e albergue hacían rigurosa penitencia, entregándosea todas las prácticas de la Orden; y de vez encuando salían a predicar <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io y la fe de Cristoa los indios, cuya lengua habían comenzado a aprender,mostrándose tan afables de su bien y salvaciónque pronto convirtieron a nuestra santa fe multitudde <strong>el</strong>los. Y no sólo convertían a los indios, sino quecon su predicación y <strong>el</strong> ejemplo de su vida de rigurosapenitencia redujeron a buen orden a muchos españoles,reformaron las costumbres, y desterraronmuchos logros y otros pecados públicos.Pasado B;lgún tiempo, partió Fr. Pedro de Córd~ba,que hacia de Superior de aqu<strong>el</strong>la tan pequenacomo edificante Comunidad, a la Ciudad de la Concepciónde la Ve¡:;a, a donde estaban <strong>el</strong> AlmiranteDon Diego Colón y su mujer, para tratar de la Casaque habían de fundar en la isla de Santo Domingo,y de algunas otras cosas importantes para <strong>el</strong> ministerioa que habían venido. "Era camino de treintaleguas, y andúvolas <strong>el</strong> santo Fr. Pedro a pie y descalzo,comiendo solo hierbas y durmiendo en <strong>el</strong> campo".Cuando llegó, recibiéronle <strong>el</strong> Almirante y todoslos españoles de aqu<strong>el</strong>la ciudad con grande alegría,amor y dftvoción. Predicóles otro día, y en <strong>el</strong> sermónles amonestó para que después de comer trajesenlos indios a la iglesia, aprovechando aqu<strong>el</strong>la circunstanciapara enseñarles muchas cosas de la doctrinacristiana. Y luego se echó de v-,r que tendríapróspero suceso la prpedicación d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io, porquea los indios les dió mucho contento lo que lespersuadía.Bien quisieran <strong>el</strong> Almirante y todos los demásque se quedara alli por más tiempo; pero no pudoser entonces por lo mucho que importaba volver conbrevedad a Santo Domingo, adonde volvió con <strong>el</strong>mismo rigor que había llevado, y muy satisfecho porhaber conseguido cuanto deseaba.Pocos meses después desembarcó <strong>el</strong> Padre F:r.Domingo de Mendoza quien, como dijimos, se habíaquedado en la Península para arreglos de esta santamisión. Con él venían <strong>el</strong> P. Fr. Tomás de Berlanga,que fué <strong>el</strong> primer prior de la Casa que allí fundarony después obispo de Panamá, los Padres Fr. Tomásde Santiago, Fr. Pedro de Trujillo, Fr. Juan de Tabila,y otros. Y así que se vieron juntos en mayornúmero se dieron a una observancia regular más estricta,añadiendo a las leyes de la Orden otras que<strong>el</strong>los mismos se impusieron, especialmente en materiade pobreza, para que su predicación y doctrinamejor prendiesen en los corazones de los indios, demostrandocon <strong>el</strong> ejemplo aqu<strong>el</strong>lo de San Pablo:"<strong>No</strong> buscamos vuestras haciendas, sino vuestras almas".Esto era entonces tanto más necesario cuanto que<strong>el</strong> espíritu desordenado de riquezas se iba apoderandomás y más de muchos, que no perdonaban trabajoni diligencia alguna para adquirirlas, aun con perjuiciode los intereses de los mismos naturales. Contraeste espíritu desmedido e injusto de riquezas, queobservaron en muchos, se resolvieron a oponersecon santo y valeroso empeño los R<strong>el</strong>igiosos, reprendiendoa los d<strong>el</strong>incuentes y condenando, en <strong>el</strong> púlpitoy en pláticas particulares, su mal modo de procedercon los indios.Principalmente salió a defender a estos <strong>el</strong> PadreFr. Antonio de Montesinos, quien afir:mó que todoscuantos hacían aqu<strong>el</strong>las demasías y ngores con losindios, estaban en estado de pecado mortal y de condenacióneterna; y dijo también que estaban obligadosa reparar y a satisfacer los daños que hubiesenhecho, porque de otra suerte no podrían ser absu<strong>el</strong>tosen sus confesiones, ni aqu<strong>el</strong>los Padres, predicadoresde la verdad, les habían de absolver. Por dondese ve que los Hijos de Santo Domingo, aún antesque a la Orden viniese Fr. Bartolomé de las Casas,fueron desde los comienzos de su evang<strong>el</strong>izaciónen <strong>el</strong> Nuevo Mundo los defensores de los indios: sien-do sin duda ésta una de las causas que más movierona Fr. Bartolomé de las Casas para abrazar estaR<strong>el</strong>igión de Predicadores.Escandalizáronse <strong>el</strong> Almirante y los Regidores d<strong>el</strong>a Ciudad de esta conducta de los R<strong>el</strong>igiosos Dominicos.Fuéronse al Convento, y con grande imperiomandaron que <strong>el</strong> predicador se retractase y desd;jeseen <strong>el</strong> ppúlpito. Fr. Pedro de Córdoba, que entoncesera <strong>el</strong> Pr<strong>el</strong>ado y después fué <strong>el</strong> primer Provincialde aqu<strong>el</strong>la tan r<strong>el</strong>igiosa Provincia, lamada deSanta Cruz, contestóles que <strong>el</strong> predicado no habíadicho cosa alguna de la que se debiera desdecir, yque antes volverían a predicar aqu<strong>el</strong>la misma doctrinacomo tan verdadera y católica para alumbrar alas conciencias y condenar a quien no la quisiese admitir.Esta fué la respuesta de los R<strong>el</strong>igiosof?; y tambiénla conducta que después siguieron. Lo cual,visto por <strong>el</strong> Almirante y Regidores, dió ocasión paraque trataran de echarlos de la isla de Santo Domingo,mandándoles que se apercibiesen para <strong>el</strong> camino.A lo que contestaron los R<strong>el</strong>igiosos, que ya estabanen orden, porque con sólo sus báculos comenzarían lamarcha. Mas no se llevó ésta a efecto, porque no seatrevieron a poner en práctica sus amenazas: perotomaron otro acuerdo, que fué enviar a España quieninformase al Rey Católico y a su Consejo de la doctrinaperniciosa, pues tal la h¡~gaban <strong>el</strong>los, que enaqu<strong>el</strong>las partes predicaban los Hijos de Santo Domingo.Supreron éstos tal determinación; y en su defensay para evitar <strong>el</strong> enorme agravio que de aquí sepodría seguir para la cristiandad en Indias, tomaronla resolución de ir alguno de <strong>el</strong>los a España. ~sí lohicieron yendo primero <strong>el</strong> P. Fr. Antonio de Montesinoy poco después <strong>el</strong> mismo P. Fr. Pedro de Córdoba,quienes informaron al ~ey ya su Consejo de laverdad de lo que en Indias pasaba; lo cual dió ocasióna que se expipdiesen decretos, mandando quede allf en ad<strong>el</strong>ante se procediese cristianamnte conlos indios.6Con esto~:; decretos tan de su gusto, y con nuevosdespachos que traían a su favor pa)\a realizar nuevasfundaciones, volviéronse los Padres Fr. Pedro y Fr.Antonio para la isla de Santo Domingo, en donde,junto con los demás R<strong>el</strong>igiosqs, continuaron su obraevang<strong>el</strong>izadora, no sin obstáculos y molestias por partede los perjudicados ambiciosos, pero con gran frutode los indios, que veían en ~os Dominicos a susúnicos y verdaderos defensores.Con iguales propósitos, pasáronse algunos R<strong>el</strong>igiososa la Isla de Cuba, en donde previendo <strong>el</strong> sesgode su predicación, tampoco fueron bien recibidos.Esto dió motivo para que, pasando algún tiempo, cansadosde tantas molestias y contradicciones de queconstantemente eran objeto por parte de los que sejuzgaban perjudicados, acudiese Fr. Pedro de Córdobanuevamente al Rey pidiéndole permiso y protecciónpara pasar a tierra firme, en donde tal vez supredicación encontraría menos obstáculos y <strong>el</strong> frutosería mayor entre aqu<strong>el</strong>los indios.Bien informado <strong>el</strong> Rey Don Fernando d<strong>el</strong> grandefruto que <strong>el</strong> santo Fr. Pedro de Córdoba y sus compañeroshacían en Indias, concedióle gustoso <strong>el</strong> permisoque le pedían. Aún más: mandó que en la is!aEspañola se les diesen embarcaciones y todo lo necesarioque pidiesen para la jornada, la que emprendierontan pronto como les fué posible tres R<strong>el</strong>igiosos,que fueron los Padres Fr. Francisco de Córdoba,Fr. Antonio de Montesinos y <strong>el</strong> Hermano Fr. JuanGarcés, con <strong>el</strong> propósito de informarse de la tierra,para que más tarde otros R<strong>el</strong>igiosos fuesen en su seguimiento,fundasen conventos y tratasen de la conversiónde los indios.El Padre Fr. Antonio de Montesinos enfermó en<strong>el</strong> viaje, por lo que hubo de quedarse en la isla llamadade San Juan; en tanto que los otros dos R<strong>el</strong>igiosos,después de navegar más de doscientas leguas,
llegaron con toda f<strong>el</strong>icidad a tierra firme en las cos·tas de Venezu<strong>el</strong>a. Fueron alli bien recibidos de losindios, quienes les proporcionaron hospedaje, y lesdieron de comer y regalaron con lo que tenían.Para mejor ganarles para Dios aprendieron prontolos R<strong>el</strong>igiosos la lengua de los indios, a quienescomenzaron a evang<strong>el</strong>izar con no pequeño fruto. Peroaconteció que al poco tiempo llegó a aqu<strong>el</strong>la costaun navío de españoles, atraídos por la fama que corríade que en aqu<strong>el</strong>la tierra abundaban las perlas.Fueron bien recibidos en atención a los R<strong>el</strong>igiosos;mas correspondieron indignamente al recibimiento ybuen trato que se les dió. Un día apresaron al Caciquey a su familia, a quienes habían llevado engañadosal navío, y <strong>el</strong>evando anclas se fueron con <strong>el</strong>los.Esto puso a lo~ dos R<strong>el</strong>igiosos en <strong>el</strong> mayor de los apuros,pu~~ ~os m dios les h~cían cómplices. d<strong>el</strong> hurto.Tranqml~zabales Fr .. Francisco de Córdoba, ofreciendotra}?~Jar por su libertag y rescate, para cuyo efectoenvio car1;as a la E~pa~ola. Mas, al cabo de cuatromeses, Vlendo los mdios que su Cacique no volvía,determinaron vengarse en los R<strong>el</strong>igiosos quitandola vida a Fr. Francisco de Córdoba un dí~ cuandose disponía para c<strong>el</strong>ebrar la santa Misa, y poco despuésal Hermano Fr. Juan Garcés.Así acabaron, pues, sus días estos dos R<strong>el</strong>igiososDominicos, que so:p. los primeros que derramaron susangre por la propagación de la Fe en tierras americanas.Su martirio tuvo lugar <strong>el</strong> año 1516.3PASAN A MEXICO LOS PRIMEROS HIJOS DE SANTO DOMINGO. -LES HOSPEDAN EN SU CON·VENTO SUS HERMANOS LOS RELIGIOSOS FRANCISCANOS.- BIOGRAFIA DEL VBLE P. FR. ·noMINGO DE BETANZOSFracasó la primera misión dominicana que llegóa tierra firme, como lo acabamos de ver en <strong>el</strong> capítuloanterior; pero <strong>el</strong> Señor en sus amorosos designiosacerca de los habitantes d<strong>el</strong> Nuevo Mundo, conservóencendido <strong>el</strong>~ego de la caridad apostólica enlos Hijos de Santo Domingo que habían quedado enla Española.Con motivo de haber legado otros ocho R<strong>el</strong>igiososDominicos a dicha Isla, al mando d<strong>el</strong> P. Fr. TomásOrtiz, avivóse él deseo que todos sentían por lasalvación de las almas. Venia Fr. Tomás Ortiz conla orden terminante de que, tomando otros cuatroR<strong>el</strong>igiosos de los que en la Española estaban, continuasesu viaje a la Nueva España, como se llamó enun principio a México. Así lo hizo, en efecto, Fr.Tomás Ortiz, quien en compañia de otros once R<strong>el</strong>igiososde su Orden llegó a la capital mexicana en 23de Junio d<strong>el</strong> año 1526, siendo alí muy bien recibidos.Aposentáronlos con mucha caridad en su Conventolos R<strong>el</strong>igiosos de nuestro Padre San Francisco,quienes habían llegado a aqu<strong>el</strong>las tierras dos años antes.Pero, fuese por <strong>el</strong> mal clima de la tierra, o porqueDios así lo tenia dispuesto, es lo cierto que apoco de llegar enfermaron casi todos los R<strong>el</strong>igiososDominicos, a consecuencia de lo cual murieron cincode <strong>el</strong>los, y fué tan grave la enfermedad de cuatro d<strong>el</strong>os restantes, entre éstos <strong>el</strong> P. Fr. Tomás Ortiz, quesi no se volvieran prontamente a España, hubierantambién sinduda fallecido. Con esto quedaron enMéxico tan sólo tres Dominicos; y como Superior de<strong>el</strong>los. <strong>el</strong> santo y venerable Padre Fr. Domingo de Betanzos.Al llegar aquí no podemos resistir <strong>el</strong> deseo de dara conocer algo siquiera de la vida de este santo R<strong>el</strong>igioso.Tal vez parecerá de momento una digresión;mas <strong>el</strong>la nos evitará <strong>el</strong> tener que repetir muchas otrascosas en <strong>el</strong> decurso de esta historia, ya que Fr. Domingode Betanzos fué <strong>el</strong> hombre destinado por Diospara echar los fundamentos de la Orden Dominicana,no sólo en México, sino que también en CentroAmérica.Nació Fr. Domingo de Betanzos, dice <strong>el</strong> P. FrayAlonso Fernández (1), que nos sirve de guía en lo quevamos narrando, en la nobilísima ciudad de León (España).Su nombre de bautismo fué Francisco, quecambió por <strong>el</strong> de Domingo al tiempo de profesar enla Orden de Predicadores.Sus padres, que eran ricos y nobles, criáronlecon gran cuidado. En su ciudad natal aprendió Franciscolas primeras letras, demostrando ya desde entoncestener muy buen talento, por lo que llegado ala edad competente enviáronle sus padres a estudiara la Universidad de Salamanca. Dióse aquí al principioal estudio de la Retórica y Artes; mas luego(1) ''Historia d<strong>el</strong> Convento de S. Esteban de Salamanca". Lib. 1, Cap. XIX.inclinóse a estudiar Derecho, en lo que aventajó tantoque en muy breve se hizo bachiller y se graduó deLicenciado; con lo que ganó nombre de docto y há~bil entre sus condiscípulos y maestros.Pero con todo esto, no eran las ciencias profanaslo que más atraía su corazón, sino la virtud Frecuentabacon devoción las iglesias, aborrecía lasamis~ades de gentes poco consideradas, y gustaba detratar con personas virtuosas. Deparóle <strong>el</strong> Señorconforme se lo pedía, un buen compañero y amigo enPe~ro ~e Arconada 1 e~tl!-diante tambié:P de aqu<strong>el</strong>laUmvers1dad. Los eJercicios de ambos eran semejantes:.juntos iban a l!ls aulas y juntos volvían; y juntosrealizaban una serie de proezas, muy distintas porcierto de l{ls de los estudiantes de nuestros días.A la vu<strong>el</strong>ta de las clases, pasábanse por un hospital,donde daban de comer y servían a los pobresenfermos. Y cuando a algunos de éstos más necesitadosencontrábanlos por la calle, con frecuencia llevábanlosa su posada y dábanles la comida para <strong>el</strong>lospreparada, contentándose para sí muchas veces conpan Y agua. Todo esto, y más que aquí no referimospor no ser demasiado prolijos, hacíanlo los dos amigoscon <strong>el</strong> mayor secreto y recato, sin descubrirlo anadie, por <strong>el</strong> riesgo que su<strong>el</strong>e haber en estas cosassi se exponen a la estimación y aplauso de los demás:Mas no fué posible que tales hechos se ocultas~n,antes llegaron pronto a hacerse públicos en lacmdad; P
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lugar donde sospecharon podría esc
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