porque hemos recibido d<strong>el</strong>Señor <strong>el</strong> mandato de comunicar la fe que hemos recibido. Porquehemos de servir a todos con <strong>el</strong> testimonio de nuestra fe y de nuestravida cristiana. Porque los hombres de todos los tiempos tienen derechoa conocer a Jesucristo. Porque la caridad exige la comunicación a losdemás de bien que se tiene.“La misión es un problema de fe, es <strong>el</strong> índice exacto de nuestra feen Cristo y en su amor por nosotros. La tentación actual es la de reducir<strong>el</strong> cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una32


ciencia d<strong>el</strong> vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se hadado una gradual secularización de la salvación, debido a lo cual s<strong>el</strong>ucha ciertamente en favor d<strong>el</strong> hombre, pero de un hombre a medias,reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio, nosotros sabemosque Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre enteroy a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de lafiliación divina” (RM 11).Posturas extremas y equivocadas para la afirmación de la identidadson <strong>el</strong> fundamentalismo y <strong>el</strong> nacionalismo excluyente y <strong>el</strong> pros<strong>el</strong>itismoimperialista.El fundamentalismo es un fenómeno complejo, en <strong>el</strong> que se mezclan<strong>el</strong>ementos r<strong>el</strong>igiosos, culturales, nacionalistas, políticos. No es fid<strong>el</strong>idada Dios, sino una actitud rígida que parece querer adueñarse de lavoluntad de Dios, acaparándola en favor de los unos objetivos que sequieren alcanzar a toda costa y valiéndose de cualquier medio con talde lograr la finalidad propuesta.Valor muy importante es <strong>el</strong> d<strong>el</strong> amor a la propia nación, a la propiacultura, a la patria. Pero no pocas veces los nacionalismos excluyentespueden hacer caer en la misma intolerancia que se pretenden denunciaren unos discursos interesados en hacer olvidar los verdaderoscimientos de un pueblo. Buscamos <strong>el</strong> valor de la convivencia secular ycultural, pero debemos estar muy atentos a las sutilezas con las que sepresenta la intolerancia. Podemos convivir en una comunidad pluricultural,sin necesidad de que cada uno pierda su propia identidad, nitenga que renunciar a ser fi<strong>el</strong> a las propias convicciones.Existe también una sutil agresión al ejercicio de la libertad, creando laambigüedad entre la <strong>el</strong>ección y la indiferencia, entre <strong>el</strong> no optar por naday <strong>el</strong> tomar postura por unas ideas y por una forma de vivir. Lo mismo ocurrerespecto a la confusión entre ofrecimiento -dar participación de la propiafe- y <strong>el</strong> pros<strong>el</strong>itismo, ganar a toda costa para la propia causa mas queal Evang<strong>el</strong>io y a la salvación de la que <strong>el</strong> único dueño y señor es Jesucristo.Memoria ChristiLa “memoria Christi” - recuerdo, presencia, c<strong>el</strong>ebración y promesa -dará razón cumplida y justificará <strong>el</strong> envío y la misión evang<strong>el</strong>izadora.33


Ser testigos de Jesucristo, este es <strong>el</strong> gran valor y la mejor ayuda. Yo estarécon vosotros siempre. Elegido por Cristo para hacer presente labuena noticia de salvación. La inseguridad d<strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong><strong>misionero</strong> se hace fortaleza con la eficacia de la presencia de Cristo. Noserán tus palabras las que salven, sino las de Jesucristo.El <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> tendrá que abrirse a esa presenciade Jesucristo y preparar <strong>el</strong> camino d<strong>el</strong> Señor. Será testigo d<strong>el</strong> Maestro,servidor d<strong>el</strong> Redentor, precursor d<strong>el</strong> Salvador... Por tanto, necesitarámás oración, para conocer mejor los planes de Dios y purificar las intenciones;mayor contacto con la comunidad, a fin de excluir proyectosindividualistas; nueva reflexión sobre los objetivos que se desean alcanzar;mejor conocimiento d<strong>el</strong> contenido de la evang<strong>el</strong>ización y de la actividadmisionera de la Iglesia; inserción real en otras culturas; diálogointerr<strong>el</strong>igioso...No tenemos otra sabiduría. El <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> haoptado, decida y conscientemente, por Dios. Y va a responder, siempredesde la fe, con las aptitudes, con las gracias, con los carismas que harecibido. Cada uno de esos dones, de esas cualidades, estará dirigido yordenado a un servicio dentro de la comunidad. Si <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong><strong>misionero</strong> lleva consigo la luz - fe, conocimiento, esperanza, carismas,comunión, Espíritu de Dios... - no es para complacerse orgullosamenteen <strong>el</strong>la, sino para responsabilizarse más en la tarea de servir coneficacia al Evang<strong>el</strong>io.Los apóstoles eran los testigos. Los que habían visto al Señor resucitado.Llevaban esperanza. Anunciaban la reconciliación de todo <strong>el</strong> universocon Dios. El <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong> debe ser hombre defe viva y de oración, de esperanza firme, de fortaleza y templanza, llevando<strong>el</strong> mensaje de Jesús (AG, 25). Es <strong>el</strong> hombre que contagia entusiasmo,que de razón de su esperanza (1 Pe 3,15), que nunca se cansade hacer <strong>el</strong> bien (2 Tes 3,13), que hace ver a los hombres <strong>el</strong> rostro benévolode Dios (Gn 33,10).Después d<strong>el</strong> exilio, la situación d<strong>el</strong> pueblo era precaria y dolorosa.Llega <strong>el</strong> profeta, ungido d<strong>el</strong> Señor, para dar la buena noticia a los quesufren, consolar, ayudar, servir alegrar, predicar <strong>el</strong> anuncio de un tiemponuevo de Dios. Este es <strong>el</strong> cometido, la misión d<strong>el</strong> enviado: anunciar<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io de Dios; comunicar a los hombres la salvación en Cristo;llenar todas las manos de justicia y de misericordia.34


Estas actitudes y disposiciones comportan una exigencia de fe, derespuestas teológicas, de vida en <strong>el</strong> Espíritu. Es lo que conocemos porespiritualidad misionera: adhesión al misterio de Cristo, sin avergonzarsede la cruz, humildad y mansedumbre, vida evangélica, paciencia ylonganimidad, caridad sincera, con testimonio hasta la muerte, absolutapobreza, obediencia... (AG 24).Se hablará un lenguaje nuevo, aparecerán otros ministerios, lasestructuras y los andamios que ayer sirvieron para construir la casa, hoyestorban y afean <strong>el</strong> edificio. A distintas urgencias, otros imperativos deservicio. Más conciencia eclesial de ser una comunidad enviada para lasalvaciónNuestro tiempo facilita la acción misionera con una serie de factorespositivos: posibilidades de comunicación, sensibilidad universalista,apertura de fronteras, mayores recursos económicos, pero solamentehay un modo de comunicar <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io y de entusiasmar a los hombrescon Jesucristo: que <strong>el</strong> <strong>misionero</strong>, <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>izador viva ese gozo desentirse lleno de Jesucristo. Es la propia experiencia de la fe la que setransmite a los demás (EN, 46). El <strong>misionero</strong> debe construir la Iglesia enél mismo antes de tratar de construirla fuera (Pablo VI. Alocución a los<strong>sacerdote</strong>s, 15 marzo 1976).35


4. ESTRUCTURAS DE LAORGANIZACIÓN MISIONERAUna fid<strong>el</strong>idad generosa y constante a Dios pasa necesariamente porunas mediaciones humanas. Se es fi<strong>el</strong> a Dios en una reconciliaciónplena -aceptar y vivir en comunión- con la humanidad entera, con laIglesia que guarda y envía, con <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io, -buena nueva para todosconla c<strong>el</strong>ebración sacramental, con <strong>el</strong> ministerio recibido, con <strong>el</strong> serviciode corresponsabilidad...La finalidad de la organización misionera puede considerarse en lamisma forma que la reciente Instrucción de la Congregación para laEvang<strong>el</strong>ización de los Pueblos habla de la cooperación misionera:“1. Afianzar los principios doctrinales que se encuentran enla base de la cooperación misionera.2. Dar disposiciones sobre la cooperación misionera, conreferencia especial a las OMP y, en particular, sobre las r<strong>el</strong>acionesentre la Congregación para la Evang<strong>el</strong>ización de losPueblos y las <strong>Conferencia</strong>s <strong>Episcopal</strong>es.3. Estimular y precisar la realización de algunas iniciativasde cooperación misionera de las diócesis de los territorios dederecho común en favor de las Iglesias jóvenes” (CM, Intr).Las Obras Misionales PontificiasTienen un pap<strong>el</strong> primario y propio. La Iglesia ha garantizado suautenticidad, reconociéndolas y haciéndolas depender directamente d<strong>el</strong>Santo Padre. Las OMP son cuatro:- Obra Misional Pontificia de la Propagación de la Fe, que tienecomo objetivo suscitar <strong>el</strong> interés por la evang<strong>el</strong>ización universal,promover en las Iglesias locales la ayuda espiritual y material, y <strong>el</strong>intercambio de personal apostólico.36


- Obra Misional Pontificia de la Infancia Misionera, para ayuda d<strong>el</strong>os educadores y despertar en los niños la conciencia misionera yanimarlos a compartir su fe y los medios materiales, así como parapromover las vocaciones misioneras.- Obra Misional Pontificia de San Pedro Apóstol, para sensibilizarsobre la importancia d<strong>el</strong> clero local y contribuir a su formación.- Pontificia Unión Misional, para la formación y animación misionerade los <strong>sacerdote</strong>s, de los seminaristas, de los miembros de losinstitutos de vida consagrada, así como de los <strong>misionero</strong>s laicos.Se llaman “Pontificias, por <strong>el</strong> apoyo de la Santa Sede, que las hacepropias, les da un carácter universal. Siendo Pontificias lo son tambiénd<strong>el</strong> Episcopado entero y de toda la Iglesia (CM 5).A las OMP les corresponde <strong>el</strong> impulso de la cooperación misionera,aunar las ayudas misioneras, tanto de personas como de medios materiales.Estas OMP están presentes y actúan en todas las Iglesias particularesy deben ser como la conciencia misionera de la Iglesia local (CM 5).A la Congregación para la Evang<strong>el</strong>ización de los Pueblos le correspondedirigir y coordinar en todo <strong>el</strong> mundo la obra misionera. Las OMP dependende esta Congregación, aunque “en lo referente al ejercicio de su actividad,en los diversos territorios, la dirección de estas Obras se confía tambiéna las <strong>Conferencia</strong>s <strong>Episcopal</strong>es y a los Obispos de cada diócesis, enconformidad con los Estatutos de las mismas Obras. Esta dependencia d<strong>el</strong>a Congregación y de las <strong>Conferencia</strong>s <strong>Episcopal</strong>es y de los obispos requiereuna buena regulación de competencias y un intercambio permanente deorientaciones y programas de acción, aunque “reafirmando <strong>el</strong> principio d<strong>el</strong>a dependencia de las OMP respecto de la Congregación para laEvang<strong>el</strong>ización de los Pueblos y de los Obispos, a dichas Obras correspondetambién por derecho propio una justa autonomía, reconocida porla autoridad competente e indicada en los propios Estatutos” (CD 6)Al Director Nacional de las OMP, nombrado por la Congregaciónpara la Evang<strong>el</strong>ización de los Pueblos, previa presentación de la<strong>Conferencia</strong> <strong>Episcopal</strong>, le corresponde promover y dirigir las OMP en lanación y coordinar su funcionamiento en cada una de las diócesis,observando los propios Estatutos de las OMP, así como las normas d<strong>el</strong>a Santa Sede y de la <strong>Conferencia</strong> <strong>Episcopal</strong>. En cada diócesis hay unDirector Diocesano de las OMP nombrado por <strong>el</strong> obispo (CM 7,8,9).37


Comisión <strong>Episcopal</strong> de MisionesTiene como finalidad <strong>el</strong> incrementar, animar y cooperar en la evang<strong>el</strong>izaciónad gentes y mantener las r<strong>el</strong>aciones de la Congregación parala Evang<strong>el</strong>ización de los Pueblos y con la <strong>Conferencia</strong> <strong>Episcopal</strong>.Entre sus cometidos están aqu<strong>el</strong>las acciones que pueden ayudar a laeducación misionera d<strong>el</strong> clero, apoyar a los Institutos <strong>misionero</strong>s, promoverla conciencia misionera en las Iglesias particulares, cuidar quetodas las ofertas recogidas se pongan íntegramente a disposición d<strong>el</strong>fondo común para las misiones. Proponer a la <strong>Conferencia</strong> <strong>Episcopal</strong> lacantidad que cada diócesis debe aportar cada año para la obra misionera.“Cuidar que sean promovidas y armónicamente integradas todaslas iniciativas de cooperación misionera, evitando que ninguna en particularperjudique a las otras, y salvaguardando siempre <strong>el</strong> carácter universaly prioritario de las OMP”. Promover la colaboración y animaciónmisionera con los Institutos de vida consagrada (CM 11).El Consejo Misionero NacionalConstituido por la <strong>Conferencia</strong> <strong>Episcopal</strong>, debe programar, dirigir yrevisar las principales actividades de cooperación misionera en <strong>el</strong> ámbitonacional.Lo forman <strong>el</strong> Presidente de a Comisión <strong>Episcopal</strong>; <strong>el</strong> Director Nacionalde las OMP; los Secretarios Nacionales de las OMP, <strong>sacerdote</strong>s <strong>diocesano</strong>sescogidos por la Comisión <strong>Episcopal</strong>; d<strong>el</strong>egados de los Institutos<strong>misionero</strong>s y d<strong>el</strong>egados de las Asociaciones misionales laicales (CM 12)Coordinación de los organismosLa instrucción “Cooperatio missionalis” (13, 14) establece unos criteriossuficientemente claros para la coordinación de los diversos organismosde animación misionera:- reconocer y asegurar efectivamente a las OMP la función de instrumentooficial de la Iglesia universal, que les competeconstitutivamente en <strong>el</strong> país y en las diócesis;- las <strong>Conferencia</strong>s <strong>Episcopal</strong>es y los Obispos son responsables de lacooperación misionera en la Iglesia local;38


- los programas de las OMP deben integrarse en los programas pastoralesde las diócesis para conseguir <strong>el</strong> objetivo de que la cooperaciónmisionera esté verdaderamente integrada en <strong>el</strong> contexto pastoral;- establecer unas buenas r<strong>el</strong>aciones entre la Comisión <strong>Episcopal</strong> paralas Misiones y la Dirección Nacional de las OMP;- <strong>el</strong> Director Nacional de las OMP debe encontrar apoyo efectivo enla Comisión <strong>Episcopal</strong>;- informar al Director Nacional de las d<strong>el</strong>iberaciones y de las iniciativasmisioneras de la Comisión <strong>Episcopal</strong>;- invitar al Presidente de la Comisión <strong>Episcopal</strong> a los encuentrosnacionales anuales de las OMP- cada diócesis envíe todas las ofrendas que los fi<strong>el</strong>es dan para la OMP.R<strong>el</strong>aciones con la Congregación para la Evang<strong>el</strong>izaciónLas r<strong>el</strong>aciones entre la Congregación para la Evang<strong>el</strong>ización de losPueblos y las <strong>Conferencia</strong>s <strong>Episcopal</strong>es sean intensas, creativas y dinámicas.Es conveniente <strong>el</strong> encuentro de los obispos con los responsablesde la Congregación, sobre todo con ocasión de la visita ad limina. Deforma particular deben visitar la Congregación los Presidentes de lasComisiones <strong>Episcopal</strong>es. Así mismo “representantes de la Congregaciónpara la Evang<strong>el</strong>ización de los Pueblos participen a su vez en encuentrosnacionales o continentales organizados por las <strong>Conferencia</strong>s<strong>Episcopal</strong>es sobre la cooperación misionera” (CM 15).Siempre se ha de tener en cuenta que corresponde a laCongregación para la Evang<strong>el</strong>ización de los Pueblos “dirigir y coordinaren todo <strong>el</strong> mundo la obra de evang<strong>el</strong>ización de los pueblos y lacooperación misionera, salvo la competencia de la Congregación paralas Iglesias Orientales” (RM 75).Organismos de cooperación misioneraLa Congregación para la Evang<strong>el</strong>ización de los Pueblos es <strong>el</strong> organismocentral que dirige y coordina en todas partes las iniciativas y lasactividades de cooperación misionera. Las Iglesias locales, tanto en <strong>el</strong>39


plano nacional con las respectivas Comisiones de Misiones de las<strong>Conferencia</strong>s <strong>Episcopal</strong>es, como en <strong>el</strong> plano <strong>diocesano</strong>, tienen uncometido semejante en su propio ámbito. Respecto a los Institutos devida consagrada, teniendo en cuenta sus propias constituciones, “trabajaneficazmente en <strong>el</strong> vasto y diferenciado campo de la cooperaciónmisionera, utilizando medios y métodos particulares con estructuras yorganización autónomas” (CM 3).40


5. LA OBRA DE COOPERACIÓN SACERDOTALHISPANO AMERICANA (OCSHA)Se cumplen ahora los cincuenta años de la fundación de la Obra deCooperación Sacerdotal Hispanoamericana: la OCSHA. De nuevo, podíamosrecordar las palabras de Dios a Job: espléndido ha sido tu pasado,pero mejores bendiciones son las que hará caer sobre ti en <strong>el</strong> futuro(Job 7, 8). La OCSHA en estos cincuenta años de existencia ha escritomemorables capítulos evang<strong>el</strong>izadores en América y en España. Deestas Iglesias españolas salían los <strong>sacerdote</strong>s <strong>misionero</strong>s, pero deAmérica llegaba, especialmente en momentos difíciles en que se cuestionabala misma identidad sacerdotal, un aliento <strong>misionero</strong> que hacíamantener la esperanza.Cartas de navegación para un tiempo nuevoComencemos por <strong>el</strong> futuro y pongamos sobre la mesa las cartas denavegación para nuevas singladuras. Esas cartas son los documentosemanados de las Asambleas Generales d<strong>el</strong> Episcopado Latino Americanoy de la Asamblea especial d<strong>el</strong> Sínodo de los Obispos para América. Comosíntesis de todos <strong>el</strong>los, y para <strong>el</strong> objeto que nos interesa, fijémonos enunos párrafos de la exhortación postsinodal Ecclesia in America:“La Iglesia en América, llena de gozo por la fe recibida ydando gracias a Cristo por este inmenso don, ha c<strong>el</strong>ebradohace poco <strong>el</strong> quinto centenario d<strong>el</strong> comienzo de la predicaciónd<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io en sus tierras. Esta conmemoración ayudó a loscatólicos americanos a ser más conscientes d<strong>el</strong> deseo de Cristode encontrarse con los habitantes d<strong>el</strong> llamado Nuevo Mundopara incorporarlos a su Iglesia y hacerse presente de estemodo en la historia d<strong>el</strong> Continente. La evang<strong>el</strong>ización deAmérica no es sólo un don d<strong>el</strong> Señor, sino también fuente denuevas responsabilidades” (EA 1).41


“Como los pecados y las virtudes sociales no existen en abstracto,sino que son <strong>el</strong> resultado de actos personales, es necesariotener presente que América es hoy una realidad compleja,fruto de las tendencias y modos de proceder de los hombresy mujeres que lo habitan. En esta situación real y concretaes donde <strong>el</strong>los han de encontrarse con Jesús” (EA 13)“La singularidad y novedad de la situación en la que <strong>el</strong>mundo y la Iglesia se encuentran, a las puertas d<strong>el</strong> Tercer milenio,y las exigencias que de <strong>el</strong>lo se derivan, hacen que lamisión evang<strong>el</strong>izadora requiera hoy un programa tambiénnuevo que puede definirse en su conjunto como «nueva evang<strong>el</strong>ización»(...) Al aceptar esta misión, todos deben recordarque <strong>el</strong> núcleo vital de la nueva evang<strong>el</strong>ización ha de ser <strong>el</strong>anuncio claro e inequívoco de la persona de Jesucristo, esdecir, <strong>el</strong> anuncio de su nombre, de su doctrina, de su vida, desus promesas y d<strong>el</strong> Reino que El nos ha conquistado a travésde su misterio pascual” (EA 66).Las responsabilidades con la evang<strong>el</strong>ización de América no son algoque deba referirse aun tiempo pasado. Una situación nueva exigirá tambiénnuevas iniciativas, nuevos compromisos, siempre con la inequívocanovedad de anunciar a Jesucristo.Hacia <strong>el</strong> futuroHasta aquí <strong>el</strong> planteamiento de cara al futuro. Pero la OCSHA nopuede olvidar su espléndida historia y, sobre todo, las motivaciones queimpulsaron a tantos <strong>sacerdote</strong>s a emprender esta importante acciónmisionera de la Iglesia española. Mejores y más documentados expertoshablarán de la fundación y de la historia de la OCSHA. Por mi parteno quiero dejar de destacar la incuestionable responsabilidad históricade nuestra Iglesia con las Iglesias de América y <strong>el</strong> sentido de corresponsabilidady subsidiariedad a que nos obliga la propia vocación universalde la Iglesia a la que pertenecemos.Los conceptos teológicos de misión y de comunión estuvieron siemprepresentes en la fundación de la OCSHA, dentro de una vocación42


que compaginaba <strong>el</strong> carácter <strong>diocesano</strong> de la vocación misionera d<strong>el</strong>presbítero secular. El empuje <strong>misionero</strong> de los propios <strong>sacerdote</strong>s <strong>diocesano</strong>s,de los obispos, de la <strong>Conferencia</strong> <strong>Episcopal</strong> han hecho posiblesunas páginas evang<strong>el</strong>izadoras ejemplares en las que no faltanauténticos testigos, verdaderos mártires.Pero la OCSHA no solo evang<strong>el</strong>izaba en América, sino que era referentey apoyo para la animación misionera en nuestras diócesis y estimulanla conciencia de universalidad en <strong>el</strong> servicio a la Iglesia.Como en cualquier realización en la que intervenimos los hombres,tampoco faltaron momentos de incertidumbre, de sufrimiento, de rec<strong>el</strong>o,de cuestionamiento y poner bajo sospecha la necesidad y <strong>el</strong> futurode la OCSHA.Estimo que <strong>el</strong> futuro tendrá las mejores perspectivas apostólicas sisabemos ser fi<strong>el</strong>es a la vocación primera, pero también si aceptamos larenovación permanente, no como operación de cambio, sino de actualizacióny sensibilidad para dar respuesta, siempre con <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io, alo que cada momento de la historia nos pide.43


6. UN HORIZONTE UNIVERSALSin pretender, en forma alguna, ofrecer un plan de acción pastoral,estimo que de las reflexiones que hemos hecho podemos sacar, másque conclusiones, unas líneas de pensamiento y de operatividad paranuestro trabajo de servicio <strong>misionero</strong> en <strong>el</strong> futuro.La comunidad que esperamosLa vocación y <strong>el</strong> testimonio d<strong>el</strong> <strong>misionero</strong> son expresiones de la vidade la misma comunidad cristiana. Mas, si <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>va a ser exponente y signo de la comunidad cristiana, ¿qué tipo decomunidad, de Iglesia particular o local necesitamos para que <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>izadorresponda a las exigencias de una Iglesia sacramento salvadorpara los hombres, para todos los hombres de hoy?Si, hasta ahora, hemos querido ver al <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>desde la comunidad que envía o que recibe, quedaría incompleta esafigura que buscamos, sin hacer una reflexión inversa: ver la comunidadcristiana desde <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> <strong>misionero</strong>. Porque como es evidente,existe una necesaria reciprocidad entre <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>izador y comunidad.El grupo configura al hombre. La Iglesia-comunidad se proyectaen <strong>el</strong> <strong>misionero</strong>.Vivimos en la Iglesia, en la sociedad, una preocupación renovadora.El mundo cambia, evoluciona, progresa, no se detiene. Un mundo continuamentenuevo y un hombre, también, nuevo. Un hombre que vivede otra manera, que piensa con otras categorías. Que quiere lo que ayerdespreciaba. Que siente repugnancia ante las mismas cosas que hastahace poco le entusiasmaban. Un hombre distinto en un mundo nuevo.Se nos exige una renovación continua en la fe. Sobre todo en laforma de vivir esa fe, aceptando riesgos y compromisos, teniendo quetomar, con mucho coraje, decisiones importantes e inmediatas.Esperando contra toda esperanza y en una situación de cambio continuodentro de un mundo complejo o inestable. El hombre ni quiere, nitiene necesidad de ser llevado, conducido o, mucho menos, manipu-44


lado pero acepta la ayuda que se lo presta para abrirse camino por símismo.Uno de los pecados de la comunidad, en la configuración de sus<strong>misionero</strong>s, puede ser <strong>el</strong> inmovilismo: no secundar la acción d<strong>el</strong> Espírituque en los signos de los tiempos nos manifiesta su acción.El <strong>misionero</strong> tiene que estar en una expectativa constante de aperturaa la conversión, al acercamiento. Ahora bien, la conversión conllevala transformación de la síntesis mental que uno tiene por otra nueva.Es como estructurar de nuevo la propia personalidad.Una sociedad cambiante exige una personalidad nueva. Y aquí esdonde vamos a encontrar uno de los problemas más agudos. Por unaparte, la mayor exigencia de apertura y aceptación de un mundo queamanece distinto cada día y, por otra, la resistencia personal al cambioque con la edad, se hace más fuerte. El hombre, o la comunidad, siente<strong>el</strong> estímulo y <strong>el</strong> imperativo de la renovación, pero, también su resistenciapersonal a la conversión. En esta lucha, se buscará la “zona denadie”, un lugar apacible en <strong>el</strong> que la conciencia permanezca tranquilasin disturbar su modo de vivir. Se inventarán falsas razones para autoengañarse, para no hacer esfuerzo alguno de renovación, para no adaptarsea situaciones nuevas ni para convertirse.Cristo se hace presente en <strong>el</strong> mundo por medio de la Iglesia. Estepueblo nuevo de Dios que lleva a cabo una obra de mediación, deayuda al hombre para que se encuentre con Dios. Una comunidad-Iglesia entusiasmada en <strong>el</strong> convencimiento de que en <strong>el</strong>la vive Cristoresucitado hará surgir vocaciones llenas de esperanza, con una misiónmás allá de lo estrictamente temporal, con entusiasmo para anunciar unreino y un mundo nuevos. Una comunidad-Iglesia que vive la fraternidad,sentirá <strong>el</strong> fuego comunicativo d<strong>el</strong> amor que lleva a la solidaridad,a la caridad universal. Una comunidad-Iglesia consciente de estar en <strong>el</strong>mundo como levadura y fermento empujará, más allá dé sus fronteras,a quienes crecieron en <strong>el</strong>la. Una comunidad-Iglesia comprometida en laedificación de un orden más justo querrá hacer conocer a todos la santaagresividad d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io. Una comunidad-Iglesia fi<strong>el</strong> a su Señor creceráen fid<strong>el</strong>idad a todos los hombres.Una de las urgencias de la comunidad, desde <strong>el</strong> punto de vista<strong>misionero</strong>, es la de la información. La de conocer y reflexionar sobre <strong>el</strong>carácter evang<strong>el</strong>izador de la Iglesia, sobre la presencia d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io45


entre todos los pueblos d<strong>el</strong> mundo. Habrá que superar, sin embargo, <strong>el</strong>pammisionologismo: todos somos <strong>misionero</strong>s, todos los países son tierrade misión, en todos los sitios hay necesidad de evang<strong>el</strong>io... Y se terminaronlos <strong>misionero</strong>s, las misiones, la comunidad que envía, la urgenciade la evang<strong>el</strong>ización.Formas especiales y nuevas de cooperación misionera“Se confirman la actualidad y la validez de las vocaciones especialesad vitam en los Institutos <strong>misionero</strong>s. Pero también la forma especial decooperación misionera entre las Iglesias, por la cual algunos <strong>sacerdote</strong>s<strong>diocesano</strong>s, llamados fidei donum, y algunos r<strong>el</strong>igiosos y r<strong>el</strong>igiosas, asícomo laicos, son enviados a una circunscripción misionera para colaboraren <strong>el</strong> apostolado, aún sólo temporalmente, es reconocida comoválida y se estimula su progresivo desarrollo” (CM 16).“Los <strong>sacerdote</strong>s “fidei donum” que ponen de manifiesto demodo singular la r<strong>el</strong>ación de comunión entre las Iglesias, serán<strong>el</strong>egidos entre los mejores, deben ser idóneos y han de estardebidamente preparados para <strong>el</strong> servicio peculiar que les espera.Además, a su retorno definitivo, se les acogerá e integraráadecuadamente en <strong>el</strong> presbiterio y en la pastoral diocesana. Suexperiencia podrá ser valorizada para favorecer la formaciónmisionera de la comunidad eclesial” (CM 17).Una forma de cooperación es la de asumir, por parte de una diócesis,<strong>el</strong> cuidado <strong>misionero</strong> de una determinada región. Habrá que estaratentos, sin embargo, para no limitar <strong>el</strong> propio radio de acción a un soloobjetivo e inhibirse de otras iniciativas generales de cooperación misionera.La movilidad humana también facilita nuevas formas de cooperaciónmisionera. El turismo de carácter internacional requiere en los cristianosun empeño de testimonio de fe y de caridad evangélica. Las visitas a losterritorios de misión han de estar imbuidas de sentido evangélico yexpresamente r<strong>el</strong>acionadas con <strong>el</strong> mandato <strong>misionero</strong>.46


La Comisión <strong>Episcopal</strong> de Misiones, en contacto con las OMP, debesentir <strong>el</strong> deber de interesarse por los inmigrados, valorizando la colaboraciónde <strong>misionero</strong>s que han regresado de tales países, así como depersonas pertenecientes a la misma nación de origen (CM 20).Colaborar con las misiones no sólo dar, sino también saber recibir.Abrirse a la universalidad de la Iglesia, evitando cualquier forma de particularismo,exclusivismo o sentimiento de autosuficiencia.Solidaridad misioneraJuan Pablo II ha considerado la creciente conciencia de solidaridadcomo un sigo positivo d<strong>el</strong> mundo contemporáneo. Hay que reconocerque la palabra solidaridad es empleada continuamente en los más variadosy distintos discursos y desde conceptos e ideas dispares e inclusocontrarios. Se utiliza como apoyo al desarrollo y como crítica al intervencionismointeresado, como ayuda y cooperación, como slogan decampañas de promoción d<strong>el</strong> algún proyecto, como discurso político,como pacto bilateral, como protección y amparo al débil, como prestaciónde un voluntariado temporal...La exhortación Ecclesia in America nos ofrece algunas orientacionessobre la práctica de la solidaridad: encarnar en las iniciativas pastoralesla solidaridad de la Iglesia universal; incluir la asistencia, promoción,liberación y aceptación fraterna; suscitar un sincero deseo de conversiónque lleve a la reconciliación y a la comunión; opción de amar demanera preferencial a los pobres; que la acción pastoral sea cada vezmás un camino para <strong>el</strong> encuentro con Cristo; testificar por su estilo devida que sus prioridades, sus palabras y sus acciones, y <strong>el</strong>la misma estáen comunión y solidaridad (EA 58).“A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, alrevestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidadtotal, perdón y reconciliación. Entonces <strong>el</strong> prójimo no es solamente unser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos,sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por lasangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente d<strong>el</strong> EspírituSanto. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con <strong>el</strong> mismoamor con que le ama <strong>el</strong> Señor, y por él se debe estar dispuesto al sacri-47


ficio, incluso extremo: dar la vida por los hermanos (cf. 1 Jn 3, 16)” (SRS40).CONCLUSIÓNDesde los tiempos apostólicos, continúa sin interrupción la misiónde la Iglesia, que también en <strong>el</strong> futuro seguirá siendo misionera. Conestas inequívocas palabras se confirma la estima y confianza total acuantos se dedican generosamente a realizar la misión de la Iglesia conespíritu de fe, de generosidad y de sacrificio (CM 21).Estas palabras de la instrucción Cooperatio missionalis pueden ser lamejor conclusión de esta ponencia: la Iglesia seguirá siendo misioneray <strong>el</strong> <strong>sacerdote</strong> <strong>diocesano</strong> vivirá en esa permanente tensión, llena deamor a Cristo, entre su vinculación a una Iglesia particular y una vocaciónmisionera y universal.48

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