La sociedad del espectáculo
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Prólogo a la cuarta edición italiana<br />
de que fue por venalidad o por miedo por lo que escribió, en mayo<br />
de 1978, su libro Moro, una tragedia italiana, en el cual se apresura<br />
a tragarse todas las mistificaciones que se habían puesto en circulación,<br />
sin perderse ni una, para volver a vomitarlas acto seguido y<br />
declararlas excelentes. Un solo instante se permite mencionar el<br />
meollo de la cuestión, aunque naturalmente volviéndolo <strong>del</strong> revés,<br />
cuando escribe lo siguiente:<br />
Hoy en día las cosas han cambiado; respaldadas por el terror<br />
rojo, las franjas obreras extremistas pueden oponerse o tratar de<br />
oponerse a la política sindical. Quien haya asistido a una asamblea<br />
obrera de una fábrica como la de Alfa Romeo de Arese habrá visto<br />
que el grupo de los extremistas, que no cuenta más de un centenar<br />
de individuos, es sin embargo capaz de colocarse en primera fila<br />
y gritar acusaciones e insultos que el partido comunista tiene que<br />
soportar.<br />
Que los obreros revolucionarios insulten a los estalinistas y<br />
obtengan el apoyo de casi todos sus compañeros, eso es lo más<br />
normal que hay en el mundo, puesto que quieren hacer una revolución.<br />
¿Acaso no saben ellos, instruidos por una larga experiencia, que<br />
la condición previa es expulsar de las asambleas a los estalinistas?<br />
Por no haberlo podido hacer fracasó la revolución en Francia en 1968<br />
y en Portugal en 1975. Lo insensato y odioso es pretender que esas<br />
“franjas obreras extremistas” puedan alcanzar ese estadio necesario<br />
porque estuvieran “respaldadas” por los terroristas. Todo lo contrario<br />
es cierto: un gran número de obreros italianos ha escapado <strong>del</strong><br />
encuadramiento de la policía sindical-estalinista, y este es el motivo<br />
por el cual se ha puesto en marcha a la “brigada roja”, cuyo terrorismo<br />
ilógico y ciego no puede ser más que un estorbo para ellos; los mass<br />
media aprovechan la ocasión para reconocer en ésta, sin la menor<br />
duda, a su destacamento de avanzada y a sus inquietantes dirigentes.<br />
Bocca insinúa que los estalinistas se ven forzados a soportar<br />
los insultos que tanto han hecho por merecer desde hace sesenta<br />
años en todas partes, porque están físicamente amenazados por los<br />
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