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Edición No.9 Mayo 2016

Nuestra edición No.9 nos presenta a Ricardo Preciado Juárez y su obra, también como cada mes nos trae artículos interesantes y que deseamos compartir contigo.

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31<br />

www.visionuniversal-magazine.com.mx<br />

LA TRAGEDIA DEL DESEN-<br />

CANTO<br />

(extracto del relato La Tragedia del<br />

Desencanto)<br />

Planeé a conciencia sobre<br />

la ventana del piso tercero. Un<br />

niño daba palmadas al agua desde<br />

el interior de una bañera plegable.<br />

Para mi sorpresa, y tras breves<br />

segundos de observación, el niño<br />

se percató de mi cuerpo levitando<br />

tras los cristales de la ventana, y<br />

se empeñó en llamar la atención<br />

de este resto de mujer en plena<br />

despedida que era yo. Fue el único<br />

ser humano que había adivinado<br />

mi presencia mientras el resto<br />

había estado tan exhorto en sus<br />

propias miserias que ignoraron las<br />

mías. Ni siquiera su madre, que<br />

lo embadurnaba de perfumados<br />

geles de baño, descubrió mi desencantada<br />

aparición. Ese espíritu<br />

que habitaba un pequeño cuerpo<br />

fue el único en prestar atención a<br />

mi desencantada humanidad. El<br />

único que mostró comprensión<br />

por mi desgracia. Ningún otro se<br />

ofreció solícito en mi lamentable<br />

estado de desencanto. Me miró<br />

buscando mis ojos, con calidez,<br />

sin miedo y sin asombro, con una<br />

sonrisa tierna y envolvente, y tuve<br />

la sensación de que desde hacía<br />

tiempo ya<br />

esperaba mi visita. Sólo sus ojos,<br />

abiertos con la grandeza y la<br />

clarividencia de una luna llena,<br />

traspasaron la ventana buscando<br />

los míos. Su actitud expectante y<br />

comprensiva me impresionó tanto<br />

que tuvo la capacidad de estremecerme,<br />

y entonces el tiempo se me<br />

detuvo, mientras la infelicidad y<br />

la negrura que habían ahogado mi<br />

ánimo desaparecían por completo.<br />

No recordaba desde cuándo, algo<br />

o alguien, conseguía darme igual<br />

alegría. En su amplia sonrisa desdentada,<br />

en sus babas, cayéndole<br />

por los labios, tan finos como un<br />

trazo, recorriendo en un reguerillo<br />

escaso, pero incansable, la barbilla,<br />

en los sonidos que articulaba en<br />

su infantil lenguaje, y también en<br />

sus brazos, extendidos hacia mí,<br />

llamándome a la fe y a la vida, con<br />

un entendimiento superior al que<br />

ningún otro ser humano me había<br />

demostrado tras las pruebas de<br />

mi destino…, con todas esas cosas<br />

recuperé el alma de mi hijo… y la<br />

paz que había olvidado. Recuperé<br />

el amor de mi hijo, que ese niño<br />

me entregaba a través de su propio<br />

amor. Todo aquello elevó mi espíritu,<br />

y aunque no pudiera superar<br />

el dolor de la ausencia, originó un<br />

remolino de fuerza a mi alrededor<br />

que me mantuvo ingrávida y<br />

pegada a la ventana, llena de esperanza,<br />

como nunca antes, y me<br />

aproximé aún más a la ventana,<br />

más pegada aún cuando el niño<br />

extendió nuevamente los brazos,<br />

llamándome a su presencia, como<br />

llamando a su madre. La ausencia<br />

creció hasta llegar a resultar insoportable,<br />

pero también era grande<br />

la esperanza de volver a recuperar,<br />

de algún modo, a mi hijo, y con<br />

esto sobrevino la certeza de que<br />

me esperaba, de alguna manera<br />

inexplicable y en algún recóndito<br />

lugar que yo misma habría de<br />

descubrir.<br />

Aquella razón me dio fuerzas<br />

para empezar de nuevo, para<br />

sobrellevar mi insuficiencia de<br />

ánimos y para superar mi anemia<br />

de fuerza vital. La suficiente para<br />

querer recuperar una vida de la<br />

que en los últimos años no supe<br />

disfrutar. Y decidí ascender, y deseé<br />

ascender, y deshacer el camino<br />

que había iniciado en mi vuelo,<br />

y deseé volver al décimo piso y<br />

ordenar toda mi existencia, o bien,<br />

si no me permitían la ascensión, al<br />

menos, poder estirar las piernas,<br />

plantar los pies en el suelo y echar<br />

tranquilamente a andar. Eso anhelaba<br />

con todo mi corazón, pero<br />

para mi desgracia, la

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