Historias de africanos que se ganan la vida en Escobar ... - Día 32

Durmiendo con el enemigo
La violencia relacionada
al círculo íntimo
de la familia
invadió los medios
masivos de comunicación
y llegó para quedarse. El
año 2011 se fue, pero aún resuenan
los ecos de homicidios en los
que las víctimas fueron menores
de edad, con Candela, Tomás, el
crimen de Miramar y la masacres
de La Plata y de Mendoza a
la cabeza.
La visibilización de estos delitos
empezó a fines de agosto en
Villa Tesei con el caso Candela.
Sus particularidades -desaparición
de la menor e hipótesis de
que fuera víctima de la trata de
blancas- transformaron a cualquier
hijo de vecino en Sherlock
Holmes. Pero no había que alejarse
mucho de la familia para
encontrar a los responsables del
secuestro y el asesinato de la chiquita
de 11 años.
Le siguió el crimen de Tomás
Santillán, de 9 años -el único
que a esta altura parece resuelto-,
quien habría sido asesinado por
su ex padrastro el 15 de noviembre
en la ciudad de Lincoln.
Menos de una semana después
mataron, en ocasión de robo, a
Gastón Bustamante, de 12 años,
en Miramar. Los vecinos marcharon
por la ciudad y casi prenden
fuego la Intendencia, pero
la manifestación se desvaneció
cuando detuvieron al principal
sospechoso: Julián Ramón, novio
de la hermana de Gastoncito.
Seis días después, el 27 de noviembre,
sucedió el cuádruple
crimen de La Plata, cuyas víctimas
fueron Micaela (11), Bárbara
Santos (29), Susana De Barttole
(63) y Marisol Pereyra (37), respectivamente.
Si no las mató el
karateca Martínez -novio de Bárbara-,
¿quién lo hizo?
Ya en diciembre, para llenar el
cartón y cantar “bingo” ocurrió
en Mendoza otro cuádruple crimen
cuyas víctimas fueron Alí
Miguel (80), su esposa Sara García
(83), la hija de ambos, Mónica
(49), y Ezequiel (10), hijo de
DIA 32 ● Enero 2012
esta última. El único testigo del
hecho fue un vecino de 13 años,
quien confesó a la Policía haber
matado al menor “en defensa
propia”, luego de que el más
chico matara a su madre y a sus
abuelos a puñaladas. Hoy, ese
vecinito también es sospechoso.
Criminología mediática
El juez de la Corte Suprema, Eugenio
Zaffaroni, acuñó el término
“criminología mediática” para
referirse a la construcción del
relato sobre una realidad amenazada
por el delito y el terrorismo,
que no dejan más opción
que morirse de miedo o volverse
paranoico. Este modelo de sociedad
está exportado desde los
Estados Unidos.
En palabras de Zaffaroni: “La criminología
mediática crea la realidad
de un mundo de personas
decentes frente a una masa de
criminales identificada a través
de estereotipos, que configuran
un ‘ellos’ separado del resto de la
sociedad, por ser un conjunto de
diferentes y malos. Los ‘ellos’ de
la criminología mediática molestan,
impiden dormir con puertas
y ventanas abiertas, perturban
las vacaciones, amenazan a los
niños, ensucian y por eso deben
ser separados de la sociedad,
para dejarnos vivir tranquilos,
sin miedos, para resolver todos
nuestros problemas. Para eso es
necesario que la Policía nos proteja
sin ningún obstáculo ni límite,
porque nosotros somos puros
e inmaculados”.
Esta criminalidad pasa a ser parte
del sentido común, “lo dice la
tele”, lo comenta mi compañero
de trabajo, lo verifica el almacenero,
lo divulga el remisero. Se
vuelve un “saber” compartido
por todos.
El identikit de Lombroso
El italiano César Lombroso fue
un médico y criminólogo que,
influenciado por las teorías de la
evolución, creyó que podía llegar
a establecer patrones físicos comunes
en los homicidas: separa-
“Cuando el enemigo duerme en casa no
hay mosquitero que valga. Porque al que
va a despojarnos de los bienes o de la
vida ya no podemos identificarlo con la
facilidad del prejuicio”.
LA COLUMNA REBELDE
ción de los ojos, forma de las orejas,
comisura de los labios, altura
de la frente, tamaño del cráneo.
Estos y otros ítems sirvieron para
su clasificación antropológicapsicológica
del criminal.
A pesar de haber errado el vizcachazo,
el estereotipo del malandra
se mantiene en vigencia: un
morocho, flaco, con ropa deportiva
y gorra en plena madrugada
y en una calle oscura vuelven
prejuicioso hasta a otro morocho,
flaco, con ropa deportiva y
gorra.
La mano que mece la cuna
Los casos de violencia dentro
del entorno familiar, escapan a
la criminalidad mediática y a
cualquier clase de estereotipo.
Se trata de personas “normales”,
padres de familia, jóvenes
no vinculados al mundo de la
marginalidad ni de la mafia. Trabajadores,
deportistas, personas
con las necesidades primarias
satisfechas. Y se da la paradoja
de que ni rejas, alarmas, o perros
asesinos ni cámaras de circuito
cerrado sirvieron para desanimar
dichos crímenes.
Es que cuando el enemigo
duerme en casa no hay mosquitero
que valga. Porque al
que va a despojarnos de los bienes
o de la vida ya no podemos
identificarlo con la facilidad del
prejuicio, de la imagen, de la
no reflexión, porque está dentro
nuestro, en nuestras fotos:
una pulsión de muerte como
un volcán en erupción.
Si algo me enseñaron las películas
norteamericanas es que
siempre hay que tener un arma.
Y desde estas líneas quiero advertir
a mis familiares y allegados:
conmigo nadie se la va a
llevar de arriba. El matagatos
de mi abuelo bajo la almohada,
el Tramontina en la cintura,
el chaleco antibalas siempre
puesto y una desconfianza total
y absoluta me mantienen
con vida y a salvo. ❚❘
Por CrISTIÁN TroUVÉ
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