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Títulos originales: Histoire et Sciences SocialesPour une économie historique Les responsabilitésde l'Histoire Histoire et Sociologie L'apport del'Histoire des civilisations Unité et diversité dessciences de l'hommeTraductora: Josefina Gómez Mendoza.Primera edición en «El Libro de Bolsillo»: 1968 Segundaedición en «El Libro de Bolsillo»: 1970© Fernand Braudel© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1968, 1970Calle Milán, nº 38; V 200 0045Depósito legal: M. 353-1970Cubierta Daniel GilImpreso en España por Ediciones Castilla, S. A.Calle Maestro Alonso, 21, MadridPrinted in Spainhttp://www.scribd.com/Insurgencia


índicePrólogo .............................................................................. 7l. Las responsabilidades de la Historia ................. 192. A favor de una economía histórica ..................... 473. La larga duración ..................................................... 601. Historia y duraciones .................................. '....... 642. La controversia del tiempo corto .................... 763. Comunicación y matemáticas sociales .......... 824. Tiempo del historiador, tiempo del sociólogo. 974. Historia y sociología .............................................. 107Bibliografía seleccionada....................................... 1285. Aportación de la historia de las civilizaciones. 1301. Civilización y cultura ........................................... 134Origen y destino de estos términos ............. 134Intentos de definición ...................................... 143Guizot ................................................................ 144Burckhardt ...................................................... 145Spengler ........................................................... 146Toynbee ............................................................. 151Alfred Weber ................................................... 165Philip Bagby ................................................... 167http://www.scribd.com/Insurgencia


2. La historia en la encrucijada ........................... 17Sacrificios necesarios ...................................... 170Criterios a retener .......................................... 171Las áreas culturales ................................... 174Los préstamos ............................................... 175Las repulsas .................................................. 176Posibilidades que este triple mecanismoabre a la investigación ........................... 176A favor de un diálogo de la Historia y lasciencias humanas .......................................... 179Romper las fronteras entre especialistas ... 182La búsqueda sistemática de estructuras. 1843. La Historia frente al presente ....................... ... 185Longevidad de las civilizaciones ..................... 186El lugar de Francia ..................................... 189Permanencia de la unidad y de la diversidada través del mundo ........................ ............. 190Las revoluciones que definen el tiempo presente ............................................................. 194Allende las civilizaciones .................................. 196Hacia un humanismo moderno .................. 1996. Unidad y diversidad de las ciencias del hombre. 201Notas .................................................. ........................ 215http://www.scribd.com/Insurgencia


PrólogoEn la historiografía contemporánea, caracterizadapor una profunda revolución de conceptosy de métodos, constituye incuestionable entidad—en su conjunto y contemplada con la serenidadque proporciona la perspectiva de cierta distancia—las novedades de la «escuela francesa». Unsector de la misma escucha temprano la críticaprocedente del campo filosófico —recuérdense,por ejemplo, las consideraciones demoledoras deNietzsche en De la utilidad y desventaja de laHistoria para la vida (1873)— y se aparta dela manera de entender y de reconstruir el pasadoque venía practicándose durante la segunda mitaddel siglo XIX. Aunque no faltaron resistencias,aquellos disidentes, poco a poco, fueron imponiéndose,hasta prevalecer. Hubieron de lucharcon la rutina académica, atrincherada en las cátedrasy sostenida por los manuales; el arma fuela Revue de Synthèse Historique. Creada en 1900Por Henri Berr, en su torno agrupó un conjuntohttp://www.scribd.com/Insurgencia


14 Felipe Ruiz Martíncias es el tono de la argumentación. En el encajede su prosa Fernand Braudel utiliza unos u otroshilos aconsejado por la peculiaridad del trance,con miras a conseguir su objetivo: inquietar a losque se encierran en su torre de marfil, creyéndose,los menos perspicaces y más pretenciosos, queson vigías únicos, suficientes. Será solemne conéstos, mientras que con aquéllos apela al recursode la broma; de lo que no se apeará con unos ycon otros es de toques irónicos que brotan espontáneosde su pluma.Los puntos tratados se ordenan en una sucesióntemática, cuya premisa es la imprescindible convergenciade las ramas del árbol que integran lasdiversas ciencias sociales, de modo que cada unasea auxiliar de las demás y todas simultáneamentey de concierto laboren por vencer la crisis que alavanzar independientemente las constriñe, loacepten o lo rehusen, entre querellas recíprocasy pujos unilaterales de exclusivismo. La mentalidadde campanario, los monólogos estériles debencesar. Se impone un debate colectivo parasuperar ese humanismo retrógrado que ya nopuede valer de cuadro. Las coordenadas que Braudelpropone para la armonía son: la noción clarade que es actuante la larga duración, la adscripciónal suelo de los acaecimientos y la matematización.Los historiadores tienen mucho queaprender —asevera—, mas también un poco queenseñar, principalmente sobre la larga duración,que vincula el pasado al presente. Porque, captadocon esa óptica, el pasado penetra en el presente.¿Dónde empieza el presente y termina el pasadobajo los efectos de la larga duración? La fronterano es fija.Fernand Braudel toca la espinosa cuestión de lacontinuidad o discontinuidad del proceso social.Recuerda la contradictoria respuesta a la interrogantede dos economistas alemanes: Gustavhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Prólogo 15Schmoller, que se pronunció por lo continuo; ErnestWagemann, que se inclino por lo discontinuo.Invoca el irrecusable testimonio de lo descubiertopor Ignacio Meyerson en el mundo del pensamiento,y cómo por su ámbito se camina a saltos.Pero es a un sociólogo, George Gurtvich, cuyomagisterio en París fue tan fructífero, al queBraudel concede más prolongada audiencia, y entablacon él un diálogo chispeante sobre los cortes—unos someros, otros profundos— que aquéladmite en el proceso social sin por eso excluirun destino sin interrupción.En torno a las mutaciones estructurales no podíamenos de discurrir, aunque fuese raudo, apuntandoinsinuante, más que definiendo con énfasis, quiénpropugna como insoslayable la larga duración. Larecomendación de utilizar modelos estructuralespor el historiador para distinguir cuándo seregistran las transiciones decisivas, es unamanifestación de los deseos de equilibrio y deexactitud que alientan en un hombre de letras ysu fe en que un adecuado tratamiento matemáticotiene reservado el porvenir en las ciencias sociales.De ahí la curiosidad complaciente de Braudelhacia cuanto en ese terreno se intenta, aunquesonría cuando se emplee un aparato complicadopara el análisis —por vía de la «comunicación»—de una tribu desde el punto de vista antropológico.Mas tratándose de un ensayo, lo que importaes el procedimiento, no los resultados. Pero quelas cosas marchan con ese rumbo lo estánprobando los tanteos de los económetras norteamericanosy de los contabilizadores franceses delI.S.E.A., aunque sus resultados, hoy por hoy, seande alcances modestos en los norteamericanos yen los franceses demasiado transigente la depuraciónde los datos estadísticos. Sin embargo, ¿nohttp://www.scribd.com/Insurgencia


16 Felipe Ruiz Martínes dar vueltas y vueltas, quedándose en el estadiode la historia coyuntural?¿Y la historia estructural? Fernand Braudel acabade dar cauce y viabilidad a su antiguo proyecto enCivilisation matérielle et capitalisme (XVe-XVIIIe siécle). La superposición de estratos —delarga duración y de duración media y corta— sellaman aquí civilización material, al ras delsuelo, hecha de rutinas, de herencias, de éxitosremotos, y vida económica, que ya presuponeuna ascensión, un resultado, una combinación,sobre la que, en un tercer piso, juega su papelprivilegiado el capitalismo. Sería convencionalexaminar las habilidades del capitalismo sinpreviamente conocer la vida económica, y éstaes incomprensible prescindiendo de la civilizaciónmaterial. Así ordinariamente se hace; de ahí laendeblez de las deducciones: un soplo ligerobasta para disolverlas. Empecemos, pues, por loscimientos, prescribe Braudel, para, planta trasplanta, escalar hasta la cima; y por su parteconsagra un volumen entero al peso de loshombres, al pan de cada día, a lo que se comey se bebe, a las casas y a los vestidos, a lastécnicas, a las monedas y, en fin —capítulo deantología—, a las aglomeraciones urbanas, todoello minuciosa y panorámicamente, abarcandolos cinco continentes. Gestos repetidos, viejasrecetas, procedimientos empíricos, que seremontan a un milenio conforme a Ios cuales semueve la mayoría de los habitantes del planetatodavía en 1800. Y sobre los que cabalga elcálculo de la vida económica —a la que seconsagrará un segundo volumen—, hija del comercio,de los transportes, de las condiciones nocoincidentes de los mercados, del juego entre lospaíses avanzados y los países atrasados, entre ricosy pobres, acreedores y deudores; por encima,superpuesto, especula ágilmente el capitalismo.http://www.scribd.com/Insurgencia


Prólogo 17Ni la civilización material, ni la vida económica,ni el capitalismo son estables; pero el ritmo desu evolución es diametralmente distinto.En el transcurso del siglo XV al XVIII hay undespliegue, una falta tectónica, si se nos permitela expresión: un desconcierto para la historia económicay social. La explicación climática —eldescenso de los glaciares— que se brinda, conalegaciones convincentes, en el tomo primerode Civilisation matérielle et capitalisme (XV e -XVIII e siécle) nos sume en meditación sobre loscambios estructurales.En conclusión, estamos ante las reflexiones deun historiador —precisamente el mentor principalde la «escuela francesa» durante la época enque la corresponde la responsabilidad de un puestode vanguardia—. Pero esto no es por sí solodecisivo en el relato que constituyen los textosahora escogidos y compilados; lo importante esque condensan las impresiones de un observadorque ha reiterado las incursiones por honduras oscuras,para emerger a continuación a zonas claras,adiestrándose en descubrir el engranaje de lascorrientes que configuran una situación y puedenrobustecerla o deteriorarla, redundando en subien o en su mal. Y esto cuando la gran incógnitade las Ciencias Sociales no es ya la riqueza delas naciones, sí la pobreza, si no el hambre, de lasáreas atrasadas —tomo la idea y la frase de JoséLuis Sampedro—, me parece que no deja de seroportuno. Que se haga en un estilo literario primoroso—por mérito de la traductora, JosefinaGómez Mendoza, reflejado en la versión española—que apunta y señala, insinuante, sin explayarsejamás en consideraciones, es un aliciente,no desdeñable, que se da por añadidura.Felipe Ruiz Martínhttp://www.scribd.com/Insurgencia


1 Las responsabilidades de la historia ∗Señor administrador,Queridos colegas,Señoras y señores:La historia se encuentra, hoy, ante responsabilidadestemibles pero al mismo tiempo exaltantes.Sin duda, porque siempre ha dependido, en su sery en sus transformaciones, de condiciones socialesconcretas. «La historia es hija de su tiempo.» Supreocupación es, pues, la misma que pesa sobrenuestros corazones y nuestros espíritus. Y si susmétodos, sus programas, sus respuestas ayer másrigurosas y más seguras, y sus conceptos fallantodos a la vez, es bajo el peso de nuestras reflexiones,de nuestro trabajo, y, más aún, de nuestrasexperiencias vividas. Ahora bien, éstas, en el cursode los últimos cuarenta años, han sido particularmentecrueles para todos los hombres; nos han∗ Fernand Braudel: Lección Inaugural, leída el viernes 1 de didiciembrede 1950 en el College de France, Cátedra de Historia de lacivilización moderna19http://www.scribd.com/Insurgencia


20 Fernand Braudellanzado con violencia hacia lo más profundo denosotros mismos y, allende, hacia el destino delconjunto de los hombres, es decir, hacia los problemascruciales de la historia. Ocasión ésta parapiadarnos, sufrir, pensar, volver a poner todoforzosamente, en tela de juicio. Además, ¿por quéhabría de escapar el arte frágil de escribir historíaa la crisis general de nuestra época? Abandonamosun mundo —¿ cabe decir el mundo del primersiglo xx?— sin haber tenido siempre tiempode conocer y hasta de apreciar sus ventajas y suerrores, sus certidumbres y sus sueños. Le dejamos,o mejor dicho, se evade inexorablementeante nuestros ojos.1Las grandes catástrofes no son necesariamentelos artífices pero sí, con toda seguridad, los pregonerosinfalibles de revoluciones reales; en todocaso, constituyen siempre una incitación a pensar,o más bien a replantearse, el universo. De latormenta de la gran Revolución francesa, que,durante años, ha constituido toda la historia dramáticadel mundo, nace la meditación del condede Saint-Simon, y, más tarde, las de sus discípulosenemigos, Augusto Comte, Proudhon y KarlMarx, que no han cesado, desde entonces, deatormentar a los espíritus y a los razonamientosde los hombres. Pequeño ejemplo más cercano anosotros, los franceses: durante el invierno quesiguió a la guerra franco-alemana de 1870-1871,no hubo testigo más al amparo que JacoboBurckhardt en su querida Universidad de Basilea.Y, no obstante, la inquietud le visita, una granexigencia de gran historia le acosa. Dedica susclases de aquel semestre a la Revolución francesa.Esta no constituye —declara en una profecíademasiado exacta— más que un primer acto,http://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 21un alzar el telón, el instante inicial de un ciclo,de un siglo de revoluciones, llamado a tener largavida. Siglo interminable, en verdad, y que marcaráa la estrecha Europa y al mundo entero contrazos rojos. No obstante, Occidente iba a conoceruna larga tregua entre 1871 y 1914. Pero esdifícil calcular hasta qué punto estos años, relativamenteapacibles, casi felices, iban progresivamentea restringir la ambición de la historia, comosi nuestro oficio necesitara, sin fin, para mantenersealerta, el sufrimiento y la inseguridad flagrantede los hombres.¿Se me permitirá evocar la emoción con laque leí, en 1943, la última obra de Gastón Roupnel,Histoire et Destin, libro profético, alucinado,medio sumido en el sueño pero alentandopor una gran piedad hacia el «dolor de los humanos»?Más tarde, el gran autor me escribía:«Comencé [este libro] en los primeros días dejulio de 1940. Acababa de presenciar en mi pueblode Gevrey-Chambertin el paso por la carreteranacional de las oleadas del éxodo, del dolorosoéxodo; las pobres gentes, los coches, las carretas,gente a pie, una lastimosa humanidad, la miseriade las carreteras, todo mezclado con tropas, consoldados sin armas... Ese inmenso pánico ¡esoera Francia!... En mi vejez, a los irremediablesinfortunios de la vida privada, venía a añadirseel sentimiento del infortunio público, nacional...»Pero, empujada por la desgracia, por las últimasmeditaciones de Gastón Roupnel, la historia —lagran, la intrépida historia— reemprendía su marchaa toda vela, con Michelet de nuevo comodios: «me parece —escribía también Roupnel—el genio que llena la historia».Nuestra época es demasiado rica en catástrofes,en revoluciones, en imprevistos, en sorpresas. Larealidad de lo social, la realidad fundamental delhombre, nos parece nueva; y, se quiera o no elhttp://www.scribd.com/Insurgencia


22 Fernand Braudelviejo oficio de historiador no cesa de retoñar yde reflorecer en nuestras manos. Sí ¡ qué decambios! Todos o casi todos los símbolossociales —y por algunos de ellos hubiéramosdado la vida antaño sin discutir demasiado—se han vaciado de contenido. Se trata de saber sinos será posible, no ya tan sólo vivir, sino viviry pensar apaciblemente sin sus puntos dereferencia, sin la luz de sus faros. Todos losconceptos intelectuales se han encorvado oroto. La ciencia sobre la que nosotros,profanos, nos apoyábamos, incluso sin serconscientes de ello, la ciencia, refugio y nuevarazón de vivir del siglo xix, se hatransformado, de un día para otro, brutalmentepara renacer en una vida diferente, prestigiosapero inestable, siempre en movimiento pero inaccesible;y sin duda nunca más tendremos ya nitiempo ni posibilidad de restablecer con ella undiálogo conveniente. Todas las ciencias sociales,incluida la historia, han evolucionado de maneraanáloga, menos espectacular pero no menos decisiva.Si estamos en un nuevo mundo, ¿por quéno una nueva historia?Por ello, evocaremos con ternura, y al mismotiempo con algo de irreverencia, a nuestros maestrosde ayer y de antes de ayer. ¡ Qué nos seaperdonado! He aquí, el libro menudo de CharlesVictor Langlois y de Charles Seignobos, esa Introductionaux études historiques, aparecida en1897, sin alcance hoy pero hasta no hace muchoy durante largos años obra decisiva. Curioso puntode referencia. De este libro lejano, henchidode principios y de pequeñas recomendaciones, sepuede inferir, sin demasiado esfuerzo, un retratodel historiador de principios de siglo. Imagíneseun pintor, un paisajista. Ante él, árboles, casas,colinas, caminos, todo un paisaje apacible. De lamisma manera se presentaba ante el historiadorhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 23la realidad del pasado: una realidad verificada,desempolvada, reconstruida. De ese paisaje, nadadebía escapar al pintor: ni esos matorrales, niese humo. No omitir nada; pero sí, algo: el pintorolvidará su propia persona porque el ideal seríasuprimir al observador, como si hubiera que sorprendera la realidad sin asustarla, como si la historiatuviera que ser captada, fuera de nuestrasreconstrucciones, en su estado naciente, por tanto,en bruto, como hechos puros. El observadores fuente de errores; contra él la crítica debe permanecervigilante. «El instinto natural de un hombreen el agua —escribía muy en serio CharlesVíctor Langlois— es hacer todo lo posible porahogarse; aprender a nadar es adquirir el hábitode reprimir los movimientos espontáneos y deejecutar otros. De la misma manera, el hábito dela crítica no es natural; exige ser inculcado ysólo se convierte en orgánico tras repetidos ejercicios.El trabajo histórico es un trabajo críticopor excelencia; cuando alguien se dedica a él sinhaberse protegido previamente contra el instinto,se ahoga».No tenemos nada que oponer a la crítica de losdocumentos y materiales históricos. El espírituhistórico es básicamente crítico. Pero, más alláde prudencias evidentes, es también reconstrucción,como ha sabido decir con su aguda inteligenciaCharles Seignobos en varias ocasiones.Pero ¿era suficiente, tras tantas precauciones,para preservar el impulso necesario de la historia?Cierto es que si nos remontáramos más en estavuelta atrás, si nos dirigiéramos a muy grandesespíritus —como Cournot o Paul Lacombe, ambosprecursores— o a muy grandes historiadores—un Michelet sobre todo, un Ranke, un Burckhardto un Fustel de Coulanges— su genio impediríala ironía. No obstante, no es menos ciertohttp://www.scribd.com/Insurgencia


24 Fernand Braudelque —a excepción quizá de Michelet, una vez más,el más grande de todos, en el que hay tantos relámpagosy premoniciones— sus respuestas noconcordarían en absoluto con nuestras preguntas:historiadores de hoy, tenemos la sensaciónde pertenecer a otra edad, a otra aventura delespíritu. Nuestro oficio no nos parece ya esa empresasosegada, firme, coronada en justicia, conprimas concedidas únicamente al trabajo y a lapaciencia. No nos deja la certidumbre de haberaprehendido el total de la materia histórica que,para rendirse ante nosotros, sólo esperaría yanuestra escrupulosa valentía. Con toda seguridad,nada nos es más ajeno que la constatacióndel joven Ranke cuando, apostrofando con entusiasmoa Goethe, hablaba fervorosamente del «sólidoterreno de la historia».2Difícil tarea —condenada de antemano— la deexplicar en unas cuantas palabras lo que realmenteha cambiado en el campo de la historia y,sobre todo, cómo y por qué se ha operado estecambio. Multitud de detalles reclaman nuestraatención. Albert Thibaudet pretendía que las verdaderasconmociones son siempre sencillas en elplano de la inteligencia. ¿Dónde se sitúa, entonces,ese algo, esa eficaz innovación? Con certeza,no en la quiebra de la filosofía de la historia, preparadacon mucha antelación y cuyas ambicionesy precipitadas conclusiones no aceptaba ya nadieincluso antes de principios de siglo. Tampocoen la bancarrota de una historia-ciencia, por lodemás apenas esbozada. En el pasado, se considerabaque no había más ciencia que aquella capazde prever: tenía que ser profética o no ser.Hoy nos inclinaríamos a pensar que ninguna cienciasocial, incluida la historia, es profética; porhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 25vía de consecuencia, de acuerdo con las antiguasreglas del juego, ninguna de ellas tendría derechoal hermoso título de ciencia. Además, sólo habríaprofecía —repárese bien en ello— en el caso deque se diera la continuidad de la historia, lo quelos sociólogos, que no todos los historiadores, ponenviolentamente en duda. Pero ¿para qué entablardiscusión sobre el confuso nombre deciencia y sobre todos los falsos problemas que deél derivan? Tanto vale sumirse en la controversia,más clásica pero más estéril aún, de la objetividady de la subjetividad en la historia, de la queno nos libraremos mientras algunos filósofos,quizá por costumbre, se sigan complaciendo enla, mientras no se resuelvan a preguntarse silas ciencias más gloriosas de lo real no son, ellastambién, objetivas y subjetivas a un tiempo. Nosotros,que nos resignaríamos sin esfuerzo a nocreer en la obligación de la antítesis, aliviaríamosde buena gana nuestras habituales discusionesde método prescindiendo de este debate. El problemade la historia no se sitúa entre pintor ycuadro, ni siquiera —audacia que hubiera sidoconsiderada excesiva— entre cuadro y paisaje,sino más bien en el paisaje mismo, en el corazónde la vida.La historia se nos presenta, al igual que la vidamisma, como un espectáculo fugaz, móvil, formadopor la trama de problemas intrincadamentemezclados y que puede revestir, sucesivamente,multitud de aspectos diversos y contradictorios.Esta vida compleja, ¿cómo abordarla y cómofragmentarla a fin de aprehender algo? Numerosastentativas podrían desalentarnos de antemano.No creemos ya, por tanto, en la explicación de lahistoria por éste u otro factor dominante. No hayhistoria unilateral. No la dominan en exclusiva niel conflicto de las razas, cuyos choques yhttp://www.scribd.com/Insurgencia


26 Fernand Braudelavenencias determinarían el pasado de los hombres;ni los poderosos ritmos económicos, factoresde progreso o de caos; ni las constantes tensionessociales; ni ese espiritualismo difuso de unRanke por el que son sublimados, a su modo dever, el individuo y la amplia historia general; ni elreino de la técnica; ni la presión demográfica, eseempuje vegetativo de consecuencias retardadas sobrela vida de las colectividades. El hombre esmucho más complejo.No obstante, estas tentativas de reducir lo múltiplea lo simple, o a lo prácticamente simple,han significado un enriquecimiento sin precedentes,desde hace más de un siglo, de nuestros estudioshistóricos. Nos han ido colocando progresivamenteen la vía de la superación del individuoy del acontecimiento; superación prevista conmucha antelación, presentida, barruntada, peroque, en su plenitud, apenas si acaba de realizarseante nosotros. Quizá radique ahí el paso decisivoque implica y resume todas las transformaciones.No quiere esto decir —sería pueril— que neguemosla realidad de los acontecimientos y la funcióndesempeñada por los individuos. Habría, noobstante, que poner de relieve que el individuoconstituye en la historia, demasiado a menudo,una abstracción. Jamás se da en la realidad vivaun individuo encerrado en sí mismo; todas lasaventuras individuales se basan en una realidadmás compleja: una realidad «entrecruzada», comodice la sociología. El problema no reside en negarlo individual bajo pretexto de que es objeto decontingencias, sino de sobrepasarlo, en distinguirlode las fuerzas diferentes de él, en reaccionarcontra una historia arbitrariamente reducida a lafunción de los héroes quintaesenciados: no creemosen el culto de todos esos semidioses, o, dichocon mayor sencillez, nos oponemos a la orgullosafrase unilateral de Treitschke: «Los homhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 27bres hacen la historia.» No, la historia tambiénhace a los hombres y modela su destino: la historiaanónima, profunda y con frecuencia silenciosa,cuyo incierto pero inmenso campo se imponeahora abordar.La vida, la historia del mundo, todas las historiasparticulares se nos presentan bajo la forma deuna serie de acontecimientos: entiéndase, deactos siempre dramáticos y breves. Una batalla,un encuentro de hombres de Estado, un importantediscurso, una carta fundamental, son instantáneasde la historia. Conservo el recuerdo deuna noche, cerca de Bahía, en que me encontréenvuelto por un fuego de artificio de luciérnagasfosforescentes; sus pálidas luces resplandecían,se apagaban, refulgían de nuevo, sin por ello horadarla noche con verdaderas claridades. Igualocurre con los acontecimientos: más allá de suresplandor, la oscuridad permanece victoriosa.Otro recuerdo me permitirá abreviar más aún mirazonamiento. Hace unos veinte años, en América,una película, anunciada con gran antelación, producíasensación sin igual. Se trataba nada menos—anunciábase entonces—, que de la primera películaauténtica sobre la Gran Guerra, convertidadesde entonces, para nuestra desgracia, en PrimeraGuerra Mundial. Durante más de una horapudimos revivir las horas oficiales del conflictoy asistir a cincuenta revistas militares, pasadaslas unas por el rey Jorge V de Inglaterra, las otraspor el rey de los belgas o por el rey de Italia,por el emperador de Alemania o por el presidentefrancés Raymond Poincaré. Se nos hizo asistir ala salida de las grandes conferencias diplomáticasy militares, a todo un desfile de personasilustres pero olvidadas, que el ritmo entrecortadodel cine de aquellos lejanos años convertía entodavía más fantasmagóricas e irreales. En cuanhttp://www.scribd.com/Insurgencia


28 Fernand Braudelto a la verdadera guerra, estaba representada portres o cuatro trucos y explosiones ficticias: undecorado.El ejemplo es sin duda abusivo, como todos losejemplos a los que se confiere un poder de enseñanza.Confiésese, sin embargo, que, a menudo,la crónica, la historia tradicional, la historia-relatoa la que tan aficionado era Ranke no nos ofrece delpasado y del sudor de los hombres más queimágenes tan frágiles como éstas. Fulgores, perono claridad; hechos, pero sin humanidad. Adviértaseque esta historia-relato pretende siemprecontar «las cosas tal y como realmente acaecieron».Ranke creía profundamente en esta frasecuando la pronunció. En realidad, se presentacomo una interpretación en cierta manera solapada,como una auténtica filosofía de la historia.Según ella, la vida de los hombres está determinadapor accidentes dramáticos; por el juegode seres excepcionales que surgen en ella, dueñosmuchas veces de su destino y con más razón delnuestro. Y cuando se digna hablar de «historiageneral», piensa en definitiva en el entrecruzamientode estos destinos excepcionales, puestoque es necesario que un héroe tenga en cuenta aotro héroe. Falaz ilusión, como todos sabemos.O digamos, para ser más justos, visión de unmundo demasiado limitado, familiar a fuerza dehaber sido rastreado e inquirido, en el que elhistoriador se complace en medrar; un mundo,para colmo, arrancado de su contexto, en el quecon la mejor intención cabría pensar que la historiaes un juego monótono, siempre diferentepero siempre semejante, al igual que las mil combinacionesde las piezas de ajedrez: un juego queencausa situaciones siempre análogas, sentimientoseternamente iguales, bajo el imperativo de uneterno e implacable retorno de las cosas.http://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 29Nuestra labor consiste precisamente en sobrepasareste primer margen de la historia. Hay queabordar, en sí mismas y para sí mismas, las realidadessociales. Entiendo por realidades socialestodas las formas amplias de la vida colectiva:las economías, las instituciones, las arquitecturassociales y, por último (y sobre todo), las civilizaciones;realidades todas ellas que los historiadoresde ayer no han, ciertamente, ignorado, peroque, salvo excepcionales precursores, han consideradocon excesiva frecuencia como tela de fondo,dispuesta tan sólo para explicar —o como sise quisiera explicar— las obras de individuos excepcionales,en torno a quienes se mueve el historiadorcon soltura.Inmensos errores de perspectiva y de razonamiento,porque lo que se intenta concordar medianteeste procedimiento e inscribir en un mismomarco son movimientos que no tienen ni lamisma duración ni la misma dirección, integrándoselos unos en el tiempo de los hombres, el denuestra vida breve y fugaz, los otros en ese tiempode las sociedades, para el que un día, un añono significan gran cosa, para el que a veces unsiglo entero no representa más que un instantede la duración. Entendámonos: no existe un tiemposocial de una sola y simple colada, sino untiempo social susceptible de mil velocidades, demil lentitudes, tiempo que no tiene prácticamentenada que ver con el tiempo periodístico de la crónicay de la historia tradicional. Creo, por tanto,en la realidad de una historia particularmentelenta de las civilizaciones, entendida en sus profundidadesabismales, en sus rasgos estructuralesy geográficos. Cierto, las civilizaciones sonmortales en sus floreceres más exquisitos; cierto,resplandecen y después se apagan para volver aflorecer bajo otras formas. Pero estas rupturasson más escasas, más espaciadas, de lo que sehttp://www.scribd.com/Insurgencia


30 Fernand Braudelsuele creer. Y, sobre todo, no lo destruyen todopor igual. Quiero decir que en un área determinadade civilización el contenido social puederenovarse por entero dos o tres veces sin por elloalcanzar ciertos rasgos profundos de estructuraque permanecerán como poderosos distintivos delas otras civilizaciones vecinas. Existe también,"por así decirlo, más lenta aún que la historia delas civilizaciones, casi inmóvil, una historia delos hombres en sus íntimas relaciones con la tierraque les soporta y les alimenta; es un diálogoque no cesa de repetirse, que se repite para durar,susceptible de cambiar —como en efecto cambia—en superficie, pero que prosigue, tenaz, como sise encontrara fuera del alcance y de las tarascadasdel tiempo.3Si no me equivoco, los historiadores empiezana tomar conciencia, hoy, de una historia nueva,de una historia que pesa y cuyo tiempo no concuerdaya con nuestras antiguas medidas. Estahistoria no se les ofrece como un fácil descubrimiento.Cada forma de historia implica, en efecto,una erudición que le corresponde. ¿Me serálícito decir que todos aquellos que se ocupan dedestinos económicos, de estructuras sociales yde múltiples problemas —muchas veces de pocointerés— de civilizaciones se encuentran frentea investigaciones en comparación con las cualeslos trabajos de los eruditos más conocidosdel siglo xviii y hasta del xix nos parecen deuna asombrosa facilidad? No es posible una historianueva sin la enorme puesta al día de unadocumentación que responda a estos problemas.Dudo incluso que el habitual trabajo artesanaldel historiador esté a la medida de nuestras ambicionesactuales. A pesar del peligro que estohttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 31pueda representar y de las dificultades que la soluciónimplica, no hay salvación fuera de los métodosde trabajo en equipo.Por tanto, hay todo un pasado a reconstruir.Interminables tareas se nos proponen y se nosimponen, incluso para las realidades más simplesde estas vidas colectivas: me refiero a los ritmoseconómicos de corta duración de la coyuntura.Consideremos el caso de Florencia, objeto de unacrisis bastante aguda de retroceso entre 1580 y1585, crisis llamada a ahuecarse de prisa paradespués colmarse de una sola vez. Una serie de investigacionesrealizadas en Florencia y sus alrededoreslo pone de manifiesto a través de síntomastan expresivos como las repatriaciones decomerciantes florentinos que dejaron entoncesFrancia y la Alta Alemania, abandonando a vecessus tiendas —hecho todavía más significativo—para comprarse tierras en Toscana. Esta crisis,tan clara en una primera auscultación, habríaque diagnosticarla mejor, establecerla científicamentegracias a unas series coherentes de precios,lo que es aún trabajo local; pero se plantea inmediatamentela cuestión de saber si la crisis estoscana o general. Pronto la encontramos en Venecia,y en Ferrara es fácilmente detectable. Pero,¿hasta dónde se hizo sentir su repentina herida?Es imposible precisar su naturaleza si no se conocesu área exacta. ¿ Se impone, entonces, que elhistoriador emprenda un viaje hacia todos losdepósitos de archivos de Europa para tratar deencontrar series ignoradas, por lo general, por laerudición? ¡ Interminable viaje!: pues todo lequeda por hacer. Para colmo, si este historiadorse preocupa por la India y China y considera quefue el Extremo Oriente quien determinó la circulaciónde los metales preciosos en el siglo xvi y,por consiguiente, el ritmo del total de la vida económicadel mundo, advertirá que a estos añoshttp://www.scribd.com/Insurgencia


32 Fernand Braudelflorentinos de dificultad corresponden, apenasdesplazados en el tiempo, años de perturbacionesen Extremo Oriente en lo que al comercio de lasespecias y de la pimienta se refiere. Este cornerciopasa de las débiles manos portuguesas a lasde los hábiles mercaderes moros, y, más allá deestos viejos habituados del Océano Indico y dela Sonda, a las de los caravaneros de la India,quedando, al final, absorbido el conjunto por elAlta Asia y China. La investigación acaba por supropio impulso, en este terreno tan simple, dedar la vuelta al mundo.Me dedico, precisamente, con algunos jóveneshistoriadores, a estudiar la coyuntura general desiglo xvi y confío poder hablaros de ello un díano muy lejano. ¿Es necesario señalar, a este respecto,que también en este caso es el mundo entero quien reclama nuestra atención? La coyunturadel siglo xvi no es solamente VeneciaLisboa, Amberes o Sevilla, Lyon o Milán; es tambiénla compleja economía del Báltico, los viejoritmos del Mediterráneo, las importantes corrientesdel Atlántico y las del Pacífico, las Ibéricas,los juncos chinos (y prescindo adrede demuchos otros elementos). Pero hay queinsistí también en que la coyuntura del sigloxvi está igualmente constituida por el sigloxv y por el xvii; la determinan no sólo elmovimiento de conjunto de los precios sinotambién el haz variado de estos precios y sucomparación, acelerándose unos más que otros.Sin duda es verosímil que los precios del vino yde los bienes inmuebles precedieron en aquelentonces a todos los demás en su carreraregular. Se explicaría, así, a mi entender, dequé manera la tierra absorbió, atrajo einmovilizó la fortuna de los nuevos ricos. Todoun drama social. Por este mismo motivo seexplicaría también esa civilización invasora yobstinada de la vid y del vino: al exigir lo loshttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 33precios aumentan las flotas de barcos cargados debarriles de vino, en dirección del Norte, a partirde Sevilla, de las costas portuguesas o de laGironda; crecen de manera análoga esos ríos decarretas, los carretoni, que, a través del Breñero,trasladan cada año a Alemania los vinos nuevosdel Friul o de las Venecias, vinos turbios que elpropio Montaigne paladeó en su lugar de origen.La historia de las técnicas, la simple historiade las técnicas, por encima de investigaciones inciertas,minuciosas, continuamente interrumpidas—ya que el hilo se rompe demasiadas vecesentre los dedos o, dicho de otra manera, ya quebruscamente faltan los documentos a interrogar—también descubre paisajes amplios en excesoy plantea problemas demasiado vastos. Enel siglo XVI, el Mediterráneo, el Mediterráneo consideradoen bloque, fue objeto de toda una seriede dramas técnicos. Es entonces cuando la artilleríase instala en el estrecho puente de los barcos;y, por cierto, ¡ con qué lentitud! Es entoncescuando sus secretos son transmitidos hacia losaltos países del Nilo o el interior del. Oriente Medio,con duras consecuencias siempre. Se produce,entonces, un nuevo drama más silencioso, unalenta y curiosa disminución de los tonelajes marítimos.Los cascos se vuelven cada vez más ligeros.Venecia y Ragusa son las patrias de los gruesoscargos: sus veleros de carga desplazan hastamil toneladas e incluso más. Son los grandescuerpos flotantes del mar. Pero semejante lujopronto excede los medios de los que Veneciapuede disponer. Contra los gigantes del mar pruebanpor doquier fortuna los pequeños velerosgriegos, provenzales, marselleses o nórdicos. EnMarsella, es la época en que triunfan las tartanas,las saetas y las naves minúsculas. Esquifesque cabrían en el hueco de la mano; rara vez rehttp://www.scribd.com/Insurgencia


34 Fernand Braudelbasan las cien toneladas. Pera a la hora de laverdad estos barcos de bolsillo dan pruebas desus posibilidades. El mínimo soplo de viento lesempuja; entran en todos los puertos; cargan enunos cuantos días, en unas cuantas horas, mientrasque los barcos de Ragusa tardan semanas ymeses en engullir sus cargas.Uno de estos grandes cargos ragusianos puedeapresar a uno de los buques ligeros marselleses,apoderarse de su carga y, tras tirar al agua a latripulación, hacer desaparecer en un minuto albarco rival: el hecho constituiría un suceso queilustra, por un instante, la lucha de los grandescontra los pequeños esquifes del mar. Pero incurriríamosen falta si pensáramos que el conflictose circunscribe al mar interior. Grandes y pequeñospugnan y se devoran sobre los siete maresdel mundo. En el Atlántico, su lucha es la másimportante del siglo. ¿ Invadirán los ibéricos Inglaterra?Problema planteado antes, con y despuésde la Armada Invencible. En cuanto a los nórdicos¿ le meterán el diente a la Península —y estamosante la expedición de Cádiz— o se contentaráncon atacar al Imperio de los ibéricos —yhenos ante Drake, Cavendish y muchos otros?Los ingleses poseen la Mancha; los ibéricos, Gibraltar.¿Cuál de estas dos supremacías es másventajosa? Pero sobre todo ¿quién será el vencedor:las pesadas carracas portuguesas y losgrandes galeones españoles o los finos veleros delNorte (1.000 toneladas de un lado contra 200, 100y hasta a veces 50 del otro)? Contienda a menudodesigual, ilustrada por uno de esos grabados deépoca que muestran a uno de los gigantes ibéricoscercado por una nube de cascos liliputienses.Los pequeños hostigan a los grandes, los acribillan.Cuando logran apoderarse de ellos, cogenel oro, las piedras preciosas y algunos paquetesde especias para después prender fuego al enormehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 35e inútil casco. ¿Pero se encuentra la razón ocultade la historia únicamente en este resumenexcesivamente claro? Si la resistencia ibérica continúa,se debe a que, a pesar de todo, los convoyesde galeones consiguen pasar prácticamenteindemnes, llevados de la mano de Dios —dicenlos genoveses— camino de las Antillas, de las quevuelven henchidos de plata; las minas del NuevoMundo permanecen al servicio de los dueñosibéricos. La historia de las embarcaciones no constituyeuna historia en sí. Hay que volver a situarlaentre las otras historias que la rodean y lasostienen. De esta forma, la verdad, sin negarsede plano, nos elude una vez más.Todo problema, cercano a la temática central,no cesa —insisto en ello— de complicarse, de extenderseen superficie y en espesor, de abrir sintérmino nuevos horizontes de trabajo. Tendréocasión de decirlo a propósito de la vocación imperialdel siglo xvi de la que voy -a tratar estecurso y que no se puede —como es de sospechar—adjudicar tan sólo al siglo xvi. Ningúnproblema se ha dejado nunca encerrar en un sólomarco.Si abandonamos el terreno de lo económico yde la técnica, si nos aventuramos por el de lascivilizaciones, si pensamos en esas insidiosas ycasi imperceptibles fisuras que, en el curso deun siglo o dos, se convierten en profundas grietasmás allá de las cuales todo cambia en la viday en la moral de los hombres, si pensamos enesas prestigiosas revoluciones interiores, entoncesel horizonte, lento en abrirse paso, se amplíay se complica con más intensidad aún. Un jovenhistoriador italiano, después de pacientes prospecciones,lanza la hipótesis de que la idea y larepresentación de la muerte cambian totalmentehacia la mitad del siglo xvi. Se abre entonces unprofundo foso: una muerte celeste, vuelta haciahttp://www.scribd.com/Insurgencia


36 Fernand Braudelel más allá —y apacible—, puerta- ampliamenteabierta por la que todo hombre (con alma ycuerpo casi por entero) pasa sin crisparse en exceso,esta muerte serena es sustituida por unamuerte humana, colocada ya bajo el primer signode la razón. Resumo con torpeza un debateapasionante. Pero el hecho de que esta nuevamuerte, morosa en mostrar su verdadero rostro,nazca o parezca nacer con mucha antelación enlos países romanos, orienta la encuesta y nos poneen contacto con esta historia silenciosa, peroimperiosa, de las civilizaciones. Navegaremos entoncesmás allá del habitual decorado de la Reforma,no sin vacilaciones y mediantecautelosas, y pacientes investigaciones. Habráque leer los; devocionarios y los testamentos,coleccionar los; documentos iconográficos, oconsultar en las ciudades, celosas guardianas desus cartularios, como Venecia, los papeles de losInquisitori contra Bestemmie, esos «archivosnegros» del control de las costumbres deinapreciable valor.Pero no basta, como es sabido, con refugiarse enesta interminable y necesaria prospección demateriales nuevos. Es imprescindible someter estosmateriales a métodos. Estos, sin duda, varían—algunos al menos— de un día para otro. Dentrode diez o veinte años, nuestros métodos eneconomía y en estadística habrán perdido su valor,al mismo tiempo que nuestros resultados, queserán impugnados y rechazados: sírvanos deejemplo la suerte que hoy corren estudios relativamenterecientes. Es necesario que estas informacionesy estos materiales sean vueltos a pensara la medida del hombre y por debajo de lasprecisiones que puedan aportar; se trata, en lamedida de lo posible, de reencontrar la vida: demostrar cómo están unidas estas fuerzas, si secodean o chocan brutalmente, cómo con frecuen-http://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 37cía mezclan sus aguas furiosas. Hay que recogerlotodo para reinstalarlo en el marco general de lahistoria, para que, a pesar de las dificultades, delas antinomias y de las contradicciones fundamentales,la unidad de la historia, que es unidadde la vida, sea respetada.Labor demasiado pesada, se me replicará.Siempre se piensa en las dificultades de nuestrooficio; sin pretender negarlas, ¿puedo permitirme,una vez más y sin que sirva de precedente,poner el acento sobre las insustituibles comodidadesque ofrece? Un primer examen nos permite,en efecto, desentrañar lo esencial de una situaciónen lo que a su «devenir» se refiere. Entrelas fuerzas en pugna, somos capaces de distinguiraquellas que triunfarán; discernimos de antemanolos acontecimientos importantes, «los quetendrán consecuencias», aquellos a quienes perteneceráen definitiva el futuro. ¡ Inmenso privilegio!¿Quién se considera capaz de diferenciaren la compleja trama de la vida actual lo duraderode lo efímero? Ahora bien, esta distinciónse sitúa en el corazón mismo de la investigaciónde las ciencias sociales, en el corazón mismo delconocimiento, de los destinos del hombre, en lazona de sus problemas capitales. Como historiadores,nos encontramos, sin esfuerzo, dentro deeste debate. ¿Quién puede negar, por ejemplo,que la inmensa cuestión de la continuidad y dela discontinuidad del destino social, que los sociólogosdiscuten, constituye, en primer lugar, unproblema de historia? Si grandes cortes troceanlos destinos de la humanidad, si, tras su desgarro,todo encuentra fundamento en nuevos términosy ninguna de nuestras antiguas herramientasde trabajo o de nuestros pensamientos sirve yapara nada, entonces la realidad de estos cortespertenece a la historia. ¿Existe o no una excepcionaly efímera coincidencia entre todos los dihttp://www.scribd.com/Insurgencia


38 Fernand Braudelversos tiempos de la vida de los hombres? Enormepregunta, que nos pertenece. Toda progresiónlenta se termina un buen día; el tiempo de lasverdaderas revoluciones es también el tiempo enque florecen las rosas.4Señoras y señores:La historia ha sido arrastrada a estas orillasquizá peligrosas por la propia vida. Ya lo hedicho: la vida es nuestra escuela. Pero sus leccionesno sólo las ha escuchado la historia; y, trascomprenderlas, no sólo la historia ha sacado susconsecuencias. En realidad, la historia se ha beneficiado,ante todo, del empuje victorioso de lasjóvenes ciencias humanas, más sensibles aun queella a las coyunturas del presente. Hemos asistido,desde hace unos cincuenta años, al nacimiento,renacimiento o florecimiento de una seriede ciencias humanas, imperialistas; y, a cadavez, su desarrollo ha significado para nosotros,los historiadores, tropiezos, complicaciones y,más tarde, inapreciables enriquecimientos. Quizásea la historia la mayor beneficiaría de estos recientesprogresos.¿Es necesario insistir en su deuda hacia la geografíao la economía política, o también la sociología?Una de las obras más fecundas para lahistoria, quizá incluso la más fecunda de todas,ha sido la de Vidal de la Blache, historiador deorigen, geógrafo por vocación. Me atrevería adecir que el Tableau de la géographie de la France,aparecido en 1903, en el umbral de la granhistoria de Francia de Ernest Lavisse, constituyeuna de las obras más importantes de la escuelahistórica francesa. Bastarán también unas palabraspara subrayar todo lo que la historia debehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 39a la obra capital de Francois Simiand, filósofoconvertido en economista y cuyo magisterio eneste mismo College de France fue ejercido, pordesgracia, demasiados pocos años. Lo que Simianddescubrió sobre las crisis y los ritmos dela vida material de los hombres ha hecho posiblela magnífica obra de Ernest Labrousse, la contribuciónmás renovadora para la historia de estosúltimos veinte años. Repárese también en todolo que la historia ha podido retener de la prestigiosaenseñanza de Marcel Mauss, que ha sidouna de las auténticas glorias del College de France.Nadie nos ha enseñado a los historiadoresmejor que él el arte de estudiar las civilizacionesen sus intercambios y en sus aspectos friables, elarte de seguirlas en sus realidades rudimentarias,fuera de la zona de excelencia o de calidad en laque la historia de antaño, al servicio de todaslas estrellas del momento, se ha complacido morosay exclusivamente. Por último, me sientoobligado a recordar todo lo que la sociología deGeorges Gurvitch, sus libros y más aún sus deslumbrantesconversaciones, me han aportado personalmenteen sugerencias y en nuevas orientaciones.No es necesario multiplicar los ejemplos paraexplicar hasta qué punto se ha enriquecido la historiaen los últimos años gracias a las adquisicionesde las ciencias vecinas. De hecho, puededecirse que se ha construido de nuevo.Pero era necesario que los propios historiadores,molestos en función de su formación y —aveces— de sus admiraciones se convencieran deello. Ocurre con frecuencia que, sometida a lainfluencia de poderosas y ricas tradiciones, unageneración entera atraviese, sin participar en él,el tiempo útil de una revolución intelectual. Pero,por fortuna, existen casi siempre algunos hom-http://www.scribd.com/Insurgencia


40 Fernand Braudelbres más sensibles y más capacitados que losdemás para percibir las orientaciones del pensamientode su época. No cabe duda que la fundación,en 1929, en Estrasburgo, por Lucien Febvrey Marc Bloch, de los Annales d'histoire économiqueet sociale representó un momento decisivopara la historia francesa. Permítaseme que hablede ellos con admiración y gratitud, puesto quese trata de una obra enriquecida por más deveinte años de esfuerzos y de éxito, de la que nosoy más que un artífice de segunda hora.Nada más fácil hoy que subrayar y hacer comprenderla originalidad vigorosa del movimientoen sus orígenes. Lucien Febvre escribía en el encabezamientode su joven revista: «Mientras quelos historiadores aplican a los documentos delpasado sus viejos métodos consagrados, hombrescada vez más numerosos dedican con entusiasmosu actividad al estudio de las sociedadesy de las economías contemporáneas... Esto seríainmejorable, claro está, si cada cual, en la prácticade una especialización legítima, en el cultivolaborioso de su jardín, se esforzara, no obstante,en mantenerse al corriente de la labor del vecino.Pero los muros son tan altos que muy amenudo impiden ver. Y, sin embargo, ¡ cuántassugestiones inapreciables respecto del método yde la interpretación de los hechos, qué enriquecimientosculturales, qué progresos en la intuiciónsurgirían entre los diferentes grupos graciasa intercambios intelectuales más frecuentes! Elporvenir de la historia... depende de estos intercambios,como también de la correcta intelecciónde los hechos que mañana serán historia. Contraestos temibles cismas pretendemos levantarnos...»Repetiríamos hoy sin ningún reparo estas palabras,que aún no han convencido a todos loshistoriadores individualmente, pero que, no obstante,han marcado —lo admita o no— a todahttp://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 41la joven generación. Lo admita o no, ya que losAnnales han sido acogidos, al igual que todo loque tiene fuerza, al mismo tiempo con vigorososentusiasmos y con hostilidades obstinadas, mas .han tenido y continúan teniendo a su favor lalógica de nuestro oficio, la evidencia de los hechosy el incomparable privilegio de encontrarseen la vanguardia de la investigación, inclusocuando esta investigación resulta aventurada.No es necesario que hable aquí ante unpúblico de historiadores, de este largo y múltiplecombate. Tampoco tengo que insistir sobre laamplitud y la diversidad y la riqueza de laobra de mi ilustre predecesor: todo el mundoconoce los trabajos de Lucien Febvre sobrePhilippe II et la Franche-Comté, La terre etl'évolution humaine, Le Rhin, Luther, sumagnífico libro sobre Rabelais et l'incroyancereligieuse au XVI eme siécle, y el tan fino estudio,último en aparecer, sobre Marguerite deNavarre. Insistiré, por el contrario, sobre losinnumerables artículos y las innumerables cartasque constituyen —lo digo sin vacilar— su másamplia contribución intelectual y humana alpensamiento y a las controversias de su época.En ellos abordó con libertad todos los temas,todas las tesis, todos los puntos de vista, conesta alegría de descubrir y de hacer descubrir ala que nadie que haya estado verdaderamente encontacto con él ha podido permanecerinsensible. No creo que nadie sea capaz deestablecer la cuenta exacta de todas las ideas queFebvre ha prodigado y difundido de estaforma; y no siempre le hemos alcanzado en suságiles viajes.Sólo él hubiera sido capaz, sin duda, de fijarnuestro camino en medio de los conflictos y delos acuerdos de la historia con las ciencias socialesvecinas. Nadie mejor que él ha estado enhttp://www.scribd.com/Insurgencia


42 Fernand Braudeldisposición de devolvernos la confianza en nuestrooficio, en su eficacia. «Vivir la historia»: éstees el título de uno de sus artículos, un hermosotítulo y al mismo tiempo todo un programa. Lahistoria nunca supuso para él un juego de erudiciónestéril, una especie de arte por el arte, deerudición que se bastaría a sí misma. Siemprela consideró como una explicación del hombrey de lo social a partir de esa coordenada inapreciable,sutil y compleja —el tiempo— que sólolos historiadores sabemos manejar y sin la cualni las sociedades ni los individuos del pasado odel presente pueden recuperar el ritmo y el calorde la vida.Ha sido, sin duda, providencial para la historiafrancesa que Lucien Febvre, al mismo tiempoque demostraba una rara sensibilidad para losconjuntos, para la historia total del hombre, consideradabajo todos sus aspectos, al mismo tiempoque comprendía con lucidez las nuevas posibilidadesde la historia, permaneciera sensible,con la cultura refinada de un humanista, y fueracapaz de expresarlo con vigor, todo lo que hay departicular y de único en cada aventura individualdel espíritu.Todos somos conscientes del peligro que entrañauna historia social: olvidar, en beneficio dela contemplación de los movimientos profundosde la vida de los hombres, a cada hombre bregandocon su propia vida, con su propio destino;olvidar, negar quizá, lo que en cada individuohay de irreemplazable. Porque impugnar el papelconsiderable que se ha querido atribuir a algunoshombres abusivos en la génesis de la historiano equivale ciertamente a negar la grandeza delindividuo considerado como tal, ni el interés queen un hombre pueda despertar el destino de otrohombre.Como decía hace un momento, los hombres, in-http://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 43cluso los más grandes, no nos aparecen ya tanlibres e indeterminados como a nuestros predecesoresen el oficio histórico; mas no por ellodisminuye el interés que su vida despierta: másbien al contrario. Y la dificultad no radica enconciliar, en el plano de los principios, la necesidadde la historia individual y de la historiasocial; la dificultad reside en ser capaz de tenersensibilidad para ambas al mismo tiempo y enconseguir apasionarse por una de ellas sin porello olvidar a la otra. Es un hecho que la historiografíafrancesa, introducida por Lucien Febvrepor el camino de los destinos colectivos, no seha desinteresado jamás, ni por un momento, delas cumbres del espíritu. El propio Lucien Febvreha vivido con pasión y obstinación junto a Lutero,Rabelais, Michelet, Proudhon y Stendhal;una de sus originalidades consiste precisamenteen no haber renunciado jamás a la compañía deestos auténticos príncipes. Pienso, en particular,en el más brillante de sus libros, en Luther, enel que sospecho que por un instante aspiró aofrecer el espectáculo de un hombre verdaderamentelibre, dueño de su propio destino y deldestino de la historia. Por este motivo siguió suspasos tan sólo durante los primeros años de suvida rebelde y creadora, hasta el día en que secierran sobre él, de manera implacable, el destinode Alemania y el de su siglo.No creo que esta ardiente pasión por el espírituhaya dado lugar en Lucien Febvre a una contradicción.A sus ojos, la historia continúa siendouna empresa prodigiosamente abierta. Resistiósiempre al deseo, no obstante natural, de atarel haz de sus nuevas riquezas. ¿Acaso construirno supone siempre restringir? Por esta razón, sino me equivoco, todos los grandes historiadoresde nuestra generación, los más grandes y porconsiguiente los más poderosamente individuali-http://www.scribd.com/Insurgencia


44 Fernand Braudelzados, se han sentido a sus anchas a la luz y enel impulso de su pensamiento. No es necesarioque insista sobre las oposiciones que existen entrelas obras capitales, cada una a su manera, deMarc Bloch, de Georges Lefebvre, de Marcel Bataillon,de Ernest Labrousse, de André Piganiol,de Augustin Renaudet. Y, no obstante, todas ellasse concilian sin esfuerzo con esa historia vislumbrada,y más tarde conscientemente propuesta,hace más de veinte años.Quizá sea ese haz de posibilidades el que confieresu fuerza a la escuela histórica francesa dehoy. ¿Escuela francesa? Un francés apenas seatreve a pronunciar esta palabra; y, si la pronuncia,se percata en el acto de tantas divergenciasinternas que vacila en repetirla. Y, sin embargo,vista desde el extranjero, nuestra situación noparece tan compleja. Un joven profesor inglésescribía hace poco: «En el caso de que una nuevainspiración deba penetrar en nuestro trabajo histórico,lo más probable es que nos venga de Francia:parece como si Francia estuviera llamada adesempeñar en este siglo el papel que Alemaniadesempeñó en el precedente...» No es necesarioinsistir en que juicios de este tipo sólo puedenaportarnos aliento y orgullo. Nos confieren tambiénla sensación de una excepcional responsabilidad,la inquietud de no mostrarnos dignos dela confianza que se nos concede.Señor administrador, queridos colegas, sabenustedes muy bien que este desasosiego que parecesobrecogerme en los últimos instantes de miconferencia me acompañaba ya incluso desde antesde haber pronunciado la primera palabra.¿A quién no le causaría, en efecto, ansiedad elentrar a formar parte del College de France? Menosmal que la tradición es una buena consejera;ofrece, por lo menos, tres refugios. Leer la con-http://www.scribd.com/Insurgencia


Las responsabilidades de la historia 45ferencia; y es la primera vez en mi vida, loconfieso, que me resigno a ello. ¡ Buena pruebade mi confusión! Eludir el compromiso tras lapresentación de un programa, al amparo de susideas más apreciadas: ciertamente, pero la pantallano todo lo tapa. Por último, hacer alusióna las amistades y a las simpatías, a fin de sentirsemenos solo. Esas simpatías y esas amistadesestán todas ellas presentes en mi recuerdo agradecido:simpatías activas de mis colegas de laÉcole Pratique des Hautes Études, a donde fuillamado hace ya casi diez años; simpatías activasde mis colegas historiadores, mayores que yo ycontemporáneos míos, sobre todo en la Sorbona,en donde he tenido tanto placer en conocer, bajosu amparo, la juventud de nuestros estudiantes.Por último, otras, muy queridas, velan aquípor mí.He sido conducido a esta casa por la excesivabenevolencia de Augustin Renaudet y de MarcelBataillon. Sin duda porque, a pesar de mis defectos,pertenezco a la estrecha patria del sigloxvi y he querido mucho y sigo queriendo ala Italia de Augustin Renaudet y a la España deMarcel Bataillon. No han reparado en el hechode que fuera, con relación a ellos, un visitantedel atardecer: la España de Felipe II no es yala de Erasmo, la Italia de Tiziano o del Caravaggiono se ilumina ya con las antorchas dela Florencia de Lorenzo el Magnífico y de MiguelÁngel. ¡ El crepúsculo del siglo xvi! LucienFebvre acostumbraba a hablar de los tristes hombresde después de 1560. Hombre tristes, sin duda,aquellos hombres, expuestos a todos los golpes,a todas las sorpresas, a todas las traiciones delos otros hombres y de la suerte, a todas las amarguras,a todas las rebeldías inútiles. A su alrededor,y en ellos mismos, tantas guerras inexpia-http://www.scribd.com/Insurgencia


46 Fernand Braudelbles... Pero, por desgracia, esos hombres tristesse parecen a nosotros como hermanos.Gracias a ustedes, queridos colegas, ha sidopreservada la cátedra de historia de la civilizaciónmoderna y me incumbe el honor de asegurarsu continuidad. Amistades, simpatías, buenavoluntad, interés por una labor que se siente enel fondo de uno mismo no pueden impedir quese tema, con toda conciencia y sin falsa humildad,el suceder a un hombre sobre quien reposa todavíahoy la inmensa tarea que he definido, al margende sus libros, en los derroteros mismos desu pensamiento incansable: a nuestro gran y queridoLucien Febvre, gracias a quien, duranteaños, se hizo oír de nuevo, para mayor gloria deesta casa, la voz de Jules Michelet, a la que sehubiera podido creer callada para siempre.http://www.scribd.com/Insurgencia


2 A favor de una economía histórica ∗¿Los resultados conseguidos por las investigacionesde historia económica son ya lo suficientementedensos como para que sea lícito, en teoríaal menos, rebasarlos y desentrañar, más alláde los casos particulares, reglas tendenciales? Dichoen otros términos: ¿puede el esbozo de unaeconomía histórica, atenta a los amplios conjuntos,a lo general, a lo permanente, ser de utilidada las investigaciones económicas, a las solucionesde amplios problemas actuales o, lo que es más, ala formulación de estos problemas? Los físicos setropiezan de cuando en cuando con dificultadescuya solución sólo la pueden encontrar losmatemáticos en virtud de sus reglas particulares.¿Nos encontraríamos nosotros, los historiadores,en análoga posición respecto de nuestros colegaseconomistas? La comparación es sin duda demasiadoventajosa. Supongo que si se aspira a ob-∗ Fernand Braudel: «Pour une économie histonque», La RevueÉconomique, 1950, I, mayo, págs. 37-4447http://www.scribd.com/Insurgencia


48 Fernand Braudeltener una imagen más modesta, y quizá másexacta, habría que compararnos a esos viajerosque van tomando nota de los accidentes del caminoy de los colores del paisaje y a los que laadvertencia de semejanzas y de similitudes moveríaa recurrir, para salir de dudas, a amigos geógrafos.Tenemos la sensación, en efecto, en elcurso de nuestros viajes a través del tiempo delos hombres, de haber adivinado realidades económicas,las unas estables, las otras fluctuantes,dotadas o no de ritmo. ¿Se trata de ilusiones, decomprobaciones inútiles o, por el contrario, detrabajo ya válido? No podemos juzgarlo nosotrossolos.Tengo, pues, la impresión de que puede y debeentablarse un diálogo entre las diferentes cienciashumanas: sociología, historia, economía.Como consecuencia de ese diálogo, cada una deestas ciencias humanas podría experimentar conmociones.Estoy, de antemano, dispuesto a acogera estas conmociones en lo que a la historiase refiere; y, por consiguiente, no trato o no soycapaz de definir un método en estas pocas líneasque he aceptado escribir, no sin aprensión, parala Revue Économique. Pretendo, todo lo más, ponerde relieve algunas cuestiones sobre las quedesearía que los economistas volvieran a reflexionar,a fin de que, a su regreso a la historia, lasencontráramos transformadas, aclaradas, ampliadas,o, quizá, a la inversa, devueltas a la nada(pero incluso en este caso se trataría de un progreso,de un paso adelante). No es necesario insistiren que no pretendo plantear todos los problemas,y ni siquiera los problemas esencialesque sacarían provecho de un examen confrontadode ambos métodos, el histórico y el económico.Se podrían enunciar miles de ellos. Pero melimitaré, en este caso, a algunos que me preocupanpersonalmente y sobre los que he tenido ocahttp://www.scribd.com/Insurgencia


A favor de una economía histórica 49sión de reflexionar en la práctica del oficio dehistoriador. Quizá se aproximen a las preocupacionesde algunos economistas, aunque nuestrospuntos de vista me siguen pareciendo muy alejadosunos de otros.1Se piensa siempre en las dificultades del oficiode historiador. Sin pretender negarlas, permítasemeinsistir, por una vez, en sus insustituiblesventajas. Podemos, en efecto, en un primer examen,desentrañar lo esencial de una situaciónhistórica en lo que a su porvenir se refiere. Discernimosentre las diferentes líneas de fuerzacuáles serán las triunfadoras. Distinguimos de antemanolos acontecimientos importantes, los quehan de tener consecuencias, aquellos a los que,en definitiva, pertenece el futuro. ¡ Inmenso privilegio!¿Quién, en efecto, sería capaz, en la complejaurdimbre de hechos de la vida actual, dedistinguir con tantos visos de seguridad lo duraderode lo efímero? A los ojos de los contemporáneoslos hechos se presentan, por desgraciacon excesiva frecuencia, en un mismo plano deimportancia; y los muy grandes acontecimientosconstructores del futuro hacen tan poco ruido—llegan sobre patas de tórtola, decía Nietzsche—que es difícil adivinar su presencia. Deahí el esfuerzo de un Colin Clark añadiendo a losdatos actuales de la economía proféticas prolongacioneshacia el porvenir, en la pretensión dedistinguir de antemano las corrientes esencialesde acontecimientos que fabrican y arrastran anuestra vida.Lo que primero percibe el historiador es, pues, latropa de acontecimientos vencedores en la rivalidadde la vida; pero estos acontecimientos sevuelven a colocar y se ordenan en el marco dehttp://www.scribd.com/Insurgencia


50 Fernand Braudelmúltiples posibilidades contradictorias, entre lasque la vida ha realizado finalmente una selección:por una posibilidad que se ha realizado decenas,centenas y millares de ellas, demasiado humildeso demasiado secretas para imponerse de golpe ala historia, se han esfumado. Conviene, no obstante,tratar de reintroducirlas, porque estos movimientosderrotados representan las fuerzas múltiples,materiales e inmateriales, que en cadainstante han frenado los grandes impulsos de laevolución, retrasado su florecimiento y puesto aveces un término prematuro a su carrera. Es indispensableconocerlos.Diremos, pues, que es necesario que los historiadoresvayan contra corriente, reaccionen contralas facilidades del oficio y no se limiten aestudiar el progreso, el movimiento vencedor,sino también su opuesto, esa proliferación de experienciascontrarias cuya derrota exigió muchosesfuerzos —cabe decir, en una sola palabra, lainercia, en el caso de que no se confiera a estetérmino ningún valor peyorativo. En cierta manera,Lucien Febvre estudia en su Rabelais unproblema de este tipo cuando se pregunta si laincredulidad que tan gran porvenir tenía reservado—para precisar el ejemplo, yo diría inclusola incredulidad reflexiva, de raigambre intelectual—era una especulación posible en la primeramitad del siglo xvi, si el utillaje mental del siglo(entiéndase su inercia frente a la incredulidad)autorizaba su nacimiento y su clara formulación.Volvemos a encontrar —y, por lo general, másclaramente planteados, si no más fáciles de resolver—estos problemas de inercia, de frenazos,en el terreno económico. ¿No se ha descrito acasobajo los nombres de capitalismo, de economíainternacional, de Welwirtschaft (con todo lo queel término arrastra consigo de turbio y de riquehttp://www.scribd.com/Insurgencia


A favor de una economía histórica 51za en el pensamiento alemán) evoluciones depunta, superlativos y, a menudo, excepciones? Ensu magnífica historia de los cereales en la Greciaclásica, Alfred Jardé, después de haber soñadocon las formas «modernas» del comercio de losgranos, con los negociantes de Alejandría, dueñosde jugosos tráficos, imagina a un pastor delPeloponeso o de Epira que vive de su tierra, desus olivos, y que los días de fiesta mata a uncochinillo de su propio rebaño: ejemplo de milesy miles de economías cerradas o semicerradas,al margen de la economía internacional de sutiempo, y que, a su manera, determinan la expansióny los ritmos. ¿Inercias? También hay aquellasque en cada edad imponen sus medios, supoder, sus velocidades, mejor dicho, sus lentitudesrelativas. Todo estudio del pasado debe necesariamentecomportar una minuciosa medidade lo que, en una determinada época, afecta exactamentea su vida: obstáculos geográficos, obstáculostécnicos, obstáculos sociales administrativos.Para precisar mi pensamiento, ¿me serálícito decir, confidencialmente, que si yo emprendierael estudio —que me tienta— de la Franciade las Guerras de Religión, partiría de una impresiónque puede parecer en una primera aproximaciónarbitraria, pero que estoy seguro queno lo es? Los pocos recorridos que he podidohacer a través de esa Francia me han hecho imaginarlacomo a la China de entre las dos guerrasmundiales: un inmenso país en el que los hombresse pierden, tanto más cuanto que la Franciadel siglo XVI no tiene la superabundancia demográficadel mundo chino; en cualquier caso, laimagen de un gran espacio dislocado por la guerranacional y extranjera es válida. En amboscasos existen ciudades sitiadas y atemorizadas,matanzas, disolución de ejércitos flotantes entreprovincias, dislocaciones regionales, reconstruchttp://www.scribd.com/Insurgencia


52 Fernand Braudelciones, milagros, sorpresas. Repárese que no digoque fuera posible mantener durante mucho tiempola comparación, hasta el final del estudio, sinoque es de ella de donde habría que partir: deun estudio de ese clima de vida, de esa inmensidad,de los frenazos innumerables que suponen,para comprender todo el resto, incluidas la economíay la política.Estos ejemplos no plantean el problema. Lopresentan, no obstante, en sus aspectos fundamentales.Todas las existencias, todas las experiencias,son prisioneras de una envoltura demasiadogruesa para ser rota de un solo golpe;límite de poder de un utillaje que sólo permiteciertos movimientos, por no decir ciertas reaccioneso innovaciones metodológicas. Grueso límite,desesperante y razonable a la vez, bueno omalo, que impide tanto lo mejor como lo peor,hablando en moralista. Actúa casi siempre contrael progreso social más indispensable; perotambién puede ocurrir que frene la guerra —piensoen el siglo xvi con sus luchas ahogadas, entrecortadasde pausas— o que impida el paro, comoocurrió en el mismo siglo xvi, en el que las actividadesde producción están desmenuzadas enorganismos minúsculos y numerosos, de unaasombrosa resistencia a las crisis.Este estudio de los límites, de las inercias —investigaciónindispensable, o que debería serlo,para el historiador obligado a tener en cuentarealidades de antaño a las que conviene devolversu verdadera medida—, ¿acaso no pertenece tambiéna la jurisdicción del economista en sus tareasmás actuales? La civilización económica dehoy tiene sus límites, sus momentos de inercia.Sin duda a un economista le resulta difícil extraerestos problemas de su contexto históricoo social. Pero a él le incumbe, no obstante, decirnoscómo formularlos de la mejor manera, ohttp://www.scribd.com/Insurgencia


A favor de una economía histórica 53si no demostrarnos por qué se trata de falsosproblemas, sin interés. Un economista al que yointerrogaba recientemente, me respondía que parael estudio de estos frenazos, de estas viscosidades,de estas resistencias, contaba sobre todo conlos historiadores. No es seguro. Me atrevería aafirmar que existen ahí, por el contrario, elementoseconómicos, a menudo discernibles y mensurables,aunque sólo sea en la duración.2El historiador tradicional presta atención altiempo breve de la historia: el de las biografíasy de los acontecimientos. Ese tiempo no es, enabsoluto, el que interesa a los historiadores economistaso sociales. Las sociedades, las civilizaciones,las economías y las instituciones políticasviven a un ritmo menos precipitado. No llamarála atención de los economistas que nos han suministradonuestros métodos en este terreno elque a nuestra vez hablemos de ciclos, de interciclos,de movimientos periódicos, cuya fase vade cinco a diez, veinte, treinta y hasta cincuentaaños. Pero aún en este caso se trata, desdenuestro punto de vista, de una historia de ondascortas.Por debajo de estas ondas, en el campo de losfenómenos de tendencia (la tendencia secular delos economistas) se instala, con imperceptiblesinclinaciones, una historia de muy largos períodos,una historia lenta en deformarse y, por consiguiente,en ponerse de manifiesto a la observación.Es a ella a la que designamos en nuestroimperfecto lenguaje bajo el nombre de historiaestructural (structurale), oponiéndose ésta menosa una historia episódica (évenementielle)que a una historia coyuntural (conjoncturale) deondas relativamente cortas. Se puede imaginarhttp://www.scribd.com/Insurgencia


54 Fernand Braudellas discusiones y los requerimientos que podríanprovocar estas pocas líneas. .Pero supongamos que estas discusiones hansido superadas y que esa historia en profundidadha sido, si no definida, por lo menos suficientementeaprehendida. Es también una historia económica(la demografía con sus telemandamientosa través del tiempo constituiría una buena —inclusouna excesivamente buena— prueba de ello).Pero las amplias oscilaciones estructurales de laeconomía sólo se pueden registrar válidamenteen el caso de que se disponga de una muy largaserie retrospectiva de documentación, de preferenciaestadística. Bien es sabido que no sueleser éste el caso, sino que trabajamos y especulamospor lo general sobre series relativamentebreves y particulares, como las series de preciosy salarios. ¿No convendría, sin embargo, examinarsistemáticamente el pasado, bien o poco conocido,en amplias unidades de tiempo, no yapor años o decenios, sino por siglos enteros?En el supuesto de que existieran entidades, zonaseconómicas de límites relativamente fijos, ¿nosería más eficaz aplicar un método geográfico deobservación? Parece preferible describir, más quelas etapas sociales del capitalismo, por ejemplo,para parafrasear el bello título de una luminosacomunicación de Henri Pirenne, las etapasgeográficas del capitalismo, o, más ampliamenteaún, promover sistemáticamente en nuestrosestudios de historia investigaciones de geografíaeconómica; en una palabra, ver cómo se registranen espacios económicos dados las ondas y lasperipecias de la historia. He tratado, sinlograrlo por mis únicos medios, de mostrar loque podía ser, a fines del siglo xvi, la vida delMediterráneo. Uno de nuestros buenos investigadores,M. A. Rémond, está a punto de concluirestudios sobre la Francia del siglo xviii y dehttp://www.scribd.com/Insurgencia


A favor de una economía histórica 55mostrar cómo la economía francesa se desprendeentonces del Mediterráneo, a pesar del incrementode los tráficos, para volverse hacia el Océano: estemovimiento de torsión supuso importantestransformaciones en lo relativo a rutas, mercadosy ciudades. Creo también que todavía a principiosdel siglo xix' Francia estaba compuestapor una serie de Francias provinciales con suscírculos de vida bien organizados y que, vinculadasconjuntamente por la política y los intercambios,se comportaban una con relación a laotra como naciones económicas, con pagos comodescriben los manuales y, por tanto, con desplazamientosde numerario para reequilibrar la balanzade cuentas. Esta geografía, con las modificacionesaportadas por un siglo fértil en innovaciones,puede constituir en el caso francés unplan válido de investigación y una manera dealcanzar, en espera de mejor, esas capas de historialenta cuya vista nos es encubierta por susespectaculares modificaciones y crisis.Por otra parte, las perspectivas largas de la historiasugieren, de manera quizá falaz, que la vidaeconómica obedece a grandes ritmos. Las gloriosasciudades de la Italia medieval, cuya decadenciano señalará brutalmente el siglo xvi, establecieronen un principio muy a menudo sufortuna sobre la base de los beneficios de lostransportes terrestres o marítimos. Esto ocurriótanto con Asti como con Venecia y Genova. Vinodespués la actividad comercial, y más tarde laindustrial. Finalmente, tardía culminación, la actividadbancada. A la inversa, la decadencia afectósucesivamente, a muy largos intervalos a veces—y no sin retrocesos—, a los transportes, al comercio,a la industria, dejando subsistir por muchotiempo aún las funciones bancarias. En elsiglo xviii, Venecia y Genova continúan siendolugares de colocación de dinero.http://www.scribd.com/Insurgencia


56 Fernand BraudelNo afirmo que este esquema, simplificado enexceso, sea perfectamente exacto; pero en estemomento trato de sugerir más que de demostrar.Para complicarlo y aproximarlo a lo real, habríaque mostrar que cada nueva actividad correspondeal derribo de una barrera, a un obstáculo vencido.Habría que indicar, asimismo, que estosascensos y descensos no son líneas demasiadosimples, que están enturbiadas —como debe ser—por mil interferencias parasitarias. Habría quemostrar, también, que estas fases sucesivas, desdelos transportes a la banca, no surgen por rupturabrusca. En el punto de partida, como unasimiente que contiene una planta virtual, cadaeconomía urbana implica en diversos estadios todaslas actividades, algunas todavía en estadoembrionario. Finalmente, existiría un riesgo evidenteen pretender deducir una ley de un ejemploy en suponer que se llega a conclusiones a propósitode estos Estados en miniatura que fueronlas ciudades italianas en la Edad Media (¿unamicroeconomía?), en servirse de este ejemplopara explicar, a priori, las experiencias de hoy.El salto resulta demasiado peligroso para darlosin preocupaciones.No obstante, ¿no podrían los economistas, unavez más, ayudarnos? ¿Tenemos o no razón en veren los transportes y en lo que suponen (precios,rutas, técnicas) una especie de motor decisivoa la larga; y existe o no, para utilizar un términoastronómico, una precesión de ciertos movimientoseconómicos sobre otros, no en la única yexigua duración de los ciclos e interciclos, sinoen muy largos períodos?http://www.scribd.com/Insurgencia


A favor de una economía histórica 573Otro problema que nos parece capital: el de locontinuo y de lo discontinuo, para hablar el lenguajede los sociólogos. La controversia que provocaproviene quizá del hecho de que raramentese tiene en cuenta la pluralidad del tiempo histórico.El tiempo que nos arrastra, arrastra también—aunque de manera diferente— sociedadesy civilizaciones cuya realidad nos sobrepasa, porquela duración de su vida es mucho más largaque la nuestra y porque los jalones, las etapas,hacia la decrepitud nunca son las mismas paraellas y para nosotros. El tiempo que es el nuestro—el de nuestra experiencia, de nuestra vida,el tiempo que trae nuevamente a las estacionesy que hace florecer a las rosas— señala el transcursode nuestra edad y cuenta también, perocon un ritmo muy diferente, las horas de existenciade las diversas estructuras sociales. Noobstante, por mucho que tarden en envejecer,también ellas cambian. Terminan por morir.Ahora bien, en lenguaje histórico, una discontinuidadsocial no es otra cosa que una de esasrupturas estructurales, fracturas de profundidad,silenciosas, indoloras, según se nos dice. Se naceen un estado de lo social (es decir, al mismotiempo, una mentalidad, unos marcos, una civilizacióny concretamente una civilización económica)que varias generaciones han conocido antesque nosotros; pero todo puede derrumbarseantes de que termine nuestra vida. De ahí interferenciasy sorpresas.Este paso de un mundo a otro es el mayordrama humano sobre el que querríamos que laluz se hiciera. Cuando Sombart y Sayous discutenpara saber cuándo nace el capitalismo modernoes una ruptura de este tipo lo que buscan,sin pronunciar la palabra y sin encontrar la fechahttp://www.scribd.com/Insurgencia


58 Fernand Braudelperentoria. No deseo que se nos dé una filosofíade estas catástrofes (o de la catástrofe falsamentetípica que es la caída del mundo romano,susceptible de ser estudiada como los militaresalemanes estudiaron la batalla de Cannas), sinoun estudio de iluminación múltiple de la discontinuidad.Los sociólogos discuten ya de ella, loshistoriadores la están descubriendo; ¿pueden loseconomistas pensar en ello? ¿Han tenido ocasión,como nosotros, de encontrar el agudo pensamientode Ignace Meyerson? Estas rupturas en profundidadtronzan uno de los grandes destinos dela humanidad, su destino fundamental. Todo loque lleva sobre su impulso se derrumba, o almenos se transforma. Si, como es posible, acabamosde atravesar una de estas zonas decisivas,ninguna de nuestras herramientas, ninguno denuestros pensamientos o de nuestros conceptosde ayer vale para mañana y toda enseñanza basadaen una vuelta ilusoria a valores antiguosestá caducada. La economía política que asimilamos—como pudimos— a las lecciones de nuestrosmaestros, no nos servirá ya en nuestra vejez.Pero precisamente, ¿no tienen los economistasnada que decir, incluso a costa de hipótesisde estas discontinuidades estructurales? ¿Nadaque decirnos?Como se ve, lo que nos parece indispensablepara un resurgimiento de las ciencias humanasno es tanto cualquier gestión particular como lainstitución de un inmenso debate general; debateque nunca se ha de cerrar, claro está, puesto quela historia de las ideas, comprendida la historiade la historia, es también un ser vivo, dotado devida propia, independiente de la de los seres humanosque la alientan. Nada más tentador —peromás radicalmente imposible— que la ilusión dereducir lo social, tan complejo y tan desconcertante,a una única línea de explicación. Reconstituircon tiempos diferentes y órdenes de hechoshttp://www.scribd.com/Insurgencia


A favor de una economía histórica 59diferentes la unidad de la vida constituye nuestrooficio y también nuestro tormento; el oficiode nosotros los historiadores, que, junto con lossociólogos, somos los únicos en tener derechode mirada sobre todo lo humano. «La historiaes el hombre», según la fórmula de Lucien Febvre.Pero cuando tratamos de reconstituir al hombrehace falta que reinstalemos juntas las realidadesemparentadas que se unen y viven a un mismoritmo. Si no, el puzzle estará deformado. Ponerfrente a frente historia estructural e historia coyuntural,equivale a deformar una explicación, o,si se vuelve uno hacia los acontecimientos, a recortaren punta una explicación: las correlacioneshay que buscarlas entre masas semejantes, encada nivel: primera preocupación, primeras investigaciones,primeras especulaciones. Más tarde,de planta en planta, se reconstituirá el edificiocomo se pueda.http://www.scribd.com/Insurgencia


3 La larga duración ∗Hay una crisis general de las ciencias del hombre:todas ellas se encuentran abrumadas porsus propios progresos, aunque sólo sea debidoa la acumulación de nuevos conocimientos y a lanecesidad de un trabajo colectivo cuya organizacióninteligente está todavía por establecer; directao indirectamente, todas se ven afectadas,lo quieran o no, por los progresos de las máságiles de entre ellas, al mismo tiempo que continúan,no obstante, bregando con un humanismoretrógrado e insidioso, incapaz de servirles ya demarco. A todas ellas, con mayor o menor lucidez,les preocupa el lugar a ocupar en el conjuntomonstruoso de las antiguas y recientes investigaciones,cuya necesaria convergencia se vislumbrahoy.El problema está en saber cómo superarán lasciencias del hombre estas dificultades: si a tra-∗ Fernand Braudel: «Histoire et sciences sociales: la longue durée.,Annales E.S.C.. n. 4, oct.-dic. 1958, Débats et Combats, págs. 725-753.60http://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 61vés de un esfuerzo suplementario de definicióno, por el contrario, mediante un incremento demal humor. En todo caso, se preocupan hoy másque ayer (a riesgo de insistir machaconamentesobre problemas tan viejos como falsos) de definirsus objetivos, métodos y superioridades. Seencuentran comprometidas, a porfía, en embrolladospleitos respecto de las fronteras que puedano no existir entre ellas. Cada una sueña,en efecto, con quedarse en sus dominios o convolver a ellos. Algunos investigadores aislados organizanacercamientos: Claude Lévi-Strauss 1 empujaa la antropología «estructural» hacia losprocedimientos de la lingüística, los horizontesde la historia «inconsciente» y el imperialismojuvenil de las matemáticas «cualitativas». Tiendehacia una ciencia capaz de unir, bajo el nombrede ciencia de la comunicación, a la antropología,a la economía política y a la lingüística. Pero¿quién está preparado para franquear fronterasy prestarse a reagrupáciones en el momento enque la geografía y la historia se encuentran alborde del divorcio?Mas no seamos injustos; estas querellas y estasrepulsas tienen su interés. El deseo de afirmarsefrente a los demás da forzosamente pie a nuevascuriosidades: negar al prójimo supone conocerlepreviamente. Más aún. Sin tener explícitavoluntad dé ello, las ciencias sociales se imponenlas unas a las otras: cada una de ellas intentacaptar lo social en su «totalidad»; cada una deellas se entromete en el terreno de sus vecinas,en la creencia de permanecer en el propio. Laeconomía descubre a la sociología, que la cerca; yla historia —quizá la menos estructurada de lasciencias del hombre— acepta todas laslecciones que le ofrece su múltiple vecindad yse esfuerza por repercutirlas. De esta forma, apesar de las reticencias, las oposiciones y lastranquilas ignorancias, se va esbozando la instahttp://www.scribd.com/Insurgencia


62 Fernand Braudellación de un «mercado común»; es una experienciaque merece la pena de ser intentada en lospróximos años, incluso en el caso de que a cadaciencia le resulte con posterioridad más convenientevolverse a aventurar, durante un ciertotiempo, por un camino más estrictamente personal.Pero de momento urge acercarse unos a otros.En Estados Unidos, esta reunión se ha realizadobajo la forma de investigaciones colectivas respectode las áreas culturales del mundo actual;en efecto, los area studies son, ante todo, el estudiopor un equipo de social scientists de losmonstruos políticos de la actualidad: China, laIndia, Rusia, América Latina, Estados Unidos. Seimpone conocerlos. Pero es imprescindible, conmotivo de esta puesta en común de técnicas yde conocimientos, que ninguno de los participantespermanezca, como la víspera, sumido en supropio trabajo, ciego y sordo a lo que dicen, escriben o piensan los demás. Es igualmente imprescindibleque la reunión de las ciencias seacompleta, que no se menosprecie a la más antiguaen provecho de las más jóvenes, capaces delprometer mucho, aunque no siempre de cumplirmucho. Se da el caso, por ejemplo, que el lugarconcedido en estas tentativas americanas a la geografíaes prácticamente nulo, siendo el de la historiaextremadamente exiguo. Y, además, ¿de quéhistoria se trata?Las demás ciencias sociales están bastante malinformadas de la crisis que nuestra disciplina haatravesado en el curso de los veinte o treintaúltimos años y tienen tendencia a desconocer, almismo tiempo que los trabajos de los historiadores,un aspecto de la realidad social del que lahistoria es, si no hábil vendedora, al menos síbuena servidora: la duración social, esos tiem-http://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 63pos múltiples y contradictorios de la vida de loshombres que no son únicamente la sustancia delpasado, sino también la materia de la vida socialactual. Razón de más para subrayar con fuerza,en el debate que se inicia entre todas las cienciasdel hombre, la importancia y la utilidad dela historia, o, mejor dicho, en la dialéctica de laduración, tal y como se desprende del oficio y dela reiterada observación del historiador; paranosotros, nada hay más importante en el centrode la realidad social que esta viva e íntima oposición,infinitamente repetida, entre el instantey el tiempo lento en transcurrir. Tanto si se tratadel pasado como si se trata de la actualidad, unaconsciencia neta de esta pluralidad del tiemposocial resulta indispensable para una metodologíacomún de las ciencias del hombre.Hablaré, pues, largamente de la historia, deltiempo de la historia. Y menos para los historiadoresque para nuestros vecinos, especialistas enlas otras ciencias del hombre: economistas, etnógrafos,etnólogos (o antropólogos), sociólogos, psicólogos,lingüistas, demógrafos, geógrafos y hastamatemáticos sociales y estadísticos; vecinos todosellos de cuyas experiencias e investigacionesnos hemos ido durante muchos años informandoporque estábamos convencidos —y lo estamosaún— de que la historia, remolcada por ellos opor simple contacto, había de aclararse con nuevaluz. Quizá haya llegado nuestro turno de teneralgo que ofrecerles. Una noción cada vez másprecisa de la multiplicidad del tiempo y del valorexcepcional del tiempo largo se va abriendo paso—consciente o no consciente, aceptada o no aceptada—a partir de las experiencias y de las tentativasrecientes de la historia. Es esta últimanoción, más que la propia historia —historia demuchos semblantes—, la que tendría que interesara las ciencias sociales, nuestras vecinas.http://www.scribd.com/Insurgencia


64 Fernand Braudel1. Historia y duracionesTodo trabajo histórico descompone al tiempopasado y escoge entre sus realidades cronológicassegún preferencias y exclusivas más o menosconscientes. La historia tradicional, atenta altiempo breve, al individuo y al acontecimiento,desde hace largo tiempo nos ha habituado a surelato precipitado, dramático, de corto aliento,La nueva historia económica y social coloca enprimer plano de su investigación la oscilacióncíclica y apuesta por su duración: se ha dejadoembaucar por el espejismo —y también por larealidad— de las alzas y caídas cíclicas de precios.De esta forma, existe hoy, junto al relato(o al «recitativo») tradicional, un recitativo de lacoyuntura que para estudiar al pasado lo divideen amplias secciones: decenas, veintenas o cincuentenasde años.Muy por encima de este segundo recitativo sesitúa una historia de aliento mucho más sostenidotodavía, y en este caso de amplitud secular: setrata de la historia de larga, incluso de muy larga,duración. La fórmula, buena o mala, me eshoy familiar para designar lo contrario de aquelloque Francois Simiand, uno de los primerosdespués de Paul Lacombe, bautizó con el nombrede historia de los acontecimientos o episódica(évenementielle). Poco importan las fórmulas;pero nuestra discusión se dirigirá de una a otra,de un polo a otro del tiempo, de lo instantáneoa la larga duración.No quiere esto decir que ambos términos sean deuna seguridad absoluta. Así, por ejemplo, eltérmino acontecimiento. Por lo que a mí se refiere,me gustaría encerrarlo, aprisionarlo, en lacorta duración: el acontecimiento es explosivo,tonante. Echa tanto humo que llena la concienciahttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 65de los contemporáneos; pero apenas dura, apenasse advierte su llama.Los filósofos dirían, sin duda, que afirmar estoequivale a vaciar el concepto de una gran partede su sentido. Un acontecimiento puede, en rigor,cargarse de una serie de significaciones y de relaciones.Testimonia a veces sobre movimientosmuy profundos; y por el mecanismo, facticio ono, de las «causas» y de los «efectos», a los quetan aficionados eran los historiadores de ayer, seanexiona un tiempo muy superior a su propiaduración. Extensible hasta el infinito, se une, librementeo no, a toda una cadena de sucesos, derealidades subyacentes, inseparables aparentemente,a partir de entonces, unos de otros. Graciasa este mecanismo de adiciones, BenedettoCroce podía pretender que la historia entera y elhombre entero se incorporan, y más tarde se redescubrena voluntad, en todo acontecimiento;a condición, sin duda, de añadir a este fragmentolo que no contiene en una primera aproximación,y a condición, por consiguiente, de conocer loque es o no es justo agregarle. Este juego inteligentey peligroso es el que las recientes reflexionesde Jean-Paul Sartre proponen 2 .Entonces, expresémoslo más claramente quecon el término de episódico: el tiempo corto, amedida de los individuos, de la vida cotidiana,de nuestras ilusiones, de nuestras rápidas tomasde conciencia; el tiempo por excelencia del cronista,del periodista. Ahora bien, téngase encuenta que la crónica o el periódico ofrecen, juntocon los grandes acontecimientos llamados históricos,los mediocres accidentes de la vida ordinaria:un incendio, una catástrofe ferroviaria,el precio del trigo, un crimen, una representaciónteatral, una inundación. Es, pues, evidente queexiste un tiempo corto de todas las formas de lavida: económico, social, literario, institucional,http://www.scribd.com/Insurgencia


66 Fernand Braudelreligioso e incluso geográfico (un vendaval, unatempestad) tanto como político.El pasado está, pues, constituido, en una primeraaprehensión, por esta masa de hechos menudos,los unos resplandecientes, los otros oscurose indefinidamente repetidos; precisamente'aquellos hechos con los que la microsociologíao la sociometría forman en la actualidad su botíncotidiano (también existe una microhistoria).Pero esta masa no constituye toda la realidad,todo el espesor de la historia, sobre el que lareflexión científica puede trabajar a sus anchas.La ciencia social casi tiene horror del acontecimiento.No sin razón: el tiempo corto es la máscaprichosa, la más engañosa de las duraciones.Este es el motivo de que exista entre nosotros, loshistoriadores, una fuerte desconfianza hacia unahistoria tradicional, llamada historia de losacontecimientos; etiqueta que se suele confundircon la de historia política no sin cierta inexactitud:la historia política no es forzosamenteepisódica ni está condenada a serlo. Es un hecho,no obstante, que —salvo algunos cuadros artificiosos,casi sin espesor temporal, con los que entrecortabasus relatos 3 y salvo algunas explicacionesde larga duración que resultaban, endefinitiva, ineludibles— la historia de estos últimoscien años, centrada en su conjunto sobreel drama de los «grandes acontecimientos», hatrabajado en y sobre el tiempo corto. Quizá setratara del rescate a pagar por los progresos realizadosdurante este mismo período en la conquista científica de instrumentos de trabajo y demétodos rigurosos. El descubrimiento masivo deldocumento ha hecho creer al historiador que enla autenticidad documental estaba contenida todala verdad. «Basta —escribía muy recientementeaún Louis Halphen 4 — con dejarse llevar en ciertamanera por los documentos, leídos uno trashttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 67otro, tal y como se nos ofrecen, para asistir a lareconstitución automática de la cadena de loshechos.» Este ideal, «la historia incipiente», culminahacia finales del siglo xix en una crónica denuevo estilo que, en su prurito de exactitud, siguepaso a paso la historia de los acontecimientos,tal y como se desprende de la correspondenciade los embajadores o de los debates parlamentarios.Los historiadores del siglo xviii y deprincipios del xix habían sido mucho más sensiblesa las perspectivas de la larga duración, lacual sólo los grandes espíritus como Michelet,Ranke, Jacobo Burckhardt o Fustel supieron redescubrirmás tarde. Si se acepta que esta superacióndel tiempo corto ha supuesto el mayorenriquecimiento —al ser el menos común— dela historiografía de los últimos cien años, se comprenderála eminente función que han desempeñadotanto la historia de las instituciones comola de las religiones y la de las civilizaciones, y,gracias a la arqueología que necesita grandes espacioscronológicos, la función de vanguardia delos estudios consagrados a la antigüedad clásica.Fueron ellos quienes, ayer, salvaron nuestrooficio.La reciente ruptura con las formas tradicionalesdel siglo xix no ha supuesto una ruptura totalcon el tiempo corto. Ha obrado, como es sabido,en provecho de la historia económica y social yen detrimento de la historia política. En consecuencia,se han producido una conmoción y unarenovación innegables; han tenido lugar, inevitablemente,transformaciones metodológicas, desplazamientosde centros de interés con la entradaen escena de una historia cuantitativa que, contoda seguridad, no ha dicho aún su última palabra.Pero, sobre todo, se ha producido una alterahttp://www.scribd.com/Insurgencia


68 Fernand Braudelción del tiempo histórico tradicional. Un día, unaño, podían parecerle a un historiador políticode ayer medidas correctas. El tiempo no era sinouna suma de días. Pero una curva de precios,una progresión demográfica, el movimiento de.salarios, las variaciones de la tasa de interés, el,estudio (más soñado que realizado) de la produccióno un análisis riguroso de la circulación exigenmedidas mucho más amplias.Aparece un nuevo modo de relato histórico—cabe decir el «recitativo» de la coyuntura, delciclo y hasta del «interciclo»— que ofrece a nuestraelección una decena de años, un cuarto desiglo y, en última instancia, el medio siglo del cicloclásico de Kondratieff. Por ejemplo, si no setienen en cuenta breves y superficiales accidentes,hay un movimiento general de subida de preciosen Europa de 1791 a 1817; en cambio, losprecios bajan de 1817 a 1852: este doble y lentomovimiento de alza y de retroceso representa uninterciclo completo para Europa y casi para elmundo entero. Estos períodos cronológicos notienen, sin duda, un valor absoluto. Con otros barómetros—los del crecimiento económico y dela renta o del producto nacional— Francois Perroux5 nos ofrecería otros límites quizá más válidos.¡ Pero poco importan estas discusiones e:curso! El historiador dispone con toda seguridadde un tiempo nuevo, realzado a la altura de unaexplicación en la que la historia puede tratarde inscribirse, recortándose según unos puntosde referencia inéditos, según curvas y su propiarespiración.Así es como Ernest Labrousse y sus discípuloshan puesto en marcha, desde su manifiesto delCongreso histórico de Roma (1955), una ampliaencuesta social bajo el signo de lacuantificación. No creo traicionar su designioafirmando que esta encuesta está abocadahttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 69forzosamente a culminar en la determinación decoyunturas (y hasta de estructuras) sociales; ynada nos asegura de antemano que esta coyunturahaya de tener la misma velocidad o la mismalentitud que la económica. Además, estos dosgrandes personajes —coyuntura económica ycoyuntura social— no nos deben hacer perder devista a otros actores, cuya marcha resultarádifícil de determinar y será quizáindeterminable a falta de medidas precisas. Lasciencias, las técnicas, las instituciones políticas,los utillajes mentales y las civilizaciones (poremplear una palabra tan cómoda) tienentambién su ritmo de vida y de crecimiento; y lanueva historia coyuntural sólo estará a puntocuando haya completado su orquesta.Este recitativo debería haber conducido, lógicamente,por su misma superación, a la largaduración. Pero, por multitud de razones, esta superaciónno siempre se ha llevado a cabo y asistimoshoy a una vuelta al tiempo corto, quizáporque parece más urgente coser juntas la historia«cíclica» y la historia corta tradicional queseguir avanzando hacia lo desconocido. Dicho entérminos militares, se trata de consolidar posicionesadquiridas. El primer gran libro de ErnestLabrousse, en 1933, estudiaba el movimiento generalde los precios en Francia en el siglo xviii 6 ,movimiento secular. En 1943, en el más importantelibro de historia aparecido en Francia enel curso de estos últimos veinticinco años, el mismoErnest Labrousse cedía a esa exigencia devuelta a un tiempo menos embarazoso, reconociendoen la depresión misma de 1774 a 1791 unade las más vigorosas fuentes de la RevoluciónFrancesa, una de sus rampas de lanzamiento. Aúnasí, estudiaba un semiinterciclo, medida relativamenteamplia. La ponencia que presentó al Congresointernacional de París, en 1948, Commentnaissent les révolutions?, se esforzaba, esta vez,http://www.scribd.com/Insurgencia


70 Fernand Braudelen vincular un patetismo económico de corta duración(nuevo estilo) a un patetismo político (muyviejo estilo), el de las jornadas revolucionarias.Henos de nuevo, y hasta el cuello, en el tiempocorto. Claro está, la operación es lícita y útil;pero ¡ qué sintomática! El historiador se prestade buena gana a ser director de escena. ¿Cómohabría de renunciar al drama del tiempo breve,a los mejores hilos de un muy viejo oficio?Más allá de los ciclos y de los interciclos estálo que los economistas llaman, aunque no siemprelo estudien, la tendencia secular. Pero el temasólo interesa a unos cuantos economistas; y susconsideraciones sobre las crisis estructurales, queno han soportado todavía la prueba de las verificacioneshistóricas, se presentan como unos esbozoso unas hipótesis apenas sumidos en el pasadoreciente: hasta 1929 y como mucho hastala década de 1870 7 . Representan, sin embargo,una útil introducción a la historia de larga duración.Constituyen una primera llave.La segunda, mucho más útil, es la palabra estructura.Buena o mala, es ella la que domina los,problemas de larga duración. Los observadoresde lo social entienden por estructura una organización,una coherencia, unas relaciones suficientementefijas entre realidades y masas sociales.Para nosotros, los historiadores, una estructuraes indudablemente un ensamblaje, una arquitectura;pero, más aún, una realidad que el tiempotarda enormemente en desgastar y en transportar.Ciertas estructuras están dotadas de tan largavida que se convierten en elementos establesde una infinidad de generaciones: obstruyen lahistoria, la entorpecen y, por tanto, determinansu transcurrir. Otras, por el contrario, se desintegranmás rápidamente. Pero todas ellas, constituyen,al mismo tiempo, sostenes y obstáculos.http://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 71En tanto que obstáculos, se presentan como límites(envolventes, en el sentido matemático) delos que el hombre y sus experiencias no puedenemanciparse. Piénsese en la dificultad de romperciertos marcos geográficos, ciertas realidades biológicas,ciertos límites de la productividad, y hastadeterminadas coacciones espirituales: tambiénlos encuadramientos mentales representan prisionesde larga duración.Parece que el ejemplo más accesible continúatodavía siendo el de la coacción geográfica. Elhombre es prisionero, desde hace siglos, de los climas,de las vegetaciones, de las poblaciones animales,de las culturas, de un equilibrio lentamenteconstruido del que no puede apartarse sincorrer el riesgo de volverlo a poner todo entela de juicio. Considérese el lugar ocupado porla trashumancia de la vida de montaña, lapermanencia en ciertos sectores de la vidamarítima, arraigados en puntos privilegiados delas articulaciones litorales; repárese en laduradera implantación de las ciudades, en lapersistencia de las rutas y de los tráficos, en lasorprendente fijeza del marco geográfico de lascivilizaciones.Las mismas permanencias o supervivencias sedan en el inmenso campo de lo cultural. El magníficolibro de Ernst Robert Curtius 8 constituyeel estudio de un sistema cultural que prolonga,deformándola, la civilización latina del Bajo Imperio,abrumada a su vez por una herencia demucho peso: la civilización de las élites intelectualesha vivido hasta los siglos xiii y xiv, hastael nacimiento de las literaturas nacionales, nutriéndosede los mismos temas, las mismas comparacionesy los mismos lugares comunes. En unalínea de pensamiento análoga, el estudio de LucienFebvre, Rabelais et le probléme de l'incroyanceau XVI éme siécle 9 , pretende precisar el utillajehttp://www.scribd.com/Insurgencia


72 Fernand Braudelmental del pensamiento francés en la época deRabelais, ese conjunto de concepciones que,mucho antes de Rabelais, y mucho después de él,ha presidido las artes de vivir, de pensar y decreer y ha limitado de antemano, con dureza, laaventura intelectual de los espíritus más libres.El tema tratado por Alphonse Dupront I0 aparecetambién como una de las más nuevas investigacionesde la Escuela histórica francesa: la ideade Cruzada es considerada, en Occidente, despuésdel siglo xiv —es decir, con mucha posterioridada la «verdadera» cruzada—, como la continuidadde una actitud de larga duración que, repetidasin fin, atraviesa las sociedades, los mundos y lospsiquismos más diversos, y alcanza con un últimoreflejo a los hombres del siglo xix. El libro dePierre Francastel, Peinture et Sacíete u subrayaen un terreno todavía próximo, a partir de losprincipios del Renacimiento florentino, la permanenciade un espacio pictórico «geométrico» quenada había ya de alterar hasta el cubismo y lapintura intelectual de principios de nuestro siglo.La historia de las ciencias también conoce universosconstruidos que constituyen otras tantasexplicaciones imperfectas pero a quienes les sonconcedidos por lo general siglos de duración. Sólose les rechaza tras un muy largo uso. El universoaristotélico no fue prácticamente impugnado hastaGalileo, Descartes y Newton; se desvanece entoncesante un universo profundamente geometrizadoque, a su vez, había de derrumbarse, muchomás tarde, ante las revoluciones einsteinianas12 .Por una paradoja sólo aparente, la dificultadestriba en descubrir la larga duración en unterreno en el que la investigación histórica acabade obtener innegables éxitos: el económico.Ciclos interciclos y crisis estructuralesencubren aquí las regularidades y laspermanencias de sistemas o, como también sehttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 73ha dicho, de civilizaciones económicas 13 ; esdecir, de viejas costumbres de pensar o de obrar,de marcos resistentes y tenaces a veces contratoda lógica.Pero mejor es razonar sobre un ejemplo, rápidamenteanalizado. Consideremos, muy próximoa nosotros, en el marco de Europa, un sistemaeconómico que se inscribe en algunas líneas yreglas generales bastante claras: se mantiene envigor aproximadamente desde el siglo xiv al sigloxviii —digamos, para mayor seguridad, quehasta la década de 1750. Durante siglos, la actividadeconómica depende de poblaciones demográficamentefrágiles, como lo demuestran losgrandes reflujos de 1350-1450 y, sin duda, de 1630-1730 14 . A lo largo de siglos, la circulación asisteal triunfo del agua y de la navegación, al constituircualquier espesor continental un obstáculo,una inferioridad. Los auges europeos, salvo excepcionesque confirman la regla (ferias de Champagne,ya en decadencia al iniciarse el período, oferias de Leipzig en el siglo xviii), se sitúan a lolargo de franjas litorales. Otras característicasde este sistema: la primacía de mercaderes y comerciantes;el papel eminente desempeñado porlos metales preciosos, oro, plata, e incluso cobre,cuyos choques incesantes sólo serán amortiguados,al desarrollarse decisivamente el crédito afinales del siglo xvi; las repetidas dentelladas delas crisis agrícolas estacionarias; la fragilidad,cabe decir, de la base misma de la vida económica;la función, por último, desproporcionadaa primera vista, de uno o dos grandes tráficosexteriores: el comercio del Levante del siglo xiial siglo xvi, el comercio colonial en el siglo xviii.He definido así —o mejor dicho he evocado a mivez después de algunos otros— los rasgosfundamentales, para Europa Occidental, del capitalismocomercial, etapa de larga duración. Estoscuatro o cinco siglos de vida económica, ahttp://www.scribd.com/Insurgencia


74 Fernand Braudelpesar de todas las evidentes transformaciones,poseyeron una cierta coherencia hasta la conmocióndel siglo xviii y la revolución industrial dela que todavía no hemos salido. Estuvieron caracterizadospor una serie de rasgos comunes quepermanecieron inmutables mientras que a su alrededor,entre otras continuidades, miles de rupturasy de conmociones renovaban la faz delmundo.Entre los diferentes tiempos de la historia, lalarga duración se presenta, pues, como un personajeembarazoso, complejo, con frecuencia inédito.Admitirla en el seno de nuestro oficio nopuede representar un simple juego, la acostumbradaampliación de estudios y de curiosidades.Tampoco se trata de una elección de la que lahistoria sería la única beneficiaría. Para el historiador,aceptarla equivale a prestarse a un cambiode estilo, de actitud, a una inversión de pensamiento,a una nueva concepción de lo social.Equivale a familiarizarse con un tiempo frenado,a veces incluso en el límite de lo móvil. Es lícitodesprenderse en este nivel, pero no en otro —volverésobre ello— del tiempo exigente de la historia,salirse de él para volver a él más tarde perocon otros ojos, cargados con otras inquietudes, conotras preguntas. La totalidad de la historia puede,en todo caso, ser replanteada como a partir deuna infraestructura en relación a estas capas dehistoria lenta. Todos los niveles, todos los milesde niveles, todas las miles de fragmentaciones deltiempo de la historia, se comprenden a partir deesta profundidad, de esta semiinmovilidad; todogravita en torno a ella.No pretendo haber definido, en las líneas precedentes,el oficio de historiador sino una concepcióndel mismo. Feliz —y muy ingenuo también—quien crea, después de las tempestades de loshttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 75últimos años, que hemos encontrado los verdaderosprincipios, los límites claros, la buena Escuela.De hecho, todos los oficios de las cienciassociales no cesan de transformarse en razón desus propios movimientos y del dinámico movimientode conjunto. La historia no constituye unaexcepción. No se vislumbra, pues, ninguna quietud;y la hora de los discípulos no ha sonadotodavía. Mucho hay de Charles Víctor Langloisy de Charles Seignobos a Marc Bloch; pero desdeMarc Bloch la rueda no ha cesado de girar.Para mí, la historia es la suma de todas las historiasposibles: una colección de oficios y depuntos de vista, de ayer, de hoy y de mañana.El único error, a mi modo de ver, radicaría enescoger una de estas historias a expensas de lasdemás. En ello ha consistido —y en ello consistiría—el error historizante. No será fácil, ya sesabe, convencer de ello a todos los historiadores,y menos aún a las ciencias sociales, empeñadasen arrinconarnos en la historia tal como era enel pasado. Exigirá mucho tiempo y mucho esfuerzoque todas estas transformaciones y novedadessean admitidas bajo el viejo nombre de historia.Y no obstante, una «ciencia histórica» nueva hanacido y continúa interrogándose y transformándose.En Francia, se anuncia desde 1900 con laRevue de Synthése historique y con los Annales apartir de 1929. El historiador ha pretendidopreocuparse por todas las ciencias del hombre.Este hecho confiere a nuestro oficio extrañas fronterasy extrañas curiosidades. Por lo mismo, noimaginemos que existen entre el historiador y elobservador de las ciencias sociales las barrerasy las diferencias que antes existían. Todas lasciencias del hombre, comprendida la historia, estáncontaminadas unas por otras. Hablan o puedenhablar el mismo idioma.http://www.scribd.com/Insurgencia


76 Fernand BraudelYa se coloque uno en 1558 o en el año de graciade 1958, para quien pretenda captar el mundo,se trata de definir una jerarquía de fuerzas, decorrientes y de movimientos particulares; y, mástarde, de recobrar una constelación de conjunto. ¡En cada momento de esta investigación, es necesariodistinguir entre movimientos largos y empujesbreves, considerados estos últimos en susfuentes inmediatas y aquellos en su proyecciónde un tiempo lejano. El mundo de 1558, tan desapacibledesde el punto de vista francés, no nacióen el umbral de ese año sin encanto. Y lo mismoocurre, siempre visto desde el punto de vistafrancés, con el difícil año de 1958. Cada «actualidad»reúne movimientos de origen y de ritmo_diferente: el tiempo de hoy data a la vez de ayer,de anteayer, de antaño.2. La controversia del tiempo cortoEstas verdades son, claro está, triviales. A lasciencias sociales no les tienta en absoluto, noobstante, la búsqueda del tiempo perdido. Noquiere esto decir que se les pueda reprochar confirmeza este desinterés y se les pueda declaransiempre culpables por no aceptar la historia o laduración como dimensiones necesarias de sus estudios.Aparentemente, incluso nos reservan unabuena acogida; el examen «diacrónico» que reintroducea la historia no siempre está ausentede sus preocupaciones teóricas.Una vez apartadas estas aquiescencias, se imponesin embargo admitir que las ciencias sociales,por gusto, por instinto profundo y quizá porformación, tienen siempre tendencia a prescindirde la explicación histórica; se evaden de ello mediantedos procedimientos casi opuestos: el uno«sucesualiza» o, si se quiere, «actualiza» en excehttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 77so los estudios sociales, mediante una sociologíaempírica que desdeña a todo tipo de historia yque se limita a los datos del tiempo corto y deltrabajo de campo; el otro rebasa simplemente altiempo, imaginando en el término de una «cienciade la comunicación» una formulación matemáticade estructuras casi intemporales. Este últimoprocedimiento, el más nuevo de todos, escon toda evidencia el único que nos pueda interesarprofundamente. Pero lo episódico (évenementiel)tiene todavía un número suficiente de partidarioscomo para que valga la pena examinarsucesivamente ambos aspectos de la cuestión.He expresado ya mi desconfianza respecto deuna historia que se limita simplemente al relatode los acontecimientos o sucesos. Pero seamosjustos: si existe pecado de abusiva y exclusivapreocupación por los acontecimientos, la historia,principal acusada, no es ni mucho menos, laúnica culpable. Todas las ciencias sociales incurrenen este terror. Tanto los economistas comolos demógrafos y los geógrafos están divididos—y mal divididos— entre el pasado y el presente;la prudencia exigiría que mantuvieran igualadoslos dos platillos de la balanza, cosa que resultaevidente para el demógrafo y que es casi evidentepara los geógrafos (en particular para los franceses,formados en la tradición de Vidal de laBlache); pero, en cambio, es cosa muy rara deencontrar entre los economistas, prisioneros dela más corta actualidad y encarcelados entre unlímite en el pasado que no va más atrás de 1945y un presente que los planes y previsiones prolonganen el inmediato porvenir algunos mesesy —todo lo más— algunos años. Sostengo quetodo pensamiento económico se encuentra bloqueadopor esta restricción temporal. A los historiadoresles corresponde, dicen los economistas,remontarse más allá de 1945, en búsquedade viejas economías; pero al aceptar esta restrichttp://www.scribd.com/Insurgencia


78 Fernand Braudelción, los economistas se privan a sí mismos deun extraordinario campo de observación, del queprescinden por su propia voluntad sin por ellonegar su valor. El economista se ha acostumbradoa ponerse al servicio de lo actual, al serviciode los gobiernos.La posición de los etnógrafos y de los etnólogosno es tan clara ni tan alarmante. Bien es verdadque algunos de ellos han subrayado la imposibilidad(pero a lo imposible están sometidostodos los intelectuales) y la inutilidad de la historiaen el interior de su oficio. Este rechazo autoritariode la historia no ha servido sino paramermar la aportación de Malinowski y de susdiscípulos. De hecho, es imposible que la antropología,al ser —como acostumbra a decir ClaudeLévi-strauss 15 — la aventura misma del espíritu,se desinterese de la historia. En toda sociedad,por muy tosca que sea, cabe observar las «garrasdel acontecimiento»; de la misma manera, noexiste una sola sociedad cuya historia haya naufragadopor completo. A este respecto, sería unerror por nuestra parte el quejarnos o el insistir.Nuestra controversia será, por el contrario, bastanteenérgica en las fronteras del tiempo corto,frente a la sociología de las encuestas sobre loactual y de las encuestas en mil direcciones, entresociología, psicología y economía. Dichas encuestasproliferan en Francia y en el extranjero. Constituyen,a su manera, una apuesta reiterada afavor del valor insustituible del tiempo presente,de su calor «volcánico», de su copiosidad. ¿Paraqué volverse hacia el tiempo de la historia: empobrecido,simplificado, asolado por el silencio,reconstruido, digo bien, reconstruido? Pero, enrealidad, el problema está en saber si este tiempode la historia está tan muerto y tan reconstruidocomo dicen. Indudablemente el historiahttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 79dor demuestra una excesiva facilidad en desentrañarlo esencial de una época pasada; en términosde Henri Pirenne, distingue sin dificultadlos «acontecimientos importantes» (entiéndase:«aquellos que han tenido consecuencias»). Se trata,sin ningún género de dudas, de un peligrosoprocedimiento de simplificación. Pero ¿qué nodaría el viajero de lo actual por poseer esta perspectivaen el tiempo, susceptible de desenmascarary de simplificar la vida presente, la cual resultaconfusa y poco legible por estar anegada engestos y signos de importancia secundaria? Lévistrausspretende que una hora de conversacióncon un contemporáneo de Platón le informaría,en mucho mayor grado que nuestros típicos discursos,sobre la coherencia o incoherencia de lacivilización de la Grecia clásica 16 . Estoy totalmentede acuerdo. Pero esto obedece a que, a lo largode años, le ha sido dado oír cientos de vocesgriegas salvadas del silencio. El historiador le hapreparado el viaje. Una hora en la Grecia de hoyno le enseñaría nada o casi nada sobre las coherenciaso incoherencias actuales.Más aún, el encuestador del tiempo presentesólo alcanza las «finas» tramas de las estructurasa condición de reconstruir también él, de anticiparhipótesis y explicaciones, de rechazar loreal tal y como es percibido, de truncarlo, de superarlo;operaciones todas ellas que permitenescapar a los datos para dominarlos mejor peroque —todas ellas sin excepción— constituyen reconstrucciones.Dudo que la fotografía sociológicadel presente sea más «verdadera» que el cuadrohistórico del pasado, tanto menos cuantomás alejada pretenda estar de lo reconstruido.Philippe Aries 17 ha insistido sobre la importanciadel factor desorientador, del factor sorpresa enla explicación histórica: se tropieza uno, en elsiglo xvi, con una extrañeza; extrañeza parahttp://www.scribd.com/Insurgencia


80 Fernand Braudeluno que es hombre del siglo xx. ¿Por qué estadiferencia? El problema está planteado. Pero ami modo de ver la sorpresa, la desorientación, elalejamiento y la perspectiva —insustituibles métodosde conocimiento todos ellos— son igualmentenecesarios para comprender aquello quenos rodea tan de cerca que es difícil vislumbrarlocon claridad. Si uno pasa un año en Londres, lomás probable es que llegue a conocer muy malInglaterra. Pero, en comparación, a la luz de losasombros experimentados, comprenderá bruscamentealgunos de los rasgos más profundos yoriginales de Francia, aquellos que no se conocena fuerza de conocerlos. Frente a lo actual, elpasado confiere, de la misma manera, perspectiva.Los historiadores y los social scientists podrían,pues, seguir devolviéndose la pelota hastael infinito a propósito del documento muerto ydel testimonio demasiado vivo, del pasado lejanoy de la actualidad próxima en exceso. No creoque resida en ello el problema fundamental. Presentey pasado se aclaran mutuamente, con luzrecíproca. Y si la observación se limita a la estrictaactualidad, la atención se dirigirá hacialo que se mueve de prisa, hacia lo que sobresalecon razón o sin ella, hacia lo que acaba de cambiar,hace ruido o se pone inmediatamente demanifiesto. Una monótona sucesión de hechos yde acontecimientos, tan enfadosa como la de lasciencias históricas, acecha al observador apresurado,tanto si se trata del etnógrafo que durantetres meses se preocupa por una tribu polinesiacomo si se trata del sociólogo industrial que «descubre»los tópicos de su última encuesta o quecree, gracias a unos cuestionarios hábiles y a lascombinaciones de fichas perforadas, delimitar perfectamenteun mecanismo social. Lo social esuna liebre mucho más esquiva.¿Qué interés puede merecer, en realidad, a lashttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 81ciencias del hombre los desplazamientos —de losque trata una amplia y seria encuesta sobre laregión parisina 18 — que tiene que efectuar unajoven entre su domicilio en el XVI eme arrondissement,el domicilio de su profesor de música y laFacultad de Ciencias Políticas? Cabe hacer conellos un bonito mapa. Pero bastaría con que estajoven hubiera realizado estudios de agronomíao practicado el ski acuático para que todo cambiaraen estos viajes triangulares. Me alegra verrepresentada en un mapa la distribución de losdomicilios de los empleados de una gran empresa;pero si carezco de un mapa anterior a estadistribución, si la distancia cronológica entre lospuntos señalados no basta para permitir inscribirlotodo en un verdadero movimiento, no existirála problemática a falta de la cual una encuestano es sino un esfuerzo inútil. El interés deestas encuestas por la encuesta estriba, todo lomás, en acumular datos; teniendo en cuenta queni siquiera serán válidos todos ellos ipso factopara trabajos futuros. Desconfiemos, pues, delarte por el arte.De la misma manera, dudo que el estudio deuna ciudad, cualesquiera que ésta sea, pueda convertirseen objeto de una encuesta sociológica,como ocurrió en los casos de Auxerre 19 o de Vienneen el Delfinado 20 , de no haber sido inscritoen la duración histórica. Toda ciudad, sociedaden tensión con crisis, cortes, averías y cálculosnecesarios propios, debe ser situada de nuevotanto en el complejo de las campos que la rodeancomo en el de esos archipiélagos de ciudades vecinasde las que el historiador Richard Hapkefue el primero en hablar; por consiguiente, en elmovimiento más o menos alejado en el tiempo—a veces muy alejado en el tiempo— quealienta a este complejo. Y no es indiferente,sino por el contrario esencial, al constatar undeterminado intercambio entre el campo y lahttp://www.scribd.com/Insurgencia


82 Fernand Braudelciudad o una determinada rivalidad industrial ocomercial, el saber si se trata de un movimientojoven en pleno impulso o de una últimabocanada, de un lejano resurgir o de un nuevoy monótono comienzo.Unas palabras para concluir: Lucien Febvre,durante los últimos diez años de su vida, ha repetido:«historia, ciencia del pasado, ciencia delpresente». La historia, dialéctica de la duración,¿no es acaso, a su manera, explicación de lo socialen toda su realidad y, por tanto, también delo actual? Su lección vale en este aspecto comopuesta en guardia contra el acontecimiento: nopensar tan sólo en el tiempo corto, no creer quesólo los sectores que meten ruido son los másauténticos; también los hay silenciosos. Pero,¿vale la pena recordarlo?3. Comunicación y matemáticas socialesQuizá hayamos cometido un error al detenernosen demasía en la agitada frontera del tiempocorto, donde el debate se desenvuelve en realidadsin gran interés y sin sorpresas útiles. El debatefundamental está en otra parte, allí donde se encuentranaquellos de nuestros vecinos a los quearrastra la más nueva de las ciencias sociales bajoel doble signo de la «comunicación» y de la matemática.Pero no ha de ser fácil situar a estas tentativascon respecto al tiempo de la historia, a la que,al menos en apariencia, escapan por entero. Pero,de hecho, ningún estudio social escapa al tiempode la historia.En esta discusión, en todo caso, conviene que ellector, si quiere seguirnos (tanto si es paraaprobarnos como si es para contradecir nuestrohttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 83punto de vista), sopese, a su vez, uno por uno,los términos de su vocabulario, no enteramentenuevo, claro está, pero sí recogido y rejuvenecidoen nuevas discusiones que tienen lugar ante nuestrosojos. Evidentemente, nada hay que decir denuevo sobre el acontecimiento o la larga duración.Poca cosa sobre las estructuras, aunque lapalabra —y la cosa— no se encuentren al amparode las discusiones y de las incertidumbres 21 . Inútiltambién discutir mucho sobre los conceptos desincronía y de diacronía; se definen por símismos, aunque su función, en un estudio concretode lo esencial, sea menos fácil de cerner delo que aparenta. En efecto, en el lenguaje de lahistoria (tal y como yo lo imagino) no puede enabsoluto haber sincronía perfecta: una suspensióninstantánea que detenga todas las duracioneses prácticamente un absurdo en sí o —loque es lo mismo— muy artificioso; de la mismamanera, un descenso según la pendiente del tiemposólo es imaginable bajo la forma de una multiplicidadde descensos, según los diversos e innumerablesríos del tiempo.Estas breves precisiones y puestas en guardiabastarán por el momento. Pero hay que ser másexplícito en lo que concierne a la historia inconsciente,a los modelos, a las matemáticas sociales.Además, estos comentarios, cuya necesidad se impone,se reúnen —o espero que no tardarán enreunirse— en una problemática común a las cienciassociales.La historia inconsciente es, claro está, la historiade las formas inconscientes de lo social. «Loshombres hacen la historia pero ignoran que lahacen» 22 . La fórmula de Marx esclarece en ciertamanera, pero no resuelve, el problema. De hecho,es una vez más, todo el problema del tiempo corto,del «microtiempo», de los acontecimientos, elque se nos vuelve a plantear con un nombre nue-http://www.scribd.com/Insurgencia


84 Fernand Braudelvo. Los hombres han tenido siempre la impresión,viviendo su tiempo, de captar día a día sudesenvolvimiento. ¿Es esta historia consciente,abusiva, como muchos historiadores, desde hacetiempo ya, coinciden en pensar? No hace muchoque la lingüística creía poderlo deducir todo delas palabras. En cuanto a la historia, se forjó lailusión de que todo podía ser deducido de losacontecimientos. Más de uno de nuestros contemporáneosse inclinaría de buena gana a pensarque todo proviene de los acuerdos de Yalta o dePotsdam, de los accidentes de Dien-Bien-Fu o deSakhiet-Sidi-Yussef, o de este otro acontecimiento—de muy distinta importancia, es verdad—que constituyó el lanzamiento de los sputniks. Lahistoria inconsciente transcurre más allá de esta!luces, de sus flashes. Admítase, pues, que existea una cierta distancia, un inconsciente social. Admítase,además, en espera de algo mejor, que esteinconsciente sea considerado como más rico científicamente que la superficie relampagueante a laque están acostumbrados nuestros ojos; más ricocientíficamente, es decir, más simple, más fácilde explotar, si no de descubrir. Pero el repartoentre superficie clara y profundidades oscuras—entre ruido y silencio— es difícil, aleatorio.Añadamos que la historia «inconsciente» —terrenoa medias del tiempo coyuntural y terreno porexcelencia del tiempo estructural— es con frecuenciamás netamente percibida de lo que sequiere admitir. Todos nosotros tenemos la sensación,más allá de nuestra propia vida, de unahistoria de masa cuyo poder y cuyo empuje son,bien es verdad, más fáciles de percibir que susleyes o su duración. Y esta conciencia no dataúnicamente de ayer (así, por ejemplo, en lo queconcierne a la historia económica), aunque seahoy cada vez más viva. La revolución —porque setrata, en efecto, de una revolución en espíritu—ha consistido en abordar de frente esta semioshttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 85curidad, en hacerle un sitio cada vez más amplioal lado —por no decir a expensas— de los acontecimientos.En esta prospección en la que la historia noestá sola (no hace, por el contrario, más que seguiren este campo y adaptar a su uso los puntosde vista de las nuevas ciencias sociales), han sidoconstruidos nuevos instrumentos de conocimientoy de investigación, tales como —más o menosperfeccionados, a veces artesanales todavía— losmodelos. Los modelos no son más que hipótesis,sistemas de explicación sólidamente vinculadossegún la forma de la ecuación o de la función;esto iguala a aquello o determina aquello. Unadeterminada realidad sólo aparece acompañadade otra, y entre ambas se ponen de manifiestorelaciones estrechas y constantes. El modelo establecidocon sumo cuidado permitirá, pues, encausar,además del medio social observado —apartir del cual ha sido, en definitiva, creado—,otros medios sociales de la misma naturaleza, através del tiempo y del espacio. En ello reside suvalor recurrente. Éstos sistemas de explicacionesvarían hasta el infinito según el temperamento,el cálculo o la finalidad de los usuarios: simpleso complejos, cualitativos o cuantitativos, estáticoso dinámicos, mecánicos o estadísticos. Estaúltima distinción la recojo de Cl. Lévi-Strauss.De ser mecánico, el modelo se encontraría a lamedida misma de la realidad directamente observada,realidad de pequeñas dimensiones que noafecta más que a grupos minúsculos de hombres(así proceden los etnólogos respecto de las sociedadesprimitivas). En cuanto a las grandes sociedades,en las que grandes números intervienen,se imponen el cálculo de medias: conducen a modelosestadísticos. Pero ¡ poco importan estas definiciones,a veces discutibles!http://www.scribd.com/Insurgencia


86 Fernand BraudelDesde mi punto de vista, lo esencial consisteen precisar, antes de establecer un programa comúnde las ciencias sociales, la función y los límitesdel modelo, al que ciertas iniciativas correnel riesgo de inflar en exceso. De donde se deducela necesidad de confrontar también los modeloscon la idea de duración; porque de la duraciónque implican dependen bastante íntimamente, ami modo de ver, tanto su significación como suvalor de explicación.Para una mayor claridad, tomemos una seriede ejemplos de entre los modelos históricos 23—entiéndase: fabricados por los historiadores—,modelos bastante elementales y rudimentarios querara vez alcanzan el rigor de una verdadera reglacientífica y que nunca se han preocupado de desembocaren un lenguaje matemático revolucionario,pero que, no obstante, son modelos a su manera.Hemos hablado más arriba del capitalismo comercialentre los siglos xiv y xviii: se trata de unode los modelos elaborados por Marx. Sólo se aplicaenteramente a una familia dada de sociedades yalo largo de un tiempo dado, aunque deja lapuerta abierta a todas las extrapolaciones.Algo diferente ocurre ya con los modelos que heesbozado, en un libro ya antiguo 24 , de un ciclo dedesarrollo económico, a propósito de las ciudadesitalianas entre los siglos xvi y xviii, sucesivamentemercantiles, «industriales», y más tarde especializadasen el comercio bancario; esta última actividad,la más lenta en florecer, fue también la máslenta en desaparecer. Este bosquejo, más restringidode hecho que la estructura del capitalismomercantil, sería, más fácilmente que aquél, susceptiblede extenderse tanto en la duración como enel espacio. Registra un fenómeno (algunos diríanuna estructura dinámica; pero todas las estructurasde la historia son, por lo menos, elementalhttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 87mente dinámicas) capaz de reproducirse en unnúmero de circunstancias fáciles de reencontrar.Quizá quepa decir lo mismo del modelo, esbozadopor Frank Spooner y por mí mismo 25 , respectode la historia de los metales preciosos, antes, eny después del siglo xvi: oro, plata y cobre —ycrédito, ágil sustituto del metal— son, ellos también,jugadores; la «estrategia» del uno pesa sobrela «estrategia» del otro. No será difícil transportareste modelo fuera del siglo privilegiado yparticularmente movido, el xvi, que hemos escogidopara nuestra observación. ¿ Acaso no ha habidoeconomistas que han tratado de verificar, enel caso concreto de los países subdesarrolladosde hoy, la vieja teoría cuantitativa de la moneda,modelos también a su manera? 26 .Pero las posibilidades de duración de todos estosmodelos todavía son breves en comparación conlas del modelo imaginado por un joven historiadorsociólogo americano, Sigmund Diamond27.Habiéndole llamado la atención el doble lenguajede la clase dominante de los grandes financierosamericanos contemporáneos de Pier-pont Morgan—lenguaje, por un lado, interior a la clase, y, porel otro, exterior (este último, bien es verdad,alegato frente a la opinión pública a quien sedescribe el éxito del financiero como el triunfotípico del self made man, condición de la fortunade la propia nación)— ve en él la reacciónacostumbrada de toda clase dominante que sienteamenazados su prestigio y sus privilegios;necesita, para camuflarse, confundir su suerte conla de la ciudad o la de la nación, y su interésparticular con el interés público. S. Diamond explicaríagustoso, de la misma manera, la evoluciónde la idea de dinastía o de Imperio, dinastíainglesa, Imperio romano... El modelo así concebidoes evidentemente capaz de recorrer siglos.Supone ciertas condiciones sociales precisas peroen las que la historia se ha mostrado particularhttp://www.scribd.com/Insurgencia


88 Fernand Braudelmente pródiga: es válido, por consiguiente, parauna duración mucho más larga que los modelos,precedentes, pero al mismo tiempo pone en causaa realidades más precisas, más exiguas.Este tipo de modelo se aproximaría, en últimoextremo, a los modelos favoritos, casi intemporales,de los sociólogos matemáticos. Casi intemporales;es decir, en realidad circulando por lasrutas oscuras e inéditas de la muy larga duración.Las explicaciones que preceden no son más queuna insuficiente introducción a la ciencia y a lateoría de los modelos. Y falta mucho para quelos historiadores ocupen en este terreno posicionesde vanguardia. Sus modelos apenas son otracosa que haces de explicaciones. Nuestros colegasson mucho más ambiciosos y están muchomás avanzados en la investigación cuando tratande reunir las teorías y los lenguajes de la información,la comunicación o las matemáticas cualitativas.Su mérito —que es grande— consiste enacoger en su campo este lenguaje sutil que constituyenlas matemáticas pero que corre el riesgo,a la mínima inadvertencia, de escapar a nuestrocontrol y de correr por su cuenta. Información,comunicación, matemáticas cualitativas: todo sereúne bastante bien bajo el vocablo mucho másamplio de matemáticas sociales.Las matemáticas sociales 28 son por lo menostres lenguajes; susceptibles, además, de mezclarsey de no excluir continuaciones. Los matemáticosno se encuentran al cabo de la imaginación.En todo caso, no existe una matemática, la matemática(o de existir se trata de una reivindicación).«No se debe decir el álgebra, la geometría, sinoun álgebra, una geometría (Th. Guilbaud)»; loque no simplifica nuestros problemas ni los suyos.Tres lenguajes, pues: el de los hechos denecesidad (el uno es dado, el otro consecutivo)http://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 89es el campo de las matemáticas tradicionales; ellenguaje de los hechos aleatorios es, desde Pascal,campo del cálculo de probabilidades; el lenguaje,por último, de los hechoscondicionados -—ni determinados ni aleatoriospero sometidos a ciertas coacciones, a reglas dejuegos— en el eje de la «estrategia» de los juegosde Von Neumann y Morgenstern 29 , esa estrategiatriunfante que no se ha quedado únicamente enlos principios y osadías de sus fundadores. Laestrategia de los juegos, en razón del uso de losconjuntos, de los grupos y del cálculo mismo delas probabilidades, abre camino a lasmatemáticas «cualitativas». Desde este momento,el paso de la observación a la formulaciónmatemática no se hace ya obligatoriamente por laintrincada vía de las medidas y de los largoscálculos estadísticos. Se puede pasardirectamente del análisis social a unaformulación matemática; casi diríamos que a lamáquina de calcular.Evidentemente, esta máquina no englute ni trituratodos los alimentos sin distinción; su tareadebe ser preparada. Por lo demás, se haesbozado y desarrollado una ciencia de lainformación en función de verdaderasmáquinas, de sus reglas de funcionamiento,para las comunicaciones en el sentido másmaterial de la palabra. El autor de este artículono es, en absoluto, un especialista en estosintrincados terrenos. Las investigaciones para lafabricación de una máquina de traducir, cuyocurso ha seguido desde lejos (pero seguido, noobstante), le sumen, al igual que a algunos otros,en un mar de reflexiones. Un doble hecho está,sin embargo, establecido: en primer lugar, quesemejantes máquinas, que semejantesposibilidades matemáticas existen; en segundo lugar,que hay que preparar a lo social para lasmatemáticas de lo social, que han dejado de serhttp://www.scribd.com/Insurgencia


90 Fernand Braudelúnicamente nuestras viejas matemáticas tradicionales:curvas de precios, de salarios, de nacimientos...Ahora bien, aunque el nuevo mecanismo matemáticomuy a menudo se nos escape, no nos esposible sustraernos a la preparación de la realidadsocial para su uso, su taladramiento, su recorte.Hasta ahora, el tratamiento previo ha sidoprácticamente casi siempre el mismo: escoger unaunidad restringida de observación, como, porejemplo, una tribu «primitiva» o una unidad demográfica«cerrada», en la que casi todo sea examinabley tangible; establecer, después, entre loselementos distinguidos, todas las relaciones, todoslos juegos posibles. Estas relaciones rigurosamentedeterminadas suministran las ecuacionesde las que las matemáticas habrán de sacartodas las conclusiones y prolongaciones posibles,para culminar en un modelo que las reúna a todasellas o, dicho con más exactitud, que las tomea todas ellas en cuenta.En estos campos, se abren con toda evidenciamiles de posibilidades de investigación. Pero un,ejemplo resultará más ilustrativo que un largodiscurso. Puesto que Claude Lévi-Strauss se nosofrece como un excelente guía, sigámoslo. Nos vaa introducir en un sector de estas investigacionesal que se puede calificar de ciencia de la comunicación30 .«En toda sociedad —escribe Lévi-Strauss 31 — lacomunicación se realiza al menos en tres niveles:comunicación de las mujeres; comunicación delos bienes y de los servicios; comunicación de losmensajes.» Admitamos que se trate, a niveles distintos,de lenguajes diferentes; pero, en todo casose trata de lenguajes. En estas circunstancias, ¿notendremos acaso derecho a tratarlos como lenguajes,o incluso como el lenguaje por antonohttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 91masia, y a asociarlos, de manera directa o indirecta,a los sensacionales progresos de lalingüística o —lo que es más— de la fonología,que «tiene ineluctablemente que desempeñar, respectode las ciencias sociales, la misma funciónrenovadora que la física nuclear, por ejemplo, hadesempeñado para con el conjunto de las cienciasexactas» 32 ? Es ir demasiado lejos, pero a veces esnecesario. Al igual que la historia atrapada en latrampa del acontecimiento, la lingüística, atrapadaen la trampa de las palabras (relación de laspalabras al objeto, evolución histórica de las palabras),se ha evadido mediante la revolución fonológica.Más allá de la palabra, se ha interesadopor el esquema de sonido que constituyeel fonema, indiferente a partir de entonces a susentido pero atenta en cambio a los sonidos quelo acompañan, a las formas de agruparse estossonidos, a las estructuras infrafonémicas, a todala realidad subyacente, inconsciente, de la lengua.De esta forma, el nuevo trabajo matemáticose ha puesto en marcha con el material que suponenlas decenas de fonemas que se encuentranen todas las lenguas del mundo; y, en consecuencia,la lingüística, o por lo menos una parte de lalingüística, ha escapado, en el curso de los últimosveinte años, al mundo de las ciencias socialespara franquear «el puerto de las cienciasexactas».Extender el sentido del lenguaje a las estructuraselementales de parentesco, a los mitos, al ceremonialy a los intercambios económicos equivalea buscar el camino, difícil pero saludable, queaccede hasta ese puerto; esta es la hazaña que harealizado Lévi-Strauss, a propósito, en primer lugar,del intercambio matrimonial, lenguaje primero,esencial a las comunicaciones humanas, hastael punto de que no existen sociedades, primitivaso no, en las que el incesto, el matrimonio en elhttp://www.scribd.com/Insurgencia


92 Fernand Braudelinterior de la estrecha célula familiar, no se encuentrevedado. Se trata, por tanto, de un lenguaje.Bajo este lenguaje, Lévi-Strauss ha buscadoun elemento de base, correspondiente si sequiere al fonema; ese elemento, ese «átomo» deparentesco al que se refirió en su tesis de 1.949 33bajo su más simple expresión: entiéndase, el hombre,la esposa, el hijo, más el tío materno del hijoA partir de este elemento cuadrangular y de todoslos sistemas de matrimonios conocidos enestos mundos primitivos —son muy numerosos—los matemáticos se encargarán de buscar las combinacionesy las soluciones posibles. Con la ayudadel matemático André Weill, Lévi-Strauss ha conseguidotraducir a términos matemáticos la observacióndel antropólogo. El modelo desentrañadodebe probar la validez, la estabilidad delsistema, y señalar las soluciones que éste últimoimplica.Se ve, pues, qué rumbo sigue este tipo de investigación:traspasar la superficie de la observaciónpara alcanzar la zona de los elementos inconscienteso poco conscientes y reducir después estarealidad a elementos menudos, finos, idénticos,cuyas relaciones pueden ser analizadas con precisión.En este grado «microsociológico [de uncierto tipo; soy yo quien añado esta reserva] cabeesperar percibir las leyes de estructuras más generales,al igual que el lingüista descubre las suyasen el grado infrafonémico y el físico en elgrado intramolecular, es decir, a nivel del átomo»34 . Es posible continuar el juego, evidentemente,en muchas otras direcciones. Así, porejemplo, nada más didáctico que ver a Lévi-Strauss enfrentarse con los mitos y hasta con lacocina (ese otro lenguaje): reducirá los mitos auna serie de células elementales, los mitemas;reducirá (sin creer demasiado en ello) el lenguajede los libros de cocina a los gustemas. En cadacaso, busca niveles en profundidad,http://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 93subconscientes: mientras hablo no mepreocupo de los fonemas de mi discurso;mientras como, tampoco me preocupo,culinariamente, de los «gustemas» (si loshubiere). Y en cada caso, no obstante, el juegode las relaciones sutiles y precisas me acompaña.¿Pretende acaso el último grito de lainvestigación sociológica aprender bajo todoslos lenguajes estas relaciones simples ymisteriosas, a fin de traducirlas a un alfabetoMorse, quiero decir, al universal lenguajematemático? Tal es la ambición de las nuevasmatemáticas sociales. Pero, ¿se me permitirádecir, sin pretender ironizar, que se trata deotra historia?Reintroduzcamos, en efecto, la duración. He dichoque los modelos tenían una duración variable:son válidos mientras es válida la realidadque registran. Y, para el observador de lo social,este tiempo es primordial, puesto que más significativaaún que las estructuras profundas de lavida son sus puntos de ruptura, su brusco o lentodeterioro bajo el efecto de presiones contradictorias.He comparado a veces los modelos a barcos. Amí lo que me interesa, una vez constituido elbarco, es ponerlo en el agua y comprobar si flota,y, más tarde, hacerle bajar o remontar a voluntadlas aguas del tiempo. Él naufragio es siempre elmomento más significativo. Así, por ejemplo, laexplicación que F. Spooner y yo mismo construimosjuntos para los mecanismos de los metalespreciosos no me parece en absoluto válida antesdel siglo xv. Antes de este siglo, los choques entremetales preciosos son de una violencia no puestade relieve por la observación ulterior. A nosotrosnos corresponde entonces buscar la causa. De lamisma manera que es necesario investigar porqué, aguas abajo esta vez, la navegación de nueshttp://www.scribd.com/Insurgencia


94 Fernand Braudeltra excesivamente simple embarcación se vuelveprimero difícil y más tarde imposible con el sigloxviii y el empuje anormal del crédito. A mimodo de ver, la investigación debe hacerse volviendocontinuamente de la realidad social almodelo, y de éste a aquélla; y este continuo vaivénnunca debe ser interrumpido, realizándosepor una especie de pequeños retoques, de viajespacientemente reemprendidos. De esta forma, elmodelo es sucesivamente ensayo de explicaciónde la estructura, instrumento de control, de comparación,verificación de la solidez y de la vidamisma de una estructura dada. Si yo fabricaraun modelo a partir de lo actual, procedería inmediatamentea volver a colocarlo en la realidad,para más tarde irlo remontando en el tiempo,caso de ser posible hasta su nacimiento. Una vezhecho esto, calcularía su probabilidad de vidahasta la próxima ruptura, según el movimientoconcomitante de otras realidades sociales. A menosque, utilizándolo como elemento de comparación,opte por pasearlo en el tiempo y en el espacio,a la busca de otras realidades susceptiblesde esclarecerse gracias a él.¿Tengo o no razón para pensar que los modelosde las matemáticas cualitativas, tal y como noshan sido presentadas hasta ahora 35 , se prestaríandifícilmente a semejantes viajes, ante todo porquese limitan a circular por una sola de lasinnumerables rutas del tiempo, la de la larga,muy larga duración, al amparo de los accidentes,de las coyunturas, de las rupturas? Me volveréa referir, una vez más, a Claude Lévi-Strauss porquesu tentativa en este campo me parece ser lamás inteligente, la más clara y también la mejorarraigada en la experiencia social de la que tododebe partir y a la que todo debe volver. En cadauno de los casos, señalémoslo, encausa un fenómenode extremada lentitud, como si fuera intemporal.Todos los sistemas de parentesco sehttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 95perpetúan porque no hay vida humana posiblemás allá de una cierta tasa de consanguinidad,porque se impone que un pequeño grupo de hombrespara vivir se abra al mundo exterior: laprohibición de incesto es una realidad de largaduración. Los mitos, de lento desarrollo, tambiéncorresponden a estructuras de una extensa longevidad.Se pueden, sin preocupación de escoger lamás antigua, coleccionar versiones del mito deEdipo; el problema estaría en ordenar las diferentesvariaciones y en poner de manifiesto, pordebajo de ellas, una profunda articulación quelas determine. Pero supongamos que nuestro colegase interese no por un mito sino por lasimágenes, por las interpretaciones sucesivas del«maquiavelismo»; esto es, que investigue los elementosde base de una doctrina bastante simpley muy extendida a partir de su lanzamiento realhacia la mitad del siglo xvi. Continuamente aparecen,en este caso, rupturas e inversiones hastaen la estructura misma del maquiavelismo, ya queeste sistema no tiene la solidez teatral, casi eterna,del mito; es sensible a las incidencias y a losrebrotes, a las múltiples intemperies de la historia.En una palabra, no se encuentra únicamentesobre las rutas tranquilas y monótonas de la largaduración. De esta forma, el procedimiento recomendadopor Lévi-Strauss en la investigaciónde las estructuras matemáticas no se sitúa tansólo en el nivel microsociológico sino también enel encuentro de lo infinitamente pequeño y de lamuy larga duración.¿ Se encuentran, además, las revoluciones matemáticascualitativas condenadas a seguir únicamentelos caminos de la muy larga duración? Eneste caso, sólo reencontraríamos en fin de cuentasverdades que son demasiado las del hombreeterno. Verdades primeras, aforismos de la sabiduríade las naciones, dirán los escépticos. Verdahttp://www.scribd.com/Insurgencia


96 Fernand Braudeldes esenciales, responderemos nosotros, y quepueden esclarecer con nueva luz las bases mismasde toda vida social. Pero no reside aquí el conjuntodel debate.No creo, de hecho, que estas tentativas —o tentativasanálogas— puedan proseguirse fuera dela muy larga duración. Lo que se pone a disposiciónde las matemáticas sociales cualitativas noson cifras sino relaciones que deben estar definidascon el suficiente rigor como para poder serafectadas de un signo matemático a partir del Icual serán estudiadas todas las posibilidades matemáticasde estos signos, sin ni siquiera preocuparseya de la realidad social que representan.Todo el valor de las conclusiones depende, pues,del valor de la observación inicial, de la selecciónque aisla los elementos esenciales de la realidad.observada y determina sus relaciones en el senode esta realidad. Se comprende entonces la preferenciaque demuestran las matemáticas socialespor los modelos que Claude Lévi-Strauss llamamecánicos, es decir, establecidos a partir de gruposestrechos en los que cada individuo, por asídecirlo, es directamente observable y en los queuna vida social muy homogénea permite definircon toda seguridad relaciones humanas, simplesy concretas y poco variables.Los modelos llamados estadísticos se dirigen,por el contrario, a las sociedades amplias y complejasen las que la observación sólo puede serdirigida a través de las medias, es decir, de lasmatemáticas tradicionales. Pero, una vez establecidasestas medias, si el observador es capazdel establecer, a escala de los grupos y no ya delos individuos, esas relaciones de base de lasque hablábamos y que son necesarias para laselaboraciones de las matemáticas cualitativas,nada impide recurrir entonces a ellas. Todavíano ha habido, que yo sepa, tentativas de estehttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 97tipo. Por el momento, ya se trate de psicología,de economía o de antropología, todas lasexperiencias han sido realizadas en el sentido quehe definido a propósito de Lévi-Strauss; pero lasmatemáticas sociales cualitativas sólodemostrarán lo que pueden dar de sí el día enque se enfrenten a una sociedad moderna, a susembrollados problemas, a sus diferentesvelocidades de vida. Apostemos que estaaventura tentará algún día a alguno denuestros sociólogos matemáticos; apostemostambién a que dará lugar a una revisión obligatoriade los métodos hasta ahora observados porlas nuevas matemáticas, ya que éstas no puedenconfinarse en lo que llamaré en este caso la excesivamentelarga duración: deben reencontrar eljuego múltiple de la vida, todos sus movimientos,todas sus duraciones, todas sus rupturas,todas sus variaciones.4. Tiempo del historiador,tiempo del sociólogoAl cabo de una incursión en el país de las intemporalesmatemáticas sociales, heme de vueltaal tiempo, a la duración. Y, como historiadorincorregible que soy, expreso mi asombro, unavez más, de que los sociólogos hayan podido escaparsede él. Pero lo que ocurre es que su tiempono es el nuestro: es mucho menos imperativo,menos concreto también, y no se encuentra nunca'en el corazón de sus problemas y de sus reflexiones.De hecho, el historiador no se evade nunca deltiempo de la historia: el tiempo se adhiere a supensamiento como la tierra a la pala del jardinero.Sueña, claro está, con escapar de él. Ayudadopor la angustia de 1940, Gastón Roupnel 36ha escrito a este respecto frases qué hacen sufrira todo historiador sincero. En este sentidohttp://www.scribd.com/Insurgencia


98 Fernand Braudelhay que comprender igualmente una vieja reflexiónde Paul Lacombe, historiador también degran clase: «el tiempo no es nada en sí, objetivamente;no es más que una idea nuestra»... 37Pero en ambos casos, ¿cabe hablar en realidadde verdaderas evasiones? Personalmente, a lo largode un cautiverio bastante taciturno, luché muchopor escapar a la crónica de estos difícilesaños (1940-1945). Rechazar los acontecimientos yel tiempo de los acontecimientos equivalía a ponerseal margen, al amparo, para mirarlos conuna cierta perspectiva, para juzgarlos mejor y nocreer demasiado en ellos. La operación consistenteen pasar del tiempo corto al tiempo menoscorto y al tiempo muy largo (este último, si existe,no puede ser más que el tiempo de los sabios)para después, una vez alcanzado este punto,detenerse, reconsiderar y reconstruir todo de nuevo,ver girar todo en torno a uno, no puede dejarde resultar sumamente tentadora para un historiador.Pero estas sucesivas fugas no le lanzan, en definitiva,fuera del tiempo del mundo, del tiempode la historia, imperioso por irreversible y porquediscurre al ritmo mismo en que gira la tierra.De hecho, las duraciones que distinguimosson solidarias unas de otras: no es tanto la duraciónla que es creación de nuestro espíritu, sinolas fragmentaciones de esta duración. Pero estosfragmentos se reúnen al cabo de nuestro trabajo.Larga duración, coyuntura, acontecimiento, seajustan sin dificultad, puesto que todos ellos semiden en una misma escala. Por lo mismo, participarespiritualmente en uno de estos tiemposequivale a participar en todos ellos. El filósofo,atento al aspecto subjetivo, interior, de la nocióndel tiempo, no experimenta jamás ese peso deltiempo de la historia, del tiempo concreto, universal,como ese tiempo de la coyuntura que deshttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 99cribe Ernest Labrousse en el umbral de su libro 38bajo los rasgos de un viajero siempre idénticoa sí mismo que recorre el mundo e impone pordoquier idénticas coacciones, cualquiera que seael país en el que desembarca, el régimen políticoo el orden social que inviste.Para el historiador todo comienza y todo terminapor el tiempo; un tiempo matemático y demiurgosobre el que resultaría demasiado fácilironizar; un tiempo que parece exterior a loshombres, «exógeno», dirían los economistas, queles empuja, que les obliga, que les arranca a sustiempos particulares de diferentes colores: eltiempo imperioso del mundo.Los sociólogos, claro está, no aceptan esta nociónexcesivamente simple. Se encuentran muchomás cercanos de la Dialectique de la Durée taly como la presenta Gastón Bachelard 39 . El tiemposocial es, sencillamente, una dimensión particularde una determinada realidad social que yocontemplo. Este tiempo, interior a esta realidadcomo podría serlo a un determinado individuo,constituye uno de los aspectos —entre otros—que aquélla reviste, una de las propiedades quela caracterizan como ser particular. Al sociólogono le estorba en absoluto ese tiempocomplacíente, al que puede dividir a placer ycuyas exclusas puede cerrar y abrir a voluntad.El tiempo de la historia se prestaría menos,insisto, al doble y ágil juego de la sincronía y dela diacronía: impide totalmente imaginar la vidacomo un mecanismo cuyo movimiento puede serdetenido a fin de presentar, cuando se desee, unaimagen inmóvil.Este desacuerdo es más profundo de lo queparece: el tiempo de los sociólogos no puede serel nuestro; la estructura profunda de nuestrooficio lo rechaza. Nuestro tiempo, como el de loshttp://www.scribd.com/Insurgencia


100 Fernand Braudeleconomistas, es medida. Cuando un sociólogo nosdice que una estructura no cesa de destruirsemás que para reconstituirse, aceptamos de buenagana la explicación, confirmada por lo demáspor la observación histórica. Pero en la trayectoría de nuestras habituales exigencias aspiraríamosa conocer la duración precisa de estos movimientos,positivos o negativos. Los ciclos económicos,flujo y reflujo de la vida material, sonmensurables. De la misma manera, a una crisisestructural social se le deben señalar puntos dereferencia en el tiempo, a través del tiempo, yse la debe localizar con exactitud en sí mismay más aún con relación a los movimientos de lasestructuras concomitantes. Lo que le interesaapasionadamente a un historiador es la maneraen que se entrecruzan estos movimientos, su inlegracióny sus puntos de ruptura: cosas todasellas que sólo se pueden registrar con relación altiempo uniforme de los historiadores, medida generalde estos fenómenos, y no con relación altiempo social multiforme, medida particular decada uno de ellos.Estas reflexiones encontradas un historiador lasformula, con razón o sin ella, incluso cuandopenetra en la sociología acogedora, casi fraternade Georges Gurvitch. ¿Acaso no ha sido definidoGurvitch, hace tiempo, por un filósofo 40 , comoel que «arrincona a la sociología en la historia»?Y, no obstante, incluso en Gurvitch el historiadorno reconoce ni sus duraciones ni sus temporalidades.El amplio edificio social (¿cabe decir elmodelo?) de Gurvitch se organiza según cincoarquitecturas fundamentales 41 : los niveles en profundidad,las sociabilidades, los grupos sociales,las sociedades globales y los tiempos; siendo esteúltimo andamiaje, el de las temporalidades, elmás nuevo y también el de más reciente construccióny como sobreañadido al conjunto.http://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 101Las temporalidades de Georges Gurvitch sonmúltiples. Distingue toda una serie de ellas: eltiempo de larga duración y en ralenti, el tiempoengañoso o tiempo sorpresa, el tiempo de palpitaciónirregular, el tiempo cíclico, el tiemporetrasado sobre sí mismo, el tiempo alternativamenteretrasado y adelantado, el tiempo anticipadocon relación a sí mismo, el tiempo explosivo 42 .¿ Cómo suponer que un historiador podría dejarseconvencer? Con esta gama de colores; le seríaimposible reconstituir la luz blanca, unitaria, quele es indispensable. Pronto advierte, además, queeste tiempo camaleón no hace más que señalar,con un signo suplementario o con un toque decolor, categorías anteriormente distinguidas. Enla ciudad de nuestro autor, el tiempo, último llegado,se instala con toda naturalidad en el alojamientode los demás; se pliega a las dimensionesde estos domicilios y de sus exigencias, segúnlos niveles, las sociabilidades, los grupos y lassociedades globales. Es una manera distinta dereescribir, sin modificarlas, las mismas ecuaciones.Cada realidad social segrega su tiempo o susescalas de tiempos, como simples conchas. Pero¿qué ganamos los historiadores con ello? La inmensaarquitectura de esta ciudad ideal permaneceinmóvil. No hay historia en ella. El tiempodel mundo y el tiempo histórico se encuentra enella, pero encerrados, al igual que el viento enlos dominios de Eolo, en un pellejo. La animadversiónque los sociólogos experimentan no vadirigida, en definitiva e inconscientemente, contrala historia, sino contra el tiempo de la historia,esa realidad que sigue siendo violenta inclusocuando se pretende ordenarla y diversificarla; imposicióna la que ningún historiador logra escaparmientras que los sociólogos, por el contrario,se escabullen casi siempre prestando atención yasea al instante, siempre actual, como suspensohttp://www.scribd.com/Insurgencia


102 Fernand Braudelpor encima del tiempo, ya sea a los fenómenosde repetición que no tienen edad; por tanto, seevaden gracias a un procedimiento mental opuestoque les encierra o bien en lo más estrictamenteepisódico (événementieí) o bien en la más largaduración. ¿Es lícita esta evasión? Ahí reside elverdadero debate entre historiadores y sociólogosincluso entre historiadores de diferentes opiniones.Ignoro si este artículo demasiado claro y quese apoya con exceso, según la costumbre de loshistoriadores, en ejemplos concretos, merecerá elacuerdo de los sociólogos y de nuestros demásvecinos. En todo caso, no resulta en absolutoútil repetir, a guisa de conclusión, su leit motivexpuesto con insistencia. Si la historia está abocada,por naturaleza, a prestar una atención privilegiadaa la duración, a todos los movimientosen los que ésta puede descomponerse, la largaduración nos parece, en este abanico, la líneamás útil para una observación y una reflexióncomunes a las ciencias sociales. ¿Es exigir demasiadoel pedirles a nuestros vecinos que en un,momento de sus razonamientos refieran a esteeje sus constataciones o sus investigaciones?Para los historiadores, que no estarán todos deacuerdo conmigo, esto supondría un cambio derumbo: instintivamente sus preferencias se dirigenhacia la historia corta. Esta goza de la complicidadde los sacrosantos programas de launiversidad. Jean-Paul Sartre, en recientes artículos43 , viene a reforzar este punto de vista cuando,pretendiendo alzarse contra aquello que le pareceen el marxismo a un tiempo demasiado simpley de demasiado peso, lo hace en nombre de lobiográfico, de la prolífica realidad de la historiahttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 103de los acontecimientos. Estoy enteramente deacuerdo en que no se habrá dicho todo cuandose haya «situado» a Flaubert como burgués y aTintoretto como un pequeño burgués; pero el estudiode un caso concreto —Flaubert, Valéry, ola política exterior de los girondinos— siempredevuelve en definitiva a Sartre al contexto estructuraly profundo. Esta investigación va de lasuperficie a la profundidad de la historia y seaproxima a mis propias preocupaciones. Se aproximaríamucho más aún si el reloj de arena fuerainvertido en ambos sentidos: primero, del acontecimientoa la estructura, y, después, de las estructurasy de los modelos al acontecimiento.El marxismo es un mundo de modelos. Sartrese alza contra la rigidez, el esquematismo y lainsuficiencia del modelo en nombre de lo particulary de lo individual. Yo me alzaré, al igualque él (con algunos matices ciertamente), no contrael modelo, sino contra el uso que de él sehace, que se han creído autorizados a hacer. Elgenio de Marx, el secreto de su prolongado poder,proviene de que fue el primero en fabricar verdaderosmodelos sociales y a partir de la largaduración histórica. Pero estos modelos han sidoinmovilizados en su sencillez, concediéndoseles unvalor de ley, de explicación previa, automática,aplicable a todos los lugares, a todas las sociedades;mientras que si fueran devueltos a lasaguas cambiantes del tiempo, su entramado sepondría de manifiesto porque es sólido y estábien tejido: reaparecería constantemente, peromatizado, unas veces esfumado y otras vivificadopor la presencia de otras estructuras, susceptibles,ellas también, de ser definidas por otrasreglas y, por tanto, por otros modelos. Con loacontecido, el poder creador del más poderosoanálisis del siglo pasado ha quedado limitado.http://www.scribd.com/Insurgencia


104 Fernand BraudelSólo puede reencontrar fuerza y juventud enla larga duración. Casi puedo añadir que elmarxismo actual me parece ser la imagenmisma del peligro que ronda a toda cienciasocial, enamorada del modelo en bruto, delmodelo por el modelo.Querría también subrayar, para concluir, quela larga duración sólo es una de las posibilidadesdel lenguaje común en aras de una confrontaciónde las ciencias sociales. Existen otras. He señalado,bien o mal, las tentativas de las nuevas matemáticassociales. Las nuevas me seducen; perolas antiguas, cuyo triunfo es patente en economía—la más avanzada quizá de las ciencias del hombre—,no merecen un comentario desengañado.Inmensos cálculos nos esperan en este terrenoclásico; pero contamos con equipos de calculadorasy máquinas de calcular, cada día másperfeccionadas. Creo en la utilidad de las largasestadísticas, en la necesidad de remontar haciaun pasado cada vez más lejano estos cálculos einvestigaciones. Ya no es sólo el siglo xviii europeo,en su totalidad, el que está sembrado denuestras obras, sino que el xvii comienza a estarloy más aún el xvi. Estadísticas de increíblelongitud nos abren, por su lenguaje universal, lasprofundidades del pasado chino 44 . Sin duda, laestadística simplifica para conocer mejor. Perotoda ciencia va, en esta forma, de lo complejoa lo simple.Que no se olvide, no obstante, un último lenguaje,una última familia de modelos: la reducciónnecesaria de toda la realidad social al espacioque ocupa. Digamos la geografía, la ecología, sindetenernos demasiado en estas fórmulas paraescoger entre ellas. Es una pena que a la geografíase la considere con excesiva frecuencia comohttp://www.scribd.com/Insurgencia


La larga duración 105un mundo en sí. Está necesitada de un Vidal dela Blache que, en lugar de pensar esta vez tiempoy espacio, pensara espacio y realidad social.A partir de entonces, se concedería la primacíaen la investigación geográfica a los problemas delconjunto de las ciencias del hombre. Ecología:para el sociólogo, sin que siempre se lo confiese,el concepto es una manera de no decir geografíay de esquivar, de esta forma, los problemasque el espacio plantea y —más aún— pone derelieve a la observación atenta. Los modelos espacialesson esos mapas en los que la realidad socialse proyecta y se explica parcialmente, modelosde verdad para todos los movimientos de laduración (y, sobre todo, de la larga duración),para todas las categorías de lo social. Pero laciencia social los ignora de manera asombrosa.He pensado a menudo que una de las superioridadesfrancesas en las ciencias sociales es esaescala geográfica de Vidal de la Blache cuyo espírituy cuyas lecciones no nos consolaríamos dever traicionados. Se impone que todas las cienciassociales dejen sitio a una «concepción (cadavez) más geográfica de la humanidad» 45 , comopedía Vidal de la Blache ya en 1903.En la práctica —porque este artículo tiene unafinalidad práctica— desearía que las ciencias socialesdejaran, provisionalmente, de discutir tantosobre sus fronteras recíprocas sobre lo que eso no es ciencia social, sobre lo que es o no esestructura... Que intenten más bien trazar, a travésde nuestras investigaciones, las líneas —silíneas hubiere— que pudieran orientar una investigacióncolectiva y también los temas que permitieranalcanzar una primera convergencia. Yopersonalmente llamo a estas líneas matematización,reducción al espacio, larga duración. Perome interesaría conocer cuáles propondrían otroshttp://www.scribd.com/Insurgencia


106 Fernand Braudelespecialistas. Porque este artículo, no hay necesidadde decirlo, no ha sido casualmente colocadobajo la rúbrica de Debates y Combates. Pretendoplantear —no resolver— problemas en los quepor desgracia cada uno de nosotros, en lo que noconcierne a su especialidad, se expone a evidentesriesgos. Estas páginas constituyen un llamamientoa la discusión.http://www.scribd.com/Insurgencia


4 Historia y sociología ∗Espero que basten algunas constataciones previaspara situar el presente capítulo. En él entiendomuy a menudo —casi siempre— por sociologíaesa ciencia global que aspiraban a hacer, aprincipios de siglo, Emile Durkheim y FrancoisSimiand; ciencia que todavía no es, pero a laque no se dejará de tender, incluso en el casode que nunca logre alcanzarse. Entiendo por historiauna investigación científicamente dirigida;digamos, en último extremo, una ciencia, perocompleja. No existe una historia, un oficio dehistoriador, sino oficios, historias, una suma decuriosidades, de puntos de vista, de posibilidades;suma a la que en el futuro otras curiosidades,otros puntos de vista y otras posibilidadesvendrán a añadirse aún. Quizá me haga comprendermejor por un sociólogo —que tiende, comojos filósofos, a ver en la historia una disciplina∗ Fernand Braudel: «Histoire et Sociologie» en Traite de Saciólogie,de Georges Gurvitch, París.107http://www.scribd.com/Insurgencia


108 Fernand Braudelde reglas y métodos definidos con perfección yde una vez para siempre— si digo que existen tantasmaneras, discutibles y discutidas, de abordarel pasado como actitudes hay frente al presente.Que la historia puede incluso considerarse comoun cierto estudio del presente.Una vez dicho esto, que nadie espere encontrar]aquí una respuesta, o ni siquiera un ensayo dérespuestas, a las habituales preguntas sobre lasrelaciones entre historia y sociología, o una prosecuciónde la polémica, continuamente reemprendidaaunque nunca sea la misma, entre eso*vecinos que no pueden ni ignorarse ni conocerseperfectamente y que en sus controversias, cuandose definen, lo hacen unilateralmente. Existen falsaspolémicas, de la misma manera que existenfalsos problemas. En todo caso, el diálogo delsociólogo y del historiador constituye casi siempreun falso diálogo. Cuando Francois Simiandpolemiza con Charles Seignobos piensa estar hablandocon la historia, cuando en realidad lo estáhaciendo con una cierta historia, aquella que fuebautizada por Henri Berr con el nombre de historizante1 . Cuando se enfrenta, en la misma época,a Henri Hauser, lo hace ciertamente con elmás brillante historiador de su generación; perolcon un historiador demasiado brillante, demasiadohábil abogado, sumido en éxitos precocesy en las antiguas reglas de su oficio. Tendríaque haberse dirigido a Paul Lacombe para tenerun adversario de su talla. Pero, ¿no corría entoncesprecisamente el riesgo de encontrarse deacuerdo con él?Ahora bien, la polémica sólo es posiblecuando los adversarios se prestan a ella, cuandoconsienten en «batirse con sable»2, para utilizarpalabras de un historiador irritado y divertidoque replicaba, hace ya mucho, en 1900, a uncrítico suyo precisamente el propio Paulhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 109Lacombe. Este apasionado de historia, en sudeseo de hacer una «historia-ciencia», podía —imagino— entenderse con Francois Simiandsociólogo. Hubiera bastado un poco de atención.¿No llegaba, en efecto, Lacombe, en su deseo deescapar a los callejones sin salida y a lasdificultades insolubles de nuestro oficio, inclusohasta evadirse del tiempo?: «¡El tiempo! —decía—. ¡Pero si no es nada en síobjetivamente, si sólo es una idea nuestra...! » 3Desgraciadamente, Simiand enjuiciará tan sóloincidentalmente a Lacombe, arremetiendo en cambiocontra otros adversarios irreductibles. Enrealidad, existe siempre una historia susceptiblede concordar con una sociología; o, evidentemente,a la inversa, de devorarse mutuamente entresí. Georges Gurvitch 4 , en un artículo de polémicahistórico-sociológico, el más reciente hasta la fechaen este género —que yo conozca, al menos—,se niega a llegar a un acuerdo con Henri Marrou;sin embargo, se entendería más fácilmente conmigo.Pero quizá habría que verlo más de cerca:entre historiador y sociólogo, posiblemente nohaya ni discusión ni entendimiento perfecto.1Primera y esencial precaución: tratemos de presentarrápidamente a la historia, pero en susdefiniciones más recientes, porque toda cienciano cesa de definirse constantemente, de buscarse.Todo historiador es forzosamente sensible a loscambios que aporta, incluso involuntariamente, aun oficio flexible, que evoluciona tanto por símismo, bajo el peso de los nuevos conocimientos,tareas y aficiones, como por el hecho del movimientogeneral de las ciencias del hombre. Todaslas ciencias sociales se contaminan unas a otras;y la historia no escapa a estas epidemias. De ahíesos cambios de ser, de maneras o de rostro.http://www.scribd.com/Insurgencia


110 Fernand BraudelSi nuestra retrospectiva empieza con este siglo,tendremos a nuestra disposición por lo menosdiez análisis y mil retratos de la historia; yello sin contar con las posiciones que se perfilanen las mismas obras de los historiadores, ya queéstos se hallan inclinados a pensar que ponenmejor de manifiesto sus interpretaciones y suspuntos de vista en una obra que en una discusiónprecisa y formal de su pensamiento (deahí el reproche irónico de los filósofos, a losojos de los cuales los historiadores nunca sabencon toda exactitud la historia que hacen).Al principio de la serie coloquemos, puesto quetodo el mundo lo hace aún, la clásica Introductionaux études historiques de Charles-Victor Langloisy Charles Seignobos 5 . Señalemos, a su lado,el artículo del joven Paul Mantoux (1903) 6 ; después,mucho más tarde, tras la clásica Introductioná la philosophie de l'histoire 1 de RaymondAron, punto de vista de un filósofo sobre la historia,llegamos a la Apología pour l'histoire deMarc Bloch 8 , obra postuma e incompleta (sinduda bastante alejada de la que hubiera publicadosu autor de no sorprenderle trágicamentela muerte). Tenemos después los brillantes Combáispour l'histoire de Lucien Febvre, recopilaciónde artículos realizada por él mismo 9 . Noolvidemos, de paso, el ensayo muy rápido deLouis Halphen 10 , ni el ágil libro de PhilippeAries 11 , ni el alegato existencialista de Eric Dardel12 , ni un determinado artículo de André Piganiol13 , ni el discurso de Henri Marrou 14 , interesantey sutil, aunque para mi gusto quizá demasiadoexclusivamente atento a los espectáculosde una historia de la Antigüedad y demasiado sumidoen el pensamiento de Max Weber y preocupadomás allá de toda medida en consecuencia,por la objetividad de la historia. Objetividad, subjetividaden materia social: ¿este problema quehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 111ha apasionado al siglo xix, descubridor de losmétodos científicos, es hoy día primordial? Entodo caso, no nos es específico: es universal. Setrata de una deficiencia del espíritu científico sólosuperable, como dice Henri Marrou con razón,a costa de prudencia y honestidad. Pero, por favor,¡no desmesuremos al papel del Historiador,incluso con H mayúscula!Esta corta bibliografía, abreviada, incompleta,limitada voluntariamente a la literatura francesaexistente sobre el tema, permitiría, no obstante,puntualizar polémicas caducadas: las jalona conbastante precisión. Pero falta mucho, por el contrario,para que los libros y artículos reseñadospongan de relieve la multiplicidad actual y radicalde la historia, siendo así que se trata de loesencial. El movimiento profundo de la historiade hoy consiste, si no me equivoco, no en escogerentre caminos y puntos de vista diferentes, sinoen aceptar, en suma, esas definiciones sucesivasen las que en vano se ha intentado encerrarla.Porque todas las historias son nuestras.A principios del siglo actual no se dudaba enrepetir, mucho después de Michelet, que la «historiaera la resurrección del pasado». ¡Hermosotema, hermoso programa! La «labor de la historiaconsiste en conmemorar el pasado, todo elpasado», escribía Paul Mantoux en 1903. De esepasado, de hecho, ¿qué se retenía? Aquel jovenhistoriador de 1903 respondía sin vacilaciones:«Lo que es particular, lo que no ocurre más queuna sola vez, es lo esencialmente histórico» 15 .Respuesta clásica, imagen de la historia que proponende buena gana, con exclusión de todas lasdemás, filósofos y sociólogos. Emile Bréhier, elhistoriador de la filosofía, en el barco que nostransportaba al Brasil en 1936, se resistía a renunciara esta concepción en el curso de nuestrasamistosas discusiones. Lo que se repetía en lahttp://www.scribd.com/Insurgencia


112 Fernand Braudelvida pasada incumbía, a su modo de ver, al terrenode la sociología, a la tienda de nuestrosvecinos. Por tanto, no todo el pasado nos pertenecía.Pero no discutamos. Yo también, al igualque cualquier otro historiador, me he interesadopor los hechos particulares, por esas flores de undía tan pronto marchitadas e imposibles de tenerdos veces entre los dedos. Más aún: creo queexisten siempre, en una sociedad viva o muerta,miles y miles de singularidades. Y sobre todo, sise capta esta sociedad en su conjunto, se puedeafirmar que es imposible que se repita en sutotalidad: se presenta como un equilibrio provisional,pero original, único.Apruebo, pues, a Philippe Aries cuando fijacomo eje de su historia un reconocimiento delas diferencias entre las edades y las realidadessociales. Pero la historia no consiste únicamenteen la diferencia, en lo singular, en lo inédito, enlo que no se ha de repetir. Y además lo inéditonunca es perfectamente inédito. Cohabita con lorepetido o con lo regular. Paul Lacombe decía, apropósito de Pavía (24 de febrero de 1525) o másaún de Rocroi (19 de mayo de 1643), que ciertosincidentes de estas batallas «obedecieron a unsistema de armamento, de táctica, de hábitos yde costumbres guerreras que se puedan volvera encontrar en un buen número de combates dela época» I6 . Pavía supone, en cierta manera, elprincipio de la guerra moderna, un episodio quese sitúa, sin embargo, dentro de una familia deepisodios. En realidad, ¿cómo creer en esta historiaexclusiva de episodios únicos? François Simiand17 , citando a Paul Lacombe, estaba de acuerdoen ello y hacía suya la afirmación del historiador:«No hay hecho en el que no se puedadistinguir una parte de individual y una parte desocial, una parte de contingencia y una partede regularidad.» De esta forma, desde principioshttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 113de este siglo, una protesta, una duda al menos, sealzaba contra una historia restringida a los acontecimientossingulares, contra una historia «lineal»de los acontecimientos —«episódica» (évenementielle),terminará por decir Paul Lacombe.Rebasar al acontecimiento equivalía a rebasaral tiempo corto que lo contiene, el de la crónicao del periodismo, esas tomas de conciencia de loscontemporáneos, rápidas, al día, cuyos rasgos nosdevuelven, tan vivo, el calor de los acontecimientosy de las existencias pasadas. Equivalía tambiéna preguntarse si, más allá de los acontecimientos,no existe una historia, inconsciente estavez —o mejor dicho, más o menos consciente—que, en gran parte, escapa a la lucidez de losactores, los responsables o las víctimas: hacen lahistoria, pero la historia les lleva.Esta búsqueda de una historia no limitada alos acontecimientos se ha impuesto de maneraimperiosa al contacto de otras ciencias del hombre,contacto inevitable (como lo prueban las polémicas)y que, en Francia, se ha organizado,después de 1900, gracias a la maravillosa Revuede Synthèse Historique de Henri Berr, cuya lecturaresulta retrospectivamente tan emocionante;después, a partir de 1929, gracias a la vigorosay muy eficaz campaña de los Annales de LucienFebvre y Marc Bloch.La historia se ha dedicado, desde entonces, acaptar tanto los hechos de repetición como lossingulares, tanto las realidades conscientes comolas inconscientes. A partir de entonces, el historiadorha querido ser —y se ha hecho— economista,sociólogo, antropólogo, demógrafo, psicólogo,lingüista. Estos nuevos vínculos del espírituhan sido, al mismo tiempo, vínculos de amistady de corazón. Los amigos de Lucien Febvre y deMarc Bloch, fundadores y animadores tambiénde los Annales, constituyeron un coloquio permahttp://www.scribd.com/Insurgencia


114 Fernand Braudelnente de la ciencia del hombre: de Albert Demangeony Jules Sion, geógrafos, a Maurice Halbwachs,sociólogo; de Charles Blondel y HenriWallon, psicólogos, a François Simiand, filósofosociólogo-economista.Gracias a ellos, la historiase ha apoderado, bien o mal pero de manera decidida,de todas las ciencias de lo humano; hapretendido ser, con sus jefes de fila, una imposibleciencia global del hombre. Al hacerlo se haentregado a un imperialismo juvenil, pero conlos mismos derechos y de la misma manera quetodas las demás ciencias humanas de entonces:pequeñas naciones en realidad que, cada una porsu cuenta, soñaban con tragárselo todo, con atropellary con dominarlo todo.Desde entonces, la historia ha perseverado enesta misma línea alimentándose de las demásciencias del hombre. El movimiento no se ha detenido,aunque, como era de esperar, se hayatransformado. Mucho camino ha sido recorrido 18desde la Apologie pour l'histoire, testamento deMarc Bloch, hasta los Annales de posguerra, dirigidosde hecho únicamente por Lucien Febvre.Los historiadores, demasiado despreocupados porel método y la orientación, apenas habrán sidosensibles a ello. No obstante, a partir de 1945se planteó nuevamente la pregunta de cuáles eranla función y la utilidad de la historia.¿Era o debía ser únicamente el estudio exclusivodel pasado? El empeñarse, respecto de losaños transcurridos, en unir el haz de todas lasciencias del hombre ¿no habría de tener consecuenciasinevitables para la historia? En el interiorde su campo, representaba todas las cienciasdel hombre. Pero ¿dónde se detiene el pasado?Todo es historia, se dice no sin sorna. ClaudeLévi-Strauss escribía no hace .mucho: «porquetodo es historia, lo que ha sido dicho ayer eshistoria, lo que ha sido dicho hace un minutohttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 115es historia» 19 . Añadiré: lo que ha sido dicho, pensado,obrado o solamente vivido. Pero si la historia,omnipresente, encausa lo social en su totalidad,lo hace siempre a partir de ese movimientomismo del tiempo que, sin cesar, arrastra a lavida pero la substrae a sí misma, que apaga yatiza nuevamente el fuego. La historia es unadialéctica de la duración; por ella, gracias a ella,es el estudio de lo social, de todo lo social, ypor tanto del pasado; y también, por tanto, delpresente, ambos inseparables. Lucien Febvre loha dicho y repetido a lo largo de los últimos diezaños de su vida: «la historia, ciencia del pasado,ciencia del presente».Se comprenderá que el autor de este capítulo,heredero de los Annales de Marc Bloch y de LucienFebvre, se sienta en una posición bastanteparticular para enfrentarse, «sable en mano», conel sociólogo que le reprochara o no pensar comoél o pensar en exceso como él. La historia meparece una dimensión de la ciencia social, formandocuerpo con ella. El tiempo, la duración,la historia se imponen de hecho —o deberían imponerse—a todas las ciencias del hombre. Notienden a la oposición, sino a la convergencia.2He escrito ya 20 , un poco en contra de GeorgesGurvitch, que sociología e historia constituíanuna sola y única aventura del espíritu, no el envésy el revés de un mismo paño, sino este pañomismo en todo el espesor dé sus hilos. Esta afirmación,claro está, continúa siendo discutible yno es susceptible de ser enteramente llevada acabo. Pero responde, en mí, a un deseo de unificación,incluso autoritario, de las diversas cienciasdel hombre, a fin de someterlas menos a unmercado común que a una problemática común,http://www.scribd.com/Insurgencia


116 Fernand Braudelcapaz de liberarlas de una gran cantidad de falsosproblemas y de conocimientos inútiles, y de prepararlas,tras las podas y puestas a punto que seimponen, a una futura y nueva divergencia, susceptibleentonces de ser fecunda y creadora. Porqueun nuevo lanzamiento de las ciencias delhombre es indispensable.No se puede negar que, con frecuencia, historiay sociología se reúnen, se identifican, se confunden.Las razones de ello son simples: por unaparte, existe un imperialismo, una hinchazón dela historia, a los que ya he aludido; por otra, unaidentidad de naturaleza: historia y sociologíason las únicas ciencias globales capaces de extendersu curiosidad a cualquier aspecto de lo social.La historia, en la medida en que es todaslas ciencias del hombre en el inmenso campo delpasado, es síntesis, orquesta. Y si el estudio dela duración bajo todas sus formas le abre, comoyo creo, las puertas de lo actual, entonces se encuentraen todos los lugares del banquete. Y seencuentra por lo general al lado de la sociología(que también es síntesis por vocación) a la quela dialéctica de la duración obliga a volversehacia el pasado, lo quiera o no.Incluso cuando —según la vieja fórmula— seconsidera a la sociología como «ciencia de loshechos cuyo conjunto constituye la vida colectivade los hombres», incluso cuando se la consideraa la búsqueda de nuevas estructuras elaboradasal calor y en la complejidad de la vida actual, nopor ello todo lo social deja de depender de sucuriosidad y de su juicio. A lo colectivo hay oque separarlo de lo individual o que reencontrarloen lo individual: la dicotomía debe sersiempre replanteada. La innovación; pero sóloexiste innovación con relación a lo que es antiguoy a lo que no siempre acepta morir en el fuegode lo actual donde todo se quema, tanto la mahttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 117dera nueva como la vieja (y ésta no necesariamentemás de prisa que aquélla).Por consiguiente, es imposible que elsociólogo se encuentre desplazado en lostalleres y obras de la historia: reencuentra allísus materiales, sus herramientas, suvocabulario, sus problemas y sus propiasincertidumbres. Evidentemente, la identidad noes completa y a menudo se disimula: existe todoel engranaje de las formaciones, de losaprendizajes, de las carreras, de las herencias, latextura del oficio, las diferentes técnicas deinformación que impone la variedad de lasfuentes documentales (pero pasa lo mismo en elinterior de la historia: el estudio de la Edad Mediay del siglo xix exigen una actitud diferentefrente al documento). La historia, si cabe decirloasí, es uno de los oficios menos estructurados dela ciencia social, y por tanto uno de los másflexibles y de los más abiertos. Entre nosotros,las ciencias sociales se encuentran presentes quizácon más frecuencia aún que en la propia sociología,cuya vocación es —no obstante— contenerlasa todas. Existe una historia económicacuya riqueza avergüenza, estoy seguro, a la muyexigua y anémica sociología económica. Existenuna maravillosa historia geográfica y una vigorosageografía histórica, imposibles de compararcon la ecología puntillista de los sociólogos. Existeuna demografía histórica (es historia o no loes), frente a la cual la morfología social apenases algo. Existe incluso una historia social que,aunque mediocre, no tiene nada que ganar delcontacto con los malos estudios de la sociologíatipológica (por no llamarla, para no caer en unpleonasmo: la sociología social). Y es muy probableque la historia cuantitativa en la línea delos programas de Ernest Labrousse y de sus alumnos(Congreso de Historia de Roma, 1955) tome,http://www.scribd.com/Insurgencia


118 Fernand Braudelen el terreno del estudio de clases sociales, unadelanto decisivo sobre la sociología abstractademasiado preocupada, a mi modo de ver, por elconcepto de clases sociales en Marx o en susémulos.Pero detengámonos aquí. Sería demasiado fácilhacer corresponder, término por término, loque intentan los sociólogos y lo que nosotros loshistoriadores hacemos; la sociología del conocimientoy la historia de las ideas; por una parte,la microsociología y la sociometría, y, por la otra,la historia de superficie, llamada historia de losacontecimientos (esa microhistoria en la que secodean el suceso irrelevante y el acontecimientoexplosivo, sociodrama en realidad, y que puedeextenderse a las dimensiones de una nación o deun mundo). En un cierto momento incluso seme escapa la diferencia que pueda existir entreesas actividades medianeras: entre la sociologíadel arte y la historia del arte, entre la sociologíadel trabajo y la historia del trabajo, entre lasociología literaria y la historia literaria, entrela historia religiosa al nivel de Henri Brémondy la sociología religiosa al nivel excepcionalmentebrillante de Gabriel Le Bras y de sus discípulos.Y las diferencias, cuando existen, ¿acaso no podríanser subsanadas acoplándose el menos brillantede los dos partenaires al más brillante?Así, por ejemplo, el historiador no presta la suficienteatención a los signos sociales, a los símbolos,a las funciones sociales regulares y subyacentes;pero como numerosos ejemplos loprueban, bastaría un pequeño esfuerzo para queestos problemas se le aparecieran con intensidad.Se trata de desfases, de inadvertencias; node imperativos o de exclusivas de oficio.Otra señal fraterna de estas correspondencias:el vocabulario tiende a identificarse de una cienciaa otra. Historiadores y sociólogos hablan dehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 119crisis estructural y coyuntural. En cuanto al término«episódico» (événementiel), creado porPaul Lacombe y adoptado por François Simiandy —hace una decena de años— por los historiadores,ha sido lanzado, desde entonces, a una órbitacomún. La palabra palier surgió del pensamientode Georges Gurvitch y se aclimata comopuede a nuestra disciplina. En Francia, los historiadoreshablan de paliers de la realidad histórica;más aún, de paliers de explicación históricay, por consiguiente, de posibles paliers de entendimientoo de polémica histórico-sociológica.Pero abandonemos este juego que resultaríafácil proseguir. Más vale demostrar su interés. Elvocabulario es el mismo —o se convierte en elmismo— porque, cada vez más, la problemáticaes la misma, bajo el cómodo signo de dos palabrasvictoriosas por el momento: modelo y estructura.El modelo hace su aparición, en lasaguas vivas de la historia, como «herramientaartesanal», pero al servicio de las tareas más ambiciosas;la o las estructuras nos asedian: se hablademasiado de estructuras incluso en los Annales,decía Lucien Febvre 21 en uno de sus últimosescritos. De hecho, la ciencia social debe construircomo pueda el modelo, la explicación generaly particular de lo social, y sustituir una realidadempírica y desconcertante por una imagenque sea más clara, más fácil de explotar científicamente.Hay que escoger, truncar, reconstruir,dosificar, aceptar las contradicciones y casi buscarlas.¿Tiene o no tiene lo social esa estructuraescalonada, «hojeada» según la expresión del doctorRoumeguère? 22 ¿Cambia la realidad en cadanivel? En ese caso es discontinua, «en vertical».¿Está estructurada en todo su espesor o tan sólosobre un cierto espesor? Fuera de las fuertes envolturasde las estructuras se situarían zonas libres,inorganizadas, de la realidad. Lo estructurahttp://www.scribd.com/Insurgencia


120 Fernand Braudeldo y lo no-estructurado: hueso y carne de losocial. Pero el movimiento que arrastra a la sociedad,¿es él también estructurado, si cabe decirloasí, según el esquema de una estructurabautizada como «dinámica»? ¿Existe una regularidad,fases necesariamente repetidas en todos losfenómenos de evolución histórica? El «movimientode la historia» no obraría a ciegas.En realidad, estos problemas se aproximan yse acoplan, o deberían aproximarse y engranarse.Por una paradoja aparente, el historiador resultaríaaquí más simplificador que el sociólogo. Enefecto, por mucho que pretenda, en último extremo,que lo actual es también de su incumbencia,lo estudia mal y con menos frecuencia que lo socialya caducado, esclarecido y simplificado pormil razones que resulta inútil subrayar. El presente,por el contrario, es una vuelta a lo múltiple,a lo complicado, a lo «pluridimensional».Esta vuelta quizá la oye; pero ¿la percibe peorque el sociólogo, observador de las efervescenciasde lo actual?3De esta perspectiva surge una impresión deanalogía, de identidad bastante fuerte. Los dosoficios, en su conjunto, tienen los mismos límites,la misma circunferencia. Poco importa que en unaspecto esté mejor trabajado el sector histórico,y en otro el sector sociológico: bastaría un pocode atención y de esfuerzo y los campos se corresponderíancon más precisión y conocerían, sindificultad, los mismo éxitos.Esta analogía sólo podría ser rechazada —y aunasí— en el caso de que el sociólogo se resistieraa la intrusión del historiador en lo actual. Pero¿ sería después posible reducir todas nuestras oposicionesa un dudoso contraste entre el ayer y elhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 121hoy? De los dos vecinos, el uno se introduce en elpasado que, después de todo, no es su campoespecífico, en nombre —si se quiere— de la repetición;el otro penetra en el presente en nombrede una duración creadora de estructuraciones yde desestructuraciones, así como de permanencias.Repetición y comparación de un lado, duracióny dinamismo del otro, son herramientasque todos pueden utilizar. Entre lo real vivido ylo real que se vive o va a vivirse, ¿está tan claroel límite? Los primeros sociólogos sabían que loactual no sostenía más que una parte de su construcción.Estamos obligados —decía Francois Simiand—«a buscar los hechos y los casos de experienciaen la relación del pasado de la humanidad»23 .Todavía creo menos en una oposición de estilos.¿ Es la historia más continuista y la sociologíamás discontinuista? Hay quien lo ha sostenido;sin embargo, ¡ qué pregunta más mal planteada!Haría falta, para tener seguridad, enfrentar a laspropias obras, ver si sus oposiciones son internaso externas a nuestros respectivos oficios.Sobre Marc Bloch recae la responsabilidad, alplantear prematuramente el gran problema, envísperas de la guerra de 1939, de haber desencadenadouna de las discusiones más inútiles quese han dado en el país de los historiadores.En realidad, cada historiador, al igual que cadasociólogo, tiene su estilo. Georges Gurvitch se excedeen escrupulosidad al querer presentar unasociología compleja, hiperempírica, a imagen ysemejanza de una realidad que considera, no sinrazón, exuberante. C. Lévi-Strauss aparta y destruyeesta exuberancia a fin de descubrir la líneaprofunda, pero estrecha, de las permanencias humanas.¿Es absolutamente necesario escoger ydescubrir cuál de los dos es el sociólogo? Cuestiónde estilo, insisto, y de temperamento. Tamhttp://www.scribd.com/Insurgencia


122 Fernand Braudelbién Lucien Febvre se preocupó por lo exuberante,por lo copioso; y su estilo como a dos vocesse prestó más y mejor que otro a estos dibujoscomplejos en los que se complacía. Fustel es, encambio, simple, cuidadoso de la línea de un solotrazo. Michelet estalla en líneas múltiples. Pirenneo Marc Bloch serían más continuistas queLucien Febvre. Pero esta peculiaridad obedece tantocomo a sus temperamentos al espectáculo quecontemplan: una Edad Media occidental en laque el documento se sustrae. Con el siglo xv, ymás aún el xvi, se elevan mil voces que anteriormenteno se hacían oír. Empiezan las grandescharlas de la época contemporánea. En pocas palabras:a mi modo de ver, no existe un estilo dela historia del que éste sería incapaz de evadirse.Y lo mismo ocurre en lo que a la sociología serefiere. Durkheim es de una sencillez autoritaria,lineal, al igual que Halbwachs, cuyas clasificacionesno son retocadas. Marcel Mauss es más diverso,pero no le leemos; oímos su pensamiento,repercutido por sus discípulos y que no ha perdidovalidez para la investigación actual.Nuestras diferencias no se encuentran, pues, enestas fáciles fórmulas o distinciones. El debate(o mejor dicho, nuestra encuesta, puesto que debemosintentar no reavivar la polémica) debe sertrasladado al corazón de la historia: a los diversosniveles del conocimiento y del trabajo histórico,en primer lugar, y a la línea, más tarde, dela duración, de los tiempos y temporalidades de lahistoria.4La historia se sitúa en diferentes niveles, casidiría que en tres niveles, si no fuera simplificaren exceso: son diez, cien niveles los que habríaque considerar, diez, cien duraciones diferentes.http://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 123En la superficie, una historia episódica, de losacontecimientos, que se inscribe en el tiempocorto: se trata de una microhistoria. A media profundidad,una historia coyuntural de ritmo másamplio y más lento; ha sido estudiada hasta ahora,sobre todo, en el plano de la vida material,de los ciclos e interciclos económicos. (La obramaestra en esta historia es el libro de ErnestLabrousse 24 sobre la crisis, en realidad semiinterciclo[1774-1791], que sirve de rampa de lanzamientoa la Revolución francesa). Más allá del«recitativo» coyuntural, la historia estructural ode larga duración, encausa siglos enteros: se encuentraen el límite de lo móvil y de lo inmóvil;y, por sus valores muy prolongadamente fijos,aparece como un invariante frente a las otrashistorias, más raudas en transcurrir y en realizarsey que, en suma, gravitan en torno a ella.En resumen, tres series de niveles históricos,con los que, desgraciadamente, la sociología todavíano ha entrado en contacto. Ahora bien, nocabe que el diálogo con la historia sea de lamisma índole o, cuando menos, del mismo ritmo,en estos diferentes niveles. Existe, sin duda, unasociología de la historia y del conocimiento históricoen cada uno de estos tres niveles; peroesta sociología está todavía por construir. Comohistoriadores, no podemos más que imaginarla.Una sociología de lo episódico consistiría en elestudio de estos mecanismos rápidos, efímeros,nerviosos, que registran día a día la llamada historiadel mundo que está haciéndose; esa historia,en parte engañosa, en la que los acontecimientosse engarzan unos con otros y se determinan, enla que los grandes hombres son considerados porlo general como autoritarios directores de orquesta.Esta sociología de lo episódico consistiría tambiénen anudar el viejo diálogo (el repetido, elinédito); consistiría, igualmente, en la confronhttp://www.scribd.com/Insurgencia


124 Fernand Braudeltación de la historia tradicional, por una parte,y de la microsociología y la sociometría, por laotra: ¿son éstas, como yo creo, más ricas que lahistoria superficial? ¿Y por qué? ¿Cómo determinarel lugar que ocupa esta amplia capa dehistoria en el complejo de una sociedad enfrentadacon el tiempo? Todo ello desborda, si nome equivoco, las viejas querellas. El hecho diverso,el suceso, es repetición, regularidad, multitud;y nada dice, de forma absoluta, que sunivel carezca de fertilidad o de valor científico.Habría que considerarlo de cerca.Si respecto del acontecimiento nuestra imaginaciónsociológica no huelga en absoluto, por elcontrario todo debe ser construido —iba a decir:inventado— en lo que concierne a la coyuntura,ese personaje ignorado o casi ignorado de la sociología.¿Es o no lo suficientemente fuerte paratrastocar los juegos en profundidad, para favorecero desfavorecer los vínculos colectivos, paraestrechar unos y tender o romper otros? FrançoisSimiand no hizo más que esbozar una sociologíadel tiempo coyuntural según los flujos ylos reflujos de la vida material. ¿El auge (lafase A) y la facilidad que ofrece, por lo menosen ciertos sectores, mantendría o no en vigencialos juegos sociales y las estructuras? Con el reflujode cada fase B, la vida material (y no solamenteella, claro está) se reestructura, busca otrosequilibrios, los inventa, moviliza fuerzas de ingeniosidado, por lo menos, les deja libre curso.Pero en estos terrenos los trabajos de los economistasy de los historiadores todavía no hanacumulado suficientes datos ni dibujado suficientescuadros válidos como para permitir reemprendero prolongar el esbozo de Simiand. Además,la historia coyuntural sólo sería completaen el caso de que se añadiera a la coyuntura económicael estudio de la coyuntura social y deotras situaciones concomitantes de repliegue ohttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 125de auge. Sólo en entrecruzamiento de coyunturassimultáneas dará lugar a una sociología eficaz.En el plano de la historia de larga duración,historia y sociología no es que se respalden (seríaquedarse corto): se confunden. La larga duraciónes la historia interminable, indesgastable, de lasestructuras y grupos de estructuras. Para el historiador,una estructura no es solamente arquitectura,ensamblaje; es permanencia, con frecuenciamás que secular (el tiempo es estructura).Ese grueso personaje atraviesa inmensosespacios de tiempo sin alterarse; si se deterioraen tan largo viajé, se recompone a lo largo delcamino, su salud se restablece, y, en definitiva,sus rasgos sólo cambian muy lentamente.He tratado de mostrar 25 —no me atrevo a decirde demostrar— que toda la nueva investigaciónde Claude Lévi-Strauss —comunicación y matemáticassociales mezcladas —sólo será coronadapor el éxito en el momento en que sus modelosnaveguen sobre las aguas de la larga duración.Cualquiera que sea la apertura escogida para sucaminar —microsociología o cualquier otro nivel—,sólo cuando ha alcanzado el nivel más bajo,medio soñoliento, del tiempo, aflora la estructura:los vínculos primitivos de parentesco, losmitos, los ceremoniales, las instituciones pertenecenal flujo más lento de la historia. Está demoda, entre los físicos, hablar de agravedad. Unaestructura es un cuerpo sustraído a la gravedad,a la aceleración de la historia.Pero el historiador fiel a las enseñanzas deLucien Febvre y de Marcel Mauss aspirará siemprea aprehender el conjunto, la totalidad de losocial. De ahí que se vea llevado a poner en contactoniveles, duraciones, tiempos diversos, estructuras,coyunturas, acontecimientos. Este conjuntoreconstituye a sus ojos un equilibrio globalbastante precario y que no puede mantenerse sinhttp://www.scribd.com/Insurgencia


126 Fernand Braudelconstantes reajustes, choques o deslizamientos.En su totalidad, lo social, presa de su devenir, esidealmente, en cada corte sincrónico de su historia,una imagen continuamente diferente, aunqueesta imagen repita miles de detalles y de realidadesanteriores. ¿Quién lo habría de negar? Poreso la idea de una estructura global de la sociedadinquieta y molesta al historiador, incluso sisubsiste entre estructura global y realidad globalun desfase considerable. Lo que al historiadorle gustaría salvar en el debate es la incertidumbredel movimiento de la masa, sus diversas posibilidadesde deslizamiento, algunas libertades,ciertas explicaciones particulares, «funcionales»,productos del instante o del momento. En esteestadio de la «totalidad» —no me atrevo a decirde la «totalización»—, en el momento, en suma,de pronunciar la última palabra, el historiadorretrocedería de esta forma hacia las posicionesantisociológicas de sus maestros. También todasociedad es única, incluso aunque muchos de susmateriales sean antiguos; se explica sin dudafuera de su tiempo, pero también en el interiorde su propio tiempo; es, de acuerdo con el espíritumismo de Henri Hauser y de Lucien Febvre,«hija de su tiempo» (el tiempo, claro está, quela engloba); función de este tiempo y no solamentede las duraciones que se reparte con otrasexperiencias sociales.5¿He sido víctima de fáciles ilusiones? He mostradoal oficio de historiador desbordando susantiguos límites, poniendo prácticamente en telade juicio el propio campo de la ciencia social, moviendosu curiosidad en todas las direcciones.A principios de este siglo, hacia la psicología: erala época en que Werner Sombart afirmaba quehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 127el capitalismo es ante todo espíritu (mucho mástarde, siempre en esta misma línea de conquista,Lucien Febvre hablará de utillaje mental). Después,aproximadamente en la década de los treinta,hacia la economía política coyuntural, queFrançois Simiand revela a los historiadores franceses.Y, desde hace mucho tiempo, hacia la geografía.Se constatará lo poco que el marxismoha sitiado, a lo largo de este siglo, nuestro oficio.Pero sus infiltraciones, sus tentaciones y sus influenciashan sido múltiples y poderosas: ha faltadoúnicamente, en esta primera mitad delsiglo xx, la obra maestra de historia marxistaque hubiera servido de modelo y de punto de reunión:aún la estamos esperando. Esta enormeinfluencia ha desempeñado, no obstante, su funciónentre las numerosas transformaciones denuestro oficio que han obligado al historiador adesprenderse de sus costumbres, a contraer otrasnuevas, a salir de sí mismo, de sus aprendizajes,por no decir de sus éxitos personales. Sin embargo,existe un límite secreto y exigente a estasmigraciones y metamorfosis ♦ .No creo que sea posible esquivar a la historia.Es necesario que el sociólogo desconfíe. -La filosofía(de la que viene y en la que permanece) leprepara demasiado bien para no ser sensible aesa necesidad concreta de la historia. Las técnicasde la encuesta corren el riesgo de consumareste alejamiento. Todos los encuestadores, de porsí apresurados —y más todavía por aquellos queles emplean—, harían bien en desconfiar de unaobservación excesivamente rápida, a flor de piel.Una sociología episódica (événementielle) abrumanuestras bibliotecas, los expedientes guber-♦ La versión original de «Historia y Sociología» reproduce a continuación,literalmente, el apartado primero —excepto el primerpárrafo— de la Sección IV de «La larga duración», págs. 97-106 deeste volumen.http://www.scribd.com/Insurgencia


128 Fernand Braudelnamentales y de las empresas. Lejos de mí laidea de alzarme contra esta moda o de declararlainútil. Pero ¿qué valor científico puede tener sino capta el sentido, la rapidez o la lentitud, lasubida o la caída del movimiento que arrastratodo fenómeno social, si no se interesa por elmovimiento de la historia, por su dialéctica quediscurre del pasado al presente y hasta el mismofuturo?Querría que los jóvenes sociólogos, en el transcursode sus años de aprendizaje, se tomasen eltiempo necesario para estudiar, incluso en el másmodesto de los depósitos de archivos, la mássimple de las cuestiones de historia; que tengan,por lo menos una vez, fuera de sus manuales esterilizantes,un contacto con un oficio simple perosólo comprensible (como todos los demás oficios,supongo) cuando se le practica. No habráciencia social, a mi modo de ver, más que en lareconciliación en una práctica simultánea a nuestrosdiferentes oficios. Alzarles uno contra otroes cosa fácil pero ya demasiado oída. Lo que necesitamoses una música nueva.Bibliografía seleccionada1. Más aún que los libros citados en el curso deeste artículo, que ilustran los conflictos entrehistoria y sociología, aconsejaría a los jóvenessociólogos la lectura de ciertas obras susceptiblesde hacerles entrar en contacto directo con lahistoria, y más particularmente con esta formade historia vecina de su propio oficio.Los títulos indicados a continuación constituyenuna selección entre innumerables seleccionesposibles que variarán siempre según los gustosy las curiosidades de cada uno.VIDAL DE LA BLACHE: La France, tableau géographique,París, 1906. BLOCH, MARC: Les caracteres originauxde l'histoire rurale française, París-Oslo, 1931.BLOCH, MARC: LA SACÍETE FÉODALE, PARÍS, 1940, IITOMOS, 2.ª ED., 1949.http://www.scribd.com/Insurgencia


Historia y sociología 129FEBVRE, LUCIEN: Rabelais et le problème del'incroyance au XVI, siècle, París, 1943.DUPRONT: Le mythe de Croisade. Elude de sociologiereligieuse, París, 1956.FRANCASTEL, P.: Peinture et société, Lyon, 1941.BRAUDEL, F.: La Méditerranée et le mondeméditerranéen à l'époque de Phílippe II, París, 1949.[Traducción al castellano de Wenceslao Roces; ElMediterráneo y el mundo mediterráneo en la épocade Felipe II, Méjico, F. C. E., 1959.]CURTIUS, ERNST ROBERT: Europäische Literatur undlateinisches Mittelalter, Berna. A. Francke AG Verlag,1948. [Traducción al castellano de Margit FrenkAlatorre y Antonio Alatorre, Literatura europea yEdad Media latina, 2 tomos, Méjico, F.C.E., 1955.]HUIZINGA, J.: El Otoño de la Edad Media, Madrid,Rev. de Occidente, 1930. [Traducción al castellanode José Gaos.]LABROUSSE, ERNEST: La crise de l'économie françoise ála veille de la Révolution, París, P.U.F., 1944.[Traducida al castellano, esta obra ha sido refundiday publicada junto con otras obras de Labrousse, bajoel titulo de Fluctuaciones económicas e historia social,Madrid, Tecnos, 1962.]LEFEBVRE, G.: La Grande Peur, París, 1932.2. Los estudios metodológicos sobre historia sonmuy numerosos. Recordemos algunos de losescritos que hemos citado:ARIES, PHILIPPE: Le temps de l'histoire, París, 1954.BLOCH, MARC: Apologie pour l'histoire ou métierd'historien, París, Armand Colín, 1959 (1ª ed., 1949).[Traducción al castellano de Pablo GonzálezCasanova y Max Aub; Introducción a la historia,Méjico, F.C.E., 1952.]BRAUDEL, FERNAND: «Histoire et sciences sociales: lalongue durée», Annales E.S.C., n. 4, 1958. [Incluidoen este volumen, págs. 60-106.]FEBVRE, LUCIEN: Combats pour l'histoire, París,1953.MARROU, H. J.: De ¡a connaissance historique, París,1954.PICANIOL, A.: «Qu'est-ce que l'histoire?», Revue demétaphysique et de morale, París, 1955, págs. 225-247.SIMIAND, FRANÇOIS: «Méthode historique et sciencesociale», Revue de synthèse historique, 1903, págs. 1-22 y 129-157.http://www.scribd.com/Insurgencia


5 Aportación de la historia de las civilizaciones ∗En el presente capítulo, se va a discutir el problemabastante insólito de si la historia de lacivilización, tal y como se ha desarrollado desdeel siglo xviii, desde el Essai sur les moeursde Voltaire (1756) hasta nuestros días, es capaz deesclarecer de alguna manera el conocimiento deltiempo presente y, por tanto, necesariamente,del futuro, puesto que el tiempo de hoy sólo escomprensible vinculado al tiempo de mañana. Elautor de estas líneas (historiador para quien laHistoria es, a un tiempo, conocimiento del pasado y del presente, del «devenido» y del «devenir»:distinción en cada «tiempo» histórico —se tratede ayer o de hoy— entre, por un lado, aquelloque perdura, que se ha perpetuado y se perpetuarácon energía, y, por otro lado, aquello que no essino provisional y hasta efímero) se mostraría∗ Fernand Braudel: «L'Apport de l'Histoire des Civilisations»,Encyclopédie Française, tomo XX, Le Monde en devenir, 20 págs., 1959,capítulo V.130http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 131propenso a opinar que para la inteligencia delpresente hay que movilizar a toda la Historia.Pero, ¿qué representa en concreto, en el conjuntode nuestro oficio, la historia de la civilización?Cabe incluso preguntarse si se trata de un campooriginal, específico. Rafael Altamira no vacilabaen afirmar que «decir civilización viene a serlo mismo que decir historia». Y ya Guizot escribíaen 1828: «...Esta historia (de la civilización)es la mayor de todas..., comprende a todas lasdemás.»Se trata, sin duda, de un amplio, de un inmensosector de nuestro oficio, nunca fácil, sin embargo,de circunscribir y cuyo contenido havariado y continúa variando según las interpretacionesde un siglo a otro, de un país a otro, deun historiador o un ensayista a otro. Cualquierdefinición resulta difícil, aleatoria.Hay que distinguir, en primer lugar, entre lacivilización, concepción que pone en causa a todala humanidad, y las civilizaciones, dispersas éstasen el tiempo y en el espacio. Por añadidura, eltérmino civilización nunca viaja sólo: le acompañaindefectiblemente el término cultura que,sin embargo, no se limita a ser su duplicado.Añadamos que también hay la y las culturas. Encuanto al adjetivo cultural, nos prodiga desdehace tiempo servicios ambiguos, tanto en el terrenode la cultura —como lo exige su etimología—como en el de la civilización, el carecer éstede adjetivo propio. Diremos que una civilizaciónes un conjunto de rasgos, de fenómenos culturales.Quedan entonces ya enunciados un cierto númerode matices, de confusiones posibles. Pero,cualquiera que sea la palabra clave, esta historiaespecífica llamada historia de la civilización o dela cultura, de las civilizaciones o de las culturas,aparece, en una primera aprehensión, como unhttp://www.scribd.com/Insurgencia


132 Fernand Braudelcortejo, mejor dicho, como una orquesta de historiasparticulares: historia de la lengua, historiade la literatura, historia de las ciencias, historiadel arte, historia del derecho, historia de lasinstituciones, historia de la sensibilidad, historiade las costumbres, historia de la técnica, historiade las supersticiones, de las creencias, de lasreligiones (y hasta de los sentimientos religiosos),historia de la vida cotidiana, por no hablarde la historia —muy rara vez intentada— de losgustos y de las recetas de cocina... Cada unode estos subsectores (la enumeración realizadaestá lejos de ser exhaustiva), más o menos desarrollado,posee unas reglas, unos objetivos, unlenguaje interior y un movimiento específicosque no tienen por qué ser forzosamente los dela historia general. La dificultad estriba en conseguirque todo concuerde. A lo largo de todoun año, he intentado con relativo éxito en elCollege de France encontrar vínculos, en el sigloxvi europeo, entre la historia de las ciencias,de las técnicas y de los demás sectores dela historia general. No obstante, el que estashistorias marchen, o no, a un mismo ritmo, noquiere decir que sean indiferentes las unas a lasotras. Lucien Febvre insistía, con razón, en contrade León Brunschwicg y Etienne Gilson y de unahistoria autónoma de las ideas, en los derechosde la historia general, atenta al conjunto de lavida, del que nada —como no sea arbitrariamente—puede ser disociado. Pero reconstruir su unidadviene a ser como buscar, sin término, la cualdratura del círculo.No cabe, en todo caso, vacilar siempre que seencuentre encausada la historia de la civilización,considerada no ya en uno de sus sectores sino ensu conjunto; resulta difícil, entonces, admitir quepodría ser disociada de la historia general o,como también se dice, global. En efecto, aunquehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 133la historia de la civilización se afirme generalmentecomo un punto de vista simplificado, continúasiendo siempre un intento de interpretación,de dominación de la Histeria: coloca enprimer plano ciertas verdades y aspectos de loreal, pero estas verdades y realidades aspiran aser explicaciones de conjunto. Se pone, pues, entela de juicio, cada vez y en diferentes planos,al conjunto de la historia, aprehendida obligatoriamente,por muy de prisa que sea, en su plenoespesor y por consiguiente bajo todos los aspectos;tanto a la historia tradicional como a lahistoria social o a la historia económica. E inclusosi la historia de la civilización ha gozado durantetanto tiempo de una especie de primacíaque hoy le es impugnada, se debe a que ha supuestoen el pasado la única posibilidad de superar—Henri Berr decía de «ampliar»— la historiatradicional, encerrada en la esterilidad de la crónicapolítica; la única posibilidad «de hacer participaren ella otros acontecimientos diferentesde los políticos y otros personajes diferentes delos oficiales». En suma, permitía alcanzar, por caminosnuevos y más seguros, los horizontes de laHistoria y de la explicación generales. Es estehecho indiscutible el que confiere su verdaderosentido al combate tan vehemente que llevaba acabo, en un pasado reciente, un Karl Lamprechten favor de la Kulturgeschichte. Desde que, nohace mucho, la Historia se ha lanzado en direcciónde lo social y de lo económico, el estudio delas civilizaciones no desempeña ya esa funcióncombativa, aunque continúa siendo, con toda evidencia,un campo excepcional de reflexión.Sin embargo, en fin de cuentas, proyectar sobreel presente esta historia compleja, todavíaindecisa, atraerla hacia una posición que en formaalguna le es habitual, una posición de «prospectiva»como se dice hoy, supone abrir un largo,http://www.scribd.com/Insurgencia


134 Fernand Braudelun difícil debate. El presente capítulo no aspirani a resumirlo ni a clausurarlo, sino todo lomás a poner de relieve los datosfundamentales.Así y todo, habrá que tomar algunasprecauciones. Por lo menos dos. La primera,recurrir (según la tradición del Centro deSíntesis de Henri Berr) a investigaciones devocabularios; esos términos que retienen oextravían nuestra atención deben ser entendidosdesde sus orígenes, vueltos a colocar en susórbitas: tenemos que saber si se trata deverdaderos o de falsos amigos. Segundaprecaución: bajo el concepto de civilización o decultura ¿qué grupo, qué constelación de fuerzas,de valores, de elementos vinculados entre sí deben,de buena fe, englobarse? A este respecto, seimpondrán definiciones imperativas, claras. Si nohay en el camino que emprendemos cierta coherencia,si una observación previa y a todos accesibleno es «científicamente» posible, si no noscolocamos resueltamente fuera del alcance de unametafísica de la Historia, entonces, como es evidente,nuestra tentativa está condenada de antemano.1. Civilización y culturaOrigen y destino de estos términosAsombrémonos, a priori, de que sólo existandos términos —amigos ágiles y dudosos, comovamos a ver en seguida, pero dos términos únicamente—para aprehender un terreno tan amplio:civilización y cultura (al ponerlos en plural, se incrementasu significado pero no su número). Encuanto a cultural, que tanto nosotros como losdemás hemos tomado del alemán hacia 1900, añadeuna comodidad de escritura o de lenguaje perohttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 135nada más. Poco son dos palabras, sobre todo sise piensa que lo más frecuente es que sólo unade ellas esté en servicio.Si hasta 1800 cultura no cuenta para nada, apartir de entonces se inicia una rivalidad entreambos términos. Todavía puede darse el caso deque se les confunda o de que se prefiera el unoal otro; lo que equivale a restablecer, si no meequivoco, una concepción unitaria de la idea decivilización o de cultura. Pero estas tendencias ala unidad no constituyen la regla general. La competenciaes cada vez más intensa entre ambostérminos; y cuando hay competencia, se sueleacabar por efectuar repartos. Se rompe entoncesla unidad del extenso reino, se fragmenta la integridadde los amplios problemas: de ahí que surjansolapadas guerras de ideas y muchos errores.En suma, las querellas de conceptos que en unaprimera aproximación pueden parecer —y confrecuencia lo son— enfadosas, nos conducen másde una vez al corazón mismo de la discusión,aunque no bastan, claro está, para aportar todala luz necesaria.Cultura y civilización nacen en Francia casi enel mismo momento. Cultura, cuya vida anteriores larga (ya Cicerón hablaba de cultura mentis),no toma en realidad su sentido peculiar de culturaintelectual hasta la mitad del siglo xviii. Que yosepa, civilización aparece por primera vez en unaobra impresa en 1766. El término no había sidosin duda empleado antes. Nace, en todo caso, conmucho retraso sobre el verbo civilizar y eladjetivo civilizado, que se remontan a los siglosxvi y xvii. En realidad, fue necesario inventar,fabricar por entero el sustantivo civilización.Designa, desde un principio, un ideal profano deprogreso intelectual, técnico, moral y social. Lacivilización son las «luces». «A medida que seextienda la civilización por la tierra, irán desapareciendola guerra y las conquistas, la escla-http://www.scribd.com/Insurgencia


136 Fernand Braudelvitud y la miseria», profetiza Condorcet en 1787.En estas condiciones, la civilización no es concebiblesi no encuentra sustento en una sociedadde buen tono, fina, «educada». En el lado opuestode civilización, está la barbarie: sobre éstaaquélla se presenta como una victoria difícil ynecesaria. En todo caso, entre una y otra está elgran salto. Mably escribe en 1776, dirigiéndose aun conde polaco amigo suyo: «el siglo pasado osamenazó un gran peligro, cuando Suecia salió dela barbarie bajo la administración de GustavoAdolfo...» Y también dice: «Pedro I sacó a sunación (Rusia) de la extrema barbarie en que sehallaba sumida.» Pero es de constatar que, bajola pluma del abate, el término civilización nosurge inmediatamente, en contraposición. La historiade este concepto apenas acaba de empezar.Pero su destino ha de ser brillante; más brillantetodavía que útil, opina Joseph Chappey enun libro enérgico y reivindicador (1958). A lo largode medio siglo, «civilización» va a ser objeto,sin duda, de un amplio éxito en el lenguaje habladoy escrito; pero no se trata enteramente de unéxito científico. «El hombre —escribe JosephChappey— no supo tomar entonces conciencia dela importancia del término.» Hubiera hecho faltapara satisfacer a nuestro crítico que todas lasciencias nacientes del hombre se pusieran al serviciodel nuevo concepto y de las inmensas adquisicionesque suponía. La realidad fue muy otra.Las ciencias humanas se hallaban todavía en lainfancia, a la búsqueda de sí mismas. Y esta sociedad«educada» y optimista que había dado ala palabra su primer equilibrio iba a desaparecerrelativamente pronto, con motivo de las transformacionesy de las revoluciones a través de lascuales el siglo xvii queda dramáticamente soldado,como es sabido, al xix. Quizá se haya des|perdiciado una gran oportunidad.http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 137Hacia 1850, después de muchos avatares, civilización(y al mismo tiempo cultura) pasan delsingular al plural. Este triunfo de lo particularsobre lo general tiene bastante sentido dentro delmovimiento del siglo xix. En sí mismo, no obstante,no cabe duda de que suponía un acontecimientoconsiderable, reflejo de otros acontecimientosy de otras transformaciones. Al pluralizarcivilizaciones o culturas, se renuncia implícitamentea una civilización definida como unideal, mejor dicho, como el ideal porantonomasia; se olvidan en parte las cualidadesuniversales, sociales, morales e intelectuales queimplicaba el término en el momento de sunacimiento. Se tiende ya a considerar con elmismo interés todas las experiencias humanas,tanto las europeas como las de los demáscontinentes.Mucho han contribuido, desde antes de 1850,viajeros, geógrafos y etnógrafos a esta desintegracióndel «inmenso imperio de la civilizaciónen provincias autónomas» (Lucien Febvre).Europa descubre, redescubre, el mundo y se veoblifada a acomodarse a la nueva situación: unhomre es un hombre, una civilización unacivilización, cualquiera que sea su nivel. Seproduce entonces una multiplicación de lascivilizaciones «de lugar»; y en el tiempo de lahistoria, fraccionado por los especialistas hastael absurdo, una multiplicación de las«diabólicas» 1 civilizaciones de época. Y así tienelugar un desmenuzamiento de la civilización enla doble dirección del tiempo y del espacio. ¡Quélejos se estaba en tiempos de Voltaire y deCondorcet de hablar de la cultura de losesquimales, o más aún, como lo ha hecho AlfredMétraux en su tesis magistral, de la civilizaciónde los Tupi-Guaranis, los indios del Brasil! Y, sinembargo, Voltaire fue el primero en Le Siècle deLouis XIV (1751) en hablar, aunque sinhttp://www.scribd.com/Insurgencia


138 Fernand Braudelpronunciar la palabra, de una «civilización deépoca». Indudablemente el plural triunfante delsiglo xix es un signo de reflexiones, de mentalidadesy de tiempos nuevos.Ese triunfo, más o menos claro hacia 1850, esconstante no sólo en Francia sino en toda Europa.No olvidemos, en efecto, que los conceptosesenciales, al igual que otras muchas cosas, viajansin cesar, pasan de un país a otro, de unalengua a otra, de un autor a otro. Se intercambianpalabras como si fueran pelotas; pero a su vueltalas palabras nunca son totalmente las mismasque en el momento de partida. De esta manera,cuando de retorno de Alemania —de unaAlemania admirable y admirada, la de la primeramitad del siglo xix— cultura llega a Francia, lohace con un prestigio y un sentido nuevos. Entonces,ese término que había partido en el modestorango del segundón se convierte, o trata deconvertirse, en el concepto dominante de todo elpensamiento occidental. Desde Herder, la lenguaalemana designa bajo el término de cultura elprogreso intelectual y científico, al que se muestrainclinada a separar de todo contexto social:entiende preferentemente por civilización tan sóloel aspecto material de la vida de los hombres.Desprecia a uno de los dos términos, exalta alotro. En Manifiesto del Partido Comunista (1848)dicen Marx y Engels: «La sociedad tiene hoy demasiadacivilización (es decir), demasiados mediosde subsistencia, demasiado comercio.»Esa toma de posición respecto decivilización y cultura se mantendrá contenacidad en el pensamiento alemán. Responde,como se ha dicho 2 , a la dicotomía, familiar a sugenio, entre espíritu y naturaleza (Geist yNatur). En esta misma línea de pensamiento,Ferdinand Tönnies (1922) o Alfred Weber (1935)engloban aún bajo el nombre de civilización alhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 139conjunto de conocimientos prácticos o inclusointelectuales, a la suma de todos los mediosimpersonales que le permiten al hombre obrarsobre la naturaleza; en cultura, por el contrario,sólo reconocen valores, ideales, principiosnormativos. Para Thomas Mann «...culturaequivale a la verdadera espiritualidad, mientrasque civilización quiere decir mecanización» 3 . Asíse entiende que un historiador alemán 4 escriba en1951, de manera harto característica: «el hombretiene hoy el deber de impedir que la civilizacióndestruya a la cultura, y la técnica al serhumano». Imposible ser más claro. Sin embargo,en la misma Alemania, ese lenguaje no es elúnico que goza de favor: en 1918-1922 OswaldSpengler modifica en cierta manera la relaciónhabitual. Ve en la cultura el origen, la savia creadora,la primavera fecunda de toda civilización;la civilización, por el contrario, es el otoño, la repetición,el mecanismo vacío, la grandeza aparente,la esclerosis. Hay para Spengler «decadencia»de Occidente, no a causa de determinadas dificultades,de amenazas trágicas, que por lo demásno niega, sino simplemente porque Occidente hallegado al estadio de la civilización, es decir, dela muerte en vida. En este sentido, se explica lafrase reciente, anodina en sí, nacida naturalmentede la pluma de un historiador alemán, G. Kühn(1958), cuando habla al final de las grandes invasiones,de la victoria de los campesinos de Germaniasobre la vieja Roma. Es, dice, «la victoriadel campesino sobre el guerrero, del campo sobrela ciudad, de la cultura sobre la civilización».Pero esta predilección de tan larga vida, desde1848 y el romanticismo, que los alemanes muestranpor cultura no ha cancelado la controversiasurgida casi desde un principio. En Inglaterra yen Francia, además, civilización se ha defendidobastante bien y sigue conservando el primer puesto.Lo mismo ha ocurrido en España, donde lahttp://www.scribd.com/Insurgencia


140 Fernand Braudelgran Historia, revolucionaria para su época, deRafael Altamira, se intituló Historia de España yde la Civilización Española. Y no olvidemos aItalia, donde el muy antiguo término de civiltáconserva una función determinante. En el casoconcreto de Francia, dudo que los autores 5 deuna reciente Histoire de la Civilisatión Française(1958), que viene a tomar, con cierto brío, el relevodel clásico y antiguo manual de Alfred Rambaud,consideren que Francia esté o sumida en lavida material, enemiga del espíritu, o atrapadaen la monotonía de la repetición y de la vejez,lejos en todo caso de los manantiales dejuventud sin los que ninguna creación es posible.Henri Marrou proponía, hace ya veinte años,reservar, en francés, la palabra cultura a la«forma personal de la vida y del espíritu», ycivilización a las realidades sociológicas. En estereparto, civilización conservaría un contingentebastante importante. De hecho, creo que aciertaHuizinga cuando considera que existe una razónsuplementaria para el fracaso de Spengler(volveré sobre ello más abajo): el ensayistaalemán habría subestimado el concepto decivilización, al que atacó con tanta vehemencia;quiero decir que habría subestimado su poder«internacional» fuera de Alemania.Pero el peligro, si peligro hubiere, para la palabracivilización, de la que no me constituyo ni endefensor ni en enemigo, emana mucho más de laentrada en juego de los antropólogos y de losetnógrafos que de la obstinación, en sí defendible,de los pensadores alemanes. Después dellibro decisivo de Edward Burnett Tylor (1871),de lo que unos y otros tienen costumbre dehablar es más que de las civilizacionesprimitivas, de culturas primitivas; lo que noincomodaría en absoluto a los historiadores siantropólogos y etnógrafos no fueranprácticamente los únicos hoy día que hablan,http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 141científica y «objetivamente», de los proble-mas dela civilización 6 . A medida que leemos sus trabajos,nos vamos familiarizando con su lenguaje.Corremos el riesgo de encontrarnos un buendía con que nos ha sido impuesto a todos. Laúnica conclusión que cabe sacar de todo ello es lasiguiente: cultura y civilización han navegado,más aún de lo que nos cuentan los lexicólogos, através del mundo, a través de los pensamientos ygustos contradictorios del universo, conociendotoda suerte de avatares entre los cuales la actituda adoptar es, cuando menos, la de prudencia. Esley que todos los términos vivos cambien y debancambiar; y estos dos que nos ocupan lo hacencomo tantos otros, aunque sólo sea en virtud delas necesidades del vocabulario científico, de losprogresos insidiosos del adjetivo cultural —losneutros siempre hacen, fortuna—, en virtud delas crisis de conciencia y de método queatraviesan todas las ciencias del hombre. Así loestablece de forma perentoria la reciente encuestade A. L. Kroeber y de Clyde Klukhohn, dosde los más célebres antropólogos americanos: enella se enumeran las 161 definiciones diferentesque se han dado de la palabra, sin contar las quetodavía están por venir. En su Manuel de Sociologie,Armand Cuvillier enumera, por lo menos,una veintena de sentidos diferentes de civilización.Es mucho, quizá demasiado. Y no hay quesoñar con la posibilidad de arbitrar en estos debates.Henri Pirenne decía un día (1931) frente alas tentativas y tentaciones del Centro de Síntesis,preocupado por aquel entonces en fabricarun vocabulario histórico, que el historiador debíabeneficiarse al máximo de la ventaja de utilizarlas palabras vivas del lenguaje vulgar y evitarresueltamente el uso de un vocabulario inmovilizado,esclerotizado, como el de los filósofos (que,por otra parte, al igual que el de los matemáticos,no deja también de evolucionar, dígase lo que sehttp://www.scribd.com/Insurgencia


142 Fernand Braudeldiga). No tengo prácticamente ninguna reservaque oponer a la opinión de Pirenne: utilicemoslas palabras tal como se nos presentan, en su sentidovivo, provisionalmente vivo. Pero seamostambién conscientes de las otras posibilidadesque ofrecen, que han ofrecido, de las traicionesque nos preparan.Porque con estos términos llenos de vida, indisciplinados,cada cual puede prácticamente hacerlo que quiere. Un joven antropólogo americano,Philip Bagby, propone en un libro agradablee inteligente (1958) reservar civilización para loscasos en los que se hace referencia a las ciudades,y cultura para el campo no urbanizado, constituyendosiempre de esta manera la civilizaciónuna cultura de calidad, un estadio superior. Lasolución quizá sea buena, aunque en realidad lapaternidad no le pertenece a Bagby; pero yo nocreo que sea posible sosegar a estas dos palabras,de una vez para siempre, cualquiera que sea elvalor de la definición o de la convención propuestas.Todavía han de acaecer importantes transformacionesdada nuestra actual tendencia a combinarsustantivos equívocos con adjetivos que loson menos y a hablar de civilización (o de cultura)material, moral, científica, técnica, o inclusoeconómica (René Courtin tiene un libro intitulado:La civilisation économique du Brésil).Por tanto, la controversia sobre palabras noestá aún cancelada. Y quizá nos hagan falta, enmayor grado de lo que comúnmente se cree, enel terreno en ebullición de las ciencias del hombreen el que todavía hay tanto de imprevisto,palabras deformables, flexibles, susceptibles detomar múltiples sentidos, capaces de adaptarse ala observación (y a sus sorpresas) y no de obstaculizar.Confieso que, hasta nueva orden, emplearéa conciencia esos dos términos-clave indiferentemente:el sentido se deducirá del contexto;y si la alternancia se vuelve peligrosa, recurriréhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 143al adjetivo «cultural», cuyo uso me parece cómodo,y no «bárbaro» (Joseph Chappey). Además,podría llenar una página entera, remontándomenada más que hasta Hegel, con los nombres delos autores de mayor y menor talla que, sin andarcon excesivas precauciones y a pesar de lasdefiniciones previas, han empleado indistintamenteambos conceptos. Hay, a mi entender, confusionesy apriorismos mucho más graves.Intentos de definiciónEn esta situación, no nos costará trabajo mantenerrespecto a ambos términos libertad de juicioy de obra. Sus significaciones presentan, encambio, más dificultades. Admitimos con pesarque, al igual que los otros especialistas de losocial, los historiadores que se han ocupadode la civilización nos dejan en la mayor de las incertidumbresrespecto a lo que por ese términoentienden. La «civilización» es para ellos un medio—lícito o no— de reducir la Historia a grandesperspectivas, sus perspectivas. Proceden, enconsecuencia, a selecciones, a consideraciones autoritarias,justificables en sí pero quefragmentan el campo de la civilización y loreducen cada vez a uno solo de sus sectores.Basta que el sector cambie de un autor a otro,según la elección o la intención, para que secomplique enormemente la tarea del que debedecidir, a fin de cuentas, sobre la utilidad de lahistoria de la civilización para una buenainteligencia del mundo actual. Ni uno solo delos autores que nos ocupan —ni siquiera ArnoldToynbee— siente la necesidad de ofrecernos ladefinición, la visión de conjunto de lo que, a suentender, constituye la civilización. Está tanclaro, ¿no es cierto?: tan claro que nos seránecesario descubrir por nuestra cuenta yhttp://www.scribd.com/Insurgencia


144 Fernand Braudelriesgo, de libro en libro y según su contenido,cómo entienden los historiadores su tarea y, enconsecuencia, cómo definen la nuestra.GUIZOT: Tomemos como punto de partida loslibros de François Guizot, de lectura siempre tanamena, Histoire de la civilisation en Europe 7 ,Histoire de la civilisation en France (1829-1832), alos que hay que añadir al menos el prólogo queredactó para la reedición de la primera de estasobras en 1855. Es de lamentar, sin duda, que ningunade esas obras precise netamente su objeto.Pero para Guizot la civilización es ante todo, enel sentido del siglo xviii, un progreso. Unprogreso en realidad doble: social e intelectual.El ideal sería una armonía, un equilibrio entreestos dos platillos de la balanza. Inglaterrahabría realizado más bien un progreso social yAlemania un progreso intelectual; en cuanto aFrancia, se encontraría iniciándose por ambas víasa la vez. Pero no es esto lo que nos interesaahora. Lo importante es ver cómo, para Guizot, lacivilización con su doble movimiento seincorpora a un pueblo —Francia— o a ese otro«pueblo» (Lucien Febvre) que constituyeEuropa; en una palabra, a un cuerpo particular.Por desgracia, esta operación sólo la percibelimitada al campo de la histona política, lo querestringe tremendamente su novedad. Tanto másque, en último análisis, para Guizot la política secoloca a sí misma, como sin duda le ha sidoreprochado en demasía, bajo el signo maniqueode la lucha entre dos principios: la autoridad y lalibertad, produciéndose un cierto sosiego tan sóloen virtud de compromisos útiles y más o menosprudentes como, la monarquía de julio. Se diráque es una pobre culminación para tan granteoría; hasta tal punto es cierto que elespectáculo del presente rara vez lo percibe uncontemporáneo a escala de la Historia, tanto sihttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 145es historiador como si es hombre de acción.«Dos grandes fuerzas —escribe Guizot, en elprólogo de 1855— y dos grandes derechos, laautoridad y la libertad, coexisten y se combatennaturalmente en el seno de las sociedadeshumanas... Soy de aquellos que, pasando delestudio a una escena más agitada, han buscado,en el orden político, la armonía activa de la autoridady de la libertad, su armonía en el seno desu lucha, de una lucha confesada, pública,contenida y reglamentada en una arena legal.¿No fue más que un sueño?...»BURCKHARDT: Die Kultur der Renaissance in Italien,el libro de Jacob Burckhardt —«el espíritumás sereno del siglo xix», como ha dicho no sinrazón J. Huizinga—, fue publicado en 1860, conuna tirada restringida. Su lectura nos transportaa un mundo muy diferente del de Guizot. En estecaso el Occidente no es concernido ni en todo suespacio ni en todo su pasado. Del amplio álbumde la civilización occidental tan sólo es retenidoun instante, uno de los más brillantes. El Renacimiento,cuyo nombre lanza Jacob Burckhardtdespués de Michelet (1855), es captado en susfuentes italianas con gran lujo deinvestigaciones y de precisiones, superadas sinduda por la actual erudición pero no por elloolvidadas: hasta tal punto la inteligencia de estelibro, siempre por encima de lo que permitían lasperspectivas del momento, es evidente yresplandeciente. ¿Se encuentra, sin embargo,Burckhardt, en la mitad de su vida, en enteraposesión de su visión de la Historia, a saber, lareducción a la «tríada» a la que más tardelimitará todo el pasado de los hombres: Estado,Religión y Cultura? Burckhardt concede en sulibro un amplio y maravilloso lugar al estudiodel Estado, de los Estados italia- nos de loshttp://www.scribd.com/Insurgencia


146 Fernand Braudelsiglos xv y xvi; refiere después, con gusto einteligencia, a los valores artísticos de la cultura(a su entender, lo dominan todo); pero, encambio, reduce lo que a la religión se refiere ala mínima expresión. No obstante, esto no es lopeor: por debajo de esta «tríada» no dice prácticamentenada de los cuerpos materiales y socialesde la Italia de Lorenzo el Magnífico. La «superestructura»,objetivo logrado de este libro siempredeslumbrante, permanece aérea, suspensa, adespecho del afán por lo concreto que le alienta.¿Es esto razonable? Quiero decir, ¿es razonableque nosotros, los historiadores, permanezcamosun siglo más tarde fieles a esta imagen de conjunto,a la que para decir verdad ninguna otraha remplazado todavía?Sería útil ver en qué medida Jacob Burckhardtse sitúa o no en el movimiento mismo de la Kulturgeschichtealemana, apuntada ya desde Herder(1784-1791) y vulgarizada por la aparición del librode Gustav Klemm (1843-1852). La historiografíaalemana de la mitad del siglo xix se entregóa una dicotomía muy peligrosa, como muestrapor sí solo y sin dejar lugar a dudas el gruesomanual de Historia Universal de G. Weber (1853),que, traducido al castellano, desempeñó un papelcrucial en España. El manual de Weber distingueuna historia externa (la política) de una historiainterna (cultura, literatura, religión). Sinembargo, es imposible pensar que la historia «interna»constituye por sí una realidad.SPENGLER: En semejante mundo, nos encierra,en todo caso, con doble vuelta de llave, el librovehemente, ardiente todavía, de Oswald SpenglerDer Untergang des Abendlandes (La decadenciade Occidente) (1918-1922), en el que es necesarioque nos detengamos más tiempo. He tenido interesen releerlo atentamente antes de escribir estaslíneas. Creo que hoy, a diferencia de lo quehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 147le ocurrió a Lucien Febvre en su momento, esposible juzgarlo haciendo abstracción de las circunstanciasque acompañaron y siguieron a sunacimiento. No se puede negar que la obra, dadosu tono, la amplitud de sus consideraciones, suafán de comprender y su afición a las alturas,conserva parte de su prestancia.Cada cultura constituye, a los ojos de Spengler,una experiencia única. Incluso cuando se tratade una cultura hija de otra, está abocada a afirmarse,tarde o temprano, en su plena originalidad.A veces, muy tarde. Así, por ejemplo, en elcaso de nuestra propia civilización occidental:«fue necesario mucho tiempo para encontrar elvalor de pensar nuestros propios pensamientos»,es decir, para librarnos de las lecciones de la Antigüedad.Pero por fin conseguimos manumitirnos.Una cultura se libera siempre; de no hacerloasí, no se trata de una cultura.Y ¿qué es una cultura? Al mismo tiempo, unarte, una filosofía, una matemática, una manerade pensar; realidades todas ellas nunca válidas,nunca comprensibles fuera del espíritu que lasalienta. Hay tantas morales —dice Spengler—como culturas, cosa que Nietzsche ya había adivinadoo sugerido; de la misma manera, hay tantasfilosofías (¿ nos atreveremos a decir con ciertaironía que tantas historias y tantas historiografías?),tantas artes y tantas matemáticas comoculturas. El Occidente se distingue también poruna originalidad matemática innegable: su descubrimientodel número-función. La invención delcálculo infinitesimal es, pues, presentada en lasprimeras páginas de la obra, a las que no cabenegar, una belleza que nada ha marchitado.Al definirse una cultura por unos cuantos rasgosoriginales, o más aún por el haz particularque forman estas originalidades, el método delhttp://www.scribd.com/Insurgencia


148 Fernand Braudelhistoriador de las civilizaciones gana en sencillez:se reduce a desentrañar, a estudiar estas peculiaridades.Después, no tiene más que ponerlas enrelación unas con otras y compararlas, a fin decomparar así a las civilizaciones mismas. A partirde estas premisas, nos vemos arrastrados a extraños viajes a través del tiempo, de siglos, de milenios;viajes que sugieren las descripciones y lasanticipaciones que ahora nos permiten los viajescósmicos: súbitamente fuera de las leyes de lagravedad, todos los equipajes, todos los cuerposson arrancados de su lugar y flotan juntos libre,extrañamente. De la misma manera, en Spenglerchocan y se codean la música de contrapunto, lamonarquía de Luis XIV, el cálculo infinitésimalde Leibniz, la pintura al óleo y las magias de laperspectiva, la columna dórica, la ciudad griega.Todos estos bagajes han perdido su peso histórico.En este juego artificioso, el muy criticado pensamientode Spengler, al igual que el más vulgaro el más sabio de los pensamientos históricos,tropieza continuamente con el difícil e irritanteproblema de la relación de los elementos culturalesentre sí, y más aún (pero sobre este particularSpengler no puede mostrarse más discreto),con el de su vinculación a los elementos no culturales.A estos últimos el autor los descuida, aligual que descuida todo lo que, por espacio deun segundo, pudiera estorbar su razonamiento. Eldinero no es más que «una magnitud anorgánica»:con esto queda prácticamente liquidada la partede la historia económica. En cuanto a los acontecimientossensacionales, se deshace de ellos conigual desparpajo en una frase verdaderamente curiosa:«piénsese en el golpe de abanico delBey de Argel y otras extravagancias (sic) delmismo tipo que llenan el escenario de lahistoria con motivos de opereta». Por tanto,nada de operetas: la política desaparece de ungolpe. ¿Qué queda, entonces? Las «culturas» y suhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 149haz de vínculos, tan evidentes que no vale lapena analizarlos: existen y no hay más quehablar. ¿Acaso no es evidente, por ejemplo, quela música es el corazón del «devenir» occidentaldel siglo xviii? Spengler es capaz de escribir, sinpestañear: «Alemania ha engendrado a losgrandes músicos, y, por tanto, también losgrandes arquitectos de este siglo: Pöppelmann,Schlüter, Bähr, Neumann, Fischer d'Erlach,Diezenhofer.»En resumen, «cada cultura particular es un serunitario de orden superior»: el mayor personajede la historia. Pero personaje no es el términoconveniente; ni organismo tampoco. Como se hapuesto de relieve recientemente 8 , las culturas, enel pensamiento de Spengler, son seres; pero noseres en el sentido de la biología sino más bienen el sentido del pensamiento medieval: cuerposinertes en caso de que un alma no les aliente (laKulturseele). Lo que este libro vehemente hostigabajo el nombre de cultura de Occidente esen definitiva un ser místico, un alma. De ahí esasafirmaciones continuamente repetidas: «una culturanace en el momento en que una gran almadespierta»; o, lo que viene a ser lo mismo: «unacultura muere cuando el alma ha llevado a caboel total de sus posibilidades».Nos encontramos aquí en el centro del pensamientode Oswald Spengler, frente a la explicaciónque le ha enfervorizado. La historia —o mejordicho, el «destino»— de una cultura es unencadenamiento o, como diríamos en nuestra jergaactual, una estructura dinámica y de larga duración.La vida lenta de una cultura le permiteestablecerse para después irse afirmando durantelargo tiempo y acabar muriendo tardíamente;porque, en efecto, las culturas son mortales. Perocada una desarrolla —debe desarrollar— previamentetodas las posibilidades de un programahttp://www.scribd.com/Insurgencia


150 Fernand Braudelideal que le acompaña desde sus primeros pasos:el espíritu «apolíneo» de las civilizaciones antiguas,el espíritu «fáustico» de la occidental... Másallá de un cierto término, que por lo generaltarda en llegar, todo poder creador aparece comoagotado; la civilización está condenada a morira falta de programa: «la cultura se inmoviliza,muere, su sangre corre, pierde sus fuerzas: seconvierte en civilización». La civilización se define,pues, como un término ineluctable, presentadocon tintas negras. Una civilización es un«devenido» y no un «devenir». No tiene destino,puesto que «el destino siempre es joven». Es el invierno,la vejez, Sancho Panza. Don Quijote, claroestá, es la cultura.Ese negro destino es fatal; más pronto o mástarde, se impone a todas las culturas, al igualque un ciclo de vida cuyas fases, semejantes, serepiten. Tan semejantes que Spengler no dudaen ponerlas en contacto a través del espacio cronológicoo geográfico que las separa pero al quehay que abolir con el pensamiento, para verlasy mostrarlas tal como en realidad son: «contemporáneas»,en realidad gemelas, asegura Spengler.La civilización de Occidente empieza con laRevolución francesa y con Napoleón, que a lolargo de más de un siglo conferirán un aspectodeterminado a Europa. El acontecimiento es dela misma índole que el anunciado por las conquistasdecisivas de Alejandro y la gran época delhelenismo: si Grecia era una «cultura», Roma,llamada muy pronto a tomar el relevo, será una«civilización». Admítase, pues, que Alejandro yNapoleón son «contemporáneos», que ambos son«románticos en el umbral de la civilización». Y demanera análoga «Pérgamo es semejante a Bayreuth»porque Wagner se hizo merecedor de lacólera de Nietzsche: no es más que un hombrede la civilización occidental.http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 151De nada serviría encarnizarse una vez más contraestas excesivas e ingenuas simplificaciones.Comparar la Decadencia de Occidente al Déclinde l'Europe (1920) de Albert Demangeon, contemporáneorazonable de Spengler, viene a ser comooponer la poesía a la prosa. Otros se harán cargode esta tarea. Pero resumamos: en la tentativade Oswald Spengler hay que distinguir dos operaciones.Entre lo que él llamaba fárrago de la historiay falsas concatenaciones ha querido ponerde relieve, por encima de todo, el destino de losvalores espirituales, a los que reduce culturas ycivilizaciones; pero ha intentado algo más, y estoera lo más difícil y lo más contestable: ha tratadode organizar en un destino, en una sucesióncoherente de fases, en una historia, el florecimientode esos valores espirituales que tardan enabrirse paso pero que son más fuertes que todaotra fuerza del mundo y que, no obstante, unbuen día se encuentran viviendo únicamente sobresu antiguo impulso. De entrada, como demostrarémás abajo, esta doble operación no le parecelícita a un historiador razonable. Menos malque existen historiadores menos razonables quelos demás. Considero que Arnold Toynbee, queno comete las imprudencias de Spengler, pertenecea esa casta. Su actitud, sobre estos dos puntosprecisos, no difiere en absoluto de la deSpengler.TOYNBEE: Confieso haber leído y releído, a vecescon entusiasmo, los hábiles alegatos, las inteligentesevocaciones de Arnold Toynbee. Me gustansus lentitudes calculadas, el arte con el queconstruye y defiende con ahínco un sistema porlo demás bastante caprichoso. Más aún, me complazcocon sus ejemplos (todos los historiadoresrazonan a partir de ejemplos) y sus puestas apunto, cuyas debilidades sólo se advierten, por logeneral, en una segunda reflexión. La revoluciónque hacia 1500 provocaron los grandes descubrihttp://www.scribd.com/Insurgencia


152 Fernand Braudelmientos ¿obedece realmente a la victoria de laembarcación europea sobre la circulación caravaneradel Viejo Mundo, navegación terrestre sobre«el mar sin agua»? Parece difícil suscribirlocuando se piensa que existía una navegación árabe,una navegación china... De la misma manera,no se puede admitir el que se escriba, aunque seapor descuido o con segundas intenciones: «losAlbigenses fueron aplastados para reaparecer despuéscomo Hugonotes». Pero ¡ poco importa! Enun libro sólo cuentan los éxitos; y en el caso presenteson numerosos. El lector de Arnold Toynbeese beneficia, de la mano de un guía astuto,de una riqueza inaudita de reflexión y de información.A su lado, la contemplación de los amplioshorizontes históricos parece saludable y hastasabrosa.Reconozcamos, no obstante, que Toynbee nodespilfarra en absoluto su talento para definirlos instrumentos de investigación. ¿Qué entiendeen concreto por civilización, puesto que perteneceal grupo de los que emplean sin el menor prejuicioel término de civilización por el de cultura?(La palabra cultura, como le han reprochadolos antropólogos, sólo aparece en Toynbeecon el sentido que ellos le confieren.) Por tanto,¿qué es lo que entienden por civilización? LucienFebvre se lo preguntaba, hace ya veinte años, enun artículo nada afable. Y, sin embargo, nuestroautor, que tanto ha escrito desde entonces, sólocontestará impulsivamente. Ha dicho: «la civilización,tal como la conocemos, es un movimiento,no una condición; es un viaje, no un puerto»;«no se puede describir (su) objetivo porque nuncaha sido alcanzado». Y también: «cada culturaconstituye un todo cuyas partes son sutilmenteinterdependientes», un átomo con sus elementosy su núcleo. Todo esto permite avanzar nihttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 153un ápice. En otro momento, sugiere que las civilizacionesson susceptibles de ser aprehendidaspor sus obras, sus mismos movimientos, «susnacimientos, sus crecimientos, sus dislocaciones,sus decadencias, sus derrumbamientos». Son porqueobran. Pero esto cae por su base: ¿cómoiban a morir si no existieran previamente?Una vez por lo menos, no obstante, parece comosi fuera a abordar el problema de frente. «Antesde terminar (sic) —escribe Toynbee amablemente—quiero decir unas palabras a propósito de unacuestión que he supuesto resuelta hasta ahora(1947) y que es la siguiente: ¿qué entendemos porcivilización?» No nos alegremos antes detiempo porque estas buenas intenciones tardíasno irán más allá de las escasas explicaciones deltomo I de su libro A Study of History (1934), querepite imperturbablemente: «entendemos por civilizaciónalgo claro —argumenta Toynbee— puestoque incluso antes de haber intentado definir susignificado esta clasificación humana [la de lascivilizaciones] —la occidental, la islámica, la extremo-oriental,la hindú, etc.— nos parece efectivamentedotada de sentido. Estos términos evocanrepresentaciones diferentes en nuestro espíritu enlo que a religión, a arquitectura, a pintura, acostumbres, se refiere». Pero he aquí la confesión:«Entiendo por civilización la más pequeñaunidad de estudio histórico a la que se llega cuandose trata de comprender la historia del propiopaís.» Sigue a esto, en algunas páginas rápidas,el análisis del pasado de Inglaterra y de EstadosUnidos. Si para efectuar este análisis se prescindede considerar todo el pasado de la Humanidad porconstituir una unidad demasiado amplia einaccesible, ¿cómo saber el límite que hay quefijarse? De deducción en deducción, retrasandocada vez más el límite cronológico decisivo, Toynbeeacaba fijándolo a finales del siglo viii, hacialos años 770, es decir, en el momento del nacihttp://www.scribd.com/Insurgencia


154 Fernand Braudelmiento de nuestra civilización occidental que, contoda evidencia, se abre paso entonces —o va aabrirse paso— entre las herencias de la Antigüedadclásica. Esta civilización occidental sirve,pues, de límite corto (relativamente corto); estoydispuesto a admitir que nos permite rebasar losmarcos habituales de las historias nacionales, enlos que los historiadores dignos de este nombreno creen desde hace ya mucho; pone a nuestradisposición un marco cronológico, un campo operacional,un medio de explicación, una clasificación,pero nada más. En todo caso, se me escapala manera en que este procedimiento que consisteen pasar de la civilización inglesa a la occidentalresponde a la pregunta planteada. La «civilización»y lo que Toynbee engloba en ella no por esose encuentran definidos. A falta de mejor, juzguemosal obrero por su obra y continuemos nuestrocamino.Este camino se presenta como una serie de explicacionesencadenadas; pero volveré sobre elloen seguida. Porque tan importante cómo los caminosseguidos son los que se niega a seguir. Querríaindicar en primer lugar estos últimos: lossilencios de Toynbee, más que sus tomas de posiciónclaras, definen el verdadero movimiento desu obra. Con frecuencia, basta una palabra, unaamenaza, una amena reflexión, para deshacersede contradicciones o de tentaciones peligrosas.En primer lugar, Toynbee desdeña los acontecimientosy no retiene más que los «sobresalientes».Tales maneras de ir ahogando poco a pocotodo lo que es acontecimiento, son susceptiblesmás bien de agradarme que de disgustarme. Pero¿cuáles son esos acontecimientos que «sobresalen»y tienen derecho a mantenerse a flote?El factor geográfico, una vez considerado, sóloserá retenido en segunda o tercera instancia. Enhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 155realidad, según Toynbee, no se puede querer, nopuede uno atreverse a explicar las civilizacionespor su medio. Nada tan material sería capaz dedirigirlas. Precisamente cuando el medio naturales propicio y prodiga sus favores —volveré sobreello más abajo— la civilización no responde. Perobasta que la naturaleza se presente salvaje, hostil,negativa, para que entonces (y sólo entonces)en virtud de las reacciones psicológicas suscitadasla civilización entre en escena.Por motivos diferentes, pero no menos perentorios,Toynbee margina las transferenciasculturales; «la difusión» ese «método» (sic), dice,gracias al cual muchas técnicas, aptitudes, institucionese ideas, desde el alfabeto hasta las máquinasde coser Singer, han sido transmitidas de unacivilización a otra. ¡ No son tan importantes elalfabeto y las máquinas de coser! Lo único quecuenta son las grandes ondas religiosas de unacivilización a otra. El resto de sus intercambios,de sus choques, de sus contactos, es secundario.En lugar de interesarnos por estos detalles insignificantes,estudiemos «la historia griega y romanacomo una historia continua, siguiendo unatrama única e indivisible». ¿Qué quiere Toynbeedar a entender con esto? ¿Qué ocurre realmente,dada esta toma de posición previa y tan a lasclaras, con las rupturas, las mutaciones, las discontinuidadeso, como dice Lévi-Strauss, con losescándalos, esos retos a las previsiones, a loscálculos y a las normas? No se nos reconoce derechomás que a lo continuo.De la misma manera, en esta obra enorme, prolija,no hay prácticamente una sola palabra sobrelas civilizaciones (o culturas) primitivas, sobreel amplio campo de la prehistoria. Se nosdice que el paso de las culturas a la civilizaciónse hace a través de una mutación. Al lector lehttp://www.scribd.com/Insurgencia


156 Fernand Braudelcorresponde colocar bajo este concepto la explicaciónque le es denegada.Tampoco hay que buscar en esta obra un tratamientoserio de los Estados, de las sociedades,es decir, de las estructuras sociales (con la solaexcepción de algunas reflexiones dogmáticas sobrelas minorías actuantes, que engendran a las civilizaciones,y sobre los proletariados, tanto delinterior como del exterior de estas mismas civilizaciones);ninguna referencia, tampoco, sobretécnicas o economías. Otras tantas realidades efímeras,demasiado efímeras. Los Estados, porejemplo, no tienen más que una duración ridiculaen comparación con las civilizaciones de largoaliento. «La civilización occidental —escribíaToynbee en 1947— tiene, aproximadamente, miltrescientos años a sus espaldas, mientras que elreino de Inglaterra no tiene más que mil, el ReinoUnido de Inglaterra y de Escocia menos dedoscientos cincuenta y los Estados Unidos no másde ciento cincuenta.» Para colmo, los Estados sonsusceptibles de tener «una vida corta, y una muertesúbita...» No perdamos pues el tiempo con losEstados, pobres gentes de vida enclenque, y menosaún con la economía o la técnica. Con una odos pequeñas frases conscientemente repetidas—«No sólo de pan vive el hombre» o «El hombreno puede vivir únicamente de técnica»— la cuestiónqueda zanjada.Gracias a tan discreta artimaña, queda escamoteada,abandonada a la mediocridad de su suerte,toda la base social y económica. Cuando dos civilizacionesentran en contacto «estos encuentrosson importantes, no por sus consecuencias políticasy económicas inmediatas, sino por sus consecuenciasreligiosas, de más largo plazo». Subrayoestos dos términos hábilmente utilizados, yaque consiguen convertir a este pensamiento enmucho más aceptable. Se dan, claro está, consehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 157cuencias religiosas cortas y consecuencias económicaso políticas largas. Pero el admitirlo equivaldríaa correr el riesgo de hacer temblar loscimientos de un orden establecido de una vez parasiempre. En caso de estudiar «la Historia comoun todo, debe quedar relegada a segundo términola historia económica y política, concediéndosela primacía a la historia religiosa. Porque, despuésde todo, la religión es el único asunto verdaderamenteserio de la raza humana». «La piedrade toque —puede leerse en otro lugar—, es decir,la religión.» Limitémonos a comentar que, cuandomenos, convendría estar de acuerdo sobre quése entiende por religión.Se dan, pues, desde un principio, toda una seriede silencios buscados, de exclusiones premeditadasy de ejecuciones guardando las formasque encubren tomas de posición radicales. Enunas cuantas páginas, a mi modo de ver pococlaras, Arnold Toynbee asegura que, a su entender,no existe una civilización única y que el progresoes utopía. Tan sólo existen unas civilizaciones,lidiando cada una de ellas con un destinocuyos grandes rasgos, en todo caso, se repiten yestán, en cierta forma, fijados de antemano. Portanto, y que lo comprenda quien pueda, existenunas civilizaciones pero una sola «naturaleza espiritualdel hombre» y sobre todo un único destino,inexplicablemente el mismo, que englobatodas las civilizaciones: las difuntas y, antes deque terminen de desarrollarse, las vivas. Esta manerade ver excluye la reflexión de Marcel Mauss:«La civilización consiste en todo lo humano adquirido»;y más aún, la afirmación de Alfred Webersegún la cual todas las civilizaciones están empeñadas«en el movimiento unitario de un progresogeneral y gradual». Igualmente excluye la prudenteconstatación de Henri Berr: «Cada pueblo tie-http://www.scribd.com/Insurgencia


158 Fernand Braudelne su civilización; existe, pues, un gran númerode civilizaciones diferentes.»Para Arnold Toynbee, por el contrario, sólocabe pensar en un número restringido de ellas.No tienen acceso a la dignidad de este nombrenada más que veintiuna o veintidós civilizaciones,todas de larga duración y afectando a áreasbastante amplias. De este total, cinco estántodavía hoy en vida: Extremo Oriente, India,Cristiandad Ortodoxa, Islam, Occidente. Para noretener más que un grupo tan escaso, ha sidopreciso rechazar muchas candidaturas posibles:algunas por insuficiente longevidad, otras porfalta de originalidad, unas terceras por laevidencia de su fracaso.Pero aceptemos tan reducido cuadro. De serexacto, su importancia es excepcional. ¡Qué cómodasimplificación, si fuera legítima, resumir deesta forma en una veintena de experiencias maestrasla compleja historia de los hombres!En todo caso, se perfila ya en este primercontacto con el pensamiento constructor deArnold Toynbee, en este problema de recuento,su manera de proceder, muy próxima a la de uncientífico en busca de un sistema del mundode netas clasificaciones y de vinculacionesexclusivas, por el que es sustituida, de maneraautoritaria y corriendo todos los riesgos, unarealidad profusa. Su primer afán consiste ensimplificar la Historia. Después hay que abrirpaso a unas reglas, unas leyes, unasconcordancias; hay que fabricar, por así decirlo,en el sentido que dan al término loseconomistas y los sociólogos, una serie de «modelos»,vinculados entre sí. Las civilizaciones, aligual que los humanos, no tienen más que unsolo destino ineluctable: nacen, se desarrollan ymueren, siendo cada una de sus etapas —lo quehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 159redunda en su favor— de muy larga duración:tardan en nacer, tardan en florecer, tardan endesaparecer.Toynbee ha constituido, pues, con toda naturalidad,tres grupos de modelos: los del nacimiento,los del crecimiento y los de la degradación,decadencia y muerte. Esta larga labor le haexigido mucho tiempo, paciencia y agilidad. Enefecto, estos «sistemas», al igual que los motores,ratean continuamente. La ley y la norma tendencialse encuentran constantemente amenazadas porlas excepciones: siempre las hay nuevas, inéditas,inoportunas. Sirvan de ejemplo las dificultadesde Aristóteles para hacer entrar en su universoreconstruido el movimiento aberrante deuna piedra proyectada. Su sistema, en efecto, nola preveía. Y hay muchas piedras de este tipoen el jardín de Toynbee.Los dos primeros —nacimiento, florecimiento—de estos tres grupos de modelos no parecen muyoriginales; el último, la muerte, es el más interesante,aunque en definitiva no nos pueda convencery sea en realidad el más frágil de todos.Una civilización, sostiene nuestro autor, sólopuede alcanzar la vida si tiene que hacer frente yderrotar a una coacción, sea natural o histórica.Si la coacción es histórica, es siempre de pocaduración, pero a veces de extraordinaria violencia.Las coacciones geográficas, impuestas por elmedio, representan, en cambio, desafíos de largaduración. Si el reto es aceptado, la dificultad vencidaalienta a la civilización victoriosa y la mantieneen su órbita. El Ática, pobre por naturaleza,se ve condenado a realizar una serie de esfuerzos,forzado a sobrepasarse a sí mismo. De lamisma manera, Brandemburgo debe su naturalezavigorosa a sus arenales y a sus aguazales. Lasaltitudes andinas resultan duras al hombre, lohttp://www.scribd.com/Insurgencia


160 Fernand Braudelredunda tanto más en su beneficio: la civilizacióninca deriva precisamente del triunfo sobreesta hostilidad.Queda así enunciado el proceso del «modelo»,del challenge and response (que se suele traducirpor «desafío y réplica» o por «reto y respuesta»).Reduce la función del «medio» a lo que ciertoscolegas ingleses atribuían a los azotes: uneducador moral severo y eficaz. Pero, como dicengeógrafos como Pierre Gourou, existen muchosmagníficos desafíos de la naturaleza que el hombreno ha aceptado; y Gerhard Masur ha sostenidohace poco que la tan citada dureza de lasaltitudes alpinas es suavidad y facilidad en comparacióncon la selva amazónica. Además, si HeineGeldern está en lo cierto, como parece lo másprobable, las civilizaciones amerindias se han beneficiadoante todo de los contactos repetidos ytardíos entre Asia y América. En esta perspectiva—al igual que en la explicación de Pierre Gourousobre China del Norte, «típica encrucijada»—, ladifusión, tan maltratada por Toynbee, se tomaríauna revancha tan inocente como pertinente. A mimodo de ver, las civilizaciones no surgen únicamente,en efecto, por línea de filiación (la occidentaly la musulmana, por ejemplo, a partir dela civilización clásica). Entre civilizaciones extrañas,pequeñas chispas pueden provocar ampliosy duraderos incendios. Pero el propio Toynbeese ha esmerado lo suficiente en su sistema dechallenge and response como para no ignorarque, en la práctica, no hay que regatear en precaucionesy circunspección. Así, tiene la cautelade afirmar que sólo se deben tener en cuenta losretos que no excedan las fuerzas del hombre. Hay,pues, diferentes tipos de desafío. Con esta salvedad,se pone coto a toda crítica del modelo acercade este punto; a costa, claro está, de limitarsea no expresar más que la sabiduría de las naciones.http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 161Segundo tiempo: una civilización sólo progresaen la medida en que la alientan una minoríao unos individuos creadores. Esta hipótesis seaproxima a Nietzsche o a Pareto. Pero basta conque la masa no se deje subyugar por la minoríaactuante, con que ésta pierda su «impulso vital»,su fuerza creadora —es decir, más o menos, laKulturseele de Oswald Spengler—, para que lacivilización entera se deteriore. Todo se derrumba,como de costumbre, por dentro.Alcanzamos así no sólo los últimos modelos—los de la decadencia—, sino también el corazónmismo del sistema, puesto que Toynbee es,como le ha calificado en broma P. Sorokin, ungran exterminador de civilizaciones. La muertede éstas le parece la hora decisiva, el momentorevelador.Según Arnold Toynbee, una civilización mueredespués de varios siglos de existencia, pero estamuerte es anunciada desde mucho antes por conmocionesinternas y externas, por insistentes perturbacionesen cadena, cabe decir, en cuyo relatose enzarza el eventual narrador. Estas conmocionesse sosiegan un buen día, gracias a la instalaciónde un amplio Imperio. Pero este Imperio«universal» constituye tan sólo una solución provisional,válida todo lo más para dos, tres o cuatrosiglos; espacio que, comparado con la escalatemporal de las civilizaciones, apenas si suponeun instante, «un abrir y cerrar de ojos». El Imperioestá, pues, abocado a derrumbarse prontoen medio de terribles catástrofes y de invasionesde los bárbaros (la llegada, en palabras de nuestroautor, del «proletariado exterior»). Pero almismo tiempo, una Iglesia universal, llamada asalvar lo que pueda ser salvado, se ha ido instalando.Más o menos de esta forma terminó la civilizacióngreco-latina, que Toynbee no Vacila en llamarhelénica. El ejemplo romano nos proporcionahttp://www.scribd.com/Insurgencia


162 Fernand Braudelun esquema, el esquema por excelencia, el «modelo»de la muerte de una civilización en sus cuatrotiempos: conmociones, Imperio (o, mejor dicho,Estado universal), Iglesia universal, bárbaros. Losestrategas alemanes de principios de siglo lo referían,todo según se cuenta, al modelo de labatalla de Carmes; de la misma manera, parececomo si Toynbee lo refiriera todo al fin, o comodiría André Piganiol, al «asesinato» del Imperioromano.Ha buscado pues, y reconocido para cada unade las civilizaciones ya clausuradas, todos los«tiempos», uno a uno, del modelo (así, por ejemplo,para el Imperio de los aqueménidas, de losincas, de los abasidas, de los guptas, de los mongoles...en total 21 imperios), no sin permitirse,aquí o allá, algunos pequeños empujones, algunosretoques y osadías. ¿Quién, entre los historiadoreshabituados a pequeñas pero precisas medidascronológicas, dejará de pensar que unmilenio entre el Imperio de los aqueménidas yel califato de Bagdad, constituido casi en un día,interrumpe definitivamente una relación sustancial?De la misma manera, resulta absolutamenteinaceptable que de la lista de los Estados unirversales sean suprimidos, sin duda porque eranpoco duraderos, el Imperio carolingio, el Imperiode Carlos V, las conquistas de Luis XIV y eImperio napoleónico. Por lo demás, todos aquellosque figuran en la lista de Toynbee —una nuevalista de los veintiuno, y a los que, por tanto,se les reconoce como elementos esenciales de lavida de las civilizaciones, de «las verdaderas civilizaciones»—no se hacen acreedores, sean cualesfueren, de la más mínima indulgencia. Elprejuicio del autor les es desfavorable. De ahí apintar con tintas negras su verdadero rostro nohay más que un paso, como lo demuestra por sísola la suerte corrida por el Imperio romano. «Lahttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 163paz romana —escribe Toynbee— fue una paz deagotamiento.» Nos encontramos ante un relatodel que lo menos que se puede decir es que empiezamal.Tal es, en un rápido resumen, el esquema deesta amplia obra, esquema susceptible de multitudde aplicaciones de acuerdo con el valor recurrenteque le atribuye su autor. Sirve para elpasado y también para el presente. A la civilizaciónoccidental, todavía viva, «se le doblan laspiernas» (Clough); se está agotando desde hacemás de un siglo en evidentes perturbaciones encadena. El problema reside, pues, en saber si vaa conseguir un aplazamiento gracias a un Imperiouniversal. Se trataría, en este caso, claro está,de un Imperio a escala mundial —ruso o americano—impuesto por las buenas o por las malas.Un joven historiador y antropólogo, Philip Bagby,se pregunta, en esta misma línea de pronósticos,común a Spengler y a Toynbee, no sólo si estamosen vísperas de una «prosa romana», sino sinos encontramos realmente en vísperas de unImperio americano, en el pleno sentido de la palabra.¿Tendremos o no un emperador americano?En lugar de contestar, limitémonos, nosotrostambién, a plantear una pregunta bastante larga.Supongamos, entre 1519 y 1555, a un observadorlúcido que, a la luz de las convicciones que alientanlos escritos de Arnold Toynbee, meditara sobresu tiempo y sobre la larga experiencia delreino de Carlos V. Reconocerá repetidas veces enla Europa que le rodea la vuelta al orden romano,al Imperio universal y a la instalación de unaIglesia universal, ya que la Iglesia que acabarápor reformarse en Trento es, con toda evidencia,una Iglesia conquistadora, nueva más que renovada.¿Acaso nuestros profetas son más lúcidoshttp://www.scribd.com/Insurgencia


164 Fernand Braudely el emperador americano tendrá más suerte queCarlos V?Pero no terminemos con Toynbee inmediatamentedespués de estas consideraciones irónicasLos historiadores no le han sido favorables pormuchas razones que son consecuencia de su oficio,pero también con cierta injusticia. Aunqueno constituyó una excepción a la regla, comprendo,en lo que a mí se refiere, que Ernst Curtiussaludara la obra de Toynbee con entusiasmo.Aporta, para decir verdad, lecciones muy dignasde aprecio: ciertas explicaciones tienen su valorhasta para sus mismos contradictores.En un pasado que ha sido simplificado (comopor obligación tiene que hacer cualquier arquitectode sistemas, sin que escape siempre, pordesgracia, a los absurdos a los que la esquematizaciónconduce), Arnold Toynbee ha captado instintivamentelos caminos fundamentales, peropeligrosos, de la larga duración; se ha interesadopor las «sociedades», por las realidades sociales,o al menos por algunas de estas realidades socialesque no acaban de terminar de vivir; se hainteresado por acontecimientos, pero por acontecimientosque repercuten con violencia a variossiglos de distancia; se ha interesado por hombresmuy por encima del hombre —Jesús, Buda o Mahoma—,hombres, ellos también, de larga duración.Respecto del milenio entre los aqueménidasy los califas de Bagdad, me mostraré menosquisquilloso que Lucien Febvre o Gerhard Masur.También Emile-Félix Gautier pretendió en su díaque la conquista árabe del Magreb y de España(de mediados del siglo vii a 711) había reencontrado,a un milenio prácticamente de distanciala antigua área de dominación cartaginesa. El méritode Toynbee estriba en haber manejado, auna riesgo de perderse, esas enormes masas detiempo, en haberse atrevido a comparar esas exhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 165periencias a siglos y siglos de distancia, en haberbuscado amplias vías un poco irreales y, sin embargo,importantes. Pero lo que sólo admito aregañadientes, incluso lo que no admito en absoluto,es, por una parte, que estas comparacionessólo pongan con insistencia de relieve las semejanzasy, por otra, que refieran obstinadamente ladiversidad de las civilizaciones a un modelo único,en suma, a una civilización, cuando menosirreal, estructura necesaria de todo esfuerzo humanosusceptible de realizarse en una civilización,cualquiera que sea. Constituye una forma comootra cualquiera —pero que está lejos de ser demi agrado— de reconciliar ese singular y ese pluralque tanto cambian el sentido del términocivilización. «Por encima de toda variedad de lasculturas —escribe Toynbee— existe una uniformidaden la naturaleza espiritual del hombre.»ALFRED WEBER: Esta afirmación de Toynbee no laimpugnaría la obra compacta, profunda peropoco conocida en Francia, de Alfred Weber: Kulturgeschichteah Kultursoziologie, aparecida en1935, en Leyde, traducida al castellano bajo eltítulo de Historia de la Cultura, y que ha sidoya objeto de cuatro ediciones entre 1941 y 1948.Es un libro sólido, poderoso. Alfred Weber (1868-1958), sociólogo, hermano del gran Max Weber(1864-1920), se ha erigido en esta ocasión en historiador;y en historiador muy atento. Tanto es asíque hiere nuestra susceptibilidad mucho menosque un Spengler o un Toynbee. Carece de su brillantez,pero también de sus imprudencias y desus caprichos. No obstante, todos los obstáculoscon los que ambos se tropezaron, oponen tambiéna Weber igual resistencia, con tanta más fuerzacuanto que apenas les violenta. Sus explicaciones¡están ampliamente abiertas a la prehistoria, a laantropología, a la geografía, a la sociología, ala economía, al pensamiento de Marx; elementoshttp://www.scribd.com/Insurgencia


166 Fernand Braudeltodos ellos muy positivos que conceden al libro deA. Weber una solidez de la que los otros carecen.Pero si, por una parte, expone al principio conadmirable maestría la instauración de una solavez de ciertas civilizaciones, como la egipcia, lababilónica, la india o la china, resulta, por otra,mucho menos convincente cuando, en este Occidentecomplejo (entiéndase, en el bloque euroasiático,por Occidente el oeste de las cumbresy los valles del Indukuch), muestra el desarrollode civilizaciones, en la segunda o tercera generación,como si la explicación sintética, válidapara tiempos y espacios lejanos, perdiera partede su eficacia a medida que nos vamos aproximandoal tiempo actual y a nuestra propia civilización.Dudo, sobre todo, que Alfred Weber hayaformulado para su propio uso y para elnuestro una definición, a mi modo de versatisfactoria de una civilización o, como éldice, de una cultura de alto nivel. Ve en ella tansólo un «cuerpo histórico», que se iríadefiniendo, pues, en la misma corriente histórica.Pero ¿qué representa con exactitudsemejante corriente frente a los destinos de lahumanidad entera? Y ¿por qué las civilizacioneshabrían de constituir tantos «cuerpos»? AunqueAlfred Weber rechaza la posibilidad de unespíritu trascendente y «objetivo» (del estilo delespíritu de Werner Sombart, que, capaz deexplicar por sí solo el capitalismo, pudiera, porejemplo, explicar la o las civilizaciones), no porello deja de aceptar, al margen de su pensamientoy de sus explicaciones, «un espíritu detiempo», un espíritu del hombre (su consciencia,su sentimiento de la libertad, su posibilidad deabstracción de sí mismo, su capacidad deingeniero, de homo faber). ¿No será este espírituhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 167el que, según Weber, alienta el cuerpo históricode la civilización?PHILIP BAGBY: Pero conviene abreviar este examen,tan largo ya y, sin embargo, tan incompleto.En 1958 ha aparecido un libro, firmado porun joven historiador, antropólogo además, alumnode Kroeber: Philip Bagby. Tiene la ventaja,no pequeña, de ponernos al corriente de las últimasdiscusiones de los antropólogos, que ya dijimospreviamente que nos parecían decisivas.Philip Bagby se propone unir Historia y Antropología,lo que le coloca en una posición original,cercana aunque muy diferente de nuestra escuelahistórica de los Annales. En los Annales, en latrayectoria de Lucien Febvre y de Marc Bloch,se va edificando lentamente una ciencia históricaque intenta apoyarse sobre el conjunto de lasciencias del hombre y no sobre una de ellas enparticular, aunque se trate de la antropología.Por el contrario, Philip Bagby piensa tan sólo enel maridaje monogámico de Historia y Antropología.A su modo de ver, no se puede pensar en unaciencia histórica si el campo demasiado amplioy demasiado diversificado de la Historia no essimplificado, si no se cercena dentro de él demanera autoritaria un sector científico, artificialmenteaislado pero precisamente por ello tantomás fácil de dominar. Es el mismo procedimientoque han seguido los físicos en su mundo «objetivo»con los principios de masa, de momentoo de inercia, despejando primero y explotandodespués una fracción, de la realidad transformaday que ha demostrado en la práctica ser fructífera.¡Que los historiadores se vuelvan, pues, haciael campo operacional privilegiado de lascivilizaciopes! Privilegiado, en efecto, porquepermite estudios comparativos. Como en el mundohttp://www.scribd.com/Insurgencia


168 Fernand Braudelde los seres vivos no hay más Historia que ladel hombre, es necesario que el hombre secompare al hombre, que nuestra investigaciónvaya de una experiencia a otra, de una civilizacióna otra. A condición, en todo caso, de no designarbajo este nombre nada más que una colección dedestinos comparables entre sí.Se impone, pues, de entrada, realizar una selecciónentre las civilizaciones; en cabeza lascivilizaciones enormes, las major civilisations;después, las civilizaciones grandes, las subcivilizacioneso civilizaciones secundarias; por último,las más pequeñas, que sólo tienen derecho —ycon matices— al título de culturas. En el interiorde cada categoría, se trata de sopesar unascivilizaciones en relación con otras, de saber siobedecen a destinos comunes, si admiten pendientesanálogas, estructuras dinámicas regularesque puedan aproximarse unas de otras, de maneraútil. Antes de abordar estas grandesconfrontaciones, es imprescindible rechazar lospuntos de vista fantasiosos, las explicacionesmetafísicas apriorísticas. Se lanzan, a título deejemplo, algunas críticas bastante vivas,formuladas sin malicia pero no sin firmeza,contra Arnold Toynbee, acusado —¡qué hermosaacusación!— de ser un historiador de formaciónhumanista y, por consiguíente, sin ningunacultura antropológica.Todo esto para volver a las civilizaciones mayores.Sin embargo, ¿ cómo comprender, desdedentro, a estos grandes personajes? Desgraciadamente,tampoco Philip Bagby intenta definirlosseriamente. De las civilizaciones corpulentas, sóloretendrá nueve personajes, frente a los veintiunoo veintidós seleccionados por Toynbee. Dudo muchoque esta limitación suponga un progreso.Temo que no se trata sino de la misma canción,http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 169de la misma puesta en causa idealista de los destinosde la humanidad. ¿Qué se puede retener, enefecto, del estudio comparativo que apenas esbozaBagby en los últimos momentos de su libroy que, en un principio, prometía ser mejor? ¿ Quelas civilizaciones, en su lento desarrollo, pasanregularmente de una época religiosa a otra quese va sometiendo cada vez más a la racionalidad?Max Weber ya lo había dicho para Europa; ytambién otros muchos antes que él: baste concitar a Augusto Comte. Heinrich Freyer 9 afirmabaque «la racionalidad constituía el trend delpensamiento de Occidente». ¿Es también el trenddel pensamiento del mundo? Por mi parte, estoyde acuerdo con esto, aunque frente a este dualismo(religiosidad, racionalidad), más rigurosotodavía que el de Guizot, el historiador se muestrapropenso a sentir cierta inquietud. Razón,religión: ¿acaso la oposición es siempre la deldía y la noche? Meditemos, para ser más justos,el pensamiento de Heinrich Freyer: «El reino dela razón comienza en el reino de Dios» 10 . Este alimentaa aquél a través de incesantes secularizaciones.Pero el lector puede advertir a qué altura tendríamos,una vez más, que colocarnos en caso detener que ajustar nuestros pasos a los de un jovene inteligente antropólogo. Tantas ascensionesrepetidas nos devolverían, de ser necesario, laafición por las bajas altitudes. El hombre no vivesolamente de rezos o de pensamientos; como loexpresa de manera intraducibie y directa el proverbioalemán, es también prácticamente «lo quecome» (Der Mensch ist was er isst). Con unaocurrencia semejante, Charles Seignobos decía undía: «La civilización son las carreteras, los puertos,los muelles...» No lo tomemos al pie de laletra. Pero este prosaísmo nos incita a volver abajar, a ver las cosas de cerca, a ras del suelo,http://www.scribd.com/Insurgencia


170 Fernand Braudelaun con el riesgo de que salte a la vista lo quelas divide y las particulariza y no lo que las une.2. La Historia en la encrucijadaEl lector habrá advertido ya a donde quiero ira parar. Creo, en efecto, que la historia de las civilizaciones,al igual que la historia a secas, seencuentra en una encrucijada. Necesita, aunquesea contra su voluntad, asimilar todos los descubrimientosque las diferentes ciencias sociales, denacimiento más o menos reciente, están realizandoen el campo inagotable de la vida de los hombres.La tarea, aunque difícil, es urgente, ya quela Historia sólo podrá servir desde primera fila,a la inteligencia del mundo actual si permanecefirmemente en esta vía por la que ya se está encaminando.En este sentido, me voy a permitir aventurarel programa de trabajó, que, a mi modo de ver,sería indispensable si, por el mayor de los azares,me viera competido a escribir, bajo mi propiaresponsabilidad, A Study of History, o cualquierotra de las amplias e interminables obrassobre la o las civilizaciones.Primera tarea, negativa pero necesaria: se deberomper inmediatamente con ciertas costumbres,buenas o malas, de las que, a mi entender, esimprescindible desprenderse en el punto de partida,aunque sea para volver sobre ellas más tarde.Segunda tarea: hay que buscar una definición dela civilización, la menos mala, esto es, la máscómoda, la más fácil de manejar para proseguirde la mejor manera posible el trabajo. Terceratarea: se debe verificar la amplitud del campo delas civilizaciones, convocando con este fin, ademásde al historiador, a todos los especialistashttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 171de las ciencias del hombre. Finalmente, a modode conclusión: hay que proponer labores concretas.Sacrificios necesariosSe debe renunciar desde el primer momentoa cierta terminología: así, por ejemplo, se debedejar de hablar de una civilización como si setratara de un ser, de un organismo, de un personajeo de un cuerpo, aunque sea histórico. Nose debe decir que una civilización nace, se desarrollay muere, ya que esto equivale a hacerleobjeto de un destino humano, lineal y simple.Prefiero volver, a pesar de sus imperfecciones (alos ojos de un historiador, se entiende), a las meditacionesde Georges Gurvitch sobre la sociedadglobal de la Edad Media occidental, por ejemplo,o sobre nuestra sociedad actual. Gurvitch ve elporvenir de ambas sociedades como vacilandoentre varios destinos posibles, muy diferentes entresí; y esto constituye, a mi juicio, una opiniónrazonable dada la multiplicidad misma de la vida:el porvenir no es una vía única. Por tanto, seimpone renunciar a lo lineal. No se debe creertampoco que una civilización por ser originalconstituya un mundo cerrado, independiente, comosi cada una de ellas representara una isla enmedio del océano; en realidad sus convergenciasy diálogos son fundamentales, y todas o casi todasellas se reparten entre sí, cada vez en mayor medida,un fondo común muy rico. «La civilización—decía Margaret Mead (en el mismo sentido dela frase de Mauss, ya citada)— es lo que el hombrede ahora en adelante no podrá ya olvidar»;a saber el lenguaje, el alfabeto, la numeración, laregla de tres, el fuego, por no decir el númerofunción,el vapor, etc.; en suma, las bases hoyhttp://www.scribd.com/Insurgencia


172 Fernand Braudeldía comunes e impersonales de toda cultura particularde un cierto nivel.A mi modo de ver, se debe, por otra parte, renunciarasimismo a utilizar cualquiera de las explicacionescíclicas del destino de las civilizacioneso de las culturas, traducciones en realidadde la tan repetida e insistente frase: nacen, viven,mueren. Quedarían así rechazadas tanto las tresedades de Vico (edad divina, heroica, humana)como las tres edades de Augusto Comte (teológica,metafísica, positivista), las dos fases de Spencer(coacción y más tarde libertad), las dos solidaridadessucesivas de Durkheim (la exterior yla interior), las etapas de la coordinación crecientede Waxweiler, las etapas económicas de Hildebrand,de Federico List o de Bücher, las densidadescrecientes de Levasseur y de Ratzel, y lacadena establecida por Marx: sociedades primitivas,esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo.Abandonaría todas estas clasificaciones aveces con mucho pesar y con entera libertad devolver a ellas más tarde, ya que no pretendo condenarlasen bloque ni condenar siquiera el principiomismo de la explicación, del modelo o delciclo, muy útil por el contrario, a mi entender.Sin embargo, esta exclusión, en el punto de partida,me parece una precaución necesaria.Para cerrar este capítulo de exclusiones —entre las que evidentemente figuran también lasesquematizaciones de Spengler o de Toynbee—,rechazo igualmente las enumeracionesdemasiado reducidas de civilizaciones quehasta ahora han sido propuestas. Creo, enefecto, que la investigación, si quiere serfructífera, debe aspirar a aprehenderlo todo, air de las culturas más modestas a la majorcivilisations y, sobre todo, a subdividir a éstasen una serie de subcivilizaciones, y a éstas, a suhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 173vez, en elementos más menudos todavía. En unapalabra, salvaguardemos las posibilidades tantode una microhistoria como de una historia deapertura tradicional. Sería de un gran interésconocer el elemento más bajo al que se puedellegar. En una escala intermedia, creo en todocaso que, hoy sobre todo, los Estados, lospueblos y las naciones tienen tendencia a poseer supropia civilización, sea cual fuere, por lo demás, launiformización de las técnicas. Póngasele laetiqueta que se desee; pero no cabe duda queexisten, hoy por hoy, una civilización francesa,una alemana, una italiana, una inglesa, cada unade ellas con sus propios colores y sus propiascontradicciones. Estudiarlas todas bajo elconcepto general de civilización occidental me parecedemasiado elemental. Nietzsche pretendíaque desde la civilización griega no había existido,con toda evidencia, más civilización que la francesa.«Esto —decía— no admite réplica.» Soy elprimero en admitir que la afirmación es muy discutible,pero resulta divertido compararla con elhecho de que la civilización francesa no figuraen la clasificación de Toynbee.La idea de Marc Bloch, que no creo traicionar,consistía, por una parte, en volver a colocara la civilización francesa en su marco europeo;en descomponer, por otra, a esta Francia enFrancias particulares, ya que nuestro país, comocualquier otro, es una constelación de civilizacionesvivas aunque de pequeño radio. Lo importantesería, en un último análisis, ver el vínculoque une a estos elementos, del más pequeño almás amplio, comprender cómo se engarzan losunos con los otros, cómo se exigen, cómo se dirigeno son dirigidos, cómo sufren al par o a contratiempo,cómo prosperan o cómo no prosperan(a condición de que existan criterios indiscutiblesde semejantes prosperidades).http://www.scribd.com/Insurgencia


174 Fernand BraudelCriterios a retenerUna vez despejado el terreno, plantearíamos lapregunta: ¿qué es una civilización?No conozco más que una buena definición, esdecir, una definición fácilmente utilizable para laobservación y suficientemente emancipada de todoslos juicios de valor. Se encuentra, a gustodel investigador, bien en la enseñanza de este oaquel antropólogo, bien en determinado informede Marcel Mauss, de quien la he tomado hacepoco sin haber tenido que arrepentirme.LAS ÁREAS CULTURALES. Una civilización es, enprimer lugar, un espacio, un «área cultural», comodicen los antropólogos, un alojamiento. Imagíneseen el interior de una localización, más o menosamplia pero nunca muy reducida, una masa muydiversa de «bienes», de rasgos culturales: tantola forma, el material o los tejados de las casascomo un determinado arte de emplumar las flechas,un dialecto o un grupo de dialectos, unasaficiones culinarias particulares, una técnica peculiar,una manera de creer, una forma de amar, otambién la brújula, el papel, la prensa del impresor.El agrupamiento regular, la frecuencia deciertos rasgos y la ubicuidad de éstos en un áreaprecisa constituyen los primeros síntomas de unacoherencia cultural. Si a esta coherencia en elespacio se añade una permanencia en el tiempo,llamo civilización o cultura al conjunto, al «total»del repertorio. Este total constituye la formade la civilización así reconocida.El área cultural pertenece, claro está, al dominiode la geografía en mucho mayor grado de loque piensan los antropólogos. Este área, además,posee un centro, un «núcleo», unas fronteras yunos márgenes propios. En el margen se encuen-http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 175tran precisamente, con la máxima frecuencia, losrasgos, los fenómenos o las tensiones más características.A veces estas fronteras y el área queencierran son inmensas. «En lo que a nosotrosse refiere —escribía Marcel Mauss—, consideramosdesde hace tiempo que es posible creer en laexistencia muy antigua de una civilización de todaslas orillas y de todas las islas del Pacífico.Existen, en efecto, en este campo numerosas coincidencias»;pero también numerosas disparidades,de donde se deduce la necesidad de efectuarcon posterioridad divisiones en esta enorme región,de analizar sus contradicciones y sus matices,de señalar sus ejes, sus «crestas». No es posibleanalizar aquí como se lo merece el ejemplodel Pacífico, ni ningún otro ejemplo de menorextensión. En lo que hay que insistir es en queun área reúne siempre varias sociedades o grupossociales. De ahí la necesidad, repito, de prestaratención, en la medida de lo posible, a lamás pequeña unidad cultural. ¿Qué espacio exige,en una o en otra parte?, ¿cuántos hombres,cuántos grupos sociales diferentes?, ¿cuál es sumínimo vital?LOS PRESTAMOS. Todos estos bienes culturales,microelementos de la civilización, no cesan deviajar; y por esta misma razón se distinguen delos fenómenos sociales ordinarios: simultánea oalternativamente, las civilizaciones los exportano los toman en préstamo. Las unas se muestranglotonas, las otras pródigas. Esta enorme circulaciónno se interrumpe nunca. Ciertos elementosculturales, como la ciencia y las técnicas modernas,son incluso contagiosos, a pesar de que todaslas civilizaciones no se encuentran igualmenteabiertas a intercambios de este tipo. Queda pordemostrar si, como sugiere P. Sorokin, los préstamosde bienes culturales demuestran ser muchohttp://www.scribd.com/Insurgencia


176 Fernand Braudelmás rápidos todavía que los de las técnicas.Lo dudo,LAS REPULSAS. Pero no todos los intercambiosse realizan sin tropiezos: existen a veces resistenciasa tomar en préstamo, ya sea una formade pensar, de creer o de vivir, ya sea un meroinstrumento de trabajo. Algunas de estas resistenciasvan incluso acompañadas de una conscienciay de una lucidez agudas, mientras queotras son ciegas, como si estuvieran determinadaspor umbrales, por cerrojos que impiden elpaso. A cada vez, claro está —y tanto más cuantomás conscientes, repetidas y afirmadas sean—,toman un valor singular. Toda civilización, en semejantecaso, llega a su elección decisiva : graciasa esta elección, está abocada a afirmarse, arevelarse. Los fenómenos de «difusión», que tanpoca consideración le merecen a Toynbee, constituyen,a mi modo de ver, una de las mejorespiedras de toque para todo aquel que pretendajuzgar de la vitalidad y de la originalidad de unacivilización.En suma, en la definición que hemos tomadoprestada, apunta un triple mecanismo : el áreacultural, con sus fronteras; el préstamo; la repulsa.Cada uno de estos mecanismos abre un?cierto número de posibilidades.POSIBILIDADES QUE ESTE TRIPLE MECANISMO ABRE ALA INVESTIGACIÓN. Aclararemos el estudio de lasáreas y de sus fronteras gracias a un ejemploconcreto: la doble frontera del Rin y del Danubio.Antaño, Roma detuvo en ella su conquista.Ahora bien, un milenio después, la unidad de laIglesia se rompió aproximadamente a lo largo delantiguo límite: por un lado la hostilidad de laReforma, por el otro la fidelidad a Roma, porencima de las poderosas reacciones de la Conhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 177trarreforma. Goethe es consciente de ello cuando,dirigiéndose a Italia, llega, para franquearlo, alDanubio en Ratisbona, También madame de Staëllo sabe, cuando atraviesa el Rin.Segundo mecanismo: los préstamos. Volúmenesenteros no agotarían ni su interés ni el enormeexpediente que con ellos se puede constituir.La civilización de Occidente ha invadido el planeta,se ha convertido en la civilización «sinfronteras», ha prodigado dádivas (beneficiosas operniciosas), ha impuesto coacciones, ha provocadochoques y rupturas. No obstante, nunca reparóantaño en tomar a préstamo bienes sincuento de civilizaciones próximas o lejanas, delIslam, de China y hasta de la India. De la lejanaChina de los T'ang llegaban a la Francia un pocoloca de Carlos VI los atavíos de «cuernos», lossombreros cónicos, los corpinos escotados; estosfrágiles bienes, modas desaparecidas desde muchotiempo antes en su lugar de origen, habíancaminado, a lo largo de medio milenio, a travésde las rutas del Viejo Mundo, alcanzando en elsiglo xiv la isla de Chipre y la brillante cortede Lusiñán. Fue allí donde, en seguida, los animadostráficos del Mediterráneo embarcaron a tanextraños viajeros.Pero hay ejemplos que nos son más cercanos.El historiador y sociólogo brasileño GilbertoFreyre se ha entretenido en hacer el inventariode todo lo que su país ha tomado en préstamo,en los siglos xviii y xix, de la madre Europa. Lalista es divertida: la cerveza inglesa o hamburguesa,los trajes blancos, las dentaduras postizas,el gas de alumbrado, el chalet inglés, elvapor (un barco de vapor circula desde 1819 porla bahía de San Salvador), más tarde el positivismo,con anterioridad las sociedades secretas(nacidas en Francia, recorrieron España y Porhttp://www.scribd.com/Insurgencia


178 Fernand Braudeltugal y llegaron al Nuevo Continente, tras laescala habitual de las islas oceánicas)... Evidentemente,esta historia no está terminada. Desde1945, y esta vez a través de toda la América Latina,se extiende, desde Francia, el mensaje delexistencialismo, de Sartre o de Merleau Ponty.A decir verdad, se trata de un pensamiento alemán,pero reelaborado y difundido por intermediode Francia. Porque Francia todavía guardasus privilegios: en la complicada trama de lastransferencias e intercambios culturales, continúasiendo una encrucijada de elección, una especiede necesidad del mundo. Esta apertura en la encrucijada(los geógrafos dicen el «istmo») francesaconstituye sin duda el rasgo dominante de nuestracivilización. Es aún el origen de nuestra importanciay de nuestra gloria. María Curie nacióen Varsovia, en una pequeña casa de la ciudadvieja que la fidelidad polaca ha sabido reconstruir;Modigliani es originario de Livorno; Van Gogh,de Holanda; Picasso nos viene de España; PaulValéry tenía antepasados genoveses.Tercer mecanismo, el más revelador y el quenos sitúa en puntos precisos de la Historia: larepulsa. Consideremos, por ejemplo, el caso dela Reforma, división profunda, decisiva de Europa.Italia, España y Francia (ésta tras terriblesvacilaciones) rechazan la Reforma, las Reformas...Y se produce una tragedia de una amplitud y unaprofundidad inmensas. Afecta a lo más hondo delas culturas europeas. Otro ejemplo: en 1453,Constantinopla se niega a ser salvada por los latinos,esos hermanastros a los que detesta hastatal punto que prefiere el dominio turco. Y tambiénen este caso se produce una tragedia, que seríaaltamente fructífero someter a revisión aunquesólo fuera gracias a las notas intuitivas, «heréticas»y discutibles, pero clarividentes, del historiadorturco Rechid Saffet Atabinen. Si yo mehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 179viera forzado a tener que escoger un acontecimientopara la batalla espiritual que exige unanueva explicación de las civilizaciones, no recurriríaal asesinato de Roma sino al abandono deConstantinopla.Sin quererlo construir todo en torno a los rechazos,no se puede negar que de ellos se trata enel caso dramático actual del marxismo militante.El mundo anglosajón lo rechaza, en profundidad.Francia, Italia y España no le son hostiles pero leoponen también resistencia. Resistencia que afectano sólo a los niveles económicos, a las estructurassociales, al pasado reciente y a sus contingencias,sino también a las culturas.Se ve, pues, hasta dónde llegaría mi confianzaen la «difusión». Una vez más, sin duda, junto aLévi-Strauss. ¿Acaso no fue él quien explicó, conocasión de una polémica, que las civilizacionesconstituían, a su modo de ver, otros tantos jugadoresen torno a una enorme mesa, que dependíatambién, en cierta manera, de la teoría generalde los juegos? Imagínese que los jugadores seayuden mutuamente, se comuniquen sus cartas osus intenciones: cuanto más en convivencia estén,más oportunidad tendrá uno de ellos de ganar.Occidente se ha beneficiado, entre otrascosas, de su posición de encrucijada de innumerablescorrientes culturales. A lo largo de siglos,ha estado recibiendo, recogiendo lo que le llegabade todas las direcciones, hasta de civilizaciones,hoy difusas, antes de ser capaz a su vez dedar, de irradiar.A favor de un diálogo de la Historiay las ciencias humanasNos corresponde, en tercer lugar, reconocer alo «cultural» toda su extensión. El historiador,por sí solo, no puede hacerlo. Se impondría reahttp://www.scribd.com/Insurgencia


180 Fernand Braudellizar una «consulta» que agrupara al conjuntode las ciencias del hombre, tanto las tradicionalescomo las más modernas, desde el filósofo aldemógrafo y al estadístico. Es, en efecto, utópicopretender, a la manera alemana, aislar a la culturade su base, que estaría constituida por lacivilización. Tan absurdo es tratar con negligenciaa la superestructura como a la infraestructura,cosa que tantas veces se ha hecho. Las civilizacionestienen los pies en el suelo. Para arriesgaruna fórmula rápida, nos es necesario, valga loque valga, obligar a marchar con un mismo pasotanto a Toynbee o a Lucien Febvre, por un lado,como, por otro, a los sociólogos, a los antropólogos,a los economistas, a los mismos marxistas.¡Qué tremenda puerilidad el desdén manifestadohacia Marx en todo este descarrío idealista a quela mayoría de las veces se reduce el estudio delas civilizaciones! De hecho, como historiadores,debemos iniciar una serie de diálogos con cadauno de los grandes sectores de las ciencias delhombre.En primer lugar, con la geografía. El espaciode las civilizaciones constituye algo muy diferentede un accidente; si supone un reto, es un retorepetido, de larga duración. Una tarde de 1950,en los Annales, en el curso de una discusiónamistosa entre Federico Chabod, Pierre Renouvin,John U. Nef y Lucien Febvre, se puso entela de juicio a la geografía. Lucien Febvre insistíaen subrayar en el fondo de cada civilizaciónesos vínculos vitales e infinitamente repetidos conel medio que crean —o mejor dicho que debenvolver a crear a lo largo de su destino— esasrelaciones elementales, y en cierta manera todavíaprimarias, con los diferentes tipos de suelo,los vegetales, las poblaciones animales, las endemias...Se impone un diálogo del mismo tipo con loshttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 181demógrafos: la civilización es hija del número.¿Cómo es posible que Toynbee no se preocupe deello más que accidentalmente? Un empuje demográficopuede provocar, y de hecho provoca, rupturas,mutaciones. Una civilización está por debajoo por encima de su carga normal de hombres.Todo rebasamiento tiende a producir esas ampliase insistentes migraciones que, corno lo han explicadolos hermanos Kulischer, corren sin fin sobrela piel de la historia.Diálogo también con la sociología, con la economía,con la estadística. Que me perdone LucienFebvre el declararme a favor de Alfredo Nicéforo,incluso si sus índices constituyen unas malasmedidas de civilizaciones: no existen las medidasperfectas. Me declaro también a favor de las«aproximaciones» de Georges Gurvitch respectode las «sociedades globales», ese cuerpo —si tengoderecho a emplear a mi vez el término— de las civilizaciones.Y aunque estas «aproximaciones»continúen siendo demasiado tímidas para mi gusto,parecen ya cercar lo real si se las comparacon el alegre idealismo de P. Sorokin. Además, sedebe reemprender un debate para decidir las relacionesque median entre civilizaciones, y estructuraso clases sociales. Sostengo, por último queno existe civilización sin un sólido andamiaje económico,social y político, que determina, por lodemás, su vida moral e intelectual (en el bueno en el mal sentido) y hasta su vida religiosa.Después de 1945 se ha repetido en Francia queconservábamos por encima de la fuerza perdidael florecimiento intelectual. No soy el único enopinar lo contrario. No basta la fuerza para asegurarel florecimiento. Pero todo está unido. Unacivilización exige también fuerza, salud, poder.He aquí por qué, a pesar de la admiración queme sigue inspirando el libro de Jacob Burckhardt,considero que debe ser reescrito, cuando menoshttp://www.scribd.com/Insurgencia


182 Fernand Braudelpor un motivo fundamental: hay que devolversu o sus cuerpos materiales al Renacimiento italiano.Una cultura no vive de ideas puras. Tienerazón Shepard Bancroft Clough cuando afirmaque a toda cultura le es necesario un excedenteeconómico. La cultura es consumo, por no decirdespilfarro.Romper las fronteras entre especialistasPero se plantea ahora el dilucidar en qué programasprácticos se puede razonablemente pensar;a través de qué procedimientos cabe ponera prueba este conjunto discutible de precauciones,de exclusivas, de adhesiones; gracias a quémedios se puede también tener acceso a puntosde vista más amplios y más sólidos.No es necesario insistir en que, en mi opinión,hay que limitarse en un principio a programasprudentes, a fases cortas de la vida cultural, a«coyunturas» culturales —si se me acepta queaplique a este campo esta expresión que, hastaahora, no era empleada más que para la vidaeconómica—. Consideraría una gran ventaja escoger,para estas tomas de contacto, períodos quedispongan de una iluminación minuciosa, de unosjalones cronológicos precisos. ¡ Evitemos, por favor,el abrir de inmediato el compás de los sigloso de los milenios! Lo que no quiere decir que noadmita su utilidad. Una vez escogido el espaciocronológico, hay que tratar de estudiar, sin prejuiciosni tomas de posición previas, cuáles sonlos vínculos que unen a los sectores culturalesentendidos en su sentido limitado (arte, literatura,ciencias, sentimientos religiosos...) con los demás,se les conceda o no a estos últimos —pocoimporta— la dignidad de «culturales»: me refieroa la economía, la geografía, la historia del trabajo,la técnica, las costumbres, etc. Todos estoshttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 183sectores de la vida humana son estudiados porespecialistas (lo que constituye un hecho muypositivo), pero casi solo exclusivamente por especialistas,como otras tantas patrias particularesal amparo de sólidas fronteras (lo que constituyeun hecho muy negativo). Y es más fácil de anhelarque de conseguir que estas fronteras se abran.Enrique Brunschwig ha dado un buen ejemplode ello en su tesis sobre los orígenes sociales delromanticismo alemán. Ha expuesto cómo lacivilización alemana se dio la vuelta entre lossiglos xviii y xix, al igual que un enorme relojde arena. En un principio era «razonable», siguiendolos derroteros del Aufkldrung y de la inteligenciaa la manera francesa; después se invierte,prefiriendo el instinto, la imaginación y elromanticismo a lo que hasta entonces había constituidosu norma. Interesa entonces poner de relieve,a través de todos los comportamientos, detodas las estructuras sociales y de todas las concatenacioneseconómicas, lo que desde la baseha motivado esta amplia inversión de valores.No es exactamente esto lo que ha hecho J. Huizinga,en un libro célebre y sin duda magníficosobre el fin, el «otoño» de la Edad Media occidental,una. «agonía» de la civilización, como dijomás tarde. De hecho, la agonía —si agonía hubiere—no sería irremediable: personalmente, meparece una etapa, un nombre de la civilizaciónoccidental. Pero lo que más reprocho a Huizingaes haber mantenido la mirada tan arriba, hastael punto de no considerar obstinadamente másque el último piso del espectáculo, lo alto de lahoguera. Es una desgracia que no haya podidodisponer de estudios demográficos y económicos,hoy día clásicos, sobre el poderoso retroceso deOccidente en el siglo xv: le habrían proporcionadolos cimientos que faltan a su libro. Porque,insisto en ello, los grandes sentimientos, por lohttp://www.scribd.com/Insurgencia


184 Fernand Braudeldemás tanto los más elevados como los más bajos,nunca pueden tener una vida independiente.Por ello doy la bienvenida a la admirable terceraparte de la última gran obra de Lucien Febvre, Lareligión de Rabelais, en la que se esfuerza enponer de relieve todo lo que ha constituido el«utillaje mental» de la época misma de Rabelais,el repertorio de términos, conceptos, razonamientosy sensibilidades a su alcance. Se trataen este caso de un corte en horizontal. Pero estalección representa el resultado de una larga vidade trabajo, ya en su ocaso (1942). Lucien Febvresiempre pensó que algún día podría completarla,conferirle su plena «dignidad». Le faltaba, en efecto,distinguir tal corte, tal puesta a punto, delcaso interesante pero en sí restringido de Rabelais;le quedaba por ver si, en suma, más tardeo más temprano, el mismo nivel había sido, ono, la norma; y, por último, le quedaba por estudiarcuándo, por qué, dónde, en qué medida sehabían producido modificaciones. Este nivel intelectualde la primera mitad del siglo xvi nosparece, en efecto, acuñado (si cabe decirlo así);ya que aunque estoy de acuerdo en que la inteligenciaes, sin duda, portadora de sus propias explicaciones,de sus propios encadenamientos, meparece que, como lo sugiere el total de la obrade Lucien Febvre, también es aclarable por lasinercias de la vida social y de la vida económica—por esas inercias particulares, de larga duración,tan características de las civilizaciones mismas—en el siglo xvi, sobre el que gravitan conun enorme peso, inconcebible a priori, tantos elementosantiguos.LA BÚSQUEDA SISTEMÁTICA DE ESTRUCTURAS. Hastaaquí el procedimiento que yo seguiría, siemprecon prudencia. Después, incurriría en los riesgosdecisivos, necesarios desde el momento enque se procede a la búsqueda sistemática de eshttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 185tructuras, de aquello que se mantiene de hechomás allá de las tempestades de tiempo corto o—si se quiere utilizar la terminología de Toynbee—más allá de los «saltos y repliegues». Lógicamente,en cuanto a mí se refiere, en esta búsquedanecesaria de estructuras trataría deconstruir modelos, es decir, sistemas de explicacionesmutuamente relacionadas. En primerlugar, para una determinada civilización. Después,para otra. Nada nos permite pensar de antemanoque todas ellas admitan estructuras semejantes;o, lo que viene a ser lo mismo, que prosigan a lolargo de la historia encadenamientos idénticos.Lo lógico sería más bien lo contrario. Gurvitchhabla de «la ilusión de continuidad y de compatibilidadentre tipos de estructura global (es decir,en definitiva, entre civilizaciones) que permanecen,en realidad, irreductibles.» Pero, al revésque yo, quizá no todos los historiadores piensenque tienen razón —o prácticamente razón— sobreeste punto concreto.3. La Historia frente al presenteTras estos análisis necesarios, estas prudenciasy —por qué no confesarlo— estas vacilaciones,no me considero con derecho a concluir con ímpetu.Tanto más cuando no se trata de volversobre lo que acabamos de decir con mayor o menosacierto. Es necesario, en realidad, que respondamosen estas últimas páginas, y a riesgode contradecir razonamientos ya en sí difíciles, ala insidiosa pregunta que confiere su sentido nosólo al presente capítulo sino al conjunto dellibro. Se pide a la Historia que demuestre susvirtudes y su utilidad frente a lo actual (y, portanto, en cierta manera, fuera de su campo).http://www.scribd.com/Insurgencia


186 Fernand BraudelDigo bien: a la Historia; porque la civilizaciónconstituye prácticamente la Historia. Y lo mismo—o casi— cabe decir de esa «sociedad global»,cumbre de la sociología eficaz de GeorgesGurvitch.Todo ello viene a complicar una respuesta ensí difícil y que no he preparado con el tiemposuficiente. Un historiador, en efecto, tiene unamanera que le es propia de interesarse por elpresente. Por regla general, se interesa por el presentepara mejor desprenderse de él. Pero nadiepuede negar la utilidad, a veces muy grande, dedar la vuelta y retroceder. Esta experiencia, entodo caso, merece ser intentada. Henos aquí frenteal tiempo presente.Longevidad de las civilizacionesLo que quizá conozcamos mejor que cualquierotro observador de lo social es la fundamentaldiversidad del mundo. Todos nosotros sabemosque toda sociedad, todo grupo social, participanen alto grado, con relaciones íntimas o lejanas,en una civilización, o más exactamente, en unaserie de civilizaciones superpuestas, mutuamentevinculadas y a veces muy dispares; y que cadauna de ellas y su conjunto nos introduce en unmovimiento histórico inmenso, de muy larga duración,que constituye para cada sociedad el manantialde una lógica interna, que le es propia,y de innumerables contradicciones. Todos hemoshecho la experiencia de cómo utilizar la lenguafrancesa como instrumento preciso, de cómo tratarde adueñarse de su vocabulario, de conocerlo,a partir de los orígenes, de las raíces de suspalabras, a cientos y miles de años de distancia.Pero la lengua no es más que un ejemplo entreuna multitud de otros. Por tanto, lo que el historiadorde las civilizaciones puede afirmar, mejorhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 187que cualquier otro, es que las civilizaciones sonrealidades de muy larga duración. No son «mortales»,sobre todo a escala de nuestra vida individual,a pesar de la frase demasiado célebre dePaul Valéry. Quiero decir que los accidentes mortales,si existen —y existen, claro está, e inclusoson capaces de dislocar sus constelaciones fundamentales—,les afectan infinitamente menos delo que con frecuencia se cree. En muchos casos,se trata simplemente de letargos transitorios. Porlo general, sólo son perecederas sus flores másexquisitas, sus éxitos más excepcionales; pero lasraíces profundas subsisten a muchas rupturas, amuchos inviernos.Las civilizaciones —realidades de larga, de inagotableduración, readaptadas sin fin a su destino—sobrepasan, pues, en longevidad a todas lasdemás realidades colectivas y les sobreviven. Dela misma manera que en el espacio rebasan loslímites de las sociedades precisas (que se ven asísumidas en su mundo por lo general más amplioque ellas y que reciben de él, sin ser siempreconscientes de ello, un impulso o impulsos particulares),así en el tiempo se afirma a su favorun exceso, que Toynbee ha puesto claramente derelieve y que les transmite extrañas herencias, incomprensiblespara quien se contenta con observar,con conocer al «presente» en el sentido másreducido de la palabra. Dicho de otra forma, lascivilizaciones sobreviven a las conmociones políticas,sociales, económicas y hasta ideológicas,que, por lo demás, son quienes las determinaninsidiosa y hasta poderosamente a veces. La Revoluciónfrancesa no supuso un corte total en eldestino de la civilización francesa, como tampocolo supuso la Revolución de 1917 en el de la civilizaciónrusa, a la que algunos califican —paraampliarla aún más— de civilización ortodoxaoriental.http://www.scribd.com/Insurgencia


188 Fernand BraudelTampoco acepto, en lo que a las civilizacionesse refiere, la existencia de rupturas o de catástrofessociales irremediables. No nos apresuremos,pues, a decir demasiado categóricamente, al igualque Charles Seignobos sostuvo en una ocasión(1938) en una discusión amistosa con el autor deestas líneas, que la civilización francesa es impensablesin una burguesía; lo que Jean Cocteau11 tradujo a su manera cuando dijo: «...Laburguesía es el origen de Francia... detrás detoda obra de nuestra patria hay una casa, unalámpara, sopa, un hogar, vino y una pipa». Y noobstante, al igual que las demás, la civilizaciónfrancesa, puede, en último extremo, cambiar desoporte oficial o crearse uno nuevo. Si pierdeesta burguesía, es incluso plausible que se asistaal nacimiento de otra. Con este motivo, cambiaríatodo lo más de color en relación a sí misma,pero conservaría casi todos sus matices o peculiaridadescon relación a otras civilizaciones; semantendría, en suma, en la mayoría de sus «virtudes»y de sus «errores». O, por lo menos, asílo creo.Por tanto, para quien pretende inteligir el mundoactual, y a mayor abundamiento para quienpretenda participar en su transformación, el saberdiscernir sobre el mapa del mundo las civilizacioneshoy en vigencia, fijar sus límites, determinarlos centros y periferias, las provincias y elaire que en ellas se respira, las «formas» particularesy generales que conviven y se asocian enellas, constituye una tarea «rentable». De no serasí, ¡ a cuántos desastres y a cuántas equivocacionesno estaremos obligados .a asistir en el futuro,como fue ya tradicional en el pasado! Dentro decincuenta o de cien años, por no decir que dentrode dos o tres siglos, las civilizaciones se mantendrántodavía, con toda verosimilitud, aproximadamenteen el mismo lugar del mapa del mundo,http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 189les hayan o no favorecido los avatares de la Historia;manteniéndose, por lo demás, las restantescosas iguales, como dice la prudencia de loseconomistas, y salvo en el caso, naturalmente, deque la humanidad, no se haya entre tanto suicidado,para lo cual cuenta hoy, por desgracia, conlos medios necesarios.Nuestro primer impulso, por tanto, es creer enla heterogeneidad y en la diversidad de las civilizacionesdel mundo, en la permanencia y en lasupervivencia de sus personajes; lo que equivalea colocar en primera fila de lo actual el estudiode los reflejos adquiridos, de las actitudes carentesde gran flexibilidad, de las costumbres arraigadas,de los gustos profundos que sólo una historialenta, antigua y poco consciente consigueexplicar (semejantes a los antecedentes que elpsicoanálisis coloca en lo más profundo del comportamientodel adulto). Convendría interesar enello a los niños desde el colegio; pero los pueblossuelen complacerse demasiado en su propia imagen,descuidando a los demás. En realidad, esteconocimiento insustituible continúa siendo bastantepoco frecuente. Obligaría a tomar en consideración—al margen de la propaganda, válidatan sólo y aún así a corto plazo— todos los gravesproblemas de las relaciones culturales, a encontrar,de civilización en civilización, el vocabularioaceptable que respete y favorezca posicionesdiferentes, incluso cuando son difíciles dereducir las unas a las otras.EL LUGAR DE FRANCIA. Francia constituyó, en elpasado, ese lenguaje aceptable, que todavía hoycontinúa siéndolo. Ha sido el «helenismo moderno»(Jacque Berque) del mundo musulmán. Hasido la educadora de toda América latina —esaotra América, ella también tan atractiva. En África,por mucho que se diga, ha sido y continúasiendo una antorcha eficaz. En Europa, la únicailuminación común: un viaje a Polonia o a Ruhttp://www.scribd.com/Insurgencia


190 Fernand Braudelmania lo prueba de sobra; un viaje a Moscú o aLeningrado lo prueba con razón. Todavía podemosser una necesidad del mundo si el mundoacepta el vivir sin destruirse y el comprendersesin irritarse. A muy largo plazo, este porvenircontinúa siendo nuestra oportunidad, casi nuestrarazón de ser. Incluso aunque políticos miopessostengan lo contrario.Permanencia de la unidady de la diversidad através del mundoY, no obstante, todos los observadores, todoslos viajeros, entusiastas o malhumorados, nos hablande la uniformización creciente del mundo.¡Apresurémonos a viajar antes de que la tierraofrezca por doquier el mismo aspecto! En apariencia,nada se puede replicar a estos argumentos.Antes, el mundo abundaba en pintoresquismos,en matices; hoy todas las ciudades, todoslos pueblos, en cierta manera se parecen: Ríode Janeiro ha sido invadido desde hace más deveinte años por los rascacielos; Moscú hace pensaren Chicago; por todas partes, el mismo paisajede aviones, de camiones, de automóviles, devías férreas, de fábricas; los trajes típicos desaparecen,unos tras otros. Sin embargo, ¿no seestá cometiendo, más allá de evidentes constataciones,una serie de errores bastante graves? Elmundo de ayer tenía ya sus uniformidades; latécnica —ya que es ella quien por doquier dejasu impronta— no es con toda seguridad más queun elemento de la vida de los hombres: sobretodo, no debemos arriesgarnos, una vez más, aconfundirla con la o las civilizaciones.La tierra no deja de achicarse y los hombresse encuentran, más que nunca, «bajo un mismohttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 191techo» (Toynbee), obligados a vivir juntos. Enestos contactos se ven forzados a repartirse losbienes, los instrumentos y quizá hasta ciertosprejuicios comunes. Por todas partes, la civilizaciónofrece sus servicios, sus stocks, sus diferentesmercancías. Las ofrece, pero no siempre lasda. Si tuviéramos ante los ojos un mapa de ladistribución de las grandes fábricas, de los altoshornos, de las centrales eléctricas y, en un futuropróximo, de las fábricas atómicas, o también unmapa del consumo en el mundo de los productosesenciales, no nos sería difícil constatar que estasriquezas y estos instrumentos se encuentran muydesigualmente repartidos entre las diferentes regionesde la tierra. Hay, por una parte, los paísesindustrializados y, por otra, los subdesarrollados,que tratan de cambiar su suerte con más o menoséxito. La civilización no está equitativamenterepartida. Ha propalado posibilidades y promesas,suscita codicias y ambiciones. En realidad,se ha iniciado una carrera, que ha de tener triunfadores,competidores mediocres y derrotados. Alabrir el abanico de las posibilidades humanas,el progreso ha aumentado la gama de las diferencias.Todos los concursantes alcanzarían alpelotón si el progreso hiciera un alto en el camino: pero no es ésa la impresión que da. Dehecho, sólo las civilizaciones y las economías capacesde soportar la competencia participan enla prueba.En suma, aunque efectivamente existe una inflaciónde la civilización, sería pueril considerarque, más allá de su triunfo, elimine a las diferentescivilizaciones, verdaderos personajes, siemprevigentes y dotados de larga vida. Son ellos quienes,a propósito del progreso, emprenden la carrera,cargan sobre sus espaldas el esfuerzo a realizar,le confieren —o no— un sentido. Ningunahttp://www.scribd.com/Insurgencia


192 Fernand Braudelcivilización ha dicho que no al conjunto de estosbienes nuevos; pero cada una de ellas le confiereun significado particular. Los rascacielos de Moscúno son los buildings de Chicago. Los hornosfruto de la improvisación y los altos hornos dela China Popular no son, a pesar de las semejanzas,los altos hornos de nuestra Lorena o losbrasileños de Minas Gerais o Volta Redonda. Existeel contexto humano, social, político y hastamístico. La herramienta es muy importante, peroel obrero también lo es, así como la obra y e]interés que en ella se pone o no se pone. Habríaque estar ciego para no sentir el peso de estatransformación masiva del mundo. Pero no setrata de una transformación omnipresente; y allídonde se realiza, lo hace de forma y con una amplitudy una resonancia humanas rara vez semejantes.Lo que equivale más o menos a decir quea técnica no lo es todo, cosa que un viejo paíscomo Francia ya sabe sin duda demasiado bien.El triunfo de la civilización en singular no suponeel desastre de los plurales. Plurales y singularesdialogan, se agregan y también se distinguen,a veces a primera vista y sin que seanecesario prestar una especial atención. Conservoel recuerdo del chófer árabe que, en los caminosinterminables y desiertos del sur de Argelia, entreLaghouat y Ghardaïa, quitaba el contacto delautobús a las horas precisas, dejaba entregados alos pasajeros a sus pensamientos y se dedicaba,a algunos metros de ellos, a sus rezos rituales.Estas y otras imágenes nos sirven de demostración.Sin embargo, la vida es, con frecuencia,contradictoria: el mundo se encuentra violentamenteimpulsado hacia la unidad, pero al mismotiempo continúa estando fundamentalmente dividido.Ya ocurría en un pasado reciente que launidad y la heterogeneidad cohabitaran. Para inhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 193vertir durante un momento el problema, insistimossobre esa unidad de antaño que tantosobservadores niegan tan categóricamente comoafirman la unidad de hoy. Argumentan que la diversidaddel mundo de ayer obedecía a la inmensidady a la dificultad de las distancias: montañas,desiertos, extensiones oceánicas y fajas de bosquesconstituían otras tantas barreras reales. Eneste universo de compartimientos estancos, la civilizaciónsuponía forzosamente diversidad. Sinduda. Pero si el historiador que se vuelve haciaesas edades caducadas extiende su mirada al mundoentero, percibe también, a miles de leguas dedistancia, semejanzas asombrosas, ritmos muyanálogos. La China de los Ming, tan cruelmenteabierta a las guerras de Asia, está sin duda algunamás cercana de la Francia de los Valois quela China de Mao Tsé-Tung de la Francia de laV República. No olvidemos, además, que tambiénen esta época viajaban las técnicas. Los ejemplosserían innumerables. Los molinos de viento deChina de ruedas horizontales se correspondencon los molinos de Europa de alas verticales. Perono reside en ellos el gran artífice de la uniformidad.El hombre, en realidad, sigue siendo prisionerode un límite del que no es capaz de evadirse.Este límite es sensiblemente el mismo de unextremo a otro de la tierra; este límite es el quemarca con un sello uniforme todas las experienciashumanas, cualquiera que sea la época considerada.En la Edad Media, e incluso en el sigloxvi, la mediocridad de las técnicas, de lasherramientas y de las máquinas, así como la escasezde los animales domésticos, imponían quetoda actividad se redujera al hombre mismo, asus fuerzas, a su trabajo; ahora bien, tambiénel hombre escasea, es frágil, de vida endeble ycorta. Todas las actividades, todas las civilizacionesse extienden, así, en un campo reducidode posibilidades. Estas constricciones envuelvenhttp://www.scribd.com/Insurgencia


194 Fernand Braudeltoda aventura, la restringen de antemano, le confierenen profundidad un aire de parentesco a travésdel espacio y del tiempo, ya que éste tardóen desplazar los lindes.La revolución, la conmoción esencial del tiempopresente, consiste precisamente en el estallidode esas «envolturas» antiguas, de esas múltiplescoacciones. Nada escapa a esta conmoción. Esla nueva civilización que pone a prueba a todaslas civilizaciones.Las revoluciones que definenel tiempo presenteHay que precisar, en primer lugar, qué entendemospor tiempo presente. No debemos juzgarloa escala de nuestras vidas individuales, tomandocomo referencia esas fracciones cotidianas tannimias, insignificantes y traslúcidas que constituyennuestras existencias personales. A escalade las civilizaciones, e incluso a escala de todotipo de construcciones colectivas, hay que utilizar,para su comprensión y aprehensión, otrasmedidas. El presente de la civilización de hoy estáconstituido por esa enorme masa de tiempo cuyoamanecer estaría señalado por el siglo xviii ycuya noche no estaría aún próxima. Hacia 1750,el mundo, con sus múltiples civilizaciones, se convirtióen el objeto de una serie de conmocionesy de catástrofes en cadena (que no constituyenúnicamente el patrimonio de la civilización occidental).En ella nos encontramos hoy.Esta revolución, estas perturbaciones repetidas,fueron determinadas no sólo por la revoluciónindustrial, sino también por una revolución científica(que no afecta, sin embargo, más que a lasciencias objetivas, lo que da lugar a un mundoque seguirá cojeando mientras las ciencias delhombre no hayan encontrado su verdadero camihttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 195no de eficacia) y por una revolución biológica, decausas múltiples pero de resultado evidente, siempreel mismo: una inundación humana como elplaneta nunca había conocido. Pronto se alcanzarála cifra de tres mil millones de hombres:apenas se llegaba a los trescientos millonesen 1500.De atreverse uno a hablar de movimiento dela historia, nunca podrá hacerse con más propiedadque a propósito de estas mareas conjugadasy omnipresentes. El poder material del hombrelevanta al mundo y al hombre, lo arranca a símismo, lo empuja hacia una vida inédita. Unhistoriador habituado a una época relativamentepróxima —el siglo xvi, por ejemplo— tiene lasensación, a partir del siglo xviii, de acceder aun planeta nuevo. Los viajes aéreos de la actualidadnos han acostumbrado, precisamente, a lafalsa idea de los límites infranqueables que unbuen día son franqueados: la barrera del sonido,el límite del magnetismo terrestre que rodearíaa la tierra a 8.000 km. de distancia. Barreras semejantespobladas de monstruos separaban, afines del siglo xv, el espacio a conquistar delAtlántico. Ahora bien, parece como si la humanidad,sin ser siempre consciente de ello, hubierafranqueado desde el siglo xviii a nuestros díasuna de esas zonas difíciles, una de estas barrerasque, por lo demás, se yerguen aún ante ella endeterminadas partes del mundo. Hace muy pocotiempo que Ceilán conoce, gracias a las maravillasde la medicina, la revolución biológica que conmueveal mundo; en suma, la prolongación milagrosade la vida. Pero el descenso del índicede natalidad, que suele acompañar a esta revolución,todavía no ha alcanzado a la isla, en laque este índice permanece muy alto, natural, ensu máximo. Este fenómeno es observable en muchosotros países, como Argelia. Tan sólo hoyhttp://www.scribd.com/Insurgencia


196 Fernand Braudelasiste China a su verdadera entrada, masiva, enla vida industrial, mientras que nuestro país sesume en ella a rienda suelta.No es necesario decir que este tiempo nuevorompe con los viejos ciclos y las tradicionalescostumbres del hombre. Si me alzo tan vehementementecontra las ideas de Spengler y de Toynbeees porque hacen volver con obstinación a lahumanidad a sus antiguos momentos caducados,a lo ya visto. Cuando se acepta que las civilizacionesde hoy repiten el ciclo de la de los incaso de cualquier otra, hay que haber admitido previamenteque ni la técnica ni la economía ni lademografía tienen nada que ver con las civilizaciones.De hecho, el hombre cambia de ritmo. Como resultadode ello, la civilización, las civilizaciones,todas nuestras actividades —las materiales, lasespirituales, las intelectuales— se ven afectadas.¿Quién puede prever lo que serán el día de mañanael trabajo humano y su extraño compañero,el ocio, y lo que será su religión, presa entre latradición, la ideología y la razón?; ¿quién puedeprever en qué se convertirán, más allá de lasfórmulas actuales, las explicaciones de la cienciaobjetiva de mañana, el aspecto que revestirán lasciencias humanas, que hoy todavía se encuentranen la niñez?Allende las civilizacionesEn el amplio presente todavía en «devenir», seestá realizando, pues, una enorme «difusión». Taldifusión no sólo hace más intrincadas a las articulacionesantiguas y apacibles de las civilizacioneslas unas con relación a las otras; complicatambién el mecanismo de cada una de ellas conrelación a sí misma. Todavía llamamos a esta difusión,en nuestro orgullo de occidentales, irra-http://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 197diación de nuestra civilización sobre el resto delmundo. Apenas puede exceptuarse de esta irradiación,a decir de experto, a los indígenas delcentro de Nueva Guinea o a los del este del Himalaya.Pero esta difusión en cadena, si ha sidoalentada por Occidente, con toda evidencia se leescapa de ahora en adelante. Esas revolucionesexisten hoy día al margen de nosotros. Son la olaque engrosa desmesuradamente a la civilizaciónde base del mundo. El tiempo presente está constituido,ante todo, por esta inflación de la civilizacióny, al parecer, por la revancha, cuyo términono se vislumbra, del singular sobre el plural.Parece ser. Porque —ya lo he dicho e insistoen ello— esta nueva coacción o esta nueva liberación—en todo caso, este nuevo manantial deconflictos y esta necesidad de adaptaciones—,Aunque afectan al mundo entero provocan en élmovimientos muy dispares. No cuesta trabajoimaginar las conmociones a que esta brusca irrupciónde la técnica y de todas las aceleracionesque provoca pueden dar lugar en el juego internode cada civilización, en el interior de sus propioslímites, materiales o espirituales. Pero este mecanismono es claro; varía con cada civilización, ycada civilización se encuentra colocada respectoa él, sin quererlo, en una posición particular, envirtud de realidades muy antiguas y resistentes,puesto que constituyen su misma estructura. Cadapueblo construye diariamente su destino, su «actualidad»,con el conflicto —o el acuerdo— entreactitudes antiguas y nuevas necesidades.¿Qué civilizaciones son las que están llamadasa amansar, a domesticar, a humanizar a la máquinay también a esas técnicas sociales de lasque hablaba Karl Mannheim en el pronóstico lúcidoy prudente, un poco triste, que intentó en1943, esas técnicas sociales que el gobierno demasas necesita y provoca, pero que aumentan,http://www.scribd.com/Insurgencia


198 Fernand Braudelpeligrosamente, el poder del hombre sobre elhombre? ¿Se pondrán esas técnicas al serviciode las minorías, de los tecnócratas, o al serviciode todos y —por tanto— de la libertad? Entrelas civilizaciones y la civilización se ha empeñado,bajo diversos nombres y en diversos frentes, unalucha feroz, ciega. Se trata de domar, de canalizara ésta, de imponerle un nuevo humanismo.En este combate de una amplitud sin precedentes—no se trata ya de sustituir de un pequeñoempujón a una aristocracia por una burguesía, oa una burguesía antigua por otra casi nueva, o amuchos pueblos insoportables por un imperioprudente y lúgubre, o a una religión que se defenderásiempre por una ideología universal—muchas estructuras culturales, o todas a la vez,pueden fallar. La conmoción ha alcanzado a grandesprofundidades y a todas las civilizaciones, tantoa las más antiguas —o, mejor dicho, a las másgloriosas— como a las más modestas.Desde este punto de vista, el espectáculo contemporáneomás excitante para el espíritu es, sinduda, el de las culturas «en tránsito» de la inmensaÁfrica Negra, entre el nuevo Océano Atlántico,el viejo Océano Indico, el muy viejo Saharay, hacia el Sur, las masas primitivas del bosqueecuatorial. Que estas civilizaciones sean «culturas»,en el sentido de Philip Bagby, explica, depasada, que ni Spengler, ni Toynbee, ni AlfredWeber, ni Félix Sartiaux, ni el propio Bagby noshayan hablado de ellas. El mundo de las «verdaderas»civilizaciones efectúa unas exclusiones...Este África Negra fracasó, sin duda, pararemitirnos una vez más a la difusión de susantiguas relaciones con Egipto y el Mediterráneo.Hacia el Océano Indico, por otra parte, se alzanaltas montañas. En cuanto al Atlántico, hapermanecido durante largo tiempo vacío y hasido necesario después del siglo xv, que lainmensa África se orientara hacia él parahttp://www.scribd.com/Insurgencia


Aportación de la historia de las civilizaciones 199recoger sus beneficios y sus daños. Pero algo hacambiado hoy en África Negra: se trata, al mismotiempo, de la intrusión de las máquinas, de lapuesta en marcha en enseñanzas, de la presión deverdaderas ciudades, de un florecimiento deesfuerzos pasados y presentes, de una occidentalizaciónque se ha abierto amplio paso,aunque no haya ciertamente penetrado hasta lamédula: los etnógrafos enamorados de ÁfricaNegra como Marcel Griaule lo saben muy bien.Pero África Negra se ha vuelto consciente de símisma, de su conducta, de sus posibilidades. Insitu, es factible observar en qué condiciones serealiza este tránsito, a costa de qué sufrimientos,y también con qué alegrías. De hecho, si yotuviera que buscar una mejor comprensión de lasdifíciles evoluciones culturales, en lugar deescoger como campo de batalla los últimos días deBizancio partiría con entusiasmo en dirección deÁfrica Negra.HACIA UN HUMANISMO MODERNO. ¿Tenemos necesidadhoy de un nuevo, de un tercer concepto, ademásde cultura y de civilización, con los queunos u otros no queremos ya elaborar una escalade valores? En esta mitad del siglo xx sentimosla exigencia insidiosa, al igual que el siglo xviiien su mitad de carrera, de un término nuevo, afin de conjurar peligros y catástrofes posibles,a fin de expresar nuestras tenaces esperanzas.Georges Friedmann —y no es el único— nos proponeel de humanismo moderno. El hombre, lacivilización, deben vencer a la intimación de lamáquina e incluso de la maquinaria —la automatización—que corre el riesgo de condenar al hombrea los ocios forzados. Un humanismo es unamanera de tener confianza, de querer que los hombresse muestren mutuamente fraternales, y quelas civilizaciones, cada una por su cuenta y alunísono, se salven y nos salven. Es aceptar, es dehttp://www.scribd.com/Insurgencia


200 Fernand Braudelsear que las puertas del presente se abran ampliamentesobre el porvenir, por encima de lasquiebras, de las decadencias y de las catástrofesque predicen extraños profetas (los profetas pertenecentodos a la literatura negra). El presenteno sabría ser esa línea de interrupción que todoslos siglos, cargados de eternas tragedias, ven antesí como un obstáculo, pero que la esperanza delos hombres no cesa, desde que existen hombres,de franquear.http://www.scribd.com/Insurgencia


6. Unidad y diversidad de las cienciasdel hombre ∗Las ciencias humanas, por poco que se participeen su marcha, llaman la atención en una primeraaproximación no por su unidad, difícil deformular y de promover, sino más bien por sudiversidad fundamental, antigua y afirmada, estructuralen suma. Cada una de ellas es ante todoella misma, con criterios estrechos; y se presentacomo una patria y un lenguaje diferentes, y también—lo que es menos justificable— como unacarrera específica, con sus reglas y sus cerramientos,con sus tópicos, irreductibles unos aotros.Aunque una imagen no constituye un razonamiento,sustituye por sí misma a cualquier explicación,a fin de reducir sus dificultades y de encubrirsus debilidades. Supongamos, entonces,con ánimo de brevedad, que todas las cienciashumanas se interesan por un único y común pai-∗ Fernand Braudel: «Unité et diversitée des sciences de l'homme»,Revue de l'Enseignement Supérieur, n. 1, 1960, págs. 17-22.201http://www.scribd.com/Insurgencia


202 Fernand Braudelsaje: el de las acciones pasadas, presentes y futurasdel hombre. Supongamos que este paisajees, por añadidura, coherente, lo que habría contoda evidencia que demostrar. Frente a este panorama,las ciencias humanas supondrían otrostantos observatorios, cada uno con sus vistas particulares,sus diferentes croquis perspectivos, suscolores, sus crónicas. Los fragmentos de paisajeque cada una de ellas recorta no son por desgraciaacoplables; no se reclaman el uno al otro,al igual que las piezas de un rompecabezas infantilque exigen una imagen de conjunto y sólotienen valor en función de esta imagen preestablecida.De un observatorio a otro, el hombreparece cada vez diferente. Y cada sector así reconocidoes por lo general promovido a la dignidaddel paisaje de conjunto hasta cuando el observadores prudente, cosa que suele ocurrir. Pero suspropias explicaciones insidiosamente le arrastransin cesar demasiado lejos, incluso cuando no esconsciente de ello. El economista distingue lasestructuras económicas y supone a las estructurasno-económicas que las rodean, soportan ycompelen. Nada más anodino y aparentementemás lícito; pero, al hacerlo, el economista ha reconstruidoel rompecabezas a su manera. El demógrafoobra de la misma forma, pretendiendocontrolarlo todo y hasta suministrar explicacionesgracias únicamente a sus criterios. Posee suspropios tests operacionales, habituales: le hande bastar para captar al hombre en su totalidado, al menos, para presentar al hombre que aprehendecomo el hombre integral o esencial. El sociólogo,el historiador, el geógrafo, el psicólogo yel etnógrafo son con frecuencia aún más ingenuos.En suma, hay un hecho evidente: toda cienciasocial es imperialista hasta cuando niega serlo;tiende a presentar sus conclusiones a modode visión global del hombre.http://www.scribd.com/Insurgencia


Unidad y diversidad de las ciencias del hombre 203El observador de buena fe y que, sin experienciaprevia, esté más libre de todo compromiso, sepreguntará indefectiblemente qué relaciones puedenexistir entre los puntos de vista que cadadisciplina le ofrece, entre las explicaciones conlas que se le acosa, entre las teorías —esas superexplicaciones—que le son impuestas. Si al menospudiera —testigo ingenuo, de ojos vírgenes—lanzar una ojeada al propio paisaje, sabría a quéatenerse. Pero la «realidad» de las ciencias delhombre no es el paisaje de que hablábamos afalta de una imagen mejor; o si lo es, es un paisajevuelto a crear como el paisaje mismo de lasciencias de la naturaleza. La realidad en estadobruto sólo es una masa de observaciones que debenser organizadas.Además, abandonar los observatorios de lasciencias del hombre supondría renunciar a unainmensa experiencia, condenarse a tener que volvera empezar uno mismo desde el principio.¿Y quién se considera en disposición de caminarsolo en esta oscuridad, quién se cree capaz hoydía de hacer acopio con sus propias fuerzas —ycon ánimo de sobrepasarlos— de todos los conocimientosadquiridos, de sostenerlos en alto, deanimarlos con una misma vida, de imponerles unúnico lenguaje, un lenguaje que sea científico?No es tanto el número inmenso de conocimientosa acumular el que obstaculizaría semejante empresa,sino más bien su utilización; sería necesariola agilidad, la agudeza que cada uno de nosotroshemos adquirido —valga lo que valga—para el propio oficio, a costa, con frecuencia, deun largo aprendizaje. La vida es demasiado cortapara permitir" a cualquiera de nosotros la adquisiciónde multitud de competencias. El economistacontinuará siendo economista; el sociólogo,sociólogo; el geógrafo, geógrafo, etc. Sin duda, diránlos prudentes, más vale que así sea, que cadahttp://www.scribd.com/Insurgencia


204 Fernand Braudelcual hable su lengua materna y discuta de lo quesabe: su tienda, su oficio...Quizá. Pero las ciencias humanas, a medidaque extienden y perfeccionan su propio control,van comprobando mejor sus debilidades. Cuantomás aspiran a la eficacia, más fácilmente se tropiezancon una realidad social hostil. Cada unode sus fracasos —en el campo práctico de lasaplicaciones— se convierte entonces en un instrunientode verificación de su valor y hasta desu razón de ser. Además, si estas ciencias fueranperfectas deberían, automáticamente, encontrarsepor el hecho mismo de su progreso. Las reglastendenciales que distinguen los cálculos, las previsionesque creen poder sacar en conclusión, todasesas explicaciones deberían poderse ajustarlas unas a las otras para poner en claro, en lamasa enorme de los hechos humanos, las mismaslíneas esenciales, los mismos movimientos profundos,las mismas tendencias. Sabemos, sin embargo,que nada de esto ocurre; seguimos conociendomal a la sociedad que nos rodea, sociedad quepermanece en la gran mayoría de sus gestos desconcertantee imprevisible.*El mejor testimonio de esta especie de irreductibilidadde las ciencias humanas entre sí lo constituyenlos diálogos que se han intentado, aquíy allá, por encima de las fronteras. Creo que lahistoria se presta de buena gana a estas discusionesy a estos encuentros; una cierta historia,se entiende: no la tradicional que domina nuestraenseñanza y que la dominará por muchotiempo todavía, a causa de una inercia contra laque se puede echar pestes, pero que se mantieneen razón del apoyo con el que cuenta por partede los sabios de edad y de las instituciones quehttp://www.scribd.com/Insurgencia


Unidad y diversidad de las ciencias del hombre 205se abren a nosotros cuando hemos dejado de serpeligrosos revolucionarios para aburguesarnos(existe, en efecto, una terrible burguesía del espíritu).Sí, la historia se presta a semejantes diálogos.Está poco estructurada, abierta a las cienciasvecinas. Pero con frecuencia se compruebala inutilidad de estos diálogos. Cualquier sociólogomantendrá a propósito de la historia multitudde contraverdades. Tiene ante sí a LucienFebvre, pero se dirige a él como si se tratara deCharles Seignobos. Necesita que la historia sealo que era antaño: una pequeña ciencia de lacontingencia, del relato particularizado, del tiemporeconstruido y, por todas estas razones y algunasmás, una «ciencia» más que a medias absurda.Cuando la historia pretende ser estudio delpresente por el estudio del pasado, especulaciónsobre el tiempo largo o —mejor— sobre las diversasformas del tiempo largo, el sociólogo y elfilósofo sonríen, se encogen de hombros. Es despreciar,y sin recurso, las tendencias de la historiaactual y los antecedentes de estas tendencias,olvidar cómo desde hace veinte o treinta añosunos cuantos historiadores han roto con la erudiciónfácil y de corto alcance. El hecho de queuna tesis, presentada en la Sorbona (la de AlphonseDupront), se intitule La Croisade et l'idéedé croisade en Europe après le XV siècle, indicadespués de todo, por sí solo, que esta investigaciónde los psiquismos sociales, de las realidades subyacentes,de los «niveles en profundidad», en unapalabra, esa historia que algunos llaman «inconsciente»,no es un simple programa teórico.Podríamos citar otras realizaciones e innovaciones,innumerables pruebas. No nos quejemos,no obstante, en demasía; no sé trata, una vezmás, de definir a la historia frente a los que nola quieren comprender como a nosotros nos gusta,ni de redactar contra ellos un interminablecuaderno de quejas. Además, las culpas están rehttp://www.scribd.com/Insurgencia


206 Fernand Braudelpartidas. La «reciprocidad de las perspectivas»es evidente.También nosotros, los historiadores, vemos anuestra manera (que no es la correcta) y con unevidente retraso a nuestras ciencias vecinas. Deesta forma, de una ciencia a la ciencia contiguase establece un clima de incomprensión. En realidad,un conocimiento eficaz de las diversas investigacionesrealizadas en el seno de cada disciplinaexigiría una larga familiaridad, una participaciónactiva, el abandono de prejuicios y dehábitos. Es mucho pedir. No bastaría, en efecto,para alcanzar este objetivo, con introducirse porun momento en estas u otras investigaciones devanguardia, ya sea de sociología, ya de economíapolítica —lo que, en definitiva, es bastante fácil—,sino que se impondría observar cómo estasinvestigaciones enlazan con un conjunto y ponende relieve los nuevos movimientos de este conjunto,cosa que no está al alcance de todo elmundo. Porque, en efecto, no basta con leer latesis de Alphonse Dupront; también es necesariorelacionarla con Lucien Febvre, con Marc Bloch,con el abate Brémond y con algunos otros. Y porqueno es suficiente con seguir el pensamientoautoritario de François Perroux, sino que se imponeen el acto situarle con exactitud, reconocerde dónde viene y por qué cadenas de conformidado de oposición se integra en el conjunto,siempre en movimiento, del pensamiento económico.Últimamente protestaba yo con toda mi buenafe contra las encuestas sociales, prisioneras deun presente irreal, en virtud de su excesiva brevedad;y, en la misma ocasión, protestaba tambiéncontra una economía política insuficientementepreocupada de la «larga duración», ya quese encuentra demasiado vinculada a las tareashttp://www.scribd.com/Insurgencia


Unidad y diversidad de las ciencias del hombre 207gubernamentales, también limitadas a la dudosarealidad presente 1 . Pero se me ha replicado queeste tipo de encuestas no se encuentra ya en lavanguardia de las investigaciones sociales; y, a suvez, W. Rostow y W. Kula me aseguran que laeconomía, en sus más recientes y más válidasinvestigaciones, trata de incorporar los problemasdel tiempo largo y hasta se abastece de ellos.Así, pues, la dificultad es general. Como no nosmantengamos vigilantes en estos coloquios porencima de las fronteras corremos el riesgo, envirtud de omisiones y simplificaciones y conla ayuda de algunos retrasos, de no discutir, apesar de las apariencias, entre contemporáneos.Nuestras conversaciones y nuestras discusiones,y hasta nuestros muy problemáticos acuerdos, sequedarán rezagados con respecto al tiempo delespíritu. Tenemos que poner nuestros relojes ala misma hora, o si no resignarnos a inútiles einverosímiles quid pro quos.No creo, además, que el mercado común de lasciencias del hombre pueda hacerse, si se hace,merced a una serie de acuerdos bilaterales, deuniones aduaneras parciales cuyo radio se iríaextendiendo después poco a poco. Dos cienciaspróximas se repelen como cargadas de la mismaelectricidad. La unión «universitaria» de la geografíay de la historia, causa en el pasado de sudoble esplendor, ha terminado en un divorcio necesario.Para un economista o para un sociólogodiscutir con un historiador o con un geógrafosupone sentirse más economista o más sociólogoque la víspera. En realidad, estas uniones limitadasexigen demasiados cónyuges. La prudenciarequeriría que rebajáramos todos a una nuestrostradicionales derechos de aduana. La circulaciónde las ideas y de las técnicas se vería así favorecida;y, pasando de una a otra de las cienciasdel hombre, ideas y técnicas sin duda se modifihttp://www.scribd.com/Insurgencia


208 Fernand Braudelcarían, pero crearían, esbozarían al menos, unlenguaje común. Se daría un gran paso si entrenuestros pequeños países ciertas palabras tuvieranaproximadamente el mismo sentido o la mismaresonancia. La historia tiene la ventaja y ladebilidad de emplear el lenguaje corriente; entiéndase,el lenguaje literario. Con frecuencia recomendóHenri Pirenne a la historia que conservaraeste privilegio. Por este hecho, nuestradisciplina es la más literaria, la más legible delas ciencias del hombre, la más accesible al granpúblico. Pero una investigación científica comúnexige un cierto vocabulario de «base», al que sellegará el día en que dejemos que nuestros conceptos,fórmulas y consignas pasen de una disciplinaa otra en mayor grado que en la actualidad.De ahí el esfuerzo de Claude Lévi-Strauss enmostrar lo que supondría para las ciencias delhombre la intrusión de las matemáticas sociales(o cualitativas), intrusión al mismo tiempo de unlenguaje, de un espíritu y de unas técnicas. Enun futuro próximo habrá sin duda que distinguiren las nuevas visiones de conjunto lo que hay ylo que no hay de matematizable en las cienciasdel hombre; y no está dicho en ninguna parteque no nos veamos entonces obligados a optarentre estas dos vías.Pero tomemos un ejemplo menos importante y,en definitiva, menos dramático. En la economíapolítica de hoy lo fundamental es, indudablemente,la «tipificación», la fabricación de «modelos».Importa sobre todo desentrañar, en un presentedemasiado complejo, las líneas simples de relacionesbastante constantes de estructuras. En elpunto de partida, las precauciones son tan numerosasque el modelo, a pesar de la simplificación,está sumido en lo real, resume las articulacionesde éste, rebasa, aunque con todo derecho, suscontingencias. Esto es lo que han hecho Leontieffhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Unidad y diversidad de las ciencias del hombre 209y sus imitadores. A partir de entonces nada máslícito que razonar en el marco del modelo asíconstruido y según los medios del puro cálculo.El «modelo», al amparo de un nombre más nuevo,no deja de ser por ello una forma tangiblede los medios más clásicos de razonamiento. Todoshabíamos trabajado con «modelos», sin serdemasiado conscientes de ello, al igual queM. Jourdain hablaba en prosa. De hecho, el modelose vuelve a encontrar en todas las cienciasdel hombre. El mapa del geógrafo es un modelo,También son «modelos» las clasificaciones de lospsicoanalistas, que el joven crítico literario deslizade buena gana bajo las obras de los grandesmaestros de nuestra literatura (véase la obrita deRoland Barthes sobre Michelet, en la que hayexactitud pero también perfidia). La sociologíamúltiple de Georges Gurvitch es un amontonamientode modelos. También la historia tiene susmodelos: ¿cómo iba a evitarlos? Leía yo últimamenteun admirable artículo de nuestro colegade Nuremberg, Hermann Kellenbenz, sobre la historiade los «empresarios» del sur de Alemaniaentre los siglos xv y xviii, artículo orientado enel sentido mismo del Centro de Estudios de Empresas,de Harvard, animado por la generosa ypoderosa personalidad de Arthur Cole. En realidad,tanto este artículo como la obra múltiplede Arthur Cole supone la asimilación por partede los historiadores del «modelo» de Schumpeter.Para este último el «empresario», en el sentidonoble de la palabra, es «el artesano, el elementocreador de los progresos económicos, delas nuevas combinaciones entre capital, tierra ytrabajo». Así ha sido a lo largo de todo el tiempohistórico. «La definición de Schumpeter —ha dichoH. Kellenbenz— es, ante todo, un modelo,un tipo ideal.» Pero el historiador que se enfrentacon un modelo se complace siempre en devolverloa las contingencias, en hacerlo flotar, al igualhttp://www.scribd.com/Insurgencia


210 Fernand Braudelque un barco, sobre las aguas particulares deltiempo. Los empresarios de la Alemania meridional,de los siglos xv a xviii, serán, pues, por naturaleza,de tipo diferente, como era fácil de prever.Pero al obrar así, el historiador destruyecontinuamente los beneficios de la «tipificación»,desmonta el barco. Sólo volvería al orden si reconstruyeraéste u otro barco, o si esta vez añadieraen la trayectoria de la historia los diferentes«modelos» identificados en sus singularidades,para explicarlos más tarde, todos a una, por sumisma sucesión.La «tipificación» rescataría así a nuestra disciplinade su afición a lo particular, que por sísola no puede bastar. El movimiento mismo dela historia es una amplia explicación. ¿Nos veríamosacaso tentados a afirmarlo si se iniciara, porejemplo, una discusión entre críticos literarios,historiadores y sociólogos respecto de las clasificacionesde los psicoanalistas? ¿Son o no sonválidas estas clasificaciones para todas las épocas?Y su evolución, si la hubiere, ¿no constituye,al mismo título que la clasificación, el temaprimordial de la investigación?Últimamente he asistido, en la Facultad de Letrasde Lyon, a una presentación de tesis sobreL'Ecole et l'Education en Espagne de 1874 a1902 2 ; por tanto, sobre esa inmensa guerra dereligión en torno a la escuela que nos ha legadoel siglo xix. España representa un caso, entre algunosotros, de este conflicto múltiple, esencialmentereligioso. En principio, no hay nada queoponer a la tipificación de esta familia de debates.Supongamos que así se haya hecho y que cadaelemento esté en su lugar: aquí, la necesidad deuna enseñanza de masas; allí, las pasiones antagonistasintensas y ciegas; allí, las Iglesias, elEstado, el presupuesto. Toda esta construcciónhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Unidad y diversidad de las ciencias del hombre 211teórica serviría para comprender mejor la unidadde una larga crisis, seguramente aún no terminada.Pero al volver, armados con este modelo,a la España de 1874 a 1902, nuestro primer cuidado,como historiadores, ha de consistir en particularizarel modelo, en desmontar los mecanismos,con vistas a su verificación y sobre todoa su complejización, a su devolución a una vidadiversa y particular, a su sustracción a la simplificacióncientífica. Pero después, ¡ qué ventajael atreverse a volver al modelo, o a los diferentesmodelos, para descubrir su evolución, si evoluciónhubiera!No vayamos más lejos; la demostraciónestá hecha: el modelo navega seguramente através de todas las ciencias del hombre conresultados positivos, hasta por aquellas que apriori no se le muestran favorables.Semejantes viajes pueden multiplicarse, peroconstituyen procedimientos menores de aproximacióny de acuerdo: todo lo más, algunos cabosunidos aquí o allá. Ahora bien, colocándose siempreen el marco global de las ciencias humanas,es posible ir más lejos, organizar movimientosde conjunto, confluencias que, sin trastornarlotodo, sean capaces de modificar en profundidadlas problemáticas y los comportamientos.Los historiadores polacos designan estos movimientosconcertados con el cómodo nombre de«estudios complejos». «Se entiende con esta denominación—precisa Aleksander Gieysztor— eltrabajo de diferentes especialistas sobre un temalimitado por uno, dos y hasta tres principios declasificación de los fenómenos sociales: geográfico,cronológico o según la naturaleza misma deltema.» Los área studies de nuestros colegas americanosconstituyen también «estudios complejos».Su principio es reunir varias ciencias hu-http://www.scribd.com/Insurgencia


212 Fernand Braudelmanas para estudiar y definir las grandes áreas.culturales del mundo actual, especialmente deesos monstruos que son la Unión Soviética, China,las Américas, la India y no me atrevo a decirque Europa.Por tanto, en el amplio mundo de las cienciashumanas ya se han concertado y organizado encuentros,coaliciones, obras comunes. Y estos intentosni siquiera constituyen enteramente unanovedad. Conozco, por lo menos, un precedentede importancia: las Semanas de síntesis, de HenriBerr, una vez más auténtico precursor de tantosmovimientos actuales. Además, carece deimportancia su mayor o menor novedad. Estasexperiencias deben ser continuadas; y puesto quesu éxito —por lo menos en la tarea de unificaciónde las ciencias sociales— aparece como muydiscutible, deben de ser reemprendidas tras unexamen minucioso. Sin duda, es posible desdeahora indicar algunas reglas importantes : son lasque tienen, de antemano, la primacía en los debates.Hay que admitir, en primer lugar, que estastentativas pueden algún día desplazar las fronteras,los centros de gravedad, las problemáticastradicionales. Y esto puede ser verdad para todaslas ciencias humanas sin excepción. Se imponepues, en cada una de estas disciplinas, un ciertoabandono del espíritu «nacionalista». Después, seimpone reconocer que, no pudiéndose colocar losjalones a ciegas, deben ser alineados de antemanocon vistas a encontrarse así dibujados losejes de reunión y de reagrupamiento, esas reduccionesal espacio y al tiempo, pero tambiénal número, a lo biológico, de las que hablabaA. Gieysztor.Por último, y sobre todo, son todas las cienciasdel hombre las que hay que poner en causa:http://www.scribd.com/Insurgencia


214 Fernand Braudelhombres jóvenes cuyo entrenamiento y ambiciónhan sido enteramente consagrados a la investigación.Es lo único realmente imposible de improvisar.En el futuro, la Maison des Sciences del'Homme reagrupará en un único conjunto todoslos centros y laboratorios válidos en París sobretan amplio tema. Todas estas fuerzas jóvenes, todosestos medios nuevos se encuentran al alcancede la mano; y al mismo tiempo poseemos,propiedad preciosa entre todas, sin duda, únicaen el mundo, el indispensable encuadramiento detodas las «ciencias» clásicas del hombre, sin elque nada decisivo es posible. No dejemos, pues,escapar esta doble o triple oportunidad. Precipitemosel movimiento que apunta, por doquier enel mundo, hacia la unidad; y, si es necesario,quememos etapas, caso de ser posible e intelectualmentebeneficioso. Mañana será demasiadotarde.http://www.scribd.com/Insurgencia


Notas2. A favor de una economía histórica1 Siguiendo los trabajos en curso de un joven economista, FrançoisDesaunay, ayudante en la École Pratique des Hautes Études.3. La larga duración1Claude Lévi-Strauss: L'Anthropologie structurale, París, Plon, 1958,passim y concretamente pág. 329.2 Jean-Paul Sartre: «Questions de méthode». Les Temps Modernes,1957, n. 139 y 140.34567«Europa en 1500», «El mundo en 1880», «Alemania en vísperasde la Reforma», etc.Louis Halphen: Introduction à l'Histoire, París, P.U.F., 1946, página 50.Cf. su Théorie générale du. progrès économique, Cuadernosdel I.S.E.A., 1957.Ernest Labrousse: Esquisse du mouvement des prix et des revenus enFrance au XVIIIème. siècle, 2 tomos, París, Dalloz, 1933. [Refundicióny traducción al castellano en Fluctuaciones económicas ehistoria social, Madrid, ed. Tecnos, 1962.]Véase René Clémens: Prolégomènes d'une théorie de la structureéconomique, París, Domat Montchrestien, 1952; JohannAkerman: «Cycle et structure», Revue économique, 1952, n. 1.215http://www.scribd.com/Insurgencia


216 Fernand Braudel8Ernst Robert Curtius: Europaïsche Literatur und lateinischesMittelalter, Berna, A. Francke AG Verlag, 1948. [Traducción al castellanode Margit Frenk Alatorre y Antonio Alatorre, Literaturaeuropea y Edad Media latina, Méjico, F.C.E., 1955, 2 tomos.]9 Lucien Febvre: Rabelais et le probléme de l'incroyance au XVIeme.suele, París, Albín Michel, 1943; 2." ed., 1946.10Alphonse Dupront: Le Mythe des Croisades. Essai de sociologiereligieuse, París, 1959.11Pierre Francastel: ftinture et Sacíete. Naissance et Üistributiond'un espace plastique, de la Renaissance au cubisme, Lyon,Audin, 1951.12Otros argumentos: cf. los poderosos artículos que alegan todosen el mismo sentido, de Otto Brunner sobre la historia socialdeEuropa, Historische Zeitschrift, t. 177, n. 3; de R. Bultmann:ídem,t. 176, n. 1, sobre el humanismo; de Georges Lefebvre: Annaleshistoriques de la Révolution francaise, 1949, n. 114 y de F.Hartung: Historische Zeitschrift, t. 180, n. 1, sobre eldespotismo ilustrado.13René Courtin: La civilisation économique du Brésil, París, Librairiede Médicis, 1941.14En Francia. En España, el reflujo demográfico es sensibledesde finales del siglo xvi.15Claude Lévi-Strauss: op. cu., pág. 31.16Claude Lévi-Strauss: «Diogéne couché», Les Temps Modernes,n. 195, pág. 17.17Philippe Aries: Le temps de l'histoire, París, Pión, 1954, enparticular págs. 298 y sigs.18 P. Chombart de Lauwe: París et l'agglomération parísienne,París, P.U.F., 1952, tomo I, pág. 106.19 Suzanne Frere y Charles Bettelheim: Une ville francaise moverme,Auxerre en 1950, París, Armand Colín, Cuadernos de CienciasPolíticas, n. 17, 1951.20Pierre Clément y Nelly Xydias: Vienne-sur-le-Rhóne. Sociologied'une cité francaise, París, Armand Colín, Cuadernos deCiencias Políticas, n. 71, 1955.21Ver el Coloquio sobre las Estructuras, VI Sección de la ÉcolePratique des Hautes Eludes, resumen dactilografiado, 1958.22 Citado por Claude Lévi-Strauss: Anthropplogie structurale,op. cit., págs. 30-31.23 Sería tentador hacer sitio a los «modelos» de los economistasque, en realidad, han determinado nuestra imitación.24 Fernand Braudel: La Méditerranée et le monde méditerranéená l'époque de Philippe II, París, Armand Colín, 1949, págs. 264 y sigs.[Traducción al castellano de Wenceslao Roces, El Mediterráneo y elhttp://www.scribd.com/Insurgencia


Notas 217mundo mediterráneo en la época de Felipe II, Méjico, F.C.E.,1959.]25Fernand Braudel y Frank Spooner: «Les métaux monétaires etI'économie du XVIeme siécle», Rapports au Congris infemationalde Rome, 1955, vol. IV, págs. 233-264.26Alexandre Chabert: Structure économique et théorie monétaire,París, Armand Colín, Publ. Centre d'Études économiques, 1956.27Sigmund Diamond: The Reputation af the American Businessman,Cambridge, (Massachussets), 1955.28 Ver en especial Claude Lévi-Strauss: Bulletin International desSciences Sociales, UNESCO, VI, n. 4, y de manera más generaltodo el número de gran interés, intitulado Les mathématiques et lessciences sociales.29 The Theory of Gomes and economic Behavipur, Princeton, 1944.[Versión castellana en preparación: Alianza Editorial, Bibliotecade la Ciencia Económica.] Cf. la recensión brillante de JeanFourastié: Critique, oct. 1951, n. 51.30 Todas las observaciones siguientes han sido extraídas de suúltima obra, L'Anthropologie structurale, op. tít.3132Ibid., pág. 326.Ibid., pág. 39.33 Claude Lévi-Strauss: Les structures élément aires de la párente,París, P.U.F., 1949. Ver Anthropologie structurale, págs. 47-62.34L'anthropologie structurale, págs. 42-43.35 Digo bien matemáticas cualitativas, según la estrategia de losjuegos. Sobre los modelos clásicos y tales como los elaboran loseconomistas, habría que iniciar un discusión diferente.36 Gastón Roupnel: Histoíre et Destín, París, Bernard Grasset, 1943,passim, y en concreto pág. 169.37Revue de synthése Historíque, 1900, pág. 32.38 Ernest Labrousse: La crise de l'économie franfaise á la veillede la Révolution francaíse, París, P.U.F., 1944, Introducción. [Refundicióny traducción al castellano en Fluctuacioneseconómicas e historia social, Madrid, Tecnos, 1962.]39 Gastón Bachelard: Dialectique de la Durée, París, P.U.F., 2.» edición,1950.40Gilíes Granger: «Evénement et structure dans les sciences de1'homme», Cahiers de ¡'Instituí de Science Économique Appliquée,Serie M, n. 1, págs. 41-42.41Ver mi artículo, demasiado polémico sin duda: «Georges Gurvitchet la discontinuité du Social», Annales E.S.C., 1953, 3, págs. 347-361.42Cf. Georges Gurvitch: Déterminismes sociaux et Liberté humaine,París, P.U.F., págs. 38-40 y passim.http://www.scribd.com/Insurgencia


218 Fernand Braudel43 Jean-Paul Sartre: «Fragment d'un livre á paraltre sur le Tintcret»,Les Temps Modernes, nov. 1957, y artículo citado másarriba.44Otto Berkelbach, van der Sprenkel: Populo/ton Statisíics ofMing China, B.S.O.A.S., 1953; Marianne Rieger: «Zur FinanzundAgrargeschichte der Ming-Dynastie, 1368-1643», Sínica, 1932.45P. Vidal de la Blache: Revue de synthése historíque, 1903, página239.4. Historia y Sociología1234567La célebre controversia se ha iniciado también, no obstante,a propósito del libro de Paul Lacombe, De l'histoire considéréecomme science, París, 1894. El artículo de Francois Simiand.«Méthode historique et science sociale», Revue de synthésehistoríque, 1903, páginas 1-22 y 129-157, lleva, en efecto, comosubtítulo, Btude critique d'aprés les ouvrages receñís de M.Lacombe et de M. Seignobos. Pero, prácticamente, apenas se hablaen él de la obra de Paul Lacombe.Xénopol, in Revue de synthése historíque, 1900, pág. 135, n. 2.«La science de l'histoire d'aprés M. Xénopol», Revue de synthésehistoríque, 1900, pág. 32.«Continuité et discontinuité en histoire et en sociologie», Annales E.S.C., 1957, págs. 73-84.Añádase, Charles Seignobos: La méthode historíque appliquéeaux sciences sociales, París, 1901.«Histoire et Sociologie», Revue de synthése historíque, 1903, páginas 121-140.Raymond Aron: Introduction á la philosophie de l'histoire, París, 1948, 2.* ed. La primera edición es de 1938.8 Marc Bloch: Apologíe pour l'histoire ou métier ¿'historien, l.« ed.,1949, París (3.» ed., 1959). [Traducción al castellano bajo el título deIntroducción a la historia, de Pablo González Casanova y Max Aub,Méjico, F.C.E., 1952.] Sobre este bello libro, ver la notapenetrante de J. Stengers: «Marc Bloch et l'Histoire», AnnalesE.S.C., 1953, págs. 329-337.9Lucien Febvre: Combáis pour l'histoire, París, 1953.10Louis Halphen: Introduction á l'histoire, París, 1946.11 Philippe Aries: Le temps de l'histoire, París, 1954.12Eric Dardel: Histoire, science du concret, París, 1946.13 André Piganiol: «Qu'est-ce que l'histoire?», Revue de métaphysiqueet de- moróle, 1955, págs. 225-247.14 Henri Marrou: De la connaissance historíque, 1954. Debe completarsecon los boletines sobre historiografía que da H.-J.Marrou en la Revue historíque, 1953, págs. 256-270; 1957, págs.270-289.http://www.scribd.com/Insurgencia


Notas 21915Art. cu., pág. 122.16 Ver más arriba, art. cit., n. 2, pág. 84.17 Art. cit., pág. 18.18 Véase qué prudente parece, y de qué diferente edad, el articulode Jean Meuvret: «"Histoire et Sociologie», Revue historíque,1938.19 Claude Lévi-Strauss: L'Anthropologie strucíurale. París, 1958, página17.20Annales E.S.C., 1957, pág. 73.21Prefacio a Huguettc et Pierre Chaunu: Sévüle et l'Atlantique,tomo I, pág. XI. «¿Estructuras?» Palabra a la moda, lo se; ami modo de ver, se abusa un poco demasiado de ella en losAnnales.22Coloquio de l'École Pratique des Hautes Eludes, VI Sección,a propósito de las estructuras, resumen dactilografiado, 1958.23Art. cit., pág. 2.24 Ernest Labrousse: La críse de l'íconomie francaise a la veillede ¡a Révolution, París, 1944. [Traducida al castellano, estaobra ha sido refundida y publicada junto con otras obras deLabrousse, bajo el título de Fluctuaciones económicas e historiasocial, Madrid, Tecnos, 1962.]25 Fernand Braudel: «Histoire et sciences sociales: La longuedurée», Annales E.S.C., 1958, 4. [Incluido en este volumen: «La largaduración», págs. 60-106.]5. La aportación de la historia de las civilizaciones1234Joseph Chappey: Histoire de la Civilisation en Occident. Introduction. La críse de l'histoíre et ¡a morí de l'idée descivilisations. París, 1958, pág. 370.Philip Bagby: Culture and History. Londres, 1958, pág. 160.Cita tomada de Armand Cuvillier: Manuel de Sociologie, París, P.U.F., 1958, II tomo, pág. 670.Wilhelm Mommsem: Citado por Chappey, op. cit., pág. 444.5 George Duby y Robert Mandrou: Histoire de la civilisation francaise,1958.6 A partir de la cultura: ésta, en un grupo dado, es lo que setransmite, aparte de la herencia biológica, por herencia social: el«modelo» de comportamientos sociales, el «complejo» de modosde vida característicos. A este respecto, ver el punto de vista deun filósofo; Pietro Rossi: «Cultura e civilta come modelli descrittivi»,Rivista di Filosofía, julio de 1957.7Guizot, Historia de la civilización en Europa, traducción deFernando Vela, Alianza Editorial, El libro de bolsillo, n.° 5.http://www.scribd.com/Insurgencia


220 Fernand Braudel8 Otto Brunner: Neue Wege der Sozialgeschichte, Góttingen, 1956,pág. 186.910Otto Brunner: Op. cit., pág. 17.Otto Brunner: Op. cit., pág. 223, nota 48, según H. Freyer:Weltgeschichte Europa, II, pág. 723.11 Jean Cocteau: Le Coq et VArlequín, en: «Le Rappel a l'Ordre»,París, 1926, 7.» ed., pág. 17.6. Unidad y diversidad de las ciencias del hombre12Cf. mi artículo: «Histoire et sciences sociales: la longue durée»,Annales E.S.C., 1958 [incluido en este volumen, págs. 60-106], ylasrespuestas de Rostow y Kula, ibíd., 1959 y 1960.Tesis de Yvonne Turín, París, Presses Universitaires de France,453 págs, en 8.° [Traducción al castellano publicada porAguilar,Madrid.]http://www.scribd.com/Insurgencia

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