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Revista AFR Nº.. - Archivos Forteanos Latinoamericano.

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Página 3 de 32de la reflexión de los mismos comprender –como yo he hecho– la relación que tienen estoseventos tan cercanos en el espacio geográfico de uno con la presencia de extraterrestres.¿Y si estos entes fueran parte de un experimento que inteligencias alienígenas vienenefectuando sobre nuestro planeta para evaluar la adaptabilidad de especies o razasexógenas a esta biosfera?. De ser así, estas entidades serían meros “conejitos de Indias”,ratas de laboratorio soltadas en el laberinto de nuestro mundo.Provincia de Salta: gritos en la nocheTodos, alguna vez, hemos oí do hablar del “yeti” o “abominable hombre de lasnieves”, ese desagradable bípedo peludo, de unos dos metros promedio de altura, cubiertopor duras cerdas rojizas y que, despidiendo un olor fétido, se entretiene en sembrar lasnieves del Himalaya con sus huellas, o hacer fugaces apariciones asustando adesprevenidos pastores mientras se alimenta con los ojos y testículos de bueyes solitariosque ataca, a los cuales mata de un formidable golpe de puño en la testa.Desde su primera aparición oficial ante una expedición franco-suiza en enero de1919, cuando las ya remotas leyendas tibetanas –que hablan, no ya de uno, sino defamilias de yetis, las cuales se pasean desde las sombras del pasado– ganaron la opiniónpública, ésta se dividió en dos bandos irreconciliables. Al igual que lo que pasara con elmucho más publicitado monstruo de Loch Ness –lago escocés que albergaría algunosbichos parecidos a plesiosaurios antediluvianos a quienes los lugareños apodaroncariñosamente “Nessies”– quienes defendían la hipótesis de su existencia llevaron, durantedecenios, las de perder. En las últimas dos décadas, con sobrados elementos tecnológicosa nuestro favor (y digo “nuestro” porque, mea culpa, yo soy uno de los delirantes queafirma su existencia) y con otro paradigma en la mentalidad de algunos popes científicos,las pruebas a favor de la existencia de ambos crecieron hasta límites insdospechados, sibien en esta cuestión, en honor a la verdad, no existe límite alguno. En la actualidad,Nessie prácticamente figura en las enciclopedias de historia natural, y en cualquiermomento uno de los grandes zoológicos del mundo tendrá un yeti haciendo moneríasdentro de una jaula.Este último, cuyo nombre deriva de las palabras en idioma nepalés “yeh ” (“bestiasalvaje”) y “teh” (lugar rocoso), tiene –o tuvo– desde las más remotas memoriasautóctonas y hasta 1955 o 1956, su réplica en la provincia argentina de Salta, en toda laregión de Tolar Grande –más concretamente en los alrededores de los pueblos de TolarGrande, Caipe, Quebrada de Agua Chuya, las cercanías del Salar de Arizaro, Morro delPilar, Qutilipi, Chicoana y Socompa– la que se vio estremecida, en principio, por lasapariciones de extraños artefactos luminosos en el cielo que luego de evolucionar sobrelos poblados parecían descender en las montañas. A fines de 1955, el fragor de unaviolenta explosión repercutió en la zona de Tolar Grande. La misma fue atribuída por loslugareños al choque de una presunta nave espacial contra el nevado Macón, que elloshabían visto sobrevolar en distintas oportunidades por sus alrededores. Posteriormente,fueron hallados restos metálicos en las laderas del cerro, y el 13 de abril de 1956nuevamente fueron observados, durante todo el día, raros objetos en el Salar de Arizaro.Integrantes de un campamento de la Dirección de Vialidad y miembros de GendarmeríaNacional Argentina fueron testigos. Los últimos, obtuvieron fotografías.Aún más; un comunicado oficial hecho público por Gendarmería ratificó el suceso: setratarí a de aeronaves que tendrían ¡trescientos metros de largo por cincuenta de ancho!, ycilí ndricas. Su color era metálico. Cerca del extremo delantero podía observarse una franjaoscura. No presentaban los planos de sustentación de las alas ni timones de profundidad y09/09/2004

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