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Revista Conservadora - La Loba y el Cordero - Julio 1968 No. 94

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llegaron con toda f<strong>el</strong>icidad a tierra firme en las cos·tas de Venezu<strong>el</strong>a. Fueron alli bien recibidos de losindios, quienes les proporcionaron hospedaje, y lesdieron de comer y regalaron con lo que tenían.Para mejor ganarles para Dios aprendieron prontolos R<strong>el</strong>igiosos la lengua de los indios, a quienescomenzaron a evang<strong>el</strong>izar con no pequeño fruto. Peroaconteció que al poco tiempo llegó a aqu<strong>el</strong>la costaun navío de españoles, atraídos por la fama que corríade que en aqu<strong>el</strong>la tierra abundaban las perlas.Fueron bien recibidos en atención a los R<strong>el</strong>igiosos;mas correspondieron indignamente al recibimiento ybuen trato que se les dió. Un día apresaron al Caciquey a su familia, a quienes habían llevado engañadosal navío, y <strong>el</strong>evando anclas se fueron con <strong>el</strong>los.Esto puso a lo~ dos R<strong>el</strong>igiosos en <strong>el</strong> mayor de los apuros,pu~~ ~os m dios les h~cían cómplices. d<strong>el</strong> hurto.Tranqml~zabales Fr .. Francisco de Córdoba, ofreciendotra}?~Jar por su libertag y rescate, para cuyo efectoenvio car1;as a la E~pa~ola. Mas, al cabo de cuatromeses, Vlendo los mdios que su Cacique no volvía,determinaron vengarse en los R<strong>el</strong>igiosos quitandola vida a Fr. Francisco de Córdoba un dí~ cuandose disponía para c<strong>el</strong>ebrar la santa Misa, y poco despuésal Hermano Fr. Juan Garcés.Así acabaron, pues, sus días estos dos R<strong>el</strong>igiososDominicos, que so:p. los primeros que derramaron susangre por la propagación de la Fe en tierras americanas.Su martirio tuvo lugar <strong>el</strong> año 1516.3PASAN A MEXICO LOS PRIMEROS HIJOS DE SANTO DOMINGO. -LES HOSPEDAN EN SU CON·VENTO SUS HERMANOS LOS RELIGIOSOS FRANCISCANOS.- BIOGRAFIA DEL VBLE P. FR. ·no­MINGO DE BETANZOSFracasó la primera misión dominicana que llegóa tierra firme, como lo acabamos de ver en <strong>el</strong> capítuloanterior; pero <strong>el</strong> Señor en sus amorosos designiosacerca de los habitantes d<strong>el</strong> Nuevo Mundo, conservóencendido <strong>el</strong>~ego de la caridad apostólica enlos Hijos de Santo Domingo que habían quedado enla Española.Con motivo de haber legado otros ocho R<strong>el</strong>igiososDominicos a dicha Isla, al mando d<strong>el</strong> P. Fr. TomásOrtiz, avivóse él deseo que todos sentían por lasalvación de las almas. Venia Fr. Tomás Ortiz conla orden terminante de que, tomando otros cuatroR<strong>el</strong>igiosos de los que en la Española estaban, continuasesu viaje a la Nueva España, como se llamó enun principio a México. Así lo hizo, en efecto, Fr.Tomás Ortiz, quien en compañia de otros once R<strong>el</strong>igiososde su Orden llegó a la capital mexicana en 23de Junio d<strong>el</strong> año 1526, siendo alí muy bien recibidos.Aposentáronlos con mucha caridad en su Conventolos R<strong>el</strong>igiosos de nuestro Padre San Francisco,quienes habían llegado a aqu<strong>el</strong>las tierras dos años antes.Pero, fuese por <strong>el</strong> mal clima de la tierra, o porqueDios así lo tenia dispuesto, es lo cierto que apoco de llegar enfermaron casi todos los R<strong>el</strong>igiososDominicos, a consecuencia de lo cual murieron cincode <strong>el</strong>los, y fué tan grave la enfermedad de cuatro d<strong>el</strong>os restantes, entre éstos <strong>el</strong> P. Fr. Tomás Ortiz, quesi no se volvieran prontamente a España, hubierantambién sinduda fallecido. Con esto quedaron enMéxico tan sólo tres Dominicos; y como Superior de<strong>el</strong>los. <strong>el</strong> santo y venerable Padre Fr. Domingo de Betanzos.Al llegar aquí no podemos resistir <strong>el</strong> deseo de dara conocer algo siquiera de la vida de este santo R<strong>el</strong>igioso.Tal vez parecerá de momento una digresión;mas <strong>el</strong>la nos evitará <strong>el</strong> tener que repetir muchas otrascosas en <strong>el</strong> decurso de esta historia, ya que Fr. Domingode Betanzos fué <strong>el</strong> hombre destinado por Diospara echar los fundamentos de la Orden Dominicana,no sólo en México, sino que también en CentroAmérica.Nació Fr. Domingo de Betanzos, dice <strong>el</strong> P. FrayAlonso Fernández (1), que nos sirve de guía en lo quevamos narrando, en la nobilísima ciudad de León (España).Su nombre de bautismo fué Francisco, quecambió por <strong>el</strong> de Domingo al tiempo de profesar enla Orden de Predicadores.Sus padres, que eran ricos y nobles, criáronlecon gran cuidado. En su ciudad natal aprendió Franciscolas primeras letras, demostrando ya desde entoncestener muy buen talento, por lo que llegado ala edad competente enviáronle sus padres a estudiara la Universidad de Salamanca. Dióse aquí al principioal estudio de la Retórica y Artes; mas luego(1) ''Historia d<strong>el</strong> Convento de S. Esteban de Salamanca". Lib. 1, Cap. XIX.inclinóse a estudiar Derecho, en lo que aventajó tantoque en muy breve se hizo bachiller y se graduó deLicenciado; con lo que ganó nombre de docto y há~bil entre sus condiscípulos y maestros.Pero con todo esto, no eran las ciencias profanaslo que más atraía su corazón, sino la virtud Frecuentabacon devoción las iglesias, aborrecía lasamis~ades de gentes poco consideradas, y gustaba detratar con personas virtuosas. Deparóle <strong>el</strong> Señorconforme se lo pedía, un buen compañero y amigo enPe~ro ~e Arconada 1 e~tl!-diante tambié:P de aqu<strong>el</strong>laUmvers1dad. Los eJercicios de ambos eran semejantes:.juntos iban a l!ls aulas y juntos volvían; y juntosrealizaban una serie de proezas, muy distintas porcierto de l{ls de los estudiantes de nuestros días.A la vu<strong>el</strong>ta de las clases, pasábanse por un hospital,donde daban de comer y servían a los pobresenfermos. Y cuando a algunos de éstos más necesitadosencontrábanlos por la calle, con frecuencia llevábanlosa su posada y dábanles la comida para <strong>el</strong>lospreparada, contentándose para sí muchas veces conpan Y agua. Todo esto, y más que aquí no referimospor no ser demasiado prolijos, hacíanlo los dos amigoscon <strong>el</strong> mayor secreto y recato, sin descubrirlo anadie, por <strong>el</strong> riesgo que su<strong>el</strong>e haber en estas cosassi se exponen a la estimación y aplauso de los demás:Mas no fué posible que tales hechos se ocultas~n,antes llegaron pronto a hacerse públicos en lacmdad; P

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