Edición No.9 Mayo 2016
Nuestra edición No.9 nos presenta a Ricardo Preciado Juárez y su obra, también como cada mes nos trae artículos interesantes y que deseamos compartir contigo.
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www.visionuniversal-magazine.com.mx<br />
LA TRAGEDIA DEL DESEN-<br />
CANTO<br />
(extracto del relato La Tragedia del<br />
Desencanto)<br />
Planeé a conciencia sobre<br />
la ventana del piso tercero. Un<br />
niño daba palmadas al agua desde<br />
el interior de una bañera plegable.<br />
Para mi sorpresa, y tras breves<br />
segundos de observación, el niño<br />
se percató de mi cuerpo levitando<br />
tras los cristales de la ventana, y<br />
se empeñó en llamar la atención<br />
de este resto de mujer en plena<br />
despedida que era yo. Fue el único<br />
ser humano que había adivinado<br />
mi presencia mientras el resto<br />
había estado tan exhorto en sus<br />
propias miserias que ignoraron las<br />
mías. Ni siquiera su madre, que<br />
lo embadurnaba de perfumados<br />
geles de baño, descubrió mi desencantada<br />
aparición. Ese espíritu<br />
que habitaba un pequeño cuerpo<br />
fue el único en prestar atención a<br />
mi desencantada humanidad. El<br />
único que mostró comprensión<br />
por mi desgracia. Ningún otro se<br />
ofreció solícito en mi lamentable<br />
estado de desencanto. Me miró<br />
buscando mis ojos, con calidez,<br />
sin miedo y sin asombro, con una<br />
sonrisa tierna y envolvente, y tuve<br />
la sensación de que desde hacía<br />
tiempo ya<br />
esperaba mi visita. Sólo sus ojos,<br />
abiertos con la grandeza y la<br />
clarividencia de una luna llena,<br />
traspasaron la ventana buscando<br />
los míos. Su actitud expectante y<br />
comprensiva me impresionó tanto<br />
que tuvo la capacidad de estremecerme,<br />
y entonces el tiempo se me<br />
detuvo, mientras la infelicidad y<br />
la negrura que habían ahogado mi<br />
ánimo desaparecían por completo.<br />
No recordaba desde cuándo, algo<br />
o alguien, conseguía darme igual<br />
alegría. En su amplia sonrisa desdentada,<br />
en sus babas, cayéndole<br />
por los labios, tan finos como un<br />
trazo, recorriendo en un reguerillo<br />
escaso, pero incansable, la barbilla,<br />
en los sonidos que articulaba en<br />
su infantil lenguaje, y también en<br />
sus brazos, extendidos hacia mí,<br />
llamándome a la fe y a la vida, con<br />
un entendimiento superior al que<br />
ningún otro ser humano me había<br />
demostrado tras las pruebas de<br />
mi destino…, con todas esas cosas<br />
recuperé el alma de mi hijo… y la<br />
paz que había olvidado. Recuperé<br />
el amor de mi hijo, que ese niño<br />
me entregaba a través de su propio<br />
amor. Todo aquello elevó mi espíritu,<br />
y aunque no pudiera superar<br />
el dolor de la ausencia, originó un<br />
remolino de fuerza a mi alrededor<br />
que me mantuvo ingrávida y<br />
pegada a la ventana, llena de esperanza,<br />
como nunca antes, y me<br />
aproximé aún más a la ventana,<br />
más pegada aún cuando el niño<br />
extendió nuevamente los brazos,<br />
llamándome a su presencia, como<br />
llamando a su madre. La ausencia<br />
creció hasta llegar a resultar insoportable,<br />
pero también era grande<br />
la esperanza de volver a recuperar,<br />
de algún modo, a mi hijo, y con<br />
esto sobrevino la certeza de que<br />
me esperaba, de alguna manera<br />
inexplicable y en algún recóndito<br />
lugar que yo misma habría de<br />
descubrir.<br />
Aquella razón me dio fuerzas<br />
para empezar de nuevo, para<br />
sobrellevar mi insuficiencia de<br />
ánimos y para superar mi anemia<br />
de fuerza vital. La suficiente para<br />
querer recuperar una vida de la<br />
que en los últimos años no supe<br />
disfrutar. Y decidí ascender, y deseé<br />
ascender, y deshacer el camino<br />
que había iniciado en mi vuelo,<br />
y deseé volver al décimo piso y<br />
ordenar toda mi existencia, o bien,<br />
si no me permitían la ascensión, al<br />
menos, poder estirar las piernas,<br />
plantar los pies en el suelo y echar<br />
tranquilamente a andar. Eso anhelaba<br />
con todo mi corazón, pero<br />
para mi desgracia, la