<strong>Marzo</strong>- <strong>abril</strong>, <strong>2010#</strong> <strong>100</strong> <strong>Revista</strong> <strong>Digital</strong> <strong>miNatura</strong> 22dentículos, y opérculos, babillas,cuernos, cercos terminales yquelíceros; mientras las estacionessiguieron pasando.El líquido que rezumo después deatravesar mis tres estómagos, y queregurgito para alimentarme, nisiquiera es sabroso.Yo era un empleado administrativo,oscuro, pero sin problemas. Perdí mitrabajo, mi mujer, mi familia y misamigos. Y ahora ¿qué soy?Deseo morir. Con mi suerte, solofalta que no exista asteroide que seestrelle contra el pla<strong>net</strong>a, y debaseguir así, mutando, estación trasestación, quién sabe hasta cuando.Daniel Frini (Argentina) Brujas 38Las brujas eran piromaniacas poreso no se asombraron cuando lascondenaron a la hoguera, loconsideraron como unhomenaje.La bruja sin escoba selamentaba no tanto de nopoder volar como de nopoder barrer el techo de lacasa.El gato negro acostadoentre la escoba y el calderonunca comprendió porqueaquel hombre que habíagolpeado a la puerta de la casa de sudueña en horas intempestivas de lanoche, sin mediar saludos le habíagritado a la bruja que se sentaraencima suyo.38 Septiembre/ Octubre # 96, 2009. Dossier:Bujas, Hechizos y Magia.Cuando la bruja se dispuso apreparar su siguiente hechizodescubrió con sorpresa que susamigas le habían cambiado elcaldero por una olla de presión.Las brujas eran mujeres hermosasque se disfrazaban de viejas horriblespara que al pasar volando no sedespertara la envidia entre lasmujeres corrientes que no se atrevíana meterse la escoba entre las piernas.En medio de las llamas que seaprestaban a devorarla la brujavislumbró un libro entreabierto, eraaquella misma novela que nuncaterminó de leer, pero las llamas, elhumo en los ojos y las lágrimas de supróximo fin tampoco le permitiríansaber como acababa.Bruno Henríquez (Cuba) John Seal 39Mi hermano Felipenunca me dejó jugar aeso. Era un asunto devarones. Tampoco meinteresaba, pero moríapor descubrir de dóndele salía tanta pasión porsus soldaditos. Sí, deesos verdes que vendíanlos buhoneros pormontones. Y es que nien sueños me losprestaba, pero sí estaba a la orden deldía para plantarse a jugar con ellossobre mi panza. Juraba que era uncampo de batalla real. Yo lo dejaba.39 Octubre # 97, 2009. Dossier: VII CertamenInternacional de Microcuento Fantástico<strong>miNatura</strong> 2009.
<strong>Marzo</strong>- <strong>abril</strong>, <strong>2010#</strong> <strong>100</strong> <strong>Revista</strong> <strong>Digital</strong> <strong>miNatura</strong> 23¿Por qué iba a echar a perder lafantasía de mi hermanito? Aunque, aveces me fastidiaba el constante¡Bang! ¡Bang! Que gritaba, mientrascombatía con sus muñecos.Así estuvo por años, hasta que undía jugando en mi vientre empezó asollozar.— ¿Que te ocurre, Felipito? —lepregunté con ternura.— ¡Ha muerto John Seal!— ¿Y quién es John Seal?—El soldado más valiente. ¡Unhéroe! El mejor de los amigos y elguía de nuestras exploraciones. Sinél no quiero pelear contra losmalvados Grish. Pero,¿sabes? Ya no lloraré.Seguro que no le agradaríaverme así. Yo mismo ledaré cristiana sepultura eneste campo de batalla, y suhonor será recordado parasiempre.Desde ese día, se acabó lalucha en mi panza. No mássoldaditos, ni malvadosGrish. ¡Sabrá Dios quiéneseran! Y me convencí poraños que fue porque mi hermanitohabía crecido. Seguiría creyéndolo,si no fuera porque a los veinte añosme operaron de una hernia y enplena cirugía, el doctor sustrajo unapequeña calavera desde lo másprofundo de mi ombligo.Annabel Miguelena (Panamá) Ovejas o Cabritos 40Esa mañana las noticias en lapantalla del vagón del metro eran40 Noviembre/ Diciembre # 98. Dossier: Post-Apocalipsis.temibles. Desde luego que uno setermina acostumbrando a estasguerras modernas, pero igual muchosabandonaron el refugio delholosistema al que iban conectadospara levantar la cabeza con algunaansiedad. Que todo pasara tan lejosno era ninguna garantía. El telediarioenlazó con la videocámara de unmisil intercontinental apartandonubes en su camino de muerte. Másabajo, una ciudad se agigantaba. Nosmiramos con perplejidad cuando elcontorno se volvió conocido. Noíbamos a asistir a otra vaporizaciónen directo, íbamos a protagonizarla.Aún conservo el reloj pulsera quemi padre heredó de suabuelo. Miré la fecha.Qué mal día para quejusto suceda elApocalipsis, alcancé apensar con vanamelancolía. Y despuésnos cegó la luz. Ydespués, un trueno. Ydespués, un temblor. Ydespués el silencio.Tengo un desdibujadorecuerdo de lo quesucedió luego. Estábamos sepultadoskilómetros bajo tierra y no sólo fuepreciso atravesar por túnelesaburridos de soledad, también hizofalta trasponer sucesivas capas delocura, desesperanza, ira, piedad,tristeza, miedo, resignación. Unpastor fanatizado nos arengabarepitiendo que los pecadoresimpenitentes ya habían sidopurificados por el fuego y que, pornuestra fe, habíamos sido rescatadosdel Gehena. Finalmente emergimos.Nunca sabré si me tocó ser oveja ocabrito. No había ningún reyesperándonos. Tampoco ángeles.
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