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Pablo Redondo Sánchez | La noche eterna. La meditación de la ...

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<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…2En este artículo trataremos <strong>la</strong> muerte en Montaigne. Cualquier estudio sobre esteautor tiene que contar con que él veía en el comentario y en <strong>la</strong> glosa uno <strong>de</strong> los malesintelectuales <strong>de</strong> su tiempo: “Aristóteles escribió para ser entendido; si no lo consiguió,menos lo conseguirá uno menos hábil y un tercero” 2 . Su estilo no es <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego el <strong>de</strong>lclásico griego, pero su i<strong>de</strong>a, contraria a toda <strong>la</strong> hermenéutica actual, es que el autor tiene elprivilegio <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>rse a sí mismo <strong>de</strong> <strong>la</strong> mejor manera posible y ningún intérpreteaporta nada <strong>de</strong>cisivo a lo dicho por él. Defien<strong>de</strong> que el trabajo que inunda los libros <strong>de</strong>filosofía, más filológico que filosófico, es estéril: “Se invierte más trabajo en interpretar <strong>la</strong>sinterpretaciones que en interpretar <strong>la</strong>s cosas, y hay más libros sobre libros que sobrecualquier otro asunto. Por todas partes proliferan los comentarios; <strong>de</strong> autores, hay granescasez” 3 . ¡Qué no hubiese dicho <strong>de</strong> haber vivido hoy!“El tiempo me abandona” 4Sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista estas advertencias, pero sin tomar<strong>la</strong>s tan al pie <strong>de</strong> <strong>la</strong> letra comopara <strong>de</strong>sistir, abordamos los pensamientos <strong>de</strong> Montaigne sobre <strong>la</strong> muerte, un asunto muypresente en sus obras. Tan presente que sólo se puso a escribir al tener conciencia <strong>de</strong> que elfinal <strong>de</strong> su vida estaba cerca. En <strong>la</strong> famosa biblioteca en <strong>la</strong> que se ais<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> los asuntoscotidianos económicos y familiares se encuentra una inscripción muy conocida: “En el año<strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong> 1571, a <strong>la</strong> edad <strong>de</strong> 38 años, en <strong>la</strong> vigilia <strong>de</strong> <strong>la</strong>s calendas <strong>de</strong> marzo, el día <strong>de</strong> sucumpleaños, Michel <strong>de</strong> Montaigne, hastiado ya hace tiempo <strong>de</strong> <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud <strong>de</strong>l Pa<strong>la</strong>cio y <strong>de</strong><strong>la</strong>s tareas públicas, mientras, todavía incólume, anhe<strong>la</strong> refugiarse en el seno <strong>de</strong> <strong>la</strong>s doctasvírgenes, don<strong>de</strong>, tranquilo y libre <strong>de</strong> preocupaciones, atravesará finalmente <strong>la</strong> ¡ay! pequeñaparte <strong>de</strong>l proyecto que le resta por recorrer, si los hados así se lo conce<strong>de</strong>n, ha consagradoesta se<strong>de</strong> y este dulce escondrijo <strong>de</strong> sus antepasados a su libertad, tranquilidad y ocio” 5 . Contreinta y ocho años le domina <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado atrás <strong>la</strong> mayor parte <strong>de</strong> su vida -también <strong>la</strong> mejor- e insiste en ello con frecuencia. En <strong>la</strong> advertencia “Al lector” dicehaberse <strong>de</strong>cidido a escribir para hacer un uso meramente privado <strong>de</strong> <strong>la</strong> obra, <strong>de</strong>dicada a susallegados, para que sepan cómo es “una vez que me hayan perdido –cosa que suce<strong>de</strong>rápronto” 6 . Su intención es <strong>de</strong>scansar pensando y escribiendo, esperando plácidamente <strong>la</strong>muerte apartado <strong>de</strong>l mundo. Aunque el fruto <strong>de</strong>l retiro llegue a ser una obra inmortal, <strong>la</strong>intención al ais<strong>la</strong>rse no es <strong>la</strong> <strong>de</strong>l erudito que busca concentración para trabajar conintensidad en cuestiones científicas y pasar a <strong>la</strong> posteridad. Le interesa el conocimiento, <strong>la</strong>ciencia y <strong>la</strong> verdad, pero no está dispuesto a sacrificar por ellos los años que le quedan. Elobjetivo es más bien hedonista, disfrutar leyendo, apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los clásicos y escribir: “Miintención es pasar con dulzura y sin esfuerzo lo que me resta <strong>de</strong> vida. No quiero romperme<strong>la</strong> cabeza por nada, ni siquiera por <strong>la</strong> ciencia, por mucho que sea su valor. En los librosbusco so<strong>la</strong>mente <strong>de</strong>leitarme con una honesta ocupación; o, si estudio, no busco otra cosaque <strong>la</strong> ciencia que trata <strong>de</strong>l conocimiento <strong>de</strong> mí mismo y que me enseña a morir bien y avivir bien” 7 . Sorpren<strong>de</strong> que alguien en <strong>la</strong> cuarentena espere morir pronto. Nos hemosacostumbrado a que <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong> vida haya ido creciendo en <strong>la</strong>s últimas décadas yten<strong>de</strong>mos a pensar que siempre ha sido así. No es el caso. Nueve años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> retirarse,2 MONTAIGNE, Michel <strong>de</strong>, Los ensayos (según <strong>la</strong> edición <strong>de</strong> 1595 <strong>de</strong> Marie <strong>de</strong> Gournay); prólogo <strong>de</strong> Antoine Compagnon yedición y traducción <strong>de</strong> J. Bayod Brau, Acanti<strong>la</strong>do, Barcelona, 2007, Libro III, Capítulo XIII, p. 1593. En a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntecitaremos <strong>de</strong> <strong>la</strong> siguiente manera: Ensayos, III, XIII, p. 1593.3 Ensayos, III, XIII, p. 1596.4 Ensayos, III, X, p. 1508.5 Ensayos. Sentencias e inscripciones pintadas en el gabinete y en <strong>la</strong> biblioteca <strong>de</strong> Montaigne, p. 1671s.6 Ensayos, Al lector, p. 5.7 Ensayos, II, X, p. 587.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…3Montaigne se ve como un afortunado por llegar a los 47 años: “¿Haber vivido sanocuarenta y siete años por mi parte, no es suficiente? Aunque sea el final <strong>de</strong> mi carrera, es <strong>de</strong><strong>la</strong>s más <strong>la</strong>rgas” 8 . Era una edad por encima <strong>de</strong> <strong>la</strong> media. Pero no se ve al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerteúnicamente por <strong>la</strong> edad. Percibe cerca el final porque no siente como propio el mundo enel que vive y <strong>la</strong> actitud más aconsejable ante <strong>la</strong> extrañeza es salir <strong>de</strong> él <strong>de</strong> <strong>la</strong> mejor maneraposible: “Mi mundo se ha extinguido, mi forma ha expirado; pertenezco por entero alpasado, y me veo obligado a autorizarlo y a acomodarle mi salida” 9 .“No somos nada” 10Hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte supone hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. Conviene ver brevemente cómoconcibe Montaigne el hombre y <strong>la</strong> vida. En <strong>la</strong> “Apología <strong>de</strong> Ramón Sibiuda”, el ensayo másextenso y el texto en el que los estudiosos ven el núcleo filosófico <strong>de</strong> <strong>la</strong> obra, <strong>la</strong>nza unataque contra el antropocentrismo habitualmente asociado al Renacimiento. El hombre esuna criatura pobre y miserable. Es absurdo pensar que es el centro <strong>de</strong>l universo. Ni siquieralo sabe todo <strong>de</strong> sí mismo y su vida muchas veces es caótica, violenta y dominada por lospeores vicios. De un ser con tales carencias no cabe esperar que pueda conocer el mundoentero, ni mucho menos dominarlo, aunque su vanidad y engreimiento le lleven a pensarpermanentemente en una notoria superioridad. Montaigne expresa estas i<strong>de</strong>as con cru<strong>de</strong>za.El hombre es <strong>la</strong> “más ca<strong>la</strong>mitosa y frágil <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s criaturas, y, al mismo tiempo, <strong>la</strong> másorgullosa. Se siente y ve alojada aquí, entre el cielo y <strong>la</strong>s heces <strong>de</strong>l mundo, adherida y fijadaa <strong>la</strong> peor, más muerta y más corrupta parte <strong>de</strong>l universo, en <strong>la</strong> última p<strong>la</strong>nta <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa y <strong>la</strong>más distante <strong>de</strong> <strong>la</strong> bóveda celeste (…). Por <strong>la</strong> vanidad <strong>de</strong> esta imaginación, se igua<strong>la</strong> a Dios,se adjudica <strong>la</strong>s condiciones divinas, se distingue a sí mismo y se <strong>de</strong>sgaja <strong>de</strong> <strong>la</strong> muchedumbre<strong>de</strong> <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más criaturas” 11 . Si nos comparamos con los animales no salimos bien parados. Susuperioridad se muestra en muchos aspectos: fuerza, resistencia, capacidad <strong>de</strong> adaptación almedio e incluso belleza. Con humor sarcástico Montaigne dice que “cuando imagino alhombre <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong>snudo –incluso en el sexo que parece participar más <strong>de</strong> <strong>la</strong> belleza-, sustaras, su vulnerabilidad natural y sus imperfecciones, me parece que hemos tenido másrazón que cualquier otro animal para cubrirnos” 12 .A estas limitaciones hay que añadir que somos muy variables (“Qué duda cabe <strong>de</strong>que el hombre es un objeto extraordinariamente vano, diverso y fluctuante” 13 ), a diferencia<strong>de</strong> los animales que mantienen pautas <strong>de</strong> comportamiento comunes <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> especie.<strong>La</strong> capacidad para rebasar los límites <strong>de</strong>l comportamiento instintivo naturalmente dado es<strong>la</strong> marca <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l hombre y en principio habría que buscar en el<strong>la</strong> su gran<strong>de</strong>za.Montaigne no excluye esta manera <strong>de</strong> ver <strong>la</strong>s cosas, pero insiste en que ser inconstantes yvariables tiene más inconvenientes que beneficios. Una gran <strong>de</strong>sventaja es no po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>ciruna pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong>finitiva sobre el hombre. Cualquier conocimiento pue<strong>de</strong> ser corregido oincluso anu<strong>la</strong>do si cambiamos <strong>la</strong> perspectiva. <strong>La</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad poliédrica que exigemultiplicar <strong>la</strong>s perspectivas y <strong>la</strong>s interpretaciones resulta muy mo<strong>de</strong>rna, pero Montaignevive <strong>la</strong> experiencia con cierto <strong>la</strong>conismo, como si añorase que fuese <strong>de</strong> otra manera: “Nadapuedo <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> mí entera, simple y sólidamente, sin confusión y sin mezc<strong>la</strong>, ni en una so<strong>la</strong>pa<strong>la</strong>bra (…). Estamos por entero hechos <strong>de</strong> pedazos, y nuestra contextura es tan informe y8 Ensayos, II, XXXVII, p. 1143.9 Ensayos, III, X, p. 1507.10 Ensayos, II, XII, p. 731.11 Ensayos, II, XII, p. 654.12 Ensayos, II, XII, p. 706.13 Ensayos, I, I, p. 12.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…4variada que cada pieza <strong>de</strong>sempeña su papel (…). El mundo no es más que variedad ydiversidad” 14 .<strong>La</strong> vida es un movimiento constante. A menudo sus cambios son caprichosos y hayque atribuirlos a <strong>la</strong> fortuna. Otras veces son fruto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisiones conscientes, expresiones <strong>de</strong><strong>la</strong> libertad humana. No obstante, <strong>la</strong> necesidad natural se acaba imponiendo y <strong>de</strong>termina elverda<strong>de</strong>ro ser <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. Ésta no se sostiene con un solo tono, sino que en el<strong>la</strong> secombinan necesariamente bienes y males. Esta combinación se hace con in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> los hombres, <strong>la</strong> naturaleza marca el ritmo y no queda más remedio queacomodarse lo mejor que se pueda. <strong>La</strong> sensatez <strong>de</strong> Montaigne hace que, al leerlo, nopodamos contra<strong>de</strong>cirle ni siquiera en un matiz: “Hemos <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r a sobrellevar lo queno pue<strong>de</strong> evitarse. Nuestra vida está compuesta, como <strong>la</strong> armonía <strong>de</strong>l mundo, <strong>de</strong> elementoscontrarios, también <strong>de</strong> tonos distintos, suaves y duros, agudos y bajos, b<strong>la</strong>ndos y graves.¿Qué pretensión tendría el músico que sólo amara uno? Ha <strong>de</strong> saber servirse <strong>de</strong> todos ellosy mezc<strong>la</strong>rlos. Y lo mismo nosotros, con los bienes y los males, que son consustanciales anuestra vida. Nuestro ser no pue<strong>de</strong> subsistir sin esta mezc<strong>la</strong>, y un <strong>la</strong>do es tan necesariocomo el otro. Tratar <strong>de</strong> forcejear contra <strong>la</strong> necesidad natural es remedar <strong>la</strong> locura <strong>de</strong>Ctesifonte, que intentó luchar a coces con su mu<strong>la</strong>” 15 . Aunque son pa<strong>la</strong>bras llenas <strong>de</strong>sentido común, el hombre contemporáneo no parece haber asimi<strong>la</strong>do convenientemente suenseñanza. Basta pensar en ciertas ten<strong>de</strong>ncias imperantes en <strong>la</strong> educación <strong>de</strong> los niños. Seles quiere evitar toda privación, dolor, <strong>de</strong>sengaño, dificultad, <strong>de</strong>cepción, en <strong>de</strong>finitiva, sepreten<strong>de</strong> <strong>de</strong>spejarles el obstáculo más insignificante. El resultado es catastrófico, no toleran<strong>la</strong> frustración, no son capaces <strong>de</strong> aceptar una negativa, ni nada que ponga límites a unavoluntad que no ha sido convenientemente mo<strong>de</strong><strong>la</strong>da.A pesar <strong>de</strong> esta concepción general <strong>de</strong>l hombre, Montaigne valora <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong> apreciaprofundamente. Si <strong>de</strong>dica esfuerzo a pensar <strong>la</strong> muerte es por apego a <strong>la</strong> vida: “Amo <strong>la</strong> viday <strong>la</strong> cultivo tal como Dios ha tenido a bien otorgárnos<strong>la</strong>” 16 . <strong>La</strong> naturaleza humana tienelímites, miserias y carencias, pero estas características constituyen su gran<strong>de</strong>za. Son gran<strong>de</strong>ssi se reconocen como tales. En el momento <strong>de</strong> asumir<strong>la</strong>s, el hombre se convierte en Dios,no porque adquiera atributos divinos a los que sería una locura aspirar –es tarea abocada alfracaso-, sino porque marcando sus límites se hace fuerte al tomar conciencia exacta <strong>de</strong> sumodo <strong>de</strong> ser: “Eres Dios en <strong>la</strong> medida que te reconoces hombre (…). Es una perfecciónabsoluta, y como divina, saber gozar lealmente <strong>de</strong>l propio ser (…)” 17 .“No tenemos comunicación alguna con el ser”Aunque ya hemos mencionado el tema <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte, antes <strong>de</strong> entrar más a fondo enél hay que dar otro paso. Acabamos <strong>de</strong> ver cómo entendía Montaigne <strong>la</strong> vida. Ahora espreciso abordar el p<strong>la</strong>nteamiento ontológico y epistemológico que sostiene sus textos. Hayen ellos una concepción concreta <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad y <strong>de</strong>l conocimiento. Delinear sus aspectosmás importantes es <strong>de</strong>cisivo para compren<strong>de</strong>r cualquier cuestión, también <strong>la</strong> muerte.“A los hombres, dice una antigua sentencia griega, les atormentan sus opinionessobre <strong>la</strong>s cosas, no <strong>la</strong>s cosas mismas” 18 . Esta cita <strong>de</strong> Epicteto <strong>de</strong>termina su manera <strong>de</strong>enten<strong>de</strong>r <strong>la</strong> realidad. <strong>La</strong>s cosas no son ni buenas ni ma<strong>la</strong>s, ni bel<strong>la</strong>s ni feas, ni agradables ni14 Ensayos, II, I, p. 485ss.15 Ensayos, III, XIII, p. 1628.16 Ensayos, III, XIII, p. 1663.17 Ensayos, III, XIII, p. 1668.18 Ensayos, I, XXXIX, p. 345.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…5<strong>de</strong>sagradables, sino que nuestro juicio motiva que <strong>la</strong>s vivamos <strong>de</strong> una u otra manera.Montaigne no es un realista, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. No existe una realidad objetiva in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong>lsujeto que <strong>la</strong> percibe o <strong>la</strong> piensa. Esta i<strong>de</strong>a es, a su vez, el fundamento <strong>de</strong>l re<strong>la</strong>tivismo <strong>de</strong>lque tanto se ha hab<strong>la</strong>do. “<strong>La</strong>s cosas no son <strong>de</strong> suyo tan dolorosas ni difíciles, pero nuestraf<strong>la</strong>queza y cobardía <strong>la</strong>s vuelve tales (…) No sólo importa que veamos <strong>la</strong> cosa, sino cómo <strong>la</strong>vemos” 19 . <strong>La</strong>s po<strong>de</strong>mos contemp<strong>la</strong>r <strong>de</strong> maneras diferentes y <strong>la</strong>s perspectivas se multiplicanpor el número <strong>de</strong> personas que <strong>la</strong>s abordan. Si proliferan los modos <strong>de</strong> ver y ninguno <strong>de</strong>ellos tiene <strong>la</strong> exclusiva <strong>de</strong>l acceso privilegiado a <strong>la</strong>s cosas, no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir cuál es mejory cuál equivocado. Nosotros, lectores mo<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong> hermeneutas y fenomenólogos,<strong>de</strong>tectamos en Montaigne aspectos muy reconocibles. <strong>La</strong> visión física <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas se dasiempre en perspectiva (“Todas <strong>la</strong>s cosas tienen muchos <strong>la</strong>dos y muchas caras” 20 ) y el juiciosobre el<strong>la</strong>s <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l modo <strong>de</strong> pensar <strong>de</strong>l sujeto. Por eso se pue<strong>de</strong> leer que “<strong>la</strong>s cosas ensí mismas tienen quizá sus pesos y medidas y características, pero en el interior” 21 . Uninterior, po<strong>de</strong>mos añadir, al que el hombre no pue<strong>de</strong> acce<strong>de</strong>r.Nuestro autor hace consi<strong>de</strong>raciones interesantes sobre los sentidos como puertas almundo. Tenemos cinco, pero hay animales que carecen <strong>de</strong> alguno, lo que le lleva apreguntarse si no habrá más <strong>de</strong> cinco aunque nos resulten extraños. P<strong>la</strong>ntea <strong>la</strong> posibilidad<strong>de</strong> que gran parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad que<strong>de</strong> al margen <strong>de</strong>l conocimiento. Si ésta tiene que entrarnecesariamente por cinco accesos, bien pue<strong>de</strong> haber aspectos que que<strong>de</strong>n fuera. En algúnlugar se leen estas i<strong>de</strong>as: “Veo muchos animales, unos sin vista, otros sin oído, que vivenuna vida completa y perfecta. ¿Quién sabe si también a nosotros nos faltan todavía uno,dos, tres o muchos otros sentidos? … Es el privilegio <strong>de</strong> los sentidos ser el límite extremo<strong>de</strong> nuestra percepción. Nada hay <strong>de</strong> ellos que podamos utilizar para <strong>de</strong>scubrirlos; ni siquieraun sentido pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir otros” 22 . El problema p<strong>la</strong>nteado es <strong>de</strong> alcance. <strong>La</strong> mayoría <strong>de</strong>los animales ven. Unos perciben una amplia gama <strong>de</strong> colores, incluidos ultravioletas einfrarrojos, mientras que otros ni siquiera perciben el color. Ante esta diversidad ¿algoasegura que <strong>la</strong> percepción humana es idónea y fiable? En términos clásicos, ¿hay garantía <strong>de</strong>que el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as se correspon<strong>de</strong> con el <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas? En opinión <strong>de</strong> Montaigne, no.En el mejor <strong>de</strong> los casos <strong>la</strong>s cosas llegan alteradas por los sentidos y no hay que <strong>de</strong>scartar <strong>la</strong>posibilidad <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s recibamos falsificadas, <strong>de</strong> modo que el conocimiento pue<strong>de</strong> no tenermucho que ver con el<strong>la</strong>s: “Puesto que nuestro estado acomoda <strong>la</strong>s cosas a sí y <strong>la</strong>stransforma <strong>de</strong> acuerdo consigo, ya no sabemos qué son <strong>la</strong>s cosas en verdad: nada llegahasta nosotros, en efecto, sino falsificado y alterado por nuestros sentidos” 23 . Elconocimiento humano no es privilegiado a <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> llegar a <strong>la</strong> esencia <strong>de</strong> los objetos y esposible que se nos oculte “<strong>la</strong> mayor parte <strong>de</strong>l semb<strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas” 24 . De modo aún másc<strong>la</strong>ro: “Percibimos <strong>la</strong>s cosas <strong>de</strong> una u otra manera según lo que somos y lo que nos parece.Ahora bien, dado que nuestro parecer es tan incierto y controvertido, no causa ya asombroque alguien nos diga que po<strong>de</strong>mos aceptar que <strong>la</strong> nieve nos parezca b<strong>la</strong>nca, pero nopo<strong>de</strong>mos garantizar <strong>la</strong> afirmación <strong>de</strong> que sea así en esencia y <strong>de</strong> verdad. Y, socavado esteinicio, toda <strong>la</strong> ciencia <strong>de</strong>l mundo se va necesariamente a pique” 25 . Hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad como<strong>la</strong> correspon<strong>de</strong>ncia entre el entendimiento y <strong>la</strong> cosa es una quimera. El <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l hombretiene tintes trágicos, puesto que “no tenemos comunicación alguna con el ser” 26 .19 Ensayos, I, XL, p. 373.20 Ensayos, I, XXXVII, p. 321.21 Ensayos, I, I, p. 438.22 Ensayos, II, XII, p. 888.23 Ensayos, II, XII, p. 907.24 Ensayos, II, XII, p. 890.25 Ensayos, II, XII, p. 905.26 Ensayos, II, XII, p. 909.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…6Por otro <strong>la</strong>do, <strong>la</strong> inteligencia, <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong> pensar y <strong>de</strong> enjuiciar parece constituir <strong>la</strong>gran ventaja <strong>de</strong>l hombre frente a los animales. Pero lo dicho anteriormente advierte <strong>de</strong> que<strong>la</strong>s tornas han cambiado. Más que un privilegio, darse cuenta <strong>de</strong> que no se tiene acceso a <strong>la</strong>realidad en <strong>la</strong> que se vive y percatarse <strong>de</strong> que no hay garantía <strong>de</strong> que cuando <strong>de</strong>cimos que <strong>la</strong>mesa es marrón este sea su color, es un castigo cruel. El entorno nos resulta ajeno yextraño por incognoscible. Pue<strong>de</strong> ser que vivamos en una ficción permanente y esta es una<strong>de</strong> <strong>la</strong>s razones por <strong>la</strong>s que Montaigne ve como una maldición <strong>la</strong> inteligencia que tomaconciencia <strong>de</strong> estas consecuencias.Los hombres hemos pagado un precio alto por <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong> conocer. Con el<strong>la</strong>salen al encuentro más problemas <strong>de</strong> los que somos capaces <strong>de</strong> solucionar. De ahí el elogio<strong>de</strong> <strong>la</strong> ignorancia, <strong>de</strong> <strong>la</strong> simpleza, <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida natural, <strong>la</strong> <strong>de</strong>l buen salvaje incontaminado por <strong>la</strong>civilización y sus vicios, morales e intelectuales: “Aquello que nos cuentan <strong>de</strong> los habitantes<strong>de</strong>l Brasil, que no se morían sino <strong>de</strong> viejos, se atribuye a <strong>la</strong> serenidad y tranquilidad <strong>de</strong> suclima; yo lo atribuyo más bien a <strong>la</strong> tranquilidad y serenidad <strong>de</strong> su alma, libre <strong>de</strong> toda pasión,pensamiento y tarea ardua o <strong>de</strong>sagradable. Su vida transcurría, en efecto, en una admirablesimplicidad e ignorancia, sin letras, sin ley, sin rey, sin religión alguna” 27 .<strong>La</strong> ignorancia tiene ventajas y no es criticable. En ocasiones es un recurso <strong>de</strong> <strong>la</strong>naturaleza para mantenernos con vida. Esta i<strong>de</strong>a se pue<strong>de</strong> ver especialmente en el tema <strong>de</strong><strong>la</strong> muerte. El ignorante no tiene tiempo <strong>de</strong> pensar en el<strong>la</strong>. Preocupado por ganarse elsustento, ese tipo <strong>de</strong> meditación queda fuera <strong>de</strong> su alcance. El <strong>de</strong>sconocimiento y <strong>la</strong>preocupación no le perjudican, al contrario, le hacen soportar su última hora <strong>de</strong> modonatural. En cambio el filósofo, que ha pasado su vida pensando cómo encarar esemomento, tiene dificulta<strong>de</strong>s para afrontarlo. El exceso <strong>de</strong> sabiduría no le sirve en <strong>la</strong>práctica, sino que pue<strong>de</strong> provocar una intensificación <strong>de</strong> su temor: “Jamás vi a ningúncampesino <strong>de</strong> mi vecindad ponerse a reflexionar sobre <strong>la</strong> disposición y <strong>la</strong> firmeza con quepasará esta última hora. <strong>La</strong> naturaleza le enseña a no pensar en <strong>la</strong> muerte hasta que semuere. Y, llegado el momento, se <strong>de</strong>senvuelve mejor que Aristóteles, al que <strong>la</strong> muerte afligedoblemente, por el<strong>la</strong> y por una <strong>la</strong>rguísima premeditación” 28 . <strong>La</strong> tranquilidad <strong>de</strong> ánimo queel necio logra natural e involuntariamente, cuesta un esfuerzo ímprobo al sabio. <strong>La</strong>consecuencia es lógica: “Por Dios, si éste es el caso, <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte seamos a<strong>de</strong>ptos<strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> necedad. Ésta conduce con toda calma a sus discípulos hasta el frutosupremo que <strong>la</strong>s ciencias nos prometen” 29 .Volvamos, a modo <strong>de</strong> conclusión, a los aspectos ontológicos y epistemológicos antes<strong>de</strong>lineados; tienen notables consecuencias para <strong>la</strong> muerte. Si <strong>la</strong>s cosas nos están vedadas yacce<strong>de</strong>mos a el<strong>la</strong>s por nuestro juicio, <strong>la</strong> muerte será una realidad tan cambiante comopersonas piensan en el<strong>la</strong>. No es buena ni ma<strong>la</strong>, ni terrible ni liberadora, su esencia <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><strong>de</strong>l que <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong> o <strong>la</strong> consi<strong>de</strong>ra: “Consi<strong>de</strong>ramos <strong>la</strong> muerte, <strong>la</strong> pobreza y el dolor comonuestros principales adversarios. Pues bien, <strong>la</strong> muerte, a <strong>la</strong> que algunos l<strong>la</strong>man <strong>la</strong> máshorrible <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas horribles ¿quién ignora que otros <strong>la</strong> <strong>de</strong>nominan único puerto <strong>de</strong> lostormentos <strong>de</strong> esta vida, bien supremo <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza, único sostén <strong>de</strong> nuestra libertad, yremedio general y rápido para todos los males? Y, así como algunos <strong>la</strong> esperan temblorososy asustados, otros <strong>la</strong> soportan más gustosamente que <strong>la</strong> vida” 30 .27 Ensayos, II, XII, p. 718.28 Ensayos, III, XII, p. 1570.29 Ensayos, II, XII, p. 1571.30 Ensayos, I, XL, p. 347.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…7Formas <strong>de</strong> morir<strong>La</strong> muerte como hecho biológico es una realidad ineludible e inequívoca, nadieescapa a el<strong>la</strong> y sus consecuencias son <strong>la</strong>s mismas para todos. Sin embargo, Montaigneinsiste en que es muy diferente <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s personas. Por eso en los Ensayosmuestra un interés extraordinario por <strong>la</strong>s formas <strong>de</strong> morir. <strong>La</strong> muerte, al formar parte <strong>de</strong> <strong>la</strong>vida (“constituye una parte <strong>de</strong> nuestro ser no menos esencial que <strong>la</strong> vida” 31 ) se contagia <strong>de</strong><strong>la</strong> variedad que ésta muestra. Hacer un registro o un catálogo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s formas <strong>de</strong> morirpermite extraer una enseñanza fundamental. Conociendo qué muerte tuvieron los <strong>de</strong>máspo<strong>de</strong>mos ir aprendiendo a enfrentarnos a <strong>la</strong> nuestra en un futuro más o menos inminente,siempre <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> convicción <strong>de</strong> que apren<strong>de</strong>r a morir es simultáneamente apren<strong>de</strong>r a vivir.Montaigne acu<strong>de</strong> a los clásicos, rebusca para acumu<strong>la</strong>r <strong>de</strong>talles sobre <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> hombresnotables o anónimos. Es l<strong>la</strong>mativo que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recoger un catálogo bastante amplio, elmodo <strong>de</strong> morir que consi<strong>de</strong>ra más raro sea el provocado por <strong>la</strong> edad. Morir <strong>de</strong> viejo esextraordinario en su época, mientras que en <strong>la</strong> nuestra ha pasado a ser lo común. Entonceslo difícil era llegar a una cierta edad y por eso Montaigne califica el hecho <strong>de</strong> morir a<strong>la</strong>cumu<strong>la</strong>r años como menos natural: “Morir <strong>de</strong> vejez es una muerte rara, singu<strong>la</strong>r yextraordinaria, y, por tanto, menos natural que <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más (…) es un rarísimo privilegiohacernos durar hasta ahí” 32 .El movimiento constante <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida provoca que se vayan quemando etapas que novolverán. Este hecho lleva a pensar que <strong>la</strong> muerte biológica no es <strong>la</strong> única. Hay otras a <strong>la</strong>sque no tememos aunque ya <strong>la</strong>s hayamos experimentado, a diferencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> biológica, queprovoca espanto y que no po<strong>de</strong>mos vivir más que por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más. Una <strong>de</strong>esas muertes en vida es <strong>la</strong> pérdida <strong>de</strong> <strong>la</strong> juventud, otra el tiempo vivido cada día o inclusolos sencillos instantes que <strong>de</strong>saparecen para siempre: “Y a<strong>de</strong>más tememos neciamente unac<strong>la</strong>se <strong>de</strong> muerte cuando hemos pasado ya y estamos pasando tantas otras … <strong>La</strong> flor <strong>de</strong> <strong>la</strong>edad se muere y pasa cuando llega <strong>la</strong> vejez, y <strong>la</strong> juventud se termina en <strong>la</strong> flor <strong>de</strong> <strong>la</strong> edad <strong>de</strong>lhombre hecho, <strong>la</strong> infancia en <strong>la</strong> juventud, y <strong>la</strong> primera edad muere en <strong>la</strong> infancia, y el día <strong>de</strong>ayer muere en el <strong>de</strong> hoy, y el día <strong>de</strong> hoy morirá en el <strong>de</strong> mañana; y nada permanece ni essiempre” 33 . Curiosamente <strong>la</strong>s pérdidas diarias no afectan tanto como <strong>la</strong> anticipación <strong>de</strong> <strong>la</strong>pérdida <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. No obstante, para Montaigne son <strong>de</strong>sgastes mucho más gravesque el último paso: “No sentimos sacudida alguna cuando <strong>la</strong> juventud muere en nosotros,que es real y verda<strong>de</strong>ramente una muerte más dura que <strong>la</strong> muerte completa <strong>de</strong> una vida<strong>la</strong>ngui<strong>de</strong>ciente (…) Pues el salto <strong>de</strong>l mal ser al no ser no es tan grave como lo es el que va<strong>de</strong> un ser dulce y floreciente a un ser arduo y doloroso” 34 .Obtener <strong>de</strong>talles sobre <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más y pensar tanto sobre <strong>la</strong> propia llevó aMontaigne a experimentar una atracción por <strong>la</strong> muerte que se <strong>de</strong>tecta en su predilecciónpor <strong>la</strong>s situaciones peligrosas. Parecería que no le bastaba <strong>la</strong> meditatio, sino que su curiosidadle llevaba a avanzar y a ponerse al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte como único medio paraexperimentar<strong>la</strong>, aunque fuese rozándo<strong>la</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera para luego volver a <strong>la</strong> vida. Así sepue<strong>de</strong> leer en un momento <strong>de</strong> los Ensayos: “Me suce<strong>de</strong> a menudo que imagino y espero concierto p<strong>la</strong>cer los peligros mortales. Me zambullo, con <strong>la</strong> cabeza gacha, insensiblemente en <strong>la</strong>muerte, sin examinar<strong>la</strong> ni reconocer<strong>la</strong>, como en una profundidad muda y oscura que meengulle bruscamente, y que me sepulta al instante en un po<strong>de</strong>roso sueño lleno <strong>de</strong> insipi<strong>de</strong>zy <strong>de</strong> indolencia” 35 . Montaigne llega a elegir <strong>la</strong> muerte que prefiere: “Si, pese a todo, tuvieraque elegir, <strong>la</strong> elegiría, creo, antes a caballo que en un lecho: fuera <strong>de</strong> mi casa y lejos <strong>de</strong> los31 Ensayos, III, XII, p. 1574.32 Ensayos, I, LVII, p. 473.33 Ensayos, II, XII, p. 911.34 Ensayos, I, XIX, p. 99.35 Ensayos, III, IX, p. 1448.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…8míos” 36 . Sus <strong>de</strong>seos no se cumplieron, al contrario, murió en su casa y bien ro<strong>de</strong>ado por susallegados, aunque no es seguro que sintiese un profundo afecto por ellos.“Sobre <strong>la</strong> muerte, ninguna noticia”<strong>La</strong> reflexión sobre <strong>la</strong> muerte tiene un rasgo antinatural. <strong>La</strong> naturaleza no hace nada envano, ha establecido que el hombre no piense permanentemente en aquél<strong>la</strong> si quiere vivir.Hay que dosificar su presencia, aun en el pensamiento, ya que si fuese constante seríaincompatible con <strong>la</strong> vida. Los seres humanos saben que van a morir, pero no piensan enello <strong>de</strong> manera ininterrumpida. Esquivar ese pensamiento no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> su voluntad, sinoque es un recurso <strong>de</strong> <strong>la</strong> naturaleza para mantener el pulso vital. Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vistaracional es una “brutal estupi<strong>de</strong>z” que ocasiona una “burda ceguera” 37 , sin embargo, engran<strong>de</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> perspectiva <strong>de</strong> <strong>la</strong> especie, es un recurso con buenos resultados. Gran parte<strong>de</strong>l tiempo no somos conscientes <strong>de</strong> que vamos a morir, vivimos como si fuésemosinmortales. Si <strong>la</strong> muerte tuviese una presencia pesada y continua <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que los niños tienenconciencia, <strong>la</strong> especie humana no hubiese sobrevivido. Nadie hubiese tenido el valorsuficiente para engendrar hijos a los que les estaba reservado el terrible sufrimiento <strong>de</strong> nopo<strong>de</strong>r apartar <strong>de</strong> su mente ese peso.“Filosofar es apren<strong>de</strong>r a morir”Pero Montaigne no sigue los caminos que <strong>la</strong> naturaleza marca para el hombre común.Ante <strong>la</strong> muerte lo mejor no es esquivar<strong>la</strong> o intentar mitigar su po<strong>de</strong>r apartándo<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>mente, sino que lo conveniente es lo contrario, intensificar su presencia, familiarizarse conel<strong>la</strong> en <strong>la</strong> medida en que sea posible. Nuestro autor se suma a una <strong>la</strong>rga tradición que nacepor lo menos en Cicerón, en virtud <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual apren<strong>de</strong>r a morir es <strong>la</strong> tarea suprema <strong>de</strong> <strong>la</strong>filosofía. No en vano el primer ensayo que escribió fue “Que filosofar es apren<strong>de</strong>r amorir”. En él se encuentra el núcleo <strong>de</strong> su concepción sobre <strong>la</strong> muerte y, ante todo, sumanera <strong>de</strong> hacerle frente. <strong>La</strong> táctica es concreta: Avanzar contra lo que <strong>la</strong> naturaleza hamarcado, no per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista <strong>la</strong> muerte, afrontar<strong>la</strong> para que su extrañeza vaya perdiendovigor: “Aprendamos a oponerle resistencia a pie firme y a combatir<strong>la</strong>. Y, para empezar aprivarle <strong>de</strong> su mayor ventaja contra nosotros, sigamos un camino <strong>de</strong>l todo contrario alcomún. Privémosle <strong>de</strong> <strong>la</strong> extrañeza, frecuentémos<strong>la</strong>, acostumbrémonos a el<strong>la</strong>. No tengamosnada tan a menudo en <strong>la</strong> cabeza como <strong>la</strong> muerte. Nos <strong>la</strong> hemos <strong>de</strong> representar a cadainstante en nuestra imaginación y con todos los aspectos” 38 . Los egipcios se habíananticipado varios milenios a este procedimiento. En medio <strong>de</strong> los banquetes, cuando <strong>la</strong>alegría <strong>de</strong> vivir lo dominaba todo, alguien se encargaba <strong>de</strong> traer un esqueleto humano paraadvertir a los comensales <strong>de</strong> cuál era su <strong>de</strong>stino.Esforzarse en pensar <strong>la</strong> muerte no es un fin en sí mismo, no es una recreaciónmorbosa en lo que nos espera, sino un medio para mejorar <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> <strong>la</strong> que aquel<strong>la</strong> formaparte. Se trata <strong>de</strong> una suerte <strong>de</strong> liberación. Montaigne se une a <strong>la</strong> tradición estoica que,afanándose en afrontar <strong>la</strong> muerte, quiere <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver en el<strong>la</strong> un mal e intenta liberarse <strong>de</strong>ldolor anticipado y <strong>de</strong> <strong>la</strong> preocupación constante: “Quien ha aprendido a morir, ha36 Ensayos, III, IX, p. 1458.37 Ensayos, I, XIX, p. 88.38 Ensayos, I, XIX, p. 92.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…9<strong>de</strong>saprendido a servir. <strong>La</strong> vida nada tiene <strong>de</strong> malo para aquel que ha entendido bien que <strong>la</strong>privación <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida no es un mal. Saber morir nos libera <strong>de</strong> toda sujeción y constricción” 39 .Los maestros que están <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> estas pa<strong>la</strong>bras son Séneca y el adorado Plutarco. <strong>La</strong> tareano es sencil<strong>la</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego. <strong>La</strong> muerte provoca punzadas, angustia y <strong>de</strong>sesperación, pero elentrenamiento <strong>de</strong> tener<strong>la</strong> presente termina por hacernos ver que en sí misma no es nadaextraordinario. “A cada minuto me parece que me escapo” 40 , vivimos muertes parciales, asíque <strong>la</strong> llegada <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>finitiva no <strong>de</strong>bería añadir nada nuevo.<strong>La</strong> filosofía como preparación <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte tiene como objetivo “volvernos mejoresy más sabios” 41 . Ese aprendizaje <strong>de</strong>bería repercutir en <strong>la</strong> vida, pero a <strong>la</strong> hora <strong>de</strong> encarar elfin no resulta útil. Y es que no hay modo <strong>de</strong> entrenarse para esta experiencia. Como elnacimiento y pocas vivencias más, se trata <strong>de</strong> algo único: “Para morir, que es <strong>la</strong> mayor tareaque <strong>de</strong>bemos afrontar, <strong>la</strong> ejercitación no pue<strong>de</strong> ayudarnos. Gracias a <strong>la</strong> práctica y <strong>la</strong>experiencia es posible fortificarse contra los dolores, <strong>la</strong> vergüenza, <strong>la</strong> indigencia y otrosinfortunios semejantes; pero, en cuanto a <strong>la</strong> muerte, no po<strong>de</strong>mos experimentar<strong>la</strong> más queuna vez. Todos somos aprendices cuando llegamos a el<strong>la</strong>” 42 . Lo único que po<strong>de</strong>mos haceres familiarizarnos con algo parecido a el<strong>la</strong>, con un sucedáneo <strong>de</strong> muerte que vivimos adiario. Se trata <strong>de</strong>l sueño. Montaigne insiste en algunos lugares en <strong>la</strong> semejanza entre elsueño y <strong>la</strong> muerte. En ocasiones ésta ha recibido el nombre <strong>de</strong> “sueño eterno”. Elparalelismo se explica <strong>de</strong>l siguiente modo: “Acaso <strong>la</strong> facultad <strong>de</strong>l sueño, que nos priva <strong>de</strong>toda acción y todo sentimiento, podría parecer inútil y contranatural si no fuese porque,gracias a el<strong>la</strong>, <strong>la</strong> naturaleza nos instruye <strong>de</strong> que nos ha hecho igualmente para morir quepara vivir, y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, nos presenta el eterno estado que nos reserva tras el<strong>la</strong>, paraacostumbrarnos y quitarnos el miedo” 43 .Más allá <strong>de</strong> esta experiencia, lo único que tenemos son <strong>la</strong>s cercanías <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte, susaledaños. Montaigne presta una atención extraordinaria a esos territorios y no hab<strong>la</strong>ba porhab<strong>la</strong>r. Cuenta que en cierta ocasión sufrió una grave caída <strong>de</strong> un caballo. A pesar <strong>de</strong> ser unexperimentado jinete que soportaba <strong>la</strong>rgas jornadas <strong>de</strong> marcha, ese día estuvo al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>muerte. Tal como <strong>de</strong>scribe <strong>la</strong> vivencia, parece que perdió el conocimiento durante untiempo consi<strong>de</strong>rable y que <strong>la</strong> conmoción fue tan intensa que todos temieron por su vida.Sin embargo, el hilo <strong>de</strong> conciencia que le quedaba y que le ataba a <strong>la</strong> vida le permitiórecordar sus tenues sensaciones. No había dolor a pesar <strong>de</strong>l fuerte golpe, tampocopreocupación aunque los allegados lloraban y le daban por muerto: “Mi situación era enverdad muy suave y apacible; no estaba afligido ni por los otros ni por mí. Era una<strong>la</strong>ngui<strong>de</strong>z y <strong>de</strong>bilidad extrema, sin dolor alguno… Habría sido, sin mentir, una muerte muydichosa. En efecto, <strong>la</strong> <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> mi razón me impedía pensar en nada, y <strong>la</strong> <strong>de</strong>l cuerpo,sentir nada. Me <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong>slizar con tanta dulzura y <strong>de</strong> una manera tan suave y tan feliz queapenas siento otra acción menos penosa que ésta” 44 . No sabemos con exactitud qué lepasó, pero <strong>la</strong> <strong>de</strong>scripción se acerca bastante a <strong>la</strong> que hacen personas clínicamente muertasque vuelven a <strong>la</strong> vida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> oportuna reanimación. P<strong>la</strong>ci<strong>de</strong>z, serenidad, calma…,hasta dulzura.Sin embargo, <strong>de</strong>scripciones como esta no mitigan el temor. Si se consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>spacio,no es tanto <strong>la</strong> muerte como el dolor lo que se teme. Cuando alguien enferma <strong>de</strong> gravedad,tiene presente <strong>la</strong> muerte hasta el punto <strong>de</strong> convertirse en una obsesión, pero es sobre todoel sufrimiento y el dolor lo que espanta y espeluzna. <strong>La</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que se va a sufrir provocamás tormento que el sufrimiento mismo.39 Ensayos, I, XIX, p. 93.40 Ensayos, I, XIX, p. 94.41 Ensayos, I, XXV, p. 193.42 Ensayos, II, VI, p. 534.43 Ensayos, II, VI, p. 535.44 Ensayos, II, VI, p. 543.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…10En conclusión, <strong>la</strong> preparación para <strong>la</strong> muerte nunca pue<strong>de</strong> ser tal. Sólo po<strong>de</strong>mosentrenarnos para intentar mitigar <strong>la</strong> dureza <strong>de</strong> sus preparativos. Entre ellos, <strong>la</strong> edad, <strong>la</strong>enfermedad, el sufrimiento y el dolor son los <strong>de</strong>cisivos.“Lucho contra <strong>la</strong> peor <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s enfermeda<strong>de</strong>s” 45Acabamos <strong>de</strong> ver que <strong>la</strong> meditación <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte en Montaigne está unida <strong>de</strong> manerainevitable a <strong>la</strong> vivencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> enfermedad y <strong>de</strong>l dolor. Éste es consi<strong>de</strong>rado como el“precursor habitual” <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. No es <strong>la</strong> muerte el principal mal <strong>de</strong> los hombres, sino elsufrimiento que provoca el dolor: “Les concedo que sea el peor acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> nuestro ser, ylo hago <strong>de</strong> buena gana. No hay, en efecto, nadie en el mundo que le tenga más ojeriza queyo, no que lo rehúya más, pues, hasta el presente, gracias a Dios, no he tenido mucho tratocon él” 46 . En un autor que siempre utiliza <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra a<strong>de</strong>cuada, <strong>la</strong> afirmación essorpren<strong>de</strong>nte. Montaigne tiene una re<strong>la</strong>ción muy estrecha con <strong>la</strong> enfermedad y el dolor.Des<strong>de</strong> joven pa<strong>de</strong>cía cólicos nefríticos. El mal es conocido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> antigüedad y losclásicos llegaron a verlo como uno <strong>de</strong> los pocos motivos fundados para quitarse <strong>la</strong> vida.<strong>La</strong> vida con esta enfermedad en el S. XVI no era fácil. Los tratamientos se reducían atomar aguas con el fin <strong>de</strong> que los riñones estuviesen en permanente funcionamiento y no seformasen <strong>la</strong>s temibles piedras en el uréter. Montaigne se resigna. Aunque prefiere elsufrimiento extremo a <strong>la</strong> muerte, en ocasiones se <strong>de</strong>sahoga y califica su dolencia como “<strong>la</strong>peor <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s enfermeda<strong>de</strong>s, <strong>la</strong> más repentina, <strong>la</strong> más dolorosa, <strong>la</strong> más mortal eirremediable” 47 . Sufre ataques continuos y muy <strong>la</strong>rgos, pero es capaz <strong>de</strong> sacar lo positivo <strong>de</strong>lsufrimiento. Se pone a prueba, investiga sus límites físicos y, ante todo, quiere aprovechar<strong>la</strong>s circunstancias para acostumbrarse a mero<strong>de</strong>ar alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte: “Del cólicoextraigo al menos un beneficio: <strong>la</strong> autoridad que no poseía aún sobre mí mismo, paraconciliarme <strong>de</strong>l todo y para familiarizarme con <strong>la</strong> muerte, <strong>la</strong> completará él. Porque, cuantomás me acose y me importune, tanto menos temible será <strong>la</strong> muerte para mí” 48 . A medidaque se avanza en <strong>la</strong> lectura <strong>de</strong> los Ensayos, <strong>la</strong>s <strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> los episodios <strong>de</strong> los cólicosse hacen más explícitas y crudas: “<strong>La</strong> obstinación <strong>de</strong> mis piedras, especialmente en <strong>la</strong> verga,me ha precipitado a veces en <strong>la</strong>rgas retenciones <strong>de</strong> orina, <strong>de</strong> tres, <strong>de</strong> cuatro días, y me haa<strong>de</strong>ntrado hasta tal extremo en <strong>la</strong> muerte que habría sido una locura esperar evitar<strong>la</strong>,incluso <strong>de</strong>searlo, vistos los crueles sufrimientos que me produce esta situación” 49 .Cuando <strong>la</strong>s piedras le dan tregua, Montaigne se consue<strong>la</strong> viendo sus aspectospositivos. Y en ese momento <strong>la</strong> principal ventaja es que no matan, pero ayudan a ver <strong>la</strong>muerte cara a cara. Con los cólicos “si no abrazas <strong>la</strong> muerte, al menos le tocas <strong>la</strong> mano unavez al mes. Así, tienes más motivos para esperar que te atrape un día sin aviso; y que, dadoque te conduce tan a menudo hasta el puerto, confiando en seguir en los términoshabituales, una mañana tú y tu confianza crucéis el río inopinadamente” 50 .<strong>La</strong> cercanía <strong>de</strong> los cólicos y <strong>la</strong> muerte sale a <strong>la</strong> luz en ciertas ocasiones, pero noconstituye ni mucho menos el tema fundamental <strong>de</strong> los Ensayos. En cambio, en el Diario <strong>de</strong>viaje a Italia <strong>la</strong> enfermedad y su vincu<strong>la</strong>ción con el fin <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida cobra un protagonismoextraordinario. Montaigne no lo escribió para publicarlo, por ello muestra una mayorlibertad en el estilo y sobre todo en el contenido <strong>de</strong> lo narrado. Aparecen innumerables<strong>de</strong>talles fisiológicos sobre <strong>la</strong>s veces que orinaba o <strong>de</strong>fecaba y sobre <strong>la</strong>s características <strong>de</strong> <strong>la</strong>s45 Ensayos, II, XXXVII, p. 1136.46 Ensayo, I, XI, p. 356.47 Ensayo, II, XXXVII, p. 1136.48 Ensayos, II, XXXVII, p. 1137.49 Ensayos, III, IV, p. 1249.50 Ensayos, III, XIII, p. 1632.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…11heces. El lector no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> compa<strong>de</strong>cerse <strong>de</strong> sus penalida<strong>de</strong>s. En Diciembre <strong>de</strong>1580 anota: “Tuvo [el texto fue dictado, <strong>de</strong> ahí que esté escrito en tercera persona] luego unfuerte cólico, el veintitrés <strong>de</strong> diciembre, por lo que se acostó hacia el mediodía; y allípermaneció hasta <strong>la</strong> <strong>noche</strong>, en que expulsó mucha arena, y <strong>de</strong>spués, una gran piedra dura,<strong>la</strong>rga y compacta, que tardó cinco o seis horas en pasar por <strong>la</strong> verga” 51 . Los <strong>de</strong>tallesescabrosos se suce<strong>de</strong>n uno tras otro: “<strong>la</strong> primera agua que expulsé fue natural, con bastantearenil<strong>la</strong>; <strong>la</strong>s otras, b<strong>la</strong>ncas y ásperas. Infinitas f<strong>la</strong>tulencias” 52 . El 19 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1581 anota:“Por <strong>la</strong> <strong>noche</strong> sentí en el <strong>la</strong>do izquierdo un principio <strong>de</strong> cólico bastante violento ypunzante, que me atormentó un buen rato y, sin embargo, no siguió su curso habitual: nollegó al vientre, al bajo vientre, y concluyó <strong>de</strong> una forma que me hizo creer que fuera unaventosidad. El 20 fui dos horas al baño. Me dieron todo el día gran molestia y <strong>de</strong>sazón <strong>la</strong>sventosida<strong>de</strong>s en el bajo vientre. Echaba continuamente orina muy turbia, roja y espesa, conun poco <strong>de</strong> arenil<strong>la</strong>. Me dolía <strong>la</strong> cabeza. Andaba más suelto <strong>de</strong>l cuerpo que <strong>de</strong> ordinario” 53 .Si Montaigne quería aprovechar intelectualmente <strong>la</strong> enfermedad y el dolor paraexperimentar <strong>la</strong>s cercanías <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte, <strong>la</strong> naturaleza quiso que se convirtiese en unauténtico experto <strong>de</strong> primera mano. Esto es lo verda<strong>de</strong>ramente importante <strong>de</strong> sus<strong>de</strong>scripciones, el hecho <strong>de</strong> que no versan sobre <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más o sobre <strong>la</strong> penalidad<strong>de</strong> los dolores que pa<strong>de</strong>cen, sino que permiten hacerse una i<strong>de</strong>a exacta sobre cómo viviólos pa<strong>de</strong>cimientos y hasta qué punto quiso utilizarlos positivamente para aproximarse lomáximo posible a <strong>la</strong> muerte e indagar en el<strong>la</strong>. Es una investigación y análisis directo <strong>de</strong> losdolores como cercanías precursoras <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. Y hay que hab<strong>la</strong>r en plural, porque a loscólicos se le unen terribles dolores <strong>de</strong> mue<strong>la</strong>s. El 21 <strong>de</strong> Agosto <strong>de</strong>l año 1581 escribe losiguiente: “Para que no estuviera <strong>de</strong>masiado indolente, me atacó <strong>de</strong> propina un agudísimodolor <strong>de</strong> mue<strong>la</strong>s en <strong>la</strong> mandíbu<strong>la</strong> izquierda, que nunca había sentido antes” 54 . Lo peorestaba por llegar. Algunos días <strong>de</strong>spués re<strong>la</strong>ta lo más parecido que se pue<strong>de</strong> leer a unamuerte en vida: “Por <strong>la</strong> <strong>noche</strong>, y durante <strong>la</strong> mañana <strong>de</strong>l lunes 4, fui cruelmente atacado pordolor <strong>de</strong> mue<strong>la</strong>s; y continué dudando que pudiera ser a causa <strong>de</strong> algún diente cariado.Mastiqué resina por <strong>la</strong> mañana sin alivio alguno. De <strong>la</strong> alteración que me causaba estedolorosísimo mal se <strong>de</strong>rivaba también el estreñimiento <strong>de</strong>l cuerpo: por lo que no me atrevíaa volver a tomar <strong>la</strong>s bebidas <strong>de</strong>l baño; y <strong>de</strong> este modo lograba muy escasa curación. A <strong>la</strong>hora <strong>de</strong> comer, y tres o cuatro horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer, me <strong>de</strong>jó en paz. Hacia <strong>la</strong>s veintehoras me atacó con tal furor en <strong>la</strong> cabeza y en ambas mejil<strong>la</strong>s que no podía mantenerme enpie. Por <strong>la</strong> intensidad <strong>de</strong>l dolor me venían ganas <strong>de</strong> vomitar. Tan pronto me encontrabatodo sudoroso como aterido. Esto que sentía, que me atacaba por todas partes, me hacíacreer que no era un mal producido por culpa <strong>de</strong> un diente. Porque, aunque el <strong>la</strong>doizquierdo fuera bastante más atormentado, también <strong>la</strong>s dos sienes y <strong>la</strong> barbil<strong>la</strong>, y hasta loshombros y <strong>la</strong> garganta, en todos los <strong>la</strong>dos sentía a veces grandísimo dolor: así que pasé <strong>la</strong><strong>noche</strong> más cruel que recuerdo haber pasado nunca. Sentía verda<strong>de</strong>ramente rabia y furor” 55 .No nos queda duda <strong>de</strong> que Montaigne ha conseguido familiarizarse por <strong>la</strong> vía <strong>de</strong>l dolor con<strong>la</strong> muerte y sus aledaños. Teniéndo<strong>la</strong> tan cercana, tan a mano como dice, no se rego<strong>de</strong>a nianhe<strong>la</strong> su llegada. Pensar exclusivamente en el<strong>la</strong> nunca ha sido su objetivo. Es el final <strong>de</strong> <strong>la</strong>vida, pero no su finalidad. Toda <strong>la</strong> reflexión, intensa y dramática al proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> unavivencia directa, está encaminada a valorar <strong>la</strong> vida. “<strong>La</strong> vida <strong>de</strong>be tenerse a sí misma comopunto <strong>de</strong> mira, como propósito” 56 .51 MONTAIGNE, Michel <strong>de</strong>, Diario <strong>de</strong> viaje a Italia por Suiza y Alemania en 1580 y 1581; edición y traducción <strong>de</strong> Santiago R.Santerbás, Cátedra, Madrid, 2010, p. 202.52 Ibi<strong>de</strong>m, p. 296.53 Ibi<strong>de</strong>m, p. 339.54 Ibi<strong>de</strong>m.55 Ibi<strong>de</strong>m, p. 344.56 Ensayos, III, XII, p. 1570.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774


<strong>Pablo</strong> <strong>Redondo</strong> Sánchez | <strong>La</strong> <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>…12<strong>La</strong> muerte sobrepasa al pensamientoHemos visto que Montaigne hab<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong>s<strong>de</strong> diferentes perspectivas. Enocasiones <strong>la</strong> consi<strong>de</strong>ra una liberación siguiendo <strong>la</strong> tradición estoica. Otras veces hace que surealidad sea re<strong>la</strong>tiva a cada persona, en tanto que no es buena ni ma<strong>la</strong>, sino que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong><strong>la</strong> manera en que cada uno <strong>la</strong> experimenta. También <strong>la</strong> re<strong>la</strong>tiviza al ver <strong>la</strong> muerte biológicacomo una más, no <strong>la</strong> más importante, pues al abandonar <strong>la</strong> niñez morimos, cuando<strong>de</strong>jamos <strong>de</strong> ser jóvenes volvemos a sufrir una nueva muerte e incluso el día <strong>de</strong> hoy que estáa punto <strong>de</strong> acabar supone una pequeña muerte. Por último hemos recogido <strong>la</strong> vincu<strong>la</strong>ciónque tiene con el dolor y <strong>la</strong> enfermedad.En cualquiera <strong>de</strong> estos p<strong>la</strong>nos, nunca se <strong>de</strong>ja ver un atisbo <strong>de</strong> esperanza en algo másallá <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. Montaigne no duda sobre lo que viene <strong>de</strong>spués. En <strong>la</strong> línea <strong>de</strong> Séneca,quiere disolver el problema más que resolverlo. Cuando muramos estaremos en el mismolugar en el que estábamos antes <strong>de</strong> nacer. Igual que antes nos precedió <strong>la</strong> eternidad, lomismo suce<strong>de</strong>rá al morir. Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista cuantitativo <strong>la</strong> vida no compite con <strong>la</strong>muerte: “En efecto, ¿por qué adoptamos el título <strong>de</strong> ser por un instante que no es más queun relámpago en el curso infinito <strong>de</strong> una <strong>noche</strong> <strong>eterna</strong>, y una brevísima interrupción <strong>de</strong>nuestra condición perpetua y natural? <strong>La</strong> muerte ocupa todo lo que antece<strong>de</strong> y todo lo quesigue a este momento, y aun buena parte <strong>de</strong> él” 57 . <strong>La</strong> eternidad <strong>de</strong>l no ser es,paradójicamente, lo único que merece el nombre <strong>de</strong> auténtico ser. En comparación conel<strong>la</strong>, <strong>la</strong> vida es un relámpago al que sólo se le pue<strong>de</strong> atribuir valor en lo que tiene <strong>de</strong>insignificante. Pero Montaigne no se <strong>la</strong>menta <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s cosas sean así. Sin <strong>la</strong> muerte comoalgo que sobrepasa al pensamiento, <strong>la</strong> vida sería insoportable. “Si no tuvieras <strong>la</strong> muerte, memal<strong>de</strong>cirías [a Dios] sin cesar por haberte privado <strong>de</strong> el<strong>la</strong>” 58 . Sin nada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> el<strong>la</strong>, sinposibilidad <strong>de</strong> saber cómo es más allá <strong>de</strong> lo que vemos en los <strong>de</strong>más y siendo conscientes<strong>de</strong> que su ausencia sería aún peor, <strong>la</strong> muerte exhibe todo su po<strong>de</strong>r como tema irrenunciable<strong>de</strong>l pensamiento y al mismo tiempo como límite <strong>de</strong>l mismo.57 Ensayos, II, XII, p. 780.58 Ensayos, I, XIX, p. 107.“Duererías. Analecta Philosophiae”. Revista <strong>de</strong> Filosofía, 2ª época, nº 2, febrero 2011 ISSN 1989-7774

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