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Revolución Francesa

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<strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong><br />

PROYECTO – HISTORIA DE HONDURAS<br />

Ricardo Salinas<br />

Ms. Seydi Herrera<br />

11A<br />

26 de Julio del 2016


PEQUEÑA INTRODUCCION<br />

Antes de comenzar a hablar de la <strong>Revolución</strong> francesa, nos es<br />

indispensable hacer una breve referencia a las ideas que la gestaron:<br />

El final del siglo XVIII fue una época de trastornos en muchas partes de<br />

hemisferio occidental, trastornos que se pueden atribuir, directa o<br />

indirectamente, al fermenrto de las ideas conocidas como la Ilustración.<br />

Estas ideas, reflejo de las necesidades y tensiones de una sociedad<br />

cambiante se basan en el nuevo conocimiento científico del siglo XVII, que<br />

engendró una nueva fe en la razón y en el progreso. Por un lado, esto llevó<br />

a un rechazo de la autoridad y a una afirmación de los Derechos del<br />

Hombre, expresados en la famosa declaración de Rousseau de que el<br />

hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado. Por otro lado,<br />

las nuevas ideas fueron una inspiración para los monarcas, que, al ternar<br />

el siglo XVII, empezaron a concentrar el poder en sus propias manos y a<br />

gobernar mediante agentes burocráticos nombrados por ellos. Sin<br />

embargo, estas actividades centralizadoras encontraron resistencia en<br />

todos aquellos que tenían intereses creados en el Antiguo régimen, Iglesias,<br />

gremios y corporaciones y, sobre todo, la aristocracia. Sus líderes<br />

recurrieron a las teorías de Montesquieu y Burka para demostrar que la<br />

sociedad era una forma orgánica y que sus agrupaciones tradicionales no<br />

sólo conferían derechos inalienables a sus miembros sino que producían<br />

un equilibrio de poder que resguarda los individuos de la tiranía. Esto junto<br />

al deseo de autonomía de las provincias dio origen al descontento. Quedó<br />

muy claro entonces que el fermento no se detendría ahí.<br />

Era más probable que ocurriera una rebelión en las regiones en que la<br />

aristocracia podía contar con el apoyo de los campesinos; pero en Europa<br />

Oriental estos últimos aún eran ciervos, y era poco probable que se<br />

revelaran para apoyar a los terratenientes que eran sus opresores directos.<br />

Sin embargo, a los campesinos también les desagradaban las innovaciones<br />

y a veces luchaban tenazmente por conservar su forma de vida tradicional.<br />

Las revoluciones aparecieron por primera vez en gran escala en las<br />

colonias inglesas de América. Recurriendo a la filosofía de Locke sobre el<br />

derecho natural, los colonizadores se negaron a pagar un impuesto<br />

establecido por el parlamento en Londres, en el que no estaban<br />

representados. Para 1775 la disputa había llegado a una guerra declarada.


Los hombres moderados que habrían mantenido la antigua estructura de la<br />

sociedad fueron sustituidos por otros con objetivos más democráticos y la<br />

guerra por la independencia nacional ganó apoyo en todos los estratos<br />

sociales. El ejemplo norteamericano fue una inspiración para los rebeldes<br />

de los países bajos, así como en Francia, cuyas tropas habían peleado en<br />

el lado norteamericano en la guerra.<br />

La <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong> se encuadra dentro del ciclo de transformaciones<br />

políticas y económicas que marcaron el fin de la Edad Moderna y el<br />

comienzo de la Edad Contemporánea. La independencia de EEUU y el<br />

desarrollo de la <strong>Revolución</strong> Industrial, iniciada en la Gran Bretaña, son los<br />

otros dos grandes procesos que señalan esta transición histórica.<br />

El proceso revolucionarios francés es, sin duda, el más importante dentro<br />

del agitado panorama político del siglo XVIII. Es, además, uno de los más<br />

polémicos. La historiografía se ha preocupado constantemente de él y son<br />

muchos los escritos y los libros que presentan la revolución francesa como<br />

una gran gesta o, por el contrario, un acontecimiento perjudicial y hasta<br />

innecesario para Francia y la cultura occidental.<br />

Es difícil tratar de sacar a la luz los motivos que nos llevan a esta pasión<br />

por el tema. Muchos son los factores que se amontonan en torno a Francia<br />

y a la revolución, presentándola como un tema apasionante y<br />

tremendamente complejo.


HISTORIA<br />

La <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong> (1789-1799) ha sido tradicionalmente considerada<br />

como el indicador del final de una época histórica y el punto de arranque de<br />

una nueva etapa: la Edad Contemporánea. Por este motivo puede<br />

aceptarse que, aunque cronológicamente el siglo XIX comenzase en 1801,<br />

históricamente se inició en 1789. Ciertamente, el estallido de la <strong>Revolución</strong><br />

<strong>Francesa</strong> señala una línea divisoria entre dos sistemas sociopolíticos<br />

opuestos: en el Antiguo Régimen, anterior a la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong>, el<br />

absolutismo monárquico regía una sociedad feudal; en el Nuevo Régimen<br />

surgido tras la misma, en cambio, reconocemos muchos de los rasgos que<br />

caracterizan la organización política y social del mundo contemporáneo.<br />

La toma de la Bastilla (14 de julio de 1789) ha quedado como el suceso<br />

icónico de la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong><br />

En el terreno político, la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong> acabó con el sistema de<br />

monarquías absolutas que había prevalecido durante siglos en muchos<br />

países europeos. Dicho sistema político se basaba en el principio de que<br />

todos los poderes (el de promulgar las leyes -legislativo-, el de aplicarlas -<br />

ejecutivo-, y el de determinar si las leyes habían sido o no cumplidas -<br />

judicial-) residían en el rey. El monarca era fuente de todo poder por<br />

derecho divino; tal derecho era la base jurídica y filosófica de su soberanía.<br />

La <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong> establecería la separación de estos poderes, de<br />

tal manera que el legislativo correspondería a una Asamblea o Parlamento;<br />

el poder ejecutivo seguiría residiendo en el rey y sus ministros, o en un<br />

gobierno en las repúblicas; y el judicial recaería en los tribunales de justicia,<br />

como poder técnico e independiente. En definitiva, la monarquía dejaría de<br />

existir o de ser absoluta para convertirse en un sistema político en que los<br />

distintos poderes servirían de contrapesos y se controlarían mutuamente.<br />

Se entendía, además, que la soberanía no procedía sino del pueblo, el cual<br />

delegaba el ejercicio del poder en gobernantes libremente elegidos en<br />

procesos electorales periódicos.


En el plano social, las consecuencias de la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong> serían<br />

igualmente trascendentes. El Antiguo Régimen se había caracterizado por<br />

consolidar un tipo de organización social rígido y de carácter marcadamente<br />

estamental, en la que se habían consagrado dos grupos o estamentos<br />

inamovibles: el clero y la nobleza. Estos estamentos gozaban de una<br />

jurisdicción especial que les eximía de pagar impuestos, entre otros<br />

privilegios. El tercer estamento lo integraban los campesinos, que estaban<br />

obligados a sostener los gastos del Estado con el pago de tributos.<br />

Pero no solamente campesinos, artesanos o siervos componían el tercer<br />

estamento; una nueva clase social dinámica y próspera, enriquecida<br />

mediante los negocios, el comercio y la industria, también pertenecía<br />

jurídicamente a aquel «tercer estado» carente de privilegios: la burguesía.<br />

Esta clase emergente aspiraba a que su ascenso y su poderío económico<br />

se reflejase en el ordenamiento político. De hecho, la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong><br />

y su más inmediato precedente, la independencia de los Estados Unidos,<br />

constituyen los primeros ejemplos de lo que los historiadores han llamado<br />

«revoluciones burguesas». En ambas, el triunfo de la burguesía sobre la<br />

aristocracia anquilosada determinó una configuración social en<br />

concordancia con la mentalidad y los valores burgueses.<br />

El carácter débil e indeciso de Luis XVI favoreció a los revolucionarios<br />

De este modo, la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong> creó una nueva sociedad cuya<br />

principal característica sería la eliminación de los privilegios y la<br />

proclamación de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; sin<br />

embargo, este ideal de igualdad se quedaría en el plano de lo teórico, ya<br />

que la nueva sociedad establecería un nuevo tipo de jerarquización entre<br />

los ciudadanos marcada no por el origen o la sangre, como antes, sino por<br />

la posesión de riquezas. Se pasó así de una sociedad estamental cerrada<br />

(se era noble por ser hijo de nobles, sin importar méritos o riquezas) a una<br />

sociedad abierta pero clasista (la nuestra), en que el dinero y los bienes


materiales determinan la clase social. El resultado de la <strong>Revolución</strong><br />

<strong>Francesa</strong>, en suma, sería la universalización del ideario burgués y la<br />

ascensión al poder de la misma burguesía, que sería la principal<br />

beneficiaria de los cambios.<br />

Causas de la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong><br />

Durante el siglo XVIII, Francia vivió una serie de desajustes sociales propios<br />

de unas estructuras anquilosadas incapaces de adaptarse a la dinámica de<br />

los tiempos. El desarrollo de la economía, con importantes avances en<br />

sectores como la industria y el comercio, había favorecido el protagonismo<br />

de la burguesía, cuyo creciente poder económico no se veía correspondido<br />

con la función que le era asignada en la sociedad del Antiguo Régimen. A<br />

la eclosión de la burguesía como nueva realidad social cada vez más reacia<br />

a tolerar las prerrogativas y prebendas de los estamentos superiores, había<br />

que añadir la insoportable situación del campesinado francés, sujeto a un<br />

sistema de explotación señorial que, lejos de suavizarse a lo largo del siglo<br />

XVIII, tendía a hacerse aún más oneroso.<br />

En la década de 1780, una sucesión de malas cosechas y graves crisis<br />

agrícolas desencadenaron la casi paralización de los restantes sectores<br />

económicos, íntimamente dependientes del sector primario. La prolongada<br />

depresión se dejó sentir con notable intensidad en el campo y en la ciudad,<br />

sucediéndose, en los años que precedieron a la <strong>Revolución</strong>, una serie de<br />

motines y levantamientos populares provocados por la carestía y la escasez<br />

de los productos de primera necesidad.<br />

Sesión inaugural de los Estados Generales (5 de mayo de 1789)<br />

El nuevo ministro, una vez comprobado el colapso financiero que<br />

amenazaba al Estado, recurrió de nuevo al proyecto de Calonne, retocado<br />

en algunos puntos. En esta ocasión, los «privilegiados», que se habían<br />

erigido en representantes de los intereses de la nación, negaron al monarca<br />

toda capacidad legal para cambiar el sistema fiscal francés y solicitaron la<br />

convocatoria de los Estados Generales, argumentando (conforme a la tesis


del duque Luis Felipe II de Orleans) que eran la única institución histórica<br />

que tenía poder para ello.<br />

Como cuerpo legislativo que actuaba en representación de cada una de las<br />

tres clases sociales, la nobleza, el clero y el pueblo (el «Tercer Estado»),<br />

los Estados Generales habían tenido un importante papel en la Francia de<br />

los siglos XIV y XV. Sin embargo, la deriva centralista y absolutista<br />

protagonizada desde entonces por las monarquías europeas había por lo<br />

general reducido este tipo de instituciones a órganos consultivos o<br />

decorativos; era el caso de los Estados Generales, de los que puede incluso<br />

afirmarse que yacían en el olvido: su última reunión había tenido lugar en<br />

1614.<br />

Los Estados Generales (1788-1789)<br />

Enfrentado a una situación insostenible, Luis XVI aceptó al fin (5 de julio de<br />

1788) la reunión de los Estados Generales para primeros de mayo de 1789<br />

y la dimisión de Loménie de Brienne; Jacques Necker, puesto otra vez al<br />

frente del ministerio de finanzas, se convertía en el nuevo hombre fuerte de<br />

la situación. Aparentemente, con la convocatoria de los Estados Generales,<br />

la llamada «revuelta de los privilegiados» se había anotado una victoria; en<br />

realidad, era el principio de una nueva etapa caracterizada por el exclusivo<br />

protagonismo de la burguesía.<br />

Una vez efectuadas las votaciones, el 5 de mayo de 1789 tuvo lugar la<br />

apertura de los Estados Generales con un discurso de Luis XVI, donde<br />

dejaba entrever la exclusiva misión de solucionar el problema financiero que<br />

se asignaba a la institución, sin aludir en ningún momento a las peticiones<br />

de los portavoces del estamento popular. El Tercer Estado pidió que las<br />

votaciones se llevasen a cabo individualmente y no por estamento, ya que<br />

en caso contrario el voto conjunto de la nobleza y el clero prevalecería<br />

siempre sobre el de los plebeyos.


La revuelta popular (1789)<br />

En tanto que abierto desafío a la autoridad monárquica y triunfo de la<br />

soberanía nacional sobre el absolutismo, debe considerarse la constitución<br />

de la Asamblea Nacional (y no la toma de la Bastilla) como el primero de<br />

los sucesos revolucionarios; es preciso reconocer, sin embargo, que<br />

difícilmente se hubiera llegado más lejos de no haber contado la Asamblea<br />

con el apoyo popular. Tras el forzado reconocimiento por parte del rey, en<br />

efecto, la aristocracia cortesana empujó de inmediato a Luis XVI a actuar<br />

contra la Asamblea Nacional, acuartelando tropas en Versalles (20.000<br />

soldados) por si era preciso utilizar la fuerza contra la Asamblea y<br />

destituyendo otra vez a Jacques Necker, verdadero ídolo de la burguesía.<br />

En París crecía la agitación por semejantes noticias: el 12 de julio, conocida<br />

la sustitución de Necker e intuyéndose que la Asamblea iba a ser disuelta<br />

por las armas, las masas populares se amotinaron, sumiendo la ciudad en<br />

el caos y la anarquía. Bajo la dirección del joven periodista Camille<br />

Desmoulins, muchos manifestantes tomaron armas del arsenal de los<br />

Inválidos y se dirigieron a la prisión de la Bastilla, símbolo de la opresión<br />

despótica.<br />

El 14 de julio, que se convirtió desde entonces en la fiesta nacional<br />

francesa, la Bastilla fue tomada por los revolucionarios. El acontecimiento<br />

tuvo un efecto extraordinario.


La toma de la Bastilla (14 de julio de 1789)<br />

La rebelión popular de París tuvo inmediata repercusión en los núcleos de<br />

población de toda Francia. En pocas jornadas, la burguesía conquistaba el<br />

poder municipal, estableciendo comunas revolucionarias en lugar de las<br />

antiguas oligarquías locales, y encuadrando a las clases medias en milicias<br />

cívicas encargadas de velar por el orden público. Luis XVI aceptaba,<br />

mientras tanto, los hechos consumados retirando las tropas, restituyendo<br />

en su cargo a Necker (16 de julio) y recibiendo con todos los honores la<br />

nueva enseña nacional: la escarapela tricolor de la municipalidad de París,<br />

origen de la actual bandera francesa.<br />

Cuando la revuelta urbana comenzaba a remitir, la ola revolucionaria<br />

sacudió con notable intensidad el mundo rural. Era «el Gran Miedo» (la<br />

Grande Peur), un fenómeno de paroxismo colectivo surgido al socaire de<br />

noticias confusas sobre partidas de bandidos que, en convivencia con los<br />

poderosos, recorrían los campos sembrando la destrucción y la muerte. En<br />

todos los lugares aparecieron grupos de campesinos armados que, ante la<br />

falsedad de las noticias, dirigieron sus iras contra los castillos y registros<br />

notariales, donde se suponían depositados los documentos acreditativos de<br />

los derechos feudales que históricamente habían pesado sobre sus<br />

espaldas.<br />

La Asamblea Nacional (1789-1791)<br />

La Asamblea Nacional se había convertido en Asamblea Nacional<br />

Constituyente con la misión de redactar una Constitución y dar a Francia<br />

una nueva forma de gobierno. La rebelión del campesinado tuvo un<br />

profundo impacto en la Asamblea Constituyente, cuyos miembros, ante el<br />

temor de una situación que pudiera hacer fracasar sus proyectos, acordaron<br />

-en la noche del 4 al 5 de agosto de 1789- la abolición de todo vestigio de<br />

régimen feudal: se decretó la supresión de los derechos feudales y se<br />

declaró ilegal el sistema de impuestos existente. En teoría, las ancestrales<br />

reivindicaciones campesinas quedaban satisfechas; a partir de entonces<br />

quedaba por construir un nuevo régimen que garantizara los principios del<br />

nuevo orden burgués.


La conducta frívola y licenciosa de la reina María Antonieta contribuyó<br />

al descrédito de la monarquía (retrato de Gautier d'Agoty)<br />

La Constitución de 1791 sancionaba la división de poderes, concediendo al<br />

rey las funciones del ejecutivo, y a un parlamento -elegido cada dos añosamplias<br />

atribuciones legislativas. La filosofía burguesa que inspiraba el<br />

texto legal aparecía, sin embargo, reflejada en el establecimiento de dos<br />

categorías de ciudadanos: activos (los que poseían derechos civiles y<br />

políticos -capacidad de voto- por ser contribuyentes) y pasivos (los que sólo<br />

tenían derechos civiles). Con ello quedaban excluidas del derecho a voto<br />

las clases bajas, hecho que condujo prontamente a su radicalización y a la<br />

exigencia del sufragio universal.<br />

Los grandes cambios impulsados por la Asamblea Legislativa encontraron<br />

la férrea oposición de los privilegiados, muchos de los cuales emigraron a<br />

los países limítrofes esperando una acción inmediata de las monarquías<br />

absolutas europeas, que ya comenzaban a dar muestras de inquietud. La<br />

actitud del Papa Pío VI al condenar la Constitución Civil del Clero -y, con<br />

ella, a la revolución- abrió un cisma en la Iglesia y en la sociedad francesas<br />

que tendría graves e inmediatas consecuencias.


constitucional no llegaría a cumplir un año.<br />

La<br />

monarquía<br />

constitucional: La<br />

Asamblea Legislativa (1791-<br />

1792)<br />

Los dirigentes de la Asamblea<br />

Constituyente creían, sin<br />

embargo, que la situación<br />

política se había normalizado<br />

a principios de otoño de 1791,<br />

y que, cumplida su misión,<br />

debía procederse a la<br />

disolución de la cámara y a la<br />

convocatoria de elecciones<br />

legislativas de acuerdo con la<br />

Constitución, que había sido<br />

aprobada en su texto<br />

definitivo el 3 de septiembre<br />

de 1791. Sometida a la<br />

extrema presión de las<br />

convulsiones internas y de la<br />

amenaza exterior, la recién<br />

instaurada monarquía<br />

Una vez efectuadas las elecciones, el 1 de octubre inauguraba sus sesiones<br />

la Asamblea Legislativa, compuesta por 745 diputados pertenecientes en<br />

su totalidad a los distintos sectores de la burguesía francesa. Las<br />

tendencias ideológicas que tomaban asiento en la nueva cámara pueden<br />

agruparse en tres bloques. La derecha estaba ahora integrada por unos 260<br />

diputados que apoyaban la monarquía constitucional; los antiguos<br />

aristócratas, valedores del absolutismo, habían desaparecido.<br />

En la izquierda se situaban los jacobinos, así llamados porque muchos de<br />

ellos procedían de un club que se había instalado en el antiguo convento<br />

de los jacobinos, en la rue Saint-Honoré de la capital francesa. No pasaban<br />

de 150 diputados y entre ellos destacaban los representantes de la región


de la Gironda, que por este motivo eran llamados girondinos; todos ellos<br />

eran republicanos y se oponían claramente al régimen monárquico. La<br />

izquierda también contaba con representantes que, frente al sistema<br />

censitario establecido en la Constitución, defendían el sufragio universal y<br />

gozaban de gran influencia sobre las clases bajas, privadas del derecho a<br />

voto.<br />

La nueva etapa supuso un paso adelante en el proceso de radicalización<br />

revolucionaria que vivía Francia desde 1787. La crisis económica, que<br />

había hecho prohibitivo el precio de muchos productos básicos para la<br />

subsistencia, así como la desacertada política de los anteriores ministerios<br />

en esta cuestión, pusieron de nuevo a las capas populares a punto de<br />

estallar en cualquier momento.<br />

Pero esas medidas no sirvieron para tranquilizar a los grupos exaltados que<br />

pugnaban abiertamente por la instauración de la República; la izquierda<br />

más radical acusaba al rey de traicionar la revolución y de mantener<br />

compromisos secretos con sus enemigos (los emigrados y los monarcas<br />

extranjeros).<br />

El 20 de abril de 1792, Luis XVI, a instancias de la mayoría de la Asamblea<br />

Legislativa, declaraba la guerra a Austria en medio de un clima de euforia<br />

popular, truncado a poco de iniciarse las hostilidades. El ejército, sin<br />

dirección y falto de preparación, se hundía en todos los frentes, provocando<br />

con ello un agravamiento de la crisis interna y el fortalecimiento de las<br />

actitudes antimonárquicas. A finales de junio los jacobinos, bajo el liderazgo<br />

de Robespierre, redoblaron sus acusaciones de traición contra Luis XVI y<br />

exigieron la disolución de la Asamblea Legislativa y la elección -por sufragio<br />

universal- de una Convención Nacional que instaurase la República.


El fin de la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong><br />

La coyuntura fue aprovechada por el general más audaz, Napoleón<br />

Bonaparte. Enviado en 1798 a Egipto para asestar un golpe al poderío<br />

colonial británico cuando se estaba organizando la Segunda Coalición<br />

antifrancesa, Napoleón acudió a la llamada de dos miembros del Directorio<br />

(Emmanuel Joseph Sieyès y Roger Ducos) y encabezó el golpe de Estado<br />

del 18 de Brumario (9 de noviembre de 1799), que acabó con el régimen<br />

por la fuerza de las armas y labró sobre su persona el nuevo destino de<br />

Francia.


ACONTECIMIENTOS IMPORTANTES – REVOLUCION FRANCESA<br />

1- La crisis financiera como desencadenante inmediato<br />

2- Los Estados Generales (1788-1789)


3- La revuelta popular (1789)<br />

4- La Asamblea Nacional (1789-1791)


5- La monarquía constitucional: La Asamblea Legislativa (1791-1792)<br />

6- La República: la Convención girondina (1792-1793)


7- La Convención jacobina: Robespierre y el Terror (1793-1794)<br />

8- La reacción de Termidor y el fin de la Convención (1794-1795)


9- El Directorio (1795-1799)<br />

10- El fin de la <strong>Revolución</strong> <strong>Francesa</strong>


GOBERNANTES DURANTE LA REVOLUCION FRANCESA<br />

LUIS XVI


MARIA ANTONIETA

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