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Crónicas de la Torre III: La llamada de los muertos ... - Laura Gallego

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Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>:<strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong>Capítulo I: Saevin<strong>La</strong> tormenta <strong>de</strong> nieve azotaba con fuerza el Valle <strong>de</strong> <strong>los</strong>Lobos. Dos figuras ascendían penosamente por el camino,inclinadas hacia <strong>de</strong><strong>la</strong>nte, para tratar <strong>de</strong> vencer <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong>lviento.Cualquiera en el pueblo habría sabido que era una ma<strong>la</strong>noche para andar al <strong>de</strong>scubierto, pero al viajero <strong>de</strong> mayor eda<strong>de</strong>so no le importaba. Su urgencia estaba motivada por el miedo,y su terror al muchacho que caminaba junto a él era mayor queel que podía provocar en él <strong>la</strong> ventisca.El chico, cubierto por una gruesa capa, percibía aquelmiedo. El hombre lo sabía; aunque a veces habría dadocualquier cosa por saber qué rondaba por <strong>la</strong> mente <strong>de</strong>lmuchacho, en <strong>la</strong> mayor parte <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ocasiones <strong>de</strong>cidía que eramejor seguir ignorándolo.En cualquier caso, pronto se solucionaría todo. Estaban apunto <strong>de</strong> llegar.Habían partido dos meses atrás; en ningún momentohabía dicho al chico a dón<strong>de</strong> se dirigían, y él tampoco habíapreguntado. A lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> todo el trayecto apenas había hab<strong>la</strong>do,mirándole con esa extraña mirada suya, y con una leve sonrisaen <strong>los</strong> <strong>la</strong>bios.El hombre se estremeció, pero no a causa <strong>de</strong>l frío. Sevolvió un momento para observar al muchacho y él le <strong>de</strong>volvióuna mirada inescrutable.Siguieron su camino, hasta que el hombre se <strong>de</strong>tuvobruscamente y miró al frente, alzando el farol.1


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003Ante él se erguía una alta verja <strong>de</strong> hierro.—Hemos llegado —anunció secamente.El chico <strong>de</strong>spegó <strong>los</strong> <strong>la</strong>bios por primera vez en muchosdías.—<strong>La</strong> <strong>Torre</strong> —murmuró.El hombre se estremeció. ¿Cómo lo había sabido?—Bien, pues… —empezó, in<strong>de</strong>ciso—. Ya estamos aquí.Supongo que habrá una campanil<strong>la</strong> para l<strong>la</strong>mar o algo por elestilo…Alzaba el farol para buscar<strong>la</strong> cuando súbitamente se oyóun gran resoplido que parecía venir <strong>de</strong> <strong>la</strong>s entrañas <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra.El hombre dio un salto atrás. Entonces una gran nube <strong>de</strong> humoardiente que procedía <strong>de</strong>l otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> verja <strong>los</strong> envolvió. Sinpo<strong>de</strong>r evitar un ataque <strong>de</strong> tos, el extranjero levantó <strong>la</strong> luz en alto,intentando ver algo, y lo que vio lo <strong>de</strong>jó absolutamente aterrado.Por encima <strong>de</strong> <strong>la</strong> verja se alzaba lentamente un enormebulto vivo, una gigantesca cabeza unida a un <strong>la</strong>rgo cuelloescamoso, una cabeza con cuernos y colmil<strong>los</strong> enormes, cuyohocico aún echaba humo y que se inclinaba hacia el<strong>los</strong> con <strong>los</strong>ojos entornados.El forastero gritó, aterrado ante <strong>la</strong> visión <strong>de</strong> <strong>la</strong> criatura,que siguió pasando el cuello por encima <strong>de</strong> <strong>la</strong> verja hasta quesus ojos y sus fauces estuvieron prácticamente a <strong>la</strong> altura <strong>de</strong> <strong>los</strong>dos humanos. El pavor impidió moverse al más mayor, mientrasque el joven permanecía impasible.—Buenas noches, viajeros —dijo entonces el dragón,amablemente; sus ojos ver<strong>de</strong>s bril<strong>la</strong>ban divertidos y burlones alver <strong>la</strong> expresión horrorizada <strong>de</strong>l recién llegado—. Bienvenidos a<strong>la</strong> <strong>Torre</strong>.—No-nosotros… —balbuceó él—. Ya-ya nos íbamos.—No nos vamos, padre —intervino entonces elmuchacho, con voz suave pero autoritaria.2


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003El hombre se volvió hacia él, temb<strong>la</strong>ndo violentamente.Uno no habría sabido <strong>de</strong>cir qué le aterrorizaba más, si elinmenso reptil o su propio hijo.—Ya veo —comentó el dragón—. Habéis venido ahab<strong>la</strong>r con <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>, ¿no es así?—S-sí.El dragón se retiró un poco y <strong>la</strong> verja se abrió. El hombre<strong>de</strong> más edad parpa<strong>de</strong>ó, confuso, porque estaba convencido <strong>de</strong>que nadie se había acercado a <strong>la</strong> cance<strong>la</strong>. Su hijo, en cambio, noparecía sorprendido en absoluto. Lo observaba todo pensativo yen calma, sin que nadie pudiese llegar a adivinar qué había tras<strong>la</strong> mirada <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> un color azul tan c<strong>la</strong>ro que parecíahielo.—Bienvenidos —dijo entonces otra voz, una vozfemenina.De entre <strong>la</strong>s sombras surgió una figura envuelta en unresp<strong>la</strong>ndor centelleante. El muchacho no se movió, pero supadre retrocedió unos pasos. Cuando <strong>la</strong> mujer cruzó <strong>la</strong> verja paraacudir a su encuentro vieron que no había nada sobrenatural enel<strong>la</strong>, por lo menos a simple vista. El brillo que habían visto se<strong>de</strong>bía a <strong>la</strong> luz reflejada en <strong>los</strong> pliegues <strong>de</strong> su túnica dorada.<strong>La</strong> mujer les <strong>de</strong>dicó una suave sonrisa. Tenía poco más<strong>de</strong> treinta años, el pelo negro como el a<strong>la</strong> <strong>de</strong> un cuervo y unosojos azules profundos y serenos como el mar en calma.—Buscamos a <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>, <strong>la</strong> Dama<strong>de</strong>l…Dragón —dijo el hombre, <strong>la</strong>nzando miradas rece<strong>los</strong>as aldragón, que se erguía impasible tras <strong>la</strong> verja.—Yo soy <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> y <strong>la</strong> Dama <strong>de</strong>l Dragón —dijo el<strong>la</strong>—. ¿Qué se os ofrece?El hombre miró a su hijo y se estremeció.—Es él —dijo, señalándolo con un <strong>de</strong>do ligeramentetembloroso—. No lo queremos más en casa. Su lugar no está3


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003con <strong>la</strong> gente normal…Calló <strong>de</strong> pronto, dándose cuenta <strong>de</strong> que tal vez habíadicho algo inconveniente. Pero <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> no leprestaba atención. Observaba al muchacho con expresiónpensativa.—Ya veo… —murmuró.—<strong>La</strong> misma historia <strong>de</strong> siempre —gruñó el dragón <strong>de</strong>s<strong>de</strong><strong>la</strong> oscuridad.—No, vos no lo entendéis… —dijo el hombre, negandocon <strong>la</strong> cabeza.<strong>La</strong> mujer lo miró a <strong>los</strong> ojos y vio terror en el<strong>los</strong>, perotambién súplica… Volvió <strong>de</strong> nuevo su mirada hacia elmuchacho.—¿Cómo te l<strong>la</strong>mas?—Saevin —respondió su padre por él.Hubo un <strong>la</strong>rgo e incómodo silencio, sólo enturbiado porel sordo rugir <strong>de</strong> <strong>la</strong> tormenta <strong>de</strong> nieve.—Bienvenido a <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>, Saevin —dijo el<strong>la</strong> entonces—.Te acogemos como a uno <strong>de</strong> nosotros.El hombre dio un suspiro <strong>de</strong> alivio. El muchacho no dijonada. Su rostro seguía siendo impenetrable.—¿Crees que tiene aptitu<strong>de</strong>s, entonces? —preguntó eldragón.<strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> no contestó enseguida. Se limitó aseguir contemp<strong>la</strong>ndo el paisaje, asomada a uno <strong>de</strong> <strong>los</strong>balconcil<strong>los</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> primera p<strong>la</strong>nta <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>. Hacía rato que <strong>la</strong>tormenta había amainado; <strong>la</strong> nieve caía ahora mansamente sobreel Valle <strong>de</strong> <strong>los</strong> Lobos.—No lo dudo, Kai —dijo el<strong>la</strong> entonces.—Entonces, ¿qué te preocupa?4


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003El<strong>la</strong> frunció el ceño, pensativa.—No estoy segura. Tal vez su aura. Tal vez su mirada.Tal vez el terror que provoca en su propio padre…—Los no iniciados siempre tienen miedo <strong>de</strong> lo que nocompren<strong>de</strong>n, Dana. Tú misma lo has dicho muchas veces.<strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> se volvió hacia el dragón. Élseguía en el jardín, pero era tan gran<strong>de</strong> que su cabeza quedaba a<strong>la</strong> altura <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Ambos se miraron a <strong>los</strong> ojos. Fue unamirada intensa, que culminó en una caricia por parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer.El dragón cerró <strong>los</strong> ojos para disfrutar<strong>la</strong>.—Pero él sabía quién era yo —prosiguió el<strong>la</strong>—. Y no metemía a mí, sino a Saevin. Resulta extraño que un chico tanjoven, que a<strong>de</strong>más nunca ha sido instruido, pueda aterrorizar asu familia <strong>de</strong> esa forma, por mucho po<strong>de</strong>r que tenga.Kai <strong>la</strong><strong>de</strong>ó <strong>la</strong> cabeza y estiró su <strong>la</strong>rgo cuello escamosopara acercarse más a el<strong>la</strong>.—¿Recuerdas a Sa<strong>la</strong>mandra?<strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> sonrió.—¿Cómo iba a olvidar<strong>la</strong>?—Bien, su po<strong>de</strong>r también era terrible cuando llegó aquí.¿Recuerdas lo que estuvieron a punto <strong>de</strong> hacerle sus vecinoscuando <strong>la</strong> <strong>de</strong>scubrieron, Dana? Si Fenris y Jonás no hubiesenllegado a tiempo…—Lo sé.—Y era apenas una chiquil<strong>la</strong> <strong>de</strong> trece años que no sabíanada acerca <strong>de</strong> sí misma.—Eso es lo que me preocupa, Kai. —<strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong><strong>Torre</strong> se volvió hacia el dragón, muy seria—. Saevin lo sabe.Era ya muy tar<strong>de</strong> cuando Jonás subió hasta <strong>los</strong> aposentos<strong>de</strong> <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>. Se trataba <strong>de</strong> un joven <strong>de</strong> unos veinte5


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003años, moreno y serio, y vestía una túnica <strong>de</strong> color rojo.Era el alumno más antiguo <strong>de</strong> Dana en <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>.Después <strong>de</strong> subir lentamente <strong>la</strong> <strong>la</strong>rguísima escalera <strong>de</strong>caracol que vertebraba el edificio, Jonás llegó por fin a sucúspi<strong>de</strong>. Se <strong>de</strong>tuvo en <strong>la</strong> última p<strong>la</strong>nta. Allí había cuatro puertas:el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Dana, su <strong>la</strong>boratorio, su habitación… <strong>La</strong> cuartapuerta estaba siempre cerrada, y muy pocos sabían qué seocultaba <strong>de</strong>trás.Jonás lo sabía, pero ahora no estaba interesado en el<strong>la</strong>.Como había imaginado, se filtraba luz por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> primerapuerta, <strong>la</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho. El joven suspiró. <strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>llevaba años pasando muchas noches en ve<strong>la</strong>, buscando en <strong>los</strong>libros el conjuro que podría <strong>de</strong>volverle <strong>la</strong> felicidad perdida…L<strong>la</strong>mó suavemente.No respondieron enseguida, y Jonás temió que Dana sehubiese quedado dormida sobre sus libros. Ya iba a marcharsecuando <strong>la</strong> puerta se abrió.—Pasa, Jonás —dijo el<strong>la</strong>—. Te esperaba.Jonás frunció el ceño, pero obe<strong>de</strong>ció.Dana había cambiado su túnica dorada por una mássencil<strong>la</strong> <strong>de</strong> color b<strong>la</strong>nco, indudablemente más cómoda. Sobre sumesa había un gran número <strong>de</strong> gruesos y viejos volúmenessacados <strong>de</strong> <strong>la</strong> biblioteca, api<strong>la</strong>dos en un montón. Uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong>estaba abierto.—Has venido por Saevin, ¿no es así? —preguntó el<strong>la</strong>.Jonás respiró hondo.—Maestra, he pasado <strong>la</strong> mitad <strong>de</strong> mi vida en <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>.Sabes que siempre me ha gustado recibir a <strong>los</strong> nuevos alumnos.Pero esta vez…Calló un momento, pensativo. Dana esperó, en silencio, aque continuase.—Saevin es diferente —prosiguió Jonás—. No parece6


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003contento, ni nervioso, ni siquiera hace preguntas. Tampoco estáasustado. Se comporta <strong>de</strong> un modo…—¿Indiferente? —lo ayudó Dana.—Sí… No, no exactamente. Es como si todo le resultaseya conocido. No le sorpren<strong>de</strong> nada. Sé que podría atribuirse alhecho <strong>de</strong> que está cansado, pero… no sé, hay algo más. Me dama<strong>la</strong> espina.—Buena percepción —murmuró Dana.—¿Quién es, Maestra? —preguntó Jonás.<strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> c<strong>la</strong>vó en él sus ojos azules.—Ojalá lo supiésemos, Jonás.<strong>La</strong> llegada <strong>de</strong>l nuevo alumno a <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> ocasionó ciertorevuelo al principio, sobre todo entre <strong>los</strong> más jóvenes. Jonás<strong>de</strong>jó a un <strong>la</strong>do sus obligaciones por un día para aten<strong>de</strong>r al reciénllegado y mantenerlo apartado <strong>de</strong> <strong>la</strong> curiosidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> pequeños.—Supongo que ya sabes lo que es <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> —empezó;como Saevin no hizo ningún comentario, añadió—. <strong>La</strong> <strong>Torre</strong> esuna <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pocas Escue<strong>la</strong>s <strong>de</strong> Alta Hechicería que quedan en elmundo. Ahora mismo hay aquí cerca <strong>de</strong> quince alumnos, lo cualno está nada mal, teniendo en cuenta <strong>los</strong> tiempos que corren. <strong>La</strong>fama <strong>de</strong> <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> ha contribuido a que <strong>los</strong> magosestemos mejor vistos que hace algunos años.Saevin seguía sin hab<strong>la</strong>r. No era un silencio hosco; alcontrario, parecía que escuchaba a Jonás con cierta amabilidad,pero el joven tenía <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> que también le atendía con <strong>la</strong>paciencia <strong>de</strong>l que está escuchando algo que ya sabe.—Bien, ya veo que ya llevas puesta <strong>la</strong> túnica b<strong>la</strong>nca —prosiguió, algo incómodo—. Ese color indica que eres unaprendiz <strong>de</strong> primer grado. Habrás visto que te hemos <strong>de</strong>jado entu habitación el Libro <strong>de</strong> <strong>la</strong> Tierra. Será tu primer manual <strong>de</strong>7


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003hechizos. Si no sabes leer…—Sé leer —repuso Saevin calmosamente.—Muy bien. Pero tendrás que apren<strong>de</strong>r el lenguajearcano, <strong>de</strong> todos modos. Sin embargo, si realmente <strong>la</strong> magia esalgo innato en ti, no tendrás problemas.>> Cuando <strong>la</strong> Maestra juzgue que estás preparado, tesometerá a tu primer examen. Si lo apruebas, pasarás a segundogrado y cambiarás tu túnica b<strong>la</strong>nca por una ver<strong>de</strong>, lo cualsimboliza que ya dominas el elemento Tierra. Entoncesestudiarás el Libro <strong>de</strong>l Aire, el Libro <strong>de</strong>l Agua y el Libro <strong>de</strong>lFuego, por este or<strong>de</strong>n. Y el color <strong>de</strong> tu túnica pasará <strong>de</strong>l ver<strong>de</strong> a<strong>la</strong>zul, <strong>de</strong>l azul al violeta y <strong>de</strong>l violeta al rojo. Cuando logres <strong>la</strong>túnica roja, cosa que se consigue tras superar un examenl<strong>la</strong>mado <strong>la</strong> Prueba <strong>de</strong>l Fuego, ya serás consi<strong>de</strong>rado un mago <strong>de</strong>primer nivel.Saevin asintió sin una pa<strong>la</strong>bra.—Así que ya conoces <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual <strong>los</strong> aprendicesllevan túnicas <strong>de</strong> diferentes colores —concluyó Jonás.No hizo referencia a su propia túnica, <strong>de</strong> color rojo.Jonás había superado <strong>la</strong> Prueba <strong>de</strong>l Fuego el año anterior y aúnsufría pesadil<strong>la</strong>s por <strong>la</strong>s noches, pero no quiso asustar a Saevinen su primer día. Aunque, por el aspecto impasible <strong>de</strong>l reciénllegado, parecía que nada podía llegar a asustarle.Esperó <strong>la</strong> pregunta que hacían todos al llegar: ¿por qué,pues, vestía Dana una túnica dorada? Jonás estaba acostumbradoa el<strong>la</strong>, y por supuesto conocía <strong>la</strong> respuesta. Hab<strong>la</strong>ba entonces <strong>de</strong>aquel<strong>los</strong> que estaban por encima <strong>de</strong> <strong>los</strong> simples magos: <strong>los</strong>Archimagos. <strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> era una Archimaga y sucolor era el dorado, aunque a menudo vistiese también túnicas<strong>de</strong> otros colores. Su favorito era el b<strong>la</strong>nco, un color que, para <strong>los</strong>magos, era algo así como el luto; con él vestían a sus aprendiceshasta que superaban <strong>la</strong> primera prueba que <strong>de</strong>mostraba que8


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003habían <strong>de</strong>spertado a <strong>la</strong> magia y comenzado una nueva vida.Jonás nunca contaba a nadie <strong>los</strong> motivos que Dana podíatener para preferir el color b<strong>la</strong>nco precisamente el<strong>la</strong>, que era unapo<strong>de</strong>rosa hechicera.De todas formas, en aquel<strong>la</strong> ocasión <strong>la</strong> pregunta no sepresentó. Saevin se limitó a asentir sin hacer un solo comentario.Jonás mostró al nuevo aprendiz <strong>los</strong> lugares másimportantes <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>, como <strong>la</strong> enorme biblioteca, elobservatorio, <strong>la</strong> cocina, que se hal<strong>la</strong>ba en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta baja, y <strong>los</strong>estab<strong>los</strong>, don<strong>de</strong> aguardaba a Saevin su nuevo caballo.—No te lo enseño todo porque nos llevaría todo el día —le explicó—. <strong>La</strong> <strong>Torre</strong> tiene doce pisos y es inmensa. Haymuchas habitaciones que no se han usado en años, porquesomos muy pocas personas viviendo aquí… aunque ahoramismo, y como ya te he dicho, hay más aprendices que nunca.>> Ya has visto <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera. ¿Te has fijado en <strong>la</strong>pequeña p<strong>la</strong>taforma con almenas que <strong>la</strong> remata? Un poco másarriba están <strong>los</strong> aposentos <strong>de</strong> <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>. Po<strong>de</strong>mossubir a ver<strong>la</strong> siempre que sea necesario, pero es mejor nomolestar<strong>la</strong> con tonterías.Jonás le explicó que el aprendizaje <strong>de</strong> <strong>la</strong> magia era algotan personal que no era conveniente enseñarlo en c<strong>la</strong>sesmagistrales. Cada alumno tenía, junto a su habitación, unpequeño estudio que hacía <strong>la</strong>s veces <strong>de</strong> <strong>la</strong>boratorio, y <strong>la</strong>biblioteca estaba abierta para todo el mundo. Los mayoresenseñaban el lenguaje arcano a <strong>los</strong> recién llegados y, a partir <strong>de</strong>ahí, cada uno estudiaba sus manuales por su cuenta, siguiendopaso a paso <strong>la</strong>s instrucciones para cada uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> hechizos. <strong>La</strong>Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> supervisaba el progreso <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> susalumnos y solucionaba <strong>la</strong>s dudas que pudiesen tener.Jonás acabó con Saevin antes <strong>de</strong> lo previsto. Elmuchacho murmuró unas pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento y,9


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003seguidamente, se retiró a su habitación.El joven mago se quedó quieto en medio <strong>de</strong>l pasillo,pensando que aquél era el aprendiz más extraño que habíatenido <strong>la</strong> ocasión <strong>de</strong> recibir.Aquel<strong>la</strong> noche, <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> bajó <strong>de</strong> nuevo al balcón <strong>de</strong><strong>la</strong> primera p<strong>la</strong>nta para hab<strong>la</strong>r con Kai, el dragón.—¿Algún problema? —preguntó él en cuanto <strong>la</strong> viollegar—. Pareces preocupada.El<strong>la</strong> no respondió enseguida. Cerró <strong>los</strong> ojos un momentopara concentrarse, alzó <strong>la</strong> mano hacia el dragón y murmuró unaspa<strong>la</strong>bras en idioma arcano. Su mano se iluminó brevemente conun suave resp<strong>la</strong>ndor azu<strong>la</strong>do.Cuando Dana abrió <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> nuevo, el dragón se habíaquedado profundamente dormido sobre el suelo <strong>de</strong>l jardín, yfrente a el<strong>la</strong> se hal<strong>la</strong>ba un muchacho rubio <strong>de</strong> unos dieciséisaños cuyos ojos ver<strong>de</strong>s <strong>la</strong> miraban con seriedad. Sin embargo, sufigura era c<strong>la</strong>ramente incorpórea, hasta el punto <strong>de</strong> que se podíaver a través <strong>de</strong> su cuerpo traslúcido lo que había tras él.<strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> suspiró, exasperada.—¿Por qué no lo consigo? —murmuró.—Bueno, has logrado mucho en todo este tiempo —dijoel muchacho—. Al principio tu magia ni siquera podía evocarmi imagen. De todas formas… —vaciló un momento, pero nodijo nada más.—Sé lo que piensas, Kai —dijo el<strong>la</strong>—. Sé que crees quenunca podré <strong>de</strong>volverte tu verda<strong>de</strong>ro cuerpo.Kai movió <strong>la</strong> cabeza.—Dana, mi verda<strong>de</strong>ro cuerpo murió hace más <strong>de</strong>quinientos años, lo sabes. También es frustrante para mí, perono tanto como antes. Deberías alegrarte por el hecho <strong>de</strong> quetengo un cuerpo <strong>de</strong> nuevo, aunque sea un cuerpo <strong>de</strong> dragón.10


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003—Una extraña reencarnación —murmuró Dana—. Lo sé,Kai. Es una historia complicada <strong>la</strong> nuestra. Nos conocemos<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que éramos niños; yo estaba viva y tú no, y siempre he<strong>de</strong>seado cambiar eso, po<strong>de</strong>r darte un cuerpo para que volvieses a<strong>la</strong> vida. Pero cuando <strong>la</strong> oportunidad se presentó…Dana no añadió nada más. Kai dirigió una breve miradaal cuerpo <strong>de</strong>l dragón dormido, el cuerpo que le permitíaquedarse en el mundo <strong>de</strong> <strong>los</strong> vivos junto a <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>.—Pero algún día encontraré <strong>la</strong> manera, te lo juro —dijoel<strong>la</strong>.Kai movió <strong>la</strong> cabeza, preocupado.—Dana, verda<strong>de</strong>ramente…Un agudo chillido interrumpió sus pa<strong>la</strong>bras. Dana volvió<strong>la</strong> cabeza hacia arriba, hacia <strong>los</strong> pisos superiores <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>.Cuando se giró para mirar a Kai, <strong>la</strong> imagen <strong>de</strong>l muchacho ya noestaba allí, pero él <strong>la</strong> miraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong>l enorme dragóndorado, que se había <strong>de</strong>spertado.—Es Iris —dijo él.Dana no hizo ningún comentario. Su mano realizó unpase mágico e, inmediatamente, sin ruido, <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>se esfumó en el aire.Se materializó <strong>de</strong> nuevo en <strong>la</strong> habitación <strong>de</strong> Iris, unaalumna <strong>de</strong> segundo grado que no aparentaba <strong>los</strong> doce años quetenía. Su rostro <strong>de</strong> niña, marcado por el terror, estaba semiocultopor <strong>la</strong> manta en <strong>la</strong> que se había envuelto, mientras el<strong>la</strong> temb<strong>la</strong>baen un rincón <strong>de</strong> su cuarto. Emergió <strong>de</strong> su refugio cuando vioaparecer a <strong>la</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong>.—¡Maestra! —exc<strong>la</strong>mó, abriendo al máximo sus gran<strong>de</strong>sojos castaños—. Un horrible <strong>de</strong>monio estaba en mi cuarto, peroya se ha ido. Él lo ha echado.11


Crónicas <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> <strong>III</strong>: <strong>La</strong> l<strong>la</strong>mada <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>muertos</strong> – © <strong>La</strong>ura <strong>Gallego</strong> García, Ediciones SM,2003Dana volvió <strong>la</strong> mirada hacia <strong>la</strong> persona a <strong>la</strong> que seña<strong>la</strong>baIris.El muchacho le <strong>de</strong>volvió <strong>la</strong> mirada, sereno, tranquilo,como si expulsar a <strong>los</strong> <strong>de</strong>monios fuese algo que uno pudiesehacer todos <strong>los</strong> días.<strong>La</strong> Señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torre</strong> se quedó sin hab<strong>la</strong>.Era Saevin.12

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