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La sociedad del espectáculo

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<strong>La</strong> <strong>sociedad</strong> <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong><br />

Guy Debord<br />

constitutivos <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong> “… en el fluir de su movimiento, y por<br />

tanto sin perder de vista su lado perecedero”, es decir, encarando<br />

el conjunto <strong>del</strong> movimiento histórico que pudo edificar este orden<br />

y que ahora está comenzando a disolverlo. A tal escala, los once<br />

años transcurridos desde 1967, cuyos conflictos he conocido desde<br />

bastante cerca, no han sido más que un momento de la continuación<br />

necesaria de lo que estaba escrito; aunque dentro <strong>del</strong> <strong>espectáculo</strong><br />

mismo se llenaran con la aparición y el relevo de seis o siete<br />

generaciones de pensadores, cada cual más definitivo. Durante<br />

este tiempo, el <strong>espectáculo</strong> no ha hecho otra cosa que ajustarse más<br />

exactamente a su concepto, y el movimiento real de su negación no<br />

ha hecho más que ir creciendo en extensión y en intensidad.<br />

Incumbió, en efecto, a la <strong>sociedad</strong> espectacular misma añadir<br />

algo que a este libro, según creo, no le hacía ninguna falta: unas<br />

pruebas y unos ejemplos más contundentes y más convincentes.<br />

Hemos visto que la falsificación se ha espesado y ha descendido<br />

hasta la fabricación de las cosas más triviales, como una bruma<br />

pegajosa que se acumula a nivel <strong>del</strong> suelo de toda la existencia cotidiana.<br />

Hemos visto que el control técnico y policial de los hombres y<br />

de las fuerzas naturales aspira a lo absoluto, hasta la locura “telemática”;<br />

un control cuyos errores van creciendo con la misma rapidez<br />

que sus medios. Hemos visto la mentira estatal desarrollándose en<br />

sí y para sí, habiendo olvidado su conflictivo vínculo con la verdad<br />

y la verosimilitud hasta tal punto que puede olvidarse a sí misma<br />

y sustituirse de hora en hora. Italia ha tenido recientemente la<br />

ocasión de contemplar esta técnica, en el caso <strong>del</strong> secuestro y asesinato<br />

de Aldo Moro, en el punto más alto que jamás había alcanzado,<br />

pero que será superado pronto, aquí o en otra parte. <strong>La</strong> versión de<br />

las autoridades italianas, agravada más que enmendada por cien<br />

retoques sucesivos, y que todos los comentaristas se creyeron obligados<br />

a aceptar públicamente, no ha sido creíble ni un solo instante.<br />

Su intención no era ser creída sino ser la única en el escaparate,<br />

para luego ser olvidada, exactamente igual que un libro malo.<br />

Aquello fue una ópera mitológica con mucha tramoya, en la que<br />

unos héroes terroristas se transforman en zorros que cazan a su<br />

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