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Cervantes sí tiene rostro / por el pintor valenciano Alejandro Cabeza

Cervantes sí tiene rostro: Alejandro Cabeza pinta sendos retratos del ilustre escritor

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Cabeza pinta sendos retratos del
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aventuras y desgracias de Don Quijote han acabado oscureciendo las suyas propias, que<br />

desde luego no me parecen menores.<br />

Pero perdone, le he interrumpido. Me decía que las fuentes iconográficas<br />

son escasas y a menudo se rev<strong>el</strong>an poco fiables.<br />

Sí, en efecto. Por eso decidí hacer una reconstrucción basándome en fuentes de<br />

diversa naturaleza. Para empezar partí de lo más fidedigno: la descripción que<br />

<strong>Cervantes</strong>, <strong>por</strong> entonces con sesenta y cuatro años, ofrece de <strong>sí</strong> mismo en las Nov<strong>el</strong>as<br />

Ejemplares 2 . Me dirá usted que en esa descripción encaja casi la mitad de la población<br />

española, y es cierto. Por eso después fui afinando mediante los grabados y, sobre todo,<br />

mediante las esculturas que de él se han hecho. Tampoco éstas dejan de ser<br />

interpretaciones y propuestas tardías sobre su apariencia; pero, al tratarse de figuras de<br />

bulto redondo, se rev<strong>el</strong>aron muy útiles. No obstante una estatua es una estatua, no una<br />

persona. Ahí, para darle realismo al trabajo y reconstruir una tez humana creíble,<br />

lógicamente, entra en juego mi experiencia de décadas como retratista.<br />

Además hube de optar <strong>por</strong> respaldar algunas<br />

reconstrucciones fisonómicas previas y no otras, <strong>por</strong><br />

ejemplo, respecto al bigote. Algo que puede parecer<br />

tan banal, en realidad, determina los rasgos faciales<br />

de una persona y transmite mensajes muy diversos.<br />

En las estatuas ‒la de la Plaza de las Cortes de<br />

Madrid, la de la Biblioteca Nacional, la de Sevilla, la<br />

de Valladolid…‒, a<strong>sí</strong> como en prácticamente todos<br />

los grabados, que en este sentido parecen seguir<br />

fi<strong>el</strong>mente una tradición instaurada <strong>por</strong> los ingleses<br />

‒empezando <strong>por</strong> <strong>el</strong> dibujo de Kent, que fue grabado<br />

<strong>por</strong> Vertue en Londres en 1738‒ y <strong>el</strong> anónimo de<br />

Ámsterdam de 1705, se dota al escritor de un bigote<br />

rizado hacia arriba. Sin embargo yo he decidido<br />

seguir la tradición d<strong>el</strong> conjunto escultórico de Plaza<br />

de España, en Madrid, donde <strong>Cervantes</strong> lleva un<br />

mostacho ancho y lacio, abundante y hacia abajo<br />

‒como la estatua de Ciudad Real, <strong>por</strong> otro lado‒.<br />

No me imagino a <strong>Cervantes</strong> perdiendo todos<br />

los días una buena cantidad de tiempo en mantener un bigote meticulosamente recortado<br />

y rizado ‒lo que exigía <strong>el</strong> uso de tenacillas, engomado o bigotera de cuero‒, sino<br />

enfrascado en sus obras. Y más <strong>por</strong>que ya iba teniendo una edad y, sumado eso a todas<br />

sus deficiencias físicas, es muy probable que no se viese aquejado de una excesiva<br />

coquetería. Por otro lado se puede considerar una cuestión de modas: en <strong>el</strong> XVI <strong>el</strong><br />

bigote se llevaba <strong>por</strong> lo general con las puntas caídas; sólo con la entrada d<strong>el</strong> XVII va<br />

avanzando tímidamente la moda de llevarlo con las puntas hacia arriba. Además la<br />

opción de un mostacho abundante y lacio confería al personaje un aspecto más serio y<br />

2<br />

“Éste que veis aquí, de <strong>rostro</strong> aguileño, de cab<strong>el</strong>lo castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos<br />

y de nariz corva, aunque bien pro<strong>por</strong>cionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro,<br />

los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, <strong>por</strong>que no <strong>tiene</strong> sino seis, y ésos<br />

mal acondicionados y peor puestos, <strong>por</strong>que no <strong>tiene</strong>n correspondencia los unos con los otros; <strong>el</strong> cuerpo<br />

entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de<br />

espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es <strong>el</strong> <strong>rostro</strong> d<strong>el</strong> autor de La Galatea y de Don Quijote de<br />

la Mancha [...]”.<br />

5

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